Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Golf
Técnica de carrera
La técnica de carrera es la forma que tenemos de ejecutar los movimientos que intervienen en el
gesto de la carrera. Una buena técnica de carrera vendría a ser el modelo ideal que un corredor
puede realizar en el ciclo de su marcha desde el punto de vista biomecánico, motriz y energético
Precauciones
Observar que el lugar que no tenga pozos, piedras, raíces ni desniveles que puedan afectar
los tobillos y producir esguinces o torceduras.
Lugar ideal: Una recta de 50 a 80 metros.
Duración: 10 a 20 minutos (según nivel del corredor).
Recuperación: Después de cada ejercicio, volver trotando lentamente.
Ejercicios Básicos de técnica de carrera con preparación
física
1. Skipping A: Correr llevando los talones a los glúteos rápido, con el tronco derecho
y un braceo normal + 20/30 Flexiones de brazo – pectorales.
2. Skipping B: Correr llevando las rodillas arriba, con el tronco derecho y un braceo
normal + 50 abdominales.
3. Skipping C Combinar los dos ejercicios anteriores + 20/30 espinales.
4. Paso cosaco: Trabar rodillas y avanzar estirando las piernas sin flexionarlas, con el
tronco derecho + 20/30 Flexiones de brazo – tríceps.
5. Salticado: Alternando piernas con rodilla al pecho, ayudar con los brazos a elevar
el cuerpo. Avanzar distancias cortas, lentamente, cambiando de pierna en cada salto
+ 1 minuto de ejercicios variados de core (torso).
CUENTO DE CAPERUCITA ROJA
Había una vez una niña llamada Caperucita Roja. Era llamada así, porque lucía a diario
una bella capa roja que le había cosido con mucho cariño su mamá, y ella la vestía con
ternura.
A Caperucita, que era una niña muy buena, le gustaba visitar cada día a su abuelita que
vivía atravesando el bosque. Una mañana, la mamá de Caperucita le encomendó llevar unos
bizcochos calientes y recién hechos a su abuela, que se encontraba algo enferma. Como la
mamá de Caperucita no la podía aquel día acompañar, advirtió a la pequeña para que fuese
muy prudente en el camino, puesto que atravesar el bosque conllevaba siempre ciertos
peligros.
Recibidos los consejos, emprendió el camino hacia casa de su abuela Caperucita, muy
contenta y con ganas de verla y entregarle sus bizcochos. Corría dando saltitos y cantaba
jovialmente por el camino la pequeña, entreteniéndose a cada paso ante la belleza del
bosque:
Mientras degustaba con apetito y alegría las fresas maduras, recordó las palabras de mamá
e imaginó a su pobre abuelita en cama, y Caperucita reanudó el camino.
Pocos pasos después, Caperucita se encontró con una mariposa preciosa que la condujo con
su contoneo hasta un árbol, cuyas raíces se encontraban cubiertas de cientos de margaritas
blancas. No pudo evitar Caperucita detenerse de nuevo ante el primoroso perfume que
desprendían, y ante su humilde y gran belleza.
¡Qué bonitas son!- Exclamó la niña, mientras organizaba concienzudamente un
ramillete para llevar a su abuela.
Escuchó de pronto entre la maleza unos extraños ruidos. Entre los árboles, los ojos atentos
de un lobo fiero observaban a la pequeña, que quiso reanudar sin conseguirlo de nuevo el
camino:
¿Dónde vas, pequeña?- Preguntó el lobo con extraña amabilidad a Caperucita Roja.
Voy a casa de mi abuelita que está enferma. Debo entregarle estos bizcochos –
Respondió Caperucita asustada y con apenas un tenue hilillo de voz.
Pues creo que estás errada en tu camino, y este que te señalo es mucho más corto.
Confiada la pequeña Caperucita ante las palabras del lobo, que parecía tan amable,
emprendió el nuevo camino. Pero el recorrido que el lobo había señalado a Caperucita era
el doble de largo que el anterior, y la pobre Caperucita llegó a casa de su abuela casi de
anochecida y con los bizcochos recién hechos completamente fríos.
La abuelita sin sospechar nada del cruel engaño, abrió la puerta al lobo feroz, y nada más
entrar por ella de un bocado se la comió. Vestido con las ropas de la abuela, decidió esperar
el lobo feroz en la cama a Caperucita, que un poco más tarde llamó a la puerta:
Paseaba mientras tanto por allí, un cazador que andaba tras el rastro de un lobo. Cansado, y
divisando desde no muy lejos la casa de la abuela de Caperucita, decidió aproximarse para
ver si los dueños le ofrecían su hospitalidad y podía descansar así un rato en ella. Extrañado
ante el silencio, decidió el cazador mirar por la ventana de la casa para ver si se encontraba
habitada o no.
¡Dios mío, el lobo! – Exclamó atónito el cazador al ver tras los cristales al lobo que
tanto había perseguido, metidito en la cama y con la barriga muy llena, en la
habitación – ¡He dado con él!
Y lentamente y sin hacer ruido, el cazador entró en la casa por la ventana, y liberó a la
abuela y a Caperucita de las entrañas del animal.
¡Qué suerte que haya llegado a tiempo! – Gritó la abuela aturdida y muy agradecida
al cazador.
Desde lejos se veía correr a la madre de Caperucita, que asustada por la tardanza de su hija,
se había acercado también a la casa. Y así, todas agradecieron al hombre su acción y
lloraron de alegría.