Está en la página 1de 207

3

PONTIFICIO CONSEJO
PARA LA PASTORAL DE LA SALUD

IGLESIA
DROGA Y TOXICOMANÍA
MANUAL DE PASTORAL

LIBRERIA EDITRICE VATICANA


00120 CITTÀ DEL VATICANO
© Copyright 2001 – Libreria Editrice Vaticana - 00120 Città del Vaticano
Tel. (06) 698.85003 – Fax (06) 698.84716

ISBN 88-209-7239-5
PRESENTACIÓN

Hemos recorrido un largo camino para finalmente poder ahora presentar este
Manual de Pastoral « Iglesia, Droga y Toxicomanía ». El Santo Padre, a través de la
Secretaría de Estado de la Santa Sede, encomendó al Pontificio Consejo para la
Pastoral de la Salud preocuparse especialmente del problema lacerante de la droga
en el mundo. Era al comenzar el año de 1997. Desde entonces hemos tenido en el
Consejo Pontificio una serie de estudios, reuniones, congresos internacionales, cre-
ación de grupos especiales de trabajo, etc., para cumplir de la mejor manera con el
encargo recibido del Papa. Entre nuestras preocupaciones descolló la de elaborar un
Manual sobre la Pastoral de la Salud en el campo específico del mundo de la droga.
Muchas veces hemos recibido en el Consejo Pontificio, preguntas acerca de qué
pensar, qué hacer en el campo de la pastoral cuando nos encontramos con el pro-
blema de la droga. Muchos Señores Obispos, muchos sacerdotes, muchas religiosas
y religiosos, muchos padres de familia, angustiados, se han puesto la pregunta,
¿Nosotros como cristianos, qué podemos hacer delante del mundo de la droga? No
pretendemos ofrecer la respuesta total, pero sí una respuesta que pueda ayudar en
el trabajo pastoral. Sabemos que hay muchos métodos, que hay muchas experien-
cias de personas que están total y heroicamente dedicadas a este trabajo pastoral.
Respetamos toda esa pluralidad, a veces no muy armónica, de caminos que se en-
sayan para prevenir y curar en el mundo de la droga, y no es que propiamente aquí
propongamos un método más, sino que pretendemos tocar de una manera simple,
a modo de un manual, cuestiones que nos han parecido importantes y en cierta
forma básicas para actuar pastoralmente en este mundo de la droga y que quizá
podrán servir aun a aquellos que con tanta dedicación y ahínco se han especializa-
do en este campo.
En especial dedicamos este Manual a los Señores Obispos a quienes tantas ve-
ces en sus diócesis se les presenta el problema en particular como una parte que no
pueden descuidar en la pastoral juvenil; aunque no solamente, pues bien sabemos
que la droga ataca no sólo al mundo juvenil, sino también al infantil y a no pocos
adultos. Es obvio que esta dedicación corresponde también a los sacerdotes y de-
más agentes de pastoral que junto con el Obispo llevan a cabo la labor de actuali-
zar siempre la presencia del Reino de Dios en el mundo. En nuestra intención se
engloban también tantos padres de familia que tienen hijos drogadictos y verdade-
ramente no saben qué hacer para ayudarlos. Es pues a las familias a las que fuerte-
mente nos dirigimos.
El mundo de los políticos es muy importante en esta lucha contra la droga y
mucho depende de su actitud el resultado que se obtenga para frenarla. A ellos de-

5
dicamos también nuestro Manual. Ojalá les ayude a llevar a cabo la delicada y di-
fícil misión de preservar y curar a tantos a quienes aqueja este terrible mal de la
droga.
Hemos tenido en cuenta muy particularmente al mundo sanitario, a todos los
profesionales de la salud, sin ser este Manual un tratamiento especializado del
problema, sin embargo, en él encontrarán tantos valores y orientaciones que les
harán más fácil el desempeño de su misión preventiva y curativa.
Nuestro Manual toma muy en consideración a los mismos jóvenes, desearía-
mos que lo tuvieran en sus manos como un instrumento apto para lograr prevenir-
se contra este mal o salir de la drogadicción. Los maestros y maestras de la educa-
ción escolar, en todos los niveles, quizá en particular en los niveles elementales,
tanto bien que pudieran hacer dando a sus alumnos una información y educación
adecuada relativa a este problema de la droga. A ellos dirigimos con especial aten-
ción nuestro Manual. En fin, a todos aquellos que se interesen en esta problemáti-
ca tan grave de nuestros tiempos.
Como decimos más adelante, el Manual se abre con el pensamiento del Papa
Juan Pablo II a propósito de este grave problema. Y pudiéramos decir que los capí-
tulos subsecuentes son una especie de comentario a lo que El nos dice.
El Papa nos habla de tres acciones en especial para actuar pastoralmente para
resolver el problema de la droga: prevención, curación y represión. En el Manual
se contemplan las dos primeras acciones: la prevención y la curación. No se ha to-
cado el tema de la represión, a la que el Papa se refiere diciendo cómo todos debe-
mos luchar contra la producción, la elaboración y la distribución de la droga en el
mundo, y cómo, en especial, es deber de los Gobiernos el enfrentar denodadamen-
te esta lucha contra los « traficantes de muerte ». Este punto no lo desarrollamos
en el Manual, pero sí nos unimos al Papa pidiendo a todos esta lucha sin cuartel
contra la droga.
Sabemos que si no hay demanda no hay oferta. La prevención, como educación
sobre la significación de los valores que hacen digna de vivir la vida, el profundo
sentido de la vida, del amor y del sexo, harán verdaderamente que decrezca esta
demanda e igualmente la oferta consecuente de la droga. Ya no podemos decir que
haya de una parte países productores y de otra, consumidores; todos están involu-
crados en esta nefasta ola que cubre todo, todos los países producen, y todos consu-
men; especialmente ahora con las drogas sintéticas. Todos estamos implicados y
los barones de la droga son más fuertes y destruyen más en los países ricos que en
los pobres. Todos debemos comprometernos a fondo en la lucha contra este nefas-
to mal.
Agradecemos a todos aquellos que con tanta dedicación nos han ayudado en la
elaboración de este Manual. Un agradecimiento especial vaya a nuestro muy apre-
ciado Padre Tony Anatrella y a sus colaboradores que han trabajado tanto en la re-
dacción del Manual, para ofrecer a todos este gran subsidio pastoral.

6
Queremos poner nuestro Manual bajo la especial protección de Nuestra
Señora, Salus Infirmorum. Esperamos que Ella muestre a todos los aquejados por
este terrible mal de la droga a su Hijo Jesucristo, y en Él todos encontremos esos
profundos valores que llenen la vaciedad de la vida de tantos en la sociedad actual;
que el Señor Jesús nos dé a todos el auténtico sentido de la existencia en su muerte
y resurrección, único horizonte válido para poder aceptar morir y vivir.

Ciudad del Vaticano, 1º de noviembre del 2001.

✠ JAVIER LOZANO BARRAGÁN


Presidente del Pontificio Consejo
para la Pastoral de la Salud

7
INTRODUCCIÓN

1. La droga y la toxicomanía son fenómenos que inva- La toxicomanía


den a todas las sociedades del mundo y afectan de manera invade el mundo
muy especial a los jóvenes, cualquiera que sea el ambiente
al que pertenezcan. La exaltación de las drogas más diver-
sas y de su uso nunca ha sido tan notable e incluso cons-
cientemente alimentada. Se presentan los productos como
si constituyeran un suplemento de « libertad », como una
fuente de convivencia o de bienestar. Y, a pesar de todo,
cualesquiera que sean el modo de utilizarlos y las expectati-
vas que se ponen en ellas, queda en pie la pregunta: « ¿Por
qué se droga la gente? ».

2. Las motivaciones que llevan a drogarse son múltiples,


pero creemos que es ante todo la actitud de la persona la
que hace el toxicómano, y no sólo el producto. Por consi-
guiente, la educación y la prevención deberán procurar
orientar la acción hacia las razones que dan origen a este
comportamiento, en vez de limitarse a actuar sobre los pro-
ductos, aunque es útil proporcionar abundante informa-
ción al respecto.

3. El uso creciente de productos psicoactivos, es decir, Solidaridad


de sustancias que tienen efectos estimulantes o inhibido- con los toxicómanos
res sobre el cerebro, la difusión de algunos de estos pro-
ductos y la continua llegada de nuevas sustancias al mer-
cado, alimentan una expectativa de « bienestar » que se
transforma, con mucha frecuencia, de día en día, en sufri-
miento y aflicción. No podemos tomar acta de ello sin
sentirnos solidarios con todos los que creen que no pue-
den vivir sin la droga, mientras que, por el contrario, se
destruyen, a veces hasta morir, destruyen sus relaciones,
destruyen su entorno, y pueden poner en serio peligro su
futuro. Las sociedades ¿aceptarán ver generalizarse este
uso, que ciertamente no es signo de salud y de confianza
en la vida? En efecto, la droga manifiesta una especie de
desprecio de la vida y un intento personal, por lo menos
imaginario, de desconectarse de la realidad y de las con-
tingencias humanas.

9
4. Aunque ya desde hace mucho tiempo acontece que
personas adultas consumen plantas psicótropas, esta acti-
tud nunca ha constituido, por lo general, un fenómeno de
masas. Tampoco sería correcto afirmar que « no existe una
sociedad sin droga », a no ser que se quiera condenar a to-
da sociedad a la fatalidad de la toxicomanía o resignarse a
la impotencia, organizando simplemente un sistema en el
que se acepte un consumo mínimo. El uso de drogas hoy
no se limita a unos cuantos adultos y a algunos estetas; el
aspecto nuevo del fenómeno radica, sobre todo, en el he-
cho de que desde hace cerca de cuarenta años se ha genera-
lizado en todo el mundo, especialmente entre los adoles-
centes. Por tanto, una sociedad que se preocupe del bienes-
tar de sus hijos y de la paz entre las generaciones no puede
aceptar la invitación que se le dirige a creer que la sociedad
necesita aprender a vivir con los estupefacientes, dado que
éstos son fuente de ruina y de muerte, y no de vida.

Uso de drogas 5. Ya conocemos la mayoría de las consecuencias nefastas


y autodestrucción que la droga provoca sobre el equilibrio psíquico, sobre la
vida familiar y sobre la vida personal y social de los jóvenes
y de los adultos que la utilizan. Crea múltiples discapacida-
des en la existencia de numerosas personas que esperan en-
contrar « un suplemento de vida » gracias a psicoestimulan-
tes. En realidad, lleva a un resultado opuesto al que se espe-
raba, puesto que el consumo de productos desarrolla una
serie de actitudes negativas, que limitan las relaciones y re-
ducen en gran medida la libertad interior de la persona, a
veces hasta anularla completamente. También engendra una
ceguera en los que no logran sustraerse a su consumo cuan-
do exigen a los médicos que les receten una droga capaz de
aliviar las dificultades de su existencia y atenuar su sufri-
miento, por no hablar de su malestar interior para llegar a
una solución. La ceguera es aún mayor cuando se quiere rei-
vindicar la liberalización de las drogas en una perspectiva
política. Sin embargo, los toxicómanos más lúcidos no du-
dan en lanzar un llamamiento desde el fondo mismo de su
dependencia: « Decid sobre todo a los jóvenes que no usen
nunca estos productos, que tengan el valor de rechazarlos,
que encuentren jóvenes y adultos que les ayuden a vivir y a
resolver sus problemas, en vez de recurrir a la droga ».

10
6. El fenómeno del uso de drogas no se reduce a un Complejidad
comportamiento individual de consumo de sustancias tóxi- sociocultural
del fenómeno
cas. Está vinculado a sistemas que son mantenidos social-
mente.

7. En efecto, se han desarrollado notablemente, con to-


tal impunidad, una economía subterránea y una criminali-
dad internacional que tienen como finalidad producir y co-
mercializar estupefacientes a gran escala.

8. La droga plantea también problemas de salud públi-


ca, cuyo coste económico es muy difícil de soportar, espe-
cialmente para los países que cuentan con escasos recursos.
No se puede estimular conductas vinculadas a la droga que
provocan patologías orgánicas, y también psicológicas y so-
ciales, que deberán curarse más tarde.

9. La droga impulsa a un modo de situarse en la exis-


tencia y a conductas que confinan con el individualismo y
el egocentrismo, y que llevan a encerrarse en sí mismos,
aun permaneciendo en medio de los demás, pero sin lograr
realmente comunicarse con ellos. La sociedad actual se des-
arrolla según criterios económicos, de bienestar y de efica-
cia, en detrimento de valores religiosos, espirituales y mora-
les, que permiten el desarrollo integral de la persona.
Precisamente en función de estos valores se estructuran los
comportamientos humanos y la conducta de la persona ad-
quiere un sentido muy positivo. Olvidarlo significa confun-
dir los síntomas con la causa.

10. Entonces, ¿qué hacer? ¿De qué modo la Iglesia se ve Proponer


afectada por los fenómenos de la droga y la toxicomanía? alternativas creíbles
Los padres, pero también los agentes sociales, los sacerdo-
tes, los religiosos y los laicos son los testigos y los primeros
protagonistas que tratan de comprender, de intervenir y de
proponer a las personas una alternativa a la dependencia de
las diversas drogas.

11. La familia es uno de los primeros lugares de preven-


ción contra la droga. Pero no siempre es sostenida y valora-
da en su labor educativa, especialmente por las legislacio-

11
nes contradictorias vigentes en muchos países. Los movi-
mientos juveniles y las parroquias desempeñan también un
papel de prevención a través de la promoción de un estilo
de vida fundado en el mensaje del Evangelio y en el descu-
brimiento de Dios, que proponen para desarrollar en los jó-
venes su vida interior, mediante la oración, la vida sacra-
mental y sobre todo la celebración eucarística, que nos hace
entrever la vida eterna y bienaventurada con Cristo, reve-
lando el sentido pleno de nuestra existencia humana.

12. Prevenir la toxicomanía, curar y rehabilitar al toxi-


cómano son las palabras clave para evitar que muchas per-
sonas caigan en el engranaje de la droga y para que salgan
de él. Pero sabemos también que los problemas son com-
plejos y que el modo de tratarlos depende de diversos ám-
bitos de actividad y de muchos protagonistas. La Iglesia, al
afrontar las cuestiones que se plantean en las situaciones y
en los fenómenos vinculados a la droga, desempeña su pa-
pel y su misión evangélica, con el fin de ayudar a las perso-
nas a salir de « un mundo sin esperanza ».1

La labor pastoral 13. Desde hace muchos años la Iglesia está comprometi-
de la Iglesia da en favor de los toxicómanos con la acción pastoral de nu-
con los toxicómanos
merosos sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, en el seno
de instituciones o en medios abiertos, en espacios creados
para afrontar los numerosos problemas que se plantean a las
personas que se drogan. En función de los países, la Iglesia
desarrolla programas de ayuda a los toxicómanos y de rein-
serción. Contribuye a la educación en la libertad verdadera
y en la responsabilidad, a la prevención del uso de la droga,
a la asistencia a los toxicómanos y, en la medida de sus posi-
bilidades, a la rehabilitación de algunos de ellos. La realiza-
ción de estructuras comunitarias, con el fin de promover la
dignidad de la persona humana, a menudo ha llevado a re-
sultados positivos. Pero, en la mayoría de los casos, el traba-
jo es difícil y costoso; exige paciencia y requiere la colabora-
ción de numerosas personas, especialmente voluntarios que

1
Juan Pablo II, A los participantes en el Congreso internacional sobre la
droga, 11 de octubre de 1997, n. 3, en L’Osservatore Romano, edición
en lengua española, 24 de octubre de 1997, p. 11.

12
puedan dedicar tiempo a la prevención y a la ayuda a los to-
xicómanos. A este respecto, es digno de alabanza el trabajo
de los profesionales y de los voluntarios que se consagran a
ayudar a los drogados y a sus familias.

14. Los principios y los valores en los que se inspiran la


enseñanza y la pastoral de la Iglesia en este campo han sido
expuestos muchas veces y de formas diferentes por el Papa
Juan Pablo II. Con todo, la decisión de afrontar este pro-
blema de modo más inmediato y orgánico ha sido tomada
por el Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud des-
pués de que el doctor Giorgio Giacomelli, entonces direc-
tor ejecutivo del Programa Internacional de Control de la
Droga para las Naciones Unidas en Viena, enviara al Papa
un memorial en el que le pedía la ayuda de la Iglesia para
resolver uno de los problemas más graves de nuestro tiem-
po, señalando en particular que el tráfico y el consumo de
la droga eran « una amenaza que puede poner en peligro el
porvenir de poblaciones enteras ». El cardenal Angelo
Sodano, Secretario de Estado, encomendó entonces el pro-
blema a nuestro Dicasterio.

15. En su memorial, el señor Giacomelli afirmaba que « la


policía y el sistema judicial internacional, por sí solos, no son
capaces de vencer un fenómeno tan extendido »; precisamen-
te por esto, pedía la ayuda de la Iglesia, « sobre todo en el
campo de la prevención, para que la difusión de valores fuer-
tes aleje a las nuevas generaciones del consumo de la droga ».

16. El fenómeno de la droga constituye, sin duda, una El Papa expresa


cuestión preocupante en el mundo entero y exige un estu- su preocupación
dio serio. Conviene que esta cuestión sea tratada según las de pastor universal
enseñanzas iluminadoras de Juan Pablo II. A lo largo de es-
tos últimos años, el Santo Padre ha manifestado muy a me-
nudo su preocupación al respecto y se pueden contar más
de ochenta intervenciones suyas sobre este tema.

17. Del 9 al 11 de octubre de 1997 se celebró en el Vati-


cano el Congreso internacional « Solidarios con la Vida »,
organizado por el Pontificio Consejo para la Pastoral de la
Salud; ese encuentro demuestra el compromiso firme y de-

13
cidido de la Santa Sede con respecto al problema de la dro-
ga. La Iglesia católica, que se halla fuertemente comprome-
tida en el campo de la prevención y la rehabilitación de los
toxicómanos, considera el fenómeno de la droga una ur-
gencia pastoral a escala mundial, porque afecta a todos los
países y a todos los grupos sociales (ricos y pobres, jóvenes
y adultos, ancianos, hombres y mujeres); un fenómeno de
esta amplitud exige una respuesta fuerte y decidida para
frenar la degradación ética que de él deriva.

Orientaciones 18. Por eso, noventa expertos (delegados de Conferen-


del Congreso cias episcopales, expertos en el tema, responsables de co-
internacional de 1997 munidades de rehabilitación, responsables de organismos
internacionales implicados), que acudieron de cuarenta y
cinco países en los que el problema es particularmente ac-
tual (por la producción, el consumo, el tráfico y el reciclaje
de drogas), se reunieron en el Vaticano para estudiar la si-
tuación, partiendo de diversos aspectos del fenómeno y de
las diversas experiencias de prevención y rehabilitación rea-
lizadas hasta entonces por las Iglesias locales.

19. Al final del Congreso, el primero de este tipo tanto


por la representatividad como por la experiencia de los
participantes, se pudieron expresar diversas ideas y diferen-
tes orientaciones sobre las cuales se manifestó un amplio
acuerdo.

20. Los experimentos realizados hasta ahora en ciertos


países sobre la liberalización y legalización de la droga han
sido desastrosos. Es importante plantear correctamente el
problema, que no sólo radica en la substancia que se consu-
ma, sino más bien en la persona que la usa.

21. El fenómeno de la droga es síntoma de un malestar


profundo que marca la cultura y el sentido moral; por con-
siguiente, supera los límites de una cuestión de sanidad o
de un problema sectorial.

22. La droga es fruto y, al mismo tiempo, causa de un


gran desorden moral y de una creciente desintegración
social.

14
23. El fenómeno de la droga no afecta únicamente a los
países ricos. La usan, por varios motivos (miseria, desem-
pleo, urbanización, cambios en las costumbres), muchos
países en vías de desarrollo, y este fenómeno se intensifica
cada vez más en la medida en que implica al mismo tiempo
la producción, el consumo, el tráfico y el reciclaje.

24. La aportación de la Iglesia completa las respuestas de


los diversos protagonistas que trabajan en este sector (campo
político, agentes sociales y de la salud, padres y madres de fa-
milia, educadores, juristas y dirigentes de los diferentes secto-
res de actividad); se presenta como un itinerario de liberación
que lleva a las personas a descubrir su propia dignidad de
hombres y de hijos de Dios, que pueden así recuperar.

25. Con el fin de poner a disposición de la Iglesia entera El Manual,


los frutos de ese importante congreso, se decidió elaborar un una guía para los
manual de pastoral, en el que se recogieran tanto los princi- agentes pastorales
pios doctrinales relacionados con esta cuestión como las
orientaciones prácticas significativas para la pastoral con los
toxicómanos. Precisamente éste es el manual que propone-
mos. Se dirige en primer lugar a los obispos, a los agentes
pastorales, así como a todas las personas interesadas en el
problema de los estupefacientes, con el fin de ofrecerles una
ayuda en este campo difícil y delicado de su apostolado.

26. El primer capítulo de este manual presentará de ma- Plan de la obra


nera sintética la posición del Papa Juan Pablo II sobre el te-
ma de la droga, mientras que el segundo proporcionará in-
formaciones prácticas en lo que concierne a las diferentes
drogas, examinando también el problema de la toxicomanía
desde el ángulo de la dependencia. El capítulo tercero brin-
da una reflexión sobre la cuestión de la libertad y sobre la
del descubrimiento del sentido del placer y de la felicidad,
para mostrar que toda persona está llamada a construir su vi-
da sobre elementos positivos y a aprender el amor a la vida.
El capítulo cuarto trata de los temas de la educación y la pre-
vención como medios fundamentales de lucha contra la toxi-
comanía. El capítulo quinto presenta de manera sintética ac-
titudes pastorales y el delicado ministerio de acompañamien-
to espiritual de los toxicómanos y de sus familias.

15
Capítulo I

LA ENSEÑANZA DE JUAN PABLO II


SOBRE EL FENÓMENO DE LA DROGA
Y DE LA TOXICOMANÍA

27. Este capítulo tiene como finalidad proponer una sín-


tesis del pensamiento de Juan Pablo II sobre la cuestión de
la droga. También recoge algunos comentarios del cardenal
Angelo Sodano, Secretario de Estado, así como los comen-
tarios de los Pontificios Consejos para la Familia y para la
Pastoral de la Salud.

1. El fenómeno de la droga hoy

28. El Papa ha dicho que « entre las amenazas que hoy


se tienden contra la juventud y toda la sociedad, la droga se
coloca en los primeros puestos como peligro tanto más insi-
dioso cuanto más invisible, no valorado todavía adecuada-
mente según la amplitud de su gravedad. (…) Se difunde
como mancha de aceite, ampliando progresivamente sus
tentáculos desde las metrópolis a los centros menores, des-
de las naciones más ricas e industrializadas al tercer mun-
do. (…) Se trata de ríos de tráfico clandestino que se entre-
cruzan y recorren pistas internacionales para llegar, a través
de mil canales, a los laboratorios de refinamiento y de aquí
a la venta capilar ».2 El comercio de la droga desequilibra
los países, subraya el Papa. « La plaga de la violencia y del
terrorismo, agravada por el infame comercio de la droga,
que a menudo es su causa (…) hace peligrar el equilibrio
social de estos países ».3

2
Juan Pablo II, A los jóvenes de la comunidad terapéutica de toxicóma-
nos de Viterbo, 27 de mayo de 1984, n. 2, en L’Osservatore Romano,
edición en lengua española, 10 de junio de 1984, p. 18.
3
Juan Pablo II, Al Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede,
13 de enero de 1990, n. 14, en L’Osservatore Romano, edición en len-
gua española, 21 de enero de 1990, p. 12.

16
29. Aludiendo a los grupos vinculados a la droga, el La droga pone
Papa añade: « Profunda amargura y viva reprobación susci- en peligro
el equilibrio mundial
tan también en nuestro espíritu (…) los crímenes que la
prepotencia de personas y de grupos amenaza aún realizar
con la finalidad de conservar ilegítimas fuentes de ganan-
cias con el comercio de la droga ».4 Por tanto, para el Papa,
la droga es un fenómeno vinculado íntimamente a la cultu-
ra de la muerte.

30. « No se puede menos de constatar con tristeza que la Droga y cultura


cultura de la muerte amenaza con superar el amor a la vida de muerte
(…), la muerte provocada por la violencia y con la droga ».5
Por otra parte, « hay que deplorar los estragos que violen-
cias de toda clase y el tráfico de drogas ocasionan en deter-
minadas sociedades, hasta el punto de hacer estremecer sus
propios cimientos. Me refiero en especial a los asesinatos, a
los secuestros o a las desapariciones de personas
inocentes ».6 « Desgraciadamente, debemos constatar que
este fenómeno afecta hoy a todos los ambientes y a todas
las regiones del mundo ».7

31. La amplitud del fenómeno preocupa al Papa. Fenómeno difundido


« Nos enfrentamos ya a un fenómeno de dimensiones entre los jóvenes
de todas las edades
aterradoras, no sólo por el elevadísimo número de vidas
truncadas, sino también por la preocupante difusión del
contagio moral que, desde hace tiempo, está alcanzando
incluso a los más jóvenes, como en el caso – no
infrecuente, por desgracia – de niños obligados a hacerse

4
Juan Pablo II, A los cardenales y a la Curia romana con ocasión de las
felicitaciones de Navidad, 22 de diciembre de 1989, n. 9, en
L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 7 de enero de
1990, p. 7.
5
Juan Pablo II, Al Ateneo pontificio « Antonianum » de Roma, 16 de
enero de 1982, n. 4, L’Osservatore Romano, edición en lengua españo-
la, 31 de enero de 1982, p. 19.
6
Juan Pablo II, A los miembros del Cuerpo diplomático acreditado ante
la Santa Sede, 12 de enero de 1991, n. 4, en L’Osservatore Romano, edi-
ción en lengua española, 18 de enero de 1991, p. 6.
7
Juan Pablo II, A los participantes en el Congreso internacional sobre la
toxicomanía « Solidarios con la vida », 11 de octubre de 1997, n. 2, en
L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 24 de octubre de
1997, p. 11.

17
vendedores y, con sus compañeros, también consumido-
res ».8

32. « Trágicos episodios indican que la asoladora epide-


mia conoce las ramificaciones más amplias, alimentada por
un nefasto mercado que sobrepasa confines de naciones y
continentes. (…) Y sus conexiones con la delincuencia y la
mala vida son tales y tantas, que constituyen uno de los fac-
tores principales de la decadencia general ».9

33. « El fenómeno de la droga es un mal particularmente


grave. Numerosos jóvenes y adultos han muerto o van a
morir por causa de ella, mientras que otros se hallan dismi-
nuidos en su ser íntimo y en sus capacidades ».10

Droga, causa 34. En su discurso de apertura del Congreso internacio-


y factor de nal sobre la toxicomanía, al que nos hemos referido en la
degeneración ética Introducción, el Cardenal Secretario de Estado habló de los
efectos devastadores que la droga produce hoy, no sólo so-
bre la salud, sino también sobre la conciencia y la mentali-
dad colectiva. La droga es fruto y, a la vez, causa de una
gran decadencia ética y de una creciente degradación de la
vida social, que corroen el tejido mismo de la moralidad, de
las relaciones interpersonales y de la convivencia civil.
Asimismo, añade que la droga suele acompañar o producir
enfermedades como la hepatitis y el SIDA. Es superfluo –
prosigue – recordar el contexto de violencia, explotación se-
xual, comercio de armas y terrorismo en que este fenómeno
prospera; y ¿quién no sabe cómo destruye las relaciones fa-
miliares? Un peso particular recae sobre la mujer, a menudo

8
Juan Pablo II, A los participantes en la VI Conferencia internacional del
Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, 23 de noviembre de
1991, n. 3, en L’Osservatore Romano, edición en lengua española,
29 de noviembre de 1991, p. 10.
9
Juan Pablo II, A los participantes en el VIII Congreso mundial de las
comunidades terapéuticas, 7 de septiembre de 1984, n. 4, en
L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 9 de diciembre
de 1984, p. 17.
10
Juan Pablo II, A los participantes en el Congreso internacional sobre la
toxicomanía, 11 de octubre de 1997, n. 3, en L’Osservatore Romano,
edición en lengua española, 24 de octubre de 1997, p. 11.

18
obligada a la prostitución para ayudar al marido que se dro-
ga. Para lograr reducir sustancialmente los beneficios de los
traficantes sería preciso interrumpir al menos el 75% del
tráfico internacional de la droga. Basta pensar que el tráfico
de cocaína y heroína es controlado en gran parte por organi-
zaciones gestionadas por grupos criminales fuertemente
centralizados, que cuentan con una vasta gama de personal
especializado: químicos, expertos en comunicaciones y en
reciclaje del dinero, abogados, agentes de seguridad.11

2. Las causas del fenómeno de la droga

35. El Papa afirma: « Dicen los psicólogos y sociólogos Toxicomanía y


que la primera causa que empuja a los jóvenes y adultos a la ausencia de valores
perniciosa experiencia de la droga es la falta de claras y
convincentes motivaciones de vida. En efecto, la falta de
puntos de referencia, el vacío de los valores, la convicción
de que nada tiene sentido y que, por tanto, no vale la pena
vivir, el sentimiento trágico y desolador de ser viandantes
desconocidos en un universo absurdo, puede empujar a al-
gunos a la búsqueda de huidas exasperadas y desesperadas.
Según los expertos en psicosociología, otra causa del fenó-
meno de la droga es también la sensación de soledad e in-
comunicabilidad que desgraciadamente pesa sobre la socie-
dad moderna, ruidosa y alienada, e incluso sobre la familia.
De hecho, es un dato dolorosamente verdadero, que, junto
con la falta de intimidad con Dios, hace comprender aun-
que no ciertamente justificar, la huida hacia la droga para
olvidar, para aturdirse, para evadirse de situaciones que han
llegado a ser insoportables y oprimentes, e incluso para ini-
ciar voluntariamente un viaje sin retorno. Hay un segundo
motivo, siempre según los expertos, que empuja a la bús-
queda de “ paraísos artificiales ” en los diversos tipos de
droga y es la estructura social deficiente e insatisfactoria ».12
11
Cf. Cardenal Angelo Sodano, Discurso de apertura del Congreso interna-
cional sobre la toxicomanía, 9 de octubre de 1997, en L’Osservatore
Romano, 11 de octubre de 1997, p. 4, punto 2: « Efectos devastadores ».
12
Juan Pablo II, Homilía durante la misa para el comité italiano de soli-
daridad con los jóvenes toxicómanos, 9 de agosto de 1980, en
L’Osservatore Romano, 21 de septiembre de 1980, p. 6.

19
36. En otro lugar el Papa añade: « La ambición de dine-
ro se enseñorea del corazón de muchas personas y las con-
vierte, mediante el comercio de la droga, en traficantes de
la libertad de sus hermanos, a quienes esclavizan con una
esclavitud más temible a veces que la de los esclavos ne-
gros. Los tratantes de esclavos impedían a sus víctimas el
ejercicio de la libertad. Los narcotraficantes conducen a las
suyas a la destrucción misma de la personalidad ».13

37. Por lo que atañe al comercio de la droga, « su difu-


sión es índice de una grave disfunción del sistema social,
que supone una visión materialista y, en cierto sentido, des-
tructiva de las necesidades humanas. De este modo la capa-
cidad innovadora de la economía libre termina por realizar-
se de manera unilateral e inadecuada. La droga (…), al ex-
plotar la fragilidad de los débiles, pretende llenar el vacío
espiritual que se ha venido a crear ».14

Efecto: vacío 38. « En sus orígenes – subraya el Papa – hay a menudo


existencial y un clima de escepticismo humano y religioso, y de hedonis-
degradación violenta
mo, que al fin lleva a la frustración, al vacío existencial, a la
convicción de que la vida no tiene sentido, y a la degrada-
ción en la violencia ».15 « En la base del abuso de la droga
(…) suele haber un vacío existencial debido a la ausencia
de valores y a una falta de confianza en uno mismo, en los
demás y en la vida en general. La plaga de la droga, favore-
cida por fuertes intereses económicos y a veces también po-
líticos, se ha difundido por el mundo entero ».16

Mercado de la droga 39. « La toxicomanía tiene que considerarse como el sín-


y pérdida toma de un malestar existencial, de una dificultad para en-
de la esperanza
13
Juan Pablo II, Llamamiento ante la tumba de san Pedro Claver,
Cartagena, 6 de julio de 1986, en L’Osservatore Romano, edición en
lengua española, 20 de julio de 1986, p. 13.
14
Juan Pablo II, encíclica Centesimus annus, 1 de mayo de 1991, n. 36.
15
Juan Pablo II, Al centro italiano de solidaridad para la Jornada mundial
contra la droga, 24 de junio de 1991, n. 2, en L’Osservatore Romano,
edición en lengua española, 6 de septiembre de 1991, p. 14.
16
Juan Pablo II, A los participantes en la VI Conferencia internacional
del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, 23 de noviembre de
1991, n. 2, en L’Osservatore Romano, edición en lengua española,
29 de noviembre de 1991, p. 10.

20
contrar su lugar en la sociedad, de un miedo al futuro y de
una fuga hacia una vida ilusoria y ficticia. (…) El incremen-
to del mercado y del consumo de drogas demuestra que vi-
vimos en un mundo sin esperanza, carente de propuestas
humanas y espirituales vigorosas. Como consecuencia de
ello, numerosos jóvenes piensan que todos los comporta-
mientos son equivalentes, pues no llegan a distinguir el
bien del mal y no tienen el sentido de los límites mora-
les ».17

40. A su vez, el cardenal Secretario de Estado subraya


que la toxicomanía está relacionada con el estado actual de
una sociedad permisiva y secularizada, en la que dominan
el hedonismo, el individualismo, los pseudovalores y los fal-
sos modelos. Es una sociedad despersonalizada y masifica-
da. Lo que buscan los hombres en la droga – prosigue el
cardenal Sodano citando al cardenal Ratzinger – es « la per-
versión de la aspiración humana a lo infinito, la pseudomís-
tica de un mundo que ya no cree, pero que a pesar de ello
no puede evitar la aspiración de su alma al paraíso ».18

41. El Pontificio Consejo para la Familia añade, a su vez, El toxicómano,


que un motivo constante y fundamental del uso de la droga enfermo de falta
de amor
suele ser la ausencia de valores morales y la falta de armo-
nía interior de la persona. En la base se encuentra una falta
de educación, donde la sociedad y la familia no han logra-
do transmitir valores. Sin valores, el drogado es un « enfer-
mo de amor ». « Lo que importa no es tanto la droga cuan-
to los interrogantes humanos, psicológicos y existenciales,
implicados en esas conductas. Con demasiada frecuencia
no se quiere comprender eso y se olvida de que la raíz de la
drogadicción no estriba en el producto sino en la persona
que llega a sentir su necesidad. (…) Recurrir a la droga es

17
Juan Pablo II, A los participantes en el Congreso internacional sobre la
toxicomanía, 11 de octubre de 1997, n. 3, en L’Osservatore Romano,
edición en lengua española, 24 de octubre de 1997, p. 11.
18
Cf. Cardenal Angelo Sodano, Discurso de apertura del Congreso inter-
nacional sobre la toxicomanía, 9 de octubre de 1997, en L’Osservatore
Romano, 11 de octubre de 1997, p. 4 « En las raíces ético-culturales
del fenómeno (Cardenal Joseph Ratzinger, Tournant pour l’Europe,
Ed. Paoline 1992, p. 15).

21
síntoma de un malestar profundo. (…) Tras estos fenóme-
nos hay una solicitud de ayuda por parte del individuo, que
permanece solo, con su vida; no sólo siente un deseo de re-
conocimiento y de valoración, sino también de amor. (…)
El problema, efectivamente, no estriba en la droga, sino en
la enfermedad del espíritu que lleva a la droga, como re-
cuerda el Papa Juan Pablo II: “ Es preciso reconocer que se
da un nexo entre la patología mortal causada por el abuso
de drogas y una patología del espíritu que lleva a la persona
a huir de sí misma y a buscar placeres ilusorios, escapando
de la realidad, hasta tal punto que se pierde totalmente el
sentido de la existencia personal ” ».19

3. Juicio moral

3.1. El ser humano no tiene derecho a dañarse a sí mismo


Traficantes de droga, 42. La presentación del problema ha mostrado implícita-
mercaderes de muerte mente que es preciso refutar totalmente el uso de la droga
desde el punto de vista moral. En efecto, se trata de una prác-
tica completamente incompatible con la moral cristiana. El
Papa ha definido a los traficantes de droga « mercaderes de
muerte »; subraya que los toxicómanos son como caminantes
que buscan algo en lo cual creer para vivir, y que tropiezan
con los mercaderes de muerte, que los asaltan con la lisonja
de libertades ilusorias y falsas perspectivas de felicidad. A los
que les ayudan los compara con el buen samaritano que se
compadece del que cayó en manos de los salteadores, trafi-
cantes de muerte.20 Al comercio de la droga lo define « co-
mercio infame », considerando la droga como un azote, y ha-
bla de los crímenes de la droga, del nefasto comercio de estu-
pefacientes. « ¿Qué decir del oscuro frente de la oferta de

19
Pontificio Consejo para la Familia, ¿Liberalización de la droga?
Reflexiones para la familia con ocasión de algunas propuestas de ley en
varios países, en L’Osservatore Romano, edición en lengua española,
7 de febrero de 1997, p. 10.
20
Cf. Juan Pablo II, A los participantes en la VI Conferencia internacio-
nal del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, 23 de noviembre
de 1991, n. 2, en L’Osservatore Romano, edición en lengua española,
29 de noviembre de 1991, p. 10.

22
droga? ¿De los grandes depósitos y de los millares de ria-
chuelos por donde corre el tráfico nefando? ¿De las colosales
especulaciones y de los innobles vínculos con la criminalidad
organizada? Todo serio propósito a largo plazo pide interven-
ciones aptas para cegar las fuentes y frenar los recorridos de
esta riada de muerte. La lucha contra la droga es un grave de-
ber ligado al ejercicio de las responsabilidades públicas ».21

43. « Drogarse – afirma el Papa – siempre es ilícito, por- Uso de la droga,


que implica una renuncia injustificada e irracional a pensar, renuncia a la libertad
a querer y a actuar como personas libres. (…) No se puede
hablar de la “ libertad de drogarse » ni del « derecho a la
droga ” porque el ser humano no tiene el derecho de dañar-
se a sí mismo ni tampoco puede ni debe abdicar nunca de
la dignidad personal que le viene otorgada por Dios. Estos
fenómenos – siempre hay que recordarlo – no solamente
perjudican el bienestar físico y psíquico, sino que frustran a
la persona precisamente en su capacidad de comunión y de
donación. Esto es particularmente grave en el caso de los
jóvenes. En efecto, es durante este período de edad cuando
el joven se abre a la vida; es la edad de los grandes ideales,
el tiempo del amor sincero y oblativo ».22

44. Hablando del aspecto psicosomático de la droga, el


Papa recuerda – citando a Pablo VI – « lo que la ciencia
afirma de la acción bioquímica de la droga en el organismo.
Es como un golpe violento al cerebro: todas las estructuras
de la vida psíquica se descompaginan bajo el golpe de estos
estímulos excepcionales y desordenados. (…) La toxicode-
pendencia, más que una enfermedad del cuerpo, es enfer-
medad del espíritu ».23

21
Juan Pablo II, A los participantes en el VIII Congreso mundial de las co-
munidades terapéuticas, 7 de septiembre de 1984, n. 6, en L’Osservatore
Romano, edición en lengua española, 9 de diciembre de 1984, pp. 17-18.
22
Juan Pablo II, A los participantes en la VI Conferencia internacional
del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, 23 de noviembre de
1991, n. 4, en L’Osservatore Romano, edición en lengua española,
29 de noviembre de 1991, p. 10.
23
Juan Pablo II, Homilía al Centro italiano de Solidaridad, Roma, 21 de
junio de 1986, n. 3, en L’Osservatore Romano, edición en lengua espa-
ñola, 17 de agosto de 1986, p. 2.

23
Drogarse es 45. En el discurso al que nos hemos referido antes, el
pecado mortal cardenal Secretario de Estado, citando el Catecismo de la
Iglesia Católica, precisa que « fuera de los casos en que se
recurre a ello por prescripciones estrictamente terapéuti-
cas, (drogarse) es una falta grave » (n. 2291). Es evidente
que se ha de analizar en cada caso particular el grado de
responsabilidad personal del individuo, para poder hablar
de la eventual gravedad de su culpa.

46. En su documento « De la desesperación a la esperan-


za », el Pontificio Consejo para la Familia declara que el
consumo de la droga no es más que una falsa respuesta a la
falta de sentido positivo de la vida; y afirma, además, que la
droga ataca la sensibilidad del hombre y el buen uso de su
razón y de su voluntad.

3.2. No a la liberalización de la droga

Ineficacia de las 47. Precisamente en ese contexto se plantea el problema


leyes permisivas de la liberalización de la droga. ¿Qué piensa el Papa al res-
pecto? Responde: « La droga no se vence con la droga. La
droga es un mal, y al mal no le van bien las cesiones. La le-
galización de la droga, incluso parcial, además de ser, por
lo menos, discutible con relación a la índole de la ley, no
produce los efectos que se habían prefijado. Lo confirma
una experiencia que es ya común ».24 En su discurso, ya ci-
tado, a los participantes en el Congreso internacional sobre
la droga, organizado por el Pontificio Consejo para la
Pastoral de la Salud, el Papa afirma también: « no debe sor-
prendernos que un gran desconcierto y un sentimiento de
impotencia invadan la sociedad. Algunas corrientes de opi-
nión proponen legalizar la producción y el comercio de de-
terminadas drogas. Hay autoridades que están dispuestas a
permitirlo, tratando solamente de encuadrar el consumo de
la droga para intentar controlar sus efectos. De aquí se de-
duce que, ya desde la escuela, se quita importancia al uso

24
Juan Pablo II, A los participantes en el VIII Congreso mundial de las
comunidades terapéuticas, 7 de septiembre de 1984, n. 6, en
L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 9 de diciembre de
1984, p. 18.

24
de algunas drogas; esto se ve favorecido por un razona-
miento que procura minimizar los peligros, especialmente
gracias a la distinción entre drogas blandas y drogas duras,
lo que lleva a proponer liberalizar el uso de determinadas
sustancias. Esta distinción descuida y atenúa los riesgos in-
herentes a toda toma de productos tóxicos, en particular
las conductas de dependencia, que se basan en las mismas
estructuras psíquicas, la disminución de la conciencia y la
alienación de la voluntad y de la libertad personales, que
cualquier droga produce ».25

48. A este problema está directamente vinculada la cues- Ineficacia de las


tión de las drogas sustitutivas: « La droga no se vence con drogas sustitutivas
la droga. Las drogas sustitutivas no son una terapia sufi-
ciente, sino más bien un modo velado de rendirse ante el
fenómeno. (…) Es opinión corriente de los observadores
dignos de crédito que quizá la causa mayor de la fuerza con
que la droga hace presa en el espíritu juvenil está en la indi-
ferencia ante la vida, en la caída de los ideales, en el miedo
al futuro ».26

49. Cuando habla de la posibilidad de rehabilitación en La droga es un mal


las comunidades terapéuticas, el Papa cree « significativo
que esto se haya conseguido con métodos que excluyen ri-
gurosamente cualquier concesión de drogas, legales o ilega-
les, con carácter sustitutivo ».27 En su discurso antes citado,
el cardenal Sodano recuerda que las drogas sustitutivas no
son una buena terapia, sino más bien una capitulación; por
lo que atañe a la liberalización, subraya que, según la opi-
nión de los que propugnan las drogas blandas, la prohibi-
ción no ha hecho más que agravar la situación, mientras

25
Juan Pablo II, A los participantes en el Congreso internacional sobre la
toxicomanía, 11 de octubre de 1997, n. 2, en L’Osservatore Romano,
edición en lengua española, 24 de octubre de 1997, p. 11.
26
Juan Pablo II, A los jóvenes de la Comunidad terapéutica para toxicó-
manos, 27 de mayo de 1984, nn. 3-4, en L’Osservatore Romano, edi-
ción en lengua española, 10 de junio de 1984, p. 18.
27
Juan Pablo II, A los participantes en el VIII Congreso mundial de las
comunidades terapéuticas, 7 de septiembre de 1984, n. 3, en
L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 9 de diciembre de
1984, p. 17.

25
que, según la opinión de los que están a favor de la prohibi-
ción, la aprobación de las drogas blandas sólo lleva a pre-
parar el acceso a las drogas duras. Además, se trata de un
proceso irreversible, que no eliminará el mercado negro de
las drogas blandas ni disminuirá en absoluto la violencia y
la criminalidad. Cita luego el pensamiento del Papa sobre
la cuestión de la prohibición. « La droga es un mal, y al mal
no hay que ceder. La distinción entre “ drogas duras ” y
“ drogas blandas ” lleva a un callejón sin salida, pues la to-
xicodependencia no tiene su origen en la droga sino en lo
que lleva a un individuo a drogarse ».28

También las drogas 50. El Pontificio Consejo para la Familia precisa, al res-
blandas producen pecto, que en ciertos países la legislación controla el uso de
dependencia la droga, pero permitiendo un fácil acceso a las « drogas
blandas ». Se afirma que eso no provocaría ni dependencia
bioquímica ni efectos secundarios en el organismo; la idea
es que de ese modo se conocería mejor a los drogados, a los
que se podría ayudar y apoyar mejor. Sin embargo, está de-
mostrado que las drogas llamadas « blandas » provocan la
pérdida de atención y una alteración del sentido de la reali-
dad; favorecen primero el aislamiento, y luego la dependen-
cia, fomentando así la ingestión de productos más fuertes.
En el ámbito de la farmacología es difícil distinguir las dro-
gas blandas de las duras. Los factores decisivos son la canti-
dad consumada, la manera de asimilarlas y las eventuales
mezclas de productos. Al mercado llegan cada día nuevas
drogas, con nuevos efectos y, por tanto, nuevos interrogan-
tes.

La liberalización 51. Este mismo Consejo, preguntándose sobre esa peti-


de la droga ción de liberalización, responde que a veces los que tienen
crea confusión
la responsabilidad de decidir no saben ya por qué es pre-
ciso seguir luchando contra la droga, dado que su uso está
muy difundido. Entonces, ¿hay que resignarse a la idea de
ver surgir una clase inferior de seres humanos subdesarro-

28
Cf. Cardenal Angelo Sodano, Discurso de apertura del Congreso inter-
nacional sobre la toxicomanía, 9 de octubre de 1997, en L’Osservatore
Romano, 11 de octubre de 1997; Cardenal Joseph Ratzinger, Una mi-
rada a Europa ».

26
llados que dependan de la droga para vivir? No se ha teni-
do suficientemente en cuenta lo que dicen los expertos, o
sea, que la toxicodependencia no deriva de la droga mis-
ma, sino de lo que lleva a un individuo a drogarse. El uso
de la droga es un pretexto para no afrontar todas las exi-
gencias de la vida. Hemos olvidado que, para asumir su
humanidad, cada uno debe responder a los interrogantes
esenciales de la existencia. En realidad, el punto débil del
interés por legitimar ciertas drogas es que esa decisión
tendría consecuencias nefastas sobre la educación; libera-
lizar la droga llevaría a aceptar su legalidad; de ello deri-
varía una confusión tal que induciría a creer que lo que es
legal es normal y moral. Esa legalización provocaría inevi-
tablemente un consumo mayor, una criminalidad mayor,
un número mayor de accidentes de circulación, un incre-
mento de los problemas personales, un aumento de los
problemas sanitarios a cargo de la colectividad; el Estado
dejaría de tutelar el bien común, pues se dejaría camino li-
bre a la destrucción de los jóvenes, a la violación del prin-
cipio de equidad y subsidiariedad; y, por último, se des-
cuidaría a los más pobres.29

52. También el Pontificio Consejo para la Pastoral de El Estado no puede


la Salud ha querido subrayar los interrogantes relativos a convertirse en
distribuidor de droga
la legalización de las drogas « blandas » y a la distribución
controlada de la heroína. En el abuso de la droga, como
hemos explicado, el problema no es sólo la sustancia de la
droga, sino la persona del drogado. Nos encontramos ante
un equívoco. No se ha precisado suficientemente, de ma-
nera coherente, la diferencia entre el carácter jurídico y
moralmente ilícito, y la posibilidad de sanción jurídica.
Así, hay países en los que no se castiga el consumo de
droga, sino sólo su distribución; y otros en los que las dos
cosas constituyen delitos y, por tanto, son punibles. En
ciertos países los castigos son muy severos, desde trabajos
forzados hasta la horca. En los países donde el Estado de-

29
Pontificio Consejo para la Familia, ¿Liberalización de la droga?
Reflexiones para la familia con ocasión de algunas propuestas de ley en
varios países, en L’Osservatore Romano, edición en lengua española,
7 de febrero de 1997, p. 10.

27
bería organizar la distribución de la droga, éste se conver-
tiría en el principal distribuidor, lo cual sería absurdo. El
criterio que se aplica a veces para permitir su distribu-
ción, por ejemplo para el hachís, ha sido comprobar si su
uso produce, o no, efectos nocivos en el organismo. Una
vez más, el problema se debe plantear no sólo teniendo en
cuenta los daños físicos, sino también las consecuencias
psicológicas y su influjo en el comportamiento. La droga,
tomada como terapia para aliviar sufrimientos morales o
para resolver dificultades personales, agrava esos sufri-
mientos y dificultades, en vez de ponerles remedio. Por
consiguiente, todas las partes implicadas deben compro-
meterse a reducir no sólo la oferta, sino sobre todo la de-
manda, con un proyecto educativo centrado en la verdad,
en la libertad y en la responsabilidad.30

4. Sugerencias de remedios

53. Podemos decir que se pueden seguir tres caminos:


prevención, represión y rehabilitación. El más importante
es el primero, o sea, una prevención unida a una educación
adecuada, que proponga el verdadero sentido de la vida y
que dé prioridad a los valores.

4.1. Prevención
La verdadera lucha 54. « Los fenómenos de la droga (…) – subraya el Papa
consiste en la – no se combaten ni se puede desarrollar una acción eficaz
recuperación de los para la curación y la recuperación de quienes son sus vícti-
valores
mas, si no se restauran los valores humanos del amor y de la
vida, únicos capaces, especialmente si se iluminan con la fe
religiosa, de dar un sentido pleno a nuestra existencia ».31
La droga no se combate sólo con intervenciones de índole

30
Cf. Conclusión del Congreso internacional sobre la droga, « Solidarios
con la vida », en Dolentium Hominum. Iglesia y salud en el mundo,
n. 38, Año 1998/2, pp. 73-76.
31
Juan Pablo II, A los participantes en la VI Conferencia internacional
del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, 23 de noviembre de
1991 n. 4, en L’Osservatore Romano, edición en lengua española,
29 de noviembre de 1991, p. 10.

28
sanitaria y judicial, sino también y sobre todo con la crea-
ción de nuevas relaciones humanas, ricas en valores espiri-
tuales y afectivos.32

55. La Iglesia, en nombre de Cristo, propone una res- La Iglesia propone


puesta y una alternativa: la terapia del amor, porque Dios es la terapia del amor
amor, y el que vive en el amor actualiza la comunión con
los demás y con Dios. « Quien no ama permanece en la
muerte » (1 Jn 3, 14). « Así como la Iglesia debe actuar a ni-
vel moral y pedagógico, interviniendo en este sector especí-
fico con gran sensibilidad, igualmente las instituciones pú-
blicas deberán comprometerse en una política seria, ten-
dente a sanear situaciones de dificultad personal y social,
entre las cuales sobresalen la crisis de la familia, principio y
fundamento de la sociedad humana, el paro juvenil, la vi-
vienda, los servicios socio-sanitarios, el sistema escolar. (…)
La Iglesia, que quiere actuar – y es su deber – en la socie-
dad como la levadura evangélica, está y seguirá estando
siempre junto a los que afrontan con dedicación responsa-
ble las plagas sociales de la droga (…), para animarles y
sostenerles con la palabra y la gracia de Cristo ».33 « La con-
vicción serena de la inmortalidad del alma, de la futura re-
surrección de los cuerpos y de la responsabilidad eterna de
los propios actos, es el método más seguro también para
prevenir el terrible mal de la droga, para curar y rehabilitar
a sus pobre víctimas, para fortificar con la perseverancia y
firmeza en los caminos del bien ».34

56. En esta fase la familia desempeña un papel funda- Función de la familia


mental. « Frente a un mundo y una sociedad que corre el en la lucha
contra la toxicomanía

32
Cf. Juan Pablo II, Homilía al Centro italiano de Solidaridad, Roma,
21 de junio de 1986, n. 3, en L’Osservatore Romano, edición en lengua
española, 17 de agosto de 1986, p. 2.
33
Juan Pablo II, A los participantes en la VI Conferencia internacional
del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, 23 de noviembre de
1991 n. 5, en L’Osservatore Romano, edición en lengua española,
29 de noviembre de 1991, pp. 10 y 11.
34
Juan Pablo II, A los participantes en el VIII Congreso mundial de las
comunidades terapéuticas, 7 de septiembre de 1984, n. 7, en
L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 9 de diciembre de
1984, p. 18.

29
riesgo de hacerse cada vez más despersonalizada, y por tan-
to deshumanizada, y frente a los resultados negativos de
muchas formas de fuga, entre las que ocupan un lugar prin-
cipal los abusos asociados con las drogas, la familia posee
energías formidables, capaces de sacar al hombre del ano-
nimato ».35 En el discurso, ya citado, al Pontificio Consejo
para la Pastoral de la Salud, el Papa invita a los esposos a
mantener relaciones conyugales y familiares estables, basa-
das en el amor único, con vistas a la lucha contra la toxico-
manía: « Así, crearán las mejores condiciones para una vida
serena en su hogar, ofreciendo a sus hijos la seguridad afec-
tiva y la confianza en ellos que necesitan para su crecimien-
to espiritual y psicológico. (…) Por tanto, invito a todos los
que desempeñan una función educativa a intensificar sus
esfuerzos entre los jóvenes, que necesitan formar su con-
ciencia, desarrollar su vida interior y entablar con sus her-
manos relaciones positivas y un diálogo constructivo; así les
ayudarán a convertirse en protagonistas libres y responsa-
bles de su vida ».36

57. Por lo que concierne a la información necesaria, el


Papa recuerda el deber de « proporcionar una información
médica acertada y precisa particularmente a los jóvenes, se-
ñalando los efectos perniciosos de la droga en los aspectos
somático, intelectual, psicológico, social y moral ».37 La pre-
vención exige « el concurso (…) de toda la sociedad: pa-
dres, escuela, ambiente social, instrumentos de comunica-
ción, organismos nacionales e internacionales. Hay que es-
forzarse por formar una sociedad nueva, a medida del hom-
bre; la educación para ser hombres ».38

35
Juan Pablo II, Al Comité de investigación sobre el abuso y control de
narcóticos del Parlamento federal de Estados Unidos, 19 de enero de
1984, en L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 19 de fe-
brero de 1984, p. 22.
36
Juan Pablo II, A los participantes en el Congreso internacional sobre la
toxicomanía, 11 de octubre de 1997, n. 5, en L’Osservatore Romano,
edición en lengua española, 24 de octubre de 1997, p. 11.
37
Juan Pablo II, ibid., n. 6.
38
Juan Pablo II, A los jóvenes de la comunidad terapéutica para toxicóma-
nos, 27 de mayo de 1984, n. 5, en L’Osservatore Romano, edición en
lengua española, 10 de junio de 1984, p. 18.

30
4.2. Represión
58. El Papa reconoce que la represión por sí sola no Necesidad de
basta para frenar el fenómeno de la droga, pero que es legislaciones
preciso combatirla. « Hay que reconocer que la represión contra los traficantes
contra quienes recurren a productos ilícitos no basta para
frenar esta plaga; en efecto, una delincuencia comercial y
financiera se ha organizado a nivel internacional ». 39
« Hace falta combatir estas organizaciones de droga, hace
falta crear legislaciones que intenten trazar programas
completos con el fin de impedir el tráfico de narcóti-
cos ».40 El Papa pide que « se forme un frente sólido que
se dedique de manera creciente no sólo a la prevención y
a la rehabilitación de los drogadictos, sino también a de-
nunciar y perseguir legalmente a los traficantes de muerte
y derribar los muros de la disgregación moral y social.
(…) Renuevo, por tanto – añade el Papa –, la apremiante
llamada que ya dirigí hace algunos años a las instancias
públicas, tanto nacionales como internacionales, a fin de
que pongan freno a la difusión del mercado de las sustan-
cias estupefacientes. Para esto hace falta que se pongan de
manifiesto, en primer lugar, los intereses de quienes espe-
culan en este mercado, que después se detecten los instru-
mentos y los mecanismos de los que se sirven, y se proce-
da, por último, a su eficaz destrucción ».41

59. « Para hacer frente a este problema tan grave, es pre- Urgencia de un plan
ciso dar mayor vigor y eficacia al principio de la unidad e de acción regional
y continental
integración latinoamericana. (…) En este campo se impone
la necesidad de acudir a un plan de leal cooperación regio-
nal y continental para que las medidas que se tomen para

39
Juan Pablo II, A los participantes en el Congreso internacional sobre la
toxicomanía, 11 de octubre de 1997, n. 2, en L’Osservatore Romano,
edición en lengua española, 24 de octubre de 1997, p. 11.
40
Juan Pablo II, Al Comité de investigación sobre el abuso y control de
narcóticos del Parlamento federal de Estados Unidos, 19 de enero de
1984, en L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 19 de fe-
brero de 1984, p. 22.
41
Juan Pablo II, A los participantes en la VI Conferencia internacional
del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, 23 de noviembre de
1991 n. 3, en L’Osservatore Romano, edición en lengua española,
29 de noviembre de 1991, p. 10.

31
combatir el narcotráfico tengan la debida eficacia ».42 « Es
indispensable que se combata directamente y, al final, se
elimine la actividad criminal de la producción y el tráfico
de droga. A este respecto, mi estímulo y mi admiración se
dirigen a todos esos países en los que los líderes del
Gobierno y los ciudadanos están verdaderamente compro-
metidos en combatir la producción, la venta y el mal uso de
las drogas, pagando algunas veces un precio muy alto, y sa-
crificando incluso su propia integridad física ».43 « Invito a
las autoridades civiles, a los responsables de la economía y
La política tiene el a todos los que tienen una responsabilidad social, a prose-
deber guir e intensificar sus esfuerzos para perfeccionar en todos
de luchar contra
los niveles las legislaciones de lucha contra la toxicomanía, y
la cultura de la droga
a oponerse a todas las formas de cultivo y de tráfico de dro-
gas ».44

4.3. La rehabilitación
El sentido de la 60. El Papa nos invita a abordar este problema: « Para
dignidad humana, afrontar la droga no sirve ni el estéril alarmismo ni el apre-
fundamento surado simplismo. En cambio, vale el esfuerzo de conocer
de la rehabilitación
al individuo y comprender su mundo interior; llevarlo al
descubrimiento, o al redescubrimiento, de su propia digni-
dad de hombre; ayudarle a que haga resucitar y crecer, co-
mo sujeto activo, los recursos personales que la droga había
sepultado, mediante una confiada reactivación de los meca-
nismos de la voluntad, orientada hacia ideales seguros y no-
bles ».45

42
Juan Pablo II, A los participante en la Conferencia de los países latinoa-
mericanos, 5 de diciembre de 1985, en L’Osservatore Romano, edición
en lengua española, 22 de diciembre de 1985, p. 22.
43
Juan Pablo II, Mensaje a la Conferencia internacional sobre el abuso de
la droga y el tráfico ilícito de la droga, 4 de junio de 1987, en
L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 13 de septiembre
de 1987, p. 20.
44
Juan Pablo II, A los participantes en el Congreso internacional sobre la
toxicomanía, 11 de octubre de 1997, n. 6, en L’Osservatore Romano,
edición en lengua española, 24 de octubre de 1997, p. 11.
45
Juan Pablo II, A los participantes en el VIII Congreso mundial de las
comunidades terapéuticas, 7 de septiembre de 1984, n. 3, en
L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 9 de diciembre de
1984, p. 17.

32
61. El Papa anima « a los padres que tengan un hijo to- El Evangelio ayuda
xicómano a no desalentarse jamás, a mantener el diálogo a superar la crisis
con él, a prodigarle su afecto y a favorecer sus contactos
con organismos capaces de ocuparse de él. La atención
afectuosa de una familia es un gran apoyo para la lucha in-
terior y los progresos de una terapia de desintoxicación ».46
« Las crisis humanas y sociales más difíciles pueden supe-
rarse a la luz del Evangelio. (…) Por lo mismo, se puede sa-
lir también del drama de la droga para volver a encontrar el
camino de la confianza en la vida ».47 « El miedo al futuro y
al compromiso en la vida adulta que se observa entre los jó-
venes los hace particularmente frágiles. A menudo no se los Comprender la sed
alienta a luchar por una vida recta y hermosa; tienden a en- de vivir de los jóvenes
cerrarse en sí mismos. (…) Ciertas fuerzas de muerte los
impulsan entonces a entregarse a la droga, a la violencia y a
llegar a veces hasta el suicidio. Detrás de lo que puede apa-
recer como la fascinación por una especie de autodestruc-
ción, tenemos que percibir en estos jóvenes una petición de
ayuda y una profunda sed de vida, que conviene tener en
cuenta, para que el mundo sepa modificar radicalmente sus
propuestas y sus estilos de vida ».48 « El don de una vida
digna hace referencia a la sobriedad, a la castidad, a la opo-
sición a una creciente pornografía, a la sensibilización sobre
la amenaza de la droga ».49

62. Y – prosigue el Papa – « si nosotros debemos afron- Vencer la droga


tar ese gran peligro de la droga, peligro para la persona hu- es posible
mana, para cualquier hombre y sobre todo para el joven,
debemos tener las pruebas de la posibilidad de vencer. (…)
Vosotros, jóvenes que habéis vencido, resultáis para los de-

46
Juan Pablo II, A los participantes en el Congreso internacional sobre la
toxicomanía, 11 de octubre de 1997, n. 6, en L’Osservatore Romano,
edición en lengua española, 24 de octubre de 1997, p. 11.
47
Juan Pablo II, A los jóvenes de la comunidad terapéutica para toxicóma-
nos, 27 de mayo de 1984, n. 1, en L’Osservatore Romano, edición en
lengua española, 10 de junio de 1984, p. 18.
48
Juan Pablo II, A los participantes en el Congreso internacional sobre la
toxicomanía, 11 de octubre de 1997, n. 4, en L’Osservatore Romano,
edición en lengua española, 24 de octubre de 1997, p. 11.
49
Juan Pablo II, A los obispos polacos reunidos en Jasna Góra, 19 de ju-
nio de 1983, n. 5, en L’Osservatore Romano, edición en lengua espa-
ñola, 3 de julio de 1983, p. 6.

33
más un testimonio de esperanza, un testimonio de que la
victoria es posible; y suponéis también, para la sociedad
preocupada por el fenómeno de la droga, un nuevo impul-
so para luchar, para empeñar todas las fuerzas, toda la bue-
na voluntad. Vale la pena, porque la victoria es posible ».50

63. En el discurso ya citado, el cardenal Secretario de


Estado subraya que sólo el compromiso personal de la per-
sona, su voluntad de renacer y su capacidad de recupera-
ción pueden garantizarle la vuelta a la normalidad después
de haber pasado por el mundo alucinante de los narcóticos;
para ello son indispensables las ayudas sociales a la familia
y a las comunidades terapéuticas.51

Importancia 64. El Pontificio Consejo para la Familia, por su parte,


de experimentar destaca la necesidad de que los toxicómanos conozcan y ex-
el amor de Cristo perimenten el amor de Jesucristo, que se abran y renazcan a
un ideal auténtico de vida, que por la fe se adhieran plena y
sinceramente a Cristo y a su Evangelio, y acepten su sobera-
nía hasta convertirse en discípulos suyos. Con particular in-
terés el drogado podrá escuchar las palabras de Jesús:
« Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, que
yo os aliviaré » (Mt 11, 28). La Iglesia propone, pero no im-
pone; lleva al hombre a descubrir su dignidad como sujeto
activo, y le enseña el porqué de su existencia terrena.

Asegurar siempre 65. La tarea de evangelizar el mundo de la droga requiere


la asistencia tres pasos fundamentales: anunciar el amor paterno de Dios,
a los toxicómanos denunciar los males que implica la droga y asegurar la asisten-
cia a los toxicómanos. El modelo cristiano de familia sigue
siendo el punto de referencia prioritario para la prevención, la
rehabilitación y la inserción de las personas en la sociedad.52

50
Juan Pablo II, Homilía durante la misa para el comité italiano de soli-
daridad con los jóvenes toxicómanos, 9 de agosto de 1980, en
L’Osservatore Romano, 21 de septiembre de 1980, p. 6.
51
Cf. Cardenal Angelo Sodano, Discurso de apertura del Congreso inter-
nacional sobre la toxicomanía, 9 de octubre de 1997, en L’Osservatore
Romano, 11 de octubre de 1997, p. 4, punto 7: « El horizonte de la es-
peranza ».
52
Cf. Pontificio Consejo para la Familia, De la desesperación a la espe-
ranza, Ciudad del Vaticano 1992, pp. 16-22.

34
5. La Iglesia frente a la toxicomanía

66. « La droga no es el problema principal del toxicómano. La invitación divina


El consumo de la droga es sólo una respuesta falaz a la falta se dirige también
al toxicómano
de sentido positivo de la vida. En el centro de la toxicodepen-
dencia se encuentra el hombre, sujeto único e irrepetible, con
su interioridad y personalidad específica, objeto del amor del
Padre, que en su Plan salvífico llama a cada uno a la sublime
vocación de hijo en el Hijo. Sin embargo, la realización de esa
vocación queda gravemente comprometida por conductas
que, como el uso de la droga, influyen de modo deletéreo en
la persona humana, en su sensibilidad, y en el recto ejercicio
de su inteligencia, de su libertad y de la voluntad ».53

67. La Iglesia anuncia que Dios salva al hombre en Dios salva al hombre
Cristo, revelándole su vocación y el amor con que es ama-
do.54 A la luz de esta verdad, todos los hombres tienen de-
recho a saber que vivir significa decir sí a Dios y caminar
por la senda de la santidad. El amor misericordioso de Dios
se dirige de modo muy particular a los que tienen más ne-
cesidad de su acción compasiva y liberadora. Cristo nos di-
ce que son los enfermos los que tienen necesidad de médi-
co (cf. Mt 9, 12; Mc 2, 17; Lc 5, 31).

68. Es preciso alegrarse de la solicitud y las actividades La Iglesia anuncia


de numerosas personas e instituciones que trabajan cada día el Evangelio de
con paciencia para ayudar a las personas afectadas por la to- salvación
xicomanía. La Iglesia se pone al servicio de los que se en-
cuentran bajo el yugo de esta nueva forma de esclavitud. Lo
que propone la Iglesia es el proyecto evangélico sobre el
hombre. A los que viven el drama de la toxicomanía, a los
que sufren porque llevan una existencia miserable, les anun-
cia el amor de Dios, que no quiere la muerte, sino la conver-
sión y la vida (cf. Ez 18, 23). Se trata aquí de la vida integral,
de la vida eterna, proclamada también para los que se en-
cuentran en situaciones de peligro o amenaza. A todos los
hombres la Iglesia quiere devolverles la esperanza.

53
Pontificio Consejo para la Familia, De la desesperación a la esperanza,
Ciudad del Vaticano, 1992.
54
Cf. Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, n. 22.

35
69. Al toxicómano, que fundamentalmente sufre de
« falta de amor », la Iglesia quiere ayudarle a descubrir el
amor de Jesucristo. En una situación de gran malestar, en el
vacío profundo de la existencia, el camino hacia la luz pasa
por el renacimiento de un ideal auténtico de vida, que se
encuentra plenamente manifestado en el misterio de la re-
velación de nuestro Señor Jesucristo. Con su contribución
específica, la Iglesia interviene en el problema de la toxico-
manía tanto para prevenir el mal y ayudar a los toxicóma-
nos a librarse de la droga y a reinsertarse socialmente, co-
mo para asistir a sus familias.

Eliminar la distancia 70. Al fenómeno de la toxicomanía la Iglesia responde


entre instituciones con un mensaje de esperanza y un servicio que, más allá de
y toxicómanos los síntomas y de la conducta de las personas, se dirige al
corazón mismo del hombre; no se limita a eliminar el males-
tar, sino que propone itinerarios de vida. Se sitúa en un ni-
vel que toma en cuenta la visión precisa que tiene del hom-
bre, lo cual la lleva a indicar los valores de la vida. Su misión
es evangélica: anunciar la buena nueva. No asume ningún ti-
po de suplencia con respecto a otras instituciones o instan-
cias humanas. Al contrario, desea sostener a todas las perso-
nas que se dedican a los toxicómanos y desempeñar el papel
que le corresponde en el mundo. En efecto, su servicio es-
pecífico consiste en proponer « la escuela evangélica » como
forma de vida fundada en la relación con Cristo, el único
que puede satisfacer todos los deseos del hombre, pues
nuestra alma tiene sed del Dios vivo (cf. Sal 62).

71. Precisamente en el centro de la actividad evangeliza-


dora de la Iglesia se sitúa su intervención en el campo de la
toxicomanía. En esta actividad la Iglesia « tiene como único
fin servir al hombre, revelándole el amor de Dios que se ha
manifestado en Jesucristo ».55 Sólo en él cada hombre pue-
de encontrar el tesoro auténtico, la verdadera razón de toda
su existencia. Las palabras de Cristo: « Venid a mí todos los
que estáis fatigados y cargados, que yo os aliviaré » (Mt 11,
28) cobran un sentido maravilloso cuando se dirigen a los
toxicómanos.

55
Juan Pablo II, Redemptoris missio, 7 de diciembre de 1990, n. 2.

36
72. El Evangelio une la proclamación de la buena nueva La Iglesia,
a las buenas obras, como, por ejemplo, la curación de « to- presencia dinámica
da enfermedad y toda dolencia » (Mt 4, 23). La Iglesia es
« una fuerza dinámica » y « signo y a la vez promotora de
los valores evangélicos entre los hombres ».56 Precisamente
por esto, la Iglesia, « salvaguardando siempre la prioridad
de las realidades trascendentes y espirituales, que son pre-
misas de la salvación escatológica »,57 siempre ha dado su
testimonio evangélico uniéndolo al desempeño de sus acti-
vidades: diálogo, promoción humana, compromiso por la
justicia y la paz, educación y cuidado de los enfermos, asis-
tencia a los pobres y a los pequeños. Debe quedar claro, de
una vez por todas, que en la proclamación de la buena nue-
va del amor de Dios, la Iglesia no ejerce ninguna constric-
ción sobre la libertad de los hombres: se detiene ante el sa-
grario de la conciencia; propone, no impone nada.58

73. El Santo Padre recuerda que el testimonio evangeli- Ayudar a los


zador de la Iglesia consiste en la proclamación de la buena toxicómanos a
recuperar su dignidad
nueva para reconocer que Jesucristo es el fin de la persona,
de su destino, y la razón de todas sus esperanzas. 59
Refiriéndose al toxicómano, el Sumo Pontífice afirma que
es necesario « llevarlo al descubrimiento, o al redescubri-
miento de su propia dignidad de hombre; (…) ayudarle a
que haga resucitar y crecer, como sujeto activo, los recursos
personales que la droga había sepultado, mediante una
confiada reactivación de los mecanismos de la voluntad,
orientada hacia ideales seguros y nobles ».60

74. Hoy, con la amplia difusión de la droga, la Iglesia se


encuentra ante un nuevo desafío: debe evangelizar a perso-

56
Ibid., n. 20.
57
Ibid., n. 20.
58
Cf. Ibid., n. 39.
59
Cf. Juan Pablo II, Homilía durante la misa en la plaza Sordello de
Mantua, 23 de junio de 1991, n. 5, en L’Osservatore Romano, edición
en lengua española, 26 de julio de 1991, p. 10.
60
Juan Pablo II, A los participantes en el VIII Congreso mundial de las
comunidades terapéuticas, 7 de septiembre de 1984, n. 3, en
L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 9 de diciembre de
1984, p. 17.

37
nas que viven esta situación particular y a las que contribu-
yen a la difusión de productos tóxicos. Por eso, se plantea
como objetivo:

75. 1. El anuncio del amor paterno de Dios para salvar a


todo hombre.

76. 2. La denuncia de los males personales y de los ma-


les sociales que causan y favorecen el fenómeno de la dro-
ga.

77. 3. El testimonio de los creyentes que se dedican a la


curación de los drogados a ejemplo de Jesucristo, que no
vino a ser servido sino a servir y dar su vida (cf. Mt 20, 28;
Flp 2, 7).

78. Esta triple actividad conlleva:

Anuncio profético 79. un deber de anuncio profético que presente la visión


evangélica original del hombre;

Servicio humilde 80. un deber de servicio humilde, a imagen del Buen


Pastor que da su vida por los demás;

Formación moral 81. un deber de formación pastoral y moral de las perso-


nas, de las familias y de las comunidades humanas, forma-
ción que se ha de impartir según los principios naturales y
sobrenaturales, para dar una visión integral del hombre.

82. La Iglesia quiere trabajar con los toxicómanos en ra-


zón de su misión evangélica, con el fin de hacer que escu-
chen la palabra de amor de Dios, proporcionando los me-
dios para llegar espiritualmente a todos los afectados por la
droga.

38
Capítulo II

LA TOXICOMANÍA ES UN SÍNTOMA
DE LA DEPENDENCIA

83. La Carta de los Agentes de la Salud define la depen- Dependencia


dencia, desde el punto de vista médico y sanitario, como y crisis de valores
« una condición de hábito a una sustancia o a un produc-
to – como fármacos, alcohol, estupefacientes, tabaco –
por los cuales el individuo sufre una incoercible necesi-
dad, y cuya privación puede ocasionarle turbaciones psi-
cofísicas. El fenómeno de la dependencia – prosigue la
Carta – presenta en nuestra sociedad una creciente, preo-
cupante y, en ciertos aspectos, dramática escalada. Este
hecho está en relación, por un lado, con la crisis de valo-
res y de sentido por la cual atraviesa la sociedad y la cultu-
ra de nuestro tiempo; y, por otro lado, con el estrés y las
frustraciones generadas por el eficientismo, por el activis-
mo y por la elevada competitividad y anonimia de las
interacciones sociales. Indudablemente los males causa-
dos por la dependencia y su curación no le pertenecen ex-
clusivamente a la medicina. Pero de todos modos le com-
pete una gestión cercana preventiva y terapéutica pro-
pia ».61

84. La mayor parte de las personas que recurren a lo


que con un término genérico se llama « la droga » afirman
que lo que buscan en ella es la felicidad, un placer o una
forma particular de vida que no encuentran en su existen-
cia. Es uno de los aspectos sobre los cuales deberemos
volver a menudo en nuestra reflexión acerca del uso de
productos psicoactivos, cuyos efectos son conocidos, por-
que liberan en algunos casos al sujeto de inhibiciones,
provocan un sentido de quietud que llega casi a la extin-
ción de todos los deseos, calman angustias profundas o
ayudan a superar una dificultad para vivir y afrontar la re-
alidad diaria.

61
Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, Carta de los Agentes
de la Salud, n. 92, Ediciones Palabra, Madrid 1995, p. 78.

39
85. A lo largo de la historia las drogas han estado pre-
sentes en todas las sociedades, pero la mayoría de las veces
de manera relativamente limitada. Gracias a los medios de
comunicación social y a los transportes, hoy se ha produci-
do una extensión de los circuitos de difusión de la droga y,
al mismo tiempo, de su consumo, especialmente por parte
de jóvenes e incluso de niños.

Las drogas naturales 86. Desde siempre los hombres han tenido una relación
en la historia ambivalente y compleja con ciertas sustancias que encon-
traban en estado natural o que cultivaban. Los médicos se
servían de ellas con fines terapéuticos,62 pero muchos cono-
cían esas sustancias y con frecuencia las desviaban de su fi-
nalidad terapéutica buscando otros fines, especialmente pa-
ra suscitar estados particulares de conciencia o sensaciones
inéditas. En Mesopotamia o en Egipto (2000 a.C.) los mé-
dicos ya sabían distinguir, por ejemplo, entre el uso farma-
cológico del opio para aliviar los dolores y el uso « munda-
no » para producir estados de inconsciencia y huir de la re-
alidad. Por este motivo, se exigía que en los frascos se indi-
cara el contenido, y se recordaba que los testamentos re-
dactados bajo los efectos de la droga se declaraban inváli-
dos. Por lo demás, el uso de las drogas estaba más o menos
vinculado a la magia y a las religiones paganas. Aún hoy se
da este espíritu mágico que persiste en torno a las drogas y
hace creer falsamente al consumidor que podrá librarse de
los límites y de las contingencias humanas. También existen
prácticas de uso de droga en grupos, que se pueden definir
ritos de iniciación o ritos específicos que caracterizan la
existencia misma del grupo. El recurso a las drogas se ob-
serva también en ciertas sectas para intentar entrar en rela-
ción con una divinidad o hacer vivir a los miembros en una
especie de relación particular entre sí, bajo la influencia de
un líder.

Las nuevas drogas 87. Los productos, naturales o sintéticos, cada vez más
sintéticas numerosos en el mercado, dan lugar a drogas diversas; por
ese motivo, actuarán diferentemente sobre el organismo, y

62
Cf. Dousset, J.C., Histoire des médicaments des origines à nos jours,
Payot, París 1985.

40
en especial sobre el cerebro, provocando casi inevitable-
mente una modificación de las capacidades de la razón y de
la voluntad, así como de la conducta de la persona, hasta
alterar su libertad y su ejercicio, al igual que su responsabi-
lidad.

88. Antes de entrar en la reflexión, es importante pre-


sentar los productos que más se consumen y los efectos que
tienen sobre la persona. No dejan de llegar al mercado nue-
vas drogas, en particular sintéticas, que resultan cada vez
más peligrosas. La práctica del dopaje para mejorar el ren-
dimiento de los deportistas, el uso de fármacos psicótropos
y la politoxicomanía, al asociar diferentes productos, favo-
recen cada vez más fenómenos de dependencia y una cierta
alienación del individuo.

1. Los productos 63

1.1. La acción de las drogas sobre el cerebro


89. La mayoría de las drogas actúan sobre el cerebro. Droga y dopamina
Todos los productos que provocan una dependencia en el
hombre tienen una propiedad en común: aumentan la can-
tidad de dopamina (llamada el « circuito de la recompen-
sa ») presente naturalmente en el cerebro. Muchas drogas
actúan en el nivel de la zona de conexión entre las neuro-
nas, llamada sinapsis, donde se transmiten las múltiples in-
formaciones a nivel cortical, entre la neurona que produce
la dopamina y la neurona « blanco ». La dopamina es un

63
Las fuentes que han inspirado este capítulo y de las que se han repro-
ducido aquí amplios extractos son: Dictionnaires des drogues,
Larousse, París 1999; Académie Nationale de France de Pharmacie;
Dictionnaire des sciences pharmaceutiques et biologiques, Éditions
Louis Pariente, París 1997, 3 volúmenes; Mission interministérielle de
la lutte contre la drogue et la toxicomanie (MILDT), Drogues et dé-
pendance, Seuil, París 2000; CLER (Centre de liaison des équipes de
recherche), Outil pédagogique: Les jeunes face à la drogue, Cler, París
1998. (Para la terminología de la traducción española se utilizó el li-
bro: « El mundo de las drogas », de José María Sánchez Orantos, Ed.
San Pablo, Madrid 1996, n.d.t.).

41
neuromediador, un compuesto de sustancias químicas que
aseguran la continuidad del influjo nervioso. Es producida
por la sinapsis; llega entonces a fijarse en la neurona recep-
tora y luego invade, poco a poco, todo el sistema nervioso.

90. La estimulación de las neuronas por la dopamina


produce una sensación de placer intenso. El individuo bus-
cará entonces reproducir de nuevo esa sensación recurrien-
do al producto o a los productos utilizados. Se trata de un
mecanismo que explica en parte las conductas de un consu-
mo repetido de drogas, que muchas personas conocen y
observan. Seguidamente, la dopamina es asumida por la
neurona transmisora y destruida por una enzima.

1.2. Las colas y los disolventes

Definición

Drogas baratas 91. Los diversos tipos de cola (mástique, cola para ofici-
na, para utillaje, para aeromodelismo, para madera), pero
también ciertos disolventes (como el éter, el tricloretileno, la
acetona, los quitamanchas, la laca de uñas, las gasolinas, los
hidrocarburos), son productos que inhalan ciertos jóvenes
de edades comprendidas entre los 12 y los 18 años, y que
tienen efectos comparables a los que producen las drogas.
Son fácilmente usados por los más jóvenes, al principio sin
intenciones particulares, por el hecho mismo de que es fácil
y barato conseguirlos, y porque dentro de ciertos grupos ju-
veniles se incita a usarlos. Los jóvenes aprenden rápidamen-
te a detectar los lugares donde se pueden adquirir sin des-
pertar sospechas en los adultos. Así pues, las colas y los di-
solventes representan, a menudo, una primera experiencia
de droga en los jóvenes, que son curiosos y experimentan
así sensaciones particulares que luego tratan de reproducir.

92. En ciertos países está prohibida a los menores de 14


años la compra de tricloretileno y de los preparados que
contienen más de un 5% de esa sustancia. Otros productos
como el éter y el cloroformo, por ejemplo, sólo se pueden
proporcionar con receta médica.

42
Efectos y peligros
93. Los efectos sobre el organismo no tienen consecuen- Efectos que ralentizan
cias si el uso se limita a algunas experiencias esporádicas y los procesos del
pensamiento
cesan rápidamente. Con todo, se puede correr peligro de
inflamación, a veces grave, del aparato respiratorio, espe-
cialmente de los bronquios y de la garganta. A largo plazo,
un consumo repetido puede provocar ciertos estados más o
menos serios de coma, una hipo-oxigenación de los tejidos
del sistema cardiovascular.

94. En el plano psicológico, los efectos son esencialmen-


te una ralentización de los procesos del pensamiento, una
fatiga general con ausencia de voluntad, pero también un
deterioro progresivo de la memoria. Según el estado mental
del consumidor, la euforia puede llegar incluso a una hiper-
exaltación. Ésta puede provocar accidentes por la falta de
percepción exacta de la realidad y del entorno.

1.3. El cannabis
Definición
95. El cannabis es una planta que crece en países de cli- Los diversos derivados
ma templado y cálido. Puede alcanzar una altura de tres del cannabis
metros en pocos meses. Se busca sobre todo la planta feme-
nina, por la embriaguez que produce.

96. El cannabis se presenta en tres formas diferentes:

97. La hierba (marihuana): hojas, tallos y ápices florales,


que simplemente se dejan secar. Por lo general se fuma
mezclada con tabaco, enrollada en cigarrillos a menudo de
forma cónica (« petardo », « buque »).

98. El hachís (shit): resina de la planta, obtenida raspan-


do las hojas y añadiéndoles el polvo hecho de plantas seca-
das y sacudidas. Se presenta en forma de comprimidos, de
barritas de color verde, marrón o amarillo, según las regio-
nes de producción. Se suele fumar mezclado con tabaco y
más raramente se consume en forma de preparados culina-
rios. El hachís puede cortarse con otras sustancias más o
menos tóxicas, como la alheña, la cera y la parafina.

43
99. El aceite (o alquitrán): preparado más concentrado
en principio activo, que se suele consumir con pipa. Su uso
actualmente está poco extendido.

100. La sustancia activa del cannabis responsable de


los efectos psicoactivos pertenece a la clase de terpenofe-
noles (diferentes tipos de THC, tetrahidro-cannabinol),64
incluida en la lista de estupefacientes. Su concentración
varía mucho según los preparados y la proveniencia del
producto.

101. El hachís y la marihuana se consumen sobre todo


en grupos de jóvenes entre los 13 y los 30 años. En efecto,
el uso en común del famoso joint o petardo revela un deseo
de comunión mediante iniciación. Para los adolescentes, el
uso del hachís representa principalmente un medio de con-
testación en todos los ámbitos con respecto a sus padres,
pero es también un medio de comunicación con los demás
jóvenes de su misma edad en un plano esencialmente afec-
tivo, que excluye completamente a los padres y a los adul-
tos.

Uso del cannabis 102. ¿Qué trata de hacer y de demostrar el adolescente


como contestación con este tipo de conducta? Al inicio, pretende violar pro-
de la autoridad
hibiciones y alejarse de sus padres, para demostrarse a sí
mismo que entra en el mundo de los adultos. El joven se
busca a sí mismo y trata de hacer que lo reconozcan.
También quiere comunicar « verdaderamente » con los
adultos, que a menudo intentan evitar ese encuentro, pues
los asusta por la intensidad afectiva y de relación de la de-
manda.

Efectos y peligros
103. Algunos consumidores de todas las edades buscan
simplemente el placer y la evasión. Los efectos del consu-
mo del cannabis son variables: ligera euforia, acompañada

64
Para ulteriores precisiones se hará referencia a la obra de la Académie
Nationale de France de Pharmacie, Dictionnaire des sciences pharma-
ceutiques et biologiques, en la voz cannabis, I, pp. 287-288.

44
de una sensación de calma y de un deseo espontáneo de
reír, y ligera somnolencia. Dosis fuertes causan pronto di-
ficultad para realizar una tarea, perturban la percepción
del tiempo, la percepción visual y la memoria inmediata, y
provocan una especie de letargo. Esos efectos pueden ser
peligrosos cuando se conduce un automóvil o se usan
ciertas máquinas bajo el efecto de la embriaguez de can-
nabis.

104. Los principales efectos físicos del cannabis pueden Efectos peligrosos
consistir, según la persona, la cantidad consumida y la com- sobre la percepción
visual
posición del producto, en un aumento del ritmo cardíaco
(palpitaciones), una disminución de la salivación (sensación
de sequedad en la boca), una hinchazón de los vasos san-
guíneos (ojos rojos) y a veces una sensación de náusea. El
aparato respiratorio está expuesto a riesgos idénticos a los
del tabaco (nicotina y alquitranes tóxicos), y estos riesgos
aumentan en ciertas condiciones de inhalación (con pipas
de agua, manguitos o tubitos). Con todo, ciertos efectos
mal percibidos por la población y por los consumidores tie-
nen ya consecuencias importantes y son signo de un uso
nocivo: dificultades de concentración, dificultades escola-
res, una especie de obsesión por conseguir el producto,
contactos con circuitos ilícitos de difusión de la droga y,
por consiguiente, implicación en una cierta forma de delin-
cuencia.

105. En las personas más frágiles el cannabis puede pro-


vocar alucinaciones o modificaciones de la percepción de sí
mismos: desdoblamiento de la personalidad y manía de
persecución. Estos efectos pueden traducirse en una fuerte
ansiedad, favorecer trastornos psíquicos graves y causar cri-
sis de pánico, incluso fenómenos alucinatorios.

106. El uso reiterado de cannabis conlleva una depen- Uso prolongado,


dencia psíquica, mediana o fuerte según los individuos. causa de dependencia
En compensación, los expertos concuerdan en decir que
la dependencia física es mínima. Sin embargo, un uso re-
gular, que a menudo revela problemas, es preocupante,
sobre todo cuando se trata de consumidores muy jóve-
nes.

45
Hablar de droga 107. Los trabajos científicos más recientes 65 han aclara-
blanda es un engaño do el mecanismo de la acción del hachís y de su compuesto
activo, el THC, sobre la membrana celular y sobre sus re-
ceptores mecánicos que permiten por fin explicar los efec-
tos esenciales del hachís sobre las neuronas: trastorno de
las percepciones sensoriales, visuales, auditivas, espaciales y
temporales. Teniendo en cuenta estas constataciones, sería
irresponsable el intento de quitar importancia al cannabis y
considerarlo una « droga blanda », es decir, sin efectos no-
tables sobre el organismo.

1.4. La cocaína
Definición
108. La cocaína se ha cultivado desde tiempos inmemo-
riales en Bolivia y Perú. Las poblaciones indígenas de los
Andes utilizan las hojas masticándolas; el alcaloide conteni-
do, el clorhidrato de cocaína (principio activo), provoca una
sensación de euforia, acompañada por una eliminación de las
inhibiciones y por la desaparición de la sensación de cansan-
cio y de hambre. El uso de cocaína se difundió en Europa
después del descubrimiento de su principio activo al final del
siglo XIX. Este tipo de toxicomanía se ha desarrollado sobre
todo en el ambiente de los artistas e intelectuales.

Peligros derivados 109. La cocaína se presenta en forma de un polvo blan-


de las mezclas co muy fino, obtenido por la destilación de hojas de coca
antes secadas. Sobre todo se aspira (se « esnifa » con la ayu-
da de una cánula); también puede inyectarse por vía intra-
venosa o fumarse. La cocaína a veces es adulterada, cortada
o mezclada con otras sustancias, lo cual aumenta su peli-
grosidad y amplifica sus efectos.

Efectos y peligros
110. El uso de cocaína provoca una euforia inmediata,
una sensación de poder intelectual y físico, así como una

65
Cf. G. Nahas, K. Sutin y S. Augurell, Marihuana And Medicine (Actas
de la Conferencia Internacional de la Universidad de Nueva York),
Ediciones Humana Press, Totowa H.J., USA, 1999.

46
indiferencia ante el dolor y el cansancio. Estos efectos lle-
van luego a un estado de depresión y a una ansiedad que al-
gunos tratarán de calmar tomando heroína o fármacos psi-
coactivos.

111. La cocaína provoca una contracción de la mayoría


parte de los vasos sanguíneos. Los tejidos, al no ser sufi-
cientemente regados, se empobrecen y, en consecuencia,
tienden a la necrosis. Con frecuencia este es el caso del ta-
bique nasal, que sufre perforaciones en los que hacen uso
regular de cocaína.

112. La cocaína provoca también trastornos del ritmo Causa de trastornos


cardíaco, que pueden originar complicaciones cardíacas, cardiovasculares…
especialmente en personas frágiles o que consumen grandes
cantidades de tabaco, tanto más cuanto que el consumo de
tabaco, como el de alcohol, aumenta a menudo cuando se
toma cocaína.

113. En las personas más frágiles, el uso de cocaína … y psíquicos


puede causar trastornos psíquicos, una gran inestabilidad
del humor, delirios paranoicos (especialmente ante el rui-
do) o crisis de pánico. Al aumentar la actividad, la cocaína
provoca insomnios, amnesias y fases de excitación.
Además, las cánulas usadas para « esnifar » pueden trans-
mitir los virus de la hepatitis A, B y C si las usan varios
consumidores.

114. La cocaína, fuerte excitante, provoca una impor-


tante dependencia psíquica. Una vez que se ha comenza-
do a usar, es difícil frenar su consumo intenso, pues resul-
ta importante e imperiosa la necesidad de seguirla toman-
do. Al contrario de lo que acontece con la heroína o el
cannabis, no se puede calmar con el consumo de otra sus-
tancia.

115. Otra característica de la cocaína es que elimina las


inhibiciones. Se trata de una sensación de « omnipotencia »,
que entraña el riesgo de que la persona realice alguna ac-
ción peligrosa.

47
El crack

Definición
Derivado de la cocaína 116. El crack es un derivado de la cocaína. En realidad,
se trata de una mezcla de cocaína, bicarbonato de sodio y
amoníaco, que se presenta en forma de piedritas. Después
de calentarlas, el consumidor aspira su humo. Esta opera-
ción provoca crujidos característicos, que es precisamente
lo que dio origen al nombre.

117. El modo de consumir el crack provoca efectos más


intensos que los de la cocaína: el producto llega más rápi-
damente al cerebro, pero la duración de su acción es más
breve.

Efectos y peligros
Daños cerebrales 118. El uso regular del crack puede provocar alucinacio-
nes y causar comportamientos violentos, episodios paranoi-
cos o incluso impulsos suicidas. Entre las consecuencias fí-
sicas del uso regular del crack se pueden citar efectos rápi-
dos sobre el cerebro, graves alteraciones de las vías respira-
torias, así como paros cardíacos o respiratorios que pueden
provocar la muerte. Un consumo regular causa pronto una
fuerte dependencia física y psíquica. Los que lo usan, inclu-
so después de haber dejado de consumirlo, siguen a menu-
do sujetos a alteraciones del humor y sufren durante varios
meses una cierta dependencia y episodios eventuales de re-
caída.

1.5. El éxtasis

Droga sintética 119. El éxtasis pertenece a la familia de las anfetaminas.


Este producto forma parte de una nueva serie de sustancias
que aparecieron con la evolución de la química: las drogas
de diseño, fabricadas en laboratorios clandestinos por quí-
micos que así intentan crear productos inéditos y hacer la
síntesis de moléculas que tienen una acción mucho más
fuerte y más peligrosa que la de las sustancias naturales. La

48
difusión generalizada del éxtasis está vinculada al nacimien-
to del movimiento musical tecno y a la organización de rave
party, reuniones de jóvenes que a menudo duran varios días
consecutivos, día y noche, y que producen una especie de
embriaguez colectiva.

120. Desde hace unos diez años, en América del Norte y Asociación de
en Europa se está produciendo un aumento del consumo anfetamina y de
mescalina
de éxtasis. El éxtasis es una sustancia neurotóxica, por lo
general asociada a una molécula con estructura similar a
una anfetamina y a la mescalina. Las más famosas son la
metilenedioxy-metanfetamina (MDMA), o metil 3,4 metile-
nedioxi-fenil-isopropilamina, o éxtasis. La MDMA fue sinte-
tizada en 1912 por una sociedad alemana de nombre
Merck. El producto fue presentado como una píldora efi-
caz contra el sueño (destinada a los militares) y contra el
hambre, utilizable en las dietas de adelgazamiento, pero el
cuerpo médico no la ha reconocido como un verdadero
medicamento.

121. Una pastilla de éxtasis puede contener desde unos


pocos miligramos hasta más de 200 mg de MDMA. En rea-
lidad, la composición de una pastilla que se presenta como
éxtasis con frecuencia es incierta: la molécula MDMA no
siempre se halla presente o puede estar mezclada con otras
sustancias: anfetaminas, analgésicos (sustancias que alivian
o suprimen el dolor), alucinógenos o anabolizantes. El éx-
tasis puede cortarse también con cafeína, almidón, deter-
gentes y jabón.

Efectos y peligros
122. Los consumidores de éxtasis buscan una sensación Sensación de placer
de energía, estar en buena forma, y la eliminación de sus y de libertad
inhibiciones. Así se eliminan bloqueos, frenos y prohibi-
ciones, y se produce una sensación de perfecta libertad in-
terior y omnipotencia. Al efecto de placer y excitación se
añade la sensación de libertad en las relaciones con los de-
más. El éxtasis provoca al principio una ligera ansiedad,
un aumento de la tensión arterial, una aceleración del rit-
mo cardíaco y la contracción de los músculos de la mandí-

49
bula; la piel se vuelve húmeda, la boca se seca. Luego se
produce una ligera euforia, una sensación de bienestar y
placer, que va acompañada de una relajación, una excita-
ción de los sentidos y una impresión de comprender y
aceptar a los demás. El uso de éxtasis provoca también
una deshidratación del organismo. El consumidor siente
necesidad de tomar agua continuamente, sobre todo si se
encuentra en un ambiente muy caliente y realiza un esfuer-
zo físico importante.

Inhibición de los 123. Después de la ingestión, la MDMA se digiere y pa-


órganos de control sa a la sangre. El producto se difunde en el organismo y
del calor en el cerebro
una parte llega al cerebro, lo cual aumenta la producción
de serotonina y dopamina. Estos neurotransmisores inter-
vienen en la transmisión de la información entre las células
del cerebro. Entre otras cosas, controlan la regulación de la
temperatura interna del cuerpo. Los efectos de la MDMA
(y las anfetaminas) consisten en hacer olvidar la sensación
de malestar que acompaña un calentamiento excesivo.
Precisamente aquí radica el peligro mayor. Este aspecto del
funcionamiento cerebral aún no se conoce bien. La tempe-
ratura del cuerpo puede subir de 37º a 42º, y esto sin nin-
guna sensación de calor. Pueden producirse entonces rup-
turas de aneurismas, con consecuencias dramáticas como
discapacidades o, incluso, la muerte.

124. Una parte de la MDMA metabolizada permanece


aún en el organismo 48 horas después de la ingestión. Por
tanto, el consumidor experimenta, tres o cuadro días des-
pués de haberla tomado, sensaciones de vacío que pueden
provocar estados de ansiedad o de depresión que requieren
consulta médica.

Posible causa 125. Los daños del éxtasis sobre el cerebro aún no se
de las enfermedades conocen bien; algunos trabajos científicos establecen una
cerebrales posible degeneración de las células que podría ser irrever-
degenerativas
sible y provocar con el tiempo enfermedades degenerati-
vas, como la de Parkinson, o trastornos cognoscitivos.
Ciertas observaciones han mostrado alteraciones de la ca-
pacidad de juicio, dificultades para realizar cálculos, así
como diversos efectos sobre la memoria. Se han constata-

50
do también casos de paranoia. Algunas personas sufren
dolores en la región lumbar, probablemente debidos al
cansancio de los riñones por la deshidratación, lo cual
puede causar un bloqueo renal y un coma muy grave. Los
medios de comunicación tienden a presentar el éxtasis co-
mo un afrodisíaco. En realidad, la droga puede excitar la
imaginación sexual, pero suprime, tanto en el hombre co-
mo en la mujer, las capacidades sexuales en el ámbito fi-
siológico.

126. En la misma categoría de drogas de diseño se en-


cuentran otras sustancias:

El LSD
127. El LSD 25, o dietilamida del ácido lisérgico, deriva Alucinógeno
del cornezuelo de centeno. Se presenta en forma de « papel generador de
graves efectos
secante », « micropunta » (semejante a la punta de la mina
contradictorios
de un lapicero) o también en forma líquida. Para un
« viaje » (trip) con LSD 25 hacen falta entre 50 y 400 micro-
gramos, o más.

128. El LSD es un fuerte alucinógeno. Causa alteracio-


nes sensoriales intensas; provoca alucinaciones, crisis de ri-
sa incontrolable y delirios. Estos efectos, muy fuertes en el
plano psíquico, varían mucho según los individuos. Un
« viaje » tiene una eficacia que puede durar de 5 a 12 horas,
a veces más. La vuelta a la realidad es, con frecuencia, muy
desagradable; el consumidor puede encontrarse entonces
en un estado de confusión que puede ir acompañado de
angustias, crisis de pánico, paranoia, fobias y accesos de de-
lirio. El uso de LSD puede originar complicaciones psi-
quiátricas graves y duraderas.

Las anfetaminas
129. Las anfetaminas (speed, ice o cristal) son poderosos
psicoestimulantes, alucinógenos y anoréxicos. Estos pro-
ductos se presentan en forma de comprimidos para ingerir
o polvo para esnifar o tomar en papel. Muy a menudo se
cortan con otros productos.

51
130. Las anfetaminas por lo general se consumen asocia-
das con alcohol u otras sustancias psicoactivas como el éx-
tasis. Al ser estimulantes físicos, producen la impresión de
ser invencibles y la sensación de eliminar la fatiga. Sus efec-
tos duran varias horas.

Alteración 131. El consumo de anfetaminas puede provocar una


del equilibrio general alteración del estado general por desnutrición y por un
estado prolongado de vela, que lleva a una especie de
agotamiento, a un gran nerviosismo y a veces a trastor-
nos psíquicos importantes (psicosis, paranoia). También
pueden aparecer problemas cutáneos (barros, acné ma-
yor).

132. La salida del período en el que la droga es activa


puede resultar particularmente difícil, pues provoca una
contracción de las mandíbulas, crisis de tetania, crisis de
angustia, un estado depresivo e incluso impulsos suici-
das. Estos productos pueden ser muy peligrosos en casos
de depresión, de problemas cardiovasculares y de epilep-
sia.

El poppers

133. El poppers es un vasodilatador, fabricado a partir


de diferentes derivados de nitritos (nitrito de amilo) y se
utiliza para curar ciertas enfermedades cardíacas y vascula-
res, así como ciertas formas de cefaleas.

134. El poppers se inhala (se esnifa). Su efecto es casi in-


mediato: produce breves ráfagas de vértigo y estimulantes.
El consumidor experimenta una sensación de intenso calor
en su interior, y su sensualidad se agudiza. Este efecto dura
alrededor de dos minutos. El poppers se usa particular-
mente en los ambientes homosexuales.

Daños que varían 135. El consumo de poppers produce manchas rojas en


según el índice la piel, provoca vértigos y dolores de cabeza que pueden
de consumo ser fuertes, pero de breve duración; y aumenta la presión
intraocular.

52
136. En fuertes dosis, el poppers puede crear una depre-
sión respiratoria y dañar los tabiques nasales. En caso de
consumo regular, el poppers causa graves anemias (cansan-
cio debido a la disminución de la capacidad de los glóbulos
rojos para fijar el oxígeno), problemas pasajeros de fisiolo-
gía sexual, manchas rojas e hinchazón del rostro, y costras
amarillentas alrededor de la nariz y de los labios.
Concentrado, provoca vértigos violentos, y también males-
tares. Asociado al viagra (fármaco utilizado por personas
que tienen problemas de impotencia sexual), entraña ries-
gos cardíacos que pueden ser mortales.

La ketamina
137. Es un fuerte anestésico, el ketalar, que inicialmente
se presenta en forma líquida, antes de ser transformado me-
diante calentamiento en polvo blanco o marrón. Es esnifa-
do y, más raramente, inyectado por vía intramuscular. La
ketamina tiene un efecto alucinógeno. Su consumo provoca
trastornos de orden psíquico (ansiedad, ataques de pánico),
neurológico (parálisis temporales) y digestivo (náuseas, vó-
mitos). Los efectos, que difieren según las dosis consumi-
das, en casos de sobredosis pueden llegar incluso al coma
prolongado.

1.6. La heroína

Definición
138. La heroína es un fuerte opiáceo, obtenido de la
morfina. Los opiáceos son sustancias naturales contenidas
en el látex (opio) recogido en una planta, la adormidera. La
heroína se presenta en forma de polvo. Por lo general se in-
yecta por vía intravenosa, después de diluirse y calentarse.
También puede esnifarse y fumarse.

139. La inyección conlleva riesgos de infección (en espe- Peligros inherentes


cial por el virus del SIDA y/o los de la hepatitis), si el con- al uso de jeringas
sumidor no se sirve de un material de inyección estéril y
utilizándolo sólo una vez.

53
Efectos y peligros
Olvidar a toda costa 140. La heroína provoca una sensación de bienestar, de
euforia y de éxtasis. Actúa como un fuerte ansiolítico y co-
mo antidepresivo, pues tiende a hacer olvidar las dificulta-
des psíquicas del momento y los sufrimientos.

Cambios en la 141. El efecto inmediato de la heroína es de tipo « or-


vida diaria gásmico ». Es el « flash ». Le sigue una sensación de euforia,
del consumidor
luego de somnolencia, acompañada a veces de náuseas, vér-
tigos, y una ralentización del ritmo cardíaco. En caso de
uso reiterado, el placer intenso de las primeras experiencias
de consumo suele durar sólo algunas semanas. A esta fase
puede seguir una necesidad de aumentar la dosis del pro-
ducto y la frecuencia de las tomas para obtener el efecto
buscado. La importancia que se da a este consumo y, por
consiguiente, a la adquisición de la droga, es tal, que modi-
fica considerablemente la vida diaria de la persona que lo
hace. Se producen varios trastornos, entre ellos especial-
mente la anorexia y el insomnio. En la mayoría de los casos
se establece rápidamente la dependencia. El heroinómano
oscila entre fases « eufóricas », cuando está bajo el efecto de
la heroína, y fases de abstinencia, en las que se halla ansioso
y agitado.

142. Todos los derivados del opio provocan una de-


pendencia orgánica y psicológica grave y rápida, depen-
dencia que suele durar algunos días. Ya no es preciso de-
mostrar las consecuencias que producen los estupefacien-
tes sobre los órganos nobles del cuerpo. El cerebro, el hí-
gado, el corazón y los riñones son los órganos más dura-
mente afectados por el uso reiterado de opiáceos. La de-
bilitación del individuo frente a las agresiones microbia-
nas y virales está vinculada directamente a una disminu-
ción de la capacidad del organismo de combatir los gér-
menes infecciosos.

Una dosis excesiva 143. La capacidad del organismo de asimilar los opiáce-
puede ser fatal os que el heroinómano se inyecta a menudo varias veces al
día en el cuerpo, es limitada. Por eso, después de una so-
bredosis, el organismo, saturado, puede encontrarse en un

54
estado crítico. Entonces reacciona con una ralentización rá-
pida del sistema respiratorio, lo cual provoca un coma, con
peligro de muerte.

144. Cuando una persona tiene dependencia de la heroí-


na, una disminución, o una supresión, de la dosis del pro-
ducto da origen a la crisis de abstinencia. Esta última se
manifiesta con dolores muy fuertes, frecuentemente en el
vientre, en los riñones y en la cabeza. Cuanto se deja de to-
mar opiáceos, de cualquier tipo, la crisis dura de cinco a
ocho días, y casi siempre va acompañada de insomnios y
angustia.

145. Si no se logra llegar rápidamente a la abstinencia, Necesidad


para mitigar los efectos de la desintoxicación el heroinóma- de rehabilitación
no puede recurrir a curaciones, a una asistencia psico-social
y a un tratamiento sustitutivo. Este último tiene como obje-
tivo estabilizar y regular la dependencia de manera médica
y legal. Tratamientos de este tipo, que utilizan productos
como la metadona o el subutex, se suministran por vía oral.
Con todo, persiste un problema esencial, puesto que se cu-
ra una dependencia mediante otra, con el peligro de no po-
der lograr que la persona salga de su relación con la droga.
Hay indudablemente otros métodos que se pueden poner
en práctica, como trataremos de mostrar más adelante.

146. La dependencia de la heroína conlleva también, en el Alteración


plano social, una conducta que modifica notablemente las de la personalidad
relaciones de la persona con su entorno, modificaciones que
pueden llegar, en algunos casos, hasta un proceso de margi-
nación. Se instaura progresivamente una grave deformación
de la personalidad y de las relaciones sociales, y aumentan
los actos de transgresión. El placer del « flash » y su búsque-
da constante ocupan completamente el pensamiento del in-
teresado, que se comunica cada vez menos con su entorno
inmediato; sus pensamientos se alejan poco a poco de la rea-
lidad. Recurre a la mentira en sus relaciones con los demás,
lo cual conduce a un intento de manipulación de su entorno.

147. Podríamos seguir describiendo otras drogas y sus


efectos sobre las personas que las consumen; podríamos re-

55
cordar también productos que, como el alcohol y el tabaco,
se han granjeado una especie de respetabilidad social; ade-
más, podría ser oportuno señalar las prácticas de dopaje en
el deporte y en la vida profesional, o la utilización de fár-
macos psicoactivos para fines diversos de los terapéuticos
específicamente previstos para ellos. Baste mencionar, co-
mo recuerdo, estos diferentes elementos. Ahora conviene
pasar a analizar lo que impulsa a algunas personas a drogar-
se y alienar su libertad.

2. La búsqueda desenfrenada del placer esconde una difi-


cultad de vivir

Motivos múltiples 148. ¿Por qué se droga la gente? Esta pregunta no es


nueva y numerosos escritos ya han intentado darle una res-
puesta. En el punto de partida, como sucede con la utiliza-
ción de cualquier producto, se encuentra la curiosidad de
experimentar sensaciones nuevas y violar una prohibición,
la búsqueda del placer inmediato y el intento de salir del
malestar interior en el que se encuentra y para el cual no se
ve solución. Desde esta perspectiva, la droga y la toxicoma-
nía se presentan como síntomas de una situación personal y
social gravemente deficitaria, que conviene hacer inteligible
para ayudar a los consumidores, aunque estos últimos no
siempre quieren interrogarse sobre el origen de su conduc-
ta. Precisamente por esto examinaremos algunas de las
cuestiones esenciales vinculadas a la droga y a una sociedad
en la que los productos tóxicos se están utilizando cada vez
de forma más generalizada.

2.1. Desde la primera toma de droga hasta el estado de de-


pendencia

Curiosidad malsana 149. Cuando se pregunta a los jóvenes que se suelen


drogar de forma intermitente o de modo regular, la mayoría
declaran que comenzaron sin ninguna razón aparente o sin
sentir una atracción especial por los productos tóxicos. En
la mayor parte de los casos, se encontraron en una situa-
ción en la que se dejaron arrastrar por alguien o por el am-
biente de un grupo, aceptando por la fascinación de lo des-

56
conocido y para ser iniciados en las nuevas sensaciones de
las que habían oído hablar. En esas situaciones, no se atre-
vieron a rechazar la propuesta. Otros, al contrario, subra-
yan que comenzaron a usar un producto para evadirse de
una dificultad de la vida, de un sufrimiento o de un dolor
incurable. Unos y otros, por tanto, no decidieron drogarse,
porque nadie toma deliberadamente esta decisión ni tiene
la intención de convertirse en toxicómano. Más aún, cuan-
do alguien consume determinados productos, puede que lo
haga sin ser consciente de estarse drogando. Con todo, las
consecuencias son evidentes y la toxicomanía es el resulta-
do de estos comportamientos.

150. De cualquier modo, se debe notar que las personas Huida ilusoria
así condicionadas a menudo siguen llevando con naturali- de los problemas
dad su vida diaria, aunque desarrollen una práctica toxicó-
mana más o menos frecuente o pasajera, hasta el día en que
caen en una toxicomanía comprobada, que los llevará a
comportamientos específicos, especialmente por lo que ata-
ñe a la vida personal, la vida social o la búsqueda de droga,
que entonces resultará una obsesión. Irán ordenando pro-
gresivamente su existencia hacia la búsqueda del producto
y, en cierto sentido, vivirán casi exclusivamente para dro- Drogarse puede
garse. Aunque se puede decir que numerosas personas co- llegar a ser
la razón de vivir
mienzan a drogarse por curiosidad, para evadirse o para
tratar de eliminar un malestar de la vida, es preciso recono-
cer que el peligro de caer en la toxicomanía es grande, y es-
ta última llega a ser entonces una motivación y un centro de
interés de la existencia. Se entra en un círculo infernal, en
el que la falta de proyectos y la ausencia de realizaciones
hacen que la persona se encierre en sí misma.

151. Cualquiera que sea la situación de cada uno y el Placer buscado


elemento que le lleva a consumir determinados productos en el uso
tóxicos, por lo regular la motivación es la misma: encontrar de estupefacientes
placer. El producto se busca porque se quiere obrar bien y
ser amables, tener mayor desenvoltura en las relaciones y
una mayor libertad interior y exterior. Esta búsqueda em-
prendida mediante el consumo de productos tóxicos debe
plantear interrogantes a todas las instancias educativas y a
la sociedad entera; en efecto, muestra claramente que en las

57
personas hay una inquietud profunda que no se toma en
cuenta, que los modos de proceder en el orden de la vida
personal y social no logran satisfacer a los hombres; lo mis-
mo se puede decir del malestar real que existe en la civiliza-
ción. El toxicómano intenta resolver su problema recu-
rriendo a soluciones artificiales.

La toxicomanía 152. Al contrario de lo que esperan las personas que re-


causa alteraciones curren a la droga, la experiencia muestra que un consumo
orgánicas…
regular de productos tóxicos tiene consecuencias sobre su
equilibrio, pues desarrollan una dependencia respecto de
… y de conducta esos productos, dependencia que poco a poco alterará sus
funciones cerebrales, su conducta y sus relaciones. Por
ejemplo, podrán comenzar a fumar un producto como el
cannabis, presentado a veces como una sustancia anodina,
con la finalidad de sostener su vida diaria o compartir con
otras personas ratos de encuentro y ocio. Pero este simple
consumo los llevará a adoptar un estado de espíritu deter-
minado, orientará profundamente su personalidad y su vi-
da, que se hará cada vez más individualista, volviéndolos
dependientes de sustancias químicas para tratar de regular
su vida interior y las dificultades inherentes a la existencia.

Niveles de uso 153. Se pueden distinguir tres tipos de comportamien-


de las drogas: tos en relación con la droga. Ante todo el hecho de « dro-
dependencia ocasional
garse », es decir, de utilizar de vez en cuando productos y
estupefacientes que no causan inmediatamente consecuen-
cias. Luego el hecho de « habituarse » al uso repetido de un
producto, que causa entonces una necesidad fisiológica y
psíquica. Por último, el hecho de ser « toxicómano », es de-
cir, de llegar a ser dependiente de un producto hasta el
punto de vivir sólo para él. El punto común entre todas es-
tas actitudes consiste en la búsqueda de sensaciones, que
podemos llamar « un viaje interior », y de un universo idea-
lizado que no tiene nada que ver con la realidad y con las
riquezas que proceden del desarrollo de la vida interior.

Personas con una 154. Debemos interrogarnos principalmente sobre la to-


psicología débil: xicomanía, puesto que, como es sabido, el consumo de dro-
sujetos en riesgo ga implica a menudo una modificación de la percepción y de
la conciencia de las cosas, hasta transformaciones profundas

58
y graves de la personalidad. Especialistas en salud mental
han observado que ciertos conflictos intrapsíquicos o ciertas
organizaciones frágiles de la personalidad, que se podían re-
ducir relativamente con la calidad de una vida cultural y reli-
giosa a la espera de la maduración de la persona, sobre todo
entre personas jóvenes, corren el riesgo de manifestarse de
modo notable y violento sin posibilidad de curación.

155. Así ciertas personalidades border line 66 han caído


en estados más o menos delirantes, mientras otras han visto
que su estado depresivo se acentuaba después de haber
consumido simplemente cannabis u otra droga. En efecto,
« reacciones psicóticas, que corresponden a una pérdida de
contacto con la realidad externa, pueden sobrevenir cuan-
do un consumidor frágil cree que ha perdido el control de
su estado mental ».67 La experiencia emocional a veces es
tan fuerte que la persona tiene la sensación de no pertene-
cerse ya a sí misma y de no poder controlarse ya. Se siente
desbordada por sensaciones, emociones y pensamientos in-
terpretativos que llevan a una despersonalización. Vive una
especie de fractura psíquica que puede llevarla a perder
momentáneamente su coherencia interior y el contacto
consigo misma, así como con la realidad exterior. Un nú-
cleo ligeramente psicótico puede hallarse latente en ciertas
personalidades, sin alterar su relación con los demás y con
la realidad, pero bastan a veces pocas cosas para hacerlo ac-
tivo, despertando conflictos interiores vinculados a la histo-

66
Cf. J. Bergeret, Narcissisme et les états limites, Dunod, París 1987. Los
términos « border-line » (V. W. Einsenstein, 1949) o « estados límite »
designan estructuras psíquicas que no corresponden ni al tipo neuró-
tico ni al tipo psicótico. Esta noción se ha difundido gracias a los tra-
bajos de Jean Bergeret (Lyon, Francia); cf. J. Bergeret, Psychologie pa-
thologique, Masson, París (1972) 1994. Las personalidades border-line
presentan una organización psíquica frágil; son muy narcisistas y bus-
can relaciones de dependencia con los demás o con los objetos de la
realidad. Manifiestan una inmadurez afectiva que da la impresión, en
su entorno, de que se trata de un adolescente mayor. Estas personali-
dades tratan de esconder angustias y viven defendiéndose de un senti-
do de peligro. El peligro del que se protegen es el de la depresión, es
decir, de una duda constante para afrontar la realidad.
67
Observatoire Français des Drogues et des Toxicomanies, Note, 1996,
en http://www.ofdt.fr.

59
ria del individuo, y no resueltos, y conducir así a graves
trastornos psíquicos.

Las drogas agravan 156. Las sustancias psicoactivas exponen a los que las con-
las dificultades sumen a dificultades psíquicas y patológicas inesperadas, es-
de orden psicológico pecialmente en personas que tienen estructuras psíquicas frá-
giles o dificultades personales graves; pueden, luego, producir
trastornos de comportamiento y trastornos mentales irreversi-
bles, dado que las drogas actúan entonces como el factor que
los desencadena a causa de su influjo en el sistema nervioso
central. Por eso no se pueden aceptar las conclusiones de
quienes afirman que tal o cual producto no crea dependencia
fisiológica, y por tanto podría no tener consecuencias, porque
los efectos no siempre se pueden medir ni siempre son previ-
sibles, teniendo en cuenta lo que los productos provocan en el
cuerpo humano. Así pues, no es posible pensar que ciertas
drogas no tendrían efectos nefastos en el organismo y aún me-
nos en la vida psíquica y en las relaciones de las personas.

No existen 157. La distinción que hacen algunos entre dependencia


drogas inofensivas física y dependencia psíquica no corresponde a los descubri-
mientos recientes, los cuales prueban que « todos los efectos
de las drogas sobre el individuo son potencialmente com-
Complejidad prensibles en biología ». Por este motivo, recogemos aquí la
del fenómeno definición de farmacodependencia de la O.M.S. Se trata de
según la O.M.S. un « conjunto de fenómenos de comportamiento, cognosciti-
vos y fisiológicos de intensidad variable, en los que el uso de
una o varias sustancias psicoactivas resulta altamente priori-
tario. Las características esenciales son el deseo obsesivo de
procurarse y tomar dicha sustancia y su búsqueda perma-
nente. Los factores determinantes de la farmacodependencia
y los problemas que derivan de ella pueden ser biológicos,
psicológicos o sociales, y conllevan habitualmente una inter-
acción ».68 En el contexto que aquí nos interesa, conviene
también añadir los problemas de la vida moral y espiritual.

158. Ningún producto tóxico es irrelevante o inofensivo,


sin importar cuál pueda ser considerado como droga, co-

68
Comité de expertos de la farmacodependencia (O.M.S.), Vigésimo oc-
tavo informe, Viena 1998, cf. 2.2.1, Dependencia.

60
menzando por el tabaco o el alcohol. Con todo, hay pro-
ductos más nocivos que otros, y ciertas sustancias que pue-
den servir de base para la fabricación de fármacos psicose-
dantes o psicoestimulantes se convertirán en productos
muy tóxicos. La heroína, por ejemplo, es útil y, con control
médico, puede aliviar los dolores de los enfermos graves,
pero, en un marco de toxicomanía, se transforma en una
sustancia destructora para el individuo.
159. Muchos estudios se limitan a menudo a una descrip- La investigación
ción neurobiológica para analizar el estado de dependencia no se ocupa de los
que provocaría un producto. Con frecuencia, los resultados efectos psíquicos
y morales
científicos son parciales y acaban por difundir falsedades pa-
ra favorecer una legalización del uso de las drogas, especial-
mente de cannabis. En realidad, estos estudios no tienen en
cuenta los aspectos psíquicos, sociales y morales. Se intere-
san más de la química del cerebro que de las actitudes y la
conducta de las personas. En efecto, cuando se comparan las
repercusiones del cannabis o del tabaco sobre el sistema do-
paminérgico (sistema neurobiológico del placer), el tabaco
puede parecer, de modo sorprendente, el producto más peli-
groso. Ciertamente, entraña una dependencia y consecuen-
cias muy conocidas sobre la salud. Pero si se tiene en cuenta
el conjunto de los elementos de la vida de un individuo, afir-
mar que el tabaco es más peligroso que el cannabis conlleva
el riesgo de confundir el mensaje de la prevención.
160. La peligrosidad de una droga y sus efectos psíqui-
cos, sociales y psicopatológicos no pueden reducirse sólo al
aspecto neurobiológico. Éste no puede explicar la comple-
jidad de las repercusiones psíquicas y de los comportamien-
tos que guardan relación con el uso de productos tóxicos.

2.2. Los efectos del cannabis


161. El cannabis69 debe llamar de modo particular la
atención de los educadores. Por este motivo, volvemos aquí

69
Cf. H. Loo, J.M. Roux, A. Benyacoub, Le médecin face aux
toxicomanies, Collection de psychiatrie pratique de l’Encéphale, Doin,
París 1997; M. C. d’Welles, Et si on parlait du haschich!, Presses de la
Renaissance, París 1999; J. Bergeret, Toxicomanie et personnalité,
Collection « Que sais-je », Presses Universitaires de France, París 1995.

61
de nuevo sobre la generalización actual de su uso. Con-
No considerar nunca sumido a menudo tanto por jóvenes como por adultos, e
irrelevante incluso por niños, sea cual sea el ambiente social de perte-
el uso de las drogas
nencia, el cannabis circula fácilmente en los centros escola-
res, a veces ante la indiferencia de los adultos. Un cierto
discurso social, que se ofrece en los medios de comunica-
ción, tiende incluso a ponderar sus méritos, incitando en
cierto sentido a los jóvenes a conseguirla y usarla. Se pre-
senta como una sustancia recreativa y lúdica, sin peligro
aparente para la salud. Ciertas personas se limitarán a un
consumo pasajero o incluso regular, sin ir más allá. En cam-
bio, para otros consumidores constituirá la puerta de ingre-
so en la toxicodependencia, en la búsqueda ulterior de pro-
ductos cada vez más fuertes y cada vez más dañosos para la
salud.

De la curiosidad 162. Se pondera mucho el valor del cannabis, y se mi-


al hábito nimizan sus efectos, sobre todo porque, en principio, no
provoca dependencia fisiológica. Pero fumarse un día un
« porro » por curiosidad no es un acto intrascendente.
Puede ser el inicio de una práctica continua y de un hábi-
to, que resultan peligrosos, porque provocan una necesi-
dad creciente de sensaciones y de relajación, que la perso-
na ya ha experimentado tomando ese producto tóxico;
eso favorece, por decirlo así, lo que se puede llamar una
escalada en el consumo. De hecho, el cannabis entraña
una dependencia psicológica, que puede ser irresistible en
caso de uso regular y que provoca efectos nefastos en el
organismo.

Ninguna droga 163. El cannabis es un psico-sedante que tiene efectos


cura las causas físicos y psíquicos, como la disminución de la vigilancia y
del malestar de la concentración. Ciertamente favorece la relajación y a
veces un estado de contentamiento que crean la impresión
de estar a gusto interiormente y tener buenas relaciones
con los demás. Pero cuando los efectos anestésicos pasan,
la persona se encuentra con los mismos problemas de an-
tes, lo cual la impulsa a buscar aún más el producto, con la
nostalgia de la experiencia de quietud ya vivida. El canna-
bis provoca también una distorsión de la percepción del
tiempo y de los sonidos; por este motivo se usa a menudo

62
en ciertos ambientes musicales, con ocasión de veladas, o
en discotecas.

164. Según el estado de salud de las personas y su con- Efectos negativos


ducta, por ejemplo cuando se asocian varios productos de las mezclas
(cannabis, tabaco y alcohol), a menudo se han constatado de drogas diferentes
efectos secundarios,70 como inhibiciones, a veces ligeras
confusiones mentales, una alteración de la memoria a corto
plazo, trastornos del oído y de la vista, una ralentización de
los reflejos, que da origen a accidentes, especialmente auto-
movilísticos y laborales, un aumento del ritmo cardíaco, un
cese temporal de la secreción de la testosterona en el hom-
bre, una alteración de los mecanismos de fecundación en la
mujer (en caso de embarazo se nota un retraso de creci-
miento del feto, riesgo de parto prematuro, anomalías con-
génitas) y el desarrollo de trastornos en el recién nacido de
una madre toxicómana (problemas neurológicos, como
ciertas respuestas anómalas a los estímulos visuales, tem-
blores, gritos estridentes), ansiedad, irritación y manifesta-
ciones depresivas. Un uso prolongado del cannabis afecta a
la concentración y a la capacidad de asimilación intelectual.
A menudo es un factor de fracaso escolar.

165. Además, teniendo en cuenta la cantidad de alqui- El uso intenso


trán y de otras sustancias ingeridas, un « porro » equivale a puede deprimir
cuatro o cinco cigarrillos con filtro. De aquí el peligro real el sistema inmunitario
de cáncer de pulmón, bronquitis, enfisema u otras patolo-
gías de las vías respiratorias. El consumo intenso puede
también deprimir el sistema inmunitario y hacer al consu-
midor más sensible a las afecciones virales ocasionales. Un
« porro » corresponde también a la ingestión de dos vasos
de güisqui. El cannabis provoca también un trastorno del
mecanismo de la memoria inmediata, favoreciendo la « em-
briaguez de cannabis ». La mayoría de los consumidores
buscan esta « embriaguez » con ocasión de fiestas en las que
la gente a toda costa debe embriagarse, « agotarse
bailando », « alienarse », como se escucha a menudo; en de-
finitiva, dejar de tener conciencia de sí.

70
Cf. Observatoire Français des Drogues et des Toxicomanies, 1996, en:
http://www.ofdt.fr.

63
166. La embriaguez alcohólica es igualmente peligrosa y
en las personas dependientes puede provocar trastornos
importantes, como la pérdida de la vigilancia, del sentido
moral, del control de sí, pero también el desarrollo de acti-
tudes agresivas y violentas, enajenación de la realidad, pro-
blemas psicopatológicos, enfermedades hepáticas, etc. En
muchas sociedades el vino y el alcohol forman parte de la
alimentación. Obviamente, dado que estos productos no
están completamente exentos de peligros, pueden conver-
tirse en drogas y provocar enfermedades graves y un índice
muy alto de mortalidad.

167. Lo que sin duda es decisivo para afrontar los pro-


blemas de consumo de droga y debe interesar a los educa-
dores no es sólo la calidad del producto buscado, sino tam-
bién las motivaciones que llevan a la persona a consumir
uno o varios productos.

Falsa distinción: 168. Hemos puesto de relieve especialmente el ejemplo


drogas blandas del cannabis para recordar las implicaciones que puede te-
y drogas duras ner sobre el comportamiento humano y los problemas que
plantea su consumo corriente. Podríamos hacer lo mismo
con otros productos. Pero el cannabis se usa a menudo en
la sociedad como emblema de liberación, y algunos reivin-
dican la liberalización de su consumo; eso implicaría insi-
diosamente una liberalización del conjunto de las drogas.
Por eso, nos ha parecido oportuno subrayar brevemente las
interpretaciones restrictivas que tratan de quitar importan-
cia a este producto para preparar mejor a la gente a una
eventual liberalización, dando lugar a una legislación que,
haciendo una distinción falaz entre « drogas duras » y
« drogas blandas », crearía confusión en la gente, llevaría a
un aumento de los comportamientos toxicómanos y, en de-
finitiva, causaría graves daños a la sociedad.

Imposible cambiar 169. Como hemos destacado ya, los efectos neurobioló-
el comportamiento gicos aparentes de un producto no constituyen todas las
del toxicómano consecuencias del uso de un producto tóxico sobre la per-
sin una visión global
de su problema sona y sobre sus relaciones. Es importante descubrir, en la
medida de las posibilidades, todas las repercusiones de un
comportamiento toxicómano y, por tanto, ver a la persona

64
en su totalidad, para ayudarle a tener una actitud plena-
mente humana, conforme a su dignidad. No podemos limi-
tarnos a la cuestión de la dependencia física de un produc-
to tóxico, porque las formas de dependencia son múltiples
y no están necesariamente vinculadas sólo a la fisiología del
individuo.

170. La reflexión debe ser más global, con el fin de pro-


poner a nuestros contemporáneos, especialmente a los jóve-
nes, un mensaje coherente y sin confusión, para ayudarles a
rechazar cualquier práctica toxicómana y proponerles una
forma de vida conforme al modelo que ellos mismos bus-
can en lo más íntimo de su ser. Así pues, los educadores de-
ben tener una idea clara sobre la droga, para no permitir
que los jóvenes y los adultos permanezcan en una situación
que, a largo plazo, no tiene salida y no puede de ninguna
manera constituir una relación pedagógica y terapéutica.

2.3. La búsqueda del placer


171. En la mayoría de sus testimonios, los consumidores
de productos psicoactivos y los toxicómanos declaran que
buscan el consumo de estas sustancias para « estar bien
consigo mismo » y para encontrar placer. Por consiguiente,
buscar una sensación de bienestar, un estimulante y una
sensación de placer es lo que suele impulsar a las personas
que comienzan a drogarse. Partiendo de aquí, el consumi-
dor, después de obtener lo que deseaba, no logra ya renun-
ciar a ello; las drogas se convierten a menudo en un resorte
de su acción y en el deseo primordial de su existencia.

172. Así, la búsqueda de placer se transforma en el pun- Placer a toda costa


to de partida de esta dependencia, sin duda con la secreta y toxicomanía
esperanza de librarse de una dificultad para vivir o de las
preocupaciones inherentes a la existencia. Se droga, a la
postre, para evadirse de lo que parece insoportable en la
existencia, para encontrar más serenidad, pero es algo ilu-
sorio. Sin embargo, esta actitud crea una necesidad tal que
la droga se transforma en una obsesión, hasta constituir
una nueva inquietud. Según la fórmula ya clásica, aunque
no hay « drogas felices », la búsqueda del placer sigue sien-

65
do activa e imperiosa. La mayoría de los estudios sobre la
prevención de las drogas no siempre ha insistido en la im-
portancia que el placer tiene en la relación entre el drogado
y el producto, hasta hacer que la persona se encierre en sí
misma.

2.3.1. El placer en sentido psicológico


Conflicto entre 173. El placer se presenta psicológicamente como un
realidad modo de satisfacción vinculado a procesos interiores y al
y búsqueda absoluta cumplimiento de deseos inconscientes. Estos deseos pue-
del placer
den tener como objeto fijaciones infantiles que tratan de re-
petirse de forma oculta, sin ser elaboradas. Así, la necesi-
dad de drogarse puede remitir al placer oral del niño que
vive una relación de unión íntima con su madre y con su
entorno. El individuo puede también alimentar en sí mismo
el anhelo de querer poseerlo todo y de poder alcanzar un
estado de quietud permanente, sin tener que afrontar las
frustraciones inherentes a la existencia. En este caso, el pla-
cer es ante todo un sistema que impulsa a actuar inmediata-
mente, es decir, sin realizar un discernimiento que suponga
un funcionamiento mental elaborado. El carácter irreal de
esta forma de placer, que busca su fin en sí mismo, parecerá
a menudo en contradicción con necesidades objetivas y en
oposición con el principio de realidad. La economía psico-
lógica del placer estará generalmente en conflicto radical
con el principio de realidad, que se presenta como un prin-
cipio regulador y que trata de obtener satisfacciones tenien-
do en cuenta los intereses subjetivos del individuo, las exi-
gencias de la realidad, las necesidades vitales de la persona
y las reglas morales. Gracias a la educación y a una madura-
ción progresiva del individuo, el placer aparecerá como una
consecuencia de la acción, y no como un fin en sí mismo.
El placer es, por ejemplo, la consecuencia de un proyecto
llevado a cabo, de una relación lograda o de una respuesta
adecuada a una situación.71

71
Para un desarrollo más amplio del concepto de placer, puede consul-
tarse el artículo Fruitio en el Dictionnaire de théologie catholique, así
como también la Summa Theologica de santo Tomás de Aquino, I-II,
en particular las cuestiones 11 y 31-33.

66
2.3.2. La finalidad del placer

174. El placer es el elemento primordial de la vida psí-


quica. El niño se deja llevar a menudo por él hasta que des-
cubre los límites necesarios para su crecimiento psicológi-
co. Para el niño, se debería poder satisfacer inmediatamen-
te todos los deseos y, por tanto, procurar placer. Se trata de
un sentimiento de omnipotencia de un deseo insaciable,
que es ilusorio y nefasto para el individuo. En el plano psi-
cológico, todo impulso busca su propia satisfacción en sí
mismo, en detrimento del conjunto de la personalidad. El
niño deberá aprender a controlarse, a distinguir la naturale-
za de sus deseos, a saberlos diferir o a renunciar a ellos para
no ser impulsivo. Por tanto, deberá organizar su existencia
según el principio de realidad y aprender a someterla a la
inteligencia, que permite el discernimiento y el juicio, y a la
voluntad, que es el motor profundo de la acción libre y res-
ponsable.

175. Obviamente, los deseos y los placeres desempeñan Equilibrio, placer


una función importante en la economía interior del indivi- y discernimiento
duo y constituyen la dinámica sobre la que se basa la psico-
logía humana. Querer descuidarlos o ignorarlos es a menu-
do peligroso para el equilibrio de la persona. Una ascesis
que quisiera suprimirlos o un hedonismo que tratara de
exaltarlos dañarían al hombre, mientras que lo que convie-
ne es sobre todo saber jerarquizar deseos y placeres. Por
eso, la educación debe procurar enseñar al niño cómo en- Educación: integrar
contrar satisfacciones en el mundo a través de sus activida- el placer en la vida
de relación
des y de sus relaciones, y no en una vida egoísta. Principal-
mente de este modo podrá experimentar un placer que lo
enriquecerá, porque será fruto de un don de sí y no resulta-
do de una búsqueda subjetiva desenfrenada. El placer así
obtenido es resultado de un trabajo, de un esfuerzo o sim-
plemente de una alegría de existir en relación con las reali-
dades del mundo, con los demás y con Dios.

176. Ahora bien, numerosas personas, especialmente jó- Toxicomanía:


venes, tienen serias dificultades para trabajar en la madura- un atajo
ción de la gestión de sus deseos y, cuando una actividad re-
sulta difícil, reaccionan sólo con una respuesta emocional, y

67
esto es signo de que no han logrado aún organizar y unificar
suficientemente su personalidad. Se desalientan, impacientes
por obtener un resultado rápido, y no logran aceptar que hay
frustraciones inevitables en toda existencia y que no se pue-
de vivir simplemente según el criterio del placer inmediato.

177. Desde esta perspectiva, para ciertos jóvenes la ex-


periencia de la droga, o el uso creciente de ansiolíticos y
somníferos, tienen como finalidad llegar a una situación de
placer como la que acabamos de evocar. El consumo de fár-
macos psicotrópicos, necesario en los estados depresivos y
en otros patológicos, se transforma entonces en un medio
para tratar de regular la fuerza de los deseos, en detrimento
de un trabajo interior que movilice la razón, la voluntad, las
potencias sensitivas y las potencias del alma72 del individuo.
Con mucha frecuencia, las personas no tienen los recursos
psíquicos necesarios y no encuentran adultos que les ayu-
den a afrontar los problemas familiares, las dificultades es-
colares, las decepciones sentimentales, la posibilidad de
cambiar después de eventuales errores o culpas, la falta de
inserción social y profesional, pero también los problemas
planteados por la enfermedad, la soledad, la muerte, así co-
mo las preguntas constantes que se transmiten de genera-
ción en generación para descubrir el sentido de la vida.

Mal uso 178. A menudo los fármacos alivian los trastornos de la


de los fármacos personalidad que pueden manifestarse, llevando a nuestra so-
ciedad a responder a dificultades profundas, humanas, mora-
les y espirituales mediante una serie de remedios terapéuticos
y mediante la quimioterapia. Esa situación de hecho y ese es-
tado de ánimo crean ya las condiciones objetivas favorables a
la toxicomanía. Así, cada vez más padres recurren fácilmente
a los fármacos cuando, frente al fracaso de sus actitudes de
escucha y de sus métodos educativos, no saben cómo reaccio-
nar ante sus hijos que pasan por estados emocionales como la
excitación, la agresividad o la tristeza, o incluso por crisis de
relación en la familia o con el mundo exterior.

72
Cf. Santa Teresa de Ávila, Camino de perfección, cap. 30; san Juan de
la Cruz, Subida al Monte Carmelo, libro I, capítulo 1; La noche oscura,
libro I, capítulo 8.

68
3. La reivindicación de la droga

179. Paradójicamente, en nuestras sociedades a veces la


droga se ha convertido en un símbolo de libertad, hasta el
punto de dar la impresión de que la legislación está en con-
tradicción con las costumbres actuales, costumbres que to-
da autoridad pública debería reconocer. En efecto, ciertos
promotores de la liberalización de las drogas afirman que la
ley civil, al penalizar el uso privado de productos ilícitos,
niega algunos principios de la democracia como el de la li-
bertad individual, según el cual cada uno debe poder dis-
poner de sí mismo como le plazca.

3.1. La libertad de drogarse


180. La reivindicación de la libertad de drogarse es la Ambigüedad
expresión de una de las numerosas desviaciones, en el pen- de la libertad
de drogarse
samiento contemporáneo, del sentido mismo de la libertad.
Aunque la libertad es un bien indiscutible de la persona
humana, que el pensamiento cristiano no cesa de promover,
una libertad absoluta e irresponsable, que menosprecie los
valores fundamentales y exponga a la persona a graves peli-
gros, es una forma de tiranía inaceptable para el hombre y
para su dignidad. La persona y su conducta individual no
pueden ser los únicos criterios éticos y sociales de las deci-
siones morales o legislativas; las personas no pueden reivin-
dicar una legislación que responda a un mero deseo indivi-
dual de libertad, lo cual constituiría un incentivo a ence-
rrarse en el egoísmo y un rechazo de las relaciones huma-
nas. En esos casos, la persona se pondría como el criterio
de la vida social, más bien enajenaría su verdadera libertad,
poniendo en peligro su salud física y mental, y de ese modo
haría que pesara sobre la sociedad el coste y la consecuen-
cia de sus actos. Creer que la libertad de drogarse debe for-
mar parte de una ley es contrario a la dignidad misma de la
persona humana.

181. A este respecto, en la encíclica Veritatis splendor, el Buscar el equilibrio


Papa Juan Pablo II subrayaba la falta de sentido ético, e in- entre conciencia
cluso de sensibilidad moral, en la mayor parte de los países. y verdad
Llamaba nuestra atención, sobre todo la de los que deciden

69
o los responsables políticos, sobre la necesidad de encon-
trar un equilibrio entre la libertad y la ley, entre la concien-
Drogarse significa cia y la verdad, entre los valores y los comportamientos dia-
ausencia de valores rios. El abuso de la libertad se transforma rápidamente en
individualismo y subjetivismo, cuyo aspecto tiránico no es-
capa a nadie; pone en grave peligro el bien común; el oscu-
recimiento de la conciencia neutraliza la capacidad de criti-
car las modas y las tendencias; el no querer preguntarse so-
bre los valores trascendentes, que son objetivos y no depen-
den de la buena voluntad del sujeto o de una situación, ha
hecho creer a menudo que los comportamientos deben ins-
pirarse en la opinión de la mayoría o en el deseo individual,
más bien que en valores universales. Al contrario, precisa-
mente estos últimos están en la base del obrar moral del in-
dividuo, pues proporcionan los elementos objetivos para su
reflexión y su acción, le ayudan a tomar conciencia de que
él no puede promulgar sus propias leyes a partir de sus sim-
ples intereses subjetivos y lo protegen de alguna manera de
una vida regulada sólo por el placer. El moralista y el edu-
cador pueden muy bien interpretar el deseo de drogarse
como una expresión de la ausencia de valores y de reglas en
el individuo.

3.2. El uso de drogas y el sentido de la ley


Prohibición del uso 182. La distinción entre productos lícitos e ilícitos, pre-
de las drogas cisamente como frontera entre los fármacos que tienen una
por las leyes civiles función terapéutica y los que a veces se buscan únicamente
para el placer y el bienestar, ha quedado superada progresi-
vamente en el espacio de treinta años. En la mayoría de las
sociedades, la ley civil prohibe el consumo de estupefacien-
tes y sustancias clasificadas como drogas, porque sus efec-
tos nefastos sobre la persona y sobre la salud pública ponen
en peligro el equilibrio de los individuos y la cohesión so-
cial. Además, la delincuencia y la criminalidad se desarro-
llan a menudo a partir del comercio y del uso de la droga.
Así, la sociedad, que no siempre ha tomado las medidas
adecuadas y que por eso se ve actualmente desbordada por
los fenómenos vinculados a la droga, debe poder proteger-
se de ella y sancionar lo que debe ser sancionado, aunque
conviene recordar con firmeza que la sola represión de los

70
consumidores no puede resolver los numerosos problemas
planteados por el uso de drogas. En este campo, al igual
que en todo lo que afecta a la vida social, las autoridades ci-
viles tienen el deber de recordar las prohibiciones funda-
mentales que protegen la vida y la dignidad de las personas; El derecho toma
de lo contrario, corren el riesgo de hacer que se produzcan la defensa de la vida
fenómenos de violencia y que aumente la delincuencia, es-
pecialmente entre los jóvenes, cuyo futuro, en el ámbito
personal y en sus relaciones, corre entonces grave peligro,
hipotecando al mismo tiempo el entramado social de las
ciudades y de sus periferias.

183. Es evidente que ciertos jóvenes, bajo el influjo de la Restablecer los límites
droga, cometen delitos y crímenes sin tener plena concien- de lo permitido
y de lo prohibido
cia de estar obrando mal, insensibles ante los sufrimientos y
perjuicios que causan a los demás, lo cual se debe a la eli-
minación de inhibiciones provocada por las drogas. Se trata
de jóvenes que tienen una conducta asocial y amoral. No
podemos permitir que esta situación se prolongue, pues de
lo contrario asistiremos al naufragio de estos muchachos, a
los que la sociedad no ha sabido acoger, amar y educar.
Corresponde a los adultos recordar las exigencias funda-
mentales de lo permitido y de lo prohibido, que para un
adolescente son necesarias con vistas a la construcción de
su personalidad y de sus relaciones sociales, y que de nin-
guna manera constituyen un obstáculo para el diálogo y pa-
ra un método pedagógico que respete la personalidad del
joven. Asimismo, en el tratamiento de los fenómenos vincu-
lados a la droga, es importante desarrollar una pedagogía
comprensiva con respecto a las personas; y conviene adop-
tar un lenguaje de firmeza y tomar medidas de represión.

184. Es evidente que una despenalización no puede La despenalización


arreglar los problemas vinculados a la droga. ¿No podría- no resuelve
mos, más bien, trabajar sobre objetivos básicos con vistas al los problemas
futuro? Así, la educación, la enseñanza, la transmisión cul-
tural, la coherencia del vínculo social y de las leyes, que de-
berían proteger a la familia en vez de destruirla, el aprendi-
zaje del control de sí y la formación de la conciencia moral,
son perspectivas que es preciso desarrollar, pues permitirí-
an a los adolescentes y a los jóvenes estructurarse psicológi-

71
ca, moral y espiritualmente, y así ser menos frágiles ante las
inevitables dificultades de la existencia y ante fenómenos
como la droga, que en parte reflejan una crisis de la educa-
ción.

Necesidad de leyes 185. No podemos por menos de recordar a las autorida-


represivas des encargadas de regir el destino de las naciones, a todas las
personas que desempeñan funciones sociales, a los padres, a
los educadores y a los hombres de buena voluntad, que hoy
es más necesario que nunca comprometerse, mediante una
legislación adecuada, represiva y coercitiva, para impedir
que las redes de comercialización de la droga prosigan su la-
bor. Está en juego la salud de las personas y la salud pública.
Además, todos los protagonistas de la vida social deben ayu-
dar a los que se dedican a la educación de la juventud, para
que le transmitan sin confusión los valores fundamentales.
La sociedad en su conjunto no puede mantener la actitud de
que en apariencia intenta reprimir las drogas, casi siempre
prohibidas, proponiendo al mismo tiempo la legislación de
ciertos productos o permitiendo que se desarrollen redes de
aprovisionamiento y consumo en una relativa indiferencia o
con el deseo secreto de poder así canalizar mejor todas las
redes. Se trata de actitudes liberales que no pueden por me-
nos de impulsar a los traficantes a proseguir su acción y que
no resuelven los problemas de los consumidores.

Las leyes por sí 186. Aunque es correcto distinguir entre quienes recu-
mismas rren de vez en cuando a drogas y los toxicómanos, no por
no pueden eliminar
eso se debe rechazar la ley que protege a la sociedad y a los
el malestar
individuos de lo que representa una amenaza de destruc-
ción, o atribuir a la ley un carácter provisional aduciendo
como pretexto el hecho de que sería violada en numerosas
situaciones o que determinados individuos desean darse a
la droga o, por razones múltiples, ser difusores de produc-
tos tóxicos. Sin embargo, debemos reconocer que las leyes,
de por sí, no bastan para resolver el malestar que revelan el
consumo de drogas y la toxicomanía. La solución depende,
entre otras cosas, de las condiciones de vida que ofrezca la
sociedad para que los jóvenes puedan desarrollarse digna-
mente, encontrar el sentido de su existencia e insertarse en
las redes de relaciones que necesitan.

72
4. Una sociedad que favorece la droga

4.1. El peligro de legalizar las drogas


187. La producción, la comercialización y el consumo Frenar el
de productos tóxicos en el marco de la toxicomanía susci- comercio ilícito 188
tan múltiples formas de delincuencia que son más o menos
sancionadas según los países; esa delincuencia va desde la
organización de redes de aprovisionamiento hasta el blan-
queo de dinero sucio obtenido con el tráfico. Nos atreve-
mos a afirmar que los proveedores y los traficantes deben
ser los primeros en ser perseguidos, porque son los organi-
zadores de tráficos ilícitos. Eso no excluye en absoluto la
necesidad de tomar medidas con respecto a los consumido-
res. Sin embargo, entre los consumidores a menudo se en-
cuentran individuos o personas con problemas sociales que
ya son objeto de acciones judiciales. Sin ser laxos en esta
materia, es necesario interrogarse sobre la injusticia que rei-
na en este campo.

188. Podemos preguntarnos también sobre el ensaña- Restablecimiento


miento con que se persigue a ciertos « pequeños » vendedo- de la justicia
res o a consumidores más o menos ocasionales, y sobre la
relativa impunidad de que gozan personalidades del ámbito
de los medios de comunicación, de la política o del arte,
que reconocen públicamente, en entrevistas, su consumo
regular de drogas, incitando así implícitamente a sus admi-
radores a imitarlos. Lo mismo se debe decir de ciertos gru-
pos de presión o de promotores de la toxicomanía, que os-
tentan deliberadamente su consumo y reivindican el dere-
cho a usar productos tóxicos, especialmente en lo relativo
al cannabis, sin que se les moleste para nada.

189. Frente a la voluntad a veces claramente notoria de Favorecer el uso


quitar importancia a las que, con un eufemismo, se suelen de la droga
es moralmente ilícito
llamar « drogas blandas », hay algunos que enarbolan de
buen grado el estandarte de la libertad, se proponen como
los interlocutores de los poderes públicos en esta materia o
reivindican el papel de personas a las que los jóvenes pue-
den recurrir. Encomendar una tarea de educación de la ju-
ventud, y por tanto con valor de ejemplo, a individuos vin-

73
culados de una manera u otra a la droga constituye un peli-
gro real y hace difícil, por no decir imposible, la lucha que
se libra contra la difusión y el consumo de productos tóxi-
cos. Toda acción que favorezca la difusión o el consumo de
drogas representa una complicidad moralmente grave con
los cárteles, que obtienen beneficios enormes, financieros y
más ampliamente económicos, del comercio que realizan.
Las autoridades gubernamentales y los organismos interna-
cionales están llamados a incrementar sin cesar su vigilancia
y a actuar con severidad cada vez mayor contra esos siste-
mas organizados, que provocan la muerte de tantos seres
humanos, que aniquilan física, psicológica, social, moral y
espiritualmente a un número notable de personas, especial-
mente de jóvenes e individuos ya frágiles de por sí.

Necesidad del rechazo 190. Es preciso saber identificar y reconocer el alcance


de la despenalización de los grupos de traficantes de droga, así como las presio-
nes que pueden ejercer sobre las autoridades civiles y sobre
la sociedad entera, para poderlos combatir, tanto a nivel na-
cional como regional e internacional, con las diversas armas
políticas, económicas, jurídicas y judiciales de que se dispo-
ne. En particular, sería conveniente que todas las autorida-
des civiles, con plena independencia, promulgaran leyes y
normas que permitan luchar eficazmente en todos los nive-
les contra las redes de la droga, rechazando la despenaliza-
ción de cualquier uso de droga, que equivaldría a abrir la
puerta a una liberalización total y llevaría a dejar que se
perpetuara la toxicomanía.

Acoger a las personas 191. Desde este punto de vista, también las organizacio-
toxicómanas nes internacionales desempeñan un papel importante. La
cooperación internacional en la lucha contra la droga, en el
establecimiento de un arsenal jurídico y en una colabora-
ción para eliminar las situaciones concretas, es un elemento
importante para poder desmantelar todos los canales de
venta. Al mismo tiempo, es preciso ayudar a todas las per-
sonas atrapadas en el engranaje de la toxicomanía o de la
difusión de las drogas, sobre todo teniendo en cuenta sus
debilidades personales, familiares, económicas y sociales,
manifestándoles acogida y comprensión, con el fin de ayu-
darles a salir del círculo infernal de la droga. Precisamente

74
en este marco se sitúan tanto la reflexión como la acción
educativa y pastoral de la Iglesia, que quiere prestar ayuda
a las personas en dificultad y animar a buscar respuestas
constructivas a los problemas planteados por el consumo
de la droga y por la delincuencia que acompaña a este fenó-
meno.

192. En una solemne declaración, el Pontificio para la Función pastoral


Familia quiso recordar lo que está en juego en ese proyecto. de la Iglesia
« ¿Es aceptable crear una sub-clase de seres humanos vi-
vos, en un nivel infrahumano, como se ve, por desgracia, en
las ciudades donde la droga se vende libremente? (…) La
legalización de las drogas conlleva el riesgo de efectos
opuestos a los que se buscan. En efecto, se admite fácil-
mente que lo que es legal es normal y, por tanto, moral.
Cuando se legaliza la droga, lo que queda liberalizado no es
el producto; lo que se convalida son las razones que llevan
a consumir ese producto. Ahora bien, nadie puede discutir
que drogarse es un mal.

193. Por lo demás, desde el momento en que la ley reco- Contradicciones


nociera este comportamiento como normal, podríamos pre- de ciertos poderes
guntarnos cómo actuarían las autoridades públicas para públicos
afrontar el deber de educación y de curación de las perso-
nas. (…) También se deben considerar las implicaciones so-
ciales de esa legalización. ¿Se examinarán sin miedo el des-
arrollo de la criminalidad, de las enfermedades relaciona-
das con la dependencia, y el aumento de los accidentes de
circulación, que derivarán del fácil acceso a las drogas? ¿Se
puede confiar profesionalmente en personas drogadictas?
¿Se les debe garantizar la seguridad de su empleo?
Además, ¿el Estado tiene realmente los medios económicos
y de personal para afrontar el incremento del problema sa-
nitario que conllevaría inevitablemente la liberalización de
la droga? Son interrogantes que conviene plantearse clara-
mente.

194. Asegurando el bien común, el Estado tiene tam- El Estado, garante


bién como tarea velar por el bienestar de los ciudadanos. del bien común
La ayuda del Estado a los ciudadanos debe responder al
principio de la equidad y de la subsidiariedad, es decir, an-

75
te todo debe proteger, aunque sólo sea contra sí mismo, al
más débil y pobre de la sociedad. Por tanto, no tiene el de-
recho de incumplir su deber de defensa frente a los que
aún no han tenido acceso a la madurez y que son víctimas
potenciales de la droga. Además, si el Estado adopta o
mantiene una postura coherente y valiente con respecto a la
droga, combatiéndola sea cual sea su naturaleza, esta acti-
tud ayudará también a la lucha contra los abusos del alco-
hol y del tabaco.

La voz de la Iglesia 195. La Iglesia quiere recordar las implicaciones de los


contra la legalización fenómenos vinculados a la droga. Subraya el hecho de que,
en la perspectiva de una legalización de la venta y del uso
de la droga y de los productos que favorecen la drogadic-
ción, lo que está en juego es el destino de las personas.
Algunos acortarán su vida, mientras que otros, tal vez sin
caer en la dependencia propiamente dicha, echarán a per-
der sus años juveniles sin desarrollar realmente sus poten-
cialidades. El comportamiento que lleva a la drogadicción
no tiene ninguna posibilidad de corregirse si los productos
que refuerzan ese comportamiento son puestos a la venta li-
bremente ».73

196. Los padres, sostenidos por los educadores, no quie-


ren que sus hijos se droguen. Conocen los daños de la dro-
ga, y piden a la sociedad, a través del Estado, que se les
ayude en su acción educativa. Medios únicamente sanita-
rios y productos sustitutivos no lograrán, por sí solos, resol-
ver los problemas, si no van acompañados de una voluntad
educativa que influya en las causas que llevan al consumo
de las drogas. El problema principal de la toxicomanía, co-
mo ya hemos dicho, no reside únicamente en la droga en sí
misma, sino también en todos los elementos anejos que
conducen a un individuo a drogarse y que urge modificar.

Mejorar el ambiente 197. Para vivir, el hombre necesita descubrir el sentido


para combatir mejor de su existencia y encontrar razones para vivir, a fin de des-
las drogas

73
Pontificio Consejo para la Familia, ¿Liberalización de la droga?, n. 6,
en L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 7 de febrero de
1997, p. 10.

76
arrollar plenamente las posibilidades y los talentos que le
concedió el Creador para su felicidad y la de sus hermanos.
Precisamente en esta perspectiva del bienestar de las perso-
nas y de la sociedad la Iglesia desea proseguir su labor pas-
toral y dar su contribución a la prevención y a la lucha con-
tra la toxicomanía.

4.2. Consecuencias económicas y sociales


198. Existe una íntima relación entre el consumo cada Cambios culturales
vez más importante de drogas y el tipo de sociedad en que radicales
vivimos. La toxicomanía ha sido fomentada por condicio-
nes objetivas que incitan al consumo, especialmente de pro-
ductos tóxicos. Estas condiciones son políticas y económi-
cas, culturales y psicológicas, y tienen consecuencias impor-
tantes para la salud pública.

199. 1 – Desde un punto de vista político y económico,


corresponden, entre otras cosas, a la demanda de numero-
sos países consumidores de droga y también de países pro-
ductores en los cuales las personas con frecuencia no tienen
más que este medio para su sustento, al haber creado o des-
arrollado únicamente el cultivo de drogas, cuyos beneficios
son enormes, aunque más para los cárteles que para los
productores mismos. Así numerosos países han reemplaza-
do sus cultivos tradicionales, que ya no se venden en el
mercado internacional o se pagan mal, con la explotación
de plantaciones que darán una gran variedad de materias
primas para producir drogas. Estarían dispuestos a volver
al cultivo de frutos, cítricos, café o cacao, si estos productos
pudieran ayudar a la población a vivir de modo honrado y
digno. Otros países se aprovechan del clima actual, favora-
ble a la toxicomanía, para desarrollar cultivos de droga y fi-
nanciar así partidos políticos, compra de armas, guerras ci-
viles, etc.

200. 2 – Desde un punto de vista cultural, una ideología


fundada en la simple observación sociológica lleva a pensar
que debemos acostumbrarnos a vivir con las drogas. Es una
de las consecuencias del individualismo contemporáneo, que
reivindica poder disponer de sí mismos a su propio capricho.

77
Peligro: ideología 201. 3 – Por último, desde un punto de vista psicológi-
e individualismo co, cada uno está tan replegado en sí mismo, sin poder
siempre apoyarse en valores comunes que permitan el des-
arrollo del ser interior y la comunicación con los demás,
que la persona tiene la tentación de buscar una felicidad
ilusoria en el consumo de productos tóxicos. Las metáforas
que suelen utilizar los toxicómanos – como engancharse – y
que recoge el lenguaje corriente, manifiestan la necesidad
de remitirse a algo. Eso muestra el déficit de relación con
los demás, así como la debilidad de la vida interior de las
personas, especialmente de los jóvenes, elementos que los
educadores deben tomar particularmente en cuenta en su
acción pedagógica.

Daños sociales 202. Cuando un consumidor usa un producto psicoacti-


del consumo vo como droga, su conducta tendrá consecuencias sociales.
de la droga
Se plantearán problemas de salud y la relación que la per-
sona instaura con los demás corre el riesgo de crear un cli-
ma deletéreo y delictivo. Corresponde al gobierno de cada
país y a las organizaciones internacionales hacer que los
ciudadanos tomen conciencia de los efectos que producen
las drogas y de los peligros que se ciernen sobre la colectivi-
dad. En este campo, es necesario desarrollar nuevas formas
de solidaridad. En efecto, es preciso ayudar y curar a toda
persona, sea cual sea su situación. Pero también conviene
decir claramente que dañar su salud con la droga es un ges-
to irresponsable que atestigua falta de sentido del bien co-
mún, porque los demás deberán realizar entonces esfuerzos
económicos, esfuerzos de ayuda psicológica y social, y des-
arrollar formas de asistencia que movilicen numerosos me-
dios.

Un círculo vicioso 203. Los que no son consumidores se podrán ver afecta-
une droga y comercio dos por los diferentes problemas vinculados a las drogas.
Algunos estarán expuestos al humo del tabaco – comenzan-
do por los niños que sufrirán el tabaquismo de los padres –
o en el ámbito profesional dentro de las oficinas o de los ta-
lleres. Otros deberán sufrir la violencia y el deterioro de las
relaciones a causa del alcoholismo, fuente de criminalidad y
mortalidad, especialmente en el seno de la estructura fami-
liar. Por último, las drogas llegarán también a complicar la

78
existencia de las personas en el plano económico, porque la
adquisición de estos productos es onerosa y hace falta mu-
cho dinero, por lo que ciertos consumidores se lanzan a ro-
bar, a hurtar a miembros de su propia familia y a poner en
práctica numerosos comportamientos delictuosos. Las fa-
milias a veces piensan que van a resolver rápidamente su
problema dando al miembro drogado dinero para adquirir
la droga que necesita, con el pretexto de que se trata de la
« última vez ». Estas promesas son ilusorias, y los educado-
res saben por experiencia que no se debe obrar nunca de
esta manera con un toxicómano, pues así se alimenta la
adicción en la persona. Ciertas familias, muy afligidas por
la situación de su hijo o hija, se han encontrado a veces en
graves dificultades económicas por haber accedido a peti-
ciones desconsideradas. Querían ayudarles y sobre todo
acabar con un sufrimiento vinculado, entre otras cosas, a la
toxicodependencia, procurando a sus hijos toxicómanos lo
que solicitaban.

204. Los medios de consumo de drogas, especialmente Drogas y


por vía intravenosa, transmiten también el virus de la hepa- enfermedades
ocasionales
titis, del SIDA y de otras enfermedades. Hemos visto rea-
parecer enfermedades ocasionales que habían desaparecido
relativamente en ciertos países, como la tuberculosis. En los
próximos años se van a desarrollar con toda seguridad nue-
vas enfermedades causadas por la toxicomanía: tendrán
efectos reales sobre la sociedad entera. ¿Se debe correr este
riesgo y permitir que una gran parte de la población quede
expuesta a las prácticas toxicómanas, poniendo en peligro
su salud y la de las demás personas?

4.3. El papel de los medios de comunicación frente a la toxi-


comanía
205. Las imágenes y los modelos que presentan los me- No puede descuidarse
dios de comunicación a menudo ponen de relieve conduc- la función de los
medios
tas marginales y la toxicomanía, haciendo creer que forman
de comunicación
parte de procesos normales. Programas de televisión, artí-
culos de periódicos y revistas, películas y letras de cancio-
nes incitan consumir droga. A muchos jóvenes eso les influ-
ye en su comportamiento de toxicómanos. El modo de ha-

79
blar de la droga en los medios de comunicación, pero tam-
bién cierta forma de prevención, avalan a veces la conducta
de los que consumen productos ilícitos: pueden incluso
aparecer como seres originales, como modelos, libres con
respecto a los demás. De ese modo, la droga adquiere una
especie de legitimidad. Peor aún, el toxicómano puede ser
presentado como víctima, hasta el punto de que se le echa
la culpa a su familia y se achaca a la educación y a los valo-
res transmitidos por la sociedad la culpa de su conducta.
Frente a esos fenómenos, la sociedad debe interrogarse so-
bre la responsabilidad de los medios de comunicación con
respecto a la toxicomanía, cuando ofrecen mensajes ambi-
guos y contradictorios. Es importante que cada uno vea
con mirada crítica los mensajes difundidos por los medios
de comunicación y que se haga todo lo posible para con-
trastarlos.

4.4. La vida del hombre no se puede reducir a la química


Superar el 206. Estamos en un universo en el que las personas tie-
cientificismo moderno nen cada vez menos conciencia de los límites, y los descu-
brimientos tecnológicos y biológicos dan a entender que la
respuesta a las expectativas humanas podría hallarse esen-
cialmente en el orden de los medios biológicos y por medio
de productos químicos.

207. En el pensamiento contemporáneo, la mayoría de


los problemas se plantean en términos de política, econo-
mía, química, ciencia, transformaciones biológicas y mani-
pulaciones genéticas. No se trata de oponerse a la investiga-
ción científica, que manifiesta la grandeza de la razón hu-
mana, y mucho menos ignorar la aportación de los medica-
mentos para curar enfermedades y aliviar el dolor. De lo
que se trata es de interrogarse sobre sus aplicaciones y, en
ciertos casos, de limitarlas en nombre de principios éticos,
para el bien de las personas y de la sociedad. La ciencia a
veces da a entender que algo, por el mero hecho de ser rea-
lizable técnicamente, sería humana y moralmente bueno, y,
por el contrario, nos hacemos cada vez más sensibles a los
efectos negativos que pueden producir ciertas aplicaciones
científicas sobre el ser humano.

80
208. Aunque la existencia del hombre se basa también Se debe respetar
en estructuras bioquímicas, que es preciso salvaguardar pa- al hombre en su
unidad
ra mantener la vida en buenas condiciones y a veces para y en su integridad
aportar al hombre bienestar y placer, conviene recordar
que el hombre es un ser compuesto, cuerpo y espíritu a la
vez, que no puede explicar totalmente ninguna visión pura-
mente científica o técnica. La existencia humana no puede
ser fraccionada en múltiples intervenciones químicas sin te-
ner en cuenta una visión global del hombre y de su vida.
Algunos piensan que los productos químicos pueden pro-
porcionar paz, alegría, satisfacción o felicidad, y confían así
su destino a una dosis habitual de sustancias químicas que
deberían ayudarles a vivir bien, a vivir en una especie de
euforia o a estar drogados para superar las inevitables prue-
bas de la existencia.

209. Por su parte, las biotecnologías progresan y, en mu- Preocupación


chos aspectos, las investigaciones y las aplicaciones que de por el porvenir
ellas derivan pueden ponerse al servicio de la vida, especial- del hombre
y de la sociedad
mente cuando ésta es estimada, respetada y reconocida en
su dignidad. Pueden responder a determinadas necesidades
y resolver ciertos problemas que hasta ahora eran insolu-
bles, pero sin negar la dignidad de la persona humana e hi-
potecar gravemente el futuro del interesado, o incluso de
las futuras generaciones, o agotar los recursos actuales a
causa de una explotación frenética de los bienes de la natu-
raleza. Cuando las sociedades toman conciencia del sentido
de su historia, tratan de preservar su porvenir y preparar a
las futuras generaciones, evitando dejarles una herencia
perjudicial. ¿Se tiene actualmente esta preocupación?

210. Una visión del hombre y de la sociedad que se re- Es preciso


duzca al momento presente, a necesidades químicas, a un defender la vida
individualismo excesivo, con una especie de espejismo de la
inmortalidad, hace creer al hombre que puede gozar de la
vida sin preocuparse de los demás, del porvenir y de la
eternidad; todo parece pasar como si las dificultades exis-
tenciales pudieran encontrar una solución y una respuesta
recurriendo a productos que harían olvidar los problemas,
calmarían las inquietudes y, en cierto sentido, darían la im-
presión de vivir en una vida casi perfecta, aunque muy irre-

81
al. En esta misma lógica de la búsqueda del bienestar, algu-
nos sufren a veces la tentación de acabar con su vida perso-
nal o con la de los demás, suprimiéndola ya desde su con-
cepción o tomando la senda del suicido, o de ayudar a mo-
rir a los demás, porque no se percibe o se altera la grandeza
del don de la vida. Así existe un vínculo entre el aborto, la
eutanasia y la toxicomanía, tres realidades que constituyen
otros tantos actos de muerte.

Formar al hombre 211. En el uso de fármacos y de sustancias tóxicas, es


integral preciso distinguir entre lo que sirve para curar y lo que
contribuye a crear hábito a medicamentos o productos de
gran toxicidad, que no son indispensables para la vida de la
persona, lo cual constituye una situación de droga. Estas úl-
timas situaciones son signo de dificultad para aceptar la
propia existencia y reconocer su sentido, a menudo por fal-
ta de un desarrollo de la vida interior y de una verdadera
estructuración de la personalidad, que abren el camino a la
unificación del ser. Se puede pensar que, en esas situacio-
nes, la educación no logró desempeñar plenamente su pa-
pel o que, por múltiples razones, no llevó a la persona a
una formación profunda de la razón y de la voluntad, y a
una vida construida sobre los principios fundamentales de
la vida moral y espiritual.

* * *

Falta de una 212. La droga no es una fatalidad ni se reduce al proble-


verdadera educación, ma de la oferta y la demanda; son numerosas las causas que
raíz de la dependencia
fomentan el consumo de productos estimulantes o inhibi-
dores. Así, hay factores determinantes que favorecen el uso
de las drogas, en particular lo que hace frágiles las persona-
lidades, como la falta de educación y ciertas condiciones
sociales que no permiten a los jóvenes encontrar su puesto
en la sociedad. La falta de educación en la libertad y en la
responsabilidad lleva a buscar la dependencia para ocultar
una vulnerabilidad personal.

213. La droga es síntoma de un malestar de vivir, de una


búsqueda de placer que a veces no se puede encontrar en la
vida diaria y de una sociedad inhumana en su funciona-

82
miento. Nuestras sociedades « idolatran » con frecuencia a
los jóvenes, al tiempo que los desprecian pues no les brin-
dan una educación coherente que les ayude a construirse y
a encontrar su lugar, a descubrir el sentido de la vida y una
esperanza con vistas al porvenir. El consumo de droga pone
de manifiesto las dificultades de la persona para afrontar
las frustraciones inherentes a la existencia; es el barómetro
del estado de una sociedad.

214. La droga es expresión de un doble síntoma: el de la


aspiración de cada uno a la felicidad y al placer de vivir, y el
de problemas existenciales que algunos intentan aliviar re-
curriendo a narcóticos de diverso tipo.

83
Capítulo III

LLEGAR A SER LIBRES

Dimensión espiritual 215. En un mundo en el que las dificultades resultan ca-


de toda vida da vez más numerosas, en el que la esperanza en el porvenir
es difícil, en el que se tiene la impresión de no valer casi na-
da y de ser impotentes frente a los fenómenos de la globali-
zación, muchas personas, especialmente jóvenes, se plante-
an hoy de manera apremiante la pregunta: « ¿Qué hacer de
mi vida y cómo desarrollar las capacidades que entraña? ».
El desempleo, los fracasos personales, escolares y familia-
res, las dificultades en las relaciones, los conflictos de veci-
nos, las violencias urbanas, el empobrecimiento de una par-
te de la población, son elementos – entre otros – que no fa-
vorecen la realización de una existencia personal, que no
ayudan a abrirse camino ni a confiar en sí mismos y en el
porvenir. La Iglesia, en la atención que presta al hombre y
en su propuesta de vida cristiana y comunitaria, al anunciar
a Jesucristo y el Evangelio de la salvación universal que sólo
él puede dar al mundo, desea hacer que los hombres de
nuestro tiempo descubran la dimensión interior y espiritual
de toda vida, que permita construirse, madurar, descubrir
el sentido de la existencia, del amor, del sufrimiento, para
cambiar su mirada sobre su destino, para hacerle vislum-
brar la felicidad a la que todo hombre está llamado y para
permitir la esperanza.74

1. La dignidad y la integridad de la persona humana

216. La concepción cristiana del hombre se funda en la


revelación bíblica, la cual afirma que el ser humano ha sido
creado a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1). El hombre
participa en la vida de Dios y recibe su dignidad de perso-
na humana como un don. Precisamente por esto, como nos
recuerda Juan Pablo II, « en las facultades intelectuales del

74
Cf. Juan Pablo II, Carta a los ancianos, Ciudad del Vaticano, 1 de oc-
tubre de 1999.

84
hombre, es decir, en su razón y en su voluntad, la reflexión
filosófica y teológica ha visto un signo privilegiado de esta
afinidad con Dios. En efecto, estas facultades permiten al
hombre conocer al Señor y entablar con él una relación de
diálogo. Son prerrogativas que hacen del ser humano una
persona. (…) Conviene precisar, sin embargo, que todo el
hombre y, por lo tanto, no sólo su alma espiritual, con la in-
teligencia y la voluntad libre, sino también su cuerpo parti-
cipa en la dignidad de « imagen de Dios ». En efecto, el
cuerpo del hombre « es cuerpo humano precisamente por-
que está animado por el alma espiritual, y es toda la perso-
na humana la que está destinada a ser, en el cuerpo de
Cristo, el templo del Espíritu ».75 « ¿No sabéis, escribe el
Apóstol, que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?
(…). No os pertenecéis (…). Glorificad, por tanto, a Dios
en vuestro cuerpo » (1 Co 6, 15. 19-20). De aquí deriva la
exigencia de respeto al propio cuerpo, y también al de los
demás, particularmente cuando sufre.76

217. Precisamente por ser persona, el hombre, entre todas


las criaturas, está revestido de una dignidad única. Cada
hombre tiene su propia razón de ser, y jamás puede ser uti-
lizado como simple medio para alcanzar otras metas, ni si-
quiera en nombre del bienestar y del progreso de toda la
comunidad. Dios, al crear al hombre a su imagen, quiso ha-
cerlo partícipe de su señorío y de su gloria. Cuando le en-
comendó la misión de administrar toda la creación, tuvo en
cuenta su inteligencia creativa y su libertad responsable.

218. El Vaticano II, sondeando el misterio del hombre,


nos ha abierto, según las palabras de Cristo (cf. Jn 17, 21-
22), horizontes inaccesibles a la razón humana. En la cons-
titución Gaudium et spes se ha referido explícitamente a
« cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y
la unión de los hijos de Dios en la verdad y el amor »
(n. 24). Cuando Dios dirige su mirada al hombre, lo prime-
ro que ve y ama en él no son las obras que logra hacer, sino
la imagen de sí mismo; una imagen que confiere al hombre

75
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 364.
76
Cf. Op. cit., n. 1004.

85
la capacidad de conocer y amar a su Creador, de gobernar a
todas las criaturas terrenas y de servirse de ellas para gloria
de Dios (cf. ib., 12). Por esta razón, la Iglesia reconoce en
todos los hombres la misma dignidad y el mismo valor fun-
damental, independientemente de cualquier otra considera-
ción que derive de las circunstancias ».77

219. Entre otros males, la droga contribuye a destruir la


integridad de la persona. Es también síntoma de una pro-
funda crisis del sentido de la vida. Hace que las personas
permanezcan en un estado de inquietud existencial, por-
que, bajo el influjo de la droga, no encuentran elementos
que les permitan afrontar los problemas que no dejan de
presentarse en la existencia y superar las crisis inevitables
(crisis afectivas, esfuerzos necesarios, dificultades en las re-
laciones, fracasos, enfermedades, lutos, etc.). En vez de en-
contrar recursos en la vida espiritual, es decir, en una rela-
ción de amor con su Creador y en un estilo de vida ilumi-
nado por la Palabra de Dios, y puntos de referencia de or-
den moral que permitan orientar su conducta y elegir actos
justos y conformes a la dignidad humana, ciertas personas
toman la costumbre de recurrir a la droga para experimen-
tar el goce, para olvidar o para evitar la sensación de males-
tar. Al usar la droga, tratan de encontrar una respuesta a
sus interrogantes y una satisfacción de sus expectativas a
partir de percepciones vinculadas a la ingestión de produc-
tos químicos, cuyos efectos no permiten, en el individuo,
una conducta guiada por la razón y la voluntad. Como he-
mos recordado – y volveremos a hablar de esta realidad –,
la crisis del sentido de la vida es una de las causas del des-
arrollo del consumo de droga. No siempre se afrontan las
cuestiones sobre el sentido de la vida; eso deja a ciertos
adultos, y mucho más a los jóvenes, en el desconcierto, es-
pecialmente durante las etapas de su existencia en que bus-
can palabras que les liberen, les abran el porvenir, y les in-
viten a entrar en la esperanza. Sólo el Evangelio nos abre el

77
Juan Pablo II, Discurso del 30 de noviembre de 1996 a los participantes
en la XI conferencia internacional organizada por el Pontificio Consejo
para la Pastoral de la Salud, nn. 3-4, en L’Osservatore Romano, edición
en lengua española, 6 de diciembre de 1996, p. 8.

86
camino de la esperanza en Dios, a partir de la cual cobra
todo su sentido la existencia humana.

220. La droga es, en muchos aspectos, un modo de huir La Iglesia


de la existencia, en vez de aceptarla y ser el artífice de la defiende a los jóvenes
propia vida diaria. Al mismo tiempo, no permite al hombre
realizar opciones libres, fundadas en los valores humanos y
morales fundamentales, porque entorpece la inteligencia, el
juicio, la voluntad y los resortes para la acción. La verdade-
ra libertad es fruto de la educación, tanto en la familia co-
mo en la escuela y en los diversos Movimientos en los que
los jóvenes pueden participar. Como muchas otras institu-
ciones, la Iglesia no puede permitir que los jóvenes arrui-
nen su persona y su existencia, inflijan graves daños a su sa-
lud y pongan en peligro su vida misma. Y tampoco puede
aceptar que los fenómenos de droga afecten y hagan depen-
dientes a un número cada vez mayor de jóvenes. No quiere
resignarse a dejar que haya personas esclavas de sustancias
tóxicas. Juntamente con todos los hombres de buena vo-
luntad, desea encontrar soluciones para el bien de los indi-
viduos y de la sociedad entera. Con su acción pastoral diri-
gida a las personas y a los ambientes afectados por la droga,
trata de devolverles su dignidad y libertad.

221. En sus enseñanzas, el Papa Juan Pablo II ha des- La responsabilidad


arrollado la idea de que la droga tiende a esclavizar a la per- personal
sona, atenta contra su dignidad y conduce a una falta de li-
bertad. Por su parte, el cardenal Angelo Sodano, Secretario
de Estado de Su Santidad, lo subrayó con fuerza, con oca-
sión del Congreso internacional sobre la droga celebrado
en el Vaticano en 1997: « El Catecismo de la Iglesia católica
recuerda a los que se drogan o sienten la tentación de ha-
cerlo, que el uso de la droga, “ fuera de los casos en que se
recurre a ello por prescripciones estrictamente terapéuti-
cas, es una falta grave ” (n. 2291). Evidentemente no se
quiere aquí emitir un juicio sobre la responsabilidad subje-
tiva, dado que muchos, una vez que han entrado en este
círculo infernal de la dependencia, se hacen, al menos en
parte, incapaces de la elección radical necesaria para salir
de esta dramática esclavitud. Pero el principio moral, re-
cordado sin ambages, no sólo es una norma, sino también

87
una ayuda ofrecida a la conciencia, para que cobre vigor y
coherencia ».78 Y los que con la producción clandestina y el
tráfico difunden las drogas también son gravemente culpa-
bles de prácticas escandalosas. Por lo que atañe a los autén-
ticos toxicómanos, aunque existe una responsabilidad ini-
cial en la ingestión de productos tóxicos, es preciso consi-
derar también que se hacen, al menos en parte, incapaces
de la elección libre y voluntaria que llevaría a salir de esa
dramática esclavitud. Su conciencia y su voluntad están,
por decirlo así, anestesiadas y anuladas.

222. A este propósito, es importante recordar el « prin-


cipio moral » que invita a no atentar contra la propia inte-
gridad personal. Esta « norma » es un punto de referencia a
partir del cual es posible reflexionar sobre sí mismos y eva-
luar su conducta, particularmente en el campo de la toxico-
manía. Es también un punto de apoyo para los educadores
y los pastores, que indica en qué perspectiva deberán ac-
tuar.

Compasión 223. En efecto, aunque tengamos una actitud pastoral


sin complicidad de acogida y comprensión con respecto a los que se drogan
o a los toxicómanos, eso no quiere decir que la compasión
deba transformarse en complicidad. Si tomamos la iniciati-
va de salir al encuentro de las personas que se drogan, de-
bemos hacerlo con la preocupación pedagógica de propo-
nerles un estilo de vida más auténtico y liberador. Por tan-
to, no debemos olvidar que la pedagogía pastoral se basa
en principios morales, en elementos que son fruto de la sa-
biduría y del análisis, realizado a lo largo de los siglos, de la
palabra del Evangelio y de la Tradición eclesial. Estos prin-
cipios antropológicos y morales tomados del Evangelio son
el fundamento de nuestro desarrollo personal y social. No
son, como dan a entender los defensores del subjetivismo,
un límite impuesto al individuo y a veces incluso al derecho
de disponer de sí mismo. Por el contrario, son una invita-
ción a llevar a cabo una reflexión y un discernimiento, para

78
Cardenal Angelo Sodano, Discurso de apertura del Congreso interna-
cional sobre la toxicomanía, 9 de octubre de 1997, celebrado en el
Vaticano, en L’Osservatore Romano, 11 de octubre de 1997, p. 4.

88
elegir el bien, de acuerdo con criterios objetivos y con una
verdad trascendente, una verdad sobre el hombre que su-
pera al individuo mismo.79

224. Estos principios están destinados a ser fuente de ci- La verdad más allá
vilización: en particular el concepto de la dignidad y de la de todo subjetivismo
integridad de la persona humana, que la fe cristiana ha con-
tribuido a profundizar y valorar. Cuando se rechazan, son
las sensaciones del momento las que dominan y neutralizan
el discernimiento, el juicio y la voluntad.

225. La Iglesia tiene un concepto integral de la persona La vida humana


humana y del valor de su dignidad. En efecto, « el hombre es sagrada
está llamado a una plenitud de vida que va más allá de las
dimensiones de su existencia terrena, ya que consiste en la
participación en la vida misma de Dios. Lo sublime de esta
vocación sobrenatural manifiesta la grandeza y el valor de
la vida humana. (…) Todo hombre abierto sinceramente a
la verdad y al bien, aun entre dificultades e incertidumbres,
con la luz de la razón y no sin el influjo secreto de la gracia,
puede llegar a descubrir en la ley natural escrita en su cora-
zón (cf. Rm 2, 14-15) el valor sagrado de la vida humana
desde su inicio hasta su término, y afirmar el derecho de ca-
da ser humano a ver respetado totalmente este bien prima-
rio suyo. En el reconocimiento de este derecho se funda-
menta la convivencia humana y la misma comunidad políti-
ca. (…) Por ello el hombre, el hombre viviente, constituye
el camino primero y fundamental de la Iglesia ».80

226. La ley natural se entiende como la capacidad de la


inteligencia humana de llegar progresivamente a descubrir
y comprender las verdades morales objetivas y todo lo que
hay de común y universal entre los hombres, que fundan la
dignidad y el respeto de todo ser y que están en el origen
de los actos humanos.81 Formando su conciencia, se apren-
79
Cf. Juan Pablo II, encíclica Veritatis splendor, 6 de agosto de 1993, nn.
51-53, 54-64 y 71; también encíclica Fides et ratio, 14 de septiembre
de 1998, sobre el papel de la razón en la búsqueda de la verdad, capí-
tulos II y III.
80
Juan Pablo II, encíclica Evangelium vitae, 25 de marzo de 1995, n. 2.
81
Cf. Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, I-II, qq. 6-17.

89
de a percibir la ley natural y a ponerla en práctica. El senti-
do moral es una respuesta al don de amor de Dios gracias
al cual el hombre vive.82

2. Cuidar y estimular el sentido de responsabilidad

Madurez significa 227. El toxicómano necesita ser curado y acompañado


responsabilidad socialmente, velando por su dignidad de persona, por una
capacidad progresiva de hacerse plenamente responsable
de sus actos y libre interiormente, por la formación integral
de su ser para que logre cierta madurez, y por su inserción
en una red de relaciones sociales. La responsabilidad de sí
mismo y de sus actos es un signo de madurez y una forma
eminente de participar en la vida social. A veces puede
existir la tentación de una falsa compasión con respecto al
drogado. Se quiere estar tan cerca de él y ser tan compren-
sivos con él que se acaba por no mantener ya la debida dis-
tancia y no presentarles exigencias reales, que serían parti-
cularmente necesarias para ayudarle de verdad. Esta falsa
compasión corre precisamente el peligro de suprimir las
exigencias morales fundamentales y la responsabilidad del
otro, lo cual impide cualquier progreso hacia la verdadera
libertad y una real autonomía. En cambio, considerar al
otro en su dignidad como sujeto responsable de su vida lo
invita a aceptarse y a sostenerse en la existencia.

2.1. Prácticas terapéuticas en armonía con la dignidad de la


persona
Conjugar 228. La conciencia de sí, la libertad, el ejercicio de la vo-
rehabilitación luntad y la autonomía son realidades que la educación y la
y autonomía
prevención contra la toxicomanía no deberían perder nun-
ca de vista. En efecto, hay a veces modos de educar y medi-
das de prevención o reinserción que son contrarios a una
auténtica educación y a los principios morales. Algunos
métodos son demasiado brutales o asumen las prácticas
sectarias de un grupo totalmente aislado de la sociedad,
que se basan en una identificación con un líder, el cual, es-

82
Cf. San Ireneo de Lyon, Adversus Haereses, IV, 20, 7.

90
tableciendo una dependencia afectiva excesiva, no permite
una maduración y una progresiva autonomía de la persona.

229. Otros métodos, al proponer una solución fácil, son Rechazar productos
más pragmáticos y se apoyan únicamente en la lógica de la de sustitución
dependencia respecto de un producto, sugiriendo otro pro-
ducto, llamado de sustitución. Con todo, este último sigue
siendo una droga, aunque el procedimiento se sitúe en una
perspectiva terapéutica. Ciertamente, en esta perspectiva,
se puede buscar el recurso provisional a algunas sustancias
para entrar en una lógica de deshabituación de un produc-
to que el organismo ya necesita; esta lógica permitirá tam-
bién una intervención psicológica más serena; pero cuando Favorecer
este tratamiento se generaliza y se extiende también a for- intervenciones
que liberen
mas ligeras de toxicomanía, ya no se trata de una terapia
para liberar de la toxicomanía, sino que se convierte en un
modo, admitido social y médicamente, de ingerir productos
tóxicos. Se permite a la persona continuar sin problemas su
consumo, pero es difícil hallar el camino para que poco a
poco el toxicómano salga del engranaje en que ha caído.
Siempre es importante preguntarse si existen otras vías te-
rapéuticas para que recupere la salud física y psicológica, y
vuelva a una vida social normal, sin recurrir necesariamente
a productos de sustitución.

230. Otros experimentos consisten en controlar legal- Fracaso de


mente, en ciertos lugares, la comercialización de las drogas, ciertas políticas
de liberalización
para poder controlar, de alguna manera, su difusión en
de las drogas
ciertos círculos de personas más expuestas al peligro, espe-
cialmente niños y jóvenes. Estos experimentos se han pues-
to en práctica con la finalidad de hacer que disminuyan los
delitos que ciertas personas cometen para conseguir dinero
a fin de adquirir la droga. Pero esos experimentos por lo
general acaban fracasando y manifiestan la ambivalencia de
la sociedad frente al comercio y uso de la droga. Esta acti-
tud va unida al problema de la relación con la ley y los lími-
tes, que ya hemos recordado.

231. Sin embargo, somos conscientes de que hay formas Proceso gradual
de toxicodependencia sumamente resistentes a todo tipo de de desintoxicación
intervención, dependencias que exigen mucha inventiva pa-

91
ra ayudar a las personas a que acepten comprometerse en la
vía terapéutica que las pueda llevar a la curación. Además,
sería un grave error pensar que, en el caso de una toxico-
manía asociada a una fuerte forma de depresión, la desha-
bituación pueda ser una medida instantánea y decisiva; al
contrario, puede llevar a una crisis aún más grave, con con-
secuencias dramáticas, como el suicidio. Por eso, en casos
muy particulares, se plantea el problema de la desintoxica-
ción del individuo, que se ha de afrontar con cautela y en
un período de tiempo relativamente largo, con la ayuda de
una medicación y un apoyo psicológico que ayuden al toxi-
cómano, en todos los aspectos, a liberarse progresivamente
de la droga.

232. « La toxicodependencia consiste en la incapacidad


de conservar un estado aceptable de bienestar físico y men-
tal sin el recurso a la droga ».83 La toxicomanía es, por tan-
to, una enfermedad causada por un desequilibrio funcio-
nal, que encuentra en la droga el elemento que le devuelve
el equilibrio. Cuando este elemento falta, se verifica la crisis
de abstinencia con su dramático conjunto de síntomas que,
sin los opiáceos u otras drogas, puede llevar a la muerte o a
una grave perturbación psíquica. En este sentido, la toxico-
dependencia no difiere de las crisis del diabético, insulino-
dependiente, provocadas por la falta de insulina.

Acoger al enfermo 233. Es verdad que, a diferencia de esta última enferme-


toxicómano dad, la toxicodependencia es a menudo imputable a una
voluntad inicial, a una asunción de riesgo, a una « falta » de
aquel que se ve afectado por ella, lo cual implica una even-
tual atenuación de la responsabilidad moral, o incluso a
una fragilidad social del entorno del individuo. Cualquiera
que sea el origen de la enfermedad, cuyos factores determi-
nantes suelen ser múltiples, eso no debe cambiar la actitud
de acogida benévola y afectuosa por parte de la persona
que recibe al drogado, de la familia y de su entorno. Es ne-
cesario escuchar, curar y acompañar social, humana, moral
y espiritualmente al toxicómano, considerándolo como per-
sona y como enfermo que necesita ayuda.

83
Definición dada por la Organización Mundial de la Salud, 1973.

92
234. La Iglesia no puede por menos de sostener progra- Curar en equipo
mas que busquen ante todo privilegiar una acción encami- dotado de
diversas competencias
nada a liberar a las personas del yugo de la droga, respetan-
do su dignidad. Ante la complejidad del problema que re-
presenta la toxicomanía, es evidente que son muchos las
personas que deben participar en el tratamiento y que es
siempre necesario aprovechar las posibilidades que brinda
un tratamiento médico y contar con asesoramiento médico-
psicológico, pero garantizando que el individuo sea consi-
derado el verdadero protagonista de su curación, respetan-
do su conciencia, su responsabilidad y su dignidad.

2.2. Estimular al sentido de responsabilidad


235. No debemos olvidar que la droga, incluso en muy
poca cantidad, altera el uso de la razón, de la libertad y de
la voluntad. Por su parte, la acción pastoral debe basarse en
estas diferentes dimensiones del ser para realizar la preven-
ción y ayudar a los toxicómanos a modificar su conducta.

236. Desde un punto de vista moral, el uso de las drogas El uso de las drogas
es ilícito, porque menoscaban la dignidad de la persona. es inmoral
Pero esta referencia moral no significa una condena de la
persona que hace uso de la droga y que lleva, casi siempre,
una vida sin libertad, condición de la que quisiera salir.84
Por eso, la acción pastoral debe redoblar su perspicacia pa-
ra trabajar por la liberación de la persona y ayudarle a salir
de las redes sociales de la toxicomanía. En efecto, el am-
biente en el que se encuentran los toxicómanos los mantie-
ne prisioneros en el engranaje de la toxicomanía.

237. Los valores morales, a diferencia de las leyes civiles, Llevar a la renovación
no tienen nunca como finalidad condenar a la persona, sino y a la conversión
estimularla al sentido de su responsabilidad en relación con
estos mismos valores. A través de una pedagogía de la res-
ponsabilidad, es importante transmitir valores morales que
indiquen el camino del bien y sirvan para iluminar la con-
ciencia sobre la elección de los comportamientos humanos.

84
Cf. Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, Carta de los
Agentes de la Salud, n. 94, pp. 79-80.

93
La sanción derivada de la transgresión moral tiene como
objetivo contribuir a la renovación y conversión de la per-
sona. Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se
convierta (cf. Lc 5, 29-32). La ley moral está al servicio del
bien y de la verdad. La moral cristiana es la ley que permite
el aprendizaje de la libertad arraigada en una relación con-
fiada con Dios y con sus hermanos.

La autonomía 238. Precisamente por esto, es esencial educar en el sen-


y la ley moral tido de responsabilidad. Con todo, estamos frente a una
noción que se interpreta de varias maneras según las men-
talidades de nuestro tiempo. El sentido de las palabras « li-
bertad », « conciencia », « autonomía », « responsabilidad »,
no siempre se entiende de la misma manera. En nombre del
individualismo actual, todas estas nociones se entienden co-
mo un derecho a disponer de sí mismos en todos los cam-
pos de la existencia. Así, a veces ha prevalecido la reivindi-
cación del « derecho » a drogarse, y luego del derecho a ser
curados de las consecuencias de las drogas. Evidentemente,
en esa situación es necesario proponer la curación y procu-
rar la inserción social de los toxicómanos, pero no en nom-
bre de un derecho a drogarse.

La toxicomanía 239. Puede ser paradójico, incivil, e incluso inmoral, rei-


daña el bien común vindicar el derecho a drogarse deliberadamente, pues lleva
a una cierta forma de autodestrucción y, al mismo tiempo,
grava a la colectividad con cargas muy pesadas. No es razo-
nable ni justo pensar de esta manera, mientras se pueda evi-
tar el consumo de las drogas y, por tanto, sus consecuen-
cias. El derecho a drogarse va contra el bien común. Si la
sociedad acepta efectivamente esa reivindicación como un
derecho, pone en tela de juicio, en cierto sentido, su poder
legislativo y judicial, así como su praxis y su programa de
orden social y político, pues promulga leyes para condes-
cender con la toxicomanía.

Responsabilidad 240. En la mentalidad actual, el sentido de responsabili-


y valores dad personal y cívica a menudo se interpreta como la posi-
bilidad de actuar únicamente de acuerdo con los propios
gustos y deseos, sin tomar en cuenta otros aspectos. El eslo-
gan que justifica esta actitud se puede resumir en la afirma-

94
ción siguiente, que se escucha con mucha frecuencia: « Yo
hago lo que me da la gana; y es un problema mío ». Es ver-
dad que cada uno debe hacer sus propias opciones y cargar
con las consecuencias, pero no del modo que se afirma en
ese eslogan, porque eso es lo contrario de la verdadera res-
ponsabilidad personal, que consiste en el ejercicio de su ra-
zón y en el juicio de su propia conciencia en favor del bien,
respetando la ley moral; cada uno está llamado a ser res-
ponsable de sí mismo y de las consecuencias de sus opcio-
nes y de sus actos. La responsabilidad se evalúa siempre se-
gún el criterio de la ley moral, del bien, de lo bueno y de lo
verdadero, y no sólo en función de intereses individuales.85

241. Ciertamente, muchos de nuestros contemporáneos Educar en la


creen que esta evaluación constituye un freno a la libertad y responsabilidad
a la espontaneidad de vivir el momento presente y los de-
seos tal como se presentan. Pero obrar puramente en el or-
den instintivo manifiesta sobre todo una actitud primaria y
compulsiva como respuesta al estímulo inmediato de una
sensación o de un impulso, signo de que el individuo es to-
talmente esclavo de sus deseos y de lo que en él es absoluta-
mente incontrolable e irracional. Los educadores deben
tratar de formar en los jóvenes el sentido de responsabili-
dad y el juicio de la razón, y de ejercitar su voluntad en el
sentido de la exigencia moral y de la ascesis en el campo de
los impulsos, evitando que la persona se deje guiar por la
parte emotiva de su ser, en detrimento de la sana utilización
de su inteligencia y voluntad. Es absolutamente necesario
educar a las personas en el control de sus deseos.86

242. Curar al drogado y al toxicómano y darles confian- Valorar a la persona


za estimulándolos al sentido de su responsabilidad es un
modo de manifestar la estima que sentimos hacia ellos. Esta
actitud contrasta con la sensación de desestima que ciertos

85
Cf. Veritatis splendor, nn. 74, 77, 78 y 95-97.
86
Cf. Juan Pablo II, Combatir el pecado personal. Discurso en la audien-
cia general del 25 de agosto de 1999, en L’Osservatore Romano, edición
en lengua española, 27 de agosto de 1999, p. 3.

95
drogados alimentan dentro de sí y a la que pueden ser in-
ducidos también por las personas que los rodean. Se trata
de una desestima que hace sufrir y manifiesta una falta de
amor propio y un desprecio de su propia imagen. Podemos
mirar a las personas que se drogan de manera diversa; eso
les ayudaría a cambiar su imagen negativa y les permitiría
comenzar a salir del aislamiento en que se encuentran.

3. Liberarse de conductas de muerte

243. Algunos reivindican como derecho fundamental,


que se ha de reconocer a todo individuo, el poder disponer
libremente de su propio cuerpo, pudiendo llegar incluso a
destruirse. Pero el cuerpo no es un simple objeto del que se
pueda disponer; forma parte del ser humano integral.

No se puede disponer 244. El derecho a disponer de su propio cuerpo drogán-


del propio cuerpo dose, como afirman algunos, no es legítimo. Más bien, es
de modo absoluto
expresión de un profundo desorden, a menudo enmascara-
do por la resignación. Una sociedad no puede por menos
de promover la vida; debe ayudar a cada uno a tener razo-
nes para vivir y esperar. La toxicomanía, que invade cada
vez más la sociedad, no es fruto de la casualidad. La difu-
sión de la droga es resultado de movimientos de ideas que
han contribuido a hacer de la muerte, en nombre de la li-
bertad de disponer de sí mismos, una solución a problemas
profundos de las personas, como atestigua el aumento de
los suicidios juveniles en ciertas sociedades.

Combatir 245. A veces, con gran indulgencia por parte de la gente


la indiferencia y en ausencia de diálogo, se admite que los jóvenes puedan
drogarse, preparándose así de forma lenta pero inexorable
a abandonar la vida casi en medio de la indiferencia de la
sociedad entera. Conviene recordar, sin embargo, que, co-
mo demuestran las investigaciones, la mayoría de los jóve-
nes que usan sustancias psicoactivas lo hacen para calmar
un estrés, una ansiedad o una dificultad de vivir, síntomas
que podrían ser atenuados o eliminados, en gran parte, si
algunas personas y la sociedad entera estuvieran atentas a
las dificultades personales y de relación de los individuos,

96
especialmente de los jóvenes. ¿Debe contentarse la socie-
dad con permanecer silenciosamente permisiva y sin pro-
nunciar palabras significativas frente a este drama de la to-
xicomanía, que trastorna la vida de numerosos jóvenes e hi-
poteca su mismo futuro?

246. La única visión de la existencia que la sociedad No engañar


ofrece a los jóvenes que se drogan es « sanitaria » e « higié- a los jóvenes
nica ». Al respecto se organizan campañas de prevención y,
al mismo tiempo, se les dirige un mensaje ambiguo: « Si
quieres, puedes drogarte, pues siempre habrá alguien que
cuide de ti ». Este razonamiento paradójico se expresa es-
pecialmente en discotecas, conciertos y grandes concentra-
ciones, donde se hallan presentes equipos médicos que,
gracias a vehículos de asociaciones humanitarias, explican
la naturaleza de los productos, sus peligros y el uso mínimo
que se puede hacer. Esta forma de intervención es, sin du-
da, necesaria cuando, partiendo de ella, se quiere prevenir
a los jóvenes de los peligros que corren y hacen correr a los
demás al drogarse. Pero es totalmente insuficiente y se co-
rre incluso el riesgo de producir los efectos contrarios a los
que se busca, sobre todo porque tiende a hacer creer a los
jóvenes que esta asistencia sanitaria legitima la droga. Eso
no quita para nada el mérito de la dedicación de los equi-
pos médicos y sociales, pero subraya la falta de educación
integral y cierta forma de permisivismo por parte de la so-
ciedad.

247. Es evidente que cuanto menos intervenga la socie- Evitar el laxismo


dad en los jóvenes para manifestar los límites inherentes a
la vida personal y social, tanto más se extenderá el laxismo
y se abrirá el camino al consumo de drogas. También es
desconcertante constatar la pasividad con que la sociedad
permite que sus miembros se maten envenenándose. Las le-
gislaciones y las reglamentaciones son exigentes en materia
de seguridad en las carreteras, para hacer que se respete el
código de circulación, evitando así muertes, pero las socie-
dades no siempre tienen la misma vigilancia frente a las
drogas en las escuelas, en los lugares públicos y de diver-
sión, y a veces incluso en las familias. Y, sin embargo, las
consecuencias que se siguen son sumamente graves.

97
248. A este respecto, reina una condescendencia que se
puede atribuir al menos a tres factores.

Fe incondicional 249. El primer factor es la actitud general de la sociedad


en los medicamentos que promueve el uso de fármacos, con el pretexto de la
asistencia médica, para ayudar a las personas con dificulta-
des a vivir mejor, pero sin resolver sus auténticos proble-
mas. Desde su más tierna edad, los niños son testigos y, al
mismo tiempo, objeto de estas prácticas. En efecto – es pre-
ciso subrayarlo de nuevo –, cuando ciertos padres y educa-
dores no saben cómo regular la conducta de un niño me-
diante la relación educativa, consultan al médico para que
le prescriba un calmante. Así el niño aprende muy pronto a
afrontar sus humores y emociones recurriendo a un medi-
camento, en vez de aprender a controlarlos por sí mismo
gracias a un proceso educativo, con la ayuda de sus padres,
de todo el ambiente familiar y social, y de los adultos de su
entorno. Con esa mentalidad, de recurrir fácilmente a los
fármacos, en la adolescencia los muchachos buscarán otros
productos para tratar de regular sus sentimientos y las crisis
que atraviesan, y para superar las inevitables dificultades de
la existencia, en vez de aprender a controlar sus afectos a
partir de los elementos que ofrecen la vida psíquica y la
conciencia moral.

Idealización 250. El segundo factor es la valoración excesiva de los


ideológica jóvenes y de la juventud como período de la vida, que la
de la juventud
sociedad considera a menudo puntos de referencia. Se han
convertido en modelos de la sociedad contemporánea: la
música, las series de televisión y la moda de vestir específi-
cas de los adolescentes invaden el mundo de los adultos,
que acaban por pensar, hablar y vestirse como en esa edad
pasajera de la vida, en la que la personalidad es inestable,
porque está en período de construcción. La sociedad se
organiza en torno a la juventud hasta el punto de que se
identifica cada vez más, en sus costumbres, con la edad in-
fantil. Frente a esa situación, para llegar a una verdadera
maduración, los jóvenes no tienen más remedio que identi-
ficarse consigo mismos, encontrando cada vez más rara-
mente en el mundo de los adultos modelos de identifica-
ción estructurantes. Por eso, sufren una carencia para des-

98
arrollarse interiormente e insertarse socialmente. Los adul-
tos, entonces, no pueden ya ser considerados como puntos
de referencia, ni pueden ya intervenir ni, sobre todo, re-
cordar las prohibiciones necesarias frente a las solicitacio-
nes de la droga. Al no ser ya ni modelos ni ejemplos, no
pueden proponer caminos sanos de acceso a una existen-
cia madura y equilibrada.

251. Por último, el tercer factor consiste en situar a los Desafiar la muerte
jóvenes en una lógica de muerte. Aquí no se trata de un de-
seo de muerte con respecto a la generación joven, sino de la
incapacidad para protegerla de comportamientos portado-
res de muerte. La mayoría de los jóvenes, por fortuna, evi-
tan transgredir ciertas reglas, porque han asimilado ciertos
valores morales o porque no quieren entristecer a sus pa-
dres y a su familia, y para no defraudarlos. Así, su conducta
se encuentra regulada por la estima que les tienen las perso-
nas de su entorno, y por el amor paciente, atento y cordial
de sus padres y de los demás miembros de su familia, espe-
cialmente en los períodos más críticos de su crecimiento.
Eso les permite ejercitar su libertad, experimentando que
su familia es un punto de referencia esencial, que sus pa-
rientes y la sociedad se interesan por ellos y sufrirán ante la
idea de que les pueda suceder alguna desgracia. Así toman
confianza en sí mismos al descubrir la confianza que los de-
más tienen en ellos.

252. En cambio, cuando la sociedad transmite imágenes Ambigüedades sobre


ambiguas sobre la cuestión del derecho de vida y muerte, el derecho a la vida
derecho que se concede sobre el niño por nacer, sobre el
enfermo o sobre la persona anciana, algunos jóvenes pue-
den inconscientemente considerarse como « supervivien-
tes » o creer incluso que se encuentran en un ambiente que
no respeta ni valora la vida, y que desprecia a toda persona.
En ese caso, corren el riesgo de adoptar comportamientos
« mortíferos », como para asegurarse y persuadirse de que
están bien vivos, tratando de experimentar intensas sensa-
ciones límite. Así, se puede notar que ciertos jóvenes usan
la droga, de manera paradójica, para percibir su propio ser
y a la vez para imitar su exclusión de la vida y rozar la
muerte. El escaso respeto por el ser humano en las diversas

99
fases de su existencia, especialmente al inicio y al final de la
vida, y una mentalidad generalizada poco abierta al valor
de la vida, no impulsan a los jóvenes al respeto de sí mis-
mos y de su propia existencia. La primera tarea consiste,
por consiguiente, en desarrollar, de acuerdo con la invita-
ción de Juan Pablo II,87 una cultura de vida frente a una
« cultura de muerte » que está destruyendo muchos puntos
de referencia moral.

4. La ley moral al servicio de la vida

253. La devaluación del sentido de la vida, alimentada


por concepciones eugenésicas de la existencia, explica sin
duda la ambigüedad de las sociedades con respecto a la to-
xicomanía de los jóvenes, que así expresan, como un sínto-
ma, su malestar profundo. De este modo se asiste a una
huida hacia la droga, hacia el suicido. La muerte se consi-
dera a menudo como una solución normal para una perso-
na que atraviesa serias dificultades. También puede suceder
que los jóvenes consideren el suicidio como un presunto
acto de valor o un acto heroico. Los adultos deberían edu-
carlos en el sentido de la verdadera valentía para librar la
batalla de la existencia y afrontar las dificultades de la vida,
que pueden resolverse sin recurrir a un acto que provoca la
muerte.

4.1. Saber decir « no » para llegar a ser libres


Educar 254. En la educación, uno de los primeros elementos
en la renuncia que los padres suelen experimentar con el niño consiste en
decirle « no », para marcar una frontera cuando se expone
peligrosamente a riesgos excesivos o cuando supera límites
que pueden acarrearle daño. El niño queda tranquilizado,
consciente o inconscientemente, por el hecho de saber que
hay prohibiciones que no debe transgredir; así puede perci-
bir el espacio en el que está llamado a moverse, y puede
construir su vida moral sobre un cierto número de prohibi-
ciones fundamentales y descubrir mejor la libertad que le

87
Cf. Evangelium vitae, n. 2.

100
corresponde. Muchos adultos tienen miedo a prohibir, para
no frenar la espontaneidad del niño, pero en realidad le im-
piden llegar a ser verdaderamente libre. No se trata, obvia-
mente, de fastidiar al niño ni de adoptar actitudes rígidas y
arbitrarias, sino de guiarlo para que tome conciencia de las
normas morales y estimularlo al sentido justo y auténtico de
la libertad humana.

255. « Ya en este sentido los preceptos morales negati- Transmitir


vos tienen una importantísima función positiva: el “ no ” el sentido del límite
que exigen incondicionalmente marca el límite infranquea-
ble más allá del cual el hombre libre no puede pasar y, al
mismo tiempo, indica el mínimo que debe respetar y del
que debe partir para pronunciar innumerables “ sí ”, capa-
ces de abarcar progresivamente el horizonte completo del
bien (cf. Mt 5, 48). Los mandamientos, en particular los
preceptos morales negativos, son el inicio y la primera eta-
pa necesaria del camino hacia la libertad ».88 Cuando una
persona no ha asumido el sentido de los límites y no sabe
decir « no », a menudo le resulta difícil decir « sí ».

256. En el ámbito moral, es muy importante que el niño


comprenda que no debe atentar contra su integridad y que
debe cuidar su salud. Las campañas de prevención única-
mente « sanitarias » son completamente insuficientes para
luchar contra el fenómeno de la droga. La prevención no
sólo está llamada a subrayar los efectos de la droga sobre la
salud y sobre el vínculo social, sino que también debe tener
como objetivo la conducta de la persona en la esfera moral
y espiritual.

4.2. La prohibición de atentar contra sí mismos y contra los


demás
257. Aunque la sociedad debe recordar sin cesar la pro-
hibición de cierto número de conductas delictivas, es preci-
so constatar que pocos niños y jóvenes escuchan que está
prohibido drogarse, a pesar de la represión policial con res-
pecto a los traficantes, los vendedores de droga y los toxi-

88
Ibid., n. 75.

101
cómanos. Las series de televisión y los dibujos animados
que alimentan la imaginación de los muchachos escenifican
con frecuencia dramas en los que abundan los atracos, las
drogas, los suicidios, los homicidios y los asesinatos. Los
delincuentes y los criminales de esas series son los
« héroes » que actúan junto con la policía, único y último
baluarte que protege a los individuos y a la sociedad de la
locura destructora.

Presentar los valores 258. Pero los valores morales raramente se presentan a
tal como son los jóvenes como fundamentales. Con mucha frecuencia
los padres, los educadores, los profesores y los adultos en
general no saben ya situar su papel frente a los niños.
Adultos y niños son considerados en el mismo nivel,
mientras que los más jóvenes tienen aún necesidad de
aprender, en contacto con los mayores, a saber compor-
tarse en la vida y a respetar las exigencias esenciales, en la
vida personal y social. Muchos padres y educadores pien-
san que el niño puede descubrir por sí solo estas exigen-
cias o que se las transmitirán « otros adultos ». Así, un no-
table número de jóvenes encuentra cada vez menos adul-
tos que sean puntos de referencia, con los que puedan en-
tablar relaciones educativas estructurantes y constructi-
vas.

Amar la vida 259. « El mandamiento “ no matarás ” establece, por


tanto, el punto de partida de un camino de verdadera liber-
tad – escribe Juan Pablo II –, que nos lleva a promover ac-
tivamente la vida y a desarrollar determinadas actitudes y
comportamientos a su servicio. (…) El mandamiento “ no
matarás ”, incluso en sus contenidos más positivos de res-
peto, amor y promoción de la vida humana, obliga a todo
hombre. En efecto, resuena en la conciencia moral de cada
uno como un eco permanente de la alianza original de Dios
creador con el hombre; puede ser conocido por todos a la
luz de la razón y puede ser observado gracias a la acción
misteriosa del Espíritu que, soplando donde quiere (cf. Jn
3, 8), alcanza y compromete a cada hombre que vive en es-
te mundo ».89

89
Ibid., nn. 76-77.

102
260. Es preciso constatar que la difusión y el uso de la Restablecer el sentido
droga se han desarrollado entre los jóvenes, entre otras cau- espiritual de la vida
sas, a medida que la educación moral y la religiosa se han
ido abandonando relativamente, y que la sociedad ha ido
tomando cada vez menos en cuenta las dimensiones espiri-
tual y moral de la existencia, llegando a veces incluso a ne-
gar los fundamentos religiosos y espirituales de su tradi-
ción.

261. Así pues, en cierto sentido, la droga se ha converti- Si tiene a sus pasiones
do en el elemento revelador de una sociedad que, en vez de como único resorte,
el hombre es infeliz
proponer los valores de la vida, anima la evasión a un esta-
do de indolencia tan grato cuanto ilusorio, que se puede
obtener gracias a los estupefacientes. La falsa alegría de vi-
vir hace que el individuo pase de la curiosidad de probar
un producto nuevo al engranaje de la toxicomanía, del que
es difícil salir. Con todo, es preciso afirmar, con voz alta y
fuerte, que la droga no contribuye al bienestar de la perso-
na y no resolverá nunca, ni a corto ni a largo plazo, las difi-
cultades, sean cuales sean. Siguiendo sus impulsos, el indi-
viduo permanece y permanecerá siempre infeliz. Cada uno
está llamado a encontrar una manera de vivir positiva, fun-
dada en sus recursos interiores y en su vida de relación.

4.3. La ley civil ofusca la ley moral


262. Amar y aceptar su vida aprendiendo a ser libres de- Combatir el
pende ante todo de un conocimiento de las verdades que relativismo ético
son el fundamento de los valores de la vida. « En la base de
estos valores no pueden estar provisionales y volubles “ ma-
yorías ” de opinión, sino sólo el reconocimiento de una ley
moral objetiva que, en cuanto “ ley natural ” inscrita en el
corazón del hombre, es punto de referencia normativa de la
misma ley civil. (…) Es cierto que en la historia ha habido
casos en los que se han cometido crímenes en nombre de la
“ verdad ”. Pero crímenes no menos graves y radicales ne-
gaciones de la libertad se han cometido y se siguen come-
tiendo también en nombre del “ relativismo ético ” ».90 El
« relativismo ético » impulsa a los individuos a reivindicar

90
Ibid., n. 70.

103
una « autonomía moral en sus opciones », que no se funda
en principios morales, sino en deseos totalmente subjetivos,
y a reclamar, en nombre de la libertad personal, derechos
específicos reconocidos y protegidos por la ley. « De este
modo, la responsabilidad de la persona se delega a la ley ci-
vil, abdicando de la propia conciencia moral al menos en el
ámbito de la acción pública ».91

Las leyes no 263. La difusión de la droga y su consumo se apoyan en


sustituyen parte en este « relativismo ético », así como en la débil for-
la conciencia
mación de la conciencia moral y de su ejercicio. Hoy es
preciso reconocer que la ley civil, y también ciertas prácti-
cas muy difundidas, se transforman en el equivalente de la
ley moral, o incluso la sustituyen; la conducta de muchas
personas llega a ser entonces la norma, independientemen-
te del criterio de conformidad con el bien, lo cual lleva a
una especie de abdicación de la conciencia moral. Creer
que la ley civil y las actitudes generalizadas pueden sustituir
a la ley moral no favorece el logro de un sentido moral real.
En la medida en que la ley civil está en armonía con la ley
moral, las personas son invitadas a convencerse de que tan-
to las leyes civiles como los comportamientos humanos se
deben regular de acuerdo con los valores morales.

También la ley 264. Dicho de otra manera, como subraya con fuerza
debe fundarse Juan Pablo II en su encíclica Evangelium vitae, la ley civil
en los valores morales no tiene automáticamente un carácter moral; eso depen-
de de los valores que encarna o promueve. Es un medio,
mientras que los valores morales se han de buscar como
el fundamento de todos los actos humanos y de las reglas
sociales, como « la dignidad de cada persona humana, el
respeto de sus derechos inviolables e inalienables, así co-
mo considerar el “ bien común ” como fin y criterio regu-
lador de la vida política. (…) La función de la ley civil
consiste en garantizar una ordenada convivencia social en
la verdadera justicia. (…) Precisamente por esto, la ley ci-
vil debe asegurar a todos los miembros de la sociedad el
respeto de algunos derechos fundamentales, que pertene-
cen originariamente a la persona y que toda ley positiva

91
Ibid., n. 69.

104
debe reconocer y garantizar ».92 Por este motivo, « en nin-
gún ámbito de la vida la ley civil puede sustituir a la con-
ciencia ni dictar normas que excedan la propia compe-
tencia »,93 que consiste en asegurar el bien común de las
personas con el reconocimiento y la defensa de sus dere-
chos fundamentales, la promoción de la paz y de la mora-
lidad pública.94

265. La droga pone en peligro la integridad y la vida de


toda persona, comenzando por los más jóvenes, que consu-
men con cierta « inocencia » estupefacientes. La sociedad
debe proteger a los jóvenes de sí mismos, de su fragilidad
psicológica y a veces de su falta de formación moral.

4.4. La apuesta de las expectativas es también espiritual


266. Pero para entrar en una perspectiva moral, es pre-
ciso recordar la importancia y el valor de un enfoque espiri-
tual, a partir del cual es posible realizar la propia búsqueda
en profundidad, en vez de caer en placeres superficiales,
que no llevan a la felicidad.

267. La historia bíblica nos revela que Dios se acerca a El horizonte


nosotros, nos llama a vivir en comunión con Él y nos abre a de la vida eterna
la esperanza de la vida eterna. El Dios que nos revela
Jesucristo no está hecho por manos humanas ni es resulta-
do de la imaginación del espíritu humano. Nos llama a la
vida y nos libra de los terrores oscuros y del miedo de ser
objeto de influencias nefastas. La puesta en práctica del
mensaje del Evangelio nos permite realizar plenamente
nuestra humanidad y llevar una existencia recta y bella.
Profundizar en él permite también descubrir los valores
que participan en la organización progresiva de la sociedad,
fundada en el respeto incondicional de la dignidad de la
persona.
92
Ibid., nn. 70-71.
93
Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción Donum vitae, (22
de febrero de 1987), III: AAS 80 (1988), p. 98: L’Osservatore Romano,
edición en lengua española, 15 de marzo de 1987, pp. 17-21.
94
Cf. Concilio Vaticano II, Declaración sobre la libertad religiosa
Dignitatis humanae, n. 7.

105
Buscar a Dios 268. Entrar en un enfoque espiritual significa haber per-
cibido la posibilidad de una apertura hacia un porvenir y
hacia la esperanza de una felicidad verdadera que no tiene
fin. El enfoque espiritual nos impulsa a buscar a Dios y, con
san Agustín, podríamos decir: « Tú estabas en mi interior,
¡y yo estaba fuera de mí mismo! Y te buscaba fuera de
mí ».95 La crisis de la vida interior que caracteriza a la gene-
ración actual se explica por la falta de transmisión de un
ideal de vida para construirse personalmente y para ocupar
su lugar en la sociedad.

Descubrir a Cristo 269. El Evangelio es la fuente y el fundamento de los va-


lores de la vida. Descubrir a Cristo significa precisamente
descubrir la vida. Cristo nos revela que Dios nos ama y que
nuestra respuesta a ese amor debe darse en la vida diaria. La
existencia puede resultar difícil y a veces dura, pero es nece-
sario tratar de responder siempre queriendo lo que es justo y
verdadero. Es la pregunta que planteaba ya el joven rico:
« ¿Qué he de hacer para alcanzar la vida eterna? » (Mt 19,
16). En la respuesta a esta pregunta reside la verdadera felici-
dad. La justicia, la verdad, el bien y el amor verdadero son
los criterios más importantes de la valoración moral de los
actos humanos. El enfoque espiritual se apoya en la acepta-
ción de la gracia y en la voluntad de comprometerse en la
existencia fundándose en una relación con Cristo Salvador.

Catequesis, lugar 270. Desde esta perspectiva, la catequesis debe preocu-


de una formación parse de formar la inteligencia cristiana de los jóvenes para
humana y moral
que puedan encontrar en la Sagrada Escritura y en la inti-
midad con el Señor los elementos necesarios para alimentar
y desarrollar su vida interior. Debe ser también la ocasión
de una verdadera educación humana y moral, promoviendo
una clara transmisión de los valores fundamentales. Por
tanto, la vida espiritual permite situar la propia existencia
terrena en la perspectiva de la esperanza de la vida eterna,
que muestra el sentido último de toda vida. La flagrante
falta de enseñanza sobre la vida eterna no dispone a vivir
plenamente el tiempo presente y a reconocer la grandeza
de la vida, de toda vida.

95
San Agustín, Las Confesiones, libro X, 27, 38.

106
271. Es importante ayudar a que se descubra el rostro Los valores morales
de Cristo, el cual nos da su palabra, fuente de vida: « El que tienen su fundamento
en Dios
beba del agua que yo le dé no tendrá sed jamás, sino que el
agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que
brota para vida eterna » (Jn 4, 14). El Señor revela también
que el hombre está hecho para la vida: « Dios no hizo la
muerte ni se recrea en la destrucción de los vivientes; él to-
do lo creó para que subsistiera (…) Dios creó al hombre
para la incorruptibilidad, lo hizo imagen de su misma natu-
raleza » (Sb 1, 13-14; 2, 23-24). Cristo nos invita a seguirlo,
porque quiere librarnos del miedo y del sufrimiento que
impiden vivir; sufrimiento y miedo de vivir que se encuen-
tran en la conducta de las personas marcadas por la toxico-
manía. Los valores morales hunden sus raíces profundas en
una relación confiada con Dios Padre, Hijo y Espíritu
Santo. Las bienaventuranzas (cf. Mt 5, 1-12) son su traduc-
ción más perfecta.

272. « En la precariedad de la existencia humana – escri-


be Juan Pablo II – Jesús lleva a cumplimiento el sentido de
la vida. La experiencia del pueblo de la Alianza se repite en
la de todos los “ pobres ” que encuentran a Jesús de
Nazaret. Así como el Dios “ amante de la vida ” (cf. Sb 11,
26) había confortado a Israel en medio de los peligros, así
ahora el Hijo de Dios anuncia, a cuantos se sienten amena-
zados e impedidos en su existencia, que sus vidas también
son un bien al cual el amor del Padre da sentido y valor.
(…) Los “ pobres ” son interpelados particularmente por la
predicación y las obras de Jesús. La multitud de enfermos y
marginados que lo siguen y lo buscan (cf. Mt 4, 23-25) en-
cuentran en su palabra y en sus gestos la revelación del
gran valor que tiene su vida y del fundamento de sus espe-
ranzas de salvación. (…)

273. Progresivamente la Revelación lleva a descubrir


con mayor claridad el germen de vida inmortal puesto por
el Creador en el corazón de los hombres: “ Él ha hecho to-
das las cosas apropiadas a su tiempo; también ha puesto el
mundo en sus corazones ” (Qo 3, 11). Este germen de totali-
dad y plenitud espera manifestarse en el amor, y realizarse,
por don gratuito de Dios, en la participación en su vida

107
eterna ».96 Así Dios está presente en la búsqueda de la feli-
cidad que impulsa al hombre a avanzar por el camino de la
vida.

5. La confusión entre el placer y la felicidad

274. Como hemos dicho en varias ocasiones, el drogado


usa productos o estupefacientes con el fin de procurarse
placer y una felicidad ilusorios, ante todo para tranquilizar-
se a sí mismo. Pero, ¿se puede hablar de placer y felicidad
verdaderos?

5.1. Las diferentes interpretaciones del sentido de la felicidad


Definiciones 275. El sentido de la palabra « felicidad » ha variado
de felicidad con mucha frecuencia según los períodos de la historia y las
culturas. Podemos mencionar algunas de las ideas sobre la
felicidad.

276. 1 – La felicidad ha sido interpretada a veces como


la búsqueda del mito de la edad de oro, idealizando el pa-
sado, que sería mejor que el tiempo presente.

277. 2 – La felicidad se ha visto también como la valori-


zación de la naturaleza (hasta el punto de divinizarla), de la
vida campestre y bucólica, como reacción ante un mundo
industrial y tecnológico.

278. 3 – La felicidad a veces se ha considerado como el


hecho de estar en armonía consigo mismo y con el cosmos.
No dependería de un vínculo personal entre Dios y el hom-
bre, de determinaciones de la conciencia individual, sino de
una relación inmutable entre el hombre y el mundo.

279. 4 – La felicidad, para otros, sería el éxito del co-


mercio entre los hombres. Los negocios prósperos, la mul-
tiplicación de las riquezas y la posesión de muchos bienes
asegurarían a cada uno una existencia « feliz ».

96
Cf. Evangelium vitae, n. 32.

108
280. 5 – La felicidad debería ser también el objetivo de
la política y de un sistema de gobierno, que incluirían en la
ley todo lo que se relaciona con la felicidad actual de los
hombres.

281. 6 – El individuo encontraría simplemente la felici-


dad en la fuerza de los sentimientos y de las sensaciones. El
interés de la vida se resumiría en experimentar sensaciones
agradables, y cuanto más intensas fueran, tanto más felices
seríamos.

282. En la mayoría de estas definiciones, la felicidad se Confusión entre


suele confundir con un bienestar económico, social y políti- bienestar material
y felicidad
co, pero también con una ausencia de tensiones o conflic-
tos con la naturaleza o en la vida psíquica, o incluso con
una forma de unidad de la persona. La concepción cristia-
na de la felicidad se sitúa en otra perspectiva, pues depende
de la relación entre Dios y el hombre, de la vida eterna a la
que estamos destinados.

5.2. Sentido espiritual del placer y de la felicidad


283. El placer se presenta a menudo únicamente en sus as- El verdadero placer es
pectos físicos y psicológicos, como la satisfacción legítima de algo más que una
mera sensación
la vida afectiva a través de emociones agradables, mientras
que existe también un sentido moral en la persona que trata
de vivir en armonía con los valores fundamentales de la vida.
Por tanto, el placer no es sólo una sensación que se experi-
menta o se siente.97 Cuando se busca únicamente por sí mis-
mo, por lo general engendra insatisfacción y empobrecimien-
to, porque la persona se repliega en sí misma. El placer verda-
dero es el que se experimenta como resultado del don de sí,
que llega a colmar gratuitamente a la persona que se entrega.98

284. En cuanto a la felicidad, conviene repetirlo, se sue- Para los cristianos


le confundir a menudo con el bienestar físico, psicológico o la felicidad es la vida
en comunión con Dios

97
Sería útil hacer referencia a santo Tomás de Aquino, Summa Theolo-
gica, I-II, qq. 31-34, donde se trata con amplitud el tema del placer.
98
Cf. el éxtasis de santa Teresa de Ávila, obra de Bernini que se encuen-
tra en la iglesia de Santa María de la Victoria en Roma.

109
material. En la concepción cristiana, la felicidad encuentra
su fuente en Cristo, que vino a revelarnos al Padre y a
traernos la salvación, el anuncio de « una gran alegría, que
será para todo el pueblo » (Lc 2, 10). También es la meta de
la existencia humana, el fin último, la vida eterna prometi-
da por Cristo, que representa, juntamente con las bienaven-
turanzas (cf. Mt 5, 12) el inicio de su enseñanza.99 Todo
hombre busca la felicidad. « En todos los hombres se en-
cuentra esta misma voluntad de hallar y poseer la
felicidad ».100 La felicidad verdadera está en la posesión de
todos los bienes,101 que sólo se realiza en Dios, porque « na-
die es bueno, sino sólo Dios » (Mc 10, 18). Es la respuesta
que dio Jesús al joven rico (cf. Mt 19, 16), el cual le pregun-
tó qué debía « hacer de bueno para alcanzar la vida eter-
na ».

285. El Papa Juan Pablo II, comentando este pasaje del


Evangelio, afirma: « En efecto, interrogarse sobre el bien
significa, en último término, dirigirse a Dios, que es pleni-
tud de la bondad. Jesús muestra que la pregunta del joven
es, en realidad, una pregunta religiosa y que la bondad, que
atrae y al mismo tiempo vincula al hombre, tiene su fuente
en Dios, más aún, es Dios mismo: el Único que es digno de
ser amado “ con todo el corazón, con toda el alma y con to-
da la mente ” (cf. Mt 22, 37), Aquel que es la fuente de la
felicidad del hombre. Jesús relaciona la cuestión de la ac-
ción moralmente buena con sus raíces religiosas, con el re-
conocimiento de Dios, única bondad, plenitud de la vida,
término último del obrar humano, felicidad perfecta ».102

Placer y felicidad: 286. Tanto el placer como la felicidad son, en la fe cristia-


características na, dos realidades de la vida moral y espiritual, experiencias
de la vida moral
fugaces y limitadas en comparación con lo que será la felici-
dad eterna. Hay un placer al hacer el bien y una felicidad al

99
Cf. Santo Tomás de Aquino, Summa theologica, I-II, qq. 1-5; san
Agustín, Las Confesiones: « Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro cora-
zón está inquieto hasta que descanse en ti »; cf. también san Agustín,
De Sermone Domini in monte, I.
100
San Agustín, De Trinitate, II, 13.
101
Cf. Boecio, De consolatione philosophiae, 3, 2.
102
Veritatis splendor, n. 9.

110
vivir en armonía con lo que es verdadero y justo cuando la
razón humana se inspira en la Sabiduría divina. Obviamente,
es preciso saber reconocer que ciertas personas viven situa-
ciones en contradicción con los valores del Evangelio y el fin
último de la existencia. Corresponde a los pastores saber lo
que entra en el campo de la finitud humana, es decir, de los
límites del individuo mismo, y lo que entra en el del pecado.

287. Así los pastores podrán proporcionar puntos de re- Moral cristiana:
ferencia a los que, heridos por la vida, buscan a Dios y ca- la moral del amor
minan en su historia personal según « la ley de la graduali-
dad »103 para convertirse y entrar en « la realidad de la re-
dención de Cristo. ¡Cristo nos ha redimido! Esto significa
que él nos ha dado la posibilidad de realizar toda la verdad
de nuestro ser; ha liberado nuestra libertad del dominio de
la concupiscencia ».104 La moral cristiana tiende a alegrar el
corazón del hombre; no es una moral de abatimiento ni una
moral dramática; es una moral de la felicidad, que implica
cierto número de exigencias. Se funda en el amor de Dios,
en un amor que da la vida y que es más fuerte que el peca-
do; éste, por el contrario, es un rechazo de Dios, una nega-
ción de la dignidad de la persona.

288. En la ley recibida de Dios, « el amor y la verdad »


se encuentran y así revelan la objetividad de la ley moral y
la justa apertura « a la misericordia de Dios por el pecador
que se convierte, y a la comprensión por la debilidad hu-
mana ».105 Desde la noche de los tiempos, aunque de modos
ciertamente diversos, el hombre siempre ha percibido que
su destino era lograr amar y experimentar la felicidad, pero
al mismo tiempo siempre se ha dado cuenta de que no lo
lograba totalmente. Sea cual sea la cultura, y sea cual sea la
modalidad de expresión, el hombre siempre ha buscado
una vida plena, la plenitud del amor.

289. La realización más perfecta de las relaciones perso- La ley del amor
nales puede expresarse muy sencillamente con las afirma-

103
Ibid., nn. 102-105.
104
Ibid., n. 103.
105
Ibid., n. 104.

111
ciones bíblicas: « Amarás al Señor tu Dios con todo tu co-
razón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas » (Dt 6, 5) y
« Amarás a tu prójimo como a ti mismo » (Lv 19, 18), reco-
gidas por Jesús cuando un fariseo le preguntó cuál era el
mayor de los mandamientos: « “ Maestro, cuál es el manda-
miento mayor de la Ley? ”. Él le dijo: “ Amarás al Señor, tu
Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu
mente. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El se-
gundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo ” » (Mt 22, 37-39). Es interesante notar que el amor
a sí mismo es equiparado al amor a Dios y a los hermanos,
como si fueran tres formas de amor inseparables entre sí.

290. Jesucristo también reveló que nuestro amor es en


realidad una respuesta al amor primero de Dios, fuente de
todo amor y de toda vida. El hombre que se sabe amado
por Dios Amor no vivirá ya de la misma manera y pedirá a
Dios mismo la gracia de ayudarle a amar mejor en la justi-
cia y en la verdad. Con la fuerza de esta convicción, podrá
decir con el apóstol Pablo: « Pues estoy seguro de que ni la
muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo pre-
sente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profun-
didad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de
Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro » (Rm 8,
38-39). Por sí solo, el hombre no puede realizar este amor;
más bien, se trata de acogerlo y recibir su gracia a través de
la persona de Jesús, que dio su vida en la cruz por los que
ama. La búsqueda del placer y de la felicidad encuentra to-
do su sentido en el amor de Dios y en relación con él. Sin
embargo, sigue abierta la cuestión de saber cómo compren-
der la búsqueda del placer y de la felicidad entre nuestros
contemporáneos.

5.3. Confusión entre sensaciones fuertes y felicidad


El uso de las drogas 291. En nuestro tiempo, el ideal que transmiten los me-
da la ilusión dios de comunicación social consiste en sentirse a gusto y
del bienestar
bien en el propio cuerpo, trabajar sin cansancio y vivir en
un clima de despreocupación; el uso de drogas se ve a me-
nudo desde esta perspectiva. De ahí derivan ciertas formas
aparentes de desenvoltura, que se dan en los jóvenes con

112
ocasión de las frenesías festivas de la noche del sábado, en
las que únicamente se buscan sensaciones momentáneas y
pasajeras; esa conducta parece más bien apatía y una espe-
cie de pasividad frente a la vida para evadirse mejor de ella.
Las drogas se buscan para intentar liberarse de las dificulta-
des y las preocupaciones de la vida, para hacer « vibrar » al
individuo y permitir que haga experiencias sensoriales y
alucinatorias. Los locales nocturnos y los rave party, en los
que se reúnen numerosísimos jóvenes y donde se venden
drogas como el éxtasis, la cocaína, las anfetaminas y dife-
rentes mezclas de productos muy tóxicos, se han transfor-
mado en lugares donde se buscan emociones personales y
de relación, hasta el agotamiento físico y psíquico.

292. Es como si la búsqueda del placer no pudiera reali- El placer como


zarse más que en el agotamiento físico y la aniquilación in- repliegue egoísta
telectual. El orden de la felicidad parece reducirse al hecho
de experimentar sensaciones fuertes y violentas. En un cli-
ma de gran tolerancia y de exaltación del cuerpo, se com-
prende que la búsqueda del placer y de la felicidad se deba
concretar ante todo y sobre todo en experiencias corpora-
les que, a la postre, llevan a una profunda decepción. Eso
conduce también a la persona a encerrarse en sí misma y
aislarse de todas las redes de relaciones, para buscar sólo en
sí el placer.

5.4. La huida de los límites y de los sufrimientos


293. Ciertas personas tienden a dejarse guiar por sus de- El deseo del hombre
seos, que deberían satisfacerse de modo permanente, con la es colmado por Cristo
esperanza de que por fin queden inmediatamente colma-
dos. El deseo es insaciable y el hombre sólo puede vivir
aceptando afrontar el sentido de privación inherente a su
condición y que, sin embargo, trata de negar con la pose-
sión de bienes y riquezas – por lo demás, necesarias y legíti-
mas – o con el goce que conlleva por cierto tiempo el cese
de los deseos. A su manera, el drogado trata de compensar
este sentido de privación, y no sorprende que la droga ejer-
za cierta fascinación sobre los jóvenes, porque así pueden
experimentar una sensación de omnipotencia. La perfec-
ción de la vida cristiana, por el contrario, consiste en aban-

113
donar lo que se posee, para seguir a Cristo. « Si quieres ser
perfecto – dice Jesús al joven rico-, anda, vende lo que tie-
nes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos;
luego, ven y sígueme » (Mt 19, 21-22). La vida no llega a su
plenitud sin una parte de renuncia, que hace sufrir más o
menos. Ciertas personas temen sufrir y por ello tienden a
responder inmediatamente a todos los deseos que se les
presentan.

5.5. Exaltar el placer para eliminar mejor los deseos


El placer exasperado 294. Esa es la paradoja y la contradicción que existe en
destruye el deseo el corazón de la personalidad del toxicómano: acentuar el
placer a toda costa y, al mismo tiempo, liberarse de los pro-
pios deseos. Precisamente mientras quiere encontrar los
placeres de la vida, el drogado pasa su tiempo destruyéndo-
los; el placer se busca para extinguir el deseo y el placer
mismo. Por este motivo, el drogado es capaz de hacer pro-
mesas, pero incapaz de mantenerlas, aunque afirme que se
trata de la última vez que usa una droga y que luego podrá
renunciar a ellas. En ese preciso momento se encuentra en
el engaño, creyendo que, una vez consumido el producto,
su « deseo » de la droga habrá desaparecido definitivamen-
te. Expresa bien el impulso inconsciente que lo anima: no
estar ya sometido a la presión de sus deseos y verse libre de
ellos gracias al placer. El placer que proviene de la droga es
más bien morboso y lleva al desprecio del cuerpo, que se
arruina y destruye bajo la acción de los productos tóxicos.

La droga, opio 295. Por consiguiente, la felicidad y el placer no se en-


de la felicidad cuentran en la droga. Ésta se ha convertido más bien en « el
opio de la felicidad ». Los productos tóxicos no aportan la
paz buscada y esperada; al contrario, la droga alimenta la
inseguridad y la pérdida de la libertad en la persona.

5.6. Desear: es siempre saber esperar


El placer, fruto de 296. El toxicómano tiende a negar la función de los
una vida de relación deseos, queriendo realizarlos tal como se presentan e in-
mediatamente. Se acoge entonces a formas de placer fácil
e instantáneo, buscado por sí mismo. No se trata de es-

114
perar un bien con placer en el futuro y esperarlo pasiva-
mente en una frustración continua; la espera sería inhu-
mana. Si los placeres de la vida brotan de relaciones jus-
tas y verdaderas con los demás y con las realidades, sabe-
mos, a la luz de la fe cristiana, que en el presente nos
preparamos a vivir la bienaventuranza última en comu-
nión con Cristo. Las satisfacciones y las gratificaciones
del mundo actual son provisionales con respecto a los
bienes que nos esperan en la vida eterna. Por este motivo
el cristiano está orientado hacia el provenir sin olvidar el
presente, porque sabe, gracias a la fe, que la vida eterna
se prepara cada día mediante la búsqueda de actos mo-
ralmente buenos. El amor de Dios, que acepta recibir, le
da esta esperanza.

297. La fe cristiana toma en serio los deseos del hombre, El deseo dilata
sus necesidades vitales y sus exigencias de ser amado, sa- el espacio interior
biendo que para discernirlos no está sólo. Puede compren-
der sus deseos con la palabra de Dios, que revela cada uno
a sí mismo, permitiéndole ensanchar su espacio interior. El
diálogo entre Dios y el hombre, como atestigua la Biblia, ha El hombre se ha
hecho madurar la vida interior de modo singular en los cre- vuelto
cada vez más egoísta
yentes, vida interior que es el lugar del encuentro íntimo
con el Señor. Así la reflexión cristiana ha invitado a los
hombres a esforzarse por profundizar su vida interior, y,
por tanto, su humanidad, en un encuentro con Dios, para
responder a su amor. La meditación de la palabra de Dios,
la lectio divina, la plegaria personal, la oración,106 la com-
prensión de las verdades de la fe, las celebraciones litúrgi-
cas y sacramentales, pero también el examen de conciencia,
el reconocer y confesar su pecado con la contrición, la vida
eclesial, son prácticas que permiten un desarrollo de la in-
terioridad e invitan a una verdadera responsabilidad de los
propios actos. El arte, la literatura y la música han traduci-
do este afinamiento de la interioridad humana en la civiliza-
ción, entre otras cosas, gracias a la aportación del cristianis-
mo.107

106
Cf. Juan Pablo II, Novo millennio ineunte, n. 39.
107
Cf. Carta del Papa Juan Pablo II a los artistas, 4 de abril de 1999,
Ciudad del Vaticano.

115
298. La fe cristiana reconoce el goce sensible como un
placer legítimo, que debe desembocar en otras alegrías pre-
sentes y futuras. No se trata de buscar placeres para prote-
gerse de la vida, sino para encontrar gratificaciones que son
la consecuencia de una vida fundada en los valores del
Evangelio.108

5.7. La felicidad individualista


299. El notable desarrollo del individualismo y de las li-
bertades individuales, que se ejercen a veces sin discerni-
miento y sin espíritu crítico, se ha producido a costa de un
mal funcionamiento de la simbolización, de la percepción
de la verdad y del sentido moral. Antes los niños podían
transformar su agresividad primaria (miedo a los otros y
sensación de estar amenazados) gracias a los recursos que
encontraban dentro de la cultura y de las relaciones con los
demás; ahora deben efectuar esta operación apoyándose en
sí mismos. El cambio que se ha verificado permite compro-
bar que el individuo ya no busca soluciones en la cultura y
en el vínculo social sino en su propia individualidad, to-
mándose como único objeto de referencia y privándose de
recursos religiosos y morales. Así se comprende que el ge-
neral el niño tenga prevalentemente una visión narcisista de
sí mismo, elaborando sus sentimientos y su mundo imagi-
nativo sobre los aspectos menos elaborados, que constitu-
yen su único modelo. Para crecer, debe realizar un esfuerzo
agotador en su búsqueda de identidad y en el trabajo de
simbolización de su vida de impulsos. No sorprende que el
adolescente experimente un malestar mayor de existir y
desarrolle una conducta de dependencia y huida de sí mis-
mo, así como formas de negación de sus deseos, como he-
mos recordado antes.

Pérdida del vínculo 300. En ese contexto individualista, en el que la persona


entre vida y moral se toma como única referencia moral, la relación con el pla-
cer y con la felicidad queda modificada; tanto el placer co-
mo la felicidad se buscan y se viven en la inmediatez del

108
Cf. Fruitio en Dictionnaire de théologie catholique; también, santo
Tomás de Aquino, Summa Theologica, I, q. 142; I-II, q. 11; 31.

116
instante. El placer, en el sentido psicológico más elaborado
del término, ya no aparece, pues no se ve como la conse-
cuencia de una actividad o de una relación. En cuanto a la
felicidad, confundida aquí con el bienestar, se olvida que
no entra en el lenguaje psicológico, sino más bien en el de
la filosofía, la moral y la práctica religiosa.

5.8. Dios quiere la felicidad del hombre


301. La felicidad y el placer son también conceptos vin- Novedad de la
culados a la vida moral y teologal. El cristianismo insiste en moral cristiana
la felicidad a la que los hombres están llamados ya desde
ahora, sin olvidar la del más allá. El mapa de la felicidad
queda trazado en las Bienaventuranzas (cf. Mt 5, 1-12),
constituye la puerta de entrada en la vida moral y espiritual
fundada en una relación de amor con Dios, el camino de la
vida moral y de la santidad, así como el ideal por alcanzar.
En la tradición cristiana, el hombre que trata de hacer el
bien se une a Dios, porque « sólo Dios es el Bien »,109 y ex-
perimenta placer al cumplir la ley de amor de Dios. Ser
« felices » o, en el sentido antiguo del término, estar en la
« felicidad », significa vivir en la paz y en la alegría del
Evangelio. Así, « la vida moral se presenta como la respues-
ta debida a las iniciativas gratuitas que el amor de Dios
multiplica en favor del hombre. Es una respuesta de
amor ».110 El placer es una alegría que nace por gracia y por
exceso del cumplimiento del bien.

302. La alegría no consiste en exaltarse y estar agitados


de modo permanente, sino en saber vivir en la armonía y en
la comprensión de lo que concurre a lo que es bueno y ver-
dadero. Así hay situaciones objetivas que van contra la feli-
cidad del hombre porque están en contradicción con su
bien. La fe cristiana es una religión de la felicidad. Dios nos
llama a la vida, pero también a poner en práctica, en nues-
tra existencia, los valores de la vida. La moral evangélica
traduce estos valores en términos de amor a Dios, a sí mis-
mos y al prójimo, de libertad, de responsabilidad y de dig-

109
Veritatis splendor, n. 11.
110
Ibid., n. 10.

117
nidad de la persona humana. Cuando estos valores se des-
cuidan, la persona misma corre el riesgo de sufrir las conse-
cuencias. La felicidad se encuentra en querer vivir fundán-
dose en estos valores, gracias a la respuesta moral a través
de la práctica « de las virtudes ».

Actualidad 303. El término « virtud » no goza de buena fama; pare-


de las virtudes ce incluso obsoleto para la mentalidad de muchos de nues-
tros contemporáneos. Sin embargo, las virtudes son actua-
les en un mundo que se dice privado de puntos de referen-
cia y que no sabe cómo educar a los jóvenes en el sentido
moral. La educación debe tener como objetivo establecer
un vínculo entre la sabiduría de los valores morales de la vi-
da y las situaciones en las que vivimos, proporcionando a
cada uno los medios para juzgar y discernir lo que está
bien, para poder actuar de manera libre y responsable. Las
virtudes se presentan como respuestas a partir de las cuales
se podrá hacer un acto moral. En efecto, « la virtud es una
disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la
persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de
sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la
persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a
través de acciones concretas ».111

5.9. El sentido del bien inscrito en el corazón del hombre


Universalidad de los 304. Ciertos pensadores se equivocan al contraponer un
valores cristianos así llamado idealismo de los valores que vienen del cielo y
un materialismo que no les reconoce ninguna trascendencia
porque la universalidad racional bastaría para fundarlos. La
concepción materialista, que no es nueva, elimina a Dios
para afirmar que todos los valores son fruto de la razón hu-
mana. La historia bíblica nos enseña, por el contrario, que
la ley de Dios está escrita en el espíritu y en el corazón del
hombre (Dt 4, 7-8; 6, 4-7; Rm 2, 15). « Gracias a ella cono-
cemos lo que se debe hacer y lo que se debe evitar. Dios dio
esta luz y esta ley en la creación ».112 Los valores humanos y
los valores evangélicos no son fruto de un idealismo en

111
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1803.
112
Veritatis splendor, n. 12.

118
contradicción con la razón y mucho menos una invitación a
huir de la realidad. Al contrario, estos valores son comunes
a toda la humanidad y accesibles por la razón: es lo que la
Iglesia designa como ley natural.

305. Las virtudes morales y las virtudes teologales « dis-


ponen todas las potencias del ser humano para armonizarse
con el amor divino ».113

306. « La prudencia es la virtud que dispone la razón


práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdade-
ro bien y a elegir los medios rectos para realizarlo ».114

307. « La justicia es la virtud moral que consiste en la


constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo
que les es debido ».115

308. « La fortaleza es la virtud moral que asegura en las


dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del
bien ».116

309. « La templanza es la virtud moral que modera la


atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso
de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad
sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la
honestidad ».117

310. La revelación bíblica nos muestra que « las virtudes


morales se adquieren mediante las fuerzas humanas. Son
los frutos y los gérmenes de los actos moralmente
buenos ».118 « Las virtudes humanas se arraigan en las virtu-
des teologales que adaptan las facultades del hombre a la
participación de la naturaleza divina ».119 « Las virtudes teo-
logales fundan, animan y caracterizan el obrar moral del

113
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1804.
114
Ibid., n. 1806.
115
Ibid., n. 1807.
116
Ibid., n. 1808.
117
Ibid., n. 1809.
118
Ibid., n. 1804.
119
Ibid., n. 1812.

119
cristiano. Informan y vivifican todas las virtudes morales.
Son infundidas por Dios en el alma de los fieles para hacer-
los capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida
eterna. Son la garantía de la presencia y la acción del
Espíritu Santo en las facultades del ser humano.

Virtudes teologales 311. Tres son las virtudes teologales: la fe, la esperanza y
la caridad ».120

312. La fe es la virtud teologal que se expresa por un ac-


to de confianza en Dios y en su palabra, que es transmitida
de generación en generación por la Iglesia.121 En Dios el
hombre encuentra el sentido de la vida.

313. La esperanza es la virtud teologal por la cual el cre-


yente se inspira en las promesas de Cristo apoyándose en la
gracia del Espíritu Santo para obtener la « herencia de la vi-
da eterna ».122 En Dios, no hay nunca una situación deses-
perada.

314. La caridad es el amor que viene de Dios. Es la vir-


tud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las co-
sas por sí mismo, y a nuestro prójimo como a nosotros mis-
mos por amor a Dios.123 « La práctica de la vida moral ani-
mada por la caridad da al cristiano la libertad espiritual de
los hijos de Dios ».124 En Dios el amor es fuente de relación
y de plenitud.

La felicidad va unida 315. La felicidad está ligada a las virtudes teologales


a la esperanza porque es el objeto de la virtud de la esperanza. En efecto,
« la virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felici-
dad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume
las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres;
las purifica para ordenarlas al reino de los cielos; protege
del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el

120
Ibid., n. 1813.
121
Cf. Ibid., n. 1814.
122
Ibid., n. 1817.
123
Ibid., n. 1822.
124
Ibid., n. 1828.

120
corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El im-
pulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la
dicha de la caridad ».125

316. La felicidad y el placer verdaderos se desarrollan a Dios,


partir de la esperanza en Dios, que abre al futuro a quien clave del futuro.
tuviera la tentación de desesperar de sí mismo y rechazar la
vida viviendo sólo de satisfacciones efímeras. El hombre
desesperado es el que no acepta depender de Dios ni ser
mortal, es decir, el que no admite reconocer sus límites. La
felicidad se reduce entonces a la tranquilidad y el placer a
una gratificación emocional inmediata. Estos dos senti-
mientos no permiten que el hombre salga del atolladero de
la autosuficiencia y de la tentación suicida, que a menudo
constatamos en los problemas de la droga. Sin duda hay un
intento de querer encontrar a través de la droga la felicidad
de vivir y el placer de ser, pero este intento es inútil y fuen-
te de infelicidad. El fracaso de esta « felicidad » y de este
« placer » es también síntoma, como muestra la experiencia,
de una falta de bienestar que la sociedad y el mundo de los
adultos no siempre aseguran, pues no saben transmitir a los
hijos, con una educación adecuada, los medios para llevar
una existencia digna y bella.

317. La persona que se droga está en conflicto consigo El toxicómano rechaza


misma y no acepta la vida. El placer buscado por sí mismo, la esperanza
como fin en sí mismo, resulta morboso. Por tanto, es preci-
so denunciar ese placer y saber hablar de lo que puede ser
el placer verdadero en la existencia, a través de la vida con
los demás, las buenas acciones y las actitudes que permiten
participar en la construcción del mundo. Para comprome-
terse de este modo es indispensable aprender a amar la vi-
da.

125
Ibid., n. 1818.

121
Capítulo IV

EDUCACIÓN Y PREVENCIÓN

La Iglesia colabora 318. La Iglesia se compromete y desea seguir compro-


en la construcción metiéndose con todos los hombres de buena voluntad en la
de la sociedad prevención contra la toxicomanía, con su propia visión glo-
bal de la persona y de su existencia, y en la solicitud pasto-
ral de servir a los hombres, a las familias y a la sociedad en-
tera. Así desea desarrollar escuelas, centros de asistencia sa-
nitaria, hospitales, instituciones abiertas a todos, pero tam-
bién centros parroquiales, lugares de acogida, clubes edu-
cativos, centros de prevención, con el fin de cumplir su mi-
sión respecto de la comunidad humana, especialmente de
las generaciones jóvenes, a las que se debe prestar mucha
atención y ayudar con generosidad. Al actuar de esta mane-
ra, da una contribución específica a la construcción de la
sociedad. Sin embargo, es importante señalar que estas
obras no pueden considerarse como instituciones de su-
plencia que la sociedad podrá luego gestionar, sino como
una presencia plena y completa de la Iglesia, con vistas al
bien común y al anuncio de la esperanza y de la salvación.
También a través de estas actividades la Iglesia desea testi-
moniar concretamente el amor de Dios a las personas que
tienen dificultades.

La Iglesia alienta a 319. Cuando se presentan situaciones de necesidad, de


todos los que ayudan miseria o de emergencia, la Iglesia debe redoblar su aten-
a los toxicómanos
ción y sus esfuerzos, con el fin de velar por la calidad de las
condiciones de vida de las personas, especialmente de las
más probadas. Su equilibrio depende de la estabilidad y de
la calidad de la vida familiar, de su formación escolar y mo-
ral, de su salud, de la calidad de las relaciones, de la garan-
tía de un trabajo y de la seguridad económica, pero tam-
bién de su apertura a Dios. El bienestar humano y la forma-
ción en la vida espiritual forman parte integrante de la
evangelización y de la edificación del ser integral del hom-
bre. La Iglesia trabaja en la promoción de la persona, re-
cordando continuamente su dignidad intrínseca. Para res-
ponder a las nuevas necesidades, la Iglesia ha creado en los

122
últimos años, en todos los continentes, numerosas institu-
ciones con el fin de ayudar a los afectados por la toxicoma-
nía y el SIDA, entre otros males. Merecen aplauso y grati-
tud todas las personas que trabajan, con generosidad y des-
interés, para proporcionarles ayuda.

320. El deber de quien sigue a Cristo es llevar la buena El toxicómano,


nueva a los pobres (cf. Lc 4, 18-19), a todos los pobres sin pobre de amor
distinción. El toxicómano es un pobre de amor, porque no
siempre es capaz de estimarse a sí mismo y apreciar la vi-
da. Tiene una mala imagen de sí mismo y de la sociedad.
Y, en cambio, « el hombre no puede vivir sin amor.
Permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida
está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se
encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace pro-
pio, si no participa en él vivamente. Por esto precisamen-
te, Cristo Redentor, como se ha dicho anteriormente, re-
vela plenamente el hombre al mismo hombre. Tal es – si
se puede expresar así – la dimensión humana del misterio
de la Redención ».126

321. Preocuparse por los otros es el objetivo principal


del Evangelio de la vida, pero también uno de los princi-
pios fundamentales de toda civilización y de todas las
personas sobre las que recae la responsabilidad del bien
común en la gestión de los asuntos públicos. « Por tanto,
lo que todos debemos asegurar a nuestro prójimo es un
servicio de amor, para que siempre se defienda y promue-
va su vida, especialmente cuando es más débil o está ame-
nazada. No sólo es una exigencia personal sino también
social, que todos debemos cultivar, poniendo el respeto
incondicional de la vida humana como fundamento de
una sociedad renovada. Se nos pide amar y respetar la vi-
da de todo hombre y de toda mujer y trabajar con cons-
tancia y valor, para que se instaure finalmente en nuestro
tiempo, marcado por tantos signos de muerte, una cultu-
ra nueva de la vida, fruto de la cultura de la verdad y del
amor ».127

126
Juan Pablo II, Redemptor hominis, n. 10.
127
Evangelium vitae, n. 77.

123
Promoción de la vida 322. Amor y respeto al prójimo, amor y promoción de la
contra la cultura vida, amor y ayuda al otro: son estos los grandes principios
de la muerte
que animan la acción pastoral de la Iglesia. En ellos se ins-
pira la actividad de todos los que, en el seno de la comuni-
dad cristiana o en relación con ella, quieren trabajar en la
prevención de la toxicomanía y en la liberación de los que
dependen de ella.

1. Aprender a afrontar la existencia y sus dificultades

Educar en el 323. La educación en el sentido del control de sí, de la


dominio de sí perseverancia y del discernimiento moral no siempre es im-
partida de la mejor manera. Si no se alienta y apoya a los jó-
venes en este campo, quedan frágiles, precisamente cuando
entran en su fase adulta. En efecto, en ese momento a menu-
do les falta una estructura interior, porque no han recibido
una formación bastante sólida de su inteligencia, de su con-
ciencia, de su sentido moral y de su voluntad. Por tanto, no
han sido preparados y fortalecidos suficientemente para
afrontar un cierto número de situaciones de la existencia y
las dificultades personales y sociales. El trabajo pastoral des-
empeña aquí un papel privilegiado, porque puede ayudar
mucho a cada personalidad a estructurarse y a madurar.

Experimentar 324. Todos concuerdan en reconocer que la vida de gru-


la vida en grupo po tal como se propone en las actividades pastorales, espe-
cialmente en los Movimientos juveniles, es importante para
conseguir estima de sí en el seno de un grupo, aptitud para
las relaciones, así como el sentido de la vida comunitaria y
del bien común. Además, permite a los jóvenes cultivar re-
laciones sociales y adquirir el sentido del otro y de los valo-
res morales. Con la fuerza de esta experiencia vivida a la luz
de la fe cristiana, los jóvenes podrán encontrar muchos ele-
mentos que necesitan para construir humana, psicológica,
moral y espiritualmente su personalidad. La pedagogía pas-
toral, según la larga tradición de la Iglesia, permite a los jó-
venes desarrollar sus posibilidades, con paciencia y perse-
verancia, y los estimula al sentido de la verdad, de la res-
ponsabilidad, de la confianza y de la fidelidad, a partir del
Evangelio y tomando a Cristo como modelo.

124
325. Aun teniendo en cuenta que la evolución de las Catequesis, oración
personas se realiza necesariamente de forma progresiva, to- personal, …
do joven podrá profundizar su vida interior a través de una
relación cada vez más íntima con Dios y con sus hermanos,
especialmente mediante la catequesis, la oración personal,
la dirección espiritual, que permite aprender el discerni-
miento espiritual y moral, la liturgia eucarística, el sacra-
mento de la reconciliación y la acción caritativa. En torno a
las actividades de la catequesis, las parroquias, las escuelas
católicas y los Movimientos juveniles están llamados a insis-
tir cada vez más en la educación en la vida interior y en la
estructuración personal de los jóvenes. Se trata de un obje-
tivo esencial de la pastoral. En efecto, precisamente en la
medida en que los jóvenes comienzan a estructurar su vida
interior, pueden adquirir un control mejor de sí mismos,
aprender a desarrollar su vida espiritual y vivir con fideli-
dad su vocación.128

2. Educación en el sentido del placer y presencia de los


adultos

326. Como ya hemos subrayado, la actitud que consis-


te en buscar el placer por sí mismo, como una expresión
impulsiva y compulsiva de emociones afectivas incontro-
ladas e incontrolables, independientemente de un recur-
so a sustancias tóxicas, como calmantes o estimulantes,
es un factor que prepara a todas las formas de toxicoma-
nía. Eso permite suponer que la persona es incapaz, por
sí sola, de cuidar de sí misma, de gestionar su propia vi-
da afectiva, y que por tanto debe encontrar, gracias a su-
cedáneos químicos, soluciones que en realidad dependen
de su reflexión, de su vida espiritual, de su voluntad, de
su libertad, de su responsabilidad y de una existencia
fundada en la moral y en la práctica religiosa. En caso
contrario, se instaura una relación casi mágica con fár-
macos y drogas que se consideran capaces de aportar la
calma interior que la persona no logra obtener con sus
propios recursos interiores.

128
Juan Pablo II, Carta apostólica Novo millennio ineunte, n. 38.

125
Aprender el 327. El placer inmediato e infantil se busca sobre todo
« martirio del cuando la persona no ha aprendido a realizar renuncias sa-
corazón »
ludables con comportamientos ascéticos, que son necesa-
rios para toda existencia y que san Atanasio llamaba « el
martirio del corazón »,129 o cuando se niega a comprometer-
se. Para que un niño pueda crecer y desarrollarse, hace fal-
ta también que acepte diferir o dejar de realizar los placeres
que puede pedir el cuerpo, para prepararse a un bien supe-
rior en el futuro. ¿Qué educadores están dispuestos a decir
a los niños o a los adolescentes que lo que desean no es rea-
lizable o que lo obtendrán más adelante, pero no es aún
Educación convencida conveniente para su edad, y que aún tienen mucho tiempo
y coherente por delante, y deben aún madurar y llevar a madurez su de-
seo? ¿El educador tiene bastante confianza en sí mismo y
en el sentido de la vida para hacer ese razonamiento, que
marca límites e invita a la templanza, y para mostrar así que
se trata de construir su porvenir?

328. El tiempo de la juventud es tiempo de maduración


y proyectos, y no de actuar de forma prematura, corriendo
el riesgo de abrir el camino a fracasos para el adulto de ma-
ñana. Es verdad que el joven puede percibir ese razona-
miento de forma negativa, interpretándolo como un intento
de limitar su personalidad y su acción, precisamente en el
momento en que siente desarrollarse dentro de sí numero-
sas potencialidades. Cree que los adultos (padres, profeso-
res, educadores, etc.) se alían contra él para impedirle
emanciparse y desarrollarse; piensa, en definitiva, que todas
las prohibiciones o límites son obstáculos a su libertad.
Además, algunos conservan durante su existencia esta opi-
nión, esta idea de haber sido coartados, con razón o sin
ella, sencillamente porque el cuadro educativo, representa-
do por los adultos, marcaba etapas que era preciso superar
progresivamente o leyes que se debían respetar, las cuales
frenaban la fuerza y la omnipresencia de ciertos deseos ju-
veniles.

Saber dialogar 329. El conflicto entre los adultos y los jóvenes siem-
con los jóvenes pre ha existido, desde que los mayores aceptaron desem-

129
San Atanasio de Alejandría, Vita S. Antonii, 47, 1.

126
peñar el papel educativo con respecto a las generaciones
jóvenes. Tiene un aspecto muy positivo, porque propor-
ciona los puntos de referencia que todo joven necesita.
Sin embargo, cuando se evita el conflicto y los adultos
abdican de su función educativa, los jóvenes quedan a
merced de sus deseos inmediatos, que, por este motivo,
se agudizan y se convierten en absolutos y en las únicas
reglas de la existencia. Los fenómenos de violencia que
existen por doquier, especialmente en las periferias de
las grandes ciudades, lo demuestran claramente.
Abandonados totalmente a sí mismos, ciertos jóvenes tie-
nen comportamientos violentos, que manifiestan que se
dejan guiar por sus impulsos y no ciertamente por el más
mínimo razonamiento y la más mínima comprensión de
la situaciones.

330. Si a los niños y a los jóvenes se les deja una excesi- Ausencia de adultos,
va libertad, y si los padres y otros adultos no están con fragilidad de los
ellos durante días enteros, se les causa un gran perjuicio. jóvenes
En efecto, esas situaciones son fuente de inseguridad afec-
tiva y no ayudan al joven a tener una buena imagen de sí
mismo y a crear relaciones con los adultos, porque tiene la
sensación de que sólo debe contar consigo mismo para
desarrollarse y que sus padres, como todos los demás
adultos, no pueden hacer nada por él y no pueden ni en-
tender ni comprender las dificultades y las luchas interio-
res que libra. La ausencia de la educación y la brecha en-
tre las generaciones siguen creciendo cuando se confun-
den las edades de la vida: los niños deben vivir precoz-
mente como los mayores, mientras que los adultos asumen
actitudes infantiles. Eso significa que los jóvenes no tienen
la posibilidad de apoyarse en un entorno humano afectuo-
so y, al faltarles ese punto de referencia para robustecer su
personalidad, buscarán sucedáneos para esa construcción
personal, principalmente en la droga, creyendo que pue-
den existir así a sus ojos y a los ojos de los demás. La per-
sona, cuanto más afronta una realidad difícil, que no com-
prende y que se le escapa, tanto más podrá, en ciertos ca-
sos, sentir la tentación de buscar evadirse con el recurso a
placeres que la aíslan de este mundo y la hacen vivir en un
mundo imaginario.

127
3. La prevención no sustituye a la educación

Necesidad de un 331. La prevención contra las situaciones que ponen en


ambiente educativo peligro la vida de las personas y la de los demás, se ha des-
equilibrado
arrollado, durante los últimos años, en diversos campos: es-
pecialmente contra los accidentes de circulación, contra la
violencia, contra el SIDA, contra el alcoholismo, contra el
tabaco y contra la droga. Indudablemente la prevención es
necesaria y ha permitido, en ciertos casos, evitar una ampli-
ficación de los problemas planteados por conductas que
ponen en peligro la salud y la vida de numerosas personas,
e incluso de la sociedad entera.

Función 332. Sin embargo, debemos interrogarnos sobre el ver-


de la prevención dadero papel de la prevención hoy. En efecto, en la actuali-
dad se tiende a hacer solamente prevención, como si no
fuera posible llevar a cabo una auténtica educación en la
materia. Educar consistiría entonces únicamente en preve-
nir algunos riesgos y peligros de la vida, sin tener que trans-
mitir a los jóvenes la herencia de tradiciones, códigos y re-
ferencias sociales, una cultura, una moral y una religión.
Una visión de la educación tan restringida y fragmentaria
no puede pretender formar la inteligencia, el corazón y la
conciencia moral de los jóvenes, cuando consta que la edu-
cación supone una concepción global de la persona y de la
existencia. Precisamente por esto el incremento de las me-
didas preventivas – por más útiles que sean, lo repetimos –
es también síntoma de una falta de educación en muchos
jóvenes, a los que no se les pone en condiciones que les
permitan aceptarse, controlarse y actuar con clarividencia.

Función de los 333. Por lo demás, las medidas preventivas que no se


principios educativos basan en una educación global tienen, generalmente, efec-
tos limitados sobre las personas y sobre su conducta,
mientras que representan un coste económico y una im-
portante inversión de medios. Si la persona no ha descu-
bierto el sentido del respeto de sí misma y de los demás,
el sentido de la libertad, el sentido de la responsabilidad,
el valor de la vida moral en materia privada y pública, una
prevención únicamente basada en elementos de índole sa-
nitaria será totalmente insuficiente para afrontar los pro-

128
blemas relativos a la droga, así como otros problemas de
la sociedad. El aumento de las medidas de prevención en
todos los campos de la vida es, en realidad, signo de un
cierto fracaso de la sociedad actual por lo que concierne a
la educación.

4. La educación es ante todo una actitud

334. Antes de ser una cuestión de medios económicos, Crisis


materiales y pedagógicos, la educación es algo que depende de los educadores
principalmente de la actitud de los adultos. Obviamente,
todas estas condiciones son necesarias, pero con frecuencia
insuficientes; con todo, debemos constatar que desde hace
varias generaciones los adultos encuentran serias dificulta-
des para actuar como educadores. Hemos asistido en los
últimos años a un intento de renovación en el campo de la
pedagogía, que se propone como « no directiva » y más
bien centrada en la persona del niño. Ha renunciado a ser
la transmisión de un saber y de unos valores, forma educa-
tiva que parecía demasiado constrictiva y demasiado unida
al sistema educativo precedente. Su objetivo ha consistido
ante todo en evitar influir en las opciones del niño, para
respetar su libertad.

335. Sin embargo, a este proyecto, digno de estima en Crisis de la


por su intención, le ha faltado un contenido educativo y pedagogía
« no directiva »
moral, así como una visión del desarrollo progresivo del ni-
ño. Muy pronto, los promotores de esta pedagogía llamada
« no directiva », que criticaban el excesivo intervencionis-
mo de los adultos, han favorecido en el adulto mismo una
actitud de duda y de temor a inmiscuirse en la vida del ni-
ño. Este último ha sido puesto en un plan de igualdad con
el adulto, como si poseyese en sí mismo todo lo que necesi-
ta para desarrollarse. El niño, además, ha sido considerado
libre desde el nacimiento, con una libertad casi absoluta,
que no se ha de contrariar. Esta visión no es sensata, por-
que el niño no nace libre: lo llega a ser gracias a la educa-
ción que recibe, una educación vinculada a la concepción
que tenemos de la persona humana integral y de la existen-
cia.

129
La libertad se aprende 336. El aprendizaje de la libertad se realiza mediante
una larga maduración y una integración de las normas mo-
rales, hasta el momento en que la persona es capaz de reco-
nocerse responsable de sí misma y de las consecuencias de
sus actos y su conducta. Sin embargo, un niño no puede
desarrollarse por sí solo, sin el concurso de los adultos, co-
menzando por sus padres, que son sus primeros educado-
res y no pueden ser despojados de su función, salvo por
motivos graves. Los demás protagonistas sociales sólo des-
empeñan una función en razón del principio de subsidiarie-
dad. El papel educativo de los adultos y su testimonio son
importantes para orientar a los niños en la existencia y ofre-
cerles modelos dignos de imitar.

El amor de los padres 337. Precisamente gracias al amor de sus padres, a todas
es esencial para las aportaciones de los conocidos, a la iniciación en com-
la vida moral
portamientos moralmente buenos, a la transmisión de los
medios del saber, a la transmisión de la fe cristiana y de los
valores morales de la vida, los niños podrán despertarse a la
verdadera vida humana y desarrollarse. Pero los adultos no
deben limitarse a ser simples repetidores. Sobre todo vi-
viendo lo que transmiten, ayudarán a los niños a estructu-
rarse verdaderamente y a tener, a su vez, el deseo de vivir lo
que aprenden y lo que ven vivir en su entorno, y que es
Proceso de fuente de felicidad profunda. En efecto, es preciso recordar
identificación que ciertas pedagogías contemporáneas demasiado centra-
das en la libertad y en la autonomía del niño, olvidan a me-
nudo que éste se desarrolla partiendo de lo que los psicólo-
gos llaman el proceso de identificación. El joven sólo puede
integrar un dato cultural, religioso y moral, en la medida en
que es valorado y vivido por los adultos que lo rodean.
Necesita la coherencia de la actitud de los adultos, la armo-
nía entre su palabra y sus obras.

El diálogo 338. Los padres, pero también los adultos en general, no


siempre son conscientes de que cuentan mucho a los ojos de
los niños, aun cuando estos sean agresivos hacia ellos. Eso
prueba que los niños dependen de ellos y necesitan su pre-
sencia para construir su personalidad. El mejor modo de en-
tablar una relación en la que el niño se sienta reconocido si-
gue siendo el diálogo, sin negar las inevitables tensiones.

130
339. El mundo contemporáneo tiende a veces a subesti- La droga
mar el valor del testimonio de los adultos sobre los niños y como refugio
los adolescentes, con el pretexto de que a cada uno le co-
rresponde construir su personalidad en la más completa au-
tonomía. Pero esta última corre el peligro de aislar al indi-
viduo del resto del mundo. Por eso, no sorprende observar
que ciertos jóvenes tratan de establecer lazos con todo tipo
de dependencias, comenzando por la de la droga, para
construir su personalidad.

340. Cuando los adultos tienen el sentido de la educa- La fuerza


ción, conocen también la importancia de su testimonio. No del testimonio
se trata de presentarse como un « modelo de perfección »,
que se impondría y constreñiría al niño, sino de saber que
éste se construye y descubre también las realidades de la vi-
da, la experiencia espiritual de Dios y la práctica de los va-
lores morales a través del comportamiento de los adultos.
El niño los contempla en sus obras y gestos, y observa có-
mo afrontan la existencia y las dificultades. Pero también
los observa atentamente para comprobar si ponen en prác-
tica los valores morales y las exigencias cristianas. Y mu-
chos niños, precisamente porque ven que los adultos no
ponen en práctica su fe en Dios y sus convicciones morales,
tienen la sensación de no saber siempre cómo vivir concre-
tamente las exigencias interiores que ellos les presentan na-
turalmente como buenas y, al mismo tiempo, pueden sentir
la tentación de ceder a una forma de vida sin constriccio-
nes, arraigada más en un mundo imaginario que en la reali-
dad. Para los adultos, tener el sentido del testimonio signi-
fica ante todo ser conscientes de que su actitud y sus pala-
bras comprometen más que ellos mismos, y tienen efectos
educativos sobre los niños.

5. Jóvenes por educar

341. La transmisión de los valores morales y una rela-


ción educativa fuerte, que requieren un compromiso deci-
dido por parte de los adultos, han sido relativamente aban-
donados en los países occidentales a lo largo de los últimos
decenios del siglo XX, por razones ideológicas – implantar

131
una educación « no directiva », como ya hemos subrayado
–, pero también porque los adultos en general han tendido
a renunciar a su propio lugar y a su propia función de adul-
tos y educadores. Así pues, urge instaurar un nuevo tipo de
relación educativa, ante todo entre padres e hijos; luego,
más en general, entre adultos y niños.

Los adultos deben 342. En los países desarrollados, las diversas socieda-
volver a tomar la des han tendido a identificarse con los jóvenes hasta el
palabra
punto de tomarlos como puntos de referencia y modelos
de identificación. De hecho, los adultos han ido abando-
nando cada vez más su función educativa, porque, para
aceptar situarse como educadores frente a los jóvenes,
hace falta también tener conciencia de ser adultos. La fa-
milia, la escuela y los lugares de diversión se han conver-
tido a veces en espacios en los que la palabra de los adul-
tos brilla por su ausencia, como si no tuvieran nada que
decir ni transmitir ni exigir, renunciando incluso a hacer
una reprensión cuando parecería objetivamente necesa-
ria.

343. Así, muchos jóvenes se encuentran abandonados


a sí mismos, con la sensación de que los adultos se desin-
teresan de su vida, que no cuentan para ellos y que la so-
ciedad no trata de ayudarlos a desarrollarse personal-
mente y a insertarse socialmente. Entonces, ¿nos debe
sorprender que ciertos jóvenes tengan una conducta
agresiva y delictiva, que asuman actitudes asociales, que
no tengan ideal alguno, que se nieguen a seguir los estu-
dios normales, que se encierren en comportamientos en
los que abundan la droga y el suicidio, que se organicen
en bandas, creando así sociedades juveniles donde reinan
leyes que no tienen nada que ver con las normas morales
y sociales?

6. Eliminar la pasividad educativa

Restablecer relaciones 344. En algunas culturas se ha consolidado la costum-


sanas entre las diver- bre de no ser exigentes con los niños, sin transmitirles los
sas generaciones valores fundamentales por miedo a influir en ellos y co-

132
meter errores educativos; eso implica prácticamente ne-
garse a comunicar elementos morales y religiosos que son
necesarios para que la decisión de los jóvenes se funde en
principios claros y su elección sea lo más amplia posible.
Así se ha creado una brecha entre las generaciones, por-
que los jóvenes a veces parecen no esperar ya nada de los
adultos.

345. También la catequesis se ha visto afectada por este El diálogo como


movimiento de desinformación educativa. Algunos cristia- método privilegiado
en la catequesis
nos se han dejado condicionar por esta moda, llegando a
pensar que no deben hacer bautizar ni catequizar a sus hi-
jos, para darles la posibilidad de decidir por sí mismos más
adelante. Esta visión supone en el niño posibilidades inna-
tas de rehacer por sí solo todo el recorrido de la humani-
dad e inventarlo todo partiendo de la nada. Ciertos adultos
se han disociado de las generaciones precedentes y de la
historia realizando una especie de « huelga de educación ».
No cabe duda de que las generaciones futuras pedirán
cuentas al mundo de los adultos que han permanecido pa-
sivos, por haber interrumpido la cadena de transmisión.
Hoy debemos tomar conciencia de que ya se está llevando a
cabo una renovación, como lo demuestran los diversos en-
cuentros de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Los jó-
venes esperan mucho de los adultos y desean que les trans-
mitan los valores de la vida y les enseñen las exigencias que
llevan a la felicidad.

7. Actitudes que es preciso desarrollar

346. Por consiguiente, la educación debe procurar en- Los objetivos


señar a cada uno a conocerse y dominarse, a madurar en de la educación
el sentido de una profundidad y una unidad del ser y de
su existencia, y a saber dar las respuestas justas a las di-
versas situaciones que se encuentran. Como se ha podido
observar, los comportamientos regidos meramente por
los impulsos crean un terreno favorable a caer en el con-
sumo de la droga. Por este motivo, la prevención, o más
bien la educación, debe tender a desarrollar diversas ac-
titudes.

133
7.1. Aprender a controlarse
Sentido del dominio 347. En el niño y en el adolescente es necesario educar
de sí ante todo la voluntad, para que todos sus actos humanos
estén regidos por la facultad más noble de toda persona. La
educación de la voluntad significa ayudar al niño a saber
reflexionar sobre sí mismo para poder discernir lo que es
oportuno elegir y hacer, a saber controlar sus propios im-
pulsos y transformarlos, a aceptar afrontar las realidades te-
niendo en cuenta las dificultades y los límites de lo real. La
intervención del adulto es importante para ayudar y estimu-
lar al niño a perseverar en sus esfuerzos de voluntad. La
educación de la voluntad y de la libertad es una garantía de
éxito en la lucha contra todas las formas de dependencia,
comenzando por la de la droga.

7.2. Explicar los límites


Reconocer 348. En la prevención contra la droga, algunos educado-
los propios límites res que se niegan a tomar en cuenta cualquier cosa que se
asemeje a una prohibición, afirman que es preciso explicar
a los jóvenes la naturaleza de los productos, sus beneficios
y sus peligros, las condiciones de higiene para utilizarlos,
con el fin de que sean ellos quienes asuman su responsabili-
dad. Pero algunos jóvenes interpretan a veces este razona-
miento como una incitación a drogarse, llegando incluso a
pensar que se hallan protegidos por su conocimiento de los
productos, lo cual les da libertad para consumir estupefa-
cientes. Con esta mentalidad, asumir su responsabilidad
significa simplemente hacer lo que les plazca.

7.3. Los puntos de apoyo pedagógicos: voluntad, razón, liber-


tad y responsabilidad

Redescubrir las 349. La prevención debe aclarar ciertas nociones y defi-


virtudes nirlas para orientar su acción pedagógica en torno a la edu-
de la vida interior
cación de la razón, de la libertad, de la voluntad y de la res-
ponsabilidad:

350. la razón permite a las personas, gracias a sus facul-


tades intelectuales, reconocer la verdad, la belleza y el

134
bien;130 en definitiva, ejercer su capacidad de juicio, con el
fin de reconocer lo que pertenece a lo subjetivo y a lo obje-
tivo.

351. La libertad es una de las características de la perso-


na humana, que está llamada a determinarse, a comportarse
libremente y a hacer opciones en la existencia, respetando
los valores y las normas que el individuo percibe en lo más
íntimo de sí mismo por medio de la conciencia.

352. Después del juicio sobre la acción, la voluntad es la


facultad que permite comprometerse en la acción y pasar
del razonamiento y del discernimiento a la decisión y a la
realización concreta. Precisamente en esta etapa se percibe
mejor la grandeza de la libertad humana, que pone de ma-
nifiesto que el individuo no está sujeto simplemente a de-
terminismos o a impulsos que lo llevarían a un cierto tipo
de acción.

353. La responsabilidad moral permite a una persona


reconocer que es plenamente protagonista de sus propios
actos y que debe asumir sus consecuencias positivas y nega-
tivas. La adquisición de esta capacidad supone una madu-
ración del ser, que se hace entonces capaz de juzgar sobre
la bondad moral de sus actos.

7.4. Desarrollar la virtud de la templanza


354. Con los niños y los adolescentes, como ya hemos La templanza: un
dicho, sería interesante reflexionar sobre las virtudes, a la tesoro por descubrir
luz del Evangelio, en el momento en que necesitan descu-
brir valores y puntos de referencia que les ayuden a cons-
truir su personalidad.131 Una de las virtudes que guardan
más relación con el uso de las drogas es la templanza. La
templanza es una virtud que permite aprender a moderar la
atracción de los placeres y a saber hacer un uso equilibrado
de los bienes del mundo. No es una renuncia a los placeres,
para llevar una existencia triste y sin deseos. Al contrario, la

130
Cf. Veritatis splendor, nn. 36-42.
131
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, « Las virtudes », nn. 1803-1845.

135
templanza es el arte de saberse comportar usando bien sus
posibilidades, con inteligencia y sabiduría, para el bien.
Practicar la virtud de la templanza es una prueba de la li-
bertad interior de una personalidad. En efecto, se trata de
ser protagonista y amo de sus propios deseos, en vez de ser
su esclavo. El ejercicio de la templanza permite aprender a
dominar lo que, en el ser, es más difícil de refrenar, para
que la persona sea dueña de sí misma y no se vea arrastrada
por la espiral de la búsqueda desenfrenada de sensaciones.

Equilibrio personal 355. Es difícil que lleve una vida verdaderamente equili-
y templanza brada la persona que no aprende a desarrollar en sí misma
el espíritu de templanza y el valor del control de sí. La in-
temperancia es signo de un malestar en las personas que no
logran ser dueñas de sí mismas y que son esclavas de sus
propios instintos.

8. Promover una educación integral para luchar contra la


droga

Educación integral 356. Existen tres formas de prevención contra la toxico-


manía, que pueden insertarse en un proyecto educativo
centrado en la dignidad de la persona humana.

Saber prever 357. La primera es profiláctica: busca prevenir los peli-


los riesgos gros, evaluar los riesgos, evitar las consecuencias negativas,
responsabilizar a las personas con respecto a su conducta,
estimularlas a actitudes saludables, dar una calidad de vida
que se puede perder cuando los adultos no son bastante
exigentes y coherentes. La prevención contra la toxicoma-
nía se asegura aquí mediante una relación educativa inte-
gral, que toma en cuenta todos los aspectos que el niño ne-
cesita para desarrollarse y de los que ya hemos hablado. La
armonía de la vida familiar, el testimonio del compromiso,
de la fidelidad y de una actitud humana auténtica, la cali-
dad moral y espiritual de los adultos, la formación de la in-
teligencia para desarrollar el razonamiento y el juicio, la
transmisión de los valores morales, el descubrimiento de la
palabra de Dios para alimentar y desarrollar la vida espiri-
tual, y la experiencia de una vida social y eclesial son tam-

136
bién garantía de éxito en la formación de una persona libre
para que sepa discernir el bien y el mal. Todos estos ele-
mentos forman un cuadro que estructura la personalidad
del niño, a pesar de los azares de la vida.

358. La segunda es terapéutica: está orientada a sa- Restaurar el sentido


nar, a tratar y a curar al enfermo. La educación puede te- de la dignidad
ner también una función curativa, restaurando la digni-
dad de la persona, su estima de sí misma y su confianza,
a través de relaciones de ayuda y apoyo. Sólo con relacio-
nes cordiales, en las que se compartan sus problemas,
una persona puede descubrir el placer de vivir y encon-
trar la energía interior necesaria para salir de situaciones
dramáticas, sobre todo cuando se ve rodeada de perso-
nas que encuentran su alegría en una vida diaria sencilla
y hermosa, lo cual no excluye en absoluto que haya crisis
y dificultades.

359. La tercera es social: busca reinsertar al toxicómano Reintegración social


en el entramado social, en un ambiente familiar, en un gru-
po de amigos, en la vida profesional, o sea, en una red de
relaciones, a la que toda persona puede normalmente aspi-
rar. Es particularmente importante evitar cualquier margi-
nación de las personas, algo que producen ya los fenóme-
nos de droga. La inserción social puede realizarse a través
de grupos o comunidades transitorias, o también mediante
un seguimiento regular en un medio abierto, en el que per-
sonas con funciones diferentes ayudan al toxicómano a en-
contrar un ritmo de vida más provechoso y se conviertan en
puntos de referencia para su relación en el tiempo y en el
espacio.

360. Con este espíritu, las experiencias de comunidades Las comunidades


terapéuticas realizadas por numerosas congregaciones reli- terapéuticas
giosas, que merecen alabanza, dan buenos resultados. El
método de las comunidades terapéuticas consiste en apelar
a la libertad de la persona, a su colaboración, a su partici-
pación en una vida comunitaria, respetando reglas y exi-
gencias, y en un seguimiento terapéutico para llegar a una
auténtica desintoxicación. La filosofía de estas comunida-
des se funda en la concepción cristiana de la persona huma-

137
na, llamada a vivir, a desarrollarse, a ser cada vez más libre
y a descubrir el sentido del amor de Dios entre sus herma-
nos.

La labor de 361. Otras experiencias interesantes y que dan buenos re-


las comunidades sultados son realizadas por diferentes comunidades religiosas,
religiosas que acogen a toxicómanos deseosos de salir de su dependen-
cia. Viven en un ambiente relativamente exigente, marcado
por el trabajo, la organización de la vida comunitaria y la vida
litúrgica, pero sin que las personas deban optar a largo plazo
por la vida monástica. Los tiempos de meditación, oración y
celebración eucarística les ayudan a entrar en una vida espiri-
tual que los sitúa de verdad ante Dios, lo cual les permite lle-
var una vida interior más rica, aceptarse tal como son y vivir
con confianza. Con el paso de los días y de los meses, se pue-
de notar una evolución positiva, que lleva a la mayoría de los
toxicómanos a ser más activos, a asumir su responsabilidad y a
entablar relaciones positivas con los demás.

362. Es indiscutible que la más importante de esas tres


formas de prevención es la primera, porque afecta a la raíz
misma del crecimiento de la persona. Para el futuro de los
jóvenes es fundamental promover actitudes y acciones que
favorezcan el bienestar, la salud, el equilibrio moral y el
gusto por una vida de relaciones. Una sana educación per-
mite, por tanto, controlar los factores que predisponen al
consumo de drogas nocivas y provocan dependencias peli-
grosas. Desde esta perspectiva, se pueden llevar a cabo in-
tervenciones específicas:

Intervenciones 363. 1 – que estimulen el desarrollo y la adquisición de


específicas capacidades propicias a la realización personal y al placer
legítimo que deriva de ellas;

364. 2 – que promuevan la estima de sí, la valorización de


la persona misma, el amor a sí mismo, aceptando las frustra-
ciones sin que eso produzca una desestabilización interior;

365. 3 – que desarrollen la confianza en sí mismos, con


el fin de hacerse cada vez más responsables de sus opcio-
nes, de sus actos y de sus consecuencias;

138
366. 4 – que fortalezcan las capacidades interiores de la
persona para que sepa hacer frente a las dificultades inhe-
rentes a la existencia, afrontar las crisis y encontrar las acti-
tudes y los medios para superarlas;

367. 5 – que permitan desarrollar la capacidad de resis-


tencia a las presiones y a las influencias de las personas que
se encuentran en la misma situación;

368. 6 – que impulsen cada vez más la inserción social y


el cultivo de un ideal que permita ver el porvenir con cierta
serenidad.

369. En esta labor pedagógica, para evitar todo lo que Itinerario


lleva a la toxicomanía, será particularmente útil estar aten- pedagógico
bien articulado
tos a los siguientes aspectos:
– informar sobre las consecuencias de la droga;
– hacer que se tome conciencia de lo que lleva a una
persona a drogarse;
– aprender a saber decir « no » a una solicitación;
– aprender a comunicar con los demás sabiendo expre-
sar sus pensamientos, sus reflexiones, pero también sus
sentimientos, con el fin de evitar encerrarse en sí mismos;
– desarrollar su capacidad de resolver conflictos;
– ser capaces de soportar tensiones;
– saberse librar de la tendencia a mirar a los demás y
poderse aislar del influjo del grupo, para no tener la tenta-
ción de imitar siempre a los demás;
– vivir en un clima de respeto y valoración, y saber con-
tribuir a la creación de ese clima;
– lograr poco a poco seguridad y confianza en sí mis-
mos.

370. Este proceso educativo requiere en los educadores, Formación


en los padres, en los profesores, en los sacerdotes, en los di- diversificada
de los educadores
versos agentes pastorales y en los catequistas, una forma-
ción humana y espiritual, ética y pedagógica, que lleve a sa-
ber distinguir entre lo que ayuda a la persona y lo que pone

139
en peligro su evolución, entre lo que libera y lo que oprime,
entre lo que es expresión de amor y lo que representa una
afirmación egoísta, entre lo esencial y lo accidental.

9. Misión de la Iglesia

Función de las 371. La Iglesia ha hablado muchas veces sobre el tema


Conferencias de la droga. También está comprometida en la práctica, co-
episcopales mo lo atestiguan las numerosas experiencias pastorales que
las comunidades locales realizan en todo el mundo. Es pre-
ciso que estas obras se desarrollen aún más y sean sosteni-
das por las Conferencias episcopales de cada país. La
Iglesia tiene una responsabilidad particular frente al azote
que representa la toxicomanía, porque quiere ayudar a to-
do hombre a vivir libre ante Dios en el mundo. A ejemplo
de Jesús, la Iglesia tiene predilección por los más pobres,
los enfermos, los afligidos y los excluidos. Desde su primer
discurso en la sinagoga de Nazaret, Jesús vino a anunciar la
liberación de los hombres, « a proclamar a los cautivos la li-
bertad » (Lc 4, 16-21), cumpliendo así las expectativas del
pueblo de la alianza. Según las necesidades de los tiempos,
la Iglesia siempre ha tratado de responder a los problemas
que se han planteado a la humanidad. A menudo ha tenido
que oponerse a mentalidades y modas en contradicción con
los valores humanos y morales fundamentales y con su vi-
sión antropológica, a fin de promover el valor de la vida y
la dignidad de todo ser.

La Iglesia contra 372. Junto con todos los hombres de buena voluntad, la
la marginación Iglesia está llamada a luchar contra la marginación de los
toxicómanos: la exclusión social en los barrios pobres y de-
gradados, el miedo a ayudar a los drogados y a tratar con
ellos, la tendencia a echarles en cara sistemáticamente su
conducta, la incapacidad para acogerlos en una actividad
profesional y sostenerlos socialmente, la inseguridad provo-
cada por una criminalidad espontánea u organizada por to-
xicómanos y por pequeños vendedores de droga. Se trata
de problemas reales que gravan fuertemente sobre la vida
social y sobre la práctica pastoral. Crean un clima deleté-
reo, que la relación educativa debe saber transformar.

140
373. Las Iglesias locales deben recuperar el sentido de Las intuiciones
las intuiciones y de las iniciativas originales en materia de de los grandes
educadores
educación, de pedagogía de la salud básica, con el fin de
responder a los problemas de este tiempo. La canonización,
en 1999, del padre Marcelino Champagnat, el cual consa-
gró su vida a la educación de los niños pobres, indica uno
de los caminos que se pueden seguir hoy. La Iglesia creó las
primeras escuelas, los primeros hospitales y los primeros
orfanatos. Desde el inicio de la era cristiana, creó las prime-
ras organizaciones de caridad y solidaridad y, también en
tiempos más cercanos a nosotros, con las obras de san
Vicente de Paúl en Occidente y el servicio a los enfermos
con san Juan de Dios. La Iglesia, « experta en humani-
dad »,132 siempre ha procurado dar su contribución para
educar, curar y ayudar a los hombres, buscando su promo-
ción integral. Y sigue prestando ese servicio a la humani-
dad con los toxicómanos, adoptando las siguientes pers-
pectivas educativas:

374. 1. Educar en la unidad de la persona. La persona Perspectivas


sólo progresa y se transforma en relación con valores que se educativas
le transmiten y que acepta de manera individual. Así apren-
de a elegir actos buenos y benéficos para ella misma, parti-
cipando en la armonización de su personalidad.

375. 2. Educar a la persona humana en la trascendencia,


sin olvidar nunca que el ser humano no puede reducirse a
un simple dato biológico, y que la persona lleva en sí aspi-
raciones infinitas y divinas.

376. 3. Educar a convertirse en persona adulta, a través


de una maduración progresiva de todo el ser, físico, psico-
lógico, intelectual, moral y espiritual, para que cada día sea
más responsable de sí mismo y sepa diferir sus deseos.

377. 4. Proclamar « el Evangelio de la gracia » como ple- Guía segura


nitud de vida y don, con vistas a una realización personal y del Magisterio
comunitaria. Cristo, verdad última del hombre, es el proto-

132
Pablo VI, A los participantes en la Asamblea General de la ONU, en
Documentation catholique, 72 (1965) col. 1732, n. 1.

141
tipo de toda realización auténtica de sí mismos. « Precisa-
mente el anuncio de Jesús – escribe Juan Pablo II – es
anuncio de la vida. En efecto, él es “ la Palabra de vida ”
(1 Jn 1, 1). En él “ la vida se manifestó ” (1 Jn 1, 2); más
aún, él mismo es “ la vida eterna, que estaba vuelta hacia el
Padre y que se nos manifestó ” (1 Jn 1, 2). Esta misma vida,
gracias al don del Espíritu, ha sido comunicada al hombre.
La vida terrena de cada uno, ordenada a la vida en pleni-
tud, a la “ vida eterna ”, adquiere también pleno sentido.
(…) Se trata de anunciar el núcleo de este Evangelio. Es
anuncio de un Dios vivo y cercano, que nos llama a una
profunda comunión con él y nos abre a la esperanza segura
de la vida eterna; es afirmación del vínculo indivisible que
fluye entre la persona, su vida y su corporeidad; es presen-
tación de la vida humana como vida de relación, don de
Dios, fruto y signo de su amor; es proclamación de la ex-
traordinaria relación de Jesús con cada hombre, que permi-
te reconocer en cada rostro humano el rostro de Cristo; es
manifestación del “ don sincero de sí mismo ” como tarea y
lugar de realización plena de la propia libertad. Al mismo
tiempo, se trata de señalar todas las consecuencias de este
mismo Evangelio, que se pueden resumir así: la vida huma-
na, don precioso de Dios, es sagrada e inviolable (…); toda
la sociedad debe respetar, defender y promover la dignidad
de cada persona humana, en todo momento y condición de
su vida ».133

378. Si es verdad que todo ser humano busca la unidad


y la armonía personal, la gracia del Señor Jesús es el don
que permite caminar por esta senda.

10. Educación y disposiciones pedagógicas

Modelo de pedagogía 379. La Iglesia se preocupa del bienestar de los hombres


evangélica a imagen de Cristo en el Evangelio. Los principios pedagó-
gicos en los que se inspira tienen como función permitir a
cada uno disponer de los medios para vivir dignamente, pe-
ro también desarrollar su vida espiritual en comunión con

133
Evangelium vitae, nn. 80-81.

142
Dios. Dios llama a todos los hombres a la vida y a la liber-
tad, y esta vocación les confiere una dignidad que se expre-
sa a través de la promoción de la persona humana, la edu-
cación en la relación, la apertura a la vida, el desarrollo de
su autonomía, el descubrimiento de la Palabra de Dios, de
los sacramentos recibidos en la Iglesia y el aprendizaje de la
oración. Se trata de objetivos por realizar en una pedagogía
evangélica.

10.1. Criterios para la acción pastoral


380. Con este espíritu es importante actuar de acuerdo
con los siguientes criterios:

381. 1 – Ayudar a los jóvenes a vivir sin drogas, mostrán-


doles que estos productos provocan una desviación de los
intereses fundamentales de la existencia, de sus proyectos y
de su desarrollo personal. La droga arruina el cuerpo y re-
duce las posibilidades personales.

382. 2 – Presentar modelos de conducta, exhortando a


evitar seguir ciertas modas y creando nuevas corrientes de
opinión. También será posible favorecer otras formas de
afirmación personal y de grupo.

383. 3 – Ayudarles a soportar el estrés de la vida diaria,


desarrollando sus capacidades interiores para que sepan
afrontar las dificultades inherentes a la existencia.
Enseñarles a reflexionar, a meditar, a orar y a escuchar la
palabra de Dios puede favorecer la construcción de su per-
sonalidad.

384. 4 – Impulsarlos a amar la vida y a las relaciones con


los demás, al enriquecimiento de su vida sensorial y senti-
mental, con la música, la poesía, encuentros con amigos,
experiencias comunitarias serenas, pero también con la
búsqueda del silencio, que ayuda a encontrarse consigo
mismos en un clima de paz y serenidad que favorece la edi-
ficación personal. Esa formación en la palabra y en el silen-
cio, que es particularmente importante en el marco de la
educación, lo es aún más cuando se trata de drogados, que

143
experimentan dificultades para desarrollar su vida interior
y vivir una relación con los demás.

385. 5 – Sostener a las familias para que sean un am-


biente de vida sereno y estimulante, especialmente entre las
generaciones, porque los matrimonios en crisis provocan
crisis también en sus hijos. Los encuentros, el diálogo y la
comprensión entre las personas son de importancia vital
para los hijos.

386. 6 – Comprender que también los jóvenes tienen sus


opiniones, eventualmente diferentes de las de los adultos, y
que estos últimos pueden abrirse a otros aspectos de la vida
gracias a sus hijos. El diálogo es un elemento esencial de la
relación educativa.

387. 7 – Ayudar a los jóvenes a estructurar su inteligen-


cia, para que no dependan de la opinión del ambiente, se-
gún la cual todas las ideas son equivalentes, todos los mo-
delos de vida son de igual valor y el último pensamiento de
moda sería más verdadero que todos los que han madurado
a lo largo de la historia de la reflexión humana. A veces los
jóvenes carecen de conocimientos, de cultura y de carácter,
para no dejarse arrastrar a concepciones intelectuales muy
marcadas por la época y que resultan nefastas. Así pues, es
preciso estimular a los jóvenes a una inteligencia crítica, pa-
ra que sean capaces de resistir también a solicitaciones que
pueden perjudicarles.

10.2. Lugares educativos de acogida que conviene desarrollar


Estructuras educativas 388. Los criterios que hemos descrito deberían formar
adecuadas parte de estructuras educativas que conviene crear para
apoyar a las que ya existen (familia, escuela, parroquia, gru-
po de catecismo).

Grupos de familias 389. 1 – Promover reuniones regulares de familias den-


tro de la parroquia o en el marco de la catequesis de los ni-
ños para reflexionar sobre la educación y sobre los diversos
problemas que afrontan los padres. Es necesario realizar un
trabajo de reflexión para ayudar a los padres y a los adultos

144
a precisar la pedagogía en materia de educación religiosa y
de formación moral de los niños y los adolescentes.

390. 2 – Crear, dentro de las parroquias, una especie de Cursos para padres
« escuela de padres », que les ofrezca un itinerario de des-
cubrimiento y de apoyo educativo y pedagógico. Muchos
adultos necesitan descubrir la función educativa y ser im-
pulsados a asumir su papel de educadores de sus hijos. En
este lugar parroquial sería posible disponer de un espacio
de acogida y escucha para todos los que lo deseen (solos o
en parejas), de un tiempo de reflexión y de intercambios
sobre las dificultades vividas, y de un momento de forma-
ción sistemática con diversas intervenciones: psicológicas,
pedagógicas y religiosas.

391. 3 – En las escuelas cristianas y en las cercanías de Prevención


los institutos, estar atentos a las personalidades frágiles y a en las escuelas
eventuales comportamientos delictivos de los jóvenes. En
efecto, el consumo de estupefacientes comienza a una edad
cada vez menor, que se sitúa entre los 11 y los 15 años. Por
eso, es preciso recordar las normas que regulan el trabajo y
la vida social en la escuela, enseñar las leyes civiles que or-
ganizan la sociedad y ayudar a descubrir los valores mora-
les que están en la base de nuestra conducta. La educación
en el sentido de la ley es una de las responsabilidades, a ve-
ces descuidada, de los padres, de los profesores y de los
adultos en general. Es necesario enseñar los valores mora-
les, así como el respeto a la ley, el respeto a los adultos, a
los profesores, a sí mismos y a los demás, el respeto a los
bienes y a las propiedades y a lo que pertenece a los demás
y a la sociedad, el sentido de la solidaridad, de la dignidad
humana y del compartir.

392. 4 – Crear lugares específicos para acoger a los jóve- Prevenir


nes en sus momentos de ocio, con el fin de evitar el vagabun- creando lugares
deo y la tentación de formar bandas, que no dejarían de co- sanos de diversión
meter fechorías, sobre todo en las zonas periféricas de las
grandes ciudades. Gracias a los adultos, esos lugares podrán
ofrecer varias actividades recreativas, deportivas, educativas,
pero también una ayuda escolar a los que más retrasados y
una ayuda pedagógica a los que comienzan a marginarse.

145
393. Con espíritu de acogida y acompañamiento, la co-
munidad cristiana debe tomar su lugar en la prevención
contra la toxicomanía, en la ayuda a los toxicómanos y en el
apoyo a los que tratan de reinsertarse. Los cristianos deben
poder trabajar con los medios propios de la Iglesia. La
Iglesia acoge a todas las personas sin distinción alguna y les
propone una búsqueda espiritual que les ayude a descubrir
el amor de Dios.

11. Organización de programas de orientación y estructu-


ras pastorales

Programas 394. En muchos países algunas comunidades cristianas


de prevención han puesto en marcha programas de prevención y reinser-
y reinserción
ción de toxicómanos. Según los contextos sociales de cada
país, es posible inspirarse en algunos principios para crear
estructuras que respondan a las necesidades locales especí-
ficas. Podemos proponer, de modo sucinto, el siguiente
cuadro de referencia:

Estilo de vida y 395. 1 – Al acoger a un joven con dificultades en el seno


respeto de los valores de un grupo creado para ello, los educadores deberán pro-
ponerle aceptar los límites impuestos, la sobriedad, un esti-
lo de vida con más relaciones, ser artífice de su propio des-
arrollo y respetar ciertos valores: cooperación con los de-
más, respeto a sí mismo y sentido de la participación. La fi-
nalidad de este estilo de vida es ayudarle a ser más libre pa-
ra controlarse mejor a sí mismo y gestionar su propia exis-
tencia.

Formación y 396. 2 – Esta labor educativa implica que los agentes


apoyo de los pastorales estén formados, pero también que los equipos
equipos pastorales
pastorales la apoyen. Formación y apoyo regular son indis-
pensables para cuantos trabajan con toxicómanos. En efec-
to, este trabajo es difícil, a veces muy arduo, para la mayo-
ría de los que están en contacto regular con personas que
viven situaciones inextricables. Un sentimiento de impoten-
cia y desaliento puede apoderarse del agente pastoral. Es
preciso evitar estar solos al afrontar las cuestiones que no
dejan de plantearse cuando se trabaja con toxicómanos.

146
Una comprensión psicológica de lo que viven y sienten los
educadores es tan indispensable como realizar una refle-
xión y una investigación espirituales o ser expertos en una
pedagogía determinada. La formación y el apoyo que pue-
den aportar especialistas y personas expertas son necesarios
para llevar a cabo una labor clarividente, que debe tradu-
cirse en una ayuda eficaz para los toxicómanos.

397. 3 – La Conferencia episcopal de cada país puede Curso básico para


organizar una formación básica para los miembros de equi- agentes de trabajo
directo
pos pastorales que deberán trabajar con los toxicómanos o
que se encuentran en zonas particularmente permeables a
los fenómenos de la droga. Estos agentes pastorales, que es-
tán en contacto directo con los toxicómanos, además de
una formación personal, necesitan una formación humana
y cristiana que esté abierta a la acogida, siguiendo el ejem-
plo de Jesús, que vino para que todos se salven. El agente
pastoral debe tener también un espíritu de apertura a las
nuevas formas de pobreza.

398. « Una prioridad ineludible es hoy la atención


preferencial a los pobres, los marginados y los emigran-
tes. Para ellos el sacerdote debe ser verdaderamente un
“ padre ” ».134

399. 4 – A partir de la formación recibida en el semina- Sensibilización de los


rio, sería útil que los futuros sacerdotes en las diócesis de futuros sacerdotes
zonas urbanas, llamados a desempeñar un ministerio espe-
cífico entre los jóvenes, pudieran participar en las activida-
des de un centro de acogida de jóvenes toxicómanos, con el
fin de comprender el itinerario terapéutico y sensibilizarse
para el acompañamiento de estos jóvenes.

400. 5 – Los sacerdotes que trabajan en una comunidad


parroquial con jóvenes que se marginan o que son toxico-
dependientes deberían reunirse regularmente y hacer pro-
puestas a todas las parroquias para que estén más atentas y
sean más activas en este campo.

134
Juan Pablo II, Don y misterio, en el quincuagésimo aniversario de mi
sacerdocio, La cura animarum, BAC, Madrid 1996, p. 108.

147
401. 6 – Las diversas congregaciones religiosas, tanto
masculinas como femeninas, en particular las que tienen el
carisma de la caridad, podrán indudablemente poner al ser-
vicio de esta nueva necesidad a religiosos y religiosas para
que den su contribución y se inserten en actividades orga-
nizadas en las parroquias o creen sus propias estructuras.

Inspirarse 402. 7 – Ningún programa de acompañamiento educati-


en el Evangelio vo, pastoral, terapéutico o de reinserción social debe recu-
rrir a formas de violencia física, verbal o psíquica, sino que
debe atenerse al espíritu del Evangelio. La palabra del
Evangelio nos invita a ser prójimo y tener compasión de los
demás en la relación, pero también a ser sinceros y enérgi-
cos en las exigencias de vida. Es de desear que la metodolo-
gía se proponga como objetivo establecer entre los jóvenes,
así como entre jóvenes y adultos, el amor fraterno, gracias
al cual cada uno se interese por el otro, entablando una re-
lación de comunión y abriendo un camino de esperanza co-
mo signos tangibles de la Iglesia.

Estimular procesos de 403. 8 – La Iglesia ha creado en muchos países comuni-


maduración dades terapéuticas con lugares de residencia, pero estos no
son la única respuesta al problema de la toxicodependen-
cia; existen también otros lugares en ambiente abierto, y
pueden desarrollarse otros tipos de experiencias en función
de las situaciones locales. En cualquier caso, es importante
decir a la persona que pide ayuda y asistencia: « Tú solo
puedes tratar de liberarte, pero no totalmente solo. Otros
te acompañarán en tu camino ».

404. Por lo que concierne a las nuevas drogas y al alco-


hol, que en ciertos países utilizan mucho los adolescentes,
es preciso sobre todo buscar la prevención, puesto que los
consumidores, ocasionales o no, de estas drogas no se con-
sideran toxicómanos y, por tanto, no sienten la necesidad
de un esfuerzo de liberación.

Seguimiento del 405. 9 – El responsable pastoral, con su grupo de volun-


proceso de reinserción tarios, ha de seguir el itinerario educativo del joven en en-
cuentros periódicos y sobre todo en la fase de reinserción
en la sociedad.

148
406. Es de desear que cada mes se convoque una reu-
nión plenaria de todas las familias con las personas que se
ocupan específicamente de estos jóvenes, para entablar un
diálogo sobre lo que se ha experimentado en el curso del
período pasado y poder así iluminarse y sostenerse mutua-
mente.

407. Si el joven persigue el objetivo pedagógico, también


los padres y las familias deben seguir un itinerario paralelo,
con el fin de reflexionar sobre su actitud y ser ayudados en
su modo de vivir su relación pedagógica. Cuando en una
parroquia, o en un grupo de parroquias, se encuentran va-
rias familias con problemas de toxicodependencia, convie-
ne que se reúnan periódicamente para hablar de los proble-
mas que deben afrontar.

408. También se puede organizar cada año una


« Semana parroquial, o interparroquial, de Solidaridad y
Participación », con diversos testimonios, directos o indi-
rectos, sobre las nuevas formas de pobreza y sobre el com-
promiso asumido por diferentes grupos, asociaciones y
Movimientos parroquiales, que susciten en los parroquia-
nos el deseo de tomar parte cada vez más activa en la ayuda
fraterna a los más necesitados.

409. Es de desear que las diócesis, las parroquias y las Ofrecimiento


congregaciones religiosas que poseen locales habitables los de estructuras
pongan generosamente a disposición de grupos pastorales de formación
que se ocupan de jóvenes con dificultades, sin fines de lu-
cro, para experiencias de reinserción social de toxicómanos
y alcohólicos.

410. Para poder actuar con la máxima eficacia, es más


importante que nunca:

411. 1 – colaborar con los servicios públicos, respetando


el carácter específico del trabajo eclesial;

412. 2 – organizar una base de datos en las Conferencias Bases de datos


episcopales nacionales, así como un centro de estudios y de
documentación, con vistas a seguir las evoluciones de la to-

149
xicomanía y de los problemas de los jóvenes. De este servi-
cio debería encargarse la Comisión de pastoral de la salud
de la Conferencia episcopal de cada país. El responsable de
dicha Comisión podría así establecer relaciones de trabajo y
colaboración con los servicios del Ministerio de Sanidad
que se ocupan de los problemas de la toxicomanía, pero
también con el representante de ciertos organismos inter-
nacionales como la O.M.S.

Comisiones 413. Sería útil que en cada diócesis se encomiende a una


para las nuevas persona la tarea específica de seguir los problemas de la
formas de pobreza
droga, dentro del servicio de la pastoral de la salud, con el
fin de coordinar mejor las energías y sensibilizar a toda la
Iglesia local. También a nivel regional se podrían entablar
relaciones entre las instituciones juveniles y los servicios del
Estado que se ocupan del tratamiento y la asistencia a los
toxicómanos, para ver el modo de coordinar las actividades
educativas de prevención contra el uso de las drogas.

Jornada internacional 414. Para reforzar la atención prestada a esos problemas


contra las drogas de la sociedad, esencial para un cristiano, se podrá celebrar
en las diversas parroquias la Jornada internacional contra el
abuso y el tráfico ilícito de drogas, que organiza todos los
años, el 26 de junio, el Programa de las Naciones Unidas
para el control internacional de la droga.

150
Capítulo V

ACTITUDES PASTORALES AL SERVICIO


DE LA LIBERACIÓN DE LA PERSONA

415. La persona debe ocupar el centro de la reflexión y Jesús es terapeuta


de la acción pastoral. Podemos remitirnos aquí al
Evangelio, donde Jesús se manifiesta como el terapeuta y el
liberador por excelencia. Todo creyente, en la ayuda que da
o recibe, debe inspirarse en el Señor, que es al mismo tiem-
po el modelo de su conducta, pero también la fuente de su
obrar y el fundamento de su ser. Su estilo de relación con
los demás debe inspirar el nuestro, para que cada uno
acepte su vida y la misión que se le ha confiado.

416. Ciertamente, el concepto de deber en relación con- Cristo vino


sigo mismo, que lleva al de responsabilidad, no expresa por para los enfermos
sí solo todas las perspectivas de la vida cristiana, cuya fina-
lidad es el encuentro con Dios y la participación en la vida
eterna, pero contiene y propone un enfoque de la persona
que indica el horizonte de una liberación querida por
Cristo. No por casualidad Cristo afirma que vino para los
enfermos y no para los sanos, para los pecadores y no para
los justos (cf. Lc 5, 31-32). Como cualquier otra persona, el
toxicómano está llamado a esta liberación de sus trabas in-
teriores y exteriores, aunque a menudo presenta una perso-
nalidad compleja que hace difícil tanto la evolución perso-
nal con vistas a la curación, como la relación con él.

1. Conducta del toxicómano

417. La vida del toxicómano está marcada por numero- El toxicómano sufre
sos imperativos que lo impulsan a tener una conducta pe-
nosa para él mismo y para los demás:

418. 1 – Tiende a disimular sus actos y sus gestos, a


mantener relaciones conflictivas, a jugar con sus sentimien-
tos y a manipular los de los demás, a mentirse a sí mismo,
pero también a mentir a los que están a su alrededor.

151
419. 2 – Con frecuencia toma una actitud negativa res-
pecto de sí mismo y a veces es incapaz de reconocer que
necesita ayuda. Se subestima, pierde cualquier perspectiva
de futuro y abandona todo esfuerzo al mínimo fracaso. Se
encierra en un universo de soledad, pierde confianza en sí
mismo y desconfía especialmente de los demás.

420. 3 – Oscila entre deseos de cambio y sueños de po-


der ser fuerte y resistente frente a la droga. Su anhelo de
paz interior y normalidad, para vivir como los demás, su in-
capacidad de soportar la rutina diaria, sus impulsos para
alejarse de un placer intenso, una angustia profunda y la as-
piración a la serenidad, son aspectos que manifiestan una
personalidad interiormente muy trastornada, llena de con-
tradicciones y desgarrada. El toxicómano se siente a veces
en contraste con su educación.

2. Saber aceptar en el ámbito pastoral el encuentro con el


toxicómano

Función de la 421. El encuentro pastoral con toxicómanos suscita mu-


paciencia chos interrogantes. La esperanza, o incluso la ilusión de en-
contrar una causa al problema que les afecta, nos hace pen-
sar que es posible aliviar el sufrimiento profundo que perci-
bimos en ellos y ayuda a superar la sensación de impotencia
frente a una especie de esclavitud. Los agentes pastorales
deben programar su acción pedagógica y pastoral a largo
plazo, con una paciencia infinita, para evitar oscilar ellos
mismos entre el idealismo de una estrategia y de un método
que serían automáticamente eficaces y el desaliento que so-
breviene más tarde o más temprano, porque las recaídas y
las recidivas son numerosas.

Aceptar al toxicómano 422. La toxicodependencia es, como la fiebre, un sínto-


con su sufrimiento ma y no una enfermedad. Manifiesta problemas personales,
de relación, sociales, espirituales, y lleva a una conducta es-
pecífica. Por tanto, es importante aceptar al toxicómano
con su sufrimiento, sin ideas preconcebidas, sin prejuicios;
eso permite comprender una parte de las motivaciones; se
entablará una relación de ayuda que podrá hacer evolucio-

152
nar al individuo en el momento oportuno; se le acompaña-
rá con fidelidad y tenacidad, aunque sus opciones no pue-
dan ser compartidas, sin desalentarse ni resignarse ante los
fracasos.

423. La adhesión a la esperanza cristiana frente a las si- Fe auténtica,


tuaciones y la disponibilidad a la acogida y a la escucha son opciones razonables
cualidades indispensables. Por otra parte, una preparación
únicamente intelectual y técnica es totalmente insuficiente
para afrontar los fenómenos de la toxicomanía y prestar
una atención al toxicómano en cuanto ser integral. Sólo po-
drá ser eficaz si se basa en opciones de vida coherentes y
generosas. Una fe auténtica, fundada en una búsqueda per-
manente del rostro de Cristo en los pobres y en los oprimi-
dos, en los que tienen el corazón turbado, puede ayudar a
mantener e incrementar nuestra confianza en Cristo. La pa-
sión por el hombre hace que la práctica pastoral sea fecun-
da y permite entablar una relación desinteresada que con-
lleva un cierto número de frustraciones.

424. Cada toxicómano tiene su historia, su experiencia Necesidad de ser


única, una vida tortuosa, a pesar de las informaciones y las escuchado
advertencias recibidas; tiene sus propias posibilidades, que
no se expresan nunca verdaderamente; conserva el recuer-
do de momentos positivos en su vida y, sin embargo, sigue
marcado por una mirada negativa sobre sí mismo y sobre la
vida, así como por la contradicción. Precisamente por esto,
como ya hemos dicho, el toxicómano necesita que se le es-
cuche sin situar su discurso únicamente en el plano de una
justificación de su conducta; necesita ser animado y acom-
pañado con paciencia y afecto, insertando un cierto núme-
ro de exigencias que estimulen sus potencialidades, pero al
mismo tiempo respetando su dignidad.

425. La vida del toxicómano no debe mirarse sólo como


una serie de problemas, sino como la vida de una persona;
no como un caso para analizar, sino como un ser que es
preciso amar; no como una persona por convencer y condi-
cionar, sino como una persona a la que es necesario valorar,
ayudándole a descubrir sus riquezas y los caminos de una
vida bella y rica, y a adquirir una estima real de sí misma.

153
3. Un proyecto pastoral: hacia una aceptación responsable
de sí mismos

Manifestar 426. En el Evangelio, Cristo está atento a los que viven


la ternura de Dios en situaciones humanamente sin esperanza. En cada en-
a ejemplo de Cristo cuentro, Cristo escucha los lamentos y los sufrimientos, y
sin minimizar el peso de las dificultades, dirige una mirada
de amor a las personas y les abre un porvenir, haciéndoles
entrever la misericordia de Dios y el sentido de una vida li-
berada de sus trabas (cf. Mt 9, 1-8; 27-31; 32-38; Mc 1, 21-
34; 40-42). Siguiendo el ejemplo de Cristo, los que rodean a
los toxicómanos están llamados a manifestarles el amor y la
ternura de Dios, para que se estimen, respeten y amen; ade-
más, deben entablar con los drogados una relación en la
que la persona se sienta reconocida por sí misma; una rela-
ción de confianza, sin complicidades ni condescendencias,
que estimule al toxicómano a comprometerse en caminos
nuevos. El agente pastoral debe tener la preocupación de
trabajar en la perspectiva de la acogida evangélica sin des-
alentarse nunca.

El agente pastoral 427. El Evangelio es una escuela de libertad y respon-


es guía sabilidad. Dios nos da la vida para que la hagamos fructi-
por el Evangelio
ficar. Dilapidar lo que nos ha sido confiado no correspon-
de a nuestra vocación humana. El sacerdote y el agente
pastoral saben que trabajan a largo plazo, adoptando una
orientación evangélica. Es particularmente importante
ayudar a la persona a recuperar relaciones positivas con
su familia, su escuela y su ambiente profesional, sus ami-
gos y los diversos protagonistas de la sociedad, a fin de in-
sertarse en una red de relaciones que contribuya a la pro-
moción del individuo.

4. La función de la familia

Ayuda a las familias 428. La acción pastoral también debe tener como objeti-
vo ayudar y sostener a la familia. Ésta desempeña una fun-
ción esencial en la educación y en la reeducación del toxi-
cómano. Es la primera responsable del proceso educativo y
de la rehabilitación. Por el clima que crean, por su constan-

154
te testimonio y por sus palabras oportunas, los padres son
elementos indispensables en la vida de quien quiere salir
del mundo de la toxicomanía. Por eso, es importante que
estén involucrados al máximo en el proceso de curación de
un miembro de su familia afectado por la toxicomanía.

429. Los padres quedan a menudo desconcertados por Apoyo a los padres
la toxicomanía de alguno de sus hijos. Se sienten culpables
y piensan que han cometido errores en su relación pedagó-
gica. Así, se cuestionan su propia actitud y viven dolorosa-
mente la situación, encerrándose en el silencio y la soledad.
En este clima, a veces son agredidos por su hijo toxicóma-
no, que les reprocha el estilo de vida en el que ha vivido.
Los padres toman con frecuencia esos reproches al pie de
la letra y les cuesta mucho reflexionar y actuar con sereni-
dad. Es importante que sean sostenidos por la sociedad, es
decir, por un marco legislativo e institucional que valore la
familia y garantice sus responsabilidades educativas.
También es necesario que en la sociedad no se desacrediten
los valores transmitidos por ellos.

430. Los padres pueden ser sostenidos también por di-


versas asociaciones y por estructuras pastorales que podrán
acogerlos y reflexionar juntamente con ellos sobre las situa-
ciones y sobre las actitudes que conviene adoptar. Podrán
comprender mejor lo que viven sus hijos, especialmente
cuando éstos hayan aceptado dejarse ayudar para salir de la
dependencia de la droga. El toxicómano que se comprome-
te en un proceso de liberación del producto sentirá a veces
la necesidad de permanecer alejado de sus padres después
de haberlos agredido. Los padres quedarán sorprendidos
por este cambio repentino, frecuente en los toxicómanos.
El tiempo del cambio de actitud en el toxicómano conlleva
una cierta distancia respecto de sus padres y de su familia
en general; eso a menudo basta para superar el resentimien-
to y el peso de la culpa, para sentirse suficientemente sere-
nos y capaces de aceptar una crítica positiva. Crece en él el
deseo de aclarar el vínculo con su familia e iniciar nuevas
relaciones con ella. Es importante que la familia se sensibi-
lice con respecto a esta necesidad para que pueda acogerlo
y no desaproveche esta oportunidad.

155
La persona ocupa el 431. En las preocupaciones pastorales, considerar a la
centro persona como el centro significa respetar su historia y tratar
de la acción pastoral
con interés y discreción a su familia. Favoreciendo una in-
tegración del individuo en su familia, con la aceptación de
su historia y de su pasado, la ayuda que se presta al toxicó-
mano adquiere un valor esencial, porque le permite unifi-
car su existencia y contribuye a la estabilidad y al equilibrio
interior de la persona.

Encuentros regulares 432. No conviene olvidar nunca que cuando una familia
recurre a un centro de acogida pastoral para toxicómanos
es porque se halla probada por un conflicto interno muy
penoso y prolongado. Debe ser sostenida y también visita-
da por el sacerdote o por un agente pastoral. Encuentros
regulares le ayudarán a hablar de las dificultades que vive y
a encontrar la actitud adecuada para ayudar al hijo en su
proceso de salida de la toxicomanía.

La familia, 433. Con frecuencia cada uno de los miembros de la fa-


un recurso pastoral milia ha madurado convicciones y alimentado actitudes
contradictorias en relación con la toxicomanía. La familia
se ha aislado de su ambiente y ha reducido sus relaciones.
Por tanto, necesita sobre todo ser acogida en un marco pas-
toral, sin ser juzgada, poder hablar de su sufrimiento con
otras familias que viven la misma situación, y sentirse prote-
gida con el fin de recobrar la confianza. Debe ser conside-
rada como un lugar de recursos que es necesario aprove-
char.

5. La función de la catequesis

Colmar 434. La catequesis de los niños y los adolescentes des-


la ausencia de fe empeña una función central en la educación en el sentido
de la vida y, por tanto, en la prevención contra la droga. El
desarrollo de la toxicomanía ha tenido lugar paralelamente
a una lenta descristianización, que comenzó con el abando-
no de la catequesis de los niños. La falta de estímulos a la
vida espiritual y a una relación con Dios, alimentada por el
descubrimiento de su Palabra y por los sacramentos recibi-
dos por medio de su Iglesia, deja en muchos jóvenes un

156
gran vacío, que tratan de colmar con recursos artificiales.
Hacer que los niños descubran la inteligencia del misterio
cristiano, en el que participamos gracias al bautismo y a la
comunión eucarística para abrirnos a la vida eterna, les ayu-
da a concebir su existencia en relación con Dios, Padre,
Hijo y Espíritu Santo, que es amor y fuente de relación.

435. Las comunidades cristianas deben movilizarse en fa- Comunidades vivas


vor de la catequesis de los niños, que es necesario considerar para una catequesis
eficaz
como una prioridad pastoral. Es indispensable que la cate-
quesis de los jóvenes sea realizada por comunidades vivas,
que den testimonio de la fe, la esperanza y la caridad, recibi-
das como dones de Dios. Los jóvenes van a donde perciben
que hay vida, aunque algunos confunden a veces actitudes
fáciles y superficiales con actitudes religiosas auténticas y exi-
gentes. En el marco social actual, se dejan engañar por ído-
los. Descubrir a Dios, vivir de su Palabra y de los sacramen-
tos e insertarse en su Iglesia, es la tarea primordial que debe
fijarse la catequesis. Suscitando la fe y educando la concien-
cia cristiana, ayuda al niño a descubrir que Dios lo ama y lo
quiere por sí mismo. Comprende que, gracias al bautismo, se
convierte en hijo de Dios y hermano de Cristo y, por consi-
guiente, hermano de los hombres. El Espíritu Santo se le da
para que entienda la palabra de Dios y dé testimonio de ella.
Una relación fuerte con Dios le hace percibir la confianza del
Señor y de la Iglesia con respecto a él.

436. Algunos catequistas dudan a veces de si deben ha- El catequista, testigo


blar a los niños del amor de Dios, nuestro Padre, o del sen- del amor del Padre
tido cristiano de la familia, con el pretexto de que viven en
situaciones familiares dolorosas, tienen una mala imagen de
su padre o se encuentran en un ambiente familiar muy
complejo y alterado. Sin embargo, no conviene privarles de
la revelación de la paternidad divina; de lo contrario, la vi-
sión cristiana corre el riesgo de depender de las costumbres
y de los problemas de una época; la catequesis añadiría en-
tonces confusión a los trastornos actuales de la filiación.

437. La educación en la oración, en la meditación, en Educación en la fe


la celebración eucarística y en la práctica de los sacramen- como preparación
para la vida
tos, es una garantía de éxito para el desarrollo de la vida

157
espiritual y de la vida integral del individuo, que así podrá
enriquecer y profundizar su vida interior. Por tanto, la pe-
dagogía de la catequesis deberá procurar enseñar al joven
a asimilar las verdades de la fe, que le ayudarán a com-
prender mejor cómo debe ser su relación con Dios. Ha de
vivir este itinerario de formación cristiana dentro de la
Iglesia en una comunidad local acogedora, activa y abierta
a los demás, especialmente a los más pobres y margina-
dos. Este itinerario de estímulo a la vida espiritual es para
la Iglesia un modo de trabajar, de forma positiva, en la
prevención contra los fenómenos de droga, asegurando
una educación básica al niño y al adolescente. Con todo,
tenemos lucidez y no nos engañamos, porque sabemos
que toda persona tiene sus debilidades y puede dejarse
arrastrar a modos de proceder que la esclavizan. Pero es
necesario privilegiar la verdad, la honradez y las relacio-
nes auténticas.

6. La función de la escuela católica

438. Los cristianos comprometidos al servicio de la vida


y que luchan contra la droga deben actuar de manera explí-
cita, como cristianos, para que lo específico del mensaje
evangélico ponga claramente de manifiesto que es Cristo
quien nos revela el sentido último de la existencia.

La escuela católica, 439. La transmisión de los valores cristianos ocupa el


lugar de difusión de centro de la problemática de la escuela católica; estos valo-
los valores cristianos
res orientan la manera de abordar los programas y su reali-
zación pedagógica, ayudando a los alumnos a ordenar co-
rrectamente sus actos hacia Dios, « sumo bien y fin (telos)
último del hombre ».135 Precisamente con este espíritu debe
actuar la escuela católica; imparte los conocimientos y los
instrumentos del saber que forman a los jóvenes para que
se conviertan en miembros activos y responsables de la so-
ciedad, educándolos en la libertad, en la relación con los
demás, en el control de sí mismos gracias a los valores hu-
manos y morales iluminados por el Evangelio. Contribuye a

135
Veritatis splendor, n. 73.

158
formar hombres y mujeres capaces de orientarse correcta-
mente en la existencia, de tener dominio de sí y de percibir
el peligro que conllevan ciertas alienaciones, como la droga.

440. Es preciso realizar un esfuerzo muy particular para Formación


favorecer la formación de la inteligencia: dominio del len- de la inteligencia
guaje, de la lógica, del razonamiento y de la memoria, para
que el joven adquiera el sentido de la verdad y de la bon-
dad moral. Para evitar el « relativismo moral », es importan-
te ayudar a los jóvenes a comprender lo que representan los
valores morales y ciertas situaciones que están objetivamen-
te en contradicción con los principios fundamentales. La li-
teratura, la filosofía y la moral contienen abundantes textos
de autores que se estudian habitualmente en la escuela y
que favorecen la formación de la inteligencia y de la con-
ciencia moral de los alumnos.

441. Aprender a reflexionar sobre los comportamientos Aprender el arte


y analizarlos en relación con los valores morales universales del discernimiento
contribuye a una sana formación en el discernimiento sobre
lo que conviene hacer; eso debe llevar progresivamente al
niño y al adolescente a buscar « el bien moral que hay que Conductas
practicar ».136 La formación moral en el ámbito de la cate- morales
quesis y de la escuela católica se basa en la profundización
de la vida cristiana. « Evidentemente debe ser una ordena-
ción racional y libre, consciente y deliberada, en virtud de
la cual el hombre es responsable de sus actos y está someti-
do al juicio de Dios ».137 Conviene recordar que la vida mo-
ral debe ir acompañada de una experiencia espiritual fun-
dada en la relación con Cristo.

442. La educación moral es una escuela donde se apren-


de la libertad. Una actitud despreocupada o laxa por parte
de los adultos falsea la relación educativa, de modo especial
en el ámbito de la familia, de la catequesis o de la escuela.

443. La función de los educadores consiste en tratar de Respeto de la ley


comprender la conducta de los jóvenes toxicómanos, que moral y la escuela

136
Ibid., n. 8.
137
Ibid., n. 73.

159
llega a desarrollarse también dentro de la escuela, para en-
contrar soluciones pedagógicas. Esas actitudes manifiestan
Prohibir el uso un desafío frente a la prohibición que representa el uso de
de las drogas estupefacientes y una costumbre que se difunde porque las
drogas en la sociedad se suelen presentar como una fuente
de bienestar y placer. La escuela es el lugar por excelencia
en donde el niño debe confrontarse con las leyes sociales y
la ley moral, prolongando lo que normalmente ya se debe
haber vivido en la familia. Una contradicción entre lo que
se vive en la familia y lo que se vive en la escuela contribuye
a desconcertar a los jóvenes, que no saben ya dónde encon-
trar sus puntos de referencia. Por este motivo, es importan-
te que la prohibición de las drogas sea claramente presenta-
da en el ámbito escolar y que toda transgresión sea sancio-
nada, para evitar que los niños o los adolescentes se margi-
nen y se hundan en el círculo vicioso de la toxicomanía. Así
pues, es preciso invitar a los adultos, a los padres y a los
equipos pedagógicos a que se movilicen en ese sentido.

Paciencia y constancia 444. Por último, dentro de la escuela, los adultos han de
estar particularmente atentos a los que han hecho uso de
drogas, que se encuentran en dificultades personales y/o fa-
miliares, y que tienden a aislarse, a ser agresivos, a ser pasi-
vos, a no trabajar, a tomar actitudes antisociales, a maltratar
de palabra o de obra a los demás jóvenes e incluso a los adul-
tos. No siempre es sencillo ni fácil afrontar este tipo de situa-
ciones. Sin embargo, es importante que el adulto permanez-
ca en su lugar y en su papel para intervenir de modo correc-
to y adecuado. Los adultos no deben desalentarse demasiado
pronto. El educador debe tener paciencia para ver a los jóve-
nes desarrollarse lentamente. La maduración de la inteligen-
cia y de la conciencia moral se realiza progresivamente.

7. El voluntariado

445. La toxicomanía, como otras desviaciones, es un


problema que no se puede reducir a una dificultad perso-
nal o familiar; revela un malestar más profundo. Manifiesta
la incoherencia de los estilos de vida de nuestros contem-
poráneos, la disolución de los vínculos sociales y la disgre-

160
gación de los lugares de vida. La tarea pastoral que corres-
ponde mejor a las necesidades de este tiempo consiste en
crear redes de comunicación y solidaridad, en desarrollar la
pertenencia social de cada uno, en favorecer las relaciones
de apoyo y ayuda, para que cada uno pueda ocupar el
puesto que le corresponde en la sociedad y sentirse respon-
sable de sus hermanos. Es una prioridad para la pastoral,
pero también para la prevención contra la toxicomanía.

446. Los centros pastorales de acogida para toxicóma- Función del


nos surgieron del voluntariado de cristianos que deseaban voluntariado
organizado
comprometerse para responder a los nuevos desafíos de
nuestro tiempo. Los centros pastorales siempre tratan de
asociar a muchos voluntarios, incluidas las familias de los
toxicómanos, cuidando de su formación. Es preciso alabar
el trabajo realizado generosamente por todos los que, de es-
te modo, se ponen generosamente al servicio de los demás.
No se puede por menos de animar a un número cada vez
mayor de personas a participar en actividades de volunta-
riado al servicio de los más pobres de la sociedad, especial-
mente de los que se hallan en situaciones de marginación.
Una de las peculiaridades de la Iglesia desde los orígenes es
precisamente dirigir su atención a los más pequeños, que
son los predilectos de Dios.

447. Los voluntarios prestan una ayuda notable a los jó- Mediadores entre
venes que tienen dificultades; además, no dudan en alzar su los marginados y la
sociedad
voz para que la sociedad se preocupe cada vez más de los
problemas de la juventud, especialmente en lo referente a
la toxicomanía. Están siempre dispuestos a sostener a los
padres y a los educadores en su misión específica. Pueden
desempeñar también una función de mediación entre per-
sonas que corren el riesgo de quedar marginadas y rechaza-
das y las que llevan una vida normal en la sociedad. Los vo-
luntarios en la pastoral, cuya valentía y tenacidad es de ala-
bar, son testigos de numerosos sufrimientos humanos, que
tratan de aliviar participando en varios programas de edu-
cación de toxicómanos. No se puede por menos de invitar
a todos los hombres de buena voluntad a unirse para resol-
ver el problema de la toxicomanía, uno de los más terribles
para la juventud actual en todos los continentes.

161
8. Acompañamiento espiritual y toxicomanía

448. La Iglesia prosigue la misión de Cristo, dirigiendo


su atención a toda la humanidad y a las situaciones más di-
versas, en particular a las de los pobres. La pobreza mate-
rial a menudo impide a hombres y mujeres vivir dignamen-
te. Pero la pobreza moral y espiritual, que se encuentra en
la toxicomanía por una profunda soledad y por una forma
de depresión, constituye un intenso sufrimiento para el to-
xicómano y para las personas que lo rodean. La acción pas-
toral ha de tener como cometido restituir al toxicómano su
dignidad y su libertad.

Devolver el sentido 449. La Iglesia se interesa de cada persona en particular,


de la dignidad porque tiene un valor infinito. Se compromete pastoralmen-
te en este trabajo, amando a las personas por lo que son, de-
seando vivir con ellas las exigencias del amor evangélico.
Cristo está cerca de toda persona y quiere que cada una es-
cuche su invitación a amar y a conocer el amor de Dios.

8.1. Principios de acción pastoral y de guía espiritual


450. Desde la perspectiva cristiana, la relación con Dios
permite al hombre reconocer su destino sobrenatural.138 El
hombre está llamado a vivir ya desde ahora el amor de
Dios, que le revela la profundidad de su ser: sólo Dios pue-
de colmar totalmente los anhelos humanos. Invita al hom-
bre a participar en la vida divina, que rebasa todo lo que el
hombre mismo pueda imaginar.139 La vida interior del cre-
yente es el espacio donde se desarrolla la vida sobrenatural,
como respuesta a la invitación evangélica y al don de la gra-
cia de Dios. La vida espiritual es así la expresión de la pre-
sencia de Dios en el hombre, a partir de los objetos de la fe
y de la actuación de los valores evangélicos en la realidad
del mundo. Se expresa mediante formas diversas de espiri-
tualidad. Por este motivo la vida espiritual no puede con-
fundirse con la vida de la inteligencia, como se quisiera

138
Cf. Henri de Lubac, Surnaturel, DDB, París 1991, p. 634.
139
Cf. Idem, Le mystère du surnaturel, en Oeuvres complètes, XII, Cerf,
París 2000, p. 367.

162
concebir hoy, a través de la poesía, el arte, la estética, la fi-
losofía o la sabiduría moral, cuando se habla de « espiritua-
lidad laica ». Más precisamente, el Espíritu Santo es el
maestro de la vida interior que hace nacer y crecer « el
hombre interior » (cf. Rm 7, 22; Ef 3, 16). Por eso la vida
espiritual está siempre en relación con la dimensión religio-
sa y cristiana que la funda.

451. El hombre se realiza abriéndose a la vida de Dios.


La gracia sostiene la vida espiritual y le permite desarrollar-
se. La vida espiritual abarca e inspira a la persona, en su ser
y en su conducta, y le permite poner en práctica los valores
de la vida. Por eso, es fuente de liberación y favorece la ma-
duración moral y espiritual de cada uno. Nosotros sacamos
de ella la fuerza, la valentía y la esperanza para restaurar y
salvar toda existencia humana. Dios está presente y no deja
nunca al hombre a la deriva. Su gracia actúa continuamente
para invitarnos a una fe más fuerte, a una caridad más acti-
va y a una esperanza más confiada, con el fin de renovar
« el hombre interior ». « El Señor Jesucristo, médico de
nuestras almas y de nuestros cuerpos, que perdonó los pe-
cados al paralítico y le devolvió la salud del cuerpo (Mc 2,
1-12), quiso que su Iglesia continuase, con la fuerza del
Espíritu Santo, su obra de curación y de salvación(…) ».140
Este es el fin de la acción pastoral de la Iglesia.

8.1.1. Una pastoral de acogida


452. La pastoral de la toxicomanía debe hacerse cercana Saber acoger
al universo en el que viven los que se encuentran bajo esta y hacerse comprender
dependencia. Por eso, es necesario conocer su tipo de len-
guaje, su estilo de vida y su sistema de funcionamiento, con
el fin de llegar a ellos y ayudarles a salir de allí. También es
necesario tener en cuenta que la mayoría de los toxicóma-
nos suelen ser ignorantes en el ámbito religioso o se desin-
teresan de la fe cristiana, aunque en lo más íntimo de su ser
llevan aspiraciones espirituales profundas, sin tener con-
ciencia de que su estilo de vida está muy lejos de lo que re-
almente buscan.

140
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1421.

163
Escuchar las quejas 453. El toxicómano manifiesta desconfianza, y rechaza
por las injusticias las normas y las personas que representan a la sociedad y la
sufridas
cultura en el lugar. Detrás de su desconfianza, expresa a ve-
ces lo que considera injusto e inhumano en ciertas normas
sociales. Reconocer sus reivindicaciones demuestra al toxi-
cómano que se escucha su queja y que se encuentra ante
cristianos conscientes de los problemas actuales de la socie-
dad, que quieren contribuir a solucionar. Los cristianos,
comprometidos en esta acción pastoral al servicio de los to-
xicómanos, desean tomar en cuenta el ser integral, incluida
su dimensión religiosa.

Escucha paciente 454. El sacerdote y el agente pastoral deben realizar mu-


chos esfuerzos para estar presentes en el universo del toxicó-
mano, el cual, con su rechazo de la realidad y con su modo de
manipularla, pone en tela de juicio un buen número de valo-
res y de normas. Con paciencia, es necesario aceptar entrar en
diálogo con el toxicómano, para que vuelva a la realidad y en-
tre en una dinámica que le permita estar en la verdad. En un
primer momento, el gesto, la presencia y un signo de interés
son más importantes que las palabras, preparando progresiva-
mente un diálogo auténtico. El toxicómano necesita encuen-
tros que lo lleven a pasar de la confusión del lenguaje a la pa-
labra, de la tentación de autodestrucción a la estima de sí, de
la dependencia a la libertad. Este proceso es lento y difícil.

8.1.2. Una pastoral de escucha


Estimular la reflexión 455. El toxicómano quiere ayuda, pero al mismo tiempo
se muestra escéptico y desconfiado. Se esconde detrás de
una imagen defensiva que le impide manifestar sus senti-
mientos auténticos. El sentimiento de culpabilidad es muy
fuerte en él, especialmente cuando no está bajo el efecto de
la droga. Aunque trata de negar « su culpa » cuando la per-
cibe en su interior, se siente agobiado. Este es un momento
privilegiado para el acompañamiento espiritual y pastoral,
porque el drogado necesita expresar este sentimiento que
lo oprime. Ese sentimiento de culpabilidad se caracteriza
en particular por la constatación de la fidelidad constante
de sus padres – especialmente de su madre – que, a pesar
de un comportamiento negativo por su parte y de sus conti-

164
nuas mentiras, sigue esperando en él y ayudándole a salir
del infierno de la droga. Se trata de una toma de conciencia
que puede llevar a dos posibles salidas: a impulsar el proce-
so de transformación o a frenarlo, dado el miedo que siente
ante la posibilidad de engañar una vez más a su familia.

456. Cuando el toxicómano llega a la fase de la evaluación Facilitar


global de su propia vida, si ha tenido en el pasado una expe- la reconciliación
sacramental
riencia religiosa, a menudo pide recibir el sacramento de la re-
conciliación. Aun habiendo encontrado cierta serenidad inte-
rior en el curso de las diversas sesiones terapéuticas y en el
acompañamiento pastoral, le queda una insatisfacción profun-
da, que lo impulsa a hablar con un sacerdote. Constata que el
reconocimiento de sus dificultades es necesario para su vida
futura, teniendo en cuenta el peso del pecado o del remordi-
miento. La confesión del mal cometido aporta al toxicómano
un gran alivio. Ser acogido y escuchado con el más profundo
respeto es una actitud que entraña un importantísimo valor
terapéutico (cf. Lc 15, 11-32). En una comunidad de acogida,
la posibilidad de afrontar la propia culpa y confesar el mal co-
metido se vive como un elemento esencial de la curación.

457. Desde luego, sería peligroso suscitar y alimentar Cada paso hacia la fe
sentimientos de culpabilidad, pues harían difícil cualquier debe seguirse
evolución. Corresponde al sacerdote estimularlo al sentido con gran atención
de la reconciliación y del perdón de manera responsable
ante Dios. El toxicómano que puede expresar sus pensa-
mientos y sentimientos y traducir en palabras su sentimien-
to de culpabilidad, llega a ser más libre; y el sacramento de
la reconciliación hace más completa la curación interior.
Sin tratar de ir demasiado de prisa en el plano religioso, ca-
da etapa sigue siendo un paso propedéutico para encami-
narse hacia una mayor libertad y hacia un acompañamiento
espiritual que ayude al sujeto a superar las diversas dificul-
tades del período de desintoxicación.

8.1.3. Una pastoral que eduque en el sentido del tiempo


458. El toxicómano es un manipulador y su discurso a Invitación a un
menudo está impregnado de mala fe. Raramente mantiene examen objetivo
las promesas y los compromisos. Tiene una gran capacidad

165
de mentir y engañar. Esa actitud se explica por el hecho de
que trata de vivir fuera de la realidad y sortea la mayor parte
de las dificultades, en vez de afrontarlas. El sacerdote y los
agentes pastorales deben evitar verse implicados en este jue-
go. Más bien, deben impulsar al toxicómano a una confron-
tación objetiva con la realidad, para ayudarle a liberarse de
sus lazos y a llegar a ser más adulto y más maduro. Una de
las causas de la toxicomanía, como ya hemos dicho, es el no
querer crecer y la necesidad de permanecer en las gratifica-
ciones del mundo de la infancia. Así, el uso de las drogas vie-
ne a alimentar un universo afectivo infantil para no tener que
renunciar a unos modos de relación muy profundos. Al ne-
garse a crecer, el sujeto permanece en una psicología que no
ha integrado el sentido del tiempo y de la historia.

Educación en el 459. El trabajo pastoral debe permitir ayudar a la persona


sentido de la historia a reanudar el hilo de su historia, a aceptar insertarse en el
tiempo y a madurar, en vez de creerse niño y, por tanto, de-
pendiente. En efecto, en lugar de rebelarse contra su falta de
libertad frente a un producto, el toxicómano llega a agredir a
sus padres y a cuantos lo rodean, reprochándoles una depen-
dencia que sistemáticamente no entra en su responsabilidad.
Educar en el sentido de la historia favorecerá una madura-
ción afectiva e intelectual. Con la ayuda de un sacerdote o de
otro guía, podrá repasar episodios dolorosos de su vida y
descubrir que Dios no es indiferente a todos esos aconteci-
mientos. Debe aceptar su vida como el lugar de una expe-
riencia de salvación, ofrecida por Dios. En su itinerario espi-
ritual, el toxicómano que se encuentra con Cristo descubre
que su vida no está perdida. Ciertamente, su historia está
marcada por fracasos, por culpas y por el pecado, pero pue-
de iniciar una nueva etapa, en el curso de la cual podrá vivir
de modo diverso, renovado y llamado a la libertad. El traba-
jo de repaso de su historia es posible si la relación entre el to-
xicómano y el sacerdote es suficientemente confiada.

8.1.4. Meditar la palabra de Dios


460. La escucha es indispensable, pero no es un fin en sí
misma. En efecto, no se trata de escuchar por escuchar,
porque la acogida de la palabra del otro, en el campo pas-

166
toral, es siempre una ocasión de discernimiento y de com-
promiso sobre lo que se dice. El silencio atento a la expre-
sión ajena es un requisito para que el sujeto pueda formular
lo que hasta entonces era implícito. Esta palabra íntima, a
través de la cual manifiesta su dolor y su esperanza de libe-
ración, podrá ser iluminada por la palabra de Dios. El sa-
cerdote deberá instruir, pero – conviene repetirlo – sin que-
rer ir demasiado de prisa, pretendiendo aportar soluciones
inmediatas a los problemas espirituales que se presentan.
Es importante que el sujeto pueda comprometerse en un
proceso de liberación avanzando a su ritmo.

461. También conviene que quien haga de guía esté Fuerte atención
atento a no proponer soluciones o dar consejos que puedan a las soluciones
y consejos que
ser interpretados como mandatos o prohibiciones, pues re-
conviene proponer
forzarían el rechazo interior del toxicómano en relación
con todas las exigencias, en vez de favorecer el desarrollo
del sujeto con la necesaria flexibilidad. En caso de fracaso o
de abandono del consejo escuchado, el toxicómano puede
hundirse y reprocharse su fracaso. Un sentimiento de im-
potencia y dependencia invade a veces su conciencia y lo
hace retroceder hasta el punto de recaer en la toxicomanía.
El equilibrio es frágil antes de que la personalidad se con-
solide psicológica y espiritualmente.

462. En ese contexto, el sacerdote debe ser consciente Hacer experiencia


del valor del signo que representa su persona. Si pronuncia de la Palabra de Dios
una palabra inoportuna, será interpretada como una pala-
bra infeliz de la Iglesia. La enseñanza de la palabra de Dios
debe ir acompañada de una experiencia de fe en el seno de
una comunidad que acoja con afecto a la persona herida.
Eso sólo puede suceder sobre la base de una profunda fe
personal, arraigada y vivida en la Iglesia. La relación afecti-
va con el toxicómano, que puede parecer una cierta depen-
dencia entre las personas, es importante y le permite acoger
la palabra del pastor. Crea un clima que permite establecer
vínculos necesarios para un verdadero trabajo pastoral. Es
oportuno que la catequesis se apoye en las diversas escenas
bíblicas que puedan iluminar la existencia del toxicómano
y hacerle entrever que también él está llamado a realizar un
camino de conversión para seguir a Cristo.

167
8.1.5. Estimular al sentido de la oración y de la vida sacra-
mental

463. Como hemos subrayado a lo largo de este estudio,


si el trabajo pastoral debe tener en cuenta todos los aspec-
tos de la toxicomanía, corresponde a los sacerdotes y a los
agentes pastorales prestar la ayuda original de la Iglesia, es-
pecialmente en los ámbitos espiritual y moral.

464. Son muchas las experiencias pastorales que se rea-


lizan con los toxicómanos, en ambiente abierto o en resi-
dencias, orientadas a una reinserción social; en esas expe-
riencias la vida diaria no sólo consta de actividades comu-
nitarias, sino también de tiempos de oración y de celebra-
ciones eucarísticas. No todos los toxicómanos están dis-
puestos a entrar en esta dinámica de recogimiento y medi-
tación de la palabra de Dios. Sufren en su cuerpo los do-
lores del síndrome de desintoxicación, pero también en
toda su personalidad. Descubren que, muy a menudo, han
tratado de curarse recurriendo a la droga. La experiencia
demuestra que muchos jóvenes acuden a ciertas comuni-
dades religiosas especializadas en la acogida a toxicóma-
nos para liberarse de su esclavitud. Perciben que se les to-
ma en serio en su solicitud de palabra, de estima de su
persona y de comprensión del enigma de lo que los ha lle-
vado a drogarse. Son conscientes de la necesidad de cam-
bio y liberación.

Vida comunitaria, 465. La experiencia comunitaria, fundada en una vida


experiencia de libertad evangélica y en la oración, representa un lugar en el que el
toxicómano puede llegar a ser libre. A través del testimo-
nio de las personas, puede descubrir el mensaje de Cristo
y escuchar la invitación a vivir plenamente en la dignidad
de los hijos de Dios. La celebración de la Eucaristía y la
oración abren itinerarios de vida. El descubrimiento del
amor de Dios permite recobrar la esperanza y comprome-
terse en el camino de una renovación espiritual.
Conocemos numerosas experiencias que se inspiran en es-
te proyecto y que se basan en una práctica del trabajo en
el seno de una comunidad religiosa. Todo toxicómano que
pide hospitalidad en estas comunidades debe aceptar sus

168
reglas y exigencias, que le ayudarán a volver a la realidad.
Gracias a una metodología basada en una rehabilitación
espiritual, a través de un itinerario marcado por la vida de
oración y la vida sacramental, se obtienen resultados muy
interesantes en las comunidades religiosas. Ciertos toxicó-
manos encuentran en estos lugares un marco y un apoyo
que les ayudan a recuperarse por sí solos. La organización
puede variar de una comunidad a otra. Es preciso alentar
este tipo de acogida, así como otras formas de ayuda a los
toxicómanos, tratando siempre de promover la dignidad
de la persona, y despertar en ella la conciencia de su liber-
tad y de sus responsabilidades con respecto a los valores
morales.

8.1.6. Comunicar la esperanza


466. Una actitud profundamente arraigada en la espe- Todo es posible
ranza cristiana es indispensable para tratar con personas to- con la gracia de Dios
xicómanas que viven en una « mentalidad de fracaso ».
Debemos testimoniar la esperanza que nos abre a un futuro
con Dios y que nos hace sentir en lo más íntimo de nuestro
ser el deseo de encontrar nuestra felicidad en la vida eterna
apoyándonos en la gracia del Espíritu Santo. Las
Bienaventuranzas nos trazan el camino que hemos de se-
guir a través de las pruebas que encontramos, para unirnos
a Cristo y comenzar, ya desde ahora, a vivir espiritualmente
lo que se nos ha prometido. La esperanza en la vida eterna Terapia
nos ilumina; y a partir de Cristo resucitado debemos recon- de la esperanza
siderar nuestra vida. En vez de insistir en los hechos de la
vida ordinaria, que pueden llevarnos a la desesperación,
precisamente a través de la presencia de Cristo y de su
mensaje sobre la vida eterna debemos comprender y orien-
tar nuestra existencia. Sólo en él y en la aspiración a la feli-
cidad que infunde Dios en el corazón de todo hombre éste
encuentra la fuerza para cambiar su estilo de vida. El hom-
bre que se queda solo con su infelicidad y su inclinación al
error, sin nadie que lo invite a levantarse, a elevar la mirada
y a recibir la palabra de Dios que es amor, tendrá dificultad
para librarse de una imagen que lo reduce a lo que hace.
No cesa de proyectar hacia el futuro su situación presente,
mientras Cristo nos muestra que es necesario cambiar la

169
perspectiva para encontrar la vida. El toxicómano, atrapa-
do en el engranaje alienante de la droga, se desalienta y se
subestima, dudando de que sean posibles una esperanza y
una alternativa a su situación. Ciertamente, su condición de
toxicómano es difícil; corre el peligro de resignarse, de ais-
larse, de alejarse de los demás y de perder la esperanza.
Pero ¿cómo dejarlo en este atolladero sin tratar de ofrecer-
le un enfoque espiritual gracias al cual pueda descubrir
que, para Dios, él vale más que su dependencia de la dro-
ga? Sabemos que la virtud de la esperanza nos saca de nos-
otros mismos y nos invita a confiar de nuevo en las prome-
sas de Cristo, cuyos primeros efectos podemos ya experi-
mentar en nuestra vida espiritual. Precisamente porque se
nos ha prometido la vida eterna, nuestra vida toma todo su
sentido y ha de vivirse dignamente.

467. Es preciso creer en la posibilidad de cambio y de


desarrollo de la persona, con la gracia de Dios. Este es el
punto de partida de la curación del toxicómano. Si la ma-
yoría de la gente desconfía de él, es necesario que encuen-
tre en el sacerdote y en el agente pastoral a discípulos de
Cristo que, como su Maestro, no apaguen « la mecha que
aún humea » y que le demuestren que confían en él. El to-
xicómano no tiene ya fe en el porvenir y siente una descon-
fianza fundamental respecto de sí mismo y de los demás.
Por eso, hace falta suscitar en él la esperanza de poder « re-
nacer ». En el lenguaje de las comunidades terapéuticas de
inspiración cristiana este tratamiento se llama « la terapia
de la esperanza ».

468. En la vida pastoral al servicio de los toxicómanos se


debe desarrollar, más que en cualquier otro caso, una peda-
gogía que tenga en cuenta las diversas situaciones. Por ello,
es indispensable tomarse tiempo, no ir demasiado de prisa.
La evangelización implica un proceso profundo que pone
en juego la capacidad del sujeto de integrar en su vida inte-
rior el mensaje del Evangelio. A ejemplo de Cristo, se trata
de invitar a una nueva forma de vida, respetando a la perso-
na. Dada la fragilidad del toxicómano, proponerle rápida-
mente objetivos demasiado elevados no puede por menos
de llevar al fracaso.

170
8.2. La espiritualidad de los peregrinos de Emaús
469. El toxicómano está decepcionado de sí mismo y de Una espiritualidad
todo lo que ha tratado de realizar. Le domina un sentimien- del descubrimiento
to de abandono. En estas condiciones, ¿qué espiritualidad progresivo de Dios
se puede proponer? Uno de los modelos más oportunos es
el de los peregrinos de Emaús (cf. Lc 24).

8.2.1. Jesús revela otra manera de vivir


470. Los peregrinos están contrariados y desalentados.
Se hallan profundamente decepcionados después de haber
alimentado en su interior muchas esperanzas. No han com-
prendido el camino por el que Jesús debía pasar. Después
de su muerte, Cristo entra de nuevo en su vida de modo
desconcertante, poniéndose a caminar con ellos e interro-
gándolos sobre su decepción y sus inquietudes. « Pero sus
ojos estaban retenidos para que no le conocieran » (Lc 24,
16). Permanecen encerrados en sí mismos. Están prisione-
ros de una visión que les impide abrirse a la vida inaugura-
da por la resurrección de Jesús, que ha vencido al mal, al
pecado y a la muerte.

8.2.2. Jesús camina con los desorientados


471. En el camino de Emaús, Jesús se une a los peregri-
nos, que están desesperados, y avanza con ellos. Está pre-
sente a su lado. Deja que le pregunten y da respuestas, pero
los discípulos, por falta de fe, no logran reconocer a Cristo,
que sólo se revela al final del camino en la fracción del pan,
signo de la presencia real y permanente del Salvador.

8.2.3. Jesús nos libra del pecado


472. El misterio de la cruz, a través de la cual Cristo acep-
ta llevar y asumir el pecado del mundo, es el centro del
anuncio cristiano. El mensaje evangélico nos recuerda que el
hombre no puede salvarse por sí solo, que necesita a Cristo y
las mediaciones de la Iglesia. El drama que se realiza en la to-
xicomanía no es sólo psicológico, en una especie de búsque-
da desenfrenada del placer, sino también espiritual.

171
8.2.4. Jesús interpreta los acontecimientos

473. Jesucristo es el guía de la humanidad en su camino


hacia Dios. De su resurrección brotan la esperanza y la cer-
teza de que el dolor y la muerte no son la última palabra de
la existencia humana. Jesús lo recuerda a los peregrinos de
Emaús interpretando el sentido de los acontecimientos que
los han decepcionado. Les muestra que no sirve de nada
soñar. Debemos recibir una vida y una esperanza que nos
da Dios. Debemos escuchar a Cristo que nos muestra el ca-
mino. En la experiencia de la droga el toxicómano a menu-
do se margina y no acepta que nadie le muestre el camino
que debe seguir.

474. « Él les dijo: “ ¡Oh insensatos y tardos de corazón


para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesa-
rio que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria? ”
Y, empezando por Moisés y continuando por todos los pro-
fetas, les explicó lo que había sobre él en todas las
Escrituras » (Lc 24, 25-27). Ciertamente, interpretar el sen-
tido de las expectativas humanas y la búsqueda de Dios en
los toxicómanos es un aspecto importante de la acción pas-
toral dirigida a ellos.

8.2.5. Jesús restituye su dignidad a los heridos por la vida


475. Acogida y respeto de las personas son actitudes que
se encuentran a menudo en el Evangelio. « Éste acoge a los
pecadores y come con ellos », murmuraban escribas y fari-
seos (Lc 15, 2). Jesús viene para « los pecadores y los enfer-
mos », para todos los que, limitados y a veces desfigurados
en su existencia, saben alimentar en su interior una espera
infinita, para que Dios venga a pesar de su pobreza. Una
pobreza que no es únicamente de índole material, sino que
afecta a todo el ser.

476. Sin embargo, los valores evangélicos de la acogida y


el respeto incondicional de las personas no significan una
aprobación de su estilo de vida. En efecto, a veces se crea
cierta confusión en la práctica pastoral y se falsea la rela-
ción con las personas que los sacerdotes o los agentes pas-

172
torales encuentran. Acogiendo a los drogados, algunos ten-
derían a quitar importancia, incluso a aprobar indirecta-
mente su modo de obrar, en nombre de un cierto pragma-
tismo o laxismo. Esa actitud a veces puede dar a entender
al toxicómano que se acepta su estilo de vida. Es preciso es-
timar a las personas, no su conducta y sus obras. El servicio
que la Iglesia debe prestar a los toxicómanos incluye la de-
nuncia de las conductas contrarias a su dignidad funda-
mental.

8.3. Cristo, fuente de vida


477. Desde luego, la curación de los toxicómanos exige Acción pastoral
un tratamiento médico y psicoterapéutico. Al recibir los orgánica
cuidados necesarios, se invita a los toxicómanos a entrar en
un itinerario espiritual que los sostendrá en sus progresos
terapéuticos. Ciertamente, es importante que los que los
acompañan pastoralmente conozcan bien su psicología; pe-
ro no tienen por qué llegar a ser especialistas del tratamien-
to y sustituir a los diferentes terapeutas que intervienen. Su
conocimiento los llevará a prestar su ayuda específica a los
drogados.

478. Hay diferencia entre los procedimientos médico, Llevar a reconocer


psicoterapéutico y pastoral. El ser profundo del hombre a Cristo
no puede ser fracturado141 por un proceso terapéutico,
porque es el lugar de encuentro entre el hombre y Dios.
El tratamiento médico busca curar al toxicómano. El aná-
lisis psicológico hace trabajar al paciente particularmente
en sus conflictos intrapsíquicos, en su historia, en las si-
tuaciones traumatizantes. La labor pastoral ayuda a la per-
sona a reconocer a Cristo y a seguirlo, tomando decisiones
que cambiarán su vida diaria, con la certeza de que la res-
puesta a la llamada del Señor es fuente de alegría y felici-
dad. El agente pastoral debe ser el testigo y el mensajero
de la esperanza del Evangelio, que es salvación y libera-
ción.

141
Cf. Pío XII, A los miembros del Congreso internacional de psicoterapia
y psicología clínica, en La Documentation catholique, n. 1146 (1953),
pp. 513-520; cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2522.

173
479. La misión pastoral constituye un acompañamiento
y un itinerario de curación interior de las personas. En ese
contexto, la pastoral no puede concebirse como una simple
intervención de tipo humanitario o un servicio social, que
permitiría más tarde llegar a una perspectiva cristiana. La
acción pastoral se justifica por sí misma. Trata de aliviar los
sufrimientos y crear espacios donde puedan renacer perso-
nas heridas en su ser o en su dignidad. Precisamente con
esa perspectiva la Iglesia crea estructuras sociales y partici-
pa en el esfuerzo de civilización, dentro de cualquier socie-
dad. Entre las angustias y las alegrías de este mundo, la
Iglesia no cesa de testimoniar que el fin último de la exis-
tencia es la participación en el misterio de Cristo, muerto y
resucitado.

174
CONCLUSIÓN

480. El Papa Juan Pablo II, a lo largo de los últimos El Magisterio del Papa
años, ha recordado en repetidas ocasiones la atención que Juan Pablo II
la Iglesia dirige al fenómeno de la droga, destacando los
desafíos que debe afrontar todo hombre de buena voluntad
en relación con las redes de la toxicomanía y con los droga-
dos mismos.

481. « El fenómeno de la droga es un mal particularmente La droga,


grave. Numerosos jóvenes y adultos han muerto o van a un fenómeno grave
morir por causa de ella, mientras que otros se hallan dismi-
nuidos en su ser íntimo y en sus capacidades. El recurso a
la droga entre los jóvenes tiene múltiples significados. En Los jóvenes son
los momentos delicados de su crecimiento, la toxicomanía los más expuestos
tiene que considerarse como el síntoma de un malestar
existencial, de una dificultad para encontrar su lugar en la
sociedad, de un miedo al futuro y de una fuga hacia una vi-
da ilusoria y ficticia. El tiempo de la juventud es un tiempo
de pruebas e interrogantes, de búsqueda de un sentido pa-
ra la vida y de opciones que comprometen el futuro. El in-
cremento del mercado y del consumo de drogas demuestra
que vivimos en un mundo sin esperanza, carente de pro-
puestas humanas y espirituales vigorosas. Como consecuen-
cia de ello, numerosos jóvenes piensan que todos los com-
portamientos son equivalentes, pues no llegan a distinguir
el bien del mal y no tienen el sentido de los límites morales.

482. Aprecio los esfuerzos de los padres y los educado- Necesidad de apoyar
res por inculcar en sus hijos los valores espirituales y mora- a los padres
les, para que se comporten como personas responsables.
Lo hacen frecuentemente con valentía, pero no siempre se
sienten apoyados, sobre todo cuando los medios de comu-
nicación social difunden mensajes moralmente inacepta-
bles, (…) que consideran la violencia y a veces la droga
misma como signos de liberación personal.

483. El miedo al futuro y al compromiso en la vida adul-


ta que se observa entre los jóvenes los hace particularmente
frágiles. A menudo no se los alienta a luchar por una vida

175
recta y hermosa; tienden a encerrarse en sí mismos. No se
debería subestimar el efecto devastador que ejerce el des-
empleo, cuyas víctimas son los jóvenes en proporciones in-
dignas de una sociedad que quiere respetar la dignidad hu-
mana. Ciertas fuerzas de muerte los impulsan entonces a
entregarse a la droga, a la violencia y a llegar a veces hasta
el suicidio. (…) Demasiados jóvenes están abandonados a
su suerte, y no se benefician de una presencia atenta, de un
hogar estable, de una escolaridad normal, y tampoco de un
ambiente socio-educativo que los impulsen a hacer un es-
fuerzo intelectual y moral, y les ayuden a forjar su voluntad
y a controlar su afectividad ».142

La Carta de los 484. A su vez, la Carta de los agentes de la salud resume


Agentes de la así las causas de la toxicomanía: « La droga o toxicodepen-
Salud y las causas
dencia es casi siempre la consecuencia de una reprobable
de la toxicomanía
evasión de la responsabilidad, una contestación apriorística
contra la estructura social que es rechazada sin propuestas
productivas de razonables reformas, una expresión de ma-
soquismo motivada por la carencia de valores. Quien se
droga no comprende o ha perdido el sentido y el valor de la
vida, exponiéndola así a riesgos y peligros, hasta perderla:
muchos casos de muerte por sobredosis son suicidios volun-
tarios. El drogado adquiere una estructura mental nihilista,
prefiriendo superficialmente el nada de la muerte al todo de
la vida ».143

485. Desde el punto de vista ético, la Carta reafirma la


enseñanza del Papa Juan Pablo II, según el cual « drogarse
es siempre ilícito, porque comporta una renuncia injustifi-
cada e irracional a pensar, querer y obrar como persona li-
bre ».144 Tratándose de la labor de recuperación del toxicó-
mano, la Carta precisa que es importante « el esfuerzo de
conocer a la persona y comprender su mundo interior; con-
ducirlo hasta el descubrimiento o al redescubrimiento de la
142
Juan Pablo II, A los participantes en el Congreso internacional sobre la
toxicomanía, 11 de octubre de 1997, nn. 3-4, en L’Osservatore
Romano, edición en lengua española, 24 de octubre de 1997, p. 11.
143
Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, Carta de los Agentes
de la Salud, n. 93.
144
Ibid., n. 94.

176
propia dignidad del hombre, apoyarlo para que le resuciten
y crezcan, como sujeto activo, aquellos recursos personales
que la droga había sepultado, mediante una segura reacti-
vación de los mecanismos de la voluntad, dirigida hacia fir-
mes y nobles ideales ».145

486. Por último: « La droga va contra la vida. “ No se


puede hablar de la libertad de drogarse ni del derecho a la
droga, porque el ser humano no tiene la potestad de perju-
dicarse a sí mismo y no puede ni debe jamás abdicar a la
dignidad personal que le viene de Dios ” y menos aún tiene
facultad de hacer pagar a los otros su elección ».146

487. La Iglesia ve en la dependencia de la droga una de- La Iglesia alza su voz


gradación de la persona, que tiene dificultad para construir
su vida y aceptar su historia personal. Se pueden citar mu-
chos y diversos casos. Por ejemplo, ciertos jóvenes y adul-
tos que gozan de condiciones de vida satisfactorias se entre-
gan a la droga con la esperanza de encontrar un bienestar
mayor, que supere las contingencias de la vida diaria. Las
condiciones sociales en las que se hallan muchas personas
les impulsan a veces a la desesperación y es comprensible
que sientan la necesidad de liberarse de los sufrimientos de
su vida, por desgracia mediante recursos artificiales que no
pueden resolver los problemas. Queremos ser particular-
mente solidarios con todas estas personas ayudándoles a
encontrar modos de vida más dignos humanamente y más
benéficos espiritualmente. Con este fin conviene que las co-
munidades locales estén atentas y se comprometan en la lu-
cha contra la toxicomanía. En efecto, la Iglesia, que com-
parte el amor de Dios a los hombres, no quiere permanecer
indiferente ante la dependencia de la droga, que destruye a
las personas y golpea fuertemente a las familias.

488. Cristo, el Hijo de Dios, se encarnó. Él nos revela el La acción pastoral


amor de Dios, un amor que nos abre los caminos de la vida transmite la esperanza
eterna. Con la fuerza de esta Buena Nueva, los cristianos
saben que no hay que desesperar y que toda persona puede

145
Ibid., n. 95.
146
Ibid., n. 96.

177
encontrar un camino de conversión. Precisamente en esta
perspectiva la acción pastoral puede aportar una contribu-
ción específica contra el azote de la toxicomanía. La prácti-
ca de los valores morales y espirituales ofrece recursos para
llevar a cabo las transformaciones necesarias. Esos valores
constituyen puntos de referencia para construir la propia
existencia. Son fuentes de inspiración y renovación.
Proponen tres objetivos pedagógicos a partir de los cuales
podemos tratar de afrontar el desafío de la toxicomanía: ali-
mentar la vida interior, estimular al sentido moral de la
conducta y llegar a ser libres.

Formación 489. Los educadores deben comprender que es impor-


en la vida espiritual tante trabajar en el desarrollo de la vida interior de cada
uno gracias a la llamada a una vida digna y responsable por
parte de los adultos en los que los jóvenes confíen, y gracias
a la transmisión de un saber espiritual. También la educa-
ción en la oración contribuirá al enriquecimiento del espa-
cio interior.

490. Por último, llegar a ser libres es uno de los objeti-


vos principales de la educación de la persona humana. El
Educar en el sentido ejercicio de la libertad se aprende. Es necesario saber elegir
de la libertad para realizar actos que correspondan a la dignidad del ser y
a la verdad, lo cual puede llevar incluso a renunciar a cier-
tas satisfacciones por un bien superior. En el encuentro con
Dios, el toxicómano, como cada uno de nosotros, puede es-
cuchar las palabras del Padre: « Tú eres mi hijo ».

178
APÉNDICE

DOCUMENTOS PARA COMPRENDER


Y ACTUAR EN LA PASTORAL

1. LOS PRODUCTOS

1.1. Los efecto de los Inhalantes

491. Los productos inhalantes son utilizados sobre todo por adolescentes o
personas que no disponen de bastante dinero para comprar drogas, la cuales
cuestan mucho.

492. El éter, la gasolina, los pegamentos, los quitamanchas, los gases de ae-
rosol para quitar el polvo de las pantallas de ordenador, el protóxido de nitró-
geno o gas hilarante son los inhalantes más comunes. Algunos de ellos se con-
centran en bolsas de plástico, o también en globos hinchados, para respirar
mejor sus vapores. Estos productos producen una sensación de embriaguez,
de euforia, trastornos visuales y auditivos. Provocan también dolores de cabe-
za, daños o secuelas neurológicas (trastornos del comportamiento y amnesia),
trastornos digestivos, pulmonares y renales, fallos cardíacos, coma y muerte.
El toxicómano cae con facilidad en una dependencia psicológica y física de
los inhalantes.

1.2. Los efectos del cannabis

493. El cannabis no es un producto irrelevante, sino que conlleva alteracio-


nes cerebrales e influye en el comportamiento.
El cannabis provoca una transformación de las percepciones, un relajamien-
to interior que implica sobre todo una pérdida de control de sí, una disminu-
ción de los reflejos, una alteración de la concentración, una disociación de las
ideas, errores de evaluación del tiempo y del espacio, ilusiones visuales y auditi-
vas, comportamientos impulsivos irresistibles.
El uso repetido causa alucinaciones y angustias, la personalidad se debilita y
se desmotiva.
El consumo excesivo de cannabis provoca una embriaguez que engendra:
– 1) una fase de excitación y euforia;
– 2) una fase de confusión mental;

179
– 3) una fase de relajación completa, que corresponde a una eliminación de
la inhibición;
– 4) una fase depresiva en la que el individuo se encuentra abatido y apáti-
co.
A largo plazo el cannabis es origen de enfermedades de los bronquios.
Desencadena también ciertos tipos de depresión.
La alteración de las células cerebrales causada por el cannabis provoca gra-
ves trastornos psíquicos y del comportamiento que pueden llegar incluso a cri-
sis de pánico.

1.3. Los efectos del L.S.D. 25


494. El L.S.D. provoca alucinaciones muy fuertes. Engendra alteraciones im-
portantes de la percepción visual, auditiva y táctil. Los efectos del producto co-
mienzan a sentirse en un tiempo que va de una media hora a dos horas después
de la ingestión. El estado psíquico bajo el efecto del L.S.D. se vive como un
« viaje interior » que es un delirio en tres fases:
1) Al inicio náuseas, sensaciones de vértigo, de frío y de calor.
2) Una pérdida de contacto con la realidad, que se traduce en visiones, per-
cepciones completamente deformadas de los colores, pérdida del sentido espa-
cio-tiempo. El sujeto pasa por estados de conciencia opuestos: de la euforia a la
depresión, de la risa a las lágrimas. El efecto alucinatorio es tan fuerte que el in-
dividuo puede creerse un pájaro y lanzarse desde lo más alto de un edificio o de
un acantilado para volar. Puede sentirse amenazado y agredir a la gente en la
calle, o, por último, escuchar voces interiores que lo incitan a mutilarse.
3) La vuelta a la realidad, que se produce en un plazo de tiempo que va des-
de ocho horas hasta doce desde la ingestión del producto, es dolorosa. El sujeto
se siente cansado y muy perturbado. El uso de L.S.D. puede desarrollar una pa-
tología psiquiátrica, por ejemplo esquizofrenia o paranoia.

495. Las moléculas de L.S.D. pueden fijarse en el cerebro y activarse varios


días después, provocando de nuevo un estado de pérdida de contacto con la re-
alidad.

1.4. Los Efectos del Éxtasis


496. El éxtasis se consume sobre todo en los locales nocturnos, en los rave
party y en otras veladas. El producto se consume para permanecer despiertos el
mayor tiempo posible, para estar en forma, para comunicar fácilmente y para

180
aumentar la propia sensualidad. La dependencia psíquica y física es muy fuerte.
El éxtasis provoca trastornos psíquicos que duran varios días: alteración de la
memoria, ansiedad, actitud violenta. Pueden sobrevenir paros cardíacos. La
vuelta a la realidad es muy dolorosa; el sujeto pasa por una fase depresiva, lo
cual puede llevarlo a querer consumir otros productos para recuperarse.

1.5. Los efectos de la Heroína


497. La inyección de heroína produce un efecto inmediato. Al inicio se tiene
una sensación de placer, de relajación y de gran pasividad, con la impresión de
estar sumergidos en el interior de sí mismos. Este estado de bienestar puede
durar varias semanas. El sujeto aumentará regularmente las dosis. Es completa-
mente dependiente y esclavo del producto. Una parte de su existencia se orga-
niza en torno al producto.

498. Los efectos nefastos de la heroína sobre el cerebro y sobre el organismo


son importantes: complicaciones respiratorias, aceleración del ritmo cardíaco,
problemas gástricos, urinarios, edema pulmonar en caso de sobredosis, seguido
de muerte. El toxicómano sufre crisis de abstinencia: dolores musculares, dia-
rreas, temblores, deshidratación, crisis de violencia y sentimiento de angustia.
Es importante intervenir en el plano psicológico, porque el sujeto dependiente
de este producto no logrará liberarse de él. La fase de desintoxicación es delica-
da; debe ser seguida con una atención y una ayuda particulares.

1.6. Los efectos de la Cocaína


499. La cocaína da la sensación de aumento del propio potencial físico e in-
telectual. El producto provoca fuertes estimulaciones. Tras su consumo se si-
guen períodos depresivos que impulsan al sujeto a buscar aún más el producto.
La cocaína genera experiencias alucinatorias, delirios, temblores y paros cardía-
cos en caso de sobredosis.

500. Las personalidades que presentan un núcleo psicótico son las que se
sienten atraídas por la cocaína.

1.7. Los efectos del Crack


501. El crack provoca a menudo efectos irreversibles sobre el cerebro. El
crack es un estimulante-euforizante que desencadena un estado de excitación y
gran agitación. El sujeto se pone muy activo y violento. Puede caerse de cansan-
cio y entrar en una fase depresiva. Desarrolla graves trastornos psiquiátricos.

181
VOCABULARIO

502.

El drogado
El drogado es una persona que usa un estupefaciente de manera irregular

El toxicómano
El toxicómano es esclavo del uso de uno o varios productos de los cuales es
dependiente; organiza su existencia en torno a la búsqueda y al consumo de la
droga.

La dependencia
La dependencia es el hecho por el cual una persona no logra vivir sin un
producto.
Es:
– física, a menudo vinculada a la absorción de opiáceos (heroína…) o medi-
camentos (por ejemplo, barbitúricos), que engendra estados de abstinencia
cuando se deja de consumir el producto.
– psíquica: es una necesidad psicológica de reiterar la dosis de una o más
drogas, lo cual conlleva un sentimiento de frustración y de angustia cuando se
suprime el consumo.
La dependencia puede ser a la vez física y psicológica.

La tolerancia
Es el hecho de verse constreñidos a aumentar las dosis de un producto para
obtener los mismos efectos. Eso es verdad en especial para los opiáceos (sobre
todo, heroína) o el crack.

La habituación
Es la dependencia psíquica estándar debida a un consumo repetido de una
droga.

Hábito
Se trata de un estado suscitado por la toma repetida de una droga que gene-
ra una dependencia a la vez psíquica y física.

182
La desintoxicación
Es la acción que consiste en hacer cesar voluntariamente, o contra su vo-
luntad, la toma de un producto. Eso implica crisis de abstinencia que exigen
una vigilancia médica para toxicómanos graves, con el fin de suprimir espe-
cialmente la necesidad física del producto y los eventuales efectos secunda-
rios.

La sobredosis

Es una dosis excesiva. Se trata de una absorción de droga que el organismo


no puede tolerar, a menudo a causa de la calidad del producto y no de su canti-
dad. La sobredosis provoca consecuencias físicas graves, que pueden llegar in-
cluso hasta la muerte del sujeto.

La droga

En líneas generales, la droga es una sustancia de origen natural o fabricada


por síntesis química, que, cuando se consume, modifica el comportamiento hu-
mano y actúa sobre su sistema nervioso central. Esta definición abarca tanto las
drogas lícitas como las ilícitas. El fenómeno de intoxicación implica también el
concepto de abuso.

Los estupefacientes

Los estupefacientes son las drogas ilícitas. Son aquellas cuyo abuso es con-
denado por las convenciones internacionales y las legislaciones nacionales.

Los estimulantes

Los estimulantes son productos que excitan el sistema nervioso central, ha-
cen retroceder los límites físicos del cansancio y dan la impresión de aumentar
las facultades intelectuales.

Los psicótropos
En sentido amplio, este término designa productos de origen químico o sin-
tético (medicamentos, anfetaminas, éxtasis, etc.), cuya clasificación como estu-
pefacientes puede ser variable (productos prohibidos y medicamentos), pero
cuyo abuso los convierte en droga.

183
Los depresores
Los depresores son productos que ralentizan las actividades del cerebro y
tienen efectos analgésicos sobre el cuerpo humano. Pueden entrañar conse-
cuencias sobre el sistema cardiovascular y sobre el sistema respiratorio.

Los euforizantes
Son sustancias que provocan en un primer momento una especie de embria-
guez, una excitación, un éxtasis tranquilo y una tendencia a la hilaridad.

Los perturbadores
Se trata de productos que alteran la actividad del cerebro. Modifican las
percepciones visuales, sensoriales y cognoscitivas, generan un enfoque disconti-
nuo del espacio y del tiempo, que provoca a veces alucinaciones.

Los precursores
Son productos de composición química, utilizados para transformar esen-
cialmente los productos naturales en productos estupefacientes ilícitos o para
cortar los productos ya transformados.

184
2. ¿CÓMO INTERVENIR?

2.1. ¿Cómo reconocer a un joven con dificultades?

503. Se aísla de su familia y de sus amigos habituales.


Frecuenta jóvenes que también tienen dificultades.
Es agresivo.
Pierde el contacto con los adultos.
Se ausenta a menudo de la escuela.
Se encierra en el mutismo.
Se alimenta poco y mal.
Lleva una vida desfasada: vive de noche y duerme de día.
No se puede confiar en lo que dice, y muestra cierta mala fe al reconstruir la
realidad.
No soporta la más mínima crítica contra él.
Es insensible ante la inquietud y el sufrimiento que produce entre sus pa-
rientes.

2.2. ¿Por qué se drogan los jóvenes?


504. Los jóvenes se drogan para:
– buscar la evasión,
– procurarse placer,
– experimentar sensaciones nuevas,
– evaluar sus límites,
– integrarse en un grupo,
– estar bien con los demás,
– calmar una inquietud interior,
– huir de su soledad,
– miedo de su autonomía,
– violar una prohibición,
– seguir el ejemplo de sus padres,
– huir de una situación difícil,
– preferir lo imaginario a la realidad,
– multiplicar los placeres hasta destruirse,

185
– pérdida de interés en la vida,
– compensar una dificultad de relaciones sociales.

2.3. ¿Cómo hablar a los jóvenes de los peligros vinculados a la droga, al tabaco y
al alcohol?

505. Es preciso saber encontrar la actitud justa para poner en guardia a los
jóvenes contra los peligros del uso de diversos productos para su salud. No tie-
nen el sentido del tiempo; están convencidos de que tienen toda la vida por de-
lante y que, mientras esperan, pueden usar todos los productos en función de
sus deseos. No quieren renunciar a los placeres inmediatos para ganar algunos
años más de vida. La prohibición simplemente enunciada, sin ser asumida pe-
dagógicamente y recordada en caso de transgresión, no es eficaz; no hace más
que incitar al adolescente a actuar.

506. Hay cuatro argumentos que convencen sobre todo a los jóvenes:

507. 1. La pérdida de su libertad. Llegar a ser dependientes, no poderse ya


controlar, no ser dueños de sus propios actos bajo el efecto de un producto, de-
jarse poseer, no agrada a los jóvenes.

508. 2. Son manipulados. El hecho de saber que ciertas organizaciones ma-


fiosas se enriquecen gracias al consumo de droga de los jóvenes y tratan de ex-
plotarlos, y les mienten, provoca en los jóvenes una reacción.

509. 3. Se acaba por arruinar el cuerpo. Los jóvenes son muy sensibles a su
cuerpo y su aspecto físico. Descubren que el alcohol los hace engordar, que el
tabaco arruina los dientes y la piel, y que las drogas afean el rostro y lo entene-
brecen.

510. 4. Están menos en forma. El uso de diversas sustancias (drogas, tabaco,


alcohol) les hace perder la forma muscular; se hacen menos resistentes y menos
competitivos. Se sienten disminuidos y normalmente no les gusta verse reduci-
dos a la impotencia física y deportiva.

2.4. ¿Qué deben decir los padres cuando descubren que su hijo se droga?

511. Por lo general, los padres se angustian cuando descubren que su hijo se
droga. La familia entra en crisis. Los padres experimentan una sensación de fra-
caso y se preocupan por la salud de su hijo. El hijo, o la hija, ve a sus padres co-

186
mo intrusos y cree que se entrometen en su mundo. Los hijos no comprenden
el sentido de la prohibición que los padres pueden enunciar para llevarlos a de-
jar de consumir la droga. Conviene invitar a los padres a tomar la iniciativa del
diálogo, aunque la situación del joven o de la familia sea tensa. Ésta será indu-
dablemente la primera vez que el joven escuche una palabra de un adulto sobre
el tema de la droga.

512. Los padres deben expresar lo que sienten: sus preocupaciones por la
salud y la libertad de su hijo o hija. Deben decir muy claramente que no admi-
ten que ciertos productos se conserven o consuman en casa (lo cual constituye
una transgresión de la ley), que prohiben a su hijo comerciar con la droga y re-
cibir amigos que transporten. La invitación a cumplir la ley en el propio hogar
es un elemento que los forma de modo particular.

513. La ingestión de droga puede esconder un problema depresivo, de des-


estima personal, o una personalidad frágil que se deja fácilmente influenciar. En
este caso, los padres pueden aconsejar al hijo que encuentre alguien que le ayu-
de: un médico, un educador, un sacerdote, un amigo que conozca los proble-
mas planteados por la droga.

514. La « recuperación » de un hijo o una hija que ha caído en la droga pue-


de requerir tiempo: desde algunas semanas hasta varios meses. Durante este pe-
ríodo es importante conservar la misma actitud y el mismo discurso, evitando,
si es posible, perder el contacto con el joven.

515. La vida familiar debe seguir normalmente. Es preciso procurar que se


respete el ritmo de vida: actividad escolar, trabajo. Nunca se debe dar dinero al
hijo para que consiga droga, ni siquiera de modo excepcional para calmar un
estado de dependencia. Es preciso compensar su dificultad con una presencia
más afectuosa, comprándole ropa (un modo de cuidar su cuerpo), preparándo-
le comidas completas y asociándolo a la vida de la familia y de los amigos. Pero
en caso de fuerte crisis de abstinencia hace falta la ayuda de un médico o de un
acompañamiento social (centro de acogida, o de acogida pastoral especiali-
zada).

187
3. ENFOQUES PASTORALES

3.1. Las apuestas existenciales del toxicómano

516. El toxicómano a menudo no quiere renunciar a ciertas gratificaciones


afectivas de la infancia para acceder a las satisfacciones superiores propias de la
madurez psíquica. Pero para que esta operación tenga éxito, también es necesa-
rio integrar las frustraciones inherentes a la vida y no ser esclavos de deseos
narcisistas perversos. Cuando no se dan estos dos pasos (renuncia a la infancia
y aceptación de las frustraciones) y la cultura dominante no anima a profundi-
zar la propia vida interior, la personalidad corre el riesgo de no tener capacidad
de elaboración e introspección. En este contexto, el yo del toxicómano queda
débil y no tiene los recursos necesarios para afrontar, por sí solo, las múltiple
presiones internas y externas.

517. El recuerdo de estas diferentes realidades psicológicas es necesario para


poder realizar la apuesta de la asistencia espiritual y pastoral del toxicómano.
Así, la mentalidad del toxicómano lleva con frecuencia a actitudes de encerra-
miento en sí mismo que es preciso educar para abrir la personalidad a la vida y
a su desarrollo. Resumimos aquí brevemente estas actitudes a través de algunas
tendencias.
1 – Comportamiento impulsivo: los toxicómanos lo quieren todo, y lo quie-
ren en seguida; no soportan ni la espera ni la actividad mental de larga dura-
ción, que les resulta pesada. Tratan de satisfacer deseos que, en sí mismos, no
pueden ser satisfechos. Eso explicaría sus actitudes y el ritual obsesivo que si-
guen cuando consumen droga, a la cual, además, atribuyen poderes sobrenatu-
rales y mágicos.
2 – Falta de tolerancia frente a frustraciones.
3 – Inestabilidad afectiva.
4 – Alteración de la identidad.
5 – Juicio erróneo sobre sí mismos, por exceso o por defecto de estima de sí.
6 – Estado depresivo habitual, con la exigencia de dependencia respecto de
grupos y líderes, y una relación devaluada con sus semejantes. Esta actitud se
expresa a veces a través de un carácter paranoico de la personalidad.
7 – El toxicómano, influenciable de un modo u otro, se identifica con la opi-
nión de la última persona que le ha hablado, signo de una ambivalencia y una
fluctuación en los deseos y en los pensamientos.
8 – Inquieto, inestable, lo desea todo con avidez y a veces con angustia.

188
9 – Por la escasa estima de sí, se siente por lo general amenazado y pone en
duda el valor de su existencia: « Más valdría no haber nacido ».
10 – El toxicómano vive en la insatisfacción y en la tensión producida por su
« autodepreciación » crónica.
11 – En general es crédulo, abierto, generoso, incapaz de decir « no »; tien-
de a hacer muchos proyectos, pero lo deja todo a mitad de camino. Reacciona
como « niño mimado », exigente, egoísta, sin sentido de culpabilidad.
12 – Carece de motivaciones: no puede contar con su voluntad, dado que es-
tá minada por las agresiones masoquistas; su yo debilitado genera un sentimien-
to de impotencia y a veces de rebelión.
13 – En ciertos sujetos el nivel de comprensión es escaso, debido a que tie-
nen un bagaje intelectual limitado, sobre todo porque la mayoría de ellos no
suelen acabar sus estudios.
14 – El toxicómano no está convencido de la fuerza del bien; a excepción de
la droga, no sabe a qué otra cosa agarrarse en la vida.
15 – No suele manifestar interés por las personas y las cosas.
16 – Su inteligencia está dominada principalmente por todo lo que se refiere
a la droga.

518. La reflexión pastoral debe tener en cuenta esas diversas características,


no como categorías psicológicas, sino como expresiones del comportamiento,
para comprenderlas mejor. Sin embargo, esta comprensión no puede reducirse
a una actitud pasiva; más bien, invita a comprometerse en una pedagogía que
consiste en ayudar al toxicómano a revisar su vida. Éste, con frecuencia, se en-
cuentra prisionero de las costumbres sociales de moda, que reservan un lugar
casi exclusivo a las emociones. En nuestras sociedades, dominadas por los me-
dios de comunicación social, se busca demasiado lo emocional. Es necesario
pensar y no limitarse a sentir,147 creyendo que las realidades sólo existen en la
medida de la subjetividad. Las realidades existen en sí mismas y de manera rela-
tivamente autónoma. No son las intenciones y los deseos los que las hacen exis-
tir. Cuando la conciencia se encierra únicamente en la emotividad, desaparece
la distancia entre las diferentes realidades de la vida y el sujeto que las percibe.
Esa distancia, que permite reconocer a cada uno su libertad, sólo puede lograr-
se gracias a la inteligencia y a un trabajo de conceptualización. La toxicomanía
a menudo es estimulada por un defecto de reflexión y por una dificultad para
acceder a las operaciones simbólicas de la racionalidad.

147
Cf. Fides et ratio, cap. VII, en particular nn. 80-89.

189
519. La formación de la inteligencia, por la búsqueda del sentido de la ver-
dad y el trabajo de reflexión conceptual, es una etapa importante en la preven-
ción contra la toxicomanía. Corresponde a la educación fomentar en los jóve-
nes la estructuración de su pensamiento y de su ser.

3.2. Cómo organizar la ayuda pastoral


520. El equipo constituido por un sacerdote y agentes pastorales especializa-
dos en los problemas de toxicomanía debe actuar con el deseo de ayudar a la
persona a liberarse de la droga. Los agentes pastorales deben asumir esta res-
ponsabilidad con una preocupación de formación y control de las relaciones y
de las actividades en las que están comprometidos. También deben vivir esta la-
bor pastoral en la oración y una vida espiritual centrada en el servicio a los heri-
dos por la vida que dependen de la droga. Se trata de un servicio encaminado a
devolver a estas personas su libertad humana y su dignidad.

521. Puede haber tres tipos de ayuda a los jóvenes dentro de las actividades pas-
torales (catequesis y actividades varias), de las escuelas católicas y de las iniciativas
de los profesores de religión. Estas actividades pueden realizarse también dentro
de un centro de acogida pastoral para la prevención del consumo de drogas.

522. Actividades que se pueden organizar:


1 – Encuentros personales con un adulto, que permitan al joven hablar de sí
mismo, de sus problemas y de su consumo de droga.
2 – Actividades de grupo: reflexiones e intercambios de puntos de vista; se-
siones de trabajo sobre el cuerpo (salud, percepción corporal, bailes y juegos de
expresión, teatro) actividades creativas: pintura, escritura; actividades deporti-
vas: hípica, montaña, esquiar; convivencias.
3 – Trato con animadores especializados en todos los problemas planteados
por la droga.

523. La ayuda puede prestarse también creando equipos que vayan a encon-
trarse con los jóvenes en la calle y en los lugares que frecuentan los drogados.
En este caso, dos animadores salen juntos y abordan a los jóvenes, presentándo-
les sus actividades y entregándoles un papel con la dirección del centro de aco-
gida y las posibilidades que en él se ofrecen: ir a comer, servirse del baño, pasar
una noche al abrigo, encontrarse con alguien para hablar, recibir un consejo,
ser orientados hacia un servicio médico, encontrar un mediador que sirva de
contacto entre el joven y sus padres. En cualquier caso, los agentes pastorales
deberán abordar a los jóvenes con respeto, manifestándoles confianza y estima.

190
3.3. Enseñar y vivir el cambio con el toxicómano
524. Hemos descrito la situación de espíritu que debe animar la acción pas-
toral; ahora veremos los encuentros que pueden realizarse en reuniones sema-
nales o en régimen residencial, incluso en régimen semi-residencial.

3.3.1. Los encuentros


525. Pueden ser de varios tipos: individuales, en grupo, en familia o en co-
munidad. Se pueden utilizar varios métodos, pero conscientes de que deben ir
siempre encaminados a facilitar las relaciones en un grupo y en la vida común,
así como a ayudar a la persona que debe aprender a construir su vida y sus rela-
ciones de manera responsable y autónoma en el seno de la sociedad. Se trata de
una condición para despertar en él la conciencia de sí y el sentido de los otros.

3.3.2. En el marco comunitario o de grupo de pertenencia


526. El conocimiento y el descubrimiento de sí son elementos importantes
para iniciar un cambio profundo, que corre el riesgo de ser frágil y estar a me-
nudo sometido a prueba en la vida diaria. El agente pastoral debe enseñar a los
toxicómanos a abordar los problemas de cada día y a afrontar las dificultades
en las relaciones. La participación regular o episódica en experiencias comuni-
tarias permite a cada uno acercarse serenamente a los demás y afrontar las in-
evitables exigencias de toda vida en común. Se trata ante todo de aprender a
abrirse a los demás y a tomar decisiones significativas para sí mismos y para su
existencia.

527. Ciertos factores favorecen la calidad de la vida común y desarrollan la


capacidad de cambio. Permiten a la persona confrontarse con datos objetivos y
aprender a hacer opciones en función de los valores que trascienden al sujeto.
Pueden servir como criterios con el fin de valorar el obrar humano. Son los si-
guientes:

Una visión antropológica clara

528. Para provocar el cambio no basta poseer una metodología bien definida
y utilizar las técnicas de modo adecuado; es necesario tener una visión integral
del hombre, que abra un horizonte y una esperanza.

529. Nuestra visión del hombre se inspira en el Evangelio. La persona está


llamada a la eternidad feliz con Dios. Nunca se la puede tratar como un obje-

191
to. En toda circunstancia conserva su dignidad, incluso cuando se pierde en
desviaciones que pueden desfigurar en parte su humanidad. La gracia de la
Redención es para todo ser, el cual puede siempre beneficiarse de ella. En un
mundo que no sabe perdonar ni brindar una nueva posibilidad a quien se ha
alejado del buen camino, la Iglesia es un lugar en donde toda persona se sabe
acogida; quiere ayudar al hombre herido a recuperarse. El sufrimiento, que
forma parte de toda vida humana, debe entenderse y compartirse. En cierto
sentido, todos estamos comprometidos y somos solidarios con el sufrimiento
ajeno.

Reconocer la necesidad de ayuda


530. El toxicómano tiende a negar la gravedad de su situación y a encerrarse
en sí mismo; suele creerse una víctima, atribuyendo a otras personas, o incluso
a la sociedad entera, la responsabilidad de su situación, justificando así sus fra-
casos. Un diálogo serio y una vida común exigente le permiten afrontar la ver-
dad y tomar conciencia de su responsabilidad.

Aprender y reconocer, comprender, expresar sus emociones y sentimientos


531. El uso de estupefacientes, por ser un acontecimiento emocional muy in-
tenso, reduce la sensibilidad a los detalles de la vida normal: la belleza de la na-
turaleza, el valor de los pequeños gestos, el reconocimiento que se recibe cuan-
do se asumen responsabilidades. En compensación, muchas situaciones provo-
can ansiedad o miedo. La vida emocional se debilita y el sujeto suele sentirse
deprimido o eufórico.

532. El sentimiento de inferioridad, de ineptitud, de culpa, de indignidad o


de falsa seguridad, la necesidad de disimular, la imposibilidad de ser sincero o
de decir la verdad, incluso con respecto a las personas que ama, son elementos
que llevan a una incapacidad de reconocer sus sentimientos y a usar de ellos co-
rrectamente.

533. Así pues, la emotividad y la afectividad deben ser reeducadas para que
el individuo sea capaz de expresar de modo adecuado lo que experimenta. El
agente pastoral deberá tratar de impulsarle a hablar de sus afectos, de sus preo-
cupaciones y estados de ánimo, en vez de limitarse a pasar a la acción. Al inicio,
este esfuerzo para hacerle hablar no resulta fácil, sobre todo con personalidades
acostumbradas a pasar inmediatamente a la acción sin tomarse tiempo para re-
flexionar. Por eso, el educador debe ofrecerles una mediación entre lo que ex-
perimentan o desean y lo que es realizable y bueno.

192
534. La palabra es una mediación que permite unir la vida interior y el mun-
do exterior. Los toxicómanos por lo general no logran tomar esa distancia, que
sólo es posible gracias a la palabra. Precisamente por eso el toxicómano busca a
menudo relaciones particulares. Por otra parte, la toxicomanía se desarrolla con
frecuencia en personas que no han logrado expresar con sus palabras una parte
de su vida emocional.

535. La palabra desempeña un papel estructurante en la vida de todo indivi-


duo. Cuando falta, la relación del sujeto consigo mismo y con los demás resulta
difícil. Muchas personas no saben hablar de lo que viven y sienten, y suelen evi-
tar tomar la palabra. Al inicio corresponde al educador tomar la palabra para
explicar las cosas y las relaciones, prestar su voz a los que no tienen voz, con el
fin de expresar lo que viven y sienten, pero también con el fin de transmitir los
diversos mensajes necesarios para la existencia, los códigos de buena conducta
y las normas, los valores morales y la esperanza cristiana. Por consiguiente, en
la relación educativa con los toxicómanos debe privilegiarse la expresión ver-
bal. La Iglesia puede ser un lugar donde se aprende a hablar, particularmente
significativo para muchas personas cuando se tienen en cuenta los interrogantes
religiosos y morales del sujeto. El toxicómano que aprende a través de otra per-
sona el uso de la palabra se hace capaz de entablar relaciones en las que la reci-
procidad y la interdependencia permiten un intercambio auténtico y tranquili-
zador.

Ayudar a la persona a cambiar


536. El egocentrismo del toxicómano lo arrastra a menudo a relaciones
ambiguas, que llevan a un aislamiento progresivo. Cambiar ese modo de re-
lación resulta particularmente arduo; requiere la confrontación y una crítica
constructiva para contribuir a modificar la actitud del otro sin daño, a do-
minar el miedo, a expresarse; todo eso conlleva la aceptación de tensiones y
conflictos, que pueden producirse en toda relación auténtica y que se deben
afrontar, sin negarlos. A medida que la persona se dedica de este modo a
afrontar las diferentes tensiones, llega a una seguridad personal y a la con-
fianza.

Afianzar la estima de sí por la participación en la vida común y asumiendo respon-


sabilidades
537. El esfuerzo por entablar relacione auténticas exige el compromiso de
cumplir las responsabilidades que se han asumido o que han sido encomenda-
das. Se trata de una situación insólita para el toxicómano, que tiende a aislarse

193
del ambiente en donde vive y a criticar a los demás, especialmente a los que es-
tima y a los que le ayudan, alternando desinterés y rebelión. Sin embargo, debe
aprender a vivir teniendo en cuenta a los demás.

538. Si la participación en la vida de un grupo o de una comunidad repre-


senta un estímulo para explotar las potencialidades y la capacidad de relación,
aceptar sus responsabilidades facilita al individuo su inserción en la sociedad.
Compartir objetivos comunes impulsa a una colaboración cada vez más intensa
con los demás.

Presencia de una presión positiva del grupo de personas que se encuentran en la


misma situación
539. La intensidad con la que las personas se insertan en la vida común, la
voluntad de alcanzar objetivos en el crecimiento personal, el grado de honradez
y de autenticidad en las relaciones, ejercen sobre cada uno una presión positiva
en favor de un cambio y favorecen la superación de actitudes negativas en el to-
xicómano. Precisamente entonces puede comenzar a abrirse el camino de la
construcción, a partir de una escala positiva de valores.

Interiorización de un sistema de valores


540. Tomar una actitud de escucha, hacerse cargo de los demás, compar-
tir los problemas, los sufrimientos y los éxitos, tener honradez en las relacio-
nes, asumir progresivamente sus responsabilidades, respetar a las personas y
prestarles atención, aceptar la crítica, practicar la solidaridad y valorar la vi-
da diaria, facilitan la integración de los valores fundamentales para toda
existencia.

El crecimiento en medio de « crisis »


541. Todo itinerario educativo está jalonado de crisis, que caracterizan la ne-
cesidad de tomar decisiones y cruzar los umbrales que conlleva cada cambio.
La vuelta a la vida social normal es particularmente delicada para el toxicóma-
no, porque el ambiente externo a menudo pone en discusión los objetivos per-
sonales y las decisiones tomadas. El sujeto deberá adaptarse y afrontar las dife-
rentes realidades de la vida diaria, teniendo en cuenta las relaciones con los de-
más y las reglas de vida. Estas exigencias necesarias pueden provocar crisis que
se deben afrontar de acuerdo con lo que son, en vez de ignorarlas o pasarlas
por alto, como puede hacerlo el toxicómano. La confrontación de éste con la
realidad debe liberarlo progresivamente de la necesidad de protegerse de la vi-

194
da consumiendo droga. El equipo pastoral, formado por los educadores y el sa-
cerdote, podrá ayudarle a evaluar sus dificultades, a verificar sus convicciones y
a fortalecerlas, con el fin de salir de su actitud de pasividad frente a las realida-
des y de dependencia con respecto a la droga. Se trata de un itinerario que im-
plica necesariamente conflictos, frente a los cuales los educadores no deben de-
jarse turbar.

El cambio de actitudes negativas a actitudes positivas frente a la vida


542. Sentimientos profundos, como el de sentirse incapaz e inadaptado, el
de no tener derecho o no merecer ser amado, el de ser inútil, o la incapacidad
de confiar en los demás, son frecuentes en el toxicómano e influyen mucho en
su conducta en la vida.

543. Así, los sentimientos negativos constituyen para el toxicómano un serio


obstáculo para progresar y salir de la droga. Una experiencia de vida en común
o de grupo, un entramado de relaciones cordiales, con la implicación y la parti-
cipación que requieren, inducen más que cualquier otra cosa al sujeto a recupe-
rar las motivaciones necesarias y le ayudan a superarse a sí mismo. Como de-
muestra la experiencia en muchos casos, la persona puede comenzar a entrever
un porvenir diferente y a experimentar una nueva manera de vivir.

3.4. Para ayudar a las familias

Expresarse
544. La familia, desde el punto de vista pastoral, debe considerarse como un
lugar de recursos para cada uno de sus miembros y en particular para el toxicó-
mano. La vida pastoral debe orientar su acción hacia las familias y en particular
hacia las que tienen dificultades. Es preciso ofrecerles lugares de acogida y de
reflexión en las parroquias, en la asociaciones religiosas y en los movimientos
juveniles. Los padres, pero también los hermanos y las hermanas, a menudo ne-
cesitan hablar y saber cómo renovar la relación con el miembro de la familia
que cayó en la droga. El toxicómano mismo no siempre sabe cómo comunicar-
se con los miembros de su familia. Para lograr este objetivo, se le puede prestar
la ayuda siguiente:

545. La posibilidad de expresar su cólera, su soledad, su sufrimiento, en un


ambiente acogedor, cordial y tranquilizador, abre a la comunicación y despierta
el deseo de cambio. La familia está entonces dispuesta a interrogarse, aceptan-
do el sufrimiento que este proceso implica.

195
Aclarar y comprender
546. La acogida, la posibilidad de integrarse en un grupo que ofrece su com-
prensión y su apoyo no bastan para modificar la situación de la familia; es pre-
ciso también facilitar una nueva definición de las formas de relación (confirmar
las funciones, aclarar las relacione ambiguas, evitar las sustituciones, superar las
atribuciones de culpa o de incapacidad de decisión).

547. Esta tarea permite al toxicómano repasar su propia historia con los suyos y
ayuda a la familia a comprender las razones de su malestar; permite también afron-
tar el conflicto de manera constructiva, evitando la explosión de emociones.

Analizar y decidir
548. Analizar juntos la situación actual, aclarar su propia historia, llegar a ser
conscientes de sus sentimientos, son elementos que permiten superar la cólera, el
dolor, el sentimiento de culpa, las decepciones y las expectativas ilusorias, y favo-
recen el ejercicio de un poder eficaz de decisión en la familia. Tomar cada día de-
cisiones, incluso modestas, prepara para afrontar decisiones más importantes.

Descubrir el placer del cambio


549. A medida que la familia aclara sus relaciones y aprende a superar sus con-
flictos, se instaura el proceso de estima de sí y de estima de los demás. Aumenta
el placer de estar juntos de manera diversa y se manifiesta la disponibilidad al
cambio. Estimular este proceso y mantenerlo permite lograr resultados positivos.

Reconciliarse
550. La historia personal y familiar registra elementos dolorosos que han de
aceptarse para que puedan superarse y para que se logre una auténtica reconci-
liación. Los posibles cambios de las personas son relativamente limitados. Es
preciso aprender a aceptar las diferencias de los demás, a mostrarse tolerantes,
a analizar objetivamente los hechos sin excesiva agresividad, a permitir la convi-
vencia. Por tanto, es necesario saber pactar acuerdos entre padres e hijos, sin
exigir cambios imposibles.

Participar

551. Desde el inicio de un proceso de terapia y curación en los centros de


acogida pastoral, es importante pedir a la familia que participe en las diversas

196
actividades propuestas. Así colaborará activamente en la curación de uno de
sus miembros. Seguidamente, cuando haya superado de algún modo su expe-
riencia dolorosa, podrá también llevar a cabo una actividad en el centro y parti-
cipar con otros toxicómanos en las tareas de ayuda propuestas. Este compromi-
so contribuye a hacer que las personas se sientan útiles y evita actitudes pasivas,
propias de quienes sólo quieren ser ayudados, típicas en los que consumen dro-
gas.

Ser activos
552. La participación en la vida de los centros favorece el compartir y la soli-
daridad. La conciencia de ser personas responsables en la gestión de los proble-
mas que afligen a la sociedad permite tomar parte activa en las soluciones que
se han de poner por obra y alimentar nuevas esperanzas.

197
ÍNDIC E DE MATERIAS
Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5

Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

Capítulo I: La enseñanza del Papa Juan Pablo II sobre el fenómeno de la


droga y de la toxicomanía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16
1. El fenómeno de la droga hoy. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16
2. Las causas del fenómeno de la droga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
3. Juicio moral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22
3.1. El ser humano no tiene derecho a dañarse a sí mismo . . . . . . . . 22
3.2. No a la liberalización de la droga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24
4. Sugerencias de remedios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28
4.1. Prevención. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28
4.2. Represión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
4.3 La rehabilitación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32
5. La Iglesia frente a la toxicomanía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35

Capítulo II: La toxicomanía es un síntoma de la dependencia . . . . . . . 39


1. Los productos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
1.1. La acción de las drogas sobre el cerebro . . . . . . . . . . . . . . . 41
1.2. Las colas y los disolventes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42
1.3. El cannabis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
1.4. La cocaína . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46
1.5. El éxtasis. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48
1.6. La heroína . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
2. La búsqueda desenfrenada del placer esconde una dificultad de vivir . . 56
2.1. Desde la primera toma de droga hasta el estado de dependencia . . 56
2.2. Los efectos del cannabis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61
2.3. La búsqueda del placer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
2.3.1. El placer en sentido psicológico . . . . . . . . . . . . . . . . 66
2.3.2. La finalidad del placer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67

201
3. La reivindicación de la droga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
3.1. La libertad de drogarse . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
3.2. El uso de drogas y el sentido de la ley . . . . . . . . . . . . . . . . 70
4. Una sociedad que favorece la droga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
4.1. El peligro de legalizar las drogas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
4.2. Consecuencias económicas y sociales. . . . . . . . . . . . . . . . . 77
4.3. El papel de los medios de comunicación frente a la toxicomanía . . 79
4.4. La vida del hombre no se puede reducir a la química . . . . . . . . 80

Capítulo III: Llegar a ser libres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 84


1. La dignidad y la integridad de la persona humana . . . . . . . . . . . . 84
2. Cuidar y estimular el sentido de responsabilidad . . . . . . . . . . . . . 90
2.1. Prácticas terapéuticas en armonía con la dignidad de la persona . . 90
2.2. Estimular al sentido de responsabilidad . . . . . . . . . . . . . . . 93
3. Liberarse de conductas de muerte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96
4. La ley moral al servicio de la vida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100
4.1. Saber decir « no » para llegar a ser libres . . . . . . . . . . . . . . . 100
4.2. La prohibición de atentar contra sí mismos y contra los demás . . . 101
4.3. La ley civil ofusca la ley moral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
4.4. La apuesta de las expectativas es también espiritual . . . . . . . . . 105
5. La confusión entre el placer y la felicidad . . . . . . . . . . . . . . . . . 108
5.1. Las diferentes interpretaciones del sentido de la felicidad. . . . . . 108
5.2. Sentido espiritual del placer y de la felicidad . . . . . . . . . . . . 109
5.3. Confusión entre sensaciones fuertes y felicidad . . . . . . . . . . . 112
5.4. La huida de los límites y de los sufrimientos . . . . . . . . . . . . . 113
5.5. Exaltar el placer para eliminar mejor los deseos . . . . . . . . . . . 114
5.6. Desear: es siempre saber esperar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 114
5.7. La felicidad individualista. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 116
5.8. Dios quiere la felicidad del hombre . . . . . . . . . . . . . . . . . 117
5.9. El sentido del bien inscrito en el corazón del hombre . . . . . . . . 118
Capítulo IV: Educación y prevención . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 122
1. Aprender a afrontar la existencia y sus dificultades . . . . . . . . . . . . 124
2. Educación en el sentido del placer y presencia de los adultos . . . . . . 125
3. La prevención no sustituye a la educación. . . . . . . . . . . . . . . . . 128
4. La educación es ante todo una actitud. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129

202
5. Jóvenes por educar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131
6. Eliminar la pasividad educativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 132
7. Actitudes que es preciso desarrollar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133
7.1. Aprender a controlarse . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134
7.2. Explicar los límites . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134
7.3. Los puntos de apoyo pedagógicos: voluntad, razón, libertad y res-
ponsabilidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134
7.4. Desarrollar la virtud de la templanza . . . . . . . . . . . . . . . . . 135
8. Promover una educación integral para luchar contra la droga . . . . . 136
9. Misión de la Iglesia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 140
10. Educación y disposiciones pedagógicas . . . . . . . . . . . . . . . . . 142
10.1. Criterios para la acción pastoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143
10.2. Lugares educativos de acogida que conviene desarrollar. . . . . . 144
11. Organización de programas de orientación y estructuras pastorales . . 146

Capítulo V: Actitudes pastorales al servicio de la liberación de la persona. 151


1. Conducta del toxicómano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151
2. Saber aceptar en el ámbito pastoral el encuentro con el toxicómano. . . 152
3. Un proyecto pastoral: hacia una aceptación responsable de sí mismos. . 154
4. La función de la familia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 154
5. La función de la catequesis. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 156
6. La función de la escuela católica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 158
7. El voluntariado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 160
8. Acompañamiento espiritual y toxicomanía . . . . . . . . . . . . . . . . 162
8.1. Principios de acción pastoral y de guía espiritual . . . . . . . . . . 162
8.1.1. Una pastoral de acogida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
8.1.2. Una pastoral de escucha . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 164
8.1.3. Una pastoral que eduque en el sentido del tiempo . . . . . . 165
8.1.4. Meditar la palabra de Dios. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 166
8.1.5. Estimular al sentido de la oración y de la vida sacramental. . 168
8.1.6. Comunicar la esperanza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169
8.2. La espiritualidad de los peregrinos de Emaús . . . . . . . . . . . . 171
8.2.1. Jesús revela otra manera de vivir. . . . . . . . . . . . . . . . 171
8.2.2. Jesús camina con los desorientados . . . . . . . . . . . . . . 171

203
8.2.3. Jesús nos libera del pecado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171
8.2.4. Jesús interpreta los acontecimientos . . . . . . . . . . . . . . 172
8.2.5. Jesús restituye su dignidad a los heridos por la vida . . . . . 172
8.3. Cristo, fuente de vida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173

Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 175

Apendice: Documentos para comprender y actuar en la Pastoral . . . . . . 179


1. Los productos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
1.1. Los efectos de los inhalantes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
1.2. Los efectos del cannabis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
1.3. Los efectos del LSD 25 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 180
1.4. Los efectos del éxtasis. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 180
1.5. Los efectos de la heroína . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181
1.6. Los efectos de la cocaína . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181
1.7. Los efectos del crack . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181

Vocabulario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 182
2. ¿Cómo intervenir? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185
2.1. ¿Cómo reconocer a un joven con dificultades? . . . . . . . . . . . 185
2.2. ¿Por qué se drogan los jóvenes? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185
2.3. ¿Cómo hablar a los jóvenes de los peligros vinculados a la droga, al
tabaco y al alcohol? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 186
2.4. ¿Qué deben decir los padres cuando descubren que su hijo se droga? 186
3. Enfoques pastorales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 188
3.1. Las apuestas existenciales del toxicómano . . . . . . . . . . . . . . 188
3.2. Cómo organizar la ayuda pastoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . 190
3.3. Enseñar y vivir el cambio con el toxicómano . . . . . . . . . . . . 191
3.3.1. Los encuentros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 191
3.3.2. En el marco comunitario o de un grupo de pertenencia . . . 191
3.4. Para ayudar a las familias. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195
TIPOGRAFÍA VATICANA

También podría gustarte