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Estudios históricos
sobre las mujeres en México
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Estudios históricos
sobre las mujeres en México

María de Lourdes Herrera Feria


(Coordinadora)

BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA


Centro de Estudios de Género
de la Facultad de Filosofía y Letras
Vicerrectoría de Investigación y Estudios de Postgrado
Dirección de Fomento Editorial
MMVI
4

BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA


Roberto Enrique Agüera Ibáñez
Rector
José Ramón Eguíbar Cuenca
Secretario general
Pedro Hugo Hernández Tejeda
Vicerrector de investigación y estudios de posgrado
María Lilia Cedillo Ramírez
Vicerrectora de extensión y difusión de la cultura
Carlos Contreras Cruz
Director editorial

FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS


María del Carmen Romano Rodríguez
Directora
Rodolfo Becerra Mora
Secretario académico
Alejandro Palma Castro
Secretaria de investigación y estudios de posgrado
Facundo Arias González
Secretario administrativo
Gabriel Montes Sosa
Secretario particular de la dirección

Primera edición: 2006


ISBN: 968 863 838 2

D.R. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla


Facultad de Filosofía y Letras
Av. Don Juan de Palafox y Mendoza 229
Centro; Puebla Pue.
c.p.: 72000, tel. (222) 2295500 ext. 5425
correo electrónico: ffyl@siu.buap.mx

Impreso y hecho en México


Printed an Made in Mexico
5

ÍNDICE

Palabras preliminares
María del Carmen García Aguilar ................................................. 9
Introducción
María de Lourdes Herrera Feria .................................................. 11

I. LAS ANTIGUAS MEXICANAS

Las mujeres de la elite maya en el Clásico


María J. Rodríguez Shadow ........................................................ 19
Cihtin, las antiguas mexicanas
María del Pilar Paleta Vázquez .................................................... 33
Malinali, una reinterpretación cultural
Ana M. Fernández Poncela .......................................................... 51
La entrega y el bautismo de las doncellas
tlaxcaltecas: las primeras reacciones
ante el cristianismo
Angélica Rodríguez Maldonado ................................................... 67

II. NOVOHISPANAS ILUSTRADAS Y REBELDES

Sexualidad y mitos en el México colonial


Marcela Suárez Escobar .............................................................. 79
Bruja, supersticiosa o ignorante
Indira Dulce M. Palacios García .................................................. 89
Gerónima de Rioja, una viuda en el siglo XVII: la condición
y representación jurídica de la mujer en la Nueva España
Raúl Aguilar Carbajal y Julieta de la Torre Herrera .................... 103
Sor María de Jesús Tomellín: el ideal de mujer novohispana
Virginia Hernández Enríquez .................................................... 115

[5]
6

Enfermedad y control social. Mujeres en el Veracruz colonial


Mayabel Ranero Castro ............................................................. 129
La Maruca, una vecina rebelde de Tacubaya en el siglo XVIII
Martha Eugenia Delfín Guillaumin ........................................... 149

III. TRABAJO, EDUCACIÓN Y SEXUALIDAD FEMENINA EN EL SIGLO XIX

Mujer y trabajo en el siglo XIX: el ángel del hogar vs. la prostituta


Fernanda Nuñez Becerra ........................................................... 163
La zona de las margaritas: las meretrices
en la segunda mitad del siglo XIX en México
Guadalupe Ríos de la Torre ....................................................... 179
La mujer de la frontera norte en el siglo XIX.
Un estudio en base a testamentos
María del Carmen Tonella ......................................................... 189
La educación de las mujeres zacatecanas
durante el régimen porfirista
Norma Gutiérrez Hernández...................................................... 209
La Escuela Normal para profesoras en el Estado de México.
Un espacio para la formación de las mujeres, 1891-1910
María del Carmen Gutiérrez Garduño ........................................ 227
Huérfanas, nodrizas y profesoras poblanas a finales del siglo XIX
María de Lourdes Herrera Feria ................................................ 251
Historia, raza y género en el fin de siglo poblano, 1894-1906
Carmen Ramos Escandón .......................................................... 269

IV. TRANSGRESORAS DEL SIGLO XX

La Mujer Moderna: una revista feminista


y revolucionaria, 1915-1917
María Elizabeth Jaime Espinoza ................................................ 285
Sexualidad y género: motivos de Estado. México 1920-1935
Elsa Muñiz García ................................................................... 297
Casa-Escuela de la Mujer Trabajadora: una propuesta de las
comunistas para educar a las mujeres en México, 1935-1940
María de Lourdes Cueva Tazzer ................................................. 311
7

1953: Las mujeres poblanas y el derecho al voto.


Significados preliminares
Ana María Huerta Jaramillo ..................................................... 325
Junto a un gran obrero, una gran mujer.
Historias de mujeres en un entorno fabril de Tlaxcala
Blanca Esthela Santibañez Tijerina ............................................ 345
Elena Garro: de la rebeldía al ostracismo
María del Carmen García Aguilar ............................................. 361
De la casa a la democracia. Las mujeres y sus experiencias
en el 68 mexicano
Gloria A. Tirado Villegas ........................................................... 377

V. FUENTES PARA LA HISTORIA DE LAS MUJERES

El recurso de la oralidad en los estudios


de género: historias para contar
Gabriel Montes Sosa ................................................................. 397
Fuentes documentales en el Archivo General Municipal
de Puebla para el estudio de las mujeres. Siglos XIX y XX
María Eugenia Cabrera Bruschetta, Leticia López Gonzaga,
Felícitas Ocampo López, Rocío del Carmen Gómez Hernández,
Silvia Meza León, Paulino Fuentes Solar y Oscar Alejo García ......... 413
Las fuentes, los centros y los fondos documentales
sobre las mujeres en México
Elva Rivera Gómez ................................................................... 423
Fuentes hemerográficas: Mujeres en la prensa
oficial poblana, índice preliminar, 1849-1890
María de Lourdes Herrera Feria, con la colaboración
de Lucero Rodríguez Velázquez y Ubaldo Hernández Flores .......... 441

Comentarios finales
María del Carmen García Aguilar ............................................. 467
Autoras/es ............................................................................... 479
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 9

PALABRAS PRELIMINARES

Historiar la vida de las mujeres a través de su producción, acción y


pensamiento, desde la mirada de otras mujeres, es un proceso deta-
llado y complicado; la complejidad deviene de las particularidades
que conlleva la propia investigación, ya que la historia de las muje-
res requiere no sólo la búsqueda de nuevas fuentes, sino de un tra-
bajo pormenorizado de reinterpretación y resignificación. Este tipo
de trabajo, que se ha realizado ya desde hace algunas décadas, tomó
un nuevo impulso con el uso de la categoría de género, como instru-
mento de análisis y concepto histórico que permite una función
reguladora de la identidad de las mujeres y de los hombres.
Esta forma de investigación hizo posible tanto hacer visible la
producción de las mujeres, desde los diferentes ámbitos del queha-
cer humano, como llevar al cabo nuevas búsquedas de ésta producti-
vidad, partiendo de parámetros diferentes a los tradicionalmente
utilizados para esta tarea, como pueden ser la búsqueda y /o relectura
de cartas, diarios, historias familiares y personales. Las recientes in-
vestigaciones sobre las identidades de género, sus formas de relacio-
narse con las representaciones culturales históricamente específicas
que las determinan, han permitido un conocimiento más amplio de
la humanidad en su conjunto y en sus relaciones.
Pero para desarrollar agudamente un trabajo de este tipo, hay que
partir de la consideración de que la historia ha sido parcial, en el senti-
do de que la participación y producción de las mujeres ha estado ex-
cluida de la misma, pues no se refleja, hasta ahora –—salvo los ejem-
plos consabidos—, la producción y la existencia de las mujeres.
De ahí la necesidad no sólo de ir develando este aspecto de
invisibilidad y olvido del desarrollo de la humanidad, sino ir recons-
truyendo, a través de las investigaciones de la historia de las muje-
res, una historia de la humanidad que reúna los acontecimientos,
procesos, relatos en donde se destaque ampliamente la participa-
ción de las mujeres. Para lo cual, es necesario poner a la luz el que-

[9]
10 PALABRAS PRELIMINARES

hacer de las mujeres, sobre todo el de aquellas que de alguna mane-


ra han pasado desapercibidas en la historia, sin olvidar desde luego,
aquellas que ya figuran en la misma.
Este texto, Estudios históricos sobre las mujeres en México, tiene parti-
cularmente un sentido colectivo de género, sentido que sabemos
está inscrito en los nuevos paradigmas sociales que permiten restar
la invisibilidad de las mujeres, y presentar aspectos reformadores y
reparadores sobre el quehacer de las mujeres.
Los ensayos que conforman este libro muestran no sólo la pre-
sencia de las mujeres en diversas épocas de la historia, sino que tam-
bién son escritos por mujeres y por algunos varones, que comparten
nuestros intereses y objetivos, de tal manera que presentamos un
conjunto de conocimientos, datos, referencias que pueden contri-
buir, tanto a conformar una perspectiva diferente del quehacer y
producción de las mujeres, como a participar en la construcción de
la historia equitativa de la humanidad.
Cada persona, circunstancia y tiempo descritos en estas páginas,
intenta dar voz a los miles de silencios de las mujeres en la historia
mexicana. La fluidez y la objetividad de todos ellos tienen, de algu-
na manera, que contribuir a que no ocurran más sigilos, retrocesos,
omisiones y olvidos. Las mujeres consideradas, hasta hace poco y
tradicionalmente, como meras generadoras de la vida y relegadas a
las tareas de cuidado y atención del mundo doméstico, a través de
éstas páginas y muchas otras escritas desde hace ya tiempo, presen-
tan como particularidad el tener una plena conciencia de ir más allá
de esta condición. De una u otra forma encontramos “atajos”, “puer-
tas escondidas”, “caminillos”, o “disimulos” por los que algunas mu-
jeres han intentado vivir su vida de una forma libre y digna como
principios ineluctables de la condición humana desde su propia cons-
trucción de género.
En este sentido el trabajo histórico se vuelve imprescindible para
ir construyendo esa otra parte olvidada de la historia: la historia de
las mujeres y con la cual, a través de este trabajo, pretendemos con-
tribuir.
Es necesario destacar que el texto representa también un recono-
cimiento de los principios, ideas, sugerencias, argumentos, ánimos,
impulsos y estímulos recibidos de diversas personas que han coinci-
dido con nosotras en la importancia y la necesidad de destacar el
trabajo y el pensamiento de las mujeres en la historia.

Mtra. María del Carmen García Aguilar


ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 11

INTRODUCCIÓN

La tradición historiográfica que ha centrado su indagación en los


hechos relevantes de hombres notables, ha tenido que conciliar, en
los últimos tiempos, su perspectiva con nuevos paradigmas que pro-
ponen atender la existencia y la trascendencia de gente común y
corriente, así como el papel de su experiencia cotidiana en el ámbi-
to de lo social.
Historiadores que abordaban una gran diversidad de períodos,
temas y motivos han vislumbrado las posibilidades que ofrece la ex-
ploración del pasado desde el punto de vista de seres, entre los que
indiscutiblemente se cuentan las mujeres, cuya existencia se ignora,
se da por supuesta o se menciona de pasada en el conjunto principal
de los hechos calificados de históricos. Este cambio de perspectiva
sugiere consecuencias epistemológicas que exigen nuevos combates
por la historia, en la medida que reformulan las bases teóricas de
una práctica científica.
La constante crítica y revisión de aportaciones y postulados, ya
por escuela, ya por especialidad que han hecho de la historia una
disciplina científica ascendente, actualmente confronta en el debate
historiográfico general a quienes ensayan a escribir la historia de las
mujeres, avanzando y retrocediendo, tanteando y abonando el te-
rreno de lo paradigmático.
Hasta hace poco los conceptos que marcaron la historiografía han
surgido de historias hechas de, por, y para hombres, entre otras ra-
zones por la tendencia a identificar como único ámbito de las accio-
nes humanas a la esfera de lo público y porque en estas sociedades
ha sido incuestionable la hegemonía masculina, y eso incluye a las
nuevas tendencias, como por ejemplo, la nueva historia cultural, la
microhistoria, e incluso el giro lingüístico, de tal manera que sólo la
adopción de nuevas categorías de análisis, de nuevos criterios de
periodización o de determinados aportes epistemológicos e
historiográficos de la historia de las mujeres, pueden modificar al-

[ 11 ]
12 INTRODUCCIÓN

gunas reglas del juego, para devenir en paradigmas comúnmente


aceptados, compartidos.
Sin embargo y aún cuando no se asuman colectivamente deter-
minados paradigmas de la historiografía feminista, los historiadores
y las historiadoras con visión e ilusión del futuro hemos de conside-
rar, en nombre de la ciencia, en nombre de la racionalidad, cierta-
mente, de una nueva racionalidad en nuestra disciplina y de su re-
novación, las contribuciones de la historia de las mujeres a la histo-
ria en general, empezando por el descubrimiento y puesta en valor
del sujeto femenino que constituye, nada menos, que la mitad de la
población mundial.
Así, la historia de las mujeres es síntoma, causa y consecuencia
del cambio de paradigmas que estamos viviendo. En el siglo XX tu-
vieron lugar dos grandes hechos subversivos, tanto en la historiografía
como en la sociedad. El primero fue la emergencia de las clases obre-
ras y populares, gracias al empuje del marxismo, y viceversa. La se-
gunda gran subversión es la historia de las mujeres, que gracias al
ímpetu del feminismo, se ha incorporado a las grandes tendencias
historiográficas.
Ahora bien aunque el feminismo planteó el reto de construir una
historia que proporcionara heroínas, pruebas de la actividad de las mu-
jeres, explicaciones de la opresión y móviles para la acción, lo cierto es
que la historia, como disciplina, respondió con creces y ha superado los
fines utilitarios que le asignaba la militancia política al constituir una
línea de trabajo que amplió su campo de interrogantes y, al pretender
cumplir con la tarea de documentar todos los aspectos de la vida de
las mujeres, adquirió un impulso propio, más allá de la política.
En este sentido, la escritura de la historia sobre las mujeres en
México ha compartido el rumbo de la historiografía occidental; de
la revisión de la historiografía de la mujer en México, se desprende
que en la narración de los hechos del pasado, la presencia de las
mujeres sólo puede desagregarse cuando su existencia se asocia con
valores culturales, positivos o negativos, que las convierten en per-
sonajes de la historia, sólo así se justifica que en los testimonios y su
posterior análisis se otorgue especial atención a la figura de Doña
Marina, para unos, o de la Malinche para otros, sobre la experiencia
de los miles de mujeres que sufrieron o vivieron el momento de la
conquista española.
En la época colonial, las mujeres obtienen un lugar en crónicas y
registros, en la medida que sus vidas puedan calificarse de ejempla-
res, pues la práctica de virtudes cristianas a favor de los pobres, los
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 13

desvalidos o los enfermos, las identifica como devotas de valores


religiosos y morales y las hace dignas de pasar a la historia, gracias al
género biográfico que ejercitaron con fruición los hombres y muje-
res de la época, si bien hay que decirlo, las biografías escritas por
hombres se dieron a la estampa y por tanto, a la posteridad, mien-
tras que las escritas por mujeres quedaron en calidad de manuscri-
tos, muchos de ellos, hoy inaccesibles.
De esta época nos quedaron biografías y autobiografías, además
de sermones funerarios o panegíricos cuyo formato exige un méto-
do crítico de análisis, que ya ha sido explorado, para lograr dar cuenta
de la vida de las virtuosas, mientras que de la vida de las mujeres que
se extraviaron en los caminos de la perdición sólo encontramos no-
ticia en la historia de establecimientos e instituciones destinadas a
socorrerlas, cubriendo con el “velo del recato” su destino. Dar forma
y sustancia a los números y nombres con los que quedaron vagamen-
te registradas en la listas de ingreso en casas de asistencia, recogi-
mientos y hospitales es una tarea que se inició con mucha fortuna en
algunos casos, pero en otros, la escasez de fuentes para el largo y
ancho territorio nacional, la ha convertido en una tarea pendiente
que aún clama por mentes hábiles y curiosas que rescaten su presen-
cia y su esencia.
El advenimiento del romántico siglo XIX, con los vaivenes políti-
cos aparejados a la surgimiento de la nación, imprimió nuevas
marcas a la historiografía de la mujer mexicana aunque la oficio-
sa práctica de confundir la historia con la política, al grado de
periodizar nuestra historia conforme al ritmo de los aconteci-
mientos políticos, devino en hacer solamente la historia de aque-
llas mujeres que tuvieron un papel destacado en el proceso de
construcción de la nación lo cual resulta comprensible si atende-
mos la vocación de la historia por registrar no sólo lo que permane-
ce, sino sobre todo, lo que cambia. La acción de las mujeres que cons-
piraron a favor de la independencia política de México o que impulsa-
das por un fervor patrio tuvieron alguna participación en la definición
del rumbo de la nación representó la ruptura de la serie, su comporta-
miento fue lo heterogéneo frente a la homogeneidad de las acciones
que se les habían atribuido y por las cuales se les había reconocido.
Así, la indagación histórica encontró el modo y la ocasión para
rescatar del anonimato la presencia femenina, pues la atención puesta
en historiar esa presencia por sus valores, por sus atributos o por su
actuación marcó nuevos derroteros; la historia ya no se avino a
documentar solamente la ruptura de la serie, armada con nuevos
14 INTRODUCCIÓN

recursos teóricos y metodológicos dirigió su mirada al conjunto,


a esa mitad de la población que podía ser identificada en un te-
rreno abonado por las pretensiones del liberalismo y sus institu-
ciones que argumentaban a favor de la conveniencia de la ilus-
tración de la mujer.
En este punto las aportaciones de la historia de la educación en
México ha logrado desbrozar del camino, pues su contribución re-
cupera la presencia de las mujeres en diferentes aspectos de la vida
social al mostrar cómo desde la segunda mitad del siglo XIX mexica-
no fue patente el interés de incorporar a la mujer al ámbito educati-
vo: el acceso a la educación escolarizada, preparó el terreno para su
arribo a otros espacios públicos, al mundo de la participación políti-
ca y al del trabajo técnico y profesional a lo largo del siglo XX.
En el último siglo del segundo milenio, la construcción de una
historiografía nacional interesada en indagar el ámbito de lo públi-
co y de lo privado se ha ocupado de describir e interpretar la fuerza
y el alcance de la presencia femenina en la sociedad.
Aunque en sus primeras etapas el trabajo historiográfico en tor-
no a las mujeres se ha dedicado a sacar del anonimato su actuación
desde líneas de trabajo específicas como la historia de la cotidianidad
o de la sexualidad, de la familia o de las mentalidades, aún está
pendiente un esfuerzo nacional, lento y sostenido, que permita res-
catar y organizar nuevas fuentes de información y reinterpretar las
ya existentes, desagregando del conjunto la presencia de las muje-
res, para esclarecer el ensanchamiento del campo de estudio de la
historia social por la inclusión de la reflexión en torno al concepto
de género como una categoría histórica, que dé cuenta de la partici-
pación femenina como sujeto de la historia.
Con estos afanes hemos reunido textos que han sido expuestos a
la curiosidad de versados, legos y profanos en foros y seminarios
académicos que giran en torno a una temática que exhibe un vigor
renovado al principio del tercer milenio; pertenecen a diversos gé-
neros de la escritura histórica: reflexiones sobre fuentes y méto-
dos, estudios de casos, comentarios y balances historiográficos
que abordan diferentes períodos desde enfoques disciplinarios
diversos, y sin embargo, al menos eso esperamos, mantienen una
coherencia que proviene de su unidad temática: la historia de las
mujeres en México.
La amplia gama de temas en torno a la condición femenina y su
transformación social y cultural en la sociedad mexicana, por razo-
nes operativas, se agruparon cinco apartados: las antiguas mexicanas,
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 15

novohispanas ilustradas y rebeldes; trabajo, educación y sexualidad


femenina en el siglo XIX; transgresoras del siglo XX y fuentes para el
estudio de las mujeres.
Al primer apartado corresponden los trabajos de María J.
Rodríguez-Shadow, de María del Pilar Paleta Vázquez, de Ana Ma.
Fernández Poncela y de Angélica Rodríguez Maldonado, quienes
nos ofrecen imágenes del pasado remoto de las mujeres mexicanas.
Sobre las condiciones de vida y la representación de las mujeres
de la época colonial nos informan los trabajos de Marcela Suárez
Escobar, Indira Palacios García, Raúl Aguilar Carbajal, Julieta de la
Torre, Virginia Hernández Enríquez, Mayabel Ranero Castro y
Martha Eugenia Delfín.
Sin duda, en esta selección han predominado los trabajos que se
refieren a las mujeres en el siglo XIX, Fernanda Nuñez, Guadalupe
Ríos de la Torre, María del Carmen Tonella, Norma Gutiérrez
Hernández, María del Carmen Gutiérrez Garduño, María de Lourdes
Herrera Feria y Carmen Ramos Escandón se esfuerzan por mostrar
la forma cómo las mujeres ganaron su espacio en el ámbito público
mediante los caminos que les ofreció la actividad económica, la edu-
cación y la asistencia social.
De las mujeres en abierta participación en el mundo de las ideas,
del trabajo y de la política en el siglo XX nos hablan María Elizabeth
Jaime Espinoza, Elsa Muñiz, María de Lourdes Cueva Tazzer, Ana
María Huerta Jaramillo, Blanca Esthela Santibañez Tijerina, María
del Carmen García Aguilar y Gloria Tirado Villegas.
En el último apartado, el personal del Archivo Municipal de Puebla,
Elva Rivera Gómez, Gabriel Montes Sosa y María de Lourdes Herrera
Feria, en colaboración con Lucero Rodríguez Velázquez y Ubaldo
Hernández Flores, nos acercan al conocimiento de algunas de las po-
sibles fuentes para el estudio de la historia de las mujeres.
Este volumen resulta de la suma de individualidades que com-
parten el mérito de fundarse en fuentes documentales de primer
orden y nos brindan la oportunidad de acercarnos a la experiencia
histórica de las mujeres en su afán por transformar el papel que
juegan en la sociedad en diferentes contextos regionales. Todos ellos
nos dejan con la certeza de que mucha agua ha corrido bajo el puen-
te desde que Olympe de Gouges desafió al poder patriarcal con su
Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, pero el
gesto que pagó con su vida ha formado parte de la tradición que
actualmente, y de manera innegable, reconoce la presencia femeni-
na en los nuevos escenarios de la modernidad occidental.
16 INTRODUCCIÓN

Éste es, indudablemente, un trabajo colectivo que sólo ha podido


realizarse con el concurso de muchas manos y de muchos esfuerzos,
por esto debemos reconocer el apoyo que la Vicerrectoría de Investiga-
ción y Estudios de Postgrado y la Facultad de Filosofía y Letras le brin-
daron a la iniciativa de publicar estos trabajos, pues gracias a sus pro-
gramas dedicados al fomento a la investigación en nuestra Casa de
Estudios y al esfuerzo editorial empeñado en la difusión de los resul-
tados del trabajo académico de la Facultad es que este volumen pue-
de darse a la estampa, a esa Vicerrectoría también hemos de agrade-
cer el haber contado con dos becarios, Ubaldo Hernández y Lucero
Rodríguez, que contribuyeron en las tareas de investigación de al-
gunos artículos, su desempeño fue por demás excelente. Para los
autores y las autoras que confiaron sus manuscritos y discutieron el
alcance, la forma y el contenido de esta propuesta de trabajo nunca
será suficiente nuestro reconocimiento.
Aquí es oportuno mencionar la desinteresada contribución de
Guitté Hartog, quien, pese a lo limitado de los plazos de entrega, no
dudó en apoyarnos con su trabajo creativo para enriquecer a la vista
este volumen; así como la eficaz labor de José Carlos Blázquez Espi-
nosa en la ardua labor de edición.
Finalmente, he de agradecer a María del Carmen García Aguilar,
coordinadora del Centro de Estudios de Género de la Facultad del
Filosofía y Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de Pue-
bla las palabras de aliento, el espacio y la oportunidad para coordi-
nar la publicación de este volumen, así como la iniciativa y dedica-
ción de Elva Rivera Gómez y de Gloria Tirado Villegas, amigas y
colegas, incansables compañeras de ruta.

María de Lourdes Herrera Feria


ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 17

LAS ANTIGUAS MEXICANAS


18
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 19

LAS MUJERES DE LA ELITE MAYA EN EL CLÁSICO


María Rodríguez-Shadow

INTRODUCCIÓN

Las investigaciones en las que se habla de las mujeres en el mundo


maya son relativamente recientes. Las interesadas en tratar esta te-
mática han sido fundamentalmente etnohistoriadoras, antropólogas,
arqueólogas, historiadoras del arte y académicas feministas, adop-
tando diferentes perspectivas teóricas, distintas metodologías y di-
versos aspectos de la realidad social. Sus trabajos se pueden rastrear
a través del tiempo y no tienen más de cincuenta años. [Rodríguez-
Shadow, 2003]
Una de las primeras académicas que se interesaron por esta te-
mática fue Tatiana Proskouriakoff, quien publicó en 1961 uno de los
más tempranos trabajos sobre las mujeres mayas. Posteriormente,
en 1974 Molloy y Rathje propusieron que las hijas de los nobles eran
manejadas como un recurso político por parte del grupo en el po-
der. En 1976 Joyce Marcus descubrió que muchos glifos emblemas
foráneos encontrados en los sitios mayas aludían a personajes feme-
ninos proponiendo entonces que las aristócratas que se habían casa-
do con los gobernantes de esas ciudades procedían de otras urbes.
En 1982 Heinrich Berlín se interesó por indagar el papel político
desempeñado por las mujeres nobles; en 1985 Ramón Carrasco ex-
ploró la evidencia epigráfica de la Señora Cimi en Yaxchilán y Pa-
lenque; en 1986 Schele y Miller plantearon que las mujeres de la
elite maya desempeñaban papeles cruciales en el mantenimiento de
los linajes; Carolyn Tate en 1987 analizó los roles femeninos en
Yaxchilán; al año siguiente Virginia Miller publicó una compilación
donde varias expertas examinaron el estatus de las mujeres y su pa-
pel como productoras de tejidos, uno de los artículos más aprecia-
dos y de gran valor simbólico. Es importante señalar que la produc-
ción y tributación de mantas de algodón en tiempos prehispánicos
fue aportada fundamentalmente por fuerza de trabajo femenina.

[ 19 ]
20 LAS MUJERES DE LA ELITE MAYA EN EL CLÁSICO

Desde 1992 Rosemary Joyce ha estado publicando sus investi-


gaciones (artículos, compilaciones y libros) en torno a diversos
aspectos de la condición femenina en el mundo maya. En 1997
Hendon, a partir de sus exploraciones en Copán, aplica a la socie-
dad maya el modelo propuesto por los McCafferty para el Altiplano
Central, al señalar que las labores textiles y la producción de alimen-
tos constituyeron importantes elementos en la definición de la iden-
tidad social. En 1999 Stone escribió un ensayo en el que se propo-
nía explorar los espacios femeninos: la casa, sus actividades eco-
nómicas, su intervención en los rituales y el poder político que
habían logrado.
En el 2002 se publicaron dos compilaciones, una editada por
Gustafson y Trevelyan y otra coordinada por Ardren. En 2003,
De la Garza dio a conocer sus opiniones en torno a la condición
femenina en el número 60 de la revista Arqueología Mexicana; en
ese mismo año se llevó a cabo la III Mesa de Estudios de Género
en los que participaron destacados académicos que presentaron
los resultados de sus investigaciones en relación a este asunto.
La publicación más reciente que conozco fue realizada por Tate
[2004] en el número 65 de Arqueología Mexicana, y en el Simposio de
Arqueología de Género que se llevó a cabo en el marco de la Mesa
Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología celebrada en
Xalapa en agosto, se dieron a conocer investigaciones recientes que
abordaban aspectos novedosos sobre las mujeres mayas.

LAS MUJERES NOBLES EN EL MUNDO CLÁSICO

Aunque en la mayoría de los estudios arriba mencionados se ha plan-


teado que las aristócratas tuvieron un papel social de gran relevan-
cia y un amplio acceso a las prebendas sociales, políticas y religiosas,
en este artículo, apoyándome en sus propios datos, sostengo una
opinión completamente opuesta. Esta exposición breve represen-
ta la contraparte de los datos que presento en mi artículo “La
condición femenina en la civilización maya y en la azteca” que
aparecerá publicado en una compilación sobre la historia de las
mujeres en México.
En esta ocasión mi propósito es examinar las diversas investi-
gaciones que se han llevado a cabo sobre la condición femenina
en la sociedad maya, privilegiando la investigación arqueológi-
ca, enfocándome sólo en el periodo Clásico y en el empleo de la
categoría de género.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 21

Los asentamientos mayas aparecen en el registro arqueológico


desde el Preclásico Medio (1200-400 a. n. e.), por ejemplo Tikal,
Nakbé o El Mirador [Hansen, 1998], aunque el desarrollo más im-
portante ocurrió hasta el Preclásico tardío (400 a. n. e. al año 200 d.
C.). Para este periodo ya había varios sitios con características urba-
nas, Izapa entre ellos; algunos otros emplazamientos como Edzná,
Becán, Calakmul, El Mirador, Uaxactún, Tikal, Copán o Kaminaljuyú
tuvieron un importante desarrollo en el Clásico; varios de ellos in-
cluso con evidencia temprana de escritura.

CLÁSICO TEMPRANO (200-600)

Arqueológicamente se ha constatado que en las poblaciones de este


periodo ya había una división social del trabajo que permitió la exis-
tencia de especialistas dedicados a la fabricación de diversos artefac-
tos de obsidiana, sílex y basalto. Con este último material elabora-
ron morteros y metates en los que las mujeres molían los granos, así
como talleres de alfarería que estaban al servicio del grupo en el
poder [Manzanilla, 2001: 213].
Se estableció una fuerte vigilancia de las rutas de comercio, se
institucionalizó el apoyo gubernamental a un grupo especializado
de mercaderes que traficaban con artículos de importación de carác-
ter suntuario y se impuso un severo control de los mercados, ele-
mentos claves en los que se sustentaba la hegemonía de los grupos
gobernantes. Entre las distintas localidades se establecieron relacio-
nes de poder, sometimiento y en muchas ocasiones alianzas que se
cimentaban en enlaces nupciales [Valdés, Fahsen y Escobedo, 1999].
La diferenciación radical entre los asentamientos urbanos y los
rurales, debió traer aparejadas variaciones en las cargas de trabajo
entre las mujeres que se articulaban a diferentes estratos y la valora-
ción social de éstas de acuerdo a la pertenencia a un determinado
linaje y grupo étnico.
El sistema político maya estaba encabezado por un individuo que
acaparaba la máxima autoridad económica, política y religiosa. Los
hombres ostentaban el monopolio de los espacios públicos, aunque
esto ya era así desde los olmecas. El hecho de que de una lista de 154
gobernantes mayas sólo cuatro fueran mujeres, nos da una idea de
la desigualdad genérica en el acceso al poder político. Esa interven-
ción femenina en la política, de todas maneras, se debió a que esta-
ban emparentadas con hombres muy influyentes [Gustafson, 2002:
157]. Esto demuestra que ellas ascendieron al trono o actuaron como
22 LAS MUJERES DE LA ELITE MAYA EN EL CLÁSICO

regentes debido al poder que detentaba su grupo político, no por su


género [cf. Stone, 1999: 295].
Los linajes dinásticos de Palenque y Yaxchilán seguían reglas de fi-
liación patrilineal, puesto que el parentesco se atribuía sólo a los hom-
bres [Benavides, 2001: 92; Dávalos, 1998: 74; De la Garza, 2003: 34].
Se ha pensado que entre la nobleza maya había una ideología de
dominación masculina al analizar comparativamente las ofrendas en-
contradas en tumbas de mujeres y hombres [Adams, 1971; cf. Bruhns y
Stothert, 1999: 14]. Y aunque se han descubierto muchos sepulcros de
mujeres que fueron enterradas de manera fastuosa, eso sólo ocurrió
con algunas de la elite. La suntuosidad de una tumba para un perso-
naje femenino se relacionaba con la necesidad de los nobles de legi-
timar su derecho a gobernar cuando aspiraban a ocupar el trono.
Dado que en diversas tumbas de la nobleza se ha encontrado evi-
dencia de mujeres sacrificadas, eso puede indicarnos que las líneas
que separaban a los géneros se empalmaban con las de clase. Los
entierros femeninos que pertenecían a otros estratos sociales eran
muy sencillos.
Aunque las nobles desempeñaron papeles muy importantes en la
transmisión del poder, en la creación de alianzas comerciales o mili-
tares a través de enlaces nupciales cuidadosamente planeados, con
grupos dinásticos del mismo sitio o de otros asentamientos
[Benavides, 2001: 119-160], en las inscripciones de estelas o en los
sepulcros femeninos hubo escasa preocupación por consignar sus
nombres. Este hecho, según De la Garza [2003: 36] confirma que su
función fue la de acompañantes de los varones; pues los nombres de
ellos aparecen en los textos que describen sus hazañas.
En los vestigios arqueológicos mayas existe una desproporcionada
representación que privilegia a la figura masculina, usualmente en
su papel de gobernante o en actividades asociadas a la guerra, la
cacería, la pintura, la escritura, la escultura, la orfebrería, la arqui-
tectura, la danza y el juego de pelota [Joyce, 2002: 330; Gustafson,
2003: 156]. El hecho de que las imágenes femeninas sean escasas y
las que hay, estén presentadas en composiciones que incluyen a otros
personajes o junto a hombres representados más grandes que ellas,
indica una sumisión simbólica [Stone, 1988: 79].
Las relaciones entre los géneros eran profundamente asimétricas
puesto que las mujeres en su conjunto fueron separadas de los tra-
bajos y actividades que implicaban autonomía, prestigio o autori-
dad, que producían riqueza o el poder supremo; los pintores, sacerdo-
tes, escribas y ceramistas siempre fueron hombres [Tate, 2004: 40].
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 23

Las figurillas masculinas encontradas en Palenque representan


gobernantes, guerreros o jugadores de pelota, las femeninas, en cam-
bio, ejecutan labores domésticas o su papel cotidiano de madres.
Aunque la cuestión de diferenciar las actividades que las imágenes
femeninas realizan en los monumentos que provienen del arte ofi-
cial (bajorrelieves, esculturas, cerámica policroma, pinturas mural) y
las que llevan a cabo en las figurillas de cerámica, posiblemente rea-
lizadas por ellas mismas, será discutida en un artículo posterior.
Las mayas no intervinieron en el comercio de larga distancia, ni
participaron en combates, estaban excluidas de las actividades
cinegéticas, no desempeñaban ningún papel ritual importante y su
rol en las ceremonias era fundamentalmente como asistentes
[Gustafson, 2002: 144].
Existe una fuerte evidencia arqueológica a partir de la cual se
infiere que sólo unas cuantas descollaron en algunos aspectos de la
vida social, el mundo de la política y la esfera de lo religioso. En las
pinturas, los bajorrelieves y las figurillas mayas los hombres y las
mujeres son representados de manera distinta: se observa “la aguda
humanización otorgada a las mujeres y, por otra y contrastante, el
endiosamiento dado a los hombres” [De la Fuente, 2003: 45].
Algunas, que quizá se desempeñaron como sacerdotisas o shamanas
aparecen representadas en estelas o en figurillas de arcilla, pues osten-
tan deformación craneana y mutilación dentaria, prácticas asociadas a
la elite [De la Garza, 2003: 31; Benavides, 1998; Garza, 1991: 31].
A las niñas mayas, a los tres meses de edad se las sometía a un
ritual que las vinculaba simbólicamente con el espacio doméstico:
las piedras del fogón, los husos, los trastes de cocina, en suma, a su
papel socialmente asignado. A los tres años de edad se le colocaba
sobre el pubis una concha roja que debían conservar hasta el rito de
la pubertad, después de lo cual ya podían casarse; a esta misma edad
a los niños les otorgaban instrumentos de labranza, armas y objetos
rituales, a los trece años se retiraban a vivir a una casa donde practi-
caban ritos, aprendían un oficio y recibían la visita de prostitutas
[Landa, 1978; Barba de Piña Chán, 2002: 210; De la Garza, 2003:
33-34; Dávalos, 1998: 79].
Mucho de lo anterior es válido para los mayas peninsulares del
Posclásico, de quienes escribió Landa, aunque debe tenerse en men-
te que hubo diferentes grupos mayas y varias épocas previas en las
que pudieron haber sucedido prácticas similares.
El rito del matrimonio pudo haber sido semejante entre los di-
versos grupos que componían la sociedad maya, pero ciertamente
24 LAS MUJERES DE LA ELITE MAYA EN EL CLÁSICO

su significado sociopolítico era diferente entre las clases; entre los


nobles simbolizaban alianzas con fines políticos y comerciales, para
sellar la paz o la continuidad de la estirpe; para los tributarios pudo
tener sentidos distintos. En todo caso una de las funciones impor-
tantes del matrimonio era la organización de la división sexual del
trabajo en actividades productivas que eran complementarias y
excluyentes [Dávalos, 1998: 83].
Entre los nobles se permitía la poliginia y a los gobernados se les
imponía la monogamia; también había un doble patrón de morali-
dad, a las mujeres se les enseñaba que debían ser corteses, comedi-
das y recatadas, enfocadas en su familia y sus cuidados [De la Garza,
2003: 37]. Al exigírsele una conducta muy estricta, se reprimían sus
impulsos sexuales para controlar su capacidad reproductiva.
Quienes presidían los ritos nupciales eran ancianos que ataban
los extremos de las mantas de los cónyuges; a las ancianas les tocaba
conducir a los recién casados instruyéndolos en sus deberes. Ellas
eran admitidas en ritos vedados a las jóvenes, sólo porque ya no
estaban sujetas a la contaminación que producía el parto y la mens-
truación [Landa, 1978; De la Garza, 2003: 32-35].
Las mayas nobles, aunque también desempeñaban trabajos do-
mésticos y cuidaban a sus hijos, pudieron, como ya se mencionó,
participar en ciertas actividades rituales, administrativas y a algunas
hasta se les permitió aprender a leer y a escribir, quizá unas cuantas
pudieron ocuparse poco de las tareas domésticas cuyo peso recaía
en las esclavas [Benavides, 2001: 133-134; Gustafson, 2002: 144].
Las mujeres y los niños mayas tributarios se encargaban del cui-
dado de los huertos, utilizando los desechos domésticos, logrando
una alta productividad, cultivaron verduras, árboles frutales, plantas
medicinales y de ornato, también condimentos que empleaban con
fines culinarios [Benavides, 2001: 131]. Estos productos alimenti-
cios proporcionaron gran parte de la dieta que era complementada
con las proteínas que provenían de perros, patos, palomas, guajolotes
y conejos, animales que ellas cuidaban, así como de iguanas, tortu-
gas, armadillos y tejones que capturaban, aunado a la caza de vena-
dos, actividad quizá asignada a los hombres [Benavides, 2001: 144].
También elaboraban la cerámica de uso doméstico, las figurillas de
barro y el papel [Tate, 2004: 39] y pese a que ellas cuidaban los altares
domésticos, a las tributarias y a la mayoría de las nobles se les prohibió
derramar su sangre y asistir a los templos cuando se efectuaban sacrifi-
cios [De la Garza, 2003: 32-36; Benavides, 2003: 22].
Otra labor de gran importancia económica era la elaboración de
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 25

textiles, la maestría lograda por ellas en sus telares de cintura se


muestran en los bellísimos trajes que portan diversos personajes re-
presentados en pinturas murales, figurillas de cerámica, esculturas y
bajorrelieves. La cestería y el arte plumario también parecen haber
estado principalmente en sus manos [Benavides, 2003: 13].
El cultivo era actividad propia de los hombres tributarios. Los
artesanos que se encargaron de la elaboración de cerámica ritual y
otros artículos, ocuparon, junto con los comerciantes, los estratos
medios de la sociedad maya; los mercaderes que comerciaban con
esclavos y artículos suntuarios, ocupaban, al lado de los sacerdotes,
los guerreros distinguidos y los gobernantes la cúspide de la jerar-
quía social [Benavides, 2001: 139].
En los mercados periódicos, celebrados en tiempos prehispánicos,
las mujeres seguramente participaron activamente en el traslado de
mercancías al mercado y en su venta. Los ejemplos etnográficos
modernos demuestran una fuerte participación de las mujeres del
pueblo en la comercialización de muchos bienes que incluso ellas
mismas manufacturaron o ayudaron a producir (flores, condimen-
tos, alimentos, cerámica, textiles, artesanías, entre otros artículos).

CLÁSICO TARDÍO (600-900)

La gran importancia que adquirió la arquitectura monumental, la


edificación de juegos de pelota y las construcciones que albergaban
los restos mortales de los gobernantes varones evidencia la concen-
tración del poder religioso y civil y la forma en la que estos se vincu-
laban privilegiando los valores asociados a lo masculino. Ejemplo de
esto es la Tumba de Pakal en Palenque.
Las elites emplearon la escritura para sus fines oficiales y perso-
nales pues aparece en el contexto privado de las tumbas, lápidas,
pinturas murales y en sus residencias. En los edificios, plazas y pa-
tios dedicados al culto oficial, altares, dinteles, columnas, estelas y
monumentos pétreos muestran representaciones de los miembros
del grupo gobernante, la mayoría hombres y algunas mujeres. Estas
escenas se refieren a victorias bélicas, ascensos al trono, autosacrificio
o alianzas nupciales [Benavides, 2001: 93].
En el área maya las sociedades mostraron notables distincio-
nes clasistas con una clara tendencia patrilineal y patrilocal, aun-
que cuando resultó políticamente necesario la ascendencia fe-
menina se resaltaba, cuando un gobernante moría y el heredero
en el poder era un menor, la madre podía ocupar el cargo tem-
26 LAS MUJERES DE LA ELITE MAYA EN EL CLÁSICO

poralmente hasta que el niño tuviera edad suficiente para gober-


nar [Benavides, 2001: 89-145].
La declinación de la participación femenina en las ceremonias
domésticas y el ritual adivinatorio se produjo, probablemente, como
consecuencia del surgimiento del estado como sistema de gobierno
y la consolidación de un sistema estratificado en el que las ceremo-
nias públicas fueron hechas por sacerdotes de tiempo completo re-
lacionados con el estado.
Aunque el análisis epigráfico muestra que mientras las mayas de
la elite gozaron de un alto estatus cuando su linaje legitimaba un
ascenso al trono, en los restos óseos se constata que tenían una dieta
pobre y su esperanza de vida era una década menor que la de los
hombres [Ardren, 2002: 4].
Resulta muy interesante el análisis comparativo de los vestidos
que realiza Anawalt [1999: 188], pues nos muestra que en una socie-
dad donde la riqueza, el poder y el prestigio se mostraban mediante
la ropa, las prendas destinadas a las mujeres, aún las nobles, eran
más escasas y más simples. La indumentaria muestra que ellas ocu-
paban menos espacios sociales y desempeñaban menos funciones
rituales y actividades políticas que los hombres.
La sociedad estaba escindida en clases y géneros con atribu-
ciones, derechos, espacios y obligaciones diferentes: el uso de
piezas de joyería elaboradas con materiales importados o produ-
cidos por artesanos expertos en su oficio se restringía a los miem-
bros de la elite, los hombres tenían acceso a un repertorio más
amplio de opciones laborales, actividades lúdicas, oportunida-
des de ascenso social, ejercicio de su sexualidad, con menos res-
tricciones para adquirir conocimientos, participar en ritos y otros
privilegios asociados a su género.
Los artistas, fueran ceramistas, escultores, pintores o dibujantes
evitaron mostrar los órganos sexuales en sus creaciones, lo más
común era que las formas corporales se ocultaran bajo trajes que
indicaban los roles genéricos, el estatus o la identidad ritual [Tate,
2004: 41].
En mi opinión, el valor simbólico de las mujeres de la elite era
reconocido; y el trabajo desempeñado por las tributarias fue valo-
rado, mismo que resultaba indispensable, pero les estaban vedados,
como género, ciertos espacios: los puestos administrativos, las su-
premas funciones sacerdotales, los oficios más remunerados y pres-
tigiosos (escriba, guerrero, artesano, pintor, orfebre), la esfera del
conocimiento (la astronomía, matemáticas, lectura y escritura, y la
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 27

arquitectura) el control de su erotismo, sus actividades productivas y


capacidades reproductivas, entre otros.

COMENTARIOS FINALES

Aunque en este apartado sólo me he referido a los géneros en


Mesoamérica como si sólo hubiera dos, tanto en las fuentes docu-
mentales como en las representaciones pictóricas e imágenes talla-
das hay efigies que se han interpretado como de homosexuales y en
las fuentes documentales se mencionaron el lesbianismo, travestismo
y hermafroditismo. La actitud de las diversas sociedades hacia estas
prácticas varió, a veces era de desprecio y rechazo, en otras ocasio-
nes de tolerancia [Balutet, 2003: 77].
En términos generales, estimo que durante el periodo Clásico,
las mujeres del grupo dominante sólo raramente desempeñaron los
puestos de regentes, especialmente entre los mayas. Tampoco ocu-
paron cargos administrativos, mercantiles o judiciales, ni se desen-
volvieron como arquitectas, matemáticas, médicas, astrónomas o es-
cribas. Desempeñaron en muy pocas ocasiones los roles de guerre-
ras [Rodríguez-Shadow, 2000, Cf. McCafferty y McCafferty, 2003;
Rossell, 2003: 76; Ayala, 1999] y sólo pudieron fungir como asisten-
tes en las ceremonias religiosas donde sus maridos ocupaban el pa-
pel central.
Sólo las mujeres de las clases humildes pudieron ejercer diversos
oficios que les permitieron coadyuvar a la reproducción de sus gru-
pos domésticos. Estas labores, sin embargo, no constituían un traba-
jo especializado, ni era un oficio que aprendían en una escuela y
quizá tampoco tenían un reconocimiento social.
El desigual acceso a bienes, servicios, alimentos de calidad y la
sobreexplotación de su fuerza de trabajo originó que los grupos tri-
butarios en general y en especial las mujeres sufrieran diversos pa-
decimientos asociados con la desnutrición, las enfermedades
gastrointestinales, artritis reumatoide a causa de su intensa activi-
dad en labores de molienda y la producción textil, además de los
padecimientos vinculados a su capacidad reproductiva.
Las tumbas femeninas y sus ofrendas, las pinturas murales, las
pictografías, las figurillas cerámicas y las fuentes documentales
nos permiten conocer las diversas enfermedades que padecían
relacionadas a sus capacidades reproductivas y con el trabajo que
desempeñaron, nos hablan de su papel en la familia, sus roles
sociales, sus actividades rituales, sus funciones políticas y la for-
28 LAS MUJERES DE LA ELITE MAYA EN EL CLÁSICO

ma en la que se vincularon con los hombres, con sus hijos y con


las elites en el poder.
Aunque los diferentes grupos que ocupaban Mesoamérica crea-
ron tradiciones culturales, lenguajes, distintos grados de compleji-
dad política y culturas distintivas en diversos nichos ecológicos, y
cada región parece haber seguido sus propios patrones y ritmos de
desarrollo socioeconómico, pues participaron en una extensa red de
relaciones de intercambio de materias primas, bienes e ideas y alian-
zas políticas. A causa de lo anterior, es posible afirmar, a partir de la
evidencia arqueológica que pese a que se desarrolló una gran afini-
dad cultural entre los distintos grupos y periodos históricos se pro-
dujo una gran diversidad de identidades y relaciones entre los géne-
ros que incluyeron: interdependencia, igualdad, paralelismo,
complementariedad, oposición complementaria y asimetría.
No hay un asomo de duda en relación a la importancia económi-
ca de los trabajos desempeñados por las mujeres en sus comunida-
des, ni del papel crucial que tuvieron en la reproducción biológica y
cultural de sus pueblos, pero hay muy poca evidencia de que sus
labores fueran valoradas en su justa medida. Desde mi punto de
vista en la sociedad maya existieron profundas diferencias clasistas,
una rígida división sexual del trabajo, una intensa segregación labo-
ral, exclusión ritual y política de las mujeres, situación que se había
iniciado desde el periodo llamado Preclásico medio y que se agudizó
durante el periodo Clásico.
Futuras exploraciones arqueológicas y el análisis crítico de los datos
ya existentes nos permitirán la construcción de un panorama más
completo de la condición femenina en la sociedad maya, civilización
que ha subyugado tanto a los académicos como a un público muy
amplio.
Deseo agradecer al arqueólogo. Antonio Benavides, del Centro
INAH-Campeche por las valiosas indicaciones, correcciones y suge-
rencias bibliográficas realizadas a la versión inicial de este artículo.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 29

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32
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 33

CIHTIN, LAS ANTIGUAS MEXICANAS


María del Pilar Paleta Vázquez

A partir de los años sesenta, la presencia de las mujeres en la vida


pública se ha fortalecido en diferentes espacios y niveles, y los estu-
dios sobre ellas —desde los diversos saberes humanos—, se han mul-
tiplicado. Investigaciones sociales que sobre ellas hicieron especia-
listas de ambos sexos, bajo las más variadas perspectivas, fueron es-
pecialmente significativos en las últimas dos décadas del siglo XX.1
Hoy se puede reconocer que la perspectiva mujer versus hombre en
los estudios sociales ha sido notablemente superada, mientras se
avanza por nuevas vías de comprensión sobre el papel de las muje-
res tanto en el presente como en el pasado. Por supuesto, no debe
dejar de considerarse que en la medida en que el tema se ha conver-
tido en un tópico de interés institucional, surge un riesgo lógico:
que el “discurso en pro de la mujer” beneficie más a unos cuantos
que a la mayoría de quienes son el objeto de estudio. No obstante
este peligro, y sin olvidar la permanencia o el refuerzo de una ver-
tiente de abierta misoginia en los nuevos tiempos (¿excesos de cam-
bio?), el estudio sistemático y crítico sobre las mujeres representa un
notable avance.2

HISTORIAS DE MEXICANAS

La historiografía relativa a la mujer mexicana suma importantes es-


fuerzos de autores reconocidos brindando nuevos frutos. En Puebla
hay trabajos de jóvenes historiadores que rompen con lugares co-
munes y abren nuevos caminos de conocimiento sobre la mujer, cito
sólo algunos como el de Indira Palacios en su estudio sobre las parte-
ras novohispanas en Puebla, el de Ana Claudia Islas en su trabajo
sobre la aplicación de la justicia a las mujeres de la Puebla colonial;
el excelente estudio de Jorge Tino sobre la partera totonaca de Olintla,
o el de Angélica Ramírez sobre las prostitutas poblanas de principios
del siglo XX [Palacios, 1999; Ramírez, 1999; Tino, 2002].

[ 33 ]
34 CITHIN, LAS ANTIGUAS MEXICANAS

Los aportes nos remiten a problemáticas y perspectivas que hasta


hace unas décadas no se imaginaban en la investigación histórica, o
acaso se perfilaron como complemento de historias centradas en el
ámbito público, escenario básicamente masculino.

PROBLEMÁTICA DE ANÁLISIS

Vivimos todavía, a principios del siglo XXI, en medio de una cultura


que tiende al rechazo o peor aún, al desprecio abierto a las mujeres,
misoginia, que no es una característica exclusiva de la cultura de un
grupo social determinado o de un individuo específico, hoy es más
bien un rasgo que existe en mayor o menor medida, en toda clase
de individuos, incluso en aquellos que gustan de teorizar acerca de
la equidad de los sexos. Ese rechazo se presenta por igual en muje-
res y a veces, en nosotras con mayor intensidad. Al respecto, la psi-
coanalista francesa Christian Olivier, ofreció una explicación muy
interesante, descubrió su origen en un conjunto de necesidades no
atendidas a lo largo de la vida de las mujeres, una experiencia cons-
tante que se asienta como un conflicto difícil de superar, causado
directamente por la organización de la sociedad [Olivier, 1984].
A partir de varios años de análisis clínicos, Olivier encontró un
denominador común en las mujeres que analizó: una impresionan-
te sensación de soledad afectiva, más o menos consciente, que termi-
nó por convertirse en un círculo vicioso. La explicación nada tiene
que ver con la idea de Freud acerca de la mujer que la expone como
varón castrado, y que fue “su explicación” de “los problemas de las
mujeres”; éstos, frutos del supuesto recelo por lo que su constitución
física femenina no le ofrece. En el fondo esta idea ha sido dominan-
te —antes y después de Freud—, aunque los argumentos varíen, se
resume en creer que la mujer envidia lo que no posee [Granoff y
Perrier, 1980; Horney, 1982; Safouan, 1979].
Una duda gira en torno a saber cuándo surgió esa misoginia. Los
relatos bíblicos parecen evidenciar un tiempo lejano, pero es perti-
nente preguntar sobre tal fenómeno en nuestro continente: Améri-
ca. Si surgió con la conquista o mucho antes. Un conjunto de relatos,
repetidos sin cesar, hacen creer que la condición de la mujer mexica-
na en la antigüedad era semejante a la actual, o peor aún. Se argu-
menta y concluye con mucha facilidad que el “machismo de los mexi-
canos” es una causa y muestra del atraso cultural de nuestro país
y no es casual que cada ejemplo de agresión hacia la mujer se
presente grotescamente tanto en las pláticas comunes como en
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 35

talk shows, estableciendo la idea de que tal relación “es natural”


en familias de trabajadores urbanos, rurales o indígenas, es de-
cir, en la mayoría de los mexicanos. El estereotipo está más que
arraigado y no debe dejar de sorprendernos la auto-aceptación
que hacemos de él.

POSTURA TEÓRICA

El concepto dominante que se tiene de “la mujer” en México, guar-


da características comunes al existente en el resto de las sociedades
humanas actuales, la homogeneización tuvo su punto de partida en
la integración de los cinco continentes a través de un sistema econó-
mico mundial único —si bien con particularidades—, y con su co-
rrelativa cultura “racional y moderna”. Esta circunstancia por sí mis-
ma nos lleva a adoptar, para el estudio de la historia de estas muje-
res, una perspectiva de larga duración, pero también a considerar el
tema en tiempos breves y medianos [Braudel, 1991].
Entender la historia de las mujeres en México exige entonces un
referente universal, y una concepción múltiple y relativa del espacio
y del tiempo de análisis que permita ofrecer luz desde las
especificidades. Es necesario considerar las formas diversas del de-
sarrollo histórico y sus combinaciones, así como partir de un crite-
rio: ver a las mujeres en su responsabilidad permanente de ser tales,
haciendo historia y por ende, su historia.

PROBLEMAS METODOLÓGICOS EN EL ESTUDIO


DE LAS MUJERES DEL MÉXICO ANTIGUO

Un problema inicial en el estudio de las mujeres, especialmente del


México antiguo, es que este se encuentra cubierto de grandes silen-
cios, especialmente cuando de ellas se debía tratar. Aclaremos, los
hombres y las mujeres que vivimos en los últimos dos siglos tende-
mos a suponer que sólo podemos conocer aquello que dejó un testi-
monio escrito, sin embargo estudios de carácter arqueológico y el
uso de testimonios iconográficos e incluso los orales, están permi-
tiendo un acercamiento más coherente al pasado. A medida que se
multiplica la capacidad de los investigadores para estudiar tales do-
cumentos, la presencia de las mujeres en diferentes ámbitos de la
vida se hace más evidente. Bajo la consideración de que la escritu-
ra ha sido monopolio de manos masculinas en diferentes espa-
cios, y de que se avanza en la reinterpretación de los textos, hoy,
36 CITHIN, LAS ANTIGUAS MEXICANAS

los ojos, el oído y la mente descubren realidades que antes per-


manecían ocultas bajo los escasos trazos que se conservan de
amanuenses y escribanos.
Para el caso específico de la historia de la mujer mexicana anti-
gua, es decir de la época llamada “prehispánica”, aparece también
un problema central en el manejo de los testimonios históricos, aun-
que cabe señalar que tal conflicto se presenta para la historia
mesoamericana en general, e incluso para la de los primeros tiem-
pos de la Colonia.3 Aquí se precisan sólo aspectos primarios.
El medio fundamental de transmisión de la cultura en el México
antiguo era la oralidad y el ritual, la palabra-imagen o escrita servía
de apoyo. Se trata de sociedades mixtas o secundarias respecto a la
oralidad, si adoptamos críticamente la explicación ofrecida para las
sociedades del medioevo europeo.4 Al contrario, la cultura de Euro-
pa, particularmente la occidental entraba con vigor, desde el siglo
XV, a una cultura dominada por la escritura.
Los testimonios que llegan a nosotros, surgieron bajo circunstan-
cias que es necesario no olvidar:
a) El pensamiento mesoamericano responde a una racionalidad
propia, tiende a ser esencialmente inmanente y se mantiene en la vía
del conocimiento sensible. A su vez, concibe al hombre y a la mujer
como creaciones de lo sagrado, cada uno regido por diversos facto-
res pero donde eran responsables de su propio destino, de su “ros-
tro y corazón”. Aunque en la práctica y pensamiento, se subrayaba la
responsabilidad que la comunidad tenía en tal definición [León Por-
tilla, 1979: 199-202; Johansson, 1993, 1989].
b) La historia de los pueblos de América se movió cíclicamente, y
con ello la pérdida de sus testimonios histórico-materiales fue conti-
nua. Así como hay superpuestas construcciones en cada ciudad le-
vantada en el México antiguo, hay culturas e historias superpuestas
en cada huella preservada, lo cual hace de la tarea de desciframiento
e interpretación un reto altamente complejo.
c) Los testimonios que derivan del momento en que se da el con-
tacto o enfrentamiento entre los pueblos del México antiguo con los
hombres europeos del siglo XVI son escasos, su destrucción fue in-
conmensurable.
d) La mayoría de los que quedaron de esos momentos, emergieron
de un fin inquisitivo, fueron recuperados e integrados de acuerdo a
la racionalidad del conquistador, quien tenía la certeza de estar en el
camino de la verdad y por ello eliminó, concientemente o no, la
esencia de la cultura que encontraba.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 37

e) Las formas de expresión de los hombres mesoamericanos eran


diversas, llenas de elementos que penetraban en el pensamiento al-
terando la sensibilidad del hombre, este camino tenía el fin de abrir
puertas al entendimiento, no siempre racional. Incluso, muchas de
esas expresiones tenían un carácter dionisiaco, como lo ha mostrado
Patrick Johansson. Así, los escritos con caracteres latinos que dejan
un registro de ese pasado, se integran de palabras o frases
descontextualizadas de su circunstancia específica y que perdieron
su significado funcional.5
f) El estudio del México Antiguo, y en particular el de sus muje-
res, exige esfuerzos e interpretaciones multidisciplinarias.6 Lo que
pone en tela de juicio la división estricta de las áreas de conocimien-
tos emergidas especialmente desde el siglo XIX y fortalecida en el XX.
Evidentemente, no funciona una visión esquematizada e inamovible
de la división de los saberes.
g) El hombre europeo del siglo XVI era profundamente misógino,
no estaba acostumbrado a reconocer la presencia pública y abierta
de la mujer, no la valoraba en forma equivalente al varón, entonces,
difícilmente podía dar especial atención a la mujer fuera de lo que
él consideraba “su ámbito natural”: el hogar, la reproducción, la
partería o la prostitución.

TOCIHTIN, LAS ABUELAS7

1.- Concepción filosófica de lo femenino en el México Antiguo


La visión cosmogónica de los antiguos mexicanos era dual: día-no-
che, luna-sol, tierra-sol, padre-madre, hombre-mujer, constante que ob-
servaron en todos los aspectos de la realidad que les rodeaba. Esta
visión de la unidad de los elementos duales fue explicada no con un
principio de oposición, sino de integridad, identificando atributos
distintos en los componentes de la unicidad. Lo femenino y lo mas-
culino constituían un todo indisoluble, la realidad en movimiento,
una dialéctica sin duda inspirada por la identificación de ambos ele-
mentos creadores de la vida [López Austin, 1998].

2.- La antigua mexicana en la religión.


En la teología de los antiguos mexicanos, no existe una deidad mas-
culina por encima de otra femenina, la deidad suprema era Ometéotl,
la dualidad. Esta se formaba con Omecíhuatl, la mujer dual, y
Ometlácatl, el hombre dual.8
Tonantzin, nuestra madre tierra, se vincula a Tonatiuh, nuestro padre
38 CITHIN, LAS ANTIGUAS MEXICANAS

sol, y sólo juntos dan paso a la fertilidad, origen de la vida. Más allá,
toda deidad nahua, mizteca, purépecha, maya, totonaca, otomí, con-
tenía atributos femeninos y masculinos, reflejos de la naturaleza, del
universo [León Portilla, 1979].
Este principio se reflejaba en casi toda idea fraguada por el anti-
guo mexicano, por ejemplo, Quetzalcóatl en Colhuacan —según
los Anales de Cuauhtitlan— oraba en el cielo e invocaba a
Citlalyncue, Citlallatónac, Tonacacíhuatl, Tonacatecuhtli,
Tecollinquenqui, Yeztlaquenqui, Tlallamánac y Tlallíchcatl. A su
vez, los Anales de Cuauhtitlan dicen que él “daba voces en el
Omeyocan”, lugar de dos [Códice Chimalpopoca, 1992: 8]. Antes
de morir, oró a deidades femeninas y masculinas sintetizadas en el
lugar de la dualidad.9
En el mismo texto se narra que en el año 8 tochtli hubo muchos
presagios en Tollan, entonces llegaron las llamadas Ixcuinameh, se-
gún contaban los viejos. Venían de Cuextlan, ya habían pronostica-
do que iniciarían “el flechamiento” en Tollan. Con este último se
festejaría el inicio del mes Izcalli. En 9 acatl, llegaron las Ixcuinameh
con sus cautivos, a dos los flecharon, y se dice que sus maridos eran
sus cautivos cuextecas. Yaotl se hizo presente e introdujo el
desollamiento, en Texcallapan a una mujer otomí que arreglaba unas
hojas de maguey en el río, la tomó Yaotl y la desolló, con su piel vistió
al tolteca Xiuhcóatl. Entonces empezó Tótec a vestirse con la piel
[Códice Chimalpopoca, 1992: 12-13].
Como se observa, este relato es simbólico, las ixcuinas son las respon-
sables del proceso de regeneración. La muerte era vista como el paso
inevitable para la recreación de la vida, el nombre de este fenómeno en
lengua náhuatl era “Tlazoltéotl”, una de las deidades nahuas.

3.- Concepción de “Cihuatl” en el México Antiguo


a) En el tiempo. En diversos relatos recopilados por los cronistas del
siglo XVI y XVII, esencialmente religiosos e indígenas, se refiere siem-
pre una pareja creadora, origen de la historia de cada grupo étnico:
cipactonal y oxomo, el caimán y la cueva.

[...] salieron de Chicomóztoc los chichimecas [...] La cuenta de


los años, la cuenta de los signos (de los hados o adivinatoria) y la
cuenta de cada veintena estaban a cuidado personal de los nom-
brados Oxomoco y Cipactónal. Oxomoco, varón; Cipactónal,
mujer, ambos eran de los muy viejos y viejas... [Anales de
Cuauhtitlan, 1992: 3-4].
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 39

En las narraciones épicas esta pareja se suele confundir con per-


sonajes concretos y tal vez lo fueran, sin embargo se les recuerda con
los nombres que refieren su carácter fundador, la misma leyenda
asegura que posteriormente, se llamaron así a todos los ancianos y
las ancianas: Cipactónal y Oxomoco.
Aparecen mujeres deidad, mujeres mito como Chimalma (“Escu-
do que se expande”), esta fue portadora de Huitzilopochtli en la pere-
grinación. Según el relato de los mexicanos salidos de Aztlán en el
Códice Aubin, los aztecas se dirigieron a Colhuacan y de ahí salieron
conducidos por cuatro portadores de deidades, uno de ellos era
Chimalma. Así aparece en la primera lámina de la Tira de la Peregri-
nación, ella está sentada en una isla al lado de un varón, bajo el dibu-
jo de las siete tribus se puede observar a Chimalma. Aparece la pareja
creadora de la peregrinación, también responsable del cuidado de
la deidad [Códice Aubin, 1980: 12-13].
De manera más concreta, en la peregrinación mexica, cuando sus
protagonistas habían perdido su antiguo nombre (aztecas, para
definirse de forma más particular), y poco antes de su llegada o re-
torno al islote donde se asentarían, las mujeres jugaron un papel
fundacional, en Zoquipan parieron en abundancia tras la construc-
ción que los hombres hicieron de sus temazcales [Anales de
Cuauhtitlan, 1992: 49-50].
Hay que considerar, además que Cipactónal y Oxomoco, eran los
detentadores de “los contadores del tiempo”, y heredaron a todo ancia-
no y anciana la función de cuidar del tiempo, es decir, de la sabidu-
ría de la comunidad. Cabe precisar que en el Códice Borbónico,
lámina XI se indica con un glifo, que Cipactonal es el varón.10

b) En el espacio. No sólo la mujer aparece como parte del tiempo


desde el origen del hombre, también la mujer tiene un lugar especí-
fico en el espacio horizontal de la concepción antigua. De los cuatro
rumbos del universo uno va hacia la región de la muerte, fría y de-
sierta del pedernal (negro), es decir, al norte; otro hacia el oriente,
región de la luz, fertilidad y vida (rojo); otro más hacia el sur, región
incierta (la del conejo que nadie sabe por dónde brinca), y el último
rumbo, es la casa del sol, del “Cihuatlán”, lugar de las mujeres en el
occidente (blanco) [León Portilla, 1979: 111].

4.- El papel social de la mujer. Actividades integradoras


a) La mujer en los códigos éticos. Es evidente una “equidad” de hom-
bres y mujeres en la definición de la moral antigua. En los
40 CITHIN, LAS ANTIGUAS MEXICANAS

Huehuetlahtolli, la palabra antigua, “aquella que nos han legado


nuestros abuelos”, se puede observar que las diversas exhorta-
ciones siempre son elaboradas desde la perspectiva de una pare-
ja: “Sólo así, yo tu madre, tu padre, [...] hablo, hablo, hijo mío.”
[Huehuetlahtolli, 1991: 115].
Las respuestas a estas palabras, implicaban no sólo compromisos
en el plano ético, también agradecían a quienes otorgaban el
Huehuetlahtolli, siempre dicho en momentos importantes de la vida
de los individuos [Huehuetlahtolli, 1991: 117-118]. El padre y la
madre, tahtli-nantli, dirigían a sus hijos las palabras conservadas
por generaciones, llenas de sabiduría y amor, función educativa
que fue quizá una de las actividades de mayor envergadura y que,
a contrario de lo comúnmente expresado, no estaban reservadas
al varón, ni recaía pesadamente sólo en la mujer. También se di-
rigían discursos específicos al niño y a la niña, a la joven y al
joven, a la hija y al hijo, al médico y a la partera, a la madre y al
padre con el fin de normar su conducta y proceder bajo el código
ético de su sociedad.
Como en toda cultura, ésta construyó ideales de hombre y
mujer que se reconocían como los mejores rostros posibles de un
individuo, de acuerdo a su edad, función e incluso, estatus [León
Portilla, 1998: 17-19].

b) Las mujeres guerreras. La mujer mexicana antigua fue una guerre-


ra, exponía la vida y luchaba por ella pero no solo para conservar la
propia. Si en esta lucha perecía pasaba a formar parte de los acom-
pañantes de Tonatiuh en el ocaso, un reconocimiento de dignidad y
grandiosidad. Eran las dadoras directas de las flores, de los seres
humanos que morían en batalla, es decir en parto.
Esta lucha central por la vida no era la única que libraban las
cihuatin, también en la vida militar de los antiguos pueblos partici-
paron en formas diversas: como aliciente, como apoyo logístico, como
mediadoras, como guerreras mismas. Testimonios diversos dan lu-
ces de la participación de las mujeres en las actividades militares o
en la protección de las naciones mesoamericanas. En su canto,
Macuilxóchitl, la poeta, subraya la intervención de un grupo de mu-
jeres tecpanecas que al ver derrotado su ejército ante Axayácatl, pi-
dieron el perdón de vida para su tlahtoani: Tílatl.

Estaba lleno de miedo el otomí


Pero entonces sus mujeres
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 41

Por él hicieron súplica a Axayácatl


[León Portilla,1994: 205-209].

Tampoco deja lugar a dudas, la intervención en 1521, de las mu-


jeres tenochcas contra el mismo conquistador español testimoniada
por indígenas y españoles.

c) La mujer Tlahtoani. En la estructura de mando del gobierno mexica


existía la figura suprema del Tlahtoani, “el que hablaba por los de-
más”, mal traducido como “rey” o “monarca”. Las funciones que
desempeñó el Tlahtoani no estaban reservadas a varones, como pue-
de percibirse en los Anales de Cuauhtitlan: cuando se inició el señorío
de Cuauhtitlan, una mujer tuvo un papel fundador: Itzpapálotl quien
se dirigió a los chichimecas para indicarles que Huactli debía ser su
señor y cuál ritual debían efectuar hacia los cuatro rumbos del univer-
so.
Entre las tlahtoani(meh) chichimecas se refieren las siguientes:
Cóhuatl, Miáhuatl, Coacueye, Yoacíhuatl, Chichimecacihuatl y Tlacochcue
y para el año 11 tochtli se nombró a la señora Xiuhtlacuilolxochitzin
que reinó doce años [Anales de Cuauhtitlan, 1992: 6-7].
En el año 6 ácatl, Huactzin, señor de Cuauhtitlan fue por vez pri-
mera a “tirar con arco” y encontró una joven en Tepolco, llamada
Itztolpanxochitl, hija de Coxcoxteuctli, rey de Colhuacan, con quien se
casaría. Ambos tuvieron dos hijos: Cuauhtliypantémoc, e Iztactótol. El
padre de ella la perdió sin saber de su paradero, hasta que tiempo
después siendo ya guerrero su primer nieto, este fue a reverenciar al
anciano y a darle noticias de su hija.
Después de varios tlahtoani, se entronizó Huémac, recibió el nom-
bre de Atecpanécatl; él estaba recién casado con Coacueye, una “mu-
jer valiente”, mocihuaquezque. Se cuenta que Húemac fue asistente de
Quetzalcóatl, y que unos “demonios” como Yáotl “guerra”, le enga-
ñaron disfrazados de mujer, guiados por Quauhtli y la propia
Coacueye, su mujer.
También se lee que en un año ce técpal, fue nombrada como
tlahtoani, la señora Iztacxillotzin, ella vivía en Izquitanotla, donde le
honraban “muchas dueñas”, ahí reinó once años [Anales de
Cuauhtitlan, 1992: 12-13].
Hay que preguntarse sobre la manera en que las mujeres de los
tlahtoanimeh se relacionaban con sus compañeros, se narra en los
Anales —citados ya—, que vencidos los mexicas cerca de Chapoltepec,
una doncella mexicana llamada Chimallaxochitzin, hija de Huitzilhuitzin
42 CITHIN, LAS ANTIGUAS MEXICANAS

fue capturada por Quinantzin, quien mandó por ella. Tras algunos
contratiempos fue llevada al tlatoani, quien la amó y quiso tener
para él, ella expuso que tal pretensión era imposible porque enton-
ces era “hermana mayor y hacía barrimiento”, llevaba dos años de
voto y le faltaba otro tanto. Quinantzin esperó, y cuando ella termi-
nó el servicio sagrado, se casaron. Más tarde la joven dio a luz, nació
un niño, el rey le dio por nombre Tlacanóztoc. Adelante, con un se-
gundo hijo, fue Chimallaxotzin quien le dio nombre sin consultar al
padre, le llamó Tezcatlteuctli, nombre de Tezcaltlipoca, pues ella por-
taba un tezcatl (espejo) en su cabello, la decisión la tomó porque no
le resultó grato el nombre de su primer hijo y decidió en esta oca-
sión, por sí sola. Este último hijo sería señor de Cuauhtitlan. Ten-
drían un tercer hijo: Teocatzin, el cuarto: Tochtzin, y finalmente, una
mujer [Anales de Cuauhtitlan, 1992: 18-19].
No se piense, por el uso de estas fuentes, que sólo en los pueblos
de habla náhuatl la mujer llegó a ser tlahtoani; para la zona maya, en
diversas estelas y epigrafías se muestran mujeres como gobernantes
supremas de sus pueblos, el arqueólogo Antonio Benavides dice:

En cuanto a Palenque, sabemos que de sus doce gobernantes dos


fueron mujeres y ambas jugaron un papel fundamental en la pre-
servación del poder político familiar. La señora Kanal Ika inició
su reinado en 583 y lo ejerció hasta su muerte ocurrida en 604.
Su hijo Ac Kan ocupó el trono ocho años y, después de él, una
mujer se hizo cargo nuevamente del gobierno. Esa segunda rec-
tora de los destinos palencanos fue la señora Zac Kuk, quien rei-
nó 612 al 640 de nuestra era.11 [Benavides, 1998: 36].

El mismo autor afirma que la relevancia política de la mujer en el


mundo maya fue común, tanto en Quintana Roo como en Campeche
y Chiapas.
Por otra parte es necesario buscar los elementos que permi-
tan entender la historia de lo que se conoce como Cihuacótal, un
gobernante complementario del Tlahtoani. Se sabe, por su constan-
cia en imágenes, que al lado del señor gobernante existía una espe-
cie de ministro inmediato, identificado como Cihuacóatl. La palabra
significa “mujer serpiente”, responsable de equilibrar y complemen-
tar las decisiones del Tlahtoani, sin duda esto es parte de esa concep-
ción dual de la realidad que se trasladó a formas de poder político.
Pero es necesario abundar en él, ver hasta qué punto pudo existir en
un principio y en cuáles sociedades, porque hablar del México anti-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 43

guo significa hablar de pueblos numérica y socialmente complejos y


de historias diversas. Es necesario rastrear dónde surgió y se mantu-
vo una estructura política integrada en su cima por dos gobernan-
tes: uno masculino y otro femenino. Bien podría preguntarse si se
concibió la dualidad solo en atributos y funciones desde un princi-
pio o si en efecto, se alternaron hombres y mujeres. De cualquier
forma Oxomoco y Cipactonal nos llaman a la reflexión [Johansson,
1998].

d) La mujer en la educación. Fray Diego Durán dejó el testimonio de


las reformas promovidas por Moctezuma Ilhuicamina, y por los gran-
des de todo el reino en forma simultánea, estas establecieron:

... que hubiese en todos los barrios escuelas y recogimientos de


mancebos donde se ejercitasen en religión y buena crianza, en
penitencia y aspereza, y en buenas costumbres y en ejercicios de
guerra y en trabajos corporales, en ayunos y en disciplinas y en
sacrificarse [Durán, 1985: 59].

El acceso de la mujer a cualquier ámbito educativo no estaba pro-


hibido, y así hay que decirlo; después de la etapa formativa venían
otras más. En el templo mayor de Tenochtitlan había dos monasterios,
según refiere Durán, uno para los mancebos de 18 a 20 años y otro
para las doncellas de 12 a 13 años. Todos dedicados al culto de
Huitzilopochtli y cuyo tiempo de estudios era de un año.
En los Telpochcalli, casa de jóvenes, de México Tenochtitla ingresa-
ban sin restricciones las mujeres y los varones de cualquier origen
social y llegaban para convertirse en telpochtli, joven adolescente o ma-
duro. Había una casa para niños y otra para niñas, aquí se rendía
culto especial a Tezcatlipoca. Si en el transcurso de su estancia se de-
finían por “la religión y el recogimiento” se les trasladaba al
Tlamazcalli, y no se indicaba algún requisito de estatus obligado o de
origen social, mucho menos de sexo. Ahí los jóvenes completaban
su formación, cantaban, bailaban, oraban, definían sus inclinaciones
a la vez que aprendían diferentes artes, era la casa de los mancebos
en la “perfecta edad de la juventud”, el recinto que correspondía a las
mujeres se llamaba Cihuatlamasqueh... [Durán, 1985: 63-92].
Una parte fundamental de la educación se daba en los Cuicalcalli,
casas de canto y danza, en sus amplios edificios, mujeres y varones
adquirían un legado cultural esencial: tañer instrumentos, cantar y
danzar. Con ellos recreaban su cultura, interiorizaban el conocimiento
44 CITHIN, LAS ANTIGUAS MEXICANAS

de su pueblo por medio del recurso de la memorización, cuyo vehí-


culo más efectivo fue el verso dulcificado con música, reforzado por
la danza. Niños y niñas eran recogidos por ancianos y ancianas des-
tinados expresamente a esta labor, lo hacían antes de caer el sol y
luego los devolvían a sus casas, los asistentes tendrían alrededor de
los 13 años [Sahagún, 2000, II: 778-779].

e) Tlamatinimeh, la mujer en la ciencia. La mujer podía llegar a tener


uno de los más altos grados educativos, podía ser una Cihuatlacuilo,
la poseedora del “negro y el rojo;12 es decir, podía ser una pintora de
códices o amoxtin; o una tlamatini o sabia [León Portilla, 1997: 9-10;
Huehuetlahtolli, 1991: 9-10; Tino, 2002].
Otro tipo de tlamatini eran las Makakatsiy, mujeres parteras. Un
oficio central en la vida de toda comunidad humana es sin duda la
del médico responsable de cuidar la gestación de los seres humanos.
En el México antiguo, esta función la desempeñaron mujeres sabias
en su materia y dignas en su calidad moral. Eran a la vez médicas,
conocedoras de los secretos de su profesión, y portadoras de la vo-
luntad de los dioses, por ello, eran también sacerdotisas de la vida,
al lado de la atención física eran responsables de los rituales que
debían acompañar a la gran celebración de la concepción, el alum-
bramiento, el reestablecimiento de la parturienta y la sobrevivencia
del nuevo hombre o mujer. En totonaca se les llama aún Makakatsiy,
es decir, “las que tienen el conocimiento en sus manos”. Afortuna-
damente, de ellas desde los Huehuetlahtolli, recopilados por Sahagún
y Durán, hasta nuevos estudios, así como por la preservación parcial
del oficio hasta nuestros días, se ha ido comprendiendo la significa-
ción del mismo [Sullivan, 1998: 42-49; Palacios, 1998; Tino, 2002].

f) In xóchitl, in cuícatl. Mujeres poetas.13 Pocos testimonios se guardan de


su actividad como poetas e historiadoras, sin embargo entre los testi-
monios que se han logrado conservar aparece el poema épico que es-
cribió Macuilxochitzin, hija de Tlacaélel Cihuacóatl; era originaria de
Tenochtitlan y vivió a mediados del siglo XV. Su nombre es el mismo
que la deidad de las artes. El canto épico, como el escrito por
Macuilxóchitl, busca dejar memoria de acontecimientos de gran rele-
vancia en la historia de su esplendorosa nación, la mexica, y con él
agradece al dios supremo su presencia.

Elevo mis cantos,


Yo, Macuilxochitl,
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 45

Con ellos alegro al Dador de la vida.


[León Portilla, 1994: 195-202].
Existieron otras poetas, una de ellas fue la señora de Tula, mujer
de Netzahualpilli, tan sabia que se afirma: “competía” con el tlahtoani,
pero su nombre y obra se ignoran, quizá de esta última se conozcan
algunos fragmentos a nombre de otros14 El cronista Juan de Pomar
subrayó que esta situación en la que una mujer alcanza fama como
poeta se dio en un grupo especial: las mujeres del tlahtoani, y a
partir de esa afirmación es como Dominique Raby expone, precisa-
mente, que es entre las cihuatin de los gobernantes de mayor rango,
donde se puede encontrar a mujeres que reunían condiciones apro-
piadas, eran instruidas, con tiempo libre suficiente y con experien-
cia práctica en la vida —que bien pudieron dedicarse a escribir can-
tos.
Raby analiza de manera concreta un tipo de palabra: los cococuicatl
(cantos de tórtolos, o de amor); estudiando su estructura en los res-
tos que son parte de la colección de Cantares Mexicanos y en algunos
Códices, explica que estos cuicatin eran esencialmente creados por
mujeres y representados por las mismas. Son muchas veces mujeres
las que hablan de sus experiencias y reflexiones amorosas.
Simbólicamente las ahuiani eran quienes en términos regulares,
entonaban los cococuicatl en diversos contextos sociales, pero en todo
caso ligados a un culto: el de Xochiquetzal. La enunciación de los
cococuicatl por las ahuiani en relación a Xochiquetzal constituía una de
las partes de la dualidad al integrase con la representación de dan-
zas que los guerreros tributaban a Tezcatlipoca o a Huitizilopochtli. Aso-
ciados ambos, eran el vínculo del amor y la guerra15 [Raby, 1999:
225-226; Durán, 1995, II: 263-264].

g) Cihuatlacuilo, escritoras. No aparecen nombres precisos, aquí po-


dríamos incluir las referidas entre las compositoras de cantos como
los cococuicatl, pero se trata de mujeres que escribían también otro
tipo de textos, incluso dibujaba sus códices y lo que sí se conserva es
su imagen en vasijas y códices, incluso algunas acompañan los cor-
pus documentales que sirvieron a los frailes-cronistas, ahí están mu-
jeres escribiendo códices, mujeres poseedoras del negro y el rojo, de
la sabiduría contenida en sus antiguos libros.

CONSIDERACIONES FINALES

A partir de la conquista, las mujeres mesoamericanas dejaron de ser


46 CITHIN, LAS ANTIGUAS MEXICANAS

en términos filosóficos la complementariedad de la deidad dual que


consigna la filosofía antigua, dejaron de existir como tales y apare-
cieron en escena las mujeres novohispanas (indias, mestizas, espa-
ñola y negras), seres que podían ser sublimes si lograban superar su
“naturaleza perversa”, según el nuevo pensamiento. Podremos ha-
blar de mujeres con una gran fuerza económica y hasta política por
lo menos localmente, como las señoras cacicas o algunas empresa-
rias, pero en general las mujeres que sobrevivieron a la violencia de
la conquista y las que nacieron o llegaron después, fueron asumidas
como sujetos dependientes, de voces débiles para las instituciones y
de voluntades pobres, aunque no siempre lo fueron.
Se puede afirmar, que gracias a los esfuerzos de los especia-
listas que van ampliando los horizontes del conocimiento de la His-
toria Antigua de México, se percibe una sociedad donde el rechazo
a la mujer no era un rasgo característico, lo que no significa eviden-
temente la existencia de una absoluta “equidad”. Por todo, se plan-
tea entonces la necesidad de recopilar minuciosa y críticamente todo
testimonio que permita mostrar de manera más clara, la historia de
las antiguas mexicanas, la historia de nuestras abuelas, de nosotras
mismas.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 47

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48 CITHIN, LAS ANTIGUAS MEXICANAS

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50
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 51

MALINALLI: UNA REINTERPRETACIÓN CULTURAL


Ana M. Fernández Poncela

INTRODUCCIÓN

Este texto se propone una reinterpretación cultural, más que histó-


rica, del mito en sí. Ubicarlo, en primer lugar, en el contexto social
de la época relacionándolo con algunas de las costumbres existentes
entre las antiguas culturas americanas y la sociedad novohispana, y
que se recreaban en ese momento histórico, así como en la creación
de leyendas populares en la época —entre españoles y mexicas—
sobre determinados temas, y que cobran nuevo vuelo literario en los
siglos XIX y XX, al calor de la Independencia, primero, y la construc-
ción nacional, más adelante. Para concluir que la elevación de esta
supuesta historia a mito presenta congruencia tanto con la tradición
cultural discursiva indígena, la visión de los conquistadores españo-
les, como con la situación presente que se estaba viviendo en aquel
período, y la posterior funcionalidad social que llega prácticamente
hasta nuestros días.
Sobre Malinche, mucho y muy variado se ha escrito. Es un tema
que hechiza, atrae y apasiona. Es alguien a quien todo mundo cree
conocer. Forma parte del imaginario popular, pero además, con
mensajes para la mexicanidad y para las mujeres, a primera vista
claros.
La figura de La Malinche, que vamos a llamar Malinali, por con-
siderar que posiblemente fuera su nombre original, frente al espa-
ñol Marina, el mexicano Malinche o el indio Malintzin, puede
interpretarse a través de los datos históricos existentes, los Códices
Prehispánicos, las Crónicas de Indias (XVI, XVII), los historiadores
(XVIII), las historias de mujeres contemporáneas de la época, las re-
flexiones de los mexicanistas y los artistas —literatos y dramatur-
gos— del siglo XX. En estas páginas hemos elegido realizar el ejerci-
cio reinterpretativo a través de antiguas leyendas populares de tra-
dición oral, algunas con versiones escritas en los últimos dos siglos,

[ 51 ]
52 MALINALI, UNA REINTERPRETACIÓN CULTURAL

por un lado, y de otro, las narraciones literarias y periodísticas sobre


el tema, de autores en los siglos XIX y XX.1

ANTIGUAS LEYENDAS POPULARES A TRAVÉS DE LOS TIEMPOS2

Cuando vivía en Nicaragua recogí varios relatos orales populares en


torno a leyendas con personajes protagónicos y una trama argumental
similar: la protagonista femenina, hija del cacique principal indíge-
na se enamora de quien no debe, extranjero de otra tribu indígena,
indio pobre o conquistador español, y ese error sentimental causa
siempre su desgracia que suele concluir con su propia inmolación,
pero que muchas veces era acompañada por la destrucción material
de su pueblo, véase simbólica y físicamente su cultura, ante la del
enamorado foráneo. Por supuesto, ni la leyenda de la Llorona, ni la
historia de Malinali se escapan a esta influencia narrativa, es más, con
sus variantes, forman parte de esta oralidad popular que llega hasta
nuestros días, viva en el habla popular, o en su caso, pasada por el tamiz
de los escritores, fundamentalmente de los dos últimos siglos.
Xiloá es una laguna que posee un balneario muy popular a pocos
kilómetros de Managua. Según un relato allí Xochitl, hija de cacique
indio se enamoró de un campesino indio. El padre mandó ahogar al
joven y ella al enterarse se quedó en la orilla de la laguna llorando
para siempre. Dicen que por eso su agua es salada.3
Estas leyendas son prototípicas, esto es, hay muchas regadas por
Mesoamérica. Otro ejemplo, Xalí en Masaya, Nicaragua, hija de ca-
cique también se casó con su enamorado indio, y dejó al que tenía
inicialmente como prometido. Éste, despechado, tras la boda le dis-
paró una flecha al novio y lo mató, ella lloraba y le suplicaba morir
también, y así sucedió. Murieron junto a la laguna de Masaya y en
las noches de plenilunio el viento sobre el agua hace y deshace los
pliegues de la túnica de Xalí, según cuentan todavía.4
La narración de Zacar, hija de cacique, ahora en Guatemala es una
leyenda similar. Se enamora de un hijo de cacique de una etnia enemi-
ga que es hecho prisionero, éste mata al pretendiente de ella, la toma y
se escapan, en la huida ella queda en una cueva mientras él atraviesa a
nado a un lado, a su regreso ella había sido devorada por los coyotes.
La abrazó y se lanzó al lago. Sus almas enamoradas rondan el lado, y
por supuesto, sus respectivos pueblos hacen las paces.5
Sobre este esquema narrativo se levanta una nueva versión, el
hijo de cacique enemigo o indio pobre, es sustituido durante la colo-
nia por el conquistador español, sin desaparecer los otros relatos
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 53

llegan nuevos donde hay una redefinición de papeles en los perso-


najes, más el mensaje es muy similar, casi el mismo.
Sigamos con Nicaragua: en Tiscapa, una laguna situada en lo que
un día fue el centro de Managua —derruido por el terremoto de
1972— una joven se enamoró de un español en tiempos de la con-
quista. Su madre la desaconsejó, sin embargo ella guiada por su co-
razón se involucró con él un día que lo vio pasear por la laguna
mientras ella lavaba la ropa. Tuvo un hijo. Tiempo después el espa-
ñol regresó a su país y la joven quedó desolada. Lavando y llorando
no vio o no quiso ver —hay varias versiones en el habla popular—
cómo la cesta en la que estaba el niño era llevada por las aguas. Al
darse cuenta de lo que sucedía se tiró a la laguna y fue tragada para
siempre. Cuentan que algunos atardeceres, los paseantes todavía
pueden oír los lamentos de la mujer y los llantos del niño. Aquí todo
parecido con la Llorona, no parece pura coincidencia.6
Otra historia trágica es la de Xóchitl, en León, Nicaragua. Hija de
cacique indio se enamora de capitán español, y el despechado pro-
metido indígena acusa al padre de ella ante los españoles de prepa-
rar un levantamiento. Estos arrasan el pueblo, ella sobrevive, enlo-
quece y se prende fuego. Hoy existe el tamarindo donde el padre de
la joven fue ahorcado por los españoles, y el alma del cacique se
pasea convertido en cangrejo de oro.7
Pero lleguemos a México donde también hay relatos parecidos
en varios rincones del país, como el de Malitzín y Xúchitl en tierras
de Zacatecas. En el primero, la hija de cacique indio, a la muerte de
su padre, es dejada en custodia a un sacerdote indio que la preten-
día. Ella se casa con su amor español, pero el mismo día de la boda,
al regresar a su palacio, mientras su marido resolvía unos asuntos, el
sacerdote la pide abjurar de su nueva religión y casarse con él, al
negarse, la llevó a la hoguera. El palacio fue arrasado, se cree y se
dice, que por los españoles.
En el segundo, la hija del cacique, que en la hora de su muerte
pretende obligarla a unirse con su aliado indio, lo rechazó porque
no lo amaba, pues estaba enamorada de un capitán español, se cris-
tianizó y se casó con él. El indio murió de tristeza.8 Esta parece ser la
versión ligera tras ver los dramáticos acontecimientos que acaecie-
ron en las otras, en las cuales la protagonista femenina siempre es
asesinada o se autoinmola, y a veces, arrastra a su pueblo tras ella.
Aquí dejamos las citas a este tipo o prototipo de narraciones en
México, hay muchas más. Quizás mencionar aquellas en las que el
amor es entre hombre y mujer india, pero de pueblos y culturas
54 MALINALI, UNA REINTERPRETACIÓN CULTURAL

diferentes y a menudo enfrentadas, y en las cuales, éstas acaban mu-


riendo —se suicidan o caen muertas— por desobedecer, o lo que es
lo mismo, para no obedecer, como “La princesa azteca. Leyenda de
la alberca de Chapultepec”,9 “El caballero águila y el caballero ti-
gre”,10 y “Aguila alerta”.11 Luego están las que tienen un final trágico
también, debido a antiguos prometidos rechazados y despechados o
padres autoritarios, que acaban dando muerte a la pareja de enamo-
rados o siendo éstos condenados al exilio, como “Aguanda y el prín-
cipe Hiquíngari”,12 “Mololoa y Sangangüey”13 o “Chichén-Itzá y la
princesa Sac-Nicté”.14
También, como se dijo, hay relatos similares cuyos protagonistas
son mujeres indias y hombres españoles. En ellas, la conquista y la
guerra quedan reducidas a una edulcorada historia de amor, donde
el poder del padre sobre la hija es notorio y la codicia de los blancos
sobresale. Donde los hombres se enfrentan, más que por la situación
social del momento según la historia, por el amor de una mujer
según la leyenda. Ella siempre es una princesa bella y dulce, él un
soldado valiente, pero incumplen los supuestos mandatos sociales
de sus pueblos y el amante despechado o el padre, o en algún caso
ella misma acaba dándose muerte: “El amor de dos sangres”,15 “La
muerte de Tzilacatzin”,16 “Por el amor, el dinero y el orgullo”,17
“Sonot, la princesa Opata”,18 “La cruz de Culiacán”,19 “Atzimba y el
español Villadiego”.20 Existen también algunas narraciones de este
estilo con final feliz y boda, pero son excepciones, gotas de agua en
un mar donde todas tienen un trágico final.
No hay que exagerar, pero la aparentemente fácil entrega de la
mujer india al colonizador blanco, tiene que ver en primer lugar
con la imposición por la fuerza del primero, pero y también, quizás
con la valoración de aquella hacía el segundo, con relación a cómo
era tratada por éste en comparación con su compañero indio. Sin
obviar, por supuesto, el cálculo en torno a la sobrevivencia, su capa-
cidad de adaptación cultural y la posibilidad de movilización étnico-
social ascendente de la propia mujer. Y si bien, como señala Bernal
Díaz del Castillo [1991] los españoles ambicionaban el oro y busca-
ban “una buena india”, no es menos cierto como este mismo autor
dice: “Había muchas mujeres que no se querían ir con sus padres, ni
madres, ni maridos, sino estarse con los soldados con quienes esta-
ban, y otras se escondía, y otras decían que no quería volver a idola-
trar; y aun algunas de ellas estaban ya preñadas” [Díaz del Castillo,
1991: 195]. Como y también se ha de tener en cuenta los estragos
de los conquistadores “Las cuales (mujeres),21 aunque la historia no
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 55

lo cuenta, no creo que la virtud de los nuestros fue tanta que les
aconsejasen que perseverasen en su castidad y honestidad y recogi-
miento en que estaban” [Durán, 1951: 75].
Está claro cómo todas estas mujeres indias de las leyendas descri-
tas subvierten aparentemente el discurso narrativo legendario fuer-
temente endogámico, pero no la regla cultural del intercambio de
mujeres o el matrimonio preferencial según los estudios
levistrossionanos. En Tenochtitlán, según el historiador Pedro
Carrasco, predominaban para la clase noble los matrimonios entre
un mismo linaje. “Esto parece guardar relación con el sistema de
sucesión colateral cuando un señor se casa con la hija de su antece-
sor. También se estila que un príncipe del linaje Tenochca se entro-
nice en un lugar que antes tenía dinastía propia; entonces el nuevo
señor se casa con la hija del que reemplaza, relacionándose así con
la dinastía local” [Carrasco, 1994: 197]. Así las cosas ¿por qué con-
denar en las leyendas orales populares a las uniones o los matrimo-
nios mixtos que eran utilizados de hecho y en la práctica como alianza
política? Es más, la historiadora Pilar Gonzalbo afirma: “Sabemos
que los soldados competían por ellas (indias)22 y que las valoraban
de acuerdo con sus criterios estéticos y utilitarios...Muchas indias se
casaron con españoles y muchas más vivieron amancebadas tempo-
ral o indefinidamente. Las jóvenes herederas de tierras o cacicazgos,
pertenecientes a la nobleza prehispánica, fueron novias muy solici-
tadas por los españoles, que así se beneficiaban de la fórmula legal
que daba la herencia a las mujeres y la administración de los bienes
a sus maridos” [Gonzalbo, 1994: 107]. Pero además, en las Crónicas
de Indias se menciona cómo se regalan hijas de principales a los
conquistadores, como las hijas de caciques tlaxcaltecas o las del pro-
pio Moctezuma a Cortés [Díaz del Castillo, 1991].
Está claro que no había escrúpulos étnicos en las uniones conyu-
gales mixtas o en los matrimonios —quizás sí de nivel social pero no
por cuestión étnica—, y que no sólo eran usuales, sino incluso de-
seados sexualmente y políticamente convenientes en múltiples oca-
siones. Entonces ¿Por qué las leyendas populares orales que todavía
están vivas, o sus versiones escritas posteriores, muestran un final
diferente y las uniones interétnicas siempre acaban con la muerte de
ella o de ambos cónyuges? Probablemente, este discurso correspon-
de a un prejuicio grabado en la cultura popular, que no refleja la
práctica real. Sin embargo, sabemos que para que un mensaje se
mantenga en la narrativa oral popular es porque tiene alguna
funcionalidad social readaptada a los nuevos tiempos ¿Cuál sería
56 MALINALI, UNA REINTERPRETACIÓN CULTURAL

ésta? Tal vez podríamos pensar que la utilidad de las narraciones es


culpar a las mujeres de la destrucción de la cultura india, ellas como
mujeres, y en ocasiones como nobles, se unen al enemigo y colabo-
ran a la desestructuración del viejo orden o a su readaptación social.
Eso es, la unión entre ambas etnias conduce a la destrucción, ilustra-
da en las leyendas con la desaparición física de un pueblo indio, o lo
más usual con aquella que lo propició: la mujer, según la visión in-
dia. Pero según la mirada de los españoles, puede decirse que redu-
cen la conquista, la guerra y la destrucción a una historia de amor
incomprendida. Así que todos contentos.
Por otra parte un pequeño grupo de narraciones de leyendas,
éstas ya escritas, a caballo entre los siglos XVIII y XIX, exponen los
casos de mujeres indias, nobles princesas quienes, como en el caso
de “Suceso memorable de una princesa mexicana”,23 sueñan y pre-
dicen a su pueblo la llegada de los extranjeros, junto a la prédica de
la palabra de Dios. Concretamente en este relato, Papantzin, herma-
na de Moctezuma y viuda del gobernador de Tlatelolco fallece, y
luego misteriosamente se aparece y afirma que un ángel se le apare-
ció y le dijo “Dios te ama, aunque tú no lo conoces” [Clavijero en
Álvarez, 1998: 144], también vio en su sueño barcos con hombres
blancos y barbudos. El ángel de esta anunciación, la vuelve a la vida
para que dé testimonio ante su pueblo de aquello que iba a aconte-
cer. Los hombres extranjeros iban a ser los dueños de esas tierras y
traerían al verdadero Dios. Moctezuma quedó atónito y no quiso
volver a verla. Cuenta la leyenda que “La princesa vivió muchos
años...consagrada al retiro y a la abstinencia. Fue la primera que en
el año de 1524 recibió...el bautismo” [Álvarez, 1998: 146].24
Otro relato de similar índole es “Albor de Aurora”,25 en él una
princesa india convertida, María de Sandoval, intenta “aplacar la
cólera de los caciques...la rebelión” [Frías, 1999: 286], como le expo-
ne a su sacerdote. Su historia se remonta cuando es liberada por
Gonzalo de Sandoval de los indios y le da su apellido y la educa
como cristiana. Según la leyenda ama a Dios, pero a la vez ama a
su patria y a los suyos. Es por ello que los intenta detener ante los
conquistadores que arriban a sus tierras: “Esperad hermanos” y
los llega a convencer esta “¡virgen enamorada del sacrificio!”
[Frías, 1999: 291].
Un tercer texto, “Amor de esclavos”,26 es la historia de amor entre
Tzintzan (michoacana) y Huehuetxolotl (de misterioso origen), am-
bos esclavos al servicio de los españoles en el palacio de Cortés. Al
inicio piensan que no pueden ser felices por tener diferentes dioses
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 57

y pertenecer a etnias distintas, como era tradición entre los indios.


Se confiesan ante un sacerdote, se cristianizan y éste los une. Así su
destino funesto de desencuentro se salva gracias a la nueva fe y las
nuevas reglas sociales. En un trágico episodio, él toma una canoa y
la lleva a ella, lleva también un tesoro del cual es depositario. Los
persigue el sacerdote para hacerle confesar, pero antes un blanco lo
mata, ella se pregunta dónde está Dios y su bondad. Respóndele el
sacerdote: “¡–Llora, pobre enamorada, sufre y perdona! Que se
pierdan los tesoros de la tierra: tú lo quisiste, Salazar (el blan-
co),27 y tú, triste india, que te bendiga Dios, porque has amado y
has sufrido mucho!” [Frías, 1999: 248]. Todo un canto a la resig-
nación.
Así las cosas, y al margen de las diferencias de las tres narracio-
nes, todas tienen el común denominador de una mujer india que
acepta rápida y fervorosamente la nueva fe, y en las dos primeras
además princesas, y que pretenden convertir a su pueblo. Esto últi-
mo, quizás no sólo es por la fe, sino también porque considera racio-
nalmente la superioridad bélica del enemigo, con lo cual lo más
inteligente es subordinarse al mismo, ya que el enfrentamiento di-
recto sería suicida. Cuestión ésta la de la adaptabilidad social que va
mucho con el quehacer femenino en la historia, desde el aspecto
lingüístico hasta el cultural en general. Se trata de una visión legen-
daria y literaria del asunto, ya que una incursión más histórica nos
muestra el caso de la reina, madre de Ixtlixúchitl —cacique de
Texcoco que se cristianizó con el nombre de Hernando (1519) y lu-
chó junto a Cortés— que se negó a recibir el bautismo y su propio
hijo incendió su casa con objeto de convencerla. Ella fue bautizada
con el nombre de María, apadrinada por Cortés, y según dicen se
trata de la primera mujer india bautizada [León-Portilla, 1972].28
¿Cómo y por qué estas leyendas hacen una alabanza del papel
evangelizador de la mujer y contradicen así, por ejemplo, a una his-
toria real? Hay que tener claro que se tratan de narraciones ya escri-
tas en los siglos XVIII y XIX. Por otra parte, la mujer sigue siendo la
introductoria de la nueva sociedad, no sólo como veíamos anterior-
mente a través de uniones conyugales, sino en este caso transpor-
tando y transmitiendo la nueva fe.
El objetivo en este caso es dejar claro que se trata de un modelo
que se repite, y en el cual tiene cabida la historia de Malinali, con sus
diferencias por supuesto, y saltando de la leyenda a la historia con
pinceladas legendarias. Princesa india, hija de cacique principal —
en el caso de Malinali, esto está en duda—, se enamora o une a
58 MALINALI, UNA REINTERPRETACIÓN CULTURAL

soldado o capitán español, y recibe el desprecio de su pueblo, lo


arrastra a la destrucción —metáfora del enfrentamiento bélico y cul-
tural interéctnico—, y ella acaba muerta —a manos de prometido
vengativo, padre dominante, hermano, la fuerza del destino, o por
su propia mano—, o denigrada por los siglos de los siglos —como
sucede con Malinali—.
Siempre queda la duda de la función social en nuestros días de
estos relatos, en el caso de Xochitl hija de Adiact en Subtiava, León,
Nicaragua, se puede especular que en realidad los españoles propa-
garon la leyenda con un doble objeto, primero, enmascarar la des-
trucción de la comunidad india con una supuesta historia de amor
donde éste se resalta y semioculta lo otro; segundo, se responsabiliza
a un indígena de la misma, que a su vez es instigado por sentimien-
tos de venganza hacia una mujer indígena: es ella la traidora y la
culpable en última instancia de todo a ojos de su propio pueblo.
Mujer chivo expiatorio de la conquista, pero no sólo para limpiar
la imagen de los españoles, sino y sobre todo, para descargar el co-
raje, ahora sí, de los indios. Los primeros son enemigos muy pode-
rosos, pero una mujer indígena, aunque sea hija de cacique o por
eso mismo, es más fácil de culpar. El hombre pobre y desposeído
ante una cultura que se desestructura, señala a la noble que se pasa
a las filas del enemigo. ¿Me siguen? En la época —como dijimos—
muchos conquistadores estaban muy interesados en las hijas de caci-
ques [Gonzalbo, 1994]. No había muchos escrúpulos étnicos, ni
mucho menos, pero sí existían muchos intereses económicos y polí-
ticos de por medio, sin negar el amor, Dios me libre. Así las nobles
princesas no cambiaban mucho su status social, mientras el resto de
la población padecía la explotación.
¿Qué nos sugiere esto con relación a Malinali? ¿Son estas leyen-
das reproducción de los relatos orales tradicionales de las antiguas
culturas indígenas mesoamericanas? Qué duda cabe, pues reflejan
la costumbre de la endogamia matrimonial, o corrijo, más que la
costumbre práctica, la costumbre del discurso del imaginario social,
no de la realidad, o la invención de un discurso frente a una nueva
realidad adversa; porque sabemos que la exogamia en la nobleza era
usual para fines de alianzas político-matrimoniales, y así prosiguió
con la llegada de los españoles. También muestran la visión negati-
va del “otro” que irrumpe en la propia cultura. Y una imagen nega-
tiva de las mujeres: traidoras a su familia, pueblo y cultura. Además,
el mensaje responsabiliza directamente a la mujer de la destrucción
física y cultural de su comunidad. La cultura india se explica lo acae-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 59

cido y exorciza sus rencores. Pero están también reelaboradas y


refuncionalizadas según la visión española de la leyenda rosa de la
conquista que desea mostrar historias románticas de amores
incomprendidos, que rompen arbitrarios culturales y que sobrevuelan
los mandamientos sociales, donde el amor todo lo puede, aunque
acarree la desgracia a los vencedores, que no a los vencidos. Es por
ello, por su utilización en ambas culturas que se crean y recrean. Lo
mismo el mito de Malinali ha sido refuncionalizado en cada mo-
mento histórico, y está íntimamente ligado a estas narraciones po-
pulares, es más, las condensa y representa, toda vez que se nutre y
perpetúa en ellas.

RECREACIÓN LITERARIA DE LEYENDAS


POPULARES EN LOS SIGLOS XIX Y XX

En general, tras la Independencia se ha hecho una lectura sesgada con


gran menosprecio de la vida y obra de Malinali. Es la encarnación de la
traición por así decirlo, si bien y según la época y las influencias litera-
rias o históricas, además de políticas y nacionalistas, del momento, es
pintada con más o menos crueldad, algo justificada o totalmente
denostada. Una gigantesca tarea se abre a los intelectuales o pensado-
res de la época: la construcción de una cultura nacional.
En un primer momento, la intención de los liberales es borrar al
indio o lo indio del pasado del país. Hay persecución de los grupos que
quedan en rebeldía que no han sido asimilados, como algunos en el
norte del país, y se lucha con los grupos del sur que se levantan. Pero
como señala Fernanda Nuñez: “El exterminio llano tenía, sin embargo,
sus bemoles; repugnaba a las conciencias liberales, costaba muy caro y
engrandecía demasiado a los caudillos militares. Para vencer la tenaz
oposición de los indios a todo proyecto de integración nacional, se
buscarán otros métodos de ‘asimilación’” [Núñez, 1998: 72].
En una segunda etapa, en la segunda mitad del XIX, se reinicia la
política nacionalista, encabezada por Ignacio Manuel Altamirano, y
se intenta la creación de una literatura nacional, en la cual se incluye
el interés por reavivar relatos míticos y legendarios en torno al pasa-
do indio del pueblo mexicano, seguramente bajo la influencia del
romanticismo y a manera de epopeya pseudohistórica. Princesas y
príncipes indígenas, sus amores y desamores, son los protagonistas
de las narraciones, recreadas desde la mirada de la época, con un
lenguaje que las hacía pasar como verídicas: “Nuestra literatura pudo
haber seguido por el camino de aquel nacionalismo espontáneo en
60 MALINALI, UNA REINTERPRETACIÓN CULTURAL

que se había encauzado desde las primeras décadas de la vida inde-


pendiente, pero Altamirano comprendió que era necesario un pro-
grama coherente para que la literatura mexicana llegara a ser
auténticamente nacional y original y para que, rindiendo culto a las
tradiciones y a los héroes, contribuyera a la formación de nuestra
conciencia cívica” [Martínez, 1994: 1053]. Este escritor consideraba
que había que tener temas propios y dignificar lo mexicano.
Heriberto Frías (1870-1925) escritor y periodista antiporfirista
tiene muchas historias de este tipo. Aquí se muestran dos relatos en
los cuales aparece la figura de la Malinche. El primero de ellos es
“Cuauhtémoc y Hernán Cortés” y en él alaba al primero, como líder
indio que es, lo presenta enojado pues su tío Moctezuma que está
jugando con Cortés, al entrar en la estancia donde esto acontece
exclama sorprendido “–¡Tú, Malitzin!”, Moctezuma le ordena salir y
“El príncipe retrocedió, baja la frente, fulminado por la visión de
aquella mujer, de la mujer apóstata, del caudillo extranjero. –Infa-
me, traidora!- iba rugiendo por las calles y puentes” [Frías, 1999:
344]. Según el relato Cuauhtémoc había conocido a Malinali en
Tabasco “linda como las auroras del trópico, dulce y lánguida como
el sueño vaporoso de sus siestas, y exuberante y regia como su vege-
tación soberana y lujuriosa. ¿Cómo no habían de amarse el caudillo
y la hija de aquellos paraísos?... Se amaron... No; ya el guerrero no
piensa en su juramento de arrancar el corazón de Hernán: piensa
en Malintzin que se ha unido a él, seducida por el brillo de plata de
su armadura, por su cutis blanco, por su barba majestuosa...” [Frías,
1999: 344-5]. En un encuentro de Cuauhtémoc y Malinali, él le re-
crimina: “¿Por qué has traicionado a tu amante a tus dioses y a tu
raza y te entregas al extranjero blanco?” [Frías, 1999: 346], ella res-
ponde: “porque él es bueno y el enviado del verdadero Dios” [ídem:
346]. Aparece Cortés en escena y Cuauhtémoc le pide: “–Dile que te
amo y que fuiste mía —dice en idioma nahuatl—. –Dice que a tu
pesar he de ser suya y te odia —dijo en castellano la india Malintzin.
Desenvainó su espada Cortés, la levantó en alto amenazando a
Cuauhtémoc, y éste presentó su pecho; pero en el momento en que
iba a cerrar sobre él, viendo Malintzin la nobleza del mexicano, se
interpuso ante Cortés gritándole: –¡Sé noble, está desarmado!
Hernán retrocedió... Cuauhtémoc... –¡Dile, ingrata, que de hoy en
adelante no espere misericordia de nosotros; que si se la habíamos
tenido era por nuestro emperador; que ya estamos cansados y yo
voy a acaudillar la rebelión santa hasta morir, ya que merezco la
muerte por amarte!” [ídem: 346]. Como se ve, ya hay mexicanos en
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 61

aquella época y son indios por más señas, también se presenta la


imagen del indio valeroso y el no tanto, mientras el conquistador es
el enemigo pero también es gallardo. Malinali es la que sale peor
librada, pues a pesar de ser india, es la más mala de todos, y no tanto
por traicionar a su pueblo, que también, sino por traicionar el amor
de Cuauhtémoc, según este relato, que por otra parte y seguramen-
te, poco tiene que ver con la verdadera historia.
La segunda narración de este autor es “La venganza”. En ella
aparece en escena Mencia, ahijada de Cortés y enamorada de
Cuauhtémoc, según el texto: “ella ama como nunca al príncipe mexica
cuyos pies calcinados besara un día en un frenesí de lástima y amor...
lo que más la torturaba, era el pensamiento de que Cuauhtémoc
apenas se había dignado besarla... ¡Orgulloso indio! ¡No besar a una
dama española él, el indio hijo de una raza que los suyos ultrajaban
de la manera más vil” [Frías, 1999: 374]. El caso es que Malinali era
amiga de Mencia y “miraba sonriendo a la española con una sonrisa
traidora” mientras ésta pronunciaba “–Esclava miserable que has ven-
dido a tu raza a la codicia de los aventureros de mi tierra... tú los
crees grandes y nobles... los verdaderos grandes y nobles no te los
imaginas... La Malinche bajó humildemente la cabeza” y prosigue
“–Lo comprendo mi ama: pero, ¿qué quieres que haga?... Oye
Mencia...¡Tampoco tú te imaginas a lo que quiero! ¡Vengarme!... Mi
señor te ama, yo se lo he oído decir en sueños... Cuauhtémoc me
ama a mí... y tú a él... ¿Comprendes que todo está en que tú vayas a
verlo a despecho de la voluntad de mi amo?” [Frías, 1999: 375]. Así
es como llevan a cabo el plan, se cambian los ropajes y Mencia vesti-
da de india parte el palacio de Cuauhtémoc, esto sucedió muchas
noches más. “La Malinche, la lengua, como le decían los españoles,
era la eterna sombra de Cortés; jamás la india intérprete amada del
caudillo lo abandonaba un instante” [ídem: 376]. Los rumores de
infidelidad se extendieron más “¡Cómo creer semejante cosa si la
Malinche no se separaba de él ni un instante! Sin embargo, envene-
nada el alma por una sospecha, la retuvo más que nunca a su lado.
¡Sabía que Cuauhtémoc la amaba y la había poseído! Ella estaba con-
tenta, tenía de nuevo el amor de su amo, de quien sospechaba que
amase a Mencia” [Frías, 1999: 377]. Dos años después Cortés cedía a
Malinali a Juan de Jaramillo. Pero con la sublevación de Hibueras
(Honduras) Cortés partió con Malinali, Cuauhtémoc y Mencia. Este
fue ahorcado por el primero y Mencia besó su cadáver y juró ven-
garlo: contrae matrimonio con un marino vuelve a España y “refiere
las iniquidades de la conquista” ante el rey Carlos V. Cortés sufrió
62 MALINALI, UNA REINTERPRETACIÓN CULTURAL

humillaciones en la corte. Mencia acabó en un convento pidiendo


perdón a su padrino.
Como se ve los indios son los buenos de la película y sus defenso-
res, no importa su etnia, lo son también. Malinali es malvada se mire
por donde se mire, aunque la maldad sea fruto de la razón y la inte-
ligencia, de la adaptación social y la sobrevivencia física. Las ven-
ganzas son realizadas por mujeres, a través de una estrategia de ac-
ción más que de amenaza, los hombres aparecen vencidos por la
astucia femenina, se matan entre ellos, y finalmente la co-protago-
nista de la historia acaba en un convento como toda joven de la
colonia que rompiera de alguna manera las tradiciones y buenas
costumbres de la época [Fernández Poncela, 2000]. Malinali, conde-
nada a la crítica negativa.
A inicios del siglo XX, hay un grupo de intelectuales —periodistas
y escritores— denominados “los colonialistas”, debido a que entre
los objetivos de sus obras, se trataba de reivindicar el pasado colo-
nial del pueblo mexicano como anclaje de origen del mismo, y en
contraposición con el discurso oficial que elogiaba lo autóctono en-
carnado en los héroes indios de un mítico pasado. Luis González
Obregón (1865-1938), entre otras cosas cronista de la ciudad de
México, pertenecía a dicha corriente. De su pluma se puede leer
“La calle de Juan Jaramillo”, leyenda de una de las calles de la ciu-
dad de México, en la cual aparece Malinali. La hoy populosa y cén-
trica República de Cuba cambió de nombre en varias ocasiones, en
una época se denominó Juan Jaramillo —alrededor de 1527—, pues
allí era la morada del esposo de Malinali, “no faltando un ingenuo
pero malicioso cronista, que asegurara no haber estado en su sano
juicio el Jaramillo cuando se desposó con la Malinche” [González
Obregón, 2000: 135]. Como se ve desde un inicio el prejuicio se
percibe claro e irónico a la vez. El texto también informa de la se-
gunda boda de Jaramillo, esta vez con una española. Y añade en
otro momento del relato “Todos los historiadores de la conquista de
México se han ocupado en referir los importantes servicios que prestó
la célebre india doña Marina a Hernán Cortés y a sus capitanes y
soldados, ya sirviéndoles de intérprete con los indios, ya descubrién-
doles serias conspiraciones, en que hubieran perecido sin sus opor-
tunos avisos; ya indicándoles las rutas seguras para no extraviarse
por caminos largos y peligrosos; ora, en fin, suministrándoles ali-
mentos para que no pereciesen de hambre, cuando los indígenas los
sitiaban y se negaban a proporcionárselos dolosamente” [ídem: 135].
Entre otras cosas, en este texto, se critica a los españoles por no
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 63

haber agradecido los favores tan necesarios que Malinali les ofreció.
Fue la india buena y a pesar de la ironía anterior, y como reflejo del
enfoque “colonialista” ya mencionado, hay de alguna manera que
reivindicar su nombre como aliada de la conquista y colonia españo-
la. A pesar del título de la narración, se trata de reivindicar los dere-
chos de descendencia de los dos hijos de Malinali: Martín y María.

ALGUNAS REFLEXIONES

Como se observa, y según la época, los indios son más o menos bue-
nos, y Malinali, más o menos mala o mejor o peor valorada, según
estas leyendas ya con autoría y de data reciente.
Hemos visto aquí el retrato de Malinali a partir de las antiguas
leyendas orales tradicionales que todavía se cuentan de viva voz aun-
que algunas estén recogidas en versiones ya escritas, y otras leyen-
das de los siglos XIX y XX, éstas ya redactadas, firmadas y con autoría.
Todas ellas tienen, como todo relato —oral o escrito— una
funcionalidad social. Pero lo que más nos interesa es ver cómo se
configura el mito de Malinali en el imaginario social de indios, espa-
ñoles y mexicanos. Cómo estas leyendas proyectan una época y unas
circunstancias sociales a través de una representación legendaria
que muchas veces, poco o nada tiene que ver con la realidad de ese
momento. Más bien se trata de un reflejo ideológico-nacionalista de
una época, como los escritores del XIX que exaltan un mítico pasado
indígena, o los “colonialistas” del siglo XX que reivindicaban el pasa-
do español. Y lo que es más importante, cómo Malinali es un mito,
cuya leyenda o historia, se inserta como figura protagónica y estruc-
tura de relato, en las antiguas leyendas que condenan las uniones
interétnicas —que en la época tenían lugar y eran bien vistas— y
alaban el papel evangelizador de la mujer —con alguna historia real
que contradice ese mensaje—. Malinali ejerce ambos papeles legen-
darios y míticos, por una parte, y de otra, también su historia se
relaciona con la realidad, con la historia que se conoce en nuestros
días de ese pasado. Malinali es compañera y traductora de Cortés, y
de otros españoles, y esposa de Jaramillo, se cristianiza y aconseja a
su pueblo de origen sobre la “conveniencia” de la nueva fe. Y si bien
no acaba muerta y su alma vaga en pena como en las leyendas orales
populares de las princesas indias que se unían a un español, sí que la
tradición cultural posterior la condena duramente, aunque sea sim-
bólicamente, a deambular cual fantasma generación tras generación,
por cinco siglos, hasta la actualidad.
64 MALINALI, UNA REINTERPRETACIÓN CULTURAL

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ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 65

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66
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 67

LA ENTREGA Y EL BAUTISMO DE LAS DONCELLAS


TLAXCALTECAS: LAS PRIMERAS REACCIONES
ANTE EL CRISTIANISMO

Angélica Rodríguez Maldonado

Después de haberse anotado tan notable triunfo al lograr la alian-


za con los tlaxcaltecas y de contar con su ayuda y apoyo, Cortés deci-
dió, al día siguiente de la visita de los señores de Tlaxcala, ir hacia la
cabecera de la provincia junto con su gente; todos iban bien
pertrechados y alertas ante una posible emboscada. El conquistador
manifestó su deseo de que fuesen con ellos los mensajeros de
Moctezuma, y desde Tlaxcala los despacharía, prometiéndoles que
permanecerían junto a ellos en los aposentos que les fuesen asignados.
La ruta seguida por Hernán Cortés, en su camino hacía Tlaxcala,
fue Iliyocan,de ahí paso a Técoac, luego a Atlihuetzian y finalmente
a Tlaxcala.
“El primer recibimiento fue en Tzompanzingo, lugar importante
de Tlaxcala, para después pasar a Atliquitlan, enseguida bajaron a
Tizatlán que era el lugar cabecera de Xicoténcatl, donde éste poseía
sus casas y es aquí donde recibió a Cortés por su avanzada edad”
[Muñoz Camargo, 1998: 200], pues le era difícil desplazarse.
Para iniciar su marcha hacia el centro de la provincia, los españo-
les contaron con la ayuda de los indígenas de carga; emplearon en
el desplazamiento veinticuatro días, arribando a la cabecera de
Tlaxcala el 23 de septiembre de 1519. Cuando se avisó a los caciques
que Cortés y su gente avanzaban hacia la ciudad, se adelantaron
para preparar el recibimiento y alojamiento de tan singulares hués-
pedes. A un cuarto de legua de la ciudad, los cuatro caciques, junto
con sus familias, se aprestaron para recibir a los españoles: “también
vinieron de todos los lugares sujetos y traían sus libreas que los dife-
renciaban a unos de otros. Sus libreas fabricadas de henequén con
variadas labores y pinturas” [Díaz del Castillo, 1976: 129-130].
Tomaron parte también en el recibimiento los sacerdotes, sahu-
mando a todos; pero su apariencia física causó una mala impresión a
los conquistadores por sus largas cabelleras llenas de sangre, así como
sus crecidas uñas. Entretanto, la gente de la ciudad salía a las calles y

[ 67 ]
68 LA ENTREGA Y EL BAUTISMO DE LAS DONCELLAS TLAXCALTECAS

azoteas para verles llegar, haciendo grandes aclamaciones, unidas a


la música de flautas y atabalillos.
Una vez dentro de la ciudad, le trajeron a Cortés veinte piñas
confeccionadas con rosas de diversos colores y agradables aromas,
recibieron el mismo presente los acompañantes de Cortés que te-
nían un rango militar, sobre todo los de a caballo. Concluida esta
famosa ceremonia de encuentro y alianza, Cortés, Xicoténcatl y
Malintzi se fueron hasta donde habían de ser alojados e instalados
los españoles, para después reunirse y hablar de su pacto y ayuda en
oposición a Moctezuma, su principal enemigo. Los señores de
Tlaxcala les dieron bastimentos (gallinas de la tierra, pan de maíz,
tunas y legumbres) a los conquistadores, a los totonacas y demás
aliados indios; hasta los perros y los caballos recibieron su parte du-
rante su estancia de veinte días.
Sin duda fue un acontecimiento muy importante en la historia de
la conquista de México el que, durante estos días, los españoles y su
gente pudieron descansar, tranquilizarse y considerar que habían
salido airosos en las batallas sostenidas contra los numerosos ejérci-
tos indígenas y con muy pocas bajas en sus filas.
En reciprocidad hacía los señores de Tlaxcala por el recibi-
miento y las advertencias que a cada momento les hacían sobre
los mexicanos, les fue entregada gran parte de las mantas finas
enviadas por Moctezuma.
El sitio que les sirvió de habitación, “era la mejor casa de la ciu-
dad, donde había tres o cuatro patios muy espaciosos con tantos y
tan capaces aposentos que consiguió Cortés sin dificultad la conve-
niencia de tener unida a su gente y a los embajadores de Moctezuma”
[Solís, 1973: 135]. Sin duda el factor más importante de la estan-
cia de Cortés en Tlaxcala fue la alianza duradera que estableció,
y la amistad con los señores Maxixcatzin y Xicoténcatl el Viejo.
La cortesía y el buen trato con que fueron acogidos tuvieron bue-
nos resultados.
Los tlaxcaltecas deseaban fortalecer su alianza con la entrega de
regalos, pero a causa del cerco mexicano poco les pudieron dar, a no
ser alimentos y mujeres. Durante su estancia en las casas reales les
fueron presentadas a Cortés más de trescientas esclavas muy jóve-
nes, destinadas al sacrificio de sus dioses. Al principio no las quería
aceptar por prohibirlo así su religión, pero el percatarse de que el
no hacerlo sería tomado como un gran desaire, y tras haber hablado
con fray Bartolomé de Olmedo, Cortés consintió al fin en recibirlas
para el servicio de Malintzi.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 69

Aprovechó la ocasión para decirles que el rey de Castilla deseaba


que se deshicieran de sus ídolos y abandonaran la práctica del sacri-
ficio humano; les enseñó imágenes del Niño Jesús y de la Virgen
María, y les propuso que si querían ser sus hermanos y que acepta-
ran a sus hijas, deberían adorar al Dios cristiano y abandonar a sus
ídolos; de no hacerlo, irían al infierno al morir y allí arderían por
siempre jamás.
A pesar de haber asistido a una misa de agradecimiento por la
paz, celebrada por el clérigo Juan Díaz, Maxixcatzin y Xicoténcatl
preguntaron: ¿Cómo podían pensar que abandonarían a sus dioses?
¿Qué dirían sus hijos y sus sacerdotes? El pueblo se enojaría. Ante
este razonamiento, fray Bartolomé de Olmedo aconsejó a Cortés
con gran prudencia: “No es justo que por fuerza los hagamos ser
cristianos... No quisiera yo que se hiciera hasta que tengan conoci-
miento de nuestra santa fe”. Varios de los capitanes más cercanos,
Lugo, Velázquez de León y Alvarado, estuvieron de acuerdo con esa
decisión. Los tlaxcaltecas respondieron que con el tiempo podrían
convertirse en cristianos. Entretanto los españoles los convencieron
de que limpiaran y quitaran sus ídolos de un templo para poner el
lugar a disposición del culto cristiano, allí colocaron una cruz y la
imagen de la Virgen María.
Relata Bernal Díaz del Castillo: “...y parece ser tenían concertado
entre todos los caciques de darnos sus hijas y sobrinas, las más her-
mosas que tenían, que fuesen doncellas por casar, y dijo el viejo
Xicoténcatl: ‘Malinche, porque más claramente conozcáis el bien que
os queremos, y deseamos en todo contentaros, nosotros queremos
dar nuestras hijas para que sean vuestras mujeres y hagáis genera-
ción, porque queremos teneros por hermanos...
‘Yo tengo una hija muy hermosa, y no ha sido casada, quiérola
para vos.’ Y asimismo Maxixcatzin y todos los demás caciques dije-
ron que traerían sus hijas y que las recibiésemos por mujeres; y dije-
ron otras muchas palabras y ofrecimientos... Cortés les respondió a
lo de las mujeres, que él y todos nosotros se lo teníamos en merced,
y que en buenas obras se lo pagaríamos... otro día vinieron los mis-
mos caciques viejos y trajeron cinco indias, hermosas, doncellas y
mozas, y para ser indias, eran de buen parecer y bien ataviadas y
traían para cada india otra india moza para su servicio y todas eran
hijas de caciques. Y dijo Xicoténcatl a Cortés: ‘Malinche, ésta es mi
hija y no ha sido casada, que es doncella, y tómala para vos’” (Se
trataba de doña Luisa Teohquilhuastzin).
Mientras los señores caciques al ver que algunas de las mujeres
70 LA ENTREGA Y EL BAUTISMO DE LAS DONCELLAS TLAXCALTECAS

indígenas se hallaban bien con los españoles, que éstos las trataban
como señoras, tomaron la decisión de entregarles algunas de sus
hijas, junto con las otras trescientas jóvenes, y todas ellas fueron re-
cibidas a condición de que fueran bautizadas. Los tlaxcaltecas pensa-
ron que, así, sus hijas criarían una generación de hombres tan valientes
y temidos como los recién llegados, con los que emparentarían aun sin
la celebración del matrimonio cristiano, ceremonia que no considera-
ban necesaria; ya que para ellos lo importante era sellar su amistad y
consolidar la alianza militar en el campo de batalla.
Madariaga señala que estas jóvenes doncellas pasarían a ser par-
te de una de las instituciones más difundidas entre la sociedad espa-
ñola de la época: la barraganía. Las barraganas eran mujeres cristia-
nas, solteras, de buena fama, que venían a ser una especie de concu-
binas reconocidas y oficiales. Fueron tomadas por los conquistado-
res solteros en calidad de esposas en todo menos en el sacramento;
eran tratadas con respeto, se les reconocía como “doñas”, no fueron
esclavas, sino señoras; aceptadas legalmente con todos los honores y
privilegios y los hijos producto de estas relaciones fueron admitidos
jurídicamente y tratados sin ninguna discriminación; si bien no po-
dían heredar la primogenitura. Estas mujeres podían contraer matri-
monio más adelante o disolver la unión sin que la mujer y los hijos
habidos perdieran los derechos que el contrato les otorgaba. Con todo
la situación de vida de estas jóvenes si bien era legal, era desigual.
A cambio de las indígenas que le fueron entregadas, Cortés man-
do traer de Cempoala algunos presentes como telas, capas, sal, que
fueron recibidos con gran beneplácito por parte de los señores.
Sin duda las nobles tlaxcaltecas fueron bautizadas antes de ser
entregadas a los capitanes de Cortés. Así, Tecuiloatzin, hija de
Xicoténcatl, recibió el nombre de Luisa y fue entregada a Alvarado;
la hija de Maxixcatzin, Zicuetzin, de la que se decía era muy hermo-
sa, recibió el nombre de Elvira y fue dada a Juan Velázquez de León;
y las otras, llamadas Toltequequetzaltzin, Zacuancózcatl y
Huitznahuazihuatzin, fueron para Sandoval, Olid y Ávila. A partir
de ese momento, los oficiales de mayor rango tendrían una mujer
indígena y, a las pocas semanas, muchos soldados encontrarían una
también; por lo que los mestizos no tardaron en llegar.
Como los españoles fueron bien recibidos en las casas y palacios
de Xicoténcatl, Maxixcatzin procuró pedir a Cortés que él y toda su
gente pasase a su señorío, cuya cabecera era Ocotelulco. El conquis-
tador consideró que le convenía tener contentos a todos los señores
y en especial a Maxixcatzin, quien desde un principio y aun sin co-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 71

nocerle había mostrado una gran inclinación hacía él, por lo que
decidió complacerlo y acompañarlo hasta sus tierras. En Ocotelulco
pasaron algunos días de descanso siendo objeto de atenciones y gran-
des festividades.
Durante su estancia en Tlaxcala, tanto Hernán Cortés como Pe-
dro de Alvarado, su acompañante, recibieron una especial denomi-
nación. Al primero le llamaron Chalchiuh Capitán, es decir, capitán
de gran estima y valor. En tanto que nombraron al segundo Tonatiuh,
porque decían era hijo del sol por ser rubio y apuesto. En tanto
permanecían en tierras tlaxcaltecas, los conquistadores españoles,
aun después de haber pactado la paz y hecho la alianza, se mante-
nían recelosos y alertas contra un sorpresivo ataque. Tal actitud no
pasó desapercibida para los señores de Tlaxcala quienes les manifesta-
ron su inquietud, Cortés respondió que, aun siendo ellos buenos, era
útil permanecer en constante alerta a causa del reducido número de
españoles. Bernal da cuenta de la respuesta de los tlaxcaltecas: “ya que
aquí estás y te daremos todo lo que quisieres, hasta nuestras personas e
hijos y moriremos por vosotros; por eso demanda en rehenes lo que
fuere tu voluntad” [Díaz del Castillo, 1976: 130].
En las dos semanas siguientes a su llegada (octubre de 1519),
Cortés les habló de los beneficios del cristianismo, suceso del que se
enteraría el mestizo Muñoz Camargo, quien años más tarde reseñó
las conversaciones entre los señores de Tlaxcala y Cortés, acerca de
los objetivos de la expedición, de su origen y naturaleza. El conquis-
tador dio largas explicaciones sobre la relación de la religión cristia-
na y los poderes terrenales, criticó la práctica del sacrificio humano
y repitió que los españoles eran seres humanos como ellos; la única
diferencia era que ellos eran cristianos.
Después de la llegada de Cortés a Tlaxcala, los señores de las
cuatro cabeceras se preguntaron sobre la naturaleza y las intencio-
nes de los recién llegados: si eran mortales o dioses, si se quedarían
a vivir entre ellos; en este caso les ofrecieron escoger un buen sitio,
proporcionarles tierras, agua y ayudarles a construir sus casas.
A las preguntas hechas por Maxixcatzin y Xicoténcatl, Cortés,
valiéndose de Malintzi y de Jerónimo de Aguilar, respondió acorde
a la visión providencial propia del cristianismo, que todos eran cris-
tianos, por ser hijos del verdadero Dios; que venían de parte del
emperador don Carlos, que les había enviado por saber lo necesita-
dos que estaban de su fe y que los dioses que adoraban, y que eran
fabricados por sus manos, eran falsos. Afirmó que venía con el en-
cargo de apartarlos de los sacrificios crueles y a manifestarles que
72 LA ENTREGA Y EL BAUTISMO DE LAS DONCELLAS TLAXCALTECAS

después de esta vida había otra que era eterna y les hizo saber que,
para instruirles más, pronto llegarían los verdaderos ministros de
Dios. Por todo esto les pedía que le permitieran derribar sus ídolos y
aceptaran el bautismo para hacerse cristianos.
A cambio de tan difícil prueba de confianza, Cortés les prometió
ayudarles a emprender una guerra contra Moctezuma para tomar la
revancha por las arbitrariedades e injurias de las que habían sido
objeto. Los caciques se conmovieron ante tanta elocuencia, pero no
consintieron en la destrucción de sus ídolos por temor a incurrir en
graves castigos y calamidades para su pueblo. En cuanto a ir contra
Moctezuma, estaban dispuestos, así como someterse al emperador;
estaban en la mejor disposición para hacer la paz y la guerra.
Cortés continuó insistiendo en que los ídolos fueran destruidos y
los caciques tuvieron que aceptar esta determinación permitiendo
que “los ídolos fueran quitados, limpiado y encalado el lugar, para
colocar de inmediato una cruz, así como una imagen de la Virgen en
la que rápidamente se dijo una misa y en la cual fueron bautizadas
las doncellas nobles ofrecidas a Cortés” [Muñoz Camargo, 1998: 220].
Viendo Cortés la buena disposición hacia la nueva fe mostrada
por los tlaxcaltecas, fueron después bautizados los cuatro señores de
las cuatro cabeceras, por mano de Juan Díaz, presbítero que venia
por capellán de la armada.“Hecha esta general y pública conversión
a honra y gloria de nuestro señor y de su benditísima madre la siem-
pre Virgen María y señora nuestra, se comenzaron a bautizar luego
los otros muchos señores y caciques de esta República” [Díaz del
Castillo, 1976: 449].
Los nombres que se les dio en el bautismo a los señores principa-
les de Tlaxcala fueron los siguientes: Vicente Xicoténcatl, Lorenzo
Maxixcatzin, Bartolomé Citlalpopocatzin y Gonzalo Tlehuexolotzin.
Fueron padrinos de los cuatro señores: Hernán Cortés, Pedro de
Alvarado, Andrés de Tapia, Gonzalo de Sandoval y Cristóbal de Olid.
Ese día se hicieron grandes fiestas a la usanza española, con
luminarias por la noche y con la celebración de carreras de caballos.
Los indígenas, a su vez, efectuaron grandes danzas, además de ofre-
cer mucha comida y presentes a sus huéspedes.
Al parecer un gran número de tlaxcaltecas se convirtió y, según
Muñoz Camargo, al tiempo de bautizarlos se tuvo este orden: “un
día que se bautizaban los varones, se llamaban Juanes, otros en que
se bautizaban las mujeres se llamaban Anas, otro día Pedros, otros
Marías de suerte que venían por días los nombres de los varones y
hembras” [Muñoz Camargo, 1998: 221]. Señala además que se les
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 73

hacía entrega de una cedulita en la que se escribían los nombres de


los bautizados aquel día, además de llevar una especie de padrón o
registro de los bautizados en la provincia de Tlaxcala. Situación difí-
cil de aceptar tomando en cuenta las condiciones de ese momento
que eran de tensa calma. Habría que pensar que tanto tlaxcaltecas
como españoles recelaban unos de otros, y aun no habían tenido oca-
sión para demostrarse la fidelidad y ayuda que se habían prometido
tras la alianza, lo que sí era un hecho es que ambos bandos iban tras
una alianza militar y los beneficios que de ella pudieran obtener.
Después de que Cortés y su gente fueron recibidos en Tlaxcala en
septiembre de 1519, tras grandes fiestas y muestras de entusiasmo
por parte de los señores de Tlaxcala ataviados con vistosas ropas de
tela roja o blanca, precedidos por los sacerdotes con capuchas blan-
cas, que portaban unos braceros ardientes para sahumar a tan im-
portantes visitantes, el conquistador dedicó las dos semanas poste-
riores a su llegada a hablar con los señores sobre los beneficios del
cristianismo, la relación de la religión cristiana y los poderes terre-
nales; a la vez que criticó las prácticas religiosas indígenas, sobre
todo la del sacrificio humano.
Por medio de estas largas conversaciones, Cortés logró conven-
cer a los caciques para que aceptaran el bautismo de manos del clé-
rigo Juan Díaz, aunque en un reciente artículo el doctor Rubial García
señala, tras una acuciosa investigación historiográfica, que
Maxixcatzin recibió el bautismo de manos de fray Bartolomé de
Olmedo [Rubial García, 2000: 48].
Sin duda el caso de Tlaxcala fue especial, sobre todo porque ya se
había logrado la alianza y en ese momento se impuso la prudencia
del mercedario Olmedo, quien aconsejó al conquistador que, para
evitar una posible sublevación de los tlaxcaltecas como respuesta a la
destrucción de sus templos y a sus dioses, se les diera tiempo para
que aceptaran el cristianismo. Entretanto, los caciques mostraron
una actitud muy abierta, ya que manifestaron que creían que po-
drían convertirse en cristianos, pero sólo después de haber visto más
costumbres españolas.
Como los españoles valoraban su inmediata utilidad militar, pen-
saron que era mejor no ofender las creencias religiosas de los
tlaxcaltecas y, de acuerdo con la opinión de Olmedo, se aplazó su
conversión con el propósito de no repetir los hechos violentos vivi-
dos en Cempoala que habían terminado en una devastadora campa-
ña para destruir ídolos e imponer por la fuerza el cristianismo. Tal
vez pesó más en el ánimo de los españoles la ayuda militar en gran
74 LA ENTREGA Y EL BAUTISMO DE LAS DONCELLAS TLAXCALTECAS

escala de los tlaxcaltecas, así las crónicas testifican que en el territo-


rio tlaxcalteca no se cometieron los actos de destrucción anteriores,
sino que se valieron de medios aparentemente pacíficos para lograr
sus objetivos.
El resultado fue que se consiguió la ayuda militar que se espera-
ba, en tanto que la población seguía adorando abiertamente a sus
dioses; fenómeno muy generalizado en la provincia todavía hasta
cerca de 1530. Por lo anterior, el aspecto militar de la conquista fue
más fuerte y evidente que el religioso, ya que la población todavía
no estaba preparada para aceptar plenamente estas creencias. La
cristianización pasó a formar parte de la segunda etapa de la coloni-
zación española en Tlaxcala. La conversión de la población se inició
a finales de 1520 y se acrecentó con una mayor actividad
evangelizadora hacia la década de los años treinta del siglo XVI.
A pesar de las circunstancias que mediaron en los intereses políti-
co-económicos de hispanos y tlaxcaltecas que se concretaron en la
alianza militar, se han destacado y engrandecido algunos sucesos
religiosos de estos primeros tiempos, mostrándolos como actos so-
brenaturales y divinos, en los que se hizo evidente el toque provi-
dencial que caracterizó la conquista española, sobre todo a la histo-
ria cristiana de Tlaxcala; entre ellos está el que se refiere a la leyenda
del bautizo de los cuatro señores. Esta leyenda dio origen a otras,
pues desde fines del siglo XVI, Tlaxcala fue conocida como el lugar
en el que se había administrado el primer bautismo cristiano. Cere-
monia incluida en el Lienzo de Tlaxcala como parte de las escenas
vividas en esta primera época.
Otra leyenda muy difundida y que pudiera relacionarse con la
buena acogida y una entusiasta visión de la cristianización en Tlaxcala,
es la que se refiere a una cruz milagrosa que apareció de la noche a
la mañana en el lugar en el que los cuatro señores recibieron a Cor-
tés. Nuevamente el Lienzo de Tlaxcala recuperó el hecho. Se descri-
bió a la cruz como de buena hechura y de tres brazas de alto y fue
adornada por los indios con plantas y flores y llamada, tonacacuahuitl
“madera que da vida” [Mendieta, 1980: 245]. A fines del siglo XVI se
desconocía ya la ubicación de la cruz milagrosa, por lo que, años
después, varias poblaciones de la provincia se disputaron el honor
de su aparición, entre ellas Tizatlán, Atlihuetzia y Totolac.
De hecho, se ha establecido que los tlaxcaltecas no aceptaron de
buen grado una nueva religión ni en los tiempos de la conquista ni
en los años siguientes. Cortés les pidió que abandonaran sus ídolos;
pero se conoce la respuesta de Maxixcatzin en defensa de sus deida-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 75

des, rechazando el cristianismo y prometiendo su ayuda a los espa-


ñoles en todos los terrenos, excepto en lo religioso. Así, aún después
de 1521, tanto en Tlaxcala como en el resto de la Nueva España,
hubo ocultamiento y adoración secreta de los ídolos.
Gibson señala que la derrota militar contribuyó a debilitar la re-
verencia de los tlaxcaltecas a sus deidades a las que, en un principio,
habían querido sacrificar soldados españoles, lo que finalmente no
lograron; situación que aprovechó el conquistador para su benefi-
cio. En ese momento Tlaxcala era la pieza clave para Cortés y los
suyos, representaba la única posibilidad para conquistar y someter
al gran imperio mexica por lo que el conquistador tuvo que mos-
trarse tolerante y valerse de medios aparentemente pacíficos a
fin de persuadir a los tlaxcaltecas para adaptar uno de sus tem-
plos y destinarlo al culto cristiano. Los indígenas asistieron a una
misa como espectadores llenos de asombro, aunque Cortés y
Bernal Díaz señalan que se presentaron para orar y observar [Díaz
del Castillo, 1976: 245].
Bernal menciona a Maxixcatzin y Xicoténcatl el Viejo como testi-
gos de la primera misa celebrada en Tlaxcala a fines de septiembre
de 1519. Sin embargo habría que considerar su presencia como una
posible atención hacia sus distinguidos huéspedes, pues todavía per-
sistía en las mentes de los señores la idea de que era posible llevar al
cabo la alianza y participar en la guerra contra los mexicanos, sin
aceptar la fe cristiana.
Cortés se dio cuenta que no se había logrado la conversión de los
tlaxcaltecas al no hacerles comprender la existencia de un Dios po-
deroso y único que exigía todo el amor y la devoción de los conver-
sos. Los indígenas escucharon el mensaje sin que les causara la más
mínima inquietud, ya que lo entendieron como la existencia de otra
divinidad más, indudablemente poderosa, pero no única.
76 LA ENTREGA Y EL BAUTISMO DE LAS DONCELLAS TLAXCALTECAS

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ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 77

NOVOHISPANAS ILUSTRADAS Y REBELDES


78
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 79

SEXUALIDAD Y MITOS EN EL MÉXICO COLONIAL


Marcela Suárez Escobar

El concepto de Mito supone definiciones sobre connotaciones


infinitas1 que tienen formas e interpretaciones diferentes. Impli-
ca discursos de un carácter dramático y ejemplar y por ello, de la
mitología importa la influencia que ejerce en las posibilidades
de recepción, las formas que ésta asume y sus posibilidades de
supervivencia. Desde el punto de vista sociológico2 se ubica a éste
con referencia a la función que cumple en los distintos grupos
sociales en su significado moral y didáctico, o en su función
fortalecedora de tradiciones y costumbres con fines de control
social. El ejercicio de la sexualidad es un elemento fundamental
para las sociedades, las culturas y las vidas humanas, y por lo
mismo, foco de atención para innumerables discursos, entre ellos,
los mitos.
Para el caso de México colonial, la situación de conquista y
colonización generó conductas sexuales que se encontraban dis-
tantes del paradigma cristiano, situación que podía considerarse
un problema importante dado el contexto que enmarcaba esfuer-
zos de la Corona e Iglesia españolas por el logro de una comple-
ta evangelización, y una construcción de una nueva sociedad ape-
gada a las normas cristianas. Esta situación tuvo como consecuen-
cia la producción de leyes, bandos, ordenanzas, sermones, re-
glas, catecismos y cánones que intentaron regular, controlar y
prohibir aquellos ejercicios que se encontraran fuera del modelo
cristiano de conyugalidad. Esto generó varias interpretaciones
posteriores, algunas de las cuales construyeron el mito de la exis-
tencia de una sociedad colonial reprimida, en donde unas nor-
mas históricas que la oprimieron continuaron en una forma li-
neal reprimiendo a una sociedad ahistórica. Esto es inexacto, si
el análisis se enfoca a los marcos conceptuales y contextos, se
constatará que los discursos no siempre corresponden a las reali-
dades.

[ 79 ]
80 SEXUALIDAD Y MITOS EN EL MÉXICO COLONIAL

LOS DISCURSOS

Las normas de la moralidad con frecuencia tratan de conservar el


orden existente, y la sexualidad se convirtió en un asunto de moral,
de poder, y por lo tanto de control social.
Se consideraba al matrimonio monogámico elemento esencial para
la consolidación de la familia como primer elemento para el orden
social. Dentro de éste, un orden patriarcal se daba por natural y la
legislación y los discursos así lo marcaron. Como desde los escritos de
San Pablo se había colocado a las mujeres en un lugar de subordinación
en la doctrina cristiana,3 y el discurso cristiano todo lo permeaba, tanto
en España como en sus colonias se restringieron derechos a las muje-
res en aras de la creencia en su inferioridad física y mental con res-
pecto a los varones.4 Las leyes estipulaban que las mujeres requerían
de tutela masculina para aceptar una herencia,5 se las excluía en mu-
chas ocasiones de las actividades que implicaran mando o gobierno,
no podían legitimar a los hijos,6 y renunciaban a su soberanía sobre
transacciones legales cuando contraían matrimonio.
Pablo, el apóstol, consideraba a las mujeres generadoras de peca-
dos7 y por “su peligrosidad” les asignó el deber de sumisión en la
relación conyugal.8 Las mujeres casadas por tanto sufrían mayores
restricciones que las que no lo estaban, la legislación las colocaba
bajo la tutela del marido renunciando a su soberanía sobre casi to-
das las acciones públicas e incluso también en ocasiones las priva-
das. Los hombres no requerían de autorización para actuar en nom-
bre de sus esposas, y, con el pretexto de “protegerlas”, manejaban
sus propiedades e ingresos, y podían autorizar o desautorizar con-
tratos o donaciones.9
El honor estaba vinculado muchas veces a la sexualidad femeni-
na y esta última al control social. El honor como algo que se posee
de lo que otros carecen era una base muy importante para la dife-
renciación social; la pérdida del honor por conducta sexual consti-
tuía un elemento de inferioridad social, junto con la indecencia, la
falta de higiene y la rusticidad. La conducta sexual masculina no
tenía consecuencias legales, pero las mujeres “sueltas”, no “decen-
tes” —cuando la decencia se vinculaba a la castidad en la soltería, y a
la viudez y a la fidelidad en el matrimonio— perdían derechos.
Aquellas mujeres que vistieran como prostitutas no tenían dere-
cho a procesar al hombre que las ofendiera,10 y en delitos sexua-
les como bigamia, incesto, adulterio y amancebamiento se las
castigaba igual que a los hombres.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 81

La Nueva España se encontraba regida por la legislación españo-


la gran parte de la cual provenía de su etapa medieval y estaba cons-
tituida por varios cuerpos jurídicos que se fueron superponiendo y
combinando, a estas leyes se agregaron normas específicas para el
Nuevo Mundo lo que constituyó el Derecho Indiano. Esta legisla-
ción contuvo normas para la regulación, control y prohibición de
aquellos ejercicios sexuales que se encontraban fuera del modelo
cristiano de conyugalidad, existiendo una culpabilidad decreciente
del adulterio a la barraganía.11
Las penas para los infractores sexuales correspondieron a cual-
quiera de las cuatro formas de táctica punitiva empleadas en la his-
toria de la humanidad: la deportación, expulsión, destierro o des-
aparición física del individuo; el rescate, la recompensa, pago de
deuda o multa; las marcas infamantes en el cuerpo y el encierro.
El destierro se empleaba para que las parejas no tuvieran contac-
to, esta pena se aplicaba a bígamos, amancebados y en ocasiones, a
los adúlteros. A los curas solicitantes se les desaparecía temporal-
mente para que no se diera el escándalo, se les cambiaba de sede y
se les impedía el contacto con las feligresas; a los que sí se desapare-
ció en forma definitiva en los siglos XVI y XVII fue a los homosexuales,
y ésto se hizo en la hoguera. Las marcas infamantes como los azotes
se aplicaron a sodomitas y el emplumado a alcahuetes y lenonas. La
recompensa o pago se daba en algunos casos de violación y estupro,
o cuando la virginidad de la dama se había perdido bajo la promesa
masculina de matrimonio y éste no podía efectuarse. El encierro se
aplicó a prostitutas o mujeres de vida “poco arreglada”.
Todos estos transgresores padecían antes del castigo un encierro
con el fin de tenerlos a buen recaudo en tanto se realizaban las in-
vestigaciones y se efectuaba el proceso, a veces este encierro era su-
ficiente como castigo para los adúlteros, pues interesaba unir a los
matrimonios, y en ocasiones se extendió para los solicitantes y las
mujeres de “vida desordenada” como parte de la pena. Para las
mujeres el encierro era más difícil ya que en muchas ocasiones no se
concretaba a una simple reclusión en una institución, sino que abar-
caba una institución mayor denominada “depósito”. El depósito12
era una práctica que nunca se definió claramente y aparentaba no
ser sanción aunque en realidad sí lo era, consistía en un encierro de
las mujeres para “protegerlas” y “vigilarlas” de los males exteriores
o interiores; les impedía su libertad y las obligaba a realizar trabajos
en contra de su voluntad y sin remuneración alguna, ya que las mu-
jeres depositadas generalmente lo eran en casas de hombres de pres-
82 SEXUALIDAD Y MITOS EN EL MÉXICO COLONIAL

tigio de la comunidad, teniendo que efectuar alguna labor para el


depositante a cambio de su estadía. Esta sanción se empleó incluso
para mujeres no infractoras, como para las desposadas para prote-
gerles su virginidad antes de la boda, después de todo, “su fragili-
dad y debilidad física y mental estaba fuera de toda duda.”
Para el siglo XVIII, las reformas introducidas por los Borbones ex-
tendieron su poder por y sobre las fuertes corporaciones, entre ellas
la Iglesia, fue entonces cuando el ejercicio de sexualidades no per-
mitidas se hizo un problema más que religioso, civil, y su control
pasó —con excepción de las infracciones de bigamia y solicitación—
a manos exclusivas del Estado. En ese tiempo se incrementaron le-
yes, pragmáticas y cédulas reales para regular desde los matrimo-
nios, hasta la sexualidad de los soldados y la prostitución.13 La Coro-
na se esforzó por lograr una nueva organización bajo un orden más
racional, intentó desaparecer tradiciones y supersticiones, y al mismo
tiempo pretendió sacar a los diablos y pecados de la sexualidad.

CONDUCTAS Y RESISTENCIAS

En general durante los tres siglos del virreinato, las acciones de la


Iglesia y el Estado a través de sus tribunales tuvieron que ser muy
abiertas y con cierto tono tolerante, debido a que los procesos no
siempre correspondían a los delitos debido a denuncias falsas, erro-
res en la recepción del discurso cristiano o simplemente ignorancia
de los acusadores y acusados. Como señala Solange Alberro con res-
pecto al Tribunal del Santo Oficio,14 algunos “pecados” en realidad
no lo eran, el territorio de la Nueva España era muy grande y las
comunicaciones difíciles, por lo que las posibilidades de perseguir
delitos eran pocas dada también la gran mezcla de razas y la amplia
movilidad de la población.
Entonces, a pesar de discursos y restricciones las mujeres salieron
a trabajar a las calles participando activamente en el comercio infor-
mal y en casos de gran necesidad en la prostitución.15 Desde fines
del siglo XVII las mujeres empezaron a resistirse ante los patrones de
conducta impuestos y fueron introduciendo nuevos comportamien-
tos a la cotidianidad.16 Muchas mujeres de la clase pobre se emplea-
ron como domésticas y para el siglo XVIII en la Real Fábrica de Taba-
co; otras trabajaron como costureras, bordadoras, y las de la clase
intermedia llegaron a tener sus propios negocios de costura, pana-
dería y recauderías o se convirtieron en corredoras de diversas mer-
cancías. Se prefería contratar mano de obra masculina,17 pero gran
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 83

cantidad de mujeres laboraron aun a pesar de los bajos ingresos que


recibían. De hecho, los datos del censo de 1811 revelan que la mujer
constituía una tercera parte de la población económicamente activa.
Como ejemplo, Pilar Gonzalbo afirma que para fines del siglo XVIII
en la ciudad de México las mujeres solteras —no casadas, no vírge-
nes— constituían del 18 al 27%, y si se agregaban las viudas, el nú-
mero de mujeres no casadas superaba al de las casadas,18 que mu-
chas mujeres mantenían a sus hijos y ellas y sus vástagos eran so-
cialmente aceptados. Algunas recurrían a la prostitución para com-
pletar el ingreso y era tan conocida esta labor, que incluso existió
una Guía de Forasteros de la Ciudad de México —recogida por el
Tribunal del Santo Oficio— que recomendaba los mejores lugares
en donde se ejercía. Entre los documentos que aún sobreviven del
Santo Tribunal existen unos versos que previenen y aconsejan sobre
algunas prostitutas muy conocidas de la Ciudad de México19 y dis-
cursos irreverentes que algunos realizaban, como Tebanillo González
que fue juzgado por la Inquisición por realizar dibujos obscenos y
escribir poemas como este:

...el chiristiano le da el culo


al Dios mismo que lo crió
y a su hijo lo da por nulo
y christiano yntituló...20

En general las autoridades —principalmente los inquisidores— pre-


firieron ubicarse en un nivel entre la ignorancia y la tolerancia, sin acep-
tar, eso sí, ningún escándalo ni discurso que justificara la fornicación.
Hombres y mujeres compraban hechizos para el amor, y ya sea con
fetiches, con conjuros o con los pequeños pajaritos llamados chuparosas
intentaron, pese al catolicismo, atraer a sus amantes.21
Se exaltaba la bondad del encierro femenino en el hogar, pero si
las mujeres pobres no pudieron asumirlo por la necesidad de em-
pleo, las de la clase alta se rebelaron para los últimos años del Siglo
de las Luces. Fue cuando algunas aristócratas abrieron sus salones
para tertulias literarias y políticas e hicieron cotidianos fiestas y pa-
seos.22 Para fines del virreinato hasta la moda femenina cambió, de
los vestidos llenos de tela se cambió a los “Túnicos”, muy a la france-
sa que develaban más el cuerpo femenino. “El Despejo” desplazó al
recato y a la timidez, y se introdujo la moda del “Cortejo” que con-
sistía en la costumbre de algunas aristócratas de tener en casa un
pretendiente invitado con anuencia del marido.
84 SEXUALIDAD Y MITOS EN EL MÉXICO COLONIAL

Los adulterios continuaron como producto de necesidades límite


en un contexto de un matrimonio monogámico indisoluble; muchas
mujeres buscaron otra “protección” ante maltratos maritales y poca
autosuficiencia económica. Ante los estigmas para la mujer trabaja-
dora, algunas mujeres de la clase media prefirieron prostituirse en
privado para sobrevivir.23 Vivieron en amancebamiento los que por
alguna razón tenían impedimentos para casarse, los que vivían “al
día” emocional y económicamente, los adúlteros que lograban una
relación duradera, los que no contaban con permiso para casarse, el
clero que deseaba el calor de una mujer y una familia o aquellos que
temían a una relación de bigamia.24 En general los amancebados
pasaban por casados, y sólo en pocas ocasiones, en general cuando
intervenía otra falta, éstos eran descubiertos. Los amancebados nunca
calificaron moralmente la falta, sabían que cometían infracción y
trataban de evitar su conocimiento público.25
Los curas —dado el celibato forzoso y en muchas ocasiones la
vocación obligada— continuaron solicitando favores sexuales de sus
feligresas y muchas de ellas aceptaron gustosas la relación que im-
plicaba algún intercambio, o a veces, admiración y amor. Algunos
tuvieron hijos como Fray Francisco González en el año 1796. El frai-
le vivía en amancebamiento con Mariana Albornoz —mujer de clase
pudiente— no convivía con ella permanentemente pero de su rela-
ción nació una niña. Cuando esto sucedió el sacerdote compró a dos
reos a los que otorgó la fianza para salir de la cárcel a cambio de un
favor. Josefa Fabián se casaría con Faustino Cervantes con el nombre
de Mariana Albornoz. El sacerdote compró así el nombre para que
su amante al tener a la niña, pudiera afirmar que era del marido con
el que se había casado.26
En el mundo colonial las contingencias y aventuras materiales y
humanas fueron muchas, y una paradoja resultante de ello era la
falta de la bigamia o la insistencia de las personas de cumplir excesi-
vamente con Dios, a pesar de los múltiples problemas que significa-
ba ser bígamo. El polígamo tenía que mentir para realizar un nuevo
enlace pues para casarse se requería ser soltero o viudo, corriendo el
peligro de enfrentarse al Santo Oficio. Hubo osados que en su afán
por cumplir con el sacramento llegaron hasta a falsificar documen-
tos, como Doña Ignacia Romanategui, mujer de clase pudiente, que
en Cartagena de Indias presentó una acta de defunción de su pri-
mer marido, Don Juan de Lara, para poder casarse de nuevo. El
documento provenía de México y la Inquisición de Cartagena man-
dó el documento a verificar, el delito se descubrió cuando el Tribu-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 85

nal al revisar el documento descubrió su falsedad ¡por cuestión de


formas! pues la pobre Doña Ignacia no se había actualizado en las
nuevas formas de redacción de las actas de defunción.27 En suma,
los bígamos continuaron casándose para obedecer a Dios.
En fin, a pesar de los discursos y prohibiciones, los documentos de
la época nos muestran que las personas no siempre ajustaron la con-
ducta a los mandatos. En realidad los discursos se empequeñecieron
ante las necesidades urgentes de la vida, quizá éstos fueron débiles, o
más bien, las pulsiones fueron más fuertes que la Corona y la Fe.
Gramsci señala que cada individuo no es sólo la síntesis de las
relaciones existentes sino también la historia de esas relaciones,
quizá la construcción de una moral de la posmodernidad que
nos espera, no deba de obedecer a principios generales, sino más
bien a realidades contingentes. Carlos García Gual señala que
cuando los mitos dejan de ser creídos necesitan ser
reinterpretados para lograr nuevas recepciones,28 también que
éstos reflejan a la sociedad que los creó y los mantiene, si las
pulsiones sexuales implican una de las fuerzas más poderosas y
difíciles de controlar, ¿qué tipo de sociedad empleará qué meca-
nismos para el control del ejercicio de la sexualidad en el siglo
XXI ?
86 SEXUALIDAD Y MITOS EN EL MÉXICO COLONIAL

Notas
1
Carlos García Gual. La Mitología, interpretaciones del pensamiento mítico.
Barcelona, Montesinos, 1989, p.10.
2
J. Frazer. La Rama Dorada. México, Fondo de Cultura Económica, 1991,
passim.
3
Jean Delameau. El Miedo en Occidente. Madrid, Taurus, 1989, p. 479.
4
Pilar Gonzalbo. Las mujeres de la Nueva España. Educación y vida cotidiana.
México, El Colegio de México, 1987, pp. 27-35
5
Josefina Muriel. Los Recogimientos de Mujeres. México, UNAM, 1974, p.17
6
José María Ots Capdequí. El Estado español en las Indias. México, FCE, 1982,
p. 107.
7
I. Corintios, VII:1.3
8
Philipe Ariés et, al., “El amor en el matrimonio” en Sexualidades Occidentales,
México, Paidos, 1987, pp. 182-183.
9
Silvia Marina Arrom. Las mujeres de la ciudad de México, 1790-1857. México,
Siglo XXI, 1988, p.86.
10
Archivo General de la Nación de México, en adelante AGNM, Ramo
Inquisición. Vol. 1157, exp. 8 año 1777.
11
Marcela Suárez. “De amores y castigos. Algunas consideraciones sociológicas
sobre el poder y la sexualidad en los albores del siglo XIX en México”, en
Sociológica, Año 9, Num.26. Sep.-Dic. de 1994.
12
Deborah Kanter. Mujeres depositadas: A View from the Countryside. University
of Virginia, 1990, passim.
13
AGNM. Ramo Bandos y Ordenanzas. Vol. 11 f9, Vol. 15 f1.
14
Solange Alberro. Inquisición y Sociedad en México 1571-1700. México, FCE.
1988 pp 21-29.
15
AGNM. Ramo Criminal. Vols 84 y 89 .
16
Carmen Martín Gayte. Usos amorosos del XVIII en España. Barcelona,
Anagrama, 1987, passim
17
Silvia Marina Arrom, op, cit,. p.30
18
Pilar Gonzalbo, op, cit,. pp. 151-152.
19
AGNM. Ramo Inquisición Vol. 548-3. Exp. 6.
20
AGNM. Ramo Inquisición. Vol. 1505, 1a parte Año 1789.
21
AGNM. Ramo Inquisición. Vol. 1088 exp 1 Año 1768. Ver caso de Fetiche,
para ver hechizos con pajaritos véase Ramo Inquisición Vol. 1078 exp 9. Año 1766.
22
Carmen Martín Gayte, op, cit,. p.32.
23
Silvia Arrom, op, cit., p. 193
24
Marcela Suárez. Sexualidad y Norma sobre lo prohibido. México, UAM, 2000,
pp. 225-226.
25
Ibid. pp. 225-232.
26
AGNM. Ramo Criminal, Vol. 607, exp. 6.
27
AGNM. Ramo Inquisición, Vol. 1285, exp. 17 . Año 1788
28
Carlos García Gual, op, cit., prólogo.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 87

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

Archivo General de la Nación México, Ramos Inquisición, Criminal y Ban-


dos y Ordenanzas.

Bibliografía
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Suárez, Marcela. 2000. Sexualidad y Norma sobre lo prohibido. México, Uni-
versidad Autónoma Metropolitana.
88
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 89

BRUJA, SUPERSTICIOSA O IGNORANTE


Indira Dulce M. Palacios García

El título de este trabajo define las etapas que vivieron las mujeres
que se dedicaron al arte de partear en un lapso aproximado de 300
años. Primero con una tradición heredada de Europa, ligada a la
persecución de lo femenino y representada en la figura maligna o
perversa de las brujas que nos llegó con la conquista; más tarde,
ante la persistencia de tradiciones prehispánicas que se combinaron
con las europeas en la Nueva España, manifestándose en ciertas cos-
tumbres de las mujeres de esa sociedad colonial, particularmente
con las que se dedicaban al oficio de partear y eran acusadas por
superstición. Y, finalmente con la actitud a la que se enfrentaron las
parteras ante la llegada de la razón Ilustrada, cuando se encontra-
ron ante la desventaja de nuevas reglas para ejercer en ese oficio; ya
no eran brujas, ahora se sabía que éstas no existían, sí eran supersti-
ciosas se aceptaría que no era por mala voluntad, simplemente eran
ignorantes, y esa fue su desventaja ante una ciencia que era de do-
minio masculino.
Tenemos entonces que en el periodo de interés para este trabajo,
la época de la colonia, se modificaron algunas características de las
mujeres dedicadas al oficio de partear y su papel dentro de la socie-
dad novohispana, sobre todo al ser vínculo entre otras mujeres, de
niveles distintos pero de necesidades similares.

SINCRETISMO Y MESTIZAJE: LA MAGIA


EN LAS MUJERES NOVOHISPANAS

Como ya se ha mencionado, a las parteras se les identificaba con las


brujas medievales de Europa, lo cual pudo ser resultado de una acti-
tud de defensa hacia lo desconocido, como lo era la maternidad y en
general las funciones femeninas para los hombres de la Edad me-
dia. Así surgieron en el imaginario personajes singulares como las
hechiceras, quienes por una mínima paga vendían un poco de espe-

[ 89 ]
90 BRUJA, SUPERSTICIOSA O IGNORANTE

ranza o ilusión1 que sirviera para aliviar la realidad privada de las


mujeres, y hasta de algunos hombres, que vivieron durante el perio-
do de dominio español. Estas hechiceras eran, por supuesto, muje-
res que en muchos casos se ocupaban de curar, atender partos y
afirmar que tenían algún poder “mágico”.
Después de la conquista española, la combinación de prácticas
paganas con cristianas, dio lugar a reconocidas supersticiones colo-
niales. Por ejemplo, citemos la oración, un aporte cristiano median-
te el cual se realizaba la invocación a lo divino2 y era, como hasta
hoy, una forma de alivio muy socorrida por las mujeres. Por otro
lado, el conjuro es el aspecto mágico que puede identificarse como
una herencia pagana; era herramienta tanto de los indígenas como
de las “brujas” europeas para invocar el poder de la naturaleza y de
otros espíritus. Es en el conjuro donde parece radicar una mayor
fuerza dentro de las prácticas mágico-curativas de la cultura occi-
dental y no en la sustancia, animal, mineral o vegetal, que sirviera
como medicamento.
Podemos ir identificando los elementos de culturas distintas que
dieron origen al sincretismo de la realidad colonial novohispana, en
la cual la mujer no podía permanecer al margen, ya que de un lado
y de otro, indígena o europeo, ellas tenían que ser quienes se esfor-
zaran para mantener viva su memoria ancestral, o sucumbir ante
una nueva y distinta cultura. Entonces, la mujer se ha visto como
preservadora e innovadora de cultura, dado su papel de enlace en-
tre las dos formas de vida que se encontraron.
Así, la mujer indígena tuvo que adaptarse a las transformaciones
que se dieron por los cambios demográficos y económicos, y ante
una amenaza que no era sólo física, igual de difícil sería el dominio
ideológico que penetró principalmente a través de la evangeliza-
ción. La mujer indígena se incorporó a la vida occidental sirviendo
como criada, encomendada y, muchas veces, siendo nodrizas de los
hijos de europeos. Con ello no se dio una desvinculación con sus
orígenes, al contrario, tuvieron la oportunidad de compartir su tra-
dición con los recién llegados, y de ahí llegar a una combinación de
costumbres que nos da otra característica de la cultura novohispana,
el mestizaje.
Debemos recordar que el mestizaje no fue sólo resultado de la
unión biológica de indígenas con españoles, pues a lo largo del
periodo colonial se sumaron otros elementos de diversos oríge-
nes, particularmente consideramos la presencia de los negros y
su tradición afroantillana que enriqueció la tradición mágico cu-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 91

rativa colonial ya mencionada y que veremos fue parte de nues-


tras parteras.
Con todo y que los negros fueron explotados en beneficio de los
colonizadores, se les identificaba por lo aislados, poco a poco se in-
tegran en grupos si conseguían su libertad, o aun dentro de su escla-
vitud, y de esa manera también intentaban mantener viva su memo-
ria o rescatar elementos para crear una nueva identidad. La magia
era una de sus formas de manifestar su cultura negra, y muchas
ocasiones fue la causa o el pretexto para perseguirlos y acusarlos
ante las autoridades, como el Santo Oficio de la Inquisición don-
de se pueden encontrar suficientes ejemplos y sobre todo de
mujeres negras o mulatas. Sin duda sus prácticas pudieron re-
presentar una forma de “violencia ofensiva”,3 es decir, una forma
de atacar aquello con lo que no estaban conformes, en éste caso
el dominio y la imposición de una cultura, que era la cristiana,
totalmente ajena a ellos.
La convivencia temprana de los cristianos con los negros, en su
condición de esclavos, pudo despertar en éstos un sentimiento de
repudio hacia esa vida que se les imponía, dándose diversas mani-
festaciones de rebeldía. Al mezclarse los esclavos con las mujeres
indígenas o mestizas o españoles y negras, se pueden identificar dos
situaciones: por un lado aquellos esclavos habían sido arrancados de
sus orígenes, luego entonces, era difícil que se identificaran con una
cultura que los expoliaba.
Por otro lado dentro de la escala de castas, como resultado del
mestizaje, los grupos mestizos de negros, por lo general llamados
mulatos, se encontraban en la base de la pirámide social.
Por su parte el grupo dominante debía hacer un esfuerzo para
eliminar las manifestaciones paganas, tanto de los naturales como
de los negros que ellos mismos trajeron y de esa manera evitar la
“contaminación” entre dominados, si bien hoy reconocemos la
circularidad de la cultura, es decir el intercambio de ideas, prácticas
y costumbres en distintos niveles de una sociedad, de las capas supe-
riores a las inferiores y a la inversa, que hace inevitable esa “conta-
minación”.

LAS HUELLAS DE LAS PARTERAS EN LA NUEVA ESPAÑA

Ante la dominación, lo que se trataba era de erradicar la tradición


nativa e imponer la de los conquistadores, sobre todo su religión, de
ahí que las instituciones, que en Europa funcionaban como
92 BRUJA, SUPERSTICIOSA O IGNORANTE

reguladoras del orden, en la colonia se encargaban de evitar las


manifestaciones que atentaran contra las costumbres de los
dominadores. Para nuestro estudio se considera a dos de las institu-
ciones coloniales: El Real Protomedicato, que se encargaba de lo
relacionado con las prácticas médicas, y El Santo Oficio de la Inqui-
sición, claro para evitar todo aquello que atentara contra la fe cris-
tiana, y las acusaciones por prácticas mágico-curativas eran una for-
ma de atentado, pues resultaban de la combinación de tradiciones
no cristianas, pero que de alguna manera terminaban afectando a la
cultura dominante.
Ahora bien, si la cuestión es indagar sobre las mujeres que se
encargaban de cuidar y atender a las embarazadas antes y durante el
parto, se debe mencionar que realmente no es fácil encontrar ras-
tros de aquellos que a lo largo de la historia han ocupado los sitios
más humildes y tratándose de mujeres la situación se complica. Sin
embargo fue posible encontrar algunas pistas de las que pudieron
ser las primeras parteras de la Nueva España, pues al tratarse de
mujeres que ejercieron el arte de partear para sobrevivir, se rescata-
ron sólo aquellas que por sus prácticas contrarias a la religión cristia-
na, llamaron la atención de la autoridad eclesiástica, ya que a lo lar-
go del periodo colonial, la autoridad médica no parece haberles pres-
tado mayor atención, al menos no hasta que se dio un cambio de
mentalidad con la que aparecería un reglamentación en el ejercicio
del arte de partear.
La historiografía tradicional no se ha ocupado, hasta hoy, de do-
cumentar mujeres si su vida no parece relevante o destacada para la
sociedad, por ello el apoyo en la búsqueda de nuestras parteras se
dio en la historiografía médica, donde la imagen de la partera tam-
poco está apartada de descalificaciones por sus costumbres dentro
de su ejercicio. De esta manera se puede retomar lo que el connota-
do médico e historiador del siglo XIX, Francisco de Asís Flores, dice
al hablar de la obstetricia en el periodo metafísico de nuestro país:
“... esa turba de tenedores y comadronas nada pudieron escribir so-
bre el (arte de partear)”4 claro, pues no sabían escribir, de allí que
sus huellas sean más difíciles de encontrar. Es entonces cuando la
memoria de los olvidados se intenta rescatar en lo que otros pudie-
ron decir de ellos, aunque sea en los registros menos dignos, en el
recuerdo de los disidentes de una sociedad que los califica de crimi-
nales. Por estas razones las huellas de nuestras parteras se pudieron
encontrar en los archivos de la Santa Inquisición, donde llegaban
los enemigos de la sociedad cristiana novohispana.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 93

Si bien es cierto que antes de la llegada de los españoles ya se


contaba con la figura de la partera, que de hecho era una mujer
respetada, la situación debió cambiar tras la conquista, aunque po-
demos pensar que las mujeres indígenas pudieron ser atendidas por
sus propias parteras. La tlamatquitícitl, o médica nahua, de quien afor-
tunadamente sí se ha rescatado parte de su memoria a partir de los
mismos evangelizadores como Sahagún,5 pero eso podía suceder
entre comunidades indígenas con menos penetración española, y
aquí lo que buscamos es el impacto ante una nueva cultura que sur-
gió del mestizaje y el sincretismo.
Entonces tenemos que con las mujeres que llegaron de la Penín-
sula, posiblemente al inicio se apoyaron entre ellas mismas, con sus
madres por ejemplo. Aunque en una relación de profesionistas mé-
dicos del siglo XVI,6 se menciona al menos a dos parteras: Beatriz
Muñoz, tal vez española pues no se da de ella mayor información, se
trataba de una persona honorable. La otra partera o “comadro-
na”, como se les denomina, fue una mujer llamada María “la
moralla”, de quien se encuentra una breve pista, en los archivos
de la Inquisición, pues fue acusada de hechicera,7 y aun cuando
no se tuvo acceso directo al documento, podemos deducir que su
origen era moro, de ahí su apelativo y su desventaja a los ojos del
Santo Oficio.
Para el siglo XVII la presencia española ya era definitiva, así que la
convivencia entre mujeres naturales y peninsulares era parte de lo
cotidiano, así como la creciente presencia de las castas. Para ese siglo
se puede acceder a un caso muy especial, el de Catalina González,8
de la que se dice era “mulata y vieja partera”, fue acusada por su-
persticiosa en 1627, ya no por hechicera. Si digo que su caso era
especial es precisamente porque conforme avanza su expediente se
van encontrando pruebas de su relación con otras mujeres de la so-
ciedad colonial, tanto para solicitar su servicio como para que les
enseñara su oficio. Además se van sumando datos particulares, como
que era viuda, así que tenía que ver por sí misma.
En las declaraciones aparece para acusarla Inés Jerez, esposa de
un encomendero, por lo que debió ser española y la que aceptó ha-
ber sido ayudada por la partera nada menos que siete veces para
parir, lo cual da buena referencia de su ejercicio, si no ¿por qué la
volvería a llamar? Ya veremos que su capacidad no es la que se pone
en duda, sino algunas de sus prácticas. Más adelante es acusada por
Constanza de Maldonado de la que sí se específica que era española,
con ella se confirma el intercambio de prácticas y tradiciones que he
94 BRUJA, SUPERSTICIOSA O IGNORANTE

mencionado, pues esta mujer aceptó ser ella misma quien retiraba
las reliquias, símbolos cristianos, a sus hijas cuando iban a parir,9 y
esa es la razón original por la que fue acusada la partera. Lo impor-
tante aquí es que vemos el vínculo de un madre española con la
partera mulata y de ambas con las hijas, sin duda criollas, con lo que
la circularidad cultural va desarrollándose.
Continuando con el expediente, existen al menos otras cinco
mujeres que denunciaron a la partera, entre ellas otras dos parteras
a las que la misma Catalina enseñó el oficio. Las acusaciones son por
el retiro de reliquias, lo que atenta a las creencias cristianas, o por
haber dado algún bebedizo, lo que haría suponer alguna práctica
“hechiceril”. Sin embargo ninguna de las mujeres la acusa por la
muerte de alguna parturienta o de algún recién nacido, lo que sería
prueba de su capacidad en el oficio, pero ésto no pareció ser tomado
en cuenta.10 Para mí, el caso de Catalina González es uno de los
ejemplos más claros sobre la necesidad de la presencia de las parte-
ras, no sólo en la cuestión de su oficio, sino como enlace de cultura
y sobre todo, una forma de relación entre mujeres para esa época
donde era difícil transgredir lo privado de su vida y hacerlo parte de
lo público, reservado a los varones.
Ya entrando en el siglo XVIII se pueden encontrar casos de parte-
ras acusadas aún por brujería o prácticas de hechicería, como fueron
los casos de Josepha de Zárate, “La chepa”11 en 1721, mulata una
vez más y que es presentada realmente como si se tratara de una
bruja. De forma similar se encuentra en 1753 el caso de Marcela,12
acusada de enfermar a una parturienta que tuvo un disgusto con la
mencionada partera, lo cual descubre la verdadera razón de su supues-
to delito, ya que en este caso aparece un médico para valorar a la afec-
tada, pero no logra la curación de la misma, por lo que se sostiene
que era víctima de un maleficio del que se culpa a la partera.
El porqué se acusa en ocasiones a parteras y curanderas se hace
notar en un caso de 1792, cuando es denunciada otra partera, Agus-
tina Carrasco, acusada por un negro de haber cometido maleficio
contra su esposa y en este caso es el oficial de la Inquisición quien
hace notar que en ocasiones eran los temores o las revanchas las que
propiciaban este tipo de acusaciones, afirmando que “la mayor par-
te son falsedades y ficciones de los mismos de quienes atribuyen
semejantes delitos”. La creencia de brujería se va descartando, acer-
cándose a un plano más racional, propio de la época que iniciaba.
Finalmente tenemos en el archivo de la Inquisición un caso más,
en 1798, donde se puede concretar la idea que hemos venido mane-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 95

jando sobre la concepción que se tenía sobre las parteras a lo largo


de la época colonial. Aquí encontramos a una mujer española ha-
ciendo la denuncia de una vieja partera llamada Lorenza.13 La de-
nunciante recién había llegado de la península y venía embarazada,
por lo que le fue recomendada la partera, pero no aceptó ser atendi-
da por la misma ya que le sugirió que tomara unas “yerbitas” para
no sentir dolor, lo que por supuesto estaba en contra de los desig-
nios de Dios.
Pero en este caso llama la atención la presencia de una autoridad
médica, el cirujano, que en el siglo XVIII se comenzaba a considerar
como el adecuado para la atención de los partos, y también se llamó
al boticario, ambos para calificar las yerbas utilizadas por la partera.
Sin embargo ella no quiso confesar de qué yerbas se trataba argu-
mentando que ese era uno de sus secretos, así como ellos tenían los
suyos para su trabajo, digamos que se trataba de un celo profesional.
Además la acusación, aun cuando se hace ante una autoridad ecle-
siástica por considerarse una superstición, realmente es hecha por-
que la mujer embarazada temía por su vida, en un sentido más
conciente de un posible daño por las yerbas desconocidas y su efec-
to real y no mágico.
Así, el pensamiento de la época colonial se ha ido transforman-
do, aunque no tanto la actitud hacía las mujeres que ejercían como
parteras que, como se ha mostrado, no pertenecían a grupos favore-
cidos; por el contrarío su oficio surgió ante la necesidad de
sobrevivencia. Ya en el ocaso del siglo XVIII se hace hincapié en que
mujeres como las que encontramos en los expedientes de la Inquisi-
ción, no eran lo ideal para la atención de los partos, pero entonces
¿qué opciones había tanto para quienes querían dedicarse al oficio
como para quienes necesitaban de sus servicios? Puedo asegurar que
en la Nueva España, hasta esos momentos, no existía ninguna op-
ción de formación ni de atención para todas las mujeres que lo nece-
sitaban.

LA INFLUENCIA DE LA ILUSTRACIÓN EN EL ARTE DE PARTEAR

Los intereses políticos estaban cambiando, la conformación de las


naciones estado trajo consigo un nuevo interés por los individuos
que las conformaban, lo que implicaba prestar mayor atención a su
bienestar, por su puesto a su salud, aunque el cambio se fue dando
poco a poco, incluyendo la aceptación de una nueva forma de “venir
al mundo”, atendido no sólo por mujeres capaces, sino también ha-
96 BRUJA, SUPERSTICIOSA O IGNORANTE

ciendo participes a los médicos, los hombres de ciencia que hasta


entonces despreciaban la atención de las mujeres, particularmente
de los partos. Si bien la preocupación por una atención adecuada a
la madre y particularmente al recién nacido no se dio sólo entre los
hombres de ciencia, la Iglesia se vio también en la necesidad de
considerar a las parteras para que participaran en la salvación de
vidas, si no lo podían hacer para el cuerpo del recién nacido en la
tierra, si era importante que se prepararan para salvar las almas de
los inocentes.
Así es que un primer acercamiento al problema que representaba
la atención a la maternidad, fue más por un sentido de fe que de
salud, con interés no sólo de la Iglesia sino del propio Estado Ilus-
trado que reinaba ya en España. Lo anterior se refleja en la obra del
padre Francisco Ciangiamila, la Embriología Sagrada,14 realizada a
petición del monarca Carlos III, en 1749, y que no es precisamente
un tratado científico, ya que su fin era promover la aplicación del
bautizo tanto en los recién nacidos vivos, como en aquellos que fue-
ran producto de un aborto o tuvieran alguna malformación. Se diri-
ge no sólo a la parteras o comadres, también lo hace a los médicos,
confesores y sacerdotes, aunque es obvio el interés por las primeras,
ya que eran las que en primera instancia atendían a las mujeres
embarazadas, pero la inclusión de otros para dicho fin, refleja en
cambio de mentalidad en lo que se refería a que ya no sólo podían
ser tratadas por mujeres en sus menesteres.
De esa obra se desprendió otra más breve que tuvo al parecer
mayor difusión en el reino español, Los Avisos Saludables a las parteras
de Ignacio Segura,15 tratándose de un librillo donde el autor ya no
sólo sintetizó las sugerencias de Ciangiamila, Segura era médico por
lo que daba, además algunos consejos para el ejercicio de las parte-
ras descartando algunas de las prácticas supersticiosas más comu-
nes, como el uso posterior de la placenta y membranas, llamadas
“pares” así como de imágenes u oraciones que no fueran las acepta-
das por la Iglesia. Además Segura se ofrecía para instruir a las parte-
ras, aunque afirmaba que sería como “una limosna” tanto para ellas
como para las criaturas que atenderían, con lo que se confirma que
en la generalidad se trataba de mujeres pobres. Este pudo ser el
primer manifiesto escrito en la Nueva España, sobre el oficio de
las parteras, en él se buscaba sin duda dar inicio a un control
sobre el ejercicio del también llamado “arte de partear” recono-
ciendo su importancia y de aquellas que lo llevaban al cabo.
Ahora bien, si hablamos del cambio de mentalidad y del arribo
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 97

de las ideas Ilustradas, debemos saber cuál fue la actitud de otras


autoridades distintas a la Iglesia, específicamente de los hombres de
ciencia hacia las parteras de la época. Regresando al siglo XVI y a la
Península, de donde provenían la mayoría de las leyes para las colo-
nias españolas, se sabe que fue establecido un examen para las par-
teras por los reyes Fernando e Isabel, lo que llevó al Real
Protomedicato a establecer cuotas como requisito para las que sien-
do examinadas quisieran ejercer.16 Pero la cuota se convirtió en
soborno pues al parecer las parteras pagaban para no ser exami-
nadas y seguir “trabajando”, de tal manera que hasta el siglo XVIII
no había registro de alguna partera examinada en España, así
como no lo había al menos hasta iniciado el XIX para la Nueva
España, donde se supone que se debía hacer efectiva la disposi-
ción Real.
Ante la carencia de una regulación efectiva en el arte de partear,
y reconociendo el Estado la necesidad de legislar sobre el mismo,
fue como en 1750 apareció por disposición de Fernando VI, la indi-
cación de que las parteras fueran examinadas bajo las condiciones
que enseguida veremos, así como la publicación de una Cartilla para
que aquellas mujeres que así lo quisieran, se apoyaran para su ins-
trucción. La “Cartilla Nueva, útil y necesaria para las parteras...”,17
es un librito a manera de catecismo, con preguntas y respuestas sen-
cillas y accesibles para aquellas mujeres que sabían leer, por supues-
to no muchas y menos nuestras reconocidas parteras. Fue solicitada
por el Real Protomedicato al doctor Antonio Medina en 1750, pero
no fue sino hasta 1806 cuando se divulgó en México y en ella se
encuentra la definición y el objetivo del arte de partear, así como la
anatomía genital femenina y algunas escasas técnicas para el oficio,
además mencionaba algunas características físicas de las matronas,
que siempre debían ser mujeres. La cartilla al parecer se hizo común
en España, aunque tardó en llegar los reinos trasatlánticos.
El examen quedó en manos del Real Protomedicato, y para po-
der sustentarlo se debían cubrir los siguientes requisitos: “ solicitud
consabida en el papel sellado de a dos reales, fe de bautismo, infor-
mación de limpieza de sangre y de buena vida y costumbres, certifi-
cado de haber practicado tres o cuatro años con un cirujano y parte-
ra aprobados ...”18 Además, si eran casadas, debían presentar con-
sentimiento del esposo, y en caso de ser viudas, presentarían una
certificación del párroco de que eran “viudas honradas”, de ningu-
na manera podían ser solteras.
Ante tales exigencias, era realmente difícil que alguna de las mu-
98 BRUJA, SUPERSTICIOSA O IGNORANTE

jeres que se dedicaban al oficio cumpliera ya no digo con todos, sino


con algunos requisitos, simplemente recordemos los casos de la In-
quisición, casi todas eran mulatas, con lo que no cubrían la limpieza
de sangre, el pago de los trámites también era un obstáculo, y difícil-
mente conseguirían una carta de “buenas costumbres”. Pero dentro
de todo lo menos lógico era que pudieran comprobar su formación
en una institución o al lado de un médico honorable, pues hasta el
siglo XIX, los médicos, tanto por moral como por desinterés, no se
dedicaban a la atención de los partos, mucho menos a formar parte-
ras.
Por lo que tal parecía que no había mucha intención de calificar
a aquellas mujeres que se dedicaban a la atención de los partos, al
menos no a las que comúnmente lo hacían, que parecían ser las más
despreciadas, que se habían formado al lado de sus madres o de
alguna otra partera que les transmitió su conocimiento, lo cual tam-
bién significaba que de aceptar las condiciones de la autoridad, de-
bían renunciar a sus tradiciones vistas como supersticiones.

PARTERAS QUE SE ACERCARON AL ORDEN ILUSTRADO

Debieron existir también parteras digamos más aceptadas o, al me-


nos, toleradas por su capacidad, como fue el caso de aquellas que se
encargaban de atender a las honorables damas que recurrían a la
sala de “partos ocultos”,19 perteneciente al hospicio de la ciudad de
México y que podemos considerar como la primera clínica de ma-
ternidad, pues era para esos momentos el lugar más adecuado para
ese fin, manteniendo ciertas medidas de higiene y seguridad tanto
para la madre como para el recién nacido.
Sin embargo ese lugar estaba reservado para mujeres que por su
posición social no podían dar a conocer sus embarazos, para mante-
ner el honor de su matrimonio, el decoro de las familias y la paz y
tranquilidad de la sociedad. Por lo que en secreto eran atendidas por
un sacerdote, alguna partera capacitada y en caso de ser necesario, la
partera era apoyada por un médico o un cirujano, guardando siem-
pre la identidad de la madre. Así que las parteras que ahí colabora-
ban debían de alguna forma ser aprobadas, tal vez por el sacerdote o
por el médico, aunque esas parteras no presentaron examen, debie-
ron cumplir con algunos requisitos, como la práctica en una institución
importante y al lado de un médico reconocido, debió faltarles segura-
mente uno de los más importantes, el de la limpieza de sangre.
Afortunadamente se encuentran dos casos de parteras examina-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 99

das, ya casi al final del periodo de dominación, iniciando el siglo


XIX, lo que he considerado como la excepción que confirmaría la
regla sobre las mujeres que queriendo ejercer el oficio, no cubrían
los requisitos tanto por la carencia de su formación como por sus
propios orígenes.
La prueba de la existencia de estas parteras se encuentra en los
archivos del Protomedicato, donde sólo dos parteras aparecen re-
gistradas para la colonia, la primera en 1816, y la segunda en 1818.
En ambos casos las solicitudes venían de la ciudad de Puebla hacia el
Protomedicato, por lo cual, sin otro antecedente me atrevo a firmar
que las primeras parteras novohispanas Ilustradas, fueron poblanas.
Tal afirmación cobra fuerza cuando se sabe que la primera cátedra
de partear se aprobó en 1814 en la ciudad de Puebla de los Ángeles,
en el Hospital de San Pedro,20 con lo que la formación de las parte-
ras quedaba garantizada. Sobre los requisitos de ingreso a dicha cá-
tedra no hay referencias, pero sin duda debieron apegarse a las dis-
posiciones del Protomedicato.
Desafortunadamente no se encuentra ya el expediente completo
de la primera partera sustentante de la que sabemos se llamaba
Ángela María Leite,21 aunque Tate Lanning debió tener oportuna-
mente el documento, pues afirmó en su obra sobre el Real
Protomedicato, que dicha partera solicitó ser examinada en su ciu-
dad, Puebla. Lo que se pudo confirmar fue que nació el 3 de octubre
de 1778, hija de españoles, era pues candidata ideal a “Obstetriz,”
como se le menciona en el expediente.
De la segunda partera se pudo saber un poco más, María Francis-
ca Ignacia Sánchez,22 en su expediente aparece la constancia de bau-
tizo que aseguraba haber sido presentada el día 13 de octubre de
1776 en la parroquia del Evangelista San Marcos de la ciudad de
Puebla, siendo española e hija legítima, presentó una carta de apro-
bación por parte del párroco, más adelante afirmaba que su madre
también había sido partera, con ella se inició en la práctica del “arte
obstétrico” además de complementar su instrucción en el Hospital
General de San Pedro. En la solicitud exponía que no contaba con
recursos suficientes para trasladarse a la ciudad de México y realizar
otros trámites, por lo que además de autorizar la omisión de algu-
nos pagos, se permite que una comisión se traslade a Puebla para el
examen. Así es como por fin una partera cubre de alguna manera
con los requisitos establecidos y se le otorga el título correspondien-
te para su ejercicio y, al parecer, no hubo otro similar en lo que resta
del periodo de dominación española de nuestro país.
100 BRUJA, SUPERSTICIOSA O IGNORANTE

Hasta aquí hemos visto, grosso modo, los orígenes de una profe-
sión en México, donde la mujer es el punto de partida, enfrentán-
dose siempre a los retos que implican los cambios de cada época.
Por supuesto que el avance científico, el cambio en las ideas y el
mismo proceso de independencia llevaron a otros cambios, tanto en
la formación de parteras como en la legislación sobre su ejercicio
ahora también de los parteros, aunque esa ya es otra parte de la
historia. La imagen de aquella partera-bruja medieval no ha des-
aparecido, vive en la misma mujer que, en la atención de otras mu-
jeres, busca una forma de sobrevivir, pero que sigue sin la oportuni-
dad de una enseñanza formal, preservando la sabiduría de sus ante-
cesoras.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 101

Notas
1
Alberro, Solange. 1994. “Herejes, brujas y beatas: mujeres ante el Tribunal
del Santo Oficio de la Inquisición.” En Presencia y Transparencia de la Mujer, México:
El Colegio de México, p. 89.
2
Gruzinsky, Serge. 1991. La Colonización de lo Imaginario. Sociedades indígenas y
occidentalización en el México español en los siglos XVI – XVIII. México. Fondo de
Cultura Económica, pág.165.
3
Alberro, Solange. 1998. Inquisición Y Sociedad 1571 – 1700. México: Fondo
de Cultura Económica, pág. 463
4
Flores Y Troncoso, Francisco de Asís. 1886. Historia de la Medicina en México,
desde la antigüedad a los tiempos actuales. México: Ed. Facsímil IMSS, pág. 396
5
Sahagún, Fray Bernardino de. 1981. Historia General de las Cosas de la Nueva
España. México: Editorial Porrúa, Libro VI, Cap. XVIII
6
Somolinos D’Ardois, Germán. 1911. Relación alfabética de los profesionistas
Médicos o en relación con la medicina. Que practicaron en territorio mexicano (1521-
1618). Capítulos de Historia medica mexicana, apéndice. México: Soc. Mexicana
de Historia y Filosofía de la Medicina, pág. 218.
7
Archivo: AGN. Acervo Inquisición, 38, 2. Restringido.
8
Archivo:AGN. Inquisición, 360. 55, f.159.
9
Idem. f. 488
10
Palacios García Indira D.M. 1999. La partera Colonial Hacía el Nuevo Orden
Ilustrado (1536-1831). Tesis de Licenciatura. México: Colegio de Historia. Facultad
de Filosofía y Letras, BUAP, pp. 66- 67.
11
Archivo: AGN, Inquisición. 798. 8, f.124
12
Archivo:AGN, Inquisición. 953.41, f. 309.
13
Archivo: AGN, Inquisición. 1313.12 f. 1-4.
14
Cangiamila, Francisco. 1778. Embriología Sagrada o tratado de la obligación que
tienen los curas, confesores, comadres y otras personas de cooperar en la salvación de los
niños que aun no han nacido, de los que nacen al parecer muertos, de los abortivos, de los
monstruos etc. Madrid: imprenta de Pedro Marín.
15
Segura, Ignacio. 1775. Avisos Saludables A Las Parteras, para el cumplimiento de
su obligación sacados de la Embriología Sacra del Sr. Doctor D. Francisco Manuel
Ciangiamila. México: Facsímil, UNAM.
16
Tate Lanning, John. 1997. El Real Protomedicato. La Reglamentación de la
profesión médica en el Imperio español. México: Facultad de Medicina, Instituto de
Investigaciones jurídicas, UNAM, pp. 428 - 429
17
Medina, Antonio. 1806. Cartilla Nueva Útil y Necesaria para las parteras para
instruirse las matronas que vulgarmente llaman comadres en el oficio de partear, con licencia
del superior gobierno. Madrid: Facsímil-UNAM.
18
Flores, ídem. Vol. II, pp. 190 – 191.
19
Muriel, Josefina. 1991. Hospitales de la Nueva España. T. II. Fundaciones del
Siglo XVII y XVIII. México: UNAM, pp. 197 – 198.
20
Archivo: AHAP. Actas de Cabildo, L.83 enero-diciembre 1814.
21
Archivo: AHFM. Protomedicato, Legajo X, exp. 12, f.1 (faltando una)
22
Archivo: AHFM. Protomedicato, legajo XII, exp. 15 f.1
102 BRUJA, SUPERSTICIOSA O IGNORANTE

BIBLIOGRAFÍA

Archivo General de la Nación, AGN


Archivo histórico del ayuntamiento de Puebla, AHAP
Archivo histórico de la Faculta de Medicina UNAM, AHFM
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co: Sociedad Mexicana de Historia y Filosofía de la Medicina.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 103

GERÓNIMA DE RIOJA, UNA VIUDA EN EL SIGLO XVII:


LA CONDICIÓN Y REPRESENTACIÓN JURÍDICA DE LA
MUJER EN LA NUEVA ESPAÑA

Raúl Aguilar Carbajal y Julieta de la Torre Herrera

…si una viuda sale de su casa, la juzgan por deshonesta;


si no quiere salir de casa, piérdese su hacienda;
si se ríe un poco, nótanla de liviana;
si nunca se ríe, dicen que es hipócrita;
si va a la iglesia, nótanla de andariega;
si no va a la iglesia, dicen que es a su marido ingrata;
si anda mal vestida, nótanla de extremada;
si tiene la ropa limpia, dicen que se cansa ya de ser viuda;
si es esquiva, nótanla de presuntuosa;
si es conversable, luego es la sospecha de la casa;
finalmente digo, que las desdichadas viudas hallan a mil que
juzguen sus vidas, y no hallan uno que remedie sus penas…

Fray Juan de Guevara, 1572.1

PRESENTACIÓN

La presente investigación es un acercamiento a la vida social y pri-


vada de una mujer viuda que habitó en la ciudad de México en el
siglo XVII, en las casas que se localizaban en la esquina de la calle del
Convento de San Francisco (hoy Francisco I. Madero) y la calle “que
va al Colegio de las Niñas”, que después se le conoció como Coliseo
Nuevo (hoy Bolívar),2 casualmente enfrente de donde hoy en día se
alberga la documentación sobre doña Gerónima de Rioja, nuestra
viuda, y que en el año de 1775 el Conde de la Torre de Cosío adqui-
rió para su beneficio. La operación de compraventa promovida ante
el Cabildo de la Ciudad originó una serie de averiguaciones acerca
de sus diferentes propietarios con el fin de conocer pormenores so-
bre la propiedad en cuanto a valor, censos, hipotecas, cesión testa-
mentaria, estado físico, trabajos de mantenimiento y mejoras en la

[ 103 ]
104 GERÓNIMA DE RIOJA, UNA VIUDA EN EL SIGLO XVII

construcción, entre otros, para determinar la legalidad de la tran-


sacción del inmueble.
El expediente que da cuenta de la vida de Gerónima de Rioja es
el más antiguo del Archivo Histórico de la Suprema Corte de Justi-
cia de la Nación y comprende documentos protocolarios que se acom-
pañan de las declaraciones de los testigos que dieron fe de las perso-
nas beneficiadas o mencionadas en los testamentos de doña
Gerónima de Rioja y de don Diego de Ortega, su marido, segundos
propietarios del inmueble. La última voluntad de la viuda, descrita
en su testamento, nos reveló muy valiosa información sobre una parte
de su vida privada y pública3, datos de interés que nos dicen mucho
acerca de la actitud de esta mujer ante una sociedad patriarcal en su
condición de viuda.

LA VIUDEZ EN LA NUEVA ESPAÑA

Bíblicamente la mujer fue creada del costillar del varón y entregada


a él bajo su potestad, verdad irrefutable para la doctrina cristiana y
que, aún hoy día, forma parte de la educación familiar. Al estudiar la
sociedad colonial de México la situación social de las mujeres se di-
buja pasiva, sumisa, silenciosa… imagen construida a partir de la or-
ganización patriarcal de la sociedad del virreinato; un estereotipo que
encasilla a las mujeres al ámbito de la casa y la familia bajo las órdenes
del jefe o cabeza de la misma, es decir, del padre, o del esposo.
Sin embargo, los documentos de la época nos muestran la pre-
sencia de la mujer novohispana en diferentes terrenos de lo público,
por ejemplo, como comerciantes al menudeo en plazas y mercados;
como despachadoras en varios negocios, entre los que se pueden
mencionar las pulquerías, pulperías o panaderías; como administra-
doras de su propia hacienda o comercio; actividades en las que, se-
gún el exponente masculino, no se requería de gran destreza men-
tal ni física, por lo tanto, se consideraban propias del sexo femeni-
no. La idea de la debilidad femenina se contrapone al observar la
participación de las mujeres en los diferentes tumultos acaecidos en
la Ciudad de México a lo largo de trescientos años de dominio espa-
ñol, su contribución a la dinámica comercial y la serie de procesos
judiciales que ellas siguieron por el maltrato de sus cónyuges.4 Por lo
anterior, no es válido pensar que la mujer novohispana siempre fue
de carácter sumiso, obediente y sobre todo improductiva.
El modelo ideal cristiano de la mujer sumisa, obediente, casta y
condescendiente se observó, se aplicó y se defendió sobre todo en
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 105

aquella parte de la sociedad que perteneció a un estrato social supe-


rior, es decir, españoles con título nobiliario, ricos comerciantes,
mineros y hacendados. Educar a sus mujeres bajo esta conducta fue
parte fundamental para un buen matrimonio que salvara o aumen-
tara la fortuna familiar, su posición social y su apellido… el amor fue
cosa secundaria.5
La dirección de la conducta y educación de los hijos partía de
la enseñanza de la doctrina cristiana, es decir, del amor a Dios,
del respeto y cumplimiento de los mandamientos y preceptos de
la Iglesia, discurso que muchas veces estuvo alejado de la reali-
dad si atendemos a las diversas denuncias por bigamia, blasfe-
mia, herejía, sacrilegio o todas aquellas que se calificaron de ofen-
sivas a la fe católica.
Por otra parte, el amor maternal por los hijos muchas veces se vio
violentado por cuestiones económicas de la propia familia. En situa-
ciones de pobreza y escasez de alimentos, los hijos varones son ex-
pulsados del hogar y denunciados como vagos para ser enlistados
en la milicia, es decir, son ofrecidos voluntariamente al servicio del
rey por la propia madre.
Esta separación de los hijos del seno familiar para ser encamina-
dos a un determinado tipo de vida, no obedece a una falta de amor
maternal, su concepción está por encima de un mero vínculo san-
guíneo, es la preservación, en ciertos casos de un apellido o de la
supervivencia de la familia.6
En estratos sociales superiores la situación no cambia: la herencia
paterna y materna estaba destinada a un solo heredero, el varón
primogénito que se encargaba de administrar los bienes y hacienda
de la familia y que procuraba aumentarlos. En el caso de las hijas,
como ya se mencionó, la dote matrimonial sólo le estaba reservada a
una de ellas. Para el resto de los hijos varones y mujeres, sus opcio-
nes se restringieron a la vida militar y conventual.
Ante el asedio del que pudieran ser objeto las mujeres viudas,
contaban con la protección de la Real Audiencia, por lo que, todo
agravio que sufrían se consideró delito de primera instancia.7 Asi-
mismo, la ley ordenaba el resguardo de las viudas pobres en una
casa de recogidas para salvaguardar su honor mientras no contraje-
ran matrimonio nuevamente. Se infiere entonces que, el estado de
viudez de la mujer no le otorgó libertad plena sobre su conducta y su
vida, pues se consideraba que era vulnerable a toda tentación car-
nal8, por ello, y para mantenerse a salvo de habladurías sobre su
modo de vivir, era común que las viudas, sobre todo las jóvenes,
106 GERÓNIMA DE RIOJA, UNA VIUDA EN EL SIGLO XVII

guardaran un año de luto para después poder contraer segundas nup-


cias y quedar nuevamente protegidas bajo el apellido del marido.9
Esta regla se observaba, según la ley antigua, para no incurrir en
pena de infamia, pérdida de arras, donaciones y legados del difun-
to, y no quedar sin herencia; ley que la Novísima Recopilación revo-
có y anuló para dar a las viudas plena libertad de unirse nuevamente
en matrimonio en el año que falleciere su primer marido sin incu-
rrir en falta alguna. Asimismo, ordenaba se cumplieran las disposi-
ciones respecto a las herencias correspondientes a los descendientes
del primer matrimonio.10
De acuerdo con la ley, una madre viuda podía ser tutora, alba-
cea y tenedora de sus hijos cuando estos fueran menores de edad
o mientras no tomaran estado matrimonial o sacerdotal. Pero tam-
bién, según la ley, ninguna mujer podía acudir por sí misma ante
una autoridad a levantar juicio alguno sin el consentimiento del
marido, padre o hermano mayor. Luego entonces, ¿en qué situa-
ciones o momentos las mujeres podían demandar acciones judi-
ciales por sí mismas? Los procesos judiciales donde la deman-
dante es una mujer ocurren en dos situaciones: porque se quere-
lla contra su propio marido o porque es viuda. Sin embargo, en
una acción testamentaria el testador podía otorgar poder judi-
cial y extrajudicialmente ante los tribunales a su propia esposa, a
su muerte.
En este sentido, y bajo este patrón social y de conducta, estudia-
mos el caso de doña Gerónima de Rioja, una de las siete hijas y
cuatro hijos del matrimonio entre el capitán Juan de Rioja e Isabel
Lezama, españoles.11

EL RECUENTO DE UNA VIDA

Dentro de los documentos que se tiene sobre esta mujer peculiar no


se menciona gran cosa sobre su infancia, no podemos determinar
con precisión el año de su nacimiento, aunque se puede inferir por
ciertos detalles que nació cerca de 1602, por ello, nos acercaremos a
ella en otra época de su vida: la de casada.
Es sabido que en todo vínculo matrimonial la dote de la mujer
fue un elemento importante para atraerse un buen partido, por lo
que generalmente se reservaba para una de las hijas de la familia: la
que prometiera una buena inversión. En este caso, Gerónima y su
hermana María, quien siempre vivió con su marido en las Filipinas,
pagaron dote matrimonial y las demás profesaron como monjas,
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 107

destino reservado a todas aquellas hijas de familia que no alcanza-


ban dote para el matrimonio.
Doña Gerónima se casó tres veces. La primera con don Juan de
Carreón; procrearon una hija de nombre Gerónima, quien falleció sin
dejar descendientes. Seguramente enviudó muy joven, por lo que des-
posó por segunda ocasión, y a escasos cinco meses de que falleciera
don Juan de Carreón, con don Diego de Ortega de 24 años, originario
de Valladolid, España, con quien tuvo siete hijos: Diego, Bernabé, An-
tonio, Juana, Magdalena, Francisca y Josefa. Por último, contrajo ma-
trimonio con don Marcos de Torres y Sosa de quien lo único que se
sabe es que no tuvo descendencia ni bienes que heredar de él.12
Aunque desconocemos el valor de la dote del primer matrimonio
de Gerónima, a ésta se sumó lo heredado de su difunto esposo, ya que
como legítima esposa que fue y al no haber descendencia, heredó to-
dos sus bienes, mismos que a su vez formaron parte de la dote para su
segundo casamiento.13 Esta riqueza seguramente la hizo una viuda de
buena posición económica y candidata a un buen matrimonio.
En los quince años de matrimonio con don Diego de Ortega, y
como ya se mencionó, procrearon siete hijos: tres varones y cuatro
mujeres14 y, sin perder el formulismo social, sólo una hija se preparó
para el matrimonio que en este caso fue la más pequeña: doña Jose-
fa; sus hermanas, se prepararon para la vida conventual. Cuando el
primogénito varón murió, la herencia paterna y materna correspon-
diente quedó indivisible, por lo que, los otros dos hijos varones fue-
ron dedicados a Dios en el convento franciscano.
En esta segunda etapa matrimonial de Gerónima de Rioja se tras-
luce una mujer dedicada a administrar e incrementar los bienes fa-
miliares por una parte y, por la otra, a guiar la vida de sus hijos.
Como madre de siete hijos, buscó de alguna forma asegurar el futu-
ro de cada uno de ellos mientras viviera el padre, pues a la muerte
de su cónyuge trató de asegurar la propia.
La última voluntad de don Diego de Ortega fue nombrar a su
esposa como albacea, tenedora, administradora, curadora y tutora
de todos sus bienes y los de sus hijos, otorgándole poder amplio y
cumplido para ejercer juicios ante cualquier juez o autoridad por su
“mucha virtud y capacidad”.15
De esta manera, doña Gerónima adquirió, en cierto sentido, po-
der de representación ante cualquier autoridad jurídica, función que
observó no sólo en el manejo de la herencia testamentaria de su
esposo don Diego de Ortega, sino también en la distribución de los
bienes y herencia de su padre entre sus hermanos y sobrinos.16
108 GERÓNIMA DE RIOJA, UNA VIUDA EN EL SIGLO XVII

La vida que llevó doña Gerónima de Rioja como mujer viuda, si


no fue de riqueza y lujo, tampoco lo fue de carencias. Como dueña y
administradora de una botica, ubicada en la parte baja de su casa en
la calle de San Francisco, conoció, pero no ejerció, el “arte de botica-
rio”, mismo que desempeñaron sus dos primeros maridos, aunque a
la muerte del segundo, no se sabe con certeza quién la atendió. El
encargo de la botica la llevó a seguir en el mundo de los negocios,
comerciando con boticarios de Valladolid y las Filipinas, como lo
hacía don Diego de Ortega, su difunto marido. Incluso, dentro de
su testamento declaró: “...diferentes personas, conventos y cofradías
me deben cantidades de pesos de medicinas que han llevado de la
botica que de presente no están ajustadas ni de presente se pueden
ajustar porque va prosiguiendo la dicha cuenta...”17
Pero no sólo estuvo inmiscuida en el mundo empresarial, sino
también en el judicial y entre las acciones que llevó a cabo en su
situación de viuda fue la venta de bienes inmuebles como fueron las
casas de su padre ubicadas en la calle que va del Colegio de las Niñas
al Convento de Nuestra Señora de Regina Coelli en mil 300 pesos,
suma que se repartió entre sus familiares después de descontar 600
pesos para el pago de gastos administrativos.18
Otra operación de esta naturaleza fue la venta, en 1654, de unas
casas chicas que se localizaron en la calle que va al Colegio de Niñas,
contigua a la casa principal y que pagaban un censo al Convento de
la Merced por 12 mil pesos, mismo que fue retirado a su petición y
por no aparecer registrado en el cabildo. 19 Estas diligencias
incrementaron y consolidaron su fortuna, a la que además se sumaron
los bienes a los que renunciaron sus hijas e hijo que profesaron.20
Dentro de su testamentaria da poder al capitán Antonio de Lera
Olivos para que mande vender sus casas en la ciudad de Valladolid
de los reinos de Castilla que heredó de don Diego de Ortega y da
poder a Baltazar de Resulta para que cobre el monto obtenido de la
venta y a su vez pide que éste lo entregue a sus albaceas.
Para mostrar ante los demás su linaje como española, tuvo para
su servicio dos esclavos en su casa: Domingo Machado, chino, y
Sebastiana de Sámano, mulata, ambos de 50 años, además de otra
en la botica: Antonia, mulata de 28 años; sin embargo, a pesar de la
mujer enérgica que era, también tenía su parte piadosa, lo que ob-
servamos cuando sus dos esclavos de la casa quedaron en libertad a
su muerte “por haber servido con todo amor, cariño y buena volun-
tad”, no así la mulata Antonia que siguió formando parte del inven-
tario de la botica.21
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 109

Siguió una vida regulada por su fe religiosa, profesó como her-


mana terciaria de San Francisco. Perteneció a dos archicofradías: El
Santísimo Sacramento y Nuestra Señora del Rosario; así como a dos
cofradías: De las Benditas Ánimas del Purgatorio y la Santísima Tri-
nidad22, aspecto de su vida que nos revela y confirma su posición
social, dado que la pertenencia a las archicofradías del Santísimo
Sacramento y a la de Nuestra Señora del Rosario, requirió del cum-
plimiento, por parte de los cófrades, de las obligaciones económi-
cas, en especie o efectivo, para las diferentes ceremonias religiosas
celebradas en honor del Santísimo Sacramento y de sus miembros
fallecidos. Las altas cuotas hacían imposible que cualquiera pudiera
participar en ella.
Para descargo de su alma y la de su familia fundó una capellanía
de misas rezadas que estuvo a cargo de su sobrino, el famoso pintor,
don Baltazar de Echave y Rioja23 y su esposa doña Ana del Castillo
por doce años y posteriormente de sus descendientes; como patrón
perpetuo nombró al padre prior de la orden de nuestra señora del
Carmen.24
Una tarea importante que no dejó pasar fue preparar cómo y
dónde sería sepultada. Según su voluntad su cuerpo debía ser amor-
tajado con el hábito de San Francisco y en 1668 pagó dos mil pesos
de oro común para quedar en el presbiterio del templo de San Fran-
cisco junto con los restos de don Diego de Ortega y de su padre don
Juan de Rioja.
Otra forma de mostrar su importancia dentro de la sociedad
novohispana fueron las donaciones para obras pías, lo cual queda
demostrado al ceder, entre otras cosas, una imagen de la Virgen María
decorada con marfil y corona de plata dorada e incrustaciones de
oro y perlas a la Congregación y Capilla de San Francisco Javier de
la Compañía de Jesús, así como diversas limosnas a lugares santos
como Jerusalén o lugares cercanos a la ciudad como fueron los san-
tuarios de la Virgen de Guadalupe, de los Remedios y de la Piedad.25
Como parte de su última voluntad pide a su albacea realizar las
gestiones para que pueda cobrar parte de la herencia paterna que
tenía depositada en su hermano, el capitán don Nicolás Antonio de
Rioja, así como otra parte que le heredó su hermana Inés de San
Gerónimo, destinando todo este dinero a los sacerdotes carmelitanos
para que lo gastaran en misas para la salvación de las almas de sus
familiares.26
Estos hechos, preparatorios a su muerte, además de revelarnos
su miedo ante la justicia divina, no dejan de ser un indicativo de la
110 GERÓNIMA DE RIOJA, UNA VIUDA EN EL SIGLO XVII

riqueza material en que se desenvolvió y que correspondió a la de


una mujer novohispana de cierta alcurnia.

CONCLUSIONES

Aunque el papel de la mujer en la Nueva España, dentro de la esfera


social privilegiada, estaba limitado al de hija, esposa y madre, con
dinero, carácter fuerte y un poco de suerte, su situación podía cam-
biar, como fue el caso de doña Gerónima de Rioja.
Si bien esta mujer no sabía leer ni escribir, sí supo pelear ante las
autoridades, ya sea civiles o eclesiásticas, y ante quien fuera necesa-
rio por sus derechos o lo que creía justo para sí y su familia. Con los
hechos que podemos percibir, realmente se confirma lo que don
Diego de Ortega mencionó acerca de su esposa con absoluto acier-
to en su testamento: “mucha virtud y capacidad”, lo cual también
nos deja entrever su bondad, hasta donde las circunstancias se lo
permitían.
Empero la singularidad de algunas de sus actividades, considera-
mos que eso no le impidió asumir los “deberes inherentes a su con-
dición y sexo” como las visitas sociales, cocinar, bordar y principal-
mente rezar.
Así como el de doña Gerónima de Rioja, hay muchos otros casos
que se pueden descubrir en los archivos. A fin de fomentar el estu-
dio de estas fuentes ricas en información, en el Archivo Histórico de
la Suprema Corte de Justicia de la Nación se pueden localizar cien-
tos de expedientes que dan cuenta de la historia de las mujeres ante
la justicia de este país.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 111

Notas
1
Guevara, 1529:276.
2
Las casas han sido objeto de diversas remodelaciones y modificaciones en su
diseño y distribución de los espacios desde su construcción en el siglo XVII hasta la
actualidad. Lo notable es que la planta baja donde se encontraban las accesorias
hoy son ocupadas por negocios de diferentes giros y donde se encontraba la botica
administrada por doña Gerónima de Rioja, ahora es un comercio de comida rápida.
3
Del análisis de un testamento es posible averiguar parte de la vida privada
del testador y su familia, sobre su condición social y económica e incluso de salud
al momento de testar. La acción testamentaria introducida por los españoles
también se extendió entre la población indígena, por lo que este tipo de
instrumento protocolario se ha convertido en una fuente rica en información
para la historia social. Véase Zárate, 2000; Rojas, Rea y Medina, 1999.
4
En los procesos criminales ejecutados por la Real Sala del Crimen por
tumultos, asonadas y revueltas populares ocurridas en diferentes puntos del
territorio de la Nueva España, se describe al grupo de participantes en donde
salen a relucir las mujeres, véase Archivo General de la Nación, fondo Criminal.
5
Para una visión sobre el origen de la nobleza novohispana y la forma en que
se entrelazaron las diferentes familias para asegurar su fortuna véase Artís, 1994;
Ladd, 1984.
6
Sobre la existencia del amor maternal entre sociedades antiguas véase
Badinter, 1980.
7
Véase MacLachan, 1976.
8
Malvido, 1986.
9
Escriche, 1993:713-714.
10
Ídem:714.
11
Sus hermanos fueron Juan, Juana, Inés, Sebastiana, Luisa, Nicolás Antonio,
Ana, María, Leandro y Gerónimo.
12
AHSCJN. Serie Asuntos Económicos s. XIX. Títulos de la casa que se compró
a los reverendos padres carmelitas en la calle del Coliseo Nuevo. Caja 547. Exp.
63005 (1775).
13
AHSCJN. Serie Asuntos Económicos s. XIX. Testamento de Doña Gerónima
de Rioja. Caja 547. Exp. 63005 (1672), fs. 143-155v.
14
Diego de Ortega hijo, murió joven y sin dejar descendencia; Bernabé de
Rioja y Antonio de Ortega ingresaron al convento de San Francisco en donde
mueren, sólo Bernabé dejó testamento; Juana de Rioja ingresó al convento
dominico de Santa Catalina de Sena y tomó el nombre de Juana de la Presentación,
donde falleció testando a favor de su madre; Magdalena y Francisca de Rioja y
Ortega profesaron en el convento de Nuestra Señora de la Limpia y Pura
Concepción con los nombres de Magdalena de San Gerónimo y Francisca de la
Ascención respectivamente, ambas testaron a favor de su madre; finalmente, Josefa
de Ortega y Rioja se casó con Baltazar de Contreras, de quien se divorció y separó
por las leyes eclesiásticas por golpes y maltratos físicos y verbales. Murió sin dejar
descendientes ni testamento, en AHSCJN, ídem., fs. 147-147v.
15
AHSCJN. Serie Asuntos Económicos s. XIX. Testamento de don Diego de
Ortega, Caja 547, exp. 63005 (1639), f. 31v.
16
AHSCJN. Serie Asuntos Económicos s. XIX. Transacción, concierto y paga
de legítimas entre los hijos y nietos herederos de Pedro de Rioja e Isabel Muñoz.
Caja 547, Exp. 63005 (1656), fs. 129-138v.
17
AHSCJN. Serie Asuntos Económicos s. XIX. Testamento de doña Gerónima
de Rioja. Caja 547, Exp. 8 (1672), f. 144.
112 GERÓNIMA DE RIOJA, UNA VIUDA EN EL SIGLO XVII

18
Ídem., f. 135.
19
AHSCJN. Serie Asuntos Económicos s. XIX. Carta de pago, redención y
cancelación de 12 000 pesos de principal y 600 de réditos que otorgó el convento
y frailes de nuestra señora de la Merced a favor de las casas que fueron de don
Diego de Ortega. Caja 2050, Exp. 8 (1658), fs. 117-121v.
20
AHSCJN. Serie Asuntos Económicos s. XIX. Testamentos de la madre Juana
de la Presentación (1647), fray Bernabé de Rioja, (1651), Magdalena de San
Gerónimo (1652) y Francisca de la Ascensión (1652). Caja 547, Exp. 63005, fs.
32v-45v.
21
Ídem., fs. 151-151v.
22
AHSCJN. Serie Asuntos Económicos s. XIX. Testamento de doña Gerónima
de Rioja. Caja 547, Exp. 63005 (1672), fs. 144v-145. Para conocer las funciones
sociales de las cofradías en la Nueva España véase Bazarte, 1989.
23
Uno de los mejores pintores barrocos, nacido en México en 1632; varias
obras suyas se pueden apreciar en la Catedral Metropolitana y en la Pinacoteca
Virreinal, ambas en la ciudad de México, de las cuales sobresalen Entierro de Cristo
y El triunfo de la Iglesia.
24
AHSCJN. Serie Asuntos Económicos s. XIX. Testamento de doña Gerónima
de Rioja. Caja 547, exp. 63005 (1672), fs. 148v-149.
25
Ídem., fs. 144v-150.
26
Ídem., fs. 145v. y 150 v.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 113

SIGLAS Y BIBLIOGRAFÍA

AHSCJN Archivo Histórico de la Suprema Corte de Justicia de la Nación


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Escriche, Joaquín. 1993. Diccionario Razonado de legislación civil, penal, co-
mercial y forense, con citas del derecho, notas y adiciones por el licencia-
do Juan Rodríguez de San Miguel, facsímil, edición y estudio
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incorporado el muy famoso libro de Marco Aurelio, Valladolid: impreso por
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Zárate Toscano, Verónica. 2000. Los nobles ante la muerte en México. Actitudes,
ceremonias y memoria (1750-1850), México: El Colegio de México/Insti-
tuto Mora.
114
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 115

SOR MARÍA DE JESÚS TOMELLÍN: EL IDEAL


DE MUJER NOVOHISPANA

Virginia Hernández Enríquez

Desde el punto de vista antropológico, la subjetividad es la con-


cepción del mundo particular de los sujetos, ésta no se puede redu-
cir al término de ‘ideología’, pues es algo mucho más amplio y abar-
ca toda la visión que un sujeto tiene en relación no sólo con la cien-
cia, sino con la religión, la magia, la mitología, el lenguaje, las creen-
cias, las tradiciones y las prácticas sociales. Esta visión del mundo
por lo regular se estructura a partir del entorno socio-cultural domi-
nante.
A las mujeres se les ha mantenido propiamente en la invisibilidad,
sólo aparecen o destacan aquellas que la ideología dominante del
momento consideraba importantes. Este es uno de esos casos, el de
una mujer casi santa, venerable. Una monja concepcionista poblana
y criolla del XVII: Sor María de Jesús Tomellín,1 cuya subjetividad
tuvo que conformarse de acuerdo a las prácticas vigentes de la
ideología patriarcal dominante de la Iglesia. El texto es una ha-
giografía, como otras tantas escritas con el propósito de servir de
modelo a otras mujeres y a la sociedad en general. Ésta fue escri-
ta por el clérigo Francisco Pardo en el año de 1676. La voz de la
protagonista se entrevera con el discurso patriarcal y en la hagio-
grafía se puede apreciar cuál era la concepción del mundo
novohispano y cómo su discurso normador influía en la constitu-
ción subjetiva. Este ensayo es una revisión somera de las condi-
ciones prevalecientes en la época, que nos permite dilucidar des-
de qué tipo de reglas y coerciones se conforma la identidad de
estas mujeres.
A decir de Marcela Lagarde, la subjetividad es:

El grado de elaboración, de complejidad y de especialización de


la concepción del mundo de los sujetos está determinado por su
acceso a sabidurías y conocimientos diversos, a la calidad de és-
tos, a la capacidad crítica y creativa del sujeto para reinterpretar

[ 115 ]
116 SOR MARÍA DE JESÚS TOMELLÍN: EL IDEAL DE LA MUJER NOVOHISPANA

y crear, a partir de los elementos dados, nuevos conceptos y pro-


cedimientos para comprender el mundo y para vivir [Lagarde,
1997: 296].

Cuando estas concepciones del mundo van de acuerdo a las con-


diciones de vida y existe una unión entre el sujeto y aquéllas, pode-
mos hablar de una personalidad que coexiste entre el discurso auto-
ritario y el íntimo. Esto no sólo posibilita al individuo el percibirse
con una identidad escindida, sino que además le lleva a asumirse
como sujeto ideal, complementando esa identidad mediante ciertos
mecanismos de resistencia y sumisión ante ese discurso autoritario.
Si la construcción es de por sí compleja, el caso de la subjetividad
femenina es aún más difícil, ya que la subjetividad femenina es una
elaboración dependiente del entorno socio-cultural y epocal. Subje-
tividad, que además se construye dentro de un cuerpo valorado o
denigrado. ¿Cuál era el sujeto femenino ideal para los novohispanos
regidos por la Iglesia? La Iglesia era (y es) una de las detentadoras
de el poder patriarcal no sólo en un nivel individual sino también
grupal. Según Michel Foucault, el poder es una serie de relaciones
que se establecen entre los miembros asociados a él, es decir entre
dominantes y dominados, y que tiene que ver con la subjetividad:
“... más que preguntar a los sujetos ideales qué es lo que ellos han
podido ceder de sí mismos o de sus poderes para dejarse dominar,
es necesario buscar cómo las relaciones de dominio pueden consti-
tuir a los sujetos [Foucault, 1996: 152].
Por lo tanto en este juego de poder, la Iglesia instituyó durante la
época colonial sus controles grupales no sólo en el espacio conven-
tual, sino dentro de la propia sociedad civil, de hecho la confesión
fue una de las maneras de coaccionar y dominar a los individuos. A
través de la confesión se controlaban los cuerpos que eran el lugar
del pecado, de la desobediencia y del control del deseo. Los sujetos,
al confesar sus culpas, eran sometidos a las penitencias pertinentes a
su pecado.2
Como se ha dicho, el sujeto novohispano femenino era controla-
do duramente. Los estados permitidos a los que accedían las muje-
res eran el matrimonio o el monacato.3 Las monjas se constituían en
mujeres consagradas y entregadas a Dios en cuerpo y alma, es decir,
ellas se sometían a ciertas normas de vida, controladas por el poder
eclesiástico y a las que no podían renunciar.
La España de la Contrarreforma al convertirse en la defensora
del papado “ se llenó con un ejército de místicos, obispos, misione-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 117

ros, fundadores y reformadores de órdenes que con su elevación en


los altares ratificaban el apoyo divino a su obra mesiánica” [Rubial,
1999: 35]. Esta ideología pasó a la Nueva España con mayor fuerza
en su necesidad evangelizadora y se inició la fundación de conven-
tos (tanto masculinos como femeninos) en la Nueva España, a raíz
de la conquista.4 En primer lugar, como señalé, con el fin de evange-
lizar, en segundo, con objeto de educar a las niñas, además de actuar
como sitios donde se podía ubicar a mujeres de cierta clase social
con la idea de protegerlas de los vicios, y, por otro lado, para que
fungieran como intercesoras ante Dios.
De ahí que, para las familias novohispanas fuera de capital im-
portancia que alguna de sus hijas o a veces todas tomase los hábitos.
En una sociedad como la poblana, en la que prevalecían los ideales
de la Contrarreforma, no era extraño que predominara el de la pu-
reza, y la idea de que la Iglesia, especialmente en estas “tierras de
salvajes”, tuviese que controlar, no sólo a los indios y negros, sino a
los propios españoles capaces de caer en los pecados de la carne.
Entonces, qué mejor control que la vida clerical tanto para hombres
como para mujeres.5
María Alba Pastor señala que:

Desde las últimas décadas del siglo XVI, proliferó la construcción


de conventos de monjas, beaterios, colegios para doncellas y “ca-
sas de recogidas” (generalmente mujeres de mala vida), funda-
das por píos ciudadanos u obispos. En el caso de mujeres adoles-
centes y adultas sin pareja, pertenecientes a los grupos dominan-
tes, el convento fue el lugar más adecuado para su custodia y
disciplina [Alba Pastor, 1999: 64].

Con la intensa campaña para reglamentar a la naciente sociedad


novohispana, y con la idea de cohesionar los grupos sociales, hubo
una estimulación del poder patriarcal al momento en que el poder
se concentró aún más en las figuras masculinas. Esto no quiere decir
que no hubiera resistencia, pero al normar la vida familiar, se desti-
nó a las mujeres a llevar la mejor conducta, tolerando, por otro lado,
la doble moral masculina que prevalece hasta nuestros días. Los con-
ventos femeninos, procedentes de la institución más poderosa de la
época tenían como finalidad resguardar a sus vírgenes de los peligros
y con sus gruesos muros el convento fungía como verdadera prisión
para las religiosas que lo habitaban, vigiladas constantemente por la
autoridad eclesiástica. Sin embargo, los conventos tenían sus propias
118 SOR MARÍA DE JESÚS TOMELLÍN: EL IDEAL DE LA MUJER NOVOHISPANA

constituciones, cuyos estatutos debían seguir las postulantes.


El acto de profesar implicaba cuatro votos: obediencia, pobreza,
castidad y clausura, éstos implicaban el sometimiento de la conduc-
ta y del propio ser en aras de la adoración divina, todo con el fin de
la propia salvación. Los votos fueron, en muchos de los casos, en ex-
tremo rigurosos para aquellas profesas, y, aunque es cierto que una de
las condiciones buscadas y deseadas por la Iglesia, era que entraran
por voluntad propia, no faltaron casos en que las futuras monjas
ingresaran por fracasos amorosos u obligadas por sus familiares. Para
aquellas que entraban desde la infancia en calidad de educandas o
“niñas”, como solían llamarse, el paso no era difícil, sin embargo, al
terminar su educación, tenían que regresar un año “al siglo” con sus
familiares para después hacer el noviciado y por último profesar.
Hubo muchos casos de estas “niñas” que permanecieron en los con-
ventos hasta llegar a la madurez e incluso a la ancianidad. Esto quie-
re decir que los conventos sostenían y preservaban a muchas muje-
res que no tenían un lugar adecuado entre la sociedad civil.
Específicamente, desde sus orígenes, el Convento de la Concep-
ción de Puebla (en el que profesó SMJ) fue una institución dedicada
a la educación de niñas, aunque las educandas residían en morada
aparte de la clausura. Los conventos en sus inicios estaban constitui-
dos por las famosas celdas, propiedad particular de algunas de las
monjas, quienes podían donarlas, venderlas o heredarlas a quien
quisieran. En muchas de estas “quadras”6 se repetía el lujo del siglo,
no fue sino después de la reforma teresiana y durante el XVIII que se
obligó a las monjas a llevar vida comunitaria.
En el voto de pobreza estaba implícito el no apegarse a las cosas o
personas, pues en su caso, y si la priora se percataba de ello, estaba
obligada a despojar a cualquier monja del bien en cuestión, ya fuese
amiga, imagen, libro y hasta de su celda [Salazar, 1994: 178].
Con lo anterior nos percatamos de que reglas, votos y constitu-
ciones formaban parte de una amplia gama de elementos que iban
conformando a estas mujeres. Entre otros, estaban los textos dirigi-
dos a ellas como las Cartillas y Reglamentos, y los elementos
iconográficos de la época que era rica en representaciones de Jesu-
cristo y la Virgen, ambos modelos de imitación, con quienes además
establecían diálogos las monjas místicas como SMJ. Un ejemplo de
ello es la Cartilla de la doctrina religiosa (1680), escrita por el sacerdote
jesuita Antonio Núñez de Miranda (confesor de Sor Juana Inés de la
Cruz), quien a decir de Dolores Bravo “[...] es uno de los más influ-
yentes y poderosos dictaminadores de conciencias de su contexto
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 119

social” [Bravo, 1997: 57].


Al conocer esta gran cantidad de elementos de control del com-
portamiento de las monacales, nos es más fácil entender cómo se
conformaba la subjetividad de esas mujeres. A continuación haré
algunas referencias de la biografía escrita por Pardo, en la que se
detectan características de la formación de la subjetividad de SMJ,
desde sus orígenes y que se muestran en el discurso intencional y
normativo de la hagiografía. La personaje presenta ya desde la in-
fancia rasgos particulares que se manifestarán en forma más com-
pleta después de su ingreso al convento. En algunas de las siguien-
tes citas de Pardo, es posible apreciar la rebelión y fuerza de decisión
de la monja, aunque, paradójicamente, esta decisión fuera el repetir
o insistir en un modelo deseado por la ideología vigente.
En la narración de la historia, Pardo considera que SMJ quiso
siempre ser religiosa. Iniciada por su madre en la educación espiri-
tual, desde la infancia se vio a sí misma como sierva de Dios.
El autor relata la disposición espiritual de la personaje desde tem-
prana edad:

[...] despreciando las puerilidades, y entretenimientos de niña,


siendo de cinco años, todos sus recreos, gustos y delicias libraba
en estarse asistiendo, y saludando a una Imagen de María Santí-
sima que tenía en el oratorio; allí la levantaba Dios a tan sublime
oración, y contemplación [...] se hallaba elevada en el aire jun-
to a la imagen de la Soberana Madre de Dios, y gozaba de esta
Señora tantos, y tan suaves halagos, caricias, y favores [...] En
medio de estos repetidos arrobos, y crecidos regalos, sabía lo
que pasaba, y acaecía en este, y en el otro mundo[...] [Pardo,
1676: 11].

Además SMJ desde su infancia, según el texto hagiográfico, ya


imita a Cristo al ostentar sus llagas.
El cuerpo se involucra desde entonces en la formación del sujeto
conjuntamente con una actitud masoquista. Según Lagarde: “El pa-
radigma de la monja es el masoquismo: lograr la gracia en el sufri-
miento. El paradigma del poder y de la obediencia es la víctima que,
en el extremo de las prohibiciones y de las obligaciones desarrolla el
bien, sublima el sufrimiento o encuentra el amor en él” [Lagarde,
1997: 486]. A lo largo de la biografía encontramos que SMJ trató de
convertirse en un modelo de santidad mediante el sufrimiento. Es-
tos sufrimientos eran de índole física y espiritual, pues en primer
120 SOR MARÍA DE JESÚS TOMELLÍN: EL IDEAL DE LA MUJER NOVOHISPANA

lugar tuvo que enfrentarse con la negativa y hasta los maltratos físi-
cos por parte de su padre antes de ingresar al convento, al que entra
rebelándose. Para SMJ, el haber padecido estos problemas con el fin
de lograr lo que ella quería, a decir de Pardo, nos remiten al carácter
decidido que caracteriza a la personaje, y que la lleva a conformarse
dentro de esta vida de santidad.
Al respecto Rubial señala que:

La presencia familiar, más fuerte aquí que en ningún otro de los


tratados hagiográficos, testimonia la dependencia de la mujer de la
voluntad de sus padres, pero también muestra la posibilidad de
romper con las prácticas tradicionales en aras de una vocación pre-
destinada y el uso que las mujeres hacían de su cuerpo desde la
Edad Media, por medio de la enfermedad y del ayuno, para hacer
frente a la imposición masculina [...] [Rubial, 1999: 171].

Lo anterior me permite sostener que el ser santo o santa era una


verdadera profesión o proyecto de vida para los sujetos novohispanos,
y aunque desconocemos las intenciones profundas; como indica
Lagarde: “La vida de las mujeres que optan por la vida religiosa
significa un capital real y simbólico que ellas dan a la divinidad a
cambio de la salvación” [Lagarde, 1997: 531]. La monja es entonces,
según esta autora “[...] el símbolo de la negación de la feminidad,
por amor. Y a la vez, la renuncia amorosa la feminiza, y ella simboli-
za entonces la subjetividad ideal de la mujer: la monja es mujer por-
que ama en la renuncia de sí misma” [ídem: 529]. Paradójicamente
lo anterior confirma cierta subversión, pues la sujeto repudia al amor
terrenal, pero se realiza en el amor divino.
SMJ renuncia al posible amor terreno por destinarse como Espo-
sa de Cristo, ella es de las elegidas, desde su infancia fue consagrada
para serlo mediante las señales y los llamados de la divinidad, es
decir, las visiones y conversaciones con el propio Jesús, con la Virgen,
santas y santos. Lagarde considera que la aparición de estas señales,
por lo regular, le sucedían a estas mujeres “[...] durante la infancia o en
la pubertad, siempre en circunstancias de conflicto o de excepción: en
crisis personales o familiares, catástrofes [...] en accidentes o enferme-
dades [...] por la muerte de alguien [...]” [ídem: 523].
En el caso de SMJ, es factible que su personalidad y la propia
construcción se presentase desde sus orígenes: el nacimiento pre-
maturo, una infancia enfermiza y conflictiva, una vida atribulada entre
las ansias pías de la madre y la agresividad del padre; esto debe
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 121

haber influido en su decisión de ingresar al claustro. La vida con-


ventual ofrecía una opción salvadora y le brindaba la oportunidad
de una vida pacífica. Sin embargo, esto no fue así, pues SMJ, al ser
una de las “elegidas” tuvo que sufrir otro tipo de persecuciones y
envidias. A decir de Pardo, sus compañeras y hasta el propio obispo,
llegaron a despreciarla. Como ejemplo, Pardo narra el hecho de
que varias veces intentaron elegirla como Abadesa o Prelada, y ella
se disculpaba por considerarse indigna para cumplir con el cargo, y
le pedía a Dios por que no la escogiesen. Dios se lo concedía me-
diante la debida cuota de penitencia, que consistía en sufrir las envi-
dias y maledicencias de las demás monjas. Sí aceptó en cambio otros
cargos de menor envergadura como el de Tornera o Portera, en cum-
plimiento del voto de obediencia.
Lo curioso es que los menosprecios se los mandaba Dios para
probarla, quien actuaba no como el amante esposo, sino más bien
como un amo a quien debía someterse. Así en el sufrimiento de
penurias enviadas y autoprovocadas por sus prácticas ascéticas, la
monja fue conformando su subjetividad e imagen de santa.
Otro elemento importante en el camino de la santidad era el
reforzamiento de las virtudes cristianas, tanto las teologales como
las cardinales, porque estas eran un testimonio de la vida con-
ventual.
Veamos cómo las muestra Pardo y como el ejercicio de las mismas
formaba la subjetividad de esta mujer.
Pardo menciona que San Agustín comparó la fe con el oro, y con-
sidera que SMJ era rica en fe, ella se convierte en maestra de esa
virtud para sus compañeras religiosas e incluso para las criadas del
convento, al anunciar: “Hijas, morir por la Fe” [Pardo, 1676: 38].
Con el fin de vincular la práctica de estas con la subjetividad, me
apoyo en la tesis de Lagarde, quien señala que la fe es característica
de las mujeres y ésta tiene un carácter totalizador junto con el pre-
juicio. La autora cita a Agnes Heller, quien establece mejor la rela-
ción: “El efecto del prejuicio es la fe [...] Los motivos y las necesida-
des que alimentan nuestra fe, y con ella nuestro prejuicio, satisfacen
en cualquier caso nuestra propia particularidad [...]” [en Lagarde,
1997: 309]. De esta forma, es más fácil entender que la fe, sea cual
fuere la de los sujetos, puesto que es una virtud (si así queremos
considerarla), posibilita la creencia en prejuicios, confirma acciones
anteriores y permite volver acríticas a las mujeres. Por otro lado, esta
doble relación lleva también a la propia autocomplacencia, y se da en el
sujeto la ambivalencia y la escisión. SMJ está dispuesta a morir por la
122 SOR MARÍA DE JESÚS TOMELLÍN: EL IDEAL DE LA MUJER NOVOHISPANA

fe, y a que sus compañeras y conciudadanos lo hagan también.


En la segunda virtud teologal de la esperanza, también se distin-
guió SMJ. Pardo compara esta virtud con el verde del arco iris y
señala que la monja fomentaba también entre su comunidad la es-
peranza de encontrarse en el cielo con el esposo divino. La esperan-
za parecer ser una virtud común al género femenino, según Lagarde:

La esperanza remite al deseo, es la actitud de espera en el cum-


plimiento y gratificación del deseo. Su realización se ubica siem-
pre en el futuro, aunque se basa en el aprendizaje de no acepta-
ción del pasado. La mujer proyecta al futuro y deposita en los
otros la satisfacción de sus deseos, elaborados como proyectos o
fantasías [ídem: 306].

En el texto de Pardo, se comprueba que a SMJ no le bastaba la fe,


era necesaria la esperanza que la enlazaría a futuro con la vida eter-
na y su creador. El inculcarla a los demás, también era parte del afán
normador de la Iglesia, pues los seres humanos debían padecer en
esta vida, para ser glorificados en la otra.
La tercera virtud es la caridad o amor a Dios y al prójimo mani-
festada en todas sus acciones, SMJ se convierte en “abogada de Pue-
bla”. Pardo narra “[...] el celo fervoroso con que la sierva de el Señor
remediaba el daño de las culpas, olvido de Dios y necesidades de la
Puebla” [ídem: 42]. La práctica de esta última virtud, acompañada
de arrobos y padecimientos se dirigía también a la salvación de las
almas del purgatorio. El autor cuenta que “Tanta fue la clemencia,
piedad, y compasión, que tuvo esta alma pura, acerca de las que
padecen las penas y llamas terribles del Purgatorio: que repitiendo
favores en su oración libraba de el fuego temporal innumerables
almas” [ídem: 62]. Tal salvación no la lograba únicamente mediante
las plegarias, sino a través del sufrimiento de los ardores y padeci-
mientos que estas ánimas soportaban, pues el Esposo mediante un
mensajero angélico, le propone este intercambio: “[...] el Ángel
cruelmente piadoso, entró, y puso a la Madre María de Jesús, en
medio de aquella hoguera ardentísima, y la cercó de aquellas lla-
maradas terribles, que estaban sintiendo las almas de los difun-
tos [...]” [ídem: 66].
Mediante la práctica de las virtudes, la oración y mortificación,
así como las demostraciones de milagros y apariciones, SMJ va re-
forzando la personalidad de el sujeto que quiere construir: el que,
por un lado, se atiene al dogma y a lo normado por la Iglesia, y el
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 123

otro íntimo que se manifiesta en un diálogo con Dios. Considero


que, aunque la práctica virtuosa tenga que ver con el cumplimiento
del modelo deseado, posiblemente la monja, al incidir en ellas, sa-
tisfacía su propio ego. Muestra de ello es el cumplimiento de las
virtudes cardinales tales como la paciencia, en la que más destacó y
que según Rubial:

. . .la hacía parecer siempre como víctima. Víctima de los halagos


venenosos de su padre [...] Víctima de las calumnias y de las envi-
dias de las monjas [...] Víctima de sus sirvientas que la golpeaban
y la maltrataban, [...] Víctima de los demonios que la ahogaban [...]
Víctima de sí misma [...] Víctima en fin del mismo Dios, que todos
los días que pasó en el convento le envió dolores, enfermedades y
oprobios como pruebas de su amor [...] [ídem: 172].

Esta actitud la convierte ante los ojos de los demás y ante sí mis-
ma en una verdadera mártir. La subjetividad sigue construyéndose a
través de la práctica, no sólo de la paciencia, sino de una humildad
manifiesta en un constante desprecio de sí misma. El biógrafo relata
que desde niña se distinguió por desestimarse y realizar todo tipo
de acciones serviles. Ya dentro del claustro se adelantaba para llevar
a cabo las tareas más bajas, como cuidar y atender a las enfermas,
llegando su espíritu de servicio y humildad hasta atender “[...] a las
criadas, y a esclavas del Convento, a las cuales (por humillarse más
con lo menos de aquella Comunidad) les hacía la cama, [...] solicita-
ba el alivio, [...] y olvidando melindres, ascos y pundonores, les lava-
ba los vasos inmundos, y les hacía por sus manos mismas las unturas
[...]” [Pardo 1676: 33]. En este sentido, la práctica de la virtud de la
humildad debe haber sido trascendente, especialmente en este as-
pecto que señala la cita, respecto a la atención a criadas y a esclavas,
quienes eran consideradas de tercera, pues Pardo se refiere a ellas,
en otras partes del texto, como a seres torpes, viles y además
paganas.
Se confirma así, lo que dice Rubial: “A la humildad vienen asocia-
das otras virtudes como la obediencia y la mansedumbre,
sacralizadoras del orden, de la sociedad jerarquizada e inmóvil, ins-
trumentos ideales para el arte de disciplinar cuerpos y almas [...]”
[ídem: 173]. El control sigue presente en las acciones y prácticas de
la monja, las cuales paradójicamente, logran convertirla en
transgresora al acceder al discurso místico.
El texto de Pardo es abundante en ejemplos de las acciones de
124 SOR MARÍA DE JESÚS TOMELLÍN: EL IDEAL DE LA MUJER NOVOHISPANA

SMJ. Éstas la distinguen, la hacen diferente, y esa distinción la hace


valiosa. Para las mujeres del XVII que sufrían controles mucho más
estrictos, el convento y la práctica de las virtudes les permitía
autovalorarse. Como menciona Lagarde:

La distinción les valoriza además, su rango y su prestigio. En la


decisión divina se reitera el principio del poder patriarcal sagra-
do: las mujeres no son sujetos, en el sentido de poner en práctica
su voluntad... Otros deciden sobre su vida: en esta circunstancia
se trata de Dios... la divinidad es la síntesis del poder del conjun-
to de determinaciones sociales y culturales que imponen a la mujer
ser monja [ídem: 532].

Entonces, SMJ se forma como un sujeto modélico que se va cons-


truyendo en gran parte por las normas eclesiásticas de la época, y
entabla, a decir de Lagarde, una relación con el poder que se esta-
blece mediante una dialéctica de consenso y coerción. De esta ma-
nera y según la tesis de la antropóloga, las mujeres están cautivas
dentro de la sociedad patriarcal [ídem: 157-159].7 En el caso de SMJ,
es un doble cautiverio: el del patriarcado y los muros conventuales.
Sin embargo, a pesar de estar cautiva, la otra parte que constituye a
un sujeto, la íntima, el discurso persuasivo e interior, es el que le
permitirá como dice Jean Franco, la resistencia o la subversión.
Hasta aquí hemos visto ese modo de ser mujer y monja en el XVII.
Un ser tabuado para la sexualidad y expropiada de su cuerpo y de su
subjetividad. Para Franca Basaglia: “El hecho de que la mujer esté
ligada a la naturaleza, al ciclo cósmico por el que es poseída, no
reduce sus necesidades subjetivas [...] Pero esta diversidad natural
del cuerpo de la mujer ha sido traducida —culturalmente— en des-
igualdad histórica; identificándola con aquel cuerpo distinto, para
más fácilmente poder privarla de las necesidades subjetivas [...]”
[Basaglia, 1985: 17]. Esto tiene que ver de alguna manera con la
condición perennemente infantil que se les ha asignado a las muje-
res, con el deseo no resuelto y con la sujeción, pues el cuerpo sigue
actuando como prisión.
Las mujeres novohispanas, por su parte, estaban sujetas a los mi-
tos y a un discurso normador y patriarcal específico de su tiempo.
Sin embargo, en el caso de las monjas, algunas, como es el caso de
SMJ, encontraron la forma de resistir a sus cautiverios, hallando en
el discurso místico una disrupción y una posibilidad de ser escucha-
das por los demás.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 125

La paradoja de esta transgresión se halla en el discurso íntimo


que las monjas podían practicar al dirigirse a Dios. Es decir que la
subjetividad de estas mujeres presentaba dos facetas: la del control y
la de la subversión, esta última al tener la posibilidad del discurso
místico en el que también participaba el cuerpo, puesto que el cuer-
po es el espacio del “yo”. Esa participación del cuerpo, visto desde
una dualidad maniquea, como el lado malo y pecaminoso del ser, va
a ser la vía de transgresión para las monjas místicas. Un elemento
que destaca es la práctica de la ascética. Para la vida edificante era
necesario el maltrato del cuerpo. Los ejercicios espirituales propues-
tos por San Ignacio fueron en realidad ejercicios corporales “ [...]
destinados a provocar un estado anímico especial encaminado a pro-
vocar el éxtasis y una ‘interlocución con Dios’” [Glantz, 1995: 123].
Vale la pena citar lo que decía el propio San Ignacio:

Castigar la carne [...] es, a saber, dándole dolor sensible, el cual se


da trayendo cilicios y sogas o barras de hierro sobre las carnes,
flagelándose, y otras maneras de asperezas, lo que parece más
cómodo y más seguro en la penitencia, es que el dolor sea sensi-
ble en las carnes y que no entre dentro de los huesos, de manera
que dé dolor y no enfermedad; por lo cual parece que es lo más
conveniente lastimarse con cuerdas delgadas, que dan dolor de
fuera, que no de otra manera que cause dentro enfermedad que
sea notable [citado por Glantz, ídem: 123].

Las monjas tenían permitido el castigo corporal, desde luego sin


provocar enfermedad, cosa que no sucedía. De hecho, SMJ fue una
mujer bastante enferma que presentó a lo largo de su vida conven-
tual cuadros sumamente patológicos, añadidas a ellos las costum-
bres no demasiado higiénicas propias de la época.
Pardo cuenta que SMJ: “ [...] tomaba rigurosas disciplinas y tan
dilatadas, que corrían avenidas de sangre por su llagado cuerpo, [...]
[ídem: 31]. Esto nos muestra la ambigüedad de estas prácticas. Como
dice Glantz:

[...] las monjas ‘edificadas’ del siglo XVII utilizaban esos métodos
como ejercicio cotidiano para provocar las visiones, en un afán
por imitar la Pasión de Cristo y comunicarse con él a través de los
sentidos [...] Armados de una ambivalente autoridad los confeso-
res y los altos prelados exigían a las monjas ejercicios ascéticos
‘moderados’, aunque alababan a aquellas que se desmesuraban
126 SOR MARÍA DE JESÚS TOMELLÍN: EL IDEAL DE LA MUJER NOVOHISPANA

en esas prácticas [ídem: 125].


Es entonces, dentro de esa mentalidad extraña para nuestra épo-
ca, que el espíritu de las monjas novohispanas establecía por un lado
una lucha contra el cuerpo, en su afán de servir a Dios y conseguir la
salvación eterna. Por otro, esta práctica ascética inducida las condu-
cía a la experiencia mística. Asimismo, a partir de la destrucción del
cuerpo, siguiendo la normativa eclesiástica y conventual, tenían la
posibilidad de la construcción de una vida dedicada a la santidad, lo
que les permitía la oportunidad de trascendencia, la veneración a
futuro al fungir sus vidas como materia prima para los biógrafos, ya
que las vidas de estas monjas edificadas como SMJ eran modelos a
seguir.
En resumen se puede concluir que la construcción subjetiva de
SMJ fluctuó entre el discurso y las prácticas normadoras e impositivas
de la Iglesia, y por otro lado tuvo lugar en el discurso íntimo de la
práctica mística8 su única vía de escape.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 127

Notas
1
A partir de este momento me referiré a ella como SMJ.
2
Michel Foucault en Historia de la sexualidad. La voluntad de saber, ha señalado
que la confesión “[...] es un ritual de discurso en el cual el sujeto que habla coincide
con el sujeto del enunciado; también es un ritual que se despliega en una relación
de poder, pues no se confiesa sin la presencia al menos virtual del otro, que no es
simplemente el interlocutor sino la instancia que requiere la confesión, la impone,
la aprecia e interviene para juzgar, castigar, perdonar, consolar, reconciliar [...]”
[Foucault 1996: 78].
3
Jean Franco, en su ensayo “Si me permiten hablar: la lucha por el poder
interpretativo” dice que “[...] a pesar de tratarse de una época en que los
límites eran bien definidos y la transgresión era castigada brutalmente, se
pueden encontrar trazas de una lucha ideológica por la interpretación en
géneros marginales, por ejemplo en las vidas de monjas místicas [...]” [Franco
1988: 91].
4
No está de más subrayar que el caso de la fundación de conventos femeninos
fue más tardío que el de varones. Esto se debió, en primer lugar, a que en los
inicios de la Colonia eran pocas las mujeres españolas; sin embargo, con el
transcurso del tiempo y al haber ya un excedente de mujeres tanto españolas
como criollas, fue necesaria la fundación de recogimientos, beaterios y conventos.
Aclaro que estas fundaciones fueron propiamente urbanas y apoyadas por la
Corona española. De este modo, la Corona, la autoridad civil, la Iglesia y la propia
sociedad novohispana cooperaban para los gastos que implicaban los conventos.
Aunque muchas de las monjas provenían de familias ricas que podían pagar la
dote; en algunos casos eran ayudadas por donaciones de parientes o ciudadanos
ricos para su ingreso al convento. Por otro lado, tales donaciones no eran solamente
por caridad o por protección de las mujeres contra el pecado; los benefactores
ponían de por medio su salvación ya que sus donaciones eran bendecidas con
indulgencias que les aseguraban la salvación eterna; en el ámbito social era de
prestigio patrocinar una monja.
5
Inmaculada de la Corte dice que “El objetivo de la creación de estos institutos
monacales tenía que ver con la sociedad española, no con la indígena ya que
según su propósito explícito y declarado, se trataba de ofrecer un ámbito de
recogimiento, de clausura, para que las mujeres hicieran una vida de servicio a
Dios a través de la oración, de la contemplación y de la observancia de los votos”
(en Ramos Medina 1995: 138).
6
Las “quadras” o “celdas profanas”, ya fueran individuales o familiares,
proliferaron en los conventos novohispanos. Estas eran construidas con todo lujo
por la familia de las propias monjas. Había celdas bastante grandes como las de
las hijas del matrimonio Monroy e Hijar, quienes profesaron en un monasterio
queretano. La “quadra” tenía “[...] celda y trascelda con su alacenas, cocina y
patio, todo con cimientos de cal y canto, paredes de adobe enjarradas, blanqueadas
y bruñidas con su cenefa de almagre, cubiertas de buena viguería y tejamanil, con
sus puertas, las principales de cedro y cojinillo y las otras de tablazón .” [Ramos
Medina, 1995: 567] Algunas de las más lujosas constaban de sala y antesala y
“hasta baño de placer”.
7
Para Lagarde los cautiverios de las mujeres se estructuran de la siguiente
manera: “i) los ejes centrales de la definición histórica de su condición: la
sexualidad y la relación con los otros (con el poder); ii)sus modos de vida
constituidos a partir de la concentración de círculos particulares (redes de
relaciones sociales y espacios culturales).” Señala después los tipos de cautiverios:
“ Cautiverio, prisión, encierro, claustro, cárcel, reclusorio, recogimiento [...] Las
monjas están cautivas del tabú que es su sexualidad, en la vida consagrada, por la
religión, en el convento” [ídem: 173-174].
128 SOR MARÍA DE JESÚS TOMELLÍN: EL IDEAL DE LA MUJER NOVOHISPANA

8
Entiéndase esta práctica como el diálogo con Dios, Cristo, la Virgen y santos,
los viajes, éxtasis y arrobos, de las cuales el cuerpo es el vehículo, no sólo el espíritu.

BIBLIOGRAFÍA

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do Calderón.
Rubial García, Antonio. 1999. La santidad controvertida. México: Fondo de
Cultura Económica.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 129

ENFERMEDAD Y CONTROL SOCIAL. MUJERES


EN EL VERACRUZ COLONIAL

Mayabel Ranero Castro

El puerto de Veracruz fue la puerta de entrada y salida de la más


rica colonia del imperio hispano, comunicación con Europa por don-
de entraron ideas, personas y mercancías que crearon la Nueva Es-
paña. Al lado de su gran relevancia estratégica, militar y comercial,
el puerto se consideró la capital de las enfermedades, un camposan-
to frente al mar, por cuyos altos niveles de enfermedad y muerte el
régimen colonial fundó numerosas instituciones hospitalarias para
atender a los necesitados bajo preceptos caritativos y misericordiosos.
De ese conjunto de instituciones, resaltaremos las fundaciones
abocadas al control de las enfermedades femeninas: el Hospital de
Nuestra Señora de Loreto y la Casa de Recogidas, fundaciones de
los siglos XVII y XVIII, momentos de crecimiento y auge del principal
puerto de la Nueva España. Queremos destacar la idea que a fines
del siglo XVII y en el XVIII la conducta femenina indeseable se asimiló
al concepto de enfermedad tal y como entonces se le concebía, ubi-
cándose su tratamiento clausurante y monacal en la antesala de la
visión disciplinante del reformismo ilustrado y sus instituciones de
castigo y corrección.

CREACIÓN Y POBLAMIENTO DE VERACRUZ

Veracruz fue fundada en 1519 y como otras ciudades del mundo,


tuvo una existencia itinerante. El primero de sus asentamientos se
realizó frente al islote de Ulúa, el segundo unos pocos kilómetros al
norte y se conoció como la Villa Rica de la Veracruz. El tercero se
ubicó en las márgenes del río Huitzilapan o de la Antigua hacia 1529.
Esta ciudad fue consolidándose en los años que se efectuaba el
poblamiento hispano de la colonia, varias epidemias reducían dra-
máticamente la población indígena autóctona y se introducía mano
de obra negra para suplir la carencia de brazos indios. En más de
medio siglo fue paulatinamente edificando almacenes, templos, re-

[ 129 ]
130 ENFERMEDAD Y CONTROL SOCIAL. MUJERES EN EL VERACRUZ COLONIAL

sidencias y hospitalidades para atender a los contingentes que arri-


baban con las naves de la Carrera de Indias.
La población de la Antigua Veracruz la componían unos pocos
españoles y mayoritariamente negros, quienes realizaban las labores
comerciales y militares que signaron la vida del puerto. Por su cons-
titución eran más resistentes a los rigores del trópico, y realizaron las
labores vitales para la vida portuaria. En conjunto hacia mitad del
siglo XVI habitaban medio millar de personas, dos terceras partes
negros y pardos, y el resto de españoles.1 Además de ésta población
fija, en los momentos de arribo de la Flota se incrementaban
sustantivamente la gente en Veracruz, para quienes no se contaban
con suficientes recursos e instalaciones. Toda la gama social que po-
bló la Nueva España pisó tierra veracruzana: colonos, funcionarios
civiles y religiosos, esclavos del Rey, soldados, forzados, marineros y
advenedizos de todas clases y cantidades”.2 En tales conjuntos arri-
baron también mujeres, siempre en menores cantidades que los va-
rones, y a quienes las regulaciones del poblamiento del Nuevo Mun-
do consideran de manera cambiante en los distintos momentos de
la colonización de América y en particular de la Nueva España.3
Muchos de estos visitantes llegaban en malas condiciones por las
largas travesías, o enfermaban por el temperamento de la costa, por
lo que tempranamente se evidenció la necesidad de atender a los
viajeros baldados y enfermos. Bernardino Álvarez (creador de la or-
den hospitalaria de la Caridad de San Hipólito) fundó los primeros
hospitales de Veracruz alrededor de 1569-1579: uno en la isla de
San Juan de Ulúa llamado Hospital de San Martín, y otro en la An-
tigua Veracruz, el Hospital de Pobres o Nuestra Señora de la Cari-
dad. Se abocaban a “…recoger a los infelices europeos que desem-
barcaban sin amparo, destituidos y enfermos”.4
El hospital de San Martín en Ulúa tuvo una importancia estraté-
gica por ser el primer contacto de los viajeros con el continente. Allí
se prestaba atención hospitalaria a las tripulaciones de los barcos, a
viajeros, soldados, esclavos y forzados. El sostenimiento del hospital
se basaba en limosnas, fuentes y ayudas oficiales y algunos impues-
tos especiales; por ejemplo, en 1570 se ordenó a los arrieros que
llegaban al puerto entregar harina y maíz al hospital, inaugurando
así un recurso muy criticado por los comerciantes no veracruzanos:
cobrar a los que hacían uso del puerto una serie de impuestos que
beneficiaban principalmente a la población porteña.
La vida de la antigua Veracruz en el mas de medio siglo que per-
maneció en las márgenes del río Huitzilapan fue afectada por algu-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 131

nos sucesos que motivaron su mudanza a los arenales frente a Ulúa:


inundaciones, ataques piratas y alta incidencia de enfermedades fe-
briles debidas al insano temperamento de la población ribereña. Por
todo ello se movió una cuarta vez la residencia de la ciudad.

LA NUEVA VERACRUZ

En los primeros años del siglo XVII se ordenó el traslado de la ciudad


frente al islote de Ulúa (que se consideraba otorgaría protección a la
ciudad, además de ser el punto de desembarco de las naves
trasatlánticas). Aunque de la mudanza se resaltaron las razones de
hacer más eficiente el comercio y mejorar la protección del poblado,
el sitio no ofrecía mejores condiciones que el de la Antigua; eran
arenales yermos rodeados por ciénegas, carentes de materiales de
construcción y suficiente provisión de agua y mano de obra. No obs-
tante los impedimentos se trasladaron pobladores y poderes al nue-
vo sitio, y dificultosamente se hizo surgir una ciudad de la nada.
Ante la falta de materiales de construcción la mayoría de los edifi-
cios se construyeron de madera, de donde le vino el apelativo de “la
ciudad de las tablas”. Hacia fines del siglo XVII e inicios del XVIII la
bonanza comercial permitió construir los edificios principales de cal
y canto, de piedra múcara recortada de los arrecifes coralinos.
Comercio y milicias signaron la vida de la ciudad. Almacén de
plata del Atlántico, Veracruz recibía los millonarios embarques
argentíferos para embarcarlos hacia España, por lo que se convertía
en botín apetitoso para la activa piratería floreciente en la centuria
que se creó la nueva ciudad. Para resguardar el vecindario de tales
asechanzas, se construyó una muralla defensiva en 1683, y paulati-
namente se fortificó el islote de Ulúa hasta convertirle en un sólido
bastión militar.
Los servicios hospitalarios también debieron ser activados pron-
tamente en la ciudad nueva: cerrado el Hospital de la Caridad en la
Antigua, la orden hipólita creó uno nuevo al que bautizó con el nom-
bre de su protector: San Juan de Dios de Montesclaros en 1604-
1607. Se estableció en un edificio cuyo reducido tamaño obligó a
hacer continuas ampliaciones y reparaciones; su capacidad era de
aproximadamente sesenta camas distribuidas en enfermerías de hom-
bres y mujeres, número insuficiente cuando los navíos permanecían
en Veracruz durante la invernada y/o se presentaba una epidemia, lo
que obligaba a recibir en ocasiones un número tres veces mayor de
enfermos, que se ubicaban en cualquier sitio disponible del piso.
132 ENFERMEDAD Y CONTROL SOCIAL. MUJERES EN EL VERACRUZ COLONIAL

El nosocomio recibía a una población similar a la que acudía al


hospital de San Martín; soldados, forzados, comerciantes, viajeros y
algunas mujeres de quienes no se precisa mas que eso. Además de
las ayudas reales Montesclaros para mantenerse recibió recursos de
juegos de azar, el pago de las estancias de soldados y marinos, algu-
nos censos y especialmente fondos del ramo de avería, que se cobra-
ba para asegurar el trafico marítimo.
Sufriendo en verano de enfermedades epidémicas, donde resal-
taba el vómito negro, y azotada en invierno por fuertes “nortes” que
hacían peligrar la navegación, la ciudad fue creciendo hasta alcan-
zar preeminencia y autonomía comercial hacia la segunda mitad del
siglo XVIII. Paulatinamente en los siglos XVII y XVIII se fue creando la
infraestructura urbana, fundando instituciones y regulando prácti-
cas sociales, entre las que destacaremos las abocadas al control feme-
nino.

UNA VISIÓN DE CONTAGIO Y CLAUSURA

Los requerimientos hospitalarios de Veracruz continuamente reba-


saron las capacidades de Montesclaros, demandando servicios de
los que éste carecía, como la atención quirúrgica. A ello se abocó un
cirujano veneciano, a fundar un hospital mixto que atendiera exclu-
sivamente problemas quirúrgicos o afecciones externas, de forma
independiente a Montesclaros. Según sus lineamientos exclusivamen-
te debería atender “cirugía, bubas, postemas, llagas y heridas”, com-
petencia quirúrgica más que estrictamente médica o interna.
En el siglo XVII medicina y cirugía se entendían como prácticas
diferenciadas, teniendo la primera un carácter más especulativo que
la segunda, más pragmática. La cirugía según la definición clásica
en uso de la antigüedad al Medioevo, se dedicaba a los efectos exter-
nos, enfermedades traumáticos o idiopáticas, que piden el auxilio
de la mano.5 Tal diferencia frecuentemente se entendía de forma
demeritante, considerando los médicos que los cirujanos ejercían
una rama menor de la medicina. ¿A qué se dedicaban los cirujanos?
Su canon había sido acotado por Galeno en el Segundo libro sobre el
método terapéutico, que establecía un amplio campo de competencia6
y que en la actualidad comprendería las especialidades de traumato-
logía y patología externa. Estomatología, dentistería, atención a par-
tos y peritajes de orden legal. Las especialidades de ojos, oído y piel
y con ésta la venereología y urología de las vías inferiores, también
de competencia quirúrgica y amplia demanda social.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 133

En el occidente cristiano las bubas o enfermedades venéreas eran


padecidas extensamente por todos los grupos sociales, cuya movili-
dad y trascendencia en un puerto como el de Veracruz incrementaba
su importancia. Para la atención de esos enfermos destinó Ronzón
el hospital de Loreto, que buscaba atender tanto a hombres como
mujeres. Sin embargo, la dinámica y necesidad de la ciudad le perfi-
laría a ser un nosocomio dedicado solamente a la atención a mujeres
que padecieran males contagiosos, como bubas, postemas, llagas,
tuberculosis, locura, delirio y frenesí. De ellas se destacaba que en
general eran sobre todo pobres.
Pero, ¿cómo explicar que el hospital no sólo atendiera los padeci-
mientos quirúrgicos o externos a que su fundador lo había dedica-
do, sino aquellos otros que actualmente pensamos y nominamos como
enfermedades mentales? El hospital religioso en términos sanitarios
funcionaba como una especie de lazareto que aislaba a los enfermos
de sus medios habituales de vida y trabajo. Ello era particularmente
importante en enfermedades reconocidas como contagiosas: la le-
pra, tuberculosis, sífilis, cuyo vehículo de contagio (según la menta-
lidad de la época) era el aire, pues la concentración de humores
nocivos en los lugares mal ventilados generaba corrupción y enfer-
medad.7
En el caso de la locura, delirio y frenesí, el contagio puede ser
entendido en un sentido social, en un horizonte histórico que no
consideraba tales comportamientos como mórbidos sino como
anímicos, pero que de la misma forma se escondían en la seguridad
de la clausura. Para todas estas problemáticas femeninas se aplica-
ban similares medidas de encierro hospitalario en establecimientos
de las características piadosas antes dichas.
Los hospitales para mujeres en la Colonia en general atendían
problemas venéreos y “mentales”, tal y como ahora les nombramos.
En el primero de los casos se aplicaba la terapéutica religiosa y qui-
rúrgica que combinaba los rezos y rogativas con la aplicación de
mercurio, y en el segundo simplemente se recluía a las mujeres lo-
cas, para evitar que vagaran por las calles, por el perjuicio a sí mis-
mas y por las faltas a la moral que ello suponía, además que se torna-
ban mal ejemplo para los demás. El nosocomio así buscaba evitar tal
especie de contagio moral, porque en el horizonte de la medicina
occidental sería hasta avanzado el siglo XIX cuando se considerase la
enfermedad mental como tal, susceptible de tratamiento y curación.
En ese sentido el nosocomio colonial era más que una institución
medica o sanitaria. Era al mismo tiempo refugio y cárcel, en el sen-
134 ENFERMEDAD Y CONTROL SOCIAL. MUJERES EN EL VERACRUZ COLONIAL

tido que ésta tiene de obligatoriedad e imposición de un deber ser


que se supone mejor y más adecuado que la conducta-enfermedad
(o conducta enfermiza) por la cual se ingresaban las mujeres. En
Veracruz fue el Hospital de Loreto la institución caritativa y
controladora de la conducta femenina inadecuada, que para la ideo-
logía de la época era más extensa que la conducta señalada como
“virtuosa” o deseable.
La sociedad hispana de los siglos XVI-XVII consideraba a las muje-
res de forma subalterna, dependiente e infantilizante. Sujetas a la
legislación castellana, se les consideraba imposibilitadas para desem-
peñar puestos públicos y ejercer funciones judiciales. No podían rea-
lizar contratos, aceptar herencias ni ser testigo en juicios. No podían
ser fiadoras o encarceladas por deudas: en fin, carentes de persona-
lidad jurídica y económica, requerían la personalidad de un varón
bajo el cual se les colocaba en relaciones de tutelaje y cuidado, como
fueran parientes, confesores o preceptores.
El ideal de conducta femenina era el enclaustramiento o la “toma
de estado”, fuera en el matrimonio o en el convento; para ambos se
necesitaban recursos para la dote, lo que no suponía gran impedi-
mento para las clases altas. Pero para el resto de las clases de meno-
res posesiones materiales la situación femenina se complicaba y po-
nía a las mujeres en situación inconveniente. No sólo carentes de
capital para una dote, sino impelidas a ganarse el sustento en una
economía que dejaba a las mujeres muy escasos medios de trabajo
remunerado como no fueran las labores manuales de hilo y aguja.
Por ello las mujeres se ubicaron en los márgenes económicos y mo-
rales de sociedades patriarcales, excluyentes y muy estratificadas ra-
cial y socialmente. Pensadores de la época consideraron que ello les
empujaba a caer en el pecado y la perdición, fuera por ejercer el
comercio carnal en la prostitución, o fuera por amancebarse con
algún varón que respondiera por su mantenimiento y el de la prole.
En el Veracruz de fines del siglo XVII y XVIII la floreciente actividad
comercial y posteriormente militar, atrajeron a mucha población de
los alrededores. De tal espectro las mujeres acudieron a prestar ser-
vicios domésticos, preparación y venta de alimentos, bebidas
embriagantes y prostitución, de formas alternas o superpuestas. De
tales labores (que secularmente han sido de primacía femenina) la
prostitución supuso una “amenaza” médica y moral a la sociedad
porteña, para lo que se fundaron un hospital y un recogimiento que
buscaran atender algunas de las aristas de la problemática femeni-
na. Así que las enfermas de bubas, tanto como las aquejadas de deli-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 135

rio y frenesí, se consideraban destinatarias de la acción caritativa y


restrictiva que buscaría impedir su circulación abierta por la ciudad.
De allí que el hospital de mujeres del puerto comparta el carácter de
ser un sitio de clausura y reclusión como lo fueron el resto de institu-
ciones para la atención de mujeres en la Colonia, fuera de forma
voluntaria o no. Será ese nuestro punto de contacto y relación del
Hospital de Loreto con el Depósito de Mujeres públicas, conocido
posteriormente como Casa de Recogidas.

HOSPITAL DE NUESTRA SEÑORA DE LORETO

Las instituciones caritativas de la colonia eran fundaciones religio-


sas, impulsadas por dignidades eclesiásticas o por devotos seglares
acaudalados. Para la atención a mujeres se fundaron instituciones
destinadas a atender a los diferentes segmentos de la sociedad
estratificada sociorracialmente. Así se crearon escuelas, colegios, con-
ventos, hospitales, hospicios y casas de recogidas en las principales ciu-
dades del virreinato, sobre todo en los siglos XVI y XVII.8 Todas contaban
con bienes que aseguraban su funcionamiento legados por los funda-
dores, patrones y bienhechores, a los que podían unirse recursos de
la Corona española si se encontraban bajo el Patronato Real.
En general podemos apuntar que todas las fundaciones piadosas
de los dos primeros siglos de dominio colonial se realizaron a posteriori,
una vez que se presentaban situaciones problemáticas que reclama-
ban la atención de las autoridades coloniales, a un tiempo civiles y
religiosas. El caso del Hospital de Loreto sigue tales directrices; ha-
cia 1616 el cirujano Ronzón planeó un nosocomio para la atención a
bubas y otros padecimientos quirúrgicos contagiosos que se fue per-
filando de acuerdo con las necesidades de un Veracruz en crecimiento.
Como otros ricos benefactores coloniales, Ronzón destinó su for-
tuna a la construcción del hospital, que se pondría al cuidado de los
religiosos de San Hipólito.9 Bajo la administración de un Patronato,
éstos se encargarían del cabal funcionamiento del hospital, en los
asuntos de intendencia, cirugía y medicina y disciplina. Los recursos
debían cubrir los costos de las ropas de las enfermas, camas, sabanas
y cabezales para cada uno de los lechos, alimentos, medicinas, emo-
lumentos de médicos y cirujanos, así como lo necesario para los reli-
giosos hipólitos encargados del funcionamiento. El fundador había
dejado como dotación del hospital dos esclavos varones, un albañil y
un aserrador y una mujer, María, encargada de labores de limpieza
y cocina.
136 ENFERMEDAD Y CONTROL SOCIAL. MUJERES EN EL VERACRUZ COLONIAL

El hospital inició normalmente sus funciones alrededor de 1650.


Primeramente se terminó la Iglesia (hacia 1646) y posteriormente el
resto del centro, que se componía de dos lienzos de enfermerías
ubicadas en escuadra, cada una de ellas con capacidad de doce ca-
mas.10 Suponemos que existía un apartado destinado a enfermas de
distinción, una sala de Nuestra Señora de la Soledad, “..habitación
de mujeres con su capilla”. Otros componentes eran la oficina para
el cuerpo de guardia, para el religioso responsable, un padre prior,
sala apartada para moribundos, depósito de cadáveres y áreas de
servicio como cocina, fregadero y bodega para catres sobrantes. Con-
taba además con camposanto. Una de las enfermerías colindaba con
la iglesia y en el espacio central se encontraba una fuente para uso
del público y en el resto del solar no se había construido nada.11

LAS ENFERMAS

Al Hospital de Loreto acudían las pobres y desamparadas que pade-


cían bubas o sífilis, tuberculosis y enfermedades mentales, conside-
radas altamente contagiosas. En las proyecciones de hospital se es-
tableció que debían recibirse todo tipo de mujeres pobres y necesita-
das “… de todas calidades”, pero las que más acudían eran españo-
las.12 Por tal término debemos entender un conjunto racial mestizo
que buscaba asimilarse al grupo dominante. Pero si consideramos
que la mayor parte de la población porteña era de color: negros,
pardos y mulatos, podemos advertir que la atención a estas mujeres
“no negras” era minoritaria frente a un conjunto social mucho ma-
yor que atendía sus problemas de salud de forma harto distinta, y
que le suponían al interés real una importancia diferente.
Cuando se habla de enfermos de sífilis en la Colonia general-
mente se presta atención al grupo social considerado su monopolis-
ta: las prostitutas, que debieron ser muy numerosas en un puerto de
tan grande población flotante como lo era Veracruz.13 Ellas eran las
pacientes de Loreto, mientras que los varones eran atendidos en sus
respectivos nosocomios: los enfermos militares acudían al Hospital
de San Carlos y el resto en Montesclaros. La terapéutica de la época
indicaba la aplicación de mercurio oralmente en forma de cápsulas
o tópicamente como unciones. Sobre todo para éstas últimas se ne-
cesitaban espacios dedicados ex profeso y que debían ser frecuente-
mente “limpiados”, pues se consideraba el mercurio altamente con-
taminante, que infestaba paredes y ropas de los afectados. Los dos
nosocomios de atención a varones contaban con tales espacios, no
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 137

así el de Loreto, lo que puede reforzar la idea de su índole de refu-


gio además de atención médica.14
Desde su apertura, hacia 1650, las mujeres acudieron a Loreto
con relativa tranquilidad hasta 1762-1763. Posteriormente su aten-
ción se vio afectada por la invasión que el ejército hizo del terreno
del nosocomio. Instaló allí primero un Hospital militar provisional y
posteriormente uno de plaza o definitivo, el Hospital Real de San
Carlos. Debieron convivir soldados y enfermos en una contigüidad
que las autoridades de la época consideraban negativa, para des-
pués ser expulsadas las enfermas del nosocomio. Los religiosos
hipólitos se inconformaron y armaron una querella, por la cual se
les reinstaló, pero en la mitad del espacio que antes disponían. Al
mismo tiempo, las adiciones y mejoras en el hospital militar paulati-
namente les fueron dejando las dos enfermerías para su uso, esta-
bleciendo una débil división entre ambos establecimientos. No obs-
tante, las autoridades religiosas y seglares consideraban que ello era
indeseable, pues “la contigüidad con los soldados es nada decente
las comunicaciones y peligrosa la concurrencia”.15
Las pacientes de Loreto permanecían en el hospital lapsos muy
variados de tiempo, que podían abarcar más allá de su curación,
para incluso vivir ahí mismo. Por ejemplo, en el libro de entradas se
señala que algunas de ellas permanecían en el mismo “dos años y
medio o tres, como más largamente consta en el citado libro”. Dadas
las reglamentaciones de estas instituciones, la permanencia en el
mismo debía ser continua, como una clausura, sujetas a reglas de
conducta muy cercanas a las monacales.
Se cuenta con una mínima estadística de los ingresos del hospital
en un periodo corto y complejo de su vida. De 1756 a 1766 fueron
atendidas mil 67 enfermas, de las que se curaron 767 y 272 murie-
ron. Esos años comprenden los que el ejército requisó el hospital, y
no nos pueden servir para hacer algún tipo de promedio de aten-
ción.16 Justamente en el año final, 1766, fue cuando las enfermas
expulsadas retornaron a su establecimiento gracias al enconado pro-
ceso seguido por los religiosos hipólitos para que les fuera regresa-
do su nosocomio, indispensable para la atención de enfermas po-
bres de medicina y cirugía que no tenían donde acogerse.17

DEPÓSITO DE MUJERES PÚBLICAS Y CASA DE RECOGIDAS

Los instituciones religiosas para las mujeres coloniales trataban de


adecuar su modo de vida a los cánones que la sociedad de entonces
138 ENFERMEDAD Y CONTROL SOCIAL. MUJERES EN EL VERACRUZ COLONIAL

consideraba deseables para ellas, que líneas atrás nominamos como


la “toma de estado”. Pero el matrimonio o la clausura monacal, el
retiro del mundo, en fin, poco se adecuaba a la vida común y coti-
diana de la mayoría de las mujeres novohispanas, fuera por necesi-
dad o voluntad. La sociedad novohispana buscó implementar una
solución para la atención de la conducta femenina problemática me-
diante los Recogimientos. Estos eran resguardo de las frágiles muje-
res sin hogar y en situación de inseguridad, que fueron evolucionan-
do hasta tornarse instituciones correctivas. Dicha normalización pasó
de la concepción religiosa en los dos primeros siglos de colonia a la
disciplinante o correctiva del siglo XVIII.
Los recogimientos aparecieron en la Nueva España desde el siglo
XVI para proporcionar a las doncellas españolas o indias un lugar
donde vivir decentemente, careciendo muchas de esas mujeres de
medios económicos familiares que les dispensaran protección. Un
religioso de la época expresaba así el problema:

Hay en México diez o doce mil doncellas hijas de españoles …


que cuasi todas no tienen con qué se casar, ni se sabe como podellar
remediar; y sabe Dios lo que así doncellas harán por no tener un
pan que comer.18

En ese primer siglo de Colonia se fundaron varias instituciones


para la protección de las mujeres en el imperio hispánico, bajo el
mismo espíritu devoto y misericordioso que fundó otros colegios,
conventos, beateríos. En Filipinas se creó la Santa Misericordia de
Manila, en Lima el Recogimiento y Hospital de la Caridad, dedica-
do a recibir “…todo estado de mujeres deseosas de recogimiento y
virtud, y para curar a las pobres dolientes.”19 En México los primeros
fueron impulsados por el obispo Zumárraga sobre todo como colegios.
Posteriormente surgieron los recogimientos de mujeres arrepentidas,
quienes voluntariamente acudían a casas donde se les proporcionaba
abrigo y los medios para arrepentirse de su vida disoluta e iniciar una
de devoción y penitencia. Posteriormente se formaron casas de recogi-
miento para mujeres casadas, divorciadas o solteras que requirieran un
lugar para resguardarse de la violencia conyugal y social.
En el siglo XVIII surgieron los recogimientos como instituciones
de corrección para mujeres delincuentes, que contrariaban la idea
de decencia y propiedad que la sociedad colonial asignaba a las mu-
jeres. La Casa de Veracruz fue de este tipo, creada además en mo-
mentos que las fundaciones hospitalarias y misericordiosas del puerto
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 139

vivían un proceso de declinación ante un proyecto sociohistórico


distinto al de los Austria, como fue el reformismo borbónico.

LOS PECADOS FEMENINOS

La investigación de la vida de las mujeres novohispanas a través de


las instituciones a que hacemos referencia nos permite atisbar a la
élite, sólo a una pequeña parte de la compleja sociedad colonial mexi-
cana. Queda fuera el enorme cuerpo social que sólo podemos infe-
rir a través de las conductas delictuosas, que como un iceberg, mues-
tra una pequeña parte de lo que acontece bajo la superficie. Así uno
de los recursos con que puede atisbarse ese mar ancho y profundo
que fueron los mestizajes ocurridos entre los grupos indio, negro e
hispánico son las conductas infractoras que algunos investigadores
han inquirido en los Archivos del Tribunal del Santo Oficio, que
perseguía las faltas contra las buenas costumbres.
La Inquisición era la encargada de juzgar los delitos contra la moral
(como eran la conducta bígama, el amancebamiento y adulterio) y los
pecados contra la fe —de mayor gravedad— como se consideraba la
brujería. En ambos grupos se debatieron las conductas infractoras
de las mujeres, que por medio de la brujería sexual, lo sobrenatural
y demoníaco lograban ganar un espacio de poder en medio del ex-
tendido demérito y dependencia en que la sociedad les colocaba.20
La Inquisición vivió sus años de mayor actividad en el siglo XVII,
cuando se complejizaron los tipos y matices del roce social y sexual
de la sociedad colonial, que a veces denunciaba a sus infractoras e
infractores. Pero los dictámenes del Santo Oficio eran ejemplares en
sentido educativo, lo que se fue transformando hacia el siglo XVIII
cuando se modificó la concepción de dichas conductas. Para el caso
de la conducta femenina anómala, paulatinamente se le fue conci-
biendo como susceptible de ser corregida y castigada, con el envío
de las mujeres pecadoras a las Casas de Recogimiento que funciona-
ron como especie de cárcel privada.
En Veracruz ello tuvo las características que le daba el auge co-
mercial vivido por el puerto hacia la segunda mitad del Siglo de las
Luces, cuando el grupo de comerciantes logró poder suficiente para
fundar su Consulado. Controladores de la vida toda del puerto, do-
minaban el ayuntamiento y desde la segunda década del siglo XVIII
se dieron a la tarea de mejorar el entorno urbano de la ciudad, por
un siglo sucia y descuidada. Se levantaron los edificios principales
de mampostería y realizaron obras de mejoramiento urbano que con-
140 ENFERMEDAD Y CONTROL SOCIAL. MUJERES EN EL VERACRUZ COLONIAL

tribuyeran a limpiar y hermosear la ciudad que había afianzado su


fama de ser capital mundial de las enfermedades.

EL RECOGIMIENTO DE VERACRUZ

La actividad mercantil y militar de Veracruz de la segunda mitad del


siglo XVIII atrajo a numerosa mano de obra de su hinterland, dentro
de la que se encontraban mujeres que poco se adecuaban a los cáno-
nes de vida encerrada y monacal. Algunas de ellas eran alterna o
indistintamente sirvientas, cocineras, venteras, enfermeras,
tepacheras… y prostitutas. Una variada gama de posibilidades de vida
y fortuna, que en ocasiones eran apresadas por su conducta licenciosa y
escandalizante, carente de respeto y temor de Dios. A tales mujeres
infractoras las autoridades porteñas las mandaban a la cárcel, pero el
tamaño de la misma les orilló a buscar otras opciones de encierro.
La cárcel pública se edificó entre 1604 y 1627 y tenía una capaci-
dad de cincuenta reos, misma que se vio rebasada entre dos y tres
veces un siglo después. Las condiciones en que tales convictos vivían
era muy deprimida, no muy diferente a otros sistemas penitencia-
rios de occidente, como el francés.21 El tamaño de la cárcel orilló a
las autoridades veracruzanas a recluir a las mujeres infractoras en
casas particulares, lo que no dejaba buenos resultados, después de lo
cual se vio la necesidad de crear un espacio ex profeso. Hacia 1756 las
autoridades veracruzanas buscaron crear una institución para “de-
positar” a las prostitutas que ejercían su oficio en las calles y que
escandalizaban la moral publica. Recordemos que la existencia y to-
lerancia de la prostitución se observa desde el siglo XVI mientras se
realizase en locales cerrados, conocidos como casas de mancebías.22
Pero tanto este sistema permisivo como el implementado un siglo
después, y conocido como sistema francés, se mostraron incapaces de
controlar un fenómeno que se salía de cauces policiales, económicos
y médicos, asociado a pulsiones vitales de fiesta, gozo y la holganza
que en el puerto de Veracruz tuvieron fuerte impronta negra.
A ese mar de algarabía lujuriosa y vital se buscó reformar me-
diante el encierro de las mujeres transgresoras. Hacia 1756 algunos
notables veracruzanos presentaron al obispo de Puebla el proyecto
de establecer una Casa-depósito de mujeres. La intención era hacer
un lugar donde pudieran ser recluídas por pocos días las mujeres
infractoras y escandalosas, que ofendían la moral de la sociedad y
practicaban la prostitución en las calles.
Sólo deben recogerse mujeres que por vía de providencia o co-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 141

rrección, hayan de entrar en ella un corto tiempo por meretrices o


incontinentes, y no por otras causas, ni por condenación definitiva
de algún año o años.23
La iniciativa contó con el apoyo de las autoridades virreinales y
comenzó a funcionar a una escala relativamente modesta. Para su
sostenimiento fijó que se dieran a la Casa los recursos de las vacan-
tes de capellanías de todos los obispados, a lo que se aunó el apoyo
del cabildo veracruzano para el pago del alquiler de la casa.
La Casa empezó a funcionar hacia 1756-57, y además de las habi-
taciones y servicios necesarios para reposo y alimento, debía contar
con un sitio para orar, donde las recogidas pudieran oír misa con
regularidad sin salir del encierro. Como la Casa se ubicaba muy cer-
ca del Hospital de Loreto (separadas ambas instituciones por un es-
trecho callejón) se pretendió que el Ayuntamiento porteño cediera
dicho callejón para tener acceso a la Iglesia del nosocomio. Pero el
proyecto fue rechazado por el prior de los Hipólitos, que considera-
ba peligroso comunicar a mujeres de mal vivir con las enfermas del
hospital a su cargo. Para solventar la importante carencia el obispo
de Puebla autorizó un oratorio privado en la Casa para el servicio
religioso de las mujeres.
El control y gobierno de la Casa dependía del obispo diocesano,
quien nombraba a un capellán para su vigilancia. Pero si los asuntos
disciplinarios y devotos eran de índole religiosa, la administración
económica la realizaron seglares, muchos de ellos pertenecientes a
la cofradías y hermandades del puerto.24 Para el gobierno interior
de la misma se designó a una mujer de conducta ejemplar, que vivie-
ra en el mismo y se encargara de la dirección y conducta de las mu-
jeres a su cargo, a quienes era mejor guiar con el ejemplo virtuoso, y
después con la reprimenda y el castigo.
La Casa Depósito veracruzana era una institución de índole
carcelaria; el ingreso de las mujeres era obligatorio. Allí eran deposi-
tadas las mujeres infractoras por algún varón con la autoridad moral
y política para ello, y que ocasionalmente debía hacerse cargo de su
manutención. A veces dicho varón era un religioso, aunque después
fueron principalmente los jueces y autoridades civiles del puerto
quienes enviaban a dichas mujeres “que había perdido toda vergüenza
y temor de Dios” al recogimiento para buscar si no la enmienda sí el
castigo del encierro.
La Casa depósito duró en las cercanías del Hospital de Loreto
aproximadamente una década, de 1756 a1762. Fue interrumpida su
existencia por la toma de los ingleses de Cuba, lo que movió militar-
142 ENFERMEDAD Y CONTROL SOCIAL. MUJERES EN EL VERACRUZ COLONIAL

mente a Veracruz. Y así como Loreto fue requisado por el ejército


naciente, la Casa Depósito se cerró para alojar allí a su cuerpo médi-
co. Acabada la emergencia militar, se reabrió unos pocos años para
clausurarse en 1776, por agravarse sus necesidades económicas cuan-
do una Real Cédula le retiró los fondos de los vacantes de capellanías.
Clausurada la Casa, las mujeres públicas se trasladaron a una sala
especial de la cárcel. Pero un administrador seguía manejando los
escasos fondos y concesiones, y buscando la manera de reabrirle. Es
en este momento que la Casa cambia un poco la índole de su apre-
ciación: cuando el ayuntamiento porteño decide tomar íntegramen-
te el control y administración de la misma, con cierta distancia del
control e iniciativa religiosa que la había fundado. De esa manera
podemos ubicar la fundación del recogimiento con el último aliento
de las fundaciones misericordiosas en el puerto, y el inicio de una
concepción secularizante de las problemas y soluciones sociales de
la ciudad, que en las últimas décadas padecería momentos de creci-
miento demográfico motivado por el acantonamiento militar y la
liberalización del comercio y fundación del Consulado veracruzano.
El aumento del vecindario de Veracruz incrementó y complicó
las problemáticas asociadas a las clases que llegaban al puerto atraí-
das por la demanda de brazos para los servicios del puerto, y todas
las actividades y necesidades asociadas al mismo. Entre tales aumen-
tos se encontró el número de prostitutas, vagos, malandrines, músi-
cos, mendigos, arrieros y milicianos que rondaban por los arrabales
de extramuros, sobre todo de los barrios de San Sebastián y del Cris-
to del Buen Viaje.
Podemos correlacionar las demandas hechas a la Inquisición25 con
la necesidad de control y gobierno planteados al cabildo porteño.
Es así que inicia la segunda etapa de la casa de recogimiento con esa
dirección seglar que ya se había apoderado del Hospital de
Montesclaros y del de Loreto, modificando en éste el tipo de enfer-
mas que recepcionaba.26 La fundación del Hospital de San Sebastián
por el Consulado cierra definitivamente el ciclo de fundaciones hos-
pitalarias religiosas iniciadas en Veracruz en las primeras décadas
del siglo XVI.
En el último cuarto de siglo la Casa depósito sufre transformacio-
nes. Se asienta en dos edificios distintos, permaneciendo después
de 1791 en una casa propiedad de los señores Francisco Durán y
Agustina Lombardini, situada en la calle de Belem frente a la
maestranza de Artillería. La casa se adaptó a las necesidades de la
institución, desde entonces llamada Casa de Recogidas, más que
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 143

depósito. Una de las reformas fue la instalación de un oratorio gran-


de donde se realizaban los servicios religiosos.
Según el espíritu de la época, era necesario que la recogidas se
encargaran de los servicios de limpieza y cocina, así como otras labo-
res “de manos” que pudieran ayudar a ganar algo de dinero para su
sostén. Pero tal posibilidad económica del Recogimiento se fue pau-
latinamente incrementando, de pensarse como adicional a ser prin-
cipal. En ese sentido las recogidas lavaron sábanas del Hospital de
Loreto y de San Carlos y en algunos otros momentos despepitaron
algodón, labor que requería todo cuidado y delicadeza.27 Los bene-
ficios de tales labores se usaron para el sostenimiento de la Casa, y
en los momentos que se incrementaron levemente, apropiados por
el Cabildo. Como en otras instituciones carcelarias y de reclusión,
los hombres y mujeres encerrados eran considerados por las autori-
dades ilustradas reservorios de mano de obra impaga, todo un cam-
bio respecto a la concepción de las instituciones religiosas de los
siglos precedentes.
Además de los recursos obtenidos con tales labores, el ayuntamien-
to de Veracruz había establecido para el sostén del Recogimiento el
alquiler de casillas de la plaza del maíz, así como los beneficios de jue-
gos de azar y del coliseo de las comedias. Ello representaba en ocasio-
nes de bonanza un considerable ingreso, que podía depositarse a cen-
so para saldar deudas o guardar provisiones para tiempos de escasez.
Los recogimientos en esta fase eran mínimas unidades económi-
cas y máximas punitivas y correccionales. Era constante la fuga de
recogidas, que justo por ello se hallaba fuertemente penado. No se
permitía la comunicación con el exterior sin los recursos de rejas y
torno, mismos que se usaban en los conventos.
La imagen del internamiento generoso, a título de beneficencia,
pertenece al campo de la utopía filantrópica. En la práctica, es siem-
pre un castigo, en razón de las condiciones inhumanas de la deten-
ción y su duración: necesitados o delincuentes, los pobres o reclui-
dos se ven privados de su libertad por largos años, a veces para siem-
pre. Lejos de prepararlos para una nueva función en la sociedad, el
hospicio está destinado a separarles de ella.28
Muchas de las ingresadas al Recogimiento debieron ser mujeres de
color que, como la mayor parte de la numerosa población negra
veracruzana, le supuso a las autoridades coloniales una doble aprecia-
ción: ser mano de obra resistente y adaptada a las condiciones sanita-
rias del puerto, lo que incluye su participación en las milicias de pardos
y morenos. Y por otro ser la broza porteña cuya conducta licenciosa y
144 ENFERMEDAD Y CONTROL SOCIAL. MUJERES EN EL VERACRUZ COLONIAL

bullanguera motivó numerosas demandas a la inquisición, entre las


cuales la más conocida fue la de los bailes indecentes del Chuchumbé.

NEGRAS Y MULATAS EN LOS MÁRGENES CENTRALES

El temperamento mórbido de Veracruz que se ensañaba con los blan-


cos arribeños, era amable con la población de color. Para fines del
siglo XVIII más de la mitad de los porteños eran negros, pardos o
mulatos, el alma económica y festiva del puerto. Si los varones pu-
dieron ser estibadores, pequeños comerciantes, milicianos, curan-
deros, carpinteros, criados y músicos, las negras y mulatas eran sir-
vientas, cocineras, curanderas, venteras, prostitutas y brujas: la com-
pleja y superpuesta gama de posibilidades que la sociedad deman-
daba y al mismo tiempo condenaba. La desenfadada muestra de
tales encantos y amenazas en las calles fue preocupación constante
de las autoridades civiles y religiosas, que buscaron conjurar tan su-
gerentes amenazas.
Uno de los reclamos constantes de voces influyentes eran los ser-
vicios que mujeres de color ofrecían a viajeros y enfermos en sus
casas.29 Además de curarles y atenderles les embrujaban para mante-
nerlos a su lado, haciendo uso de magia y hechicería, los conocidos
recursos del contrapoder femenino de la Colonia. Cuando algunas
de tales víctimas eran promisorios jóvenes españoles que arribaban
al puerto para hacer fortuna, dicha situación se presentaba como un
problema. Cuando no, era la dinámica común y normal con la que se
realizaron los mestizajes de uno de los puertos más cosmopolitas de
la Nueva España.
El caso de las mujeres de color que cuidaban a enfermos en sus
casas se buscó evitar con la ampliación o creación de servicios hospi-
talarios, como la fallida iniciativa del Hospital de Jesús, María y José
en 1779.30 Los otras casos de conductas escandalizantes, prostitu-
ción y venta de licores31 que realizaban las mujeres “del común” se
buscaron paliar con el encierro en la Casa de Recogidas, medida
que tampoco se caracterizó por su éxito. La reincidencia de muchas
de las reclusas bien puede hablar de la incapacidad de las políticas
restrictivas y controladoras sobre usos y prácticas sociales de profun-
das raigambres ideológicas de los pueblos.
La vida de la Casa de Recogidas y del Hospital de Loreto no al-
canzaron la mitad de la centuria XIX. Agudizados sus problemas fi-
nancieros en los primeros años del siglo, antes de 1824 se clausuraron
definitivamente. Juntas de notables porteños mantuvieron en los
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 145

años de la lucha independentista los últimos alientos de las dos ins-


tituciones encargadas de velar por vida de las mujeres veracruzanas,
proyectos de vida pensados sobre preceptos devotos y correccionales
un tanto alejados de las complejas relaciones festivas, mórbidas, de
encierro y holganza que las mujeres iban construyendo y transfor-
mando en una sociedad que al tiempo que les demeritaba les temía.
Que podía considerarles seres frágiles, necesitadas de protección y
abrigo, al mismo tiempo que íncubos perversos capaces de robar el
alma de los hombres… Compleja y contradictoria construcción
sociohistórica de la femineidad que estamos lejos de considerar su-
perada.
146 ENFERMEDAD Y CONTROL SOCIAL. MUJERES EN EL VERACRUZ COLONIAL

Notas
1
“Llegó a tener 200 españoles con cerca de 600 esclavos negros para trabajo
portuario”. Alcántara, 2002:180-181. Otros historiadores no anotan más de mil,
aumentando en los siglos XVII y XVIII; por ejemplo hacia 1681 había 3000 personas
y en 1791 eran 4 000 los habitantes porteños, según Rudolph Widmer. Suárez,
2001:34
2
AGN, Ramo Hospitales, tomo 43, exp. 5
3
Pumar, 1991:12-13
4
El hospital novohispano era una institución religiosa antes que médica o
sanitaria. Basado en el mito cristiano de la virtud-pecado, consideraba que la
enfermedad se presentaba al haber cometido un pecado o infracción a la ley
divina. En consecuencia, debía entonarse una serie de ruegos y suplicas para
invocar el retorno de la gracia divina, terapéutica que se aunó a la médica y
quirúrgica en la atención de enfermos en los hospitales coloniales. Su principal
función era dar cuidado espiritual y médico a pobres, enfermos y necesitados en
general, sostenido por ayudas oficiales y limosnas de particulares.
5
“Inflamaciones, edemas, tumores de todo tipo, apostemas o abscesos, úlceras
y afecciones gangrenosas. Enfermedades de los huesos, fracturas y luxaciones,
heridas, várices. Dolor. Enfermedades del gusto y de la boca, de las orejas y del
oído, del ojo y de la vista. Enfermedades de los tegumentos del cuerpo, de los
pelos, uñas y tacto. Excoriaciones, quemaduras, congelación. Manchas, costras,
sarna, pústulas. Hernias, procidencias; piedra en la uretra…” Izquierdo, 1949:127
6
Corbin, 1987.
7
En el siglo XVIII —especialmente hacia la segunda mitad— se buscó imponer
una dirección distinta para la acción social, bajo las luces de la Razón más que de
la devoción que signó el período anterior.
8
Trens, 1992.
9
No obstante, en su funcionamiento normal a veces llegaba a recibir mayores
números. En una visita realizada en el último cuarto del siglo XVIII se apuntó
que su capacidad regular oscilaba entre 20 y 40 enfermas.
10
AGN, Ramo Hospitales tomo 49 exp. 9. Puede apreciarse ya la distribución
del hospital de mujeres con la adición de las fábricas de San Carlos, que se
construyeron en la parte anteriormente vacía del solar. Dicho hospital militar
convivió muchos años con el de Loreto, y le sobrevivió: este último fue derribado
en la segunda mitad del siglo XIX, y San Carlos se tornó hospital militar en funciones
hasta 1990, aproximadamente.
11
AGN, Ramo Hospitales, tomo 23, exp. 7.
12
La sífilis había permeado a todos los grupos socio raciales de la colonia, y
en su etiología se encendieron acerbos debates sobre su origen americano o
europeo. Para conocer tal debate véase “Visión histórica de la sífilis” en Martínez
y López, 1997:5-26
13
Archer, 1983:334-335.
14
AGN, Ramo Hospitales tomo 43 exp. 7.
15
Los dos hospitales tiene algunas diferencias, siendo que en el español se
recibían enfermos ambulatorios que recibían unciones mercuriales una o dos veces
por año. Martínez y López, 1997.
16
AGN, Ramo Hospitales tomo 43 exp. 7.
17
Carta de fray Jerónimo de Mendieta al padre Bustamante, enero de 1562,
citada en Muriel, 1974:43. Debemos apuntar que aunque el fenómeno de la
prostitución es de una complejidad tal que rebasa la sola necesidad económica,
este es el factor más importantes para su práctica. Ver Núñez, 2002.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 147

18
Muriel, 1974: 45.
19
Behar, 1989.
20
Foucault (1997) (1998).
21
Muchas veces los beneficios económicos de estas eran abrogados por los
cabildos. En México se autorizó la primer casa de mancebía en la capital mediante
Real Cédula de 1538. Muriel, 1974:34.
22
Archivo Histórico Municipal de Veracruz, caja 31, foja 367, citado en Suárez,
2001:105.
23
Un pormenorizado estudio de la administración de la Casa de Recogidas lo
realizó Suárez, 2001.
24
González Casanova, 1986, Alcántara López, 2002.
25
Es necesario trabajar con mas detalle los documentos de tal hospital,
buscando hallar el numero y sobre todo el tipo de enfermas y tratamiento recibido
una vez que estuviera funcionando la Casa de Recogidas. Es un labor que en
futuro realizaremos, buscando enriquecer las fuentes hasta ahora localizadas en
el AGN, que privilegian sobre todo las cuestiones administrativas. Es expresivo
en ese sentido el documento del volumen 23 expediente 9 del Ramo Hospitales
del AGN, “Diligencias hechas para la averiguación de las enfermas que han entrado
a curarse en el H. de N.S. de Loreto, Fincas que tiene propias y renta anual
corriente”.
26
Suárez, 2001:102.
27
Antonio Elorza citado en Suárez, op. cit. p 76-77.
28
AGN, Ramo hospitales, tomo 43 exp. 4.
29
Muriel, 1991:235 tomo II.
30
Negras y mulatas eran también proveedoras de alcoholes y aguardientes
prohibidos, que hacían llegar a los consumidores del puerto desde trapiches
cercanos.
148 ENFERMEDAD Y CONTROL SOCIAL. MUJERES EN EL VERACRUZ COLONIAL

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ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 149

LA MARUCA, UNA VECINA REBELDE


DE TACUBAYA EN EL SIGLO XVIII

Martha Eugenia Delfín Guillaumin

E n octubre de 1769 un acontecimiento vino a alterar el orden de


Tacubaya: los pobladores, gente “del común y naturales de la villa”,
solicitaron a la Real Audiencia a través del procurador de indios,
don Joaquín Antonio Guerrero y Tagle, que se efectuaran autos y
diligencias en contra de Gertrudis Efigenia, alias la Maruca, acusán-
dola de “ser muy escandalosa, provocativa y desvergonzada”. Sin
embargo, y a pesar de que las declaraciones tomadas a los testigos
siempre la muestran en sus aspectos más negativos, aquí se intenta
analizar su comportamiento rebelde desde otra perspectiva para su-
poner que, más que un carácter escandaloso, provocativo y desver-
gonzado, la Maruca manifestaba su inconformidad ante el modo de
vida impuesto aunque fuese con una conducta que a muchos escan-
dalizaba.1
El caso de la Maruca puede ser considerado como especial por-
que se trata de una mujer indígena del común que se anima a rebe-
larse ante cualquier gente sin importar su rango. Antes del suyo, ya
otros escándalos habían conmovido a los habitantes de la villa du-
rante el siglo XVIII, por ejemplo, la querella judicial entre los frailes
predicadores de la parroquia de La Candelaria de Tacubaya y unos
particulares con motivo de un asunto testamentario que en 1727
causó gran consternación entre la población. Luego, en 1740, una
india también apodada Maruca había sido pillada in fraganti con su
amante Manuel de Lira, ministro de vara de la villa, provocando
bastante revuelo por lo bochornoso de su captura organizada por
los frailes dominicos y secundada por algunos vecinos indios y espa-
ñoles, quienes los condujeron a empellones desde la casa de la amante
hasta el convento, a él lo encerraron en el cuarto donde se guardaba
“la cal para la obra de la iglesia” y a ella la retuvieron en una celda
vacía. Un evento bastante importante que se dio a mediados de 1763
fue la secularización de la parroquia de la villa de Tacubaya, de tal
forma que los frailes predicadores tuvieron que dejar de adminis-

[ 149 ]
150 LA MARUCA, UNA VECINA REBELDE DE TACUBAYA EN EL SIGLO XVIII

trarla. Y por último, tenemos ese otro caso judicial de principios de


1764 cuando los indios principales y el común de la villa solicitaron
al virrey, a través de su nuevo párroco seglar, el licenciado José Igna-
cio Ruiz de la Vega, que el teniente de corregidor, Miguel Guijarro,
fuese destituido de su cargo por abuso de autoridad y otras actitudes
irrespetuosas hacia los moradores de Tacubaya. Entre las múltiples
quejas presentadas por los testigos, destaca aquella que lo señalaba
de haber “puesto juego en su casa de albures en que concurrían
españoles e indios y otras calidades, aun menores de edad, y los
hacía jugar con barajas de España.”2
Sin embargo, de entre todos estos acontecimientos peculiares
mencionados he elegido el caso de Gertrudis Efigenia, alias la Maruca,
quien me parece que, por la construcción que hacen de ella sus
acusadores, es la antítesis de todo aquello que se supondría debía
ser una mujer india del común.3
El 14 de octubre de 1769 Joaquín Antonio Guerrero y Tagle, pro-
curador de indios, fue el encargado de presentar la denuncia al vi-
rrey, el marqués de Croix, en representación de Vicente Ferrer
Velásquez (gobernador del cabildo indígena), Juan Miguel de Herrera
(alcalde), Ramón Velásquez (alcalde), Dionisio Francisco Velásquez
(escribano) y “demás oficiales de República, común y naturales de la
villa de Tacubaya, jurisdicción de la de Coyoacán.”4 En su escrito el
procurador manifestaba lo siguiente:

Digo: que en dicha villa reside una india alobada nombrada


Gertrudis Efigenia alias la Maruca, de tan perverso natural y
desenfrenados procederes que de muchos años a esta parte
tiene displicentados a casi todos los vecinos del lugar por ser
frecuentes los lances y discordias que origina su intrépido y
altivo genio, en tal grado que ni tiene respeto a su cura (a
quien ha ocasionado varios disgustos), ni a la justicia, ni a los
vecinos de su posición y mucho menos a los gobernadores,
alcaldes y demás ministros de aquella República, quienes o
muchas veces no le cobran el tributo y demás pensiones a que
está sujeta como originaria de allí y que está disfrutando un
pedazo de tierra de los del repartimiento de aquella comuni-
dad, o si le reconvienen sobre la paga, experimentan siempre
gravísimos ultrajes y vilipendios de palabras y aun amenazas,
dejándose llevar tanto de su maldito genio y mordacidad que
no hay en su boca honra segura sin reservar personas de cali-
dad y carácter.5
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 151

En esta misma relatoría el procurador señalaba que la Maruca


había sostenido un pleito judicial con un vecino de la villa llamado
Blas de la Candelaria con motivo de “cierto pedazo de tierra” y como
la sentencia del corregidor (seguramente el de Coyoacán) y la Real
Audiencia falló a favor de Blas de la Candelaria, ella se enfrentó con
los indios principales de la villa “desvergonzándose audazmente no
sólo con el gobernador y alcaldes sino también con varios de los
ministros que intervinieron en la práctica de dichas diligencias”.
Luego de ello comenzó a divulgar entre la población que Blas de la
Candelaria había sacado “porción de plata que unos ladrones tenían
enterrada en el solar de la disputa” y que iba a denunciarlo ante el
juez de la Acordada. Además, manifestaba el procurador, que todos
los días la Maruca trataba a este individuo y a su familia “con tales
ultrajes y vilipendios” entre los que se incluían las amenazas de muer-
te. También la acusaba de haber ido a buscarlo a su casa cierta noche
acompañada por su marido

“a quien predomina” y por un hermano, y como Blas de la Can-


delaria no le abrió la puerta, entonces ella comenzó a golpearla
con una piedra. Inclusive, según el procurador, el suceso más
grave se presentó cuando “estando este solo [Candelaria] en una
milpilla que tiene dentro de la misma villa, lo asaltaron repenti-
namente la dicha Gertrudis por un lado y su marido por otro,
maltratándolo con tales improperios y palabras tan injuriosas,
que ellas por sí solas estaban manifestando el mal ánimo de uno
y otro; y tal vez lo hubieran muerto o al menos herido si casual-
mente no hubiera aparecido allí su mujer.”6

Según Guerrero y Tagle, las personas a las que representaba te-


mían que, considerando “la procacidad y malevolencia de esta mu-
jer”, atacara físicamente o llegara a matar a Juan de la Candelaria o
a alguno de su familia “o que cometa otro semejante absurdo”.
Sin embargo, a pesar de todas estas imputaciones, aclaraba el
procurador que ni el gobernador ni los alcaldes mandaron aplicar a
Gertrudis Efigenia ningún castigo “que sirviese de corrección a su
orgullo y al mismo tiempo precaviese las fatales resultas”. No se ani-
maron a hacerlo “por el horror que le tienen a su audaz e intrépido
genio y ya porque su malicia no les levante alguna quimera que les
incomode en su quietud y bienestar y aun en sus personas”.7 Indica-
ba el procurador en su escrito que sus representados no habían acudi-
do con anterioridad a quejarse con el corregidor de Coyoacán porque
152 LA MARUCA, UNA VECINA REBELDE DE TACUBAYA EN EL SIGLO XVIII

el teniente de la villa, Pedro Cortegana, protegió a la Maruca cuando


ésta tenía la querella por el solar con Blas de la Candelaria.
Por otra parte, Blas de la Candelaria era descrito como una per-
sona tranquila, “a más de ser de genio pacato, y toda su familia bien
criada y de arregladas costumbres”. Era, según el procurador, un
hombre honrado, gentil en su trato con todas las personas, muy pun-
tual en el cumplimiento de sus obligaciones (contribuciones a la Igle-
sia y a la comunidad), había desempeñado cargos públicos en esa
República de Indios, además, había sido por muchos años —
hasta el momento del escrito— mayordomo de la Cofradía del Trán-
sito o Asunción de Nuestra Señora. Inclusive, se había distinguido
por haber contribuido con más de doscientos pesos en la construc-
ción del puente de cal y canto “que está enfrente de la Iglesia
Parroquial de aquella villa, por lo que mereció que yendo a ella de
paseo el excelentísimo señor marqués de Cruillas, le diese por sí
mismo [informado de su generoso celo] las gracias por la construc-
ción de dicho puente.”8
En su denuncia el procurador indicaba que debido a sus inconta-
bles “indisposiciones y disturbios” que continuamente ocasionaba
entre los vecinos por su “genio díscolo”, era que ellos “por no tener-
la de vecina y colindante” no tomaba ninguno de ellos un pedazo de
tierra inmediato al solar suyo “perdiendo por esto la comunidad el
usufructo que le podía rendir anualmente”. También apuntaba que
la Maruca tenía “tal astucia para mentir y aparatar verdades” que
luego de la disputa judicial por el terreno con Blas de la Candelaria,
y a pesar de haber sido prevenida de observar “perpetuo silencio”,
siguió quejándose del fallo. Inclusive, llegó a entrar en la sala de
audiencia “dando descompasados gritos” logrando que algunas per-
sonas de representación “la apadrinasen, como lo hicieron varias
ocasiones, movidos a compasión.”9 Cierto individuo llamado Anto-
nio Leonardo, caracterizado por su carácter violento, le había “apa-
drinado sus cavilosidades y enredos” por querer “ostentar la vani-
dad de que entiende de papeles y negocios forenses” se ponía a
“formarle escritos en distintos asuntos.”10 Inclusive, se acusaba a An-
tonio Leonardo de haber atacado al gobernador don Vicente Ferrer
Velásquez, delito por el cual fue procesado por el corregidor, “y asi-
mismo tuvo la inaudita osadía de intentar también matar a su
padre a quien de hecho arrastró del cuello, lo que fue público en
aquella villa.” 11
Por último, el procurador Guerrero y Tagle concluía su escrito
solicitando al virrey que mandara a un juez receptor de la Real Au-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 153

diencia a la villa de Tacubaya para que realizara la averiguación su-


maria tomándoles su declaración a los testigos. Todo esto con el
propósito de que la gente de Tacubaya tuviera quietud y se excusa-
ran “las fatales resultas que prepara el revoltoso e intrépido genio
de dicha Gertrudis” y, además, para evitar sus provocaciones a Blas
de la Candelaria y a su familia. Aclaraba que de resultar ciertas las
acusaciones que se le hacían a la Maruca, ésta debía ser aprehendida
para tomarle su declaración preparatoria y luego ser conducida “presa
y a buen recaudo” a la Real Cárcel de Corte a fin de que el propio
virrey le impusiera la pena correspondiente, “principalmente la de
perpetuo destierro de aquella villa a competente distancia.”12
Con lo que respecta a Antonio Leonardo, el procurador le pedía
al virrey que lo mandase prevenir de que no se entrometiera “a fo-
mentar litigios ni discordias, absteniéndose de formar escritos y pa-
trocinar cavilosidades” porque de lo contrario se le castigaría en-
viándolo a un obraje o con alguna otra sanción que fuera del agrado
del virrey.
De esta forma, el día 18 de octubre, el señor Toribio Gómez de
Tagle, secretario de su majestad, receptor de la Real Audiencia y
juez comisario de estas diligencias, se hizo cargo de la averiguación
sumaria convocando a los “vecinos más idóneos y de total imparcia-
lidad” para tomarles su declaración. En total fueron seis testigos los
que se presentaron: cuatro españoles, un castizo y un mestizo.
El primer testigo, Joseph de la Vega, español de 79 años, quien
había sido el encargado del abasto de carne y dueño de una panade-
ría en la villa, manifestó que conocía a la Maruca “desde su tierna
edad” y que le constaba “de vista, ciencia y experiencia que dicha
Gertrudis es de perverso natural, revoltosa y desvergonzada en tal
manera que ni a la justicia ni a los gobernadores, alcaldes ni españo-
les respeta ni tampoco a su cura”,13 negándose a pagar “las pensio-
nes que le corresponden y que aun para pagar el tributo primero
harta a desvergüenzas a los gobernadores y alcaldes”. Asimismo, se-
ñaló que la Maruca le tenía ojeriza a Blas de la Candelaria por el
asunto del pleito judicial sobre la posesión del terreno y que lo inju-
riaba a él y a su familia “por ser naturalmente pleitista y escandalosa
haciéndose la primera cabecilla de bando con otros en cuantos mo-
tines se mueven”. También declaró sobre el asunto de las personas
que evitaban ser sus vecinos. Un dato interesante es que este testigo
mencionó que el marido de Gertrudis Efigenia era “de genio cuita-
do que no la puede sujetar, y antes ella lo manda y gobierna”. Ade-
más, señalaba que la mayoría de los vecinos, tanto españoles como
154 LA MARUCA, UNA VECINA REBELDE DE TACUBAYA EN EL SIGLO XVIII

indios, la miraban “con fastidio por su mal genio y procederes”. En


cuanto a los otros delitos mencionados confirmó que ella tenía nexos
con Antonio Leonardo quien “la apadrina y le hace los escritos”,
que éste había atacado al gobernador de la villa y a su padre con un
cuchillo, y también añadió el atentado contra otro indio principal
llamado don Pedro Tlacateco, fiscal de la Iglesia, a quien “golpeó en
las mismas gradas”. Por último, declaró que la gente de la villa temía
que la Maruca cometiera “algún absurdo contra Blas” a quien califi-
có como un magnífico vecino, “muy quieto y sosegado y útil a la
República y bien de ella y de la Iglesia.”14
El segundo testigo, Joaquín Gamboa, castizo de 44 años, maes-
tro de escuela, también dijo que la conocía “desde su tierna edad”.
La consideraba “muy sediciosa y revoltosa y que siempre ha vivi-
do sin temor a la justicia ni a los curas”, pleitista y cabeza de ban-
do “cada vez que se ofrece”. A su marido lo calificaba de ser “de
natural afeminado [que] no la puede sujetar, antes bien ella lo man-
da y gobierna a él.”15
El tercer testigo, Miguel Carrillo, español, de 45 años, dueño de
una tienda de cigarrería, manifestó que “conoce y comunica” a la
culpable desde hacía más de veinte años por lo que tenía “experi-
mentado en ella que es de perverso natural, muy desvergonzada y
revoltosa”. La consideraba “sumamente pleitista y escandalosa
alborotadora haciéndose en cuanto se ofrece cabeza de bando... y
también es muy cierto que el marido es de genio acuitado que no la
puede sujetar, antes ella lo manda y gobierna a él.”16 Por lo demás,
confirmó los ataques a Blas de la Candelaria.
Juan Antonio de Vargas, el cuarto vecino que testificó, era un
español de 56 años, oficial de pluma, quien declaró la conocía y la
había tratado desde pequeña por lo que le constaba que era “de
genio muy revoltoso, atrevida y desvergonzada... y es tan pleitista
que en cuantas coyunturas haya de inquietudes es la primera y se
hace cabeza de bando abanderizándose con otros de su calibre.”17
También mencionó que la Maruca gobernaba a su marido.
El quinto en testificar fue Juan Palomo, español de 30 años de
edad, quien tenía tres años de conocer a la acusada porque habi-
taba “inmediato a donde ella vive” por lo que sabía que tenía un
“genio inquieto y revoltoso... y que por cualquier cosa que se ofrez-
ca prorrumpe en maldiciones contra todos que se estremecen las
carnes de oírlas, echando contra todos con palabras deshonrosas
y denigrativas” y que su marido “es de genio tan afeminado que
se deja gobernar de ella.”18
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 155

El sexto y último testigo fue Cristóbal de Soberanis, mestizo de


72 años, sastre quien dijo que tenía más de treinta años de conocerla
y que como había sido su vecina “adquirió pleno conocimiento de su
genio y sabe que es bien inquieta y revoltosa, y osada”, y se niega a
pagar obvenciones y tributos sin respetar al cura, a la justicia ni a los
españoles. También mencionó el pleito de la Maruca contra Blas de
la Candelaria, al que trataba “con mil improperios poniéndole mil
nombres injuriosos”. Declaró que ella era “de tal naturaleza que en
su boca no hay honra segura ni de casada ni de doncella” y que en
cuantos disturbios se ofrecían era la “primera que los acalora ha-
ciéndose cabeza de bando sin que la pueda sujetar ni su propio ma-
rido por ser un cuitado a quien gobierna ella estando con esto muy
mal vista de todos en este lugar huyendo de sus concurrencias.”19
El 19 de octubre, el juez receptor, Toribio Gómez de Tagle, escri-
bió al virrey para informarle que después de haberle tomado su de-
claración a los testigos se había podido confirmar que efectivamente
la Maruca era responsable de los delitos que se le imputaban y que
entonces procedía su aprehensión. De esta forma le solicitó al te-
niente de corregidor de la villa que le enviase dos ministros de vara
para que lo auxiliaran en estas diligencias; sin embargo, cuando ya
se iba a realizar dicha captura, se presentaron el gobernador y el
propio Blas de la Candelaria para informarle que Gertrudis Efigenia
estaba embarazada “aunque no de meses mayores”, le pedían que se
suspendiese la aprehensión y que diera cuenta al virrey “para que
en semejante caso se sirviese resolver lo que fuese de su superior
agrado respecto a que temían que al llevar a México a dicha Efigenia
se golpease el vientre maliciosamente para abortar y que les resulta-
se a ellos perjuicio, como ya en otra ocasión sucedió el caso de que
llevando a dicha ciudad preso a su marido por cierta dependencia
[deuda] lo fue siguiendo ella y en el camino ejecutó el exceso de
abollarse el vientre y abortar, lo que le costó al dueño de la depen-
dencia muchas pesadumbres y gastos mayores que la suerte princi-
pal del dévito”. Luego, ella culpó a los ministros que habían partici-
pado en la aprehensión de su marido por haberle provocado la pér-
dida de su embarazo. En vista de esta situación, el juez receptor
decidió suspender la captura e informar inmediatamente al virrey
todo lo acontecido hasta ese momento.
El 4 de diciembre de 1769 el señor Joaquín Antonio Guerrero y
Tagle, procurador de indios, le solicitó al virrey que ordenara la cap-
tura de la Maruca “con la mayor cautela y de modo que no llegue a
conocerlo” para poder conducirla a la ciudad de México y allí ence-
156 LA MARUCA, UNA VECINA REBELDE DE TACUBAYA EN EL SIGLO XVIII

rrarla en la Real Cárcel de Corte y ya “hecho se proceda a lo demás


que se manda en el citado superior decreto”. Por último, “respecto a
resultar gravemente culpada Gertrudis Efigenia alias la Maruca”, el
día 16 de diciembre se derivó el caso “al señor fiscal para que en su
vista pida lo que estime conveniente.”20
Este expediente no nos aclara si la Maruca efectivamente fue lle-
vada con disimulos a la cárcel, si se le llegó a tomar su declaración
preparatoria y si se pudo defender de aquellos delitos de los que se
le acusaba. Lo último que se menciona es esa referencia al fiscal por
lo que suponemos éste se encargaría de aplicarle la pena solicitada
por el procurador de indios, es decir, el “perpetuo destierro de aquella
villa a competente distancia”.
Seguramente no había posibilidades de salir bien librada de esta
situación, mucha gente la señalaba y los delitos por los cuales había
sido procesada eran considerados sumamente graves. Para la socie-
dad novohispana, la mujer debía actuar con prudencia y modera-
ción sin caer en excesos ni escándalos. El ideal de modelo del com-
portamiento femenino “que debería servir de pauta para las niñas,
doncellas y mujeres adultas de cualquier condición, era en aparien-
cia muy simple e igualitario: hijas obedientes, doncellas honestas,
esposas sumisas y viudas respetables, [quienes] permanecerían en su
hogar, sin más paseos y distracciones que la asistencia a las funcio-
nes litúrgicas” [Gonzalbo Aizpuru, 1998: 9]. Sin embargo, la Maruca,
según los testimonios ofrecidos por los testigos, se la pasaba partici-
pando en cuanto disturbio popular se presentaba en la villa figuran-
do siempre como “cabeza de bando”.
También se pretendía que la mujer sirviera a su marido, sin em-
bargo, el esposo de la Maruca era considerado “de natural afemina-
do”, “de genio cuitado que no la puede sujetar”, por el contrario,
“ella lo manda y gobierna a él”. El jesuita Juan Martínez de la Parra
a fines del siglo XVII predicaba en la iglesia de La Profesa:

Yo supongo que no habrá marido apocado, tan inútil, tan afemi-


nado, que se deje mandar y gobernar de su mujer. Las leyes divi-
nas y humanas le dan al marido todo el dominio21 [Gonzalbo
Aizpuru, 1998:6].

El marido de la Maruca probablemente no había escuchado ha-


blar ni del derecho canónico ni de las leyes de Castilla. Es de
sospecharse que era tan apocado que ni siquiera lo mencionan por su
nombre en las declaraciones. Se supone que lo normal sería, en todo
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 157

caso, que el hombre fuera el violento y, en ese caso: “¿Qué podía hacer
la mujer? ¿A quién podía apelar? ¿Qué apoyo encontraba en aquella
sociedad, en sus instituciones directivas, incluida la propia Iglesia?”
se pregunta Manuel Fernández Álvarez [Fernández, 2000: 66].
Ahora bien, la Maruca era reconocida por su genio fuerte y sus
arranques violentos de ira. Sobre este tipo de caracteres ya había
dado su opinión fray Luis de León: “No sé yo si hay cosa más mons-
truosa y que más disuene de lo que es ser una mujer áspera y brava”
[León, 1970: 155].
La violencia de la Maruca, manifestada en sus acciones en contra
de Blas de la Candelaria y su disposición para abanderar los moti-
nes, no es en todo caso una situación aislada en el contexto
novohispano. Steve Stern relata varios casos de rebeldía femenina
en la región del actual estado de Morelos a fines del período colo-
nial, en los cuales las mujeres llegaron a golpear o a “arrastrar” a sus
cónyuges en medio de una discusión doméstica. Por otro lado, si
recordamos los supuestos tratos de la Maruca con Antonio Leonardo,
quien “la apadrinaba” y le hacía escritos “fomentándole sus
cavilocidades”, este mismo autor refiere que:

A pesar de la calidad masculinizada de la ciudadanía subalterna,


las mujeres se abrían paso hacia el espacio político público, a
menudo contando con la complicidad de los hombres, y se forja-
ban importantes funciones e influencias en la cultura política
popular... la prominencia de las mujeres, como alborotadoras en
la multitud y como vehementes líderes de la confrontación, apa-
rece una y otra vez en los registros de los tumultos comunitarios
[Stern, 1999: 287-289].

Otro hecho violento, supuestamente cometido por la Maruca, fue


haberse abollado el vientre con sus propios puños y provocar con
ello la pérdida de su embarazo. La pregunta sería si pudo haber
llegado a esos excesos en un arranque de impotencia y desespera-
ción.
No trato de disculparla ni de construir una imagen alterna de
Gertrudis Efigenia, alias la Maruca, una mujer que fue acusada y
juzgada por los hombres de su comunidad y del gobierno
novohispano, respectivamente. No tengo elementos para hacerlo,
tan sólo me atrevo a cuestionar si efectivamente era tan escandalosa,
provocativa y desvergonzada, una fémina a la que “la mayor parte
de este vecindario así de españoles como de indios la miran con
158 LA MARUCA, UNA VECINA REBELDE DE TACUBAYA EN EL SIGLO XVIII

fastidio por su mal genio y procederes”.22 La Maruca no pudo ser


juzgada de otra manera, ella tendría que haber pagado las
obvenciones respetando así a su cura y a la Iglesia, debería de haber
pagado el tributo sin proferir imprecaciones a los recaudadores cum-
pliendo con su deber hacia el rey como fiel vasalla, debería haber
sido sumisa con su esposo y gentil con sus enemigos, estar metida en
su casa cumpliendo con las tareas propias de su sexo y condición, y
no haberse involucrado en ningún disturbio popular olvidando con
ello que “la ociosidad de las mujeres las hace además entrometidas,
pues el abandono de sus quehaceres las incita a pensar en lo que no
les va ni les viene... todo lo critican y en todo se mezclan” [Gonzalbo
Aizpuru, 1997: 78]. Es decir, debió haber sido una mujer dócil y
prudente, pero no lo fue.
No hay duda de que era una mujer de carácter fuerte y aguerri-
do, pero resultaría demasiado simplista encasillarla como una mera
revoltosa. Se trata sin duda de una persona a la que por género,
etnia y estrato social, le estaba más que prohibido rebelarse en con-
tra del orden establecido.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 159

Notas
1
El expediente de este caso judicial se encuentra con el número 14 en el
Ramo Criminal, volumen 132, del Archivo General de la Nación, México.
2
Delfín Guillaumin, Martha Eugenia, “El convento dominico de Nuestra
Señora de la Purificación: La labor dominicana en Tacubaya durante la época
colonial”, tesis inédita de maestría de Historia, Facultad de Filosofía y Letras,
México, UNAM, 1998, págs. 139-140.
3
El expediente no menciona las características físicas ni la edad de la Maruca,
sin embargo, si se consideran los datos proporcionados por los testigos durante
su proceso, es válido suponer que se trataba de una mujer
4
Archivo General de la Nación. Ramo Criminal. vol.132, no. 14, f. 310
5
AGN. Ídem. 310 anv. y rev.
6
AGN. Ídem. 311 anv.
7
AGN. Ídem. 311 rev.
8
AGN. Ídem., foja 312 anv.
9
AGN. Ídem., foja 312 anv.
10
AGN. Ídem., foja 312 rev.
11
AGN. Ídem., foja 312 rev.
12
AGN. Ídem., fojas 312 rev. y 313 anv.
13
AGN. Ídem., foja 314 rev.
14
AGN. Ídem., foja 315 anv.
15
AGN. Ídem., foja 315 rev.
16
AGN. Ídem., foja 316 anv. y rev.
17
AGN. Ídem., foja 317 anv.
18
AGN. Ídem., foja 318 anv.
19
AGN. Ídem., foja 318 anv. y rev.
20
AGN. Ídem., foja 13 rev.
21
Pilar Gonzalbo cita el trabajo Luz de verdades católicas y explicación de la doctrina
cristiana, de Martínez de la Parra, Juan, publicado en México en 1948, vol II. P.
315.
22
foja 5 rev.
160 LA MARUCA, UNA VECINA REBELDE DE TACUBAYA EN EL SIGLO XVIII

BIBLIOGRAFÍA

Delfín Guillaumin, Martha Eugenia. 1998. El convento dominico de Nuestra


Señora de la Purificación: La labor dominicana en Tacubaya durante la época
colonial. tesis inédita de maestría de Historia. Facultad de Filosofía y
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México en las postrimerías del período colonial. México: Fondo de Cultura
Económica.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 161

TRABAJO, EDUCACIÓN Y SEXUALIDAD


FEMENINA EN EL SIGLO XIX
162
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 163

MUJER Y TRABAJO EN EL SIGLO XIX: EL ÁNGEL


DEL HOGAR VS. LA PROSTITUTA1

Fernanda Núñez

La Naturaleza atestigua una superioridad física y moral en el


hombre, y por lo tanto éste manda al débil, Dios le confió su pro-
tección y defensa. Esta superioridad es un derecho natural y el
orden social no lo puede abatir. Siempre habrá ricos y pobres, sa-
bios e ignorantes. Por eso es indispensable que la autoridad
del hombre continúe, así como la inferioridad de la mujer
debe ser eterna y ningún hombre sensato debe cuestionar-
lo, pues la familia desaparecería.... La educación propia para
las mujeres es la que está más de acorde con su futuro destino, debe
ponderar pues la vida doméstica. Se debe educar su corazón, y no
hay mejor mano que la de su madre.
Rivero, 1845

PUREZA / TRABAJO

E S ya un lugar común decir que las señoritas decentes nacieron


para el matrimonio. Pero no lo es tanto si no historizamos las per-
cepciones en torno a los presupuestos culturales de una época. Es
así como la visión sobre el papel de las mujeres en la sociedad y su
lugar en la historia ha cambiado según la época histórica. El siglo
XIX, llamado por los historiadores contemporáneos el siglo de Victo-
ria, época victoriana o siglo burgués, pero también, por esa increíble
necedad de querer someter a las mujeres a un papel determinado,
ha sido llamado el siglo del encerramiento de las mujeres, sobra
decir que en el hogar, aunque la similitud pueda ir más lejos hasta
afirmar que la pretensión decimonónica de encerrar a las prostitu-
tas en burdeles para mejor controlarlas, tenga que ver con todo esto.
La opinión generalizada de ese siglo era que las señoritas no te-
nían más carrera y futuro que el matrimonio que biológicamente les
estaba predestinado debido a su naturaleza inferior y sentimental.

[ 163 ]
164 MUJER Y TRABAJO EN EL SIGLO XIX: EL ÁNGEL DEL HOGAR VS. LA PROSTITUTA

Las publicaciones destinadas al bello sexo, así como las novelas e


incluso cierta literatura médica, ensalzan la carrera matrimonial y
la describen con metáforas religiosas en acuerdo con una imagen
ideal que se impondrá en el siglo: el ángel del hogar, la sacerdo-
tisa del matrimonio, la familia como templo de virtudes y bastión
de la decencia.
Pero esa ‘nobilísima misión’ que las mujeres tenían que desempeñar
en el ámbito doméstico se volvió una obligación que requería total de-
dicación y no podía compartirse con el trabajo remunerado fuera del
hogar. El Almanaque Literario, en los “Consejos a las Señoritas”, da un
panorama muy fiel de lo que se esperaba de una mujer decente

...desde nuestra Independencia, la educación y las costumbres


van cambiando notablemente y el bello sexo, cuya dignidad e
importancia se estima en lo que vale desde entonces, se ocupa de
lo que es útil o agradable: las tareas domésticas, dirige el orden y
ocupaciones de la familia con acierto, se entretiene con la músi-
ca, bordado, cultivo de flores, aprende algunos idiomas, se con-
sagra a lecturas provechosas y llena de delicias a la sociedad con
su trato y conversación (1851).

A pesar de que hubo voces que clamaban por una mejor prepara-
ción y educación para que las mujeres que no tenían la suerte de
encontrar marido, o quedaban huérfanas o viudas, pudieran soste-
nerse dignamente, las pocas opciones reales de trabajo que había
para ellas seguían estando ligadas a su papel —visto como innato—
de servir, y obviamente pésimamente retribuidos, como el de maes-
tras, costureras, y al terminar el siglo, enfermeras o secretarias.

Bendita seas esposa mía pues la mujer que cumple estrictamente


con sus deberes de esposa o madre, es una buena mujer, pero la
que los cumple con la abnegación que tú lo has hecho, es un
ángel... [Esteva, 1883].

La imagen del ángel del hogar fue un ideal común del occidente
decimonónico, Thostein Veblen en su Teoría de la clase ociosa (1899),
analiza el proceso gradual pero inexorable mediante el cual la ri-
queza llegó a ser considerada como evidencia de dignidad y respe-
tabilidad. Aunque el hombre de la clase media tuviera que salir a
trabajar, el “ocio” de su mujer era la prueba de su respetabilidad y
buen nombre. Podríamos pensar que esos ideales familiares tan di-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 165

fundidos entre las clases medias y altas del mundo occidental surgie-
ron por los enormes reacomodos económicos (y morales) de los que
el capitalismo fue el portador. La lógica moderna, industrial, meca-
nizada, llevaba como contraparte el fantasear alrededor de un pasa-
do visto en general como idílico en donde las mujeres habían sido
eternamente sumisas y acataban mejor sus deberes y obligaciones
que en ese presente “moderno” y angustiado, que algunos bautiza-
ron como el “siglo del nerviosismo”. El hogar se vuelve un refugio,
un remanso de paz y de intimidad familiar que permite que se afian-
ce esa vieja idea de que si la naturaleza había diseñado el cuerpo
femenino con un útero y dado leche a las mujeres, era para que
permanecieran en su hogar criando a los hijos que Dios les enviara.
Y sin embargo la historia nos enseña que la cosa no fue así de
sencilla pues, por lo menos hasta el siglo XVII, era impensable que las
mujeres no trabajaran y nunca fue la facilidad o la rudeza lo que
determinaba el tipo de trabajo de hombres y mujeres. La feminidad
no era excusa para no hacer algún trabajo pesado, sino un lugar en
la jerarquía de posibilidades y responsabilidades de la casa. El térmi-
no de casa incluso era mucho más amplio que el del XIX, pues
englobaba la vida entera de las personas, en general numerosas,
que nacían, vivían, crecían, se reproducían, comían, trabajaban, se
morían en ella. No queremos decir con ello que la actividad femeni-
na implicara igualdad, las mujeres eran dependientes, pero como lo
era el resto de la familia. En el medio artesanal, por ejemplo, las
mujeres eran indispensables, aunque no estuvieran adscritas a al-
gún gremio. Su mundo les reconocía un valor importante, un viudo,
por ejemplo, siempre buscaba volver a casarse. Los trabajos de Arlette
Farge sobre la vida cotidiana de las clases populares en el París del
XVIII nos hablan de esta “igualdad” de ambos frente a los embates de
la vida, pues en una sociedad de Antiguo Régimen, donde el tercer
estado no tiene derechos, el hombre y la mujer conocen entre ellos
menos rivalidades y la pareja puede vivir esa suerte de igualdad con
respecto al honor,

porque ambos trabajan, circulan en la ciudad, participan plena-


mente en las fiestas y en la sociabilidad cotidiana. No hay por
una parte el hombre, personaje que pasa del interior al exterior
protegiendo la virtud de los suyos, y por otra la mujer, vuelta
hacia el interior. Hay más bien dos seres, ocupados en trabajar y
en vivir lo mejor posible frente a una comunidad a la que miran
y que los mira [Farge, 1992: 55].
166 MUJER Y TRABAJO EN EL SIGLO XIX: EL ÁNGEL DEL HOGAR VS. LA PROSTITUTA

¿Es entonces su no-representación —ya que la mujer estaba fun-


dida en el concepto casa— o su subordinación al jefe de ella, lo que
las hizo invisibles a los ojos de la posteridad? El hecho es que para
cuando su actividad fue censada, en el siglo XIX, ellas ya son minoría,
y como minoría, siempre sospechosa.
Si bien es cierto que el frente apologético de la mujer en el hogar
tuvo mucha difusión tanto en Europa como en México, ese discurso
moralizador y normalizador iba dirigido a las “mujeres decentes”.
El reverso de la medalla eran las mujeres que trabajaban, vistas como
desviadas, cuando bien les iba y como criminales o degeneradas en
el peor de los casos.
La idea tan difundida de que el trabajo de la mujer era degra-
dante, creencia arraigada sobre todo entre las clases medias, supuso
una formidable barrera psicológica no sólo para las mujeres. La des-
honra de tener que trabajar, era mayor si la mujer estaba casada
pues humillaba al marido, visto como un incapaz que no era apto
para mantener o proteger a su familia. Es por esa razón que las muje-
res inteligentes, activas, inquietas y de buenas familias que pretendían
hacer más cosas, además de ocuparse de sus hogares, tuvieron que bus-
car ocupaciones que no llamaran la atención, que fueran discretas, siem-
pre tuvieron el recurso de la filantropía, ocupación que era bien acepta-
da por la sociedad y que muchas veces fue un trabajo agotador y al que
le dedicaban buena parte de su energía, tiempo y dinero.
Sin embargo la innata “fragilidad” de las mujeres se topaba con
una realidad incuestionable: la mujer de las clases populares solía
pasar todo el día trabajando y no siempre en labores dignas de su
sexo, fáciles o ligeras.
Atrás de esa imagen blanca y celestial del ángel del hogar había
una negra, la de la mujer casada que trabajaba fuera de su casa. Y si
una era casta y moral, la otra inmoral, porque para el escandalizado
siglo XIX, en las fábricas se mezclaban los sexos lo que acarreaba la
inevitable promiscuidad, que, como lo repitieron hasta el cansancio,
tenía efectos funestos en el desarrollo del carácter femenino; las
obreras eran acusadas de ser madres desnaturalizadas pues como
trabajaban hasta 16 horas al día no podían desarrollar el amor ma-
ternal; eran además amas de casa incompetentes y despilfarradoras,
pues al entrar tan jóvenes a trabajar no aprendían el trabajo domés-
tico y no sabían hacer nada.2 Además se les culpaba de que los hom-
bres no encontraran trabajo, porque los patrones las preferían ya
que a ellas se les pagaba menos. En Inglaterra los escandalizados
testigos de la cuestión obrera confirman que las tres cuartas partes
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 167

de las jóvenes que trabajaban entre los 14 y los 20 años no eran


castas. Y los mismísimos Marx y Engels tan hostiles a la estructura
económica y social dominante, retoman la imagen negra de la obre-
ra casada y nos muestran lo difícil que es desprenderse de la visión
de hombres de su propia clase.
En la historia del movimiento obrero, en Inglaterra o en Francia,
hasta los líderes sindicales más cultos y sensibles estuvieron en con-
tra de que la mujer trabajara, argumentando siempre que su lugar
estaba en la casa y que le quitaban trabajo a los hombres. No debe-
mos olvidar que las mujeres se movilizaron exigiendo mejores con-
diciones laborales, pero no tenían tanta experiencia sindical y se
enfrentaron siempre con el muro de la crítica misógina. Los patro-
nes las preferían porque su trabajo era pagado a la mitad, no se
quejaban, eran dóciles y nunca tenían tiempo para mítines. De cual-
quier forma las obreras no podían subsistir con un sólo salario.
En México sucede lo mismo, las publicaciones periódicas no de-
jan de condenar a las mujeres que “desatienden” a sus familias o que
pretenden “igualar” al hombre ganando un salario. El Álbum dedica-
do al obrero mexicano, por ejemplo, hace la apología del hogar domés-
tico visto como, “templo del amor puro y santo, nido tibio de la
familia, palacio encantado de la mujer... la mujer se diviniza desde
el momento que es madre y consagra su vida al cuidado del esposo y
de los hijos... ella come migajas y da al esposo e hijos su mejor por-
ción...” (1909) y condenan a la que no cumple ese papel.
Sin embargo, la cruda realidad se imponía mostrando la otra cara
de la moneda, las ciudades estaban llenas de mujeres —en general
pobres— con hijos, con o sin hombre, que tenían que trabajar para
poder sobrevivir. ¿Cuáles eran sus opciones en la ciudad de México?

SITUACIÓN DE LAS MUJERES POBRES DE LA CIUDAD DE MÉXICO

Cualquier estudioso de la situación femenina decimonónica debe


leer el pionero libro de Silvia Arrom.3 A pesar de que ella sólo anali-
za la primera mitad del siglo, creemos que es muy importante ya
que no hay un trabajo similar para la segunda parte del XIX y nos
permitirá sentar los precedentes de nuestras mujeres trabajadoras.
Arrom comprueba nuestra hipótesis de que las experiencias femeni-
nas reales difieren completamente de los papeles (normativos) pres-
critos para ellas en Latinoamérica, ya que las mujeres de carne y
hueso estaban muy presentes en la vida económica y social de la
ciudad, aunque con diferente representación.
168 MUJER Y TRABAJO EN EL SIGLO XIX: EL ÁNGEL DEL HOGAR VS. LA PROSTITUTA

El censo que ella utiliza para analizar ciertos patrones demográfi-


cos, el de 1811, muestra que el nivel femenino de empleo era eleva-
do para las pautas (ideales) del XIX, pues una tercera parte de la
fuerza de trabajo de la ciudad de México la constituyen mujeres,
sobre todo pobres, lo que quiere decir que alrededor de 20 mil 500
mujeres trabajaban fuera de su hogar. Más de un cuarto de toda la
población femenina urbana de más de 15 años tenía una ocupación
y tal vez la proporción de mujeres trabajadoras haya sido mayor pues
en el censo no se registraron ni las prostitutas, ni las trabajadoras
ilegales, ni las lavanderas o costureras, así como tampoco están re-
gistradas todas las que entraban diariamente a la ciudad de los pue-
blos vecinos a vender comestibles de todo tipo. La mayoría de las
mujeres que están censadas y declaran su actividad eran de clase
baja pues no trabajar, como ya lo vimos, era un signo de estatus
[Arrom, 1988: 123-252].
La ocupación para la mayoría de las mujeres era el servicio do-
méstico pero también fue muy importante la labor de las mujeres de
llevar comida a la ciudad: tortilleras, atoleras, fruteras, trajineras,
pateras, seberas, placeras, torteras, 20% de las mujeres trabajadoras
del mismo censo tenían algo que ver con la industria de la comida.
Desde finales del siglo XVIII la manufactura doméstica para uso fami-
liar era ya insignificante, en la ciudad la mayor parte de los bienes
de consumo básico se compraban en vez de hacerse en casa.
Las mujeres de las clases populares también trabajaban en la Fá-
brica de Tabaco, haciendo cigarros, en pequeños talleres textiles, en
las prisiones, hospitales, orfanatorios y asilos. Eran meseras en
pulquerías y mesones. Llevaban a sus casas ropa para coser y lavar,
salar cueros, lavar e hilar algodón, bordar, hacer encajes, cintas e
incluso zapatos, otras eran caseras, parteras, curanderas. El empleo
diferenciaba claramente a las mujeres de diferentes grupos sociales,
así que las mujeres de las castas o las indias tenían cuatro veces más
probabilidades de trabajar que las españolas.
Para las mujeres de las capas intermedias, a lo largo del XIX, se
van abriendo poco a poco más ocupaciones respetables en donde
podían trabajar. Directoras o maestras de escuelas para niñas, o
Amigas, que cada vez se fueron haciendo más numerosas, así como
el interés por la educación femenina fue tomando más espacio en la
prensa a partir de 1840. Aunque a mediados del XIX no había aún
más de 150 maestras en la ciudad y muchas de ellas extranjeras. La
proporción de trabajadoras de la clase media fue tan pequeña que la
tendencia no aparece en las muestras del censo que utiliza Arrom; ellas
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 169

empezaron a entrar a la fuerza de trabajo en número importante hasta


fines del siglo cuando se fundan las escuelas normales. Hasta entonces
podían trabajar en el comercio, o de dependientas en tiendas, sederías,
rebocerías, y en todo lo relativo a la costura [Arrom, ibid.].
Sólo una pequeña proporción de mujeres de clase media trabajaba,
en realidad, las probabilidades de que la mujer trabajara dependían
casi exclusivamente de su clase, y por lo tanto, el tipo de ocupación
diferenciaba claramente a las mujeres de diferentes grupos sociales.
Las mujeres que trabajaban —en general pobres, como ya vimos—
no lo hacían porque estuvieran solas o viudas, sino porque su salario
era fundamental para la economía doméstica. El que consiguieran tra-
bajo y el tipo de empleo dependía mucho de su lugar de nacimiento,
de su edad, de su estado civil, pero sobre todo de su clase.
Si el matrimonio reducía efectivamente las posibilidades de tra-
bajar de una mujer, no por ello matrimonio y trabajo eran excluyentes,
pues un cuarto de las trabajadoras censadas eran casadas, aunque
las solteras y viudas tenían casi el doble de probabilidades de traba-
jar que las casadas. Sobre todo entre el grupo de las españolas ya
que en general, entre la población blanca, las mujeres sólo ingresa-
ban a la fuerza de trabajo cuando se veían obligadas a hacerlo (sepa-
radas, abandonadas, viudas, casadas con inválidos...) Y si las esposas
pobres preferían dejar de trabajar cuando se casaban o cuando na-
cía su primer hijo, en el momento del censo una de cada tres madres
declaró ocupación. Las que seguían trabajando cuando tenían hijos,
simplemente cambiaban de tipo de empleo, por uno que les permi-
tiera vivir con sus familias, lo que ciertamente no sucedía en el servi-
cio doméstico. Esta es la razón de que sus empleos fueran transito-
rios e irregulares pues dependían mucho de los ciclos de vida feme-
ninos. Estas tendencias demuestran que no hay que pensar que sólo
un cuarto del total de mujeres urbanas trabajaba, puesto que en las
clases más bajas, donde cerca de la mitad de las mujeres trabajaba en
el momento del censo, casi todas lo hacían en algún momento de
sus vidas, en general cuando eran solteras. Pues lo cierto es que la
incapacidad de subsistir con un único salario empujaba a las familias
a obligar a las jóvenes a trabajar, siendo su salario fundamental cuan-
do, como era frecuente, la cabeza de familia era una mujer sola.
De todas las mujeres, las que más probabilidades tenían de trabajar
eran las migrantes lo que habla de que las oportunidades de empleo
atraían a muchas mujeres de la provincia a la capital, que se empleaban
sobre todo en el servicio doméstico. Otros oficios daban a las mujeres
libertad personal y permitían vigilar a la familia en el hogar, pero
170 MUJER Y TRABAJO EN EL SIGLO XIX: EL ÁNGEL DEL HOGAR VS. LA PROSTITUTA

eran muy mal remunerados. Estos trabajos ”propios de una mujer”


fueron el recurso de abandonadas, viudas o huérfanas decentes.

EL SERVICIO DOMÉSTICO

En la segunda mitad del siglo el servicio doméstico fue la alternativa


de trabajo de las muchachas pobres que llegaban de la provincia, de
los alrededores de la ciudad, si no es que habían nacido en ella, en
busca de trabajo, es ahí donde los moralistas encuentran el venero
que alimentaba las filas de la prostitución. Como veremos en los
datos que proporcionan los estudiosos del tema, los observadores
sociales de la época parecen unánimes al afirmar que el oficio ante-
rior de la prostituta mexicana registrada, era el servicio doméstico.
A los doctores encargados de solucionar “el problema
prostitucional” les interesaba saber por qué las mujeres tomaban el
camino de la prostitución, a pesar de estar conscientes de factores
económicos tan importantes como la pobreza o la falta de trabajos y
de educación, estaban convencidos de que la prostitución existía
—y había existido siempre— no sólo porque eran mujeres pobres y
analfabetas, sino porque ambos factores determinaban una predis-
posición —a fines de siglo ya dirán innata— al vicio. Es importante
no dejarnos atrapar por los discursos emitidos por los científicos
decimonónicos para poder entender cómo un doctor como Lara y
Prado, especialista en el tema, pudo llegar a afirmar —apoyado en
los ”avanzados” estudios de antropología criminal de su época—
que las sirvientas eran seres anormales que indefectiblemente se vol-
vían prostitutas. Es decir, intentar entender cómo es que el positivis-
mo porfirista cierra el círculo que condenaba a las mujeres pobres
trabajadoras, estigmatizando su función social.
El servicio doméstico, decía el Dr. Lara, es adoptado por las mu-
jeres no sólo porque hubiera mucha demanda, ya que “la cortedad
aparente del salario hace que todas las familias de la clase media y
alta ocupen a más de un sirviente y que la falta de educación espe-
cial y los usos mexicanos hacen que sea imposible hacer ese servicio
sin un personal numeroso, aunque la cortedad de su salario es apa-
rente pues de su clase social, son las domésticas las que resultan más
beneficiadas”; sino sobretodo porque, “la ciencia ha demostrado que
la prostitución es un estado de inferioridad psicológica y social, una
degeneración como la vagancia, la criminalidad o la mendicidad”
[Lara y Pardo, 1908:114].
En 1865 tenemos a 584 mujeres registradas como prostitutas. De
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 171

las que se tienen datos: 138 declaran no tener oficio, 151 están en el
servicio doméstico (sirvientas, lavanderas, planchadoras), 167 en lo
relativo a la costura (bordadoras, modistas), el resto de mujeres, está
repartido en varios oficios.
En los reportes sobre la prostitución pública en la capital, que el
Dr. Alfaro presenta al Consejo Superior de Salubridad en 1871 ha-
bla sobre 500 mujeres sometidas de las que 234 se dedican al servi-
cio doméstico (sirvientas y lavanderas), 91 son costureras y
bordadoras, 61 no tienen oficio, 35 son estanqueras, 23 botineras,
13 molenderas, 10 empuntadoras, 8 sombrereras, y el resto está re-
partido en diversos oficios.
En 1879, el Dr. Arellano informa acerca de los oficios de 240
mujeres inscritas en la Inspección Sanitaria en ese año: 49 domésti-
cas y 49 lavanderas, 39 costureras, 18 molenderas, 15 estanqueras, 9
empuntadoras, 6 fosforeras, 2 sederas, 1 florera, 1 peinadora, “las
demás no tenían modo de vivir.”
En 1888, el Dr. Güemes informa de 177 prostitutas; 73 son do-
mésticas, 52 sin oficio, 29 están dedicadas a la costura y el resto está
repartido entre estanqueras, tortilleras, zapateras, empuntadoras,
obreras, fosforera, frutera y rebocera.
El Dr. Lara y Pardo dice que de cerca de 622 inscritas en el año
1904, 201 son domésticas, 133 no tienen oficio, 101 costureras y las
demás están repartidas en diversos oficios [Núñez, 1986: 221-222;
2002: 91-114].
Basándose en el censo de 1900, este doctor afirma horrorizado
que de 195 mil 251 mujeres que constituía la población femenina
total, 25 mil 74 mujeres eran criadas o sirvientas. De cada mil muje-
res, 128 eran sirvientas, “y en este grupo de mujeres se observa la
prostitución por simple hábito, sin que la acompañe ni la produzca
la idea de lucro” [Lara y Pardo 1908:25].
Observadores sociales y viajeros extranjeros están de acuerdo en
unirse a las quejas que la sociedad profería con respecto a los sir-
vientes, que ”ya no eran como los de antes, no sabían servir con
fidelidad, eran sucios, flojos”, etc. y en echarles la culpa de robos
frecuentes, o de cosas peores como de ejercer la prostitución. Dejan-
do de lado esa preferencia por un antaño siempre visto como idílico,
tan común del siglo XIX, los sirvientes domésticos parecen haber va-
riado el tipo de actividad realizada conforme el capital mercantil fue
ganando terreno en la ciudad en la segunda parte del XIX y las casas
fueron dejando de ser lo que habían sido en la Colonia: lugares pro-
ductivos y restringiéndose al puro servicio en el hogar [Salazar: 125].
172 MUJER Y TRABAJO EN EL SIGLO XIX: EL ÁNGEL DEL HOGAR VS. LA PROSTITUTA

En 1846 José Ma. Lafragua había propuesto que la policía fuera


quien vigilara a esa clase de la sociedad a fin de poner freno a sus
fechorías. Los sirvientes domésticos pertenecían a las clases peligro-
sas de la sociedad, al igual que los vagos, prostitutas, mendigos,
léperos, y por ello debían ser vigilados. En 1852 se decreta el regla-
mento para criados domésticos unos cuantos años antes del de las
prostitutas; al igual que ellas, los sirvientes debían portar un libreto
en donde se registraran sus movimientos, y en caso de ser necesario,
las multas o castigos a su incumplimiento. Las penas impuestas a la
falta de algún apartado eran las de ir a servir al hospicio de pobres o
al hospital. Con el reglamento se pretendía dar seguridad a los pa-
trones, pero también, y en acuerdo con el espíritu reglamentarista,
mejorar la condición y costumbres de los criados, es decir,
moralizarlos. Hombres y mujeres debían asistir a la sección de poli-
cía para que se les expidiera una libreta con sus datos, que al encon-
trar acomodo pasaría a manos de los patrones quienes anotarían lo
referente a su conducta. Si no encontraban trabajo durante más de
un mes, serían castigados como vagos.
En 1879, se promulga otro reglamento con algunas variaciones al
anterior, también como en el caso de las prostitutas, se incluye el
requisito de llevar una fotografía, y el de tener un archivo con los
datos en la 2a. sección de la policía civil. Sin embargo, en 1901,
Prantl y Groso informan que había pocos criados inscritos en esa
sección lo que indica seguramente que los patrones no estaban tan
asustados de las supuestas atrocidades cometidas por los sirvientes,
y que los sirvientes tampoco veían la utilidad de registrarse.4 Una
vez más, como en el caso de las prostitutas, los reglamentos sirven
para mostrarnos un temor social, más que para remediar efectiva-
mente un mal.
¿Fue la prostitución en el XIX el camino más fácil para ”enrique-
cerse” y satisfacer la innata propensión a la coquetería de todas las
mujeres, como dicen la mayoría de sus contemporáneos? ¿Fue sólo
un recurso in extremis en momentos de apuro, en caso de necesidad,
y que una vez que se salía de ellos, las mujeres dejaban la calle y se
volvían “honradas”?, ¿o era un oficio como cualquier otro, si bien
con una carga moral negativa, pero que podía ser pagada sin pro-
blemas, en el que tal vez se ganaba mejor que en otros, y además,
una tenía la apariencia, o la sensación de libertad que otras ocupa-
ciones no la daban? , ¿o una actividad nocturna y de fin de semana,
ocasional, a la que se recurría para redondear los jornales exiguos
que las mujeres llegaron a ganar entonces?, ¿o serían las precarias
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 173

condiciones de vida de las clases populares, en particular de las


mujeres solas, en ese siglo en vías de modernización lo que hizo que
el teatro prostitucional se derramara por las calles de la ciudad y que
los observadores sociales exclamaran alarmados que esta ciudad, an-
taño tranquila, se estaba convirtiendo en una nueva Babilonia?
Para dar respuesta aunque sea parcial a esas interrogantes, e in-
tentar acercarnos un poco más a las condiciones reales de las muje-
res pobres de la ciudad no podemos dejar de mencionar que no se
ha hecho mucho para resarcir la carencia de estudios concretos, so-
bre todo en cuanto a mano de obra, salarios, condiciones de vida de
las mujeres trabajadoras hasta antes del porfiriato, la información es
muy desigual e incompleta.
Los estudios médicos consultados nos muestran que en México,
se empezaban a utilizar series estadísticas, sin embargo no pudimos
encontrar ninguna de las encuestas que los doctores dicen haber
aplicado y sólo tenemos, y no siempre completos, los resultados de
éstas, por lo que deberemos estar muy atentos y críticos al utilizar
sus cálculos. Pero más allá de una justificación estadística elemental
lo que dichos resultados sí nos muestran, una vez más, es que la
causa subyacente para caer en el vicio, la causa, estaba en la dichosa
naturaleza femenina... “estas mujeres están ávidas de placer, quie-
ren satisfacer ciertos deseos de lujo y coquetería innatos en toda
mujer y por lo tanto se entregan sin reserva al primero que llega...”
[Güemes, 1888].
A pesar de que estos doctores saben de antemano la respuesta,
necesitan que “las encuestas” confirmen y al preguntar a las mujeres
las causas de su prostitución quieren que ellas mismas reconozcan,
lo quieren oir de su propia voz, y harán todo para que éstas les digan
que la causa de su caída en la prostitución, es su naturaleza femeni-
na, una naturaleza fundamentalmente viciosa.
Vemos así cómo era el temperamento lúbrico, la predisposición
para el vicio, el instinto, la pereza, el afán de lucro, el exceso, y una
vida desordenada, lo que según el discurso médico conducía a las
mujeres a la prostitución. En los análisis médicos, la miseria, el des-
empleo o el hambre son factores secundarios y no se hace hincapié
en esas 169 mujeres citadas por el Dr. Manuel Alfaro y que declaran
haberse hecho prostitutas “por gusto o inclinación a la carrera”; es
decir, el que las mujeres hayan podido escoger ‘libremente’ su ofi-
cio. La libertad, o la racionalidad no pueden ser tomadas en cuenta.
Es cierto que los médicos están de acuerdo en afirmar que la situa-
ción económica para una mujer sola o viuda con hijos era bastante
174 MUJER Y TRABAJO EN EL SIGLO XIX: EL ÁNGEL DEL HOGAR VS. LA PROSTITUTA

difícil, que los salarios femeninos no les alcanzaban para mantener-


se, que había pocas industrias en donde podían trabajar; no creen
que las mujeres hayan sufrido privaciones antes de hundirse en ese
fango del que no se sale jamás.
Después de haber leído gran parte de la bibliografía prostitucional
de su tiempo, el Dr. Lara y Pardo opina que para la mayoría, la pros-
titución se debía a tres causas: miseria, seducción y abandono. Aun-
que la ciencia ha demostrado, concluía orgulloso, que la prostitu-
ción era un estado de inferioridad psicológica y social, una degene-
ración como eran la vagancia, la criminalidad o la mendicidad. Agra-
dece a Dios de que esa horrible tara no se difundiera tan fácilmente
—era bien conocida la esterilidad de las prostitutas—; pero en cam-
bio, de lo que sí se preocupa es de lo que se hereda, es decir, la
inferioridad psicológica, moral y social. Según él, una mujer con tal
herencia se hará indefectiblemente prostituta, piensa, en la más pura
corriente lombrociana, que si en México la mayoría de las prostitu-
tas viene de las capas inferiores de la sociedad, se acusa a la pobreza
de ser la causa de la prostitución, cuando en realidad en este país,
dice, “las sirvientas no pueden quejarse de falta de trabajo, a pesar
de que son perezosas, viciosas, ladronas y estén asquerosamente en-
fermas...” [Lara y Pardo 1908: 37]. Las criadas, continúa, reciben
alimentación por unos servicios que son siempre defectuosos, tie-
nen alojamiento y salario (ocho pesos al mes sin tomar en cuenta las
pequeñas cifras que logra robar) y concluye que su situación no era
desesperada, que el trabajo generalmente no era rudo. Se pregunta
entonces, por qué, si estas mujeres tenían satisfechas sus necesida-
des, eran las que con más frecuencia cedían y se prostituían; su res-
puesta es que la servidumbre constituía por sí misma un grado de
degeneración.
Después de las sirvientas, el contingente más grande de prostitu-
tas estaba formado, según él, por las obreras de tabaco, de tejidos y
confecciones. Las más numerosas eran las que vivían de la costura,
su situación era igual a la de las sirvientas, estas mujeres sólo desea-
ban aparentar una situación superior a la que sus medios les propor-
cionaban. Lara afirma que no se hacen domésticas porque las sir-
vientas procedían de las clases inferiores, ni obreras porque les ho-
rrorizaba vestirse de rebozo y hacer mandados. La obrera general-
mente salía de familia trabajadora y su vida era conforme a ello, la
costurera no, por lo regular es una muchacha huérfana, abandona-
da, venida a menos, y su vida se asemeja a la de la grissete parisina.
Su conclusión es rotunda, la vida de las mujeres en México era más
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 175

fácil mientras más baja estaba en las capas sociales donde las oportu-
nidades de trabajo eran mayores y las necesidades mínimas. Mien-
tras más se asciende en la escala social, las dificultades crecen, es así
como en la clase media, semi-culta, decente pero sin bienes, era donde
verdaderamente se lucha, se sufre y se pone toda voluntad para no
caer y mantenerse en la pobreza decorosa [Lara y Pardo 1908: 114-
116]. De esta clase heroica, concluye nuestro doctor, salen muy po-
cas prostitutas. Y es que para él, como ya vimos, no era la pobreza ni
la falta de trabajo la causa de la prostitución en México, sino la dege-
neración de la raza.

CONCLUSIONES

Sin necesidad de profundizar mucho en los prejuicios “científicos”


de nuestros antepasados porfirianos, me gustaría concluir este bre-
ve recorrido por esos presupuestos que influyeron tanto en la per-
cepción que de las mujeres pobres y trabajadoras se hizo el siglo XIX
recordando que la amplitud, omnipresencia y diversidad social de la
prostitución, real o imaginaria, que el discurso decimonónico inten-
ta hacernos palpable, refleja algo importante y fundamental: más
que la miseria o el desempleo femenino, más que el temperamento
lúbrico o una sucia e irremediable herencia, las mujeres se prostitu-
yen en todos los países y clases sociales debido a las frustraciones
sexuales existentes en los diversos sectores sociales. Todos los
reformadores sociales del XIX lo dijeron hasta el cansancio: “la ciu-
dad moderna es un enorme lupanar”, afirmación que formaba par-
te de la fascinación que ejerció la prostitución en esa clase y en su
propio siglo. La prostitución —en cualquiera de sus múltiples for-
mas— surge y se desarrolla por necesidades eróticas insatisfe-
chas que suscitaron enormes demandas y obviamente una fruc-
tuosa industria.
Pensamos que aún no se han explicitado con toda la claridad que
merece el caso las relaciones entre esa explosión discursiva médico-
higiénica sobre la sexualidad femenina, el aumento de la prostitu-
ción visible en las calles de la ciudad decimonónica y del peligro
venéreo, con la moral burguesa. La moral, que hemos llamado
victoriana a principio de este artículo, puede ser un intento plausi-
ble para racionalizar y explicitar la “frustración”, “represión”, “con-
tención” de la sexualidad por fin encausada en el siglo XIX, y es des-
de esa racionalización cultural vista como “progreso ineluctable” de
la civilización desde donde se elaborará y tomará existencia el “pro-
176 MUJER Y TRABAJO EN EL SIGLO XIX: EL ÁNGEL DEL HOGAR VS. LA PROSTITUTA

blema prostitucional” como lo concibe el siglo XIX. La continencia


sexual, la castidad, el self-control, la disciplina de trabajo, la cohesión
familiar, fueron algunas de las preocupaciones centrales de la exis-
tencia humana en el siglo XIX europeo que el México porfiriano tam-
bién intentó arduamente en volver suyas. En la percepción de la
mujer que trabaja, de la mujer que estudia, o que intenta ser inde-
pendiente ejerciendo su sexualidad de otra manera que la estableci-
da, los victorianos y los porfiristas confluían.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 177

Notas
1
Esta exposición se basa en una parte del capítulo 7 de mi tesis de Maestría en
Historia intitulada, “El Juez, la prostituta y sus clientes: discurso y representaciones
sobre las prostitutas y la prostitución en la ciudad de México en la segunda mitad
del siglo XIX, México, Escuela Nacional de Antropología e Historia, 1996.
2
A pesar de que la Fábrica de Tabacos fue un lugar de trabajo privilegiado
para las mujeres porque ganaban mejor que en otros lugares, la jornada de trabajo
era de 11 horas. ( Arrom 1988:240)
3
Silvia Arrom. 1985. Women and the family in México City, 1800-1857. Tesis de
Doctorado (facsímil) Stanford University. Recientemente han aparecido los trabajos
de Sonia Pérez Toledo que vienen a completar el trabajo iniciado por Arrom.
4
Novísima Guía Universal de la Capital de la República Mexicana, citado por
[Salazar 1979:126].

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ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 179

LA ZONA DE LAS MARGARITAS: LAS MERETRICES


EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX EN MÉXICO

Guadalupe Ríos de la Torre

ZONA DE LAS MARGARITAS

L a presencia de la prostitución en el devenir de México no se limi-


tó al periodo porfiriano: en el mundo prehispánico, aunque se con-
cibió en forma muy diferente a la visión occidental, existió; en la
Nueva España se toleró, de suerte que se le consideraba mal necesa-
rio desde el siglo XVI. La tolerancia hacia su ejercicio se promulgó
sólo hasta el siglo XIX, cuando se reglamentó siguiendo el sistema
francés.1
La idea que prevalecía en la sociedad de la segunda mitad del
siglo XIX, como en épocas anteriores, era que el Estado debía vigilar
la prostitución para preservar al hombre de ciertas enfermedades,
lo cual hizo surgir, en el hombre, naturalmente, la creencia de que
estaba al abrigo del contagio. Este pensamiento llevó a que siguie-
ran activas y cada vez más fuertes las instituciones necesarias para la
vigilancia y el control del fenómeno.
La meretriz siguió siendo el prototipo de la mujer delincuente y
enferma, que sufría una desviación social. Las mujeres de la calle
siguieron siendo victimizadas y colocadas en el terreno de la anor-
malidad sexual. Los estudios referentes al tema de la prostitución se
refieren a ella como un problema de índole social, psicológico y pe-
nal, por lo que los gobiernos liberales plantearon soluciones para
ayudar a salvar a las mujeres públicas: generar empleos, o encerrar-
las y medicarlas, es decir, vigilar y controlar.
Ahora bien, el espectáculo de la miseria había sorprendido a los
gobiernos liberales a tal punto que, desde el primer momento, en-
tre 1867 y 1876, se hicieron varios esfuerzos por mejorar la situa-
ción, que así ejemplificaba un testimonio sobre las vecindades:

más que casa, son cloacas inmundas. Las familias que por escasez
de recursos se ven obligadas a habitar esas asquerosas viviendas, y

[ 179 ]
180 LA ZONA DE LAS MARGARITAS

aun los más asquerosos cuartos bajos, son frecuentemente víctimas


del tipo y de la multitud de enfermedades eruptivas que cada día se
desarrollan más en la capital y que casi todas son de carácter grave.
Pudiera decirse con verdad que si el mal no se ataja, llegaremos a
vivir en un estado normal de epidemias.2

Para el efecto, se realizaron varios planes pero no pudieron cum-


plirse, y continuaron expandiéndose diversas enfermedades en la
ciudad, como el tifo, la viruela, el paludismo y la sífilis. A pesar de
todos los esfuerzos las autoridades opinaban que la “inmundicia que
siempre en México ha dominado es proverbial, casi no se da paso
sin encontrar un objeto repugnante hasta en las calles centrales.”
En este clima de forcejeos entre la suciedad y la podredumbre y
el anhelo de orden y belleza se intentó controlar la prostitución, por
representar una doble amenaza: “contra la moral y contra la higiene
pública.”
La segunda mitad del siglo XIX fue de búsqueda de normas, de
comisiones, campañas y reglamentaciones. Así, las autoridades tra-
taron de determinar, de acuerdo con el reglamento de la prostitu-
ción, las llamadas zonas de tolerancia lugares de las margaritas3. Por su
parte, la sociedad de la época señaló a las prostitutas con innumera-
bles nombres: rameras, busconas, coscolinas, lagartonas, cuscas,
huilas, putas y margaritas.
La legislación decimonónica mexicana fundamentalmente se en-
caminó hacia la prostitución de mujeres pobres, no con la actitud de
prohibir sino de procurar que, si ésta se ejercía, se hiciera bajo cier-
tas garantías sanitarias y un control del Estado, sentido práctico, muy
de moda.4 Más allá de los preceptos políticos, étnicos, sociales, mo-
rales y económicos, el ejercicio prostitucional sentó sus bases en una
capital que vestía ropajes, por un lado, de distinción francesa y, por
otro, que mezclaba lo urbano y lo rural. Así, en el entramado citadino
se alojaba una población tan diversa como:

hacendados, prestamistas, comerciantes en gran escala, la alta


burocracia y parte de las jerarquías militar y eclesiástica confor-
man los estratos sociales elevados, situándose por debajo de ellos
los profesionistas (médicos, abogados entre otros), los tenderos y
los empleados públicos. Las clases y grupos subalternos confor-
maban la mayoría de la población urbana.5

Durante largo tiempo continuaron las acciones de orden político,


ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 181

social y jurídico en contra de las margaritas, con el fin de operar una


vigilancia generalizada. Así, de manera tal que los intersticios del
poder cuadricularon el control con la urgencia de vigilar a cada paso
a la prostituta.
Sabemos que entonces se pensaba que las casas públicas eran
necesarias, y que los ordenamientos se emitieron para un mejor con-
trol de las cortesanas: bajo esta justificación se creó la oficina de
Inspección de Sanidad, centro administrativo dependiente del Con-
sejo Superior de Salubridad, que era el encargado de llevar el regis-
tro de las prostitutas que habitaban los burdeles, de las casas de citas
y de asignación, y del cobro de impuestos fijados por el Estado para
autorizar el ejercicio de la prostitución. De acuerdo con sus disposi-
ciones, las mujeres dedicadas a ese oficio quedaron obligadas a ser
revisadas médicamente una vez por semana y a pagar, con la misma
frecuencia, una determinada cantidad al Estado por el permiso.
Asimismo, se exigió a las margaritas a someterse a la Inspección
de Policía, que vigilaba los centros de prostitución y era responsable
de la aprehensión de la mujeres sospechosas, especialmente las
meretrices clandestinas o sin registro, el cual era imperativo.
El registro como tal era una libreta comúnmente utilizada en ese
tiempo por notarios, jueces, párrocos. En cada página se inscribía a
tres mujeres públicas con su respectiva fotografía a cuyo lado: apare-
cían el nombre de la mujer y el lugar del que provenía. Acerca de su
procedencia se daban a conocer los pueblos o ciudades de los que
habían migrado. También se informaba la edad y se anotó la profe-
sión o el oficio que muy probablemente cada mujer había aprendido
en el transcurso de su vida o que en esos momentos desempeñaba.
En algunas ocasiones las mujeres dedicadas a la prostitución tam-
bién solían tener otros oficios de los que vivían: domésticas, lavan-
deras, costureras, estanqueras, atoleras, actrices, tejedoras, sombre-
reras, etc. No todas tenían, por decirlo así, este privilegio, porque
existían las “otras” las dedicadas a la prostitución de tiempo comple-
to.
Además, se conocieron los domicilios en los que se localizaban las
casas públicas o burdeles y casas de tolerancia. En otros casos, las
prostitutas detallaron sus domicilios personales, los cuales compren-
dían cuartos o accesorias en vecindades. En estas últimas podemos
ubicar a las margaritas y madrotas,6 quienes desempeñaron un in-
tercambio sexual en la vida furtiva de la ciudad de México.
Los prostíbulos debían ocultar su verdadera función, pues se in-
dicaba que la apertura de un burdel no debía llamar la atención de
182 LA ZONA DE LAS MARGARITAS

los transeúntes, para no interferir con la vida social de la ciudad,


por lo que no existiría señal alguna de su presencia. Para poder abrir
un burdel o casa de tolerancia era necesario que la petición se hicie-
ra por escrito con la aprobación del propietario o dueño de la casa.
Quienes intervenían en el trámite administrativo para la apertura
de la casa eran el comisario de Sanidad Pública, y la aprobación
definitiva recaía en el prefecto político. El permiso sería concedido a
la persona que lo hubiera requerido y tendría validez por un año.
Todo eso significaba un desembolso económico, pues las madrotas
debían pagar por cada mujer de primera clase doce pesos, de se-
gunda clase ocho y de tercera clase cuatro. Se prohibía la existencia
de cualquier casa pública sin licencia correspondiente; de no existir
ésta, se cerraría y el propietario estaba obligado a pagar un doble
importe por cada mujer que se encontrara en la casa e iría a prisión
por seis meses.
Otro de los límites previstos por la reglamentación para las casas
públicas, señalaba que éstas no podían establecerse en las inmedia-
ciones de los templos, colegios, escuelas, cuarteles, teatros, calles
principales y casas de vecindad,7 y si ésto se hacía serían cerradas, de
acuerdo con los requerimientos normativos.
El comercio sexual se estableció sobre todo al norte de la capital y
tejió sus operaciones sobre la base de una alta densidad de pobla-
ción de prostitutas circunscritas en los límites de esta zona. Sin em-
bargo, la actividad prostibularia también se extendió hacia otros sec-
tores de la ciudad, de lo cual da cuenta el registro. En esto se eviden-
cia que la acción política llevada a cabo por las autoridades estimuló
el ejercicio reglamentario no la interdicción de la práctica
prostibularia.
Se tuvo presente en todo momento el hecho de que junto a ese
carácter transgresor la existencia de la prostitución cumplía una fun-
ción social importante. La prostitución turba, altera, trastorna y des-
ordena, pero también conscientes de que conserva y mantiene el
orden, preserva la familia, perpetúa y prolonga el tipo de relaciones
establecidas entre los sexos.8
Así, las autoridades trataron de determinar, de acuerdo con el
reglamento de la prostitución, las llamadas zonas de tolerancia: agru-
pamiento de prostíbulos.9
De igual forma, el Ayuntamiento fijó el perímetro dentro del cual
no se permitían casas non sanctas10 en la capital, definieéndolas como
zona de tolerancia.
Así, las autoridades observaron que como ideal para establecer la
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 183

zona de tolerancia fue el que existiera un solo perímetro circunscri-


to, en el mayor alejamiento posible de las áreas habitadas por la
gente de orden.
La combinación de todos estos factores daba a la ley de la oferta y
la demanda una serie de posibilidades. Existieron las categorías del
trabajo de las prostitutas, claramente diferenciados por el Consejo
Superior de Salubridad.
No sólo los burdeles o casas de tolerancia se encontraron
estratificados por la regulación. Otra sistematización que recuperó
el registro fue que a cada mujer se le otorgara una categoría ya fuera
de primera, segunda y tercera clase, de acuerdo con las posibilida-
des económicas de cada una. Las mujeres podían ser de tal o cual
clase siempre y cuando pagaran sus contribuciones a la Comisaría;
es decir, si la mujer quería formar parte del grupo de mujeres de
primera clase estaba obligada a pagar mensualmente diez pesos y
por derecho de inscripción veinte; las de segunda clase, cuatro y
diez pesos y las de tercera categoría uno y cuatro, respectivamente.
No obstante, la norma sólo preveía el caso de las margaritas que
quisieran subir de una clase inferior a una mayor. Las circunstancias,
con todo, eran distintas a lo estipulado en el papel, pues de casi una
cincuentena de mujeres que cambiaron de clase, algunas lo hicieron
de forma contraria a lo que estaba normado.
Las autoridades determinaron como zonas de tolerancia en la
ciudad las siguientes:
Primera zona. Abarcaría el callejón de Nava, exclusivamente la
acera sur, 2a calle de Pajaritos, la parte comprendida entre la acera
sur del callejón de Nava hasta encontrar la acera norte de la calle de
Dr. Daniel Ruiz; la 1a calle de Dr. Daniel Ruiz; calles de
Cuauhtemotzín (hoy Fray Servando Teresa de Mier), desde la calle
de Niño Perdido (hoy eje Lázaro Cárdenas), hasta encontrar la calle
de Isabel la Católica; el callejón de la Igualdad hasta la acera norte
del callejón de Tizapán.
Segunda zona. Comprendía las calles de República de Panamá
desde Santa María la Redonda, hasta encontrar la acera oriente del
callejón del Órgano (hoy Rayón); todo el callejón del Órgano hasta
encontrar la acera orienta de la calle de Comonfort; calles de la Re-
pública del Ecuador, desde la acera oriental de Santa María la Re-
donda hasta encontrar la misma acera oriental del callejón de la
Vaquita hasta Juan Álvarez.
Para la mejor realización de los fines que se perseguían con las
zonas de tolerancia las autoridades decidieron que el personal poli-
184 LA ZONA DE LAS MARGARITAS

ciaco encargado de su vigilancia:


...deberá ser seleccionado y se le darán convenientes instruccio-
nes para que se concrete a intervenir exclusivamente en las faltas
de policía y de moral que [se] comete dentro de las propias zo-
nas, respetando los demás aspectos de los asuntos de prostitu-
ción, que corresponden a los Inspectores de Sanidad, con los cua-
les podrá colaborar cuando su auxilio le sea requerido por di-
chos Inspectores de Sanidad.

Para la Inspección de Sanidad Pública se estipulaba que caía de


sus funciones la supervisión de

Todo lo relativo al acondicionamiento interior de las casas desti-


nadas al ejercicio de la prostitución: instalación sanitaria, mobi-
liario, ropas, material higiénico y en general todo lo relativo a la
parte sanitaria derivada del reglamento en vigor, respetando las
cuestiones de moral de policía y de moral pública.

Las normas establecieron que tanto el Departamento de Sanidad


como las demás autoridades colaborarían de la siguiente manera:

No se permite que en las zonas de tolerancia o en su proximidad


se instalen escuelas, fábricas y en general todos aquellos edificios
cerca de los cuales está prohibido que existan casas que se dedi-
quen al ejercicio de la prostitución, para obtener así la consolida-
ción de dichas zonas de tolerancia y evitar todo problema de queja.

Para las casas de asignación y hoteles registrados:

Podrán seguirse estableciendo en lugares ubicados fuera de la


zona de tolerancia que se proponen para las casas de asignación,
pero su establecimiento requerirá de la aprobación y estudio pre-
vio, a fin de evitar en lo posible los peligros que pudieron ofrecer
las mismas casas a la moral y al orden público.

Para las mujeres que ejercían el oficio:

Las autoridades de la ciudad de México deberán construir con la


brevedad posible el establecimiento especial para mujeres meno-
res de edad o de mujeres débiles mentales mayores o menores de
edad, que pudiera servir como preventorio social.11
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 185

El trabajo de la prostitución estaba estructurado de acuerdo con


un mercado activo y competitivo, donde las tarifas fueron definidas
no sólo en función del tipo de servicio que se ofrecía, sino también
de la belleza, la edad, la clase social y el tipo étnico de la mujer. La
combinación de todos estos factores daba a la ley de la oferta y la
demanda una serie de posibilidades. A partir del saber organizado,
la autoridad sabía con exactitud en qué vivienda, calle o número
podía ubicar a las prostitutas. Se comprueba así que el saber organi-
zado es un elemento que contribuye al procedimiento de control,
vigilar, dominar y utilizar: a fin de cuentas, la ciudad de México se
convirtió en un mapa en el que se podía identificar a la mujer públi-
ca o a un grupo de prostitutas, sobre las cuales el ojo avizor de la
autoridad estaría atento a sus movimientos.
Dicho mapa sería una forma más de vigilar asiduamente al
grupo de mujeres, por lo que su distribución en el espacio se
basaría en una localización celular. Pero, a diferencia de la mira-
da celular en la que se organiza un espacio para que tenga una
funcionalidad y jerarquización, en el espacio de la ciudad los
burdeles adoptarían una clasificación de acuerdo con los servi-
cios otorgados por las mujeres. A diferencia de las prisiones que
tuvieron éxito, esta organización capitalina de los burdeles no
tuvo el resultado esperado.
De acuerdo con los valores imperantes, la sexualidad sucia, la ile-
gítima, había que esconderla, tolerarla, ocultarla. La sociedad libe-
ral siguió vigilando el ejercicio de la prostitución e hizo surgir, como
en tiempos pasados, la creencia de que estaba al abrigo del conta-
gio. Se comprueba con los documentos revisados el hecho de que las
autoridades siguieron persiguiendo con más rigor a las prostitutas
que se salían de la zona de tolerancia. Así, la mujer que caía bajo la
vigilancia de la Inspección de Sanidad y de los policías de burdeles
estaba obligada a ejercer su actividad dentro de las redes de corrup-
ción que se fueron tejiendo desde muchos años antes en la famosa
ciudad de los palacios.
Sin hacer caso de las arbitrariedades y de los abusos por parte de
las autoridades, los médicos continuaron al principio con la discu-
sión sobre abolir o mantener el reglamento; después se manifesta-
ron por el reglamentarismo. La prostitución era asunto que daba
materia para redactar un nuevo capítulo en la Ley de la República
que heredó el gobierno de Porfirio Díaz con el Código de 1872. No
obstante, la sociedad sólo decidió tocar el asunto en forma adminis-
trativa y sanitaria, y promulgó un Código Penal que la incluyera a fin
186 LA ZONA DE LAS MARGARITAS

de que ésta no sólo se reglamentara sino que se legislara sobre ella,


lo que sucedería años más tarde, en 1929.
Se hizo evidente que el discurso sobre el moralismo sexual fue
una de las expresiones del esfuerzo por ejercer mecanismos de po-
der y control sobre el sexo, el Estado siguió extendiendo su poder
hasta él y lo convirtió en una pieza más del mecanismo político.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 187

Notas
1
Durante el imperio de Maximiliano el mariscal Aquiles Bazaine promulgó
un decreto para proteger la salud de los soldados del emperador que fue dado a
conocer en 1865.
2
Las autoridades reconocían que la parte comprendida entre las plazuelas
del Agua y San Juan, y las garitas del Niño Perdido y Belem disfrutaban
notoriamente de mejor clima que cualquier otro punto de esta capital; pero no
fue habitada sino por gente muy pobre en su mayor parte. Razón es el abandono
en que siempre se ha tenido sepultada tal demarcación. Salvador Novo, Un año,
hace ciento. La ciudad de México 1873, México, Porrúa, 1973, p. 10.
3
El último reglamento aplicable a la materia fue el del 18 de septiembre de
1898. Véase Archivo Histórico de la Secretaría de Salud, (AHSS) Reglamento de
Prostitución.
4
A pesar de los recursos empleados para la instauración de la reglamentación
de la prostitución en México, fracasó la importación del sistema francés.
5
Carlos Illades, Hacia la República del trabajo. La organización artesanal en la
ciudad de México, 1853-1876, México, Universidad Autónoma de México-Colegio
de México, 1996, p. 26.
6
ídem.
7
La política imperial en 1865 fue la de regenerar a México a través de una monarquía
estable, próspera e ilustrada, que se encaminó más a decretar un sinnúmero de leyes y
reglamentaciones. Véase Caesar Corti, Maximiliano y Carlota, México, FCE, 1944, p. 141.
8
Carlos Illades, ídem, p. 26
9
Archivo del Ayuntamiento, Solicitud por la Sección del Gobierno, ramo de
sanidad, legajo I, vol. 3892, exp. 223.
10
Sergio González Rodríguez, Los bajos fondos. El antro, la bohemia y el café,
México, Cal y Arena, 1999, p. 90. Véase del mismo autor «Las prostitutas: mito e
imagen» en Enrique Florescano (coordinador), Mitos mexicanos, México, Aguilar
Nuevo Siglo, 1995, pp. 276-284.
11
Archivo:AHSS. Zonas de tolerancia, fondo Salubridad Pública, sección
Inspección Antivenérea, caja 3, exp. 10.

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

Archivo de la Secretaría de Salud


Corti, Caesar. (1994). Maximiliano y Carlota. México, FCE.
González Rodríguez, Sergio. (1995) Los bajos fondos. El antro, la bohemia y el
café. México, Cal y Arena, 1900. Véase del mismo autor “Las prostitutas:
mito e imagen” en Enrique Florescano (coordinador), Mitos mexicanos.
México, Aguilar Nuevo Siglo.
Illades, Carlos. (1996). Hacia la República del trabajo. La organización artesanal
en la ciudad de México, 1873-1876. México, UNAM-Colegio de México.
Novo, Salvador. (1973) Un año, hace ciento. La ciudad de México 1873, Méxi-
co, Porrúa.
Ríos de la Torre, Guadalupe. La prostitución femenina en la ciudad de México
durante el porfirismo, México, UNAM, ( Maestría) 1991.
188
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 189

LA MUJER DE LA FRONTERA NORTE EN EL SIGLO XIX.


UN ESTUDIO CON BASE EN TESTAMENTOS
María del Carmen Tonella Trelles

INTRODUCCIÓN

El hacer un recuento de las actividades de la mujer en el pasado ha


sido poco frecuente en la historiografía regional, dado que general-
mente se tenía como objeto de estudio central la vida política, campo
en el que ella había tenido muy pocas oportunidades de participar.
Actualmente hay un interés creciente por conocer la participa-
ción femenina en México, aunque la mayoría de las investigaciones
se centran en las experiencias vividas por las mujeres del centro del
país, pero hay que insistir sobre el hecho de que no existe “la mujer”
del siglo XIX, sino una gran diversidad de situaciones de las cuales
no se ha podido dar noticias en su totalidad, de ahí la necesidad de
analizar de manera cabal y sistemática los rasgos comunes a pesar
de las diferencias individuales, culturales o regionales.
El enfocar las fuentes existentes desde un ángulo diferente es el
primer paso en la etapa inicial de rescate de las experiencias feme-
ninas en la historia, por ello ofrezco a continuación un estudio que
aborda las condiciones de la mujer del distrito de Arizpe, estado de
Sonora, en sus diferentes roles sociales, durante un período que va
de 1796 a 1859 teniendo como base los testamentos.
La temporalidad se centró en las últimas décadas del período
colonial y las primeras del postcolonial y del México independiente,
debido a que el material de investigación, o sea los testamentos, son
más detallados en este lapso, teniendo pocos competidores serios
para estudios culturales. Se decidió delimitar el estudio hasta 1859,
ya que en ese año se implantaron en la región las Leyes de Reforma,
ocasionando que el testamento paulatinamente fuera dejando de
tener su dimensión religiosa y, al mismo tiempo, se simplificara su
redacción en detrimento de su valor como fuente histórica.
Se seleccionó el distrito de Arizpe, estado de Sonora, porque la
capital del mismo nombre ostentaba la sede de la Comandancia de

[ 189 ]
190 LA MUJER DE LA FRONTERA NORTE EN EL SIGLO XIX

las Provincias Internas delimitada mediante la “Ordenanza de


Intendentes de Ejército y Provincia” que se expidió en Madrid, el 4
de diciembre de 1785, durante el reinado de Carlos III, conservan-
do los mismos límites del Obispado del mismo nombre, establecido
siete años antes. Esta reorganización que tiene lugar en la Nueva
España entre 1786 y 1787 hizo que Sonora y Sinaloa pasaran a for-
mar la Intendencia de Arizpe, al mismo tiempo que pertenecían a
las Provincias Internas de Occidente desde 1779.1 También contaba
con el monopolio del comercio, introduciendo al noroeste las mer-
cancías surtidas por mayoristas de la ciudad de México, hasta que
fue reemplazada por el contrabando marítimo que tomó como sede
el puerto de Guaymas, estado de Sonora.2
La región en estudio se encuadra en el término de frontera que
Alonso define: “En el nuevo mundo la frontera se concibe como un
espacio entre lo salvaje y lo civilizado, un lugar donde la lucha entre
los seres humanos y la naturaleza está amenazada. Las sociedades
de frontera son vistas como espacios de ruptura con lo establecido,
como menos de rutina y menos obedientes a las leyes y más abiertas
al avance del individuo y su realización personal”.3
Los instrumentos notariales se encuentran dentro de cinco libros
de Protocolos de Instrumentos Públicos localizados en el Fondo de
Notarías del Archivo General del Estado de Sonora.
Es mediante estos instrumentos que se valora a los pobladores
del distrito de Arizpe, de ambos sexos, que los hicieron escribir,
mediante el análisis de los contenidos, prestando atención a quiénes
y cómo eran, a qué actividad se dedicaban, sus relaciones dentro y
fuera del ámbito familiar, la distribución de la herencia y los senti-
mientos de afecto y desafecto, entre otras cuestiones. Por esta razón,
esta historia de las mujeres deja entender que también es la historia
de los hombres, la de la relación y diferencia entre los sexos.

¿QUÉ ES UN TESTAMENTO?

La palabra testamento proviene de las voces latinas testatio mentis y


significa testimonio de la voluntad del hombre, porque efectivamente
es una manifestación de su voluntad hecha delante de testigos.4
El testamento es:

La declaración legal que uno hace de su última voluntad, dispo-


niendo de sus bienes para después de su muerte. Esta declara-
ción ha de ser legal, esto es, hecha con las formalidades que pres-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 191

criben las leyes, para evitar los fraudes y suposiciones de testa-


mentos que pudiera forjar la codicia; y como la disposición que
contiene es de última voluntad, no empieza a tener efecto sino
después de la muerte del testador, y puede siempre revocarse por
él hasta el último momento de su vida (...)5

El derecho de hacer testamento, o de disponer de los bienes al


final de la existencia, no viene de la naturaleza, pues en el
iusnaturalismo “el hombre muere, sus bienes quedan vacantes y se
apodera de ellos el primero que llega”.6
Es hasta que se establece el derecho de propiedad en la antigua
Grecia cuando surge el culto hereditario: “no era posible que ese
derecho se extinguiese tras la breve existencia de un individuo. El
hombre muere; el culto permanece; el hogar no debe extinguirse,
ni la tumba abandonarse. Prosiguiendo la religión doméstica, el de-
recho de propiedad debe continuar con ella”.7
Según Cicerón, orador, político y literato romano (106-43 a. C.),
la religión prescribe que: “los bienes y el culto de cada familia sean
inseparables y que el cuidado de los sacrificios corresponda siempre
a aquél a quien le toque la herencia”. Como sociólogo Fustel de
Coulanges analiza lo anterior, agregando:

Aquí es cuando las leyes antiguas, a primera vista, parecen


extrañas e injustas. Se experimenta alguna sorpresa cuando
se ve en el derecho romano que la hija no hereda del padre si
se casa, y en el derecho griego que no hereda en ningún caso.
La regla para el culto es que se trasmita de varón en varón; la
regla para la herencia, que siga al culto. La hija no es apta
para continuar la religión paterna, pues que se casa, y al ca-
sarse renuncia al culto del padre para adoptar el del esposo,
no posee pues, ningún título a la herencia. Si un padre dejase
sus bienes a la hija, la propiedad se separaría del culto y esto
es inadmisible. La hija ni siquiera podría cumplir el primer
deber del heredero, que consiste en continuar la serie de las
comidas fúnebres, pues a quien ofrece los sacrificios es a los
antepasados de su marido. Luego, la religión le prohibe here-
dar de su padre. Tal es el antiguo principio que se impone
igualmente a los legisladores de los indos que a los de Grecia
y de Roma. Los tres pueblos tienen las mismas leyes, no por-
que se las hayan prestado, sino por que las han derivado de
las mismas creencias.8
192 LA MUJER DE LA FRONTERA NORTE EN EL SIGLO XIX

Es a partir del siglo XII cuando los testamentos empiezan a adqui-


rir mayor importancia en Europa, debido al fortalecimiento de la
economía monetaria, el renacimiento urbano y la expansión del oc-
cidente medieval. Ya en el siglo XIV se consideró a los testamentos
como un documento religioso y laico, debido a que su registro debía
hacerse ante un tribunal o escribanía de jurisdicción secular. Sin em-
bargo en la España del siglo XVIII, se seguían viendo como un instru-
mento eminentemente religioso que adquiría validez legal por la
presencia de un escribano.9
Una de las funciones del testamento era cumplir con la obliga-
ción cristiana, ante la hora incierta de la muerte, de dejar arreglados
todos los asuntos terrenales y así poder dedicar los últimos momen-
tos sobre la tierra a la preparación espiritual que asegurara el tránsi-
to a la otra vida. Pero resulta importante subrayar el cariz material
que paulatinamente fue ganando peso y se relacionaba directamen-
te con el destino de los bienes de fortuna que quedaban tras el di-
funto en la tierra, con lo cual los testamentos fueron perdiendo su
dimensión espiritual, mientras que lo material predominaba, hasta
convertir el testamento en lo que modernamente es: un documento
destinado únicamente a determinar la distribución del caudal.

EL TESTAMENTO COMO FUENTE HISTÓRICA

Para el estudio de la mujer de la frontera novohispana y después del


México independiente, es preciso ubicarla como un ente individual
y estudiar los roles desarrollados por cada una de ellas, dada la au-
sencia, en el norte, de agrupaciones femeninas como los conventos
—sólo participaban como miembros de cofradías de las iglesias—.
Inclusive en el centro de la Nueva España estuvieron excluidas de
los Consulados de Comerciantes, no obstante que algunas de ellas
se desempeñaron en ese ramo.
Para reintegrar a las mujeres a la historia, es necesario, en primer
lugar, averiguar datos concretos sobre ellas, cuántas son, qué hacen,
qué dicen, cómo viven, qué significa su presencia en una sociedad
determinada, enfoque al que se le ha denominado la historia de las
mujeres.
Desde esta perspectiva, y al ganar adeptos la idea de que la histo-
ria debe estudiar a las mayorías, aunque sin dejar de tomar en cuen-
ta las individualidades de que éstas se componen, los testamentos
son un ejemplo de los tipos de documentos históricos que han llega-
do a ser de un creciente objeto de investigación, ya que contienen
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 193

un amplio margen de información susceptible de conformar una


serie documental en cierto sentido homogénea, por ser estos docu-
mentos de “instancias particulares” creadas como antecedentes de
un tipo repetitivo de interacción particular: la transferencia de la
propiedad al fallecimiento.
No obstante sus silencios, los testimonios de última voluntad, que
representan un lugar bastante modesto en comparación con otro
tipo de actas notariales como son por ejemplo compraventas, con-
formación de sociedades, fianzas contratos crediticios, entre otros,
se revelan como un indicador fiable del espíritu que anima a una
sociedad, pues involucra la transmisión de derechos que representa
un proceso crítico para la reproducción del sistema social en sí mis-
mo, permitiendo acercarse a fenómenos en torno a la vida y muerte
de personas comunes que no dejaron huella en la documentación
oficial, ni en la del ámbito privado como las correspondencias parti-
culares, diarios y crónicas. Se trata pues, de dar vida a acciones de
los hombres muertos.
Esto último porque a partir de los testamentos se puede conocer
más de la vida que de la muerte de un individuo, ya que es un retra-
to de quien lo otorga. Todo lo que se cree, lo que se ama, lo que se
prefiere, aparece de algún modo en estos documentos, así también
muchas veces los rencores, desprecios o fracasos se reflejan en ellos,
ofreciendo por tanto una imagen o representación de las pautas so-
ciales en las que se desenvuelve.

LA PRÁCTICA TESTAMENTARIA EN EL DISTRITO DE ARIZPE, 1796-1859.


ALGUNAS CARACTERÍSTICAS RESALTANTES

Durante el reinado de los Reyes Católicos se realizó un ordenamien-


to de leyes que se editaron en las Cortes celebradas el año de 1505
en la ciudad de Toro, por lo que se conocen como las Leyes de Toro y
que fueron promulgadas para su uso general en la Nueva España.10
En ellas se estipulaba que la edad mínima para testar debía de ser de
14 años para los hombres y 12 años para las mujeres.
Por lo que respecta a las casadas, podían expresar su última vo-
luntad sin la licencia del marido e inclusive estaban facultadas para
actuar como albaceas. En el distrito de Arizpe la proporción de
testadoras mujeres es de 48% del total, mientras que los testadores
varones representan el 52%, por lo que se hace evidente que no
existe una desproporción y que ellas ejercían sus derechos y debe-
res, como es el de otorgar testamento.
194 LA MUJER DE LA FRONTERA NORTE EN EL SIGLO XIX

La persona a cuyo cargo estaba hacer cumplir y ejecutar lo que el


testador había asentado en su testamento, lo ordenado por la ley o
por mandato del juez, era el cabezalero, mansesor o como más co-
múnmente se le llamaba: albacea. La obligación moral de los alba-
ceas era de extrema gravedad pues en ellos depositaba toda su con-
fianza el testador para el cumplimiento de lo que dejaba ordenado y
establecido.
De las veinticinco disposiciones testamentarias correspondientes
a varones, seis no aclaran su estado civil, seis dicen ser solteros y
trece manifiestan haber contraído matrimonio. En estos últimos se
hace evidente una tendencia de nombrar albacea a la consorte, como
demostración de que estaba al tanto de la situación familiar en tér-
minos patrimoniales y afectivos e igualmente estaría en posición in-
mejorable para cuidar el futuro de los descendientes y la consolida-
ción del patrimonio.
Atendiendo el estado civil de las testadoras, solteras y viudas en-
cabezaban un sustancial número de unidades domésticas (el 61%) y
al mismo tiempo se dedicaban a la conservación y el acrecentamien-
to del patrimonio familiar.
El estado de viudez daba a la mujer una gran libertad de acción y
eran altamente apreciadas como “buenos partidos”, pues los bienes
propios y los heredados del marido les aseguraba una posición eco-
nómica que superaba a la dotación usual, que en algunos casos, apor-
taban las doncellas al matrimonio. Es por ello, que de las doce viu-
das testadoras en Arizpe, tres de ellas contrajeron nuevamente ma-
trimonio hasta en tres y cuatro ocasiones.
Algunos autores sugieren que la viudez proporcionaba a la mujer
el completo ejercicio de sus derechos legales. En la Nueva España la
corona asumió una actitud protectora, dándose por tanto la peculiar
situación de que mientras permanecía casada, estaba subordinada y
cuando enviudaba, tenía derechos y recibía protección.11
La familia en la América hispana de los siglos XVI al XVIII, como en
España, tuvo por base legal el matrimonio, constituido de acuerdo
con las disposiciones del derecho canónico. El matrimonio cristia-
no, único reconocido por el Estado era indisoluble (salvo condicio-
nes de anulación fijadas por el propio derecho) durante los tres si-
glos coloniales y aún en los primeros cincuenta años del siglo XIX. El
control de la validez, nulidad y divorcio, quedó a cargo del obispo
diocesano, juntamente con el Estado a través de las reales cédulas.12
Doña Gertrudis Bravo, una viuda reincidente en contraer nup-
cias es, junto con Gregoria Ortiz, una de las dos mujeres que apare-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 195

cen entre los comerciantes más importantes de Arizpe en el período


1801-1816, que mantenían intercambios comerciales con la casa de
Palacio de la ciudad de México, pagando las correspondientes
alcabalas. Al surgir desavenencias en su segundo matrimonio se pre-
sentó ante el tribunal eclesiástico:
“Ytem. Declaro que con el motivo de haber tenido con el citado
mi segundo esposo varios pleitos sobre manejo del caudal, y sobre
divorcio, (...) esté aun pendiente en el Juzgado Episcopal, como todo
consta de Escrituras y papeles otorgados en los Juzgados del Sr.
Gobernador Intendente de estas Provincias y del Teniente letrado
de ellas (...)13
Otro caso similar se presentó de una testadora, Antonia Romero,
quien contrajo matrimonio hasta en cuatro ocasiones y, en el último
de los cuales, se presentaron también desavenencias conyugales, so
pretexto de las cuales el esposo se apoderó de algunos de los cuan-
tiosos bienes:
“Ytem: Declaro ser casada en cuartas nupcias con José María Frexo
a quien no heredo nada por razón de no haber hecho vida conyugal
y es público y constante (que) en nuestro matrimonio me ha tratado
con mucha ingratitud, separando la unión correspondiente para
evadirse de las obligaciones del matrimonio, razón por la que debe-
rá entregar a mis albaceas una mula, dos burros aparejados, dos ba-
rras, un machete y una caja que de mi pertenencia tiene en su poder
y mando se agregue todo al cuerpo de mis bienes.”14
No hace mención de que alguno de sus esposos introdujera bie-
nes al matrimonio y en cambio María Regina Estrada manifiesta que
el origen de sus propiedades es debido a su esfuerzo personal y por
otro de los caminos de que la mujer casada se valía para acrecentar
sus propiedades: los llamados bienes parafernales:15

Ytem: Declaro que fui casada y velada en primeras nupcias con


José Quihui natural de esta ciudad, de cuyo matrimonio tuvimos
legítimamente a nuestras dos hijas Gertrudis y Francisca; en se-
gundas nupcias con José María Figueroa, ya difunto, y que en
este matrimonio no tuvimos sucesión ninguna y en terceras nup-
cias con mi actual esposo José María Morales, con el que tampo-
co hemos habido ningunos hijos. Ytem. Declaro por mis bienes
propios adquiridos con el sudor de mi trabajo personal (...) Yt.
Declaro que en Bamori tengo una tierra que siendo alcalde D.
Gabriel Padilla me la dieron por el servicio que yo daba a la Santa
Iglesia en su coro (...)16
196 LA MUJER DE LA FRONTERA NORTE EN EL SIGLO XIX

Por lo que se puede apreciar, se trataba de viudas ricas en las


cuales ya había pasado la edad fértil, lo que las hacía más atractivas
como “buenos partidos”.
También por medio de escritura pública se dio fe de una re-
unión de avenimiento matrimonial ante autoridades civiles, que
muestra los esfuerzos por reunir el matrimonio y evitar un divor-
cio, provocado por la denuncia presentada por la cónyuge y en la
que el marido Pedro Gracia reconoció que al contraer matrimo-
nio no introdujo bienes y que fue debido al trabajo de su esposa
que disfrutaba de ellos, lo mismo que mostró firmes propósitos
de enmienda:

(...) y dijo: Que por cuanto desea remediar los daños que su ma-
trimonio padece y el escándalo que da a este público, ha solicita-
do como consta de Diligencias la reunión con su esposa Da.
Gertrúdis Siqueiros que en el día se halla en honesto depósito en
virtud del divorcio que ha intentado (...) Segunda: que por cuan-
to es público, notorio y constante y el mismo Don Pedro Gracia lo
confiesa que cuando casó con la citada Doña Gertrudis Siqueiros
no tenía bienes algunos y que los que en el día disfruta los ha
adquirido durante el matrimonio y debe la mayor parte al traba-
jo emprendido por su citada esposa (...)17

Como se dijo anteriormente, durante el período de 1800 a 1857


los juicios de divorcio se tramitaban ante el tribunal eclesiástico y
eran civiles, precedidos como en el anterior caso por pleitos en tri-
bunales seculares por malos tratos, amenazas de muerte, adulterio o
abandono. Debe notarse que la mujer no necesitaba licencia de su
marido para litigar en su contra.
Los pasos del juicio de divorcio en ese tiempo son, entre otros,
presentar la demanda de un cónyuge contra el otro, ante el juez o
autoridad eclesiástica. Con citación previa de ella, se le corre tras-
lado al marido y se pide el auxilio de una autoridad secular para
que acompañe al alguacil de la curia a depositar a la mujer en
una casa honrada donde ha de vivir separada del marido duran-
te el curso del pleito.
Uno de los aspectos en que los testamentos resultan más
esclarecedores, es lo concerniente a las relaciones matrimoniales. La
dote matrimonial constituye el primer reconocimiento de la perso-
nalidad jurídica de la mujer, ya que los padres a la vez que ayudaban
a la instalación del nuevo matrimonio, también buscaban proteger a
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 197

sus hijas. La dote no era requisito indispensable para que una mujer
se casara, pero, además de que concedía prestigio social, evitaba la
dilapidación total de los bienes de la mujer. Una de las preguntas
claves respecto al régimen dotal es si en realidad la mujer podía
defender o salvar su propiedad de la dilapidación del marido o de la
bancarrota del mismo. En la muestra estudiada, encontré que se
respetaba la obligación de mencionar lo aportado por cada cónyuge
al matrimonio:
“Declara que cuando contrajo el primer matrimonio nada intro-
dujo a él su citada difunta muger Da. María Manuela Pérez Serrano.
Que cuando casó con Da. María Francisca de Bustamante introdujo
ésta los bienes que constan en el libro de cuentas que se halla entre
sus papeles”18
En el siguiente caso, ninguno de los dos cónyuges aportaron bie-
nes al momento de contraer matrimonio, pero al testar, el esposo
reconoce la ayuda que uno al otro se han brindado para el acrecen-
tamiento de su patrimonio:
“Declaro que cuando contraje matrimonio con la citada mi espo-
sa Da. María Vicenta Bustamante éramos pobres el uno y el otro y
ningunos bienes introducimos a él por lo que habiéndonos ayudado
el uno al otro recíprocamente a adquirir los que ahora poseemos
tocan y corresponden a ésta la mitad de todos (...)”19
Este mismo testador pareciera también brindar un único caso de
“celos a futuro”:
“6ª Nombro a la referida mi mujer por tutora y curadora ad bona,
interin subsista viuda y en atención a su buena conducta, aplicación,
gobierno y maternal amor que les profesa, pero si volviese a casarse
mando que aunque dé fianza se le quite la tutela de los bienes que
pertenecen a mis hijos(...)”20
Lo anterior, podría ser evidencia de una moral masculina im-
puesta a la esposa aún después de la muerte del cónyuge, pero es
más pertinente pensar que esta restricción de asegurar que el capi-
tal trasmitido a través del padre no fuera depositado dentro de otro
linaje mediante un nuevo casamiento de la viuda.
Algunos autores sugieren que figuras como la dote o su figura
inversa la donatio propter nuptias,21 o donación esponsálica —que es el
presente o regalo que antes de celebrarse el matrimonio se hace por
el esposo a la esposa y alguna vez al contrario— protegieron a la
oligarquía contra intrusos desde abajo. El hombre o la mujer que no
tuviesen suficiente dinero quedaban fuera del mercado matrimonial
de la “gente fina”.
198 LA MUJER DE LA FRONTERA NORTE EN EL SIGLO XIX

Este parece ser el caso de la donación llevada a cabo cuatro días


después de celebrado el matrimonio entre la hija de un importante
funcionario novohispano y una persona no arraigada en Arizpe:

(...) atendiendo a la nobleza, honestidad, virtud y otras loables


prendas que en su esposa concurren determinó hacerle cierta
donación propter nuptias y para que conste y tenga efecto en la
mejor vía y forma que haya lugar en Dro. otorga que da en arras22
y donación propter nupticas a la expresada Doña María de los
Dolores Tresierra, su esposa, la cantidad de veinte mil pesos, que
confiesa caben en la décima parte de los bienes libres que al pre-
sente tiene (...)22

Las arras según la legislación vigente en la época, se concedieron


a las mujeres por las grandes cargas matrimoniales que sufren y son
entre otras: el gobierno de su casa, la conservación y aumento de sus
bienes, el obsequio y reverencia al marido, el peligro de los partos
“(...) y porque no estén indotadas, pues conviene a la república que
se casen para que el estado se propague.”23
Según el derecho de las Partidas, generalmente se trataba de un
estimativo del diez por ciento de todos los bienes del testador y no
podrían sobrepasar la octava parte de lo que importase la dote de la
esposa.24 El motivo de restringir al diez por ciento las arras fue para
proteger la propiedad de los hijos en caso de que un hombre mayor
buscara contraer de nuevo matrimonio.
A partir de que en algunas ocasiones ambos cónyuges introdu-
cían bienes al matrimonio, o eran buscados conjuntamente durante
la vida matrimonial, era común el reparto de la mitad de ganancia-
les y además un tipo de mejora como cortesía del marido. Esto sig-
nifica que los hijos no adquirían los derechos completos de la pro-
piedad hasta que ambos padres estaban muertos.
Como merecedora de su confianza, Pedro Salcido, nombra a su
esposa curadora25 de sus hijos, haciendo constar la ayuda prestada
para la formación de su patrimonio:

... nombro por curadora de mis hijos Doña Gertrudis, Doña


Antonia y Don Jesús a mi expresada esposa Doña Josefa Moreno,
mediante la seguridad que tengo de la buena conducta y proce-
deres y el maternal amor que profesa a los referidos nuestros
hijos. Declaro que cuando casé con mi esposa no tenía haber al-
guno y los que tengo actualmente se lo debo a la eficacia de mi
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 199

citada cónyuge; por cuya circunstancia y la de haberme acompa-


ñado con fidelidad y constancia recíprocamente, es mi voluntad
que pagados el funeral y entierro y satisfechas todas las deudas
que contrahen la cláusula sexta antecedente de este testamento
sea entregado a mi enunciada esposa Doña Josefa Moreno la mitad
de los ya insinuados bienes y que la otra mitad restante sea
dividible entre mis hijos y herederos.26

El privar o excluir a alguno o algunos de la herencia a que tenían


derecho estaba contemplado en las leyes del Fuero Real y Novísima
Recopilación elaborada en 1805, mediante una serie de causales. Uno
de los testadores deshereda no sólo a su esposa, sino también a los
hijos tenidos durante su matrimonio:

(...) que esta expresada mujer última a más de no haber metido ni


un centavo al matrimonio, le ha desfalcado al que depone todo el
capitalito que disfrutaba cuando murió mi segunda esposa Fran-
cisca Quijada hasta dejarme casi a la mendicidad infiriéndome
también el incomparable agravio de infidelidad conyugal hasta
la fecha que se mantiene adulterando públicamente en el pueblo
de Banámichi y por su vil deshonesta y escandalosa conducta y
desarreglada vida, queda desheredada tanto ella, como mis hijos
que en su persona hube, de las miserias que dejo.27

Una cuestión que puede ser de interés reseñar es la atención re-


cibida por algunos de los testadores durante las enfermedades que
padecieron y que posteriormente los llevaron a la tumba. Don San-
tos Trejo, natural de la Villa de Sonsunate, república de Guatemala
revela en su testamento ser contralor del hospital de Arizpe por lo
que en el caso de la beneficiaria de su última voluntad, podría tra-
tarse de una especie de precursora de las posteriormente nombra-
das enfermeras:
“7ª Ytem. Declaro que pagadas todas mis deudas y si algo sobrare
es mi voluntad integra hacer donación de todo ello, como lo hago, a
Doña Cecilia Romero, por los servicios que me ha dado de muchos
años y en particular en mi dilatada enfermedad, porque de cuyos
servicios no tengo con que compensárselos religiosamente.”28
Otros casos se relacionan con la atención a individuos en los que
parecería que la soledad era un componente habitual, como se des-
prende del otorgado por el también extranjero Casimiro Merino,
natural de los reinos de Castilla:
200 LA MUJER DE LA FRONTERA NORTE EN EL SIGLO XIX

“Que las casas donde habito, todo cuanto ahí se encuentra, bie-
nes semovientes que se reconozca de mi propiedad, la cedo y dono a
beneficio de mi tercer Albacea Doña Francisca Moreno por el cuida-
do y asistencia que en tantos años ha tenido de mi persona y en
recompensa de sus buenos servicios”29
Así mismo, Fray Mariano Nieto, Capellán de Ejército, estableció
un legado:
“(...) y dijo: que por la presente, y bien impuesto de lo que se hace
en este caso, hace donación pura, mera y perfecta que el derecho
llama “intervivos” a Doña Lorenza Vale e hijos.”30
Al mismo tiempo, hubo ocasiones en que los maridos heredaban
a sus esposas litigios que tardaron años en resolverse:
“13Yt. Declaro que el padre Don Carlos Moreno, Cura de la Villa
de Horcasitas debe al citado mi esposo por su fallecimiento la canti-
dad de tres mil pesos de resultas de un litis que con Joseph Jesús
Bustamante y el citado mi Esposo pende en el Juzgado Eclesiástico
del Ilustrísimo Señor Obispo.”31
Trece años después en 1820, dicha señora Corella dictó otro tes-
tamento en que se dictó sentencia a su favor:
“Declaro que el litis pendiente que tenía (...) se feneció a mi favor
...ofreciendo satisfacerme los tres mil doscientos veinte y un pesos seis
reales que se me deben incluidas las costas que tuve presente...”32
También hacían recomendaciones que estaban lejos de poder
cumplirse y así cuando José Santiago García nombra albacea a su
esposa, le recomienda efectúe el pago a sus acreedores y le perdone
las deudas a sus acreedores.33 A los veintisiete años, la viuda efectúa
su propia declaración testamentaria, en la cual expresa:

(...) pues de lo que testó y se pudo recoger (con alguna parte de


mi tutela paterna) se invirtió en pagar los créditos que tenía y
aun hoy tiene la testamentaría.34

La principal ventaja al utilizar los testamentos para una geografía


de las relaciones familiares se encuentra en la enumeración de los
miembros de la familia y en el nombramiento de las preferencias
sucesorias produciendo una fotografía instantánea de la familia en
el momento mismo en que el testamento es elaborado y luego la de
establecer una jerarquía de relaciones con respecto al testador.35
Juzgando por lo tanto, desde la lógica de los testamentos locali-
zados, se puede afirmar que existía una gran libertad para efectuar
transferencias en oposición a las leyes de sucesión, pero con la cons-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 201

tante, en los casos de existencia de descendientes infantes, de no


desheredarlos totalmente. En Arizpe, la herencia fue la mayoría de
las veces concebida como una transmisión de la propiedad de una
manera equitativa para descendientes directos, lo que marcó una
tendencia a la fragmentación de las propiedades. Esto significa que
la primogenitura no echó raíces en el noroeste, debido a que la pro-
piedad se dividió en partes iguales entre todos los hijos varones y
mujeres.36 El vínculo y la primogenitura, dos instituciones esenciales
para el bienestar de cualquier nobleza junto con el mayorazgo, fue-
ron los mecanismos de mantenimiento del patrimonio en el “linaje”
muy usados en el centro de la Nueva España.
A pesar de todo, altos niveles de mortalidad dieron como resulta-
do múltiples herencias indirectas. De esta manera, habiendo espe-
cificado la dirección que la propiedad concedida tomaría, el
testador podía ser más indulgente en designar algún heredero o
legatario en lo particular para recibir donaciones en prenda, fue
en esta categoría que sirvientes, ahijados, hijos adoptivos, sobri-
nos y primos se empezarían a relacionar con las mujeres más ap-
tas para ofrecer estos pagos.
El que los elementos no pertenecientes a la familia consanguínea
vivieran bajo el mismo techo fue una situación frecuente, lo mismo
que algunos de los adultos fueran a su vez padrinos para un nieto o
sobrino, mostrando algunas de las solidaridades fundamentales en
una sociedad donde no existía la abundancia y donde la edad y la
enfermedad fueron inadecuadamente atendidas por los mecanis-
mos de la beneficencia pública.
Jack Goody expresa que: “Sin embargo la transmisión mortis causa
es no sólo el medio por el cual la reproducción del sistema social es
llevada a cabo, sino también el camino como se estructuran las rela-
ciones interpersonales. (...) El sistema de herencia de cualquier so-
ciedad es el camino por el cual la propiedad es trasmitida ente la
vida y la muerte y especialmente entre generaciones.”37 En este sen-
tido, resultaron más complejas las formas de distribución de la pro-
piedad de la mujer, examinadas desde la óptica de sus roles de mu-
jer casada, viuda o soltera.
Casi es un lugar común el considerar a la mujer mexicana de la
segunda mitad del siglo XVIII y la primera del XIX como un ser dedi-
cado exclusivamente a su papel de esposa y madre. Como se ha visto
a través de estas páginas y como más adelante se explica, la mujer
participaba más de lo que se ha pensado en actividades sociales y
otras funciones.
202 LA MUJER DE LA FRONTERA NORTE EN EL SIGLO XIX

Cuantificar los bienes citados por las mujeres que los precisaron
en sus “mortales palabras” dio como resultado que los principales
haberes fueran de naturaleza inmobiliaria. La propiedad rústica
representó el 58%, la urbana el 74%, los bienes semovientes 68%
y un alto porcentaje el 74% mencionó con gran detalle bienes de
su uso personal y entre estos últimos algunos que dan idea de
una sociedad que mayoritariamente estaba dedicada a activida-
des primarias y de comercio, conjuntamente con inmigrantes eu-
ropeos desempeñando funciones civiles, eclesiásticas y militares,
dueños de una vigorosa tradición urbana, como lo demuestra el
que sus familias hayan adquirido artículos que reflejaban gustos
refinados. Que la mujer tenía capacidad económica para estable-
cer transacciones monetarias se demuestra en que aparecen como
sujetos y otorgantes de créditos. Esto demuestra la participación
económica de la mujer.
Por último, a través de la necesidad de dar autenticidad al docu-
mento por medio de la firma y la rúbrica del testador, se encuentra
una vía para estudiar, aunque sea parcialmente, el nivel cultural de
los pobladores de este Distrito, compensado la ausencia de referen-
cias a libros de enseñanza o de solaz y esparcimiento.
En los últimos años, para estudiar el grado de alfabetización de
una sociedad en un período determinado, se recurre a los registros
notariales y no al número de escuelas o instituciones de enseñanza
que existían en ese momento. Sin embargo, el hecho de que firma-
ran o no su disposición testamentaria estaría relacionado no sólo
con su condición de letrados o iletrados, sino con su estado de sa-
lud.
Aunque los datos obtenidos sólo pueden tener un valor orientati-
vo no está de más señalar que 16 de los hombres firmaron su dispo-
sición testamentaria y nueve no lo hicieron. En el caso de las muje-
res sólo firmaron tres de ellas de un total de 23 instrumentos.

CONCLUSIONES

Uno de los fines del presente trabajo radica en poner de relieve el


papel desempeñado por la mujer de frontera en el siglo XIX y al
mismo tiempo, probar la utilidad y riqueza de una fuente histórica
insustituible. Esta resolución es el hilo que me ha dirigido a través de
la masa densa de los documentos y ha trazado el derrotero que he
seguido hasta el final. En función de las preguntas planteadas es como
los datos almacenados en los corpus han ido tomando una forma y un
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 203

sentido, una continuidad y una lógica. Este sistema de interrogación y


de explicación ha sido el tamiz que ha permitido descifrar datos de
otro modo ininteligibles o aislados, sin relación entre sí.
Escudriñar la experiencia y el papel de la mujer como agente del
proceso histórico ha sido el motivo fundamental, lo mismo que re-
saltar su decisiva participación en la determinación de las condicio-
nes sociales y económicas del medio. A partir de que planteo
indicadores de hoy a situaciones del pretérito, desde el punto de
vista de temas de importancia para la mujer, fue posible captar pro-
blemas como el abandono de hogares, las crisis matrimoniales, las
separaciones, divorcios y anulaciones, los conflictos por establecer la
custodia de los hijos, entre otros.
A pesar de las omisiones inevitables, es posible llegar a las si-
guientes conclusiones:
— En los documentos analizados, se encuentra, de manera pre-
dominante, un solo sistema de herencia, el cual fue casi siempre
concebido como una transmisión de propiedad para descendientes
directos, esto es en su concepción más virtual desde la familia nu-
clear, la cual consistió en que el reparto de los bienes entre los hijos
y demás descendientes era más o menos igualitario, sin distinción
de sexo.
Esta sociedad puede ser contextualizada como fronteriza y por
tanto alejada de los centros de poder, lo que les permitió una gran
libertad. Las opciones comúnmente configuradas desde el entendi-
miento particular de los testadores incluían una justicia social “natu-
ral” manifestando un tipo de “economía moral” coherente por par-
te del individuo agonizante y atribuyendo premios y castigos en una
escala proporcionada por sus facultades. Una realidad que permea a
partir de la voluntad de los y las testantes, es que éstos estaban más
preocupados por asegurar la sobrevivencia de las personas sobre la
base de su patrimonio y repartir así la propiedad de acuerdo a un
deseo individual de justicia social.
— En lo que concierne a los roles específicos desempeñados por
la mujer, su fuerza de trabajo constituyó una importante aportación
a la economía, al luchar junto a los hombres por la supervivencia de
la familia y su cultura.
— El porcentaje de mujeres testadoras, o como actoras de otros
instrumentos y la constante referencia a ellas como sujetos de crédi-
to, responde a que no existieron obstáculos en contra de la mujer
propietaria o la transmisión de sus bienes. Al mismo tiempo se ob-
serva una mejoría en su autoestima, al no dejarse manipular en la
204 LA MUJER DE LA FRONTERA NORTE EN EL SIGLO XIX

defensa de sus intereses y que la sumisión no era total, al haber sido


siempre ellas las que iniciaban los juicios de anulación de matrimo-
nio, separación o divorcio —la mayor movilidad espacial del hom-
bre le daba ventaja sobre la mujer fijada a su residencia y le facilitaba
la evasión de responsabilidades económicas o la salida para una si-
tuación de desavenencia— así como la creciente renuencia de la mujer
a aceptar el abuso de la autoridad del esposo, como reflejo de las
tendencias filosóficas de la época hacia la búsqueda de la felicidad
individual que tuvo profundas repercusiones en las ideas sobre las
relaciones de poder dentro de la familia.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 205

Notas
1
Commons Áurea,. Las Intendencias de la Nueva España, México, Universidad
Nacional Autónoma de México, 1993, p. 80.
2
Jerónimo Romero Saúl. “Del monopolio de la ciudad de México al
contrabando de la costa de Sonora. Alcabalas en Arizpe 1801-1816”, en Tiempo y
Escritura, revista electrónica de la Universidad Autónoma Metropolitana-
Azcapotzalco, número 0, julio de 1996, s/p., fecha de consulta: junio 6 de 1999,
http:www-azc.uam.mx/tye/indice-es. html.
3
Alonso Ana María. Thread of Blood. Colonialism, Revolution and Gender on
México’s Northern Frontier, Tucson, The University of Arizona, Press, 1995, p. 15.
4
Escriche Joaquín. Diccionario razonado de legislación civil, penal, comercial y
forense. Con citas del derecho, notas y adiciones por el licenciado Juan Rodríguez
de San Miguel, impreso en la Oficina de Galván a cargo de Mariano Arévalo,
Mégico, 1837, edición y estudio introductorio de María del Refugio González,
México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, U. N. A. M., 1996, p. 674.
5
Ibidem
6
Coulanges Fustel de. La Ciudad Antigua, Estudio sobre el culto, el derecho y
las instituciones de Grecia y Roma, Estudio preliminar de Daniel Moreno, México,
Editorial Porrúa, 1996, P. 48.
7
Idem, pp. 48-49.
8
Idem, pp. 49-50.
9
Zárate Toscano Verónica. Los nobles entre la muerte en México. Actitudes, ceremonias
y memoria, 1750-1850. Tesis doctoral, México, El Colegio de México, 1996, pp.
14-15.
10
Escriche Joaquín. Diccionario Razonado de Legislación y Jurisprudencia. Nueva
edición corregida notablemente, y aumentada con nuevos artículos, notas y
adicciones sobre el derecho americano por don Juan B. Guim, La Mesa, B.C.,
Cárdenas Editor y Distribuidor, tomo II, pp. 1174-1175.
11
Tuñón Pablos Julia. Women in México. A Past Unveiled, Austin, University of
Texas Press, 1999, p. 25.
12
Muriel Josefina, “La transmisión cultural en la familia criolla novohispana”
en Familias novohispanas. Siglos XVI al XIX. México, El Colegio de México, 1991,
pp. 109-110.
13
Testamento de Gertrudis Bravo, ciudad de Arizpe, 4 de febrero de 1805,
Protocolos de Instrumentos públicos 1/1798/Fondo de Notarías/ Archivo General
del Estado de Sonora.
14
Testamento abierto de Antonia Romero, ciudad de Arizpe, 4 de mayo de
1811, PIP001/1798/FN/AGES.
15
Los bienes parafernales son: “los que lleva la mujer al matrimonio fuera de la
dote, y los que adquiere durante él por título lucrativo, como herencia o donación.
Del griego parapherna que significa extra dote, fuera de dote”, ver Joaquín Escriche,
Cárdenas Editor, Op. Cit., p. 372.
16
Testamento cerrado de María Regina Estrada, ciudad de Arizpe, 24 de agosto
de 1834, PIP004/1833/FN/AGES.
17
Protocolo de instrumentos públicos 002/1815/FN/AGES.
18
Poder testamentario de Tomás Moreno, ciudad de Arizpe, 21 de agosto de
1800, PIP001/1798/FN/AGES.
19
Testamento abierto de José Francisco Pesqueira, ciudad de Arizpe, 16 de
marzo de 1801, PIP001/1798/FN/AGES.
20
Ibidem
21
En el renacimiento la donación propter nupticas había recibido en la práctica
206 LA MUJER DE LA FRONTERA NORTE EN EL SIGLO XIX

el nombre de “arras”, término de origen arábigo, ver Margadant Guillermo F.,


“La familia en el derecho novohispano”, en Pilar Gonzalbo Aizpuru (Coord.),
Familias Novohispanas, siglos XVI al XIX. Seminario de Historia de la Familia,
México, Centro de Estudios Históricos, El Colegio de México, 1991, p. 43.
22
Donación esponsálica de Antonio Ferrari, ciudad de Arizpe, 28 de septiembre
de 1816, PIP002/1815/FN/AGES.
23
Febrero, Josef. Febrero adicionado o librería de escribanos: Instrucción teórico práctica
para principiantes. Tomo I, Madrid, Imprenta de Don Josef del Collado, 1806, p.
271.
24
Yrolo Calar Nicolás de. La política de escrituras, México, Instituto de
Investigaciones Jurídicas, México, Universidad Nacional Autónoma de México,
1996, p. XLIII.
25
Curador es: “La persona nombrada para cuidar de los bienes y negocios de
que por causas de menor edad, demencia, imbecilidad, ausencia y otros, no se
halla en estado de administrarlos o manejarlos por si mismo”, véase Joaquín
Escriche, Cárdenas Editor, Op. Cit., P. 525.
26
Testamento abierto de Pedro Salcido, ciudad de Arizpe, mayo de 1823,
PIP002/1815/FN/AGES.
27
Testamento abierto de Alejandro Romero, ciudad de Arizpe, 31 de diciembre
de 1844, PIP005/1844/FN/AGES.
28
Testamento abierto de Santos Trejo, ciudad de Arizpe, 10 de febrero de
1846, PIP005/1844/FN/AGES.
29
Codicilo de Casimiro Merino, ciudad de Arizpe, 16 de mayo de 1828, PIP003/
1824/FN/AGES.
30
Donación de Mariano Nieto, ciudad de Arizpe, 15 de septiembre de 1840,
PIP004/1833/FN/AGES.
31
Testamento abierto de Teresa Corella, ciudad de Arizpe, 30 de diciembre
de 1807, PIP001/1798/FN/AGES.
32
Testamento abierto de María Teresa Corella, ciudad de Arizpe, 18 de
septiembre de 1820, PIP002/1815/FN/AGES.
33
Testamento abierto de José Santiago García, ciudad de Arizpe, 7 de agosto
de 1825, PIP003/1824/FN/AGES.
34
Testamento abierto de Petra Morales, ciudad de Arizpe, 12 de agosto de
1852. Documento proporcionado por Ignacio Pesqueira Taylor y Silvia Pellat
Molina, descendientes de la testadora.
35
En su estudio sobre la familia, Francisco Chacón dice: “existe un sustrato
ideológico que define una determinada jerarquía familiar y una concepción de la
autoridad a través de las prácticas de herencia”, Chacón Jiménez Francisco, “Hacia
una nueva definición de la estructura social en la España del Antiguo Régimen a
través de la familia y las relaciones de parentesco”, en Historia Social, No. 21,
España, 1995, pp. 75-104.
36
Donde la mujer recibe tierra y los medios básicos de producción, ya sea
como una dote o como parte de su herencia (aún cuando tiene hermanos), las
implicaciones sociales son amplias toda vez que su propiedad es drásticamente
reorganizada en cada generación. La tierra cambia de manos entre los sexos y en
cada matrimonio o fallecimiento, grandes cantidades de tierra puedan llegar a
estar bajo el control directo o indirecto de la mujer, véase Goody Jack, “Inheritance,
propery and women: some comparative considerations” en Jack Goody, Joan
Thirsk, E. P. Thompson (Edited by) Family and Inheritance. Rural Society in Western
Europe, 1200-188, Cambridge, 1976, p. 10.
37
Idem, p. 1.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 207

BIBLIOGRAFÍA

Fuentes primarias: archivos y colecciones

AGES Archivo General del Estado de Sonora, Hermosillo, Sonora, Méxi-


co.
Fondo de Notarías

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de México.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 209

LA EDUCACIÓN DE LAS MUJERES ZACATECANAS


DURANTE EL RÉGIMEN PORFIRISTA: GÉNERO, ALCANCES
Y OPORTUNIDADES LABORALES

Norma Gutiérrez Hernández

INTRODUCCIÓN

El presente trabajo es parte de una investigación más amplia cuyo


objetivo central es advertir la participación laboral del sector feme-
nino en la ciudad de Zacatecas durante el porfiriato. El eje central
en este apartado se circunscribe a un marco general sobre la educa-
ción de las niñas y jóvenes para conocer, comprender y analizar cier-
tas prácticas laborales a la luz de la educación superior que se brindó
en la ciudad capital, específicamente en el magisterio, la
profesionaliza-ción y ciertos estudios para el ramo de los servicios.

LA IMPORTANCIA DE LA EDUCACIÓN

Con el arribo del general Porfirio Díaz a la presidencia nacional ha-


cia 1877 y durante su larga permanencia en este puesto por más de
tres décadas, el país se vio envuelto en toda una serie de cambios de
diferente índole en los rubros de lo político, económico, cultural,
social, ideológico y educativo.
El proyecto global que se tenía era que el país se enrolara en aras
de la modernización, que se integrara al ritmo del desarrollo que las
principales potencias económicas de la época marcaban, como Esta-
dos Unidos, Francia, España e Inglaterra.
Para desarrollar tan anhelado progreso la administración central
vía las secretarías, los gobiernos estatales y el grupo de ideólogos
—estos últimos de vital importancia para sustentar, promover y ava-
lar los lineamientos que el régimen quería—, desplegó una activi-
dad inusitada hasta ese entonces en los terrenos que según él eran
los prioritarios para sacar al país del tradicional estado de atraso
que lo caracterizaba.
El primer punto en tal empresa fue el de la educación. Coinci-
diendo con los liberales de décadas atrás se pensaba que solamente

[ 209 ]
210 LA EDUCACIÓN DE LAS MUJERES ZACATECANAS

a través de ésta la nación podría salir del letargo en que se encontra-


ba, dirimiendo los latentes problemas de la desunión, ignorancia,
atraso, superstición, fanatismo, falta de espíritu emprendedor y vi-
sión progresista que albergaban en su mayoría los mexicanos
decimonónicos.
Además, era de suma importancia instruir a la población, educar-
la y capacitarla para que estuviera acorde con los requerimientos
que la base empresarial demandaba, a saber, en la generación de
obreros y obreras técnicas; así como empleados y empleadas en el
ramo de los servicios; sin omitir por supuesto a la naciente elite
profesionista que justo en este periodo alcanzó un significativo gra-
do de consolidación y diversificación.
La fuerza y el apoyo que brindó el ejecutivo a la educación —y
por orden de éste también los gobernadores de todos los estados y
algunos empresarios—, permitió un desarrollo tal que en los últi-
mos años del régimen se observaron buenos resultados. Si bien es
cierto que las expectativas fueron demasiado ambiciosas y por lo
mismo no se cumplieron cabalmente como se había esperado, tam-
bién fue evidente que el grado de adelanto que la nación tuvo en el
ámbito educativo fue considerable, sobre todo si se comparaba con
la situación educativa de años anteriores.
En términos generales, de acuerdo con una especialista en el tema,
la educación en esta época cosechó “...triunfos en calidad, no en la
cantidad. En números relativos más niños fueron a la escuela, pero
el índice de alfabetismo apenas aumentó. El crecimiento no se dio
ahí sino en toda la pila de ideologías y debates, que transformaron y
adoptaron como propia la modernidad en la educación.”1 Esta in-
novación en el ramo educativo se reflejó en la introducción de la
pedagogía moderna, en la edificación y multiplicación de las escue-
las normales, en las carreras técnicas que se ofrecieron al sector obrero
y en el florecimiento que tuvo la educación superior. 2 Es necesario
precisar que el desarrollo de la educación durante el porfiriato no
fue uniforme, como tampoco lo fue el proceso de modernización y
tecnificación en todo el país.
Ahora bien, lo que no se modificó mucho fue el tipo de educa-
ción otorgada a cada sexo. Esto es, los lineamientos, objetivos y ca-
racterísticas particulares que desde la época colonial tuvo la instruc-
ción tanto para hombres como para mujeres siguió prevaleciendo
con muy pocas variantes.
En este sentido, el objetivo de la educación del sector femenino
—distinguido ampliamente del dirigido a los hombres—, en su afán
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 211

de mantener el equilibrio mediante la construcción social de roles


asignados a las mujeres, hizo posible que el tinte de la instrucción
femenina porfirista se mantuviera “fiel a valores y prejuicios sancio-
nados por el modelo familiar burgués, en el que la función de la
mujer en cualquiera de sus fases (hija, hermana, esposa o madre)
ocupaba un lugar prioritario en tanto garante indispensable e insus-
tituible del sistema, justificándose su instrucción no por su creciente
participación en la estructura económica del país, sino por su fun-
ción como madre y esposa.”3
En otras palabras, se quería que las mujeres fueran instruidas para
que fungieran como mejores madres y esposas, no para que se
enrolaran en una esfera pública laboral. Sin embargo, este orden
ideológico empeñado en el mantenimiento del ideal femenino, ante
las necesidades económicas del país propiciaba una fuerte contra-
dicción, porque “por una parte, intentaba preservar la imagen ideal
y tradicional de “lo femenino” y, por la otra, se hacia cargo de la
urgente necesidad de preparar a este importante sector de la pobla-
ción, precisamente para que en su papel de formadora de los futu-
ros ciudadanos estuviera a la altura de los requerimientos de los
nuevos tiempos y secundara con su acción los proyectos “modernos”
del Estado porfirista.”4
A la luz de estas consideraciones, es oportuno analizar la educa-
ción de las mujeres zacatecanas, en términos del tipo de instrucción
que recibieron y de las alternativas académicas y laborales que en-
contraron en la ciudad capital, todo ello en aras de obtener un mar-
co general que de cuenta de una parte del desempeño laboral de las
mujeres zacatecanas durante el período porfirista.

PRINCIPALES LINEAMIENTOS EDUCATIVOS

La educación elemental de las niñas tenía el carácter de obligatoria


desde los seis hasta los doce años de edad. Los varones también
gozaron de este principio, pero en ellos se prolongaba la extensión
siempre y cuando no rebasaran los catorce años.5
Todo tipo de instrucción que se diera a niños y niñas, tanto en los
establecimientos patrocinados por el gobierno, o bien por las escue-
las privadas o asociaciones, tenía como rasgo distintivo el ser laica y
uniforme, ya que siguiendo el eco nacional y avalando la postura de
la administración central, el ejecutivo estatal consideró que estas
condiciones unían a la población, generándoles un sentido de iden-
tidad y adhesión nacional. Vista en estos términos, la instrucción
212 LA MUJER DE LA FRONTERA NORTE EN EL SIGLO XIX

primaria fue dividida en dos niveles: un elemental y un superior


—llamado también instrucción secundaria. El primero tenía una du-
ración de cuatro años comprendiendo las siguientes materias: mo-
ral práctica e instrucción cívica,6 lengua nacional —incluyendo la
enseñanza de la lectura y escritura—, aritmética, nociones de cien-
cias físicas y naturales, nociones prácticas de geometría, nociones de
geografía e historia patria, dibujo, canto, gimnasia —ejercicios mili-
tares para los niños—, y labores manuales para las niñas,7 básica-
mente en tres rubros: bordado, tejido y corte.8
El grado superior se daba en dos años, reforzándose los conoci-
mientos adquiridos en el primer nivel. En esta segunda etapa la edu-
cación de las niñas adquiría ciertas particularidades: adolecía de la
materia de economía política, se les daban algunas nociones de gim-
nasia con “las modificaciones convenientes”, y se les intensificaban
las labores de mano.9
De acuerdo a la ley, la instrucción elemental debía ser igual para
ambos sexos. Para las mujeres también se quería que fuera positiva,
completa, científica, jerárquica y enciclopédica; empero, en aten-
ción a las cualidades “intrínsecas” del sector femenino en el terreno
de lo físico, intelectual y afectivo, se debería “evitar el sentido abs-
tracto, extensión y... profundidad de los contenidos teóricos que cons-
tituyen la base de la educación masculina.”10 Únicamente en el pla-
no de lo moral las mujeres tenían cierta superioridad respecto de los
hombres, ya que se juzgaba que tenían una “inteligencia más rápida,
más receptora y más sagaz que la masculina.”11 Tales concepciones
—con algunos casos de excepción— permeaban el pensamiento de
la población nacional en los diferentes sectores sociales que la com-
ponían y en ambos sexos, de tal forma que, en todas las entidades
estas ideas tenían vigencia y eran reforzadas continuamente. La in-
tención de preservar y enfatizar la dicotomía genérica entre hom-
bres y mujeres encontraba diferentes medios e instituciones para
dar vigor y mantenimiento a las estructuras sociales asimétricas en
que se sustentaba la sociedad.
En el caso de las mujeres, lo que se quería era educarlas para que
desempeñaran mejor la tríada de roles socialmente construidos:
madre-esposa-ama de casa; de ahí el freno en los contenidos educa-
tivos y la intensificación de las prácticas “propias de su sexo”. Sin
embargo, al poner tanto el acento en el resguardo del ideal femeni-
no a través de la educación y la socialización en el hogar, se estaba
atendiendo a un fenómeno importante que, paradójicamente se dio
gracias a la formación educativa de un gran número de mujeres y su
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 213

posterior incursión a la esfera laboral —principalmente en las maes-


tras y el reducido grupo de profesionistas-, a saber: un incipiente
proceso de concientización en términos de género y de clase.12

LOS CENTROS EDUCATIVOS PARA EL SECTOR FEMENINO EN ZACATECAS

Para 1910 el número de escuelas oficiales con que contaba el estado


de Zacatecas era de 376.13 A éstas se sumaban las que eran dirigidas
por particulares, aproximadamente unas 56; y las que estuvieron en
manos del clero, cuya cantidad ascendía a 35, dando todas un total
de 432 establecimientos educativos.14 Las escuelas estuvieron ubica-
das en toda la región, distribuidas en los doce partidos que confor-
maron la entidad.15
Además de la educación elemental que patrocinó el gobierno para
las niñas en los diferentes planteles de la ciudad, hubo dos Escuelas
de Adultas que contribuyeron a la formación de zacatecanas, sobre
todo a las pertenecientes de los sectores más humildes.
Una de las mejores opciones educativas que tuvieron las niñas
zacatecanas más humildes, desamparadas y/o huérfanas, fue el Asilo
de Niñas, institución de beneficencia estatal dependiente del Hospi-
cio de Niños de Guadalupe.
Este plantel brindaba la instrucción primaria a las asiladas y pen-
sionistas, y al mismo tiempo fungía como Escuela de Artes y Oficios.
Existían los talleres de tejido de medias, confección de trajes, labo-
res en blanco y bordados, fabricación de flores artificiales, confec-
ción de sombreros, telegrafía; y clases de cocina, modas, lengua es-
pañola, música vocal e instrumental, economía doméstica y algunas
materias de instrucción secundaria.16 Naturalmente se les educaba
dentro de un patrón social de construcción genérico, inculcándoseles
“faenas de cocina, lavado y planchado de ropa, cuyo aprendizaje es
tan necesario...”17
Además de la instrucción primaria, que fue la que mayormente
desarrolló la iniciativa privada en la ciudad, también se registraron
algunas academias de inglés, contabilidad, comercio y taquigrafía,
en las modalidades de clases en grupo o a domicilio.18 De igual for-
ma, también se tiene noticia de clases particulares de carácter artís-
tico, sobre todo de música.19
La administración estatal firmemente convencida de que “La
instrucción es uno de los mayores bienes de que puede disfrutar
el hombre, y la piedra angular en que tiene que afianzarse el
verdadero progreso”,20 instaba a los particulares que tenían una
214 LA MUJER DE LA FRONTERA NORTE EN EL SIGLO XIX

mayor solvencia económica —sobre todo a los propietarios de


fábricas, minas y haciendas de campo—, para que por su parte
secundaran la acción del Ejecutivo y difundieran la instrucción
elemental “aun en los lugares más apartados y de escasa pobla-
ción...” 21
Para tener una idea en términos de la cantidad de personas que
concurrían a los establecimientos educativos en el estado, se hace
énfasis en los siguientes datos que proporciona la ya señalada erudi-
ta en la materia. En 1907, de una probable población escolar de 92
mil 438 en la entidad, sólo existieron 30 mil 807 estudiantes, arro-
jando esto un porcentaje de inscripción con relación a la población
escolar de un 33.33%, verdaderamente un índice muy bajo, pero
que dentro del contexto nacional se ubicó dentro de los doce prime-
ros estados con mayor porcentaje.22 Este patético panorama edu-
cativo en torno a la cantidad de niños, niñas y población adulta
que podían asistir a las escuelas estuvo relacionado con la pobre-
za de recursos que presentaron algunas entidades y que se vio
reflejado en el presupuesto que se dio a la educación; el grado
de desarrollo económico en sus actividades productivas; las con-
cepciones ideológicas que imperaron en torno a la instrucción
—por considerarla una mala inversión, muy especialmente en el
caso de las mujeres—; y la poca motivación que en términos de
salarios y hasta de empleos encontraron los y las que siguieron
una formación académica.

EL MAGISTERIO: LA OPCIÓN MÁS POPULAR

El apoyo que recibió la formación de maestros y maestras por parte


de la administración central —y por mandato de ésta todos los esta-
dos—, estuvo sustentado en los parámetros de modernización y ade-
lanto que se querían para el país. En tan importante empresa era
necesario capacitar gente que coadyuvara en la instrucción de los
miles de mexicanos analfabetas. Por consiguiente, una vez que se
erigió en 1885 la primera Escuela Normal en la ciudad de México,
la acción fue secundada en todas las entidades.
En Zacatecas, “con el fin de dotar al estado de un profesorado
competente muy pronto se establecieron...dos escuelas normales, una
de ellas para mujeres (al parecer la primera a nivel nacional), y se
invirtieron importantes recursos para su sostenimiento...”23
El magisterio, representaba para ellas —léase a las integrantes de
los sectores medio y popular— una opción viable para continuar
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 215

con sus estudios académicos, a la par que un modesto medio para


ganarse la vida; además, era la alternativa por excelencia que promo-
vía la administración estatal para las mujeres zacatecanas. Como prue-
ba de lo anterior, el gobierno ordenaba a las directoras de las diferentes
escuelas de niñas que le informaran sobre las educandas que hubie-
ran concluido sus estudios y “estén aptas para pasar a la normal en
el próximo año escolar, a fin de resolver lo conveniente”.24
Ahora bien, fuera de los conocimientos teóricos que les impar-
tían a las futuras profesoras, la línea de su instrucción y que poste-
riormente transmitirían a las pequeñas, estaba regida por la edifica-
ción social de género asignada al sector femenino, tal como se mani-
fiesta en las palabras de una de las directoras de la Escuela Normal y
que huelga decir encontraban eco entre la mayoría de la población.
En opinión de la preceptora Ma. G. Aguilar “Una escuela normal
para profesoras tiene un valor muy alto... por tener la maestra que
educar niñas, que más tarde serán jóvenes que formen un hogar
como madres y es bien sabido lo que una ilustrada y buena madre es
en el seno de la familia.”25 Con esta concepción también se trasluce
la aprobación sobre la educación superior de las mujeres, natural-
mente aquélla con el expreso fin de que se desempeñe mejor su rol
genérico femenino.
Además de las Escuelas Normales, el Instituto de Ciencias del
Estado también brindó la carrera de profesora y profesor de instruc-
ción primaria, aunque con una inscripción muy por debajo de la
que se registró en los planteles magisteriales.

LA INCIPIENTE PROFESIONALIZACIÓN DE LAS ZACATECANAS

La ciudad de Zacatecas era el lugar a donde se dirigían las mujeres


de la entidad que estaban interesadas en cursar una profesión, ya
que sólo aquí se contaba con los pocos establecimientos que brinda-
ban este tipo de servicios; asimismo, era también en la capital en
donde se encontraba la Escuela Normal para Profesoras, motivo por
lo que las expectativas académicas para el grupo de zacatecanas que
siguieron una educación superior se monopolizaron en la capital.
Es necesario señalar que hubo algunas excepciones sobre lo ante-
rior, ya que un reducido número de destacadas jóvenes que desea-
ron seguir preparándose, fueron becadas por el gobierno para que
cursaran una carrera en la capital de la República.
Las profesiones para mujeres no tuvieron un desarrollo impor-
tante en la capital, de tal modo que hubo muy pocas opciones
216 LA MUJER DE LA FRONTERA NORTE EN EL SIGLO XIX

—tanto las patrocinadas por el gobierno como las que establecieron


los particulares—; además de que eran costosas —sobre todo si se
pretendía estudiarla en un establecimiento de la iniciativa priva-
da—, y tenían un rigor académico más exhaustivo. Adicionalmente,
es oportuno precisar que hubo poca demanda y se careció de recur-
sos para apoyar la educación superior; sin contar con que los estu-
dios superiores para el grupo femenino chocaron fuertemente con
el recalcitrante orden ideológico de la época que las concebía sola-
mente dentro de la esfera doméstica y que tenía vigencia en un nu-
trido grupo de zacatecanos y zacatecanas —de todos los sectores
sociales—, todo lo cual influyó poderosamente en el incipiente pro-
ceso de profesionalización que se registró en la entidad.
La profesión por excelencia para las mujeres de Zacatecas —en
términos de las que se podían cursar— fue la de profesora en obste-
tricia o partos. Esta carrera la ofrecía el Instituto de Ciencias del
Estado y tenía una duración de dos años. Un reducido número de
mujeres zacatecanas —muchas de ellas ya casadas— se involucró en
este estudio, al parecer todas con muy buen desempeño académico.
Dentro de los estudios profesionales para las mujeres zacatecanas
existió otra opción: la carrera de farmacia. Esta se instituyó “a fin de
hacer asequible a la mujer el profesorado en esta materia, tanto por
abrirle una ruta más a su actividad, cuya esfera es preciso ir ensan-
chando gradualmente, como porque en casi todas las poblaciones
del Estado se ha resentido siempre la falta de profesores de farma-
cia.”26 Más allá de la “buena disposición” del gobierno estatal para
que las mujeres ampliaran su radio de acción en cuanto a su forma-
ción académica y posterior práctica laboral, la carrera de farmacia
para mujeres fue posible debido a una necesidad social, ya que hubo
una mayor demanda en este ramo en atención a la implementación
del artículo 133 al Reglamento de Policía. En este se enfatizaba que:
“Ninguna botica de la municipalidad será servida sino por profesor de
Farmacia examinado, ni mucho menos su despacho será confiado a
muchachos ni personas de poca inteligencia... La falta de cumplimien-
to a... este artículo, será castigada con una multa de 10 a 500 pesos...”27
Es oportuno advertir que los varones contaban con mayores opor-
tunidades en cuanto a cursar una profesión, ya que además de que
su instrucción superior tenía un amplio consenso social, también
tenían más expectativas académicas. En comparación con las dos
carreras que se ofrecía para las mujeres, ellos podían escoger entre
las carreras de abogado, ingeniero —topógrafo y de minas—,
ensayador, notario y farmacéutico; o bien, el gobierno les ofrecía
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 217

becas para la ciudad de México en profesiones que no proporcionaba


el Instituto de Ciencias, como por ejemplo en medicina. Vale la pena
mencionar que salvo la carrera de ensayador, todas las demás deberían
de ir precedidas por los cinco años de educación preparatoria.28

LOS EMPLEOS DE “CUELLO BLANCO”

El concepto de empleos de cuello blanco es original de la historiadora


Joan W. Scott. El término comprende a aquellos trabajos femeninos
desarrollados en Europa que cobraron una importancia mayúscula
en las postrimerías del siglo XIX y principios del XX, característico de
las mujeres de los sectores medios. De acuerdo a la caracterización
que expone Scott para la sociedad europea, estas ocupaciones
femeninas se ubicaron dentro del ramo comercial y de servicios,
absorbiendo la fuerza de trabajo que cumpliera con dos requisi-
tos: juventud y soltería, todo lo cual nos habla de “una mano de
obra muy homogénea, por debajo de los 25 años”.29
Los puestos de cuello blanco de acuerdo al análisis histórico que
realiza Scott, cubrían todo un mosaico laboral; se destacaba así la
presencia femenina en las oficinas gubernamentales, empresas, com-
pañías de correo, teléfono y telégrafo, tiendas, almacenes, hospita-
les y escuelas, lo cual daba como resultado “un desplazamiento de
vasto alcance de servicio doméstico (urbano y rural, de hogar, oficio
y agrícola) a los empleos de cuello blanco, con lo que se abren opor-
tunidades profesionales a las mujeres de clase media, grupo relati-
vamente nuevo de la fuerza de trabajo.”30
Es importante destacar la apreciación que indica Joan W. Scott en
los empleos de cuello blanco. Estos eran identificados como “trabajo
de mujeres”, con base en discursos esencialistas sobre la concepción
asimétrica de los géneros, por lo que se consideraba que “... los tra-
bajos de oficina se suponían muy adecuados a su naturaleza sumisa,
a su tolerancia y su capacidad de repetición, así como a su gusto por
los detalles.”31
Con base en estas consideraciones, el concepto de Scott es opor-
tuno para advertir las ocupaciones femeninas que se registraron en
Zacatecas, precisamente dentro de la determinación que elabora
sobre este tipo de acciones laborales.
En este sentido, el panorama sobre los empleos de cuello blanco
en la entidad tuvo un desarrollo modesto, comenzando desde el
tipo y número de planteles que instruyeron al reducido grupo de
mujeres con mayores recursos económicos, hasta las estrechas posi-
218 LA MUJER DE LA FRONTERA NORTE EN EL SIGLO XIX

bilidades laborales que encontraron una vez concluidos los estudios.


Lo anterior, naturalmente vinculado con el tenue grado de moder-
nización que definió a la entidad.
Bajo este tenor, además de las carreras señaladas —magisterio,
obstetricia y farmacéutica—, las otras alternativas de educación su-
perior para las mujeres se encontraron dentro del rubro de estos
empleos que especifica la citada historiadora. La formación e ins-
trucción para estos trabajos residió en las Academias de Contabili-
dad y de Taquigrafía, o las Escuelas de Comercio.

LAS PERSPECTIVAS LABORALES

Tal como ya se señaló, la gran mayoría de las mujeres zacatecanas


que siguieron una formación académica se enrolaron en las filas del
magisterio, por ser esta la opción por excelencia que tuvieron den-
tro de sus limitados recursos económicos y las alternativas que pudo
brindarles la ciudad —naturalmente hablando de las mujeres de los
sectores medio y popular.
Ya empleadas, las maestras se daban cuenta de que el salario que
se les daba no alcanzaba a cubrir sus necesidades, ni siquiera las
elementales. La noble labor que desempeñaban no estaba acorde
con sus requerimientos económicos.32
En este rubro quienes llevaban la peor parte eran las maestras
que salían fuera de la ciudad, ya que tenían más gastos y el salario
que recibían no les alcanzaba.
En relación al campo laboral de las profesionistas, específicamente
de las profesoras en obstetricia o partos, lo más común fue que pro-
porcionaran sus servicios por su propia cuenta, establecidas en sus
domicilios o en los y las de quienes las requirieran. La manera en
como normalmente se dieron a conocer a la población fue por me-
dio de los “avisos profesionales”, breves textos que publicaban en la
prensa local.33 De acuerdo al Censo General de Población de 1900,
el número de parteras registradas para Zacatecas fue de 52.34 Esta
cantidad de practicantes relativamente grande es necesario conside-
rarla dentro de un vasto campo de acción, esto es, ubicadas en las
mil 563 poblaciones de la entidad, distribuidas en las ciudades, vi-
llas, pueblos, haciendas de campo y ranchos.35 Bajo este tenor, el
número de parteras resultaría insuficiente para cubrir las amplias
necesidades de los habitantes zacatecanos, máxime si se considera el
reducido número de médicos en el estado —aproximadamente 42
hacia 1892.36
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 219

En torno a las especialistas en farmacéutica es muy probable que


se emplearan en las boticas, tanto en la ciudad capital como en los
municipios. Sin embargo, es necesario precisar que el ejercicio de
éstas tuvo lugar en el ocaso del régimen porfirista, dada su incorpo-
ración tardía a estos estudios y el tiempo que requirieron para su
formación. Así, no es de extrañar que el citado Censo de 1900 no
registrara ningún número de farmacéuticas en la entidad, realidad
que caracterizó también a la gran mayoría del territorio nacional ya
que, salvo el Distrito Federal, Durango, Jalisco, San Luis Potosí y
Tabasco, todos los demás estados no asentaron tampoco este tipo de
profesionistas.37
Dentro del rubro de los puestos de cuello blanco, se tiene noticia
de un estrecho número de empleadas públicas, encuadernadoras y
telegrafistas para el año de 1900, las cantidades son de 15, 1 y 4,
respectivamente.38 Este pequeño porcentaje debe observarse bajo la
óptica de que la formación académica para este tipo de empleos en
las diferentes instituciones que la brindaron, dató de los últimos años
de la administración porfirista, de tal forma que, bien pueden cata-
logarse como alternativas académicas y laborales nuevas.
En este sentido, para el Censo de 1910 el número de las emplea-
das de cuello blanco en la entidad presentó un notable aumento. Las
mujeres que desempeñaron actividades laborales en el ramo de la
telegrafía y la telefonía fue de 17, mientras que las que ocuparon
puestos en la administración pública fueron 58.39
En relación a los puestos de telegrafía, las fuentes consultadas
coinciden en que las personas encargadas de las oficinas telegráficas
tanto en la capital como en los doce partidos y algunos municipios
de estos, fueron jefes,40 reduciendo así las posibilidades de trabajo
para las pocas telegrafistas egresadas. El siguiente testimonio ilustra
esta situación:

La Srita. Julia Cerrillo presentó examen de Telegrafía ante la


Dirección de las líneas telegráficas del Estado, y en vista de los
conocimientos que mostró en ese difícil arte, se le expidió el cer-
tificado de aptitud. El certificado servirá de bien poco a la Srita.
Cerrillo si el Gobierno no se decide a seguir el ejemplo de los
gobiernos de Michoacán, Veracruz y Distrito Federal, empleando
a señoras en sus oficinas telegráficas. 41

Sobre las telefonistas se dispone de poca información para esta épo-


ca, lo único que podemos advertir es que de los empleos de cuello blanco
220 LA MUJER DE LA FRONTERA NORTE EN EL SIGLO XIX

fue el que más tardíamente se incorporó en la entidad, y que muy pro-


bablemente el reducido número de telefonistas estuvo laborando en la
Compañía Telefónica Zacatecana,42 ya que el proceso de instalación de
las líneas telefónicas en los municipios y ciudades principales estaba en
su fase inicial en el último decenio del período aludido.
Finalmente, sobre este tipo de empleos es importante señalar
que las jóvenes que estudiaban en las academias algunas veces
no tenían tantos problemas para enrolarse en la esfera laboral,
porque las mismas instituciones ofrecían bolsa de trabajo, aun-
que en una reducida dimensión.

CONCLUSIONES

En relación a las mujeres que tuvieron un desempeño laboral una


vez concluida una formación académica, podemos señalar que el
número de éstas fue reducido. Lo anterior estuvo relacionado con
las oportunidades educativas que tuvieron algunas de ellas, ya
que en muchos casos su instrucción fue vista como una “mala
inversión”. Los padres no accedieron a que se siguieran prepa-
rando sus hijas porque consideraron que no tendría algún prove-
cho, dado que pasarían a desempeñar sus roles femeninos, remi-
tidas en la esfera doméstica.
Adicionalmente, la profesionalización en la entidad y más par-
ticularmente en la ciudad capital, fue incipiente. Las mujeres que
quisieron y pudieron seguir una formación académica tuvieron
pocas alternativas, incluso, dentro de este estrecho margen de
estudios superiores, algunos de ellos dataron de la última década
del porfiriato, como la especialidad en farmacia, telegrafía y te-
lefonía.
Por si este panorama fuera poco desalentador, existieron otros
dos factores que en gran medida explicaron el reducido porcentaje
de mujeres en los estudios superiores y su posterior acción laboral.
El primero de ellos se refiere a la restricción que sufrieron las muje-
res para ocuparse en ciertos empleos, por ejemplo en el ramo de
telegrafía, rubro en el que dominó el sector masculino, sin ninguna
oportunidad para las mujeres, pese a que hubieran tenido una bue-
na instrucción. El segundo se relaciona con el costo que implicaba
solventar una formación académica, la línea exhaustiva que tenían
los estudios y los sueldos tan bajos que recibían las que una vez ter-
minada su carrera se enrolaban en la esfera laboral. Al respecto, son
frecuentes los testimonios de las maestras que solicitaron un aumen-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 221

to de sueldo, o bien, que decidieron renunciar antes que permane-


cer en tales condiciones de subsistencia.
En suma, un importante número de zacatecanas tuvo acceso a la
educación superior, principalmente las pertenecientes al sector me-
dio y popular, y de entre estas las radicadas en la ciudad capital, sin
duda por las oportunidades que aquí se encontraban, ya que en el
medio rural no se registró ningún establecimiento que brindara este
tipo de formación académica.. Es necesario señalar que la educa-
ción de éstas estuvo enmarcada dentro del orden ideológico nacio-
nal que recalcaba la instrucción de este sector para que encarara
mejor el ideal femenino, acorde con la construcción genérica am-
pliamente desarrollada para las mujeres, particularmente el de ser
“buenas madres”. En este sentido, se permitió la instrucción de las
zacatecanas, aunque con grandes proporciones asimétricas en rela-
ción con la que contaron los varones.
La insistencia sobre el ideal femenino en el discurso de la época,
nos habla de la decadencia que éste estaba sufriendo, del poco ape-
go que se le tenía, o bien de infracciones y violaciones que se le
infringían, seguramente el proceso de modernización por el que
estaba atravesando el país influyó decisivamente en ello.
Finalmente, podemos precisar que existió una marcada división
sexual en el mercado de trabajo, motivo por lo que se concentró a
las mujeres en ciertos puestos o empleos, naturalmente en una me-
nor condición laboral respecto del hombre, como por ejemplo en el
salario. La identificación de la acción laboral femenina en algunas
ocupaciones, tuvo como consecuencia que las mujeres zacatecanas
se involucraran en una mayor proporción en otras actividades “acor-
des o adecuadas” a su construcción genérica.
222 LA MUJER DE LA FRONTERA NORTE EN EL SIGLO XIX

Notas
1
Mílada, Bazant. 1993. Historia de la educación durante el porfiriato. México: El
Colegio de México. p. 15.
2
Idem.
3
Ma. de Lourdes Alvarado. 1992. “La educación femenina bajo el prisma
positivista”, en Patricia Galeana, comp., La condición de la mujer mexicana, T. I,
Memoria del II Seminario Nacional de la Federación Mexicana de Universitarias.
México: UNAM-Gobierno del Estado de Puebla. pp. 100 y 101.
4
Idem.
5
Archivo Histórico del Municipio de Zacatecas (en adelante AHMZ), Colección
de Impresos Núm. 66, Ley orgánica de Instrucción Primaria. Programas de enseñanza
y reglamento de dicha ley, para los establecimientos primarios del estado, Zacatecas,
Imprenta del Hospicio de Niños, 1891, p. 3
6
El objetivo primordial de esta materia —contemplada en todos los planes de
estudio de educación primaria en el país— era fomentar en niños y niñas “un
espíritu recto y digno, tomando por temas el honor, la veracidad, la sinceridad, la
dignidad personal, el respeto a sí mismo, la modestia, el conocimiento de los
propios defectos, el orgullo, la vanidad, etc.;”, en Mílada Bazant, op. cit., p. 61.
Todo ello para combatir la pereza, la cólera, la pasividad, las supersticiones
populares, y crear así generaciones de mexicanos y mexicanas con una visión
progresista, fieles seguidores del orden y el altruismo. Como fiel reflejo de estas
ideas V. Archivo Histórico del Municipio de Zacatecas, (en adelante AHMZ),
Colección de Impresos Núm. 24, G. Tiberghien, Código moral y tratado de urbanidad.
Para uso de las Escuelas del Estado, Zacatecas, Imp. y Lit. de N. Espinosa, 1890.
7
Ibid., Colección de Impresos Núm. 66, op. cit., p. 4.
8
Archivo Histórico del Estado de Zacatecas (en adelante AHEZ), Fondo:
Ayuntamiento, Serie: Crónica Municipal, Caja Núm. 2, Cronología: 1890-1900,
Exp. s/n., Crónica Municipal, T. XIII, Núm. 39, Zacatecas, 24 de septiembre de
1891, p. 3.
9
AHEZ, Colección de Impresos Núm. 66, op. cit., p. 5. Entre las costuras más
representativas que se elaboraban en un establecimiento escolar se mencionan
las toallas, calzoncillos, fondos, manteles, camisas de niña y de señora, chambras,
fondos de niñas, fundas, camisas de niño, baberos y cojines bordados para cama.
V. AHEZ, Fondo:Jefatura Política, Serie: Instrucción Pública, Subserie:
Generalidades, Caja Núm. 7, Cronología: 1885-1886, Exp. s/n., Zacatecas, 6 de
septiembre de 1886.
10
Ma. de Lourdes Alvarado, op. cit., p. 103.
11
Idem.
12
V. Raquel Barceló, “Hegemonía y conflicto en la ideología porfiriana sobre
el papel de la mujer y la familia, en Soledad González Montes y Julia Tuñón,
comps., Familias y mujeres en México, México, El Colegio de México, 1997, p. 100
y ss.
13
De estas, 125 eran urbanas, y las restantes 251 eran rurales. V. Anexos 1,
Número de escuelas urbanas y rurales en el país (1910), en Mílada Bazant, op. cit.,
p. 91. No debemos olvidar que durante el porfiriato hubo una abrumadora mayoría
de población rural en todo el territorio nacional. En nuestra entidad los habitantes
rurales ocuparon hacia 1910 un 76.38%, muy por encima del 23.62% de los
urbanos. En Moisés González Navarro, Estadísticas sociales del porfiriato, 1877-1910,
México, Sría. de Economía, 1956. Cit. Ibid., p. 94.
14
V. Anexos, 2. Escuelas oficiales, particulares y del clero (1910), Ibid., p. 92.
Cantidad en la que quedaron contempladas las escuelas urbanas, rurales, mixtas
SOBRE
ESTUDIOS HISTÓRICOS Ó
LAS MUJERES MÉXICO
EN    223

—para ambos sexos—, nocturnas, para adultos y para adultas.


15
Para una mayor ilustración sobre la división territorial de Zacatecas durante
este período, advirtiendo los municipios que tenía cada partido, así como la
cantidad de ciudades, villas, pueblos, haciendas de campo y ranchos, V. AHEZ,
Colección “Arturo Romo Gutiérrez” (en adelante CARG), Noticia estadística de
Zacatecas, formada por el Sr. Elías Amador, Jefe de la Sección del ramo en la Sría. del
Gobierno del Estado , Zacatecas, Tip. de la Escuela de Artes y Oficios, 1982, p. 31.
16
AHEZ, CARG, Genaro G. García, gobernador, Memoria sobre la administración
pública del estado de Zacatecas, presentada al Congreso del mismo estado por el Gobierno
Constitucional, correspondiente al tiempo transcurrido de 1900-1904, México, Tip. de
los sucesores de Fco. Díaz de León, 1905, p. 39.
17
Idem.
18
V. AHMZ, Sección Hemerográfica, Libro Núm. 3, Correo de Zacatecas. Periódico
de información política y social, Año IV, Núm. 204, Zacatecas, 13 de mayo de 1906,
p. 3; Ibid., Año VI, Núm. 269, Zacatecas, 11 de agosto de 1907, p. 2; Ibid., Año
VIII, Núm. 400, Zacatecas, 13 de febrero de 1910, p. 3. Para tener una idea de lo
que costaba este tipo de educación se remite la siguiente información. Un curso
elemental práctico de inglés con duración de seis semanas —con una clase diaria
excepto los domingos—, tenía el precio de ocho pesos por alumno —con algunas
opciones de pago que a veces estipulaban los particulares—. V. Ibid., Fondo: Jefatura
Política, Serie: Impresos, Caja Núm. 2, Cronología: 1900-1903, Exp. s/n, Zacatecas,
Junio de 1902.
19
AHEZ, Fondo: Ayuntamiento, Serie: Crónica Municipal, Caja Núm. 1,
Cronología: 1883-1890, Exp. s/n., Crónica Municipal..., T. IX, Núm. 38, Zacatecas,
27 de octubre de 1887, p. 3. V. también AHMZ, Sección Hemerográfica, Libro 3,
Correo de Zacatecas, Año VI, Núm. 279, Zacatecas, 20 de octubre de 1907, p. 3. La
prensa local vía los avisos clasificados fue la encargada de difundir los intereses
particulares de quienes brindaban sus servicios como maestros y maestras en
diferentes áreas artísticas.
20
AHEZ, CARG, Genaro G. García, op. cit., p. 27.
21
AHMZ, Fondo: Jefatura Política, Serie: Instrucción Pública, Subserie:
Generalidades, Caja Núm. 2, Cronología: 1902-1905, Exp. s/n., Zacatecas, 26 de
mayo de 1904.
22
V. Anexos, 3. Población e inscripción escolares (1907), en Mílada Bazant, op.
cit., p. 93. Valga la pena señalar que la población de Zacatecas hacia 1900 era de
462 mil 190 habitantes, de los cuales 228 mil 691 eran hombres y 233 mil 499
mujeres. En Biblioteca de El Colegio de México, Colección Especial, Resumen
General del Censo de la República Mexicana, verificado el 28 de octubre de 1900, Dirección
General de Estadística a cargo del Dr. Antonio Peñafiel, México, Imprenta y
Fototipia de la Sria. de Fomento, 1905, p. 1.
23
Luis Jáuregui y Sandra Kuntz Ficker, “Entre el pasado y el presente: 1867-
1940”, en La fragua de una leyenda. Historia mínima de Zacatecas, México, Limusa,
1995, p. 162. El plantel se fundó en 1878 y durante algunos años estuvo
funcionando en un reducido local. Tiempo después —1896—, debido a la
demanda que tuvo, fue necesario rentar un lugar más grande, y se pasó a la Av.
Juárez —hoy Escuela Primaria “Valentín Gómez Farías”—, hasta que en 1904
bajo la administración del gobernador Eduardo G. Pankhurst se compró el edificio.
En AHEZ, CARG, Salvador Vidal, Ciudad de Zacatecas. Estudio histórico, Zacatecas,
Imprenta Flores, 1951, p. 22.
24
AHEZ, Fondo: Jefatura Política, Serie: Instrucción Pública, Subserie:
Generalidades, Caja Núm. 6, Cronología: 1879-1884, Exps. s/n, 2, 13 de
septiembre, 4, y 5 de octubre de 1879, y 28 de octubre de 1881.
224 LA MUJER DE LA FRONTERA NORTE EN EL SIGLO XIX

25
AHEZ, CARG, Genaro G. García, gobernador, op. cit., p. 214.
26
AHEZ, CARG, Genaro G. García, gobernador, op. cit., p. 31.
27
AHMZ, Fondo: Jefatura Política, Sección: Correspondencia General, Caja
Núm. 2, op. cit., Exp. s/n., Zacatecas 23 de febrero de 1901. Para este año existían
en la capital 9 boticas, distribuidas en las calles principales de la ciudad. Idem.
28
Sobre los planes de estudio de la instrucción preparatoria, así como la
regulación de ésta en el Instituto de Ciencias V. Ley de Instrucción Preparatoria y
Profesional, Zacatecas, Talleres del Hospicio de Niños en Guadalupe, 1909, pp. 15
y 16, en AHEZ, Fondo: Ayuntamiento, Serie: Enseñanza, Caja Núm. 5, op. cit.,
Exp. s/n.
29
Joan W. Scott, “La mujer trabajadora en el siglo XIX”, en Genevière Fraisse
y Michelle Perrot, Historia de las mujeres en Occidente, T. 4, El siglo XIX, España,
Taurus, 1993, p. 413.
30
Idem.
31
Ibid., p. 422.
32
En términos generales, una subayudante ganaba 20 pesos mensuales V.
AHEZ, Fondo: Jefatura Política, Serie: Instrucción Pública, Subserie:
Generalidades, Caja Núm. 5, op. cit.,, Exp. s/n., Zacatecas, 26 de octubre de 1877;
mientras que una profesora 25 o un poco más, sobre todo si eran directoras o
daban clases en la Escuela Normal.
33
Algunos ejemplos en AHMZ, Sección Hemerográfica, Libro 3, Correo de
Zacatecas, op. cit., Año IV, Núm. 204, Zacatecas, 13 de mayo de 1906, p. 3; AHEZ,
Colecciones, El Pregonero. De la muy noble y leal ciudad de Nuestra Sra. de los Zacatecas.
Órgano Informativo del Archivo Histórico del Estado, Núm. 6, Zacatecas abril de 1992,
p. 7.; BMM, Sección Hemerográfica, Caja Núm. 1, El eco de la opinión. Periódico
semanal de política y variedades, Año 1, Núm. 5, Zacatecas, Zac., 2 de Agosto de
1895, p. 4.
34
Cuadro III Profesiones, Cit. en Ma. de la Luz Parcero, Condiciones de la mujer
en México durante el siglo XIX, México, INAH, Col. Científica Núm. 264, 1992, p.
73.
35
V. AHEZ, CARG, Noticia estadística de Zacatecas..., op. cit., p. 30 y ss.
36
Ibid.,p. 47.
37
V. Cuadro III Profesiones, Cit. en Ma. de la Luz Parcero, op. cit., p. 73. El
número de farmacéuticos en Zacatecas para 1892 fue de 16, cantidad muy reducida
para cubrir los requerimientos de la población y que en buena medida motivó la
aprobación de la incursión del sector femenino. V.AHEZ, CARG, Noticia estadística...,
op. cit., p. 47.
38
Ma. de la Luz Parcero, op. cit., pp. 75, 78 y 82.
39
Ibid., p. 87.
40
V. AHMZ, Fondo: Jefatura Política, Serie: Telegramas, Subserie: Telégrafos,
Caja Núm. 1, Cronología: 1896-1902, Exp. s/n., Zacatecas, 2 de septiembre de
1900; Ibid., Sección Hemerográfica, Libro 3, La Rosa del Tepeyac.., op. cit., Año XX,
Época III, T. 3, Núm. 385, Zacatecas, 20 de febrero de 1897. Aproximadamente
había 30 oficinas telegráficas en la entidad hacia 1904.
41
Biblioteca «Mauricio Magdaleno», Sección Hemerográfica, Caja Núm. 4, El
Constitucional. Órgano de la Liga Liberal “Benito Juárez”, Año I, Núm. 13, Zacatecas,
4 de enero de 1896, p. 3.
42
La ausencia de mayores datos nos impide detallar más ampliamente esta
alternativa laboral, ya que no se sabe en dónde se capacitaba a las que ocupaban
estos puestos, qué tanta demanda había y cuáles eran sus salarios y condiciones
de trabajo. Desafortunadamente sólo se encontró un documento al respecto con
poca información. V. AHMZ, FJP, Serie: Correspondencia General, Caja Núm. 1,
Cronología: 1826-1900, Exp. s/n., Zacatecas, 29 de junio de 1900.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 225

BIBLIOGRAFÍA

Alvarado, Ma. de Lourdes, 1992. “La educación femenina bajo el prisma


positivista”, en Patricia Galeana, comp., La condición de la mujer mexica-
na, T. I, Memoria del II Seminario Nacional de la Federación Mexicana
de Universitarias. México: UNAM-Gobierno del Estado de Puebla.
Barceló, Raquel, 1997. “Hegemonía y conflicto en la ideología porfiriana
sobre el papel de la mujer y la familia, en Soledad González Montes y
Julia Tuñón, comps., Familias y mujeres en México, México, El Colegio de
México.
Bazant, Mílada. 1993. Historia de la educación durante el porfiriato. México:
El Colegio de México.
González Navarro, Moisés, 1956. Estadísticas sociales del porfiriato, 1877-1910,
México, Sría. de Economía.
Jáuregui, Luis y Sandra Kuntz Ficker, “Entre el pasado y el presente: 1867-
1940”, en La fragua de una leyenda. Historia mínima de Zacatecas, México,
Limusa, 1995.
Parcero, Ma. de la Luz, Condiciones de la mujer en México durante el siglo XIX,
México, INAH, Col. Científica Núm. 264, 1992.
Scott, Joan W., “La mujer trabajadora en el siglo XIX”, en Genevière Fraisse
y Michelle Perrot, Historia de las mujeres en Occidente, T. 4, El siglo XIX,
España, Taurus, 1993.
Archivo Histórico del Municipio de Zacatecas.
Archivo Histórico del Estado de Zacatecas.
El Constitucional. Órgano de la Liga Liberal “Benito Juárez”, Año I, Núm. 13,
Zacatecas, 4 de enero de 1896, Biblioteca «Mauricio Magdaleno».
226
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 227

LA ESCUELA NORMAL PARA PROFESORAS


EN EL ESTADO DE MÉXICO. UN ESPACIO
PARA LA FORMACIÓN DE LAS MUJERES, 1891-1910

María del Carmen Gutiérrez Garduño

El presente trabajo pretende enmarcarse dentro de una historia


de la educación de las mujeres que no se limita a tener única-
mente en cuenta los aspectos institucionales del proceso educati-
vo, sino que se ocupa también de explicar las prácticas sociales,
políticas y culturales que tienen mucho que ver con los ideales y
la reproducción de las prácticas opresivas, conciente e
inconcientemente aceptadas y ampliadas en torno a la educación
femenina. Ello nos permite exhibir la manera en cómo se ha ido
dando, lenta e inexorablemente la inserción de las mujeres a los
estudios profesionales.

LA INSTRUCCIÓN PRIMARIA PÚBLICA


PARA LAS NIÑAS EN EL ESTADO DE MÉXICO

Para conocer la realidad educativa en el año de 1867 en la ciudad de


Toluca se contaba con seis escuelas primarias para niños, una escue-
la para la instrucción de las niñas ubicada en el Hospicio de niñas
pobres y cuatro escuelas particulares que se sostenían con grandes
esfuerzos y albergaban a un número muy reducido de alumnas, prin-
cipalmente a niñas de funcionarios o familia ricas. Como una medi-
da alternativa, la entidad el 4 de febrero de 1868 decretó la ley que
estableció:

Las municipalidades de cada unos de los Distritos sostendrán una


escuela de niños y otra de niñas en cada uno de los pueblos que
lo forman que tenga al menos 500 habitantes, y se aumentara
una de cada sexo por cada 2000 habitantes. Los ayuntamientos
insistirán en la filantropía de los hacendados de su municipali-
dad a fin de que establezcan a sus expensas en cada una de las
fincas rústicas de su propiedad, una escuela de primeras letras
para lo cual podrán los ayuntamientos, si sus fondos lo permiten,

[ 227 ]
228 LA ESCUELA NORMAL PARA PROFESORAS EN EL ESTADO DE MÉXICO

auxiliarlos con las cantidades que creyeren absolutamente nece-


sarias [La ley, 4 de febrero de 1868, p. 2].

La obligatoriedad fue un aspecto que cobró énfasis en la entidad


al intentar brindar educación a todos los sectores, principalmente a
los rurales y marginales que fueron los espacios que se trataron de
atender. Pero, pese a los esfuerzos, la lejanía de las escuelas o la inexis-
tencia de ellas provocaron que la intensión quedar sólo como anhe-
lo para la educación de las niñas, no obstante la instrucción de los
niños tuvo mejor éxito. Pese a ello, las iniciativas fueron una parte
importante, pues con ellas se empezaron a construir las bases del
ordenamiento y encauzamiento de las políticas educativas para el
asentamiento de las bases de organización de la instrucción elemen-
tal en la entidad.
La visión de Baranda sobre la educación permitió que la escuela
primaria fuera la

…solución de los grandes problemas que afectaban al país en el


orden político, social y económico. Así, la instrucción es un pode-
roso elemento de unidad nacional en el que el progreso humano
no puede explicarse sino aceptando la necesidad de vulgarizar
los conocimientos, [para lo cual] hay que vestir la ciencia con la
blusa del obrero para regenerar el taller; hay que vestirla con el
inocente traje de niño para deslizarla en la escuela primaria. [Y
no olvidaba la importancia de la instrucción para la independen-
cia nacional al señalar que] ...un pueblo ignorante es más fácil de
dominar que un pueblo ilustrado [Martínez, 1996: 523].

La preocupación por reorganizar la instrucción elemental fue una


de las principales inquietudes del Gobernador de la entidad, el Lic.
José Zubieta, quien estableció en 1881 la Junta de Instrucción Públi-
ca Primaria del Estado de México. La junta se encargó de determi-
nar el reglamento para la instrucción pública primaria en la enti-
dad. Con ello se orientaron importantes disposiciones para la
instrucción primaria, entre ellas, el carácter laico de la educa-
ción impartida por el estado. Sobre la educación de las niñas,
Zubieta expresó:

…tratando de corregir los defectos de que en todo tiempo ha


adolecido la educación de la mujer, procura con empeño elevarla
a la misma categoría del hombre; al comprender que cuanto se
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 229

haga en este sentido será incompleto, si no se comienza por edu-


carse a la mujer, esa primera maestra que la naturaleza impone al
hombre. Por ello, las niñas deben recibir una amplia y sólida ins-
trucción, adecuada a su sexo, es decir, sin que redunde en esa
hinchada erudición que más bien es perjudicial para la mujer,
volviéndola pedante y marisabidilla; y donde con la instrucción
recibe lecciones de moral, basada en un criterio recto e impar-
cial. Con el planteamiento de sistema tan conforme con las ideas
modernas y con nuestras instituciones [La Ley, 4 de octubre de
1898, tomo XVII, No. 119, p.1].

Pese a reconocer la necesidad de instruir a las niñas, el gober-


nador Zubieta marcó un currículo diferenciado entre la educa-
ción ofrecida a los niños y a las niñas, ello se plasmó al incluir en
los planes de estudios de escuelas primarias para niñas las clases
de bordado y tejido.
El interés de Zubieta, por la educación femenina se vio fortaleci-
da con la construcción de escuelas para niñas. Con ello nacieron tres
escuelas primarias para niñas en la ciudad de Toluca, llamadas “Lui-
sa Maldonado”, “Leona Vicario” y “Josefa Ortiz de Domínguez”.
La escuela “Luisa Maldonado” fue establecida el 15 de agosto de
1881 con los bienes donados por la Sra. Luisa Maldonado, quien al
morir legó al gobierno de la entidad sus ahorros para el fomento de
la instrucción. La junta de Junta de instrucción pública del Estado
de México se encargó de buscar a la directora de la escuela; así, la
dirección del plantel fue encargada a la Srita. Concepción García,
quien tras una serie de exámenes realizados se determinó como la
más apta para tan loable función. El establecimiento admitió a 115
alumnas, las cuales fueron las primeras en inscribirse a la institu-
ción, pero meses después la demanda fue mayor. En la ceremonia
de inauguración, el Sr. Alfonso Mejía enunció un discurso donde
exaltó la importancia de la labor de la entidad, al enunciar:

Los crímenes, las malas acciones, viene de la ignorancia, de la


falta de instrucción, porque si la inteligencia, no se cultiva, las
ideas, quedan como un diamante en bruto, ocultando sus vívidos
destellos por falta de lapidario, como la pobre florecilla que al
nacer se muere y se marchita al ardoroso rayo de un sol abrasa-
dor por falta de un jardinero que la cultive. Por ello, la ciudad de
Toluca cuenta desde hoy en su seno con un diamante más. Sus
destellos al iluminar las tiernas inteligencias de los pequeños ni-
230 LA ESCUELA NORMAL PARA PROFESORAS EN EL ESTADO DE MÉXICO

ños, nos auguran un provenir de luz [La Ley, 19 de agosto de


1881, Tomo X, No. 99, p.3].

También era costumbre que en las inauguraciones escolares o


ceremonias cívicas, se ofreciera una poesía en honor del acto que se
celebraba; en esta ocasión fue ofrecida por el Lic. Agustín González,
que en sus líneas finales enunciaba:

Que haya escuelas, clamaban las montañas.


Que haya escuelas, repetía el cielo,
que se difunda ese acento en las cabañas.
Que haya escuelas, murmura el arroyuelo.
Que haya escuelas, resuenan en la espesura,
y a tan mágica voz, con la ternura
que produce en el alma una creencia,
mire el Orbe que a México no espanta
la grandeza del bien, y que adelanta
con un Mundo de luz en la conciencia.
[La Ley, 19 de agosto de 1881, Tomo X, No. 99, p.3].

Sin lugar a dudas los textos anteriores reconocen la necesidad de


fundar instituciones educativas en la entidad para formar a las niñas
que necesitaba la nación del siglo XIX.
Un par de meses después se estableció la escuela “Leona Vica-
rio”, segunda institución para niñas en la municipalidad de Toluca.
El establecimiento fue inaugurado de manera conjunta con la es-
cuela “Urbano Fonseca”, plantel destinado a la educación de los ni-
ños. Ambos planteles nacen en las fiestas conmemorativas del ani-
versario de la Independencia Nacional.

El día de 17 de Septiembre de 1881 a las 3 de la tarde, el Gober-


nador del Estado Lic. José Zubieta acompañado de una comitiva
de palacio da por inauguradas los establecimientos de instruc-
ción primaria para niñas y para niños. La escuela de niñas se
situó en la calle del Valle No. 7 [La Ley, 14 de septiembre de
1881, Tomo X, No. 110, p.2].

La institución estuvo a cargo de la Srita Trinidad García, suce-


diéndola en su cargo la Srita. Julia García. El número de alumnas
inscritas fue de 182. La escuela contó con dos ayudantes que auxi-
lian a la directora en la institución.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 231

El primero de abril de 1882 se inauguró la escuela “Josefa Ortiz de


Domínguez”. La primera directora del plantel fue la Srita. Flavia Méndez
a quien sucedió en su cargo la Srita. Beatriz Islas. La institución contó
con dos ayudantes para la atención de las 190 alumnas inscritas.
Las tres escuelas públicas destinadas para la educación de las ni-
ñas funcionaron en locales alquilados por el Gobierno del Estado a
diferentes personas, por lo que los espacios fueron acondicionados
como aulas, en donde la mayor parte de los meses del año eran
húmedos y con poca luz natural.
Con el fin de organizar la instrucción primaria, el Gobernador
del Estado Lic. José Zubieta expide en 1887 el reglamento provisio-
nal para los exámenes de las escuelas públicas. Según el reglamento,
las escuelas para niñas las clasificó en primera, segunda y tercera
clase. La clasificación de las escuelas determinó que las escuelas de
primera clase fueran establecidas en las cabeceras distritales, las ins-
tituciones de segunda clase para los municipios integrantes del Dis-
trito, mientras, que las escuelas de tercera clase fueron reservadas
para las zonas rurales o rancherías. Con la categorización también
se determinó un currículo diferenciado que consideraba diferentes
niveles de profundidad en el conocimiento.

PROGRAMAS DE INSTRUCCIÓN PARA LAS ESCUELAS


PRIMARIAS DEL ESTADO DE MÉXICO EN 1887

La clasificación buscó responder no sólo a las necesidades de las


comunidades, sino también a una racionalización de los contenidos,
buscando con ello, atender a las características de las clases sociales
existentes en la entidad. Sin embargo, con ello, se reflejó un proceso
de inclusión, exclusión y segmentación para las niñas. La inclusión
se entiende como el nivel de acceso brindado a una población, en
este caso a las niñas, las cuales en números determinaron general-
mente una cantidad menor de escuelas en relación a las oportunida-
des establecidas para los niños. Por otra parte, la exclusión fue de-
terminada por la falta de instituciones, principalmente en las comu-
nidades rurales o indígenas donde la posibilidad de escuelas para
niñas era poco atendida e incluso, poco solicitadas por los padres de
familia. Mientras tanto, la segmentación determinó el nivel de pro-
fundidad abordado por los contenidos escolares en un mismo grado
escolar, es decir una segmentación horizontal que propone objeti-
vos y contenidos diferenciados entre las escuelas de primera, segun-
da y tercera clase.
232 LA ESCUELA NORMAL PARA PROFESORAS EN EL ESTADO DE MÉXICO

Para 1888, el periódico La Ley publicó en una de sus páginas,

…en la capital del Estado existen 5 establecimientos para la ins-


trucción de las niñas, dirigidas por personas bastante ilustradas, y
de una moralidad que se requiere en quienes tiene la noble misión
de dirigir y guiar a la mujer. Con tales elementos, la instrucción de
la mujer en el Estado, no solamente ha adquirido un notable desa-
rrollo, pues establecimientos análogos a los de la capital existen en
todos los distritos, los cuales han alcanzado tal prestigio, tal crédito,
que a cada una de las escuelas ya establecidas concurren anualmen-
te un crecido número de alumnas [La Ley, 4 de octubre de 1888,
Tomo XVII, No. 119, p. 1].

En el mismo artículo se enunció la posibilidad de creación de la


Escuela Normal para Profesoras, como un proyecto a desarrollar a
corto plazo. Sin embargo la iniciativa no cristalizó y fue el goberna-
dor José Vicente Villada quien retomó más tarde la propuesta. El
Gobernador del Estado José Zubieta dio un impulso muy importan-
te en materia educativa a la entidad, sobre todo en lo que a la educa-
ción de las mujeres se refiere, pues tuvo el mérito de ocuparse de la
educación de las niñas, al crear escuelas primarias para ellas. Pues
las pocas mujeres que lograron acceder a una instrucción prima-
ria no tenían la oportunidad de continuar una carrera profesio-
nal, dada la inexistencia de la misma en la entidad y las pocas
mujeres que pudieron continuaron algún estudio más allá de la
escuela primaria, fueron las hijas de familias ricas o empleados
gubernamentales quienes tuvieron la oportunidad de contratar a
un maestro particular o bien enviar a sus hijas a la capital del
país o en el extranjero. Generalmente los estudios iban encami-
nados al aprendizaje de algún instrumento musical, la pintura o
la poesía.
Mientras tanto para la clase media, el ingreso a la escuela prima-
ria fue una oportunidad para acceder al magisterio, principalmente
como maestras del nivel primaria. Varias fueron las niñas que tras
cursar un par de años en las escuelas primarias de la capital o en el
mejor de los casos concluir su instrucción primaria solicitaban a la
Junta de instrucción pública primaria trabajo como maestras en las
diferentes escuelas primarias para niñas que se fueron establecien-
do en los poblados próximos a la ciudad de Toluca. La contratación
se realizaba con la examinación de las jóvenes, quienes demostra-
ban sus habilidades en la lectura, escritura y las cuatro operaciones
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 233

Programas de Instrucción para las Escuelas Primarias


del Estado de México en 1887
Ramo Primera clase Segunda Clase Tercera Clase
Idioma Lectura explicada, Escritura Lectura,
escritura caligráfica, y la escritura,
ortográfica, primera parte de rudimentos de
gramática la gramática gramática
castellana desde la castellana. castellana
terminación de la
analogía, hasta
concluir el texto

Cálculo Aritmética: desde Aritmética: las Aritmética: las


los números operaciones operaciones
denominados en fundamentales con fundamentales
adelante. números enteros y con los números
Elementos de fracciones comunes enteros
geometría, y decimales.
nociones de Principios de
sistema métrico geometría plana.
decimal.
Historia Historia de Historia de Nociones
y Geografía México: desde la México: desde los generales de
consumación de la primeros sucesos geografía e
conquista en hasta la historia de
adelante. Geografía consumación de la México
nacional: conquista.
descripción Geografía
especial de los nacional: nociones
estados de la generales.
república. Principios de
Elementos de cosmografía.
cosmografía.

Curso de deberes Moral, urbanidad, Las mismas Nociones de


constitución materias de la moral, urbanidad
general y sección primera e higiene
particular del con menor
Estado. Higiene. extensión.
Dichas materias en
la mayor extensión
posible.
Labores Tejidos y bordados Costuras en blanco Principios de
femeninas de diferentes clases y corte de ropa costura y corte de
y cortes de interior. ropa interior.
vestidos.

Fuente: “Programas de Instrucción primara de primera, segunda y tercera clase”, en: Colección
de Leyes y Decretos. Del 2 de marzo de 1887 al 2 de marzo de 1889, Tomo XX, p. 51 -53.
234 LA ESCUELA NORMAL PARA PROFESORAS EN EL ESTADO DE MÉXICO

básicas. Tras resultar aprobadas se nombraban para alguna institu-


ción primaria del municipio o la entidad.

ALGUNAS OPINIONES EN TORNO A LA SUPERACIÓN DE LAS MUJERES

El problema de abrir espacios para los estudios profesionales de las


mujeres fue muy comentado durante el siglo XIX, tanto por liberales
como por conservadores. Los primeros estaban a favor de que las
mujeres se instruyeran dentro de las aulas, en un arte u oficio. Los
segundos, enunciaban que el fomentar la educación de las mujeres
sólo traería actitudes de rebeldía en su comportamiento.

Pues algunos colegios, sólo contribuyen a fomentar la vanidad de


la mujer, proporcionándole ideas que más tarde la llevaran a creer-
se sabia. Porque habla más o menos bien el inglés o el francés,
toca medianamente algún instrumento, dirigen el lápiz sobre el
papel satín, tiene algunas nociones de historia y geografía y sa-
ben de memoria algunas fórmulas sociales, y creyéndose con esto
rica de sabiduría y dando por terminada su educación, se con-
ceptúa indecorosa de su ilustración el confeccionar sus trajes y
vestidos con sencillez y se ocupa únicamente de mil bagatelas y
frivolidades [Violetas del Anáhuac, 22 de enero de 1888, Tomo I,
No. 9, p.104].

El texto destacó lo que las escuelas particulares habían desarro-


llado como educación, el dotarlas de un barniz cultural y exaltar sus
habilidades artísticas al privilegiar lo que se ha denominado como la
educación del adorno. Por otra parte, el sentir del pensamiento con-
servador considera la posibilidad de la competencia entre hombres
y mujeres en las actividades laborales, ante el descuido de las activi-
dades del hogar y de la familia. Estas y otras razones fueron expresa-
das en torno a la posibilidad del ingreso de las mujeres a los espacios
educativos. Sin embargo en el trasfondo se demuestra una parte de
egoísmo al considerar que las profesiones y el trabajo estaba desti-
nado únicamente para el sexo fuerte, el hombre.
En contraste, el pensamiento de los liberales reconoció la necesi-
dad de instrucción de las mujeres en un arte u oficio que fuera acor-
de a las condiciones físicas e intelectuales de las féminas. Así, profe-
siones como la medicina y la jurisprudencia estaban negadas para
ellas, pues demandaban de un gran esfuerzo intelectual que las mu-
jeres no podían hacer debido a lo reducido de su cerebro y quienes
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 235

lo intentaban estaban expuestas a sufrir trastornos mentales e inclu-


so la locura; por tanto, fueron consideradas como carreras destina-
da para el sexo masculino. Ello llevó a los intelectuales a identificar
profesiones idóneas para las mujeres. Así se establecieron las carre-
ras de profesorado, parteras y telegrafía como actividades propicias
para ellas. Sin embargo, la historia nos revela que el trabajo en la
instrucción ha sido desempeñado por las mujeres desde épocas muy
remotas y que ésta no es una actividad propia del siglo XIX, su papel
se ha desarrollado en diferentes periodos, algunos con mayor éxito
que otros, en donde la participación de las mujeres dentro de la
enseñanza siempre ha estado presente, de manera especial las solte-
ras y la viudas, quienes tras comprobar sus conocimientos ante algu-
na autoridad educativa, ya fuera por medio de la presentación de un
documento que indicara el saber leer, escribir, contar y de “notoria
buena conducta”, o en el mejor de los casos, el someterse a un exa-
men que avaló los conocimientos necesarios para la instrucción pri-
maria. Con ello, se les permitió el ejercicio de la enseñanza. Era
común que las mujeres abrieran su propia escuela dentro de su ho-
gar. Esto hacía posible una mayor existencia de colegios particulares
para la instrucción de las niñas. Los colegios privilegiaron el aprendi-
zaje de la pintura, la música, los idiomas, la poesía, y las labores femeni-
les más que los contenidos educativos. La continuidad de un estableci-
miento privado estuvo determinada la mayoría de las veces por la ma-
trícula de alumnas o bien por la disponibilidad de los maestros o de los
locales donde se laboraba [Gutiérrez, 2003: 197–218].
Con la posibilidad de crear instituciones formadoras de profeso-
ras se estableció una línea divisoria entre el saber culto y los conoci-
mientos vulgares, legitimando los primeros a través de un sistema
educativo frente a otras formas de socialización cultural. Esto signi-
ficó para los saberes femeninos y su forma de transmisión y sociali-
zación, la marginación.

LA FORMACIÓN PROFESIONAL DE LAS MUJERES


EN EL ESTADO DE MÉXICO

Establecer una Escuela Normal para mujeres había sido una preocu-
pación y una necesidad ya lejana, varias eran las razones para que
las mujeres fueran maestras. Socialmente había una gran aceptación
porque era sobreentendido que ciertos rasgos de su carácter, como
el amor, la bondad y la paciencia, las capacitaban mejor que al hom-
bre para desempeñarse en el magisterio. Otro factor no menos im-
236 LA ESCUELA NORMAL PARA PROFESORAS EN EL ESTADO DE MÉXICO

portante fue el económico, ya que la mujer podía conformarse con


un sueldo bajo: “una profesora formada en la Normal salía más ba-
rata puesto que servía mayor número de años en el profesorado. Por
otra parte, era una carrera corta: duraba cuatro años, y sólo se re-
quería la primaria para ingresar” [Bazant, 1993: 133].
Otro motivo, y quizás el más importante, fue la necesidad de
profesionalizar al magisterio y de esta forma elevar el nivel académi-
co de los preceptores en general.
La Escuela Normal para Profesoras y de Artes y Oficios en el Es-
tado de México fue creada en el año de 1891, con la fusión de las
escuelas primarias del Asilo de Niñas y la escuela “José Vicente
Villada”, creada pocos años atrás para la educación de las niñas. La
incorporación de las dos escuelas primarias permitió a la Escuela
Normal contar con diferentes niveles educativos, que iban desde la
instrucción primaria y las secciones profesional y de Artes y Oficios.
El decreto que estableció la escuela determinó:“La Escuela denomi-
nada Normal para Profesoras y de Artes y Oficios se destinará a la
enseñanza de la carrera pedagógica y a las demás profesiones, artes
y oficios que designe el Estado, entre las que se puedan desempeñar
las mujeres” [AHMT, Ley Orgánica de la Escuela profesional de Ar-
tes y Oficios para Señoritas, Colección de Leyes y Decretos del Décimo
Congreso Constitucional del 2 de marzo de 1899 al 2 de marzo de
1901, Tomo XXVI, p. 218].
Con ello se determinó que la formación profesional en el magis-
terio era una tarea principal para la institución. Junto con ello, se
abre la posibilidad de integrar otras opciones de formación profe-
sional o de un arte u oficio acordes a las condiciones femeninas. Por
tanto, en la sección profesional estaban las carreras de profesora de
primera, segunda y tercera clase; telegrafista, comercio y farmacia.
Mientras tanto, en la sección de Artes y Oficios se ofrecieron dife-
rentes cursos y talleres que estaban determinados por la demanda
de las asistentes, los más solicitados fueron filigrana, fotografía, flo-
res artificiales, corte y confección, costura en máquina, encaje in-
glés, encuadernación, entre otros. Con ello, se abrió la posibilidad
de preparar a las mujeres en carreras propias de su sexo a fin de
ganarse la vida honradamente. La Escuela Normal comenzó a labo-
rar en el claustro del Templo del Carmen.
Según lo estipulado en la Ley Orgánica de la Escuela profesional de
Artes y Oficios para Señoritas, se establecieron tres posibilidades de
formación de profesoras. Las profesoras de primera clase cursaron
sus estudios en un lapso de cinco años y al concluir sus estudios
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 237

estaban destinadas a laborar en las escuelas urbanas del Estado. Las


de segunda clase realizaron sus estudios en un lapso de cuatro años,
destinadas para laborar en escuelas primarias rurales; finalmente,
las profesoras de tercera clase tuvieron un plan de estudios de tres
años, a ellas también se les conoció como profesoras rudimentarias y
fueron empleadas en las rancherías. El tipo de preparación entre las
diferentes clases de preceptoras implicó no sólo una diferenciación
entre la cantidad y calidad de la enseñanza, sino también una forma
de ahorrar tiempo en la formación.

SOBRE LAS ALUMNAS DE LA ESCUELA NORMAL

Para asegurar el ingreso de alumnas a la institución, el gobierno del


Estado determinó dos tipos de alumnas, las internas y las externas.
Las internas se clasificaron en gracia, media gracia y pensionistas.
Las alumnas de gracia y media gracia podían ser alumnas sostenidas
por los fondos del gobierno del Estado o bien por cada uno de los
Distritos de la entidad. Para ser alumna de gracia o de media gracia,
se solicitaron los siguientes requisitos:

Ser alumna de notoria pobreza, debiendo acreditar la primera


de estas circunstancias con documento legal, y la segunda con el
de dos personas de reconocida honorabilidad.
Ser de intachable conducta, que comprobarán con un certifica-
do suscrito por las mismas personas a que se refiere la parte final de
la fracción anterior, o por otras dos en idénticas condiciones.
Comprobar por medio de certificado, procedente de las es-
cuelas oficiales, a que la solicitante hubiere concurrido, que ha
demostrado en ellas aplicación y buena inteligencia.
Ser hija, o cuando menos vecina del Estado.
Tener de doce a dieciocho años de edad, que comprobará con
el documento legal respectivo.
Que el Ejecutivo del Estado posea los fondos públicos, o en
caso de vacante, resuelva lo conveniente [AHMT, Ley orgánica de
la escuela profesional de artes y oficios para señoritas, en: Colección
de Leyes y Decretos de del Décimo Octavo Congreso Constitucional, del 2 de
marzo 1899 al 2 de marzo de 1901, Tomo XXVI, p. 220].

Cada uno de los municipios de la entidad, proponía a una alum-


na para participar en un sorteo cuyo premio era ser considerada
alumna de gracia para ingresar a la institución en calidad de alumna
238 LA ESCUELA NORMAL PARA PROFESORAS EN EL ESTADO DE MÉXICO

interna. La alumna de gracia contaba con el apoyo de alojamiento en


el internado de la escuela, dotación de uniformes y ropa necesaria,
alimentación, compra de libros y útiles necesarios para su aprendizaje.
Para las alumnas de media gracia se realizaba el mismo procedimiento,
sólo que en su caso se suministraba el alojamiento y la alimentación.
Por su parte las alumnas externas sólo asistieron a la institución para
recibir enseñanza además de pagar una colegiatura mensual.
Pero si las posibilidades para ingresar como alumna de gracia o
media gracia eran pocas, las de concluir los estudios estaban deter-
minadas por el aprovechamiento y la buena conducta. El aprove-
chamiento era valorado en los exámenes realizados de manera men-
sual y final, los método de evaluación ponderaban el aprendizaje
memorístico de cada uno de los contenidos, por lo que, el aprove-
chamiento estaba determinado por la capacidad de retención y me-
morización de las alumnas.
Naturalmente el ingreso a la institución no garantizaba la culmi-
nación de los estudios en el tiempo determinado en el plan de estu-
dios. Generalmente, tras reprobar varias materias, las alumnas eran
dadas de baja hasta que realizaran los exámenes extraordinarios.
Una vez regularizada su situación tenían la opción de continuar sus
estudios y para ello recurrían al gobierno para el otorgamiento de
una manutención que pagara su colegiatura. En aquellos casos en
los que no se les otorgaba tal apoyo, las alumnas dejaban los estu-
dios y solicitaban a la junta de instrucción pública trabajo como pro-
fesoras en zonas rurales.
Ser alumna de gracia de la Escuela Normal exigía un buen
aprovechamiento y buena conducta, ante el incumplimiento eran
dadas de baja. Dadas las pocas oportunidades para ingresar, las
aspirantes a ocupar un lugar de gracia dentro de la institución
estaban al pendiente de las bajas que pudieran existir para solici-
tar dicho lugar.
Con el fin de asegurar el arraigo en la entidad de las profesoras
formadas en la Escuela Normal, se determinó para las alumnas de
gracia el compromiso de laborar por tres años dentro de la entidad
y para asegurarse de ello, se firmaba un documento compromiso de
la alumna avalado por el padre o tutor. Una vez concluidos los estu-
dios, las profesoras eran nombradas para laborar en las diferentes
instituciones educativas de la entidad según la clase para la cual se
habían formado.
En relación con los cursos, éstos iniciaban el primero de febrero y
concluían el 31 de octubre, destinándose la primera quincena de
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 239

noviembre a la preparación de los exámenes ordinarios del año es-


colar. Los días de trabajo eran de lunes a viernes y los sábados esta-
ban destinados a recibir conferencias, a fin de brindar un
reforzamiento a los contenidos en donde las alumnas tuvieran difi-
cultad. El horario de las clases era de una hora, la cual podía redu-
cirse a sesiones de 45 minutos. El horario para las clases de idiomas,
literatura y ejercicios físicos eran de media hora. Sobre los exáme-
nes, existieron los ordinarios y los extraordinarios. Los primeros se
efectuaban al final de cada mesm y los finales durante la segunda
quincena de noviembre y la primera de diciembre de cada año. Para
el caso de los extraordinarios, éstos se consultaban con la Secretaría
del Consejo de Enseñanza Secundaria, previa solicitud de las alum-
nas en donde expusieran las razones y motivos para solicitar este
tipo de examen.

LAS PRIMERAS PROFESORAS EGRESADAS


DE LA ESCUELA NORMAL DEL ESTADO DE MÉXICO

En 1895 egresó la primera generación de profesoras de la Normal,


la cual estuvo conformada por trece profesoras de primera clase in-
tegrada por las siguientes señoritas: Loreto Bustos, Lucrecia Benítez,
Esther Cano, Remedios Colón, Luz Esquivel, Trinidad García More-
no, Margarita González, Vicenta Gómez Tagle, Sofía Henkel, Leo-
nor Legorreta, Josefina López de Vallado, Francisca Rojas, y Rafaela
Velasco. Como profesoras de instrucción primaria de tercera clase
estuvieron las señoritas profesoras Virginia Alonso, Elpidia Barrueta,
Gilberta Gacía, Cleofas Hernández, Ignacia Rodualda y María E.
Vázquez. La primera generación no tuvo egresadas de segunda cla-
se, tal vez, porque lo más conveniente era ser de primera clase o de
tercera.
La institución estableció el requisito del examen profesional para
la entrega el título correspondiente. Para ello, las egresadas tuvie-
ron que presentar un trabajo por escrito en donde se desarrolló al-
gún tema o punto referente a los estudios, considerando opiniones
personales sobre el mismo, o bien en observaciones prácticas o me-
dios de aplicación de las doctrinas o métodos. Los trabajos fueron
denominados como teóricos y eran entregados a los miembros del
jurado. La conformación del cuerpo de jurados para los exámenes
profesionales estaba integrado por cuatro profesores de instrucción
primaria titulados, precedidos por la directora de la Escuela Nor-
mal, la cual pudo interrogar a la sustentante, además de tener voto
240 LA ESCUELA NORMAL PARA PROFESORAS EN EL ESTADO DE MÉXICO

en la decisión del jurado. La secretaría estuvo ocupada por un pro-


fesor del establecimiento, quien se encargaba de levantar las actas
correspondientes al fallo del examen. Sobre el veredicto del jurado,
se realizaba a través de unas fichas color blanco o negro, las cuales
eran entregadas a cada jurado. Las primeras eran para indicar que
se aprobaba a la alumna. Las fichas eran depositadas en una ánfora
que al ser extraídas indicaban la aprobación o reprobación de la as-
pirante. Si era aprobada entonces existían dos opciones, por unani-
midad y por mayoría. El fallo del jurado era dado a conocer ese
mismo día a la interesada.
También se solicitó un examen a través de un ejercicio práctico,
que se realizaba en la escuela primaria anexa a la Normal, el cual
tenía una duración de una hora para las profesoras de primera clase
y tres cuartos de hora para las de tercera clase. Tanto el examen
teórico como el examen práctico se realizaban el mismo día. Aun-
que las profesoras de tercera clase no tuvieron que elaborar un tra-
bajo por escrito para ser sustentado, ello no suprimió la posibilidad
de sustentar un examen oral sobre los contenidos más importantes
de la carrera, así como de las leyes y documentos normativos que
sustentaban a la educación en su momento.
Las 19 alumnas fueron programadas para presentar los exáme-
nes correspondientes según su categoría, resultando aprobadas por
unanimidad. Para enaltecer el esfuerzo de las jóvenes, se efectuó el
día 31 de enero de 1895 la ceremonia de graduación, en donde el
director de la Institución, el Licenciado Eduardo Villada, se refirió
al evento como:

Hoy que las primeras alumnas de nuestra escuela han obtenido


el título que las acredita para ejercer la humilde, pero a la vez
grandiosa carrera del magisterio… [...] Señoritas profesoras, tras
laboriosos y multiplicados esfuerzos habéis sido iniciados en el
noble sacerdocio del Magisterio; la ciencia como una hada bien-
hechora ha ungido vuestras frentes con el beso del reconocimiento,
señalaos el camino de la virtud, como el único digno de sus elo-
gios. Comenzad, en buena hora vuestra noble tarea, y nuevas
sacerdotisas del siglo, haced fulgurar la luz en el modesto recinto
de la Escuela Primaria, sin olvidaros jamás de que cada inteligen-
cia y cada espíritu, un título de gloria para la sociedad y un ele-
mento de progreso para la República que hoy vincula en noso-
tros la más cara de sus esperanzas [Boletín Pedagógico del Estado de
México, 1º de Mayo de 1895, Tomo I, No. 20, p. 3 – 5].
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 241

La nueva generación de profesoras, formadas dentro de una Es-


cuela Normal con conocimientos teóricos, saberes pedagógicos y
psicológicos del niño fueron nombradas para laborar en las siguien-
tes escuelas:

… el Gobierno del Estado ha nombrado profesoras de las escuelas


oficiales, en Lerma a la Srita Luz Esquivel; en la de Texcoco a la
Srita. Sofía Henkel y Rafaela Velazco, en Zumpango a Srita. Leonor
Legorreta, en la Sociedad Progresista de Artesanos a la Srita. Loreto
Bustos, en Almoloya de Alquisiras perteneciente al Distrito de
Sultepec, y en la escuela de adultas de la capital a la Srita. Remedios
Colón. Con tan notables profesoras, la instrucción pública del esta-
do mejorará notablemente, y de esperarse es, que en el presente
año, sea fecundo en adelantos prácticos para la niñez que se educa
[Gaceta del Gobierno, 27 de febrero de 1895, Tomo VII, No. 69, p.6].

Las profesoras de primera clase faltantes más tarde fueron ubica-


das en diferentes cabeceras distritales. Sobre las profesoras de terce-
ra clase, es muy probable que tuvieran que regresaron a sus lugares
de origen y ocuparse de las escuelas de instrucción primaria de sus
localidades o de poblados cercanos.

LAS NUEVAS PROFESORAS


Y LOS CAMBIOS REALIZADOS EN LAS ESCUELAS

Varias de las profesoras, después de haber laborado en las escuelas


designadas (alrededor de un año o dos aproximadamente), se in-
corporaron a laborar en la Escuelas anexas de la Normal o en la
sección de Artes y Oficios, sobre todo las profesoras de la primera y
segunda generación de primera clase. Una de las primeras en incor-
porarse a la plantilla del personal de la Institución fue la señorita
profesora Remedios Colón para laborar en la Escuela Primaria Anexa
a la Normal con un grupo de primer año.
Inicialmente les fueron otorgadas materias manuales, artísticas y
de caligrafía, hasta que finalmente lograron incorporarse en mate-
rias importantes del plan de estudios, tales como historia, geografía,
metodología de la enseñanza, etc. Su incorporación implicó la subs-
titución de la plantilla de profesores varones que desde la creación
de la escuela había estado presente, principalmente los provenien-
tes del Instituto Científico y Literario del Estado de México.
Una vez dentro de la institución, la mayoría de ellas buscaron un
242 LA ESCUELA NORMAL PARA PROFESORAS EN EL ESTADO DE MÉXICO

mayor número de horas tanto en la sección profesional como en la


sección de Artes y Oficios. Algunas de las profesoras pudieron gozar de
la ventaja de estar como profesoras internas contando con el hospeda-
je y los alimentos. Una desventaja fue el asignarles continuamente co-
misiones tanto dentro como fuera de la institución, esto implicó que
pocas veces solicitaran vacaciones. Por ejemplo el caso de Luz Herrera,
quien después de cinco años de estar dentro de la institución solicita
sus vacaciones por una semana. Tal vez por temor a perder el empleo.
El buen desempeño de las primeras profesoras egresadas de la
Escuela Normal, y que laboraban allí mismo, trascendió las fronte-
ras y fueron invitadas a trabajar en la Escuela Normal para Varones
atendiendo las cátedras de Metodología de la Enseñanza. Algunas
más participaron activamente en la Academia Pedagógica de la ciu-
dad de Toluca, en donde llegaron a elaborar algunas disertaciones
sobre la pedagogía. Estos trabajos fueron publicados en el Boletín
Pedagógico del Estado de México entre 1894 y 1896. La mayor parte de
los trabajos publicados corresponden a la profesora Remedios Co-
lón y Mercedes Carrasco. Otras profesoras tomaron la iniciativa de
abrir sus propias instituciones, que iban desde las escuelas primarias
hasta las instituciones de instrucción superior. Así Ester Cano funda
la Normal Católica en la ciudad.

LAS PROFESIONES DE FARMACIA, TELEGRAFÍA Y COMERCIO

Otros estudios profesionales ofrecidos en la institución fueron las


carreras de Farmacia, Telegrafía y Comercio. La iniciativa de incluir
dentro de la Escuela Profesional para Señoritas la carrera de farma-
cia fue a través de la propuesta realizada por el profesor Dionocio
Morales, quien propuso al Gobierno del Estado su establecimiento.
La elaboración de la propuesta sobre el plan de estudios fue realiza-
da por el farmacéutico Don Feliciano Nava.
La importancia de los estudios farmacéuticos fue resaltada en el
periódico La Gaceta del Gobierno, donde se enunció:

La farmacia en nuestro humilde concepto, no puede estar mejor


servida que por mano de una mujer que por su propia naturale-
za, está dotada de mayor paciencia, es más escrupulosa en todos
sus actos, más limpia y más eficaz en todo aquello que requiere
una vigilancia tenaz, y la humanidad ganará con mucho; sobre
todo al tratarse del servicio de substancias tóxicas en que el me-
nor descuido origina perjuicios de considerable trascendencia
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 243

[Gaceta del Gobierno, “La mujer farmacéutica”, 15 de Abril 1899,


Tomo XI, No. 83, p.3 y 4].

El plan de estudios correspondientes a la carrera de farmacia con-


sideró cinco años para su realización. El ejercicio de la práctica esta-
ba previsto en el plan, por lo que, en los dos últimos años, las alum-
nas dedicaban dos horas diarias para la realización de la práctica
profesional. Pese a los esfuerzos por difundir e invitar a las jóvenes a
estudiar esta profesión, la demanda fue de cuatro alumnas; ante ello
se determinó como insuficiente el número de alumnas para abrir un
grupo. Por lo cual, las jóvenes fueron invitadas a inscribirse en otras
carreras.
Por su parte, los estudios del Comercio fueron considerados como
nuevas fuentes de trabajo para la mujer y en cuyas actividades po-
dían desempeñarse. El ejercicio de la profesión del comercio para la
mujer, fue considerado por las cualidades femeninas como la modes-
tia, limpieza y orden que eran características por su propia condición.
La escuela de Comercio no determinó categorías como en la es-
cuela Normal, pero sí jerarquías dentro de la misma carrera. Se con-
sideraron tres posibilidades: dependiente, tenedora de libros, y por
último, gestora de alguna negociación. Para desempeñarse como
dependiente bastaba con conocer el manejo de los libros correspon-
dientes. A diferencia de la tenedora de libros, que necesitaba de
mayores conocimientos:

… pues su misión es la del historiógrafo, que acopia datos, los


clasifica y los ordena, para que el conjunto demuestre la verdad
de los hechos en que tiene necesidad de intervenir, con las venta-
jas y progresos que se obtengan. Los conocimientos de ese arte
que marcha vinculado con la ciencia del cálculo y de la econo-
mía, son indispensables lo mismo que el de dos o más idiomas
extranjeros, con los cuales esté más en transacciones el comercio
a que el negociante se consagra [Gaceta del Gobierno, “La educa-
ción e instrucción mercantil en la mujer”, III, 6 de septiembre de
1899, Tomo XII, No. 20].

Mientras tanto, la Gestora estaba encargada de una negociación


mercantil, industrial o agrícola, para lo cual fue necesario tener co-
nocimientos teórico-prácticos del ramo, llevando la responsabilidad
de las operaciones que se realizaban. Acceder a estos puestos preci-
saba que la mujer se preparara en los conocimientos necesarios. La
244 LA ESCUELA NORMAL PARA PROFESORAS EN EL ESTADO DE MÉXICO

carrera de comercio o tenedora de libros, como se conoció, fue con-


siderada como la más corta, al plantearse un plan de estudios a de-
sarrollarse en un lapso de tres años.
Además de contar con un campo laboral que demandaba a los
tenedores de libros. Esta carrera continuó por muchos años dentro
de la institución, hasta que se instituye la Universidad Autónoma
del Estado de México (UAEM) en 1956, la cual pasó a formar parte
de la Facultad de Contaduría.
Fue hasta 1903 cuando se enunciaron las bases para la organiza-
ción de la Escuela de Comercio. El documento consideró en segun-
do año la realización de prácticas en una casa de comercio y a partir
del tercer año en una oficina rentística que el gobierno designó. Así
mismo, se estableció como requisito la edad mínima de 14 años para
ingresar a la institución.
Sobre la carrera de telegrafía es poca información que existe; los
datos que se han podido localizar se remontan al año de 1899, cuan-
do se publicó en la Gaceta del Gobierno una nota en la que dos señori-
tas (no se mencionan los nombres) fueron contratadas para trabajar
en la Oficina Central de Telégrafos y Teléfonos de la entidad. Pro-
bablemente fueron las primeras egresadas de la carera. Un año más
tarde, se ofrece otra noticia referente a los exámenes profesionales
en el año de 1900. Quizás pocas mujeres se interesaron por esta
profesión debido a los pocos espacios para laborar, los cuales se re-
ducían a la Oficina Central de Telégrafos y Teléfonos y algunas ofi-
cinas similares en los distritos de la entidad. En esa ocasión Angela
Miranda, Mercedes Vargas, Zenaida Hernández, y María Fajardo fue-
ron nombradas para laborar en Texcoco, Elisa Navarro y Elena Cár-
denas para la Central de Toluca.

LA ESCUELA DE ARTES Y OFICIOS

La necesidad de ofrecer una instrucción técnica a la población mexi-


cana fue poco a poco convirtiéndose en prioritaria para el progreso
de la nación. Bajo estas circunstancias se crearon instituciones que
formaron a los técnicos que la industria y el comercio necesitaban.
Una de las reformas más importantes en el aspecto educativo fue,
sin duda alguna, la educación que se brindaba en las Escuelas de
Artes y Oficios, educación menos teórica y más práctica. Siguiendo
esta concepción, los diversos talleres que se ofrecieron en la sección
de Artes y Oficios pretendieron capacitar a las alumnas en el desa-
rrolló de las habilidades manuales. “Como tantos otros planes edu-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 245

cativos del Porfiriato, las escuelas de artes y oficios que tomaron como
ejemplo a las escuelas de Francia… cuyo objeto era ocuparse de los
obreros y de instruir al pueblo” [Bazant, 1993: 111].
Dentro de la entidad, la sección de Artes y Oficios tuvo como
objetivo primordial brindar a las mujeres un conocimiento utilita-
rio. Debido a ello, los oficios estuvieron determinados por la de-
manda de los mismos.
La Escuela de Artes y Oficios estuvo regida por la Ley Orgánica de
la Escuela Normal y de Artes y Oficios para Señoritas y por diversos regla-
mentos internos. Los requisitos de admisión, como en general de
cualquier sección dentro de la esculea, exigieron las mismas condi-
ciones. La única particularidad para la sección de Artes y Oficios:

Las alumnas de gracia, que opten por el aprendizaje de un arte u


oficio, pasarán al taller correspondiente, y en él se ejercitaran
durante tres años consecutivos, al cabo de los cuales, dará por
terminada su enseñanza. Sólo de un modo excepcional podrá el
gobierno concederles un año más de permanencia en el taller
expresado, cuando el profesor del mismo lo solicite, a titulo de
perfeccionamiento de la alumna [ Ley orgánica de la escuela pro-
fesional de artes y oficios para señoritas, en: Colección de Leyes y
Decretos de del Decimoctavo Congreso Constitucional, del 2 de marzo
de 1899 al 2 de marzo de 1901, tomo XXVI, p. 221].

Los talleres estuvieron sujetos a la demanda y a su aceptación,


por lo que su existencia se debió a las solicitudes de las alumnas.
Existiendo en 1898 los talleres de filigrana, fotografía, fotograbado,
dibujo, canto superior, flores artificiales y corte y confección, con un
total de 140 alumnas inscritas. Para 1900 se encontraban inscritas 74
alumnas, cursando los talleres de: Filigrana, fotografía, canto supe-
rior, flores artificiales y modas y confecciones. En 1906 los talleres
que se ofrecieron fueron fotografía, modas y confecciones, flores ar-
tificiales, bordado, costura en máquina, encaje inglés, encuaderna-
ción y encaje catalán; asistiendo un total de 125 alumnas a los dife-
rentes talleres.
Para brindarle una mayor importancia a la Sección de Artes y
Oficios, las autoridades educativas publicaron en La Gaceta del Go-
bierno un artículo referente a las Escuelas de Artes y Oficios en el
Estado de México. La finalidad era destacar la trascendencia de las
labores tanto de la Escuela de Artes y Oficios para varones en el
Instituto Científico y Literario, como la de Artes y Oficios para seño-
246 LA ESCUELA NORMAL PARA PROFESORAS EN EL ESTADO DE MÉXICO

ritas en la Escuela Normal.

Hacerles comprender a los que aún tienen la preocupación de


que hemos hablado, que el trabajo no deshonra, que tan respeta-
ble es el artesano hábil e industrioso como el que ha cultivado su
talento en las aulas, levantar, en una palabra, a las artes mecáni-
cas y demás oficios, del decaimiento en que han yacido por tanto
tiempo, es una obra regeneradora, que la perseverancia y el tra-
bajo lograrán llevar a cabo. A ello ha propendido el Gobierno del
Estado de México con el impulso y desarrollo que ha dado a la
Escuela de Artes y Oficios, en la cual se forman artesanos útiles,
inteligentes y honrados. El gobierno ha conseguido al fin ver rea-
lizados sus ideales y convertir esa escuela en un centro de trabajo,
a donde acuden jóvenes decentes en busca de un porvenir [Gace-
ta del Gobierno, 9 de diciembre de 1899, Tomo XII, N0. 47, p.1].

La intención era fomentar, tanto en los hombres como en las


mujeres, el aprendizaje de un arte u oficio que les permitiera
ganarse la vida honradamente, ofreciendo a las mujeres pobres
una opción para laborar en un taller o de manera particular en
el oficio aprendido.
Al confeccionar algún artículo u obra dentro de la institución
era entregada a las ayudantes para ser guardado en el almacén
con una cinta que indicaba el número de registro y el precio esti-
pulado. Estos objetos posteriormente eran puestos a la venta. Los
profesores no recibieron ninguna ganancia por la venta de los
objetos y sin embargo sí tuvieron la obligación de enviar men-
sualmente un escrito que indicara el número de artículos elabo-
rados. Por otra parte, la misma institución podía ordenar la rea-
lización de diferentes artículos. Por lo general se elaboraron pren-
das de vestir y se confeccionaron sábanas para el Hospital Gene-
ral de la ciudad, ropa para los presidiarios y las internas de la
misma institución. En el caso del taller de fotografía, continua-
mente eran encargados trabajos fotográficos, generalmente re-
tratos de diferentes personas y de jefes políticos. En el taller de
flores artificiales se elaboraron artículos para adornar las dife-
rentes fiestas o ceremonias cívicas. Cuando los trabajos eran en-
comendados a uno de los diferentes talleres, la obligación de las
alumnas era realizarlos con pulcritud y de acuerdo a las caracte-
rísticas señaladas para su elaboración. Por la realización de los
diferentes objetos las alumnas no recibieron ningún pago pues
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 247

era parte de su aprendizaje.


Algunos de estos objetos participaron en diferentes exposiciones
tanto a nivel local, nacional como internacional. Los trabajos fueron
enviados a diferentes certámenes llegando a recibir importantes re-
conocimientos. Por ejemplo, en la exposición de Chicago de 1893
participaron varias alumnas con trabajos de costura en blanco, bor-
dado y flores artificiales. En la exposición de Nahsville de 1897 se
participó con la elaboración de encajes, bordados, adornos, flores
artificiales, abanicos, etc., de estos trabajos algunos de ellos resulta-
ron premiados. “La escuela envió varias labores de bordado (cambray,
seda, chaquira, manteles); en encajes, cubiertas para cojín, masca-
das, pañuelos, delantales; además de labores en litografía. Una la-
bor curiosa fue la realizada por Elena Cárdenas quien presentó cas-
carón de huevo bordado en oro” [Gaceta del Gobierno, 2 de febrero de
1898, Tomo X, No. 62, p. 4].
La mayoría de las veces, las labores y los artículos fueron elabora-
dos con el material mínimo indispensable, pues la escasez de ellos
era continua. Por lo general se dotaba de aquellos que se encontra-
ban en el almacén gubernamental o bien, lo que los jefes políticos
consideraban como necesarios. La adquisición de los materiales se
realizaba en la Ciudad de México y mucho de este material era de
importación, principalmente el utilizado en el taller de fotografía.
De aquí que los costos fueran muy altos y se surtiera a la escuela de
un número menor.
Muy pocas de las alumnas que asistieron estuvieron en calidad de
internas. El mayor número lo constituyeron las alumnas externas,
muchas de las cuales eran hijas o esposas de políticos o personas
importantes de la ciudad y en menor las niñas o jóvenes pobres. Su
asistencia a la institución quizás se debe a que en ellas, la educación
del adorno era una parte importante. Por otra parte, fueron ellas las
que fungieron como profesoras de la sección.
Los talleres con mayor éxito fueron los de bordado y costura en
máquina. Esto se debe, primeramente, a que estas actividades eran
desempeñadas y ejercidas tradicionalmente por mujeres. Una razón
más fue la propagación de pequeños talleres que se dedicaron a la con-
fección de ropa para ambos sexos. Las mujeres de clase alta, para fina-
les del siglo, ya podían comprar desde unas enaguas, hasta un panta-
lón para caballero en esos talleres. Esto sin duda nos habla de cómo el
aprendizaje de un oficio implicó la especialización del trabajo.
De tal forma que —quizás movidas por la tentación de estar a la
vanguardia en la moda, y al no tener que desempeñar otras ocupa-
248 LA ESCUELA NORMAL PARA PROFESORAS EN EL ESTADO DE MÉXICO

ciones— procuraban ser mejores en las labores designadas para el


sexo femenino. Así, las mujeres de clase alta se insertaron en la mo-
dernidad del siglo XIX, aprovechando no sólo la oportunidad de te-
ner profesoras en una institución educativa para impartir este tipo
de actividades femeninas, sino también el uso de nuevas máquinas
para la elaboración de los artículos.
En síntesis, la creación de la Escuela Profesional y de Artes y Ofi-
cios para señoritas estableció una línea divisoria entre el saber culto
y los conocimientos vulgares. La institución se encargaría de legiti-
mar el primero a través de un sistema educativo frente a otras for-
mas de socialización cultural. Para los saberes femeninos y su forma
de transmisión y socialización, ésto significó la marginalidad, per-
mitiendo a unas el conformar sus propios espacios para trabajar y a
otras la posibilidad de elaborar las prendas para el uso cotidiano.
Estos nuevos oficios demandaron el desarrollo de capacidades
específicas, pero sobre todo del saber legitimado por una institu-
ción. Con ello se estaría formando una nueva clase social, la clase
asalariada y las nuevas posibilidades de desempeñar otras activida-
des para las mujeres. Mientras que para las que no contaban con
estudios, las actividades desempeñadas por tradición: las tortilleras,
las molinderas, las sirvientas y las lavanderas.
Pese a que se le dio mayor importancia a la Escuela Normal, el
éxito del Departamento de Artes y Oficios fue trascendente para la
entidad, pues la sección se encargó de preparar a las mujeres que a
principios del siglo XX se incorporaron a laborar en los pequeños
talleres, a desempeñar trabajos que necesitaban de una mano de
obra especializada, sobre todo en las industrias textiles, tabacaleras
y pequeños comercios o talleres.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 249

FUENTES
Archivos:
AHEM: Archivo Histórico del Estado de México.
AHMT: Archivo Histórico del Municipio de Toluca
AHENP: Archivo Histórico de la Escuela Normal para Profesores de Toluca.
Hemerografía:
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La Ley del Estado de México 1868 - 1899
La Gaceta de Gobierno del Estado de México 1900 - 1915
Boletín Pedagógico del Estado de México, Toluca, Estado de México 1894 -
1896

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ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 251

HUÉRFANAS, NODRIZAS Y PROFESORAS POBLANAS


A FINALES DEL SIGLO XIX

María de Lourdes Herrera Feria

PRESENTACIÓN*

En este trabajo pretendo aportar datos sobre la existencia y el


destino de las mujeres que vivían en casas de asistencia social en
el período correspondiente al último tercio del siglo XIX poblano,
cuya reclusión fue resultado de las políticas higienistas que se
oficializaron al amparo del “orden y el progreso” del régimen
porfirista; esta pretensión se funda en la información provenien-
te de los documentos del Orfanatorio de San Cristóbal, del Hos-
picio de Pobres y de la Escuela de Artes y Oficios, que pertenecen
al Grupo Documental Beneficencia Pública y en las actas del Re-
gistro Civil, fondos documentales resguardados en el Archivo Ge-
neral del Estado de Puebla.
Los documentos históricos de la Beneficencia Pública del Estado
de Puebla permiten acercarse a la historia social y económica de la
región de Puebla desde el período colonial hasta etapas posteriores
a la revolución mexicana, haciendo tangible la presencia de grupos
socialmente marginados, por su edad, condición o género. Aqueja-
dos de males del cuerpo o del alma, hombres, mujeres y niños, fue-
ron excluidos de la posibilidad de participar en la toma de decisio-
nes que afectaban su posición y destino en una sociedad cada vez
más cambiante.
Tras el “domus” que protege la vida privada, las mujeres se vuel-
ven visibles para la investigación histórica, cuando se ubican en los
espacios destinados a la asistencia social, donde la presencia femeni-
na, desde la condición del abandono, se define en el mosaico social
de la marginación.
La marginalidad como objeto de estudio de las ciencias sociales
es una línea de investigación que se remonta a la década de los cin-
cuenta cuando se hizo evidente el crecimiento de zonas densamente
pobladas al margen y en torno a los grandes centros urbanos. Esta

[ 251 ]
252 HUÉRFANAS, NODRIZAS Y PROFESORAS POBLANAS

línea de trabajo reconoce, como rasgo fundamental de la


marginación, la exclusión objetiva de los centros de poder de un
sistema social y de la distribución de los bienes que éste produce de
un número creciente de grupos sociales.
Desde esta perspectiva, la marginalidad de los grupos sociales se
define estructuralmente por la ausencia de un rol económico articu-
lado con el sistema de producción industrial y la pobreza deviene en
una categoría de orden cuantitativo que define una de las conse-
cuencias de la marginalidad. Por lo cual los conceptos de marginación
y pobreza no mantienen una relación de equivalencia sino más bien
de complementariedad.
Ahora bien, aunque la marginalidad sea una categoría de análisis
de cuño reciente, uno de sus atributos mas significativos, la pobreza,
ha sido objeto de reflexión tanto de hombres de Iglesia como de
hombres de Estado a lo largo de la historia humana.
En vísperas de la revolución industrial, la pobreza era esencial-
mente lo que había sido siempre: un hecho natural, desafortunado y
a menudo trágico de la vida, pero no necesariamente era un hecho
degradante o denigrante; en esa sociedad preindustrial, la pobreza
formaba parte del orden natural de las cosas, como también lo era la
ayuda para los pobres impuesta por uno de los dogmas sagrados de
la religión: la caridad. Por tanto, la percepción de la pobreza como
fenómeno social y sus implicaciones tiene una larga tradición en los
estudios históricos.
De esta forma, sin entrar en la precisión sobre el origen y la con-
dición de la pobreza de la que concienzudamente se han ocupado
autores como G. Himmelfarb [1983] o M. Mollat [1998], nos limita-
mos a presentar elementos que permiten el estudio de los pobres,
entre los que se cuentan las mujeres, que eran objeto de ayuda por
parte de la sociedad y para los que se crearon limosnas e institucio-
nes encargadas de atenderlos: hospitales para enfermos, escuelas de
caridad para la enseñanza de oficios y de instrucción elemental, casas
de asistencia para huérfanos abandonados, mujeres y ancianos.

HUÉRFANAS Y ABANDONADAS

Para muchos seres anónimos, el camino del desamparo se inició con


la exposición pública y el abandono desde el nacimiento, en el me-
jor de los casos continuaba con el paso por casas de misericordia y
asistencia hasta lograr los medios para su subsistencia bajo la tutela
del poder eclesiástico o civil y de la caridad pública.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 253

En la sociedad novohispana, la Iglesia, primero, el poder civil,


después, atendieron la situación de los niños expuestos y abandona-
dos en la vía pública y fundaron casas-cuna o de recepción para es-
tos infantes expósitos. La ciudad de Puebla fue de las primeras en
promover el establecimiento de instituciones de este tipo ante el
hecho de que: “todos los días amanecen tirados desde las azoteas o
en los basurales cientos de niños muertos en las calles”.2 Así, en fe-
brero de 1604, se fundó el Orfanatorio de San Cristóbal a iniciativa
del presbítero don Cristóbal Rivera, con bienes de su propiedad y
de su hermana doña María Rivera. La donación consistió en hipote-
cas, alhajas, dinero en efectivo, las casas en las que se estableció y los
productos de algunas fincas.
Poco sabemos sobre el número de niños asilados en esta casa de
asistencia en sus primeros tiempos y durante el período colonial, sola-
mente una minuciosa y disciplinada búsqueda en los archivos
parroquiales nos informa de que a lo largo de los siglos XVII y XVIII se
registraron miles de niños nacidos ilegítimamente, muchos de los cua-
les fueron abandonados a la puerta de las casas de familias
angelopolitanas, en las plazas, en las bancas y puertas de las iglesias y
en el torno del Orfanatorio; sólo un escaso porcentaje de la niñez ex-
puesta y abandonada en la vía pública encontraba refugio en esa casa
de misericordia, y más aún, ya fuera que los niños abandonados fueran
amparados por familias o por instituciones, pocos sobrevivían.
Aún así, el fenómeno de los niños abandonados en Puebla de los
Ángeles debió ser un fenómeno lo suficientemente cruel y recurren-
te como para intranquilizar las conciencias y para excitar la pie-
dad, pues además del Orfanatorio de San Cristóbal se proyectó
la fundación de otras dos casas con el fin de amparar a la niñez
desvalida: a un lado del templo de la Concepción y en los solares
del templo de Nuestra Señora de Guadalupe, de los que sólo hemos
localizado los planos, pero aún no tenemos evidencia de que hayan
sido puestos en marcha.
Otros indicios sobre el destino de estos niños desamparados se
localizan en la descripción de la expedición de Balmis a finales del
siglo XVIII, cuando desde España se introdujo en la Nueva España y
Filipinas la vacuna contra la viruela. El suero antivarioloso fue trans-
portado brazo a brazo en niños huérfanos provenientes de las casas
de cuna metropolitanas. A su llegada a Veracruz y en su paso por la
ciudad de Puebla, entre los recursos y provisiones solicitados por los
expedicionarios para cumplir con la difusión de la vacuna, se cuenta
el requerimiento de niños huérfanos para mantener el fluido vacu-
254 HUÉRFANAS, NODRIZAS Y PROFESORAS POBLANAS

no con la promesa de que la Corona tomaría bajo su cuidado el des-


tino y la educación de estos niños.
Del régimen de vida interior tenemos menos datos, salvo lo que
menciona H. Leicht, en el sentido de que los días Jueves Santo, los
niños eran sacados del Orfanatorio y se exponían al público con dos
fines: uno, mostrar que los niños eran atendidos solícitamente, pues
se presentaban limpios y saludables y segundo, incitar a las familias
para que los tomaran a su cuidado.
Sobre cómo se mantenía el funcionamiento del Orfanatorio nos
lo informa el Archivo de Notarías de la ciudad en donde se registra-
ron las donaciones y testamentarías hechas a su favor, lo cual no lo
puso a salvo de penurias y estrecheces que limitaban su acción a
favor de la infancia desvalida.
Así, la fundación de esta casa de misericordia inicialmente apare-
ció como una empresa de particulares bajo la divisa de la caridad
cristiana y por tanto fue respaldada por organizaciones religiosas,
pero después de la Reforma Liberal sufrió importantes transforma-
ciones a fin de cumplir con tareas de asistencia social más a propósi-
to con el Estado liberal de la segunda mitad del siglo XIX mexicano.
Después de 1821 la orientación que guió la atención a la población
desamparada en términos generales cambió, se constituyó en un
ramo de la administración civil y la tendencia fue que pasara de
religiosa a laica y de privada a pública.
Del interés del poder civil por atender y organizar a las institucio-
nes de beneficencia dan cuenta los decretos y reglamentos que em-
pezaron a hacerse públicos a partir de 1830, el gobierno del estado
se ocupó de formalizar la existencia de

… una casa de beneficencia pública, donde sin distinción se reci-


ba al impedido y el miserable, se de una provechosa dedicación
al huérfano y al ocioso y en donde se saque en suma un partido
ventajoso de la propia capacidad y flaqueza de los hombres ...,3

y un año después, en junio de 1831,4 se decretó el reglamento para


administrar el Orfanatorio definiendo como su objeto principal el
brindar albergue, sustento y educación a los niños, los cuales por sus
condiciones se pueden distinguir en tres clases: los que eran aban-
donados en la vía pública o en las puertas de los templos o de la
misma Institución y que en el registro aparecen como entregados
por desconocidos, por lo cual se agrupan como expósitos; los niños
que eran presentados por sus familiares aduciendo la imposibilidad
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 255

de sostenerlos y por tanto solicitan un lugar de gracia, de tal suerte


que se les denominaba asilados de gracia o indigentes; y aquellos
que eran presentados por sus familiares alegando que no dispo-
nían de tiempo para su atención y educación y por lo tanto soli-
citaban su ingreso a cambio de una cuota que se establecía con-
forme a la situación económica de los padres; a éstos se les deno-
minaba, pensionistas.
En el mismo reglamento se establecía que los niños asilados po-
dían permanecer en el Orfanatorio hasta cumplir los siete años, una
vez cumplida esa edad, y si nadie los reclamaba como propios o los
adoptaba, debían pasar a otra institución: el Hospicio de Pobres;
también se señalaban los procedimientos y requisitos legales para
ingresar a los niños y para cumplir sus fines humanitarios. Para su
buen gobierno se definían las funciones, obligaciones y atribu-
ciones de una junta administrativa, un administrador, una recto-
ra, un médico, un vigilante, una costurera, una lavandera, una
nodriza para cada niño lactante, una cocinera, una galopina, una
criada, un mozo y un portero.
Hasta mediados del siglo XIX, la sociedad occidental no tuvo ne-
cesidad de representarse al niño, en buena medida porque la pre-
sencia infantil en la familia y en la sociedad era tan breve e insignifi-
cante que no había tiempo ni ocasión para que esa presencia tomara
lugar en la memoria y en la sensibilidad colectiva. Su desaparición
física, ocurrida con frecuencia, afligía pero no por mucho tiempo, ya
que otro lo reemplazaría casi enseguida. La existencia del niño no
salía de una especie de anonimato mientras no superara los prime-
ros riesgos y se convirtiera en adulto.
De esa especie de anonimato los rescata la obligatoriedad de re-
gistrar el nacimiento mediante instancias civiles que debían cumplir
protocolos administrativos y legales; a la larga, esos registros permi-
ten la cuantificación y la identificación, que individualiza la presen-
cia de los niños desamparados en la sociedad poblana.
En Puebla de los Ángeles desde 1861, la legislación que obligaba
al registro del nacimiento de los niños enfrentó inercias y resisten-
cias que se prolongaron hasta bien entrado el siglo XX, pero con
todos los inconvenientes del caso, la documentación que generó
su cumplimiento, sirve para darnos idea sobre el número de na-
cimientos a partir de 1861, y, más aún, nos permite diferenciar
un grupo particular: los niños que fueron registrados por la au-
toridad civil como abandonados y que se enviaron al Orfanatorio
de la ciudad para su atención y cuidado.
256 HUÉRFANAS, NODRIZAS Y PROFESORAS POBLANAS

La cuantificación e identificación del niño abandonado y des-


amparado se sustenta en dos fuentes documentales, el Registro
Civil en el Estado de Puebla desde 1861 y los libros de matrícula
del Orfanatorio que contiene información seriada desde 1852
hasta 1880. Sin embargo, estos datos no son definitivos si consi-
deramos, primero, que la aplicación de la ley se encuentra en
etapas muy tempranas, muchas son las contingencias que esca-
pan a su ejercicio y segundo, que las reflexiones sobre los casos
de niños abandonados que fueron registrados deben tener pre-
sentes a aquellos que ni siquiera dejaron huella en los registros
oficiales.
Según las actas del Registro Civil de la ciudad de Puebla entre
1861 y 1880 nacieron 1679 niños, de estos 902 fueron varones y 777
fueron mujeres; de ese conjunto, 131 niños fueron registrados como
abandonados, de los cuales 51 eran varones y 76 mujeres.
Para el período comprendido entre 1852 y 1880, de acuerdo al
Libro de Matrículas en el que se registraba año con año el ingreso de
infantes al Orfanatorio, tenemos que se recibieron 644 niños que se
ubicaban en un rango de edad entre los 0 y 7 años, de éstos el 52.7%
(340) eran niñas y el 47.2% (304) niños. Del conjunto de los niños
ingresados, 428 o el 66% del total, lo hacen en calidad de expósitos o
abandonados, pues son entregados a la institución por desconocidos
mientras que los 216 restantes son entregados por algún familiar.
La disponibilidad de cifras en los años que coincide la informa-
ción de las dos fuentes consultadas permite establecer que las niñas
eran abandonadas con mayor frecuencia que los niños.

NODRIZAS

Asimiladas a la esfera privada de producción y reproducción de las


condiciones de vida, las mujeres han pasado desapercibidas, sólo se
les reconoce por sus obras: los hijos criados, la comida elaborada, la
ropa limpia y planchada, en fin, el orden doméstico establecido y
sostenido a lo largo de la historia en diversas latitudes y sólo gracias
al desarrollo de los estudios antropológicos, a la atención que se ha
prestado al tema de la familia, a la afirmación de la historia de las
“mentalidades” que se ocupa de lo cotidiano, lo privado y lo indivi-
dual, pero sobre todo gracias al movimiento a favor de las mujeres,
se ha puesto en el escenario de las preocupaciones de la investiga-
ción social la determinación de fuentes y métodos que hagan visible
su presencia.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 257

Desde el período previo a la industrialización, en busca de sala-


rios que aportaran ingresos adicionales para la subsistencia, las mu-
jeres han desempeñado una amplia gama de actividades, dentro o
fuera del espacio doméstico que tradicionalmente se le ha reconoci-
do como propio. Desdibujadas en ese orden doméstico, pero apega-
das estrictamente a él ocupando una posición diferenciada, intuimos
su presencia invisible, desempeñado tareas de madre sustituta como
amas de cría o nodrizas en auxilio de otras mujeres, generalmente
de clases altas, imposibilitadas o indispuesta para alimentar a sus
propios hijos, pues sólo la mujeres pudientes desde la antigüedad
clásica podían contratar mujeres que alquilaban su cuerpo como amas
de cría, las nodrizas, que alimentaban a hijos ajenos brindándoles el
calostro y la leche materna, fácilmente digerible y con valiosos
anticuerpos para incrementar las posibilidades de supervivencia del
niño, el cual debía ser destetado gradualmente entre el primer y
tercer año de vida.
En algunas provincias españolas, las casas señoriales comisionaban
al cirujano de cámara, para que con su criado se desplazara por las
tierras del feudo en busca de amas de cría. Las nodrizas debían de
ser de buena disposición, ni gruesas ni excesivamente delgadas, con
buena salud, de color no muy blanco ni muy moreno, de entre 21 y
27 años, de dentadura blanca, pechos firmes y no muy cerrados, con
pezones no muy gruesos, estando de segundo o tercer parto, sin
menstruación, con abundante leche y de buenas cualidades, que no
hubieran padecido enfermedades contagiosas del cutis y que tuvie-
ran el pelo negro o castaño. Debían ser de honestas costumbres (ca-
sadas), de buena crianza y genio templado, limpias y curiosas, que
no bebieran vino ni licores.
Una vez aprobado su cuerpo, se pasaba a recabar información
sobre su alma: su conducta debía ser aprobada por el párroco u otras
personas dignas de fe que dieran referencia de su buena crianza y
de que sus padres o ellas mismas no ejercieron oficios viles.
Entre las mujeres que reunieran esas características, se seleccio-
naba al ama de lactancia y a dos más de repuesto, ante cualquier
posible eventualidad. Las de reserva vivían acompañadas de sus
hijos, a los que continuaban amamantando, en una casa contigua
a la casa señorial bajo la dirección de una rectora de amas. La
lactancia duraba dos años, hasta que los dientes del infante difi-
cultaran el trabajo de las nodrizas y durante ese tiempo recibían
una retribución.
Testimonios del siglo XI demuestran que las esposas nobles paga-
258 HUÉRFANAS, NODRIZAS Y PROFESORAS POBLANAS

ban a una campesina, normalmente una cuyo hijo hubiera muerto


para que fuese al señorío como nodriza. Así, para las campesinas
casadas, la muerte de un hijo podía acarrear beneficios indirectos si
podía conservar la leche de sus pechos, lo que le aseguraba otra
fuente de ingresos: podía hacer de ama de cría.5
En las grandes casas siempre había niñeras. Leonor, condesa de
Leicester en el siglo XIII, tenía una para cada niño6 que obtenían un
salario de 12 florines al año, aproximadamente el mismo que el de
cualquier criada.7
A principios del siglo XV la práctica de domiciliar a la nodriza en
la casa del lactante se modifica, en vez de acudir la nodriza a la casa,
se enviaba a los niños al lugar de residencia de la nodriza, por lo
general en el campo. El mercader florentino Antonio Rustichi ano-
taba en su diario que había enviado varios niños a la mujer de un
granjero y después a la mujer de un panadero. A pesar de Rousseau,
primero, y de los médicos inspectores, después, la industria de la
nodriza prosperó en todo el Occidente, aunque con algunas varian-
tes: en el sur de los Estados Unidos predominó la nodriza negra, los
ingleses empleaban madres solteras, mientras que los franceses pre-
ferían como nodrizas a las campesinas casadas.
Cada vez más se daba el caso de que los lactantes fueran entrega-
dos a las nodrizas para que éstas los alimentaran en sus propias ca-
sas; ésto se convirtió en una práctica frecuente, sobre todo en los
siglos XIX y XX, a la que acudieron las autoridades civiles y eclesiásti-
cas cuando asumieron el cuidado de los niños abandonados, gene-
rando datos y registros que permiten reconocer que la industria del
amamantamiento no tiene en el egoísmo de las clases pudientes su
único origen, ya que fue menester recurrir a nodrizas mercenarias
para los niños abandonados y para aquellos cuyas madres se veían
forzadas a trabajar.
Las mujeres que consienten criar con su leche a estas criaturas
pobres van a buscarlas a la ciudad, a los hospicios o a las oficinas
especializadas. Nadie cuestionaba la elevada mortalidad de los ni-
ños durante la crianza resultante del hecho de que la nodriza no
podía alimentar a todos los niños que tenía a su cargo, el dinero que
le habían pagado no les daría de comer y, por tanto, morían. Incluso
se podía desear la muerte de los niños de padres desconocidos.
Los artesanos franceses enviaban sus hijos con las nodrizas y lue-
go dejaban de pagarlas, no necesariamente por insensibilidad sino
por una severa elección: la muerte de uno podía preservar las vidas
de los hermanos mayores. En tales circunstancias el hospicio y la
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 259

casa de crianza (también llamada “granja de bebés”) hacían fácil lo


imposible, la muerte del niño en un lugar más distante y por eso
menos dolorosa.
Al respecto, una referencia puntual sobre nuestro entorno regio-
nal nos la ofrece el fondo documental del Orfanatorio de San Cris-
tóbal de Puebla, responsable del cuidado y atención de los niños
expósitos y huérfanos desde la época colonial, permitiendo prefigu-
rar los escenarios y los actores de la marginalidad, en este caso, no
sólo los niños desamparados, sino también las mujeres pobres que
los atendían bajo el ojo atento de un creciente poder civil.
Esta referencia documental nos permite reconocer que, al igual
que en otros establecimientos de los que se tiene noticia,8 la presen-
cia de las nodrizas que lactaban “in situ” o en los pueblos son una
constante en el funcionamiento de la casa. Los pequeños puestos
bajo el cuidado de estas mujeres suelen ser débiles y enfermizos;
ellas, abrumadas de tareas, les dedican poco tiempo y los ven morir
sin recursos para evitarlo.
La vocación liberal del naciente estado tuvo que rendirse ante las
dificultades que implicaban la administración y atención de estas
instituciones, y en 1843 el gobierno liberal se vio obligado a permi-
tir el establecimiento de las Hermanas de la Caridad, del Instituto
de San Vicente de Paul con el objeto de encargarles el cuidado de los
hospitales, hospicios y demás casas de beneficencia.
Esta asociación de mujeres piadosas tomó a su cargo la adminis-
tración del Orfanatorio de San Cristóbal, sus tareas de cuidar, ense-
ñar o socorrer llevaban la doble marca del modelo religioso y de la
metáfora materna: dedicación-disponibilidad, humildad-sumisión,
abnegación-sacrificio y propagaba la persistente idea según la cual
había actividades específicamente femeninas, sobre todo en el terre-
no de la sanidad y la asistencia social, que justificaban la soledad y el
anonimato de una inmensa energía femenina cuyos efectos sociales
son difíciles de medir, pues como mujeres no deben esperar ningún
tipo de retribución por este “trabajo de amor”, el cuidado de la ciu-
dad y sus habitantes, los más desprotegidos sobre todo, es como el
cuidado de la casa, gratuito.
Entre las tareas que asumieron las Hermanas de la Caridad esta-
ba el control de las nodrizas a cuyos pechos se criaban los lactantes
huérfanos del Orfanatorio, que tenía una sección de párvulos, otra
de destetados y una más de niños expósitos, algunas de estas nodri-
zas vivían dentro del Orfanatorio pero otras eran externas, por lo
que se llevaban a los niños a su domicilio y tenían la obligación de
260 HUÉRFANAS, NODRIZAS Y PROFESORAS POBLANAS

presentarlos periódicamente ante la Junta de Caridad, autoridad


civil que supervisaba el funcionamiento de la institución, disposi-
ción que no se cumplía cabalmente.9 La sobrepoblación en esta ins-
titución en la década de los sesenta del siglo XIX, había obligado a
esa Junta de Caridad a aceptar que las mujeres que se desempeñan
como nodrizas de los lactantes no vivieran dentro del establecimien-
to y que se llevaran al niño a su domicilio con la obligación de pre-
sentarlos cada domingo, que era cuando pasaban revista en la insti-
tución, a fin de poder exigir su paga.
El control de las nodrizas se convirtió en motivo frecuente de
conflicto, lo que llevó a señalar a la Hermanas de la Caridad como
administradoras incompetentes, pues la administración civil insistía
en que

... todos los niños pertenecientes al Orfanatorio se criarán y asis-


tirán en sus instalaciones, aboliéndose la costumbre de dar a criar
algunos fuera de ellas, (...) la que siendo invencible habría que
recogerles los huérfanos y entregarlos a otras nuevas nodrizas,
cuya adquisición es también muy dificultosa, y aún el cambio
podría ser perjudicial para las criaturas: que por estas razones
había que limitarse, por ahora, a recoger sólo aquellos niños que
fuese de más urgencia hacerlo, a imponer a las nodrizas externas
la obligación de presentar sus niños cada ocho días y a procurar
que los nuevos que se presenten no se entreguen ya a nodrizas
que no quieran permanecer en el Orfanatorio, y a aprovechar
todos los casos en que puedan adquirirse otras nuevas sujetas a
esta última condición, solicitándolas por todos los medios posi-
bles...10

En ningún momento se menciona que debían reunir determina-


das características físicas, seguramente por lo difícil que resultaba
allegarse de ellas. A lo largo de 1867 existen continuas referencias a
la rebeldía de las nodrizas para residir de forma permanente en el
Orfanatorio y para presentar a revista semanal a los niños, rebeldía
que fue alentada por las Hermanas de la Caridad pero que fue ven-
cida mediante la imposición de multas pecuniarias por cada falta de
asistencia.
La expulsión de la Orden el 9 de noviembre de 1868 por instruc-
ciones del Superior Gobierno, argumentando su incapacidad admi-
nistrativa y la inconveniencia de su postura política a favor del Se-
gundo Imperio, no resolvió el problema de las nodrizas, siempre
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 261

insuficientes, pero revela el momento en que la gestión de la asis-


tencia social pasa a manos de políticos y profesionales dispuestos
a convertir a las mujeres en auxiliares confinadas a posiciones
subalternas.
A partir de la reorganización del ramo de beneficencia promovi-
da por los regímenes liberales las actividades que habían hecho po-
sible la presencia de las mujeres en los espacios públicos fueron con-
troladas, subordinadas e incluso domesticadas por los nuevos admi-
nistradores.

PROFESORAS

Para la población asilada en las casas de asistencia, la educación fue


el camino propuesto para redimirlos de su destino, quienes perma-
necieron en el Orfanatorio sin que alguien los reclamara como pro-
pios, al cumplir los siete años fueron trasladados al Hospicio de Po-
bres en donde su existencia era regulada por estrictos horarios en
los que tenía un lugar especial el tiempo dedicado a la instrucción
elemental. Una vez que cumplían doce años seguían viviendo en el
Hospicio de Pobres pero debían continuar su instrucción en la Es-
cuela de Artes y Oficios.
Las mujeres amparadas por la Beneficencia Pública, carentes del
entorno familiar en el que tradicionalmente se adquirían las habili-
dades propias de su sexo, tuvieron en el ámbito de los estableci-
mientos de beneficencia la oportunidad de remontar esa carencia y
de retribuir con su personal trabajo los favores dispensados por un
estado benefactor que no perdía de vista la importancia de formar
ciudadanas hábiles y honestas que contribuyeran con su trabajo a la
construcción de la nación que los nuevos tiempos exigían.
Este destino, compartido por hombres y mujeres, no pudo sus-
traerse a la tradición. La instrucción de las mujeres asiladas en casas
de asistencia social se limitó al aprendizaje de algunos rudimentos
de instrucción elemental y privilegió el aprendizaje de los oficios
domésticos como la costura y la cocina. La tendencia fue relevarlas
de la carga académica y adiestrarlas en actividades manuales.
Un hecho que puede ilustrar no sólo el nivel académico con que
las mujeres ingresaban a la institución sino el nivel con el que
egresaban es el caso de Adela Santos, la cual después de haber esta-
do asilada en el Hospicio de Pobres cursando la instrucción elemen-
tal para después pasar a los diversos talleres de la Escuela de Artes y
Oficios durante dos años, difícilmente pudo asentar su firma en el
262 HUÉRFANAS, NODRIZAS Y PROFESORAS POBLANAS

acta de salida, en su letra vacilante se revela su falta de pericia en la


escritura de su nombre.11
La ausencia de la documentación, certificados, boletas de cali-
ficaciones que confirmen la formación escolar de las mujeres más
allá de la instrucción elemental nos lleva a suponer las precarias
condiciones en que las mujeres se iniciaban en los recintos aca-
démicos. Esta suposición se refuerza a la luz de su desempeño
como estudiantes y no tanto por la inexistencia de antecedentes
escolares.12
En los ritmos que toma la instrucción de las mujeres en este esta-
blecimiento se puede percibir la escasa atención que se brindaba a
su formación académica, los pocos esfuerzos empeñados en contra-
rrestar una vieja herencia en la educación femenina y en contrapar-
tida, el interés por capacitarlas como mano de obra productiva y
eficiente sin alterar su lugar que en el orden doméstico la sociedad
le había asignado.
Esta situación se encuentra expresada en los registros de inscrip-
ción, a partir de 1905 ya no aparecen mujeres en las noticias de alum-
nos inscritos, pero esto no significa que estuvieran ausentes, el que no
aparezcan en los registros da la impresión de que no se les considera
como alumnas, sin embargo, su presencia se percibe en las noticias
mensuales sobre conducta, asistencia y aprovechamiento.
Esta situación marginal de las alumnas tiene su correlato en la
planta académica de las escuelas que dependían de la beneficencia
pública, la cual sólo considera al personal académico masculino. En
los registros e informes no se incluye a las maestras de los talleres de
cocina, de corte y costura, de lavado y planchado y de tejido de me-
dias. Desde los últimos años del siglo XIX, las mujeres, tanto las pro-
fesoras como las alumnas, no aparecen más en los registros escola-
res, sólo podemos percibirlas por sus obras: la comida en la mesa, la
ropa limpia y planchada, la ropa recosida.
Las profesoras de los talleres de la Escuela de Artes y Oficios, sin
embargo, conservaban un reducido espacio en el cerrado mundo
masculino de la toma de decisiones escolares: la Academia de Profe-
sores de la Escuela. En ella se congregaban tanto los profesores como
los maestros de taller y las autoridades de la escuela y en su seno se
trataba lo relacionado a horarios, actividades académicas, pero so-
bre todo, de ella emanaban las propuestas de modificación de pla-
nes y programas de estudio.
De acuerdo con el Libro de Actas de la Academia,13 ésta se reu-nía
una vez al año, y en su seno lo que, generalmente, se trataba era el
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 263

nombramiento de la comisión que estudiaría las reformas al progra-


ma de estudios para elevarla, en calidad de propuesta, a la conside-
ración del gobernador, y en menor medida se hacían consideracio-
nes respecto a la organización de las actividades académicas y a la
conveniencia o no de incluir o excluir determinados temas o mate-
ria en las cátedras, y aunque la discusión no está extensamente do-
cumentada en las actas, es una referencia muy puntual de las pre-
ocupaciones de los profesores.
A partir de 1894 encontramos como parte de la Academia a las
maestras de taller, nunca forman parte de las comisiones y casi nun-
ca toman la palabra, hasta el 10 de noviembre de 1903 en que “la
señorita Albina Herrasti solicitó hacer uso de la palabra y concedido,
dijo: no estamos conformes con que se tengan las horas de trabajo que
marca el régimen de educación llevado en el presente año, pues las
alumnas se fatigan demasiado; atendiendo a que la mayor parte de las
mismas son de corta edad, con mucha más razón pretendemos se dis-
minuyan las referidas horas de trabajo...”,14 a lo que los profesores
pidieron que en vista de que la maestra del taller de tejido de medias
hablaba en nombre de todas las maestras del taller, era conveniente
que cada una de ellas formulara y argumentara su proposición, que-
dando esto pendiente para la próxima sesión. En esta ocasión la sesión
se celebró, contra lo regularmente establecido, seis días después.
En la sesión del 16 de noviembre de 1903 todas las maestras de
taller coincidieron en señalar que era un régimen excesivo de trabajo
el pretender que las alumnas trabajaran diariamente en todos y cada
uno de los talleres, cocinando, lavando, cosiendo y tejiendo medias,
que no se les dejaba tiempo para su instrucción y que la rutina del
trabajo en algunos de ellos exigía una inmovilidad perjudicial para su
salud; su propuesta en general fue que, de acuerdo al orden doméstico,
en el turno matutino las alumnas se dedicaran a cocinar y a lavar y por
la tarde a planchar, coser y tejer. Sus propuestas fueron turnadas a
una comisión que dictaminó que la propuesta de las maestras estaba
basada de consideraciones de conveniencia personal y de comodi-
dad individual, pero concordaron en que sería beneficioso que se
redujera el número de horas de trabajo en cada taller y que así las
niñas puedan concurrir a todos los talleres, dejan al juicio de las
maestras incluir amenidad y variedad en las rutinas de los talleres.
En esta única intervención de las profesoras en las sesiones de la
Academia de Profesores de la Escuela de Artes y Oficios, desde que
se fundó en 1886 hasta 1910 revelan su papel subordinado con res-
pecto a los profesores y autoridades masculinas de la institución.
264 HUÉRFANAS, NODRIZAS Y PROFESORAS POBLANAS

Para configurar la presencia e influencia de las profesoras que


laboraban en las escuelas pertenecientes a las instituciones de bene-
ficencia, la documentación de la Escuela de Artes y Oficios resulta
reveladora del lugar que ocupaban dentro de la organización esco-
lar, en su posición y desempeño se manifiesta el peso de una tradi-
ción que asigna a las mujeres el cuidado de los otros teniendo como
base lo que se consideraba la natural vocación femenina más que
una formación académica explícita, pues de estas profesoras no se
encuentra referencia alguna que dé cuenta de su preparación para
ejercer el magisterio. La situación de estas profesoras seguramente
matiza la que tenían las mujeres dedicadas a las tareas educativas en
nuestro estado.

COMENTARIOS FINALES

La pretensión de documentar la presencia femenina en los espacios


a los que las confinó la marginación y el abandono aún tiene mucho
camino por recorrer y, en este caso, ha resultado fructífero
desagregarlas del conjunto de individuos que tuvieron que crecer y
formarse al amparo de la asistencia pública.
El seguimiento a través de los fondos documentales de los gru-
pos marginados y asistidos por corporaciones, de diferente natura-
leza, ha permitido confirmar la situación de vulnerabilidad en que
se ha colocado a la mujer como resultado de una tradición histórica-
mente arraigada en nuestra cultura. Desde el nacimiento, las muje-
res fueron expuestas en mayor proporción a un destino incierto, en
su atención y cuidado fueron empeñados menores esfuerzos que los
que se aplicaron a favor de los hombres, sus actividades fuera del
esfera privada fueron controladas y subordinadas al orden estableci-
do, así, el camino del desamparo ha resultado más largo y difícil
para las mujeres.
Sobre las niñas abandonadas que ingresaron al Orfanatorio y que
lograron sobrevivir al abandono, se ejerció un tutelaje incuestiona-
ble; su vida se planeó de acuerdo a políticas sociales y económicas
que estaban fuera de su alcance y comprensión, pero en el último
tercio del siglo XIX mexicano ésto no resultaba extraño en un modo
de vida en donde las mujeres en general vivían al margen de las
grandes y pequeñas decisiones.
A la luz de esas precarias condiciones de donde emergieron las
mujeres poblanas para conquistar los espacios que le han sido histó-
ricamente vedados hemos de comprender nuestra realidad actual.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 265

Notas

* Una primera versión de este trabajo se presentó y discutió en el II Coloquio


Internacional de Historia de las Mujeres y de Género en México, celebrado en
Guadalajara, Jalisco, México en septiembre de 2003.
1
Pérez Moreda, Vicente, citado por Elsa Malvido. “La Nueva España a
principios del siglo XIX”, en El poblamiento de México. México, CONAPO, 1993, t.
III, p. 28 y ss.
2
Memoria presentada al congreso de Puebla de los Angeles por el secretario
del despacho del gobierno sobre el estado de la administración pública, año de
1830, Puebla, Imp. del Gobierno a cargo del ciudadano Mariano Grijalva, pág
21.
3
Zenizo y Gomes, Gonzalo, La Beneficencia Pública del Estado de Puebla: sus
fines sociales, organización administrativa, fuentes de ingreso para sus
sostenimiento y contabilidad. Puebla, Imprenta de la Escuela De Artes y Oficios,
1935, p. 6.
4
Anderson, B. S y J. P. Zinser. Historia de las mujeres: una historia propia.
Barcelona, Crítica, 1992. Tomo I, p. 164.
5
Anderson, B. S y J. P. Zinser. Op. cit., p. 321.
6
Origo, Iris. The merchant of Prato. Londres, Jonathan Cape, 1957 p. 215.
Veáse también Klapisch-Zuber, Christiane. Women, family and ritual in Renaissance
Italy, traducido por Lydia Cochrane, Chicago, The University if Chicago Press,
1985, p.p. 133-56 citados en Anderson Bonnie S. y Judith P. Zinsser. Historia de
las mujeres: una historia propia. Barcelona, Crítica, 1992. Tomo I; p. 164-165.
7
Diputación Provincial de Zaragoza, España. Cultura. Archivo de los
Establecimientos de Beneficencia. 3. Maternidad e Inclusa Provincial y 4. Hogar
Infantil de Calatayud
8
AGEP. GDBP. Fondo Orfanatorio; sección Dirección; serie Junta, caja 1, exp.
1 y 2, 1867-1868.
9
AGEP. GDBP. Fondo Orfanatorio; Dirección; Junta, caja 1, expediente 1
relativo al Libro de Actas no. 1 de la Junta de Caridad del Orfanatorio del Estado.
Sesión del 14 de julio de 1867.
10
AGEP. GDBP. Escuela de Artes y Oficios; Dirección, Miscelánea, 1897, caja
75, exp. 31.
11
AGEP. GDBP. Escuela de Artes y Oficios; Dirección; Miscelánea, 1895, caja
71, exp. 24, fojas relativas a Reconocimiento de Exámenes Trimestrales.
12
AGEP. GDBP. Escuela de Artes y Oficios; Educación; Técnica; caja 121, exp.
1. Actas de la Academia de la Escuela.
13
AGEP. GDBP. Escuela de Artes y Oficios; Educación; Técnica, Actas de la
Academia, fs. 25 y s.s.
266 HUÉRFANAS, NODRIZAS Y PROFESORAS POBLANAS

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

a). Fuentes
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Archivo General del Estado de Puebla, Grupo Documental de la Benefi-
cencia Pública (AGEP, GDBP), Fondo Escuela de Artes y Oficios.
Archivo General del Estado de Puebla, Grupo Documental de la Benefi-
cencia Pública (AGEP, GDBP), Fondo Orfanatorio de San Cristóbal
Biblioteca José María Lafragua de la Benemérita Universidad Autónoma
de Puebla

b). Bibliografía
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historia propia. Barcelona: Crítica. Tomo I.
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nimiento y contabilidad. Puebla: Imprenta de la Escuela De Artes y Ofi-
cios.
268
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 269

HISTORIA, RAZA Y GÉNERO


EN EL FIN DE SIGLO POBLANO 1894-1906

Carmen Ramos Escandón

Cuando en 1896 Refugio Cortés presentó su tesis en la Escuela


Normal de Profesoras del Estado de Puebla, escogió como tema para
desarrollar la enseñanza del castellano entre “las razas aborígenes”,
es decir entre la población indígena, en especial la de la sierra norte
del Estado de Puebla. Este tipo de estudio es un síntoma del tipo de
imposición educativa que se planteó durante le Porfiriato, cuando
en un esfuerzo por destruir la diversidad étnica y cultural de México
se trató de uniformar la educación, sobre todo la educación prima-
ria imponiendo a los grupos indígenas la enseñanza del español. En
efecto, la diversidad étnica y cultural del país en ese momento es
objeto de estudio, así como los efectos del esfuerzo educativo
porfiriano, que no fue uniforme, y tuvo éxitos más notables en la
zona norte del país, justamente donde existía poca población indí-
gena [Bazant, 1993: 16]. Este esfuerzo unificador de la educación
primaria porfiriana tuvo en la alumna Refugio Cortés una represen-
tante convencida, pues refiriéndose a los indígenas con enorme én-
fasis establece que “… dar muerte civil a estas razas es lo más intere-
sante para el adelanto de México, porque en su estado actual, ni
producen ni consumen” [Cortés, 1896: 6].
El intento por explorar en esta tesis de la Normal de Puebla, los
elementos y las posibilidades que para educar a los indígenas ofre-
cía la instrucción normalista, llevó a plantear a la joven maestra Cor-
tés la necesidad de proporcionar instrucción de la lengua española a
los indígenas, pues en su opinión éstos estaban llenos de ideas pura-
mente animales, ideas supersticiosas en materia religiosa, aversión a
cuanto dignifica progreso, antipatía por la gente culta, subordina-
ción artera o inconsciente a la ley, odio burlesco a los usos y objetos
bien recibidos en sociedades civilizadas, he aquí el patrimonio de
nuestros indígenas, el credo de cuatro millones de habitantes de
México [Cortés, 1896: 6-7].
El prejuicio y la falta de simpatía que la profesora Cortés muestra

[ 269 ]
270 HISTORIA, RAZA Y GÉNERO EN EL FIN DE SIGLO POBLANO

hacia los indígenas, le sirve para justificar la necesidad de instruirlos


en el idioma español, pero sobre todo revela el papel de transmisora
de la ideología que se reproducía en la Escuela Normal de Puebla a
la que Refugio Cortés asistía. Ésto no impedía que en su trabajo de
tesis, la normalista mostrara una preocupación auténtica por la ne-
cesidad de instruir a los indígenas, pues el trabajo de Cortés consis-
tió justamente en elaborar un programa para los primeros seis años
de instrucción primaria y un método para enseñar el español a los
indígenas. En cuanto a su método, éste revela también la resonancia
que alcanzaba la ideología evolucionista que tanta difusión tuvo en
el Porfiriato. Cortés cita explícitamente a Herbert Spencer y a Auguste
Comte, dos de los filósofos positivistas más influyentes en México
sostenedores de la idea evolucionista 1 Cortés afirma que:

No debe olvidarse este proceso de evolución, porque como afir-


man Comte y Herbert Spencer: La educación del niño debe se-
guir, en su modo y orden, la misma marcha que ha seguido la
educación de la humanidad, considerada bajo el punto de vista
histórico. En otros términos, la génesis de la ciencia en el indivi-
duo, debe seguir el mismo camino que la génesis de la ciencia en
la raza [Cortés, 1896].

Así, la historia, o por mejor decir, el concepto de historia lineal,


evolutiva y orientada a un fin único, el de la demostración del triun-
fo de la razón sobre la barbarie, se convierte en la gran justificación
para implantar una educación excluyente para los indígenas, en la
cual la pérdida de su lengua debía ser substituida por el español. A
este respecto debe señalarse que la lengua revela también una es-
tructura mental, una forma de ver el mundo, una sensibilidad y que
la pérdida de la lengua altera necesariamente estas percepciones.
Sin embargo, para el aparato ideológico y educativo del Porfiriato,
la exigencia de una unificación nacional necesariamente incluía la
desaparición de las lenguas indígenas. Lo interesante de todo esto
es el uso que se hace de la historia, entendida ésta como el gran
esfuerzo por la civilización, como una marcha lineal de la humani-
dad hacia un esquema de triunfo de la “razón”, entendiendo por
ésta la cultura europea occidental.
En este sentido, el tipo de temáticas que se presentan en las tesis
de la Escuela Normal del Estado de Puebla obedece a esta interpre-
tación en la que sobre la base de un argumento histórico, se justifica
el esfuerzo uniformizador del Porfiriato. Este esfuerzo, que caracte-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 271

rizó buena parte de la política educativa del régimen, admite sin


embargo, ciertos matices. Las Escuelas Normales para mujeres fue-
ron diferentes de las Escuelas Normales para hombres, inclusive la
preparación para ingresar a ellas, era diferente. Así, en la ciudad de
México, se fundó en 1869 la Escuela Secundaria para Niñas, donde
se preparaba a las mujeres para ser maestras o bien para trabajar en
algunos de los oficios que la creciente demanda de servicios impo-
nía en las zonas urbanas [Ramos Escandón, 1988: 113-123]. Maes-
tras, dependientas, telegrafistas, fueron oficios que se consideraron
adecuados para las actividades femeninas. Sin embargo, ninguno
tan identificado con la femineidad como el magisterio. Esta con-
vicción llevó a la comisión formada por Julio Zárate, Miguel Se-
rrano y Manuel Peredo a estudiar el sistema normalista norte-
americano en un viaje especial a los Estados Unidos; después de
rendir su informe, en 1887, la Escuela Normal para profesoras
de la ciudad de México empezó a funcionar en 1890 [Bazant,
1993: 132-133].
En el caso poblano, la Escuela Normal tenía entre 1894 y 1900
tanto alumnos mujeres como varones, pero compartía con la de la
ciudad de México, la idea central de que el temperamento femeni-
no era especialmente proclive a la enseñanza y en sus aulas se repro-
ducía el estereotipo de conducta femenina que en el porfiriato se
reclamaba como adecuado para la mujer.
Así, cuando Elena Romero presentó en 1894 su tesis para optar
por el grado de Profesora de Educación Primaria en la Normal del
Estado de Puebla, escogió como tema de su trabajo, la vocación. En
su trabajo la señorita Romero hacía una comparación que resultaba
frecuente en la época. Afirmaba:

la profesora viene a ser una madre, cuyos derechos y obligacio-


nes no tienen por objeto formar con acierto y para el bien, una
sola familia, sino desempeñar esta nobilísima y difícil misión res-
pecto de toda una sociedad prodigando su instrucción, sus cuida-
dos afectuosos y con ellos una parte muy esencial de su existencia
a un numero indeterminado de niños, hijos todos de distintas
madres y viciados muchos de ellos por un mimo imprudente y
perjudicial [Romero, 1894: 5].

Al expresar en las líneas anteriores el papel que, en su opinión,


debía desempeñar una maestra, esta joven normalista no estaba sino
expresando de una manera cabal algunos de los ideales de la socie-
272 HISTORIA, RAZA Y GÉNERO EN EL FIN DE SIGLO POBLANO

dad de su tiempo. En efecto, la política educativa del Porfiriato, como


sabemos, fomentó la instrucción primaria con una eficacia que no ha-
bía tenido ningún régimen hasta esa fecha. A pesar de su poca unifor-
midad y su incidencia mínima en los índices de analfabetismo en el
país, la educación, sobre todo la educación primaria, fue una prioridad
para el régimen porfiriano. En este esquema de promoción educati-
va la preparación de quienes estaban encargadas de la educación
resultaba primordial. Es por ello que se procuró el establecimiento
de escuelas específicamente orientadas a la formación de las maes-
tras. Tal fue la Escuela Normal de Profesoras del Estado de Puebla.
La función que esta institución tuvo en la formación de una iden-
tidad de género entre las jóvenes maestras, y cómo esta identidad
refleja algunos de los valores que sobre la sociedad —en especial
sobre la nación y la raza—, se trasmiten en el porfiriato mexicano, es
el objeto de este trabajo.
La fuente documental en la que se basa, es un conjunto seleccio-
nado de tesis presentadas para obtener el grado de maestra en la
Escuela Normal de Puebla entre los años de 1894 y 1906. He escogi-
do esta fuente porque considero que el proceso de construcción de
diferencia genérica pasa por la instrucción de la escuela tanto como
por la de la familia, y me parece que el análisis de contenido de las
tesis presentadas en la Escuela Normal de Puebla puede ser un ins-
trumento útil para conocer el tipo de valores en las que se instruía a
las mujeres porfirianas de la época. La referencia a una tesis sobre la
mujer hecha por el historiador norteamericano Callcott [1965] en
su libro sobre el liberalismo en México, llamó mi atención sobre las
temáticas de dichas tesis y sobre su posible utilidad para conocer el
proceso de transmisión de cultura genérica entre las mujeres de cla-
se media de la época en Puebla.
La primera constatación sobre el contenido de dichas tesis es el
hecho de que en la mayor parte de los casos están presentadas por
mujeres, es decir, que la profesión de maestra o instructora de edu-
cación elemental era una de las pocas profesiones que legítimamen-
te podían escoger las mujeres de la época, más aún, como bien dice
la señorita Romero, la tarea docente se concibió como una prolon-
gación de la tarea maternal. En una sociedad donde buena parte de
la población es producto de un apareamiento que no pasa por el
reconocimiento legal, es decir por la formalidad el matrimonio civil,
la abundancia de hijos ilegítimos parecería ser el reflejo no tanto de
la moral relajada, como creían las buenas conciencias de la época,
sino de la falta de hábito de legitimar los apareamientos. En este
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 273

sentido, es bien conocida la intentona del estado porfiriano por fo-


mentar una mística de la maternidad a través de la construcción de
una imagen ideal de la mujer madre perfecta, más aún de la identi-
ficación de la labor maternal con la identidad de la mujer [Ramos
Escandón, 1996: 275-286].
En este mismo sentido, la labor estatal de la educación tiende a
prolongar y subrayar la imagen de la mujer como madre-maestra.
Es decir, la maestra resulta una prolongación de aquellas virtudes
maternales que se suponen forman parte de la identidad femenina
en la época. Así, la labor del magisterio viene a ser exaltada en el
discurso de la época como una especie de apostolado en donde se
prolongan las virtudes maternales de paciencia, abnegación, entre-
ga, desinterés. Es decir, aquellas virtudes de corte católico que for-
man parte de la imagen de mujer y madre que prevalece en la épo-
ca. Así pues, la maestra resulta ser, como afirma la joven maestra
Romero, una prolongación del papel de la madre y en cuanto tal, su
identidad está identificada con las virtudes que conforman la identi-
dad de aquella.
Al respecto no deja de llamar la atención que una institución de
carácter estatal, como lo era la Escuela Normal de Puebla, transmi-
tiera valores de corte tradicional católico en una sociedad que justa-
mente es producto de un enfrentamiento y de una separación entre
Iglesia y Estado. Sin embargo, en la construcción de la identidad
femenina, de las características de género de la maestra normalista
poblana, resuenan ecos de una cultura tradicional que se presentan
ahora con el nuevo ropaje de una ética del trabajo. En efecto, la
principal característica de la maestra, según esta tesis, es la de dedi-
carse, en cuerpo y alma, a su labor docente. La maestra debe, pues,
consagrar su tiempo al cumplimiento de la obligación durante el día
y emplear con frecuencia una parte de la noche en resolver casos
difíciles y preparar las clases del día siguiente, no permitiéndose
más descanso que el estrictamente necesario para conservar la sa-
lud. Tal devoción al trabajo pretende construir una forma de ser
mujer, una conducta genérica en donde queden confundidas la iden-
tidad personal y la identidad laboral. La maestra deberá serlo tantas
horas al día cuanto sea necesario, sin que exista un espacio para su
identidad personal. Más aún, ésta, la identidad personal de la mujer
maestra, deberá estar reglamentada por la imagen de lo que en el
contexto social debe ser una buena maestra. La imagen misma de la
maestra en cuanto a su relación más íntima, su relación con su cuer-
po, está codificada de acuerdo al deber ser de maestra, cuya apa-
274 HISTORIA, RAZA Y GÉNERO EN EL FIN DE SIGLO POBLANO

riencia personal deberá ser controlada. El aseo es indispensable en


todo ser, pero si degenera en pasión por los afeites, convierte las
horas en minutos para la persona a quien hace su esclava, de aquí se
deduce que debe ser muy sobria en su aspecto, no sólo por ahorrar
tiempo, sino también para que aquel esté en armonía con su grave
ocupación. Así pues, la mujer-maestra, debe someterse a los requeri-
mientos sociales de la identidad maestra. A este respecto es fácil adivi-
nar la tensión subyacente en la imagen de la maestra como producto
de la sobriedad y la discreción, mientras que las páginas de los pe-
riódicos de la época empiezan a llenarse de noticias sobre cremas
maravillosas, polvos de arroz y otros productos de consumo que co-
mienzan a ser masivos para la construcción de una imagen femeni-
na en donde el deseo de agradar, pero sobre todo de conformarse
de acuerdo a una imagen arquetípica de la mujer, hace su aparición
con fuerza.
Sin embargo, la construcción de esta identidad femenina no pasa
únicamente por el aspecto físico, sino que se integra también el as-
pecto moral o, por decirlo en términos modernos, se trata aquí de la
construcción de una identidad de género en donde los rasgos
caracterológicos de la mujer maestra están determinados por el de-
ber ser de su actividad.
En este sentido el estudio de Elena Romero hace un énfasis espe-
cial en la vocación. Debe aclararse que también la idea de vocación
es una idea de corte cristiano, vocación es llamado y, al parecer, se-
gún la maestra Romero, el carácter especial de la actividad docente
necesariamente requería de una actitud personal que propiciara su
ejercicio, misma que a falta de mejor nombre, llama vocación.
Según ella, la vocación de la maestra está sobre todo centrada en
la existencia de esa voluntad de sacrificio especial, de entrega a los
demás. La vocación, sin embargo resulta genéricamente diferencia-
da pues si bien es deseable en los varones, resulta del todo indispen-
sable en las mujeres, y si bien es cierto que de acuerdo con la ideolo-
gía positivista de perfeccionamiento social de la que participa tan a
fondo la ideología porfiriana, la vocación, en especial la vocación
femenina, no puede suplirse con el esfuerzo por la corrección de un
defecto. Se trata pues de una virtud esencialmente femenina, que
constituye una diferencia de género entre los profesores y las profe-
soras poblanas del momento. Para Romero, la vocación del magiste-
rio es una inclinación que debe ser en la profesora tan desinteresada
y sublime como lo es el amor maternal, si no temo haber dicho de-
masiado, pues sólo un afecto semejante al de la madre puede colo-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 275

car en su verdadero punto de vista a quien debe ser al ángel tutelar


de la niñez [Romero, 1894: 8].
La construcción de la identidad femenina y la característica ge-
néricamente diferenciada de la mujer como ángel del hogar, apare-
ce, como sabemos, en una buena cantidad de los artículos que las
revistas femeninas publican en la época, y por ello no es de extra-
ñarse que la profesora Romero incorpore el estereotipo de la mujer
como ángel en su conceptualización de lo que debe ser la mujer
maestra. Cabe señalar también que esta característica de angelidad
resulta también sumamente adecuada para la desexualizacion de la
imagen de la mujer, pues como es de todos sabido, los ángeles no
tienen sexo y la inmaterialidad de la mujer ángel no sólo cancela la
sexualidad de la mujer, sino también, de un modo simbólico, su
corporalidad. El deber ser de la mujer maestra pasa pues por la
negación de la identidad personal propia para consagrar su vida al
beneficio de los demás [Romero, 1894: 17].
Es decir, se trata de la formación de una identidad genéricamen-
te diferenciada de la de los profesores varones mediante la obser-
vancia de un ideal de identidad femenina en la que prevalece el
esfuerzo personal en nombre de una vocación de servicio que tiene
más ecos en la moral cristiana que en la mentalidad laica con la que
el estado porfiriano se identifica. La maestra es pues una trabajado-
ra disciplinada y generosa que tendrá que luchar sin descanso con la
ignorancia, la pereza, los malos hábitos y aun la insubordinación de
sus discípulos, y cuantas veces con las impertinencias que un amor
mal entendido sugiere a los padres [Romero, 1894: 12].
Así pues, la maestra se convierte en la amiga, la consejera y la madre
de los niños. El papel de la identidad materna sigue presente.

MAESTRAS Y SENTIDOS

Si bien es cierto que la imagen de la madre maestra prevalece en


varias de las tesis de la Normal de Puebla, es necesario señalar tam-
bién que las tesis mismas, en cuanto fuentes, revelan la dicotomía
profiriana entre la inteligencia y la sensibilidad. A este respecto la
tesis que con la solicitud de examen profesional presenta a la direc-
tora de la Escuela Normal de Profesoras la alumna Nicolasa Quinte-
ro, aspirante al título de profesora de instrucción primaria en 1895,
constituye un excelente ejemplo de lo que podríamos llamar la cons-
trucción de la sensibilidad corporal, o mejor aún el sometimiento
del cuerpo por la disciplina física.
276 HISTORIA, RAZA Y GÉNERO EN EL FIN DE SIGLO POBLANO

Así la corporalidad femenina se construye sobre la base de la ne-


cesidad del sometimiento de los sentidos, de su educación. Según
Nicolasa:

… la educación de los sentidos ejerce su influencia sobre la edu-


cación en general, o sea sobre los tres grados que ella abraza: la
educación física, la educación moral, la educación intelectual.
Nadie puede poner en duda la relación que tienen entre sí los
tres grados de educación, así la educación intelectual influye so-
bre la parte moral [Quintero, 1895: 1].

Esta necesidad de someter y educar a los sentidos lleva a la profe-


sora Nicolasa Quintero a elaborar dos ejemplos alegóricos para po-
der enseñar en los niños la posibilidad de desarrollar la vista, el oído
y el olfato. En su texto la profesora Quintero describe cómo se de-
ben desarrollar estos sentidos en los niños mediante ejemplos
alegóricos sobre su uso.
Este tipo de instrucción de los sentidos está sin duda inmerso en
un esquema más amplio de formación del individuo, en particular,
de un esquema de mujer que señala claramente las diferencias ge-
néricas y que construye la identidad femenina sobre la base de la
separación clara de los espacios público y privado de acuerdo a una
jerarquizaron genérica que no admite sino una clara dicotomía de
ellos como “león para el combate y ellas como paloma para el nido.”
Es a este nido de domesticidad al que se aboca la tesis de Leonor
Cobos López (1895), quien dedica su trabajo a la necesidad de que a
las alumnas se les instruyese en las tareas de la educación doméstica.
En su trabajo, Leonor señala en primer lugar la necesidad de incluir
la economía doméstica como parte de la instrucción de las niñas, ya
que en su perspectiva la economía doméstica es el punto principal
de la educación femenil [Cobos, 1895: 6].
A pesar de tan tajante afirmación, Doña Leonor abunda aún más
en su afán por justificar la educación femenina. La prosperidad so-
cial, así como la felicidad individual y colectiva de la humanidad,
dependen del grado de educación de la mujer; y en efecto, como
ella está destinada por la naturaleza para ser guía de la familia, ne-
cesita preparación especial que la ponga en aptitud de conocer la
importancia de sus obligaciones para que pueda desempeñarlas con-
cienzudamente. Si siempre se tuviera en cuenta que las niñas deben
llegar algún día a desempeñar los augustos deberes de esposas, ma-
dres, amas de casa y educadoras de sus hijos, en ningún plantel don-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 277

de se las educa se descuidaría prepararlas para el desempeño de tan


sublimes funciones.
En efecto, el proyecto de sociedad del porfiriato fomentaba la
inclusión de la mujer en aquellas tareas que resultaban una prolon-
gación de su papel maternal y doméstico como hemos visto, pero lo
interesante del caso de Leonor es que parece abogar por una espe-
cie de refuncionalización reflectora de la domesticidad que ahora
viene presentada como una necesidad importante en el proceso que
integra a la modernidad, a la educación femenina. Leonor conside-
ra que la educación femenina es una necesidad impostergable. Por
desgracia para nosotros, el atraso de la educación de la mujer mexi-
cana se hace sentir tan pesadamente en el país, que puede conside-
rarse como el mayor obstáculo, como la rémora más grande para el
progreso y adelanto de éste.
Citando a algunos teóricos tanto europeos como norteamerica-
nos, y a quienes no menciona, Cobos justifica la necesidad de dar
instrucción doméstica a la mujer porque se ha hecho sentir la nece-
sidad de que la mujer no olvide nunca que su centro es el hogar. La
ignorancia de los principios más sencillos de la Economía Domésti-
ca, convierten en un infierno el hogar de la mujer; por más entendi-
da que sea en las demás ramas de la ciencia, la tranquilidad y la
felicidad de todas las familias, sea cual fuere su posición social, aun-
que parezca increíble, está en manos de la ama de casa. Así la do-
mesticidad se convierte en la tarea central de la educación de la
mujer y ésta, a su vez, en la urgencia nacional más relevante.

DOMESTICIDAD NACIONALISTA, DOMESTICIDAD UNIVERSAL

La construcción de un proyecto de nación se afianza, pues, en la


perpetuación de la domesticidad, en la que la mujer desempeña un
papel central al asumir la separación genérica que distribuye las ac-
tividades de acuerdo a un esquema dicotómico de separación de
espacios. Así, no basta que la niña aprenda a leer, a escribir, a calcu-
lar, etc., es preciso despertar en ella el gusto por los trabajos de la
casa, es preciso desterrar la idea errónea que sólo la ignorancia ha
podido sostener tanto tiempo, de que no es digna la mujer que se
ocupa del interior de su casa [Cobos, 1895: 7].
La economía doméstica se convierte así, sobre la base de esta
refuncionalización de su importancia, en una “ciencia” de la domes-
ticidad, con asignaturas y espacios específicamente asignados a su
aplicación. La tesis de Cobos López incluía todo un programa de
278 HISTORIA, RAZA Y GÉNERO EN EL FIN DE SIGLO POBLANO

cómo debía impartirse la economía doméstica puesto que, dado que


se trataba de una ciencia, tenía que tener un ordenamiento sistemá-
tico de materias.
Como ejemplo se insertaba el programa de enseñanza doméstica
de las escuelas de Francia para el año de 1887, en donde se iniciaba
a las alumnas en la organización y conservación de la casa habita-
ción, para después pasar a la conservación de los muebles, de las
telas, la colada, lavado y planchado, sin olvidar, desde luego, las ar-
tes de la repostería; el programa incluía materias como conocimien-
to de la harina, el horno de pan, cocción de pan y pastelería, para
terminar con temas referentes a la conservación y cocción de legum-
bres, la conservación de las frutas, el empaque y transporte de fru-
tas, repostería y finalmente, como culminación de ese primer curso,
la contabilidad doméstica.
La atención a tan especializadas tareas la fundamenta doña Leo-
nor en la importancia que a cursos semejantes se le ha dado en paí-
ses como Estados Unidos, Suiza, Austria, Bélgica y Alemania, y afir-
ma, como se ve por todo lo dicho, la necesidad de volcar la escuela a
la familia; la obra de la educación doméstica está reconocida de la
misma manera en los países más importantes de Europa y América
[Cobos, 1895: 21].
En favor de su argumento —sobre la necesidad de que fuese la
escuela y no la familia quien instruyese a las mujeres en las labores
domésticas—, Leonor Cobos declaraba que:

… la mujer mexicana carece de muchos conocimientos muy in-


dispensables para la dirección de la casa y esto hace que su infe-
rioridad se palpe en el seno de la familia, donde generalmente el
padre tiene que intervenir en cuestiones muy triviales, tales como
indicar qué alimentos son los más sanos, la mejor manera de con-
dimentarlos, las horas más propias para los baños, el tiempo que
deben durar éstos, cuáles son las telas más apropiadas para el
vestido según las estaciones, la alimentación más propia para un
enfermo, la manera de hacer la ventilación de las habitaciones,
etc., todo esto nos viene demostrando que es preciso que en las
escuelas de niñas se les enseñe y prepare para la vida, ya que la
educación que pueden recibir en la casa es tan incompleta [Cobos,
1895: 22].

La poca credibilidad que se concede a las familias como el espa-


cio privilegiado para la construcción de la domesticidad es, tam-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 279

bién, el tema de análisis de la tesis de Margarita Pérez Munive en


1895. En su trabajo Pérez Munive se ocupó particularmente de la
necesidad de la buena relación que debe existir entre la familia y el
maestro; parte de la necesidad de que exista una colaboración entre
ambos. La observación y la experiencia han demostrado que la familia,
sea poderosa o humilde, desempeña el principal papel en la educación
del niño y del adolescente, por eso es que la maestra debe procurar a
toda costa contar con la ayuda de ellos. [Pérez Munive, 1895: 4]
Es interesante señalar que en esta tarea, la tesis de Pérez Munive
coincide con la de Cobos López en lo que se refiere a la importancia
de la enseñanza doméstica y establece la necesidad de una alianza
de género entre madre y maestra para fomentar este conocimiento:

… la maestra debe recomendar a la madre de familia la dedica-


ción de las niñas en la casa a los trabajos domésticos en los ratos
de ocio porque ésto es de utilidad indiscutible, porque en la vida
doméstica, mejor que en ninguna otra parte se adquieren y prac-
tican todos los principios y las reglas que rigen el gobierno de
una casa. En consecuencia, la maestra recomendara constante-
mente la práctica en el hogar de muchas de las verdades adquiri-
das en la escuela [Pérez Munive, 1895: 7].

Una de esas prácticas es, según doña Margarita, la costura, pues


establece que otra de las recomendaciones que los maestros deben
hacer a los padres es referente a la costura. Se observa que la familia
de las niñas pone poco empeño en proporcionarles el material para
esta clase, lo que puede ser debido a la falta de recursos y al abando-
no de las familias o a la ignorancia de éstas. De aquí la necesidad de
una entrevista que tenga por objeto hacer conocer a la familia la
utilidad e importancia de esta signatura, así como la clase del mate-
rial que debe proporcionar a la niña para al trabajo que va a em-
prender [Pérez, 1895: 6].
La costura, el manejo de la casa son, pues, las tareas que se asig-
nan a la mujer y a través de las cuales se construye un parámetro de
conducta femenina, un espacio de prescripción de comportamien-
tos genéricos de acuerdo a los cuales la mujer porfiriana poblana
construye su identidad. Se trata, según muestran las tesis de la Es-
cuela Normal de Profesoras del Estado, de un discurso profunda-
mente asimilado por las mujeres, pues son ellas mismas quienes lo
reproducen y, podemos suponer, lo implementan en la formación
de las nuevas generaciones de mujeres. El esquema de la conducta
280 HISTORIA, RAZA Y GÉNERO EN EL FIN DE SIGLO POBLANO

femenina y la feminidad identificada con el espacio privado y con


las formas de conducta genérica encaminadas a reproducir la do-
mesticidad tuvo, en la Puebla de fin de siglo, una expresión acabada
en la Escuela Normal de Profesoras, institución que pese a su carác-
ter estatal y, en tanto que tal, laico coincide peligrosamente con los
parámetros de conducta para la mujer de una religiosidad católica.
Al hacerlo, la Escuela Normal ejemplifica la coincidencia entre el
poder estatal y el aparato ideológico religioso en el establecimiento
de formas de conducta genérica que se construyen y se reproducen
en esa institución. Se trata pues, de una etapa más de la construc-
ción de la identidad femenina cuyos ecos acaso resuenen aún hoy.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 281

Notas
1
Sobre el positivismo en México el estudio clásico es el de Leopoldo Zea.
1968. El positivismo en México. México, El Colegio de México. Véase también del
mismo autor su trabajo publicado en 1963 e intitulado: Del liberalismo a la Revolución
en la educación mexicana.

BIBLIOGRAFÍA

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Examen Profesional. Puebla, Imprenta de Manuel V. Álvarez y Hnos.
Pérez Munive, Margarita. 1895. Tesis que presenta en su examen profesional la
alumna Margarita Pérez Munive, aspirante al honroso título de profesora de
instrucción primaria. Puebla, Imprenta de Manuel Alvarez y Hnos.
Quintero, Nicolasa. 1895. Tesis que con la solicitud de examen profesional pre-
senta a la directora de la Escuela Normal de Profesoras la alumna Nicolasa
Quintero aspirante al título de Profesora de Instrucción Primaria. Puebla, Im-
prenta de Isidro María Romero calle del Sagrario No. 6.
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— 1968. El positivismo en México. México, El Colegio de México.
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282
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 283

TRANSGRESORAS DEL SIGLO XX


284
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 285

LA MUJER MODERNA: UNA REVISTA FEMINISTA


Y REVOLUCIONARIA (1915-1917)

María Elizabeth Jaime Espinosa

El semanario ilustrado La Mujer Moderna, cuya directora y propie-


taria fue Hermila Galindo Acosta, se publicó en la ciudad de México
de 1915 a 1917.1 Su circulación fue, en su primer semestre, mensual;
para 1916 ya se editaba semanalmente y se distribuía los domingos
en los sitios autorizados para su venta.2 La suscripción, trimestral,
tenía un costo mensual de 20 centavos aplicable a todo el país, para
el extranjero era el mismo precio pero en oro.3
El contenido de la publicación se centró en dos aspectos fun-
damentales: la difusión de movimiento feminista en México y el
proselitismo a favor de la lucha armada dirigida por Venustiano
Carranza. Además de difundir los objetivos básicos, éste editó,
regularmente entre 16 y 18 páginas e incluyó información consi-
derada en la época como propia del “sexo débil”: consejos de
belleza, cocina, modas y literatura. Sin embargo hay que aclarar
que el contenido de estas secciones en cuanto a publicidad, reco-
mendaciones para procurar una buena apariencia física, y man-
tener todo en orden dentro del hogar, siempre fueron modera-
das en comparación con otras revistas del periodo que tuvieron
como fin promover el ideal femenino de la época: la ubicación
de la mujer dentro de la esfera doméstica.4

HERMILA GALINDO, UNA MUJER DE IDEAS REVOLUCIONARIAS

Hermila Galindo Acosta, nació en Ciudad Lerdo, Durango, el 29 de


mayo de 1885. Hija de Rosario Galindo y Hermila Acosta, socialmente
perteneció a la clase media mexicana. Sus primeros estudios los realizó
en su ciudad natal y su educación profesional la cursó en la ciudad de
Chihuahua, en la Escuela Industrial para Señoritas.5 Al de la Revolu-
ción, en 1910, Hermila Galindo ostentaba el grado de profesora y se
encontraba ejerciendo su profesión. Sin abandonar su actividad de edu-
cadora, dio inicio a su participación en el movimiento maderista.6

[ 285 ]
286 LA MUJER MODERNA: UNA REVISTA FEMINISTA Y REVOLUCIONARIA

Para 1913, tras la muerte de Francisco I. Madero, la militancia de


Hermila Galindo se hizo más visible al unirse a la facción dirigida
por Venustiano Carranza, convencida de las propuestas de igualdad
que constantemente manifestó el revolucionario durante sus trayec-
toria hacia el centro del país.7
Desde su incursión en el constitucionalismo, Hermila se caracte-
rizó por su excelente capacidad de convocatoria, a través de su habi-
lidad como oradora. Aptitud que demostró cuando fue comisionada
por el club liberal Abraham González, para que pronunciara el dis-
curso de bienvenida a Venustiano Carranza a su entrada a la ciudad
de México, en 1914. El Primer Jefe, impresionado por la capacidad
de oratoria y entusiasmo revolucionario, le propuso formar parte de
su grupo de colaboradores, invitación que Hermila aceptó cuando
Venustiano Carranza trasladó su gobierno a Veracruz, a donde le
acompañó para asistirle como su secretaria.8
En en periodo de 1915 a 1917, Hermila fue comisionada para
realizar una serie de campañas a favor del constitucionalismo en las
principales ciudades del país, y en el extranjero viajó a La Habana,
Cuba, Colombia y Estados Unidos de América.9
Hermila aprovechó al máximo su posición privilegiada como
vocera constitucionalista y —preocupada por la necesidad de pro-
mover la conciencia revolucionaria y de género dentro de la pobla-
ción femenil letrada, e inspirada por sus convicciones feministas—
el 16 de septiembre de 1915 dio a conocer el primer número del
semanario ilustrado La Mujer Moderna, que se convirtió en la primer
revista que promovió abiertamente el feminismo en México en las
primeras décadas del siglo XX. Así lo hizo saber desde su primer
editorial al que tituló “Laboremos”, en el que manifestó que :

Nuestras aspiraciones por que la mujer mexicana se eleve so-


cial y moralmente hasta el grado que compenetre de la cosa
pública, y de ella participe dentro de su capacidad y circuns-
tancias, no implica en modo alguno el propósito de usurpar o
invadir los derechos del ciudadano, no concedidos aún a nues-
tro sexo por las leyes actuales, no deseamos que la mujer mexi-
cana colabore con sus esfuerzos reiterando, su intuición y per-
severancia en pro de las causas nobles y dignas; para ello no
necesitamos de ciudadanías, tenemos medio propicio y terreno
fecundo: el hogar…10

Bajo esta perspectiva, Hermila asumía que dentro de los espacios


ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 287

asignados por la sociedad, las mujeres tenían poder y sólo era cues-
tión de ejercerlo. Por otra parte era claro que su proyecto feminista
partía de las ideas de igualdad entre el sexo femenino y masculino.11
Asimismo proponía el reconocimiento de los derechos individuales
y públicos de las mujeres.
Con respecto a lo que pensaba del constitucionalismo y de su
apoyo hacia la revista y el sexo femenino manifestó lo siguiente:

La noble causa constitucionalista cuya bandera simboliza la con-


quista de las más preciadas libertades humanas, no será la que
oponga resistencia a nuestras justas aspiraciones. La honradez
y prestigio de su digno Jefe, el patriota esclarecido señor
Carranza, como la ilustración y altruismo de sus principales
colaboradores, son prenda segura de que nuestro esfuerzo en-
contrará en ellos alentadora y benévola protección.12

Cabe mencionar que la revista surgió en el año en que el


constitucionalismo se estaba consolidando como facción revolucio-
naria. Por lo que es muy probable que este factor político influyera
en la difusión y aceptación de la revista, sobre todo en la áreas geo-
gráficas en donde el movimiento se impuso.

LA MUJER MODERNA, APORTES Y COLABORACIONES

Se puede decir que La Mujer Moderna estaba estructurada en dos


partes, integradas, a su vez, de forma regular por diez o doce seccio-
nes.13 En la primera parte siempre se incluyeron los artículos más
importantes de la edición, que generalmente abordaban dos aspec-
tos básicos, la promoción del feminismo y la propuesta ideológica
del movimiento constitucionalista. Entre los artículos más frecuente
se encontraron los redactados por Hermila Galindo y Salomé
Carranza quienes, a lo largo de sus disertaciones, intentaron gene-
rar conciencia entre sus lectoras a través de la reflexión en torno a su
situación como mujer y de las opciones a las que podían aspirar si se
liberaban de sus ataduras tradicionales.
La segunda parte estaba conformada por las secciones “básicas”
de cualquier revista dirigida para mujeres de la época: literatura,
crónicas sociales, belleza, moda, cocina, variedades, y entretenimien-
tos entre otras secciones
Sin perder de vista la propuesta reivindicativa, la revista incluía
estratégicamente a lo largo de sus páginas fotografías e información
288 LA MUJER MODERNA: UNA REVISTA FEMINISTA Y REVOLUCIONARIA

sobre la presencia de la mujer en la esfera pública, sobre todo de


aquellas que se habían destacado en el terreno educativo como lo
eran las normalistas, o de aquellas que habían contribuido en el te-
rreno de la literatura y las bellas artes, quienes aparecían con una
reseña breve y formaban parte de las secciones “Álbum de damas
profesionistas”, “Galería de Educadoras”, “Jardín Mexicano”.14 Asi-
mismo, rindieron tributo a aquellas mujeres que habían obtenido
logros profesionales y que además habían sido reconocidas por su
presencia a nivel nacional, tales fueron los casos de Matilde Montoya,
primer médica titulada en México,15 y la literata y escritora Laureana
Wriht de Kleingahns, de quienes publicaron sus fotografía en la pla-
na principal de la revistas correspondientes a los días 3 de octubre y
7 de noviembre de 1915, respectivamente.
La mayor parte de los artículos que editó La Mujer Moderna fue-
ron escritos por el sexo femenino. Escaso fueron los trabajos redac-
tados por hombres y, a juzgar por su contenido, es probable que la
editora seleccionara exclusivamente aquellos que causaran polémi-
ca en torno a la propuesta del semanario, tal fue el caso del artículo
del periodista español Julio Sesto titulado “¿Hombres con faldas o
mujeres con pantalones?”, en el que pugnaba por el ascenso de la
mujer en la sociedad siempre y cuando ésta se limitara a la esfera de
lo educativo y cultural. Bajo esta perspectiva el autor opinó que:

Las mexicanas empiezan a dar muestras de una independencia


sexual que promete una esperanza, si los prejuicios sociales no
anulan todos los estímulos y todas las facultades, o si el amor
no se las madruga… Y aquí llegamos a lo más escabroso del
asunto: ¿Está bien que las mujeres sean todo eso? Unos dicen
que sí. Otros dicen que no. A mí me parece que la opinión
depende de la cultura, del temperamento y del modo de ser de
los padres y los maridos. Opino que estando tan desarrolla-
dos los sentimientos eminentes femeniles en la mujer mexi-
cana, como son la ternura, la abnegación, la obediencia, la
dulcedumbre y otras virtudes, la única virtud que ahora debe
desarrollar es la cultural.16

Bajo esta perspectiva era evidente que este tipo de escritores —al
igual que la mayor parte de los intelectuales que disertaron sobre el
papel de la mujer en la sociedad a finales del siglo XIX y principios
del siglo XX, a través de la tribuna o la prensa—, se encargaron de
reforzar el “ideal femenino”. Asimismo, plantearon que su incorpo-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 289

ración al ámbito educativo era parte de las políticas nacionales nece-


sarias para lograr el progreso de la sociedad mexicana.17
Aparte, de estas colaboraciones, llaman la atención aquellas que
aparecieron en las secciones “Buzón” y “La semilla que fecunda”, en
las que hombres y mujeres enviaban a la redacción cartas en donde
se hacían excelentes críticas a favor y en contra de la revista. Un
ejemplo de ésto fue la que presentó César A. González de Mérida,
Yucatán, quien a través del título “Conceptos brillantes en pro de
nuestros ideales” felicitaba a la editora por la labor de carácter femi-
nista que llevaba acabo en todo el país a través de la divulgación de
la revista y la presentación de conferencias en donde convocaba a la
creación de organizaciones feministas, sobre lo cual opinó lo siguien-
te:

De aquí que la obra emprendida por la señorita Galindo, de


ilustrar, fortalecer y emancipar a la mujer mexicana, tenga para
nosotros una altísima significación, y de aquí también la necesi-
dad de prestarle todo nuestro apoyo moral e intelectual, para
que su labor no se pierda en el vacío.18

Los aportes del sexo masculino también se desarrollaron breve-


mente en la sección de “Literatura”, en donde solamente se publica-
ron aquellos trabajos que retomaban la participación de la mujer
mexicana, como fueron los casos de Manuel Gutiérrez Nájera con la
poesía “A la Corregidora”, o la composición a la “Soldadera” de Juan.
N. Palomares.19 Derivado de lo anterior se puede afirmar que las
colaboraciones realizadas por hombres no fueron fundamentales para
la publicación, si se compara la producción intelectual que llevaron
a cabo las aficionadas y periodistas que participaron activamente
durante toda la vida de la revista.

MUJERES QUE ESCRIBEN Y DENUNCIAN

La Mujer Moderna contó regularmente con la participación de “se-


ñoras” y “señoritas” de diversos estados de la República, interesadas
en promover la superación y la reivindicación del sexo femenino.
Entre las colaboradoras se encontraron María Luisa de la Torre
de Otero, Clarisa P. de Torres, Micaela Rosado de P., Candelaria
Ruiz Patrón, Luisa Bustamante, Rosario Rivas Hernández, María
Pacheco y las hermanas Salomé y María del Jesús Carranza. 20 A
pesar de contar con los nombres de las participantes en cada uno
290 LA MUJER MODERNA: UNA REVISTA FEMINISTA Y REVOLUCIONARIA

de los números a través de la hoja de créditos, pocas fueron las


que firmaron con su nombre los trabajos publicados, tales los
aportes de María Dília Macías con el artículo “La Encuesta acerca
del Congreso Feminista”, y Elvira García y García con “El trabajo
de la mujer”.
Cabe señalar que entre las colaboradoras más destacadas y fre-
cuentes se encontró Salomé Carranza G., quien desde Tlacotlapan,
Veracruz, enviaba sus aportes sobre el feminismo. Por ejemplo entre
los trabajos más importantes que publicó se encuentra el titulado
“La emancipación de la mujer”, que apareció en la edición del 20 de
febrero de 1916, y en el que desarrolló un interesante análisis que
cuestionó ¿Por qué La mujer mexicana no había logrado su emanci-
pación? A lo largo de su disertación propuso varias alternativas
para liberarla, entre éstas destacan el romper con las ataduras de
la Iglesia, abatir la ignorancia en la cual se encontraba inmersa,
así como desligarse de la manipulación que ejercía el hombre
sobre ésta, al hacerle creer que inferior a él. Para lograr esto
Salomé proponía que:

Es preciso trabajar por nuestra emancipación. Nuestros propó-


sitos los conseguiremos en no lejanos días por medio de la ins-
trucción; instrucción sana y completa que debemos exigir al
Estado o al Municipio, y las autoridades deben obligar a los
padres de familia a que envíen a las escuelas a sus hijos, a la
escuela laica y obligatoria. En la escuela, no hay que dudarlo,
está la base de nuestra emancipación. Allí bulle, allí se agita ese
atributo nuestro, bello y grandioso, contra el despecho de los
retrógrados de la Iglesia y sus santos. 21

Salomé Carranza no sólo aportó ideas a través del tintero, su fe-


minismo también lo llevó a la práctica a través de creación de una
asociación feminista en su ciudad natal. De igual forma aprovechó
su posición como organizadora de la sociedad literaria “José Murillo”
para difundir la emancipación de la mujer por medio del órgano
informativo Dulcinea. Es probable que como este caso existieran
otros en los diversos estados de la República, en los que las lecto-
ras se encargaron de difundir la propuesta reivindicativa de La
Mujer Moderna.
Por otra parte, se encontraron aquellos artículos que no contaban
con autoría y que sin duda alguna sus contenidos fueron importan-
tes para sus lectoras y lectores. Entre estos trabajos se pueden citar
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 291

“La mujer en el campo”, “La crisis del momento”, “El verdadero de


Yucatán”, “El Segundo Congreso Feminista” “Cayó como los héroes”,
“El vencedor del zapatismo y su cooperación en pro de la justicia y la
pacificación nacional” y “Del mensaje del presidente de Estados
Unidos”.22 Sin duda alguna cada uno de estos artículos fueron im-
portantes no sólo por sus contenidos sino porque reflejaban parte
de la realidad política y social de México así como de otros países.
Por otra parte, existieron artículos firmados con seudónimo, es
probable que este proceder formara parte de los lineamiento edito-
riales de La mujer Moderna. Cabe mencionar que de las revistas hasta
el momento consultadas sólo se ha localizado un caso en el que se
registró el nombre de la autora después del seudónimo.23
De forma general los nombres de los seudónimos siempre tuvie-
ron como referente el tema a tratar, por ejemplo, la sección de “Es-
pectáculos” apareció con la firma de Justa Paliza, “Crónica de la
Semana” por Victoria Segura, “Belleza” de Luz Flores, e “Higiene y
Salud” por Esther Lozano.24
Si bien estas secciones tenían como fin promover y reforzar parte
de los roles femeninos asignados por la sociedad, sus contenidos
eran mesurados, ya que la meta era la superación y reivindicación
de la mujer en el ámbito público. Sin embargo, ésto no impidió que
sus lectoras se mantuvieran actualizadas en cuanto a las innovacio-
nes y la vanguardia de la moda a nivel mundial. En cuanto a este
tema es interesante ver cómo en cada una de las emisiones se inclu-
yó publicidad a través de la presentación de figurines en los que se
explicaba a detalle los nuevos modelos de ropa interior, exterior y
accesorios de origen francés.
El feminismo de La Mujer Moderna estuvo definido en función de
las propuestas de Hermila Galindo que siempre giraron en torno a
las perspectivas de igualdad educativa, política, social, económica y
jurídica.
En cuanto al tema del sufragio, el semanario ilustrado no lo dejó
ver tan abiertamente, lo más cercano al tema se publicó en el tiraje
del 11 de marzo de 1917, cuando la editora publicó un artículo diri-
gido al 5º. Distrito Electoral para solicitar su postulación como
candidata electoral. También es probable que las periodistas no es-
cribieran sobre el voto femenino por cuestiones estratégicas; por
ejemplo, algunas reservaron su opinión para espacios más propicios
como lo fue el Segundo Congreso Feminista.25
Si se toma en cuenta la redacción y lenguaje claro utilizados en la
revista, así como las características de los artículos, el tipo de propa-
292 LA MUJER MODERNA: UNA REVISTA FEMINISTA Y REVOLUCIONARIA

ganda y publicidad que incluía, era evidente que el semanario esta-


ba dirigido a “señoras y señoritas” que socialmente se ubicaron en
los grupos medio y alto, que cubrían ciertas expectativas educativas
o se encontraban insertas dentro del grupo de profesoras que se
habían incorporado a la lucha armada. También es obvio que las
asiduas suscriptoras y en varios de los casos colaboradoras, estaban
interesadas en ampliar no sólo sus horizontes culturales sino que
pretendían lograr la igualdad con relación al hombre en el terreno
de lo social, político y jurídico.26
Por otra parte, es clara la preocupación de las editoras por pro-
mover la cultura en sus lectoras, por ejemplo en cada una de las
ediciones se presentaba en una cuartilla, algún sitio o monumento
histórico que había sido reconocido a nivel mundial. Además de pre-
sentar la fotografía se incluyó una breve introducción histórica sobre
el tema a tratar. Cabe destacar que esta fue una de las secciones que
nunca contó con la firma de su autora.
Desafortunadamente se desconoce el tiraje de La Mujer Moderna
a lo largo de su trayectoria, es posible que esta superara los mil ejem-
plares en cada edición, si se toman en cuenta los pedidos que solici-
taba los gobiernos constitucionalista, de los cuales dependió para su
difusión, ya que sin el apoyo de éstos, la revista feminista no hubiera
podido sobrevivir en tiempos de guerra.
La Mujer Moderna trabajó por espacio de dos años, y tuvo un pe-
riodo de receso cuando, en 1916, dejó de circular debido al encare-
cimiento del papel para su impresión. Después de este corto receso,
la publicación implementó nuevas estrategias de venta a través del
aumento del costo del ejemplar y la incorporación de notas publici-
tarias de almacenes de prestigio de la capital del país. Asimismo el
contenido de la revista modificó algunas de sus secciones sin que
por esta razón se dejara de promover el feminismo.
De esta forma, a partir de la edición del 20 de febrero de 1916, se
incrementaron los artículos y notas relacionadas con los avances y
victorias del Ejército Constitucionalista en todo el país. De igual for-
ma se presentaron pequeñas biografías de los principales jefes mili-
tares como fueron los casos de Cándido Aguilar y Salvador Alvarado.
Asimismo, a finales de 1916 se incluyó una sección titulada “Docu-
mentos para la Historia” en la que se presentaron los informes del
general Pablo González.27 Es probable que el aumento de noticias
referentes a la lucha armada se debiera al predominio del
constitucionalismo, pues para ese periodo ya tenía el control de la
mayor parte de las principales plazas del país.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 293

Otro factor pudo haber sido el hecho de que, desde sus creación,
contó con recursos económicos del gobierno de Venustiano Carranza.
Cabe señalar que el apoyo no fue sólo monetario, sino también de
difusión y venta, ya que a través de los gobiernos estatales en manos
del constitucionalismo, se promovió y repartió la revista entre el pro-
fesorado de dichos estados.28
También considero que gracias a la apertura política de Venustiano
Carranza de incorporar a las mujeres en la esfera pública —no sólo
como parte de los objetivos de la revolución, sino como individuos
capaces de producir ideas y expresarlas sin que por esta razón fue-
ran censuradas—, se logró que La Mujer Moderna se convirtiera en el
medio más eficaz para la reflexión en torno al proceso de reivindica-
ción de la mujer mexicana.

CONSIDERACIONES FINALES

La Mujer Moderna se convirtió en la primer revista feminista de prin-


cipios de siglo XX, que tuvo una excelente difusión entre las “seño-
ras” y “señoritas” de clase media y de élite, a las que semanalmente
se les hizo saber de la importancia de la superación personal y las
perspectivas que podían alcanzar vía el feminismo.
Creo que el aporte más importante de la revista fue la colabora-
ción intelectual de cada una de las redactoras, quienes formaron
parte de la última generación de mujeres que nació en el porfiriato
y que tuvieron la oportunidad de cuestionar el “ideal femenino” en
el cual crecieron y que intentaron transformar a través de su inter-
venciones dentro del periodismo, como fue el caso de su propietaria
y directora, Hermila Galindo Acosta, mujer que rompió con los
convencionalismos de la época y que aprovecho la coyuntura histó-
rica para difundir el feminismo en México.
Finalmente quisiera concluir afirmando que el soporte económi-
co y financiero que proporcionó el gobierno constitucionalista fue
fundamental para la difusión y permanencia de La Mujer Moderna
en tiempos de guerra. Ya que sin el apoyo de los gobernadores con
ideas liberales difícilmente hubiera podido circular por la mayor parte
de los estados de la país e inclusive en algunos países de
Latinoamérica.
294 LA MUJER MODERNA: UNA REVISTA FEMINISTA Y REVOLUCIONARIA

Notas
1
Hasta el momento se han localizado ejemplares de La Mujer Moderna entre
los años de 1915 a 1917. Es probable que la publicación tuviera una vigencia
mayor. Si se toma en cuenta que fue apoyada financieramente por del gobierno
de Venustiano Carranza.
2
La Mujer Moderna, 7 de noviembre de 1915 y 20 de febrero de 1916.
3
Ibid, p. 16.
4
A nivel nacional se publicaron revistas o periódicos que tenían como misión
reforzar las actividades “propias” de las mujeres dentro de la sociedad. Entre estas
publicaciones pueden citarse las revista La Semana Ilustrada, y El Hogar.
5
Véase Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional, expediente
de Hermila Galindo de Topete.
6
Hermila Galindo trabajó intensamente en campañas revolucionarias y feministas
en los estados de Veracruz, San Luis Potosí, Monterrey, Tabasco, Yucatán, Puebla y
Distrito Federal entre otra entidades. De igual forma, llevó acabo campañas en Estados
Unidos de América y algunos países latinoamericanos como fueron Cuba y Colombia.
Su labor periodística la desarrollo en la revista Mujer Moderna (1915-1917). Como
escritora publicó varios libros de corte político entre los que se encuentran La Doctrina
Carranza y el acercamiento indolatino; (1918), y Un presidenciable Pablo González (1919).
Sus demandas feministas fueron más allá del periodismo y la denuncia pública en
1917, envió una propuesta al Congreso Constituyente referente al sufragio
femenino misma que fue rechazada. En 1923 contrajo matrimonio con el
revolucionario Miguel Topete, producto del matrimonio nacieron Hermila del
Rosario y Concepción. En 1941, la Secretaría de la Defensa Nacional la reconoció
como Veterana de la Revolución. Posteriormente, víctima de una enfermedad
crónica murió en la ciudad de México en agosto de 1954. Véase AHSDN, expediente
de Hermila Galindo.
7
La incorporación de contingente femenino y masculino en los diversos frentes
del movimiento constitucionalista tuvo su origen en gran parte por la propuesta
de Venustiano Carranza, así como por compartir algunas de las iniciativas que
Francisco I. Madero tuvo en cuanto a la idea de la paz, la cual no se podía lograr
si no se partía de un orden legal. Véase Richmond, Douglas W., La lucha
constitucionalista de Venustiano Carranza (1893-1920), México, FCE, 1986, y Juan
Barragán Rodríguez, Historia del ejercito y la revolución constitucionalista, México,
INEHRM, 1985. Véase discurso pronunciado por Venustiano Carranza en
Hermosillo, Sonora, el 14 de septiembre de 1913. p.217.
8
Anna Macías, Against all odds. The feminist movement in Mexico to 1940,
Connecticut, Greenwood Press, 1982, p.33.
9
Hermila Galindo, La doctrina Carranza y el acercamiento indolatino, México,
s.p.i., 1919, pp. 159-167.
10
Ibíd.
11
La idea de igualitarismo, partía de la propuesta de las feministas
estadounidenses y francesas de finales del siglo XIX. Véase Anna-Marie Käppeli,
“Escenarios del feminismo” en Historia de las mujeres, Barcelona, Taurus, 1993. p.
192.
12
La Mujer Moderna, 16 de septiembre de 1915, p.2.
13
Entre las secciones se encontraron “Crónica de la Semana”, Literatura”,
“Semilla que Fecunda”, “Espectáculos”, “Miscelánea “, “Higiene y Salud”, “Álbum
de profesionistas” “Modas” y “Variedad y entretenimiento.
14
Cfr. La Mujer Moderna, 16 de septiembre de 1915, pp. 8 y 9; 7 de noviembre
de 1915, p. 1; y 3 octubre de 1915 p. 1 y 17;
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 295

15
Obtuvo el grado de Doctora en Medicina en el año de 1887. Para más
información sobre su biografía véase Laureana Wriht de Kleinhans, Mujeres notables
mexicanas, México, Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, 1910.
16
A pesar de que algunos hombres escribieron en la revista, nunca se les
incorporó en la hoja de créditos. Véase, La Mujer Moderna, 20 de febrero de
1916, p.12.
17
Para más información artículos que reforzaron tales ideas. véase María
Elizabeth Jaime Espinosa “ Una mirada a los periódicos para señoras y señoritas
del Porfiriato”, en Entornos, año 5, revista de la Universidad Autónoma de Tlaxcala,
núms. 8 y 9, julio 1998- junio 1999. pp. 4-8.
18
La Mujer Moderna , 7 de noviembre de 1915, p. 5.
19
Ibíd. 16 de septiembre de 1915, p. 5 y 7 de noviembre p. 8.
20
De acuerdo con la hoja de créditos es probable que en un buen número las
mujeres anteriormente citadas no participaron como autoras de artículos, pero sí
como encargadas de la edición, la tipografía y selección de temas entre otras
actividades propias de la revista.
21
La Mujer Moderna, 20 de febrero de 1916, p.5.
22
En las secciones de belleza, moda y cocina se caracterizaron por no incluir
los créditos de quien redactaba la sección. Es probable que algunas de las articulistas
participaran continuamente en las secciones de belleza, moda y cocina en donde
no se registraba la autoría.
23
El artículos “A las enfermeras en tiempo de guerra” fue firmado por Rosa
Blanca, era María Luisa de la Torre.
24
Véase La Mujer Moderna, secciones de “ Crónica de la Semana” y
“Espectáculos”, del: 16 de septiembre, 7 de noviembre de 1915; 20 de febrero de
y 2 de abril de 1916.
25
Como fue el caso de Hermila Galindo, con la ponencia Estudio de la srita.
Hermila Galindo con motivo de los temas que han de absolverse en el Segundo Congreso
Feminista de Yucatán.
26
De acuerdo con la información que se registraba en la sección “Semilla que
Fecunda” y “Buzón”, sus lectoras eran mujeres que contaban con estudios o se
encontraban insertas dentro del grupo de las profesoras.
27
La actividad revolucionaria del general Pablo González fue una constante
en los artículos publicados por La Mujer Moderna. Cfr. años 1916 y 1917 de la
revista.
28
Entre los estados que apoyaron la medida se encontró, Yucatán que estaba
gobernado por el general Salvador Alvarado.
296 LA MUJER MODERNA: UNA REVISTA FEMINISTA Y REVOLUCIONARIA

FUENTES

Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional


Expediente de Hermila Galindo de Topete.

HEMEROGRAFÍA

La Mujer Moderna, México, (Distrito Federal), 1915-1917

BIBLIOGRAFÍA

Cumberland, Charles C.1983. La Revolución mexicana. México: FCE.


Galindo, Hermila. 1919. La doctrina Carranza y el acercamiento indolatino.
México: s.p.i.
Jaime Espinosa, María Elizabeth. 1998-1999. “ Una mirada a los periódi-
cos para señoras y señoritas del Porfiriato”, en Entornos, año 5, revista
de la Universidad Autónoma de Tlaxcala, núms. 8 y 9, julio 1998- junio
1999: 4-8.
Macías, Anna. 1982. Connecticut: Reenwood Press.
Richmond, Douglas W.1986. La lucha constitucionalista de Venustiano Carranza
(1893 Against all odds. The feminist movement in Mexico to 1940-1920).
México: FCE.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 297

SEXUALIDAD Y GÉNERO: MOTIVOS DE ESTADO.


MÉXICO 1920-1935
Elsa Muñíz García

LOS “FABULOSOS VEINTE”

La etapa que va de 1920 a 1935 ha sido mejor conocida como la


“década fabulosa” o como los “fabulosos veinte”. Según Eric
Hobsbawm,1 hablamos de los años en que, más allá de los límites
cronológicos, da inicio el siglo veinte; son los albores de la moderni-
dad en todo el mundo. El fin de la Primera Guerra Mundial marca-
ba el ascenso de los Estados Unidos de Norteamérica como primera
potencia económica y afianzaba de muchas maneras su hegemonía
política y cultural. En este contexto, México salía de una violenta
guerra civil y recién comenzaba una vida republicana bajo la direc-
ción de los caudillos sonorenses quienes se preocupaban por devol-
ver la estabilidad política al país, propiciar la unidad nacional y re-
componer el orden social resquebrajado por las luchas intestinas. El
proceso de institucionalización que siguió a la lucha armada y que se
emprendió con fuerza durante los períodos presidenciales de Álvaro
Obregón, Plutarco Elías Calles y el período conocido como Maximato,
no sólo incidió en las esferas de la alta política, también incluyó el
reforzamiento de una serie de instituciones y mecanismos de vigi-
lancia estricta del comportamiento de los individuos, lo cual coadyuvó
a constituir las representaciones del ser hombre y del ser mujer en
México, definió espacios y tiempos específicos, asignó conductas y
formas de ser a los sujetos diferenciados por sexo, determinó el tipo
de relaciones aceptadas-prohibidas y contribuyó firmemente a la
construcción de las identidades femeninas y masculinas. Tal proceso
de diferenciación y regulación afianzó una cultura de género2
androcéntrica y con rasgos patriarcales.
Sin embargo, las especulaciones, no totalmente infundadas, han
transmitido una imagen arrebatadora de libertad y apertura en to-
dos los planos de la vida social durante este período. El triunfo
sufragista de norteamericanas e inglesas, el establecimiento de pro-

[ 297 ]
298 SEXUALIDAD Y GÉNERO: MOTIVOS DE ESTADO. MÉXICO 1920-1935

gramas de protección materno-infantiles en esos países, así como la


participación laboral que tuvieron esas mujeres durante la guerra y
aún concluida ésta, marcaron indiscutiblemente el fin del victoriano
siglo XIX. Las imágenes de las “flappers” norteamericanas e inglesas,
de las “garçones” francesas o de las “vamps” italianas muestran clara-
mente un enfoque diferente en la concepción del cuerpo y la sexua-
lidad femenina: cabello corto, profusión en el maquillaje, seda para
las faldas cortas, los escotes cada vez más bajos, el abandono del
corsé, las medias de seda, los brazos descubiertos, los zapatos de alto
tacón y largas boquillas para los cigarros que despreocupadamente
fumaban las chicas modernas de los veinte.3 Como podemos adver-
tir, el ingreso a la modernidad del nuevo siglo pasaba, como en
muchas otras épocas de la historia, por el cuerpo y en particular por
el cuerpo y la sexualidad de las mujeres.
En México, el nuevo grupo gobernante en conjunción con otras
instancias del poder, construía las representaciones de la mexicana y
del mexicano prototípicos de los nuevos tiempos. Así, “la pelona”,
versión vernácula de la flapper norteamericana coexistía con la ima-
gen idealizada de “la india bonita”, como la representante femenina
de la raza cósmica.4 La lucha de representación de lo femenino y lo
masculino durante los primeros años de la reconstrucción nacional
se dio en un contexto de evidente secularización en el que se adver-
tía una marcada preocupación por el cuerpo por parte de la socie-
dad en su conjunto: algunos por controlarlo, otros por mostrarlo.
Sin embargo, frente a esta aparente apertura, la tónica sería tratar
de ignorarlo o reducirlo, por eso se hacían intentos por desvanecer
simbólicamente el cuerpo de los individuos en el cuerpo de la socie-
dad a la que se trataba médicamente igual que como se protegía al
cuerpo enfermo de un individuo, al perfecto estilo decimonónico.
Entonces, algunas de las políticas impulsadas desde un Estado de
fuerte raigambre positivista, se encaminaron a organizar la vida pri-
vada de la gente y como parte de sus primeras acciones se llevó a
cabo una disputa por la apropiación del cuerpo —microespacio de
poder privilegiado— como punto de arranque en el proceso de co-
optación de las conciencias de los individuos, pugna que se debió
librar durante los años de la reconstrucción, principalmente contra
la Iglesia, quien hasta entonces se atribuía la pertenencia y posesión
de los cuerpos y de las almas. El cuerpo, concebido como objeto de
apropiación y disputa, se afirmaba como instrumento de poder des-
de donde se construía tanto la diferencia genérica como su repre-
sentación, ya que a través de su control y disciplina se ha confundido
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 299

la manipulación y la conducción cultural de sus movimientos, de sus


gestos y de sus actitudes, con la “naturaleza” o la pura anatomía.
El grado de civilización alcanzado por las sociedades modernas,
así como la adquisición de la conciencia del cuerpo, se da únicamen-
te “por efecto de ocupación del cuerpo por el poder”,5 en ese senti-
do, la gimnasia, la educación física, el desarrollo muscular y la exal-
tación de la belleza, son expresiones de la importancia que cobró el
cuerpo para los reconstructores del régimen en su afán civilizatorio.
Del mismo modo, el significado adquirido por la promoción de la
salud física y mental de los individuos, el combate de las enfermeda-
des endémicas e infecciosas y el impulso hacia una sexualidad
reproductora, se muestra en los programas instrumentados desde
las políticas estatales que hicieron de la higiene un principio abarca-
dor: desde los individuos hasta la sociedad, desde lo corpóreo hasta
lo mental, donde la higiene física se acompañaría indisolublemente
de la higiene mental, la cual se convirtió en una guía de comporta-
mientos avalados por el discurso médico de la época, el cual encon-
tró su correlato en otros discursos como el educativo, el de las bue-
nas maneras y el amoroso, utilizados tanto en el hogar, como en la
escuela, en los sermones eclesiásticos y en los medios masivos de
comunicación.
Abatir las enfermedades contagiosas como la sífilis y el alcoholis-
mo, consideradas como un obstáculo para la formación de una so-
ciedad sana, se expresaron en medidas concretas para combatir, por
ejemplo, la criminalidad, la prostitución y la vagancia. Se discutía en
torno a la importancia de la eugenesia y se planteaba la exclusión de
los degenerados, los deformes y los enfermos, de ahí que el control
y la vigilancia de la sexualidad se volvieran un tema central para la
higiene mental más que para la salud física, ya que la higiene mental
predispondría a los sujetos para la adquisición de hábitos morales
conducentes al establecimiento de una política sexual promotora de
una sexualidad eminentemente procreativa.
Como ha señalado Foucault, a partir del siglo XVIII y hasta muy
entrado el siglo XX, se sostenía que la “dominación del cuerpo por el
poder debía ser pesada, maciza, constante y meticulosa”6 y practica-
da en escuelas, hospitales, hospicios, cárceles y fundamentalmente
en la familia, y sin embargo, los debates en torno al cuerpo y con
relación a quién tendría la titularidad de los controles sobre la sexua-
lidad eran comunes, persistentes y públicos. En realidad, la regula-
ción de la sexualidad se estableció desde todas las instituciones y a
partir de todos los discursos. La codificación del poder por las leyes
300 SEXUALIDAD Y GÉNERO: MOTIVOS DE ESTADO. MÉXICO 1920-1935

del sexo dio lugar a todo un dispositivo de la sexualidad que incluía


el discurso sobre el amor.
La relación entre la construcción del poder político, el desarrollo
capitalista, y la organización de un cierto tipo de relaciones sociales,
se expresó a través de una política del sexo que ordenó la vida eróti-
ca de los individuos, que determinó lo que es bueno y lo que es
malo, lo dañino y lo saludable, lo normal y lo anormal, lo apropiado
y lo inapropiado, y marcó jerarquías e impuso relaciones de domi-
nación y subordinación entre hombres y mujeres. La
institucionalización de los patrones de comportamiento para los su-
jetos femeninos y masculinos, sustentados en una división sexual del
trabajo donde la mujer es el actor pasivo y el hombre al activo den-
tro de la relación sexual, institucionalizó también al sexo procreador
en el seno del matrimonio y las relaciones heterosexuales, proscri-
biendo el perturbador sexo comercial, así como las relaciones ho-
mosexuales. Así, junto al ideal del matrimonio monogámico, la fa-
milia nuclear y el culto de la clase media a la vida hogareña, se afir-
maron las representaciones de la mujer femenina como madre, mujer
que niega su sexualidad erótica, y por oposición, de la prostituta,
como la mujer sexual y sensual hecha para el erotismo y el placer
pasajero. Del mismo modo, se fortaleció la representación del hom-
bre masculino poseedor de una sexualidad implacable que debía
satisfacerse de cualquier manera sin menoscabo de su integridad. El
establecimiento de esta política sexual definió márgenes muy estre-
chos para la acción de los individuos, en particular para las mujeres.
La consecuencia fue la aparición de la doble moral típica de las so-
ciedades burguesas, en las que la trasgresión y el atentado contra las
normas se convertirían en una constante.

GOBERNAR ES POBLAR

En el México posrevolucionario la propuesta del gobierno pasaba


por la consigna de “gobernar es poblar” ya que un país en vías de
reconstruirse a sí mismo necesitaba de toda la capacidad de sus ha-
bitantes para impulsar una economía vigorosa. Tal política
pronatalista durante los años posrevolucionarios chocaba con las ideas
de la contracepción, lo deseable era aumentar la población lo cual
resultó una realidad ya que entre 1921 y 1940 casi se duplicó el nú-
mero de nacimientos.7
De este modo, el control de la natalidad solamente era aceptado
en tanto el médico lo juzgara conveniente, como en el caso de afec-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 301

ciones de la mujer, o cuando la mujer tuviera tal grado de estrechez


pélvica que pusiera en riesgo su vida, el médico debería hacer lo
posible por evitar un nuevo embarazo; también en las mujeres débi-
les y anémicas no era recomendable la preñez. Para evitar el emba-
razo en las mujeres que al llegar a una edad aproximada de treinta y
cinco años tuvieran seis o más hijos, un médico fácilmente podría
recomendar como medida radical la continencia sexual a la pareja,
sin embargo, señalaban los médicos, no sería muy probable que los
matrimonios acataran tales sugerencias, pero aún en el supuesto de
que adoptaran el consejo, resultaría peligroso para un hombre jo-
ven habituado a las relaciones carnales matrimoniales, pues la conti-
nencia podría causarle trastornos corporales o psíquicos, además,
impulsaría al hombre a buscar la satisfacción del apetito sexual fuera
de la casa, con lo que padecería la moral y la higiene, por lo tanto los
galenos recomendaban buscar otros medios de evitar la concepción
no deseada. Se hablaba de algunos métodos anticonceptivos que
permitieran el coito normal pero que por medio de acciones mecá-
nicas o químicas obstaculizaran la llegada del semen. Los medios
mecánicos consistían principalmente en pesarios u oclusivos de plu-
ma con los que se trataba de impedir la entrada del semen en la
matriz. No estaban exentos de inconvenientes, puesto que su uso
continuo causaba irritación; y para que asentaran bien e hicieran
bien la obstrucción debían ser colocados por el médico quien tam-
bién debería extraerlos al llegar la menstruación; como eran tan
molestos, la mayoría de las mujeres se negaba a usarlos.
La esponja de seguridad era otro dispositivo muy usado antes,
cuyo papel era absorber el semen, dificultando así su llegada a la
matriz, ambos eran ineficaces e inadecuados. En el mismo caso esta-
ban las irrigaciones vaginales con las que se intentaba arrastrar el
semen al exterior; dicha práctica se complementó agregando sus-
tancias como el ácido fénico y el timol destinadas a matar por acción
química a los espermatozoides, las mismas sustancias se empleaban
en pomadas. En ambos casos, tales sustancias se desechaban porque
para cumplir su cometido deberían usarse en fuertes concentracio-
nes, lo cual resultaba peligroso y provocaba irritaciones catarrales y
eran por demás inseguras. Finalmente, se proponían métodos apli-
cados a los hombres, en particular el preservativo o condón que se
conocía con el nombre de tripas, capotas inglesas, cintas de seguri-
dad, guantes de amor, anticorrupciones y preservativos de goma.
Dichas “envolturas” se preparaban con película de tripa de buey o
de caucho y se les utilizaba con dos fines: para “frustrar los designios
302 SEXUALIDAD Y GÉNERO: MOTIVOS DE ESTADO. MÉXICO 1920-1935

de la naturaleza” impidiendo la fecundidad de la mujer, o bien como


profiláctico contra las afecciones venéreas. Según los especialistas, el
uso del condón requería de ciertos cuidados y tenía sus consecuen-
cias, entre ellas, que “atenúa la sensación voluptuosa”, lo cual en
todo caso, sería secundario. Con todo y las recomendaciones y los
medios anticonceptivos conocidos hasta entonces, la práctica más
generalizada y más difícil de comprobar era el coitos interruptus, se
suponía que este acto proporcionaba seguridad completa contra el
embarazo aunque no era del todo inofensivo. Señalaban los médi-
cos que a la conmoción nerviosa propia del acto, se suman aquí el
temor de dejarse pasar el momento oportuno y la fijeza de atención
precisa para evitarlo; y aunque los hombres corporal y psíquicamen-
te sanos pueden soportar frecuentemente esto durante muchos años,
los de sistema nervioso debilitado, fácilmente experimentan perjui-
cios, como la neurastenia sexual o general.
En cuanto al aborto, según prestigiados galenos, podía ser terapéu-
tico o provocado. Admitía, aunque no concedía, que se pudiera llegar
al momento en el que el médico se viera orillado a provocar el aborto
como el único camino para salvar la vida de una madre. El aborto pro-
vocado con el fin de interrumpir la preñez fisiológica era un crimen
que debería estar condenado por todos los códigos del mundo, en tal
sentido, para ellos significaba un problema de moral profesional. La
cuestión del aborto provocado tenía tres aspectos: primero, que era un
pecado contra la humanidad; segundo, un pecado contra la patria; y
tercero, un pecado contra el mismo autor del atentado a quien podría
causarle la pérdida de la vida o por lo menos, dado el sexo, de una
prisión tan prolongada que equivaldría a la misma muerte.8
El código penal de 1929 conservaba la definición que sobre el
aborto tenía el de 1871, con el agregado de que la expulsión provo-
cada por cualquier medio tenía como objeto “...interrumpir la vida
del producto” por tanto, el aborto voluntario siempre tendría esa
finalidad. La pena para quien realizara el aborto iría de diez años de
cárcel a la pena capital en caso de que las defunciones a causa del
mismo, fueran tanto de la madre como el feto. Curiosamente, la
pena contra quien permitiera que se le aplicara el aborto disminuía
por razones de “honor sexual” se sancionaba a la mujer con una
punibilidad de seis meses a un año de prisión, en tal caso la mujer
debía comprobar:

I. Que no tenga mala fama


II. Que no haya logrado ocultar su embarazo
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 303

III. Que ese fruto sea de una relación ilegítima, faltando


alguna de estas circunstancias, se le aplicará de uno a cinco
años de prisión. (Art.332)9

En resumen, la sexualidad solamente puede comprenderse en el


contexto de una determinada organización social. Las representa-
ciones de lo sexual adquieren relevancia a partir de las formas cultu-
rales, es así que se ha visto tejida en una intrincada red de conceptos
y creencias que organizan las actitudes y respuestas de los individuos
en torno a su manejo. De tal manera que actos como la prostitución,
como el “fraude” de la anticoncepción y el “crimen” del aborto esta-
ban en contra de la idea de la maternidad y del ejercicio de la sexua-
lidad procreadora pregonada por los diferentes discursos como va-
lores incuestionables de la nueva cultura nacional.

AMOR EXCLUSIVO

Las relaciones de género son las que estructuran las desigualdades y


las jerarquías sociales y su expresión más nítida en las sociedades
modernas es el matrimonio monogámico y heterosexual, entendido
como la única forma permitida de relación entre un hombre y una
mujer que no están ligadas consanguíneamente y cuya finalidad es
perpetuar a la especie y al grupo. Tal como lo plantea Foucault al
referirse a la sociedad clásica, en México a partir del siglo XIX, se
estableció un “modelo fuerte de existencia conyugal” desde los dis-
cursos hegemónicos, o que intentaban serlo, a partir del cual se ha
organizado la sociedad moderna. En ese modelo, “la relación con el
otro que aparece más fundamental no es la relación de sangre ni la
de amistad, es la relación de un hombre y una mujer cuando se orga-
niza en la forma institucional del matrimonio y en la vida común
que se superpone a ella”.10
Reglamentar las relaciones de conyugalidad entre los individuos
de diferente sexo fue uno de los principales objetivos de las Leyes
de Reforma, las cuales establecían la obligatoriedad del matrimonio
civil como la base de la familia, de la nueva sociedad y de un Estado
fuerte. La familia, desde entonces, se convirtió en un espacio en
disputa entre los distintos poderes, sobre todo el de la Iglesia y el del
Estado. Siguiendo a Foucault, pensamos que la preocupación por
regular las relaciones entre los géneros se debe a la importancia que
tiene para el Estado, como el microespacio a partir del cual se es-
tructura el poder en la sociedad. En la mínima relación humana que
304 SEXUALIDAD Y GÉNERO: MOTIVOS DE ESTADO. MÉXICO 1920-1935

es la establecida entre el hombre y la mujer se alojan todas las parti-


cularidades de la educación cristiana, de la familiar y de la oficial, así
como las formas de conductas deseadas y permitidas para los indivi-
duos dentro de un orden social determinado: “Las cosas pequeñas
disponen para las grandes” al referirse a la regulación de la organi-
zación social.11
Reglamentar el matrimonio y la familia ha sido uno de los aspec-
tos primordiales para establecer y mantener el orden social, en este
sentido, el Código Civil de 1884 y el de 1928, pasando por la Ley de
Relaciones Familiares expedida por Carranza en 1917, le impusieron
a las relaciones entre los géneros una cierta “disciplina”. El impacto
de la Revolución en la sociedad, y el sueño de una vida, hicieron
suponer a los individuos y a los historiadores que la “nueva era”
había llegado cabalgando con los caudillos sonorenses. Sin embar-
go, a la luz del análisis de lo que fue la reconstrucción del Estado
Mexicano, advertimos que tanto el porfiriato como los primeros años
de gobierno posrevolucionarios son etapas de un mismo proceso en
el que se perseguían tres objetivos básicos: por una parte, la consoli-
dación de un sistema político para lo cual se requirió de un marco
jurídico dado por la Reforma y la Constitución de 1917; por otra, la
instrumentación de un proyecto capitalista donde este marco jurídi-
co también era necesario; y, finalmente, la conformación de la cultu-
ra burguesa, portadora de las costumbres, los hábitos, las actitudes y
los valores sustentadores del nuevo orden social.
La preocupación del Estado por institucionalizar las relaciones
entren los sujetos femeninos y masculinos empezó por afianzar el
matrimonio civil. En el Código Civil de 1884 se establece:

Art. 155. El matrimonio es la sociedad legítima de un solo hom-


bre y una sola mujer, que se unen con vínculo indisoluble para
perpetuar su especie y ayudarse a llevar el peso de la vida.

Además del establecimiento legal del matrimonio monogámico y


heterosexual como única forma permitida de relación entre hom-
bres y mujeres no vinculados por la sangre, advertimos su gran car-
ga religiosa, como claramente lo señalaba el abogado Francisco
Pascual García, quien comenta la edición citada del Código Civil:

Comparando los preceptos de este título y de la ley expedida


en Veracruz en 23 de julio de 1859, con el derecho canónico,
en lo relativo al matrimonio, aparece que al secularizarle, el
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 305

Estado, separado de la Iglesia, no hizo más que trasladar al


derecho civil los principios morales afirmados y consagrados
por la Iglesia en sus concilios y en sus cánones así como los
estatutos disciplinares contenidos en la legislación eclesiástica
en cuanto eran compatibles con el carácter que de mero con-
trato civil atribuye al matrimonio el liberalismo.12

En el Código Civil de 1928, la definición del matrimonio desde la


perspectiva del nuevo orden, se mantuvo casi en los mismos térmi-
nos, aunque más determinante en su redacción:

Art. 150. Cualquier condición contraria a la perpetuación de la


especie o a la ayuda mutua que se deben los cónyuges, se ten-
drá por no puesta.

Aunque la legitimación de la unión conyugal estaba establecida


desde 1859 por la ley del matrimonio civil, a través de la cual alcan-
zaba el carácter de un contrato que aseguraba los privilegios que tal
ley otorgaba, “...la religión católica consideraba que el matrimonio
civil sin el religioso era vergonzoso”.13 Sin embargo, se habían insti-
tuido junto a la celebración del matrimonio civil, la costumbre de
entregar un “librito” que, como el acta de matrimonio, atestiguaba
la legitimidad de la unión efectuada. Este documento contenía
“...cuestiones morales que enseñaban a los casados sus deberes recí-
procos”, los cuales eran:

1. Guardarse fidelidad inviolable, hacer lo contrario, dice un mo-


ralista, es no sólo una vergüenza, sino una injusticia, y un perjurio;
2. Amarse mutuamente. Donde no hay amor, no hay felicidad
posible, la carga del matrimonio es, más que pesada, insoporta-
ble, y la desgracia vive en el hogar; 3. Ayudarse mutuamente, así
en lo espiritual como en lo material, asistirse en sus enfermeda-
des, estimularse en la virtud y en el deber, consolarse en sus penas
y sostener sus creencias; 4. Soportarse mutuamente sus defectos,
perdonarse sus faltas, tratarse con dulzura y paciencia; 5. Llevar
con resignación la carga de la familia, teniendo presente que Dios
bendice las familias virtuosas; y 6. Educar a los hijos en la virtud y
el honor y darles buenos ejemplos.14

En el Código de 1884, la edad pertinente para casarse era, para


los hombres, desde los catorce años; y para las mujeres desde los
306 SEXUALIDAD Y GÉNERO: MOTIVOS DE ESTADO. MÉXICO 1920-1935

doce. En cambio, para 1928, el Código señalaba como edad mínima


en los hombres los dieciséis años y en las mujeres catorce. Y ambos,
en caso de no cumplir la mayoría de edad, es decir si no hubieran
cumplido veintiún años, no podrían casarse sin la autorización de
los padres.
El Código Civil también definía las obligaciones de los esposos en
cuanto a distribución de tareas y la administración de bienes de la
sociedad conyugal surgida del matrimonio. Así, tanto en el Código
de 1884 como en el de 1928, la primera obligación de ambos espo-
sos era la de contribuir cada uno con su parte a los fines del matri-
monio y a “socorrerse mutuamente”. Se advierten, sin embargo, al-
gunas diferencias entre ambos códigos, diferencias posiblemente
atribuibles a sucesos que mediaron entre la aparición de uno y otro,
puesto que debemos tener presente que existe una diferencia de 44
años entre ambos. Pero lo interesante no es el tiempo transcurrido
sino los sucesos acontecidos: el período de la dictadura, la revolu-
ción, los primeros congresos feministas celebrados en México, y la
expedición de la Ley de Relaciones Familiares de Carranza.
Los cambios aludidos merecen ser mencionados ya que represen-
tan, en algunos casos, beneficios para las mujeres, cuando menos
desde el punto de vista formal. De tal manera que en el Código de
1884 se señalaba la obligatoriedad de la mujer para “...seguir a su
marido, si este lo exige, dondequiera que establezca su residencia” y
solamente podría eximírsele si el marido trasladara su residencia al
extranjero. En el Código de 1928 se cambió incluso la redacción que
señala que “La mujer debe vivir al lado de su marido...” y se le exi-
mirá del cumplimiento de tal ordenamiento, cuando el marido se
traslade al extranjero “... a no ser que lo haga en servicio de la Pa-
tria, o cuando se establezca en un lugar insalubre o indecoroso”.
Un cambio sustancial se aprecia en lo que el Código de 1884 esta-
blece en cuanto a la autoridad en el hogar, la representación legal
de la mujer y de la familia, y la distribución de las tareas. Entre los
artículos 192 y 198 encontramos que el marido debe proteger a la
mujer y la mujer debe obedecer a aquél tanto en lo doméstico como
en la educación de los hijos y en la administración de los bienes
(Art.192); la mujer con recursos debe dar alimentos a su esposo cuan-
do éste carece de ellos y está impedido para trabajar (Art. 193); el
marido es el administrador legítimo de todos lo bienes del ma-
trimonio (Art. 196); el marido es el representante legítimo de su
mujer, ésta no puede sin su permiso escrito, comparecer en jui-
cio ni aún en pleitos comenzados antes del matrimonio (Art. 197);
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 307

tampoco puede la mujer enajenar sus bienes sin licencia de su


marido (Art. 198).
Ya en la citada Ley de Relaciones Familiares de 1917 se dieron
algunas modificaciones que podrían considerarse como benéficas
para las mujeres y que fueron incorporadas al Código de 1928: el
marido debe dar alimentos a la mujer y hacer todos los gastos nece-
sarios para el sostenimiento del hogar, pero si la mujer tiene algún
trabajo, profesión u oficio, deberá contribuir también para los gas-
tos de la familia siempre que la parte que le corresponda no exceda
de la mitad de dichos gastos a no ser que el hombre estuviera impo-
sibilitado (Art. 170); la mujer tendrá siempre derecho preferente
sobre los productos de los bienes del marido y sobre sus sueldos,
salarios y emolumentos, por las cantidades que correspondan para
la alimentación de ella y de sus hijos (Art. 171); el marido y la mujer
tendrán en el hogar autoridad y consideraciones iguales, por tanto,
de común acuerdo arreglarán todo lo relativo a la educación y esta-
blecimiento de los hijos, y a la administración de los bienes que a
éstos pertenezcan (Art. 173); el marido y la mujer, mayores de edad,
tienen capacidad para administrar, contratar o disponer de sus bie-
nes propios y ejercitar las acciones u oponer las excepciones que a
ellos corresponden sin que para ello necesite el esposo del consenti-
miento de su esposa ni ella la autorización de aquel (Art. 178).
Bajo esta aparente igualdad entre los cónyuges se encuentran al-
gunas contradicciones como la de otorgarles una obligación equipa-
rable con relación a la manutención de la mujer y del hogar o vice-
versa, y carecer las mujeres del derecho al voto. Otra contradicción
es la que emana de la división artificial que el Código establece entre
las esferas pública y privada, debido a que la coyuntura política y
económica derivada de la importante participación de la sociedad,
el impulso al proyecto capitalista y la gran movilidad social, hicieron
necesaria la incursión cada vez mayor de las mujeres en el ámbito
laboral, no obstante dicho reconocimiento, no dejaban de
encomendárseles, prioritaria y obligatoriamente, las labores del ho-
gar, tal como lo establecía el Código Civil de 1928: estará a cargo de la
mujer la dirección y cuidado de los trabajos del hogar (Art. 174); la
mujer podrá desempeñar un empleo, ejercer una profesión o indus-
tria, oficio o comercio, cuando ello no perjudique a la misión que le
impone el artículo anterior (Art. 175); el marido podrá oponerse a
que la mujer se dedique a las actividades a que se refiere el artículo
anterior, siempre que subvenga a todas las necesidades del hogar y
funde la oposición en causas graves y justificadas (Art.176); en caso
308 SEXUALIDAD Y GÉNERO: MOTIVOS DE ESTADO. MÉXICO 1920-1935

de que la mujer insista en usar de los derechos que le concede el


artículo 175, no obstante que el marido se los rehúse apoyado en el
artículo 176, el juez resolverá lo que sea procedente (Art. 177).

COLOFÓN

Como hemos observado, el proceso de secularización encabezado


por el Estado mexicano, en el que la educación y las pautas marca-
das por una moral sexual establecida tanto desde el Estado como
desde la Iglesia nos hablan de una regulación férrea que hacía evi-
dente la trasgresión. La etapa que había comenzado con un proyec-
to nacionalista y educativo de gran envergadura encabezado por José
Vasconcelos desde la Secretaría de Educación Pública, concluyó ha-
cia 1934-35 con la gran pugna entre la Iglesia y el Estado por con-
trolar las conciencias y los cuerpos de los individuos. La controversia
por la educación sexual que llevó a la renuncia de Narciso Bassols
nos habla de la significación que tienen los cuerpos y la sexualidad
de los gobernados para el establecimiento del poder.
Resulta más que evidente la importancia que el Estado le atribuía
a la regulación de todos los actos sociales, hasta de la relación más
íntima de los individuos. La institucionalización de la relación entre
hombres y mujeres a través del matrimonio significaba, además del
establecimiento de un orden social determinado con papeles bien
diferenciados por sexo, el control sobre la sexualidad de los indivi-
duos y en particular de las mujeres. Sin embargo, ante el afán del
Estado por reglamentar la vida de los individuos, ellos continuaban
actuando según sus costumbres. Así, al inicio de la década de 1930,
el matrimonio civil, religioso o ambos se efectuaba casi en la misma
proporción, particularmente entre las parejas cuyas edades fluctuaban
entre los veinte y los cuarenta años; es decir, los que nacieron entre
la última década del siglo XIX y la primera del XIX, cuando ya se
encontraba vigente el Código de 1884. La proporción entre matri-
monio civil, religioso o ambos era casi la misma que de uniones li-
bres: 45.15% casados sólo por lo civil; 40.30% casados sólo por la
iglesia; y 46.96% en unión libre.15
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 309

Notas
1
Véase, Eric Hobsbawm, Historia del Siglo XX, 1914-1994, Crítica Grijalbo,
Buenos Aires, 1998.
2
Con la noción de “cultura de género, pretendo encontrar algunas de las bases
de legitimación desarrolladas por el Estado Mexicano en lo que se refiere a la relación
de los individuos con el poder. [...] La cultura de género se entiende aquí como una
región liminal que da cuenta de la fragmentación y la heterogeneidad de la estructura
social; es el lugar donde se tocan espacios y épocas diferentes y se observan diversos
tipos de transformaciones y cambios en direcciones opuestas, así como cambios y
permanencias que se refieren al control de la emotividad, del comportamiento y de
la experiencia de los sujetos femeninos y masculinos por medio de coerciones
individuales internas y externas que mantienen una única dirección a lo largo de
varias generaciones [...] Su función consiste en profundizar la diferencia entre los
individuos de distinto sexo mediante la creación de las representaciones de lo
femenino y lo masculino a partir de las cuales se legitima un tipo de relaciones
asimétricas entre hombres y mujeres que afianzan una determinada división sexual
del trabajo y por consiguiente una determinada asignación de papeles sociales”.
Véase, Elsa Muñiz, Cuerpo, representación y poder. México en los albores de la reconstrucción
nacional (1920-1934), Tesis de Doctorado, Escuela Nacional de Antropología e
Historia, México, 1999, Introducción.
3
Véase, “Garçones, flappers y pelonas en la década fabulosa: ¿De qué
modernidad hablamos?, en Revista Fuentes Humanísticas 21/22, Departamento de
Humanidades, Universidad Autónoma Metropolitana, Año 11, 2001.
4
Véase, Elsa Muñiz, “Las ‘pelonas’: una imagen de modernidad del siglo XX
mexicano”, en GénEros, núm 24, Asociación Colimense de Universitarias-Universidad
de Colima-Centro Universitario de Estudios de Género, Año 8, Junio 2001.
5
Michel Foucault, Microfísica del poder, 3ª edición, Trad. De Julia Varela y
Fernando Álvarez-Uría, La Piqueta, Madrid, 1992, pp.157-158.
6
Véase, Michel Foucault, Idem. También, Historia de la sexualidad, 4ª edición,
Trad. de Ulises Guiñazú, Siglo XXI, México, 1987, Tomo 1.
7
Resumen del V Censo de Población, Dirección General de Geografía y
Estadística, México, 1932.
8
José Perches Franco, “Aborto provocado”, en Medicina. Revista Científica
Mensual, 43, México, enero de 1924, p. 19, Tomo VI-Año VI.
9
Código Penal para el Distrito y Territorio Federales y para toda la República en
Materia de Fuero Federal, Botas, México, 1931.
10
Michel Foucault, La historia de la sexualidad, 4ª edición, Trad. de Ulises
Guiñazú, Martí Soler y Tomás Segovia, Siglo XXI, 1987, p. 152, T. 311 “La minucia
de los reglamentos, la mirada puntillosa de las inspecciones, la sujeción a control
de las menores partículas de la vida y del cuerpo darán pronto, dentro del marco
de la escuela, del cuartel, del hospital o del taller, un contenido laicizado, una
racionalidad económica o técnica a este cálculo místico de lo ínfimo y del infinito”.
Michel Foucault, Vigilar y castigar, 19ª edición, Trad. de Aurelio Garzón, Siglo
XXI, México, 1991, p. 144.
12
Código Civil. Vigente en el Distrito y Territorios Federales, 4ª edición,
Herrero Hermanos Sucesores, México, 1908, p. 38.
13
Sofía Villa de Buentello, La verdad sobre el matrimonio, Imprenta Franco-
Mexicana, S.A., México, 1923, p. 6.
14
Ibíd., pp. 23-24.
15
Resumen del Censo de población de 1930, Talleres Gráficos de la Nación,
México, 1931.
310
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 311

CASA-ESCUELA DE LA MUJER TRABAJADORA: UNA


PROPUESTA DE LAS COMUNISTAS PARA EDUCAR
A LAS MUJERES EN MÉXICO, 1935-1940

Ma. de Lourdes Cueva Tazzer

E n esta ocasión me interesa revisar una propuesta educativa orien-


tada a formar de manera más integral a las mujeres trabajadoras
como parte de las acciones que el Frente Único Pro Derechos de la
Mujer llevó a cabo en la segunda mitad de los años treinta. Aunque
no se realizó cabalmente, el proyecto planteaba de fondo una pro-
blemática que estuvo presente en la mayor parte de los trabajos efec-
tuados por parte del Frente: atender a la mujer en su especificidad
como mujer y como madre, en un intento de superar todas las limi-
taciones de las que había sido objeto por su condición de mujer en
una sociedad que la había marginado sistemáticamente. Esta posi-
ción estuvo en permanente tensión y al final quedó relegada frente
a otra postura que pretendía atender a las mujeres como parte de un
esfuerzo más amplio de búsqueda de igualdad para hombres y mu-
jeres, en los planos político, económico y social donde la educación
era sólo una parte importante pero no la fundamental. Este trabajo
se concentra entonces, en la forma en cómo surge, sus postula-
dos básicos y las formas específicas que se pretendían trabajar en
dicho proyecto, para concluir con algunas condiciones que per-
mitan reflexionar sobre la significación del mismo en un ámbito
más amplio.
Hasta hace pocas décadas la historia se escribía, se conocía y se
escuchaba únicamente desde un solo canal. La escritura de la histo-
ria presentó a los hombres como representantes de la humanidad.
Así, lo distinto, la otredad, estaba invisible o se pretendía invisible.
La mujer y lo femenino estaban ausentes de la mayor parte de la
investigación histórica, de las preocupaciones de los estudiosos de la
historia [Orellana 2000: 2].
La misma circunstancia de invisibilidad se puede constatar en
diferentes campos de estudio. Así, en la educación pública, a princi-
pios del siglo XX en México, encontramos que se plantearon proyec-
tos nacionales para la educación de los niños en forma genérica en

[ 311 ]
312 CASA-ESCUELA DE LA MUJER TRABAJADORA

un intento de empezar a normar la educación en el periodo


posrevolucionario. Entre un conjunto muy diverso de propuestas
sobre las formas en cómo se debían organizar las escuelas y lo que
debería ser importante para la niñez mexicana en esa nueva etapa
posterior a la lucha armada, es muy interesante la advertencia que
hizo el profesor Leonardo Ramos en el Primer Congreso Mexicano
del Niño, en 1920, sobre los factores sociales que debían tenerse en
consideración para lograr “un efectivo progreso nacional”:

[..] hasta ahora se puede decir, sin equivocarse, que las pedago-
gías son en substancia unisexuales, pues sólo disertan y preco-
nizan con abundancia al tratarse del niño, olvidando casi en
absoluto a la niña, con lo cual se comprenderá que la enseñan-
za ha tenido que ser, puntos más puntos menos, exclusivamen-
te masculina, anomalía que unos cuantos lustros atrás no me-
recía la pena señalarse y con mayor fuerza de corregirse,
pero que en los tiempos que corren es imperiosa y razona-
ble la reparación de esa lamentable y trascendental irregula-
ridad que repercute en el destino de los pueblos, ya que está
probado que el hombre y la mujer están en función directa y
recíproca [Ramos 1921: 336].

La Memoria de dicho Congreso no consignaba si hubo discusión


sobre este punto o si se tomó una resolución al respecto. Tampoco
conocemos proyecto o propuesta alguna de la Secretaría de Educa-
ción Pública desde la perspectiva señalada por el profesor Ramos.
Fueron, en realidad, las mujeres organizadas a principios de los
años treinta del siglo XX, y en especial un sector de mujeres comu-
nistas, las que hicieron un planteamiento más claro respecto a la
educación y la cultura de las mujeres. Como sabemos, la década de
los años veinte en México culminó efervescente y en crisis. Las mu-
jeres, al igual que otros sectores, mantuvieron una actividad más cons-
tante y sostenida; adquirieron una mayor presencia o, como afirma
Gabriela Cano, su participación fue más visible que antes en movi-
mientos políticos y sociales como la campaña vasconcelista [Cano
1993: 393-394], en el movimiento inquilinario, en las protestas or-
ganizadas de los desempleados y en diversas manifestaciones de
protesta por la crisis y por la represión política [Vázquez Ramírez,
1998: 47, 127, 173-178; Spenser, 1998: 165-166, 219].
En efecto, ya desde el año 1931 y durante el primer lustro de los
años treinta, se llevó a cabo una actividad febril, de congresos y de
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 313

actividades colectivas de mujeres para luchar por lo que considera-


ron sus derechos y posibilidades de existencia. No se trataba sólo de
política. Era un terreno en el que se pusieron en juego capacidades
de expresión, de negociación, de rupturas, de intercambio de ideas
y de creación de espacios; era un ámbito donde se manifestaron
posiciones, se enfrentó la diversidad y se tejieron esperanzas, donde
un número significativo de mujeres se lanzaron, en muchos de los
casos por primera vez, a desempeñar diversas actividades políticas,
sociales y culturales; era un terreno donde algunas certidumbres
empezaron a ser crisis y otras comenzaron a ser posibilidades [Senda
Nueva 6, 1935: 7; Mujeres, No. 321, 1977; Tuñón: 1992; AGN. Fondo
DGIPS, C.4, exp11; C.30, exp.30; C. 68, exp.4, f.85].
Así, por ejemplo, hubo tres Congresos Nacionales de Obreras y
Campesinas en los años 1931, 1933 y 1934, convocados por el PNR,
pero a los que asistieron mujeres de diversas posturas e ideologías y
en los cuales las comunistas tuvieron un papel muy destacado. Hubo
otro congreso para discutir las cuestiones de la prostitución en 1934.
Como corolario de todos estos eventos se formó, en 1935, el Frente
Único Pro-Derechos de la Mujer (FUPDM), indiscutiblemente la or-
ganización de mujeres más importante de la época, no sólo por la
cantidad de mujeres que se afiliaron a él —cincuenta mil mujeres
aproximadamente [Tuñón1992: 32-68, Cano 1993: 308]—, sino por
las diferentes actividades y proyectos que desencadenó en diversos
campos como salud pública e higiene, educación, arte, cultura, pe-
riodismo, política, economía familiar y defensa de los derechos de la
mujer, entre otros.
Uno de estos proyectos fue sin duda el que tenía que ver con la
educación de las mujeres, que cristalizó en un controvertido proyec-
to, la “Casa-Escuela de la Mujer Trabajadora”, que planteaba una
educación para la mujer diferente de la otorgada hasta ese momen-
to en las escuelas de la Secretaría de Educación Pública.
La Casa-Escuela de la Mujer Trabajadora fue una propuesta que
se empezó a planear desde los primeros años de la década de los
treinta y aún cuando en los congresos no se expuso claramente, las
ideas fueron madurando al calor de los debates y de las distintas
posiciones sobre mujer y sociedad [Concha Michel, 1934, 1936a,
1938a, 1938b].
Este proyecto educativo se derivó de una posición sostenida por
un grupo minoritario en el partido comunista, encabezado por Con-
cha Michel, que se fue forjando desde las primeras reuniones y que
podríamos sintetizar de la siguiente manera: combatir al feminismo
314 CASA-ESCUELA DE LA MUJER TRABAJADORA

burgués por no querer transformar el estado de cosas actual, por no


interesarle la clase trabajadora y por ubicar al hombre como el prin-
cipal enemigo de la mujer; oponerse también con firmeza a la posi-
ción de sus propios compañeros comunistas que consideraban que la
mujer se liberaría de sus condiciones de opresión una vez que el prole-
tariado tomara el poder, y que por lo tanto, juzgaban innecesario e
incluso pequeño burgués, dedicarse como lo planteaba este grupo de
mujeres, a proyectos exclusivos para solucionar las problemáticas espe-
cíficas de las mujeres y mejorar sus condiciones generales.
Concha Michel, la principal artífice y defensora de esta posición,
que había iniciado su militancia comunista desde mediados de los años
veinte con una labor destacada en los ámbitos de la música y el teatro
populares, así como una actividad intelectual como promotora de gru-
pos de izquierda, se separó temporalmente del Partido Comunista
en 1934 por considerar que este organismo se negaba a reconocer el
problema de la mujer. Ella lo explicó con sus propias palabras:

[...] mientras en la disciplina del mismo Partido no esté inclui-


da también una línea que dé garantías y apoyo al factor femeni-
no (no sólo en lo económico), todo esfuerzo por triunfante que
aparezca, se estancará primero, para caer en todas las contra-
dicciones en que estamos dentro del capitalismo […] [Concha
Michel 1934: 33].

Desde esta posición, el problema de la mujer no era exclusiva-


mente sólo de clase. Compartía con los hombres de la clase trabaja-
dora el ser explotada por los capitalistas, pero tenía también una
causa diferente de lucha que era la reconquista de la propia autono-
mía en relación con la responsabilidad social que tenía como madre
y como productora de la especie humana. Se basaba en las posicio-
nes de Lenin, Clara Zetkin, Alejandra Kollontai, y Juana B. Gutiérrez
de Mendoza para hacer suyas estas declaraciones:

[…] A pesar de todo lo que se ha hecho o se ha dicho en tal


sentido, la mujer sigue con sus problemas sin resolver, y lo que es
más: los problemas femeninos hasta aquí, no han sido tomados
en cuenta, confundiéndolos o considerándolos incluidos en la ge-
neralidad de los problemas que se trata de resolver [Concha
Michel, 1938: 74].

Trabajar por la emancipación de la mujer debía ser una lucha


ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 315

paralela: se debía reconocer que la economía no tenía sólo el aspec-


to de la subsistencia, sino también el de la reproducción. Era funda-
mental incorporar el aspecto de la biología para tener una verdade-
ra transformación de la sociedad. Si biológicamente eran distintos
hombre y mujer, así socialmente sus funciones debían ser distintas,
pero complementarias: el hombre productor de medios de subsis-
tencia y para engendrar la especie humana; la mujer para concebir y
vitalizar con su propia sangre a su misma especie y en segundo tér-
mino para contribuir en la producción de medios de subsistencia.
Si ésto no se tomaba en cuenta como base de un proyecto nuevo
de sociedad, estaría condenado al fracaso irremediablemente. La
lucha por la transformación de la sociedad debía empezar por el
reconocimiento de estos dos antagonismos fundamentales para lu-
char juntos contra ambos. La mujer no era ni inferior ni lo mismo
que el hombre. Era equipotencial y complementaria. La mujer de-
bía asumir su propia responsabilidad de resolver el problema de la
mujer; ésta sería su principal aportación a la causa del proletariado
[Concha Michel, 1938: 46-57].
La mujer carecía de un “programa de principios” en el cual se
apoyara su movimiento en la transformación del régimen; era pre-
ciso desarrollarlo desde su papel de productora de la humanidad,
“reconquistando el puesto de directriz de la energía humana en las
relaciones de producción de su especie” [Concha Michel, 1938: 87].
Para enfrentar el problema desde su raíz, era menester hacerlo a
través de programas educativos y culturales enfocados a despertar
en la mujer la conciencia de su responsabilidad social en la repro-
ducción de la especie y en la transformación actual del régimen a
una nueva organización social en la que:

[…] a más de reconsiderarse sus derechos en igualdad de cir-


cunstancias respecto al hombre, en el sentido cultural, econó-
mico y social, se reconsidere también la dignidad de la mujer
así como su autonomía social respecto a la familia[…] [Concha
Michel, 1936a: 5].

La Casa-Escuela de la Mujer Trabajadora funcionaría con planes


similares a los de las Escuelas Regionales Agrícolas de la Secretaría
de Educación Pública, sólo que adaptados a sus propios fines. Para
ello, tendría diversas secciones: la de Enseñanza, la de Industrias, la
de Maternidad, Biblioteca y Teatro, Cultivos Agrícolas, y finalmente
la de atención infantil. Funcionaría como un internado-guardería
316 CASA-ESCUELA DE LA MUJER TRABAJADORA

siempre y cuando la beneficiarias estudiaran y trabajaran en Indus-


trias para el sostenimiento de la Casa-Escuela. En el proyecto mismo
se le daba prioridad a las secciones de enseñanza y maternidad. La
primera sería para:

[…] cultivar la inteligencia de la mujer trabajadora, para que,


atendiendo los problemas que se le presenten, en los órdenes
económico, biológico, social, político y técnico, pueda actuar
mejor en relación con su responsabilidad social [...] Nuestra
tendencia es aclarar en la mente femenina las causas que deter-
minan su esclavitud actual, y proporcionar los medios para lograr
su liberación […]. [Instituto Revolucionario Femenino 1937: 3].

La sección de maternidad, por su parte, debía preparar a las mu-


jeres previniendo todo tipo de problemas de acuerdo a los princi-
pios de eugenesia y puericultura, aplicados con la mayor conciencia
y responsabilidad social. Además de atender a mujeres huérfanas,
viudas, abandonadas y maltratadas, la Casa- Escuela de la Mujer Tra-
bajadora tendría conexión y servicios a diferentes grupos de muje-
res y sus respectivos hijos, como las campesinas, obreras, maestras,
intelectuales, empleadas, artistas, soldaderas, comerciantes, meseras,
empleadas de cabaret, mendigas y hasta las “mujeres que llaman
públicas” [Concha Michel, 1936a: 15-17].
Durante la época cardenista, estas casas funcionaron en la ciudad
de México y en algunas regiones del país, pero no llegó a ser un
proyecto educativo a nivel nacional, como lo pretendían sus
promotoras [Tuñón, 1992: 121-122; Rascón, 1976: 112-113], en gran
parte por la ruptura que se dio al interior del FUPDM con las prin-
cipales impulsoras de dicho programa. Desde finales de 1936 la pro-
puesta de la Casa-Escuela de la Mujer trabajadora fue más bien pro-
movida por un pequeño grupo de mujeres al margen del Frente,
mientras que éste se concentró en otro proyecto alternativo de aten-
ción a la maternidad y a mejorar las condiciones de salud y bienestar
de las mujeres madres [Concha Michel, 1936; Olcott, 2001: 19-21].
Aun así, por el carácter mismo de la propuesta educativa, vale la
pena dejar planteadas algunas inquietudes que servirán para iniciar
la discusión y reflexión alrededor de este tema:
a) El proyecto “Casa-Escuela de la Mujer Trabajadora” fue la
única iniciativa a nivel educativo presentada por el Frente Único
Pro-Derechos de la Mujer en la década de los treinta, que propo-
nía a nivel oficial una educación específica para la mujer. Si bien
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 317

es cierto que no se planeaba incidir en la educación básica de


manera radical, sí proponía que se atendiera de manera urgente
la educación de las mujeres en todos los lugares que se pudiera
instaurar con el concurso coordinado de la Secretaría de Educa-
ción Pública, del Departamento Agrario, del Departamento de
Asuntos Indígenas, de la Secretaría de Comunicaciones, del De-
partamento de Salubridad, así como del Departamento del Tra-
bajo. Aún cuando contó con el apoyo de funcionarios y perso-
nalidades como Manuel Gamio, Francisco Mújica, Eulalia
Guzmán, Graciano Sánchez, y del mismo general Lázaro Cárde-
nas del Río, las evidencias que tenemos hasta el momento indi-
can que la iniciativa no se pudo discutir y aprobar a nivel nacio-
nal por desacuerdos internos entre las integrantes del Frente
Único Pro-Derechos de la Mujer [Concha Michel, 1936b].
Estas mujeres, que se reivindicaban de izquierda y que ya para
1937 formaron el “Instituto Revolucionario Femenino”, se empeña-
ron en convencer para que se implantara institucionalmente dicho
proyecto educativo en diferentes foros y de maneras diversas duran-
te la tercera y cuarta décadas del siglo XX.1 Si bien intentaron tener
una independencia económica y política, como grupo y en el plano
personal, tuvieron necesariamente que actuar en el marco
institucional; ya desde la Secretaría de Educación Pública impulsan-
do varios proyectos en el medio rural, ya desde la Confederación
Campesina Mexicana. En todas sus actividades y proyectos estuvo
presente la permanente tensión entre luchar por una transforma-
ción de la sociedad y tener que trabajar desde las instituciones gu-
bernamentales; la constante contradicción de trabajar entre el na-
cionalismo revolucionario que se impulsaba desde el estado mexica-
no y el internacionalismo proletario que pretendían los comunistas
desde diferentes frentes políticos, educativos y culturales.
b) Su insistencia en la necesidad de educar a la mujer mexicana
para que fuera una madre de calidad y al mismo tiempo luchara
contra el régimen capitalista y la instauración de un gobierno prole-
tario, las coloca en una posición interesante frente a la concepción
de mujer y sociedad y su papel en la construcción de la nación mo-
derna. En este sentido vale la pena preguntarse ¿cuáles son los pun-
tos en común y cuáles las diferencias de fondo de este proyecto con
los promovidos por las feministas de los años veinte, que adoptando
un lenguaje socialista, promovían en la población campesina la cam-
paña en favor del control de la natalidad?. Como afirma Sara Buck
respecto a ellas:
318 CASA-ESCUELA DE LA MUJER TRABAJADORA

Se consideraban a sí mismas como las portadoras del estandar-


te de un nuevo México, que superaría el legado destructivo de
la revolución ..[y] los problemas poscoloniales de desarrollo.
[...] Consideraban su trabajo como un proyecto más amplio para
modernizar e industrializar a México, mediante la... [promo-
ción] de trabajadores más eficientes y... [el convencimiento] a
los pobres y a los mexicanos de la clase trabajadora de que adop-
taran la mentalidad y las prácticas de la clase media [Buck,
2001:53].

Aún cuando los planteamientos de la Casa-Escuela de la Mujer


trabajadora iban más encaminados a la liberación de la mujer, a la
toma de conciencia de su papel, y a construir estrategias que le per-
mitieran participar en la lucha social, generalmente iban acompa-
ñados de argumentos relacionados con la construcción de una na-
ción moderna y más fuerte.
El planteamiento central y más polémico del Proyecto Casa-Es-
cuela de la Mujer Trabajadora consistió en enfatizar la diferencia de
las mujeres respecto a los hombres en el aspecto biológico y con base
en ello justificar la necesidad de ofrecerle herramientas específicas
de acuerdo a su función básica: la reproducción de la especie. En un
ambiente político y social de lucha por los derechos de la mujer en
el que se enarbolaba la igualdad de los sexos, estas mujeres insistie-
ron en la diferencia biológica, y en tomarla como punto de partida
para construir una sociedad sin clases en la cual las actividades de
los diferentes sexos se organizarían con base en un carácter diferen-
cial y complementario. Por ello su posición se calificó en aquel
tiempo como feminista radical en contra de los hombres; en otras
ocasiones se ha calificado como anarquista, o cercana a posicio-
nes conservadoras, con un fuerte determinismo biologicista
[Tuñón, 1992: 113-125; Rascón, 111-113].
c) Más que juzgar o calificar con etiquetas, me parece importante
tratar de comprender esta propuesta educativa. Desde la perspecti-
va de la historia cultural podemos concentrarnos en estas distintas
representaciones y comprenderlas en el contexto en el que se van
produciendo: cómo la mujer va adquiriendo conciencia de sí mis-
ma, de la diferencia entre ella y “el otro” y en la relación que se va
dando con ese otro en una sociedad que se está reestructurando.
Como hemos sostenido en otros momentos, las mujeres comunistas
no fueron de ninguna manera un bloque homogéneo que pudiéra-
mos distinguir claramente con características y concepciones simila-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 319

res. En realidad hubo formas muy distintas de entender su militancia


comunista, de concebirse o representarse como mujer de izquierda,
de interpretar los escritos y los conceptos marxistas y de involucrarse
en el movimiento comunista o de oposición al régimen revoluciona-
rio. Es por ello que en este mismo grupo de mujeres de izquierda
encontramos diferencias radicales, puntos de vista contrarios, deba-
tes, rupturas, formas distintas de entender mujer, hombre, pareja,
sociedad e identidad.
d) También es preciso analizar este proyecto educativo a la luz de
procesos más amplios. Su posicionamiento tiene que ver con las po-
líticas familiares que se implantaron en Europa y Estados Unidos de
los años veinte a los sesenta en las cuales las mujeres se destinan a la
maternidad y los hombres, al trabajo remunerado. [Thébaud,
1993:18-19] También estas posiciones son muy similares a las del
movimiento feminista de entreguerra en Europa para el cual “lo
femenino” y “lo masculino” son elementos naturales y por tanto se
pronuncia por la diferencia y la complementariedad de los sexos,
como afirma Thébaud, se exalta “[..] la maternidad, no sobre la
base de los derechos de las mujeres, sino de las necesidades de
las madres y exige una protección específica para las trabajado-
ras” [Thébaud, 1993: 82].
e) Por último, desde la perspectiva de la historia de la educación
valdría la pena analizar las iniciativas que en el siglo XX se han dado
al respecto. No deja de ser interesante el agudo señalamiento en
1936 de Concha Michel sobre el riesgo de planear políticas educati-
vas desde una perspectiva unilateral. El hecho, afirma, de “asimilar”
la problemática de la mujer a la del hombre, provocará mantener
siempre la inequidad entre los sexos. Esta problemática se expone
con meridiana claridad en el año 2000, en el Consejo Nacional de
Población de nuestro país, en su último informe:

[...] la brecha educativa entre hombres y mujeres se ha reduci-


do significativamente en los últimos años, sin embargo persis-
ten múltiples barreras y obstáculos que es preciso remover y
superar para garantizar la plena igualdad de oportunidades
educativas para hombres y mujeres. Además de dedicar esfuer-
zos firmes y decididos para abatir el analfabetismo, extender el
acceso y cobertura del sistema educativo en todos sus niveles y
modalidades,[..] es necesario continuar promoviendo una edu-
cación libre de prejuicios sexistas, que en sus contenidos, tex-
tos, materiales y métodos pedagógicos transmita y refuerce va-
320 CASA-ESCUELA DE LA MUJER TRABAJADORA

lores, actitudes e imágenes de equidad entre los sexos, y contri-


buya a fortalecer la autonomía de la mujer, su autoestima y ca-
pacidad de decisión, así como su afán de logro y superación
personal” [CONAPO, 2000: 18].

Desde nuestra perspectiva, los esfuerzos que se han realizado en


distintas épocas sobre la búsqueda de la igualdad entre hombres y
mujeres, aunque no hayan sido exitosos, deben considerarse en su
contexto histórico y como parte de un conjunto más complejo para
contribuir a una mejor comprensión de las formas culturales que fue
adquiriendo la sociedad mexicana posrevolucionaria.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 321

Nota
1
Son varias las fuentes que hemos localizado en los documentos y proyectos
sueltos en el archivo particular Concha Michel. Agradezco infinitamente la
generosidad de Citlali Rieder Espinoza por facilitarme el acceso al archivo de su
abuela paterna. AGN. DGIPS. v. 30, exp. 30, f.1-7; AHSEP. Antiguo Magisterio.
Exp. 225/10; Concha Michel 1934; Bloque Nacional de Mujeres Revolucionarias
1935; “Instituto Revolucionario Femenino…”1937; Sector Femenino de la CCM
1938; Concha Michel 1938a, 1938b; “Centro Femenino de Estudios y Acción
Social...” 1939; “Llamamiento a las Mujeres Mexicanas” 1943; “Congreso Nacional
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324
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 325

1953: LAS MUJERES POBLANAS Y EL DERECHO


AL VOTO. SIGNIFICADOS PRELIMINARES

Ana María Dolores Huerta Jaramillo

En el 2003 se conmemoraron los cincuenta años de la


promulgación del voto femenino en México. Si bien existen estu-
dios acerca de la participación política de las mujeres para perío-
dos anteriores, para el caso de los estudios regionales carecemos
de significados históricos en torno a la conquista del sufragio
femenino pleno. Desde la actividad docente en un Seminario de
Historia Regional1 nos dimos a la tarea de reflexionar el tema y
también procedimos a rastrear las huellas que las mujeres en
Puebla dejaron en uno de los registros informativos a los que se
acude en el camino de la reconstrucción histórica: noticias apa-
recidas en algunas de las principales publicaciones periódicas
poblanas y nacionales del año 1953. Integramos un expediente
con información hemerográfica y algunos documentos de pri-
mera mano. Partimos del supuesto de que en ese año las accio-
nes de las mujeres que abanderaron la conquista del voto se ma-
nifestaron, y al hacerlo se debieron convertir en noticias de inte-
rés para la opinión pública de la época. La política como ámbito
de lo público debió de consignarse en los medios de comunica-
ción pública. Y en efecto recuperamos un cuerpo informativo con
noticias sobre la presencia de las mujeres en el mundo laboral, el
deporte, el arte, la literatura y el periodismo, la vida profesional,
la violencia familiar, y por supuesto en la política. De todo ese
cúmulo sólo se muestra a continuación un reporte del desenvol-
vimiento político de las mujeres más destacadas en la causa
sufragista a nivel regional poblano.2

ANTECEDENTES

La lucha de las mujeres en el siglo XX estuvo enmarcada por la


Revolución Mexicana, cuya Constitución de 1917 inscribió la igual-
dad legal para hombres y mujeres, aunque no menciona el derecho

[ 325 ]
326 1953: LAS MUEJRES POBLANAS Y EL DERECHO AL VOTO

femenino al voto. A principios del siglo XX, mujeres precursoras como


Luz F. viuda de Herrera, Dolores Correa Zapata, María Sandoval de
Zarco, Laura S. de Bolaños Torres y Esther Huidobro de Azúa —así
como muchas otras, cuyos nombres han quedado injustamente olvi-
dados—, continuaron la lucha infructuosamente. Entre ellas, Hermila
Galindo, fundadora de la revista Mujer moderna, solicitó el voto fe-
menino al Congreso Constituyente de 1916-1917.
En México, en 1916, en el estado de Yucatán, se realizó el Pri-
mer Congreso Feminista. Mas adelante, en la medida en que las
mujeres se fueron organizando, lograron notables avances. En 1916
en Chiapas, Yucatán y Tabasco, se concedió a la mujer la igualdad
jurídica para votar y ser elegida a puestos de representación popu-
lar. En 1922, en Yucatán, se reconoció el derecho de las mujeres a
participar en elecciones municipales y estatales. En 1924, en San
Luis Potosí, se aprobó la ley que permitió a las mujeres que supieran
leer y escribir tomar parte en los procesos electorales municipales y
estatales. En 1947, el Presidente Miguel Alemán aprobó el derecho
de las mujeres a votar y ser votadas en los procesos electorales muni-
cipales a nivel nacional.
Ya en detalle, una experiencia relevante de las mujeres mexicanas
fue el Frente Único Pro Derechos de la Mujer, cuyo momento culmi-
nante se produjo entre 1935 y 1938. Aglutinó a más de 50 mil afilia-
das en 25 organismos de base, que hicieron poderosas manifestacio-
nes y una huelga de hambre frente a la casa presidencial. Este frente
no sólo levantó consignas feministas sino también planteamientos
políticos relacionados con el imperialismo, la carestía de la vida, el
reparto de tierras, aumentos de salarios, etc. En cuanto a las reivin-
dicaciones específicas de la mujer, el FUPDM planteó el derecho al
voto y a ser elegida, igualdad de derechos con el hombre, estatuto
jurídico para las trabajadoras del Estado, centro de trabajo para
mujeres desocupadas, cultura para la mujer y modificaciones al Có-
digo Agrario para que pudieran ser dotadas de tierras todas las
mujeres que reunieran los mismos requisitos que tenían que llenar
los hombres. También se inició el debate sobre la supresión del aborto
como delito y la reglamentación del trabajo en el hogar. El Frente
no fue una organización autónoma de mujeres ya que fue controla-
do desde el inicio por el Partido Comunista y el Partido Nacional
Revolucionario, siendo la presidente una connotada militante co-
munista: Cuca García. Tal experiencia produjo, sin embargo, el de-
sarrollo de una tendencia que se llamó la “República Femenina”.
El movimiento sufrió un desgaste hasta perder su fisonomía y
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 327

convertirse en un frente al servicio de la política contingente de los


partidos que lo controlaban. De todas sus reivindicaciones sólo que-
dó una: el derecho a voto. Las mujeres del grupo de la “República
Femenina”, aglutinadas por Juana Belén Gutiérrez de Mendoza
(1875-1942) y Concha Michel, impugnaron duramente las bases del
acuerdo entre comunistas y penerristas y elaboraron una concep-
ción global de la lucha feminista.
Para las mujeres de la tendencia República Femenina, era inge-
nuo en unos casos y arbitrario en otros, hacer circular el concepto de
que la liberación del trabajador o que la liberación de la mujer pu-
diera realizarse hasta después del triunfo de las clases trabajadoras
sobre la capitalista, ya que los antagonismos entre la vida de la mu-
jer y del hombre en relación con la vida biológicamente diferente,
no se terminaba con el triunfo de dicha clase. También considera-
ban falso que la clase trabajadora misma llegaría a triunfar sin resol-
ver el problema de la mujer en sus aspectos específicos.
La conclusión lógica de este planteamiento fue estructurar orga-
nizaciones autónomas de mujeres para formular su programa de
principios e incorporarlos al de la clase trabajadora reforzando las
demandas de ésta, y a cambio obtener el apoyo para las demandas
específicas de la mujer y utilizar el aparato político cuando ella lo
necesitase en relación a su causa.
Sin embargo, las militantes de la tendencia República Femenina
sólo lograron algunos avances en las comunidades de Michoacán y
Zacatecas en torno a guarderías, cooperativas de consumo y créditos
para campesinas, siendo saboteadas por la mayoría del Frente.
Durante el año 1936 se intensificó la campaña por el derecho al
voto a raíz de un proyecto enviado por el Presidente Lázaro Cárde-
nas. No obstante la recomendación del Poder Ejecutivo, los parla-
mentarios lo rechazaron argumentando que el voto femenino po-
dría favorecer a la oposición.
En 1946, bajo la presidencia de Miguel Alemán, apoyado por la
Unión Democrática de Mujeres Mexicanas, se aprobó el voto feme-
nino a nivel municipal. Tres días después de haber iniciado su perio-
do presidencial, Miguel Alemán envió a la Cámara de Senadores la
iniciativa de adición al artículo 115 de la Constitución, por la que
otorgaba el derecho a la mujer de votar y ser votada en elecciones
municipales. Esta iniciativa fue aprobada, después de interesantes
debates, el martes 31 de diciembre de 1946, en Sesión Ordinaria de
la Cámara de Senadores. Se publicó en el Diario Oficial de la Federa-
ción del 12 de febrero de 1947, fecha en que entró en vigencia.
328 1953: LAS MUEJRES POBLANAS Y EL DERECHO AL VOTO

Los políticos mexicanos se comportaron frente el crecimiento


político de la mujer de manera gradual. Pensaron que primero de-
berían “votar en chiquito” para tener el derecho de participar en las
elecciones federales. Fue así que se dieron las primeras reformas a la
Constitución.
No sería sino hasta 1953, durante la administración de Adolfo
Ruiz Cortines, que llegó la reforma. El 6 de abril de 1952 en el Par-
que 18 de marzo de la Ciudad de México, Ruiz Cortines, candidato
presidencial del Partido Revolucionario Institucional en campaña,
prometió a las 20 mil mujeres asistentes a la asamblea nacional fe-
menina que, de triunfar en las siguientes elecciones presidenciales,
se le otorgaría a la mujer mexicana los mismos derechos políticos
que a los hombres y para ello promovería en las cámaras la reforma
legal correspondiente. El 9 de diciembre, ya electo como presiden-
te, Ruiz Cortines envió a la Cámara de Diputados una iniciativa de
reforma de los artículos 34 y 115 de la Constitución.

EL CONTEXTO REGIONAL POBLANO

El período en que en México se produjo el logro del voto femenino,


en Puebla corresponde a la etapa denominada avilacamachista. No
sólo porque de 1951 a 1957 fue gobernador del Estado el general
Rafael Ávila Camacho, sino porque desde 1936 se inauguró, con el
arribo de su hermano, también general, Maximino Ávila Camacho a
la gubernatura, una época caracterizada como de cacicazgo regio-
nal. Se han perfilado cuatro sostenes principales de esa etapa. En
primer lugar los trabajadores de la industria textil, básica para la
economía regional, quedaron bajo el control directo del estado, ello
garantizó el apoyo de los empresarios prominentes. Como segundo
puntal se produjo una integración de intereses de las élites política y
económica, también se construyó una red de alianza entre el apara-
to clerical, el sistema educativo y la prensa regional. En tercer sitio
estuvo la compleja red de la influencia de los avilacamachistas en las
instituciones de la sociedad civil en Puebla. Un ambiente social ideo-
lógico donde predominaron el anticomunismo y la restauración de
la ley y del orden fueron los temas principales que respaldaron el
ejercicio del poder, esta fue la cuarta base [Pansters, 1992: 255].
A inicios del mes de mayo de 1952, José I. Morales, presidente
del PRI a nivel regional poblano, invita a un grupo de mujeres para
reorganizar el sector femenil de su organización política. La reunión
se llevó a cabo en las oficinas del Comité Regional del mencionado
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 329

instituto y el acuerdo fue realizar el día 13 del mismo mes su primer


acto social en el Teatro Principal, rindiendo un gran homenaje a las
maestras poblanas. En esa fecha también se designaría a la directora
del sector femenil cuyo comité profesional era presidido entre otras
damas por Carmen Caballero de Cortés, fundadora y presidenta des-
de un año atrás de la Agrupación Civil de Mujeres Poblanas, Luz
Asomoza de Bautista y la Licenciada Concepción Sarmiento. Car-
men Caballero nació en el municipio de Acatlán, Puebla. En 1932
obtuvo el título de profesora de Educación Primaria y Superior. La-
boró en diversas escuelas oficiales y en 1936 fue designada directora
de la Escuela de Zacapoaxtla, en la sierra norte de Puebla. En 1937
dirigió la escuela Benito Juárez de Tetela de Ocampo del mismo Es-
tado, y en ese mismo año se afilia al PRI. Su inquietud por dar a los
niños de escasos recursos una ayuda efectiva le permitió instituir en el
año de 1952 en la ciudad de Puebla los desayunos escolares. Carmen
también creó el Periódico Femenil del PRI [Soto, 1992: 55].
Y en efecto, para la fecha acordada un importante grupo de mu-
jeres que presidían diferentes agrupaciones femeniles en el país se
entrevistaron con el gobernador del estado de Puebla para expre-
sarle su admiración a la obra “eminentemente revolucionaria y cons-
tructiva” que realizaba. Entre las participantes figuraban Carmen
Caballero, Consuelo L. de Valdemar y Blanca Romano de Ruiz.
Para el 18 del mismo mes de mayo se anunciaba la realización de
un grandioso mitin de orientación Ruizcortinista en San Felipe
Hueyotlipan, al norponiente de la angelópolis. En el noveno núme-
ro del programa se entonarían algunas melodías por la Agrupación
de Mujeres Poblanas.

1953, LLUVIA DE NOTICIAS

Daba su primer paso el año nuevo. Para contener la inquietud que


ya empezaba a observarse entre algunas dirigentes femeninas, va-
rios senadores aclaraban que era necesario sancionar los artículos
34 y 115 constitucionales recientemente aprobados por el Congreso
para considerar que las mujeres se encontraban en plena posesión
del voto popular. Aun después de que las Legislaturas dieran a co-
nocer su criterio sobre el particular, las reformas no podrían estar
vigentes hasta que la Cámara de Diputados y Senadores se reunie-
ran en septiembre de ese mismo año pues la Comisión permanente
del Congreso carecía de facultades para hacer la declaratoria consti-
tucional del caso.
330 1953: LAS MUEJRES POBLANAS Y EL DERECHO AL VOTO

Frente a las líderes priístas las mujeres católicas, que tenían “en-
cendida la lumbre de los hogares”, se aprestaban a conquistar la
voluntad de los electores organizadas en la Unión Nacional
Sinarquista, en el Partido Acción Nacional y en la Acción Católica Mexi-
cana. Esta última organización reiteraba que las mujeres católicas de
México, quienes desde hace tiempo realizaban importantes tareas
sociales y de caridad, no permitirían que el voto femenino y la con-
quista legítima de la mujer en la vida política del país, fuese motivo
para alentar y afirmar la posición de los demagogos. Las voces mas-
culinas aseguraban que la mujer católica ayudaría eficazmente al
hombre en sus tareas políticas y lo alentaría para realizar el bien
común. Eran los dirigentes del PAN y de la UNS quienes confesa-
ban estar a punto de terminar la redacción de un proyecto de activi-
dades que desarrollarían sus huestes femeniles y que buscaría apo-
derarse de los contingentes de mujeres, decisivos en las elecciones
de 1955, año de renovación parcial de diputados el Congreso de la
Unión.
En el mismo sentido, los dirigentes del Partido Comunista Mexi-
cano manifestaban su seguridad de contar con la voluntad mayori-
taria de las mujeres mexicanas quienes “han jugado un papel decisi-
vo en la historia del país y siempre han abanderado las causas no-
bles.” El Partido Popular Socialista se sumaba a la corriente de acciones
y expresaba que el futuro del país dependía de la acción coordinada de
todos los mexicanos, de los hombres y de las mujeres, particularmente
de la incorporación plena de la mujer en la vida política del país. Un
vocero pepino, así se le llamaba a los miembros del PPS; declaraba
que “sin las mujeres no es posible construir la democracia.”
El 6 de enero, día de Reyes, los Servicios Coordinados de Salubri-
dad y Asistencia organizaron un festival con el fin de rendir home-
naje a las enfermeras de la ciudad. El doctor Luis Vázquez Lapuente
entregó diplomas a las enfermeras de la Coordinación y obsequió
juguetes a los niños de la guardería infantil de esa dependencia,
también se alabó la labor de las enfermeras. Asistieron al reconoci-
miento Pedro Sánchez T. administrador general de la Beneficencia
Pública, el Mayor Manuel Dávila, quien llevó la representación del
general José María Tapia, jefe de la zona militar, y Rebeca Acosta
viuda de Roldán, jefa de enfermeras de la Caja Regional del Institu-
to Mexicano del Seguro Social.
Mientras la iniciativa presidencial de conceder el voto a las muje-
res era objeto de consulta y de estudio por las legislaturas locales, el
líder de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 331

Estado, diputado Alfonso Martínez Domínguez, anunciaba un Con-


sejo Nacional ordinario para abordar el tema relativo a la participa-
ción de la mujer en la política.
El tema femenino inundaba también al ejercito mexicano. El Es-
tado Mayor de la Secretaría de la Defensa Nacional desarrollaba un
estudio para decidir si las mujeres de 18 años de edad estaban o no
obligadas a participar en el servicio militar nacional. Los altos man-
dos reconocían que la ley obligaba a todos los ciudadanos mexica-
nos a prestar dicho servicio, pero que a la vez existía confusión en
cuanto al género del sustantivo ciudadanos. Dado que las mujeres
acababan de obtener derechos políticos se advertía que ellos le otor-
garían igualdad de deberes, el hecho había determinado a las auto-
ridades castrenses a meditar si una de sus obligaciones era la de
participar en el Servicio Militar Nacional. Una posibilidad que se
planteaba era que el mencionado Servicio fuera cubierto por las
mujeres participando en trabajos de índole social en instituciones
de salud como hospitales, clínicas, etcétera
El día 4 de febrero una comisión de mujeres, encabezada por la
profesora Carmen Caballero de Cortés, partió a la Ciudad de Méxi-
co con el objeto de asistir a la Convención Nacional del PRI que se
propuso cambiar su estructura social. La representación de la mujer
poblana observaría los cambios que se efectuasen dentro de ese Par-
tido y a su retorno informaría al sector femenil del PRI y a la Agru-
pación de Mujeres Poblanas sobre las variantes.
El PAN continuaba con el propósito de que la mujer mexicana,
particularmente la católica, debería dar la batalla contra las tenden-
cias disolventes de la familia, participar activamente en la política
nacional y defender su hogar y su decoro. Su Consejo Nacional anun-
ciaba un programa mínimo que permitiría lanzarse a la conquista
política de la mujer, daría una batalla sin tregua para organizarlas y
empaparlas de los problemas sociales contemporáneos y de las co-
rrientes filosóficas y políticas, a fin de que se capacitaran para ejer-
cer sus derechos ciudadanos.
Hacia el día 18 del mismo mes el Comité Regional del PAN en
Puebla anunciaba el envío a la XXXVIII Legislatura local un proyec-
to de reforma a la Ley Electoral Estatal sobre todo en lo relacionado
a elecciones municipales y organización de las mujeres en los
comicios. Dentro de sus actividades el PAN renovaba su Comité Re-
gional integrado por el ingeniero Marcos Mastreta como presiden-
te, José Castillo Miranda en la secretaría y Joaquín G. Santillana
como tesorero. Entre otros cargos más se designó como jefa del Co-
332 1953: LAS MUEJRES POBLANAS Y EL DERECHO AL VOTO

mité Femenil a Esperanza Rodríguez de Aguilar.


Durante el mes de marzo por primera vez en la historia de Pue-
bla, una mujer ocupa el importante cargo de Presidenta Municipal.
Esto sucedió en la población de Pantepec, perteneciente a la juris-
dicción de Huauchinango ubicado en la zona norte del estado de
Puebla, y la persona designada para ocupar dicho cargo fue Carmen
Yañez, quien había fungido como edil del Ayuntamiento constitu-
cional de esa población. Debido a algunas anomalías registradas en
el Ayuntamiento de Pantepec, se envió como visitador de adminis-
tración a Ruperto Cruz Aquino quien, previamente autorizado y des-
pués de haber realizado una minuciosa investigación, destituyó del
cargo de Presidente Municipal a Efrén Fernández quien sería proce-
sado por varios delitos, entre ellos cohecho y evasión de presos. Al
quedar acéfalo el puesto, los demás miembros del Ayuntamiento de
Pantepec designaron por mayoría de votos a Carmen Yáñez quien
desde luego rindió su protesta de ley quedando investida con el car-
go de Presidenta municipal de esa población y señalando un nuevo
rumbo a la política del Estado. La noticia corría el día 8 de marzo, la
mujer comenzaba a tener una participación muy activa.
Realizado el estudio del proyecto de reforma al articulo 34 de la
Carta Magna por la comisión respectiva, para el día 13, también de
marzo, la legislatura de Puebla resolvió considerar:

Artículo 34
Ciudadanos de la República a los varones y a las mujeres
que teniendo la calidad de mexicanos además cumplieran los
siguientes requisitos.
I – Haber cumplido los dieciocho años siendo casados o vein-
tiuno si no lo son.
II- Tener un modo honesto de vivir.

Cuatro oradores del Congreso —Salvador Lobato, Alfonso Serra-


no Suárez, Eduardo Rodríguez y Manuel Rivera—, pronunciaron
discursos vistiendo de flores a la mujer con motivo de haberle otor-
gado la plenitud de sus derechos, puesto que podría ser electa inclu-
so como Presidenta de la República. En nombre de las mujeres abor-
dó la tribuna la profesora Carmen Caballero de Cortés.
El PAN y el PRI continuaron con la organización de sus sectores
femeninos, mujeres, señoras y señoritas decidían participar en la lucha
política dentro de las filas de esos organismos. Acción Nacional con-
cluía un proyecto de reformas a la Ley Electoral que presentaría a la
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 333

Legislatura local para su estudio. El PRI se disponía a realizar una


gira por diversas poblaciones del Estado para organizar comités y
sostener conferencias en las que se instruiría a las mujeres sobre la
importancia del voto ciudadano que se le acaba de conceder.
El comité regional del PRI celebró una junta el 9 de julio en la
que el sector popular femenino nombró a sus delegadas para el Con-
greso Nacional Femenil que se celebraría durante los días del 6 al 9
de agosto en la capital de la República, y se disponía a efectuar asam-
bleas de los sectores obrero y campesino. El presidente del partido
había girado oficios a las centrales obreras para que estas organiza-
ciones nombraran cinco representantes de sus diversos sindicatos.
En cuanto al sector campesino, se elegirían representantes por cada
Comité Regional de la Liga de Comunidades Agrarias.
Con las asambleas de los tres sectores que formaban el conglome-
rado del PRI, iniciaban en forma definida las actividades de las mu-
jeres en el uso de los derechos cívicos.
Como representante del sector obrero resulto electa Ángela Parra,
del sindicato de la fábrica La Corona, afiliado a la Federación Revolu-
cionaria Obrero Campesina, y aunque fue designada en calidad de
delegada única, sería acompañada por una delegada fraternal de cada
una de las centrales que asistieron a la asamblea y que fueron la Confe-
deración Regional de Obreros Mexicanos, la Federación de Trabajado-
res de Puebla y el Frente Regional de Obreros y Campesinos.
Ángela Parra, nacida el 15 de abril de 1907 en la ciudad de Pue-
bla empezó a trabajar a la edad de 13 años en la referida fábrica de
hilados y tejidos de punto La Corona, debido a que tres de sus her-
manas habían trabajado ahí mismo. Ángela estaba huérfana, había
terminado la escuela y consiguió un puesto como devanadora, esto
es, recogiendo los desperdicios para hacerlos hilos. Fue jefa de De-
partamento, se percató de la precaria condición de sus compañeras,
quienes a casi nadie interesaban, y empezó a trabajar a su servicio
[Soto, 1992: 137]. La historiadora Isabel Rosalba Rosas Salcedo nos
brinda la voz de Ángela:

“…el Padre de la Concordia (templo católico ubicado en la 3


sur, entre 9 y 11 poniente) constituyó un grupo de mujeres obre-
ras católicas y nos daba explicación cada ocho días… [...] tenía
yo mi sindicato también en la iglesia porque formamos una
mesa directiva y (elegimos) nuestra presidente… [...] eran dos
grupos, los domingos catecismo, para quienes quisieran ir y
entre semana lo natural del trabajo y en esas… [...] casi siempre
334 1953: LAS MUEJRES POBLANAS Y EL DERECHO AL VOTO

tenía yo cargo… [Rosas Salcedo, 2003: 33].


Así Parra, que era una de las pocas mujeres que sabían leer y
escribir en ese medio, se inició como sindicalista y en el año de 1929
se formaliza su posición en uno de los congresos constituyentes del
entonces Partido Nacional Revolucionario en el Estado de Puebla.
Representando a 300 mujeres organizadas, fue electa como secreta-
ria general del Sindicato La Corona en 1930. Ángela constata “…y
ahí tiene usted, que ya me dieron mi tarea, conquistar a mis compa-
ñeras, hablarles un poco de que el priismo era el sostén de la políti-
ca” [Rosas Salcedo, 2003: 35].
En 1938 leyó frente al Presidente de la República, General Lázaro
Cárdenas, el plan de trabajo para la elaboración del primer Contra-
to Ley de la Industria de Tejidos de Punto a nivel nacional. Cárde-
nas la nombra inspectora federal de la Secretaría del Trabajo y le da
la misión de recorrer el país con el objetivo de documentarse. En
1948 fue electa nuevamente como secretaria general del sindicato
de La Corona, en 1950 ocupó la Secretaría de Actas del Comité Es-
tatal de la FROC y en 1951 era delegada de seguridad social ante el
Instituto Mexicano del Seguro Social.
Otra delegada que se agregó en 1953 para asistir al Congreso
Femenino, además de Ángela Parra, fue la licenciada Concepción
Sarmiento representando al sector popular burócrata.
Para el día 10 de julio el aparato campesino nombró a Amelia
Jofre, ejidataria de Ciudad Serdán, como su representante. En esa
misma reunión que celebraron los comités regionales de la Liga
Agraria fueron elegidas como delegadas fraternales Irene Ramírez,
la profesora Aurora Artime y Luz Gómez de Romero.
El día 13 del mismo mes las delegadas efectivas y fraternales al
Congreso Nacional Femenino del PRI celebraron una junta para co-
ordinar el plan de trabajo que desarrollarían durante su representa-
ción. También se definieron las ponencias que presentarían.
El PRI, que prometía al sector de las damas igualdad de oportu-
nidades para los puestos del sector popular, así como la más alta
consideración y respeto para que el ejercicio de sus derechos políti-
cos se realizara normal y satisfactoriamente, daba a conocer los pos-
tulados que se comprometía a alcanzar y que se reafirmarían duran-
te el Congreso Nacional:
1. Igualdad de oportunidades a la mujer para expresar sus opi-
niones y pensamientos sobre estudios, planeaciones y programas de
trabajo en general sobre organización y desarrollo de las tareas so-
ciales y políticas del partido.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 335

2. Proscribir toda discriminación a la mujer en cuanto a oportu-


nidades de preparación técnica profesional, cultural y trabajo, y as-
cender jerárquicamente, promoviendo, además, las reformas que
fueran necesarias a fin de eliminar de las leyes todas las disposicio-
nes que limitaran su capacidad jurídica.
3. Fomentar en escuelas, universidades e institutos de cultura su-
perior la creación de las carreras más apropiadas a la naturaleza de
la mujer y poner a su alcance todos los medios de emancipación que
le permitieran liquidar las condiciones de inferioridad social que
tradicionalmente había guardado.
4. Gestionar la expedición de leyes y la creación de instituciones
y establecimientos que tuvieran como fin la protección de la mujer
en todos aquellos aspectos que se relacionaran con la maternidad, la
educación y el cuidado de la infancia particularmente en el caso de
las obreras y campesinas.
5. Vigilar el cuerpo de las leyes del trabajo en relación con la
madre obrera para que disfrutara de todas las prestaciones a que
tenía derecho.
La Confederación de Trabajadores Mexicanos inició una campa-
ña de orientación a las mujer trabajadora sobre sus derechos y obli-
gaciones en su nueva calidad de ciudadanas, según lo marcado por
las reformas a las leyes.
El día 21 de julio se llevó a cabo en las oficinas de la Federación
de Trabajadores del Estado de Puebla una gran asamblea a la que
asistieron más de 500 mujeres que prestaban sus servicios en las di-
versas factorías y centros de trabajo controlados por los sindicatos.
Durante esa concurrida junta se determinó que se hiciera el nom-
bramiento de dos secretarias y dos pro-secretarias, quienes se encar-
garían permanentemente de resolver los problemas con relación de
la mujer asalariada. Resultaron electas como secretarias Dolores Prie-
to, del sindicato de Pastas Alimenticias, y Consuelo Gamboa, de la
factoría La Malinche; como pro-secretarias Dolores Marín, del Sin-
dicato de Molineras, y Guillermina Cano de la fábrica Pompadeur.
Estas mismas mujeres constituyeron la Federación Femenil de la CTM
en Puebla y asistirían en representación de la FTP a la Convención
Femenil del PRI.
Antes de concluir el mes los grupos femeniles del PRI celebraban
una serie de mesas redondas donde se discutían problemas y temas
que se tratarían en la anunciada Convención.
Para inicios del mes de agosto la convocatoria a la gran Conven-
ción que circulaba en Puebla fue enviada a todas las agrupaciones
336 1953: LAS MUEJRES POBLANAS Y EL DERECHO AL VOTO

femeniles del PRI a nivel nacional y tocaba temas como: “Actividad


de la Mujer ciudadana”, “La mujer frente al PRI”, “Diario de la Mujer
revolucionaria”, “La mujer en la reforma en los artículos 34 y 115
constitucionales”.
El día 6 de ese mes se inauguró en la ciudad de México el anun-
ciado Congreso Nacional Femenino y durante su primera sesión ple-
naria sustentó el criterio de que la administración pública podía
sanearse si se colocaba en puestos claves a las mujeres quienes se
encontraban capacitadas por su honradez y el sentido del deber para
manejar los intereses comunes y enmendar los errores del pasado.
La delegación poblana presentó un amplio documento integrado
por ocho puntos de reflexión y un cuerpo de diez propuestas. El
texto es particularmente interesante pues refleja el sentir femenino,
que difícilmente se percibe a través de otra clase de informaciones.

EL PROGRAMA DE LA DELEGACIÓN FEMENINA


AL CONGRESO NACIONAL DE 1953

La Delegación de Puebla al Congreso Nacional expuso en la históri-


ca reunión su documento que fue suscrito por Carmen Caballero de
Cortés, María Concepción Sarmiento, Angela Parra, Aurora Artime
y Amelia Jofre. Para esta corriente la posibilidad de la intervención
de la mujer en la vida pública para hacer valer sus derechos, adqui-
ría en todo núcleo de población en el orden moral, social, económi-
co y político la tendencia al mejoramiento colectivo. Hacían oír su
voz trazando un plan por realizar “sin prejuicios y sin sectarismos
para convertirse en colaboradora eficaz de todas las actividades” en
que se desenvolvía la sociedad mexicana.3 El tema central que se
desarrolla en el conjunto de propuestas es el de la actividad social
de la mujer ciudadana. El texto en cuestión es una suma de serias
críticas y severos cuestionamientos que se encontraban sumergidos
en las conciencias femeninas.
Las poblanas afirmaban que muchas obreras que participaban con
su trabajo en la industria, el comercio, el artesanado, en los centros
fabriles, en los talleres y en instituciones de carácter particular en
donde la Ley del Trabajo, surgida en 1917 y consagrada en el artícu-
lo 123 constitucional, no tenía observancia, continuaban sin ningu-
na protección legal. Se violaba la jornada de ocho horas, el salario
mínimo, las compensaciones de inseguridad, la salubridad, la higie-
ne y la maternidad a que las obreras tenían derecho. Con sueldos
arbitrariamente señalados, días de trabajo que rebasaban las dispo-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 337

siciones, sin distribución de utilidades ni de regalías, ocasionaba en


las mujeres “problemas de índole moral, complejos difíciles de des-
terrar que se traducen en perjuicios familiares, malos hábitos adqui-
ridos y que a la postre vienen a traducirse en la degeneración de la
raza”. Y se preguntaban sobre qué había hecho la Revolución Mexi-
cana y los líderes obreros para resolver el problema de la atención
prenatal y natal de los hijos de las obreras, que con bajos salarios y
pésimas condiciones de vida tenían que atender esta clase de educa-
ción a sus hijos que no alcanzaban la edad escolar. Dirigían una fuer-
te crítica a la Secretaría de Educación Pública y a la Secretaría de
Salubridad y Asistencia, instituciones que frente al anterior proble-
ma se habían concretado a dictar conferencias por boca de eminen-
tes médicos, pedagogos y pseudo orientadores que el magisterio
nacional recibía a través de circulares. Demandaban que dejara de
hacerse la defensa de los niños en el terreno educativo y sanitario
sólo a través de literatura barata, de conferencias de carácter
demagógico sin ninguna finalidad definida, de discursos que trata-
ban de justificar la bondad de una institución.
Con relación a la mujer campesina, que sólo se sujetaba al jornal
del marido o a la explotación en forma indirecta de la parcela que la
Revolución Mexicana le había dado y por quien no había hecho nada
más, se proponía la creación de centros campesinos de orientación y
de higiene. En ellos, además de brindar información para modificar
su situación económica, se divulgarían los cuidados prenatales que
garantizaran el cuidado de los niños por nacer. También se difundi-
ría propaganda objetiva al alcance de los conocimientos rudimentarios
de las campesinas para que con la cooperación del magisterio rural, se
elevara su cultura para prevenir cierta clase de enfermedades endémi-
cas y epidémicas. Esos centros sería posibles establecerlos con la co-
operación de los gobiernos municipales y de la iniciativa privada.
Una consideración más se refería a los recursos que la Nación
derramaba en centros de cultura superior y que, según sus aprecia-
ciones, formaba “tipos de intelectuales egoístas, egocéntricos y am-
biciosos para satisfacer sus necesidades personales”. Sugerían que
se estableciera para todos los estudiantes de escuelas universitarias,
pre vocacionales y tecnológicos, la prestación de un servicio social
gratuito antes del examen profesional con el que obtenían el título.
Por ejemplo, los abogados antes de recibirse como tales deberían
establecer bufetes jurídicos en todos los municipios para la defensa
de todos los intereses campesino y obreros. Los médicos, en recipro-
cidad a la atención que la república les brindaba para formarlos,
338 1953: LAS MUEJRES POBLANAS Y EL DERECHO AL VOTO

deberían entregar seis meses de su capacidad y de su servicio perso-


nal en las clínicas municipales. Así sucedería con los químicos, los
ingenieros y las parteras.
Aunada a la cuestión profesional las delegadas de Puebla señala-
ban que las mujeres profesionistas egresadas de las universidades y
de los centros de educación superior, a pesar de adquirir sus títulos
profesionales en las mismas condiciones que los hombres, no tenían
la misma aceptación y difícilmente se encontraba en alguna entidad
federativa a una abogada como juez, a una médica como Jefa del
Departamento de Salubridad, a una ingeniera como Jefa del Depar-
tamento de Obras Públicas o a una química como Jefa de Laborato-
rio. Ante ello exigían a la administración pública de los estados la
distribución en calidad de funcionarios en igualdad de circunstan-
cias y de capacidades a hombres y a las mujeres.
Así también promovieron el acuerdo de llevar a cabo la participa-
ción directa de la mujer en toda clase de actividades sociales que les
pudieran permitir ostentar también las representaciones de elección
popular, tanto en los municipios como regidoras, como en los distri-
tos políticos como diputadas, pues se tenía la certeza de que era al
sector femenino a quien correspondía por tradición y por derecho
la primera participación directa y efectiva en la política.
Las demandas se sintetizaron en los siguientes puntos:

1. Estricta observancia de la Ley Federal del Trabajo en be-


neficio de la mujer.
2. Creación obligatoria de guarderías infantiles en los cen-
tros fabriles a semejanza de las escuelas.
3. Creación de centros de especialización, higiene y orienta-
ción para cuidados prenatales y maternidad en cooperación
con el gobierno, municipio e instituciones privadas.
4. Creación del Servicio Social obligatorio gratuito por los
profesionistas antes de recibirse.
5. Igualdad de derechos a profesionistas mujeres para la exal-
tación a puestos públicos en general.
6. Oportunidad a la mujer para que dirija organismos y pueda
ostentar puestos de representación popular.
7. Escuelas de capacitación política auspiciadas por el PRI
en todos los Estados.
8. Dar participación a la mujer en forma directa en todos los
organismos de lucha en pro del abaratamiento de la vida en
todo el país.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 339

9. Participación de todas las entidades del país a la directiva


del organismo que resultara del Congreso.
10. Efectividad y realización de las resoluciones que adopta-
ra el Congreso.

Con el tiempo algunas de estas demandas se incorporaron a


los servicios de seguridad social y a las instituciones de educa-
ción superior.
El empadronamiento nacional de la mujer considerada como ciu-
dadana, la presentación en el Congreso de la Unión de las Reformas
Legislativas que garantizaran el pleno ejercicio de sus derechos eco-
nómicos, sociales y su afiliación dentro de las filas del PRI, serían los
pasos inmediatos a desarrollarse después del Congreso Nacional
Femenino que clausuró sus actividades con la presencia del presi-
dente de tal instituto político, Gabriel Leyva Velásquez, quien envió
un saludo a las mujeres de provincia a las que exhortó a asumir de
inmediato las funciones cívico ciudadanas para unirse “al progreso y
la prosperidad de México.”

SE APRUEBA EL DERECHO FEMENINO AL VOTO

El día 1 de octubre se dio la primera lectura al dictamen que aproba-


ba el proyecto de declaratoria formulado por el Senado después de
hacer el cómputo de Ley y manifestar que todas las legislaturas de
los Estados dieron su aprobación a las reformas a los preceptos de la
Carta Magna, iniciada por el Presidente de la República y que reali-
zaba una de las promesas cuando fue candidato.
Numerosas delegaciones femeninas de sindicatos y organizacio-
nes políticas estuvieron presentes en la sesión en la que esperaban
se dispersaran los trámites reglamentarios para que inmediatamen-
te se hiciese la declaratoria.
En caso de que la mayoría de mujeres y hombres con derecho al
voto se inscribieran en el padrón electoral, se calculaba que en el
Estado de Puebla el número de electores llegaría a cerca de cien mil.
Ese cálculo se basaba en el número de ciudadanos que se inscribie-
ron para las elecciones de renovacion de poderes federales y que
en cuanto a varones llegó a 45 mil. Se suponía que el número de
mujeres en edad de votar era mayor al de los hombres y hacien-
do un cálculo conservador, se preveía que rebasarían en cinco
mil al de los hombres.
En el municipio de Puebla las brigadas móviles que registraban a
340 1953: LAS MUEJRES POBLANAS Y EL DERECHO AL VOTO

las mujeres funcionaban con gran intensidad, pues a esas fechas se


cubría apenas la mitad del trabajo. Los puestos fijos de empadrona-
miento, que los primeros días estaban casi desiertos, empezaban a
ser más visitados y se vislumbraba que conforme fueran pasando los
veinte días que se dieron de plazo, el trabajo sería abrumador te-
niéndose que reforzar el personal existente.
Simultáneamente, también en Puebla, se desarrolló el Primer
Congreso Estatal de la Mujer. La presencia de las mujeres poblanas
en Congreso Nacional les permitió dar continuidad a su actividad a
nivel regional. Aunque poco se sabe del desarrollo de ese Primer
Congreso Estatal, el día 3 de octubre se concluyeron los trabajos
correspondientes al evento organizado por el sector femenil del Co-
mité Regional del PRI, y las actividades tuvieron lugar en las ofici-
nas centrales. En el programa se incluyó una visita al Centro Escolar
“Lic. Miguel Alemán” de Cholula, en donde se hizo un sencillo reci-
bimiento a las congresistas y se les explicó el funcionamiento de esta
institución, que representaba un avance en el sistema educativo. Pos-
teriormente se ofreció una comida en la que estuvieron presentes la
licenciada Margarita García Flores, del comité nacional del PRI, la
licenciada Blanca Nieves Capdeville, la profesora Josefina Balboa, y
Mercedes Fernández, todas ellas del comité regional del Distrito Fe-
deral.
A partir del día 6 de octubre, cerca de diez millones de mujeres
mexicanas gozaban ya de los mismos derechos que los hombres. El
presidente de la República, Adolfo Ruiz Cortines, promulgó a través
del Diario Oficial de la Federación el decreto con que se reforman los
artículos 34 y 115 constitucionales, desde ese momento el género
femenino del país adquirió con plenitud sus derechos políticos y
quedó capacitado para ocupar puestos de elección popular e inter-
venir con su voto en los comicios federales, estatales y municipales.
Con la promulgación de este decreto, que fue aprobado por ambas
cámaras del Congreso de la Unión y por las Legislaturas de todos
los Estados de la República, el Presidente Ruiz Cortines cumplió
una de las más caras promesas hechas a la mujer mexicana durante
su campaña política.
El histórico decreto avalado por el Congreso de la Unión fue
comunicado a la sociedad por el primer mandatario del país que
estableció:

Artículo I. Se reforma el artículo 34 de la Constitución Polí-


tica de los Estados Unidos Mexicanos para quedar en los si-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 341

guientes términos:
I. Haber cumplido 18 años siendo casados o 21 si no lo son.
II. Tener un modo honesto de vivir.
Artículo II: Se reforma la fracción I del artículo 115 de la
Constitución para quedar en los términos siguientes:
Los estados adoptarían para su régimen interior la forma
de gobierno republicano, representativo y popular, teniendo
como base de su división territorial y de su organización políti-
ca y administrativa el municipio libre conforme las siguientes
bases: a través del artículo 115 los Estados adoptaron para su
régimen interior la forma de gobierno republicano, represen-
tativo popular, teniendo como base de su división territorial y
de su organización política y administrativa el municipio libre
conforme a las siguientes bases:
Cada municipio sería administrado por un Ayuntamiento
de elección popular directa y no habrá ninguna autoridad in-
termedia entre éste y el gobierno del Estado.
II. Los presidentes municipales, regidores y síndicos de los
ayuntamientos electos popularmente por elección directa, no
podrían ser reelectos para el periodo inmediato. Las personas
que por elección indirecta o por nombramiento y designación
de alguna autoridad desempeñasen las funciones propias de
esos cargos cualquiera que fuera la denominación que se les
diera, tampoco se elegirían para el periodo inmediato.

El documento que se divulgaba a nivel nacional a través de los


medios de comunicación contaba con las firmas de todos los miem-
bros del Congreso de la Unión, y para los efectos de su promulgación
del presidente Ruiz Cortines y del secretario de Gobernación, licen-
ciado Ángel Carvajal.
La formalización del sector femenil en la Federación Revolucio-
naria de Obreras y Campesinas del estado de Puebla dentro de la
CROM, se manifestaba inmediatamente. El día 9 de noviembre a las
diez horas se registró un mitin de respaldo a las candidaturas de
Arturo Perdomo Morán para presidente municipal de la ciudad de
Puebla, y de Juan Figueroa para diputado local por el primer distri-
to electoral. El acto se realizó en el Teatro Principal y durante él
hicieron uso de la palabra los propios candidatos y varios oradores,
Vicente Reyes fue el encargado de darle la bienvenida a los candida-
tos, Margarita Núñez declamó un bello poema, y Guadalupe
Villagómez se expresó a nombre del sector femenil. Concluida esta
342 1953: LAS MUEJRES POBLANAS Y EL DERECHO AL VOTO

reunión varios de los participantes se trasladaron junto con los can-


didatos a la Colonia Lázaro Cárdenas en donde se llevó a cabo otro
acto político. En esa concentración hablaron los señores Juan
González, José Mondragón, José Gutiérrez y Jerónimo Cabral. Hi-
cieron acto de presencia los vecinos de las colonias Lázaro Cárde-
nas, Moderna, José María Morelos y del barrio del Tamborcito.

A MANERA DE CONCLUSIÓN

Los partidos políticos se vieron obligados a enarbolar las causas fe-


meninas aunque en los discursos oficiales, convencionales, siempre
se ha presentado tal acontecimiento como un acto de concesión del
poder político. Desde diferentes espacios y diversas actividades las
mujeres fueron emergiendo y estructurando discursos a través de
los cuales se fueron concretando sus demandas. Aprendieron a dia-
logar y a escribir, pareciera ser que el impacto de la escolaridad fe-
menina en este rubro fue contundente. El movimiento político que
culmina legislativamente en 1953 se fue gestando paulatinamente
desde la estructuración de los partidos políticos mexicanos, que se
apuntalaron en organizaciones sociales cuyos orígenes fueron las
relaciones laborales en el ámbito industrial. Cuando las mujeres apa-
recieron como asalariadas, entraron necesariamente en contacto con
organizaciones de corte sindical: obreras, magisteriales, burócratas,
del sector salud y de las ligas agrarias. En esos territorios las féminas
aportaron un mundo de preocupaciones que partieron desde la per-
cepción de su cuerpo y la maternidad, los niños y la reproducción
familiar como base del desarrollo social. En esos preceptos las muje-
res encuentran la llave para abrir la puerta, hasta entonces cerrada,
de la práctica de la política institucional. Al menos eso ocurrió en
Puebla, en buena medida. El estudio de la transformación ciudada-
na de las mujeres requiere de estudios particulares de cada sector
desde donde se fue incorporando, ello permitirá ulteriormente ob-
tener una visión global acerca de los significados de la obtención del
sufragio. Por otra parte se deben distinguir dos niveles de análisis
histórico; uno, lo que significó para las mujeres el derecho al sufra-
gio; y el otro, los escenarios reales y posibles en que quedaron colo-
cadas al ser electas en puestos de representación popular. Hoy la
discusión acerca de la participación política de las mujeres ha transi-
tado desde las reglamentaciones partidistas, la proporcionalidad en
las candidaturas por género, hasta llegar a la controversia en torno
al sentido ético del acceso al poder de las esposas de los funciona-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 343

rios de la administración pública. Y este fenómeno abarca desde las


presidencias municipales hasta la presidencia de la república. Sobre
nuestra participación política todavía nos esperan discusiones aún
insospechadas.
344 1953: LAS MUEJRES POBLANAS Y EL DERECHO AL VOTO

Notas
1
Este Seminario de Historia Regional se desarrolló en el Colegio de Historia
de la Facultad de Filosofía y Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de
Puebla durante el otoño del 2003.
2
Si bien todos los alumnos del Seminario arriba referido participaron en la
investigación, aquí sólo se incluye la información obtenida por Lissett Serrano,
Angélica Sánchez, Viviana López Ramírez, Carolina MacFarland y Hernández y
José Luis Bautista.
3
Programa que presenta la Delegación Poblana al Congreso Nacional Femenino. 5 de
agosto de 1953. Mecanografiado. 7 pp. Documento proporcionado por la Señora
Carmen Cortés de Trillo a José Luis Bautista el 9 de septiembre de 2003.

HEMEROGRAFÍA Y BIBLIOGRAFÍA
Periódicos
El Sol de Puebla. Años 1952-1953.
La Opinión. 1953.
Diario Oficial de la Federación. 1953.
Loria, Cecilia. 2001. “El enfoque de género en las políticas públicas y la
legislación mexicana.” Diálogo y Debate de Cultura Política. México. Vol.
15-16. Centro de Estudios para la Reforma del Estado A.C., 25-56.
Olamendi Torres, Patricia (Comp.) La mujer en la legislación mexicana. Pri-
mera parte. México. LVII Legislatura Cámara de Senadores.
Pansters, Will. 1992. Política y poder en México. Formación y ocaso del cacicazgo
avilacamachista en Puebla, 1937-1987. Puebla: Centro de Estudios Uni-
versitarios. Universidad Autónoma de Puebla.
Rosas Salcedo, Isabel Rosalba. La obrera Textil en la Ciudad de Puebla, 1940-
1964. Historia Cultural. 2003. Tesis. Colegio de Historia. Facultad de
Filosofía y Letras. BUAP.
Soto, América. 1992. Mujeres Poblanas. México: Gobierno del Estado de
Puebla. Consejo Estatal de Población.
En la WEB:
mazinger.sisib.uchile.cl/repositorio/lb/filosofia_y_humanidades/vitale/obras/
sys/fmu/b/c01.pdf
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 345

JUNTO A UN GRAN OBRERO, UNA GRAN MUJER:


HISTORIAS DE MUJERES
EN UN ENTORNO FABRIL DE TLAXCALA

Blanca Estela Santibáñez Tijerina

INTRODUCCIÓN

A lo largo de nuestra vida hemos escuchado innumerables histo-


rias de personas con las que hemos entablado una relación perma-
nente o en otros casos han sido encuentros fortuitos en que las cir-
cunstancias nos han llevado a ser una especie de confidentes. Inte-
resantes o no, estas narraciones quizás han pasado desapercibidas
para muchos de nosotros o en otros casos han permanecido guarda-
das en nuestros recuerdos, esperando mejores ocasiones para salir a
la luz pública.
Así, estas especies de memorias se conservan a través de los rela-
tos o de los escritos, que pueden ser en diarios íntimos en donde se
plasman vivencias, hechos relevantes o sucesos importantes para el
expositor y su entorno; o también por medio de la escritura episto-
lar podemos guardar aquellos acontecimientos que pretendemos co-
municar a los que se encuentran lejos de nosotros o que la distancia
nos hace inaccesible un encuentro personal.
En la historia tradicional se han escrito innumerables obras sobre
comunidades, sus relaciones sociales y políticas, sus tradiciones, su
economía, etc.; muchos de ellos han sido tratados en forma
globalizada sin tomar en cuenta a sus protagonistas. Afortunada-
mente esa visión ha cambiado, y en los últimos años se han publi-
cado diferentes textos que destacan las historias de vida de los
habitantes, aunque algunos todavía sólo toman en cuenta al sec-
tor masculino.
Sin embargo es necesario insistir en los estudios de género, no
sólo para conocer la otra parte de las historias, sino también para
dejar oír las voces de aquellas mujeres que fueron parte
importantísima de esos hechos.
Asimismo los recursos más actuales de la historia oral nos permi-
ten tener un acercamiento a las experiencias vividas por personajes

[ 345 ]
346 JUNTO A UN GRAN OBRERO, UNA GRAN MUJER

conocidos o desconocidos que las circunstancias pusieron como


actores, testigos o relatores de acontecimientos vivenciales, que
son de suma importancia para la reconstrucción de hechos histó-
ricos. Pero no sólo eso sino que de viva voz se escuchan las cos-
tumbres, hábitos, rutinas y usanzas en el acontecer diario de aque-
llos que fueron partícipes de situaciones que sólo podrán ser re-
producidas en el recuerdo.
Es por eso que en este breve trabajo se resaltan las actuaciones de
las figuras femeninas que llevaron una vida en común con los traba-
jadores fabriles de Tlaxcala en la segunda mitad del siglo XX; no sólo
se relata la vida cotidiana, se escuchan de viva voz sus impresiones,
vivencias, rutinas y sinsabores de la vida que compartieron al lado
de aquellos que formaron parte de la industria textil, ya sea su pa-
dre, esposo o hijos.
De igual forma queremos dedicar este espacio para que hablen
aquellas mujeres que vivieron de manera circunstancial las jornadas
laborales en las fábricas textiles de Tlaxcala; que narren sus recuer-
dos de los tiempos pasados que no volverán, pero que dejaron hon-
da huella en todos los corazones que palpitaron al unísono con el
silbato de la factoría y que languideció en el momento en que sus
puertas cerraron para ya no abrirse jamás.
Aun cuando ellas no participaron como obreras, porque en
Tlaxcala no hubo mano de obra femenina, sí colaboraron hombro
con hombro junto a los hombres de su familia que dedicaron sus
energías a llevar el sustento diario a través de las jornadas fabriles.
Dejemos que sean las voces femeninas las que cuenten.
Cabe aclarar que este trabajo no pretende ser un ejercicio de his-
toria oral totalmente acabado, sino más bien una muestra de las tan-
tas historias de vida de mujeres que se vieron involucradas de mane-
ra colateral con el trabajo fabril, pero que a la vez formaron parte
importante de la cadena laboral.
La mayor parte del material utilizado en el presente corresponde
a entrevistas realizadas a mujeres tlaxcaltecas de las comunidades de
Santa Cruz Tlaxcala, Santa Ana Chiautempan, Amaxac de Guerrero
y San Bernardino Contla, entre los años de 1989 y 1991, —aunque
también hay algunas del presente—, años en los cuales estuvimos
realizando un trabajo de campo en esas localidades para elaborar
un estudio más amplio sobre la industria textil en la entidad. A ellas
y a todos los que colaboraron en este intento de dejar escuchar las
otras historias, sea este pequeño ensayo como muestra de mi más
profundo agradecimiento.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 347

SOBRE LA INDUSTRIA TEXTIL

En la historia de la entidad se ha destacado las labores que desem-


peñaban sus habitantes; la forma tradicional de subsistencia siem-
pre fue el campo, aunque la tierra siempre ha sido árida y poco
productiva, excepto en la zona norte en donde abundan las amplias
planicies que fueron utilizadas principalmente para el cultivo del
maguey y para la crianza del ganado.
La mayoría de las tierras, principalmente en la zona centro-
sur del estado, fueron de temporal; sin embargo hacia los años
sesenta fue introducido el sistema de riego que permitió el ma-
yor aprovechamiento de todos los recursos y un mejor rendimien-
to en las cosechas.
Por otro lado, es sabido que la zona central del país fue la
mayor productora de textiles desde mediados del siglo XIX hasta
casi finalizar el XX; también lo es que Puebla llevó la vanguardia
como centro eminentemente fabril, aunque también hay que des-
tacar que el estado de Tlaxcala contribuyó a ese florecimiento
con una importante mano de obra proveniente de las comunida-
des del centro-sur.
Así una vez en marcha la industrialización tlaxcalteca que se ini-
ció hacia 1850 y vivió su culminación hacia 1880 con la instalación
del grueso de sus fábricas, se emprende el camino hacia lo que será
el desarrollo del capitalismo en la entidad. Si bien en forma tardía
con respecto a sus vecinos, los estados de Puebla y Veracruz,
Tlaxcala dejó de depender de aquellos para satisfacer las deman-
das de su población, al mismo tiempo que el erario captaba la
derrama económica proveniente de los impuestos que pagaban
las nacientes factorías.
Poco a poco la industria textil del estado fue sufriendo transfor-
maciones hasta que llegó a convertirse en uno de los principales ejes
económicos de la localidad. Así, con el transcurso del tiempo, las
fábricas fueron absorbiendo cada vez mayor número de mano de
obra, dando como resultado que comunidades enteras se rees-
tructuraran y sus habitantes fueran atraídos por el trabajo fabril
sin que abandonaran por completo la agricultura, pero pasando
ésta a segundo plano. De este modo se fue conformando una de
las características de la población de Tlaxcala, que subsistió a lo
largo de muchos años: el ejercicio simultáneo de las actividades
agrícolas y manufactureras.
El grueso de las factorías fueron construyéndose entre 1845 y
348 JUNTO A UN GRAN OBRERO, UNA GRAN MUJER

1901 dando empleo a cientos de obreros de las localidades circunve-


cinas; así en los límites entre Puebla y Tlaxcala se edificaron La
Tlaxcalteca, La Josefina y El Valor que incluía en su interior a La
Alsacia. Los poblados de Santa Cruz Tlaxcala, Santa Ana Chiautempan,
Amaxac de Guerrero, San Miguel Contla y Apizaco vieron nacer en sus
entrañas a La Trinidad, La Estrella, La Xicohtencatl, La Providencia,
Santa Elena, San Manuel y San Luis Apizaquito. Y a partir de 1938
surgieron nuevas empresas como La Albertina, La Mexicana y La
Luz, que se dedicaron al hilado y tejido de lana, ubicándose en San-
ta Ana Chiautempan [Santibáñez, 2000: 89-121].
Todas las factorías en sus inicios recibieron en su seno a los obre-
ros provenientes de Puebla, Veracruz y el propio Distrito Federal,
quienes tenían el predominio en las labores fabriles y que a la vez se
las transmitieron a los propios tlaxcaltecas. Con el tiempo ellos mis-
mos las enseñaron a sus descendientes, y por generaciones los pa-
dres introdujeron a sus hijos y éstos a su vez a los suyos hasta llegar a
la edad del retiro necesario.
Resultaba muy provechoso tener contactos familiares dentro
de la factoría, pues además de facilitar la entrada a la misma, el
proceso de aprendizaje resultaba más rápido y seguro, pues de lo
contrario “algunos maestros retrasaban la enseñanza, o eran ce-
losos y no querían decirle a uno lo que sabía, o a veces nos po-
nían a hacer cosas pesadas que ellos mismos no querían hacer y
el tiempo de enseñarnos se hacía cada vez más largo y no pasába-
mos de aprendices.” 1
Entre las comunidades había una especie de código no escrito
para establecer las cuotas de mano de obra de cada una de ellas; por
supuesto que los lugareños monopolizaban los puestos de las facto-
rías que se encontraban en su territorio, sin embargo también se
daba cabida a los integrantes de otras comunidades. De esa forma,
la fábrica que mayor número de obreros acaparó fue La Trinidad
porque, a decir de los propios obreros, “la materia prima era de
mayor calidad y por ello se podía hacer mayor número de piezas
porque no se reventaba el hilo tan seguido y se podía producir
más y mejor.”2
En cuanto a la producción, predominaba la elaboración de man-
tas de diversas medidas, aunque también se fabricaba franela de dis-
tintos tipos, diseños y tamaños, telas para toallas, cotí, sarga, driles,
sarapes para bebé, kaki, popelina, cabeza de indio, escocés, cambayas,
piel de león, gabardina, mezclilla, y en general telas resistentes para
la ropa de trabajo. Las factorías de lana manufacturaban hilo de
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 349

diferentes medidas y gruesos, mantas de viaje, cobertores, gabanes,


las llamadas tilmas, paños finos y diversidades de telas para la con-
fección de sacos, trajes y uniformes para el ejército [Directorio de
fábricas, 1938:1-15].
La materia prima era llevada a todas las factorías desde Pue-
bla a través de plataformas jaladas por mulitas, que iban desde la
estación del ferrocarril hasta la entrada del establecimiento. Las
pacas de algodón que no se iban a requerir de inmediato eran
almacenadas en túneles construidos ex profeso y que mantenían la
humedad necesaria para la mejor conservación del producto. De
igual forma, los géneros elaborados se empacaban para ser lleva-
dos a la estación en la misma plataforma y de ahí eran conduci-
dos por

una sola persona cuando la carga no era mucha porque de lo


contrario iban dos o más, mi papá se dedicó a esos quehaceres
durante mucho tiempo y yo lo acompañaba cuando se podía;
todas las fábricas así lo hacían y por ejemplo en La Trinidad y
Santa Elena la vía que iba hacia el sur era para el servicio de la
fábrica Santa Elena y la que iba hacia el norte era para el servi-
cio de La Trinidad.3

En la mayoría de los casos los productos eran llevados para el


proceso de acabado a otras fábricas que los propios dueños tenían
en la ciudad de Puebla; así en la fábrica Los Ángeles se daba el ter-
minado a las telas que provenían de La Trinidad por ser propiedad
de la misma familia Morales; y los géneros de La Josefina eran tras-
ladados a La Iberia que pertenecían a la familia López de Letona.
Nunca existió en las factorías tlaxcaltecas el trabajo femenino, y
el infantil sólo era permitido a cierta edad y en algunas áreas; así
por ejemplo los hijos de los obreros entraban como barrenderos, o
acarreadores de materiales, y un poco después pasaban a ocupar el
puesto de aprendices en los departamentos de hilado y tejido; por
otra parte fue inusual que se diera trabajo a los menores en ciertos
departamentos como el de tintorería o el de engomado, quizá por
los elementos que se tenían que manejar o por las temperaturas a
las que debían someterse las telas en dichas secciones.
El mercado de los textiles tlaxcaltecas era diverso, aunque la ma-
yoría de ellos tenía como destino la ciudad de Puebla, el Distrito
Federal, el estado de Oaxaca y en general los del sureste del país;
algunos de ellos rebasaban las fronteras mexicanos como en el
350 JUNTO A UN GRAN OBRERO, UNA GRAN MUJER

caso de los productos de La Trinidad que se exportaban al mer-


cado anglosajón.
Con poca variabilidad la existencia de las distintas factorías del
estado tuvo un destino casi simultáneo. Hacia finales de los sesenta,
y como consecuencia de la falta de modernización, la mayoría de las
fábricas cierran definitivamente: San Luis Apizaquito en 1961, San-
ta Elena en 1967 es rematada, en 1968 La Trinidad clausura sus
trabajos, lo mismo que La Tlaxcalteca. San Manuel es convertida en
cooperativa cerrando definitivamente en 1976 y La Estrella lo hizo
en 1972, sólo quedando activa en la actualidad la fábrica El Valor;
como se puede observar fueron más o menos en los mismos años
cuando se da una clausura definitiva de estas factorías quedando sin
empleo alrededor de mil 500 obreros.

LA COSTUMBRE INTRAMUROS: RITMOS Y RUTINAS DE TRABAJO

Con la instalación de las factorías en las comunidades que tradicio-


nalmente habían dependido del campo, la vida de sus habitantes se
vio transformada radicalmente; la tierra pasó a segundo plano como
una actividad complementaria dando paso en importancia a las la-
bores fabriles. Los que lograron adaptarse a las rutinas que rodea-
ban el trabajo industrial cambiaron el azadón y los aperos por la
lanzadera y el telar para instruirse en el arte y oficio de ser obreros.
No sin dificultades previas aprendieron que el pago semanal era
mucho más seguro y confiable que lo obtenido en tiempos de siega;
que el periodo de trabajo en la fábrica correspondía a un horario
preestablecido y no al que marcaba la propia naturaleza; que los
espacios laborales también se habían reducido a un local cerrado,
frío y oscuro en contraposición con las extensiones amplias y al aire
libre; que el respirar se volvió dificultoso por la constante emana-
ción del algodón en forma de borra que se inhalaba en todo mo-
mento y que en ocasiones resultaba perjudicial para los que lo pade-
cían. Sin embargo para los testigos que permanecían al margen de esta
situación, resultaba graciosa la forma en que los obreros salían después
de una jornada laboral, tal es el testimonio narrado bajo los recuerdos
de una mirada infantil: “todos los días esperaba la salida de los obreros
para verlos cómo estaban llenos de copos de nieve, creía que dentro de
la fábrica caía nieve aunque no me explicaba por qué afuera no.”4
Los trabajos, como en todas las otras factorías, debían cumplir un
horario y una rutina; el primer turno comenzaba sus labores a las
7.00 a.m., por lo cual el silbato se dejaba escuchar con antelación.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 351

Los miembros de la familia aún recuerdan los pasos previos que


marcaban el principio de las actividades que de forma invariable
tenían que realizarse diariamente, como en el caso de Eloina Osorio
de Méndez, originaria de Santa Cruz, cuyo abuelo, padre y herma-
nos trabajaron en La Trinidad, y quien refiere que antes de proce-
der a laborar el turno matutino se tocaban tres silbatazos, el primero
a las 6.30, el segundo a las 6.45 y el último a las 7.00,

y si los trabajadores no se apuraban a llegar les cerraban el portón


y se daba por perdido el día porque no se valían las llegadas tar-
de; siempre vivíamos pendientes de escuchar los silbatazos por-
que todo se hacía por medio de ellos: la hora de la comida tam-
bién era anunciada por los pitazos que daban aviso de que era el
tiempo para la comida y había que correr para evitar los regaños
de mi papá y de mi abuelito que ya estaban esperando la canasta
con los alimentos.5

En otras factorías como San Luis Apizaquito, San Manuel y Santa


Elena se iniciaba el turno a las 8:00 y de igual manera era precedido
por el silbatazo de la sirena que daba aviso del inicio y la termina-
ción de cada turno; sin embargo fue más frecuente que los obreros
de las dos primeras fueran residentes de las propias comunidades
en que estaban ubicadas las factorías, por lo cual la llegada a su cen-
tro de trabajo resultaba ser más rápido. Lo mismo que la comida se
llevaba a cabo en distintas circunstancias, pues al no tener que tras-
ladarse a otros sitios, a los obreros les daba el tiempo suficiente para
ir a sus casas a tomar sus alimentos:

mi papá y mis hermanos trabajaban en San Luis Apizaquito y


llegaban a comer y a cenar a la casa y nosotras teníamos que
apurarnos para que no nos ganaran, porque si no estaba la co-
mida se ponían bien muinos y nos regañaban bastante, pues como
mi mamá era finada, mis hermanas y yo teníamos que preparar
todos los alimentos, bueno así fue hasta que me casé y después
los hice para mi esposo...6

La jornada laboral era de lunes a sábado, día en que se trabajaba


sólo la mitad y en el que se hacía el pago de salarios a todo el personal,
y en que la familia esperaba ansiosa la llegada de la famosa “raya”:

mi papá rayaba el sábado y ese día aprovechaba mi mamá para


352 JUNTO A UN GRAN OBRERO, UNA GRAN MUJER

darle una larga lista de lo que nos hacía falta a mis hermanos y
a mí, desde zapatos que nos compraban en Puebla, hasta el
pago del abonero de esa bonita plancha que había sacado en
pagos cada semana. Era tan bonito ver cuando mi papá llegaba
con su raya porque sabíamos que ese día era posible que nos
llevara a Tlaxcala, porque como había camiones que hacían el
recorrido de Apizaco a Tlaxcala, pues a veces nos llevaban para
que nos paseáramos y era bien bonito, aunque no nos compra-
ran nada.7

Por otra parte, el conjunto industrial no sólo estaba constituido


por el casco fabril sino que además contaba con suficientes casas
para sus trabajadores, escuela, tienda y capilla. Era variado el tama-
ño y la disposición de aquellas, pero en el caso de las fábricas La
Trinidad y de San Manuel, las viviendas estaban acondicionadas a la
usanza de otros caseríos fabriles. Su construcción era de piedra y
adobe y los techos de solera. En la primera había dos tipos: unas gran-
des con tres piezas y patio, y otras más pequeñas con dos cuartos que
generalmente se ocupaban uno para cocina-comedor y el otro como
dormitorio.8 En la fábrica Santa Elena el dueño también construyó ca-
sas para sus operadores, pero éstas se encontraban fuera de la cons-
trucción fabril y sólo se les daba a aquellos que no eran de la región.9
Y es que inicialmente los caseríos tenían la intención de ser entrega-
das a aquellos obreros que no eran oriundos de la zona; sin embargo
con el paso de los años, el ingreso de trabajadores de la localidad y el
fortalecimiento de la CROM en las fábricas de Tlaxcala, las viviendas
fueron entregadas sólo a aquellos que el sindicato avalaba

pues algunos obreros que no vivían aquí cerca, que eran de los
pueblos circunvecinos o de fuera como de Atlixco, Puebla y
hasta de México, el sindicato les proporcionaba un cuarto con
cocina y tenían agua potable, les daban luz, y aunque el servicio
era de la empresa, el sindicato era el que promovía quién podía
vivir ahí y quién no.10

En otras, como en San Manuel, las casas de los trabajadores estaban


separadas del edificio fabril, divididas por la estación del ferrocarril.
Éstas también estaban destinadas a aquellos obreros que habían venido
de lugares alejados, pues los que tenían su morada en San Miguel Contla
continuaron en su lugar de residencia, realizando el recorrido diario
entre la fábrica y la comunidad, pues era muy fácil el camino
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 353

porque casi todos los trabajadores tenían sus bicicletas y a a


hora de la entrada de cualquier turno parecía una romería por
la cantidad de bicicletas que se dejaban ver en el camino, pues
en ese entonces no había carretera como la de ahora y era ca-
mino de terracería, y desde la loma veíamos todo el peregrinar
de bicicletas, lo mismo de ida como de regreso.11

En mayor o menor grado entre las factorías se compartían los


ritmos y rutinas dentro de sus instalaciones y en ese mismo sentido
la familia se volvía copartícipe de ellos tanto dentro como fuera de
los edificios fabriles.

LA VIDA EXTRAMUROS: COMPARTIENDO EL PAN Y LA SAL

Por otro lado, los cambios que se suscitaron repercutieron en la vida


familiar. Tradicionalmente el hombre había trabajado la tierra y la
rutina de la vida diaria giraba en torno a ésta. Cuando el jefe de la
casa irrumpió en las actividades fabriles se produjo una variación en
esa misma rutina. Muchos de ellos realizaban sus faenas en el campo
antes de ir a la fábrica; otros recibían ayuda complementaria de peones
que contrataban para el desempeño de las jornadas en el campo.
Pero lo más común fue el apoyo de los demás miembros de la
familia; mientras el obrero trabajaba en la fábrica, en casa se queda-
ban las mujeres combinando las tareas domésticas con las agrícolas.
Los niños acudían a la escuela y a la vez colaboraban en las labores
del campo. Con el tiempo ellos mismos ingresaron a la fábrica y a su
vez recibieron la parcela de tierra familiar que les correspondía. De
esta forma la participación familiar se hizo mas patente cuando el
hombre se ocupó fuera del campo, y aunque las responsabilidades
de estas tareas no recayeron en forma exclusiva en la mujer y en los
hijos, sí se acrecentaron sus actividades.
En este sentido son muy ilustrativas las declaraciones de doña
Manuela quien recuerda que

antes mi esposo sembraba y pichcaba él mismo, pero conforme


se hizo más el trabajo en Santa Elena, tuvimos que ayudarle yo
y todos sus hijos; comenzábamos desde tempranito para que
ellos pudieran irse a la escuela, usted sabe tenían que seguir
estudiando, y luego le daba yo a la faena y después me iba a los
quehaceres de la casa, ya sabe la comida y preparar la canasta
para que mi hijo el mayor se la llevara...12
354 JUNTO A UN GRAN OBRERO, UNA GRAN MUJER

Del mismo modo, las costumbres de las mujeres tuvieron que


modificarse en otro sentido: ya no sólo se dedicaban al cuidado de
la casa y a atender el campo, sino también participaban en forma
indirecta en las rutinas de la fábrica al llevar todos los días los ali-
mentos al marido, al padre o a los hijos. Muchas de ellas realizaban
grandes caminatas para llegar a la fábrica, portando los víveres que
gustosamente ingerían sus familiares. En el trayecto se les unían
otras mujeres que llevaban el mismo cometido, y una vez que lo
cumplían retornaban a sus hogares de la misma forma. Este acto
cotidiano les permitía salir de sus hogares y entablar nexos con
otras mujeres que residían fuera de su comunidad. En alguna
medida, esta práctica contribuyó a fomentar los lazos con perso-
nas que compartían su misma actividad. Dentro de la factoría los
miembros de diversos pueblos lograban un acercamiento más
directo entre ellos; fuera de la misma las mujeres hacían lo pro-
pio, lo cual trajo consigo una reestructuración en las relaciones
intercomunitarias.

Como mi esposo trabajaba en ese entonces en San Manuel, nos


turnábamos para llevarle la canasta, en veces mis hijos, en ve-
ces yo, pero si me tocaba ir a mí, me juntaba con la hija de mi
comadre para ir juntas a dejarles a los trabajadores porque así
se nos hacía más corto el camino; en veces también había
chamacos que por un dinerito llevaban las canastas a otros obre-
ros que no tenían quién se las llevaran o en veces ellos mismos
a la hora que se iban ya llevaban su itacate preparado y nada
más pedían permiso para calentarlo.13

Otro espacio para compartir entre las mujeres fueron los lavade-
ros, en donde se hacía algo más que sacar manchas y despercudir
ropa; se comentaba acerca de los problemas económicos, se platicaba
sobre los deseos de conseguir esos aparatos eléctricos que comenza-
ban a llegar a través de los aboneros y que tanto ayudaban a las amas
de casa; se hablaba de la libertad que les negaba el sindicato de
realizar sus compras en otras tiendas fuera de las que estaban desig-
nadas por sus dirigentes ya que

...el sindicato quería controlar la vida de todos en el pueblo,


ellos imponían a los candidatos y por supuesto decidían por
quién debíamos votar, controlaban la entrada de los trabajado-
res sobre todo después de la huelga de 1942, y para colmo les
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 355

decían a nuestros esposos dónde debíamos hacer las compras


del mandado, porque en esos años no funcionaba el mercado
como hoy y casi todo lo hacíamos en la tienda del sindicato que
era donde ellos querían, y pues nos teníamos que acoplar a lo
que ellos decían porque si se enteraban que la esposa de fulanito
iba a otro lugar pues le llamaban a él la atención y pues a mí eso
no me gustaba pero ni modo así tenía que hacerlo.14

Por su parte la educación para los niños corrió en primera instan-


cia a cargo de la fábrica, aunque después se estableció la Escuela
Primaria Xicohtencatl en el propio poblado de Santa Cruz. Durante
muchos años en La Trinidad hubo escuela tanto para los hijos de los
obreros como para los propios trabajadores analfabetos, aunque el
pago de los maestros era por parte del gobierno. “La escuela estaba
donde era el salón del sindicato y mediante un convenio entre éste y
la empresa se les permitió cursar la primaria a aquellos que no sa-
bían leer ni escribir, y para los niños íbamos medio día a la escuela y
medio día trabajábamos en la fábrica.”15 También les estaba permiti-
do a algunos trabajadores vender golosinas a la hora del recreo, como
lo relata la hija de un obrero:

...yo estudié en la escuela de La Trinidad de tercero a sexto y los


patrones la sostenían con materiales que hicieran falta como piza-
rrones, pupitres, bancas y otras cosas y a los maestros les pagaba
el gobierno, y recuerdo que a los obreros les dejaban vender cosas
de comer a la hora del recreo, sobre todo dulces y golosinas; lue-
go la quitaron y en su lugar pusieron una biblioteca pero creo que
nadie la visitaba porque a nadie le gustaba leer, bueno es que no
tenían tiempo y al final también la cerraron.16

En Santa Elena se estableció una escuela que del mismo modo


estaba auspiciada por los propietarios de la misma y que daba
cabida tanto a los hijos de los trabajadores como aquellos que
quisieran aprender a leer y escribir, los cuales asistían en horario
nocturno.

Mi papá iba a la nocturna, que comenzaba a las cuatro y salían


a las nueve de la noche, no importaba la edad que tuvieran
siempre y cuando quisieran aprender; me acuerdo que se me
hacía chistoso porque nos daba clase el mismo maestro y apren-
díamos casi al mismo tiempo a hacer cuentas y las tablas. Claro
356 JUNTO A UN GRAN OBRERO, UNA GRAN MUJER

que a mi papá no le gustaba la idea de que repasáramos juntos


las lecciones y a veces hasta se escondía de mí y de mis herma-
nos a la hora que hacía su tarea, creo que en fondo le dada un
poco de vergüenza que supiéramos que no sabía leer ni escri-
bir, pero a mí eso no me importaba.17

Otras comunidades como San Bernardino Contla, San Pablo


Apetatitlán, Santa Ana y Apizaco contaban con sus propias escuelas
primarias en las que cursaban aquellos niños cuyos padres no esta-
ban involucrados con el trabajo fabril; el gobierno estatal se hacía
cargo tanto del mantenimiento como de los salarios de los profeso-
res que ahí prestaban sus servicios. En muchos casos se trataba de
maestros que se hacían cargo de varios grupos y que en ocasiones
efectuaban otros turnos en escuelas aledañas, pues no había sufi-
ciente personal para cubrir todas las plazas que había vacantes.
Las fiestas eran ocasiones propicias para que departieran en armo-
nía todos los miembros de la comunidad y sus habitantes incorporaban
dichas prácticas a su espacio laboral; para muchos que se hallaban fue-
ra de su terruño, las costumbres representaban un recuerdo vivo y un
acercamiento patente con su tierra y su gente, y lo consideraban un
compromiso reproducirlas y transmitirlas a sus descendientes.
Había festejos religiosos que cobraban relevancia entre la comu-
nidad para conmemorar al santo patrono; en todas las fábricas
normaba más o menos el mismo tipo de celebración que se iniciaba
con la tradicional misa de gallo acompañada de música y cohetes.
Los asistentes disfrutaban luego de una fiesta mundana en la que
abundaba el baile, la comida y la bebida, repartiendo los gastos en-
tre el sindicato y la empresa.
Por su parte cada factoría llevaba a cabo sus eventos en distintas
fechas: así en Santa Elena se hacían grandes agasajos el 18 de agosto
en el que después de la consabida misa se realizaba una especie de
verbena con la participación de todo el pueblo en la que se hacían
concursos de palo encebado, carreras de caballos, lotería y otras más.
En San Manuel se honraba a San Miguel Arcángel y el 29 de sep-
tiembre se realizaba una tradición muy especial, pues era la fecha en
que los oriundos que habían migrado a otras regiones por diversas
circunstancias, regresaban al pueblo para participar activamente en
estas conmemoraciones:

los obreros que habían migrado se organizaban en peregrinacio-


nes para ir a San Miguel y se juntaban hasta 40 camiones que bajaban
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 357

en la fábrica y ahí los esperábamos los de aquí con las imágenes,


música y cuetes y se junta la gente y se van a misa y después a una
comida abundante y de ahí al auditorio y ellos contrataban músi-
ca y empezaba el baile, y había bebida todo el día; a las seis de la
tarde agarraban los camiones y se iba cada quien a su lugar...18

En La Trinidad había prácticamente doble festejo pues se organi-


zaba uno el 3 de mayo en honor a la Santa Cruz, patrona del pueblo,
y otro en una fecha movible entre mayo y junio para conmemorar la
Santísima Trinidad. En la primera fecha se efectuaba en la capilla de
la factoría la rigurosa misa con la tradicional parada de la Cruz, pos-
teriormente se pasaba al interior de las naves con la mencionada
cruz para hacer un recorrido por todos los departamentos, en los
que previamente se

adornaban los telares, se adornaban los tróciles, los estiradores,


los veloces, el cañonero, las bobinas, los urdidores, la turbina.
En fin, todos los obreros adornaban sus maquinitas con banderi-
tas de distintos colores, y en cada departamento se paraba la cruz
y había oportunidad para que el obrero invitara a quien quisie-
ra que le gustara que fuera el padrino de la parada de la cruz,
en donde se acostumbraba a llevar canastas de pasteles y aguas
frescas.19

La otra festividad que se efectuaba era para honrar a la Santísima


Trinidad, a la que igualmente se oficiaba una misa en la capilla para
después pasar a actividades como competencias de tiro al blanco,
carreras de costales, palo encebado, cortagallo, carreras de bicicle-
tas, box, y en la tarde una verbena en donde todos cooperaban y
todos se divertían para después dar paso al baile en la noche.20
Es increíble que a través de los años no se hayan borrado los recuer-
dos de éstas y otras experiencias, y que aún se conserven en la memoria
como si el tiempo no hubiera transcurrido, pues algunas de las muje-
res relatan sus rutinas, aprendizajes y recuerdos gratos, y evocarlos
es como revivirlos, ellas en su memoria y nosotros en la imagina-
ción.
358 JUNTO A UN GRAN OBRERO, UNA GRAN MUJER

Notas
1
Entrevista a Pedro Vázquez, en Santa Cruz Tlaxcala, el 27 de octubre de
1989, en adelante BEST/PV.
2
Ídem.
3
Entrevista de Margarita Amador, Blanca Esthela Santibáñez Tijerina y
Marciano Netzahualcoyotzi a Nicolás Chávez, en Santa Cruz Tlaxcala, el 21 de
septiembre de 1989.
4
Testimonio de Graciela Hernández en Santa Cruz Tlaxcala, el 28 de abril de
2001.
5
Entrevista a Eloina Osorio de Méndez, en Santa Cruz Tlaxcala el 18 de
noviembre de 1989
6
Entrevista a Etelvina Cruz, en el Centro Recreativo La Trinidad, el 28 de
abril de 2001.
7
Entrevista a Rosario Vega, en Santa Ana Chiautempan, el 3 de mayo de
1991.
8
Entrevista a Juanita Lima de Ortega, en Santa Cruz Tlaxcala, el 28 de
septiembre de 1990.
9
Entrevista a José Martínez, Santa Cruz Tlaxcala, el 21 de septiembre de
1989.
10
Entrevista de Margarita Amador y Raúl Castro a Guadalupe del Razo, en
Santa Cruz Tlaxcala, el 30 de septiembre de 1989, en adelante MA y RC/GR.
11
Entrevista a Guadalupe Coatl, en San Miguel Contla, el 15 de febrero de
1990.
12
Entrevista a Manuela López, en Amaxac de Guerrero, el 11 de noviembre
de 1989.
13
Entrevista a Juana Pérez, en Santa Cruz Tlaxcala, el 3 de mayo de 1990.
14
Entrevista a Rosa María Hernández, en Santa Cruz Tlaxcala, el 28 de abril
de 1991.
15
Entrevista BEST/PV.
16
Entrevista de Margarita Amador, Blanca Esthela Santibáñez Tijerina y
Marciano Neztahualcoyotzi a Leonor Chávez del Razo, en Santa Cruz Tlaxcala,
el 21 de septiembre de 1989.
17
Testimonio de Graciela Hernández, Op. Cit.
18
Entrevista a Ascensión Grande, en San Miguel Contla, el 18 de octubre de
1989.
19
Entrevista MA y RC/GR.
20
Entrevista a Domingo Cuamatzi, en Santa Cruz Tlaxcala, el 21 de septiembre
de 1989; entrevista a Juan Manuel Méndez Hernández, en Santa Cruz Tlaxcala,
el 18 de noviembre de 1989.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 359

BIBLIOGRAFÍA

Directorio de fábricas de hilados y tejidos de algodón, de hilados y tejidos


de seda y artisela y de hilados y tejidos de lana, en actividad, existentes
en los Estados Unidos Mexicanos al principiar el primer semestre de
1938, según registro de esta oficina. Secretaría de Hacienda y Crédito
Público, Oficina de Impuestos Especiales, Sección de Industrias y Trans-
porte, 15 p.
Santibáñez Tijerina, Blanca Esthela. 2000. “En las Márgenes del río
Zahuapan. La industria textil en Tlaxcala”, Historia e Imágenes de la In-
dustria Textil Mexicana Puebla, Tlaxcala y Veracruz, Puebla, Cámara de la
Industria Textil de Puebla y Tlaxcala, Gobierno del Estado Libre y So-
berano de Puebla, KoSa México, Benemérita Universidad Autónoma
de Puebla, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades: 89-121.
360
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 361

ELENA GARRO: DE LA REBELDÍA AL OSTRACISMO


María del Carmen García Aguilar

El gato escaldado del agua huye


si las cartas están echadas.
¿Podré algún día recoger los dados?

Elena Garro

Una de las mujeres protagonistas en el campo de las letras y la


cultura de México en el siglo XX fue, sin duda alguna, Elena Garro.
Su controvertida personalidad siempre fue tema de notas periodís-
ticas importantes, su vasta producción literaria trascendió las fronte-
ras de nuestro país. De tal suerte que el gran reconocimiento que
consiguió como escritora la hizo merecedora, aún después de muer-
ta, de múltiples premios y homenajes.
Elena Delfina Garro Navarro nace en la ciudad de Puebla el
11 de diciembre de 1916 (según consta en su acta de nacimiento
publicada por el escritor Pedro Ángel Palou, en el periódico El
Sol de Puebla, en agosto de 1998, con motivo de su muerte). Su
padre fue un español de nombre José Antonio Garro, su madre
una mexicana llamada Esperanza Navarro. Los recuerdos de su
infancia y de su vida familiar permanecieron siempre en la men-
te de la escritora. Nunca perdía oportunidad para hablar, no sin
nostalgia, del mundo maravilloso que vivió al lado de su madre,
sus hermanos, hermanas y básicamente de su padre, quien fue la
figura más fuerte e importante de esta etapa de su vida. En las
diversas entrevistas que se le hicieron, era común que surgieran co-
mentarios sobre su familia, sus formas de vida y de relacionarse;
declaraba:

Ellos me enseñaron la imaginación, las múltiples realidades, el


amor a los animales, el baile, la música, el orientalismo, el mis-
ticismo, el desdén por el dinero y la táctica militar leyendo a

[ 361 ]
362 ELENA GARRO: DE LA REBELDÍA AL OSTRACISMO

Julio César y a Von Clausewitz. Mientras viví con ellos sólo lloré
por Cristo y por Sócrates, el domingo en que bebió la cicuta,
cuando mi padre nos leyó los diálogos de Platón, que no he
releído [Carballo, 1986: .495].

En Puebla vivió poco tiempo, de ahí que, sólo decía tener pocos y
lejanos recuerdos como los de los baños de azufre, donde alguna vez
tuvo un accidente [García, 2003: 216]. Siendo aún pequeña y coinci-
diendo con la persecución religiosa, se traslada junto con su familia,
de Puebla a Iguala, Guerrero, donde transcurrió su niñez y parte de
su adolescencia. De entre sus recuerdos viviendo en ese pintoresco
sitio, frecuentemente hacia hincapié de la inocencia y la felicidad en
que vivió:

Yo era muy feliz de niña vivíamos (en Iguala) en un caserón


muy grande, teníamos jardín, corrales, dos pozos... mi papá
nos regaló a cada una un burro y a mi hermana Estrella una
vaca —se llamaba FLOR DE CAMPO— y andábamos en burro
en la casa o por todo el pueblo. Para mí era la felicidad y cuan-
do salí de allí, la dicha se acabó y nunca la he vuelto a experi-
mentar en forma tan completa [Vega, 1991: 23].

Ya en Iguala empieza a destacarse por su facilidad para las letras,


gana un concurso en su escuela con la composición: “El día del ár-
bol”. De este lugar, Iguala, Elena recoge bellos testimonios de la
vida provinciana que se reflejan en algunas de sus obras, como Los
días del arcoíris.
Para continuar con sus estudios, Elena tendrá que trasladarse a la
Ciudad de México, estando ahí, empieza a imbuirse en la vida social
de la ciudad. Su primer encuentro con Octavio Paz sucedió en un
baile organizado en la casa de una de sus primas:

Era el primer baile al que yo asistía... De entre un grupito de


muchachos muy guapos... salió uno de ojos azules, vino directo
hacia mí y me invitó a bailar. Yo nunca había bailado y le dije
que no. Mi tía Consuelo, hermana de mi mamá, que estaba
junto a mí, le preguntó cómo se llamaba, y él respondió: Octavio
Paz. ¡Cómo! ¿Es usted hijo de Octavio Paz?, exclamó sorprendi-
da mi tía, que había sido novia de su padre, Octavio Paz
Solórzano. Parece que le dejó muy grata impresión y me dijo:
¡Vé, Elenita, baila con él!. Casi me obligó” [Ramírez, 2000: 126].
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 363

De sus primeros contactos con Paz, Elena narró: “Octavio era muy
joven y cuando venía a la casa (ya en México) a hacerme la corte se
hizo muy amigo de mi papá. Yo llegaba del colegio —de la prepa—
, me gustaba cenar e irme a la cama porque me encantaba dor-
mir y Octavio se quedaba platicando con mi Papá [Vega, 1991:
23].
En 1936, estando ya en la UNAM, su talento no pasó desapercibi-
do: estudiaba letras y danza y rápidamente fue captada por el am-
biente artístico y universitario, de tal manera que a los 20 años era
actriz y coreógrafa en el Teatro de la Universidad, dirigido en ese
entonces por Julio Bracho. Fue llamada por Xavier Villaurrutia para
montar “Perséfone” de André Gide; por Rodolfo Usigli para hacer
la coreografía de El burgués gentil-hombre; también fue integrante del
grupo de Teatro TEA, a cargo de Xavier Rojas, con el que realizó
varias giras por diferentes estados de la república.
En la Universidad tuvo como maestros a Julio Jiménez Rueda,
quien le pronosticara su éxito literario; a Samuel Ramos, Salvador
Azuela, Julio Torri. Sus compañeros de clase, entre otros, fueron
Francisco Lastra y Carlos A. Madrazo; en particular sobre él Elena
Garro declaró:

La única vez que me metí en política fue con Carlos Madrazo y


me equivoqué‚ porque ya ves, no sirvió de nada: a él lo mataron
y yo me tuve que ir del país... Fui calumniada, me acusaron de
todo: desde terrorista, delatadora, hasta espía del Vaticano y
agente de la CIA, un montón de tarugadas. Fueron muy maja-
deros conmigo. ¿Sabes? Desde entonces no leo periódicos, por
si las moscas, para no llevarme un disgusto...
En 68 no me metí en nada ni firmé ningún documento ni
tomé parte en nada, porque Madrazo me advirtió: “Mire,
Elenita, este es un complot con muchos vasos comunicantes,
usted no firme nada porque si usted firma algo la van agarrar
de chivo expiatorio”. Y no firmé‚ nada y de todos modos me
agarraron... [La Jornada, 1991 : 24].

En 1937 contrajo matrimonio con Octavio Paz, enlace que duró


más de 24 años. En ese mismo año viaja, junto con Paz, a España
para participar en las brigadas internacionales que apoyaban la re-
sistencia civil, a través de un encuentro de escritores. De su estancia
en España, Elena Garro nos brindó sus recuerdos en el libro Memo-
rias de España 1937, donde nos narra sus experiencias y convivencia
364 ELENA GARRO: DE LA REBELDÍA AL OSTRACISMO

con grandes personajes de la cultura de México y el mundo como


Rafael Alberti, José Chávez Morado, Silvestre Revueltas, José
Mancisidor, César Vallejo y León Felipe, entre otros:

Con León Felipe, que se había unido a los mexicanos y estaba


con nosotros en Valencia, hablé de Machado. León dio de gol-
pes en el suelo con la punta de su cachava: “Sí, sí, pequeña, los
poetas les estorbamos a los listos...” [...] Nunca entendí bien las
diferencias políticas que cubrían de gloria a algunos y a otros los
hostigaban y los hacían ir de lugar en lugar sin encontrar acomo-
do [Garro, 1992: 115].

En 1938 regresan a México, en donde Elena Garro empieza a


trabajar como periodista. De su relación con Octavio Paz, que también
ha sido muy comentada y controvertida, Elena Garro mencionó:

...me acuerdo que las cartas de Octavio eran geniales. Cuando


salía me escribía: “te ruego que: a) no hagas tal cosa; b) no
digas tal cosa; c) no vayas a tal parte...” bueno así por el estilo y
cuando terminaba yo la carta decía “¡ay!, ya hice todo lo que
me prohibió”. Luego si caía alguna de ellas en sus manos Octavio
me decía: “mis cartas son odiosas, ¿verdad?” y yo le respondía
“no hombre, no te preocupes, son muy educativas” [La Jornada,
1991: 39].

Para 1942 la actividad cultural de Elena ya era muy fuerte, adapta


en cinematografía el guión Historia de un gran amor, con Julio Bracho.
En 1945, radicando temporalmente en Nueva York, colabora con el
Comité Judío-Americano, poco después viaja a París, en donde es-
tuvo en contacto con destacados representantes del surrealismo como
André Breton, Benjamín Peret y Francis Picabia; se relacionó tam-
bién con algunos hispanoamericanos como Bioy Cásares, José Luis
Borges y Cesar Vallejo. Fue en este período, estando en Berna, don-
de escribió su novela Los recuerdos del porvenir, obra que fue termina-
da en 1953 que escribió —a decir de ella— como un homenaje a
Iguala, a su infancia y aquellos personajes a los que admiró tanto y a
los que tantas jugarretas hizo. Después, guardó la novela en un baúl.
En 1948 retorna a México donde nacerá su hija Elena, “la
Chatita”, como la conocerán sus amigos cercanos.
Entre 1951 y 1954 la familia Paz-Garro vivió en Japón, cuando
Elena regresa a México, empieza a investigar sobre Felipe Ángeles,
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 365

termina esta obra en 1956 y, un año después, decide modificarla. La


versión final de Felipe Ángeles fue concluida en París en 1961. La
obra se estrenó en México el 13 de octubre de 1978; en 1979 fue
editada por la UNAM con un prólogo de Hugo Gutiérrez Vega. De
la obra se destaca que el personaje protagónico es presentado como
un ser humano común, no como el superhéroe, alguien que no es
un tesoro de virtudes sino que busca la mejor forma de vivir su vida,
con sus propias pasiones e intereses.
En 1956 escribe Andarse por las ramas, Los pilares de Doña Blanca y
Un hogar sólido. En 1957 el grupo Poesía en Voz Alta estrenó tres de
las obras de esta colección; estas piezas fueron publicadas en 1958
por la Universidad Veracruzana bajo el título de Un hogar sólido y
otras piezas en un acto; obra que además incluye El Rey Mago (repre-
sentada para la televisión en 1960); Ventura Allende y El Encanto,
tendajón mixto.
En 1958, es llevado al cine su guión cinematográfico Perfecto Luna,
por Archibaldo Burns y Las Señoritas Vivanco con Juan de la Cabada.
En la siguiente edición de Un hogar sólido y otras piezas en un acto
(1983) se incluyen otros cuentos: Los Perros, El Árbol, La Dama Boba
(obra escrita en 1953, publicada por primera vez en la Revista Arte
Teatral, de Instituto Nacional de Bellas Artes en abril de 1964), El
Rastro, Benito Fernández y La Mudanza. Años después, la obra sería la
única pieza de un autor y autora mexicana elegida por José Luis
Borges, Bioy Cásares y Silviana Ocampo para aparecer en la célebre
Antología de la Literatura Fantástica, publicada en la Editorial Sud-
americana en 1965. También escribió algunos guiones cinematográ-
ficos, entre éstos el de la película Sólo de noche vienes, basada en el
relato La culpa es de los tlaxcaltecas, que en 1965 es llevada al cine por
Sergio Vérjar. De Benito Fernández cabe destacar que Elena escribió
este relato con base en las opiniones que tenía de Fernando Benítez,
cuando éste era director del suplemento cultural México en la Cultu-
ra, del periódico Novedades.
Por estas fechas el movimiento agrario estaba muy enardecido, el
trato de los gobernantes hacia los campesinos resultaba indignante,
ya que no sólo la expropiación de las tierras estaba tomando nuevos
rumbos, sino que se estaba propiciando la migración hacia la “gran
ciudad”.

Elena se indignó y se convirtió en su defensora y les exigió a


gobernadores, a banqueros, a terratenientes la devolución de
las hectáreas de tierra que les habían expropiado para cons-
366 ELENA GARRO: DE LA REBELDÍA AL OSTRACISMO

truir sus casas de campo con alberca en Cuernavaca, a sunny


place for shady people. Justiciera, blandía su espada de fuego y
era un espectáculo verla decirles sus verdades a los funciona-
rios públicos. Valiente como pocos, los ponía a temblar con su
inteligencia y su capacidad de convocatoria [Poniatowska, 2000:
116].

Las anécdotas que se cuentan sobre el apoyo que Elena dio a los
campesinos son múltiples, todas coinciden en la vehemencia y pasión
con que ella los acompañó en algunos de sus plantones y marchas.
La personalidad de Elena Garro, en esa época y siempre, fue muy
controvertida, hay quienes la veían con admiración, pero también
con cierto recelo, en ese sentido Emmanuel Carballo comentó: “Ella
era como aquellas señoras de los salones franceses y los salones im-
portantes de cualquier ciudad, sea Buenos Aires, Londres, París o
México” [García Ramírez, 1989: 1].

Era la gran señora de su salón, era la mujer brillante, osada, nun-


ca mimética, nunca acomplejada, nunca una dama mexicana que
hacía calceta o que le servía al marido para que se refugiara y se
acunara y le pusiera las pantuflas. Tenía vida propia, decía lo que
pensaba, que podía estar o no de acuerdo con Octavio... “Es una
mujer con una personalidad que no le cabe en los poros y tiene
que expulsarla, abrirse, inundar a la gente”...
Elena era una mujer guapa, pero cuando hablaba se transfi-
guraba y algo la hacía ser la mujer más hermosa, más inteligen-
te, más etérea, la que decía las primeras y las últimas palabras
de una reunión... nos parecía hermosa, sugerente, abismal,
talentosísima. Cuando nos librábamos de su hechizo y salíamos
de su salón, veíamos que muchas cosas no eran ciertas, pero ahí
está lo hermoso de un escritor, que por la magia de la palabra
vuelve las cosas verosímiles [Carballo, 1991: 31].

La fascinación que despertaba Elena ha sido reseñada nos sólo


por escritores, sino también por algunas de las mujeres que la cono-
cieron y convivieron con ella en algún momento de su vida, como es
el caso de Elena Poniatowska:

Elena Garro al seducirnos, defiende a las mujeres del mundo,


sin siquiera proponérselo. Mucho más lúcida que la mayoría,
sensible hasta la exacerbación, Elena, caprichosa, exigente,
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 367

merecedora de todas las ofrendas, jamás olvida que es mujer y


reúne todas las características que hacen que un hombre quiera
envolverla en su abrazo y protegerla [...] Elvira Vargas era mu-
cho más realista que yo, tenía los pies en la tierra, y sin embar-
go siempre fue sensible al encanto de Elena. La verdad, a mí
me tenía subyugada... El imperio que Elena ejercía sobre sus
seguidores era absoluto [Poniatowska, 2000: 115 y 118].

En 1959 Elena Garro escribió La Mudanza, obra publicada en la


revista La Palabra y el Hombre (vol. X, núm.10, abril-junio, 1959). De
esta época, sobre su vida personal Elena Garro recuerda: “En 1959,
estando viviendo ambos en París, Paz promovió un divorcio por co-
rreo en Ciudad Juárez y el juez de esa ciudad dictó sentencia contra
mí ‘por rebeldía de la parte demandada al negarse a presentar en
esta ciudad’ Por mi parte, yo ignoraba la existencia de dicha autori-
dad y su sentencia” [Uno más Uno, 1989: 4]. Hecho que trajo, a la
muerte de ambos, serios problemas legales entre Helena Paz y Ma-
ría José (la viuda de Octavio Paz).
En ese mismo año (1959), Elena se traslada a Nueva York, donde
vivió hasta 1963. A su regreso a México, recibe el Premio Villaurrutia
por su novela Los recuerdos del Porvenir, editada en ese año por Joa-
quín Mortiz y traducida posteriormente al francés. Los Recuerdos del
Porvenir, al igual que otras de sus obras recibió muy diversas críticas.
Octavio Paz se refirió a ella en Novela y Provincia como “una obra de
verdad extraordinaria, una de las creaciones más perfectas de la lite-
ratura hispanoamericana”. En 1968 Los recuerdos del Porvenir es lleva-
da al cine por Arturo Ripstein. La crítica elogió la obra de Garro y
con múltiples los estudios, tesis y análisis hechos sobre esta novela.
Para Margo Glantz

Los recuerdos del porvenir es la historia de un pasado, la memoria


del pueblo de Ixtepec convertido en piedra de camposanto...
La escritura se instala deliberadamente en la ambigüedad y
permite una metaforización del tiempo, transformando en
materia novelesca, es decir lo que ha podido transformarse en
piedra y actuar como memoria, o más bien, la escritura ha he-
cho que la piedra sea el lugar de inscripción de una memoria
perdurable [Glantz, 2003: 17-18].

En 1960 se edita, en la colección “Teatro Mexicano”, su obra


La Señora en su balcón, misma que fue estrenada por el grupo
368 ELENA GARRO: DE LA REBELDÍA AL OSTRACISMO

Teatro Estudio de México. En 1963 se publica por primera vez


en la Revista Mexicana de Literatura (núm. 3-4, marzo-abril, 1963)
El Arbol.
En 1964 escribe Testimonios sobre Mariana, parte de esta obra la
publicó Luis Spota en la revista Espejo en 1965. Con esta novela,
obtuvo el premio “Juan Grijalbo” en 1980. Obra que provocó a su
publicación y tiempo después, controvertidas declaraciones, por lo que
la propia Elena, en una carta dirigida a Emmanuel Carballo escribe:

... Mariana no es una autobiografía sino una novela. Cuando


las publique, [las memorias] Octavio Paz, Archibaldo Burns y
todas las personas que crees descubrir en los personajes po-
drán demandarme. Sería muy divertido el juicio. Un verdade-
ro VAUDEVILLE.... [aunque] es verdad que tomé rasgos de al-
gunas personas vivas y difuntas para crear a un solo personaje
[Carballo, 1979: 14].

...Cada personaje está hecho de dos o tres personas que co-


nozco, pongo las virtudes de uno, la belleza de otro, algunas
frases de otro más ... porque si te basas sólo en una persona,
entonces te sale muy tieso porque nunca conoces bien a una
persona y tienes que hacer unas combinaciones para que te
salga algo real e interesante. Un personaje no puede salir de la
nada [La Jornada, 1991: 39].

Esta tendencia de querer relacionar la vida de Elena con sus


obras, es consecuencia de que en la mayoría de ellas encontre-
mos, como característica peculiar, que sus personajes protagónicos
generalmente son femeninos y en más de uno de los casos como
madre e hija, estos personajes aparecen asociados a una vida in-
telectual y política muy fuerte, en donde también aparecen con
frecuencia los hombres como sinónimo de poder empeñados en
dañar, desaparecer o aniquilar a la o las protagonistas. Así en
Testimonios sobre Mariana, la protagonista, Mariana, es una mujer ca-
sada con un prestigiado arqueólogo sudamericano que goza de un
gran prestigio y poder intelectual y con quien ha procreado una
hija; pero con quien mantiene una relación de sometimiento y an-
gustia. A través de los relatos de diferentes personajes se dibuja la
personalidad de Mariana, para que finalmente tanto la vida de
Mariana, como la de la propia Elena, se pierdan entre el presente y
el pasado.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 369

El ballet era el único espacio en donde sucedía lo maravilloso y


comprendí la infinita desdicha de Mariana y de Natalia, «su hija»,
arrancadas brutalmente de aquellos paisajes lunares, visitado por
príncipes silvestres y en los cuales los lagos ondulantes están vigi-
lados por personajes maléficos. Hechizados en nuestras butacas
contemplábamos la belleza que nos visitaba y buscábamos a nues-
tras amigas separadas de la magia [Garro, 1981: 280].

En este mismo año, 1964, la Universidad Veracruzana edita La


Semana de Colores, dentro de la colección “Ficción” (núm. 54, 1964),
la obra agrupa once narraciones: La semana de colores, El día en que
fuimos perros, Antes de la Guerra de Troya, El robo de Tiztla, El duende, La
culpa es de los tlaxcaltecas, Zapaterito de Guanajuato, ¿Qué hora es?, El
anillo, Perfecto Luna y El árbol. Posteriormente en 1989, Grijalbo edita
este texto agregando los relatos Era Mercurio y Nuestras vidas son los
ríos.
En Semana de Colores, puede decirse que Elena Garro hace gala de
su característico «realismo mágico», ya que en estas narraciones la
magia trasciende lo real, la vida se presenta cambiante, difusa:

...a los personajes sólo les interesa realizarse dentro de ellos mis-
mos, desatendiéndose por lo tanto del destino de la colectividad;
lo soñado es mas real que lo vivido; el pretérito condiciona el
presente y anuncia como ser el porvenir: todo está predetermi-
nado de antemano y nadie puede escapar a su destino; la vida
oscila entre el movimiento y la quietud, entre el luchar y el con-
formarse, y en todos los casos puede más la abstención que el
empecinamiento; se conoce mejor y más a fondo por medio de
los sentidos que de la inteligencia [Carballo, 1979: 509-510].

En este mismo año, 1964, escribe el guión de cine ¿Qué pasa con
los tlaxcaltecas?. En 1967 es llevado al cine Juego de Lágrimas de
Archibaldo Burns, basada en el relato de El Árbol.
En 1968, como consecuencia de los sucesos acaecidos en México,
tras la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco, Elena fue señalada
por unos como instigadora del movimiento estudiantil, y por otros
como delatora de los intelectuales que apoyaban el movimiento. Luis
Enríquez Ramírez [2000] hace una notable reseña hemerográfica de
las declaraciones hechas por Elena Garro sobre el movimiento estu-
diantil y los intelectuales participantes en el mismo.
Después de huir, prácticamente, de su casa de las Lomas, aban-
370 ELENA GARRO: DE LA REBELDÍA AL OSTRACISMO

dona el país junto con su hija Elena. Vivió en los Estados Unidos de
1971 a 1974. Sobre su partida Elena ha dicho:

A mí me gustaba bordar. Bordaba y bordaba sábanas y sábanas,


manteles y manteles, servilletas. Cuando me fui de México esta
última vez (hace 20 años) tenía 185 servilletas bordadas por mí.
Ya estábamos retiradas (Helena y yo) del mundanal ruido —sí
hombre, por esa historia del 68 que he estado repitiendo en los
últimos días—; yo me dedicaba a bordar, bordar y bordar, y a
leer a Marx. Porque como me acusaron de comunista, dije: voy
a ver qué cosa es el comunismo, porque yo no sabía nada de eso
y sólo repetía lugares comunes, como lo de la explotación del
hombre por el hombre... Escribía, eso sí, artículos periodísticos
en favor de los campesinos, en los que criticaba al gobierno, pero
nunca he sido comunista [La Jornada, 1991: 24].

Del movimiento del 68 se han dicho y escrito diversas cosas, para


muchos Elena Garro jugó un papel importante, pero las opiniones
varían con respecto a si sus acciones fueron a favor o en contra de
este movimiento; sobre ello, Elena ha comentado:

...desde 1968. Nadie nos frecuenta, excepto algunos líderes es-


tudiantes del famoso Movimiento que tantas catástrofes produ-
jo... En octubre de 1968, recordando las palabras hipnóticas
de Paz “debes aprender a decir ¡NO!”, cuando el procurador
general de la República se equivocó y salí en todos los diarios y
revistas del país como uno de los jefes del “complot comunista
para derrocar a las instituciones de gobierno”. “El procurador
había descubierto los hilos del complot en media hora”, decían
los diarios, pero el procurador se equivocó. Se lo dije a los pe-
riodistas y entonces mi situación se volvió una “causa perdida
para siempre”. El mundo me cayó encima y desde entonces
continúo en la dimensión de “al revés volteado” [Uno más Uno,
1989: 4].

Después de estos sucesos, y ya estando fuera de México, en 1969


escribe Andamos huyendo Lola, editada en México por Joaquín Mortiz
en 1980. Esta obra agrupa diez textos narrativos entre cuentos y
novelas cortas, en estas narraciones la desdicha, la desesperación, la
angustia y la soledad se hacen patentes; cada página está cubierta de
desolación. Las protagonistas, siempre acompañadas de otros per-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 371

sonajes, unas veces animales, otras personas, viven sólo tratando de


subsistir, sin casa, sin dinero, sin alimento, viven en tal zozobra que
en cada narración siempre salen huyendo. Sin embargo es una de
las pocas obras de Elena cuyo final no es la aniquilación real o sim-
bólica de sus personajes protagónicos.
En 1974 se trasladarán “las dos Elenas”, como las llamara Carlos
Fuentes, a España y posteriormente a París, en donde residieron
hasta 1995 en que decidieron regresar a México. Desde París Elena
hizo llegar sus obras: Reencuentro de personajes, publicada en 1982; La
casa junto al río, publicada en 1983; Y Matarazo no llamó... fechada en
París, 1960 y publicada en 1991; obras publicadas por la editorial
Grijalbo.
A través de todas estas obras se encuentra reafirmado el gran
talento literario de Elena Garro. Sin embargo la angustia y desola-
ción que la acompañaron en su vida, tampoco la abandonaron en
sus obras, es más, las caracterizaron. Así sus protagonistas, Mariana,
Verónica, Consuelo o Inés, son mujeres que tienen como denomina-
dor común la soledad, la angustia y la sospecha.

Una constante atraviesa sus novelas, sus cuentos, su teatro: el


miedo. Nadie le da seguridad, no hay una espalda ancha de
hombre en la que pueda recargar la suya. La presencia mascu-
lina es siempre hostil... El hogar es una trampa. Detrás de la
puerta, alguien, el esposo, el amante afila un cuchillo para en-
cajárselo en la nuca [Poniatowska, 2000: 111-112].

Con la última novela que mandó de París Y Matarazo no llamó...,


destaca que el personaje protagónico no sea una mujer, sin embargo
la suerte de Eugenio, no dista mucho de la de Mariana, Verónica,
Consuelo o Inés; ya que Eugenio, que además fue su personaje pre-
ferido, de repente se ve envuelto en una serie de acontecimientos
que cambian vertiginosamente su apacible vida, todo lo que le era
familiar se vuelve extraño, ajeno; vislumbrándose como final, la
muerte.

Eugenio se encontró en aquel lugar mal oliente y cerrado como


una tumba, a sabiendas de que todavía no estaba muerto. Se
quedó quieto, incapaz de pensar en nada. Cuando menos, ha-
bían cesado de golpearlo. En el silencio sepulcral alguien res-
piraba con dificultad, muy cerca de él. Temió que fuera ”el he-
rido” y lo invadió un terror sobrenatural [Garro, 1991:126].
372 ELENA GARRO: DE LA REBELDÍA AL OSTRACISMO

Después de 23 años de ausencia Elena Garro regresa, en 1991,


temporalmente a México, y con ella el “mito de la Garro” se volvió a
hacer patente; nuevamente los diarios se ocupan de ella, pero ahora
para elogiarla o reseñar los homenajes de que fue objeto como el
que organizó el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes el 28 de
noviembre de ese año en el Palacio de Bellas Artes, en donde parti-
ciparon Salvador Elizondo, Margo Glantz, Salvador Azuela,
Emmanuel Carballo, entre otros escritores.
En Tabasco, en la comunidad de Ocotlán, el Laboratorio de Tea-
tro Campesino e Indígena (LTCI), fundado por Alicia Martínez
Medrano, monta seis de sus obras en varios escenarios naturales de
la comunidad, con el objeto de sumarse a su homenaje.
El 22 de noviembre de ese año (1991), Elena Garro visitará Pue-
bla para recibir la copia de la Cédula Real de la Ciudad, la cual se-
gún dijo, guardaba en ropero, porque dado el estado de deterioro
de sus paredes, no podían clavar ni un clavo. [García, 2003: 216]
Así, esta “criatura con cara de niña, pluma de vidente y corazón
de gato”, como la llamara Fernando de Ita —tanto en aquella oca-
sión, como en 1993 que decidió volver a su país— fue acogida calu-
rosamente, con gran cariño y entusiasmo, algunos por conocerla y
otros más, por volver a verla.
El 10 de junio de 1993 Elena Garro finalmente regresó a México

Cumplida la penitencia de 20 años de olvido, la injusticia, de


cualquier modo, la persiguió; no obstante que estuvo incluida
en el Sistema Nacional de Creadores, el Premio Nacional de
Literatura le fue negado sistemáticamente pese a lo indiscuti-
ble de su trascendencia en nuestras letras. Este honor, dicho
sea de paso, no ha sido concedido hasta hoy a ninguna mujer
escritora [Ramírez, 2000: 29].

Elena Garro vivió los últimos años de su vida en la ciudad de


Cuernavaca, aunque no en las condiciones que se hubiesen espera-
do para una escritora de su talla. Desde su llegada su situación eco-
nómica y de salud se fueron minando, en algunas entrevistas co-
mentó: “Mañana me cortan el teléfono. ¿Para qué vine a México?
Héme aquí sentada en este sofá, no tengo cama... estoy desespera-
da, con una depresión muy grande...” [Vega, 1995].
De las últimas obras publicadas aún en vida de Elena, podemos
destacar Inés, escrita según la autora por 1972, Busca mi esquela y
Primer Amor, Un corazón en el bote de basura y Un traje rojo para un duelo.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 373

En todas sus obras, las protagonistas son mujeres de gran pesar, des-
amparo, angustia y desconsuelo, pero las caracteriza un sentido de
amor y humanidad.
En alguna ocasión Elena Garro, reflexionando sobre sus novelas,
escribió:

Para mí el tiempo se detuvo en una fecha lejana, extrañamente


es la misma fecha que di en los latosos Recuerdos del porvenir. No
me había fijado en la espantosa coincidencia, porque nunca me
releo y fue gracias a una amiga que leyó el libro y me hizo una
pregunta cuando me di cuenta que yo misma había escrito mi
suerte, lo cual comprueba mi teoría: la teoría del futuro es váli-
da. Pero no me ha fastidiado y estoy cambiando los finales de
todos mis cuentos y novelas inéditos para modificar mi porvenir.
Por este motivo escogí unos cuentos no comprometidos (Andamos
huyendo Lola). ¡No deseo más tragedias! y ahora pienso que los
finales deben coincidir con los principios. Tal vez, si no logro
remendar mi futuro, los queme [Carballo, 1986: 493-494].

Sin embargo estos finales nunca fueron modificados, ni las obras


quemadas y la suerte tanto de Inés, Natalia, Irene, Bárbara, como
Mariana, Verónica y Consuelo, y tal vez de la misma Elena, es seme-
jante: la infelicidad, el miedo, la angustia en una constante aproxi-
mación hacia la muerte.
Será porque, como Ella misma dice: “El gato escaldado del agua
huye” si las cartas están echadas. ¿podré algún día recoger los dados?”
Tal vez, junto con su recuerdo, y entre quienes la siguieron y es-
cribieron sobre ella, se puedan recoger los dados de su vida en testi-
monios que permitan, no sólo compensar los años de ostracismo a
los que estuvo confinada, sino retribuirle el valor como una mujer
que puso el nombre de la literatura mexicana en la cima de las letras
internacionales. Como dijera, hace algunos años, Emmanuel
Carballo: “Es una escritora de la cabeza a los pies, modificante, des-
lumbrante, innovadora: la literatura era una antes de Elena Garro y
es otra después de ella” [La Jornada, 1991: 24].
De sus últimas obras publicadas póstumamente podemos hacer
mención de Mi hermana Magdalena, Larga es la noche Loreto, Los revo-
lucionarios mexicanos, El accidente, Invitación al campo y Luna de miel.
Finalmente, cabe hacer mención que la mayoría de sus obras de
teatro han sido puestas en escena por diferentes grupos de teatro en
la Ciudad de México, en varios estados del país y en el extranjero.
374 ELENA GARRO: DE LA REBELDÍA AL OSTRACISMO

En marzo de 1994 la directora Sandra Félix rindió un homenaje a


Elena Garro, poniendo en escena Este paisaje de Elenas, basado en los
personajes de tres de sus obras: Andarse por las ramas, La señora en su
balcón y un hogar sólido. Particularmente deseo destacar las puestas en
escena de Ventura Allende y Andarse por las ramas, dirigidas por Nicolás
Estrella para la Escuela de Arte Teatral de Puebla; Benito Fernández,
dirigida por Pilar Souza para la Escuela de Arte Teatral de Puebla y La
dama en su balcón, puesta en escena por el Taller de Teatro de la Univer-
sidad Autónoma de Puebla, en 1985, y Un hogar sólido, por el Taller de
Iniciación Actoral de la BUAP, dirigido por Cristina Flores, 1998. Así, la
obra de Elena Garro marca un parteaguas tanto en la literatura con-
temporánea de México como en el teatro.
Acercarnos a ella ha sido transitar por diversos tiempos y espa-
cios, espacios y tiempos que de una u otra forma se van dejando
entrever en cada uno de sus escritos, y que nos llevan de la vida a la
fantasía, de la fantasía a la desdicha, de ésta a la ilusión, de la ilusión
a la muerte y en algunos de ellos, a la esperanza. A través de su
literatura, Elena Garro deja entrever su vida, su personalidad, sus
sentimientos y emociones, vida que se apagó lentamente; mientras
su obra, en dirección opuesta, fue trascendiendo. Elena Garro mue-
re el 22 de agosto de 1998 en la ciudad de Cuernavaca, Morelos.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 375

BIBLIOGRAFÍA

“No hay tiempos mejores ni peores,


todos los tiempos son el mismo tiempo
aunque las apariencias nos traten de engañar
con su espejo.”
Elena Garro

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376 ELENA GARRO: DE LA REBELDÍA AL OSTRACISMO

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ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 377

DE LA CASA A LA DEMOCRACIA. UN PROCESO


DE EMPODERAMIENTO (PUEBLA, 1968)1

Gloria A. Tirado Villegas

INTRODUCCIÓN

E N el 2001 salió publicado Vientos de la democracia. Puebla 1968 [Ti-


rado, 2001], donde escribí una revisión cronológica del movimiento
estudiantil de 1968 apoyada en actas de Consejo Universitario, prin-
cipalmente. Por vez primera se abordaba un análisis sobre lo ocurrido
en Puebla en ese año crucial. La historia regional debía explicar, desde
su propia dinámica, actores y escenarios, cómo el 68 ocurrió más allá
del DF. Las entrevistas que complementaron a esta crónica de hechos
dan cuenta de sucesos ocurridos que sólo pueden explicarse desde un
ángulo regional y local, sin olvidar, por supuesto, que Gustavo Díaz
Ordaz egresó de esta Alma Mater, fue en ésta donde se formó y esta-
bleció vínculos de amistad que jamás se fracturaron pese a las grandes
manifestaciones de protesta en la capital del país y de Puebla.
Precisamente en 68 una coyuntura política de elecciones para la
gubernatura y presidencia municipal motivaban un rejuego de fuer-
zas políticas, especialmente dentro del PRI. Por eso el 68 explica
muchos de los episodios que ocurrieron en los años setenta y que
llevaron a la salida del gobernador Gonzalo Bautista O’Farril, des-
pués de ocurridos los hechos del 1 de mayo de 1973. Igualmente 68
es el crisol de pugnas en el poder que provenían de años anteriores
y que pudieron palparse en 64 con la salida del general Antonio
Nava Castillo. ¿Qué ocurrió realmente en estos años? Falta mucho
que escarbar en documentos, pero especialmente con los actores po-
líticos de la época, a los que poco se ha acudido pese a las investiga-
ciones abiertas sobre los años de la guerra sucia.
Vientos de la democracia. Puebla 1968 logró su cometido al deshilva-
nar apenas la madeja cuyo cono total lo encontraremos en docu-
mentos del Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional, CISEN, o
en el Fondo de Gobernacion, depositados en el AGN.2 Hacer hablar
a varios de los protagonistas enriqueció lo que se había dejado olvi-

[ 377 ]
378 DE LA CASA A LA DEMOCRACIA

dado y a la espera de que el tiempo lo borrara y se convirtiera en


historia muerta. Por fortuna pude localizar a la mayoría de los líde-
res locales en ese año decisivo, que ya lo eran desde años atrás: José
Luis Victoria, Federico López Huerta, Miguel Ángel Burgos, Luis
Ortega Morales, por ejemplo; de Joel Arriaga y Enrique Cabrera,
asesinados en 1972, pudieron atestiguar amigos y familiares. Ahí,
en el 68, encontramos también la respuesta a los porqués la derecha
poblana se fue radicalizando.
En este múltiple encuentro con un pasado, de 37 años, me topé
con una pregunta incesante, al punto de latir mi corazón con cada
entrevista o lectura, ¿y las mujeres qué hacían?, ¿qué papel jugaban?
Interrogantes que dieron cuerpo al subtítulo “¿Y las mujeres…?”
escrito en Vientos... A tal punto que hubo quien me preguntó ¿a poco
había mujeres activistas en el 68? La ceguera visual e intelectual sólo
puede tener una respuesta: el mundo público es de los hombres.
Comentarios como el anterior nos plantean la necesidad de ini-
ciar a partir de elaborar la historia de las mujeres, requerimos
visibilizarlas. En el movimiento estudiantil del DF ocurrió lo mismo,
pese a que hubo presas en Santa Martha Acatitla, pasaron inadverti-
das, menos entrevistadas. Vale la pena citar a la conocida líder del
68, Ana Ignacia Rodríguez, La Nacha, quien en una entrevista del
22 de julio de 2002 declaró: “La discriminación de la mujer en el 68,
¡en serio!, es enorme. Nuestra participación fue determinante [...] A
pesar de todo, por el movimiento sólo hablan los compañeros” [La
Jornada, 22 de julio de 2002]. La fecha tan reciente de su asevera-
ción, como codenunciante de la causa penal FEMOS/PP/002 por la
masacre de Tlatelolco muestra también el trato diferenciado de los
periodistas hacia los y las participantes.
Por todo lo antes dicho este artículo se propone recuperar las
experiencias de las activistas de entonces y por tanto aportar a la
memoria colectiva, contestando qué cambió en esas mujeres en tor-
no a su construcción cultural y en ese ambiente predominantemen-
te masculinizado. Por esta misma razón es necesario reconstruir los
escenarios públicos y privados antes, durante y después del 68, to-
mando como fuente principal a las universitarias que para fortuna
de esta investigación nos abrieron las puertas a su memoria y a su
vida privada, también. Acaso con esto refrendo lo posible de escribir
la historia de las mujeres a través de y con ellas. Dicho lo anterior las
entrevistas son el hilo conductor, reafirmado con los documentos
localizados en los libros de actas del Consejo Universitario y la con-
sulta hemerográfica.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 379

ANTES DEL MOVIMIENTO

El mismo título de este artículo refiere un tránsito que para los varo-
nes es innecesario explicitar, menos en esos años, porque parecía
que todo Puebla era para ellos, sociedad, universidad y casa alta-
mente masculinizados. Acaso aparezca exagerado afirmar que las
mujeres que cruzaban el umbral universitario se arriesgaban a que-
darse solteronas, ¿quién habría de querer a una abogada?, ¿casarse
con una economista? Y menos aún con una ingeniera. Razonamien-
tos que parecerán decimonónicos pero no alejados de una sociedad
conservadora como lo era Puebla, aunque en la Universidad siete
años atrás se habían suscitado hechos violentos entre los de la dere-
cha y los liberales, que dieron nacimiento al conocido movimiento
de Reforma Universitaria en 1961, cuando para fortuna del pensa-
miento avanzado y liberal salieron derrotados los fúas. Derrotados,
aunque no para siempre, como hoy sabemos por el libro de Álvaro
Delgado [2003], El Yunque.
En tal ambiente politizado, lleno de violencia verbal y física, las
mujeres no tendrían porqué asistir a la Máxima Casa de Estudios;
para el resguardo de “sus buenas y femeninas conciencias” existían,
desde tiempo atrás, escuelas femeninas y particulares tales como el
Social Femenino, las academias de manualidades, de belleza, etcéte-
ra y todas aquellas instituciones donde pudieran formarse como fu-
turas madres de familia.
La Universidad Autónoma de Puebla era la única institución de
educación superior entonces y a ésta ingresaban estudiantes de dife-
rentes niveles económicos, y en las diferencias políticas se cruzaban
enconos de distinta naturaleza. No faltaban los catedráticos que cues-
tionaban la presencia de las jóvenes en el aula llamándolas “prófu-
gas del metate”, o con algunas diatribas que pretendían descalificar
su capacidad académica. Las anécdotas de las activistas no son va-
gas; por el contrario, de éstas pende mucho su orgullo de haberse
formado como mujeres profesionistas y realizadas. Además, tómese
en cuenta que en esos años estudiar era la única forma de salir ade-
lante, la familia numerosa generalmente como lo atestiguan las es-
tadísticas: el promedio de hijos era del 7.5%. Son los años del creci-
miento de las capas medias de la población y ante las disyuntivas
que el sistema económico impone, estudiar profesiones liberales era
la oportunidad de salir adelante. Más aún, siendo el hombre el jefe
del hogar, eran ellos quienes preferentemente debían obtener un
título y prepararse para sacar adelante a la familia.
380 DE LA CASA A LA DEMOCRACIA

Por tanto, no es de asombrarse que el escaso número de universi-


tarias en la población estudiantil llegara a menos del 17%, prueba
de un ambiente con patrones culturalmente tradicionales muy mar-
cados y esto provocaba que las mujeres generalmente estudiaran ca-
rreras cortas.
El ambiente universitario podría presumirse masculinizado, sal-
vo las escuelas relativamente feminizadas como Enfermería, Conta-
duría, Ciencias Químicas y Filosofía y Letras (de esta última los cole-
gios eran muy pequeños). Para tener una idea precisa extraigo de
los Anuarios Estadísticos los siguientes datos: de un total de 2 mil 600
estudiantes de preparatoria, 2 mil 111 eran varones y 488 mujeres;
en profesional de un total de 7 mil 343 estudiantes, 5 mil 946 eran
hombres y mil 397 eran mujeres, lo que implica una proporción de
menos de la tercera parte [Anuario: 1969]. Existían escuelas alta-
mente masculinizadas como la de Ingeniería Civil, conocidas como
“la isla de los hombres solos”, por ejemplo.
Como consecuencia la representación estudiantil en el Consejo
Universitario era el mundo de los hombres; en ese año de las cator-
ce escuelas que existían sólo en dos fueron nombradas consejeras
universitarias: la de Filosofía y Letras y la de Ciencias Químicas; Rosa
María Barrientos, estudiante de Historia, y María Teresa del Soco-
rro Salinas Issa, más la consejera suplente. No podía ser de otra
forma dado que en las elecciones era común se produjeran
enfrentamientos que inhibían la participación femenina. Llama la
atención que al revisar las actas de Consejo Universitario previos al
68 no exista huella alguna de sus intervenciones en este máximo
órgano de gobierno, aunque también debo decir que faltan varias
actas de Consejo.
Además del Consejo Universitario existía otra representación es-
tudiantil, el Directorio Estudiantil Poblano que gozaba de canonjías
y estaba representado por un presidente de toda la Universidad más
los representantes de cada escuela. Independientemente de la re-
presentación real y de la utilización de su poder, es preciso remarcar
que en éste no figuraba alguna mujer. La lucha por la representa-
ción en cada escuela llegaba en la mayoría de ocasiones a confronta-
ciones violentas, obviamente estas prácticas inhibían la participación
abierta de las mujeres.
Cuando el movimiento estudiantil inició en la ciudad de México,
y antes de solidarizarse la Universidad Autónoma de Puebla con la
huelga general, podemos presumir que eran escasas las mujeres que
participaban con voz dentro de la Universidad. Por otra parte, el
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 381

ambiente familiar no favorecía el desarrollo profesional de las muje-


res, muchas universitarias, aunque culminaban sus estudios, deja-
ban todo al casarse. Existía poca conciencia “de clase”, como des-
pués se escuchó en el argot estudiantil, pero también de su rol y de
las posibilidades que tenían para desarrollarse más allá de lo domés-
tico. Las prácticas cotidianas en el aula, en los pasillos y en la chorcha
estudiantil masculinizaban el entorno y a quienes entrevisté atesti-
guan que preferían reunirse mujeres con mujeres. Aunque esta ge-
neralización no corresponde a todas las escuelas, ni a todas las muje-
res, en escuelas como Economía, se respiraban otros aires; las mismas
lecturas les llevaban a otros terrenos de discusión, en esta escuela se
manifestaban más abiertamente las corrientes ideológicas y un peque-
ño pero combativo grupo de jóvenes incorporaban abiertamente a sus
compañeras a círculos de estudios. Fue de esta escuela de donde salie-
ron varios líderes, cuadros políticos que años después serían funda-
dores de la Preparatoria Popular Emiliano Zapata (1969) y de los
dos Sindicatos universitarios (1973) o funcionarios de la UAP.
En un ambiente en el que cotidianamente las mujeres pasaban
desapercibidas en la política, algunas jóvenes inquietas lograron trans-
formar sus vidas y ver su futuro de otra manera.

AL INICIO Y DURANTE EL MOVIMIENTO

Para algunas, las marchas, manifestaciones, los mítines relámpago,


las reuniones con “los compas” de México, etcé-tera no significaron
nada; para otras, la mayoría, estas experiencias marcaron positiva-
mente su futuro, en este proceso se dieron cuenta que ellas podían
hablar, tener voz y dirigir a otros. A este proceso Janet Gabriel
Townsend lo llama el darse poder desde dentro, como lo refiere en
su estudio sobre las campesinas: “...el poder desde dentro es para
las mujeres darse a sí mismas el tiempo para ir a las reuniones y
tomar sus propias decisiones… Ellas son capaces de salir, porque
antes pensaban que no podían, estaban metidas en el hogar, en los
quehaceres, ahora se dan tiempo para ir a la organización” [Zapata -
Martelo; 2002: 98]. Igual podemos decir ocurrió en las universitarias,
cuando ellas se dieron valor, poder, tomaron sus decisiones y una cierta
autonomía lograda con las lecturas y el activismo político.
Todo esto ocurrió en un periodo de días, recordemos que cuan-
do inició el movimiento muchas se sumaron, como los varones, con
una reacción emotiva, de solidaridad contra el autoritarismo. Otras
se acercaron tímidamente a cerciorarse de lo que ocurría. Las noti-
382 DE LA CASA A LA DEMOCRACIA

cias que llegaban a Puebla no eran claras, y la distorsión de la infor-


mación tanto en periódicos como en noticias televisivas confundía a
los padres de familia. La primera manifestación se dio el 4 de sep-
tiembre, partieron del edificio central, conocido como El Carolino,
y desfilaron las dos calles hacia el zócalo de la ciudad, donde realiza-
ron un mitin. Había más pancartas que manifestantes, testimonian
varios estudiantes.
Al otro día una gran concentración en el zócalo convocada por el
gobernador, comerciantes y “pueblo en general”, en apoyo al presi-
dente Díaz Ordaz, mostró más que la fuerza el temor de lo que ellos
supusieron pondría en crisis al gobierno. El 11 de septiembre se
organizó la siguiente manifestación, esta vez fue muy grande, largas
filas y columnas de manifestantes llenaron calles, y demostraron la
fuerza que espontáneamente surgía, y, por supuesto, muchas más
mujeres se adhirieron, llevaban pancartas y se unían a corear las
porras, leyendas y demás protestas.
A partir de ese momento la cotidianeidad fue otra, voces que
jamás se habían escuchado encontraron eco en los reclamos socia-
les. La enseñanza práctica fue valiosa, el edificio Carolino sirvió de
principal receptor de alimentos y todo el apoyo solidario que llega-
ba: mantas, pinturas, brochas, alimentos, dinero, etcétera; dos edifi-
cios más fueron receptores, el de Medicina y el de Leyes;3 y una vez
que las horas y los días de huelga avanzaban el movimiento requería
que los y las activistas se quedaran de tiempo completo, así también
se volvió indispensable comer en los espacios de lucha y se improvi-
saron comedores. Desde luego en el edificio Carolino se alojó el
corazón del movimiento. Sin darse cuenta las diferencias de género
desaparecieron, no así las ideológicas que se fueron agrandando a
pasos agigantados, los de a favor y los en contra.
Muchas jóvenes no aceptaron solamente cocinar, más bien prefi-
rieron salir a los mítines relámpago, a botear, a escribir las peticio-
nes, a explicar el porqué de la huelga, etcétera. Y al fragor de esa
práctica cotidiana aprendieron a defender sus ideas, a exponer sus
razones y a convencer a la población. Nuevos novios y parejas se
formaron, el amor pasó por el tamiz político.
Las chicas fresas, calificativo de aquellas que no tenían una posi-
ción clara o no se manejaban con ideas de izquierda, ocuparon un
lugar central en las críticas de sus compañeros como aquellas
burguesitas y pequeñoburguesas también. Un lenguaje simbólico con
el que se identificaban cada uno y una de los huelguistas, pero en
ese las mujeres adquirían otras ideas más y las resignificaban en la
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 383

percepción de su doble rol de huelguistas y mujeres. Sólo así es po-


sible entender aquella rebeldía que a la luz de otros ojos más radica-
les podría ser tan simple.
Asistir a una manifestación fue el primer acto de rebeldía. No
sólo por andar contra el gobierno, sino además en la calle. Rosa Luz
Lozada cuenta haber saltado por la ventana, pues su familia le había
prohibido asistir y encerrado en su cuarto; cuando uno de sus her-
manos participó en el movimiento estudiantil a favor del rector Ri-
cardo Garibay, quien había salido en 1967.
Rosa Luz lo comenta con las siguientes palabras:

Fíjate, nos decíamos las Pachas Pomposas.


Sin falsa modestia. Nosotras rompimos esquemas. Nos rebela-
mos contra todo, incluida nuestra familia que se oponía a que
participáramos. Entonces nosotras que éramos muy unidas nos
incorporamos al movimiento con Sabino Armas, Enrique Talavera,
Silvestre Angoa, Luis Ortega Morales... [12 de agosto de 1998].

Las mujeres formaron brigadas que marcaron su propia identi-


dad, uno de los maestros participantes, describe un famoso grupo
conocido como el de Las Rosas:

También me acuerdo de cuatro o cinco compañeras de nombre


Rosa y que formaban una brigada femenil, y en ese camión tan
destartalado viajaban, recorrían Atlixco, Zacapoaxtla. A esa bri-
gada se les llamó “de las Rosas”, además de mucha más gente que
brigadeaba. Esto fue muy importante porque ni en el 64, ni des-
pués participaron tanto las mujeres como en el 68; creo que fue la
primera vez en donde las mujeres actuaron con gran entusiasmo,
fue cuando descubrimos que existían políticamente, iban por las
calles marchando con nosotros y aún cuando incluso ya nos ha-
bíamos cansado ellas seguían trabajando. Iban a brigadear, a
volantear y hacer mítines. Era muy grande el entusiasmo de todas
las compañeras [Ornelas, Jaime: 28 de septiembre de 1998].

En este proceso de aprendizaje político, de activismo, de


concientización, transitaron de pequeñas a grandes rebeldías. Mu-
chas tomaban la palabra, se iban y venían de su casa con permiso
y sin permiso; algunas transformaron sus valores y los de sus pa-
dres. Rosa María Barrientos, consejera y activista, comenta que
al inicio su madre prefirió acompañarla:
384 DE LA CASA A LA DEMOCRACIA

En el seno de mi hogar había dos opiniones: la de mi padre,


abogado con ideas de justicia, equidad, igualdad; y la de mi ma-
dre, una persona religiosa, de misa cada domingo; y yo rebelán-
dome a las tradiciones, sin leer nada sobre mujeres, con intuición
sobre la equidad; lo del feminismo me vino siete años después,
cuando estudié la maestría en El Colegio de México [Tirado,
2001].

En esta tónica nuestra entrevistada continúa recordando:

Me acuerdo que nos íbamos de brigada, generalmente yo ha-


blaba, pero igual lo hacían otras compañeras y eso que apren-
dimos en la práctica fue importante. Cambiamos. Desde tomar
un camión, vestir pantalones, seguramente nos veían “algo ra-
ras”. No faltó una señora que nos regañara y dijera “¡váyanse a
sus casas qué andan haciendo aquí de mitoteras!”. Como tam-
bién muchos apoyaban pues nos echaban porras [Tirado, 2001].

Rosa María Aviles, confirma ese compromiso con el que se


involucraban:

Todos los días me iba de brigada, a picar esténciles, a botear,


después me iba a México a las manifestaciones, iba con Rosa
María Barrientos, pagábamos nuestro autobús. Sus dos herma-
nos de Rosa estudiaban en el Politécnico y estaban muy meti-
dos, era una familia involucrada en el movimiento, pero muje-
res éramos pocas... Para mí el 68 fue importante, significó un
rompimiento, fue luchar contra el autoritarismo [Tirado, 2001].

En el fragor cotidiano, la sensibilidad sobre la igualdad de dere-


chos empezó a estar presente fuera y dentro de la Universidad: en la
cocina, por ejemplo, en la preparación de los alimentos para los que
se quedaban a dormir y a comer participaban hombres y mujeres.
Muchas jóvenes preferían realizar el trabajo político y empezaron a
visitar las Normales rurales, a ir a la asamblea del CNH en la UNAM,
a otras instituciones, así como a hablar con diferentes sectores de
trabajadores, obreros, campesinos, ambulantes. Como bien lo refie-
re Rosa María Avilés, quien pronto se unió al trabajo con el movi-
miento campesino. Pero el paso de la casa a la lucha por la democra-
cia, en contra del autoritarismo estaba dado. Sus ideas se nutrían del
conocimiento de otras mujeres formadas en partidos políticos o que
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 385

habían estudiado fuera del país. Algunas recuerdan la presencia en


reuniones de la Unión Nacional de Mujeres, organismo que partici-
pó activamente, el 18 de septiembre convocó a una manifestación
en la ciudad de México; en Puebla la filial de la UNM se formó en
esos días.4
Con tal multiplicidad de experiencias era lógico que al levantarse
la huelga ellas pensaran de manera diferente; algunas se habían in-
corporado a los comités de lucha, otras a partidos o grupos de iz-
quierda y algunas más pensaban que la única forma de transformar
al país era la guerrilla. ¿Dónde estaba Dios?, se preguntaron algunas
al conocer los muertos y desparecidos, la sangre derramada en la
Plaza de las tres Culturas; al conocer la dimensión de lo ocurrido el
2 de octubre nadie hubiera apostado por el camino pacífico. Más
aún cuando el 4 de octubre fueron detenidos, en Puebla, cuatro uni-
versitarios más: Joel Arriaga Navarro, Luis Ortega, Federico López
Huerta y José Luis Victoria, por fortuna Luis Ortega Morales había
sido detenido y liberado a los pocos días. Joel fue llevado al Campo
Militar No. 1, de su detención se supo de inmediato, pero no a dón-
de fue llevado, dónde estaba, fue hasta pasados varios días que a
Judith García Barrera (su esposa) le informaron que lo habían visto
en el Campo Militar No. 1. De este lugar pasó a la cárcel de
Lecumberri y saldría hasta 1971.
El 6 de diciembre alumnos de la escuela de Economía levanta-
ron la huelga, pero no ocurrió lo mismo en todas las escuelas
debido a las detenciones mencionadas, la huelga en Puebla se
prolongó hasta casi finalizar diciembre. Extraigo el boletín de
prensa llevado por estudiantes de Derecho y publicado en El Sol
de Puebla, en este condicionaban el levantamiento de la huelga
con tres puntos:

1. Libertad a los compañeros detenidos que son Victoria, López


Huerta y Joel Arriaga.
2. El pago de subsidio, tanto federal como estatal a la UAP.
3. Cese a la represión.
Aseguraron que si estos tres puntos no son concedidos antes
del mes de enero, el movimiento de huelga continuará. El acto
simbólico del levantamiento de huelga será el viernes próximo
durante un mitin que tendrá lugar frente a la escuela de Derecho,
a las 17.00 horas [El Sol de Puebla, 19 de diciembre de 1968].

Lo ocurrido el 2 de octubre causó un gran impacto, jóvenes


386 DE LA CASA A LA DEMOCRACIA

poblanos que estudiaban en el DF informaron de lo acontecido, ade-


más varios universitarios de Puebla acudieron al mitin del 2 de octu-
bre y presenciaron la matanza.
Las reacciones fueron diversas, de preocupación, coraje, impo-
tencia, desconcierto, temor, no era para menos. Algunas jóvenes re-
cuerdan que lo primero que hicieron fue preguntar dónde o qué
ocurría con sus compañeros. Después se supo que ahí en Tlatelolco
habían sido detenidos otros más, de entre ellos Enrique Cabrera
(conocido líder) y Hortensia Fernández (estudiante de Psicología),
para fortuna de ellos fueron detenidos sólo algunas horas. Cada una
resignificó lo visto, oído; más aún aquellas que vivían en Tlatelolco,
como ocurrió con Minerva Glockner que al casarse se había ido a
vivir a México.
En 1968 ella vivía en el edificio Guanajuato de Tlatelolco, desde
su casa vio todo, su niño tenía un año. Coincidencias de la vida, ella
y su hermana Julieta nacieron el 1 de octubre, Minerva en 1947 y la
segunda en 1950. Ese día las dos celebraron su cumpleaños, siem-
pre buscándose desde pequeñas, amigas de juegos, inseparables.
Minerva regresaba de ir a dejar a Julieta a la terminal del ADO, en
Buenavista, que volvía a Puebla. Carlos Martín estaba en el mitin, él
participaba porque estudiaba Filosofía y Letras en la UNAM y ahí él
fue detenido. Minerva recuerda con claridad lo siguiente:

Vivía en el edificio Guanajuato, frente al de Relaciones Exterio-


res, a la entrada del estacionamiento. Nosotros estuvimos en el
mitin, nos refugiamos en el departamento, nos tocó ver como
cortaron la luz, el agua, estuvimos tirados en el suelo, nos tira-
ron los soldados, se robaron todo lo que quisieron, se llevaron a
la gente, y ya muy tarde, como a las 10 de la noche, empezaron
a recoger a los muertos y como costales los echaron en los ca-
miones. Donde hubo más muertos fue en un costado de la igle-
sia, porque creían que podían refugiarse en la iglesia, pero los
administradores de la iglesia cerraron las puertas, y ahí las es-
caleras estaban bañadas de sangre. Las balas venían de arriba y
de abajo, pues desde el helicóptero con metralletas dispara-
ban. En mi departamento había balas de arriba y abajo. En la
plaza muchísimos muertos, nadie sabe cuántos, pero yo te po-
dría decir que de mis propios vecinos murieron: un primo her-
mano de Roberto Madrazo era mi vecino, se llamaba Jaime
Pintado, lo mataron ahí en su departamento de un balazo. Días
después tuvimos que salir porque nos quedamos sin agua, ni
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 387

gas. ¿Te imaginas? Y yo con mi hijo chiquito (26 de noviembre


2002).
El movimiento marcó a cada una, pero los acontecimientos mun-
diales también generaron otras ideas y hubo quienes se radicalizaron.

AL TERMINAR EL MOVIMIENTO

No se ha planteado aquí el valorar aquellos cambios en los patrones


culturales en un lapso tan breve como fue la huelga, pero sí el funda-
mentar que repercutieron profundamente en su futuro. Es una ge-
neración marcada por la violencia y el autoritarismo del régimen, y
al mismo tiempo una lucha por la libertad y búsqueda de democra-
cia que les permitió darse ese poder, tener voz y volverla audible.
Por ello el haber comenzado por describir ese ambiente
masculinizado en la Universidad Autónoma de Puebla, como en la
sociedad, nos permitió descubrir esos hilos de los que esa rebeldía
pendía y que al fragor de los acontecimientos fue transformando el
sistema de género existente. Rebeldía pequeña o grande, desde la
vestimenta hasta plantearse la revolución, la modificación del siste-
ma. Es una década marcada por las utopías de la transformación del
sistema, en el mundo, en América Latina; al mismo tiempo la recu-
peración de la identidad indígena, a través de la música, de la vesti-
menta.
Acaso podamos iniciar por los cambios más visibles: cuando se
levantó la huelga, el 6 de diciembre de 1968, las jóvenes que habían
participado en el movimiento continuaron trabajando; una parte se
sumó a la lucha por el reconocimiento de la preparatoria popular
que surgía en 1969. Cuando fue reconocida oficialmente por el Con-
sejo Universitario se aprobó llamarle Preparatoria Popular Emiliano
Zapata. Los catedráticos dieron clases durante dos años sin cobrar
sueldo, escasas estudiantes habían egresado de carrera y otras eran
estudiantes. Resulta imprescindible nombrar a toda esta generación
Lilia Alarcón Pérez, Rosa María Avilés Nájera, Sara Aranda Castillo,
Ruth Ayala Palacios, Lourdes Cano Martínez, María del Carmen
Chávez, Leticia Hernández Morales, Guadalupe Grajales Porras,
Concepción Hernández Méndez, Olivia Pérez Herrera, María de los
Ángeles Limón Zamora, Martha Ramírez López, Rosa Luz Lozada
León. Consta en el acta de Consejo Universitario de 1972 que eran
19 mujeres de una planta de 47 catedráticos, tal cifra volvía evidente
la incorporación de las mujeres a la academia, porque en la Univer-
sidad había escasas catedráticas, una que otra, así que aunque pro-
388 DE LA CASA A LA DEMOCRACIA

porcionalmente era menor su presencia, ésta iría en ascenso y a la


búsqueda de representación en las consejerías universitarias y en
cargos sindicales.
Otro cambio visible fue su politización, algunas y durante el trans-
curso del movimiento se volvieron militantes de la Juventud Comu-
nista, una que otra en los grupos maoistas o trotskistas. Rosa María
Avilés recuerda que fue el ingeniero Luis Rivera Terrazas quien la
invitó a participar directamente en el Partido Comunista, su cercana
relación a él como estudiante de Física le permitió llegar al Partido
sin pasar por la Juventud. Independientemente de las ideologías
que abrazaron, lo fundamental y visible era el cambio de mentalidad
que se manifestaba en una nueva forma de ver la vida.
Algunas decidieron vivir en unión libre como alternativa al matri-
monio tradicional que se presentaba como una institución en crisis,
cuestionaban las experiencias vividas por sus madres. La mayoría deci-
día compartir obligaciones, ser proveedoras del hogar y al mismo tiempo
gozar de independencia para trabajar, decidir sobre su cuerpo, etcéte-
ra. La educación de los hijos empezó a replantearse; los valores, en
cuanto a la formación de la familia, se estaban transformando.
En el seno de la Máxima Casa de Estudios se dieron cambios
importantes: una inquietud creciente por participar en el Consejo
Universitario, ya como maestras o estudiantes. Lilia Alarcón, quien
fuera de las primeras consejeras universitarias maestras opina:

Claro que el 68 fue trascendente, dentro de mi militancia política


fue un cúmulo impresionante de experiencias, de encuentro con
gente de diversos sectores, con mi generación que peleaba contra
el autoritarismo gubernamental, pero también dentro de la fami-
lia. Como mujer fue una experiencia desde mi visión doble no
era la acción política el escenario para mujeres, con mis compa-
ñeros del 68 nunca sentí marginación como tal, eso me permitió
desarrollarme política e intelectualmente [Tirado, 2001: 262].

Años adelante la participación creciente de las mujeres se vería


reflejada en el surgimiento de los sindicatos universitarios.
El 68 fue trascendente, no sólo en la militancia política sino tam-
bién para la formación de las nuevas familias, la mayoría se basó en
nuevos valores, respeto e igualdad. Se hablaba otro lenguaje, la crí-
tica ante todo. Las mujeres habían avanzado más que sus parejas,
algunas no lograron modificar los patrones de comportamiento he-
redados de sus compañeros y rompieron. Pero aún donde hubo rom-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 389

pimientos las mujeres lograron salir adelante y buscaron otras for-


mas de realización. Continuaron estudiando sus posgrados, las me-
nos; optaron por trabajar en Instituciones de educación superior, las
más. Otras siguieron por el camino de la investigación. La
profesionalización en la política fue otra opción, aunque fueron las
menos: Rosa María Avilés sería un caso, quien fue secretaria general
del PRD municipal, y desde el 2003 es Diputada Federal del PRD. Y
muchas más que se han jubilado de la Universidad y trabajan por
cuenta propia.
Pero todas las entrevistadas no han dudado en reconocer que su
participación en el movimiento fue trascendental en su formación,
recuerdan lo que eran antes de entrar a los recintos universitarios
donde el ambiente masculinizado inhibía su participación; la vio-
lencia verbal y física y aquellas prácticas como la pamba a los pelo-
nes limitaba su desenvolvimiento. La ya mencionada Ingeniería Ci-
vil “la isla de los hombres solos” o estudiar Física, por ejemplo, era
una osadía, al respecto testimonia Rosa María Avilés que sólo dos
mujeres estudiaban Física, y por eso a ella la identificaban como
Rosa, la de Física.

CONCLUSIONES

No podríamos entender ese tránsito de las mujeres hacia la búsque-


da de espacios públicos donde exteriorizaran su voz si no partimos
de conocer ese ambiente predominantemente masculinizado, en el
que las mujeres representaban menos de la tercera parte de la po-
blación estudiantil y muchas menos eran catedráticas.
Así, de las entrevistas que he realizado extraigo que la mayoría de
ellas permanecían un tanto ajenas a lo que ocurría en el país y en el
extranjero. Cuando digo ajenas me refiero a cierta indiferencia. Ra-
ros casos tenían claridad de lo que ocurría en el país, aunque esas
mujeres crecieron en hogares cuyos padres tenían ideas democráti-
cas, experiencias políticas y algunos hasta militancia política en la
izquierda. Salvo Julieta Glockner, quien se involucró en la guerrilla,
posiblemente en ese año del 68, y fue muerta a tiros por el ejército el
8 de febrero de 1975, en Cárdenas, Tabasco. Ella participaba políti-
camente desde tiempo atrás; su padre el doctor Julio Glockner ha-
bía sido rector en 1967 por corto tiempo de la Universidad, director
de Medicina y docente desde muchos años atrás en las preparatorias
y en Medicina. Si bien ella se incorporó a la guerrilla por su lado, es
innegable que Julieta creció en un ambiente más libre, fue después
390 DE LA CASA A LA DEMOCRACIA

del 68 cuando ella siguió el camino radical de la guerrilla urbana.


Fue en la visita a la cárcel de Lecumberri donde conoció gente
involucrada en la guerrilla, dice su hermana, con algunos maoístas.
Acaso ella involucró a su hermano Napoleón en esa lucha que creye-
ron justa.
Fuera de esas mujeres singulares, la mayoría no provenía ni de
ese ambiente, ni de esas experiencias. Solían ir de su casa a la Uni-
versidad y viceversa, la mayoría había estudiado en las preparatorias
privadas y algunas en colegios femeninos particulares; en este
kaleidoscopio cultural podemos imaginar cómo debieron verse an-
tes y cómo crecieron después.
Al terminar el movimiento un pensamiento político democráti-
co, una conciencia social, y una sensibilidad para entender los pro-
blemas del país y del mundo, cubría además de su conciencia su
epidermis; desde esta nueva óptica de la vida sus parámetros fueron
cambiando y equilibraron mucho más su realización personal.
Si los patrones culturales tradicionales de género persisten aún, y
si la influencia del feminismo ha sido en núcleos pequeños en las
instituciones de educación superior, pese al nacimiento de los Insti-
tutos de la Mujer (Programas estatales, en su momento), no es raro
que en el 68 predominaran las ideas tradicionales, como el que las
mujeres aún y cuando estudiaran no se incorporaban a trabajar pues
dependían del esposo. Salvo aquellas que no tenían las condiciones
económicas o que eran transgresoras del “orden social”. La genera-
ción del 68 se incorporó al ámbito público, cuestionó y transgredió
patrones de comportamiento. Si antes una mujer no era libre de
entrar a un café ni con el novio, después se volvió posible, fumaban
y vestían de pantalones; las casadas se rehusaron a utilizar el “de”, y
aparecieron con sus apellidos de soltera; varias más optaron por la
unión libre. Se rompieron muchos convencionalismos en la vida pri-
vada y pública.
La realización personal y profesional empezó a ser una priori-
dad, más allá de la maternidad por la maternidad misma. La discu-
sión de un nuevo orden y del futuro de las mujeres se empezó a
analizar a la luz de nuevas lecturas, de las noticias del movimiento
feminista internacional, como de anhelos. Otra perspectiva de la
vida sobrevino. Pero también como producto de una práctica coti-
diana en donde el hablar en un mitin, en igualdad que los compa-
ñeros, dio una revalorización a las mujeres: ser líder, defender ideas,
tener libertad, etcétera, fueron valores aprendidos, entendidos y
dimensionados.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 391

La generación del 68 no puede llamársele únicamente a quienes


participaron en el movimiento estudiantil, pues familias enteras par-
ticiparon, al mismo tiempo es necesario ligarla a las siguientes gene-
raciones de jóvenes, pues al incorporarse como docentes fomenta-
ron en sus pupilas aquellos valores sobre la sexualidad y la libertad,
sobre democracia.
392 DE LA CASA A LA DEMOCRACIA

Notas
1
La ponencia que originalmente motivó este artículo fue “De la Casa a la
democracia. Las mujeres y sus experiencias en el 68”. En ese año, cuando se
realizó el Congreso Nacional de Investigaciones sobre las Mujeres, me encontraba
iniciando la investigación “Las mujeres y el 68”, misma que he concluido en el
transcurso del 2002 y principios del 2003, ha salido el libro de Otra historia del 68.
Voces de Mujeres. Puebla, coeditado por el Instituto Poblano de la Mujer y la
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, en el 2004. Fue producto de dos
proyectos “De la historia a la nostalgia. Imágenes de la memoria colectiva. 68 en
Puebla” que apoyó la Vicerrectoría de Investigación y Estudios de Posgrado
mediante el Programa Institucional de Fomento al Desarrollo a la Investigación y
a la formación de jóvenes investigadores, una vez que fue aprobado el proyecto
en el Padrón de Proyectos VIEP, emitido en octubre de 2001. El apoyo permitió
incorporar como becario a Juan Manuel Blanco Sosa, estudiante del Colegio de
Historia, de la Facultad de Filosofía y Letras.
2
Sergio Aguayo ha sido uno de los primeros investigadores en utilizar estos
fondos y en su libro 1968 los archivos de la violencia, descubre la ebullición estudiantil
y la escalada de violencia dirigida por las diferentes instancias que secretaría de
Gobernación echaba mano, como el Estado Mayor Presidencial. En este año he
empezado a revisar la información de la Dirección General de Investigaciones
Políticas y Sociales, a cargo de Secretaria de Gobernación, se nota de inmediato el
grado de espionaje y control de esta dependencia. Así que en un plazo mayor
seguirán saliendo más investigaciones apoyadas en estos archivos.
3
En 68 existían 14 escuelas, la mayoría se encontraban concentradas en el
edificio central, 4 Sur 104, y Leyes y Medicina tenían sus propios edificios, Leyes
por cierto ocupaba el que actualmente alberga a la Preparatoria Lázaro Cárdenas,
en tanto Medicina ya funcionaba en donde está actualmente.
4
Lamentablemente no existe un archivo que refiera la fecha exacta de su
organización pero sí de su huella. La Unión Nacional de Mujeres Mexicanas,
afiliada al Partido Comunista, cuya presidenta nacional era la abogada Martha L.
P. de Tamayo; como secretaria de relaciones Consuelo Hernández; de organización
Dolores Sotelo, de Asuntos culturales Raquel Tibol y de Prensa y Propaganda
Laura Bolaños. La significación de esta organización fue importante en varios
aspectos, sobre todo en la influencia de ideas, a las asambleas efectuadas en la
ciudad de México asistían intelectuales, periodistas, etc.; en segundo lugar ésta
se dio a la tarea de recabar la lista de los desaparecidos, de los detenidos, de dar
a conocer dónde estaban.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 393

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394      
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 395

FUENTES PARA LA HISTORIA


DE LAS MUJERES
396
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 397

EL RECURSO DE LA ORALIDAD EN LOS ESTUDIOS


DE GÉNERO: HISTORIAS PARA CONTAR

Gabriel Montes Sosa

INTRODUCCIÓN

Dentro de los recursos que tiene un investigador se encuentra lo


que se denomina la conversación, entre las que tenemos, la entrevis-
ta en profundidad, la autobiografía y el grupo de discusión. ¿Por
qué me refiero al término conversación y no el término general de
la entrevista?, porque regularmente la representación que se tiene
es que el entrevistado está obligado a responder, dándose una rela-
ción asimétrica, y cuando se apela la conversación, se está señalando
la posibilidad de aquellos encuentros en la vida cotidiana; así tene-
mos la conversación dentro del autobús, haciendo una fila para en-
trar a algún lugar, o simplemente “matar el tiempo” en la espera de
algo, donde uno quiere escuchar cosas vistas y oídas.
Hay, sin duda, una gran tradición en esos procesos de oralidad
para obtener información, esa invasión a la cotidianidad de las per-
sonas para que nos cuenten o nos confiesen.
Este documento desea ser una reflexión, una confesión sobre los
trabajos de investigación que he desarrollado sobre la paternidad,
así como desde mi bagaje cultural; esto es, lo que ha significado para
mi ser padre desde mis experiencias de aprendizaje como hombre,
hermano, tío, esposo y amigo; roles que de alguna manera estaban
presentes en lo imaginario.

LAS MUJERES Y LA PATERNIDAD

El acercamiento a la paternidad tuvo que ver, evidentemente, con


mis experiencias como padre. Aunque dicha preocupación sea pos-
terior al vivir esa experiencia, tratar de entender, por un lado, cuál
debería ser mi rol —y no sólo eso, sino trascender más allá de lo que
cotidianamente veía a mi alrededor—, es que decido preguntar a las
mujeres qué entienden por paternidad ¿Por qué a las mujeres?, por-

[ 397 ]
398 EL RECURSO DE LA ORALIDAD EN LOS ESTUDIOS DE GÉNERO

que me parece que ellas son las que tienen cierta claridad de lo que
implica la paternidad, o lo que les gustaría que fuera, además de
tener un contacto más presente con los hijos e hijas.
Mi primera investigación empezó con mujeres embarazadas
que asistían a consulta de Gineco al Hospital Universitario de
Puebla (HUP), una característica fue que en su mayoría eran
madres por primera vez, así tenemos que se aplicaron cuestiona-
rios a 32 mujeres: 48% en primer embarazo, 24% en segundo;
13% en el cuarto; y 10% en el tercero. Su rango de edad osciló
entre 22 y 30 años. En relación con la escolaridad 13.79% cursó
estudios de primaria; 37.93% secundaria; 31.03% preparatoria,
17.24% licenciatura.
A ellas se les preguntó qué palabras asocian a paternidad; luego
de realizada una distribución de frecuencias se pasó a su
jerarquización; recurrieron a un total de 48 palabras que asocian a
paternidad, entre las que se encuentran:

Responsabilidad: 18.75%
Amor: 14.58%
Cariño: 10.41%
Respeto: 8.33%
Comprensión: 8.33%
Padre: 8.33%
Proteger 6.25%

En el cuestionario también se les pidió que definieran la paterni-


dad. Se presentan los resultados correspondientes a los términos
empleados con mayor frecuencia:

Responsabilidad
Apoyo
Cuidados
Amor
Compartir
Participar

“Responsabilidad” aparece tanto en la asociación de palabras como


en su definición sobre paternidad. Por los resultados de análisis de
contenido, da la impresión de que el discurso sobre la paternidad
habla sobre el rol que se espera del padre y que, por parte de las
mujeres, va en varios sentidos: implica una relación con su pareja
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 399

con respecto a apoyo, comprensión en lo psicológico y en lo afecti-


vo, el sostenimiento de la familia y con el hijo.

Palabra Contenido
Responsabilidad ............. Con su hijo, apoyo, comprensión, mantener
a la familia, con su esposa, compartir penas
y alegrías.
Apoyo ............................. En el proceso de embarazo y posterior a él,
en lo moral, psicológico y afectivo, en los
trastornos que se tienen en esta etapa, hacia
la madre y el bebé.
Cuidados ........................ Que debe tener para mí y su hijo.
Amor .............................. Conmigo, tratamientos, penas y alegrías.
Involucrar ...................... En el embarazo y como padre.

Esta idea de paternidad no es solamente responsabilidad, el con-


cepto mismo está relacionado con otras nociones como lo económi-
co, lo social y lo afectivo-amoroso.
A continuación se presentan los resultados obtenidos de once hom-
bres encuestados que acompañan a sus parejas a consulta del HUP.
En relación a su escolaridad el 54.54% cursó licenciatura, 36.36%
preparatoria, 9.09% primaria. Los varones utilizaron 29 palabras para
asociar paternidad. Llama la atención el menor número de palabras
empleadas en relación con las mujeres, pero hay que recordar que
fueron menos los hombres encuestados. Se presenta el siguiente cam-
po semántico:

Responsable: 27.58%
Amor: 17.24%
Cuidado: 13.79%
Cariño: 10.34%
Respeto: 10.34%
Apoyo 6.89%
Ansiedad: 6.89%

De igual manera se preguntó a los once hombres encuestados su


definición de paternidad, y a través del análisis de contenido se obtu-
vieron los siguientes resultados en términos de mayor frecuencia:

Pendiente
400 EL RECURSO DE LA ORALIDAD EN LOS ESTUDIOS DE GÉNERO

Apoyo
Responsabilidad

Se puede inferir que en los hombres resalta el hecho de estar


pendientes de que nada les falte en lo económico, en el apoyo a la
pareja y al hijo o hija, y con pocos referentes a la responsabilidad en
el ámbito del apoyo y amor con los hijos.

Palabra Contenido
Pendiente ....................... De ambos, que ella se alimente bien y que
chequen al bebé; mantener y cuidar a la
familia; para que el niño nazca sano; de
su salud y para proporcionar todo lo que
esté a mi alcance .
Apoyo ............................. Moral para que en el proceso se sienta bien,
no solamente es ese tiempo sino todo el
tiempo que pasen juntos.
Responsabilidad ............. Apoyo a la esposa y amor con los hijos que
vendrán

MI PADRE, MI ESPOSO Y EL PADRE DE MIS HIJOS

Mi segundo trabajo surge ante los resultados obtenidos de la investiga-


ción anterior: ¿Por qué me queda una duda? ¿nos contestan el deber ser
o el es? Situación que la propia estrategia del cuestionario no dice, por
lo que se toma la decisión de ahora pasar a una entrevista
semiestructurada; ahora, sin embargo, con personas mayores que van
a consulta a Salubridad. Se entrevistó a 39 que esperaban consulta, y en
promedio tienen 40 años. 76.92% tiene estudios de primaria; 17.94%,
de secundaria; 2.56% preparatoria, y el resto, 2.56%, licenciatura.
En relación a sus embarazos, para el 28.20% de estas mujeres es
el segundo; para 20.51%, el cuarto; para 20.51%, el quinto; para
15.38%, el primero; para 12.82%, el tercero; y para 2.56%, el nove-
no. 30.7% de ellas recibe una remuneración económica y 69.2% no.
Lo anterior nos muestra un bajo nivel de escolaridad, un promedio
aproximado de entre tres y cuatro hijos y una mayoría que no tiene
un ingreso propio. Con respecto a la ocupación de sus esposos, se
tiene que son empleados en comercios, choferes, campesinos, arte-
sanos, comerciantes, obreros, trabajadores eventuales, como albañi-
les, plomeros, además de pensionados.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 401

En este contexto a las madres de familia se les realizaron tres


preguntas que orientaron el diálogo. La primera de ellas fue: “¿Cómo
definen la paternidad?”; enseguida: “¿Cómo fue la relación de su
padre con usted?”; y finalmente: “¿Cómo es la relación de su esposo
con sus hijas e hijos?” La intención era conocer cómo las madres
llegaron a la definición de paternidad, lo cual evidenció que su cons-
trucción social está entrecruzada entre la experiencia de ser hija y la
forma en que su esposo trata a sus hijas e hijos. En algunas ocasiones
hay una correspondencia entre su definición de paternidad y la rela-
ción que tiene su esposo con sus hijas e hijos. Esto último interesaba
al estudio, es decir, si había correlación entre el discurso y la reali-
dad percibida por la madre, o cómo estas mujeres definían la pater-
nidad y cómo su construcción se encuentra, efectivamente, en un
entrecruzamiento entre el deseo y la vivencia.
De las entrevistas realizadas se describen las más representativas,
tomando como referencia las de mayor frecuencia sobre la forma en
la que perciben la paternidad y aquellas que se consideran más sig-
nificativas.
Presento a continuación algunas de las entrevistas.

¿Cómo define la paternidad?


— Apoyar a los hijos, quererlos mucho, sacarlos adelante, dar-
les lo más que se pueda.
¿Cómo es la relación de su esposo con sus hijos e hijas?
— Un poquito distante, porque no tiene mucha comunica-
ción con ellos, por su trabajo y otras actividades que desempeña
(38 años).

La madre explica que la relación de su hijo es un poco distante,


argumentando las actividades del trabajo del padre.
Esto se puede ir resolviendo si se democratizan y redistribuyen
las actividades domésticas en cuanto al aseo de la casa, por ejemplo.
Pero ¿cómo hacerle para el cuidado de los hijos e hijas si necesitan
un consejo? Sin duda se puede, pero al parecer las condiciones
socioeconómicas son algunos de los factores que influyen para obte-
ner espacios de diálogo. Si la madre trabaja, ésto puede ayudar para
replantear las relaciones dentro de la familia para que el padre par-
ticipe más. Obviamente ésto también debe ser trabajado en el ámbi-
to de la cultura para que no sólo la mujer tenga la doble jornada,
sino también el hombre. De ahí que las políticas de empleo deben
estar acordes con la crianza de los hijos; por ello, la licencia de pa-
402 EL RECURSO DE LA ORALIDAD EN LOS ESTUDIOS DE GÉNERO

ternidad parece sin duda ser un buen camino. Habrá que trabajar
ésto en lo cognitivo, valoral y legal para sentar las bases de una con-
vivencia dentro de la familia. Esto, que parece una utopía, cuando es
tomado por los colectivos se convierte en acción porque los hombres
debemos hablar de nosotros y emprender nuevas actividades hacia
nuevas paternidades.
Otra madre nos describe la relación de su esposo con sus hijos e
hijas:
Desde los papás depende todo, mi esposo tiene una relación
muy buena, los guía muy bien. Le llaman don Fernando. El
no les pega, platica con ellos, incluso mi hijo pequeño me
dice: “¿Por qué no te vas a trabajar y mi papá que se quede a
cuidarnos?” Le ponen cassettes. Se sienta a escuchar, empieza a
bailar, aunque a él no le guste, se sienta a escucharlos, les aplaude y
hace lo que los niños sientan mucho cariño por él. Les traía fruta,
un dulce, les enseña cómo debe comportarse en tal o cual lugar. Les
da confianza a los niños (34 años).

Ésta, tal vez, puede ser una buena definición de lo que sería un
buen padre alejado solamente de la responsabilidad económica, que
sin duda es importante, pero que lo acerca a una dimensión de lo
emotivo, afectivo, siendo la comunicación un aspecto primordial.
Otras madres nos señalaron la relación de sus esposos con sus hijas e
hijos. Es muy buena, juegan mucho, se conocen muy bien.

¿Cómo definiría la paternidad?


— Como lo mejor que hay del papá y cuando falta sufrimos
mucho (26 años).
¿Cómo definiría paternidad?
— Excelente, muy buena, convive, juega, comen juntos (24
años).
¿Cómo considera el trato de su esposo con sus hijas e hijos?
— El que los corrige (45 años).
¿Cómo definiría la paternidad? ¿Qué es ser padre (no entiende)?
— Que dé para el gasto, para la casa, que los corrija (39 años).

La función del padre es la del que corrige, aunque no queda muy


claro qué es corregir, porque en algunas familias, cuando se les lla-
ma la atención a los hijos e hijas, la madre les dice que cuando su
padre llegue, le informará sobre lo que hicieron para que los re-
prenda. Me parece que aquí se refuerza la imagen del hombre como
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 403

alguien que ejerce la autoridad y el dominio de la familia.

¿Qué es un padre?
— Que está para sobrellevar a sus hijos, para la obligación de
tenerlos, económicamente educarlos y sobrellevarlos.
¿Cómo adquirió esta idea?
— Cuando me casé y lo que fui llevando con mis papás (25
años).

La esfera de lo económico emerge nuevamente como un elemen-


to central que define el ser padre. Esta idea se ha venido constru-
yendo desde la infancia, donde al niño se le establece que debe ser
responsable. Incluso, recordemos que cuando las niñas y los niños
juegan a la “comidita”, los niños llegan de trabajar y las niñas les
dan de comer.
Cómo imagina que debería ser un padre con sus hijas e hijos?
— Cariñoso.
¿Cómo definiría la paternidad?
— Más comprensivos y escucharlos. (46 años)

Nuevamente, se hace referencia al ámbito de lo afectivo, en el


sentido de la comprensión, del diálogo, de la comunicación. La es-
fera de lo afectivo se hace presente a través de la expresión de sus
sentimientos. Aquí surge una pregunta: ¿Nos han enseñando a los
hombres a expresar nuestros sentimientos? Y si se expresan, ¿se verá
como algo afeminado? Sin duda, los hombres necesitamos nuevos
aprendizajes que nos ayuden a manejar nuestras emociones.

¿Cómo debería ser un padre con sus hijas e hijos?


— Apoyarlos en todo, estar con ellos, ponerse al pendiente de
todo lo que ellos hacen.
¿Cómo definiría la paternidad?
— Hay padres que responden y otros no. Es más difícil ser
padre y madre (33 años).

Se sintetiza, en este discurso, lo que muchas madres viven: el ser


madres y padres. Pero ¿responderán estas mujeres por esa situación
de forma diferente o reproducirán el mismo esquema que los hom-
bres hacen?

¿Cómo definiría el trato de su esposo con sus hijas e hijos?


404 EL RECURSO DE LA ORALIDAD EN LOS ESTUDIOS DE GÉNERO

— Que es bueno, con amor se hace todo.


¿Cómo definiría la paternidad? (no entiende)
— Confianza, con amor, educación, jugando con los chicos.
Los dos los educamos, los queremos igual.
¿Dónde lo aprendió?
— De la relación con mi esposo hacia mi hijo (25 años).
¿Cómo definiría la relación de un padre con sus hijas e hijos?
— Responsabilidad de sus hijos, amor, cariño, preocuparse
por ellos.
¿Cómo definiría la paternidad?
— Cuidar a los niños, ayudarles en todo, darles cosas bonitas.
¿Cómo debería relacionarse un padre con sus hijas e hijos?
— Ponerles mucha atención, ser más amigo que un padre.
Estar pendiente de ellos, como amigos es la manera mejor de
llevarse, con confianza.
¿Cómo lo aprendió?
— A partir de ser madre. Es mejor ser amigo que padre (35
años).

Establecer un diálogo con relaciones simétricas sigue siendo una


buena oportunidad para establecer un vínculo con las hijas e hijos,
el ser amigos. ¿Qué representa un amigo? ¿Solidaridad, ayuda, co-
operación, entendimiento y sobre todo comprensión? Esto puede
ser lo que se desea.

¿Cómo definiría la relación de su esposo con sus hijas e hijos?


— Amigo, que le dé confianza y también a su papá, confianza
mutua (46 años).
¿Cómo definiría la relación de un padre con sus hijas e hijos?
— Como amigos.
¿Cómo definiría la paternidad?
— Con amor, con comprensión (49 años).
¿Cómo debería ser un padre con sus hijas e hijos?
— Un padre que se interese por ellos, que se organice con
ellos, que tenga comunicación, es importante ya que de ahí de-
pende mucho de los hijos y del ambiente familiar.
¿Qué es la paternidad?
— Es un papel muy importante en la familia, debe tener mu-
cha comunicación con los hijos, porque es el que lleva la delante-
ra en la casa. Si el padre no se comunica con los hijos, muchas
veces crecen hijos desorientados aunque tengan mala madre, no
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 405

es lo mismo, necesitan de papá.


¿Dónde lo aprendió?
— De chica no lo adquirí porque no tuve el apoyo de mi pa-
dre. Ya viéndolo, la necesidad de un padre juega un papel impor-
tante en la casa. Muchas veces es el que aporta el dinero; el que
orienta en dificultades extremas, él sale, aunque las mujeres tam-
bién representamos a la familia somos más débiles que los hom-
bres (34 años).

Tal vez ésto representa la construcción que muchas madres hacen


sobre cuál es la función que tiene el padre con respecto a la familia.
Sobre el papel real o simbólico. Aunque el padre no esté en todo el
desarrollo de los hijos e hijas, su presencia simbólica es importante
por lo que implica.

¿Cómo debería tratar un padre a sus hijas e hijos?


— Tratarlo como debe ser, correctamente. Darle buenos prin-
cipios. Si no hay convivencia con sus hijos, a veces se desubican.
Se van por donde no deben, se pueden volver drogadictos. Dar-
les lo mejor, aunque no haya recursos económicos, darles con-
fianza, porque si no hay confianza, no hay comunicación entre
los padres y los hijos necesitan un apoyo moral.
¿Cómo definiría la paternidad?
— Es muy bonita, asumir las responsabilidades. En mi caso yo
fui padre y madre y fue muy difícil y gracias a Dios ya crecieron
mis hijos (47 años).

Efectivamente ser padre y madre tiene sus dificultades por la aten-


ción que hay que darles a los hijos e hijas y, por supuesto, por la
carga económica. Y ésto va ir en aumento ya que los hogares dirigi-
dos por mujeres han ido creciendo en el país: actualmente ascien-
den a tres millones de hogares que albergan alrededor de diez mi-
llones de personas.
Así, hay que plantearse que las paternidades son dinámicas, que
se construyen en circunstancias históricas y que, por tanto, se pue-
den reconstruir. Para ello es primordial una interacción entre géne-
ros, con base en la igualdad y la equidad.
Los cambios que se requieren para una mejor participación de
los hombres en la paternidad tienen que ver con factores
socioculturales: cuál es la identidad masculina, qué es ser hombre y,
específicamente, padre. Pareciera ser que a nosotros no nos enseña-
406 EL RECURSO DE LA ORALIDAD EN LOS ESTUDIOS DE GÉNERO

ron cuáles son, pero si algo se recuerda, es que se debe ser responsa-
ble y eso, al parecer, se concretiza en ser proveedor de recursos eco-
nómicos y poner el orden en la familia, especialmente con las hijas e
hijos. Aunque como se vio en las entrevistas, estas mujeres plantean
algo más: lo afectivo, la convivencia.
Es aquí donde las nuevas generaciones deben ser educadas y
empoderarlas, es decir, dotarlas de recursos para saber cómo actuar.
Pero en lo anterior hay que crear condiciones, de ahí la intervención
económica-política, porque el sistema social que nos rige separa lo
masculino de lo femenino; uno a la producción y la otra al consumo
y trabajo doméstico. Se debe trabajar por un replanteamiento en las
relaciones sociales no sólo en lo micro, es decir, en la familia, sino
también en lo macro, en las relaciones de producción; esto es, en las
políticas de empleo, políticas que deben ser pensadas y planificadas
para trastocar las relaciones entre los géneros; que se generen recur-
sos legales, como en otros países se otorga la licencia para asistir a
las reuniones de sus hijas e hijos en la escuela, o cuando éstos están
enfermos y necesitan cuidado, así como la licencia de paternidad.
Sin duda alguna, ésta va tener un impacto en lo económico, di-
rán algunos. Y posiblemente encontremos en las solicitudes de em-
pleo las preguntas de si uno es casado, la edad de los hijos, y si uno
va a tener más. Seguramente los hombres nos sentiremos discrimi-
nados porque los hombres tenemos muchos privilegios con respecto
a las mujeres; privilegios de los que no nos damos cuenta hasta que
son trastocados; pero para hacer consciente lo “inconsciente” hay
que ponerse en el lugar de la otra. Si esta situación sucede va provo-
car un cambio para comprender más la situación de las mujeres.
Este estudio nos señala que la paternidad se mueve en dos ámbi-
tos, el de ser proveedor, pero hay una demanda de las madres a lo
afectivo. Lo anterior plantea que las campañas que se realicen para
nuevas paternidades deben ser pensadas en el ámbito de lo afectivo
y que se debe compartir con la mujer no sólo la función de provee-
dor sino también la atención de las hijas y los hijos.

LOS JÓVENES Y LA PATERNIDAD

Un tercer estudio tiene que ver con el vínculo que se establece entre los
hijos e hijas con el padre y con la madre sobre el amor y la sexualidad;
temas que sin duda son importantes y que, si bien es cierto no fueron el
tema de esta investigación (la paternidad), sino el amor y la sexualidad
en jóvenes de la preparatoria, me parece prudente presentarlo.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 407

Así tenemos que en una investigación que realizamos con la Dra.


Guitte Hartog con jóvenes, nos dimos cuenta como en ellos, a dife-
rencia de las jóvenes, la parte amorosa y la sexual está marcada por
su género ¿Cuál es el espacio y cuál el tiempo para hablar de estos
temas? Parece ser que habría dos lugares; por un lado la escuela, y
por otro, la familia; pero éstos también están sesgados culturalmente,
uno le cede el espacio a otro. En el caso de la familia, y con respecto
a las mujeres, se establece que estos temas se hablan con la madre
más que con el padre:

Las mujeres tenemos más confianza a las mujeres, la madre da un


consejo mejor, la que se encarga de la casa es la madre, las mamás
llevan la carga más dura, si te pasó algo al primero que le cuentas
es a tu mamá. Eso influye demasiado.
Yo me llevo muy bien con mi papá, pero es muy... [...] pero no
cosas muy íntimas, por ejemplo: “Papá, estoy reglando”, pues como
que no... [...] Con el padre vas cuando tienes un problema más gra-
ve, cuando se necesita más fuerza.. [...] Depende de la confianza de
preguntarle: “¿Cómo conociste a mi papá?,¿ cómo fue el primer
beso con mi papá?” [...] En el caso de que sólo tengas un papá,
tendría que cambiar... [...] A los papás, como trabajan todo el día y
llegan muy cansados... [...] Si les pides un consejo a tu papá te lo
puede dar e incluso hasta mejor que tu mamá... [...] Los dos son
importantes... [...] Hay temor, silencio y decimos que los padres no
nos escuchan, que de hecho depende de nosotras.

Se reconoce que el padre puede ayudar o es con quien, digamos,


se permite que haya un diálogo; sin embargo se establece que se
puede recurrir a él cuando se necesita de fuerza o sentido de la ra-
zón, y se le justifica por el hecho de que él es el proveedor económi-
co. Mientras tanto, a la madre se la relaciona con el ámbito emotivo,
sentimental. En el caso de los hombres escuchamos lo siguiente:

Entre padre e hijo no te puedes contar. [...] (Tu papá) es capaz de


llevarte a un putero. [...] Ni modo que le cuente a mi papá cómo
me la llevé a la cama. [...] El papá da consejos, pero no es lo
mismo que con la madre.

En términos generales prefieren hablar las vivencias con los ami-


gos; al interior de la familia no se tiene la confianza suficiente para
tratar abiertamente temas sobre prácticas sexuales:
408 EL RECURSO DE LA ORALIDAD EN LOS ESTUDIOS DE GÉNERO

...por lo general platicamos más con lo amigos... [...] con la fami-


lia no hay confianza.

A pesar de ello consideran que es a la madre a quien, en última


instancia, pueden hablarle de lo “menos relevante” que, para ellos,
es el aspecto sentimental en una pareja:

A mi mamá le cuento lo emocional. [...] ... se habla, pero de una


manera diferente que con los amigos, más sentimental. [...] Con
la familia eres más general, con los amigos más particular.

El padre queda, todavía, excluido de las vivencias que el adoles-


cente tiene:

Entre padre e hijo no te puedes contar. [...] El papá da consejos,


pero no es lo mismo que con la madre.

Quieren saber sobre las experiencias que alguno de sus padres


como jóvenes haya tendido en este sentido:

... hay cosas que no quiero que me cuente (mi mamá), como si
estuvo con otro antes de mi papá.
Hay mucha gente que no tuvo una educación acerca de la
sexualidad sino que aprendió sobre la marcha. ¿Cómo alguien
así te puede enseñar? Alguien que sus padres nunca le hablaron
de ésto y tienen hijos en base a qué puede enseñar, educar.
Hay padres de familia que ven mal que sus hijos tengan relacio-
nes sexuales, no tienen empatía, no se ponen en lugar de los jóve-
nes, porque todos fueron jóvenes y que el cuerpo reacciona a cier-
tos impulsos no tan racionales sino al lado animal. El sexo es una
necesidad del cuerpo más que del cerebro, que el uso de la razón es
una respuesta corporal, vaya, si llega el momento, en que esta
necesidad de ejercer la sexualidad se siente en el cuerpo.

UNA HISTORIA QUE CONTAR

¿Qué nos demuestra lo anterior? Que hay que replantear la paterni-


dad, que no se puede seguir de la misma manera; sin embargo ¿cómo
se construye ésta? Las investigaciones anteriores nos dan pistas, es
ahí donde quiero plantar mi experiencia, digamos un poco más
autobiográfica
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 409

Sin duda, la idea de paternidad se va construyendo desde nues-


tra infancia, en los juegos que uno realiza cuando están involucradas
niñas y, sobre todo, cuando uno juega a la comidita; esto es, uno
llega a comer y saluda al hijo o a la hija de alguna forma simple, a
diferencia de las niñas, que con una ternura lo abrazan y le dicen
con palabras cariñosas que lo quieren.
Con los compañeros de la infancia no se habla de cuántos hijos e
hijas va uno a tener o procrear, éso son cosas de niñas; más adelante,
en las pocas conversaciones con nuestra madre, ella nos dirá que
debemos ser responsables, y es ahí en donde se unen nuestros jue-
gos con las niñas y lo que nuestra madre nos dice: que debemos ser
responsables, ésto se traduce en ser proveedor, y se queda la idea de
que si uno no es capaz de “mantenerla”, a uno le hace falta algo, uno
no es hombre o, mejor dicho, no es una masculinidad completa de
acuerdo a nuestra cultura.
Cuando uno se estrena como padre las ideas anteriores acompa-
ñan la imagen de cómo actuar; sin embargo uno sabe que hace falta
esa parte afectiva, emotiva, que a uno como hijo le hubiera gustado
que lo tratara su padre; es decir, el de poder dialogar con un padre
que regularmente está ausente sobre todo porque está laborando.
Como padre, cuando uno tiene un hijo, el presente va teniendo un
sentido que establece la diferencia entre el pasado y el futuro de cómo
actuar y qué hacer. Cuando Diana, mi esposa, me dijo que nuestro hijo
iba a nacer, recuerda que me quedé serio —aspecto que, por cierto, no
me cuesta trabajo— y no hablé el resto del día porque a la mañana
siguiente le harían cesárea; mi sorpresa fue porque yo me imaginaba
que de repente se ponía mal y que habría que llevarla al médico y ya.
Cuando mi hijo nació quise asumir mi responsabilidad y cuidarlo
porque salió del hospital tiempo después debido a que tuvieron que
hacerle una transfusión sanguínea (tenía la bilirrubina alta), y yo iba
a visitarlo para dejarle su biberón dos veces al día; esto implicó que
en unos de mis trabajos me comentaran que no estaba en la oficina;
yo expliqué que iba al hospital a dejarle el biberón y esta persona
me contestó preguntando: “¿Qué? ¿No tienes suegra?” Esto me sor-
prendió de alguna manera y me sentí discriminado. Otra de las ex-
periencias que me llamó la atención es que en algunas ocasiones,
cuando acompañé a Diana al médico, éste le hacía la referencia a
que le acompañara su hermana o su prima o su mamá, pero el padre
no era nombrado.
Así descubro que los hombres hemos sido relegados desde siem-
pre a la condición de mero proveedor, que hemos sido discrimina-
410 EL RECURSO DE LA ORALIDAD EN LOS ESTUDIOS DE GÉNERO

dos en algún sentido, por lo que decido no abandonar el placer


emocional de la cercanía y educación de los hijos y aceptar, cada vez
más, compartir con mi esposa la presencia familiar; porque me doy
cuenta que me pierdo situaciones muy importantes, como por ejem-
plo sus primeras palabras, sus inicios al caminar, el estar a su lado
cuando estuvo enfermo, sus alegrías y tristezas que sucedieron en su
vida cotidiana, y que sin duda tienen una repercusión en la relación en
un futuro inmediato. Sin embargo está presente, y de manera reitera-
da, la responsabilidad de trabajar. Es algo que hay que destacar, aun-
que evidentemente eso no me exime de mi responsabilidad..
Cuando vi por vez primera a mi hijo, recuerdo que sus cabellos
eran algo rubios; no supe qué decir, simplemente lloré. Fue algo
muy emocionante, ojalá tuviera las palabras para expresarlo como
lo hacen las mujeres. Otro momento muy grato fue la primera oca-
sión que lo bañé en la regadera, el sentirlo cuerpo con cuerpo es
una sensación extraordinaria; igual, quisiera tener palabras de mu-
jer para expresarme con la facilidad que ellas lo hacen.
Con los amigos pocas veces habla uno de los hijos, pero no olvido
una conversación con Juan Manuel con respecto a los obsequios de
Navidad y de Día de Reyes; yo consideraba que eran muchos jugue-
tes pero sentí un gran alivio cuando advertí que Juan Manuel pensa-
ba lo mismo con respecto a su hijo; lo más agradable fue el que la
esposa de cada uno pensaba que no, que estaba bien todo, que no
eran demasiados obsequios.
Un elemento muy estresante se refiere a la disciplina. ¿Cómo debe
uno actuar con el hijo cuando hay que llevar a cabo una sanción por
un acto cometido? Sin duda es importante señalar que, en general,
convivir con niños y niñas —independientemente de la edad—, con-
lleva a situaciones muy estresantes porque uno no sabe cómo actuar.
Vaya un ejemplo, cuando al hijo se le dice que la próxima semana se
le llevará al cine o se le comprará algo, todos los días preguntará
“¿ya nos vamos?” y uno piensa “¿qué no entiende que todavía falta
un par de días?” Y efectivamente no entiende, porque la noción de
espacio y tiempo son diferentes; y pienso que cuando se es adoles-
cente o joven, el tiempo y el espacio van a ser diferentes: si determi-
nada hora es para mí llegar tarde, o para él es llegar temprano a la
casa. En mi interior hay una constante reflexión acerca de no usar la
violencia física o psicológica: el dialogar, y la estrategia de ponerse
en el lugar del otro, ayuda a mejorar la relación.
Gabriel tiene nueve años y comienza a decir que le gusta una
niña y que quiere casarse con ella, no sabe que hay aspectos previos;
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 411

lo plantea, sin embargo, porque tiene como referencia a su familia.


El otro día me comentaba que a veces los niños, para molestar a
otros, le dicen: “Pareces gay”; Cuando él me lo dijo pensé: “Eso no
debo dejarlo pasar”, y traté de explicarle que al decirle a otra perso-
na de esa manera no se trataba de una ofensa, que simplemente no
debemos tomar esa palabra como algo humillante, sino que hay per-
sonas diferentes, como el arco iris.
En otra ocasión llegó a casa comentando que iban hacer una fies-
ta en el salón de clases, que se habían distribuido las actividades,
que a él le tocó servir a sus compañeros, y quería que se le consiguie-
ra un delantal como el que usan los cocineros; su mamá y yo pensa-
mos que estába bien, sin embargo lo ofenderían sus compañeros y
compañeras por dar “la posible apariencia que son cosas de muje-
res”. Finalmente decidimos que lo llevaríamos a cabo; para nuestra
sorpresa la maestra les dijo a sus compañeros que él era realmente
un auténtico mesero o cocinero, sin duda fue de gran alivio. Como
se percatarán hay, como padre, una preocupación constante por su
sexualidad.
Es muy probable que otros padres vivan situaciones o preocupa-
ciones como las señaladas, y cuando uno las comenta se siente un
gran alivio; me parece que debemos recuperar de las mujeres esos
espacios de diálogo y confianza que se dan entre ellas.
El día del padre fue planteado por Smart Dood en Washington
en 1910 con la intención de que se valorara a los padres que, como
el suyo, fue padre y madre a la vez; una idea interesante, sin duda,
que reúne aquella separación que se hace al decir que los afectos los
da la madre y la parte racional el padre; y ello basado, sobre todo, en
la idea del respeto.
¿Qué hacer? ¿Cómo superar lo anterior? Hay que trabajar en va-
rias dimensiones, quisiera destacar dos que, considero, van unidas y
entrelazan el ámbito de los derechos humanos con respecto a la pa-
ternidad; es decir, que se consagren una serie de derechos y obliga-
ciones como, por ejemplo:
— La licencia de paternidad.
— El poder asistir a las reuniones de las llamadas “reuniones de
padres de familia”.
— Asistir a la escuela de los hijos e hijas a los festivales de inicio y
fin de cursos, así como responder a los citatorios de las maestras y
maestros.
— Poder llevarlo al médico cuando esté enfermo y poder quedar-
se en casa para cuidarlo.
412 EL RECURSO DE LA ORALIDAD EN LOS ESTUDIOS DE GÉNERO

Esto sin duda repercute en el ámbito de la economía de un país,


si lo vemos desde una sola perspectiva, sin embargo hay que mirarlo
desde los derechos humanos. Pensemos, por ejemplo, en los dere-
chos de segunda generación, es decir, de los derechos económicos,
sociales y culturales, como son los derechos a un salario justo, a la
educación, a la vivienda, a las jubilaciones etcétera.
El otro ámbito se refiere al de la cultura, es decir, establecer en el
ámbito educativo información sobre una paternidad responsable no
sólo en el sentido del ámbito de proveedor, sino también de la parte
afectiva y emotiva.
Que antes de casarse los jóvenes reciban pláticas o cursos sobre la
paternidad responsable; que las instituciones de Salud den esos cur-
sos a los futuros padres de la misma manera que las mujeres reciben
información, junto con los hombres, sobre aspecto de alimentación
y cuidados en términos de vacunas. Algunos y algunas pensarán que
no es posible, o que es imaginario; pero simplemente miremos la
historia de los derechos humanos, léase cuando se mencionaban los
derechos de los esclavos, de las mujeres, de los niños etcétera y ve-
rán que las utopías caminan cuando uno las incorpora en su vida
cotidiana.

BIBLIOGRAFÍA

Montes Sosa, Gabriel


— (2003) “La paternidad de todos los días” en Gloria Tirado Villegas.
Construyendo la historia de las mujeres. Fomento editorial BUAP, Puebla,
México.
— (2002) “La construcción social de la paternidad” en María del Carmen
García Aguilar. Las nuevas identidades. Fomento editorial BUAP, Puebla,
México.
— (2005) y Guitté Hartog. El amor y la sexualidad en los tiempos de la prepara-
toria, Fomento editorial BUAP, Puebla, México.
Villas S. Miguel (1999) Técnicas cualitativas de investigación social, reflexión
metodológica y práctica social. Síntesis. Madrid, España.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 413

FUENTES DOCUMENTALES EN EL ARCHIVO GENERAL


MUNICIPAL DE PUEBLA, PARA EL ESTUDIO
DE LAS MUJERES. SIGLOS XIX Y XIX

María Eugenia Cabrera Bruschetta


Leticia López Gonzaga
Felícitas Ocampo López
Rocío del Carmen Gómez Hernández
Silvia Meza León
Paulino Fuentes Solar
Óscar Alejo García

En las últimas décadas del siglo la historia cultural se convirtió


XX
en uno de los campos más dinámicos de la historiografía contempo-
ránea. El auge de esta perspectiva, en que la interpretación de dis-
cursos, textos y símbolos es fundamental, está relacionado con deba-
tes intelectuales que han trastocado el análisis tradicional de los es-
tudios de género.
La producción historiográfica de este enfoque, lejos de detener-
se, avanza. Con la intención de coadyuvar en este tipo de investiga-
ciones, el Archivo General Municipal ha realizado un análisis esque-
mático de las fuentes documentales que conforman su acervo, en
busca de aquellas huellas que testifican la presencia de mujeres du-
rante los siglos XIX y XX. Decidimos ubicar nuestra búsqueda en este
espacio temporal debido a que partimos de la premisa de que es du-
rante estos siglos cuando los testimonios de la participación femenina
en la vida social de la ciudad se multiplican. Esperamos que al tiempo
en que difundimos los materiales del archivo, orientemos a los estu-
diosos del tema sobre la veta informativa que espera ser interpreta-
da en miles de legajos y volúmenes históricos, así como a crear ex-
pectativas de nuevos análisis cuyo objeto de estudio sea la mujer.

EL ARCHIVO GENERAL MUNICIPAL

Desde 1994 el Archivo Municipal de Puebla conoció un proceso de


sistematización y cuidado sin precedentes que le valió el reconoci-
miento nacional “Mérito al valor archivístico”, otorgado por el Archivo
General de la Nación en 1995.
A partir de 1996, la dependencia adquiere el carácter de General,

[ 413 ]
414 FUENTES DOCUMENTALES EN EL ARCHIVO MUNICIPAL DE PUEBLA

motivo por el cual, en la actualidad, el archivo tiene bajo su respon-


sabilidad la organización, transferencia y diseño de programas ade-
cuados para homogeneizar los procesos archivísticos de todas y cada
una de las dependencias que conforman el Honorable Ayuntamiento.
Resultado de las tareas emprendidas desde 1996, es la organiza-
ción actual del archivo en Series y Subseries documentales. Respe-
tando esta organización, presentamos a ustedes parte de los resulta-
dos obtenidos de la tarea emprendida:

SERIE DOCUMENTAL: ACTAS DE CABILDO

Sin duda alguna, las actas de cabildo congregan en sus líneas los
datos más numerosos e importantes de los gobiernos municipa-
les, sin embargo, por el hecho de ser tan globales —que cubren
todos los espacios de la gestión administrativa— la individualiza-
ción de los personajes no es tan evidente como en otros tipos
documentales. Durante el siglo XIX pudimos apreciar un anoni-
mato casi permanente de las actividades femeninas, a no ser por
concesiones otorgadas por el Ayuntamiento a viudas y religiosas.
Es evidente que aún durante este siglo los patrones culturales
del antiguo régimen seguían vigentes, si bien modificados, nun-
ca desaparecieron, en el sentido en que las esferas públicas aún
eran poco accesibles al género femenino. Asimismo, se constató
que la actividad comercial y el índice de propiedad entre mujeres
son mayores que los preconcebidos.
Durante el siglo XX los nombres de mujeres se empiezan a multi-
plicar, cada vez con más frecuencia, en terrenos tan cerrados como
los políticos; por ejemplo, no es aislado que desde la década de 1930
la presencia femenina sea constante en el máximo órgano del go-
bierno municipal: el cabildo. Sin duda, este hecho es sólo un reflejo
de una realidad cada vez más patente en las sociedades occidenta-
les. Queda por investigar su participación y actividades dentro de
los primeros niveles de gobierno.

SERIE DOCUMENTAL: EXPEDIENTES

La serie de expedientes es la más extensa dentro del acervo, organiza-


da en 53 subseries documentales. En ellas, existe valiosa información
en aspectos económicos, laborales, sociales, sanitarios, etc. promovidas
por mujeres ante diversas comisiones del ayuntamiento como Presi-
dencia, Gobernación, Hacienda, Salubridad y Mercados.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 415

En la comisión de gobernación, hacienda y salubridad podemos


encontrar expedientes relativos a las mujeres que ejercían la prostitu-
ción en la zona de tolerancia, el tratamiento del mal venéreo que se
aplica en el Hospital General, las multas impuestas a hoteles, casas de
citas o asignación y accesorias que eran administradas por mujeres.
En la comisión de mercados podemos hallar solicitudes y quejas
sobre el arrendamiento de locales, jaulas, el pago de piso y sanita-
rios públicos de los mercados municipales que fueron tramitados
por mujeres.
En la comisión de presidencia y hacienda encontramos notas
sobre la incursión femenina en diversos giros comerciales entre
los que destacan las carbonerías, restaurantes, cafeterías, fondas,
molinos de nixtamal, verdulerías, tortillerías, paleterías, talleres
de costura, etc. Dichas actividades económicas estuvieron bien
reguladas bajo la inspección y tributación municipal. De ahí, las
constantes solicitudes de licencias, multas y amparos que pro-
mueven sus propietarias, administradoras o arrendadoras ante
el ayuntamiento.
A partir de los años veinte, se hallan los nombramientos de muje-
res contratadas para desempeñar empleos como mecanógrafa,
taquimecanógrafa, escribiente y auxiliares en las oficinas municipa-
les. Poco a poco la mujer fue ganando no sólo espacios laborales
sino también fueron promotoras de campañas educativas y de salud
publica, tal es el caso de la sociedad femenina fundada en 1930 que
integró el comité de lucha contra el alcoholismo.
Debemos aclarar que en relación con los temas antes menciona-
dos como es el caso del ejercicio de la prostitución, nombramientos
de empleados municipales y giros comerciales, serán retomados en
otras series documentales, con otras características, que permiten
enriquecer aun más las investigaciones históricas
Es frecuente encontrar peticiones de mujeres viudas que solicita-
ron a la presidencia municipal la condonación o plazos para pagar
la pensión de agua, el pago de la pensión vitalicia de sus esposos
que trabajaron en el ayuntamiento y que fallecieron en cumplimien-
to de su trabajo, particularmente en el alumbrado público; la publi-
cación para contraer nupcias, entre otros.

SERIE DOCUMENTAL: TESORERÍA MUNICIPAL

La segunda serie más extensa dentro del acervo es Tesorería Muni-


cipal, organizada en once subseries documentales de las cuales sólo
416 FUENTES DOCUMENTALES EN EL ARCHIVO MUNICIPAL DE PUEBLA

revisamos las subseries de ingresos y egresos, libros de contabilidad, y


documentos notariales de propiedad.
En ingresos y egresos se extrajo información de las nóminas de
empleados municipales. Como nuestra pretensión es conocer cuáles
fueron los primeros empleos desempeñados por mujeres en el Ayun-
tamiento poblano en los albores del siglo XX, se consultó el año 1917,
que es el más antiguo de ésta subserie. Para éste año están registra-
das siete mujeres, de las cuales predominan las escribientes; igual-
mente se revisaron los años 1922, 1925, 1930, 1935 y 1940, regis-
trándose la percepción salarial.
Con respecto a los libros de contabilidad, solamente hablaremos de
la información relativa a los giros comerciales, aunque es convenien-
te mencionar la existencia de otros libros, como lo son multas, pen-
sión de agua, mercados, diversiones y otros; que son testimonios de
la diversas actividades económicas del sector femenino en el recién
fenecido siglo XX.
Se hizo un muestreo de los giros comerciales, extraído del pago
de impuestos, en los cuales se apuntan a mujeres ya sea como pro-
pietarias, administradoras, arrendadoras o subarrendadoras de un
comercio, específicamente para 1944. Los resultados de este sondeo
muestran que la venta de carbón fue el giro con más participación
por parte de mujeres, seguido por las fondas, loncherías y restau-
rantes. Interesante fue el encontrar a mujeres al frente de varios
negocios, es el caso de doña Rebeca Torres, propietaria de siete mo-
linos establecidos en diferentes puntos de la ciudad; Delfina Madrazo,
quien pagaba impuestos por cuatro, e igualmente Juana Sánchez G.,
dueña de tres molinos.
Mención especial son las casas de citas, de asignación, cabarets y
accesorias en la zona de tolerancia (los llamados giros negros), ad-
ministradas por mujeres, para este año sumaron 48 establecimien-
tos, mismos que funcionaban legalmente, bajo el control tributa-
rio municipal, pero que definitivamente no eran los únicos, pues
consideramos que existía un buen número de éstos fuera de la
legalidad y que por lo tanto no los encontraremos en los regis-
tros municipales.
La subserie documentos notariales de propiedad cuenta con 100 libros
correspondientes a doce notarías de la ciudad (notarías núms.1 al
12), para los años 1940-1952. Los libros tratan de la información
que envían los notarios al tesorero municipal sobre las escrituras de
compraventa de bienes inmuebles, en espera de la respuesta de que
no hay inconveniente para que expida el testimonio respectivo. El
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 417

tesorero remite la respuesta, ya sea favorable o negativa, de acuerdo


a si el predio se encuentra al corriente en sus pagos por concepto de
pensión de agua potable.
Es por este trámite de tipo tributario que podemos conocer quién
vende, compra, la ubicación y valor del inmueble; por ello, llama-
mos la atención sobre esta documentación, porque permite vislum-
brar la transferencia de bienes, los montos económicos y la capaci-
dad adquisitiva detentada por muchas mujeres. Como ejemplo de
ello apuntamos que tan sólo en 1944, en la notaría número 1, están
registradas 84, participantes todas ellas en contratos notariales, de
las cuales 39 vendieron y 45 compraron algún bien. Nótese que men-
cionamos sólo a una de las 12 notarías y específicamente para un
año, reflexionemos entonces la riqueza informativa que puede arro-
jar la consulta sistemática de todas por un rango mayor de años.

SERIE DOCUMENTAL: LEGISLACIÓN

La documentación inventariada en la serie legislación, misma que


se encuentra dividida en siete subseries, dentro de las cuales la co-
rrespondiente a leyes y decretos consta de 61 volúmenes que datan
del año 1800 a 1915. Se trata de una valiosa colección de documen-
tos impresos que en sus libros primeros correspondientes al periodo
novohispano, podemos consultar Reales Cédulas, Mandamientos,
Bandos Municipales, etc.
Un documentos que podemos citar es el decreto contenido en el
volumen 1, acerca de las obras pías fundadas para “huérfanas a ma-
ridar”, que dispuso que en la distribución de la dote, se prefieran a
las huérfanas que quisieran contraer matrimonio con militares heri-
dos en el campo de honor (28 junio 1811).
En cuanto a los bandos municipales ejemplificamos con un ban-
do de policía publicado en la ciudad de Puebla el 31 de julio de
1820, que disponía en su artículo 8º que en los baños para mujeres
sólo debían ser atendidos por mujeres y por ningún motivo por un
hombre, además de prohibir que se bañaran en una sola pieza a un
tiempo hombre y mujer, aún cuando estuviesen casados.
La información contenida en esta subserie es diversa, para el caso
concreto de mujeres, existe el reglamento del 28 de junio de 1831
para la casa del hospicio, dentro del cual en el capítulo 9º se refiere
al departamento de partos ocultos (vol. 5).
Dentro de la subserie legislación estatal, llamamos la atención
del existencia del programa de enseñanza para el Instituto Normal
418 FUENTES DOCUMENTALES EN EL ARCHIVO MUNICIPAL DE PUEBLA

del Estado, vol. 80, año 1919, en el cual se apunta sobre la “especial
atención que reclama la educación de la mujer” a fin de ser elevada
“a la categoría social que le corresponde y pueda por medio de la
ciencia y del trabajo, promover a su propia subsistencia con digni-
dad y autonomía.”
En la subserie disposiciones municipales se cuenta con reglamentos
para las cárceles de mujeres, hoteles y casa de huéspedes, para la
venta de bebidas alcohólicas, pulque y cerveza, entre otros.

SERIE DOCUMENTAL: PUBLICACIONES PERIÓDICAS

Esta serie se encuentra dividida en siete subseries, en las cuales se


registran una serie de leyes de protección y apoyo para la mujer;
como lo es la que contempla el Diario Oficial en febrero de 1947 en
donde se decreta que en las elecciones municipales participarán las
mujeres en iguales condiciones que los varones, con el derecho de
votar y ser votada, un logro bastante importante en respuesta a su
lucha encaminada a ser partícipe en las decisiones del país; una se-
rie de reglamentos que la incluyen y la benefician como la Ley del
Seguro Social, o el Reglamento de Servicios médicos, para la presta-
ción de los servicios de guardería y para el trámite y resolución de
las quejas administrativas ante el Instituto Mexicano del Seguro So-
cial, entre otros. Así encontramos instituciones como el Sistema para
el Desarrollo Integral de la Familia, el Sistema de Asistencia Social,
el Instituto Mexicano del Seguro Social en todos sus niveles federal,
estatal y municipal, órganos básicos que respaldan y asesoran tanto
jurídica y psicológicamente a las mujeres mexicanas; además de pro-
porcionarles atención médica.
Asimismo existen otros organismos como el Instituto Poblano de la
Mujer, creado en 1999, encargado de llevar a cabo programas y even-
tos en favor de la población femenina, cuya finalidad es lograr la igual-
dad entre el hombre y ésta. También pudimos apreciar que existen
fundaciones de beneficencia privada de orientación y beneficio para
mujeres como la “ Casa para la preservación regeneración de la mu-
jer”.
Asimismo contamos con la colección de Diálogo Municipal, revista
editada por el Ayuntamiento, donde apreciamos el trabajo femenino
por la niñez a través de la formación del Comité Municipal del Institu-
to Nacional de Protección a la Infancia. Así como su participación cul-
tural al pronunciar discursos conmemorativos dirigidos hacia las muje-
res y en especial hacia la heroína de Puebla, Carmen Serdán.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 419

Al realizar este esfuerzo de recopilación, encontramos escasos y


dispersos documentos dentro de esta serie de publicaciones oficia-
les, sin embargo, todos son testimonios valiosos que complementan
las investigaciones.

SERIE DOCUMENTAL: ESTADÍSTICA

Otra serie consultada es Estadística, en la cual encontramos una gran


diversidad de registros de carácter estadístico y en los cuales la pre-
sencia de las mujeres es bastante notoria, ya sea desempeñando ac-
tividades de tipo comercial, como profesionista o bien como em-
pleada del Ayuntamiento entre otros, dichos registros se encuentran
clasificados en cinco subseries: Licencias y Giros Comerciales; Filiación
de Población y Oficios; Filiación de Empleados Municipales; Registro de Ser-
vicios Municipales y Registro de Templos y Partidos Políticos.
En primer lugar se encuentra la subserie de Licencias y Giros Co-
merciales, contenida en 60 volúmenes misma que se clasifican en cua-
tro apartados.
1.- Repartidoras ambulantes de leche, para el año de 1950, estos re-
gistros contienen datos personales además de incluir la fotografía
respectiva.
2.- Los Registros Comerciales de 1938-1950, los datos que aparecen
son: Fecha, Nombre de la propietaria, Ubicación del negocio, Pla-
cas, Denominación, Número del comprobante e Impuesto Munici-
pal. En éste las mujeres aparecen como dueñas de negocios y de
fabricas.
3.- Registros de inscripciones de prostitutas de 1886-1928, los datos
que se contemplan en cada registro son muy completos: Nombre de
la mujer o pupila; Fecha de Inscripción; Nombre de la propietaria
de la casa en la que prestaba su servicio, y como datos personales:
Patria, población, estado, edad, color, pelo, ojos, nariz, boca, estatu-
ra, complexión y señas particulares.
Se tienen inventariados más de tres mil nombres de pupilas, y mil
quinientos contienen fotografía, en estos casos se anexa los siguien-
te datos: medidas, color y número de foja.
4.- Registros de Títulos para ejercer alguna profesión de 1930 a 1932. y
Registro de credenciales varias y nombramientos de particulares de 1935 a
1950.
Es importante mencionar que estos registros cuentan con su
respectiva fotografía.
En segundo lugar se encuentra la subserie Filiación de Población,
420 FUENTES DOCUMENTALES EN EL ARCHIVO MUNICIPAL DE PUEBLA

en la cual se cuenta con:


1.- El Registro de extranjeros, de 1930 a 1985, dentro de los cuales
las mujeres tienen presencia significativa. Los datos de cada registro
son: nombre; domicilio; nacionalidad; edad; sexo; ocupación y do-
cumentación migratoria. Las nacionalidades que se presenta con
mayor frecuencia son libanesa, española, italiana, polaca, alemana,
checoslovaca, austriaca, cubana, francesa y centroamericana, por sólo
mencionar algunas. En algunos casos aparece el registro con foto-
grafía.
2.- Los Censos de Población de 1880 a 1999.
La tercera subserie es Filiación de Empleados Municipales. La mujer
como empleada del ayuntamiento ha estado presente en varias ad-
ministraciones, desempeñando diversos trabajos ya fuera como es-
cribiente, y en años posteriores llega a ocupar cargos como funcio-
naria pública.
Para concluir con esta serie documental presentamos la cuarta
subserie denominada Servicios Municipales, que abarca los primeros
cincuenta años, en la cual se encuentran los siguientes registros:
Registro de la niñas de las Escuelas Municipales.
Registro de Vacunas
Registro del Panteón Municipal
Registro de Asistencia de alumnos a las Escuelas.
Registro interno de Propietarios de Fosas en el Panteón
Datos estadísticos de Matrimonios Eclesiásticos.
Registro de títulos de Propiedad en el Panteón Municipal
Indices de agua.

SERIE DOCUMENTAL: COMUNICACIÓN E INFORMES

La última serie consultada es la de Comunicación e informes, que con-


tiene siete subseries, dentro de las cuales se encuentran los informes
federales, estatales, municipales y varios, en éstos las autoridades de
los tres niveles de gobierno exponen acerca de sus logros durante
cada año de su gestión gubernamental. Existen pocas noticias sobre
la participación de la mujer en los primeros cuarenta años del siglo
XX. Es a partir de la década de los cincuenta cuando en los informes
surge la presencia y la labor que realiza la esposa del gobernador y del
presidente municipal en diversas acciones de gobierno vinculadas al
bienestar social. Su papel es trascendental porque proyectan ante la
población no sólo actividades propias de su sexo sino valores morales
que surgen y se transmiten desde el hogar, de ahí que ejecuten funcio-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 421

nes de asistencia social en pro de la mujer, la niñez y la familia.


Existe información muy interesante de la oficina municipal de
Acción Cívica, Social y Cultural, en donde se manifiesta un panora-
ma de los diversos actos llevados a cabo por el ayuntamiento poblano
para brindar oportunidades de trabajo y capacitación a madres sol-
teras y mujeres en el municipio poblano. Resalta la importancia de
los jardines de niños y guarderías infantiles instalados en los merca-
dos. Con el transcurso de los años surgió, a nivel federal, el Instituto
Nacional de Protección a la Infancia y a la Familia que posterior-
mente se transformó a partir del sexenio de López Portillo en Desa-
rrollo Integral de la Familia, con marcada injerencia en la ejecución
de programas de asistencia social en los tres niveles de gobierno.
Dichos proyectos dieron fruto en la creación de diversos talleres de
tejido, corte y confección, decoración del hogar, juguetería, dieté-
tica, etc., así como también campañas de alfabetización y de salud
dirigido a los habitantes de escasos recursos.
En este escudriñar por los papeles de la ciudad en búsqueda de
huellas o rastros del sexo femenino en Puebla, se puede constatar que
estamos tratando de un sector de la población económicamente activo,
mujeres que están presentes en las fuentes documentales esperando
ser estudiadas; es por ello que el objetivo de este trabajo es incentivar
e invitar a los investigadores de diferentes disciplinas a consultar el
acervo que resguarda el Archivo General Municipal de Puebla.
422
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 423

LAS FUENTES, LOS CENTROS Y LOS FONDOS


DOCUMENTALES SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO

Elva Rivera Gómez

Las fuentes, los centros y los fondos documentales sobre las muje-
res que existen actualmente en nuestro país tienen un antecedente:
el movimiento de las mujeres. Su contribución y la del feminismo ha
sido hacer visible la historia de las mujeres a través del rescate,
reinterpretación y visibilización de las fuentes que dan cuenta de su
presencia a lo largo de la historia, y con ello han hecho aportes a las
ciencias sociales, y en especial a la Historia. Así, este trabajo tiene
como objetivo central estudiar cómo se crearon los centros de docu-
mentación sobre las mujeres y cuál ha sido la contribución de las
mujeres feministas, académicas y del movimiento amplio de muje-
res al rescate y recuperación de las fuentes e investigaciones de la
historia de las mujeres en México.
Para ello, he dividido el trabajo en cuatro partes. En la primera,
se abordan las principales interrogantes sustentadas por el feminis-
mo a la historia tradicional, en particular a la visión androcéntrica
en el discurso y escritura de ésta; la segunda analiza los conceptos
de género y poder como categorías de análisis para interpretar las
fuentes históricas; la tercera estudia los orígenes de los centros de
documentación sobre la mujer y/o de género y su contribución al
rescate de la memoria colectiva de las mujeres en México, y por últi-
mo se presentan los trabajos de corte histórico sobre esta temática
realizados por historiadoras/es en Puebla, del 2000 al 2004.

EL FEMINISMO Y LA INTERPRETACIÓN
DE LAS FUENTES SOBRE LAS MUJERES

Algunos de los problemas que enfrentamos cuando investigamos


temas relacionados con las mujeres son ¿dónde localizar las fuentes
y en qué acervo documental del archivo se encuentran? Esto se
agudiza más cuando estudiamos períodos históricos concretos. ¿Por
qué es un problema? La clasificación y catalogación de documentos

[ 423 ]
424 LAS FUENTES, LOS CENTROS Y LOS FONDOS DOCUMENTALES

realizada por los archivos y las bibliotecas hasta hace unas décadas,
privilegiaron los sucesos político-económicos y sociales, donde el hom-
bre es el principal protagonista del devenir histórico. Esta interpreta-
ción excluyó a otros grupos sociales, entre éstos, a las mujeres.
A partir de la década de los setenta, como efecto de los movimientos
culturales, entre ellos el feminista, se crearon grupos y áreas de estudio
sobre la condición de las mujeres, al interior del movimiento de muje-
res; así como también entre académicas e intelectuales en México.
En nuestro campo de estudio, las historiadoras británicas, france-
sas, norteamericanas y mexicanas, influenciadas por el feminismo o
por nuevas corrientes historiográficas, han incorporado diversos
enfoques al estudio de las historia de las mujeres. Algunos de los
temas de reflexión, son el análisis y reinterpretación de las fuentes
para “hacer visible” el papel desempeñado por ellas en los diferen-
tes procesos históricos a nivel internacional, nacional y de la región.
Esta propuesta teórica tiene su antecedente en las décadas de los
años sesenta y setenta, en un primer momento, y más tarde en los
ochenta y noventa, periodos que se relacionan con las etapas de la
teoría feminista. Hoy se plantea la necesidad de historiar e interpre-
tar las fuentes desde el enfoque de género, como una posibilidad de
reflexionar nuestro pasado a partir de la construcción sociocultural
entre los géneros, las cuales han marcado las diferencias entre las
mujeres y los hombres y que la historia, hasta hace unas décadas,
había privilegiado como una historia centrada en lo público: el esta-
do, la economía, la política, el poder dominado por los hombres.
El debate que existe al interior de los estudios sobre las mujeres,
está relacionado con la aplicación de teorías y métodos. En el caso
de los estudios históricos, éste tiene que ver con el enfoque
historiográfico y el tipo de fuentes que se estudia, el problema se
agudiza cuando se intenta incorporar otras formas de hacer historia
y por lo tanto, otras teorías, métodos y fuentes, como el planteado
por el feminismo a la historia androcéntrica y tradicional.
El temor por incorporar al feminismo los estudios históricos so-
bre las mujeres se relaciona con los estigmas y mitos en torno a éstas.
Es importante mencionar que el feminismo ha sido tema de debate
entre algunas historiadoras. ¿Cómo definir a las mujeres feminis-
tas?, ¿Quiénes pertenecen a este grupo? Por ejemplo, la historiado-
ra Michelle Perrot define que “feminista es cualquier mujer que en
algún momento de su vida ha hecho alguna contribución para lo-
grar la igualdad de los sexos mediante una inversión de papeles
tradicionales” [Perrot, 1997: 81], en tanto Linda Gordon dice que el
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 425

“feminismo es una crítica a la supremacía del hombre, elaborada y


presentada a la luz de una voluntad de cambiarla, lo que a la vez
supone la convicción de que puede cambiarse” [Gordon, 1997: 121].
Por su parte, la filósofa mexicana Graciela Hierro1 señala: que “des-
de que se fundó la universidad en el país ha existido el feminismo.
Aunque no se considera como tal, pues las mujeres que accedieron a
la educación superior necesariamente eran feministas al romper con
la visión tradicional de la educación/domesticación femenina. O la
ilusión fallida de creerse “hombres” cuando en realidad somos mu-
jeres” [Hierro, 1999: 33].
Las afirmaciones de estas autoras, con las cuales podemos estar
de acuerdo o no, me parece, son ilustrativas para conocer diferentes
posiciones en torno a un mismo concepto. Luego entonces, es nece-
sario un encuentro entre las disciplinas y teorías, entre historiado-
ras, feministas y no, con las teóricas feministas mexicanas para ana-
lizar métodos que contribuyan al rescate de la memoria colectiva
femenina a lo largo de la historia. Es una tarea pendiente. Ojalá
pueda darse en algún momento; será, sin lugar a duda, un reto para
las nuevas generaciones de historiadoras e historiadores.
El desconocimiento del feminismo y de sus corrientes ha causado
miedo y rechazo en algunos/as colegas, a tal grado que afirman “yo
hago investigación sobre las mujeres, pero no soy feminista”, por eso algu-
nas historiadoras se han inclinado por los enfoques historiográficos
que han tenido auge en México, otras han enfrentado el reto incor-
porando conceptos y categorías del feminismo a los estudios históri-
cos. Así, pues, podemos distinguir dos tipos de estudios históricos
sobre las mujeres: los elaborados desde alguna de las corriente
historiográficas contemporáneas y los feministas.
La interpretación y análisis de diversas fuentes históricas hechas
por las historiadoras Josefina Muriel, Pilar Gonzalbo, Asunción
Lavrin, Solange Alberro, Carmen Ramos Escandón, Gabriela Cano,
Julia, Esperanza y Enriqueta Tuñón, Ana Lau, entre otras, ha permi-
tido conocer no sólo nuevos temas, sino también rescatar y escribir
la historia de las mujeres en México, que fueron ignoradas durante
mucho tiempo por la historia tradicional.
La interpretación androcéntrica de las fuentes históricas ha sido
otro elemento importante que se debe señalar. ¿Quién elige qué
fuente o documento es importante y cuál no?, ¿Cuál debe rescatarse?
La que destaca un hecho protagonizado por los hombres o la que
habla acerca de la vida privada de las mujeres (menstruación, lactan-
cia, educación, etc.). Estas son preguntas que en muchas ocasiones
426 LAS FUENTES, LOS CENTROS Y LOS FONDOS DOCUMENTALES

no se hacen las personas responsables, al momento de seleccionar,


clasificar y catalogar las fuentes documentales de cada uno de los
acervos históricos que conocemos. ¿Por qué? Porque uno de los prin-
cipales argumentos que se privilegian es que se debe rescatar aque-
lla documentación con valor político, económico, etc. y en especial
los referentes al poder masculino y que de alguna manera han con-
tribuido a “invisibilizar” las fuentes sobre nuestra presencia en las
distintas etapas históricas. Por eso, considero que una de las tareas
primordiales de las historiadoras, que nos dedicamos a estos temas,
es contribuir con los archivos y bibliotecas para impulsar la elabora-
ción de catálogos de fuentes documentales sobre las mujeres, así
como también en acercar al personal y a los directivos para que co-
nozcan otros enfoques e incluyan en la clasificación y rescate de la
documentación variantes de palabras clave (descriptores) de sucesos
donde estén presentes las mujeres y los hombres, tanto en la vida
pública como en la privada.
Son dos corrientes las que introducen el tema de las mujeres a la
historia. Una es la escuela francesa de los annales. Ésta nos ha permi-
tido conocer otras formas de interpretar la historia, más allá de nues-
tra disciplina, “la historia total”, esa historia que como decía Bloch y
Fevbre, permita compartir métodos y teorías con otras disciplinas.
Fernand Braudel, por su parte, en Vida material, economía y capitalis-
mo2, nos introdujo al estudio de nuevos temas. Me refiero al espacio
doméstico, la ropa, la alimentación, etc., y por último los trabajos de
George Duby, Philipps Aries y Michelle Perrot, son estudios de ca-
rácter interdisciplinario y de largo aliento, como la Historia de la vida
privada, Historia de las mujeres en Occidente, la Historia de la familia y la
Historia de las sexualidades en occidente.3 La otra corriente ha sido el
feminismo, que ha influido en los estudios hechos por las historia-
doras feministas europeas, norteamericanas y mexicanas, y ha per-
mitido, hasta ahora, conocer otra forma de interpretar y rescatar la
historia de las mujeres. En México, gracias a la cátedra pionera de
Carmen Ramos Escandón en la UNAM, UAM y en el PIEM -COLMEX, co-
nocemos hoy los trabajos de historiadoras: Joan Wallach Scott,
Michelle Perrot, Selma Leydesdorff, Joan Kelly Gadol, Linda
Nicholson, entre otras, incluidas en Género e Historia, obra que se
ha convertido en un clásico para los estudios históricos desde un
enfoque feminista en nuestro país.
Las propuestas teórico-metodológicas elaboradas por el feminis-
mo e incorporadas por las historiadoras a los estudios históricos han
sido todo un reto. ¿Cómo hacer “visible” nuestra historia? Una for-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 427

ma es buscar las huellas en las diversas fuentes. Por eso, Michelle


Perrot destaca que las fuentes de información revelan el lugar que se
ha asignado a las mujeres, las cuales varían en cada periodo y en
cada cultura. Muchas de éstas dependen de las ideas predominantes
acerca del quehacer histórico, así como del papel de los sexos y de
las relaciones entre ellos. Es aquí donde podemos distinguir ¿quié-
nes y cómo han clasificado los documentos, las fuentes y qué historia
se ha privilegiado? Si queremos rescatar y construir la historia de las
mujeres debemos considerar los registros existentes desde una nue-
va mirada; sólo esta revisión exhaustiva permitirá, sin duda, descu-
brir nuevos temas de investigación.
Perrot nos propone cuatro formas de realizar un nuevo análisis
de las fuentes históricas: el análisis de las fuentes desde un ángulo
diferente, el uso de los testimonios de acontecimientos comunes y de
la vida privada, la incorporación de las fuentes literarias, iconográficas
y la inclusión de las fuentes orales [Perrot, 1997:72-78].
Otro elemento que, tal vez, valdría la pena distinguir, es hablar
de la historia de las mujeres y no de la historia de la mujer, ya que
como afirman las historiadoras feministas, la mujer en abstracto no
tiene existencia histórica concreta en un tiempo y en un espacio. Las
mujeres han vivido de manera plural, en las más diversas circuns-
tancias. Somos sujetos, en lo individual y de manera colectiva, de
una historia propia, compleja, diversa y llena de contradicciones que
sólo podremos conocer con profundidad mediante un análisis que
nos vincule con los procesos históricos globales. La investigación his-
tórica acerca de las mujeres exige planteamientos metodológicos
innovadores, sin rupturas con las ricas tradiciones de la disciplina
histórica, plantea Scott.
Scott afirma que la originalidad de nuestra historia está en el tipo
de preguntas que formula. Son preguntas que nos hacen visibles
como sujetos históricos. Algunas de éstas son ¿Por qué y cómo las
mujeres se vuelven invisibles para la Historia, cuando de hecho fue-
ron actores sociales y políticos del pasado? [Scott, 1997: 47]. Por su
parte, Perrot destaca que las mujeres como grupo social no nos he-
mos convertido en precursoras de procesos revolucionarios y nos
hemos encontrado lejos de los centros de autoridad y del poder for-
mal.4 La respuesta, según Scott, tiene que ver con la definición que
se le ha dado a la historia en determinado sistema de interpreta-
ción, valores, etc. Los hombres sólo han registrado ciertos aconteci-
mientos, procesos y movimientos como dignos de un análisis histó-
rico de manera exclusiva, y han vuelto “invisibles” a las mujeres [Scott,
428 LAS FUENTES, LOS CENTROS Y LOS FONDOS DOCUMENTALES

1997: 46-47]. Tal exclusión se debe a que la historiografía se ha ocu-


pado principalmente de la vida pública, donde las mujeres hemos
tenido poca presencia. Para conocer cuáles son las causas de exclu-
sión e invisibilidad de las mujeres en el discurso histórico, es necesa-
rio conocer entonces categorías que nos permitan explicar y elabo-
rar la historia de las mujeres.

GÉNERO, PODER Y SU RELACIÓN CON LOS ESTUDIOS HISTÓRICOS

El estudio de la historia de las mujeres requiere de una


reinterpretación de nuestra disciplina, de una metodología que
incorpore otras categorías de análisis, que permitan incluir las
experiencias del género humano para elaborar una historia glo-
bal e incluyente.
Uno de los aportes más importantes a la metodología de la cien-
cia histórica, en particular a la historia de las mujeres, es la categoría
de género; Scott señala que esta es una categoría y herramienta ana-
lítica integrada por dos componentes: “El género como elemento
constitutivo de las relaciones sociales, basadas en las diferencias que
distinguen el sexo y el género es una forma primaria de relaciones
significantes de poder” [Scott, 1997b: 289]. Además distingue los
elementos del género, integrada por cuatro elementos
interrelacionados:

1. Los símbolos y los mitos culturalmente disponibles que evocan


una representación múltiple.
2. Los conceptos normativos que manifiestan las interpreta-
ciones de los significados de los símbolos. Estos conceptos se ex-
presan en doctrinas religiosas, educativas, científicas, legales y
políticas que afirman categórica y unívocamente el significado
de varón y mujer, masculino y femenino.
3. Las instituciones y organizaciones sociales de las relaciones
de género: el sistema de parentesco, la familia, el mercado de
trabajo segregado por sexos, las instituciones educativas, la polí-
tica.
4. La identidad subjetiva: individual —biografías— y colecti-
va de grupos [Scott, 1997b: 289-292].

La aplicación del concepto de género está estrechamente vincula-


do con la estructura de poder, del cual hemos estado excluidas las
mujeres.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 429

En este sentido, el estudio del poder planteado por Foucault pro-


pone repensar la producción de lo real a partir de su minúscula ope-
ración local y contingente. Para él, el poder es un desdoblamiento
complejo que supone:

[...] primero, la multiplicidad de las relaciones de fuerza inmanentes


y propias de dominio en que se ejercen, y que son constitutivas
de su organización; el juego que por medio de luchas y
enfrentamientos incesantes las transforma, las refuerza, las in-
vierte; los apoyos que dichas relaciones de fuerza encuentran las
unas en las otras, de modo que formen cadena o sistema, o, al
contrario, los corrimientos, las contradicciones que aíslan a unas
de otras; las estrategias, por último, que las tornan efectivas, y
cuyo dibujo general o cristalización institucional toma forma en
los aparatos estatales, en la formulación de la ley, en las
hegemonías sociales [Foucault, 2002:112-113].

Y añade

[...] son los pedestales móviles de las relaciones de fuerzas los que
sin cesar inducen, por su desigualdad, estados de poder siempre
locales e inestables. Omnipresencia del poder: no porque tenga
el privilegio de reagruparlo todo bajo su invencible unidad, sino
porque se está produciendo a cada instante, en todos los puntos,
o más bien en toda relación de un punto con otro. El poder está
en todas partes, no es que lo englobe todo, sino que viene de
todas partes [Foucault, 2002: 113].

El poder así definido es omnipresente, porque está continuamente


produciéndose en todos los puntos. El poder entonces, se ejerce a
partir de innumerables puntos, y en un juego de relaciones móviles
y no igualitarias. Las relaciones de poder son inmanentes y desem-
peñan, allí donde actúan, un papel productor.
El discurso y el poder están estrechamente vinculados con la in-
terpretación no sólo de las fuentes, sino también de la propia histo-
ria. Así, entonces, la aplicación del concepto género está relaciona-
do con la estructura del poder, del cual hemos estado excluidas las
mujeres en la historia. De ahí que, como señala Scott, el género es
una forma primaria de relaciones significantes de poder, donde se
origina la relación subordinación-dominación y donde se definen,
además por los símbolos culturales y los conceptos normativos, las
430 LAS FUENTES, LOS CENTROS Y LOS FONDOS DOCUMENTALES

nociones políticas segregadas por sexo e identidad subjetiva que


permite la reproducción del género [Scott, 1997b: 292].
¿Hemos estado presentes en el discurso histórico? No, pero en
las fuentes sí, sólo que poco se ha investigado en ellas. ¿Cuándo, por
qué y quiénes se interesan por éstas? La respuesta, por supuesto
tiene que ver con el movimiento impulsado por las mujeres y en
particular por las feministas. La década de los setenta fue una etapa
de movilización, y que logró no sólo un avance político, sino tam-
bién teórico en algunos países. Lo que posibilitó elaborar una serie
de preguntas ¿Quiénes somos nosotras?, ¿Tenemos las mujeres una
historia?, ¿Hay formas de expresión y de cultura que son peculiares
de las mujeres? Estas interrogantes llevaron a las historiadoras femi-
nistas europeas y norteamericanas a una reflexión consigo mismas y
al interior del propio feminismo en la academia. La necesidad de
elaborar una historia de las mujeres llegó a sentirse, empezando por
las universidades, con la creación de los primeros cursos de estudios
de la mujer, investigaciones y publicaciones;5 así como también por
el movimiento popular de las mujeres. Así, entonces, se planteó la
necesidad de recopilar fuentes sobre las mujeres, y reunirla en acer-
vos especiales. A partir de esta inquietud se inician los trabajos para
crear centros de documentación.

LOS CENTROS DE DOCUMENTACIÓN EN MÉXICO

Quiénes, cómo, cuándo y qué han escrito las mujeres. Quiénes son
nuestras antecesoras. Éstas han sido preguntas que han hecho las
mujeres a Clío. Las fuentes sobre nuestro pasado están en los archi-
vos esperando su consulta y, por supuesto, ser interpretadas. Y sobre
las fuentes de la historia de las mujeres en la etapa contemporánea,
¿quién las recuperará?. Estas han sido las principales inquietudes de
las mujeres dentro de la academia y de la sociedad civil, así como
también de algunos organismos gubernamentales. Ellas han impul-
sado la creación de los centros de documentación y bibliotecas sobre
las mujeres, a través de los cuales se han rescatado y concentrado
diversas fuentes del movimiento.
Como bien señala la historiadora Perrot, las investigaciones de la
historia de las mujeres ya han producido un buen número de obras
escritas. Sin embargo, muchas de ellas resultan improductivas por-
que son desconocidas, por ello propone la creación de centros de
documentación, que deben reunir diversos tipos de materiales y cu-
yas tareas primordiales son recabar información en varios niveles:
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 431

1. Obras existentes. Una bibliografía de bibliografías, con útiles de


trabajo y centros de investigación. Un archivo de obras impresas:
libros y especialmente artículos de publicaciones: las que son para
mujeres y las que se refieren a los estudios sobre las mujeres.
2. Equipos, grupos y centros de investigación de la historia de
las mujeres por todo el mundo.
3. Investigadores, hombres y mujeres en el campo. Sistema de
banco de datos, análisis temáticos comparativos [Perrot, 1997:
83-85].

En México existen bibliotecas y centros de documentación espe-


cializados en estudios de las mujeres, entre los que podemos identi-
ficar tres grupos: a) Asociaciones Civiles y Organizaciones no Gu-
bernamentales, b) Organismos Gubernamentales e Internacionales,
y c) Instituciones Académicas.
a) Asociaciones Civiles y Organismos no Gubernamentales. A este grupo
pertenece Comunicación, Intercambio y Desarrollo Humano en Amé-
rica Latina (CIDHAL) —fundado por Betsie Hollants—, primera orga-
nización civil de mujeres que creó en 1979 el primer centro de docu-
mentación. Diez años después, en 1989 convocó al Primer Encuentro
Nacional de Centros de Documentación, cuyo objetivo principal fue
conocer y reflexionar en torno a la organización y ofrecer servicios de
información acerca de las mujeres, se decía: “estamos ayudando a re-cons-
truir nuestra memoria colectiva, a rescatar nuestras historias”[FEM, 1990: 41-
42]. Los principales acuerdos del encuentro fueron:

1) Intercambiar información documental sobre el movimiento


de mujeres y el movimiento feminista, así como sobre las adquisi-
ciones que contribuyan a ampliar los acervos. 2) Vincular a los
centros de documentación con el movimiento feminista y con los
centros de documentación sobre la mujer de Latinoamérica [FEM,
1990: 41-42].

Los centros de documentación que participaron en el encuentro


fueron: Acción Popular de Integración A. C. (APIS), Centro de Apoyo
a Mujeres Violadas (CAMVAC), Centro de documentación SEP-UNESCO,
Comunicación, Intercambio y Desarrollo Humano en América Lati-
na (CIDHAL), Colectivo Kollontai, Colectivo de Lucha contra la Vio-
lencia (COVAC), Documentación y Estudios de la Mujer, A. C. (DEMAC),
Grupo de Educación Popular con Mujeres (GEM), Servicio Desarrollo
y Paz (SEDEPAC), Área de Educación y Salud de la UAM-Xochimilco,
432 LAS FUENTES, LOS CENTROS Y LOS FONDOS DOCUMENTALES

Programa Interdisciplinario de la Mujer (PIEM-COLMEX), todas del


Distrito Federal. De otros estados participaron: el Centro de Docu-
mentación Feminista COATLICUE (Colima), CIDHAL de Cuernavaca,
Colectivo Feminista de Xalapa, Mujer en el Desarrollo Rural (Uni-
versidad de Chapingo), OASIS (Tepoztlán), Vejez en México, Estu-
dio y Acción (VEMEA, Cuernavaca).
En 1998 CIDHAL convocó nuevamente al curso de capacitación
sobre Centros de Documentación, el cual abarcó cuatro regiones del
país y puso énfasis en la capacitación del personal responsable en el
manejo de los sistemas de clasificación, catalogación, en la elabora-
ción de los Tesaurus y de los sistemas digitalizados. Una de las carac-
terísticas de estos centros y bibliotecas es que han incorporado y
enriquecido sus sistemas de clasificación, incorporando a éstos
descriptores elaborados desde una perspectiva de las mujeres; este
es uno de los rasgos que los distingue como centros especializados
de las bibliotecas tradicionales.
Algunos centros de documentación y bibliotecas de organizacio-
nes de mujeres se han especializado en los siguientes temas: a) Me-
dios de Comunicación, Comunicación e Información de la Mujer6
(CIMAC) y MODEMMUJER; b) En salud reproductiva; el Grupo de Infor-
mación sobre Reproducción Elegida (GIRE); c) Violencia de género,
COVAC y d) En documentación, CIDHAL. Algunas de estas organizacio-
nes cuentan con publicaciones; otras, a través de sus páginas elec-
trónicas ofrecen información. De éstas, sólo la última oferta el servi-
cio de búsqueda de información en línea y además cuenta con más
de 7 mil 500 referencias bibliográficas, una base de datos en POPLINE.
Además de contar con diversas publicaciones y páginas web.
b) Organizaciones gubernamentales e internacionales. La organización
de la Primera Conferencia Internacional de la Mujer, celebrada en
México en 1975, llevó al gobierno mexicano a crear un Departa-
mento de la Mujer al interior del Consejo Nacional de Población, a
través del cual se concretaron las primeras políticas públicas dirigi-
das hacia las mujeres en materia de población. Desde esta instancia,
años más tarde se llevaron a cabo diversas investigaciones que re-
unieron a mujeres feministas e intelectuales, así como también de
diversos sectores gubernamentales, con el fin de elaborar un diag-
nóstico sobre la condición de las mujeres en México, que se presen-
tó en la IV Conferencia Internacional de la Mujer en Pekín, China,
en 1995, y fue publicado en 19 cuadernos.7 Esto trajo como resulta-
do la necesidad de impulsar la creación de acervos bibliográficos
sobre las mujeres en algunas dependencias del sector gubernamen-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 433

tal.
A finales de los ochenta se crea el Programa Nacional de la Mu-
jer, el cual es transformado a principios de los noventa, en el Institu-
to Nacional de la Mujer. Es importante señalar que en cada uno de
los estados de la República, los gobernadores y/o los congresos apro-
baron la creación de los institutos de la Mujer. La gran mayoría de
estos institutos actualmente cuenta con centros de documentación
y/o bibliotecas. Otras instituciones del sector gubernamental, que
cuentan con material especializado, son el Sistema Nacional para el
Desarrollo Integral de la Familia (DIF), la Subprocuraduría de Aten-
ción a Víctimas del Delito de la Procuraduría General de Justicia.
Los organismos internacionales que tienen fondos bibliográficos y
hemerográficos especializados a nivel internacional y latinoamericano
son: la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Population Council,
Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), Fondo de las Na-
ciones Unidas para la Infancia (UNICEF), y el Fondo de Desarrollo de las
Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM).
c) Instituciones académicas. En los ochenta, son dos instituciones
académicas las que inician la recopilación de materiales principal-
mente sobre las investigaciones feministas y/o de las mujeres, así como
también a concentrar diversas publicaciones y fuentes sobre las mu-
jeres. Una de ellas es la Unidad Documental del Programa de la
Mujer, de El Colegio de México; la otra es el Área de Educación y
Salud de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco. En
los noventa, con la fundación del Programa Universitario de Estu-
dios de Género de la UNAM, se crea la Biblioteca “Rosario Castella-
nos”. Estos son los centros académicos más consolidados y especiali-
zados, y que por sus acervos hemerográficos, bibliográficos y docu-
mentales sobre el movimiento y la teoría feminista, así como del
movimiento de las mujeres, son muy importantes a nivel nacional y
latinoamericano. El centro de documentación del PIEM-COLMEX es el
único que cuenta con servicio en línea y además elabora, en versión
electrónica, las notas informativas sobre las mujeres que son publi-
cadas en los principales diarios nacionales.
Una contribución importante del feminismo en la academia uni-
versitaria es la docencia, investigación y divulgación de estos estu-
dios. A principios de los setenta y hasta los ochenta se crearon áreas
y seminarios sobre la mujer; en la década de los noventa, algunos de
éstos se transformaron en Centros, Programas y Seminarios de estu-
dios de género. En 19988 se creó la Red Nacional de Centros y Pro-
gramas de Estudios de Género de Instituciones de Educación Supe-
434 LAS FUENTES, LOS CENTROS Y LOS FONDOS DOCUMENTALES

rior Públicas y Privadas. Un año después se elaboró el diagnóstico


de la Red, que fue presentado en el Primer Coloquio celebrado en
Chapala, Jalisco. Uno de los temas abordados se refiere a los centros
de documentación.
El diagnóstico9 muestra que de las 37 instituciones de educación
superior que cuentan con áreas de estudios de la mujer y/o de géne-
ro, sólo 2110 tienen centros de documentación y/o bibliotecas. De
éstas, sólo la biblioteca “Rosario Castellanos”, del PUEG; la Unidad
Documental del PIEM-COLMEX, y la Maestría en Estudios de la Mujer,
de la UAM-Xochimilco, cuentan con personal especializado.
Algunas de las universidades que cuentan con acervos
bibliohemerográficos son la Universidad de Guadalajara, la Univer-
sidad de Colima, la BUAP, Colegio de Posgraduados, Universidad de
Chapingo, Universidad de Sinaloa, Universidad Autónoma de Nue-
vo León, Universidad Pedagógica, D. F., entre otras.
En el 2003, se lleva a cabo el II Encuentro Nacional de Centros
de Documentación y/o Bibliotecas Especializadas en Mujeres y Gé-
nero, el cual reunió a organizaciones y asociaciones civiles, organis-
mos gubernamentales e instituciones académicas. Asistieron 38 ins-
tituciones de 17 estados de la República, ocho instituciones académi-
cas, ocho organismos de la sociedad civil y cinco organismos interna-
cionales, los cuales elaboraron un diagnóstico de las Bibliotecas y Cen-
tros de Documentación Especializados en Mujeres y Género, y cuyo
resultado más importante fue la creación de la Red Nacional.

LOS ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN PUEBLA

En los últimos años, en Puebla se han incrementado las investigacio-


nes históricas sobre las mujeres; es importante reconocer que la gran
mayoría de éstas incluyen alguno de los enfoques historiográficos
combinados con la categoría de género. Entre estos trabajos destacan
obras colectivas, libros y artículos publicados del 200011 a la fecha. Así,
también se incluyen tesis que se han realizado en el Colegio de Histo-
ria de la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP.

a) Obras colectivas:
1. Construyendo la historia de las mujeres (Puebla, Tlaxcala, Sinaloa), tra-
bajo coordinado por Gloria Tirado Villegas, que incluye trabajos de
carácter histórico de tres estados del país, entre los que se incluyen:
“La matrícula femenina en la Escuela de Artes y Oficios del Estado
de Puebla”, de María Lourdes Herrera Feria; “La ropa sucia se lava
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 435

en casa. La higiene como responsabilidad de la mujer en el México


del siglo XIX”, de Ana María Huerta; “Tradición y ruptura, Identi-
dad y diferencias de las mujeres poblanas”, de Gloria Tirado Villegas;
y “Para una historiografía reciente de las mujeres en Puebla”, de
Elva Rivera Gómez.
2. Las nuevas identidades, coordinado por María del Carmen García
Aguilar, incluye los siguientes artículos: “Reconstruyendo nuestra
historia. Las mujeres en la BUAP”, de Elva Rivera Gómez; “Las muje-
res a fin de milenio y su herencia cultural: Puebla”, de Gloria Tirado
Villegas; y “La mujer y los medios de comunicación al fin del milenio”,
de Ana María Huerta Jaramillo. Además, la obra contiene artículos
sobre teoría feminista, filosofía feminista y un apartado sobre la si-
tuación de las mujeres desde el siglo XIV hasta el siglo XIX, éstos son:
“Prostitutas, burdeles y la magia del amor en el México del orden y
el progreso”, de Guadalupe Ríos de la Torre; “Diablo, magia y mu-
jer en el discurso colonial novohispano”, de Marcela Suárez Esco-
bar; “Fue la cacería de brujas una persecución de mujeres”, de Elia
Nathan Bravo; y “ El conocimiento de las brujas”, de Norma Blázquez
Graff.
3. Dos trabajos relevantes sobre las mujeres poblanas del siglo XIX
son: “La presencia femenina en el proceso educativo”, de María de
Lourdes Herrera Feria; y “Las lavanderas van a la escuela”, de Ana
María Huerta Jaramillo, los cuales se incluyen en la obra colectiva
coordinada por Lourdes Herrera Feria: La educación técnica en Puebla
durante el porfiriato: la enseñanza de las artes y los oficios.
4. A nivel latinoamericano, la obra editada por Juan Andreo y
Sara Beatriz Guardia, publicada por la Universidad de Murcia, en el
2002, intitulado Historia de las mujeres en América Latina,12 reúne artí-
culos que abarcan desde la época prehispánica, conquista, colonia y
los siglos XIX y XX. Es importante señalar que en ella se incluyen dos
artículos sobre Puebla: “ Zona de tolerancia o zona roja. La vida de
noche en el barrio de San Antonio, de la ciudad de Puebla”, de Glo-
ria Tirado Villegas y “Los estudios de género y su relación con la
historia. La historiografía reciente en Puebla 1990-2000”, de Elva
Rivera Gómez; así como también los trabajos de Blanca López de
Mariscal, “El viaje a la Nueva España entre 1540 y 1625: el trayecto
femenino”; Enriqueta Tuñón, “¡Todas a votar! Las mujeres en México
y el derecho al voto: 1917-1952”; de María Lourdes Acevedo, “Avances
y retrocesos de la participación política y ciudadana de las mujeres
mexicanas al final del milenio”, y el de María del Carmen García Aguilar,
“El feminismo contemporáneo: Una mirada desde México”.
436 LAS FUENTES, LOS CENTROS Y LOS FONDOS DOCUMENTALES

5. Otra obra colectiva coordinada por Ana María Huerta Jaramillo,


Lavanderas en el tiempo, aborda temas como “El jabón de la Puebla
colonial, mestizaje químico”, La ropa sucia se lava en casa”, “Del
jabón de olor al jabón medicinal”, de Ana María Huerta; “Lavando
los vestidos del alma”, de Ana María Huerta en coautoría con Carlos
Hugo Zayas; “Lavando culpas. El confinamiento colonial femeni-
no”, de Ana Claudia Islas Román. [Huerta, 2003] Esta obra colectiva
nos refleja el papel que las mujeres han desempeñado en la higiene
y la salud tanto en ámbito público como en el privado.

b) libros
1. Vientos de la democracia, de Gloria Tirado Villegas; en esta obra, la
autora dedica un apartado a las mujeres que participaron en el mo-
vimiento estudiantil del 68 en Puebla; también presenta un testimo-
nial que permite conocer las historias de vida de cada una de las
participantes.
2. La otra historia. Voces de Mujeres del 68 Puebla, de Gloria Tirado
Villegas; es una publicación que nos presenta un estudio sobre la
participación de las mujeres en el movimiento estudiantil de 1968
en la Universidad Autónoma de Puebla, y que es un trabajo pionero
en la historiografía del movimiento del 68 del país.

c) Artículos
1. “Otra mirada al 68: mujeres universitarias en Puebla”, de Gloria
Tirado Villegas; “la autobiografía, fuente para el estudio de las mu-
jeres: con las palabras escribimos nuestras historia”, de Elva Rivera
Gómez; “Aprendices de artesana en la ciudad de Puebla de los Án-
geles”, de María de Lourdes Herrera Feria, son artículos incluidos en
el número especial dedicado a las mujeres de la Revista Graffylia, publi-
cado por la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP, en el 2003.
2. “La domesticación del cuerpo femenino en la perspectiva de la
historia regional”, de María de Lourdes Herrera Feria, “La sociedad
contemporánea y la participación de las mujeres en las humanidades”,
de Elva Rivera Gómez, fueron trabajos publicados en la Revista GenEros,
del Centro de Estudios de Género de la Universidad de Colima.

d) Tesis de grado del Colegio de Historia


de la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP
1. Tino Antonio, Jorge. Mujeres que levantan flores. Cambios y continui-
dades en el oficio de las parteras Olintlecas. 1940-2000. 2002.
2. Núñez Merino, Miriam Aleida. La reforma educativa de 1934 y
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 437

las ideologías de género en el periodo cardenista. Un ejercicio de aplicación


de la perspectiva de género al estudio histórico. 2003.
3. Rosas Salcedo, Isabel Rosalba. La Obrera Textil en la Ciudad de
Puebla 1940-1964. 2003.
4. Miguel Vargas, Maribel. La Participación de la Mujer en el Movi-
miento estudiantil de 1968. 2003.
5. Cruz Carvajal, Cristina. Atisbos de modernidad: Participación de la
las mujeres en el movimiento maderista. 2004.
6. Roldán Palacios, Guadalupe. El Movimiento por el derecho al Voto.
Lo visible y lo invisible. Puebla. 2004.
7. Rojas Juárez, Teresita. Las mujeres católicas de Libres Puebla. Los
años veinte. 2004.

CONSIDERACIONES FINALES

Los estudios históricos, y en particular los referentes a las muje-


res, hoy se ven enriquecidos con nuevos temas y enfoques teóri-
cos. Algunos de los cuales muestran la interdisciplinariedad.
Los estudios feministas han impactado en diversas disciplinas,
entre estas a la historia; entre sus principales aportes podemos des-
tacar los siguientes: a) han obligado a buscar e incorporar nuevas
fuentes para escribir la memoria colectiva de las mujeres. b) han in-
corporado categorías de análisis para poder explicar los cambios,
las rupturas, coyunturas en la construcción histórica entre los géne-
ros, pero en especial el de las mujeres. c) han despertado el interés
por conservar, rescatar y clasificar —con un lenguaje propio— las
fuentes en centro de información especializadas. d) en la academia
ha posibilitado espacios de docencia, investigación de los estu-
dios sobre las mujeres desde diversas corrientes del pensamiento
feminista.
La creación de los centros de documentación sobre las mujeres es
hoy un tema de reflexión al interior de los organismos de mujeres,
gubernamentales y académicos.
Entre las tareas pendientes sobresalen la formación y capaci-
tación de profesionales, el incremento de financiamiento para
adquisición de bibliohemerografía, de las investigaciones y pu-
blicaciones. Incorporar las nuevas tecnologías a los sistemas de
información y base de datos, para hacerlos accesibles a un públi-
co más amplio.
438 LAS FUENTES, LOS CENTROS Y LOS FONDOS DOCUMENTALES

Notas
1
La Dra. Hierro falleció en octubre del 2003, fue una destacada feminista,
fundadora del PUEG de la UNAM, entre sus publicaciones destaca De la
domesticación a la educación de las mexicanas, obra que refleja una visión filosófica y
en donde la autora nos presenta una aproximación histórica de la educación de
las mujeres en nuestro país.
2
En el tomo dedicado a la vida material, Braudel hace un estudio de larga
duración a través del cual ilustra los cambios y las transformaciones en la vida
material y cultural, en donde las mujeres desempeñan un papel importante.
3
Son obras colectivas que nos presentan estudios realizados desde un enfoque
interdisciplinario. Duby, G., Perrot, Michelle, (1993) Historia de las mujeres, España,
Taurus; Aries, A. Bejín, Foucault, M. (1987) Sexualidades occidentales, México,
Paidos.
4
Perrot y Duby lo han llamado los tres santuarios masculinos cerrados a las
mujeres: “el religioso, el militar y el político”. G. Duby y M. Perrot, introducción
en Historia de las mujeres de occidente. Madrid, Taurus, 1993, p.15.
5
El caso de los estudios sobre la mujer en Estados Unidos y Europa lo podemos
ver en los artículos de Scott, Perrot y Lydesforff, incluidos en la obra compilada
por Carmen Ramos, op.cit.
6
CIMAC dirigido por Sara Lovera, produce información en Línea
actualmente, pero en un principio recopiló y seleccionó información
hemerográfica que se encontraba en el PUEG de la UNAM y que actualmente se
encuentra en el Fondo Documental del Centro de Estudios de Género de la
Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP, en Puebla.
7
Trabajos realizados por el Comité Nacional Coordinador de las Actividades
Preparatorias para la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, encabezada por la
secretaria técnica, Lic. Gloria Brasdefer. Los trabajos son resultado de diagnósticos
elaborados por los gobiernos locales, investigadoras/es y los poderes legislativos
y judiciales y que reúnen temáticas especificas sobre las mujeres en México.
8
La iniciativa de creación de la Red fue impulsada por Lorenia Parada
Ampudia y Gloria Careaga estando en la dirección del PUEG la filósofa feminista
Graciela Hierro Pérez-Castro.
9
Diagnóstico de Centros y Programas de Estudios de Género. (1999) Chapala,
Jalisco, Archivo del Centro de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y
Letras de la BUAP; el cual fue elaborado por Lorenia Parada Ampudia y Mary
Goldsmith, y Dora Cardaci como “Los programas y centros de estudios de la
mujer y de género en México,” en Feminismo en México. Revisión histórico-crítica del
siglo que termina, editado por Griselda Gutiérrez Castañeda, (México: PUEG-
UNAM, 2002): 247-264.
10
La mayor parte de sus acervos son resultado de intercambios de
publicaciones, de donaciones y sólo algunas cuentan con financiamiento para
adquisición de material bibliohemerográfico.
11
Un trabajo que antecede a éste, es el publicado por la autora del presente
trabajo en Construyendo la historia de las mujeres (Puebla, Tlaxcala,Sinaloa), donde
se incluye una bibliografía de estudios sobre las mujeres en Puebla, de 1990 al
2000.
12
Obra que reúne 28 trabajos presentados en el Segundo Simposio
Internacional La Mujer en la Historia de América Latina, organizado por el Centro
de Estudios de la Mujer en la Historia de América Latina (CEMHAL), fundado
en 1997 y presidido por Sara Beatriza Guardia, en octubre del 2000, y que fue
coeditado con el Departamento de Historia Moderna, Contemporánea y de
América de la Universidad de Murcia, España.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 439

BIBLIOGRAFÍA

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440
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 441

FUENTES HEMEROGRÁFICAS: MUJERES


EN LA PRENSA OFICIAL POBLANA,
INDICE PRELIMINAR, 1849-1890

Por María de Lourdes Herrera Feria


con la colaboración de
Lucero Rodríguez Velázquez y
Ubaldo Hernández Flores

UN APRETADO RECUENTO SOBRE LA PRENSA MEXICANA

Desde finales del siglo XVIII, la prensa periódica apareció en las


colonias españolas en América. De acuerdo con González de Cossio,
F. [1949 : xi y s.s.], el quehacer periodístico regular se inició formal-
mente en México en 1722 cuando don Juan Ignacio María de
Castorena Ursúa y Goyeneche publica el primer número de su Gace-
ta de México. Seis números de ese primer periódico mexicano vieron
la luz en los primeros meses de 1722 y seis años después el presbíte-
ro don Juan Francisco Sahagún de Arévalo y Ladrón de Guevara, en
1728, reanudó la publicación de la Gaceta de México, que bajo su res-
ponsabilidad se publicaría hasta 1742. Así, las gacetas de Castorena
y de Sahagún de Arévalo constituyen los testimonios de la primera
etapa del periodismo mexicano.
Las noticias oficiales, religiosas, comerciales, sociales y marítimas
se organizaban de acuerdo con el modelo europeo, se distribuían
por capítulos, y dentro de ellos por orden cronológico, o bien, de
acuerdo a la jerarquía de noticias. La información extranjera se ob-
tenía de las gacetas españolas y de otras fuentes de información como
los pliegos oficiales o la correspondencia de los funcionarios que el
autor de las gacetas conocía, o bien de los rumores cuya aparición
coincidía con la llegada de barcos a los puertos de la Nueva España.
En sus primeros períodos tanto las gacetas de Castorena como las de
Juan Francisco Sahagún, se ocuparon de describir vivamente las ca-
racterísticas de la sociedad mexicana.
Después de 1742 aparece un tipo especial de periodismo, ocupa-
do en ilustrar a los novohispanos a través de reflexiones sobre cues-
tiones literarias y descripciones del mundo natural, José Antonio

[ 441 ]
442 FUENTES HEMEROGRÁFICAS: MUJERES EN LA PRENSA OFICIAL POBLANA

Alzate y Ramírez, José ignacio Bartolache y Diego de Guadalaxara


Tello son algunos de los editores de publicaciones y hojas volantes
más representativos de este tipo de periodismo.
Manuel Antonio Valdés, considerado el primer empresario-editor,
publicó la tercera Gaceta de México (1784-1809). A partir de 1805 y, a
pesar de que se inicia una época de crisis e inestabilidad económica
que se manifiesta por la aplicación de la Real Cédula de Consolidación
de Vales Reales, se continúa la edición de periódicos como el Diario de
México (1805-1817), fundado por Carlos María de Bustamante, Jacobo
Villaurrutia y otros, que resulta ser el primer periódico diario mexicano
además de que se podía adquirir por suscripción.
Debido a la guerra de independencia, en la historia del periodis-
mo mexicano aparece la prensa de combate, divulgadora de ideas
políticas, como la que editaron los insurgentes, por cierto muy nu-
merosa, pues a este medio le concedieron un enorme valor como vía
para difundir las ideas liberales. En Guadalajara, Miguel Hidalgo
formó el primer gobierno independiente con López Rayón como
ministro de Estado y ordenó la publicación del Despertador Americano
(1810-1811). Debido a su contenido, el gobierno virreinal contra-
atacó y dictó severas penas para quienes editaran o leyeran los libe-
los promotores del movimiento de independencia.
Los acontecimientos políticos de la nueva nación marcaron al
periodismo de la primera y segunda épocas del siglo pasado. La
primera se caracteriza porque divulgó los ideales del imperio de
Iturbide y los primeros gobiernos republicanos; la segunda época
fue testigo de las pugnas entre partidos políticos y su definición ideo-
lógica, es decir, los antiguos realistas e insurgentes son sustituidos
por partidarios de la república y de la monarquía; luchan yorquinos
contra escoceses, así como federalistas contra centralistas; finalmen-
te, liberales y conservadores invaden el panorama del debate políti-
co nacional.
Asimismo la prensa del siglo XIX estuvo ligada estrechamente a
los intereses principales de los diferentes grupos. Éstos fueron mu-
chos y de muy distinta composición. Casi no hubo facción social que
no hiciera uso de la prensa. Poco a poco el periodismo se vuelve un
medio de comunicación para las masas, a pesar de los cortos tirajes
o de los índices de analfabetismo que predecían una escasa lectura
individual, aún así, siempre hubo alguien que dio lectura al periódi-
co y transmitió a los demás las noticias tanto políticas como naciona-
les, históricas, extranjeras, de invenciones y de la vida cotidiana de
la sociedad.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 443

Por tanto, los lectores podían escoger entre periódicos mo-


nárquicos, republicanos, federalistas, centralistas, liberales o con-
servadores: El Telégrafo de Guadalajara (1812-1813); El Ilustrador
Nacional (1812), posteriormente se llamó Ilustrador Americano; El
Correo del Sur (1813), publicado en Oaxaca; La Avispa de
Chilpancingo (1821-1822); La Abeja Poblana (1820), primer perió-
dico poblano; El Fénix (1811); El Ateneo (1811); El Despertador de
Michoacán (1812); El Eco de la Justicia (1815); El Noticioso General
(1817-1820); Diario de Veracruz (1820).
La prensa decimonónica se caracterizó porque sus empresa-
rios, impresores y editores acogieron en sus páginas las creacio-
nes científicas, literarias, educativas, históricas, políticas, religio-
sas, especializadas y de esparcimiento, ya fueran nacionales o ex-
tranjeras, con el fin de instruir a sus lectores, ya que se conside-
raba que al tener un pueblo educado en las diferentes áreas del
saber humano, el país se vería consolidado en su estructura eco-
nómica, cultural y política. Los periódicos, las revistas y otro tipo
de publicaciones periódicas son testimonio fehaciente de este
hecho. Las publicaciones periódicas se convirtieron en uno de
los medios de expresión y formación de la cultura nacional y del
pensamiento político. Existió un gran interés del público por la
política, la religión, la ciencia y la literatura; temas recurrentes a
lo largo de todo el siglo XIX.
Pero además de las iniciativas de particulares o asociaciones de
particulares, desde mediados del siglo XIX, los gobiernos federales y
locales se inician como editores de lo que bien podría denominarse
prensa oficial. No sólo el gobierno federal contó con una publica-
ción oficial propia, sino también los estados de la República, donde
se publicaban proclamas, disposiciones, bandos, decretos, leyes, et-
cétera. Los boletines y gacetas de los ayuntamientos, de las cámaras,
de las cárceles, de los hospicios, de las fuerzas armadas, divulgaban
sus actividades y noticias en bien de la sociedad: Gaceta Diario de
México (1825-1826); El Periódico Oficial del Partido del Carmen (1855-
1897); El Regulador (Puebla, 1854-1855), el Boletín Oficial de Puebla
(1862-1863); Boletín Judicial (1884-1913); La Gaceta de Policía (1868-
1869), etcétera.
Frecuentemente los organismos pertenecientes a los gobiernos
central y estatales cambiaban de título, pero nunca dejaron de ex-
presar en el subtítulo a qué entidades representaban. Otras veces el
periódico previamente existente y no oficial, por alguna contingen-
cia histórica se convertía en tal, sin cambiar el título.
444 FUENTES HEMEROGRÁFICAS: MUJERES EN LA PRENSA OFICIAL POBLANA

LAS MUJERES EN LA PRENSA MEXICANA

Bajo el influjo de la ilustración, los primeros periódicos publicados,


aparecidos desde finales del siglo XVIII, también incluyeron artículos
que los editores y escritores consideraron de interés para la mujer,
una parte —relativamente pequeña— de los artículos versaron
sobre la necesidad de darles una mejor instrucción, pues se em-
pezaba a reconocer que ellas eran las principales educadoras de
los hijos.
Los artículos concernientes a la mujer poco a poco fueron au-
mentando en número, aunque en vísperas de la independencia, cuan-
do llegaron a ser más numerosos, no pasaron del 5% del total de
artículos. Algunos de dichos textos eran producto de observaciones
locales, otros eran copias o traducciones directas de escritos extran-
jeros o artículos inspirados en estos últimos. En general denotan un
deseo de mejorar la situación de las mujeres, con la convicción de
que ello redundaría en beneficio para la sociedad.
En su mayoría los artículos dedicados a las mujeres adoptaron un
tono didáctico y versaron sobre el carácter, la salud, la maligna afi-
ción de las mujeres por el lujo, o comentaron problemas domésti-
cos. El tema más discutido fue el de la necesidad de educar a las
mujeres, pues se empezaba a admitir que la madre ejerce una in-
fluencia definitiva sobre sus hijos, y por lo tanto se vio con malos
ojos que fueran tan ignorantes y supersticiosas. Se llegó a plantear
también que al marido le convenía más una compañera inteligente
e ilustrada, una mujer con otros canales de expresión, a través del
arte, por ejemplo, o que tuviera alguna actividad que la hiciera útil
socialmente, pues así no viviría agobiada por el tedio. Unos insistie-
ron en que la mujer pertenecía al hogar y que por su debilidad de
carácter debía estar subordinada al marido. Otros, en menor núme-
ro, criticaban que ella fuera usada como mero objeto de placer o
para la servidumbre y opinaban que podía aspirar a desempeñar un
papel más brillante, y que no tenía por qué dedicar todos sus talen-
tos exclusivamente al hogar.
Los periódicos de México fueron los que más comentaron la pro-
pensión de las mujeres al lujo y la presentaron como una de las razo-
nes para que fracasaran tantos matrimonios. Pero también empeza-
ron a aparecer unos cuantos escritos sobre la salud de las mujeres, el
embarazo y los cuidados prenatales y otros contra las madres que
abandonaban a sus hijos o los entregaban a las nodrizas, descono-
ciendo los peligros que esto podía ocasionarles a las criaturas.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 445

La prensa destinada a las mujeres incluía poesía, novelas y cuen-


tos cortos, artículos sobre moral y religión, sobre economía domésti-
ca, modas, secretos de belleza, vida social, y su propósito explícito
era entretener o, a veces, capacitar o “elevar la categoría”, como se
decía entonces, de madres y esposas. Algunos, desde el decenio de
1880, publicaron noticias nacionales y extranjeras y comentarios
políticos.
Estas publicaciones reflejan inquietudes y necesidades de las
mujeres urbanas de clases más acomodadas, que por esta época vi-
vían muy pendientes del estilo de vida europeo. Expresan el ger-
men del descontento que esta capa de mujeres empezó a sentir con
la asignación de roles definida por los hombres. Al principio clama-
ron por una mejor educación e hicieron un llamado a los hombres
para que modificaran su actitud y valoraran más a las mujeres, pero
algunos más adelante pretendieron concientizar a las propias muje-
res de su condición, para que consiguieran cambios en los planos
económicos, legales y sociales, logrando una mayor autorrealización
y ganando más respeto por parte de la sociedad. No faltó quien,
después de la segunda mitad del siglo XIX mexicano, se atreviera a
reivindicar el derecho al sufragio.
La prensa dedicada al “bello sexo” hizo su aparición en las letras
decimonónicas en los años treinta con el Calendario de las Señoritas
Mexicanas (1838-1841, 1843), publicado por Mariano Galván Rive-
ra. Los artículos tenían como objetivo educar a la mujer en las labo-
res propias de su sexo. Pero los editores y redactores de algunas re-
vista femeninas insisten en llamar la atención sobre la importancia
de la educación de los hijos y en que la mujer tuviera alguna profe-
sión científica o literaria; algunos ejemplos son: Panorama de las Se-
ñoritas (1842); Presente amistoso dedicado a las Señoritas Mexicanas
(1847,1851-1852); La Semana de las Señoritas Mexicanas (1850-1852),
entre otras.
A finales del siglo XIX aún la prensa no dedicada exclusivamente a
la mujer empieza a insertar en sus páginas, o a ilustrarlas, referen-
cias al ideal femenino de la época. Un ejemplo notable lo constituye
el órgano de difusión por excelencia de la iglesia metodista, El Abo-
gado Cristiano ilustrado, que circuló regularmente entre 1878 y 1911,
que sin estar explícitamente dedicado a la mujer, en el interior de
sus páginas revela el modelo de mujer que los metodistas impulsa-
ron en el México decimonónico. Editado por un consejo de redac-
ción del que fue responsable Juan W. Buttler por un largo período,
la publicación subsistió con el pago de suscripciones de las congre-
446 FUENTES HEMEROGRÁFICAS: MUJERES EN LA PRENSA OFICIAL POBLANA

gaciones y sus miembros, aunque no es seguro que esto fuera sufi-


ciente para mantener este proyecto editorial de largo aliento.
Durante el tiempo que vio la luz, esta publicación mantuvo una
periodicidad mensual y se caracterizó por una buena factura, su pri-
mera plana y páginas interiores se enriquecían con sobrias ilustra-
ciones, viñetas, grabados y láminas de temas bíblicos o morales, ex-
plicadas y comentadas en breves recuadros.
En un tono que no deja lugar a dudas, los colaboradores de la
publicación prescriben, mediante biografías y alegorías, las pautas
del buen comportamiento cristiano. En este tenor, el dictado de un
ideal femenino desde la ética protestante se convierte en un tema
obligado, sin que dejemos de notar que la presencia femenina sólo
se circunscribe a ser tema de ilustraciones, artículos y reflexiones.
En todas las secciones de la publicación no se pierde oportuni-
dad para traer a cuento cómo la mujer encarna la sensibilidad y las
virtudes que históricamente se le atribuyen a su naturaleza, personi-
fica hadas y practica la caridad y la filantropía; se orientan su creen-
cias; se exalta su función como hija, como madre, como esposa, como
educadora, tan es así que no se duda recomendar en sus “insinua-
ciones a los esposos”, que el primer deber de los esposos es simpati-
zar con sus esposas en todos los cuidados y labores que les son pecu-
liares (a la mujer). Los hombres siempre dispuestos para olvidar, en
medio de las perplejidades y molestias de sus negocios, que los cui-
dados de la casa también causan molestias, que ponen a prueba la
paciencia y la fuerza de sus esposas, deben, pues, apreciar en su justa
medida la importancia de las labores que desempeña la mujer en
bien de su familia y de la sociedad. Este tipo de reflexiones, que
abundan a lo largo de la publicación, muestran los paradigmas
metodistas en torno a los roles sexuales.
Hasta aquí, en esta prensa doctrinaria, la mujer sólo es un tema,
no toma parte del acto creativo, ni participa en la responsabilidad
de generar el discurso prescriptivo, habrá que esperar hasta los últi-
mos años del siglo XIX, cuando la acción proselitista y educativa del
metodismo ya ha fructificado, para que tome parte activa en la labor
editorial, ya como colaboradora, ya como escritora, a fin de cuentas,
como reproductora y generadora de un discurso que establece los
rasgos de un ideal femenino.
En la segunda mitad del siglo XIX las mujeres aparecieron como
editoras, redactoras y colaboradoras de algunas de estas revistas de-
dicadas al “bello sexo” y a la familia: Violetas del Anáhuac (1887-1889);
El Álbum de la Mujer (1883-1890); El Correo de las Señoras (1883-1893);
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 447

La Familia (1883-1890), etcétera. Hay que hacer notar que las muje-
res intervinieron como traductoras en diferentes géneros literarios a
lo largo de este siglo.
Sin duda, en los medios impresos, particularmente en la prensa,
se revela la percepción que los actores sociales de la época tenían
sobre momentos y fenómenos específicos; ésta difundió la ideología
dominante, propagó las innovaciones científicas y tecnológicas, po-
pularizó las corrientes culturales en boga, exhibió los nuevos modos
de vida y los nuevos productos de la expansión mercantil mundial,
al ofrecer una variada oferta de lecturas, el periódico, que día tras
día llevaba información y reflexiones sobre el acontecer a individuos
y sus familias, incorporó lo público nacional e internacional a los
espacios de la vida privada e independientemente del papel subor-
dinado que se le atribuye a las mujeres fue inevitable que aparecie-
ran entre las páginas dedicadas a ellas o elaboradas por ellas.
Estas son las características que convierten a la prensa escrita en
una fuente documental imprescindible para la investigación históri-
ca y hacen evidente la urgencia de construir herramientas de con-
sulta que permitan un acceso sistemático al contenido de los fondos
hemerográficos.

MUJERES EN LA PRENSA OFICIAL DEL ESTADO


DE PUEBLA: UN ÍNDICE PRELIMINAR, 1849-1890

Para quienes pretenden estudiar históricamente, y de manera rigu-


rosa, a las mujeres en Puebla es una consulta obligada los volúmenes
en los que se han agrupado los números subsistentes del Periódico
Oficial del Estado. Una consulta obligada y tediosa que exige una revi-
sión detenida, página por página, hasta que se logra reconocer una
noticia en la que aparecen las mujeres.
La primera dificultad a sortear es que esta fuente hemerográfica
no se localiza completa en ningún repositorio de la ciudad de Pue-
bla; las colecciones “más completas” se localizan en el Archivo Ge-
neral del Estado de Puebla, en el Archivo Municipal de Puebla, en la
Hemeroteca del Estado Juan N. Troncoso y probablemente en el
Archivo del Congreso del Estado, en el que extrañamente no se con-
serva, como debiera, una colección completa.
La colección sobre la que desarrollamos nuestro trabajo y que nos
permite proponer un índice preliminar se localiza en el Archivo
General del Estado. El criterio que nos guió fue localizar todas aque-
llas notas en las que se mencionaba a las mujeres en los números del
448 FUENTES HEMEROGRÁFICAS: MUJERES EN LA PRENSA OFICIAL POBLANA

periódico que se publicaron entre 1848-1890 y aunque el trabajo


aún puede considerarse preliminar, no dudamos de la utilidad que
puede reportar a los estudiosos del tema.
El Periódico Oficial de Puebla empezó a editarse en Puebla en
el año de 1848, y su publicación se mantiene hasta la fecha, lo
que lo convierte en la publicación periódica de más largo aliento
en nuestro estado, si bien tiene la peculiaridad de ser una publi-
cación oficial.
En los primeros años era editado tres veces por semana, poste-
riormente dos veces cada semana, y durante esa época recibió varios
nombres. inicialmente se le denominó El Regulador y se editaba en la
imprenta de José María Macías; entre los años de 1854 y 1855 llevó el
nombre de Periódico Oficial y se imprimió en la imprenta de Atenógenes
Castillero localizada en la calle de la Compañía. En los años que siguie-
ron continuó llamándose Periódico Oficial pero ahora se imprimía en los
Talleres de imprenta del Hospicio de Pobres.
Las secciones contenidas en el Periódico eran: Leyes, Decretos,
Avisos, Variedades, Noticias sueltas en las que se incluían, casi inva-
riablemente, noticias de carácter religioso, también en esta sección,
aunque en mínima proporción aparecieron algunas noticias sobre
mujeres. En el contenido del periódico se contaba con noticias pu-
blicadas en otros periódicos del país o del extranjero.
El índice preliminar lo hemos organizado de la siguiente ma-
nera: al año le siguen el tomo entre paréntesis, a éste el número,
la página y una breve descripción de la nota; salvo indicación en
contrario, la fecha en la que apareció coincide con el año de pu-
blicación.

MUJERES EN LA PRENSA OFICIAL DEL ESTADO


DE PUEBLA: ÍNDICE PRELIMINAR, 1849-1890

1849 (II), 165, 3 -Sábado 2 de junio. Se presenta el alegato que el Señor


Licenciado Don José Fernando Ramírez hizo a la Exma.
sala de vista del Departamento de Durango, en defensa de
Doña Nepomucena que el Alcalde acusa de parricidio.
1849 (II), 179, 3 -Jueves 5 de julio. El periódico informa de un brazalete de
la Reina Victoria, adornado de magníficos diamantes
de gran valor por haber pertenecido uno a la princesa
Carlota, dos a María Antonieta y el cuarto de María
Estuardo, reina de Escocia.
1849 (II), 190, 4 -Martes 31 de julio. Prefectura de Puebla y su Distrito
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 449

presentan reporte semanal de personas aprendidas por


los agentes de policías: del 9 al 13 de julio se detienen
entre dos y tres mujeres diariamente.
1849 (II) 192, 4 –Sábado 4 de julio. Del 18 de junio al 24 del mismo mes se
detuvieron a ocho mujeres por escandalosas, nueve por
ebrias, una por herida al hospital, una por inconsciente
y dos por pleitistas.
1849 (II), 202, 4 –Jueves 20 de agosto. Prefectura de Puebla y su Distrito
informan de personas aprendidas por los agentes de po-
licías: del 8 de agosto al 11 del mismo mes se detuvieron
a cinco mujeres ebrias, y dos por pleitistas.
1849 (II), 203, 4 –Sábado 1 de septiembre. Se informa de la celebridad y la
fama inmensa que Anna Bispo ha adquirido, eminente
contralto del Real Teatro de San Carlos, en Nápoles.
1849 (II), 241, 3-4 –Jueves 1 de diciembre. Prefectura de Puebla y su Distri-
to presentan reporte de personas aprendidas por los
agentes de policías: del 1 de noviembre al 4 del mismo
mes se detuvieron a ocho mujeres por escandalosas y a
una por herir.
1851 (IV), 458, 4 –Martes 13 de mayo. Prefectura de Puebla y su Distrito
presentan reporte de personas aprendidas por los agen-
tes de policías, del 24 de abril al 29 del mismo mes se
detuvieron a cinco mujeres por ebrias, cuatro por escan-
dalosas, dos por herir, una por cómplice de rapto.
1851 (IV), 484, 4 –Jueves 24 de julio. Prefectura de Puebla y su Distrito
reporte de personas aprendidas por los agentes de po-
licías, del 1 de julio al 5 del mismo mes se detuvieron a
ocho mujeres por ebrias, a dos por amistad ilícita, y a
una portadora de arma.
1853 (I), 16, 4 – Viernes 9 de septiembre. Prefectura de Puebla y su Distrito
presentan reporte de personas aprendidas por los agen-
tes de policías, del 28 de agosto al 3 de septiembre se
detuvieron a cinco mujeres ebrias, por robo una, cinco
por sospechosas, una por escandalosa, cuatro por plei-
tistas.
1854 (I), 108, 4 –Miércoles 2 de abril. Las señoritas Cosía y Amat, según El
Siglo, son dos cantactrices mexicanas que van a ser con-
tratadas por el Sr. Carvajal para su compañía lírica.
1854 (I), 110, 2 –Domingo 16 de abril. A pedimento de la dirección de
sanidad y con el fin de que el público sepa quiénes son
las personas autorizadas para ejercer los diversos ra-
450 FUENTES HEMEROGRÁFICAS: MUJERES EN LA PRENSA OFICIAL POBLANA

mos de la medicina en esta Capital se da a conocer los


profesores de medicina y cirugía y se menciona que
pueden ejercer como Parteras, Doña Gertrudis
Medrano, Doña Gertrudis Cevallos, Doña Narcisa
Cevallos, Doña Soledad Carranza, Doña Josefa de la
Trinidad Bretón y Pérez.
1854 (II), 31, 3 –En la sección de Variedades, se incluye el poema de María
Josefa Massanes de González. “Pobres niños expósitos,/
Allí están, en tiernas manecillas demandando tanta pie-
dad al cielo santo (…)”.
1854 (II), 53, 4 –Viernes 4 de diciembre. Dice la publicación La Verdad, una
de las hermanas del presidente Santa Anna va tomar el
velo religioso en el Convento de Jesús María de Méxi-
co.
1856 (I), 113, 2 –Sábado 18 de octubre. Se admira el talento artístico de
Doña Matilde Diez por despertar los sentimientos de
su público.
1857 (I), 25, 3 –Sábado 12 diciembre. En esta página se le dedica un apar-
tado, A la Concepción de María. “¡Ester sagrada, sin
igual de hermosa!/ Prenda querida de la nueva alian-
za!/Más sabia que el Abigail y más graciosa;/ El mío re-
fugio, y única esperanza; / Estrella matutina ¡Flor pom-
posa!...”
1857 (I), 5, 4 –Miércoles 14 de octubre. Se da aviso de la representación de
La dama de las Camelias. La fama que precede a la
señora Adelina Cortes, el esmero de todos los artistas
que toman parte de la ejecución, el lujo y propiedad
con que se pondrá, y el mérito indiscutible de esta su-
blime composición …
1859 (I), 46, 3 –Miércoles 17 de agosto. Se legisla la ley del matrimonio
civil. El día 28 fue publicada una ley que autoriza el
contrato civil del matrimonio ante un simple juez…
1859 (I), 48, 1 –Miércoles 24 de agosto. Reflexiones sobre el establecimien-
to del matrimonio civil. Para su validez bastará se pre-
sente ante aquella formalidad que establece la ley y ex-
presar libremente la voluntad de unirse en matrimo-
nio…
1859 (I), 50, 1-3 –Miércoles 31 de agosto. Deliberaciones sobre el estable-
cimiento del matrimonio civil. El matrimonio puede ser
nulo e inválido, sólo por dos razones: o porque el con-
sentimiento no exista, o porque es ineficaz de la volun-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 451

tad…
1859 (I), 72, 2 –Sábado 19 de noviembre. Obsequia al mérito de la recomen-
dable actriz Doña Pilar Pavea el siguiente Soneto: “¡Sa-
bed, deidad! de las camelias Dama, / Encanto de los hijos
de este suelo/ ¡Mi música te saluda!/ porque el cielo que tú
buscas, Pilar, es el de la fama…”
1860 (I), 15, 2 –Jueves 19 de Abril. El poema de Gertrudis Gómez de
Avellaneda llamado: “Saludo a Cuba. ¡Perla mar! ¡Cuba
hermosa!/ después de ausencia tan larga por más de
cuatro lustros conté sus horas infaustas…”
1860 (I), 53, 4 –Jueves 30 de agosto. Se felicitó a la Señorita Fernández y
Sánchez por el canto que ejecutó en el concierto dado
en el teatro Principal de esta ciudad, la noche del 23 de
agosto, a beneficio de los pobres…
1862 (I), 8, 2 –Mayo 13. Se manifiesta la Señora Doña Francisca López,
viuda del Coronal Terrón, ante el gobierno, que no ha
tenido ningún recurso con que poder auxiliar a los de-
fensores de la independencia mexicana…
1862 (I), 85, 4 – noviembre 11. Se informa de la Comisión de Señoras; que
facilitarán todo lo necesario para el mejor servicio de
los hospitales de sangre; esta disposición acredita los
sentimientos humanitarios…
1863 (II), 62, 3 –Marzo 13. En la sección de Variedades se incluye el poema
de Soledad Arias. “¡Al orgullo Mexicano! ¡Al defensor de
las libertades patrias! ¡Al centinela avanzado de nuestra
independencia! ¡Al benemérito en fin e ilustre Ejército
de Oriente!...” Soledad Arias.
1863 (II), 62, 3 –Marzo 16. En la sección de Variedades se incluye el poema
de Soledad Arias. “A mi patria. Atónita mire la Europa
aguerrida,/ De México bello y su heroico valor,/ Oculte
la Francia su faz maldita/ En medio del fango temblan-
do de horror…”
1864 (I), 72, 3 –Miércoles 2 de Marzo. Se comunica sobre la Junta de Seño-
ras de fina sociedad en el gran salón de la casa de Mon-
te de Piedad para nombrar entre ellas las que deben
recibir a la emperatriz Carlota.
1864 (I), 128, 3 –Miércoles 14 de septiembre. Se informa de las actividades
de la emperatriz, de su visita a la fábrica de Contreras,
y también de su visita a la Villa Tacuba…
1868 (I), 7, 4 –Abril 14. Por información extranjera se publica el estado
de la francesa Carlota, aun no recobra el juicio al reci-
452 FUENTES HEMEROGRÁFICAS: MUJERES EN LA PRENSA OFICIAL POBLANA

bir la noticia de la muerte de Maximiliano, que le co-


municó el cardenal arzobispo, al recibir la noticia cayó
al suelo bañada en lágrimas…
1868 (I), 7, 4 –Abril 14. Se informa sobre la Señora de Lincoln, ha perdi-
do el juicio, vendió todos sus muebles y puso dos ancia-
nos como guardias de su casa, porque teme ser robada
o asesinada.
1868 (I), 78, 3 –Abril 30. Causa noticia el acontecimiento siguiente: Las
mujeres y la política.- Del Trait d’Union tomamos lo que
sigue: Mme. Philamite Cady Stanton, que redacta con
Miss Belise Suzan Anthony la “Revolución”. Diario de
los derechos de la mujer, se encuentra hoy en Washing-
ton, donde pasa los destinos de la nación y donde envía
la correspondencia.
1868 (I), 95, 4 –Martes 6 de junio. Se informa que la Señora viuda de
Miramón, según aseguran los periodistas extranjeros,
ha fijado su residencia en Bruselas, y tiene señalada una
pensión anual de cuatro mil florines…
1868 (I), 98, 4 –Martes 16 de junio. Se comunica la noticia: Fecundidad, en
esta ciudad y en el barrio del Alto una mujer ha dado a
luz cuatro niños, que viven aún y prometen seguir vi-
viendo.
1868 (I), 106, 4 –Sábado 4 de julio. Se informa sobre la salud de la
princesa Carlota, dice un periódico extranjero que
todos los días puede verse por la calles de Bruselas,
una calesa conducida por la reina misma, en la que
va sentada… su vuelta a la razón es debido princi-
palmente a la energía y desprendimiento de su cu-
ñada…
1868 (I), 108, 4 –Jueves 9 de julio. Se anuncia que la Señora viuda Miramon-
Dice L’ Evénement il tre que esta señora ha sido recibida
el 27 de abril, por la emperatriz de Francia en audien-
cia particular.
1868 (I), 112, 4 –Sábado 18 de julio. Se divulga sobre la princesa Carlota la
mejoría considerable de su salud. La razón la abando-
na aun algunas veces, y eso le sucede especialmente des-
pués de las comidas.
1868 (I), 118, 3 –Sábado 1 de agosto. Se publicó que también en Veracruz
se suicidan mujeres. Doña María de Jesús Avilez, dueña
de la fonda 5 de mayo, se envenenó tomando una fuer-
te dosis de arsénico disuelto con agua, dejando a su
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 453

esposo viudo.
1868 (I), 130, 4 –Sábado 2 de agosto. Se dio aviso sobre la señora Peralta, la
distinguida cantactriz mexicana fue contratada el mes
de junio como primadonna absoluta, por el empresa-
rio del teatro Pagliano de Florencia.
1868 (I), 126, 4 –Jueves 20 de agosto. Noticia de la princesa Carlota se
extravía su razón cada día más y más, se teme que se
escape a su castillo para ir a Miramar donde quiere per-
manecer…
1868 (II), 1, 4 –Jueves 27 de octubre. Se habla de la presentación a benefi-
cio de la Señora Cairon…. Además de su pieza dramá-
tica con el nombre “Adriana” mostró también su buen
gusto para vestir…
1869 (II), 41, 3 –Martes 19 de enero. Sobre las mujeres públicas. Según
informes, en el año pasado de 1868, se inscribieron en
el registro de la sección sanitaria de esta ciudad 100
mujeres públicas…
1869 (II), 50, 4 –Jueves 4 de Marzo. Noticias de aprehensiones por parte
de la policía: seis mujeres por riña; once ebrias, once
escandalosas, dos sospechosas, una prófuga de su casa.
Diversas infracciones de policía, tres; cómplices en los
delitos, dos; aprehendidas por orden de la autoridad,
seis; total 42 mujeres y aparte se mencionan a 153 hom-
bres detenidos…
1869 (II), 65, 4 –Sábado 20 Marzo. Se tiene noticia de la emperatriz Carlo-
ta, hace dos meses que se encuentra en un estado muy
tranquilo…
1869 (II), 74, 2 –Sábado 17 de abril. Se comunica sobre la salud de Carlota
Amalia, manifiestan el mal estado que guarda la salud
de la desgraciada princesa…
1869 (II) 76, 4 –Martes 11 de mayo. Salió publicado que entre las viudas y
huérfanos de los que murieron en la gloriosa batalla del
5 de Mayo de 1862, la junta patriótica de esta capital, va
a distribuir 10 premios de 200 pesos …
1869 (II) 86, 4 –Martes 11 de mayo. Noticia de la princesa Carlota. El rey y
la reina de los belgas se trasladan diariamente al castillo
en el que mora la viuda de Maximiliano, pasando allí
gran parte del día distrayéndola y consolando...
1869 (II) 117, 3 –Jueves 22 de julio. informe del estado de la princesa, de
México durante el imperio…
1870 (I), 15, 1 –Jueves 6 de Enero. Noticias de personas aprendidas por
454 FUENTES HEMEROGRÁFICAS: MUJERES EN LA PRENSA OFICIAL POBLANA

los agentes de policías, del 29 de noviembre al 12 de


diciembre, total de mujeres: 53.
1870 (I), 146, 3 –Jueves 10 de noviembre. Se comunica que la señora espo-
sa del presidente se halla bastante aliviada, y que desde
el sábado se trasladó con toda su familia a la casa de
San Cosme.
1871 (II) 32, 3 –Sábado 7 de Enero. Noticia de la muerte de la esposa del
Presidente Juárez. La señora Doña Margarita Maza de
Juárez después de su agonía lenta y dolorosa dejó de
existir.
1872 (I), 32, 3 –Viernes 5 de julio. En la sección de Variedad se publicó el
poema escrito por Delfina Bolaños de M. llamado “La
sensitiva”: A mi hija Dolores / Una bella flor… fechado
en México junio 29 de 1872.
1872 (I), 5, 3 –Martes 16 de julio. En la sección de Variedad, se publicó por
Hortensia Flores la prosa sobre un inglés. “Decía un
inglés hablando de cierta joven…”
1872 (I), 19, 5 –Martes 21 de mayo. En la sección de Variedad se publicó un
Soneto escrito por Alisa, llamado “Egoísmo”…
1873 (IV), 11, 3 –Sábado 8 de febrero. Se habla sobre otra poetisa poblana.
La muy apreciable señorita Rosario Flores Alatorre,
quien deja sus ocios y quehaceres domésticos para de-
dicarse a impulsar la lira en público; escribió “La Cari-
dad”, una composición poética que revela el buen gus-
to y las bellas dotes literarias que la adornan. Se conoce
que está nutrida con la lectura de los poetas clásicos
españoles.
1873 (IV), 21, 2 –Sábado 15 de Marzo. Se informa sobre la ayuda de cari-
dad para los heridos. Las señoras Doña Eulalia Tolsa
de Robles Gil y Doña Carlota Granados de Castaño co-
lectaron en Guadalajara 396 pesos que se repartieron
entre los heridos.
1873 (IV), 25, 3 –Sábado 29 de Marzo. Se publicó un escrito por Rosa
Carreto, “Aun está tu cadáver en mi casa donde fuiste,
donde eras tan querido, aun puedo verte; mañana ya
no te veré más ¡Adiós! ...”
1873 (IV), 41, 3 –Sábado 24 de mayo. Información sobre la aprehensión de
los jesuitas y de las monjas. Más de 200 señoras fueron
puestas en la calles, haciéndoles tomar distintas direc-
ciones. Habiendo tenido noticia el señor Montiel de
que en México, Tacubaya y Villa Guadalupe, había 22
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 455

casa de monjas…
1873 (IV), 52, 3 –Miércoles 2 de julio. En la sección de Variedades se publicó
el poema de Soledad Montero de Ferrer: “Recibe mis
saludos a toda brisa, / Envuelto en mis suspiros te envío
mi dolor, / En tanto a tus playas me lleva mi destino…”
1873 (IV), 53, 3 –Sábado 5 de julio. En la sección de Variedad se publicó el
Soneto de Carolina O’Haran. A la memoria de la dis-
tinguida poetisa, Doña Gertrudis Gómez de Avellaneda.
1873 (IV), 53, 3 –Sábado 5 de julio. En la sección de Variedad se publicó el
escrito de Concepción García. A la eminente poetisa
cubana Gertrudis Gómez. “Murió la que conmoviera al
orbe con sus cantos, Cayeron en la tumba sus cantos,
Pero su gloria al universo baña…”
1873 (IV), 62, 4 –Miércoles 6 de agosto. Felicitaciones a la princesa Carlo-
ta, hija de Leopoldo I, rey de los belgas, y emperatriz
que fue de México cumplió 33 años el día 7 de agosto…
1873 (IV), 71, 3 –Sábado 6 de septiembre. Noticia estadística del Estado
Eclesiástico de España en 1870. Profesas 23,101; Novi-
cias 896; Señoras con vestidos seglares 603; Donados
464; Beatas 130…
1873 (IV), 75, 4 –Sábado 20 de septiembre. Se publica la Biografía
Americana, de las Obras selectas de la Monja de
México (por Juan León Mera 1873) de Sor Juana
Inés de la Cruz.
1873 (IV), 84, 3 –Miércoles 22 de octubre. Se informa de la niña Carmen
Unda y Moroy, que dedica sus trabajos a la oficialidad
de la segunda división.
1874 (V), 98, 4 –Miércoles 30 de diciembre. Se publica la llegada a México
de la Señora Restorí, llegó a la capital en tren…
1876 (VII), 49, 3 –Sábado 8 de julio. Noticia de la salud de Carlota, sigue
en su estado alarmante, por los accesos de locura que
sufre cada día.
1876 (VII), 81, 3 –Sábado 28 de octubre. Se admira a la gran actriz, la
aplaudida, la incomparable Señora Rodríguez conclui-
rá temporada dramática en Toluca dentro de breves días.
1876 (VIII), 10, 3 –Miércoles 27 de diciembre. Se avisa de la visita a Puebla
de María Rodríguez. Vendrá a Puebla María Rodríguez,
eminente artista española que con su talento ha con-
quistado…
1877 (VIII), 35, 1-2 –Sábado 24 de Marzo. Se informa de la educación de
las mujeres en los Estados Unidos que van a la cabeza
456 FUENTES HEMEROGRÁFICAS: MUJERES EN LA PRENSA OFICIAL POBLANA

de todas las naciones. En cuanto a las mujeres, ya es


sabido que reciben allí una educación más liberal que
los hombres, siendo muchísimas las que obtienen el
grado de Bachilleras, y muy raras las que no saben por
lo menos leer y escribir y las reglas de aritmética…
1877 (VIII), 98, 3 –Sábado 3 de noviembre. Se le da el pésame al muy
apreciable Señor Don Carlos Pacheco, gobernador del
estado de Morelos porque dejó de existir su madre po-
lítica, la Señora Josefa López de Calderón.
1877 (VIII), 112, 3 –Sábado 22 de diciembre. Felicitaciones a las Señoritas
Calderón y las estimables jóvenes que las acompaña-
ban, gozamos tanto la interpretación de “La Gallina Cie-
ga” y “El Juicio Final”, nos sentimos conmovidos ante
la consideración del sentimiento que hizo representar-
las…
1878 (IX), 53, 4 –Miércoles 3 de julio. Noticia de la muerte de la reina de
España, Doña Mercedes sucumbe a enfermedad de una
fiebre gástrica…
1878 (IX), 57, 3 –Miércoles 17 de julio. Noticia que confirma la muerte de
la reina de España. Doña María Mercedes de Orleáns y
de Borbon…
1878 (IX), 60, 4 –Sábado 27 de julio. Se comunica de la llegada de la Seño-
ra Pezzana de Covaltieri. Se encuentra ya entre noso-
tros con la sublime obra dramática, con la compañía
italiana que la dirige…
1878 (IX), 87, 4 –Miércoles 30 de octubre. Se informa del extranjero sobre
los “Derechos femeninos”. Noticia para los partidarios
de los derechos de la mujer. El partido liberal de la cir-
cunscripción de Southwak. (Londres) ha escogido como
candidato para las futuras elecciones del partido parla-
mento a miss Elena Taylor, hijastra del filósofo Stuart
Mill, enérgico defensor de la emancipación del bello
sexo…
1878 (IX), 89, 3 –Noviembre 6. Noticia acerca de la construcción de la Casa
de Maternidad, cuya necesidad se hacía sentir en una
capital como Puebla, la mandó a fundar D. Luis de Haro
Tamariz, en la plazuela de San Agustín…
1879 (X), 25, 3 –Miércoles 26 de Marzo. Información de la casa de mater-
nidad en Puebla, el Señor Haro encargó la ejecución de
su testamento a tres honorables personas de la ciudad
de Puebla, a los Señores Clemente López, Antonio Pérez
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 457

Marín y Vicente Gutiérrez Palacios…


1880 (XI), 2, 1 –Miércoles 7 de enero. Noticia de las pensionistas del Esta-
do. Disfrutando las cantidades anuales que a continua-
ción se expresan, viuda del Coronel Gabriel Alatriste
600.00 pesos, viuda del Coronel Rafael Gazga 600.00
pesos y la madre del Coronel Marcos Bravo la misma
cantidad.
1880 (XI), 3, 1 –Sábado 10 de enero. Se establece un impuesto para la
construcción de un edificio destinado a la escuela de
niñas en el Pueblo de Quecholac, del distrito de
Tecamalchaco.
1880 (XI), 5, 1 –Sábado 17 de enero. Se le concede a la Señora Manuela
Lorita, una pensión por su finado hijo en la interven-
ción francesa teniente de infantería, 80 pesos anuales.
1880 (XI), 7, 1 –Sábado 17 de enero. Se concede por una vez a la señora
Juliana Escamilla de Gutiérrez, la cantidad de 5000
pesos
1880 (XI), 7, 4 –Sábado 17 de enero. Se avisa de la unión virtuosa de la
señorita María de la Luz Téllez, que pertenece a una de
las mejores familias de México, y el estimable señor
Carlos M. de la Vega.
1880 (XI), 67, 1 –Sábado 21 de agosto. La H. Legislatura del Estado, con-
cede indulto a la viuda del ciudadano Coronel Jesús
María Toledo.
1881 (XII), 8, 215 – 216 –Domingo 30 de enero. Lista de las alumnas
matriculadas de la Escuela Normal de Profesoras en el
año de 1881. (Se publican todos los años)
1881 (XII), 1, 23 –Jueves 6 de enero. La Junta inspectora de los Estableci-
mientos de Beneficencia, manifiesta que en el local don-
de residen mujeres dementes es muy estrecho, incapaz
de contener a las que requieran ser atendidas
médicamente, están expuestas a una epidemia. Total
de enfermas 41.
1881 (XII), 7, 192 –Jueves 27 de enero. Se publica sobre un aconteci-
miento notable, la señorita Matilde Montoya se ha
matriculado en el Colegio del Estado para cursar las
cátedras de Física y Zoología.
1881 (XII), 13, 194 –Jueves 17 de febrero. Se informa de la solicitud por la
señorita Josefa Trujillo, para que una familia afectada
de tifo ingrese al hospital.
1881 (XII), 18, 498 –Domingo 6 de Marzo. Noticia del Hospital del Estado
458 FUENTES HEMEROGRÁFICAS: MUJERES EN LA PRENSA OFICIAL POBLANA

el mes de febrero sobre las enfermas que se encuentran


en el hospital. Departamento de mujeres, total 98 en-
fermas.
1881 (XII), 20, 665. –Domingo 27 de Marzo. Se avisa de la condena a la
señora Doña Luz Zayas de Cora, la cantidad que por sí y
no por el testamento de su finado esposo.
1881 (XIII), 3, 76 –Domingo 10 de abril. Se comunica de la asombrosa
fecundidad, una mujer en Coahuila, en la Hacienda de
Ventura, dio a luz cinco criaturas.
1881 (XIII), 9, 225 –Domingo 1 de mayo. Se dicta sentencia en la causa instruida
a Amalia Bazar por las lesiones que infirió a Juana Salas.
1881 (XIII), 9, 244 –Domingo 1 de mayo. Se avisa que entre 16,000 muje-
res que han querido poner sus nombres entre los accio-
nistas de la empresa del canal de Panamá, se encuentra
la princesa Carlota de Bélgica.
1881 (XVI), 21, 512-516 –Domingo 11 de septiembre. Se informa en la
Sala de Jurados de la capital, en la causa instruida a
Isabel Beltrán como reo de delitos de lesiones inferidas
en riña a Guadalupe Rodríguez.
1881 (XV), 8, 213 –Jueves 27 de octubre. Causa noticia y elogios el examen
presentado por la señorita Matilde Montoya ante un
selecto y numeroso concurso, en el evento se hallaba el
gobernador.
1881 (XIII), 22, 551 – 561 –Jueves 10 de junio. Se publica el Reglamento
Económico de la Escuela Normal de Profesoras.
1881 (XV), 10, 261. –Jueves 3 de noviembre. Noticia de los exámenes de la
Normal de Profesoras. Debido a la amabilidad de la
apreciable señorita Paz Montaño, directora de la Es-
cuela Normal de Profesoras, tuvimos el gusto de asistir
al notable examen de lógica que sustentaron once alum-
nas del referido Establecimiento.
1881 (XV), 18 –Jueves 1 de diciembre. Lista de las calificaciones que en
los exámenes del año escolar de 1881, han obtenido las
alumnas de la Escuela Normal de Profesoras. (Se publi-
can todos los años)
1881 (XV), 20, 507– Jueves 8 de diciembre. Información del Hospicio de
pobres del número de personas que se encuentran en el
departamento de mujeres es un total de 95.
1882 (XVI), 2, 48 –Jueves 5 de enero. Información del Hospicio de pobres
del número de personas que se encuentran en el de-
partamento de mujeres. Existencia en el mes de diciem-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 459

bre, asiladas de gracia, 91; pensionistas, 4; total 95. In-


gresó Merced Blancas con calidad de asilada de gracia.
Total 96. (Estas cifras salen cada mes).
1882 (XVI), 6, 182 –Jueves 19 de enero. Información de la escuela de Me-
dicina y los de las Escuelas Normales en donde se unie-
ron en el Colegio del Estado para la distribución de
premios, varias señoritas mostraron su privilegio en la
música.
1882 (XVI), 7, 193 –Domingo 22 de enero. Noticia del estado que mani-
fiesta el número de niños y niñas vacunados. Hombres,
123; Mujeres, 108. (Estas cifras salen en varios meses y
años).
1882 (XVI), 7, 193 –Domingo 22 de enero. Noticia de presas en el Distrito
de Tecamachalco. Estado que manifiesta el ingreso y
salidas de presos durante el año de 1881. Mujeres en
diciembre de 1880, ingresaron del 1 de enero al 31 de
diciembre de 1881 número de presas 11. Total 12, en-
tre los delitos de Adulterio, Heridas, Robo, Sustracción
de infante.
1882 (XVI), 8, 217 –Jueves 26 de enero. Noticia de delitos. El veredicto
declaró culpable a Nicolás Antonio y Juana Concep-
ción por el delito de homicidio intencional.
1882 (XVI), 10, 278 –Jueves 2 de febrero. Se informa que el Gobierno del
Estado manda a pagar un crédito a la señora Ocotlán
Meno, la cantidad de 70 pesos.
1882 (XVI), 11, 305 –Domingo 5 de febrero. Noticia de la H. Legislatura;
Deniega la solicitud de la señora Teresa Espinosa la man-
de ministrar por una vez la cantidad de 50 pesos.
1882 (XVI), 11, 321 –Domingo 5 de febrero. Noticia de delitos, instancia
de Tecamachalco que condenó a María Luisa por el
delito de infanticidio.
1882 (XVI), 12, 339 –Jueves 9 de febrero. Se publica que habilitan de edad
respectivamente, a la señora Amada Llave de García
Teruel.
1882 (XVI), 16, 349 –Jueves 23 de febrero. El Gobierno del Estado infor-
ma el acuerdo de la H. Legislatura, deniega a la solici-
tud de la señora Guadalupe Pérez Iglesias.
1882 (XVII), 1, 11 –Domingo 2 de abril. Noticia de las piezas de ropa que
se han dado a las niñas del Hospicio.
1882 (XVII), 23, 77 –Domingo 9 de Marzo. Noticia del movimiento habido
en el Hospicio de Pobres del Estado. Departamento de
460 FUENTES HEMEROGRÁFICAS: MUJERES EN LA PRENSA OFICIAL POBLANA

mujeres ingresó una pensionista; total 87, de las cuales


8 son pensionistas.
1882 (XVII), 23, 77 –Domingo 9 de Marzo. Noticias de las extranjeras
residentes en el Estado: Profesión, Distrito, Edad, Hi-
jos, Edad de sus hijos…
1882 (XVII), 5, 69 –Domingo 16 de abril. Noticia de la causa criminal de
que se ha conocido en el Tribunal Supremo de Justicia
de Estado en 1881 entre los criminales se encuentran 3
mujeres…
1882 (XVII), 11, 290 –Domingo 7 de mayo. Noticia del Departamento de
mujeres en el hospicio. Existentes 107…
1882 (XVIII), 1, 16-17 3 –Junio. Noticia de delitos. Natividad María, mu-
jer de Francisco Domínguez es asesinada por José Cris-
tóbal, el cual fue aprendido y condenado a 12 años de
prisión…
1883 (XX), 13, 372 – 374. –Jueves 8 de febrero. Se publican los días y horas
de clases en la Escuela Normal para Profesoras.
1883 (XX), 17, 491 –Jueves 1 de marzo. Noticia de las primeras maestras
tituladas en la Escuela Normal de Profesoras de ins-
trucción pública fueron las Señoritas Federica y Caroli-
na Bonilla, hijas del General Juan Bonilla ex goberna-
dor del Estado.
1883 (XX), 17, 491 –Jueves 1 de marzo. Se avisa de que la señorita Josefina
Brito se encuentra en esta ciudad, tomará parte de un
concierto a beneficio del Hospital de Caridad para ni-
ños…
1883 (XX), 24, 663 –Domingo 25 de marzo. Noticia de delitos. En
Zacapoaxtla, se pronuncia sentencia, declarando cul-
pables del delito de homicidio a Nicolás Antonia y a
Juana Concepción…
1883 (XXI), 20, 523 –Jueves 7 de junio. Noticia del Departamento mujeres
en el hospicio. Existentes 113 mujeres…
1883 (XXII), 16, 435 –Jueves 23 de agosto. La H. Legislatura ordenó se
diga al C. José María Pinto y María Felipa Arce, que
pueden presentar, para que se inscriba en el registro
civil, sin incurrir en pena alguna a su hija María
Micaela…
1883 (XXIII), 7, 188-190 –Jueves 25 de octubre. Noticia de delitos. En
Tepexi pronunciamiento respecto de José de la Luz
Soriano y Remigio Sandoval, en la causa instruida a es-
tos, por el rapto de María Inés y heridas inferidas a ésta
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 461

y a María Anselma…
1884 (XXIV), 13, 237 –Domingo 12 de enero. Se avisa de la llegada de la
señorita Rosas Palacios a la ciudad, artista de la compa-
ñía de opera italiana, próximamente comenzara sus tra-
bajos aquí…
1884 (XXIV), 15 –Domingo 24 febrero. Noticia de delitos. En Teziutlán se
declaró culpable a María Manuela de la muerte de Ma-
ría Josefa por estrangulación…
1884 (XXVI), 23, 358 –Jueves 20 de noviembre. Noticia de delitos. En
Teziutlán, se acusó a Josefa Vázquez, por la lesión que
causó a su hijo Ignacio Arcos…
1885 (XXVII), 21, 391-394 –Jueves 19 de marzo. Noticia del pronuncia-
miento a Dolores Adorno; en Teziutlán contra Santos
Ortiz y María Patrona, acusados de homicidio, en Tetela
de Ocampo por la muerte de María Dionisia…
1885 (XXVII), 27, 473 –Jueves 2 de abril. Noticia de la lista de mujeres
empleadas en el laboratorio de tabacos, sucursal de la
fábrica intitulada “El César” y que estuvieron presentes
en el incendio…
1885 (XXVII), 30, 557 –Domingo 12 de abril. Se anuncia la inauguración
de la Casa de Maternidad gracia a la pródiga y acrisola-
da filantropía de insigne hijo de Puebla, Don Luis
Haro…
1885 (XXIX), 4, 64 –Domingo 13 de septiembre. El Gobierno del estado
exceptuó el pago de contribuciones al edificio destina-
do para el colegio de niñas, mandado construir por la
Señora Luz Esperanza.
1885 (XXIX), 4, 70-72 –Domingo 13 de septiembre. Noticia de delitos. El
Poder Judicial de esta capital, instala el juicio promovido
por la Señora Guadalupe Moreno contra el C. Antonio
Rosas; por el asunto de una herencia.
1885 (XXIX), 29, 533-534 –Jueves 10 de diciembre. Noticia de delitos.
Sentencia del Tribunal Supremo de Justicia del Estado,
en el proceso iniciado en Chignauapan contra María
Teresa Fernanda, acusada de plagio.
1885 (XXIX), 31 –Jueves 17 de diciembre. Se publica el Reglamento inte-
rior de la Escuela Normal de Profesoras.
1886 (XXX), 19, 331 –Domingo 7 de marzo. Se manifiesta el movimiento
habido en el hospital, desde el 20 de abril al 31 de di-
ciembre de año de 1885. La casa de maternidad.
1886 (XXX), 24, 408 –Jueves 25 de marzo. Se informa que en Atlixco, la
462 FUENTES HEMEROGRÁFICAS: MUJERES EN LA PRENSA OFICIAL POBLANA

Señora Francisca Ochoa legó en su testamento dos mil


pesos para alimentación de presos en la cárcel de aque-
lla cabecera.
1886 (XXXI), 2, 35 –Jueves 6 de mayo. Noticia de delitos. Pronuncia el Tribu-
nal Superior, en el incidente de oposición formalizado
por la Señora Serrano de Torreblanca por el delito de
homicidio penetrado en la persona de Ángel Arellano.
1886 (XXXI), 2, 35 –Jueves 6 de mayo. Noticia de delitos. La sala de jura-
dos de Matamoros, declara culpable de delito de homi-
cidio a Dolores López.
1886 (XXXI), 5, 86 –Domingo 16 de mayo. Se Anuncia el cumpleaños de
la Esposa de C. Gobernador la Señora Enedina G. Re-
bollo de Márquez.
1886 (XXXII), 27, 245 –Jueves 2 de diciembre. Noticia del número de
mujeres en el Hospital General del Estado. Total 29.
1886 (XXXII), 33, 302 –Jueves 23 de diciembre. Noticias del número de
mujeres que fallecieron en el hospital del Estado, total
29. Contiene nombre, oficio, ciudad y enfermedad.
1886 (XXXII), 34, 596 –Domingo 26 de diciembre. Noticia de delitos. En
Tepexi condenando a Dolores Correón a sufrir la pena
de 10 años de prisión por los delitos de robo y asalto.
1887 (XXXIII), 14, 248-249 –Jueves 17 de febrero. Noticias de delitos. Sen-
tencia de esta capital contra Isabel Flores por lesión que
pudo poner en peligro la vida de Sánchez.
1887 (XXXIV), 8, 101 –Jueves 26 de mayo. Informe de 26 de mujeres que
fallecieron en el hospital del Estado.
1887 (XXXV), 30, 473-474 –Domingo 11 de diciembre. Noticias de deli-
tos. Sentencia en la capital en la causa instruida contra
Lorenza López.
1888 (XXXVI), 2, 17-18 –Jueves 5 de enero. Noticia de delitos. Poder judi-
cial el Tribunal Superior en juicio promovido por la
Señora de Martínez, contra Don Silverio Morales por
cancelación de la hipoteca.
1888 (XXXVI), 2, 19-20 –Jueves 5 de enero. Noticia de delitos. Veredicto
que declara culpables a Santos Ortiz y María Patrona,
del delito de homicidio frustrado en la persona de An-
tonio Apolonio.
1888 (XXXVI), 6, 73-74 –Jueves 19 de enero. Noticia de delitos. Ejecución
decretada contra la Señora María Jesús Cortés Valero,
los réditos se pagarán por semestres vencidos.
1888 (XXXVI), 12, 157 –Jueves 9 de febrero. Se avisa de la inauguración
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 463

en el Departamento del Hospicio del taller de tejido de


punto para las niñas.
1888 (XXXVIII), 3, 44-45 Domingo 29 de febrero. Informe de 6 mujeres
que fallecieron en el hospital del Estado.
1888 (XXXVIII), 5, 90 Domingo 16 de septiembre. Noticia de 11 mujeres
que fallecieron en el hospital del Estado.
1889 (XXXIX), 12, 179 –Jueves 28 de febrero. El periódico El Pabellón
Nacional refiere la anécdota siguiente en un artículo
que titula: “El honor de mujer”. Otra heroína famo-
sa reclama los homenajes de la actual generación que
blasona de justiciera. Doña Rafaela López Aguado
madre de caudillos de la independencia…
1889 (XL), 7, 101 –Jueves 30 de mayo. Se concede privilegio exclusivo por
diez años a la Señora Julia M. por un “Mosquitero” de
su invención.
1890 (XLIII), 4, 59 –Jueves 15 de mayo. Felicitaciones por el cumpleaños
de la Señora Enedina García Rebollo de Márquez, dig-
na consorte del Gobernador.
1890 (XLIV), 5, 64 –Se reseña la aparición de La mujer título de una publi-
cación calificada de elegante y amena, pues está dedi-
cada al bello sexo, el responsable el conocido escritor
Señor J. Millán y Ponce.
1890 (XLIV), 19, 278 –Domingo 16 de noviembre. Noticia para la beneficen-
cia, un círculo de personas escogidas del bello sexo. Pre-
sidenta Señora G. Rebollo de Márquez, Vicepresidenta
Señora Guadalupe M. Béiztegui… se practicará la cari-
dad.

Este índice preliminar permite identificar a las mujeres que fue-


ron noticia, ya por sus aficiones literarias, por sus obras de miseri-
cordia, por su inclusión en el ámbito educativo, por su condición de
asiladas en las instituciones de asistencia social, por su posición so-
cial o por su calidad de infractoras de la ley.
Aquí, las mujeres se revelan no sólo como las depositarias ejem-
plares de las virtudes teologales y cívicas que el sistema patriarcal
había previsto para ellas desde el púlpito o la cátedra, las notas edito-
riales y las noticias nos las muestran también ebrias, rijosas, enfermas,
desamparadas, exigiendo de la disciplina histórica su tratamiento como
sujetos en contextos específicos que expliquen su actuación y su inten-
ción como simples y complejos seres humanos. Mucho falta por re-
flexionar aún, pero ahora tenemos algunos indicios.
464 FUENTES HEMEROGRÁFICAS: MUJERES EN LA PRENSA OFICIAL POBLANA

Aún cuando no se dispuso de una colección completa de esta


publicación periódica, es evidente que las mujeres aparecían no sólo
en las páginas interiores de la prensa oficial, su presencia y sus accio-
nes son registradas aún en primera plana, señal de su inevitable in-
corporación a la esfera de lo público.
Con este primer esfuerzo se muestran las posibilidades que, para
la investigación histórica sobre las mujeres en México, representa la
sistematización de la información hemerográfica.
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 465

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

Archivo General del Estado de Puebla. Periódico Oficial del Estado de Pue-
bla
Archivo Municipal de Puebla. Periódico Oficial del Estado de Puebla.
Hemeroteca del Estado de Puebla. El abogado cristiano
González de Cossío, Francisco. 1949. “Introducción”, Gacetas de México:
Castorena y Ursua (1722) y Sahagún de Arevalo (1728 a 1742). (Testimo-
nios mexicanos, historiadores, no. 4). México: Secretaría de Educación
Pública
Herrera Feria, María de Lourdes. 2004. “Ideal y modelo femenino en la
prensa metodista”, en Gloria Tirado Villegas, coord. Voces e imágenes del
periodismo en Puebla. Puebla, México: Benemérita Universidad Autóno-
ma de Puebla y Asociación de Mujeres Periodistas y Escritoras de Pue-
bla.
Londoño, Patricia. 1990. “Las publicaciones periódicas dirigidas a la mu-
jer, 1858-1930”, en Boletín cultural y bibliográfico, núm. 23, Volumen XXVI.
Bogotá, Colombia: Biblioteca Luis Ángel Arango, del Banco de la Re-
pública.
466
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 467

COMENTARIOS FINALES
María del Carmen García Aguilar

Uno de los objetivos que desde su integración, hace casi diez años,
se propuso el Centro de Estudios de Género de la Facultad de Filo-
sofía y Letras de la BUAP, fue contribuir a la escritura de una Histo-
ria de la Mujeres en México. Sabíamos de la complejidad de tal em-
presa, pero los integrantes del CEG no estabamos solos en el intento
y con la colaboración de una entrañable colega adelantamos un tra-
bajo colectivo Construyendo la historia de las mujeres (Puebla,
Tlaxcala, Sinaloa),1 que resultó ser el primer paso en este inexplora-
do camino.
A la par de ese trabajo iniciamos una serie de actividades encami-
nadas a hacer fructificar la semilla plantada: cursos, conferencias,
talleres, actividades culturales, un congreso sobre investigaciones en
temas de mujeres y finalmente convocar, con base en estas experien-
cias, a la realización de una investigación más integral que incluyera
tanto las diversas etapas de la Historia de México, como las diferen-
tes regiones de la República. La tarea fue complicada y ardua, pero
finalmente logramos integrar una serie de investigaciones que ela-
boradas en artículos específicamente para este propósito, dieron
como resultado Estudios Históricos sobre las Mujeres en México, que abo-
nan el terreno recién roturado.
El texto se diseñó de tal forma que en cada una de sus secciones
se abordan las grandes etapas de la Historia de México, diversas
problemáticas y temas pero, básicamente, se intentó destacar el pa-
pel que han desempeñado las mujeres a lo largo de la Historia en
diversas zonas geográficas del país.

***
En la primera sección se agrupan los trabajos referidos a “las anti-
guas mexicanas”, en donde María Rodríguez-Shadow; con su artícu-
lo “Las mujeres de la elite maya en el clásico” tuvo el propósito de
analizar el papel desempeñado por las mujeres de la nobleza maya

[ 467 ]
468 COMENTARIOS FINALES

durante el periodo Clásico (200-900 d. n. e.) a partir del registro


arqueológico. Su objetivo principal fue ofrecer una interpretación
alternativa a los planteamientos que han hecho las arqueólogas quie-
nes afirman que las mujeres de la sociedad maya gozaban de un alto
estatus y mucho reconocimiento social. En breve, propone que los
privilegios y prebendas accesibles a las mujeres de la elite maya eran
canonjías disfrutadas debido a la clase a la que pertenecían, no a que
fueran prerrogativas de su género.
En el artículo “Cihtin, las antiguas mexicanas”, María del Pi-
lar Paleta Vázquez hace, a partir de documentos escritos y estu-
dios especializados, un análisis crítico de la visión tradicional so-
bre las mujeres en el México Antiguo; precisa los criterios
metodológicos adoptados y a partir de éstos presenta diversas
formas y grados de actividad pública de las mujeres mexicas, ma-
yas, otomís y mixtecas. En el artículo también analiza su signifi-
cado desde la perspectiva filosófica, teológica y social en la men-
talidad de la época, así como del papel que ellas desplegaron en
la educación, la ciencia, la economía, la guerra, la política, la
poesía, la cultura.
El artículo “Malinali: una reinterpretacion cultural” de Anna M.
Fernández Poncela, tuvo como objetivo hacer una revisión o
reinterpretación cultural en torno a la figura de la Malinche. Todo
ello a la luz de la realidad social en la coyuntura espacio-temporal
que le tocó vivir, su época, y la recreación cultural en narraciones del
tiempo de la Colonia, incluyendo algunos anteriores y posteriores,
pero fijadas en dicho período. Así como las leyendas por escrito y ya
bajo autoría de los dos últimos siglos de nuestra historia —XIX y XX—
, en la Independencia y con posterioridad a la misma, de quien la
autora llama Malinali, desde la tradición indígena, la visión de los
colonizadores, hasta autores de época independiente.
El último artículo que se incluye en este apartado, nos lleva a una
región rica en tradiciones, Tlaxcala. La exposición versa sobre “La
entrega y el bautismo de las doncellas tlaxcaltecas: las primeras reaccio-
nes ante el cristianismo”. En él Angélica Rodríguez Maldonado, descri-
be que el 23 de septiembre de 1519, Cortés y sus tropas llegaron a
Tlaxcala, después de que los tlaxcaltecas combatieron y se enfrenta-
ron a los hispanos en repetidas y cruentas batallas, sin lograr la vic-
toria, establecieron el pacto de alianza que fue sellado con la entre-
ga de varias jóvenes indígenas nobles a los capitanes españoles, ade-
más de aceptar las condiciones de alianza que les impusieron, entre
ellas las exigencias de una nueva religión. En esta primera etapa
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 469

fueron muy pocas las prácticas cristianas que se impusieron a unos


cuantos miembros de la población destacándose el bautismo de las
doncellas tlaxcaltecas.

***
Otra de las etapas significativas en nuestra Historia, es la época colo-
nial, por ello se incluyó en este texto un capítulo sobre Novohispanas
ilustradas y rebeldes. El primer artículo que conforma este apartado
trata sobre “La Sexualidad y mitos en el México colonial”, en él,
Marcela Suárez expone y analiza los mitos y realidades que se ejer-
cieron para controlar la sexualidad en la Ciudad de México en los
últimos años de la Nueva España, así como los discursos y las rela-
ciones populares en torno a ella.
Un papel importante en este período lo tuvieron, sin duda, las
parteras; de ahí la pertinencia del texto de Indira Dulce M. Palacios
García, “Bruja, supersticiosa o ignorante. la partera colonial ante la
razón ilustrada”, en donde el tópico central trata de las mujeres que
ejercieron el oficio de partear durante la época de la colonia. Entre
los objetivos que la autora se traza, y que sin duda logra, está el
rescate histórico de la imagen de estas mujeres en la vida cotidiana
de las diferentes colectividades. Se muestra, en esta investigación,
cómo las mujeres de una u otra forma han buscado sobrevivir, man-
teniendo y creando cultura, pese a los infortunios y limitaciones so-
ciales, económicas, etc. Se muestra, igualmente, cómo en los oríge-
nes de una de las más nobles profesiones se encuentran manifesta-
ciones de intolerancia y segregación hacia lo femenino. Con el de-
clive del pensamiento medieval y el arribo de las ideas ilustradas, se
instala una reglamentación para el ejercicio de las parteras, que no
elimina las desventajas con las que hasta esos momentos se tuvieron
que enfrentar.
Raúl Aguilar Carvajal y Julieta de la Torre Herrera, nos presen-
tan las condiciones jurídicas de las mujeres en la Nueva España, a
través de la historia de una mujer, Gerónima de Rioja. Su artículo
“Gerónima de Rioja, una viuda en el siglo XVII: la condición y repre-
sentación jurídica de la mujer en la Nueva España”, gira en torno a
una idea central: la viudez otorgó a la mujer ciertas libertades jurídi-
cas que en su condición de hija o mujer casada le estaban negadas,
como fue el ejercer demandas judiciales, generar protocolos y de-
más procedimientos jurídicos “sin el consentimiento masculino”. En
este sentido, este breve ensayo trata de resaltar algunas cuestiones
relativas a la vida cotidiana de una singular viuda.
470 COMENTARIOS FINALES

La vida conventual no podía dejarse de lado, por ello se incluye


el artículo de Virginia Hernández Enríquez “Sor María de Jesús
Tomellín: el ideal de mujer novohispana”, en donde la investigado-
ra destaca que los conventos femeninos fueron establecimientos de
protección y control de las mujeres. El trabajo se refiere particular-
mente al Convento de la Concepción en Puebla que albergó a la
Venerable Madre Sor María de Jesús Tomellín en los siglos XVI y XVII.
El recuento de su vida permite a la autora explorar la normatividad
ejercida por la Iglesia con el fin de moldear a las monjas no sólo en
los ideales cristianos sino en las reglas específicas de los conventos.
Todo lo anterior dio como resultado en muchas de estas mujeres
una especial conformación subjetiva la cual se constituyó también a
través de las prácticas místicas, de los que da cuenta este artículo.
En el artículo “Enfermedad y control social. Mujeres en el Veracruz
colonial”, Mayabel Ranero Castro, analiza dos instituciones del puerto
de Veracruz —el principal puerto de la Nueva España— en los si-
glos XVII y XVIII, destinadas a la atención y control de la población
femenina: el Hospital de Nuestra Señora de Loreto y la Casa de
Recogidas. En tales siglos la conducta femenina indeseable se conci-
bió de forma mórbida; para controlarla y vigilarla se diseñó un tra-
tamiento clausurante y monacal en la antesala de la visión discipli-
nante del reformismo ilustrado y sus instituciones de castigo y co-
rrección.
Por su parte, Martha Eugenia Delfín Guillaumin, escribe “La
Maruca, una vecina rebelde de Tacubaya en el siglo XVIII”; en donde
nos dice que en octubre de 1769, un acontecimiento que alteró el
orden de Tacubaya fue que los pobladores, gente “del común y na-
turales de la villa”, solicitaron a la Real Audiencia a través del procu-
rador de indios, don Joaquín Antonio Guerrero y Tagle, que se efec-
tuaran autos y diligencias en contra de Gertrudis Efigenia, alias la
Maruca, acusándola de “ser muy escandalosa, provocativa y desver-
gonzada”. Según la descripción que se ofrece de ella, se trataba de
una india alobada “de perverso natural y desenfrenados procede-
res”. Consta en el expediente que se le abrió en el Juzgado General
de Naturales para dar seguimiento a la queja de los vecinos, espe-
cialmente por las declaraciones de los testigos, que la Maruca había
ofendido con su actitud agresiva a varias personas de la villa, en
particular a un individuo llamado Blas de la Candelaria, al que ha-
bía atacado e injuriado con motivo del pleito por un terreno. A su
marido se le consideraba un ser “débil y afeminado” por dejarse
dominar por ella. Además, ofendía a los recaudadores del tributo y
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 471

se negaba a pagar las obvenciones. En suma, se trataba de una mu-


jer, de una india, que, a su vez, era peligrosa por “ser naturalmente
pleitista y escandalosa haciéndose la primera cabecilla de bando con
otros en cuantos motines se mueven” en la villa. Sin embargo, y a
pesar de que las declaraciones tomadas a los testigos siempre la
muestran en sus aspectos más negativos, el objetivo principal de este
texto es intentar analizar su comportamiento rebelde desde otra
perspectiva para suponer que más que un carácter escandaloso, pro-
vocativo y desvergonzado, la Maruca manifestaba su inconformidad
ante el modo de vida impuesto aunque fuese con una conducta que
a muchos escandalizaba. No hay duda de que era una mujer de ca-
rácter fuerte y aguerrido, pero resultaría demasiado simplista
encasillarla como una mera revoltosa. Se trata sin duda de una per-
sona que por género, etnia y estrato social le estaba más que prohi-
bido rebelarse en contra del orden establecido.

***
Desde la percepción de la historiografía tradicional, el siglo XIX se
desarrolló en medio de sobresaltos y turbulencias, pero el interro-
gante que pretende responderse con este conjunto de trabajos es
cómo fue vivido y percibido ese período de la historia por las muje-
res y la respuesta que aquí se adelanta es que para las mujeres signi-
ficó el preludio para acceder al trabajo y a la educación, por eso fue
inevitable identificar esta sección como Trabajo, educación y sexuali-
dad femenina en el siglo XIX”, cuestiones cruciales que le dieron identi-
dad al siglo XIX.
El primer artículo de este apartado es “Mujer y trabajo en el siglo
XIX: el ángel del hogar vs. la prostituta”, en donde Fernanda Núñez,
analiza el paralelismo que los doctores, higienistas y moralistas mexi-
canos del siglo XIX hacen entre pobreza = prostitución, contrapues-
to al de riqueza = decencia. En el artículo se descubre esa mirada
que se pretende científica y que en realidad quiere fundamentar con
bases científicas los estereotipos misóginos elaborados a lo largo del
XIX, tan preocupado por construir una nación. La autora hace notar
que para ayudar a llevar a cabo la noble tarea de forjar patria, las
mujeres tendrán un papel fundamental, el de reproductoras de la
institución más importante de la sociedad: la familia. Las discusio-
nes en torno a la dichosa naturaleza femenina serán la clave para
distinguir a las mujeres decentes, únicas capaces de construir una
familia y ser verdaderas madres, de las otras, las que tienen que tra-
bajar para sobrevivir. El discurso decimonónico quiere convencer a
472 COMENTARIOS FINALES

las mujeres de que si no acatan lo que la naturaleza les ha prepara-


do, es decir el santo matrimonio, terminarán como las parias de la
sociedad.
El artículo de Guadalupe Ríos de la Torre, “La zona de las marga-
ritas. Las meretrices en la segunda mitad del siglo XIX mexicano”,
plantea que, como parte de la ideología en torno a la sexualidad y el
pensamiento sobre la dicotomía salud/enfermedad, limpieza/sucie-
dad, en la época que indica (1876-1911) siguió prevaleciendo el
“anticontagismo” como pensamiento colectivo que pretendió luchas
contra lo antihigiénico y el contagio de las enfermedades, en este
caso las venéreas, y en particular la sífilis. Tanto médicos como edu-
cadores orientaron sus acciones y esfuerzos en contra de la suciedad
y el contagio. En este terreno, nos dice, la sexualidad de la mujer, y
en especial de las mujeres públicas fue vista como problemática. En
este trabajo se aprecia como el reglamentarismo y la revisión médi-
ca, nacidos en el siglo XIX nos muestran los prejuicios existentes en
esta época de estudio.
Sobre el norte del país, se incluyeron dos trabajos: “La mujer de
la frontera norte en el siglo XIX. Un estudio de caso en base a testa-
mentos”, de María del Carmen Tonella, y “La educación de las mu-
jeres zacatecanas durante el régimen porfirista”, de Norma Gutiérrez
Hernández. El primer trabajo llena un vacío en la historiografía,
pues muestra a la mujer en un espacio regional diferenciado, la fron-
tera, que permite ir articulando la experiencia histórica de las muje-
res mexicanas. Para ello se abordan las fuentes existentes desde un
ángulo diferente: tal es el caso de los testamentos registrados en el
Distrito de Arizpe, Sonora, durante el periodo de 1796 a 1859. La
espacialidad se tomó en cuenta por la importancia de la región, dado
que la ciudad de Arizpe desde 1779 se ostentó como capital de las
Provincias Internas de Occidente y al mismo tiempo, fue escogida
como sede del Obispado de Sonora, integrado por Sonora, Sinaloa
y las Californias. La temporalidad se centra en las últimas décadas
del periodo colonial y las primeras décadas del postcolonial y del
México independiente, debido a que las fuentes utilizadas, o sea las
notariales, son más detalladas en ese lapso.
Por su parte Norma Gutiérrez Hernández da cuenta de la participa-
ción laboral de un sector femenino en la ciudad de Zacatecas durante
el porfiriato. El eje central en este apartado se circunscribe a un marco
general sobre la educación de las niñas y jóvenes en el periodo aludido
para conocer, comprender y analizar ciertas prácticas laborales de las
zacatecanas a la luz de la educación superior que se brindó en la ciudad
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 473

capital, específicamente en el magisterio, la profesionalización y ciertos


estudios para el ramo de los servicios.
Las condiciones de vida y trabajo de las mujeres se vieron sujetas
a diversos cambios en el siglo XIX, uno de los más importantes, qui-
zá, fue el acceso de las mujeres a la educación, por ello el trabajo de
María del Carmen Gutiérrez Garduño, “El acceso a la
profesionalización. El caso del Estado de México, 1891-1910”, re-
sulta de gran interés. Este trabajo tiene como objetivo principal des-
cribir el ingreso de las mujeres a las instituciones educativas profe-
sionales de la época. Reconstruye este proceso histórico a partir de
la creación de la Escuela Normal para Señoritas y de Artes y Oficios,
institución que se encargó de preparar a las futuras profesoras y
profesionistas de la entidad. Describe cómo la Escuela Normal al-
bergó a varias instituciones y cómo la sección profesional estuvo cons-
tituida por los estudios de preceptoras de primera, segunda y terce-
ra clase, teneduría de libros, comercio y telegrafía. En la sección de
artes y oficios se establecieron los talleres de filigrana, fotografía,
flores artificiales, modas y confecciones, encaje inglés y catalán y
encuadernación. Otras instituciones que estuvieron anexas a ésta
fueron la Academia de Música para Señoritas del Estado de México,
que se encargó de formar a las futuras cantantes y ejecutantes de
algún instrumento, principalmente el piano o violín, y la Escuela
Teórico práctica de Obstetricia tuvo como finalidad preparar a las
mujeres en los cuidados femeninos.
Con el artículo “Huérfanas, nodrizas y profesoras poblanas a fi-
nales del siglo XIX”, María de Lourdes Herrera Feria, intenta docu-
mentar la existencia y el destino de mujeres recluidas en casas de
asistencia social en el período correspondiente al último tercio del
siglo XIX poblano como resultado de las políticas higienistas que se
oficializaron al amparo del “orden y el progreso” del régimen
porfirista.
Su colaboración se basa en la revisión de los documentos del
Orfanatorio de San Cristóbal, del Hospicio de Pobres y de la Escuela
de Artes y Oficios, recientemente rescatados y organizados en el
Grupo Documental Beneficencia Pública y de las actas del Registro
Civil, localizados en el Archivo General del Estado de Puebla, que
revelan una ciudad dentro de la ciudad en la que se hacen
omnipresentes los nacimientos no deseados, el abandono de infan-
tes, la locura, la enfermedad, la vejez y la muerte de grupos sociales
separados por las distancias infranqueables de la fortuna y el poder
de compra. En estos grupos sociales, la presencia femenina, desde
474 COMENTARIOS FINALES

la condición del abandono, se define en el mosaico social de la


marginación.
El artículo “Historia, raza y género en el fin del siglo poblano,
1894-1906” de Carmen Ramos Escandón, tuvo como objetivo anali-
zar el proceso de construcción de diferencia genérica y de concien-
cia histórica, en especial en relación a raza y memoria en las tesis de
la Escuela Normal de Profesoras del estado de Puebla (1895-1900).
Utilizando como fuente documental las tesis que para optar por el
grado de profesora en Instrucción Primaria se presentaron en la
Escuela Normalista del Estado, y que se han conservado hasta nues-
tros días; el trabajo indaga sobre el papel que la profesora de ins-
trucción elemental cumple en la transmisión de conocimientos y
valores que se entrecruzan con las nociones de identidad o raza,
cruciales en la elaboración del proceso de formación de la concien-
cia histórica.

***
Así, con este breve recorrido llegamos al siglo XX, marcado por múl-
tiples y perentorios cambios y en donde se inscribe la revolución
cultural más importante: la revolución de las mujeres. Los cambios
que generaron las mujeres no sólo alteró la vida sociocultural de
México y el mundo, sino también, la vida cotidiana. La mayoría de
las protagonistas de estas transformaciones fueron seriamente des-
calificadas. De ahí que el capítulo haya sido denominado Trangresoras
del siglo XX, en él se trató de incluir las historias, planteamientos y suce-
sos de mujeres que marcaron este período.
El primer artículo de este apartado, “La mujer moderna: una revis-
ta feminista y revolucionaria”, lo escribe María Elizabeth Jaime Espinoza.
El objetivo principal de la investigación es el análisis de la revista La
Mujer Moderna, editada por Hermila Galindo Acosta, feminista que
participó en la Revolución Mexicana. El trabajo tiene como finalidad
demostrar la importancia de La Mujer Moderna, como medio de di-
fusión para el desarrollo de dos causas ideológicas, la revolucionaria
y la feminista. Asimismo no sólo se analizaron los artículos que apa-
recieron publicados en la revista, sino el financiamiento de la misma
y las posiciones ideológicas de algunas de sus escritoras.
Por su parte, Elsa Muñiz García escribió “Sexualidad y género:
motivos de estado. México 1920-1935”, en donde plantea que el
cuerpo y la sexualidad son evocados constantemente para expresar
relaciones y fenómenos sociales y políticos que aparentemente nada
tienen que ver con la sexualidad de hombres y mujeres. No obstan-
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 475

te, analizar la importancia que los reconstructores del régimen du-


rante la etapa que va de 1920 a 1935 tuvieron sobre el cuerpo y la
sexualidad, permite advertir con claridad su función legitimadora
de relaciones sociales e incluso, de los propios sistemas políticos.
María Lourdes Cueva Tazzer, en su artículo “Casa-Escuela de la
Mujer Trabajadora: una propuesta de las comunistas para educar a
las mujeres en México, 1935-1940”, expone el proyecto educativo
“Casa-Escuela de la Mujer Trabajadora” propuesto por Concha
Michel y un grupo de mujeres de izquierda en el Frente Único Pro
Derechos de la Mujer Trabajadora (FUPDM) en los años treinta. La
investigadora hace destacar que fue una controvertida propuesta que
planteaba una educación diferente para la mujer que la otorgada,
hasta ese momento, por la Secretaría de Educación Pública. Aunque
fue el único proyecto de esta naturaleza realizado desde una organi-
zación no gubernamental y ajeno al partido oficial, recibió apoyo de
algunos funcionarios y desató polémica tanto al interior del FUPDM,
en la Secretaría de Educación así como en el mismo Partido Comu-
nista Mexicano.
El artículo “1953: Las Mujeres Poblanas y el derecho al voto. Sig-
nificados preliminares” de Ana María Huerta Jaramillo, recupera
información acerca de las actividades de las mujeres en Puebla du-
rante el año en que en México se otorga el derecho al voto femenino
pleno: 1953. Como una acción preliminar se pudieron encontrar los
perfiles de las reivindicaciones que generalmente quedan ocultas
cuando se privilegia la noticia del acontecimiento exclusivamente
político. El aparente deseo de participación política de las mujeres
posee dimensiones profundas que son destacadas en este artículo.
Blanca Estela Santibáñez Tijerina, con su artículo “Junto a un
gran obrero, una gran mujer: historias de mujeres en un entorno
fabril de Tlaxcala”, reúne las experiencias vividas por mujeres del
estado de Tlaxcala que fueron parte importante de la industria tex-
til de esa entidad. Aunque no existía la mano de obra femenina den-
tro de las factorías, ellas se vieron involucradas en las labores fabriles
a través de las rutinas diarias, de las actividades extramuros y sobre
todo del apoyo solidario a los obreros en los momentos de conflicto.
A través de la historia oral se reconstruyen parte de las vidas de estas
mujeres que narran de viva voz sus impresiones, vivencias, rutinas y
sinsabores de la vida que compartieron al lado de aquellos que forma-
ron parte de la industria textil, ya sea su padre, esposo e hijos.
Con el artículo “De la casa a la democracia. Un proceso de
empoderamiento. (Puebla, 1968)”, de Gloria A. Tirado Villegas, se
476 COMENTARIOS FINALES

retoma un período de trascendencia para México, el 68. Aquí Gloria


Tirado hace la precisión de que en la extensa bibliografía escrita
sobre esta etapa, las mujeres permanecen ausentes como actores so-
ciales en este movimiento social, parteaguas en la historia de Méxi-
co. Para la autora, el 68 fue un hito, también, en la historia de las
generaciones, la juventud, y en especial en el proceso de formación
política de las mujeres. A la inexistencia de la democracia social, se
sumaba el autoritarismo en la familia. Así, contar el resultado de las
experiencias para las jóvenes, en un ambiente altamente
masculinizado, significa reconstruir ese proceso de empoderamiento,
reconocido como ese poder que las mujeres obtienen para sí, darse
ese poder y participar en esas tomas de decisión consideradas “nor-
males” para los hombres.
Para cerrar este capítulo no pudimos dejar a un lado a una de las
mujeres poblanas más importantes de la cultura de México del siglo
XX, Elena Garro, quien con sus múltiples obras no sólo enriqueció la
literatura de México, sino que la hizo trascender sus fronteras. Ma-
ría del Carmen García Aguilar, con su artículo “Elena Garro: de la
rebeldía al ostracismo”, nos presenta un panorama amplio de la vida
y la obra de esta escritora.

***
No podíamos concluir este volumen si presentar algunos ejercicios de
exploración sobre Fuentes para la historia de las mujeres, en tanto que los
materiales que se han utilizado en todas las investigaciones, tienen un
eje común, hacer visible lo que hasta hace poco pasaba desapercibido,
el ser y hacer de las mujeres en la composición de la historia.
El artículo que abre esta sección destaca que, entre los recursos
metodológicos con los que se cuenta para el trabajo de historiar,
tenemos las fuentes orales que pueden explorarse mediante la “en-
trevista en profundidad”. En su artículo “El recurso de la oralidad
en los estudios de género: historias para contar”, Gabriel Montes
Sosa muestra a la “conversación” como herramienta de investigación
sobre la construcción simbólica de la paternidad, privilegiándola sobre
la entrevista, justificación que le merece una reflexión preliminar. El
autor destaca la importancia de la tradición en esos procesos de oralidad,
para obtener información y hace una reflexión sobre los trabajos de
investigación que ha desarrollado sobre la paternidad.
Enseguida el artículo “Fuentes documentales en el Archivo Ge-
neral Municipal de Puebla para el estudio de las mujeres. Siglos XIX
y XX”, escrito por María Eugenia Cabrera Bruschetta, Leticia López
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 477

Gonzaga, Felicitas Ocampo López, Rocío del Carmen Gómez


Hernández, Silvia Meza León, Paulino Fuentes Solar y Óscar Alejo
García; da una explicación amplia y detallada sobre la importancia
de las fuentes documentales que conforman el acervo del Archivo
General Municipal de Puebla, en busca de aquellas huellas que testi-
ficaron la presencia de mujeres durante los siglos XIX y XX.
El artículo “Las fuentes, los centros y los fondos documentales
sobre las mujeres en México”, de Elva Rivera Gómez, nos plantea
que las fuentes, los centros y los fondos documentales sobre las mu-
jeres que existen actualmente en nuestro país tienen un anteceden-
te: el movimiento de las mujeres. Este trabajo tiene como objetivo
central estudiar cómo se crearon los centros de documentación so-
bre las mujeres y cuál ha sido la contribución de las mujeres feminis-
tas, académicas y del movimiento amplio de mujeres al rescate y
recuperación de las fuentes e investigaciones de la historia de las
mujeres en México. Para ello, el trabajo se dividió en cuatro partes.
En la primera, se abordan las principales interrogantes sustentadas
por el feminismo a la historia tradicional, en particular a la visión
androcéntrica en el discurso y escritura de ésta; la segunda analiza
los conceptos de género y poder como categorías de análisis para
interpretar las fuentes históricas; la tercera estudia los orígenes de
los centros de documentación sobre la mujer y/o de género y su con-
tribución al rescate de la memoria colectiva de las mujeres en Méxi-
co, y por último se presentan los trabajos de corte histórico sobre
esta temática realizados por historiadoras/es en Puebla, del 2000 al
2004.
Finalmente María de Lourdes Herrera Feria, con las colabora-
ción de Lucero Rodríguez Velázques y Ubaldo Hernández Flores,
presenta “Fuentes hemerográficas: Mujeres en la prensa oficial
poblana: índice preliminar, 1849-1890”, breve artículo que propone
la sistematización y clasificación de la información que sobre las
mujeres aparece en el Periódico Oficial de Puebla, de 1848 a 1890.
Como resultado de este trabajo conjunto, destaca la descripción del
origen del Periódico Oficial de Puebla, que empezó a editarse en
Puebla en 1848.
***
De esta forma, presentamos a los interesados en el tema y a la curio-
sidad del lector un panorama general de los estudios históricos que
sobre las mujeres se están realizando en México; con mucho, este
volumen no es un recuento exhaustivo, quedan pendientes de pre-
sentación estudios sobre las mujeres en varias de las importantes
478 COMENTARIOS FINALES

regiones geográficas del país, sabemos que son muchos los temas,
espacios y épocas que aún faltan por desarrollar, sin embargo, para
quienes integramos el Centro de Estudios de Género y quienes se
sumaron a nuestro esfuerzo, este libro representa un paso, un firme
paso, por cierto, en esa tarea pendiente que los historiadores e his-
toriadoras acometemos con especial entusiasmo.

Enero, 2006

Notas:
1
Tirado Villegas, Gloria, coord. Construyendo la historia de las mujeres
(Puebla, Tlaxcala, Sinaloa). Puebla: Instituto Poblano de la Mujer y CEG-
FFyL-BUAP, 2001
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 479

AUTORAS/ES

MARÍA RODRÍGUEZ-SHADOW. Investigadora del INAH, Licenciada en Arqueo-


logía por la ENAH, maestra en Estudios sobre EEUU por la UDLAP y
doctora en Antropología por la UNAM. Tiene la Especialidad en Estudios
de la Mujer por la UAM-X. Es integrante del Sistema Nacional de Investi-
gadores. Ha participado en numerosos congresos nacionales e internacio-
nales. Es autora de varios publicaciones, entre ellas La condición femenina y
las relaciones entre los géneros en Mesoamérica prehispánica, México, INAH, 2004
(en disco compacto versión inicial); Identidad femenina, etnicidad y trabajo en
Nuevo México, Toluca, Universidad Autónoma del Estado de México, 2003;
La mujer Azteca, publicado por la Universidad Autónoma del Estado de
México, 2000. El Estado Azteca, Toluca, Universidad Autónoma del Estado
de México, 1998; El pueblo del Señor: Fiestas y Peregrinaciones del Santuario de
Chalma, Toluca, Universidad Autónoma del Estado de México, 2002. Es
compiladora de Chachihuite, ensayos en honor de Doris Heyden, 1999, México,
INAH y es autora de 26 artículos en libros, 46 artículos en revistas de Méxi-
co y el extranjero y 67 reseñas de libros.

MARÍA DEL PILAR PALETA VÁZQUEZ. Profesora-Investigadora del Colegio de


Historia de la Facultad de Filosofía y Letras. Benemérita Universidad Au-
tónoma de Puebla. Licenciada en Historia por la UAP. Exdirectora del Ar-
chivo Histórico Universitario de la BUAP. Ha participado en congresos
internacionales y nacionales. Sus publicaciones más recientes son: “Prego-
nes y pregoneros de Puebla en el siglo XVI”, en Voces e imágenes del Periodismo
en Puebla. Puebla, BUAP-AMPEP, 2004; “Para mujeres en historiadoras en
torno a un 8 de marzo” en La Historia vista por mujeres. Puebla, BUAP, 1998.

ANA MARÍA FERNÁNDEZ PONCELA. Profesora-Investigadora del Departamento


de Política y Cultura. División Ciencias Sociales y Humanidades. Universi-
dad Autónoma Metropolitana – Xochimilco. Doctora en Antropología So-
cial por la Universidad de Barcelona. Integrante del Sistema Nacional de
Investigadores. Es autora de los libros Mujeres y política: Balance y perspecti-
vas. México, IFE, 2004 “Pero vas a estar muy triste y así te vas a quedar” Cons-
trucciones de Género en la canción popular mexicana. México, INAH, 2002;
Estereotipos y roles de género en el refranero popular. “Charlatanas, mentorosas,

[ 479 ]
480

malvadas y peligrosas. Proveedores, maltratadores, machos y cornudos”. Barcelo-


na, Anthropos, 2002; Protagonismo femenino en cuentos y leyendas en México y
Centroamérica. Madrid, Narcea, 2000; Mujeres en la élite política: testimonios y
cifras. México, UAM, 2000. Es coautora de “Feminismo y opinión pública
hoy. Apuntes para una reflexión”, en Feminismo en México, ayer y hoy. Méxi-
co, UAM, 2000; Protagonismo femenino en cuentos y leyendas de México y
Centroamérica. Barcelona, Narcea, 2000. Coautora de Debates en torno a una
metodología feminista. México, UAM, 1998 y Feminismo en México ayer y hoy.
México, UAM, 2000. Colaboradora de revistas académicas y de difusión,
entre ellas FEM, La Ventana, Debate Feminista, Casa del tiempo y Desacatos.

ANGÉLICA RODRÍGUEZ MALDONADO. Profesora-Investigadora de la Licenciatu-


ra en Historia del Departamento de Filosofía y Letras de la Universidad
Autónoma de Tlaxcala. Licenciada en Historia y Maestra en Historia de
México por la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha sido beca-
ria PROMEP. Profesora de tiempo completo y Coordinadora fundadora de
la licenciatura en Historia del Departamento de Filosofía y Letras de la
Universidad Autónoma de Tlaxcala. Ha presentado varios artículos, po-
nencias y conferencias en congresos nacionales e internacionales en torno
a la conquista española, evangelización, vida cotidiana, e historia de las
mujeres. Su línea de investigación es la Conquista y evangelización españo-
la en Tlaxcala. Actualmente participa en la Línea de Investigación Historia
Social Mexicana, en el Proyecto: Tlaxcala durante la primera república.
1821-1835. Colaborando con “Tlaxcala y su clero durante los años 1821-
1835”. Entre sus publicaciones destacan “Las mujeres en la historia de Tlaxcala
de Diego Muñoz Camargo” en Construyendo la historia de las mujeres (Puebla,
Tlaxcala y Sinaloa); “Las mujeres y la vida cotidiana”, en I Foro: Las mujeres en el
nuevo milenio. Tlaxcala, UAT-ITC-CEDHT-IEM, 2001.

MARCELA SUÁREZ ESCOBAR. Profesora-Investigadora de la Universidad Autó-


noma Metropolitana-Atzcapotzalco. Licenciada en sociología, maestra en
historia y candidata a maestra en derecho, doctora en historia. Ha sido
profesora de asignatura en la escuela de Estudios Profesionales de Acatlán
(UNAM) y profesora de cátedra en el Instituto Tecnológico de Estudios
Superiores de Monterrey plantel estado de México. Es integrante del Siste-
ma Nacional de Investigadores, nivel I. Fue jefa del área de historia en el
plantel Atzcapotzalco de la UAM y presidenta de la comisión dictminadora
para el área de humanidades de las tres unidades de la Universidad Autó-
noma Metropolitana. Ha publicado alrededor de 40 artículos especializa-
dos, coordinado cinco libros, y escrito dos como autora individual Hospita-
les y sociedad en la ciudad de México del siglo XVI y Sexualidad y norma sobre lo
prohibido. La ciudad de México en las postrimerías del virreinato, editados por la
UAM. Actualmente prepara otro más: la delincuencia y el control social en la
primera mitad del siglo XIX en México. Ha participado en libros colectivos: la
serie de 4 Anuarios sobre el 500 aniversario de la presencia de España en América,
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 481

Polvos de olvido (UAM-INBA), Candelas y candelitas (UAM-A)y recientemente


Antropología jurídica editado por Anthropos.

INDIRA DULCE M. PALACIOS. Licenciada en Historia, Colegio de Historia de


la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP, título de la tesis “La partera
colonial, hacia el nuevo orden ilustrado, 1536-1831”, Cum Laude. Maestra
en Historia, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, BUAP, título de
la tesis “La asistencia pública y el Hospital General de San Pedro: 1879-
1910, Ad Honorem. Ha sido becaria de excelencia académica por la BUAP
en el periodo 1995-1998, por TELMEX en el periodo 1997-1999; por
CONACYT en el periodo de 2002-2004; mejor promedio en Historia en
los años 1996 y 1998; mejor tesis de Historia en el año 2000. Ponente en el
XX Encuentro Nacional de Estudiantes de Historia, Universidad de San
Nicolás de Hidalgo, Morelia, Michoacán (1998); ponente en el 1er Con-
greso Nacional de Investigaciones sobre las Mujeres, BUAP (2001); dictó la
conferencia “Investigación en torno a la historia de las mujeres” en el cole-
gio de Historia en abril de 2002; asistente al Coloquio Internacional “Diá-
logos con el pensameinto historiador”, del 17 al 20 de junio de 2002 en
Puebla; asistente al Primer Encuentro de Especialistas en Historia y Filoso-
fía de la Medicina, ICSyH, BUAP, julio de 2004. Es profesora de Historia
en instituciones de Nivel Medio y Superior. Actualmente se desempeña en
el Instituto Alejandría, A.C.

RAÚL AGUILAR CARBAJAL. Suprema Corte de Justicia de la Nación, Archivo


Histórico. Actualmente cursa la licenciatura en Archivonomía en la Escuela
Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía. Sus publicaciones más re-
cientes son “Revista para mujeres del siglo XIX” en Takwá. Revista de estu-
diantes de historia, Número uno, Otoño de 2000, Guadalajara, Jal.; “Autos
sobre un sermón: la vida social y religiosa de la villa de Atlixco en la prime-
ra mitad del siglo XVIII,” en Quesada Noemí, Martha Eugenia Rodríguez
y Marcela Suárez (editoras), Inquisición Novohispana, UNAM-Instituto de
Investigaciones Antropológicas-UAM, México, 2000, Tomo II.
JULIETA DE LA TORRE HERRERA. Suprema Corte de Justicia de la Nación, Ar-
chivo Histórico. Licenciada en Contaduría. Ha traducido al español los
siguientes textos sobre Archivística Estudio sobre la administración inte-
gral de plagas en bibliotecas y archivos, 1998; Administración de docu-
mentos y archivos para directivos, 1998; Obstáculos para el acceso, el uso y
la transferencia de información en los archivos, 1998; Estudio sobre el con-
trol de la seguridad y el almacenamiento de las colecciones, 1998; Usos y
usuarios de los archivos (antología), 1999; La historia y los archivos: pun-
tos de encuentro, 1999; Técnicas tradicionales de restauración, 1999; Mé-
todos de evaluación para determinar las necesidades de conservación en
bibliotecas y archivos, 1999; El papel de los archivos y la administración de
documentos en los sistemas nacionales de información, 2000; Introduc-
ción a la automatización archivística, 2000; Problemas conceptuales rela-
482

cionados con los documentos electrónicos, 2000; Lineamientos sobre polí-


ticas de conservación del patrimonio de archivos y bibliotecas, 2000; Ma-
nual de procedimientos para proyectos de historia oral, 2000; La comuni-
cación en los archivos, 2001; Serie de glosarios: 1. Glosario analítico de
acervos documentales, 1998 y 2. Archivos: una clasificación singular, 1998.

VIRGINIA HERNÁNDEZ ENRÍQUEZ. Docente en la Facultad de Ingeniería de la


BUAP y colaboradora del Centro de Estudios de Género de la Facultad de
Filosofía y Letras-BUAP. Candidata a Doctora en Ciencias del Lenguaje
por la BUAP, maestra en Literatura por la UDLAP y Licenciada en Litera-
tura y Lingüística Hispánica por la BUAP. Entre sus publicaciones destacan
“¿Podemos hablar de un feminismo posmoderno? (relación: feminismo-
posmodernidad)”. En Revista Graffylia Enero-junio, 2003; “Género, ética y
publicidad”, en Las nuevas identidades. Puebla, BUAP/FFyL, 2002; “Educa-
ción femenina y transgresión en Mal de amores”, en Las miradas de la críti-
ca. Los discursos de la cultura hoy. México, UAM, 2001; “Desmitificación del
héroe y de las figuras masculinas en Mal de amores de Ángeles Matretta”, en
I foro: Las mujeres en el nuevo milenio. Tlaxcala, UAT, 2001 y “Literatura
femenina, creadora de identidad”, en Expresión Universitaria. Universidad
de la Chontalpa, Julio-Agosto, 2001.

MAYABEL RANERO CASTRO. Profesora e investigadora de la Facultad de Socio-


logía de la Universidad Veracruzana. Licenciada en Sociología, Maestra en
Literatura Mexicana por la Universidad Veracruzana. Tiene estudios doc-
torales en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Au-
tora de varios artículos sobre el sistema hospitalario de Veracruz del siglo
XVI al XVIII, la instauración de hospitales militares y el surgimiento del
ejército novohispano. Actualmente estudia la construcción de las identida-
des femeninas mexicanas en el siglo XIX.

MARTHA EUGENIA DELFÍN GUILLAUMIN. Escuela Nacional de Antropología e


Historia. Licenciada en Etnohistoria (ENAH), Maestra en Historia (UNAM)
y Doctorante en Estudios Latinoamericanos (UNAM). Se ha desempeñado
como jefa de carrera de la Licenciatura de Historia de la ENAH de 1997 a
2001. Actualmente es profesora de asignatura de la Escuela Nacional de
Antropología e Historia en las Licenciaturas de Etnohistoria y de Antropo-
logía Social. Ha publicado los siguientes artículos y reseñas “Es bueno mi-
rarse en su propia sombra”, entrevista a la actriz mapuche Luisa Calcumil,
en Latinoamérica, analisi testi dibattiti, Roma, Italia, enero-marzo, 1991; “La
guerra contra el indio del sur de Mendoza, Argentina, a raíz de la aplica-
ción de las reformas borbónicas”, en revista Nuestra América, UNAM, 1992;
“La campaña del desierto de 1879: el exterminio de indios en Argentina”,
revista Umbral, Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, mayo
de 2001; “Mujeres y poder en el México prehispánico”, reseña analítica del
libro La mujer azteca, María Rodríguez Shadow, en Ciencia, Revista de la
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 483

Academia Mexicana de Ciencias, UNAM, volumen 54, número 3, México, ju-


lio-septiembre 2003. Esta reseña también ha sido publicada en CEMHAL,
Le Centre d’Études “La mujer en la historia de América Latina”, París,
boletín No. 40 (año IV-diciembre 2002).

FERNANDA NÚÑEZ BECERRA. Centro INAH- Veracruz. Doctora en Historia por


la Universidad de Paris VII, Denis Diderot. Profesora-Investigadora, Titu-
lar C, adscrita en el Centro INAH-Veracruz, Integrante del Sistema Nacio-
nal de Investigadores, Nivel I. Docente en la ENAH y en la Universidad
Veracruzana. Es autora de los libros Malinche, de la historia al mito. Serie
Historia. Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1996. (1a.
reimpresión, 1998); La prostitución y su represión en la ciudad de México (S.
XIX) Discursos y Representaciones, Ed. GEDISA, Barcelona, 2002. Ha publi-
cado en revistas: “¿Es posible hacer una historia de las mujeres?”, en Histo-
rias, no.16, INAH-DIH, México, enero-marzo 1987; Malinche, en Debate
Feminista, año 3, vol.5, México, marzo 1992; “Las peligrosas relaciones de
las ciencias biomédicas con el nazismo”, en revista del CIESAS Desacatos,
no.5, México, 2000; “Doña Bárbara de Echagaray, beata y pecadora
xalapeña de fines del XVIII”, en Relaciones 88, otoño 2001, vol. XXII.; “El
lugar de las mujeres en/de la Historia”, en Graphen de Historiografía, no. 1,
INAH, 2002 y “Motines en el San Juan de Dios. La resistencia de las prostitu-
tas al control médico en el México decimonónico”, en Medicina, Ciencia y So-
ciedad en México, siglo XIX, Laura Cházaro ed., El Colegio de Michoacán, Uni-
versidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2002.

GUADALUPE RÍOS DE LA TORRE. Profesora-Investigadora Universidad Autóno-


ma Metropolitana-Atzcapotzalco. Doctora en Historia-UNAM. Ha publi-
cado Literatura y Género: Santa, Los de abajo y La Negra Angustias. México,
UAM-A, 1999; Imágenes de las mujeres en el México porfiriano. México, UAM-
A, 1999; Las tradiciones populares en las revistas femeninas de la Revolución.
México, UAM-A/INBA/CONACULTA; México Liberal: Prostitución y regla-
mentación. México, IPN. 2000; “México: Recuerdos y Cambios (1876-1920)”
en Estudios Históricos: Arquitectura y Diseño. núm. 6, UAM-A, 2001; Los signos
de la belleza femenina en algunas publicaciones del siglo XIX. UAM-A/Casa Lamm,
2001; “Recuerdos y cambios (1876-1920)”, en Estudios Históricos Arquitectu-
ra y Diseño. UAM-A, 2002; “Revolución: Muerte y Tradición”. en Cemente-
rios, LLoronas y Corridos (1920-1940). 2002; “Fotografía Prostibularia, en
Revista Electrónica”, en Tiempo y Escritura. 2003. Ha sido conferencista y ha
participado en los congresos: Lasa 2000, 2001,2002 International Congress;
39 Congress International on Historu the Medicine (2001, 2002, 2003 y
2004); Primer Congreso Nacional de Investigaciones sobre las mujeres.
Un encuentro con el nuevo milenio. Puebla, Puebla y Congreso de la Fede-
ración Internacional de estudios sobre América Latina y El Caribe, Moscú

MARÍA DEL CARMEN TONELLA TRELLES. Maestrante en Ciencias Sociales de El


Colegio de Sonora. Especialidad en Métodos de Investigación Histórica.
484

Licenciada en Historia por la Universidad de Sonora. Titulada con Men-


ción honorífica. Ha publicado «La Guerra del yaqui a través de la prensa
arizonense» en Memoria del XXII Simposio de Historia y Antropología de Sono-
ra. Departamento de Historia y Antropología de la Universidad de Sonora,
febrero de 1997; «Fondo de Notarías del Archivo General del Estado de
Sonora» en Memoria del XXIV Simposio de Historia y Antropología de Sono-
ra: Archivos y Fuentes para la Investigación Histórica. IIH de la Universi-
dad de Sonora, febrero de 1999. Tomo 2; «Huellas en la arena del tiem-
po. Rescate del Archivo Municipal de Guaymas», en Memoria del XXIV
Simposio de Historia y Antropología de Sonora. IIH de la Universidad de So-
nora, febrero de 1999. Tomo 2; «Mujeres del Norte. Un estudio de la pre-
sencia femenina en Ures, Sonora, basado en testamentos», publicado en
Región y Sociedad, revista de El Colegio de Sonora, volumen XIII, no. 21,
enero-junio 2001.

NORMA GUTIÉRREZ HERNÁNDEZ. Docente-Investigadora de la Unidad Acadé-


mica de Historia-Programa de Licenciatura de la Universidad Autónoma
de Zacatecas. Licenciada en Humanidades con Especialidad en Historia
por la Universidad Autónoma de Zacatecas y Especialista en Estudios de
Género por El Colegio de México. Estudia la Maestría en Ciencias Socia-
les. La línea de investigación que desarrolla es: La violencia en la ciudad
de Zacatecas durante el porfiriato: un estudio de género. Ha publicado La
educación de las mujeres zacatecanas durante el régimen porfirista: género, alcan-
ces y oportunidades laborales. Zacatecas, Fundación «Roberto Ramos Dávila»,
(Trabajo ganador de el IV Concurso de Historia Regional 2000); «La parti-
cipación laboral de las mujeres zacatecanas durante el porfiriato», en Án-
gel Román Gutiérrez, coord., Primer Foro para la Historia de Zacatecas. Memo-
rias, Zacatecas, Unidad Académica de Historia-Programa de Licenciatura-
Centro Interinstitucional en Artes y Humanidades, 2004; «El ejercicio del
amor venal en la ciudad de Zacatecas durante el porfiriato», en Sigma.
Revista Cultural, Año 1, Núm. , Zacatecas, Zac., Abril-Junio del 2004 y “Las
mujeres en la Historia: un panorama general”, en el Primer Encuentro de
Investigaciones sobre Mujeres y Perspectiva de Género. Memorias, Zacatecas, Centro
Interinstitucional de Investigaciones en Artes y Humanidades, (en prensa)

MARÍA DEL CARMEN GUTIÉRREZ GARDUÑO. Docente - investigadora del Institu-


to Superior de Ciencias de la Educación del Estado de México. División
Académica Tejupilco en la línea de Historia de la Educación. Licenciada
en Educación Primaria por la Escuela Normal No. 1 de Toluca, Maestra en
Ciencias de la Educación por el Instituto Superior de Ciencias de la Educa-
ción del Estado de México, Becaria CONACYT y candidata a Doctora en
Educación por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Ha publi-
cado “La instrucción para las niñas ricas. Los colegios particulares en la
ciudad de Toluca, 1867 – 1910”. En: María Adelina Arredondo. Obedecer,
servir y resistir. La educación de las mujeres en la historia de México. México:
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 485

Universidad Pedagógica Nacional, 2003; «La construcción de un modelo


educativo de utilidad social. La Escuela de artes y Oficios para señoritas
del Estado de México 1891 – 1910. En: CIVERA, Alicia (Coord). Experien-
cias educativas en el Estado de México: Un recorrido histórico. Zinacantepec,
México: El Colegio Mexiquense A. C., 1999; « De la educación de las niñas
a la mujer educadora en el siglo XIX. En: GALVAN, Luz Elena (Coord.)
Miradas en torno a la educación de ayer. México: COMIE, 1997; «Las Mujeres
públicas en la ciudad de Toluca a finales del siglo XIX. En: Memorias del
Tercer coloquio regional de investigación. México: UAEM, 1997.

MARÍA DE LOURDES HERRERA FERIA. Profesora-Investigadora del Centro de


Estudios de Género y del Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y
Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Licenciada en
Historia, Maestra en Ciencias del Lenguaje y estudiante del Programa de
Doctorado en Historia del ICSYH por la BUAP. Actualmente es coordina-
dora del Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras. Ha publi-
cado “La domesticación del cuerpo femenino en la perspectiva de la histo-
ria regional” in GénEros. Revista de análisis y divulgación sobre los estudios
de género. Febrero 2003, año 10, no. 29. Colima, México, Universidad de
Colima; “Aprendices de artesanas en la ciudad de Puebla de los Angeles a
finales del siglo XIX” in Graffylia. Revista de la Facultad de Filosofía y Letras de
la BUAP, Año I, no. 1, enero-junio de 2003; “Fuentes para la historia de la
educación técnica en Puebla durante el porfiriato: la escuela de Artes y
Oficios” in Sergio Niccolai y Humberto Morales Moreno coords. La cultura
industrial mexicana. Memoria del Primer Encuentro Nacional de Arqueología In-
dustrial. Puebla, México, BUAP y CMPCPI, 2003; “El gabinete de física de
la Escuela de Artes y Oficios de Puebla”. In Revista Elementos no. 44, No-
viembre 2002 enero 2003, Puebla, México, BUAP. Coautora de Construyen-
do la historia de las mujeres (Puebla, Tlaxcala, Sinaloa). Puebla, México, Insti-
tuto Poblano de la Mujer-CEG/FFyL-BUAP, 2002. Es autora del libro La
educación técnica en Puebla durante el porfiriato: la enseñanza de las artes y los
oficios. Puebla, SIZA-CONACyT, BUAP, UTP, SEP, 2002.

CARMEN RAMOS ESCANDÓN. Centro de Investigaciones y Estudios Superiores


en Antropología Social-DF. Autora del libro El debate por el sufragio. México,
CIESAS, 2002. Ha publicado los siguientes artículos y capítulos de libro
entre los que destacan “Mujeres positivas: los retos de la modernidad en las
relaciones de género y la construcción del parámetro femenino en el fin
del siglo mexicano, 1880-1910”, en Modernidad, tradición y alteridad. La ciu-
dad de México en el cambio del siglo (XIX-XX).México, IIH-UNAM,2001. “Le-
gislación y representación de género en la nación mexicana: la mujer y la
familia en el discurso y la ley (1870-1890)”, en Mujeres y naciones en América
Latina: problemas de inclusión y exclusión. Madrid-Frankfurt, 2001. Es coautora
y ha coordinado los libros Género e Historia. México, UAM/Instituto Mora,
1992; El género en Perspectiva: De la dominación universal a la representación
486

múltiple. México, UAM, 1991; Presencia y Transparencia. México, COLMEX,


1990. Ha publicado artículos en las Revistas Debate Feminista, FEM, Signos,
Revista Europea de Estudios Latinoamericanos, Secuencia y del Caribe, Bajo el
Volcan.

MARÍA ELIZABETH JAIME ESPINOZA. Profesora-Investigadora de la Licenciatu-


ra en Historia del Departamento de Filosofía y Letras de la Universidad
Autónoma de Tlaxcala. Maestra en Historia Contemporánea siglos XIX y
XX, por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. Candidata
a doctora en Historia por la Universidad Autónoma Metropolitana–
Iztapalapa. Ha sido ponente en Congresos Nacionales e Internacionales.
Es autora de artículos sobre la prensa femenina en el porfiriato y la partici-
pación de la mujer en la Revolución mexicana. Sus más recientes publica-
ciones son “El debate feminista en México: El caso de los juegos florales de
Puebla 1902”, en I Foro: Las mujeres en el nuevo milenio. Tlaxcala, UAT-ITC-
CEDHT-IEM, 2001; “Una historia olvidada. Las mujeres en la Puebla revo-
lucionaria (1910-1917)”, en Marginalidad y Minorías en el Pasado Mexicano.
Memoria del XVI Congreso de Historia Regional. Sinaloa, UAS –H. Ayuntamiento
de Mocorito, 2000.

ELSA MUÑIZ GARCÍA. Profesora-Investigadora en el Departamento de Hu-


manidades de la Universidad Autónoma Metropolitana-Atzcapozalco. Doc-
tora en Antropología y maestra en Historia por la escuela Nacional de
Antropología e Historia; especialista en Estudios de la Mujer por el Cole-
gio de México; Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Ha publi-
cado los libros Cuerpo, representación y poder. México en los albores de la reconstruc-
ción nacional, 1920-1934. México, UAM-Porrúa, 2002; El enigma del ser: la
búsqueda de las mujeres. México, UAM, 1994. Es autora de diversos artículos
especializados publicados en libros colectivos y revistas universitarias como
Nueva antropología, Acta Sociológica y Fuentes Hermenéuticas entre otras.

MARÍA DE LOURDES CUEVA TAZZER. Profesora-Investigadora de la Facultad de


Filosofía y Letras de la Universidad de Guanajuato. Realizó la Licenciatura
en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente,
Guadalajara, Jalisco y la Maestría en la División de Estudios de Posgrado
de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma
de México y candidata a Doctora en Humanidades con especialidad en
Historia en la Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa. Trabajo
doctoral: “La pasión silenciada: las mujeres comunistas en México 1924-
1940”. Es autora, entre otros artículos, del libro La educación socialista en
Sinaloa, 1934-1940 publicado por la Universidad de Occidente, Culiacán,
Sinaloa, 2001 y ha colaborado en los libros colectivos: Educación, Trabajado-
res y Movimiento Obrero, Universidad Autónoma de Sinaloa, 1992; Miradas
en torno a la educación de ayer, Universidad de Guadalajara, Consejo Mexica-
no de Investigación Educativa, A.C., 1997 y Las Universitarias frente al siglo
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 487

XXI, Universidad de Guanajuato, Asociación de Universitarias de


Guanajuato, A.C., 1998.

ANA MARÍA DOLORES HUERTA JARAMILLO. Profesora-Investigadora del Institu-


to de Ciencias Sociales y Humanidades. Benemérita Universidad Autóno-
ma de Puebla. Doctora y Maestra en Historia por la UNAM, Licenciada en
Historia por la UAP. Integrante del Sistema Nacional de Investigadores,
nivel 1. Es autora de los libros Lavanderas en el Tiempo. (Coord.) México,
Instituto Nacional de las Mujeres/Instituto Poblano de la Mujer, 2003; La
historia de cada día. Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla/
Facultad de Filosofía y Letras, 2002. (Serie Historia No. 1); Salus et Solatium.
El desarrollo de las ciencias médicas en Puebla durante el siglo XIX. Méxi-
co. Gobierno del Estado de Puebla/BUAP/Archivo Histórico Universitario.
2001. (Cuadernos del Archivo Histórico 11). Coautora de los libros Voces e
imágenes del periodismo en Puebla. BUAP-AMPEP, 2004; Construyendo la histo-
ria de las mujeres. Puebla, IPM-CEG/BUAP,2002; Las nuevas identidades. Pue-
bla, BUAP, 2002; La Historia vista por Mujeres. Puebla, CEG-BUAP, 1998.

BLANCA ESTHELA SANTIBÁÑEZ TIJERINA. Profesora-Investigadora del Instituto


de Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemérita Universidad Autó-
noma de Puebla. Maestra en Historia. Entre sus publicaciones destacan Las
huelgas textiles tlaxcaltecas durante el Porfiriato, Cuadernos de Trabajo no. 24.
ICSyH-BUAP-CECyT, 1996; “Leopoldo Gavito: empresario y político de
Puebla durante el porfiriato”, en Enlaces, No. 4, primavera-verano de 1996;
“En las Márgenes del río Zahuapan. La industria textil en Tlaxcala”, en
Historia e Imágenes de la Industria Textil Mexicana Puebla, Tlaxcala y Veracruz,
Puebla, CITPTlaxcala-Puebla-GEP-KoSa México-ICSyH/BUAP, 2000; “Las
Voces del Pasado: historias de vida y trabajo en las fábricas textiles de
Tlaxcala”, en Memoria del IV Semanario Internacional de Historia Oral. Testi-
monios orales para interpretar el siglo XX, Guanajuato, Asociación Mexi-
cana de Historia Oral, Universidad de Guanajuato, CD-R, 2000 y “López
de Letona: familia vizcaína de empresarios porfirianos”, en Grajales, Agustín
y Lilián Illades Comp., Presencia española en Puebla, siglos XVI-XX, México,
BUAP-Embajada de España en México, 2002.

MARÍA DEL CARMEN GARCÍA AGUILAR. Profesora-Investigadora del Colegio de


Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Benemérita Universidad
Autónoma de Puebla. Es Licenciada en Filosofía por la Benemérita Uni-
versidad Autónoma de Puebla, México (BUAP), maestra en Filosofía por la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), actualmente estu-
dia el Doctorado en Filosofía en la UNAM. Fundadora y coordinadora
del Centro de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y Letras
de la BUAP. Es Autora de Un discurso del silencio. Teoría y crítica literaria
feminista. Secretaría de Cultura del Estado de Puebla, 2002. y de Temas
y diferencias. Escritoras Mexicanas Contemporáneas, PEM-BUAP, 1999 y
488

prologuista de la Antología de Dramaturgas Mexicanas: Mujer, Teatro y País,


Tablado Iberoamericano, 2000; así como de Teatro, Mujer y Latinoamérica.
México, Tablado Iberoamericano, 2001. Es coautora de los libros: Pers-
pectivas feministas. BUAP, 1991; Mujer, Cultura y Sociedad. Gobierno del Estado
de Puebla, 1991; Filosofía y Género. UNAM, 1995; 11 mujeres de la investigación
a la poesía. AMPEP-UDLA, 1997; Género y educación. UNAM, 1997; La historia
vista por mujeres. Experiencias y Retos. BUAP, 1998; Memorias del Congreso Inter-
nacional de Estudios de Género. 1999. Morelia, Mich. UANH; Cerrando la puerta
del siglo XX, AMPEP-BUAP, 2000; Nuevas identidades, BUAP, 2002 y Constru-
yendo la historia de las Mujeres, BUAP-IPM, 2002.

GLORIA A. TIRADO VILLEGAS. Docente-Investigadora del Instituto de Cien-


cias Sociales y Humanidades de la Benemérita Universidad Autónoma de
Puebla. Doctora en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de
México, Maestra en Historia Económica por la UAM, Unidad Iztapalapa y
Licenciada en Economía por la Universidad Autónoma de Puebla. Inte-
grante del Sistema Nacional de Investigadores, nivel 1. Es docente colabo-
radora en el Colegio de Historia y la Maestría en Ciencias Sociales, con
especialidad en Historia de la Ciencia y la Tecnología de la Facultad de
Filosofía y Letras y la Maestría en Ciencias Políticas de la Facultad de Dere-
cho de la BUAP. Además, colabora con el doctorado en Ciencias Sociales
de la Universidad Autónoma de Sinaloa/ Universidad de Sonora. Autora
de los libros: La otra historia. Voces de Mujeres del 68. Puebla, Puebla, BUAP-
IPM, 2004, Vientos de la democracia. El 68 en Puebla. BUAP, 2001; Memoria de
la Escuela Secundaria José de la Mora, Puebla, 2001; Hilos para bordar, mujeres
poblanas en el porfiriato. H. Ayuntamiento de Puebla, Colección Consejo de
la Crónica, 2000; Suspiros del ayer. Mujeres poblanas de los cuarenta a los sesen-
ta, CEG, BUAP-Programa Estatal de la Mujer, 1998. Es Coautora y coordi-
nadora de los libros:Voces e imágenes del periodismo en Puebla, 2004; Constru-
yendo la Historia de las mujeres (Puebla, Tlaxcala y Sinaloa), IPM-CEG/FFyL-
BUAP, 2002 y La Historia vista por mujeres. CEG, 1998.

GABRIEL MONTES SOSA. Profesor-Investigador del Centro de estudios de


Género y del Colegio de Antropología de la Facultad de Filosofía y Letras
de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Licenciado en Psico-
logía y maestro en Psicología Social por la Benemérita Universidad Autó-
noma de Puebla. Integrante del Padrón de Investigadores de la BUAP. Ha
cursado varios diplomados en Derechos Humanos; tiene estudios en Desa-
rrollo Sustentable y Gestión Ambiental y especialización en Programas de
Educación en Políticas de Desarrollo. Las líneas de investigación que desa-
rrolla son el análisis de la violencia, estudios sobre la juventud, la paz, la
regulación de conflictos y mediación, desde la perspectiva de género y la
psicología social. Sus publicaciones mas recientes son “La paternidad de
todos los días”, en Construyendo la historia de las mujeres. Puebla, Tlaxcala,
Sinaloa, BUAP-IPM, 2002; “La construcción social de la paternidad”, en
ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE LAS MUJERES EN MÉXICO 489

Las nuevas identidades, Puebla, BUAP, 2002; “Idea de paternidad en parejas


que asisten a Consulta GinecoObstétrica. Un estudio de Género en el Hos-
pital Universitario de Puebla”, en Enlaces, Revista de Ciencias Sociales y
Humanidades, No. 6, BUAP, 1999. Es autor del Manual de resolución no
violenta de conflictos, publicado por la Comisión de Derechos Humanos del
Estado de Puebla.

MARÍA EUGENIA CABRERA BRUSCHETTA. Licenciada en Archivonomía por la


Escuela Nacional de Bibliotecología y Archivísitica, ha dirigido diferentes
repositorios documentales en el Estado de Puebla, fue directora del Archi-
vo General del Estado en su primera época, fue directora del Archivo Ge-
neral Municipal de Puebla.

LETICIA LÓPEZ GONZAGA, FELICITAS OCAMPO LÓPEZ, ROCÍO DEL CARMEN GÓMEZ
HERNÁNDEZ, SILVIA MEZA LEÓN, PAULINO FUENTES SOLAR Y OSCAR ALEJO GARCÍA.
Archivo General Municipal. Historiadoras/es. Egresadas/os de la Licencia-
tura en Historia de la BUAP. Coautores de los libros Conformación del cabildo
de la Ciudad de Puebla en el siglo XX. Puebla, H. Ayuntamiento del Municipio
de Puebla-Archivo General Municipal, 2001 y La presencia femenina en la
Puebla Novohispana. Siglos XVI y XVII. Puebla, H. Ayuntamiento del Muni-
cipio de Puebla-Archivo General Municipal, 1999.

ELVA RIVERA GÓMEZ. Profesora-Investigadora del Centro de Estudios de Gé-


nero y del Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Es maestra en Ciencias His-
tóricas por la Universidad Amistad de los Pueblos, Moscú, Rusia. Estudia
el Doctorado en Historia y Estudios Regionales de la Universidad
Veracruzana. Sus publicaciones más recientes son “Los programas
radiofónicos de y para mujeres en la ciudad de Puebla (1995-2000), en
Voces e Imágenes del Periodismo en Puebla. Puebla, BUAP-AMPEP, 2004; “Gé-
nero, educación y Universidad. Un acercamiento a la historiografía en
México”, en: Rodríguez Sáenz, Eugenia (ed.). Especial: Historia, Política,
Literatura y Relaciones de Género en América Central y México. Siglos XVIII,
XIX y XX. DIÁLOGOS. Revista Electrónica de Historia, Vol. 5. No. 1 y 2
Abril 2004- Febrero 2005,Costa Rica, Escuela de Historia-Universidad de
Costa Rica. 2004; autora de artículos en la Revista GénEros de la Universi-
dad de Colima y de la Revista Graffylia de la BUAP; es coautora de los
libros: Historia de las mujeres en América Latina, Murcia, España 2003; Cons-
truyendo la Historia de las Mujeres. (Puebla, Tlaxcala, Sinaloa. Puebla, IPM-
BUAP, 2002 y Las nuevas identidades, Puebla BUAP, 2002.
490

Estudios históricos sobre las mujeres en México, de


María de Lourdes Herrera Feria (coordinadora),
se terminó de imprimir en el mes de febrero de
2006 en los talleres de LunArena, Arte y Diseño,
S.A. de C.V.. El diseño, la composición
tipográfica y el cuidado de la edición estuvieron
a cargo de J.C. Blázquez.

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