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PROCLO – COMENTARIO AL ALCIBÍADES

… para todos los seres el orden del eros es, en su totalidad, causa de conversión hacia
la belleza divina. Por un lado, elevando hasta ella, unificando con ella y estableciendo
en ella todo lo secundario; y, por otro, colmando con lo que proviene de ella todas las
realidades que la siguen e irradiando las comunicaciones de la luz divina que procede
de aquella. Es por esta razón, sin duda, que la exposición del Banquete llama al eros
“poderoso daímon”, pues esencialmente muestra este poder de mediación, ya que
siempre hay un medio entre todo aquello que retorna y la causa del retorno y objeto
del eros de los seres secundarios. (…) Puesto que la totalidad del orden erótico
subsiste entre los dioses de acuerdo con esta su naturaleza, apreciemos su uniforme y
secreta cima inefablemente establecida entre los órdenes primeros de los dioses y
unida a la más primaria belleza inteligible más allá de todo ser; consideremos
cabalmente su procesión intermedia que resplandece sobre los dioses que preceden el
mundo (…). Pues a partir del principio unitario y primario del eros (…) surge el
múltiple conjunto de los eros, a partir del cual el coro de los ángeles resulta colmado
con la parte de eros que les toca; las hordas de los daímones, a través de la plenitud
infundida por este dios, acompañan a los dioses en su ascenso hacia la belleza
inteligible; y el ejército de los héroes marcha con los daímones y los ángeles de
acuerdo con la porción de belleza que les toca. Y, en la práctica, todo resulta elevado,
enardecido y encendido en torno del “efluvio de la belleza”. Por su parte, las almas de
los seres humanos reciben una porción de tal inspiración e intimando con el dios
resultan movilizadas por lo bello, y descienden a la región del devenir para ayudar a
las almas menos perfectas, preocupándose por aquellos que necesitan salvación. Pues
los dioses y sus secuaces “firmes en su naturaleza” benefician y vuelven hacia ellos
todo lo secundario; y las almas de los seres humanos, al descender y procesionar,
imitan la providencia de los dioses, que poseen la forma de la Bondad. (§§31-32).

***
A este dios no se lo debería colocar ni en el orden de las realidades supremas ni en el
de las últimas. No está entre las primeras porque el objeto del eros está más allá del
eros, e incorrectamente se lo ubicaría entre las últimas pues aquello que siente eros
participa del eros. Hay que establecerlo como intermedio entre el objeto del eros y los
que sienten eros: ha de ser posterior a lo bello pero anterior al resto. ¿Cuándo, pues,
viene por primera vez a la existencia y cómo se derrama en todas las cosas y junto a
qué mónadas irrumpe en el ser? Ahora bien, hay tres naturalezas substanciales en los
dioses inteligibles y secretos, y la primera se define por el bien (…), la segunda por la
sabiduría donde reside la primera inteligencia, y la tercera por la belleza, donde reside
lo más bello de lo inteligible, como se afirma en el Timeo; tres mónadas subsisten en
correspondencia con estas causas inteligibles pero aparecen reveladas por primera
vez recién en el inefable orden de los dioses, a saber: la fe, la verdad y el amor. La
primera funda el universo y lo establece en el bien; la segunda revela el conocimiento
que subyace en todos los seres; la tercera hace que todo regrese y lo une a la
naturaleza de lo bello. (…) El amor, pues, se extiende desde los inteligibles hasta lo
intra-mundano haciendo que todo regrese a la divina belleza. La verdad ilumina el
universo a través del conocimiento. Y la fe establece cada una de las cosas en el bien.
“Todo, afirma el oráculo, está gobernado y existe en estas tres”; y por esta razón, los
dioses aconsejan a los teúrgos unirse con el dios a través de esta tríada. Ahora bien,
los inteligibles, en razón de su inefable unión no tienen necesidad de la mediación del
eros. Pero allí donde se da tanto la unificación como la separación de los seres, allí el
eros surge como medio; reúne lo que se encuentra dividido, vincula lo anterior con lo
posterior, hace que lo secundo se vuelva hacia lo primero y eleva y perfecciona lo
menos perfecto. De la misma manera, el amante divino, imitando al dios que lo ha
inspirado, despega y eleva a los de noble naturaleza, perfecciona al imperfecto y es la
causa de que aquellos que precisan de salvación den con ella. Pero el otro tipo de
amante hace exactamente lo opuesto: abisma las almas en las profundidades de la
materia, las distrae de lo divino, la conduce a las regiones del error y de la
ignorancia…
Las exposiciones más agudas afirman que hay dos elementos principales que
definen la providencia divina y espiritual respecto de los seres secundarios: (1) que
atraviesa todas las cosas, desde la primera a la última, no dejando nada, ni siquiera la
última de las realidades, sin poder participar en ella, y (2) que no admite en su interior
nada de lo gobernado por ella y no se mezcla con su naturaleza ni se confunde con
ella. No se mezcla con los objetos de su acción simplemente porque preserva y
organiza todo (pues no corresponde a la naturaleza de lo divino y de lo espiritual
experimentar las emociones de las almas individuales), y no deja sin ordenar u
organizar ninguno de los seres inferiores, sino que al mismo tiempo dispone
correctamente todo y trasciende lo que así dispone. A la vez, posee la característica
del bien y permanece inmaculada, organiza el universo pero guarda relación con lo
que organiza, atraviesa todo pero con nada se mezcla. Esta providencia espiritual y
divina, pues, Platón se la atribuye al bienhechora preocupación de Sócrates por el
menos perfecto, manteniendo a la vez su vigilancia y su estabilidad (en lo que
concierne al amado) y su plena capacidad de aprovechar cualquier oportunidad de
despertar su celo y, al mismo tiempo, su carácter desapegado, puro e inmaculado y su
rechazo de contacto. (…) Así que, al mismo tiempo, está presente y ausente; ama y
permanece desapegado, lo observa desde todos los ángulos pero de ningún modo se
coloca en el mismo plano.

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