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CONSERVADURISMO
Es menester hacer también una distinción entre el conservadurismo y otras posturas respecto
de las cuales guarda algunos elementos en común, en este caso nos referimos a dos términos
en particular: la derecha, y el tradicionalismo.
Tal como lo afirma Fernandois (1996: 367) la “derecha” corresponde a una voluntad política
que la mayoría de las veces hunde sus raíces en el conservadurismo, sin embargo, al ser un
movimiento político inmerso en las dinámicas de poder, puede devenir en anticonservadora,
cuando de mantener u obtener el poder se trata. Por otro lado el tradicionalismo es una reacción
natural, más o menos espontanea de resistencia al cambio presente en cualquier época o
momento histórico, el conservadurismo por su parte se opone a un cambio abrupto pero en una
época determinada y sobre aspectos que amenacen su estructura de valores.
Jorge Alonso Sánchez afirma que no existe una teoría general del conservadurismo, sino una
construcción, una respuesta histórica frente al desafío que supone una época específica, la cual
depende de su ubicación geográfica, sus postulados y actores, los cuales sufre alteraciones a
través del tiempo, no es por tanto una construcción histórico atemporal, sino que se encuentra
vinculado a su tiempo. (Sánchez, 2005: 367). Fernandois (1996: 2). Al igual que Sánchez
afirma que los conservadores erigen sus postulados sobre lo que se debe conservar de acuerdo
a su época y en virtud del mantenimiento de un paradigma histórico determinado sobre el que
se sustenta un modelo de deber ser.
Entre las figuras más emblemáticas del conservadurismo se tiene a John Adams, Joseph de
Maistre, y Edmund Burke. Este último es reconocido por ser uno de los principales críticos de
los postulados de la Ilustración nacidos en la Revolución francesa, la cual era considerada por
Burke, no como una búsqueda de libertad frente al poder opresivo, sino como la búsqueda del
poder absoluto, la obra de un grupo de intelectuales que no tenía ningún interés o aprecio por
la sociedad. (Mu-kien, 2015: 3)
El término conservador aparece por primera vez en Francia en 1819. El diplomático y político
francés François-René, vizconde de Chateaubriand, lo utilizó para hacer referencia a todas
aquellas ideas que se oponían a las condiciones liberales anteriores y ulteriores a la Revolución
francesa. (Espejel, 2016:25)
Otra revolución de la época que despertó a los conservadores europeos, fue la revolución
industrial, cuya crítica se centró contra la máquina y la industria. Para los conservadores, el
progreso científico y tecnológico que trajo la revolución industrial, lejos de liberar al hombre
del yugo del trabajo, fue sinónimo de esclavitud e instrumentalización. (Nisbet, 1986: 17)
La Revolución industrial fomento procesos de individualización y atomización de la sociedad,
debilitando a la familia como unidad productiva, en un principio se tenía que la manufactura
se producía en gran medida, en los hogares de los trabajadores, ofreciendo por lo menos la
posibilidad de combinarla con la economía familiar sin embargo, en las nuevas fábricas, los
trabajadores debían presentarse como individuos y una vez allí, se esperaba que no tuvieran
otros vínculos más que los impuestos por el proceso de fabricación. (Nisbet, 1986: 20)
Para Nisbet, el componente industrial originó la disolución de los antiguos vínculos personales
y trajo consigo procesos de burocratización de la sociedad y la instauración de una nueva
jerarquía (que reemplazó a la antigua jerarquía contra la idea de liberación por el progreso
social), procesos frente a los cuales el Conservadurismo se mostró en absoluta oposición
(Nisbet, 1986: 28).
El segundo hito fue la filosofía utilitarista de Jeremy Bentham, quien consideraba que el pasado
no carecía de utilidad alguna. Cualquier bien provenía solamente de la razón individual; la
razón apuntalada por la actividad incesante del hombre en busca de lo placentero y repelencia
del dolor. Lo que era horroroso a juicio de los conservadores, era el mundo de pesadilla de la
fría razón, de la burocracia, de la reforma permanente, de la falta de caridad y de la total
ausencia de emoción y sentimiento. (Nisbet, 1986: 31).
Al haber identificado las características del conservadurismo, como lo son: la protección del
orden social establecido, el rechazo al radicalismo y el socialismo, la falsa dicotomía, la
imperfección humana, la desigualdad natural, el esencialismo, la defensa de la tradición y el
argumento de “que todo lo que es, bueno es ”, etc. Podremos dilucidar el contexto histórico de
esta ideología. El cómo se ha venido fraguando los argumentos arquetípicos en defensa al
conservadurismo, el cómo desde los autores que abordaremos se plantea la visión absoluta y
su lugar de enunciación.
En este sentido partiremos con Michael Sauter quién escribe: “el conservadurismo es un
producto tanto de los períodos prerrevolucionarios y revolucionarios de Francia. Tiene varios
orígenes y apareció en varios países de formas diferentes.”(2009: 35). Además, este momento
introduce “una modificación cualitativa en el panorama político europeo” (Beyme, 1985: 8 ).
Esto significó sentarse en una posición ideológica. En este contexto Burke escribe en 1790 una
crítica a La Revolución Francesa, indicando que la Revolución no debía expandirse, incluso
llegó a justificar una guerra de intervención en 1793.
Ahora bien, dentro de los argumentos de Burke encontramos entre otros, el concepto de
tradición, como un bien que se expresa a lo largo del tiempo y es invariablemente bueno. Burke
se apoya principalmente en una concepción del progreso humano y social donde el pasado es
sabiduría acumulada o un elemento bueno de la experiencia vital que contagia el presente con
el curso de los siglos y, sin embargo, el futuro se enuncia desde la novedad y por tanto es
potencialmente malo. Apoyado en esta lógica Burke era un whig (Partido Liberal británico)
que justificó la Revolución Inglesa de 1688, la cual establecido una monarquía constitucional
como una de las fuentes vitales de la tradición constitucionalista de Inglaterra y una defensa de
los derechos tradicionales. Es aquí donde podemos destacar que el conservadurismo liberal de
Edmund Burke, a diferencia del conservadurismo continental de su época, aceptó la
democracia como forma de gobierno.
En este sentido, Burke suscribe la tradición como elemento esencial que invariablemente crea
la continuidad social y la continuidad fomentaba la tranquilidad social, que es el objetivo
político que buscaba. Además, hace una serie de reverencias a los antiguos y sus principios
naturalistas para justificarse. Con respecto a este argumento, Goodwin cita a Chesterton, quien
reflexiona diciendo que la tradición es hacer votos con nuestros ancestros y agrega “es una
democracia de los muertos, la tradición se niega a someterse a la arrogante oligarquía que
forman aquellos que se limitan a andar dando vueltas por ahí”.(1988 :186)
Al mismo tiempo Burke hablaba de la “aristocracia natural” como la caja de las virtudes. Según
él, conocer el lugar de cada uno en la sociedad y mantenerse en él generaba una virtud. Sin
embargo, filtraba en su argumento a modo de contradicción la base del capitalismo “ir siempre
por delante de”. Esto nos da a entender que buscaba calzar las clases medias ascendentes en
su teoría, señalandolos como virtuosos en potencia. Esta insistencia por ser dóciles en cuanto
a su situación social fue parodiada por Dickens en The chimes:
Otro rasgo se encuentra en el planteamiento de Disraeli quien proponía una alianza entre la
clase alta y la clase baja contra la clase media, tirando al piso la consigna que rezaba “Una
Nación”. La consecuencia política de la visión pesimista y no igualitaria de la naturaleza
humana es un gobierno autoritario o, por lo menos un liderazgo autoritario, ejercido por una
elite. Los conservadores al haber estado asociados con los movimientos monárquicos de
Europa y haber defendido a la monarquía argumentando que el monarca hereditario simboliza
la tradición y la continuidad, en Gran Bretaña, el parlamento adopta una forma elitista de
supremacía dentro del poder ejecutivo frente a otros grupos.
Del conservadurismo se reconoce sin duda alguna que defiende el mantenimiento de las
tradiciones, se opone al progresismo y aboga por ideas de derecha; es nacionalista y defiende
el sistema de valores morales y familiares en la sociedad, representando la base de lo que ellos
denominan como normalidad. Todo esto se ve reflejado en diversos puntos que imparte su
ideología que emerge como un dogma político opuesto a los preceptos de la Ilustración por lo
cual primaba “la fe sobre la razón, la tradición sobre la experiencia, la superioridad de la
jerarquía sobre la igualdad”. Todo lo anterior bajo la concepción de cómo es concebido el
hombre.
Con respecto a lo anterior, el gobierno se establece por una élite social, jerárquica y dividida
en clases, que tienen como base la desigualdad natural, marcada por la consecuencia de la
naturaleza humana y su esencia innata de ser ellos los hombres superiores, dignos de ocupar la
cabeza de la jerarquía, puesto que esta ideología no rechaza completamente la democracia pero
no la tolera para el gobierno popular, donde claro está, las mujeres no tienen lugar, hombres y
mujeres son vistos como diferentes, ya que Dios estipulo un lugar donde debe permanecer cada
individuo y las mujeres deben estar en lo más bajo.
Aunque por lo general maquillan esta idea al afirmar que las clases sociales no son importantes
y que lo vital es la salud social, enmarcando la visión pesimista del ser no igualitario que tiene
que aceptar por necesidad ser mandado por un gobierno totalitario o un liderazgo de élite, que
controla así la ley, el orden y a los ingobernables, porque el desorden y la anarquía incontrolada
no es tolerable.
En tercera medida, la política se ha visto con visos que transforman la forma de aterrizar la
ideología, puesto que se ha visto reflejada mediante gobiernos que tuvieron como objetivo
principal un sistema político para la supervivencia como lo menciona Easton, a lo que Burke
afirma como la supervivencia sin cambios bruscos ni ningún tipo de revolución, para ello hay
que fortalecer los criterios morales y sexuales, la política debe intervenir en todo lo que sea
necesario para generar un ambiente nacionalista y patriótico, pues esta es la unidad natural, que
permitirá la estabilidad deseada. Por otra parte, el conservadurismo se desarrolla en
contraposición de otras ideologías, como el socialismo, el comunismo, y en mayor medida al
liberalismo quienes consideran a los hombres como seres individualistas, autónomos,
delimitados por un gobierno económico, sociales por conveniencia.
Por lo anteriormente mencionado se nos hace necesario mencionar diferentes puntos de vista
que surgen a partir del conservadurismo como lo es la combinación del conservadurismo
constitucional, el conservadurismo liberal y el conservadurismo revolucionario. El primero
postula la idea de un monarca limitado por el parlamento y un parlamento limitado por el
electorado. El segundo a diferencia del conservadurismo tradicional, estipula al individuo como
un ser individual, con base a los derechos humanos, pero por la consecuencia de ser una medida
prescrita y tradicional, como lo condenaba Burke, y por último lo que el autor denomina el
conservadurismo revolucionario, que se basan en ideas de la raza, argumentando la que la
unidad nacional natural es aquella que acoge la totalidad de un grupo racial .
Tal como fue mencionado en el párrafo anterior, existe una controversia entre ser conservador
y ser revolucionario, ya que es ir en contravía de la base de la ideología que intenta sin fin
perpetuar el orden, pero en realidad es denominada como una derecha revolucionaria, que tiene
como premisa la idea de desigualdad natural, que tiene un inicio revolucionario que los
conservadores rechazan al igual que el desligue moral con respecto a la conducta política y una
postura casi inhumana como en la que se perpetuo Hitler. Pero al fin y al cabo todos somos
revolucionarios hasta que obtenemos lo que queremos y nos convertimos en conservadores.
Para ponerlo en terreno asible, “La ley y el orden”, manido lugar común durante el auge del
conservadurismo en la historia de América Latina es una de las aspiraciones fundamentales de
los conservadores, y nos da un atisbo de su vigoroso esfuerzo por aferrarse al pasado, las
tradiciones, lo establecido, lo conocido. Porque la sujeción a la ley, enunciado desde esta
ideología, remite a la devoción a leyes presuntamente naturales. Y porque el orden aquí no
quiere decir otra cosa que el orden heredado del pasado, proveniente de la tradición: el
existente.
Los valores que promueve y defiende esta ideología están en sintonía, entonces, con lo anterior.
Mediante una moralización prohibicionista de la sociedad los conservadores quieren instalar o
“conservar” valores tales como la caridad, unidad social, el deber moral, la obediencia ciega,
la conservación de lo existente (o continuidad social), la estabilidad social, “la disciplina, el
trabajo duro, la austeridad y la familia” (Goodwin, 1997; 204). La tradición y las costumbres
resultan un bien invaluable, constitutivo de la sociedad, y objeto de “conservar”. La tradición
es vista como un proceso acumulativo de lo que es mejor, y que la evolución natural y gradual
de la sociedad va dejando. Estos también exaltan valores nacionalistas, concibiendo la Nación
como una unidad natural de la sociedad. Los valores a los cuales quieren remitir los
conservadores son absolutos.
Sus ideales de cohesión, consenso y armonía sociales demuestran un rechazo a la noción liberal
de individuo, y una visión homogeneizante y totalizadora de la sociedad, que subsume la
autonomía del individuo. En contradicción con esto, los conservadores, alineados con una
perspectiva social darwinista, abogan porque el individuo se haga cargo de sí mismo, al
extremo de considerar innecesarios y exagerados los servicios sociales y la distribución del
bienestar por medio del Estado (“El Estado de Bienestar destruye las relaciones naturales entre
los hombres e impide el antiguo deber de la caridad” (Goodwin, 1997; 197). Así pues, pobres
y ricos, son posiciones asignadas naturalmente a los hombres que no deben ser cuestionadas
sino acatadas. Queda, de esta manera, un reducido espacio a los ideales socialistas de movilidad
social.
Su concepción negativa del hombre está relacionada con la defensa de un orden impuesto
incluso por la vía de la represión y de la legitimación de gobiernos autoritarios capaces de
redimir al ser humano de su propia miseria y salvaguardarlo de un supuesto estado primitivo y
salvaje de anarquía. La eliminación de las libertades individuales (“el individualismo es
peligroso e indeseable” (Goodwin, 1987; 193), de las políticas redistributivas, y la
maximización del control de la vida privada de la población está en sus aspiraciones de
sociedad y Estado.
En suma, su proyecto de sociedad propende por la conservación, sí, pero ¿de qué? Y si no
existe, ¿la instauración de qué, también? Bueno, formas de gobierno autoritarias amancebadas
con el cristianismo católico, liberales en lo económico (¿o libertarias, incluso?) pero
moralizantes, retrógradas y reaccionarias en lo social y político. La defensa del statu quo. Con
un fuerte sentido de identificación nacional. Con una exaltación del esfuerzo personal y la
disciplina.
Bibliografía
Blancarte, Roberto (2005). Las fuentes del conservadurismo. Los rostros del
conservadurismo mexicano. CIESAS
Nisbet, Robert. (1985). Conservadurismo: las fuentes del conservadurismo. Alianza Editorial.
S. A., Madrid.
Sánchez, Jorge (2005). ¿El gobierno foxista y el conservadurismo?: los rostros del
conservadurismo mexicano. CIESAS.
Fuentes del conservadurismo (síntesis)
https://www.colef.mx/posgrado/wp-content/uploads/2018/10/TESIS-Avila-
Hern%C3%A1ndez-Martha-Raquel.pdf