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CAIA B~oy NO SE PRESTA : ERIC BOMAN ee 4.2 , ; ees A923 : LOS ENSAYOS | Establecer una Cronologia prehispanica EN LA REGION DIAGUITA (REPUBLICA ARGENTINA) eS quiro ra Municira: 1923 LOS ENSAYOS ~ PARA ESTABLEOBR UNA CRONOLOGIA PREEISPANCA EN LA REGION DIAGUITA (REPUBLICA ARGENTINA) POR ERIC BOMAN Hace mucho tiempo he pensado escribir sobre el tema que sirve de titulo de la presente memoria, siendo esto ahora casi un deber mfo, con motivo de la inviticiéa que me ha sido dirigida por el sabio y benemérito director de 1a Academia Nacional de Historia de Quito, sefisr Jacinto Ji- j6n y Caamaito, en este Boletin, tomo IV, pagina 145. LIMITES DE LOS DIAGUITAS Antes de entrar en_la materia, debo recordar brevemente Ia disper- siéu_geogrifica de lox diaguitas, este gran pueblo que encontraron los spafioles a su Hegada a los valles interaudinos argentinos y que se distin- ‘Ese por st unidad y homogeneidad tanto somitica y lingiiistica como res- pesto a los rasgos generales de su cultura material.| Ya he definido Z_* 1, p. 12-16) los Mmites de los antiguos diaguitas y mi delimita- Es sido despiés plenamente confirmada, agrexindose sélo detalles comprobatorios. Los diaguitas ocuparon el sud de la provincia Ja parte montafiosa de Tucuman, toda la provincia de Catamarea sos la parte montafiosa de Ia de La Rioja, en cuyas Ianuras si como en la Sierra de los Llanos probablemente vivian tam- tribus diaguitas, a juzgar por los datos aislados, arqueol6gi- ‘gue reciéu empiezan a conocerse. Es muy probable tam- tas se hayan extendido sobre la mayor parte de la pro- Oe vincia de San Juan, pues aunque nos falten datos hist6ricos al_respecto, Jos hallazgos arqueolégicos de esta provincia lo parecen demostrar. El erudito P, Antonio Larrouy (30, p.4) cita como argumento para cla- sificar alos indios de San Juan como diaguitas, el hecho de que hacian causa comin con los dems diaguitas en sus rebeliones contra los espafio- es, como por ejemplo en el «Gran Alzamiento» de 1630—1636. Los co- mechigones de la Sierra de Cérdova no eran diaguitas, porque hablaban un idioma distinto, y adem4s han demostrado las exploraciones arqueolé= gicas de los filtimos afios que su cultura material era muy inferior ala de éstos. Hasta gue puuto hayan avanzado los diaguitas en las anuras de Santiago del Estero y Tucuman, no se conoce todavia, pero probablemente no era sino a corta distancia de las sierras, Jin el Valle Calchagut parece comprobado que el Ifmite de los diagnitas era la ciudad de La Paya, asien- to de las autoridades iucaicas, descrita por Ambrosetti,(3); al norte de La Paya el valle estaba ocupado por una trib que con bastante seguridad puede clasificarse como atacamefia, segfin lo he tratado de demostrar (7, t. TL, p. 778; 8 p. 537540). En la quebradada de Guachipas y las montafias cireunvecinas habfan diaguitas, como lo demuestran las exca- vaciones de Ambrosetti (2) en Pampa Grande, pero en el Vall de Ler mia son ya raros los vestigios arqueolégicos que pueden atribuirse a ellos. que irin_acumulandose otras pruebas de que la alfarerfa’draconiana es” emporanea con Ia alfarerfa_santamariana, Hamada por Uble ¢vasos ‘proplamente calchaqufes», y que los dos han perdurado_hasta despues de Te conguista espafiola, io habiendo entre ells diferencia de edad, sino so- te de dispersién geografica, y no pudiendo, por consigniente, estas Ges clases principales de la alfareria diaguita servir para definir €pocas Gstintas. Al fin de esta memoria expondré las pruebas referidas, pero ‘Stes dealizaré los argumentos aducidos en favor de la proposicién de Uhle. Ke Jee i T, PERIopo DEL, SALVAJISMO, Es natural de suponer que en la region diaguita, como en otras partes, haya existido, antes de la civilizacién, una época de salvajismo, una época de hombres primitivos. Siu embargo, ca no s¢ han hallado vestigios que con’ alguna certidumbre pudieran atri buirse a ellos, si no consideramos como tales los desechos de rocas_ silico sas trabajadas, que en algunas partes cubren extensiones considerables de terreno, los que mo pueden ser sino antiguos talleres de fabricacién de puntas de flecha y otros ‘itiles de piedra tallada, como cuchillos, raspado- res, etc. He descrito (7, t. IT, p. 566-569; II, p. 29-30) dos de estos talleres, uno en la Puna de Jujuy y otro en la provineia de La Rioja. Los objetos all{ eucontrados sou de tipos paleoliticos y se hallan raras veces en) Jas ruinas y cementerios de las regiones respectivas, por lo que se_podrfa suponer qite fuesen de una época primitiva, anterior a dichos cementerios y Tuinas, pero para confirmar esta suposicién ¢s necesario coutinuar por mucho tiempo las investigaciones arqueolégicas en estos territorios. En su capitulo sobre el «periodo del salvajismo» se ocupa el Dr. Uhle extensamente de la posibilidad de que hubieran sido los uros los poblado- res primitivos de la regién diaguita, como lo hau sido de vastas regiones de Bolivia y del Pera. Esto es muy posible, annque no hayan pruebas al respecto, Los uros existentes todavia en alguuas partes de Bolivia pa- recen ser los filtimos restos de una gran ola inmigratoria de aruacos que en una época muy remota desde el Brasil y las Guayanas invadié Ja alt planicie andina y Hegé hasta el Pacifico. Podrian muy bien haberse ex- tendido al noroeste argentino. P. Rivet (14) ha demostrado fltimamente que el idioma uro pertenece a Jas lenguas arnacas, II) PeRiop0 DE 10S VASOS DRACONIANOS. El primero. que hizo una observaciéu tendiente a distinguir cronolégicamente 1a alfareria dra- coniana de otra clase de alfarerfa fue S. A. Lafoue Quevedo (27, p. 19), quien, a propésito del cementerio de Chaftaryaco, excavado por él alrede- dor de 1890, llama la ateucién sobre el hecho de que en las sepulturas de este cemeuterio no habfa hallado cerAmica draconiana ninguna, mientr: que una extension del campo so lejos del cementerio, seguramente un sitio de viviendas antiguas, estaba sembrado de fragmentos de esta clase de alfarerfa. Dice que, por este motivo, ade yinguna manera debemos admitir que se haya probado que éstos y los vasos de las huacas (sepultu- ras) correspondan a una sola época», Uhle (55, p. 514) parte de esta observacién de Lafone Quevedo para clasificar la alfarerfa draconiana como Ja més antigua, pues el cementerio de Chafiaryaco es a todas luces relativamente moderuo, por contener aribalos y otros vasos in Pero, agrega, «los vasos dracouianos son enigmiticos, tanto como tipo, en relacién con los otros, como por su extremia rareza y Ia dilicultad de encon- trarlos; no se han hallado todavia cementerios enteros que los repre= seuten, ni se hau podido establecer reglas sobre las condiciones en que se encuentran en el selon. Asi era efectivamente cuando formulé Uhle su proyecto de cronologia, pero ahora, como Jo veremos nids ade- lante, hemos Ilegado a tener conocimientos relativos a la alfarerfa dra- couiana que coutradicen la remota antigiiedad que entonces se pode sos- pechar_para_ella. Uhle (55, p. 518-520) después trata de establecer analogfas entre Ja alfarerfa draconiana de la Argentina por una parte y la de Proto- nazca y Protochimé por otra parte. Ijama la atencién sobre la semejan- za del adragéu» tipico para la primera, con el llamado «dragéu yermi- forme», caracterfstico para los vasos de Protouazca. Efectivamente, los =.= dos son curvilineos y tienen algunas veces colocada mAs @ menos cén- tricamente una cara de monstruo, antropo 0 zoomorfa, y en la cola y otros apéndices, cabezas monstruosas més pequefas. Pero dio hay nada que) impida que los artistas de way otra de estas region:s, tan alejadas entre si, hubieran inventado independientemente estos dragones. Las Reientes .cietos, pces,en combinacién con erocodilidos, lagartos y// quizas hasta monos, dan facilmente origen para idear tales’ monstrnos, como ha sucedido entre los mis diferentes pueblos y en las épocas més distintas en todas las partes del mundo. Es en el estilo que hay que fijarse para establecer afiuidades entre un arte y otro, no en las figuras estilizadas, y por mi parte no puedo encontrar afinidades. estilistieas : entre el-arte draconiauo argentino y el peruano de Protonazea. En cuanto al Protochimgé, Uhl compara ciertos gorros hechos de la apiel de un gato con proyecciéu de si cabeza adelante y dos triéngulos so- bresalientesp, los cuales adornan las cabezas de varias figuras humanas (SS, fig. 3, 4, 6, 7) pintadas sobre vasos de este estilo, con dos adorios triangulares de ia cabeza de una figura humana (ibid, fig. 5) grabada so- bre un tiesto draconiano, hallado en Audalgalé (Catamarea). Hay que observar que s6lo dos de las figuras Protochim4 presentan dos tridugulos y éstos dispuestos adelante y atris en ver de lateralmente, como en el tiesto de Andalgalé. Eu las otras figuras Protochimi no hay sino ui solo adoro triangular, colocado atras, encima del nacimiento de la cola det gato. Ademis es excepcional Ia forma triangular de los adornos del to de Andalgalf, pues los adoruos correspondientes de figuras andlogas de otros tiestos ‘draconiauos son redondeados y representan probablemen- te partes salientes de un peinado complicado, No me parece sugerente la comparaciGn. III, Partopo PRemcatco carcuagut, es decir, de la alfarerfa esti- Jo Santa Maria, Ja queostenta una decoracién extraordinariamente rica y original, Ios productos mis earacterfsticos de esa alfarerfa son las cond- cidas urnas funerarias de parvalos, de las cuales varios ceutenares se con- servan en los museos americanos 'y europeos. (Como ya lo hemos’ dicho ycomo més adelante trataremos de demostrarlo, la ceramiea santamaria~ ha es contemporaueaeon la dracouiana. Uhle (55, p. 527-528) quiere derivar el estilo santamariano del de jahuanaco, encontrando afinidades con este ltimo especialmente en los elementos geométricos de la decoraciéu de las urnas santamarianas. De- clara de tipo mas antiguo los ejemplares de ornamentaciéu puramente geométrica, pero estos ejemplares se hallan mezelados con otros que pre- Scutan entre los ornamentos geométricos las clisieas figuras de avestru- ces, serpientes, sapos, ete., y el uso de ornamentos geométricos 0 figura tivos seguramente no depende sino de la fantasfa de los artistas, la que se distingiie por una riqueza tal que no puede encontrar dos urnas. iguales entre los centenares de ejemplares conocidos, a pesar de que los elemen- tes decorativos usados son relativamente pocos, I.os elementos figurati- yes del estilo santamariano son completamente distintos de los del estilo = Tiahnanaco y muchos elementos geométricos de aquel no se encuen- fran en éste ; adem‘s, Ia disposicién y combinacién de los diversos elemen- fs.son diferentes en uno y otro estilo, _Debo confesar que no he podido ‘sscuntrar afinidad ninguna entre la ornamentacién santamariana y la de “La presencia de la cruz, muy coméu en la alfarerfa santamariana, © Zomes de dos o tres figuras humanas 0 animales en ciertos ob- =i jetos, citadas por Uhle (55, p. 529,530) como existentes en los dos es- tilos compatados, son contingencias demasiado universales para que pue- dan servir de base para establecer afinidades. Mucha importancia atribuye Uhle (55, p. 530-534) a la_ presencia tanto en Tiahnanaco como en la Paya (Valle Calchaqui) de las tabletas cnya destinacién a moler rapé él mismo [58, 60] ha demostrado de una manera muy convincente. Las de Tiahuanaco son de piedra, las de la Paya de madera, pero las podria haber habido de madera eu Tiahnanaco también, porque el clima de alli mo ha permitido la conservacién de los objetos de madera. Estas tabletas, empero, no son de ninguna manera caracteristicas para Tiahuanaco, pues su distribucién geografica es muy vasta y han estado en uso ent las épocas mas diferentes, desde Ia de Tia- huanaco hasta nuestros dias. Los mauhés, de la regién comprendida en- tre los ries Amazonas, Madeira y Tapajoz, y los mundurnefis del ‘Tapa- joz bajo y medio las usan todavia hoy dia, “Yo mismo [7, t. II, p. 738] he desctito ejemplares desenterrados en un cementerio de Calama [de- sierto de Atacama, Chile], el que ha continuado de ser usado después de la conquista espafiola, como lo demuestra la compostura de una pala de madera all{ encontrada, efectuada por medio de un alambre de hierro [ibid p. 732]. Bstas tabletas son comunes en las sepulturas atacamefias del desierto de Atacama [Chiuchiu, San Pedro de Atacama, ete.] y de la Puna de Jujuy. Eula Paya, Ambrosetti [3, p. 492-507, ete. | ha halla- do numerosos ejemplares, los que talyez deben atribuirse a los atacamefios [pulares] a quienes con bastante probabilidad pertenecen muchas de las sepulturas de este gran cementerio, De toda la regién diaguita no se co- noce sino una sola tableta, hallada en Quilmes, en el Valle de Yocavil, pero se han deserito, con procedencia de Amaicha y Santa Marfa, en el misino valle, dos de los curiosos tubos esculpidos que siempre acompafian a las tabletas. Uno seria tentado a creer que estos objetos hubieran lle- gado al Valle de Yocavil por comercio con los atacamefios del norte, pero esta explicacién es dificilmente aplicable a dos tabletas publicadas como precedentes de la lejana provincia de San Juan, en el sud, dato que sin embargo no merece plena confianza, por tener como autor a un aficio- nado que ha publicado otros datos muy dudosos. Por fin, Uble [60] de- senterré en Pisagua, eu sepulturas atacamefias, varias tabletas parecidas alas de los cementerios atacamefios del desierto de Atacama. Compa- tando todo este material, no encontramos eutre todas las tabletas ataca- meffas sean de Chile o dela Repiblica Argentina, ninguna que tenga tina decoracién en estilo de ‘Tiahuanaco, mientras que las procedente de Tiahuanaco evan una ornamentacién perfectamente tipica de este estilo. Por consigniente, las tabletas encontradas en la Argentina no tienen afi-)) nidad con las de Tiahuanaco, sino con las atacamefias. } Finalmente reproduce Uhle (55, p. 529, fig. 13) un vaso que puede considerarse como de estilo Tiahuanaco, encontrado en las ruinas de Gran Chimt, y que presenta en relieve una cara de monstruo, Ja que halla pa- recida a ciertas caras esculpidas sobre tabletas y tubos de madera, de Quil- mes y La Paya, publicades por Ambrosetti (I, fig. 25; 3, fig. 266, 276, 279). Por mi parte, uo puedo encontrar otra semejanza que la forma cnadrada del ocico de los monstruos. Entre los objetos caracteristicos del «perfodo preineaico calchaquf» in‘) cluye Uhle (55, p. 526) varias categorfas de objetos de bronce que no son conocides del Perf: las campanas, las placas o discos y las hachas cere-| tnoniales o «cetrosy de rica ornamentaciéa, las que junto con las asi ama- | das «manoplas» constituyen los ‘inicos objetos de mietal especiales para la} = regién diaguita, siendo los demas de tipos peruanos, casi sin excepeién in- caicos. Pero ninguno de estos objetos tienen afinidades con la cultura de ‘Tiahuanaco, del cual se derivarfa el perfodo argentino referido, sino deben ser concepeiones artisticas propias de los artifices diaguitas, 0 contempo- rineos con los objetos de metal incaicos o talvez algin tanto més antiguos de la invasiéu de los Incas en el noroeste argentino, ) Por lo demas todas las campanas, discos, hachas ceremoniales y manoplas analizadas han re- sultado ser de bronce, aleacién que probablemente 110 conocieron los cons- tructores de las ruinas de Tiahuanaco, pues las grampas, que sirven para unir las piedras en estas ruinas, sou de cobre sin aleaciéu de estafio, y ca- si todos los objetos de cobre puro de la altiplanicie peré—boliviana han si- do hallados en los alrededores del Lago Titicaca, mientras que los objetos de bronce eucontrados en ‘Tiahuanaco no son de estilo Tiahuanaco y de- ben pertenecer a épocas posteriores. Eu_ su. luminosa monografia ‘sobre Jas tedades de cobre y_bronces eu Sudamérica, recién publicada, Erland Nordenskidld (40, p. 89, 91, 100, 105, ete.) ha tratado esta cuestién mi- nueiosamente y cou mucho tino. ' De su estudio resulta que es altamente probable que el brouce no era conocido en la época de Tiahnanaco, lo que posteriormente ha sido comfirmado por andlisis publicados por Jijéu y Caa- mafio (24, p. 124). Mal pueden entonces derivarse de la industria de esta €poca las cuatro eategorias de objetos de brouce referidos. Por otra parte, ninguno de estos objetos han sido encontrados en Tiahuanaco, ni en la altiplanicie boliviana. A. Posnansky (42, p. 13-17, fig. 5, 37) re- produce, como procedentes de Tiahuanaco, dos placas, conservadas respec tivamiente en el Museo Etuografico de Berlin y el Museo de Arqueologia y Etuologia de Cambridge (Inglaterra) y ostentando una rica decoracién, andloga a la de varias placas halladas en Catamarea y Salta, especialmen- tea la del célebre disco de Andalgala Hamado de Lafone Quevedo y repro- ducido muchas veces, también por Posnansky (42, fig, 6). Pero en cuan- toa la placa del museo de Cambridge, uo hay dato ningun. en favor de la suposicién de que fuese de ‘Tiahuanaco, pues fue comprado por el diree- tor de dicho museo, bar6n Anatole von Hiigel, en un brie-a-brac en Lon- Gres, sin datos sobre su procedeucia. Respecto a Ia placa del_museo de Berlin, Seler (47, p. 87), entouces director de la seccin americana de es- te museo, declara que ha Hegado alli junto con una coleccién comprada en La Paz por el Dr. Uhle a un sefior Rocha, y Uhle, por su parte, manifies- ta, en una carta publicada por Jijéu y Caamario (24, p. 123), que los ob- jetos que compoufan esta coleccién habfan sido conseguidos por dicho se- Sor Rocha, caiga lo que caiga, en diferentes partes de Bolivia, y que «su indicaciéu que e] objeto provenfa de Tiahuanaco no merece, por eso, ni la menor fer, tanto mas como en la colecciéu no habia ning(m otro objeto de esta procedencia, Es mas que probable que Ja placa del museo de Berlin haya sido Ievada del Valle Calchaqu{ a Bolivia por algdn tropero y vendi- a allf al sefior Rocha (1). Respecto a las campanas de bronce, de sec- de Ambrosetti) tanto en Tiahuanaco como en la regiéu diagui- ta ya hemos hablado exteusamente. Los tumis y topos de bronce, de la regién diaguita, son de tipos netamente incaicos y de uinguna manera pertenecen a la época de Tia- huanaco, Las hachas en forma de T son comunes a todas épocas y a toda la regién andina. Los andenes 0 terrazas para agricultura tampoco son caracterfsti- cos para la época de ‘Tiahuanaco, sino més bien para la incaica. No es posible comparar los hipogeos de las ruinas de Tiahuanaco, Mamados por Posnansky y Debenedetti chabitaciones de los tiahuana- cost, esmeradamente construidos de piedras labradas, con las réisticas cimaras subterréneas de pirea, descubiertas en algunas ruinas diagui- tas y también por Debenedetti, en Pucara de Tileara. Creo que De- benedetti esti en lo cierto al considerar estas cimaras subterréneas como depésitos. El cfreulo con punto central es un clemento de decoracién usado por diversos pueblos en todas las partes del mundo, Las cuentas cilfn- dricas de piedras verdes (no malaquita, como dice Debenedetti, sino tur- quesa, crisocola, ete.) hay en toda la regién andina de Sudamérica e igualmente en Méjico y los Estados Unidos. Vasos dobles 0 gemelos se encuentran en todas partes. ‘Todos los pueblos han usado el mismo miétodo para componer vasos rotos: practicar perforaciones a los dos lados de la rajadura y pasar hilos o alambres por estos agujeros. ‘Tales hechos. universales no se pueden usar como puntos de comparacién para establecer afinidades entre una cultura y otra. 1 finico puato de afinidad aceptable que cita Debenedetti (17, ¢ p. 21) en su larga comparacién del arte diaguita con el de Tiahtanaco ( ¢s el elemento decorativo de 1a escalera (tornamento en forma de gra- das 0 terrazasn), el que efectivamente es comin tanto en el estilo de? Tiahuanaco como en el santamariano, existiendo también en el estilo | draconiano, aunque con Angulos agudos en vez de rectos, de manera ) que aqui mas bien se trata de aserrados que de escaleras. "Pero la ese lera existe también en varios otros estilos y esta sola coincidencia entre } los estilos de Tiahuanaco y santamariano no es de ninguna manera su- ficiente para determina wna influencia especial del arte de ia época de Tiahuanaco sobre el de la region dignity Excepto este elemento decorativo no aduce el Dr. Debenedetti, como Jo hemos visto, ni un solo argumento aceptable en favor de su tesis, por Jo que su trabajo sobre /nfluencias dela cultura de Tiahuanaco en la region del Noroeste Argentino debe dejarse fuera de toda cousideracién. No me hubiera ocupado tan detenidamente de este trabajo, si no fue- ta por haber visto las conclusiones en él contenidas incondicional- niente aceptadas por antores de valor, los que sin duda no se han dado Ja pena de revisar las cftas en que estén basadas. Es necesario impedir que se arraiguen en !a ciencia errores de esta clase. LAS DOS SUPUESTAS CULTURAS DE CHANARMUYO Durante una excursién que efectué en 1916 el Dr. Debenedetti [19] ee en el valle de Famatina, provincia de La Rioja, practicé excavaciones ar- queolégicas en un Iugar Hamado Chafiarmuyo, en la parte norte de este | valle, las que ha descrito sumariamente, ereyendo haber constatado allf los- 184 restos de dos culturas distintas, 1a una mucho tds antigua qué la otra. El Dr. César Reyes [43], abogado en La Rioja, quien personalmente ha visitado Chafiarmuyo, ha criticado severamente esta conclusion de Debe- nedetti, y a pesar de ‘no estar conforme con varias opistiones de detalle, emitidas por aquél, no puedo siuo darle razén en cuanto a la insuficiencia de las prucbas de Debenedetti para la creacién de dos culturas distintas en el lugar mencionado. Hay en Chafiarmuyo, alo largo de un arroyo, una faja de terreno plano, de greda dura, desprovisto de piedras y casi sin vegetacion; detrés Fe esta faja se extiende otra, de terreno més alto y muy pedregoso, tras de la cual esta el cerro. Siguiendo la nomenclatura local, Debenedetti da 4 los terrenos de la primera faja el nombre de tbarreales» y a los de In se- gunda el de «pedregalesr. En los barreales no hay restos de habitaciones, ro el hecho de estar el suelo sembrado de fragmentos de alfareria de- Inuestra que han sido habitados, y es probable que las casas hayan sido de madera, barro y paja, por lo que ahora no queda rastto de ellas. Lo mismo he observado en numerosos sitios de vivieudas estudiados por mf en el norte de la provincia de La Rioja. En los pedregales de Chafiarmuyo habia al contrario restos de pircas que demuestran que las casas’ alli ha- bian sido construidas de piedra. Esta diversidad de construccién’ no indi- ca pueblos o épocas diferentes, pues es natural que se hacfan las casas de era donde habia piedra, y de otro material en los lugares donde ésta altaba. El autor se olvida de decir de qué clase de alfarerfa eran los fragmen- tos encontrados en el stielo de las viviendas de los pedregales y barreales, respectivamente, lo que es de importancia, pues son justamente estos res- tos de alfarerfa de uso diario que mejor indican quienes han sido los habi- tantes de um pueblo prehispaniico. Supongo que estos fragmentos en una parte y otra hayan sido de alfarerfa draconiana que es la general en todos los sitios de viviendas que he examinado en estas regiones. ‘Las tinicas diferencias de alguna importancia citadas por Debencdetti son las referentes alos entierros. Dice que «os adultos fueron sepulta- dos en dos posiciones: en cuclillas y en decibito dorsal; 1a primera posi- cién es frecuente en, los yacimientos de los pedregales y la segunda en los de los barreales», Esto no puede significar sino que las dos posiciones se observaron en wma parte y otra, aunque con mayor o menor frecuencia, Debenedetti dice haber encontrado pérvulos euterrados en urnas, tan- to en los barreales como en los pedregales, pero las unas cran diferentes: faqui son toscas y simples ; all4 presentan esa hermosa decoracién que ha sido llamada draconianar.’ Da figuras de tres urnas de esta altima clase (19, fig. 6, 7, 8), pero ha inewrrido en wn error involuntario al calificar- Jas como urnas funerarias de parvulos, segdin se desprende de su propio diario de viaje, el que ha tenido la amabilidad de mostrarme (1). Por consiguiente no ha hallado Dehenedetti urnas con parvutlos sino en los [a Bae dato de vie, teva co, presi claridad, se eonserva en el arehivo del Museo Etnogriticy dela Fuculiad «le Filosofia y Letras de Buenos Aires, Cada una de las tres urnas formaba tn monton de peitavos, con los que. posteriormente se restau- taron las piezas. Solamente al lado de to de los maontones fueron, segiin el diario refe- Fido, hallados huesos de pitvulo, pero no hay ninguna constancia de que éstos hubieran estado dentro de la vasija. Cerea o dentro de las dos otras vasijas draconianas figuradas pot Debenedetti no habian huesos ningunos, lo que también oeurre con varias vasijas hraconianas may semejantes, halladas por i, igualmente despedazadas, en distintos si- tios dé riviendas en el vecing departamento de San Blas de los Sauces. "Estas rasijas no pueden ser sino vajilla casera, destinadas a guardar agua u otras bebidas. Joe les» de Chaftarmuyo, las que eran atoscas y simples». En los ce- de parvulos excavados por mi en la misma regién (departamen- de San Blas de los Sauces y Arauco) habfa uruas de dos clases, tas globulares, cuyos fragmentos se hallan también en todos los sitios ‘Wiviendas, mezclados cou fragmentos de vajilla draconiana, Ias otras ¥y decoradas con el fin especial de servis para ataudes.’ Sin duda por falta de estas urnas especiales que se echaba mano a las vasijas ca- Reyes (43, p. 343, fig. 1) figura una urna obtenida por él en Cha- smuyo, Ia que es igual a varias urnas funerarias desenterradas por mf Jos cementerios mencionados. Las urnas funerarias de nifios tanto en ‘Valle Calchagui como en Ia Rioja eran diferentes en forma y decora- de las vasijas de uso casero, por lo que no debe extrafiar que Debene- ti en los pedregales de Chafiarmuyo encontré urnas fiunerarias distintas Tiss vasijas de 1130 doméstico de las viviendas de los barreales. ‘Son, pues, muy fatiles los argumentos aducidos por el Dr. Debenede para declarar de Gpocas y pueblos diferentes los yacimientos arqueol6- ces respectivos de los «pedregales) y los ebarreales? de Chafarmuyo. — /) ‘Ademiis, no debo terminar este capitulo sin observar que no es posibl sprender cual de las dos culturas considera como la ms antigua, pues incurrir en na contradiceién. En la pagina 399 de su publicacién se que no le cabe la menor duda de que los cultivos de los pedregales enecerfan a la época mis remota del establecimiento de los indios en comarca, y en las paginas 403-404 que las urnas draconianas (las de barreales) «pertenecen a una época muy antigna, que habra que refe- ss al perfodo en que florecian, en territorio extranjero, adelantadas cul- ss como la de ‘Tiahanaco, Nazea y otrasn. ¢Serfa la «cultura de los les entonces todavia ms antigua que Tiahuanaco y Nazca? EIDAD DEL ESTILO SANTAMARIANO CON EL DRACONIANO. LOS DOS PERDURARON HASTA DESPUES DE LA CONQUISTA ESPANOLA spués de haber analigado, con un resultado francamente_negativo, sgumientos que han sidd aducidos para difereciar épocas en la_cultura expondré las prnebas de que los dos principales estilos del arte| son contempordneos y relativamente modernos, por lo que no servir para caracterizar épocas distintas. \ sas priiebas hasta ahora son pocas, por ser muy pocas las excava- amquicolégicas levadas a cabo con método cientifico. Asf, no hay descripeién metédica de ninguno de los caracteristicos cementerios del Valle de Yocavil, excepto la que dié H. de la Vaulx (33) exeavaciones de uno de estos cementerios en Quilmes, en 1897. telos filtimos afios también R. Schreiter (45) ha Ievado anota- = prolijas sobre exeavaciones-que ha efectuado en numerosos cemen- ‘esta clase, en el mismo valle, pero no se han publicado, excep- e resumen general que citamos. A estas excavaciones metédi- que agregar las recientes del sefior Vladimiro Weiser, de las que en seguida. Nadie se ha preocupado de estudiar los inau- fragmentos de alfarerfa que se encuentran en el suelo de las del Vaile de Vocavil. Asf dice, el P. Larrouy (31, p. 10), a pro- de las ruinas de Quilmes que «en el interior, el suelo parecfa pin- \ —20— tado de rojo vivo por la infinidad de pedacitos de ollas y cachartos que lo cubtian», pero tiadie sabe si eran de fa misma clase de alfarerfa que Ia de \[los cementerios 0 de otra. [Es necesario establecer Coniparac j_)| ta” alfareria de las viviendas y Inde los cementerios, para sab otros pertenecen al mistuo piteblo y época, oa diferenteg Al norte ~ Valle de Yocavil, las importantes exeavaciones de Ambrosetti (2,3) eu Pampa Grande y La Paya lian side ejecutadas con método, pero estos Iu- ares son situados en los limites del territorio diaguita. Al sud de Va- He dé Yocavil, tanto en la provincia de Catamarca como en la de La Rio- ja, las excavaciomes metédieas son afm més raras. No hay sino las de Lafone Quevedo en Chaftaryaco, ya varias veces meuciouadas, y las de Debenedetti (19), en el valle de Famatina, sobre las que s6lo ha publi- cado tn informe Sumario ; a estas hay que agregar las extensas excava- ciones en el-norte de La Rioja levadas a cabo por el autor de Ia presente memoria, sobre las enales tengo listo un trabajo detallado y_voluminoso, el que espero se publicard en breve, exponiendo aqui las observaciones quesirven para aclarar en algo el problema de la cronolog’ 7° Como. lo hemos dicho, 1a alfarerfa del estilo santamariano y Ja del estilo draconiano se distinguen por su dispersion geogréfica, peron0 por facdad.. La primera es general al norte de Ia Sierra del Atajo, endena que se desprende del Nevado de Aconquija hacia al oeste; la segunda es GE indn al sud de esta cadena. Sin embargo, In alfarerfa draconiana hia Sido encontrada esporadicamente al norte del Atajo, en Santa Marfa, y en ‘Angastaco (Valle Calehaqut), siendo muy probable que se haga mi hhallaagos de esta clase. Por otra parte, In alfarerfa santamariaua ha sido freeuentemente hallada al sur del Atajo. Lafone Quevedo menciona dos tumas funerarias de pérvulos, del tipo Santa Marfa, exhumadas en Cho cerea de Andalgalé, Otras tras imitando la forma de este tipo, ‘an si Go halladas en 1a provineia de La Rioja, en las cercanias de la ‘capital y en el departamento de Vinchina, segiin me ha comunicado el Dr. Reyes, quien (43, p. 349) dala figura de una wma que sin duda_pertenece a ¢s- [tas imitaciones, ; Tas urnas llaniadas de «tipo Belén» o «tipo ‘Tinogasta», aa arms ea los departamentos de estos nombres j tambiéu-bastante fre- \\ | Guentes en el norte de La Rioja, traen muchas veces ornamentacién pin- }, tada de estilo santamariano y deben considerarse como pertenecientes a este estilo, del que talver forinan tin eslabén_ con el. draconiano. Bruch (12, fig. 90, 130, 131, etc.), Outes (41, lim. IV, ete.) y otros autores Teprodtice 1nimerosas urnas de este tipo. En cast toda fa provincia de Catamarea se ha hallado alfareria de distintas formas con ornamentaci6n santamariana y hasta tan alsud como en Angualasto (departamento de Iglesia, provincia de San Juan) ha encontrado Debenedetti alfareria de esta clase. ) © ALPARERIA DE ESTILO SANTAMARIANO. La mejor prucba de que es- ta alfarerfa ha perdurado bastante tiempo después de Ja conquista espafio- Ja nos da el Dr. Debenedetti (22), en una publicacién reciente en la que deseribe las excavaciones Ilevadas a cabo por el ingeniero Vladimiro Wei- ser en dos cemtenterios en Caspinchatigo, departamento de Santa Maria. En uno de estos enterratorios, Ilamado «Cementerio Rico», habian en- tierros de adultos en cémaras sepulerales de piedra, subterréneas con techo formado por béveda plana, y, por otra parte, entierros de parvu- los en urnas funerarias del tipo Santa Marfa. Las cimaras sepulcrales|) eran sin duda ninguna posteriores a la conquista espafiola, putes conte- | / nfan numerosos objetos de origen europeo, como cuchillos y hebillas de|| . 2 hhierro, cuentas de vidrio, loza espafiola, un cnerno de vaca, etc. Euci-) miadel sepulero III de dicho cementerio (sbid,, p. 12 y lam. VILa, 6)” estaba una urna tipo Santa Marfa con el asiento apoyado sobre la mu- rallla de la béveda y conteniendo los restos de un parvulo, Esto demues- tra hiasta Ia evidencia que Ia urna habia sido enterrada en un tiempo posterior a la construccién de la béveda y entierro de los dos eadaveres que ésta contenfa: cuando los enterradores de la urna al cavar encon- traron resistencia en las piedras de la béveda, depositaron sobre ella 1a urna y la taparon con tierra. Como Ia béveda, que fue encontrada in- tact por cl sefior Weiser, contenfa dos cuchillos de hierro y un frag- mento de hebilla del mismo metal, no puede dudarse de que era poste- rior a la conquista, y por consiguiente lo era también la uma, més reciente todavia. En otra sepultura del «Cementerio Rico», la lateral Gel sepulero V (rbid., p. 14 y lim. VIIL a, d), se ve igualmente una urna Santa Maria, couteniendo un parvulo’y tapada con una escndilla, en una posiciéu tal que el cadaver de adulio de la sepultura dificil” mente podria haber sido enterrado después de Ja uma, pues en este caso los enterradores del adulto habrfan con toda seguridad roto ésta que casi pisa In pelvis y pies del cadaver acurrucado, el cual esté se- pultado directamente en In tierra, pero acompafiado de piezas de alfa- yerfa de Ia misma clase que lade las cémaras sepulerales y por consi- guiente contempordnco con ells. El entierro de la urna, por la cir- cuustaeia referida, es posterior al del adulto. ; ‘También 1a posicién de) otras urnas tipo Santa Marfa, del mismo cementerio, deja sospechar qne ellas son posteriores a las camaras sepulerales. De todo esto_re- | suilta que las urnas sautamarianas y la alfarerfa de este estilo han per- durado atin después de la conquista y que el arte santamariano perte- | nicci6 a los diaguitas que los conquistadores encontraron en estos valles, a pesar de que el Dr. Debeuedetti (zbid., p. 46) haya Megado a tna | conclusién diametralmente opuesta, la que no puede sino. sorprender a | cualquiera que lea con atencién st trabajo: «Los cementerios de Cas~ pinchango fueron emplazados sobre abandonadas cementerios de parvu- los en -urnas tipo Santa Marfa, de una época y tna cultura muy ante- rior (1). Parece que los enterradores de las urnas santamarianas ni 12] A propésito del enticrro referidy de la urna santamariana encima de Ta edmara wea de! sepalero IIT dice Debenedetti |ibid., p. 12-13}: “Sobre la muratia de la peimera cimara descansaba una urna de tipo Santa Maria, tapada eon un puco y eonte- tsieado restos de un piirvulo, La posicién de esta urna, tratindose de un cementério de adaites en eamaras, no deja de ser exeepcional. Creo eon fundada raza que se trata de: Sehamaciones correspondientes a dos épocas muy distintas ¥ muy alejadas: Sobre un aM. 10s se habilitd, en época muds reciente, otro cementerio para adul- tes. Tiea claramente permile esta inferencia la distinta naturaleza de los ajuares fune Faries deseubiertos en In comarea”, jEsto es incomprensible! {Lo subrrayado es del) autor}. 1h diferencia de ajuares se teflere a la auseneia de objetos europeos en las urnas de arvales, la que de- ninguna manera constituye una prueba de que estas sean mis Aatigeas que las bvedas que contienen objetos de este origen. Rsta clase de_pruchas Seeativas carceen por completo de valor probatorio. Por To demas, las urnas de Wales aelen gencralmente ser pobres en ajuar fimebre, Ast observa de La Va B 170) que no encontrd objetos de esta eategorfa en las urnas que desenterns = ‘Las gastes de las excavaciones y relevamientos del sefior Weiser han. sido. sufra. Per ci mecenas argentino sefior Benjamin Mufiz Barreto, poseedor de una_va- ¥ coleeckin arqucoligica peruana y argentina, especialmente riea en vasos de Bi ster Weiser. a pesar de no Ser. arquedlogo, ha desempenado sa cometido ee Ses Stemesic tisfactorin. Sus dibujos (pianos y periles de sepulturas so han sabido que las inhumaban en un cementerio de cistas (2), 0 por lo menos que no conoefan el emplazamiento de éstas. Por lo demés, ni de- ben haber sabido los constructores de ciertas cistas donde estaban situadas otras, anteriormente construidas. Asi vemos la b6veda del «sepulero IIL lateral» (2bid., p. 12 y lim. VII 8, d ) a diferente nivel de la cmara «prin- cipal» del mismo namero y apoyada en parte sobre la boveda de esta filti- ma, Dicha cdmara dateral» podria ser contemporanea con la urna santa- mariana, ya mencionada mas arriba, colocada encima de la cémara «aprin- cipals, pero tanto la camara «lateral» como la urna son posteriores a ésta, Cabe pregunitarse, c6mo, durante el tiempo relativamente corto que de puiés de la conguista deben haberse conservado la vieja cultura y ritos pa- ganos, los indios del mismo lugar hayan podido practicar en el mismo te- treo distintas clases de entierros, olvidndose los enterradores posteriores de la ubicaci6n de las sepulttiras anteriores. Pero hay que recordarse que el Valle de Yocavil y el Valle Calchaquf fueron definitivamente sometidos recién en1666, por Don Alonso de Mercado y Villacorta, 0 sea més de cien afios después del primer ensayo de colonizacién, en 1559, por Don Juan y comenterios) son modelos de claridad, esactitud y minuciosidad. Sns_anotaciones Zobre las excavaciones gon igualmenta hechas con toda eserupulosidad, segin ge phe- de ver por In publieacién del Dr, Debenedetti, pero sin embargo ereemos que habria contenido que hubiese sido acompaniado por tn arguedlogo eompetente, lo que segt ramente no habria-anmentodo los gastos de una manera por denis considerable, BI Dr, Debenedetti no publica ni deseripeiones detalladas, ni figuras de Jas urnas santamarianas de Caspinchango. Fotografias do ellas habrian sido de gran interés, pues nos hubjera dado asf las primeras figuras de umas ile esti clase, procedentes Ue ana exeavaeién metodien. Las que hasta ahora se han publicwlo representan lumas sobre las que no se conocen Jos detalles de su hallazgo. Lo quo no podemos dejar de obserrar es lo enmaranato de las referencias las excelentes figuras del sefior Weiser, en.el texto y leyendas de la memoria del Dr. Debenedetti. La manera de formalar estas referencias hace bastante complicada la bisqueda de las figuras respectivas. Hay alzo peor-todavia, Bl autor se ha olvidado de un hecho muy conocido y muy seneillo: que al reducir ana figura a tamatio me- hor 8e modifica la escala de ella. Ha reducidy los planos y perfiles arbitrariamente, para hacerlos caber en las piginas, pero lin dejady las eseaias tal eval estaban indi Calas por el sefior Weiser en los, dibajos originales, mucho mis grandes. Por fortu- na, éste ha dado algunas veces las medidas absolutas, en centimetros, de clertas dis- Laneias, 10 que en estos casos permite conocer Ins demis distancias y el tamafo de Jos objetos por. medio de ciilculos latgos y ‘engorrosos. Si no hubieran existido estas medidas absolutas, habrian quedado inutilizados east por completo los hermosos dibu- Jos del sefior Weiser, ejecutados con tanta exaetitad y Iaboriosidad. Por iiltime, debemos Hamar Ja atencidn sobre un’par de datos importantes para Ja arqueologia diaguita que contiene el trabajo de Debenedetti (ibid, p. 5, 6). Uno de ellos se tetiere a la edtfleacién de los pobladores actuales de Caspinchango: “Las e: tnientos gon de piedra hasta cinenenta o- seseuta centimettos sobre la superficie del suelo; luego Ia muralla se contintia. con adobes crudos hasta una altura variable y se asientan sobre ellas los techos de barro y paja amasados”, Esto expliea Ins paredes ba- jas de pirea que quedan de las habitaciones prebispinicas de estas regiones, Ins que de~ ben haber estado construidas de la misma manera. Otro dato interesante es la eo tatacién de que las urnas de tipo Santa Maria contenian pirvulos, mientras que et de tipo Andahuala. (también de estilo santamatiano) habian esqueletos de nifios de mas © menos seis afios de edad. En el norte de La Rioja he observado una diferencia ana- oga. entre las urnas de parvulos’y las de niftos de mis edad, Hasta ahora no haba explicacién de la presencia enlos mismos cementerios de urns tipo Santa Maria y de Was de tipy Andahuala que afectan una fora muy distin, aunque de decoracion Joga. (2) Como ya he manifestado en otra parte (45, p. 454) creo que ésta es In pa- labra conveniente para reemplazar los términos “cinaras sepulerales’, “bévedas”, ete. fin embargo seguré uanndo-aqul estos terminos, por haberlos sedd et Dr. Debene- etl, aa Pérez de Zurita. Durante las guerras y rebeliones continuas de estos cien! afios muy bien puede el pequefio. vallé de Caspinchango haber cambiado. varias veces de poblacién. Debemos agregar que la alfareria de estilo santamariano es comén en las cistas de otros cementerios del departamento de Santa Maria, iguales a las de Caspinchango, Asi lo afirma R. Schreiter (45, p. 462), quien ha excavado tin gran nfimero de estos cementerios. El hecho de que no se encontraba alfareria de ese estilo dentro de las cistas de Caspinchango de- be por cousiguiente considerarse como una excepcién. Antes del descubrimiento del sefior Weiser en Caspinchango, que es Accisivo, no tenfamos sino tina constatacién conereta de que la alfareria de estilo santamariano hubiera sobrevivido la conquista: el hallazgo, por R. Schreiter, de una cuenta veneciana de vidrio en una urna funeraria de tipo Santa Marfa, en un cementerio de parvulos en Fuerte Quemado, del que he hablado en otra parte (10, p. 537), meneionando también que otras cuentas d: vidrio muy numerosas se han encontrado en sepulturas anti- guas del departamento de Santa Maria, pero desgraciadamente sin cons- tancia expresa de que se hayan hallado asociadas con alfarerfa santama- riana, aunque esto sea lo mas probable. Mis numierosas son las pruebas de que Ia alfareria del estilo santama> riano ha existido durante la poca inmediatamente anterior a la conquista, Ja de la dominaci6n de los Incas. Ya hemos visto que en muchas sepul- turas de La Paya habia alfarerfa de tipos netamente incaicos junto con al- farerfa sautamatiana y urnas de tipo Santa Marfa. Para no enumerar otros casos audlogos doy aquf la figura de una urna tipo Santa Marfa, ha- Hada dentro de una bterrdnea, junto con las dosotras piezas neta- mente ineaicas de la misma figura: uno de los earacteristicos vasos de pie, pertenecientes al tipo 2 «beaker-shaped ollas» de los vasos incaicos enu: merados por Bingham (5) y un plato con asa en forma de cabeza de pato, rua de tipo Santa Maria y dos plozas de alfareria de tipos inesieos halladas en Ta misma sepalturs, en Puerte Quemado, tipo TT, Wadler de Bingham, En la cista mencionada fueron hallados dos platos mas de la misma clase; uno de éstos y el figurado son del subtipo 4M G, el tercero del subtipo MD de Bingham. La cémara referida fné encontrada al pie del cerro que existe enfrente de Fuerte Quemado, en un terreno de propiedad de Don Carlos Villada, quien la descnbrié al cavar una zanja, y Ia abri6, inspeccionindola poco después el sefior Rodolfo Schreiter, quien me ha ha declarado que uo le cabe la menor duda de que =e as cinco piezas realmente proceden del interior de la cista referida. Agra- dezoo' al sefior Schireiter las fotografias que han servido para el dibujo aqué publicado. Las piezas se conservan en el Museo Provincial de Tucumén. Agregaremos que objetos de brouce de tipos incaicos se encuentran frecuentemente asociados tanto con alfareria de estilo santamariano como con la de estilo draconiano. SQ ALFARERIA DE ESTILO DRACONIANO. En los yacimientos de esta clase no se han hecho nunca excavaciones o estudios metédicos antes de los efectuados por mf durante la mayor parte del afio 1914, en el norte de Ia provineia de La Rioja. Desearfa que ya hubiese sido publicada mi obra 2 definitiva sobre esta expedicién (1), para que mis lectores tuvieran cono- cimiento detallado de estos yacimiientos, mientras que ahora tengo que ba- sarme en hechos y experiencias todavia inéditas. Piezas caracterfsticas del estilo draconiano han sido publicadas por varios autores, especialmen- te Lafone Quevedo (29, fig. 15, 39-51; lim. V, VI, VII b, VILL, XI, XI) y Debenedetti (19, fig. 6, 7, 8). La alfareria draconiaua se encuentra generalmente en fragmentos que cubren porciones de terreuo bastantes vastas, desde 10.000 metros cuadrados hasta seis 1 ocho veces esta exteusién. Son las eapas de resi- duos dejadas por antignos sitios de viviendas de los indios, habiendo de saparecido éstas por haber estado construidas de madera u otro material perecedero. Estas capas de desperdicios no tienen por lo generel més que 20 6 30cm. de profundidad; raras veces alcanza ésta a 406 50cm. en algunas partes de la capa, la que fuera de fragmentos de alfarerfa draco- niana y alfarerfa_grosera contiene objetos de piedra, como hachas y mor- teros, utensilios de brouce, algunos de tipos incaicos, y huesos quebrados de attimales, sobre todo de lamas; dos otres veces he encontrado esqne- Jetos humanos en estas capas, casi a for de tierra. Piezas enteras de al- farerfa, siempre pequefias, son muy raras, pero muchas veces he hallado todos o Ia mayor parte de los pedazos de nn vaso juntos en el mismo Iu- gar, lo que demuestra qne ha sido roto allf mismo, Ta escasez de vasos cuteros se explica perfectamente, pues es natural que solamente los pe- F-dazos de los vasos rotos han caido en la capa de desperdicios. Nunea_se \ encuentra la alfarerfa draconiana a mayores profundidades que Ins men-/ +) | cionadas, 1o que por cierto no habla en favor de st gran antigiiedad. — ~ En una fortaleza (pucaré) en la Sierra de Velasco he encontrado en) al suelo tiestos draconianos, 1o que demuestra que las murallas de piedra (fircas) de ella han sido construidas por los mismos indios que. habitarou en los sitios de viviendas al pie de la sierra y fabricaron 1a alfareria dra- coniana. T.os adultos en esta regién estén enterrados directamente en Ia tierra ; en las sepulturas hay poca o ninguna alfarerfa, generalmente vasos de gran tamafio, sim ornamentacién, de los mismos tipos cuyos fragmen- tos se encuentran en grandes canttidades en los sitios de viviendas, junto con los de alfareria draconiana. Gerea de los sitios de viviendas hay cementerios especiales. para par vulos enterrados en wrnas tapadas con esendillas (fucos), exactamente co- (1) Antes del fin det presente aiio apareceri un trabajo titulado Alfareria de es. tito aracontano de ta Regign Diagnita, eserito yor mi eo colaboracién con i amigo y diseipulo el arquitecto Hector Grestebin, donde trataremos este estilo especialmen- ie bajo punto de vista artistico y decorative. Em Tere 1 a 1 3 le 1 to go en =e mo en Santa Marfa, el Valle Calchaqui, etc., sélo con Ia diferencia de que las_urnas son de formas y decoracién distintas de las clésicas. unas de tipo Santa Marfa, He excavado tres de estos cementerios en el uorte de La Rioja, La decoracién de las uruas consiste en bandas simples, fes- tonadas, onduladas o escalonadas, lengiietas, volutas, tridngulos, reticn- lado y puntos. No son estas urnas de estilo dracouiano, pero se encnen- tran algunas veces fragmentos de ellas en el suelo de los sitios de vivien- das, y, por otra parte, deutro de algunas urnas de parvulos, cerradas con tapa, he hallado fragmentos de alfarerfa draconiana, colocados all{ inten- cionalmente, por lo que parece que estos entierros de pérvulos pertene- cen a los habitantes de los sitios de viviendas cercanas. |La diferencia en- tre la ornamentaci6n de las urnas y la aliarerfa draconiana de estos sitios depende probablemente de que las urnas eran especialmente hechas para servir de ataudes de los parvulos, mientras que la alfareria draconiana constitufa Ia vajilla casera, Ademias habfan en los cementerios muchos parvulos enterrados en grandes urnas uegras, globulares, de las cuales Jos fragmentos abundan en los sitios de viviendas. Estas urnas negras, sin decoracién, tienen que haber sido las grandes vasijas de uso doméstico, destinadas'a guardar bebidas, pero empleadas_ para atandes de parvulos en los casos en que uo habfan urnas especiales disponibles. Pasé unos veinte dfas eu Jos alrededores del Fuerte del Pantano, tuado en el campo ahora desértico e inhabilitado de la Frontera de las pro- vineias de Catamarea y La Rioja, construido en el aio 1633 por el. gene- ral Don Jerénimo Luis de Cabrera, quien, segtin los. eronistas, redujo alliia los indios paccipas y abaucanes, tribus diaguitas en cuyos territorios se encnentra casi exelusivamente alfareria draconiana, En las cercanfas de las ruinas del fuerte examiné cuatro extensas capas de residuos, sembradas de fragmentos de esta alfarerfa, correspondientes en todo ala deseripeién general que acabo de dar de esta clase de antiguos sitios de viviendas. Los del Fuerte del Pantano tenfan desde 10.000 hasta 60.000 metros cuadrad:s de extensién. Dificilmente pueden ser sino los restos de las aldeas de los indios reducidos por Luis de Cabrera alrededor del fuer- te, para ¢pacificarlos» y ensefiarles la religiéa eatéliea y la sumisién a los espafioles, Esto demostraria que la alfareria del iano ha per- | 7 durado hasta después de la conquista, — ESL Alfarerfa incaica también se ha encontrado junto con la draconiana. Enel vasto campo fortificado probablemente por los Incas, denominado «Casa del Inca’ o «'Tamberfas del Inca’ y situado cerea del pueblo de Chi- lecito (La Rioja), relevado y descrito por Debenedetti (19, p. 388-391), hallé Uhle (54, p. 276-277 y 55, p. 538) toda una coleccién extensa de fragmentos cle vasos incaicos» y Debenedetti un fragmento de plato con asa eruitomorfa, Persoualmente he encontrado yo alli otro fragmento de un plato de esta clase, de tipo incaico, y uumerosos tiestos de alfarerfa draco- Biana, lo que demuestra que ésta ha existido durante Ia dominacién de Jos Incas en el territorio diaguita, 5 2 are : gebez 5) (a f Ex cuanto a lacontemporancidad) de la alfarerfa de estilo draconia-\, nocon Ia de estilo santamariaio ya hemos indicado que los objetos de | ‘bronce de tipos incaicos se eucueutran tanto en los yacimientos de la pri- | (= mera como en los de la segunda, Ena Rioja, donde no hay sino con// farfsimas excepciones objetos de barro cocido que puedan_referirse al esti- Jo santamariano y donde la decoracién de la alfareria por lo general es draconiana, esos objetos de bronce son bastante comunes. (Hay otras dos categorias de objetos que, por una parte, son tan ca-°)) — | | | | eS racteristicos para la cultura diaguita que los limites de su dispersion geo- grifiea coinciden con una exactitud sorprendente con los limites del te- rritorio autiguamente habitado por los diaguitas del habla cacdn, y, por otra parte, se encuentran en la mayorfa de los yacimientos tanto draco- nianos como santamarianos. A la primera de las categorfas pertenecen las eutriosas pipas de fumarde barro cocido de tubo muy grueso, con un orificio peqiiefio atris para introducir una boquilla delgada, y de_hor- nillo perpenticular en forma de embudo, de los cuales Ambrosetti (I, p. 226 y fig. 246, 247) reproduce dos ejemplares. En todos los yaci- inientos de alfareria draconiana en La Rioja y también en el interior de una urna funeraria de parvulo he encontrado ‘pipas enteras o fragmenta- das de esta clase y he estudiado un grau utimero de ejemplares del sud de Salta y de toda Ia provineia de Catamarca, Ya se ha publicado el resu- men de una conferencia (9) que di sobre estas pipas y tengo en prepara- cién una obra detallada sobre ellas. La otra categoria de objetos comu- nes de los yacimientos dracouianos y santamarianos la constituyen cierta Glase de estatnitas humanias de barro, cow ojos fuertemente oblicios, muy caracterfsticos para todo el territorio diaguita, de cuya distribucién geo- gnifica se puede decir lo mismo como de Ia de’las pipas, No es posible que estas dos clases de objetos. tan peculiares se encoutraran comunmente aso- ciados tanto con la alfareria santamariana como con la draconiana, si no fuesen contemporineas éstas. Otro hecho sugerente es la preseucia de los cementerios conteniendo exchuisivamente parvulos enterrados en-urnas tanto en las cereanfas de los sitios de viviendas de La Rioja, lenos de restos de alfarerfa draconiana, como en la vecindad de los pueblos antiguos de Santa Maria y del Valle Calchaqui, Estos cementerios, que 10 jexisten en otras regiones de Ia América del Sur, son demasiado. especiales para que pudiesen haber per- tenecido a pueblos y épocas distintas- CONCLUSIONES _ De lo que hemos expuesto en las paginas anteriores resulta lo si- guiente: 19—Los descubrimientos del sefior Weiser en Caspinchango y de Am- brosetti_en Pampa Grande constituyen hasta ahora las finicas “pruebas es tratigrafieas para asignar edades diferentes a diversas clases de vestigiog antigios en Ia regién diaguita. : 29—La superposicién, eu Caspinchango, de urnas funerarias de tipo Santa Marfa a tumbas conteniendo objetos de origen europeo demuestra hasta _la evidencia que pertenecfan a los diaguitas y perduraron hasta des- pués de la conquista Ia alfarerfa de estilo santamariano y la costunbre de enterrar parvulos en urnas que eran depositadas en cementerios espe- ciales donde no se enterraban adultos. 3°—La superposicién, en Pampa Grande, seg(n los datos de Ambro- setti, de un enterratorio conteniendo urnas de parvulos tipo Srnta Marfa y diversas piezas de alfarerfa de estilo santamariano, a otro enterratorio comi- puesto de grandes urnas toscas conteniendo cadaveres de adultos, sin acom- pafiamiento de alfarerfa fina, decorada, parece demostrar que este fltimo enterratorio es de una época anterior al primero, y que por consiguiente los cementerios andlogos a aquel, de varios lugares del Valle de Lerma, de Rosario de la Frontera y de San Pedro en Jujuy, procedentes segtin toda _ tra a= probabilidad de un pueblo‘tup{-gnaranf, Serfan_anteriores a los diaguitas> y demostrarfan que antes de éstos laregin hubiera sido habitada por un pueblo de dicha ra 49—La presencia de alfareria y otros objetos de tipos netamente ineaicos en yacimientos de diversas clases eu toda la region diagnita de- muestra que estos yacimientos proceden de los dos siglos inmediatamente anteriores a 1a conquista espafiola, y el hallazgo de objetos de origen enro-| peo en yacimientos diaguitas indica que la antigua civilizacién diagnita en estos lugares ha perdurado cierto tiempo después de la conquista. 5°—E] estilo sautamariano y el draconiano son manifestaciones_artis- ticas regionales de diferentes partes dela regién_diagitita, pero contem-) porfneosy ambos de origen diaguita, no pudiendo por consiguiente 1a alfarerfa de uno y otro estilo servir para caracterizar €pocas o culturas | distintas, Nuestros conocimientos actuales no nos permiten decidir si el | origen de uno de estos estilos es mAs remoto que el del otro, pero tanto el draconiano como el saitamariano han persistido durante la dominacién | inveaica y atin después dela conquista espafiola. , Los yacimientos conte- niendo alfarerfa draconiana presentan todos los signos de ser relativamen- te modernos y uo es posible considerarlos contemporineos con las épocas | peruianas més antiguas, como.se ha querido hacer. — 6°—Toda la eultura diaguita da In impresi6u de ser bastante moder ha, seguramente mucho mis ploderna que la civilizaciéu de ‘Tiahuanaco. Preseuita afinidades bien evidentes con las antiguas civilizaciones pertanas, pero estas afinidades son de cardcter tan general que dificilmente se puede referirlas a alguna de estas civilizaciones en especial, excepto las que se relacionan con ja cultura ineaiea. Como se ve, es bien poco lo que_sabemos en cuanto a la.cronologia prehispinica en-la regiéu diaguita, No dudo que futwras excavaciones y estudios metédicos nos revelarin nuevos hechos que puedan servir para determinaciones crouolégicas, pero para establecer y puntualizar estas i Suficiente ser un coleccionista” més o menos disei- plinado, con un conocimiento prictico de In arqueologia argentina, sino ¢5 necesario dominar la arqueologia de toda la América, con su literatura| orrespandiente, inclusive los historiadores de la conquista, y tener cono- | cimientos generales de la arqueclogia y etnograffa universal, ast como también saber distinguir lo que es una prueba y lo que de ella resulta.) ] Buenos Aires, Museo Nacional de Historia Natural, Octubre de 1922. Eric Boman. == BIBLIOGRAFILIA 1. Auprosern, Jax B, — Notag de arqueologia calchagué. Buenos Aires, 1899. a —— Exploraciones arqueoligicas en ta Pampa Granie (Fa- cultad de Filosofia y Letras. 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