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“El interés por la interculturalidad como perspectiva de análisis y tema de discusión se ha ampliado en los
últimos tiempos y está cada vez más presente en espacios de discusión, preocupaciones académicas y
documentos de formulación de políticas públicas. Sin embargo, lo que percibimos es que muchas veces la
apuesta por el diálogo crítico y horizontal, elemento constitutivo de la interculturalidad, se queda solo en
el plano del discurso y el deber ser. Que la interculturalidad sea reconocida como deseable y parte de los
enfoques de las políticas sociales nos parece muy importante, pero es insuficiente. Como ya hemos dicho
en otras ocasiones, la interculturalidad como perspectiva involucra no solo la discusión teórica, ni solo la
pretensión del diálogo, sino también, discusiones y transformaciones de fondo, que incluyen cambios en
nuestras relaciones sociales cotidianas, la búsqueda de la equidad social y la democracia. Es decir, la
interculturalidad implica varios planos de análisis y acción.

A nivel macro, la interculturalidad involucra abordar, por ejemplo, cómo las relaciones entre las culturas
se vinculan de modo complejo, pero estrecho, con las relaciones de poder sociales y económicas, y las
formas de hacer política. Queremos en estas líneas, hacer una reflexión especial sobre el nivel micro, el
nivel de lo cotidiano de nuestras vidas. Aquí, la perspectiva intercultural, como la de género, nos interpela
y nos confronta con nosotros mismos, con la forma en que nos auto-percibimos, con la manera que nos
vemos y relacionamos con los otros y otras, y establecemos jerarquías sociales y culturales. Ese es el reto
de mayor complejidad que enfrentamos los que asumimos dichas perspectivas. Eso no es fácil. Eso supone
ser consciente no solo de lo que postulamos y deseamos, sino y sobre todo, de lo que hacemos. Supone
coherencia entre nuestras propuestas y acciones. A algunos les resulta difícil ser coherentes
intelectualmente, como lo dice Guillermo Rochabrún (ver entrevista que le hacemos en este número). En
otros casos, las promesas, postulados y propuestas están resentidas con sus acciones. Es en este terreno
en el que también debemos de focalizar, porque queriéndolo o no, vivimos en un contexto donde las más
de las veces se estereotipa y discrimina a las personas. Quizá hemos formado parte de una familia, barrio
u otro entorno social donde hemos escuchado desde niños decir, como en la canción de Rubén Blades, “no
juegues con niños de color extraño”, a lo que yo agregaría, de cultura extraña, de barrio o grupo social
distinto. Cuántas veces repetimos, o nos reímos con las mismas bromas que escuchamos en estos entornos,
chistes racistas, sexistas, machistas u homofóbicas. La interculturalidad tiene que ver con todo eso. Nos
interpela y nos confronta con todo ese bagaje aprehendido e internalizado por años; ideas y mensajes que
no nos acercan, integran, más bien excluyen o discriminan. La apuesta por la interculturalidad nos debe
de permitir develar y transformar esas formas excluyentes y jerárquicas de relacionarnos que se re-
producen en el ámbito cotidiano.”

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