Buchanan y Brennan - La Razón de Las Normas 1 PDF

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LA RAZON DE LAS NORMAS Botte nte Mere iste meenstatCeCosiTlt Leet ea eee pia algo asf como las que regulan el trifico, coordinan l des de los individuos en su persecucién de maltiples fines. Es de a mayor importancla saber si estas normas funcio Peon Rens Tia tao essa hy Seether niet tet ear ere Pe ncaer tte seat Meats ace Se eC tence ee! creer ee Moet acne ce De cna rere teen retars re eee Re tc cae eee eS cee) Crete uc uM eee siete easy el gobierno que ca alsiglo XVII y que, de una mane Roreey ei eerie ar See eee) justificar un aun rusion de la polit ca en la vida de los ciudadanos. Nuestro papel normativo, Convince were creecneie Jaws MCGILL BucsaNan, Premio Nobel de Economia 1986, Coe sacra em eta kere m Manse Public Choice en la Universidad Mason, Fairfaix (Virginia) erie ag Ne ois srae ey Carrs ice on tie} UNION EDITORIAL, (eos Set) Teléfono 457 07 60 CO FONE a ENE WN, BPD VIO S TINNY LA RAZON DE LAS NORMAS Economia politica constitucional LUirsopscticoee LA RAZON DE LAS NORMAS Economia politica constitucional GEOFFREY BRENNAN JAMES M. BUCHANAN LA RAZON DE LAS NORMAS Economia politica constitucional Prélogo de JOSE ANTONIO AGUIRRE RODRIGUEZ Sumario Pag Prologo Preémbulo 1. El imperativo constitucional 6.6.6... ee. 1. “Introduecién : II. Razones de las reglas - IIL. Las reglas de los juegos TV. Las reglas de tréfico .. 1) 21)! V. Reglas de un orden de mercado VI. Las reglas del orden politico Li VIL. La importancia de las reglas Titulo original:The Reason of Rules. 2. La vision contractualista Constitutional Political Economy I. Introduccién . Be Cambridge University Press, 1985. Il. El constitucionalismo no contractual IIL. Los individuos como fuente de valor . Traduccién del inglés por TV. Contrato e intercambio : José Antonio Aguirre Rodriguez V. La politica en una perspectiva de intercambio - SeCler Vie La unanimidad como ideal contractual 1987 Unién Editorial, |. Acuerdo sobre reglas y-los ve Grom eon Mae dumbre oe. oes. ISBN: 847209-208.9 VIL. Conctusién * || a Depésito Legal: M.37.709-1987 Fotocomposicién: DISCO, S.A. 3. EL mito de ta benevolencia Colombia, 61, 28016 Madrid T. Introduccion... Impreso por Hijos de E. Minuesa, S.L. Tl. Bien privado - bien pabiico Ronda de Toledo, 24, 28005 Madrid, Sumario Pigs Y. Reglas justas, reglas pactadas y conducta justa “47 VI. Conclusiones’ . - . . 150 8 La police sin reas, TE unica suibutva y politica dsibutva . 153 I. Introduccion - -. . 153 II. La justicia distribut 158 IIL. La perspectiva cons 156 IV. La incidencia de la mayoria ilimitada .. . eeet55) 'V. Regs fiscales y distribucin bajo la regla mayoritaria ... 162 VI. Constitucionalismo directo y justicia distributiva . co. 16E VII. Resumen . sae sr 7 m "9. {Es posible la revolucién constitucional en una democracia? .. 1s Introduccién 175 IL. El cambio Pareto-superior y la unanimidad wickseliana ||| 176 Limites de distribucién y reglas prospectivas coon 7a Los derechos del «statu quo» y la envidia distributiva 181 El cambio constitucional y los «free riders»... .. 184 El papel de las normas . 186 19¢ Hiacia una religion efviea 8 La raxén de las normas Pigs. MIT. Ciencia, verdad y polit 16 IV. El imperativo autoritario B V. La democracia mayoritaria en el paradigma no contractua- lista... cee : 80 VI. El objetivo de la politica 2 4. La concepcién del individuo en el andlisis constitucional . .. 85 I. Introduccién . 85 UL. El chomo economicus» en politica: el argumento de simetria 87 II. La ciencia y la justificacién empirica ‘ 89 TV. Una defensa metodolégica del modelo de ‘conducta de’ tos intereses diferentes eee nn 90. V. Evaluacién social y cuasi-aversion al riesgo 2 VI. La Ley de Gresham en politica 98 VII. Resumen . ‘ 103, 5. Tiempo, tentacién y el futuro limitado 105 Prefacio 105 Parte I: Eleccin privada individual 105 I. Introduccién 106 IL. La éltima funcién Z. 106 TIL, Preferencias de las preferencias 108 TV. Pasado, presente y futuro. . - 108} Porte II: Eleccién piblica individual 42 1. Introduceién é ss M2 TI. La sociedad con historia 12, II]. Interdependencia temporal 113, IV. Unejemplo ....... 116 V._ Reglas morales y/o normas constitucionales 7 6. La politica sin reglas, I: Tiempo y accién colectiva discrecional ... 121 1. Introduccién . . .. none 121 TI. La tasa de descuento social . 122 III. La trampa de los impuestos elevados 123 IV. La trampa de la inflacién : 129 V. La trampa de iecouas boos 132 ‘VI. Otros ejemplos 134 VII. Conelusiones 135 7. Reglas y just 137 T. Introduccién . . : : 137 IL. Conducta justa y nacién de mérito 5 + 18 140 IIL Justicia y cumpiimiento de la promesa . IV. Justicia entre las reglas . . z Prdlogo The Reason of Rules, La raxén de las normas, o reglas, eyes 0 instituciones sociales, aparece publicada en el mismo afio en que la Academia Sueca decide conceder el Premio Nobel de Economia 1986 a uno de los autores de esta obra, al profesor James McGill Buchanan, que, junto a Geoffrey Brennan también, hhabian escrito en 1980 The Power 10 Tax*, una aproximaciin a los problemas de la constitucién fiscal y monetaria que suponia un revulsivo enorme para la teoria tradicional de la Hacienda Publica, Ya era perceptible entonces que Buchanan no se pararia all, y en la obra que ahora nos oftece la revolucién se lleva al corazén mismo de las ciencias sociales, dela ciencia politica y de la economia, En realidad, Buchanan y Bren. hn estén proponiendo un auténtico cambio de paredigma, programa de inves. tigacién o como se le quiera llamar. Quentin Skinner, profesor de ciencia politica de Cambridge, nos ha hablado fo hace mucho (1985)? de lo que él quiere llamar el retorno a la Gran Teoria ‘en las ciencias humanas. Una superaci6n del estrecho empitismo en que las ha ‘cerrado su expresiGn més depurada, que tal vez sea el principio de falsacién opperiano de lafilosofia de la ciencia, ‘Ha habido, cieramente, un abandono paulatino de los grandes sistemas del pasado, con su insatisfactoria mezcla de elementos descriptivos y Talorativos, en orden a la obtencién de la verdad cientfica. Las amadas teorias “dag to pesitvas dela conduct social habian terminado seinconando o- 1 deriblcaa en cspatol por Unién Etoral cone tlo El pode fiscal. Fundamentor anit deacon fal Ma 1567 ae en Stinet, ‘The Returs of Grand Theory in the Human Sciences, Cambridge University 2 La razin de las normas No hay més verdad cientifica que aquella que resisteel paso de los tiempos. Toda teorfa es verdad en la medida en que otra mejor no la sustituye, Es la permanente habilided para ir superando la contrastacin con los hechos lo dni. ¢o que permite diferencar lo cientifico de lo que no es otra cosa sino meras declaraciones normativas 0 metaliscas, castles filossficos, sistemas de pensa- niento, utopias y demés construcciones que acampan en los aledafos de lo cientifico. Esta actitud «popy w» es l6gico que irrite a muchos, pero Skinner consi dera que los tiempos estén cambiando y para demostrarlo nos ofrece una colec. Gin de autres que, en su opti, om ln protgonisas Be conc Gran Teoria, después de ese estrecho, irritane y molesto empirismo: Althusser, Derrida, Foucault, Gadamer, Habermas, Kunn, Levi-Strauss, Fernand Braudel y dl fil6sofo de Harvard John Rawls protagonizan la scleceién del politélogo briténio, Junto a la caridad de un Rawls o un Braudel, los alambicados concep. tos de Foucault, Gadamer o Habermas componen un buen galimatias que yo ‘no estoy capacitado para desentrafiar. ‘Un afio después, no sé si Skinner se encontrara también entre los sorprendi- dos por la decisién de la Academia Sueca, porque para un cultvador de la ciencia politica la obra de Buchanan encierra no pocas sorpresas dignas de una atencién detenida El capitulo tercero de la obra que prologamos es un buen ejemplo para empezar a caminar, Para Buchanan, hay una diferencia categériea entre la Cien cia y la Economia que surprenderé incluso a los que se llaman economi La tarea del cientifico es buscar la verdad, algo externo que le trasciende, ‘que estéexperando ahi fuera. La valider de esa verdad, como tal, es conceptual, ‘mente independiente de la creencia de un cientifico en particular o dela ereen. cia comin de muchos cientficos al mismo tiempo. Por esta razén, cualquier Proposicién que se llame cientifica esté siempre sometida a refutacin, aun ‘cuando haya podido existir un acuerdo undnime sobre su validez en algin mo- ‘mento del tiempo y haber subsistido afos, décadas o silos enteros. El mundo no ¢s horizontal, por mucho que los cientificos lo pensaran asi durante toda la Eded Media, ni tampoco es curvo porque sea éste el acuerdo cientifico de hoy, En exte sentido, y por mucho que le duela a Quentin Skinner, es muy diffe aqui contradecir a Popper. Esto es asi en la Ciencia, pero no en la Economia, afirma con sencillez James Buchanan. En la ciencia del intercambio las cosas son diferentes, el precio no esta ahi, inamovibl, esperando a ser descubierto, No hay, en ese sentido, un precio verdadero y otro falso, sino el que resulta del proceso de interaccign co, un proceso basado en el acuerdo, De la misma forma, tampoco hay un «interés pablico» esperando a que los sabios politicos ubran para ponerlo en marcha Para Buchanan, los cientificos politicos hacen mal en devanerse los sesos buscando el «interés pablico» como si estuviera escondido en algin recéndito Prologo B lugar, esperando a que lo encuentren y titindose los trastos a la cabeza en nombre de este 0 aque principio sublime. Karl Popper, en su Miserix del Historiismo, se refiié abiertamente a las ravones que justifican el atraso relativo de las Ciencias Sociales, la Politic, la Economia, la Sociologia y de rechazo el Derecho, frente alas lamadas Ciencias cas o de la naturaleza. Es un atraso perceptible a todos sin mas que abrir los ojos, y la explicacidn creo que la han redondeado aqui Buchanan y Brennan. Sencillamente, la comunidad de cientficos sociales se halla organizada para buscar una verdad que no existe en el mismo sentido, por ejemplo, que puede estar esperando a ser descubierto el origen del cdncer. No hay nada de es0, y esto explica muchos desencantos. Para Buchanan, el paradigma politico el conflicto social subyacente en todo lo politico, se atacaria con ventaja desde esa visién contractualsta del economis ta que paraddjicamente se cultiva tan poco entre ellos y que muchas veces incluso es el polo opuesto de lo que hasta ahora han venido intentando, sin demasiado éxito, los culivadores de muchas ciencias sociales, El contractualismo de James M. Buchanan La posicién contractualist de Buchanan es vieja, casi dra més vieja que la del propio John Ravel, que en la seleccién de Skinner pasa por ser el restaura dor modemo del contractualismo. No hay en la filosofia socal y politica des- pués de Stuart Mill y Henry Sidwick nada més importante que La Teoria de la Iusticia, de Rawls, nos dice su comentarista del retorno, el profesor Alan Ryen. No estoy capacitado para discutirl, ni ello varia un dpice la gran edmiracion 4que siento por el trabajo de Rawls (1971)% pero antes habia visto la luz The alealus of Consent, de James Buchanan y Gordon Tullock (1962) En aquella obra estaban ya los ingredientes que con los afios conducen @ ta, Pero a diferencia de lo que parecen perseguir Skinner y algunos de sus Protagonistas del retorno a la Gran Teoria, ni Buchanan ni Brennan pretenden ‘ofrecernos un sistema filos6fico. Lo suyo es un ensayo de persuasin sobre un tema eterno, sometido hoy a un deterioro que no puede continuat. Un deterioro propiciado por una filosofia muy poco analitica y proclive a las grandes cons- trucciones o sistemas. Un tema eterno al que s6fo podemos aproximarnos pa- ientemente, paso a paso y con la mayor humildad: ¢Cémo se puede establecer Preservar un orden social? 1 ln RelA Ther of ste Ted cpa onde Cal Econ, 98 2 nt 4 eke ak een cate Fete ir Esopini, 17, Espasa-Calpe, Madrid 1980. 4 La razin de las normas En la conformacién de un orden social hay siempre dos eapas que es prec so diferenciar, porque de lo contrario todo fo dems se hace ininteligible, La ctapa consttuciona de la que surge un orden, una asignacion de derechos ¢ reglasllamados a permanecer, y la etapa postconstitucional. La primera es una fase donde lo caracteristico es la eleccin entre replas alternatives. La segunde €s mis prossca, sise quiere, pucs ya slo se trata de legir dentro de lo que las repla anteriores han dejado como opciones vidas, ‘Los economistas han venido desarrollando una teoria de la eleccién en este segundo orden de cosas y han considerado que no tenian nada que decir en el campo de la eleccion consttucional, lo cual no deja de ser sorprendente por cuanto a ese nivel corresponde, nada més y nada menos, que le atribacton de los derechos de propiedad y la delimitacion de su contenido, cosa sin la cod es dificil imaginar cmo puede desenvolverse la vida econémica A Ia constitucién y preservacién del orden social se han dado numerosas contestacones, pro Buchanan y Brennan, para caraterza a suya propia, hen sperido desacar dos rutas de aproximacign principales. Nose les ocala que la conguista, Ia revolucién o el poder despético han contribuido en la histria 2 «stablecer un orden social con més frecuencia que la democracia misma, pero ellos estan intetesados sdlo en el orden democritico, En esta linea, puede decirse muy esquemiticamente que se han transtado dos rutas principales. La de aquellos que han considerado al hombre como un ser susceptible de perfeccién morales una de ellas, Es el gran mensage cristiano yiel de otras religiones contra las que los autores del libro no tienen nada que abjetar sino que no es su via de aproximacién al problema, y no porque Is consideren innecesaria wu ociosa. Todo lo contrario, lo que hay en ef hombe de Perfectible siempre ayudard a configurar un orden social més «justo». De hecho, . Se trataria de hacer un jer. Gio de reflexin para intentardeterminar qué case de normas cegirian los riduos para ordenar su convivencia, detras de lo que él llama el avelo de Ig ignorancia», que no es otra cosa sino un conjunto de restricionesinformativas un recurso metodol6gico para poder sentar la «imparcalidads de eleccion ene hombres que, por naturaleza, acumulan grandes diferencias fsicas: mentale a tradicién moral, de puder, de renta 0 riqueza. John Rawls es muy estito. El ejercicio de ciculo se raliarfa por un hom bre que no tiene conocimiento alguno de su capacidades, de sus gusten referencias, de su posicién social, renta 0 riqueza.|No sabe el etado ve dese, frollo de la sociedad « que pertenece nila generacin que le acoge. Pero pare Bachanan y Tullock (1962) no se precisan tamafasrestrcciones infovmetivas co orden a confgurar un orden justo que slo el consentimiento puede lgitinay probablemente bastaria con ressliar la incertidumbre mejor que laigneeanca En la medida en que nos s imposible saber con certeza la poscién que nes etd reservada, la posicién que nos espera bajo regla ¢ instituciones cociaee Aterativas, podemos clei con imparcialdad. El eecicio que Rawls nos pro, PPne presenta algunas dificukades que parecen insslvables; ¢Puede, realmente, tn hombre conscente de lo que él es y de lo que es el mundo que le nodes it como si estuviera tras un velo de ignorancia? es un caso que llamatiamos de justicia dentro de unas reglas definidas; pero el caso de la regla justa parece mejor un caso de justicia entre reglas alternativas. ¢Cémo prescindir, entonces, de ese criterio externo de evaluaci6n, como Buchanan y Brennan reivindican? En este punto, los autores introducen el concepto de meta-reglas,y las «re- shasjustas» serian las que se establecieran dentro de las meta-reglas. Este es un ‘oncepto que se logra mediante un proceso de abstraccidn creciente, a distintos aiveles, que justficaria hablar también de meta-meta-reglas y asi sucesivamente, de este artificio es claro, Por medio de él los autores pueden alcanzat el nivel de abstracciGn y generalidad suficiente para que el individuo, elector de cstas meta-reglas, adquiera el grado de ignorancia suficiente o la incertidumbre ‘necesara para no identifica més que un solo interés con clatidad: el de aleancar lun acuerdo, Serfa un acuerdo unnime del que luego derivarian toda su legtimi dad las reglas decididas a niveles de abstraccién mas bajos por procedimientos ‘que no necesitarén ya ser unénimes. Buchanan y Brennan no intentan ofrecernos una teoria de la justicia, sino tun argumento 0 raz6n pata las reglas. «Nuestra afirmacién eapecifica que la justia deriva su significado de las reglas del orden social dentro del cual las nociones de justica se van a aplicar. Apelar a consideraciones de justicia es apelar a reglas que son relevantes. Hablar de justica sin referrse a esas replas no tiene sentido. Si se acepta esta afirmacién, se deduce que el reconocimiento dela justicia como un valor en si mismo es una razin para el establecimiento de reglas» (cap. 7, introduccién). No han querido elaborar una teorfa de la justicia, pues se consideran poco ‘apacitados para ello, De su visién contractualista se deduce que no hay una Justicia externa fuera de las reglas consentidas, como no hay un «interés pili, Co» esperando a ser descubierto por los cientificos sociales para ordenat, con. a dl, la convivencia de los hombres. Parece suficiente para organizar un buen revuelo entre los cientificos ortodoxos. Es claramente un cambio de para- digma, programa de investigacién o como se le quiera llamar. uestro siglo, un planteamiento de la justicia que no tenga en cuenta los i sspectos distributivos no tiene mucho sentido. La justicia 0 equidad de al Becto a magnitudes que son mensurables, como la renta, la riqueza, el acceso a , La discusin sobre refotmas insttucionales que son incoherentes con esa naturaleza cultural del hombre es lo que merece el menosprecio y la critica de Hayek bajo la expresin de «construcivismo racionalista» que Buchanan cree hubiera sido mejor lamar «constructivismo roméntico», porque en todas esas propuestas de reforma para la construccién de un hombre nuevo hay mis de comanticismo» que de «racionalismoy, Sobre esta base parece posible tender un puente entre Buchanan y Hayek, salvando al mismo tiempo la aparente contradiccién que entrain las propuestas de reform cunstitucional del austriaco. Ahora bien, el problema esté entonces en discern en qué medida esa nat taleza cultural del hombre, esas reglas de conducta abstractas que nos offece sa cvolucién cultural y que s6lo cambian lentamente estén limitando el conjunto de opciones institucionales posibles. Es mas, sea cual fuere la amplitud del fnimero de opciones a nuesta disposicién, parece forzoso reconocer que unas Serin mejores que otras. Pero entonces, écon arreglo a qué escala de valores discernimos entre ellas? Buchanan niega que exista un criterio externo de valoracién, La eficiencia institucional es definida como aquella que emerge del acuerdo voluntario entre las personas del grupo apropiado. Esta definicién de «efciencia social» se con- Viette en la tnica posible, a menos que supongamos que las valoraciones subje- tivas que cada uno hace pueden’ ser objetivamente conocidas por observadores extetnos, que las valoraciones relevantes para definir la «eficiencia social» son algo separado del conjunto de las evaluaciones individuals, Una vez que definimos la eeficiencia social» en sentido contractual, hacemos ‘ue no exista un conjunto Gnico de instituciones que satisfacen el eit. to de «cficencia», Es «eficiente» precisamente aquello que surge del pacto y no al revés. Las posibilidades del acuerdo no estén limitadas a un resultado Aico. Por el contraio, si existe un conjunto de instituciones éptimo que puede a descubrirse, que tiene existencia propia independiente, al margen del ‘cuetdo, la aportacién de Hayek sobre los limites que impone la naturaleza 28 La razén de las normas evolutivo-cutural del hombre pierde mucha de su uilidad, porque todo lo que ‘no sea dirigirse con ansiedad y pasién hacia ese dptimo carece de sentido. Al pensamiento de Hayek parece necesaria esta radical aseveracion de Bu- chanan. El austria se ha referido esos «reformadores constructivstasracio, rales» como enfermos aquejados de «ilusién sindptica»: «El error caracteristico del racionalismo contractualista es intentar basa su angumentacién en lo que se hha venido a denominat la slusion sindptica, es decir, la suposicion segdn Ix cos] una sola mente puede llegar a conocer cuantos hechos caractetizan una detesmai nada situacién y puede asimismo, a partir de tal conocimiento, estructurat un orden social ideal», [La difusién del conocimieno y le informacién es, como sabemos de aniguo, uno de los grandes temas de Hayek y uno de ls més aceptados.Jug6 un papel ‘muy importante en su leccién del Nobel en 1974 y es martitio de todee fos planificadores sociales. Pero si aceptamos, con Buchanan, que no hay un orden social éprimo externo que pueda busarse como el «centifico» hace con el arigen del cénce, las cosas dan un gio de ciento ochenta grados. Ditia yo que epericano, porque esto significa que las ciencias sociales no pueden einprtn como venimos haciéndolo. Si aceptamos que las ciencias sociale no son, como las ciencias naturales, pensadas como una empresa de «exploradorecs co busca de una «verdad social» que nos estéesperando, toda esa eilusion sngptl om x dewanece : Hayek parece basarse en la imposibilidad del conocimiento. El pecado del {feformistas del econstrutvismo racionalistan, nos dice, es que ignora el pro- blema capital que necesariamente afecta a cualquier intento orientedo a la Lon. formacion del orden social: «nuestra total incapatidad para reunir en un con. junto barcable cuantos datos lo componen>. Buchanan da un paso mis y siege 4a existencia de ese orden socal primo que estimula el eslutzo de todos ee «teformadores sociales», siendo como es el gran adalid del cambio social, Toda la filosofia social gira en torno a la cuestiin de cOmo deberiamos fezaizar nuestra convivencia para asegurar la paz, la libertad y le prosperidad Pero esto presupone que nosotros podemos, de hecho, modifica: la exvctars dentro de la que nuestra interdependencia toma cuerpo, La pregunta ona jisma niega que estemos atrapados en el curso de un proceso de necesidad lsttica que nos arastra 0 que nuestra insttuciones sean el producto de una volucion biolégicao cultural que s6lo puede alterarse con gran riesgo pare omen liso soc ene oblgacion moray die Buchan eet ue la reforma social es posible y que la reflexin sobre este asunto syudaet Moderar los anhelos romanticos dl petfecci relevent por ec ambio posible. JF Hue, Pace conan al rspeco a magia obra Deel, eli yh en {sie cnn de Union Edna El pune ann cen Hrd en L, Normes y orden, cap. 1, p. 30. | | Prélogo 29 La oposicion a Buchanan de los ecovomistas ortodoxos La concesin del Premio Nobel de Economia tanto a Hayek como « Bucha- nan ha organizado un gran revuelo entre los economistas, cuestién ésta que merece set abordada precisamente ahora que el lector tiene una idea de los derroteros que sigue la obra del norteamericano. ‘Todos parecen ignorar que la economia cientifica nacié como una rama de “Ia filosofia social, cuando Adam Smith, que era profesor de Etica, encontré necesario explicar cémo funcionan los mercados para desmantelar el aparato intervencionista del mercantlismo, Sin embargo, y de la mano del eutliterismo» de Bentham, algunos sucesores de Smith décidieron convert el estudio. del orden espontineo de los mercados en un asunto de maximizaciGn de la utlidad sobre los costes. Asi nacié toda una teoria de la asignacién de recursos escasos que se parece més a la «ingenieria» que a la economia politica. Precisamente Jo que destaca Buchanan es que el estudio de los érdenes ‘xpontineos que llamamos mercados no nccesita para nada del «utilitarsmon, No necestmos epecfcar las funcones de utlidad de los paricipantes en el intercambio, y menos atin su apregacién en esa imposible funcin de bienestar social que ha traido de cabeza a toda la economia normativa del siglo XX. El golpe de gracia alos fundamentos légicos del edifcio neoutiltaisa lo da Arrow nada menos que en 1951. Pero, como puntualiza Buchanan, deberia aber sido claro, conocida la obra de sell, que jamas podriamos haber derivado una funcién de bienesta para la sociedad en su conjunto —una orde- nacién que va de lo amejor» a lo «peor» para‘la sociedad— a partir de la ordenacion de preferencas individuales. En otras palabras, que el problema de Ja economia normativa tebrica, a la que cortesponde seleccionat los criterios de accin y organizacin social, no tiene solucién alguna desde el paradigma utilta. risa, Pero lo asombroso es que una vez que tenemos la prueba formal, realizada Por Arrow y aceptada por los economistas académicos més relevantes, nadie se decide a sacar las conclusiones que de ello derivan y todos siguen en sus good ‘ames, por utilizar la feliz expresion de Hicks. Esto es lo que explica la irtacion 4ue ha producido la concesiGn a Buchanan del Premio Nobel, como sucedis antes con Hayek. El rechazo del «utlitarismo» que ha hecho Buchanan obliga a reescrbir una buena parte de los textos que se utlzan en nuestrasfacultades de Economfa, y ‘to explica la resistencia de muchos a esta innovacin a funcion de utlidad o exeala de preferencia vendria 4 convertirse en un dato innecesario para explicar lo que llamamos un orden 0 luna economia de mercado. Lo que si necesitamos es definir el individu, patron ‘ikimo del valor. Un individuo, amén de su especificacién biolbgca, es definido or sus capacidades, derechos, dotaciones, etc, que es lo que integra el lamado ‘tatu quo por Buchanan. Pero una asignacién de derechos es siempre histérica, 30 La razin de las normas cen el sentido de que arranca de un punto o momento historico, y también es arbitraria, porque podria ser de cualquier otra forma. pole i ei ose barazarse de este problema, El para referimos alos dos, a estructura de ls reglas (por clemplo, el baloncesto es un juego) y el juego dentro de las reglas (por ejemplo, los Lakers a los Celtics en el juego 0 partido de anoche). En un contexto sociopo- ico, idéntica distincién hacemos entre las reglas de la interaccin social y las sstrategias de comportamiento que tienen lugar dentro de aquellas reglas. La distincién aqui suele ser més dificil de hacer que en los juegos ordinarios, pero la validez de la distincién entre reglas y comportamiento o conductas dentro de ‘a5 replas es general a todos los procesos de interaccién social Los juegos ordinarios también faciltan la discusién de cuestiones relaciona das pero tambien separadas entre eleccién de estrategas de juego dentro de un conjunto definido de reglas y la eleccién de las reglas mismas. La eleceién de un grupo de jugadores de poker entre diferentes clases de «poker» es completa. mente diferente de le eleccién de un jugador, bajo las reglas de uno en concreto, entre doblar la apuesta 0 quedarse. Conviene resltar la distinci6n correspondiente en el contexto socio-politco. Es necesatio separar el proceso a través del cual se determinan las reglas de aque otro proceso por medio del cual se toman decisiones particulares dentro de las reglas ya clegidas. Pero, una vez mis, la distincin es algo mas dificil de lucr en un contexto socal a causa de las complejasinterdependencias entre les reglas que definen las restricciones sobre el comportamiento privado las reglas que definen las restrcciones sobre los agentes politicos que puedan estat éxvuetos en actividades que implican cambios en el primer conjunto de seq decir, las mayorias legislativas pueden estar actuando dentro de las reglas (consttucién politica) que limitan su propio comportamiento al mismo tiempo ue aprucban leyes o normas que van a alterar las reglas de conducta privadas. Drecisa ain ha de ser la distincién que debe establecerse entre la eleccion de reglasy la eleccion de estrategias dentro de la reglas apicables a la situacign 1 Elimperatvo consttucional 6 enfrentada por una unidad de decisin bien definida, Por ejemplo, si una regla sobre la propiedad nos permite quemar rastrojos en nuestra finca, actuamos dentro de la rela siun buen dia decidimos quemar una superficie de ellos. Una inicitiva legislativa para a quema de rastrojos cambia las reglas que seguimos ‘como propictarios. Para aprobar esta legislacin, la cémara legislatva sigue sus propias reglas, por ejemplo mediante una mayoria simple, Una ventaja basica al comenzar nuestra discusién con la familiar de los juegos ordinatios es que estos + das niveles de eleccién son intuitivamente claros. ‘La utilizacién de las reglas en ls juegos ordinarios puede inducir a conf sién en algunos aspectos. Los juegos erdinarios son diseiados de forma tal que actuar bajo esas replas resute interesante a todos los potenciales jugadores. El dilema basico que introducfamos al comienzo, segin el cual se quieren las regs al comienzo porque evitan resultados indeseados, tiende a quedar oscurecido en el caso de los juegos ordinarios. Cuando trasladamos nuestra atencién a los entornos de interacciones socio poltcas, no hay nada anélogo al placer del puro juego, y los resultados para los jugadores individuales no necesitan ser diseiados como contrapartidas, con el propésito de hacer la actividad interesante. No hay necesidad de un objetivo ‘comparido en las reglas sociopolitices. Cada individuo posee unos objetivos privadamente determinados —sus propios planes de vida-—, y éstos no necesi- tan ser comunes a todas las personas. En este escenario, las reglas tienen la fancin de facilitar la interaccidn entre sijetos que desean cosas completamente diferentes. Para discutr estos extremos, es mejor cambiar a una estructura alter. ative, 3 TV. Las reglas de trafico Las reglas de trafico, otro uso del término bastante familiar también, no son disefiadas y/o no se deducen a parir de especificaciones de los objetivos de los Lsuatios de carreters. Los usuarios las usilizan con los mis variados propésitos —aegocios, vacaciones o cualquier combinacién— que dan lugar a una gran patiedad de rutas, velocidades y clases de vehfculos. Las reglas de tréfico cubren 1a funcién de posibilitar alas gentes seguir derroteros separados e independien- tes que podrian entrar en conflicto en ausencia de tales reglas. Estas reglas no Suponen que los objetivos de los usuarios se reducen a una simple contrapartida, andloga a la eganancia» de los juegos ordinarios. dé un conjunto de reglas no depende de una confrontacién de habilidades entre Ahienes se someten a las mismas. Puede preferirse un conjunto de reglas porque hace posible la coexistencia de buenos y malos conductores en una catretra teglas de trifco tienen una funcién social, que es facilitar a los que uilizan ‘arretera la consecucién de sus propésitos, con independencia del contenido 46 de estos propésits, y las replas son enjuiciadas de acuerdo con su capacidad pera satsfucer ese ctiero, En el mismo sentido, las reglas que constrifien las interacciones sociopolit cas —Ias relaciones econémicas y politicas entre los individuos ~ tienen que valorarse, en skimo término, en funcidn de su capacidad para promover los diferentes propésitos de todas las gentes de a «polis. Permitidn las reps ue cada individu persia sus propios objetvos en un contexto de iterdepen- fencia de estos mismos abjetivos, de tal forma que cada uno asegure al maximo Ja consecucién de sus intereses compatible con la misma libertad de los otros pers hoe by tisoo? La concentracién en el ejemplo de las carreteras nos permite resaltar otro hecho que a menudo perdemos de vista. Las reglas proporcionan a cada actor ilidad de predecir el comportamiento de los demas. Esta preditbilidad toma la forma de una informacién o de un limite informativo acerca de las acciones de quienes se halan implicados en la interacciOn, Supongamos, por ejemplo, que en un pequezo pais en desarrollo los auto- méviles son nuevos y poco numerosos, Ha habido influencia francesa y briténi- ca, de forma que los usuarios de la caretera se dividen entre conductores por la derecha y conductores por la izquierda. Cuando el mimero de automéviles uments, la ausencia de replas de trifico empieza a crear problemas seios Independientemente de lo que cada conductor haga cuando'se encuentra con otro enfrente, como ninguno sabe cémo va a reaccionar el otro, aquello acaba pareciéndose bastante a la junyla hobbesiana. Todos saldrian ganando si adopta- re ere clase de regla. a Matria 1.2 ilustra este caso. El juego es aqui bésicamente un juego de coordinacién, en el que la epla cubre funciones de informacion, Cade wea de las dos partes tiene una habilidad dada para predecir lo que la otra hard, Damos 1, El imperativo constitucionall a or supuesto que ¢s indiferente que la regla adoptada se incline a favor de la ‘conduccién pot la derecha o por la izquierda, mientras genere un comporta: riento simétrico. En tal caso, puede ser funcién del gobierno anunciat una rela, Pero la historia puede hacerlo tan bien o mejor cuando mediante conven- clones sociales se establecen a menudo importantes reglas de conducta La interaccién descrita en la Matriz 1.2 difiere del caso més general del juego dilema de la Matri 1.1 en la importancia relativa del contenido de predic- * cidn que incorpora la regla y el subsiguiente problema de cumplimiento, La Matiz 12 describe un juego que es basicamente de coordinacién; la ganancia més importante queda asegurada por la adopcién de la repla,cualguer rela (derecha o izquierda),y su violacion ofrece pacas ventajasrelativa alos jugado- res. Como muestra la matrz, sin embargo, eluditlas presenta ciertas ganancis, xyde ahi el problema de hacer cumpir las replas. Si A sabe, por ejemplo, que B siempre cumpliré la regla, ocasionalmente puede resultarle ventajoso no cum- plirla por su parte. Pero la tentacién de volar la rela, una vez adoptada, no es ‘omnipresente como en el modelo més general del dilema del prisionero. Un juego de pura coordinacién (no descrto en forma matricial aqui) serfa aquel en que la ventaja de saltarse las reglas no exisiera en ningin caso, pot lo que no habria en absoluto problema alguno para obligar al cumplimiento. No se da, por supuesto este tipo de interacciones, Pod, tl vez, citarse el lenguaje ‘como un ejemplo de ellas. Todos cuantos pertenecen a una comunidad social ticncn un inventive para usar palabras que los demds entiendan. Hay una espe- cie de impulso que lleva a la generacién de un vocabulatio y unas reglas grama- ticales comunes. Lo mismo puede aplicarse al lengua de las formas y a etique- 43 por medio del cual el objeto aparente del comportamiento es convenitsign- ficados de cualquier clase con los demés, ‘Ontras importantes caracterstcas tanto de Ia interaccién bésica del dilema ‘el prisionero como de la interaccin-informacin estan oscurecidas tanto en la ACCION DEB _ Matiz 1.1 como en la 1.2. Ambas ilustraciones pretenden dilucidar la eleccién eee . __Grite una reglao ninguna regla. Un segundo nivel de cleccidn puede set el de (Ginko see aes, Mist independieme clegir entre ditintas reglas, una vez adoptada la decision fundamental de jugar, o porl iaierd) {#0 s, una vez que ha sido aceptada por todos la necesidad de reglas. Conside. a por fe Fettos entonces el caso en el que hay una diferencia entre las reglas posibles i ree ; ' 0 si nosotros mantenemos el supuesto de que hay simetria de pagos entre sora ‘os juzgadores. El juego descrito aqui es en realidad un «subjuego> del ilustrado AccION eer) 10,10 51 ‘en la Matriz 12. pi ieiaguerdsy — F_______ Consideremos la Matriz 13, que se encuentra «dentro» de la casilla Ide la ie 1 ‘ Las opciones para las dos partes no son, en este caso, o adoptar uta ieee __ fala o ajustar su comportamiento sin regla alguna, Aqui se trata de elegir entre us “Teglas alternativas. Como aparece en la Mattiz 1.3, area de conducir por la _ deteeha predomina sobre la de conducir por la izquierda Mari 12. Es importante aqut —como se muestra en la Matriz 1.2—, pero también es impor- fe regla (izquierda, derecha). A causa del supuesto de simetria, “fener una ante la clase d 48 La razén de las normas 1. El imperativo constitucional 49 mbes jugadores selecconan la misma regla (en nuestro ejemplo, conducir por pasar la izquierd: lucir por la eens Segundo, el pasar de conducir por la izquierda a conducir por la derecha puede no ser deseable, con independencia del predominio de la segunda alterna- tiva en nuestro ejemplo. Silas reglas se consideran como un medio para propor- conar informacién a los partiipes en orden a predecir correctamente la acciSn ’ ceperada de los. demas, se sigue que cualquier cambio en las reglas destruye Ben sgl cin gl informacion. Si la repla econducit por la derecha» 0 «conducir por la iquier- eee seonducir dar) se determinase cada mafiana lanzando una moneda al aire, no habria regla oe Por he louie * en absoluto. Si las reglas estén sometidas a cambios continuos, la informacién que proporcionan llega a convertrse en superflua. Cada participante no puede Seat 104 dar por supuesto que los demas respetarin la regla exisente, incluso aunque pore derechay fo se sepa lo que él personalmente va a hacer, ya que no puede saber lo que los i dems sabrén que él sabe. Cuando otros pueden estar actuando por medio de replas absolutas, cada uno tiene menos incentvo para utilizar las nuevas, Elin rel Este argumento sugiere que hey una inelinacién natural hacia el conservadu- conducir ons 8 tismo en la perspectiva constitucional. La mera demostracién de que A seria or Ia inquierdan ‘amejor» que el status guo, una vez que aquel estado fuera alcanzado, no ¢s suficente para demostrar que debamos salir del statu quo, Un méximo «local» Maric 13. puede expulsar a un maximo «global» una vez que aquél ha sido alcanzado. El reconocimiento de este hecho revela una crucial ditincién entre direfo consttucional y reforma constitucional. En el primero, donde no hay reglas as preexistentes, lo tinico relevante es la eleccién entre la regla que genera ‘un conjunto de resultadus y la que genera resultados alrernativos. A la postre, Ja egla que debe elegirse es la que genera los resultados referidos. Pero cuando se tata de cambiar una regla existente,como en al caso de la reforma constitu- ional, no es necesariamente predominante la que genera dichos resultados. Exe argumento presta alguna fuerza @ la antipatia que siente el evolucionista social por el fervor constructvista. En la medida en que existe una regla estable tolerable, una comunidad puede muy bien estar mejor sin intentar cambio. Sin embargo, el reconocimiento de este punto no nos obliga a mantener el punto de vista de que nunca es deseable la reforma de las reglas existentes. El {rgumento simplemente sirve para ponernos en guardia respecto a la necesidad de reglas referentes a los procedimientos mediante los que las reglas existentes podrian ser cammbiadas y, en particular, para asegurar que los cambios no tengan ugar, como sucede a menudo, sin un reconocimiento adecuado de los costes de ‘transicién. Los juegos de coordinacién bisica disefiados en las Matrices 12 y 133 son simplistas en otra importante dimensién. Dejando aparte el permanente conflicto intereses individuales y «sociales» que crea el problema de hacer ‘cumplir las normas, esti el desacuerdo entre los individuos sobre la eleccién ‘misma de las reglas. Este conflicto potencial ha sido deliberadamente suprimido 1 los juegos de coordinacién discutidos equt. No hay diferencia entre los dos Participes en la clasficacign ordinal de las casillas dentro de las matrices. Consideremos, sin embargo, un ejemplo diferente, dentro todavia del mis Dos puntos tenemos que resaltaren el ejemplo de interaccién utilizado a Primero, las convenciones sociales que surgen a lo largo de la histaria'y que aadguieren el status de «reglas no escritas» no producen necesariamente el mejor orden concebible de resultados. Algunos modernos analista sociales —particu. larmente Hayek y sus seguidores— muestran una manifesta confianza en las fuerza de la evolucién socal y cultural como medio de generar reglas eficientes Parece que no hay razones para predecir que estas fueras aegurardn siempre In sclecetén de las mejores reglas. En nuestro ejemplo, la regla de conduct por |a iaquierda podria muy bien surpir y prevalecer, particularmente si cambios exégenos alteran la estructura de tecompensas relativas de las diferentes replas 4 lo largo del tiempo. Puede entonces haber poca o ninguna presign evolutive hacia la aparicin de regla superiores, Esta expectativa nos alert respecto a la necesidad de revisar periddicamente el conjunto de teglas y considerar las mis. tas como objetos de eleccién que tienen que ser cambiados 0 disediados de acuerdo con el orden o sucesién de estados sociales que generen, Esta expecta. ipo lta tabi acre del posible pape del pobieroo en la clectvide, paso de ls vieja a las nuevas replas. El «gobierno», en este con. tet, puede entendrse de distin formas; ee umes oe nsenso con el conjunto entero de los partcipantes o, en el otto extremo, por alin tipo de rey-dictador. Aunque en este er lo las ventajas son simetsicas, 20 hay compensaciones partculares para ser el elector de las relas, pero puede SG imortans ten a‘una persons, grupo proceso, facade pars legit 50 La razén de las normas ‘general relativo a las reglas de tréfico. Por las razones ya apuntadss, es claramen- te ventajoso disponer de alguna regl; la situacién es idéntica a la descrita en el cjemplo (conducir por la derecha-conducir por la izquierda), Pero supongamos que hay dos posiblesreglas de comportamiento en los cruces de carretera y que sélo puede elegirse una de ellas.La primera seria «ceda paso a su derecham, la segunda aceda paso a su igquietda>. La Matriz 14 iustra esta interaccién, No- temos qu el rango ordinal de las dos casas elevanes fee para Ay B. Con gran diferencia, A prefiere la regla «ceda paso a su derecha» y B prefiere la de sceda paso a su izquierda», Tales diferencias de rango o clasficacién pueden arse si, por ejemplo, A presupone que la mayoria de las mafianas se encontrar en un ctuce con B acercindose por la izquierda 3 Cota cxia ae derecha be eerds Coin = », ~ aa derecha d A Cate peo - san ou Eto Mate 14 Los dos participantes prefieren reglas diferentes, con independencia del he- cho de que ambos prefieran una regla ninguna. Este desacuerdo sobre larepla 4 sdoptar puede provocar disputas y retraos entre los partcipantes, cada uno los cuales trataré de maximizar las ventajas de distribucién prometidas pot tna eleceién entre la dos altrnativas. No hay que exagerar la diferencia de las ventajas-que-distintas-perso atrbuyen a diferentes replas. En la medida en que las reglas son duraderasy los sujetos perciben que pueden ocupar posiciones segin se vaya desarrollando el juego, los participantes pueden inclinarse a alcanzar un acuerdo sobre la regla 4 adoptar mucho antes de lo que el simple andisis puede indicat. En nuestro semplo, si los participantes esperan que unas veces se acercarin al cruce por 1. Bl imperatvo consttucional 7 3 tun lado y otras por otro, el proceso de interacci6n puede estar mejor descrito ‘en la Matriz 1.2 que en la 1.44 Y. Reglas de un orden de mercado Nuestro propésito en las secciones II y HI era aislar y determinar algunos elementos de las reglas por medio de ejemplos familiares de los juegos ordina- ros en un caso y de las reglas de tréfico en el otro. Ya hemos indicado que nuestro interés central son las reglas del orden econémico-politico. En esta seccidn introducitemos las reglas del mercadd o econdmicas, yen la seccién VI examinatemos las del orden politico. Enllos dos primeros ejemplos anteriores, la necesidad de reglas resulta inme- diatamente evidente de la mera referencia ala interaccién; no se puede entender Jos juegos ordinarios o el tréfico sin pensar en reglas. Sin embargo, con respecto svalgo més importante, como es la interaccién econémica entre personas, se fgnoran a menudo las reglas que gobiernan la conducta individual en esa clase de interaccidn. Los propios economistas han sido notoriamente negligentes al respecto. Desarrollan con frecuencia sus complejos ejercicios analiticos sobre Jos mercados sin prestar demasiada atencidn a las reglas dentro de las cuales se Aesenvuelve la conducta individual en esos mercados. Adam Smith no era part- datio de prescindir de estas cansideraciones y puso especial énfasis en la impor tancia de las «leyes o instituciones» del orden econémico. El abandono de esta posicién «smithianan y dlisica aparece con particular ‘videncia en cl andlisis de los «fllos del mercado» realizado por la teoria econd- mica del bienestar, tal como ha sido desarollada en las décadas centrales de texte sig, Los mercados, se dice, fallan cuando son comparados con los mode- dos formales derivados de los ejercicios matematicos de los economistas. El ané- lsis se desarolla como si las restricciones institucionales fueran totalmente irre- evantes para la forma en que lo individuos se relacionan dentro de las estruc- turas de mercado. ‘Tal vez donde mejor se percibe la importancia de las reglas es en el ejemplo de la utilizacion de recursos de propiedad comtin, algunas veces llama- ddvlatragedia de lo comin, Si postulamos la maximizacién de la utilidad para ir el comportamiento de los usuarios, podemos predecir que la propie- dad acabaré siendo arrasada. El mercado, se dice, fala en generar una asigna- ifn eficiente de los recursos. Sin embargo, como ahora es por todos sabido, el Pars un dc gener are el pico de que el acd save ae adopt sos df de alaneat quel acerd sobre asigaioes de dsibucignexicamentedfinias, [Epis M. Buchanan y Gordon Tullock, he Calculus of Consent, 1982. (Hay tradaccisn espabo. Eto del cosenso, Espasa Calpe, Madtid 1982) 32 La razin de las normas problema no es de funcionamiento de los procesos de mercado, sino de las normas que regulan la accién de los usuarios. Un cambio en las reglas, de forma que el recurso escaso sea posefdo privadamente, junto con los medios para hacer efectivos y proteger los derechos del propictatio, eliminarén la ineficien. cia, El ejemplo sugiere que la proclvidad del economista a fijarse més en los resultados que en las reglas que los generan ha sido fuente de una profunda confusién. La reforma de resultados se consigue mejor mediante la reforma de Jas reglas que mediante la manipulacin directa de los resultados. El gran atractivo normativo de los economists del bienestartenfa su origen ‘en que sus hallazgos proporcionaban un argumento para la intervencin guber. rnamental y colectiva en los mercados. Una equivocaciGn parecida respecto a la importancia de las reglascaracteriza la actitud de un grupo de economistas que apoyan las insttuciones del mercado en un sentido normativo. Estos economis. tas han tendido a minusvalorat la importancia de ls reglas bajo el algunas veces ingenuo supuesto de que «el mercado descubres, con independencia de los condicionantesinstitucionales. Se da por supuesto que las soluciones del merc, do son lo suficientemente robustas para poder prescindir de los condiciona- mientos institucionales cualesquiera que éstos puedan set. Creemos que ha exis- tido alguna confusidn entre la fuerza de los comportamientos de motivacién econémica dentro de restrcciones dadas y la posible fuerza de esta misma clase de comportamientos para modificar las restrcciones mismas. Parece completa mente posible que el mercado produzca sid resultados dentro de unas insti. tuciones dadas, al mismo tiempo que esas mismas insttuciones sean relative. ‘mente insensibles a cambiar sin que se dedique una atencién explictay directa 4 su concreto dsefo 0 reform Para volver al ejemplo de la propiedad comiin, puede haber mercados que funcionan bien en la pesca en la que las fuerzas de la demands y la oferta operan para generar resultados asigntivo-distributivos satisfactorios (dados los pardmetros de recursos e instituciones), mientras que, a la vez, la ausencia de derechos de propiedad en los bancos pesqueros falla al defini un conjunto de reglas que sean en algin sentido normativamente ideale. __ Hay un segundo aspecto de las reglas del mercado que merece nuestra aten- cién. En el anterior andisis de ls reglas de tréfico encontramos que la funcidn csencial de las mismas es impedit la descoordinacién de las acciones de los individuos. Las repls tienen aqu‘ la funcion esencialmente negativa de impedit el desastre. Esta es bisicamente la tarea que Hobbes encomende a las relas del orden social para evitar la anarquia. En la visiGn del orden de mercado d Smith, sin embargo, hay un signifiativo aspecto positvo de la interaccién huma En la visién del mundo de Smith, ladivsin del trabajo genera beneficios ‘mutuos derivados de la cooperacién entre los participes, beneficios que cada "uno consigue, pero que desbordan la capacidad de cualquier persona para com- prenderlos plenamente. En las fases sucesivas de la divisiGn del trabajo, cada 1 Bl imperatvo constitucional 33 te responde a su ambiente mediante el ejerccio de su imaginacin creat, duecmense en su propio interes ¢ indizectamente en el de sun veciooe Le Sucesén de esa scrie de actos ceativos establee un orden que rfc ls enor. tes vetaas de la cooperacin humana y proporciona un marco para que ten fan lugar nuevos actos creativos. En cualquier momento del preceso se puede foatemplar el orden de mercado que prevalece y reconocer la naturaezs y tmagitud de los beneficio dela cooperacién hurmana bao la division del taba. jo. Pero no se puede predecit exente la natutaleza y magnitud de ess bene tos. Hacerlo as equeritia que elanalistaposeyera toda la imaginacioncreativa fue ext dseminada entre todos los agentes econdmicos. Dos cosas se deducen de esta vision. Primero, hay algo necesariamente no tceogio en elacin con la eleccin de las relas del mercado. ¢Cémo elegt ests reqls ala lu de lo resultados prticlares que los mismos producen sla precisa naruraleza de dichos resultados slo se deseubre a medida que van Sur. fiendo? Segundo, cuando las instituciones del mercado estén inadeeuadamente definidas, o se aplican algunas reglas que no prodacen los efectos propio del mercado, no puede scr plenamenteconocida la verdadera dimension del etaca: so» normative. Podemos suponer que el eispositivon para la cooperacién hu. mana no ha funcionado plenamente, pero lo que podria haber sido de otro modo es lgo que pertenece al reno dela especulacion VI. Las reglas del orden politico ‘Muchos analista sociales podrian admitir que los procesos de mercado ope- tan dentro de reglas definidas razonable y claramente y que esa clase de reglas son objetos importantes de investigacién. Pero pueden sentirse menos incl os a aplcar esta misma visién alos procesos politicos, No obstante, también las clecciones poitcas emergen de lainteraccién de agentes individuales en un conjunto de reglas insttucionales en virtud de las cuales cada actor esta limitado por las acciones de los demés. Los protagonistas politicos operan bajo un con- junto de reglas mas o menos claramente definidas y hacen elecciones entre las ‘opciones disponibles, de manera que maximizan sus rendimientos (lo que pue aqui_como en otras situaciones, incluir tanto objetivos econémicos como ‘icos). El punto esencial es si el conjunto de reglas que ordenan las relaciones ‘nite los distintos protagonistas es el que mejor lleva a los individuos a promo. ver los intereses de los demas o al menos evitar el causar dais « los dems hacemos con Jos mercados. El primero y més importante en este punto es con- templar el proceso politico como un sisteina de interacciones individuales del "he emerge algo as como un equilibrio. Este punto de vista es coherente con Gualquier nimero de motivos que puedan atribuirse a los individuos y con cual- "tier nimero de crterios por medio de los cuales podamos evaluat el funciona- 54 La razén de las normas riento de las reglas. Los motivos y criterios en cuestién pueden ser sacados del instrumental del economist. En los proximos captulosexploraremos estas ap caciones politicas de los métados econémicos. Lo crucial aqu, sin embargo, no ¢sn los motivos del actor ni los crteios de valoracin, sino, de alguna maners la disposicién a examinar el proceso polio en los mismos términos en que generalmente examinamos los mercados. Los individuos se relacionan ents, cada uno con sus propios objetivos, bajo un conjunto de reglas (instituciones polities), para promover esos objetvos y para que la interaccitn sirva finalmen, te para establecer un resultado particular que sea algo asf como un equiibio. Silas capacidades de los individuos y los objetivos estan dados, el inieo mors de poder cambiar las pautas de comportamiento es mediante alteracén de lig reglas. Y los cambios de las relas, por contrapartida, alteraran los resultados «que surgen de cualquier sociedad de individuos, Mucho de lo que se discutiré en los capitulos que siguen se refiere a implica ciones de aspectos partculares dela estructura de reglas politica, En este punto 4quisiéramos Lamar la atencién del lector respecto a lo sutil de la distncion reglas-resultados en el contexto politico. En un nivel, as reglas del juego polit, 0 son bastante obvias:regla mayoritaria, elecciones perisdicas,diversne rettic, ciones a los poderes del gobietno, requerimientos de una sistemdtica cone zaci6n para el gato de fondos pablics, estructura geogrfica de las disposiio nes electorales, incluida la posible division de la jutisdiccion politics misma bajo estructura federale y asf sucesivamente Sin embargo, muchas de estas mismas instituciones surgen del propio proce. $0 politico. La comprensién, por ejemplo, del alcance apropiado de la actividad! pilblica, cuestién que evocs enseguida tn importante sentido constitucional, esti determinado, en gran manera, por decsiones politcas sucesivas, En ext, sentido, la dstincién reglas-esultados tiende a quedar oscutecida en él esecan, tio politico. No obstante, puesto que tanto la reglas como las decisiones dents las reglas surgen de procesos politics similares, lasignificacion de la diet Gién puede parecer algo exagerada. Las regs bisica corte este riesgo precisa mente ali donde la distncion no es tan obvia,y éta es la tazén por la que rain imentaremos mantener la dsinién reglasresultados en el contexto tc. VIL. La importancia de las reglas EI primer argumento para el estudio de las reglas descansa en el reconoci sempenian en la obtencion de resultados de aulbio o cadenas de resultados para una comunidad de protagonistas sociales con capacidades y objetivos dados. Nos hemos visto envueltos en dificultades fot Subrayar que la interaccién entre las mismas personas, en cualquier soci dad, puede generar cualquier nimero de resultados sociales, seg sess lec 35 1, El imperativo constitucion reglas existentes. Pero sélo son posibles aquellos resultados que pueden ser generados como un equilibrio bsjo un matco institucional. Por esta razbn, es erréneo examinar el conjunto de todos los resultados sociales concebibles y scleccionar como ideal el que mejor se corresponde con algtin criterio normativo externo ¢ independiente. El marco institucional restringe el conjunto de resulta. dos posibles no menos eficazmente que lo hacen las limitaciones fisicas basicas {cualidades) que definen el conjunto de los productos finales deseados, Para no vernos acusados de construir una figura de paja, analzaremos la tipica discusion de la justicia distributiva o la «equidad» en los circulos de la politica publica (un tema que estudiaremos con detalle en el capitulo 8). El procedimiento habitual es examinar todas las distribuciones de la produccién total que son coherentes con las dotaciones iniciales de capacidades productivas y-con la necesaria pérdida de producto que implica el proceso redistributive {aunque algunas veces incluso esto timo se pasa por alto). Sobre estas bases se determina el conjunto de distibuciones conceptualmente posibles yse utiliza alguna clase de funcin de bienestaru otra pieza del aparato ético para seeccio- nar el mejor resultado entre todos. Pero la cuestién constitucional natural es la siguiente: ¢Cémo podemos asegurar que «el mejor» resultado surge de un pro- «250 politico? Seguramente tendrfa mas sentido especificar conjuntos alternat- os de rela poles y examinr lan diaries, que surgen. Si sucede que ninguna corresponde a esa «la mejor» obtenida antes, tendremos que concuir simplemente que esa «la mejor» no es alcanzable. El consttucionalismo insiste en estudiar las reglas porque pretende incluir todas ls limitacionies relevantes dentro del anlisis. Dejar fuera las restriceones insitucionales es tan reprochable como pasar por alto las limitaciones de las ‘apacidades de los agentes econdmicos o ignorat las restrcciones bisicas que se de la escasez El segundo argumento para el estudio de las reglas es de naturaleza norma. tiva y presenta varias dimensiones. Examinaremos una de elles con mayor deta Ue en el préximo capitulo, donde veremos que la elecci6n entre reglas, cuando sas replas han de estar en funcionamiento durante una secuencia de juegos en Jos que las fortunas de cada jugador son incieras, implica algunas caractersticas ‘especiales que no se dan en el contexto de la eleecién dentro de reglas en las Aue ls posiciones de cada jugador estén bien definidas. En concreto, la natural cin por los conflctos de intereses esté sustancialmente maderada en clecciones sobre las reglas mismas, ampliando el potencial de acuerdo con ‘etmiente a las reglas entre los jugadores. Hay, sin embargo, otra dimension del argumento normativo que presta mis atencién alas regs que alos resultados. Esto implica la afirmacion de que no pueden evaluarse con exacttud los resultados normativamente, a menos que s¢ tenga informacién sobre cmo se producen tales resultados. Puede enunciarse a afirmacion sobre la base de que el proceso tiene intrinsecamente una Flevancia normativa o sobte la base de que la informacin acerca del proceso 36 La razin de las normas proporciona, a cambio, una informacién sobre el resultado, sin la cual la evalua- cin ¢s dificil 0 imposible. Consideremos un ejemplo muy simple. Supongamos que se enuncie un re- sultado econémico particular en el que A tiene 5 manzanas y 6 naranjas mientras Biene 10 manzanas y 9 naranjas. La evaluacin de este resultado depende en parte de la informacién adquirida sobre el modo como se ha llegado a él. Su- ponigamos que descubrimos que fue asf simplemente porque A cogié 6 naranjas ue B tenfa previamente en su poder. Si admitimos que la posesién de B se Dasaba en titulos leitimos, el resultado puede ser considerado normativamente sin atractivo, ya que procede del robo de A, es deci, debido a que el proceso seguido para su consecucién implica la violacién por A de norma relevantes de conducta De la misma forma, en otros contextos, el resultado de una cartera, por «jemplo, puede no tener signifcancia normativa. Cualquier resultado puede set aceptable, con tal que las reglas sean justas y obedecidas. En otros casos, no basta con que los resultados sean normativamente relevantes; también tienen due serlo los procesos. Es posible que un inocente sea erréneamente condenado Por un crimen, pero puede servirnos de consuelo que el proceso judicial fue énteramente justo, aunque incluso as el jurado emits un fallo equivocado. Del nnismo modo, un hombre menifiestamente culpable puede ser declarado inocen- te tun uo en tds la reg, aun cuando el resltado sea debido a pre cing, Fn ambos casos, tanto el proceso como los resultados tienen importancia 2 efectos normativos, Las reglas pueden ser normativamente relevantes en un sentido diferente, ‘no porque los procesos conforme a determinadas reglas tengan un valor inde tc, sino porque la adhesion a cieras reglas proporciona informacion acerca del slatus normativo de los resultados. Asi ocurre en particular cuando al atributo del resultado que estéen juego es su eficiencia, Especificamente, sila asignacion de manzanas y naranjas entre A y B es el resultado de un intercambio libre entre las partes, a partir de algin tipo de situacininicial, y dado que las manzanas y naranjas manifiestan las propiedades de los bienes «privados» convencionales, podemos presumir que el resultado de asignacion es eficiente o al menos que el intetcambio satisface la prueba de Pareto. En ausencia de informacién acerca de cémo se alcanza el resultado final, no seria rszonable en absoluto presumir la eficiencia. Y, verdaderamente, 4 menos que el analista tenga el poder de leer las mentes de los individuos tclevants y discerir por medio dels funciones de uildad de cada uno, senci- EE hecho de que el resultado emerge de un proceso caractetizado por ciertas Proporciona una informacién acerca del status normativo del resultado ‘que de otra manera no seria posible. Aqui, el significado normativo esta vincu- lado al resultado, no al proceso; el proceso, sin embargo, proporciona una prueba de la naturaleza del resultado, 2. La visién contractualista I. Introduecién Nuestro propésito en este capitulo es describir la posicién normativa desde Ja que nos acercamos al tema general de las reglas del orden social. cA través de qué ventanales vemos nosotros el mundo de la interaccién socal real o po- tencial? Mientras no expongamos con claridad nuestas ideas sobre este punto, 4 todos aquellos cuyas perspectivasdifieren categéricamente de las nuestra les podri parecer que estamos utilizando una especie de trabalenguas. Nuestra po- sicién es, explicitamente y sin tapujos, contractualista. Este Gnico término sera sufciente para identificar el concepto ante todos aquellos que estén familiariza- dos con la filosofia politica clésica, especialmente con aquellos trabajos que constituyen el fundamento intelectual de la sociedad liberal. Para salir al paso dela critica mis habitual y penetrante de esta posicién tenemos que seflat que construccién contractualista es utilizada aqui retrospectivamente, en un senti- do legitimador més metaférico que histérico. A efectos predictves,utilizamos 1 modelo en un doble sentido, como evaluacién metaférica y como corrobora- in empitica! La relacin entre la perspectiva contractual floséfica y la perspectiva orien- tada a las normas 0 constitucionalista no es tan directa como puede parecer a Primera vista. La seccién Il examina y discute brevemente los posibles elemen- ata otros inentos de descripcin de la posciéncontraculsta, ver James M, Buchanan y Gordon Tullock, E! Célula del Consens, city y James M. Buchanan, Tbe Limits of Liberty, University of Chicago Pres, 1975); James M, Buchanan, Freedom in Conttcionel Contact, Colle Station: Texas A & M University Press, 1977; y Geothey Brennan y James Buchanan, The Paver to Tex, Cambridge University Press, 1980. [Traduccign espaol: EY poder fal, Unién Madea 1987.) 58 La razin de las normas tos contractualistas en el pensamiento consttucional. La perspectiva contractua- lista esti basada en presupuestos individualist acerca de las fuentes titimas del valor y de la valoraci. Estos supuestos son examinados en la seecién III, ‘on paticularatencin a su relacién o contraste con otras teleologiss no indivi dualistas més familiares. La seccién IV presenta el paradigma contractualista en su escenario mas conocido, el dl intercambio econémico. La seccién V amplia Ja perspectiva a la politica de un modo muy general, El requisito de unanimidad se examina con algtin detalle en la seccién VI y en la seccién VII se relaciona con este requisito de unanimidad la diferencia entre la eleccién dentro de un conjunto de reglas y la eleccin de las reglas mismas I, El constitucionalismo no contractualista ‘Como hemos resaltado en el capitulo 1, la sefial més distintiva de constitu cionalismo es la distincién categérica que establece entre ls resultados genera dos dentro de un conjunto definido de reglas y las reglas mismas. Una vez hecha esta distncién, el efecto limitador de las reglas sobre los resultados poten. diales es obvio. El simple reconocimiento de esta conexién despierta de ime. diato la atencién sobre las reglas del orden social en cuanto objeto de investiga. ci6n y tiende, casi necesariamente, a generar una amplia dimensién temporal en 4a que entran todas las consideraciones relacionadas con la politica social o el cambio social. El constitucionalismo, asi detinido, no necesita ‘ser, sin embargo, contractua- lista, No es necesario que la nocién de una distincion entre reglas que limitan €l comportamiento y los resultados de las acciones dentro de esas replas se desarrolle a partir de o desde la base de una posicién contractualista. Quizé el ejemplo més obvio es el conservadurismo extremo propio de las persones que conceden un valor a las reglas existentes simplemente porque existen o han ‘xistido. Estas personas pueden ser consttucionalistas en el pleno sentido del témino; podrian incluso afirmar de sf mismas que son los tinicos verdadetos consttucionalistas, porque su ideal es que el conjunto de reglas no cambie nunca Una forma algo menos extrema, pero muy préxima, es la posicién basada en el reconocimiento de la diferencia de reglas como limitaciones y le accion dentro de ella, pero que al mismo tiempo incorpora la nocién de que las reglas del orden socal no son creaciones artifcialessujetas a cambio. En esta perspec. tra las reglas pueden cambiar lentamente en el curso de la evolucion de la sociedad. Aunque el cambio tenga lugar en la estructura bésica él por medio de un proceso orginico de evolucién, De aqui se deduce que la sreformay de las reglas (la consttucién en términos amplios de definicibn) cx algo intinsecamente contradictori. La funcién ordenadora de las replas socia. {es actia solamente porque dchas rela son inmodifiables en cualquier sent- lo 2, La vision contractualista 39 Hay una tercera posicién que puede retener algunos elementos aparente- ‘mente constitucionalistas, pero por razones completamente diferentes de las «que parecen propias del contractualismo. Podemos imaginar una estructura de In ley en dos niveles, con un nivel o rango «superior», que incorporaria la proteccién de un conjunto de derechos naturales» que las personas poseen como seres humanos. En esta familia interpretacin, la «constitucin» es la estructura de insituciones o reglas que protegen los derechos naturales, dejando a la politica ordinaria todo lo demas. Y dado que la constitucién existente le modificarse tanto en una direccién més cercana a la deseada proteccién de ests derechos como en la direccién exactamente contrat y divergente de «2 proteccién idealizada, no puede haber cafnbio en la definicidn del conjunto de derechos como tal No es nuestro propésito analizar los argumentos en que se basan las tres posiciones esquematizadas. Nuestra intencién es meramente indicar que cada una de ellas puede contener elementos que parecen consttucionalistas en el Tenguaje comin de nuestros dias. ‘La posicidn contractual rechaza las dos primeras posiciones a causa de las mplicaciones negativas que generan, Si las reglas del juego socioeconémico-po- Itico no son en si mismas artefactos sujetos a un cambio por construccién, ‘queda poco que hacer salvo resignarse a soportar las fueraas de la historia. Los axgumentos adelantados tanto por los reaccionarios del statu quo como pot los volucionstas enemigos del constuctiviamy son quizd la mejor respuesta a las declaraciones romanticas de los que ingenuamente hablan de la perfecibiidad humana, pro sguraeni tenemos qu abrir Input ln esperanza de que fas instituciones del orden social estén sujetas a la reforma y el cambio, Si no hhubiera otra raz6n, parece que es una obligacién moral del filésofo social pro- porcionar esta clase de esperanza, Las diferencias entre la posicion contractualista y los tedticos de los dere- chos naturales surgen de fuentes muy distntas a las diferencias frente a los teaccionarios del statu quo y los evolucionistas. El contractualismo deriva todo Valor de os indviduos que partcipan en la comunidad y rechaza las fuentes de Valor externamente definidas,incluidos los «derechos naturales». La discusin de la seccién TT esté relacionada con el argumento en contra de la posicién sius-naturalist» y con el resto de posiciones que derivan el valor de fuentes ‘externas eno individualistas, El supuesto normativo critica sobre el Gue se sostiene o se derrumba todo él conjunto de la construccién contractualista es la asignacién de valor exclusiva- " fente al ser humano individual. Elindividuo es la unidad tnica de conciencia que arranca toda valoracién. Puntualicemos que esta concepcién no pre- Ce La razén de las normas tende negar, en modo alguno, la influencia de la sociedad o la comunidad sobre dlindividuo. La estructura de valor de un ser humano aslado puede ser comple: tamente distinta de la de una persona implicada en una o muchas relaciones sociales diferentes. El supuesto requiere solamente que las influencias societatias ‘© comunitarias se incorpoten como modificaciones en los valores que son poten cialmente expresados por el individuo, y no desde el exterior. Sise supone que el individuo es la fuente nica de valor, surge una cuestin de identificacién. que nosotros usamos y que fue inicalmente introducido en E cileulo del consenso (1962) no esté sujeto a esta clase de critica, No se requiere aque las personas que entran en el diflogo constitucional modifiquen sus meca- tismos morales habitueles. Las personas son modeladas como son. No obstante, dl disefo de la alternativas de eleccién tiene que afectar a su comportamiento y, endl caso limite, el velo se parece al que describe con mucho més detalle Rawls tra objeciGn, en defintiva errinea, que se ha atribuido a la construccién ravlsiana no tiene aplicacién a la nuestra. En la formulacién de Rawls, la perso- na en la posicidn original, tras el velo de la ignorancia, no sabe nada acerca de su propia posicién esperada bajo las reglas del orden social elegidas, bajo los ptincipios de justicia potencialmente operativos y scleccionados. Al mismo tiem- po, sin embargo, al parecer, la persona lo sabe todo acerca de las caractristicas generale de los resultados bajo tales regs. Esta construccign formal ha recibi- do varias critica; se le acusa de no contener elementos contractuales, por opo- sicién a lo que el mismo Rawls sugiere, y de que toda persona vaciada hasta ese Panto pueda acepatautomaticamente acuerdos sobre la opcion preferida, Eee argumento es erréneo en sus fundamentos mismos, porque deja de lado los cementos subjtivos que tienen que estar presentes en las predicciones concer. nientes a las propiedades de funcionamiento de las instituciones alternativas clementos subjetivus ve uutienen, por supuesto, en la representacida del édleulo con incertidumbre y hacen necesario, por sf solos, el acuerdo contractual para la validacién, Pero, como sefialbamos al presentar la incertidumbre, as os construcciones llegan a ser plenamente equivalents s6lo en el caso limite Conclusion La mayor parte de la discusién de este capitulo no hace sino resumir el Amaterial ya desatrollado en trabajos anteriores dentro de lo que puede lamarse tama contractualista de Iz modema teoria de la eleccién publica. Hemos Geido necesarioincluir este material aqui, en formia de resumen, hasta mantener el potencial interés de quienes tal vez no estén familiarizados con nuestrs pri- eras contribuciones, Sino se siente de alguna manera el paradigma o la visiGn ontractualsta de la que nosotros partimos y en la que trabsjamos, podrian Parccer irrelevant y etéreas las discusiones més concretas y los argumentos res de los capitulos que siguen. — Tp Pet na elboracién de exe punt, ver James nan ith, «Subjective Flow ién de este punto, ver James M. Buchanan y Roger Fath, «Subject ces in Rewian Agreement on Distributional Rules, Ezonomic Inguiy, 18 (ener, 1980), = Agr Distributional Ing, 18 (enero, 1980), ” La razén de las norma ‘Una de nuestras constantesfrustraciones ha sido la aparente falta de dispo- sicién de nuestros comparietos para reconocer Ia importancia de varios princi- pios que a nosotros nos parecen elementaes. El problema parece ser uno de los que podriamos califiar como de diferencias de visién, paradigma, concepcién © programa de investigacin. En este capitulo hemos esbozado nuestra propia visin. En el capitulo 3 intentaremos descrbir y critiar la vision del anticonst tucionalismo. 3. El mito de la benevolencia I, Introduccion Como sugeriamos antes, el fracaso del argumento constitucional-contractua lista para ganarse adeptos en la amplia comunidad de estudiosos de la flosofia yy lis ciencias sociales no proviene, en principio, de un desacuerdo al nivel del anilisis cientifico, ni de desacuerdos ideolégicos cn o cualquier combinacion de ellos es elevan- te, ¢ concibe desde el interior y es, por tanto, subjetivo, Usa persona, por cemplo, puede comportars estrictamente de acuerdo con una norma idealist, procurando tener en cuenta en todo los intereses del resto de la comunidad, Pero tales interesesentran como argument en los célculos enteramente internos que hace el partcipante, los intereses de los demés se imputan tal y como son ‘etimados por el participante. Estos intereses no pueden reflejar de forma direc- ta expresiones de los demé La diferencia metodolégica y epistemolégica entre el que es contractualista yel que no lo es surge precisamente en este punto, Cuando el anticontactualsta postula que lo individuos participan en la politica para buscar el «bien o interés piblico, se presupone que lo que se busce tiene una existencia externa, fuera de los valores y de la actividad de evaluacion de la persona que se expresa a si nnisma por medio de su comportamiento de cleccin. Es la cualidad objetiva de Toque se busca lo que diferencia la posicién anticontractuslista de lacontractua- lisa; no se postulan diferencias respecto de las motivaciones. Sil abien o interés piblico» existe como tal, en el sentido de que se puede objetivar con independencia, se deduce directamente que la persona que busca ‘te objetivo esti derivando sus valores de una fuente que es externa a l mismo, De dénde procedan estos valores es algo que nunca queda claro y ni que decit tiene, por supuesto, que pueden manar de multitud de fuentes. No es preciso que las estudiemos aqui; basta con recalcar que el postulado de ia exstencia de tun «interés pablico» objetivo y definible no es coherente con lo que hemos llamado le visin contractualista® ? Este es un libro de dos autores en el que cualquiera de ellos puede no estat de acuerdo en los puntos sustentados ao argo de una cadena de argumentos. Debeiamos econocet Ue dees el caso en el argumento dela secci Iy en rec con la discus de este capitulo, EXinicleo del argumento es de Buchanan. Brennan, asi como algunos lectres dl manuscrito Incl, han expresado sus dud fevistenca de un valor objeto. Se sugr6 que puede apoyare la exstencia de valores objeivas Y.que uno de ellos es precsamente el de la iberad individual. En el content poltico podea fosienerse que el contractalisme slo require que lo individuos se tomen coma gules en oe ments thimos de lo que ha de ser expresase 4 ravés dela police, Ast exabecda, la Poin contracualita no necesita entraten la extencia 0 no existencia de patrones de valor ‘ers u bjetivos %6 La raxén de las normas MM. Gi ia, verdad y politica Podemos aclarar Ia discusién haciendo una distincién entre dos tipos de interaccién social, entre la ciencia y la politica otdinaria. Esta distincion nos ayuda porque la ciencia es ciertamente una actividad social que llevan a cabo personas que reconocen la existencia de un valor no individual, mutuamente reconacido, al que llamamos «verdad y que se acepta como un objetivo comin a todos los participantes. La ciencia no puede set, por tanto, concebida en ‘érminos contractuales 0 del paradigma del intercambio complejo, La ciencia es categéricamente diferente de la relacién que consttuye el campo de investiga cin en Ja economia, El contractualistasostene que la politica se concibe mejor por analogia a la relaciones de tipo econdmico, mientras que el anticontractua. lista sostiene que la

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