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El desarrollo de la hermenéutica
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" " RAMÓN RODRÍGUEZ (coord.)
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" «Lo retenido en largo titubeo queda fijado aquí como muestra de
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1" una estructura que está por levantarse» (pág. XVII). Entre 1936 y 1938,
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Heidegger se aplicó a componer un texto obsesivamente preocupado
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l.! ~ por cuestiones de arquitectura del pensamiento en tanto que filosolla
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y, sin embargo, explícitamente comprometido con la necesidad de des-
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cartar que con la filosofía hubiera de tratarse de «ningún edificio d .
pensamiento más» (pág. 436). Empeñado en esa misma medida en re
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servar el título de «metaíisica» precisamente para el modo de la cu 's-
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tión filosófica fundamental que, desde el esencial perderse del Comi n-
zo griego de la filosofía (pero acaso de resultas de cierto carácter prin i
piante de ese Comienzo, y de posibilidades internas que son las suyas
en tanto que el Principio «a lo primero»), busca su cumplimiento en
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.dificios de pensamiento. Y empeñado asimismo en restringir el uso de
o la palabra «filosofla» a la mención de algo así como una obra filos fi ':1
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venidera, cuyo carácter de «obra» residiría esencialmente en el 1 n '1'
que .onstituir tan solo un «pasaje» (pág. 3), cuya forma de constru i n
sería la de una «fuga o ensamblaje libre» (pág. 4), entendiendo «libre» e]
qu ' no «obra» sino en la eclosión del fundar de su fundarncnt (que 1.1
,. --«(' onstru xión s dcsarr lla por uant que s vu lvc atrás, hacia su 11111
EL LEGADO FILOSOFICO y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 15. SEGUNDA PARTE

damento, que es 10 que emerge en ella», pág. 77), Y cuya necesidad se se tiene en cuenta que el siguiente paso para precisar 10 mentado con
entrañaría en la fuente única de la tradición de aquel primer Comien- la necesidad de semejante inteligencia de la filosofía era la tesis de que
zo, una vez que el sustraerse de aquella fuente se ha experimentado «la determinación de la filosofía en términos de acontecer culmina en
como la Ley de su tradicionalidad y, en esa medida, como la posibili- el conocimiento de la necesidad de crear la escucha para la palabra de
dad del Principio de otra historia de nosotros mismos. Más aún, ante el Hólderlin» (pág. 422). QIe todo el esfuerzo del pensamiento haya
representar y el opinar cotidiano sobre eso de la filosofía, el pensamien- de concentrarse en crear las condiciones acústicas «<lasantesalas», «la es-
to hoy necesario, que no es aún esa obra venidera, que tan sólo la pre- tructura espacial») para que resulte audible la palabra de un muy preci-
para ejercitándose en el decir que dice ya desde el mismo suelo desde so poeta, de manera que, en semejante respuesta o servicio de un pen-
el que ella se construye, no debía ofrecer otro aspecto, en caso de 10- sar a un poetizar, el poema de ese poet~ «quede fundado co~o l~ len-
grarse una suerte de exposición continuada de sus pasos, que el de «blo- gua del hombre venidero» no puede dejar de parecer una arbitrariedad
ques desprendidos aparentemente de manera contingente de una can- antiplatónica, y una arbitrariedad bastante incomprensible. Ahora
tera, en la que se quebranta roca primitiva y los canteros y las palancas bien, precisamente la tarea del tránsito residiría en construir el. argu-
permanecen invisibles.» (pág. 436). Y, sin embargo, ese aspecto no de- mento (o, como prefiere decir Heidegger, el pasaje del pensamlen~o)
bía impedir conocer el punto fundamental: que se trata precisamente que disuelve desde dentro esa apariencia de arbitrariedad, y dota de m-
del aspecto que, para la forma habitual de leer y estudiar, cobraría ne- teligibilidad a la tarea.
cesariamente una escritura regida ya por la peculiar «lógica» de una ¿Desde dentro de dónde? Desde dentro de cierta experiencia fun-
«cosa»,l~ del pensar en el otro Comienzo de la filosofía (el otro respec- damental de lo necesario y vinculante de la filosofía, tal como se deter-
to del pnmero, que acaso no es sino este mismo pero en tanto que ve- mina a partir del estado de necesidad sobre el que se halla suspendida
ni~leroporque aún pendiente de fundación, esto es, constituyendo por la constelación histórica a la que nosotros. mismos, occidentales y mo-
primera vez tarea de la madurez de la filosofía, transmutado así en el dernos, pertenecemos. En esa experiencia fundamental, viene a decir
Principio que sólo principia al atardecer). Pues la «cosa» del pensar en I Ieidegger, se ha abierto ya la comprensión de la necesidad de una in-
el otro Comienzo, que es ya la «cosa del pensar» en el tránsito a él, rehú- icrvención en la historia de la filosofía que debería tener la forma de
sa lo que fue la pasión del primero, la presentación y las imágenes, exi- una sacudida, de un golpe seco capaz de producir una suerte de corri-
ge más bien una palabra contenida capaz de servir de arquitectura del si- miento de tierras y dejar al descubierto la profundidad de la falta que
lencio, y no acepta sino la construcción de pasajes, como el contenido late en la hora presente. Ahora bien, ese golpe seco se ha producido ya
mét do de su, por decirlo así, visibilizarse negativamente. El título del en la obra de Hólderlin (pág. 485), y se trata de que la filosofía se haga
extraño libro es Beitrage zur Philosophie (Vom Ereignis), digamos: Contri- t.l rgo de él, que sea capaz de sostener y transmitir la grieta que ha
Inaiones a la filosofla (Del Acontecimiento), y Heidegger ha subrayado en .ibicrto en el proceso monolítico de la llamada historia universa~. La fi-
diversos momentos de su trayectoria posterior la dependencia de los di- losofla debe abrir el sentido y la sensibilidad del hombre OCCIdental
versos «caminos del bosque» ensayados en ella respecto de este intento p.lra el envite de una cesura, de una de-c.isión, que disocia s,: prop.ia
tk .xposición global de semejante «sigética» (págs. 78-80), desarrollado historia respecto de sí misma en una dualidad de calados de signo di -
en quinientas páginas que se publicaron por primera vez en 1989, pero unto y aun opuesto.
qur se escribieron en un tiempo que preparaba una segunda guerra Es preciso empezar por comprender que, en condiciones en qu~
mundial. 1.1~cosas son de iure nada (y no otra es la condición de ente en el régi-
I~Iasunto de la preocupación «arquitectónica» es tanto más rele- Illl'll de su modernidad), el problema de la filosofía no puede ser tan-
v.uuc p r cuanto que aquella obsesión era rigurosamente solidaria del lo illl .rr gar al ente por su ser cuanto restablecer el ente desde, diga-
OIlVncimiento de que «la formulación esencial, ahora y en lo venide- II1mlo así, el a ontecimiento de que con el ser la cosa viene a parar en
io, del .oncepto de filosofía (y con ello también la determinación pre- lud,t si .ndo así que se trataba de precisamente el ser y no la nada. Ah
via del cará ter de concepto de su concepto y de todos sus con eptos) 1.11icn, esa «nada» n ólo no es incompatible con una suerte de t la
·s 1.1formula ión en términos de acontecer (que no es lo mismo qu una 111.11ISIllOti ,1 .ntc, sino qu e cxa tament lo mi m que te, y ti nc
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[oi mula 'i n históri a)>>(pág. 421). Y vuelve tanto más nigmática si 1,11 1I1,'txilll,1
cxpr .sión '11 la .aractcriza i6n I .rrninal de istc pr' isarn '11
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 15. SEGUNDA PARTE

te como voluntad de potencia. Pero, justo por eso, semejante desata- en modo alguno distinguirse inmediatamente porque sencillamente
miento de la omnitud del ente podría empezar a experimentarse como no están referidos inmediatamente el uno al otro» (pág. 477). Más
el signo de la insuficiencia en ser (digamos: de la impotencia) de preci- bien todo depende de que se plantee una «pregunta previa» por e~ lu-
samente el ente que, pretendidamente, habría superado todas las lla- gar, o dimensión, o mediatez insuprimible, sólo en la cual es pos1b~e
madas escisiones metafisicas y reflexivas bajo la advocación de Vida y plantear en sus justos términos esa reasignación. Tal pregunta prevIa
Devenir; y como síntoma, al mismo tiempo, de cierta unilateralidad de es «la cuestión de la verdad del Ser». En esta pregunta todo estriba en
[onda, de cierto olvido, en la determinación metafisico-griega del ser definir el puesto, el allí, donde se sostiene reunido el e~tero juego del
como ser del ente. La absoluta presencia (el cumplimiento moderno ejercerse esencialidad, la entera aventu~a de la, ~resenCla corno a~on-
«también y en la misma medida como Sujeto» de la aventura griega del tecer de una Denegación, y de definir ese sitio, el margen de Juego
ser), en esa misma medida, como el comparecer de una privación, que abierto en la experiencia del nihilismo para la decisión de si la rela-
no sería sino la presencia misma, la ousia o entidad del ente, pero ex- ción con el olvido (es decir, con la Presencia) es el olvido (el sueñ?
puesta y acogida en la unidad de todas sus figuras como el acontecer del Absoluto) o el recuerdo de la insuperabilidad del olvido. (la habi-
de un tozudo rehusarse y permanecer oculto que la habita y gobierna, tación del límite de la Presencia), como el fundamento precisamente
y que sólo sale a la luz en la consumación de la Modernidad, en la rea- en la privación de todo fondo, esto es, como el abismo que es p~eci-
lización nihilista del tiempo del «ahora». Su triunfo, entonces, como la so alcanzar y soportar, y al que Kant denominó libertad. Ahora b1e~,
verificación de que la entidad (esencia y sujeto), el «ser» [sein], esencial- la decisión a la que aludíamos antes, al hablar d~ una cesura que ~1-
mente no-es el Ser [Seyn}, sino su apariencia necesaria, la historia de su socia la historia de Occidente en dos calados de SIgnO opuesto, se cir-
est ructural errancia. Presentido como privación, empero, el régimen de custancia así en si se asume o no el cuidado de este puesto, en si se
1.1 identificación sin resto del ser con la Presencia es ya el dejarse oír de alcanza o no este abismo, es decir, en si el hombre está dispuesto o
una exigencia: la de someter el totalitarismo del ente a una restricción no a hacerse cargo de que semejante lugar es su vocación esencial, la
de principio, la de abrir (y mantener abierto) el sitio para que pueda dimensión de la dignidad de su humanidad. y en este punto Holder-
verse también la resistencia a la presencia como el constitutivo más pro- lin nos es imprescindible. ... '
pio de ésta, la de encontrar un estilo de relación con las cosas vincula- Siguiendo a Heidegger llamaré elfactum Hólderlin a «que Hólderlin
do por la exigencia de hacer de cada ente el albergue del juego comple- ha poetizado al poeta venidero, que él mismo "es". como el pnI?ero
to de la reencontrada dificultad, esto es, de la fragilidad y excepciona- que ha emplazado en la decisión la pro~midad y lejanía .?e lo~ diosc
lidad de su esencia. El imperativo, en fin, de restituir el espesor del ente sidos y los venideros» (pág. 463). Pues bien, el factum Holde~lm es el
como ente del Ser, la gravedad de la presencia en cuanto, irreductible e Seyn comofactum de tal imperativo (que el estruend<:> te,c~ológtc? de.la
inseparablemente, Denegación de la Presencia. Pero, por lo mismo, ex- Vida no puede acallar) de asumir el abismo como Pn~Clp10 de ~llston~,
perimentado en esta peculiar aventura de la Presencia, que la redescu- como régimen de la historicidad occidental ~ún. pos.1?le. Esc~be He1
bre 'amo el modo de tener lugar cierto retirarse que lleva en sí una exi- degger: «¿Quién podría extrañarse de que esta mdlC.aClon ~el pnr~;r en-
g .ncia de fundación del margen de juego para su rehusarse, como la vite de la historia del Ser en el tránsito de la metafísica a la invencion en
'en,1 de una sustracción que es en sí una interpelación al heredero rno- que el pensar alcanza el Ser se tuviera por enteramente arbitraria e in
d '1 no de Grecia, el pensar en el límite de la Modernidad (y sólo él) comprensible? [...] Aquí se exige ya el salto al Ser y su verdad, la expe
pu xlc empezar a saber, por primera vez, que el ser [Sein} es el Ser riencia de que bajo el nombre Hólderlin acontece aquel único ernpla
I,\i:v" l. es decir, a entrever la posibilidad de un uso libre de lo propio, zar en la decisión, y decimos: "acontece", no "aconteció". [...] De lo que
d ' su condición de occidental y moderno. . .iqui se trata es del indeducible envite del Ser mismo que es preci o atra
Ah ra bien, si restablecer el ente en el Ser es la cuestión funda- par fmfffongenJ en su más puro carácter d~Jactum, que ahoray des~eet/I()"
mental, no es menos cierto que lo que no se puede es entenderla ({',I' se yergue aquella decisión en la histon~ de Occidente, tanto SIes p .r
corno si entre eso que ahora se llama el Ser yeso que a partir de aho- ( ihida por la 'poca que aún dura como SIno, tanto SIen genera! pL.ICdt'
t.l pudiera restituirse como ente hubiera una relación inmediata cor- s -rlo como si 110. Esta d cisión tiende, por primera v z, el spa io-t 1 'In
IlO 1.1 qu 'hay ntr 1 cnt y su entidad: «el Ser y ,1 .ntc no pu xl '11 fo '1\ torno .rl S 'r mismo. .omo aqu ,1 'SI acio qu " distendiéndc s' ti 's
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 15. SEGUNDA PARTE

de el Ser a una con el tiempo que lo madura, madura en la unidad ori- sentarse públicamente como Contribuciones. No pueden surmrustrar
ginaria de este margen de juego» (pág. 464). aún el ensamblaje de la verdad del Ser desde ella misma. Ciertamente.
Así pues, la estrategia encaminada a establecer la unicidad históri- Pero están obligados a medir de parte a parte el dominio de eso de la
ca de. Hólderlin es el desplazamiento de la cuestión del ser [Seinj a la verdad del Ser. De ahí que las Contribuciones tienen una muy específica
cuestión del Ser [Seynj, es decir, la identificación del límite de la forma estructura, que se corresponde con su específica y transeúnte patria:
de la pregunta filosófica tal como ha sido interpretada a lo largo de «El trazo en alzado de estas "contribuciones" a la preparación del trán-
toda la tradición «ontológica» y la consiguiente transformación de su sito está sacado de la aún no domeñada planta de la historicidad del
s~?tido que I?ermite hac~rse cargo de ese límite. Ahora bien, la exposi- tránsito: la resonancia, la procuración del juego, el salto, la fundación,
CIOn del sentido y necesidad de ese desplazamiento se traduce, en pri- los venideros, el dios último. Este alzado no da una serie de considera-
mer término, en la exposición de la necesidad de una dislocación de la ciones diversas sobre diversos objetos, no es tampoco un ascenso intro-
esencia del hombre que lo sitúa en la condición de «guardián de la ver- ductorio desde un "abajo" a un "arriba". Es el trazado previo del espa-
dad del Ser» como en su esencia más propia. «Cuestión del ser del cio-tiempo de juego que la historia del tránsito crea primero como su
ente>~es aquella designación del problema de la filosofia que podemos reino, para decidir, desde su ley, sobre los "exentos del ser por-venir",
considerar como el fruto final de la filosofia griega clásica. Si semejan- es decir, los siempre sólo "eternos" y los "venideros", es decir, los que
te acuñación es el inicio de un vaciamiento que culmina en la disolu- son por una sola vez» (pág. 6). Y desde esta consideración se conside-
ción del ser en nada, en la superfluidad de la diferencia ontológica, la ran los Beitrageya filosofia formulada «en términos de acontecer», esto
definición tradicional del hombre como «animal racional» es la conco- es, pensar «perteneciente al ejercer y fructificar esencialidad el Ser mis-
mit.mtc interpretación de su humanidad que culmina en su nihiliza- mo, ensamblado en el hacer falta que late en la verdad del Ser y, de
ción, que hace de él ~ismo como ente «recurso humano» y del pensa- este modo, ligado a la necesidad de aquella decisión que dispone en
miento por el que se singulariza material «psicocultural». Pues bien, se general sobre la esencia de la historia y el ejercicio de esencialidad que
trat.uia de liberar la esencialidad de la Razón de todo este movimien- le es propio» (pág. 421).
to, se trataría de sacar a la Razón del «cenagal» de la Vida y del Deve-
nir .n que viene a parar su historia metafisica, para abismarla en el Ser,
es decir, para mostrar su arraigo en la Denegación y su consistencia de 2. GrANNI VATIIMO: «MÁs ALLÁDE LA INTERPRETACI6N»
.spacio-tiernpo de juego de tal verdad. Se trataría por eso mismo de
conv car al hombre a una reapropiación de su «racionalidad» así libe- RAM6N RODRíGUEZ
rada. En definitiva, de convocarlo a su esencia entendida como tarea
de «J('/" el ahí» en su palabra, en sus actos, en sus obras. Pues bien, jus- Más allá de la interpretación aparece en 1994, cuando la propuesta fl-
to este rendimiento es el compromiso teórico del texto de Heidegger losófica de Vattimo, popularizada como «pensamiento débil», ya había
dique intentamos referir algo. .il anzado relativa notoriedad, y sus trabajos de interpretación en qu
«El tiempo de los sistemas ha pasado. El tiempo de la construcción ~l' basaba (Las aventuras de la diferencia, E/ sujeto y la máscara, Elfinal de la
de la figura esencial del ente desde la verdad del Ser todavía no ha lle- modernidad, Más allá del sujeto), en torno fundamentalmente a las obras
gado. Entretanto, en el tránsito al otro Comienzo, la filosofia tiene que dt' Nietzsche y Heidegger, bajo cuya estela situaba su propia tarea til .
habe~ dado un ren~im~ento esencial: el proyecto, es decir, la apertura ~úli("a, eran ya suficientemente conocidos. Más allá de la interpretacián
que í~nda el espacio-tiempo de juego de la verdad del Ser» (pág. 5). «-sponde a otro nivel de trabajo. Aun prosiguiendo en el intento d
En electo, la «obra» filosófica venidera se titularía sencillamente Das .Ii.rgnosticar nuestra época postmoderna y postmetafisica, y elaborar
h'rl'iglliJ, digamos: E/Acontecimiento, y expondría aquella restitución del 1".1«oniol gía de la actualidad» que constituye una de las aspira i n 's
cnt (onstruiría su figura esencial de albergue del Ser) desde la verdad r ouxr.mt .s de Vattimo, Más allá de la interpretaci6n debe su irnp rtan ia
ti '1Ser de la que venimos hablando. Pero ésta es la obra respecto de la cual plopi".l .1 que en ella e plant an cuestiones esen iales para In h .rrn '
ahora sól cabe una propedéutica, esto es, ensayos de un decir desde 1l1'lItiLI íilosófic a, que no icrnprc sus grand s t óri afr ntan: el 's
el Acontccimi .nt , y de ahí que est s j r i ios de estilo hayan de pr tíTlIto ti . 1,1h '1111'11\lli ';1 '01110 teoría, la validez del discurso h '1111'

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EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 15. SEGUNDA PARTE

néutico, SU lugar entre las diversas filosofías o su relación con la propia minio sobre el ámbito entero de la cultura del nihilismo, concepto que
situación histórica en la que vive. en Vattimo guarda resonancias más nietzscheanas que heideggerianas.
Vattimo parte de la idea, que ya había avanzado en Ética de la inter- Se trata de aceptar que el mundo verdadero se ha convertido en fábu-
pretación, de que la hermenéutica se ha tomado, en el último cuarto de la, lo que significa ontológicamente que no hay ninguna realidad que se
siglo, en una especie de supuesto general de la cultura occidental, algo imponga objetivamente al pensamiento, epistemológicam~nte que, n?
así como una nueva koiné, que sin llegar a ser un lenguaje conceptual hay ningún fundamento al que remontarse para d~r consistencia ul~-
común, sí muestra una sensibilidad o un clima compartidos. Tal situa- ma al pensamiento y, en elplano ético, que no es posible mostrar la vali-
ción, que para Vattimo posee raíces epocales, tiene, sin embargo, el dez objetiva de ningún código de valores. La asunción lúcida de esta
inconveniente de perder en su generalidad el contenido propio del situación, o lo que es lo mismo, el reconocimiento del «nexo entre
pensamiento hermenéutico, aquel núcleo de ideas que constituyen su esencia interpretativa de la verdad y nihilismo» lleva a Vattimo a ensa-
fuerza y que esa vaguedad «climática- no deja apreciar ni ejercer. La ex- yar una forma de auto comprensión de la hermenéutica y de justifica-
tensión de la hermenéutica tiene su base en la idea, teorizada por Ga- ción de su carácter racional que difiere de los grandes pensadores her-
damer, de que la experiencia hermenéutica no se limita a ciertas parce- menéuticos, Gadamer o Ricoeur.
las del quehacer científico, como la historia o la filología, sino que En efecto, si la hermenéutica no puede entenderse como una teo-
.ibarca todo el humano acontecer de la verdad; pero justamente esa ría objetiva de la experiencia hermenéutica del mundo, no queda más
teoría de la experiencia hermenéutica, con el universalismo que lleva alternativa que pensarla como el «resultado de un curso de eventos», es
consigo, encierra peligros notorios para la comprensión del núcleo decir, como final de una historia, historia que tiene que ser narrada
esencial del pensamiento hermenéutico. Pues esa teoría universal resul- para entender lo más propio del pensamiento hern:enéutico. Es esta
1.1 inevitable entenderla en un doble sentido: o bien como un descrip- forma de racionalidad narrativa lo que cumple en Vattimo el papel de la
l ión fiel, verdadera, de la permanente estructura interpretativa de la ex- íundamentación o del recurso a la evidencia, las formas clásicas de ar-
periencia humana del mundo, o como una especie de metateoría del gumentación racional. ¿De qué historia se trata? Dejándose inspirar
juego de las interpretaciones, que describiría igualmente de manera por el «segundo» Heidegger, cuya historia del ser en lo fundame~tal
adecuada el hecho de la pluralidad de las culturas humanas. En ambos .icoge, Vattimo interpreta el devenir de la historia occidental, especial-
l.IS0S, lo que prima es la idea tradicional de verdad como adecuación mente de la modernidad, como la debilitación progresiva de las estruc-
de la teoría a una situación objetiva, idea que es, a los ojos de Vattimo, tu r,IS sólidas y estables del ser. Es la historia, no tanto del «olvido del
profundamente metafísica, dependiente de la idea de un ontos on, de \CP>, como en el pensamiento de Heidegger, cuanto de su debil~tación,
un ser estable y fijo que el pensamiento tendría como misión describir \ ontracción o reducción. Es el ser mismo quien se reduce o disuelve,
fi ·Imente. Este forma de argumentar contra la pretensión universal de perdiendo la fuerza impositiva a la que respondía la metafísica tradicio-
1.1hermenéutica, basada en atisbar el peligro del retorno de una meta- n.il, La historia del ser es el ser mismo en su acontecer, acontecer que
ílsica, considerada como ya fenecida, es típica del pensamiento vatti- \ ousiste en el declive desde las estructuras «fuertes» de la realidad a su
mi.mo. Pues justamente la hermenéutica es la filosofía del final de la .hsolución nihilista actual. La debilidad del pensamiento es primor-
mcraílsica porque se ha tomado en serio la historicidad de todo lo hu- .h.rlmcnte debilidad del ser, al que aquél se limita a responder. La im-
111,1110 y esa pretensión es contradictoria con esa historicidad, que ella posibilidad de una auténtica fundamentación se basa e~Ja aus~n~ia
lime la obligación de pensar también en sí misma. \ '" t ológica de fundamento. Por ello la raíz de la concepción vattirnia-
Es esta interna relación entre historicidad y hermenéutica, por la 11.1tic la hermenéutica es ontológica, por lo que no es extraño que su
que ésta no es solamente una teoría sobre la historicidad, sino su reali- plOyCltO filosófico abandone el equívoco título de «pensamiento dé
z.ición en el pensamiento, plasmada en la correspondencia entre épo- 1111 .. por -1 de «ontología de la actualidad». . ._
l.1 d ,1 íinal de la metafísica y el dictum nietzscheano «no hay hechos, 1,,1,lrgumcnta i' n que la hermenéutica debe ensayar p,ara justií 1 ~r
solo interpretaciones», lo ,que permite comprender la esencia del pen- \11v.ilidcz co 111o te ría debe, pues, abandonar la pretensión de aducir
s.imi -nt h rmenéutico. Este se encuentra hoy movido por lo que Vat- 1\(,\ Itm objetivos, ni siquiera el hecho de la pluralidad de ulturas y (or
timo 11;1111<1su «v a ié n nihilista», la llamada a asumir I de tivo do 1It<T'Í<1(. vid.i, y 111m urar responder .1 1.1 ap .la ·i '11 qu ,1 ser, d .clirudo

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EL LEGADO FILOs6FICO y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX
CAPÍTULO 15. SEGUNDA PARTE

ep,ocalme~t:,. dirige hayal pensamiento, que no es otra que la asun-


Levinas partía de una interpretación de la filosofía fenomenológi-
c~on del nihilismo. La argumentación de la hermenéutica no puede as-
ca que la convertía en la/arma pe~e~ta del ide~lismo, en ~us I?alabras:
pirar a llevar a la convicción racional, demostrativa, sino a presentarse
de la filosofía de la totalidad (del VIeJOpensamiento, habna dicho Ro-
com.o la interpretación de nuestra época más persuasiva o seductora,
senzweig). Esta concepción de la obra .de Hus~erl se fija,b~ sobre todo
en virtud de la comprensión de su procedencia que ofrece. Acorde con
en la aspiración que se expresa en el imperativo categonco de lle~ar
esta forma de pensamiento, la verdad, de acuerdo con la expresión hei-
hasta evidencia, hasta experiencia originaria, cualquier cosa y cualquier
deggeriana, no consiste primariamente en la adecuación a los hechos
valor cuya legitimidad se admita. Levinas recon~)Cía.que J:I~sse~l, en el
sin.o en la apertura del horizonte histórico en el que estamos, que es
momento en que pedía muchas clases de expenenCIas ongmanas para
quien determina el modo como el mundo aparece. A ese horizonte
las muchas clases de realidades y bienes que existen, completaba y per-
abierto no hay discurso adecuado, sino que todo discurso habita en él.
feccionaba la obra que desde siempre se había propuesto el pensa-
La metáfora del «habitar» expresa bien nuestra pertenencia a esa ver-
miento que podemos llamar ilustrado. El objetivo final es que todo sea
dad: habitamos en ella, pertenecemos a ella.
puesto a la más plena luz que quepa, incluida en ese tod~ la fen0D?-e-
Por discutible que la visión de la hermenéutica que Más allá de la
nicidad de todo. Si se lograra la meta, por fin desaparecenan los emg-
interpretación expone pueda ser, y de hecho lo es, tiene el valor de afron-
mas y las lagu?-as del sent~d.o: un sujeto i~lOcen:e e~ prin~ipio. habría
tar directa y crudamente las tradicionales dificultades que el pensa-
tomado posesión cognoscitrva de la totalidad, el mismo incluido. La
miento he~D?-enéutico siempre ha tenido para dar razón de su propio
estatuto teonco. posesión cognoscitiva presuntamente ingenua es, lejos de lo. ~u.e se
piensa, la forma más potente de posesión y la que abre la posibilidad
de las demás, hasta las depredaciones y los malos u~os. El q~e c<:>noce
está constantemente ampliando su círculo de segundad, su ámbito de
3. LA OBRA DE EMMANUEL LEVINAS
libertad y plena potencia. Lo que empezó s~e1l:dootro qu.e él, se va vol-
viendo, en el proceso de avance del conocmuento, lo mz.smo que lo ya
MIGUEL GARcÍA-BARÓ conocido, lo mismo que ya he asimilado y soy yo, el sujeto que se ha
propuesto conocer precisamente para liberarse auténtica y totalmente.
La repercusión de la peculiar simbiosis de Schelling y Kierkegaard
En la situación de antes de la episteme, el hombre se encuentra,
con la tradición talmúdica y cristiana que representa La estrella de la re-
como describía Otto, aterrado y fascinado por los dioses, fundido con
dmción fue reducida en su momento. Sin embargo, en 1961, en el pró-
el cuerpo social y con el sagrado cuerpo del mundo, abandonado a las
logo a su gran obra, '(otalidad e infinito, Levinas reconocía que la in-
íucrzas de lo que no es capaz de identificar consigo ni de separar de í.
íluencia de RosenzweIg era allí tan grande, que prácticamente habría
1,,1 filosofía, la empresa espiritual de Grecia, ha sido verdaderamente
que baberlo citado en todas las páginas. Esta advertencia, junto con al-
una liberación del hombre de esta cárcel del mito y el politeísmo. D
gLI 11 ensayo en que el discípulo de ambos, K. Lówith, trataba de mos-
1.1 doxa, la episteme nos ha redimido con ímpetu que ya 1l:ad~I?odrá anu-
t 1'<11' las cercanías ~ntre Rosenzweig y Heidegger, abrieron un período
1.11' del todo. Pero esta ciencia que asimila todo por principio, que va
llueva de presencia en el orbe filosófico para el primero de estos pen-
s.idorcs (muy prematuramente muerto en 1929). id .ntificando lo desconocido con lo ya conocido de antes, y así pro
wcsa indefinidamente, es violencia, imperio, destrucción de la altcri-
S610 trei.nta años después de su tesis doctoral fue, efectivamente,
d,id. Es uno de los lados de la actividad política y guerrera. Su con p
cu.ind Levinas se dec~dió a publicar, tras algunos ensayos prelimi-
to central de realidad es el de la dureza de lo más duro: lo real care 'e
n.ir .s, un tratado amplio sobre los temas capitales de toda la filoso-
de toda piedad al imponerse; pero el que lo conoce, aunque se si. n.ta
n,l.. El título elegido no pued: ser más rosenzweigiano, puesto que
l',ub.lrg:ld por esta violencia, pasa inmediatamente a ser su adminis-
·1 I/!(tm/o es aquello que de nmguna manera se deja englobar en la
u.ulor () su vehículo.
totalidad y da, por ello, testimonio de que ésta se encuentra sobrepa-
sada, de que la pretensión que lleva inscrita en su nombre es necc-
ni arma d ; la vi lcn ia icntíf a y de la igualaci6n universal que es
sariarncrue f~lIida. 1.1 JIII'/(Ifl¡im (des onoccdora, como l Icideggcr SCI;<t1 , d la die '1' '11( in
íÍlI1 01 {;¡.;il ,\ -ntr ,1 'ni' y su Sl'I' o el Ser) resulta s '1' d mor ·pIO. (\SI .
CAPÍTULO 15. SEGUNDA PARTE
EL LEGADO FILOs6FICO y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX

es pensamiento de lo genérico, pensamiento de lo universal. Pero el su- contestación; pero la misma metafisica vive del deseo, y no de la ca-
puesto esencial para la utilización, que se dice inocente, de los concep- rencia o la necesidad.
tos es que lo más importante en las cosas sea lo que tienen en común, La meta de este deseo es trascendencia pura, desbordamiento de
lo que las indiferencia, en vez de lo que las distingue, lo individual y toda posible totalidad: es infinito. y, a la vista de las características que
otro en cada una. Una cosa que se deja elevar a concepto o abolir en el nos ha mostrado la totalidad, el infinito trascendente del deseo ha de
concepto global de toda su clase de cosas es, de alguna manera, una ser lo opuesto a la violencia: el shalom, la plenitud de la paz. Una paz
cosa que se hace traición a sí misma en la forma de dejarse pensar. Si que no sea el preludio de ninguna guerra, que no se parezca en nada a
se traslada esta concepción del pensar a la tarea de una antropología, el esa etapa que acostumbramos a llamar pacífica, pero en la que la g;uerra
resultado es la reducción de los individuos humanos a especies y géne- aún es más insidiosa porque simplemente se está preparando bajo los
ros: el desconocimiento sistemático y deliberado de lo irreductible en disfraces de la política.
cada uno de los hombres. En otras palabras: la conversión del tú en un Sin la inquietud o promesa del Infinito, sin el Infinito que viene a
mero caso o ejemplo, que, a lo sumo, será un caso de alter ego (como si la idea (como dice el título de un ensayo capital de Levinas) del hom-
el yo se dejara pluralizar más fácilmente que el tú). Es en este terreno, bre, sería imposible reconocer la violencia y la guerra, no digamos ya
según salta a la vista, donde más terribles llegan a ser los estragos de la desenmascararlas, repudiadas y derrotadas. Sin el aguijón del tábano
1~1etafisica, la política o la ciencia positiva, cuya esencia, sin que haga socrático o escéptico, el yo depredador, cada vez más ancho en sus do-
(alta evocar explícitamente a Heráclito, es guerra: violencia dominada minios conquistados a fuerza de evidencias y técnica, podría invadido
para ser ejercida con plena eficacia. lodo tranquilo en su inocencia. No habría, literalmente, instancia algu-
y sin embargo, no hay que retirar la frase en la que decíamos que n.t que lo interpelara sobre sus derechos o que le devolviera el eco de
la episteme trae una liberación respecto de la doxa. Porque no se debe sus victorias y ante la que pudiera darse e1.caso de que tuviera el yo que
olvidar que el origen de la episteme no son únicamente el miedo y la responder,
voluntad de poder, no es únicamente la necesidad que quiere ser satis- La misma terminología de Levinas manifiesta que su obra procura
(echa y superada; sino que también está en su principio el deseo, la sa- ic.rlizar lo que se incoaba en los trabajos de Rosenzweig: no es teolo-
lida, por así decido, en busca de aventura, la exposición al riesgo, o gi.I, pero renuncia a la divisoria tajante entre la filosofia y la teología;
sea, a la experiencia propiamente dicha, que siempre tiene que ser de 110es comentario bíblico, pero es que se apoya en la noción talmúdi-
! ,1de que todas las palabras del hombre, todos sus libros, son comen-
lo desconocido como tal. Si la metafisica es voluntad de poder y así
se va expresando su esencia cada vez más patentemente, como técni- t.uio del Libro, el cual es más antiguo que la conciencia humana cog-
<-"<1 q~e todo lo arrolla, que todo lo transforma, porque empieza por uosccnte. Levinas no hace puro pensamiento judío, porque no cre
! 11Il' haya diferencia entre el pensamiento verdaderamente universal y
considerar todas las cosas movilizables (como lo son personas y bie-
nes en un estado de guerra), también es verdad que el afán de saber y 1"\1.1forma de traducir al griego, a la lengua común, los términos que
ti' hacer experiencia se propone a la vez y hasta antes remover el sue- \<l11propios de la Torá de Israel.
lo sobre el que ya se está, partir al encuentro de lo nuevo, perturbar la Un sucesor de Levinas, J.-L. Marion, aún más heideggeriano qu '
qui .tud y el sueño de las respuestas excesivas para dar paso a las pre- I evinas, ha podido pedir un nuevo pensamiento en que Dios se n
gunlas. El pensar suele ser metafisica y violencia, mismidad en acción Ilh,I siu el ser o sin serlo, como cabe también traducir al castellano. Lcvi
.iniquiladora; pero tiene vocación de alteridad. Es concepto, pero 11,1\mismo prefería decir que el Bien y el Ser difieren como difieren ,1
t 01110correlato de pregunta. La pregunta debe preceder, y el deseo de lnliniro y la Totalidad: con diferencia que ninguna dialéctica puede re
tllI! 11Y Slip .rar. Como 10 Mismo y lo Otro, como Yo y Tú. El des o ti '
pregunta y experiencia es más antiguo todavía que el afán de cubrir
ron las respuestas los flancos abiertos de nuestras necesidades. Levinas 1.1p,rl del lnfinit ,últim estrato de la humanidad del hombre, mi .n
.idrnite, con Husserl, que la parte más viva en la historia de la filoso- 1.1 ,1 1\1'11, 1i .nc al Bien om rrelato inten ional; p ro más qu '
(1,1 's siempre el acicate repetido del escepticismo, cuya voz importu- 11'"111.11 ,1(,1corno .1su mira (7)isét~,viv d un estar atraíd mirado o
11,1n termina nunca de oírse. A más profundidad en la pregunta sue- 1111 'Ip -l.ulo t Uy,1 distancia va ahon lándosc n la misma m dida '11
qllc' ( I homl» ' d,1 r xpu ·sl;1.'lodo I r 'SlIl1(O I ,1S0 11;1.ia el Bien es UI1,I
I " desde luego, rrcsp nder más violencia y afán de t ialidad en la

I\'/H
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 15. SEGUNDA PARTE

conciencia mayor de que el Bien no es ente alguno, ni el ser de ente al- a la pura relación social, entendida como revelación del rostro del
guno, de modo que no hay caza posible que darle ni espacio que redu- otro, como relación no cognoscitiva, no técnica, no evidente, no do-
cir con ningún método. La intencionalidad que avista el Bien es, en minante, entre yo y tú, ambos finitos. Pero ambos desiguales, como si-
realidad, un haber sido tomado en rehenes, antes de todo antes, por el tuados en dos niveles diferentes. La revelación no luminosa, sino oscu-
Bien: una obsesión o posesión an-árquica, una pasividad hiperbólica. ra, no plástica, sino sólo verbal de la alteridad del otro respecto d~ mí
Es la inversión de toda intencionalidad. No es fenomenicidad, luz pro- mismo es, justamente, la audición de la palabra del otro como lo dicho
yectando claridad sobre objetos; sino drama o intriga que se ha anuda- de un decir y, por tanto, como algo cuya interpretación no puede evi-
do ya siempre, en el que ha sido cogido ya antes de que se haya con- tar recurrir, como a su fuente ignorada, al decir del otro, que es quien
cedido respiro para decidir si se quería o no participar de tal drama. No realmente dispone de la palabra dicha. Ya la mera apertura a escuchar
es que la libertad preceda a la responsabilidad y la funde, sino que pasa y responder sucede como revelación de la alteridad, y deberá recono-
por delante la responsabilidad, porque, por decido de alguna manera, cerse que todo impulso violento o abyecto, de poderío o esclavización,
se nos ha hablado, o se nos ha creado con la palabra que se nos ha di- y aun todo conocimiento explícito, siguen, pero nunca pre~ede.n, a
rigido, antes de que hayamos podido abrir los ojos, tomar perspectiva, esta revelación de la alteridad. El otro, en esta su comparecencta pnme-
otear el mundo inocentemente y optar por dar determinada dirección ra, desarma absolutamente al yo: es la inocencia personificada, por así
a nuestros pasos. Y Levinas ilustra esta an-arquía del Bien con noso- decir, la santidad del inocente, que avergüenza al yo poderoso y que se
tros, del Immanuel, comentando un fragmento del Talmud, una discu- creía inocente y libre. El otro, en esta santidad de su inocencia, exige
sión de los Sabios. del yo, manda sobre el yo sin violencia alguna, tan sólo porque le ha-
Un importante precedente de la obra de Levinas fue Martin Buber, hla y le pone en la tesitura de la responsabilidad ineludible. De aquí que
figura capital del llamado pensamiento dialógico. Buber, amigo de Ro- 1.1primera palabra del yo sea su simple gesto de constatación de la pro-
senzweig, con quien inició una traducción alemana del Primer Testa- pi.l presencia, de ceder el paso al otro y estar a la escucha: heme aquí
mento de la Biblia, combinando el ensayo judío de H. Cohen y la fe- (que, como se sabe, es la palabra con la que el profeta responde a la vo-
nomenología, propuso en los primeros años veinte del siglo una filo- I .rc ión de Dios en los relatos bíblicos).

sofia cuya base de partida es la radical diferencia entre dos posibles Al invertir lo que dice la palabra visée, o sea, mira intencional, in-
modos de la instalación de la subjetividad en lo real. Un modo, prác- u-ncionalidad dirigida desde mí hacia lo otro, Levinas empleaba, so-
ticamente el único que suele ver la filosofia y, por cierto, el único que hrc todo en Totalidad e infinito (mucho más cauta y parsimoniosamen-
ven las ciencias positivas, es aquel para el cual todo cuanto rodea al yo te en los escritos posteriores, el mayor de los cuales es De otro modo que
en la realidad es ello silencioso, objeto susceptible de conocimiento, 1/'/ () II1tÍS allá de la esencia, 1974), el término visage (en castellano, roslro)
dominio y manipulación técnica. El segundo modo es aquel en el que P,II.I expresar la revelación de la alteridad. Toda traducción, y aun el
el eslabón que une al yo con la restante realidad es el tú, o sea, otro su- ()Iiginal francés, quedan abiertos a malentendidos, porque este ro tr ,
jet , alguien que habla al yo y espera respuesta. De ninguna manera es 111s1.1111.nte, no un fenómeno plástico o visual, no es una forma en el
lo mismo el yo confrontado con el ello que el yo en relación con el tú, p.II\.lj , del mundo, sino tan sólo la revelación verbal del otr<;>que dice,
Y todos los significados que integran uno de estos ámbitos difieren de qlll' me dice, y al que yo, por más que haga, ya no puedo ignorar m
los que integran el otro. .u ,111.11.
Levinas acepta una parte de la descripción de Buber, aunque es l Jn.1 situación en que sencillamente se habla, se responde a la altc
s .nsiblc a los peligros de la otra parte, quizá por lo profundamente que 1H I.H \ dd 01 ro rcspetándola absolutamente, es una situación de paz me
cono ía la obra de Sartre. El Bien no puede ser interpretado como el '.1.11111.1, de diálogo sin retórica, de búsqueda conjunta sin e trat 'gias
Tú buberiano, en cuya actividad inicial y excesiva el Rehén pasa a ser Vlllkllt.l\ ni .ispiraci nes de absorción de lo otro en lo uno. Pero 's
I uro objeto o, en el mejor de los casos, queda literalmente extasiado y 1.1111111('11 situa ión en la que resulta inminente siempre la aparición
1I11.1
absorto. El Infinito, el Bien es, fundamentalmente, Él; pero la expe- dI' 1It'II '1( no 'ti 1.1es 'en", [uc pondrá al yo n la n " sidad de COIll
ricn .ia de la alteridad del Bien se realiza mediada por el tú finito, p r p.II,I1 y IIICdil', de conocer y de ha .cr justicia, no simplemente de res
,1 tú hurnan , y n e absorbe en el Tú <lbs lut . Lcvinas llama rl'/¡;~i611 IlIltI\.lhdlll.ld y, -rvic io.

HI
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTíFICO DEL SIGLO XX

Por otra parte, H. Cohen había buscado en una dirección diferen-


te la experiencia, si así puede llamársela, de revelación de la alteridad;
la experiencia que, como vimos, desde su perspectiva, antes tendría
que llamarse religiosa (y que dista, desde luego, de las descripciones de
Otto sobre el misterio tremendo y fascinante). La localizaba en el
acontecimiento de la relevancia moral que posee el espectáculo del su-
frimiento del otro en cuanto dolor que no se puede llamar castigo me-
recido de su maldad. De aquí que los textos bíblicos hablen con tanta
frecuencia del sufrimiento del pobre, de la viuda, del huérfano, del ex-
tranjero. Son todas estas figuras del otro (del que ciertamente no soy
yo mismo) en cuanto doliente inocencia. Luego, continuaba Cohen,
la vivencia religiosa primordial es la compasión, las bíblicas entrañas de
misericordia, que se atribuyen sobre todo a Dios mismo, prójimo esen- CAPÍTULO 16
cial de nuestros prójimos que quizá no reciben de nosotros la ayuda
con la que deberíamos responder a su llamada. Precisamente la expe- Los filósofos de la diferencia: el postmodernismo
riencia de la condición de prójimo del otro será, pues, la compasión, el
compartir su dolor como mío también y como apelación moral (o sea, JOSÉ LUIS PARDO (coord.)
incondicionada). Levinas intenta retroceder a una condición de posibi-
lidad de la compasión que sea, sencillamente, lo que suele llamar, en
sus obras tardías, la in-condición de rehén; pero acepta de Cohen que l. INTRODUCCIÓN
el verdadero principio de la individuación del yo es la responsabilidad
ineludible para con el prójimo inocente, que es tal que nadie sino yo JOSÉ LUIS PARDO
puede satisfacerla.
Dios no es el e1finito que hemos llamado el tercero y con quien em- ¿Hasta qué punto es justo caracterizar a pensadores tan singulares
piezan conocimiento, libertad y justicia. Si de Dios habla la obra tar- t 01110 Gilles Deleuze, Jacques Derrida o Michel Foucault como «filó
día de Levinas como de Él, se debe a la necesidad de interpretar al pró- sofos de la diferencia»? En los «años de aprendizaje» de estos tres auto-
jimo, a la alteridad inmediata del otro en su visagey su desarmante ino- les franceses están presentes dos factores insoslayables: de una parte, la
cencia, como una huella del Bien Infinito, como una palabra dicha el losión del estructuralismo, principalmente a través de la figura de
desde el Decir del Bien. Como si la santidad del otro finito viniera en- ( .l.iudc Lévi-Strauss, cuya lectura dejaría en ellos huellas muy profun
d.IS y, de otra, la reivindicación del pensamiento de Nietzsche en una
viada al yo desde la lejanía infinita del Bien Infinito. Se trata, pues, de
una hipérbole de la trascendencia del Dios del monoteísmo, una vez di I l"(.l ión muy peculiar iniciada en Francia por Georges Bataille, pero
liberado de las redes y las trampas de la metafísica, o una vez que la 111It' ti istaliza justamente en los años sesenta del siglo :xx, por la d bit
propia historia de la filosofia corrobora que la Totalidad está inquieta- 1.II'ÓIl d 'qu las investigaciones de Colli y Montinari habían liberado
da, desde la exterioridad absoluta, por lo que no puede entenderse ni ~II nombre de una supuesta complicidad ideológica con el fascismo y
siquiera en los términos de la diferencia ontológica. l." d . I lcid gg r habían puesto de manifiesto el alcance «rnetaílsico»
d,· ,\\1 obr.i, 'SI" ialmente del legado póstumo, objeto principal d ' la
u-ílcxión de I lcid gg r que Colli y Montinari pusieron por J rirn 'r,\
vez.1 1.1 púhlic,\ disposi .ión de los estudiosos. Pero, si bien puede rcsui
1.11 uhvi.t 1.1 indi 'ación d l tema d . la «dif¡ ren .ia» a propósit d ,1 ~'S
IlIll)III."i,~1110 que ti .íinc los sist 'mas sirnbóli 'os como redes de clc
--11ÍI'lllns <¡II(' ,,(llo existen por sus r -f'Tl'lIcias recíprocas, que car 'C '11 tilo

~Hl
EL LEGADO FILOSOFICO y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 16. SEGUNDA PARTE

identidad sustantiva y sólo operan como diferencias, en un marco di- ve totalmente. Sin duda ha sido Gilles Deleuze quien, arrostrando de
ferencial+-, la conexión del pensamiento de Nietzsche con la proble- un modo más explícito el fondo abiertamente romántico de esta posi-
mática de la diferencia es mucho menos visible. A menos que -en un ción filosófica, ha elaborado con más cuidado la idea de diferencia que
camino una vez más iniciado por Bataille- veamos en Hegel al filóso- toda esta generación de filósofos franceses extraen de Nietzsche para
fo de la identidad por antonomasia, y en Nietzsche a su más encarni- oponed a a todos los herederos de Hegel (y que, por ello, choca tanto
zado enemigo (tan lejano de su perspectiva que incluso declina nom- con los filósofos analíticos como con los hermeneutas y frankfurtia-
brarle .. .), lo cual constituye sin duda la perspectiva de Foucault y De- nos): una diferencia, al mismo tiempo virtual y trascendental, que no
leuze. La noción nietzscheana de individualidad -ya se trate de se expresa como oposición (y que, por tanto, siempre se fuga de los
individuos humanos o inhumanos, singulares o colectivos, históricos cuadros de oposiciones binarias trazados por las explicaciones del sen-
o institucionales- como un diferencial defuerzas constituido al azar por tido forjadas por los estructuralistas), que no se extrema en la contra-
la «tirada de dados» que decide su implicación en la existencia es, sin dicción (porque entonces se «resolvería» mediante su hegeliana supera-
duda, abiertamente incompatible con toda concepción sustantiva de la ción) y que no ejerce ninguna negación, que simplemente se afirma
identidad y, específicamente, con la idea de un «Espíritu Absoluto» o desplazando a todo sujeto que intente monopolizada y desviando
de una Sustancia que alcance finalmente la condición de Sujeto. Si se todo significado que intente fijada. Durante la década de 1970, estas
trata de un «Sujeto de la Historia» (que la habita aunque esté alienado perspectivas no solamente se consolidaron en tomo a proyectos filosó
de su propia condición de protagonista), y del modo como el hegelia- ficos positivos (la «Arqueología del saber» y la «Microfísica del poder»
IIISIlH)habría sido heredado por Marx mediante la imagen de una «his- de Foucault, el «Esquizoanálisis- de Deleuze y Guattari o la «Cramat
tOIi,l universal- (la de la lucha de clases) orientada hacia un telos al que logia- de Derrida), sino que trabajaron también en la dirección, cara .
c.uuin» mediante contradicciones «reales-', nada mejor que la lectura terística de la tradición filosófica eurocontinental, de una confron-
tlt· 1.1S historias de Michel Foucault para comprender hasta qué punto el tación y una expresión de carácter político. La década siguiente -excep
LISOdel nietzscheano «método genealógico» -que hace de los aconte- ción hecha, hasta cierto punto, de la obra de Derrida- terminó
t imicntos históricos fruto de la contingencia y que subraya las discon- .iparentemente con ambas cosas, desplazando la reflexión a terren s
tinuidades reales bajo las permanencias aparentes, mostrando la coper- ét ice-estéticos y abriendo paso a una suerte de -digámoslo aún en té r
tenencia mutua de los discursos que parecen contraponerse violenta- minas nietzscheanos- «nihilismo activo», inmerso en el debate d 1;'\
mente dentro de una misma «época>>- se distingue del supuesto posmodemidad y en una apología de la perplejidad en la que brillan
«método dialéctico» precisamente por su capacidad para disolver la nombres de outsiders como jean-Prancois Lyotard oJean Baudrillard,
idea misma de «historia universal», y con ella tanto la de un sujeto de complicados ya en un proceso de difuminación de perfiles debido a la
1,1 Historia como la de un fin de ésta. Si de lo que se trata no es ya úni- u.ivesia transatlántica de la filosofía de la diferencia, completada en los
camente del «sentido» de la Historia, sino del sentido en general, y últimos diez años del siglo xx .
.mtc todo del sentido de la existencia como resultado de la trama urdi-
da por la tradición y encarnada en el lenguaje, los trabajos de Jacques
Dcrrida sacan a la luz otro uso de la diferencia que se muestra en cada J... LA MEDITACIÓN DE GILLES DELEUZE SOBRE LA DlFERENClA2
e ,ISO capaz de deconstruir toda interpretación hasta socavar la misma
noción de «sentido verdadero» (de un texto, de una existencia, del ser JOSÉ LUIS PARJ)O
en general), recordando de ese modo la imagen nietzscheana de la ver-
dad como una mentira afortunada y de la «comprensión» como el re- f)i/iorl'núlI.Y repetici6n puede considerarse como una suerte de «1 is
sultado fortuito de un enfrentamiento de fuerzas que nunca se resuel- 1111\0 ti ·1 mét d »c 11 re pecto a toda la producción filo ófi ad .1 '
1 '1I/.t'. El generalmente rec nacido cará ter de dificultad que cncicn.i
1'\Lnlhr,l 'S, quizá, una de las xplica ion s del h ch de que ·1 pcnsa
I Se notará, de paso, que todas estas connotaciones grucsarncntc consideradas orno
••hq.:di.ln:ls» fueron las que Louis Althusscr se empeñó en eliminar SiSICIl1,\li ,1I11enlCdel
m.uxismo «m.iduro», , !l///"/O/l,' ,'1/,'1'1'1/1/1111, 1',111\, I96H [u.ul, np. de A. C,lIdlll, Midud, 11'1(,11, 1'IHH I

IH
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 16. SEGUNDA PARTE

miento de Deleuze haya sido sometido a los más variados «usos», a un modo de decir el ser, una línea de la que Duns Escoto, Spinoza,
menudo sin tener en cuenta el estatuto de fundamento que este libro Nietzsche y Schelling serían las etapas principales para un pensamien-
tiene para comprender los objetivos de la filosofía deleuziana y sus ar- to que se eleve a la Idea de Diferencia en lugar de pretender rebajarla
ticulaciones centrales. Libro ambicioso donde los haya, que se sitúa en para hacerla conceptualmente manejable situándola bajo el yugo de la
la tradición contemporánea de los tratados de ontología (al estilo de identidad o de la semejanza, de la contrariedad o de la contradicción,
Sery tiempo, El sery la nada, La fenomenología de la percepción, ete.), cons- de la oposición o de la analogía. Y en este punto -en el punto en que
tituye toda una reconstrucción -alguien diría que más bien una de- la Diferencia parece resistirse a toda reducción conceptual- es donde
construcción, o un recorrido a contrario- de la historia de la filosofía se establece el lazo entre diferencia y repetición, ya que el concepto tra-
que, desdeñando el hilo conductor de la identidad y la semejanza, pone dicional de repetición es precisamente ese: una diferencia sin concep-
de manifiesto las bases «metafísicas- sobre las que Foucault, Lyotard o to (A puede considerarse repetición de B si la diferencia entre ambos
Derrida desarrollan su trabajo conceptual. no es conceptualmente relevante). Una diferencia libre (liberada de
y no es que la Diferencia haya estado ausente del pensamiento fi- la subordinación a la identidad), un puro diferir que no presupone la
losófico occidental, pero acaso su reiterada presencia es la huella y al identidad de lo que difiere, no es sino la otra cara de una repetición
mismo tiempo la denegación de unfondo (la Idea de Diferencia o la Di- que no remite a una «primera vez» o a un original del cual ella sería co-
ícrencia como Idea, que no se reduce a la diferencia conceptual) rete- pia, sino que impugna al mismo tiempo las nociones de original y de
nido y a menudo desplazado: nadie duda del carácter primordial que copia. La fuerza del pensamiento nietzscheano del eterno retorno resul-
Iicnc para el pensamiento antiguo la noción de diferencia especifica ta en este punto una intuición insustituible en el proyecto de pensar el
(prácticamente coextensiva a la de «esencia»), pero la diferencia de una ser como repetición (sin primera vez) de una diferencia (sin identidad),
especie con respecto a otras (por ejemplo, del hombre con respecto al como eterno retorno del propio diferir. De' una concepción tan radical-
resto de los animales) se da siempre en el cuadro de una identidad de mente invertida con respecto al sentido común nace un mundo filosó-
género (animal) que presupone una serie de semejanzas que -por así fico capaz de producir -como lo hará la obra posterior de Deleuze-
dccirlo+- «domestican» la diferencia y la subordinan a la identidad. efectos sorprendentes en el terreno de la filosofía del lenguaje, de la éti-
'lampoco puede dudarse de la importancia que la diferencia adquiere 1.1, de la estética o de la filosofía política.
en filosofías como las de Leibniz y Hegel, para el primero porque la
identidad puede comprenderse como una suma infinita de rasgos dife-
renciales, y para el segundo porque la diferencia, llevada hasta el extre- \. El. NUEVO FOUCAULT. LA SOCIEDAD PANÓPTICA:
1110de la contradicción, es el motor mismo del pensamiento que se «VIGILAR y CASTIGAR»3
hace realidad en la Historia. Pero quizá estas estrategias -llevar la di-
ferencia hasta lo infinitamente pequeño o hasta lo infinitamente gran- FERNANDO MERODIO CASTILL )
ti ' son, nuevamente, pruebas de la incapacidad del pensar metafísi-
e o para soportar una diferencia que no esté reducida y sometida a la I~nel espacio-tiempo que cubre desde la segunda mitad del siglo XVIII
i 1.ntidad por un Dios que, como el de Leibniz, asegura la convergen- Il.lst.!la primera del XIX, la desaparición de los suplicios (cap. 1), y su
t i:l de todos los puntos de vista diversos en un universo composible \11.\'iiución por el equilibrado legalismo de las penas (cap. 11), no sería
que, además, es el mejor de los posibles, o por un Espíritu que, como ('1h '1\ "volo efecto de un repentino ataque de humanismo (tesis gene-
el de Hegel, garantiza la reconciliación de todos los contrarios en la 1.11lid libro), sino el correlato de un conjunto de técnicas disciplina-
medida misma en que la razón los realiza. «Ser se dice de muchas ma- 11,1\,el f:\l11050panoptismo (cap. III), cuyo desarrollo político últim
n 'ras», afirmaba Aristóteles, pero tal parece que la diferencia, la diver- \1'11.1 d u.icimi nt d la prisión y con él el de la figura antropológica del
g -ncia y hasta la contradicción entre esos sentidos acaba por encontrar dl·lll\( ti -ntc (cap. IV). La realidad incorporal del delincuente, qu Fou
una forma de unidad que reduce su propia diversidad. Deleuze busca,
pues, otra línea de desarrollo posible, que encontraría su punto de par-
tid,l en -1Poema de Parrnénidcs y en su obstinación n qu no hay sino -- -í SlIl'm/h" 1"1/'11/';'; P."I,. 197'i 111.1d.rsp. M{·xim. SiMio XXI, 19761.

H'/
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 16. SEGUNDA PARTE

cault concluye denominando lo carcelario, introduciéndose entre la rea- cia que la omnipotencia del soberano manifestaba respecto de ciertos
lidad formal de la ley y la realidad material del infractor, sería una ma- ilegalismos (necesarios tanto para la supervivencia de la plebe como
nera de discriminar entre los ilegalismos (entre lo simplemente ilegal y para el desarrollo de la burguesía) le sustituiría la neta separación entre
lo preligrosamente anormal) y, así, de des activar (científicamente, esto el ilegalismo de bienes (perseguido) y el de derechos (nuevamente tole-
es, bajo la forma de ciencias humanas) el potencial revolucionario de las rado). Aparece como necesaria una reforma del sistema penal que, al
clases populares, al tiempo que se cumpliría como el último estadio de mismo tiempo, se enfrente tanto al sobrepoder del soberano (lleno de
ese contraderecho que supongan las disciplinas, subsuelo o lado tenebro- lagunas punitivas) como al infrapoder de los ilegalismos tolerados. Es
so de las libertades formales y jurídicas, expresión de un nuevo poder, por esto que la crítica reformista convergirá permanentemente en tor-
estrictamente tecnológico, esto es, ya no simplemente represor e ideo- no a la exuberancia de los suplicios, pues sería ahí donde ambos pro-
lógico, sino positivo y productivo (de saber), lo que también serviría cesos resulten ligados de forma bien visible. Es necesaria una mayor ca-
para explicar de nuevo la insuperable languidez que presente última- pacidad discriminativa en el régimen de aplicación de las sanciones
mente el esfuerzo revolucionario. Frente al eterno humanismo del pro- (exhaustividad en la codificación), y una mayor eficacia en la pedago-
grcso, el nuevo panoptismo del revolucionario ... siempre por venir. gía del trabajo que impongan las penas (pena-signo, pena-representa-
Las insuficiencias prácticas de este «siempre por venir» hay quien ción, pena-afecto). y, entonces, aparece el misterio de la prisión, ele-
iuic iosamente ha gustado de ejemplificarlas a través de un simple afo- mento que ninguno de los reformadores había incluido en el paquete
11\1110 vital: cuando Miterrand, escasamente cuatro años después, con- de reformas (pues todo en ella recordaba la oscuridad, la ausencia de
voque a Foucault para que le asesore acerca de la reforma de las prisio- publicidad del sistema inquisitorial) pero que, sin embargo, en un bre-
ncx, éste simplemente le responde una cosa: nada. Sin embargo, y esto vísimo espacio de tiempo se convertirá en el unico medio (un medio,
I.II11bién es juicioso, es el propio Foucault el que nos demuestra en este uno) de castigo de las infracciones. La razón habría que buscarla en el
libro que la prisión, su fracaso y su reforma forman una única realidad desplazamiento del objetivo del control: del alma cuyas representaci
sin Tónica que diacrónicamente retorna, no eternamente, sino desde nes se manipulan al cuerpo que con una insuperable sutileza se domi-
hace casi dos siglos. Como lo pudo haber dicho otro, lo carcelario es na (sin necesidad de la tortura medieval). Es ésta la función de las dis-
el objeto (el delincuente), la pérdida del objeto (su imposible elimina- ciplinas.
t ión, su imposible normalización) y la ley de esta pérdida (los sistemas La organización disciplinaria (que recorre las escuelas, los ejército',
disciplinarios), Sin necesidad de posicionarme en este polémica, aun- los talleres, los hospitales, las cárceles) asegurará la ligazón optimizada
que sin poder abstenerme tampoco de advertir todo lo que a este libro de las funciones de dominación y las de utilidad, y así se distinguiría
se le nota, como prescribía Adorno para todo gran libro, «los sufri- de otras modalidades de poder y control (esclavitud, domesticación,
micntos de la humanidad», simplemente observar que lo que aquí es- vasallaje, ascetismo) -aun con esto, todo hay que decirlo, Foucault re
r.ir¡a en juego sería, por una parte, las razones de la inexpugnabilidad conocerá a este movimiento el desbloqueo epistemológico de la m '
d ' 1,1 sociedad burguesa a la voluntad revolucionaria (y así, también, dicina, por ejemplo. Aun antes que una tecnología del poder, las dis
.iunque no lo diga Foucault, la valoración de las posibles limitaciones ciplinas se referirían a una nueva economía política, una nueva organi
11(, semejante voluntad) y, por otra, la evaluación de los límites del ac- zación, optimizada, de la economía del poder (trabajar, y trabajar más
tu." bienestar en las sociedades occidentales «hay vida, buena vida, en y mejor): regulación de las distribuciones de individuos (celulares),
1.1 existencia de la sociedad panóptica?, pero también, aunque tam- .ontrol de las actividades corporales (orgánicas), potencia genéti a de
po 'o se lo cuestione, ées la vida, nuestra buena vida, una existencia un régimen evolutivo (estructuración progresiva) y composición de las
p.inópti a?)_
formas multitudinarias (la máquina), todo esto a través de un pod -r
-,ontinuamos desde el comienzo. La crítica de los reformadores se que ornbina en su mirada la total discreción (nadie lo ve) y la total in
xiruarla dentro de una nueva economía del poder: no se trataría de cas- dis re ión (lo ve todo), se sirve de la sanción normalizadora para el go
tigOlrIn 'nos, sino de castigar mejor (sin venganza, sino simplemente se- I icrno del orden de la infrapenalidad y utiliza la técnica del cxarn '1\
gún una finalidad ortopédica). El siglo XVlII habría conocido un des- (eornbinaci n de vigilancia y normaliza ión, de poder y de sab r), OIi
pl.iz.uuicnto .n el rel n de la pcrs u ion punitivas, ya la toleran g '1\ de los archivos y d . nuestra mod rna in lina ión ha ·i;l las 'x(r,IV,1
EL LEGADO FILOs6FICO y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX
CAPITULO 16. SEGUNDA PARTE

gancias individuales (lo que da lugar, por ejemplo, al nacimiento de la recordar a ese pequeño gran hombre de trece años que ~~jo el nombr~
novela moderna), efecto de la inversión del eje político de la individua- de Béasse y cuando el juez le pre~ntaba.~or su pro~eslon, con admi-
lización (cuanto menos poder más individualizado, al revés de lo que rable insolencia le respondía: «MI profesión ... En pnmer lugar tengo
sucedía durante el feudalismo). Sin embargo, este poder, advertiría treinta y seis por lo menos, pero no trabajo ~n casa ~e nadie. ~ace ya
Foucault, no es una propiedad (de alguien) sino una estrategia (de con- algún tiempo que trabajo para mí. Tengo mIS profesiones de día .Y de
junto, anónima, la regulación sintética de una multitud de procesos). noche [... ]» (297). El problema, entonces, no sería que nos normahcen,
Todo este sueño es sintetizado en el panoptismo, en el que visibilidad les que les gusta trabajar!
e inverificabilidad del poder se alían para hacer de éste una sustancia
cada vez más tenue, aunque no por ello menos efectiva. ¿Su función?
El mejor control de las masas surgidas de la explosión demográfica del 4. EL PENSAMIENTO DECONSTRUCCIONISTA DE ]ACQUES DERRIDA
siglo XVIII y la optimización de las operaciones de la creciente maqui-
naria productiva. Se tratará de alcanzar el gobierno calculado de la 4.1. «De lagramatología»4
I~lultitud: ligar un descenso del coste del poder (más barato, menos vi-
PABLO PERERA VELAMPlZAN
sible) y un aumento de su intensidad y extensión. Es ésta la novedad
de las disciplinas y aquello que ninguna forma de poder predecente
podía haber imaginado. Una ciencia de lo particular. Verdadero contra- La obra de Derrida en su conjunto, también la obra concreta que nos
derecho (introducción de disimetrías irrevocables, exclusión de reci- ocupa, De la gramaiologia, no deja de estar sometida al mismo desobr~-
procidades) al que ni su coyuntural aceptación bajo la forma de contra- miento al que, en ella misma, no dejando nunca de ponerse fuera .de 1,
to (laboral, por ejemplo) evitaría cumplir las funciones de suspensión se somete a los textos con los que trata. Esto explica que su pensamient ,
loe,tI del derecho y así, haciendo espurias todas las limitaciones del de- generalmente conocido bajo la calificación de deconstrucción, t~ y com
I echo formal, constituirse como su sustrato efectivo. se califica por primera vez en esta obra,. no se presente .nunca 111 en la fo~'-
. Ellibr~ se concluye bajo la forma de un retorno a la prisión y a los ma del análisis del método o de la crítica, formas habituales en que la f 1-
tcíonnatorics de todo tipo, forma sintética de la celda ascética (aisla- losofia se ha presentado. Aunque también erraríam?s si calificáramos los
miento), el taller (imposición de la forma «moral» del salario) y el hos- trabajos que conforman De la gramatoÚJgía como simples ensayos, pues
pital (modulación variable de la pena en función de la evolución). Es sus textos, siempre muestras distintas de esta tarea deconstructiva, no pu '
.rqui donde surg~ el moderno delincuente en su realidad incorporal de den ser leídos como precisiones de la posición del filósofo francés resp -,
humana, demasiado humana, espiritualidad reformable. Pero la pri- to a determinados temas sino, antes bien, jugando perversamente con las
sión no deja de fracasar en sus benévolos propósitos, y a Foucault as: íormas del análisis, del método o de la crítica, como las diversas aberturas
rut.tmcnte se le ocurre que su función real es la de la determinación y ti ' un espacio donde cualquier toma de posición, articulad a según pautas
d .ontrol de una nueva serie de ilegalismos populares de los que se en- di .otórnicas, es puesta en cuestión, deconstruida. Por eso, no podemos
(,ligaría de neutralizar su potencia subversiva (los organiza como indi- -n tender la deconstrucción como una simple tarea opuesta a la con truc
vrduos ontrolados abandonando su condición de masa sediciosa; los ( ión sistemática analítica o crítica, sino como una nueva manera de le 'r,
.lÍSl.l y los dirige en sus tropelías hacia los lugares más inofensivos po- d ' tratamos activamente con los textos de nuestra tradición. Cierto e', sin
lític.uncrue). El dispositivo carcelario, forma expansiva del encarcela- embargo, que su estrategia tiene por prin~ipio romper co? cie~a man:fa
miento judicial, culmina el edificio ligando desorden e infracción, or- dl' leer estos textos, contenida en ellos mismos, en una CIerta Idea tópi ':1
g"nizand~ las «carreras disciplinarias», naturalizando el poder de casti- d ' 1,1 fil s Ha, que impide su relectura .creativa. "
g,lf y I 'gallzando las técnicas disciplinarias y así rebajando el umbral de En radi al oposición a los tratamientos hermeneuncos de la 1, tu
(,,,ligo, y asegurando el establecimiento del valor de la norma y de lo 1,' de los t .xt s, Derrida, por medio de la Gramatología, de onstruye
normal,
P,lr<1cxpli ar intomáti amente la circunstan ial pérdida del habla I f)t!(I,~"III/lIIIII(}I(},~il', París, t967 [trad. esp. de C. crcui, Bu 'nos Aire», St¡.;lo
dt, ¡:OUColLlltcuando I ' invitaron al Elíse ,quizús bastase .on volv '1' a 'XXI, t'I'I1I,

19()
91
CAPÍTULO 16. SEGUNDA PARTE
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX

Significante sobre el Significado, sino, dando un paso ~ás allá de esto,


cual~uier pretensión, aunque sea quimérica, de descubrir el sentido en generar una nueva explicación de la lógica del sentid? donde nues·
que estos ocultan. Se pone radicalmente en contra de cierta forma tro lenguaje se manifiesta que escape de las garras paralizantes del 10-
de leer.10stext?s que encuentra su fundamento en el exigente deseo de gocentrismo. Para ello, Derrida vuelve a tratar el lenguaie. el proc~so
~ue eXIsta.un significado trascendental, un sentido ya prefijado antes e comunicativo, desde los rasgos fundamentales de la escntu~a: s~ ins-
II1dependIe~temente del lenguaje, donde de alguna manera se tacha, cripción, su iterabilidad, su ausencia de referente, su espaclam~ento~
com? nega~Ivo, como desprec~able, todo aquello que enfatice la pre- etc. No puede darse el fenómeno de la significación, afirma Derrida, SI
senCI~mediadora y desnaruralizadora del lenguaje mismo. Pues en el la unidad y la presencia no sufren menoscabo alguno. En conse~uen-
lr.a~aJode la deconstrucci~n J?-0se trata simplemente de negar la posi- cia la condición real de existencia del lenguaje es que la presenCIa del
~.¡Jldad.de.acce?er a,este .sIgmficado trascendental, como si su presen- significado resulte mínimanente diferida. Sólo de esta manera el senti-
CIase difiriera sin m.asy SIempre nos esperara al cabo, sino de hacer de do queda liberado de su sometimiento al Significado trascendental, Y
~st~ proceso, despo!ado ya de cualquier presencia plena o significado los propios textos filosóficos abiertos a una siempre renov~dora lectu
último al ~ue reenviar, la puesta en evidencia de la ilegibilidad esencial ra, a un proceso de diseminación creadora, como este trabajo de Derri-
que tra~aJa to~o texto desde dentro, que lo pone de nuevo siempre
.mtc ellmperatIv.o de tener que ser releído siempre de nuevo. Y es por da hace patente.
l~lI()que en Dernda hay una decidida tarea en hacerse cargo, para este
f~l~(que, en suma, n? s?,lo será interp~etativo, sino también ético y po- 4.2. "Políticas de la amistad»5
IIII(()), de .esta med~aclOn desnaturalizadora que el lenguaje siempre
pOILl consigo a traves de su nueva forma de tratarse con la escritura. En PABLO PERERA VELAMAZAN
este sen.tldo, Der:ida no plantea la escritura como la representación de
lIll sentido pree~stente para una conciencia que tiene una relación in- Bastaría seguir ciertos discursos de la modernidad, por ejemplo; <;1
mcdiata y esencial consigo misma, sino como un medio de liberar discurso kantiano, para comprobar cómo el amor, .en cuanto Idenl1}I
lo~l()aqu~llo que, consider~do co~o secundario, hace patente la fun- cación de una forma de relación con el Otro que tiende a la posesi n
uon l~edIadora del lenguaje ~el s~gno, el significante), al margen del recíproca, a la fusión o identificación, es presentado como uJ?-arcla
impcno clausurante del sentido mterpretado como significado. En ción de esclavitud y tiranía, como un mal radical donde se quiebra la
~lI.ma,se trata de una ~anera de liberarse del presentismo y dellogocen- comunidad política. Frente a ello, la amistad nos habla de una relaci ' n
/,.,SII/O que ha caract~nzado habitualmente a la forma de presentarse con el Otro mediada por la infinita distancia que abre el respeto, reme
t¡1I' ha tenido la .soCIedadoccid~nt~l. Si para ellogocentrismo la pala- dio de ese mal radical que es el abandono a sí mismo o al Otro que su
hr.r re presenta directamente el significado que habita en la mente del pone el amor, convirtiéndose así en el ideal de comunicac~ón y p,\rt~
h.ihlante, por lo que, en consecuencia, el pensamiento mismo contie- ción igualitaria donde se han querido reconocer las comumdades p It
nc CI,1sí tanto la pr~sencia del s~ntido como la presencia de la verdad, Iicas modernas. Si el exceso de atracción del amor desencadena 1.1
d pnnc,~a.1corolano de esta te.sIses el consiguiente prejuicio que enal- guerra, la ruptura, el odio, la pulsión de muerte, la amistad es el sínll~
Il'll' If,ldlcl?nalmente a la ~rahdad en detrimento de la escritura, pues 111<.1
de esta perversión posible, pero también, en cuanto que se consu
('s esta cualidad re-presentativa lo que se le niega a la escritura subordi- Iuy , en la distancia que me separa del Otro, mediados por el respct , re
":1I1d(:.1:1<.1
la oral~dad, tratán~ola C?~O una forma d~gradada' de repre- sulta ser además su mejor remedio. Además, en este Juego, como [acqu 's
\llll.~uon. AsumleJ?-doesta dlmens~on no-representativa de la escritura, I .n ida muestra en su magnífica obra Políticas de la amistad, que "hOI.l
Ikllld,l, <.11~ontrar.lo de las pretensiones logocéntricas, intenta conver- . !lOSo .upa, la mujer, el siempre peligroso a~soluto femeni~o, en cuanto
111 .1 la p,r?~la escntura,'y no a la pal~bra hablad a, en el paradigma de ,iempr' atrapad<.1 en el exceso de ternura que tiende a la fu 16n,en la SU.I
lodo an~lltsl del lenguaje, de las relaciones entre pensamiento, lengua-
lt: y realtd<.1~.Porque aunque en un principio se presente así, la estrate-
\ "¡¡Iit/t/II/" tlr {'tlmiti/. P.\lís, 1994 [t r.ul. esp. de P. Pcñ.ilvc: y F. Vid.utc, M,ldlld.
gl,1~I' Def~,da.planteada en est~ obra no consiste simplemente en in-
vcrur los icrrrunos y dar UI1<.1 pnma ía a la e ritura s bre 1 habla, <.11 1'011,1, II)I)~ I
CAPíTULO 16, SEGUNDA PARTE
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTíFICO DEL SIGLO XX

teada como una relación inconmensurable del uno con el otro, sin
vida~ sin mesu~a que supone el amor, es ese Otro radical, principio de- «partición», sin «reciprocidad», donde se reconoce una forma, de «co-
1110ma~0, que SIempre 9-ueda desplazado políticamente, como incapaz munidad negativa», de comunidad sin comunidad, de «comumdad de-
de amIsta~. Las comunidades modernas se constituyen como socieda- sobrada», como diría Jean- Luc Nancy, donde es posible hacerse cargo
des d~ amigos en las que no tienen cabida ni el amor heterosexual ni de una nueva forma de tratarse con lo político. La amistad, de esta ma-
la amistad entre las mujeres. nera, es planteada en esta obra, vivida, como una relación sin depen-
_Sin embargo, el discurso que Derrida despliega en este libro, acom- dencia que pasa por el reconocimiento de la extrañeza común que no
pañado po~ aquell? que pensaron sobre la amistad y el amor Aristóte- nos permite hablar de nuestro amigos, sino tan sólo hablarles, en una
les, Montaigne, Nietzsche, Carl Schmitt, Blanchot, entre otros, trasto- forma de comunicación, irreductible a cualquier lógica del consenso,
ea el rel?arto de este Juego, y plantea una forma alternativa de pensar la en que los interlocutores, los amigos, los ciudadanos, en suma, al ha-
comunidad en la que nos constituimos políticamente donde sí ten- blarse, reservan, incluso en la mayor proximidad, una distancia infini-
drán lug,a~ estas dos manifestaciones. En el mismo Kant ya se muestra ta, la separación fundamental a partir de la cual aquello que separa se
I.J posibilidad fascinante de que este exceso de ternura, de atracción, convierte en relación, en no-relación, interrupción del ser que no me
que supone el amor, y que representa la mujer, no conduzca finalmen-
autoriza jamás a disponer de él.
te a la ~u,sión o la i?entificación, sino, más bien, a la ruptura, a la in- Tal vez, desde aquí, sea posible pensar en Otra libertad, en Otra
icrrupcron que quiebra el lazo social, afirma Derrida. El demasiado justicia, en una igualdad más allá de la mera equivalencia, en un dere
.1Il~()r,separ~, est~blece una distancia infinita con el Otro, con quien ja- eho más allá de su articulación como mecanismo de venganza, en una
Ill.1Spuedo identificarme o fundirme, distancia mayor, por inmedible, nueva manera, en definitiva, de hacerse cargo de los problemas de
qUl: I,¡ que establ.ece el respeto en la mediación de la amistad. Así, esta nuestro presente, de «los nuevos espacios de libertad», de «las nuevas
.1I11I,stad,conve;tIda en.el par~digma de la comunidad y comunicación relaciones», que desbordan los discursos 'filosóficos y políticos habitúa
políticas, y el vmcul? distanciante del respeto que porta consigo, no re- les de la modernidad, tan humanos, tan demasiado humanos. Manera
sult,l ser, .al cabo, mas que una forma de medir, de reprimir, si se quie- que debe ser articulada en el umbral que une separando la experienál
1(', esta, distancia extrema que el principio de atracción del amor acaba del amor con la experiencia de la amistad, la amancia, donde la mis111;1
lI11ponle~do en mi relación co~ el Otro amado. Así, en consecuencia, .unistad puede ser presentada como una nueva forma de amor, como el
1.1,ltraeClon,del amor para Dernda, acompañado de Kant, Nietzsche o respeto, y no en cuanto medida, no en cuanto repulsión de la repulsión,
Hl.mchot, solo es una forma de repulsión extrema, de distanciamiento dc la distancia infinita y expropiante que me pone en relación con 1 s
del otro, Pero, en su cas,?, a diferencia de lo que puede suceder en \Itros, Frente a los ideales de autonomía donde paradójicamente se COI1S
1, .}nt, por ejemplo, la amistad no es un~ repulsión contra esta repul- uruycn los discursos modernos acerca de la comunidad, el proyect de
~Ion" Lo, podemos comprob,ar en las pnn:eras páginas del libro, que 1111.1 nueva autonomía cuya condición es la radical heteronomía donde
mil sobi e tod~ un comentan o sobre la amistad y sus relaciones con el \l' constituye, donde cada decisión, en su pertenencia a un ahora irrcduc
.1I1l0r en Aristóteles. Porque el concepto de amistad desarrollado más tlhle, ,1 un aquí y ahora, a un momento justo, está siempre pendiente,
ql~ ',presentarse ~omo un paradigma del consenso, la sociedad demo- P -nclicndo, dependiendo, «del latido del corazón del otro». Basta pen~,1I
(1.1~1C,1 de los amigos, es también presentada como una llamada a la no ('11 .ilgunos de los problemas más acuciantes de nuestro presente (los In
Il'( ,p,~)c,dad, ~ l,a,disin:e~ía, a ,la desproporción, a todo aquello que IllIw.lnlcs, los desplazados, los refugiados, los desencaminados proycc
1111.,'ncr~a tradición polItICa,~a interpretado como alienación, pérdida to, ti . anteponer lo humanitario a lo político, la crisis en la que s~ esU"
de Identidad y de respo~sabIlIdad, en suma, de libertad. La amistad, tal vnnucndo las democracias representativas occidentales, la alternativa pa
y (01110 la plantea Dernda en este libro, en relación con un decidido 1.1111'.1111' entre nacionalismos y cosmopolitismos), para adivinar, aunqu .
Illtl"l~t() de pensar la comunidad en la experiencia de una cierta a-hu- \\ lln \C,I eso, pues Denida nunca p dría pretender otra co a, la posibilt
m.mid.id, frente ~ ~os vociferos del humanismo edificante o dogmáti- d,III,dl" 1111.1 nu 'va políti a por hacer, P r-vcnir, que ncucntrc su {ulld.l
r o, de pcns~r y vivir nuestro ser en comunidad desde la experiencia de 11)('11111, sin Iundnm .nto, en esta nu 'va man .ra de hacerse cargo de 1m
un.i :~cpnr¡¡Clón absolu~a a través de la que hacerse cargo de ql.l la sus-
,lllll!'n, dr qlli '11's \lOS separan tantas (OS'IS.
t.inc 1,1de cada ser esta impugnada por cada Otro sin d 's .ans , 's plan
il\)
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 16. SEGUNDA PARTE

tos y su incidencia en la cuestión de la legitimación (caps. 6-12), y así


de no dejar de verificada, pero ahora un grado por encima, tras una es-
5. EL MANIFIESTO POSTMODERNO DE]EAN-FRAN<:;OIS LYOTARD: pecie de auto cumplimiento estratégico (caps. 13-14).
«LA CONDICIÓN POSTMODERNA»6 El problema de la legitimación es un viejo asunto occidental. Fren-
te a la narratividad de las sociedades tradicionales y los automatismos
FERNANDO MERODIO CASTILLO intemporales que gobiernan su auto legitimación de los relatos que ase-
guran el lazo social, Occidente se corresponde con el lugar en el que,
La condición postrnoderna, tal y como aparece descrita en este pe- una vez aparecida esa esfera del saber que conocemos como ciencia, se
queño libro, desde la abierta declaración de sus primeras páginas hasta plantee la cuestión de su propia autorización (a decir la verdad), lo que
la ambigüedad de su final inconcluso, nos deja una cuestión abierta: «ées es lo mismo que la inauguración del cuestionamiento de esta misma
practicable una legitimación del lazo social, una sociedad justa, según autorización (la legitimación del legislador o la justicia). La cuestión
una paradoja análoga a la de la actividad científica?» (11). Quizás nos del lazo social es, entonces, desde el primer momento, la de su propio
pudiésemos bastar de esta simple formulación problemática y de la ex- cuestionamiento, problema que también sería el del entrelazamiento
plicitación de sus condiciones para señalar lo que se nos propone con entre esos dos géneros discursivos que son el de la verdad (denotatíva)
este breve informe, lo que sería también una forma de atenuar una y el de la justicia (prescriptiva), entre el saber y el poder. La moderni-
buena parte del malditismo que lo ha venido acompañando desde su dad, esquivando con ello las aporías a las que se enfrentaba la legitima-
publicación para descubrir, quizás, una no menos importante candi- ción platónica de la ciencia (su carencia de cientificidad), se correspon-
dez. Aun con todo, lúcida candidez. dería con la operación de reintroducción de la narratividad en la legiti-
Explicitar las condiciones de la citada pregunta se corresponde, evi- mación del saber bajo la forma de los «grandes relatos» de la Historia
dcntcmente, con la definición de sus componentes. Son dos: la cues- y su nuevo héroe: el pueblo. Introducción alterada, sin embargo, de la
Iión de la legitimación del lazo social (la sociedad justa) y la cuestión (unción narrativa pues ésta ya no remitiría a lo inmemorial repetido,
de la ciencia contemporánea (legitimación por el disenso). Si Lyotard sino a la memoria de un proyecto diferido. Lyotard detecta dos «gran-
ahora las separa y de su relación surge un problema, no es menos cier- des relatos»: el de la especulación con su héroe del conocimiento, y el
lo que cllibro no dejará de jugar con ambas a la vez, reforzándose mu- de la emancipación y su héroe de la libertad. Sin embargo, ambos su-
tuamcnte en la argumentación. Aun con todo, el texto discrimina ne- írirían un proceso de deslegitimación interna: el desarrollo del Espíri-
t.uncnte entre estas dos líneas y desde esta discriminación se elabora la t u, que servía a través de la Enciclopedia para determinar el valor de las
descripción de lo que son sus dos enemigos: el ilustrado consensualis- por sí mismas inconsistentes en su multiplicidad ciencias positivas, no
1110 habermasiano y la tecnocracia nihilista de Luhmann. Es por esto soportaría la autoaplicación del criterio científico de verdad (conjunto
que ,d final los dos problemas se confunden en el del criterio de legiti- de reglas que componen un juego de lenguaje, y esto para cada una d
m.ición: «íialógico y/o tecnológico? No: paralógico. Pero esto nos de- 1,1S ciencias); de la misma forma que la auto fundación del sujeto prá -
vuelve al comienzo y a la cuestión de si es posible construir desde ahí Iico se disolvería al mismo tiempo que se detectase la multitud hetero-
el 1.1Z0 social, una sociedad justa.
g .nca de juegos de lenguaje que componen lo social. En ambos casos,
Lo que también se podría decir así: partiendo (caps. 1-3) de una hi- d héroe es derrotado por la pragmática.
1'1'11 'sis (la transformación del estatuto del saber en las sociedades más De esta forma, la legitimación, y con ella la cuestión del lazo so-
des.u rolladas a partir de una suerte de tecno-Iingüística generalizada: {i,d, resultará algo que (forma parte de la hipótesis -cap. 3-), deba
e ib .rnética, informática, bancos de datos, telemática ...) se trataría de ~t'r comprendido a partir de la dispersión a la que somete Wittgenstein
.ucndcr tanto a sus efectos sobre la organización del poder (caps. 4-5) (11I71('.\·/~f!,(lriones.filos1ficaj)al lenguaje a través de su conceptualiza ión
t 01110 sobre la propia investigación y transmisión de los conocimien- 101110 multipli idad de juegos oscura pero eficazmente reglados. El ha-
111.1 Sl'I';\, entonces, un asunto de agón antes que de comunica ión. P 1'0
l.t Illl)d .rnidad 110 se rind ' y vuelve a presentar otro par d andidatos:
" 1,1/ ronditia)¡ f'O.'IIIIOtll'l7/I', Par/s, 1979 I1r.id. esp. Mulrid, Cárcdr.t, 19H<Jl. l1111 un.i p.urc, la conci .ncia crítica de nucv cuño, h '1' xl '1'.1 d ,1 gran
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 16. SEGUNDA PARTE

relato de la emancipación, y que hace como que no se entera y propo- nes, movimiento originalmente animado por el sistema, pero que de
ne el libre diálogo sin mácula de manipulación y la teleología del con- forma implícita reconocería la existencia de lo heterogéneo; e informa-
senso como criterio de legitimación; y, por otra, ya plenamente asumi- tización general de la sociedad, tan potencialmente terrorífica como, a
da la inoperatividad de los grandes relatos, esto es, en pleno nihilismo, poco que se liberalice el acceso a los bancos de datos, liberadora en su
el funcionalismo operacional y su legitimación por la performatividad capacidad para la promoción de la crítica y reorganización de los me-
de la eficacia y la optimización. El primero, que por ponerle un nom- tadescriptivos, las reglas presupuestas a partir de aquellas con las que
bre Lyotard lo llama Habermas, alumbrado por la bondad de su causa necesariamente opera la ciencia). Pero ya advertimos que éste era el
(la justicia), carecería de los argumentos oportunos (el consenso, que problema.
supone tanto la creencia en la posible existencia de un metalenguaje
como la ignorancia de que la invención se realiza siempre en el disen-
so). Lo del segundo es más complejo, pues si bien su argumentación se 6. EL POSTMODERNISMO DE JEAN BAUDRILLARD:
adapta en principio al nuevo estatuto de los conocimientos (su carác- «DE LA SEDUCCIÓN',7
ter de principal fuerza productiva, su naturaleza tecnológica, su fun-
ción pragmática sin conexión con «el pueblo»; la pérdida de su valor FERNANDO MERODIO CASTILLO
de uso y, como las mercancías o el capital, la revalorización de su va-
lor de cambio; el reconocimiento del bucle que forma con el poder), Aunque Baudrillard no lo exprese exactamente así, se podría decir:
su condición en última instancia sería terrorista al tiempo que incon- sólo el poder es, pero únicamente la seducción existe, precisamente
sistente con el estado actual, postrnoderno, de las ciencias y su funcio- porque (no) es nada: ¿por qué (no) hay nada en lugar de algo? El po-
n.unicnto. der no es nada, y así no podría ni tan siquiera aspirar a existir. Miseria de
En primer lugar, el criterio de optimización y control que maneja lo real y la ley -frente al ilimitado écontrapoder, infrapoder, transpo-
1.1 pcríormatividad resulta contradictorio en su aplicación (la informa- der? de la regla simbólica.
l ión para el control necesita de un gasto de energía, y el hipotético Por el contrario, Baudrillard prefiere decir: la seducción no se opo-
l,ISO de un control total exigiría un gasto igualmente total). Pero, en se- ne al poder de forma simple (no es su inversión), ~ino que, simplem.en-
gundo lugar, y esto es lo más importante, los desarrollos punteros de te, lo revierte: no es la inversión de las determinaciones del poder, S111
1.1 ciencia (la imprevisibilidad reglada de la física cuántica -Dios jue- precisamente su indeterminación, la desaparición de la oposición ~n
g,l a los dados, pero no de forma indiferente, sino siempre bajo las re- tre lo auténtico y lo artificial, entre lo verdadero y lo falso, entre el bien
gias de algún determinado tipo de juego--, las curvas sin derivada de y el mal: elprincipio del mal. Reversión de la irreversibilidad acumulati
los Iractales de Mandelbrot, o la evolución discontinua sobre un fon- va del poder por la seducción del despilfarro (éotro tipo de acumula
do de variación continua de la teoría de las catástrofes de Thom) elimi- ción, sin residuo, sin historia?), del pacto por el desafio «qué desaf ?),
n.m definitivamente el determinismo que supone para su operatividad de la sensatez de la existencia por la incredulidad del vacío (no es cues-
el criterio performativo, lo que también basta para que la propia cien- tión de creer o de no creer, sino de observar una regla), de los esfu r
\1.1 elabore una nueva exposición de la tipología de su evolución: dis- zos de la voluntad por el juego reglamentado de lo involuntario (éjuc
\ Ollt inua, catastrófica, paradójica. El terror que acompañe al funciona- ¡,',o yo o el mundo?), de la presencia por la ausencia (estar-no estar), d .
lismo de la optimización se correspondería precisamente con el de este 1,1 visibilidad de lo fuerte por la invisibilidad de lo débil-y así, y aun
desconocimiento de la necesidad de la invención paralógica para el que tampoco lo diga, frente a Claussewitz y su analítica de fuerzas, Lao
luncionamiento de la ciencia moderna. En juegos de información 'lsc y la infinita potencia de reversibilidad del vacío.
\ omplcta, la buena jugada apunta siempre hacia lo desconocido. 1Iay un punto en el que Baudrillard, por mucho que funda a POli
Y. todo recato economicista, para la performatividad esto no es perfor- \ .iult, Y a Deleuze, en el vacío de su reversibilidad irónica (iacérqu 'IlS •
m.u ivo.
¿y la justicia? La justi ia perrnan ce bajo el arbitri de unos sign s
.1111bigllOS(contrat t mporal corno sustituto de las vi 'j,ls institucio / DrI« ,Mllr/i(}lI, P.III" 197911t.ld. t'~p.M.ldrid, c'\lt·dt.l, 19l1ll·

'I!)!)
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 16. SEGUNDA PARTE

deleuzianos-foucaultianos de todo tipo y déjense seducir por este dis- ramente el orden de las apariencias (más falso que lo falso, la ilusión)
curso!), hay un punto, decíamos, en el que pese a todo no puede ha- y de esta forma ayudándonos a sobrevivir a través de una verdad despla-
cemos olvidar a Foucault: toda su obra, y ésta en particular, no es qui- zada: trompe-l'oeil; trompe le monde. De nada sirve oponer la verdad a la
zás más que la permanente re escritura de una «Historia del poder» al verdad, pues nada existe por naturaleza, sino únicamente a partir de un
estilo de aquella que Foucault realizó con la sexualidad (ironía del dis- desafio, según una relación dual. El poder, entonces, no existe, y cuan-
positivo: nos hace creer que en la intervención reside nuestra liberación). El po- do verdaderamente se comporta como tal, no puede dejar de saberlo:
der, lo real, el sentido, como antes la sexualidad, no existen. Lo ha di- sólo existe como apariencia y efecto de perspectiva, a través del desafio
cho en otro lugar: <<Yoformulo la hipótesis de que detrás de los siste- que lanza al conjunto de lo social, y al que éste debe responder... si
mas de creencias con los que tabulamos lo real y le damos un sentido quiere existir. Baudrillard, entonces, se pregunta: équé desafio se ocul-
1 .. ·] cada uno de nosotros tiene un umbral de radicalidad que le asien- ta en las masas, en la abolición de lo social? (Todo desafio, no se debe-
ta en el mundo al margen de las ideologías y de sus creencias.» Ahora, rá olvidar, es a muerte; todo desafio únicamente se concluye con la
sintetiza: lo real nunca ha interesado a nadie. Es por esto que con este mo- muerte.)
vimiento hemos pegado un salto: si antes la no-existencia de la sexua- Una película. Steve McQyeen y Edward G. Robinson componen
lidad remitía a la existencia unilateral de unas relaciones de poder, aho- en El rey del juego una bellísima encarnación de la seducción del desa-
ra la no-existencia del poder aparecerá subsumida por la reversibilidad no. De la seducción es, también, una apología del póker. A la seductora,
in(cx)sistente (éo cómo decido?) de la seducción. El juego y la estrate- corno Kierkegaard, se la gana con cara de póker: ni astucia edípica ni
gi.1de las apariencias se ha tragado tanto la analítica estratégica del po- nada, a la esfinge se la gana reproduciendo su enigma. Ni histéricos
d '1'(Foucault) como el sentido del goce del juego ideal (Deleuze). La (desear ser amado sin estar seducido, eso es la enfermedad), ni seduc-
pregunta, como dice Baudrillard, es ésta: ¿hay un sexo natural, un sexo l ión blanda (polimorfismo de lo lúdico, esto es, el coleccionista: la
romo valor de uso ideal? ¿Hay una instancia natural del valor, un va- .iutoseducción contemporánea), ni lo real ni su simulación, simple-
lor de uso ideal de las mercancías y de la t5roducción, el devenir, que mente la apariencia que nos desafía bajo la liberadora convencionali-
deba ser liberado? El mismo se responde: «Esto es absurdo: no hay d.id de la regla. Estar seducido (por la regla) será, entonces, la mejor
rn.is o menos devenir. Ni dosis ni sobredosis,» Ensayemos brevemente m.mera de seducir. Es aquí donde se juega la felicidad: no en el goce y
un par de casos de acercamiento. Intentemos ser seductores. en la libertad, sino en la complicidad y la observancia de una regla que
Una escena. Un chico golpea a otro porque le ha llamado «cabe- 111-mediablemente permanece en el secreto. En cualquier caso, la ins-
zón». Puñetazo tras puñetazo, el segundo no responde más que una pn.ición de la regla sería, a la vez, la de la sexualidad y la de su inexis-
sola cosa: «Por mucho que me pegues no vas a dejar de ser un "cabe- «-n i.i, la de la anatomía y la del juego que se establece en tomo a su
zón".» No dudamos de que para Baudrillard éste sería un caso seduc- .k-s.iparición. El juego reglado nos liberaría a través de la obligación, de
101',y buena parte de su argumentación en tomo a la reversibilidad del 1.1misma manera que lo único que se podrá oponer al sentido será la
poder por lo femenino (para escándalo de la falocracia feminista) y su (IHIVen .ionalidad insensata del ritual. El gran misterio, entonces, per-
seducción por el vacío están ahí: reversibilidad del goce y del poder m.in x c: épor qué se responde a un desafio?
(pu .s su ausencia o negación no tiene por qué disminuir su intensi- l lna es ena de una película (Una noche en Casablanca): cuando
d.id), infinita superioridad de la seducción sobre las fuerzas (producti- ( ;1ouc ho, gerente del hotel y de su casino, no puede evitar animar a
V~1S), de la sagrada apariencia de lo femenino frente a la insufrible ver- 11.11po, arriesgando con ello la caja del propio casino y la existen ia
d.id de lo masculino: «la verdad no existe», la verdad es un efecto de 1111\111.1 del hotel, cuando por tercera vez éste se disponga a apostar por
pcrspc tiva. Ni la utopía desencantada del los iconoclastas que es d IlllSlllO número que le ha dado ganador por dos veces consecutivas,
corno siempre se mueven los defensores de lo real; ni la lúdica disto- y 1'\l.dl.lr, lodo g zo ya ombro (iQué lío 1, cuando la ruleta responda a
pí.1 de la b cenidad presente, siempre añadiendo una dimensión su- 1., .d('.II()!in ti ' 1<1 casualidad (éo era causalidad?) con la necesidad de un
plcm .ntaria a lo real, más verdadera que la verdad (el simulacro) y así dl·\IIIII). 1,:1.iz.ir, también \), debería ser desafiad . Y es que lo que se
igu.ilmcnt desilu ionante; la seduccié n opera icmpre sustrayendo "IHUI!:.I 1.1c.iusalidad no es la ind t rrnina .ión y Id s n ad narni '11
1I1l.1dimensión al orden de lo r .al, y la 1 rspc tiva, modificando ligc 111,\1111)1.1oblig.« ión, ·1 '11.ad -n.uni -nto rcv .rsibl '. El juego 's 1.111(,'

00 01
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX

gación del azar, y el vértigo no se experimenta nunca en la variación de


las reglas, sino en la detención del eterno retorno de un invariable que
se experimenta como destino. Todo se concluye, entonces, en un elo-
gio de la superstición y de la astrología: «No estar seducido por su sig-
no es mucho más grave que no ser recompensado por sus méritos o
gratificado en sus afectos.» Lo simbólico, en su insuperable vacuidad,
derrota siempre a lo real.
Valga esto como el escuálido esbozo de un libro (De la seducción) de
alguien (Jean Baudrillard) que, como perspicazmente se ha indicado,
quizás no deje de fallar en lo general (pues su propia reversibilidad se
lo exige) pero que constantemente acierta en lo singular. Habla en su
último libro (L'échange tmpossible, 2000) de una «regla simbólica» (mu-
CAPÍTULO 17
cho más importante que cualquier principio económico): «Toda ver-
dad segrega una incertidumbre aún mayor> Lo que también se puede
decir: toda verdad, toda certidumbre local, no sería sino el reverso de
El segundo Habermas:
un incremento de la incertidumbre global. Y así, frente a la lógica de- teoría de la acción comunicativa
sencantada de lo real cuyo desarrollo paroxístico se confundiría con la
hiperrealidad de la atención microscópica (la pornografia, pero tam- MANUEL ]IMÉNEZ REDONDO
bién nuestra moderna obsesión por la seguridad y el orden, por la
transparencia y la legalidad, nuestra pasión por el blanco), apostar por
la seducción se corresponderá con aceptar esta incertidumbre que lo La Sociología, cuando se la entiende como teoría de la sociedad,
real y su hiperdesarrollo simulado no pueden evitar constantemente IlO puede evitar el problema de la racionalidad ni en el modo de acce-
segregar. Todo quiere morir, todo quiere ser seducido, abolirse en un der a su objeto, ni al diseñar los conceptos de acción que utiliza, ni so-
ciclo reversible, y así «nada podría ser más grande que la seducción, ni IHe todo en lo que se refiere a la cuestión de en qué sentido y en qué
siquiera el orden que la destruye». .I\IKctOS la «modernización» de las sociedades puede entenderse como
1111proceso de «racionalización», dice Haberrnas al principio del pri-
IIH'ro de los ocho capítulos de que consta la obra.
y équé se entiende por racionalidad? Por ejemplo, a la acción con
1.1que un agente trata de conseguir un fin la llamamos racional si es
veul.ul .r el pronóstico condicionado que su plan de acción o su regla
ele .u c ión implican. Verdad es la «pretensión de validez» que el hablan-
le ,11proy , .tar, explicar o defender su acción asocia al enunciado de e e
IlIe)l1<')~lico.Por lo menos para empezar, podemos, pues, reducir la
elIe",1I('m de la racionalidad de una acción a la susceptibilidad de críti
1,1 (y .1 I.l correspondiente susceptibilidad de fundamentación) de las
c11.IIIIt.I\ c l.iscs de «pretensiones de validez» asociadas con la posible
1I11I111I'\I.Ilión lingüística en que la acción se interpreta,
PIII" 11Il'1\, ,1 hablante, al ej utar un acto de habla -di e Hab .r
1111. ,11<1puede m 'nos de pretender valid z precisament en tres di
1111I 11)11('\, Ello qui .rc de .ir qu " en I que se rcf 're a adrnisibilidad,
11111111111'\1.1< iÚII 's SlISl .ptiblc ti' dliel '1\ tr 's dimensiones, El impc

01
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 17. SEGUNDA PARTE

rativo «Cierra la puerta» puede rechazarse con la réplica «La puerta está idea de que el hombre es un «ser dotado de razón». El propio hecho
cerrada»; el destinatario de la orden cuestiona la suposición implícita de hablar pone ya en perspectiva la posibilidad, aunque sea fracasada,
en el contenido del acto de habla de que la puerta esté abierta, que da de acuerdo discursivo. Hablar es básicamente un entenderse con al-
sentido a esa orden; es decir, el destinatario cuestiona una pretensión guien sobre algo. Entendimiento tiene un sentido normativo, significa
de verdad que el hablante asocia con su acto de habla. O puede recha- dar por supuesta la resolución de (o dar por resolubles) las pretensio-
zarse con la réplica: «Usted no es quién para darme a mí órdenes»; el nes de validez que el hablante asocia con lo que dice, o pasar a un exa-
destinatario pone en cuestión la pretensión de rectitud o legitimidad men discursivo de ellas y entenderse inciso sobre desacuerdos cuando
que el hablante no puede menos de asociar con su acto de habla, si éstos no pueden darse por resueltos.
es que lo que dice no ha de entenderse como un puro acto de coerción. Las clases de acción, a las que de forma implícita o expresa suele
O puede cuestionarse con la réplica «La puerta está cerrada y lo sabes; apelar la sociología podemos representámoslas sistemáticamente a par-
¿te estás burlando de mí?»; el destinatario cuestiona que el hablante tir de la triple relación con el mundo implicada en toda acción de ha-
«piense» lo que dice, es decir, cuestiona por una u otra vía la preten- bla, en todo entenderse con alguien sobre algo. Con todo acto de
sión de veracidad del hablante. Por tanto, verdad, rectitud normativa y habla el hablante entabla una relación con un mundo de cosas y sucesos,
veracidad son pretensiones de validez que el hablante asocia con cada pretendiendo verdad para los enunciados sobre el mundo o para las
acto de habla que ejecuta. Con todo acto de habla se asocia a la vez «suposiciones de existencia» en los que esa relación se expresa. Con
también una pretensión de inteligibilidad, es decir, la pretensión de que todo acto de habla, al no consistir éste sino en una oferta de interac-
lo que se dice se entiende; ello debe considerarse más bien una condi- ción que se hace al prójimo, el hablante entabla una relación con un
ción de la comunicación; cuando esa condición se cuestiona hay que mundo social de expectativas de comportamiento respecto a las que el
re iniciar en el punto que fuere el proceso comunicativo. acto de habla pretende ser legítimo; simultáneamente, los actos de ha-
Cuando el destinatario de una acción de habla cuestiona alguna de bla remueven constantemente la cuestión de la legitimidad de esas ex-
las pretensiones de validez que el hablante no puede menos de asociar pectativas. Y por último, con todo acto de habla el hablante entabla
con lo que dice, o bien se pasa a subsanar en el propio proceso de in- una relación con su propio mundo subjetivo, al que cada hablante ti -
teracción lingüística la perturbación que ello supone; o bien los irnpli- ne un acceso privilegiado. Correspondientemente podemos constatar
.ados pasan a adoptar la actitud de «esperar y ver»; o bien queda roto en la sociología contemporánea, no precisamente tres, sino cuatro ti
el proceso de comunicación; o bien, adoptando una «actitud hipotéti- pos de acción.
ca», los implicados pasan a examinar las razones que asisten a la pre- El concepto de acción te!eológica está desde Aristóteles en el centro
tensión de validez que el hablante asocia con lo que dice. Tal distan- de la teoría filosófica de la acción. El actor realiza un fin escogiendo los
ciarniento es estructuralmente posible en el caso del «discurso teórico» medios adecuados en una situación dada y usándolos de la man '1',1
y el «discurso práctico» en los que se trata de someter a examen las pre- apropiada. El modelo que representa la acción teleológica se convi rt '
t .nsiones de validez que representan la verdad de las proposiciones y en el modelo de acción estratégica cuando en el cálculo de éxito d ,1
1.1 rectitud de las normas. Podemos decir que esos dos tipos de discur- agente entra también la expectativa de decisiones de otro agente ori '11
so representan formas de reflexión de la interacción comunicativa. tado asimismo a conseguir sus fines. Este modelo de acción es el qu '
Pero también son formas de reflexión de la interacción comunicativa subyace en los planteamientos de la teoría de la decisión y la teoría ti '
d discurso estético, el discurso psicoanalítico o la crítica ideológica, los juegos en economía, sociología y psicología social. El conccpt
que se refieren, o bien al carácter genuino de las manifestaciones expre- de acción teleológica o de acción estratégica presupone relaciones entre
xiva , o bien a la autocomprensión del hablante en lo que respecta a la un actor y un mundo objetivo de estados de cosas existentes, entr los
I .lación entre lo que éste dice y lo que éste hace; y asimismo el discur- qu figuran las decisiones de otro actor. Este mundo objetivo viene ti '
so hcrrnenéutico en que se abordan cuestiones de inteligibilidad. En íinid e mo la totalidad de los estados de cosas que pueden pre CI1IM
tod caso, el sistema de cuatro pretensiones de validez y la posibilidad se el 111e pueden producirse mediante intervenciones dirigida a bte
de r solu iÓI1 dis ursiva de ellas ligados a la interacción lingüística ha- 11 -r un fin, Las rnaniíesta ion s que en tal sentido ( n el sentido ti
l' '11 cquival .ntes In id a d que I hombre s «un ser qu habla» y la pronósii ·os condi .ion.idos) IU .da producir lag I1tCpu 'd .n juzgarse

SO"
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 17. SEGUNDA PARTE

por un tercero en 10 que respecta a su verdad o eficacia. Podemos en- ferencia de lo que sucede en el caso de la acción regulada por normas,
t~~der el concepto de acción teleológica como aquel concepto de ac- ese mundo externo no se compone de objetos fisicos, sino, sobre todo,
Clan que en 10 que se refiere a premisas ontológicas presupone un úni- de objetos sociales (es decir, de espectadores o público). Las manifesta-
co mundo, a sa~er: el mundo objetivo, el mundo de cosas y sucesos; ciones del actor pueden ser juzgadas por su público en lo que se refie-
el mundo de o.bJetos que está ahí frente a un sujeto, es decir, el mun- re a su veracidad, autenticidad expresiva o valor expresivo.
do a cuya medida está cortada la conceptuación de la moderna filoso- A partir de estos tres conceptos de acción, Habermas introduce el
íla del sujeto o filosofia de la conciencia. concepto de acción comunicativa como cuarto modelo de acción.
Un s~gundo modelo de acción es la acción regulada por normas, que y una vez introducido éste, los tres modelos de acción reseñados pue-
es el rnasrvarnente subyacente en las teorías del rol social. Este modelo den entenderse como unilateralizaciones del modelo de acción comu-
~e a~ción no se refiere al comportamiento de un actor en principio so. nicativa, en las cuales subyace el de la acción comunicativa como mo-
litario que encuentra en su entorno a otros actores como objetos a los delo fundante. Para ello, Habermas introduce dos tesis muy básicas. La
q.~e se pueden atribuir intenciones que hay que tener en cuenta. La ac- primera, casi obvia, es que el «lenguaje proposicionalmente diferencia-
clan regulada por normas se refiere al comportamiento de miembros do» [M(P), te digo que ..., te ruego que ...] es el principal medio de inter-
de un grupo social que orientan su acción por valores comunes. El ac- pretación y coordinación de la acción. La segunda, no tan obvia, aun-
tor individual, o bien está siguiendo la norma, o bien la está vulneran- que igual de importante, es que hablar es básicamente un entenderse con
do, tan pronto como en una situación determinada se dan las condi- alguien sobre algo en el sentido indicado, de suerte que este empleo del
c ioncs a las que se aplica la norma. Este modelo normativo de acción lenguaje orientado a entenderse es el primario y de él dependen todos
ex ti que subyace, eJ?-las teorías del rol social. En lo que se refiere a pre- los demás.
supuestos onto~ogIcos, el concepto de acción regulada por normas Acción comunicativa es la acción (o mejor: la interacción) coordina-
presupone relaciones entre un actor y por lo menos dos mundos. Al da por un empleo del lenguaje orientado a entenderse. Con el concep-
inundo objetivo de las cosas y sucesos se añade ahora el mundo social to de acción comunicativa lo que se añade a los tres modelos anterio-
.d que el actor, en ,tanto que sujeto que desempeña su rol, pertenece al res es la suposición de un medio lingüístico en el que se reflejan como
Igu.ll que los demas actores. Un mundo social consiste en un contexto tales las relaciones del actor con el mundo ya contenidas en los de mo-
Il.ormativo que fija qué interacciones pertenecen al conjunto de rela- delos anteriores, y ello para los agentes mismos. El concepto de acción
croncs personales que son legítimas. comunicativa, un tanto vago en el libro, se convierte así en central,
U n tercer concepto, algo menos perfilado que los anteriores en la aunque sólo sea porque con él la problemática de la racionalidad pasa
teoría sociológica, pero de todos modos también reconocible en varios a formar parte del objeto mismo de la sociología, es decir, pasa a for-
lugares de ella, es el concepto de «acción dramatúrgica». La acción dra- mar parte de la perspectiva de los agentes mismos. La acción estratégi-
l11.ltúrgi~a no se refiere primariamente ni a un actor solitario ni tampo- ca presupone el lenguaje como un medio más con que los actores puc-
l~) .11miembro de un grupo social, sino a participantes en la interac- den conseguir influir sobre los otros en orden a conseguir sus propi 5
( I.ón que forman un público los unos para los otros, ante el cual se ex- fines; la acción regulada por normas presupone el lenguaje como un
11I~)·n. El actor provoca en su público una determinada imagen de sí medio en el que se transmiten valores culturales y que es portador d
1l1lSI11~),desvelando de fo~a más o menos intencionada su subjetivi- un onsenso que simplemente se reproduce con cada ulterior acto d
d,id. En el concepto de acción dramatúrgica el actor tiende a conside- entendimiento; el modelo de acción dramatúrgica presupone el I 11
1.11"J.¡s relaciones interpersonales legítimamente reguladas más bien guaje como un medio de autoescenificación. Sólo la acción comuni "a
(~),Il1()hecho~ s~ciales. Por tanto, podría decirse que el concepto de ac- tiva presupone el lenguaje como un medio de entendimiento no r 's
(Ion dramatúrgica es un concepto que presupone asimismo dos mun- tringid en el que hablantes y oyentes, desde el horizonte de un «rnun
dos; .I?er ~sta vez, un «mundo externo» y un «mundo interno». Las do de la vida» prcintcrprctado, e refieren simultáneamente a alg '11
manií .sta iones expresivas muestran la subjetividad en ese su deslinde el Inundo bjctivo, en el mundo ubjetivo y en el mund sial I ,U"1
dc l.1I1.mund externo; y frente a este mundo externo el agente, en u ncgoc iar y obt n '1' defini -i ncs e mun 5 d la situa ión. f,SI' 'S ,1
l"Xlulmse, puede adoptar 111,\$bi n una a .titud obj .tivantc, si bien, a di- ('OIH -pío t.into de .1 x ión corno de lenguaje qu . cab ' obt '11-r t.uuo

, 'i()7
CAPÍTULO 17. SEGUNDA PARTE
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX

representar una parcialidad por lo universal) a.suprimir esa su propia


del int,eraccion~smo si~bólico de Mead, del concepto de «juego de parcialidad y darse alcance como sujeto-especie consumando revolú-
lenguaje» de WIttgenstem, de la teoría de los actos de habla de Austin cionariamente la negación que ella misma representa. La ~losofía de
como de la hermenéutica de Gadamer. ' Hegel, el culmen de la metafísica occidental? había vaCI~do de su
En el segundo capítulo del libro, el autor hace una reconstrucción contenido racional a la religión y la había dejado convertIda en. no
de la teoría de la racionali~a~i.ón de Max Weber. Este capítulo tuvo que más que representaciones del orden etern? del saber. El pensamien-
sorprender a los lectores iniciales de la obra. Habermas era considera- to que tiene por objeto el Absoluto, en su mtento. de saber de verdad
do un conspicuo representante de la segunda generación de la Escuela al Absoluto acaba descubriéndose como pensamiento del Absoluto,
de Frankfurt, de un~ tra~iición de «~eoríacrítica» proveniente de Hegel es decir, co~o un pensamiento que tiene por pro.tagonista al Absolu-
y de Marx y de ~a izquierda hegeliana en general. No dejaba de sor- to mismo. Al igual que la religión había entendido el verdadero sa-
prende; que el pnmer ,,:olumen de la obra que era el que principalmen- ber de Dios como un saber que no puede tener otra fuente que la re-
te se leía, estuviera dedicado a Weber. ¿Por qué Weber? velación de Dios, es decir, que no podía .consistir sin? en Dio~ ?;is-
, El autor a~aba el primer capítulo diciendo que tiene varias posibi- mo revelándose, así también el pensarruento, al vaciar la religión,
lidades de aplicar la t.e<?r!ade la acción comunicativa que acaba de es- acaba entendiendo su saber del Absoluto como un saber que no es
b~)zar:E~coge l,a p~slbllIdad q~e representa el camino ya seguido en sino el del Absoluto mismo sabiéndose y consistiendo en ese saber.
Conocimiento e znteres de una «historia de la teoría con intención siste- La filosofía pone así el sello de lo eterno en un orden social ~rrec?n-
Ill,\ti~,l»con el fin de dilucidar por ese camino muy bien amojonado la ciliado. Mirando a Hegel desde su «filosofía del derecho», la. IzqUle;-
l ucs! ión de en qué senado la génesis y estructuración de las sociedades
da hegeliana inicia así una crítica de la «forma de la conCIenCIafiloso-
Illmkrnas,' es decir, la cu~stión de en qué sentido los procesos de rno- fica- del mismo alcance que la crítica que Ia filosofía había efectuado
dcmización pueden considerarse procesos de racionalización. Y ése es de la religión. La promesa de razón que la filosofía había arrancad,o
el tema de toda la sociología de Weber. a la religión pero que había vuelto a esconder en ese absoluto «mas
Pu~~bien, la obra de Lukács puede considerarse como la primera allá» que representa el pensamiento de 10, ~terno, ?,abía que arrancár-
Il't <P 'Ion d~ la obra de ~eber en el contexto de la tradición Hegel- sela ahora a la filosofía mediante una cntica política de la filosofía.
Marx, es decir, como la pnmera recepción de Weber en el contexto del Resulta así una perspectiva política, que habría de cobrar a~icul~ción
m.irxismo occide,ntal. Teoría de la acción comunicativa de Habermas quie- en un programa político sostenido en una filosofía de la historia, ca-
r ' ser en ese sentido una segunda recepción de Weber en la que se des- paz de moverse a la altura tanto de la religión vaciada por la filosofía
h.iga hacia atrás la primera. como de la filosofía, que fue capaz de extraer su sentido racional a la
L~kács consi~ue ~ar alcance en términos de la filosofía hegeliano-
promesas de la religión. . . "
Ill',lDwln~de la historia a la completa fragmentación del sentido de la Ahora bien, el hundimiento del movmuento revoluCIonano en
cxrstcncia, de la que habla M. Weber en su conferencia «La ciencia Centroeuropa y su desplazamiento por el fascismo; el rumbo tomado
t 01,110 vocación», que impide a la existencia moderna dar razón uni- por la revolución soviética, en la que los teóri~~s re~nidos e,nPrankfurt
t.u r.imcnte de sí, y la completa cosificación de la existencia social en torno a Horkheimer no acabarían en definitiva viendo smo una for
tI II ' :x'eber de~cr~been los párrafos finales de la La ética protestante y el ma de fascismo, y la capacidad adaptativa del capitalismo american
I'V;II1/11de,! capltalls:n0 COI?O punto de fuga del proceso de racionaliza- 'on la fuerza integradora de su industria cultural como un contexto
llOIl, sOCIal.,~?s ingredientes de ese diagnóstico representan para .ucmperado y ralentizado de lo que Weber ~abía descrito, parecí~n .dar
l.u k.ics la «visron burguesa» del «fuera de sí» de una humanidad ente- la razón a é te. La modernización de las sociedades acababa convlrtlén
I.uncntc capitalizada o en vías de ello. Conforme a la visión de Marx dosc en un contexto de disipación, cuando no de catástrofe, en el qu .
('11. U 1II{IniJi.es~ocomunista, tal como ésta era interpretada por el movi- t -rrninaban vap rándose tanto la promesa de rec~ncili~ción de las r,'
nucnto so, lah~ta europeo, esa capitalización progresiva en extensión ligion 'S, orno la promesa de razón que, la humanidad ilu trad~ ~l;bl<l
y en pr f undidad acabaría obligando a la clase que representa el .uruncado .1 la rcligi n mediante la critica rnetafísi a de la religión y
« ( ti '1,1,», de e e «fuera ?e sí» (es decir, a la clase que representa una
lIlt'di,lllt . 1.1 uítil.l polític a ti ,la I11ctal1si a.
Ilq~,ltIon de esa n ga ión, a la [ase que, p r tanto, s' ve empujada a
. ()l)

OH
CAPÍruLO 17. SEGUNDA PARTE
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX

Habermas, habitante del mundo demócrata-cristiano y socialde- y por tanto, para entender adecuadamente el ~encionad<? cap~tu-
mócrata de la posguerra, no puede ver en todo esto sino las consecuen- lo segundo del libro, que lleva por tí~l? «La teona ~e la rac~onahza-
cias de una «filosofía moderna del sujeto», que, incluso reflexivamente ción de Webep>, hay que vedo en relación con el capitulo qumto. con
reducida a crítica de sí misma, es decir, incluso cuando se convierte en el que se abre el segundo tomo de la obra; pues se ~rata del mismo
crítica filosófico-política de la filosofia, lleva hasta sus últimas conse- tema desde dos perspectivas distintas. Ese capítulo qu.mto versa sobre
cuencias el delirio del que la religión tenía contagiada a la metafisica. Mead y Durkheim; lleva por título «Cambio de paradigma e~ Mead y
Hasta tal punto tal filosofia del sujeto había ligado el contenido nor- Durkheim: de la acción teleológica a la acción comumc~tlVa» y se
mativo de la modernidad a la filosofia de la historia, a una filosofia del compone de las tres secciones siguientes: «Fund~me~~aClón de ~a.s
sujeto convertida en metafisica, capaz de entenderse como pensamien- ciencias sociales en términos de teoría de la comurucacion- y definiti-
to del ~bsoluto. Es la propia estructura de la filosofia del sujeto la que vo abandono de la filosofia del sujeto, «La autoridad de lo santo y. el
sigue reiterándose a lo grande incluso cuando se niega a sí misma. En trasfondo normativo de la acción comunicativa- y «La estructura racio-
lodo caso, so pena de entender que, de otro modo, habría de hacer de- nal de la lingüistización de lo sacro». La base del capítulo segundo, en
jación de los ideales de la humanidad ilustrada, esta filosofia se encas- tanto que reconstrucción de la historia de la teoría, hech~ c~n mten-
quilla en su propia «solidaridad con la metafisica en el momento en ción sistemática, está constituida por las dos magnas recopilaClon~s de
qll~ ésta se vi~ne abajo», de manera que «la filosofia, que [para la iz- trabajos de Weber, que son Sociología de la religión y Economía y sociedad.
lJlI.lcrda hegeliana] parecía superada, se mantiene viva porque fracasó Las estructuras de la conciencia moderna son resultado de un proceso
el Instante de su realización. El juicio sumario de que se había limita- de «racionalización» de la imagen (griega y) judeocristiana del mundo,
~Io ,1 interpretar el mundo [es la tesis XI de Marx contra Feuerbach], e que Weber describe mediante .un análisis comparativo con las cosmo-
Incluso de que había quedado deformada en sí misma, se convierte en visiones de otras religiones universales; Habe~mas rec<;mstruye y com-
derrotismo de la razón después que el cambio del mundo fracasó» pleta minuciosamente ese análisis; la m<?de~md~d sO~lal guede enten-
(Adorno). derse como resultado de un proceso de mstltUClonahzaclOn de estruc-
Pues bien, en el capítulo cuarto del libro que lleva por título «De turas de conciencia. Es decir, el «instituto racional- que representa el
l.ukács a Adorno: la racionalización como cosificación», Habermas so- Estado moderno, y la economía moderna, como fen?menos básicos
IlH:.lea crítica en el sentido indicado la producción de la primera gene- de la modernidad social, la relación de complementanedad entre a~-
I ~IClónde la Escuela de Frankfurt, fijándose en algunos de sus hitos, bá- bos, articulado todo ello con el medio que represe~ta .el d.erec~o P?~t-
sicamente en la Crítica de la razón instrumental de Horkheimer, en Dia- Iivo moderno, son consecuencia de un proceso de mstltuClonallzaClon
látic« de la Ilustración de Horkheimer y Adorno y en Dialéctica negativa selectiva de aquellas estructuras de conciencia resultantes. Por ~anto.' la
y ft;orít/ estética de Adorno. Habermas insiste en que «el programa de la modernización de las sociedades queda mterpretada como racionaliza-
t ión. Y así ese capítulo segundo tiene cuatro se~cio~es que ll~van por
.mt igua .teoría crítica n? fracasó en este o aquel accidente sino por el
.igorarruento del paradigma de la filosofía de la conciencia»; va a «tra- Iitulo respectivamente «Los fenómenos del raClonahsI?o occidental»,
t.11' de mostrar que un cambio de paradigma, es decir, el paso de una uF.l desencantamiento de las imágenes religioso-metafislCas del mund
lilos fía de la conciencia a una teoría de la comunicación permite el y el surgimiento de las estrt:ctu.r~s de l~ concienc~a m~de~~», «La mo
rctorn a una empresa que en su momento quedó interrumpida con dcrnización como racionahzaClon SOCIal»,y «RaClonahzaClon del derc-
l 110 Y diagnóstico de la actualidad». El menguado pem.l qu~ esa modcr
1.1 crítica de la razón instrumental», «ello nos puede permitir retomar
LIS r.ircas de una teoría crítica de la sociedad, que antaño se dejaron
niz 1 'ión/racionalización ofrece y que lleva a Weber a inferir que todos
l"~I.\I».A estas tareas se refiere al capítulo octavo del libro. Teoría de la losaspc t s de la razón ilustrada que no sean los cognitivo-instrum 11

¡/((itlJ/ comunicatiua puede entenderse como un intento de sentar nue- 1.11 'S y los sistérnicos acabarían. evarorá~dose al desaparec;f sus ba e:~
v.uncnt la bases para reemprender el programa de investigación ini- religiosas p r ac ión de la propia crítica ilustrada, da?d.o así lugar C,I1. I
111 '¡oÍ"ti . los casos a un osmos cosificado ?e «espec¡a\¡stas Sll~espíritu
t i.ido p.or la primera g.eneración de la Escuela de Frankfurt, que el
.lgol,lml nto del paradigma de la filosofia de la con iencia obligó a y ¡.l,oZ'ldor 'S sin 'oraz' n», a 1 s qu p~ gr Slvament~ s '.1 s ~a la .~e s.c,n
tIL-j.11'.star, tnlo l.i exixt ·1H..ia,.sc m .nguado perltl S' debe a i.lII1SIIILl IOI1,lllz.IUOII

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EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENfÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 17. SEGUNDA PARTE

harto s.electiva que se hace del potencial de racionalidad disponible. proceso de «lingüistización de lo sacro». Era, pues, la filosofía del suje-
y precisamente eso queda oculto por una teoría de la acción como la to y la atenencia al modelo de la acción teleológica las que llevaban a
de Weber que se orienta (en lo que se refiere a aspectos de racionalidad de pasar por alto decisivos fenómenos de institucionalización social rela-
la acción) principalmente, si no primariamente, hacia el modelo de ac- cionados con las estructuras de la razón práctica moderna, por men-
ción .teleológica, es decir, hacia el primero de los modelos que Haber- guado que sea ese su perfil institucional.
mas introduce en el capítulo primero. Eso le impide considerar lo exis- Este capítulo quinto, central en Teoría de la acción comunicativa, está
tente sobre el trasfondo del potencial de racionalidad posible, que de escrito con el espíritu del hegelianismo de izquierda. Lo que el simbo-
a.lgún modo (aunque sea en términos de hacerse notar por su ausencia) lismo religioso promete le queda arrancado por el análisis conceptual,
t.lene que ~star ya bullendo en lo existente mismo. La tradición hege- pero no para extrañarlo en pensamiento de lo eterno, sino para mos-
liano-marxiana, que no opera en definitiva sino con las categorías suje- trarlo operante en las estructuras de interacción lingüística mismas me-
te-objeto, se apodera (a lo grande) de esta perspectiva de Weber centra- diante las que tiene lugar el proceso de reproducción cultural, el pro-
da exclusivam~nte en la rel~ción sujeto-objeto, para tener que acabar ceso de integración social y los procesos de socialización de los indivi-
sacando las mismas conclusiones que Weber. duos. La idea de Habermas es que la reproducción social, al pasar a
Pues bien, cuaJ?-do el proceso de racionalización de las imágenes asentarse en (ya depender de) el «habla proposicionalmente diferencia-
del mundo se considera desde la perspectiva no sólo de la acción teleo- da», queda sujeta a determinadas condiciones estructurales, que no es
lógica, ~in~ desde la perspectiva más ancha que el concepto de acción que expliquen causalmente, pero sí que ayudan a entender tanto el
«)I11U~1ICa~va ~?S ofrece, resulta que exactamente ese mismo proceso cambio estructural de las imágenes del mundo que Weber analiza,
d~' racionaiización, aun con su menguado perfil, cobra un aspecto muy lomo la universalización y «posconvencionalización» del derecho y d
distinto. Al. menos ese menguado perfil pierde aquel aspecto de inexo- 1.1moral, así como la progresiva individuación y, finalmente también
rabie necesI?ad estructu;a~ que cobraba en Weber. Ese proceso lo po- «posconvencionalización» de los sujetos socializados, es decir, el naci-
(!tn~?s ~nal.I~ar (en su lógica y en su estn:ctura) como un proceso de miento del «sujeto moderno». La comunidad de fe queda vaciada y
lingüistización de lo sacro; y tal planteamiento, por otro lado, permite dcslimitada para convertirse en la idea de entendimiento posible (
,1l labermas frente a las dudas de Weber afirmar enfáticamente el carác- 111.jor; en el punto de fuga de un entendimiento posible) desde la pers-
ter universalista de las estructuras de la conciencia moderna frente a pectiva de una «comunidad indefinida de comunicación» (entendi
lodo relativismo cultural. A ello responden las secciones segunda y ter- 1111 .nto que, sin embargo, damos por «hecho» cada vez que nos deja
cera del capítulo quinto del libro. Para ese análisis Habermas se sirve IIIOSconvencer por razones). De esta «idea», que está inscrita en la pro-
de .Lasformas elen:entales de la ~ida religiosa y de De la división del trabajo pi,l estructura de la interacción comunicativa, penden las estructuras
J()(/(JI de Durkheim, que en CIerto modo se pueden considerar como dc la conciencia moderna en lo cognitivo, en lo interactivo y tam
dos ?bras análogas respectivamente a la Sociología de la religión y a Eco- IlIl'l\ en lo expresivo. Es decir, el acuerdo sobre el que se basa la intc-
J/()IJII(J.'J! ~oCle4ad de Max Webe:, o que, en todo caso, sin perder nada de gl,I( ión de la sociedad, el acuerdo adscrito que se reproduce ritualment "
la pictórica nqueza de con~ell1do de los análisis de Weber, invitan a po- P,I',I .1 convertirse progresivamente en acuerdo adquirido que, finalmen
ncr ,1 estos en la perspectiva de la teoría de la acción comunicativa. tr, cuelga sólo del punto de fuga indicado; es decir, la autoridad de la re
(~SI:1se confirma de nuevo (eso es al menos lo que Habermas busca) en Ilgiún pasa a onvertirse en autoridad de la razón. En el medio del ha
('St,1re onstrucción de la obra de Durkheim. Tal reconstrucción permi- 111.1 proposi ionalmente diferenciada, la autoridad de lo santo que está
le .ntcnder la teoría de la modernización social como racionalización 11'" LISinstituciones acaba dejando de valer per se, pues progresiva m '11
pero libre esta vez de los «cuellos de botella» que representan la teoría 1(' P,IS,I ,1 ti '1 nder de lo que arguméntativamente puedan dar de sí las
de 1.1acción de Weber. Pues precisamente en esta reconstrucción 1111,\ge 11's d ,1 rnund ,que de e ta forma, al hacerse valer la lógi a SI '
(p,lrticn.do de l.a afinidad de lo sacro con el «imperativo moral», que (1111,1d ·I,IS distintas esferas de validez, se fluidifican, se revisan, s (j-ag
I urkhcirn analiza) lo que queda en primer plano es la u tantividad de uu-ut.m y se pluralizan, e in .lus finalmente a aban abandonando
1.11¡~z6n prá ti a ilustrada cuando se la ve na er desde la rcligi n, 1110 (/1 '1\1 ' ,1 los r .ndimi .ntos del «dis ur t ri » y dios d '111,ls tipos
[¡.lbl,1hecho Weber, y cuando s enti ndc dicha gén 'sis '11 Su ,ISIX'.to d ' It ¡[ISI IIIMl, .11'nidos cad,1 lino ,1 su lógica .sp 'cHica) no ya sólo su prc

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EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX
CAPÍTULO 17. SEGUNDA PARTE

tensión de saber total, sino incluso su pretensión de saber. En el medio partir del «principio de discurso», es decir, del carácter discursivo de la
del habla proposicionalmente diferenciada, el saber cultural asume racionalidad cornunicativa posconvencional, el resultado ha sido más
funciones de coordinación de la acción entrando en las interpretacio- bien decepcionante. Del «principio de discurso» no es fácil deducir
nes que los participantes en la comunicación hacen, pudiendo, por unos derechos individuales que facultan al individuo incluso para des-
tanto, también así ser cuestionado y revisado. Y si se tiene además en ligarse de todo contexto de comunicación.
cuenta que en el habla gramaticalmente diferenciada el pronombre Asimismo, pese a toda la afirmación de la prioridad del modelo de
personal «yo» tiene dos significados que se solapan (el primero se refie- acción comunicativa sobre el modelo teleológico de acción, precisa-
re al sujeto como hablante que expresa sus vivencias, y el segundo, al mente en la primera sección del capítulo quinto dedicada a una re-
papel de miembro de un grupo social que entabla una relación inter- construcción de Espíritu, persona y sociedad de G. H. Mead se produce
personal con otro miembro), resulta que esa estructura impide toda una situación curiosa: Habermas apela constantemente a un compor-
simple reduplicación de la identidad grupal en la personalidad del in- tamiento racional con respecto a fines a la hora de explicar el desenvol-
dividu.o; esa estructura actúa como una presión sobre la individuación; vimiento y estabilización filo gen éticos precisamente de estructuras de
es decir, todo aquel que en el papel comunicativo de primera persona la interacción comunicativa; lo cual no deja de implicar al menos un
participa en interacciones sociales tiene que presentarse como un actor cierto contrasentido, pues ello parece implicar que el modelo de a -
que simultáneamente delimita un «mundo interno» frente a hechos y ción teleológica, como ocurrió siempre en la tradición, se impon
normas, al que él tiene un acceso privilegiado, y que frente a los otros como prioritario contra la tesis básica enunciada en el capítulo prim -
miembros toma iniciativas que se le han de imputar a él como accio- 1'0, de la cual depende buena parte de la argumentación de la obra.
nes de las que él responde, y acabará exigiendo finalmente estricta par- Pero sólo si pasamos ahora al contenido del capítulo octavo (últi
1icipación en la articulación normativa del mundo social y libres espa- 1110)podemos entender no ya el interés sino la obsesión de Habermas
cios de autorrealización. Cultura, sociedad y personalidad posconven- por introducir una teoría de la acción que a su juicio permite enfocar
cionales son los tres ingredientes de los mundos de la vida modernos ícnómenos de racionalización que propiamente ni desde Weber, ni
es decir, de los mundos de la vida racionalizados. Tal racionalización desde Lukács, ni desde Horheimer y Adorno, se pueden ver bien.
pone en perspectiva la posibilidad de formas de vida necesariamente Pues lo que Habermas tiene a la vista son las sociedades euro] cas
plurales en contenido, que resistan la crítica desde los tres aspectos de posguerra. Éstas se caracterizan por una relación de complementa
(cognitivo-tecnológico, moral y jurídico, y estético) de la razón moder- 11.dad funcional entre una administración estatal y una «economía na
1 ional- regida en términos keynesianos. El horizonte que repre cnt.i
na procedimentalizada.
. Pero uno se pregunta ante esta descripción de la «posconvenciona- una economía regida de esta forma por una administración estatal es,
lidad- de las estructuras modernas de conciencia (que pese a lo masivo pues, el horizonte en que se mueve Teoría de la acción comunicatiua; és '
l"~ su límite. La administración estatal, respetando la lógica de un sist '
del libro es extraordinariamente sucinta) si Habermas no pasa de largo
ante los fenómenos de la subjetividad moderna tal como trasparecen 111.1 económico que tiene como eje el mercado y una producción sos
-n un Lutero o tal como dicha subjetividad queda descrita por un Des- tenida no tanto por el «trabajo» como por la ciencia y la tecnol gíu,
c.irtcs o por un John Locke. Del momento de irreferencialidad de la unponc al mercado y a la producción condiciones tales que asegur n
existencia moderna que Heidegger describe, del ser sui iuris el indivi- que se produzca una demanda de bienes tales, que la producción ti '
duo moderno, no queda en Habermas ciertamente mucho. Más bien II)s hi .nes demandados exija el pleno empleo de toda la pobla ión ac
'se sujeto discursivo y posconvencional de Habermas parece estar to- 1iv.i. En estas sociedades de pleno empleo, o casi pleno empleo, y d '
mado en préstamo de la filosofía del sujeto y no al revés. En varias oca- I OllSlII1l0 masivo, cuyos miembros disponen simultáneamente de ';1d,1
siones Habermas se refiere, por ejemplo, a cómo los fundamentos del VI''/, 111.\s posibilidades de ocio, se produce una radical desa tivación
d 're ho privado moderno, en que se basa el tráfico mercantil actual se dcl Ulnfli '(0 de clases. En estas sociedades estru turalmente a I I .no
asientan a su vez en la descrita racionalización comunicativa del mun- u-ndimicnto 1,1Administración d trae fis almente lo ne csario p.II,1
do de la vida. Pero el caso es que uando Haberrnas, en actividad y va- 111,1111 '11'1' un bi '11 provist 'st,ldo so ial qu ti '11 'C m prin ip.rl 's
lid,'? se pus a d du ir t d I «sist ma d las lit .rta I 's m d n;as» a ~.lp¡I\"O~ 1.1cduc .I( iÓI1,1.1 sanidad, el s 'guro ti' dcscm] leo y las pemio

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EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 17. SEGUNDA PARTE

nes. Aparte de una existencia privada, asegurada en cuanto al puesto de distancia y defendiéndose de la capacidad de penetración del dinero y
trabajo, ahíta de consumo, y caracterizada por una densa relación de del poder, sin tocar sin embargo la lógica de ambos. Los proble~a~ de
clientela con la burocracia del Estado socia¿ los derechos de ciudadanía las sociedades europeas de posguerra son problemas no de distribu-
extendidos a toda la población mayor de edad articulan una «democra- ción, sino problemas nuevos que se refieren a la infraestructura com':l-
cia de masas» que tiene como principal contenido político precisa- nicativa de los mundos de la vida modernos, liberados para su propia
mente el Estado social y sus bases, es decir, la modalidad y forma que lógica comunicativa por la relación de complementariedad keynesiana
haya de darse a esa conexión estructural de intervención estatal en eco- entre Estado y economía, pero a la vez impedidos en su lógica por esa
nomía y Estado social, aunque cada vez en mayor medida se convier- misma relación. Son problemas del lujo, si no problemas de lUJO,que,
ten también en tema del proceso democrático la cuestión del sentido sin embargo, bien pueden ser no menos destructivos que los de la mi-
y el contenido de los derechos de libertad y de los propios derechos de seria (además de compatibles con ellos). El problema básico del «largo
ciudadanía, y la cuestión de los marcos ecológicos de la vida. siglo XIX»,resuelto por el orden keynesiano, se revela así como un caso
El problema del largo siglo XIXera un problema de exclusión gene- especial del problema más general de la «colonización» del m~ndo ?C
rado en la esfera del trabajo social, que se convertía inmediatamente en la vida por la lógica de los imperativos sistémicos, que genera distorsio-
el problema político básico, el cual, sin embargo, resultaba insoluble nes sistemáticas y sintomáticas en la existencia social. A esos proble-
en un orden jurídicamente organizado conforme a derechos individua- mas se añade el que la separación entre la cultura, la sociedad y la per-
les, incluyendo los de propiedad, y conforme al principio democráti- sonalidad cobra la forma de un encapsulamiento de una cultura de ex-
la. Precisamente ese problema queda resuelto en el orden keynesiano. pertos que parece haber roto los vínculos con una comu~icación
Los procesos de reproducción cultural, de integración social y sociali- social, cada vez más empobrecida en lo que se refiere a nutnrnentos
zación, a los que precisamente la relación de complementariedad key- con los que darse alcance a sí misma en términos de sentido. Esta «de
ncsiana entre Estado y economía dan una holgura que nunca habían sertización» cultural facilita la «colonización» descrita, y viceversa. Esta
tenido, quedan precisamente por ello sueltos, abandonados a su pro- es la versión que da Habermas del diagnóstico de Weber.
pia lógica comunicativa, despiertan inexorablemente a ella. Pero preci- En el capítulo sexto del libro es donde se sientan las bases de este
samente por ello se hace también tanto más visible en el mismo espa- análisis que acabo de bosquejar. Este capítulo sexto y el capítulo tercc
cio social la lógica del bloque de tareas concernientes a la intervención ro, en los que Habermas perfila el concepto de acción comun~c~tiva,
estatal en economía, al Estado social y en general al equilibrio de la re- suministran la trama conceptual del libro. Los conceptos de «eticidad»
lación de complementariedad entre Estado y economía. En las socie- y «sistema» con los que desde la «filosofía del derecho» de Hegel opc
dades keynesianas compiten, pues, dos principios de integración; el ró la tradición hegeliano-marxiana se transforman de. la mano de 11.,1
lino responde a los supuestos de la razón comunicativa; el otro, a los bermas en los conceptos de «mundo de la vida» y «Sistema»,es decir,
supuestos de la razón teleológica y sistémica. Y por cuanto el bloque en una conciliación de las dos orientaciones principales en la sociolo
sist imico que forman la economía y la administración estatal emerge gía contemporánea: la que representan las corrientes fenomenol?giGls,
dentro del espacio del mundo de la vida social comunicativamente ra- lmgüisticas y hermenéuticas de antropolo~a cultural y sO~lOlogí.1
l ionalizado posibilitando la holgura de éste, no tiene más remedio que -romprensiva», y las que representan las corrientes estructuralistas l'lI
.ic.ibar invadiendo con la lógica del dinero y del poder el mundo de la .iutropología cultural y las corrientes funcionalistas y sistémicas CIIla
vida en conjunto, cuya reproducción responde sin embargo a otro tt'mí,l so iológica. El centro de dicha conciliación lo constitu~e la t.co
pt incipio. En las sociedades de posguerra se produce esa curiosa situa- tLIde la racionalidad comunicativa. Sentar tales bases no hubiera sido
l ión de las esferas de un mundo de la vida rebelándose contra un or- posible sin recurrir a la teoría sociológica de Parsons. Por eso, el (,1
ti -n si témico que es quien lo posibilita en su holgura. Se produce esa pítulo séptimo stá dedicado a una prolija discusión con la obra dt'
curi sa situación de un mundo de la vida (desde los plurales espa ios l' l'arsonx acerca del modo como en Parsons quedan conectadas (pOI
públi 'o fundados en él) tratando siempre de asediar la fortaleza del di- !,ttllin,1 vez en la hist ria de la sociología contemporánea) S,IS dos tt.1
nero y del pod r, pero sin voluntad d asaltada, puest que depende dl\ Ion 's tilo.málisis sociológi o. El apítulo tiene tres seccion .s qu ' lit,
tlt' los rcndimi nt . de ,11,;Y p r otro lado, tratando ti ' mant n 'r a V,IIIP()t titulo rcsp 'ctiv,II)H:nte«De I.t tcoria norm.uivista tic 1.1.Itt iÚlI

1(, 11
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX

a la teoría sistémica de la sociedad», «Desarrollo de la teoría de siste-


mas» y «Teoríade la modernidad». En el contexto de la teoría socioló-
gica contemporánea, es en Parsons donde se ha vuelto a hacer aquella
articulación del concepto de sociedad en dos niveles «<sistema» y
«mundo de la vida») con que la teoría crítica operó siempre, pero que
en definitiva quedó perdida en el camino. Además es Parsons el prime-
ro en hacer ese tipo de historia de la teoría con intención sistemática,
en el que siempre ha consistido el método de trabajo de Habermas. Y
además ello se dirige también en Parsons a responder a la cuestión de
en qué sentido la modernización de las sociedades puede entenderse
como un proceso de racionalización. Es, por tanto, desde Parsons y a
través de Weber, como Habermas pasa a mostrar el potencial explicati-
vo de aquella teoría crítica de la sociedad que tuvo a Hegel y a Marx CAPÍTULO 18
como punto de partida y a la vez por qué el análisis de Weber pudo ha-
cerla encallar. «De Parsons a Max a través de Weber» es el título del ca- La neoescolástica en la segunda mitad
pítulo final, cuyo contenido básico ya he reseñado. Sus tres secciones del siglo xx
llevan por título «Retrospectiva sobre la teoría de la modernidad de
Webcr», «Marx y la tesis de la colonización interna» y «Tareas de una EUDALDO FORivfENT
teoría crítica de la sociedad».

l. DIALOGO y APERWRA. LA ESCUELA DE LOVAINA

En la segunda mitad del siglo xx, influyó decisivamente, en el de-


x.urollo de la neoescolástica, la encíclica Ecclesiam suam cle Pablo VI,
IIIornulgada durante la celebración clel ~~:mcilioVat~cano II, en. ~964,
y que expresa muy bien el espíritu conciliar, La Iglesia se ha~e dialogo
1'11 Iodos los ámbitos culturales, incluido el filosófico. Un diálogo que

11I1 ("11ta hacerse con claridad, afabilidad, confianza y prudencia pecla


I'/lgi ';1. . .
1,;] Escuela de Lovaina, en la segunda mitad del Siglo xx, destacó

IHlI LISinvestigaciones histórico-filosóficas. Georges Van Riet, prcsi-


.k-nrc del Instituto Superior cle Filosofia desde 1968, publi~ó Probten:I'.I"
dif,is//lll%gie (1960), obra en la que intenta, desde el tomismo, el diá-
logo con In fcnomenología y el existencialismo.

1./\ NI':OI'.SC( LAS'fl A EN ITALlA

T.II11hi¿·11'11Italia se continuó el ncotomismo, spe ialmcnte en el


IIIIIhl10dc la investiga ión. Amaro Masnovo (1880-1955), discípulo
~rlf1I.lIdl'll.11 Billot y profesor de In Universidad Católi ',1d MiIJI1, Sto

. 511)
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