Está en la página 1de 3

Hoy en la Javeriana

opinión
31
El homenaje tributado en Ciudad de
México a Roberto Gómez Bolaños, y el
cubrimiento noticioso en muchos países,
de su muerte y despedida, llamaron
la atención sobre el talento y la obra de
este hombre extraordinario que “sin querer
queriendo” se metió a través de ‘la
pantalla chica’ en millones de hogares,
especialmente del mundo hispano, y más
aún, se hizo a un lugar perdurable en la
mente y el corazón
de multitud de personas,
sin distinción
de edades, clases
sociales o nivel educativo.
En efecto, ha
sido impresionante
constatar cómo en
la memoria de muchas
generaciones,
incluso de niños de hoy, quedaron registrados
los personajes que Chespirito,–el
sobrenombre que nació de una ingeniosa
castellanización de ‘Pequeño Shakespeare’–,
creó y en muchos casos encarnó él
mismo, en series como ‘El Chavo del 8’ y
‘El Chapulín Colorado’.
Sin embargo, no fue el tono pegajoso
de algunas de sus célebres expresiones
lo que hizo posible este fenómeno de
masas, lo que ocurre con algunas canciones
que repiten palabras o frases,
y pueden estar muy de moda por un
tiempo, y luego desaparecen sin dejar
huella alguna. La razón está en la simplicidad
de las historias y la ausencia de
violencia física, pues terminaban siendo
graciosos e inofensivos los golpes propinados
con ‘el chipote chillón’ o el atraco
cometido por el Chómpiras; la explicación
también está en la decencia de un
lenguaje que no apelaba a las vulgari-

La cátedra de Chespirito
Carlos Julio Cuartas Chacón*
dades para acercarse al público; en una
justa proporción de diversión y ternura;
en fin, en un conjunto de valores que
brillan por su ausencia en tanto dramatizado
que requiere grandes sumas
de dinero para su producción, y en los
cuales, a veces, se destaca y hasta se
elogia, el itinerario vital de reconocidos
criminales; todo en busca de niveles
muy altos de audiencia.
Pero tal vez lo
más importante
en las historias de
Chespirito, ‘el supercomediante’,
es
su clara referencia
a hombres y mujeres
del común, que
sobreviven en medio
de grandes limitaciones,
sin lujos ni comodidades, entre
complicidades y disgustos que reflejan
algo de nuestra propia vida, de los retos
que nos ofrece la convivencia en la cotidianidad:
los amores del Profesor Jirafales
y Doña Florinda; la obsesión de Doña
Cleotilde, ‘la bruja del 71’, por Don Ramón;
el arriendo que infructuosamente
cobra el Señor Barriga; las pataletas de
Kiko o de la Chilindrina. Quién no ha
querido decir en algún momento, a su
pareja, a un hijo, al jefe o al profesor,
“Cállate que me desesperas”, o “No contaban
con mi astucia”. En verdad se trataba
de una maravillosa vecindad.
El humor blanco, como se ha repetido
en los últimos días, tuvo en Don Roberto
el mejor de sus exponentes. Sus programas
perfectamente se podían transmitir
en horario familiar, sin necesidad de
‘la compañía de un adulto’ que pudiera
tranquilizar al menor o ayudarle con una
explicación, -no sé qué puede ser más
difícil-, en caso de una escena fuerte de
sangre, de sexo o de maldad extrema.
¡No! Con Chespirito en la televisión, el
sano entretenimiento estaba asegurado,
acompañado de una que otra sonrisa.
La invitación del Chapulín Colorado,
“síganme los buenos”, –un genial imperativo–,
cobró especial connotación al
ver ese grupo numeroso de niños vestidos
de rojo y amarillo, como su héroe,
con sus ‘antenitas de vinil’, que levantaban
sus brazos y saltaban jubilosos
celebrando con gratitud la vida de ese
hombre entrañable, que en un ataúd
era llevado en hombros. Sí, a ese héroe
sin superpoderes, que les decía “que
no panda el cúnico”, que los hizo reír
y soñar, seguían los niños, que son emblema
de la inocencia y la bondad, de
la simplicidad. Resulta sorprendente ver
que son los mismos niños que han sido
amenazados por la tecnología y la sociedad
de consumo, que los convierte en
objetivo comercial, y de tantas formas
los inducen a la malicia y la violencia.
Qué grato el paso de Don Roberto por
el mundo. ¡Qué hermosa su huella! Nos
ha demostrado, y de qué manera, cómo
‘todo educa’, cómo la televisión, que fue
su medio de comunicación privilegiado,
tiene un poder inmenso sobre los pueblos
y afecta significativamente su cultura
y sus valores. Y algo más, porque
alrededor de su obra, pudimos olvidarnos
de las diferencias, crear un recuerdo
común que hoy sirve de lazo para unir a
millones de hombres y mujeres en distintos
rincones del planeta
*Asesor del Secretario General.
El humor blanco, como se
ha repetido en los últimos
días, tuvo en Don Roberto
el mejor de sus exponentes.
Sus programas perfectamente
se podían
transmitir en horario familiar,
sin necesidad de ‘la
compañía de un adulto’…

También podría gustarte