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CAUSA

En 1925, la economía mundial se hallaba bastante equilibrada: la producción había vuelto


al nivel de antes de la Primera Guerra Mundial, la cotización de las materias
primas parecía estabilizada y los países que atravesaban un periodo de alta coyuntura
eran numerosos. Sin embargo, no era un retorno a la belle époque. Una serie de
equilibrios tradicionales quedaban alterados: la producción y el bienestar progresaban de
manera espectacular en unas partes (Estados Unidos, Japón), mientras que en otras (en
particular, en el Reino Unido), perdida la prosperidad anterior a la guerra, la población
vivía abrumada por el desempleo y las crisis endémicas.

En 1924, la economía estadounidense vivía en plena era de prosperidad, y la guerra


europea la acrecentó: durante tres años sucesivos, los Estados Unidos fueron los
proveedores de un mercado casi ilimitado, mientras las potencias europeas se
aniquilaban entre sí. La capacidad industrial de los Estados Unidos también había
aumentado considerablemente, y su agricultura progresaba a idéntico ritmo.

Desde 1925, la actividad de la Bolsa de Nueva York había evolucionado tan


vertiginosamente como la producción industrial del país. La cotización de
las acciones subía regularmente de año en año, y fueron numerosos los estadounidenses
que hallaron en la especulación de la bolsa la fuente de una rápida fortuna: la fiebre de
operar a la bolsa tentaba a todos los estratos de la población de modo irresistible,
tanto rentistas y jubilados como aprendices, que ignoraban todo lo relativo a la industria,
a la economía y a la misma bolsa. Todo el mundo consideraba que la economía del país
se encaminaba hacia niveles insospechados, y todos estaban persuadidos con que las
"mejores acciones" podían conseguirse con muy poco dinero, pensando que debía
aprovecharse de aquella buena suerte antes de que pudiera terminarse.

Una acción de cien dólares nominales podía obtenerse solo por diez, mientras el resto,
llamado "excedente" -o sea, noventa dólares-, se pagaba a crédito. Si la acción seguía
subiendo, todo iba perfectamente: un alza del 10 por ciento, esto es, que pasara de 100
a 110 dólares proporcionaba al accionista un beneficio neto del 100 por ciento sobre los
10 dólares que en realidad había desembolsado. En cambio, si la acción bajaba en un 5
o en un 10 por ciento, el corredor bursátil exigía nuevo pago al contado, y si el cliente no
podía hacer frente al mismo, se veía obligado a vender con pérdidas, con el fin de cubrirse
él y cubrir a otros posibles acreedores.

Entre los pequeños especuladores -decenas de millares de ciudadanos-, eran muy pocos
los que poseían reservas de liquidez apreciable.

EFECTO

La depresión subsiguiente fue la peor de la historia estadounidense. Durante al menos


tres años y medio todos los indicadores sociales y económicos reflejaron un progresivo
deterioro de la situación. En 1932 el producto interno bruto (PIB) había disminuido un 27
por ciento, y la producción industrial, un 50 por ciento. La inversión ni siquiera alcanzaba
para el mantenimiento de las instalaciones existentes. Bajo estas presiones, el sistema
bancario acabó por derrumbarse. En 1933, el desempleo llegó al 25 por ciento. Solo en
1940 se recobró el nivel de producción previo a 1929, y esto se debió al estallido de la II
Guerra Mundial. Durante los primeros años de la depresión, entre 1929 y 1932, el índice
general de precios en los Estados Unidos disminuyó el 35,6 por ciento.
Muchos economistas piensan que este proceso de deflación fue responsable de la
profundidad y duración de la depresión, y también parece probable que esta prolongada
deflación sólo fue posible por la política del Sistema de Reserva Federal de disminuir
la oferta monetaria.

Reducción del PIB en Estados Unidos durante la depresión

Año Reducción del PIB (%)

1930 9,9
Instituto Universitario de Análisis Económico
1931 7,7 y Social. Universidad de Alcalá

1932 14,9
PIB estadounidense en el período 1910–1960.
La franja rosa resalta los años de la Gran
Depresión (1929–1939)

Desempleo en los Estados Unidos en el


período 1910–1960. La franja rosa resalta
los años de la Gran Depresión (1929–1939).

Los sectores más gravemente afectados por la depresión fueron la agricultura, la


producción de bienes de consumo y la industria pesada. Esto provocó que ciudades
como Detroit y Chicago, que dependían de la industria pesada, sufrieran la crisis con más
intensidad. A su vez, hubo ciudades dependientes de una sola industria que terminaron
totalmente arruinadas. En 1932, el nivel de actividad al que estaba funcionando la
industria era tan bajo que incluso una eventual demanda del mercado podía ser
satisfecha sin necesidad de inversión y sin recurrir a más mano de obra. De modo
semejante, el sector de la vivienda estaba también saturado de casas vacías cuyos
propietarios no habían podido hacer frente a las hipotecas. Sin embargo, lo que más se
resintió fue la confianza de los empresarios, quienes tenían grandes dudas sobre la
utilidad de nuevas inversiones. El hundimiento de la bolsa fue además una causa directa
de la reducción de los beneficios empresariales y destruyó el incentivo individual
al ahorro, y se redujo así el volumen de los recursos destinados a la inversión. El nivel
extraordinariamente bajo de los ingresos agrícolas fue decisivo y retardó
considerablemente la recuperación. La agricultura fue el sector más deprimido de la
economía, y los productores habían disminuido sus ingresos en un 70 por ciento. Gran
parte de las cosechas no se vendían, y comenzaron a disminuir la producción demasiado
tarde. A su vez, como la gran mayoría de los pequeños agricultores estaban endeudados,
se veían forzados a vender sus productos o a perder sus propiedades.

El funcionamiento del sistema bancario estadounidense fue el factor individual que mayor
influencia tuvo sobre la profundidad alcanzada por la depresión. Los bancos se apoyaban
en unas pocas industrias locales y eran muy susceptibles a las retiradas de fondos. Al
producirse una corrida bancaria masiva, los ahorros se tornaron menores que los
ingresos y los bancos no podían prestar dinero. A su vez, las garantías, como las casas,
contra las cuales se habían vendido los préstamos eran invendibles. A pesar de la
debilidad del sistema bancario, su derrumbamiento pudo haberse evitado, pero el
gobierno no hizo nada para rescatar a los bancos. Es más, lo que se pensaba en ese
entonces era que la depresión suponía una purga que desembarazaría a la economía de
sus aspectos menos eficientes, y que las bancarrotas y los despidos eran parte necesaria
de este proceso de retorno al equilibrio

RECUPERACION

El primer New Deal

Al asumir Franklin D. Roosevelt la presidencia en 1933 se aprobaron rápidamente varias


leyes en el Congreso como fondos asistenciales para desocupados, precios de apoyo
para los agricultores, servicio de trabajo voluntario para desempleados menores de 25
años, proyectos de obras públicas en gran escala, reorganización de la industria privada,
creación de organismo federal para salvar el valle del Tennessee, financiación
de hipotecas, seguros para los depósitos bancarios y reglamentación de las
transacciones de valores. Estas leyes crearon nuevos organismos encargados de llevar
a cabo estas medidas. El New Deal, había sido elaborado durante la carrera presidencial
por un grupo de intelectuales, que Roosevelt reunió en torno suyo, conocidos como el
"Brains Trust".

El problema más importante para Roosevelt era la quiebra casi total del sistema bancario,
hasta tal punto que era imposible cobrar un cheque. La producción industrial, por su parte,
había tocado fondo en 1932. La crisis bancaria era esencialmente de confianza y pudo
ser solucionada fácilmente. En un discurso radial Roosevelt informó la población sobre la
reapertura de los bancos incitando a depositar ya que no se corrían más riesgos, por lo
que varios individuos volvieron a depositar. La recuperación de los bancos no fue más
que el preludio de una revisión a fondo del sistema financiero, gravemente distorsionado
desde 1929 por la contracción del crédito, el incremento de las deudas y el impago de las
hipotecas.

Otro problema era el desempleo. La primera medida adoptada en este terreno fue la
creación de campamentos de trabajo donde los desempleados realizaban tareas de
conservación de parques naturales y otros espacios verdes. Si bien el Gobierno federal
encaró la realización de obras públicas, estas no llegaron a compensar la enorme
reducción experimentada por el gasto a nivel estatal y municipal. El New Deal nunca
dispuso de un programa concreto para bajar la desocupación mediante obras públicas ya
que se carecían de proyectos de antemano y la planificación requería tiempo. Los
proyectos debían autofinanciarse lo que hacía difícil su elaboración. Además, para lograr
el máximo beneficio social había que emplear a la mayor cantidad de mano de obra
posible, ya sea calificada como no calificada por lo que estos empleos eran tachados de
constituir en la práctica una auténtica limosna. No solo el New Deal no pudo disminuir
considerablemente el desempleo, sino que los trabajos otorgados eran precarios al
tratarse de obras públicas que por su propia naturaleza no duraban mucho tiempo.

El segundo New

El segundo New Deal se implementó en el segundo mandato de Franklin D. Roosevelt y


consistió en la promulgación de una ley sobre la vivienda, la puesta en marcha de la
seguridad social, la creación de organismos de planificación regional, el respaldo a los
sindicatos y un sistema fiscal más progresivo con impuestos más elevados a los ingresos
y a la riqueza. Igualmente, las consecuencias de las nuevas imposiciones a los ricos
fueron insignificantes y no hubo tal redistribución de la riqueza. En 1929 las constituciones
de sindicatos en forma irrestricta. Las empresas tuvieron que aceptar la libertad de
sindicación de sus empleados. Se logró la sindicalización de los trabajadores de las
industrias de producción en masa; todos los empleados, cualquiera que fuera su
calificación, debían integrarse a un mismo sindicato industrial en tanto el gobierno federal
los emplearía como "correas de transmisión" de las normas estatales sobre asuntos
laborales.

En estas circunstancias, el gobierno cometió un grave error económico que retrasaría en


dos años la recuperación. En 1936, el ritmo de expansión era acelerado y los precios
subieron rápidamente. Temiendo un auge especulativo, Roosevelt puso fin al déficit
presupuestario y al año siguiente la economía se sumió en una depresión que no sufría
ningún otro país y aumentó el desempleo. Tan pronto como el gobierno redujo los gastos,
los empresarios perdieron la confianza y dejaron de invertir. Roosevelt seguía sin
entender la política fiscal, pensaba que era la obra pública y no el déficit presupuestario
lo que promovía el empleo. Los gastos federales aumentaron en 1938 pero la hostilidad
hacia el New Deal había aumentado. A medida que el desempleo se prolongaba, crecía
la impopularidad de Roosevelt.

Si bien se dice que el segundo New Deal fue un ‘giro a la izquierda’, no era en absoluto
hostil a los empresarios, lo que hizo fue poner al burócrata donde había fracasado el
hombre de negocios hasta que la empresa privada pudiera florecer de nuevo. Por haber
sabido evitar una solución más radical fue el salvador del capitalismo. El efecto más
perdurable del New Deal fue aumentar el poder del gobierno federal y del presidente en
particular: se redujo el poder de los Estados y el presidente y su gabinete sustituyeron al
Congreso como principal fuente legislativa. La sociedad estadounidense experimentó una
profunda transformación debido al incremento del poder federal y presidencial sobre la
economía. Por eso el auténtico legado del New Deal fue revolucionar las expectativas.

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