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El tiempo del Viaje

Por: Joaquín Pertuz Ríos


Fecha: Diciembre de 2019

Para hablar del tiempo del viaje, es necesario indicar en primer lugar, ¿qué es el
tiempo? Y esto lo haremos a partir de planteamientos del filosofo Nietzsche.

¿Qué es el tiempo?

Este filósofo, adscrito al movimiento existencialista propone que el tiempo es una


fuerza infinita que se expresa en nuestro devenir como un instante eterno expresado,
en una serie infinita de cíclicos períodos idénticos que se repiten sin cesar hasta los
últimos minutos de la existencia.

Estos cíclicos períodos idénticos son una sucesión continua de momentos, gestos y
palabras que en algún punto a causa de la conjugación del tiempo eterno o infinito
con el espacio finito del universo y su materia, cada uno alcanzará la finitud o el
número de combinaciones posibles para que sea, y volverá a repetirse una y otra vez
por el accionar del tiempo, lo que en palabras de Nietzsche sería una combinación
de un número finito de elementos (las fuerzas que constituyen al mundo y hacen
que el sea)a lo largo del tiempo infinito. He aquí el eterno retorno de lo que es y
alguna vez fue.

El número de combinaciones si bien enorme, será calculable, es decir,


finito. Por ello, toda combinación habrá tenido no sólo alguna vez,
sino, precisa Nietzsche, infinitas veces. El mundo no sería sino un ciclo
de series absolutamente idénticas. (Galparsoro, 2010, p. 191)

Por consiguiente, el efecto del tiempo sería nada más y nada menos que un eterno
retorno de todo lo que hacemos en la vivencia, por ejemplo, los viajes, que son
acciones recurrentes que van y vienen todo el tiempo. A continuación, se explica
más detalladamente lo que es un viaje y la importancia de este dentro del devenir
humano.

El viaje

Viaje, del latín; Vía, lo que significa camino y quiere decir, que todo viaje implica
camino, una senda a recorrer o ya recorrida; un espacio físico que se transita dentro
del devenir del tiempo. En efecto, podríamos decir a simples rasgos que el viaje
indica transitoriedad, cambio de un espacio a otro; y quizá de un tiempo a otro, y
que este movimiento es evidente y casi que inevitable en varias situaciones de la
existencia debido a que así como a otros seres vivos que cohabitan con nosotros este
planeta, se nos fue dado el poder de la locomoción, ese que nos da la capacidad de
movernos en el escenario que nos brinda el medio vital cotidiano, misma capacidad
que, en conjunto con nuestra sensibilidad corpórea, detona el hecho de conocer a
medida que se avanza; que no es más que dotar de sentidos y significados aquello
con lo que se interactúa.

De ahí a que, es la posibilidad de viajar, lo que le da significado a las imágenes de


los ojos y a la mente que, de otra forma, serían meras sensaciones y un estado
mortecino del propio ser (Santayana, 1964). Por consiguiente, el viaje se convierte
para el ser humano en un momento propicio en el que se aprende a través de la
escucha, el ver, las sensaciones en la piel o un diálogo establecido con una persona
que aparece en el viaje; es una experiencia viva que moldea la capacidad humana de
ser inteligentes y por ello, en vez de decir que el hecho de tener manos le ha dado
superioridad e inteligencia al hombre, sería mejor afirmar que debe su inteligencia
a sus pies (Santayana, 1964).

Así pues, el viaje o viajar, resulta en una acción humana necesaria dado a que la
traslación deviene fundamental a la hora de habitar y comprender el contexto en el
que se vive. Entonces, se puede decir que la voluntad de la acción de viajar, responde
a intereses específicos que van apareciendo a medida que se vive y experimenta; el
hombre es un animal social en constante contacto con su medio ambiente, el cual
muchas veces le pide mudar en varias esferas de su vida para poder satisfacer sus
objetivos personales y colectivos. Santayana (1964) asegura que: “un animal social
como el hombre no puede cambiar su medio ambiente sin mudar de amigos, ni
puede cambiar de amigos sin alterar sus modales y sus ideas”. (p .3)

El homo viator o el hombre viajero.

En consecuencia, el viaje o viajar son acciones puramente humanas pues si bien otros
animales se mueven y realizan desplazamientos, el viajar poseee una intención y
opera bajo un interés cognoscitivo previamente elaborado o que se va elaborando a
medida que se avanza en el camino. De esta manera, el viajar se hace una
característica muy particular y casi que inherente al humano debido a que lo
acompaña todo el tiempo. Bueno (2000) afirma que Las ideas de viaje y de camino son
ideas genuinamente antropológicas: ni los planetas, ni las plantas, ni siquiera los
animales, ni los grandes simios, ni los homínidos, viajan, salvo por metáfora; ni
tienen caminos, sino órbitas, trayectorias, rutas o rutinas.

El hombre viajero. Homo Viator es un término antropológico en el cual se hace


referencia a que el hombre es un viajero por excelencia, un transeúnte que contiene
un movimiento perpetuo que le ha posibilitado forjar caminos que une sus orígenes
con destinos insospechados, por esa razón, el viaje y el camino se reducen al círculo
o a lo más básico del ser humano, y el a medida que viaja por caminos o vías, recibe
la denominación de Homo Viator (Bueno, 2000).

Esto quiere decir que el hombre, acompañado por el poder de la locomoción, ha


estado siempre en la capacidad de experimentar el viaje con varios propósitos, que
claros o no, lo han llevado a conocer y dar nuevo sentidos y significados al devenir
de su existencia en este, su espacio vital finito. Y es dentro de esa finitud del espacio
en la que ha encontrado su quehacer viajero, que, por ende, es un quehacer finito
pero que se repite una y otra vez hasta que la voluntad se apaga tanto como para no
viajar más. Y no es viajar más en automóvil o tren u otro medio disponible, sino,
perder la capacidad de hacerlo por si mismo como condición sine qua non en tanto
se vive. De este modo, Homo Viator obedece a características más generales, a la
necesidad y capacidad insoslayable que tiene el ser humano de viajar para fundirse
en distintos marcos de referencia.

El homo viator, que se constituye, al parecer, sobre determinados


rasgos más abstractos. A veces, sobre rasgos genéricos en grado
máximo, pero considerados esenciales (como “movimiento” o
“desplazamiento”); otras veces rasgos que, sean genéricos o no,
respecto de los [23] viajes humanos, serán considerados como
oblicuos o accidentales (como pueda serlo la nota de “evasión”
desde la cual algunos psicoanalistas intentan comprender la
esencia del viaje). (Bueno, 2000, p.3)

Del viaje y sus pormenores

El viaje del homo viator, como praxis inherente a él, ha de poseer ciertas
características fundamentales que lo constituyen en esencia. Estas son:

El desplazamiento

Si bien es cierto que podemos tener “experiencias viajeras”, del plano de lo


metafísico, no involucrando movimientos o realizando desplazamientos, como
cuando recordamos una situación que nos produce nostalgia y vamos a ese
espacio/tiempo pasado o cuando usamos un estimulante psíquico que nos haga
parecer “viajando aceleradamente” en el momento después de que lo ingerimos, es
cierto que esos no serían viajes reales o genuinos, ya que un verdadero viaje
involucra un origen y destinos físicos, esto no es más que un desplazamiento por un
entorno susceptible de ser cognoscible y diferenciado de otros según el criterio de
cada quién. Bueno (2000) afirma que: “el viaje ha de tener un destino físico: un viaje
metafísico que no tiene, siquiera intencionalmente, un destino físico preciso, no es
ni siquiera un falso viaje; es un viaje absurdo, utópico, “a ninguna parte”, aunque
esta ninguna parte estuviese designada con el nombre de una región real de la
Tierra”.El viaje se da sí y sólo si cuando se establece un itineario en un escenario real
y físico; un itineario donde el desplazamiento sea accionado por el tiempo a través
del espacio finito y que acarrea el alejamiento del sujeto respecto del lugar fijo
tomado como su punto de referencia u origen, y es un lugar que ha de considerarse
fijo, precisamente porque a él se puede volver después de haber salido de él, y esto
sin perjuicio de que a la vez, el lugar se esté desplazando en el espacio
astronómico(blanco, 2000).

Conducta Normada

A diferencia de los animales, que si bien hacen desplazamientos a través del espacio
finito a causa de su mero instinto,estos no podrian llamarse viajes, sino rutas o
rutinas (que son el resultado del contacto entre su instinto y su medio vital) porque
un viaje, ante todo, obedece a una conducta normada, que además, involucra ritos y
cermonias, llevadas a cabo por los únicos seres de este planeta que son capaces de
crear y ejecutar medianamente normas, ritos y ceremonias en su sentido literal: los
seres humanos. Asi, la acción de viajar está mediada por decisiones conscientes y
elaboradas que no aparecen por mero instinto como sucede en los animales, más
bien por normas que devienen en criterios instaurados en nuestra subjetividad
debido a que pertenecemos a un grupo social que las ha gestado en aras de
regularnos en muchos procederes y acciones.

“Entre las migraciones animales (aun cuando sigan rutas definidas) y los viajes
humanos establecemos las diferencias que median entre las conductas rutinarias
(aquí, la “rutina de las rutas”) y las conductas normadas, que es la diferencia que
media entre los ritos y las ceremonias (y suponemos que el viaje implica siempre
alguna ceremonia de despedida o de llegada, y aún de traslación)”. bueno

De esta manera, podemos decir que un viaje es siempre y cuando sea una ruta
normada, lo que se supone será, una ruta o rutina victoriosa porque reune todos
aquellos elementos que hacen que sea un configuremos un camino ordenado que
conduza a alguna parte, por ende el camino consituye la norma básica fundamental
para “armar el viaje”. Es entonces que el camino, por ello, no existe todavía en el
momento del simple desplazamiento: el camino “se hará al andar y con nuestras
normas (bueno, 2000).

Camino: origen y destino.


En efecto, el viaje conlleva un camino, una vía configurada y finita que va desde un
origen definido, hasta un destino también definido. Cada camino es único y va
configurandose a medida que es transitado por el Homo Viator, pues es su
experiencia y lo que diga de ella, lo que legitimará para los otros su paso por él. Por
consiguiente, trasegar o viajar por el camino es una experiencia individual inmersa
en el sentido colectivo.

En consecuencia, el viaje también habrá de ser entendido


originariamente, no como un acto individual irrepetido (el paso por un
vado que encontramos al azar) sino repetible y, por tanto, público y
conocido por otros. Si la conducta normada caracteriza a los hombres
(respecto de las conductas rutinarias de los animales), la norma
impuesta por [30] el camino, como “ruta victoriosa” entre otras rutinas
alternativas, es lo que caracterizará al hombre en cuanto homo viator”.
(bueno, 2000, p.4)

Lo anterior quiere decir que el camino no es solamente la vía física que se construye
desde un origen hasta un destino (punto de llegada o final del viaje, sino, “el
sentido” o “los sentidos” que se le otorgan a esa via a medida que ha sido recorrida,
es decir, camino” no es solamente algo real fijado en el espacio finito; sólo puede ser
llamado camino una vía o una calzada que ha sido transitada o recorrida en un lapso
de tiempo, más o menos definido, por los sujetos operatorios. (Bueno, 2000).

En resumen, tenemos que el viaje es una acción humana y finita, que se consituye
bajo una conducta normada ,que involucra un desplazamiento corpóreo y real a
través de un camino físico y socialmente construido y que tiene su origen en un
inicio al cual siempre volvemos y su final en un destino que podriamos conocer
anteriormente o no. Tal y como se ha dicho, el viajar es una característica que se hace
imprescindible en el ser humano puesto que esta le permite conocer, formular y
reformular nuevos sentidos y significados; el viajar mueve al pensamiento, lo
habilita para captar experiencias que alimentarán esa caracterización de lo real que
elabora cada quién en su devenir.

Los viajes son las comadronas del pensamiento. Pocos lugares


inducen en mayor medida a las conversaciones interiores que
un avión, un barco o un tren en marcha. Entre lo que tenemos
ante nuestros ojos y los pensamientos que acertamos a albergar
en nuestra cabeza se entabla una correlación bastante
pintoresca: los grandes pensamientos requieren a veces grandes
vistas, y los nuevos pensamientos, nuevos lugares. (Botton,
2005, p.23)
Del viaje y las letras. Pequeñas ilustraciones desde cortos escritos.

A propósito de que el viaje está muy presente en la vida, se trae a colación


fragmentos escritos que, en mayor o menor medida describen asuntos propios del
viaje como situación percibida y posteriormente descrita, pues de este modo se
quiere colocar en evidencia de que ni el viaje escapa a las expresiones humanas
escritas, como lo son las letras. Empezamos con Charles Baudelaire y un fragmento
de su poema, “El viaje”

Charles baudelaire, el viaje

¡Amargo sabor, aquel que se extrae del viaje!


El mundo, monótono y pequeño, en el presente,
Ayer, mañana, siempre, nos hace ver nuestra imagen;
Un oasis de horror en un desierto de tedio!

¿Es menester partir? ¿Quedarse? Si te puedes quedar, quédate;


Parte, si es menester. Uno corre, el otro se oculta
Para engañar ese enemigo vigilante y funesto,
¡El Tiempo! El pertenece, a los corredores sin respiro…

En el anterior fragmento, se deja ver la relación que hace Baudelaire entre el viaje y
el tiempo. Él aduce que del viaje se extrae un amargo sabor porque se va por un mundo
monótono y pequeño que nos muestra ese oasis de horror en un desierto de tedio
que hemos venido siendo, no obstante, su posición termina siendo neutral porque
nos invita a quedarnos o partir, en otras palabras, ocultarnos o correr para engañar
a ese enemigo vigilante y funesto que señala, es el tiempo. En ese sentido, se puede
afirmar que el tiempo está siempre presente como un vigilante a quien no se le
escapa respiro alguno incluso si estamos viajando o quedándonos inmóviles; por
tanto, aunque se diga muchas veces a viva voz que con el viaje salimos de la
monotonía y la rutina, él (el tiempo)va estar vigilante del viaje porque finalmente
lo contiene. El viaje necesita del tiempo para poder existir.

Otro de los fragmentos que puede ilustrar claramente la cuestión del viaje, es uno
de Fernando gonzalez perteneciente a su obra viaje a pie. En este aparte, el filosofo
colombiano describe minuciosamente un paisaje que obecedece a lógicas rurales de
la Colombia de los años 20’s del siglo pasado y lo que podría sentir, escuchar u oler
un viajero mientras hace el recorrido en dicho escenario:

“Cuando el viajero va descendiendo, o mientras trepa la vertiente opuesta,


contempla cascadas, casuchas inverosímiles puestas en los desfiladeros, semejantes
a los cromos que hay en las cantinas de las aldeas; árboles inmensos entregados a la
lascivia de las trepadoras; hermosas praderas; sembrados de café, plátano y maíz.
¿Qué hay en la tierra más hermoso que el sietecueros florecido o el carbonero
somnífero? Cuando el viajero transita por la orilla del río huele la tierra caliente, a
pará, a yerbas abrasadas por el sol. Por allí, al ruido de sus pasos, huyen los lagartos
rapidísimos y tornasolados, y se oye el canto de los carriquíes. Arriba, cantan la mirla
y el sinsonte, y en las revueltas lóbregas del difícil camino de la montaña sorprende
al viajero el silbo burlón, casi humano, del pájaro solitario. Estas aves son de plumaje
oscuro, y las de la orilla del río de plumas verdes y rojas, como si hubiesen absorbido
toda la luz. Desde la cima se perciben los nevados; son de curvas graciosísimas,
semejantes a los senos de la amada en el Cantar de los Cantares.”

El viajero, según González, es un lector de la realidad fisica y temporal que decide


visitar, pues allí observa e interpreta todo lo que ve y siente en el camino que va
construyendo a medida que avanza: cascadas, accidentes geográficos, sembrados de
café
Referencias

 Bueno, G. (2000). Homo viator. El viaje y el camino.. Recuperado 13 diciembre,


2019, de http://filosofia.org/aut/gbm/2000pisa.htm
 De Botton, A. (2005). El Arte de viajar. [Madrid: Suma de Letras].
 Santayana, J. (1964). Filosofía del Viaje. Recuperado 15 noviembre, 2019, de
http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/santayana.pdf
 Galparsoro, J. (2010, 6 mayo). Infinito y tiempo en Nietzsche. Ontology
 studies, 10(6), 183–198.
 Gonzales, F (2010) Viaje a pie. Fondo Editorial Universidad EAFIT- Corporación
 Otraparte. Medellín

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