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El ecosistema urbano

Concepto de ciudad

Es difícil precisar una definición de ‘ciudad’. Tradicionalmente se ha optado por acudir a


cuantificaciones demográficas, fijando en un valor de su población el límite entre ciudad y aldea
y, en consecuencia, la barrera entre lo urbano y lo rural.
La ciudad es un centro de vida cultural, así como de poder político, social y económico;
es un punto de intersección para el transporte, y sus actividades están orientadas hacia la
industria manufacturera (y servicios) y no hacia la agricultura. Incluso podríamos definirla en
términos seudo-ecológicos: una ciudad es una agrupación humana cuyos habitantes no pueden
producir, dentro de sus límites, todo el alimento que necesitan para subsistir.

De las definiciones anteriores podemos extraer dos características o rasgos básicos:

1) La ciudad es un medio creado por la especie humana (especie dominante) y adaptado a sus
necesidades específicas (aquí radica la idea de ‘alma’ frente a ‘lo exterior’, salvaje, instintivo;
ciudad y naturaleza como conceptos opuestos);

2) Es un ecosistema desequilibrado, no autosuficiente, pues requiere de la continua importación


de alimentos (y energía) para subsistir.

Las ciudades (al menos las antiguas) no pueden existir sin tener una fuente externa de suministro
de alimentos en una región circundante agrícola lo bastante productiva para disponer de un
excedente de víveres más allá de los requerimientos de su población rural productora. Ninguna
ciudad puede ser económicamente autosuficiente. Todas tienen que estar vinculadas, por medios
efectivos de transporte, con el área agrícola productora de alimentos. Por este motivo,
necesariamente las ciudades tienen que ofertar productos manufacturados o servicios
(comerciales, legales, religiosos, médicos o administrativos), pues de otro modo, no podría
producirse el intercambio con los productores rurales.

La historia de las ciudades puede estructurarse, esquemáticamente, en tres etapas:

a) Los primeros asentamientos urbanos están marcados por la conversión de la especie humana
en sedentaria y la puesta en marcha de las primeras formas de agricultura hace unos 12000 años.
En esta primera etapa se modifica el suelo adaptándolo al uso agrícola y ganadero.

b) La ciudad deja de ser agrícola y concentra la actividad manufacturera y de servicios,


alcanzando una cierta dimensión restringida por la necesidad de protegerlas y las distancias
reducidas (en un mundo de peatones, tanto la importación de alimentos como el desplazamiento
de trabajadores urbanos limita la densidad de población).

c) La Revolución Industrial -y otros hechos- cambian en el pasado siglo y en éste la concepción


de las ciudades. La invención de mecanismos bélicos como el avión y las bombas hacen inútiles
las murallas protectoras; el uso de mecanismos de transporte para propósitos económicos
pacíficos, el progreso de la técnica agrícola y mejoramiento de transportes, entre otros, liberan a
las ciudades de las restricciones de crecimiento relacionadas con el suministro de alimento (ya
no se depende de la campiña circundante, pues puede importarse y exportarse a grandes
distancias).

El crecimiento ‘imparable’ es fruto de la conjunción de dos factores:


a.-el incremento de la población urbana, tanto por el aumento demográfico general como por el
efecto de atracción medible en términos de inmigración desde regiones rurales.

b.-la generalización de nuevas fórmulas de distribución de la población en el seno de las


ciudades que incentivan a las clases medias y altas a desplazarse a zonas residenciales situadas
en el extrarradio, provocando un crecimiento de las zonas urbanas mayor o más rápido que el
derivado del incremento de la población.

Características de las ciudades

Existen posturas encontradas en torno a si la ciudad puede ser considerada un auténtico


ecosistema. Con arreglo a la definición básica de este concepto, la ciudad cumple los requisitos
mínimos para ser considerada un ecosistema, aunque resulte muy peculiar por una serie de
razones:

a) Bajo nivel de integración de sus elementos;


b) Autorregulación escasa;
c) Predominio de los procesos físicos frente a los biológicos;
d) Gran dependencia de recursos provenientes de fuera del sistema.

Todos estos rasgos son consecuencia de la especial naturaleza de la ciudad: el ecosistema


urbano es un medio adaptado a las necesidades de la especie humana (es artificial) y, en
consecuencia, los restantes componentes de la biocenosis son el fruto de la invasión reciente; en
estas condiciones es lógico que exista un bajo o muy bajo nivel de integración (salvo en el caso
de la especie humana) y escasa presencia de procesos biológicos (por lo general, mucho más
complejos) frente a otros de tipo físico (de igual manera, dominan los fenómenos estocásticos
frente al determinismo). De hecho, el proceso que prima en el poblamiento de la ciudad es la
invasión sucesiva de nuevos organismos.

La ciudad (para el humano, pero también para las restantes comunidades de organismos)
es un sistema desequilibrado, que requiere la continua importación de recursos (alimentos y
energía). No existe autorregulación porque se trata de un ecosistema consagrado al consumo y,
en términos ecológicos, escasamente productivo. Este carácter incorpora nuevos elementos de
inestabilidad bien conocidos en forma de flujo de desechos o residuos que no pueden ser
reciclados o reabsorbidos por el propio sistema generando un nuevo factor abiótico exclusivo de
la ciudad moderna: el alto nivel de contaminación ambiental. Pero la dependencia del exterior no
invalida la categoría de ecosistema. Ninguno de los naturales lo es; todos dependen al menos del
sol y/o del resto de la Biosfera en mayor o menor medida. La inviabilidad del ecosistema urbano
es una consecuencia de su desequilibrio y falta de autogobierno. Las especies oportunistas o
pioneras (r-estrategas) encuentran las mismas (sino mayores) posibilidades que en otros
ecosistemas muy perturbados en los que a consecuencia de fenómenos abióticos (un incendio,
charcas temporales, etc.) se producen vacíos competitivos que no pueden llenar, al menos en sus
fases iniciales, las especies k-estrategas, por ser especies muy ‘integradas’ en su ecosistema,
característica que falta entre los componentes de la urbe.

La característica ecológica más evidente de las ciudades es que ofrecen a sus habitantes
humanos un ambiente completamente nuevo y enteramente diferente a cualquier otro de los que
se encuentran en la Tierra. Constituyen un ecosistema tan distinto como un bioma totalmente
nuevo. Por tal razón han producido un tipo nuevo y especial de adaptación cultural humana,
incluyendo una nueva tecnología. La novedad sobresaliente es la organización social altamente
desarrollada, tan característica de los grandes grupos sociales muy organizados; la innovación
tecnológica sobresaliente se sitúa, quizás, en el campo del transporte y se centra en la invención
de la rueda. Hasta la aparición de las ciudades el transporte de bienes (o de personas) no tenía
casi importancia para las poblaciones humanas.

Biológicamente la ciudad no representa más que un nuevo medio, adaptado a las


necesidades de la especie humana, y no a las especies vegetales y animales. Es por tanto un
medio extraordinariamente agresivo para la vida, diferenciándose plenamente del medio rural
que lo circunda, por cuanto, los parámetros ecológicos son radicalmente distintos.

En la actualidad la vida de la ciudad depende para su misma existencia de un sistema de


transporte eficaz y muy complejo. De manera que el ambiente urbano ha generado muchos de los
logros más típicos y extendidos, culturales y tecnológicos, de la humanidad

La relación que existe entre el hombre y su entorno es muy compleja. Cada una de las
partes de una urbe influye sobre el resto de manera que existe una interrelación continua en la
dinámica del sistema urbano. Cualquier cambio en uno de los elementos que constituyen ese
entramado puede generar alteraciones en otros.

De todos modos, hay ciertas características que, tomadas en conjunto, confieren unicidad
al ecosistema urbano, que se pueden resumir como sigue:

o Importación y canalización de agua


o Acumulación y aislamiento de materiales procedentes de la construcción, así como
alteraciones de la topografía provocadas por movimientos de tierras a gran escala y por
obras.
o Aumento de la contaminación aérea, acuática y terrestre
o Espacio estructurado muy heterogéneamente
o Los factores antes mencionados y el gran número de núcleos de condensación en el aire,
debido al alto grado de contaminación ambiental, provocan un cambio en el equilibrio
térmico, que se materializa en forma de "isla de calor" y en el efecto invernadero.
o Desde el punto de vista de la sociedad y población humanas, el ecosistema urbano concentra
una alta productividad de información, conocimientos, creatividad, cultura, tecnología e
industria, entre otros que exporta a otros sistemas.
o La ciudad es un sistema abierto, es decir, no es autosuficiente y necesita materiales y energía
del exterior. Esto se puede constatar en el estudio de flujos, interacciones e intercambios.
o Desde el punto de vista biológico, el ecosistema urbano exhibe una muy baja productividad
y, por ende, una gran dependencia de su entorno.
o Utilización y consumo de energía secundaria a gran escala. El ecosistema urbano llega a
consumir enormes cantidades de energía. Aún más, el sistema urbano es aquél que multiplica
muchísimas veces la demanda energética a medida que el hombre es reemplazado por la
máquina, con la correspondiente demanda de materiales. Podemos comparar la ciudad con
una isla que recibe entradas de materiales y energía. Algunas se acumulan dentro de la
ciudad o se transforman en material que tiene que salir en forma de desechos. Algunos
materiales son consumidos directamente por sus habitantes, otros se utilizan para construir
edificios o para generar productos manufacturados.
o Los sistemas urbanos producen una desmesurada cantidad de desechos, que deben ser
metabolizados por el entorno, el cual ya sufre el impacto de la demanda energética y de
materiales. Tierra, agua y aire se utilizan como disolventes de los desechos. Como resultado,
el ecosistema urbano se convierte en un sistema de fuerte impacto sobre el ambiente físico y
humano y su amplia zona de influencia se extiende desde un entorno inmediato hasta
millares de kilómetros de distancia.
o A diferencia de los ecosistemas naturales, en las ciudades el hombre es el que plantea las
alteraciones a su libre albedrío. Puede eliminar vegetación o promover zonas verdes,
pavimentar suelos o construir edificios....En estos lugares la dinámica del ecosistema está
sensiblemente alterada, y por ello normalmente se evita utilizarlo para explicar el
funcionamiento de los ecosistemas, ignorando que puede ser muy útil en la Educación
Ambiental. La expansión urbana implica profundos cambios en la ocupación del territorio y
el uso del suelo, de carácter netamente conflictivo y con implicaciones económicas basadas
en la especulación.
o Otra diferencia con los sistemas naturales es que el hombre actúa rápidamente y de forma
irreversible generalmente. Predomina la actividad consumidora del hombre; pequeña
producción primaria y empobrecimiento en las poblaciones de organismos detritívoros.
Además existe un marcado descenso de especie animales y vegetales autóctonas y un
aumento de especies oportunistas, de zonas meridionales.
o El transporte, basado en un gran consumo de energía, comporta la acumulación de
materiales, que perturban el ciclo de los ecosistemas. La ciudad importa toda clase de
recursos, los metaboliza a medias y acumula sus residuos, porque nadie quiere pagar el
precio de retorno. El hombre no es solamente el constructor de utensilios, sino también el
productor y acumulador de residuo. La polución, como transporte desequilibrado, representa
un freno sobre los ciclos naturales que el hombre con sus otras invenciones tiende a acelerar.
Esto hace que los ecosistemas urbanos constituyan sistemas inestables, frágiles y de alta
vulnerabilidad, tanto desde el punto de vista ambiental como del socioeconómico.
o Sin embargo, la característica más singular del ecosistema urbano es su dimensión humana,
con todos los aspectos inherentes a la población: culturales, sociales, psicológicos,
económicos, sociopolíticos, etc. Cuando se descuidan estos aspectos de la realidad, tan
importantes para la calidad del ambiente, puede llegarse a interpretaciones y conclusiones
equivocadas, y por ende, a planificación y gestión mal encaminadas.

Lo urbano es una realidad creciente, en franca expansión. Como ecosistema, es


frecuentemente ignorado, cuando no rechazado, por naturalistas, ecólogos y biólogos en general.
Su naturaleza ‘artificial’ -como si la especie humana no formara parte de la Naturaleza-, su
rápida expansión y la agresividad que ésta implica contra otros ecosistemas circundantes
promueven sentimientos de franco rechazo. Sin embargo, el medio urbano, desde una
perspectiva biológica, presenta una serie de características y posibilidades que lo convierten en
un interesante objeto de estudio.

Resumidamente, podemos citar:

a) Históricamente es el más moderno de los ecosistemas conocidos. La especie humana


estaba lejos de aparecer sobre el planeta cuando surgieron todos los restantes ecosistemas. Por
primera vez tenemos la oportunidad de documentar, desde el principio, la génesis y desarrollo de
un ecosistema.
b) Como cualquier otro ecosistema, el urbano, ofrece una serie de oportunidades a las
especies y limita otras; es decir, abre un abanico de posibilidades, nuevos caminos por los que
ciertas especies prosperan gracias a la explotación de determinadas habilidades o capacidades
latentes (‘preadaptación’), frente a otras que se perderán irremisiblemente.
c) La consecuencia inmediata del punto anterior es que el ecosistema urbano, generará
nuevas especies, si dura lo suficiente. Sus características abióticas son tan especiales, tan
marcadamente diferentes de las presentes en cualesquiera otros ecosistemas, que previsiblemente
‘producirán’ en las especies colonizadoras modificaciones morfológicas y ecológicas que darán
lugar a nuevos taxones. Las ciudades deberían ser consideradas como zonas de adaptación o
campos de experimentación evolutiva.
d) En contra de la idea generalizada de pobreza faunística, el ecosistema urbano es rico
en especies, especialmente en artrópodos. Tal es la diversidad de organismos ‘suburbanos’, es
decir, que coexisten con el hombre en el medio urbano, que las ciudades han sido propuestas
como centros de ‘creación’ y conservación de la biodiversidad del planeta.

Queda un argumento más en favor del estudio del ecosistema urbano: su inevitabilidad.
En efecto, cualquiera que sean los criterios estéticos de la especie humana -tan sujetos a la moda,
tan volubles-, la ciudad es un hecho que, nos guste o no, está ahí y salvo extinción catastrófica
que borre al menos a la mayor parte de la población mundial, estará ahí durante mucho tiempo.
Desde el punto de vista científico, la ecología urbana tiene tantas posibilidades y retos como
cualquier otra disciplina biológica.

Sumidero

En el caso de las ciudades, la energía que llega puede hacerlo de forma espontánea, como
la radiación solar y el viento, o traída por el ser humano, como el petróleo, gas natural,
electricidad, carbón, leña, etc. Los materiales son múltiples, desde el agua de lluvia o canalizada
y los gases atmosféricos transportados por el viento, los alimentos, materiales de construcción,
metales, productos manufacturados, etc. Entre las salidas tenemos la energía emitida en forma de
calor u otras formas de energía exportadas de la ciudad, gases contaminantes emitidos como
resultado de la actividad urbana, residuos líquidos y sólidos, domésticos o industriales, productos
manufacturados, etc.

Para cada caso, el estudio de estos procesos a menudo lo hacen servicios especializados
(compañías de aguas, eléctricas, mercados, etc) o servicios municipales y empresas que se
dedican a la eliminación de los residuos. También se pueden encontrar datos relativos a compra
y venta de mercancías en cámaras de comercio y otras instituciones. Sin embargo solo ecólogos
y economistas ecológicos han intentado dar una visión integrada al metabolismo urbano. Es
importante no solo considerar situaciones estáticas, sino incorporar de qué manera los cambios
en la estructura y las poblaciones, y los condicionantes físicos y sociales alteran este
metabolismo.

Es costumbre distinguir, en cualquier ecosistema, entre el metabolismo extra o


exosomático y endosomático. Por metabolismo endosomático entendemos todos aquellos
procesos de uso y transformación de los materiales y la energía que tienen lugar a través del
cuerpo de los organismos que forman parte del ecosistema.

Pero en una ciudad se utiliza mucha más energía que la que contienen los alimentos o la
solar que fijan las plantas: la que mueve los motores, la que se consume en calefacción o en
refrigeración, etc. Y muchos materiales no sirven para comer, sino para construir casas y hacer
periódicos o elaborar toda clase de artefactos. Todo esto constituye el metabolismo extra o
exosomático.

Funcionamiento
Desde un punto de vista termodinámico, los ecosistemas, como los organismos, son sistemas
alejados del equilibrio que se autoorganizan a costa de provocar incrementos en los niveles de
desorden o entropía en el medio que los rodea. Es decir, bombean continuamente energía de este
medio y la disipan en formas no aprovechables (calor, gases, etc). Sin esta entrada continua de
energía, no podrían aumentar su orden interno. Por eso se consideran estructuras disipativas.
Aunque funcionamiento o funciones son términos muy poco específicos, que se pueden emplear
para referirse a otros aspectos de los sistemas urbanos, nos referimos aquí al funcionamiento
ecológico, es decir, esencialmente al metabolismo del ecosistema urbano, caracterizado por:

Ser incapaz de producir todo el alimento que consumen sus habitantes, y que, por tanto,
se alimenta de productos importados de otros territorios, lo que no quiere decir que la agricultura
en algunas zonas urbanas sea menospreciable, pero ninguna llega a la autosuficiencia, siendo así
que tiene que importar alimentos, pero también agua, materias primas, energía y muchos
productos manufacturados.
En la producción de todo lo que la ciudad debe importar tienen lugar algunos procesos
que pueden provocar impactos sobre el entorno en el lugar de producción (construcción de
embalses, por ejemplo). En el transporte desde los lugares de producción también tienen lugar
impactos ambientales (autopistas, ferrocarriles, que fragmentan el territorio y provocan
contaminación ambiental).
La ciudad produce residuos sólidos, líquidos y gaseosos y productos manufacturados, que
se depositan, se vierten o eliminan fuera de la ciudad, provocando nuevos impactos en el
entorno. El conjunto de entradas materiales y energéticas, procesos internos de transformación
de estos materiales y energía, y salidas de los mismos constituye, por tanto el metabolismo
material y energético de la ciudad.

Sistema natural vs ciudad

Algunos autores sugieren que la dicotomía campo ciudad, las ciudades ya no tienen límites
definidos, de manera que la percepción de la ciudad real, de sus límites, por parte de sus
habitantes depende de las actividades y de los desplazamientos del núcleo familiar. La
percepción de los estudiosos, como pasa en ecología, depende del problema que se estudie y los
límites del ecosistema urbano se deciden en cada caso convencionalmente en función del
objetivo de estudio. Por eso es defendible que en el estudio científico del fenómeno urbano, se
hable no de ciudades sino de sistemas o de ecosistemas urbanos.

Consejos de acción

La biodiversidad en las ciudades tiene diversos componentes, y un programa sobre el tema


podría incluir:

o Conservación de espacios de naturaleza, corredores, etc. en el interior de la ciudad


(asociación de espacios forestales periféricos con zonas forestales urbanas y parques
formando red, incremento de los árboles de las calles, ...).
o Recuperación de zonas litorales, disminuyendo la contaminación del agua y limitando las
actividades de pesca y recolección a ciertas zonas, campañas contra el consumo de
inmaduros (áreas de cría, creación de biotopos artificiales).
o Mantenimiento de los espacios naturales periféricos en un buen estado de conservación.
o Fomento de las actividades de investigación y conservación y reproducción de especies en
peligro en parques y jardines
o Control del tráfico de especies exóticas.
o Pautas de consumo responsable, evitando la incidencia que podemos ejercer desde nuestra
ciudad en la destrucción de la biodiversidad en regiones tropicales.

http://www.ecourban.org/manual/capitulos/ecosistemaciudad/index.html

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