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1) La necesidad de fundamentar y revitalizar los vínculos que dentro de

un legítimo pluralismo liguen de forma efectiva las voluntades, desde


dentro, en la búsqueda o prosecución del bien común, es decir, la
necesidad de una nueva ética.

2) Gerardo Remolina considera que la fuerza moral, como contraposición


a la fuerza física, por la cual se logra la constitución de una sociedad
auténticamente humana. Ésta fuerza moral debe estar fundamentada en
las raíces mismas de la persona humana, en lo específico de su ser y,
que a través de su racionalidad, oriente a los ciudadanos al seguimiento
inquebrantable de un propósito en común (bien común). En otras
palabras, expresa el autor, cada vez se hace más clara la necesidad
de una nueva ética por la cual se fundamenten y revitalicen vínculos
que efectivamente liguen voluntades dentro de un legítimo pluralismo
para la prosecución de bien común. Según el autor, la llamada “nueva
ética” ha de responder al vacío causado por la ausencia de racionalidad
humana en no pocos de los procederes ciudadanos; vacío que ha sido
llenado por predominio de la sin-razón y de la fuerza; por la prevalencia de
la irresponsabilidad sobre la conciencia de los deberes fundamentales; por
la primacía del subjetivismo frente a la objetividad del bien común, y de
lo privado frente a lo público.
De igual manera, establece el profesor G. Remolina, que es necesario
llenar el vacío que se refiere a la “concepción de la ética”, puesto
ética no es lo mismo que religión, aunque las grandes religiones hayan sido
tradicionalmente portadoras de extraordinarios principios o ideales éticos,
los cuales conducen necesariamente a formas específicas de
comportamiento no solo privado sino social. La ética tampoco puede
confundirse con el conjunto de normas que regulan las relaciones de los
hombres en el orden jurídico, en el orden social, en el orden cívico, en el
orden político, o en el orden sociológico, pues la ética se sitúa más allá de
todo orden positivo, pues hunde sus raíces en la humanidad misma del
hombre, explicitada a través del uso legítimo de su racionalidad.
Es preciso también, llenar el vacío de la conciencia y de la sensibilidad
éticas, causado por la ausencia de la imprescindible referencia de cada
individuo al otro y a los otros, reconocidos como semejantes, partícipes
de la misma humanidad, dotados de los mismos derechos originarios y ante
quienes se es responsable; igualmente la conciencia de pertenencia a la
comunidad humana, como única posibilidad de realización, y como
acreedora y necesitada del aporte de cada uno de los individuos en la
realización de un mismo destino común. Este vacío ha de llenarse con
principios y criterios éticos fundamentales, valederos en sí mismos a causa
de su racionalidad y de su fuerza humanizadora.
La ausencia de una educación ética de la niñez, de la juventud y de las
personas adultas se encuentra en la base de nuestro vacío ético.
Igualmente la ausencia de una formación ética en cada una de las
profesiones y la carencia de códigos éticos fundamentales, o de axiologías
propias de las diversas instituciones, organizaciones y empresas que
constituyen el tejido social. Este vacío ético ha de ser llenado
complementariamente con instancias sociales de sanción moral, por medio
de las cuales se estimule el bien-obrar y se desacredite ante la sociedad
todo género de conductas reprobables.

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