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núcleo deben asimilarlas constructivamente, aprendiendo a asumir
los comportamientos adaptativos para contender con ellas. De lo
contrario, pueden constituirse en factor causal de muchos problemas.
Son también conocidas como crisis transitorias.
Como en el capítulo anterior, al abordar las etapas del ciclo vital
familiar, fuimos describiendo los acontecimientos y características más
significativos de cada una de ellas, y son éstos precisamente los que,
por requerir de mecanismos de ajuste para su asimilación, están asocia-
dos con estas crisis transitorias de adaptación, nos limitaremos
−a modo de esquema− a citar los principales eventos vitales que se
consideran propios de cada período y que son causa de crisis.
Formación. Matrimonio, mudarse solos, acople sexual, conviven-
cia, ajuste a la familia del cónyuge, independencia económica y
sociolaboral de la pareja, embarazo y primer parto.
Extensión. Nacimiento de los hijos; cuidado, educación y res-
ponsabilidad por estos; escuela, adolescencia, beca, escuela al
campo, servicio militar, estudios superiores, ubicación laboral,
consolidación económica y profesional del matrimonio,
independencia del primero de los hijos y su partida del hogar.
Contracción. Partida de los hijos del hogar paterno, el nuevo ho-
gar de los hijos, las nueras y los yernos, los nietos, la familia
trigeneracional conviviendo, relevo generacional, involución, jubila-
ción, envejecimiento, enfermedad y muerte en la familia ampliada,
vuelta a la pareja inicial (nido vacío: sexualidad y armonía), la enfer-
medad final del primero de los cónyuges.
Disolución. Muerte del primero de los cónyuges, senectud, inver-
sión de roles y status generacionales, el viejo solo; la invalidez, enfer-
medad y muerte del segundo cónyuge.
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Se han descrito cuatro subtipos dentro de estas también llamadas
crisis no transitorias, que son las siguientes:
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mentales en el hogar, los accidentes, los trastornos malignos, los esta-
dos de gravedad. Se incluye aquí la problemática de la pareja infértil,
cuando esta dificultad repercute en la relación.
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Como es de esperar, estas crisis familiares, al igual que las anterio-
res, por el alto nivel de estrés que implican, son factores de riesgo
para el desencadenamiento de los ya mencionados trastornos por clau-
dicación ante el estrés en cualesquiera de los integrantes del núcleo,
así como para la aparición de disfunciones familiares, mal llamadas
«patologías» familiares, las cuales estudiaremos en próximos epígrafes.
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Las «agresiones» o «amenazas» −según el caso− que afectan al
sujeto familiar, condicionan al enfrentamiento a ellas en correspon-
dencia con las necesidades individuales y colectivas. Esta dialéctica
de lo individual y lo grupal en la respuesta familiar requiere todavía,
a mi juicio, de mucho estudio y profundización. De nuevo se pone a
punto, aquí, el problema de las dimensiones o planos en que se mue-
ven los organizadores del funcionamiento familiar: el plano de lo grupal
no excluye −sino que implica− el plano de lo individual, tanto en la
agresión como en la respuesta.
Al referirnos a los mecanismos de afrontamiento familiar, po-
demos señalar lo siguiente: el grupo −en definitiva integrado por
personas− utiliza muchos de los mecanismos de afrontamiento y
defensa personales que hubimos de describir, los que, por procesos
de inducción y presión grupales, así como por los mecanismos
de identificación resultantes de la experiencia y vínculos emocionales
comunes, aparecen, con sus matices, en varios miembros del núcleo
simultáneamente, conformando tendencias en el comportamiento que
devienen constructos característicos para esa familia.
Del mismo modo, procesos grupales específicos como las
triangulaciones, transferencias, apareamientos o alianzas, fenómenos
de lucha y fuga, temores a la pérdida o al ataque; recursos como el
surgimiento del chivo expiatorio y de emergentes de distinto tipo que
vienen a dar sentido a una situación; el desplazamiento intragrupo,
la universalización, la validación consensual, la interacción y con-
ciencia de interacción, la cooperación, la pertenencia, el modelado,
la presión conductual, el reforzamiento grupal, las reacciones físicas;
el establecimiento de subgrupos y territorios, la maximización y
minimización, la monopolización, ionización, derivación, evasión,
comprobación de la realidad; el establecimiento de rituales y reglas
son, junto a los clásicos mecanismos de defensa individuales (proyec-
ción, distorsión, inatención selectiva, negación, represión, resisten-
cia, etc.) formas de enfrentamiento que se utilizan con frecuencia
por el grupo familiar con variables resultados, particularmente en si-
tuaciones críticas.
El apoyo mutuo, el altruismo, la generosidad, la solidaridad, la
identificación, la cooperacion, la presión emocional, son recursos muy
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positivos, habituales en un ambiente de salud familiar. Ellos consti-
tuyen ejemplos de mecanismos grupales de respuesta, propios de fami-
lias en las que se cumplen satisfactoriamente sus funciones, y se favo-
rece la adaptación de sus miembros a la vida en comunidad.
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5.7 FACTORES CAUSANTES DE PROBLEMAS
DE SALUD FAMILIAR
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ciones. Las reglas se modifican, los estereotipos se vulneran. Se
pierde el control o este se vuelve caótico, o excesivamente rígido,
al asumir el control figuras sustitutas.
− Hogares con un progenitor ausente, física o emocionalmente. Aquí, las
funciones de maternaje y paternaje pueden alterarse o estar ausen-
tes en momentos en que son necesarias. Puede perderse el control
o este hacerse disfuncional. La sobrecarga de ciertos roles y la ca-
rencia afectiva de la figura parental puede tener consecuencias
negativas. Los casos de madres solteras e hijos huérfanos o no re-
conocidos constituyen problemáticas particulares de esta modali-
dad.
− Hogares violentos (sísmicos). En ellos la agresión es la regla y el caos
la forma de control, cuando no el exceso de rigidez. Amenazas,
discusiones, peleas y reconciliaciones forman parte del ambiente
cotidiano. El estrés, el alcoholismo y las enfermedades mentales
son frecuentes en este medio, caldo de cultivo para el suicidio, el
delito, los trastornos de la conducta y otros desórdenes de la perso-
nalidad.
− Hogares adoptivos. Aunque es habitual el amor e incluso, la
sobreprotección, cuando el adoptado conoce que sus figuras
parentales no son sus padres verdaderos, si esto no ha sido adecua-
damente manejado, puede ser fuente de perturbaciones en la fami-
lia. De ahí que núcleos con estos problemas requieran una orien-
tación y atención especiales.
− Hogares sobreprotectores. Aun cuando es preferible al rechazo, la
sobreprotección puede ser dañina al desarrollo de la autonomía y
maduración emocional, dando lugar a personalidades dependien-
tes, no asertivas.
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· Alcoholismo y drogadicción.
· Condiciones inadecuadas de vivienda y bajo nivel de vida.
· Higiene deficiente.
· Permeabilidad sociofamiliar inadecuada.
· Cohesividad extrema o muy baja.
· Dificultades en la adaptabilidad.
· Poca «fuerza familiar».
· Migración.
· Bajo nivel cultural.
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· Déficit de actividades sociales y recreativas.
· Transgresión de los hábitos de sueño y alimentación.
· Conflictos políticos e ideológicos.
· Migración y desastres naturales y sociales.
· Dificultades educacionales en los hijos.
· Pérdida de status social.
· Problemas de transporte y lejanía.
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