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George Pennac acusa, en primer lugar, a los padr No ME GUSTA LEER TeRESA Nozal ®@ Quienes se la mentan ante la escasez del numero de lectores habituales yerran con facilidad al inten- tar explicar las causas de la huida de la letra impresa por parte de grandes masas de po- blacion con cierto nivel cultu- ral. El imperio de la televisién 0 la trivialidad ambiente no consiguen explicar el enigma de este nuevo analfabetismo. Un ensayo recientemente tra- ducido al castellano por la somo editorial Anagrama — una novela, de Daniel Pen- nac, 250.000 ejemplares ven- didos en un aio en Francia— descubre la clave del proble- ma, con un lenguaje entusias ta y desenfadado Ladolescente esta inquicto. Suelta tacos. Tiene el libro abierto por la pagina cuarenta y ocho y aun le faltan trescientas sesenta y nueve de le- tra miniiscula y comprimida. Maiana tiene que entregar la recension del li Afortuna damente, posee el ingenio de los de su bro y no le va a dar tiempo. edad: conseguira que le dejen ir a dor- mir a casa de Pedro. Seguro que ha lei do el libro. Le pedira que le cuent te de la historia gos mas caracteristicos de cada perso- mas impor los ras y educadores por no saber ensenar a leer naje. Pedro, con tal de demostrar su dominio de la cuestién, lo hara encan- tado. Y él —menudo milagro— podra entregar la maldita recension. Y es que tal a facil: todo de echarle imaginacién y ar algo las frases. Ha conseguido solucionar el proble- 1 inmediato. Pero. cuando comenz6 a sufrir estos males nuestro amigo? Pa- ra averiguarlo tendremos que retroce der en el tiempo, de la mano de Da- una vez que se sabe lo fundame del libro, el trabajo resu’ es cuesti ador niel Pennac. Podremos descubrir asi cual fue la causa de que este adoles- cente agobiado perdiera el gusto por la lectura Aquellos cuentos de la infancia Abrimos Como una novela por la pa- gina treinta y cinco y nos encontramos al actual adolescente convertido en un nifio en su mas tierna infancia, metido ya en la cama. Al lado, su madre esta intentando evitar tener que contarle por milésima vez la historia de Pulgar CUESTIONES cito: — jOtra vez! {Ota vez Pulgarcite Pero, carinito, no slo esti Pulgarcit también esta. — Pulgarcito, nada mas. omo nos ha sucedido cansa de oir siempre las misma torias. No sabe atin leer, pero pi su madre es ef libro, Las palabras le et tran por los oidos, crecen en su inte- rior y le permiten correr sus particu res aventuras con la im ion. Es un magnifico lector potencial. En la pagina cuarenta y nueve reen- contramos a aquel nino que exigia Pulgarcito. Pero ahora esta solo, aban- donado ante un libro, Ha crecido un poco y sus padres ya no estan cerca Cuando se dirigen a él es para insistir- le en que lea un cuento ¢ interrogarle: jué le sucedié al principe cuando su padre le expuls6 del castillo? A ver, venga, dime, estoy esperando”. El nino no contesta. No sabe qué le ocurre al principe. Yes mas: no le interesa. Lo que en el fondo ocurre es que el nino tiene derecho a aburrirse con ese cuento. Tiene demasiadas letras y po- cos dibujos. Ademias, el principe esta lejos. zPor qué su padre, su madre, el profesor se empeiian en que lea eso? zPor qué tiene que explii le ha sucedido al principe belarse, pero no puede: esta solo ant sus enemigos, que le impiden ir a ver los dibujos animados. Hay que leer, hay que enterarse de lo que uno lee y, lo que es peor, hay que saber explicar- lo correctamente. Ya esta cerrado el circulo de la equivocacién pedagégica: la lectura es un castigo y la television un premio. Necesidad de la lectura Este no es un buen método para despertar el amor por la literatura. Da- niel Pennac lo sabe, y nosotros tam- bién. El problema es antiguo, muy muy antiguo, y parece que cada vez preocupa mas a los educadores. Por todos lados oimos: hay que leer, hay que leer... Leer para aprender, para sa- car adelante los estudios, para conocer or a los demas, para conservar la memoria del pasado, para iluminar el presente, para buscar sentido a la vida para evadirse, para comunicar, para cultivarse, para aprender a ejerce ae neia de la necesidad de la i tura. Pennac nos escandaliza cuando afir- ma que no, que no hay que leer, Existe mucha gente —y muy feliz— que de- clara con naturalidad: “No me gu leer”. Son aquellos que ponen nervio- SOS a ESOS Otros dispuestos a defender hasta la muerte que no leer es un Los derechos del lector, segun Pennac El derecho a no leer: /a lectura no es una “obligacién moral”. No es cierto que todo individuo que no lee es un bruto potencial o un cretino pertinaz. La libertad de escribir no puede ir acompafiada del deber de leer. El derecho a saltarse paginas: pa- ra disfrutar de Guerra y paz no es im- prescindible, por ejemplo, escuchar a Tolstoi disertando sobre los problemas agrarios de la Rusia eterna. EI derecho a no terminar un libro: éel libro se nos cae de las manos? Que se caiga. Hay treinta y seis mil motivos para abandonar una novela antes del fi- nal: desde que la historia no nos en- gancha 0 posee un estilo que nos pone los pelos de punta hasta una caries dental o las persecuciones de nuestro jefe de oficina. ee No me gusta leer sulto, sin comprender que la lee- tura es simple y Hanamente un derecho del hombre, derecho que —como los demas— no hay obligacion alguna de ejercer. Hecha esta importante salve- dad, Pennac repasa los argumentos que se esgrimen para explicar el elev do tanto por ciento de personas que nunca len. Sin ir mas lejos, en Espaiia existe un 68 por ciento de adultos que no len libros: a pesar del aumento del nivel cultural general, la lectura no ga na nuevos adeptos. En Como una novela los padres del niio que no sabe qué le sucede al principe cuando es expulsa- do del castillo ponen en el pared6n a los causantes del escaso gusto de los j6- El derecho a releer: las relecturas de adultos participan del deseo del ni- fio que fuimos, que siempre pedia los mismos cuentos, para encantarnos con lo que permanece y encontrarlo en ca- da ocasi6n tan rico en nuevos deslum- bramientos. El derecho a leer cualquier cosa: para educar en la lectura no debe prohi- birse la “literatura industrial”: basta sa- lir al paso de vez en cuando con alguna “buena” novela. EI lector, por su cuen- ta, terminara decidiéndose probable- mente por la auténtica literatura, cam- biando Ia satisfaccion inmediata de sus sensaciones por la basqueda de cama- radas del alma. El derecho a leer en cualquier lu- gar: como aquel soldado que consiguiéd leer todo Gogol apuntandose voluntario a limpiar letrinas: un cuarto de hora de bayeta a cambio de toda una manana leyendo. El derecho a hojear, el derecho a leer en voz alta, el derecho a callarnos. venes por la literatura: la televi- n, la cultura consumi: competencia de los m falta de bibliotecas, el escaso pres puesto del Ministerio de Cultura. Pen- nac, con un atrevimiento poco comin, Hega a indultar en el dltimo momento a estos tradicionales culpables y se vuelve directamente contra los padres y los educadores. La lectura como placer Leer es un placer, uno de los 1 enriquecedores que existe’ ta la clave del problema. is Y aqui es- En el mo- mento en que estos dos términos Jectura y placer— se separen, la lite- ratura habra muerto definitivamente, porque no tendra quien la resucite dia a dia. Los educadores encargados de propagar el habito de leer deberian te- ner esto muy presente e imaginarse a ellos mismos en el momento de sabo- rear el punto final de la ultima novela que ha caido en sus manos. Posible- mente esto ocurra a altas horas de la madrugada, porque son profesionales ocupados y el tiempo para la lectura hay que robarlo de algiin sitio. Deberi- an pensar en ese instante intimo y mé- gico en el que el lector cierra la tapa posterior del libro, alza la vista —sin ver nada— hacia ed de en! y permanece nublado por la embria- guez de las escenas que acaba de reco- rrer, Entonces tendrian que pregun- tarse cual seria su reaccion si, de pron- to, surgiera un emboscado de cual- quier rincn, exigiendo: *:Qué? zLo has entendido? ;Redacta un informe!” El educador contestaria enojado: “Oi- ga usted, yo amo la lectura, he leido mucho y no tengo necesidad de expli- carle lo que acabo de leer”. El embos- cado tendria todo a su favor para re- plicar: “:Por qué colabora entonces a 89 CUESTIONES que ese amor se esfume en los demas No comp te en libertad? No ve que para que los de que el amor s6lo exis demas lean ticnen que Hegar a sentir ese mismo amor Leer —nos dice Penni to de amor: amor al autor, a los personajes, a las letras que nos st lergen en otros mundos, en otras mentes. Leer supone también un es- fuerzo que s6lo se realizara cuando descubramos el pla Y ese cer que encierra pla cer Ho se pucde encontrar Puede encontrar cuando nos viene impuesto desde fuera Qué le sucedié al prin cipe Cuando su padre le ex puls6 del castillo?

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