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Portada del sitio > Revista Carta Psicoanalítica > Número 11. Octubre de 2007. >
Lenguaje y habla para el Psicoanálisis
Introducción
Por otro lado, durante el siglo pasado, el estadounidense Noam Chomsky inició la
escuela lingüística llamada generativa. Los dilemas de la disciplina se desplazaron de
la lengua como sistema (de Saussure), a fin de comprender la lengua como un efecto
de la mente, de discernir al hablante con una capacidad innata (genética) para
aprender y usar una lengua, que llama la competencia. Toda propuesta lingüística de
la escuela generativa busca adecuarse a los distintos problemas que surgen de
concebir la mente como una característica humana. Sin embargo, ambas perspectivas
—chomskiana y saussuriana— coinciden en su búsqueda de rigor y son conocidas
como formalistas.
Como efecto de estas nuevas disyuntivas a las que se enfrenta la lingüística para
incorporar lo social y no permanecer, se va desarrollando la sociolingüística y la
etnolingüística bajo Edward Sapire, Kenneth L. Pike, Benjamín Lee Whorf y William
Bright entre otros. Sus estudios versan sobre el cuestionamiento de las características
y el influjo de las lenguas tras su diversidad en la mente de los hombres, se preguntan
si el pensamiento se encuentra determinado por el habla, o es el habla la que se
encuentra determinada por el pensamiento. Indagan, igualmente, en la influencia de
la estratificación social en el lenguaje y la de éste en los procesos cognoscitivos.
Consideran, por ejemplo, que hay diversas posibilidades de pensar al ser y que ello es
determinante para la evolución de un pueblo: la cultura occidental, por un lado, debe
gran parte de su desarrollo al empleo de dicha palabra pues posibilitó la ontología, la
pregunta sobre la dirección de nuestra existencia, etc., los pueblos que carecen de
esta palabra, por otro lado, se desarrollaron con una cultura e intelecto diferente.
Siguiendo esta perspectiva, las personas son distintas según el empleo de las variadas
formas de autoconocimiento y del saber del mundo, son diferentes como efecto de las
características léxicas y los usos de cada uno de los idiomas. Cada hablante,
dependiendo de su idioma o dialecto, habita su cosmovisión preñada de una
singularidad cultural; lo notable para los lingüistas es el conjunto de aspectos que
cada una de ellas privilegia en el lenguaje y el habla, lo que imprime una exclusividad
en la misma.
Parte I.
Los objetos que pueblan y forman el mundo se nos aparecen ordenados por leyes y
relaciones que fueran naturales, sin embargo, son a su vez efecto de las estructuras
gramaticales y de los sistemas de organización del lenguaje, primero, y del habla,
después, con las posibilidades lógicas que se abren a partir del lenguaje, alejándolo,
tajantemente, del orden natural y acercándolo al espíritu humano. De tal forma, todo
el sistema simbólico descansa y se regula esencialmente en y por el lenguaje, lo que
permite observar como el lenguaje es la estructura esencial mínima y necesaria de la
condición humana, de lo que denominamos realidad y de lo que conocemos del
mundo. Por lo cual, resulta esencial diferenciar, primero, cuales son los elementos
que componen el campo del lenguaje y los del habla
Para dar cuenta de esta dinámica, comencemos por las diferencias que caracterizan
lo que Lévi-Strauss llamó el espíritu humano, y la manera en que éste se viste o
presenta y cuyo significado es algo del orden de las diferencias entre el fondo y la
forma, lo continuo y constante entre los pueblos y entre los tiempos, por un lado, y de
lo expresado como diferencias culturales, pequeñas o grandes, por el otro. El
estructuralismo presenta: por un lado, en lo particular, lo que podríamos caracterizar
como las diferencias entre las culturas, y por otro, en lo general, aquello que de
común a todas las culturas subyace y permanece constante. Aquello común es de
corte inconsciente, en la medida que se encuentran ahí los mecanismos y leyes que
gobiernan el orden simbólico, sin mostrarse de manera explícita. Que se distinguen
de los relativos al habla, que se trata de palabras, es decir de un idioma que pueden
ser aprendido, y que conduce a lo que llamamos de semántica cultural, que tiene que
ver con el sentido que se le dan a las las voces empleadas para definir algo: una
experiencia, un objeto, un sentimiento, etc. El habla da cuenta de distintos códigos y
sistemas que dependen de la matriz cultural, cuya propuesta estaría en un doble
carácter: preconsciente y consciente.
Entre las diferencias de cada expresión humana, vemos que siempre existirá una
singularidad cultural, generadora de un estilo, de hábitos, de idiomas, que van
cambiando a lo largo de los años. No existen caracteres culturales homogéneos al
interior de una sociedad, ya que se presentan diferencias que caracterizan a los
distintos sectores de clase, diferencias también en el género y en otros ámbitos como
los generacionales. Cada una de las culturas tiene su propio sistema de códigos, sus
criterios morales, su “sentido común” y sus maneras corteses, mismas diferencias que
las lleva a construir una identidad con la que fijará lo propio y lo ajeno, abriendo la
posibilidad de definir, lo extranjero, lo bárbaro, lo exótico. Así pues, surge una
profunda imposibilidad de formular cualquier juicio o criterio sobre una cultura
descontextualizadolo de la sociedad de donde se sustrae, no existe algo en una
sociedad que sea independiente de su habla y lenguaje, en una cadena de
determinaciones que va sosteniéndose en un sistema menos arbitrario conforme más
internamos en la dimensión estructural, con sus leyes, sus dinámicas más que son
más uniformes y constantes, y no dependen de las nuevas tendencias de moda, o de
los juicios de los hombres.
De tal forma, observamos que hay diferentes formas que subrayan, dan magnitudes y
relieves distintos a las representaciones del mundo y a cómo se vive en él. Lo anterior
es esencial para el investigador pues le permite una aproximación a lo estructural,
con miras a vislumbrar el espíritu humano. No se trata de indagar más allá de la
cultura, sino de hallar sus mecanismos constituyentes y los que la gobiernan,
siguiendo la forma que se da cuenta, de alguna manera, del fondo a partir de
regularidades, diferencias, constantes, variables,…“no hay forma sin fondo, ni fondo
sin forma”.
Al considerar las diferencias culturales que dan lugar al habla, será posible pensar en
la imposibilidad de traducción entre los diferentes idiomas, dado que cada palabra en
cada idioma expresa en la relación con lo significantes y en tanto su propia historia
un estado distinto. No obstante, será imperativo realizar un análisis más cuidadoso de
la dimensión simbólica del lenguaje, de aquello que lo caracteriza como tal, en las
tensiones subyacentes al mismo, para poder entender lo que se encuentra subsumido
en cada palabra y así, comprender el significado tras la traducción de un texto. Tal
análisis, lo liga con la labor psicoanálitica, ya que deberá ser realizado por medio de
entender el Significante, tal y como lo propone Lacan
A esa estructura inicial, que será la materia prima para que surja un niño o una niña,
Lacan la llama el Sujeto, ya que se encuentra sujeto al lenguaje, sujetado a la trama
simbólica, efecto de ese corte con la unicidad que mantenía con la madre. Gracias a la
intervención de la función paterna, que no opera sino por las condiciones de
posibilidad ofrecidas por la madre como un deseo más allá de su propio hijo, ese
deseo otro, es lo que en realidad permite el acceso a la función paterna. De otra
manera, una madre del todo satisfecha con su vástago, le ofrecería a éste “ser” una
simple prótesis de ella sin ninguna otra posibilidad. Tras esa falta se realiza otro
proceso de desnaturalización ahora en el plano de la necesidad, transformándose en
deseo.
Por ejemplo, el orden Significante constituido por la diferencia en su forma más pura
crea la posibilidad para que surjan y se anuden los pares de opuestos, dos palabras y
un Significante: presencia/ausencia, bueno/malo, arriba/abajo, claro/oscuro,
placer/displacer, masculino/femenino, vida/muerte, uno/otro, etc. Cada polo aparece
como palabra independiente de su opuesto, no se muestran de modo consciente las
relaciones de interdependencia, vínculos que parasitan a una palabra con otra,
incluso con la opuesta. De tal suerte que, no pueden existir de manera aislada. A
saber, si desaparece lo bueno, lo malo pierde cualquier significado y desaparecería
también. Una requiere de la otra para existir; es necesario el otro para la presencia
del uno. Sistema de relaciones entre dos palabras que conforman un Significante.
Debemos enfatizar entonces que el Significante será lo que estudia la lingüística
estructural y el psicoanálisis, mientras que la psicología y la sociolingüística se
ocupan sólo de las palabras sin tener en cuenta la dimensión del lenguaje. Aunque,
hay que decir, se trata de algo lo suficientemente complejo como para que
continuemos abundando en las características y diferencias del habla y del lenguaje.
“El Dasein es, en su estructura misma, un ser-para-el fin, es decir, para la muerte, y
como tal, está siempre ya en relación con ésta. […] La muerte, así concebida no es,
obviamente, la del animal, es decir que no es simplemente un hecho biológico. El
animal, el sólo-viviente, no muere, sino que cesa de vivir”[4]
Revisemos con mayor detenimiento la operación realizada por la aparición del No, de
esa negación a la continuidad, a la mismidad. Esta negación es la condición necesaria
para que la Bejahung se constituya como una paradoja: ya que se trata de una
afirmación prístina de la operación de un no; el efecto de una negación que crea una
afirmación negativizada, además de establecer como fondo del lenguaje, la función
negativizadora del mismo.
Este No crea entonces la posibilidad a posteriori del Sí, ahora transformado en una
afirmación propiamente dicha, y no sólo como un efecto o expresión de la asertividad
que, como continuidad, le precedía de modo lógico. Por tanto, se trata de la
prohibición, el corte, el No, en realidad, es el que funda a su opuesto. Desprendemos
que este No surge de un acto, el cual muestra que su aparición espontánea, gradual o
natural es imposible. Antes bien, un suceso que pone, sobre todo, un límite. Ese No se
encuentra revestido y cargado, ese No es un No al orden anterior, un No a la
animalidad, un No al incesto, en términos lacanianos, diríamos un No al goce. Es un
No que inscribe una temporalidad lógica y cronológica, la cual se abre con la
condición del a posteriori, que le da sentido tras lo consecuente con lo que le
antecedió.
En algunos autores, existe la noción de orden y de simetría entre los opuestos que
constituyen al Significante, pero, es una fantasía, no es verdad que cada uno de los
polos tiene el mismo peso e importancia en el aparato psíquico y del lenguaje.
Siempre uno entre los pares tiene un peso mayor y, además, es condición necesaria
para el surgimiento del segundo, cuya estructuración crea el lenguaje. Por esto, el
lenguaje y la subjetividad se mantienen, como decíamos, en perpetua tensión y
conflicto, pero pesa más el No y la negatividad, llamada así por Agamben en relación
con la idea de que el hablante se encuentra vivo, a partir de su conciencia del
significado de su muerte; por ello, está muerte, este No, se constituye en el primer
polo que se carga, creando un efecto que lo lleva a crear el Si ,y a crear la relación de
dialéctica tensa con su contraparte.
Simplemente, pensemos que existe un orden afirmativo que sostiene al niño cuando
nace, todo cuanto obtiene se encuentra a su alcance, no hay un más allá; él
propiamente no existe como diferente del pecho y del conjunto de asistencias
realizadas por la madre para mantenerlo con vida. Luego, se realizará una operación
psíquica de naturaleza simbólica que constituirá la posibilidad para que el niño
advenga al mundo, eso que hemos llamado el acto psíquico. Primero, con un
arquitectural placer/displacer, presencia/ausencia, planos sobre los que se construya
el Significante, el lenguaje y el psiquismo, causado únicamente por ese No, que
fungirá como el esencial corte, y será a posteriori, cuando ese orden afirmativo
sostenido por el deseo de la madre, se transformará en un Sí. Se trata de un No que
impide a madre e hijo con/fundirse, fusionarse de nuevo. El No es lo que queda de la
función del corte en la unidad madrehijo; madre/hijo, madre e hijo para que tras la
separación y como condición de la misma pueda la criatura hacerse humana. Éste
será un No, un No estaré siempre contigo, un No a las demandas de la criatura, un No
a la ubicuidad materna. Pero, en cualquier caso se trata de un No, que limita y
delimita. Lo relevante aquí es que el orden de los factores si altera el producto, frente
a la imposibilidad de un Sí previo al No, antes bien, existía míticamente un cierto
estado de afirmación, pero que no representa un Sí propiamente dicho. En definitiva,
en orden lógico es necesario primero el No para que exista el Sí, y del No como
afirmación del ser como Bejahung.
Por esto, cada uno de los polos del Significante, se compone en uno de los binarios de
otro Significante, y éste a su vez de otro, creando un tejido que llamamos cadena
significante. Un Significante refiere siempre a otro Significante (S), el significado (s) y el
Sujeto serán entonces un efecto de la dinámica que caracteriza al lenguaje. Lacan
subraya que el Sujeto no es el supremo arquitecto del leguaje, sino que el problema
debe plantearse al revés, es decir, que el Sujeto es un producto del lenguaje no su
productor.
Siguiendo el camino de esta exposición, por ejemplo, las diferencias Sí y No,
presencia/ausencia, yo/otro, el género masculino/femenino, son estructuralmente
bases o cimientos, por tanto, determinantes y con mayor peso e influencia sobre el
resto de los significantes, por esto, aparecen en palabras como: la luna se diferencia
de el sol, además, de lo evidente por el género, la para luna y el para sol, como si luna
fuera femenina o algo del orden femenino y la es lo que la signara, y sol es masculino.
The moon no refleja esta relación que se establece en el sistema de clasificación en el
idioma con el género, únicamente alude al objeto nominado para quedar sólo en el
plano de la palabra, su dimensión de Significante palpitante se pierde en el orden
inconsciente. Todos los sistemas simbólicos se establecen luego de esta función
negativizadora, lo negativo constituye y afirma tanto lo negativo como lo positivo,
pero busca inscribirse con claridad, diferenciado. Las leyes se establecen sobre lo que
no debe hacerse, no tocan lo que debe hacerse o lo que es correcto. Pero, podemos
concluir que en español la diferencia masculino/femenino tiene mayor fuerza que la
de animado/inanimado, pues domina sobre éstos, mientras que en inglés la última
adquiere un mayor peso.
Bibliografía.
Agamben, Giorgio, El lenguaje y la muerte, España, Editorial Pretextos 2002.
Lacan, Jacques, Seminario 3, las Psicosis, Clase 14, Argentina, Ediciones Paidós 1985.
Lacan, Jaques, Seminario 11, los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. de
1964 inédito
[2] Jacques Lacan, Seminario 3, las Psicosis, Clase 14, Argentina, Ediciones Paidós
1985. p.271.
[3] Seminario 11, los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, clase 19 de la
interpretación a la transferencia, 17 de junio de 1964
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