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Coincido con Walter Benjamin, el filósofo alemán, quien planteó que la verdad
siempre es una imagen. Con esto, él plantea una relación entre verdad e imagen.
Pareciera una frase simple, lo es, pero al mismo tiempo es muy profunda. Estamos
rodeados de imágenes falsas que nos convencen de que necesitamos cosas que son
superfluas, que nos convencen, por ejemplo, de que un cigarro es refrescante o de que
tales zapatos nos harán buenos futbolistas; la lista es interminable. ¿Y los diseñadores
que hacen esas imágenes qué relación tienen con la verdad? Al “principio" la imagen
para mi era algo que me daría de comer, algo que podía vender, en algún momento
olvidé que la imagen, el crear imágenes, era para mi un momento de realización, de
felicidad absoluta. Creo que todos padecemos ese olvido en algún momento porque
estamos bajo un bombardeo constante de imágenes que solo nos miran como
consumidores incapaces de tomar una postura frente al mensaje.
Pero hablando de la imagen en sí, sería interesante plantearla como un territorio que
nosotros, los creadores de imágenes, preparamos para comunicarnos con los demás,
porque para el diseñador gráfico, la imagen tiene un componente comunicacional que
hace al diseño ser diseño y no cine, ni pintura, ni fotografía; es la forma particular en
que la comunicación se expresa a través del diseño, del cartel en mi caso que es lo que
más me apasiona. La imagen es para mi un momento de realización y un momento
para plantear cuestiones éticas a través de la comunicación hablando de la imagen en
el diseño gráfico.
Hay un momento en que tienes que apagar los motores de la nave y dejar que te lleve
el viento de lo inefable. En ese momento pienso que se esta en un momento de
humildad frente al mundo y sus misterios, así, volando con los motores pagados, "la
idea" hace su aparición y uno sabe que es la que buscaba porque intuyes su aparición,
de alguna manera reconoces lo que ves. Este momento puede durar meses, la cabeza
del diseñador es como una "súper computadora" que genera muchísimas imágenes
cada día y las desecha también hasta que sucede un encuentro que no te puedo
explicar, entre lo que intuyes, deseas, sientes y quieres comunicar. Una parte muy
importante de la etapa, digamos, constructiva de la imagen es el respeto y la mímesis
de los grandes diseñadores y artistas de la historia; se dice: nada viene de la nada.
Por ejemplo, nuestra cultura prehispánica esta plagada de símbolos que han
sobrevivido mas de 500 años al exterminio y el olvido. Todos vibramos al verlos, los
guardamos y protegemos y los mostramos como un tesoro sin necesidad de ser un
gran artista o diseñador. ¿Quién, cómo los creó? Esa pregunta nos lleva a momentos
maravillosos en la historia de la creatividad y la gráfica. En este punto, el diseñador
debe tener un sovoir faire -saber hacer- que solo viene con el tiempo, el trabajo y la
experimentación constante. Como un alquimista que no se deja impresionar por un
hallazgo maravilloso si es inesperado, sino que, al margen de eso, es capaz de seguir
detrás de su intuición hasta que la trae al mundo en forma gráfica. Cuando se logra un
nivel de síntesis simbólica transcendental, lo que logramos es la metáfora. Como lo es
para el poeta, la metáfora, es el horizonte de deseo del diseñador que cree en la
poesía.
Es cierto que incluso las cosas que nos hacen vibrar están mediadas por la educación y
las condiciones históricas pero si esto fuera todo, no existirían imágenes, literatura,
cine, que trascendiera tiempos, espacios y clases sociales. El diseñador debe ser capaz
de acceder a los universales y a los particulares de forma dialéctica y simbólica. No
puede el diseñador encasillarse en los cortos límites de un rol social o de identidades
cerradas, no, si su lenguaje intenta acceder a comunicar mensajes que vayan mas allá
del simple consumo de productos definidos por un “mercado meta”. La comunicación
es mucho más que mercado y los públicos mucho mas que consumidores. Es necesario
romper con los roles y las identidades cerradas del consumismo pues pueden
convertirse en campos de concentración de la creatividad y la subjetividad a causa de
un funcionalismo extremo y su dependencia total del mercado.
En sus inicios, la fotografía suscitó un ríspido debate sobre si era o no arte. Antes ya
había sucedido esto con el diseño, sobre todo con el cartel pero hoy nadie duda que los
carteles de Touluse Lautrec o Mucha son obras de arte. El diseño es el diseño como la
fotografía es fotografía, como el cine es el cine, la pintura la pintura y la poesía es la
poesía. Hacer una dicotomía entre arte y diseño podría ser estéril. Sin embargo, el
tema no es menor, por el contrario, tiene una gran relevancia. En sus clases sobre el
cine, Guilles Deleuze dejó muy claro por qué el cine es una nueva forma de expresar la
realidad, por qué hay un pensamiento cinematográfico y por qué esto es el nacimiento
de una forma de arte en el seno del arte. También existe pues el pensamiento
fotográfico, el pensamiento gráfico, el pensamiento poético, etc. Todavía falta quién de
una cátedra como la de Deleuze referida el cine en el mundo del diseño gráfico. Pero
podemos aventurarnos a decir algunas cosas. Hay algo que da, entre otras cosas, su
particularidad al diseño dentro del arte y es su relación con la comunicación, con el
mensaje. Hay una preponderancia del mensaje como problema de creación en el
diseñó gráfico. Cuando digo problema no me refiero a un obstáculo sino a un desafío, a
un horizonte. Incluso, en algunos lugares se ha dado una especificidad al diseño
gráfico y se le llama diseño de información pero ese es otro tema. Mientras el arte (y
quizá con esto caemos en la dicotomía que queríamos evitar) es una manifestación
libre e irrestricta de lo interior, del mundo interior del creador, el diseño, en tanto
manifestación estética, se da en una ración interior-exterior.
Si bien la manifestación del diseño no esta sujeta a restricciones, si esta conformada
por una relación comunicacional entre el interior del creador y el exterior con el cual
habrá de comunicarse. Esa relación interior-exterior de la manifestación estética en
tanto diseño, debe estar libre de ambigüedad a pesar de que pueda detonar mil
interpretaciones distintas. Lo extraordinario es que la mala interpretación de un
diseño, de un mensaje gráfico, por ejemplo, en un cartel, no es responsabilidad del que
mira sino de el que crea la obra. No podemos hacer un cartel sobre la paz que de
posibilidad a una interpretación en favor de la guerra. Aquí es donde el trabajo
intelectual del diseñador adquiere una dimensión sublime, comparable con la de
cualquier arte.
El arte no sirve para nada, no esta sujeto a servir o no servir, es libre, está, nació,
emancipado del funcionalismo y la teleología. Esta paradoja es en esencia la relación
del arte con la funcionalidad: el arte no puede estar sujeto a una función ni a un fin ni
ser medio de nada, dejaría de ser libre. Los escritores de Europa del este, por ejemplo,
de la posguerra, tuvieron que luchar con el nazismo, el realismo socialista y hoy con el
consumismo para no hacer de su creación un corolario o adorno de sistemas
ideologico-políticos que encuentran su realización en las dimensiones culturales y
económicas de dichos sistemas. Pensamos que sin objetivos, sin medios ni fines, algo
pierde sentido o simplemente es inútil. Van Gogh bien pudo ser clasificado como un
completo inútil y fracasado por los academicistas franceses, y aun, los marchantes de
arte jamás dieron a su obra el carácter de arte, por el contrario. ¿Esto detuvo a Van
Gogh? ¿su inadecuación total al canon, a las tendencias, al mercado lo detuvieron o lo
hicieron cambiar de orientación? No. Porque el sabía que lo que hacía era arte y hacer
arte tiene un precio muy alto uno que ni el más terallonario de los magnates podría
pagar jamás. En este sentido el arte es a la sociedad lo que la esperanza es a la
desesperanza, la posibilidad real de un mundo distinto en permanente construcción a
pesar de su constante y cruel destrucción.
ENTREVISTA KINO