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PONTIFICIO CONSEJO
PARA LA PASTORAL DE LA SALUD
IGLESIA
DROGA Y TOXICOMANÍA
MANUAL DE PASTORAL
ISBN 88-209-7239-5
PRESENTACIÓN
Hemos recorrido un largo camino para finalmente poder ahora presentar este
Manual de Pastoral « Iglesia, Droga y Toxicomanía ». El Santo Padre, a través de la
Secretaría de Estado de la Santa Sede, encomendó al Pontificio Consejo para la
Pastoral de la Salud preocuparse especialmente del problema lacerante de la droga
en el mundo. Era al comenzar el año de 1997. Desde entonces hemos tenido en el
Consejo Pontificio una serie de estudios, reuniones, congresos internacionales, cre-
ación de grupos especiales de trabajo, etc., para cumplir de la mejor manera con el
encargo recibido del Papa. Entre nuestras preocupaciones descolló la de elaborar un
Manual sobre la Pastoral de la Salud en el campo específico del mundo de la droga.
Muchas veces hemos recibido en el Consejo Pontificio, preguntas acerca de qué
pensar, qué hacer en el campo de la pastoral cuando nos encontramos con el pro-
blema de la droga. Muchos Señores Obispos, muchos sacerdotes, muchas religiosas
y religiosos, muchos padres de familia, angustiados, se han puesto la pregunta,
¿Nosotros como cristianos, qué podemos hacer delante del mundo de la droga? No
pretendemos ofrecer la respuesta total, pero sí una respuesta que pueda ayudar en
el trabajo pastoral. Sabemos que hay muchos métodos, que hay muchas experien-
cias de personas que están total y heroicamente dedicadas a este trabajo pastoral.
Respetamos toda esa pluralidad, a veces no muy armónica, de caminos que se en-
sayan para prevenir y curar en el mundo de la droga, y no es que propiamente aquí
propongamos un método más, sino que pretendemos tocar de una manera simple,
a modo de un manual, cuestiones que nos han parecido importantes y en cierta
forma básicas para actuar pastoralmente en este mundo de la droga y que quizá
podrán servir aun a aquellos que con tanta dedicación y ahínco se han especializa-
do en este campo.
En especial dedicamos este Manual a los Señores Obispos a quienes tantas ve-
ces en sus diócesis se les presenta el problema en particular como una parte que no
pueden descuidar en la pastoral juvenil; aunque no solamente, pues bien sabemos
que la droga ataca no sólo al mundo juvenil, sino también al infantil y a no pocos
adultos. Es obvio que esta dedicación corresponde también a los sacerdotes y de-
más agentes de pastoral que junto con el Obispo llevan a cabo la labor de actuali-
zar siempre la presencia del Reino de Dios en el mundo. En nuestra intención se
engloban también tantos padres de familia que tienen hijos drogadictos y verdade-
ramente no saben qué hacer para ayudarlos. Es pues a las familias a las que fuerte-
mente nos dirigimos.
El mundo de los políticos es muy importante en esta lucha contra la droga y
mucho depende de su actitud el resultado que se obtenga para frenarla. A ellos de-
5
dicamos también nuestro Manual. Ojalá les ayude a llevar a cabo la delicada y di-
fícil misión de preservar y curar a tantos a quienes aqueja este terrible mal de la
droga.
Hemos tenido en cuenta muy particularmente al mundo sanitario, a todos los
profesionales de la salud, sin ser este Manual un tratamiento especializado del
problema, sin embargo, en él encontrarán tantos valores y orientaciones que les
harán más fácil el desempeño de su misión preventiva y curativa.
Nuestro Manual toma muy en consideración a los mismos jóvenes, desearía-
mos que lo tuvieran en sus manos como un instrumento apto para lograr prevenir-
se contra este mal o salir de la drogadicción. Los maestros y maestras de la educa-
ción escolar, en todos los niveles, quizá en particular en los niveles elementales,
tanto bien que pudieran hacer dando a sus alumnos una información y educación
adecuada relativa a este problema de la droga. A ellos dirigimos con especial aten-
ción nuestro Manual. En fin, a todos aquellos que se interesen en esta problemáti-
ca tan grave de nuestros tiempos.
Como decimos más adelante, el Manual se abre con el pensamiento del Papa
Juan Pablo II a propósito de este grave problema. Y pudiéramos decir que los capí-
tulos subsecuentes son una especie de comentario a lo que El nos dice.
El Papa nos habla de tres acciones en especial para actuar pastoralmente para
resolver el problema de la droga: prevención, curación y represión. En el Manual
se contemplan las dos primeras acciones: la prevención y la curación. No se ha to-
cado el tema de la represión, a la que el Papa se refiere diciendo cómo todos debe-
mos luchar contra la producción, la elaboración y la distribución de la droga en el
mundo, y cómo, en especial, es deber de los Gobiernos el enfrentar denodadamen-
te esta lucha contra los « traficantes de muerte ». Este punto no lo desarrollamos
en el Manual, pero sí nos unimos al Papa pidiendo a todos esta lucha sin cuartel
contra la droga.
Sabemos que si no hay demanda no hay oferta. La prevención, como educación
sobre la significación de los valores que hacen digna de vivir la vida, el profundo
sentido de la vida, del amor y del sexo, harán verdaderamente que decrezca esta
demanda e igualmente la oferta consecuente de la droga. Ya no podemos decir que
haya de una parte países productores y de otra, consumidores; todos están involu-
crados en esta nefasta ola que cubre todo, todos los países producen, y todos consu-
men; especialmente ahora con las drogas sintéticas. Todos estamos implicados y
los barones de la droga son más fuertes y destruyen más en los países ricos que en
los pobres. Todos debemos comprometernos a fondo en la lucha contra este nefas-
to mal.
Agradecemos a todos aquellos que con tanta dedicación nos han ayudado en la
elaboración de este Manual. Un agradecimiento especial vaya a nuestro muy apre-
ciado Padre Tony Anatrella y a sus colaboradores que han trabajado tanto en la re-
dacción del Manual, para ofrecer a todos este gran subsidio pastoral.
6
Queremos poner nuestro Manual bajo la especial protección de Nuestra
Señora, Salus Infirmorum. Esperamos que Ella muestre a todos los aquejados por
este terrible mal de la droga a su Hijo Jesucristo, y en Él todos encontremos esos
profundos valores que llenen la vaciedad de la vida de tantos en la sociedad actual;
que el Señor Jesús nos dé a todos el auténtico sentido de la existencia en su muerte
y resurrección, único horizonte válido para poder aceptar morir y vivir.
7
INTRODUCCIÓN
9
4. Aunque ya desde hace mucho tiempo acontece que
personas adultas consumen plantas psicótropas, esta acti-
tud nunca ha constituido, por lo general, un fenómeno de
masas. Tampoco sería correcto afirmar que « no existe una
sociedad sin droga », a no ser que se quiera condenar a to-
da sociedad a la fatalidad de la toxicomanía o resignarse a
la impotencia, organizando simplemente un sistema en el
que se acepte un consumo mínimo. El uso de drogas hoy
no se limita a unos cuantos adultos y a algunos estetas; el
aspecto nuevo del fenómeno radica, sobre todo, en el he-
cho de que desde hace cerca de cuarenta años se ha genera-
lizado en todo el mundo, especialmente entre los adoles-
centes. Por tanto, una sociedad que se preocupe del bienes-
tar de sus hijos y de la paz entre las generaciones no puede
aceptar la invitación que se le dirige a creer que la sociedad
necesita aprender a vivir con los estupefacientes, dado que
éstos son fuente de ruina y de muerte, y no de vida.
10
6. El fenómeno del uso de drogas no se reduce a un Complejidad
comportamiento individual de consumo de sustancias tóxi- sociocultural
del fenómeno
cas. Está vinculado a sistemas que son mantenidos social-
mente.
11
nes contradictorias vigentes en muchos países. Los movi-
mientos juveniles y las parroquias desempeñan también un
papel de prevención a través de la promoción de un estilo
de vida fundado en el mensaje del Evangelio y en el descu-
brimiento de Dios, que proponen para desarrollar en los jó-
venes su vida interior, mediante la oración, la vida sacra-
mental y sobre todo la celebración eucarística, que nos hace
entrever la vida eterna y bienaventurada con Cristo, reve-
lando el sentido pleno de nuestra existencia humana.
La labor pastoral 13. Desde hace muchos años la Iglesia está comprometi-
de la Iglesia da en favor de los toxicómanos con la acción pastoral de nu-
con los toxicómanos
merosos sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, en el seno
de instituciones o en medios abiertos, en espacios creados
para afrontar los numerosos problemas que se plantean a las
personas que se drogan. En función de los países, la Iglesia
desarrolla programas de ayuda a los toxicómanos y de rein-
serción. Contribuye a la educación en la libertad verdadera
y en la responsabilidad, a la prevención del uso de la droga,
a la asistencia a los toxicómanos y, en la medida de sus posi-
bilidades, a la rehabilitación de algunos de ellos. La realiza-
ción de estructuras comunitarias, con el fin de promover la
dignidad de la persona humana, a menudo ha llevado a re-
sultados positivos. Pero, en la mayoría de los casos, el traba-
jo es difícil y costoso; exige paciencia y requiere la colabora-
ción de numerosas personas, especialmente voluntarios que
1
Juan Pablo II, A los participantes en el Congreso internacional sobre la
droga, 11 de octubre de 1997, n. 3, en L’Osservatore Romano, edición
en lengua española, 24 de octubre de 1997, p. 11.
12
puedan dedicar tiempo a la prevención y a la ayuda a los to-
xicómanos. A este respecto, es digno de alabanza el trabajo
de los profesionales y de los voluntarios que se consagran a
ayudar a los drogados y a sus familias.
13
cidido de la Santa Sede con respecto al problema de la dro-
ga. La Iglesia católica, que se halla fuertemente comprome-
tida en el campo de la prevención y la rehabilitación de los
toxicómanos, considera el fenómeno de la droga una ur-
gencia pastoral a escala mundial, porque afecta a todos los
países y a todos los grupos sociales (ricos y pobres, jóvenes
y adultos, ancianos, hombres y mujeres); un fenómeno de
esta amplitud exige una respuesta fuerte y decidida para
frenar la degradación ética que de él deriva.
14
23. El fenómeno de la droga no afecta únicamente a los
países ricos. La usan, por varios motivos (miseria, desem-
pleo, urbanización, cambios en las costumbres), muchos
países en vías de desarrollo, y este fenómeno se intensifica
cada vez más en la medida en que implica al mismo tiempo
la producción, el consumo, el tráfico y el reciclaje.
15
Capítulo I
2
Juan Pablo II, A los jóvenes de la comunidad terapéutica de toxicóma-
nos de Viterbo, 27 de mayo de 1984, n. 2, en L’Osservatore Romano,
edición en lengua española, 10 de junio de 1984, p. 18.
3
Juan Pablo II, Al Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede,
13 de enero de 1990, n. 14, en L’Osservatore Romano, edición en len-
gua española, 21 de enero de 1990, p. 12.
16
29. Aludiendo a los grupos vinculados a la droga, el La droga pone
Papa añade: « Profunda amargura y viva reprobación susci- en peligro
el equilibrio mundial
tan también en nuestro espíritu (…) los crímenes que la
prepotencia de personas y de grupos amenaza aún realizar
con la finalidad de conservar ilegítimas fuentes de ganan-
cias con el comercio de la droga ».4 Por tanto, para el Papa,
la droga es un fenómeno vinculado íntimamente a la cultu-
ra de la muerte.
4
Juan Pablo II, A los cardenales y a la Curia romana con ocasión de las
felicitaciones de Navidad, 22 de diciembre de 1989, n. 9, en
L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 7 de enero de
1990, p. 7.
5
Juan Pablo II, Al Ateneo pontificio « Antonianum » de Roma, 16 de
enero de 1982, n. 4, L’Osservatore Romano, edición en lengua españo-
la, 31 de enero de 1982, p. 19.
6
Juan Pablo II, A los miembros del Cuerpo diplomático acreditado ante
la Santa Sede, 12 de enero de 1991, n. 4, en L’Osservatore Romano, edi-
ción en lengua española, 18 de enero de 1991, p. 6.
7
Juan Pablo II, A los participantes en el Congreso internacional sobre la
toxicomanía « Solidarios con la vida », 11 de octubre de 1997, n. 2, en
L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 24 de octubre de
1997, p. 11.
17
vendedores y, con sus compañeros, también consumido-
res ».8
8
Juan Pablo II, A los participantes en la VI Conferencia internacional del
Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, 23 de noviembre de
1991, n. 3, en L’Osservatore Romano, edición en lengua española,
29 de noviembre de 1991, p. 10.
9
Juan Pablo II, A los participantes en el VIII Congreso mundial de las
comunidades terapéuticas, 7 de septiembre de 1984, n. 4, en
L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 9 de diciembre
de 1984, p. 17.
10
Juan Pablo II, A los participantes en el Congreso internacional sobre la
toxicomanía, 11 de octubre de 1997, n. 3, en L’Osservatore Romano,
edición en lengua española, 24 de octubre de 1997, p. 11.
18
obligada a la prostitución para ayudar al marido que se dro-
ga. Para lograr reducir sustancialmente los beneficios de los
traficantes sería preciso interrumpir al menos el 75% del
tráfico internacional de la droga. Basta pensar que el tráfico
de cocaína y heroína es controlado en gran parte por organi-
zaciones gestionadas por grupos criminales fuertemente
centralizados, que cuentan con una vasta gama de personal
especializado: químicos, expertos en comunicaciones y en
reciclaje del dinero, abogados, agentes de seguridad.11
19
36. En otro lugar el Papa añade: « La ambición de dine-
ro se enseñorea del corazón de muchas personas y las con-
vierte, mediante el comercio de la droga, en traficantes de
la libertad de sus hermanos, a quienes esclavizan con una
esclavitud más temible a veces que la de los esclavos ne-
gros. Los tratantes de esclavos impedían a sus víctimas el
ejercicio de la libertad. Los narcotraficantes conducen a las
suyas a la destrucción misma de la personalidad ».13
20
contrar su lugar en la sociedad, de un miedo al futuro y de
una fuga hacia una vida ilusoria y ficticia. (…) El incremen-
to del mercado y del consumo de drogas demuestra que vi-
vimos en un mundo sin esperanza, carente de propuestas
humanas y espirituales vigorosas. Como consecuencia de
ello, numerosos jóvenes piensan que todos los comporta-
mientos son equivalentes, pues no llegan a distinguir el
bien del mal y no tienen el sentido de los límites mora-
les ».17
17
Juan Pablo II, A los participantes en el Congreso internacional sobre la
toxicomanía, 11 de octubre de 1997, n. 3, en L’Osservatore Romano,
edición en lengua española, 24 de octubre de 1997, p. 11.
18
Cf. Cardenal Angelo Sodano, Discurso de apertura del Congreso inter-
nacional sobre la toxicomanía, 9 de octubre de 1997, en L’Osservatore
Romano, 11 de octubre de 1997, p. 4 « En las raíces ético-culturales
del fenómeno (Cardenal Joseph Ratzinger, Tournant pour l’Europe,
Ed. Paoline 1992, p. 15).
21
síntoma de un malestar profundo. (…) Tras estos fenóme-
nos hay una solicitud de ayuda por parte del individuo, que
permanece solo, con su vida; no sólo siente un deseo de re-
conocimiento y de valoración, sino también de amor. (…)
El problema, efectivamente, no estriba en la droga, sino en
la enfermedad del espíritu que lleva a la droga, como re-
cuerda el Papa Juan Pablo II: “ Es preciso reconocer que se
da un nexo entre la patología mortal causada por el abuso
de drogas y una patología del espíritu que lleva a la persona
a huir de sí misma y a buscar placeres ilusorios, escapando
de la realidad, hasta tal punto que se pierde totalmente el
sentido de la existencia personal ” ».19
3. Juicio moral
19
Pontificio Consejo para la Familia, ¿Liberalización de la droga?
Reflexiones para la familia con ocasión de algunas propuestas de ley en
varios países, en L’Osservatore Romano, edición en lengua española,
7 de febrero de 1997, p. 10.
20
Cf. Juan Pablo II, A los participantes en la VI Conferencia internacio-
nal del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, 23 de noviembre
de 1991, n. 2, en L’Osservatore Romano, edición en lengua española,
29 de noviembre de 1991, p. 10.
22
droga? ¿De los grandes depósitos y de los millares de ria-
chuelos por donde corre el tráfico nefando? ¿De las colosales
especulaciones y de los innobles vínculos con la criminalidad
organizada? Todo serio propósito a largo plazo pide interven-
ciones aptas para cegar las fuentes y frenar los recorridos de
esta riada de muerte. La lucha contra la droga es un grave de-
ber ligado al ejercicio de las responsabilidades públicas ».21
21
Juan Pablo II, A los participantes en el VIII Congreso mundial de las co-
munidades terapéuticas, 7 de septiembre de 1984, n. 6, en L’Osservatore
Romano, edición en lengua española, 9 de diciembre de 1984, pp. 17-18.
22
Juan Pablo II, A los participantes en la VI Conferencia internacional
del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, 23 de noviembre de
1991, n. 4, en L’Osservatore Romano, edición en lengua española,
29 de noviembre de 1991, p. 10.
23
Juan Pablo II, Homilía al Centro italiano de Solidaridad, Roma, 21 de
junio de 1986, n. 3, en L’Osservatore Romano, edición en lengua espa-
ñola, 17 de agosto de 1986, p. 2.
23
Drogarse es 45. En el discurso al que nos hemos referido antes, el
pecado mortal cardenal Secretario de Estado, citando el Catecismo de la
Iglesia Católica, precisa que « fuera de los casos en que se
recurre a ello por prescripciones estrictamente terapéuti-
cas, (drogarse) es una falta grave » (n. 2291). Es evidente
que se ha de analizar en cada caso particular el grado de
responsabilidad personal del individuo, para poder hablar
de la eventual gravedad de su culpa.
24
Juan Pablo II, A los participantes en el VIII Congreso mundial de las
comunidades terapéuticas, 7 de septiembre de 1984, n. 6, en
L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 9 de diciembre de
1984, p. 18.
24
de algunas drogas; esto se ve favorecido por un razona-
miento que procura minimizar los peligros, especialmente
gracias a la distinción entre drogas blandas y drogas duras,
lo que lleva a proponer liberalizar el uso de determinadas
sustancias. Esta distinción descuida y atenúa los riesgos in-
herentes a toda toma de productos tóxicos, en particular
las conductas de dependencia, que se basan en las mismas
estructuras psíquicas, la disminución de la conciencia y la
alienación de la voluntad y de la libertad personales, que
cualquier droga produce ».25
25
Juan Pablo II, A los participantes en el Congreso internacional sobre la
toxicomanía, 11 de octubre de 1997, n. 2, en L’Osservatore Romano,
edición en lengua española, 24 de octubre de 1997, p. 11.
26
Juan Pablo II, A los jóvenes de la Comunidad terapéutica para toxicó-
manos, 27 de mayo de 1984, nn. 3-4, en L’Osservatore Romano, edi-
ción en lengua española, 10 de junio de 1984, p. 18.
27
Juan Pablo II, A los participantes en el VIII Congreso mundial de las
comunidades terapéuticas, 7 de septiembre de 1984, n. 3, en
L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 9 de diciembre de
1984, p. 17.
25
que, según la opinión de los que están a favor de la prohibi-
ción, la aprobación de las drogas blandas sólo lleva a pre-
parar el acceso a las drogas duras. Además, se trata de un
proceso irreversible, que no eliminará el mercado negro de
las drogas blandas ni disminuirá en absoluto la violencia y
la criminalidad. Cita luego el pensamiento del Papa sobre
la cuestión de la prohibición. « La droga es un mal, y al mal
no hay que ceder. La distinción entre “ drogas duras ” y
“ drogas blandas ” lleva a un callejón sin salida, pues la to-
xicodependencia no tiene su origen en la droga sino en lo
que lleva a un individuo a drogarse ».28
También las drogas 50. El Pontificio Consejo para la Familia precisa, al res-
blandas producen pecto, que en ciertos países la legislación controla el uso de
dependencia la droga, pero permitiendo un fácil acceso a las « drogas
blandas ». Se afirma que eso no provocaría ni dependencia
bioquímica ni efectos secundarios en el organismo; la idea
es que de ese modo se conocería mejor a los drogados, a los
que se podría ayudar y apoyar mejor. Sin embargo, está de-
mostrado que las drogas llamadas « blandas » provocan la
pérdida de atención y una alteración del sentido de la reali-
dad; favorecen primero el aislamiento, y luego la dependen-
cia, fomentando así la ingestión de productos más fuertes.
En el ámbito de la farmacología es difícil distinguir las dro-
gas blandas de las duras. Los factores decisivos son la canti-
dad consumada, la manera de asimilarlas y las eventuales
mezclas de productos. Al mercado llegan cada día nuevas
drogas, con nuevos efectos y, por tanto, nuevos interrogan-
tes.
28
Cf. Cardenal Angelo Sodano, Discurso de apertura del Congreso inter-
nacional sobre la toxicomanía, 9 de octubre de 1997, en L’Osservatore
Romano, 11 de octubre de 1997; Cardenal Joseph Ratzinger, Una mi-
rada a Europa ».
26
llados que dependan de la droga para vivir? No se ha teni-
do suficientemente en cuenta lo que dicen los expertos, o
sea, que la toxicodependencia no deriva de la droga mis-
ma, sino de lo que lleva a un individuo a drogarse. El uso
de la droga es un pretexto para no afrontar todas las exi-
gencias de la vida. Hemos olvidado que, para asumir su
humanidad, cada uno debe responder a los interrogantes
esenciales de la existencia. En realidad, el punto débil del
interés por legitimar ciertas drogas es que esa decisión
tendría consecuencias nefastas sobre la educación; libera-
lizar la droga llevaría a aceptar su legalidad; de ello deri-
varía una confusión tal que induciría a creer que lo que es
legal es normal y moral. Esa legalización provocaría inevi-
tablemente un consumo mayor, una criminalidad mayor,
un número mayor de accidentes de circulación, un incre-
mento de los problemas personales, un aumento de los
problemas sanitarios a cargo de la colectividad; el Estado
dejaría de tutelar el bien común, pues se dejaría camino li-
bre a la destrucción de los jóvenes, a la violación del prin-
cipio de equidad y subsidiariedad; y, por último, se des-
cuidaría a los más pobres.29
29
Pontificio Consejo para la Familia, ¿Liberalización de la droga?
Reflexiones para la familia con ocasión de algunas propuestas de ley en
varios países, en L’Osservatore Romano, edición en lengua española,
7 de febrero de 1997, p. 10.
27
bería organizar la distribución de la droga, éste se conver-
tiría en el principal distribuidor, lo cual sería absurdo. El
criterio que se aplica a veces para permitir su distribu-
ción, por ejemplo para el hachís, ha sido comprobar si su
uso produce, o no, efectos nocivos en el organismo. Una
vez más, el problema se debe plantear no sólo teniendo en
cuenta los daños físicos, sino también las consecuencias
psicológicas y su influjo en el comportamiento. La droga,
tomada como terapia para aliviar sufrimientos morales o
para resolver dificultades personales, agrava esos sufri-
mientos y dificultades, en vez de ponerles remedio. Por
consiguiente, todas las partes implicadas deben compro-
meterse a reducir no sólo la oferta, sino sobre todo la de-
manda, con un proyecto educativo centrado en la verdad,
en la libertad y en la responsabilidad.30
4. Sugerencias de remedios
4.1. Prevención
La verdadera lucha 54. « Los fenómenos de la droga (…) – subraya el Papa
consiste en la – no se combaten ni se puede desarrollar una acción eficaz
recuperación de los para la curación y la recuperación de quienes son sus vícti-
valores
mas, si no se restauran los valores humanos del amor y de la
vida, únicos capaces, especialmente si se iluminan con la fe
religiosa, de dar un sentido pleno a nuestra existencia ».31
La droga no se combate sólo con intervenciones de índole
30
Cf. Conclusión del Congreso internacional sobre la droga, « Solidarios
con la vida », en Dolentium Hominum. Iglesia y salud en el mundo,
n. 38, Año 1998/2, pp. 73-76.
31
Juan Pablo II, A los participantes en la VI Conferencia internacional
del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, 23 de noviembre de
1991 n. 4, en L’Osservatore Romano, edición en lengua española,
29 de noviembre de 1991, p. 10.
28
sanitaria y judicial, sino también y sobre todo con la crea-
ción de nuevas relaciones humanas, ricas en valores espiri-
tuales y afectivos.32
32
Cf. Juan Pablo II, Homilía al Centro italiano de Solidaridad, Roma,
21 de junio de 1986, n. 3, en L’Osservatore Romano, edición en lengua
española, 17 de agosto de 1986, p. 2.
33
Juan Pablo II, A los participantes en la VI Conferencia internacional
del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, 23 de noviembre de
1991 n. 5, en L’Osservatore Romano, edición en lengua española,
29 de noviembre de 1991, pp. 10 y 11.
34
Juan Pablo II, A los participantes en el VIII Congreso mundial de las
comunidades terapéuticas, 7 de septiembre de 1984, n. 7, en
L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 9 de diciembre de
1984, p. 18.
29
riesgo de hacerse cada vez más despersonalizada, y por tan-
to deshumanizada, y frente a los resultados negativos de
muchas formas de fuga, entre las que ocupan un lugar prin-
cipal los abusos asociados con las drogas, la familia posee
energías formidables, capaces de sacar al hombre del ano-
nimato ».35 En el discurso, ya citado, al Pontificio Consejo
para la Pastoral de la Salud, el Papa invita a los esposos a
mantener relaciones conyugales y familiares estables, basa-
das en el amor único, con vistas a la lucha contra la toxico-
manía: « Así, crearán las mejores condiciones para una vida
serena en su hogar, ofreciendo a sus hijos la seguridad afec-
tiva y la confianza en ellos que necesitan para su crecimien-
to espiritual y psicológico. (…) Por tanto, invito a todos los
que desempeñan una función educativa a intensificar sus
esfuerzos entre los jóvenes, que necesitan formar su con-
ciencia, desarrollar su vida interior y entablar con sus her-
manos relaciones positivas y un diálogo constructivo; así les
ayudarán a convertirse en protagonistas libres y responsa-
bles de su vida ».36
35
Juan Pablo II, Al Comité de investigación sobre el abuso y control de
narcóticos del Parlamento federal de Estados Unidos, 19 de enero de
1984, en L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 19 de fe-
brero de 1984, p. 22.
36
Juan Pablo II, A los participantes en el Congreso internacional sobre la
toxicomanía, 11 de octubre de 1997, n. 5, en L’Osservatore Romano,
edición en lengua española, 24 de octubre de 1997, p. 11.
37
Juan Pablo II, ibid., n. 6.
38
Juan Pablo II, A los jóvenes de la comunidad terapéutica para toxicóma-
nos, 27 de mayo de 1984, n. 5, en L’Osservatore Romano, edición en
lengua española, 10 de junio de 1984, p. 18.
30
4.2. Represión
58. El Papa reconoce que la represión por sí sola no Necesidad de
basta para frenar el fenómeno de la droga, pero que es legislaciones
preciso combatirla. « Hay que reconocer que la represión contra los traficantes
contra quienes recurren a productos ilícitos no basta para
frenar esta plaga; en efecto, una delincuencia comercial y
financiera se ha organizado a nivel internacional ». 39
« Hace falta combatir estas organizaciones de droga, hace
falta crear legislaciones que intenten trazar programas
completos con el fin de impedir el tráfico de narcóti-
cos ».40 El Papa pide que « se forme un frente sólido que
se dedique de manera creciente no sólo a la prevención y
a la rehabilitación de los drogadictos, sino también a de-
nunciar y perseguir legalmente a los traficantes de muerte
y derribar los muros de la disgregación moral y social.
(…) Renuevo, por tanto – añade el Papa –, la apremiante
llamada que ya dirigí hace algunos años a las instancias
públicas, tanto nacionales como internacionales, a fin de
que pongan freno a la difusión del mercado de las sustan-
cias estupefacientes. Para esto hace falta que se pongan de
manifiesto, en primer lugar, los intereses de quienes espe-
culan en este mercado, que después se detecten los instru-
mentos y los mecanismos de los que se sirven, y se proce-
da, por último, a su eficaz destrucción ».41
59. « Para hacer frente a este problema tan grave, es pre- Urgencia de un plan
ciso dar mayor vigor y eficacia al principio de la unidad e de acción regional
y continental
integración latinoamericana. (…) En este campo se impone
la necesidad de acudir a un plan de leal cooperación regio-
nal y continental para que las medidas que se tomen para
39
Juan Pablo II, A los participantes en el Congreso internacional sobre la
toxicomanía, 11 de octubre de 1997, n. 2, en L’Osservatore Romano,
edición en lengua española, 24 de octubre de 1997, p. 11.
40
Juan Pablo II, Al Comité de investigación sobre el abuso y control de
narcóticos del Parlamento federal de Estados Unidos, 19 de enero de
1984, en L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 19 de fe-
brero de 1984, p. 22.
41
Juan Pablo II, A los participantes en la VI Conferencia internacional
del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, 23 de noviembre de
1991 n. 3, en L’Osservatore Romano, edición en lengua española,
29 de noviembre de 1991, p. 10.
31
combatir el narcotráfico tengan la debida eficacia ».42 « Es
indispensable que se combata directamente y, al final, se
elimine la actividad criminal de la producción y el tráfico
de droga. A este respecto, mi estímulo y mi admiración se
dirigen a todos esos países en los que los líderes del
Gobierno y los ciudadanos están verdaderamente compro-
metidos en combatir la producción, la venta y el mal uso de
las drogas, pagando algunas veces un precio muy alto, y sa-
crificando incluso su propia integridad física ».43 « Invito a
las autoridades civiles, a los responsables de la economía y
La política tiene el a todos los que tienen una responsabilidad social, a prose-
deber guir e intensificar sus esfuerzos para perfeccionar en todos
de luchar contra
los niveles las legislaciones de lucha contra la toxicomanía, y
la cultura de la droga
a oponerse a todas las formas de cultivo y de tráfico de dro-
gas ».44
4.3. La rehabilitación
El sentido de la 60. El Papa nos invita a abordar este problema: « Para
dignidad humana, afrontar la droga no sirve ni el estéril alarmismo ni el apre-
fundamento surado simplismo. En cambio, vale el esfuerzo de conocer
de la rehabilitación
al individuo y comprender su mundo interior; llevarlo al
descubrimiento, o al redescubrimiento, de su propia digni-
dad de hombre; ayudarle a que haga resucitar y crecer, co-
mo sujeto activo, los recursos personales que la droga había
sepultado, mediante una confiada reactivación de los meca-
nismos de la voluntad, orientada hacia ideales seguros y no-
bles ».45
42
Juan Pablo II, A los participante en la Conferencia de los países latinoa-
mericanos, 5 de diciembre de 1985, en L’Osservatore Romano, edición
en lengua española, 22 de diciembre de 1985, p. 22.
43
Juan Pablo II, Mensaje a la Conferencia internacional sobre el abuso de
la droga y el tráfico ilícito de la droga, 4 de junio de 1987, en
L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 13 de septiembre
de 1987, p. 20.
44
Juan Pablo II, A los participantes en el Congreso internacional sobre la
toxicomanía, 11 de octubre de 1997, n. 6, en L’Osservatore Romano,
edición en lengua española, 24 de octubre de 1997, p. 11.
45
Juan Pablo II, A los participantes en el VIII Congreso mundial de las
comunidades terapéuticas, 7 de septiembre de 1984, n. 3, en
L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 9 de diciembre de
1984, p. 17.
32
61. El Papa anima « a los padres que tengan un hijo to- El Evangelio ayuda
xicómano a no desalentarse jamás, a mantener el diálogo a superar la crisis
con él, a prodigarle su afecto y a favorecer sus contactos
con organismos capaces de ocuparse de él. La atención
afectuosa de una familia es un gran apoyo para la lucha in-
terior y los progresos de una terapia de desintoxicación ».46
« Las crisis humanas y sociales más difíciles pueden supe-
rarse a la luz del Evangelio. (…) Por lo mismo, se puede sa-
lir también del drama de la droga para volver a encontrar el
camino de la confianza en la vida ».47 « El miedo al futuro y
al compromiso en la vida adulta que se observa entre los jó-
venes los hace particularmente frágiles. A menudo no se los Comprender la sed
alienta a luchar por una vida recta y hermosa; tienden a en- de vivir de los jóvenes
cerrarse en sí mismos. (…) Ciertas fuerzas de muerte los
impulsan entonces a entregarse a la droga, a la violencia y a
llegar a veces hasta el suicidio. Detrás de lo que puede apa-
recer como la fascinación por una especie de autodestruc-
ción, tenemos que percibir en estos jóvenes una petición de
ayuda y una profunda sed de vida, que conviene tener en
cuenta, para que el mundo sepa modificar radicalmente sus
propuestas y sus estilos de vida ».48 « El don de una vida
digna hace referencia a la sobriedad, a la castidad, a la opo-
sición a una creciente pornografía, a la sensibilización sobre
la amenaza de la droga ».49
46
Juan Pablo II, A los participantes en el Congreso internacional sobre la
toxicomanía, 11 de octubre de 1997, n. 6, en L’Osservatore Romano,
edición en lengua española, 24 de octubre de 1997, p. 11.
47
Juan Pablo II, A los jóvenes de la comunidad terapéutica para toxicóma-
nos, 27 de mayo de 1984, n. 1, en L’Osservatore Romano, edición en
lengua española, 10 de junio de 1984, p. 18.
48
Juan Pablo II, A los participantes en el Congreso internacional sobre la
toxicomanía, 11 de octubre de 1997, n. 4, en L’Osservatore Romano,
edición en lengua española, 24 de octubre de 1997, p. 11.
49
Juan Pablo II, A los obispos polacos reunidos en Jasna Góra, 19 de ju-
nio de 1983, n. 5, en L’Osservatore Romano, edición en lengua espa-
ñola, 3 de julio de 1983, p. 6.
33
más un testimonio de esperanza, un testimonio de que la
victoria es posible; y suponéis también, para la sociedad
preocupada por el fenómeno de la droga, un nuevo impul-
so para luchar, para empeñar todas las fuerzas, toda la bue-
na voluntad. Vale la pena, porque la victoria es posible ».50
50
Juan Pablo II, Homilía durante la misa para el comité italiano de soli-
daridad con los jóvenes toxicómanos, 9 de agosto de 1980, en
L’Osservatore Romano, 21 de septiembre de 1980, p. 6.
51
Cf. Cardenal Angelo Sodano, Discurso de apertura del Congreso inter-
nacional sobre la toxicomanía, 9 de octubre de 1997, en L’Osservatore
Romano, 11 de octubre de 1997, p. 4, punto 7: « El horizonte de la es-
peranza ».
52
Cf. Pontificio Consejo para la Familia, De la desesperación a la espe-
ranza, Ciudad del Vaticano 1992, pp. 16-22.
34
5. La Iglesia frente a la toxicomanía
67. La Iglesia anuncia que Dios salva al hombre en Dios salva al hombre
Cristo, revelándole su vocación y el amor con que es ama-
do.54 A la luz de esta verdad, todos los hombres tienen de-
recho a saber que vivir significa decir sí a Dios y caminar
por la senda de la santidad. El amor misericordioso de Dios
se dirige de modo muy particular a los que tienen más ne-
cesidad de su acción compasiva y liberadora. Cristo nos di-
ce que son los enfermos los que tienen necesidad de médi-
co (cf. Mt 9, 12; Mc 2, 17; Lc 5, 31).
53
Pontificio Consejo para la Familia, De la desesperación a la esperanza,
Ciudad del Vaticano, 1992.
54
Cf. Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, n. 22.
35
69. Al toxicómano, que fundamentalmente sufre de
« falta de amor », la Iglesia quiere ayudarle a descubrir el
amor de Jesucristo. En una situación de gran malestar, en el
vacío profundo de la existencia, el camino hacia la luz pasa
por el renacimiento de un ideal auténtico de vida, que se
encuentra plenamente manifestado en el misterio de la re-
velación de nuestro Señor Jesucristo. Con su contribución
específica, la Iglesia interviene en el problema de la toxico-
manía tanto para prevenir el mal y ayudar a los toxicóma-
nos a librarse de la droga y a reinsertarse socialmente, co-
mo para asistir a sus familias.
55
Juan Pablo II, Redemptoris missio, 7 de diciembre de 1990, n. 2.
36
72. El Evangelio une la proclamación de la buena nueva La Iglesia,
a las buenas obras, como, por ejemplo, la curación de « to- presencia dinámica
da enfermedad y toda dolencia » (Mt 4, 23). La Iglesia es
« una fuerza dinámica » y « signo y a la vez promotora de
los valores evangélicos entre los hombres ».56 Precisamente
por esto, la Iglesia, « salvaguardando siempre la prioridad
de las realidades trascendentes y espirituales, que son pre-
misas de la salvación escatológica »,57 siempre ha dado su
testimonio evangélico uniéndolo al desempeño de sus acti-
vidades: diálogo, promoción humana, compromiso por la
justicia y la paz, educación y cuidado de los enfermos, asis-
tencia a los pobres y a los pequeños. Debe quedar claro, de
una vez por todas, que en la proclamación de la buena nue-
va del amor de Dios, la Iglesia no ejerce ninguna constric-
ción sobre la libertad de los hombres: se detiene ante el sa-
grario de la conciencia; propone, no impone nada.58
56
Ibid., n. 20.
57
Ibid., n. 20.
58
Cf. Ibid., n. 39.
59
Cf. Juan Pablo II, Homilía durante la misa en la plaza Sordello de
Mantua, 23 de junio de 1991, n. 5, en L’Osservatore Romano, edición
en lengua española, 26 de julio de 1991, p. 10.
60
Juan Pablo II, A los participantes en el VIII Congreso mundial de las
comunidades terapéuticas, 7 de septiembre de 1984, n. 3, en
L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 9 de diciembre de
1984, p. 17.
37
nas que viven esta situación particular y a las que contribu-
yen a la difusión de productos tóxicos. Por eso, se plantea
como objetivo:
38
Capítulo II
LA TOXICOMANÍA ES UN SÍNTOMA
DE LA DEPENDENCIA
61
Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, Carta de los Agentes
de la Salud, n. 92, Ediciones Palabra, Madrid 1995, p. 78.
39
85. A lo largo de la historia las drogas han estado pre-
sentes en todas las sociedades, pero la mayoría de las veces
de manera relativamente limitada. Gracias a los medios de
comunicación social y a los transportes, hoy se ha produci-
do una extensión de los circuitos de difusión de la droga y,
al mismo tiempo, de su consumo, especialmente por parte
de jóvenes e incluso de niños.
Las drogas naturales 86. Desde siempre los hombres han tenido una relación
en la historia ambivalente y compleja con ciertas sustancias que encon-
traban en estado natural o que cultivaban. Los médicos se
servían de ellas con fines terapéuticos,62 pero muchos cono-
cían esas sustancias y con frecuencia las desviaban de su fi-
nalidad terapéutica buscando otros fines, especialmente pa-
ra suscitar estados particulares de conciencia o sensaciones
inéditas. En Mesopotamia o en Egipto (2000 a.C.) los mé-
dicos ya sabían distinguir, por ejemplo, entre el uso farma-
cológico del opio para aliviar los dolores y el uso « munda-
no » para producir estados de inconsciencia y huir de la re-
alidad. Por este motivo, se exigía que en los frascos se indi-
cara el contenido, y se recordaba que los testamentos re-
dactados bajo los efectos de la droga se declaraban inváli-
dos. Por lo demás, el uso de las drogas estaba más o menos
vinculado a la magia y a las religiones paganas. Aún hoy se
da este espíritu mágico que persiste en torno a las drogas y
hace creer falsamente al consumidor que podrá librarse de
los límites y de las contingencias humanas. También existen
prácticas de uso de droga en grupos, que se pueden definir
ritos de iniciación o ritos específicos que caracterizan la
existencia misma del grupo. El recurso a las drogas se ob-
serva también en ciertas sectas para intentar entrar en rela-
ción con una divinidad o hacer vivir a los miembros en una
especie de relación particular entre sí, bajo la influencia de
un líder.
Las nuevas drogas 87. Los productos, naturales o sintéticos, cada vez más
sintéticas numerosos en el mercado, dan lugar a drogas diversas; por
ese motivo, actuarán diferentemente sobre el organismo, y
62
Cf. Dousset, J.C., Histoire des médicaments des origines à nos jours,
Payot, París 1985.
40
en especial sobre el cerebro, provocando casi inevitable-
mente una modificación de las capacidades de la razón y de
la voluntad, así como de la conducta de la persona, hasta
alterar su libertad y su ejercicio, al igual que su responsabi-
lidad.
1. Los productos 63
63
Las fuentes que han inspirado este capítulo y de las que se han repro-
ducido aquí amplios extractos son: Dictionnaires des drogues,
Larousse, París 1999; Académie Nationale de France de Pharmacie;
Dictionnaire des sciences pharmaceutiques et biologiques, Éditions
Louis Pariente, París 1997, 3 volúmenes; Mission interministérielle de
la lutte contre la drogue et la toxicomanie (MILDT), Drogues et dé-
pendance, Seuil, París 2000; CLER (Centre de liaison des équipes de
recherche), Outil pédagogique: Les jeunes face à la drogue, Cler, París
1998. (Para la terminología de la traducción española se utilizó el li-
bro: « El mundo de las drogas », de José María Sánchez Orantos, Ed.
San Pablo, Madrid 1996, n.d.t.).
41
neuromediador, un compuesto de sustancias químicas que
aseguran la continuidad del influjo nervioso. Es producida
por la sinapsis; llega entonces a fijarse en la neurona recep-
tora y luego invade, poco a poco, todo el sistema nervioso.
Definición
Drogas baratas 91. Los diversos tipos de cola (mástique, cola para ofici-
na, para utillaje, para aeromodelismo, para madera), pero
también ciertos disolventes (como el éter, el tricloretileno, la
acetona, los quitamanchas, la laca de uñas, las gasolinas, los
hidrocarburos), son productos que inhalan ciertos jóvenes
de edades comprendidas entre los 12 y los 18 años, y que
tienen efectos comparables a los que producen las drogas.
Son fácilmente usados por los más jóvenes, al principio sin
intenciones particulares, por el hecho mismo de que es fácil
y barato conseguirlos, y porque dentro de ciertos grupos ju-
veniles se incita a usarlos. Los jóvenes aprenden rápidamen-
te a detectar los lugares donde se pueden adquirir sin des-
pertar sospechas en los adultos. Así pues, las colas y los di-
solventes representan, a menudo, una primera experiencia
de droga en los jóvenes, que son curiosos y experimentan
así sensaciones particulares que luego tratan de reproducir.
42
Efectos y peligros
93. Los efectos sobre el organismo no tienen consecuen- Efectos que ralentizan
cias si el uso se limita a algunas experiencias esporádicas y los procesos del
pensamiento
cesan rápidamente. Con todo, se puede correr peligro de
inflamación, a veces grave, del aparato respiratorio, espe-
cialmente de los bronquios y de la garganta. A largo plazo,
un consumo repetido puede provocar ciertos estados más o
menos serios de coma, una hipo-oxigenación de los tejidos
del sistema cardiovascular.
1.3. El cannabis
Definición
95. El cannabis es una planta que crece en países de cli- Los diversos derivados
ma templado y cálido. Puede alcanzar una altura de tres del cannabis
metros en pocos meses. Se busca sobre todo la planta feme-
nina, por la embriaguez que produce.
43
99. El aceite (o alquitrán): preparado más concentrado
en principio activo, que se suele consumir con pipa. Su uso
actualmente está poco extendido.
Efectos y peligros
103. Algunos consumidores de todas las edades buscan
simplemente el placer y la evasión. Los efectos del consu-
mo del cannabis son variables: ligera euforia, acompañada
64
Para ulteriores precisiones se hará referencia a la obra de la Académie
Nationale de France de Pharmacie, Dictionnaire des sciences pharma-
ceutiques et biologiques, en la voz cannabis, I, pp. 287-288.
44
de una sensación de calma y de un deseo espontáneo de
reír, y ligera somnolencia. Dosis fuertes causan pronto di-
ficultad para realizar una tarea, perturban la percepción
del tiempo, la percepción visual y la memoria inmediata, y
provocan una especie de letargo. Esos efectos pueden ser
peligrosos cuando se conduce un automóvil o se usan
ciertas máquinas bajo el efecto de la embriaguez de can-
nabis.
104. Los principales efectos físicos del cannabis pueden Efectos peligrosos
consistir, según la persona, la cantidad consumida y la com- sobre la percepción
visual
posición del producto, en un aumento del ritmo cardíaco
(palpitaciones), una disminución de la salivación (sensación
de sequedad en la boca), una hinchazón de los vasos san-
guíneos (ojos rojos) y a veces una sensación de náusea. El
aparato respiratorio está expuesto a riesgos idénticos a los
del tabaco (nicotina y alquitranes tóxicos), y estos riesgos
aumentan en ciertas condiciones de inhalación (con pipas
de agua, manguitos o tubitos). Con todo, ciertos efectos
mal percibidos por la población y por los consumidores tie-
nen ya consecuencias importantes y son signo de un uso
nocivo: dificultades de concentración, dificultades escola-
res, una especie de obsesión por conseguir el producto,
contactos con circuitos ilícitos de difusión de la droga y,
por consiguiente, implicación en una cierta forma de delin-
cuencia.
45
Hablar de droga 107. Los trabajos científicos más recientes 65 han aclara-
blanda es un engaño do el mecanismo de la acción del hachís y de su compuesto
activo, el THC, sobre la membrana celular y sobre sus re-
ceptores mecánicos que permiten por fin explicar los efec-
tos esenciales del hachís sobre las neuronas: trastorno de
las percepciones sensoriales, visuales, auditivas, espaciales y
temporales. Teniendo en cuenta estas constataciones, sería
irresponsable el intento de quitar importancia al cannabis y
considerarlo una « droga blanda », es decir, sin efectos no-
tables sobre el organismo.
1.4. La cocaína
Definición
108. La cocaína se ha cultivado desde tiempos inmemo-
riales en Bolivia y Perú. Las poblaciones indígenas de los
Andes utilizan las hojas masticándolas; el alcaloide conteni-
do, el clorhidrato de cocaína (principio activo), provoca una
sensación de euforia, acompañada por una eliminación de las
inhibiciones y por la desaparición de la sensación de cansan-
cio y de hambre. El uso de cocaína se difundió en Europa
después del descubrimiento de su principio activo al final del
siglo XIX. Este tipo de toxicomanía se ha desarrollado sobre
todo en el ambiente de los artistas e intelectuales.
Efectos y peligros
110. El uso de cocaína provoca una euforia inmediata,
una sensación de poder intelectual y físico, así como una
65
Cf. G. Nahas, K. Sutin y S. Augurell, Marihuana And Medicine (Actas
de la Conferencia Internacional de la Universidad de Nueva York),
Ediciones Humana Press, Totowa H.J., USA, 1999.
46
indiferencia ante el dolor y el cansancio. Estos efectos lle-
van luego a un estado de depresión y a una ansiedad que al-
gunos tratarán de calmar tomando heroína o fármacos psi-
coactivos.
47
El crack
Definición
Derivado de la cocaína 116. El crack es un derivado de la cocaína. En realidad,
se trata de una mezcla de cocaína, bicarbonato de sodio y
amoníaco, que se presenta en forma de piedritas. Después
de calentarlas, el consumidor aspira su humo. Esta opera-
ción provoca crujidos característicos, que es precisamente
lo que dio origen al nombre.
Efectos y peligros
Daños cerebrales 118. El uso regular del crack puede provocar alucinacio-
nes y causar comportamientos violentos, episodios paranoi-
cos o incluso impulsos suicidas. Entre las consecuencias fí-
sicas del uso regular del crack se pueden citar efectos rápi-
dos sobre el cerebro, graves alteraciones de las vías respira-
torias, así como paros cardíacos o respiratorios que pueden
provocar la muerte. Un consumo regular causa pronto una
fuerte dependencia física y psíquica. Los que lo usan, inclu-
so después de haber dejado de consumirlo, siguen a menu-
do sujetos a alteraciones del humor y sufren durante varios
meses una cierta dependencia y episodios eventuales de re-
caída.
1.5. El éxtasis
48
difusión generalizada del éxtasis está vinculada al nacimien-
to del movimiento musical tecno y a la organización de rave
party, reuniones de jóvenes que a menudo duran varios días
consecutivos, día y noche, y que producen una especie de
embriaguez colectiva.
120. Desde hace unos diez años, en América del Norte y Asociación de
en Europa se está produciendo un aumento del consumo anfetamina y de
mescalina
de éxtasis. El éxtasis es una sustancia neurotóxica, por lo
general asociada a una molécula con estructura similar a
una anfetamina y a la mescalina. Las más famosas son la
metilenedioxy-metanfetamina (MDMA), o metil 3,4 metile-
nedioxi-fenil-isopropilamina, o éxtasis. La MDMA fue sinte-
tizada en 1912 por una sociedad alemana de nombre
Merck. El producto fue presentado como una píldora efi-
caz contra el sueño (destinada a los militares) y contra el
hambre, utilizable en las dietas de adelgazamiento, pero el
cuerpo médico no la ha reconocido como un verdadero
medicamento.
Efectos y peligros
122. Los consumidores de éxtasis buscan una sensación Sensación de placer
de energía, estar en buena forma, y la eliminación de sus y de libertad
inhibiciones. Así se eliminan bloqueos, frenos y prohibi-
ciones, y se produce una sensación de perfecta libertad in-
terior y omnipotencia. Al efecto de placer y excitación se
añade la sensación de libertad en las relaciones con los de-
más. El éxtasis provoca al principio una ligera ansiedad,
un aumento de la tensión arterial, una aceleración del rit-
mo cardíaco y la contracción de los músculos de la mandí-
49
bula; la piel se vuelve húmeda, la boca se seca. Luego se
produce una ligera euforia, una sensación de bienestar y
placer, que va acompañada de una relajación, una excita-
ción de los sentidos y una impresión de comprender y
aceptar a los demás. El uso de éxtasis provoca también
una deshidratación del organismo. El consumidor siente
necesidad de tomar agua continuamente, sobre todo si se
encuentra en un ambiente muy caliente y realiza un esfuer-
zo físico importante.
Posible causa 125. Los daños del éxtasis sobre el cerebro aún no se
de las enfermedades conocen bien; algunos trabajos científicos establecen una
cerebrales posible degeneración de las células que podría ser irrever-
degenerativas
sible y provocar con el tiempo enfermedades degenerati-
vas, como la de Parkinson, o trastornos cognoscitivos.
Ciertas observaciones han mostrado alteraciones de la ca-
pacidad de juicio, dificultades para realizar cálculos, así
como diversos efectos sobre la memoria. Se han constata-
50
do también casos de paranoia. Algunas personas sufren
dolores en la región lumbar, probablemente debidos al
cansancio de los riñones por la deshidratación, lo cual
puede causar un bloqueo renal y un coma muy grave. Los
medios de comunicación tienden a presentar el éxtasis co-
mo un afrodisíaco. En realidad, la droga puede excitar la
imaginación sexual, pero suprime, tanto en el hombre co-
mo en la mujer, las capacidades sexuales en el ámbito fi-
siológico.
El LSD
127. El LSD 25, o dietilamida del ácido lisérgico, deriva Alucinógeno
del cornezuelo de centeno. Se presenta en forma de « papel generador de
graves efectos
secante », « micropunta » (semejante a la punta de la mina
contradictorios
de un lapicero) o también en forma líquida. Para un
« viaje » (trip) con LSD 25 hacen falta entre 50 y 400 micro-
gramos, o más.
Las anfetaminas
129. Las anfetaminas (speed, ice o cristal) son poderosos
psicoestimulantes, alucinógenos y anoréxicos. Estos pro-
ductos se presentan en forma de comprimidos para ingerir
o polvo para esnifar o tomar en papel. Muy a menudo se
cortan con otros productos.
51
130. Las anfetaminas por lo general se consumen asocia-
das con alcohol u otras sustancias psicoactivas como el éx-
tasis. Al ser estimulantes físicos, producen la impresión de
ser invencibles y la sensación de eliminar la fatiga. Sus efec-
tos duran varias horas.
El poppers
52
136. En fuertes dosis, el poppers puede crear una depre-
sión respiratoria y dañar los tabiques nasales. En caso de
consumo regular, el poppers causa graves anemias (cansan-
cio debido a la disminución de la capacidad de los glóbulos
rojos para fijar el oxígeno), problemas pasajeros de fisiolo-
gía sexual, manchas rojas e hinchazón del rostro, y costras
amarillentas alrededor de la nariz y de los labios.
Concentrado, provoca vértigos violentos, y también males-
tares. Asociado al viagra (fármaco utilizado por personas
que tienen problemas de impotencia sexual), entraña ries-
gos cardíacos que pueden ser mortales.
La ketamina
137. Es un fuerte anestésico, el ketalar, que inicialmente
se presenta en forma líquida, antes de ser transformado me-
diante calentamiento en polvo blanco o marrón. Es esnifa-
do y, más raramente, inyectado por vía intramuscular. La
ketamina tiene un efecto alucinógeno. Su consumo provoca
trastornos de orden psíquico (ansiedad, ataques de pánico),
neurológico (parálisis temporales) y digestivo (náuseas, vó-
mitos). Los efectos, que difieren según las dosis consumi-
das, en casos de sobredosis pueden llegar incluso al coma
prolongado.
1.6. La heroína
Definición
138. La heroína es un fuerte opiáceo, obtenido de la
morfina. Los opiáceos son sustancias naturales contenidas
en el látex (opio) recogido en una planta, la adormidera. La
heroína se presenta en forma de polvo. Por lo general se in-
yecta por vía intravenosa, después de diluirse y calentarse.
También puede esnifarse y fumarse.
53
Efectos y peligros
Olvidar a toda costa 140. La heroína provoca una sensación de bienestar, de
euforia y de éxtasis. Actúa como un fuerte ansiolítico y co-
mo antidepresivo, pues tiende a hacer olvidar las dificulta-
des psíquicas del momento y los sufrimientos.
Una dosis excesiva 143. La capacidad del organismo de asimilar los opiáce-
puede ser fatal os que el heroinómano se inyecta a menudo varias veces al
día en el cuerpo, es limitada. Por eso, después de una so-
bredosis, el organismo, saturado, puede encontrarse en un
54
estado crítico. Entonces reacciona con una ralentización rá-
pida del sistema respiratorio, lo cual provoca un coma, con
peligro de muerte.
55
cordar también productos que, como el alcohol y el tabaco,
se han granjeado una especie de respetabilidad social; ade-
más, podría ser oportuno señalar las prácticas de dopaje en
el deporte y en la vida profesional, o la utilización de fár-
macos psicoactivos para fines diversos de los terapéuticos
específicamente previstos para ellos. Baste mencionar, co-
mo recuerdo, estos diferentes elementos. Ahora conviene
pasar a analizar lo que impulsa a algunas personas a drogar-
se y alienar su libertad.
56
conocido y para ser iniciados en las nuevas sensaciones de
las que habían oído hablar. En esas situaciones, no se atre-
vieron a rechazar la propuesta. Otros, al contrario, subra-
yan que comenzaron a usar un producto para evadirse de
una dificultad de la vida, de un sufrimiento o de un dolor
incurable. Unos y otros, por tanto, no decidieron drogarse,
porque nadie toma deliberadamente esta decisión ni tiene
la intención de convertirse en toxicómano. Más aún, cuan-
do alguien consume determinados productos, puede que lo
haga sin ser consciente de estarse drogando. Con todo, las
consecuencias son evidentes y la toxicomanía es el resulta-
do de estos comportamientos.
150. De cualquier modo, se debe notar que las personas Huida ilusoria
así condicionadas a menudo siguen llevando con naturali- de los problemas
dad su vida diaria, aunque desarrollen una práctica toxicó-
mana más o menos frecuente o pasajera, hasta el día en que
caen en una toxicomanía comprobada, que los llevará a
comportamientos específicos, especialmente por lo que ata-
ñe a la vida personal, la vida social o la búsqueda de droga,
que entonces resultará una obsesión. Irán ordenando pro-
gresivamente su existencia hacia la búsqueda del producto
y, en cierto sentido, vivirán casi exclusivamente para dro- Drogarse puede
garse. Aunque se puede decir que numerosas personas co- llegar a ser
la razón de vivir
mienzan a drogarse por curiosidad, para evadirse o para
tratar de eliminar un malestar de la vida, es preciso recono-
cer que el peligro de caer en la toxicomanía es grande, y es-
ta última llega a ser entonces una motivación y un centro de
interés de la existencia. Se entra en un círculo infernal, en
el que la falta de proyectos y la ausencia de realizaciones
hacen que la persona se encierre en sí misma.
57
personas hay una inquietud profunda que no se toma en
cuenta, que los modos de proceder en el orden de la vida
personal y social no logran satisfacer a los hombres; lo mis-
mo se puede decir del malestar real que existe en la civiliza-
ción. El toxicómano intenta resolver su problema recu-
rriendo a soluciones artificiales.
58
y graves de la personalidad. Especialistas en salud mental
han observado que ciertos conflictos intrapsíquicos o ciertas
organizaciones frágiles de la personalidad, que se podían re-
ducir relativamente con la calidad de una vida cultural y reli-
giosa a la espera de la maduración de la persona, sobre todo
entre personas jóvenes, corren el riesgo de manifestarse de
modo notable y violento sin posibilidad de curación.
66
Cf. J. Bergeret, Narcissisme et les états limites, Dunod, París 1987. Los
términos « border-line » (V. W. Einsenstein, 1949) o « estados límite »
designan estructuras psíquicas que no corresponden ni al tipo neuró-
tico ni al tipo psicótico. Esta noción se ha difundido gracias a los tra-
bajos de Jean Bergeret (Lyon, Francia); cf. J. Bergeret, Psychologie pa-
thologique, Masson, París (1972) 1994. Las personalidades border-line
presentan una organización psíquica frágil; son muy narcisistas y bus-
can relaciones de dependencia con los demás o con los objetos de la
realidad. Manifiestan una inmadurez afectiva que da la impresión, en
su entorno, de que se trata de un adolescente mayor. Estas personali-
dades tratan de esconder angustias y viven defendiéndose de un senti-
do de peligro. El peligro del que se protegen es el de la depresión, es
decir, de una duda constante para afrontar la realidad.
67
Observatoire Français des Drogues et des Toxicomanies, Note, 1996,
en http://www.ofdt.fr.
59
ria del individuo, y no resueltos, y conducir así a graves
trastornos psíquicos.
Las drogas agravan 156. Las sustancias psicoactivas exponen a los que las con-
las dificultades sumen a dificultades psíquicas y patológicas inesperadas, es-
de orden psicológico pecialmente en personas que tienen estructuras psíquicas frá-
giles o dificultades personales graves; pueden, luego, producir
trastornos de comportamiento y trastornos mentales irreversi-
bles, dado que las drogas actúan entonces como el factor que
los desencadena a causa de su influjo en el sistema nervioso
central. Por eso no se pueden aceptar las conclusiones de
quienes afirman que tal o cual producto no crea dependencia
fisiológica, y por tanto podría no tener consecuencias, porque
los efectos no siempre se pueden medir ni siempre son previ-
sibles, teniendo en cuenta lo que los productos provocan en el
cuerpo humano. Así pues, no es posible pensar que ciertas
drogas no tendrían efectos nefastos en el organismo y aún me-
nos en la vida psíquica y en las relaciones de las personas.
68
Comité de expertos de la farmacodependencia (O.M.S.), Vigésimo oc-
tavo informe, Viena 1998, cf. 2.2.1, Dependencia.
60
menzando por el tabaco o el alcohol. Con todo, hay pro-
ductos más nocivos que otros, y ciertas sustancias que pue-
den servir de base para la fabricación de fármacos psicose-
dantes o psicoestimulantes se convertirán en productos
muy tóxicos. La heroína, por ejemplo, es útil y, con control
médico, puede aliviar los dolores de los enfermos graves,
pero, en un marco de toxicomanía, se transforma en una
sustancia destructora para el individuo.
159. Muchos estudios se limitan a menudo a una descrip- La investigación
ción neurobiológica para analizar el estado de dependencia no se ocupa de los
que provocaría un producto. Con frecuencia, los resultados efectos psíquicos
y morales
científicos son parciales y acaban por difundir falsedades pa-
ra favorecer una legalización del uso de las drogas, especial-
mente de cannabis. En realidad, estos estudios no tienen en
cuenta los aspectos psíquicos, sociales y morales. Se intere-
san más de la química del cerebro que de las actitudes y la
conducta de las personas. En efecto, cuando se comparan las
repercusiones del cannabis o del tabaco sobre el sistema do-
paminérgico (sistema neurobiológico del placer), el tabaco
puede parecer, de modo sorprendente, el producto más peli-
groso. Ciertamente, entraña una dependencia y consecuen-
cias muy conocidas sobre la salud. Pero si se tiene en cuenta
el conjunto de los elementos de la vida de un individuo, afir-
mar que el tabaco es más peligroso que el cannabis conlleva
el riesgo de confundir el mensaje de la prevención.
160. La peligrosidad de una droga y sus efectos psíqui-
cos, sociales y psicopatológicos no pueden reducirse sólo al
aspecto neurobiológico. Éste no puede explicar la comple-
jidad de las repercusiones psíquicas y de los comportamien-
tos que guardan relación con el uso de productos tóxicos.
69
Cf. H. Loo, J.M. Roux, A. Benyacoub, Le médecin face aux
toxicomanies, Collection de psychiatrie pratique de l’Encéphale, Doin,
París 1997; M. C. d’Welles, Et si on parlait du haschich!, Presses de la
Renaissance, París 1999; J. Bergeret, Toxicomanie et personnalité,
Collection « Que sais-je », Presses Universitaires de France, París 1995.
61
de nuevo sobre la generalización actual de su uso. Con-
No considerar nunca sumido a menudo tanto por jóvenes como por adultos, e
irrelevante incluso por niños, sea cual sea el ambiente social de perte-
el uso de las drogas
nencia, el cannabis circula fácilmente en los centros escola-
res, a veces ante la indiferencia de los adultos. Un cierto
discurso social, que se ofrece en los medios de comunica-
ción, tiende incluso a ponderar sus méritos, incitando en
cierto sentido a los jóvenes a conseguirla y usarla. Se pre-
senta como una sustancia recreativa y lúdica, sin peligro
aparente para la salud. Ciertas personas se limitarán a un
consumo pasajero o incluso regular, sin ir más allá. En cam-
bio, para otros consumidores constituirá la puerta de ingre-
so en la toxicodependencia, en la búsqueda ulterior de pro-
ductos cada vez más fuertes y cada vez más dañosos para la
salud.
62
en ciertos ambientes musicales, con ocasión de veladas, o
en discotecas.
70
Cf. Observatoire Français des Drogues et des Toxicomanies, 1996, en:
http://www.ofdt.fr.
63
166. La embriaguez alcohólica es igualmente peligrosa y
en las personas dependientes puede provocar trastornos
importantes, como la pérdida de la vigilancia, del sentido
moral, del control de sí, pero también el desarrollo de acti-
tudes agresivas y violentas, enajenación de la realidad, pro-
blemas psicopatológicos, enfermedades hepáticas, etc. En
muchas sociedades el vino y el alcohol forman parte de la
alimentación. Obviamente, dado que estos productos no
están completamente exentos de peligros, pueden conver-
tirse en drogas y provocar enfermedades graves y un índice
muy alto de mortalidad.
Imposible cambiar 169. Como hemos destacado ya, los efectos neurobioló-
el comportamiento gicos aparentes de un producto no constituyen todas las
del toxicómano consecuencias del uso de un producto tóxico sobre la per-
sin una visión global
de su problema sona y sobre sus relaciones. Es importante descubrir, en la
medida de las posibilidades, todas las repercusiones de un
comportamiento toxicómano y, por tanto, ver a la persona
64
en su totalidad, para ayudarle a tener una actitud plena-
mente humana, conforme a su dignidad. No podemos limi-
tarnos a la cuestión de la dependencia física de un produc-
to tóxico, porque las formas de dependencia son múltiples
y no están necesariamente vinculadas sólo a la fisiología del
individuo.
65
do activa e imperiosa. La mayoría de los estudios sobre la
prevención de las drogas no siempre ha insistido en la im-
portancia que el placer tiene en la relación entre el drogado
y el producto, hasta hacer que la persona se encierre en sí
misma.
71
Para un desarrollo más amplio del concepto de placer, puede consul-
tarse el artículo Fruitio en el Dictionnaire de théologie catholique, así
como también la Summa Theologica de santo Tomás de Aquino, I-II,
en particular las cuestiones 11 y 31-33.
66
2.3.2. La finalidad del placer
67
esto es signo de que no han logrado aún organizar y unificar
suficientemente su personalidad. Se desalientan, impacientes
por obtener un resultado rápido, y no logran aceptar que hay
frustraciones inevitables en toda existencia y que no se pue-
de vivir simplemente según el criterio del placer inmediato.
72
Cf. Santa Teresa de Ávila, Camino de perfección, cap. 30; san Juan de
la Cruz, Subida al Monte Carmelo, libro I, capítulo 1; La noche oscura,
libro I, capítulo 8.
68
3. La reivindicación de la droga
69
o los responsables políticos, sobre la necesidad de encon-
trar un equilibrio entre la libertad y la ley, entre la concien-
Drogarse significa cia y la verdad, entre los valores y los comportamientos dia-
ausencia de valores rios. El abuso de la libertad se transforma rápidamente en
individualismo y subjetivismo, cuyo aspecto tiránico no es-
capa a nadie; pone en grave peligro el bien común; el oscu-
recimiento de la conciencia neutraliza la capacidad de criti-
car las modas y las tendencias; el no querer preguntarse so-
bre los valores trascendentes, que son objetivos y no depen-
den de la buena voluntad del sujeto o de una situación, ha
hecho creer a menudo que los comportamientos deben ins-
pirarse en la opinión de la mayoría o en el deseo individual,
más bien que en valores universales. Al contrario, precisa-
mente estos últimos están en la base del obrar moral del in-
dividuo, pues proporcionan los elementos objetivos para su
reflexión y su acción, le ayudan a tomar conciencia de que
él no puede promulgar sus propias leyes a partir de sus sim-
ples intereses subjetivos y lo protegen de alguna manera de
una vida regulada sólo por el placer. El moralista y el edu-
cador pueden muy bien interpretar el deseo de drogarse
como una expresión de la ausencia de valores y de reglas en
el individuo.
70
consumidores no puede resolver los numerosos problemas
planteados por el uso de drogas. En este campo, al igual
que en todo lo que afecta a la vida social, las autoridades ci-
viles tienen el deber de recordar las prohibiciones funda-
mentales que protegen la vida y la dignidad de las personas; El derecho toma
de lo contrario, corren el riesgo de hacer que se produzcan la defensa de la vida
fenómenos de violencia y que aumente la delincuencia, es-
pecialmente entre los jóvenes, cuyo futuro, en el ámbito
personal y en sus relaciones, corre entonces grave peligro,
hipotecando al mismo tiempo el entramado social de las
ciudades y de sus periferias.
183. Es evidente que ciertos jóvenes, bajo el influjo de la Restablecer los límites
droga, cometen delitos y crímenes sin tener plena concien- de lo permitido
y de lo prohibido
cia de estar obrando mal, insensibles ante los sufrimientos y
perjuicios que causan a los demás, lo cual se debe a la eli-
minación de inhibiciones provocada por las drogas. Se trata
de jóvenes que tienen una conducta asocial y amoral. No
podemos permitir que esta situación se prolongue, pues de
lo contrario asistiremos al naufragio de estos muchachos, a
los que la sociedad no ha sabido acoger, amar y educar.
Corresponde a los adultos recordar las exigencias funda-
mentales de lo permitido y de lo prohibido, que para un
adolescente son necesarias con vistas a la construcción de
su personalidad y de sus relaciones sociales, y que de nin-
guna manera constituyen un obstáculo para el diálogo y pa-
ra un método pedagógico que respete la personalidad del
joven. Asimismo, en el tratamiento de los fenómenos vincu-
lados a la droga, es importante desarrollar una pedagogía
comprensiva con respecto a las personas; y conviene adop-
tar un lenguaje de firmeza y tomar medidas de represión.
71
ca, moral y espiritualmente, y así ser menos frágiles ante las
inevitables dificultades de la existencia y ante fenómenos
como la droga, que en parte reflejan una crisis de la educa-
ción.
Las leyes por sí 186. Aunque es correcto distinguir entre quienes recu-
mismas rren de vez en cuando a drogas y los toxicómanos, no por
no pueden eliminar
eso se debe rechazar la ley que protege a la sociedad y a los
el malestar
individuos de lo que representa una amenaza de destruc-
ción, o atribuir a la ley un carácter provisional aduciendo
como pretexto el hecho de que sería violada en numerosas
situaciones o que determinados individuos desean darse a
la droga o, por razones múltiples, ser difusores de produc-
tos tóxicos. Sin embargo, debemos reconocer que las leyes,
de por sí, no bastan para resolver el malestar que revelan el
consumo de drogas y la toxicomanía. La solución depende,
entre otras cosas, de las condiciones de vida que ofrezca la
sociedad para que los jóvenes puedan desarrollarse digna-
mente, encontrar el sentido de su existencia e insertarse en
las redes de relaciones que necesitan.
72
4. Una sociedad que favorece la droga
73
culados de una manera u otra a la droga constituye un peli-
gro real y hace difícil, por no decir imposible, la lucha que
se libra contra la difusión y el consumo de productos tóxi-
cos. Toda acción que favorezca la difusión o el consumo de
drogas representa una complicidad moralmente grave con
los cárteles, que obtienen beneficios enormes, financieros y
más ampliamente económicos, del comercio que realizan.
Las autoridades gubernamentales y los organismos interna-
cionales están llamados a incrementar sin cesar su vigilancia
y a actuar con severidad cada vez mayor contra esos siste-
mas organizados, que provocan la muerte de tantos seres
humanos, que aniquilan física, psicológica, social, moral y
espiritualmente a un número notable de personas, especial-
mente de jóvenes e individuos ya frágiles de por sí.
Acoger a las personas 191. Desde este punto de vista, también las organizacio-
toxicómanas nes internacionales desempeñan un papel importante. La
cooperación internacional en la lucha contra la droga, en el
establecimiento de un arsenal jurídico y en una colabora-
ción para eliminar las situaciones concretas, es un elemento
importante para poder desmantelar todos los canales de
venta. Al mismo tiempo, es preciso ayudar a todas las per-
sonas atrapadas en el engranaje de la toxicomanía o de la
difusión de las drogas, sobre todo teniendo en cuenta sus
debilidades personales, familiares, económicas y sociales,
manifestándoles acogida y comprensión, con el fin de ayu-
darles a salir del círculo infernal de la droga. Precisamente
74
en este marco se sitúan tanto la reflexión como la acción
educativa y pastoral de la Iglesia, que quiere prestar ayuda
a las personas en dificultad y animar a buscar respuestas
constructivas a los problemas planteados por el consumo
de la droga y por la delincuencia que acompaña a este fenó-
meno.
75
te todo debe proteger, aunque sólo sea contra sí mismo, al
más débil y pobre de la sociedad. Por tanto, no tiene el de-
recho de incumplir su deber de defensa frente a los que
aún no han tenido acceso a la madurez y que son víctimas
potenciales de la droga. Además, si el Estado adopta o
mantiene una postura coherente y valiente con respecto a la
droga, combatiéndola sea cual sea su naturaleza, esta acti-
tud ayudará también a la lucha contra los abusos del alco-
hol y del tabaco.
73
Pontificio Consejo para la Familia, ¿Liberalización de la droga?, n. 6,
en L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 7 de febrero de
1997, p. 10.
76
arrollar plenamente las posibilidades y los talentos que le
concedió el Creador para su felicidad y la de sus hermanos.
Precisamente en esta perspectiva del bienestar de las perso-
nas y de la sociedad la Iglesia desea proseguir su labor pas-
toral y dar su contribución a la prevención y a la lucha con-
tra la toxicomanía.
77
Peligro: ideología 201. 3 – Por último, desde un punto de vista psicológi-
e individualismo co, cada uno está tan replegado en sí mismo, sin poder
siempre apoyarse en valores comunes que permitan el des-
arrollo del ser interior y la comunicación con los demás,
que la persona tiene la tentación de buscar una felicidad
ilusoria en el consumo de productos tóxicos. Las metáforas
que suelen utilizar los toxicómanos – como engancharse – y
que recoge el lenguaje corriente, manifiestan la necesidad
de remitirse a algo. Eso muestra el déficit de relación con
los demás, así como la debilidad de la vida interior de las
personas, especialmente de los jóvenes, elementos que los
educadores deben tomar particularmente en cuenta en su
acción pedagógica.
Un círculo vicioso 203. Los que no son consumidores se podrán ver afecta-
une droga y comercio dos por los diferentes problemas vinculados a las drogas.
Algunos estarán expuestos al humo del tabaco – comenzan-
do por los niños que sufrirán el tabaquismo de los padres –
o en el ámbito profesional dentro de las oficinas o de los ta-
lleres. Otros deberán sufrir la violencia y el deterioro de las
relaciones a causa del alcoholismo, fuente de criminalidad y
mortalidad, especialmente en el seno de la estructura fami-
liar. Por último, las drogas llegarán también a complicar la
78
existencia de las personas en el plano económico, porque la
adquisición de estos productos es onerosa y hace falta mu-
cho dinero, por lo que ciertos consumidores se lanzan a ro-
bar, a hurtar a miembros de su propia familia y a poner en
práctica numerosos comportamientos delictuosos. Las fa-
milias a veces piensan que van a resolver rápidamente su
problema dando al miembro drogado dinero para adquirir
la droga que necesita, con el pretexto de que se trata de la
« última vez ». Estas promesas son ilusorias, y los educado-
res saben por experiencia que no se debe obrar nunca de
esta manera con un toxicómano, pues así se alimenta la
adicción en la persona. Ciertas familias, muy afligidas por
la situación de su hijo o hija, se han encontrado a veces en
graves dificultades económicas por haber accedido a peti-
ciones desconsideradas. Querían ayudarles y sobre todo
acabar con un sufrimiento vinculado, entre otras cosas, a la
toxicodependencia, procurando a sus hijos toxicómanos lo
que solicitaban.
79
blar de la droga en los medios de comunicación, pero tam-
bién cierta forma de prevención, avalan a veces la conducta
de los que consumen productos ilícitos: pueden incluso
aparecer como seres originales, como modelos, libres con
respecto a los demás. De ese modo, la droga adquiere una
especie de legitimidad. Peor aún, el toxicómano puede ser
presentado como víctima, hasta el punto de que se le echa
la culpa a su familia y se achaca a la educación y a los valo-
res transmitidos por la sociedad la culpa de su conducta.
Frente a esos fenómenos, la sociedad debe interrogarse so-
bre la responsabilidad de los medios de comunicación con
respecto a la toxicomanía, cuando ofrecen mensajes ambi-
guos y contradictorios. Es importante que cada uno vea
con mirada crítica los mensajes difundidos por los medios
de comunicación y que se haga todo lo posible para con-
trastarlos.
80
208. Aunque la existencia del hombre se basa también Se debe respetar
en estructuras bioquímicas, que es preciso salvaguardar pa- al hombre en su
unidad
ra mantener la vida en buenas condiciones y a veces para y en su integridad
aportar al hombre bienestar y placer, conviene recordar
que el hombre es un ser compuesto, cuerpo y espíritu a la
vez, que no puede explicar totalmente ninguna visión pura-
mente científica o técnica. La existencia humana no puede
ser fraccionada en múltiples intervenciones químicas sin te-
ner en cuenta una visión global del hombre y de su vida.
Algunos piensan que los productos químicos pueden pro-
porcionar paz, alegría, satisfacción o felicidad, y confían así
su destino a una dosis habitual de sustancias químicas que
deberían ayudarles a vivir bien, a vivir en una especie de
euforia o a estar drogados para superar las inevitables prue-
bas de la existencia.
81
al. En esta misma lógica de la búsqueda del bienestar, algu-
nos sufren a veces la tentación de acabar con su vida perso-
nal o con la de los demás, suprimiéndola ya desde su con-
cepción o tomando la senda del suicido, o de ayudar a mo-
rir a los demás, porque no se percibe o se altera la grandeza
del don de la vida. Así existe un vínculo entre el aborto, la
eutanasia y la toxicomanía, tres realidades que constituyen
otros tantos actos de muerte.
* * *
82
miento. Nuestras sociedades « idolatran » con frecuencia a
los jóvenes, al tiempo que los desprecian pues no les brin-
dan una educación coherente que les ayude a construirse y
a encontrar su lugar, a descubrir el sentido de la vida y una
esperanza con vistas al porvenir. El consumo de droga pone
de manifiesto las dificultades de la persona para afrontar
las frustraciones inherentes a la existencia; es el barómetro
del estado de una sociedad.
83
Capítulo III
74
Cf. Juan Pablo II, Carta a los ancianos, Ciudad del Vaticano, 1 de oc-
tubre de 1999.
84
hombre, es decir, en su razón y en su voluntad, la reflexión
filosófica y teológica ha visto un signo privilegiado de esta
afinidad con Dios. En efecto, estas facultades permiten al
hombre conocer al Señor y entablar con él una relación de
diálogo. Son prerrogativas que hacen del ser humano una
persona. (…) Conviene precisar, sin embargo, que todo el
hombre y, por lo tanto, no sólo su alma espiritual, con la in-
teligencia y la voluntad libre, sino también su cuerpo parti-
cipa en la dignidad de « imagen de Dios ». En efecto, el
cuerpo del hombre « es cuerpo humano precisamente por-
que está animado por el alma espiritual, y es toda la perso-
na humana la que está destinada a ser, en el cuerpo de
Cristo, el templo del Espíritu ».75 « ¿No sabéis, escribe el
Apóstol, que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?
(…). No os pertenecéis (…). Glorificad, por tanto, a Dios
en vuestro cuerpo » (1 Co 6, 15. 19-20). De aquí deriva la
exigencia de respeto al propio cuerpo, y también al de los
demás, particularmente cuando sufre.76
75
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 364.
76
Cf. Op. cit., n. 1004.
85
la capacidad de conocer y amar a su Creador, de gobernar a
todas las criaturas terrenas y de servirse de ellas para gloria
de Dios (cf. ib., 12). Por esta razón, la Iglesia reconoce en
todos los hombres la misma dignidad y el mismo valor fun-
damental, independientemente de cualquier otra considera-
ción que derive de las circunstancias ».77
77
Juan Pablo II, Discurso del 30 de noviembre de 1996 a los participantes
en la XI conferencia internacional organizada por el Pontificio Consejo
para la Pastoral de la Salud, nn. 3-4, en L’Osservatore Romano, edición
en lengua española, 6 de diciembre de 1996, p. 8.
86
camino de la esperanza en Dios, a partir de la cual cobra
todo su sentido la existencia humana.
87
una ayuda ofrecida a la conciencia, para que cobre vigor y
coherencia ».78 Y los que con la producción clandestina y el
tráfico difunden las drogas también son gravemente culpa-
bles de prácticas escandalosas. Por lo que atañe a los autén-
ticos toxicómanos, aunque existe una responsabilidad ini-
cial en la ingestión de productos tóxicos, es preciso consi-
derar también que se hacen, al menos en parte, incapaces
de la elección libre y voluntaria que llevaría a salir de esa
dramática esclavitud. Su conciencia y su voluntad están,
por decirlo así, anestesiadas y anuladas.
78
Cardenal Angelo Sodano, Discurso de apertura del Congreso interna-
cional sobre la toxicomanía, 9 de octubre de 1997, celebrado en el
Vaticano, en L’Osservatore Romano, 11 de octubre de 1997, p. 4.
88
elegir el bien, de acuerdo con criterios objetivos y con una
verdad trascendente, una verdad sobre el hombre que su-
pera al individuo mismo.79
224. Estos principios están destinados a ser fuente de ci- La verdad más allá
vilización: en particular el concepto de la dignidad y de la de todo subjetivismo
integridad de la persona humana, que la fe cristiana ha con-
tribuido a profundizar y valorar. Cuando se rechazan, son
las sensaciones del momento las que dominan y neutralizan
el discernimiento, el juicio y la voluntad.
89
de a percibir la ley natural y a ponerla en práctica. El senti-
do moral es una respuesta al don de amor de Dios gracias
al cual el hombre vive.82
82
Cf. San Ireneo de Lyon, Adversus Haereses, IV, 20, 7.
90
tableciendo una dependencia afectiva excesiva, no permite
una maduración y una progresiva autonomía de la persona.
229. Otros métodos, al proponer una solución fácil, son Rechazar productos
más pragmáticos y se apoyan únicamente en la lógica de la de sustitución
dependencia respecto de un producto, sugiriendo otro pro-
ducto, llamado de sustitución. Con todo, este último sigue
siendo una droga, aunque el procedimiento se sitúe en una
perspectiva terapéutica. Ciertamente, en esta perspectiva,
se puede buscar el recurso provisional a algunas sustancias
para entrar en una lógica de deshabituación de un produc-
to que el organismo ya necesita; esta lógica permitirá tam-
bién una intervención psicológica más serena; pero cuando Favorecer
este tratamiento se generaliza y se extiende también a for- intervenciones
que liberen
mas ligeras de toxicomanía, ya no se trata de una terapia
para liberar de la toxicomanía, sino que se convierte en un
modo, admitido social y médicamente, de ingerir productos
tóxicos. Se permite a la persona continuar sin problemas su
consumo, pero es difícil hallar el camino para que poco a
poco el toxicómano salga del engranaje en que ha caído.
Siempre es importante preguntarse si existen otras vías te-
rapéuticas para que recupere la salud física y psicológica, y
vuelva a una vida social normal, sin recurrir necesariamente
a productos de sustitución.
231. Sin embargo, somos conscientes de que hay formas Proceso gradual
de toxicodependencia sumamente resistentes a todo tipo de de desintoxicación
intervención, dependencias que exigen mucha inventiva pa-
91
ra ayudar a las personas a que acepten comprometerse en la
vía terapéutica que las pueda llevar a la curación. Además,
sería un grave error pensar que, en el caso de una toxico-
manía asociada a una fuerte forma de depresión, la desha-
bituación pueda ser una medida instantánea y decisiva; al
contrario, puede llevar a una crisis aún más grave, con con-
secuencias dramáticas, como el suicidio. Por eso, en casos
muy particulares, se plantea el problema de la desintoxica-
ción del individuo, que se ha de afrontar con cautela y en
un período de tiempo relativamente largo, con la ayuda de
una medicación y un apoyo psicológico que ayuden al toxi-
cómano, en todos los aspectos, a liberarse progresivamente
de la droga.
83
Definición dada por la Organización Mundial de la Salud, 1973.
92
234. La Iglesia no puede por menos de sostener progra- Curar en equipo
mas que busquen ante todo privilegiar una acción encami- dotado de
diversas competencias
nada a liberar a las personas del yugo de la droga, respetan-
do su dignidad. Ante la complejidad del problema que re-
presenta la toxicomanía, es evidente que son muchos las
personas que deben participar en el tratamiento y que es
siempre necesario aprovechar las posibilidades que brinda
un tratamiento médico y contar con asesoramiento médico-
psicológico, pero garantizando que el individuo sea consi-
derado el verdadero protagonista de su curación, respetan-
do su conciencia, su responsabilidad y su dignidad.
236. Desde un punto de vista moral, el uso de las drogas El uso de las drogas
es ilícito, porque menoscaban la dignidad de la persona. es inmoral
Pero esta referencia moral no significa una condena de la
persona que hace uso de la droga y que lleva, casi siempre,
una vida sin libertad, condición de la que quisiera salir.84
Por eso, la acción pastoral debe redoblar su perspicacia pa-
ra trabajar por la liberación de la persona y ayudarle a salir
de las redes sociales de la toxicomanía. En efecto, el am-
biente en el que se encuentran los toxicómanos los mantie-
ne prisioneros en el engranaje de la toxicomanía.
237. Los valores morales, a diferencia de las leyes civiles, Llevar a la renovación
no tienen nunca como finalidad condenar a la persona, sino y a la conversión
estimularla al sentido de su responsabilidad en relación con
estos mismos valores. A través de una pedagogía de la res-
ponsabilidad, es importante transmitir valores morales que
indiquen el camino del bien y sirvan para iluminar la con-
ciencia sobre la elección de los comportamientos humanos.
84
Cf. Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, Carta de los
Agentes de la Salud, n. 94, pp. 79-80.
93
La sanción derivada de la transgresión moral tiene como
objetivo contribuir a la renovación y conversión de la per-
sona. Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se
convierta (cf. Lc 5, 29-32). La ley moral está al servicio del
bien y de la verdad. La moral cristiana es la ley que permite
el aprendizaje de la libertad arraigada en una relación con-
fiada con Dios y con sus hermanos.
94
ción siguiente, que se escucha con mucha frecuencia: « Yo
hago lo que me da la gana; y es un problema mío ». Es ver-
dad que cada uno debe hacer sus propias opciones y cargar
con las consecuencias, pero no del modo que se afirma en
ese eslogan, porque eso es lo contrario de la verdadera res-
ponsabilidad personal, que consiste en el ejercicio de su ra-
zón y en el juicio de su propia conciencia en favor del bien,
respetando la ley moral; cada uno está llamado a ser res-
ponsable de sí mismo y de las consecuencias de sus opcio-
nes y de sus actos. La responsabilidad se evalúa siempre se-
gún el criterio de la ley moral, del bien, de lo bueno y de lo
verdadero, y no sólo en función de intereses individuales.85
85
Cf. Veritatis splendor, nn. 74, 77, 78 y 95-97.
86
Cf. Juan Pablo II, Combatir el pecado personal. Discurso en la audien-
cia general del 25 de agosto de 1999, en L’Osservatore Romano, edición
en lengua española, 27 de agosto de 1999, p. 3.
95
drogados alimentan dentro de sí y a la que pueden ser in-
ducidos también por las personas que los rodean. Se trata
de una desestima que hace sufrir y manifiesta una falta de
amor propio y un desprecio de su propia imagen. Podemos
mirar a las personas que se drogan de manera diversa; eso
les ayudaría a cambiar su imagen negativa y les permitiría
comenzar a salir del aislamiento en que se encuentran.
96
especialmente de los jóvenes. ¿Debe contentarse la socie-
dad con permanecer silenciosamente permisiva y sin pro-
nunciar palabras significativas frente a este drama de la to-
xicomanía, que trastorna la vida de numerosos jóvenes e hi-
poteca su mismo futuro?
97
248. A este respecto, reina una condescendencia que se
puede atribuir al menos a tres factores.
98
arrollarse interiormente e insertarse socialmente. Los adul-
tos, entonces, no pueden ya ser considerados como puntos
de referencia, ni pueden ya intervenir ni, sobre todo, re-
cordar las prohibiciones necesarias frente a las solicitacio-
nes de la droga. Al no ser ya ni modelos ni ejemplos, no
pueden proponer caminos sanos de acceso a una existen-
cia madura y equilibrada.
251. Por último, el tercer factor consiste en situar a los Desafiar la muerte
jóvenes en una lógica de muerte. Aquí no se trata de un de-
seo de muerte con respecto a la generación joven, sino de la
incapacidad para protegerla de comportamientos portado-
res de muerte. La mayoría de los jóvenes, por fortuna, evi-
tan transgredir ciertas reglas, porque han asimilado ciertos
valores morales o porque no quieren entristecer a sus pa-
dres y a su familia, y para no defraudarlos. Así, su conducta
se encuentra regulada por la estima que les tienen las perso-
nas de su entorno, y por el amor paciente, atento y cordial
de sus padres y de los demás miembros de su familia, espe-
cialmente en los períodos más críticos de su crecimiento.
Eso les permite ejercitar su libertad, experimentando que
su familia es un punto de referencia esencial, que sus pa-
rientes y la sociedad se interesan por ellos y sufrirán ante la
idea de que les pueda suceder alguna desgracia. Así toman
confianza en sí mismos al descubrir la confianza que los de-
más tienen en ellos.
99
fases de su existencia, especialmente al inicio y al final de la
vida, y una mentalidad generalizada poco abierta al valor
de la vida, no impulsan a los jóvenes al respeto de sí mis-
mos y de su propia existencia. La primera tarea consiste,
por consiguiente, en desarrollar, de acuerdo con la invita-
ción de Juan Pablo II,87 una cultura de vida frente a una
« cultura de muerte » que está destruyendo muchos puntos
de referencia moral.
87
Cf. Evangelium vitae, n. 2.
100
corresponde. Muchos adultos tienen miedo a prohibir, para
no frenar la espontaneidad del niño, pero en realidad le im-
piden llegar a ser verdaderamente libre. No se trata, obvia-
mente, de fastidiar al niño ni de adoptar actitudes rígidas y
arbitrarias, sino de guiarlo para que tome conciencia de las
normas morales y estimularlo al sentido justo y auténtico de
la libertad humana.
88
Ibid., n. 75.
101
cómanos. Las series de televisión y los dibujos animados
que alimentan la imaginación de los muchachos escenifican
con frecuencia dramas en los que abundan los atracos, las
drogas, los suicidios, los homicidios y los asesinatos. Los
delincuentes y los criminales de esas series son los
« héroes » que actúan junto con la policía, único y último
baluarte que protege a los individuos y a la sociedad de la
locura destructora.
Presentar los valores 258. Pero los valores morales raramente se presentan a
tal como son los jóvenes como fundamentales. Con mucha frecuencia
los padres, los educadores, los profesores y los adultos en
general no saben ya situar su papel frente a los niños.
Adultos y niños son considerados en el mismo nivel,
mientras que los más jóvenes tienen aún necesidad de
aprender, en contacto con los mayores, a saber compor-
tarse en la vida y a respetar las exigencias esenciales, en la
vida personal y social. Muchos padres y educadores pien-
san que el niño puede descubrir por sí solo estas exigen-
cias o que se las transmitirán « otros adultos ». Así, un no-
table número de jóvenes encuentra cada vez menos adul-
tos que sean puntos de referencia, con los que puedan en-
tablar relaciones educativas estructurantes y constructi-
vas.
89
Ibid., nn. 76-77.
102
260. Es preciso constatar que la difusión y el uso de la Restablecer el sentido
droga se han desarrollado entre los jóvenes, entre otras cau- espiritual de la vida
sas, a medida que la educación moral y la religiosa se han
ido abandonando relativamente, y que la sociedad ha ido
tomando cada vez menos en cuenta las dimensiones espiri-
tual y moral de la existencia, llegando a veces incluso a ne-
gar los fundamentos religiosos y espirituales de su tradi-
ción.
261. Así pues, en cierto sentido, la droga se ha converti- Si tiene a sus pasiones
do en el elemento revelador de una sociedad que, en vez de como único resorte,
el hombre es infeliz
proponer los valores de la vida, anima la evasión a un esta-
do de indolencia tan grato cuanto ilusorio, que se puede
obtener gracias a los estupefacientes. La falsa alegría de vi-
vir hace que el individuo pase de la curiosidad de probar
un producto nuevo al engranaje de la toxicomanía, del que
es difícil salir. Con todo, es preciso afirmar, con voz alta y
fuerte, que la droga no contribuye al bienestar de la perso-
na y no resolverá nunca, ni a corto ni a largo plazo, las difi-
cultades, sean cuales sean. Siguiendo sus impulsos, el indi-
viduo permanece y permanecerá siempre infeliz. Cada uno
está llamado a encontrar una manera de vivir positiva, fun-
dada en sus recursos interiores y en su vida de relación.
90
Ibid., n. 70.
103
una « autonomía moral en sus opciones », que no se funda
en principios morales, sino en deseos totalmente subjetivos,
y a reclamar, en nombre de la libertad personal, derechos
específicos reconocidos y protegidos por la ley. « De este
modo, la responsabilidad de la persona se delega a la ley ci-
vil, abdicando de la propia conciencia moral al menos en el
ámbito de la acción pública ».91
También la ley 264. Dicho de otra manera, como subraya con fuerza
debe fundarse Juan Pablo II en su encíclica Evangelium vitae, la ley civil
en los valores morales no tiene automáticamente un carácter moral; eso depen-
de de los valores que encarna o promueve. Es un medio,
mientras que los valores morales se han de buscar como
el fundamento de todos los actos humanos y de las reglas
sociales, como « la dignidad de cada persona humana, el
respeto de sus derechos inviolables e inalienables, así co-
mo considerar el “ bien común ” como fin y criterio regu-
lador de la vida política. (…) La función de la ley civil
consiste en garantizar una ordenada convivencia social en
la verdadera justicia. (…) Precisamente por esto, la ley ci-
vil debe asegurar a todos los miembros de la sociedad el
respeto de algunos derechos fundamentales, que pertene-
cen originariamente a la persona y que toda ley positiva
91
Ibid., n. 69.
104
debe reconocer y garantizar ».92 Por este motivo, « en nin-
gún ámbito de la vida la ley civil puede sustituir a la con-
ciencia ni dictar normas que excedan la propia compe-
tencia »,93 que consiste en asegurar el bien común de las
personas con el reconocimiento y la defensa de sus dere-
chos fundamentales, la promoción de la paz y de la mora-
lidad pública.94
105
Buscar a Dios 268. Entrar en un enfoque espiritual significa haber per-
cibido la posibilidad de una apertura hacia un porvenir y
hacia la esperanza de una felicidad verdadera que no tiene
fin. El enfoque espiritual nos impulsa a buscar a Dios y, con
san Agustín, podríamos decir: « Tú estabas en mi interior,
¡y yo estaba fuera de mí mismo! Y te buscaba fuera de
mí ».95 La crisis de la vida interior que caracteriza a la gene-
ración actual se explica por la falta de transmisión de un
ideal de vida para construirse personalmente y para ocupar
su lugar en la sociedad.
95
San Agustín, Las Confesiones, libro X, 27, 38.
106
271. Es importante ayudar a que se descubra el rostro Los valores morales
de Cristo, el cual nos da su palabra, fuente de vida: « El que tienen su fundamento
en Dios
beba del agua que yo le dé no tendrá sed jamás, sino que el
agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que
brota para vida eterna » (Jn 4, 14). El Señor revela también
que el hombre está hecho para la vida: « Dios no hizo la
muerte ni se recrea en la destrucción de los vivientes; él to-
do lo creó para que subsistiera (…) Dios creó al hombre
para la incorruptibilidad, lo hizo imagen de su misma natu-
raleza » (Sb 1, 13-14; 2, 23-24). Cristo nos invita a seguirlo,
porque quiere librarnos del miedo y del sufrimiento que
impiden vivir; sufrimiento y miedo de vivir que se encuen-
tran en la conducta de las personas marcadas por la toxico-
manía. Los valores morales hunden sus raíces profundas en
una relación confiada con Dios Padre, Hijo y Espíritu
Santo. Las bienaventuranzas (cf. Mt 5, 1-12) son su traduc-
ción más perfecta.
107
eterna ».96 Así Dios está presente en la búsqueda de la feli-
cidad que impulsa al hombre a avanzar por el camino de la
vida.
96
Cf. Evangelium vitae, n. 32.
108
280. 5 – La felicidad debería ser también el objetivo de
la política y de un sistema de gobierno, que incluirían en la
ley todo lo que se relaciona con la felicidad actual de los
hombres.
97
Sería útil hacer referencia a santo Tomás de Aquino, Summa Theolo-
gica, I-II, qq. 31-34, donde se trata con amplitud el tema del placer.
98
Cf. el éxtasis de santa Teresa de Ávila, obra de Bernini que se encuen-
tra en la iglesia de Santa María de la Victoria en Roma.
109
material. En la concepción cristiana, la felicidad encuentra
su fuente en Cristo, que vino a revelarnos al Padre y a
traernos la salvación, el anuncio de « una gran alegría, que
será para todo el pueblo » (Lc 2, 10). También es la meta de
la existencia humana, el fin último, la vida eterna prometi-
da por Cristo, que representa, juntamente con las bienaven-
turanzas (cf. Mt 5, 12) el inicio de su enseñanza.99 Todo
hombre busca la felicidad. « En todos los hombres se en-
cuentra esta misma voluntad de hallar y poseer la
felicidad ».100 La felicidad verdadera está en la posesión de
todos los bienes,101 que sólo se realiza en Dios, porque « na-
die es bueno, sino sólo Dios » (Mc 10, 18). Es la respuesta
que dio Jesús al joven rico (cf. Mt 19, 16), el cual le pregun-
tó qué debía « hacer de bueno para alcanzar la vida eter-
na ».
99
Cf. Santo Tomás de Aquino, Summa theologica, I-II, qq. 1-5; san
Agustín, Las Confesiones: « Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro cora-
zón está inquieto hasta que descanse en ti »; cf. también san Agustín,
De Sermone Domini in monte, I.
100
San Agustín, De Trinitate, II, 13.
101
Cf. Boecio, De consolatione philosophiae, 3, 2.
102
Veritatis splendor, n. 9.
110
vivir en armonía con lo que es verdadero y justo cuando la
razón humana se inspira en la Sabiduría divina. Obviamente,
es preciso saber reconocer que ciertas personas viven situa-
ciones en contradicción con los valores del Evangelio y el fin
último de la existencia. Corresponde a los pastores saber lo
que entra en el campo de la finitud humana, es decir, de los
límites del individuo mismo, y lo que entra en el del pecado.
287. Así los pastores podrán proporcionar puntos de re- Moral cristiana:
ferencia a los que, heridos por la vida, buscan a Dios y ca- la moral del amor
minan en su historia personal según « la ley de la graduali-
dad »103 para convertirse y entrar en « la realidad de la re-
dención de Cristo. ¡Cristo nos ha redimido! Esto significa
que él nos ha dado la posibilidad de realizar toda la verdad
de nuestro ser; ha liberado nuestra libertad del dominio de
la concupiscencia ».104 La moral cristiana tiende a alegrar el
corazón del hombre; no es una moral de abatimiento ni una
moral dramática; es una moral de la felicidad, que implica
cierto número de exigencias. Se funda en el amor de Dios,
en un amor que da la vida y que es más fuerte que el peca-
do; éste, por el contrario, es un rechazo de Dios, una nega-
ción de la dignidad de la persona.
289. La realización más perfecta de las relaciones perso- La ley del amor
nales puede expresarse muy sencillamente con las afirma-
103
Ibid., nn. 102-105.
104
Ibid., n. 103.
105
Ibid., n. 104.
111
ciones bíblicas: « Amarás al Señor tu Dios con todo tu co-
razón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas » (Dt 6, 5) y
« Amarás a tu prójimo como a ti mismo » (Lv 19, 18), reco-
gidas por Jesús cuando un fariseo le preguntó cuál era el
mayor de los mandamientos: « “ Maestro, cuál es el manda-
miento mayor de la Ley? ”. Él le dijo: “ Amarás al Señor, tu
Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu
mente. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El se-
gundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo ” » (Mt 22, 37-39). Es interesante notar que el amor
a sí mismo es equiparado al amor a Dios y a los hermanos,
como si fueran tres formas de amor inseparables entre sí.
112
ocasión de las frenesías festivas de la noche del sábado, en
las que únicamente se buscan sensaciones momentáneas y
pasajeras; esa conducta parece más bien apatía y una espe-
cie de pasividad frente a la vida para evadirse mejor de ella.
Las drogas se buscan para intentar liberarse de las dificulta-
des y las preocupaciones de la vida, para hacer « vibrar » al
individuo y permitir que haga experiencias sensoriales y
alucinatorias. Los locales nocturnos y los rave party, en los
que se reúnen numerosísimos jóvenes y donde se venden
drogas como el éxtasis, la cocaína, las anfetaminas y dife-
rentes mezclas de productos muy tóxicos, se han transfor-
mado en lugares donde se buscan emociones personales y
de relación, hasta el agotamiento físico y psíquico.
113
donar lo que se posee, para seguir a Cristo. « Si quieres ser
perfecto – dice Jesús al joven rico-, anda, vende lo que tie-
nes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos;
luego, ven y sígueme » (Mt 19, 21-22). La vida no llega a su
plenitud sin una parte de renuncia, que hace sufrir más o
menos. Ciertas personas temen sufrir y por ello tienden a
responder inmediatamente a todos los deseos que se les
presentan.
114
perar un bien con placer en el futuro y esperarlo pasiva-
mente en una frustración continua; la espera sería inhu-
mana. Si los placeres de la vida brotan de relaciones jus-
tas y verdaderas con los demás y con las realidades, sabe-
mos, a la luz de la fe cristiana, que en el presente nos
preparamos a vivir la bienaventuranza última en comu-
nión con Cristo. Las satisfacciones y las gratificaciones
del mundo actual son provisionales con respecto a los
bienes que nos esperan en la vida eterna. Por este motivo
el cristiano está orientado hacia el provenir sin olvidar el
presente, porque sabe, gracias a la fe, que la vida eterna
se prepara cada día mediante la búsqueda de actos mo-
ralmente buenos. El amor de Dios, que acepta recibir, le
da esta esperanza.
297. La fe cristiana toma en serio los deseos del hombre, El deseo dilata
sus necesidades vitales y sus exigencias de ser amado, sa- el espacio interior
biendo que para discernirlos no está sólo. Puede compren-
der sus deseos con la palabra de Dios, que revela cada uno
a sí mismo, permitiéndole ensanchar su espacio interior. El
diálogo entre Dios y el hombre, como atestigua la Biblia, ha El hombre se ha
hecho madurar la vida interior de modo singular en los cre- vuelto
cada vez más egoísta
yentes, vida interior que es el lugar del encuentro íntimo
con el Señor. Así la reflexión cristiana ha invitado a los
hombres a esforzarse por profundizar su vida interior, y,
por tanto, su humanidad, en un encuentro con Dios, para
responder a su amor. La meditación de la palabra de Dios,
la lectio divina, la plegaria personal, la oración,106 la com-
prensión de las verdades de la fe, las celebraciones litúrgi-
cas y sacramentales, pero también el examen de conciencia,
el reconocer y confesar su pecado con la contrición, la vida
eclesial, son prácticas que permiten un desarrollo de la in-
terioridad e invitan a una verdadera responsabilidad de los
propios actos. El arte, la literatura y la música han traduci-
do este afinamiento de la interioridad humana en la civiliza-
ción, entre otras cosas, gracias a la aportación del cristianis-
mo.107
106
Cf. Juan Pablo II, Novo millennio ineunte, n. 39.
107
Cf. Carta del Papa Juan Pablo II a los artistas, 4 de abril de 1999,
Ciudad del Vaticano.
115
298. La fe cristiana reconoce el goce sensible como un
placer legítimo, que debe desembocar en otras alegrías pre-
sentes y futuras. No se trata de buscar placeres para prote-
gerse de la vida, sino para encontrar gratificaciones que son
la consecuencia de una vida fundada en los valores del
Evangelio.108
108
Cf. Fruitio en Dictionnaire de théologie catholique; también, santo
Tomás de Aquino, Summa Theologica, I, q. 142; I-II, q. 11; 31.
116
instante. El placer, en el sentido psicológico más elaborado
del término, ya no aparece, pues no se ve como la conse-
cuencia de una actividad o de una relación. En cuanto a la
felicidad, confundida aquí con el bienestar, se olvida que
no entra en el lenguaje psicológico, sino más bien en el de
la filosofía, la moral y la práctica religiosa.
109
Veritatis splendor, n. 11.
110
Ibid., n. 10.
117
nidad de la persona humana. Cuando estos valores se des-
cuidan, la persona misma corre el riesgo de sufrir las conse-
cuencias. La felicidad se encuentra en querer vivir fundán-
dose en estos valores, gracias a la respuesta moral a través
de la práctica « de las virtudes ».
111
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1803.
112
Veritatis splendor, n. 12.
118
contradicción con la razón y mucho menos una invitación a
huir de la realidad. Al contrario, estos valores son comunes
a toda la humanidad y accesibles por la razón: es lo que la
Iglesia designa como ley natural.
113
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1804.
114
Ibid., n. 1806.
115
Ibid., n. 1807.
116
Ibid., n. 1808.
117
Ibid., n. 1809.
118
Ibid., n. 1804.
119
Ibid., n. 1812.
119
cristiano. Informan y vivifican todas las virtudes morales.
Son infundidas por Dios en el alma de los fieles para hacer-
los capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida
eterna. Son la garantía de la presencia y la acción del
Espíritu Santo en las facultades del ser humano.
Virtudes teologales 311. Tres son las virtudes teologales: la fe, la esperanza y
la caridad ».120
120
Ibid., n. 1813.
121
Cf. Ibid., n. 1814.
122
Ibid., n. 1817.
123
Ibid., n. 1822.
124
Ibid., n. 1828.
120
corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El im-
pulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la
dicha de la caridad ».125
125
Ibid., n. 1818.
121
Capítulo IV
EDUCACIÓN Y PREVENCIÓN
122
últimos años, en todos los continentes, numerosas institu-
ciones con el fin de ayudar a los afectados por la toxicoma-
nía y el SIDA, entre otros males. Merecen aplauso y grati-
tud todas las personas que trabajan, con generosidad y des-
interés, para proporcionarles ayuda.
126
Juan Pablo II, Redemptor hominis, n. 10.
127
Evangelium vitae, n. 77.
123
Promoción de la vida 322. Amor y respeto al prójimo, amor y promoción de la
contra la cultura vida, amor y ayuda al otro: son estos los grandes principios
de la muerte
que animan la acción pastoral de la Iglesia. En ellos se ins-
pira la actividad de todos los que, en el seno de la comuni-
dad cristiana o en relación con ella, quieren trabajar en la
prevención de la toxicomanía y en la liberación de los que
dependen de ella.
124
325. Aun teniendo en cuenta que la evolución de las Catequesis, oración
personas se realiza necesariamente de forma progresiva, to- personal, …
do joven podrá profundizar su vida interior a través de una
relación cada vez más íntima con Dios y con sus hermanos,
especialmente mediante la catequesis, la oración personal,
la dirección espiritual, que permite aprender el discerni-
miento espiritual y moral, la liturgia eucarística, el sacra-
mento de la reconciliación y la acción caritativa. En torno a
las actividades de la catequesis, las parroquias, las escuelas
católicas y los Movimientos juveniles están llamados a insis-
tir cada vez más en la educación en la vida interior y en la
estructuración personal de los jóvenes. Se trata de un obje-
tivo esencial de la pastoral. En efecto, precisamente en la
medida en que los jóvenes comienzan a estructurar su vida
interior, pueden adquirir un control mejor de sí mismos,
aprender a desarrollar su vida espiritual y vivir con fideli-
dad su vocación.128
128
Juan Pablo II, Carta apostólica Novo millennio ineunte, n. 38.
125
Aprender el 327. El placer inmediato e infantil se busca sobre todo
« martirio del cuando la persona no ha aprendido a realizar renuncias sa-
corazón »
ludables con comportamientos ascéticos, que son necesa-
rios para toda existencia y que san Atanasio llamaba « el
martirio del corazón »,129 o cuando se niega a comprometer-
se. Para que un niño pueda crecer y desarrollarse, hace fal-
ta también que acepte diferir o dejar de realizar los placeres
que puede pedir el cuerpo, para prepararse a un bien supe-
rior en el futuro. ¿Qué educadores están dispuestos a decir
a los niños o a los adolescentes que lo que desean no es rea-
lizable o que lo obtendrán más adelante, pero no es aún
Educación convencida conveniente para su edad, y que aún tienen mucho tiempo
y coherente por delante, y deben aún madurar y llevar a madurez su de-
seo? ¿El educador tiene bastante confianza en sí mismo y
en el sentido de la vida para hacer ese razonamiento, que
marca límites e invita a la templanza, y para mostrar así que
se trata de construir su porvenir?
Saber dialogar 329. El conflicto entre los adultos y los jóvenes siem-
con los jóvenes pre ha existido, desde que los mayores aceptaron desem-
129
San Atanasio de Alejandría, Vita S. Antonii, 47, 1.
126
peñar el papel educativo con respecto a las generaciones
jóvenes. Tiene un aspecto muy positivo, porque propor-
ciona los puntos de referencia que todo joven necesita.
Sin embargo, cuando se evita el conflicto y los adultos
abdican de su función educativa, los jóvenes quedan a
merced de sus deseos inmediatos, que, por este motivo,
se agudizan y se convierten en absolutos y en las únicas
reglas de la existencia. Los fenómenos de violencia que
existen por doquier, especialmente en las periferias de
las grandes ciudades, lo demuestran claramente.
Abandonados totalmente a sí mismos, ciertos jóvenes tie-
nen comportamientos violentos, que manifiestan que se
dejan guiar por sus impulsos y no ciertamente por el más
mínimo razonamiento y la más mínima comprensión de
la situaciones.
330. Si a los niños y a los jóvenes se les deja una excesi- Ausencia de adultos,
va libertad, y si los padres y otros adultos no están con fragilidad de los
ellos durante días enteros, se les causa un gran perjuicio. jóvenes
En efecto, esas situaciones son fuente de inseguridad afec-
tiva y no ayudan al joven a tener una buena imagen de sí
mismo y a crear relaciones con los adultos, porque tiene la
sensación de que sólo debe contar consigo mismo para
desarrollarse y que sus padres, como todos los demás
adultos, no pueden hacer nada por él y no pueden ni en-
tender ni comprender las dificultades y las luchas interio-
res que libra. La ausencia de la educación y la brecha en-
tre las generaciones siguen creciendo cuando se confun-
den las edades de la vida: los niños deben vivir precoz-
mente como los mayores, mientras que los adultos asumen
actitudes infantiles. Eso significa que los jóvenes no tienen
la posibilidad de apoyarse en un entorno humano afectuo-
so y, al faltarles ese punto de referencia para robustecer su
personalidad, buscarán sucedáneos para esa construcción
personal, principalmente en la droga, creyendo que pue-
den existir así a sus ojos y a los ojos de los demás. La per-
sona, cuanto más afronta una realidad difícil, que no com-
prende y que se le escapa, tanto más podrá, en ciertos ca-
sos, sentir la tentación de buscar evadirse con el recurso a
placeres que la aíslan de este mundo y la hacen vivir en un
mundo imaginario.
127
3. La prevención no sustituye a la educación
128
blemas relativos a la droga, así como otros problemas de
la sociedad. El aumento de las medidas de prevención en
todos los campos de la vida es, en realidad, signo de un
cierto fracaso de la sociedad actual por lo que concierne a
la educación.
129
La libertad se aprende 336. El aprendizaje de la libertad se realiza mediante
una larga maduración y una integración de las normas mo-
rales, hasta el momento en que la persona es capaz de reco-
nocerse responsable de sí misma y de las consecuencias de
sus actos y su conducta. Sin embargo, un niño no puede
desarrollarse por sí solo, sin el concurso de los adultos, co-
menzando por sus padres, que son sus primeros educado-
res y no pueden ser despojados de su función, salvo por
motivos graves. Los demás protagonistas sociales sólo des-
empeñan una función en razón del principio de subsidiarie-
dad. El papel educativo de los adultos y su testimonio son
importantes para orientar a los niños en la existencia y ofre-
cerles modelos dignos de imitar.
El amor de los padres 337. Precisamente gracias al amor de sus padres, a todas
es esencial para las aportaciones de los conocidos, a la iniciación en com-
la vida moral
portamientos moralmente buenos, a la transmisión de los
medios del saber, a la transmisión de la fe cristiana y de los
valores morales de la vida, los niños podrán despertarse a la
verdadera vida humana y desarrollarse. Pero los adultos no
deben limitarse a ser simples repetidores. Sobre todo vi-
viendo lo que transmiten, ayudarán a los niños a estructu-
rarse verdaderamente y a tener, a su vez, el deseo de vivir lo
que aprenden y lo que ven vivir en su entorno, y que es
Proceso de fuente de felicidad profunda. En efecto, es preciso recordar
identificación que ciertas pedagogías contemporáneas demasiado centra-
das en la libertad y en la autonomía del niño, olvidan a me-
nudo que éste se desarrolla partiendo de lo que los psicólo-
gos llaman el proceso de identificación. El joven sólo puede
integrar un dato cultural, religioso y moral, en la medida en
que es valorado y vivido por los adultos que lo rodean.
Necesita la coherencia de la actitud de los adultos, la armo-
nía entre su palabra y sus obras.
130
339. El mundo contemporáneo tiende a veces a subesti- La droga
mar el valor del testimonio de los adultos sobre los niños y como refugio
los adolescentes, con el pretexto de que a cada uno le co-
rresponde construir su personalidad en la más completa au-
tonomía. Pero esta última corre el peligro de aislar al indi-
viduo del resto del mundo. Por eso, no sorprende observar
que ciertos jóvenes tratan de establecer lazos con todo tipo
de dependencias, comenzando por la de la droga, para
construir su personalidad.
131
una educación « no directiva », como ya hemos subrayado
–, pero también porque los adultos en general han tendido
a renunciar a su propio lugar y a su propia función de adul-
tos y educadores. Así pues, urge instaurar un nuevo tipo de
relación educativa, ante todo entre padres e hijos; luego,
más en general, entre adultos y niños.
Los adultos deben 342. En los países desarrollados, las diversas socieda-
volver a tomar la des han tendido a identificarse con los jóvenes hasta el
palabra
punto de tomarlos como puntos de referencia y modelos
de identificación. De hecho, los adultos han ido abando-
nando cada vez más su función educativa, porque, para
aceptar situarse como educadores frente a los jóvenes,
hace falta también tener conciencia de ser adultos. La fa-
milia, la escuela y los lugares de diversión se han conver-
tido a veces en espacios en los que la palabra de los adul-
tos brilla por su ausencia, como si no tuvieran nada que
decir ni transmitir ni exigir, renunciando incluso a hacer
una reprensión cuando parecería objetivamente necesa-
ria.
132
meter errores educativos; eso implica prácticamente ne-
garse a comunicar elementos morales y religiosos que son
necesarios para que la decisión de los jóvenes se funde en
principios claros y su elección sea lo más amplia posible.
Así se ha creado una brecha entre las generaciones, por-
que los jóvenes a veces parecen no esperar ya nada de los
adultos.
133
7.1. Aprender a controlarse
Sentido del dominio 347. En el niño y en el adolescente es necesario educar
de sí ante todo la voluntad, para que todos sus actos humanos
estén regidos por la facultad más noble de toda persona. La
educación de la voluntad significa ayudar al niño a saber
reflexionar sobre sí mismo para poder discernir lo que es
oportuno elegir y hacer, a saber controlar sus propios im-
pulsos y transformarlos, a aceptar afrontar las realidades te-
niendo en cuenta las dificultades y los límites de lo real. La
intervención del adulto es importante para ayudar y estimu-
lar al niño a perseverar en sus esfuerzos de voluntad. La
educación de la voluntad y de la libertad es una garantía de
éxito en la lucha contra todas las formas de dependencia,
comenzando por la de la droga.
134
bien;130 en definitiva, ejercer su capacidad de juicio, con el
fin de reconocer lo que pertenece a lo subjetivo y a lo obje-
tivo.
130
Cf. Veritatis splendor, nn. 36-42.
131
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, « Las virtudes », nn. 1803-1845.
135
templanza es el arte de saberse comportar usando bien sus
posibilidades, con inteligencia y sabiduría, para el bien.
Practicar la virtud de la templanza es una prueba de la li-
bertad interior de una personalidad. En efecto, se trata de
ser protagonista y amo de sus propios deseos, en vez de ser
su esclavo. El ejercicio de la templanza permite aprender a
dominar lo que, en el ser, es más difícil de refrenar, para
que la persona sea dueña de sí misma y no se vea arrastrada
por la espiral de la búsqueda desenfrenada de sensaciones.
Equilibrio personal 355. Es difícil que lleve una vida verdaderamente equili-
y templanza brada la persona que no aprende a desarrollar en sí misma
el espíritu de templanza y el valor del control de sí. La in-
temperancia es signo de un malestar en las personas que no
logran ser dueñas de sí mismas y que son esclavas de sus
propios instintos.
136
bién garantía de éxito en la formación de una persona libre
para que sepa discernir el bien y el mal. Todos estos ele-
mentos forman un cuadro que estructura la personalidad
del niño, a pesar de los azares de la vida.
137
na, llamada a vivir, a desarrollarse, a ser cada vez más libre
y a descubrir el sentido del amor de Dios entre sus herma-
nos.
138
366. 4 – que fortalezcan las capacidades interiores de la
persona para que sepa hacer frente a las dificultades inhe-
rentes a la existencia, afrontar las crisis y encontrar las acti-
tudes y los medios para superarlas;
139
en peligro su evolución, entre lo que libera y lo que oprime,
entre lo que es expresión de amor y lo que representa una
afirmación egoísta, entre lo esencial y lo accidental.
9. Misión de la Iglesia
La Iglesia contra 372. Junto con todos los hombres de buena voluntad, la
la marginación Iglesia está llamada a luchar contra la marginación de los
toxicómanos: la exclusión social en los barrios pobres y de-
gradados, el miedo a ayudar a los drogados y a tratar con
ellos, la tendencia a echarles en cara sistemáticamente su
conducta, la incapacidad para acogerlos en una actividad
profesional y sostenerlos socialmente, la inseguridad provo-
cada por una criminalidad espontánea u organizada por to-
xicómanos y por pequeños vendedores de droga. Se trata
de problemas reales que gravan fuertemente sobre la vida
social y sobre la práctica pastoral. Crean un clima deleté-
reo, que la relación educativa debe saber transformar.
140
373. Las Iglesias locales deben recuperar el sentido de Las intuiciones
las intuiciones y de las iniciativas originales en materia de de los grandes
educadores
educación, de pedagogía de la salud básica, con el fin de
responder a los problemas de este tiempo. La canonización,
en 1999, del padre Marcelino Champagnat, el cual consa-
gró su vida a la educación de los niños pobres, indica uno
de los caminos que se pueden seguir hoy. La Iglesia creó las
primeras escuelas, los primeros hospitales y los primeros
orfanatos. Desde el inicio de la era cristiana, creó las prime-
ras organizaciones de caridad y solidaridad y, también en
tiempos más cercanos a nosotros, con las obras de san
Vicente de Paúl en Occidente y el servicio a los enfermos
con san Juan de Dios. La Iglesia, « experta en humani-
dad »,132 siempre ha procurado dar su contribución para
educar, curar y ayudar a los hombres, buscando su promo-
ción integral. Y sigue prestando ese servicio a la humani-
dad con los toxicómanos, adoptando las siguientes pers-
pectivas educativas:
132
Pablo VI, A los participantes en la Asamblea General de la ONU, en
Documentation catholique, 72 (1965) col. 1732, n. 1.
141
tipo de toda realización auténtica de sí mismos. « Precisa-
mente el anuncio de Jesús – escribe Juan Pablo II – es
anuncio de la vida. En efecto, él es “ la Palabra de vida ”
(1 Jn 1, 1). En él “ la vida se manifestó ” (1 Jn 1, 2); más
aún, él mismo es “ la vida eterna, que estaba vuelta hacia el
Padre y que se nos manifestó ” (1 Jn 1, 2). Esta misma vida,
gracias al don del Espíritu, ha sido comunicada al hombre.
La vida terrena de cada uno, ordenada a la vida en pleni-
tud, a la “ vida eterna ”, adquiere también pleno sentido.
(…) Se trata de anunciar el núcleo de este Evangelio. Es
anuncio de un Dios vivo y cercano, que nos llama a una
profunda comunión con él y nos abre a la esperanza segura
de la vida eterna; es afirmación del vínculo indivisible que
fluye entre la persona, su vida y su corporeidad; es presen-
tación de la vida humana como vida de relación, don de
Dios, fruto y signo de su amor; es proclamación de la ex-
traordinaria relación de Jesús con cada hombre, que permi-
te reconocer en cada rostro humano el rostro de Cristo; es
manifestación del “ don sincero de sí mismo ” como tarea y
lugar de realización plena de la propia libertad. Al mismo
tiempo, se trata de señalar todas las consecuencias de este
mismo Evangelio, que se pueden resumir así: la vida huma-
na, don precioso de Dios, es sagrada e inviolable (…); toda
la sociedad debe respetar, defender y promover la dignidad
de cada persona humana, en todo momento y condición de
su vida ».133
133
Evangelium vitae, nn. 80-81.
142
Dios. Dios llama a todos los hombres a la vida y a la liber-
tad, y esta vocación les confiere una dignidad que se expre-
sa a través de la promoción de la persona humana, la edu-
cación en la relación, la apertura a la vida, el desarrollo de
su autonomía, el descubrimiento de la Palabra de Dios, de
los sacramentos recibidos en la Iglesia y el aprendizaje de la
oración. Se trata de objetivos por realizar en una pedagogía
evangélica.
143
experimentan dificultades para desarrollar su vida interior
y vivir una relación con los demás.
144
a precisar la pedagogía en materia de educación religiosa y
de formación moral de los niños y los adolescentes.
390. 2 – Crear, dentro de las parroquias, una especie de Cursos para padres
« escuela de padres », que les ofrezca un itinerario de des-
cubrimiento y de apoyo educativo y pedagógico. Muchos
adultos necesitan descubrir la función educativa y ser im-
pulsados a asumir su papel de educadores de sus hijos. En
este lugar parroquial sería posible disponer de un espacio
de acogida y escucha para todos los que lo deseen (solos o
en parejas), de un tiempo de reflexión y de intercambios
sobre las dificultades vividas, y de un momento de forma-
ción sistemática con diversas intervenciones: psicológicas,
pedagógicas y religiosas.
145
393. Con espíritu de acogida y acompañamiento, la co-
munidad cristiana debe tomar su lugar en la prevención
contra la toxicomanía, en la ayuda a los toxicómanos y en el
apoyo a los que tratan de reinsertarse. Los cristianos deben
poder trabajar con los medios propios de la Iglesia. La
Iglesia acoge a todas las personas sin distinción alguna y les
propone una búsqueda espiritual que les ayude a descubrir
el amor de Dios.
146
Una comprensión psicológica de lo que viven y sienten los
educadores es tan indispensable como realizar una refle-
xión y una investigación espirituales o ser expertos en una
pedagogía determinada. La formación y el apoyo que pue-
den aportar especialistas y personas expertas son necesarios
para llevar a cabo una labor clarividente, que debe tradu-
cirse en una ayuda eficaz para los toxicómanos.
134
Juan Pablo II, Don y misterio, en el quincuagésimo aniversario de mi
sacerdocio, La cura animarum, BAC, Madrid 1996, p. 108.
147
401. 6 – Las diversas congregaciones religiosas, tanto
masculinas como femeninas, en particular las que tienen el
carisma de la caridad, podrán indudablemente poner al ser-
vicio de esta nueva necesidad a religiosos y religiosas para
que den su contribución y se inserten en actividades orga-
nizadas en las parroquias o creen sus propias estructuras.
148
406. Es de desear que cada mes se convoque una reu-
nión plenaria de todas las familias con las personas que se
ocupan específicamente de estos jóvenes, para entablar un
diálogo sobre lo que se ha experimentado en el curso del
período pasado y poder así iluminarse y sostenerse mutua-
mente.
149
xicomanía y de los problemas de los jóvenes. De este servi-
cio debería encargarse la Comisión de pastoral de la salud
de la Conferencia episcopal de cada país. El responsable de
dicha Comisión podría así establecer relaciones de trabajo y
colaboración con los servicios del Ministerio de Sanidad
que se ocupan de los problemas de la toxicomanía, pero
también con el representante de ciertos organismos inter-
nacionales como la O.M.S.
150
Capítulo V
417. La vida del toxicómano está marcada por numero- El toxicómano sufre
sos imperativos que lo impulsan a tener una conducta pe-
nosa para él mismo y para los demás:
151
419. 2 – Con frecuencia toma una actitud negativa res-
pecto de sí mismo y a veces es incapaz de reconocer que
necesita ayuda. Se subestima, pierde cualquier perspectiva
de futuro y abandona todo esfuerzo al mínimo fracaso. Se
encierra en un universo de soledad, pierde confianza en sí
mismo y desconfía especialmente de los demás.
152
nar al individuo en el momento oportuno; se le acompaña-
rá con fidelidad y tenacidad, aunque sus opciones no pue-
dan ser compartidas, sin desalentarse ni resignarse ante los
fracasos.
153
3. Un proyecto pastoral: hacia una aceptación responsable
de sí mismos
4. La función de la familia
Ayuda a las familias 428. La acción pastoral también debe tener como objeti-
vo ayudar y sostener a la familia. Ésta desempeña una fun-
ción esencial en la educación y en la reeducación del toxi-
cómano. Es la primera responsable del proceso educativo y
de la rehabilitación. Por el clima que crean, por su constan-
154
te testimonio y por sus palabras oportunas, los padres son
elementos indispensables en la vida de quien quiere salir
del mundo de la toxicomanía. Por eso, es importante que
estén involucrados al máximo en el proceso de curación de
un miembro de su familia afectado por la toxicomanía.
429. Los padres quedan a menudo desconcertados por Apoyo a los padres
la toxicomanía de alguno de sus hijos. Se sienten culpables
y piensan que han cometido errores en su relación pedagó-
gica. Así, se cuestionan su propia actitud y viven dolorosa-
mente la situación, encerrándose en el silencio y la soledad.
En este clima, a veces son agredidos por su hijo toxicóma-
no, que les reprocha el estilo de vida en el que ha vivido.
Los padres toman con frecuencia esos reproches al pie de
la letra y les cuesta mucho reflexionar y actuar con sereni-
dad. Es importante que sean sostenidos por la sociedad, es
decir, por un marco legislativo e institucional que valore la
familia y garantice sus responsabilidades educativas.
También es necesario que en la sociedad no se desacrediten
los valores transmitidos por ellos.
155
La persona ocupa el 431. En las preocupaciones pastorales, considerar a la
centro persona como el centro significa respetar su historia y tratar
de la acción pastoral
con interés y discreción a su familia. Favoreciendo una in-
tegración del individuo en su familia, con la aceptación de
su historia y de su pasado, la ayuda que se presta al toxicó-
mano adquiere un valor esencial, porque le permite unifi-
car su existencia y contribuye a la estabilidad y al equilibrio
interior de la persona.
Encuentros regulares 432. No conviene olvidar nunca que cuando una familia
recurre a un centro de acogida pastoral para toxicómanos
es porque se halla probada por un conflicto interno muy
penoso y prolongado. Debe ser sostenida y también visita-
da por el sacerdote o por un agente pastoral. Encuentros
regulares le ayudarán a hablar de las dificultades que vive y
a encontrar la actitud adecuada para ayudar al hijo en su
proceso de salida de la toxicomanía.
5. La función de la catequesis
156
gran vacío, que tratan de colmar con recursos artificiales.
Hacer que los niños descubran la inteligencia del misterio
cristiano, en el que participamos gracias al bautismo y a la
comunión eucarística para abrirnos a la vida eterna, les ayu-
da a concebir su existencia en relación con Dios, Padre,
Hijo y Espíritu Santo, que es amor y fuente de relación.
157
espiritual y de la vida integral del individuo, que así podrá
enriquecer y profundizar su vida interior. Por tanto, la pe-
dagogía de la catequesis deberá procurar enseñar al joven
a asimilar las verdades de la fe, que le ayudarán a com-
prender mejor cómo debe ser su relación con Dios. Ha de
vivir este itinerario de formación cristiana dentro de la
Iglesia en una comunidad local acogedora, activa y abierta
a los demás, especialmente a los más pobres y margina-
dos. Este itinerario de estímulo a la vida espiritual es para
la Iglesia un modo de trabajar, de forma positiva, en la
prevención contra los fenómenos de droga, asegurando
una educación básica al niño y al adolescente. Con todo,
tenemos lucidez y no nos engañamos, porque sabemos
que toda persona tiene sus debilidades y puede dejarse
arrastrar a modos de proceder que la esclavizan. Pero es
necesario privilegiar la verdad, la honradez y las relacio-
nes auténticas.
135
Veritatis splendor, n. 73.
158
formar hombres y mujeres capaces de orientarse correcta-
mente en la existencia, de tener dominio de sí y de percibir
el peligro que conllevan ciertas alienaciones, como la droga.
136
Ibid., n. 8.
137
Ibid., n. 73.
159
llega a desarrollarse también dentro de la escuela, para en-
contrar soluciones pedagógicas. Esas actitudes manifiestan
Prohibir el uso un desafío frente a la prohibición que representa el uso de
de las drogas estupefacientes y una costumbre que se difunde porque las
drogas en la sociedad se suelen presentar como una fuente
de bienestar y placer. La escuela es el lugar por excelencia
en donde el niño debe confrontarse con las leyes sociales y
la ley moral, prolongando lo que normalmente ya se debe
haber vivido en la familia. Una contradicción entre lo que
se vive en la familia y lo que se vive en la escuela contribuye
a desconcertar a los jóvenes, que no saben ya dónde encon-
trar sus puntos de referencia. Por este motivo, es importan-
te que la prohibición de las drogas sea claramente presenta-
da en el ámbito escolar y que toda transgresión sea sancio-
nada, para evitar que los niños o los adolescentes se margi-
nen y se hundan en el círculo vicioso de la toxicomanía. Así
pues, es preciso invitar a los adultos, a los padres y a los
equipos pedagógicos a que se movilicen en ese sentido.
Paciencia y constancia 444. Por último, dentro de la escuela, los adultos han de
estar particularmente atentos a los que han hecho uso de
drogas, que se encuentran en dificultades personales y/o fa-
miliares, y que tienden a aislarse, a ser agresivos, a ser pasi-
vos, a no trabajar, a tomar actitudes antisociales, a maltratar
de palabra o de obra a los demás jóvenes e incluso a los adul-
tos. No siempre es sencillo ni fácil afrontar este tipo de situa-
ciones. Sin embargo, es importante que el adulto permanez-
ca en su lugar y en su papel para intervenir de modo correc-
to y adecuado. Los adultos no deben desalentarse demasiado
pronto. El educador debe tener paciencia para ver a los jóve-
nes desarrollarse lentamente. La maduración de la inteligen-
cia y de la conciencia moral se realiza progresivamente.
7. El voluntariado
160
gación de los lugares de vida. La tarea pastoral que corres-
ponde mejor a las necesidades de este tiempo consiste en
crear redes de comunicación y solidaridad, en desarrollar la
pertenencia social de cada uno, en favorecer las relaciones
de apoyo y ayuda, para que cada uno pueda ocupar el
puesto que le corresponde en la sociedad y sentirse respon-
sable de sus hermanos. Es una prioridad para la pastoral,
pero también para la prevención contra la toxicomanía.
447. Los voluntarios prestan una ayuda notable a los jó- Mediadores entre
venes que tienen dificultades; además, no dudan en alzar su los marginados y la
sociedad
voz para que la sociedad se preocupe cada vez más de los
problemas de la juventud, especialmente en lo referente a
la toxicomanía. Están siempre dispuestos a sostener a los
padres y a los educadores en su misión específica. Pueden
desempeñar también una función de mediación entre per-
sonas que corren el riesgo de quedar marginadas y rechaza-
das y las que llevan una vida normal en la sociedad. Los vo-
luntarios en la pastoral, cuya valentía y tenacidad es de ala-
bar, son testigos de numerosos sufrimientos humanos, que
tratan de aliviar participando en varios programas de edu-
cación de toxicómanos. No se puede por menos de invitar
a todos los hombres de buena voluntad a unirse para resol-
ver el problema de la toxicomanía, uno de los más terribles
para la juventud actual en todos los continentes.
161
8. Acompañamiento espiritual y toxicomanía
138
Cf. Henri de Lubac, Surnaturel, DDB, París 1991, p. 634.
139
Cf. Idem, Le mystère du surnaturel, en Oeuvres complètes, XII, Cerf,
París 2000, p. 367.
162
concebir hoy, a través de la poesía, el arte, la estética, la fi-
losofía o la sabiduría moral, cuando se habla de « espiritua-
lidad laica ». Más precisamente, el Espíritu Santo es el
maestro de la vida interior que hace nacer y crecer « el
hombre interior » (cf. Rm 7, 22; Ef 3, 16). Por eso la vida
espiritual está siempre en relación con la dimensión religio-
sa y cristiana que la funda.
140
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1421.
163
Escuchar las quejas 453. El toxicómano manifiesta desconfianza, y rechaza
por las injusticias las normas y las personas que representan a la sociedad y la
sufridas
cultura en el lugar. Detrás de su desconfianza, expresa a ve-
ces lo que considera injusto e inhumano en ciertas normas
sociales. Reconocer sus reivindicaciones demuestra al toxi-
cómano que se escucha su queja y que se encuentra ante
cristianos conscientes de los problemas actuales de la socie-
dad, que quieren contribuir a solucionar. Los cristianos,
comprometidos en esta acción pastoral al servicio de los to-
xicómanos, desean tomar en cuenta el ser integral, incluida
su dimensión religiosa.
164
nuas mentiras, sigue esperando en él y ayudándole a salir
del infierno de la droga. Se trata de una toma de conciencia
que puede llevar a dos posibles salidas: a impulsar el proce-
so de transformación o a frenarlo, dado el miedo que siente
ante la posibilidad de engañar una vez más a su familia.
457. Desde luego, sería peligroso suscitar y alimentar Cada paso hacia la fe
sentimientos de culpabilidad, pues harían difícil cualquier debe seguirse
evolución. Corresponde al sacerdote estimularlo al sentido con gran atención
de la reconciliación y del perdón de manera responsable
ante Dios. El toxicómano que puede expresar sus pensa-
mientos y sentimientos y traducir en palabras su sentimien-
to de culpabilidad, llega a ser más libre; y el sacramento de
la reconciliación hace más completa la curación interior.
Sin tratar de ir demasiado de prisa en el plano religioso, ca-
da etapa sigue siendo un paso propedéutico para encami-
narse hacia una mayor libertad y hacia un acompañamiento
espiritual que ayude al sujeto a superar las diversas dificul-
tades del período de desintoxicación.
165
de mentir y engañar. Esa actitud se explica por el hecho de
que trata de vivir fuera de la realidad y sortea la mayor parte
de las dificultades, en vez de afrontarlas. El sacerdote y los
agentes pastorales deben evitar verse implicados en este jue-
go. Más bien, deben impulsar al toxicómano a una confron-
tación objetiva con la realidad, para ayudarle a liberarse de
sus lazos y a llegar a ser más adulto y más maduro. Una de
las causas de la toxicomanía, como ya hemos dicho, es el no
querer crecer y la necesidad de permanecer en las gratifica-
ciones del mundo de la infancia. Así, el uso de las drogas vie-
ne a alimentar un universo afectivo infantil para no tener que
renunciar a unos modos de relación muy profundos. Al ne-
garse a crecer, el sujeto permanece en una psicología que no
ha integrado el sentido del tiempo y de la historia.
166
toral, es siempre una ocasión de discernimiento y de com-
promiso sobre lo que se dice. El silencio atento a la expre-
sión ajena es un requisito para que el sujeto pueda formular
lo que hasta entonces era implícito. Esta palabra íntima, a
través de la cual manifiesta su dolor y su esperanza de libe-
ración, podrá ser iluminada por la palabra de Dios. El sa-
cerdote deberá instruir, pero – conviene repetirlo – sin que-
rer ir demasiado de prisa, pretendiendo aportar soluciones
inmediatas a los problemas espirituales que se presentan.
Es importante que el sujeto pueda comprometerse en un
proceso de liberación avanzando a su ritmo.
461. También conviene que quien haga de guía esté Fuerte atención
atento a no proponer soluciones o dar consejos que puedan a las soluciones
y consejos que
ser interpretados como mandatos o prohibiciones, pues re-
conviene proponer
forzarían el rechazo interior del toxicómano en relación
con todas las exigencias, en vez de favorecer el desarrollo
del sujeto con la necesaria flexibilidad. En caso de fracaso o
de abandono del consejo escuchado, el toxicómano puede
hundirse y reprocharse su fracaso. Un sentimiento de im-
potencia y dependencia invade a veces su conciencia y lo
hace retroceder hasta el punto de recaer en la toxicomanía.
El equilibrio es frágil antes de que la personalidad se con-
solide psicológica y espiritualmente.
167
8.1.5. Estimular al sentido de la oración y de la vida sacra-
mental
168
reglas y exigencias, que le ayudarán a volver a la realidad.
Gracias a una metodología basada en una rehabilitación
espiritual, a través de un itinerario marcado por la vida de
oración y la vida sacramental, se obtienen resultados muy
interesantes en las comunidades religiosas. Ciertos toxicó-
manos encuentran en estos lugares un marco y un apoyo
que les ayudan a recuperarse por sí solos. La organización
puede variar de una comunidad a otra. Es preciso alentar
este tipo de acogida, así como otras formas de ayuda a los
toxicómanos, tratando siempre de promover la dignidad
de la persona, y despertar en ella la conciencia de su liber-
tad y de sus responsabilidades con respecto a los valores
morales.
169
perspectiva para encontrar la vida. El toxicómano, atrapa-
do en el engranaje alienante de la droga, se desalienta y se
subestima, dudando de que sean posibles una esperanza y
una alternativa a su situación. Ciertamente, su condición de
toxicómano es difícil; corre el peligro de resignarse, de ais-
larse, de alejarse de los demás y de perder la esperanza.
Pero ¿cómo dejarlo en este atolladero sin tratar de ofrecer-
le un enfoque espiritual gracias al cual pueda descubrir
que, para Dios, él vale más que su dependencia de la dro-
ga? Sabemos que la virtud de la esperanza nos saca de nos-
otros mismos y nos invita a confiar de nuevo en las prome-
sas de Cristo, cuyos primeros efectos podemos ya experi-
mentar en nuestra vida espiritual. Precisamente porque se
nos ha prometido la vida eterna, nuestra vida toma todo su
sentido y ha de vivirse dignamente.
170
8.2. La espiritualidad de los peregrinos de Emaús
469. El toxicómano está decepcionado de sí mismo y de Una espiritualidad
todo lo que ha tratado de realizar. Le domina un sentimien- del descubrimiento
to de abandono. En estas condiciones, ¿qué espiritualidad progresivo de Dios
se puede proponer? Uno de los modelos más oportunos es
el de los peregrinos de Emaús (cf. Lc 24).
171
8.2.4. Jesús interpreta los acontecimientos
172
torales encuentran. Acogiendo a los drogados, algunos ten-
derían a quitar importancia, incluso a aprobar indirecta-
mente su modo de obrar, en nombre de un cierto pragma-
tismo o laxismo. Esa actitud a veces puede dar a entender
al toxicómano que se acepta su estilo de vida. Es preciso es-
timar a las personas, no su conducta y sus obras. El servicio
que la Iglesia debe prestar a los toxicómanos incluye la de-
nuncia de las conductas contrarias a su dignidad funda-
mental.
141
Cf. Pío XII, A los miembros del Congreso internacional de psicoterapia
y psicología clínica, en La Documentation catholique, n. 1146 (1953),
pp. 513-520; cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2522.
173
479. La misión pastoral constituye un acompañamiento
y un itinerario de curación interior de las personas. En ese
contexto, la pastoral no puede concebirse como una simple
intervención de tipo humanitario o un servicio social, que
permitiría más tarde llegar a una perspectiva cristiana. La
acción pastoral se justifica por sí misma. Trata de aliviar los
sufrimientos y crear espacios donde puedan renacer perso-
nas heridas en su ser o en su dignidad. Precisamente con
esa perspectiva la Iglesia crea estructuras sociales y partici-
pa en el esfuerzo de civilización, dentro de cualquier socie-
dad. Entre las angustias y las alegrías de este mundo, la
Iglesia no cesa de testimoniar que el fin último de la exis-
tencia es la participación en el misterio de Cristo, muerto y
resucitado.
174
CONCLUSIÓN
480. El Papa Juan Pablo II, a lo largo de los últimos El Magisterio del Papa
años, ha recordado en repetidas ocasiones la atención que Juan Pablo II
la Iglesia dirige al fenómeno de la droga, destacando los
desafíos que debe afrontar todo hombre de buena voluntad
en relación con las redes de la toxicomanía y con los droga-
dos mismos.
482. Aprecio los esfuerzos de los padres y los educado- Necesidad de apoyar
res por inculcar en sus hijos los valores espirituales y mora- a los padres
les, para que se comporten como personas responsables.
Lo hacen frecuentemente con valentía, pero no siempre se
sienten apoyados, sobre todo cuando los medios de comu-
nicación social difunden mensajes moralmente inacepta-
bles, (…) que consideran la violencia y a veces la droga
misma como signos de liberación personal.
175
recta y hermosa; tienden a encerrarse en sí mismos. No se
debería subestimar el efecto devastador que ejerce el des-
empleo, cuyas víctimas son los jóvenes en proporciones in-
dignas de una sociedad que quiere respetar la dignidad hu-
mana. Ciertas fuerzas de muerte los impulsan entonces a
entregarse a la droga, a la violencia y a llegar a veces hasta
el suicidio. (…) Demasiados jóvenes están abandonados a
su suerte, y no se benefician de una presencia atenta, de un
hogar estable, de una escolaridad normal, y tampoco de un
ambiente socio-educativo que los impulsen a hacer un es-
fuerzo intelectual y moral, y les ayuden a forjar su voluntad
y a controlar su afectividad ».142
176
propia dignidad del hombre, apoyarlo para que le resuciten
y crezcan, como sujeto activo, aquellos recursos personales
que la droga había sepultado, mediante una segura reacti-
vación de los mecanismos de la voluntad, dirigida hacia fir-
mes y nobles ideales ».145
145
Ibid., n. 95.
146
Ibid., n. 96.
177
encontrar un camino de conversión. Precisamente en esta
perspectiva la acción pastoral puede aportar una contribu-
ción específica contra el azote de la toxicomanía. La prácti-
ca de los valores morales y espirituales ofrece recursos para
llevar a cabo las transformaciones necesarias. Esos valores
constituyen puntos de referencia para construir la propia
existencia. Son fuentes de inspiración y renovación.
Proponen tres objetivos pedagógicos a partir de los cuales
podemos tratar de afrontar el desafío de la toxicomanía: ali-
mentar la vida interior, estimular al sentido moral de la
conducta y llegar a ser libres.
178
APÉNDICE
1. LOS PRODUCTOS
491. Los productos inhalantes son utilizados sobre todo por adolescentes o
personas que no disponen de bastante dinero para comprar drogas, la cuales
cuestan mucho.
492. El éter, la gasolina, los pegamentos, los quitamanchas, los gases de ae-
rosol para quitar el polvo de las pantallas de ordenador, el protóxido de nitró-
geno o gas hilarante son los inhalantes más comunes. Algunos de ellos se con-
centran en bolsas de plástico, o también en globos hinchados, para respirar
mejor sus vapores. Estos productos producen una sensación de embriaguez,
de euforia, trastornos visuales y auditivos. Provocan también dolores de cabe-
za, daños o secuelas neurológicas (trastornos del comportamiento y amnesia),
trastornos digestivos, pulmonares y renales, fallos cardíacos, coma y muerte.
El toxicómano cae con facilidad en una dependencia psicológica y física de
los inhalantes.
179
– 3) una fase de relajación completa, que corresponde a una eliminación de
la inhibición;
– 4) una fase depresiva en la que el individuo se encuentra abatido y apáti-
co.
A largo plazo el cannabis es origen de enfermedades de los bronquios.
Desencadena también ciertos tipos de depresión.
La alteración de las células cerebrales causada por el cannabis provoca gra-
ves trastornos psíquicos y del comportamiento que pueden llegar incluso a cri-
sis de pánico.
180
aumentar la propia sensualidad. La dependencia psíquica y física es muy fuerte.
El éxtasis provoca trastornos psíquicos que duran varios días: alteración de la
memoria, ansiedad, actitud violenta. Pueden sobrevenir paros cardíacos. La
vuelta a la realidad es muy dolorosa; el sujeto pasa por una fase depresiva, lo
cual puede llevarlo a querer consumir otros productos para recuperarse.
500. Las personalidades que presentan un núcleo psicótico son las que se
sienten atraídas por la cocaína.
181
VOCABULARIO
502.
El drogado
El drogado es una persona que usa un estupefaciente de manera irregular
El toxicómano
El toxicómano es esclavo del uso de uno o varios productos de los cuales es
dependiente; organiza su existencia en torno a la búsqueda y al consumo de la
droga.
La dependencia
La dependencia es el hecho por el cual una persona no logra vivir sin un
producto.
Es:
– física, a menudo vinculada a la absorción de opiáceos (heroína…) o medi-
camentos (por ejemplo, barbitúricos), que engendra estados de abstinencia
cuando se deja de consumir el producto.
– psíquica: es una necesidad psicológica de reiterar la dosis de una o más
drogas, lo cual conlleva un sentimiento de frustración y de angustia cuando se
suprime el consumo.
La dependencia puede ser a la vez física y psicológica.
La tolerancia
Es el hecho de verse constreñidos a aumentar las dosis de un producto para
obtener los mismos efectos. Eso es verdad en especial para los opiáceos (sobre
todo, heroína) o el crack.
La habituación
Es la dependencia psíquica estándar debida a un consumo repetido de una
droga.
Hábito
Se trata de un estado suscitado por la toma repetida de una droga que gene-
ra una dependencia a la vez psíquica y física.
182
La desintoxicación
Es la acción que consiste en hacer cesar voluntariamente, o contra su vo-
luntad, la toma de un producto. Eso implica crisis de abstinencia que exigen
una vigilancia médica para toxicómanos graves, con el fin de suprimir espe-
cialmente la necesidad física del producto y los eventuales efectos secunda-
rios.
La sobredosis
La droga
Los estupefacientes
Los estupefacientes son las drogas ilícitas. Son aquellas cuyo abuso es con-
denado por las convenciones internacionales y las legislaciones nacionales.
Los estimulantes
Los estimulantes son productos que excitan el sistema nervioso central, ha-
cen retroceder los límites físicos del cansancio y dan la impresión de aumentar
las facultades intelectuales.
Los psicótropos
En sentido amplio, este término designa productos de origen químico o sin-
tético (medicamentos, anfetaminas, éxtasis, etc.), cuya clasificación como estu-
pefacientes puede ser variable (productos prohibidos y medicamentos), pero
cuyo abuso los convierte en droga.
183
Los depresores
Los depresores son productos que ralentizan las actividades del cerebro y
tienen efectos analgésicos sobre el cuerpo humano. Pueden entrañar conse-
cuencias sobre el sistema cardiovascular y sobre el sistema respiratorio.
Los euforizantes
Son sustancias que provocan en un primer momento una especie de embria-
guez, una excitación, un éxtasis tranquilo y una tendencia a la hilaridad.
Los perturbadores
Se trata de productos que alteran la actividad del cerebro. Modifican las
percepciones visuales, sensoriales y cognoscitivas, generan un enfoque disconti-
nuo del espacio y del tiempo, que provoca a veces alucinaciones.
Los precursores
Son productos de composición química, utilizados para transformar esen-
cialmente los productos naturales en productos estupefacientes ilícitos o para
cortar los productos ya transformados.
184
2. ¿CÓMO INTERVENIR?
185
– pérdida de interés en la vida,
– compensar una dificultad de relaciones sociales.
2.3. ¿Cómo hablar a los jóvenes de los peligros vinculados a la droga, al tabaco y
al alcohol?
505. Es preciso saber encontrar la actitud justa para poner en guardia a los
jóvenes contra los peligros del uso de diversos productos para su salud. No tie-
nen el sentido del tiempo; están convencidos de que tienen toda la vida por de-
lante y que, mientras esperan, pueden usar todos los productos en función de
sus deseos. No quieren renunciar a los placeres inmediatos para ganar algunos
años más de vida. La prohibición simplemente enunciada, sin ser asumida pe-
dagógicamente y recordada en caso de transgresión, no es eficaz; no hace más
que incitar al adolescente a actuar.
506. Hay cuatro argumentos que convencen sobre todo a los jóvenes:
509. 3. Se acaba por arruinar el cuerpo. Los jóvenes son muy sensibles a su
cuerpo y su aspecto físico. Descubren que el alcohol los hace engordar, que el
tabaco arruina los dientes y la piel, y que las drogas afean el rostro y lo entene-
brecen.
2.4. ¿Qué deben decir los padres cuando descubren que su hijo se droga?
511. Por lo general, los padres se angustian cuando descubren que su hijo se
droga. La familia entra en crisis. Los padres experimentan una sensación de fra-
caso y se preocupan por la salud de su hijo. El hijo, o la hija, ve a sus padres co-
186
mo intrusos y cree que se entrometen en su mundo. Los hijos no comprenden
el sentido de la prohibición que los padres pueden enunciar para llevarlos a de-
jar de consumir la droga. Conviene invitar a los padres a tomar la iniciativa del
diálogo, aunque la situación del joven o de la familia sea tensa. Ésta será indu-
dablemente la primera vez que el joven escuche una palabra de un adulto sobre
el tema de la droga.
512. Los padres deben expresar lo que sienten: sus preocupaciones por la
salud y la libertad de su hijo o hija. Deben decir muy claramente que no admi-
ten que ciertos productos se conserven o consuman en casa (lo cual constituye
una transgresión de la ley), que prohiben a su hijo comerciar con la droga y re-
cibir amigos que transporten. La invitación a cumplir la ley en el propio hogar
es un elemento que los forma de modo particular.
187
3. ENFOQUES PASTORALES
188
9 – Por la escasa estima de sí, se siente por lo general amenazado y pone en
duda el valor de su existencia: « Más valdría no haber nacido ».
10 – El toxicómano vive en la insatisfacción y en la tensión producida por su
« autodepreciación » crónica.
11 – En general es crédulo, abierto, generoso, incapaz de decir « no »; tien-
de a hacer muchos proyectos, pero lo deja todo a mitad de camino. Reacciona
como « niño mimado », exigente, egoísta, sin sentido de culpabilidad.
12 – Carece de motivaciones: no puede contar con su voluntad, dado que es-
tá minada por las agresiones masoquistas; su yo debilitado genera un sentimien-
to de impotencia y a veces de rebelión.
13 – En ciertos sujetos el nivel de comprensión es escaso, debido a que tie-
nen un bagaje intelectual limitado, sobre todo porque la mayoría de ellos no
suelen acabar sus estudios.
14 – El toxicómano no está convencido de la fuerza del bien; a excepción de
la droga, no sabe a qué otra cosa agarrarse en la vida.
15 – No suele manifestar interés por las personas y las cosas.
16 – Su inteligencia está dominada principalmente por todo lo que se refiere
a la droga.
147
Cf. Fides et ratio, cap. VII, en particular nn. 80-89.
189
519. La formación de la inteligencia, por la búsqueda del sentido de la ver-
dad y el trabajo de reflexión conceptual, es una etapa importante en la preven-
ción contra la toxicomanía. Corresponde a la educación fomentar en los jóve-
nes la estructuración de su pensamiento y de su ser.
521. Puede haber tres tipos de ayuda a los jóvenes dentro de las actividades pas-
torales (catequesis y actividades varias), de las escuelas católicas y de las iniciativas
de los profesores de religión. Estas actividades pueden realizarse también dentro
de un centro de acogida pastoral para la prevención del consumo de drogas.
523. La ayuda puede prestarse también creando equipos que vayan a encon-
trarse con los jóvenes en la calle y en los lugares que frecuentan los drogados.
En este caso, dos animadores salen juntos y abordan a los jóvenes, presentándo-
les sus actividades y entregándoles un papel con la dirección del centro de aco-
gida y las posibilidades que en él se ofrecen: ir a comer, servirse del baño, pasar
una noche al abrigo, encontrarse con alguien para hablar, recibir un consejo,
ser orientados hacia un servicio médico, encontrar un mediador que sirva de
contacto entre el joven y sus padres. En cualquier caso, los agentes pastorales
deberán abordar a los jóvenes con respeto, manifestándoles confianza y estima.
190
3.3. Enseñar y vivir el cambio con el toxicómano
524. Hemos descrito la situación de espíritu que debe animar la acción pas-
toral; ahora veremos los encuentros que pueden realizarse en reuniones sema-
nales o en régimen residencial, incluso en régimen semi-residencial.
528. Para provocar el cambio no basta poseer una metodología bien definida
y utilizar las técnicas de modo adecuado; es necesario tener una visión integral
del hombre, que abra un horizonte y una esperanza.
191
to. En toda circunstancia conserva su dignidad, incluso cuando se pierde en
desviaciones que pueden desfigurar en parte su humanidad. La gracia de la
Redención es para todo ser, el cual puede siempre beneficiarse de ella. En un
mundo que no sabe perdonar ni brindar una nueva posibilidad a quien se ha
alejado del buen camino, la Iglesia es un lugar en donde toda persona se sabe
acogida; quiere ayudar al hombre herido a recuperarse. El sufrimiento, que
forma parte de toda vida humana, debe entenderse y compartirse. En cierto
sentido, todos estamos comprometidos y somos solidarios con el sufrimiento
ajeno.
533. Así pues, la emotividad y la afectividad deben ser reeducadas para que
el individuo sea capaz de expresar de modo adecuado lo que experimenta. El
agente pastoral deberá tratar de impulsarle a hablar de sus afectos, de sus preo-
cupaciones y estados de ánimo, en vez de limitarse a pasar a la acción. Al inicio,
este esfuerzo para hacerle hablar no resulta fácil, sobre todo con personalidades
acostumbradas a pasar inmediatamente a la acción sin tomarse tiempo para re-
flexionar. Por eso, el educador debe ofrecerles una mediación entre lo que ex-
perimentan o desean y lo que es realizable y bueno.
192
534. La palabra es una mediación que permite unir la vida interior y el mun-
do exterior. Los toxicómanos por lo general no logran tomar esa distancia, que
sólo es posible gracias a la palabra. Precisamente por eso el toxicómano busca a
menudo relaciones particulares. Por otra parte, la toxicomanía se desarrolla con
frecuencia en personas que no han logrado expresar con sus palabras una parte
de su vida emocional.
193
del ambiente en donde vive y a criticar a los demás, especialmente a los que es-
tima y a los que le ayudan, alternando desinterés y rebelión. Sin embargo, debe
aprender a vivir teniendo en cuenta a los demás.
194
da consumiendo droga. El equipo pastoral, formado por los educadores y el sa-
cerdote, podrá ayudarle a evaluar sus dificultades, a verificar sus convicciones y
a fortalecerlas, con el fin de salir de su actitud de pasividad frente a las realida-
des y de dependencia con respecto a la droga. Se trata de un itinerario que im-
plica necesariamente conflictos, frente a los cuales los educadores no deben de-
jarse turbar.
Expresarse
544. La familia, desde el punto de vista pastoral, debe considerarse como un
lugar de recursos para cada uno de sus miembros y en particular para el toxicó-
mano. La vida pastoral debe orientar su acción hacia las familias y en particular
hacia las que tienen dificultades. Es preciso ofrecerles lugares de acogida y de
reflexión en las parroquias, en la asociaciones religiosas y en los movimientos
juveniles. Los padres, pero también los hermanos y las hermanas, a menudo ne-
cesitan hablar y saber cómo renovar la relación con el miembro de la familia
que cayó en la droga. El toxicómano mismo no siempre sabe cómo comunicar-
se con los miembros de su familia. Para lograr este objetivo, se le puede prestar
la ayuda siguiente:
195
Aclarar y comprender
546. La acogida, la posibilidad de integrarse en un grupo que ofrece su com-
prensión y su apoyo no bastan para modificar la situación de la familia; es pre-
ciso también facilitar una nueva definición de las formas de relación (confirmar
las funciones, aclarar las relacione ambiguas, evitar las sustituciones, superar las
atribuciones de culpa o de incapacidad de decisión).
547. Esta tarea permite al toxicómano repasar su propia historia con los suyos y
ayuda a la familia a comprender las razones de su malestar; permite también afron-
tar el conflicto de manera constructiva, evitando la explosión de emociones.
Analizar y decidir
548. Analizar juntos la situación actual, aclarar su propia historia, llegar a ser
conscientes de sus sentimientos, son elementos que permiten superar la cólera, el
dolor, el sentimiento de culpa, las decepciones y las expectativas ilusorias, y favo-
recen el ejercicio de un poder eficaz de decisión en la familia. Tomar cada día de-
cisiones, incluso modestas, prepara para afrontar decisiones más importantes.
Reconciliarse
550. La historia personal y familiar registra elementos dolorosos que han de
aceptarse para que puedan superarse y para que se logre una auténtica reconci-
liación. Los posibles cambios de las personas son relativamente limitados. Es
preciso aprender a aceptar las diferencias de los demás, a mostrarse tolerantes,
a analizar objetivamente los hechos sin excesiva agresividad, a permitir la convi-
vencia. Por tanto, es necesario saber pactar acuerdos entre padres e hijos, sin
exigir cambios imposibles.
Participar
196
actividades propuestas. Así colaborará activamente en la curación de uno de
sus miembros. Seguidamente, cuando haya superado de algún modo su expe-
riencia dolorosa, podrá también llevar a cabo una actividad en el centro y parti-
cipar con otros toxicómanos en las tareas de ayuda propuestas. Este compromi-
so contribuye a hacer que las personas se sientan útiles y evita actitudes pasivas,
propias de quienes sólo quieren ser ayudados, típicas en los que consumen dro-
gas.
Ser activos
552. La participación en la vida de los centros favorece el compartir y la soli-
daridad. La conciencia de ser personas responsables en la gestión de los proble-
mas que afligen a la sociedad permite tomar parte activa en las soluciones que
se han de poner por obra y alimentar nuevas esperanzas.
197
ÍNDIC E DE MATERIAS
Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
201
3. La reivindicación de la droga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
3.1. La libertad de drogarse . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
3.2. El uso de drogas y el sentido de la ley . . . . . . . . . . . . . . . . 70
4. Una sociedad que favorece la droga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
4.1. El peligro de legalizar las drogas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
4.2. Consecuencias económicas y sociales. . . . . . . . . . . . . . . . . 77
4.3. El papel de los medios de comunicación frente a la toxicomanía . . 79
4.4. La vida del hombre no se puede reducir a la química . . . . . . . . 80
202
5. Jóvenes por educar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131
6. Eliminar la pasividad educativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 132
7. Actitudes que es preciso desarrollar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133
7.1. Aprender a controlarse . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134
7.2. Explicar los límites . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134
7.3. Los puntos de apoyo pedagógicos: voluntad, razón, libertad y res-
ponsabilidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134
7.4. Desarrollar la virtud de la templanza . . . . . . . . . . . . . . . . . 135
8. Promover una educación integral para luchar contra la droga . . . . . 136
9. Misión de la Iglesia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 140
10. Educación y disposiciones pedagógicas . . . . . . . . . . . . . . . . . 142
10.1. Criterios para la acción pastoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143
10.2. Lugares educativos de acogida que conviene desarrollar. . . . . . 144
11. Organización de programas de orientación y estructuras pastorales . . 146
203
8.2.3. Jesús nos libera del pecado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171
8.2.4. Jesús interpreta los acontecimientos . . . . . . . . . . . . . . 172
8.2.5. Jesús restituye su dignidad a los heridos por la vida . . . . . 172
8.3. Cristo, fuente de vida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173
Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 175
Vocabulario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 182
2. ¿Cómo intervenir? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185
2.1. ¿Cómo reconocer a un joven con dificultades? . . . . . . . . . . . 185
2.2. ¿Por qué se drogan los jóvenes? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185
2.3. ¿Cómo hablar a los jóvenes de los peligros vinculados a la droga, al
tabaco y al alcohol? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 186
2.4. ¿Qué deben decir los padres cuando descubren que su hijo se droga? 186
3. Enfoques pastorales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 188
3.1. Las apuestas existenciales del toxicómano . . . . . . . . . . . . . . 188
3.2. Cómo organizar la ayuda pastoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . 190
3.3. Enseñar y vivir el cambio con el toxicómano . . . . . . . . . . . . 191
3.3.1. Los encuentros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 191
3.3.2. En el marco comunitario o de un grupo de pertenencia . . . 191
3.4. Para ayudar a las familias. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195
TIPOGRAFÍA VATICANA