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PRESENTACION

Seguimos caminando en la construcción de nuestro plan pastoral, teniendo en


cuenta que para nosotros presbíteros, la Eucaristía “es fuente y cumbre del ser
y el quehacer cotidiano”. Sabemos que el crecimiento en la vida cristiana, es
decir, en el conocimiento y amor de Jesucristo y en la vida de Gracia, se da,
sobre todo, por la Eucaristía, compendio del Misterio Pascual.

Presentamos las siguientes reflexiones sobre temas específicos de la


Eucaristía tratados en los encuentros de arciprestazgo, y que generosamente
algunos hermanos sacerdotes nos comparten para el estudio, crecimiento y
actualización. Este rico material, nos servirá de base para nuestro siguiente
encuentro con los Señores obispos y nuestros hermanos en el presbiterado.
Las reuniones serán a finales del mes junio e inicio del mes de julio. Les
rogamos, que además de la lectura, podamos ir concretizando propuestas para
compartirlas y que sean fundamento de “renovación en nuestro vivir y celebrar
el sacramento de nuestra fe”.

Que nuestra señora de los Remedios interceda por nosotros y nos enseñe
cada día, a amar con mayor intensidad a Nuestro Señor Jesucristo.

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INDICE

Eucaristía y legislación canónica


Domingo sin sacerdote
El canto en la Liturgia
Eucaristía y domingo
Eucaristía y evangelización
Homilía y Eucaristía
Misas de sanación
Anáforas Eucarísticas
Procesión de ofrendas
Eucaristías fuera del Templo parroquial

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EUCARISTIA - LEGISLACION CANÒNICA
CELEBRACIÓN
La celebración Eucarística es una acción del mismo Cristo y de la iglesia, en la
cual Cristo nuestro Señor, substancialmente presente bajo las especies del pan
y del vino, y se da como alimento espiritual a los fieles unidos a su oblación
(Can 899,1).
La asamblea Eucarística, en la que el pueblo de Dios se reúne en unidad, la
preside el Obispo, o en su nombre un presbítero, que actúa personificando a
Cristo (899,2).
Dispóngase la celebración Eucarística de modo que todos los participantes
perciban frutos abundantes, para cuya obtención Cristo instituyó el sacrificio
Eucarístico (Can 899,3).
Los sacerdotes deben celebrar frecuentemente la Eucaristía teniendo presente
que en ella se realiza continuamente la obra de la redención; más aún, se
recomienda encarecidamente la celebración diaria, aunque no puedan
participar otros fieles, ya que es una acción de Cristo y de la iglesia en cuya
realización los sacerdotes cumplen su principal ministerio (Can 904).
Sin embargo, sin causa justa y razonable, no celebre el sacerdote la Eucaristía
sin la participación de algún fiel, por lo menos (Can 906).
En la celebración Eucarística no se permite a los diáconos ni a los laicos decir
las oraciones, sobre todo la Plegaria Eucarística, ni realizar las acciones que
son propias del sacerdote celebrante (Can 907).
Está prohibido a los Sacerdotes católicos, concelebrar la Eucaristía con
sacerdotes o ministros de iglesias o comunidades eclesiales que no están en
comunión plena con la Iglesia católica (Can 908).
Son ministros ordinarios de la sagrada comunión, el obispo, el presbítero y el
diácono (Can 910,1).
Son ministros extraordinarios (Can 910,2) de la sagrada comunión el acólito o
también otro fiel designado (Can 230,3).
Los Sacerdotes pueden concelebrar la Eucaristía; o hacerlo de manera
individual siempre y cuando no se esté celebrando la Eucaristía en la misma
iglesia u oratorio (Can 902).
Téngase presente que es conveniente que los sacerdotes celebren o
concelebren la Misa (cuando se trata de grupos) a fin de participar en ella más
plenamente y de modo propio, y no se límite a comulgar como los laicos.
MINISTRO
Sólo el Sacerdote válidamente ordenado es capaz de confeccionar el
sacramento de la Eucaristía, actuando en la persona de Cristo (Can 901).

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La celebra lícitamente siempre que no esté impedido por la ley canónica y debe
observar las prescripciones canónicas. (Can 900,2).
Puede aplicar la Misa por cualquier persona tanto vivas como difuntas (Can.
901).
BINACION
El sacerdote no puede celebrar lícitamente más de una vez al día, exceptuando
los casos en que según el derecho se permite celebrar o concelebrar.
El ordinario del lugar puede conceder que con causa justa los sacerdotes
celebren dos veces en el día, si hay escases de sacerdotes; más aún, que
celebre tres veces los domingos y fiestas de precepto, cuando lo pide una
necesidad pastoral (Can 905).
Una concesión más amplia implicaría la dispensa de esta ley universal por el
obispo diocesano en virtud del Can 87.
PAN Y VINO EUCARÍSTICOS
Son elementos materiales que se emplean en la Eucaristía. Estas se deben
celebrar con pan y vino, al que se ha de mezclar un poco de agua. El pan debe
ser sólo de trigo y hecho recientemente. El vino debe ser natural, del fruto de la
vid y no corrompido (Can 924).
Está terminantemente prohibido, aún en caso de extrema necesidad, consagrar
una materia sin la otra, o ambas fuera de la celebración Eucarística (Can 927).
LUGAR
Se debe celebrar en un lugar sagrado dedicado al culto divino, mediante la
dedicación y bendición prescrita en los libros litúrgicos (Can 1205), a no ser
que en un caso particular la necesidad pida otra cosa, pero que sea un lugar
digno, ya sea local cerrado, al aire libre, en un barco, etc.
EUCARISTIA Y NORMAS PASTORALES EN LA ARQUIDIOCESIS DE CALI
BINACIONES Y TRINACIONES.
Se concede a los párrocos que prestan su servicio pastoral en la arquidiócesis,
la facultad de celebrar dos veces al día y aun tres, los domingos y fiesta de
precepto (C.905).
Para la celebración Eucarística téngase muy presente la ordenación del Can.
924 que recuerda que el Pan debe ser exclusivamente de trigo y “ hecho
recientemente”; en cuanto al Vino, debe ser únicamente del fruto de la vid sin
mezcla de alcoholes que no sean derivados de la uva.
Para seguridad de la legitimad del vino para consagrar, provéase en la curia
Arzobispal.
El estipendio que se reciba por la celebración de una segunda o tercera Misa
debe ingresar al Fondo Parroquial o del Templo.

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PRIMERAS COMUNIONES
Para que pueda administrarse la Santísima Eucaristía a los niños, se requiere
que tenga suficiente conocimiento y hayan recibido una preparación
cuidadosa, de manera que entiendan el Misterio de Cristo en la medida de su
capacidad, y puedan recibir el cuerpo del Señor con fe y devoción (C. 913,1).
Puede, sin embargo, administrarse la santísima eucaristía a los niños que se
hallen en peligro de muerte, si son capaces de distinguir el cuerpo de Cristo del
alimento común Y de recibir la comunicación con reverencia (C. 913,2).
Se recomienda que se admitan los niños a la Primera Comunión cuando estén
cursando tercer año de educación primaria.
La Primera Comunión debe celebrarse en el Templo Parroquial en cuanto sea
posible, y es deber y derecho del Párroco procurar que los niños se preparen
bien y evitar que se acerquen al Sacramento antes del uso de la razón, o sin la
debida preparación (C. 914).
Se recomienda una preparación seria, debidamente programada, con una
duración, correspondiente en lo posible a un año académico.
Los colegios que brindan la preparación a la Primera Comunión se deben
comunicar con su Parroquia para acordar la celebración del Sacramento.
CUSTODIA DE LA SAGRADA EUCARISTIA
Resérvese el santísimo Sacramento en un Sagrario fijo, colocado en parte
destacada de la Iglesia, y cerrado de manera que ofrezca garantía de
seguridad para evitar al máximo el peligro de profanación (C. 938).
Por grave causa se puede reservar el Santísimo en otro lugar digno y más
seguro sobre todo durante la noche (C. 938)
El Párroco o el Sacerdote a cuyo cargo está el Templo debe cuidar que se
guarde con diligencia la llave del Sagrario (C. 938)
MISA EXEQUIAL
En la celebración de las exequias, no debe hacerse ninguna acepción de
personas o de clases sociales, ni en las ceremonias ni el ornato externo
(O.P.P. No. 522) Y (C. 1181). Siempre que se trate de gente pobre es
obligación del Párroco celebrar gratuitamente las exequias.
Las exequias deben celebrarse preferencialmente en el Templo parroquial del
difunto (C. 1177) y (D.P.P.No. 529).
Las personas que escogieron la cremación de su cadáver, siempre y cuando
no lo hubieran hecho por motivos contrarios a la fe cristiana, tienen también
derecho a los ritos cristianos de las exequias (C. 1176).

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MISAS EN CASAS PARTICULARES
El Templo parroquial, se debe privilegiar para la celebración Eucarística, sobre
todo el domingo y fiestas de precepto (D.P.P. No. 413). Solamente se permite
celebrar la Eucaristía en casas particulares, condominios o empresas, con
licencia del Párroco, cuando una razón pastoral lo permita, como asambleas
familiares, misiones, visitas pastorales y administración del Sacramento de los
Enfermos y el Viatico.
ESTIPENDIO POR LA MISA
Solamente se puede recibir un estipendio por día, con excepción del día de
Navidad (C. 951).
Se ha de aplicar una misa distinta por cada intención, para la que ha sido
ofrecida y se ha aceptado un estipendio, aunque sea pequeño. (C. 948) En
materia de estipendios, evítese hasta la más pequeña apariencia de
negociación o comercio. (C. 947).
MISAS COMUNITARIAS
(Decreto de la Congregación para el Clero, 22 de febrero de 1991, Y Boletín de
participación No 12 de 1991 art.1 y 2.).
Es indispensable que el Sacerdote advierta a los fieles que su ofrenda será
acumulada junto con otras para la celebración de una sola misa.
Es necesario que además les notifique en donde y a qué hora celebrará ese
Eucaristía.
La Congregación para el Clero autorizó la celebración de esta clase de misas
solamente dos veces por semana.
Se debe tener presente que debemos evitar toda apariencia de negocio o lucro
en relación con la celebración de la Eucaristía, de los demás Sacramentos y de
todos los servicios de la Iglesia Católica.

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DOMINGO SIN SACERDOTE.

SITUACION
No necesariamente hay que estigmatizar el hecho de que el sacerdote en sus
actividades pastorales parroquiales, celebre más de las eucaristías previstas
por el Derecho Canónico o por las normas pastorales; es posible que las
circunstancias lo ameriten para una mejor atención, promoción y
acompañamiento espiritual de la comunidad. De manera especial, aquellos que
viven en el sector rural, tienen en su jurisdicción varios sitios de culto.
En algunas situaciones específicas se ha encomendado a laicos preparados
que celebre la liturgia de la palabra con el servicio de la comunión,
especialmente cuando es imposible para el sacerdote llegar a la celebración.
No podemos olvidar el gran trabajo de algunos laicos en este servicio, pero
también las exageraciones dadas por atribuciones de algunos que ignorando
su tarea, se exceden en facultades, como exponer el santísimo, bendecir aguas
y objetos sagrados, utilización indebida de los libros sagrados, etc.
Para los fieles, la Eucaristía dominical es un momento importante y maravilloso
de encuentro con Dios y con la comunidad. La necesidad del sacerdote se
hace fundamental, se sienten seguros, acompañados y se evita algunas
confusiones que pueden poner en peligro la fe de algunos fieles.

MAGISTERIO
Canon 1248 § 2: “Cuando falta el ministro sagrado u otra causa grave hace
imposible la participación en la celebración eucarística, se recomienda
vivamente que los fieles participen en la liturgia de la Palabra, si ésta se
celebra en la iglesia parroquial o en otro lugar sagrado conforme a lo prescrito
por el Obispo diocesano, o permanezcan en oración durante el tiempo debido
personalmente, en familia, o, si es oportuno, en grupos familiares” CEC 2183.

VISION PASTORAL
Los laicos están llamados a cumplir su compromiso participando en la solución
de problemas, desafíos y urgencias de su mundo secular, de personas,
familias, grupos sociales y pueblos; así contribuyen en la construcción de un
mundo mejor y desde luego también en la Iglesia como comunidad de fe, de
oración y de comunión fraterna, además, de su trabajo los creyentes ven como
muy necesario su apoyo en la evangelización y formación doctrinal para el
fortalecimiento de la fe y de la acción de la Iglesia basada en la caridad (Mt.
25, 31-46) obrando como verdaderos discípulos de Cristo. En síntesis, la
misión de los laicos se ve reflejada por la catequesis, la vida sacramental y en
la cooperación de ayuda a los demás, especialmente con los pobres y

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marginados, con el testimonio de su vida, con la palabra oportuna y en la
acción concreta, se busca el bien común; en defensa de la dignidad del hombre
y de la mujer y de sus derechos inalienables, promoviendo ante todo con la
convivencia miembros todos de un mismo pueblo, basada en la paz, libertad, la
solidaridad y la fraternidad (Puebla 1979).
La vocación y misión de los fieles laicos es la santidad, la cual implica expresar
la vida ejerciendo el verdadero apostolado con disposición y voluntad, para lo
cual se hace necesario de una formación completa (Santo Domingo 951) que
contribuya no solo al avance espiritual y doctrinal, sino también a la a la
satisfacción personal por el servicio y participación decidida y desinteresada en
la misión, evangelización y acción de la iglesia. En los ministerios delegados o
instituidos y en el servicio exige una formación conforme al Santo Concilio y
otros documentos eclesiales tales, como Medellín, se afirma de los
movimientos laicales como apostolado en la acción de la Iglesia; en Puebla,
270 la Iglesia es un pueblo de servidores a través de la evangelización dirigida
a todos los hombres y mujeres sin distinción, especialmente a los pobres y a
los que sufren.
Es importante pensar en agentes de pastoral, que en determinado momento
puedan ser un apoyo en la labor pastoral del sacerdote, pero no hay que
pensar en la práctica “domingo sin sacerdote”, como una medida para poner
en práctica a corto plazo; para poder llegar a esta práctica es necesario
emprender un proceso de educación de la comunidad y de formación de los
agentes de pastoral que se ocupen de esta labor.
Nuestros fieles se consideran católicos, porque han sido bautizados y están
dispuestos a recibir los otros sacramentos, igualmente se consideran católicos
porque celebran la navidad y la Semana Santa con las prácticas propias de
adviento y cuaresma respectivamente, es decir hay una consideración de
identidad cristiana católica a partir de unas prácticas piadosas, rituales y
cultuales; todavía no hemos buscado la identidad cristiana católica en un estilo
de vida personal, familiar y social que le permita a la Iglesia cristiana católica
ser, lo que debe ser:
No deja de ser importante que la Iglesia piense en formar laicos, que con el
tiempo puedan asumir el pastoreo de una comunidad parroquial, a la cual
puedan acompañar y orientar en el debido crecimiento como cristianos y que el
sacerdote pueda llegar a la comunidad a presidir la eucaristía, a administrar los
sacramentos en los cuales el ministro es el sacerdote. Pensar en una Iglesia
así, es pensar en una Iglesia madura. La madurez de la Iglesia no se puede
medir por la cantidad de obispos o sacerdotes que se den el ella; la madurez
de la Iglesia se puede medir a partir del número de bautizados preparados para
ser evangelizadores y formadores de comunidades auténticamente cristianas, a
partir de un auténtico conocimiento de lo que significa ser cristiano y una
vivencia auténtica de la fe.

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PROPUESTAS
Seguir con la formación laical y aclarar el papel del laico que sirve en la
Eucaristía.
Organizar sencillos esquemas de celebración, bien delimitados, donde el laicos
que va a celebrar la liturgia de la palabra con el servicio de la comunión, pueda
observar sus funciones, textos bíblicos, subsidios de homilías y ritos
específicos.
Ofrecer catequesis a los fieles sobre la posibilidad de un domingo sin
sacerdote, su fundamento, valor y oferta pastoral de la arquidiócesis.
Seminaristas, estudiantes al diaconado, diáconos y laicos con una larga
formación pastoral.

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EL CANTO Y LA LITURGIA
La música y el canto se han convertido en pieza fundamental de toda fiesta
humana, de igual manera lo es en las celebraciones litúrgicas. No se utilizan
como un simple adorno, “para que la celebración salga bonita”, sino que son
oración hecha música, palabra cantada. “Amonesta el Apóstol a los fieles que
se reúnen esperando unidos la venida de su Señor, que canten todos juntos
salmos, himnos y cánticos inspirados” (cfr. Col 3,16). Pues el canto es signo de
la exultación del corazón (cfr. Hch 2, 46). De ahí que San Agustín dice con
razón: “Cantar es propio del que ama”, mientras que ya de tiempos muy
antiguos viene el proverbio: “Quien canta bien, ora dos veces”.

SITUACION
Se puede apreciar por lo general una total libertad en la forma como se
desarrolla el culto eucarístico en la Arquidiócesis de Cali, en lo que se refiere al
acompañamiento musical.
Cuando la celebración es dominical, festiva o de precepto, se procura que el
acompañamiento sea un poco más armonioso y brillante, para lo cual se cuenta
en muchas parroquias con grupos que cultivan la música instrumental y el
canto. Y si la eucaristía ha sido solicitada por algún feligrés con motivo de
alguna intención especial, como por ejemplo, matrimonio, primera comunión,
aniversario, etc. es frecuente que dicho feligrés contrate grupos profesionales
de canto litúrgico que han ido proliferando en toda la Arquidiócesis, con
absoluta libertad y sin ningún requerimiento ni coordinación con la pastoral
eclesial. En estos casos se agrava la falta de participación de los fieles en los
cantos, pues se descarga totalmente en el grupo profesional que hace
presencia, dicha animación litúrgica.
Se puede calificar de precaria e inclusive inexistente, la coordinación que debe
existir entre el grupo profesional que aparece para dar realce a la celebración
eucarística y el presidente de la misma y esta queda expuesta a
interpretaciones románticas o descoordinadas con el ritmo de la celebración,
como el caso frecuente de cantos a la Virgen en el momento de la comunión.
Para que el canto y la música tengan en la celebración de la comunidad el
lugar que les corresponde, es necesaria una buena preparación litúrgica y
musical de quienes componen el “coro o ministerio de alabanza”, pero además
que su perfil este enfocado en ser siempre un servidor de la asamblea, que no
se confunda con un coro “espectáculo”. Ojalá se pudiera enriquecer siempre el
ministerio musical con instrumentos como: Piano, guitarras, bajo, sin dejar de
lado panderetas, batería, bongós, y otros instrumentos, según el gusto y las
posibilidades de cada comunidad.

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MAGISTERIO
En La Sacrosantum Concilium, se prescribe en los numerales 45 y 46 que en
las diócesis se formen comisiones de liturgia, de música y de arte sagrado,
que deben trabajar en estrecha colaboración; e inclusive se pueden integrar en
una sola.
En el catecismo encontramos:
En los numerales 1156 a 1158 vale la pena recordar los 3 criterios principales:
1. La belleza expresiva de la oración. 2. La participación unánime de la
asamblea; y 3. El carácter solemne de la celebración. En el 1158 se insiste en
la participación de los fieles, recomendando que se fomente el canto religioso
popular y enfatizando que los textos destinados al canto sagrado estén de
acuerdo con la doctrina católica; “más aún, deben tomarse principalmente de la
Sagrada Escritura y de las fuentes litúrgicas.”
En las NORMAS PASTORALES Y ADMINISTRATIVAS DE LA
ARQUIDIOCESIS DE CALI, el numeral 13, con base en los numerales 350, 351
y 352 del D.P.P., de manera general advierte que el canto tiene una función
litúrgica, como un ministerio, que debe respetar los textos litúrgicos y las
diferentes partes de la celebración. Por lo tanto responsabiliza al celebrante
para que, en coordinación con el director del coro, acuerde ANTES de la
celebración lo pertinente. E insiste igualmente en que se debe procurar la
participación activa de los fieles en los cantos.
Finalmente, remitiendo para ello al Nº 8 de las normas sobre conciertos en las
iglesias, exige que las letras tengan relación con los hechos salvíficos de
nuestra fe y prohíbe los cantos profanos, propios de serenatas, clubes y fiestas
sociales.

VISION PASTORAL
Con el fin de favorecer la participación activa, el pueblo de Dios canta
alabanzas al Señor. Hay que velar porque no se pierda el patrimonio musical,
teniendo en cuenta que no todos los cantos sirven para la celebración: hay que
evitar la fácil improvisación e introducción de géneros musicales no
respetuosos del sentido de la liturgia. El canto debe estar en consonancia con
la identidad propia de la celebración. Todo ha de corresponder al sentido del
misterio, a las partes del rito y al tiempo litúrgico.
Servicio de los ministerios de alabanza. El servicio que prestan los
guitarristas, vocalistas y otros instrumentistas es uno de los más importantes y
hermosos para la liturgia de la comunidad. Los cantos de la eucaristía deberían
ser siempre cuidadosamente preparados por el equipo de liturgia y el ministerio
de alabanza. La improvisación, lamentablemente demasiado común en muchas
comunidades, empobrece la posibilidad de alabar al Señor. Una de las tareas
primordiales de todo ministerio de alabanza es la de enseñar los cantos y
ensayarlos con la asamblea.

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En la misa al igual que en los demás sacramentos, cada canto tiene su sentido
y su lugar, es por esta razón que:
• No se debería interpretar un canto cualquiera en los momentos de la
misa.
• No se deberían interpretar algunos cantos en cualquier tiempo del año,
porque la liturgia pasa por momentos muy diversos y característicos a lo largo
del año litúrgico.
• En ella hay varios cantos cuyo texto se halla en el propio misal: el acto
penitencial, el “Gloria”, el “Santo” y el “Cordero”.

PROPUESTAS
Intensificar la formación de los seminaristas en la materia y charlas formativas y
unificadoras de criterios a los sacerdotes de la Arquidiócesis.
Volver a la práctica de carnetización, previa capacitación litúrgica, a los grupos
que se autoricen para desempeñar su labor en los templos de la Arquidiócesis.
Ampliar la difusión de las músicas y las letras de los cantos que se proponen
en las hojitas dominicales.
Establecer un porcentaje de dichas tarifas (se propone un 10%, para incentivar
el establecimiento de la cultura del diezmo) como aportes de los grupos
profesionales a las parroquias.
Procurar que en cada parroquia se institucionalice un coro.
En lo posible, habilitar un animador para las celebraciones, encargado de
estimular la participación de la comunidad en los cantos.
Crear, o reactivar (si ya existe) la comisión diocesana de liturgia, música y arte
sagrado.

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EUCARISTIA Y DOMINGO

En la experiencia cristiana, el domingo es ante todo una fiesta pascual,


iluminada totalmente por la gloria de Cristo resucitado. Es la celebración de la
"nueva creación".
En la historia de la Iglesia, el domingo ha tenido una consideración privilegiada
por su estrecha relación con el núcleo del misterio cristiano. Por eso, es el día
del Señor y la Pascua semanal en la que se celebra la victoria de Cristo sobre
el pecado y la muerte. Es importante notar que la resurrección de Jesús que
aconteció el domingo es el dato originario en el que se fundamenta la fe
cristiana (1Cor 15:14). Para ello, cada domingo es conmemorado y la Iglesia
indica a cada generación lo que constituye el eje central de la historia con el
cual se relaciona el misterio del principio y el destino final del mundo.
Hoy, seguimos insistiendo en el valor de la celebración dominical, como
encuentro, precepto, fiesta y sacrificio. Son muchas comunidades que caminan
hacia vivir el domingo como día central de su fe, poniendo la Eucaristía como
cumbre del domingo. Aunque la realidad sociológica haga que muchas
personas solo lo vean como un día más de descanso, de esparcimiento, que
nada tiene de comunicación con su fe.
Es común también observar una equivocada visión de la celebración dominical,
queriendo compararla con cualquier otra celebración, inclusive, saltándola,
pensando que la celebración del lunes o cualquier otro día de la semana
cumple la misma función.
Otra situación compleja es el poco ambiente celebrativo del domingo en las
parroquias, no se ve nada diferente que los demás días de la semana, las
celebraciones no cambian casi en nada y a menudo los fieles no logran
conectarse con el misterio Eucarístico como comunidad que se reúne a
compartir su fe.

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MAGISTERIO
“El domingo en que celebra el misterio pascual, por tradición apostólica, ha de
observarse en toda la Iglesia como fiesta primordial de precepto". (CIC can.
1246,1)
La celebración del domingo cumple la prescripción moral inscrita en el corazón
del hombre, de "dar a Dios un culto exterior, visible, público y regular bajo el
signo de su bondad universal hacia los hombres"(CEC 2176).
La celebración dominical del día y de la Eucaristía del Señor tiene un papel
principalísimo en la vida de la Iglesia. “El domingo, en el que se celebra el
misterio pascual, por tradición apostólica, ha de observarse en toda la Iglesia
como fiesta primordial de precepto (CEC 2177)
La participación en la celebración común de la Eucaristía dominical es un
testimonio de pertenencia y de fidelidad a Cristo y a su Iglesia. Los fieles
proclaman así su comunión en la fe y la caridad. Testimonian a la vez la
santidad de Dios y su esperanza de la salvación. Se reconfortan mutuamente,
guiados por el Espíritu Santo (CEC 2182).
El domingo es el día por excelencia de la Asamblea litúrgica, en que los fieles
"deben reunirse para, escuchando la palabra de Dios y participando en la
Eucaristía, recordar la pasión, la resurrección y la gloria del Señor Jesús y dar
gracias a Dios, que los ´hizo renacer a la esperanza viva por la resurrección de
Jesucristo de entre los muertos´" (SC 106)
El domingo y las demás fiestas de precepto los fieles tienen obligación de
participar en la Misa; y se abstendrán además de aquellos trabajos y
actividades que impidan dar culto a Dios, gozar de la alegría propia del día del
Señor, o disfrutar del debido descanso de la mente y del cuerpo. (CIC 1247)
Obsérvese que la finalidad de este precepto es ante todo dar culto a Dios, no
solo atender a las necesidades de descanso. Para más detalles sobre el
sentido profundo del descanso dominical, se puede consultar la Carta
Apostólica Dies Domini, de Juan Pablo II, de 31 de mayo de 1998, nn. 64 a 68.

VISION PASTORAL
El domingo es el día de la resurrección de Jesucristo: El domingo es el día que
construye el centro de la vida cristiana. Dado que el tercer mandamiento
depende esencialmente del recuerdo de las obras salvíficas de Dios, pues, el
primer día después del sábado es significativo porque en él tuvo lugar la
resurrección del Señor. Así que es un deber de cada cristiano santificar el
domingo puesto que “éste es el día en que actuó el Señor”. Relacionado con lo
dicho, es que celebramos el domingo por la venerable resurrección de Nuestro
Señor Jesucristo no solo en pascua sino en cada semana. Por eso, es
importante hacer una referencia específica a la resurrección de Cristo para
comprender plenamente el significado del domingo. La liturgia dominical que la

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Iglesia propone pone a la consideración en la vida de los fieles el
acontecimiento pascual del que brota la salvación del mundo
Si bien el domingo en sí es trascendental, la celebración dominical de la
Eucaristía le hace tan significativo ya que el sacramento de la Eucaristía es el
centro vital de la Iglesia y fuente y culmen de su vida y misión. Más aún, hay
una relación muy estrecha entre el domingo y la Eucaristía. De hecho, la
costumbre característica de los cristianos de reunirse el domingo para celebrar
la resurrección de Cristo es el hecho que define la forma de existencia
renovada por el encuentro con Cristo
Somos testigos de que muchos fieles católicos en nuestras parroquias toman el
domingo como simplemente un día de descanso. Es decir, un día como
cualquiera con la diferencia de que se puede tener tiempo para paseos,
compras, diversión, entre otros. Así que el sentido espiritual del domingo ha
perdido en la mayoría de los feligreses. En la Eucaristía dominical siguen
participando los de siempre, la mayoría de los cuales son adultos mayores. La
Iglesia como sacramento de salvación ofrecida por Dios debe de emprender
programas pastorales que puedan ayudar a que se recobra el sentido de la
Eucaristía dominical para aquellos que ya lo perdieron.
El domingo cristiano es un auténtico "hacer fiesta", un día de Dios dado al
hombre para su pleno crecimiento humano y espiritual.
El domingo, pues, más que una "sustitución" del sábado, es su realización
perfecta, y en cierto modo su expansión y su expresión más plena, en el
camino de la historia de la salvación, que tiene su culmen en Cristo.
”No podemos olvidar que Siempre que participamos en la Eucaristía tenemos
un encuentro íntimo con Jesús. Desde esta óptica, se fundamenta la
importancia de la participación en la Misa dominical, que debe experimentarse,
no como una obligación, sino como «necesidad interior del creyente, de la
familia cristiana y de la comunidad parroquial» (DA 252).

PROPUESTAS
Preparar bien las Eucaristías con los grupos parroquiales, haciendo énfasis en
la belleza de la liturgia y la participación de los fieles.
La homilía puede ayudar a vivir la fiesta de la comunión. La explicación de la
palabra en clave de comunión, fiesta y liberación invitará a celebrar la vida
unida a la resurrección de Jesús.
Darle el tono de fiesta a la celebración por medio de los cantos bien preparados
y en sintonía con la fiesta. Se puede también utilizar la decoración del templo
como un instrumento de gozo.
En las celebraciones donde participen niños o jóvenes en mayor cantidad,
tener atención a las palabras utilizadas y a generar un ambiente más fraterno,
más cercano con ellos.

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Ver el ejemplo de algunas comunidades parroquiales que tienen espacios de
compartir comunitarios el domingo, como el desayuno, el almuerzo, juegos y
presentación de películas después de la celebración eucarística.

EUCARISTIA Y EVANGELIZACION.

SITUACION
En la Vida arquidiocesana lo verdaderamente nuclear y fundamental es el
Evangelio de Jesús, que hemos asumido como nuestro proyecto de vida. Lo
fundamental es la Alianza y al servicio de ese compromiso vital están los
Planes Pastorales, no importa cuál sea su metodología o la filosofía que los
inspire.
Este tema de la Eucaristía y la Nueva Evangelización, debe llevarnos a sentir
ese ardor que sentían los discípulos de Emaús cuando Jesús les hablaba por el
camino, se les abrasaba el corazón mientras aquel desconocido les contaba las
Escrituras (Cfr. Lc 24, 32). Aquel encuentro les hizo aprender para siempre que
era partiendo el pan como podrían en adelante encontrar al Resucitado y eso
supone que es la vida y no sólo el corazón lo que tiene que arder.
En el centro de nuestro servicio evangelizador está la Eucaristía, percibida
como un encuentro de fe, de quienes participan con el Señor. Esto es muy
valioso porque los fieles vienen a escuchar al Señor y celebrar su fe. Es el
Señor quien les habla y entran en intimidad con Él. Pero, siguen siendo
desconocidos y fríos, no hay encuentro fraternal.
La comunicación entre Evangelización se corta debido a que la comunidad no
celebra, no relaciona la Eucaristía con la vida, parece recordar un pasado y no
una conmemoración de la Cena del Señor, de la Eucaristía. Vida y Eucaristía
no se integran, no comprenden los signos y momentos en la celebración, la
homilía es descarnada y se puede caer en el peligro de promover el intimismo
e individualismo.

MAGISTERIO
Algunos de los textos claves que nos pueden iluminar a la Eucaristía como
fuente y culmen de la evangelización. “La Santísima Eucaristía contiene la

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completa riqueza espiritual de la Iglesia… La Eucaristía se muestra a sí misma
ser la fuente y culminación de toda la proclamación del Evangelio. Los otros
sacramentos al igual que cada ministerio de la Iglesia y cada labor del
apostolado están vinculados con la Santa Eucaristía y están dirigidos hacia ella'
(Presbyteroum Ordinis no. 5). “Es en el Sacrificio Eucarístico, donde los
sacerdotes consuman su servicio principal, que el trabajo de la redención es
continuamente realizado' (PO no. 13 LG no. 28 AG no. 39).
Otros textos estrechamente relacionados a aquellos aquí mencionados son: “El
Sacrificio Eucarístico es la fuente y culminación de toda la vida cristiana'. (LG
no. 11). “Es el centro y culmen de la celebración de los sacramentos porque
suscitan la presencia de Cristo, el Autor de la Salvación' (AG no. 9) “Comunica
y nutre esa caridad hacia Dios y el hombre cual es el alma de todo el
apostolado” (LG no. 33)
Anunciar la muerte del Señor « hasta que venga » (1 Co 11, 26), comporta para
los que participan en la Eucaristía el compromiso de transformar su vida, para
que toda ella llegue a ser en cierto modo « eucarística ». Precisamente este
fruto de transfiguración de la existencia y el compromiso de transformar el
mundo según el Evangelio, hacen resplandecer la tensión escatológica de la
celebración eucarística y de toda la vida cristiana: « ¡Ven, Señor Jesús! »
(EDE)

VISION PASTORAL
La tarea evangelizadora de la Iglesia debe presentar la Eucaristía como una
gran Fiesta de hermanos que celebran y viven su fe. Es el encuentro de la
comunidad que se reúne: “a escuchar las enseñanzas de los apóstoles, viven
unidos y participaban en la fracción del pan y las oraciones… Todos los
creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común… (Hch 2,42..).
De igual manera ha de enseñar el camino que llevó el Señor Jesucristo para
instituir la Eucaristía como memorial suyo, de su vida de entrega y solidaridad,
de amor que se hace ágape, que lo condujo hasta el madero de la Cruz. Una
verdadera evangelización no puede dejar de presentar a Jesucristo en la Cruz
“Gálatas ¡que torpes son! ¿Quién los ha seducido? ¿No les presenté
claramente a Jesucristo clavado en una cruz? (Gal 3,1).
El sacerdote ha de evangelizar con la palabra pero ante todo con su propia
vida, Su vida ha de ser Eucarística, que exprese su comunión con Cristo pero
también con sus hermanos.
“Anunciar a Jesucristo lo es todo, lo demás es nada” esta es la convicción que
debe movernos en la evangelización a través de la Eucaristía y todas sus
partes, ya que toda ella es Cristo céntrica. “De la abundancia del corazón habla
la boca, y si estamos llenos de Él es lo que hablaremos, de sus palabras, de
sus obras y su vida. Y lo haremos como alguien que se encuentra enamorado,
con alegría y entusiasmo.

17  
 
La Eucaristía es la fuente y culmen de toda la vida cristiana, es la máxima
oración que podemos elevar al Padre y el espacio donde nos hacemos uno con
la misma y Santísima Trinidad al comulgar, es decir nos estamos identificando
plenamente con el Señor.
La homilía fundamentalmente es una oportunidad para anunciar a Jesucristo.
No podemos olvidar que la Iglesia de América latina ha escogido el discipulado
misionero como línea de la evangelización. La Eucaristía debe ayudar a los
fieles a tomar conciencia que el Discípulo es el que aprende. Supone maestro,
palabra que debe ser escuchada, modelo al que hay que conformarse, objetivo,
proceso de aprendizaje, recursos formativos. Es una escuela con todo lo que
ella implica. Modelo de discípulo no es el alumno que asiste distraído a una
clase sino el aprendiz de artesanía que se hace maestro.

PROPUESTAS.

Implementar una catequesis sobre la Eucaristía conmemorativa de la Cena del


Señor y del sacrificio del mismo.
De igual manera que destaque la unidad de la vida y la liturgia eucarística,
“Vive lo que celebras, y celebra lo que vives”.
Aprovechar para dar a conocer a Jesucristo a la luz de la Palabra que se
proclama.
Aprovechar las homilías para centradas en el servicio evangelizador.
Utilizar los signos de la eucaristía para evangelizar.
Organizar en la arquidiócesis un tiempo intensivo de formación en el ser
discípulo y sus compromisos.

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HOMILIA Y LA EUCARISTIA.

Jesús encargó a sus discípulos la labor que Él había realizado: que predicaran
el Evangelio a toda creatura. De este mandato los Apóstoles decidieron que el
ministerio que más les tenía que caracterizar era este: ser servidores de la
Palabra (Hch 6). Así lo ha hecho la iglesia a lo largo de su historia y dentro de
esta misión evangelizadora, tiene particular interés el servicio de la predicación
homilética en el marco de la celebración de la comunidad cristiana.

SITUACION
Entre luces y sombras, la homilía sigue siendo un desafío para nosotros los
sacerdotes. Invitamos a pensar en las siguientes situaciones.
Creciente posibilidad de materiales para preparar la homilía en libros, subsidios
y documentos. Esto abre un espacio oportuno para construir una reflexión
consistente.

19  
 
Un problema es la unidad de criterios teológicos pastorales. Factor del cual se
queja casi toda la gente, que encuentra muchos criterios en la doctrina y que
no tenemos unidad en la predicación de los contenidos.
No hay PREPARACIÓN ADECUADA que depende de los siguientes factores:
No se conocen los textos con anterioridad y se improvisa. No se prepara con
oración y meditación anterior, para entender la Palabra y hacerla propia, para
poderla entregar.
Se vulgariza el lenguaje por acomodarse a un ambiente común, perdiendo lo
espiritual, sagrado y mistérico, por convertirse en “chabacano”, a veces se
irrespeta el auditorio, y se caen por ignorancia y meterse en otros temas en el
ridículo.
Se convierte la predicación en un darse importancia el predicador e ignorar la
necesidad espiritual y el mensaje evangélico que se le debe transmitir al pueblo
de Dios.
Se nota que en algunas parroquias, se está desarrollando la preparación de la
homilía con un grupo determinado de estudio bíblico. Los laicos participan e
iluminan al sacerdote en su predicación.
Se palpa un acomodarse del PREDICADOR, a los gustos de las gentes,
complaciendo su parecer, MAS QUE SER PROFETA y ayuda a caminar al
pueblo en los misterios de la salvación y en el cumplimiento de la Alianza. Se
teme perder la popularidad y la consecuente retribución.
Se está aprendiendo poco a poco a desarrollar homilías con contenidos
precisos y de duración adecuada.

MAGISTERIO

La homilía es el punto verdadero de COMUNICACIÓN ENTRE EL PASTOR Y


LA COMUNIDAD, SU REBAÑO. Aquí es donde está el olor a oveja muy
importante, para que ellas conociendo la voz lo entiendan y el pastor
conociendo a sus ovejas les pueda ayudar a entender la Palabra. (Cf E.G.
135).
La homilía puede ser realmente una intensa y feliz experiencia del Espíritu, un
reconfortante encuentro con la palabra, una fuente constante de renovación y
de crecimiento. (Cf E.G. 135).
No es propiamente una meditación, ni una catequesis, es el dialogo de Dios
con su pueblo, son proclamadas las maravillas de la salvación, y recordado el
compromiso con la alianza. (Cf E.G. 137).
El que predica debe reconocer el corazón de su comunidad para buscar dónde
está vivo y ardiente el deseo de Dios, y también dónde ese diálogo, que era
amoroso, fue sofocado o no pudo dar fruto. . (Cf E.G. 137).
20  
 
La homilía no puede ser un espectáculo entretenido, que responda a la lógica
de los recursos mediáticos, debe darle el sentido y el fervor a la celebración
(Cf E.G.138).
La Homilía es parte de la Liturgia de la Palabra y nunca debe faltar en las
Misas de los domingos y fiestas de precepto; es muy aconsejada en las Misas
que se celebran entre semana con suficiente concurso de fieles,
particularmente en las ferias de Adviento y Cuaresma (C. 767) Y (D.P.P. No.
422).

VISION PASTORAL
El auténtico presidente de toda la vida cristiana es Cristo, pero en la
celebración eucarística le representa un sacerdote que preside y que asume la
misión de la predicación, dirigiendo la Palabra a la comunidad.
La homilía no es independiente sino que está al servicio de la Palabra que
acaba de proclamarse, servicio que quiere ayudar a que esa palabra cale en la
vida de la comunidad. Su punto de referencia y su contenido básico es lo que
han dicho las lecturas bíblicas, así ayuda a que sean comprendidas y acogidas
por todos y surta el efecto deseado: ser imitada por todos, ya que la Palabra es
Palabra para ser vivida, de manera que los fieles, incluyendo al predicador
vayan adquiriendo la vida de Cristo. Partimos de lo que nos ha dicho Dios, de
la historia de la salvación, de la Buena Noticia centrada en Cristo y su Pascua,
una Buena noticia que afecta nuestra historia hoy y aquí ya que es anuncio de
las maravillas de Dios en la historia de la salvación, es decir, del misterio de
Cristo, que está siempre presente y obra en nosotros.
Debe también practicar mínimamente las leyes de la comunicación, el método y
el arte de decir algo a otros. El predicador debe saber decir, experto en el arte
del decir. Debe ser lenguaje digno no solo teológicamente sino también
literariamente, debe conocer bien su lengua y respetarla. La belleza de la
dicción forma también parte del ministerio, una dicción serena, clara y bien
construida, un lenguaje bello. Nunca pasará de moda la fuerza de la Palabra
bien comunicada. Lenguaje también sencillo accesible a la comunidad evitando
frases enrevesadas. Lenguaje que debe estar al servicio de la Palabra sin
empobrecerla ni rebajarla
Ser apto para enseñar, para la elaboración de un sermón y para la entrega del
mismo se precisa un mínimo de claridad, orden y coherencia entre sus partes,
de lo contrario el mensaje se perderá porque los oyentes no entenderán nada.
Es idóneo para realizar la función y esa competencia es algo que solo Dios da,
no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de
nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios. Una mente
ordenada y analítica puede sintetizar, clasificar, hilar y desarrollar hasta dar
forma a esa estructura que se llama sermón. En ese sentido el sermón es un
tapiz y el predicador el artesano que a base de hilos sueltos de diferentes
colores ha ido, con pericia y paciencia, engarzándolos unos a otros según las

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reglas de la armonía, hasta llegar a conseguir una obra de arte. Pero eso sí,
ese don que ha recibido ha de pulirlo, trabajarlo, desarrollarlo y llevarlo a su
plenitud.
Es verdad que el ministerio de la homilía a veces resulta difícil y requiere
preparación constante. A veces no se ve el fruto inmediato, incluso puede
notarse actitudes indiferentes y hasta hostiles en los oyentes. Pero el
predicador no se desanima supera la tentación del miedo. Predica con simpatía
con alegre intención porque sabe que ha sido enviado a ayudar a todos a que
entiendan y gusten la Buena noticia y cuando ve que la Palabra toca el corazón
se alegra en su interior.

PROPUESTAS
Unificar los criterios pastorales y escoger una temática, ya sea por año, por
periodos, por semanas, pero que exista unidad en la predicación, por sectores,
por circunstancias, etc.
Preparación muy adecuada en los medios humanos para ser un buen
comunicador en el uso de los instrumentos que la técnica electrónica, y
humana da para ello.
Fomentar la preparación por grupos, o por un grupo especializado que vía
correo electrónico esté enviando los contenidos esenciales y algunas ayudas y
que esté interesado y vigilante para que no se falle en la asistencia a los
párrocos.
Es muy importante la vivencia de su vocación y la conciencia de pastor del
predicador, para ello debe tener una vida concorde a lo que hace y a lo que fue
llamado, lo más importante es su oración y meditación de la Palabra, para que
éste sea el alimento básico de su predicación.

MISAS DE SANACION

Las misas de sanación se han venido propagando en distintos lugares de la


Arquidiócesis debido al impulso dado por la renovación carismática del Espíritu
Santo, como también por sacerdotes que a modo propio se sienten tocados por
Dios para hacer ceremonias litúrgicas con características que ellos le ponen.
Una misa de sanación es una celebración eucarística normal, (todas las misas
son de sanación) en la que se hace énfasis en los carismas y dones del
Espíritu Santo, a fin de difundir fortaleza física y espiritual a la salud de los
fieles. Cabe señalar, que estas misas se otorgan a solicitud de la Iglesia, más
no como capricho de una persona o grupo de fieles que por su exigencia
prepotente o necedad, reclaman.

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Se ha hecho usual que en algunos templos católicos, los fieles se reúnan para
tener celebraciones carismáticas. En ellas cantan con entusiasmo, levantan los
brazos y expresan su alegría con fuerza. Estos ritos suelen parecerse a los de
los protestantes evangélicos. Pareciera que estos ritos de entusiasmo, en los
que se invoca al Espíritu Santo, son contrarios a la liturgia católica. Sin
embargo, existe un tipo de misas en las que se invoca al Espíritu Santo para
que infunda salud física y espiritual a los fieles. Estas son las misas de
sanación.
Los sacerdotes que realizan este tipo de celebraciones argumentan que no han
llegado a esta forma de celebrar porque lo hayan buscado, se dieron las cosas,
es el Señor que los metió en esto y ahí están sirviéndole.
Para el sacerdote “es Jesucristo el que libera o el que sana, no es el sacerdote.
El sacerdote es un mero instrumento del Señor”.
Existen padres que están interesados en el tema, hay otros que son
escépticos, ven este tipo de prácticas como algo medieval, o lo ven de manera
supersticiosa. También muchos lo ven alejado de la liturgia y de las normas
de la Iglesia.
MAGISTERIO
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE INSTRUCCIÓN SOBRE
LAS ORACIONES PARA OBTENER DE DIOS LA CURACIÓN
Art 1. Los fieles son libres de elevar oraciones a Dios para obtener la curación.
Cuando éstas se realizan en la Iglesia o en otro lugar sagrado, es conveniente
que sean guiadas por un sacerdote o un diácono.
Art. 2 – Las oraciones de curación son litúrgicas si aparecen en los libros
litúrgicos aprobados por la autoridad competente de la Iglesia; de lo contrario
no son litúrgicas.
Art. 3 - § 1. Las oraciones litúrgicas de curación deben ser celebradas de
acuerdo con el rito prescrito y con las vestiduras sagradas indicadas en el Ordo
benedictionis infirmorum del Rituale Romanum. (27)
Art. 4 - § 1. El Obispo diocesano (29) tiene derecho a emanar normas para su
Iglesia particular sobre las celebraciones litúrgicas de curación, de acuerdo con
el can. 838 § 4.
§ 3. El permiso debe ser explícito, incluso cuando las celebraciones son
organizadas o cuentan con la participación de Obispos o Cardenales de la
Santa Iglesia Romana. El Obispo diocesano tiene derecho a prohibir tales
acciones a otro Obispo, siempre que subsista una causa justa y proporcionada.
Art. 5 - § 1. Las oraciones de curación no litúrgicas se realizan con
modalidades distintas de las celebraciones litúrgicas, como encuentros de
oración o lectura de la Palabra de Dios, sin menoscabo de la vigilancia del
Ordinario del lugar, a tenor del can. 839 § 2.

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§ 2. Evítese cuidadosamente cualquier tipo de confusión entre estas oraciones
libres no litúrgicas y las celebraciones litúrgicas propiamente dichas.
§ 3. Es necesario, además, que durante su desarrollo no se llegue, sobre todo
por parte de quienes los guían, a formas semejantes al histerismo, a la
artificiosidad, a la teatralidad o al sensacionalismo.
No se puede desconocer el fenómeno de la inter-culturación, su expresión
formal y subjetiva que están dentro de la Iglesia pero que la Iglesia regula para
no perder su unidad dentro de su doctrina y su expresión simbólica, para ello el
ritual está regulado desde los prenotandas del Misal Romano como una forma
de obtener una liturgia que expresa desde lo formal todo lo trascendental y los
signos tienen su expresión objetiva y subjetiva con carácter universal.
Las celebraciones sacramentales no habría de verlas sólo desde la perspectiva
de los “signos”, por muy eficaces que se quiera, sino de la de los “símbolos” o
“acciones simbólicas”. El signo, de por sí, apunta a una cosa exterior a sí
mismo. El símbolo es un lenguaje mucho más cargado de connotaciones.

VISION PASTORAL
Las misas de sanación tienen una característica especial que no se puede
entender como religiosidad popular, pues ella lleva un carácter más celebrativo
que se sale de los Prenotandas que rigen la iglesia desde lo litúrgico y que
debe ser revisado con mucho cuidado para que no haya improvisaciones,
oraciones no aprobadas y muchas veces prefacios improvisados por el
celebrante que hace correr graves riesgos de decir cosas contrarias a la fe y la
doctrina.
Debemos decir con contundencia que Dios no soluciona mágicamente las
enfermedades físicas y espirituales, sino que su Espíritu Santo nos mueve e
inspira a buscar una solución. Claro que Dios interviene en la existencia
humana para su optimación, pero tomando la naturaleza propia y sanándola.
Por tanto, es recomendable acudir a las misas de sanación si se tiene un
problema, pero no debemos buscar soluciones mágicas ni espontáneas, sino
tener un encuentro con la persona del Señor Jesús. En Dios siempre podemos
confiar, pero debemos saber que, no obstante los milagros existen, Dios cura
las enfermedades haciendo óptima nuestra naturaleza.
También es recomendable saber que las “misas de sanación” deben seguir los
lineamientos de la liturgia, por lo que las actividades desmedidas como el baile,
o el canto inapropiado no son convenientes.
Es buena la presencia de la música pues el entusiasmo acerca a Dios, pero
que no se convierta en un solo emocionalismo, todo esto debe desarrollarse
dentro de un marco litúrgico apropiado

PROPUESTAS

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Crear una comisión de liturgia que esté al tanto de la pastoral de santuarios y
regule o de directrices en esta pastoral como en las misas de sanación y
devocionales.
Evitar la proliferación de misas de sanación en la arquidiócesis, debe tener un
permiso especial del Ordinario del lugar para que se efectúe este tipo de
celebraciones acompañada de una pastoral catequética y litúrgica.
Hacer que los santuarios existentes como los que se puedan llegar a crear no
compitan en la captación de adeptos o de fieles, sino que centren su atención
en lo esencial de la celebración que es Cristo Salvador.

LAS ANAFORAS EUCARISTICAS

SITUACIÓN
Algunos comentarios que se han oído en algunos asistentes al templo
parroquial
• A veces cuando voy a misa, el padre se pasa mucho tiempo hablando en
el sermón, y después en unos momentos ya estamos comulgando.
• Me siento bien cuando el padre al final me felicita por mi cumpleaños. De
lo demás no me entero ni sé para qué sirve.

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• Qué gran aburrimiento entre el canto del santo hasta que nos dejan
movernos para darnos la paz y saludarnos.
• Me quedo tranquilo cuando oigo que el padre nombra a mi difunto
después de la consagración. Si no lo hiciese pienso que la misa no valdría para
nada.
• Esos niños no me dejan hacer mis rezos mientras el padre va hablando
solo ante el altar.
• Me han dicho que lo más importante es cuando el padre levanta la hostia
y el cáliz. Por eso no me preocupa si llego cuando la misa ya ha empezado.
• El padre me ha dicho que no debo decir las palabras de la consagración,
pues no soy Jesucristo.

La Plegaria Eucarística es un momento -esencial y central- de la celebración de


la Eucaristía, pero no es toda la celebración.
- Se sitúa después de la celebración de la Palabra: siempre está precedida de
ese conjunto de lecturas, cantos y oraciones, como una respuesta al mismo.
- La Plegaria Eucarística desemboca en el rito de la comunión. No nos
podemos limitar a tener sólo un recuerdo de lo que Cristo hizo y nos dijo que
hiciéramos. Hemos de hacerlo realmente. Y lo hemos de hacer con la Plegaria
Eucarística. Pero lo hemos de hacer también partiendo el pan, tomando parte
en el mismo cáliz, comiendo y bebiendo lo que El nos ha dado. Comulgando en
el Cuerpo y la Sangre de Cristo, entregado a la muerte por nosotros y
resucitado, nos transformamos en aquello que recibimos, dejamos que el
Cristo, vivo por siempre, nos transforme en Él y lleguemos a ser Eucaristía, es
decir, la acción de gracias de Cristo al Padre.

EL ESQUEMA DE LA PLEGARIA EUCARÍSTICA


Conviene tener en cuenta que la Plegaria Eucarística tiene una línea de unidad
interna, que al conocerla ayudaría a proclamarla correctamente y a seguirla con
plena participación. Siempre lleva el siguiente hilo conductor:
- damos gracias al Padre;
- recordamos y ofrecemos lo que Cristo ha hecho;
- pedimos que su Espíritu siga actuando hoy;
- y todo eso lo hacemos en unión con toda la Iglesia.
Los principales pasos son los siguientes:

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1. Comienza el diálogo del PREFACIO. Es una plegaria de toda la asamblea,
en la que el celebrante principal tiene la responsabilidad de conducirla a la
acción de gracias, que va dirigida al Padre y no a Cristo.
2. EL PREFACIO, que siendo el prólogo de la plegaria, es la proclamación
pública y solemne de los motivos de acción de gracias: por medio de Jesucristo
damos gracias a un Dios que nos concede gracia en Jesucristo.
3. Aclamación (SANCTUS). Es la culminación del Prefacio. Tiene su origen en
el conocido texto de la liturgia celestial de Isaías 6, 1ss. La Iglesia de la tierra y
la del cielo se unen en una sola alabanza eterna y universal.
4. TRANSICIÓN. Es el “vere sanctus… (Santo eres en verdad…). Como paso
de la acción de gracias y alabanza a la invocación del Espíritu que viene a
continuación.
5. EPICLESIS (o invocación), pedimos que Dios intervenga mediante el Espíritu
Santo:
a) Para la santificación de las ofrendas (epíclesis sobre los dones). Que el pan
y el vino lleguen a ser el cuerpo y la sangre de Cristo.
La consagración no es una acción mágica que ejecuta el presbítero. Es un acto
del Espíritu que anima la Iglesia, cuerpo de Cristo y fuente de la misión del
presbítero y de la vida de los fieles. Es el Espíritu Santo el que da un valor
consagratorio a la narración de la última Cena, dentro del movimiento de la
plegaria Eucarística.
b) Para vivificar continuamente el Cuerpo de Cristo (epíclesis sobre los que
participan en la celebración). El es el que transforma el corazón del hombre y el
que hace que a través de la comunión sacramental se forme el Cuerpo de
Cristo.
6. EL RELATO DE LA INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA. La fe cristiana se
funda en un acontecimiento: la muerte y resurrección de Jesucristo. También la
plegaria fundamental cristiana se centra en el relato o narración de un
acontecimiento: narrando los acontecimientos de la “noche antes de su pasión”,
y reproduciendo las palabras de Jesús, se renueva su presencia entre
nosotros.
Acciones y palabras confiadas a la Iglesia: “desde ahora, cuando hagáis esto lo
haréis no como recuerdo de la salida de Egipto, sino como memorial mío”.
7. LA ACLAMACIÓN DE LA ASAMBLEA, dirigida a Cristo y no al Padre,
expresa lo esencial del motivo de alabanza y de la fe pascual.
El “misterio de la fe” es la totalidad del misterio de Cristo Salvador muerto y
resucitado, del que esperamos su venida. Aquí no se trata únicamente de una
confesión de fe en la presencia real después de la consagración.
8. ANAMNESIS o MEMORIAL. La Iglesia hace memoria de la muerte y de la
resurrección de Cristo, celebra su memorial.

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Hacer memoria de Cristo es hacer presentes su cuerpo y su sangre, su muerte
y su vida, su sacrificio y todo el misterio pascual, que tiene como desenlace su
retorno al final de los tiempos. Con la Eucaristía entramos en el sacrificio de
Cristo.
Nos ofrecemos nosotros mismos con Cristo, como miembros de su cuerpo.
9. LAS INTERCESIONES, son el desarrollo de la epíclesis sobre los que van a
participar en el cuerpo y la sangre de Cristo. La asamblea ruega por la unidad
de cuerpo. Aquí se trata de una plegaria por los hermanos y no, como en el
caso de la oración de los fieles, una súplica por todos los hombres. A veces se
hace mención de aquellos por los que se celebra la Eucaristía de manera
especial aquel día (bautizados, confirmados, ordenaciones, consagraciones,
matrimonios, difuntos…). Esta oración también recae sobre el mundo, porque
la unidad de la Iglesia es para consagrar el mundo a Dios. También se hace un
recuerdo para todos aquellos con los que la Iglesia quiere mantener la
comunión: la Madre de Dios, los Apóstoles, todos los santos y también con los
que son responsables de esa comunión y la garantizan, como el papa y los
obispos.
10. LA DOXOLOGÍA O ACLAMACIÓN FINAL. La asamblea ratifica la Plegaria
Eucarística con su AMÉN: es una alabanza al Padre, por Jesucristo, en la
comunión del Espíritu Santo. La Eucaristía que celebramos es una
participación en la acción de gracias que Cristo resucitado dirige eternamente
al Padre en la unidad del Espíritu Santo.

PROPUESTAS
1º ¿Sería posible realizar una sesión de formación sacerdotal para que
comprendamos mejor la línea interna de la plegaria eucarística? No tanto para
insistir en el rubricismo sino en la vivencia del misterio pascual.
2º ¿Cómo se puede procurar una buena dicción y proclamación de la Plegaria
Eucarística por parte de los que presiden? (Se le puede seguir, llevan el ritmo
interior de la misma, ponen énfasis en los momentos culminantes, la dicen con
la necesaria calma y con buenas condiciones acústicas?…).
.

PROCESIÓN DE OFRENDAS
HISTORIA: Al principio se trata sólo del gesto de que alguien traía al altar el
pan, el vino y el agua para la celebración, sin oraciones ni ritos. El hecho de
traer el pan y el vino se prestaba fácilmente a un sentido teológico-simbólico,
bien de representar la pasión, que es el sentido que prevalece en la liturgia y
28  
 
escritos orientales, o bien en el sentido de simbolizar los dones de los fieles y
su ofrecimiento espiritual a Dios junto con la oblación de Cristo, idea que será
desarrollada por los Padres occidentales.
¿CUÁNDO SE DA EL MOMENTO DE LA PRESENTACION DE LAS
OFRENDAS? La presentación de dones es el momento en que, estando el
sacerdote sentado a la sede, se efectúa la colecta. Luego el sacerdote se
levanta y va a la entrada del presbiterio para recibir el pan y el vino, junto con
las canastas de la colecta. Las palabras de presentación pueden rezarse en
silencio o dialogadas con la asamblea.
SOBRE LA MÚSICA DURANTE LA PRESENTACIÓN DE DONES. Los textos
de los cantos libres de presentación de ofrendas deben tener los contenidos de
Ofrecimiento de la materia de la Eucaristía: Pan y vino. Otros "ofrecimientos"
(el amor, la vida, la juventud, el corazón, etc.) son válidos siempre y cuando
existan los ofrecimientos principales. Litúrgicamente, el ofrecimiento lo
hacemos como Iglesia y no individualmente: "Sólo la Iglesia presenta esta
oblación, pura, al Creador, ofreciéndole con acción de gracias lo que proviene
de su creación" (S. Ireneo, haer. 4, 18, 4; Cf. Ml 1,11). Por lo tanto, los textos
de los cantos libres deberían estar en "tono comunitario" (por ejemplo: te
presentamos, te ofrecemos...)

MAGISTERIO
EL PAN Y EL VINO, explica el catecismo:
1350: La presentación de las ofrendas: entonces se lleva al altar, a veces en
procesión, el pan y el vino que serán ofrecidos por el sacerdote en nombre de
Cristo en el sacrificio eucarístico en el que se convertirán en su Cuerpo y en su
Sangre. Es la acción misma de Cristo en la última Cena, "tomando pan y una
copa". "Sólo la Iglesia presenta esta oblación, pura, al Creador, ofreciéndole
con acción de gracias lo que proviene de su creación" (S. Ireneo, haer. 4, 18, 4;
cf. Ml 1,11). La presentación de las ofrendas en el altar hace suyo el gesto de
Melquisedec y pone los dones del Creador en las manos de Cristo. Él es quien,
en su sacrificio, lleva a la perfección todos los intentos humanos de ofrecer
sacrificios.
1351 Desde el principio, junto con el pan y el vino para la Eucaristía, los
cristianos presentan también sus dones para compartirlos con los que tienen
necesidad. Esta costumbre de la colecta (cf 1 Co 16,1), siempre actual, se
inspira en el ejemplo de Cristo que se hizo pobre para enriquecernos (cf 2 Co
8,9): Los que son ricos y lo desean, cada uno según lo que se ha impuesto; lo
que es recogido es entregado al que preside, y él atiende a los huérfanos y
viudas, a los que la enfermedad u otra causa priva de recursos, los presos, los
inmigrantes y, en una palabra, socorre a todos los que están en necesidad (S.
Justino, apol. 1, 67,6).

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NOTA SOBRE LAS OFRENDAS DE FIELES EN LA EUCARISTÍA
La preparación de los dones para la Eucaristía comprende, según el actual
Ordinario de la Misa, la presentación del pan y del vino que se convertirán en el
Cuerpo y la Sangre de Cristo. Estos dones pueden ser llevados
procesionalmente al altar por los fieles. El propio Ordinario de la Misa (n. 20)
recomienda esta expresión de la participación de los fieles en el Sacrificio
eucarístico, incluso con la aportación de otros dones para las necesidades de
la Iglesia o de los pobres.
El gesto de llevar procesionalmente las ofrendas ha encontrado una gran
aceptación en las comunidades parroquiales y de otro tipo, constituyendo en
muchos lugares una práctica habitual, especialmente los domingos. Sin
embargo, se constata también en algunas partes una cierta exageración en la
forma de realizar la procesión de las ofrendas, que convierte este gesto, por su
propia naturaleza, sobrio, en un momento cumbre de la celebración, en
detrimento de la oblación de la Hostia inmaculada que tiene lugar en la plegaria
eucarística.
ORIENTACIONES DOCTRINALES
La presentación del pan y del vino, necesarios para la celebración de la
Eucaristía proviene, según el Misal Romano, del acto del Señor, que durante la
última Cena tomó en sus manos estos elementos para entregar en ellos su
Cuerpo como comida y su Sangre como bebida. Es un gesto muy simple. Se
trata de aportar en este momento de la celebración la materia para el Sacrificio
eucarístico. En los primeros tiempos, el pan, el vino y el agua eran llevados
sencillamente al altar y comenzaba la plegaria eucarística (cf. S. JUSTINO 1,
Apol., 67). Después eran los diáconos (o los neófitos en el día de su bautismo)
los que llevaban los dones (cf. HIPÓLITO, Tradit. apost., 4 y 20). Durante la
Edad Media el rito se hizo más complejo.
La procesión de los fieles al altar, llevando el pan y el vino y otros dones para
la Iglesia o los pobres, expresa adecuadamente la actitud de oblación que es
preciso mantener durante toda la Misa, especialmente en el momento de la
consagración y de la ofrenda ANAMNÉTICA del Sacrificio. En efecto, los fieles,
en virtud del sacerdocio común, no sólo ofrecen la Víctima Santa por ministerio
del sacerdote y juntamente con él, sino que se ofrecen a sí mismos como
hostias vivientes, santas, agradables a Dios y sacrificio espiritual (cf. Rom 12,1;
1 Pe 2,5).
El pan y el vino son los símbolos de todo lo que presenta la asamblea, por sí
misma, como ofrenda a Dios. Este simbolismo es puesto de relieve por las
palabras que normalmente debe decir en secreto el sacerdote cuando toma
primero la patena con el pan y después el cáliz con el vino y un poco de agua,
para depositarlos sobre el altar. El pan y el vino son fruto de la tierra y del
trabajo de los hombres.
El dinero u otras donaciones que los mismos fieles pueden presentar o ser
recogidas en la nave de la iglesia responden también a una práctica

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antiquísima (cf. 1 Cor 16,12; S. JUSTINO, texto citado), como signo de la
comunicación de todos los bienes dentro de la comunidad cristiana (cf. Hch
2,42.44-46; 4,32-37).
SUGERENCIAS PRÁCTICAS
Es importante, para resaltar el sentido y el significado espiritual de la procesión
de las ofrendas, que ésta se realice con la dignidad y proporción que le
corresponden dentro del conjunto de la acción eucarística. La Ordenación
general del Misal dice escuetamente: «Se traen las ofrendas: es de alabar que
el pan y el vino lo presenten los mismos fieles. El sacerdote o el diácono los
recibirá en un sitio oportuno y los dispondrá sobre el altar [...] También se
puede aportar dinero u otras donaciones para los pobres o para la Iglesia, que
los mismos fieles pueden presentar o que pueden ser recolectadas en la nave
de la iglesia, y que se colocarán en el sitio oportuno, fuera de la mesa
eucarística» (n. 49). Puede acompañar esta procesión en que se llevan las
ofrendas un canto apropiado o música instrumental (cf. n. 50).
Por consiguiente los primeros dones en ser presentados han de ser siempre el
pan y el vino para la Eucaristía. Después el dinero u otras aportaciones para la
Iglesia o los pobres (mercado). Este es el momento de llevar la patena y el cáliz
que han sido adquiridos o donados por los fieles y van a ser usados por
primera vez (cf. Bendicional, n. 1200).
Las normas litúrgicas no señalan otro tipo de dones u ofrendas. Pero es
evidente que, todo lo que se desee presentar como expresión de la
participación en el Sacrificio de Cristo actualizado en la celebración eucarística,
ha de ser verdadera donación o entrega, y ha de guardar alguna relación con la
Eucaristía. Carece de sentido, por tanto, llevar al altar objetos diversos o frutos
de la tierra con una intención meramente figurativa o representativa,
recuperándolos después de la celebración. Por otra parte, el pan y el vino, que
fueron elegidos por el Señor, simbolizan suficientemente no sólo la creación
transformada por el trabajo humano, sino también la Iglesia reunida desde los
confines de la tierra (cf. Didaché, 9).
Por las mismas razones no es conveniente que las ofrendas sean una muestra
de la realidad sociológica, cultural o folclórica de una región o de un pueblo,
como se ve frecuentemente en las misas televisadas. Tampoco conviene
multiplicar el número de los oferentes, ni hacerles vestir el traje regional
únicamente por el motivo de participar en la procesión de las ofrendas. En todo
caso, se ha de procurar no desorbitar el gesto de la presentación procesional
de las ofrendas, convirtiéndolo además en un espectáculo. La procesión de
ofrendas que tiene lugar en las canonizaciones o en las celebraciones
eucarísticas que preside el Papa en sus viajes apostólicos constituye una
peculiaridad de la liturgia papal. Se trata siempre de obsequios de las Iglesias
particulares al Supremo Pastor.
En algunas circunstancias especiales, como por ejemplo la visita pastoral, o la
peregrinación a la catedral o a un santuario, o la fiesta del patrono del lugar,

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puede darse un mayor realce al rito de la presentación de las ofrendas, pero
siempre dentro de los límites señalados antes y buscando siempre la verdad y
la noble sencillez postulados por la liturgia eucarística. Otra cosa es el ámbito
de la piedad popular, que cuenta incluso con manifestaciones propias de
ofrecimiento o de gratitud para con el Señor, la Santísima Virgen o los Santos.
Aunque sean religiosas estas manifestaciones populares, no tienen cabida en
las celebraciones litúrgicas, sino en el espacio que les es propio como
preparación o como derivación de la liturgia misma.

EUCARISTIAS FUERA DEL TEMPLO PARROQUIAL

SITUACION

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Hay distintas ocasiones en las que circunstancias, impiden celebrar la
Eucaristía en el templo. Por bien pastoral, se dispone un lugar externo, por
ejemplo un salón comunal, las cuadras de nuestros barrios, una cancha, un
centro comercial, etc. Lo ideal, es celebrar siempre la Misa en un lugar
sagrado: iglesia, ermita, oratorio... pero en caso de necesidad se puede
autorizar su celebración en otros lugares, teniendo siempre en cuenta las
orientaciones de la Iglesia.
Continuamente celebremos por fuera del templo parroquial, a veces, sin medir
consecuencias, dando un mensaje equivocado, celebrando en lugares no
dignos, sin el suficiente cuidado de los detalles o utilizando la celebración de la
Eucaristía como un punto más de actividades sociales y comunitarias.

MAGISTERIO
Código de Derecho Canónico dice: 932 § 1. La celebración eucarística se ha de
hacer en lugar sagrado, a no ser que, en un caso particular, la necesidad exija
otra cosa; en este caso, la celebración debe realizarse en un lugar digno. § 2.
Se debe celebrar el Sacrificio eucarístico en un altar dedicado o bendecido;
fuera del lugar sagrado se puede emplear una mesa apropiada, utilizando
siempre el mantel y el corporal.
“Ha de disponerse la celebración eucarística de manera que todos los que
participen en ella perciban frutos abundantes, para cuya obtención Cristo
Nuestro Señor instituyó el Sacrificio eucarístico”. (CIC 803 §3.)
El culto "en espíritu y en verdad" (Jn 4,24) de la Nueva Alianza no está ligado a
un lugar exclusivo. Toda la tierra es santa y ha sido confiada a los hijos de los
hombres. Cuando los fieles se reúnen en un mismo lugar, lo fundamental es
que ellos son las "piedras vivas", reunidas para "la edificación de un edificio
espiritual" (1 P 2,4-5). El Cuerpo de Cristo resucitado es el templo espiritual de
donde brota la fuente de agua viva. Incorporados a Cristo por el Espíritu Santo,
"somos el templo de Dios vivo" (2 Co 6,16). (CEC 1179)
En la Instrucción REDEMPTIONIS SACRAMENTUM dice: [108.] «La
celebración eucarística se ha de hacer en lugar sagrado, a no ser que, en un
caso particular, la necesidad exija otra cosa; en este caso, la celebración debe
realizarse en un lugar digno». De la necesidad del caso juzgará, habitualmente,
el Obispo diocesano para su diócesis. [109.] Nunca es lícito a un sacerdote
celebrar la Eucaristía en un templo o lugar sagrado de cualquier religión no
cristiana.

Para celebrar la Eucaristía el pueblo de Dios se congrega generalmente en la


iglesia, o cuando no la hay o es muy pequeña, en otro lugar apropiado que, de
todas maneras, sea digno de tan gran misterio. Las iglesias, por consiguiente, y
los demás lugares, sean aptos para la realización de la acción sagrada y para
que se obtenga una participación activa de los fieles. Los mismos edificios

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sagrados y los objetos destinados al culto divino sean, en verdad, dignos y
bellos, signos y símbolos de las realidades celestiales. (Cap V, 288) Instrucción
General del Misal Romano

VISION PASTORAL
El sacrificio del Señor se ofrece, como norma general, en un lugar sagrado,
entendiéndose por tal un templo debidamente consagrado. Ahora bien, por
justa causa o necesidad se puede celebrar en otro lugar, que debe ser
adecuado. Para no perder el significado de la celebración eucarística, el
celebrante debe asegurarse de que se cumplen todos los requisitos necesarios
para oficiar la Misa fuera del lugar sagrado: deberá determinar en primer lugar
si es realmente necesario usar ese lugar como lugar sagrado. Si hubiese una
iglesia o capilla cercana nada puede justificar el uso de otros lugares (una
clase, salas de conferencias, auditorias y similares).
Una vez decidido que el lugar es adecuado para la celebración de la Eucaristía
debe tener muy en cuenta que no deben utilizarse para la celebración
comedores y mesas en los que de ordinario se coma, dejando esta posibilidad
como la última de las existentes. Una mesa «apropiada» deberá ser una que
tenga una superficie lo suficientemente amplia para contener los vasos
sagrados, misal, cruz y velas; que sea lo suficientemente alta para que el
sacerdote pueda estar de pie, estar limpia y que no se relacione con usos que
puedan inducir a escándalo o al ridículo. Se pondrá una sede digna para el
celebrante cerca del altar y en la medida de lo posible se empleará un atril
portátil. Si la ocasión es solemne debe cubrirse el altar con un dosel a modo de
techo.
Un caso específico son las celebraciones en los centros comerciales, donde, es
común que la Eucarística se desarrolle en la plazoleta de comidas de dicho
lugar. El ruido, la continua acción económica, en algunos casos impide que la
celebración pueda ser un verdadero encuentro con Cristo.
Hoy los centros comerciales son lugares que han tomado una importancia
grande para esparcimiento de la familia, particularmente el domingo. Celebrar
la Eucaristía dominical en un centro comercial puede ser una gran oportunidad
para motivar el encuentro con nuestro Señor Jesucristo, anunciar la palabra y
llegar a tantas personas que se les dificulta el participar de la vida parroquia.
Las bondades de dichas celebraciones, no impiden que sean muchos los
reparos que se tienen para esta práctica. Nombro algunos:
La Eucaristía edifica la comunidad eclesial. En un centro comercial son tantas
personas, de tantos lugares de la ciudad, que difícilmente se logrará este
objetivo.
El lugar de celebración debe ser digno. Como ya hemos visto las
recomendaciones del lugar de celebración, difícilmente se podrán cumplir.

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La Eucaristía es el centro de la vida parroquial. Usualmente quien celebra en
los centros comerciales no es el párroco.
La Eucaristía nos hace entrar en contacto con el misterio. Los lugares de
celebración son tan ruidosos y dispersos que puede terminar siendo muy difícil
el recogimiento y la oración.

PROPUESTAS
Las Eucaristías en los centros comerciales sean celebradas por los párrocos
con el permiso del Obispo. En el caso de no poder, el ordinario del lugar
nombrará un sacerdote encargado de dicha celebración.
Exigir un mínimo de detalles y accesorios para las celebraciones fuera del
templo, por ejemplo manteles, candelabros, libros litúrgicos etc.
La ofrenda recogida dirigirla a la curia para el sostenimiento del seminario
La celebración estar conectada con la realidad de la parroquia, es decir, avisos,
invitaciones, motivaciones pastorales etc.
Evitar celebrar en lugares poco decorosos como plazoletas de comida, locales
de juegos de azar, lugares utilizados para el consumo de licor etc.

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