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PRINCIPIOS DE

PSICOLOGIA DE LA FORMA
BIBLIOTECA PSICOLOGIAS DEL SIGLO XX

3
KURT KOFFI{A
Berlin:» Massachussetts

PRINCIPIOS DE
PSICOLOGIA LA FORMA

EDITORIAL PAIDOS
BUENOS AIRES
Título del original inglés
PRlNCIPLES OF GESTALT PSYCHOLOGY

Publicado por
International Library of Psychology
Philosophy and Scientific Method,
Harcourt, Brace and Company
New York

Supervisión de
JAIME BERNSTEIN
Miembro por la Argentina de la Agrupación
Internacional para la Coordinación de la
Psiquiatria yde los Métodos Psicológicos,
Asociada a la UNE seo.
Ex Profesor de las Universidades
de Buenos Aires y La Plata.

IMPRESO EN LA ARGENTINA
(PRINTED IN ARGENTINA)

Queda hecho el depósito que previene la ley NQ 11.723

OOPY1'ight de la edición inglesa


AH rights reserved, inc1uding the
r.ight to reproduce this book or
por tíons thereof in any formo

Copyright de todas las ediciones en castellano


by EDITORIAL PAIDOS
CABILDQ 1547 BUENOS AIRES
A
WOLFGANG KaHLER
y
MAX WERTHEIMER
En reconocimiento
de su amistad e inspiración
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INDICE

Presentación de la Versión Castellana .. 11

PREFACIO 13
J

/.CAPÍTULO 1.- ¿Por qué Psicología? .. .. .. .. .. .. ., .. .. .. .. 17


Una Cuestión Preliminar (17). Hechos y Teorias (19). La Ciencia y
las ciencias (20). Ciencia y conducta (2:1). El peligro de la cien-
cia (2S). L", ciencia como disciplina (24). Función de la ciencia (25).
La función especial de la psícología (25). Naturaleza, vida, espír'ítu (25).
El principio general en el análisis precedente (S8). Generalidad de la cate-
goría de gestalt (S9). ¿Por qué psícología? (40).

¡CAPÍTULO n. - La Conducta y su Ambíto .. .. .. .. .. ., .. 41


El punto de partida (41). Definiciones de la psicología (42). Conducta
masiva y molecular (4S). La conducta. masiva y su ámbito (45). El
concepto de campo (59). El campo en la psicología (61). La tarea de
nuestra psicología (88).

J CAPÍTULO Hl. - El campo ambital. El problema, Refutación de solucio-


nes falsas. Formulación general de la verdadera solución .. .. .. 91
El campo ambital (91). Relación causal entre, el ámbíto geográfico y el
conductal (96). ¿Por qué se ven las cosas como se ven? (98). Pri-
mera respuesta (99). Segunda respuesta (lOS). La verdadera respues-
ta (12S). Sumario (lSl).

'CAPÍTULO IV. - El campo ambital. La organización visual y sus leyes .. 132


Organización y propiedades del mundo de la conducta (lS2). carac.
terísticas generales de los procesos estables (lSS). La condición más
simple: Distribución completamente homogénea de la estimulación (lS7).
Estimulación ínhomogénea.. Ejemplo de una sola inhomogeneidad en un
campo, por lo demás, homogéneo (15S). Puntos y líneas como estímu-
los. (1) Puntos (180). (2) Lineas (182). Inhomogeneidad discontinua
de la estimulación. Líneas y puntos (197). Otras estimulaciones ínhomo-
géneas (202.). Organización y la ley de pregnancía, Simplicidad mínima
y máxima (205). La organización desde los puntos de vista de la can-
tidad, el orden y el significado (208).

¡ CAPÍTULO V. - El campo ambital. Figura y Fondo. El armazón 212


Las cosas y el armazón (212).

'/CAPÍTULO VI. - El campo ambital. Las Constancias .. .. .. 250


El armazón (250). Teoria de las constancias perceptuales (265).
10 ÍNDICE

l/CAPÍTULO VII. - El campo ambital. El Espacio Tridimensional y el Mo-


vimiento .. .. .. .. .. .. ., .. .. " " " " " .. " " .. 311
La interdependencia de los diferentes aspectos de la organízacíón vi.
sual (311) La organización tridimensional (312). Anísotropía del espa.
cío (322). Movimiento percibido (328). Conclusiones sobre la naturaleza
de los objetos de conducta (356). Resumen (358).

iCAPÍTULO VIII. - La Acción. Los Reflejos. El yo. El ejecutivo 359


Las producciones de la conducta (359). El problema de la conducta
(360). Los reflejos (364). El Yo (374). El Ejecutivo (401). Prín.
cipio General de la Acción (429) .

./CAPÍTULO IX. - La Acción. La conducta adaptada. Las actitudes, Las


emociones y La voluntad .. .. " .. .. " .. 430
Objeto de este capítulo (430). El problema de la conducta adaptada
(431). Organización silente del yo (448). La acción dirigida. Los dia-
gramas de fuerza (456). Las actitudes y sus efectos sobre el ámbito
de conducta (460). Las emociones (467). La voluntad (484). Conclu-
síón y perspectivas (490).

;' CApíTULO X. - La Memoria .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. 493


El papel de la memoria (493). La memoria no debe ser considerada como
una facultad especial (494). La memoria y el tiempo (494). ¿Puede
la memoria reducirse' por completo a huellas? Unidades temporales (503).

¡CApíTULO XI. - La Memoria , ., , .. 542


Pruebas Experimentales (542,). Reasunción de la teoría de las huellan:
Insuficiencia de nuestra hipótesis (587). Las huellas y el yo (596). El
olvido. La disponibilidad de las huellas (606).

j CAPÍTULO XII. - El aprendizaje y otras [unciones de la memoria .. " " 613


Definición del aprendizaje (613). El aprendizaje como actuación y como
proceso. Las posiciones de Lashley y Humphrey (614). Tres problemas
implícitos en el aprendizaje (627). El aprendizaje definido por el pro-
ceso (631). Los efectos ulteriores de las huellas (640).

CAPíTULO XIII. - El aprendizaje y otras funciones de la memoria 683


El reconocimiento y el problema de la comunicación entre el proceso
y la huella (683). El surgimiento de un nuevo proceso. El pensar (709).
Nuestra descripción de la conducta (746).

CAPÍTULO XIV. - La sociedad y la personalidad 749


Incompletud del estudio precedente (749). El problema fundamental
(750). La naturaleza de los grupos psicológicos (768). Oonsencuen,
cías de la formación de grupos (779). Civilización y Armazón (779).

¡CAPÍTULO XV. - Conclusión .. .. .. .. .. .. .... .......... 786


Una mirada retrospectiva (786). El montaje teórico (788). El sígnt,
ficado de gestalt (789). Consecuencia de la integración (790). El posi-
tivismo y la teoría de la gestalt (791).

BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL .. .. 793

BIBLIOGRAFÍA EN CASTELLANO 805


PRESENTACION DE LA VERSION CASTELLANA

En la Biblioteca de Psicologías del Siglo XX, destinada a dar


conocer las más grandes exposiciones de conjunto de cada una
las principales escuelas de la psicología de nuestros dia«, de
hechas por sus propios autores, a fin de brindar al lec-
hispanoparlante un panorama directo y fidedigno de ese vas ti-
simo campo de la psicología contemporánea; donde ya W ATSON
ha presentado su Conductismo, STERN su Personalística, y donde
seguida harán lo mismo BECHTEREV con su Psicología objetiva,
ADLER con su Psicología del individuo, LEWIN con su Psicología
topológica, TITCHENER con su Psicología estructural, DEWEY y
ANGELL con su Psicología [uncional, WOODWORTH con su Psicolo-
dinámica . . . y, en fin, HEIDBREDER con todas ellas, no podía
la Psicología de la forma.
Decidida la ineludible inclusión de la Gestaltheorie, la elección
del autor y de la obra para presentarla a nuestros lectores no ofreció
alguna: existen dos exposiciones de conjunto fundamentales
-publicadas ambas en los EE. UU por los mayores representantes
de la escuela de Berlín. De ellas, una; la Gestaltpsychologie, escrita
por WOLFANG KoHLER en 1929, ya ha sido muy bien vertida al
castellano por la Editorial Argonauta de Buenos Aires en 1948, con
el titulo de Psicología de la Forma; faltaba la otra -acaso la más
completa y sistemática de las dos-: PrincipIes of Cestalpsycho-
logy, publicada por KURT KOFFKA en 1935, y es la que ponemos
ahora en manos del lector.
En virtud de que la Psicologia. de la Gestalt ha producido "un
profundo cambio de perspectiva que afecta a todas las ramas del
pensamiento humano" (R. H. Weeler: The Laws of Human Nature,
Londres, 1931), estimamos que con este libro damos un material
útil al psicólogo, al filósofo, al hombre de ciencia y al lector culto
en general. De otra parte, esta "teoría" psicológica y filosófica de
la Gestalt *-que beneficia la comprensión de lo psíquico, de lo

* Una advertencia al lector acerca del vocablo alemán Gestalt. Este


término, que en su sentido más amplio significa "una integración de miembros,
en contraposición a la suma de partes" (W ARREN), tiene -según KOHLER- dos
significaciones, que le vienen, cuando menos, desde el tiempo de Goethe:
algunas veces tiene la connotación de "figura" (Shape) o "forma" (foTm) ,
como una "propiedad" de las cosas; otras denota una entidad concreta indio
biológico y de lo físico- ha entrado también auspiciosamente en el
campo de la psicopatología (CELB, COLDSTEIN, FUCHS) y ha dado
ya lugar, asimismo, a instrumentos de aplicación "práctica" en el
dominio de la psicometría, de la psicología clínica y de -la psiquia-
tría, sirviendo, en efecto, de fundamento a uno de' los más impor-
tantes tests de la batería psicométrica contemporánea: al Test Ces-
táltico Visomotor de Laureta Bender (que bien pronto entregaremos
al público). Por ello, este libro de Koffka servirá igualmente como
fundamento doctrinario de un recurso útil al psicólogo clínico, al
psiquiatra y al educador.
Estamos persuadidos que con esta obra la Biblioteca de Psicolo-
gías del Siglo XX cumple debidamente su deuda con la Escuela
de la forma, con la Escuela de Berlín y, asimismo, con el compro-
miso contraído con nuestro lector.
Los EDITORES.

vidual y característica, existente como algo separado y que tiene figura o


forma como uno de sus atributos. "Siguiendo la tradición de la Teoría de la
Forma, la palabra gestalt significa un todo segregado (Segregated whole).
(W. Kohler, Gestalt Psychology, pág. 682 s.l . KOFFKA, por su parte, en este
libro, da al término la misma significación de KÜHLER: la de una entidad
concreta, individual existente como algo separado, dotada de forma y que es
producto de la organización. Sin embargo, en razón de que esta palabra se ha
aplicado por igual al mundo de lo mental, de lo biológico y de lo físico para
designar totalidad, unidad, organización, se ha objetado que ella se ha con-
vertido en una "palabra mágica" y misteriosa, útil para toda ocasión (RIG-
NANO). Así, se la ha traducido al inglés como [orm, pattem, structure o
configuration (J. DREVER, A Dictionary o] Psycholoey, 1952); al francés
GUILLAUME -su más autorizado traductor-, la ha vertido como forme,
aunque vacilando si no sería más apropiado traducirla como structure u
organization ; y, en fin, al castellano se la ha trasladado también en esas
diversas maneras: como forma, figura, estructura" configuración, patrón ...
Pero -como señala HEIDBREDER a propósito de las versiones al inglés- si
bien "forma" sería, entre todas ellas, la menos inadecuada y se la está uti-
lizando cada vez más, no se dispone de palabra alguna "que corresponda
exactamente al vocablo alemán gestalt", y "ninguna ha sido aceptada sin
reservas" (Psicologías del Siglo XX). Tal vez sea a causa de tal situación
que, según anota GREGORY S. RAZRAN, en los últimos años se ha ido impo-
niendo en e! idioma inglés la tendencia a resolver este problema utilizando
el término alemán mismo como adjetivo y sustantivo. Nosotros, en razón
de tantas incertidumbres y hesitaciones, hemos creído lícito seguir el mismo
criterio, sobre todo tratándose, como en este caso, de textos técnicos destí-
nados a no legos y entre los cuales la palabra gestalt ya es bien familiar.
Por último, debemos advertir que siendo el inglés el idioma originario de
Principles o] Gestalt Psychology, por lo regular se tradujeron los términos
form, shape, pattem, structure y configuration por sus equivalentes literales
en el castellano.
PREFACIO

Dado que en los capítulos iniciales y últimos de esta obra que-


da explicado el propósito del autor, este prefacio ha de ser breve.
Concebí la idea de escribir una obra sobre Psicología de la forma
cuando, después de cinco años consagrados a ba investigación, hube
de reasumir la labor docente. Me pareció que el mejor modo de
sistematizar mis propios conocimientos era darles forma de libro.
El resultado final no ha sido exactamente la obra que tenía pro-
')'ectada cuando empecé a escribir las primeras páginas. Esperaba
producir una obra asequible a un círculo de lectores más vasto que
el de los psicólogos especializados y que, a la vez, contuviese sufi-
ciente material concreto capaz de interesar también a los especialis-
tas. Así me lo propuse e hice saberlo a alguno de mis amigos, per-
suadido de que ésta sería una obra intermedia entre la "Psicología
de la Forma" de Ki::iHLER y los libros de texto corrientes. Temo que
el único rastro de esta idea sea que el libro no resultó ni lo uno
ni lo otro.
Originariamente deseaba alcanzar una exposición de la psico-
logía lo más sistemática posible. Y me he aferrado a esta parte de
mi programa con tal decisión, que por momentos podría parecer
pedante '(JJ algunos lectores. Por sistematización no entiendo perfec-
ción, sino consistencia. Quería poner orden en la gran masa de
hechos descubiertos por la psicología moderna, formulando con
toda claridad problemas evidentes, mostrando sus interrelaciones,
ofreciendo las posibles soluciones y señalando Vas brechas que estas
soluciones dejan abiertas. Si bien deseaba presentar una psicología
sistematizada, no se trataba de un. sistema muerto o acabado, sino
de un sistema en formación, un. sistema en estado de crecimiento.
Fué siguiendo este criterio que dividí el terreno y seleccioné el ma-
terial. El tratado con todo lo largo como resultó, noabarc'a, em-
pero, gran número de hechos, muchos de ellos seguramente de gran
14 K. KüFFKA

importancia. Debía haber, sin embargo, alguna selección, y no obs-


tante ser todas las selecciones arbitrarias en la medida que depen-
den de la persona que efectúa la selección, he tratado de escoger el
material de acuerdo con la contribución que podía aportar a mi
plan general. Que !vaya extraído mucho de la literatura de la gestalt
está justificado en el título, donde se advierte mi concepto de la
sistematizacion.í Releyendo la obra, encuentro algunas partes mucho
más difíciles que otras.. Así ocurre especialmente con la exposición
de las constancias perceptuales incluida en el capítulo sexto. Estas
constancias comprenden algunos de los más graves problemas de
la investigación empírica actual y, en mi opinión, revelan la im-
portancia de los principales conceptos de este libro. Su dilucidación,
sin embargo, no es absolutamente imprescindible para el desarrollo
del sistema como un todo. El lector que no se interese suficiente-
mente en ellas podrá, en consecuencia, pasar por alto el capítulo
sexto, sin perder el hilo del razonamiento general.
Habiendo explicado cónw procuré que fuese el libro, explicaré
ahora cómo procuré que no fuese. En primer lugar no tiene preten-
siones dogmáticas. Ofrece al lector una teoría con gran número de
aplicaciones, pero depende del lector juzgar hasta dónde esta teoría
es acertada. Sería erróneo, 'además, ver en esta obra "la exposición
auténtica de la teoría de la forma", porque no hay tal cosa. Nada
hice yo que cualquier psicólogo no hubiese podido hacer tan bien
o mejor, de haberlo querido así. El equipo teórico general, así
como los hechos todos, estaban al alcance de todo el mundo. No
existe ningún "secreto de cofradía" que me coloque a mí o 'a cual-
quier otro miembro de la llamada "Escuela de la Forma" (Gestalt)
en una situación especial. De ahí que la obra deba ser juzgada
no sólo como "Psicología de la Forma" sino también como Psi·
cología.
Por lo demás, no desea ser polémica, sino exponerse de manera
impersonal, según debe notarse a través de sus páginas y queda
explícitamente dicho en el capítulo último. Naturalmente, a fin de

1 La mayor parte de esta literatura está en alemán; por tanto, no es


fácilmente accesible a los lectores ingleses y americanos. A fin de salvar
esta dificultad que impide familiarizarse con la bibliografía original, el
Dr. W. D. Ellis está preparando un libro donde se reúnen versiones condeno
sadas de buen número de los libros y artículos en alemán sobre la Psicología
de la Gestalt perteneciente al período 1915·1929. Esta recopilación, de práxi-
ma publicación, habrá de constituir una gran ayuda para el estudiante de la
Psicología de la Gestalt.
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 15

cierta explicación de los fenómenos, fué preciso desechar


otras explicaciones. En muchas partes tales explicaciones han sido
expuestas según un criterio personal, con la sola intención de dar-
les la mayor plausibilidad. Por momentos, sin embargo, fué con-
veniente citar explícitamente a algunos autoresr En estos casos las
polémicas personales estaban tan lejos de mi pensamiento como en
los otros. H e elegido a mis adversarios por el valor de sus contri-
buciones; me hubiese parecido poco correcto despreciar sus argu-
mentos, y muy a menudo, sus juicios críticos me han ayudado en
el desarrollo de mis propias hipótesis.
Finalmente, me corresponde expresar mi gratitud hacia aquellos
sin cuya colaboración directa o indirecta, este libro no se habría
escrito. Todos saben, y el texto lo está revelando en cada capítulo,
lo que debo a los dos amigos a quienes está dedicado. Nunca, a
p1artir del semestre de invierno de 1910-11, en que los tres trabaja-
mos juntos en Francfort del Maine, dejaron de guiarme sus ideas
creadoras. He estado tentado de agregar a mi dedicatoria la cita
del Fausto, recordada por HERMANN EBBINGHAUS en la página don-
de dedica su Grundzüge a GUSTAVO TEODORO FECHNER, Y sólo el
horror al plagio me ha impedido hacerlo. Tengo una gran deuda
de gratitud con el Smith College y con su presidente W. A. NEILSON,
primero, por designarme profesor de investigación, concediéndome,
así, cinco años íntegros durante los cuales, subvencionado por el
presidente y la Facultad, pude consagrar todos mis esfuerzos a la
investigación pura, y luego por 'aligerar tanto la carga de mi do-
cencia que en poco más de dos años pude escribir esta obra, reco-
giendo así el fruto de mis cinco años de experimentación y reflexión.
Agradezco a mis alumnos, quienes pacientemente estudiaron estos
capítulos a medida. que eran escritos y contribuyeron con buena can-
tidad. de críticas inteligentes, y a mis colegas con quienes se discu-
tieron algunos de los problemas en coloquios de seminario. Otro de
mis colegas, el Prof. W. A. ORTON, aunque no psicólogo, leyó un
buen tercio del libro, sugiriendo varios cambios valiosos, fué él
también una ayzlda inestimable en la revisión de las pruebas finales.
El DI. JULIÁN BLACKBURN de la Universidad de Cambridge, que
pasó seis meses conmigo en el Centro Rockefeller, leyó el manuscrito
entero y me llamó la atención sobre muchos puntos donde el razona-

2 Todas las referencias del texto remiten a la bibliografía que se da al


final del libro. [Las notas de pie señaladas con asterisco se han agregado
en esta versión (E.)].
16 K. KOFFKA

miento no era claro o le faltaba consistencia. Con mi colega del


Colegio del Estado de Massachusetts, DI. W. D. ELLIS, quedo en
deuda por su penosa labor de corregir las pruebas. Pero sobre todo,
he recibido b» más activa colaboración de mi ex alumna, la docto-
ra M. R. HARROWER. A ella debe agradecerle no sólo el autor, sino
también el lector. Cuando revisaba cada línea del manuscrito y de
las pruebas con el mayor cuidado, ella lo hacía pensando constante-
mente tanto en el contenido como en el lector. En muchas horas de
discusión me hizo rehacer buena cantidad de pasajes, de modo que
ellos no tuviesen sentido sólo para mí, sino también para todos aque-
llos que se tomasen el trabajo de estudiar la obra. Se debe igualmente
a su competencia el correcto inglés del texto.
Creo que la psicología ha entrado en un período de rápido y
saludable progreso, de modo que esta obra, en muchos aspectos, prono
to habrá envejecido. Si contribuye a tal progreso, aunque sea en
mínima parte, me sentiré recompensado por la labor que significó
escribirlo.
K. KOFFKA
Smith College
Northampton, Massachussetts.
Febrero de 1935.
CAPITULO I

¿POR QUÉ PSICOLOGíA?

cuestión preliminar. Hechos y teorías. La ciencia y las ciencias.


y conducta. El peligro de la ciencia. La ciencia como disciplina.
de la ciencia. La función especial de la psicología. Naturaleza, vida,
La integración de cantidad, orden y sentido. El principio común en
análisis precedente. Generalidad de la categoría gestaltiana. ¿Por qué

UNA CUESTION PRELIMINAR

Cuando por vez primera concebí la idea de escribir esta obra me


imagine, aunque no lo sabía a ciencia cierta, cuánto esfuerzo costaría
HL'''''C.V adelante y cuánto exigiría al posible lector, y dudé, no retó-

sino muy verdadera y sinceramente, de que tal labor


justificada por parte del autor y del lector. No me preocu-
tanto la idea de escribir otro libro más sobre psicología, sumán-
a los muchos libros que han aparecido durante los últimos diez
años, como la idea de escribir un libro sobre psicología. Escribir
una obra para la publicación es un acto social. ¿Puede justificarse
requerir cooperación de la sociedad para tal empresa? ¿ Qué bien
podría, en el mej or de los casos, obtener de ella la sociedad o una
pequeña parte de ella? Traté de dar respuesta a este interrogante
y ahora, cuando después de haber completado el libro, vuelvo a
este capítulo, compruebo que la respuesta que entonces me dió áni-
mo suficiente para comenzar mi largo camino, me ha acompañado
hasta el final!' Creo haber encontrado una razón de por qué un
libro de psicología puede hacer algún bien. La psicología se ha
fragmentado en tantas ramas y escuelas, que se ignoran o combaten
unas a otras, que aun un extraño en la materia puede tener la im-
presión -seguramente fortalecida por las publicaciones "Psicholo-
18 K. KOFFKA

gies of 1925" Y "Psychologies of 1930"- que el plural "psicologías"


debería reemplazar al singular.
La psicología ha sido mimada en los Estados Unidos, donde
gozó de gran popularidad por muchos años, sin embargo me parece
que su buena fortuna ha decaído en parte y puede decaer aun más;
en Inglaterra, país de sello conservador, por largo tiempo encontró
tan frío recibimiento como cualquier otra innovación altisonante y
asombrosa, pero gradualmente ha ido ganando terreno y, en mi
parecer, lo está aún ganando; en Alemania, donde nació la psico-
logía experimental y tuvo al principio un período de rápida expan-
sión, surgió poco después una fuerte reacción que mantuvo decidi-
damente a la psicología "en su lugar".
Hoy, lo confieso, siento mucha menos animosidad contra los
enemigos activos de la psicología -contra aquellos que son serios y
honestos- que cuando era joven.
Al comparar la psicología, tal como es hoy, con otras ramas del
saber humano, surge el interrogante de qué contribución ha hecho
la psicología a través del vastísimo e intenso esfuerzo de los hom-
bres y mujeres que le dedicaron sus vidas.
Ningún estudiante de filosofía dej ará de adquirir alguna noción
de los grandes problemas planteados por nuestros más profundos
pensadores de los tiempos antiguos y modernos; ningún estudiante
de historia dejará de advertir las enormes fuerzas humanas consu-
midas en la formación y destrucción de imperios y que, combina-
das, han dado el mundo en que hoy vivimos; ningún estudiante de
física pasará su examen final sin tener alguna visión de la creciente
racionalización de nuestros conocimientos de la naturaleza ni de la
inexorable exactitud de los métodos experimentales; y ningún estu-
diante de matemáticas dej ará las aulas sin haber aprendido lo que
es el pensar generalizado y los hermosos y notables resultados que
éste puede proporcionar. Pero, ¿qué diremps del estudiante de psi-
cología? ¿Habrá aprendido a comprender mejor la naturaleza huma-
na y las acciones humanas al final de su curso? No estoy dispuesto
a responder afirmativamente. Sin embargo, en tanto me faltó res-
puesta a esta pregunta, esto es, qué puede obtener el estudiante de
psicología de su curso general; en qué, expresado en forma más
amplia, puede la psicología contribuir al acervo imperecedero de
nuestra especie, no me sentí justificado para escribir un tratado
sobre la materia.
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 19

HECHOS Y TEORIAS

puede reprochar a la psicología haber descubierto pocos


Un psicólogo que conociese todos los hechos que han sido
a luz por métodos experimentales sabría mucho, cierta-
y tal conocimiento, hoy en día es considerado como 'un
en sí mismo. "Busca hechos, hechos y más hechos; cuando
seguro de tus hechos, construye teorías. Pero tus hechos son
importantes". Este lema expresa el credo de una filosofía hoy
aceptada. Y, en verdad, parece muy plausible. Por un
están los hechos objetivos, independientes del cientista que
investiga; por el otro están sus hipótesis, sus teorías, puros
de su mente. Naturalmente, debemos atribuir más valor
primeros que a los últimos. En psicología, tal parecer puede
una justificación especial, ya que esta ciencia antes del
de la nueva era consistía en cierto número de teorías sim-
amplias y unos pocos hechos científicamente establecidos.
advenimiento de la experimentación, fueron descubiertos más
más hechos que arrasaron con las viejas teorías. Sólo cuando la
ología decidió convertirse en ciencia descubridora de hechos
enzó a convertirse en una ciencia real. Desde el estado en que
ía poco e imaginaba mucho, ha progresado hasta el estado en
conoce mucho e imagina poco, al menos conscientemente, pues
saberlo contiene más fantasia de lo que piensan muchos psicó-
Para apreciar este progreso, debemos examinar qué es lo que
signitica saber mucho. El adagio latino multum. non multa señala
acepciones de la palabra "mucho,". Una que se descarta en favor
la otra, es puramente cuantitativax De acuerdo con el último tér-
una personasque cono,ce,yeint{ objetos conoce diez veces más
la persona qu~ ~onoc~só19,¡;.§,QS'; Pero, en otro sentido, la se·
si conoce estil' objetos"en su relación intrínseca, de tal modo
ya no son dos sino uno con dos partes, conoce mucho más que
primera en tanto ésta conoce veinte objetos meramente sumados,
bien desde el punto de vista del multa esta persona sería superior,
sería inferior desde el punto de vista del multum,
Ahora bien, al contemplar el crecimiento de la ciencia, creo que
comenzó a encontrarse a sí misma y, por consiguiente, entró en una
época, durante el Renacimiento, cuando se dejó la persecu-
de los multa por la búsqueda del multum. Desde entonces la
20 K. KüFFKA

ciencia continuamente se ha esforzado por reducir el número de


proposiciones de que pueden derivarse todos los hechos conocidos.
En esta empresa ha tenido cada vez mayor éxito y con su nuevo
método ha descubierto más y más hechos, que de otro modo nunca
hubiesen llegado a conocerse; simultáneamente ha descartado por
erróneas muchas porciones de conocimiento tenidas como hechos
y ha cambiado la posición sistemática de muchos hechos. Es un
"hecho" que los cuerpos pesados caen más rápidamente que los
livianos, como puede probar cualquiera dejando caer un lápiz y una
hoja de papel. Sin embargo, es un hecho complejo y no un hecho
simple, ya que el hecho simple es que todos los cuerpos caen con la
misma velocidad en el vacío. El hecho cotidiano puede ser derivado
de este hecho científico y no viceversa. El concepto mismo de hecho
se torna, por tanto, problemático.
Se puede considerar el progreso de la ciencia como un continuo
aumento en el número de hechos conocidos. Se llega, entonces, a
un punto donde mucho conocimiento significa conocimiento de
multa. Es posible, empero, otro aspecto muy diferente del progreso
científico: la creciente simplicidad, no por el supuesto en el sentido
de que sea más y más liviano el aprendizaje, sino en el sentido de
que, para aquél que lo ha dominado, el sistema de la ciencia se
torna un todo de más en más coherente y unitario. O expresado
de otro modo: la ciencia no es comparable a un catálogo en el cual
se alinean todos los hechos de acuerdo con un principio arbitrario,
tal como ocurre en una biblioteca con los libros, según el orden
alfabético de sus autores. La ciencia es racional; los hechos y su
orden son uno y el mismo; hechos sin orden no existen; por lo
tanto, si conocemos un hecho a fondo conocemos muchos más he-
chos por el solo conocimiento de éste. Desde este punto de vista,
mucho conocimiento es conocimiento de multum, conocimiento del
sistema racional, de la interdependencia de todos los hechos.

LA CIENCIA Y LAS CIENCIAS

La ciencia, por supuesto, nunca logra alcanzar su meta. En todo


momento de su historia hay un abismo insalvable entre su ideal y
sus conquistas. El sistema nunca está completo, siempre hay hechos,
antiguos o recién descubiertos, que desafían la unidad del sistema.
Evidente como es esto dentro del ámbito de cualquier ciencia aisla-
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 21
se pone aún más de manifiesto al considerarse la variedad de
dü,tiJIÜ2LS ciencias. Todas ellas han surgido de una matriz común.
primer impulso científico no estuvo dirigido hacia grupos dife-
ciados de tópicos especiales sino que fué universal. En nuestra
inología presente podemos decir que la filosofía es la madre
todas las ciencias.
La progresiva especialización ha señalado el progreso cientí-
, y nuestra ciencia, la psicología, fué la última en ganar su inde-
dencia. Esta separación y especialización fué necesaria, pero
itablemente ha perjudicado el propósito de unificar el conoci-
nto. Si se han desarrollado una cantidad de ciencias estableci-
por separado, luego, coherente como 'puede ser cada una por sí
sma, ¿ cuál es su relación mutua? ¿ Cómo puede surgir un mulo
de estos multa? Que debe llevarse a cabo esta tarea, se sigue
la propia función de la ciencia. Yo soy el último en juzgar el
de la ciencia por sus aplicaciones prácticas. La explicación de
dmlvÍilClon de las líneas espectrales de la luz que viene de estrellas
millones de años luz, a mis ojos es un triunfo de la ciencia
más grande que la construcción de un nuevo puente en
mpo record y la trasmisión de imágenes fotográficas a través del
éano. Pero sobre todo, no creo de ningún modo que la ciencia
eda ser lícitamente considerada como un juego para una canti-
d relativamente pequeña de gente que goza con ella y se gana
vida a su costa. En cierto sentido la ciencia no puede divorciarse
ter amente de la conducta.

CIENCIA Y CONDUCTA

La conducta, por supuesto, es posible sin la ciencia. Los seres


humanos debieron resolver sus asuntos cotidianos mucho antes de que
hubiese encendido la primera chispa de ciencia. Y hoy hay mi-
de personas cuyas acciones no están determinadas por nada
que llamamos ciencia. La ciencia, no obstante, no podía sino
una creciente influencia sobre el comportamiento humano.
esta influencia brevemente, a grandes rasgos, arrojará
luz sobre la ciencia. Exagerando y esquematizando la dife-
podríamos decir: en la etapa precientífica el hombre se
en determinada situación, tal como la situación le induce
comportarse. Para el hombre primitivo, cada cosa dice lo que es
22 K. KÜFFKA

y lo que él debe hacer con ella: una fruta dice "cómeme", el agua
dice "bébeme"; el trueno "témeme" y la mujer "ámame".
Este mundo es limitado mas, hasta cierto punto, manej able; el
conocimiento es directo y completamente acientífico, en muchos
casos perfectamente verdadero, pero en muchos otros irremediable-
mente errado. Y el hombre descubrió lentamente los errores en su
mundo originario. Aprendió a desconfiar de lo que las cosas le de-
cían y gradualmente olvidó el lenguaje de los pájaros y de las
piedras. En su lugar, desarrolló una nueva actividad: comenzó a
pensar. Y esta nueva actividad le aportó grandes ventajas. Podía
meditar las consecuencias de los acontecimientos y de las acciones
y en consecuencia liberarse del pasado y del presente. Pensando
creó conocimiento en el sentido del conocimiento científico -conoci·
miento que no lo era ya de cosas individuales sino universales. El
conocimiento, de este modo, se torna más y más indirecto, y la
acción, en la medida en que pierde la guía directa dada por el
mundo de las cosas, más y más intelectualizadas. Además, el pro-
ceso del pensar había destruído la unidad del mundo primitivo. El
pensamiento había desarrollado categorías o clases, y cada clase
tenía sus propias características, modos de comportarse o leyes. Las
situaciones concretas que demandan decisiones y acciones prontas
no caen, sin embargo, dentro de una única categoría. De este modo,
la acción, si iba a ser dirigida por el conocimiento científico, tenía
que estar sujeta a un complejo proceso de pensamiento, y bastante
a menudo tal proceso resultaba insuficiente para proporcionar una
decisión precisa. En otras palabras: en tanto el mundo del hombre
primitivo había determinado directamente su conducta y le había
dicho qué era bueno y qué malo, el mundo científico muy a menudo
fracasó cuando trató de responder a tales interrogantes. La razón
parecía revelar la verdad, pero que no podía ofrecer ninguna guía
para la conducta; la exigencia, empero, de esa guía quedaba en
pie y debía ser satisfecha. De tal modo, surgió eventualmente el
dualismo de ciencia y religión con sus diversos aspectos de teoría
de dos caras, amarga enemistad y sentimentalización de la ciencia,
la una tan insatisfactoria como la otra.
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 23

EL PELIGRO DE LA CIENCIA

. Será la tragedia del género humano que por cada adquisición


(, tenga que pagar un precio . que a menu do parece mas '
la adquisición? ¿Debemos pagar la ciencia con la des-
de nuestra vida? ¿Debemos negar los días de semana
que profesamos los domingos? Como profesión de fe personal
que no hay tal sino inexorable. La ciencia, al construir siste-
racionales de conocimiento, debe seleccionar esos hechos se-
n su mayor posibilidad de sistematización. Este proceso selec-
o, en sí de gran importancia, involucra la omisión o rechazo de
na cantidad de hechos o aspectos. En tanto los hombres de ciencia
ben lo que están haciendo, tal procedimiento encierra poco peli-
o. En medio de su éxito, empero, la ciencia puede llegar a olvidar
ue no ha aprendido todos los aspectos de la realidad, y a negar
1" existencia de aquéllos que ha omitido. Así, en vez de tomar en
onsideración la pregunta que da lugar a. toda ciencia; "qué es Dios,
ué somos nosotros ... ", ridiculiza tales interrogantes y estima a los
hOInbres y mujeres que persisten en plantearlos como sobrevivientes

Esta actitud, cuyo mérito y necesidad histórica percibo clara-


debe ser rechazada, no por ser contraria a la religión, sino
podría, mantenida firmemente, bloquear el progreso de la
ciencia cerrando a su paso las puertas que llevan a la más
de todas las preguntas. En mi opinión ninguna puerta de-
estar cerrada a la ciencia; con esto no quiero decir que la
de hoy o de ayer sea capaz de responder a los problemas
según parecen pensar muchos radicales, hombres de
mejores intenciones. En cambio, creo que la ciencia, consciente
su imperfección, debiera tratar de consolidar gradualmente su
base, de incluír más y más hechos que al principio encontró necesa-
rio excluir y así hallarse cada vez mej or equipada para responder
a aquellos interrogantes que la humanidad no quiere le sean dene-
gados. Mientras la ciencia no comprenda bien su tarea, correrá
siempre el peligro de perder su posición de independencia e inte-
gridad. El usurpador ilegal de un trono encontrará siempre preten-
dientes ilegales. La acusación y condenación del intelecto, que ha
asumido tan tremendas proporciones en algunas partes de nuestro
mundo, y con consecuencias de tan largo alcance, me parece el re-
24 K. KüFFKA

sultado de la errada actitud científica, aunque por esta razón no


sea aquélla injusta en sí misma. En otro capítulo (Cap. IX) volveré
a este tema para señalar únicamente que la ciencia, si sigue por el
sendero que he indicado brevemente, asumirá una faz distinta. Es-
pero, sin embargo, que tal ciencia ayudará, lenta aunque segura-
mente, a recrear aquella unidad originaria que debió destruir a fin
.de desenvolverse.
De aquí que una ciencia gane en valor y significado, no por
el número de hechos particulares que recoge, sino por la genera-
lidad y la fuerza de sus teorías; conclusión ésta contraria a la
afirmación con que comenzó nuestra dilucidación. Esta opinión,
empero, no contempla los hechos, ya que las teorías son teorías de
hechos y sólo pueden probarse por hechos; no son especulaciones
ociosas de lo que debe ser, sino vEtúp/¡zt, esto es, reconocimientos in-
tuiciones de lo que es. Por lo tanto, en mi exposición de la psico-
logía, insistiré especialmente en el aspecto teórico; se consignarán
muchos hechos pero no como una mera colección o exhibición de
fenómenos curiosos, comparables a las figuras de cera de Mme.
Tussaud, sino como hechos dentro de un sistema, y en la medida de
lo humanamente posible, no un sistema favorito de mi propiedad,
sino el sistema a que pertenezcan ellos intrínsecamente, en una pala-
bra como hechos comprensibles racionalmente.

LA CIENCIA COMO DISCIPLINA

Sin embargo, tal proceder carecería de valor si se descuidara


otro aspecto de la ciencia que no hemos tenido en cuenta aún en
nuestra dilucidación, a saber, la mayor exactitud posible en el
establecimiento de los hechos. Exigiendo exactitud, la ciencia se
pone a resguardo de los sentimientos personales del hombre de
ciencia. Una teoría debe ser exigida por los hechos; a su vez ésta
demanda hechos y si éstos no corresponden exactamente con ella,
la teoría es o errada o incompleta. En este sentido la ciencia es
disciplina. No podemos hacer lo que nos place sino lo que los hechos
reclaman.
El éxito de las ciencias no ha halagado la vanidad y el orgullo;
pero nada más fuera de lugar que esa vanidad. El mejor amo es
aquél que es el mejor sirviente. Una y otra vez comprobamos, a
medida que avanza el conocimiento, cuánta es nuestra facilidad
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 25

cojear Y tropezar; una y otra vez vemos cuán difícilmente


hacer conocimiento; cómo debemos darles a nuestros pen-
tiempo para crecer y madurar. Por lo tanto, la búsqueda
conocimiento, en vez de hacernos soberbios y jactanciosos, de-
hacernos modestos y humildes.

FUNCION DE LA CIENCIA

suma: la adquisición de conocimiento podría ayudarnos a


nuestro mundo desintegrado; nos enseñaría la fuerza
de las relaciones objetivas, independientemente de nuestros
y perjuicios; nos señalaría nuestra verdadera posición en el
y nos haría respetuosos y reverentes frente a las cosas anima-
e inanimadas que nos rodean.

LA FUNCION ESPECIAL DE LA PSICOLOGIA

Esto es verdad respecto a todas las ciencias. ¿ Qué fin especial


reclamar para sí la psicología? Para enseñarnos humildad
ciencia puede desempeñarse mej or que la astronomía y la
habituadas a manej arse con tiempos y distancias que
el alcance de nuestra imaginación? Y ¿ qué ciencia
disciplinarnos más que las matemáticas puras con su exigen-
de pruebas absolutas? ¿ Podríamos, pues, sostener que la psi-
es particularmente apta para esa tarea de reintegración, y
así al interrogante de que partimos? Creo que podemos
pues en psicología arribamos al punto donde se intercep-
las tres grandes provincias de nuestro mundo, las provincias
llamamos naturaleza inanimada, vida y espíritu.

NATURALEZA, VIDA, ESPIRITU

La psicología se ocupa del comportamiento de los seres vrvien-


De modo que, como toda ciencia biológica, se encara con el
de la relación entre la naturaleza animada y la inanimada,
se dé cuenta de este problema y se interese en él o no. Mas,
el psicólogo, un aspecto especial del comportamiento, el vul-
llamado mental, asume una importancia suprema. No es
26 K. KOFFKA

éste el lugar para discutir la conciencia y el pensamiento como tales.


Otros capítulos mostrarán el uso que hacemos de estos conceptos.
Pero no rechazaremos de primera intención una distinción que se
da tanto en nuestra lengua corriente como en la terminología cien-
tífica. Todos entendemos qué se quiere significar cuando se dice
que un pugilista fué derribado y no recobró la conciencia hasta seis
minutos después. Nosotros sabemos que durante estos seis minutos
críticos el luchador no cesó de vivir sino que careció de un aspecto
particular del comportamiento. Además, sabemos que la conciencia
en general, y cada función consciente específica, en particular, están
estrechamente relacionadas con los procesos del sistema nervioso cen-
tral. Así, el sistema nervioso central viene a ser el punto crucial
donde espíritu, vida y naturaleza inanimada, convergen. Podemos
investigar la constitución química del tejido nervioso sin hallar nin-
gún componente que no hayamos encontrado en la naturaleza inor-
gánica; podemos estudiar la función de este tejido y encontraremos
que tiene todas las características del tejido vivo; y, finalmente,
existe la relación entre la función vital del sistema nervioso y la
conciencia.

Dos tipos de soluciones rechazadas, para los problemas involucra-


dos en esta relación, Cualquiera que asegurase haber encontrado
una solución completa y verdadera a nuestros problemas, podría
exponerse a la justa sospecha de que es un tonto o un charlatán.
Estos problemas han ocupado el pensamiento de los hombres más
capacitados por espacio de miles de años y es así más inverosímil
que pueda encontrarse una solución de otro modo que no sea por
un acercamiento lento y gradual. Lo que pienso acerca del modo
de esta aproximación lo diferiré nuevamente para la parte final
de la obra.

MATERIALISMO. Aquí rechazaré, empero, dos tipos de solucio-


nes ofrecidas. La primera es la del crudo materialismo que tuvo
gran influjo a mediados del siglo pasado y encontró su expresión
más popular en una obra que, alrededor del 1900, constituyó un
notable éxito de venta y está hoy prácticamente olvidada. Me
refiero a El enigma del universo de Haeckel. No aseguraría que los
Estados Unidos no estén sintiendo todavía la última ola decreciente
de esta marea que alcanzó las costas del Nuevo Mundo mucho
tiempo después de que su cresta pasara por el Viejo. Esta solución
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 27

terialista es asombrosamente simple. Ella nos dice: el problema


totalmente ilusorio. No hay tres clases de sustancias o modos de
'stencia, a saber: materia, vida y espíritu; hay una sola que es
materia, compuesta de átomos que giran ciegamente y que, a
llsa de su gran número y del largo tiempo disponible constitu-
II toda suerte de combinaciones, y entre ellas, ésas que llamamos
imales y seres humanos. El pensamiento y los sentimientos son,
~ll.~s, meros movimientos de átomos. Inmiscuíos con la materias del
cerebro y vereis lo que queda de la conciencia. A pesar de haber
resado esta opinión con tanta crudeza, creo haberlo hecho co-
tamente, sobre todo si añado que dicha opinión no es una mera
vicción científica sino, también, un credo y un anhelo. Es la rehe-
n de una generación que vió a una iglesia, fuertemente atrinchera-
a, aferrarse a dogmas que la ciencia, creciendo como un joven gigan-
~~'. había aplastado .1•• , una generación que, frente al triunfo de
la ciencia sobre los problemas técnicos, se había envanecido per-
diendo el sentimiento de reverencia que debe acompañar a todo
óIlocimiento verdadero. Así como los bárbaros victoriosos, ya se
litase de vándalos o de calvinistas, destruyeron entera y apasionada-
ente las creaciones más caras a sus enemigos vencidos, así nues-
(lS materialistas lanzaron su odio contra aquellas partes de la filoso-
humana que apuntaban allende el límite de sus estrechas con-
ciones. El nombre de filósofo era un insulto y ser creyente era
ocarse entre los intocables.
Ya no les guardo rencor a estos hombres, máxime cuando veo
estrechez de pensamiento y su corta estatura, pues creo que
lgré lui sirvieron a buen fin. En efecto, ayudaron a formar
grupo de gente capacitada, lo bastante fuerte como para hacer
rente a la injustificable interferencia de una iglesia reaccionaria, y
antenerse en su propio camino, educando a la nueva generación"
ibre de restricciones teológicas y sin fines interesados, por lo tanto,
<le ninguna índole.
En cuanto al materialismo en sí mismo, hoy no es necesario
refutarlo. Agregaré sólo esto: la pretensión del materialismo de
ue el problema de la relación o interacción entre materia, vida y
íritu estaba falsamente planteado, podría llegar a considerarse
fectamente válida. El error sin remedio que cometieron los ma-
ialistas fué hacer una discriminación arbitraria entre estos tres
nceptos en atención a su dignidad científica. Aceptaron uno y
echazaron los otros dos, amparados en el éxito intrínseco y extrín-
28 K. KOFFKA

seco de la ciencia y los absurdos de la filosofía especulativa contem-


poránea, ya que cada uno de ellos, en cuanto concepción, podía
contener tanto de la verdad última como los otros, completamente
aparte del grado de desenvolvimiento a que cada cual pudiera haber
alcanzado en una época dada.

VITALISMO, ESPIRITUALISMO. El otro tipo de solución que de-


seo refutar aquí no niega la validez de nuestro problema; más bien
intenta resolverlo estableciendo dos o tres dominios de existencia
separados, cada uno nítidamente diferenciado del otro por la pre-
sencia o ausencia de un factor específico. Se pueden mencionar
tres de estos intentos; el primero hace pasar la línea divisoria entre
la vida y el espíritu, estando reunidos, por un lado, vida y natura-
leza inanimada (Descartes), y, por el otro, el espíritu, una sustancia
nueva y divina que separa al hombre del resto de la creación. El
segundo, por su parte, coloca la vida y el espíritu juntos, goberna-
dos los dos por una fuerza inexistente en la naturaleza inorgánica
y, por tanto, esencialmente diferente de ésta (vitalismo). El tercero
se adhiere a la triple división y busca principios activos especiales
en cada uno de los tres dominios (Scheler). De estos tres, es indu-
dablemente el vitalismo el que ha tenido mayor importancia, ya que
fueron muchas y muy ingeniosas las tentativas realizadas para esta-
blecerlo como una teoría verdaderamente científica. El problema
del vitalismo, por lo tanto, nos ocupará con frecuencia en las pá-
ginas siguientes. Sólo explicaré aquí porqué debe rechazarse de pri-
mera intención todo tipo de explicación semejante. La respuesta es
por demás simple, aunque parecerá, sin un contexto más amplio,
algo insatisfactoria. El tipo de solución vitalista no es solución sino
un mero cambio de nombre del problema. Llamándolo en otra for-
ma se lo enfatiza y. es, en este aspecto, muy superior al crudo ma-
terialismo. Pero creer que un hombre nuevo sea una solución, po-
dría dañar mucho a la ciencia si ello se aceptase como un criterio
lícito. Sin embargo, el vitalismo, para no mencionar las otras dos
modalidades de nuestro tipo, nunca fué popular entre los hom-
bres de ciencia, particularmente entre aquellos más íntimamente
interesados, los biólogos. Siempre se requirió una buena dosis de
valentía personal para declararse a sí mismo vitalista, por lo tan-
to, honremos a los hombres que no vacilaron en sacrificar su
reputación y su carrera al servicio de una causa que ellos consi-
deraban verdadera.
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 29

Integración de cantidad, orden y sentido. Ya al rechazar estos


de solución insinué la clase de solución que nuestra psicología
que ofrecer. No puede ignorar el problema espíritu-cuerpo
vida-naturaleza, ni tampoco puede aceptar que estos tres dominios
tén separados unos de otros por abismos insalvables. Es aquí don-
debe ponerse de manifiesto la virtud integrativa de nuestra psico-
Ogía. El materialismo intentó construir un sistema simple utilizando
ara su interpretación del todo la contribución de una parte. Para
que verdaderamente se trate de integración, debemos tratar de utili-
zar los aportes de cada parte para la construcción de nuestro siste-
llla. Examinando las ciencias de la Naturaleza, de la Vida y del
Espíritu, podemos extraer de cada cual un concepto específico:
particularmente importantes, a saber, de las primeras: cantidad, de
las siguientes: orden, y de las últimas: sentido o significado (en ale-
mán: Sinn). Nuestra psicología, entonces, debe dar lugar a todos
ellos. Examinémolos uno por uno.
CANTIDAD y CUALIDAD. La psicología científica moderna se ini-
ia con la cuantificación. Se demostró que las funciones mentales
ran expresables en términos puramente cuantitativos (Ley de We·
, y a partir de entonces la influencia cuantitativa ha beneficiado
como perjudicado al ulterior desenvolvimiento de nuestra cien-
Por un lado encontramos que quieren medirlo todo: las sensacio-
las emociones, la inteligencia; por el otro, aquellos que niegan
los verdaderos problemas psicológicos sean susceptibles de trato
cuantitativo; para ellos, la psicología es el reino de la cualidad,
la cantidad. En mi opinión, esta famosa antítesis de
cantidad y cualidad no es en absoluto una verdadera antítesis. Débe-
se en gran parte su popularidad a la lamentable ignorancia de lo
que es esencialmente la cantidad según se usa en la física.
La ciencia moderna, es verdad, comienza con la medición cuan-
titativa. El físico de hoy día dedica sus mayores esfuerzos para
lograr mediciones de más en más precisas; pero no mide cualquier
cosa y todas las cosas, sino solamente los efectos que de un modo
u otro, constribuyen a sostener una teoría. Es posible examinar aquí
todas las funciones de la medición cuantitativa en física. Pero es
evidente que lo que el físico desea no es una mera colección de
números. Lo que le interesa frecuentemente es la distribución de las
características mensurables en un volumen dado y los cambios que
sufre tal distribución. El físico describe esos dos tipos de hechos
por medio de ecuaciones matemáticas que pueden contener unos
30 K. KOFFKA

cuantos números concretos pero en las cuales los números abstrac-


tos son, con mucho, los e.ementos más importantes. Y la fórmula
matemática establece primariamente una relación definida entre
estos números abstractos. El papel de la medición es, pues, probar
la validez de la ecuación correspondiente al proceso descrito, esto
es, de la relación establecida. Tal relación, sin embargo, no es ya
.cuantitativa en el simple sentido en que lo es cualquier número
concreto; su cantidad ya no está opuesta la cualidad. El malentendido
surge cuando sólo se consideran los hechos particulares cuantitati-
vamente medidos, pasando por alto la forma de su distribución.
Pero la última no es menos ficticia que la primera, pues indica una
propiedad o cualidad de la condición o proceso en consideración.
Un simple ejemplo aclarará este punto: En una pompa de jabón las
fuerzas de cohesión entre las partículas del jabón las induce a
estrecharse tanto como sea posible. El equilibrio se mantiene gra-
cias al aire encerrado en la membrana de jabón cuya presión au-
mentaría si la burbuja se contrajese. El jabón, por lo tanto, debe
permanecer distribuído sobre la envoltura exterior de un volumen
de aire, y la distribución será tal que ocupará el menor espacio que
sea posible. Como de todos los sólidos es la esfera la que posee
el mayor volumen para una superficie dada, o la menor superficie
para un volumen dado, el jabón se distribuirá en una superficie
esférica. Una afirmación como ésta me parece que es tanto cuali-
tativa como cuantitativa; lo último, porque dice de cada partícula
que está aquí y no en otro lugar; lo primero, porque asigna una
forma definida con todas sus peculiaridades a la distribución. Toda
vez que hayamos reparado en este punto nos será difícil, en gran
número de casos, decidir si una proposición es cuantitativa o cua-
litativa. "Un cuerpo se mueve con velocidad constante" ... ; cierta-
mente cuantitativo, pero igualmente cualitativo, y esto vale cualquie-
ra que sea la clase de velocidad que atribuyamos al cuerpo. Así,
cuando la velocidad varíe de acuerdo con el seno o coseno del tiempo,
el cuerpo ejecutará un movimiento periódico que es cualitativamente
y por completo diferente del mero movimiento traslator io,
De estos ejemplos deducimos que lo cuantitativo, la descripción
matemática de la física, lej os de oponerse a la cualidad, no es sino
un modo particularmente riguroso de presentar la cualidad. Agre-
garé, sin demostrarlo, que una descripción puede ser cuantitativa
sin ser al mismo tiempo la más adecuada. De las dos ecuaciones
+
analíticas del círculo: x 2 ')'2 = r 2 , y r = constante, la segunda
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 31

la cualidad específica del círculo más directamente y por


más adecuadamente que la primera.
podemos ahora extraer una lección para la psicología: podría
erfectamente una ciencia cuantitativa sin perder su carácter cua-
ivo, y por otra parte, y lo que es aun más importante en el
ento presente, podría ser francamente cualitativa, sabiendo que
descripciones cualitativas son correctas, alguna vez será posi-
aducirlas en términos cuantitativos.!
RDEN. Consideremos ahora el concepto de "orden", derivado
s ciencias de la vida. ¿Podemos dar una definición satisfactoria
ste concepto? Hablamos de una ordenada disposición de objetos
do cada objeto está en el lugar determinado por su relación
todos los demás. Así el conjunto de objetos arrojados al azar
un cuarto de trastos viej os no presenta orden alguno, inversa-
te al de nuestra sala. De la misma manera habíamos de una
cha ordenada de acontecimientos (Head) cuando cada suceso
ioular acontece en su momento preciso, en su lugar preciso, y
forma precisa, pues todos los otros sucesos también tienen
en el momento preciso, en el lugar preciso y en la forma
sao Una marcha ordenada de sucesos es, por ejemplo, el mo-
nto de las teclas del piano cuando lo toca un pianista; tiene
, en cambio, una mera serie de sucesos, carentes de todo orden,
do las teclas son movidas por un perro que corre sobre el
do.
'EL ORDEN, UNA CATEGORÍA NO OBJETIVA". Ambos ejemplos pue·
dar lugar a una objeción particular o pueden llevar a una teoría
ecial del orden. Recojamos primeramente la objeción: ¿"Por
-podría preguntar un opositor, que para mayor comodidad
aremos Sr. P.- dice Ud. que los movimientos de las teclas
piano son menos ordenados en el segundo caso que en el prime.
Puedo, continúa, encontrar sólo una razón, o sea que a Ud.
usta el primero más que el segundo. Pero este sentimiento sub-
o de preferencia no es seguramente una razón para introducir
distinción que se dice fundamental y para derivar de esta
nción una nueva categoría científica. Lo mismo se verifica en
rimer ejemplo. Ocurre que a Ud. le gusta la sala pero yo puedo
inarme perfectamente una persona, digamos un habitante de

Wertheimer ha expresado una idea análoga en una conferencia mé-


de la que Scheerer ha hecho citas (p. 272).
32 K. KúFFKA

otro planeta, que se sentiría mucho mas feliz en el desván. Contem-


ple Ud. los dos casos dejando de lado el factor personal; verá así
entonces que todos los objetos, estén ellos en la sala o en el desván,
están donde están porque de acuerdo con las leyes de la mecánica
no podrían estar en otra parte; igualmente cada tecla es percutida
de acuerdo con las rígidasTeyes mecánicas, ya se trate de los
dedos de Paderewski o de un perro asustado que corre sobre el
teclado. Pero si las viej as leyes mecánicas ordinarias explican estos
sucesos, ¿ a qué introducir un concepto nuevo, el orden, que oscure-
ce el problema creando una diferencia artificial entre procesos que,
desde el punto de vista de la mecánica, son esencialmente similares?"
REFUTACIÓN VITALISTA DE ESTE CRITERIO. A este razonamiento,
otra persona (llamémosla Sr. V) podría replicar como sigue: "Mi
estimado amigo, es gran generosidad suya apartar en este asunto
sus propios sentimientos, pues yo sé lo sensible que es Ud. a las
habitaciones amuebladas y cuán delicado su gusto en lo que respec-
ta a la música pianística. Excluiré de mi respuesta, por tanto, a
la persona que tácitamente se supone que mira o vive en uno de
nuestros dos cuartos y escucha las dos series de notas, como Ud.
dijo que debería hacerse. Pero aun así, resta una diferencia entre
las alternativas de cada uno de los ejemplos, y esta diferencia es
decisiva, dado que se refiere a ·la forma en que se han producido
ambas series. En mi cuarto ideal de trastos, cada cosa ha sido
depositada tal como llegó, sin atender a ningún orden. Y dado
que, como Ud. señaló, cada objeto en este desván está donde está
debido a estrictas leyes mecánicas, este cuarto es un ejemplo exce-
lente de lo que harían las leyes mecánicas por sí solas. Compare esto
con nuestra sala. Aquí, un plan cuidadoso ha precedido a la actual
ubicación del moblaje y cada mueble recibe un lugar subordinado
a la impresión del conjunto. ¿ Qué importa si se ha colocado una
mesa muy a la izquierda? Alguien que conoce el plan o que tiene
un sentimiento directo del efecto buscado, la empujará a su lugar
adecuado: del mismo modo se enderezarán los cuadros torcidos, y
los vasos con flores apropiadas, se distribuirán correctamente, to-
do, por supuesto, con la ayuda de fuerzas mecánicas, pero nada
con sólo estas fuerzas mecánicas. No es necesario repetir el razo-
namiento respecto a las series tonales; su aplicación es demasiado
obvia. Mi conclusión, empero es ésta: en la naturaleza inorgánica no
se ve más que el juego de ciegas fuerzas mecánicas, pero
se trata de la vida, aparece el orden, fuerza directriz de la
PSrCOLOGÍA 1:)E LA P'ORMA 33
la naturaleza inorgánica, que señala el fin y Id objetivo, un
den, por lo tanto; a sus impulsos ciegos". Y así el Sr. V., tratan-
o de responder el razonamiento del Sr. P., ha desarrollado la teo-
a a que me réferí al comienzo de esta discusión. Recordando
estras palabras previas sobre la naturaleza y la vida; se recono-
rá esta teoría como la vitalista. De hecho; los razonamientos más
ertes en apoyo del vitalismo se han basado en la distinción entre
rOcesos ordenados y ciegas sucesiones.
SOLUCIÓN DEL DILEMA POSITIVISTA-VITALISTA. Pero volvamos á.
argumentación de los Sres. P. y V. Hemos comprometido ya a la
sicología en la negación del vitalismo. ¿Pero podemos desechar
respuesta de V. al razonamiento de P., es decir, la exposición
la distinción entre conjuntos de sucesos ordenados y conjuntos
sordenados? N o, no podemos. Y esto nos instala en un laberinto:
eptamos el orden pero rechazamos el factor especial que lo pro·
ce. El Sr. P. y sus acólitos nos despreciarán por lo primero; por
segundo, incurriremos en la ira del Sr. V. Ambas reacciones
arían justificadas si nuestra actitud fuese verdaderamente eclécti-
; apareceríamos, entonces, aceptando dos proposiciones incompa-
les entre sí. La tarea de nuestro sistema, por lo tanto, está cla-
mente definida; debemos tratar de reconciliar nuestra aceptación
nuestra impugnación; debemos, en fin, desarrollar una categoría
e orden, libre de vitalismo El concepto de orden en su formulación
oderna deriva de la observación de los seres vivientes. Mas
to no significa que su aplicación esté restringida a la vida. Si
ese posible demostrar que el orden es característico de los sucesos
~,aturales y ubicarlo, por tanto, dentro del dominio de la física,
entonces podríamos incorporarlo a la ciencia sin introducir una
tuerza vital especial causante del orden. Y ésta es exactamente la
lución que la teoría de la gestalt ha ofrecido y trata de elaborar.
asta qué punto lo ha logrado lo veremos en el curso de esta
Pero es conveniente señalar la función integrativa de la solu-
gestaltiana. ,Vida y naturaleza se ponen juntas no por la nega-
de una de las más salientes características de la primera,
por la comprobación de que este rasgo pertenece igualmente
la última. y por medio de este tipo de integración, la Teoría de
gestalt contribuye a esta valoración del conocimiento que hemos
aprecio de las cosas animadas e inanimadas. El materia-
llevó a cabo la integración desconociendo el orden en la
y, por tanto, haciéndonos considerar la vida como una mera
34 K. KOFFKA

y casual combinación de sucesos desordenados; si la vida es tan


ciega como la naturaleza inorgánica, debemos tener tan poco res-
peto por la una como por la otra. Pero, si la naturaleza inanimada
comparte con la vida el aspecto de orden, entonces, el respeto que
sentimos directa e irreflexivamente por la vida ha de extenderse
también a la naturaleza inanimada.
SIGNIFICADO, VALOR. Nos volvemos hacia la última de nuestras
categorías: significado. Qué queremos decir con esto, es más difícil
de explicar que los dos conceptos previos y, sin embargo, aquí yace
una de las raíces más profundas de la teoría gestaltiana, y que
menos abiertamente se ha ofrecido al público de habla inglesa. La
razón para esto es fácil de entender. Hay lo que se llama un clima
intelectual, y el clima intelectual, al igual que el meteorológico, va-
ría de país en país. Y así como el crecimiento de una planta depende
del clima físico, el crecimiento de una industria depende del clima
intelectual. No cabe duda de que el clima intelectual de Alemania
y de los Estados Unidos son marcadamente distintos. La tradición
idealista alemana es algo más que una mera cuestión de escuela fi-
losófica; el espíritu alemán está impregnado de ella y aparece con
toda claridad en los escritos y enseñanzas de los representantes
de las "Geisteswissenschaften", las ciencias morales. El significado
de una personalidad de relieve dentro de la historia, del arte o la
literatura le parece al espíritu alemán más importante que los he-
chos puramente históricos que conformaron su vida y sus obras; a
menudo le preocupa más al historiador la relación de un hombre
notable con el orden universal que su relación con los sucesos del
planeta. Contrariamente, en América el clima es eminentemente prác-
tico; el aquí y el ahora, el presente inmediato con sus necesidades
se mantienen en el centro del escenario, relegando así aquellos pro·
blemas, esenciales para la mentalidad alemana, al terreno de lo
inútil o lo superfluo. En lo que respecta a la ciencia, esta actitud
favorece el positivismo, con la sobrevaloración de los simples hechos
y la subestimación de las especulaciones abstractas; con una alta
consideración por la ciencia, en tanto exacta y terrena, y una aver-
sión, a veces rayana en desprecio, hacia la metafísica, que intenta
escapar del tumulto de los hechos escuetos al más elevado dominio
de las ideas e ideales.
En consecuencia, cuando se hicieron las primeras tentativas para
introducir la Teoría de la gestalt entre el público americano, la faz
PSICOLOGÍA DE LA FORMA
B1BUOTECi
más pronto llamaba la atención al tipo de mentalidad alemana,
o esbozo traté de hacer, se mantuvo rezagada mientras se desta-
on, en cambio, aquellos aspectos que tenían relación directa con
ciencia. Si se hubiese procedido en forma distinta hubiésemos
rrido el peligro de inclinar a nuestros lectores en contra de nues-
s ideas. Viviendo en un clima intelectual tan diferente podrían
ber tomado este aspecto de la teoría gestaltiana como puro misti-
IIlO y haber decidido desentenderse de toda la teoría antes de que
hieran tenido oportunidad de entrar en conocimiento de su apli-
ilidad científica.
En el momento actual, sin embargo, ya convertida la Teoría de
gestalt en el principal tópico de discusión, estimamos que es
o levantar las antiguas restricciones y exponer todos sus as-

EL DILEMA DE LA PSICOLOGÍA ALEMANA DE LA QUE SURGIÓ LA


RÍA DE LA GESTALT. Para llevarlo a cabo, me remitiré por un
mento a los orígenes de nuestra teoría y a las principales ideas
su primer fundador, Max Wertheimer. Lo que dijimos del clima
lectual alemán no cabe respecto de la psicología experimental ale-
a. Más bien, la psicología experimental se mantuvo en lucha
los psicólogos y filósofos especulativos, quienes, no sin razón,
timaron sus conquistas y sostuvieron que el espíritu en sus
tos más verdaderos jamás podría ser investigado por métodos
íficos, esto es, por métodos derivados de las ciencias natura-
¿Cómo -éste sería el razonamiento- podrían las leyes de las
saciones y las asociaciones, que entonces constituían el grueso
la psicología científica; cómo podrían explicar la creación de una
a de arte o el goce de su contemplación, la apasionada búsqueda
la verdad, o el desarrollo de un gran movimiento cultural como
de la Reforma? Los hechos señalados por estos opositores de la
cología científica y los hechos que los psicólogos experimentales
stigaban eran, en verdad, tan remotos que se hubiera dicho
fenecían a diferentes universos. Pero la psicología experimental
ningún intento para incorporar los hechos mayores en su
1
erigido sobre los menores, al menos, ningún intento que
justicia a los mayores.
retrospectivamente esta situación nos vemos forzados
una actitud similar a la que tomamos respecto a la contro-

KIuver brinda una buena revista del sector de la Psicología alemana.


36 K. KOFFKA

versia entre materialismo y vitalismo. Debemos admitir que la crí-


tica de los filósofos estaba bien fundada. La psicología no sólo
consumió sus fuerzas en investigaciones triviales, no sólo se estancó
respecto a los problemas que apasionaban en el momento, sino que
insistió en su afirmación de poseer la única clave para estos pro-
blemas que los filósofos enfatizaban. De tal modo, el historiador
tenía razón cuando insistía en que ninguna ley de las sensaciones,
asociaciones o sentimientos -gusto y disgusto- podría explicar
una decisión corno la de César de cruzar el Rubicón, con sus tras-
cendentales consecuencias; en una palabra, que sería imposible in-
corporar el hecho dado de la cultura a los' sistemas psicológicos
corrientes, sin destruir el verdadero sentido de la cultura. Puesto
que, podría añadirse, la cultura no sólo tiene existencia sino tamo
bién sentido o significado, y además valor. Una psicología que no
tiene lugar para los conceptos de sentido y valor no puede ser una
psicología completa. A lo más, podrá proporcionar una especie de
subestructura, relacionada con la parte animal del hombre, sobre la
cual se levantaría el edificio principal, dando albergue también a
la parte cultural.
Por otra parte, no podernos pasar por alto la actitud de la psico-
logía experimental. Su posición era ésta: durante siglos la psicología
había sido tratada de la manera en que los filósofos e historiado-
res afirmaban ser la única razonable, con el resultado de que nunca
había llegado a ser una ciencia verdadera. Las cosas más agudas, y
aun profundas, sobre las más altas actividades de los hombres, di-
rían, quizás, estos filósofos especulativos e historiadores "compren-
sivos"; pero todas estas afirmaciones llevaban el sello de la
personalidad de sus autores; no podían ser verificadas ni podían
producir un sistema científico. La ciencia exige una explicación
en función de la causa y el efecto, y la psicología que ellos comba-
tían daba las explicaciones en función de ideas y valores. Esta,
aseguraban los psicólogos experimentales, no era en absoluto una
explicación, en tanto que su labor sí, se vinculaba con las verda-
deras teorías causales. Si por el momento no podía incluir los
aspectos culturales, procedía así a causa de su extrema juventud.
Pero un edificio debe erigirse desde la base y no desde el techo.
"Psychologie van unten" era su lema. Hay mucho que decir de
esta actitud. Si creemos que las ciencias, naturales y morales, no
son meramente una colección de actividades humanas independien-
tes, unos jugando una clase de juego y otros otra, sino que son
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 37

as de una ciencia omnicomprensiva, entonces eXIgImos que los


cipios explicatorios fundamentales sean los mismos en todo.
El dilema de la psicología, entonces, era éste: por una parte se
aba en posesión de los principios explicatorios en el sentido cien-
o, pero estos principios no resolvían los más importantes pro-
as psicológicos, que permanecían, por tanto, fuera de su alean-
por otra parte, trabajaba en estos mismos problemas, pero sin
cipios explicatorios científicos; comprender ocupó el lugar de
licor.
LA SOLUCIÓN DE WERTHEIMER AL DILEMA. Este dilema debe de
r ocupado el pensamiento de Wertheimer desde su juventud.
rido los méritos y fallas de ambas partes, no pudo unirse a
guna, y trató, en cambio, de encontrar una solución a esta agu-
crisis. Dos principios había en esta solución: que no podían ser
ificados los principios de ciencia y de significado. Y sin em-
o, eran justamente ellos el origen de toda la dificultad. El
reso científico se debe con mucha frecuencia a la revisión de
conceptos científicos fundamentales. A tal revisión le consagró
theimer sus esfuerzos. Y sus conclusiones pueden ser expuestas
pocas palabras, aunque esto requerirá un cambio radical en
ros hábitos de pensamiento, un cambio en nuestra filosofía
elemental. Explicar y comprender no son dos maneras diferentes
atar el conocimiento, sino que son fundamentalmente idénticas.
to significa: una relación causal no es una mera sucesión fáctica
a ser memorizada como la vinculación entre un hombre y un
ero telefónico; un nexo causal es inteligible. Tomaré un símil
Wertheimer (1925). Supongamos que tenemos acceso al Cielo
toda nuestra curiosidad científica y encontramos miríadas de
les ocupados en componer música, cada cual tocando su propio
rumento. Nuestra práctica científica nos impeliría a descubrir
na ley en este son celestial. Emprenderíamos la búsqueda de
laridades de este tipo: cuando el ángel A toca do, el ángel C
re, luego el ángel M fa, etc. Y si fuésemos suficientemente
antes y tuviéramos tiempo bastante a nuestra disposición, po-
mos descubrir una fórmula que nos facultara para determinar
nota que tocará cada ángel en cada momento dado. Muchos
sofos y cientistas hubieran podido decir, entonces, que estaba
licada la música de los cielos, y descubierta su ley. Esta ley, sin
ar~o, no sería más que un enunciado fáctico; práctica, sí, por-
38 K. KüFFKA

que haría posible la previsron, pero carecería de sentido. Inversa-


mente, podemos tratar de oír la música como -una gran sinfonía;
luego, si hemos dominado una parte, conoceremos en buena medida el
todo, aun cuando la parte aprendida nunca se repitiese en la
sinfonía; y si eventualmente conociésemos el todo, estaríamos igual.
mente capacitados para resolver el problema ya resuelto por nuestro
primer intento. Pero entonces sería de menor significado y deriva-
tivo. Dado por sentado que los ángeles tocaban realmente una sin-
fonía, nuestra segunda forma de acceso sería la más adecuada; no
sólo nos diría qué hacía cada ángel en cada momento particular
sino también por qué lo hacía. La ejecución entera adquiriría en-
tonces sentido, al igual que nuestro conocimiento de ella.
Sustitúyase cielo por universo y la ejecución de los ángeles por
los acontecimientos del universo y se tendrá la formulación de nues-
tro problema.
La interpretación positivista del mundo y su conocimiento no
es sino una posibilidad; hay otras más. La cuestión es: ¿cuál es
realmente la verdadera? El sentido, el significado, el valor, como
datos de nuestra experiencia total nos sugieren que la última tiene
tanta probabilidad de ser la verdadera como la primera. Y esto
quiere decir: lej os de sentirnos impulsados a desterrar de la psico-
logía y de la ciencia en general conceptos como los de sentido y
valor, debemos usarlos para lograr una comprensión total del espíritu
y del mundo -comprensión que es, al mismo tiempo, una explica-
ción total.

EL PRINCIPIO GENERAL EN EL ANALISIS PRECEDENTE

Hemos analizado cantidad, orden y sentido considerando sus


contribuciones a la ciencia en general y a la psicología en particu-
lar. Extrajimos cada una de nuestras categorías de una ciencia
distinta, pero sostuvimos que, a pesar de sus diferentes
todas ellas eran de aplicación universal. Y de hecho, al tratar las con-
secuencias involucradas en cada una de las tres categorías,
tramos el mismo principio general: para integrar cantidad y
dad, mecanicismo y vitalismo, explicación y comprensión o
dimiento, debimos renunciar al trato de una cantidad de hechos
lados en favor de la consideración de un grupo de hechos en su
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 39

(isJ¡ec'itlc:a de relación. Sólo así podía la cantidad resultar cualitativa


el orden y el sentido salvarse de ser introducidos en el sistema
la ciencia como nuevas entidades, privilegios de la vida y el
esJIlD.LU, o descartados como meras ficciones.

GENERALIDAD DE LA CATEGORIA DE GESTALT

¿Sostendremos, entonces, que todos los hechos están contenidos


o unidades interrelacionados de tal manera que cada cuan-
representa una descripción realmente cualitativa, cada
una serie de sucesos ordenados y plenos de sentido? En
¿sostendremos que el universo y todos los fenómenos que
él ocurren constituyen una gran gestalt?
De proceder así seríamos tan dogmáticos como los positivistas al
S01;teller que ningún suceso es ordenado o pleno de sentido, y como
afirman que la cualidad es especialmente diferente de
Pero así como la categoría de cualidad no significa que
hecho esté relacionado causalmente con otro cualquiera,
categoría de forma no implica que dos enunciados o sucesos
pertenezcan a una misma forma. "Recurrir a la cate-
causa y efecto significa hallar qué partes de la naturaleza
en esta relación. De igual modo, recurrir a la categoría de
significa descubrir qué partes de la naturaleza pertenecen
partes a todos funcionales, descubrir su posición en estos to-
sus grados de independencia relativa y la articulación de todos
en subtodos". (Koffka, 1931 b.)
ciencia encontrará gestalten (formas) de diferente rango y
diferentes dominios, pero lo que nosotros sostenemos es que en
forma hay orden y sentido, sea en mayor o en menor grado,
para una forma, cantidad y cualidad son la misma cosa.
bien; nadie negará que de todas las formas que conocemos,
aqlllellas del espíritu humano son los más ricas. Por tanto es difi-
eíhsrmo, y en la mayoría de los casos imposible, expresar su cualidad
términos cuantitativos, pero al mismo tiempo el aspecto del sen-
se manifiesta aquí más que en parte alguna del universo.
40 K. KüFFKA

¿POR QUE PSICOLOGIA?

La psicología es una ciencia sumamente insatisfactoria. Compa-


rando el vasto cuerpo de hechos sistematizados y reconocidos en la
física con aquellos de la psicología, podría dudarse de la convenien-
cia de enseñar esta ciencia a cualquiera que no pretenda ser psicólogo
profesional, y aún, también, de la conveniencia de los psicólogos
profesionales especializados. Pero de considerarse la contribución
potencial que la psicología puede hacer para la comprensión del
universo, la actitud será muy otra. La ciencia se divorcia fácilmente
de la vida. El matemático necesita escapar de la tenue atmósfera de
sus abstracciones, hermosas como son; el físico se regocija con los
sonidos suaves, dulces y melodiosos que parecen revelar misterios.
ocultos tras una cortina de ondas, átomos y ecuaciones matemáti-
cas; y aun al biólogo le gusta los domingos disfrutar las bufonadas
de su perro, desembarazado de las convicciones sustentadas los días
de la semana de que en realidad no se trata sino de cadenas de
reflejos automáticos. La vida se convierte en una evasión de la
ciencia, la ciencia en juego. De tal modo, la ciencia abandona su
propósito de tratar la existencia en su totalidad. Si la psicología
puede señalar el punto donde la ciencia y la vida se encuentran, si
puede sentar los cimientos de un sistema de conocimiento que abar-
que desde el comportamiento de un átomo aislado hasta el de una
ameba, una rata blanca, un chimpancé y un ser humano, con todas
las curiosas actividades de este último a las que llamamos conducta so-
cial, música, arte, literatura y teatro, entonces, el conocimiento de
tal psicología valdría la pena y compensaría el tiempo y el esfuer-
zo gastados en su adquisición.
CAPITULO II

LA CONDUCTA Y SU AMBITO

de partida. Definiciones de la psicología. Conducta masiva y


Conducta masiva y su ámbito. El ámbito geográfico y el coruluc-
¿En qué ámbito tiene lugar la conducta? Límites de la conducta. Ubi-
in del ámbito conductal. El ámbito conductal, una parte de la experiencia
ta. Sumario de conducta y ámbito. El concepto de campo. El campo
a psicología. El ámbito conductal como campo psicológico. La insuficiencia
bito conductal como campo psicológico. Balance. Relación crucial en-
po conductal y campo fisiológico. La tarea de nuestra psicologia.

EL PUNTO DE PARTIDA

mos confeccionado un programa muy ambicioso y debemos co-


r a realizarlo. Mas, ¿por dónde comenzaremos?, ¿cuál será
o punto de partida ¿ Cualquier persona que desea aprender
de psicología, tiene una idea de los hechos en que aquélla se
a; y en verdad los-hay demasiados, lo cual dificulta sohrema-
la elección de uno para el comienzo. ¿Por qué amamos a
tra familia? ¿Por qué una persona goza de la música mientras
s se aburren con ella? ¿Por qué es tan difícil comprender la
mática? ¿Cómo se le ocurren a un gran cientista sus nuevas
epciones? ¿ Por qué hay gente extremadamente conservadora y
extremadamente radical? ¿En qué difieren los niños de los
tos, los animales de los seres humanos? Todos estos interro-
es, empero, presuponen un sistema teorético completo que aún
hemos desarrollado. Tal interrogante, por lo tanto, no puede
carse en el comienzo de un tratado de psicología. ¿Deberemos
ezar, entonces, por seleccionar los hechos fundamentales? La
icultad permanece idéntica pues, tales hechos son los fundamen-
l cómo podría el estudiante, a ~uien se le presentan (:)st9s
42 K. KüFFKA

pretendidos hechos fundamentales, saber que son fundamentales?


Es éste un obstáculo muy cierto que yo recuerdo muy bien de mis
días de estudiante. Cuando en las lecciones iniciales del primer
curso de psicología el profesor discurrió acerca de la mezcla de co-
lores, del contraste de colores y de la pirámide de colores, comencé
a sentirme realmente desilusionado de la psicología, pues no veía
cómo éstos podían ser hechos psicológicos fundamentales.
Antes de que un hecho pueda convertirse en fundamental, ha
de estar terminada la clasificación que coloque todos los hechos
en sus respectivos lugares, más o menos destacados, en el escenario
o en la galería.

DEFINICIONES DE LA PSICOLOGIA

Tal clasificación aparece, generalmente, en las definiciones de


la psicología: cuál es su objeto, cuáles son sus métodos. Dado que
los métodos dependen del objeto, nos circunscribiremos primera-
mente a una definición, o mejor, a una delineación de nuestra
ciencia. Pueden discriminarse tres definiciones distintas del objeto
que nos ocupa: La psicología como ciencia de la conciencia, del espí-
ritu y de la conducta. Aunque la psicología se ha erigido en ciencia
de la conciencia o del espíritu, elegiremos la conducta como piedra
de toque. Esto no significa que considere las viejas definiciones co-
mo completamente erradas -sería muy extraño por cierto que una
ciencia se hubiese desarrollado apoyándose en presunciones entera-
mente erradas- sino que si comenzamos con la conducta es más
fácil hallar un lugar para la conciencia y el espíritu que encontrar
un lugar para la conducta si comenzamos con el espíritu o la con-
ciencia.
El pasaje desde la conciencia a la conducta se debe en gran
parte a la labor de la psicología americana, si bien, por lo que yo sé,
William McDougall fué el primero en definir la psicología en fun-
ción de la conducta. Lo que él entendía por conducta, empero, era
diferente y mucho más, incluso, de lo que entiende la escuela
americana que tomó su nombre de este término. Dado que su uso
es restringido e implica una teoría de la conducta, debemos retor-
nar al empleo que hace de él McDougall, que es puramente descrip-
tivo y no prejuzga, en consecuencia, en favor de ninguna teoría,
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 43

CONDUCTA MASIVA Y MOLECULAR

La diferencia entre el sentido que McDougall da a la conducta


el que le dan los conductistas, ha sido precisada con suma cla-
por Tolman, como la diferencia entre la conducta tomada como
fenómeno de masa y como fenómeno molecular. Sin entrar ahora
una exposición detallada, daré algunos ejemplos para tornar
esta diferencia. Conducta de masa sería: la atención del
en clase, la pronunciación de un discurso, la navegación de
piloto, la excitación de los espectadores en un partido de fútbol,
tentativas amorosas de Mr. Babbitt, la obra de Galileo que re-
la ciencia, la persecución del perro de caza, en pos de
liebre, la mordedura del pez y la ronda del tigre; en suma, todos
innumerables episodios de nuestro mundo cotidiano que
lego llama conducta. La conducta molecular, por su parte, es
muy distinto: el proceso que se inicia con una excitación de
superficie sensoria de un animal, se continúa por las fibras
hasta los centros nerviosos, es enviado a nuevos nervios
y termina en una contracción muscular o una secreción
Ahora bien; el hombre común, probablemente más del
% de la población de la tierra, desconoce en absoluto el segundo
de conducta, mientras que todos conocemos la primera. Por
parte, aquellos que no saben nada de fisiología se verán obliga.
a admitir que la conducta masiva siempre implica contraccio-
musculares que a su vez ponen en movimiento los miembros y
activados por impulsos nerviosos. Es muy fácil pasar de esta
a esta otra: la conducta masiva es un fenómeno secun-
; no es sino el último resultado, observable externamente, de
gran número de procesos fisiológicos; éstos son los sucesos
primarios ; éstos forman series causales continuas; y, por tanto, sólo
pueden constituir el objeto de una ciencia. De ahí que para
conductismo la conducta masiva provea nada más que los pro-
pues las soluciones siempre deben ser dadas en función dé
conducta molecular, de modo que el sistema psicológico, una vez
contendrá sólo datos moleculares, eliminados por com-
pleto los masivos. Aunque no es de nuestra incumbencia el modo
particular en que el conductismo trata de llevar a cabo su programa,
podemos destacar, sin embargo, dos aspectos de su doctrina: 1)
Atribuye realidad a las partes, negándola a los todos compuestos
44 K. KüFFKA

por estas partes: lo masivo ha de resolverse en molecular; 2) como


resultado inmediato, la psicología seguiría permaneciendo expuesta
a la crítica de las Ciencias del Espíritu, ya vista al final del primer
capítulo. En tal sistema molecular no habría ningún lugar posible pa·
ra el sentido y el significado; el cruce del Rubicón por César; ciertas
situaciones motivadas por medio de estímulos; Lutero en Worms
y tantas otras; Shakespeare cuando escribía el Hamlet; Beethoven
al componer la Novena Sinfonía; un escultor egipcio modelando el
busto de Nefertite, todo podría ser reducido a un esquema de moti-
vación por estímulo. ¿ Qué es lo que atrae nuestro interés en estos
acontecimientos? Si no son sino combinaciones de un tipo de su-
cesos, series de motivaciones, ¿por qué no nos despierta el mismo
interés la serie de números que resultan ganadores en la mesa de
ruleta?, ¿por qué no estudiamos minuciosamente la lista de todas
las manos de bridge que hemos jugado? El conductista explicará
diciendo que la serie de situaciones motivadas en la mayoría de
nosotros ha sido tal, (fue actualmente reaccionamos "positivamente
hacia Shakespeare y Beethoven y negativamente hacia estadísticas
de rojo y negro. Ante esto el historiador alzará las manos al cielo
desesperado, para continuar luego su trabajo, firme en la convic-
ción de que la psicología, sea lo que pudiere ser, resulta perfecta-
mente inútil para sus propósitos, y el conductista dejará al histo-
riador que continúe escribiendo sus ficciones, igualmente convenci-
do de que es la suya la única verdad.
Es claro que tal estado de cosas es sumamente insatisfactorio
para cualquiera que no sea un escéptico por naturaleza o por pro-
fesión. ¿ Qué puede hacerse para satisfacer las justas aspiraciones
de los dos bandos opositores, para evitar que el conocimiento se
fraccione en una cantidad de ciencias incoherentes? Si la psicología
ha de ser la ciencia de la conduta, ¿no ha de tener un lugar real
para César, Shakespeare, Beethoven, un lugar que dé a ·la conducta
de estos hombres la misma posición prominente y distintiva en su
sistema de la que gozan en la estimativa de la persona mediana-
mente educada y en ·la del historiador? Es evidente que tal meta
no puede lograrse si la psicología comienza y termina con la con-
ducta molecular. Probemos, en cambio, con la conducta masiva.
Quizá será posible encontrar un lugar para la conducta molecular
en un sistema q:ue comienza y termina con la masiva,
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 45

LA.:i:ONDUCTA MASIVA Y SU AMBITO

es el enunciado más general que podemos hacer respecto


conducta masiva? Que tiene lugar en un ámbito, ya que la
molecular tiene lugar dentro de un organismo y sólo es
por factores ambientales llamados estímulos. La conducta
asiva del tipo que elegimos para los ejemplos ocurre dentro de
marco externo: la clase de los alumnos tiene lugar en un aula
nde expone el profesor; o dicho de otro modo, el profesor se
nduce en un cuarto lleno de alumnos que al menos entienden
lenguaje si no otra cosa; el amartelamiento de MI. Babítt, en
ámbito social bien definido, por no decir nada de la otra persa-
indispensable para dicho flirteo; el mastín y la liebre corren
través de la campiña y para cada cual el otro es el objeto saliente
1 contorno. Todo esto suena obvio y banal; sin embargo, no es tan
'vial como parece a primera vista, pues, en realidad, hay en todos
casos arriba mencionados dos ámbitos muy distintos que deben
inguirse uno del otro, y hay que plantear la cuestión: ¿En
de ellos ha tenido lugar la conducta masiva? Ilustremos nues-
planteo con un ejemplo tomado de una leyenda alemana.

El ámbito geográfico y el conductal. En un atardecer de invier-


en medio de una violenta tormenta de nieve, un jinete arriba a
posada, feliz de haber alcanzado abrigo después de cabalgar
uchas horas sobre una llanura barrida por el viento y donde un
anto de nieve había cubierto todos los senderos y mojones. El
osadero que sale a la puerta mira con sorpresa al forastero, y le
regunta de dónde viene. El hombre señala entonces la dirección
nmediata a la posada, ante lo cual el posadero exclama, con tono
e reverencia y maravilla: "¿Sabéis que habéis cabalgado a través
lago Constanza?" Al oír esto el jinete cae fulminado a sus

¿En qué ámbito, entonces, tuvo lugar la conducta del forastero?


lago de Constanza. Ciertamente, pues es una proposición verda-
que cabalgó sobre él. Y sin embargo, ésta no es la entera
pues el hecho de que fuese un lago helado y no el suelo
sólido, no afectó su conducta en lo más mínimo. Interesa
geógrafo que esto tuviese lugar en talo cual localidad particular,
no al psicólogo como investigador de la conducta, pues la
46 K. KOFFKA

conducta hubiese sido la misma si el hombre hubiese cabalgado por


llanura lisa. Pero el psicológo conoce algo más: dado que el hom-
bre se murió de puro terror al saber lo que "realmente" acababa
de hacer, el psicólogo debe sacar la conclusión de que si el foras-
tero lo hubiese sabido antes, su conducta hubiese sido muy distinta
de la que en realidad fué. De ahí que el psicólogo deberá decir:
Hay una segunda acepción de la palabra ámbito, de acuerdo con la
cual, nuestro jinete no cabalgó en absoluto sobre el lago, sino por
una vulgar llanura barrida por la nieve. Su conducta fué un ca-
balgar-sobre-llanura y no cabalgar-sobre-lago.
Lo que se verifica en el caso del jinete del lago Constanza se
verifica en cada conducta. ¿ Corre la rata en el laberinto que ha
montado el experimentador? De acuerdo con el sentido de la palabra
"en", sí y no. Distingamos, por tanto, entre el ámbito geográfico
y el de la conducta. ¿ Vivimos todos en la misma ciudad? Sí, cuan-
do aludimos a la ciudad geográfica; no, cuando aludimos al "en"
de conducta."

¿Ell qué ámbito tiene lugar la conducta? Después de haber dis-


tinguido dos clases de ámbitos, debemos tratar más atentamente
la cuestión de: en cuál de ellos se lleva a cabo la conducta. Nos
ayudará a elaborar este último concepto formularnos la siguiente
pregunta: Cómo la conducta acaece en un ámbito, ¿ cuáles son las
relaciones generales características entre la conducta y el ámbito?
Tomemos el ejemplo del mastín y la liebre: la liebre asoma de
un arbusto y corre a través del campo abierto en línea recta; el
mastín la seguirá; cuando llega a una zanja, el perro transformará
su carrera en un movimiento de salto y salvará el arroyo. La liebre
cambia su dirección; al momento el perro hará lo mismo. No nece-
sito continuar, lo dicho basta para comprender que la conducta está
regulada por el medio. ¿ Cuál de los dos medios es el regulador: el
geográfico o la conducta? Según nuestro último ejemplo nos senti-
ríamos inclinados a responder: El geográfico. Mas supongamos aho-
ra que la zanja estuviera cubierta por una delgada capa de nieve
lo bastante fuerte para soportar el peso de la liebre pero no la del
mastín. ¿ Qué sucedería? El perro se caería en la zanja, es decir,
que no saltaría al llegar a la zanja, sino que continuaría corriendo.
Antes de caer, su conducta acaecería en un medio sin baches. No

1 Este punto está brillantemente desarrollado en los comienzos del hermoso


libro de Eddington,
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 47

obstante, desde que el ámbito geográfico contenía la zanja su con-


ducta debe haber acaecido en otro ámbito, esto es, el conductal.
Mas lo que es cierto de los pocos instantes en que el perro pisó la
traicionera capa de nieve, debe ser cierto de su conducta íntegra;
~l se hallaba todo el tiempo en este ámbito conductal.

Los ESTÍMULOS COMO SUSTITUTOS DEL ÁMBITO CONDUCTAL. En


¿ontra de este razonamiento se puede levantar la siguiente objeción.
Nadie que esté en sus cabales esperaría que el perro saltase sobre
n bache cubierto de nieve, o pretendería que cualquier animal se
mportase atendiendo al medio geográfico en sí. Está de más decir
e dos ámbitos geográficos distintos pero iguales respecto al modo
que afectan los órganos sensorios del animal, son también equi-
alentes respecto a su conducta. Si se reemplaza, por tanto, el tér-
fuina estímulo, por el término medio geográfico, desaparece toda la
ificultad y no hay necesidad de distinguir entre un ámbito de
onducta y otro geográfico.
Tan justificado como parece este razonamiento, ateniéndonos a
uestro ejemplo, puede, sin embargo, demostrarse fácilmente que es
rada. Elijamos un nuevo tipo de conducta. Dos chimpancés son
traducidos por separado en una jaula de cuyo techo está suspen-
da una incitante banana. La j aula está absolutamente vacía a
cepción de una caja colocada a diez pies del sitio donde pende
señuelo. Uno de los animales, después de un tiempo más o menos
rgo, correrá al cajón, lo arrastrará hasta ubicarlo debajo de la
fruta y, usándolo como taburete, se apoderará de la banana; el
tro, menos inteligente, después de varios saltos infructuosos, se re-
signará y tal vez se trepará al cajón donde se quedará sentado, su-
ido en la mayor tristeza. Ambos simios se comportarán en un me-
io geográfico que contiene un cajón; para ambos la situación de
estímulo es idéntica. Sin embargo, ambos se comportan de manera
diferente aunque la conducta respectiva estaba regulada por el am-
biente. El ambiente geográfico, o la situación de estímulo, no puede
ser la causa de comportamientos diferentes. Mas esta diferencia se
explica tan pronto consideramos los ámbitos conductales de los ani-
males. Podríamos describir o explicar muy bien las actividades de
dualquiera de ellos si suponemos que el ámbito conductal de uno
ontenía un "taburete" y el del otro un "asiento" o, en términos
más generales, la jaula conductal de uno contenía un objeto funcio-
nalmente vivo en relación con la actual línea de acción del mono; la
otro un objeto funcionalmente muerto.
48 K. KüFFKA

DIFERENCIAS INDIVIDUALES. Mi conclusión sobre este ejemplo en-


contrará una oposición no menos feroz que la del primero. Lejos de
admitir la validez de mi deducción acerca del ámbito de comporta-
miento de los dos chimpancés, los críticos dirán que intento reino
troducir las viejas explicaciones antropomórficas, a las cuales, afortu-
nadamente, la psicología ha descartado para bien y que, además, he
pasado por alto una explicación mucho más simple. Si dos animales
se comportan de manera distinta en iguales condiciones de estímulo,
entonces la explicación debe de estar en los propios animales; ellos,
bien por dotación innata o por experiencia previa, son tan diferentes
entre sí que uno se comporta de un modo y el otro de otro. N o me
defenderé aquí de la primera parte de este ataque y aceptaré la pro-
posición de la otra. Ciertamente, si el ámbito geográfico es el mismo
para los dos animales y éstos se comportan de modo diferente en él,
entonces, la causa de esta diferencia debe encontrarse en los animales
("geográficos"). Pero iré aún más al.á de esta conclusión, incapaz
de explicar cualquier ejemplo real, puesto que apela a cualquiera y
a todas las clases de conducta. Y cuando veo la conducta masiva de
estos dos monos, encuentro claramente que uno utiliza el cajón como
una tarima; el otro lo utiliza como asiento. Esta descripción es tan
adecuada como posible, porque si el mono inteligente 'anda tanteando
alrededor del cajón hasta que después de muchas vicisitudes se en-
cuentra a sí mismo incidentalmente parado sobre él, ni el otro se
comporta en la misma forma con la única diferencia de que al final
el cajón está todavía en su viejo lugar y el macaco dormitando sobre
él. N o, sus conductas masivas se describen con exactitud diciendo
que uno utiliza una tarima, el otro un asiento. Ciertamente los dos
animales deben ser animales distintos, pero vemos ahora que esta
diferencia consiste en convertir al cajón geográfico en dos diferentes
manipulJanda, para utilizar otro término de Tolman. ¿ Qué más deci-
mos cuando llamamos a estas dos manipulanda partes de los medios
conductales de nuestros dos monos? N o olvidemos que toda la dis-
cusión sobre la conducta partió de la base de que ésta se realiza en
un ámbito.
Dado que el medio geográfico, o el "medio geográfico provee-
dor del estímulo" no puede ser la causa inmediata de los dos como
portamientos, nosotros debemos negar nuestra proposición. y esta-
blecer el comportamiento sin ámbito -y entonces nuestras manipu-
landa no cabrían en absoluto- o debemos aceptar estas manipulanda
como realidades, mantenernos en nuestra proposición, y, entonces,
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 49

el ámbito de comportamiento como aquel tipo de realidad que


las manipulanda y posiblemente otras muchas cosas en
grado. En otras palabras, sostener que la relación entre la
ducta y el ámbito geográfico debe permanecer en la oscuridad
la mediación del ámbito geográfico del comportamiento.

LA CONDUCTA Y EL ÁMBITO GEOGRÁFICO. Resumamos lo que hasta


hemos aprendido: la conducta tiene lugar en un ámbito con-
por el cual es regulado. El ámbito conductal depende de dos
ies de condiciones: unas inherentes al medio geográfico, otras al
anismo. Mas carece de sentido decir que la conducta tiene lugar en
ámbito geográfico. ¿ Qué significa esto? (1) Dado que el ámbito
Ilductal depende del geográfico, nuestra afirmación relaciona la
nducta con una causa remota en lugar de una inmediata. Esto pue-
ser útil en sí mismo y ayudará a sentar nuestro problema, por-
e (2) las consecuencias de la conducta animal dependen no sólo de
ámbito conductal sino también del geográfico, aparte de la depen-
ncia del primero con respecto del último. El ámbito geográfico, y no
6 el conductal, es alterado a través de toda conducta: la fruta es co-
da y en consecuencia deja de existir como fruta; el puente de nieve
quiebra y da lugar a una zanja; el cajón es de hecho transportado
ndo el mono usa la "tarima". Evidentemente, en todos nuestros
mplos, y en muchos otros, la consecuencia de la conducta depende
las consecuencias geográficas. El tipo conductal que hemos consi-
ado tan exclusivamente no puede acaecer sólo en un mundo con-
ctal, aunque hay otros tipos donde éste es más o menos el caso,
mo, por ejemplo, cuando un hombre en delirium tremens atrapa
ces inexistentes en una bañadera y los muestra con gran orgullo
los espectadores. Colijo de esto que la relación entre los dos ám-
tos nos enfrentará con un problema fundamental en nuestras futu-
s teorías.

Delimitación de la conducta. (3) Un aspecto peculiar del se-


ndo punto merece mención especial. Ciertas propiedades del me-
o geográfico producen movimientos en el organismo que no he-
os considerado todavía. Pensemos en un alpinista que cae desde un
ente de nieve roto a su paso, y que no estando atado a sus compa-
os, se precipita centenares de metros en el vacío de hielo. Aquí
mos frente a un movimiento del organismo que está exclusiva-
determinado por el ambiente geográfico. Antes de que la víc-
50 K. KüFFKA

tima pierda conciencia qmza hará esfuerzos frenéticos para detener


su caída. Estos movimientos son aún de conducta, realizada en un
ámbito de conducta, pero al mismo tiempo el cuerpo cae, exista o no
ámbito de conducta y haya el hombre conservado o perdido el cono-
cimiento. Esto es de nuevo perfectamente trivial, y sin embargo, nos
proporciona el medio de delimitar el comportamiento: sóio se enten-
derá por conducta aquellos movimientos de los organismos que aca-
ecen en un ámbito de conducta. Hay que advertir que esta definición
no sostiene que todo comportamiento sea movimiento.

Ubicación del ámbito de la conducta. Avancemos todavía un


paso más. Hasta-aquí hemos visto el ámbito conductal como un es-
labón intermedio entre el ambiente geográfico y la conducta, entre
el estímulo y la respuesta. Estos dos tér-
minos denotan objetos que parecen te-
ner un lugar bien definido en nuestro
sistema de conocimiento; ambos perte-
necen al mundo exterior. Mas, ¿dónde
situaremos el ámbito de la conducta?
Como preparación para nuestra respuesta
podemos analizar un nuevo ejemplo, una
serie de experimentos de Révész. Révész
enseñó a unos pollos a picotear la más
Fig. 1 pequeña de dos figuras presentadas si-
multáneamente. Habiendo empezado con
círculos, los sustituyó luego por rectángulos, cuadrados y triángu-
los, cuidando que la posición relativa de las dos figuras cambiara
continuamente. Esto era necesario, naturalmente, a fin de evitar la
posibilidad de que los animales en vez de aprender a escoger el
menor, aprendiesen a escoger el "derecho" o el "izquierdo, el "su-
perior" o el "inferior". Después de completado el aprendizaje, in-
trodu jo nuevas figuras, dos sectores de círculos, de diferente tamaño,
colocados en diferentes posiciones; y más tarde entremezcló sus
experimentos críticos presentándoles dos segmentos iguales en la
posición acostumbrada que causa en nosotros la conocida ilusión
óptica llamada ilusión de Jastrow. (Ver Fig. 1) Y en la gran mayoría
de los casos las gallinas picotearon el que a nosotros nos parece
menor. El desarrollo completo del experimento es una demostración
del ámbito de conducta, pues desde el punto de vista del ámbito
geográfico carece de sentido decir que las aves aprendieron a elegir
la menor de dos figuras. "Tratándose de cuadrados, paralelogramos
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 51
triángulos, el animal, en la mayoría de los casos, escoge la figura
sin ningún aprendizaje previo" (p. 44). Para nuestros pro·
presentes, empero, los experimentos críticos son de particu-
interés. ¿Por qué los animales eligen una de las dos figuras
cuando han sido acostumbrados a elegir la menor? Descri-
en función del ámbito geográfico su conducta aparece completa.
ininteligible, y ni las propiedades del estímulo ni la experien-
puede suplir siquiera algo parecido a una respuesta satisfactoria.
todo se vuelve perfectamente llano y simple si respondemos
cuestión como lo haría todo lego imparcial, diciendo: Los
IIlijma.les eligieron una de las dos figuras iguales porque les parecía
pequeña, del mismo modo que nos parece menor a nosotros. 0,
nuestra terminología, el ámbito conductal en los experimentos
íticos era similar al de los experimentos de aprendizaje puesto
e también contenía una figura mayor y una menor, aunque el
bita geográfico crítico contenía dos figuras de igual tamaño. La
ducta de las gallinas no puede explicarse de modo alguno sin
presunción de que ellas fueron dirigidas en su elección por una
ción. Desde que esta relación no está establecida ciertamente en
ámbito geográfico, debe estar presente en alguna otra parte, y
otra parte es la que llamamos ámbito de la conducta. Ahora
do recordamos lo que el lego dijo de este experimento, vemos
la diferencia entre el ámbito geográfico y el conductal coincide
n la diferencia entre las cosas como son "realmente" y como se
ti, entre realidad y apariencia. Y vemos también que la apariencia
ede engañar, que la conducta adecuada al ámbito conductal pue·
ser incongruente referido al geográfico. Si, v, g., fuéramos tan
enuos con respecto a la ilusión de Jastrow como las gallinas de
vész y llegáramos a necesitar dos objetos de igual forma y tama-
.,•• seguramente no elegiríamos estas dos figuras. Puedo ilustrar
verdad de esta afirmación con un experimento que hice el verano
1932 en una pequeña población de Uzbekistán en Asia Oriental.
bía mostrado la ilusión de J astrow, usando el molde de los
eudoópticos", a un joven nativo concurrente habitual de una
de té, que era el lugar de reunión de la población masculina
aldea. El hombre se comportó como las gallinas, aparte el
de que sus reacciones no consistieron en picotear sino en
la mayor de las dos piezas de cartón. Luego puse una
de la otra y se las di para que las tomase. Quería ver qué
llíc:aciión daría a la curiosa discrepancia entre la previa desigual.
la presente y manifiesta igualdad. Dijo algo de ilusión, pero
52 K. KOFFKA

sin mucha convrccion ; y cuando le pregunté: "¿ De modo que tú


piensas que no cambian realmente cuando los separas ':", él con-
testó: "Oh, sí, ya lo creo que cambian un poquito".
LA FUNCIÓN DEL ÁMBITO DE LA CONDUCTA. Nuestro razona-
miento, basado en los experimentos de Révész, prueba que la rela-
ción entre el ámbito geográfico, o el modelo que sirve de estimulo, y
la conducta, resulta sobremanera simprificada con la introducción
del ámbito conductal como eslabón intermedio. Esta relación se
divide, así, en dos relaciones diferentes: aquélla entre los ámbitos
geográficos y conductal, y aquélla otra entre el segundo y la con-
ducta. Que esta relación es, en muchos casos al menos, inteligible,
se hace patente en nuestro ejemplo: si el superior de los dos
segmentos de círculo geográficamente iguales era, en cuanto impor-
ta a la conducta, más pequeño, entonces, el hecho de que los
animales habituados a elegir la menor de dos figuras escojan la
superior, no ofrece ningún problema nuevo.
Podríamos haber demostrado el mismo hecho del modo precio
samente opuesto. Sucede una y otra vez que estímulos diferentes
producen la misma reacción: esto se torna perfectamente compren·
sible si consideramos que bajo las condiciones dadas del caso estos
estímulos diferentes producen el mismo objeto de conducta. Dilu-
cidaremos tales casos más adelante, cuando tratemos las constancias
perceptuales, como aquellas de tamaño y color, desde el punto de
vista de la relación entre los ámbitos geográfico yde la conducta.
Por el momento nos limitaremos a señalar que, por ejemplo, dos
superficies pueden aparecer igualmente negras aunque una pueda
reflej ar mil veces más luz que la otra; o expresado en función de
la conducta: dos estímulos tan distintos como los ya mencionados
pueden conducir a la misma conducta, p. ej.; si se trata de alzar
un objeto negro. Explicar esta uniformidad conductal en función
de la motivación por estímulo, es imposible en vista de la tremenda
diversidad de estímulos, particularmente si se recuerda que en
otras condiciones una diferencia de estímulos de sólo el 2 % puede
llevar a un comportamiento distinto.
En función del ámbito de la conducta la dificultad desaparece;
la conducta con respecto a los dos estímulos es idéntica cuando
ellos producen dos objetos conductales idénticos; es diferente cuan-
do los dos objetos conductales correspondientes son diferentes. El
problema restante no es ya el de la relación entre el estímulo y
la conducta, sino entre el ámbito geográfico y el conductal. Este
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 53

problema puede ser resuelto sistemáticamente, pero el de la pura


relación estímulo-respuesta no puede encontrar solución sistemática
como se prueba por los fenómenos de constancia -conducta idén-
tica con respecto a diferentes estímulos- y aqueIlos del exnerimen-
to de Révész conducta diferente con respecto a estímulos idén-
tices."
CONCIENCIA. Al comienzo de este canítulo pronuse considerar
conducta como el ohieto primordial de la psicología. Pero en
distinción entre ámbito geog"áfico y conducta], admitida como
a aquélla entre realidad y apariencia, lno habré intro-
a la conciencia de contrabando, por una puerta excusada?
rechazar esta objeción. Si por fuerza hemos de introducir el
de conciencia, tenemos que aceptarlo, nos guste o- no. Es
indicar, empero, que la palabra conciencia no hace va-
sentido de nuestra expresión ámbito conductal. Si alguien
nreriere en cambio hablar de la conciencia del animal, debe aplicar
palabra a aquellos objetos que Ilamamos ámbito conductal. De
modo la conciencia del perro al perseguir una liebre sería
liebre corriendo por el camno"; la conciencia del mono al
de alcanzar la fruta suspendida, sería "una tarima en aquel
etc. El campo y la liebre, la tarima y la fruta, al ser
conscientes, u objetos de conciencia, no deben ser consi-
derados, por tanto, como algo interior al animal, cuando se trate de
interior de conducta o de experiencia. La aversión de los con-
hacia la conciencia me parece que está ampliamente fun-
en este error de interpretación. Y podrá verse ahora que su
pretensión de elaborar una psicología sin conciencia es absurda. Los
observados, los laberintos y cajas de discriminación usa-
en los experimentos, los libros en que se anotan los resultados,
ante todo, partes de sus ámbitos de conducta. Olvidando este
y creyendo hablar sólo de ámbitos geográficos, eIlos se
capaces de construir una teoría puramente "geométrica" sin
de conducta. Pero cada datum es un dato de conducta; la
H:;'''>OCla'Ll fásica no es un datum sino un constructum. Esta confusión

las cosas más oscuras y la oscuridad general se acrecienta, a


vez, por el uso de la palabra estímulo, cuyas vicisitudestfatare-
más adelante; Aquí sólo quiero señalar que es fácil elaborar

2 Este criterio es con igual validez aplicable a la definición de Tolman


"discriminanda" y "capacidades descriminanda" págs. 86 s. y 91. Véase
Koffka, 1933, p. 448. .
54 K. KüFFKA

una psicología sin conciencia si uno no se da cuenta de que el


propio ámbito de uno es de conducta (consciente) y no geográfico
(físico). Agregaré que hay una excusa para el error de los con-
ductistas en la forma tradicional de encarar la conciencia, hecho
éste de que nos ocuparemos más adelante. Sin embargo, conside-
rando los posibles malentendidos, usaré el término conciencia con
la menor frecuencia posible. De tal modo, como nuestra expresión
ámbito de la-conducta incluye sólo una parte de lo que se quiere sig-
nificar por conciencia, escapará a los malentendidos; Kóhler (1929)
ha usado como plenamente equivalente a conciencia, la expresión
"experiencia directa", que también adoptaremos para usarla opor-
tunamente. La nuestra tiene la ventaja de señalar el sitio exacto
que le corresponde en el sistema, o sea, entre el ámbito geográfico
y la conducta. .

El ámbito de la conducta como parte de la experiencia directa.


Pero, como dije, es incompleto; la conciencia abarca más que el
ámbito de la conducta. Y no será superfluo indicar ahora, al me-
nos, la dirección en que puede completarse, aunque durante buen
rato todavía nos ocuparemos solamente del ámbito conductal. Esta
dirección se dejará ver si sometemos nuestro término conducta al
mismo análisis que realizamos a propósito del términc ámbito. Por
cierto que podemos describir la conducta refiriéndola a cualquiera
de los dos ámbitos, pero tales descripciones a menudo serán con-
tradictorias entre sí. Pero concuerden o no, la conducta en sí misma
debe tener un sentido distinto en estas dos descripciones: dado que
el ámbito conductal y el geográfico pertenecen a dos universos
diferentes, las conductas que acontezcan en ellos deberán pertene-
cer igualmente a dos universos distintos. El hombre que cabalgaba
por el Lago Constanza es un buen ejemplo: su ámbito geográfico
era un gran lago; su ámbito conductal, una llanura vulgar cubierta
de nieve; por consiguiente, como ya hemos señalado, aunque con
respecto a su ámbito geográfico su conducta fué cabalgar sobre el
lago, su conducta, respecto a su ámbito de conducta, fué cabalgar
por el llano. O en términos comunes: él pensaba que cabalgaba so-
bre tierra firme; no tenía noción de que cabalgaba sobre una
delgada capa de hielo.
De modo que a primera vista parece que la distinción entre nues-
tras dos conductas fuese completamente análoga a aquélla entre
nuestros dos tipos de ámbitos: aquí las cosas según parecen y
según son realmente; allí la actividad como el actor piensa que
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 55

es y como es en realidad. Sin embargo, la similitud no es tan gran-


de como aparenta. Tomemos otro ejemplo: observamos a tres ratas
en el mismo laberinto, cada cual partiendo de un extremo y final-
mente emergiendo en el otro. Entonces, en cierto modo, ~dríamos
decir que las tres ratas han corrido a través del laberinto, lo cual
sería una afirmación de índole geográfica. Pero nuestra observa- .U~ll
ción nos convence de que ha habido diferencias obvias en su
conducta: una corrió en busca de alimento, otra para explorar, la
tercera por ejercicio o por intranquilidad general. Estas caracterís-
ticas se refieren a la conducta dentro de un ámbito conductal. Una
rata que corre en busca de comida no procede así sólo desde el
momento en que está suficientemente cerca como para verla u
olerla, sino (lesde el comienzo. La obra de Tolman proporciona
amplias demostraciones experimentales de esta .afirm~ción. Sin em-
bargo, la primera parte del laberinto geográfico no contiene el ali-
mento, ni ningún estímulo que emane de él. Si aun así la con-
ducta está dirigida hacia la comida, debe estarlo dentro del ámbito
conductal. Lo mismo sucede con la conducta de exploración. Di-
rectamente, sólo nos es posible explorar nuestro ámbito conduc-
e indirectamente, sólo el geográfico, a través de la conducta. Y
en el último caso, la conducta por ejercicio o por intranquili-
acaece en el ámbito de la conducta, dado que está regulado por
Ahora bien; en todos estos casos, no sería ya una verdadera
descrrpcton de los tipos de conducta decir: La conducta en el árnbi-
geográfico es la actividad real, y en el de la conducta, lo que el
cree que es. Pues una conducta por excitación es realmente
por excitación; una de exploración es realmente de ex-
e incluso una actividad guiada por el alimento es real-
guiada por el alimento, aunque el experimentador haya saca-
comida del comedero. En este último caso, también es ver-
cierto, que el animal no corre hacia la comida, puesto que
geográficamente no hay tal comida, y en cierto sentido nuestra
cabe aquí como cupo en el caso del lago Constanza. Pero
ya deja de ser una descripción de la conducta: Trataré de
aclararlo con un ejemplo: una pelota se desliza por un plano
para caer, finalmente, en un hoyo. Ahora bien; en el
puede haber agua o no y, por tanto, puedo decir que la
cae en un hoyo con agua o sin ella. Pero esta diferencia no
su movimiento hasta no haber alcanzado esa posición en el
donde el agua aparece en un caso y en el otro no. Por lo
56 K. KOFFKA

que atañe al resto del movimiento, la presencia o ausencia de agua


no viene absolutamente al caso; del mismo modo, el caso de la
rata que no corre en dirección a la comida cuando el experimenta.
dor acaba de retirársela, no tiene nada que ver con el correr de
la rata hasta que se halla bastante cerca como para advertir la
ausencia de la comida.
CONDUCTA y ACTUACIÓN. Si la descripción de la conducta con
referencia ai ámbito geográfico no es verdaderamente una descrip-
ción de la conducta, ¿ cuál lo será entonces? A fin de simplificar
nuestra terminología, de ahora en adelante llamaremos a la conduc-
ta con respecto al ámbito geográfico "actuación", y a la conducta
con respecto al ámbito de la conducta, simplemente conducta o
comportamiento. El término "actuación" indica directamente la mane-
ra de describir la conducta con referencia al ámbito geográfico,
pues las consecuencias de la conducta, actúan, como hemos señala-
do, provocando cambios en el medio geográfico. A menudo nos
interesamos por estas consecuencias que se deben a la actuación
de un animal. Pero justamente vimos que el conocimiento de la
actuación de un animal no es conocimiento de su conducta. Daré
un asombroso ejemplo donde actuación y conducta, en cierto sen-
tido, son opuestos entre sí. Supongamos que veo a una persona
parada sobre una roca que yo sé que será volada de un momento
a otro. Como estoy demasiado lejos como para poder explicarle el
peligro que corre, le grito todo lo fuerte e imperativamente que me
es posible: " j Venga acá, rápido!" La persona si se impresiona sufi-
cientemente con mi conminación, comenzará a correr hacia mí, y
esto será conducta, pero geográficamente, al correr hacia mí, se
aleja del punto peligroso; geográficamente hablando, estas dos des-
cripciones son absolutamente equivalentes. Si ulteriormente, empero,
relato este incidente, diré que la persona se alej ó antes de ocurrir
la explosión. Yo describo su-actuación y no su conducta; esta última
fué un desplazamiento hacia algo, el primero un desplazamiento
desde algo. Si ésta fuera la relación normal entre conducta y actua-
ción, el mundo sería en verdad un lugar extraño y, ciertamente, no
cabría en él desarrollar el concepto de sentido. Sería el mundo de
los cuentos de hadas; piénsese en Aladino que frotó la lámpara y
provocó así la aparición del genio. Veremos que los experimentado-
res frecuentemente han puesto animales en situaciones en que la
conducta y la actuación estaban ligadas de una manera similar
a la del frotamiento de la lámpara y la aparición del genio. Pero
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 57
aunque, como regla, la conducta y la actuación no permanecen
unidas en esta forma característica de los cuentos de hadas, la
relación entre actuación y conducta es, en cierto sentido, semejante
a aquélla entre el ámbito geográfico y el de la conducta: si cono-
cemos un miembro de cualquier par, no por eso conocemos el
otro. Pero mientras la primera relación es decididamente uno de los
más. importantes problemas de la psicología, la segunda no ocupa
una posición tan simple. Como cuestión gereral,· tal cual puede ser
deducida de nuestros últimos ejemplos, estrictamente hablando, no
le incumbe en absoluto a la psicología. Hay sí un punto de cierto
interés que retomarem~ nuevamente; más aún, ya que la relación
entre actuación y conducta no es, como regla, del tipo de la de los
cuentos de hadas, a menudo podemos extraer inferencias de la
actuación y aplicarlas a la conducta y su ámbito. El método obje-
tivo en su totalidad hace uso de esta posibilidad; el tiempo que
toma una rata para cruzar un laberinto, el número de errores que
comete, en qué callejones sin salida entra y en cuáles no, todos
estos hechos nos dan claves para una interpretación de la conducta
y de su ámbito, pero ellos no son, en sí, conducta.
Ya vimos que el único sistema de referencia propio para des-
cribir la conducta es el ámbito conductaI. Y de este modo no hemos
podido ni resolver el problema planteado al comienzo de esta larga
elucidación; esto es, completar nuestro concepto del ámbito de la
conducta, ni tornarlo comprensible como los conceptos de experien-
cia directa o conciencia. Retomaremos ahora esta cuestión.
NUESTRAS FUENTES DEL CONOCIMIENTO CONDUCTAL. ¿Cómo he-
mos adquirido conocimiento de la conducta? La conducta de un
animal es parte de nuestro ámbito conductal, y lo conocemos como
tal, junto con todos los otros objetos y acontecimientos de nuestro
ámbito de conducta. El asunto de cómo podemos conocer la con-
ducta real no es, por tanto, diferente en principio de la cuestión
de cómo conocemos cualquier realidad no perteneciente a la conduc-
ta. Este problema no nos ocupará por el momento; no podríamos
responder a él hasta tanto hayamos aprendido algo de la relación
general entre nuestro ámbito geográfico y el conductaI. Por el
momento nos bastarán dos observaciones: 1) Que debemos presu-
mir la existencia de la conducta real como presumimos la existencia
de mesas, libros, casas y animales reales. 2) Dado que mostramos
que la conducta es siempre conducta en un ámbito conductal, no el
sino el del animal que actúa, nosotros podemos sentar una
58 K. KOFFKA

de las objeciones levantadas anteriormente contra nuestro proceder, o


sea, que es antropomórfico. Nosotros observamos la conducta de
un animal en nuestro ámbito conductal. Si nosotros presumimos, sin
otra evidencia, que nuestro ámbito conductal y el del animal son
idénticos, entonces, ciertamente, no podríamos hacer la acusación
de antropomorfismo. La presunción, por otra parte, de que el ani-
mal se comporta en un ámbito conductal, es decir, el suyo propio,
no es nada antropomórfica. Hasta dónde este ámbito es idéntico
al nuestro, en cuáles aspectos característicos difiere, son problemas
muy importantes por cierto; y en su solución debemos cuidar de
evitar el antropomorfismo. Mas retornemos a nuestro razonamiento
principal: sobre la base de la conducta de un animal en nuestro
ámbito conductal, y por métodos más indirectos, inferimos la natu-
raleza de la conducta real del animal. Pero nosotros también nos
conducimos y tenemos conocimiento de esta conducta. La encontra-
mos acaeciendo en nuestro ámbito conductal, pero la palabra "en"
tiene ahora un sentido distinto del que tenía cuando hablábamos
de la conducta de otro animal que tenía lugar en nuestro propio
ámbito de conducta. El animal es una parte de nuestro ámbito
conductal, nosotros mismos somos el centro de nuestro ámbito, aun-
que no "de él'. El ámbito es siempre un ámbito de algo; así, mi
ámbito conductal es el ámbito mío y de mi conducta. Tanto como
lo conozco, me conozco a mí mismo y mi conducta en él. Uni-
camente incluyendo este conocimiento en el ámbito conductal lo-
graremos una completa equivalencia con lo que Kohler llama expe-
riencia directa, o lo que se llama conciencia. Este conocimiento
incluye, para enumerar unos pocos ítems, mis deseos e intenciones,
mis éxitos y desengaños, mis penas y alegrías, mis amores y odios,
pero también mi hacer ésto y no aquéllo. He aquí un ejemplo de
esto último; mi amigo me pregunta, ¿/'Quién es la dama por la que
te quitaste el sombrero ?", yo contesto, "No me quité el sombrero por
ninguna dama; me lo saqué simplemente porque me apretaba la
cabeza".
CONDUCTA REAL, FENOMENAL Y APARENTE. Podemos introdu-
cir ahora, una nueva terminología. Hemos visto que debemos dis-
tinguir dos clases de conducta de la conducta real, a saber, mi
conducta en el ámbito conductal de algún otro y mi conducta en
mi propio ámbito conductal, o, intercambiando los sujetos, la con-
ducta de algún otro en mi ámbito conductal y su conducta en su
propio ámbito conductal. Nesotros llamaremos al primero de cada
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 59

par, conducta aparente, y al segundo fenomenal o experimentado.


La conducta aparente puede, como muestra nuestro ejemplo del
sombrero, llevar a error con respecto a la conducta real, pero
también podría haber sido una guía segura, verbigracia, si real-
mente hubiese saludado a una dama. La conducta fenomenal, por
otra parte, era un índice seguro. No hay duda de que la conducta
fenomenal es un indicio muy valioso para nuestro conocimiento
de la conducta real. Mientras que la relación de la conducta apa·
rente con la real es del mismo tipo que aquella entre el ámbito
de la conducta y el geográfico, la relación entre conducta fenome-
nal y real es de muy distinta naturaleza. Hasta cierto punto, la
conducta real se revela en la conducta fenomenal; pero sólo hasta
cierto punto, pues la conducta fenomenal nunca revela más sqne
una fracción de la conducta real, y esta fracción no siempre es la
más importante. Retomaremos este punto más adelante. Ahora
extraemos la conclusión de que podría ser tan errado desechar la
conducta fenomenal por nuestro conocimiento de la conducta real,
utilizarlo exclusiva y ciegamente.

Conducta y ámbito. Resumen. En conclusión, podemos esquema-


nuestros descubrimientos acerca de la conducta real y el
(ver Fig. 2). G es el ámbito geográfico que produce AC,
ámbito de conducta; en éste, y regulado
él, tiene lugar la CR, conducta real, y
de él se revelan en CF, conducta ferio-
En cierto sentido AC, CR y CF, acae-
dentro del organismo real OR, pero no
el yo fenomenal, que pertenece a CF. OR
afectado directamente por G y actúa a Fig. 2
vez sobre G, a través de CR. Nuestro es-
no indica la dependencia de la conducta. Mas al afectar
a G, acontecen dos cambios más: AC cambia y el yo fenomenal
Cuando el mono ha comido la fruta, su ámbito de conduc-
se ha tornado "desprovisto de fruto" y él mismo, "satisfecho".

EL CONCEPTO DE CAMPO

Hemos aclarado hasta aquí, el concepto de conducta masiva;


visto que tiene lugar en un ámbito conductal y que lo
conocemos de dos maneras: la una revelando una conducta masiva
60 K. KOFFKA

aparente, el de los demás; la otra, conducta masiva fenomenal, el


de nosotros mismos. Ambos tipos de conocimiento serán usados
para una comprensión o explicación de la conducta masiva real.
Más aún, hemos logrado dar un vistazo al aspecto dinámico de la
conducta masiva real. En esta forma hemos echado los cimientos
para la psicología como ciencia de la conducta masiva. Elaborare-
mos ahora este punto. ¿ Cuáles han de ser los conceptos fundamen-
tales de nuestro sistema? Uno de los postulados de nuestra psicolo-
gía era que debía ser científica. Por tanto trataremos de encontrar
algún concepto fundamental de la ciencia que podamos aprovechar
en nuestra tarea. Una breve excursión por la historia de la ciencia
nos conducirá a nuestro objeto. ¿ Cómo explicó Newton el movi-
miento de los cuerpos? Según él, cada cambio de movimiento es
debido a una fuerza que surge o de un impacto (dos bolas de
billar) o por una atracción ejercida mutuamente entre sí por los
cuerpos, de acuerdo con la ley de gravitación que proporciona una
fórmula cuantitativa de esta fuerza. Newton suponía que esta fuerza
actuaba sin tiempo; producía una acción a distancia. Allí está el
sol, aquí la tierra, nada entre ellos sino el espacio vacío, nada que
medie entre la fuerza de atracción del sol sobre la tierra y viceversa.
Cuando mucho después se descubrieron las leyes de atracción y re-
pulsión eléctricas y magnéticas y demostraron ser cuantitativa-
mente idénticas a la ley de gravitación de Newton, se les dió la
misma interpretación: y así fueron interpretadas como acciones a
distancia. Esta concepción de una acción atemporal no era del
todo del gusto de Newton; pero la formuló porque no vió otra posi-
bilidad, aunque por el tiempo en que se descubrieron las primeras
leyes sobre la electricidad habíase convertido en un juicio feno-
menal establecido, con toda su secuela de intereses creados, dentro
del sistema de-Ia ciencia. Por eso, un joven cuyos brillantes experi-
mentos en el campo de la electricidad y el magnetismo habían sido
debidamente reconocidos, sólo encontró un gran desprecio cuando
trató de explicar sus resultados en términos diferentes que excluían
toda acción a distancia y explicaban la atracción y repulsión eléc-
tricas de dos cuerpos por procesos que tenían lugar en el me-
dio que los separaba, el dieléctrico, propagándose en el tiempo y
de un lugar a otro. Pero las ideas de Michael Faraday fueron
recogidas y elaboradas por Clerk Maxwell, quien les dió forma
matemática, introduciendo los términos más generales: campo eléc-
trico y campo magnético para las líneas de fuerzas y pudo deducir
la velocidad de la propagación de las fuerzas eléctricas y magnéti-
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 61
cas, que resultó ser, en el vacío, igual a la velocidad de la luz. Los
creyentes en la acción a distancia se opusieron violentamente, pero
fueron desplazados de sus posiciones en los campos de la electri-
cidad y magnetismo, y el ataque tuvo una tregua temporaria. Una
fortaleza quedó en manos del enemigo: la gravitación de Newton.
y sólo a comienzos de este siglo la ciudadela fué forzada a capitu-
lar. En la concepción relativista de la gravitación las acciones a
distancia desaparecen como habían ya desaparecido del electromag-
netismo y el campo gravitacional ocupó su lugar. El espacio vacío
como mera nada geométrica se desvaneció de la física, siendo reem-
plazado por un sistema gravitacional y electromagnético de tensio-
nes y deformaciones distribuídas de determinada manera, lo que
constituye la verdadera geometría del espacio. Y es la distribución
de tensiones y deformaciones en un ámbito dado la que va a deter-
minar cómo se comportará cada cuerpo, dada su constitución en
el mismo. Inversamente, cuando conocemos un cuerpo y observamos
cómo se comporta en cierto campo, podemos deducir las propieda-
des del campo. De este modo descubrimos el campo magnético de
tierra observando la conducta de las agujas magnéticas en di-
ferentes lugares, sus declinaciones e inclinaciones; del mismo modo
el campo gravitacional de la tierra midiendo el período
un péndulo de una longitud dada en diferentes lugares.
De modo que el campo y la conducta de un cuerpo son corre-
Como el campo determina la conducta de los cuerpos, esta
conducta puede ser utilizada como indicadora de las de las propie-
del campo. La conducta del cuerpo, para completar el razona-
no significa sólo su movimiento con respecto al campo, se
igualmente a los cambios que experimenta el cuerpo; v. g.,
trozo de hierro se magnetiza en un campo magnético.

EL CAMPO EN LA PSICOLOGIA

Retornemos a nuestro propio problema. ¿Podemos introducir


la psicología el concepto de campo, entendiendo por él un sistema
tensiones y deformaciones que determina la conducta real? Si
tendríamos al mismo tiempo una categoría general y
para todas nuestras explicaciones, debiendo encarar dos
de problemas, los mismos que enfrenta el físico: esto es, 1)
es el campo en un momento dado, 2) qué conducta debe resul-
de un campo dado.
62 K. KüFFKA

El ámbito conductal como campo psicológico. ¿Pero dónde en-


contraremos un campo que desempeñe en psicología el papel de
los campos en la física? Que debe haber un campo distinto se
desprende de nuestra dilucidación previa. El campo físico es el
campo del ámbito geográfico, y hemos demostrado que la conducta
debe ser explicada por el ámbito conductal. ¿Va a ser éste, entonces,
nuestro campo psicológico? Probemos lo que resulta de esta pre·
sunción. Implica que nuestro ámbito conductal, en tanto determi-
nante y regulador de la conducta, debe estar dotado de fuerzas.
Porque nos aferraremos al axioma: ningún cambio de movimiento
sin una fuerza. ¿Elimina este principio el ámbito conductal como
el campo que nosotros necesitamos? De ningún modo. Cuando des-
cribimos adecuadamente nuestro ámbito conductal no debemos li-
mitarnos a indicar meramente los objetos que están en él sino
también sus propiedades dinámicas. Analizaremos una porción de
ejemplos. Imaginémonos tomando sol en un valle o una playa, des-
cansando plácidamente en paz con el mundo. No estamos haciendo
nada y nuestro ámbito no es más que un suave manto que nos
envuelve, dándonos sosiego y amparo. Súbitamente oímos un grito:
"j Socorro! j Socorro!" j Cuán diferentes nos sentimos y cuánto se
transforma nuestro ámbito. Describamos las dos situaciones en fun-
ción del campo. Primero el campo era, para todos nuestros intentos
y propósitos, homogéneo, y estábamos en equilibrio en él. Ni acción,
ni tensión. De hecho, en tal situación aun la diferenciación del yo
y su ámbito tiende a hacerse borrosa; yo soy parte del paisaje, el
paisaje es parte de mí. Y luego, cuando el agudo y penetrante
sonido traspasa la adormecedora quietud, todo cambia. Mientras
que antes todas las direcciones eran dinámicamente iguales, ahora
hay una dirección que sobresale, una dirección hacia la cual somos
empujados. Esta dirección se carga de fuerza, el ámbito parece
contraerse: es como si una grieta se hubiese formado en una su-
perficie plana y una fuerza nos compeliese a ella. Al mismo tiem-
po se produce una tajante diferenciación entre nuestro yo y la
voz, y un alto grado de tensión surge del campo entero. .
Si aprovechamos este ejemplo para la descripción de campos,
en lo que se refiere a su homogeneidad o heterogeneidad, veremos
que los primeros son mucho más raros que los segundos, particu-
larmente para nosotros, hombres superactivos de la civilización
occidental. Puesto que la acción supone campos heterogéneos, cam-
pos con líneas de fuerza, con cambio de potencial, Una descripción
de campo muy buena y muy instructiva, con un tipo simple de Iiete-
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 63

rogeneidad, ha sido dada por Lewin en su tratado sobre el paisaje de


la guerra (1927). Aquí se trata de un campo que, aparte de todos
los detalles, tiene una estructura polar en una dirección: el terreno
enemigo por un lado y el hogar y la seguridad por el otro. Esta
propiedad vectorial es una característica primaria y determina el
campo entero, no estando enteramente libres de ella las otras ca-
racterísticas.
Un artículo de H. G. Hartgenbusch sobre la psicología del de-
porte, contiene una cantidad de ejemplos muy instructivos. El autor
describe su propia experiencia, o campo de conducta, durante la
práctica de varios deportes distintos. He seleccionado algunos ejem-
plos tomados del fútbol y uno del levantamiento de pesas. "Míen-
tras ellos (los jugadores de fútbol) se mueven hacia el arco enemi-
go, verán la cancha como un campo de líneas cambiantes cuya
dirección principal los guía hacia la valla" (1927, p. 50). Estas
líneas son verdaderas líneas de fuerza en un campo de conducta
que cambia continuamente con la variable configuración de los
jugadores, y dirige sus acciones. "Todos los actos motores de los
jugadores (al cambiar de dirección en el campo) están relacionados
con el cambio de dirección visual. No se trata ciertamente de un
caso de pensar lógico, ya que los pensamientos, en sentido vulgar,
son ajenos al jugador. El nada sabe de ellos; en su estado de ten-
sión la situación visual produce el acto motor directamente".
Debemos preceder nuestros próximos ejemplos de una obser-
vación más general. Nuestro ámbito conductal contiene cosas y los
vacíos correspondientes entre ellas. En general, las fuerzas que re-
gulan nuestra conducta se originan en las primeras y no en los
últimos. Si esto es debido a la experiencia o no, es cuestión que
debemos plantear, aunque una respuesta afirmativa no parece conci-
liable con el hecho, p. ej., de que el ciclista principiante sea
atraído por toda suerte de objetos, si bien la experiencia debe
haberle enseñado los contundentes efectos de una colisión. Aun
así, cada objeto saliente de su ámbito conductal lo atraerá, sea éste
una mujer que lleva un cochecito o un pesado autocamión. El mero
hecho de hablar de objetos "salientes" en un ámbito, indica heteo
rogeneidad: donde está el objeto hay más que donde está el vacío.
Por supuesto, el vacío puede tornarse la parte más saliente, y
entonces hay más en el vacío que en los objetos de alrededor; es
decir, el vacío es ahora el centro de atracción. Otra cita de Hart-
genbusch puede aclarar este punto: "El arco enemigo visto desde
64 K. KOFFKA

el lado atacante estaba aparentemente amurallado, excepto por un


pequeño agujero en la izquierda. Desde mi posición detrás del arco
amenazado, veo cómo el medio zaguero izquierdo enemigo toma la
pelota, fija la vista en el agujero y con todas sus fuerzas patea
la pelota a través del único punto abierto." Cuando ulteriormente
le pregunté qué había sentido en aquel momento, el afortunado ju-
gador replicó, 'Yo sólo vi un agujero'. "No obstante, el fútbol
también da evidencia de nuestra proposición, o sea que más bien
son los objetos los puntos dominantes, los centros de fuerza, y no
los vacíos. Además, los jugadores deben aprender a fijarse en el
espacio vacío y olvidarse del arquero: "Cuando un experto sigue
atentamente un partido de fútbol, siempre notará que el arquero,
parado frente a un arco relativamente amplio, es a menudo mucho
más golpeado de lo que se puede calcular por los meros puntapiés
accidentales de los contrincantes" (p. 49), aun previsto el hecho
de que el arquero, toda vez que pueda, tratará de interceptar la
pelota. Nuestro autor continúa luego: "El arquero constituye un
punto saliente en el espacio, que atrae los ojos de los jugadores con-
trincantes. Si la actividad motriz tiene lugar mientras los ojos del
jugador están fijos en el arquero, entonces la pelota genereshente
irá a dar junto a él. Pero cuando el jugador aprende a reconstruir
su campo, a desplazar el «centro de gravedad» fenomenal del arque-
ro a otro punto del espacio, el nuevo «centro de gravedad» tendrá
la misma atracción que tuvo antes el arquero."
El siguiente ejemplo de Hartgenbusch agrega un nuevo punto,
además de dar una bonita ilustración del hecho de que la conducta
acaece en un ámbito conductal, También éste requiere una breve
introducción. Si ejercitamos nuestra fuerza muscular, digamos le·
vantando pesas, debemos mantener nuestro cuerpo en equilibrio;
esto presupone cierto tono general de nuestra musculatura, determi-
nado por nuestra tarea y por las condiciones mecánicas bajo las
cuales tiene lugar el ejercicio. El punto claramente señalado por
Hartgenbusch es que este equilibrio del cuerpo, esta forma peculiar
de fijarlo en el suelo, no depende sólo del ámbito geográfico, sino
también del de la conducta, aun en aquellos aspectos que no aca-
rrean efectos directos mecánicos o gravitacionales. Hartgenbusch
nos habla de una competición entre "grandes atletas" donde las
performances, contra todo lo esperado, no alcanzaron siquiera los
ti:
3 Modificado de conformidad con el original. El término inglés sirve para
un juego rudo pero no tonto.
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 65

récords anteriores. "Uno de los competidores encontró la solución


del enigma. El lugar donde la competición tuvo lugar fué una sala
tan fuertemente iluminada que no había ningún punto fijo visible
donde los levantadores de pesas pudiesen posar la vista... La
estabilidad correspondiente a una orientación fija en el espacio,
necesaria para el levantamiento de grandes pesos, no pudo lograrse
en las condiciones existentes dentro de una sala brillantemente
alumbrada, y en consecuencia, los récords esperados no se produ-
jeron" (p. 49). De tal modo, vemos que los objetos de la conducta
son dinámicos no sólo en el sentido de que encaminan la conducta
en varias direcciones, sino también porque pueden dar dominio,
estabilidad y equilibrio.
Mis ejemplos deben haber mostrado el sentido del término
campo de la conducta con sus propiedades dinámicas y la utilidad
de este concepto. Hay muchas ramas de la psicología donde la
explicación no necesita ir más allá, otras donde sólo necesitará
un ligero suplemento. Así la descripción de una mentalidad dife-
rente de la propia, ya sea la de los niños, o la de pueblos primi-
tivos, será completa si los campos de conducta de estos seres, junto
con la conducta que estos campos demandan, son descritos correc-
tamente. Una labor como la realizada por Lévy-Bruhl sobre los
primitivos y por Piaget sobre los niños es, precisamente, esa des-
cripción. La cuestión de si las descripciones de Lévy-Bruhl y Piaget
son correctas o no, no tiene cabida aquí, pues aun cuando fuesen
erradas, la descripción verdadera sería del mismo tipo; sería la
descripción del campo de un ámbito de conducta con los yo dentro.
La teoría de la conducta de acción y emoción de Lewin, contiene
este campo de la eonducta como núcleo, aunque deba franquear
sus límites. Finalmente, cuando nosotros o los novelistas o los his-
toriadores describimos la conducta, lo hacemos en función de las
fuerzas del ámbito de conducta, aun cuando nosotros, e igualmente
usamos terminologías enteramente diferentes.

Insuficiencia del ámbito conductal como campo psicológico. No


obstante, hay razones decisivas para que no podamos aceptar el
ámbito de la conducta como aquel campo psicológico que va a ser
nuestra categoría explicatoria fundamental. Ellas derivan de tres
fuentes: 1) la posición ontológica del ámbito de la conducta, 2 ) la
relación entre los ámbitos de conducta y geográfico, 3) la insufi-
ciencia del campo de la conducta. Analicémolas una por una.
66 K. KOFFKA

1) POSICIÓN ONTOLÓGICA DEL ÁMBITO CONDUCTAL. Estoy segu-


ro de que al leerse la descripción de las propiedades dinámicas del
ámbito de la conducta debe de haberse sentido cierta sensación de
repugnancia al aceptar el ámbito de la' conducta como si se tratase
de un concepto verdaderamente explicatorio. Quizá se haya dicho
que estoy usando una palabra con un significado bien definido en
un contexto donde no puede caber tal significado. Me refiero a la
palabra fuerza. "La fuerza -se puede argüir- tiene un significado
definido en el mundo físico, pero ¿qué puede significar en el
ámbito de la conducta? La fuerza pertenece decididamente al mun-
do físico, es algo construído y no dado; sin embargo, ha sido
tratada como una, propiedad, también, del mundo de la conducta.
Es llevada desde su propio universo a otro donde no cabe. Aunque
las descripciones sean adecuadas, aunque se admita que uno puede
hablar de la fuerza de atracción ejercida por un señuelo, de la
fuerza de repulsión ejercida por un peligro, esto no sería más que
una descripción; mientras que fuerza en física es un término expli-
catorio, la causa de los cambios. Pero, junto con el descriptivo, se
ha introducido de contrabando el significado explicatorio en el
mundo conductal. Y, hasta se han usado fuerzas conductales para
explicar la conducta real, es decir, el movimiento físico, cuando está
claro que el movimiento físico sólo puede ser producido por fuer-
zas físicas. Más aún, no se ha dicho dónde existe el mundo conduc-
tal, dónde está su posición y sitio ontológico. Hay dos sustancias,
una física y otra mental, ¿ consiste el mundo conductal en esta
última? Si así fuera, ¿implicaría este dualismo un interaccionismo
entre mente y cuerpo? En tal sistema, ¿interferirían fuerzas meno
tales con el orden físico de los sucesos? Resulta claro que esta inter-
acción no puede ser del tipo tradicional donde el alma como el
yo, el uno mismo, entidad mental, controle las acciones del cuerpo,
un ente físico; pues en este sistema, el cuerpo está también contro-
lado por objetos mentales que pertenecen al yo. Pero aunque la
interacción fuese de un nuevo tipo, todavía habría dualismo, y
nosotros rechazamos, en la introducción, cualquier sistema que con-
tuviese dominios de existencia separados". Admito cada palabra
de este razonamiento, aunque debo mencionar que parece haber una
posible vía de salida, la indicada por Lewin. Se puede argüir que
términos como fuerza, campo y muchos otros, tienen un sentido
mucho más lato que el que se les asigna en física, y que el último
es sólo una posible especificación del primero. Unos simples ejem-
plos aclararán esto: si se llenan de agua dos recipientes hasta di.
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 67

ferentes niveles y se comunican luego por la base, el agua pasará


de un vaso al otro a causa de la diferencia de presión que da lugar
a una fuerza. Este es un movimiento puramente físico; pero ahora
consideremos este ejemplo: América tenía superabundancia de oro,
mientras en Europa escaseaba sensiblemente; ¿qué sucedió? El oro
cruzó el océano. ¿No es este ejemplo, en sus aspectos formales,
completamente similar al hidrodinámico? Se produce un movimiento
a causa de una diferencia en algo que se llama presión en el caso
término que podría corresponder, también, al caso econó-

Otro ejemplo: En la Rusia Soviética ha surgido una nueva y


demanda de todo tipo de artículos; la consecuencia es que
fábricas están trabajando día y noche y que se construyen más
más fábricas; en el resto del mundo la oferta excede a la dernan-
con el resultado de que más y más fábricas disminuyen su
o cierran completamente... y esto no es una descrip-
de nuestra crisis económica, sino un simple ejemplo. De modo
debemos plantear la cuestión: ¿ Quién produce los artículos?
máquinas en la fábrica; sí, pero también la demanda de ar-
; o sea, una fuerza muy diferente de la física y, sin embargo,
en sus consecuencias. Resumiendo: así como hemos intro-
un campo de conducta, podemos introducir un campo eco-
y también este campo tendría sus líneas de fuerza, y, por
ninguna objeción podría levantarse contra la inclusión de
en el ámbito de la conducta, ni siquiera por atribuírseles la
producción de movimientos corporales reales. La demanda hace gi-
las ruedas y los barcos transportan oro y mercaderías de costa
costa. Las fuerzas económicas, entonces, que producen consecueñ-
económicas, lo consiguen a través de movimientos físicos me-
diadores. Al mismo tiempo, el economista no presume la existencia
una sustancia especial, digamos Comercio, con C mayúscula; del
modo, el psicólogo que trata campos de conducta no necesita
una sustancia especial, el alma.
Este es un excelente razonamiento que puede llevar a conse-
de gran alcance en la filosofía de la ciencia. Mas, perso-
no lo encuentro del todo satisfactorio, puesto que, como
deja en completa oscuridad la relación entre un tipo de efecto,
físico, y el otro, el de conducta o economía. Yo quiero uno y el
universo racional donde todos los sucesos puedan tener
ya que la acción se define dentro de un solo universo discur-
y no de uno al otro. La argumentación que tomé prestada de
68 K. KOFFKA

Lewin puede llevar a una definición de tal universo discursivo


general y puede, por tanto, afectar radicalmente nuestra concepción
de la realidad. Pero antes que este razonamiento se desenvuelva
en un sistema consistente, epistemológico y metafísico, prefiero en-
frentar la refutación que insinué podría alzarse contra mi uso de
las fuerzas de la conducta de dos maneras diferentes.
Como ya dije, admito la evidencia de este argumento; es decir,
admito que en nuestras explicaciones definitivas no podamos tener
sino un universo discursivo y que debe ser aquel del cual la física
nos ha enseñado tanto. No sólo es la energía, consumida en nues-
tra conducta, de origen químico, sino que las fuerzas responsables
de cada movimiento individual también deben ser consideradas
como físico-químicas. El organismo es un sistema físico-químico por
sí mismo, aunque dependa para su existencia del ámbito geográfico,
y sus acciones deben ser explicadas esencialmente en función de los
procesos que se realizan dentro de este sistema. Si una acción es
reducible a una sucesión causal de procesos orgánicos, se torna
claro, entonces, el por qué de la reducción a un solo universo
discursivo, que sería aquel en que los movimientos reales tienen
lugar. No sería entender bien la tendencia de este razonamiento,
pensar que excluye el uso del concepto de campo. Todo lo contra-
rio; la conducta debe ubicarse en el mundo físico, entonces el
concepto de campo, instrumento tan poderoso en física, debe apli-
~arse a la conducta. Nuestro razonamiento niega, simplemente, que
este concepto de campo pueda ser idéntico al concepto de ámbito de
la conducta.
2) LA RELACIÓN ENTRE LOS ÁMBITOS CONDUCTAL y GEOGRÁFICO.
Nuestra segunda razón contra esta identificación se basa en la
relación entre el ámbito de conducta y el geográfico. Que el pri-
mero depende del último es una verdad innegable, aunque la forma
de esta dependencia no es de ningún modo simple y categórica. Pero
como este problema nos ocupará en el capítulo próximo, viene al
caso un punto en esta relación: nosotros suponemos que es una
relación causal, siendo el ámbito geográfico la causa de la conduc-
ta. Pero entonces aparece nuevamente la dificultad de que perte-
necen ambos a diferentes universos racionales. Pues, ¿cómo puede
una causa perteneciente a un universo lógico producir efectos en
el otro? Todas nuestras leyes causales se refieren a fenómenos den-
tro del mismo universo lógico, y, por tanto, dado que el ámbito
geográfico pertenece al universo de la física, exigimos que sus
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 69

efectos le pertenezcan igualmente. De este modo, otra vez nos vernos


arrastrados fuera del ámbito de la conducta; nos vemos compelidos a'
sustituirlo por algunos fenómenos en el organismo físico real. Por
supuesto, esta cuestión no siempre nos interesa. Nosotros daremos
por sentada la respuesta o la dejaremos a la expectativa y nos ocu-
paremos de otros problemas. La ciencia siempre trabaja en diferen-
tes planos, y la labor en los planos superiores puede proseguir
por largo tiempo sin referirse a la labor en los inferiores. De este
modo, la química ya era una ciencia muy avanzada antes de vincu-
larse con la física, y aun hoy no es absolutamente posible reducir
concretamente todos los fenómenos químicos de la acción de proto-
nes y electrones, aunque cada ciencia esté convencida que, en prin-
cipio, tal reducción es posible.
Nuestro razonamiento presente, por tanto, sólo significa que,
como concepto fundamental en un plano inferior, el campo psicoló-
gico no puede ser idéntico al ámbito de conducta, pues, como con-
cepto fundamental, el campo no puede darse por sentado, sino que
debe estar relacionado causalmente con el ámbito geográfico. Al
mismo tiempo hemos señalado que 1'1 psicología actúa en diferentes
planos y que en algunos de ellos puede estar el ámbito de conducta,
si no el campo entero, al menos una parte de él.

3) INSUFICIENCIA DEL ÁMBITO DE LA CONDUCTA. La totalidad


de nuestra conducta no es explicable en función del ámbito conduc-
tal. Hay pOT lo menos tres tipos rliferentes de conducta para los cua-
les no puede encontrarse un ámbito conductal apropiado. Los anali-
zaremos uno por uno.

a) Los LLAMADOS REFLEJOS. En cada momento de nuestra


vida, el tono de nuestra musculatura está perfectamente regulado.
Si no lo estuviera, no podríamos ni sentarnos, ni pararnos, ni ca-
minar. Pero todos estos a i ustes se cumplen sin que sepamos de ellos;
no hay ámbito de conducta para ellos. Lo que es cierto de los
reflejos tónicos puede aplicarse también a los llamados fásicos.
Proyectarnos un fuerte rayo de luz en los ojos de una persona y
sus pupilas se contraen; retiramos la luz y se dilatan nuevamente.
Ahora bien; se puede decir que aquí existe un ámbito conducta] en
tanto la persona vea la luz que viene y se va. Pero aun así, su
conducta le es completamente desconocida; ella ignora totalmente
los movimientos de las pupilas si no se lo dicen, y aun así, nunca
llega a advertirlos. De este modo, aunque pueda existir un ámbito
70 K. KüFFKA

conductal en este caso, faltaría la conducta fenomenal. Por otra


parte, que haya o no ámbito conductal no hace diferencia. Las
pupilas de un boxeador que ha perdido el conocimiento todavía
reaccionan.
Es cierto, entonces, que si el concepto de campo se aplica a tales
reflejos, no puede ser el mismo que el ámbito conductal. Se puede
estar tentado, por supuesto, de excluir el concepto de campo de la
explicación reflexológica; esto es lo que se ha hecho. Los reflej os
eran el prototipo de la pura relación entre reacción y estímulo; y
parecen casos patentes de conducta en un ámbito puramente geográ-
fico. Ello implicaría que hay dos tipos de conducta entre los cuales
puede establecerse una distinción tajante, el condicionado por el
campo,' y el qúe no lo está; es decir, que habría conductas depen-
dientes de un ámbito conductal y otras no. No obstante, no hay
una separación tan absoluta. Una acción puede estar más o menos
determinada por el ámbito de la conducta, sin que haya una línea
de división precisa. En consecuencia, no debemos aceptar una con-
ducta que no esté de algún modo condicionada por el campo. Pero
entonces, su campo no puede ser el ámbito de la conducta.
b) FUERZAS QUE DETERMINAN LA CONDUCTA DEL ÁMBITO CON-
DUCTAL. Las fuerzas que determinan nuestra conducta no siempre
serán aquellas que creemos determinantes. Podemos hacer algo a
fin de agradar a X, como pensamos, cuando en realidad lo hacemos
para molestar a Y, que no necesita estar presente, ni en nuestro
pensamiento. El psicoanálisis, en sus varias formas, ha sacado a
luz tales hechos, y su tendencia general quizá pueda considerarse
la prueba de que todas nuestras acciones son de este tipo, reduc-
tibles a unas pocas fuerzas subterráneas totalmente ausentes de
nuestro campo de conducta. Pese a todo lo que puedan haberse
excedido los psicoanalistas, sigue siendo cierto que ese tipo de
actos existe, que no pueden explicarse en función del ámbito de
la conducta y que son tan semej antes al resto de la conducta que
exigen un concepto explicatorio común. Dado que el concepto de
campo es aplicable a toda conducta, otra vez parece que el campo
psicológico no puede ser idéntico al ámbito de conducta.
c) MEMORIA. Por otra parte está la memoria. La memoria de-
termina nuestro campo de conducta, pero no puede, en la medida que
lo determina, utilizarse como argumento contra su universalidad.
Que yo hable con A a quien conocí ayer, y no con B, a quien nunca
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 71

vi antes, se debe al hecho de que A es, en mi ámbito de conducta,


una persona familiar, y B un extraño. Mas hay otros casos en que
la memoria determina la conducta sin la mediación de un campo
conducta!' Los rápidos y exactos movimientos de un mecanógrafo
no pueden explicarse en función del ámbito de la conducta actual,
lo mismo que la ejecución de Kreisler o el juego de tenis de un
Tilden o un Cochet. Todo un entrenamiento previo entra en sus
rendimientos presentes, pero este entrenamiento no pertenece al
actual ámbito conductal, La destreza no es, empero, el único efecto
de la memoria que cae fuera del alcance del ámbito conductal. Pien-
so en una persona, una ciudad, una montaña, pero no puedo re-
cordar su nombre. Hago un gran esfuerzo por traerlo a la memoria
pero nada consigo. Así que abandono la búsqueda: y me dedico
a otra cosa, cuando, repentinamente, aflora el. nómbre deseado.
He aquí nuevamente un tipo de conducta que tiene lugar sin ámbito
de conducta, pero que debe ser, aun así, el resultado de ciertas
fuerzas operativas, un proceso como los demás procesos del campo.
"INCONSCIENTE". Llamar a los hechos mencionados en b) y e)
inconscientes o subconscientes, en nada nos ayuda. Aquí vemos la
ventaja de nuestra terminología, pues mientras la palabra conscien-
te permite la formación de nuevos vocab~ mediante la adición de
prefijos como "in" y "sub", el ámbito conductal no puede conver-
tirse en un "in" o "sub" ámbito conductal, sin perder totalmente
su significado. Habiendo afirmado que la palabra conciencia sólo
debe usarse como equivalente a experiencia directa, esto es, conte-
niendo el ámbito conductal y la conducta fenomenal del yo, debe-
mos renunciar al uso de los términos inconsciente y subconsciente.
No obstante, alguna razón habría para que estas voces fueran acu-
ñadas y aceptadas tan ampliamente; ¿por qué no distinguen los
.psicólogos simplemente entre consciente y procesos meramente fi-
siológicos? Creo que la respuesta estriba en el hecho de que los
procesos fisiológicos no fueron tratados como procesos pertenecien-
tes al campo, mientras que los procesos llamados inconscientes o
subconscientes tenían propiedades bien definidas que en nuestra
terminología llamamos propiedades de campo. Si conservamos en-
tonces las propiedades del campo en los procesos fisiológicos, no
nos sentiremos ya inclinados a hablar de procesos inconscientes. Si
pasamos revista a los hechos presentados bajo el encabezamiento de
"Insuficiencia del campo de la conducta", nuevamente nos veremos
forzados a tornar a los hechos fisiológicos.
72 K. KOFFKA

Balance. ¿Cuál es, entonces, el balance de esta dilucidación?


Hemos tenido pérdidas y ganancias. La ganancia consiste en el es·
tablecimiento de un único universo racional. El campo físico de un
ámbito geográfico actúa sobre un objeto físico, el organismo, e
influye en el campo fisiológico de ese organismo; los acontecí-
mientas en el campo fisiológico, a su vez, tienen lugar incidiendo
sobre el campo geográfico y, en consecuencia, sobre el campo fisio-
lógico. Se nos presenta un problema exclusivamente de física, como
plicado por la relación de los campos interactuantes, el físico y el
fisiológico, y por la enorme complejidad del último. Mas aunque
complejo, el problema ya no es oscuro; sus términos nos son ase-
quibles y, como cuestión de principio, podemos seguir cada suceso
desde el comienzo hasta el fin, durante su curso entero, sin tener
que saltar de un universo a otro.
Pero nuestra pérdida es igualmente visible. Si nos detenemos
aquí, habremos renunciado a todas las ventajas que el ámbito de
la conducta reportó a nuestro sistema. Yana tratamos más con
hechos psicológicos sino con pura fisiología. En realidad, esta con-
secuencia no les parecerá, a muchos psicólogos, una pérdida sino
una ganancia y probablemente ahora estarán tentados de hacer este
comentario: "Si Ud. quiere explicar toda la conducta como una
función fisiológica, ¿por qué introduce siempre el ámbito de la
conducta?" Nosotros teníamos puestas grandes esperanzas en nues-
tro ámbito conductal. Con ayuda de este concepto pensamos que
podríamos elaborar una psicología aceptable para el historiador, el
artista y el filósofo, incluyendo motivación, belleza y racionalidad.
y ahora tenemos que volver atrás y refugiarnos en la mera fisiología.
¿No equivale esto a renunciar a la conducta masiva y a colocar en su
lugar la conducta molecular? ¿No estamos anulando nuestro propio
propósito? Y finalmente, ¿cómo hemos de esperar construir un
sistema de psicología sobre una base puramente fisiológica, cuando
nuestro conocimiento del sistema nervioso central es casi nulo?
¿Un tipo nuevo de psicología especulativa no invalidaría la fase
experimental? El ámbito de conducta es algo que conocemos, en
tanto nuestro campo fisiológico es una magnitud totalmente des.
conocida.
Tal el saldo de nuestro balance. Y si observamos el activo y el
pasivo surgidos durante nuestra incursión en el campo fisiológico
veremos que es ahí donde se encuentra el origen de la guerra
desencadenada entre las diferentes escuelas psicológicas. Quienes con-
sideraron que era el activo lo único que contaba, se volvieron con-
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 73

ductistas, pensando tan poco en su pasivo como suelen hacerlo los


deudores. Aquellos, por otra parte, que eran deudores conscientes
y sobre quienes el peso del pasivo gravitaba como una carga in-
soportable, no pensaron para nada en el activo y se volvieron
psicólogos "comprensivos". Entre estos extremos encontramos toda
suerte de arreglos. Pero todos fueron insatisfactorios, porque no su-
pieron encontrar el modo de aprovechar el activo pagando el pasi-
vo. Esto es lo que debemos hacer si queremos ser honestos y prose-
guir el trabajo de acuerdo con un plan que nos conduzca largo
tiempo y nos salve de la perpetua amenaza de una bancarrota inmi-
nente. 0, para elegir otra metáfora, debemos saber adónde vamos
y estar convencidos de que el camino que transitamos nos lleva a
nuestra meta. Viene a mi memoria ahora un episodio de mis días
de estudiante. Un compañero mío con quien marchaba a casa me
hizo la siguiente pregunta: "i Sabes tú adónde nos lleva la psicolo-
gía que estamos aprendiendo?" Yo no pude responder a la pregunta,
y mi compañero, después de graduarse de doctor, abandonó la
psicología como profesión y es actualmente un autor conocido. Pero
yo era menos honesto y menos capaz, de suerte que persistí en
mi ocupación. Sin embargo su pregunta nunca cesó de preocuparme,
de modo que estaba listo a aferrarme de la primera oportunidad
que se me ofreciese de encontrar una respuesta.

La relación crucial entre los campos de la conducta y el fisiológico.


Así como no olvidé esta conversación casi casual, otra conversación
con otro colega ha quedado en mi memoria, como uno de los mo-
mentos decisivos de mi vida. Tuvo lugar en Francfort, sobre el
Maine, a principios de 1911. Wertheimer acababa de terminar sus
experimentos sobre la percepción del movimiento en los cuales
Kóhler y yo habíamos sido los principales ayudantes. El me propu-
so, entonces, decirme el propósito de sus experimentos que yo, como
buen asistente subordinado, ignoraba por completo. Por supuesto,
ya antes había tenido muchas discusiones con ellos dos. ¿ Cómo
hubiera podido vivir en constante contacto con Wertheimer sin
aprender algunos aspectos de la Teoría de la forma (Gestalt), aun en
aquellos viejos tiempos. Aquella tarde, empero, él dijo algo que
me impresionó más que cualquier otra cosa; esto es, su idea acerca
de la función de la teoría fisiológica en la psicología, la relación
entre la conciencia y los procesos fisiológicos subyacentes, O en
nueva terminología, entre el campo de la conducta y el
fisiológico, Plantearlo <tu estos nuevos términos, sin emhar.
74 K. KOFFKA

go, no es completamente justo, pues este planteo mismo, sólo fué


posible por el concepto de Wertheimer; antes, nadie pensaba en un
campo fisiológico, o para el caso, de la conducta.

LAS TEORÍAS FISIOLÓGICAS TRADICIONALES SOBRE LA CONDUCTA Y


LA CONDUCTA. ¿ Cuáles eran, pues, las presunciones fisiológicas co-
rrientes por aquella época? Se describían los procesos nerviosos
como sucesos de un único tipo: excitaciones que se inician en
alguna parte, se desplazan a lo largo de un nervio, son transpor-
tadas a otro nervio, de éste a Un tercero, hasta que, finalmente,
provocan una contracción muscular o una secreción glandular. La
enorme complejidad de la conducta no era explicada por una corn-
plej idad igual de tales procesos, sino sólo por una combinación de
multitud de procesos separados, todos del mismo tipo pero produ-
cidos en distintos lugares. El sitio de una excitación se convirtió
en el aspecto más interesante de ella; se introdujo la más diversa
variedad de procesos simplemente para poder responder de las dife-
rentes modalidades y cualidades sensorias; las primeras aparejadas
a las diferencias locales, las segundas no. Los estímulos sonoros
producían excitaciones en las fibras del nervio acústico, eran trans-
mitidas luego a la zona temporal de la corteza, excitaban allí las
células del ganglio según los modos específicos de reacción, corres-
pondientes a los atributos de las sensaciones tonales; y los estímu-
los luminosos igualmente producían excitaciones que se propagaban
hasta la .corteza occipital produciendo en las células excitaciones
que, a causa de la naturaleza diferente de estas células, diferían de
los procesos en la corteza temporal. Una y la misma célula occipital,
empero, debe ser capaz de recibir distintos tipos de excitaciones.
Dado que en este sistema de hipótesis fisiológicas hay una relación
fija entre la célula cortical y la célula de la superficie sensoria,
por ejemplo entre una célula de la corteza óptica y un cono en la
retina, la misma célula cortical será excitada cuando el mismo cono
sea excitado. Ahora bien, el mismo cono puede ser excitado por
luz de diferente longitud de onda con el resultado de que el organismo
ve distintos colores. Consecuentemente, las mismas fibras nerviosas
y células ganglionares, desde el cono a la corteza, deben de poder
reaccionar de modos diferentes.
Esta, sin embargo, fué la única variedad cualitativa concedida
a los procesos nerviosos; aparte de que toda la complejidad era
explicada por la combinación de excitaciones celulares diferentemen-
te localizadas. No hay que maravillarse de que la cuestión de la
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 75

localización cerebral resplandeciese tanto en el horizonte psico-


lógico.
Como dije, esta forma de teoría fisiológica prevaleció en 1911;
debo agregar que diez años antes el gran fisiólogo J. von Fries
probó ampliamente que era notoriamente errónea. No fué capaz, sin
embargo, de reemplazarla por una teoría adecuada, y de este modo
la viej a teoría sobrevivió como si nada hubiese pasado; ciertamen-
te, esta teoría tiene una constitución de hierro, y de tanto vigor goza-
ba aún en 1929, que Lashley, en su comunicación presidencial a la
American Psychological Association, leída ante el noveno Congreso
Internacional de Psicología de Yale, intentó darle un nuevo golpe
de gracia. El material contra la teoría se había acumulado enorme-
mente desde la famosa disertación de Kries; el ataque de Lashley
pareció, ciertamente, mortal, pero la teoría parece tener una vida
milagrosa, puesto que persiste hasta el día de hoy.
Los PROCESOS FISIOLÓGICOS MOLECULARES SON TOTALMENTE DI-
FERENTES DE LOS DE LA CONDUCTA. Por tanto, vale la pena particu-
larizar algunos de sus aspectos salientes. En primer lugar está lo
que Tolman llama molecular. No se pueden encontrar característi-
cas de masa en las excitaciones nerviosas, la suma de las cuales
constituye la actividad nerviosa. En segundo lugar, esta teoría de
los procesos fisiológicos subyacentes a la conducta con su ámbito,
o, como se dijo anteriormente, subyacente a los fenómenos de con-
ciencia, fué construida casi en total independencia de la conducta
de masa o fenómenos conscientes. Estos últimos concluyeron sólo
mediante la introducción de las diferencias sensorias cualitativas que
mencionamos más arriba. Los hechos anatómicos, interpretados en
forma particular, aparentaban revelar una cantidad de estructuras
separadas: los neurones; y ciertamente, son los hechos anatómicos
la base principal de esta teoría. Pero, esta teoría no sólo es inde-
pendiente de la observación de la conducta psicológica, sino que ha
ejercido también una decisiva influencia sobre tal observación. La
descripción de la ponducta como combinación de multitud de re-
flej os, originales o condicionados, y la descripción del ámbito de
conducta en función de sensaciones tales como elementos mentales,
son ambas similares en cuanto a lo formal. Cuando se creó la
moderna psicología experimental, la teoría de la sensación no
surgió con ella, sino que se tomó de los viejos sistemas especulati-
vos. Que permaneciera indiscutida por tan largo tiempo, que se
tornase parte y parcela de la psicología moderna, débese sin duda
76 K. KOFFKA

a la teoría fisiológica originada en descubrimientos anatómicos. Se


evidencia aquí cómo los hechos dependen de las teorías y, en con-
secuencia, cuán falsa es la afirmación de que una teoría no es más
que la formulación concisa de hechos independientes.

UNA RELACIÓN PURAMENTE FÁCTICA. En tercer lugar, en esta


teoría, como consecuencia de las dos características ya demostradas,
la relación entre conducta de masa y ámbito de conducta por una
parte, y los procesos fisiológicos sJilJyacentes, por la otra, es pura·
mente fáctica. En su esencia son totalmente diferentes; ¿ no sub-
rayó Wundt el hecho de que la sensación de azul y su correspon-
diente actividad neural, no tenían nada, absolutamente nada, en
común? O podría haber algo más enfático que el aserto: "El peno
samiento y los sentimientos deben verse, desde cualquier perspec-
tiva, como fundamentalmente distintos de todo proceso material, así
como los movimientos de los átomos y moléculas del cerebro como
fundamentalmente distintos de los penoamientos y sentimientos"
(Stout, 1913, p. 16). l.Y acaso no escribe Tolman en su obra
publicada en 1932: ": Sostendremos por nuestra parte ... que 'los
actos de conducta', aunque en indudable correspondencia unívo-
ca con los hechos moleculares de la física y la fisiolozia subya-
centes, tienen, en tanto todos mssivos, ciertas propiedades emergen-
tes que les son características?" (p. 7). Interpretando que esta
afirmación significa que, en tanto se trate de masa, la conducta es
fundamentalmente distinta de los procesos fisiológicos moleculares
subyacentes, podremos engarzar este tercer punto con el primero.
La teoría debe ser condenada en sus tres cláusulas. La presun.
ción de procesos moleculares puramente fisiológicos, está erigida
sobre una base empírica mucho más frágil; pues, o da por resul-
tado una interpretación molecular de la conducta y la conciencia, lo
cual se contradice con los hechos, o divide completamente las do~
series de procesos, fisiológicos y de conducta o conscientes, mien-
tras que al mismo tiempo establece la más íntima relación posible
entre ellas considerando la una como correlativa de la otra, aunque
dejando completamente en la oscuridad la naturaleza de esta co-
rrelación.

LA SOLUCIÓN DE WERTHEIMER. ISOMORFISMO. Ahora podrá el


lector comprender la contribución de Wertheimer; ahora verá por
qué SUs hipótesis fisiológicas me impresionaron más que ninguna
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 77

otra cosa. En dos palabras, lo que él dijo equivalía a esto: Consi·


deremos los procesos fisiológicos no como fenómenos moleculares
sino masivos. Si así lo hacemos, todas las dificultades de la vieja
teoría desaparecen. Pues si son fenómenos masivos, sus propie-
dades masivas serán las mismas que la de los procesos conscientes
que se supone fundamentan. Si esto es así, nuestros dos dominios,
en lugar de estar separados por un abismo insalvable, se acercan
tanto cuanto es posible, con la consecuencia de que podemos usar
nuestras observaciones sobre el ámbito de la conducta y la conducta
como datos para la elaboración concreta de las hipótesis fisiológi-
caso Entonces, en lugar de tener sólo una clase de tales procesos,
nos encontramos con tantas como procesos psicológicos distintos
hay y la variedad de las dos clases debe ser la misma.
PROCESOS FISIOLÓGICOS MASIVOS. Sin embargo, esta teoría po-
drá parecer puramente verbal en tanto ignore qué son los procesos
fisiológicos de masa. ¿No estaremos incorporando nuevas entidades
en la fisiología y, por tanto, en la ciencia, incompatibles con los
principios de la ciencia? ¿No es la física una ciencia molecular por
excelencia? Wertheimer comprendió que no era así; y sabía, en
consecuencia, la falsedad de esta objeción. Pero le tocó a Kóhler
(1920) evidenciar la falacia del razonamiento demostrando que la
física es una ciencia masiva. La denominación "teoría atómica"
parece probar lo contrario, pero sólo a un observador superficial.
Recojamos el ejemplo más simple que podemos encontrar: el agua
se explica, por la teoría atómica, como un compuesto de dos ele-
mentas, hidrógeno y oxígeno, de tal índole, que consiste en molécu-
las, cada una de las cuales está compuesta de tres átomos, dos de
hidrógeno y uno de oxígeno. Más aún, el hidrógeno no se da en
la naturaleza compuesto de átomos separados de hidrógeno, sino
de moléculas de hidrógeno, cada unyntegrada por dos átomos de
hidrógeno. De este modo tenemos H, H 2 , H 2 0 . Esto suena como si
se tratase de una teoría decididamente molecular, pero no hay nada
de ello, pues H, H 2 , Y H 2 0 tienen todos distintas propiedades que
no pueden ser derivadas de la suma de propiedades del H y el O.
y de acuerdo con esto la física se esfuerza en construir modelos
de átomos y moléculas que son tan diferentes unos de otros como
las sustancias realmente observadas, El átomo simple de hidrógeno
consiste en un proton y un electrón en una relación dinámica bien
definida, expresada en los términos de la teoría de Rutherford-
Boh~. según órbitas que describe el electrón al girar alrededor del
78 K. KüFFKA

protón." En H2 se han combinado dos átomos de hidrógeno, pero


¿ qué ha sucedido? Se ha formado un sistema completamente nuevo
con dos protones y dos electrones, y los movimientos de este nuevo
sistema, las fuerzas activas en cada momento, son totalmente dife-
rentes de los movimientos en el sistema H. En la molécula de agua
simple, j cuánta complej idad y qué estructura distinta de la de los
átomos de H y de O! Es erróneo decir que este sistema consiste
en dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, pues ¿ cómo vamos
a encontrarlos en él? Visto de esta manera, el análisis químico que
resuelve el agua en hidrógeno y oxígeno, significa sólo que un tipo
de sistema se ha transformado en otros tipos de sistemas y que en
esta transformación ciertos caracteres, como masa total, han perma-
necido constantes, pero no significa que el agua sea nada más
que hidrógeno más oxígeno, combinados en cierta proporción.
La teoría molecular y la categoría de sustancia. La falacia con-
tenida en afirmaciones como esta última, tiene un origen remoto.
El constructor apila los ladrillos y levanta su casa. El sabe que así
como la construye puede destruirla, que se maneja con ladrillos y
que, después de todo, su casa no es más que ladrillos. Pero se
olvida de que ha apilado los ladrillos en un campo gravitacional
y que sin campo gravitacional tan difícilmente podrá construir su
casa como sin ladrillos. Los ladrillos, empero, son a tal punto más
palpables que la gravitación que sólo piensa en ellos, y así se forja
su concepto de realidad. La sustancia asume para el pensamiento
humano el papel de corporizar lo real. La teoría molecular no es
sino una aplicación de esta idea. Fundamentalmente, deriva de un
principio selectivo aplicado a nuestra apreciación de la realidad.
¿En qué consiste la realidad de una casa, o de la conducta masiva?
La pregunta se torna incontestable cuando tratamos de resolverla
en función de la mera sustancia. De igual modo, una molécula pier-
de su realidad si la describimos sólo en función de los átomos.
Nosotros hemos desistido de protones y electrones, así como hemos
desistido de ladrillos, en el ejemplo de la casa y de nuestros refle-
jos, en el caso de la conducta masiva.
Pero esta dificultad surge sólo para el filósofo y no para el
arquitecto o el físico. El físico está lejos de tan crudo realismo.

4 Aunque la teoría de Rutherford-Bohr ha sido abandonada, las consecuen-


cias que nosotros extraemos de ella son las mismas, en diferentes aspectos, de
las teorías más modernas. A ese fin, en nuestro texto usamos las formas más
simples y fácilmente inteligibles de la teoría atómica. Véase Eddington,
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 79

De hecho se encuentra con que es cada vez más y más difícil poner
las manos sobre "sustancias". Los campos de fuerza organizados
asumen para él la realidad principal. La proposición: el mundo
consiste en protones y electrones, carece de sentido para él, tanto
como la afirmación de que Europa está habitada por seres humanos,
carece de sentido para el historiador o el político. La segunda afir-
mación es incontestablemente verdadera, pero, ¿ayuda a explicar
la historia de Europa o la presente crisis política? Europa está
habitada por ingleses, franceses, alemanes y gran número de hom-
bres de otras nacionalidades. Pongamos a un francés en una isla
desierta, a un inglés en otra, a un alemán en una tercera, etc., y se
comportarán de un modo más o menos igual; por lo menos el hecho
de que todos ellos son seres humanos será el factor explicativo princi-
pal de su conducta. Pero el francés en Francia, el inglés en Inglaterra,
el alemán en Alemania, serán personas muy diferentes. ¿Por qué?
Porque no sólo los seres humanos son realidades, sino también las
sociedades humanas con sus instituciones, formas de gobierno, mo-
dalidades y costumbres, lenguas y literatura, artes y música, estra-
tificación social, etc. Si le negamos realidad a todo esto no podemos
ser ni historiadores ni políticos, pero tampoco podremos ser físicos
si negamos la realidad del campo de fuerzas en su distribución, o
fisiólogos si negamos la realidad de los caracteres masivos de los
procesos fisiológicos.
"Patrones fisiológicos". Quizá se pueda objetar que nadie lo
ha hecho, que la palabra "patrón fisiológico" se usa en todas
las obras y tratados sobre la materia. Convengámoslo, pero esta pa-
labra "patrón" oscurece la conclusión. ¿En qué sentido se con-
siderará real este patrón? Sólo en lo que llamaremos sentido geo-
métrico o combinatorio, sentido que podría aplicarse igualmente
cuando se arroj an los dados. Tírense seis dados; cada resultado pue-
de llamarse un patrón: 536224, 131434, 625251, etc., etc. Pa-
trón, aquí, no significa sino la combinación de hechos indepen-
dientes. Tales patrones pueden tener consecuencias muy reales. Yo
disco en mi teléfono el patrón 234 y suena la campanilla en
el despacho del presidente; si hubiese discad0479 me habría co-
municado con el departamento de psicología, etc. Esta es la clase
de realidad que se atribuye a los patrones fisiológicos, completa-
mente diferente de la clase de realidad que reclamé para los 'aspectos
masivos de la conducta y los hechos fisiológicos o físicos. Un
ejemplo que usé en una dilucidación previa, servirá para contrapo-
so K. KOFFKA

ner los dos tipos de realidad: dos condensadores aislados, de igual


capacidad, son colocados a gran distancia uno del otro en un dieléc-
trico homogéneo. Trasmito a cada uno de ellos la misma cantidad
de electricidad E. Luego, tienen los dos una carga igual. Pero esta
igualdad es una igualdad puramente lógica. Nada en el mundo me
obliga a comparar justamente estas dos cargas entre sí. Físicamente,
no hay en este caso una realidad dinámica de igualdad. Ciertamen-
te, puede alterar la cantidad de carga en uno de los condensadores
sin afectar por esto la cantidad en el otro. Cuando uno, sin embar-
go, los dos condensadores mediante un trozo de alambre, la igual.
dad de sus cargas se torna una realidad físico-dinámica. Ya no es
esta igualdad, una relación que yo pueda o no establecer por mí
mismo, sino que se ha convertido en una propiedad sistemática
de la suma de conductores, la cual ya no puede alterarse cambiando
la carga de uno de los condensadores" (1927 a, p. 178 y s.).
La igualdad en el segundo caso es una verdadera realidad, no
así en el primero. "Patrón fisiológico", sin embargo, ha sido usa-
do en el primero y no en el segundo sentido, y en consecuencia,
este término no tiene nada que ver con la realidad de las propie-
dades masivas.
Ahora sabemos qué son los procesos fisiológicos masivos. No
son una suma o combinación de procesos nerviosos locales inde-
pendientes, sino procesos nerviosos en extensión, tales que cada
proceso local depende de todos los otros procesos locales dentro
de la distribución masiva.
LA SOLUCIÓN DE WERTHEIMER y LOS HECHOS DE LA ANATOMÍA Y
LA FISIOLOGÍA. La siguiente crítica de la teoría de Wertheimer pon-
drá a prueba su consistencia con respecto a los hechos anatómicos y
fisiológicos. Estos hechos, al menos, fueron mantenidos debidamen-
te en la vieja teoría fisiológica; ¿no invalidarán ellos, por esta
misma razón, a la nueva? Aun su más superficial examen, mostrará,
sin embargo, lo inocuo de esta objeción. Podemos plantear el inte-
rrogante: ¿Cuáles son las condiciones en que se dan meras comhi-
naciones de incidentes locales, y cuáles aquellas en que se originan
los procesos en extensión? La respuesta rezará más o menos así:
Sólo cuando los procesos estén totalmente aislados unos de otros,
en forma tal que puedan realizarse con absoluta independencia, sólo
entonces se tendrá el primer caso. De este modo, los diferentes
nexos que se establecen en una comunicación telefónica, son un
compuesto de sucesos puramente locales. A habla con B, C con D,
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 8]

etc., pero el hecho de que A y B hablen juntos para nada influye


en el segundo hecho de que e y D cambien corteses saludos o que
E y F acuerden concurrir al teatro.
Por otra parte, donde los procesos locales no estén completa-
mente aislados, ya no serán del todo independientes, y de este modo,
lo que suceda en un lugar dependerá de lo que suceda en todos los
demás. El grado de aislamiento determinará el grado de interde-
pendencia, así que ya no estamos tratando un caso como opuesto
al otro, sino con una infinita variedad de casos. De ahí que la
cuestión que debe plantear cualquier teoría fisiológica de procesos
nerviosos, sea: ¿ Las estructuras nerviosas individuales que ha re-
velado la anatomía, están completamente aisladas unas de otras o
no? Sólo si la respuesta fuese afirmativa sería posible la teoría tra-
de un compuesto simplemente aditativo. Tan pronto como
la aislación sea incompleta, debe suplantarla una teoría de la dis-
tribución masiva. Así, la tan recurrida evidencia anatómica, es insu-
ficiente para sostener la viej a teoría. ¿ Qué es, entonces, lo evidente?
Si buscamos la respuesta en los escritos de los fundadores y defen-
de la vieja teoría, será en vano, pues nunca vieron ellos el
nunca eligieron conscientemente entre las dos alternativas,
que, seducidos por los groseros hechos anatómicos, se cogieron
uno de los cuernos sin reparar en el otro. Aunque no es éste
verdadero procedimiento científico, pudo haber sido la supo-
correcta. Pero en cuanto a la mera realidad, no lo era. Es
las fibras nerviosas están aisladas entre sí por grandes
mas hay innumerables conexiones en cruz que, proba-
vinculan cada célula nerviosa con todas las otras: un
del cual la vieja teoría ha hecho buen uso a fin de ex-
la enorme variedad de "combinaciones" posibles. Mas si esto
así, los cambios en esta red de tejido nervioso ya no pueden
formar un mero compuesto geométrico; si están interconectados,
luego, los procesos que acaecen en su interior ya no pueden ser
independientes y debemos considerarlos como distribuciones masivas
un grado de interdependencia variable en relación inversa a las
resistencias realmente operativas. Los fisiológicos en extensión, en-
tonces, no se han inventado a fin de sostener una teoría particular.
Son exigidos por el contrario, por los mismos hechos anatómicos.
Dos investigaciones recientes del laboratorio psicológico de la Uni-
versidad de Kansas dan un directo refuerzo experimental a esta
opinión. Se mostró con ella que las corrientes activas de la zona
cortical del perro, resultantes de la estimulación localizada, no es-
K. KOFFKA

tán restringidas a pequeñas áreas de la corteza, sino que forman


un complejo extendido a la corteza entera, con áreas de la más alta
actividad, variable según la clase de estimulación. Perkins (1933)
usó estímulos sonoros; Bartley, estímulos de dolor, motores y vi-
suales. Más aún, "los registros llevaron a la conclusión de que el
llamado animal pasivo exhibe un complej o de actividad cortical del
mismo orden, esencialmente, que el exhibido por el animal activo.
En otras palabras, parece haber un complejo básico que actúa en
todas las condiciones del comportamiento y que cualquier estimu-
lación experimental del animal bajo condiciones controladas no
hace más que modificar este complejo" (Bartley, p. 47). El mismo
autor concluye que "de acuerdo con los hechos y sugestiones que
preceden, es necesaria una teoría de campo del sistema nervioso si
sus actividades han de tornarse inteligibles." (p. 54).
DATOS CONDUCTALES PARA LAS HIPÓTESIS FISIOLÓGICAS. Resta un
punto todavía en la teoría de Wertheimer, que ha de recibirse, segu-
ramente, con escepticismo. Hemos tenido por ventaja de esta teo-
ría, que usase la observación psicológica, es decir, observación del
campo de la conducta fenomenal como material para una teoría
fisiológica, acrecentando así, considerablemente, sus datos empí-
ricos. Esto parecerá una presunción gratuita y altamente especula-
tiva. Los datos para una teoría fisiológica deben ser, según parece,
fisiológicos. Sólo pueden usarse datos del mundo físico para una
teoría acerca de la naturaleza de una parte del mundo físico, a
saber, los procesos fisiológicos. Esta objeción, empero, deja pasar
por alto un hecho que Kóhler (1929) había destacado, es decir,
que toda observación es observación de hechos de comportamiento,
de la experiencia directa. Mediante una cuidadosa selección de tales
hechos se ha tornado posible desarrollar la ciencia de la física,
aunque la relación entre el ámbito del comportamiento y el geográ-
fico sea indirecta. Entre estos dos mundos, y mediando entre ellos,
están los procesos fisiológicos internos del organismo. Si podemos
usar, entonces, el mundo del comportamiento a fin de obtener una
visión del geográfico, ¿por qué no ha de ser posible obtener tam-
bién una visión de los procesos fisiológicos a través de tal estudio?
El camino es más corto en el último caso que en el primero; en
éste, saltamos sobre un eslabón intermedio, en aquél damos sólo
un paso. Además la vinculación entre el mundo del comportamiento
y los procesos fisiológicos es mucho más íntima que aquélla entre
éstos y el mundo físico; ¿ no se habla de procesos fisiológicos "sub-
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 83

yacentes" o de los "correlatos" fisiológicos de los fenómenos cons-


cientes? Entonces, para citar a Kohler "no hay ninguna razón para
que la construcción de los procesos fisiológicos que subyacen di-
rectamente a la experiencia haya de ser imposible, dado que esa expe-
riencia nos permite la construcción de un mundo físico exterior
relacionado con ella mucho menos íntimamente" (1929, p. 60 y s).
A más de esto, si llamamos C al mundo del comportamiento, G al
geográfico y F al de los procesos fisiológicos, e F - + - SI muestra la
relación. Ahora bien, F está en relación causal con Gy todavía más
directamente vinculado con C; la presunción usual, la que compro-
baremos que es errónea, es que F y G están en íntima correspon-
dencia geométrica, mientras que C y F son totalmente diferentes.
Tal presunción ¿no hace totalmente ininteligible que C pueda infor-
marnos acerca de G? Porque si C es totalmente diferente de F, y F
es muy parecida a G, ¿cómo puede C guiar a G? Si, en cambio,
C y F son esencialmente parecídas, entonces sólo dependerá de la
relación G-F cuándo y cómo podremos adquirir conocimiento acer-
ca de G a través de F. Y si es así, seguramente la observación de C
nos revelará propiedades de F. Esta teoría, enunciada primeramente
por Wertheimer, fué cuidadosamente elaborada por Kéhler. En su
obra sobre "Physische Gestalten" (1920) ha ahondado en la física
y la fisiología para probar la compatibilidad de esta teoría con
los hechos físicos y fisiológicos; en su "Psicología de la Gestalt"
formuló esta teoría del isomorfismo en una cantidad de axiomas
especiales. En su libro (1920) formuló el principio general con es-
tas palabras: "Cualquier conciencia real, en cada caso no sólo está
estrechamente enlazada con sus correspondientes procesos psico-
físicos, sino que es afín a ellos en las propiedades estructurales
esenciales" (p. 193). De este modo, el isomorfismo, término que
implica igualdad de forma, lanza la osada presunción de que los
"movimientos de los átomos y moléculas del cerebro" no son "fun-
damentalmente distintos de los pensamientos y sentimientos" sino
que son, por el contrario, en sus aspectos de masa, considerados
como procesos en extensión, idénticos. Además de esto, el fisiólogo
von Frey extrae la siguiente conclusión de sus famosas investiga-
ciones sobre el sentido del tacto: "El progreso realizado por las
recientes investigaciones yace, en mi opinión, menos en las mejores
definiciones de los conceptos como en la convicción de que los
procesos somáticos coordinados a las gestalten mentales deben tener
una estructura similar a ellas" (p. 217).
84 K. KOFFKA

VIEJAS FORMAS DE ISOMORFISMO. Que era necesario algún iso-


morfismo, ha sido sostenido por la mayoría de los psicólogos desde
la época de Hering y Mach. Hering construyó su teoría sobre la
visión de los colores en estricta concordancia con la directa expe-
riencia cromática. Los axiomas básicos de su sistema han sido Ior-
mulados como axiomas psicofísicos por G. E. Miiller (1896); mas
este isomorfismo era casi casual aunque requerido por el problema
científico; concernía al orden geométrico o sistemático de sen·
sación, y no al orden real dinámico de la experiencia vivida. Por esta
razón permaneció como parte aislada, desconocido como principio
psicológico fundamental. Mach (1865) indicó un isomorfismo de
más vastos alcances, uno que parecía idéntico al de Wertheimer y
Kóhler, Empero, aún no desempeñaba ningún papel en el desen-
volvimiento de nuestra ciencia, siendo tan poco conocido, que el
mismo Kohler, quien se refiere a Hering y Müller, olvida mencio-
nar a Mach. Hallé el pasaje en Mach, con gran sorpresa de mi
parte, por puro accidente. Nuevamente, no necesitamos ir muy
lejos para encontrar la razón de esta aparente injusticia de la his-
toria. Mach fué un excelente psicólogo, y vió muchos de los más
fundamentales problemas de la psicología, problemas que, una ge-
neración más tarde, muchos psicólogos no lograron siquiera enten-
del'; pero al mismo tiempo, la filosofía que sustentaba le imposi-
bilitó dar soluciones fecundas a estos problemas. De este modo, su
isomorfismo dinámico no influyó en la psicología a causa de su
concepción de la dinámica en general.
EL ISOMORFISMO Y NUESTRO BALANCE. Y ahora, con la herra-
mienta de un isomorfismo terminante en nuestras manos, retorna-
mos al balance que hicimos después de enunciar las razones por las
cuales, cuando arribamos a lo fundamental, debemos elegir más
bien un campo fisiológico que el ámbito de la conducta como cate-
goría fundamental. Encontramos, entonces, que no hemos perdido
nada de nuestro activo, habiendo logrado darle tal uso que pueda
compensar el pasivo. Ya no perdemos las ventajas adquiridas me-
diante la introducción del ámbito del comportamiento, pues cons-
truímos nuestro campo fisiológico de acuerdo con, y dirigido por,
las propiedades observadas en él. Así que tenemos una buena razón
para introducir y conservar el ámbito del comportamiento, aunque
en última instancia busquemos explicaciones fisiológicas. Por tanto,
todas las esperanzas surgidas con la introducción de nuestro ám-
bito de comportamiento sobreviven en el nuevo sistema. Si los
PSICOLOGÍA DE LA FORMA

procesos fisiológicos son procesos en extensión, SI son procesos


masivos en vez de ser moleculares, entonces hemos sorteado el
peligro de abandonar la conducta masiva en favor de la molecular.
y finalmente, no se trata de una pura especulación. Muy por el
contrario; ,queremos utilizar más hechos para nuestra teoría fisio-
lógica que la teoría tradicional, no menos. Los procesos cerebrales
son tierra virgen sin la menor duda. ¿Nos resignaremos, como
obreros de una ciencia joven, a este estado de cosas, o nos esfor-
zaremos al máximo para mejorarlo? La teoría fisiológica, tal como
la encaramos, será ciertamente mucho más difícil que la vieja con-
cepción de hilos telefónicos o vías ferroviarias, pero será también,
mucho más interesante. '
"Mitología cerebral". En un notable pasaje, Kóhler ha defendido
sus hipótesis contra la imputación de que eran puramente especu-
lativas, mera mitología cerebral. Traduzco sólo un breve pero inci-
sivo pasaje: "En tercer lugar, hay que decir que el argumento re-
vela una extraña falsa concepción del verdadero procedimiento de
la ciencia empírica. Las ciencias naturales continuamente adelantan
hipótesis explicatorias que no pueden ser verificadas por la obser-
vación directa en la época en que se forman sino largo tiempo des-
pués. De tal tipo fué la teoría del magnetismo de Ampére, la teoría
cinética de los gases, la teoría electrónica, la hipótesis de la desinte-
gración atómica en la teoría de la radioactividad. Algunos de estos
supuestos han sido verificados, desde entonces, por la observación
directa, o al menos se han acercado a dicha verificación directa;
otros están todavía lej os de ella. La física y la química, empero,
habrían estado condenadas a este permanente estado embrionario
si se hubiesen abstenido de tales hipótesis; su desarrollo semeja
más bien un esfuerzo continuo para acortar el resto del camino
hacia la verificación de hipótesis que sobreviven a este proceso"
(1923, p. 140 y s.).
VENTAJA APORTADA POR EL ISOMORFISMO. Así hemos hecho fren-
te, punto por punto, a los argumentos que aparecieron en el debe de
nuestro libro de cuentas. Podemos agregar, empero, tres ítems más
al activo. 1) Hemos conseguido ver por dentro la relación entre los
hechos masivos y los moleculares. Cuando vimos que un sistema
psicológico construído sobre hechos moleculares, no podía tener es-
peranzas de resolver los más importantes problemas de la psicología,
aquéllos del historiador o del artista, sugerimos que una ciencia ela-
borada sobre hechos masivos podría hacer !u/?ar a los moleculares.
86 K. KüFFKA

y esta pretensión ha sido cumplida; pues ningún hecho molecular


real desaparece de nuestro sistema; los hechos moleculares cesan,
simplemente, de ser sucesos independientes, los verdaderos elementos
de todos los hechos. Aparecen, por el contrario, como sucesos locales
e interiores, y determinados por otros sucesos más amplios, pertene-
cientes al campo.
2) Conformes, entonces, en que nuestra teoría será masiva,
aunque sea una teoría puramente fisiológica, y aunque los hechos
mentales, hechos de la experiencia directa, sean usados en su elabora-
ción. Todo lo cual, ¿no revela una inclinación materialista, no im-
plica cierta valuación, con respecto a la realidad, en que lo físico
queda colocado sobre lo mental? Después de todo, ¿no será esta
teoría una hija póstuma del materialismo? Pero veamos un admira-
ble párrafo de Wertheimer: "Cuando vamos a la raíz de nuestra
aversión hacia el materialismo y el mecanicismo, ¿encontramos en-
tonces las propiedades materiales de los elementos combinados por
estos sistemas? Hablando francamente, hay teorías psicológicas y
muchos manuales de psicología que se manejan concienzudamente
con elementos de conciencia y no obstante son más materialistas,
áridos, carentes de sentido y significado que un árbol, el cual posi-
blemente carece en absoluto de conciencia. No puede importar de
qué partículas consiste el universo, lo que importa es la clase del
todo, del significado del todo" (1925, p. 20).
De tal modo, la supuesta proclividad materialista de nuestra
teoría desaparece. Una teoría psicológica que atribuye a los procesos
fisiológicos más que una simple combinación aditiva de excitaciones
es menos materialista que una teoría psicológica que permite sólo
sensaciones y ciegos vínculos asociativos entre ellas. Pero diremos
aún más. ¿Es realmente nuestra teoría puramente fisiológica? ¿No
significaría, de hecho, una claudicación si así fuera? Los procesos
fisiológicos que tuvimos por correlativos de la conciencia nos son
conocidos en primer lugar a través de su aspecto consciente. Tratar-
los como si fueran puramente fisiológicos, sin este aspecto consciente,
sería pasar por alto una de sus características sobresalientes: Es más
que cierto que este lado consciente de los procesos no cabe en nues-
tras explicaciones causales, no obstante tiene que reconocerse como
un hecho. Y esto lleva a la conclusión de que es por la trama y la
urdimbre de ciertos sucesos de la naturaleza que ellos "se revelan",
que van acompañados de conciencia. Por qué es así, y qué caracterís-
ticas especiales debe poseer un proceso para ser así, estos son
interrogantes que no pueden contestarse ahora, y quizá no se con-
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 87

testen nunca. Aceptando nuestra conclusión, la conciencia ya no puede


ser considerada un mero epifenómeno, un lujo, que podría faltar
o no, indiferentemente. Porque en un aspecto que no conocemos, es-
tos procesos podrían ser distintos si no estuviesen acompañados de
conciencia.
3) Y esto nos lleva a nuestro último punto. ¿ Qué hay de la
conciencia en los animales? Es un hecho que la conducta de los
animales, es masiva y no molecular. Conducta animal y humana se co-
rresponden; no son totalmente diferentes. Por otra parte, nunca pode-
mos observar su ámbito de conducta, su conciencia. Sin embargo, esto
ocurre con cualquier ámbito de conducta excepto el nuestro propio.
Directamente, yo puedo conocer sólo mi propia conciencia, él la
suya, etc., pero nadie piensa en reclamar para sí una posición única
en el universo. Por lo tanto, la presunción de la conciencia animal
no es nada esencialmente nuevo. Sin embargo, al admitir este postu-
lado, estamos todavía frente al problema de cuándo debemos atribuir
conciencia a los animales y cuándo no. ¿Hay, verbigracia, un punto
definido en las series filo genéticas de donde emerge la conciencia?
Si es así, ¿ dónde está? ¿Tiene conciencia una ameba? Y si no, un
cangrejo, una araña, un pez, un pollo, un gato, un simio, un mono
antropoideo? Admitamos francamente que no hay respuesta para
estas preguntas. Ya que no conocemos cuáles son las propiedades
que hacen que los procesos fisiológicos puedan ser correlativos a
los conscientes, no contamos en absoluto con un criterio por el que
pudiéramos decidir con certeza si una conducta es consciente o no.
Todos los intentos por establecer dicho criterio lo han dado por
admitido suponiendo una relación necesaria entre ciertos tipos de
conducta y la conciencia." En nuestro sistema, empero, todo este pro-
blema no tiene importancia. ¿No hemos aprendido de Wertheimer
que hay características de la conducta mucho más esenciales que si
es consciente o meramente fisiológico? La conducta masiva va a
convertirse en un proceso de campo; estudiando la conducta, podre-
mos extraer conclusiones respecto al campo en que acaecen; podremos
elaborar teorías fisiológicas masivas. Y, gracias a nuestro isomorfis-
mo, adelantar un paso más; podremos describir este campo en fun-
ción de la conducta antes que como función fisiológica. Esto resultará
sumamente útil, pues tenemos la terminología de conducta para tales
descripciones del campo, no así, la fisiológica. Cuando previamente
dije que el chimpancé usó una "tarima", empleé la terminología de

5 Compárese mi examen acerca de este problema (1928), págs. 13 s,


88 K. KüFFKA

conducta. ¿ Cómo podría, en el presente estado de la ciencia, recurrir


a una terminología fisiológica? Aún así, no quiero significar, con
esta terminología, más.. que una descripción del campo fisiológico,
dej ando completamente" fuera del alcance de la ciencia si le corres-
ponde un campo de conducta o no. De este modo, somos menos
antropomórficos de lo que parecía en la anterior exposición del pro-
blema. Allí sostuvimos que el supuesto de un medio ambiente de
conducta no era antropomorfismo; ahora estamos dispuestos incluso a
renunciar al ámbito de la conducta, sustituyéndolo por un campo
fisiológico, cuyas propiedades puedan ser descritas perfectamente en
términos de conducta. De este modo el problema entre nosotros y
los conductistas respecto a la psicología animal no es conducta cons-
ciente versus conducta puramente fisiológica, sino conducta fisioló-
gica del tipo campo versus conducta fisiológica del tipo de conexión
mecánica. Este problema puede y debe ser decidido en el plano
de la ciencia pura, y la decisión no puede dejar de afectar problemas
más amplios que distinguen la teoría de la gestalt y el conductismo.
Una última observación a este respecto: dijimos que los procesos
fisiológicos que van acompañados de conciencia deben diferir, en
ciertos aspectos desconocidos, de los procesos fisiológicos que carecen
de tal acompañamiento. Debemos agregar que en otros aspectos rele-
vantes, ellos deben ser similares, pues son todos procesos de campo.
Nuestra solución integral del problema cuerpo-espíritu en nada nos
ayudaría si restringiéramos el concepto de campo a los procesos
fisiológicos conscientes. No haremos tal, empero. Contemplaremos a
éstos como .incidentes parciales dentro de otros sucesos del campo
mucho más amplios, eludiendo, por lo tanto, la imputación contra
el campo de la conducta como categoría fundamental que vimos
cuando hablamos de la insuficiencia del campo de conducta. Intro-
duzcamos para el uso futuro el término "campo psicofísico", indio
cando por este término tanto su naturaleza fisiológica como su
relación con la experiencia directa.

LA TAREA DE NUESTRA PSICOLOGIA

Ahora podemos definir la tarea de nuestra psicología: es el estudio


de la conducta en su relación causal con el campo psicofísico. Este
programa general debe concretarse aún más. En forma anticipada,
podemos decir que el campo psicofísico es organizado. Antes que
nada, nos muestra la polaridad del yo y el medio ambiente, y vemos
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 89

luego, que cada una de estas dos partes polares tiene su propia
estructura. De este modo, el medio ambiente no es ni un mosaico
de sensaciones ni una "floreciente y zumbante confusión", ni una
borrosa y vaga unidad total; mas bien consiste en una cantidad
definida de objetos y sucesos separados, que, como objetos y sucesos
separados, son productos de la organización. Del mismo modo, el yo
no es ni un punto, ni una suma o mosaico de impulsos o instintos.
Para describirlo adecuadamente debemos introducir el concepto de
personalidad con toda su enorme complejidad. De tal modo, quere-
mos estudiar la conducta como un acontecimiento en el campo psico-
físico, debemos dar los siguientes pasos.
1) Debemos estudiar la organización del campo conductal, lo
que significa: a) descubrir las fuerzas que lo organizan en objetos
y fenómenos separados; b) las fuerzas que existen entre estos objetos
y fenómenos diferentes; y, e) cómo producen estas fuerzas el campo
ambital según lo conocemos en nuestro ámbito de conducta.
2) Debemos investigar cómo pueden influir en dichas fuerzas
los movimientos del cuerpo.
3) Estudiar el yo como una de las principales partes del campo.
4) Mostrar que las fuerzas que enlazan al yo con las otras
partes del campo son de la misma naturaleza que aquellas que
vinculan diferentes partes" del campo ambital, y cómo producen la
conducta en todas sus formas.
5) No olvidar que nuestro campo psicofísico existe dentro de
un organismo real que a su vez existe en un medio geográfico. De
este modo, las cuestiones de la cognición verdadera y adecuada o
conducta adaptada entrará también en nuestro programa.
Los puntos 3) Y 4) son los nudos de una teoría de la conducta;
los 1) y 2) son necesarios para su solución. Y por lo tanto no
hay que asombrarse de que los dos problemas 3) y 4) hayan sido
mucho menos estudiados que los otros; además, la experimentación
se ha iniciado dentro del terreno de nuestro primer punto, ambos
en la psicología en general y en la psicología de la gestalt en par-
ticular. De modo que el lector no debe sorprenderse de que dedique-
mos más espacio a nuestro primer punto de lo que parece propor-
cionado, considerando su importancia en el esquema total. El valor
de los conceptos teóricos está probado por su aplicación en la inves-
tigación real. Los conceptos hasta aquí desarrollados no podrán en-
tenderse sin un buen conocimiento de la labor concreta de investiga-
ción experimental en donde han desempeñado el papel principal. Pero
K. KüFFKA

debe recordarse. En el quinto punto hemos rozado


filosófico fundamental. Los estudios de la percepción a
nr'ClhlAnll:l
en mis últimas observaciones, nos proporcionarán
valiosas pistas para la solución de este problema filosófico. Debe
mantenérselo presente si no se quiere perder la perspectiva. Habrá
muchos experimentos que, aunque aparezcan suficientemente claros
e ingeniosos, parecerán triviales vistos en sí mismos. ¿Por qué tales
experimentos? ¿En qué pueden contribuir al conocimiento real de
la conducta? La respuesta es que ellos sirven para demostrar los
principios generales; no importando que intrínsecamente carezcan de
gran significación.
CAPITULO III

EL CAMPO AMBITAL

El problema. Refutación de soluciones falsas. Formulación


general de la verdadera solución.

El campo ambital. Relación causal entre ámbito geográfico y conducta.


¿Por qué se ven las cosas como se ven? La primera respuesta. La segunda
respuesta. La respuesta verdadera. Ventaja de nuestra distinción entre proceso
y condiciones. Sumario.

Como primer paso que debía dar nuestra psicología de campo,


anunciamos una investigación del campo ambital. La organización
de este campo depende, evidentemente, del ámbito geográfico que
puede afectar los órganos sensorios del animal. Al dilucidar este
problema, pues, debemos investigar la relación entre el ámbito geo-
gráfico y el campo ambital. Antes de emprender la tarea, empero,
debemos conocer mejor este campo, a fin de entender el pleno alcance
de nuestra investigación.

EL CAMPO AMBITAL

Es claro que al comienzo, al menos, no podemos describir este


campo en términos fisiológicos, dado que el campo fisiológico es
una elaboración nacida de nuestra exigencia de una teoría explica.
toria; pero no es, sin embargo, un hecho observado. Si queremos
comenzar con hechos tenemos que caer nuevamente en nuestro ámbito
conductal, plenamente conscientes de que éste es, en el mej or de
los casos, la contraparte de sólo una fracción del total del campo
ambital activo.
92 K. KüFFKA

¿Qué encontramos, entonces, en los alrededores de la conducta?


Ella nos ofrece, sin duda, un conjunto abigarrado de datos, cuya siste-
matización presentaría, ciertamente, un difícil problema. No lo abor-
daremos, limitándonos a la enumeración de una variedad de las
diferentes clases de objetos de nuestro ámbito de conducta. Hay cosas
parecidas a piedras y palos, y cosas hechas por el hombre, como,
mesas y vajilla, casas e iglesias, libros y cuadros; hay personas, ani-
males, plantas y fantasmas; hay montañas, ríos, océanos, aunque
también nubes y niebla, aire, luz y oscuridad, sol, luna y estrellas,
calor y frío, ruidos, sonidos y palabras, movimientos, fuerzas y on-
das. Esto es difícilmente menos heterogéneo que los repollos y los
reyes en el mundo de Alicia, y no puede pretender ser una lista
completa. Pero parece suficiente para un comienzo.

Cosas y no-cosas. Si alguien tratase de poner orden en semej ante


confusión, comenzaría probablemente distinguiendo cosas y no-cosas
y entre las primeras, cosas vivas y muertas; entre las muertas, cosas
hechas por el hombre y cosas naturales. Por supuesto, no debe olvi-
darse que al poner este orden, hay que permanecer dentro de los
confines del ámbito de la conducta tal como se encuentra, y que no
debé usarse ningún conocimiento directo de él. Así, he incluído
fantasmas como parte del mundo conductal, aunque sé tan bien como
cualquiera que los fantasmas no existen, pese al esfuerzo en con-
trario de los espiritistas. Y cuando nos acerquemos a nuestro material
de esta manera ingenua, encontraremos la clasificación mucho menos
satisfactoria todavía. Pues con harta frecuencia tendremos la duda
de si uno de los datos ha de ser contado como cosa o no, o como
cosa viva o muerta. ¿Son cosas las nubes? En caso afirmativo, ¿lo
es la niebla, el aire, la luz, el frío? Si las nubes son cosas, son,
seguramente, cosas de distinta clase que las piedras y los palos, y
las estrellas titilantes serán también diferentes. ¿Aire? El aliento, la
"neuma", el "espíritu" tienen calidad de cosas; acaso ¿no creó Dios
a Adán infundiéndole un hálito de vida al barro de la tierra? ¿ Y no
indica el significado de la palabra espíritu, que originariamente se
refirió a una sustancia, una cosa de textura más sutil? La niebla
que vemos ascender por un valle montañoso tiene calidad de cosa, se.
mejante a las nubes, pero la niebla que obliga a reducir la velocidad
de nuestro trasatlántico y tocar la penetrante sirena, no tiene, en
absoluto, calidad de cosa, del mismo modo que la neblina de que
emergemos al escalar una montaña. La luz, cuando viaja por la no-
che, como en el rayo de un faro? tiene calidad de cosa, o cuando
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 93

circunda el cielo en el amanecer. Pero la luz aquí, en este cuarto, no


es de ningún modo una cosa por sí misma; aquí se da la misma
diferencia que entre el aire que nos rodea y el aliento. La oscuridad
puede ser una cosa cuando nubes tormentosas arrojan su sombra
sobre la tierra o cuando nos detenemos frente a una caverna las pe-
numbras. Lo mismo ocurre con el calor y el frío. Sentimos el frío
que penetra en nuestras habitaciones. ~ . aunque sabemos que lo que
entra es aire frío.
El río es una cosa, y sin embargo, el viejo Heráclito ya dijo
que no nos podemos bañar dos veces en el mismo río, siendo sólo
superado' por su discípulo Cratilo, que negó que podamos hacerlo
siquiera una vez, pues mientras entramos al agua, el agua ya ha
pasado y sigue luego pasando continuamente. Y no obstante, llama-
mos cosa a un río, y si no lo hacemos explícitamente, lo tratamos
como a una cosa.
¿Son cosas las palabras? Parece faltarles completamente la cali-
dad de cosa y sin embargo, ¿por qué escribimos d - d; por qué
hablamos de diantres cuando queremos significar el diablo? Y el
retumbar del trueno ¿no tiene carácter de cosa, amenazante e
imponente como es? Así, los sonidos y las palabras pueden ser cosas,
pero no necesitan serlo. Aun nos restan las ondas, los movimientos
y las fuerzas. Una onda puede tener, ciertamente, carácter de cosa;
las olas que nos arrojan a la playa o sacuden nuestro barco, son
cosas poderosas por cierto, y sin embargo, el razonamiento de He-
ráclito se puede aplicar a la ola tanto como al río. Finalmente,
¿qué hay de los movimientos y las fuerzas? Aun ellos pueden asu-
mir calidad de cosa: cuando dos bolas de billar chocan, ¿no
vemos el movimiento de una pasar a la otra? ¿No tiene el movi-
miento en tales ejemplos carácter afín a la calidad de cosa? Segu-
ramente, no la fuerza de los físicos, sino algo en nuestro ámbito
conductal, que no podemos denominar con mej or nombre que
el de fuerza. La "potencia" de la droga le parece a la persona
ingenua algo adentro de la droga; nosotros sentimos la fuerza
del viento, descripción ésta perfectamente buena, y no metáfora,
y lo que sentimos es de la esencia de las cosas.
Ahora bien, no puede ser el propósito de este razonamiento sos-
tener que cada parte de nuestro ámbito conductal sea una cosa.
Todo lo contrario: debemos distinguir entre cosas y no-cosas; ob-
jetos reales aparecerán siempre o como cosas o como no-cosas. Por
el contrario, hemos señalado muchos objetos que pueden tener ca-
lidad de cosa o no, según las circunstancias. Pero el hecho de que
94 K. KüFFKA

casi todo pueda, en un momento u otro, asumir el carácter de cosa,


revela un rasgo significativo de nuestro ámbito conductal: las par-
tes de este ámbito deben poseer una fuerte tendencia hacia la
calidad de cosa, o, expresado sin la precaria palabra tendencia, en
tanto parte de nuestro campo ambiental todo, casi, puede adquirir
la calidad de cosa.
Sin embargo, el término "cosa" parece haber perdido su senti-
do. Para recobrarlo nuevamente tratemos de descubrir propiedades
significativas de las partes sin la calidad de cosa de nuestro ámbito.
Una densa neblina que nos rodea, es un buen ejemplo. Comparán-
dola con una neblina que desciende sobre un valle tiene dos
características distintivas: no tiene límites o forma, y es absoluta-
mente estática, mientras que la niebla descendente tiene forma y
movimiento. Y cuando comparamos nuestra niebla con una piedra
descubrimos todavía otra característica: la piedra es constante, esto
es, mañana será lo mismo que hoy; no así la niebla.
De este modo podemos individualizar tres características de las
cosas, que serán, solidariamente, sus elementos constitutivos: deli-
mitación conformada, propiedades dinámicas y constancia. Estas
propiedades se manifiestan conjuntamente sobre todo en cosas vi-
vientes. De este modo, una cosa en que estas propiedades estén
mezcladas, aparecerá como viva aunque en realidad esté muerta,
v. g., un cadáver. Tendríamos que ser anatomistas o empresarios
de pompas fúnebres para considerar un cadáver humano como una
cosa del mismo tipo que la mesa o el tronco caído de un árbol.
Una palabra más acerca de los caracteres dinámicos de las co-
sas. Sería grave error, descriptiva y genéticamente, asignarles un
papel secundario. El poder aterrador del trueno es su característica
principal, su descripción como sonido de cierta intensidad y cuali-
dad, es completamente secundario. Una serpiente es temible, antes
de ser marrón o moteada; un rostro humano es feliz, antes de ser
matiz o intensidad de color. Todas estas descripciones implican
algo a manera de fuerza, algo que trasciende la mera cosa estática
y nos afecta. De este modo la fuerza que puede tener el carácter
de cosa, es también una propiedad de las cosas, o, expresado de
otro modo, cosa y fuerza, sustancia y causalidad, son a menudo,
como partes de nuestro ámbito conductal, dos objetos, no separa-
dos, sino aspectos íntimamente interrelacionados de uno y el mismo
objeto. El pensar discursivo ha separado lo que para la experiencia
ingenua era, en muchos casos, una misma unidad.
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 93
Es tentador proseguir este razonamiento e investigar las diferen-
tes combinaciones de los tres caracteres de las cosas para ver hasta
dónde podría llegar la riqueza de nuestro campo conductal. Pero
esto nos apartaría demasiado de nuestro problema principal. Por
lo tanto resumimos:
La categoría de cosa nos permite traer algún orden en los datos
de nuestro ámbito conductal. Hemos descubierto tres aspectos de
esta categoría y hemos visto las cosas de distintas clases que exis-
ten de acuerdo con la combinación de estos aspectos, y hemos visto
también que el ámbito contiene no sólo cosas, aunque usemos el
término en su sentido más lato, sino también no-cosas. En particu-
lar, encontramos las cosas dentro de algo que no es en sí mismo
una cosa. Las cosas no llenan nuestro ámbito ni espacial ni tem-
poralmente; hay algo entre ellas y alrededor de ellas. A fin de
designarlo con un término adecuado, lo llamaremos armazón, de
modo que, pasando por alto la gran variedad de cosas, podemos
dividir el ámbito conductal en cosas y armazón.

Sobre el método fenomenológico. Antes de continuar, convendría


hacer una observación metodológica. Se pueden leer muchos libros
y artículos norteamericanos sobre psicología y no encontrar una
sola descripción exacta o semejante, mientras que, en obras alema-
nas, se las encuentra con suma frecuencia. Esta diferencia no es
superficial; revela una bien profunda diferencia entre el carácter
de las obras norteamericanas y las alemanas. Los americanos rno-
tej an a la psicología alemana de especulativa y prolija; los alemanes
motejarán a la rama norteamericana de superficial. Los americanos
tendrán razón cuando se trate de un autor que presenta dichas
descripciones y las depura, jugando con ellas, sin sacarles ningún
provecho efectivo. Los alemanes también tienen razón, porque la
psicología norteamericana demasiado a menudo no se preocupa
por ver las cosas con sencillez, sin esa debilidad por los hechos
de la experiencia directa, con el resultado de que los experimentos
de los estadounidenses muy a menudo son fútiles. En realidad expe-
rimentación y observación deben ir de la mano. Una buena descrip-
ción de un fenómeno puede por sí misma regular una cantidad de
teorías e indicar los rasgos definidos que una teoría verdadera debe
poseer. A esta clase de observación la denominamos "fenomenolo-
gía", palabra que tiene otras varias acepciones que no deben ser
confundidas con la nuestra. Para nosotros, fenomenología significa
una descripción de la experiencia directa tan natural y plena como
96 K. KOFFKA

sea posible. En los Estados Unidos, la palabra "introspección" es


la única usada para lo que queremos significar, pero esta palabra
tiene también otro sentido muy diferente y que se refiere a una
clase especial de dicha descripción, esto es, la que analiza la expe-
riencia directa en sensaciones o atributos, u otras instancias últimas,
sistemáticas aunque no experimentales.
Puedo ahorrarme yo y ahorrar a mis lectores el trabajo de ana-
lizar este tipo de introspección, ya que Kóhler lo ha hecho admira-
blemente bien en el tercer capítulo de su Psicología de la Forma.
Este tipo de introspección se tornó impopular en Estados Unidos
porque los psicólogos estadounidenses vieron su infecundidad. En
su justificada crítica, empero, junto con la bañera, arrojaron el
bebé, sustituyendo los experimentos puramente positivos y abando-
nando conjuntamente la fenomenología. Que la fenomenología es
importante, sin embargo, debiera desprenderse de la dilucidación
precedente. Sin describir el campo ambiental no sabríamos qué ha-
bríamos de explicar.
Resta la cuestión de cómo es posible esta descripción, qué es
la fenomenología como parte de la conducta. Las dificultades inhe-
rentes a este problema han sido analizadas frecuentemente. Los lec-
tores se pueden remitir a dos artículos míos en que están amplia-
mente tratados y donde se propone una solución de esas dificultades
(1923, 1924). 11

RELACION CAUSAL ENTRE EL AMBITO GEOGRAFICO y


EL CONDUCTAL

El papel de las ondas luminosas en la visión. Y ahora vayamos


un paso más adelante. Hemos descrito el campo ambiental tal
como se nos da; ahora debemos indagar las causas que lo traen a la
existencia. Entonces, resulta completamente claro que primariamente
el campo ambital debe su existencia a la predisposición de nuestros
órganos sensorios. Ya que la mayoría de las descripciones que dimos
se referían a aspectos total o parcialmente visuales, comenzaremos
con los órganos de la vista, los ojos. Los ojos son estimulados por
ondas luminosas que vienen directamente de fuentes lumínicas o, más
frecuentemente, de cuerpos físicos que reflej an la luz procedente de
uno o varios orígenes. Este estímulo atraviesa un medio existente,
entre los ojos por una parte, y los cuerpos y las fuentes lumínicas
por otra, siendo modificado, en cierto modo, por una parte de nues-
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 97

tros ojos, las lentes, que adoptan cierta curvatura a fin de proyectar
lo que llamamos una imagen nítida de los objetos en nuestra retina.
Ya que nada debemos dar por consabido, nos enfrentamos aquí con
un primer problema: ¿Por qué las lentes reaccionan de modo tan
extraño? ¿ Qué es lo que les hace cambiar la curvatura de acuerdo
con la distancia real de los obj etos que han de ser vistos? Al pos-
tergar la respuesta de este problema para el capítulo VIII (pá-
gina 311) nos limitaremos a señalar que si las lentes no se com-
portasen de este modo, no podrían verse los objetos. Como ha se-
ñalado F. Heider (p. 146): Colóquese una placa fotográfica frente
a un objeto y expóngaselo el tiempo necesario para que tenga lugar
el efecto fotoquímico, luego la placa, al ser revelada, virtualmente
será de un gris uniforme; no habrá, propiamente, una imagen del
objeto en la placa. Si se desea un retrato debe ponerse la placa en
una cámara fotográfica que esté bien enfocada. Pero aunque se
obtenga una fotografía regular, ¿qué hay en la placa revelada?
¿ Un retrato? Sí y no; sí, cuando se incluye a la persona que mira
la placa en la situación; pero no, si se considera la placa en sí
misma. Sobre esta placa hay una gran cantidad de partículas que,
antes de que la placa fuere revelada y fijada, eran sensibles a la
luz y afectadas de acuerdo con la intensidad de la luz que las hi-
riese. Mientras más débil sea la luz, más fácilmente serán removidas
por el revelador, en forma tal que en la placa revelada habrá una
capa de material de un grosor que puede variar de punto en punto
y dependerá de la cantidad de luz que incidió sobre cada punto en
el tiempo de la exposición. Dado que esta capa está compuesta de
un número limitado de partículas, cada una de las cuales es afectada
como un todo, la precisión de detalles que muestre la placa depen-
derá de la fisura del grano, esto es, de la cantidad de partículas por
unidad de superficie. Por muy fino que sea el grano, empero, la
placa revelada puede ser descrita adecuadamente si se divide en
pequeñas superficies y se mide el espesor de la capa en cada una
de ellas. Una tabla completa de estos espesores constituiría una
descripción completa de la placa revelada. No hay imagen en ella,
si por imagen se entiende algo más que esta tabla completa. Róm-
pase la esquina de la placa, bórrese una parte de la capa fotográfica,
el resto permanecerá como antes, conservando cada punto sus carac-
terísticas propias, con total independencia de los otros.

La "fotografía" en la retina. Volvamos ahora a nuestros oj os.


Cuando enfocan un objeto, una serpiente, una nube, un niño son-
98 K. KüFFKA

riente, un libro, ¿qué hay en la retina? ¿Imágenes de estos objetos?


Sí, sólo cuando se entiende por imagen exactamente una tabla como
la descrita en el caso de la placa fotográfica; en vez de las par-
tículas individuales, sólo tenemos una lista de los elementos sensi-
bles de la retina, los conos y bastoncillos, y en vez del espesor de
la capa, la clase y cantidad de estímulo que cada uno de estos
receptores elementales reciben. Aparte de esta diferencia, empero,
la causa inmediata de la visión de un objeto es un mosaico de
estímulos igual al de la placa fotográfica. Y de aquí surge el
problema: cómo la enorme riqueza y variedad de nuestro ámbito
de conducta visual puede ser extraída de un simple mosaico de
luz, sombra y color. Creo que, formulado en estos términos, el
problema puede resultar apasionante por la misma paradoja que
parece envolver. ¿Cómo pueden tan ricos efectos tener su origen
en causas tan pobres, pues claramente las "dimensiones" de nues-
tro campo ambiental son incomparablemente más numerosas que
las del mosaico de los estímulos?

Otros sentidos. La situación permanece esencialmente la misma


si incluímos los otros órganos sensorios en nuestro examen. Los
procesos vibratorios distribuídos en el tiempo afectan nuestros oí-
dos; oímos el rechinar de un F ord viej o entre el estrépito del trán-
sito, el canto del ruiseñor,la conferencia de un profesor, las voces
entrelazadas de una fuga tocada en el piano. En el tacto tenemos
distribuídos, espacial y temporalmente, contactos entre los objetos
y nuestra piel, y nosotros "sentimos" objetos ásperos y suaves,
secos y viscosos, redondos y puntiagudos.

¿POR QUE SE VEN LAS COSAS COMO SE VEN?

Podemos tomar ahora este problema funcional como el de la


relación entre el ámbito geográfico y el de la conducta. Circunscri-
biéndonos al mundo de la visión podemos formular nuestro proble-
ma del siguiente modo: ¿ Por qué se ven las cosas como se ven?

Dos aspectos de la cuestión. Esta cuestión tiene dos aspectos.


Tomada literalmente, se refiere a las cosas en nuestro ámbito con-
ductal, indiferente por completo a que sean "verídicas", esto es, que
nos llevan a acciones razonables, a la conducta adecuada. En· este
primer sentido, entonces, el problema atañería a un mundo de
PSICOLOGÍA DE; LA FORMA 99
pura ilusión lo mismo que a un mundo realista. Percepciones iluso-
rias caen bajo él del mismo modo que las no ilusorias. Si nuestro
mundo fuese tal que todas las apariencias fuesen engañosas, la
solución de este problema debería ser la misma que ahora. Si
el lápiz que tomamos para sacar notas se' comportase como una
serpiente, si la barra de hierro que tenemos cogida se convierte en
una pelota de cera, si la piedra que pisamos nos saltase como un
lobo, etc., lo mismo debiéramos preguntarnos: ¿Por qué se ve el
lápiz como un lápiz, la barra de hierro como una barra de hierro, la
piedra como una piedra? Pero en realidad, el mundo no es, aforo
tunadamente, una pesadilla tan burlesca; en general, las cosas son
como se ven, o dicho de otro modo, sus apariencias nos dicen qué
debemos hacer con ellas, aunque el examen previo de una ilusión
óptica nos ha mostrado que la percepción puede ser engañosa
(véase p. 33). De este modo surge el segundo aspecto de la cues-
tión: ¿ Cómo nuestra conducta, dirigida como está por los objetos
del ámbito conductal, se adaptan en general, a los objetos del ám-
bito geográfico? Es este un nuevo interrogante que cae bajo el
quinto punto de nuestro programa (véase p. 67-8). Importa no con-
fundir estos dos aspectos de nuestra cuestión general, no mezclar
hechos que pertenecen al segundo aspecto, en nuestra solución del
primero. Un ejemplo aclarará qué queremos decir con esta última
advertencia. Más adelante plantearemos el interrogante: ¿ Por qué,
para el espectador, el actor se ve en el escenario, furioso o confun-
dido u hondamente apenado? Al responder este punto no debemos
hacer intervenir nuestro conocimiento de lo que el actor siente, si
efectivamente experimenta las emociones de su papel o si, por el
contrario, permanece desligado o lleno de júbilo. Sólo cuando haya.
mos respondido la primera pregunta podremos volver a este segundo
hecho y tratar de explicar por qué en este caso nuestra percepción
fué posiblemente ilusoria. Significa que el segundo aspecto de la
percepción, el cognoscitivo, sólo puede tratarse una vez agotado el
primero, el aspecto cualitativo.

PRIMERA RESPUESTA

¿Por qué, entonces, se ven las cosas como se ven? Recogeremos


sistemáticamente varias respuestas que podrían darse a este punto,
aunque ya han sido refutadas, implícitamente, en nuestro examen
100 x , KOFFKA

previo. Una primera. respuesta sería: las cosas se Ven como se ven,
porque ellas son lo que son.
Aunque tal respuesta parezca trivial, no sólo es profundamente
inadecuada, sino también, en muchos casos, literahnente errónea.
Particularicemos unos pocos aspectos de los objetos conductales y
comparémolos con los reales. La pluma con que escribo es una
unidad en mi ámbito conductal y lo mismo es la pluma real en el
ámbito geográfico. Hasta aquí todo va bien. Pero si nuestra propo-
sición fuese verdadera, el ser una unidad real sería condición ne-
cesaria y suficiente para que una cosa fuese también unidad con-
ductal. Es fácil demostrar, empero, que no es ni necesaria ni
suficiente. Si fuese una condición necesaria querría decir que para
cada unidad en mi campo conductal corresponde una unidad en el
ámbito geográfico; pues si pudiesen existir unidades de
conducta sin las unidades geográficas correspondientes, en-
•. .•. tonces la existencia de las últimas no sería ya necesaria para
la existencia de las primeras. Nada más fácil de señalar, sin
Fig. 3 embargo, que las unidades conductales a las cuales no co-
rresponden unidades geográficas. Véase la figura 3. En:
nuestro campo conductal hay una unidad, una cruz, en realidad"
en el ámbito geográfico no hay ninguna cruz, no hay más que
once puntos en cierta disposición geométrica, mas no hay vínculo
alguno entre ellos que pudiesen transformarlos en una sola uni-
dad. Esto vale, por supuesto, para todas las figuras, lo mismo que
para las constelaciones estelares, ejemplo utilizado por Kohler para
ilustrar este punto.
Si la existencia visible de las unidades reales fuese la condición
suficiente para la aparición de una unidad de conducta, esto sig-
nificaría que siempre que nuestros ojos se dirigiesen a una unidad
física percibiríamos una de conducta. Mas esto tampoco es verdad.
Ciertamente, en la mayoría de los casos, esta correlación existe,
pero hay excepciones. En realidad, es posible interferir en las
unidades reales de tal modo que ellas no parezcan más unidades,
efecto que tratamos de producir cuando queremos disimular ciertos
objetos bien conocidos. Si se cubre un fusil con pintura, en forma
tal que una parte de él se "funda" sobre el tronco de un árbol, otra
sobre las hojas, una tercera sobre el suelo, el observador no verá
ya una unidad, el fusil, sino una multiplicidad de objetos mucho
menos importantes. El "camouflage" fué un arte bien desarrollado
durante la guerra, cuando todavía se destruían grandes barcos como
unidades reales, en el mundo conductal del enemigo. De modo
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 101

que la existencia de una unidad real no es ni la causa necesaria


ni suficiente de una unidad de conducta.
Si elegimos el tamaño como la cualidad en que podemos en-
contrar la correspondencia, de inmediato vemos que no puede exis-
tir una relación directa entre el tamaño real y. el aparente, pues
la luna se ve grande en el horizonte y pequeña en el cenit.
y si se trata de la cualidad del movimiento fácil es probar que la
existencia de un movimiento real, dentro del campo visual, no es
condición necesaria ni suficiente para la percepción del movimiento.
No es condición necesaria, porque podemos ver el movimiento cuan-
do no tiene lugar un movimiento real, como en la pantalla cine-
matográfica, pero tampoco es suficiente, pues aparte del hecho de
que movimientos reales demasiado lentos o demasiado rápidos no
producen percepción de movimiento, hay muchos casos en que el.
objeto, aparentemente móvil, está, en realidad, en descanso, como
la luna que parece desplegarse entre las nubes.
Nos abstenemos de examinar otros aspectos, pues nuestro mate-
rial es suficiente para probar que la primera respuesta para nuestro
problema es errónea. Que las cosas sean lo que son no explica por
qué se ven como se ven.

Consecuencias implícitas en la primera respuesta. Antes de


analizar otra respuesta podemos considerar, por el momento, lo
que implicaría que la primera respuesta fuese acertada. Si las cosas
se vieran como se ven porque ellas son lo que son, entonces la
relación entre el ámbito geográfico y el de la conducta sería cierta-
mente simple. Luego, para todos los propósitos prácticos podríamos
sustituir el último por el primero. Inversamente, como sabemos que
la respuesta es errónea, debemos cuidarnos de esta confusión, ya
tan fácil de evitar, como podría pensarse. Para mostrar cómo el
descuido de esta dificultad ha influido en la teoría psicológica,
formularemos todavía nuestra conclusión de otra manera. Si las co-
sas se vieran como se ven porque ellas son lo que son, entonces la
percepción no entrañaría en sí misma un problema de conocimien-
too La percepción sería, amén de ciertas condiciones no usuales,
instrumento cognoscitivo del ámbito geográfico. Un problema de
conocimiento puede surgir en el campo del pensar generalizado, mas
en tanto permanezca en el campo de la percepción directa, debe-
remos enfrentarnos cara a cara con la realidad objetiva. La propo-
sición, incluida en muchos sistemas filosóficos, de que ·los sentidos
no pueden mentir, es una forma especial de esta idea más general,
102 K. KüFFKA

Sin duda, era generalmente admitida la existencia de casos especia-


les donde la percepción resultaba engañosa. Pero estos casos, fueron
tratados como excepciones a la regla general y, por esta razón, las
llamadas ilusiones ópticas geométricas fueron obj eto de tanta aten-
ción en el desenvolvimiento de la psicología. Y cuando se lee la
más vieja literatura al respecto, y también parte de la reciente, se
encuentran explicaciones del siguiente tipo: si de dos líneas iguales
una se ve más larga que la otra, entonces debemos buscar las con-
diciones especiales que extraviaron nuestro juicio acerca del largo
relativo de estas líneas. Elimínense estas circunstancias perturbado-
ras y el juicio será correcto, restableciéndose aquel estado de cosas
normal en el cual el mundo de conducta corresponden al geográ-
fico. Esto quiere decir que, a las percepciones ilusorias no se les
acordó el mismo rango que a las no-ilusorias; ellas presentaban
un problema especial, mientras que la apariencia normal no presen-
taba ningún problema. Esta distinción entre dos tipos de percep-
ción, normal e ilusoria, desaparece como distinción psicológica tan
pronto como uno llega a tornarse enteramente consciente de la
falacia que implica todo lo que pueda permanecer como distinción
epistemológica. Para cada cosa debemos plantear el mismo interro-
gante. "¿ Por qué se ve como se ve?", ya se vea "correcta" o
"erróneamente".

Dos acepciones del término estimulo. Estas últimas consideracio-


nes deben haber demostrado que no era nuestra refutación a la
primera respuesta tan trivial como podía creerse. Al principio bien
se pudo argüir, ¿cómo puede ser correcta la primera respuesta
cuando las cosas geográficas no están en contacto directo con el
organismo? Cuando veo una mesa, esta mesa, en su calidad de
mesa, no afecta mis sentidos en modo alguno ; ellos son afectados
por procesos que tienen su origen en el sol o en una fuente artifi-
cial de luz, y que están sólo modificados por la mesa antes de
excitar los bastoncillos y conos de nuestra retina. De tal modo, estos
procesos, es decir, las ondas luminosas y no los objetos geográficos,
son la causa directa de nuestras percepciones, y consecuentemente,
no podemos esperar una relación muy íntima entre objetos de
conducta y geográficos, pues las ondas luminosas no dependen sólo
de las cosas de su calidad de cosas, sino también de la naturaleza
de la fuente de luz (que· sólo en el caso de los cuerpos luminosos
les pertenece como cualidad propia) y de la posición de las cosas
respecto a nuestros propios cuerpo:;;. Esta última relación está regu-
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 103

lada por las leyes de la perspectiva; la primera, por las leyes de la


absorción y la reflexión de la luz. Empero, perspectiva, absorción
de la luz y reflexión permanecen fuera de nuestro organismo. La
retina recibe una combinación de excitaciones, y a ella no le im-
porta cómo se han producido estas excitaciones. Si, prescindiendo
de la mesa y aun de la luz (verbigracia, mediante estimulación
eléctrica de los bastoncillos y conos), pudiésemos producir el mismo
complej o de excitaciones y con la misma curvatura de las lentes que
se producen de ordinario cuando miramos una mesa, entonces la
persona en cuyas retinas se produjeran tales excitaciones, podría y
debería ver una mesa. Esto nos lleva a realizar una nueva distinción
terminológica. Las causas de las excitaciones de nuestros órganos
sensoriales son llamadas estímulos. Ahora bien; observemos que
esta palabra tiene dos sentidos diferentes que deben distinguirse
claramente entre sí: por un lado la mesa en el ámbito geográfico
puede llamarse estímulo para nuestra percepción de la mesa; por
el otro, las excitaciones a que dan lugar los rayos de luz que parten
de la mesa son los estímulos de nuestra percepción. Llamemos al
primero estímulo distante, a los segundos, estímulos próximos. De
este modo podemos decir que nuestra cuestión de por qué las cosas
se ven como se ven, debe encontrar su respuesta no en función de
los estímulos distantes sino de los próximos. Por no reparar en esta
diferencia se han pasado por alto problemas reales, prefiriéndose
explicaciones que de ningún modo son explicaciones. Luego lo ana-
lizaremos en detalle, pero aquí podemos señalar cómo la confusión
entre estímulos distantes y próximos puede tener un efecto fatal en
la teoría psicológica. El peligro de esta confusión yace en el hecho
de que por cada estímulo distante existe prácticamente un número
infinito de estímulos próximos; así, el "mismo estímulo" en el sen-
tido de distante puede no ser el mismo estímulo en el sentido de
próximo, y en realidad rara vez lo es. De este modo la igualdad del
primero oculta la diferencia del último y todos los razonamientos
basados en la estimulación idéntica son espurios si se refieren sólo
a la identidad del estímulo distante.

SEGUNDA RESPUESTA
La introducción del término estímulo próximo nos ha dado, em-
pero, una pista para la segunda respuesta de nuestra cuestión:
las cosas se ven así porque los estímulos próximos son lo que son.
Ahora, en su más lata interpretación, esta proposición es claramente
K. KOFFKA

y por tanto, falsa. En su más amplia interpretación, nues-


tra proposición no significa más que esto: cualquier cambio en la
estimulación próxima, producirá, siempre que no sea demasiado
pequeño, algún cambio en el aspecto de las cosas, pero qué clase de
cambio en el mundo de la conducta seguirá a un cambio en la
estimulación próxima, no puede desprenderse de nuestra proposi-
ción; por el contrario, en su interpretación limitada, este enunciado
también contiene implícitamente una declaración acerca de la natu-
raleza del cambio. Dos objetos proyectan en nuestras retinas imáge-
nes retinales de diferente tamaño y parecen estar a la misma dis-
tancia. Luego, el que corresponde a la imagen retinal mayor se verá
mayor. Nosotros vemos dos superficies adyacentes a una misma
distancia frente a nosotros, la una se ve de un gris más claro, la
otra de un gris más oscuro; entonces, la imagen retinal corres-
pondiente a la primera contendrá más luz que la de la segunda.
Pueden extraerse dos conclusiones de estos ejemplos: en tanto sea
mayor la imagen retinal, mayor será el objeto percibido, y en
tanto sea mayor la intensidad de la imagen, el objeto se verá mas
blanco; en consecuencia, cuando cambie el estímulo correspon-
diente a un objeto, empequeñeciéndose, el objeto también se verá
más pequeño, y si se reduce la intensidad del estímulo, el objeto
se verá más oscuro. Estas conclusiones que, de hecho, han sido
aceptadas como axiomas de la psicología sensorial, parecerán muy
plausibles, pero ni se siguen de nuestros ejemplos ni son verdade-
ras. No se siguen de nuestros ejemplos porque sólo toman una parte
de las condiciones de estos ejemplos y son continuamente contradi-
chas por los hechos. Mírese una superficie blanca y luego redúz-
cese la iluminación de esta superficie; por largo tiempo, la super-
ficie permanecerá blanca, y sólo cuando se haya reducido su ilu-
minación a un punto sumamente bajo se tornará grisácea. En reali-
dad, una superficie que aun aparecerá blanca bajo tenue ilumi-
nación, puede enviar mucha menos luz a nuestros ojos que una
superficie negra bien iluminada. Pásense por alto, por el momen-
to, dichas explicaciones plausibles, como aquella de que cuando
la luz decrece, la pupila se dilata a fin de permitir que una mayor
parte de la luz incidente impresione le retina, y que simultánea-
mente la sensibilidad de la retina aumenta a fin de acrecentar el
efecto de la luz. Como veremos más adelante, ambos factores, ma-
nifiestamente reales, han sido descartados como explicaciones sufi-
cientes de nuestro efecto, así que, en aras de la simplicidad, los
dejaremos completamente de lado en nuestra presente diluddaci9u.
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 105

¿Habremos demostrado entonces, que un cambio


nuestro caso una disminución de luz, no tiene ningún efecto en la
apariencia de las cosas? Si tal, hubiésemos contradicho nuestra in-
terpretación general de la proposición: las cosas se ven como se
ven porque los estímulos próximos son 10 que son, interpretación
ya aceptada. Pero nosotros no demostraremos tal cosa, sólo hemos
mostrado que el efecto particular que debería seguirse de la inter-
pretación más estrecha de nuestra proposición falló en el caso con-
creto. Pero hay, no obstante, un efecto, pues cuando la iluminación
decrece, advertimos el oscurecimiento de la habitación. Comparando
este caso con nuestro primer ejemplo, vemos que un cambio en la
intensidad de la imagen retinal puede tener por lo menos dos efec-
tos distintos: puede hacer que el objeto se vea más blanco o más
claro, o puede hacer que la pieza entera parezca más iluminada o
más oscura.
Lo mismo ocurre respecto a nuestro otro ej emplo. Mírese la
luna, especialmente cuando está en el horizonte, y compárese su
tamaño con una moneda sostenida a la distancia de un brazo ex-
tendido. Se comprobará que la luna se ve mucho más grande, aun-
que la imagen retinal de la moneda sea más grande que la de la
luna. Al mismo tiempo se ve la luna a una distancia mucho mayor.
Por tanto, la disminución del tamaño de una imagen retinal puede
producir un encogimiento o un retroceso del objeto correspondien-
te en el ámbito del comportamiento.
Dos viejos experimentos confirman esta conclusión. En ambos,
un observador mira con un solo ojo a una pantalla con un agujero
circular en ella. A alguna distancia detrás de la pantalla hay una
pared blanca homogénea bien iluminada, parte de la cual es visible
a través del agujero. En el primer experimento (Wundt, I1) un
hilo negro vertical tendido entre la pantalla y la pared pasa a tra-
vés del centro del círculo proyectado por el agujero. El hilo está
atado a una plataforma que puede moverse hacia adelante y hacia
atrás en una línea sagital, a partir del observador, de tal modo que
el hilo, cualquiera sea su distancia del agujero, divide el círculo
en mitades iguales, y siendo la plataforma invisible detrás de la
pantalla. Un movimiento del hilo, entonces, no tiene otro efecto que
un aumento o disminución de la anchura de su imagen retinal,
aparte de una posible pérdida de nitidez debida a un acomodamiento
insuficiente. Bajo estas condiciones, el observador ve, en general,
nn movimiento sagital g\')l hilo con ~rosºr qrn,5tIJITte, y no UI} ¡nlm\')p·
106 K. KüFFKA

to o disminución del grosor de un hilo inmóvil. En el segundo ex-


perimento no hay ningún hilo y el cuarto está totalmente oscuro,
de modo que un agujero circular luminoso es el único objeto vi-
sible en él. Lo variable es esta vez la abertura del agujero mismo,
que consiste en un diafragma que puede abrirse o cerrarse. Las
condiciones retinales son todavía más simples que en el primer
caso, aumentando o disminuyendo el área retinal sobre la cual incide
la luz. Conforme con estos cambios retinales el observador ve un mo-
vimiento hacia adelante o hacia atrás del círculo de luz, o su expan-
sión o contracción, o finalmente un efecto conjunto en que expansión
y acercamiento, contracción y alej amiento, están combinados.
Ahora podemos presentar nuestro razonamiento en una forma más
generalizada. Si la respuesta: las cosas se ven como se ven porque
los estímulos próximos son lo que son, fuese verdadera en el sentido
más restringido, debiera contener dos proposiciones. (1) Cambios
en el estímulo próximo no acompañados de cambios en el objeto-estío
mulo distante, deberán producir cambios correlativos en la apariencia
del objeto de comportamiento, y (2) cualquier cambio en el objeto
distante que no produzca ningún efecto en la estimulación próxima
deberá dejar inmutable la apariencia del obieto de comportamiento.
Que (1) no es verdadero se sigue del ejemplo examinado. Una
superficie blanca continúa viéndose blanca, y una negra negra, aun
cuando la estimulación próxima a que dan lugar, tenga un gran mar-
gen de variación; mi lápiz no se ve más grande cuando lo sostengo en
la mano que cuando está en el otro extremo de mi escritorio, siendo
que el tamaño de su imagen retinal, en este caso, puede ser menos
de la mitad de la imagen del lápiz en la mano; el asiento de una si-
lla se ve rectangular aunque su imagen retinal será rectangular sólo
en un insignificante y corto número de ocasiones. En otras palabras,
los objetos de comportamiento son conservadores; y están bien lejos
de cambiar con cada modificación de la estimulación próxima por la
cual son producidos. La constancia de las cosas reales es en gran
parte preservada por la constancia de las cosas fenomenales a pesar
de las variaciones en sus estímulos próximos.

Relación de las dos respuestas. Si comparamos este razonamiento


con el que dimos en nuestro examen de la primera respuesta, expli-
cando la apariencia de los objetos de comportamiento por la naturaleza
de los objetos reales, nos impresiona cierta curiosa relación entre las
dos respuestas; De acuerdo con la primera, la correlación entre cosas
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 107
reales y de comportamiento debería haber sido mucho mej or de lo que
realmente es, y, de acuerdo con la segunda, debería ser mucho peor.

Continuación de la refutación de la segunda respuesta. Volva-


mas ahora al segundo punto. Es completamente cierto que los cam-
bios de los estímulos distantes, no acompañados por ningún cambio
en la estimulación próxima, no puede tener efecto en la apariencia
de las cosas. De este modo, se ha introducido una tercera variante del
experimento descrito (Hillebrand). El orificio en la pantalla es cons-
tante, y tras ella hay una superficie negra móvil con un borde recto
muy agudo y liso, que corta el centro del círculo visible de igual modo
que lo hacía el hilo en la primera variante. Como quiera que esta su-
perficie se mueva hacia adelante o hacia atrás, el observador verá un
semicírculo limitado por un nítido contorno y, en la gran mayoría
de los casos, el movimiento de la superficie pasará enteramente inad-
vertido, de acuerdo con el hecho de que, excluyendo nuevamente la
posible borrosidad del borde debido a una acomodación incorrecta,
la estimulación próxima permanece inalterada por el movimiento de
la superficie.
y sin embargo, la proposición de nuestro punto 2) no nos dice
la entera verdad porque la recíproca ya no es verdadera. La recíproca
de nuestra proposición 2) sería: ningún cambio puede presentarse
en la apariencia de las cosas sin la correspondencia de otros cam-
bios en los estímulos próximos. Mas esto no es
cierto. El dibujo de la fig. 4 no conservará por
mucho tiempo su apariencia si la miramos conti-
nuamente; si al principio vemos una cruz negra
sobre blanco, veremos luego una cruz blanca so-
bre negro, y estas dos faces se alternarán sucesi-
vamente. Las figuras de acertijos, las perspectivas
reversibles, corroboran el mismo fenómeno, al Fig. 4
igual que el experimento con el diafragma, des-
crito más arriba, en el cual el observador puede ver en un momento
dado, un desplazamiento, y en otro, un cambio del tamaño del
orificio. Debemos extraer de esto la conclusión de que la apariencia
de las cosas no puede depender sólo de la estimulación próxima,
aunque esta dependencia sea considerada en su más amplio sentido,
sino del conjunto de condiciones que deben yacer dentro del orga-
nismo real.
Finalmente, muchos de los argumentos usados para refutar la
primera respuesta, caben igualmente bien para la segunda. Ya que
108 K. KüFFKA

el mosaico de estímulos próximos no posee unidad, la unidad dentro


del mundo de conducta no puede ser explicada por una correspon-
diente unidad en la estimulación próxima. Y el razonamiento deri-
vado del cinematógrafo, se puede aplicar a la estimulación próxima
tan bien como a la distante, de modo que, a este respecto, la se·
gunda respuesta está en iguales condiciones que la primera.

Razones para la supervivencia de la segunda respuesta. Puede


parecer extraño que aquel punto de vista según el cual hay una
correspondencia estricta entre la estimulación próxima y la apa-
riencia de las cosas haya sobrevivido a la evidencia que acabamos
de ofrecer y que no es nueva en absoluto. Mas no es difícil explicar
la tenacidad de esta opinión, de ninguna forma desaparecida de la
psicología actual. Dos rasgos generales del pensamiento psicológico
tradicional se apoyaron mutuamente para mantenerla viva. El pri-
mero está relacionado con las viejas hipótesis psicológicas acerca de
los fenómenos conscientes que se examinaron en el capítulo segun-
do. Puede exponerse del siguiente modo: los experimentos más
simples revelan que en condiciones comunes la blancura depende
de la intensidad de la luz, y el tamaño aparente del tamaño de la
imagen retinal. Si en otras condiciones menos simples parecen obte-
nerse otras correlaciones, éstas no pueden ser verdaderas correla-
ciones en el mismo sentido en que lo eran las primeras. Pues
¿ cómo sería posible que la misma fibra nerviosa reaccionara una
vez en una forma y otra vez en otra, cuando recibe la misma
estimulación en los dos casos? Las hipótesis fisiológicas no tienen
nada que ver con tal cambio (Stumpf, 1890, p. 10).

La teoría más corriente: una combinación de las dos primeras res-


puestas; sensación y percepción. Fuertemente atrincheradas como es-
taban las hipótesis fisiológicas, esta teoría difícilmente hubiera po-
dido sobrevivir, sin embargo, a la evidencia condenatoria de los
hechos sin el segundo rasgo general mencionado más arriba. La
evidencia condenatoria consiste en el hecho de que las cosas no
se ven como debieran verse en el terreno de la pura estimulación
próxima, y en cambio difieren de dicho cálculo apareciendo más
como los estímulos distantes, como las cosas con las cuales tenemos
trato real. Por tanto, se presumió que las propiedades reales de las
cosas, que los estímulos distantes tienen algo que ver, después de
todo, con la apariencia de los objetos. La respuesta de que las
¡;:Q~ª~ pe yen. corno se ven pOHfue la estimulación próxima es 10 que
PSICOLOGÍA DE LA FORMA. 109

es, tuvo que ser completada con la primera respuesta, esto es, que
el hecho de que las cosas sean lo que son también debe incluirse
en la explicación final. La teoría corriente' era, de este modo, una
especie de combinación de nuestras dos respuestas, dando cuenta la
segunda respuesta, del efecto inmediato, y la primera, del secunda-
rio. Porque de acuerdo con este modo de pensar, al tratar con las
cosas, adquirimos experiencia de ellas, y esta experiencia penetra
nuestra percepción entera. Así, según esta concepción, debemos
distinguir realmente entre dos clases de campos de conducta, uno
primario y otro secundario, el campo de las sensaciones y el campo
de las percepciones. El campo primario original, el campo de las
sensaciones, corresponde completamente a los estímulos próximos
(hay sólo una notable excepción que examinaremos más adelante),
pues para este campo primario la respuesta de que se ve como se
ve porque los estímulos próximos son lo que son, resulta verdadera
en un sentido muy restringido. Pero la experiencia ha cambiado
este campo primario sustituyéndolo por el secundario en virtud de
las innumerables experiencias que hemos tenido.
LA RED DE LAS HIPÓTESIS TRADICIONALES. Veamos los alcances
de esta teoría. No hace mucho tiempo, en 1920, Jaensch explicó
el experimento de Wundt del hilo que se acerca y se aleja y cuyo
movimiento percibimos, de la siguiente manera: "En el caso del
hilo, el juicio sólo puede descansar sobre un cambio en la magni-
tud de las dimensiones retinales que acompaña la alteración de la
distancia del hilo, y aunque este cambio es demasiado pequeño
para ser advertido directamente como un cambio de magnitud,
debe determinar, sin embargo, el juicio de distancia." Varios as-
pectos de esta explicación son dignos de tenerse en cuenta. Primero,
distingue entre efectos que pueden ser notados directamente -aun-
que no son notados en el momento-, esto es, la alteración del
espesor aparente del hilo correlativa a una alteración del ancho
de la imagen retinal -y juicios determinados por tales efectos di-
rectamente perceptibles-, esto es, la mayor o menor distancia del
hilo. Si expresamos esta distinción diciendo: el espesor creciente
del hilo de conducta significa, o es interpretado como acercamiento
y su espesor decreciente como alejamiento, entonces veremos que
éste es un claro ejemplo de la "teoría del significado" que Kóhler
ha estudiado brillantemente en su obra. ¿ Cuál es, debe preguntarse
toda persona juiciosa, la razón para distinguir, en el experimento
no K. KOFFKA

de Wundt, entre un ancho sensorial, aunque inadvertido, y una


distancia de juicio? Hay que reconocer que la experiencia nos ofre-
ce sólo un hecho, el cambio de la distancia: hay que reconocerlo
porque el cambio del ancho se dice inadvertido, es decir, no
experimentado; tampoco experimentamos este movimiento como un
juicio sino como una alteración de la misma palpabilidad, como
una variación del ancho ya experimentado otras veces. Que este
cambio particular de la distancia haya sido interpretado por Jaensch
como un juicio, se debe al hecho de que la estimulación próxima
y el campo de conducta supuesta en la segunda respuesta. De
este modo vemos la naturaleza circular de esta interpretación: a
fin de llamar juicio al cambio de la distancia experimental, Jaensch
debe presumir que un cambio en el ancho de la imagen retinal
produce primariamente un cambio en el ancho del objeto perci-
bido; pero a fin de reconciliar este supuesto con los hechos obser-
vados debe interpretar la experiencia real del cambio de la distancia
como un juicio.
HIPÓTESIS DE LA CONSTANCIA Y DE LA INTERPRETACIÓN. La de-
nominación general de esta suposición es, para decirlo ya, "hipó-
tesis de la constancia"; llamaremos a la otra hipótesis de la inter-
pretación, prefiriendo esta expresión a la de "teoría del significado"
de Kóhler, no por razones intrínsecas, sino meramente prácticas,
puesto que usamos la palabra "significado", al igual que Kohler, en
un sentido muy diferente y no deseamos confundir al lector con
una ambigüedad que puede' evitarse. Entonces, podemos decir: la
hipótesis de la interpretación presupone la hipótesis de la constan-
cia, pero también la última presupone la primera. Aun a riesgo de
parecer frívolo, relataré un chiste que ofrece, según creo, una
pintura perfecta de la relación entre las dos hipótesis. Un hombre
y su hijito miran con gran interés un acróbata que camina sobre
la cuerda tirante y se balancea con una larga pértiga. El niño repen-
tinamente se vuelve hacia su padre y pregunta. "Padre, ¿por qué
no se cae este hombre?" El padre replica: "¿ No ves que se sostiene
de la pértiga?" El niño respeta la autoridad de su padre, pero
después de un rato prorrumpe, con una nueva pregunta: "Padre,
¿por qué no se cae la pértiga?" A lo que el padre replica: "¡Pero
no ves que el hombre la sostiene!"
SENSACIONES NO ADVERTIDAS. Kohler, que mostró este mismo
círculo vicioso (1913), ha señalado cuán perniciosas consecuencias
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 111

tuvo para la investigación cierta conclusión que también puede ser


ilustrada por nuestra anécdota. Hay, empero, otro punto en la
explicación de J aensch que merece un comentario especial; i la
experiencia sensorial directa es, según él, demasiado pequeña para
ser notada! Y sin embargo, se supone que determina un juicio.
Esto borra el último vestigio de plausibilidad de esta teoría. Al
menos podríamos entender lo que se quiere. decir si se hablase de
un juicio basado en una experiencia sensorial percibida. En el
caso particular bajo examen, el proceso sería, entonces, como si-
gue: El observador experimenta un cambio en el espesor del hilo;
él ha aprendido, no sabemos cómo, que a menudo este cambio
no es un cambio real del hilo, sino que se debe simplemente a un
cambio de posición con respecto a su persona. Por tanto, juzga que
también en el presente caso, el hilo se ha movido sin cambiar su
volumen. Digo que tal descripción tendría al menos sentido, aun-
que solamente sería una pura construcción no sostenida por los
hechos, los cuales nada contienen que permita inferir tal juicio.
Pero ahora, el cambio de espesor se supone inadvertido. Dado que
no puedo juzgar de algo de 10 cual no soy consciente, el término
juicio debe tener un sentido distinto del ordinario; de hecho no
puede tener ya un sentido definido por encima del más general:
procesos no sensoriales. Pero entonces nada explicará, pues si bien
podemos entender que un juicio basado sobre experiencias senso-
riales puede llevarnos a cierta interpretación de estas experien-
cias -vemos humo y juzgamos que debe haber fuego-, no enten-
demos cómo un proceso no sensorio puede extraer de un proceso
sensorio inadvertido, un dato inadvertido que tiene todas las carac-
terísticas directas de un proceso sensorio y es diferente del no
advertido.
Además, el supuesto de una experiencia sensoria no advertida es
necesaria a causa de la hipótesis de la constancia, que atribuye el
aspecto de las cosas a una correspondencia universal, estricta, con
la estimulación próxima. Nuevamente tenemos al volatinero en la
cuerda tirante con la pértiga. Sin la hipótesis de la constancia no
podríamos suponer experiencias inadvertidas, y sin ellas no podría-
mos conservar la hipótesis de la constancia.
¿Por qué, podría preguntarse, tan larga discusión sobre una
teoría tan evidentemente deficiente? Mi respuesta es que esta teoría
tiene mayor importancia de lo que se cree. Los padres de nuestra
psicología la incorporaron conscientemente en sus sistemas, y los
más sistemáticos entre eIlos,se vieron en grandes aprietos para
112 K. KOFFKA

probarla (Stumpf, 1883). Recibió, por cierto, su golpe de gracia


en un artículo de Kóhler (1913), pero el pasaje elegido para mi
explicación apareció siete años más tarde, prueba ésta de la tena-
cidad de su modo de pensar. Dudo que en el momento presente
pudiera encontrarse un solo psicólogo que la defendiese explícita-
mente, pero esto no equivale a decir que haya desaparecido. Muy
por el contrario. Todas las aplicaciones de la teoría de la interpre-
tación la contienen de un modo u otro. Por tanto, es aconsejable
eliminarla de nuestro futuro examen, refutando la teoría de la
interpretación con su distinción entre sensaciones originales y per-
cepciones centrales. Nuestra prueba será experimental, pues los ex-
perimentos han mostrado que la teoría de la experiencia o inter-
pretación explica en algunos casos muy poco y en otros demasiado.
REFUTACIÓN ESPECIAL DE LA TEoRÍA DE LA INTERPRETACIÓN. Ex-
PLICA DEMASIADO POCO. Retornemos a la constancia del tamaño.
Vimos que la disminución de la imagen retinal en vez de producir
una disminución del objeto visto, puede dar lugar a la percepción
de un retroceso con conservación del tamaño aparente. Si ha de
explicarse este efecto como un fenómeno de percepción y no de
sensación, entonces la suposición será que originahnente cualquier
disminución de la imagen retinal debe producir una contracción
del objeto visto y la experiencia sólo puede enseñar al organismo
que un objeto que parece achicarse no necesita estar encogiéndose
realmente. O dicho de otro modo: si de dos objetos el mayor está
a una distancia tal del animal que su imagen retinal es más pe-
queña, entonces, de acuerdo con esta opinión, originalmente el ani-
mal verá el mayor como menor y sólo podrá aprender luego, que
es más grande. Podría suponerse entonces que sería sumamente
fácil encontrar animales que confundan a larga distancia, objetos
grandes con obj etos pequeños; solamente se trataría de seleccionar,
animales que no hubieran tenido mucho tiempo para aprender y
carecieran de inteligencia, pues la adquisición de tal conocimiento
como va implícito en la teoría, es seguramente una dificultosa con-
quista. Pero tal esperanza no se ha cumplido. De este modo, los
niños muestran una notable constancia del tamaño. Una criatura
de once meses, por ejemplo, que ha sido enseñada a escoger la
mayor de dos cajas colocadas una al lado de la otra, continúa su
elección cuando la caja más grande se ha puesto a una distancia
en que su imagen retinal es menos de 1/15 del área de la' imagen
PSICOLOGÍA DE LA FORMA 113

retinal de la caja más pequeña colocada más cerca, lo cual co-


rresponde a una proporción de 4: 1 en dimensiones lineales en fa.
vor de la caja más pequeña (Helene Frank, 1926). Dudo que este
resultado pudiera haber sido previsto por los defensores de la teoría
del significado. Una vez obtenido, ellos, por supuesto, están dis-
puestos para decir que es la prueba de que la inteligencia del niño
es lo suficientemente grande y el tiempo que ha vivido 10 bastante
largo para adquirir la experiencia necesaria. Quizá la fe de estos
psicólogos tampoco ha de .ser sacudida por los experimentos de
Kóhler publicados en 1915, los cuales producen el mismo resultado
con chimpancés. Aunque la especie de animal usada era subhuma-
na, los animales eran de más edad que los niños y el mayor tiempo
puede compensar la menor inteligehcia... explicación sostenible
sólo hasta tanto experimentos con chimpancés mucho más jóvenes
hayan probado lo contrario. Tal experimento, empero, es apenas
necesario, ya que Gotz ha probado que pollos de sólo tres meses
muestran constancia del tamaño en su conducta. Dado que los
pollos eligen espontáneamente los granos más grandes primero, no
es difícil entretenerlos sistemáticamente a picotear primero el más
grande de dos granos presentados simultáneamente. Atendiendo a
los propósitos del experimento, fué necesario ir más lej os aún y
entrenarlos a picotear sólo los granos más grandes, resultado que
se logró al fín, aunque no con muchas dificultades. Luego, en expe-
rimentos críticos, se depositaron los dos granos de tal modo, que
el menor estaba a 15 cm. de distancia del pollo al salir de la puerta
de una antecámara al comedero, mientras que el grano más grande
estaba a mayor distancia. Los pollos eligieron consecuentemente el
mayor, a una distancia de 73 cm.; sólo cuando la distancia era ma-
yor picoteaban al más pequeño. Ahora bien; objetivamente, la pro-
porción de las áreas visibles de los granos era de 4:5, la proporción
de .sus dimensiones lineales era por tanto de 2 :2.24; el hecho de
que los pollos fueran tan fácilmente enseñados a elegir los mayores
primero, prueba en consecuencia un alto grado de discriminación.
Empero, los resultados de los experimentos críticos son verdadera-
mente asombrosos, pues en ellos los animales escogieron como ma-
yor un grano cuya imagen retinal no era sino alrededor de 1/30
del área del menor, correspondiendo a una proporción lineal de
1 :5.5! Merece mencionarse que, en experimentos de control, cua