Newland Archer (Day-Lewis), un abogado que personifica al
perfecto caballero neoyorquino, perteneciente a la aristocracia
de la década de los setenta del siglo XIX, está a punto de casarse con May Welland (Ryder) cuando vuelve a ver a Ellen Olenska (Pfeiffer) y poco a poco se va enamorando de ella, sobre todo cuando la ayuda en su complejo caso con su marido europeo, del cual, contra la opinión de toda su familia, quiere divorciarse. A pesar de que Olenska también se ha enamorado de él, le incita a casarse con May, tal como había planeado, pero su relación continuará adelante. Con esta premisa, Scorsese explora una telaraña de ambiciones y falsedades que no es tan diferente de sus microcosmos gangsteriles. La secuencia del baile en el salón de los Beaufort, con la presentación de los distintos personajes que tendrán relevancia en la historia, recuerda poderosamente a sus planos subjetivos de ‘Malas calles’ (‘Mean Streets’, 1973) o ‘Uno de los nuestros’ (‘Goodfellas’, 1990), en los que la cámara se encarga de introducirnos a los habitantes de ese univeso.