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Inclusión Una Necesidad Social Que Inicia en La Escuela
Inclusión Una Necesidad Social Que Inicia en La Escuela
El día que llegó Sáder a mi vida, fue, por mucho, el día más feliz de mi vida. Y él
día que escuché por primera vez “TRASTORNO DE ESPECTRO AUTISTA”, fue,
por bastante, el PEOR.
Y debo decir que, hasta ese día soleado de julio del 2015, eso de las noticias
“Súper Importantes” esas que “te cambian la vida”, había sido cosa habitual en mi
vida... pero el Diagnóstico de AUTISMO es PEOR.
Espero no ser mal interpretada, pero, muy a pesar de vivir en una época de
tecnología, de Información, en México, no existen políticas públicas APLICADAS
sobre los trastornos del neurodesarrollo.
Sáder es, por mucho, quien me llevo a caminar por este mundo de la
neurodiversidad, a buscar las respuestas que nadie tenía para poder enfrentar un
a una sociedad en la que prevalece la ignorancia respecto al verdadero significado
del “verbo” INCLUSIÓN.
DESARROLLO
Hace 4 años que recibí por primera ocasión el diagnóstico de Autismo de mi hijo, y
conforme describe Alfredo Jerusalinsky, el problema del psicoanálisis en los
padres de niños autistas es que sus problemas no están en él pasado, sus
principales problemas están en el futuro. En aquel entonces, el tema de la
educación para Sáder era un tema de importancia, debíamos trabajar arduo para
lograr su inclusión en las aulas; sin embargo, ante la falta de conocimiento de
muchas instancias, su inclusión costaba y costaba muy cara. Fueron años de
trabajo y de terapias, cosa que, sin importar el nivel social de los padres, es un
esfuerzo conjunto con la escuela porque de forma honesta, sólo queremos que
nuestros niños sean aceptados e incluidos en la escuela.
En aquel entonces, empecé a soñar con la “escuela ideal para mi hijo”, yo tenía el
poder de lograrlo, pero no era un camino sencillo, implica lograr tocar fibras muy
detalladas en muchísimas personas para que la escuela fuera lo suficientemente
buena para el amor de mi vida. Vivimos en un mundo tan diverso, pero tan
cuadrado a la vez, en el cuál no importa nada más qué cumplir con las reglas
sociales... pero, en el aula, no sólo se trata de aprender conceptos y cubrir el
programa, se trata de aprender a convivir en sociedad.
Lograr una sinergia entre todos los participantes del proceso: docentes, equipo de
apoyo, administrativos, alumnos, padres de familia… Era una tarea titánica que
sabía no sería fácil de lograr, sin embargo, busque información hasta cansarme,
leí todo lo que encontré, hice todo lo que cada especialista indicó: ABA, DENVER,
PECS, TEACCH.
Para mí, esta situación aunada a otras tantas vino a ser un detonante para elegir
mi escuela cómo la “escuela ideal para mi hijo”. Admito que siempre he
considerado que no es correcto o que puede haber algún tipo de contratiempo al
tener a los propios hijos dentro del trabajo, pero, realmente, caminé por mi escuela
y me di cuenta que el trabajo que tenía realizando cerca de cuatro años estaba
dando frutos, todo el esfuerzo por sensibilizar a los maestros, toda la información y
capacitación que he procurado dar para qué sean docentes incluyentes.
Fue necesario, para mí, hablar con el equipo docente y de apoyo para evaluar mis
deseos de que mi hijo fuera parte de nuestro plantel, debo señalar que no fue una
decisión tomada a la ligera, pero en mí se repetía constantemente mi objetivo
central “crear una escuela lo suficientemente buena para mi hijo”, una escuela
inclusiva, en la que todos fueran parte, en la que todos importaran.
Aun y con todo esto, mi experiencia como madre de familia, tuvo una serie de
matices que no es sencillo describir, fue relativamente poco el tiempo invertido en
el que pude entender que la decisión de llevar a mi propio hijo a ser parte de mi
comunidad había resultado en un acierto que existen avances demostrativos en
cuestión de un par de semanas; de forma definitiva, todos los involucrados son
responsables de los grandes avances que pude observar: entrar al salón, ocupar
su lugar, llevar cabo trabajos, lograr el control de esfínter, ubicarse a la perfección
dentro del espacio, por mencionar algunos de estos muy significativos logros
personales, primero como madre y después como profesional.
Estos son solo ejemplos de pequeños esfuerzos que hemos llevado a cabo y
tenemos otros proyectos por realizar en el corto y mediano plazo: buscamos dar
mayor accesibilidad a los alumnos con discapacidad motriz, queremos crear un
aula sensorial para el beneficio de todos nuestros alumnos, así como un salón de
usos múltiples en el que puedan llevar a cabo actividades diversas que favorezcan
su desarrollo motriz, también hemos gestionado ante la SEP se nos apoye con
cambio de mobiliario de mesa bancos individuales por mesas para procurar el
trabajo colaborativo, por mencionar algunas.
CONCLUSIONES
Aun y cuando me falta mucho por decir, considero aún más importante todo lo que
nos falta por hacer. La palabra inclusión se utiliza últimamente tanto que parece
perderse el verdadero significado de transformación que conlleva. Es definitivo,
nunca tendremos la preparación suficiente, los medios suficientes, las condiciones
suficientes… Será sólo cuando tengamos el “problema” de frente que, si ponemos
suficiente atención, nos irá guiando para encontrar las soluciones, son estos
“problemas” los que nos enseñan cómo podemos lograr que su adaptación a la
sociedad sea posible, básicamente la meta, debe ser dejar de llamarles
“problemas” y vislumbrarlos cómo nuestra vía hacia la transformación de la
educación y la sociedad de México, porque debemos tener siempre presente, que
los “problemas” no siempre vienen con un diagnóstico médico, con una condición,
un síndrome o una discapacidad… los “problemas” que tenemos en la escuela y
los que necesitan que logremos la inclusión son todos y cada uno de nuestros
alumnos.