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HACIA UNA TIPOLOGIA Y UN ENFOQUE ALTERNA-

TIVO DE LAS REVUELTAS Y REBELIONES DEL


PERU COLONIAL (SIGLO XVIII)*

For Scarlett O ' P h e l a n Godoy

1. La tipologia

El tema de las rebeliones y revueltas sociales que se produjeron en el


Virreinato del Pern durante el siglo XVIII, nos ha venido interesando
desde hace ya algun tiempo. Nuestra preocupaciön inicial se centrö en
el estudio de los levantamientos que tuvieron como escenario el Obis-
pado de Trujillo, acerca de los cuäles (a excepciön del ensayo de Wal-
demar Espinoza sobre Cajamarca)1 los trabajos impresos hadan sölo
escuetas referencias2. Consecuentemente, la impresiön que en termi-
nos globales se trasmitia, apuntaba a senalar que las sublevaciones se
habian concentrado en el ärea central y la regiön sur-andina del Vir-
reinato. De ello podia equivocadamente deducirse, que la regiön norte
hafctfa permanecido al margen de la agitaciön social que habia com-
prometido las otras areas del Virreinato.
Fue por lo tanto interesante poder constatar que el Obispado de
Trujillo (que comprendia los corregimientos de Sana, Piura, Trujillo,
Cajamarca, Huamachuco, Chachapoyas, Cajamarquilla, Luyaychi-
llaosy Lamas)3 tambten estuvo en capaddad de generar su propia di-
nämica de protesta sodal, que eventualmente desembocö en revueltas
locales. Sin embargo, estas no llegaron a plasmarse en una «gran rebe-
liön» con las caracteristicas que presentö el movimiento Tupacamari-
sta en el sur-andino. Efectivamente, si hay un punto claro de coind-
denda entre los alzamientos que estallaron en la regiön norte, es pre-

*) El presente ensayo estä basado en exposiciones realizadas en el Institute de Histo-


rie Ib6rica y Latinoamericana de la Universidad de Colonia, y en el Ibero- Amerikani-
sches Institut de Berlin. La autora es becaria de la Fundaci0n Alexander von Humboldt,
y est& afiliada a la Universidad de Colonia (R.F.A.).
1 ) Waldemar Espinoza Soriano, Rebeliones indigenas y mestizos en la Sierra Septentrional

del Peril (1756-1821). Tesis de Bachiller, Universidad Nadonal de San Marcos, Lima
1957.
2 ) Rub£n Vargas Ugarte, Historie del Peru siglo XVIII, Lima 1956, p. 310.
3 ) Cosme Bueno, Geografia del Peru Virreinal, Lima 1951, p. 49.

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cisamente el que todos tuvieron connotaciones de revueltas, no de re-


beliones. Resulta por lo tanto pertinente puntualizar las diferencias
que a nuestro entender existieron entre lo que puede ser considerado
como una revuelta, y lo que puede ser catalogado como una rebeliön4.
Creemos que no es aconsejable utilizar ^stas denominaciones indistin-
tamente, pues en t£rminos del anälisis su significado se refiere a dos
fenömenos distintos, con caracteristicas particulates.
Una revuelta social se presenta normalmente como un alzamiento
de breve duracfön, espontäneo, local, restringiendose en t^rminos de
espacio a una doctrina ο un pueblo especifico. Es consistentemente
motivada por un estimulo directo (el corregidor, pärroco, cacique,
diezmero etc.) y estä sujeta a un facil control por parte de las autorida-
des espanolas. Su presencia es mäs del orden cotidiano que del coyun-
tural.
For otro lado, una rebeliön es aquella que alcanza una mayor per-
manencia temporal, teniendo connotaciones regionales, estando en
condiciones de propagarse a varias doctrinas, corregimientos e inclu-
sive provincias. Las rebeliones responden a un plan minimo de orga-
nizacfön y coordinaciön, que en muchas ocasiones esta materialmente
sustentado por comunicados, edictos e inclusive programas politicos.
No son por lo tanto provocadas por un estimulo aislado, sino por una
coyuntura rebelde, donde convergen y se articulan mäs de una varia-
ble. El ataque no involucra entonces a una autoridad concreta, sino es
mäs bien dirijido contra las instituciones y autoridades oficiales en
bloque.
Las revueltas al ser alzamientos menores reflejaron desagregada-
mente las contradicciones generates existentes entre la poblacion co-
lonial y las diferentes autoridades locales. Mientras que en el caso de
las rebeliones de mayor alcance, su estallido se produjo selectiva-
mente en äreas sensibles a una mayor acumulaciön de contradicciones
por razones de la naturaleza de la poblaciön, actividad economica
principal, circuitos comerciales etc. La complejidad de las rebeliones
radicarä por lo tanto en atacar el sistema colonial en su conjunto y con
ello enfrentar como un todo a las diferentes instituciones que lo con-
forman (Cabildo, Iglesia, Real Hacienda).

*) Scarlett O'Phelan Godoy, Rebellions and Revolts in XVIIIth Century Colonial Peru. Te-
sis de Ph. D., Birkbeck College, Universidad de Londres, 1982.

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Revueltas y rebeliones del Peru colonial 129

La investigaciön sobre el Obispado de Trujillo nos llevö a percatar-


nos de que las revueltas sociales podian descomponerse en cuatro ti-
pos bäsicos, respondiendo 6sta clasificaciön al estimulo directo que las
provocaba5. Pudimos al mismo tiempo constar que en cada «tipo»
espedfico de revuelta, el comportamiento y mecanismos de protesta
adoptados por los insurrectos variaba de acuerdo a la autoridad contra
la cuäl se producia el enfrentamiento (corregidor, pärroco, cacique
etc.). Utilizando como base la muestra de 30 revueltas que habiamos
logrado identificar para la region norte, las agrupamos en: (a) revuel-
tas antifiscales, (b) revueltas anticlericales, (c) revueltas contra la £lite
indigena, (d) revueltas contra las autoridades administrativas de los
centros productivos coloniales (minas, obrajes, hadendas). A esta da-
sificadön inicial posteriormente le agregamos un quinto «tipo»: (e) re-
vueltas por toma de tierras.
En anälisis comparativo entre la region norte por un lado y la regiön
central y sur-andina por otro, nos Uevo a descubrir que la tipologia
planteada para el norte tambiän tenia vigenda en las otras regiones,
con algunas variantes. Esta coinddenda resulta coherente en la me-
dida que el sistema colonial y las institudonesque lo sustentaban fue-
ron präcticamente implementados en todo el Virreinato, siendo las
autoridades (dviles, edesiästicas, etnicas etc.) comunes a todo el terri-
torio.
Sin embargo es preciso destacar que la tipologia de revueltas que
aqui proponemos (luego de haber ciasificado y sistematizado la infor-
madön disponible), no tuvo necesariamente un caräcter rigido. En la
practica este esquema funciono con relative flexibilidad, combinän-
dose en algunos casos caracteristicas de mäs de uno de los tipos sena-
lados, particularmente cuando la autoridad atacada ejerda mäs de una
actividad (tal es el caso de los clörigos- hacendados, corregidores-obra-
jeros, mineros-obrajeros, caciques-cobradores). No obstante, para fa-
cilitar la exposidön y el anälisis, consideramos que es conveniente el
hacer referenda por separado a las caracteristicas particulares que de-
sarrollaron los diferentes tipos de revueltas.

s
) Scarlett O'Phelan Godoy, El caräcter de las revueltas campesinas del siglo XVJ1I en el
norte del Virreinato peruana. Tesis de Bachiller, Universidad Catölica del Peru, Lima 1976,
editada en: Cuadernos del Taller de Estudios Rurales, no. 19, Depto. de Ciencias Sociales,
Universidad Catölica, Lima 1978.

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a) Las revueltas antifiscales

Estuvieron dirigidas contra el aparato fiscal montado para drenar a


varios niveles el excedente producido en las colonias: tributo9 y nume-
ration de tributarios, reparto de mercancias, y los impuestos con que
se gravaban las transacciones comerciales (alcabalas, sisas, nuevo im-
puesto). El bianco de las agresiones fue por lo general el corregidor (o
en su defecto su cobrador ο el juez revisitador), quienes estaban en-
cargados de censar a la poblaciön tributaria y efectuar el cobro de tri-
butes y repartos. En el caso de las «revueltas de alcabalas», el ataque se
centrö en el personal administrative de las Aduanas.
En las revueltas antifiscales, la conducta adoptada por los subleva-
dos consistio en cercar la casa del corregidor (o la Aduana), en destruir
selectivamente cierta documentaciön (padrones y registros) y en in-
tentar saquear y quemar los simbolos representatives de la autoridad
civil: Reales Archivos, Cajas Reales; facilitandose la fuga de los presos
de las Reales Cärceles. Paralelamente se organizaba la persecution del
corregidor (o del cobrador de alcabalas), quienes sino tenian 6xito en
huir, eran eventualmente heridos ο muertos. El ataque al corregidor
era por lo general de indole masivo. Hombres, mujeres y «muchachos
de ambos sexos» partieipaban de la persecuciön y en mäs de un caso
encontramos que las mujeres eran las encargadas de cercar al corregi-
dor, y los hombres de darle muerte «con palos y piedras». Las referen-
cias coinciden en seiialar que el cadaver del corregidor quedaba desfi-
gurado luego del enfrentamiento, lo cuäl es un indice de los niveles de
violencia que su antagönica presencia podia generar.
Un caso que puede servir para ilustrar el perfil de las revueltas anti-
fiscales, es el de la revuelta de Huamachuco que tuvo lugar en 1756
contra el juez revisitador Don Simön de Lavalle y Cuadra. El objetivo
de la revuelta estuvo claramente dirijido contra el empadronamiento
de tributarios que se acababa de efectuar, extray&idole al juez revisi-
tador «la revisita antigua y la numeracion tirada del pueblo».
El mismo Lavalle y Cuadra al efectuar posteriormente sus declara-
ciones puntualizo que «como a las doce y una de la noche, halländome
en el recogimiento de mi posada, se me introdujeron por las paredes y
puertas de la calle el numero de 200 a 300 hombres y alzando la voz
entraron haciendo pedazos las puertas y ventanas . . ., pasaron a mi
vivienda de donde sacaron la revisita antigua y la numeracion tirada

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Revueltas y rebeliones del Peru colonial 131

de 6ste pueblo . . ., y lo que es mäs haberle pegado fuego por cuatro


partes a la casa de mi morada»6.
Pero la resistencia del campesinado no sölo se diö contra el empa-
dronamiento de tributarios, que tenia como finalidad registrar a la po-
bladön indigena masculina entre los 18 y 50 anos que estaba sujeta al
pago del tributo. Tambien en algunas ocasiones los indios repelieron
abiertamente el cobro de los Reales Tributos, que se efectuaba dos ve-
ces al ano: enjunio (tercio de San Juan) y en Diciembre (tercio de Na-
vidad)7. Asi encontramos que en 1787 en la localidad de Vischongo,
Vilcashuamän, «a toque de campana salieron mas de 200 indios y
apredrearon al teniente visitador Don Pedro Lisborna . . .,negandose
a pagarle los tributos y rodearon los indios la casa del Sr. cura Don
Melchor Peralta, don de se habia resguardado el teniente visitador»8.
En 1756 se legalizo en el Virreinato del Peril el reparto de mercan-
das, que era privilegio del corregidor realizar una vez durante su pe-
riodo de gobierno de cinco anos. El reparto ο repartimiento consistia
en distribuir entre la pobladön sujeta a un corregimiento una canasta
de productos en que se incluian articulos «de la tierra» (de manufac-
tura local), e importaciones hispanoamericanas y europeas (textiles,
lenceria, tintes, yerba, mulas etc.)9. Las deudas contraidas por indios
y mestizos como resultado del reparto, eran normalmente canceladas
en moneda, en especie ο en fuerza de trabajo.
Hemos optado por incluir las revueltas que se sucitaron contra el re-
parto de mercandas dentro del tipo de revueltas antifiscales, porque
hemos podido comprobar que paralelamente al cobro del tributo, el
corregidor aprovechaba para efectuar el cobro de su reparto. Es mäs,
hubo numerosas denuncias que aludieron al hecho de que habian co-

6 ) Archivo Arzobispal de Trujillo (A. A.T. en adelante), Causas, Leg. 12, ano 1758, ci-

tado en: Scarlett O'Phelan Godoy, «El norte y los movimientos antifiscales del siglo
XVIII», en: Histdrica. Revista de Historia de la U. Catölica, vol. I, no. 2 (Lima Diciembre
1977), pp. 205 -206.
') Brooke Larson, Economic Decline and Social Change in an Agrarian Hinterland. Cocha-
bamba in the Late Colonial Period. Tesis de Ph. D., Universidad de Columbia, 1978,
pp. 348, 361.
8 ) Archivo Departamental de Ayacucho (A.D.A. en adelante), Cabildo, Causas Cri-

minates, Leg. 56.


®) Alonso Carriö de la Varidera, La reforma del Peru, Prölogo de Pablo Macera, Lima
1966, p. 20, Ap6ndice.

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rregidores que se apropiaban de las contribuciones recibidas a razön


del tributo, so pretexto de cancelar sus repartimientos10.
En 1774 por ejemplo, el cacique de Vellile (Chumbivilcas) se que]6
ante su corregidor interino, Don Gerönimo Sugasti, de la imposibili-
dad de recolectar la deuda pendiente del reparto en un plazo de dos
anos. Haciendolo responsable por la deuda de su comunidad, el cor-
regidor ordeno el encarcelamiento del cacique. Este era un recurso
muy utilizado por la autoridad civil en caso de incumplimiento en la
cancelad6n de tributes y repartos. De alii que en muchas revueltas an-
tifiscales se promoviera el asalto a las cäiceles y la subsecuente libera-
ci0n de los presos locales. Frente a los infructuosos esfuerzos por con-
seguir poner en libertad al cacique «la india cacica embriagö a la mayor
parte de los yndios de su aillo, fue con ellos a la carcel, sacö de ella a su
marido y queriendo el corregidor con sus familiares oponerseles, a pa-
los y pedradas los mataron a todos, dejändolos tendidos en medio de
la plaza»11. Tuvieron origenes similares las revueltas de Paraysancos
(Lucanas) en 1768, la de Celendin (Cajamarca) en 1773 y la de Santiago
de Chuco (Huamachuco) en 177412.
En 1774, como resultado del programa econdmico aplicado por los
Borbones, se comenzaron a levantar Aduanas en el Virreinato del
Peru. La intenci0n que con ello se persueguia era controlar mäs rigu-
rosamente las transacciones comerciales, asegurändose de esta ma-
nera el efectivo cobro de las alcabalas13. Es decir, al tributo y el reparto
venia ahora a sumarse el incremento de alcabala del 2 al 4% y el sis-
tema de inspecciön montado en las Aduanas. Las protestas y revueltas
sociales respondieron como un resorte al nuevo esquema de im-
puestos.
Al establecerse en 1774 las Aduanas de Arque y Tapacari, la ciudad
de Cochabamba se convulsionö14. Hemos recogido las quejas de los
gremios de tocuyeros, sastres, zapateros, herreros y jaboneros, quie-
nes se resistian a que los gravaran con la alcabala15. Los productores
de trigo y maiz secundaron las protestas, no en vano Cochabamba era

10 ) Alfredo Moreno Cebriän, El Corregidor de Indias y la econom'ta peruana delsiglo XV///,

Madrid 1977, p. 241.


n ) Archivo General de Indias (A.G.I. en adelante), Estado 74, documento 35.
12 ) CXPhelan Godoy, Rebellions and Revolts . . ., Appendix II.

" ) Larson, Economic Decline . . ., p. 332.


, 4 ) Ibid.

, s ) Biblioteca Nacional de Lima (B.N.L. en adelante), Secciön Manuscritos, C 286.

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Revueltas y rebeliones del Peru colonial 133

conocida como el «granero» del Alto Perü. Sin embargo, este malestar
no trascendiö los limites de la revuelta, ya que fue un brote de subver-
si6n aislado, contra las nuevas medidas econömicas adoptadas en el
terreno fiscal. Por el contrario, en 1780 las sublevaciones en cadena
contra las Aduanas de La Paz, Arequipa y Cuzco se puede decir que
coexistieron temporalmente, llegando a generar una ola de intranqui-
lidad social a nivel regional, adquiriendo por lo tanto, visos de rebe-
Ιίόη.

b) Las revueltas anticlericales

Fueron aquellas que estallaron contra los curas doctrineros. Sus rai-
ces son complejas. En algunos casos, estuvieron determinadas por
conflictos previos, como resultado de los cuäles las comunidades le-
vantaban acusaciones contra sus curas de estarles expropiando tierras
y aguas, y apropiändose de la fuerza de trabajo comunal en forma gra-
tuita16. En otros casos los curas pärrocos eran denunciados por estar
negociando con el cobro de obvenciones ο derechos parroquiales
(bautizos, matrimonios, defunciones etc.), solicitändose en mäs de
una ocasiön la destituciön del derigo. El ataque al clero fue general-
mente menos frontal que en el caso de las revueltas antifiscales. Esto
puede explicarse en terminos de que mientras la presencia del corre-
gidor era temporal, consecuentemente este siempre era considerado
como «de afuera». Siendo los cl£rigos asignados a sus doctrinas por
periodos mäs largos, esto les ofrecia mayores posibilidades de integra-
cion con las comunidades, dentro de las cuäles su presencia resultaba
mäs familiar. Otra posible explicadön para entender porqu^ los ata-
ques contra el clero fueron menos violentos, podemos encontrarla en
el hecho de que las investiduras sacerdotales debieron ser un recurso
utilizado por el clero, para imponer respecto y guardar distancia. En
1734, por ejemplo, se produjo un altercado entre el cacique de Hua-
mantanga (Canta), Don Juan Ramön Ximenez Yupanqui, y su pärroco
por un problema de tierras. En el momento mäs älgido de la discusiön,
«dicho Ramon le dijo al padre cura, que si no fuera sacerdote, lo revol-

" ) Scarlett O'Phelan Godoy, «El norte y las revueltas anticlericales del siglo XVIII»,
en: Historia y Cultura No. 12 (Lima 1979), p. 120.

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cara en su sangre, que se quitara los häbitos y viera que de presto lo


ejecutaba»17. En este caso el bloqueo ideologico que generaban las
vestiduras eclesiästicas, se puso claramente en evidencia.
Los mecanismos de protesta utilizados en las revueltas anticlericales
respondieron fundamentalmente a desconcoer los preceptos de la
doctrina cristiana. Los insurrectos optaron por dejar de asistir a misa y
confesarse, negändose al pago de obvenciones a riesgo de dejar a los
ninos sin recibir el bautizo y de incumplir con el Sacramento del ma-
trimonio18. En 1771 los pobladores indios y mestizos de Contumazä
(Cajamarca) se declararon abiertamente contra su cura Fray Manuel
Ochoa, «dejando de asistir a la doctrina, a bautizarse y prefirieron vi-
vir amancebados y enterrados en los montes, antes que pagar tanto
der echo parroquial injusto»19. Conducta similar fue la que adoptaron
los pobladores de Ρίόη (tambien en Cajamarca), quienes en 1797, en-
cabezados por el indio Ambrosio Gil, se amotinaron contra su cura
Manuel Hurtado, «volviendo a la idolatria, el vicio y la borrachera»20.
Muchas veces estas manifestaciones de rechazo al clero y a la doc-
trina cristiana fueron tomadas como sintomas de «idolatria». Sin em-
bargo como hemos constatado, si bien los indios en mas de una oca-
sion se resistieron a cumplir con los sacramentos cristianos, no fue
precisamente con el fin de dar senales de «paganismo». Esta actitud
mas bien derivö del desencanto que les produjo comprobar la
inconsistencia que existia entre lo que los clerigos les predicaban en la
iglesia y los abusos a los que sometian a las comunidades en la practi-
ca.
En el caso de la revuelta anticlerical de 1736 en Atavillos Bajos (Can-
ta), al abierto rechazo a la doctrina cristiana se agrego la resistencia de
la poblaciön indigena a seguir contribuyendo con el «camarico ο reco-
chico». El camarico era un indio que el cura seleccionaba de cada ayllu
bajo su parroquia, asignändole la tarea de contribuir con viveres, lena
e indios pongos, a la manutenciön del clerigo21. Al negarle reconod-
miento a su cura, los indios de Atavillos Bajos irrumpieron en la casa

" ) Archivo General de la Naciön de Lima (A.G.N, en adelante), Real Audienda,


Causas Criminales, Leg. 6 C 42, aiio 1734.
18 ) O'Phelan Godoy, «El norte y las revueltas anticlericales . . .», p. 132.

" ) Espinoza Soriano, Rebeliones indigenas, pp. 260- 62.


10 ) Ibid.

2 ') Karen Spalding, Indian Rural Society in Colonial Peru: The Example ofHuarochiri. Te-

sis de Ph. D., Universidad de Berkeley, California, Lima 1967, p. 3.

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Revueltas y rebeliones del Peru colonial 135

del clörigo durante la revuelta, «y le sacaron los indios pongos y mitas,


que segun la costumbre de el Reyno y lo prevenido por la ordenanza,
estan designados para el servicio de los curas»22.
En situaciones extremes se llego a pedir la destitutiön del cl6rigo.
Tal es el caso de la revuelta de 1761 que estallö en Simbal, Trujillo. La
movilizaciön estuvo bajo el liderazgo de los «indios forasteros y mix-
tos» procedentes del pueblo de Otuzco, quienes amenazaron a los in-
dios originaiios «con llevarlos a la mita y castigarlos sino concurrian al
tumulto contra su cura»23. A pesar de ello la revuelta no prosperö, por
carecer del apoyo de las autoridades indigenas locales. Esto puede ex-
plicate teniendo en cuenta que mientras los indios forasteros estaban
afectados por el pago en especies de las «primicias», los indios origina-
iios se hallaban exonerados de esta contribution24. Las diferencias
entre los indios forasteros y los curas doctrineros deben haber sido por
lo tanto mäs pronunciadas. Ademäs, al verse particularmente afecta-
dos los indios forasteros por la reducida disponibilidad de tierras de
cultivo, la presencia de clerigos-hacendados en calidad de doctrine-
ros, debio resultarles contraproducente25.
Es por ello indispensable no perder de vista el proceso de «seculari-
zation del clero», que se acentuö durante el siglo XVIII. Como resul-
tado del mismo se propiciö el acceso de un mayor nümero de clerigos
no-regulares a las doctrinas, es decir de aquellos que no estaban afilia-
dos a una orden religiosa. Muchos de estos clerigos seculares poseian
en propiedad ο alquiler haciendas y/u obrajes, cuya productividad
dependia de la mano de obra que pudieran extraer de las comunida-
des 26 .
Si tenemos en cuenta que las actividades lucrativas del corregidor y a
resultaban antagonicas a las comunidades, podemos inferir entonces
el impacto que debio ocasionarles observar que el clero se hallaba cada
vez mas envuelto en transacciones similares, llegando al extremo de
utilizar la administration de los sacramentos como un recurso para te-
ner acceso a las propiedades y el trabajo campesino.

21) A.G.N., Real Audiencia, Causas Criminates, Leg. 6. C54A.


" ) A.A.T., Causas, Leg. 15, ano 1761-62.
" ) Larson, Economic Decline ..., p. 208.
" ) Susan Ramirez Horton, The Sugar Estates of the Lambayeque Valley, 1670-1800. Tesis
de Master of Arts, Universidad de Wisconsin, 1973, p. 47.
M ) Ibid.

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c) Revueltas contra la elite indigena

Bajo esta denomination hemos incluido los levantamientos que se


suscitaron contra los caciques (o curacas), quienes ademäs de pertene-
cer a la elite ο nobleza indigena por tinea de sucesiön, constituyeron la
principal autoridad 6tnica local durante la £poca colonial. Las revuel-
tas que se desencadenaron contra la elite indigena son un reflejo de
que a las comunidades no les pasö inadvertido el femömeno de «asi-
milacion» a la cultura occidental y el status-quo colonial, en que se vie-
ron inmersos sus senores etnicos27, En muchos casos esta conducta
conciliadora por parte de algunos caciques erosionö su presencia y au-
toridad ante la poblariön indigena, provocando que las comunidades
cuestionaran su representatividad y legitimidad como dirigentes.
Los caciques eran indiscutiblemente una pieza clave de la maquina-
ria fiscal por su intervention en la recoleccion de tributes y su respon-
sabilidad de completar la cuota del reparto. Ademäs, en su afän por
garantiz arse la estabilidad en el cargo y los beneficios de prestigio y
poder que el status de cacique conllevaba, numerosos caciques opera-
ron como aliados ο instrumentos del corregidor, en detrimento de sus
propias comunidades28. Resulta por lo tanto coherente que en mäs de
una ocasiön se les involucre en las protestas levantadas contra los cor-
regidores, y se les ataque durante las revueltas antifiscales. Las mani-
festaciones de rechazo contra los caciques se dieron fundamental-
mente en terminos de que las comunidades bajo su control se negaron
rendirles obediencia y se abstuvieron de prestarles servicios persona-
les, desconociendo de esta manera su autoridad. Se cuestionaba su
indoneidad ο su legitimidad para ocupar el cargo, achacändoles a ve-
ces ser «ajenos» a la comunidad y propiciändose movilizaciones para
pedir su dimision ο en su defecto que fueran despojados del cargo.
El titulo de cacique por sus connotaciones sociales, politicas y eco-
nömicas, era muy cotizado y un indice de la importancia que tenia, lo
encontramos en los innumerables pleitos y abiertas rivalidades entre
los contendores al cargo29. Ello explica la presencia de complicadas

27 ) Karen Spalding, De indio a campesino, Lima 1974, p. 59.


2e ) Nico lis Sänchez Albomoz, Indios y tributes en el Alto Perit, Lima 1978, ApGndice 2,
p. 113 en adelante.
" ) Maria Rostworowski de Diez Canseco, Cu racas y sucesiones, Costa Norte, Lima 1961,
pp. 43-52.

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Revueltas y rebeliones del Peril colonial 137

genealogias a las que recurri0 la nobleza indigene del siglo XVIII, con
el fin de afianzar sus expectativas de acceso a un cacicazgo «por dere-
cho de sangre»30.
Luego de la legalizatiön del reparto de mercandas (en 1756), el co-
rregidor intensificö su interns de con tar con un cacique que «coopera-
ra» en el cobro del repartimiento y que estuviera en condiciones de
responder econömicamente, ante cualquier desajuste en la cuota del
mismo. Para dicho eiecto los corregidores comenzaron a imponer sus
candidates, nombrando caciques de su confianza como cobradores.
La estructura cacical entrö entonces en un estado de descomposicion,
agudizändose las rivalidades entre los aspirantes al cargo, creändose
verdaderas facciones en apoyo de los contendores, y precipitändose
las revueltas.
Las revueltas contra la elite indigena que hemos registrado, se pro-
dujeron ο bien contra los caciques identificados como agentes del co-
rregidor, ο bien contra el nombramiento de un candidate que no con-
taba con el respaldo ni la aprobacion de la comunidad. Asi tenemos
que en 1771 los indios del pueblo de la provincia de Churuguana (Pa-
cajes), «persiguieron al cacique nombrado por el corregidor inten-
tando darle muerte, hasta solicitarlo en lo sagrado de la Iglesia»31. El
mismo ano en el pueblo de Morrope (Sana) los indios se sublevaron
contra Don Tomas Dominguez, justicia mayor de aquella provincia,
«cuando pasö a dar posesiön del cacicazgo de Jayanca, Morrope y Pa-
cora a Don Eugenio Vitorio Temoche, por haberse desestimado . . .
Ios derechos que alegaba su contendor Don Lorenzo Cucusoli»32.
El desmembramiento al que fueron sometidos algunos cacicazgos,
tambien fue motivo de agitaciön social. En 1751, por ejemplo, al caci-
cazgo de Lambayeque se le desagregö Ferrenafe, constituyendose en
un cacicazgo autönomo y adjudicändose a Don Nicolas Fayzo Farro-
chumbi. Durante la ceremonia de posesion, llevada a cabo en la plaza
«alzaron la voz los indios de este pueblo [Ferrenafe], con comün alari-
do, de que sölo se pudo percibir la palabra no conviene, porque en el
mismo instante dispararon mucho nümero de piedras tirändolas a su

30 ) John Rowe, «El movimiento national Inca del siglo XVIII», en: Tüpac Amaru II -

1780. Antologia. Lima 1976, pp. 29, 48,49. Ver tambien Jan. Szeminski, «La insurrecciön
de Tüpac Amaru II», en: Ttipac Amaru II - 1780. Antologia, p. 221.
31 ) Museo Britänico (M.B. en adelante), Additional (ms) 19, 572, f. 125.

" ) B.N.L., Secciön Manuscritos, C2374.

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138 Scarlett OThelan Godoy

merced dho senor corregidor y . . . ofre<d£ndoles que ya no se daria la


posesion del cacicazgo, con lo que volvieron a la plaza y pusieron
fuego a la ramada, que por ser de paja ardiö. 33 » Posteriormente, al ser
lealizadas las indagaciones del caso, se descubriö que varios de los in-
volucrados habian coincidido en senalar que «Don Manuel Temoche,
alcalde ordinario de Ferrenafe, los habia insistido y mandado que tira-
sen las piedras para no recibir al cacique» 34 . De acuerdo a la evidencia,
Don Manuel Temoche tenia influencia y mando sobre los indios de
Ferrenafe, «los indios le obedecen. . . y le dan tratamiento de cacique
y a su mujer de cacica . . ,» 3S . Sin embargo, su candidatura habia sido
desestimada, por ser hijo bastardo.
En la medida que el cacique ganaba una ubicaciön mäs estable en el
bloque de poder colonial, sus intereses comenzaron a chocar cada vez
mäs frecuentemente con los de las comunidades, perdiendo paulati-
namente el respaldo comunal. El proceso de descomposiciön del si-
stema cacical se acelerö debido a los abusos que cometieron los caci-
ques a nivel de la actividad fiscal y la sobreutilizaciön de la mano de
obra comunal. La poblaciön indigena resistiö aün mäs estos excesos
cuando provenian de caciques interinamente puestos por el corregi-
dor, que eran identificados por las comunidades como «intrusos». 36
Ante estas irregularidades muchas comunidades se volcaron hacia el
Cabildo Indigena (compuesto por alcaldes, alguaciles y regidores in-
dios), en busca de representantes alternativos al cacique 37 .

d) R e v u e l t a s contra la a d m i n i s t r a c i o n de los c e n t r o s
productivos coloniales

Este tipo de enfrentamientos los hemos logrado ubicar sobretodo a


nivel de los obrajes (fäbricas textiles) y de las minas. Tanto los obrajes
como las minas se situaron geogräficamente en el espacio serrano del

33) Ibid.
" ) Ibid.
" ) Ibid.
36 ) Scarlett O'Phelan, «El sur andino a fines del siglo XVIII: cacique ο corregidor», en:

Allapanchis Phuturinga, vol. XI-XII (Cusco 1978), p. 22.


" ) Ibid.
3β ) Fernando Silva Santisteban, Los obrajes en el Virreinato del Peril, Lima 1966. Consul-

tese tambien: Alejandro Mälaga Medina, «Los obrajes en la Colonia», en: Revisto de la Fa-
cultad de Letras, Universidad de San Agustin, Arequipa 1965 -66.

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Revueltas y rebeliones del Peru colonial 139

Virreinato, y estuvieron en manos de propietarios ο arrendatarios pri-


vados (incluyendo las ördenes religiosas para el caso de los obrajes)38.
Emplearon una mano de obra mixta: criollos, mestizos, indios, mula-
tos, que ο bien se asentaban en el centra productivo (como los indios
yanaconas en el caso de los obrajes), ο bien se desplazaban temporal-
mente desde los poblados adyacentes al centra productivo, en calidad
de jornaleros libres ο bajo el sistema de mita39.
Las revueltas que se generaron en los centres productivos estuvie-
ron principalmente motivadas por cambios en el funcionamiento de
los mismos en cuanto a los metodos de producciön y politica frente a
sus operarios. Las referencias indican que hubo brotes de rebeldia que
se suscitaron como resultado de los conflictos existentes entre los
mayordomos del centra en cuestion y los operarios del mismo. Tam-
bien la intenciön de disponer en forma arbitraria de la mano de obra y
emplearla en tareas ajenas a la naturaleza de su trabajo ocasiono serios
enfrentamientos que debieron ser duramente reprimidos.
Es interesante constatar que en situaciones en que el obraje entraba
«en crisis» debido a los conflictos internos, emergian problemas pre-
vios que habian quedado sin resolver y estaban latentes en el malestar
que se habia generado. Por ejemplo, la retenciön de salarios a la que se
veia expuesta la mano de obra, cuya implicita contraparte era el en-
deudamiento «de por vida» de los operarios, y los castigos corporales
a que estos eran sometidos. En la revuelta que en 1756 agitö el obraje
de Carabamba (Huamachuco), el indio operario Agustin Flores de-
daröque «(los mayordomos) les propinaban duros castigos que a cada
paso estän experimentando». Alios mäs tarde(1794) al convulsionarse
nuevamente el obraje de Carabamba, se incidiö en el hecho de que
«era mucho lo que a los indios se les debia»40.
La conducta que adoptaban los rebeldes en este tipo de revueltas
consistiö en negarse a seguir trabajando, paralizando subsecuente-
mente la producciön. Lo cual podria con cierta reserva compararse con
las huelgas de brazos caidos y quema de maquinarias del temprano
periodo industrial. En el caso concreto de las revueltas en los centros
productivos coloniales, el abandono del trabajo era complementado
con violentos ataques al administrador y/o sus mayordomos y con el

M ) CPhelari Godoy, Rebellions and Revolts, pp. 75-82, Internal Division of Labour

and Wages.
4 0 ) Espinoza Soriano, Rebeliones indigents . . ., p. 159.

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140 Scarlett OThelan Godoy

saqueo e incendio de las instaiaciones del centro productivo en con-


flicto.
Cuando en 1777 el centro minero de Casapalca (Matucana) se νίό
conmocionado, los trabaj adores de la mina concurrieron a casa del
minero chapetön Don Miguel Cubero con el fin de matarlo, saqueando
paralelamente sus propiedades41. El enfrentamiento se suscitö a con-
secuencia de que Cubero encareelo a uno de sus herreros, quien se ne-
gaba a trabajar, argumentando que se le debia su salario. Los operarios
de la mina apoyaron las demandas del herrero, polarizändose con Cu-
bero. Tambien en la revuelta de 1794 que se produjo en los obrajes de
Carabamba y Julcän (Huamachuco), se subrayö que a los operarios no
se les habia cancelado sus salarios. Sin embargo, en esta oportunidad
la base del conflicto radicö en haber cerrado el administrador el obraje
con el fin de trasladar a la mano de obra a las minas que poseia en Yan-
gay. Las protestas no se hideron esperar, argumentändose « . . . que
era pensamiento desbaratador de Don Ignacio de Amoroto el querer
mudar los obrajes de Carabamba a Yangai, y que era mucho lo que a
los indios se les devia, que ellos antes moririan que venir a Yangai y
que por rüngüncasodebian los indios trabajar en minas . . ,»42. Elhe-
cho de ser simultäneamente arrendatario de minas y obrajes, facilitaba
el intento de Amoroto de movilizar a la mano de obra. Un ingrediente
con el que no contö fue que los indios resistieran tan abiertamente el
extranamiento.
Al igual como las revueltas contra la elite indigena se ven ocasio-
nalmente salpicadas con elementos antifiscales, al atacarse conjunta-
mente la dualidad cacique-corregidor; en las revueltas contra los cen-
tros productivos tambien podemos encontrar traspoladas algunas fa-
cetas intrinsecas a las revueltas antifiscales, como por ejemplo, los ni-
veles de violencia. Ello se debe a que hemos podido comprobar que
hubo corregidores que paralelamente a su cargo como autoridad civil,
tenian en arrendamiento obrajes, lo cual les garantizaba el suministro
de los textiles que requerian para efectuar sus repartos. Esta dicotomia
les abria dos frentes, como corregidores y como administradores de
obrajes. Las movilizaciones contra estos corregidores-obrajeros pre-
sentaron por lo tanto caracteristicas mixtas, la violenta muerte del co-

41
) A.G.N., Real Audienda, Causae Criminales, Leg. 38, C449.
*2) B.N.L., Secciön Manuscritos, C3487.

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Revueltas y rebeliones del Peru colonial 141

rregidor por tin lado y el saqueo de los productos almacenados con el


posterior incendio de las instalaciones del obraje por otro. Tal es el
caso de la revuelta que en 1776 se produjo contra el corregidor de
Huamalies, Don Josef de la Cajiga, el cual junto con su primo Don
Domingo resultaron muertos. La revuelta ha sido por lo general atri-
buida a problemas de reparto43, olvidändose que los Cajiga adminis-
traban el obraje de Quivilla. Consecuentemente, durante la revuelta
«. . . pegaron fuego a las casas y oficinas del obraje . . . peresieron
diez y siete oficinas en las que se incluyen almacenes y despensas de
ropa, amies y muebles . . .» 44 .

e) Revueltas por toma de tierras

El problema de la distribuci0n y propiedad de la tierra estuvo pre-


sente como una constante durante la colonia. La aludida «escasez de
tierras» que parece haberse agudizado durante el siglo XVIII, respon-
dio a varios factores como el crecimiento demogräfico global, la expan-
siön de las haciendas a costa de las tierras comunales y el incremento
de los cobros fiscales y eclesiästicos, lo cual intensified la demanda de
tierras por parte de las comunidades con el fin de hacer frente a las
exacciones45. Las revueltas por toma de tierras generalmente se pre-
sentaron a dos niveles, por enfrentamientos entre dos comunidades
que litigaban por la posesiön de una misma parcela de tierras ο por
conflictos entre las comunidades por un lado y los propietarios de ha-
ciendas por otro. En el segundo caso, el eje del argumenta era el des-
pojo de tierras del que habia sido objeto la comunidad, por parte de
una determinada hacienda.
Dentro de los enfrentamientos que se suscitaron entre comunida-
des, hemos registrado el que ocurrio en 1771 en Lucanas, Ayacucho.
En έΐ los indios del pueblo de Chipao expresaron «que gozan de unas

4 3 ) Jürgen Gölte, Repartos y rebeliones, Lima 1980, p. 143. Vargas Ugarte, Historia del

Peril siglo XVlll, p. 374.


M ) A.G.N., Real Audiencia, Causes Criminales, Leg. 40, C483.

4 5 ) Pablo Macera, «Feudalismo Colonial Americano: El caso de las haciendas peru-

anas», en: Acta Historien, Szeged 1971. George Mexander Kubier, The Indian Caste of
Peru, 1795-1940, Smithsonian Institution, Washington DC 1952.

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142 Scarlett O'Phelan Godoy

tierras nombradas Cosneq, en las que se hart introducido los indios del
pueblo vecino nombrado Sodongo. . . y a fuerza de armas y violericia
se hart apoderado de ellas»46. Sin embargo, parecen haber sido mäs
frecuentes los conflictos que se produjeron entre comunidades y ha-
cendados por el control de determinadas tierras. La conducta adop-
tada en estos casos por los insurrectos consistiö en ocupar fisicamente
las tierras, tomando asi posesiön de ellas. La toma de tierras podia ser
violenta «a fuerza de armas» ο estar mäs bien determinada por el tras-
lado masivo de gente y ganado, quienes se instalaban en el territorio
en litigio. Asi tenemos que en 1744 Don Luis Carrillo de Cördova, ha-
cendado y marquez de Conchan, demandö amparo en la posesion de
los terrenos denominados Rapaz (Cajatambo), «invadidos por los in-
digenes que se han introducido violentamente a algunas de dhas can-
chas y espelido los ganados propios de dhas estancias, y que se evite
este agravio»47. En otras oportunidades se denunciaron como tierras
«vacas» aquellas que en realidad pertenedan a las comunidades. En
efecto, en 1799 Don Manuel de Cäceres, cirujano, denunciö como va-
cas ciertas tierras situadas en el valle de Nepena (Santa), provocando
la abierta oposiciön de los indios del comitn de Nepena, «a la posesiön
que el demandante trataba de tomar de las tierras de las Animas que
pertenedan a dicho cornün»48. Similar fue el «alboroto y resistencia»
que hizo en 1793 el ayllu de Julcamarca (Angaraes), «a tiempo de inti-
marle Don Manuel Mavila un auto de orden del presbitero Don Luis
Huaso, para despojar a los indios de las tierras de Ayariquen y Gua-
cracay, en Acobamba»49. Sin embargo es importante subrayar que en
muchos casos los pleitos por la posesiön de tierras quedäron a nivel de
juicios entre las partes interesadas y sölo en contadas ocasiones tras-
cendieron al piano de la revuelta social.

De los tipos de revueltas que hemos expuesto, las revueltas antifis-


cales fueron durante el siglo XVIII num^ricamente mäs significati-
vas 50 . Ello se puede explicar en la medida que el fisco afectaba a traves

**) B.N.L., Secdön Manuscritos, C2719.


, 7 ) A.G.N., Real Audiencia, Causas Civiles, Leg. 100, C833.
4S ) A.G.N., Derecho Indigene, Leg. 21, ano 1799.

"') A.G.N., Tierra de Comunidades, Leg. 5, C40, anos 1793-96.


so ) Scarlett O'Phelan Godoy, «Tüpac Amaru y las sublevaciones del siglo XVIII», en:

Tupac Amaru II - 1780. Antologia, Lima 1976, p. 71.

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Revueltas y rebeliones del Peru colonial 143

del tribute a la poblacfön indigena, por medio del reparto a indios y


mestizos, y con las alcabalas a los pequenos, medianos y grandes pro-
ductores y comerciantes, sea cuäl fuere su grupo 6tnico de referenda.
El aparato fiscal estaba por lo tan to en posibilidad de generar mayores
contradicciones, al ser su radio de acciön mäs extendido. Por otro
lado, la poblaciön colonial se sintiö mas obligada a cumplir con las con-
tribuciones fiscales al estar el fisco respaldado por una maquinaria re-
presiva.
Las revueltas contra el clero y los caciques no representatives, ocu-
rrieron con menor frecuencia. A pesar de ello, no debemos perder de
vista que esta clasificaciön de revueltas lo que pone en relieve, es que
tanto el corregidor como los curas doctrineros y los caciques se dispu-
taban la mano de obra y el excedente campesino; de alii que 6stos tres
centros de autoridad sean foco de revueltas sociales durante la colo-
nia.

2. La cronologia

De la tipologia que hemos expuesto se desprende que las revueltas


sociales registraidas para el siglo XVIII fueron numerosas y que involu-
craron tanto el norte como el centra y el sur del Virreinato peruano. El
esquema cronologico con que convencionalmente se han identificado
estas sublevaciones coloniales, se ha basadoen una muestra de media
docena de alzamientos que se concentraron en las regiones central y
sur, la mitad de los cuäles fueron abortados antes de estallar. Esta cro-
nologia fue inicialmente planteada por Francisco Loayza (1942), Car-
los Daniel Valcärcel (1946) y John Rowe (1954)". Este ültimo autor sin
embargo, en un trabajo posterior (1957)", citando a Vargas Ugarte, se
refirio brevemente a las revueltas del decenio 1770-79, que fueron el
preludio de la gran rebeliön de 1780. Recientemente Karen Spalding

5 ' ) Francisco Loayza, Juan Santos El Invencible, Lima 1942. Carlos Daniel Valcärcel, Re-

beliones indigenas, Lima 1946. John Rowe, «El movimiento nacional Inca del siglo XVIII»,
en: Revista Unwersitaria, Cuzco 1954.
" ) John Rowe, «The Incas under Spanish Colonial Institutions», en: Hispanic Ameri-
can Historical Review, no. 37 (Mayo 1957), p. 168.

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144 Scarlett OPhelan Godoy

(1978) ha retomado este esquema cronolögico, ampliändolo hasta


principios del sigloXIX 53 .
El esquema cronolögico en cuestiön, cuya vigencia ha sido sölo re-
cientemente reconsiderada, tiene la particularidad de referirse a lo que
de acuerdo a nuestra definiciön preliminar catalogariamos como «re-
beliones». La cronologia, que cubre de 1737 a 1780-83, es la siguiente:

1. A z a n g a r o . 1737. Conspiraciön encabezada por el cacique Anckis Cacma


Condon. Se menciona que 17provincias del sur-andino se hallaban implicadas,
Fue delatada.
2. O r u r o . 1739. Conspirad0n a cargo del cirollo Juan V£lez de C6rdova,
quien contaba con el apoyo del cacique Joseph Pachamir. Fue delatada.
3. T a r m a . 1742. Rebeliön en la ceja de selva bajo el liderazgo de Juan Santos
Atahualpa. Su permanenda se prolonga hasta 1750.
4. L i m a . 1750. Conspiraciön planeada para tomar la dudad de Lima. Fue de-
latada.
5. H u a r o c h i r i . 1750. Tuvo conexiones con la fracasada conspiraciön de
Lima. Estuvo dirigida por el cadque Francisco Jimenez Inga. Se di<5 muerte al
corregidor Don Domingo Orrantia y a 14 de sus acompanantes.

[2da mitad del S. XVIII, luego de treinta anos:]

6. T i n t a - C u z c o . 1780- 83. La «gran rebeliön» encabezada por el cadque


Jos£ Gabriel Tupac Amaru, que.se expande al Bajo y Alto Peru. Reprimida en
1781. Los ültimos brotes de rebeldia se dejan sentir en 1783 en Huarochiri.

Una de las principales implicancias que tiene este esquema es la de


presenter la rebeliön de Tupac Amaru como un movimiento desarticu-
lado y aislado, que irrumple violentamente en la segunda mitad del si-
glo XVIII, luego de treinta anos de una ausencia total de brotes de in-
tranquilidad social en el Virreinato. El otro agravante es que el es-
quema no toma en cuenta las revueltas menores que estallaron a lo
largo de todo el siglo XVIII, y que deben necesariamente ser incluidas
dentro de la dinämica de la lucha social. La tercera limitacion del es-
quema, es que pone enfasis en tres rebeliones abortadas (las de Azän-
garo, Oruro y Lima), lo cuäl nos reduce a un anälisis meramente hipo-
tetico de las reales dimensiones que dichas sublevaciones hubieran al-
canzado en caso de estallar.
Pero las imprecisiones en torno a la rebeliön de Tupac Amaru, no se
limitan al hecho de presentarla como un movimiento desarticulado del

·") Karen Spalding, «La estratificariön social y los levantamientos», en: Estudios An-
dinos, no. 14 (Lima 1978), p. 43.

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Revueltas y rebeliones del Pern colonial 145

contexto social en el que estuvo inmerso. Tambi£n encontramos una


cierta arbitrariedad con relaciön a la denominaciön que se ha utilizado
para referirse al mäs trascendente movimiento de masas que sacudiö
el sur andino durante el siglo XVDI. Indiscriminadamente 6ste ha sido
calificado de insurrecciön, levantamiento, revuelta, sublevaciön y re-
beliön. Volviendo a las diferencias que hemos previamente estable-
cido entre lo que a nuestro entender constituye una «revuelta» y lo que
definiriamos como una «rebeliön», consideramos que Jos6 Gabriel
Tüpac Amaru encabezö una rebeliön de gran envergadura («la gran
rebeliön)»), la cuäl al articularse con la rebeliön que en el Alto Peril
comandaba Julian Apaza Tüpac Catari, se constituyö en un movi-
miento de masas sin precedentes54.
En las päginas siguientes quisiera demostrar porque la agitaciön so-
cial que en 1780 se apoderö del sur andino, merece ser catalogada
como rebeliön. Para sustentar esta afirmaciön serä necesario replan-
tear algunas de las caracteristicas que se le han atribuido a la «gran re-
beliön», y que consideramos que al no ajustarse a la realidad de los he-
chos, han contribuido a difundir una imagen distorcionada del movi-
miento. Nos refeiimos a los enfoques que han presentado la rebeliön
de Tüpac Amaru:

a) como un movimiento desarticulado,


b) orientado fundamentalmente contra el reparto de mercana'as del corregidor,
c) como una rebeliön indlgena,
d) como una rebeliön uniforme.

3. La r e b e l i ö n de T u p a c A m a r u : un e n f o q u e a l t e r n a t i v o

a) Las r e v u e l t a s m e n o r e s y el c i c l o p r e p a r a t o r i o

La rebeliön que encabezö el cacique Tüpac Amaru no fue un movi-


miento aislado, sino que estuvo situado dentro de un complejo de re-
vueltas menores 55 . Al extraerse la gran rebeliön del contexto de in-
tranquilidad social que se apoderö del Virreinato entre los arios 70-79,

M ) Scarlett 0"Phelan Godoy, «EI movimiento Tupacamarista: fases, coyuntura eco-

nömica y perfil de la composiriön social de su dirigencia», en: Actos del Coloquio Interna-
tional Tüpac Amaru y $u Tiempo, Lima 1982, p. 461.
" ) OThelan Godoy, «Tupac Amaru y las sublevaciones . . .», p. 70.

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146 Scarlett O'Phelan Godoy

se ha distorcionado la perspectiva procesal del movimiento. Efectiva-


mente, las revueltas menores que insistentemente pero en forma des-
articulada confluyeron en el Virreinato del Ferü durante el «ciclo pre-
paratorio» de los anos 70, consideramos que reflejaron que existian
condiciones para que se generara una rebeliön de mayor alcance. La
rebeliön de 1780 £ue por lo tanto, la culminariön de un ciclo de revuel-
tas menores56.
En 1976, en una Antologia sobre la rebeliön de Tüpac Amaru, pre-
sentamos una cronologia de las revueltas del siglo XVIII que antece-
dieron a la gran rebeliön57. Estas revueltas y rebeliones se produjeron
a nivel global del Virreinato peruano, a nivel regional del sur andino y
a nivel local del Obispado del Cuzco.

A n i v e l g l o b a l del Virreinato, la rebeliön de Tupac Amaru estuvo prece-


dida por revueltas que estallaron en Moirope-Safia (1771), Contumazä-Caja-
marca (1771), Santiago de Cao-Trujillo (1771), Celendln-Cajamarca (1773), San-
tiago de Chuco-Huamachuco (1773), Chota-Cajamarca (1774), Huaylas (1774),
Huamalies (1776), Yungay (1779), Huaraz (1779), Pasco (1780), Jauja (1780) y
Otuzco (1780)5®.
A n i v e l r e g i o n a l del sur andino, la gran rebeliön se viö antecedida por las
revueltas de Sicasica (1771), Pacajes (1771), Andahuaylas (1771), Vilcashuamän
(1774), Paria (1774), Cochabamba (1775), La Paζ (1777) y las rebeliones de Are-
quipa, Moquegaua, Chayanta y La Paz (1780)59.
A . n i v e l l o c a l del Obispado del Cuzco, previas a la rebeliön de Tüpac
Amaru estallaron revueltas menores en Checacupe-Tinta (1770), Sicuani (1770),
Quispicanchis (1771), Chumbivilcas (1774), la rebeliön de Maras-Urubamba
(1777) y la delatada conspirariön de los Plateros del Cuzco (1780)6®.

Esta evidencia demuestra que efectivamente desde 1770 existia un


malestar social, que fue atravezando por un proceso de maduraciön,
para en 1780 ser canalizado por la rebeliön de Tüpac Amaru. La evi-
dencia presentada tambien indica que las revueltas del denominado
«ciclo preparatorio» estallaron con mäs frecuencia en el sur andino,
que en las regiones central y norte del Virreinato.

") Ibid.
") Ibid., pp. 75-78.
58
) O'Phelan Godoy, Rebellions and Revolts . . ., Apendice II.
59
) Ibid.
60
) Ibid.

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Revueltas y rebeliones del Peru colonial 147

b) La c o y u n t u r a y el a t a q u e en b l o q u e a las i n s t i t u c i o n e s
coloniales

La cronologia que elaboramos en 1976 para las revueltas y rebelio-


nes del siglo XVIII ha sido en gran medida utilizada recientemente por
Jürgen Gölte en su libro Repartos y Rebeliones61. Sin embargo quisiera
precisar que cuando presentamos dichos cuadros, en ningun mo-
menta planteamos que las revueltas en ellos comprendidas, hubieran
sido necesaria ο ünicamente motivadas contra los corregidores y sus
repartos. Dichas revueltas mäs bien se ajustan a la tipologia que he-
mos expuesto en las primeras päginas del presente trabajo, las cuales
se dirigieron no sölo contra el corregidor, sino tambien contra el clero,
caciques, administradores de centros productivos etc.
Debemos renonocerque existe una cierta unilateralidad en los estu-
dios que tratan de explicar el estallido de la gran rebeliön, enfatizando
los abusos cometidos por el corregidor y su reparto de mercancias62.
Es por lo tanto importante no perder de vista que en una rebeliön de
las dimensiones de la de Tüpac Amaru, necesariamente tuvieron que
conjugarse mäs de una variable. De lo contrario no se explica la pre-
sencia de una «coyuntura rebelde», capaz de propiciar la expansiön
del movimiento y hacer posible las alianzas que efectivamente surgie-
ron.
En este sentido se hace necesaria una critica de fuentes. Hemos
constatado que los anälisis que afirman que el reparto fue el factor de-
terminante del estallido de la gran rebeliön, estän por lo general basa-
dos en los iriformes expresamente solicitados a los Arzobispos y Obi-
spos, con el fin de dilucidar «los inconvenientes que traen consigo los
repartos»63. Estos informes por lo tanto cumplian un propösito y de
alii que las opiniones en ellos vertidas sean sezgadas.
Es un hecho que el clero tenia especial interes en que se decretara la
abolicion del reparto. Con ello habrian conseguido aminorar la influ-
encia del corregidor como competidor local por el excedente campesi-
no, pudiendo asx realizar con mas facilidad los cobros eclesiasticos64.

61) Gölte, Repartos y rebeliones, pp. 141-147.


" ) Ibid., pp. 177-79. Javier Tord, Repartimientos de corregidores y comercio colonial, Tesis
Dr. Universidad Catölica, Lima 1974.
" ) B.N.L., Secci6n Manuecritos, C4129. A.G.I., Audienria de Charcas, Leg. 592.
CXPhetan Godoy, «El norte y los movimientos antifiscales . . .», p. 205-208.

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148 Scarlett OThelan Godoy

Esto no quiere decir que no admitamos la presiön econömica ejercida


por el reparto. Lo que intentamos subrayar es que el reparto fue una
revindicaciön importante pero incluida dentro de un programa mäs
amplio. Inclusive nos atrevemos a afirmarque el reparto aisladamente
habria sido incapaz de provocar una rebeliön de tal envergadura.
La coyuntura rebelde que activö el estallido de la gran rebeliön,
estuvo determinada por la implantaciön de las medidas fiscales que se
hallaban incluidas dentro del paquete econömico de las reformas bor-
bönicas65. Con ello no9 referimos:

- a la cieaciön de Aduanas en el circuito comerdal Cuzco-Potosi;


- la subida de U alcabala del 4 al 6% y el nuevo esquema de alcabalas;
- la ampliadön del tribute a cholos, zambos y mulatos, quienes anteriormente
habian estado excentos de £sta contribuciön;
- la actualizaciön del cabezdn, para lo cuäl se efectuaron revisitas a tierras y ha-
ciendas;
- el control sobre el impuesto de vajilla (marcar la plata labrada);
- la numeraciön de artesanos.

El programa era indudablemente amplio, y lo que es mäs, envolvia


de una u otra manera a los diferentes sectores de la poblaciön colonial
(fueran estos criollos, mestizos, indios, sambos y mulatos), en su cali-
dad de comerciantes, pequenos y medianos propietarios de tierras, ar-
tesanos, plateros etc.66.
Sin embargo, si bien la rebeliön estallö ante un estimulo fiscal, du-
rante el desenvolvimiento de la misma, el ataque de las masas rebeldes
derivö hacia las autoridades e instituciones coloniales en su conjunto.
En efecto, la gran rebeliön se iniriö dando muerte al corregidor de Tin-
ta, Don Antonio de Arriaga, y en el avance hacia el Collao las tropas
rebeldes confiscaron las casa de los corregidores de Velille, Lampa y
Azängaro. Paralelamente se quemaron los obrajes de Pichuichuro y
Pomacanchis y se atacö a aquellos caciques que no apoyaban la causa
rebelde, como es el caso de los Choqueguanca de Lampa. Numerosas
haciendas de espanoles y criollos tambien fueron expropiadas y sus
productos y ganados pasaron a pesesiön de las huestes rebeldes.

6S ) Oscar Cornblit, «Levantamientos de masas en Peru y Bolivia», en: Tüpac Amaru II

-1780. Antolog'ut, Lima 1976, p. 172s. Szeminski, «La insurrecion . . .», p. 226. Scarlett
CXPhelan Godoy, «La rebeliön de Tüpac Amaru: Organizaciön interna, dirigencia y
aliamae», en: Histörica, vol. ΙΠ, No. 2 (Lima Diciembre 1979), pp. 106-107.
" ) 0"Phelan Godoy, «El movimiento Tupacamarista . . .», pp. 467-475.

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Revueltas y rebeliones del Peru colonial 149

Cuando la rebeliön llegö al Alto Peru, las tropas aymaras tomaron


iglesias y atacaron abiertamente al clero67. Tanto Tupac Amaru como
Tupac Catari enfatizaron posteriormente que las masas indigenas rea-
lizaron estas incursiones de propia iniciativa, contraviniendo las 6r-
denes de sus dirigentes.

c) La composiciön social de la rebeliön

Al involucrar las reformas borbönicas a los diferentes sectores socia-


les de la poblaci0n colonial, constituyeron la ideal plataforma de lucha
y de alianzas, en la cual los diversos grupos £tnicos lograron identifi-
car sus propios intereses68. Atraidos por un programa amplio en que
se les ofretia que «no habrian mäs Aduanas, ni alcabalas, ni repartos,
ni tributos, ni mita de Potosx», tanto indios, mestizos, zambos y mula-
tos como criollos e inclusive espanoles (casados con criollas acaudala-
das)69fueron captados para la causa rebelde. Decir que la rebeliön de
Tüpac Amaru fue una «rebelion indigena» es por lo tanto inexacto.
Los juicios que se abrieron a 73 reos envueltos en la rebeliön demos-
traron ser una fuente valiosa para la identificaciön de los participantes.
En base al lugar de origen, actividad econömica, status civil, edad y el
registro de la casta de los involucrados en el movimiento, se pudo con-
statar la composiciön social mixta de la dirigencia70. Comprobamos
entonces que el impacto adverso de las reformas borbönicas sobre la
poblaciön colonial fue real. La numerosa presencia de chacareros in-
dios y mestizos (20), de artesanos (tejedores, sastres, tintoreros, her-
reros, pelloneros, frisaderos) (10), de mestizos arrieros (7), hacenda-
dos criollos (3), mineros criollos (2), obrajeros espanoles (2) es un claro
indice de ello71.
Sin embargo, el nivel de participaciön de los diferentes grupos etni-

" ) Francisco Tadeo Diez de Medina, Diario del Cerco de La Paz 1787, La Paz 1981,
p.130.
6β ) OPhelan Godoy, «La rebeliön de Tüpac Amaru . . .», p. 102.

- ) Ibid.
70 ) Ibid., p. 98. Consültese tambiin: Alberto Flores Galindo, «Tupac Amaru y la su-

blevaciön de 1780», en: Tüpac Amaru II - Antolgia, Lima 1976, p. 274.


7 1 ) CPhelan Godoy, «El movimiento Tupacamarista . . .», p. 473. El cuadro esta ba-

sado en A.G.I., Audiencia del Cuzco, Leg. 32,33, y Audienda de Buenos Aires, Leg. 67
y 319.

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150 Scarlett O'Phelan Godoy

cos dentro de la rebelion no fue el mismo. Si bien el apoyo del sector


indigene fue masivo, debe quedar claramente establecido que su par-
ticipation en la esfera de las decisiones fue muy limitada. En contraste,
los criollos y espanoles que se vieron envueltos en el movimiento tu-
vieron una situaciön privilegiada al asignärseles tareas adyacentes al
enfrentamiento belico, colocandolos en cargos estrat£gicos como es-
cribanos, administradores, armeros. Su participation por lo tanto, a
pesar de ser numericamente menos significativa (10), se dio en la es-
fera de las decisiones, sobretodo en los albores de la rebelion72. Solo la
elite indigena estuvo en posiciön de desempenar un papel prominente
en la rebeliön como lideres de las comunidades bajo su control. Jos£
Gabriel Tupac Amaru era cacique de Tungasuca, Pampamarca y Sur-
nama. Ocho caciques mäs, quienes le brindaron su apoyo, se vieron
procesados junto con el. Procedian de las parroquias del Cuzco y de
las provincias de Quispicanchis y Tinta73. Sin embargo, la participa-
ciön de estos dos ültimos sectores sociales (criollos y caciques), no fue
la misma a lo largo de todo el movimiento. Esto se debe a que el feno-
meno de la rebeliön no fue uniforme, y parte de su complejidad justa-
mente radica en haber atravesado por dos fases, posibles de ser identi-
ficadas.

d) Las fases del m o v i m i e n t o

Se puede efectivamente distinguir dos fases dentro del movimien-


to. La primera, que denominaremos fase cuzquena ο quechua, fue la
que encabezö el cacique Tüpac Amaru, reclutando para ello su diri-
gencia de las provincias cuzquenas de Canas y Canchis, Quispican-
chis, Paruro, y Calca y Lares. Durante esta fase la rebelion partiendo
de Tinta se expandiö hacia las provincias bajo peruanas y la regiön del
Collao74. La segunda fase, que se initiö luego de la prisiön del cacique
Jose Gabriel, tuvo dos rasgos distintivos. Por un lado, en ausencia del
cacique de Tinta, la direcciön del movimiento fue ejercida conjunta-
mente por Diego Tüpac Amaru, Andres Mendigure, y Miguel Basti-

7 2 ) O'Phelan Godoy, «La rebeliön de Tupac Amaru . . .», pp. 99, 105. Consultese

tambiin Lillian Estelle Fisher, The Las! Inca Revolt, 1780-1785, Oklahoma 1966.
7 3 ) O'Phelan Godoy, «La rebeliön de Tüpac Amaru . . .», p. 96, Cuadro no. 4.

74 ) Ibid., p. 91.

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das. Por otro lado, fue durante esta etapa que se materializö el apoyo
de las tropas aymaras de Larecaja, Sicasica, Omasuyos y Pacajes, las
cuales bajo la conducciön de Julian Apaza Tupac Catari hicieron posi-
ble el avance hacia el Alto Peru 75 .
Indudablemente existieren coincidencias y contrastes entre las dos
fases del movimiento. Con relation a los puntos de coincidencia he-
mos podido advertir que el factor parentesco fue de primordial im-
portancia para la organizacion y expansiön del movimiento, tanto en
la fase cuzquena como en la aymara76. No s61o Jose Gabriel Tupac
Amaru, sino tambien Tupac Catari se garantizaron contar con el apoyo
de sus familiares mas cercanos, asignändoles cargos de confianza den-
tro del movimiento. Un segundo punto de coincidencia entre ambas
fases lo encontramos en la significative presencia de arrieros, «viajan-
tes y trajinantes» vinculados a las rutas comerciales del sur andino.
Hemos logrado identificar un total de 13, nueve para la primera fase y
cuatro para la segunda. Tambien se vieron envueltos en ambas fases
numerosos artesanos y chacareros quienes, como ya hemos senalado,
estaban siendo sometidos a registros y revisitas. Mientras veinte cha-
careros y diez artesanos participaron de la primera fase del movimien-
to, hemos logrado identificar la presencia de siete chacareros y cuatro
artesanos en la segunda fase 77 .
Los contrastes entre ambas fases se dieron principalmente a nivel de
la composiciön social de la dirigencia, de la factibilidad de la alianza
con los sectores criollos y de los mecanismos de aprovisionamiento. La
primera fase tuvo elementos elitistas dentro de la estructura de su di-
rigencia. La presencia de un espanol, 9 Criollos y 8 caciques confirman
este hecho. Es mäs, los 4 asesores de Tüpac Amaru encargados de re-
dactar las proclamas y comunicados eran escribanos de profesiön78.
Durante la segunda fase por el contrario, la dirigencia estuvo funda-
mentalmente en manos de mestizos e indigenas. El juicio seguido a los
32 reos de la segunda fase quienes fueron hechos prisioneros en el

75 ) O'Phelan Godoy, «El movimiento Tupacamarista . . .», p. 461 s. Consültese tam-

bi6n Alipio Valencia Vega, Jtdiart Tttpaj Katari, Buenos Aires 1950, y Maria Eugenia Valle
de Siles, «Tüpac Katari y la rebeliön de 1781 Radiografia de un caudillo Aymara», en:
Anuario de Estudios Americanos, XXXIV (1977), pp. 633- 664.
76 ) O'Phelan Godoy, «El movimiento Tupacamarista . . .», p. 465 s.

" ) Ibid., p. 473, Cuadro MI.


7β ) O'Phelan Godoy, «La rebeliön de Tupac Amaru . . .», p. 99, ver cuadros finales.

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152 Scarlett O'Phelan Godoy

santuario de Las Penas (Omasuyos), no evidencia la presencia ni de


espanoles ni de caciques, y s61o aparece registrado un criollo, quien
junto a un estudiante mestizo hadan las veces de escribanos, pero sin
serlo de profesiön79.
En lo referente a los mecanismos de aprovisionamiento necesarios
para la manutenciön de las tropas rebeldes, Tüpac Amaru al formar
parte de la £lite indigena estuvo en condiciones de solicitar a los caci-
ques vecinos que le proporcionaran viveres80. Las referencias indican
que los caciques «lo ayudaron con todo». Mientras tanto Tupac Catari,
al ser un indio del cotntin, optö por promover la elecriön de alcaldes de
indios con el piop0sito de que consiguieran soldados y provisiones.
Ademüs, siendo su tio Nicolis Apaza proveedor de coca, estuvieron
en condiciones de montar tin comercio clandestino de coca y vino que
les permitiö financiar el movimiento81.
La contracdön que experimentaron los sectores criollos frente a la
rebeliön se hace patente en la ausencia de los mismos durante la se-
gunda fase del movimiento. Tüpac Amaru al ser un cacique acomo-
dado estuvo en posiciön de relacionarse con los sectores criollos cuz-
quenos, quienes lo apoyaion en la etapa temprana del movimiento.
Hubo cierta expectativa por parte de los sectores criollos de ver como
se desenvolvia el movimiento. Luego de los primeros reveses de la re-
beliön, el apoyo criollo se fue debilitando registrändose numerosas
deserciones de criollos, quienes en un principio habian respaldado a
Tüpac Amaru82. En la segunda fase del movimiento se desarrollö un
sentimiento anti-hispänico e inclusive anti-criollo. Las tropas aymaras
demostraron ser mäs radicales que el ej6rdto quechua, frente a la po-
blaciön «blanca». Ello puede explicar la ausencia de criollos en su diri-
gencia. El ataque al enemigo bianco no discriminö a los cterigos,
siendo varios edesiästicos muertos por las tropas altoperuanas83.
i Porqu^ la gran rebeliön estallo en el stir andino? Consideramos que
el sur andino fue la regiön donde se acumularon las contradicdones
coloniales. Sölo las provincias del sur andino estuvieron sometidas a

™) OFhelan Godoy, «El movimiento Tupacamarista . . .», p. 481, Cuactro IV.


M ) Ibid., p. 478.
81 ) Ibid., ρ, 479.

•2) Boleslao Lewin, La rebeliön de Tupac Amaru, Buenos Aires 1967, pp. 397-405. Con-
sültese tambiin Juan ]οβέ Vega, Josi Gabriel Tüpac Amaru, Lima 1969, y Luis Durand Ρΐό-
rez, Independence e integraciön en el Plan Politico de Tüpac Amaru, Lima 1974.
" ) Lewin, La rebeliön . . p. 409.

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Revueltas y rebeliones del Peru colonial 153

la mita de Potosi. Ademäs, concentrindose en esta regiön la poblaciön


indigene colonial, la masa de tributaries era la mäs alta del Virreinato.
Si a 6sto le sumamos el reparto, las presiones econömicas eran consi-
derables. Al transferirse en 1776 el Alto Perü al Virreinato del Rio de la
Plata (Buenos Aires), hubo un debilitamiento de las tradidonales re-
des comerciales que unian el sur andino84. La creaciön de aduanas a
partir de 1775 en adelante en el circuito Cuzco-Potosi y el incremento
de alcabalas al que se sumö el nuevo esquema de alcabalas, tenninö
por desestabilizar el sistema econömicoregional.Dado el alcance de la
disrrupciön econömica, una rebeliön de las dimensiones descritas sölo
habria podido prender en el sur andino peruano85.

M ) John Lynch, Spanish Colonial Administration 1782-1810, New York 1969, p. 43.
Consültese tambi£n Guillermo Cispedes del Castillo, Lima Buenos Aires: Repercuciones
Economises y Politicas de la creaciön del Virreinato de La Plata, Sevilla 1947, y Magnus Mör-
ner, Perfil de la sociedad rural del Cuzco a fines de la colonia, Lima 1980.
" ) OFhelan Godoy, Rebellions and Revolts . . ., p. 407 s.

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