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1. Introducción
4. Comunicación no verbal
4.1. La mirada
4.4. El vestuario
6. Ejemplos
7. Referencias bibliográficas
1. Introducción
En el ámbito académico y laboral cada vez se valora más la capacidad de poder hacer un
discurso oral. No obstante, generalmente se considera que saber hablar es una competencia
fundamental poco enseñada (Santasusana i Castellà, 2014: 15), ya que, como la lengua oral
se aprende sin esfuerzo, las instituciones educativas se centran en el aprendizaje de la escritura
y dejan a un lado la enseñanza de la competencia oral. Por eso, hemos considerado que es
realmente importante una entrada del site enfocada al discurso oral.
El discurso oral formal se caracteriza por ser el género más exigente de la comunicación a
causa de la riqueza en el contenido y la implicación de elementos no verbales. El orador, al
producir su discurso, persigue diez objetivos básicos. Concretamente, debe conseguir que la
audiencia escuche sus palabras, preste atención al discurso, comprenda los términos y
expresiones que usa, se interese por el tema y los contenidos, valore adecuadamente las ideas
expuestas, comparta sus propuestas, apruebe, acepte y adhiera sus conclusiones, recuerde las
conclusiones y los puntos clave, asimile e incorpore su contenido y mensaje y cambie su forma
de pensar, sus valores y conducta. (Prieto, 2006: 39) Asimismo, desde el punto de vista de las
funciones del lenguaje, podemos considerar que las cuatro características más destacables de
los discursos orales son la intención de entretener, de informar, de convencer y de persuadir a
la audiencia.
Figura 1 Distinciones sugeridas en la dimensión de variaciones de situación, clasificadas como la relación entre
el usuario y el medio utilizado. Adaptación de Gregory, 1967. Extraída de Gregory y Carroll, 1986: 82.
❖ Ventaja:
El segundo tipo de discurso se caracteriza porque el texto tiene que estar escrito y el orador lo
pronuncia leyéndolo.
❖ Ventajas:
❖ Inconvenientes:
❖ Ventaja:
❖ Inconvenientes:
Requiere tener muy clara la estructura y las ideas que se quieren desarrollar.
Puede llevar al orador a caer en la redundancia o a hacer un uso excesivo de
palabras comodín y, finalmente, producir un discurso incoherente.
❖ Ventaja:
❖ Inconveniente:
❖ La introducción
Se saluda a la audiencia, se presenta y se justifica el tema, así como se explican los puntos
principales de los cuales se compone el discurso. El objetivo de la introducción es captar la
atención de la audiencia mediante el planteamiento del tema de forma clara y atractiva. Por lo
tanto, hay que referirse al tema de manera breve, explícita y práctica, evitando preámbulos
excesivamente largos y difíciles de comprender. Se recomienda utilizar alguna de las siguientes
estrategias para captar la atención del público al iniciar el discurso: explicar una experiencia
personal, narrar una anécdota graciosa, hacer referencia a un acontecimiento actual, empezar
con una cita célebre, usar refranes, plantear una pregunta, entre otros. (Brehler, 1997: 99)
Se exponen las ideas, los contenidos y la información de manera clara y estructurada; es decir,
con coherencia y cohesionadas entre sí. Asimismo, en el nudo tiene que constar el desarrollo
adecuado de cada una de las partes. Con tal de conseguir estos propósitos es recomendable
el uso de conectores, la deixis discursiva y formas de encadenado que faciliten la comprensión
del mensaje por parte de los receptores.
❖ La documentación
Cuando se llega a tener una gran cantidad de información sobre el tema, hay que seleccionarla,
extraer las ideas principales, jerarquizarlas y organizarlas para darle forma al discurso; es decir,
para estructurarlo. En este punto recordamos que la estructura del discurso tiene que incluir los
apartados siguientes: introducción, planteamiento y conclusión. (véase § 3.1) Asimismo, a la
hora de planificar y organizar el discurso es importante aportar, como orador, pensamientos
propios respecto el tema. Según, Carnegie (2001: 42- 52), preparar y organizar un discurso
significa reunir pensamientos propios, ideas propias, convicciones propias, necesidades
propias para crear, en la medida de lo posible, un discurso en el cual se complemente aquello
“ajeno” con aquello “propio”.
Hay que delimitar el objetivo principal, determinar cuál es la manera más adecuada para hacer
llegar el mensaje a la audiencia y, finalmente, dejar reponer el guion para poder añadir las
mejoras posteriormente con más claridad. Para consultar más información sobre la preparación
del guion podéis consultar el punto siguiente. (véase § 3.3)
Para poder hacer una buena práctica se recomienda pronunciar el guion en voz alta, siguiendo
la estructura de las ideas y practicar hasta que las ideas y las palabras se encadenen en el
orden adecuado, de manera natural. Asimismo, también es aconsejable repasar mentalmente
y en voz alta el discurso prescindiendo del guion para asegurar que las ideas han quedado fijas
en la mente. Finalmente, es importante destacar que en el ensayo hay que tener presente una
imagen mental de la audiencia.
Como hemos indicado, llamar la intención del público es uno de los diez objetivos del discurso
oral. “En el momento de hablar en público, todo orador se tiene que proponer un objetivo previo:
captar la atención de la audiencia durante el tiempo que dure la intervención. Pero será difícil
que lo consiga si el contenido de la exposición no pasa de un cúmulo de datos desordenados y
poco relacionados con la audiencia y el contexto. Una buena exposición tiene que partir de un
punto para llegar a un final. La elaboración del guion permite trazar ese camino a partir de las
relaciones que se establecen entre las ideas.” [Argumenta, 2016]
Un guion es como un mapa (o para los más modernos, un GPS) que nos guía por el camino de
la buena retórica. Si no disponemos de uno que sea entendedor y esté actualizado nos
perderemos en el desorden absoluto. Pero, ¿cuáles son los pasos que debemos seguir para
elaborar un buen guion?
Por lo tanto, el guion incluirá todos los puntos a tratar durante la exposición, que demostraran
que el orador ha conseguido sus objetivos. Sin embargo, el contenido de la exposición oral es
diferente del texto escrito, ya que es solo un resumen del estudio, escrito o situación del que
queramos hablar. Así pues, no es necesario incluir en el guion todos los datos de nuestra
metodología ni toda la bibliografía existente, sino que tenemos que de seleccionar
meticulosamente aquellas ideas que se pretenden desarrollar, que incidirán sobre la temática
concreta.
4. Comunicación no verbal
El 65% de la información que se comunica en el discurso forma parte del lenguaje no verbal.
Por eso, consideramos que en el momento de hacer un discurso oral hay que tener muy en
cuenta los elementos no verbales.
Sin lugar a duda, la comunicación no verbal es necesaria para comprender muchos conceptos,
ya sea por la intención del emisor de dotarlos de una connotación determinada o por su
naturaleza, es decir, por tratarse de términos abstractos y difíciles de explicar con palabras.
Imaginemos por un momento que tenemos que hablar sobre algún sentimiento como el odio o
el amor. Si recorremos a ciertas conductas o actitudes nos será mucho más fácil hacernos
entender y nuestros gestos o nuestra mirada podrán ayudarnos a transmitir muchos aspectos
difíciles de expresar con palabras.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que la comunicación no verbal no siempre es voluntaria.
Incluso la mayoría de veces no nos damos cuenta de que nuestra actitud o estado de ánimo
nos delatan y que la comunicación no verbal puede complementar la verbal o, incluso,
sustituirla.
Asimismo, muchos de los componentes de esta comunicación no verbal son diferentes según
la cultura y la lengua en la que se haga el discurso. Por tanto, se trata de convenciones
preestablecidas que buscan la proximidad con nuestro interlocutor y, más que comunicar,
interactuar con él.
Acompañar nuestra exposición con gestos ayuda a transmitir los contenidos con más claridad
y facilita la comprensión del mensaje. La expresión corporal transmite ideas de manera
inconsciente, lo que se acostumbra a interpretar como un síntoma de sinceridad. Sin embargo,
es mejor no abusar de la gestualidad. Contrariamente, lo mejor es mirar y sonreír al público
mostrándose uno mismo.
Así pues, algunos de los aspectos clave de la comunicación no verbal son la expresión del
rostro y la manera de caminar. En la primera destacamos la sonrisa (que no sea muy forzada)
y la mirada (hay que intentar abarcar a toda la audiencia, aunque a veces fijarse en un punto
concreto pueda ayudar a desenvolver nuestras ideas). En cuanto a nuestra postura, no
podemos colocarnos ni muy rígidos ni muy encogidos. Por eso, hay que buscar un punto
intermedio que dé confianza y credibilidad a nuestras palabras.
Nuestra actitud frente a la audiencia delata una serie de pensamientos que también hay que
tener en cuenta al hacer nuestro coloquio. La tabla siguiente, extraída del Manual de
consulta Técnicas de comunicación y presentación en público de la Diputació de Barcelona,
incluye una muestra de algunos ejemplos concretos:
Actitudes
SINCERIDAD
Tener las manos abiertas hacia arriba
Desabrocharse la chaqueta
Una vez destacados estos conceptos clave, presentamos algunas sugerencias sobre algunos
aspectos esenciales de la comunicación no verbal. Estos son la mirada, el lenguaje corporal y
gestual, la modulación de la voz (volumen, entonación, ritmo y pronunciación) y, finalmente, el
vestuario.
4.1. La mirada
Por eso, es importante que intentemos mirar a todas y cada una de las personas asistentes y
evitar fijar la mirada en un solo punto o un individuo concreto. Al mismo tiempo, tenemos que
mirarlos a la cara, con los ojos lo suficientemente abiertos para que puedan observar la
franqueza de nuestras palabras y dotarlas de confianza. Además, se tiene que intentar no
desviar la mirada cuando se cruza con alguien del auditorio, ya que muestra una cierta
inseguridad por parte del orador.
Tanto los movimientos del cuerpo como la gesticulación complementan el lenguaje verbal.
Muchas veces lo enfatizan, pero también lo pueden sustituir completamente. Se tiene que ir con
cuidado porque, si no estamos atentos, nuestros gestos pueden contradecir nuestras palabras.
Dicho esto, deberíamos suprimir todos aquellos tics gestuales que denoten nerviosismo, como
por ejemplo tocarse el pelo o colocarse bien las gafas muchas veces o jugar con el lápiz o
cualquier otro objeto que podamos tener entre las manos. Tampoco se tendrían que hacer
movimientos bruscos, sino que tendrían que ser más bien pausados.
Además, hay que usar gestos abiertos. Por ejemplo, mostrar las manos y la cara (si es
necesario, sacar los objetos que dificulten la visibilidad de estas partes del cuerpo) y no dar la
espalda al público. En definitiva, hacerse visible a todo el mundo. Finalmente, tenemos que
hacer gestos que faciliten la comprensión de nuestro discurso, como por ejemplo señalar un
dato o mostrar los dedos de la mano necesarios para referirnos a un número concreto, entre
otros.
En primer lugar, el volumen de la voz tiene que ser variado. Una estrategia
para captar la atención de los asistentes es hablar más fuerte para destacar
las ideas clave. Hay que tener en cuenta las medidas de la sala, así como la
presencia o no de micrófonos para que la voz llegue a todo el mundo. Si
mientras hablamos dudamos sobre si se nos escucha bien, sería conveniente
preguntarlo directamente para poder corregir este problema.
En segundo lugar, la entonación también tiene que ser dispar. Lo podemos
conseguir alternando diferentes tipos de oraciones. Por ejemplo, podemos
empezar con la pregunta, seguir con frases enunciativas e introducir
oraciones exclamativas durante el discurso.
En tercer lugar, el ritmo tiene que ser el adecuado o, en otras palabras, tiene
que permitir seguir el texto fácilmente. Esto significa que no podemos ir ni
demasiado rápido (porque aparentamos que estamos nerviosos) ni
demasiado lentos (para no cargar el discurso de monotonía).
En cuarto y último lugar, la pronunciación tiene que ser clara. Si procede,
podemos hacer pausas que resalten las palabras más destacadas. Así
también conseguimos que el público recupere la atención (en caso que la
hubiera perdido en algún momento del discurso).
4.4. El vestuario
Al contrario de lo que pueda pensar mucha gente, la ropa también es un aspecto que se debe
tener en cuenta, ya que se relaciona tanto con la personalidad del orador como con el contexto
comunicativo. Por lo tanto, hay que escoger un vestuario más formal si la situación lo requiere,
pero sin prescindir de aquellos elementos que nos hacen únicos.
Puede ser una anécdota o un cuento, personal o de otra persona, que contenga alguna
enseñanza y que no dure más de 2 minutos. Las bromas también pueden ser útiles
Los números dan credibilidad y resumen una tendencia rápidamente. Hay que buscar nombres
sorprendentes o, mucho mejor, alarmantes. Generar una inquietud en el auditorio justo empezar
es una muy buena técnica para llamar su atención.
4. Mostrar LA fotografía:
Tenemos que escoger la que mejor represente el tema tratado. Hay quien dice que “una imagen
vale más que mil palabras” y, a veces, este refrán se cumple. Se tendría que apostar por algo
que haga pensar a la audiencia.
6. No leer el guion:
No traer preparado el tema denota una falta de interés total por parte del conferenciante. El
orador debe mirar a la audiencia para llamar y mantener su atención, y tiene que contagiar su
interés al público que le observa.
La improvisación es uno de los pecados del mal comunicador. Sin embargo, que no se trate de
un discurso totalmente espontáneo no significa que no pueda ser sencillo. Hay que usar
nuestras propias palabras, un tono de voz que cambie en función de aquello que queramos
remarcar, haciendo las pausas necesarias para que el público siga el coloquio fácilmente i con
claridad.
Sabemos que, para tener éxito en la venta de un producto, tenemos que creer en las
propiedades, como si se tratara del mejor del mercado. El producto es nuestro texto y nadie
mejor que nosotros lo puede defender y “venderlo” al auditorio. Nos tenemos que creer nuestras
propias palabras para que lleguen a todo el mundo.
De la misma manera que el texto tiene que tener una introducción, también tiene que tener unas
conclusiones relevantes. Estas, además de recapitular todo lo que se haya dicho hasta el
momento, también pueden orientarse hacia la posteridad y generar en la audiencia ganas de
querer volver a escuchar al orador en una otra ocasión