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¿VÍCTIMA ENAMORADA O VÍCTIMA ENGAÑADA?

:
BERTRANDE DE ROLS EN EL RETORNO DE MARTIN GUERRE
Por María Claudia Astaiza Aragón Correo: mc_astaiza@javeriana.edu.co
Maestría Archivística Histórica y Memoria, abril de 2017

Por diferentes razones que se exponen en esta reseña, el caso de Martin Guerre ha generado polémica en
torno a los procesos de investigación histórica, en particular a las libertades que puede tomarse un
investigador al momento de interpretar sus fuentes. La primera parte de la reseña presenta de forma resumida
el libro de Natalie Zemon Davis titulado El regreso de Martin Guerre, el cual es un recuento de hechos en
que se vieron involucrados un grupo de campesinos en una comunidad francesa del siglo XIV. La versión
del libro está en castellano (2013), Editorial Akal y traducción de Helena Rodas, y publicado originalmente
en inglés en 1983.1 La segunda parte de la reseña presenta una postura personal frente a la crítica que hace
Robert Finlay al libro de Davis y la réplica de Davis a Finlay; esta postura personal se basa específicamente
en el personaje de Bertrande de Rols acerca de su condición de víctima.

La narración de Davis transcurre en los países vascos franceses, inicia contando la historia de la familia
Daguerre, conformada por los hermanos Pierre y Sanxi. Éste último estaba casado y tenía un hijo llamado
Martin. Los Daguerre tenían una situación económica estable basada en la elaboración de tejas. En 1527 los
hermanos decidieron marcharse de Hendaya y se establecieron en Argat donde continúan su vida con la
misma actividad económica. En esta aldea debieron adaptarse a las nuevas costumbres y adoptar algunos
usos y comportamientos, entre ellos cambiarse su apellido a Guerre. La familia de Sanxi aumentó con la
llegada de cuatro hijas, y Pierre se casó y se estableció en una nueva casa que colindaba con la de su
hermano.

En 1538 Martin Guerre se casó con Bertrande de Rols, hija de una familia reconocida socialmente en esta
aldea. Siendo los dos apenas unos jóvenes, la primera noche nupcial no pudieron consumar el matrimonio.
Martin era un hombre ágil, delgado y amante de las espadas, y Bertrande se hizo una mujer bella. Después
de ocho años de matrimonio, y gracias a la ayuda de una bruja, la pareja pudo consumar el matrimonio y
tener un hijo varón.

A pesar de esta nueva situación, Martin se sentía oprimido y extraño en esa aldea, por lo que 10 años después
de su matrimonio decidió marcharse de Artigat, abandonando a su familia, esposa e hijo. Cerca de 1550
Guerre fungió como lacayo de Francisco de Mendoza y Bobadilla, quien había sido nombrado obispo en la
localidad española de Burgos; el hombre pasó luego a manos de Pedro de Mendoza como soldado por sus

1
Natalie Zemon Davis, El Regreso de Martin Guerre (Madrid, Akal, 2013)
cualidades atléticas, y terminó peleando bajo las órdenes de Felipe II en contra de las tropas francesas. El
saldo de la guerra fue que perdió una pierna y, con ella, todas sus habilidades atléticas.

La partida de Martin fue todo un escándalo para la familia Guerre y para la esposa, que era ahora una mujer
abandonada. Durante la ausencia de Martin murieron sus padres y le dejaron en el testamento la propiedad
de Hendaya y las tierras de Artigar. Estos bienes empezaron a ser administrados por su tío, Pierre Guerre,
quien además se convirtió en el tutor de las hermanas de Martin. Con el fin de seguir manteniendo las buenas
relaciones entre las familias de Rols y Guerre, Pierre se casó con la mamá de Bertrande. Bertrande se
mantenía como una mujer honorable que estaba siempre acompañada siempre por las cuñadas, y soñaba con
el regreso de su esposo para que todo volviera a ser como antes.

En 1556 apareció en el panorama Arnaud du Thil, un joven de aspecto fornido y poco aficionado a los
juegos, destacado por su elocuencia y memoria prodigiosa. Arnaud se cruzó con dos amigos de Martin
quienes lo confundieron con su desaparecido amigo, situación que fue aprovechada por el recién llegado
para hacerse pasar por Martin. Sirviéndose de estas mismas personas, Arnaud indagó y aprendió acerca del
joven Guerre. Arnaud se instala en Pilhes, aldea cercana a Artigat, a donde inicialmente llegaron las
hermanas a reconocerlo, y luego Bertrande y el tío. Arnaud de manera muy hábil les contaba recuerdos y
actividades que en conjunto habían realizado, y gracias a la estratagema todos terminaron aceptando al
impostor como al pariente que habían dejado de ver por tantos años. Lo mismo sucedió con los aldeanos
quienes al principio no lo reconocían, y al final todos lo aceptaron. Durante este tiempo, pareciese que por
un acuerdo tácito o explicito, Bertrande ayudó a Arnaud a convertirse en el marido ausente y este aprovechó
el tiempo para completar los detalles sobre la aldea y sobre ellos mismos. En los tres primeros años la pareja
tuvo dos hijas, aunque solo sobrevivió la última.

La duda surgió cuando Arnaud le pidió a Pierre cuentas de los bienes administrados durante su ausencia.
Esto molestó a Pierre, quien empezó a sospechar del supuesto Martin por dos razones: la formación vasca
hacia el manejo de los bienes y el poco interés en los juegos de espadas. Bajo toda esta discusión la familia
Guerre y el pueblo se dividieron entre los que le creían a Arnaud y los que no. Bertrande, entre tanto,
defendía a su “esposo”. La situación se hizo más compleja con el testimonio de un soldado que pasó por la
villa y mencionó que Martin había perdido una pierna y usaba una de madera, y con el incendio de una
granja cuyo propietario fue instigado por Pierre y acusó del hecho a Arnaud. El impostor fue encarcelado
en Toulouse y liberado al poco tiempo; sin embargo, para ese momento Bertrande (presionada por su madre
y por Pierre), ya había establecido una denuncia por suplantación y Arnaud fue detenido de nuevo y llevado
a juicio.
El juez designado interrogó a muchas personas. Para algunas, Arnaud no era impostor, para otras era una
persona falsa y para otras era mejor no asumir ninguna posición por temor. Y aunque Arnaud dio perfecta
cuenta de la historia de Martin y sus relaciones, el juez lo condenó a ser decapitado y descuartizado por
usurpación del nombre y personalidad de Martin Guerre, y por haber abusado de Bertrande. Arnaud apeló
ante el parlamento de Toulouse y su caso fue reasignado a Coras, un juez que debía escribir un informe
final. Luego de nuevas declaraciones y de la confrontación del caso, Pierre fue encarcelado por falsas
acusaciones y por presionar a Bertrande, y esta fue encerrada por complicidad.

Cuando el parlamento estaba listo a emitir el veredicto final, que posiblemente beneficiaría a Arnaud,
apareció el verdadero Martin Guerre, quien quedó bajo custodia y fue puesto en investigación. El asunto
concluyó cuando la familia reconoció al verdadero Martin. Ante esto, Bertrande, entre lágrimas, se declaró
engañada e inocente, pero Martin no creyó en las palabras de su esposa. Finalmente, la mujer fue dejada en
libertad y su hija aceptada como hija legítima. Pierre también quedó en libertad. A Martin Guerre decidieron
no darle ningún castigo asumiendo que el abandono de su familia era por la fogosidad de la juventud. Arnaud
fue declarado culpable de impostura y falsa suposición de nombre y persona, condenado a retractación
pública y a ser ejecutado en la horca. Murió colgado, implorando la misericordia de Dios y Jesucristo.

La discusión crítica se centrará en el papel de Bertrande de Rols como una de las protagonistas crucial en
esta historia. Hice la primera lectura del libro de Davis sin mayores suspicacias históricas o políticas,
siguiendo la tradición de mi formación como fisioterapeuta (¡tan naturalista!) de asumir los hechos como
aparecen. Mi interés se centró en el disfrute de la narración, de los retratos de los personajes, sus historias,
las descripciones de la vida rural de Francia y la intriga en torno al desenlace. Al mismo tiempo, fui
identificando aspectos relacionados con la salud de la comunidad descrita como la natalidad, el manejo de
las enfermedades de trasmisión sexual y su aceptación por parte de las mujeres, bajo la justificación de que
era una condición habitual entre los hombres de la época.

Al final del libro, mi reacción fue de favorabilidad hacia el planteamiento de Davis, pues coincidía con ella
en que Bertrande no había sido una víctima inocente del engaño; personalmente considero que es imposible
convivir con una persona, tener relaciones sexuales con ella y no poder identificar, ni notar las diferencias
entre una persona y la otra. Además, era posible considerar a partir de las palabras de la autora, que la
protagonista, interés de este ensayo, fungió como una mujer cómplice con los actos del impostor para
ayudarlo a convertirse en su marido ausente. Coincidía con Davis en que Bertrande estableció un doble
juego al denunciar a Arnaud ante la ley (presionada por la familia) y, al tiempo, actuar de manera
condescendiente con él. En los momentos de testificación ante el juez Bertrande medía cada palabra para
tener coherencia con la defensa del impostor, aunque asumía una postura de sumisión y expresaba que no
había sido nunca cómplice del prisionero.
Hice una segunda lectura del libro tratando de asumir otra posición, más propia de las humanidades, y
tratando de tener en cuenta aspectos de contexto histórico y político (lo que podríamos llamar “leer entre
líneas”). Pude identificar una descripción densa influenciada por la antropología de Clifford Geertz, y un
interés por el conocimiento local, interesándose por la historia de aquellos de los cuales no se contaba ni es
escribía con tanto fervor, y donde se evidencia una empatía con las personas por fuera de la élite. Pude
observar una reivindicación de las particularidades y una concentración en los detalles singulares como el
recuento de las condiciones económicas, sociales, políticas y religiosas de los campesinos de Artigat. Desde
este punto de vista, creo que el libro ofrece un aporte valioso a la construcción de la historia cultural.

Centraré el análisis de las críticas al libro de Davis en torno a un asunto puntual: si Bertrande era inocente
y realmente fue engañada por Arnaud o, por el contrario, si sabía lo que estaba pasando y decidió
comprometerse con su nueva situación para beneficio suyo y de su familia. Para esto me basaré en la reseña
de Robert Finlay, titulada The Return of Martin Guerre: The Refashioning of Martin Guerre2 y en la réplica
a esta reseña hecha por la misma Davis (1988), titulada On the lame. Presentaré a continuación algunos
puntos en los que estoy a favor de Davis y otros en los que tengo una posición intermedia.

Para empezar, Finlay señala que no hay bases para las afirmaciones de Davis respecto a que Bertrande se
dio cuenta del engaño a través de sus relaciones sexuales (y que, por lo tanto, fue cómplice consiente). A
través de esto, Finlay señala que todo el argumento de Davis está equivocado y que está motivado por un
interés en extrapolar valores contemporáneos a un escenario histórico diferente. Sin embargo, considero al
igual que Davis, que así Bertrande hubiera habido unas pocas relaciones sexuales con Martin y al cabo de
ocho años hubiera reanudado su actividad sexual (esta vez con el impostor), sí le era posible identificar y
reconocer el engaño. Los elementos para hacerlo radicaban no solo en los actos sexuales sino en muchos
detalles y actividades de la vida diaria, que se integran en una compleja dinámica cotidiana en la cual es
muy difícil no notar las diferencias.

Hay, sin embargo, algunos puntos en los que tengo una postura intermedia entre los postulados de Finlay y
los de Davis. Finlay señala en su crítica que la versión de la historia según Coras y según Davis son
contrastantes. Coras habla de avaricia y engaño, mientras que Davis habla de colaboración entre dos
personas que terminaron por amarse (el impostor y Bertrande). El punto de divergencia principal, de
contraste, es la caracterización que uno y otro hacen de Bertrande. Y si bien, como ya dije, considero que
Bertrande sí pudo haberse comprometido de corazón con el impostor (algo que sostiene Davis), considero
también que esto no excluye la existencia de engaño y avaricia como lo menciona Coras. Considero que el
ser humano maneja diferentes sentimientos y uno no excluye al otro, por lo que Bertrande pudo haberse

2
Finlay, Robert “ The Refashioning of Martin Guerre”, AHR, 93 (June 1988): 571-564
movido por el amor como lo dice Davis y por el engaño como lo dice Cora. Las razones para esto están en
el contexto ampliado de la situación: se trata de una mujer que llevaba varios años sol dependiendo del tío
de su marido ausente y acompañada -¿limitada?- siempre de la familia; desde este punto de vista el impostor
–aun desenmascarado por ella desde el principio- pudo ser una oportunidad irrepetible para su libertad. Con
el tiempo, además, se habría enamorado.3

En el documento de Cora, según Finley, se presenta a Bertrande como una mujer ingenua y de carácter
débil, que fue engañada. En contraste, Davis presenta a Bertrande como una figura heroica, independiente,
apasionada, clara en sus objetivos y honorable.4 Al señalarla como cómplice, Davis reivindica la posibilidad
de elección que tenía Bertrande, Para mí, como dije anteriormente, esta mujer era cómplice y compañera de
los actos del impostor; sin embargo, su supuesta apariencia de mujer débil e ingenua no necesariamente era
condición de inocencia. En mi experiencia profesional por más de diez años en el trabajo en diferentes
cárceles del sur de Colombia, he encontrado a muchas personas (la mayoría, debo decirlo) que sostienen su
inocencia y asumen una postura de debilidad, a pesar de haber sido demostrada su culpabilidad.

Finalmente, un comentario acerca de la condición de víctima de Bertrande, que en mi opinión se configura


por múltiples razones y más allá de si sabía o no del engaño. El texto de Davis deja entrever que, a pesar de
la condición política, religiosa y social de las mujeres en el periodo en que transcurre la historia, todas
estaban relegadas a las decisiones de los hombres y las familias, aun a pesar de contar a plenitud con sentidos
y habilidades cognitivas. Esta es ya una condición indeseable. En el caso particular de Bertrande, cualquiera
de las dos posiciones (la expresada por Davis o la expresada por Finlay), la deja en condición de víctima.
En la perspectiva de Davis, porque las hermanas de Martin Guerre y el tío Pierre habían reconocido al
impostor como a su pariente. Todos celebraban el retorno del sobrino, del hermano y del amigo. Bertrande
entonces se convierte en una víctima que debe mantenerse en silencio por guardar las apariencias y por
garantizar su estabilidad. Y si como lo dice Finlay era realmente una mujer inocente que no logró notar en
ese hombre ninguna característica personal, física o comportamental que le indicara que no era su marido,
se trata también de una mujer víctima de la situación, en este caso del engaño de un hombre y de su
incapacidad para poder reconocerlo. Para colmo de males, y quizás para redondear la tragedia, en cualquiera
de los casos la desdichada Bertrande terminó enamorándose de quien luego todos reconocieron como un
impostor. Victima enamorada o victima engañada al final será una víctima.

3
Finlay, The Refashioning of Martin Guerre, 555
4
Finlay, The Refashioning of Martin Guerre, 564
BIBLIOGRAFÍA

Delgadillo, M. (2005). Cultura popular. En busca de una definición. Encuentro Regional de Historía
Noroccidente de Mexico. Monterrey.
Finlay, R. (1988). The Refashioning of Martin Guerre. American Historical Review, 564-571.
Zemon_Davis, N. (1988). On the Lame. The American Historial Review, 572-603.
Zemon_Davis, N. (2013). El regreso de Martin Guerre. Madrid: Akal.

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