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CRITICÓN, 58, 1993, pp. 73-84.

Didáctica de las armas y literatura: Libro que trata de


la Philosophía de las armas y de su destreza de
Jerónimo de Carranza

por Claude CHAUCHADIS


(Universidad de Toulouse-Le Mirail)

Para los españoles del Siglo de Oro, "ser un Carranza" significaba ser diestro en el manejo de
las armas, expresión que tenía su origen en la persona del diestro Jerónimo de Carranza. Don
Jerónimo de Carranza fue conocido en la segunda mitad del siglo XVI como capitán del ejército
español, protegido del duque de Medina Sidonia durante muchos años, antes de terminar su vida con
el título de Comendador de la orden de Cristo y como gobernador de Honduras. En realidad la
notoriedad de Carranza como diestro estriba en una confusión. A las hazañas del valiente, el capitán
andaluz prefirió la escritura de un tratado de didáctica de las armas, titulado Libro que trata de la
Philosophía de las armas y de su destreza, obra publicada por el autor en Sanlúcar de Barrameda en
15821. Si nos es difícil valorar la habilidad de Carranza en el manejo de las armas, podemos por lo
menos hacernos una idea de su destreza en la pluma, ya que Carranza es uno de estos escritores
soldados que intentaron compaginar armas y letras. En este coloquio dedicado a las relaciones entre
didáctica y literatura, vamos a examinar pues cómo el capitán Carranza se vale de las letras para
enseñar las armas.
Hay que decir, para empezar, que la Philosophía de las armas pertenece al género dialogístico.
Cabe subrayar la pertenencia a este género literario, siquiera porque la obra de Carranza no consta
en los censos hechos últimamente por los especialistas del diálogo del Renacimiento español, ni el
de Jacqueline Savoye Ferreras2, ni el de Jesús Gómez3 que declara ofrecer el catálogo "más
completo de los que han sido reunidos hasta el momento". Pero más allá de la indicación de esta
omisión, lo que nos interesa ahora es interrogarnos sobre la adecuación de este género literario al
propósito didáctico de su autor. Recordaré pues la temática del libro antes de examinarlo como obra
literaria.

1
Jerónimo de Carranza, Libro que trata de la Philosophía de las armas y de su destreza, Sanlúcar de
Barrameda, 1582. 280 f. + tabla. El autor afirma haber terminado su libro en 1569.
2
Jacqueline Savoye, Les Dialogues espagnols du XVIe siècle ou l'expression littéraire d'une nouvelle
conscience, 2 vols., Paris, Didier, 1985.
3
Jesús Gómez, El diálogo en el Renacimiento español, Madrid, Cátedra, 1988, 236 p.

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El contenido didáctico
La Philosophía y destreza de las armas consta de cuatro diálogos relacionados con la enseñanza
de la destreza, pero bajo puntos de vista claramente distintos. El primer diálogo plantea el
problema general de la dignidad de la destreza como práctica de las armas. Se rechaza la falsa
destreza de los bravos, insistiendo en la categoría de ciencia o de arte que se confiere a la verdadera
destreza. La demostración es más filosófica que técnica. A partir de numerosos autores, entre los
cuales vuelven a menudo Platón, Aristóteles, Quintiliano, Cicerón, Euclides o Galeno, se
establecen distinciones conceptuales como las que establece la filosofía entre las diferentes causas:
formal, material, eficiente y final. Se debate ampliamente para saber qué sentido, entre la vista el
oído y el tacto, se utiliza más en la destreza. Frente a la falsa destreza fanfarrona e ignorante se hace
el elogio de una destreza que exige una multiplicidad de conocimientos. Carilao, el personaje
portavoz del autor no deja de exaltar el eclecticismo en el que estriba su destreza:
diré lo que ocurriere fundando todo lo que dijere en principios de Philosophia y Geometría, sin los
cuales no se puede tener verdadero conocimiento de las armas, considerando la destreza en las cosas
siguientes, y verificándose por una consideración de ellas muchas cosas que no se verifican ni
prueban por ninguna de las demás, conviene a saber el cuerpo, el ánimo, el acto, el color, la vista, el
tacto, la postura, la distancia, la fuerza, la figura, el tiempo, el movimiento, la claridad, el tamaño, el
término, el estado, el orden, el modo, la especie, la diferencia, el conocimiento, el peso, la
proporción, la medida, la disposición, la causa, el efecto, la materia, la forma, el ser, la intención, y
la atención, y el sujeto. (F. 27 v°)

Es así como los fundamentos geométricos y filosóficos de la verdadera destreza permiten establecer
una distinción teórica entre las diferentes tretas de la espada: tajo, revés, estocada, contraponiendo
los círculos de los tajos a las líneas rectas de las estocadas, desvíos, y reparos.
El segundo diálogo es el más original del conjunto, y el menos didáctico. Al hacer intervenir
un maestro de esgrima valentón, que se jacta de enseñar la práctica de las armas, se demuestra la
inanidad de la falsa destreza. El bravo, imbuido de su saber y de sus prejuicios, apenas se da cuenta
de la hilaridad que sus demostraciones excitan. Sola su cobardía le impide reaccionar a la falta de
respeto que su auditorio le manifiesta. Centrado en la denuncia moral de las hipocresías de los
valentones, el segundo diálogo presenta sin embargo un contenido técnico por su exposición
minuciosa de las falsas tretas de los bravos. Prepara a contrario la demostración del diálogo
siguiente.
En efecto el tercer diálogo es el más técnico del conjunto. Cada personaje del diálogo da su
parecer sobre el parentesco de la destreza con diversas ciencias tales como las matemáticas, la
aritmética, la geometría, la perspectiva, la anatomía, la música, la medicina, la filosofía natural.
Abundan las demostraciones prácticas nacidas de estas afinidades científicas. Se detallan los
músculos que sirven para el manejo de la espada. Se debate de la mayor eficacia entre la espada con
daga y la espada con rodela. Se explican las diferentes tretas con ayuda de figuras geométricas
insertas en el texto. Se dan consejos para el combate a caballo. Se demuestra la utilidad de la
respiración y del pulso para el ministerio de las armas. Se controvierte para saber si vale más la
experiencia o la teoría. Se comenta la necesidad para el maestro de adaptar sus consejos al
temperamento de su discípulo, etc. La variedad de los temas debatidos tiene pues su convergencia
en su fundamento científico que permite afirmar que la destreza es una "doctrina para letrados y
hombres graves" tal como se declara en la introducción de este tercer diálogo (133 v°).
El cuarto y último diálogo, titulado "de la destreza cristiana", desarrolla un propósito ético ya
subyacente en los diálogos anteriores, "enseñando, como se anuncia al final del diálogo tercero, al
diestro cristiano, cómo usará de la ciencia sin ofender a Dios, a sí, ni al prójimo" (205 v°). Se trata

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de justificar la compatibilidad entre la práctica de las armas y la religión cristiana. La reflexión


parte de consideraciones sobre la naturaleza del hombre, su superioridad sobre el animal, la calidad
de sus realizaciones artísticas y científicas, entre las cuales se sitúa la destreza, considerada como
una invención permitida por Dios:
inventó el hombre la Destreza de las Armas, con la cual mejora su ánimo, alienta y ejercita el cuerpo,
defiende la vida, aumenta la honra, conserva la fama y estimación, y guarda el uso de ella para las
necesidades en que suelen poner los malos a los buenos. (214 r°)

La argumentación gira en particular alrededor del concepto de defensión cristiana, versión religiosa
de la legítima defensa. Así para que la defensa sea lícita es necesario que concurran tres cosas:
La primera es que entre el agresor y el acometido haya debida moderación en las armas, para que sea
defensa proporcionada [... ]. La segunda, que la defensa se haga de presente, por amparar vida, sin
perder honra... por que si se hiciese con deliberación y pasada la ocasión, sin ser necesitado con la
prisa del contrario, faltaría esta calidad que hace justa la propulsión del agresor[...]. La tercera y
principal para que la defensa sea lícita y justificada en conciencia, es menester que no sea por
vengarse el hombre. (226 v°)

El diálogo se desarrolla entonces en el terreno de la casuística. Los protagonistas proponen


diferentes defensas de palabras que permiten guardar el honor sin ejercer violencias. Determinan la
actitud que hay que tener frente a los murmuradores. Reflexionan sobre la definición del honor y
establecen algunas distinciones que les permiten responder a algunos de los casos que se presentan:
diferencia entre "hombre honrado" y "hombre de honra" (246 r°), distinción entre ofensor y defensor
en función de la localización de las heridas (250). Se recuerda también, a partir del texto de las
Partidas, la diferencia entre traición y alevosía, lo cual permite recordar una hazaña de Alonso Pérez
de Guzmán el Bueno, antepasado del actual protector de Carranza (250 v°). Finalmente el diálogo se
aleja un poco del tema central para referirse a acontecimientos contemporáneos de su escritura en
1569: la peste que hubo en Sanlúcar y la rebelión de los moros de Granada. La reflexión sobre la
muerte nacida de esta evocación lleva a uno de los protagonistas a citar una larga carta escrita por
Jerónimo de Carranza a don Pedro de Zúñiga para consolarlo de la muerte de su madre la marquesa
de Béjar. El diálogo termina así por un elogio unánime que los protagonistas hacen de las
cualidades literarias y humanas del personaje Carilao, nombre que encubre a Jerónimo de Carranza.
El resumen que acabo de presentar sólo da una idea parcial de la variedad de los temas abordados.
La diversidad de las competencias de los protagonistas favorece la multiplicidad de los enfoques que
desembocan en frecuentes digresiones. Aunque centrados en la didáctica de las armas, los cuatro
diálogos ensanchan su propósito didáctico con aplicaciones a varias ciencias, exactas, jurídicas,
morales o filosóficas ¿En qué medida el género literario escogido por Jerónimo de Carranza
contribuye a su ambicioso propósito didáctico? Para responder a tal pregunta hace falta examinar
los componentes esenciales de una estructura dialogística: el marco espacial y temporal, el estatuto
del narrador, y la caracterización de los personajes.

Los componentes de la estructura dialógica

£1 marco temporal y espacial


El aprovechamiento que hace Carranza del marco temporal traduce esencialmente una
preocupación funcional. La obra se desarrolla en cuatro días seguidos que corresponden cada uno a
un diálogo diferente. Las alusiones al discurrir del tiempo son escasas y permiten sobre todo a los

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personajes eludir de vez en cuando largos debates con el pretexto de que el tiempo les falla para
alargarse. La presentación del marco espacial no escapa al tópico del locus amcenus, una playa
cercana a Sanlúcar de Barrameda, ciudad donde reside el autor. Sin embargo, en la introducción del
primer diálogo, Jerónimo de Carranza va más allá de lo acostumbrado en la convención del género.
Una cita extensa permitirá apreciar las hipérboles con las que pinta con minucia un cuadro extenso
que abarca el mar, el Guadalquivir, las flores, los árboles y los cultivos circundantes hasta la lejana
sierra:

[...] casi a la hora que el alba se descubría en la playa del espacioso mar donde el grande y navegable
rio Guadalquivir coronado con sus olivas llega hermosísimo con el ordinario curso de sus ondas a
hacer la salva a este lugar, y a pagarle al océano su tributo, y como la tierra estuviese llena de
maravillosas flores, y la hierba iba por ella entretejiéndose, y enlazándose de una en otra de suerte
que parecía una fresquísima red cubierta de rocío, y se moviese una blanda y suave marea, hiriendo las
hojas de algunos árboles con manso ruido, y con el fresco y serenidad del tiempo las ondas del mar,
refrenada su furia, tardamente se levantasen, a todos daba gran contento, y mayor cuando levantaban
los ojos a la hermosura de aquellos altos pinos, que defienden con su espesura la entrada a los
rigurosos rayos del sol, y cansados de esto daban en los prados y huertas que hacen en su frescura a
este lugar de muy gentil y apacible entretenimiento, descubriéndose casi al fin de la vista, por parte
contraria las altas sierras de perpetua cumbre con las faldas y laderas llenas de árboles, sonando en
todos los lugares cercanos los cantos de las aves con maravillosa suavidad y armonía ocupados los
sentidos todos con la vista de esta maravillosa pintura, matizada con el estudio y pincel de la
naturaleza. (F. 10 r°)

Se nota pues cómo el capitán Carranza manifiesta en la presentación del marco una
sensibilidad, casi se podría decir sensualidad, un tanto sorprendente en un tratado de philosophía de
las armas. Las hipérboles no sólo obedecen a la funcionalidad de un espacio propicio a los debates
amistosos, sino que traducen la voluntad del autor de instalar a su lector en una obra artística con la
alianza de la pintura y la poesía. En adelante las alusiones al marco espacial serán escasas, sin
embargo es digna de interés la original combinación de las referencias espaciales y temporales que
presenta el final del diálogo cuatro. Se va acabando el día, y los protagonistas han de volver a
Sanlúcar cuando uno de ellos empieza a citar la larga carta escrita por Carranza a don Pedro de
Zúfliga con el motivo de la muerte de su madre. Los protagonistas escucharán la lectura de la carta
mientras vayan andando hasta la ciudad. El corte que introduce la carta en el movimiento del
diálogo se ve así compensado por la dinámica combinada del desplazamiento de la comitiva y de la
progresiva oscuridad del anochecer.

El estatuto del narrador


Es notable el cambio de estatuto del narrador en el interior de la obra. Muy presente en los dos
primeros diálogos, el narrador desaparece casi por completo en los dos últimos. En efecto, al
principio del primer diálogo el autor se afirma como narrador de la obra. Recuerda las
circunstancias de la composición de su libro: la incitación de don Alonso Pérez de Guzmán, duque
de Medina Sidonia, a que dejase la práctica de las armas por la teoría. El elogio de su protector va
asociado al panegírico del lugar en el que compone su obra, Sanlúcar de Barrameda, pueblo que,
según Carranza, "aunque tuvo pequeño el principio de su población, está ya en tan grande alteza
por el concurso de las naciones y nobleza de los edificios y presencia de su dueño" (f. 9 v°). En
adelante Carranza abandona el uso de la primera persona y deja sitio a un narrador en tercera persona
con una utilización sistemática de los verbos de dicendi en cada réplica ("dijo", "respondió",
replicó"). Además con bastante frecuencia, la presencia de estos verbos declarativos va acompañada
con acotaciones más largas destinadas a precisar las reacciones de los personajes. Así por ejemplo:

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"A lo cual Carilao como si recordara de algún sueño, así respondió: ..." o: "No le dio esta
respuesta buen gusto a Eudemio, que muy aficionado era a la destreza, y sabía algo délia, y no
pudiendo sufrir esta injuria, tomando a todos la mano porque cada uno quería responderle, así
dijo: ..." (f. 11 r°). En tales acotaciones el narrador ocupa un papel primordial que puede llegar
hasta analizar detalladamente las reacciones de los personajes, como se puede ver en este otro
ejemplo:
Quedaban todos al parecer satisfechos de las razones de Carilao, porque eran tan perentorias que
convencían de la falsedad de la destreza, y de todo punto condenaban la opinión suya aunque Eudemio
con ánimo dudoso parecía que no se contentaba con aquellas razones, antes quería tomar a defender su
opinión con nuevos argumentos, cuando viéndolo Carilao confuso y suspenso volviendo otra vez a
la materia de la destreza le preguntó así: ... (F. 25 v°)

No se trata pues de un diálogo directo en el que se suceden como en el teatro las réplicas de los
personajes, sino de un diálogo fuertemente mediatizado por la presencia del narrador. Llama pues la
atención el cambio radical de estatuto sufrido por el narrador a partir del tercer diálogo. Entonces el
diálogo se vuelve directo, y la presencia del narrador se reduce a dar la palabra a cada personaje con
la simple indicación de su nombre abreviado. No nos pronunciaremos ahora sobre el porqué de esta
modificación que examinaremos más lejos al abordar el problema de las relaciones entre didáctica y
género dialogal.

Los personajes
Naturalmente la variación de estatuto del narrador afecta a la presentación de los personajes:
presentación prioritariamente externa en los primeros dos diálogos, y sólo a través de sus réplicas
en la segunda mitad de la obra. El papel primordial del narrador en el primer diálogo hace que los
personajes ya están caracterizados antes de que abran la boca. Son todos hombres doctos y "por la
grandeza de sus ingenios entre todos esclarecidos" (f. 10 r°). Eudemio está "bien instruido en las
letras humanas" y es "a todos sus amigos muy apacible". Polemarcho, a pesar de un nombre que
connota la guerra (en griego: jefe de guerra), tiene "una suave y blanda condición y presteza de
ingenio", y es "doctísimo en el derecho canónico y civil". Philandro, aunque su nombre sugiere
que es amigo de los hombres, ha cobrado del estudio detenido de la filosofía y de la medicina una
"profunda melancolía", y es "más desabrido en el trato". Charilao es un antiguo diestro. Meliso,
sin lugar a dudas "el meloso", junta en su persona todas las cualidades, "maestro de todas las
disciplinas, doctísimo en las matemáticas, hecho ilustre con la gran erudición y varias letras, y con
la bondad natural suya acompañada con un raro ingenio y a todos muy acepto".
Tal caracterización de los personajes, con una especialización de cada uno en un terreno
científico, podría interpretarse como una construcción del autor para ofrecer a la materia de su
diálogo diferentes luces y aproximaciones. La dimensión sicológica sugerida por las acotaciones
intervendría como en muchos diálogos para dar más verosimilitud a la obra. En realidad cada
personaje tiene su clave. El más fácil de descifrar es Charilao, el antiguo diestro, que no es sino el
propio autor como lo demuestra una nota marginal en que frente al nombre de Charilao se dice que
se trata del parecer del autor (f. 23 r°). Es así como Carranza tiene una doble y distinta
representación en el texto, una como narrador en tercera persona, y otra como personaje
directamente implicado en el diálogo. Los demás personajes, probablemente reconocibles por los
sanluqueños y sevillanos de la época, serían más difíciles de identificar sin el testimonio de un
posterior estudioso de la obra de Carranza, el famoso maestro de armas Luis Pacheco de Narváez.
En efecto este émulo sucesor de Carranza, convertido más tarde en detractor suyo, afirma en su

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libro Compendio de la filosofía y destreza de las armas de Gerónimo de Carranza* que los
personajes introducidos en su diálogo por Carranza son famosos letrados sevillanos que le ayudaron
en la redacción de su tratado: Así Meliso sería el famoso humanista Mal Lara, Philandro el poeta
Fernando de Herrera, y Polemarcho el médico Peramato. Cabe notar que el carácter plausible de
tales atribuciones se ve reforzado por la comunidad de iniciales y cierta paronomasia entre el
personaje clave y su correspondiente real: Charilao-Carranza, Meliso-Mal Lara, Polemarcho-
Peramato, Filandro-Fernando5.
Aparece pues que el reparto de los personajes del diálogo no se hace únicamente con el
propósito funcional de distinguir entre maestro y discípulo, o entre especialistas de diferentes
disciplinas. Detrás de cada personaje se encuentra una figura cultural sevillana que para los lectores
iniciados no podía sino autorizar los argumentos intercambiados en el debate. Se plantea entonces
el problema de la elección de claves en lugar de dar a los personajes su nombre real. ¿Deseaba
Carranza atribuirse la autoría de todos los argumentos del diálogo como sugiere el malévolo
Pacheco de Narváez? Tal explicación que tiene su origen en el deseo de rebajar los méritos de
Carranza no es muy convincente. En cambio, se puede pensar que el hecho de dar a los personajes
reales claves en lengua griega contribuye a situar el diálogo en la tradición dialogística antigua y a
conferirle un suplemento de prestigio literario.
Hay que indicar por otra parte que el maestro de esgrima del segundo diálogo no tiene nómbre-
lo que le da un carácter más genérico- y que como personaje merece un tratamiento particular. Con
él no se trata de intercambiar ideas sino de colocarlo en el. centro del diálogo como ilustración del
tema desarrollado: el de la falsa destreza de los valientes. El personaje del bravo suscita
particularmente la inspiración del narrador:
[...] el cual era un maestro de armas con quien tenía Charilao concertado que viniese por allí dar algún
contento a sus amigos, que sacudiendo la cabeza, y torciendo la boca a uno y otro lado, y rizando los
bigotes, la mano puesta en la barba, y haciendo muchas vueltas y meneos con la espada con el paso
largo y espacioso, a los que no lo conocieron espantó, y llegando muy mesurado a ellos, los ojos
abiertos en una extraña postura, el pie izquierdo delante, les habló con una gravedad y voz tan hueca
que más admiración les puso. (69 v°)

O también:

Y con esto sentándose todos los puso más atentos que si los persuadiera a ello el mayor orador de
Grecia, y descansó un poco para hablar con más fuerza: Atónitos estaban todos escuchando al
Maestro como si les hablara Néstor, de cuya boca según Hornero corría la oración más dulce que la
miel, considerando los engaños que el maestro descubría hasta que Eudemio como si despertara de
algún sueño, o si alguna visión lo tuviera por aquel espacio pasmado dijo. (82 r°)

Ya ampliamente caracterizado por las acotaciones del narrador, el personaje del maestro de
esgrima se define también por lo ridículo de sus intervenciones. Es así como utiliza de manera
reiterada palabras deformadas tales como "gormetria" por "geometría" (70 v°), "astrolophia" por

4
Luis Pacheco de Narváez, Compendio de la filosofía y destreza de las armas de Gerónimo de Carranza,
Madrid, Luis Sánchez, 1612, 198 p., B.N.M. R 3141 (en el prohemio al lector). Repite la misma
afirmación en Engaño y desengaño de los errores que se han querido introducir en la destreza de las armas,
Madrid, Emprenta del Reyno, 1635, f. 47.
5
El único personaje que queda por identificar es Eudemio, sobre el que Pacheco de Narváez no da ninguna
indicación. Podría ser el licenciado Christóval de Mosquera de Figueroa que dedica un poema a Carranza
publicado con los prólogos de su libro.

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"philosophia" (72 r°) o "retrónica" por "retórica" (76 v°). Pero cuando más excita la hilaridad de su
auditorio es al demostrar las tretas vulgares, tema irrisorio al que Carranza dedica varias páginas de
las que doy a continuación un botón de muestra:
Agora que sabéis todo esto, dijo el maestro, y cuál es el puño, meted la mano en #, poniendo la
espada en la correa, y apartaos de mí, haced como yo hago; sabéis las constituciones de la Escuela,
sacad el pie izquierdo y mano, para que las guardéis lo digo, la mano fuera mejor que la tuvierais atrás,
quedándoos puesto, en talle, puesto digo, daos prisa, teneos, reparad, aunque es temprano para
saberlo, cuando da mi espada en esa vuestra se llama así, quiétaos, afuera, a un lado, filo arriba,
volved, juntad el pie, digo tajo, corred la mano por el filo, las uñas arriba, ta, ta, andad por allí
conmigo, quedo, recogeos a buen vivir, alzad el pie, poned la mano, cerrad la boca, no me hagáis
gestos, tajo a aquella parte y a esta revés, así tirad largo, juntaos conmigo, vaciad la espada, tornad
allí, passad acullá, desviad esta punta, arrebatad de tajo, arrojaos por cima, sosegaos: por cierto dixo
Eudemio, que si todo es así que yo quedo molido sin ningún provecho, y sin gustar dello. (72 v°)

A través de la representación del maestro de esgrima se patentiza pues la dimensión literaria del
diálogo de Carranza, con la tonalidad de un texto satírico y casi teatral, pero queda por examinar el
problema de la relación entre literatura y didáctica a lo largo de los cuatro diálogos ¿Existe alguna
relación dialéctica entre literatura y didáctica? ¿En qué medida propósito didáctico y propósito
literario son conciliables? ¿Hasta qué punto se pone la literatura al servicio de la didáctica o puede
ser la didáctica materia literaria?

La relación diálogo / didáctica


A través de la descripción del contenido del texto y de sus características formales ya se han
podido vislumbrar las finalidades que guiaron a Carranza en su voluntad de poner el diálogo al
servicio de su propósito didáctico. Dos motivos esenciales parecen destacarse: un motivo
pedagógico y un motivo estratégico. Por una parte, se trata de instalar al lector en el centro de una
relación pedagógica compleja que es la que une a los participantes del diálogo. Por otra parte, desea
Carranza alzar una ciencia algo menospreciada, la de la práctica de la espada, al nivel de las demás
ciencias y artes, y en particular dignificarla por medio de la literatura.

El interés pedagógico

Se puede decir que no sólo Jerónimo de Carranza no desconoce las virtualidades pedagógicas del
género dialogal sino que las explota a fondo. Desde luego en cada diálogo hay un personaje que
lleva la voz cantante, Charilao-Carranza en el primero, Phylandro que se afirma como portavoz de
Charilao en el tercero y en el cuarto, y de modo paródico el maestro de esgrima en el segundo. Sin
embargo la forma dialogada no tiene la rigidez del juego catequístico de preguntas y respuestas.
Cierta autonomía de los personajes de más complejidad a la relación maestro-discípulo. Es
frecuente, por ejemplo, que uno de los personajes interrumpa al maestro para pedir aclaraciones.
Así Meliso se extraña de que la ciencia de la destreza pueda tener en cuenta la diversidad física de
los hombres: "Bien entiendo que conviene todo, dijo Meliso para el verdadero conocimiento de la
destreza, pero náceme dificultad ver la variedad de los cuerpos humanos" (28 v°). De la misma
manera Eudemio solicita unas aclaraciones sobre el significado de la palabra "fuerza" en la boca de
un maestro de la destreza: "Muy difícil se me hace, replicó Eudemio, por la novedad de los
términos que lleva esta ciencia, decid algo en lo de la fuerza, quizá será más fácil a mi
entendimiento" (29 r°). Además de las solicitudes de aclaraciones, las preguntas de los alumnos
facilitan las transiciones de un punto a otro como se puede ver en esta intervención de Philandro:

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"habéislo tratado tan copiosamente que estamos sin algún escrúpulo, en todo lo que toca el origen
y división de las leyes, decidnos algo del derecho que tienen todas las cosas a defenderse
naturalmente, para que esta materia quede en su punto" (223 v°). La respuesta del maestro suele ser
manifestación de su buena voluntad para ayudar al alumno, al par que de cierto orgullo por su
posesión del saber: "verdad es que tiene lo que dudáis alguna dificultad para los que no saben la
ciencia, respondió Carilao..." (29 r°).
De hecho la relación pedagógica establecida no se ejerce siempre según el esquema pregunta del
alumno - respuesta del maestro. Ocurre también que sea el maestro el que hace las preguntas. Cada
uno de los protagonistas expresa su parecer antes de que el maestro venga a concluir, como cuando
después de que cada uno se haya expresado sobre el sentido del tacto interviene Charilao: "Entonces
Charilao pareciéndole que era tiempo de enseñarles al camino verdadero dijo: mucha diferencia hay
entre el palpar y el tocar..." (50 v°). Las demostraciones solicitan a veces la participación del
alumno, conforme a la pedagogía socrática, como cuando Phylandro demuestra a Eudemio que la
parte más flaca de la espada es la punta:

Phyl: Veamos, quien tendrá más fuerza a vuestro parecer, un dedo de la mano, o una espada o una pica.
Eud. La espada o la pica. Philandro: Pues poned el dedo primero de los quatro (que llaman Index) sobre
la punta de la espada en el nacimiento del movimiento violento, y tenedlo firme...que aunque se
junten muchos brazos fuertes a sacarla por la parte donde está el dedo, no sacándola por los lados, ni
por lo bajo, no la sacarán... Eudemio: por cierto que es demostración gustosa y provechosa, y que si
no la experimentara, la tuviera por patraña, como dicen las viejas... (180 r°)

El ambiente de confianza establecido entre los dialogantes se traduce en el entusiasmo con el


que los alumnos manifiestan su satisfacción y su insaciable curiosidad:

Estaba suspenso Eudemio oyendo las particularidades de la destreza, pero con deseo de verlo de
adelante, pidió a Charilao que le dijese alguna parte de las cosas que restaban, porque como se iban
acabando y su deseo llegaba al fin se le aumentaba la codicia, mayormente de saber qué cosa era
distancia en la destreza, y luego Carilao por darle contento respondió así: ... (34 v°)

El interés declarado por el alumno es un incentivo para que el maestro prosiga su propósito
didáctico: "Contento estaba Eudemio de oir las causas de la destreza y Charilao por verlo holgar
tanto prosiguió diciéndole" (37 r°). La relación pedagógica entre alumno y maestro conduce así a la
expresión de un beneplácito mutuo6. Los alumnos repiten a lo largo del texto su admiración ante el
saber del especialista, mientras que el maestro subraya las buenas disposiciones de sus discípulos,
como cuando Philandro indica que el nivel de las preguntas y de las respuestas de los alumnos se
sitúa muy por encima de los debates acostumbrados entre diestros:"Philandro: por cierto que
preguntáis cosas en la destreza más dignas de vuestro ingenio, que de la disciplina de ella, y que las
respuestas son bien ajenas de diestro" (154 r°).
Bien es verdad que los protagonistas del diálogo no son alumnos ordinarios. Cada uno tiene
más o menos un sector de competencia, de modo que los papeles de maestro y discípulo son a
veces intercambiables. Charilao, el doble de Carranza, es naturalmente el experto en destreza, pero
desaparece a partir del segundo diálogo y deja que Phylandro se sustituya a él en lo referente a la
verdadera destreza. Polemarcho que entiende de medicina y anatomía es también el especialista del

6
Sería demasiado largo mostrar aquí cómo las relaciones entre los personajes del diálogo y el bravo
maestro de esgrima son una ilustración a contrario de una buena relación pedagógica: desconfianza y
burla por parte de los alumnos frente a la fatuidad e ignorancia del maestro.

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LIBRO QUE TRATA DE LA PH1L0S0PHÍA DE LAS ARMAS... DE J. DE CARRANZA

derecho. Meliso sabe mucho de filosofía. El nivel cultural de los diferentes protagonistas hace que,
en determinados momentos, el esquema del diálogo se parece más a un debate de academia literaria
que al de una exposición magistral. Es frecuente que uno de los protagonistas interrumpa el
discurso magistral para colaborar a la explicación con una precisión o un ejemplo. Así cuando
Charilao explica lo que es el movimiento natural, Meliso da un ejemplo: "eso mesmo veréis más
claro, dijo Meliso, en la piedra que arrojamos a lo alto..." (34 r°) y seguidamente Polemarcho toma
la palabra para proponer otro ejemplo: "Bien fácil es el ejemplo, replicó Polemarcho, que habéis
dado, pero más claramente se ve cuando sacamos un cubo de agua..." (34 v°). En algunos casos, el
debate se convierte en rifia como la que se desencadena entre Meliso y Eudemio sobre un punto de
geometría de la destreza, riña rápidamente apaciguada por la intervención de Polemarcho:

Meliso: Leed vos a Campano sobre la misma proposición, que alegasteis de Euclidio, y veréis cuan a
banderas desplegadas contradice vuestra opinión . Eudemio: Bien, he visto esta contradicción, y sé
que es a diferente propósito del mío y nada en favor del vuestro. Pol.: Yo querría ponerme en medio,
sino me cupiese tan mala parte como a los que ponen en paz. (185 v°)

A pesar de las rivalidades intelectuales entre exponentes la tonalidad general suele ser la cortesía. Es
así como una pregunta de Eudemio sobre la defensa lícita suscita un intercambio de amabilidades
entre protagonistas:
Eud: decidme si hay ley que defienda al matador, o que mande que el hombre se deje matar de su
enemigo, para que yo sepa en conciencia, lo que tengo que hacer con mi destreza. Mel: A mí no es
dado tratar de esta materia, por tocar en profesión diferente de la mía; diga en ella Philandro su
parecer, que como en los demás será obedecido. Phyl: No soy tan amigo de la gloria ajena, ni me
siento tan falto de merecimiento en las cosas que yo trato, y traigo entre las manos, que quiera usurpar
la que le viene a Polemarcho, que lo sabrá mejor, por haberse defendido a sí, y a otros con armas en la
guerra, y con leyes en la paz, por eso Polemarcho no sean menester muchos ruegos pues sin ellos he
obedecido yo vuestro mandado, decidnos el origen de la defensa natural, y el que tuvieron las leyes.
Pol: Mucho holgara librarme de la empresa de las leyes por su grande dificultad, mas confiado en que
la amistad la allanarán algo, me determinaré con alguna confianza... (216 r 0 ) 7

Todos los ejemplos aquí aducidos ilustran el alcance pedagógico del diálogo. Las intervenciones
de los protagonistas, conducidas en el tono de la libre conversación, cortan la sequedad de la materia
didáctica, solicitan aclaraciones, facilitan las transiciones y las digresiones. Por sus dudas como por
sus aprobaciones los personajes del diálogo permiten al lector identificarse con ellos, participar de
sus incomprensiones o sus entusiasmos. La representación de una relación pedagógica ideal, la
sensación de que en cada momento se expresa el personaje más competente sobre el tema debatido,
la afirmación de que las conclusiones resultan de la conjunción de los esfuerzos de hombres cultos
e inteligentes instalan al lector en una relación de confianza con el texto parecida a la que se
expresa entre los protagonistas del diálogo.

7
La tonalidad es la misma cuando se invita a Meliso a concluir sobre la relación entre la destreza y las
otras ciencias:
Pol.: ... y pues todos hemos dicho nuestro parecer sin concluir ni quedar del todo satisfechos,
pongamos la justificación dello en el de Meliso, quizá el que ha tratado más tiempo las cosas de
Philosophía, ... Mel.: No es razón que me tengáis por tan desvanecido que crea vuestra lisonja...cada uno
ha puesto en práctica su parecer, quiero que salga también el mío no para dar doctrina sino para que de
todos se elija el más acertado (149 r c ).

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CLAUDE CHAUCHADIS Criticón, 58, 1993

La finalidad estratégica del diálogo: la dignificación de la destreza

Si Jerónimo de Carranza pone de relieve el alto nivel cultural e intelectual de los protagonistas
de su diálogo, no es sólo para captar la atención de su lector, es también para hacer su propia
promoción de escritor en su intento de elevar la destreza a la dignidad de la obra literaria. En efecto
existe un paralelismo entre el propósito del libro, que es alzar la destreza al nivel de las demás
ciencias o artes, y el esfuerzo de Carranza - Charilao por asegurar su posición entre los hombres
graves y letrados que intervienen en el diálogo. Toda la composición de la Filosofía de las armas
participa de la estrategia de Carranza, que consiste en afirmarse no sólo verdadero diestto sino
también letrado inter pares. En esta línea estratégica son particularmente relevantes los textos
preliminares a la obra. Después de la tradicional autorización regia y de la consabida aprobación
eclesiástica que encabezan cualquier libro de la época se publican dos epístolas en versos dirigidas
al autor. La primera, de Fernando de Herrera, celebra el ingenio y la valentía de Carranza ("En el
ingenio igual y en valentía / Seguís a Febo y Marte belicoso") y la segunda, del licenciado
Christóval Mosquera de Figueroa, insiste en la reconversión artística de Carranza ("y en el templo
de Phebo habéis dejado / La espada, y sois primero y sin segundo"). A continuación vienen dos
cartas dirigidas al lector por dos médicos del duque de Medina Sidonia: Mathia de Aguilar y Pedro
de Peramato. El primero subraya la novedad de la invención de Carranza y el eclecticismo de un
autor que ha "vuelto en clara lengua española lo muy oscuro y dificultoso de todas las artes
liberales". El segundo hace una glosa sobre el tema de armas y letras escribiendo que "como antes
se ha dicho en refrán, que las letras embotan las armas, de aquí adelante se ha de decir, que las letras
engendran las armas, y que los letrados solos pueden ser diestros, porque la alteza de ellas no es
para ignorantes ni rudos". Insiste además sobre la calidad literaria del libro de Carranza:" Varia
lección tratada y adornada con palabras usadas, elegantes y graves según la materia y el lugar, alteza
de estilo, agudeza de ingenio, gravedad de sentencias, sales y flores mezcladas a propósito y en su
tiempo". Una tercera carta escrita por un médico se inserta en los preliminares, es del doctor Juan
Jiménez y va dirigida al duque de Medina para recomendarle que ayude a la impresión del libro de
Carranza. Dice entre otros argumentos: "Principalmente siendo cosa tan nueva como es haber
juntado las Armas con las Letras, con lo cual queda deshecho el divorcio de que estaba infamada la
nación española, que la tenían los extranjeros por fuerte, empero bárbara".
Pero Carranza no se contenta con publicar textos de sus amigos. Como si quisiera dar una
ilustración de su talento literario, publica dos poemas y un prólogo, todos dedicados al duque de
Medina. El primer poema es una larga epístola de 820 versos en la que expresa su desengaño frente
a lo mal que recompensa el vulgo a los hombres de mérito. Luego viene una carta-prólogo en la
que Carranza se enorgullece de haber inventado una ciencia nueva reformando la destreza,
"haciéndola no menos arte liberal que las otras". El autor de la Filosofía de la destreza de las armas
afirma por otra parte que sus modelos literarios están en los diálogos antiguos:
Y usando del buen orden que Platón primero y después Tulio, padre de la elocuencia romana,
antiguamente tuvieron para enseñar y descubrir lo que entendían, trataré en estos diálogos, lo más
brevemente que pudiere la teórica de la verdadera destreza, y la tragedia tan grande de los diestros de
nuestra edad, para poder después sin ofenderme entre sus espinas, pasar libremente a la práctica de la
destreza, que tan difícil es, y lo que algunas veces entre mis amigos religiosos varones doctísimos he
declarado, y ellos concedieron ser bueno y acertado para el bien común.

Es interesante observar que al final de este prólogo Carranza justifica el tono particular de su
segundo diálogo, el de la falsa destreza:

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LIBRO QUE TRATA DE LA PHILOSOPHÍA DE LAS ARMAS... DE J. DE CARRANZA

Y si alguno me reprehendiere, por haber escrito cosas de burlas en el diálogo de la falsa destreza,
respondo que ha sido cosa importantísima a lo que tratamos, porque muchas cosas se prueban por sus
contrarios... Y de la manera que los músicos suelen hacer consonancia entre las cuerdas graves y
agudas, así quise yo juntar la gravedad de los diálogos con la facilidad y risa de la comedia...

Finalmente el segundo poema que concluye los textos preliminares es un elogio de las hazañas del
duque, pacificador de la provincia portuguesa del Algarve.
Llama la atención la similitud de estrategia desarrollada por Carranza en sus preliminares y la
que ya hemos podido comprobar al estudiar sus cuatro diálogos. Por una parte hace su
autopromoción al valorarse al mismo tiempo que la ciencia que expone; por otra parte se vale de la
garantía de sus compañeros, o de su protector, para reforzar su propósito dignificador. Recordemos
simplemente algunos de los procedimientos utilizados: el recurso a nombres griegos que sitúan el
diálogo en la tradición literaria clásica, las claves que encubren letrados tan conocidos como
Fernando de Herrera o Juan de Mal Lara, el tono de los debates próximo al que se usaba en las
Academias literarias sevillanas en que intervenían los mismos personajes, la importancia dada al
narrador con el papel que desempeña en la descripción poética del lugar del diálogo y en la
caracterización de los personajes, la identificación casi inmediata de Charilao como clave de
Carranza, la larga cita al final del cuarto diálogo de la carta escrita por Carranza al marqués de
Zúñiga y valorada por sus amigos como testimonio de sus dotes de escritor.
Así afirmado Carranza en su doble dimensión de verdadero diestro y literato, puede hacerse más
discreto en determinados momentos de la obra y no aparecer siempre en primer plano. Cuando bien
se sabe la identidad entre autor y narrador, desaparecen casi por completo los signos de la narración
y el diálogo se hace directo8. Pero la autonomía del diálogo frente a su autor es solo aparente.
Cuando ya se ha afirmado Charilao como defensor de la verdadera destreza, deja lugar al maestro de
esgrima que le da razón a contrarío por su actitud ridicula. Más tarde Philandro que toma el relevo
de las demostraciones de la destreza, indica que saca todo su saber de los borradores de Charilao
haciendo de su ciencia un elogio que evidentemente concierne a Carranza. Se manifiesta pues, más
o menos directamente, a lo largo de la obra la doble cara de Carranza. La del diestro y didáctico
Charilao y la del literato y narrador Carranza. Los dos aspectos están estrechamente ligados en la
estrategia de la dignificación del arte de la destreza. La ciencia nueva de la destreza merece para el
autor de La filosofía de la destreza un soporte literario tan prestigioso como el diálogo clásico.
Difícil es emitir un juicio de valor sobre la fusión así operada entre didáctica y literatura. Es de
reconocer que para un lector de hoy, las demostraciones técnicas, a pesar de todos los esfuerzos
hechos por el autor para integrarlas en el molde dialogístico, resultan particularmente pesadas. En
cambio, sigue apreciable el valor literario de la sátira que inspira el segundo diálogo o el de las
múltiples digresiones o anécdotas que a manera de miscelánea van esparcidas por la obra. Pero esta
apreciación de la "literariedad" de La Philosophía y destreza de las armas parecerá bien subjetiva si
se le opone el juicio que Luis Pacheco de Narváez hacía de la misma obra a principios del siglo
XVII. Hay que recordar en efecto que Luis Pacheco de Narváez publicó en 1612 un Compendio de

8 Difícil es apreciar la mayor o menor "literariedad" de las dos fórmulas. La fuerte presencia del narrador
en los dos primeros diálogos puede manifestar la voluntad de reunir didáctica y literatura. Sin embargo, la
casi desaparición del narrador en los dos últimos diálogos puede ser el indicio de un mayor dominio de la
técnica dialogal, con la incorporación en las mismas réplicas, de los elementos traducidos anteriormente
por las acotaciones cuya reiteración llegaba a ser pesada. El cambio de estatuto del narrador podría ser
consecuencia de una mayor madurez del autor en la práctica del género dialogístico.

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CLAUDE CHAUCHADIS Criticón, 58,1993

la Filosofía y destreza de las armas de Gerónimo de Carranza9. En una epístola al lector justificó
entonces su trabajo de resumen por el hecho de que no se podía entender la obra de Carranza y que
la causa de "esta mala inteligencia" era:
... la difusión de la materia, las largas y ordinarias digresiones, con que la memoria quedaba distraída,
y poder con dificultad la reminicencia ofrecer lo oido de tan lejos, y con los intervalos, o periodos
tan largos, y ajenos del propósito, se confundía el entendimiento y desfallecía el ingenio.

Años más tarde, en su libro Engaño y desengaño de los errores que se han querido introducir en la
destreza de las armas10 publicado en 1635, el maestro de esgrima de Felipe IV daba nueva estocada
a la obra de su antiguo maestro declarando que:
el insinuar que hay una cosa que se llama destreza, hablar de ella con rebozo, y amagos de ya lo voy a
decir, y no decirlo: dialogizar entre muchos, tocar materias y facultades sin rigurosa adaptación a lo
principal, y con mayores episodios que ella, hacer exquisitas misceláneas, largas y despropositadas
digresiones, referir casos sucedidos, acumular historias, y en nombre de los interlocutores, loar sus
mismos conceptos, admirar sus agudezas, encarecer su sabiduría, y dar por imposible absoluto haber
quien le iguale en lo humano, más parece ambicioso exceso de honorificación personal, que efecto de
enseñar al incipiente.

En pocas líneas Pacheco de Narváez destruye toda la estrategia didáctica y literaria de Carranza.
Más allá de la evidente malevolencia del alumno frente a su antiguo maestro, lo que se pone en tela
de juicio a través de estos reproches es la compatibilidad de las flores literarias con el rigor
matemático de la enseñanza de la destreza. Mientras que Carranza quena enseñar deleitando, Pacheco
le reprocha deleitar enseñando. Quizá se traduzca a través de tal oposición no una simple rivalidad
entre dos autores de tratados de esgrima sino un cambio diacrónico en la relación entre didáctica y
literatura11. Efectivamente, si en el siglo XVII se multiplican los tratados de esgrima, ninguno
adopta el modelo dialogístico y todos se presentan como austeros tratados técnicos. Parece ser que
en tiempos de Carranza la dignidad de la enseñanza de las armas pasaba por el prestigio de las
letras. En cambio, en el siglo XVII, el prestigio de la didáctica de las armas ha de prescindir de los
adornos de la literatura. Dejaremos como conclusión esta perspectiva abierta sobre una evolución
histórica de la relación entre literatura y didáctica, evolución que merecería un estudio más amplio
en el tiempo y en la variedad de las disciplinas concernidas por la didáctica.

9
Luis Pacheco de Narváez. Compendio de la Filosofía y destreza de las armas de Gerónimo de Carranza.
Madrid, Luis Sánchez, 1612, 198 p. B.N.M. R 3141.
10
Luis Pacheco de Narváez. Engaño v desengaño de los errores que se han querido introducir en la destreza
de las armas. Madrid, Emprenta del Reyno, 1635, 204 f. B.N.M. R 4842.
11
Michel Le Guern sugiere tal cambio en la literatura francesa del siglo XVII, cuando la noción de
diálogo va asociada a la de superfluidad. Michel Leguern, "Sur le genre du dialogue" en L'automne de la
Renaissance, Actes du XXII e colloque international d'études humanistes. Tours, 1979, Paris, Vrin, 1981,
pp. 141-148.

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