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Historia de La Filosofía Antigua
Historia de La Filosofía Antigua
PRELIMINARES
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juicio. Su campo es lo concreto, lo particular, lo sujeto al espacio, al tiempo y a la
mutación. Predomina lo sensitivo sobre lo racional. Mas para el conocimiento
científico no basta con conocer cosas ni sucesos particulares sino que quiere llegar a
conocer sus esencias y sus razones de ser. Para esto es necesario superar la
particularidad, la mutabilidad y la contingencia de las realidades concretas,
elaborando conceptos abstractos y llegando a formular juicios necesarios de validez
universal. Es preciso también ordenar y organizar los conceptos en forma más o
menos sistemática. La ciencia no es una simple acumulación de datos, sino un saber
ordenado y organizado.
Pero el hombre no se contenta con saber cosas ni sucesos particulares, sino que trata
de penetrar más, averiguando sus porqués, es decir, sus causas. La admiración ante
un fenómeno insólito produce en el hombre la conciencia de un problema, pone de
manifiesto su ignorancia y de acucia a la investigación hasta que encuentra una razón
para explicarlo. De esta manera, la admiración combinada con la curiosidad es el
origen natural remoto de la ciencia.
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En la hipótesis de que alguna idea oriental se haya filtrado al pensamiento occidental,
esto no cambia la esencia del problema, ya que los griegos cuando acogían
contenidos de otra forma de vida espiritual, los transformaban dándoles una forma
rigurosamente lógica (que es lo propiamente filosófico: el recurso de la razón).
Antes que naciese la filosofía, los poetas tuvieron gran importancia en la educación
de los griegos, quienes buscaron alimento espiritual sobre todo en los poemas
homéricos, es decir, LA ILÍADA y LA ODISEA; en HESÍODO y en los poetas
GNÓMICOS (s. VII - VI a.C.)
Los poemas homéricos poseen algunos rasgos del carácter griego que se reflejará en
la filosofía:
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El poeta no se limita a narrar una serie de hechos, sino que aunque de una
manera mítico-fantástica, investiga las causas o razones de esos hechos. Este
espíritu investigativo pasará a la filosofía que llevará a la búsqueda de la causa y
el principio, del porqué último de las cosas.
Los demás poetas griegos como HESÍODO, FOCÍLIDES, SOLÓN, ARQUÍLOCO, etc.,
aportaron a la Filosofía las bases para comprender racionalmente el cosmos, la
construcción de la ética, la fijación de los conceptos de justicia, orden y límite
(medida) que caracterizarán toda la filosofía griega:
Considera que todo es divino porque todo cuanto sucede se explica a partir de la
intervención de los dioses. Los fenómenos naturales y la misma vida de los
hombres están vinculados esencialmente con la vida de los dioses.
Los dioses griegos son fuerzas naturales personificadas, o son fuerzas o virtudes
del hombre sublimados e hipostasiados: Zeus: justicia; Palas Atenea: inteligencia;
Afrodita: el amor. Los dioses griegos sólo difieren de los hombres en la cantidad,
no en cualidad.
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La religión pública de los griegos constituye una forma de NATURALISMO ya que
no les pedía a los hombres un radical cambio interior (conversión), un elevarse
sobre sí mismo, sino por el contrario, les pedía seguir su propia naturaleza y que
todo se hiciera en honor a los dioses. Como veremos más adelante, la primera
forma de filosofía será tan naturalista como la religión pública.
El demonio (alma) no sólo preexiste al cuerpo sino que no muere con él, se
reencarna en cuerpos sucesivos para expiar la culpa originaria.
La vida órfica con sus ritos y prácticas es la única que puede liberar el alma del
cuerpo, poniendo fin a las reencarnaciones.
Para los purificados hay un premio en el más allá, para los no iniciados en los
Misterios existen castigos. El destino del hombre es estar junto a los dioses e
incluso hacerse Dios: “De hombre nacerás dios porque procedes de lo divino”.
La idea de los premio y castigos de ultratumba surge para eliminar el absurdo que se
constata en la tierra de que los virtuosos sufran y los viciosos gocen. Incluso la idea
de la metempsicosis (reencarnación) pudo haber surgido como una explicación de por
qué sufren aquellos que parecen inocentes: nadie es inocente porque todos purgan
penas pasadas.
Con las creencias de los órficos el hombre por primera vez veía que en sí mismo se
contraponían dos principios en lucha constante: el alma (demonio) y el cuerpo (como
tumba o expiación del alma).
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Con los órficos se resquebraja la visión naturalista del hombre, quien comprende que
tiene que suprimir algunas tendencias ligadas al cuerpo para purificar de lo corpóreo
el elemento divino de su existencia (alma).
Por último hay que señalar que los griegos no poseyeron libros sagrados ni una
dogmática fija e inmodificable, esto propició el que los griegos no tuvieran una clase
sacerdotal encargado de custodiar lo sagrado. Esto propició un ambiente de amplia
libertad en el pensamiento que favoreció el surgimiento de la filosofía.
Mientras que los orientales se veían obligados a una obediencia ciega al poder
político y religioso, los griegos gozaban de un libertad no sólo religiosa sino también
política.
Durante los siglos VII - VI a.C. Grecia pasó de ser un país primordial-mente agrícola a
ser un país de industria artesanal y comercial. Se fundaron colonias comerciales en
las colonias jónicas, sobre todo en MILETO, las ciudades se convirtieron en centros
comerciales florecientes. Los artesanos y comerciantes impidieron que el poder
político se centrara en unos pocos terratenientes. En Grecia, por primera vez,
aparecen esbozadas las formas de gobierno republicanas. En este ambiente de
libertad florecen la cultura, la filosofía y las ciencias.
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3. CONCEPTO Y FINALIDAD DE LA FILOSOFÍA ANTIGUA
Desde el momento en que surgió, la filosofía griega adquiere tres características que
hacen referencia a su contenido, su método y su objetivo:
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3.2. Etapas y períodos de la Filosofía antigua
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PRIMERA UNIDAD
1. PRELIMINARES
El siglo y medio que transcurre entre Tales de Mileto y los sofistas constituye un rico
período de vida intelectual que avanza con gran rapidez, en contraste con la lentitud
de la evolución del pensamiento oriental. El panorama intelectual es muy movido, las
controversia entre los filósofos contribuyen a afinar los conceptos y a crear una
verdadera técnica filosófica. Rápidamente van surgiendo los problemas
fundamentales aunque todavía en forma embrionaria; aparecen también los primeros
intentos de solución, aunque hay que reconocer que la importancia de los
presocráticos consiste más en el hecho mismo de haberse planteado los problemas
que en las soluciones concretas que pudieron ofrecer.
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Problema fundamental: la “naturaleza”
Como se puede apreciar, la inquietud que nace del aspecto “físico” de las cosas lleva
a una reflexión de tipo “ontológico” (sobre el ser). La “Naturaleza” es la realidad que
existe por debajo de todas las “cosas”, y que, aunque es común a todas, se distingue
de todas ellas. En cambio, las “cosas” múltiples, más que realidades, son apariencias
mudables, inestables y de duración limitada. La “Naturaleza” la entienden los
presocráticos en un doble sentido: Como substratrum inmutable del ser, por debajo
de todas las mutaciones, y también como fuerza que hace llegar las cosas a ser,
como una fuente inagotable de “seres”.
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movilísimo, penetrante, inextinguible, transformable y casi incorpóreo. El principio del
movimiento y de la vida (respiración) de todos los seres, y de él pueden formarse
infinitos seres e infinitos mundos. Los milesios conciben el primer principio no como
un añadido a las cosas o algo que les venga de fuera sino como la realidad intrínseca
y constitutivas de todas las cosas. Posteriormente se van introduciendo otros
elementos extrínsecos y en cierto modo independientes de la materia como el logos
de Heráclito, el Amor el Odio de Empédocles y el Nous de Anaxágoras.
¿Filósofos y teólogos?
Los interrogantes a los que trataron de dar solución los primeros filósofos,
ciertamente no fueron formulados solamente por ellos. A estas preguntas trataron de
responder las cosmogonías de los pueblos antiguos, India, Egipto, Caldea. Antes de
que apareciera la filosofía en Mileto, Grecia había producido ya un amplio conjunto de
cosmogonías (Hesíodo, Helánico, Homero) en que las fuerzas de la naturaleza se
personifican poéticamente en divinidades. La gran aventura de Tales y de los
primeros filósofos consistió en sustituir esas divinidades por elementos naturales y
fuerzas cósmicas: agua, aire, fuego, frío y calor, condensación y dilatación, etc. Es
decir, que al buscar el primer principio, el arché de las cosas, buscaban una realidad
ontológica, pero no fuera del Universo, sino dentro de él; no encima, sino debajo de
los fenómenos y de los seres particulares. El arjé que era concebido como la fuente,
el sostén y el fin de todos los seres era sólo percibido por la inteligencia y se
consideraba como una realidad eterna, inmutable, y divina. O sea, que en último
término, esa realidad venía a equivaler a Dios, expresado bajo distintos nombres. En
este sentido, en los sistemas de Tales, Anaximandro, Anaxímenes, Heráclito,
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Parménides, y, en general, de todos los presocráticos, la Filosofía es a la vez una
física, una cosmogonía y una teología.
Filosofía y mito
En la introducción afirmamos que la filosofía nace como el esfuerzo por dar una
explicación puramente racional a los interrogantes sobre el cosmos, desligándose de
interpretaciones míticas y teológicas, pero tenemos que aclarar que ese desligarse no
fue instantáneo, sino que la filosofía en sus comienzos arrastra por un tiempo
considerable con un lastre considerable de mitos y alegorías. En los presocráticos
perduran muchos elementos de los antiguos poemas cosmogónicos, mezclados con
otros de procedencia órfica, o de una inspiración moral y religiosa. En las
especulaciones presocráticas van unidos estrechamente lo físico y lo ético, la
cosmología, la antropología y la teología, pero también es cierto que esos elementos
míticos pierden la preponderancia que tenían anteriormente, y ya desde los milesios
la Filosofía comienza a plantear sus propios problemas y a tratar de buscarles
solución por medios estrictamente racionales.
2. LA ESCUELA DE JONIA
Nació en Mileto, colonia jónica del Asia Menor. Es considerado por la tradición como
el primero de los filósofos. Fue también político y se destacó por sus estudios
matemáticos y astronómicos. Se le atribuyen viajes a Egipto donde estudió
geometría. Predijo un eclipse de sol que aconteció en una batalla entre medos y lidios
(28 de mayo del 585). Se le atribuye la invención del teorema que lleva su nombre.
La tradición lo ubica en la lista de los Siete Sabios antiguos. Se le atribuyen estas
palabras en el momento de morir: “Te alabo, ¡Oh Zeus!, porque me acercas a ti. Por
haber envejecido no podía ya ver las estrellas desde la tierra.
Hay que aclarar que el “agua” de Tales no es el elemento físico que conocemos, sino
la “humedad”: “la simiente y los gérmenes de todas las cosas poseen una naturaleza
húmeda”. Todo proviene del agua, todo sustenta la propia vida mediante el agua y
todo finaliza, a su vez, en el agua. Algunos sostienen que la doctrina de Tales tiene
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raíces en los mitos de los poetas griegos (v.gr. Homero consideraba al océano como
el padre de todas las cosas) pero esto es difícil de demostrar.
Tales es un naturalista en el sentido antiguo del término y no un materialista en el
sentido moderno. En la práctica su agua llegaba a coincidir con lo divino. “Dios es la
cosa más antigua porque no es generado”, es decir, porque es “principio” (arjé). Se
introduce así una nueva concepción de Dios en la que predomina la razón y va
desplazando a los dioses del politeísmo fantástico-poético de los griegos.
Aristóteles y Diógenes Laercio le atribuyen a Tales la frase de que todas las cosas
estaban llenas de “dioses” o de “demonios”. Esto y su explicación del imán, al que
atribuía vida y alma, indican un concepto animista de la materia. Así llegó a afirmar
que todas las cosas tenían alma (panpsiquismo) y que todo el universo está
penetrado de vida aunque muchas de sus partes parezcan inanimadas (panvitalismo).
Tales nada dice respecto de la naturaleza del alma vivificadora y divina, pero es
posible pensar que la asociara con la naturaleza del primer principio, es decir, el
agua. Todas las cosas proceden del agua y en ellas permanece, como sustrato; todas
las cosas deben ser, por tanto, divinas y animadas.
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de elementos, los cuales se van separando después por el movimiento. Es de notar
que Anaximando introduce el concepto de “eternidad” para el arjé, el cual no debe
tener fin pero tampoco principio, aquí se aparta de las antiguas deidades, las cuales
no morían pero sí nacían.
El origen de las cosas: Tales no se había planteado la pregunta de cómo y por qué
todas las cosas proceden del principio, Anaximandro sí lo hace y ofrece una respuesta
que entremezcla con elementos órficos: para explicar la formación de las cosas
propone un proceso de separación o de diferenciación de contrarios. Dentro de la
masa confusa del apeiron, agitado por un movimiento eterno, se producen remolinos
que dan por resultado su separación en porciones, de cada una de las cuales se
forman otros tantos mundos, o cosmos esféricos y limitados. Estos mundos nacen y
se destruyen periódicamente, en ciclos fijos, pagando así la pena de la injusticia que
supone su desprendimiento del apeiron. Con esta contraposición entre los cosmos
limitados y el apeiron ilimitado queda definida la oposición fundamental entre “finito”
e “infinito” o ilimitado, que recogerán los posteriores presocráticos. El mundo pues,
está constituido por una serie de contrarios y estos tienden a atropellarse el uno al
otro por causa de una injusticia originaria (calor y frío, sequedad y humedad, etc.)
Recordemos que para el orfismo resulta central la idea de una culpa originaria y la
expiación de ésta y por lo tanto el concepto de una justicia equilibradora.
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Natural de Mileto. Discípulo de Anaximandro. Escribió también un tratado “ Sobre la
naturaleza”. Cultivó preferentemente la Meteorología. Los antiguos lo consideraban
como la figura principal de la escuela, pero su doctrina significa más bien un
retroceso al punto de vista de Tales.
El origen de las cosas: Del principio original, agitado por un movimiento eterno,
nacen sucesivamente infinitos mundos y seres, incluyendo a los dioses. Cada mundo
está envuelto en una especie de caparazón transparente de aire endurecido.
Anaxímenes plantea un proceso de condensación (descendente) y otro de
lentificación (ascendente) del aire, éste al condensarse se convierte en agua y luego
en tierra, y al lentificarse se calienta y se convierte en fuego. Con este proceso
Anaxímenes establece que además que la separación de contrarios (Anaximandro) se
da una diferenciación cuantitativa (condensación-lentificación) del principio originario
que permanece en las cosas.
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2.4. Heráclito de Éfeso (+480 a.C.)
El conocimiento
Ontología
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Los milesios habían advertido la necesidad de que el “arjé” fuera móvil (v.g.
Anaxímenes), pero Heráclito se centra en el movimiento como tal y lo extiende a toda
la realidad: “Todo se mueve, todo fluye”. Nada permanece inmóvil y fijo, todo cambia
y se modifica sin excepción. “En el mismo río, no es posible, ciertamente, entrar dos
veces”. Nosotros mismos somos y no somos al mismo tiempo (para “ser” en
determinado momento, tenemos que “no ser” lo que éramos antes). A partir de este
principio del devenir como lo único que permanece, se explica toda la realidad.
A pesar de que Heráclito intuye una Razón o Ley universal que dirige el devenir, no
deja de ser un filósofo naturalista o físico, e identifica el arjé con el fuego: “Del fuego
proceden todas la cosas y el fuego de todas, al igual que el oro de las mercancías y
las mercancías del oro”. El motivo por el cual elige el fuego como arjé es evidente: el
fuego expresa de manera ejemplar las características de la mutación continua, del
contraste y de la armonía. El fuego se halla en continuo movimiento, es vida que
nace de la muerte del combustible, es una continuada transformación de éste en
cenizas, en humo y en vapores. Al igual que los otros jónicos, Heráclito identifica al
fuego con la divinidad: “El fuego es perenne necesidad y saciedad, es fuego eterno.”
A partir del fuego como principio y el devenir como ley universal, Heráclito explica el
origen de las cosas por medio de dos vías que en realidad son una misma: una
descendente, por condensación o contracción, y otra ascendente, por dilatación o
rarefacción: “El cambio es un camino hacia abajo y el mundo se hace según este
camino. El fuego condensado se humedece y, puesto en este estado, se hace agua y
el agua comprimida se hace tierra. Y esta es la vía hacia abajo. Viceversa, la tierra se
licúa, de ella sale el agua, y del agua lo demás...Y esta es la vía hacia arriba”.
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Heráclito explica el “hacerse” de las cosas en la acción de los contrarios que surgen
en el doble movimiento del fuego. Todo es un alternarse incesante entre los
contrarios: las cosas frías se calientan, las calientes se enfrían, las húmedas se secan,
las secas se humedecen, el joven se envejece, lo vivo muere, pero de lo que ha
muerto renace la vida joven, y así sucesivamente. Dos fuerzas cósmicas antagónicas
rigen la génesis y las destrucciones periódicas de las cosas. Una disgregadora, la
Discordia o la Guerra, causa de la pluralidad. Y otra agrupadora, la Concordia o la
Paz, que reduce las cosas a la unidad. Por esto la Guerra es la “madre y el rey de
todas las cosas”.
La armonía universal
La Razón que rige todas las transformaciones del fuego, es la causa de una armonía
oculta universal. Procediendo todas las cosas de un mismo principio (el fuego), los
contrarios son también una misma cosa. Con la lucha de los contrarios “se unifican
las oposiciones y de cosas diferentes brota una bellísima armonía”. En ella se
resuelven todas las antítesis y contradicciones parciales que son sólo aparentes, pues
responden a distintos momentos del proceso de desarrollo de la realidad con
movimientos contrarios, al encontrarse en doble camino descendente o ascendente.
El optimismo universal
El mundo es bellísimo. Solamente puede hablarse de mal en sentido relativo. Del bien
sale el mal y del mal el bien, que son simples aspectos procedentes de la
transformación incesante de las cosas pero que se funden en la armonía total del
universo. “Todas las cosas en la divinidad (mundo) son bellas, buenas o justas, son
los hombres quienes las estiman, unas justas y otras injustas”. Todo es bueno, o todo
es malo según se considere, “el agua del mar es la más pura y la más impura. Para
los peces es potable y saludable, para los hombres es perjudicial”. “ La enfermedad
hace dulce la salud, el mal el bien, el hambre la hartura, el cansancio el reposo”. “Los
monos más hermosos son deformes si se comparan con los hombres”.
La razón universal
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¿Cómo debe entenderse esa Razón universal? ¿Es inmanente o trascendente? ¿Se
distingue realmente del fuego? Heráclito parece dar a entender que es distinta y
superior al mismo fuego, puesto que éste es la materia primordial y permanece en
perpetuo hacerse, mientras que la Razón permanece inalterable a través de todas las
transformaciones. Incluso llega a afirmar que esa Razón se identifica con Dios:
“Queriendo o sin querer, se la debe llamar Zeus”. No obstante, dada la imprecisión
que el concepto de lo “divino” tiene en los presocráticos, lo más probable es que
Heráclito no llegó a formular el concepto de un Dios trascendente y separado del
mundo. Su Logos, más que como una inteligencia personal y separada o como una
causa extrínseca y ordenadora, debe entenderse como una Ley necesaria inmanente
al fuego que es la sustancia única y a las cosas que resultan de su movimiento
incesante de transformación. “Todo esto se hace por necesidad”. Necesidad y Logos
son una misma cosa.
Antropología
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3. LA ESCUELA PITAGÓRICA
Como notas originales de los pitagóricos hay que señalar: a) el haber utilizado el
concepto milesio de la “respiración cósmica” para explicar la pluralidad real de las
cosas, que se originan por la disgregación de la unidad compacta del Cosmos esférico
mediante la penetración del vacío, o del no-ser; b) haber derivado hacia una
concepción aritmo-geométrica de la realidad, dando origen al primer intento de Física
matemática, mediante la reducción de la cualidad a la cantidad.
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Los números como principio
Todas las cosas proceden de los números, sin embargo, los números no son lo
“primero”, sino que ellos mismos se derivan de elementos precedentes. Los números
consisten en una cantidad (indeterminada) que poco a poco se de-termina o se de-
limita: 2,3,4...hasta el infinito. Por tanto, el número se halla constituido por dos
elementos: uno indeterminado o ilimitado, y uno determinante o limitador. El número
nace así “por el acuerdo de elementos limitadores y elementos ilimitados” y a su vez,
genera todas las demás cosas.
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del pneuma ilimitado, agitado por el movimiento eterno, se formó un Cosmos
esférico, limitado, lleno, compacto, sin distinción de partes. Este Cosmos es el Uno, la
mónada, lo Impar, y constituye el principio de la unidad.
Ese cosmos era una esfera viviente, dotada de respiración, y al respirar inhaló el
pneuma ilimitado y el Vacío, los cuales penetraron en su interior, disgregando su
unidad. Con ello se origina la pluralidad numérica de las cosas, cada una de las cuales
es igual a una unidad o a un número. El vacío o el espacio sirve para disgregar la
unidad primitiva del Cosmos esférico y compacto, y además para determinar las
naturalezas de las cosas, limitándolas, situándolas en distintos lugares y haciendo
posible el movimiento.
Los pitagóricos cultivaban la ciencia como medio para alcanzar un fin posterior:
purificar el alma y liberarla del cuerpo. Parece que Pitágoras fue el primer filósofo que
defendió la doctrina de la metempsicosis (reencarnación del alma para purificarse de
una culpa originaria). Como se puede apreciar los pitagóricos comparten el
pensamiento de las religiones órficas sobre el hombre, pero se apartan del orfismo en
cuanto a los instrumentos y medios de purificación: los órficos apelaban a
celebraciones mistéricas y prácticas religiosas mezcladas por tanto de mitos y
prácticas mágicas, mientras que los pitagóricos consideraron sobre todo la ciencia
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como senda de purificación, además de una severa práctica moral: de esta manera,
la ciencia (la doctrina de los pitagóricos) se convirtió en el más alto de los misterios.
Como el fin último era volver a vivir entre los dioses, introdujeron el concepto del
“recto obrar” como una hacerse “seguidor de Dios” y vivir ya en comunión con la
divinidad. Los pitagóricos introducen el tipo de vida llamado “Bios theoretikos” (vida
contemplativa): una vida dedicada a la búsqueda de la verdad y del bien a través del
conocimiento, que constituye la más elevada “purificación” (comunión con Dios).
Teología
4.1. Jenófanes
Nació en la ciudad jónica de Colofón, alrededor del 570 a.C. A la edad de unos
veinticinco años emigró a las colonias itálicas, a Sicilia y a Italia meridional, y
continuó viajando sin morada estable hasta muy avanzada edad, como poeta que
cantaba sus propios poemas, de los que se conservan algunos fragmentos.
Tradicionalmente se ha considerado a Jenófanes como el fundador de la escuela de
Elea, pero basándose en interpretaciones erróneas de ciertos testimonios de la
antigüedad. Por lo contrario, él mismo dice que continuaba errando sin vivienda fija
más allá de los 92 años. Además su problemática es de carácter teológico y
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cosmológico, mientras que los eleáticos fundaron la problemática ontológica. Por
tanto, hoy en día se considera a Jenófanes como un pensador independiente que sólo
posee algunas afinidades con los eleatas.
De esta forma, Jenófanes pone en tela de juicio de una forma radical no sólo la
credibilidad de los dioses tradicionales, sino también sus aclamados cantores. Los
grandes poetas sobre los cuales el griego se había formado espiritualmente, de
acuerdo con la tradición, son calificados de pregoneros de falsedades. De la misma
manera Jenófanes se propone desmitificar las diversas explicaciones a los fenómenos
naturales que, como sabemos, eran atribuidos a los dioses: “Aquella a la que llaman
Iris no es otra cosa que una nube purpúrea, morada, verde, cuando se la contempla.”
Hay que tener en cuenta que las categorías de las que disponía Jenófanes para
criticar el antropomorfismo y denunciar la falacia de las divinidades griegas eran las
que provenían de la filosofía de la physis de los jónicos. Por consiguiente se
comprende que después de haber negado con argumentos correctos que Dios pueda
ser concebido con formas humanas, afirme que Dios es el cosmos, y ya que el
cosmos es uno solo, afirme también que la divinidad es una.
Aristóteles hablando de Jenófanes dice que éste “afirmó que el uno es Dios”. De la
misma manera se deben entender algunas afirmaciones de la divinidad que parecen
contradecir su crítica: “Todo entero él ve, todo entero el piensa, todo entero él oye.
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Pero sin esfuerzo, con la fuerza de su mente hace que todo vibre. Permanece él
siempre en el mismo lugar, sin moverse para nada, no es digno él de trasladarse de
un sitio a otro”. Jenófanes le atribuye a Dios el ver, el oír, el pensar, así como la
fuerza omnipotente que hace vibrar todas las cosas, pero no en dimensión
antropomórfica, sino en dimensión cosmológica.
Jenófanes fue conocido también por sus opiniones morales de gran altura, mediante
las cuales afirmaba en contra del sentir común de los griegos, la superioridad de los
valores de la inteligencia y la sabiduría sobre los valores vitales de la robustez y la
fuerza física de los atletas que eran veneradísimos:
“Nuestra sabiduría vale más que la fuerza de los hombres y los caballos”. “Con las
victorias de los púgiles en los juegos olímpicos, no se ordena mejor la ciudad ni se
llenan los almacenes públicos”. “No es la fuerza física lo que vuelve mejor a los
hombres y a las ciudades, sino la fuerza de la mente, a ésta le corresponde el
máximo honor”.
4.2. Parménides
Natural de Elea. Vivió entre el siglo VI y el siglo V a.C. Hay muy pocos datos de su
vida. Fue discípulo del pitagórico Aminias. Debió escuchar a Jenófanes pues recoge
sus enseñanzas. Escribió un poema en hexámetros del que se conservan algunos
fragmentos de la primera parte y algunos versos de la segunda. En general adopta
una actitud polémica contra el dualismo ontológico de los pitagóricos (que aceptaban
el Ser y el no-ser o vacío), y contra el movilismo de Heráclito. En el ámbito de la
filosofía de la physis, Parménides se presenta como un innovador radical y, en cierto
sentido, como un pensador revolucionario, se puede considerar propiamente como el
fundador de la escuela eleática. Parménides pone su doctrina en labios de una diosa
que le va indicando el camino del día o camino de la razón que lo conduce a la
verdad, y lo advierte sobre el camino de la noche o camino de la opinión, que
fundado en las apariencias que nos presentan los sentidos conduce hacia el error.
El camino de la razón
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mismo es pensar y ser”. Hay que tener en cuenta que Parménides toma los
conceptos de “ser” y “no ser” de la manera más unívoca y radical: el ser es la pura
positividad y el no ser, la pura negatividad, siendo cada elemento absolutamente
contradictorio con el otro. Para los filósofos anteriores ambas cosas coexistían sin
excluirse (ser común - seres múltiples), Parménides, por lo contrario, establece su
dilema pretendiendo que hay que elegir forzosamente entre uno de los términos.
Una vez asentada la afirmación del Ser y la negación del no-ser, Parménides con una
lógica implacable deduce los rasgos esenciales o características del Ser:
El camino de la opinión
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dejarse engañar por los sentidos y por las costumbres que éstos crean, y a
contraponer a los sentidos la razón y su gran principio: “el ser es, el no ser no es”.
En resumen: el camino del error abarca las posturas de todos aquellos que, en la
forma que sea, admiten explícitamente el no-ser, o que formulan razonamientos en
los que éste interviene, ya que el no-ser no es, porque es impensable e indecible.
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diferencia de sus contemporáneos, en la dualidad “Naturaleza” y “cosas”, Parménides
borra de un plumazo las “cosas” y se queda con el “Ser”, con la Naturaleza. Ahora
bien, ontológicamente no se da ni puede darse semejante “Ser”; lógicamente
tampoco tiene sentido, pues no se trata de un concepto universal, sino de un ser
real, existente y particular, por esta razón se puede dudar en darle a Parménides el
honor de ser el “Padre” de la metafísica, su ser no es “metafísico”, sino físico,
concreto y particular.
Nació hacia el 504 a.C. Fue famoso por su hermosura. Intervino en política dando
leyes a su patria. Diógenes lo califica de despreciador de la turba, como Heráclito.
Escribió varias obras en prosa: Discusiones, Contra los físicos, Sobre la Naturaleza,
Explicación crítica a Empédocles. En la antigüedad gozó de una fama admirable como
dialéctico y por el arte de la erística (contradecir mediante el absurdo). Antístenes, no
sabiendo responder a sus argumentos contra la realidad del movimiento, se levantó y
se puso a andar. Sus argumentos más famosos con aquellos con los que niega la
realidad del movimiento y con los cuales defendía a Parménides de sus adversarios:
1. Argumento de la dicotomía: para que un cuerpo llegue del punto “A” al punto
“B”, tiene que recorrer primero la mitad del espacio que los separa, y antes la
mitad de esa mitad, y así sucesivamente. Como el espacio es divisible hasta el
infinito (nunca llegará a ser), es imposible que el móvil recorra un número infinito
de partes, por lo tanto, en realidad no se mueve.
2. Argumento de Aquiles: es el mismo argumento anterior con la diferencia de que
los dos puntos están en movimiento a velocidad diferente. Si Aquiles (el de los
pies ligeros), da una ventaja a la tortuga, nunca podrá alcanzarla ya que para
cubrir esa distancia necesita un determinado tiempo en el cual la tortuga ya ha
avanzado un poco más, y así sucesivamente.
3. Argumento de la flecha: demuestra que una flecha disparada por un arco -que de
acuerdo con la opinión se halla en movimiento- en realidad está quieta y nunca
llega al blanco, ya que en cada uno de los instantes en que es divisible el tiempo
de vuelo, la flecha ocupa un espacio idéntico; pero aquello que ocupa un espacio
idéntico se halla en reposo; entonces, la flecha que está en reposo en cada uno
de los instantes, también debe estarlo en la totalidad (en la suma) de todos los
instantes.
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4. Un cuarto argumento, el del estadio, se propone demostrar mediante una carrera
de dos carros en sentido contrario, que la velocidad que se considera propiedad
del movimiento, no es objetiva sino relativa (a quienes observan, a los pilotos) y
por lo tanto el movimiento también es relativo.
Con estos argumentos y con muchos otros Zenón, contra la evidencia de los sentidos,
negaba el movimiento y la multiplicidad, por ejemplo, afirmaba que al caer muchos
granos hacen ruido, pero uno solo -o un trozo de grano- no lo hace. Sin embargo, si
el testimonio de la experiencia fuese verídico, no podrán darse tales contradicciones:
un grano debería hacer ruido -en la debida proporción- al igual que lo hacen muchos
granos.
La fuerza lógica de estos argumentos deja sin réplica a los adversarios. Hay que
esperar hasta que Aristóteles introduzca las distinciones entre ser lógico y ontológico,
entre acto y potencia, entre infinito actual y potencia, y otros conceptos para dar
solución a estas paradojas. De todas maneras, los argumentos de Zenón, lejos de ser
sofismas vacíos, constituyen una poderosa rebelión del logos (razón) que pone en
tela de juicio la experiencia de los sentidos y proclama la omnipotencia de sus propias
leyes.
Nació entre finales del siglo VI y los primeros años del V. Fue un experto marino y
político. En el 442 a.C. nombrado estratega por sus conciudadanos, derrotó a la flota
de Pericles. Escribió un libro Sobre la naturaleza. A Meliso se le atribuye la
sistematización de la doctrina eleática y el haberla corregido en algunos aspectos:
29
conocimiento sensible sería veraz, con una condición: cada una de estas cosas habría
de permanecer siempre tal como se nos apareció la primera vez, es decir, que cada
cosa debería tener las características del Ser-Uno. B) Al contrario, nuestros sentidos
nos constatan que las cosas que percibimos nunca permanecen idénticas: se
modifican, se corrompen, de manera muy diferente a lo que exigiría el estatuto del
ser y de la verdad. C) En consecuencia hay una contradicción entre lo que por un
lado reconoce la razón como condición absoluta del ser y la verdad, y por el otro, lo
que atestiguan los sentidos y la experiencia. D) Meliso elimina la contradicción
mediante una decidida negación de la validez de los sentidos y de lo que los sentidos
proclaman (porque en esencia los sentidos proclaman el no-ser), en exclusivo
beneficio de lo que proclama la razón (la inmutabilidad del Ser).
4.5. Conclusión:
Como es evidente, sólo un ser privilegiado -Dios- podría ser tal como lo exige el
eleatismo, pero no todo ser.
30
5. LOS FÍSICOS PLURALISTAS Y LOS ATOMISTAS
5.1. Empédocles
Para explicar la génesis de las cosas a partir de los cuatro elementos se habla de dos
fuerzas cósmicas eternas y divinas que están en permanente conflicto y dominan
alternadamente la una sobre la obra: el amor o la amistad (philia) y el odio o la
discordia (neikos): el amor une los elementos y el odio los disgrega. La lucha entre
estas dos fuerzas ha sido establecida por el destino. Al principio, cuando dominaba el
amor, los elementos estaban compactamente unidos pero no mezclados, formaban
una “esfera”, pero cuando el odio se introduce, causa la mezcla de los cuatro
elementos dando origen a las cosas (en este momento se encuentra el mundo). El
odio debe dominar totalmente causando la separación de los elementos para luego
por el amor, volver a la unidad esférica originaria y empezar nuevamente el ciclo
(concepción cíclica de la historia propia de toda la antigüedad).
El conocimiento: Las cosas a través de sus poros liberan efluvios que inciden en
los órganos de los sentidos del sujeto cognoscente, de forma que éste conozca las
31
partes que les son semejantes: el fuego conoce al fuego, el agua conoce al agua, y
así sucesivamente. El sentido de la vista sigue el proceso contrario, el ojo envía
efluvios hacia lo semejante. Aristóteles explica la gnoseología en Empédocles
diciendo: “lo semejante conoce los semejante”. En lo referente al hombre y al alma,
Empédocles sigue los pensamientos órficos sobre la culpa original y la necesidad de
expiación mediante la reencarnación. De todas maneras, considera que tanto el alma
como el cuerpo están formados por los cuatro elementos.
5.2. Anaxágoras
Nació en Claxomene, cerca de Mileto, hacia el año 500 y falleció hacia el 428 a.C.
Trabajó en Atenas por unos 30 años. Se le considera como quien introdujo la filosofía
en esta ciudad. También como Empédocles acepta el principio parmediano de la
imposibilidad de que exista el no-ser, y por lo tanto nacer y morir no son más que
composición y división de cosas que son. Dice que estas “cosas que son” no pueden
ser los cuatro elementos de Empédocles ya que ellos no son suficientes para explicar
toda la realidad. Esas “cosas que son” deben ser semillas (spermata) que poseen
todas las formas, los colores y los gustos de todas las cosas. Las semillas son
infinitamente diversas pero en sí ellas son inmutables, no engendradas y aunque son
divisibles cada parte posee la cualidad del todo (Homeomerías: partes semejantes).
Génesis del mundo: Al principio las homeomerías constituían una masa en la que
todo “se mezclaba a la vez” y nada se distinguía pero más tarde una inteligencia
(novedad de Anaxágoras) produjo un movimiento que convirtió la mezcla caótica en
una “mezcla ordenada” de la que surgieron todas las cosas. Todo es por tanto mezcla
bien ordenada, en las cosas existen las semillas de todo pero en medidas
pequeñísimas y proporcionadas en cada caso. La predominancia de esta o aquella
semilla es lo que hace diferentes a las cosas. “Todo está en todo”. “En cada cosa hay
parte de todas las cosas” (ejemplo del grano de trigo). De esta manera Anaxágoras
salva los principios eleáticos de la inmovilidad del ser (homeomerías inmutables),
pero a la vez acepta el movimiento y el devenir apelando a un principio externo (la
inteligencia divina) como causa del movimiento causante de la multiplicidad de las
cosas. Anaxágoras intuye la inteligencia ordenadora como separada de lo material
aunque no precisamente como “inmaterial”, pero no hay duda que se están
colocando las bases para el pensamiento metafísico posterior.
32
esplendor. Demócrito fue famoso por su longevidad pues vivió más de cien años; fue
proverbial su continua sonrisa pues siempre se reía de todo. Entre sus obras se
señalan Pequeña ordenación del cosmos, Tritogeneía, De las formas, Del
entendimiento, Del buen ánimo, Preceptos, etc.. Cronológicamente Demócrito no
pertenece a los presocráticos, fue contemporáneo y rival de Platón.
Los atomistas aceptan el principio parmediano del no-ser y afirman que las cosas
aparecen por un “agregarse” o “disgregarse” de realidades originarias: un infinito
número de cuerpos, invisibles por su pequeñez, estos cuerpos son indivisibles (a-
tomos), y logicamente son no engendrados, indestructibles e inmutables
(características del “ser” de Parménides). Los átomos son todos iguales
cualitativamente pero son todos diferentes por su forma o figura geométrica, lo
mismo que por su tamaño. La agregación de átomos de diversa forma y tamaño
origina las cosas múltiples. La novedad de los atomistas está en aceptar el vacío
como una necesidad, ya que sin él los átomos (llenos de ser) no podrían diferenciarse
ni moverse. Átomos, vacío y movimiento constituyen la explicación de todo.
Según los modernos estudios, se afirma que los atomistas antiguos distinguían tres
clases de movimiento:
a) Un movimiento originario de los átomos, era un movimiento caótico.
b) Del movimiento originario proviene un movimiento vertiginoso que hace que los
átomos semejantes se agrupen y los átomos diferentes se dispongan de modo que se
genere el mundo.
c) Finalmente existe un movimiento de átomos que se liberan de todas las cosas (que
son compuestos atómicos) y que forman los efluvios (por ejemplo los perfumes).
Los atomistas han pasado a la historia de la filosofía como los primeros que afirman
el origen del mundo al azar. Esto no quiere decir que no asignen causas al
surgimiento del mundo, sino que no le asignan una causa inteligente y ordenadora. El
orden (cosmos) es el resultado de un encuentro mecánico entre los átomos
(mecanicismo) y no es algo proyectado o producido por una inteligencia (v.gr. el
“logos” de Heráclito, el “destino” de Empédocles o la “inteligencia” de Anaxágoras).
33
SEGUNDA UNIDAD
EL HUMANISMO GRIEGO
1. LA SOFÍSTICA
34
creciente mundo del comercio que los puso en contacto con otras culturas y formas
de vida, otras leyes y principios morales; todo esto hizo que el hombre griego buscara
la manera de abrirse espacio en este nuevo mundo de situaciones y sobre todo abrir
espacios políticos. La educación tradicional, a base de música, rítmica y gimnástica,
resultaba insuficiente para preparar a quienes deseaban intervenir en política. Se
sentía la necesidad de una formación más amplia, acompañada de un dominio exacto
del lenguaje y de la flexibilidad y agudeza dialéctica necesarias para derrotar al
adversario. Los sofistas supieron responder a esta demanda del pueblo griego, así se
explica el éxito que tuvieron sobre todo entre los jóvenes. La virtud (arete) que se
consideraba propia de la aristocracia se entiende ahora como alcanzable por todos los
hombres a través de la educación, por esto los sofistas fueron fundamentalmente
educadores o pedagogos.
Los sofistas no constituyeron una escuela o bloque compacto, más bien fueron
pensadores independientes. Después de los grandes sofistas, Protágoras y Gorgias,
que fueron personajes respetados por su rectitud y ética, vienen los sofistas menores
(Pródico, Hipias, Antifonte, Critias, etc.) que descuidan los contenidos por fijarse más
en los métodos, convirtiendo la sofística en el arte estéril de “convencer con la
palabra”, una retórica vacía con fines políticos. Estos últimos sofistas fueron los que le
dieron el carácter negativo y peyorativo a todo el movimiento.
1.2. Protágoras
Natural de Abdera (484- 411 a.C.) Hizo varias visitas a Atenas. Es el más eminente
de los sofistas. Platón lo llama “padre de la sofística”. Fue sutil gramático y brillante
orador. En gramática se le atribuye haber iniciado el estudio científico y sistemático
de la palabra distinguiendo los géneros masculino, femenino y neutro y las partes de
la oración: sustantivo, adjetivo y verbo. En retórica distinguió las partes del discurso:
exordio, preámbulo, disposición, exposición, discusión, refutación y conclusión.
Enseñó durante cuarenta años, haciéndose muy rico con sus lecciones. Entre sus
escritos se destacan, Sobre la verdad, Antilogías y Sobre los dioses que fue quemado
en la plaza publica. Murió en su patria o en Sicilia, a los ochenta años de edad.
35
El relativismo de la verdad: El punto de partida del pensamiento de Protágoras es
el siguiente principio: “El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en
aquello que son, y de las que no son en aquello que no son” (homo mensura). Por
“medida” se entiende la norma de juicio, y por “todas las cosas” se entienden todos
los hechos y experiencias. Mediante este principio Protágoras quería negar la
existencia de un criterio absoluto que discrimine entre “ser” y “no ser”, entre
verdadero y falso. El único criterio es el hombre, el hombre individual: “las cosas son
para mí tal como se me aparecen, y son para ti tal como se te aparecen a ti”. Si se
acepta este principio entonces nadie estaría en la falsedad, sino que todos estarían
en la verdad ( en su verdad: la verdad es relativa a cada individuo).
Aunque la vida de Protágoras fue recta y fue respetado por su integridad moral
heredada de los filósofos anteriores, es evidente que su doctrina relativista y
escéptica, sin criterios permanentes, no puede desembocar sino en una doctrina
amoral, o mejor inmoral, ya que no hay ningún criterio para juzgar el bien y el mal
sino la utilidad, pero ¿con fundamento en qué se mide la utilidad o conveniencia de
algo? Por otra parte, al menos en teoría (ya que en su vida rindió culto a los dioses
de la ciudad), la doctrina de Protágoras es teológicamente agnóstica: “De los dioses
no tengo la posibilidad de afirmar ni que existan, ni que no existan”.
1.3. Gorgias
ació en Leontini (Sicilia) alrededor del 485 a.C. Fue enviado a Atenas como
N
embajador en 427 para solicitar ayuda contra los siracusanos, dejando a los
atenienses admirados por su elocuencia. Fue tal vez el orador más brillante entre los
36
sofistas. Profesaba una confianza ilimitada en el poder de la palabra y subordinaba
todas al artes a la de persuadir. “La palabra es una gran dominadora, que con un
cuerpo pequeñísimo e invisible realiza obras divinísimas”. “El sofista hace discursos,
como el médico medicinas”. Entre sus obras se encuentran Sobre el no-Ser o sobre la
Naturaleza, Epitafio, Olímpico, Arte Retórica, Elogio a la ciudad de Elea. Murió en
Larisa (Tesalia), a los ciento nueve años.
1. No existe el Ser, nada existe: Los filósofos que han hablado del ser lo han definido
en conceptos que se contradicen y se anulan mutuamente, con lo que el ser no
podrá ser ni uno, ni múltiple, ni eterno, ni generado, y por lo tanto no será nada.
2. En el supuesto de que el ser existiese, no podría ser cognoscible, Para sostener
esta tesis Gorgias quiso quitarle solidez al principio de Parménides según el cual
“ser y pensamiento son lo mismo” y que el no-ser es impensable. Gorgias afirma
que hay muchas cosas pensadas que no existen (V.gr. se puede pensar en niños
que corren sobre el mar). Existe pues divorcio o ruptura entre ser y pensamiento.
3. En el supuesto de que el ser fuese pensable, resultaría inexpresable. La palabra
no puede comunicar con valor nada distinto de sí misma. “Al igual que la vista no
conoce los sonidos, tampoco el oído oye los colores, sino los sonidos, así quien
habla dice palabras, pero no dice ni un color, ni una experiencia”.
37
Las circunstancias políticas de Atenas en el s.V a.C. permitieron que la retórica pasara
por su utilidad a un primer plano como el instrumento para dominar y triunfar
políticamente, en este sentido fue utilizada más que por Gorgias, por sus discípulos.
Gorgias sin ningún fundamento ontológico o gnoseológico, cree todavía en los valores
éticos tradicionales; sus discípulos, más coherentes con los principios de su maestro,
se servirán de la misma retórica para oponerse a tales valores y defender sus
propios intereses de orden político.
1.4. Hipias
ivió en la segunda mitad del s. V. a.C. Natural de Elis. Visitó Atenas hacia el 421.
V
Famoso por su hermosura, sus fuerzas atléticas y su prodigiosa memoria. Proponía
un ideal enciclopédico de educación que abarcaba todas las artes y todas las ciencias:
gramática, retórica, historia, mitología, astronomía, matemáticas, música, ritmo y
armonía. Retaba a discutir a todos cuantos se creyeran más sabios que él.
1.5. Pródico
atural de Lulis, isla de Keos. Discípulo de Protágoras y rival de Gorgias. Fue varias
N
veces a Atenas como delegado de Keos. Platón lo describe como un hombre rico,
pretencioso y refinado. Escribió Sobre la Naturaleza y las Horas o las Estaciones, en
que exponía sus teorías morales y donde se contiene el famoso mito de Hércules ante
la encrucijada de los dos caminos: el ancho del vicio y el estrecho de la virtud.
Sobresalió por su cuidado en distinguir los sinónimos.
Ante la vida adopta una actitud pesimista, No hay que temer la muerte, pues
mientras vivimos no existe la muerte, y cuando ella existe, ya no existimos nosotros.
Para triunfar en la vida es necesario el esfuerzo. Nada bueno ni bello se consigue en
este mundo sino con el trabajo.
1.6. Trasímaco
38
Para Trasímaco nada hay justo ni injusto, verdadero ni falso. No hay más derecho
natural que la fuerza. Lo justo es lo que aprovecha al más fuerte y lo que conviene al
gobierno constituido. El bien es el poder, la ambición de dominio y el prevalecer
sobre sus enemigos. La ley ha sido hecha solamente para los hombres que no tienen
valor para sustraerse a ella. Los dioses son inventados por los legisladores para
asustar a los hombres. Si existen, no tienen providencia ni se preocupan de los
asuntos humanos.
1.7. Antifon
En la Verdad parece defender una posición semejante a la de los eléatas. Sólo existe
un ser. Los seres particulares no son más que apariencias. Contrapone la naturaleza,
en que se basa el derecho natural, que es innato y absoluto, a las leyes de la ciudad,
en las cuales se apoya el derecho positivo, que es puramente convencional e
impuesto por la fuerza o por necesidad. La verdadera justicia se debe basar en la ley
natural.
1.8. Critias
39
Las principales conclusiones que podemos sacar de todo el movimiento sofista son
las siguientes:
2) Los sofistas abrieron camino a la filosofía moral, aunque no supieron alcanzar los
fundamentos últimos ya que no determinaron la naturaleza del hombre en cuanto tal.
Eso será ya tarea de Sócrates.
40
2. SÓCRATES
ócrates nació en Atenas en el 470 y murió en el 399 a.C. condenado a muerte por
S
impiedad (acusado de no creer en los dioses de la ciudad y de corromper a los
jóvenes, pero tras estas acusaciones se movían intereses políticos y resentimientos
personales). Hijo de un escultor y de una comadrona. No fundó ninguna escuela, sino
que enseñó en lugares públicos (gimnasios y plazas) como un predicador laico,
ejerciendo gran fascinación no sólo entre los jóvenes sino entre hombres de todas las
edades, esto le ganó notables aversiones y enemistades.
En la vida de Sócrates hay que distinguir dos períodos. Primero fue discípulo de
Arquelao (un físico ecléctico) y con él conoció las doctrinas de los naturalistas, luego
tuvo contacto con los sofistas y se planteó sus mismos problemas, aunque en abierta
polémica con las soluciones que proponían los sofistas mayores. Sócrates no escribió
nada ya que consideraba que su mensaje debía comunicarse a través de la palabra
viva, a través del diálogo. Sus discípulos pusieron por escrito una serie de doctrinas
que se le atribuyen pero es difícil precisar en sí cuál es la auténtica doctrina socrática.
41
interrogante ¿qué es la naturaleza y cuál es la realidad última de las cosas?, Sócrates
tratará de responder al siguiente problema: ¿cuál es la naturaleza y la realidad última
del hombre? ¿Cuál es la esencia del hombre?
Uno de los razonamientos utilizados por Sócrates para hablar del Alma como esencia
del hombre es el siguiente: uno es el instrumento del cual nos valemos y otro es el
sujeto que se vale de dicho instrumento. Ahora bien, el hombre se vale del propio
cuerpo como de un instrumento, lo cual significa que son cosas distintas el sujeto -
que es el hombre- y el instrumento que es el cuerpo. A la pregunta ¿qué es el
hombre? No se podrá responder que es su cuerpo, sino que es aquello que se sirve
del cuerpo, la psyché, el alma, la inteligencia. La conclusión es evidente e inevitable:
nos ordena conocer el alma aquel que nos advierte: “conócete a ti mismo”.
42
virtud, V.gr. la virtud del perro es ser un buen guardián, la virtud del caballo es correr
con rapidez, etc.) En consecuencia, la virtud del hombre es aquello que hace que su
alma sea buena y perfecta. La virtud es identificada por Sócrates con la ciencia, con
el conocimiento que permite al hombre hacer buena su alma y por lo tanto ser feliz.
Si la virtud es la ciencia, entonces el vicio es la ignorancia.
La nueva escala de valores: Bajo esta perspectiva Sócrates hace una revolución
de los valores ya que los verdaderos valores no son los que están relacionados con
las cosas materiales como la riqueza, el poder o la fama, y tampoco los que están
ligados con el cuerpo como la vida, la fuerza física, la salud o la belleza, sino que los
auténticos valores son los que están relacionados con el alma y su conocimiento. Los
valores tradicionales serán provechosos al hombre solamente si se utilizan en función
del alma.
43
La felicidad: Los griegos llamaban a la felicidad “eudaimonia” y originariamente
significaba haberle tocado a uno en suerte un demonio guardián bueno y favorable,
que garantizaba un destino favorable y una vida próspera y placentera, es decir, que
la felicidad estaba vinculada directamente con los bienes materiales. Ya algunos
filósofos anteriores a Sócrates habían elevado más el concepto: Heráclito había dicho:
“el carácter moral es el verdadero demonio del hombre y la felicidad es muy distinta
de los placeres”; Demócrito había afirmado: “La felicidad no reside en los bienes
externos, el alma es la morada de nuestro destino”. Sócrates profundiza estos
conceptos y acorde con todo su pensamiento afirma que la felicidad no puede venir
de las cosas externas ni del cuerpo, sino sólo del alma, porque ésta -y sólo ésta- es la
esencia del hombre. El alma es feliz cuando esta ordenada, es decir, cuando es
virtuosa. El hombre ordenado o virtuoso es feliz y no puede padecer ningún mal ni en
la vida ni en la muerte. Sócrates creyó con firmeza que la virtud logra su auténtico
premio en sí misma, de manera intrínseca, es decir, que vale la pena ser virtuoso
porque la virtud en sí misma es un fin. El hombre es el verdadero artífice de su propia
felicidad o infelicidad, sean cualesquiera las circunstancias que le corresponda vivirla
Sócrates murió por una acusación de impiedad, es decir, por no creer en los dioses
en que cree la ciudad y por introducir otras nuevas divinidades. Sin embargo,
Sócrates fue un hombre de una profunda religiosidad. Como los sofistas, Sócrates se
opuso a la religión tradicional del Estado y criticaba los antropomorfismos, pero a
diferencia de ellos, no cae en el agnosticismo o en el ateísmo, sino que eleva la
concepción de lo divino a un nivel superior. Al igual que Anaxágoras, Sócrates
entiende la divinidad como una Inteligencia ordenadora. En los Memorables de
Jenofonte se lee en labios de Sócrates lo que se puede llamar la primera prueba
racional de la existencia de Dios: aquello que no es mero fruto del azar, sino que se
ha constituido para lograr un objetivo y un fin, postula una inteligencia que lo haya
producido. Esto se aprecia sobre todo en el hombre, en el cual todos y cada uno de
sus órganos poseen una finalidad, esto no puede ser fruto del azar. Viendo además
cómo el hombre posee privilegios sobre los demás seres (perfección física, alma,
inteligencia) se puede decir que el Artífice Divino se ha cuidado de hombre de una
forma totalmente peculiar.
El Dios de Sócrates es inteligencia que conoce todas las cosas sin excepción, es
actividad ordenadora y providencia en cuanto que se ocupa del mundo y de los
hombres en general (los griegos no llegaron a la concepción de un Dios providente a
nivel personal o individual, esto sólo se concebirá con el pensamiento cristiano como
una dato de la Revelación).
44
2.5. El método socrático
La ironía es una de las notas más características del método socrático, con ella
desenmascaraba la aparente sabiduría de sus interlocutores y luego con la mayéutica,
ayudaba a salir a la luz las verdades que encierra el alma.
Al igual que la mujer cuando está embarazada necesita de una comadrona para dar a
luz, también el discípulo que tiene el alma encinta por la verdad, necesita de una
especie de comadrona espiritual que ayude a que la verdad salga a la luz, en esto
consiste la mayéutica socrática: “el alma sólo puede alcanzar la verdad si está
preñada de ella”.
El razonamiento acerca del alma como esencia del hombre, muestra su obra o
función en el hombre (se sirve del cuerpo y es por ella que somos buenos o
malos), pero se exige una profundización en la naturaleza misma del alma, ¿qué
es el alma? ¿En qué se diferencia ontológicamente del cuerpo?
Con respecto a Dios hay un problema análogo. Sócrates purifica a Dios de los
antropomorfismos y de los elementos físicos que le habían dado los primeros
filósofos, pero, ¿qué es Dios? ¿Qué es la inteligencia divina? ¿En qué se distingue
de los elementos físicos?
45
Respecto del intelectualismo ético es claro que el excesivo racionalismo “es
imposible conocer el bien y no obrarlo”, deja por fuera el campo de la voluntad en
la esfera moral. El pecado es sólo fruto de la ignorancia o un error de cálculo:
creyendo obrar el bien se obra el mal pero de una manera involuntaria. Así se
entiende la libertad como autodominio. Solamente con el pensamiento cristiano se
atenderá a la “voluntad” como esencial a la libertad y, por lo tanto, al acto
verdaderamente humano y por lo tanto moral
Otro problema es el referente al método socrático. El logos socrático no está en
condiciones de lograr que todas las almas den a luz la verdad, sino sólo aquellas
que están encintas. Es decir, que el logos socrático (y el sistema dialogal maestro-
discípulo) no puede producir la verdad y ni siquiera logra que se la reconozca y
que se viva de acuerdo con esa verdad. Por otra parte, ¿quién fecunda el alma?
¿Quien la deja preñada? Sócrates no se planteó esta pregunta ni habría podido
responder a ella.
El principal discípulo de Sócrates, pero no el único, fue Platón. Junto a él hay que
situar a los llamados socráticos menores: Jenofonte, Esquino, Aristipo, Euclides y
Fedón. Estos personajes, salvo Jenofonte y Esquino, fueron fundadores de cuatro
escuelas filosóficas distintas, pero todas en conexión con la doctrina socrática que
cada uno interpreta a su manera creyéndose el auténtico heredero de la doctrina de
su maestro. Estas escuelas son:
Antístenes combatió además contra muchas ilusiones creadas por la sociedad, que no
sirven más que para quitar la libertad y reforzar las cadenas de la esclavitud. La
carencia de gloria y de fama es un bien. El sabio no debe vivir según las leyes de la
46
ciudad sino según la ley de la virtud y ha de caer en la cuenta de que los dioses son
numerosos por ley de la ciudad, pero que por naturaleza hay un solo Dios.
Nació en Cirene (costa de África) y vivió entre los últimos decenios del s. V y la
primera mitad del VI. Viajó a Atenas para frecuentar a Sócrates pero su vida se
desarrollo en Cirene.
En segundo lugar, y siempre por las mismas causas, Aristipo asumió con respecto al
dinero una actitud que para un socrático resultaba del todo desprejuiciada: llegó a
cobrar las lecciones que daba, igual que lo hacían los sofistas, hasta el punto de que
los antiguos lo llamaron también “sofista”. Se cuenta que en una ocasión llegó incluso
a enviarle dinero a Sócrates.
Por último, Aristipo asumió una actitud de desprecio y ruptura con relación al ethos
de la polis. De acuerdo a la concepción tradicional griega, en la sociedad hay unos
que mandan y otros que son mandados y, por consiguiente, el razonamiento
educativo se plantea para educar a unas personas con la capacidad de mandar y
otras aptas para obedecer. Por lo contrario Aristipo proclama la existencia de una
tercera opción: la de no encerrarse para nada en la ciudad, ser forastero en todas
partes y vivir en como forastero.
Nació en Megara. Vivió entre el 435 y el 365 a.C. Estuvo muy próximo a Sócrates
acompañándolo incluso cuando ya había sido condenado. Euclides se situó entre el
socratismo y el eleatismo. Afirmó que el Bien es el Uno y lo concibió con los
47
caracteres de los eleáticos. Al igual que Parménides eliminaba el no-ser como
contrario al Ser, así Euclides eliminaba las cosas contrarias al Bien, sosteniendo que
no son. Por lo tanto, de acuerdo con esta postura, una vez más dejaba de haber
lugar para la multiplicidad y para el devenir. A pesar de la cercanía con los eléatas,
Euclides puso en relación el Uno-Bien con toda una serie de atributos decididamente
socráticos. El Bien es uno, al cual se le denomina de muchas maneras: Sabiduría,
Dios, Mente, Inteligencia. Ahora bien, la sabiduría era el conocimiento que Sócrates
también identificaba con el Bien. Dios y Mente son rasgos típicos de la teología
socrática. Es asimismo socrática la doctrina atribuida a Euclides, según la cual la
virtud es una sola, aunque se le den diversos nombres.
e los socráticos menores, Fedón (a quien Platón dedicó su diálogo más bello) fue el
D
menos original. Se distinguió sobre todo por la erística (arte de disputar) y por sus
doctrinas éticas. Después de la muerte de Sócrates fundo una escuela en Elis, su
ciudad natal. En su obra Zopiro desarrolla la concepción de que el logos (el logos
socrático) no halla ningún obstáculo en la naturaleza del hombre, en el sentido de
que se halla en condiciones de dominar a los caracteres más rebeldes y a los
temperamentos más apasionados. Fedón pues, acentúa el rasgo intelectualista de la
doctrina socrática, esto es, la convicción de la omnipotencia del logos y del
conocimiento en el ámbito de la vida moral.
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TERCERA UNIDAD
LAS GRANDES SÍNTESIS
PLATÓN Y ARISTÓTELES
1. PLATÓN
Los escritos de Platón en forma de “diálogo” como adaptación escrita del método
dialógico de su maestro Sócrates, el cual aparece como protagonista principal de la
mayoría de ellos, nos han llegado en su integridad; clasificados por su contenido se
hace la siguiente ordenación tetralógica de sus 36 obras:
49
9. Minos, Leyes, Epínomis, Cartas.
La crítica del siglo pasado llegó a cuestionar la autenticidad de casi todos los diálogos
de Platón, hoy día se tiende a considerar que casi todos son auténticos. Otro aspecto
que hay que tener en cuenta es el de las llamadas doctrinas no escritas;
efectivamente, Platón no quiso escribir sobre temas que consideró como las
realidades últimas y supremas (v.gr. acerca del Bien) ya que para su aprendizaje se
requería de un severo aprendizaje metódico y dialéctico que no se lograba sino con el
contacto directo, con la comunidad de vida entre el maestro y el discípulo. Por último,
conviene recordar que el “Sócrates” que aparece en los diálogos platónicos, no es el
Sócrates histórico, sino que es Platón mismo, el Platón escritor, que pone su doctrina
en los labios de su maestro.
Platón revaloriza el mito al mismo tiempo que empieza a revalorizar algunas de las
tesis básicas del orfismo y la cuestión religiosa. Para él, el mito, más que una
expresión de la fantasía, es expresión de fe y de creencia. En muchos de los diálogos
a partir del Gorgias la filosofía de Platón, por lo que respecta a determinados temas,
se convierte en una especie de fe razonada: el mito busca una aclaración mediante el
logos y el logos busca un complemento en el mito. Una vez que Platón ha llegado con
la razón a los límites extremos de sus posibilidades, encarga al mito de superar
intuitivamente esos límites, abriéndose a lo trascendente.
Hay que aclarar que el mito platónico no se puede comparar con el mitos pre-
filosóficos que no conocían el logos. El mito platónico no subordina o empobrece al
logos, sino que lo estimula y lo fecunda; y en la medida en que son mitos creados por
el logos, él mismo se encarga de desmitificarlos. Veamos las mismas palabras de
Platón en el Fedón después de uno de los mitos que pretenden explicar el destino de
las almas en el más allá:
“Sin ninguna duda, afirmar que las cosas sean verdaderamente así, tal como las he
expuesto, no es propio de un hombre que tenga sentido común; sin embargo, afirmar
que esto, o algo similar a esto debe acontecer con nuestras almas y con nuestras
moradas, ya que ha resultado que el alma es inmortal...pues bien, esto me parece
que es oportuno y que justifica el arriesgarse a creerlo, puesto que el riesgo es
50
hermoso. Y es necesario que con tales creencias nos hagamos un hechizo a nosotros
mismos: y es por esto por lo que yo apelo a mi mito”.
En la filosofía platónica existe un punto fundamental del cual depende por completo
el nuevo planteamiento de todos los problemas filosóficos: el descubrimiento de la
existencia de una realidad suprasensible, es decir, una dimensión supra-física del ser.
Para llegar a este descubrimiento Platón emprende lo que él mismo llama una
segunda navegación (la que emprenden los marineros con los remos cuando el aire
no sopla y las velas no sirven). La “primera navegación” la habían realizado los
filósofos de la naturaleza, pero se habían extraviado ya que pretendían explicar el
mundo físico a partir de lo puramente físico (apelando a los sentidos físicos); en la
“segunda navegación” como el aporte personal de Platón, se utilizan las capacidades
mismas de la razón y el intelecto para ver más allá de lo que los sentidos sensibles
nos proporcionan.
Con dos ejemplos que presenta Platón se entiende mejor, cómo hace él para deducir
la existencia de las “causas suprasensibles”:
1. ¿Queremos explicar por qué una cosa es bella? Para explicar el “por qué” un
filósofo naturalista acudiría a causas puramente físicas: el olor, el color, la figura,
etc. Pero afirma Platón, estas no son las verdaderas causas, sino que son sólo
con-causas, la verdadera causa de la belleza es de orden superior, no sensible,
inteligible. Se trata de la idea o forma de lo bello en sí, que mediante su
participación, su presencia, su comunión, con la realidad sensible, hace que las
cosas empíricas sean bellas, es decir, que tengan la forma, color, olor, proporción,
etc., que se requieren para ser bellas.
2. ¿Por qué Sócrates está en la cárcel? Los filósofos mecanicistas dirían que porque
tiene un cuerpo formado por huesos, músculos, articulaciones, etc., que se puede
mover y lo ha llevado hasta la cárcel. Pero no es la verdadera causa, es tan sólo el
instrumento que lo llevó a la cárcel, la verdadera causa es de orden superior, es
un valor espiritual y moral: decidió aceptar el veredicto de los jueces y someterse
a las leyes de Atenas, juzgando que esto era el bien y lo conveniente.
51
inteligencia (mundo inteligible). El descubrimiento de Platón constituye la fundación
de la Metafísica y a la vez uno de sus períodos más fecundos.
Queda establecido que todas las cosas del mundo sensible, tienen una Causa de
orden superior, no física, a estas realidades inteligibles (captadas sólo por la
inteligencia), Platón las llama ideas (eidos = forma). Las ideas platónicas no son
simples conceptos (representaciones puramente mentales), sino que son entidades,
substancias, son el Ser por excelencia, la esencia de las cosas, aquello que hace que
cada cosa sea lo que es. Platón utilizó también el término paradigma para indicar que
las ideas constituyen el “modelo” de las cosas. Pero las expresiones más utilizadas en
los diálogos para hablar de las ideas son las fórmulas en si, para sí y por sí, v.gr. “la
belleza en sí”. Estas expresiones indican el rasgo de no relatividad y de estabilidad, es
decir, que las ideas son absolutas y permanentes (con esto queda sin fundamento el
relativismo de Protágoras fundado en que no había nada absoluto). Lo que sí es
mutable (y por lo tanto relativo) es el mundo sensible (v.gr. las cosas bellas se
vuelven feas) pero esto no indica que se corrompa la causa ideal (la causa de lo
bello).
52
Por todo lo que se ha dicho, se hace evidente que Platón concebía su mundo de ideas
como un sistema organizado y ordenado jerárquicamente, en el que las ideas
inferiores implican las superiores, que va elevándose hasta llegar hasta la Idea que se
halla en el vértice de la jerarquía. Esta última Idea (el Bien) es condición de todas las
otras, pero no resulta condicionada por ninguna, es lo absoluto.
Es importante señalar cómo Platón convierte la Uno o idea de Bien, en: a) causa de
Ser, principio del Ser, ya que la esencia cada idea depende de la delimitación de lo
ilimitado; b) causa y principio de Verdad y de cognoscibilidad, porque sólo aquello
que está de-terminado resulta inteligible y cognoscible; c) causa y principio de valor,
porque la delimitación implica orden y perfección, es decir, positividad.
Para comprender todo esta estructura del mundo inteligible hay que tener en cuenta
que la generación jerárquica de las ideas a partir de los dos principios (Uno-Diada),
no debe entenderse como si fuera un proceso temporal o de sucesión cronológica,
sino como una metáfora que ilustra un análisis de estructura ontológica. Después de
la idea de Bien, siguen las ideas más generales y universales y, en el último grado se
hallan los entres matemáticos (las figuras geométricas y los números).
Al igual que el mundo inteligible procede del Uno (principio formal) y de la Diada
(principio material), el mundo física procede de las ideas (principio formal) y de un
principio material indeterminado, la Chora: material física, sensible). Pero hay una
diferencia, en el mundo inteligible el Uno actuaba sobre la Diada sin necesidad de
mediadores porque ambos eran de naturaleza inteligible (suprasensible), pero en la
génesis del mundo sensible para que las ideas pudieran actuar sobre la materia se
requería de un mediador, es lo que Platón Demiurgo, un Dios hacedor, un Dios que
piensa y quiere (por lo tanto Dios personal), que tomando como modelo el mundo de
las ideas, ha plasmado la “chora” (materia), el receptáculo sensible; de esta manera
se ha generado el cosmos físico. Según esto, el mundo sensible resulta ser una copia,
en cierta manera oscura, del mundo de las ideas.
53
El mundo de las ideas es eterno, la materia indeterminada (chora) también es eterna,
y el Artífice (Demiurgo) también es eterno, pero la obra por él realizada (mundo
sensible) es generado, tuvo comienzo, pero por estar perfectamente construido no se
halla sujeto a la corrupción, por lo tanto, el mundo sensible ha nacido, pero no
perecerá. Platón concibe al mundo sensible como algo vivo e inteligente. El Demiurgo
otorgó al mundo un alma y un intelecto perfectos, además de un cuerpo perfecto. El
mundo resulta ser una especie de dios visible, y dioses visibles son también las
estrellas y los astros.
Por todo lo que hemos visto se puede apreciar en Platón un politeísmo estructural:
54
5. Los astros son concebidos como inteligentes y divinos pero son hechos por el
Demiurgo.
6. El alma del mundo es divina, al igual que las almas de las estrellas y las almas
humanas.
7. Platón también llegó a aceptar algunas de las tradicionales divinidades griegas.
1.4. Epistemología
Las ideas son realidades objetivas absolutas, que mediante la anamnesis, se imponen
como objeto de la mente. Puesto que la mente a través de la reminiscencia capta las
ideas pero no las produce, ya que las capta con independencia de la experiencia, es
posible hablar en Platón del descubrimiento del a-priori, es decir, la presencia en el
hombre de conocimientos puros (con independencia de la experiencia).
55
Platón considera que el conocimiento de las ideas es el único conocimiento estable y
permanente (ciencia), la realidad sensible es captada por los sentidos corporales pero
sólo son fuente de opinión. El hombre puede ponerse en contacto con el mundo
inteligible gracias a su alma, que antes de su unión con el cuerpo tuvo conocimiento
perfecto de ellas. La ciencia y la opinión como los dos grados de conocimiento
también se subdividen según los diversos grados de realidad (inteligible o sensible)
que abarquen, desde las sobras de los objetos sensibles hasta las ideas mismas. Por
otra parte, el conocimiento de las ideas es privativo del filósofo. La ciencia, el
verdadero conocimiento es filosofía (dialéctica), es decir, el conocimiento del mundo
inteligible, de su estructura y de las relaciones que existen entre las diversas ideas.
La dialéctica es el procedimiento por medio del cual el intelecto dejando de lado las
sensaciones y todos los elementos ligados a los sensible capta las ideas puras y
elevándose de idea en idea llega hasta la idea Suprema, lo Incondicionado.
Frente al arte en todas sus manifestaciones Platón toma una postura resueltamente
negativa: el arte no desvela, sin que vela la verdad, porque no es una forma de
conocimiento; no mejora al hombre, sino que lo corrompe, porque es engañoso; no
educa, deseduca, porque se dirige a las facultades irracionales del alma, que
constituyen las partes inferiores de nuestro ser.
El arte, a través de todas sus expresiones (poesía, pintura, música, etc.) es, desde un
punto de vista ontológico, una mimesis, una imitación de acontecimientos sensibles
(hombres, cosas, hechos, y cuestiones de distintas clases). Ahora bien, si las cosas
sensibles son estructuralmente una “copia” del mundo inteligible, entonces el arte
resulta siendo una copia de la copia del original. El arte pues, en lugar de acercarnos
a los paradigmas, a las ideas, a las verdades, nos alejan de ellas mucho más que los
sentidos. Platón está pues, convencido de que el arte se dirige a la parte menos
noble del nuestra alma y no a su parte más elevada. El arte corrompe y hay que
apartarlo -o incluso eliminarlo- del Estado perfecto, a menos que se someta a las
leyes de lo bueno y verdadero. Si se abandona a sus propios medios, el arte sirve a lo
falso. Pero si quiere salvarse, el arte debe someterse a la filosofía, que es la única
que ha de alcanzar lo verdadero.
56
conocimiento de ellas, la retórica se propone persuadir y convencer acerca de todo,
sin tener ningún conocimiento. Y así como el arte crea meros fantasmas, la retórica
crea persuaciones vacuas y creencias ilusorias.
La retórica, al igual que el arte, se dirige a los sentimientos y a las pasiones, a las
partes menos nobles del alma, a la parte más crédula e inestable. Pero el retórico se
halla más apartado de la realidad que el artista ya que otorga voluntariamente a lo
falso e ilusorio el carácter de verdad, manifestando así una malicia que el artista no
posee o tiene sólo en parte.
Al igual que la filosofía substituye a la poesía, la retórica debe ser reemplazada por la
política verdadera, que coincide con la filosofía. Sólo si se conoce la naturaleza de las
cosas mediante la dialéctica y la naturaleza del alma, a la que se dirigen los
discursos, será posible construir un verdadero arte retórico, un verdadero arte de
persuadir mediante discursos.
Platón no vincula la temática de la belleza con la del arte (que es sólo apariencia),
sino con la temática del eros y del amor. Éste es entendido como fuerza mediadora
entre lo sensible y lo suprasensible, fuerza que otorga alas y eleva, a través de los
diversos grados de la belleza, hasta la metaempírica Belleza en sí.
El análisis que realiza Platón acerca del Amor es uno de los más espléndidos que llevó
a cabo este pensador. El amor no es ni bello ni bueno, sino que es sed de belleza y
de bondad. El Amor, pues, no es un Dios (Dios es, sólo y siempre, bello y bueno),
pero tampoco un hombre. No es mortal, pero tampoco inmortal: es uno de aquellos
seres demoníacos intermedios entre el hombre y Dios. El amor es filósofo, en el
sentido más rico del término. La sophia, esto es, la sabiduría, es poseída sólo por
Dios; la ignorancia es propia de aquel que se halla totalmente exento de sabiduría. En
cambio la filosofía es lo propio de quien no es ni ignorante ni sabio, no posee el saber
pero aspira a él, se halla siempre buscándolo, cuando encuentra algo se le escapa y
debe volver a buscarlo, precisamente como hace un amante.
Aquello que los hombres acostumbran a llamar amor no es más que una partícula del
verdadero amor: éste consiste en el deseo de lo bello, del buen, de la sabiduría, de la
felicidad, de la inmortalidad, de lo Absoluto. El verdadero amante, empero, es aquel
que sabe recorrer todos los caminos que conducen a la felicidad que consiste en a
visión suprema de lo bello y lo bueno. Platón distingue en escala varios grados de
amor:
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1. El grado más bajo en la escala es el amor físico, que es el deseo de poseer el
cuerpo bello con el objeto de engendrar, en lo bello, otro cuerpo. Este amor físico
es ya deseo de inmortalidad y de eternidad.
2. A continuación, está el grado de los amantes que son fecundos no en sus cuerpos
sino en sus almas, portadores de una simiente que nace y crece en la dimensión
de lo verdadero. Aquí se encuentran los amantes de las almas, los amantes de las
artes, los amantes de la justicia y de las leyes, los amantes de las ciencias puras.
3. Finalmente, en la culminación de la escala del amor, se halla la visión fulgurante
de la Idea de lo Bello en sí, de lo Absoluto.
La concepción del amor, está también íntimamente ligada con la pertenencia del alma
al orden suprasensible, del cual procede y donde había contemplado la verdad plena,
la belleza en su plenitud. Al estar en el cuerpo el alma tan sólo alcanza a recordar con
nostalgia aquella belleza suprema, y siente el deseo de echarse a volar para regresar
al sitio de donde había descendido. Este deseo constituye precisamente el Eros que,
mediante el anhelo de lo suprasensible, hace que reaparezcan en el alma sus
antiguas alas y pueda elevarse. El amor platónico es nostalgia de lo Absoluto, tensión
trascendente hacia lo metaempírico. Fuerza que nos impulsa a volver hacia nuestro
originario ser junto a los dioses.
1.5. Antropología
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1.5.1. La purificación del alma
Sócrates había considerado el cuidado del alma como la suprema obligación moral del
hombre. Platón reafirma este mandamiento socrático pero le añade un matiz místico,
señalando que el cuidado del alma significa purificación del alma. Esta purificación se
lleva a cabo cuando el alma trascendiendo los sentidos corporales se posesiona del
mundo inteligible al cual ella pertenece naturalmente. El proceso de purificación del
alma es diferente al las ceremonias órficas, la purificación es un proceso de elevación
gradual hasta lo suprasensible, el alma se conoce, se cuida, se convierte, se eleva; en
esto consiste la verdadera virtud, la filosofía. La dialéctica es una liberación de las
servidumbres y las cadenas de lo sensible, es una conversión desde el devenir hasta
el ser, es una iniciación al Bien supremo. El alma a la vez que conoce racionalmente
se convierte moralmente.
Sócrates consideraba que para fundar la nueva moral, bastaba con comprender que
la esencia del hombre es su alma (psyche), por lo tanto es su opinión no era
necesario determinar su el alma era inmortal o no, ya que la virtud tiene su premio
en sí misma, al igual que el vicio tiene su castigo en sí mismo.
Las diversas pruebas que proporciona Platón sobre la inmortalidad del alma tienen un
factor común: la existencia y la inmortalidad del alma únicamente tienen sentido si se
admite que hay un ser metaempírico. El alma constituye la dimensión inteligible y
suprasensible del hombre, y por lo tanto incorruptible.
59
1.5.3. La metempsicosis y el destino del alma
Para hablar del destino del alma Platón acude a varios mitos escatológicos con el fin
de intuir verdades profundas a las que no se puede llegar con el puro logos. Para
comprender mejor el destino de las almas, es necesario precisar cómo entiende
Platón la metempsicosis (reencarnación):
1. Las almas que han vivido una vida excesivamente atada a los cuerpos (pasiones,
amores mundanos, gozos corpóreos, etc.) al morir no logran separarse totalmente
de los cuerpos (se hacen casi connaturales con los cuerpos) y rondan junto al
sepulcro hasta que se reencarnan en otro cuerpo o en un animal. Las almas que
hayan vivido una vida recta y justa, están destinadas a reencarnarse en animales
mansos y sociables. Las almas que están destinadas a convertirse en dioses, son
las almas de los filósofos, que ya desde este mundo se han ajustado a la verdad
del mundo inteligible. Esta forma de entender la reencarnación está expuesta en
el Fedón.
2. En la República Platón explica de otra manera la metempsicosis: el número de las
almas es limitado, de tal manera que si todas las almas recibieran un premio o
castigo eternos, llegaría el momento en que no quedaría ninguna alma sobre la
tierra. El premio o castigo que reciben las almas después de la muerte tiene una
duración determinada (mil años), al cabo del cual las almas vuelven a encarnarse.
Por medio de los mitos de “Er” y del “carro alado” Platón pretende intuir la manera
como las almas llegan hasta los cuerpos y su destino después de la muerte:
Originariamente las almas vivían junto a los dioses una vida divina, pero debido a una
culpa cayeron en los cuerpos (orfismo). Las almas forman el séquito de los dioses y
vuelan por los caminos celestiales llevadas por un carro tirado por caballos, y su meta
es llegar periódicamente al lugar supraceleste (llanura de la verdad), para contemplar
lo divino. Pero para las almas no es fácil llegar a este destino ya que entre los
caballos hay algunos de raza malvada que tiran hacia abajo. Las almas que alcanzan
a contemplar la divinidad continúan viviendo junto a los dioses, las que no alcanzan a
llegar a la llanura de la verdad se amontonan, se apiñan, chocan entre sí, se rompen
las alas y al perder su capacidad de sustentación caen a la tierra. De esta manera se
forma la vida humana, la cual será moralmente más perfecta si su alma alcanzó a
contemplar algo de la verdad supraceleste, y será menos perfecta si ha contemplado
menos. Después de la muerte el alma es juzgada y recibirá premios o castigos por un
milenio según haya sido su vida terrena, luego vuelve a reencarnarse.
Como ya se ha dicho, los mitos tratan de intuir lo que la razón no alcanza, son una fe
razonada. Lo que Platón intuye es lo siguiente:
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1. El hombre se encuentra de paso por la tierra y la vida terrena es como una
prueba. La vida verdadera se halla en el más allá, en el Hades (lo invisible)
2. El alma es juzgada en el Hades con base en el único criterio de la justicia y de la
injusticia, de la templanza y el libertinaje, de la virtud y del vicio.
3. Todas las almas son juzgadas por igual, sea la del Rey o la del esclavo: sólo se
tiene en cuenta las señales de la justicia o la injusticia que lleve en sí misma.
4. El destino del alma puede ser triple: a) si ha vivido en la total justicia recibirá un
premio eterno (habitar en las islas de los bienaventurados); b) si ha vivido en total
injusticia recibirá un castigo eterno ya que su malicia es incurable; c) si sólo
cometió injusticias subsanables, arrepintiéndose de sus injusticias será castigada
temporalmente y luego será premiada.
5. Parece también claro en los mitos platónicos que el sufrimiento y el dolor (físico y
espiritual) tienen un poder purificador y liberador, nadie puede liberarse de otra
forma de la injusticia sino sufriendo.
6. Por último, aparece también claro que el ejercicio de la razón (dialéctica), es decir,
de la filosofía, tiene un poder salvador, en cuanto que es búsqueda y visión de la
verdad, y la verdad salva para siempre.
Con estos presupuestos se entiende mejor como en la República Platón propone que
construir la ciudad quiere decir conocer al hombre y el lugar que este ocupa en el
universo. Según Platón el Estado no es más que una ampliación gigantesca de las
dimensiones de nuestra alma.
61
El Estado nace porque cada uno de nosotros no es autárquico, es decir, no se basta a
sí mismo y tiene necesidad de la ayuda de muchos otros hombres. Así se distinguen
tres clases de ciudadanos:
1. Los que satisfacen las necesidades materiales de los demás (alimento, vestido,
vivienda, etc.) Son los campesinos, los artesanos y los comerciantes. En esta clase
predomina la tendencia a lo concupiscible, a los placeres y por lo tanto la virtud
que deben buscar es la templanza (dominio y disciplina interior). Esta clase no
requiere una educación especial ya que las artes y los oficios se aprenden
prácticamente.
2. La segunda clase está constituida por los hombres que se dedican a la custodia y
a la defensa de la ciudad, es decir, los guardianes. Su virtud consiste en la
fortaleza o la bravura. Para esta clase Platón propone una educación gimnástico-
musical. Los artesanos debían proveer las necesidades materiales de los
guardianes.
3. La tercera clase es la conformada por los gobernantes. Son aquellos que saben
amar la ciudad más que los demás, cumpliendo con celo sus obligaciones y sobre
todo conociendo y contemplando el Bien y hacer que ese Bien se instaure en la
ciudad. Su virtud específica es la sabiduría, por esto, la educación que reciben
está basada en la filosofía. El gobernante debe ser un filósofo.
Al igual que en la ciudad hay tres estamentos, en el alma humana hay tres partes: la
racional, la irascible y la concupiscible. La racional es la que entra en contacto con el
mundo ideal, se ubica en la cabeza y dirige todas las operaciones superiores del
alma. La irascible o pasional reside en el pecho, es fuente de pasiones dobles y
encontradas (hacia lo racional y hacia lo concupiscible), es mortal. La concupiscible o
apetitiva reside en el vientre y es fuente de apetitos groseros, pasiones bajas, la
búsqueda del placer y el instinto de conservación, también es mortal.
La justicia: Según Platón la justicia es la armonía y cooperación que debe haber
tanto entre los tres estamentos de la ciudad (artesanos-guardianes-gobernantes),
haciendo cada cual lo que le corresponde hacer; como también la armonía entre las
tres partes del alma (racional, irascible, concupiscible) también cada parte debe hacer
lo que le corresponde hacer. La ciudad-Estado debe estar fundada entonces sobre la
justicia exterior (los tres estamentos públicos) y la justicia interior (las partes del
alma).
La ley: En el Estado que propone Platón la ley estaría al servicio del perfecto hombre
de Estado (gobernante-filósofo) que la utiliza como un medio para realizar en la
ciudad el Bien contemplado. No es necesaria que esté escrita. Pero dado que es difícil
encontrar gobernantes perfectos, la ley se impone sobre el mismo gobernante, ésta
62
se muestra soberana y se hace preciso ponerla por escrito a través de la elaboración
de constituciones.
Imaginemos unos hombres que viven en una habitación subterránea, en una caverna
cuya entrada está abierta hacia la luz en toda su anchura y con un largo vestíbulo de
acceso. Imaginemos que los habitantes de esta caverna tienen las piernas y el cuello
atados de una forma que les impide darse vuelta y que, por consiguiente, únicamente
pueden mirar hacia la pared del fondo de la caverna. Imaginemos que a escasa
entrada de la caverna hay un muro de la altura de una persona y que atrás de él
pasan hombres cargando a sus hombros estatuas de toda clase de objetos, detrás de
éstos arde encendida una hoguera; estos hombres hablan y su voz se escucha en eco
dentro de la caverna.
Si tales cosas ocurriesen, aquellos prisioneros no podrían ver más que las sombras de
las estatuas que se proyectan sobre el fondo de la caverna y oirían el eco de las
voces. Sin embargo, al no haber visto jamás otras cosas, creerían que aquellas
sombras constituirían la única y verdadera realidad, y también creerían que las voces
del eco eran las voces producidas por aquellas sombras.
Ahora bien, supongamos que con gran esfuerzo un prisionero logra zafarse de sus
ligaduras. Le costaría mucho acostumbrarse a la nueva visión que adquiriría pero al
final comprendería que la realidad no es la que se proyecta en la pared dentro de la
63
caverna, sino que la realidad de las cosas está fuera de la caverna, más allá del muro
donde todo es más claro.
Al final, despues de ver las cosas en sí mismas vería la luz del sol y comprendería que
las cosas iluminadas son las auténticas y que el sol es la causa de todas las demás
cosas visibles.
2. ARISTÓTELES
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decadencia por lo tanto Aristóteles la abandona y viaja a Asia Menor (Aso) donde
fundó una escuela en unión con los Platónicos Erasto y Corisco. En Aso permaneció
alrededor de tres años y luego se trasladó a Mitilene en la isla de Lesbos impulsado
por Teofrasto, nacido en esa ciudad y quien sería más tarde su sucesor; en Mitilene
Aristóteles se dedicó al estudio e investigación de las ciencias naturales.
Los escritos de Aristóteles se dividen en dos grupos: los destinados al gran público,
es decir, fuera de la escuela, casi todos en forma de diálogos, estos escritos en su
mayoría se han perdido, sólo se conservan algunos fragmentos de Grillo o de la
retórica, Protéptico, De la filosofía, Acerca del Bien, Acerca de las ideas, Eudemo o
del alma. El otro grupo de escritos corresponden a los producidos en la escuela y en
función de sus discípulos, se clasifican así: obras estrictamente filosóficas:
Metafísica Categorías, De la interpretación, Analíticos primeros, Analíticos segundos,
Los tópicos, Refutaciones a los sofistas, estas obras constituyen el llamado “organon
aristotélico” o “Corpus Aristotelicum”. Filosofía natural: Física, Del cielo, La
generación y la corrupción, Los meteoros. Psicología: Sobre el alma, Parva
naturalia. Filosofía moral y política: Ética a Nicómaco, Gran ética, Ética a Eudemo,
La Política, Poética, Retórica. Ciencias naturales: Historia de los animales, De las
partes de los animales, El movimiento de los animales, La generación de los animales.
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2.2. Relaciones entre Platón y Aristóteles
2.3. Metafísica
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todo intento del pensamiento humano que se propusiese ir más allá del mundo
empírico para llegar a una realidad metaempírica. Aristóteles definió la Metafísica de
cuatro maneras diferentes:
Ahora preguntémonos, ¿para qué sirve la Metafísica? Aristóteles afirma que esta es la
ciencia más elevada porque no está vinculada a las necesidades materiales, no es una
ciencia que se proponga satisfacer objetivos prácticos o empíricos. Como no está
sometida a ningún fin y objetivo, la Metafísica es la única ciencia libre, ella responde
a necesidades espirituales, aquellas que surgen después de haber satisfecho las
necesidades físicas: la pura necesidad de saber y conocer lo verdadero, la necesidad
radical de responder a los “porqués” y, en especial al “porqué” último. Por esto
Aristóteles escribe: “Todas las demás ciencias serán más necesarias a los hombres,
pero no habrá ninguna superior a ella”.
Hemos dicho que la metafísica, en primer lugar, es presentada por Aristóteles como
la búsqueda de las causas primeras. Por tanto debemos establecer cuántas y cuáles
son esas causas. Una de las principales acusaciones que Aristóteles dirige a los
filósofos anteriores es el no haber determinado con claridad el por qué de las cosas;
no basta con refugiarse en el azar o en la casualidad, ni son suficientes las
explicaciones mitológicas. Todo lo que existe o sucede tiene una causa que explique
su origen, su fin y su modo peculiar de producirse. “Todo lo que llega a ser, es por
una causa”. Aristóteles distingue cuatro clases de causas:
2. CAUSA FORMAL: Es la forma esencial de las cosas, lo que hace que una cosa
sea lo que es. V.gr. el alma es la causa formal del hombre.
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3. CAUSA EFICIENTE: es un ente que ya existe y del que proviene otro ser. V.gr.
el escultor es la causa eficiente o motora de la estatua.
La Metafísica considera al ser de la manera más universal, el ser entero, mientras que
las ciencias particulares únicamente consideran partes de él.
La problemática de la substancia
68
aire, tierra, fuego, etc.); para los platónicos la substancia está en la forma, es decir,
en la idea; pero para los hombres comunes la substancia son las cosas concretas e
individuales constituidas de materia (hyle) y de forma. ¿Cuál de las tres posiciones es
la correcta? Según Aristóteles, tienen razón todos y ninguno, al mismo tiempo, dado
que estas respuestas -por separado- resultan parciales, unilaterales. En conjunto, por
lo contrario, configuran la verdad, veamos:
La Materia (hyle) es, sin duda, un principio constitutivo de las realidades sensibles,
porque sirve como substrato de la forma. Si eliminásemos la materia, eliminaríamos
todas las cosas sensibles. No obstante la materia por sí misma es potencialidad
indeterminada y únicamente puede actualizarse y transformarse en algo determinado
si recibe tal determinación mediante una forma. La materia, pues, sólo
impropiamente es substancia.
Si la substancia o el ser es aquello que “es” en sí mismo, entonces hay otro modo de
“ser” que es “ser en otro”, es lo que Aristóteles llama “accidentes” o “categorías del
ser” (géneros supremos del ser). Ejemplo: “el hombre es, el caballo es, la rosa es”:
todos estos nombres corresponden a substancias individuales que existen en sí
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mismas. Decir: “el hombre es alto, es blanco, es hijo, está enfermo, etc.” Son
predicados de hombre, es decir, accidentes. Los predicamentos o accidentes del ser
son diez: 1) substancia o esencia, 2) cualidad, 3) cantidad, 4) relación, 5) acción o
actuar, 6) pasión o padecer, 7) dónde o lugar, 8) cuándo o tiempo, 9) tener o
posesión, 10) estar o posición. Las dos últimas no aparecen siempre en sus obras.
Lógicamente únicamente la primera subsiste, las demás presuponen la existencia de
la substancia.
Las nociones de acto y potencia están en relación directa con las de materia y forma.
Para Aristóteles el ser en acto y el ser en potencia puede afectar a cualquiera de las
categorías (v.gr. ser blanco en acto o en potencia). Mediante algunos ejemplos
clarificaremos las respectivas nociones:
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No se debe confundir esta noción de “ser” con las categorías o accidentes ya
estudiados, aquí se trata de analizar al ser como el ser “casual o fortuito” (aquello
que ocurre). Cuando se habla de ser “accidental” se trata de un modo de ser que
depende de otro ser y que además no está vinculado con éste de una manera
esencial (por ejemplo, ocurre simplemente que, en este momento, yo esté sentado, o
pálido, etc.) Es un tipo de ser, por tanto, que no siempre es ni lo es en la mayoría de
los casos, sino que es a veces, casualmente. Ejemplo: si en verano hace frío decimos
que es “accidental”, pero no si hace bochorno o calor, porque esto se da siempre o
generalmente y aquello no. La metafísica no estudia al ser accidental ya que ésta
trata de estudiar al ser en los atributos derivados de su esencia y lo accidental no es
esencial. Opuesto al ser accidental se encuentra el ser esencial.
Por último, Aristóteles habla también del ser en cuanto verdadero (ser veritativo) y su
opuesto, el no ser en cuanto falso. El ser verdadero es aquel tipo de ser característico
de la mente humana, que piensa las cosas y sabe unirlas tal como están unidas en la
realidad, o separarlas tal como están separadas en la realidad. El ser falso, o mejor,
el no-ser falso aparece cuando la mente une lo que no está unido o separa lo que
está unido en la realidad. La lógica se encarga de estudiar esta última modalidad de
“ser”.
71
Pero, ¿Cómo puede el Motor Inmóvil mover, permaneciendo él absolutamente
inmóvil? Aristóteles responde señalando como ejemplo de ello el objeto del deseo y
de la inteligencia. El objeto del deseo es lo que es bello y bueno y éstos atraen la
voluntad del hombre sin moverse para nada ellos mismos. Del mismo modo, sin
moverse, lo inteligible mueve la inteligencia. Como se puede apreciar, la causalidad
del Primer Motor no es una causalidad de tipo eficiente (como el alfarero que hace la
vasija o el padre que engendra al hijo), sino que se trata de una causalidad final
(Dios como perfección atrae a todas las cosas hacia sí y por lo tanto mueve). El
mundo no ha tenido un comienzo sino que es eterno. No ha existido un momento en
que haya habido un caos (o un no-cosmos): si así hubiese sido, el teorema de la
prioridad del acto sobre la potencia habría caído en una contradicción; por otra parte,
Dios por ser eterno, desde siempre ha atraído como objeto de amor al universo, el
cual desde siempre ha debido existir tal como es.
Hablando del Motor Inmóvil, Aristóteles afirma que el Principio del cual dependen el
cielo y la naturaleza es vida, la vida más excelente y perfecta de todas. La actividad
de la inteligencia que el hombre disfruta por breve tiempo, en Dios es una actividad
permanente. “Dios es viviente, eterno y óptimo, por ello a Dios le corresponde una
vida perenne, continua, eterna: éste, pues, es Dios”.
¿En qué piensa Dios? Dios piensa la cosa más excelente. La cosa más excelente es
Dios mismo. Dios, pues, se piensa a sí mismo: es actividad contemplativa de sí
mismo: “es pensamiento de pensamiento”. Dios, pues, es eterno, inmóvil, acto puro,
está exento de toda potencialidad y de materia, es vida espiritual y pensamiento de
pensamiento. Al ser así, como es obvio, no puede tener un tamaño determinado y
debe carecer de partes y ser indivisible. Así mismo, debe ser impasible e inalterable,
es decir, Dios no puede padecer, sentir pasión (sufrir, amar, etc.)
¿Monoteísmo o politeísmo?
72
Motor, al igual que otras substancias suprasensibles como los inmóviles motores de
los cielos, el alma intelectiva de los hombres también es divina, y en general, es
divino todo lo que es eterno e incorruptible.
A pesar de este claro politeísmo es conveniente aclarar que Aristóteles realizó un gran
intento unificador: reservó para el Primer Motor la utilización explícita del término
“Dios”, y reafirmó su unidad diciendo que las cosas no admiten ser mal gobernadas
por una multiplicidad de principios. Es claro que Aristóteles concibe las Inteligencias
motoras como distintas del Acto Puro, pero a la vez afirma que Dios no creó esas
inteligencias, en realidad el Estagirita no supo explicar la relación entre Dios y las 55
inteligencias motoras; de todas maneras, en el fondo, Aristóteles admite la unidad y
la unicidad de Dios como Suprema Causa, de aquí se deducirá también la unicidad del
mundo. Podemos concluir diciendo sin temor a equivocarnos que en Aristóteles hay
un monoteísmo tendencial pero también un politeísmo estructural.
73
Como hemos visto, Aristóteles se aparta de Platón en la manera de concebir lo
suprasensible y critica duramente a su maestro por haber establecido un mundo
separado y trascendente al mundo sensible. Para que las ideas puedan ser
verdaderamente causa del mundo sensible y puedan ser cognoscibles por el intelecto
humano, es necesario que se integren al mundo sensible, que sean inmanentes (que
no sean sólo modelos o arquetipos). La doctrina del compuesto materia-forma
(synolon) en todo lo que existe en el mundo físico, es la respuesta, o mejor, la
propuesta de Aristóteles como alternativa a Platón. Pero hay que aclarar que
Aristóteles para nada niega la existencia de realidades suprasensibles, lo que niega es
la forma como Platón las imaginaba, y establece, por su parte, que el mundo
suprasensible no está constituido por Ideas inteligibles, sino por inteligencias o
intelectos, estando en el vértice de todo la Inteligencia Suprema. Aristóteles
ciertamente representa un gran avance respecto de Platón, pero en ese avance se
produce un corte demasiado tajante entre el Intelecto (Dios) y las formas inteligibles
(ideas platónicas). Las diversas formas (ideas), parecerían surgir como resultado de
la atracción que Dios ejerce sobre el mundo, pero de ninguna manera constituyen
pensamientos de Dios, por eso Dios no piensa ni conoce el mundo, ni los hombres,
por lo tanto Dios no ama ni es providente.
2.4. Física
74
que la potencia es real, porque es capacidad real y posibilidad efectiva de llegar al
acto. Ahora bien, el movimiento o el cambio en general consisten, precisamente, en
pasar desde el ser en potencia hasta el ser en acto. Dice Aristóteles: “el movimiento
es el acto o la actualización de lo que es un potencia en cuanto tal”. Así pues, el
movimiento no supone en absoluto el no-ser como una nada, sino el no-ser como
potencia, lo cual es una forma de ser, se desarrolla en el cauce del ser y constituye
un paso desde el ser (potencial) hasta el ser (actualizado).
Sólo los compuestos (sinolos) de materia y de forma pueden cambiar, porque sólo la
materia implica potencialidad: la estructura hilemórfica de la realidad sensible, que
necesariamente implica materia -y por lo tanto potencialidad- es la raíz de todo
movimiento.
75
También Aristóteles manifiesta que no hay que confundir el lugar con el recipiente. El
primero es inmóvil, mientras que el segundo es móvil. En cierto sentido cabe decir
que el lugar es el recipiente inmóvil, mientras que el recipiente es un lugar móvil: “y
al igual que el vaso es un lugar transportable, así también el lugar es un vaso que no
se puede transportar”.
Ahora bien, la percepción del antes y del después -y a través de ella, el número del
movimiento- supone necesariamente el alma: “Cuando...pensamos los extremos
como algo distinto del medio, y el alma nos sugiere que los instantes son dos -el
antes y el después- entonces nosotros decimos que entre estos instantes existe un
tiempo, puesto que el tiempo parece ser aquello que está determinado por el instante
y éste permanece como fundamento”. Si el alma es el principio espiritual numerador
y condición, por tanto, de la distinción entre el número y lo numerado, entonces el
alma se convierte en conditio sine qua non del tiempo mismo, es decir, sin el alma
tampoco habría tiempo, así lo plantea Aristóteles: “Cabría... dudar si el tiempo existe
o no, sin la existencia del alma. Si no se admite la existencia del numerador, tampoco
habrá número. El número es lo que ha sido numerado o lo numerable. Pero si es
cierto que en la naturaleza de las cosas sólo el alma o el intelecto que hay en el alma
poseen la capacidad de numerar, resulta imposible la existencia del tiempo sin la del
alma”.
Por último, Aristóteles niega que exista un infinito en acto. Cuando Aristóteles habla
de infinito y niega su existencia se refiere al “cuerpo infinito”. Lo infinito sólo existe
como potencia o en potencia. Así pues, el número es infinito en potencia porque a
cualquier número es posible añadirle otro y otro sin llegar jamás a un límite; el
espacio es un infinito porque el susceptible de ser divisible hasta el infinito; de la
misma manera el tiempo es infinito porque no puede existir todo a la vez en acto,
pero se desarrolla y crece sin fin. Aristóteles no vislumbró, ni siquiera de lejos, la idea
de que lo infinito fuese una noción inmaterial, precisamente porque él enlazaba lo
infinito con la categoría de la cantidad, que sólo es válida en el orden sensible.
76
2.4.3. División del mundo físico, el “éter”.
2.5. Psicología
77
operaciones y las regulen. Según las funciones que regulan, Aristóteles distingue tres
clases de alma, o mejor, tres partes del alma: a) alma vegetativa, b) alma sensitiva y
c) alma intelectiva o racional. Las plantas poseen alma vegetativa; los animales, la
vegetativa y la sensitiva; los hombres poseen el alma vegetativa, la sensitiva y la
racional.
78
También la experiencia procede de la sensación y surge gracias a la acumulación de
hechos recordados.
Aristóteles afirma expresamente que el intelecto agente está en el alma. Caen por su
base, las interpretaciones defendidas ya desde la época de los antiguos intérpretes,
según las cuales el intelecto agente es Dios (o un intelecto divino separado). Es cierto
que Aristóteles afirma que el intelecto procede de fuera y sólo él es divino, mientras
que las facultades inferiores del alma ya se hallan en potencia en el semen masculino
y pasan al nuevo organismo en el seno materno. Sin embargo, también es cierto que,
aunque venga de fuera, permanece en el alma durante toda la vida del hombre. La
afirmación según la cual el intelecto viene de fuera significa que es irreductible al
cuerpo por su propia naturaleza intrínseca y, por lo tanto, trasciende lo sensible.
Significa que en nosotros existe una dimensión metaempírica, suprafísica y espiritual.
Y esto es lo divino en nosotros. Si bien el intelecto agente no es Dios, refleja los
rasgos de lo divino y sobre todo su absoluta impasibilidad: “El razonar, el amar, o el
odiar no son afecciones del intelecto, sino del sujeto que posee el intelecto, en
cuanto posee dicho intelecto. Por ello, una vez que haya desaparecido ese sujeto, no
recuerda y no ama: recordar y amar no son algo propio del intelecto, sino del
compuesto que ha perecido, mientras que el intelecto es ciertamente algo más divino
e impasible”.
79
Así como en su Metafísica Aristóteles al llegar a su noción de Dios no pudo dar
solución a las numerosas contradicciones que implicaba esa noción, tampoco ahora,
después de haber llegar al concepto de lo espiritual en el hombre, estaría en
condiciones de responder interrogantes como estos: ¿este intelecto es individual?
¿Cómo es que procede desde fuera? ¿Qué relación tiene con nuestra individualidad y
con nuestro yo? ¿En qué relación está con nuestra conducta moral? ¿Carece
totalmente de un destino escatológico? ¿Que sentido tiene su supervivencia con
respecto al cuerpo?. Para haberse podido plantear estos interrogantes y mucho más
para darles solución Aristóteles habría requerido del concepto de creación el cual no
sólo es ajeno a Aristóteles sino a toda la cultura griega.
En la sistematización del saber, después de las ciencias teóricas aparecen las ciencias
prácticas, que hacen referencia a la conducta de los hombres y al fin que se
proponen alcanzar, ya sea como individuos o como miembros de una sociedad
política. El estudio de la conducta o de la finalidad del hombre como individuo es el
de la ética, y el estudio de la conducta y finalidad el hombre como parte de una
sociedad es el de la política.
Todas las acciones humanas tienden hacia fines que constituyen “bienes”, pero todos
los bienes están subordinados a un fin último que todos los hombres llaman
“felicidad”, pero ¿qué es la felicidad?: a) para la mayoría de los hombres significa
placer y gozo, pero en realidad, el placer hace al hombre esclavo, una vida así es sólo
digna de los animales. b) Para algunos la felicidad es el honor, el éxito, pero en
realidad es mucho más valioso aquello por lo cual se merece el honor, que el honor
mismo. c) Para otros, la felicidad consiste en acumular riquezas, pero ésta es una
vida absurda, una vida contra natura, porque la riqueza es sólo un medio para
conseguir otras cosas y no sirve como fin en sí mismo. d) El bien supremo que puede
realizar el hombre -y por lo tanto la felicidad- consiste en perfeccionarse en cuanto
hombre, es decir, en aquella actividad que lo distingue de todas las demás cosas, la
vida de la razón, el hombre que quiere vivir bien, debe siempre vivir de acuerdo a la
razón.
80
pero hay que reconocer la utilidad de los bienes materiales en cantidad necesaria,
ellos con su ausencia pueden incluso comprometer la felicidad, así no estén en
disposición de ofrecerla por sí mismos.
Aristóteles llama virtud dianoética a la perfección del alma racional en cuanto tal. El
alma racional posee dos aspectos según se dirija a las cosas cambiantes de la vida o
hacia las realidades inmutables y supremas. De acuerdo a esto, las virtudes
dianoéticas son fundamentalmente dos: la prudencia que consiste en dirigir bien la
81
vida del hombre, deliberando correctamente sobre lo que es bueno o malo para sí
mismo, y la sabiduría que consiste en el conocimiento de las realidades que están por
encima del hombre: la ciencia teórica y sobre todo la metafísica. En el ejercicio de la
Sabiduría como virtud se encuentra la perfección en la actividad contemplativa, en la
que el hombre alcanza la máxima felicidad y llega a rozar lo divino. Aristóteles
compara la felicidad humana con la felicidad de Dios, en la medida en que el hombre
participa de la contemplación que es la vida y la felicidad de Dios; de igual manera
afirma que los animales no participan de la felicidad porque carecen completamente
de la facultad de contemplación. Se puede afirmar, pues, que en mismo grado en que
haya contemplación, en ese mismo grado habrá felicidad. La contemplación de la
verdad fue un ideal común a los filósofos griegos pero más acentuado a partir de
Sócrates; la novedad de Aristóteles está en comparar la vida feliz de Dios con la
felicidad del hombre, por la participación de la vida contemplativa. Esta identificación
no se dio en Sócrates ni en Platón porque el concepto de Dios como Mente suprema,
Pensamiento de pensamiento, no surge sino en Aristóteles.
Como la virtud se logra por el hábito, se puede afirmar que, según Aristóteles cada
uno es causa de su propio carácter ético, de sus hábitos buenos o malos y también es
responsable de la determinación de su propio fin y este fin se hace presente en
nuestras acciones precedidas de la deliberación y la elección de los medios. La ética
aristotélica ciertamente avanza en la superación del intelectualismo griego pero no
nos presenta una visión sistemática de la voluntad y menos aun de la libertad.
Aristóteles mismo reconoce que siendo las acciones humanas el objeto de la ética y
82
como sobre ellas no hay leyes inmutables, no se puede hacer un conocimiento
científico y demostrativo estricto.
2.6.2. La Política
La ciudad y el ciudadano:
El bien del individuo es de la misma naturaleza que el bien de la ciudad. Este último,
sin embargo, es más hermoso y más divino, porque pasa desde la dimensión de lo
privado hasta la de lo social, ante la cual los griegos eran especialmente sensibles,
dado que concebían al individuo en función de la sociedad y no la ciudad en función
del individuo. Aristóteles reafirma estas ideas cuando define al hombre como animal
político, es decir, no como animal que se limita a vivir en sociedad, sino como animal
que vive en una sociedad políticamente organizada: “Quien no puede entrar a formar
parte de una comunidad, quien no tenga necesidad de nada y se baste a sí mismo,
no es parte de la ciudad, o es una fiera o un Dios”.
Pero no se es ciudadano por el sólo hecho de vivir en la ciudad; para ser ciudadano
es preciso tomar parte en la administración de los asuntos públicos: formar parte de
las asambleas que legislan y gobiernan la ciudad y que administran la justicia. De ser
ciudadanos, pues, quedaban excluidos los colonos de alguna ciudad conquistada,
tampoco los trabajadores aunque fuesen libres (no poseían tiempo para participar en
la administración de la cosa pública). Así, los ciudadanos quedan muy limitados en
número, mientras que todos los demás habitantes de la ciudad acaban por
convertirse, de alguna manera, en medios para satisfacer las necesidades de los
ciudadanos. El momento social que vive Aristóteles lo lleva incluso a formular una
teoría de la esclavitud según la cual hay hombres esclavos por naturaleza.
83
forma de gobierno demagógico consiste en afirmar que, ya que todos son iguales en
la libertad, todos pueden y deben ser iguales así mismo en todo lo demás.
Aristóteles afirma que en abstracto las dos primeras formas de gobierno son las
mejores, pero con realismo sostiene que -dado que los hombres son como son- la
mejor forma es la politeia, constitución que valora la clase media. La politeia es un
camino intermedio entre la oligarquía y la democracia.
El Estado ideal:
La finalidad del Estado es moral y por eso resulta obvio que debe proponerse el
incremento de los bienes del alma, el incremento de la virtud. “Podemos llamar feliz y
floreciente a la ciudad virtuosa. Es imposible que logre la felicidad quien no realice
buenas acciones, y nadie -ni un individuo ni una ciudad- puede realizar buenas
acciones sin virtud y buen juicio. El valor, la justicia, el buen sentido de una ciudad
poseen la misma potencia y forma, cuya presencia en un ciudadano particular hacen
que se le llame justo, prudente y sabio”. Aquí, de hecho, vuelve a enunciarse el gran
principio platónico de la correspondencia existente entre el Estado y el alma del
ciudadano singular.
84
pensar y del razonar. En particular presenta analogías con la lógica “dialéctica” que,
según Aristóteles es la lógica no basada en elementos científicamente fundados sino
en elementos procedentes de la opinión que parecen aceptables a todos los hombres
o a una gran mayoría de ellos. De forma similar, la retórica estudia aquellos
procedimientos mediante los cuales los hombres aconsejan, acusan, se defienden,
elogian -actividades todas ellas específicas del persuadir- en general, partiendo de
opiniones probables, pero no de conocimientos científicos.
Respecto de la poética y en general, del arte, Aristóteles es más optimista que Platón,
quien había reprobado severamente el arte porque se trata de una mimesis, una
imitación de cosas fenoménicas, que -como es sabido- son a su vez una imitación de
los eternos paradigmas de las ideas (el arte, pues, es una copia de la copia).
Aristóteles se opone tajantemente a este modo de concebir el arte y concibe la
mimesis como una actividad que, no sólo reproduce pasivamente la apariencia de las
cosas, sino que casi las recrea de acuerdo con una nueva dimensión: “...la poesía es
algo más noble y más filosófico que la historia, porque la poesía versa más bien sobre
lo universal, mientras que la historia trata de lo particular”. La universalidad que el
arte imprime a sus contenidos consiste en la dimensión de lo posible y lo verosímil, es
decir, “el poeta no dice cosas ya sucedidas, sino aquellas que podrían suceder y las
posibilidades que existan de acuerdo con la verosimilitud y la necesidad”.
85
La suerte de la Escuela y la misma doctrina aristotélica está muy ligada a la suerte de
su producción literaria. Al morir Teofrasto, dejó los edificios del Peripato a la escuela,
pero legó a Neleo de Scepsi la biblioteca que contenía todas las obras no publicadas
de Aristóteles (escritos esotéricos) quien los llevó a Asia Menor donde permanecieron
escondidos hasta que un bibliófico llamado Apelicón los adquirió y los llevó
nuevamente a Atenas, después fueron confiscados por Sila (86 a.C.) y llevados a
Roma, confinando su transcripción al gramático Tiranión. Andrónico de Rodas
(décimo sucesor de Aristóteles), en la segunda mitad del siglo I antes de Cristo, fue
el primero que hizo una edición sistematizada de estos escritos.
86
CUARTA UNIDAD
Con la expedición de Alejandro Magno (334-323 a.C.) se puede decir que termina la
época griega clásica (helénica) y comienza a gestarse un nuevo ambiente político y
cultural: la época “helenística”. La primera y fundamental consecuencia es de orden
político: “El hundimiento de la ciudad-Estado”; Alejandro en su espíritu conquistador
estaba animado por el ideal de una monarquía universal y divina que reuniese
ciudades, países y razas diversas. De esta manera quedaba destruido aquel valor
fundamental de la vida espiritual de la Grecia clásica, que constituía el punto de
referencia del actuar moral y que tanto Platón en su República como Aristóteles en su
Política habían elaborado teóricamente, convirtiendo la Polis en la forma ideal de
Estado perfecto. Con la revolución de Alejandro estas obras y por lo tanto sus
planteamientos, pierden vitalidad y significado ya que se promueve ahora un ideal
cosmopolita, universal.
87
equivalencia entre hombre y ciudadano, y el hombre se ve obligado a buscar una
nueva identidad.
Los griegos habían considerado que los bárbaros eran por naturaleza incapaces de
adquirir cultura y, por lo tanto, eran esclavos por naturaleza. También Aristóteles
había justificado teóricamente la esclavitud. Alejandro intentó -y no sin éxito- la
gigantesca empresa de asimilar a los bárbaros a la cultura griega. Los filósofos, por lo
menos a nivel teórico, también pondrán en discusión el prejuicio de la esclavitud.
Epicuro tratará con familiaridad a los esclavos e incluso los adoctrinará. Los estoicos
enseñarán que la verdadera esclavitud es la de la ignorancia y que a la libertad del
saber pueden acceder todos los hombres.
Al propagarse la cultura griega por todos los pueblos y culturas conocidas, la cultura
helénica se convirtió en helenística, ya que la difusión implicó la pérdida de
profundidad y pureza. Al entrar en contacto con tradiciones y creencias diversas, la
cultura helénica no pudo menos que asimilar algunos elementos sobre todo
orientales. Algunas ciudades como Alejandría de Egipto acabaron por obscurecer la
propia Atenas. Con todos estos presupuestos es comprensible que el pensamiento
helenístico se haya interesado sobre todo por los problemas morales, que afectan a
todos los hombres. Al plantear los grandes problemas de la vida y al proponer
algunas soluciones al respecto, los filósofos de esta época crearon algo
verdaderamente grandioso. El cinismo, el epicureísmo, el estoicismo, el escepticismo
y el eclecticismo, propusieron modelos de vida en los que los hombres se inspiraron
por más de medio milenio y que se convirtieron en paradigmas espirituales.
88
2. FLORECIMIENTO DEL CINISMO
Como ya hemos visto, desde el punto de vista doctrinal Antístenes fue el fundador del
Cinismo (Cfr. Escuelas socráticas menores), pero fue Diógenes de Sinope el principal
exponente de este movimiento. Diógenes fue un contemporáneo, algo mayor que
Alejandro; se relata que fe discípulo de Antístenes aunque éste no lo quería aceptar
como tal. Diógenes no sólo llevó hasta sus últimas consecuencias las cuestiones
planteadas por Antístenes, sino que las supo convertir en auténtica vida con un rigor
y coherencia radicales, que durante siglos enteros fueron considerados como algo
verdaderamente extraordinario.
Diógenes proponía a los hombres la manera de vivir con los medios más fáciles;
viviendo de acuerdo a su naturaleza el hombre alcanza la felicidad. En este contexto
se entiende que afirmara la inutilidad de las matemáticas, la física, la astronomía y la
música y, sobre todo, lo absurdo de las construcciones metafísicas. Con Diógenes, el
cinismo se convierte en las más anticultural de las filosofías que hayan conocido
Grecia y todo occidente. También en este contexto hay que interpretar sus
conclusiones extremistas, que lo llevaban a proclamar que las necesidades
verdaderamente esenciales del hombre son aquellas de tipo elemental que provienen
de su animalidad. El cínico debe vivir sin metas (sin las metas que la sociedad
propone como necesarias), sin necesidad de casa ni de vivienda fina y sin las
comodidades que brinda el progreso. Esta forma de vivir coincide con la libertad.
Cuanto más se eliminan las necesidades superfluas, más libre se es. Los cínicos
insistieron sobre el tema de la libertad, en todos los sentidos, hasta el extremo del
paroxismo, libertad de palabra y de acción hasta extremos licenciosos.
89
mismo tiempo, adecuada para habituar al hombre al dominio de los placeres o, más
bien, a su desprecio, ya que el placer no sólo ablanda el cuerpo y el espíritu, sino que
pone en peligro la libertad, convirtiendo al hombre en esclavo de las cosas y de los
hombres que se hallan relacionados con los placeres. La admiración de los
contemporáneos por Diógenes se manifiesta en esta inscripción junto a una estatua
de mármol que le erigieron: “El bronce cede ante el tiempo y envejece, pero tu gloria,
oh Diógenes, permanecerá intacta durante la eternidad, porque sólo tu enseñaste a
los mortales la doctrina según la cual la vida se basta sí misma y señalaste el camino
más fácil para vivir”.
Además de Diógenes y Crates, durante el s. III a.C. se tienen noticias de otros cínicos
como Bión de Borístenes, Menipo de Gadara, Teletes y Mededemo. Durante los dos
últimos siglos de la era pagana el cinismo languideció. El eclipse del cinismo se
produjo por agotamiento de su carga interna, y además por razones sociales y
políticas: la doctrina y la vida cínicas eran algo incompatible con el sólido sentido
ético de la romanidad. El juicio de Cicerón resulta bastante elocuente: “Hay que
rechazar en bloque el sistema cínico, porque es algo contrario a la vergüenza, sin la
cual no puede haber nada correcto, nada honrado”.
3. EL EPICUREÍSMO
Las raíces de esta escuela hay que buscarlas en la escuela de Cirene (Cfr. Escuelas
socráticas menores), el hedonismo de esta escuela fue continuado por Epicuro de
Samos, nacido en el 341 a.C. y funda su escuela en Atenas hacia el 307/6 a.C. como
un desafío a la Academia y al Peripato. El lugar que eligió Epicuro expresa la
revolucionaria novedad de su pensamiento: no se trataba de un gimnasio, símbolo de
la Grecia clásica, sino de un edificio con un jardín, con un huerto, en las afueras de
Atenas, alejado del tumulto de la vida pública ciudadana y cercano al silencio de la
campiña. De aquí proviene el hombre de jardín con el que fue denominada la escuela
(en griego keops), los seguidores de Epicuro fueron llamados “los del jardín”.
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El mensaje de los epicúreos puede resumirse en cinco proposiciones:
a) La realidad es algo totalmente penetrable y cognoscible por la inteligencia humana
b) En las dimensiones de lo real hay espacio suficiente para la felicidad del hombre
c) La felicidad es carencia de dolor y de perturbación
d) Para lograr esta felicidad y esta paz, el hombre sólo tiene necesidad de sí mismo
e) Al hombre no le hacen falta, pues, la ciudad, las instituciones, la nobleza, las
riquezas, ni ninguna otra cosa y ni siquiera los dioses. El hombre es perfectamente
autárquico.
Con respecto a este mensaje, se hace evidente que todos los hombres son iguales,
porque todos aspiran a la paz mental, todos tienen derecho a ella y todos, si quieren,
pueden alcanzarla, por esto, el jardín abrió sus puertas a todos: a nobles y plebeyos,
a libres y esclavos, a mujeres y hombres, a todo aquel que necesitara redención. El
pensamiento de la escuela es expuesto a partir de la ya existente división tripartita de
la filosofía: la lógica, la física y la ética. En Epicuro las dos primeras son elaboradas
de tal manera que sirvan de base a la ética que es lo más importante de la Escuela.
La lógica de Epicuro nada tiene que ver con la lógica clásica. A él sólo le interesa
determinar los modos como el hombre puede conocer la verdad y establecer así unos
cánones o criterios para reconocer y rechazar el error: las sensaciones, las
prenociones, y los sentimientos de placer y dolor.
91
obrar, ya que nos permiten distinguir el bien (placer) que se debe buscar y el mal
(dolor) que se debe evitar.
Estos tres criterios son para Epicuro infalibles, exentos de cualquier posible error; la
esfera del error está reservada a la opinión, es decir, a toda aquella operación mental
que no esté corroborada por la evidencia sensible. Como se puede apreciar los
epicúreos invierten totalmente el pensamiento epistemológico de los presocráticos:
los sentidos son fuente de opinión y la razón fuente de verdad, Epicuro llega a la
afirmación contraria, una lógica materialista que le sirva de base a su ética hedonista.
Los dioses: en este horizonte materialista parecería no haber espacio para lo divino,
sin embargo Epicuro admite su existencia como algo evidente. Su naturaleza es cuasi-
material, constituidos por unos átomos que no pueden separarse. Los dioses son
numerosísimos, viven una vida alegre y feliz, sin preocupación alguna, e ignorantes,
por tanto, de la vida de los hombres. En realidad, la fe epicúrea es una fe en este
mundo, negadora de toda trascendencia y radicalmente ligada con la dimensión de lo
natural y lo físico. Resultan radicalmente discutidos y negados por ella los resultados
metafísicos de la segunda navegación platónica, al igual que todos los avances
aristotélicos respecto de lo suprasensible.
92
Es de notar que Epicuro, al igual que subraya la diversidad de los átomos que
constituyen el alma racional, en comparación con todos los demás, admite también
que la conformación de los dioses “no es cuerpo sino casi-cuerpo”, no es alma sino
“casi alma”. Pero téngase en cuenta que el “casi” echa a perder todo el razonamiento
filosófico y pone inevitablemente al descubierto la insuficiencia del materialismo
atomista para explicar el ámbito de la divinidad y para explicar la unidad de la
conciencia que existe en nosotros.
1. Placeres naturales y necesarios: son los que están íntimamente ligados con la
conservación de la vida del individuo; son los únicos verdaderamente provechosos
ya que al saciarlos se eliminan los dolores del cuerpo.
2. Placeres naturales pero no necesarios: son todos aquellos deseos y placeres que
constituyen las variaciones supérfluas de los placeres naturales: comer bien,
beber licores refinados, vestir elegantemente, etc.
3. Placeres no naturales y no necesarios: son todos aquellos placeres vanos surgidos
de las opiniones de los hombres, están vinculados con los deseos de riqueza,
poderío, honores y cosas semejantes.
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Se entiende, pues, que Epicuro enseñe que se debe satisfacer sólo la primera clase
de placeres, ya que eliminan el dolor físico y nos dan tranquilidad. Con la satisfacción
de estos placeres nos bastamos a nosotros mismos y en bastarnos a nosotros mismos
(autarquía) reside la mayor riqueza y felicidad.
Para alcanzar la paz del espíritu (ataraxia) y la felicidad, Epicuro ofrece un cuádruple
remedio:
El hombre que sepa administrarse este cuádruple remedio adquiere la paz del espíritu
y la felicidad, en la cual nada ni nada pueden hacer mella, convirtiéndose así en
dueño absoluto de sí mismo; el sabio ya no tiene nada que tener, ni siquiera los
males más atroces o las torturas, el sabio es absolutamente imperturbable.
4. EL ESTOICISMO
Zenón comienza su labor docente hacia el 306 a.C. cerca de un Pórtico (Stoa), de ahí
el hombre de la Escuela, “Estoicismo” (los del pórtico). Con su carácter general la
escuela se extiende por cinco siglos, del III a.C. al II d.C., pero sus rasgos más
vigorosos se encuentran en el estoicismo antiguo.
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El estoicismo es ante todo un modo ve vida para obtener el bien supremo de la
felicidad, que es entendida también como impasibilidad o imperturbabilidad, pero
entendida de una manera diferente a Epicuro, aquí se trata ante todo del dominio o
gobierno de la razón sobre la vida humana.
La física estoica es concebida al modo de los presocráticos, esto es, como una ciencia
que se ocupa de todo lo real: Dios, el hombre, el mundo, etc. Lo central de la física
estoica está en la identificación de lo real con lo corpóreo, todo ser es un cuerpo
individual: Dios, el alma, la palabra, el bien, etc. El ser es aquello que posee la
capacidad de actuar y padecer, estas características son propias del cuerpo, por lo
tanto, ser y cuerpo son idénticos.
Los estoicos hablan de dos principios del universo, uno pasivo y otro activo,
identifican el primero con la materia (substancia carente de cualidades), y el segundo
con la forma (principio informante), los dos son inseparables. Los estoicos identifican
la forma con el “logos” divino, la razón divina, Dios. Los estoicos repiten aquí la
doctrina del Logos de Heráclito, pues ven en el principio activo un cuerpo muy sutil,
inteligente y vivo, que a veces identifican con el fuego. El universo entero es un
cuerpo compuesto de materia y logos (Dios) y lo que se cumple en el todo se repite
rigurosamente en la parte, las cosas singulares son un microcosmos.
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Cuando los estoicos se refieren al “Logos” como ordenador del universo, lo llaman
providencia; una providencia no personal sino universal e inmanente que coincide con
el finalismo universal. La providencia es finalismo en cuanto es aquello que hace que
cada cosa, hasta la más pequeña se haga bien y de la mejor manera posible. Puesto
que todo depende del logos inmanente (providencia), entonces todo está ya
determinado, todo es necesario, aun lo más insignificante.
Al igual que los presocráticos, los estoicos también consideraron que el mundo había
sido engendrado y que por lo tanto era corruptible (lo que nace, al llegar a cierta
altura, debe morir). El fuego que es generador es también destructor. Cuando llegue
el final de los tiempos tendrá lugar una conflagración universal, una combustión
general del cosmos, que será al mismo tiempo una purificación, a la destrucción del
mundo le seguirá un renacimiento de éste y todo volverá a ser igual que antes
incluso los hombres (combustión: ekpyrosis; renacimiento: palingenesia; restitución:
apocatástasis).
Los estoicos insisten en diferenciar al hombre de todas las cosas, mostrando que no
se halla determinado de modo exclusivo por su naturaleza puramente animal, sino
sobre todo por su naturaleza racional, por el logos; lo bueno, el bien, será aquello
que ayude a la conservación y al incremento de la vida de la razón, y el mal, lo malo,
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es lo que es nocivo para la razón. El mal y el bien moral están en relación con la vida
racional, por lo tanto lo relativo al cuerpo, sea o no perjudicial es considerado como
indiferente moralmente (vida, belleza, salud, riqueza, muerte, enfermedad, fealdad,
pobreza, ser esclavo, emperador, etc.).
La separación entre bienes y males morales por una lado, y cosas moralmente
indiferentes por otro, es típico de la ética estoica, con esto se quiere otorgar una
nueva seguridad al hombre, enseñándole que los bienes y males siempre derivan
exclusivamente del interior del propio yo y nunca del exterior. Así se le podía
convencer de que la felicidad podría lograrse a la perfección, de un modo del todo
independientes de los acontecimientos externos; se podía ser feliz hasta en medio de
los tormentos físicos.
El sabio (que puede ser cualquier hombre), preocupándose por su logos, deberá
eliminar las pasiones y cualquier otro movimiento que pueda perturbar su ánimo,
vivirá así en la apatía. Para los estoicos carece de sentido el moderar o circunscribir
las pasiones, Zenón afirmaba que hay que destruirlas, extirparlas. El sabio no
permitirá que nazcan siquiera las pasiones en su corazón o las aniquilará en el preciso
momento en que nazcan. La felicidad es la apatía, la impasibilidad.
La apatía estoica llega a grados extremos y acaba por ser una frialdad
auténticamente congeladora y hasta inhumana. Dado que la piedad, la compasión y
la misericordia son pasiones, los estoicos también buscarán extirparlas. La ayuda que
el estoico brinde a los demás será algo ascéptico, distante de cualquier simpatía
humana, al igual que le frío Logos está lejos del calor del sentimiento. En realidad el
estoico, a diferencia del epicúreo, no es un entusiasta de la vida ni un amante de ella.
Se aprecia claramente cómo los estoicos caen en un “racionalismo” extremo, dejando
de lado dimensiones también importantes en la vida humana como la voluntad y las
tendencias irracionales.
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5. EL ESCEPTICISMO
Cuando ante un problema se proponen diversas soluciones puede surgir una actitud
escéptica (ponerlo todo en duda), un cierto escepticismo aparece ya en la época
presocrática y retorna al final de la antigüedad con Pirrón de Elis (nacido hacia el 365
a.C.) y quien inicia su actividad un poco antes que Epicuro y Zenón, dando origen al
escepticismo, la tercera corriente característica del helenismo. Pirrón no funda una
escuela sino que más bien impone un nuevo estilo de vida que es tomado como
modelo por quienes lo escuchan. Murió en su ciudad natal hacia el 270 a.C. La
principal influencia la recibió de oriente cuando formó parte de la expedición de
Alejandro (334-323 a.C.), allí al conocer nuevas culturas comprende que la rigidez del
pensamiento griego no era más que vanidad, al igual que todas las cosas.
Pirrón al igual que los epicúreos y los estoicos quiere dar una solución a los
problemas de la vida, convencido de que es posible alcanzar la felicidad, pero se
distingue claramente de aquellos en cuanto que su solución no se apoya en ninguna
certeza ni verdad determinada (dogmatismo), sino al contrario, en la ausencia de
verdad (escepticismo).
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6. EL ECLECTICISMO
La palabra eclecticismo procede del griego ek-legein que significa elegir, reunir,
tomando de diversas partes. El eclecticismo, pues, se proponía reunir en un conjunto
lo mejor -o lo que se creía que era lo mejor- de las diversas escuelas. A partir del s. II
a.C. se hace cada vez más fuerte la tendencia hacia el eclecticismo hasta convertirse
en predominante durante el s. I a.C. e incluso más tarde. Todas las escuelas se
volvieron eclécticas, la menos influenciada fue el Jardín de Epicuro ya que él mismo
había prescrito una actitud cerrada a cualquier debate o modificación de sus dogmas.
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