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Las rivalidades entre los Estados Unidos y Gran Bretaña se habían agudizado en
América Central debido a la ocupación británica de las Islas de la Bahía (bajo la
soberanía de Honduras), su establecimiento de un protectorado sobre los indios
mosquitos (en la costa de Honduras y Nicaragua), y La toma de la desembocadura del
río San Juan (el final más probable del futuro canal) en enero de 1848.
Hasta la década de 1850, Estados Unidos había mostrado un interés constante pero
bastante leve en la construcción de un canal; Sin embargo, desde el descubrimiento de
oro en California (1848) y las nuevas adquisiciones territoriales tras el Tratado de
Guadalupe Hidalgo (1848), se hizo urgente asegurar un acceso más corto y más
conveniente a la costa del Pacífico. Esta conjunción de factores comerciales,
estratégicos y de seguridad llevó a un creciente interés en el Caribe y América Central,
y en las actividades británicas allí.
El tratado establece que ni Gran Bretaña ni Estados Unidos deberían tener control
exclusivo sobre el canal proyectado, ni colonizar ninguna parte de Centroamérica, pero
ambos garantizarían la protección y neutralidad del canal. El tratado fue ratificado
rápidamente por el Senado (42 a 11), pero su redacción fue tan ambigua que condujo a
un alboroto nacional y se convirtió en uno de los más impopulares en la historia de
Estados Unidos.
Se puede considerar que este tratado sienta las bases para la construcción del canal
ístmico por parte de los Estados Unidos a comienzos del siglo XX y que consolida las
regiones del Caribe y Centroamérica como prioridades para la diplomacia y la seguridad
estadounidenses.