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1.

Estar en el Cuerpo


A nosotros, los humanos, nos cuesta aprender.



Cuando ya tenemos nuestras ideas sobre un asunto
dado, aun si estas ideas son totalmente erróneas,
queremos profundizar “a partir de lo que ya
sabemos”.

Muy a menudo no solamente nos faltan las
respuestas, sino que ¡ni sabemos cuáles son las
preguntas correctas!

Esta es la razón por la cual en Internet encontramos


gente que hace preguntas de este tipo: ¿Cómo hacer
el amor toda la noche? ¿Cuáles son las mejores
posturas? ¿Mi pene es de dimensiones suficientes?
¿Cómo se hace sexo anal? ¿Cómo se hace sexo oral?

Y también preguntas como: ¿Dónde está el punto G?
¿Cuáles son las zonas erógenas del hombre y de la
mujer? Sólo aparentemente más refinadas, muy a
menudo estas preguntas esconden una ignorancia
sobre los asuntos básicos. Sobre los aspectos
verdaderamente importantes.


Vamos paso a paso.


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Hacer el Amor, Fare l’amore, Making Love, ¿qué
quiere decir? ¿Se trata de un eufemismo para decir
apareamiento, coito? ¿Quiere decir tener una
relación sexual con alguien que amamos? ¿Penetrar
o ser penetrados para nuestro/a amado/a?

Personalmente, creo que las tres definiciones están
equivocadas.

Según mi opinión, Hacer el Amor es una relación


íntima, sensual, emocional entre dos (o más) seres y
tiene como finalidad el mutuo placer. Placer físico y
mental, suponiendo que los dos se puedan separar. Y
esta relación puede incluir, o no, la penetración.

Y, en algunos casos, llegar a la procreación.
Podemos procrear sin placer, pero sin placer no
estamos Haciendo el Amor.

Cuando hablo de experiencia sensual entiendo una
experiencia de los sentidos: táctil, olfativa, visual,
gustativa, auditiva.

Sobre todo táctil. Si no tocamos o no lo hacemos
con presencia, sensibilidad, pasión, gusto, no
podemos Hacer el Amor.

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De momento dejamos de lado los otros aspectos y
nos quedamos en el TACTO. 

¿Sabemos cómo tocar el cuerpo de otra persona, o el
nuestro, sin juzgar, sin interpretar, con atención
total? 

Es posible que algunas personas ni le encuentren
sentido a lo que estoy diciendo.

Estamos tan acostumbrados a pensar, encajonar,
interpretar, juzgar, comparar, que ni entendemos lo
que quiere decir no hacerlo. A veces pensamos que
no es posible, o pensamos que lo estamos haciendo
pero sin hacerlo de verdad. Ni nos damos cuenta,
sencillamente porque no podemos sentir que
estamos más en nuestra cabeza que en nuestro
cuerpo.

Nuestros pensamientos, como espejismos,
substituyen a las sensaciones físicas sin que ni
siquiera nos demos cuenta.

Así que aquí va el primer consejo, tal vez el más


importante:

ESTAR EN EL CUERPO

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¿Qué quiere decir? Pensar menos o, mejor dicho,
soltar los pensamientos, como nubes en el viento, y
volver a lo que sentimos, a lo que percibimos a
través de los sentidos.

¿Pero cómo podemos saber si de verdad “estamos en
el cuerpo”?

Cuando en nuestra mente están fluyendo imágenes y
palabras, no estamos en el cuerpo. Cuando tenemos
expectativas, cuando pensamos en lo que podría
pasar o qué nos gustaría que pasara o no pasara, no
estamos en el cuerpo. Cuando pensamos en lo que
tenemos que hacer, no estamos en el cuerpo. Cuando
nace un recuerdo y nos perdemos en él, no estamos
en el cuerpo.

¿Cómo podemos estar más en el cuerpo? Cada vez


que nos damos cuenta de estar “en la mente”, sin
culpabilizarnos, volvamos a nuestros sentidos.
Especialmente a la sensación táctil, a la simple
sensación del contacto de nuestro cuerpo con el
cuerpo de la otra persona, y no solamente en la zona
genital.

Podemos hacer viajes maravillosos explorando con
presencia todo el cuerpo. Podemos concentrarnos

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solamente en unos pocos centímetros cuadrados de
piel, y gozar de lo que surge. También sentir lo que
pasa en todo el cuerpo en el mismo instante.

Somos mucho más sensibles de lo que imaginamos y
cada pequeño rincón de piel es potencialmente una
zona erógena. ¡Tanto en las mujeres como en los
hombres!

Solamente se trata de recobrar nuestra sensibilidad.
Poco a poco.

Estar en el cuerpo no significa solamente estar en el


tacto, sino también en los otros sentidos. Pero
empezamos por el tacto, este sentido imprescindible.

Algunos piensan que el sexo es una experiencia
sobre todo intelectual. No quiero contradecirlos,
para muchas personas seguramente es así.

Pero aún si creéis esto, daros una posibilidad para
experimentar quedándoos en el cuerpo y ver lo que
pasa. Al principio es posible que lo encontréis
menos excitante pero, poco a poco, cuando hayáis
recobrado vuestra sensibilidad, os daréis cuenta de
que Hacer el Amor se vuelve algo totalmente
distinto: se transforma en una experiencia increíble,
imprevista y maravillosa.


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2. Todo el Cuerpo es Erógeno - Las micro-
prácticas


La obsesión humana por la clasificación, por las


técnicas (y por encontrar una solución rápida y
simple) afecta también la esfera del placer.

¿Dónde está el punto G? Pero ¿existe realmente un
punto G? Y si hay un punto G, cuando lo estimulas
¿desencadenarás un orgasmo clitoridiano o vaginal?
…

Y allá vamos. ¡Interminables discusiones sobre el
sexo de los ángeles, cruzadas a la búsqueda del
Santo Grial del placer!

Sin embargo, debe existir un truco para que una
mujer pueda conseguir un orgasmo parecido a la
Noche de San Juan: ¡fuegos artificiales de gozo
espasmódico!

¿Y el hombre? ¡No, el hombre, no puede! ¡Pero
tiene que haber un punto que pueda regalarle incluso
al hombre la impagable capacidad multi-orgásmica!

Pero... la verdad es que un secreto existe, ¡claro que


sí! Sin embargo, es muy difícil descubrirlo. ¿Por
qué? Porque es demasiado simple para creerlo. 


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Aquí va: TODO EL CUERPO ES ERÓGENO.

El cuerpo entero puede sentir placer.



¿Gran decepción? ¿Incredulidad? Seguramente
habrá alguien que esté pensando que hay placer y
placer, y que el placer sexual es otra cosa, que no se
puede experimentar un orgasmo si te acaricias un
codo.

Ya. Y que tal vez las mujeres sí… pero el hombre
sólo es sensible allí, y sólo allí, y necesita ser
estimulado allí. ¡De “allí” no se escapa! 

Sin duda hay áreas más o menos sensibles, pero todo
el cuerpo, cuando es tocado de manera adecuada,
siente placer, o mejor dicho, tiene esta capacidad.

El placer sexual no está únicamente relacionado al


orgasmo, no se limita sólo a esos pocos segundos.
Pero de este asunto hablaremos en otro momento.

Las limitaciones, los patrones, los confines, sólo
están en nuestra cabeza. Todo está relacionado, todo
se funde con todo. Que el cuerpo, masculino o
femenino, sea extraordinariamente sensible, gozoso
y con capacidad de sentir en su totalidad, no es algo

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que podemos averiguar mentalmente.

¡Es el cuerpo mismo que nos lo puede confirmar!

Por supuesto, muchos estarán convencidos de poseer
sólo unos pocos centímetros cuadrados de piel
sensible y que este es un hecho, por desgracia,
irrefutable. Bueno, no.

Desde nuestra experiencia personal, todo el cuerpo
puede convertirse en un generador de placer, aun si
ésta no es vuestra realidad en este momento.

Pero... ¿Cómo? ¿Cuál es el secreto? ¿Cuál es la
técnica? 

Simple. Para aprender a sentir placer con el cuerpo
entero debemos estar en el cuerpo. Y aquí volvemos
a la primera lección. La función desarrolla el órgano.
Para aprender a sentir tenemos que intentar sentir.

De hecho, podemos practicar cuando queramos,
incluso cuando estamos solos, incluso en el metro,
incluso en el trabajo, ¡y no sólo haciendo el amor!

Por si lo necesitas, existe una práctica de la tradición
tántrica shivaita de alta eficacia (que nos transmitió
un divertido, pero verdadero, gurú practicante del
camino de la mano izquierda: Daniel Odier).

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¡Funciona! También es muy sencilla, al menos
aparentemente.

Consiste en prestar total atención durante unos


segundos, hasta diez, veinte, a una sensación. En esa
fracción de tiempo, relajamos el cuerpo y estamos
plenamente en esa sensación, nos metemos en ella,
nos sumergimos en sus profundidades, la
exploramos como si fuera la cosa más bella del
mundo. Más aun, la única cosa que existiera. 

Durante poco tiempo, con la máxima atención.

Después soltamos y volvemos a la “normalidad”.
Cuando queremos, volvemos a conectar con esa u
otra sensación, y así seguimos, como en un juego.

Pero, ¿qué sensación elegir? ¡Todo vale! 



Empezamos con sensaciones intensas y agradables,
como el agua caliente que baña el cuerpo mientras
nos estamos tomando una ducha, o la caricia de la
brisa primaveral en nuestra cara, aunque en realidad
todas las sensaciones merecen ser exploradas: tocar
con la punta de los dedos el teclado de un ordenador,
sentir el suelo bajo nuestros pies mientras
caminamos, apreciar el roce de la ropa sobre nuestra

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piel.

Sólo unos pocos segundos, pero sin pensar
absolutamente en nada. Sentir y nada más. Y, si es
posible, olvidando por un momento toda la
información que recibimos de los otros sentidos.
Aislar sólo esa sensación en particular. Al principio
parece imposible, luego se convierte en placer y en
gozo.

¿Cuántas veces? ¡Tantas veces como queramos! 10,
20, 100 veces al día. Realmente no es algo que roba
tiempo. Podemos hacerlo en todos esos momentos
en los que no es necesario poner especial atención a
otra cosa. ¡No lo hagas mientras estás conduciendo!
¡Tampoco mientras estás desactivando una bomba o
durante una cirugía a corazón abierto! Sin embargo,
mientras esperamos en la oficina de correos o
estamos de camino al supermercado... ¡es genial!

Obviamente, ¡podemos hacerlo también mientras


estamos haciendo el amor!

La única cosa difícil, al principio, es recordarse de


hacerlo, tener un mínimo de continuidad. Pero en
algún momento se convierte en algo natural.


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Si estamos experimentando con el sentido del tacto,
cuando es posible, podemos cerrar los ojos,
eliminando así uno de los sentidos más entrometido,
la vista. 

Podemos entrenar todos los sentidos, uno a la vez,
obviamente. Pero te sugerimos que empieces por el
tacto, continuando con el olfato y el gusto, dejando
la vista y el oído como últimos.

¿Cuál es el nombre de esta práctica? ¡Si realmente
quieres darle un nombre podemos llamarlas micro-
prácticas!


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