El existencialismo es una de las corrientes filosóficas más influyentes e
importantes del siglo XX. El existencialismo en el siglo XX surgió después de la primera guerra mundial y tuvo un nuevo renacer después de la segunda guerra mundial, época en la que se hizo popular en cuanto a su proyección literaria y artística. Las guerras mundiales, dejaron un fuerte impacto psicológico en los hombres de ese tiempo, como consecuencia de la guerra se dio un cambio en el estilo de vida, en la forma de ver el mundo y al hombre, muchos pensadores vivieron con sensaciones de soledad, abandono, temor a la muerte, incertidumbre. Emana de lo anterior, un nuevo cuestionamiento cuyo centro es el “Ser”, tema que desarrollará la filosofía existencialista. Los existencialistas se preguntan por el ser y su punto de encuentro es nuestra propia individualidad, el “Yo”, como individuo único y espiritual. El existencialista plantea que para poder encontrar lo verdaderamente esencial de la existencia, hay que buscar en el hecho puro de existir, en la existencia misma y esto excluye la existencia económico- social como los bienes materiales, el dinero, las joyas, los carros etc., así como tan bien deja por fuera todas los aspectos de la vida externa como la belleza, la patria, la cultura. “lo esencial de la existencia no lo encontraremos en las cosas materiales sino en el hecho de existir”. El hombre tiene la posibilidad de elegir libremente entre dos modos de existencia: una existencia falsa, sin existencia lo cual es llamada la “existencia de la inautenticidad” y el otro modo de existencia es la existencia verdadera de la “autenticidad”. La existencia inauténtica es estar caído y perdido en el mundo de la cotidianidad, en la vida exterior, el materialismo, la belleza, pero los existencialistas plantean que podemos despojarnos aunque sea por instantes de ese estado de inautenticidad y evolucionar hacia la existencia autentica. Para el existencialismo, el sentido de la existencia se encuentra en vivir el instante, vivir comprometidos incondicionalmente para el momento, debemos independizarnos del destino y del futuro por ellos debemos decidirnos a comprometerlo todo, a cada instante. “la existencia es la reiteración de la sucesiva posibilidad de existir”. El existencialista se interesa especialmente por el sujeto concreto y existente, por el yo, por la dignidad de la persona, por el misterio de la interioridad, por el mundo de la conciencia y la reflexión subjetiva, no le interesa el mundo de las cosas externas ni las relaciones del hombre con los objetos materiales, le interesa el hombre y la relación con su yo interior. Soren Kierkegaard: se caracterizó a través de su filosofía existencialista por la subjetividad de sus pensamientos. Le interesó descubrir y ver realizada la individualidad en el sujeto concreto. La verdad se da en la subjetividad, y esta verdad se entraña en una vinculación íntima con el ser individual. Para que exista esa verdad no basta un saber objetivo; necesitamos comprender ese saber, luego de tener el saber y de haberlo comprendido esto nos conduce a un obrar esencial que se convierte en estilos de vida y en el encuentro consigo mismo. La subjetividad de la que habla Kierkegaard no la sitúa en la racionalidad perfecta del hombre, sino en su interioridad, es decir, en sus sentimientos, en el amor, en sus palabras, en la pasión. Según estos criterios distingue tres esferas distintas del existir humano: la estética, la ética y la religiosa. La esfera estética es esencialmente “goce” contemplativo de las cosas que no transforma al hombre existente en su interioridad, se vive del instante y el instante del goce huye veloz y solo queda el dolor, el pecado y la desesperación. Esta desesperación se purifica cuando el esteta se resuelve a entrar en la esfera ética en la que en vez del goce, reina el deber. Esta se caracteriza por la acción y la victoria y es por tanto existencial. Pero aquí el sujeto pierde su individualidad y se incluye dentro de un grupo por que el ético reclama la generalización. Por ello su felicidad y su armonía están amenazadas al caer en la masa y en la opinión pública. A través de la esfera religiosa podemos escapar a la desesperación en la que domina la fe y una pasión interesada solamente en Dios y en el más allá. Jean Paúl Sartre: El análisis existencial en Sartre es entendido por él como análisis de la conciencia. Un estudio de la realidad humana debe empezar por el cogito. El cogito es la actitud de la reflexión sobre sí mismo, sobre la propia interioridad espiritual. El YO, la imaginación y las emociones, constituyen los temas centrales de la investigación inicial Sartriana. Para Sartre la libertad tiene su fuente en la propia existencia, la libertad es la misma existencia. Este filósofo consideró que el estudio del hombre exige y presupone actividades éticas. “Nuestra ética – decía – debe consistir en querer ser libres, en serlo nosotros y en querer que los demás lo sean, en obrar en todo momento para que esta libertad se realice de modo efectivo”. “la vida es una lucha, pues el hombre se halla inmerso en el reino de la necesidad. Solamente se liberará cuando consiga sustituirlo, por el reino de la libertad”. El pensamiento de Sartre, impregnado de ateísmo y pesimismo de una forma explícita, argumentaba que los seres humanos necesitan una base racional para sus vidas pero son incapaces de conseguirla y, por ello, su existencia es “pasión inútil”. No obstante, insistió en que el existencialismo es una forma de humanismo y resaltó la libertad, la elección y la responsabilidad humana. Con gran refinamiento literario, intentó reconciliar esos conceptos existencialistas con un análisis marxista de la sociedad y de la historia. Jean Paul Sartre, que utilizó el término existencialismo para definir y calificar su propia filosofía, se convirtió en el gran difusor del movimiento a escala internacional una vez finalizada la II Guerra Mundial. EL EXISTENCIALISMO PLANTEAMIENTOS Y DEFINICIONES No es posible dar una definición precisa del existencialismo, pues no existe un existencialismo único, pero este siempre reconoce la incertidumbre y el peligro, el cual es propio del hombre y este es su punto de partida, sí pueden presentarse una serie de rasgos que ayuden a describir el talante y el espíritu de ese movimiento filosófico. El existencialismo introduce la vivencia personal en la reflexión filosófica. Frente a la tradición de que el filósofo debe establecer cierta distancia entre él mismo como sujeto pensante y el objeto que considera, el existencialista se sumerge apasionadamente en lo que contempla, hasta el punto de que su filosofía puede llegar a ser fundamentalmente una filosofía autobiográfica. Soren Kierkegaard mantenía que es crucial para el espíritu reconocer que uno tiene miedo no sólo de objetos específicos sino también un sentimiento de aprehensión general, que llamó “temor”. Lo interpretó como la forma que tenía Dios de pedir a cada individuo un compromiso para adoptar un tipo de vida personal válido Tal vez el tema más destacado en la filosofía existencialista es el de la elección. La primera característica del ser humano, según la mayoría de los existencialistas, es la libertad para elegir. Mantienen que los seres humanos no tienen una naturaleza inmutable, o esencia, como tienen otros animales o plantas; cada ser humano hace elecciones que conforman su propia naturaleza. Según los existencialistas han expuesto que, como los individuos son libres de escoger su propio camino, tienen que aceptar el riesgo y la responsabilidad de seguir su compromiso dondequiera que éste les lleve. Martín Heidegger, al igual que Kierkegaard, reaccionó contra el intento de fundamentar la filosofía sobre una base conclusiva racionalista, en este caso la fenomenología del filósofo alemán Edmund Husserl. Heidegger, autor de una de las obras más representativas del existencialismo, El ser y el tiempo (1927), afirmó que la humanidad se encuentra en un mundo incomprensible e indiferente. Los seres humanos no pueden esperar comprender por qué están aquí; en su lugar, cada individuo ha de elegir una meta y seguirla con apasionada convicción, consciente de la certidumbre de la muerte y del sinsentido último de la vida propia. Heidegger contribuyó al pensamiento existencialista al poner el énfasis en el ser y la ontología tanto como en el lenguaje. Heidegger es el filósofo que parece más alejado de esta perspectiva, que para él el problema fundamental de la filosofía es el ontológico, es decir, el problema del ser, y, por tanto, el problema del hombre queda subordinado a aquel problema. Sin embargo, el ser-ahí, el ente que es el hombre, se sitúa en un lugar preferente en toda pregunta sobre el ser. Para Heidegger, la muerte es la última posibilidad del hombre, la angustia posee un papel decisivo y similar en las obras del filósofo alemán Martin Heidegger; la angustia lleva a la confrontación del individuo con la nada y con la imposibilidad de encontrar una justificación última para la elección que la persona tiene que hacer. Los temas fundamentales del existencialismo 1. Definición de la existencia como modo de ser propio del hombre. En clara deuda con el pensamiento de Kierkegaard, para los existencialistas lo que propiamente existe es el hombre, no las cosas, que toman su ser en él o a través de él. El hombre no tiene una esencia que le determine a ser o a comportarse de una manera concreta, sino que él mismo es su propio hacerse, su propio existir. Existir es sinónimo de hombre (el Dasein de Heidegger o el "para-sí" de Sartre). Esto significa que el hombre es libertad y conciencia. Libertad porque el hombre es un modo de ser que nunca es dado de antemano (el Dasein o ser-ahí es un poder-ser que tiene constantemente que ejercitarse) ni tampoco es puesto por algo o alguien. Conciencia porque la existencia es lo que nunca es objeto, sino aquello a partir de lo cual me refiero a lo otro que no soy yo y con lo que me relaciono, además de conmigo mismo (autoconciencia). 2. Individualismo y particularismo. Lo primario es lo singular y concreto, la existencia humana, pero no en su generalidad, sino en la particularidad de "esta" existencia humana o "aquella otra". El yo no es el momento de una Razón absoluta o universal, como afirmaba Hegel. 3. Las cosas no existen, "son". Es desde la existencia humana desde donde se establece el valor y sentido de todo lo real. El objeto al que se dirige la conciencia no existe. Es un "ser-en-sí" (Sartre), caracterizado por la plenitud de coincidencia, la impenetrabilidad y opacidad. Su ausencia de relación rehúye la temporalidad y entra en tensión con la conciencia, "ser-para-sí". Ésta desea ser, a la vez, en-sí y para-sí, lo cual equivaldría a ser Dios, algo imposible de realizar (ateísmo). 4. Utilización de la fenomenología como método. Los existencialistas parten del análisis Edmund Husserl de la conciencia, a la que conciben como pura intencionalidad. Toda conciencia es siempre un dirigirse hacia algo; es conciencia de, y por eso se proyecta hacia fuera, hacia el objeto o "ser-en- sí". La conciencia es "un poder de ser lo que no se es y de no ser lo que se es", una intencionalidad que introduce la nada dentro de ella: cuando conoce al objeto, se diferencia y separa de él (enajenación). Si se intenta conocer a sí misma (autoconciencia) debe convertirse en lo que no es (objeto), creando la nada, siendo nada. 5. Existir es estar en el mundo. El ser del hombre es un ser-en-el-mundo. Pero "mundo" no es un lugar, ni designa la naturaleza. No estamos "pasivamente" en el mundo, sino de manera activa y creadora, trascendiendo siempre hacia "lo otro" (el ser-en-sí) que no es la conciencia, hacia el "ser- en-sí" (el hombre, la conciencia), sin poder abrazarlo. La existencia humana consiste en un continuo "quehacer" que tiene que vérselas con las cosas que están a la mano y en el que la conciencia se realiza,el conjunto de relaciones de las cosas entre sí y con el hombre. 6. Posibilidad y elección. El hombre es posibilidad abierta, libertad de hacerse esto y lo otro. Elección. Ahora bien, en la medida en que el hombre está arrojado al mundo, ha de contar con aquello que le es "dado", las circunstancias que limitan sus posibilidades y su libertad. La autenticidad consiste en no renunciar a la libertad bajo ninguna circunstancia: no dejarse caer entre las cosas como una más de ellas (facticidad). El hombre no debe eludir su responsabilidad de obrar libremente, de lo contrario obrará de mala fe y llevará una existencia inauténtica. 7. La angustia, la náusea, la vergüenza. Los sentimientos, al igual que la razón desvelan nuestra existencia y nos ponen en contacto con ella, de manera más íntima y radical que la razón. La angustia nace de un futuro indefinido, de la falta de esencia, de un horizonte cuajado de posibilidades al que el hombre debe enfrentarse sin ninguna garantía, asumiendo plenamente su libertad de "construirse a sí mismo a cada instante".