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INTRODUCCIÓN

El día que llegó Sáder a mi vida, fue, por mucho, el día más feliz de mi vida. Y él
día que escuché por primera vez “TRASTORNO DE ESPECTRO AUTISTA”, fue,
por bastante, el PEOR.

Soy Alejandra Mátar, DIRECTORA de una escuela primaria al poniente de


Monterrey, N. L. y en toda mi vida docente se ha entendido la “integración” o la
“inclusión” cómo ACEPTAR a los niños con trastornos de neurodesarrollo, con
“necesidades educativas”. Pero, nunca vi una adaptación curricular tal que
implique enseñar al alumno cómo él aprende y no cómo yo enseño; y también soy
la mamá de Sáder.

Y debo decir que, hasta ese día soleado de julio del 2015, eso de las noticias
“Súper Importantes” esas que “te cambian la vida”, había sido cosa habitual en mi
vida... pero el Diagnóstico de AUTISMO es PEOR.

Espero no ser mal interpretada, pero, muy a pesar de vivir en una época de
tecnología, de Información, en México, no existen políticas públicas APLICADAS
sobre los trastornos del neurodesarrollo.

El 30 de abril de 2015 se publicó en el DOF la Ley General Para La Atención Y


Protección A Personas Con La Condición Del Espectro Autista en la misma
nos hablan de atención, de inclusión, de respeto... pero, ¿quién, que no tenga que
enfrentar la situación conoce esta ley? ¿Qué escuelas, públicas o particulares,
manejan la inclusión como OBLIGACIÓN?... todavía más allá, ¿Cuántos saben el
verdadero significado de la inclusión?

Sáder es, por mucho, quien me llevo a caminar por este mundo de la
neurodiversidad, a buscar las respuestas que nadie tenía para poder enfrentar un
a una sociedad en la que prevalece la ignorancia respecto al verdadero significado
del “verbo” INCLUSIÓN.
DESARROLLO

Mi camino hacia entender el verdadero significado de la Inclusión inició en las


aulas, sin embargo, siempre fue un entendimiento superficial. En mis años de
servicio, tuve, antes de Sáder, muchas oportunidades en las que mi vida
profesional me enfrentaba a situaciones complicadas con alumnos: “no entiende,
no le ayudan en casa, es inquieto, no pone atención, se la pasa viendo a la
mosca, es agresivo…”. Debería dejar de lado a Sáder, no es posible ya que él ha
sido él quien me ha llevado a entender y conocer el mundo de la inclusión, de la
diversidad; tengo muchas otras fuentes de inspiración, sin embargo, la que
realmente vino a transformar mi práctica educativa fue y será siempre mi hijo.

El camino hacia encontrar un diagnóstico no ha sido fácil, sin embargo, en esta


obsesión de madre y docente, busqué por todas partes la información que me
permitiera abordar la gran dificultad que se me venía encima. Todos hablan de
inclusión, parece tan sencillo para todos, sin embargo, sólo se logra entender
realmente la inclusión cuando se vive en carne propia la discriminación.
Muchos de nosotros, cómo docentes, directivos, probablemente hemos
discriminado a algún alumno por temor o por desconocimiento, porque nos
preocupa tener las condiciones necesarias para abordar y sobre llevar los
problemas que implica aceptar a alumnos con discapacidad o con trastornos de
neurodesarrollo. Realmente, muchos de nosotros, y de forma definitiva me incluyo,
hemos sentido miedo de ser parte del cambio.

Hace 4 años que recibí por primera ocasión el diagnóstico de Autismo de mi hijo, y
conforme describe Alfredo Jerusalinsky, el problema del psicoanálisis en los
padres de niños autistas es que sus problemas no están en él pasado, sus
principales problemas están en el futuro. En aquel entonces, el tema de la
educación para Sáder era un tema de importancia, debíamos trabajar arduo para
lograr su inclusión en las aulas; sin embargo, ante la falta de conocimiento de
muchas instancias, su inclusión costaba y costaba muy cara. Fueron años de
trabajo y de terapias, cosa que, sin importar el nivel social de los padres, es un
esfuerzo conjunto con la escuela porque de forma honesta, sólo queremos que
nuestros niños sean aceptados e incluidos en la escuela.

En aquel entonces, empecé a soñar con la “escuela ideal para mi hijo”, yo tenía el
poder de lograrlo, pero no era un camino sencillo, implica lograr tocar fibras muy
detalladas en muchísimas personas para que la escuela fuera lo suficientemente
buena para el amor de mi vida. Vivimos en un mundo tan diverso, pero tan
cuadrado a la vez, en el cuál no importa nada más qué cumplir con las reglas
sociales... pero, en el aula, no sólo se trata de aprender conceptos y cubrir el
programa, se trata de aprender a convivir en sociedad.

Lograr una sinergia entre todos los participantes del proceso: docentes, equipo de
apoyo, administrativos, alumnos, padres de familia… Era una tarea titánica que
sabía no sería fácil de lograr, sin embargo, busque información hasta cansarme,
leí todo lo que encontré, hice todo lo que cada especialista indicó: ABA, DENVER,
PECS, TEACCH.

Sin embargo, todo esto en conjunto lo encontré en PIUQUE, con sede en


Argentina, donde Clelia Reboredo, nos ofrece una explicación sencilla de lo que es
la inclusión y su modelo educativo es simple: Todo el que quiera trabajar con los
chicos, sin importar realmente sus estudios, puede lograr que se sientan incluidos,
siempre tomando en cuenta que se les debe respetar y enseñarlos desde su
interés. Aquí la clave siempre será que el docente quiera.

Con esfuerzos, poco a poco fui encontrando grandes áreas de oportunidad en


nuestro sistema educativo, mismas que me dejaban en la incertidumbre de cómo
lograr que Sader fuera parte de las aulas regulares, sólo un colegio nos abrió las
puertas para que cursara el preescolar, sin embargo, de forma paralela, no me
permitía dejar de pensar en qué sucedería con el precisamente este ciclo escolar,
2019 – 2020, mi hijo iniciaría su educación primaria, siendo un niño de 6 años con
una talla y peso superior a la de sus pares, no verbal, sin control de esfínter y al
tiempo, mi sueño de inclusión empezaba replicar en mi comunidad: Sólo en
cuestión de días, durante las inscripciones tuvimos un aumento de población de
alumnos con capacidades diferentes, pasando de atender a seis alumnos con
alguna situación a atender a 53 entre los cuales tenemos una diversidad de chicos
algunos que requieren apoyos mínimos y otros con discapacidad motriz, auditiva,
visual, diferentes síndromes y trastornos.

Para mí, esta situación aunada a otras tantas vino a ser un detonante para elegir
mi escuela cómo la “escuela ideal para mi hijo”. Admito que siempre he
considerado que no es correcto o que puede haber algún tipo de contratiempo al
tener a los propios hijos dentro del trabajo, pero, realmente, caminé por mi escuela
y me di cuenta que el trabajo que tenía realizando cerca de cuatro años estaba
dando frutos, todo el esfuerzo por sensibilizar a los maestros, toda la información y
capacitación que he procurado dar para qué sean docentes incluyentes.

Fue necesario, para mí, hablar con el equipo docente y de apoyo para evaluar mis
deseos de que mi hijo fuera parte de nuestro plantel, debo señalar que no fue una
decisión tomada a la ligera, pero en mí se repetía constantemente mi objetivo
central “crear una escuela lo suficientemente buena para mi hijo”, una escuela
inclusiva, en la que todos fueran parte, en la que todos importaran.

Tuve suerte al contar con un equipo comprometido y que de alguna manera


sintieron que este nuevo enfoque para nuestra escuela realmente era necesario
para nuestra sociedad, que era necesario iniciar nosotros para que pronto, nuestra
comunidad fuera más sensible e incluyente.

Logramos implementar algunas estrategias muy pronto: utilizar LSM y pictogramas


en toda la escuela fue una de las más contundentes, sin embargo, entendemos
que el aprendizaje es social y que lo primero que debemos lograr es entablar una
vía de comunicación, crear puentes de confianza y poder ver lo especial de cada
uno de nuestros alumnos.

En colaboración del equipo multidisciplinario y el equipo docente, entendimos que


era necesario lograr que nuestros alumnos fueran sensibles ante la diversidad de
compañeros con los que debían convivir, y sin dudarlo puso en marcha una
estrategia en la que, de forma respetuosa, se buscó el objetivo de que nuestros
alumnos sintieran un poco de empatía. En esta tarea, todo el personal y alumnos
participaron, permitiéndonos que se mejorara la convivencia y que los chicos
neurotípicos (NT) adoptaran un papel de responsabilidad y respeto hacia sus
compañeros neurodiversos (ND). Esta actividad, explicada de forma muy breve,
ponía a nuestros alumnos en una situación de obscuridad, de ruidos estridentes,
de luces parpadeantes y concluía con videos explicativos respecto a los chicos.

Aun y con todo esto, mi experiencia como madre de familia, tuvo una serie de
matices que no es sencillo describir, fue relativamente poco el tiempo invertido en
el que pude entender que la decisión de llevar a mi propio hijo a ser parte de mi
comunidad había resultado en un acierto que existen avances demostrativos en
cuestión de un par de semanas; de forma definitiva, todos los involucrados son
responsables de los grandes avances que pude observar: entrar al salón, ocupar
su lugar, llevar cabo trabajos, lograr el control de esfínter, ubicarse a la perfección
dentro del espacio, por mencionar algunos de estos muy significativos logros
personales, primero como madre y después como profesional.

Este camino no ha resultado sencillo, ha implicado un lazo de comunicación


constante entre todo el equipo multidisciplinario y docente. Una gran ventaja que
he podido observar en nuestra escuela es la disposición de todos para encontrar
los medios y la información, para hacer materiales, para crear situaciones en las
que todos los alumnos puedan aprender juntos. Mucho se habla de
“adaptaciones”, sin embargo, nosotros hemos aprendido que obtenemos mejores
resultados si la estrategia sirve para los ND, sirve para NT. Todos dedicamos
tiempo a aprender LSM, utilizamos historias sociales para situaciones específicas
y manejamos cómo biblia las técnicas básicas de modificación de conductas
distruptivas. Hemos aprendido, que la conducta responde a nuestras acciones y
por tanto comprendemos que nosotros somos quienes debemos modificar
nuestras acciones, para lograr cambiar la conducta de los chicos, así mismo
motivamos el aprendizaje sin error.

Una base primordial es que, se ha instalado una cultura inclusiva en la que


comprendemos que cada uno de nuestros alumnos necesita un apoyo particular,
nuestras aulas, buscan que todos los chicos se sientan especiales, esto motivado,
por ejemplo, con otra estrategia llevada a cabo en la que los docentes dedicaron
su tiempo libre a decorar bajo alguna temática del gusto de sus alumnos para que
ellos sintieran que el ambiente en el que se encontraban era de ellos.

Estos son solo ejemplos de pequeños esfuerzos que hemos llevado a cabo y
tenemos otros proyectos por realizar en el corto y mediano plazo: buscamos dar
mayor accesibilidad a los alumnos con discapacidad motriz, queremos crear un
aula sensorial para el beneficio de todos nuestros alumnos, así como un salón de
usos múltiples en el que puedan llevar a cabo actividades diversas que favorezcan
su desarrollo motriz, también hemos gestionado ante la SEP se nos apoye con
cambio de mobiliario de mesa bancos individuales por mesas para procurar el
trabajo colaborativo, por mencionar algunas.

Para nosotros, el camino hacia la escuela inclusiva apenas ha comenzado, sin


embargo, este camino fue posible cuando nos dimos cuenta que lograrlo era
nuestro principal problema y, por tanto, hemos decidido ser parte de la solución.

CONCLUSIONES

Aun y cuando me falta mucho por decir, considero aún más importante todo lo que
nos falta por hacer. La palabra inclusión se utiliza últimamente tanto que parece
perderse el verdadero significado de transformación que conlleva. Es definitivo,
nunca tendremos la preparación suficiente, los medios suficientes, las condiciones
suficientes… Será sólo cuando tengamos el “problema” de frente que, si ponemos
suficiente atención, nos irá guiando para encontrar las soluciones, son estos
“problemas” los que nos enseñan cómo podemos lograr que su adaptación a la
sociedad sea posible, básicamente la meta, debe ser dejar de llamarles
“problemas” y vislumbrarlos cómo nuestra vía hacia la transformación de la
educación y la sociedad de México, porque debemos tener siempre presente, que
los “problemas” no siempre vienen con un diagnóstico médico, con una condición,
un síndrome o una discapacidad… los “problemas” que tenemos en la escuela y
los que necesitan que logremos la inclusión son todos y cada uno de nuestros
alumnos.

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