Para Fisas, V. (1998) la paz se define como “Algo más que la ausencia de guerra, de la misma forma que en una guerra no puede haber nunca paz. No es una situación donde todo debe estar en armonía, sino por el contrario, se señala una referencia de paz muy ambiciosa que está en el horizonte de la humanidad, y que supone una transformación absoluta de cuanto hacemos en el mundo. No tiene nada que ver con el mantenimiento del statu quo, tan lleno de injusticias y desigualdades, o la docilidad y resignificación de quienes sufren las consecuencias de ello, y sí en cambio con el desenmascaramiento de los mecanismos de dominación, con la rebelión de quienes se les ha usurpado el derecho a tomar decisiones, a la recuperación de la dignidad, y con los procesos de cambio y transformación a nivel personal, social y estructural, que están implícitos en el traspaso de una cultura de violencia a una cultura de paz” Determinado el concepto de paz, otro elemento esencial para la formación del docente gestor de la paz, es la noción de cultura de paz. De acuerdo con la definición que presenta la UNESCO, encontramos que consiste en un conjunto de “valores, actitudes y conductas”, que plasman y suscitan a la vez interacciones e intercambios sociales basados en principios de libertad, justicia, democracia, tolerancia y solidaridad; que rechazan que la violencia y procuran prevenir los conflictos tratando de prevenir sus causas; que solucionan sus problemas mediante el diálogo y la negociación; y que no solo garantizan a todas las personas el pleno ejercicio de todos los derechos sino que también les proporcionan los medios para participar plenamente en el desarrollo endógeno de sus sociedades Desde finales de los noventa, el jefe paramilitar Carlos Castaño ordenó la toma de las universidades públicas de la región Caribe. Fue así como Salvatore Mancuso aterrorizó a la comunidad educativa de la Universidad del Córdoba, el Frente Mártires del Valle de Upar ingresó a Universidad Popular del Cesar y los ‘paras’ de ‘Don Antonio’ se tomaron la Universidad del Atlántico. El objetivo era apropiarse de los recursos de la educación, tal como sucedió con los de la salud. Pero los paramilitares no actuaron solos. “La Fiscalía recibió también declaraciones respecto a alianzas con rectores en universidades públicas de la región. Dentro de esta estrategia, la violencia se convirtió en la herramienta para buscar y conseguir la eliminación sistemática de individuos o grupos de personas que podrían constituir obstáculo para el alcance de los objetivos de los sectores en alianza y del propio proyecto político paramilitar”, asevera el informe del CNMH. Por principio elemental y natural los que hemos sufrido directamente los duelos en todas sus manifestaciones y niveles, debemos ser los abanderados de la causa de la paz, sobre todo si contamos con el personal suficiente y capacitado para asumir desde la academia el proceso de construcción de la convivencia pacífica, la tolerancia y el respeto por la diferencia. Sin embargo, a pesar de haber sido reconocida la Universidad del Atlántico como Sujeto de Reparación Colectiva, el mismo Estado ha preferido que sean otras instituciones las que lideren en Barranquilla y el Departamento esta actividad que por derecho propio nos pertenece; pero los recursos destinados para la reconstrucción de los tejidos sociales están siendo apropiados a entidades que nunca han sido arte ni parte del escenario político de las luchas de la nación. El alma mater como primera y única Universidad pública del Departamento, reclama liderar este proceso sin ambages ni reservas. Todas las circunstancias nos señalan como los legítimos constructores de paz que el entorno necesita, especialmente por nuestra comprobable extracción popular y la experiencia en las luchas por la equidad social y los derechos de los marginados. Quienes denunciaron este complot o hicieron veeduría de los dineros públicos fueron amenazados o asesinados, debilitando así a los sindicatos y organizaciones estudiantiles. “La situación de derechos humanos dentro del claustro universitario se ha tornado cada vez más crítica, debido al clima de desconfianza generado por el temor de los miembros de la comunidad a expresarse libremente o a debatir sus posiciones frente a los problemas que aquejan a la Universidad, en particular y al país en general”, dice un informe de la Defensoría del Pueblo de 2001. Las denuncias iban desde la existencia de nóminas paralelas, el no pago de pensión a los maestros jubilados, el robo de dinero que estaba destinado a la construcción de laboratorios, la poca transparencia en la elección del personal directivo y los frecuentes recortes presupuestales. Las víctimas han tenido obstáculos para acceder a la justicia. Pese a que exparamilitares han confesado algunos de sus crímenes, poco se sabe de sus aliados dentro de la universidad y en instituciones como el DAS. Ante las amargas experiencias en los estrados judiciales los afectados han preferido presentar sus casos en instancias internacionales. “Las víctimas han buscado la verdad más por iniciativa propia, porque la mayoría de las veces ni siquiera son contactadas por la Fiscalía. Las experiencias fallidas en la interacción con el sistema judicial afectan mucho la visión que tienen de la justicia. Hay casos que podrían decirse que son técnicamente exitosos, existe una sentencia. Pero eso no quiere decir que para las víctimas se pueda hablar de justicia”, contó Luz Marina Monzón, la investigadora que coordinó la investigación del CNMH. Después de más de medio siglo de polarizaciones y sin que nadie hubiera impuesto la razón de las armas, llegó la hora de imponer las armas de la razón; y estas sí que bien las conocemos, para vigilar que se vayan cumpliendo los 6 acuerdos fundamentales de La Habana en el sentido de una mejor redistribución de las tierras y riquezas y un mayor bien - estar de la nación en su conjunto.