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UNIVERSIDAD AUTONOMA DE COAHUILA

FACULTAD DE ENFERMERIA
‘’DR. SANTIAGO VALDES GALINDO’’

TEORIAS DEMOGRAFICAS DEL ENVEJECIMIENTO

POR:
Esmeralda Castillo Zúñiga
Luis Felipe Lozano Torres
Dafne Patricia Martínez
Daniel Omar Muñoz Martínez
Dulce Elizabeth Rodríguez Olvera
Claudia Sofía Saucedo Farías
Diana Laura Torres Ramírez
Marlene Valdés Vega
Gilberto Pascual Velázquez Ramírez

Saltillo, Coahuila 30/Enero/2020


Introducción

Entre el 2000 y el 2050, la proporción de la población mundial que tiene 60 años de edad

o más se duplicará, y pasará de 11% a 22%. Se prevé que el número absoluto de personas

de 60 años o más aumentará de 900 millones en el 2015 a 1 400 millones para el 2030, y

2 100 millones para el 2050, y podría llegar a 3 200 millones en el 2100. Entre el 2025 y

el 2030, la esperanza de vida en América Latina y el Caribe aumentará a 80,7 años para

las mujeres y 74,9 años para los hombres, y las proyecciones para Estados Unidos y

Canadá revelan cifras aún más altas: 83,3 años para las mujeres y 79,3 años para los

hombres.

El aumento de la esperanza de vida se debe a varios factores, como el descenso de las

tasas de fecundidad y los excelentes resultados conseguidos en la reducción de las

enfermedades mortales de la niñez, la mortalidad materna y la mortalidad en las personas

mayores. Sin embargo, una mayor esperanza de vida también es motivo de preocupación

para los responsables de formular políticas, dado que posiblemente sea más difícil lograr

un aumento en los ingresos de aquellos países donde las personas mayores constituyen

una parte importante de la población. Además, en los países de ingresos bajos y los de

ingresos medianos será particularmente difícil satisfacer las necesidades de una población

grande de personas mayores. Será necesario crear instituciones económicas y sociales que

brinden seguridad en cuanto a los ingresos, presten una adecuada atención de salud y

satisfagan otras necesidades de la población que está envejeciendo. Otro problema que

los responsables de formular políticas enfrentan actualmente es encontrar la mejor manera

de definir quiénes son las personas mayores, dado que se utilizan diversos términos para

referirse a ellas como «personas de edad avanzada», «ancianos», «tercera edad» y, en

algunas culturas, «cuarta edad». Sin embargo, no todas las personas llegan a la «vejez»

en el mismo momento y definir a las personas mayores seguirá siendo un reto porque, a
pesar de que pertenecen a un grupo, son individuos con experiencias de vida, metas y

necesidades únicas, y llegar a esta edad implica cambios en las capacidades, la

participación social y la salud física y mental.

En respuesta a estas inquietudes y transiciones demográficas, la Organización

Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) han

aprobado estrategias y directrices relacionadas con el envejecimiento y la salud. En el

2009, la Región de las Américas fue la primera de la OMS en aprobar una estrategia y

plan de acción sobre el envejecimiento y la salud. En junio del 2016, la Organización de

los Estados Americanos, con el apoyo técnico de la OPS y la Comisión Económica para

América Latina y el Caribe (CEPAL), aprobó la Convención Interamericana sobre la

Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores. En estos documentos,

enmarcados en el contexto internacional de la salud y el envejecimiento, se ha señalado

la necesidad de abordar la atención de las personas mayores desde un enfoque innovador.

Sin embargo, la mayoría de los países de la región todavía no cuentan con un enfoque

holístico para abordar la transición demográfica y no han adoptado un enfoque integrado

en la atención que se presta a las personas mayores. El reto que genera este cambio se

está observando de manera fragmentada, y se está abordando desde el aumento en la

prevalencia de las enfermedades crónicas, la discapacidad y la dependencia en la

atención, o el impacto que estos problemas tendrán en el uso de servicios de salud, la

medicación y la atención a largo plazo. Por lo tanto, será necesario seguir elaborando un

enfoque integrado y trabajando en medidas integrales de salud pública a fin de «garantizar

una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades a través de la

cobertura universal de salud, incluida la protección contra los riesgos financieros».


En el próximo decenio, tanto el envejecimiento poblacional como el envejecimiento

individual serán factores importantes que modularán las necesidades de salud, seguridad

social y protección social, así como la manera en la cual se satisfarán estas necesidades.

A pesar de que las consecuencias de este fenómeno para la seguridad social y la salud

pública son tangibles, la región todavía carece de una visión integral de la salud para las

personas mayores. El conocimiento sobre sus necesidades de salud y atención no es

uniforme, y la mayoría de los sistemas de salud no cuentan con indicadores que permitan

el seguimiento y el análisis de los efectos de las medidas sanitarias. La cobertura, la

continuidad de la atención y el acceso geográfico, físico, económico y cultural a los

servicios de salud es deficiente, y los pocos que tienen acceso aún no reciben servicios

adecuados a sus necesidades. En este contexto, la mayoría de los expertos coincide en

que es necesario fomentar intervenciones integradas de salud y elaborar estrategias que

permitan a los sistemas de salud adaptarse a las nuevas realidades demográficas y

epidemiológicas.

Teoría demográfica del envejecimiento

La globalización y su desigual repercusión en las condiciones de vida de la humanidad

en las distintas partes del mundo, han producido en los últimos 20 años profundos

cambios económicos y sociales que afectan a unas poblaciones cada vez más envejecidas,

hasta el punto de que tal envejecimiento constituye, desde las múltiples ópticas en que

puede analizarse, uno de los principales problemas del siglo XXI. Esto se debe a que

todos los países se encuentran en un proceso de transición hacia sociedades más longevas

respecto de las del pasado siglo; por lo tanto, como consecuencia del sostenido

decremento global de la mortalidad en todas las edades, el aumento de la esperanza media

de vida y el descenso de la fecundidad, el incremento de la población mayor de 65 años,


e incluso mayor de 80 años, con un grupo nada desdeñable de personas centenarias, es

irreversible y tiene importantes repercusiones sociales y económicas que es preciso

afrontar.

Para describir este notable aumento del número de personas que sobrepasan el umbral de

la vejez se han empleado expresiones que reflejan el efecto que este hecho causa en todos

los niveles. Para muchos analistas se trata de un verdadero “terremoto demográfico” y,

en todo caso, de “un nuevo orden demográfico internacional”, en el que se prevé que el

porcentaje de personas mayores de 60 años se duplique por un amplio margen, para

representar más de la quinta parte de la población mundial en el año 2050, fecha en la que

los porcentajes de individuos viejos y jóvenes se igualarán.

El envejecimiento demográfico es un tema de interés actual, resultado de la llamada

transición demográfica, entendida como el paso de niveles altos a bajos de mortalidad y

fecundidad y sus efectos sobre la estructura de edad de la población.

El proceso de envejecimiento que en general es visto como un fenómeno negativo tiene

algunos aspectos que pueden considerarse positivos, por lo menos en los periodos

iniciales de la transición demográfica. Así, por ejemplo, la disminución de la proporción

de menores de 15 años y eventualmente de su número absoluto, reduce las presiones que

este grupo, que aún no contribuye a la actividad productiva, ejerce sobre los recursos

destinados a la educación y a la atención de salud de estos menores. Resulta así menos

onerosa la formación de capital humano en este grupo de lo que hubiera sido en ausencia

de la transición demográfica.

El grupo que mayor preocupación generalizada concita en el proceso de envejecimiento

de la población es el de los de 65 años y más, el que a través del tiempo ha recibido

diversas designaciones, siendo la última, la de "adultos mayores", propuesta y adoptada


por las Naciones Unidas. Y es natural que exista esta preocupación porque se trata de un

grupo que, en general, ha dejado de ser productivo y que, en su mayor parte, por carecer

de ingresos, se ha tornado dependiente de la sociedad —a la que por muchos años

contribuyó— a través de los esquemas de seguridad social o de sus familias, cuando no

están protegidos por estos esquemas o sus prestaciones resultan insuficientes.

No debe perderse de vista que a la falta de actividades remuneradas se agrega el hecho de

que, con el avance de la edad, los adultos mayores comienzan a presentar, en forma

creciente, cuadros de enfermedades crónicas, algunas de ellas incapacitantes, las que, a

pesar de los avances de la geriatría y la gerontología, resultan irreversibles y pueden

eventualmente conducir a la muerte.

En realidad, la misma denominación de “envejecimiento” referida a una población es un

error, hace tiempo introducido por algunos en la jerga de la demografía, que los

demógrafos estamos pagando muy caro, en forma de incomprensión y de malentendidos

generalizados. Las que envejecen son las personas, no las poblaciones, y en eso no hay

cambios desde que el ser humano puebla este planeta. Se trata de un proceso biológico

que, entre personas sanas, bien alimentadas, a salvo de muertes violentas y de

enfermedades graves, se produce igual ahora que hace cien mil años.

El envejecimiento demográfico consiste en un cambio en la estructura por edades o, en

otras palabras, en el mayor o menor peso de unas edades respecto a otras en el conjunto

de la población. Generalmente se traduce en un aumento del porcentaje de personas de

edad avanzada, aunque resulta más correcto utilizar el aumento del promedio de edad

como indicador. Traducido en términos gráficos significa que la pirámide de población

va perdiendo anchura por su base mientras la gana por la cúspide.


El análisis del envejecimiento demográfico discurre, en general, a partir de

sus efectos negativos: el aumento en la prevalencia de enfermedades crónicas, la

dependencia de la persona mayor y su influencia sobre la familia y la comunidad, el

incremento de la demanda de atención a la salud, entre otros. Estos elementos hacen del

proceso un generador de problemas sociales y sanitarios que lo convierten en un desafío

acentuado para los países en desarrollo, porque a la falta de recursos y preparación para

encararlo se le adiciona su mayor celeridad, marcada por un saldo migratorio negativo.

Se puede pensar que, en un país con recursos limitados, el incremento de la demanda de

servicios de salud de alto coste constituye un reto insuperable para la sociedad. A ello

podría añadirse el impacto económico negativo que ocasiona la senescencia sobre la

persona mayor enferma o discapacitada y su familia, al requerir durante años cuidados

especiales, medicamentos y otros útiles y servicios que les permitan mitigar los efectos

de la dependencia asociados con la vejez.

Ahora bien, bajo esta aparente simplicidad, el concepto no deja de ser escurridizo. Para

hablar del porcentaje de ancianos, previamente hay que definir cuál es la edad a la que

termina la vida adulta y empieza de la vejez, con lo cual se introduce un corte arbitrario

en un proceso, el de envejecer, que es continuo en la vida de las personas reales (nadie se

acuesta un día siendo adulto y se levanta al día siguiente siendo viejo). Y todo ello por no

mencionar el pequeño detalle de que una misma edad no tiene los mismos efectos en todas

las personas.

Si omitimos tales detalles, y aceptamos que el límite coincide con los 65 años, edad a la

que las sociedades industriales han fijado normalmente el derecho a la jubilación, no por

ello habremos soslayado todos los problemas para entender el mal llamado

“envejecimiento demográfico”. También la comprensión de sus causas topa con el lastre


de la desafortunada denominación. Intuitivamente, todos entendemos que envejecer

implica cumplir años, cuantos más mejor. Por ello es fácil pensar también que el

envejecimiento demográfico es resultado de que las personas vivan más años o, lo que es

lo mismo, tarden más en morir. Pues bien, en efecto, el descenso de la mortalidad es una

de sus causas posibles. Sin embargo, no lo es siempre, ni tampoco es la única.

Aunque aún persisten importantes diferencias entre los estudiosos de los fenómenos

poblacionales en cuanto a la identificación de los factores que explicarían la modificación

que a través del tiempo experimentan las variables demográficas básicas en distintas

poblaciones, existe consenso en reconocer:

1. Que las poblaciones evolucionan a niveles elevados y relativamente estables de

fecundidad y mortalidad a niveles bajos, en equilibrio, y a veces ligeramente fluctuantes

(es lo que ha ocurrido en los países europeos y en Japón);

2. Que el descenso de cada una de las variables se inicia en momentos diferentes, siendo

generalmente el nivel de la mortalidad el que primero comienza a disminuir;

3. Que, mediando lapsos variables, el nivel de la fecundidad tiende también a disminuir,

aunque, en general, a ritmo más lento que el descenso de la mortalidad;

4. Que el tiempo que ambas variables toman en llegar a niveles bajos difiere entre distintas

poblaciones, dependiendo ello de la influencia de una serie de factores sociales,

económicos y biodemográficos y, finalmente,

5. Que el balance entre los niveles de fecundidad y mortalidad, en ocasiones modificado

por la migración internacional, determina el ritmo de crecimiento de la respectiva

población
Es a este proceso, a través del cual se van modificando los niveles de fecundidad, de

mortalidad y de crecimiento demográfico, a lo que la bibliografía especializada designa

como transición demográfica. Y según el grado de avance logrado en la disminución de

la mortalidad y la fecundidad, se reconocen cuatro etapas, a saber: incipiente, moderada,

plena y avanzada. En la incipiente y moderada ha bajado lentamente la mortalidad, pero

la fecundidad aún no desciende o lo hace con mucha lentitud. En la etapa plena ambas

variables están en franca declinación, y en la avanzada tanto la fecundidad como la

mortalidad presentan descensos significativos y sostenidos que tienden a equilibrar los

valores de esas variables.

El modelo de la integración demográfica


Para entender la variedad de regímenes demográficos que se encuentran en todo el

mundo, es necesario entender la historia del cambio demográfico a nivel mundial.

• La teoría de la transición demográfica es una descripción generalizada de los patrones

cambiantes de la mortalidad, la fecundidad y las tasas de crecimiento.

• De esta forma, se analiza como las sociedades pasan de un régimen demográfico a otro.

• El término fue acuñado por primera vez por el demógrafo estadounidense Frank W.

Notestein en la mitad del siglo XX, pero desde entonces ha sido elaborado y ampliado

por muchos otros.


Conclusiones

Las transiciones demográficas han concurrido una serie de factores que algunos autores

engloban bajo el término modernización. Cualquiera que sea la designación que se

aplique, lo cierto es que el inicio de la transición demográfica ha estado precedida en los

distintos países por una serie de cambios sociales, entre otros: la elevación del nivel

educativo de la población, progresos en la medicina y en el saneamiento ambiental;

ampliación de la participación social y económica de la mujer, aumento de los servicios

de salud a disposición de la población y, como parte de ello, ampliación del acceso a la

planificación familiar, situación esta última que en muchos casos ha estado incorporada

a las llamadas políticas de población. Estos cambios, sin embargo, han incidido poco en

la modificación de aspectos negativos que se dan en nuestras sociedades, tales como el

lento crecimiento económico y la desigual distribución de los beneficios del desarrollo

económico, factores importantes en la alta prevalencia de la pobreza y la indigencia.

Como resultado del avance de la transición demográfica se ha instaurado en los países

latinoamericanos un proceso de envejecimiento de la población, cuya velocidad depende,

a su vez, de aquella que registre la transición. Este proceso de envejecimiento, que afecta

a toda la población tiene, como queda dicho anteriormente, efectos positivos y negativos

que parece innecesario repetir aquí. Por considerarlo el grupo más vulnerable a los

cambios

El envejecimiento demográfico, aunque reversible en teoría (a diferencia del

auténtico envejecimiento, el de las personas) va a seguir acentuándose aún durante

15 bastantes años. Sin embargo, se equivocan quienes ven tras él una desgracia y lo
utilizan para pronosticar desastres y fomentar medidas drásticas de reajuste.

Ciertamente, el Estado debe revisar sus maneras de atender a la población de las

diferentes edades, pero ello no debe hacerse necesariamente en medio del clima de

pánico que algunos pretenden crear.

Lo que debería centrar nuestra atención son las personas y es seguro que quienes

se dedican profesionalmente a atender a ancianos van a tener un campo creciente

en el que ejercitar su profesión. Eso sí, a diferencia de lo que ocurría hace pocos

años, dicha profesión cada vez será mejor valorada, igual que lo serán los propios

ancianos. Quienes se dedican a la atención geriátrica inevitablemente forman su

visión sobre la vejez a partir de su experiencia laboral cotidiana, que puede ser

bastante desalentadora. No está de más recordar que la muestra de la población

anciana con la que tratan no es representativa de la vejez en su conjunto y que esta

aún cambiará más a medida que vayan cumpliendo años las generaciones

actualmente jóvenes. También nosotros vamos a ser viejos, casi con toda

probabilidad, y espero haber mostrado que, cuando eso ocurra, encontraremos

que el camino ha sido allanado sustancialmente gracias a nuestros predecesores.


Bibliografía
Bayarre Vea, H., Álvarez Lauzarique, M., Perez Piñero, J., & Almenares Rodriguez Kenia. (2018).
Enfoques, evolución y afrontamientodel envejecimiento demográfico en Cuba. Cuba:
Revista Panam Salud Publica.

Miro, C. (2003). Transición demográfica y envejecimiento demográfico. Centro de Estudios


Latinoamericanos (CELA)"Justo Arosemena", 35.

Pèrez, J. (1998). La demografía y el envejecimiento de las poblaciones. Enfermería


Gerontológica, 451-463.

Regional Office for the Americas of the World Health Organization. (15 de Mayo de 2017).
ENVEJECIMIENTO Y CAMBIOS DEMOGRÁFICOS. Obtenido de Salud en laas Americas:
https://www.paho.org/salud-en-las-americas-
2017/?post_type=post_t_es&p=314&lang=es

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