Ensayo: La Construcción Social Desde Berger y Luckmann.

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Los fundamentos del conocimiento de la vida cotidiana:

La construcción social desde Berger y Luckmann.

Ensayo de: Vanessa Acevedo.

La realidad no es algo que existe en el ‘afuera’ como aquello alejado y externo al


ser humano, sino un producto de un entramado complejo de imágenes, símbolos,
discursos, acciones y experiencias que van constituyendo y dando sentido a todo lo
que que conocemos. La realidad no es ajena al ser humano, el ser humano la
construye y la articula mediante su experiencia en la vida cotidiana. Berger y
Luckmann (2012) nos muestran a lo largo de su obra y específicamente en este
texto, que el producto de la actividad humana antecede incluso la experiencia del
individuo. Es decir, la realidad social existe desde antes del propio nacimiento pues
nacimos en un mundo ya construido por nuestros antecesores; en un mundo que
ya fue tipificado, al que ya le fue dado un sentido, en donde ya existe una cultura
que orienta la vida en general. Hemos nacido en un mundo ya construido y poco a
poco devenimos sujetos construyéndonos dentro de él.

La vida cotidiana es la representación de una realidad interpretada por el ser


humano y que tiene el significado subjetivo de un mundo coherente (Berger y
Luckmann, 2012). Justamente es la realidad que experimentamos en el día a día,
la que transcurre en la vida cotidiana, el objeto de análisis del sociólogo. Para poder
analizar esta realidad desde la sociología será necesario recurrir a un análisis
fenomenológico que nos ayude a clarificar los fundamentos del conocimiento de la
vida cotidiana. Es decir, recurrir a la fenomenología para observar y describir los
fenómenos conscientes e inconscientes que nos rodean y que conforman la realidad
que conocemos, la moldean y la extienden más allá del aquí y el ahora.

Para los seres humanos la realidad ‘por excelencia’ es la realidad de la vida


cotidiana. Para poder desarrollarnos en el mundo y para poder incluso socializarnos,
es necesario que aprehendamos la realidad de la vida cotidiana como una realidad
ordenada, (como una realidad ya objetivada: que podamos identificar
materialmente). El lenguaje es el gran ‘ordenador’ de la vida cotidiana que nos
servirá para sujetarnos a la realidad y para tomar nuestro lugar en ella. El lenguaje
le da sentido a nuestra experiencia de la vida cotidiana y nos hace partícipes de la
realidad.

Somos a partir del lenguaje. Es el lenguaje el que nos ordena y nos dota de sentido.
A través del lenguaje puedo describir la realidad, puedo objetivarla al nombrarla e
incluso escribirla en un cuento o en un poema, puedo nombrar aquello que me gusta
y aquello que no me gusta, puedo también objetivar aquello que siento en lo más
hondo de mi ser nombrándolo y trayéndolo a la realidad material. También uedo dar
significado a mis experiencias a través del lenguaje y compartirlas con los demás.
A través del lenguaje puedo dar significado a los otros y los otros pueden dármelo
también a mí. Podemos decir entonces que la realidad de la vida cotidiana se
presenta además como una realidad intersubjetiva: como una realidad que
comparto con los otros. Quizá los otros no tienen la misma experiencia subjetiva del
mundo que yo tengo, sin embargo, nuestra experiencia es similar ya que hay una
correspondencia continua entre mis significados y sus significados y compartimos
un sentido común de la realidad de este mundo. La subjetividad del otro me es
alcanzable a través de la experiencia ‘cara a cara’ y a través de dicha experiencia
también le puedo tipificar, es decir, ponerles un nombre a sus cualidades, a sus
datos biográficos, a su procedencia, a sus actitudes, a su estilo de vestir. Estos
esquemas tipificadores son recíprocos y siempre están en constante movimiento y
‘negociación’ dentro de la experiencia ‘cara a cara’.

Además de utilizar el lenguaje a modo de palabras y oraciones como sistema de


objetivación de la realidad, el ser humano ha tenido la capacidad de objetivar su
expresividad y manifestarla en productos de la actividad humana. Estas
objetivaciones permanecen en el tiempo. Estamos rodeados por objetos que
escenifican dicha expresividad. Un ejemplo de esto sería darle significado a un
objeto común y poder identificarlo con un sentimiento o emoción dentro de nuestra
realidad: un cuchillo puede significarnos un atentado hacia nuestra vida, aunque
dicho artefacto se utilice para cocinar. Los objetos van cargándose de sentido y van
contando nuestra experiencia en el mundo.

El lenguaje también se vale de signos en su proceso de objetivación. Para Berger y


Luckmann (2012), los signos se agrupan en una variedad de sistemas: signos
gesticulatorios, de movimientos corporales, de artefactos materiales y así
sucesivamente. Los signos son accesibles objetivamente aún más allá del ‘aquí y el
ahora’. Un signo que podemos ubicar fácilmente en la actualidad es el signo de la
cruz, podemos ubicarlo como símbolo de religiosidad o como símbolo de muerte,
dependiendo del contexto del cuál se rodee. Los signos han sido y son aún
utilizados en ceremonias ritualísticas para representar e intentar modificar la
realidad desde la subjetividad personal por la gran carga simbólica que éstos suelen
tener.

A su vez, el lenguaje elabora esquemas clasificatorios para discriminar a los objetos


según sus características o según su ‘género’. Es decir, a través del lenguaje me
reconozco mujer, me reconozco mexicana, me reconozco estudiante. A través de
este mismo lenguaje puedo reconocer a mis iguales o hacer una distinción entre
quienes no se parecen a mí y de este modo voy ordenando mi experiencia social.
Voy reconociéndome y reconociendo a quienes son similares o diferentes a mí en
virtud de una acumulación social de conocimiento. Voy acumulando conocimiento
que me distingue de los demás y me hace reconocer a los otros y a través de este
conocimiento delimito mi situación en la realidad y establezco mis pautas como
sujeto. Dicho de otro modo, voy aprendiendo y aprehendiendo mi lugar en el mundo
a través del acervo de conocimiento que estructuro mediante el lenguaje.

A modo de conclusión: La vida cotidiana es la experiencia más próxima que


tenemos acerca de la realidad. Es donde nos desenvolvemos, donde tenemos
nuestra rutina, nos estructuramos dentro de ella e incluso la categorizamos como la
‘realidad suprema’ (como nos dicen los autores). Pensando en Lacan puedo decir
que es a través del lenguaje que devenimos sujetos, es decir, que pasamos de ser
individuos a ser sujetos a, a adentrarnos en la subjetividad y establecernos en la
realidad dialéctica de la vida cotidiana. A través del lenguaje puedo describir mi
experiencia con el mundo, pero también puedo describirme a mí misma. Incluso a
través del lenguaje puedo modificar mi realidad y asignarle nuevos valores o
significantes. Freud hablaba del psicoanálisis como ‘la cura del habla’ sabiendo
perfectamente que el lenguaje es estructurante y que puede irrumpir incluso en la
psique. El lenguaje nos ordena pero también nos somete, pues a veces nos ancla
en conceptos que ya no nos describen o que han quedado obsoletos, es por ello
que modificando el lenguaje a través del cuestionamiento y de la crítica podemos
modificar también nuestra experiencia con la realidad y nuestra experiencia con los
otros.

Referencias bibliográficas:

Berger P. y Luckmann T. (2012). I. Los fundamentos del conocimiento en la vida


cotidiana. En: Berger P. y Luckmann T. (2012). La construcción social de la realidad.
Buenos Aires. Amorrortu, editores. pp. 34-63.

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