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‘Praduccién de JULIO SIERRA LA INVENCION DEL PUEBLO El surgimiento de la soberania popular en Inglaterra y Estados Unidos por Edmund S. Morgan Kl Siglo veintiuno editores Argentina s.a. spire ses), NOS ARES RECA AACA Siglo veintiuno editores, s.a. de c.v. ‘CERRO DEL AGUA, DELEGACON COYONGAN, 410 MENEO, OF Siglo veintiuno de Espajia editores, s.a. SEnooez AOA. 285 em WAORO Morgan, Edmond Timeaclon el peo: lsurgmiente det wera popu tri y Entabs Unione ed. Bones Ate Siglo XXE Blieres Argentina, 2008. Seog Mand en. Qtr cau 24 digi po Lai Aro Isa 9571220618 “Trauldo por Jao Sera 1. Historia Etndounidense. ao | capone oe “Tinulo original: Inventing the People: The Rise of Poplar Sovereignty im England and America © 1988, Edmund Morgan © 1988, W, W. Norton & Gompany, Inc. Revision técnica: Maria Inés Tato Portada: Peter Tjebbes © 2006, Siglo XXI Editores Argentina S.A. ISBN-10: 987-120-518 ISBN-13: 978-87-1220.61-8 Impreso en Artes Gréficas Delsur Alte. Solier 2450, Avellaneda, en el mes de octubre de 2006 Hecho el depésito que marca la ley 11.723 Impreso en Argentina Made in Argentina Para Marie Indice Agradecimientos Primera Parte - Origenes 1. El derecho divino de los reyes El enigma de la representacién . La invencién del pueblo soberano Los dos cuerpos del pueblo . La revolucion cautelosa . Pueblos coloniales pe ae ‘Segunda Parte - Ambigdedades itiles 7. El pueblo en armas: el invencible yeoman 8. La decision del pueblo: elecciones y campaiias electorates 9, La vor del pueblo: instrucciones, peticiones, ‘Tercera Parte - La via estadounidense 10. La revolucién imprudente 11. La invenci6n del pueblo estadounidense Epilogo: De la deferencia al liderazgo Notas u 1B 7 39 37 81 97 127 159 161 185 223, 251 253 279 Agradecimientos La laboraci6n de este libro ha llevado mucho tiempo. Algunas de sus partes, en sus versiones més tempranas, fireron presentadas y comentadas en la Universidad de Cornell (en las conferencias Carl Becker), en el Seminario Lionel Trilling de la Universidad de Columbia y en el centro Davis de la Universidad de Princeton. He tratado de sacar provecho de los debates que surgieron en esas ocasiones y también de las lecturas realizadas por amigos mejor in- formados que yo. Linda Colley ley6 un borrador del manuscrito completo y me salvé de numerosos errores. Varios estudiosos me dieron buenos consejos, a los que no siempre presté atenci6n, so- bre el primer capftulo: Paul Christianson, Jack Hexter, el difunto Joe! Hurstfield, Barbara Malament, Conrad Russell, Lawrence Stone y David Underdown, Probablemente ninguno de ellos coincidira con la interpretacién ofrecida en él, Marie Caskey Morgan y James L. Mairs también leyeron e] manuscrito entero y me ayudaron a darle la claridad que pueda tener. Avery Hudson ha sido el tipo de editor que todo escritor desea. Finalmente quiero agradecer a los. muchos bibliotecarios que me han ‘acilitado las cosas en la British Library, la Bodleian, la Virginia Historical Society y, especialmen- te, la biblioteca de la Universidad ce Yale y la biblioteca Henry E. Huntington, Partes del segundo capitulo fueron publicadas en la Yale Reviewde abril de 1983 y se reimprimen aqui con el permiso correspondiente. PRIMERA PARTE Origenes Nada es més sorprendente para aquellos que se ocupan de los asuntos hus ‘manos con mirada filos6fica, que ver Ia facilidad con la que las mayorias son gobermadas por las minoriay y observar la implicita sumisi6n on Ia {que les hombres renuncian a suspropios sentimientos ypasiones cambio dc los de sus gobernantes, Cuando investigumos por qué medios se produ- ce esta maravlla, encontraremos que asi como la Fuerza est siempre det lado de las gobernados, quienes gobiernan no tienen otra cosa que los apoye més que la opinin Es, porlo tanto, s5lo en la opinion donde se fn- da el gobierno, esta maxima se aplica a los mis despéticosy més militares de los gobiernos, asi como a los mis libres y populares. David Hume, "Ds los primeros principios del gobierno”, Ensayes y tratades sobre verias temas, 1758, Podemos tal vez preguntarnos si hoy la fuerza estd siempre del lado de los gobernados, ¢ incluso si siempre Io ha estado, pero en general las observaciones de Hame pueden ser aceptadas. Dicho de otra manera, todo gobierno descansa en e} consentimiento, ob- tenido de alguna manera, de los gobernados. Ya la larga, Ia me- ra fuerza, por mas que esté totalmente a disposicién de los po- cos que gobiernan, no constituye una base suficiente para inducir el consentimiento. Los seres humanos, aunque mas no sea para mantener una apariencia de dignidad, deben ser per- suadidos. El consentimiento debe ser sostenido por opiniones. Los pocos que gobiernan se ocupan de alimentar esas opinio nes, No es tarea facil, pues las opiniones que se necesitan para ha- cer que las mayorias se sometan a las minorias, 2 menudo se dife- rencian de los hechos observables. Asi pues, el €xito de un gobierno requiere la aceptacion de ficciones, requiere Ia suspensién volun- taria de la incredulidad, requiere que nosotros creamos que el em- perador esta vestido aunque podamos ver que no lo esta. ¥, para reordenar lo dicho por Hume, la maxima se extiende a los mis li- bres y mas populares gobiernos, asi como a los mas despéticos y “4 EDMUNDS. MORGAN mas militares. Los gobiernos populares de Gran Bretafia y los Es- tados Unidos descansan en ficciones tanto como los gobiernos de Rusia y China Todo gobierno necesita hacer creer en algo. Hacer creer que el rey es divino, que es justo y que la voz del pueblo es la voz de Dios. Hacer creer que el pueblo tineuna voz o hacer creer que los representantes del pueblo son el pueblo. Hacer creer que los go- bernantes estan al servicio del pueblo. Hacer creer que todos los hombres son iguales o hacer creer que no lo son. EI mundo politico de las simulaciones se mezela con el mun- do real de extraiias maneras, pues €! mundo de las simulaciones puede con frecuencia dar forma al mundo real. Para ser viable, pa ra cumplir con su propésito, sea cual fuere ese propésito, una fic- cién debe tener una cierta semejanza con los hechos. Si se aparta demasiado de los hechos, la suspensién voluntaria de la incredul dad se desmorona. Y, a la inverse, podrfa desmoronarse si los he- chos se alejan demasiado de la ilusién a la que queremos que se parezcan, Dado que las fieciones son necesarias, dado que no po- ‘demos vivir sin ellas, a menudo nos esforzamos, para prevenir su desmoronamiento, por cambiar los hechos con el propésito de que coincidan con la ficcién, para hacer que nuestro mundo se amolde més a lo que queremos que sea. A esto a veces lo Hama mos, de manera muy apropiada, “reforma”, cuando la ficci6n ast me el mando y modifica la realidad. ‘Aunque las ficciones permiten a las tninorfas gobernar a las mayorias, no sélo las mayorias se ven limitadas por ellas. En la mezcla extraia de Ja simulacion politica y Ia realidad, Ios pocos que gobiernan, al igual que los muchos gobernados, pueden en- contrarse a si mismos limitados —incluso podriamos decir “re- formados’— por las ficciones de las que su autoridad depende. No sélo la autoridad, sino también la libertad, pueden depender de las ficciones. Es més, la libertad podria depender, por artero que parezca, de las propias ficciones que sostienen la autoridad. Tal ha sido el caso, por lo menos en el mundo anglonorteameri- cano; y la libertad moderna, para bien o para mal, naci6, o quiza deberfamos decir fue inventada, en ese mundo y continia nu- trigndose de él ‘oRiCENES 6 Dado que es un tanto incémodo reconocer que dependemos ° tanto de las ficciones, les damos por lo general algtin nombre mas enaltecedor. Podemos proclamar que son verdades evidentes por si mismas, y esa designacién no es inapropiada, porque implica nues- {tro compromiso con ellas y al mismo tiempo las protege de todo desafio. Entre las ficciones que aceptamos en la actualidad como evidentes por sf mismas estén las que Thomas Jefferson consagré en la Declaracién de la Indeperdencia, la de que todos los hom- bres son creados igualesy la de que deben obediencia al gobierno sélo si es su propio agente, si esta autoridad deriva de su consenti- miento, Seria dificil, si no imposible, demostrar estas proposiciones con pruebas ficticas. Podria ser un tanto més facil, con la clase de pruebas que generalmente requerimos para demostrar cualquier proposici6n discutible, demostrar que los hombres no son creados iguales y que no han delegado aatoridad alguna a ningin gobier- no. Pero las verdades evidentes por si mismas no son discutibles, y desafiarias desgarraria la trama misma de nuestra sociedad. No es el propésito de este libro desafiarlas, y mi uso de la pa- labra “ficcién” no tiene esa intencién. Me han molestado las con- notaciones peyorativas de esa palabra, pero no he podide encon- trar otra mejor para describir los diferentes fendmenos a los que Ja he aplicado. Sélo puedo esperar que los lectores que perseve- ren hasta el final del libro reconozcan que las cualidades ficcio. nales de la soberania popular sostienen mas que amenazan los valores humanos asociados a ella. Espero que también reconoz can que no atribuyo engaiio o fingimiento por parte de aquellos que emplearon o sostuvieron las ficciones aqui examinadas, fic ciones en las que suspendieron voluntariamente la incredulidad Mi propésito no es desacreditar sino explorar la maravilla que Hume seiiala, el hecho de que la mayoria de nosotros se somete voluntariamente a ser gobernada por una minoria de nosotros Las opiniones a las que Hume atribuye esta maravilla son indu- dablemente de muchas clases, pero me preocupan aquellas que parecen desafiar toda demostracién. Prefiero Ilamarlas ficciones en lugar de verdades evidentes por si mismas, porque lo que aceptamos ahora como evidente por si mismo no parecia serlo hace tres 0 cuatro siglos. 16 EDMUNDS. MORGAN En Ia época en que se fundaron las colonias norteamericanas de Inglaterra, las ficciones que sostenian al gobierno —y aa libertad— eran casi todo lo contrario de lo que aceptamos hoy. Los ingleses Gel siglo xv1 y principios del xvi afirmaban que los hombres ha- bian sido creados desiguales y que le debfan obediencia al gobier- no porque el Creador habia dotado a su rey con su propia autor dad sagrada. Estas proposiciones también eran ficciones, requerian Ja suspensién de la incredulidad, y desafiaban toda demostraci6n tanto como aquellas que ocuparon su lugar. {Cémo fue entonces que una ficcidn cedié su lugar a la otra? ¢Cémo es que el derecho divino de los reyes dio lugar a la soberanfa del pueblo? ¢¥ cémo las nuevas ficciones sostienen tanto al gobierno de las minorias y refre- nan a las minorias para beneficio de las mayorfas? En otras palabras, gd qué manera el ejercicio y la autenticacién del poder en el mun- do anglonorteamericano tal como lo conocemos comenzaron a existir? Estas son las preguntas para las que he buscado respuestas. La biisqueda empieza con la vieja ficcién, él derecho divino de los reyes. Dado que hace mucho tiempo hemos dejado de sus pender nuestra incredulidad en este aspecto, no tendriamos que tener ninguna dificultad en pereibir sus caracteristicas de ficcion De todas maneras, goz6 de una duracién mucho mas prolongada que la alcanzada hasta ahora por la soberania del pueblo. Al exa- minar su funcionamiento durante los afios anteriores a su de- rrumbe, podemos alcanzar alguna comprensién inicial de la ma- nera en que las ficciones politicas pueden a la vez sostener y Jimitar la autoridad del gobierno. 1. El derecho divino de los reyes La monarquia siempre ha necesitado estrechos lazos con la di- vinidad y, en el mundo occidental por lo menos, la politica se ha mezclado promiscuamente con la teologia. Silas teologias cristiana y,judia crearon para nosotros una deidad antropomérfica, la politi ‘ca cristiana, y la inglesa en particular, cre6 un rey teomérfico. En al gunas ocasiones, como ha mostredo Emnst Kantorowicz, los reyes fueron concebidos a imagen de Cristo, el hijo; en otras, a imagen del Dios padre. Yen Inglaterra, las ficciones juridicas que acompa- jiaban las funciones cotidianas del gobierno del rey lo dotaron con todos los atributos de la divinidad. £1 era, por ejemplo, inmortal: no podia admitirse que el rey alguna vez muriera. Ycomo Dios, el rey era perfecto: no podia cometer ninguna injusticia, de modo que ninguna accién legal podfa jamés ser lanzada contra él. Efectiva- mente, igual que Dios, era él dador de las leyes, pero, también co- mo Dios, actuaba de acuerdo con las leyes que él dictaba. Como Dios, era omnipresente, pues en si mismo él constituia el “cuerpo politico” sobre el que reinaba. Pero como el hijo a quien Dios en- vié para salvar a la humanidad, él era hombre a la vez que Dios; tenfa un “cuerpo natural” a la vez que su cuerpo politico, y ambos eran inseparables como las personas de la Trinidad! 1Las racionalizaciones necesarias para sostener estos absurdos eran tan complicadas como las necesarias para explicar la existencia del mal en un mundo creado por un Dios benévolo y ormnipotente. Se los sostenia, al principio, para justificar la autoridad de un hom- bre en ver de otro, um rey en vez de un emperador, un emperador 0 un rey en vez de un papa, y para reconciliar a las mayorias con el go- bierno de ese hombre. Pero finalmente y tal vez de manera menos obvia, la ficcién fue mantenida en Inglaterra como un instrumento ‘que daba a las mayorias un cierto control sobre el hombre al que la ficciGn parecfa someterlos de manera tan absoluta. 18 EDMUND 5, MORGAN En la Inglaterra de la primera mitad del siglo xvu, la doctrina del derecho divino de los reyes, «al como fue expuesta por Jacobo I ¢ interpretada por su hijo Carlos J, llegé a su punto mas alto. En esa época, cuxando se estaban estableciendo las primeras colonias norteamericanas de Inglaterra, la contrarreforma estaba en pleno apogeo, y el derecho divino de los reyes se habfa convertido en una ficcién necesaria en los paises protestantes. El papa se procla- maba a si mismo como el vicario de Dios en la tierra, tinico pose dor del poder de legitimar Ja autoridad secular, ya fuera directa: mente @ controlando la lealtad de los sGbditos. Ademés, el papa no tenia la costumbre de legitimar la autoridad de reyes protestan- tes, La manera de luchar contra la divinidad era con la divinidad, Y Jacobo I, que rein6 en Inglaterra desde 1603 hasta 1625, se ha- bia mostrado como el campeén del protestantismo al demostrar, para satisfacci6n de los ingleses por lo menos, que Dios no tenia trato alguno con el papa (quien no era otra cosa que el Anticris- to). Dios conferia la autoridad directamente @ los gobernantes le- gitimos, incluyendo a Jacobo I, y especialmente a Jacobo I. Cual- quiera, incluyendo al papa, y especialmente el papa, que desafiara Ja autoridad de un rey desafiaba al mismo Dios? Los ingleses aplaudian a su monarea concedido por Dios y manifestaban una extravagante hostilidad contra Roma como prueba no s6lo de la verdadera religién, sino también de patriots. mo, El derecho divino del rey se convirtié en una declaracién de independencia, en la base de la libertad de Inglaterra ante una po- tencia extranjera, Para parafrasear un dicho famoso del historia- dor Carl Becker en otro contexto, si la divinidad del rey era tan esencial para el gobierno independiente de la patria, dificilmente podria permitirse que fuera ignorada en la patria misma. Jacobo no tenia la menor intencién de que eso ocurriera. Al defender su titulo contra el papa se tomé el trabajo de informar también asus slibditos acerca de la enorme autoridad que sobre ellos le daba Dios al designarlo rey. Como él era el lugarteniente de Dios, no podia hacer el mal, y dentro de su reino, el derecho que se le ha- bia conferido y la autoridad que iba con éI no podian ser cuestio- nados! Podia pedir consejo e informacién a sus stibditos en el Parlamento, pero la suya era una autoridad concedida por Dios. EL DERECHO DIVINO DE Los REYES 19 Jacobo jamés perdi una oportunidad de sermonear a sus Parlamentos sobre este tema, y los Comunes en general aceptaban esos sermones de buena gana. Es mis, con frecuencia se hacian co de sus reclamos con tan buena disposicién que nos lleva a sos- pechar un poco de sus intenciones. En la apertura de una sesién, ¢l presidente de la cémara repetiria la obvia f6rmula de “que los reyes eran dioses visibles y Dios, ua rey invisible”. Cuando el rey reprendia a la Camara de los Comunes por algo, ellos responde- rian con una aparentemente humilde reverencia: “Porque el rey ¢s un Dios sobre la tierra le responderé come le responderiamos a Dios en el cielo, es decir, con una plegaria”5 John Pym (que por su comportamiento politico posterior él mismo fue llamado “rey"), al proponer tna medida en Ja década de 1620, fue un paso mas allé de lasatribuciones acostumbradas de omnipotenciay rectitud, y le re- conocié al rey la omnisciencia: “aunque sé que no podemes plan- tearle a Su Majestad nada que él ya no sepa, es bueno en ocasiones que el hombre exponga sus ideas ante si mismo”. Incluso cuando Carlos I disolvi6 et Parlamento en 1629 (para no llamar a otro has- ‘2 1640) porque los Comunes insistian en obtener derechos que él no reconocia, respondieron que ellos “obedecian al rey en todas las cosas ya que era lo mas alto debajo de Dios”.? Dado que el rey era el lugarteniente de Dios, de ello se seguia que era supremo entre los hombres, o por lo menos entre los in- gleses. El gobierno era su gobierno, el pucblo, incluyendo a los miembros del Parlamento, eran sus stibditos. Los miembros de la Camara de los Lores, aunque ocupaban esos sitios por derecho Propio, eran siibditos, y los Comunes, que representaban al resto del pueblo, eran sibditos, tanto de manera individual como en su calidad de representantes, En cuanto stibditos, no participaban de Ia autoridad del rey. Pero los stibditos tenfan derechos y los siibdi- tos ingleses tenfan mis derechos que los stibditos de otros reyes, Era acerca de estos derechos que el rey y los Comunes a veces dis. catian, El rey insistfa en que esos derechos eran favores concedi- dos por él o por sus predecesores (y, por lo tanto, se podia pensar gue eran revocables). Los Comunes, por su parte, aseguraban que los derechos eran sencillamente derechos, asegurados por leyes que podrfan derivar su autoridad del lugarteniente de Dios, pero 20 EDMUNDS, MORGAN que de todas maneras lo obligaban a él porque eran justos, porque expresaban su voluntad divina, incluso si momenténeamente pen: sara de otra manera, Las luchas entre el rey y los Comunes en las primeras tres déca das del siglo xvi fueron en otros tiempos el punto central de los ¢s- tudios histéricos sobre ese periodo, Investigaciones mas recientes tan mostrado que aquellas hichas no fueron totalmente lo que pare- cian ser. Muchas de ellas eran reflejo de divisiones que existian en la propia corte del rey o en las filas de las oligarquias locales, y no ex- presiones de oposicién al rey. Resulta que los lideres de las disputas en la Cémara de los Comunes eran con frecuencia clientes de sefio- resnobles. ¥ la Camara de los Communes aparece ahora considerable mente disminuida como fuerza institucional con ideas y voluntad propias en el gobierno. Se nos ha mostrado que no us6 el poder de la tesoreria de manera eficaz. Se nos ha mostrado que la obtencién de Ia iniciativa legislativa significé poco, pues durante estas décadas ‘no se aprobé ninguna legislaci6n importante.* De todas maneras, en los registros de los debates aparecen de ‘manera abundante genuinas luchas entre el rey y los Comunes, 1o cual da muestyas de una fuerte conciencia institucional entre los miembros de la Camara de los Comunes acerca de Ia independen- cia de su Camara respecto del rey y su corte. La Camara de Ios Co- ‘munes puede haber sido, como en el siglo Xvi, un organismo usa- do por el rey para gobernar a su pueblo, pero también era, y no s6lo nominalmente, un organismo del pueblo al que gobernaba Los representantes, como trataremos de mostrar en el préximo ca- pitulo, han sido siempre tanto gobernados como gobernantes, y si bien actuaban como una rama del gobierno, ellos no pudieron, ni tampoco lo intentaron, librarse de sti condicién de stibditos. Co- ‘mo siibditos, estaban obligados a considerar al gobierno algo sepa- rado, algo respecto de lo cual era posible, sin bien de manera muy respewuosa, disentir y enfremtarse. Cualesquiera que fueran las di- visiones externas que pueden estar reflejadas en sus contiendas, es0s intrusos, incluyendo cortesanos y seitores nobles, que lleva- ban sus disputas a esta arena, tenian que aceptar las reglas del jue- go. Buscar apoyo en la Cémara de los Comunes era buscar el apo- Yo de los representantes de los gobernados, precisamente porque [BL DERECHO DIVINO DE LOS REYES a eran representantes de los gobernados. Pienso que todavia hay al- go que aprender acerca del gobierno de las mayorias ejercido por Jas minorias, de esas disputas, de la manera en que la Camara de Jos Comunes exaltaba al rey y disminufa a sus stibditos en el mismo acto de luchar por los derechos de éstos dentro de un gobierno del que formaban parte y, ala vez, del que se mantenfan aparte. Las reglas del juego, si podemos llamarlas asi, eran simples: la primera cra que el lugarteniente de Dios no podia equivocarse; la se- gunda era que todos los demas (incluyendo a cualquiera que ocups- ra.una banca en el Parlamento) eran simplemente stibditos. Fl some- timiento aceptado a una autoridad intachable pareceria dejar poco margen para la maniobra politica, Pero la divinidad, cuando es ast- mida por mortales (o les es impuesta) puede resultar mas opresora que la sumisién. Efectivamente, la atribucién de la divinidad al rey probablemente siempre haya estado motivada, en cierta medida, por €l deseo de constrefiirlo a acciones dignas de un dios. En la década de 1690 los Comunes lo exaltaron a una altura tal que le iy verse sin riesgo de fracturar su divinidad, y desde el sometimiento a €lelaboraron maniobras para dirigir su gobierno. Antes de analizar en detalle la manera en que lo hicieron, de- bemos tener presente que ambos estaban actuando de acuerdo con una ficcién, que ni el rey ni los Comunes eran lo que cada uno fingfa ser. Resulta bastante obvio que los primeros dos reyes Estuardo no estuvieron del todoa la altura del cardcter que se atri- buian. Jacobo I, que hizo las reivindicaciones mas extravagantes de divinidad, era un hombre como cualquier otro, con muy poco de divino en él. Ysu hijo Carlos I, que lo sucedié en el ono en 1625 y que cre6 una excelente fachada de majestad, result6 ser un mentiroso empedernido. Finalmente logré que se lo decapitara porque sencillamente no era posible confiar en que cumpliera con los acuerdos que habia hecho. No hay necesidad de insistir en Ja decadencia humana de estos dos reyes, ni en sus pretensiones extravagantes de autoridad. E] hecho de que la ficcion del dere- cho divino haya llegado a un punto alto en los reinados de dos monareas inverosimiles es quizs una indicacién de la necesidad que los ingleses sentian de ella en un mundo bajo la sombra de la contrarreforma. 2 EDMUND 8. MORGAN Pero sini Jacobo ni Carlos parecian estar cerca de la imagen de Dios 0 de actuar como ral, tampoco los Comunes se mostraron ‘actuaron como meros sitbditos, a pesar de la repeticién ritual de la alegaci6n de no ser mas que eso. Lo cierto es que constituian el nivel mas alto de un orden de hombres que apenas estaban un po: co mas abajo que la nobleza, es decir, la gentry®, a la que los reyes yreinas Tudor del siglo xvt habjan usado para dar poder y autori- dad a la monarquia en todo el pafs. Muchos de los que ocupaban lugares en Ia Cémara de los Comunes eran los hijos menores o los parientes de los pares del reino o los hijos mayores que todavia no habian heredado el titulo. No es necesario considerar sila gentry ‘en general estaba ascendiendo o decayendo econémicamente, un tema sobre el que los historiadores no se ponen de'acuerdo. Lo que parece indiscutible es que estaban ascendiendo o habian as- cendido politicamente. El aumento del poder real en Inglaterra en el nivel local se habia producido en gran medida aumentando Ja cantidad y las funciones de los jueces de paz en todos los conda- dos a expensas de las instinuciones locales. Los nombramientos reales recaian siempre en caballeros, a menudo los mismos caba- eros que se sentaban en la Camara de los Comunes. En West- minster podian declarar su sumisién al mejor de los reyes; en su localidad proclamaban la sumision de todos los demas y ejerefan a autoridad del rey como si fuera propia. Peto los jueces no eran burdcratas. Eran aficionados, caballeros que prestaban su propio peso en sus comunidades para respaldar la leyy el orden de los que dependian su prosperidad y la autoridad del rey. Ciertamente, no todos los caballeros eran jueces y no todos los jueces eran miembros del Parlamento; pero todos los jueces ran caballerosy inuchos de los integrantes de la Cmara de los Co- munes eran o habia sido jueces. Durante los dos siglos precedentes, con la ayuda (a menudo exigida) de sus contactos nobles, la gentry * Grupo socal de propietaries rurales ubicado inmedintamente por debajo de fa alte noblena. Aunque el grueso de us ingresos proce de la entas de fa err, en maichor ‘casos también estabanlgadas 2 actividades econdmica urbanas. Govaban de ufluencia local ejereian funcionesdelegadas por el erado, pero a diferaca dela alta noblera, ‘carecian de privilegioseinmunidades Se wataha de una poscion socal preeminente no hereditaia, adsripia a medios econormices. (1. EL DEREGHO DIVINO DE LOS REYES B practicamente se habia hecho cargo de la Camara de los Comunes, desplazando a los burgueses locales de las bancas de sus distritos mu- nicipales. Mientras esto ocurria, los monarcas de Inglaterra habian sonrefdo, ampliando el ntimero de bancas en la Cémara de los Co- ‘munes, asi como ampliaban el ntimero de jueces en cada condado, para conseguir de esa manera el apoyo de la gentry a las reformas Arasticas en la organizacién religiosa y politica de todo el pais. Pero €1 apoyo politico nunca se consigue a cambio de nada. Los hombres exaltados y jueces de los tribunalesdel rey en los condadlos se mostra- ban cada ver menos como siibditos cuando eran convocados a West minster para ayudar a redactar las leyes que ellos iban a hacer cum plir. Si bien el rey se proclamaba como la fuente de toda ley y el dador de todo lo bueno, él sabia y os Comunes sabian (y sabfan que Al sabia) que ellosy sus pares eran tuna parte esencial de su gobierno, que sin clos, a menos que se desarrollara una nueva e inmensa bu- rocracia real, el gobierno no podiafuncionar. Si el gobierno es el go- bierno de las minorias sobre las mayorias, Jos miembros de la Céma- ra de Ios Comunes, en sus Jocalidades o en Westminster, deben ser contados entre los pocos.* Seria erréneo, pues, aceptar en sentido literal la identifica: cién de la Camara de los Comunes con los sitbditos. Pero seria igualmente equivocado descartarla como carente de sentido. Los miembros de la Camara de los Comunes no ocupaban sus lugares por derecho propio, como lo hacian los miembros de la Camara de Jos Lores. Los Comunes era representantes, 0 como solfan decir 2 menudo “representadores”, Ellos, en efecto, alegaban representar a todos los sibditos. La totalidad de las implicaciones de esa afirma- ién debe ser reservada para capitilos posteriores. Baste aqui sciia- Jar las limitaciones que esa representacion imponia a los Comunes. Larepresentacién es en si misma una ficcién, yal igual que otras ficciones, poda restringir las acciones de aquellos que adhirieran a ella. Porque afirmaban representa: a todos los stibditos, los caballe- ros que ocupaban bancas en Westminster tenian que actuar no sim- plemente para los de su clase, sino para todos los demas, Si le daban dinero al rey, lo daban en nombre de todos, y de la misma mane- ra, si lchaban por los derechos de los siibditos, tenian cierta obli- gacién de luchar por todos los stibditos. No necesitaban hacerlo - EDMUND S. MORGAN por altruismo. No todo el pueblo de Inglaterra disfrutaba de los mismos derechos, dentro o fuera del Parlamento. Los caballeros tenian derechos que no eran propios de los hombres comunes, A comienzos de su reinado, el rey Jacobo habia insistido ante la C&- ‘mara de los Comunes para que se aprobaran leyes relativas a 1a ca 2a, para que ésta “fuera sélo exchusiva para los caballeros, y eso dentro del estilo de los caballeros. Pues no es adecuado que los pa- yasos practiquen estos deportes” !? Ylos Comunes, caballeros to- dos, habjan respondido con penas estrictas para proteger a los fai- sanes de los campesinos. Pero cuando se traté de la libertad de arrestar, ctrando se traté de la seguridad de la propiedad, cuando s¢ trat6 del juicio por jurados, los Comunes no pensaron que estas cosas fieran demasiado buenas para los payasos. Estaban, induda- blemente, més preocpados por proteger sus propias propiedades que por proteger las de los hombres de menor nivel, pero cuando hablaban de los derechos de los siibditos, no decian, ni querian decir, los derechos de los caballeros, ni siquiera simplemente los derechos de los propietarios. Como representantes de los siibdi- tos, hacian todo lo que podian en su posicién, reconociendo tal vez que habia cierta majestad en la humanidad misma que podia ser colocada en la balanza contra la divinidad del rey. El hecho de que afirmaran ser siibditos, simples hombres que trataban con el lugarteniente de Dios, impuls6 a los Gomunes, co- mo incluso pudo haber impulsado a los barones en 1215, a expre- sar sus derechos en términos universales. Cuando enfrentaron al rey Juan en Runnymede, se nos ha dicho, los barones reclamaban, en realidad, derechos solo para los barones, pero no fue eso lo que dijeron. En su Carta Magna hicieron que el rey, ya en proceso de deificaci6n, prometiera que no harfa varias cosas desagradables a ningiin hombre libre. De forma semejante, los Comunes del s- glo xv1t, en sus protestas, reclamos y peticiones, y particularmente en la Peticién de Derechos de 1628, afirmaron los derechos de to- dos los stibditos del rey a no tener que pagar impuestos ni a ser en- cerrados sin “el consentimiento comtin por ley del Parlamento” y €1 “debido proceso legal”."! Limitar su reclamo lo babria debilitado.. Elrey era el lugarceniente de Dios, y se decfa que Dios no respetaba demasiado a las personalidades. La Biblia, que los miembros del EL, DERECHO DIVINO DE LOS REVES % Parlamento eran aficionados a citar, no tenfa mucho para decir sobre los derechos de los caballeros. Las afirmaciones de los Comunes sobre los derechos universa- les estaban de alguna manera dictadas por las premisas de las que provenian, La ficcién de su propio estatus como representantes y Ia ficci6n del estatus del rey como lugarteniente de Dios exigfan que ellos hablaran en términos universales si es que iban a hablar, Inchuso cuando reclamaban un privilegio exclusive del Parlamen- to, como Ia libertad de no ser arrestados durante las sesiones, los Comunes tenian cuidado de declararlo esencial para los derechos de todos los stibditos. “La vida del reino”, dijo sir John Eliot, “pro- cede del privilegio de esta Cémara’.!? “La libertad de esta Cama- 1a,” dijo sir Edward Coke, “es la libertad de todo el pais”.!* Haber dicho menos habria sido reducir su elocuencia a impertinencia. Es muy posible que los miembros del Parlamento no tuvieran la intencién de ser tomados de manera literal, no mas que los ba- rones en 1215, 0 que el Congreso Continental estadounidense en 1776 cuando declaré que todos ios hombres habfan sido creados iguales. De todas maneras, a juzgar por lo que dijeron en los deba- tes internos y en su Peticién de Derechos en 1628, la Cémara de Jos Comunes acepté las implicaciones de su posicién. Ellos se con- sideraban representantes no s6lo de su propia clase, y ni siquiera de los votantes calificados, sino también del resto de la poblacién. Su insistencia en que ellos eran simples sibditos, por poco realis- ta que fuera, dio como resultado una definicién de derechos que se extendia a todos los ingleses. La Camara de los Gomunes no s6- lo redacté la Peticién de Derechos en términos absolutos y se opu- so con fuerza & todo intento de suavizar esos términos, sino que obligé al rey a aceptarla de tal manera que finalmente debié in- cluirla en los libros de leyes, junto con Ia Carta Magna, donde to- dos los hombres pudieran reclamar sus beneficios.!# No es, quiza, sorprendente que la Camara de los Comunes, al interpretar su papel elegido, se haya sentido obligada a exigir los derechos para todos los sitbditos, Lo que es mas extraordinario es que ellos pudieran convertir el sometimiento de los siibditos y la exaltacién del rey en un medio para limitar la autoridad de éste. Al poner la rectitud, a sabiduriay la autoridad del rey en el plano cy EDMUNDS. MORGAN de la divinidad, la Camara de los Comunes negaba la posibilidad de que-cualquier otro mortal compartiera estos atributos reales; en particular, negaba la posibilidad de que el rey los transfiriera 2 cualquier stibdito. La autoridad divina debia ser autoridad inalie nable, y la Camara de los Communes se convirtié en su guardiana, en contra de cualquier siibdito que pudiera arrogarse una parte de ella. Aquellos que hacfan cosas en nombre del rey las hacian por su propia cuenta y riesgo, porque seria una especie de delito de lesa majestad tomar alguna decision en su nombre en tn caso que él pur * Pero a eso habia conducido la exal- tacin del rey. Al prohibir a ovros reparalos lugares de la maiestad, Jos Comunes se habian clevado a si mismos hasta el punto en que es taban enfrentando al rey menos como sabditos que como rivales. Y ese tipo de enfrentamiento no podia ser realizado segiin las antiguas regias. En Ultima instancia requirié una transferencia de la sancién divina del rey a su pueblo vsus representantes El derecho divino de los reyes nunca habia sido més que una ficcién, v usado como lo hicieron jos Comunes, condujo aa fic- cin que lo reemplaz6, la soberania del pueblo. Aunque ambas fic- ciones parécen estar en polos opuestos, tienen mucho mas en co miin entre ellas de lo que a primera vista puede parecer. Al aceptar el derecho divino del rey, al insistir en que su autoridad era pura e indivisible, Ia Camara de los Comunes habia avanzado un gran trecho haciendo que la autoridad fuera inviable, salvo en Jas condiciones que ella dictaba. Al elevar al rey prepararon su des- ‘trycci6n, yal humillar alos stibditos poderosos, hicieron lugar pa- ra.clascenso de los humildes; hicieron Tugar, en efecto, para las nuevas ficciones de un mundo donde todos los hombres son crea- dos iguales y los gobiernos obtienen sus poderes de aquellos a quienes gobiernan. Esa no era seguramente la intencién de los hombres que se sentaban en Westminster y cantaban loas a un rey perfecto, pero ellos no fueron Ios primeros a los que la historia les jug bromas 2. El enigma de la representacion La ficcién que reemplazé al derecho divino de Jos reyes es ‘nuestra fiecion, y en consecuencia nos parece menos ficticia. Sola- Thente un cinico entre nosotros se burlara de la dedicacién de Lin- coln “al gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Cualquier pensamiento serio podria decirnos que todos los go- biernos son del pueblo, que todos declaran ser para el pueblo y ‘que ninguno puede ser literalmente ejercido por el pueblo. Pero el pensamiento serio también nos dir que la soberanfa del pue- blo, por ficticia que sea, ha funcionado. En Inglaterra y en Estados Unidos, al menos, ha funcionado durante tres siglos, suministran- doa las minorias la justificacién para su gobierno de las mayorias yreconciliando a éstas con ese gobierno. Ha proporcionado la es tabilidad que los mas recalcitrantes partidarios del derecho divino habian declarado imposible, y también ha proporcionado la fuer- za para los cambios politicos y sociales que han levado a nuestras instituciones a una cercania mas estrecha con sus propuestas. Todas esas propuestas, de una manera u otra, ratifican el poder, la autoridad y los derechos de! pueblo sobre su gobierno, a la vez que sostienen el poder, la autoridad y los derechos del gobierno en vi~ tud de Ia autorizacién dada por el pueblo. El pueblo esta conforma- do por los gobernados, y los gobernantes también son, por lo menos en esta ficcin, a la ver stibditos y gobernantes. De qué manera esa contradiccién lieg6 a ser aceptada por la elite gobernante, asf como también por las mayorias a quienes aquéllos gobiernan, es logica- mente desconcertante, pero histGricamente explicable. La explica- Gi6n nos llevara desde cl Parlamento que desafié al rey en el siglo xvi en Inglaterra hasta la convencién que redacté ta Constituci6n de los Estados Unidos en 1787, pero debe comenzar con una mirada mas detenida al enigma principal de la soberania popular, a institucin que expresa sus contradicciones de manera mis obvia. bd EDMUNDS MORGAN La representacién en Inglaterra comenz6 antes de que se ensara en el gobierno representativo 0 en la soberania popular Comenzé en el siglo xi como un modo de asegurar o facility fi nalmente de obtener, el consentimiento al gobierno del rey. El rey convocé a representantes de condados y municipios para acudir a su Parlamento provistos de plenos poderes legales a fin de com. prometer a sus electores a aceptar los impuestos o las leyes que aprobaran. Los poderes de representacion tenfan que ser totales (plena potesias), de manera que ningtin representante pudiera ale. gar que debia regresar y consultar a sus electores. Su consenti- miento, dado en el Parlamento, debia ser tan pleno como si los electores hubieran asistido en persona.* "Como si”. La represen- tacién desde el principio fue en si misma una ficci6n. Si el repre- sentante aprobaba algo, sus electores tenfan que simular que ellos lo habfan aprobado, La manera en la que un grupo de stibditos fue convencido por primera vez para fingir que uno de ellos iba a sustituirlos a todos no esta totalmente clara. Es posible que originariamente un represen. tante sélo pudiera aprobar en nombre de los individuos que espect ficamente le habian otorgado poderes y que aquellos que no lo ha- bian hecho, aun cuando formaran parte de la misma comunidad, no eseavieran obligados por sus acciones. Aunque los registros no ‘muestran unta situacién como ésa en los primeros Parlamentos in- gleses, si podemos observarlo en las primeras asambleas representa tivas reunidas en la colonia inglesa de Maryland en la década de 1680, Mientras Carlos estaba gobernando sin una asamblea repre- sentativa en Inglaterra, no otorg6 esa libertad para gobernar a quie- nes habia autorizado a fumdar colonias en Norteamérica. La carta de concesin a su amigo, lord Baltimore, le daba a éste el poder de dictar leyes para Maryland, pero sélo con el consentimiento de los hombres libres (liberi hamines) establecidos alli. Bahimore delegé su antoridad en un gobernador, y en el pri er aiio después de la llegada de los colonos, el gobernador apa- Fentemente convocs a los hombres libres para conseguir su consen- timiento a vatias leyes, como se habia dispuesto. No tenemos singin registro de esta asamblea ni de envintas personas aisteron, Pero para ia siguiente asamblea, en 1688, los registros muestran que ENIGMA DE LA REPRESENTACION 4 algunos hombres libres asistieron en persona, mientras que otros enviaron delegados representantes, cada uno de los cuales tenia de- echo a su propio voto y también 2 todos los votos de aquellos que lo habian elegido como su representante, No representaba a nadie gue no le hubiera otorgado poderes especifica e individualmente, y cualquiera podia cambiar de idea, revocar la delegacién de su voto y asistir en persona. Asi pues, descabrimos en Ios registros del se- gundo dia de reunién: "Se presenté John Langford de la Isla de Kent, caballero [...] que habia dado su vor al elegir a Robert Phil- pott, caballero, para que fuera uno de los representantes de los hombres libres de esa jsla, y deseé revocar su decisién y estar perso- nalmente presente en Ja asamblea, y fue admitido”. Uno también podia cambiar esa delegacion de un hombre a otro después de que la sesi6n hubiera comenzado. Asf, “Richard Lusthead deseé revocar su delegacion (dada a Richard Gannett) y fue admitido e hizo que Robert Clark fuera su delegado”, Los registros insintian que se rea- lizaron elecciones de representantes en ciertas comunidades, pero aquellos que votaron en contra del ganador no estaban obligados a reconocerlo como su representante. Asi, Cuthbert Fenwick asisti6 a a asamblea y “alegé que no apoyata la eleccién del representante de St, Maryyy fue admitido”.° El resultado era una situacién politicamente absurda: dentro de la asamblea algunos hombres tenian solamente su propio voto, mientras que otros tenian los votos de todos sus representados ademas del propio. En una ocasién un politico aspirante llamado Giles Brent tuvo suficientes pode-es (setenta y tres) como para constituir una mayoria de la asamblea por si sélo. En la década de 1640 la asamblea fue gradualmente reducida a ser s6lo un cuerpo cestrictamente representativo, y cada comunidad en la colonia ele- gia aun representante, por simple mayorfa, que acudia en nom- bre de toda la comunidad, incluyendo a la minoria de hombres li- bres que habian votado en contra de él. Yél tenia un voto solo en al asamblea, sin tener en cuenta el tamaiio de la comunidad que representaba.™” El desarrollo original de la ficcién de la representacién en In- glaterra puede no haber seguido este mismo patron, Cuando la re- presentacién comenzé en Inglaterra, las comunidades locales ya 42 EDMUND S. MORGAN estaban mas desarrollacas de lo que podian estar en una colonia Feciéh fundada, y las primeras convocatorias legales dirigidas a tos caballeros de la jurisdiccién en el siglo xin especificaban que de- bian tener poderes para consentir por sf y por toda la comunidad del condado (prose et tota communitate comitatus ila) del que prove nian.** Pero el ejemplo de Maryland muestra de manera grafica el caracter original (y continuo) del representante como agente de aquellos a quienes representaba. | __ Fuera en Maryland o en Inglaterra o en cualquier otro lugar }en el mundo angionorteamericano, cuando los representantes de- {acon de ser, como hasta entonces habian sido, meres apoderadoo | de personas individuales, las comunidades que ellos representa- ban fueron definidas geogréficamente. En Inglaterra representa. ban condados © municipios. En Maryland y Virginia representa: ban plantaciones, secciones de condados 0 condados; en Nueva Inglaterra representaban ciudades pueblos; en las Carolinas, pa- Froquias. Era posible extender la ficcién de un hombre en lugar de otro 0 de varios hasta el punto de representar a toda una comu- nidad, incluso a aquéllos en la comunidad que no lo habian auto- Tizado especificamente. Pero, en Inglaterra y en Norteamérica al menos, la comunidad estaba definida geograficamente. Era la isla de Kent o el municipio de St. Mary; era Shropshire o Staffordshi- re, Norwich o Bristol; nunca fue la congregacién religiosa de ten- deros o zapateros, nunca la asociacién de agricultores de tabaco 0 la asociacién de duetios de barcos. En los siglos vl y 20x Ia fic cién de la representacién fue en ocasiones explicada y defendida como un medio por el cual todos los diferentes “intereses” ecoi Imicos o sociales en un pais tenian una vor en su gobierno, pero la representacién en Inglaterra y Norteamérica nunca se bas6 en realidad en otra cosa que no fuera comunidades geograficamente definidas. Podria decirse que el tinico interés, aparte del geogréfico, que Ja Camara de los Comunes inglesa representaba en el siglo xvn era, como hemos visto, el interés de la geniry de Inglaterra, hombres cu- yo nacimicnto y cuya riqueza no eran suficientes para brindarles un sitio en la Camara de los Lores, pero si para hacer que fuera desea- ble para ellos, para el rey y para algunos de sus sibditos, que tuvie- EL. ENIGMA DE LA REPRESENTACION 8 nun gar en el gobierno. in embargo, no venfan slo como ca Salers ocomo representantes de balers Fucran cule fuesen sus poderes, en el pats en el exter, ean en Westminster co tho representantes no de su cave, ano de ss locaiades De esto nose gue que cera comunidades especiales fers elegidas para sr epresontadas porque la gente dentro de ella as lo hubiera deseado. La representaciGn comenz6 como una oblige cién impuesta desde arriba, y con el paso de los anos, especial- én iy mente en el sigio x, el rey 0 Ja reira ampliaron Ja obligacién asig- nando representantes a nuevos municipios, no porque los residentes lo exigieran, sino mas bien porque caballeros rurales con poderosas relaciones persuadieron al monarca para que con~ cediera el voto a municipios donde podian estar seguros de con- twolar las elecciones. El resultado fue que muchas comunidades pequefias obtuvieron la representacién, mientras que otras més grandes fueron ignoradas. Para principios del siglo xvit la mayoria de los 462 miembros de la Camara de los Comunes (cuyo ntimero habia aumentado de los 206 de principios del siglo xv1) estaba compuesta de caballeros hacendados que en realidad no eran re- sidentes de los municipios que los habjan elegido. z El ntimero de personas que particlpaba en Ia elecei6n de re- presentantes dentro de un condaco o municipio se ampli6 de la misma forma, sin que nadie lo pidiera, E! voto de los miembros del condado habia sido restringide por una ley parlamentaria de 1430 a los varones adultos, propietarios de tierras que produjeran cuarenta chelines al afio en rentaso productos. En esa época cua: venta chelines eran una suma impertante, pero para el siglo Xvti la inflacién habia hecho que la cantidad fuera meramente nominal, expandiendo el sufragio en los condados hasta quizés una quinta parte de los varones adultos. ; La votacién en los municipios se regia por la Gna ye taba mucho de un lugar a otro; en algunos, se extendia a casi fo- dos los babtantes varones libres en oto, estaba limitada ls miembros de las corporaciones que gobernaban el municipio. Las votaciones municipales se ampliaron durante el siglo xvit, cuando ta Camara de los Comunes empez6 a dirimir las disputas clectora- les. Tales disputas aparecian en general cuando un candidato am- “ EDMUND S. MORGAN, bicioso traia votantes no calificados a las mesas de sufragio y abru- maba a su adversario con ellos, Si el audaz candidato era favoreci- do por Ia mayoria de la Cémara de los Comunes, ésta lo declaraba elegido, y el sufragio en ese municipio era legalmente ampliado a partir de ese momento. La composicién de la Cémara de los Comunes era, por lo tan- to, resuelta en gran medica por el rey al asignar la representacion, © por la misma Camara al decidir las disputas. Pero ni el rey ni fos ‘Comunes trataron de hacer que la base legal de la representacién fuera otra que la geografica. Los miembros podian, en efecto, ser elegidos dentro de un estrato social estrecho, pero seguian siendo representantes de condados y municipios. Ningtin caballero podia presentarse ante la Camara de los Comunes sin la certificacién de un funcionario del gobierno de que habia sido elegido por una mayoria de votantes como representante de un condado 0 muni- Cipio especifico, Yese condado 0 municipio era considerado una totalidad que incluia a todos los residentes dentro de sus limites, todos stibditos del rey, estuvieran 0 no en condiciones de votar. Esta conexion local de cada representante en la Camara de los Comunes puede haber sido un accidente histdrico surgido de la ma- nera en la que la gentry habia tratado de obtener escafios en el Par- lamento. Pero para el siglo xvi Ia definicién geogrifica local de la representacion se habia convertido en un ingrediente esencial de ella, de la misma manera que la representacién se habia vuelto un ingrediente esencial del gobierno inglés. Otra vez, el comporta- miento de los ingleses que se habian trasladado a Norteamérica puede ilustrar ef punto, La colonia de Massachusetts fue fundada por una sociedad comercial, la Massachusetts Bay Compariy, en la ‘que los accionistas, identificados como “hombres libres”, tenfan la facultad de reunirse cuatro veces al afio en una “Corte General”, a fin de dictar leyes para la compaiiia y para su colonia, y de elegir a Jos funcionarios de la compafiia, es decir, un gobernador y diecio- cho “ayadantes”. A la compaitia s¢ le habfa acordado el poder, igual que a lord Baltimore en Maryland, para gobernar la colonia como considerara adecuado, pero no se le exigia obtener el consenti- miento de los habitantes para sus leyes. La mayoria de la compaiifa decidi6 en 1629 transferir el lugar de reunién de la compaiifa a la ELBNICMA DE LA REPRESENTACION 4% colonia, yuna ver alli, el pequeiio némero de hombres libres (accic- nistas) que habia hecho el viaje abri6 sus filas a todos los miembros varones de la iglesia puritana ortodoxa. Acompafiaron esta jugada, sin embargo, con una transferencia de la autoridad legisiativa al gobernador elegido y a sus ayudantes.” ‘Ahora bien, la carta de constitacién de la compa rizaba esa delegacién del poder legislative de los hombres libres. Por otro lado, tampoco ofrecia a colonos corrientes que no eran hombres libres (es decir, que no eran miembros de la compaiiia) ningtin detecho a ser consultados acerea de Tas leyes que la com- pania pudiera dictar. Pero en 1682, cuando los ayudantes, actuan- Go en su recientemente asignada capacidad legislativa, aprobaron tun impuesto, el pueblo de Watertown se neg6a pagarlo con el ar- gumento de que el gobierno no tenia autoridad “para dictar leyes © exigir impuestos sin el pueblo”. El gobernador John Winthrop Jes explicé que los ayudantes eran como tn Parlamento, que fue- ron votados por los hombres libresy por lo tanto podian hacer las cosas que el Parlamento hacia en Inglaterra. Esto parecié satisfacer a la gente de Watertown por el momen: to, pero lo cierto es que los ayudantes no eran como un Parlamen- to, porque habjan sido elegidos en general y no representaban ningtin distrito 0 ciudad en particular. Aparentemente este hecho fue rapidamente reconocido, pues dos meses después Winthrop registraba que “cada pueblo eligid a dos hombres para que estuvie- ran en [a proxima corte, para opinar con el gobernador y los asis tentes acerca de la venta de acciones pablicas, de modo que aque- Tlo que ellos acordaran debia obligarlos @ todos”. Dos aiios después los hombres libres de los pueblos revocaron el poder le- gislativo de los asistentes e insistieron en que todas las leyes fueran elaboradas en la Corte General, que ya entonces debia incuir a re- presentantes (“diputados”) elegidos por los hombres libres de ce da puebio.™ Los hombres “no libres” todavia no participaban en la cleccién, asi como la mayoria de los ingleses estaba excluida de votar por los miembros del Parlamento, pero este defecto no pare- ce haber afectado la viabilidad de la ficcién. Lo que se necesitaba ynitio participaran en la eleccién no auto- no era que cada hombre, mujer yao p de un representante, sino que la eleccién fuera percibidla como la a EDMUND S, MORGAN de una comunidad geografica. Un representante tenfa que repre- sentaral pueblo de un lugar determinado: dejaba de represenrar ‘cuando perdia su identificacion local. Una asamblea representati va tenia que ser constituida. Tenia que estar compuesta de las par- tes del todo, La ficcién de la representacién desapareceria'si se la estirala para que todos los legisladores fueran clegidos en general or (odos Jos votantes, incluso en una sociedad tan pequefia como la Bahia de Massachusetts en la década de 1680. Este cardcter local ic la representacién estaba presente desde el principio en In terra, asi como en las colonias de Inglaterra, y ha seguido siendo esencial hasta el dia de hoy para la credibilidad de la ficcion™ Estrechamente relacionada con el requisito de que el represen- tante estuviera ligado a una localidad, estaba la necesidad ya sefiala- da de que fuera percibido como un stibdito del gobierno. Para po- der representar a otros stibditos, debia él mismo ser un sibdito. Los ayudantes de Massachusetts, aunque elegidos anualmente, estaban en el otro lado de la cerca de los gobernados. Aunque obligados por las leyes que ellos tenian que hacer cumplir, eran percibidos como gobernantes, no como gobernados, igual que el rey yel consejo que €lnombraba, aunque limitados por la ley, eran gobernantes, no go- bernados, El rey y su consejo, el gobernador y los ayudantes, estaban abi para ejercer la autoridad sobre toda la sociedad. Los representan- tes estaban ahi para dar o negar el consentimiento de sus condados © pueblos o distritos particulares a lo que los gobernantes hicieran Aunque la distincién empezé muy pronto a hacerse borrosa, siguié siendo un ingrediente esencial en la ficcién de la representacion y en la manera en que la gente pensaba acerca del gobierno, En Mas- sachusetts, el reverendo Jobn Cotton, que no era de ninguna mane aun ingenuo, pensaba que un sistema politico que confundiera a gobernantes con gobernados, es decir, una democracia, era una con- tradicci6n en los términos. ‘Si el pueblo fuera gobernador’, se pre- guntaba, “zquién seria el gobernado?”." Yen su opinién y en la de John Winthrop, los representantes del pucblo, los diputados envia- dos por las distintas ciudades a la Corte General de Massachusetts después de 1684, eran stibditos, meros sustitutos de los pueblos que los habian elegido.®” Eran como los primeros representantes a los que el rey convocé a un Parlamento para hacer que obligaran a sus a EL ENIGMA DE LA REPRESENTACION electores locales a obedeces las ees) a pag los mpuesos props 1 el rey y sus consejos de barones y otros magnates. El consen- tintcnto dato por los eaballers targueses electors el consent riento de las localidades particulares que representaban, y el mismo acto del consentimiento los identificaba como subditos. ‘Silos representantes hubieran en verdad sido, o hubieran guido siendo, meros sibditos, si hubieran sido simplemente agentes de sus electores, con poderes silo para consentiren nom bre de otros sibditos a las medidas propuestas por Ia autoridac un gobierno del cual no eran, estrictamente hablando, una parte} entonces, la ficcidn de la representacién habria sido mucho més simple yun tema més plasibe de fo que siempre en realidad ba sido, Es posible que en Inglaterra, la C&mara de les Comanes de rante algin tiempo después de au creacion, consnuara slendo considerada de la manera en Ja que sus miembros tan a menu gue se la considerara: una reunién de meros sibdi- aoe reresent inde a varias comunidades de sibditos de todo el ais. Todavia en 1677, un miembro de la Camara de los Comunes) Peel sngumnas que ‘No nos consideramos pate dl gober, pues entonces el gobierno no serfa una monarquia".° El significa ute siondo rodara suficientementefaraiar come par sieuitn oe snsera lamado a nega es delaracién, Pero ya para lel Parl nto habian dejado de actuar como meros stibdi- aaa ean cor dat ono ou asentimiento a medida vet gue les proventan el eyy scone, Egan, i dene wrincipio, habfan elaborado medidas propias, presentandolas co- Fa eer co sealidad haciendo politias de go- tlerno, Haciendo lees propiamente dichas™ De forma semejante, en las colonias, las. asambleas represen- ae ane ae objerno ca dead elprincipie tn Darn os hoes pes ysusapoderados nin be de ae asoprsentain fer desaroliod completes esp ‘Mbp sue rd Blinore pa gobsrmdor x presi es aoe ae bacton- sno que ellos miamos prepararon se cae eermenon a dl como iaslejes que regulaban I esclaiad y la herencia, leyes sobre el cultivo del maiz, la venta de licor y el 48 EDMUNDS, MORGAN comercio con los indios.” En Massachusetts, una vez que la Corte General eeuper nated legit en 1694, no abo dade ae los representantes compartrian esa autoridad, Pero fueron més lejos. La Corte General era tarabién la autoridad judicial suprema de la colonia. Winthrop insistié en que los diputados enviados las cludadesno debian compares astoriad,porgue eran soe sibditos, pero los diputados exigieron el derecho a ocupar un lugar enlosjuiios sobre temasjuiialesy consiguieron Toque arian En Vinginia I autoridad para hacer leyes aba en la Compatia de irginia, con sede en Londres, pero la compaiifa convocé una asamblea representativa en la colonia, en 1619, y esa asamblea pre- sent al compaiia una serie de lees qu, con la aprobacién de la “ompafifa, se convirtieron en las primeras leyes promuilgadas por una asamblea representativa en Norteamérica.”? ‘Tan pronto. como los representantes empezaron a hacer leyes y polltcas para una sociedad mis amplia que aquella. munidades perenctan, go lesion deat ee soe, Ser mers sibditos, Dela misma manera, aunque ne deiaron deer ts de lee diernts kaldades of desta de ot eae Jeso. Las leyes que dictaban no slo obligaban a sus propias comuni, dades, sino a todo el reino, a todo el pais a toda la sociedad. Al hacer politica para un cuerpo mas grande, tuvieron que pensar en ot términos diferentes de los de las neceidadesy descor de sus locale des; compartian la autoridad real, tenfan que pensar ala manera del * ean ave pensar ra a adn en lugar de paras oe Elbienestar dela sociedad en su conjunto podifa ser dferemic del de cualquiera de sus partes 0 incluso de la suma de todas ls partes En la medida en que asumieron la autoridad y dirigieron sa atencion} alo que fuera que ellos percibian como el biettestar dé la totaidad. os representantes necesrament perder algo des crater de tos y de agentes locales para adoy i sibs desgemeslocles para apt lor stavos de una clase go Logicamnente, esto representaba una transformacion et els fcado de a representacion, peo conoligicamente histrieameny no fue tanto una transformacin como una paradoja oun conflicte presente en la representacién desde el principio o casi desde pr cipio, El poder mismo que se requerfa que una comunidad local otor Sse Ia fi EL ENIGMA DE LA REPRESENTACION 49 gara.a su representante abrfa el camino para que ese representante se élevara por encima de la comunidad. El rey requeria que la comunt- dad local le otorgara plenos poderes (plena potestas) para actuar en nombre de ella de manera tal que sus habitantes no pudieran repu- iar sus acciones sino les gustaba le que ét hacta. Adems, las perso- nas seleccionadas por una comunidad para que la representaran en elParlamento pertenecian desde el principio al grupo de los que po- dian conseguir el asentimiento de esa comunidad en virtud de su propio poder y prestigio, 1c fue, pues, un tanto dudoso desde el principio, Yeu nexo con 18 localidad que representaba también fue viciado ya desde el siglo Iv, cuando la gentry no residente empez6 a comprar y a conseguir por la fuerza las bancas del municipio, dejando de lado a dignata- Flos locales, pero menos poderosos. Una ley parlamentaria de 1413 requeria que un representante fuera residente del municipio que lo elegia, pero los abogados en Ia Camara de los Communes pronto interpretaron que éste no aecesitaba ser residente del mu- nicipio que lo escogia.”® Una cierta conexion se mantuvo a través de la practica de dar instruccionesal representante para votar 2 fa- vor oen contra de tal o cual medida, o de asegurar legislaciGn que otorgaba ciertas ventajas locales. Pero los plenos poderes del repre- sentante significaban que sus votos serian vilidos aun cuando estu vieran en directa violaci6n de las instrucciones.* ‘Amedida que los representantes adoptaban el manto de la au- de Ja representacion para justificar la ate- nuacién de sus Jazos con los electorados jocales. Puede ser conside- rado un paso en esta direccién cuando comenzaron, ya en el siglo xiv, a argumentar que colectivamente representaban a todo el reino y podian dar el consentimiento de cada uno de Jos ingleses para lo que hacian en el Parlamento. El Parlamento inglés nunca habia in- cluido a representantes de cada comunidad, de cada pueblo, de ca dda ciudad. Ya hemos visto que, aunque todos Ios condados enviaban representantes, s6lo los municipios seleccionados —seleccionados caprichosamente, dicho sea de paso— podian hacerlo oe les exigia aque lo hicieran. Pero sir Thomas-Smith pudo decir como una obvie- dad en 1565 que “se supone que todo inglés esta aqui presente [en 50 7 EDMUND 5. MORGAN el Parlamento] [...] yse considera que el consentimiento del Parla- ‘mento es el consentimiento de todo hombre” A partir de esta premisa cra posible, aunque podria requerir una logiea poco usual, argumentar que cada representante podia y debia hablar y actuar, no para la comunidad local que lo habia ele- ido, sino para todo el pueblo del reino. Sir Edward Coke, que era ‘bueno para esta clase de légica, quizds haya sido el primero en ma- nifestar la idea de esa manera. “Aunque uno sea elegido por un con- dado 0 municipio en particular”, dijo, “cuando es enviado y ocupa su lugar en el Parlamento, esti al servicio de todo el reino, pues el objetivo de venir aqui, como dice en los documentos de su eleccién, ces general”. De la ficcidn ce que un hombre puede presentarse en Tugar de toda una comunidad y obligar a esa comunidad por sus ac- ciones, Coke extrapolé Ia ficcién mas amplia de que un hombre puede representar a todo el pueblo de un pafs, la mayoria del cual no ha tenido nada que ver en su designacion para ese propésito, _Lacxposicién clisica de esta idea, por supuesto, iba a venir en el siglo siguiente, cuando Edmund Burke explicé a los electores ristol por qué les debia a ellos nada mas que la cortesia de es- 3s ante: 2 iar segiin él pensara qué era mejor. para todo el pais.” Pero ya en la formulacién de Coke estamos uy cerea del punto en que la representacién se convierte en go bicrno representativo, En la época en que Coke escribfa, sea cual fuuere la autoridad que los representantes podian atribuitse a ellos miismos sobre los demas stibditos, presumiblemente proventa del rey. Pero era s6lo una distancia muy breve la de pasar de represen- wcblo a hacer derivar Ia antoridad de exe pueblo. ‘Cuando los ingleses dicron ese paso en la década de 1640, no afirmaron Ia soberania de cada condado o municipio. Ni siquiera se les ocurrié pensar de esa manera. Estaban reemplazando la au- toridad del rey, y el rey habia sido el rey de toda Inglaterra. No era enestion de que Ios condados o los municipios declararan de mae nera individual su independencia del gobierno del rey, asi como tampoco iban a ser las ciudades o condados de sus colonias nor- teamericanas los que de manera individual iban a declarar la inde- pendencia en 1776, No habria habido ninguna barrera logica pa- ra pensar en el pueblo de cada comunidad como un cuerpo EL ENIGMA DE LA REPRESENTACION 31 soberano, pero no fue eso lo que ocurrié, El pueblo cuya sobera: nia se proclamaba era el pueblo ¢e todo el pais o Ja colonia, un fmupo demasiado numeroso como para deliberar o actuar como Un-cuerpo. Fueron sus representantes los que reclamaron en nom- i 1¢ solo un cuerpo representativo podia A, iets No se aio que Ja soberania del pueblo residiera en electorados particulares que elegian representantes. Ella residia n fos | en el pueblo en general y alcanzaba alos representantes sin que el | wueblo en general hiciera nada para otorgarla ‘Ora ver, no habria habido ninguna barrera légica para que el pueblo confiriera la autoridad por medio de una eleccion general ‘en todo él pais a un grupo de hombres para que cumplieran las funciones de gobernantes, pero no fue eso lo que ocurrié. Lo que ocurrié fire que los representantes elegidos por ciudades y conda- Gos individuales asumieron los poderes de gobierno sobre todo tun pafsy alegaron que sus poderes provenian, no de la ciudad o el Condado gue los eligieron, sino del pueblo soberano como Un to- do. Yai bien habria sido logicamente posible que una cleccién na- tional otorgara poderes de gobierno 2 un cierto niimero de hom- bres, tal procedimiento diffcilmente les habtfa convenido a los miembros del Parlamento en su lucha con el rey. El pueblo al que atribufan el oder supremo era él mismo fi % | sicioy podia muy Gtilmente quedar asi, como un cuerpo mistico, sxistente como pueblo s6lo en las acciones del Parlamento que i afirmaba actuar en su nombre. 7 are Quizd no seria exagerado decir que esos representantes inventa- ron la soberanfa del pueblo a fin de reclamarla para si, justificar su propia resistencia, no la resistencia de sus electores de manera indi- vidual o colectiva, frente a un reyantes soberano. La soberania del fue_un instrumento por el cual los representantes s¢ elevaron ellos mismos ala distancia maxima por encima del grupo de perso nas que los habfan elegido. Fue en nombre del pueblo que se convir- tieron en todopoderosos en el gobierno, liberandose lo mas posible del aspecto local y del caracter de stibditos que los habjan convert do en representantes de un particular grupo de personas. ‘Lo maximo posible. La revolucién inglesa se desvi6, en efec- to, cuando el Parlamento Largo se volvié demasiado largo, cuan- } |« 52 EDMUND 5, MORGAN do los representantes se negaron @ regresar a sus electorados para la reeleccion o el rechazo. El cardcter de autoridad de alcance na- ional del representante no puede ser magnificado hasta cl punto ‘de climinar completamente su caracter de sibdito local sin des sruir al mismo tiempo la ficeign de la representacién ponienda fin al gobierno representativo. El conflicto no puede ser eliminado, tiene que ser acallado y contenido. Un elemento puede ser desta. cado sobre los demas en diversas ocasiones y lugares, y la historia del gobierno representativo puede leerse como un proceso dialée- tico en cl que un elemento asciende o desciende a expensas del otro, Pero si cualquiera de ellos falta por completo, o bien cesa de. ser gobierno, o bien deja de ser representativo. Cuando el caric-| “ter local y de sitbdito del representante es destacado demasiado, se hace dificil percibirlo como el depositario legitimo de la autori- dad nacional con la que el pueblo soberano supuestamente lo ha inyestido. Cuando su funcién nacional como gobernante de todo el pueblo adquiere la primacia, puede perder la credibilidad co- mo portavoz de los otros siibditos en su comunidad local. La fic- ci6n de la representacién tiene que resistir Ja tensién constante de ambas direcciones en sentido opnesto. ! Las dimensiones del conflicto no siempre han sido evidentes, incluso para aquellos invohucrados en él, pero nosotros podernos verlo funcionando en una etapa ligeramente posterior, en la expli- caci6n dada por Algernon Sidney sobre la autoridad nacional del representante. ‘No ¢s", argument Sidney a principios de la década de_1680, “en nombre de Kent 0 Sussex, Lewis o Maidstone, sino en nombre de toda la Naci6n, que Ios miembros elegidos en esos higa- reson enviados para cumplir funciones en el Parlamento, si bien es adecuado que ellos, como amigos y vecinos (hasta donde se pueda), escuchen las opiniones de los electores, para una mejor informa. ci6n de sus decisiones [...], sin embargo, no esti estricta y apropia. damente obligados a dar cuentas de sus acciones a nadie, salvo que todo el cuerpo de la Naci6n al que sirven, y que esta igualmente involucrado en sus resoluciones, pudiera ser reunido. Al ser esto imposible, el dinico castigo al que estan sujetos, si taicionan su confianza, es el desprecio, la infamia, el odio y la seguridad de ser rechazados, cuando busquen obtener otra vez el mismo honor”. ELENIGMA DELA REPRESENTACION 58 Sidney se esfuerza aqui para distinguir las obligaciones del re- presentante respecto de toda la nacién, de sus obligaciones res- pecto de los electores que lo eligieron como su agente. Sin embar- go, él depende de sus electores para ser removido si traiciona su ‘confianza. Qué confianza? ¢La confianza depositada en él por Kent @ Sussex, por Lewis 0 Maidstone? No, la confianza puesta en él por todo el cuerpo de la nacién, que no puede ser reunido para remo- vverlo,y que por la misma razén, en primer hugar, nunca se reunié pax raconfiar en él. §i traiciona la confianza tan misteriosamente puesta en al, se supone que ser sometide al desprecio, Ia infamia y el odio. zero el desprecio, la infamiay e odio de quién? cAcaso no seria po sible que el hombre qne se gana cl desprecio, Ja infamia y el odio del resto del pafs, pueda ganarse el elogio, la fama y el amor en Kent o Sussex, en Lewis 0 Maidstone? Yala inversa, el hombre que es fiel a la confianza de la nacién puede ganarse el desprecio, la infamia y el en Kento Sussex, Lewis o Maidstone. oe a uos peo oreo pond y haba spond a ella, probablemente, como lo hizo a otras objeciones, que si bien ‘una asamblea represcntativa no era infalible, de todas maneras “una Camara de los Comunes compuesta de aquellos que son los mas ¢s- timados por sus vecinos en todas las ciudades y condados de Inglate- ra” estarfa como minimo menos “expuesta a error 0 corrupcién que un hombre, mujer 0 nliio que da I casualidal de que es el pa, riente de sangre mas cercano del iiltimo rey’.” En el peor de los caf sos posibles, en otras palabras, el gobierno representativo probable mente saldrfa favorecido en Ia comparacién con la monarquié hereditaria. Un grupo de hombres clegidos por el pueblo, por fuer tes que sean sus azos locales y sean cuales fueren sus flaquezas, co tituye un depositario més seguro del poder que un rey hereditario, Dado que el gobierno representativo descansa sobre ficciones ‘contradictorias o sobre una sola ficcidn con notorias contradicciones internas, con frecuencia ha requerido este ti ifr Es un ultimo recurso, mejor que las alternativas, Pero el hecho de que Sidney ignore el conflicto posible entre los Mtereses locales ylos nacionales es un recordatorio de que el gobierno representativo, pa ra que fancione, para acallar el conflicto dentro de la ficcibn, requic~ re que las diferentes comunidades representadas puedan y quieran iia EDMUND §, MORGAN la mayor parte del tiempo y en la mayoria de los temas pereibir sus propios intereses locales como involucrados con, si no idénticos a, Jos intereses de la sociedad en sentido mas amplio. Exa percepci6n era mas facilmente mantenida cuando la autor dad del gobierno derivaba del rey que cuando el cuerpo representa tivo aseguraba que la obtenia del pueblo en general. Cuando la auto- Fidad provenia del rey, el gobierno era palpablemente algo distinto, uuna fuerza contra la que los representantes protegfan a sus electores, a cuyas acciones se sometfan y hacian que sus votantes las aproba- ran, Los representantes, como aquellos a los que representaban,, po- dian ser considerados sujetos pasivos y no actores. Por la misma ra- 26n, aquellas comunidades que no enviaban representantes al Parlamento no parecian tan claramente diferenciadas de las que sf Jo hacian. Todas eran sGbditas del mismo gobierno nacional, y se podia pensar ficilmente que los representantes que protegian de Ia autoridad externa a los stibditos en Lewis o Maidstone podian tam- bign defender de esa misma autoridad a, digamos, los de Sheffield o Birmingham. Ademés, esa autoridad misma era menos susceptible de ser in- clinada a favor de cualquier combinacién de intereses locales. Un rey podia convertirse en un tirano, pensando en sus propios intere- ses en lugar de los de sus sibditos. Pero no era tan esperable que él, a diferencia de Ia mayoria de una asamblea representativa, favore- ciera los intereses de alguna parte especial de su reino por encima de los intereses de otras 0 de los del conjunto.®® Debidoa que el mo- area no era, con seguridad, geograficamente parcial, habia menos necesidad de que en los gobiernos populares cada comunidad tu- viera sus propios representantes para proteger sus intereses especia- Jes contra los de otras comunidades. Mas bien se necesitaba protec- cin contra el peligro més general de un gobierno arbitrario por parte del monarca, y ésta podia ser proporcionada con la misma efi- ‘cacia por uno o por otto grupo de sibditos representantes. Antes de que los representantes se hicieran cargo de leno de) gobierno, era coherente que no hubiera demasiada agitacién por parte de Jas comunidades excluidas para integrar el cuerpo repre- sentativo. La gran expansion de la representacién en el Parlamen- to en el siglo xvi ocurri6, como hemos visto, no debido a las exi- EL ENIGMA DE LA REPRESENTACION 5 gencias de las comunidades antes excluidas, sino debido a que la ascendente gentry en crecimiento queria bancas en la Camara de los Gomunes y porque el rey los queria alli. En las colonias, donde ja autoridad del rey estaba diluida por la distancia y los represen- tantes eran, en consecuencia, més poderosos (de hecho y no en teorfa), habia un poco més de preocupacién respecto de ampliar equitativamente la representacién. Pero incluso alli, en Pensilva- niay en las colonias de! sur, donde la representacion era més injus ta, parece haber sido poca la preacupacién por el tema hasta po- co antes de la revolucién norteamericana. Guando Ia autoridad del rey fue removida, como gcursié en Inglaterra en el periodo de Ia repiiblica y en Norteamérica des- pués de 1776, el conflicto de jos intereses locales con Ja soberania_ del pueblo en general se hizo mucho més agudo. En un Parlamen- to donde los representantes elegidos por un pufiado de vorantes tenfan autoridad total sobre comunidades que no podian votar en absohuto, hubo exigencias inmediatas de una manera mas racional y equitativa de ejercitar la recién descubierta soberania del pue- lo, De hecho, en ta Inglaterra del perfodo de la repitblica, se adopté un plan racional de representacién parlamentaria, s6lo pa- ra ser abandonado durante casi otros dos siglos después de la res- tauracién del monarca en 1660, Yen los estados independientes de “América del Norte, después de 1776, la distribucién de la represen- tacién se convirtié en una muy importante preocupacién, porque Jas comunidades y las regiones particulares temian que sin la apro- piada representacin no estarian adecuadamente protegidos de sus soberanos compatriots. En esta transformaci6n, el gobierno siguié siendo, como co- sresponde, algo diferente del resto, algo externo a fa comunidad lgcal, pero ese algo ya no era masun rey. Ahora se trataba del cuer~ po representative mismo, o por lo menos de Jos representantes de otras localidades, que eran actives més que pasivos, ¢jeci antoridad obtenida de_un pueblo que no podia cjercerla por s mismo, Cuando la autoridad de los representantes se vio aumen- tada de esta manera, su funcién como agentes de una poblacién de stibditos necesariamente se vio disminuida, Con el pueblo fic- Gional devenido de pronto en supremo, el pueblo real, encarnado 56 EDMUNDS. MORGAN en las comunidades locales, se enconir6 con que sus derechos y li- [bertades tradicionales estaban en peligro, amenazados por un cuerpo representative que reconocia solamente a un superior que fera una ficcién. Los miembros de un Parlamento como agentes de las comunidades locales se habfan visto a sf mismos, y asf habfan actuado a menudo, como protectores de los derechos populares contra las acciones arbitrarias de una autoridad més alta, Cuando el Parlamento o, mas especialmente, la Camara de los Comunes se convirtié ella misma en gobierno, zquién quedaba para proteger al pueblo real de sus acciones arbitrarias? El rey habia alegado que su autoridad provenia de Dios, y se sabia que Dios gobernaba el univers por medio de leyes, leyes que habjan sido convertidas en disposiciones positivas que defi- nian lo que era correcto y lo que era incorrecto, y cuya observan. cia y aplicaci6n eran e] deber del rey. El rey no podia equivocarse. Y si su gobierno, engaftado por consejeros malvados, hacia algo ‘malo, el Tribunal Superior del Parlamento podfa ilamarlo a rendir jcuentas, Pero quién podia llamar al Parlamento para rendir Jcuentas cuando el Parlamento hiciera algo malo y no hubiera rey? EI Parlamento estaba obligado por sus propias leyes? Si el Parla- mento hacia las leyes, eno podia deshacerlas? Quis custodiet ipsos custodes? ¢Habia alguna manera en que el pueblo, todo el pueblo. Jel pueblo ficcional, pudiera materializarse y actuar separado de |sus representantes para protegerse? Estas preguntas han preocupado a los defensores de la sobera- nia popular desde sus inicios hasta el dia de hoy. Cada tanto, se in- venitan nuevas respuestas, nuevos dispositivos para que los hechos se acerquen alla ficcién. Las respuestas de Estados Unidos han sido un tanto diferentes de las de Inglaterra. Pero los caminos seguidos tan- to por Inglaterra como por Estados Unidos fueron trazados primero en Ia Inglaterra del siglo xvtt, cuando el Parlamento desafié al rey y reemplazé el derecho divino con la soberania del pueblo. Si quere: mos comprender cémo nuestras propia ficciones fueron creadas y siguen funcionando, debemos regresar a los aitos tormentosos en gue los hombres y las mujeres ingleses las probaron por primera vez 3. La invencién del pueblo soberano Cuando el Parlamento empezé a “contarle historias al Pueblo” en la Grand Remonstrance de 1641, los miembros no tenian ningw na intencién de derrocar a su rey. Les habia molestado su intento de gobernar sin ellos, de recaundar impuestos sin el consentimien- to de ellos y, quiza principalmente, su decision de cubrir cargos en laiglesia con hombres sospechacios de catolicismo encubierto. Pe- ro se necesitaron siete afios y las sacesivas purgas de disidentes an- tes de que aquellos restantes terminaran de decidirse a deshacer- se del monarca y la monarquia. Mucho antes, sin embargo, cestaban dispuestos a ir mas alls de las protestas y las peticiones. En febrero de 1642, la famosa ordenanza militar (llamada “ordenan- za” porque, aunque aprobada por ambas camaras del Parlamento, no recibié la aprobacién del rey y, por lo tanto, no podia llamarse ley") retiraba el mando de Ja fuerza militar del pais de manos del rey para que fuera ejercido por el Parlamento. La resistencia co- ‘menzé en abril, cuando la guarnicién militar de Hull le prohibié al rey la entrada a la ciudad. A partir de ese momento, cada lado se puso a reunir tropas. Antes de que terminara el verano, €l rey ¥ e] Parlamento se enfrentaban en la guerra civil. ‘Aun entonces el Parlamento siguié pretendiendo que el rey en cuanto rey estaba de su lado, que su cuerpo real y su cuerpo le- gal estaban con ellos en Westminster, mientras que su equivocada persona dirigia su ejército contra el ejército del Parlamento.! Pe- ro mientras el Parlamento y sus partidarios contimuaban con Ta vie~ ja ficci6n, las ficeiones que se centraban en el derecho divind de Tos reyes no eran adecuadas pare respaldar el desafio que el Parla mento estaba planteando a Ia autoridad del rey. Se necesitaba una neva ideologia, una nueva razén fundamental, un nuevo conjun- to de fieciones para justificar un gobierno en el que Ie autoridad de Jos reyes estaba por debajo de la del pueblo o sus representantes. La 59 EDMUND 8, MORGAN soberania del pueblo no era un rechazo de la soberania de Dios. Dios seguia siendo la fuente altima de toda autoridad guberna- mental, pero la atenci6n se centraba en ese momento en la fuen- te inmediata, el pueblo. Aunque Dios daba la autoridad al gobier- no, lo hacia a través del pueblo, y al hacerlo lo colocaba por encima de sus gobernantes. La idea no era completamente nueva. Era por Io menos tan antigua como los griegos, y en el siglo precedente habia servido para justificar los lamados a la rebeli6n de los protestantes contra los reyes cat6licos y de los catdlicos contra los reyes protestants Estos “monarcémanos” habfan depositado sobre el pueblo el de- ber de controlar el acatamiento de Ia voluntad de Dios por parte de su gobierno y de destituir o matar a cualquier monarca que no pasara la prueba de la ortodoxia, catélica o protestante segiin fue- rael caso.* La nueva soberania popular tal como era expuesta por los partidarios del Parlamento en la década de 1640 le debia mu: cho a las luchas contra los reyes, asi como también le debia algo a la doctrina del derecho divino que vino a reemplazar, pero el cam- bio de énfasis era crucial: el deber hacia Dios cedié el paso a los derechos de los hombres. El cambio puede ser visto en la transformacién de uno de los argumentos que justifican la resistencia a un rey herético. Los que luchaban contra los reyes habfan asignado un papel clave en esa resistencia a los magistrados subordinados, aquellos debajo del rey, sobre la base de que, aunque nombrados por él, su autoridad provenia directamente de Dios. Cuando las érdenes del rey iban contra la vohintad de Dios, era su deber obedecerlo af, de quien provenfa la autoridad. En Inglaterra, el mismo argumento entrd en juego al prineipio en la forma acostumbrada de prescribir y jus- tificar la resistencia por parte de Jos funcionarios nombrados por el rey contra las Grdenes del rey-® Pero a medida que el conflicro se desarrollaba, los términos cambiaron gradualmente: antes de 1647 se argumentaba que los funcionarios pablicos, sin importar quién los habia nombrado, obtenfan su autoridad del pueblo y por ello eran sélo responsables ante el pueblo por sus actos en fanciones. Debian cumplir con la voluntad del pueblo, no con las ordenes contrarias de quienquiera que los hubiera nombrado.* LA INVENCION DEL PUEBLO SOBERANO 59 Incluso el texto biblico més habitualmente usado para desalentar fa resistencia popular al gobierno (Romanos xnt, “que cada alma sea sometida a los poderes mas altos") podria ser interpretado pa ra justificarla, simplemente afirmando que el pueblo es un poder mas alto que su gobierno: “Aunque no es legal que los inferiores se resistan a los superiores [...] ¢s, sin embargo, muy loable que el superior resista al inferior. Por lo tanto es indudablemente legal que el pueblo, o su representante, resista al rey [...]. El poder del pueblo es el mas alto, el poder supremo”. ‘Aunque tal cambio directo del discurso comin era poco usual, las revoluciones del pensamiento frecucntemente toman la forma de cambios en el énfasis, no negando las viejas ideas, sino dandoles un nuevo uso. La vieja ideologia del derecho divino no habia excluido en general al pueblo de un papel nominal en Ia creaci6n de los reyes. Una vaga suerte de consentimiento 0 elec- cién popular en un pasado distante, renovado cada tanto en la ce- remonia de la coronaciGn, estaba por lo menos implicita. Incluso Jos mas ardientes mondrquicos habian vacilado en fundar Ia auto- ridad del rey (0 su funcién como el lugarteniente de Dios) en Ta simple conquista. Aunque el hecho de que los reyes ingleses des- cendieran de Guillermo el Conquistador invitaba a esa atribucién, los publicistas habian preferido a menudo basar los derechos al trono de Guillermo (y el de sus sucesores) en algiin otro fundamen- toaparte de la subyugacién de suscompatriotas, Con ese fin postula- ban un acto contractual en el que él aceptaba las leyes inglesas y los ingleses lo aceptaban a él. El oxigen del gobierno inglés podia pues ubicarse en las acciones de os ingleses mismos en un pasado cémodamente distante y nebuloso. No era necesario, entonces, que los partidarios det Parlamento contra Carlos T inventaran una base popular para el gobierno, sino que s6lo tenfan que ampliar y hacer mas explicito el supuesto papel del pueblo como origen y definicién del gobierno." La definicién, por supuesto, tendria que conferir al Parlamento poderes de gobierno independientes de los que el pueblo pudiera haber conferido al rey, y preferible- mente superiores. El objetivo inmediato del cambio en las ficcio- hes era ampliar el poder no del pueblo mismo, sino de los repre- sentantes del pueblo. No se originé en manifestaciones populares CF EDMUNDS, MORGAN contra el rey, sino en la disputa entre el rey y el Parlamento, una disputa que habfa crecido hasta un punto difieilmente contempla- do por los votantes que eligieron a los miembros del Parlamenteo. En consecuencia, las primeras formulaciones de soberania popu- lar en Inglaterra, de Jas que nunca escapé del todo, otorgaron al pueblo el poder supremo al elevar a sus representantes elegidos. El portavoz mis elocuente de la nueva ideologia fue Henry Parker, un abogado que se convirti6 en secretario del ejército del Parlamento. Ya en 1642 él y otros parlamentarios imaginaron un pafs que existié antes de tener algi rey 0 cualquier otro funcio- nario de gobierno, Segiin esta opinién, el pueblo de la nacién, ha- ciendo uso de sus poderes otorgados por Dios, decidié ser gober- nado por reyes de sucesién hereditaria (podrian haber escogido cualquier otra forma de gobierno). Al hacer Ia eleccién, pusieron limites a los poderes del rey en leyes fundamentales y previeron posibles limitaciones subsiguientes para ser impuestas por sus re- presentantes en el Parlamento. Los poderes que otorgaron al rey estaban condicionados su observancia de esas limitaciones. Si in- fringiera la confianza puesta en él, el pueblo a través de sus repre- sentantes podfa resistirse con todo derecho y en tiltima instancia deponerlo, aunque los voceros parlamentarios negaron por m- cho tiempo cualquier intencién de hacerio.** Las nuevas ficciones parlamentarias estiraban la credulidad tan- to como las antiguas. El derecho divino de los reyes habia destacado l.cardcter divino de Ja autoridad del rey sin prestar demasiada aten- ciGnal acto en el que se suponia que Dios lo habia hombrado. Dela raisma manera, la soberania del pueblo, al destacar el caracter popu- lar de la autoridad gubernamental, reposaba en supuestos actos del | queblo_pasados y presentes. que resultaban casi tan dificiles de revi- sar como los actos de Dios. La exitencia misma de algo como “el pie blo” capar de acwar para btorgar poderes, definir y imitar un go- bierno antes inexistente, requerfa una suspensin de la incredulidad, La historia no registraba un acto semejante. Pero la imposibilidad de una demostracion empirica es una caracterfstica necesaria de las ficciones politicas. Ante la falta de registro hist6rico, Parker y sus amigos pudieron reconstruir la do- nacion original del pueblo en términos que daban al Parlamento LA INVENCION DEL. PUEBLO SOBERANO a un poder decisivo en su disputa con el rey. Que el Pariamento re- presentaba a todo el reino al aprobar leyes ¢ impuestos era, como hemos visto, ya una parte aceptada de la ideologia.® Parker y sus amigos convirtieron esta fiecién menor en un fundamento para la soberania popular, Era verdad que reconocfan que el pueblo co- mo tal no podia haberse reunido para otorgar el poder a alguien. La “inmensidad de su propio tamafio” hacia que la accién directa por parte del pueblo fuera imposible.® Las naciones en su totali- dad, en general, no podian “reunirse, ni ser consultadas, ni ser re- dimidas de la confusion”. De ello se segufa, por lo tanto, que “tan- to los reyes como las leyes eran producidos y aprobados por cuerpos de hombres, como nuestro Parlamento ¢s ahora”. ¥ Par- ker pasaba ficilmente de cuerpos imaginarios “como nuestro Par- lamento es ahora” al Parlamento de Inglaterra tal como era en ese momento y, supuestamente, lo habia sido desde tiempos inmemo- riales. "Podemos decir de él”, argumentaba, “que por su Real Con- sentimiento él mismo fue fundado al principio, y la realeza misma fue limitada y atenuada para ser Jo que es”. Dado que por este razonamiento el Parlamento habia efecti- vamente creado al rey y le habia puesto limites, resultaba obvio {que el Parlamento era el mejor juez de esos Iimites: “por esa supre- ma raz6n, la naturaleza de esa limitacién y atenuacién no sélo de- bia seguir siendo conocida, sino que también Ja limitacién debia ser buscada. Pues, zquién mejor para exponer lo que los reyes y las leyes son, y para lo que han sido creados, que ese poder incuestio- nable, que aquel que por su propio beneficio cred a ambos?”.*! Esta formulacién involucraba una circularidad que ni Parker ni ningiin otro vocero parlamentario jamas reconocieron: hacia del Parlamento su propio creador. Pero tenia la gran ventaja de dotar al Parlamento no sélo de una parte de los poderes de go- bierno, sino también del poder inherente al pueblo, el poder de dar comienzo, cambiar y dar por terminados 4 los gobiernos. ¥ por circular que fuera el razonamiento, fa atribucién alcanzaba vn gra- do de credibilidad a partir de la eleccién de la Camara de los Comu- hes, que pasaba por ser el voto popular. Aunque era una pequefia tninotia de la poblacién Ja que votaba, s6lo se necesitaba un es- fuerzo de la imaginacion para ver a las elecciones parlamentarias 62 EDMUND 5. MORGAN come el acto por el que “el pueblo” conferia al Parlamento su poder soberano. ‘Que la accién directa del supuesto pueblo debfa seguir sien- do ficticia, aparte del elemento de realidad de las elecciones par- lamentarias, era algo que estaba totalmente de acuerdo con las ne- cesidades y los deseos del Parlamento en la disputa con el rey. El Parlamento necesitaba el apoyo popular, necesitaba hombres que Iucharan contra los ejércitos del rey, y necesitaba dinero para pa- garles, pero no queria que ningtin cuerpo popular fuera del Par- Jlamento metiera manos en el asunto. Aunque la nueva ideologia, podia alentar sin peligro un mayor grado de participacién popu- obierno que la antigua, su proposito scgwia siendo el \,,, | mba pensuauira las mayorias para que se sometieran al gobier- ;ng de las minorias. No tenfa sentido alentar a Jos revoltosos a refu- giarse en la ilusion de que ellos eran “el pueblo”. El mero pueblo, Por muchos que lo formaran en ntimero, no era “el pueblo”, y la soberania del pueblo no debe ser confundida con las acciones no autorizadas de individuos o de multitudes o incluso de grupos or ganizados fuera del Parlamento. E] hecho de que la nueva ideologia invitaba a esa confusion fae evidente desde el principio, Era imposible apelar al pueblo pa- ra que se resistiera a su rey sin parecer estar apelando a personas individuates, reales, 0 a grupos de personas. Efectivamente, Ia so- berania del pueblo habria perdido gran parte de su utilidad para el Parlamento si hubiera sido necesario negar toda relacién entre “el pueblo” y el pucblo real fuera del Parlamento. El resultado de la disputa con el rey iba a depender del ntimero de cuerpos de car ne y hueso que cada lado pudiera reunir, y el Parlamento contaba con su propia afirmacin de representar al pueblo como un me- dio de conseguir el apoyo popular. EL rey y sus partidarios no ignoraban las ventajas que la nueva ficci6n, si era aceptada, iba a dara sus adversarios. El gobierno del rey, como cualquier otro gobierno, se basaba en Ia opinién, y la disputa enue el rey y el Parlamento era necesariamente una dispu- ta de opiniones. El hecho de que los mondrquicos descartaran el Papel del pucblo como fuente de la autoridad no reduefa sunece- sidad de apoyo popular y, en alum instancia, sus propios llama- LAINVENCION DEL. PUEBLO SOBERANO 6 dos.al pueblo se convirtieron en apelaciones al “pueblo”, Mientras los caballeros luchaban contra los “cabeza redonda™ en las bata- llas, gus voceros libraban Ia guerra de las ficciones en letra impre- ‘2. Las proclamas y pronunciamientos oficiales, las protestas y Tas declaraciones, las acusaciones y las refutaciones que acompaiia- ban cada jugada de ambos bandos estaban disefiadas para el con: sumo del piblico, todas apuntaban a conseguir el apoyo popular. Yjunto con estos extensos llamados oficiales aparecfan los abun- dantes ¢ igualmente novedosos folletos y boletines no oficiales di- rigidos 2 una audiencia popular.®* Dado que las nuevas ficciones forzaban la credulidad, los mo- narquicos hicieron todo Jo posible para lograr que el esfuerzo fuera insoportable. ¥ sila pura logica hubiera decidido el resulta- do, la soberanfa del pueblo podria muy bien haber caido en el oF- vido bajo el ataque violento de los monarquicos. De dénde, se preguntaban, viene el pueblo que supuestamente ejercié su sobe- sania para iniciar un gobierno, de Inglaterra o de alguna otra parte? No deben haber tenido ni madres ni padres, “como los sak tamontes y las langostas que nacen del viento, o como Cadmo, ct y0s hombres salieron de la ierra’®* Todos los hombres mortales «5 {juealguna vez se han vigto han nacido sujetos ala autoridad, SATS han nacido stibditos, dificiimente podrian otorgar a otros un po- w dexo una autoridad que ellos mismos no posefan. Toda la idea de jgvoluntad popular era ridfeula en cualquier caso, “pues el pue- blo, bablando con verdad y propiedad, es una cosa o cuerpo en constante cambio y alteraciOn, nunca es igual de un momento a otro, estando compuesto de una multitud de partes diversas que continuamente decaen y perecen, y otras que se renuevan y las st ceden”. De esto se seguia que “Ios que en este momento son el / pueblo, en el momento siguiente ya no lo son”. Ademés, el Par-¢/ Tamento, que afirmaba representar esta entidad cambiante, en rgalidad s6lo representaba a una pequenia fraccion. Mujeres, ni- figs e incluso la mayoria de los adultos varones poco o nada te- nian que ver con Ia eleccin de los representantes. Y mientras * Rawhends Ape dado aos partiarios del Paslamonto por su corte de pelo a es to puritano. (E) a“ EDMUND S. MORGAN algunos pequeiios municipios y ciudades del pafs tenfan asigna- dos representantes, algunos de los mas grandes no los tenfan..® Pero incluso cuando ridiculizaban Ia idea de un pueblo-sobe- rano encarnado en un parlamento, los monarquicos no podian re- sistir la tentaci6n y tomaban la idea en sentido literal, para volver- la contra sus adversarios. Supongamos que los ingleses salieron de la tierra y se dispusieron de manera undnime a delegar cualesquic- ra poderes que tuvieran, o parte de esos poderes, equé parte ha- Dian delegado al Parlamento y qué parte al rey? Yen quién, si es que habia alguien, habjan delegado el poder para cambiar la dis- tribuci6n original, cualquiera hubiera sido ésta? Una referencia a las érdenes judiciales que convocaban a los votantes a las urnas sugeria una respuesta objetiva a estas pregun- tas. La pequefia minoria de Ja poblacién que votaba lo hacia por Sidenes del rey. y su orden especificaba el propésito para el que él necesitaba que ellos eligieran representantes, es decir, para acon- jarlo v dar cl consentimiento a los actos de su gobierno, “para ser nuestros consejeros, no comandantes”, No habia nada en aquellas érdenes legales que indicara que a los representantes se les otorgaban poderes para hacer otra cosa, y ciertamente no, co- mo el rey se los recordaba, para “cambiar el gobierno de la Iglesia y del estado”.® Si el pueblo efectivamente poseia el poder de crear y destruir gobiernos y también podfa otorgar ese poder a otros, equé pruebas habia de que alguna vez lo hubiera otorgado al Par- lamento? “Claramente”, dijo sir John Spelman, uno de los monar- quicos mas capaces, “no hay ningtin encargo de esa naturaleza im- partido a la Camara de los Comumes. Su tarea esté limitada por la orden judicial impartida para aconsejar al rey, no para aprobar leyes yordenanzas que de ninguna manera vayan contra é1".27 Incluso suponiendo que la Cémara de los Comunes represen: tara a todo el pueblo con algin propésito, por el mismo razona- miento que le otorgaba soberania al pueblo, aquellos que elegian representantes debian también tener poder para despedirlos. Los voceros del Parlamento argumentaron que el pueblo podia revo- car los poderes que supuestamente habia otorgado al rey. Si ése fuera el caso, decfan los monarquicos, podian también revocar los poderes que habjan otorgado a sus representantes.®> LA INVENGION DEL PUEBLO SOBERANG 6 Para confirmar este tiltimo punto, los monarquicos asumie- ron la vor de los votantes y anunciaron su intenci6n de volver a lamar al Parlamento por “haber violado la confianza que depo- sitamos en vosotros”.®? “Nosotros aconsejamos a todos nuestros caballeros y representantes”, dijeron, “no votar més contra nues- to gracioso Soberano [...]. Y asi como protestamos contra tales ordenanzas dictadas contra el rey,o sin su consentimiento, retir>- remos nuestra confianza y poder de representacién a todos los que contingen haciéndolo”.!®” Un grupo de “caballeros y propie- tarios” de una docena de condados, ocho ciudades y cincuenta y dos municipios se dirigieron a sus representantes por su nombre, repudiando sus acciones, y declararon que “revocaban y recupera- ban toda aquella confianza, poder y autoridad que antes delega- mos y entregamos a ellos" !°! Los autores mondrquicos llegaron incluso a sugerir que el pueblo podia retirar todo el poder de la Camara de los Comunes y colocarlo en el rey solo.!” Si el pueblo era soberano, podia poner e] poder donde quisiera, Yésta no era ninguna amenaza estéril. A medida que la disputa continud, aun- que el ejército parlamentario llevaba ventaja, sus voceros en la prensa estaban dispuestos a reconacer que “el partido mas grande es el del rey”! Ena medida en que los monsequicos rechazaban en general la soberanfs popular, catiendo una causa perdida, Pero al desafiar la afirmacion del Parlamento de ser el tinico depositario de esa soberania, ampliaron las dimensiones de fa ficcién y colabora, gn en su futuro éxito como base del gobierno moderno, Las fics es politicas, ya lo hemos observado, pueden imponer restriccione: las minorias que gobiernan tanto como a Tas mayorlas que son g0 hernadas, y la soberanfa del pueblo podia ser usada para refrenar a Tos pocos que gobernaban en el Parlamento, asi como el derecho divino habia sido usado para refrenar al rey. Los mondrquicos fue- ron los primeros que trataron de usarla de esta manera, ya ellos los siguieron otros con objetivos mas grandes en mente. E] objetivo para ambos, en la medida en que aceptaban la rmueva ficcion, era acercar Jos hechos de Ia vida politica, no s6lo pa- ra hacer que el Parlamento fuera mas receptivo a quienes Io ha- bian elegido, sino también para hacer més aceptable la existencia 66 EDMUND S, MORGAN misma del cuerpo imaginario que podia crear tanto reyes como par- lamentos y poner Iimites a sus acciones. Aun cuando ese cuerpo ‘mismo no podia ser visto ni ofdo en ningiin momento o lugar, si po- dia dar, sin embargo, pruebas de su existencia, como la existencia de Dios, si aquellos en el poder pudieran ser Ievados a reconocer que un conjunto de principios, mandamientos, limites, un conjun- to de “elementos constitucionales fundamentales”, superior al go- bierno misino, emanaba de él, Semejante reconocimiento podria requerir un acto de fe, como el hecho de considerar al rey lugar- teniente de Dios, pero podria haberle dado al Parlamento un de- recho nds ereible para ejercer los poderes en nombre del pueblo que el que habria podido conseguir en las décadas de 1640 y 1650, Eldesarrollo de la soberanfa popular después de que rey y Parlax ento fueron a Ja guerra estuvo mas en los esfuerzos de los mo- narquicos y los radicale . el Parlamento ¢ la ciega identificacién de lo popular con el poder parlamentatio como se cia desde Westminster, as limitaciones de la opinién parlamentaria se pusieron en. evidencia en las primeras respuestas al desafio monirquico, que no fue més alld de dolorosas sorpresas y dogmaticas negativas. Ala vez que reconocian implicitamente la popularidad mondrquica, Jos voceros parlamentarios se quejaban de desercién. Aquellos que abandonaban al Parlamento para ir con el rey, decian, “se abandonan a sf mismos, a su religion, a sus leyes y propiedades, y todo aquello que puede ser Hamado propiamente suyo” ! El Par- lamento no era simplemente el representante del pueblo, era el pueblo: “los hombres det Parlamento no son otra cosa que noso- ‘ros mismos y, por lo tanto, no podemos abandonarlos, salvo que nos abandonemos @ nosotros mismos”.!° O, como lo dijo otro apologista parlamentario, “su criterio es nuestro criterio, y aque- os que se oponen al criterio del Parlamento se oponen a su pro- pio eriterio”.!% Abandonar al Parlamento no sélo cra autodestruc- tivo, sino que era perverso. "Nada puede haber bajo el cielo", dijo Parker, “después de renunciar a Dios, que pueda ser mas pérfido y ms pernicioso en la gente que esto”.!°7 Otros sugirieron que * aquellos culpables “de falta de respeto desagradecida c indigna al Parlamento [...} solo podian ser corregidos con el litigo del Par- LA INVENCION DEL. PUEBLO SOBERANO a7 Jamento”.® A partir de semejantes premisas no debe sorprender que se encuentren abogados de! lado parlamentario argumentan- do que el Parlamento "no puede squivocarse”, que “ninguna cosa deshonrosa debe ser imaginada de ellos, y que “reyes seducidos podrian perjudicar al bien comtin, pero los Parlamentos no." + Que.un cuerpo tan infalible pudiera estar sujeto a la destitu- ci6n o la reprimenda por parte de aquellos que lo habian elegido ¢xa inimaginable, Aunque el Parlamento podria apropiadamente| 5 apoyar al rey quien, actuando en nombre del pueblo, habia crea r : do. el. pueblo no tenfa un derecho similar en relacion con el Par-| \° lamento, porque el pueblo y el Parlamento eran la misma cosa. Kl agio de otorgar el poder a sus representantes por parte del pueblo} “gna ver ejecutado era imposible de revocar”. Ademfs, el poder que otorgaron era total: “El pueblo”, segtin uno de los mas ardien- «tes portavoces parlamentarios, “no se ha reservado ningun poder para si, desde si, en el Parlament ‘Al dotar al pueblo con la aucoridad suprema, pues, el Parla- mento pensé solamente en dotarse a sf mismo. Esa intencién do- miné su respuesta a la presién popular, incluso en la forma tradi- ional de las peticiones. Cuando “Ios mas importantes habitantes de la ciudad de Londres” hicieron una peticion de una menor in. transigencia en las negociaciones parlamentarias con el rey, el Par- lamento respondié que su condicién de depositario de los dere chos de todo el reino no le permitia satisfacer a una parte det reino (es decir, Jos peticionarios}, y en un estallido de franqueza admitié que “no queremos que el pueblo nos solicite nada en ab- soluto, en ningiin caso, salvo cuando nos apartemos manifiesta- mente de nuestro deber”.!!! No decia quién ibaa decidir que tal apartamiento era manifiesto. Para 1647, cuando al Parlamento se Ie hizo una peticién de un amplic espectro de reformas, incluyen- do una mayor libertad religiosa, el cuerpo ordend que Ia peticion fuera quemada por el verdugo comtin.!!2 “ys EL Parlamento que asumi6 esia arrogante posicién es apropia. damente conocido como el Parlamento Largo. Votado en 1640, si- guid siendo el cuerpo gobernanie del reino hasta 1658. Durante yh” ese tiempo la mayoria de sus miembros partieron para unirse al rey, o murieron, o fueron expulsados, y la mayorfa no fue reempla- i ww 68 EDMUND S. MORGAN zada en nuevas elecciones. El ejército que cre6 obligé a renunciar a once miembros en el verano de 1647, y en diciembre de 1648, durante la Purga del Pride, prohibio por la fuerza a mas de 110 miembros el acceso a sus escaiios, dejando a solamente unos dos- ientos miembros en la Camara de los Comumes. Fue esta minoria siempre en disminucidn, la mayoria de ellos elegidos en 1640, la que decidié expresar hasta 1653 la voluntad del pueblo.!”® Gracias a sus ejércitos, el Parlamento sobrevivié al desafio mo- narquico en el campo de batalla. Pero la debilidad misma de su afirmacién de representar al pueblo, combinada con su larga du- raciOn y Ia creciente lejania de sus electores, invitaba a desafios que iban més alla del representado por los monarquicos, desafios en los que la relacién de la soberania popular con las personas reales fue analizada de manera tan penetrante como jams lo ha- bia sido. Mientras la cuestidn de la guerra estuvo dudosa, los mas ardientes defensores de Ia nueva ficcidn se contentaron con cerrar filas detras del Parlamento.!"4 Para el verano de 1645, mientras las fyerzas del rey trastabillaban hacia la rendicion, voces desde den- tuo de las propias filas comenzaron a exponer las deficiencias de la pretensiOn parlamentaria y a solieitar reformas que achicaran la .t oo | brecha.que separaba Ia ficcién de los hechos. «e Las voces venian de muchas direcciones. El derrocamiento in- minente del rey, su ejecucion en 1649 y el establecimiento de un gobierno republicano hicieron que muchos hombres reexamina- Tan todas sus viejas suposiciones acerca de si mismos y del mundo en que vivian." Un grupo, creyendo que la Quinta Monarquia anunciada en el Apocalipsis estaba cerca, solicité el establecimien- to inmediato de un gobierno teocrético en manos de santos. Otro grupo, que leg6 a ser conocido como los diggers (cavadores), de- Cidi6 abandonar casi todas las rélaciones y as instituciones que los habjan ligado a otros hombres hasta ese momento, Armados sola- mente con azadasy visiones misticas, empezaron a cavar en 10s te- frenos comunes y solicitan poner fin a la propiedad privaday alas diferenciaciones sociales, Estas personas apacibles eran demasiado ;pocas en niimero y demasiado imaginativas en sus objetivos como para afectar seriamente la forma que finalmente iba a adquirir la soberanfa popular. Pero otro grupo, etiquetado por sus adversa- LAINVENCION DEL. PUEBLO SOBERANO 69 rios como Jevllers (niveladores), aunque no logré conseguir la ma- yoria de sus objetivos, estuve mucho mas cerca." Los objetivos que se propusieron no estaban fuera del alcance,y muchos, de he- cho, han sido aicanzados en el desarrollo de la soberanfa popular que todavia continiia. ‘Que los levellerslegaran a estar tan cerca del éxito como lo es- tuvieron en su propio tiempo se debié a la influencia que ejercie- ron sobre otro grupo que también estaba insatisfecho con el Par- lamento, concretamente el ejército que libraba las batallas de éste, Tanto el ejército come los Levellers, dentro y fuera del Parlamento, estaban_comprometidos con la supremacia del Parlamento sobre el tey, Pero al igual que los monirquicos, con los que en algiin ‘unto casi unieron fuerzas, ge fueron sintiendo cada ver mas des- contentos con ¢] Parlamento tal como existia, Ysu descontento los impuls6, como habia ocurrido con los mondrquicos, a pensar en fa popular con mas seriedad de lo que Jos miembros del Parlamento estaban dispuestos. Lo que inicialmente provocé la insatisfacciéin de los levellersy del ejército, ¢ incluso de otros grupos, no fue tanto lo que el Par- Iamento era o no era, sino Jo que hacia o dejaba de hacer. La dis puta del Parlamento con el rey habia estado fuertemente influen- ciada por sus politicas religiosas. Sus miembros temian que el rey Geseara conducir a la Iglesia de Inglaterra de regreso a Roma, y gue incluso pudiera legar a convocar a las tropas catdlicas de Francia o de Irlanda para lograr ese objetivo, un miedo agudizado, si no confirmado, por sus esfuerzos por obtener ayuda exterior después de iniciada Ia guerra. El Parlamento, en su hostilidad al catolicismo, probablemente disfrataba de un amplio apoyo popu- lar. Pero de ello no se sigue que los ingleses estuvieran de acuerdo con las ideas religiosas de sus miembros. Con Ia abolicién de las restricciones después de 1641, las creencias religiosas y eclesiésti- as se multiplicaron, Algunos apoyaron la continuacién del epis- copado, algunos una cierta forma presbiteriana de Iglesia nacio- nal, y otros, que representaban una gran variedad de doctrinas teoldgicas, se inclinaban por la libertad para que cualquier grupo organizara su propia Iglesia independiente sin ninguna necesidad de una organizacion que abarcara a todo el pals. » EDMUNDS MORGAN Lo que acurrié fue que los miembros del Parlamento se fue- ron inclinando cada vez mas a favor de una Iglesia presbiteriana nacional, y fueron empujados en esta direccién por la necesidad de ayuda militar de Escocia, donde los presbiterianos tenfan el control. Hacia 1645 parecia que el Parlamento, dado su curso, iba a imponer el presbiterianismo a todos. Pero, tal como estaban las cosas, los hombres que componfan el ejército se inclinaban cada ‘vez mas a apoyar la Independencia, es decir, la libertad religiosa y la independencia de las diferentes congregaciones. Oliver Crom- ‘wellen particular, que condujo a la caballeria en victorias especta culares sobre Jas fuerzas del rey, apoyaba Ja libertad religiosa, al igual que Jobn Lilburne, un teniente coronel tan intrépido con la pluma y la tinta como To era Cromwell con la espada. Jilburny junto con Richard Overton, un impresor, y William Walwyn, un co- merciante de Londres, produjeron un torrente de escritos que les yalieron el nombre de devellers a ellos y sus partidarios. Eran todos. “independientes” en sus opiniones acerea de la Iglesia, y fue en | oposicion a las politicas presbiterianas del Parlamento que formu- Jaron por primera vez sus propuestas de reforma, ‘Las propuestas mismas, aunque apuntaban a cambios en las politicas parlamentarias, iban més alld de medidas especificas Proponjan cambiar lo que el Parla to_haci: hianda, Jo que era y, l mismo tiempo, propontan ponerle limites. en nam- bre del pueblo, alo que podia hacer. No sélo querian dar una or patticipacion a a gente para la cleccién del Parlamento, si: no también dar “al pueblo” una manera de ¢jercer su soberania fyera del Parlamento y con una necesaria superioridad respect dg éste. El hecho de que los levellersy la mayoria de los otros refor- madores del periodo fracasaran se debi6 a que tomaron las nue- Vas ficciones demasiado literalmente, dotando a “el pueblo” con capacidades de accion que un cuerpo tan ideal —ideal en sentido filos6fico— jamés podria poseer. Pero por ello misrno dejaron ex- puesto el fracaso del Parlamento en no tomar demasiado en serio sus propias ficciones y alertaron a quienes aceptaban las nuevas ficciones sobre la necesidad de limitar las acciones de cualquier poder gobernante, cualquiera que fuera su supuesta fuente de autoridad. LAINVENCION DEL PUEBLO SOBERANO a Las propuestas de los levellers desmentian el nombre que sus ad- versarios les habfan puesto. La palabra “lzxella” (nivelador) implica Ya.un deseo de nivelar las diferencias sociales y econdmicas, y hax ‘prfa descrivo con mayor precision alos diggers (cavadores), a quienes eg efecto se les aplicé en su primera aparicion, probablemente co- ‘mo parte del esfuuerzo constante de desacreditar a los leveller, Tam- bign podria haber sido aplicada a algunos panfletistas aislados de la época, que denunciaron a los votantes por votar para el Parlamento “alos més nobles y mas ricos del condado”, argumentando que “son ellos quienes los oprimen, de modo que la esclavitud de los votantes es la libertad de ellos, la pobreza de aquéllos es la prosperidad de és- tos".}2os mismos levels se quejaban muy poco acerca de la com ppasiciSn social de la Cémara de los Comunes. Ellos expresamente negaban tener alguna intendion de nivelar los patrimonios, y que- negara," Sus propuestas para refor | san que la Camara también To negara mar la Cémara estaban dirigidas, no lanto contra el hecho de que Re sstaba dominada por una elite social como contra la desigual distr bucién geogrifica de Jas bancas y su larga duraciOn, Querfan elec: ciones anuales y una asignacion de escanos entre los condados de Inglaterra proporcional a su poblacion. Habrian ampliado el dere- choal sufragio, excluyendo sole alas mujeres, a los nitfios, a los er rminales, a Jos sirvientes y a los indigentes,"™ y le habrian negado a la Camara de los Gomunes el derecho de expulsar a un miembro sine] consentimiento de sus componentes. A una Cémara de los Co- munes reformada de esta manera le habrian dado todos los poderes del gobierno central, eliminando totalmente del gobierno ala Cé- Vv gnara de Jos Lores junto con el rey. Ta extension del sufragio y de Ta representacion podria muy bien haber dado como resultado una cierta ampliaci6n en la com- posicion de la Camara de los Gomunes para que incluyera a hom- bres de menor rango, pero si ése fue el objetivo de los levellers.no lo expresaron. La eliminacion de la Camara de los Lores, por cier- to, habria impedido a los rangos més altos de la aristocracia una participacién automatica en la autoridad politica. Pero al propo- ner la abolicién de ka Camara de los Lores, los levelersno propusie~ ron Ja abolicién de la nobleza. Fs mas, invitaban a que cualquier lord que todavia abrigara la ilusién del poder politico se presenta- a ‘ s a nm EDMUND S, MORGAN ra a las.elecciones para la Cémara de'los Comunes,!®! y no es im- probable, dada la influencia econémica de la mayorfa de los lores ylla deferencia popular que en general se les dispensaba, que mu- chos podian haber ganado estafios en una Camara del tipo pro- ‘puesto por los levels. No es evidente que este resultado pudiera haber molestado a los loeller. La soberanfa del pueblo, tal como ellos Ja vefan, no requeria ningiin cambio radical en la estructura social, de hecho, Jo prohibia, Sise requeria, sin embargo, més que una reforma en Ia elec- ciGn y la distribuciGn de los representantes en una Camara de los Comunes més fuerte. Aunque la reforma de la CAmara de los Co- munes propuesta por los levellers apuntaba a permitirle hablar més sinceramente de lo que ellos consideraban la voluntad del pueblo, nunca reclamaron, como hizo Henry Parker, que el Par- lamento fuera “el pueblo” mismo. Ya medida que se fueron sin- iendo mAs més desilusionadis con el Parlamento existente, fue- [ron pensando cada vez mis en términos no meramente de reformarlo, sino de encontrar maneras adicionales, alternativas, aie 0 furnro que escapara al control popular, como lo habia hecho éste. Los Levellers, efectivamente, habfan identificado el problema principal de la soberania popular, el asunto de poner Ifmites a un gobierno que hacia derivar su autoridad de un pueblo por quien s6lo él, segtin aseguraba, tenia el derecho de hablar. ¢Cémo podia el pueblo, suponiendo que existiera algo semejante, hablar por si mismo y dar érdenes al gobierno que supuestamente él habia creado? En particular, gcémo podia el pueblo dirigirse a un Parla- mento que reclamaba para si, en nombre de ese mismo pueblo, \ una autoridad que carecia de limites? La primera linea de una aproximaci6n a la limitacién popular del Parlamento provino de una direccién marcada por los monar- quicos. fstos habfan argumentado repetidamente que el pueblo podia otorgar a sus representantes s6lo aquellos poderes, cuales- quiera que fueran, que ese mismo pueblo posefa. La vision monir~ quica respecto a cuales poderes posefa el pueblo era, por supues- ‘el poder de aprobar la legislacién y no to, limitada: el pueblo ten LATNVENCION DEL PUEBLO SOBERANO B mucho mas. Cuando se volvié evidente que él Parlamento estaba ‘empefiado en establecer el presbiterianismo como la religion del estado, aquellos que tenian una vision mas amplia de los poderes del pucblo, pero apoyaban la libertad religiosa, recogieron y am- pliaron el argumento monarquico. A comienzos de 1545, Walwyn Jo reformulé y transformé para prohibir toda regulacién parla- mentaria sobre religién: “El pueblo de un pats’ dijo, “al elegir un Parlamento, no puede, entonces, otorgar mas poder que el que é1 mismo posee; Ia formula sencilla es que aquello que un hombre no puede obligarse voluntariamente a hacer, o prohibirse hacer sin pecar, no puede ordenar o hacer que alguien ordene a otro que haga’. Richard Overton reiteré la idea el siguiente afio al decir a los miembros del Parlamento: “ni ustedes, ni nadie més puede tener poder alguno para involucrar al Pueblo en los temas que conciernen a la adoracién de Dios [...] pues no podemos conferir un poder que no estaba en nosotros, pues no hay ningu- no de nosotros que pueda sin pecar deliberadamente comprome- terse a venerar a Dios de ninguna otra manera, sélo asi, segiin nuestro particular entender, aprobaremos lo que sea justo”. El argumento fue presentado de manera mas dramética en 1648 ‘cuando los levellersen el ejército discutieron el tema con sus oficia- les. En respuesta a la sugerencia de los oficiales de que el magistra- do civil podria tener algtin poder limitaco para suprimir la blasfe- mia y regular la religion, Thomas Collier, un capellin con tendencias baptistas, pregunt6 como el magistrado podia tener ese poder. Dios mismo podia darselo, reconocié: “Si Dios mismo le haa dado ese nombramiento, nada podemos hacer para limitarlo” Pero el derecho divino tendrfa que ser demostrado: * Si Dios mis- mo le ha dado ese nombramiento, entonces, que lo demues- tre”) No era necesario aclarar que nadie podia mostrar un nom- bramiento firmado y sellado por el Todopoderoso. La divinidad se apartaba del gobierno, ina vex admitié que habia poderes que el pueblo no podia conferir a su gobierno, era natural extender la limitacion 560% ain accra de le que el puchlo padia otergan.asi como junitarla.ai plitud de los poderes que otorgaba o habja otorgado. Querrey proporcion6 una base tedrica pera la primera clase de limitacio 4 EDMUND S. MORGAN, postulando un poder igual en todos los hombres sobre sus propios cucrpos. A partir de esta propiedad individual del yo deben deri- varse todos los poderes confiados al gobierno. Todo el propésito de ese otorgamiento de poderes era para los “diferentes benefi- cios, seguridades y libertades” de aquellos que los concedieron. Por lo tanto, argumnentaba, sélo se podian otorgar aquellos pode- Tes que servian a ese propésito, “pues por naturaleza, ningiin hombre puede abusar de si mismo, atormentarse o afligirse a si mismo, de modo que por naturaleza, ningtin hombre puede dar 0, dado que no puede hacerlo consigo mismo”. John Cook, un abogado y simpatizante de los levellers, lo expres6 de manera mas positiva: “los hombres libres no pueden entregar su libertad més alld de lo que conduce a la justicia universal y ala privada”.!®° En otras palabras, en un lenguaje de tiempos posterio- res, algunos derechos y poderes humanos eran inalienables. Mientras Overton y Cook estaban formulando estas teorias precoces, Overton, Lilburn y otros también estaban en busca de alguna forma de materializacién de los derechos especificos del pueblo en leyes fundamentales que contrarrestaran cualquier disposicién en contrario que hubjera sido aprobada por el Parlae mento. En esta biisqueda se veian obstaculizados por las ficcio- nes hist6ricas que habian creado al argumentar a favor de la abo- licién del rey y la Camara de los Lores. Mientras que los monérquicos habfan evitado en general basar los derechos de los reyes ingleses en la conquista de Guillermo, los levellers adopta xon esa atribucién como un medio de desacreditar no sélo al rey yala Camara de los Lores, sino también a gran parte de la legis- laci6n inglesa, incluyendo el derecho consuetudinario (que tra- dicionalmente habia sido considerado el baluarte de la libertad). Todo ello era producto del “yugo normando”, del que los ingle- ses debian entonces librarse. YJos levellers continuaron atacando el derecho consuetudinario ya los abogados que eran necesatios para descifrar sus intrincados vericuetos en latin y francés.!27 En consecuencia, mientras Lilburn y sus amigos buscaban una ex- presién legal de la voluntad del pueblo fuera de Parlamento, tu- vieron que recurrir a lo ocurrido antes de 1066 para hallar “cons- tituciones y costumbres fundamentales”;)"8 de otra manera LA INVENCION DEL PUEBLO SOBERANO. debian contentarse con las concesiones que habjan logrado arrancarles a los monarcas subsiguientes. Consideraban que es- tas concesiones, incluyendo la Carta Magna y la Peticién de De- rechos, “no eran mas que una parte de los derechos y libertades del pueblo [...] arrancadas de las garras de aquellos reyes que habjan conquistado al pais, habian cambiado las leyes y por Ia fuerza Ios mantenian subyugados’.!"9 Los levellershabian Negado a adoptar esta posicin incluso an- tes de que el rey fuera sometido. Después de que sus ejércitos fue~ ron derrotados y el rey mismo se habia convertido en un prisione- -cesario buscar en el pasado las constituciones ‘fundamentales 0 hacer reposar les libertades del pueblo en las goncesiones de los tiranos. Habia legado el momento de hacer ‘una declaracion completa de los derechos del pueblo y de estable- cer os limites de los poderes que la gente podia y de! ‘a us representantes en una Camara de los Comunes reformada y suprema. Lo que los levellers proponian era un “Acuerdo del Pue- Blo" que debia ser firmado por todos los ingleses que estuvieran de acuerdo con transferir a sus representantes los poderes alli es pécificados, (No esta del todo claro qué habria ocurrido con aque- jo conceder Mos que no estuvieran de acuerdo. Las prohibiciones y requerimientos especificos para el Parla- mento sin rey y sin pares del reino que se iban a incluir en ese acuerdo reflejaban Ia experiencia de los afios precedentes. Entre ‘otras cosas, ademas de las limitaciones contenidas en la Carta Mag- na y la Peticion de Derechos, el Parlamento no podia legislar s bre religién, no podia reclutar hombres para el ejército o la mari- na, no podia otorgar privilegios 0 exenciones legales a ninguna persona individual ni a ningiin grupo, no podia enviar a prisién por deudas ni imponer penas graves para delitos triviales, asi co- mo tampoco podia exigir a los acusados que respondieran a pre- guntas que pudieran comprometerlos, “ni nivelar los patrimonios ni destruirlos, ni convertirlos en comunes”.'! Muchas de las dis- posiciones eran imprecisas en su redaccién, producto de los com- promisos y las discusiones no s6lo entre los Levellers mismos, sino también entre los evellers de dentro y fuera del ejército, por una parte, ylos oficiales del ejército, por la otra 6 EDMUND S. MORGAN Como consecuencia de tales discusiones, el Acuerdo suftié un gran niimero de metamorfosisy se publicaron varias versiones di- ferentes de él en distintos momentos. Para nuestros propésitos, sin embargo, lsdisposiciones especificas son menos importantes representantes en el Parlamento, En la primera version publicada, de] 3 de noviembre de 1647, el razonamiento era claro: “Ninguna ley del Parlamento es o puede ser inalterable, y por lo tanto no puede constituir una seguridad suficiente para evitar dato a al- guien por Jo que otro Parlamento pueda decidir, en caso de que sea corrupto; y ademiés, los Parlamentos deben recibir Ia toralidad de su poder, la confianza de aquellos que se lo otongan:y, por lo tanto, el pueblo debe declarar cual es su poder su confianza, que ¢s el propésito de este Acuerdo”.® En consecuencia, la version fi- nal expresamente prohibia que cualquier representante “entrega- ra, dispusiera o climinara alguna parte de este Acuerdo”.!5 La res- puesta del Parlamento existente a la propuesta fue como podia esperarse: el Acuerdo del Pueblo, proclamé la Camara de los Co- runes, es sedicioso, “destructor de Ia esencia de los Parlamentos y del gobierno fundamental del Reino”)! Un Parlamento que alega- ba poseer autoridad omnipotente otorgada por el pueblo no podia permitirse admitir la posbilidad de que el pueblo se corporizara en cualquier lugar fuera de las paredes de Westminster. Si alguna vez hubo alguna posibilidad de que el Acuerdo del Pueblo pudiera haber sido implementado, habria sido a través del cjército, que para 1647 habia empezado a verse a si mismo como re- presentando al pueblo ms directamente que el Parlamento. El Par- Tamento habia reclutado el “Nuevo Ejército Modelo” (New Model ‘Arm), como se lo llam6, en la primavera de 1645, y habia logrado un éxito casi inmediato. Tuvo menos éxito en lo que se referia a re- caudar el dinero para pagarlo. En la primavera y el verano de 1647, cuando el Parlamento decidié, sin embargo, disolverlo, los soldados reclutados formaron su propia organizacién para protegerse, eli- giendo a dos “agitadores” de cada regimiento. En junio los soldados asumieron un “Solemne Compromiso” de no disolverse hasta que ‘sus exigencias fueran satisfechas, y sus exigencias inclufan no s6lo el pago de sus propios sueldos atrasados, sino también algunos de los LAINVENCION DEL PUEBLO SOBERANO n cambios politicos que los Levellers habfan propuesto. El mismo dia en que asumieron el Compromiso, uno de ellos, el famoso Comet Joy: ce, secuestré al rey de manos de sus guardianes parlamentari dandoles de esta manera a los soldados una carta de triunfo poli ca, pues el rey, aunque ya no era una fuerza mailitar, seguia siendo una fuerza importante desde el punto de vista politico. Los soldados crearon entonces un Consejo del Bjército, formado por sus agitado- res y dos oficiales de cada regimiento, junto con varios oficiales de estado mayor. Fue en ese cuerpo y sus comisiones donde fueron ela- borados los términos del Acuerdo del Pueblo, y era ese cuerpo el que podria haber encontrado una manera de instrumentarlo por medio de alguna suerte de aprobacién por voto populas.!3® ‘Aunque los levellers mismos continuaron insistiendo en la adop- cién de] Acuerdo del Pueblo como una constitucién fundamental, el Consejo del Ejército, cada vez mas dominado por Oliver Crom. vyelly su yerno Henry Ireton, desvid sus esfuuerzos ¢ hizo del ejército mismo ¢] instrumento para el supuesto control popular del Parla. mento, Los soldados, en su Compromiso de junio de 1647, habian senalado especialmente que ellos “no eran un ejército de mercena- ries contratados para servir a algiin poder arbitrario de un estado, sino que habian sido convocados y requeridos por varias Deckaracio- nes del Parlamento, para la defersa de las libertades y derechos de nosotros mismos y del pueblo”. Con el rey en sus manos, en Hampton Court, habian marchago sobre Westminster en agosto de 1647 y forzado la dimisiOn o el retiro del Partamento de los Iideres presbiterianos. Cuando el rey escapé a la Isla de Wighty los monar- hicos se unieron a él en una segunda guerra civil, el ejército actus otra vez no sélo para derrotar a las monarquicos, sino también para poner fin a las negociaciones parlamentarias con él. F1 6 de diciem bre de 1648, el coronel Pride, en las puertas de la Camara de los Co- munes, prohibié la entrada a todos los miembros del Parlamento ‘que apoyaban esas negociaciones. Al cabo de dos meses lo que que- daba del Parlamento Largo habia juzgado, condenado y decapi do al rey, y en marzo de 1649, habia abolido tanto a la monarqui como a la Camara de los Lores. Al hacerse cargo del gobierno, ¢1 ejército continué actuando a través del Parlamento. Fue un Parlamento que debia su existen- 8 EDMUNDS. MORGAN cia més a los mandatos del ejército que a la clecci6n directa, pero el ejército justificaba sus dictados en nombre del pueblo. Incluso mientras continuaban debatiendo un posible Acuerdo del Pueblo, los portavoces del ejército explicaban que aunque era reclutado por el Parlamento, en realidad era el agente apropiado del pue- blo: “Es verdad, el ejército recibié su mandato del Parlamento, asi como el Parlamento recibié el suyo del pueblo; de modo que el gjército es igualmente nombrado por el pueblo, tal como lo ha si do por el Parlamento, o el Parlamento por el pueblo”. Asi como el Parlamento habia anteriormente afirmado estar apoyando al ver- dadero ser del rey al resistirse a él, en ese momento, el dominio del Parlamento por parte del ejército no era “desobediencia y opo- sicién al Parlamento, sino defensa del Parlamento”. E] Parlamen- to, considerado correctamente, debe querer lo que el ejército que- ria, porque el ejército queria lo que el pueblo queria,!*? ‘Al comienzo de la Purga de Pride, se offecié una identifica cién mas fuerte con el pueblo, quizé sin que el ejército tuviera que buscarla. William Sedgwick, un capellin del ejército, después de argumentar que el poder habia pasado del Parlamento al pueblo, declaré que “este ejército es realmente el pueblo de Inglaterra, y tie. ne la naturaleza y el poder de su ‘olalidad en él”. Era, dijo, “el pe- cho y la fortaleza misinos de Inglaterra”. Tenia en él “el alma y la vida de la nacién”. Tenia “de manera incuestionable que recibir el tiualo de prueblode Inglaterra”. A Ja lua de tan perfecta identificacién con “tedo el reino en su sentido verdadero y correcto” era ridiculo que el ejército se siguiera ocupando del Acuerdo del Pueblo." El razonamiento por el que Sedgwick llegé a esta conclusin re- vel6 una tendencia que iba a dar forma a muchas furaras apologias para cualquier poder que alegara actuar en nombre del pueblo. EI hablo del pueblo solamente “en su sentido verdadero y correcto”, que no era el sentido més literal que los Zellers tenian en mente. El gjercito, de acuerdo con Sedgwick, era “verdaderamente e pueblo, no Como tonpe montén, o como un cuerpo pesado y tos, sino de tna miane- ra srlecionada,selecta. Es el pueblo en virtud, espéritu y poder, reunido en corazén y en uni6n, y por ello muy capaz y apto para el trabajo gue tiene entre manos. El pueblo, en lerpe mentén, es un monstruo, luna inmanejable y rastica turba que no sirve para nada”! LAINVENCION DEL PLEBLO SOBERANO 0 Como la autoridad del gobierno se alejaba cada ver mas de to- daverdadera designacién por eleccién popular, Jas caracterizacio- nes de! pucblo se hicieron cada vez menos halagadoras. Era la “multitud frivola”, “bestias en forma de hombres", que se iban a destruir a ellos mismos a la menor oportunidad. No era “vox, sino saius populi"lo que debia predominar; “la mayor razén” debia pre- valecer sobre la “mayor vox*.!#? fstos no eran los sentimienios de. los mondrquicas. sino de los parsidarios tanto del Parlamento.co- mo del ejército, Asi pues, el reverendo John Goodwin, un frecuen~ te vocero de los poderes de tumno, justificé la Purga de Pride sobre Ja base de que era correcto “salvar la vida de un lundtico o de una persona desviada, aun contra su voluntad”, y pasaba a argumentar que “si un pucblo es depravado y corrupto, de modo que confiere lugares de poder y confianza a hombres perversos y no merecedo- res, pierde su poder en este sentido, el cual pasa a aquellos que son buenos, aunque sean pocos. De modo que nada que se quiera argumentar a partir de la falta de acuerdo entre el pueblo y el ejér- cito tendra sentido”."! Que no se podia confiar en el pueblo en masa para su propio bienestar era evidente a partir del “amor infan- fl que Ja gente comiin y corriente deposita en Ia persona poco atractiva de un rey"."4® Habfa que salvarlos de ellos mismos, pues estaban “tan engafiados con la grandeza del rey” que pensaban gue habria sido impropio resistirse a él. Los tevellers no compartian esta opinién acerca del pueblo y continuaron insistiendo en un Acuerdo del Pueblo, para ser im. plementado por el consentimiento expreso de los individuos en toda Inglaterra y para ser tratado también como un contrato entre Jos representantes y sus votantes. Después de la ejecucién del rey, que fue mds alla de la deposicién que los levellers proponian, protestaron con vehemencia contra “las nuevas cadenas de Inglaterra” impuestas por el ejército y por lo que quedaba del Parlamento Largo al gobér nar sin la autorizaci6n del pueblo y sin consideracién de los limites ‘que habrian sido fijados por un Aczerdo del Pueblo." El ejército respondié en marzo de 1649, arrestando a Lilburne, Overton, Waluyn y Thomas Prince (un comerciante que habia aparecido re- cienternente como lider del movimiento). Desde la Torre de Lon- res estos cuatro continuaron denvnciando al nuevo régimen, pe 80 EDMUND S. MORGAN rola estridencia de sus protestas revelaba la inutilidad de su causa, Aunque conservaban seguidores entre los soldados comunes, no ceran suficientes como para preocuparse. Un motin producido por sus partidarios en mayo de 1649 fue ripidamente aplastado, y con desaparecié toda esperanza de un Acuerdo del Pueblo. En sep- tiembre, el infatigable Lilburne hizo paiblico un llamamiento ala accién popular para elegir una nueva asamblea representativa que reemplazara y derrocar al Parlamento existente y establecer los principios del Acuerdo. Pero para entonces la debilidad de la res puesta dejé en claro que la causa levellerestaba perdida.' 4. Los dos cuerpos del pueblo La desaparicién de los levellers y su Acuerdo del Pueblo dejé sin respuesta la pregunta de cémo las personas reales podrian ¢jercer Ia reconocida soberania “del pueblo” sobre un gobierno cuya afirmaci6n de representarlo se estaba haciendo cada vez mas dificil de acreditar. La credibilidad del gobierno sin reyes s6lo se hacia mas dudosa por el esfuerzo de fortalecerla a través de un “Compromiso” (que no debe confundirse con el Compromiso de Ios soldados de junio de 1647) al que se suponia que todos los ciu- ‘dadanos suseribian. EI nuevo compromiso decia simplemente que los firmantes “serian leales y files a la Repiiblica de Inglaterra, tal ‘como esta establecida ahora sin rey ni Camara de los Lores”.!#° En lugar de un Acuerdo del Pueblo que pondrfa limites al gobier- no, éste ofrecia al Parlamento y a sus amos militares un cheque en blanco para gobernar como cuisieran, ni siquiera limitado por las restricciones tradicionales que habian puesto coto al antiguo gobierno del rey, En apoyo de una apuesta por el poder tan audaz, los voceros del ejército del Parlamento ofrecieron argumentos que entrega- ban la soberania del pueblo a los batallones mas fuertes en una nue- va especie de derecho divino. Todo gobierno, descubrian entonces sus apologistas, descansaba en la fuerza, ‘Yasi era como Dios lo queria, Era el solemne deber de todos os hombres obedecer a quien tuviera la fuerza, porque “no es po sible que nadie pueda llegar a la cima del poder sin gue Dios lo hubiera dispuesto asi"."#” No tenia sentido cuestionar la autoridad del gobierno existente porque no habfa ningitn gobierno rival y “nada puede obligar a algo que no existe”. De esto se seguia “que quienes poseen los puestos y realizan los deberes de facto deben, de jurey ex debto, recibir las dignidades correspondientes ala autoridad pitblica” 1 a EDMUNDS. MORGAN Alla ver que se glorificaba de esta manera la fuerza bruta ("el poder de la espada es, y siempre ha sido, el Fundamento de todos los titulos para gobernar”) Marchamont Nedham, que iba a obte- ner una reputacin no merecida como pensador politico, procla- maba la superioridad del gobierno existente tanto sobre la monar- guia como sobre la clase de gobierno prevista en el Acuerdo del Pueblo. El Acuerdo, acusaba, con la inclusiGn de la propuesta levlle de elecciones anuales y la ampliacién del sufragio, habria dado co. mo resultado que “personas incultas e ignorantes, sin estudios ni fortuna, alcanzaran posiciones de autoridad”. La “multitud dog- mitica” habria votado a “lo bajo del pueblo” que se habria ocupado, como algunos de sus predecesores romanos, de “ordetiar y castrar os monederos de los ricos”, un resultado que abriria el “camino a toda clase de licencias y males, a la mera anarquia y confusion”.!48 Aunque el Acuerdo del Pueblo se habia convertido en una cau sa perdida, estas denuncias histéricas eran muestras de la debilidad del apoyo popular al régimen existente. Nedham esctibia con el ob- Jetivo de persuadir ala gente para que se sumara al compromiso, pe- ro el compromiso mismo alentaba a otros a desafiar la legitimidad del régimen. En la anterior Liga Solemne y el Pacto de 1643, el Par- lamento habia pronunciado la promesa de “preservar y defender la persona y Ia autoridad de la majestad del rey, en preservacion y de- fensa de la verdadera religiGn y las libertades de los reinos (de Ingla- terra, Escocia e Trlanda), que el mundo sea testigo de nuestras con- iencias y de nuestra lealtad, y de que no tenemos ideas ni intenciones de disminuir el poder justo y la grandeza de Su Majes tad". Pero después, el remanente de la Camara de los Comunes habfa no s6lo matado al rey, sino también transformado el gobierno para exciuir al rey, ala monarquia ya la Camara de los Lores. En el compromiso le estaban pidiendo al pueblo que aprébara, después de consumadas, acciones que ellos mismos admitian que no habian contado, ni contaban, con la aprobacién del pueblo. La respuesta de los que tuvieron el valor de darla fue negar que los miembros de la Camara de los Comunes pudieran otorgar- se a ellos mismos el poder supremo: “Si tal concesion podia crear un derecho, pocos hombres que pudieran conseguir la fuerza ca recerian de preferencias”.'*! $i el gobierno del rey, los Lores y los 1.08 DOS CUERPOS DEL PUEBLO 8 Comunes, juramentados en la Liga Solemne y el Pacto, iba a ser modificado, debia serlo por el pueblo mismo, no por los represen- tantes elegidos por el ejército entre los representantes elegidos por el pueblo para formar parte de ese gobierno que el ejército y Jo que quedaba del Parlamento Largo habian destruido (“pues es- 4 més alla del poder de los constinuidos, y sélo en el de los consti- tuyentes, la posibilidad de hacer tal alteracién en la Constitucion fundamental”) 15? El compromiso mismo era prueba suficiente de que el pueblo no habia autotizado el cambio: “Si lo hubiera he- cho, gcon qué objetivo se le ofrecia este compromiso? En efecto, yalo habia suscrito antes, y sin duda se mantendria fiel alo que ya habia hecho”. Aunque aquellos que se manifestaban contra el compromiso no ofrecian ningiin plan acerca de cémo el pueblo podria llegar a formar un nuevo gobierno, si es que efectivamen- te deseaba hacerlo, estaba claro que no podrfa haberlo hecho en las elecciones para la Camara de los Comunes: “Jamas se le dio, confirié o encargé a la Camara de los Comunes un poder de cons- tituir un gobierno nuevo fundamental y supremo, ni antiguamen- te ni tiltimamente, de lo que tengamos noticia o estemos seguros. Todo lo que (segiin nuestro enterder) ellos pueden alegar haber recibido del pueblo, es un poder para ser parte integrante del go- bierno y la Constitucién; no el poder de ser constituyentes, como actores, ni como plenipotenciarios para wansformarlo, ni para "198 fandar otro’ 1.08 adversarios del compromiso, como los levellas antes que | ellos, se habian aferrado a una distineién que it ‘mental para el desarrollo posterior de las ficciones gue constituye- ron Ja soberania del pueblo: la diferencia entre el poder de legis- lar expresado en una asamblea representativa elogida, po an ado, “Ylo que hoy se Tamanttel poder constituyente, es decir, el poder de comenzar, terminar 0 cambiar el gobierno del que esa asamblea era tuna parte, por otro lado. El poder constituyente tenia que ser supe- rior al poder legislativo. Debia ser considerado el trabajo del pueblo, como algo diferente de sus meros agentes o representantes. El ejér~ cito, en efecto, alegaba para si ese poder, aleg6 serel pueblo cuando purgé la Camara de los Comunes de aquellos miembros que, pre- suntamente, babian traicionado su confianza, Tal afirmacién, por ot EDMUNDS. MORGAN dificil de creer que parezca, respetaba la distincién, como no po- dia hacerlo la misma Camara de los Comunes al reclamar para si el derecho de cambiar el gobierno. El ejército hizo valer su reclamo otra vez cuando Cromwell di solvié sucesivamente lo que quedaba del Parlamento Largo y hue- go el Parlamento Barehones, cuyos miembros habia nombrado él mismo para tomar su lugar. Pero para entonces el reclamo era to- davia mas dificil de creer, ya que Cromwell lo tomé completamen- te para si mismo. En diciembre de 1658 decret6 una nueva consti tucién, el “Instrumento de Gobierno", que le concedia la mayoria de los poderes que antes correspondian al rey, asistido por un Consejo de Bstado yun Parlamento elegido. En una “Humilde Pe- ticién y Consejo” de 1657 el Parlamento elegido creé una nueva Camara de lores vitalicios e invitd a Cromwell a llamarse rey.!54 Cromwell, satisfecho con la sustancia de la peticién, rechazé el ti. tulo, Su muerte en 1658 fue seguida de otra serie de cambios, in- payauo medio rural ntegrato por propiewriosy porsrszadaaros que absian dirs nea ere aban spars del sour por auctlodewidy ose que porsanise! eget on es i expresionen singuly, emer en purl, yom | geupo socal.) 9 EDMUNDS, MORGAN Los representantes debfan estar limitados a su cardcter local de sfibditos. Debian ser los mas aproximado posible a una réplica del pueblo en general y, como sus votantes, serian no s6lo demasiado numerosos, sino demasiado incompetentes intelectualmente co- mo para crear leyes y desarrollar politicas. Serfan, sin embargo, completamente competentes para comprender de qué modo una ley propuesta, disefiada por el senado republicano, los afectaria como stibditos, y por Io tanto para aceptarla 0 rechazarla, Harrington, como veremos, ibaa tener una larga y continua influencia en la historia posterior de la soberania popular, espe- cialmente en las colonias norteamericanas, pero su senado delibe- rativo y su cimara de representantes de si-o-no fueron quiz las menos exitosas de sts propuestas. Aunque la separacién de los po- deres dentro de la estructura de gobierno se convirtié en un in- grediente usual del gobierno anglonorteamericano, y aunque la separaci6n incluia la division del poder legislativo en dos camaras, no fue la separacién que Harrington habia previsto pata proteger al pueblo como sibdito del pueblo como gobernante. El futuro, especialmente en América del Norte, estaba mas cerca de la ruta que los tevelles habian empezado a explorar dando una voz de au- toridad al pueblo putativo fuera del gobierno que él creaba y ex- presando sus derechos como subditos en los mandatos que de esa manera le daba a su gobierno, El plan de los ievellers de un Acuerdo del Pueblo para lograr este objetivo se habia ido a pique con su aplicacién demasiado I teral, Para entrar en vigor, el Acuerdo del Pueblo habria requeti- do, estrictamente hablando, la firma de cada hombre, mujer y ni- fio para ser gobernado y protegido por él. Pero la idea detras de él, de un pueblo que actiia separado de su gobierno para crearlo y. limitarlo ¢s lo que esta en el corazén de la soberania popula Después de descartado ese acuerdo, varias personas continua: ron pensando en el tema de dar al pueblo una voz de control fue. ra de la estructura de gobierno. Uno de los que pensé en las implicaciones tedricas de esa accién popular extralegal o paralegal fue George Lawson, un clérigo mode- rado que habia respaldado la causi parlamentaria.™ Lawson tomé, prestada la jerge de Je6ricos politicos anteriores para distinguir los LOS DOS CUERPOS DEL PUEBLO 91 poderes del pueblo en su supuesta condicién natural, antes de que| formara una sociedad, de los poderes del gobierno que la sociedad gfe. El pueblo en su “estado original de libertad” (lo que seria la- mado después un estado de naturaleza) primero se habia juntado para formar una “comunidad”. Esa comunidad disfrutaria entonces de una “legitima” majestad o soberania, que era el poder para crear un “estado comtin” (commonweaiti) con un gobierno de Ia forma que la comunidad pudiera designarlo. El gobierno asf creado tenia el po- der menor de la majestad “personal” o soberania, de la que el puc- blo habria devenido sibdito, Como siibdito no podia resist ni cam- biar el gobierno que, actuando como comunidad, habia creado, siempre que aquellos dotados con la majestad personal actuaran de acuerdo con las condiciones impuestas por la comunidad al princi- pio. En Inglaterra, segiin Lawson, la comunidad habia puesto la ma- jestad personal en las manos colectivas del rey y del Parlamento. ‘Cuando el rey abandoné al Parlamento, destruyé el gobierno y toda la majestad personal que posefa. Al hacerlo dejé al Parlamento sin poderes residuales. Una vez que el rey lo abandon6, el Parlamento | como tal dej6 de existir, como dejo de existir también el “estado co- | miin” del que era una parte. Lo que quedaba era la comunidad, que no fue destruida por Ia destruccién del “estado comin” © Commonwealth. Después de haber desarrollado este ejercicio de definiciones, Lawson lega ala cuestidn crucial de cémo la comunidad, privada tanto del rey co: mg de] Parlamento, podia seguir funcionando. Aunque estaba de masiado preocupado por sus definiciones como para ocuparse con claridad de la pregunta, lo mismo se ocupé de ellay sugirié en publicaciones diferentes dos respuesta posibles. La primera sugerencia de Lawson, hecha al pasar, sin elabora- idm alguna, era una que ya habia surgido entre aquellos que estaban desencantados con la sucesi6n de gobiernos que alegaban tener po- der sobre ellos. Era simplemente una afirmacién de la continuidad, resistencia y superioridad de las instituciones locales cuando el go- bierno central fallaba. Ya en 1645, William Ball habia argumentado que “los condados, las ciudades y 0s pueblos, todos juntos” podian alzarse en armas contra un Parlamento que los traicionara, porque condados, ciudades y pueblos constituian la “esencia”.1® Mésadelan- 9 EDMUNDS, MORGAN te, las propuestas de los ivellers habfan incluido una reduccién en el poder del gobierno central y un aumento de los poderes administra tivos locales, sugerencia de la que hicieron eco reformadores poste- riores.\®© Lawson, al prever la destruccién del “estado comin” ylasu- perv Ja comunidad, sugiri6_que la « corporizada en los condados. 1a comunidad, decia, no podia actuar a través del Parlamento para modificar el gobierno porque el Parla- mento era parte del “estado comtin”. En cambio, “el pueblo debe re- gresar al estado original de libertad, y a una comunidad, que en In- glaterra no esun Parlamento sino los cuarenta condados” "La idea resultaba atractiva porque era mucho mas plausible concebir al pue- blo actuando sin el gobierno y aparte de éste en vecindarios locales equefios que en todo un reino o pais, pero dejaba sin responder la pregunta de cSmo cuarenta condados podian constituir una sola co- munidad en ausencia de un rey o Parlamenco, 12 otra sugerencia de Lawson, también sin desarrollar, era sim- plemente una repeticién del juego de manos realizado por Henry Parker al hablar acerca del pueblo que actuaba a través de un cuer- po como “es ahora nuestro Parlamento”. Sin identificar al cuerpo que todavia seguia llamandose Parlamento, Lawson sugirié que “si el gobierno es disuelto yla comunidad de todos modos sigue unida, el pueblo puede hacer uso de una Asamblea como ésa, como un Parla- ‘mento, para cambiar al anterior gobierno y constituir uno nuevo, pe- ro esto no lo puede hacer en cuanto Parlamento, sind concebida co- mg otra idea, como un inmediato representante de una comunidad, no como un ‘estado comin’ © Commonwealth’,)® En otras palabras, siel Parlamento se llamaba asi mismo “convencién” o cualquier otfo nombre diferente del viejo, podria proceder con seguridad para cri- gir cualquier gobierno que escogiera, un procedimiento al que los ingleses recurririan en 1660 y otra vez en 1689. Una sugerencia mucho mas detallada y mas audaz provino de sir Henry Vane, que habia adquirido experiencia en una contro- versia politica veinte afios antes al debatir con el gobernador John Winthrop en la Bahia de Massachusetts. En 1656, en A Healing Question, propuso al ejército y a Cromwell una manera de dar sus- tancia al reclamo del ejército de ser el pueblo. Vane habia perdido la paciencia con la serie de gobiernos que habian asumido cada 1,05 DOS CUERPOS DEI. PUEBLO % ‘vez mas y més poderes en nombre del pueblo a la vez que se dis tanciaban mas y mas del pueblo real. Bl ejército, decidi6, era lo que més se acercaba a una encarnzci6n del pueblo. En cierto sen- tido, se podia pensar en él como el pucblo actuando en su capaci dad militar. Yen esa capacidad se habia convertido en “irresistibl abgoluto y comprehensivo en su poder, que por ello contiene en si Ja sustancia de todo e] gobierno” Habia llegado el momento para que el ejéscito usara ese poder y asf alcanzara los objetivos por los cuales habia luchado contra el rey y destituido a un Parla- jento irresponsable, i ia del « fundamentales de gobierno. ~ Vane no entré en detalles acerca del contenido especifico de es- tasconstituciones, aunque dejé en claro que debian incluir una dispo- sigidm legal contra el establecimienco de alguna denominacion rel articular y que también impidiera a la legislatura partici enlaaplicacién de las leyes que ella creaba. La manera de Ilevar a ca- bo el establecimiento de constituciones fundamentales era através de un “consejo general o convencién de hombres fieles, honestos y eapa- ces de discern, elegido para ese proposito por el consentimiento Ti- bre de todo el cuerpo de partidarios de esta causa’.!™ Correspondia al generalal mando del ejército encargarse de las eleccionesy decidir el momento lugar de la reunin. Tal yezla més importante de lasre- comendaciones de Vane fue la de que esta “convencidn no se ocupa precisamente de legisla, sno s6lo de debatir libremente y acordar los detalles que,a modo de constituciones fundamentales, se establezcan yy sean inviolablemente observados, como condiciones sobre las cua. Ies,todo el cuerpo asi representado dé su consentimiento para incor- porarlo en la organizacion civil y politica, ybajo la forma visible de go- biemno alli decidida”. Cuando el documento estuviera terminado, debja ser “subscripto por cada uno de los miembros del cuerpo de ‘manera individual en testimonio del consentimiento particular deca da uno o de todos dado por ese mismo acto™!"! Resultard obvio que lo que Vane proponia era diferente del vie~ jo Acuerdo del Pueblo, que habia sido redactado por agitadores ele- igidos en los regimientos del ejército y por el Consejo General del tjéreito. No debe sorprender, pues, que esto le desagradara tanto a. Cromwell como Protector, como el Acuerdo del Pueblo le habia 7 EDMUNDS, MORGAN desagradado al Parlamento. Ninguno deseaba ser expuesto a una expresion tan directa y dominante de la voluntad popular. Crom well y su Consejo de Estado sentenciaron que la propuesta era se- diciosa y encarcelaron a su autor. La acusacién de sedicin tanto contra Vane como contra los Levellers puede recordarnos que la soberania popular seguia sien- do, como las ficciones que la precedieron, una manera de conci- liar a las mayorias con el gobierno de las minorias. Se habia origi nado no tanto en el descontento entre las mayorias gobernadas como en el desacuerdo entre las minorias que gobernaban, Aque- Mos que la invocaban temfan que fuera invocada contra ellos, tan celosos de su propio derecho de exclusividad para hablar en nom bre del pueblo como Io habia estado el rey. cuando afirmaba ha- blar en nombre de Dios. Instalar una convencién con un derecho auna mas alta autoridad popular que el Parlamento o el Protector eran poco como ubicar al papa con una reivindlicacién mayor de autoridad divina que la del rey. Pero la soberania popular, al igual que el derecho divino, te- nia una vida y una l6gica propias que ponia exigencias Ja.usaban. En cuanto ficci6n, requeria la suspension voluntaria de la incredulidad, lo cual significaba que la realidad percibida no ? Elkanah Watson, el piadoso natural de Nueva Inglaterra, se sintié sorprendido por la violencia que observ en Westminster, a Ja que comparé con la “dignidad silenciosa” de una eleccién nortea- mericana. Pero como muchos naturales de Nueva Inglaterra, cuando Watson usaba la palabra “norteamericano” realmente 196 EDMUND S, MORGAN queria referirse slo 2 Nueva Inglaterra. Yes verdad que en Nue- va Inglaterra, donde por lo general predominaba el voto secreto, las elecciones eran asuntos muy tranquilos. Pero Watson mismo habia viajado por las colonias y los estados del sur y habia presen- ciado alli elecciones que en muchos aspectos se parecian a las elecciones inglesas, En la corte de justicia de Hanover, en Virginia, enconiré ala multitud en el lugar de votacién participando en v- ras peleas a puiietazos, y apenas si evit6 ser él mismo arraswrado a una de ellas.2 Las elecciones en el sur eran viva voce, como en Inglaterra. La campaiia que las precedia duraba no més de cuatro o cinco sema- nas, pero incluia el mismo tipo de convites con los mismos resulta dos: bueyes asados a la parrilla, barriles de ron y todo el mundo completamente borracho. Los candidatos pronunciaban discursos {que alababan sus propias virtudes tanto antes como durante la eleccién y viajaban por todo el condado para buscar Jos votos per- sonalmente, tal como hacfan sus homélogos ingleses. También cexistia el mismo esfuerzo por atraer a personas influyentes que Pt» dieran conseguir otros votos, tal vez un gran propietario, 0 el due- fio de una gran plantacién que compraba y vendia productos de plantaciones mas pequefias, un comerciante con deudores. En su- ma, cualquiera que tuviera alguna ventaja sobre otro. Laeleccién propiamente dicha tenia lugar en ¢] tribunal del condado, el punto de convergencia para toda la gente que veniaa amontonarse desde todas partes del campo. Segiin un observador francés, las multitudes en las elecciones de Virginia pasaban el dia en libertinaje y peleas, y los amigos de los candidatos, incluyendo algunas mujeres, circulaban entre la multitud solicitando votos a los de arriba y a los de abajo.*? Las elecciones en Carolina del Sur eran bastante parecidas. Edward Hooker, un visitante de Connec- ticut, describi6 una de la que fue testigo en Greenville como una “escena de ruido, palabrerio y confusién [...]. Mucha bebida, mu- cchas palabrotas, muchas maldiciones y amenazas [...] clamor, con- fusién y desgracia”. Las calles estaban atestadas con cientos de per sonas, incluyendo soldados de caballerfa. Un candidato oftecia ‘whisky en un banco en medio de la calle “de pie detras de él como un barman detrés de su mostrador”, y todos 1os candidatos podian LADECISION DEL PUEBLO 197 ser vistos “distribuyendo whisky, cenas, conversacién y arcngas, rientras sus amigos hacian esfuerzos similares por ellos al mismo tiempo" n el sur, mientras los comicios estaban abiertos, los candida- tos seguian esforzandose para conseguir votos si no en la calle, sentados sobre una plataforma en el tribunal, En Virginia, cada vo- tante tenia que subir a la plataforma para ser llamado por su nombre por el sheriff y anunciar su voto. El candidato al que habia vorado le agradecia entonces personalmente, La eleccién normalmente no curaba mas de un dia y no habia paseo en andas del ganador. Pero generalmente habia después un convite a una barbacoa, pagada por el ganador. En la mayoria de las elecciones coloniales de Virginia, como, en la mayoria de las inglesas, aunque no habia practicamente nin- gin asunto aparte de la popularidad personal de los candidatos, Jos sentimientos a menudo se exaltaban y la violencia era bastante comin. Por ejemplo, en 1742 en el condado Orange, el sheriff se las arreglé para mantener el orden s6lo poniendo a asistentes con espadas desenvainadas en la puerta del tribunal. A pesar de esta precaucién, un votante se las arregl6 para arrojar a un asistente por la puerta y quitarle la espada. La gente que estaba por ahi ayu 6 al asistente y éste recuperé su lugar, pero hacia el anochecer la multitud de todas maneras entré en tropel, segiin el sheriff “de manera estruendosa y todos borrachos. Uno de ellos salt sobre el escritorio del secretario y se puso a bailar entre los papeles, de mo- do que el sheriff no pudo despejar el lugar, ni los empleados del juegado pudieron continuar con la votacién”.* En el condado de Caroline, en 1736, Jonathan Gibson fue elegido después de hacer que veintistis de sus amigos le dieran una paliza a cualquiera que propusiera votar por su adversario, John Martin, Cuando Martin nds adelante demandé por agresion con lesiones, el jurado se ne. g6 a otorgarle un pago por daiios.* ‘Aunque cl advenimiento de la independencia trajo muchos cambios politicos los estadounidenses, no cambié el caracter de las elecciones en ¢} sur. En Maryland, en la eleccién de la Convencion del estado que ratificé la Constitucién, los votantes de Baltimore par ticiparon en una reyerta comparable a una eleccion en Westminster. 198 EDMUND S. MORGAN Segin un informe, una multitnd federalista, incluyendo “an cuer po de marineros [...] y un muy grande niimero de personas sin derecho a voto [...] se apoderé de los lugares de votacién a la ho- rasefialada para tomar los votos, yall se qued6 todo el dia y Tonos LOS ACCESOS A LA PLATAFORMA QUEDARON A SU DISPOSIGION”. Al dia si guiente los antifederalistas tomaron el control por un tiempo “pe- ro fueron obligados por la fuerza a abandonar cl lugar, y muchos de ellos fueron golpeados, groseramente insultados por personas no volantes, alentadas y ayudadas por otros”. Los federalistas afir- maron que sus adversarios fueron igualmente violentos, pero de todas maneras aseguraron “que nunca vieron una clecci6n entre varios candidates realizada con més paz, orden y decoro”, un sig- nificativo comentario acerca de lo que ocurria en las elecciones con contendientes en el sur” La adopci6n de la Constituci6n no efectué una reforma. Las elecciones para el nuevo gobierno federal se parecieron mucho a las que se realizaban durante el viejo gobierno colonial. Los cand- datos de Carolina del Sur descriptos por Edward Hooker en aque- Ia escena de ruido, griterio y confusion no habfan estado compi- tiendo por un cargo local o del estado, sino por un escafio en la (Camara de Representantes de los Estados Unidos. Yos registros de esa Camara contienen una muy detallada y esclarecedora des- cripci6n de las costumbres electorales del sur. Se la puede encon- twar en el informe de una comisi6n del Congreso que investigaba la eleccién de Francis Preston a la Camara de Representantes de Jos Estados Unidos en 1794 en el distrito de Virginia, que inclufa los concados ce Montgomery, Washington y Lee.*°® F] adversario de Preston, Abram Trigg, habia hecho un reclamoa la Camara argu: mentando que muchos de sus partidarios habfan sido intimidados y se les habia impedido votar con violencia. La comision del Congreso para las elecciones escuché las pruebas ¢ hizo una recomendacién a la Camara, en la que se ox ponian los hechos, que no parecen haber sido tema de ninguna objecién seria, Francis Preston habia sido elegido por una mayo- ria de sélo diez votos. Yel hermano de Preston, William, un capi- tin del ejército federal, habia asistido a la eleccién en el condado de Montgomery con sesenta 0 setenta soldados a su mando. Trigg LADECISION DEL PUEBLO 199 demostré que el capitan Preston habia hecho marchar @ sus solda- dos tres veces alrededor del tribunal y luego los hizo desfilar una y ora vez por el frente, desde donde amenazaban a aquellos que iban avotar por Trigg, Trigg hizo su presentacién y la comision, después de analizar las pruebas, acept6 que los soldadios, siguiendo las ins. trucciones de Preston, habian actuado respecto de los votantes de una manera que afect6 el resultado de la elecci6n. Especificamente, la comisiOn encontré lo siguiente: que algunos de ellos amenazaron con golpear a cualquier per sona que llegara a votar en favor del demandante; que uno de Jos soldados golpeé y derribé aun magistrado presente en la mencionada eleccién; que tres soldados se ubicaron en la puer sa del tribunal negindose a dejar entrar a un vorante porque declaré que voraria por el demandante; que muchas ce las per sonas que venfan del campo eszban insatisfechas con Ia con. ducta de los soldados, pues producfan altereados en la elecci6n centre los soldados y las personas del campo, los primeros on ft vor del miembro actuante y los segundos en favor del deman: dante, terminando todo en un violento enfrentamiento entre ellos después de que los Jugares de votacién fueron cervados: que algunos de los soldados que fueron luego interrogados acerca de por qué se decfa que ellos tban a golpeat cualquicn za que votara por Trigg respondieron "que era si deber obede cer”. Que, aunque era dudoso que alguno de los soldadas ests viera armado en el tribunal, sin embargo parece que, en cl momento dle la pelea, después de la elecci6n, el eapitin Preston tenia una espada y una dagas y gue, cuando los soldacios fueron reducidos por la gente del campo y se retiraron a sus chattels, los soldados hicieron algunos disgaros con armas de fuse baci la gente del campo. La comisin aceptd que todo esto era cierto y paso a hacer una recomendacién que parece razonable. Dice asi: “que la elec- cin fue indebidamente e injustamente perturbada por la conduc ta turbulenta y amenazadora de Jos soldados, y que el demancan- te, que perdié su eleccién sélo por una mayoria de dcr votos, no 200 EDMUND S. MORGAN ha tenido esa oportunidad justa de obtener los sufragios de las, personas de ese distrito, a lo que todo candidato tiene derecho”. La respuesta de los representantes al informe de la comisién es uno de los més esclarecedores pasajes en el registro de los pri- meros debates en la Camara de Representantes de los Estados Unidos. El primero en hablar fue Thomas Scott, de Pensilvania. Dijo que "No podia, desde lo mas profundo, ver la mas minima ra zén para invalidar la eleccién del sehor Preston, ni podfa com- prender ni concebir sobre qué fundamento tan extrafia idea habia sido lanzada”, Sobre la conducta del hermano del seiior Preston, el capitan, declaré que fue “Ia de un sabio”, En cuanto alos solda- dos, “tenfan el derecho de estar alli, pues tenian el mismo derecho de todo ciudadano estadounidense de dar sus votos en Ia eleccién de un representante”. Nathaniel Macon, de Carolina de] Norte es- tuvo de acuerdo con Scott. No podia ver que ninguna ley hubiera sido violada, Cuando William Smith de Carolina del Sur intent6 defender el informe de la comisin, recibié la inmediata respuesta de Sa- muel Smith, de Maryland, quien expres6 su asombro de que Wi liam Smith se molestara tanto por un tumulto en una eleccién. ‘Samuel Smith habia revisado las pruebas y no habia encontrado nada fuera de lo usual. “Se ha dicho rnucho”, se quejaba, “sobre la enormidad de derribar de un golpe a un juez de paz, y en el infor- ime sobre este asunto, se habla como si el magistrado hubiera esta- doen el tribunal en su cardcter oficial [...] él estaba abt, ebrio, se- ior; y él dio el primer golpe, sefior, al hombre que lo dernibé”. ¥ “en cuanto a la amenaza de los soldados, [decir] que podfan go! pear a alguno de los vorantes del coronel Trigg, ¢s muy diferente a aseverar que lo hicieron. Si un hombre se hubiera acercado al seftor 8. en lacalle yle hubiera dicho: ‘Seiior, vy a golpearlo’, el sefior S. podria golpear a ese hombre; pero si él solamente dijera: “Puedo golpearlo, sefior’, a expresiin seria muy diferente”. En pocas palabras, Samuel Smith “declaré que no sabia de ninguna eleccién en los estados del sur donde no hubiera habido tun poco de desorden. Lamentaba, por el honor de su parte del pais, dar esa descripci6n a los representantes del este {es decir, de Nueva Inglaterra}, pero para ser justos con el sevior Preston, deben ser LADECISION DEL PUEBLO. 201 informados de que una eleccin en el sur es algo muy diferente de lo que es en sus tierras”. No fue éste el final de la lecci6n sobre la politica en el sur. En las pruebas ante la Camara, se habia declara- do que una persona habia sido vista en el tribunal con un garrote bajo su abrigo. “Pero, sefior”, dijo Samuel Smith a Willian Smith, supongo que quinientos de mis votances tenfan garrotes bajo sus abrigos; de modo que si esto es suficiente para anular una leccién, la comisién puede empezar por anular la mfa. Sila Comision va a anular cada eleccién donde se vea 2 personas ebrias, tendri mucho trabajo entre manos, sefior. Como se rea lizan las elecciones para los representantes del Sur? Un hombre de influencias llega al lugar de la elecci6n a Ia cabeza de dos- ientos o trescientos de sus amigos, y por cierto, ellos no permi- tirdn, si pueden evitarlo, que alguien de la ora parte entregue suyoto, mientras estén alli. Era indudablemente una muy mala costumbre, y seguramente sorprenderé mucho 2 un miembro de esta Cémara que venga del Este; pero es la costumbre, y to- do el mundo sabe que es asi. Por o tanto, es muy injurioso so- tener que la conducta del capitin Preston es un fundamento para anular la eleecién. Pero la réplica final a William Smith y al informe que habia tratado de defender vino de Alexander Gillon, otro miembro de Carolina del Sur, que revelé que habia habido un tumulto en la eleccién del propio William Smith, “y en su propio favor [...] el se- or Gillon no veia, por lo tanto, ninguna raz6n para hacer tanto alboroto por esta elecci6n en particular, cuando otras eran tan malas, 0 muchisimo peores”. Se pronunciaron otros varios discur- sos, pero el encargado de registrar las actas los encontré demasia- do tediosos como para incluirlos. Cuando finalmente Ia cuesti6n pasé a votacién, la peticion de Abram Trigg y la recomendacion de la comisién sobre ella fueron rechazadas por unanimidad Francis Preston conservé su escafo. En ninguna de estas elecciones del siglo xvi, sea en Inglate- ra o en Norteamérica, la contienda tenia mucho que ver con los 202 EDMUND S, MORGAN principios. Abram Trigg y Francis Preston proventan de dos de las familias mas ilustres del condado de Montgomery, y no diferian demasiado entre ellos en cuestiones politicas. En ¢] momento de lacontienda electoral de 1794, James Madison y Thomas Jefferson estaban organizando la oposicion republicana a los federalistas en el Congreso, Francis Preston los respaldaba en ese esfuerzo. En tuna elecci6n posterior, cuando Trigg por fin logré ganarle el esca- fio a Preston, Trigg también apoyé a los republicanos.*® No todas las contiendas electorales eran tan carentes de temas de fondo. Cuando los caballeros hacendados hacian campafia contra los cortesanos 0 contra candidatos apoyados por los gigan- tes comerciales y financieros, entonces si podia haber en ello algo més que una opcién entre Fulano y Mengano. Pero con mucha frecuencia lo que un candidato consideraba que podia ser bueno para el condado 0 para el pais se parecia mucho a lo que decia el ‘otro. Es més, en muchos casos los candidatos ni siquiera exponian sus opiniones, si es que tenfan alguna. Para volver a nuestra cues tin, pues, qué ocurria en esas elecciones, ademas de la elecci6n de Fulano en vez de Mengano? 1La respuesta nos lleva otra vez a la naturaleza de los “intere- ses” contrapuestos. Un interés, como hemos visto, era una colec- cién de vorantes unidos por varios lazos a algiin patrén 0 amigo, lazos que podian ser etiquetados como econémicos, sociales, emo- cionales © de costumbre, o lazos que resultaria muy dificil etique- tar Eran Jazos que obligaban tanto al protector como al protegido, lazos que podian marchitarse con facilidad si no eran cultivades entre una cleccién y otra, y debian ser cultivados al méximo para ser puestos a prueba en el momento de la eleccién. La campaia por parte de los candidatos aspirantes antes de la elecci6n era ala ver un medio para medir fa dimensién real del interés y el mo mento de fortalecerlo y ampliarlo. En la biisqueda de votos, el cane didato o sts amigos iban de casa en casa pidiendo apoyo, acompa- jiados por todos los miembros de su interés a los que pudiera convencer para unirse a la procesion. La esperanza era sumar se- guidores tanto por el efecto de arrastre, como por halagos perso- nales, promesas, obsequios © condescendencia. El tamafio de la procesion podia ser crucial para su éxito.2 LADECISION DEL PUEBLO 208 Sila campaiia fracasaba, si mostraba que el interés de tin cane didato 0 el grupo de intereses unidos en su nombre era insuificien- te para ganar Ia cleccién, podfa retirarse y dejar el cainpo fibre y sin disputa a sus adversarios. Si continuaba con la contionda, debia estar dispuesto a aumentar las lisonjas, las caricias y los convites, a conseguir la ayuda de algunos de sus amigos que pudieran conse- guir votos que estuvieran fuera de su alcance. Una elecci6n se con- vertia en una prueba de influencias, de la habilidad de una persona para influir a otra El choque de intereses en una eleccién, dado que era una prueba de influencias, era, pues, en alguna medida una exhibi- ‘i6n del proceso politico en su forma mas elemental. Yas oporte nidades que brindaba para el ejercicio del talento politico iban mis alld de aquellos que ganaban o perdian el cargo oficial en la eleccién. El interés que controlaba una elecci6n con frecuencia estaba en manos de alguien que no era candidato, sino que dirigia a sus seguidores hacia un lado o el otro. Los Pares del Reino no podian ocupar un lugar en la Camara de los Comunes, pero mu- chos de ellos tenfan poderosos intereses en més de un distrito. Los Pares, por supuesto, también tenian, de todas maneras, poder po- Iitico por derecho propio en la Cémara de los Lores; lo que es mas importante es el ejercicio de talento politico por parte de aquellos gue no ocupaban 0 no podian ocupar un cargo, la posibilidad de compartir el poder por parte de aquellos que no podian oficial- ‘mente aspirar a él de ninguna manera. En este sentido, el papel desempefiado por las mujeres en las elecciones del sigio xvut es instructivo.® Las mujeres, por supues- to, no podian votar ni ocupar cargos. En el manejo habitual del gobierno no desempefiaban ningtin papel oficial, salvo que tn ac- cidente de nacimiento hiciera que alguna de ellas fuera reina. Pero Jas mujeres eran piiblica y abjertamente activas en el nivel de los ci mientos de la politica, en el manejo de los intereses yen la actividad durante las campaiias electorales que ese manejo requeria. Sarah, duquesa de Marlborough, tenia intereses tanto en Oxfordshire co- mo en Hertfordshire, que conservé desde ef momento de la muerte del matido, en 1722, hasta su propia muerte, en 1744. Dorothy Lut trell manejaba e1 interés de la familia en Minehead (Somerset) y 24 EDMUND 5. MORGAN en general estaba en condiciones de decidir la eleccién de por lo ‘menos un miembro.2®? Lady Bute hered6 el interés de su padre en el municipio de Bossiney (Comualles) a su muerte, en 1761, yo mantuvo durante los siguientes veintitrés afios."** Lady Orford po- sefa intereses en dos municipios de Cornualles y Devonshire en las décadas de 1750 y 1760. Entregé su interés en el municipio de De- vonshire a su hijo en 1767, pero continué ¢jerciendo influencia en el de Cornualles hasta su muerte, en 1781. Lady Frances Irwin here d6 de su marido un importante interés en Horsham (Sussex) en 1778, y mantuvo el control del municipio hasta su muerte, en 1807, 1a pesar de los esfuerzos del duque de Norfolk por arrebatérselo (gast més de 70,000 ibras en el intento) 2% (Otras mujeres participaban activamente en las campatias elec torales de fos candidatos de su municipio, aun cuando no tuvieran cllas mismas un interés. Cuando el tercer duque de Marlborough decidi6 patrocinar a dos candidatos en la eleccién en Oxfordshire de 1754, lady Susan Keck se convirtié practicamente en su direc- tora de campafia. Susan Keck era la esposa de Anthony Keck, @ quien Marlborough estaba haciendo elegir por el municipio de Woodstock, en el que el duque tenfa su tinico interés. Ella no tuvo {que hacer campafia a favor de su marido, pero tenia gusto y talen- to para la politica y durante un afio antes de la elecci6n recorrié todo Oxfordshire recogiendo votos para los candidatos del con. dado de Marlborough. En la eleccién de Suffolk en 1767, lady Sarah Bunbury hizo campafia en una parte del condado para su marido mientras él se ocupaba de otra. Un observador calculé que “hace unos dias ella sola aseguré 94 de los 100 votantes”, y continua ba, ‘slo me sorprende que los seis restantes pudieron resistirse a una tan encantadora propagandista de campafia” 3°” En la contienda entre whigsy tories a principios del siglo xvi las damas de la familia de Verney participaron activamente en nombre de sus maridos y se encontraron con oponentes femeninas igualmente activas.2** Una mujer de buena famnilia de Yorkshire, Jane Osbaldeston, particip6 tan activamente en las elecciones de! ‘condado en 1807 que cuando sus candidatos ganaron los habitantes de Malton, segtin el York Herald, “la levaron en procesién trinnfal por toda la ciudad, precedida por una excelente banda de méisica, LA DECISION DEL. PUEBLO 205 con una bandera con flecos dorados ondeando delante de ellos, en medio de! tafiido de las campanas y mil aclamaciones del gru- povencedor”.9 Aunque la participacién femenina en las campatias electorales probablemente no era general, ciertamente no era algo inusual, in- cluso en los distritos mas grandes. En la eleccién de Westminster en 1774, la duquesa de Northumberland arengaba a Ja muchedum- bre de Covent Garden diariamente para que votara por su hijo, gue estaba en ese momento con el ejército briténico en Boston. Logr6 hacerle ganar la elecci6n, a pesar del apoyo dado a sus ad- versarios por el conocido y casi invencible John Wilkes.2”° En la eleceién de Westminster observada por Elkanah Watson en 1784, la duquesa de Devonshire, una farnosa belleza, fue la principal ac- tivista de la campaiia a favor de Charles James Fox. Los adversarios de Fox se quejaban de que ella “era en realidad la candidata”. ¥ durante las siete semanas de la campafta para la elecci6n se la pu- do ver diariamente yendo de una tienda a la otra, pidiendo los vo- tos de los comerciantes y, segiin decian, pagando diex veces el va- Jor de su mercaderfa, asi como también regabindoles besos y también algo mas que besos. La duquesa era ayudada por su her- mana, lady Duncannon, y un nuirido grupo de otras damas no bles, mientras que las seguidoras femeninas de los otros candida- tos eran conducidas por la sefiora Albinia Hobart, conocida vulgarmente como “Madame Grasa”, cuyo enorme tamafio y peso hacian que sus favores fueran algo menos efectivos que los de la duquesa.°7! La duquesa también tuvo que ver en una menos conocida contienda electoral ese mismo aio en St. Albans (Hertfordshire), donde su madre, lady Spencer, dirigia la campafia de un candida to contra un adversario patrocinado por otra dama noble. Con la ayuda de la duquesa, el candidato de lady Spencer gan6, como gand Fox en Westminster.2”2 ‘También en Norteamérica les mujeres participaban activa. mente en las campafias. En 1732, cuando Andrew Galbraith se present6 para un escafio en la asariblea de Pensilvania por el con- dado de Lancaster, su esposa, sestin un relato contemporaneo, “monté su yegua favorita, Nelly, se ajusté una espuela al tobillo y 206 EDMUND S. MORGAN parti6, con su capa roja ondeando en el viento, a recorrer el con- dado en nombre de Andrew”. Yen el mismo condado, en 1742, un candidato derrotado se lamenté del hecho de que Susannah Wright se le hubiera opuesto de manera tan eficaz. “Puede al guien creer”, se preguntaba, “que Susy pudiera actuar de manera tan poco apropiada y femenina como para preparar ella misma esas cosas infames [es decir, la propaganda de campaita] y pres tarse, como hizo en Lancaster, en una habjtacién del piso alto de tuna posada y bar, después de haber hecho poner una escalera has ta la ventana para distribuir alli las mentiras y las boletas durante todo el dia de la elecci6n?”.*8 Elkanah Watson, que describié la violenta eleccién de 1784 en ‘Westminster, nos ofrece un divertido ejemplo de una mujer en cam- patia en Carolina del Norte. En 1785 Watson estaba de visita en Wa- rrenton el dia de la elecci6n, y mientras miraba ala multitud que se arremolinaba frente al tribunal, un irlandés que habja conocido po- co antes le pregunto: “2Ha visto el especticulo?”. A lo que Watson respondié: “qué especticulo?” El irlandés le pidi6 que lo siguieray Je mostré a una norteamericana, la sefiora Hobart Nos abrimos paso entre la muchedumbre, donde se mezclaban respetables hacendados plantadores con algunas mujeres, “AIL, dijo, “Ha visto usted algo semejante?”, y seftal6 ala mu- jer mas obesa que he conocido en mi vida; yo que era mas sor- prendente, parecfa ser una activa dirigente en las elecciones. Watson, desconcertado por lo que veta, lo sefialé a un caballe- ro del lugar, que no hizo ningtin comentario sobre el asunto, pero lo invité a cenar al dia siguiente en su plantacién. Alli, Watson se sinti6 avergonzado al descubrir que la obesa dama presifa la reu- ni6n. Era la madre de su anfitrién y répidamente hizo que él se sintiera cémodo. “Jamas he conocido”, dijo, “una anciana dama mas sensible y llena de vida. Era una gran politica y me aseguraban que tenia més influencia politica que cualquier hombre en su con- dado, y la usaba con grandes resultados”.*”* Las mujeres que se involucraron tan notoriamente en las elec- ciones tanto en América del Norte como en Inglaterra, eran todas LADECISION DEL. PUEBLO 207 probablemente de la clase alta, y el rango social que les daban sus maridos o sus padres probablemente contribuia a Ia influencia que éjercfan. De todas maneras, habia algo més, algin tipo de ta- lento que iba mas alld de Ia clase social o del género. No todas las mujeres lo tenfan o querian tenerio. Ylo mismo se puede decir de los hombres. La habilidad de manejar los votos iba més alla de la dlase social. Alguien que no tuviera prestigio social, ni poder eco- némico, ni incluso el derecho a vorar, podia tener elocuencia, fue- ra para la imprenta o para el discurso, capacidad para la intriga 0 los halagos, 0 Io que hiciera falta 2ara el talento politico. Por un, tiempo, durante una eleccién, esa persona podia gozar de una in- fluencia que de otra manera, dadasu posicién habitual en la socie- dad, no seria posible. ‘Asi como una eleccién daba energia de esa manera a los talen- tos politicos de hombresy mujeres, aparte de los candlidatos para los cargos, también arrastraba al proceso politico a un gran ntimero de personas que supuestamente estaban exclnidas del “mundo politico” integrado por los votantes. Es dificil precisar hasta dénde las eleceio- nes las campafias afectaban a aquellos que no tenfan derecho al vor to, pero, otra vez, el papel de Ias mujeres es sugestivo, En las iustra- ciones politicas inglesas del siglo xvmt, las mujeres no aparecen solo haciendo campafia o como parte de la multitud frente a las platafor- mas de los candidatos, sino también como directas receptoras de las atenciones de los buscadores de votos y los candidatos. Un grabado de 1734 atribuido a Hogarth muestra a sir Robert Fagg, candidato de Steyning (Sussex), offeciendo un soborno a una mujer.*% En otro grabado del mismo aiio Los humoresde-una elecién en el campo, uno de los candidatos esta entregéndole a una mujer una bolsa grande con laleyenda “50” flibras}, que ella mete dentro de su delantal. En ota parte del mismo grabado, un candidato halaga a una mujer embara- zada y le ofrece ser padrino del nitio. Yen otra seccién, los candida- tos estn agasajando a los votantes ya sus esposas, y dandoles regalos ‘alasmujeres y a los nifios.2"° Que efectivamente se daban sobornos a las mujeres esta con- firmado por el testimonio ofrecido en los casos de eleeciones con- trovertidas ante la Camara de los Comunes 3” y por los registros que los candidatos llevaban de los gastos de Ja campatia electoral 208 EDMUNDS. MORGAN Por ejemplo, en una lista etiquetada “Dinero pagado en Wendover {Buckinghamshire} el lunes 13 de octubre de 1740 cuando el se- for Hampden recorrié la ciudad en busca de votos”, entre las die- ciocho personas a las que se pagé, habia tres mujeres. Presumible- mente s¢ les pagé para obtener los votos de sus maridos, pero & algunas se les puede haber pagado porque podian influir en otros votos.2”* En los Ellesmere Papers de la biblioteca Huntington est el registro de una campaiia en Amersham (Buckinghamshire) en la que los votantes estan listados junto con sus preferencias entre tres candidatos. En la parte posterior del registro hay otra breve lista titulada “Influencias” con catorce nombres de personas que se supone tenfan influencia, junto con los nombres, que van de una a seis personas, de aquelios sobre los que podian ejercer esa influencia. Uno de los catorce es la “esposa de Windfields”, a quien se le atribuye poder influenciar 2 William Oakley y a William Hobbes.” Los votantes y aquellos que podian influenciarlos eran los principales beneficiarios de las elecciones. Pero los candidatos y sus patrocinadores no podian permitirse confinar su condescen- dencia dentro de estrechos limites. En la eleccién de 1784, mien- tras la duquesa de Devonshire repartia sus favores por todo West minster, los candidatos de Buckinghamshire estaban haciendo campaiia en ese condado de la misma amplia manera. William Cow pet, €l poeta, que no tenia voto en el condado y en su propia opt ‘nién, ninguna influencia, registré la visita de uno de los candicdatos en un bien conocido pasaje: _Estbamas sentados ayer después de la cena, las dos damas yyo, muy tranguilamente, y sin el menor temor de ninguna intr- sin en nuestro comodo salén, una dama tejiendo y la otra ha- ciendo redes,y los caballeros ovillando hilo, cuando, para nues- tra indeseriptible sorpresa, una muchedumbre aparecié ante la ventana [...]. En un minuto el patio, la cocina y el sal6n se lle- naron. El sefior Grenville avanz6 hacia mi yme dio la mano con tun grado de cordlialidad que era sumamente seductor [...]. Le dije que yo no votaba ali, cosa que acepté ficilmente. Le asegu ré que no tenfa ninguna influencia, lo cual no se sintié inelinado LADECISION DEL PUEBLO 209 yy menos a dudar, porque el sefior Ashburner, el vende- sn ese momento, me inforin6 dor de patios, ditigiéndose a mie {que tenja muchisima influencia. Come supuse que no podia ser depositario de semejante tesoro sin saberlo, me aventuré = confirmar mi primera aseveracién diciendo que si yo tenia ak {guna influencia, me era imposible imaginar dénde pod tar o en qué consistfa. Ast terminé la reunién. El seitor Gren- ville me apreté la mano otra vez, beso a las damas y se retir6. esd a la criada en la cocina y en general pareeia un caballero ‘muy encantador, prédigo en besos y amable.4” Elsefior Grenville mostraba sn bondad no s6lo al besar a las da mas, sino también en agasajar alos votantes en todo el condado. Las facturas que pag6 indican que mientras ofrecia banquetes los pro- pietarios en las posadias, con prodigioses cuentas de vino y eerveza, también pagaba pequesias sumas por “cerveza para el pueblo” y “por cerveza dada a Jos muchachos de Stowe y Dadford en tiempos de elecciones”. El dia de la apertura de la eleccién propiamente di- cha, una multitud destruyé la tribuna y Jos lugares de votaci6n, y las facturas de Grenville incluian $ libras y 19 chelines de “pan y queso centregados a la multitud”, asi como 84 libras, 5 chelines y 6 peni- quesy medio "por levantar la tribana y los lugares para la votacin y para reconstruir esos lugares después del tumulto”, Dos afios des- pués todavia estaba pagando por los ochenta policias tempora les, nombrados después del rumulto, que custodiaron las eleccio- nes durante las siguientes dos semanas, que eran “hombres pobresy lamayoria de ellos no tenian ni un penique para mantenerse™*! ‘Los convites que hacfan que las elecciones resultaran tan cos- tosas para los candidatos estaban expresamente prohibidos por ley, asi como estaba prohibida toda forma de soborno, pero las le~ yes tuvieron el efecto de difundirios todavia mas. Los candidatos Gerrotados por Io general solicitaban a la Camara de Jos Communes que declarara invalida la eleccion. Si se podia demostrar que eb candidato vencedor habia sobornado a los electores, podria tener problemas, sobre todo si sus amigos no tenian una mayorfa en la Camara de los Comunes. Entre las maneras de eludir Ia ley estaba lade invitar a todos. ca EDMUND S. MORGAN Antes de que fuera dada a conocer la disposicién formal que lamiaba a elecciones, era legal agasajar s6lo a los vorantes, pues la eleccion todavia no habia sido anunciada de manera oficial. Des pués de que las disposiciones formales fueran dadas a conocer, po- dia ser legal el convite si la generosidad no se limitaba sélo a los votantes.* Yal agasajar de manera indiscriminada el candidato podria animar a sus beneficiarios a votar, tuvieran derecho 0 no. En toda contienda cada lado seguramente iba a alegar que los vor tantes del contrincante incluian un numero crucial de vorantes no calificados. De esta manera la emoci6n de una eleccién se extendia por toda la poblacién en general. Los des6rdenes y las multitudes, co- mo ya hemos sefialado, eran un acompaiiamiento comin de las clecciones. Pero muchas veces deben de haber tenido un aire fes- tivo, pues otro item que aparece con regularidad en los papeles de los candidatos es el de pagos a “campaneros”, asi como a trompe- Listas, tamborileros, violinistas, e incluso bailarines especiales. Ca- da bando distribufa cintasy “favores” a sus partidarios. Yen la elec cién de 1713 en Buckinghamshire, en lo que bien puede haber sido una costumbre muy comtin, dos de los candidatos (y tal vez también los otros dos) entregaron directamente 5 libras “a los po- bres de Aylesbury”, donde se realizaba la elecci6n.2%* Los festejos en las elecciones estadounidenses eran probable- mente menos amplios que en las contiendas electorales inglesas, y alli también la diversién se extendia mas alld de los votantes pro- piamente dichos, A los que participaban en las barbacoas y exten- dian la mano para un whisky gratis no se les pedia que mostraran credenciales. En la primera eleccién para congresistas de los Esta- dos Unidos en un condado de Virginia, en 1789, un observador informé que “no debia de haber menos de dos o tres mil personas, entre hombres, mujeres, nifios y negros” que se amontonaban para disfrutar de un buey asado. De una manera u otra, entonces, una eleccién podia movilizar masivamente a la poblacién entera de una comunidad. También podia dividir a toda una comunidad por la mitad, de arriba abajo, y convertir las relaciones sociales cotidianas en un verdadero caos, Daba lugar a que personas de cualquier nivel que pensaban igual y LADECISION DEL PUEBLO an estaban en el mismo bando se opusieran, denunciaran ¢ incluso atacaran a personas de todo nivel en ¢l otro bando. Ademas ejer- cia una influencia igualadora temporaria en las filas de cada ban- do. Era un impulso para el ego, una posibilidad de codearse con Jos grandes de la que cualquiera podta disfrutar con sélo adherir auna u otra de las partes. Yel espectro de aquellos que tomaban partido en una contienda electoral, fuera como votantes © mera- mente como seguidores, cra efectivamente amplio. Como lo dijo un observador, “hombres poderosos y los aunxiliares de esos hom- bres, propietarios y hombres sin propiedad, hombres de honor y hombres sin honor, mujeres alegres y mujeres valientes, mujeres de rigida virtud y mujeres de virtud facil, todos, todos enrolados en Ja misma causa comin” 5% Una eleccién era un tiempo en que los hombres comunes se convertian en el centro de atencién, La desesperada biisqueda de sus votos los elevaba a una posicién de importancia que ellos no podfan siquicra softar en otras circunstancias y rompia los es- quemas de deferencia social que normalmente los ataban. En In- glaterra, como hemos visto, el cultivo de un interés en un electo- rado requeria la atencién personal del patrocinador y de aquellos que podia patrocinar. Se consideraba un insulto que un candidato o uno de sus socios cercanos no se encontrara indivi dualmente con cada votante y le pidiera su voto.** Se esperaba aque las esposas de los candidatos también intervinieran en todo esto y, al igual que sus maridos, se comportaran como si cada vo- tante fuera su igual social. Asi, por ejemplo, un articulo de un periddico en la época de una elescién mostraba a un tipico pro- pietario diciendo que los candidatos apenas si lo conocian antes de la campafia pero “ahora... todo es "mi querido, Billy!, deme su mano y su voto... Haga de mi casa, la suya... traiga a sus ami- gos’... la sefiora de la casa hace reverencias... el sefior se incli- na... los criados bajan la cabeza y se deshacen en adulaciones”. Otro articulo del periddico citaba las palabras de la esposa de uno de los candidates al lamentarse de las libertades que tuvo que permitirle a uno de Jos votantes dificiles: “Nada lo iba a con- tentar”, decia, “salvo besarme, le cual me vi obligada a permitir por miedo a perder su voto € interés” 97 ae EDMUND S. MORGAN Para los candidatos y sus patrocinadores mis influyentes, las ‘campaiias electorales eran wn momento de exaltacién de la condes cendencia y la cordialidad. Un caballero tenfa que ir por todas par tes dando la mano y pidiendo la aprobacién de personas que nor malmente tenfan que pedir la aprobaciGn de él. Para obtener votes, un hombre tenfa que postrarse ante los wotantes, quitarse el sorubre: ro ante personasa las que ni siquiera reconoceria una ve2 que la elec. ‘ibn hubiera pasado. Tenfa que cenar con ellos, conversar con ellos, 3, sobre todo, hacerlos emborrachar y emborracharse con ellos. John ‘Trusler, un dramatungo, reflej6 esto en uma farsa llamada La eleccién ene condedo, En ella, uno de los seguidores de un candicato se com- padece de él porque debe estar “Ievantado noche y dia durante se- ‘manas sin interrupcién, adulando, besando y halagando a las muje- res, todo el dia furnando, bebiendo y siendo obsecuente con todos”, Alo que el candidato afiade a manera de respuesta: “Eso estaria bien en ocasiones especiales y con ciertas personas, pero, estar obligado a hacerlo con toda clase de gente, todos junto y por tan- to tiempo —sastres, barberos, zapateros, hojalateros y herreros—, yvverse forzado a ser obsequioso con personas que las que uno no puede ni ver". Bstas quejas muchas veces eras manifestadas por ‘candidatos reales y por los amigos aristocraticos que hacian la cam- pafia con ellos, como cuando algunos de los seguidores del duque de Newcastle le dijeron que los vorantes no se contentaban con que fueran los criados a pedirle sus votos, ‘sino que esperaban ser atendi- dos por personas de un nivel superior”, pues todo propietario se sen- tia “como un caballero en esa ocasién y como un hombre de gran importancia”.2®° De la misma manera, David Hartley, con mucha ex- periencia en campaiias electorales, observa en 1784 que durante tuna elecci6n el pueblo “debe ser tratado por lo menos como igual, y por esta ve2 como superior. Hay que prestar atencin al eflido apre- ‘t6n de manos ya un poco de conversacién” Podia ser una tarea extenuante. Cuando Henry Savile se con- virtié en candidato para la eleccién en Ia pequefia ciudad de Ne~ wark, en Nottinghamshire, en 1685, llegé a la ciudad para descu- brir que corria el rumor de que habia apoyado un proyecto de ley en el anterior Parlamento para limitar las diversiones en tiempos de elecciones, Se apresuré a negar tan perjudicial acusaci6n, pero LADECISION DEL PUEBLO 23 necesité cuatro dias de convites, en los que trag6, como le infor- ind asu hermano, “mas buena cerveza y mal vino del que uno ha- bria pensado que un pucblo rural podia disponer”. No s6lo tuvo que proveer Ia bebida, sino también tuvo que participar en Ta ber ida hasta quedar enfermo como un perro.** Gilbert Spencer bi zo un sacrificio comparable por Henry Sidney en Bramber, infor- mando a su superior que “usted se habria refdo al ver cudn ‘complacido parecia estar yo al besar a mujeres viejas, beber vino con mucha aziicar y grandes copas de brandy quemado, tes cosas daijinas para el estomago, pero ccn una muy buena voluntad para tener el honor de servir a usted”. Las personas con las que Savile y Spencer bebieron sabian, por suptesto, que aquellafraternizacion entre ellos era temporal. Habia una actitud de simulacién en ello, tuna temporaria simulacién de que las personas eran todas iguales, ‘cuando todo el mundo sabia que no Jo eran. ; El cambio de papeles, el especticulo de rendir grandes pleite- sas a los inferiores, era algo cémico y le daba a cada bando la opor- tunidad de hacer ataques satiricos unos a otros. Un tema favorito era 1 del ciudadano humilde pero sétido que alentaba al candidato a hnumillarse en una falsa camaraderfa para luego declarar que no vo- taria por alguien que era capaz de rebajarse tanto.° Pero rales his torias solo servian para sefialar el hecho de que una campaiia clecto- ral requeria normalmente una conducta degradante. Era parte del juego acusar al otro bando de hacer al cosa, aun cuando el propio {grupo seguia haciendo To mismo. Cuaneo mujeres aristocraticas har ‘lan campafia electoral se presentaban oportunidades todavia ms ‘grandes para juegos satiricos acerca del cambio de papeles. La darma aque hacia campasia invitaba ala burla, no s6lo por rebajarse ante los inferiores, sino también por asumir ef papel de un hombre. Lady Su- san Keck, que galopaba por todo el condado en busca de votos para los candidatos de Marlborough, recibié una bienvenida con estrofas wulgares en las que la aclamaban como "Seior Susan’ y le advertéan que tuviera cuidado con “ese ejercicio que podia irritarle Tas nalgas y el cutis" La valgaridad era parte del juego y con frecuencia era Nevada a excesos que desafiaban todas las convenciones. En una elecciéa en Nottingham, en 1803, el candidato vencedor iba precedido en su aud EDMUNDS. MORGAN, procesién en andas por varias mujeres jovenes descriptas como “lascivas y Iujuriosas”, una de ellas “en estado de total desnue dea". Las caricaturas que retrataban a la duquesa de Devonshire y 2 Charles James Fox en 1784 se permitieron obscenidades que no dejaban nada a la imaginaci6n.2 Los comentarios irénicos de los peri6dicos eran apenas més moderados. Se decia que las damas de Fox “al encontrar que las artes hasta ahora faciles de besar, persuadi, ‘eteétera, eran cada vez menos eficaces, han decidido buscar votos en cueres"3"” A Fox se lo describia “cantando y bebiendo con cuarenta rostitutas semidesnudas”, mientras la duquesa “abrazaba y acaricia- ba alos carniceros"® Se deca que ella “Visitaba con frecuencia una casa de placer” en un esfuerzo por conquistar al propietario, quien declaré que voraria s6lo si iba acompaiiado por ella en su propio ca- rruaje.? Yabundaban los juegos de palabras acerca del carifio de las damas por su miembro favorito. Las sugerencias de licencia sexual, or groseras que fueran, eran lo que cualquier mujer en campafia electoral debia esperar. Cuando damas nobles abandonaban los pa- peles normalmente asignados a su sexo, era imposible saber hasta donde podfan legar, 0 por lo menos eso era Jo que a sus adversa- rios les gustaba deducir, especialmente cudndo no podian tener de su lado un apoyo femenino propio que fuera comparable. Se esperaba que las acusaciones que cada bando lanzaba con- tra el oo en una campaia electoral fueran extravagantes, Se de- fan y hacian cosas que no serian permitidas en otra ocasidn, y era de mal gusto ofenderse seriamente por ellas, aunque ocasional- mente alguien lo hacia, En una elecci6n en Maryland, en 1786, un candidato encontré que las denuncias de la otra parte eran tan ofensivas que después lo desafi6 a duelo. El desafio fue aceptado, pero la persona desafiada expresé su sorpresa por el hecho de que “un hombre se sienta molesto por algo que ocurrié en una campa- fia electoral”. Se suponia que todos sabjan que las invectivas de campaiia electoral no eran de verdad. Incluso la violencia en el lugar de votacién, aunque bastante real como para intimidar, tenia algo de caracter ritual y no era uestion de acusar a alguien una ver que la eleccién habia termi- nado. Ya hemos seftalado la negativa de un jurado del condado Caroline en Virginia a ororgar una indemnizacién por dafios y a5 LADECISION DEL PUEBLO perjucios debido a una agresin por parte de ls seguldores de wn Eanidato contra unos hombres que querian vorar a ovo candida: to, Después de otra eleceién en Virginia, en 1786, cuando un can Gidato derrotado acus6 a su adversirio de intimidas un eestor sus evnos lo crteaon por presertas “ques tan vay! Tas vas de los sureiios respecto de las elecciones son evi surrespecto de Ia violencia de Jos soldados en la eleccién de Fran- tis Preston en i condado Montgomery en 1794 y en el testimonio dde uno de los testigos examinados en el caso. fl habia dicho que Jos soldados intimidaron a la gente impidiéndoles votar por Trigg. Pero cuando se le pregunté si um grupo no se habia comportado violentamente, respondi6 que “entraron con mucha energia, pe- ro no recuerdo nada que no fuera usual en las elecciones”°* Aun cn Ja extraordinariamente violentaeleccin de Westminster de 1784, cuando algunos de los principales alborotadores fueron lle~ vados ante un magistrado, ét los despidi6 con wna admonicion porque “un juicio serio podria solo crear malestar y ampliar las d- ferencias’® Y euando un policiamurio por un gelpe on un px Jo, el jurado no declaréa nadie culpable, despues de que el jucz que presdia prticamente les habia dado istrucciones en sentido! Luchar para morir no era parte de lo que se esperaba. Rara vez encontramos alguna menci6n de armas de fuego en los relatos de violencia. Podia haber garrotesy cuchillas de carnicero, pero no armas de fuego, podia aber morerones y sangre, pero ringéin cadaver. Si alguien resul:aba peligrosamente lastimado, cera por accidente. De ahi Ia renuencia de los tribunales a castigar aos culpabls: ls rejertas en tempo de leciones no debian ser das en serio una ve2 terminada la eleccién. i Segin los registros, parece claro que la pelea, la violencia y 1a jintimidacion eran wna parte aceptada y esperada de una clecci6n que se entendla que terminarian cuando txminara a elccion Laviolenciaen tempo de campata electoral era temporaria algo que s6lo ocurria una vez y probablemente no era en realidad tan violenta como se desprende de las extravagantes acusiciones y contraacuisaciones que los dos bandos se lanzaban uno a otro. No fra algo que iba a continuar de manera permanente. Era en parte 216 EDMUND 5. MORGAN violencia simulada, en parte actuada, una rutina que atvaia a los pa \icipantes sélo por un tiempo y terminaba abr' h elecci6n conclufa, cH "pamenie cunt Si estoy en lo cierto al percibir m 6 s rcibir una especie simulacién en las elecciones del siglo xvi, que se advierte tanto en la fraternizacién igualitaria como en el partidismo exagerado que las caracterizaba, ¢€s posible alcanzar una mejor comprensién de su funcién politica y social considerando otras ocasiones en las que una sociedad se ha Permitido a simulacién colectivay la exageracion del paridisme,o le ts émociones ode ls conducts més al de a vida cotidana in algunos aspectos, las competencias deportivas ofrec rtivas ofrecen tun Paalclo, Las personas pueden volverse extremadamente partds tas bllciois favor de un equipo contra otto en el bebo}, fi bolamericano tbo o cualquier oto deporte. Al aclamar gran do al equipo que apoyan, personas de todas las clases sociales son levadas brevemente a una especie de fraternizacién. Aunque el resultado de la competencia no afecta de ninguna manera su vida cotidiana, los mas entusiastas pueden inchuso llegar a enfrentarse unos a tres con pulios ypailos. Ylos ganadoresdistrutan de un breve triunfo, no muy diferente de una victoria electoral Bl pars |elismo es evicente aun en el siglo xvu. En 1791, el historiador de Derby, Inglaterra, al denunciar a los partidos de fitbol, no pudo pensar en ninguna actividad mas vergonzosa para compararlos que una eleccion. “He visto", decia, “a este tosco deporte llegar a las barbaras alturas de una contienda electoral”! Hay otros paralelos en la vida provinciana inglesa contemporé nea, en las ferias, fiestas populares y festivales locales que marcaban las estaciones, cuando las restricciones sexuales se aflojaban y las ba rreras de clase eran rotas por un momento “ : ve mento “en una igualdad soci Nistica y facil”. Pero estas celebraciones no eran imésque cae mis leves de lo que puede ser el més instruct a mise rel mas nstructivo paralelismo con una Gleccién del siglo xv, es deci el carnaval, no el parque ambulane auracciones comin en América del Nort, sno las festejos que precedian a la Cuaresma en los paises catdlicos, Este carnaval toda via sobrevive en muchos lugares y todavia ocupa un lugar importan- te en lavida de la comunidad, pero ha acquirido una muy diferen- te funcién de la que tenfan los festivales precedentes.*"” Son los IADECISION DEL PUEBLO au carnavales mas viejos, antes del siglo w1x, los que pueden compararse ‘con las elecciones del siglo xt El carnaval del perfodo medieval o de comienzos de los tiempos jnodernos provocaba en la comunidad un comportamiento mucho més ‘ceandaloso y un detallado ritual que las elecciones que nos ocupan. Pero los adornos del carnaval ponen de relieve mas que oscurecen ethecho de que la simulaciOn era su caracterfstica basica y que, al igual gquela simulacin involucrada en la elecci6n, significa un cambio de pax peles en los participantes. En un carnsval, la gente abandonaba los pa- ples que representaba en Ia vida cotdiana y asumia otros durante los festejos. Llevaban mascaras y trajes para destacar ese hecho. Participa- tan en contiendas frivolas con aparente seriedad, carreras a pie, perse- ceuci6n de animales o falsas batallas. Todo ¢] mundo se emborrachaba. Muchas otras cosas fantdsticas ocurrfan, Ilenas de significados simb6li- os relacionados con la fertlidad, la purificacién y los ritos de pasaje. Pero el corazén de los festejos era la violacién de todo lo que era habi- tual restringido en la vida cotidiana, una reducti6n del orden al caos, tuna deliberada insolencia. El comportamiento de carnaval igualaba 0 superaba al peor de los libelos inventados en las campafias clectorales. Las mujeres ensefiaban sus pechos en paibico, los hombres Ievantaban las faldas de Tas mujeres, tos alborotadores iban de un lado a otro insultando a quienes estaban ‘en niveles superiores, laméndolos con apelativos que les habrian vali do la carcel en cualquier otro momento. Era una temporada en que el raton se comia al gato, las ovejas se comfan al lobo, el conejo le dispara baal cazador (temas favoritos de los grabados populares). Era una tem- porada para poner al mundo al revésy muy particularmente en lo que se referia a las relaciones sociales. El peén que llevaba el arado se con- rertia en sefior noble, y el sefior noble se inclinaba ante él. E] gobierno normal era reemplazado por el desgobierno. Se elegia un rey 0 Seftor del desgobierno, con una corte de bufones, vestidos como bufones que formaban su Consejo de Estado. Los pobres exigian y recibfan tributos de aquellos que los explotaban durante el resto de afio. Los hijos east gaban a sus padres. Todo tenfa que ser Io contrario de lo que era nor- inalmente, y cuanto més osada fuerala inversién, mas divertida era. To- da ciudad o pueblo tenia su propia manera especial de hacerlo, de purlarse del orden al que todos regresarian una semana mids tarde. 218 EDMUND S, MORGAN _,_ Esta especie de juego y simulacién ha ejercido uma gran fascina ci6n sobre la gente en muchas sociedades diferentes. La momenté nea suspensién del reinado de un rey, sustituido por una persona del iis bajo origen como rey temporario u otros rimuales de inversion de papeles mas elaborados pueden encontrarse hoy en algunos pueblos asiaticos y africanos."® El carnaval europeo, aunque probablemente tenia origenes paganos de algiin tipo, se puede suponer que se desa- rroll6 dentro del mundo cristiano como un momento de diversién antes de que una comunidad entrara en la austeridad de la Cuares. ‘ma, Pero como en los rituales del cambio de papeles en otras socieda des, cumplia otras funciones sociales que eran mis profundas que la mera diversion. En el nivel mas elemental, permitia que las personas escaparan de las restricciones del orden social por un momento para actuar como si tuvieran capacidades y poderes que en realidad les ran negados en la vida de todos los das. Robert Briffault, hace cin- cuenta afios, al describir festejos del tipo del carnaval, scfialé que ‘la destruccién temporal de las distinciones de clases (...} la ilusién tran- sitoria de abundancia y lujos permitidos al pueblo por generosidad, la relajacién de los rigidos cddigos sexuales, todas estas cosas opera. ban como poderosos elementos en el atractivo de las festividades pro- gramadas yal mismo tiempo servian como valvulas de seguridad con- tra los peligrosos efectos de las restricciones permanentes"."° La mnisma idea aparece en la mayorfa de los estudiosos del fenémeno. Keith Thomas, por ejemplo, ve los cambios de papeles en ciertas fes- Uividades como “explicables solamente en relacién con el aflojamien- to periddico necesario en una sociedad rigidamente jerérquica’! Le Roy Ladurie Tleva a idea un paso més adelante cuando obser- ve que sles hombres cambianlospapeles durante el carnaval, ss0- lamente para reafirmar la fuerza y permanencia de la jerarquia so- cial” No era simplemente la Tcracon de as resincionce permanentes que ayidaba a reafirmar la jerarquia social, era tam- bign la delineacién de lo que era correcto por medio de la exposi- ci6n de lo contrario. Al poner al mundo cabeza abajo de manera ob- viay deliberada por un tiempo, el carnaval les daba la oportunidad a todos de reconocer y aceptar lo que era el mundo cabeza arriba una yer. que las festividades hubieran terminado. Las ratas no se comen realmente a los gatos, Las ovejas no se comen realmente a los lobos, LADECISION DEL PUEBLO 219 Yios aradores, si saben Jo que es bueno para ellos, no van a intentar por mas de un dia o dos actuar como si fueran sefiores nobles, Por cierto, la leccién sobre el orden social no siempre daba re sultado. Cuando las tensiones sociales eran demasiado intensas, el carnaval podia convertirse en Ia ocasi6n de asustar de verdad a los gatos los lobos de la comunidad. Siempre habia un borde filoso en el cambio de papeles y en la competencia aparentemente frivola. Y cuando una sociedad estaba madura para la revuelta, el carnaval la activaba, como Le Roy Ladurie lo muestra en su deseripeién del car- naval en Romans (Francia) en 158). Pero normalmente una comu- nidad seguia su camino con la estractura de poder reforzada por la supervivencia del desafio de la sitnulacién del carnaval Para decirlo de otra manera, uno podria decir que el carnaval proporcionaba a la sociedad un medio de renovar el consentimien- to al gobierno, legitimando (en um sentido amplio de la palabra) una vez al afio la estructura de poder existente. Quienes actuaban et cambio de papeles, al poner fin a la actnacién aceptaban la validez del orden que habian desafiado de manera ritual. Al notransformar Ja simulacion en rebelién demostraban su consentimiento. Al desa- fiar al orden social s6lo de manera ritual, lo aprobaban. ‘Al sopesar la plausibilidad de esta linea de razonamiento, no de- ‘bemos olvidar la ubicuidad de los festivales religiosos que ineluyen ‘cambio de papeles, nila indiscutible conexién entre esas festividades yas esfuerzos religiosos y magicos para traer prosperidad a la socie- dad que las realizaba. En un contexto religioso, el propésito de los cambios de papeles era la renovacin, El orden del universo era vio- lado, reducido al caos por toda clase de licencias, para que luego pu diera ser restaurado en una nueva puesta en escena de la creaci6n, De este modo, la sociedad se purgaba y la vida empezaba de nuevo, con su orden otra vez restablecide.*"® Aunque el frenético carnaval ceuropeo era probablemente un pilido descendiente de un antepa- sado pagano més frenético todavia, conservaba, de todas manéras, un grado de poder. Renovaba el compromiso de los hombres con Dios y de los stiditos con los goberniantes. a similitud subyacente de una elecci6n del siglo xvi con el ear- naval se hace ahora evidente, Ambos se parecen no s6lo en las obvias manifestaciones externas —en el cambio de papeles, en el aspecto aa) EDMUND S. MORGAN, de simulaci6n de las competencias, en la extravagancia del partidis ‘mo de causas artficiales, en el comportamiento y el lenguaje escan- dalosos, en la embriaguez, en la violencia de la muchedumbre, inch s0¢n cl aflojamiento de las restricciones sexuales—j no s6lo en todos estos atributos, sino también en una identidad de la funcién social, Una elecci6n también era una vilvula de seguridad, un intermedio en el que el humilde podia sentir un poder que de otra manera Je era negado, un poder que era s6lo a medias ilusorio. Vera también lun ritual legitimador, un rito por el cual el pueblo renovaba su com sentimiento a una estructura oligarquica de poder. De ahi la insistencia en que el candidato mismo o alguien del mismo rango pidiera los votos a los humildes. La eleccién no cum- plirfa del todo con su propésito silos grandes de verdad no se vol viesen humildes por un tiempo. Ni tampoco cumpliria con su fun- ion si el humilde no adoptara por un momento una actitud de grandeza, no dando su voto automaticamente a quienes normal- mente podrian reclamarle deferencia. De ahi también la partici paci6n de todo el pueblo de una u otra manera, si no era votando © solicitando votos, por lo menos participando en los tumultos y desérdenes, comiendo, bebiendo y bailando. Seria demasiado decir que la cleccién era un sustitute del car naval. No tendria sentido levar la analogia demasiado lejos. El car- naval estaba profundamente arraigado en la cultura folelérica y sus funciones eran probablemente mas magicas y religiosas que, abicrtamente por lo menos, politicas. Una elecci6n, por oo lado, era casi exclusivamente un asunto politico, no de connotaciones magicas, ni estaba relacionada con ningiin calendario religioso.™ ‘Tampoco mostraba siempre los excesos desenfrenados de un car- naval, y cuando lo hacia, ciertamente no era porque Ia oligarquia local sintiera que esto renovarfa su autoridad. En general ésta ha- bria preferido mantener “a paz del pais” evitanda las contiendas lectorales que la comprometfa tanto y le costaban tanto cuando ocurrian. Ademés, el cambio de papeles no iba nj remotamente tan lejos como en un carnaval. En una eleccién, junto con la fra- ternizacién y la condescendencia, podia haber mucha presion di- recta por parte de los poderosos sobre los que estaban por debajo de ellos, sin ninguna pretension de un cambio de papeles. LADECISION DEL PUEBLO at Bl parecido con un carnaval, de todas maneras, sigue siendo sor- prendente, Es totalmente una coincidencia que haya sido en Ingla- terray sus colonias protestantes, donde ne habia carnavales, el lugar en el que se realizaban las clecciones,y que en paises donde predomi aban Jos carnavales las elecciones agonizaran no existieran? Es Gemasiado decir que la parte importante de una eleccién en el siglo xvtt en Inglaterra y en las colonias y estados del sur era la contienda, risma y no el resultado de ella? ds demasiado decir que la participa: cién temporaria de la poblacién en un ritual, una batalla mitad seria, tnitad c6mica, era un modo de consentimiento que satisfacta una ne- cesidad popular més profunda que la scleccion de un candidato en lugar de otro por un procedimiento que en muchos sentidos les ne- gaba a los votantes la elecci6n libre que aparentemente se es ofte Es demasiado decir que la eleccién que los votantes hacian no era tanto una eleccion de candidatos como una decision de participar en Ia farsa y actuar la ficcién de su propio poder, para renovar st sumi- jon aceptando el homenaje ritual de aquellos que pedian sus votes? i estas observaciones tienen alguna validez, abren una perspec: tiva acerca de la historia temprana del gobierno popular que puede necesitar un cierto reajuste de las opiniones convencionales. La Nue- va Inglaterra colonial ha sido muchas veces considerada la cuna de ja democracia estadounidense, y hay que admitir que los nacidos en Nueva Inglaterra disfrutaban de un grado mucho més grande de igualdad social, politica y econémica de la que puede encontrarse en las colonias del sur o en la Inglaterra del siglo xvi. Las elecciones all, salvo en Rhode Island, no mostraban nada de Ia violencia, nada {dela politica eleccionaria, nada dela corrupcion —y nada del ent. siasmo— que se hallaba en el sur. Bstentador decir que habia menos necesidad de elecciones tipo carnaval en sociedades donde la ficci6n. del poder popular estaba més cercana ala realidad, donde las asa bleas representativas estaban llenasde hombres comunes que m0 hae bian hecho campaiia para ocupar e] cargo ylo ocupaban, a menudo Ge mala gana, como un deber civico. Esto puede muy bien haber sido asf, pero destaca lo que ya es una ironia en la historia del gobierno popular estadounidense La concurrencia de votantes a las sobrias elecciones en Ja iguali- taria Nueva Inglaterra era menor que en las ebrias elecciones del ae EDMUND . MORGAN aristocratico sur. El ntimero de votantes calificados probablemente coinprendia en ambas regiones una mayorfa de varones adultos, pero en Nueva Inglaterra, sin las actividades de campaiia y sin co- rrupeién, menos de ellos se molestaban en votar, y no habfa nadie interesado en reunir a los que no tenian derecho al voto en un in- tento de hacerlos pasar por legitimos vorantes. La participacién real del pueblo en general en el proceso politico, por lo menosen las elecciones, era menor en Nueva Inglaterra que en el sur. La ironfa se agravaba cuando consideramos la postura politica de las dos regiones en los primeros afios dle gobierno nacional. Nue- vva Inglaterra se convirtio en la plaza fuerte del partido federalista y de las medidas conservadoras, semiaristocraticas que proponia. El sur se convirtié en el centro de la oposicién republicana democriti- ca, Pero si bien esa oposicién marchaba a la sombra del estandarte de la igualdad y lanzaba acusaciones de corrupcién y aristocracia contra los federalisias, era conducida por aristcratas y esclavistas. He argumentado en otra parte que el liderazgo de los esclavistas cen un partido dedicado a la igualdad no era ningtin accidente, que en una sociedad esclavista, la libertad y el hecho de ser blanco hacian posible que patricios y plebeyos se reunieran y confraternizaran en uun terreno comiin.#!® ¥las elecciones eran el lugar de reunién cleg- do, En el turmulto de las elecciones del siglo xvi los surefios hicieron el aprendizaje del tipo de participacién politica que iba a dominar, aunque de manera mucho més suavizada, en la politica nacional es tadounidense. Nueva Inglaterra puede haber sido la cuna de la de- ‘mocracia estadounidense, pero si las elecciones y las campatias elec- torales dan credibilidad a la ficcién del gobierno popular, los surefios sabfan mucho mas acerca de atraer al pueblo a las elecciones que la gente de Nueva Inglaterra, Los sureiios eran aristécratas oli- 4garcas, pero ya haban aprendido algo sobre el liderazgo politico en ‘el mundo de simulaciones de las elecciones, donde los hombres son iguales. Yen titimo anilisis,en un gobierno popular, persuadir alas, ‘mayorias para que se sometan a la minoria es asunto de liderazgo, un tema sobre el que volveremos en el tiltimo capitulo. 9. La voz del pueblo: instrucciones, peticiones, asociaciones Cuando el Parlamento inglés ratificé invent6 la soberania del pueblo en la década de 1640, sus miembros pensaron asimilar para si el poder que le atribufan al pueblo. Si ellos mismos no eran el pueblo, como les gustaba alegar, eran por lo menos los repre- sentantes del pueblo, autorizados para actuar en su nombre. Yes taba ya establecida la ficcién de que todo hombre, toda mujer y to do nifio de Inglaterra estaban presentes en €] Parlamento a través de sus representantes. La credibilidad de la ficei6n habfa sido aumentada por la his toria imaginaria de tiempos antiguos, cuando el pueblo mismo en persona se habia reunido, por convocatoria propia o del rey. par ocuparse de Jos asuntos publicos. Esta mitica reunién supuesta- mente habia dado lugar a una asamblea de representantes cuando Ja cantidad de personas y la extension del territorio donde vivian se habia hecho demasiado grande como para reunirse facilmente cen persona, El supuesto origen de la representacién destacaba asi su practicidad: las personas recurtian al uso de los representantes s6lo cuando era imposible para ellas reunirse personalmente. William Penn, el fandador de Pensilvania, era amigo de summer girse en antiguos registros y aseguraba haber encontrado una reu- nién de todo el reino que funcionaba todavia bajo el rey Ina en el siglo vil, que consistia en “la generalidad de los hombres libres del seino, pues todos podian asistir si lo deseaban [...}. Pero como L...] el mimero de hombres libres crecia, surgié la necesidad de un representante”.##® Incluso antes del surgimiento de la soberania popular, se aceptaba como algo histérico que la representaci6n se habia origi- nado de ese modo. Jacobo I, el gran exponente del derecho divi no del rey, veia a las asambleas representativas de su tempo como algo ttil tanto para él mismo como para sus sébditos. En uno de 224 EDMUND S. MORGAK los pequefios sermones que periédicamente le daba a la Camara de'los Comunes, en los que les decia quiénes y qué eran ellos, es dijo que como eran demasiado numerosos “no todos los caballe: 08 y burgueses del Reino pueden estar presentes en cada Parla ‘mento, por lo tanto un cierto niimero es seleccionado y elegido de ese gran cuerpo, s6lo para actuar en ese Parlamento donde sus personas estin en representacién de aquel cuerpo”.*” Jacobo consideraba que estas asambleas de sustitutos eran instrumentos del gobierno real. Pero cuando la soberania del pueblo desplaz6 a la soberanfa del lugarteniente de Dios, persistio la idea de que los representantes que ejercian la soberania del pueblo lo hacian s6lo por la imposibilidad del pueblo de reunirse en persona. Asi pues, William Ball, en 1645, al negar que el rey pudiera anular las, acciones de un Parlamento elegido por el pueblo, pens6 que era correcto afiadir entre paréntesis, “si el pueblo pudiera reunirse sin confusién ni desorden, no habria necesidad de semejante eleccion”. 18 En América del Norte, como lo hemos visto vividamente ilustrado en Tas primeras asambleas de Maryland, las primitivas reuniones de todo el pueblo, o por lo menos de todos los hombres libres, en realidad ocurrieron y dieron fuerza a la idea de los re- presentantes como una mera cuestién de practicidad. Después de que las asambleas representativas norteamericanas tomaron el control del gobierno en la revolucién, siguié siendo una obviedad, como lo dijo un miembro de la Convencién Federal de 1787, que Ja representacién era “un recurso por el cual una asamblea de "” Pero distribu dos como estaban los cosmopolitas en las dos cdmaras, fueron fre- cuentemente superados por los localistas. Como resultado, las asambleas estatales, no controladas ya por gobernadores realistas Y sus consejos de clase alta, actuaban de maneras que alarmarona muchos de los jefes de la revolucién. Aprobaban leyes apresuradse mente y las revocaban con la misma premura, Aprobaron leyes vic- Jando el tratado con Gran Bretafia, demoraron 0 redujeron el pa go de dendas pitblicas y privadas, imprimieron papel moneda como moneda de curso legal, se negaron a pagar las cuotas de los estos nacionales correspondientes a sus estados, subieron sus propios sueldos y bajaron los de otros funcionarios del gobierno, Las camaras altas pusieron algunos limites a estas medidas, pero no lo suficiente como para solucionar el problema, En Virginia Geonge Mason, que redacté la Declaracién de De rechos del estado y gran parte de la Constitucién del estado de 1776, para 1783 estaba completamente desilusionado con los resuk tados. En una carta un amigo lamentaba que “las frecuentes inter- ferencias con la propiedad privada y los contratos; las leyes retros pectivas destructoras de toda confianza piiblica, tanto como de la confianza entre hombre y hombre y las violaciones flagrantes de la Constitucién deben repugnar a la mejor y mas sabia parte de la co- munidad, ocasionan una gran decadencia de las formas, producen el desprecio a la legistatura, yfinalmente provocan la anarqutia Ia conmocién publica’.®”! Oo virginiano, Archibald Stuart, se quej6 de la misma manera a Thomas Jefferson dos afios més tarde y aia- dia: “no estamos en condiciones de esperar sino una poca ayuda del senado, Ese cuerpo sigue siendo despreciable en cuanto a capaci dad. No tiene confianza suficiente en si mismo para oponerse a la vor de los delegados en ninguna ocasién”."” (La cimara baja de Vinginin era conocida como la Camara de Delegados,) ___ Swart predicaba a los conversos, pues el mismo Jefferson ha- cia mucho tiempo que venfa insistiendo en una revision de la consticucién de Virginia para lograr un senado mas eficaz. habia agrupado los condados del estado en distritos mas grandes, para LAREVOLUGION IMPRUDENTE 269 nego hacer que los votantes eligieran un colegio electoral en ca da diswito para hacer la eleceién final de sus senadores, un siste- ma comparable otra vez a la propvesta fallida para la Camara de Representantes de New Hampshire.*!? El amigo de Jefferson, Ja- ‘mes Madison, pensaba que inclusc tal sistema era inadecuado por- {que no escapaba suficientemente del “espiritu de localidad”. Esta- ba demasiado estrechamente ligado a los condados, y los senadores, entonces, parecian estar "perdiendo de vista los intere ses combinados de la comunidad e incluso los sacrificaban a los in- tereses o los prejuicios de sus respectivos electorados”. Aun si una medida estaba bien calculada para satisfacer los intereses particu- Jares de cada condado o distrito, podria no ser necesariamente buena para todo el estado. Madison pensaba que la mejor manera de hacer que los senadores se ocuparan del interés del estado co- mo un todo era “convertirlos en elegicos de toda Ia sociedad, ha- ciendo que cada ciudadano votara por cada senador”,*! en otras palabras, una eleccion para todo el estado, como en Connecticut. Madison ya estaba pensando en el tamayio como la tinica manera de dar sabiduria y virtudes al gobierno representativo. Pero ni Madison ni Jefferson legaron demasiado lejos en la renovacién de la Constitucién de Virginia, y el desemperio de la legislanura de Virginia en la década de 1780 fue tipico. Incluso Maryland fue amenazado por una camara de representantes fuera de control, inclinada a aliviar a los deudores con planes inflaciona- rios que parecian amenazar la seguridad de la propiedad.® La si: tuacion era particularmente preocupante en hombres para quie- nes la revolucién habia traido una concepcién del mundo que no iba solamente més alli de su pueblo o condado natal, sino mas alla de su estado de residencia. Habia muchos de esos hombres que habjan peleado en el ¢jército continental o habjan ocupado un I~ aren el Congreso Continental ¢ que habian Ilevado sus negocios una escala continental. Eran hombres que pensaban, como sefia- 16 Alexander Hamilton, continentalmente. Cuando buscaban la manera de controlar sus legislaturas estatales de visi6n corta, pen- saban no s6lo en el peligro que estos cuerpos significaban para los principios republicanos, sino también en la creciente “imbecili- Gad”, es decir, la impotencia, del Congreso y el fracaso inminente 270 EDMUND 8, MORGAN. de la uni6n que presidia. Para los cosmopolitas, para los que pen: saban en el continente, la unién habia legado a encarnar esos sentimientos a los que relacionamos palabras tan inadecuadas co- mo “nacionalismo” y “patriotismo”. ¥, al mismo tiempo, expresaba alguna de las esperanzas revolucionarias de un futuro en el cual la monarquia y la aristocracia hereditarias darian paso en todo el mundo a la libertad repubticana, a un gobierno en el que el pueblo, fuera soberano. Pero eran los representantes del pueblo los que en ese momento amenazaban con destruir la unién y deshonrar toda Ja idea de soberania popular. Los estadounidenses estaban deseubriendo, como los ingleses habian descubierto en el siglo anterior, que la soberania del pue- blo podia plantear amenazas a los propios valores para cuya pro- teccién habia sido aparentemente creada. Las dificultades con las que tropezaban los estadounidenses no eran del todo las mismas que habian desilusionado a muchos autores de panfletos ingleses en las décadas de 1640 y 1650. Los estadounidenses no estaban acosados por un ¢jército revolucionario cuyos oficiales afirmaban ser la vor del pueblo de manera mAs auténtica que los represen- tantes elegidos por el pueblo. El tinico intento de este tipo fue aplastado rapidamente por el comandante en jefe. Tampoco esta- ban los estadounidenses sometidos a representantes que se aferra- ban al poder y se negaban a enfrentar una elecci6n, Sin embargo, los problemas estadounidenses provenian, como en Inglaterra, ™* Para la época en que el segundo Congreso Continental decla- 16 que “estas Colonias Unidas son y por derecho deben ser estados libres ¢ independientes”, el Congreso mismo estaba actuando como el gobierno de un tinico estado libre ¢ independiente. Estaba ha- ciendo la guerra, estaba en el proceso de formar una alianza, habia abierto el comercio de las colonias al mundo y finalmente haria la paz, todos actos que la Declaracién especificaba como distintivos de un estado libre e independiente. Pero con la creacién de los gobiernos estatales y la redaccion y posterior aprobacién de los Articulos de la Confederacién, la osadia del Congreso comenz6 a desvanecerse. Los Articulos le asignaban grandes poderes, que normalmente corresponderian a un gobierno. Ademas de hacer la guerra, hacer la paz y formar 280 EDMUNDS. MORGAN alianzas, el Congreso podia regular el valor de la moneda, creat un correo, tomar préstamos de dinero, crear una marina, etcéte: ra, Pero casi la tinica manera en que el Congreso podia actuar era a través de los gobiernos de los estados. Podia tomar préstamos de dinero, pero no podia recaudar impuestos. Podia firmar tratados, pero no podia hacer cumplir sus términos. Podia aprobar resol. ciones, pero no aprobar leyes. Era un gobierno con poderes asig nados, pero sin poder. Ysu situacién anémala reflejaba una duda respecto de si sus miembros podian ser considerados representantes del pueblo, y si era asi, de qué pueblo: los pueblos de los distintos estados o el pueblo de una nacién. De acuerdo con la practica observada tan pronto como los es tados se libraron de la autoridad real, los miembros del Congreso, con dos excepciones, fueron elegidos por las legislaturas (en Rho- de Island y Connecticut fueron escogidos por votacién en todo él estado). Si eran representantes, éde qué eran representantes? Una respuesta honesta, en palabras de Patrick Henry, fue la de que eran simples “representantes de representantes”. 2 Segtin los es tandares en los que los norteamericanos habfan insistide al opo- nerse a la tributacién briténica, los miembros del Congreso no eran realmente y de ninguna manera representantes, sino envia- dos de los gobiernos de varios estados. Ylos Articulos de In Confe- deracién los reconocian como tales al no darles autoridad para imponer gravamenes ni para hacer aplicar leyes. Lo que el Congreso si tenfa eran las condiciones deseadas pa- ra la cdmara alta de una legislatura republicana: habia sido elegi- da de manera indirecta por el pueblo a través de las legislaturas de los estados y sus miembros eran en general la clase de personas {que podian ser consideradas aristécratas naturales en sus respecti- vos estados. Pero el Congreso no podia desempefiar las funciones, de una camara alta para el pais como un todo, ni para cada uno de los estados. No tenia una cémara nacional de representantes ditec tamente votados por el pueblo para expresar sui consentimientoa cualquier medida que propusiera. En cambio, tenia en efecto te- ce cdmaras de representantes, o mas apropiadamente veinticuatro (Pensilvania y Georgia no tenian senado). Alguna de las veinti cuatro podia negarse a llevar a cabo sus propuestas, resoluciones, LAINVENCION DE UN PUEBLO ESTADOUNIDENSE 281 ordenanzas, 0 como quisiera que sellamaran sus acciones. Ysin em- bargo, el congreso no tenia el correspondiente poder de rechazar las acciones tomadas por los estades. ‘Mientras duraron las presiones de la guerra, las asambleas de Jos estados aceptaron en general Ie que el Congreso les solicitaba. Pero inchiso antes de que terminara la guerra, ya se habfan vuelto habituales el desafio o el incumplimiento por parte de los estados individuales respecto de las acciones del Congreso. Las cémaras de representantes de los estados, dominadas por los localistas, pare- cian empefiadas en demostrar que los verdaderos representantes ‘no podian extender su visién mas alla de los estrechos confines de sus distritos electorales. Yel Congreso no era pata ellos mas que lo que eran sus senados en cada estado. Para Jos hombres con vision continental que contemplaban cesta situaci6n con creciente consternacién, el obstéculo més for midable a solucionar era la idea misma de representaci6n que ha- a necesaria la solucién. Si os estadounidenses hubieran conside- ado en general la representacién como compatible con la dleccién indirecta, podrian haber aceptado al Congreso como un aierpo representativo, y por lo tanto le habrian concedido los po- deres de un cuerpo representativo, particularmente el poder de imponer gravamencs. Los reformadores con visién continental empezaron a proponer esa concesidn casi tan pronto como él Congreso comenzé a existr, sosteniendo que sus miembros eran tivamente representantes del pueblo.** En dos ocasiones sus ieron obtener para el al fect argumentos casi se impusieron. Casi consigu Congreso un poder muy limitado de imponer contribuciones, poder de recaudar un impuesto del 5% sobre las importaciones fen cada uno de los Estados Unides. Pero todo plan de este tipo an- tes de 1787 al final fracas6 por la renuencia de los estadouniden- ses a confiar poderes gubernamentales a cualquier cuerpo que no estuviera sujeto al veto dle sus representantes clectos en el orden local. Si los miembros del Congreso eran representantes, eran re~ presentantes virtuales 0 eran un simple consejo ejecutivo, y todo el mundo sabia que a los ejecutivosno se les debia permitir recaudar impuestos sin el consentimiento explicito de representantes ver~ daderos. Dotar al Congreso del poder de sancionar impuestos, se 282 EDMUND S. MORGAN decia, seria darle la clase de poderes que Carlos J habia reclamado en el famoso caso del impuesto para la marina de guerra de la dé cada de 1630 y que el Parlamento, en las garras de un ejecutivo corrupto, habia solicitado en las décadas de 1760 y 1770.27 Antes de 1787 nadie parece haber sefialado que la respuesta era crear una cémara nacional de representantes popularmente ele gida. Quiz nadie lo sugirié debido a que el predominio de la vision local de sujeto de la representacién parecia descartar esa posibil dad. Era una maxima aceptada del pensamiento politico de la épo- ca que el gobierno republicano estaba confinado, por propia natu raleza, a estados pequenios. Montesquieu, quien habia expresado de manera mas influyente esta idea, la habfa fundamentado en la ex: periencia de las ciudades estado de la Antigitedad, que no he- bian utilizado ta representacion.* Pero de todas maneras, alos, estadounidenses la idea les parecia convincente, y limitaron la re presentaci6n por su propia naturaleza a las comunidades pequeiias. ‘Una asamblea nacional representativa en Ia escala empleada para las asambleas de los estados serfa demasiado grande como para que funcionara como un solo cuerpo. Yseria tan imposible que estuvie ran representados en ella todo el pueblo de las diversas ciudades y condados del pafs como habia sido que Jo estuvieran en el Parke mento. Este argumento no parece haber sido empleado antes de 1787, pero tan pronto como se propuso la creacién de una cémara nacional de representantes se lo us6, como veremos. Que nadie pro- pusiera tal cosa antes de 1787 se debi6 probablemente, en parte, a ‘que conocfan la reacci6n que ello causaria Fue la situacién aparentemente desesperada la que condujoa la propuesta en 1787. En Rhode Istand, la legislatura habia con- vertido a su papel moneda sin valor en moneda de curso legal pax ra el pago de deudas, y los alegres deudores perseguian a sus acreedores para terminar con sus deudas, En Massachusetts, los agricultores de los condados occidentales, a pesar del hecho de que la constitucién del estado les daba mas de lo que les corres: pondia en la representacién al interior de la legislatura, se alzaron ‘en arinas, cerraron los tribunales y tomaron un arsenal de los Es tados Unidos. Levantamientos similares apenas si se habjan logra- do evitar en New Hampshire y Connecticut.® Aunque todos los LAINVENCION DE UN PUEBLO ESTADOUNIDENSE 283 rebeldes finalmente fueron dispersidos, se dijo que la nueva legisla- turade Massachusetts, tanto el senado como la cémara de represen- tantes, estaba llena de sus partidarios, Alli se podia esperar que con- sinuaran persiguiendo sus objetivos, que un miembro del Congreso describié histéricamente como “Ia abolici6n de las deudas publicas yprivadas, la divisién de la propiedad y un nuevo gobierno fundaco ‘en los principios del fraude y la maldad, o la restauraci6n de la relax cién con Gran Bretafia”.5% En Virginia también, los condados occi- dentales clamaban por mas papel moneda, y una multitud cerré los. tribunales y quemé los juzgados y ls prisiones.*"! La situaci6n puede no haber sido tan desesperada como apa- rentaba, pero a muchos les parecié que era ¢] cumplimiento de las, predicciones de guerra civil que los conservadores habian hecho en 1776, John Marshall, el futaro presidente de la Corte Suprema, pensé que sin la creacién de un gobierno nacional eficaz, nada podria impedir “la anarquia primero y las convulsiones civiles des- pués"582 Otro virginiano, James Madison, pensaba que la reputa- cién de gobierno republicano habia sido “dafiada de manera inex- presable”, y observé que las mejores mentes estaban dando muestras de una alarmante “propensién hacia la monarquia”.*** Fue Madison quien dio la solucién que se impuso en tiltima ins- tancia, la Constitucién de los Estados Unidos, aunque ésta no tomé del todo la forma que él inicialmente deseaba cuando, junto con sus contempordneos, se abria camino a tientas hacia la gran Conven- cién Constituyente de 1787. Esa convencién, en cuya puesta en mar- cha Madison jugé un papel principal, no se ajustaba a la receta ideal para simular un ejercicio del poder constitucional del pueblo, pues Jos miembros fueron elegidos por las legislaturas, no directamente por el voto popular. Pero aun antes de que se reuniera la Conven- Gin, Madison reconoci6 que podia alcanzar los objetivos que tenia en mente para ella s6lo apelando a una soberania popula, no reco- nocida del todo hasta entonces, del pueblo de los Estados Unidos ‘como un todo, Sélo éste podiia ser considerado algo superior al pue- blo de cualquier estado por si solo. Yo que Madison tenia mas di- rectamente en mente era superar lis deficiencias de los representan- tes de orientacién local que ocupaban escaiios en las legislataras de tos estados, Para esc fin, imaginaba un auténtico gobierno nacional, 394 EDMUND S. MORGAN, ‘que se apoyara en [a autoridad no de los gobiernos de Jos estados y ni siquiera en la de los pueblos de los estados considerados por se- parado, sino en el pueblo estaclounidense, un pueblo que constinfa tuna entidad distinta y superior, capaz de dar al gobierno nacional ‘una autoriad que necesariamente chocaria con la autoridad de los gobiernos de los estados. Las implicaciones totales de lo que iba a proponer no erat evidentes a primera vista ni siquiera para e! propio Madison. Asi ‘como en la década de 1640 la Gémara de los Comunes inglesa hi bia inventado un pucblo soberano para derrotar la soberania del rey, Madison estaba inventando una soberanfa del pueblo estadou- nidense para superar la soberania de los estados. No era una de ‘esas invenciones para las cuales él mundo no estaba preparado, si. no que se trataba de un invento que clamaba por ser puesto en prictica. La revolucién habia creado una reserva de sentimiento nacional y toda una clase de hombres que habian comprometido sus vidas y fortunas en una causa comtin que parecia estar disok. vigndose en la victoria. Crear un gobierno nacional que reposara sobre todo el pueblo de la naciGn era quizd la solucién obvia, y desde 1780 la convencién constituyente habfa sido la manera ob- via de conseguirlo. Pero la clase de gobierno que podia desafiar y superar las deficiencias de los gobiernos de los estados no cra in- mediatamente evidente. No seria suficiente crear un gobierno na: ‘ional con las mismas deficiencias, leno de representantes orien tados hacia io local por sus electorados locales. Al mistno tiempo, no alcanzarfa con crear un gobierno nacional sin el apoyo popt lar que lo sostuviera para enfrentar a los gobiernos de los estados. Madison habia estado pensando en estos peligros paralelos durante algtin tiempo antes de que la Convenci6n se reuniera, y por consigniente él estaba en condiciones de adelantarse en €l in- tento de maniobrar entre ellos. Lo que haba reconocido, antes de {que otros lo hicieran, era que el primer peligro era mds aparente que real, que el gobierno nacional por su propia natutaleza no es taria sujeto a los defectos que mostraban los estados. Es bien sabido que Madison habia estado leyendo Idea of a Part Commonziealth, Ge David Hume, el intento de este autor de superar Oceana de Harrington. El plan de gobierno de Hume era casi tan ecco LAINVENCION DE UN PUEBLO ESTADOUMDENSE 285 desconcertante como el de Harrington, con una sucesién pirami- dal de cuerpos directivos. Lo que atrajo la atencién de Madison fue su rechazo de la suposicisn popular de que el gobierno repe- blicano era adecuado s6lo para paises pequenos. Por el contrario, sostenfa Hume, una repiiblica grande era preferible a una peque- iia porque en ella “hay amplitud y espacio suficientes para refinar lademocracia, desde el pueblo mas bajo, que puede ser admitido en las primeras elecciones 0 la primera preparacién de la repuibli- ca, hasta los mas altos magistrados, que dirigen todos Jos movi- mientos. Al mismo tiempo, las partes estén tan distantes y remotas que es muy dificil, sea por intriga, prejuicio o pasion, apurarlas a tomar cualquier medida contra cl interés piiblico"."** Madison se valié de la vision de Hume. El problema con las acambleas representativas de los estados era que los estados eran demasiado pequeiios. En cada uno de ellos, los grupos con intere- ses particulares podian formar mayorfas populares para sacar ade Jante medidas que eran injustas para otros grupos. En particular, los grupos deudores podian oprimir a los acreedores. En Virginia tuna secta religiosa habia sido capaz de oprimir a las otras hasta que Madison mismo habia ayudado a dirigir una exitosa campatia para terminar con la opresi6n.** Ex un gobierno que se extendie~ ‘1 por todos los Estados Unidos, la tirania de las mayorias seria ‘mucho menos probable, porque no seria facil formar mayorfas. La rmultiplicidad y la diversidad de intereses en un territorio tan gran- de protegerian a las minorfas, asi como la multiplicidad de sectas religiosas en muchos estados impedia a cualquier secta adquirir la mayoria necesaria para oprimir a las otras’.**° El tamaiio era la clave. No s6loimpediria la formacién de ma- yorias, sino que pondria a disposicin una gran fuente de talentos de donde elegir para ocupar cargos de gobierno. Mientras consi- Geraba los beneficios del tamaiio, z Madison se le ocurrié que in- luso el Congreso Continental habia exhibido algunos de ellos. Si ubiera tenido un veto sobre Ja legislacién de los estados, que él ‘consideraba esencial para cualquier mievo gobierno nacional, ha- bria prevenido la mayoria de los males que habian atormentado al pais. "No ha habido un solo momento desde la paz”, le escribic a Washington, “en que los representantes de Ia unién hubjeran dado 286 EDMUNDS. MoRG! su asentimiento al papel moneda o a cualquier otra medida de naturaleza semejante.” Madison habia calculado los beneficios del tamafio mucho antes de que se reuniera la convenci6n de Filadelfia, a disefiar un catdlogo de “Los defectos del sistema politico de los Estados Uni- dos", defectos que reposaran en las acciones de los gobiernos de los estados. °° Lo que no habia considerado con el mismo cuide- do era Ja manera de dar al gobierno nacional la fuerza que los go- biernos de los estados obtenian de la credibilidad de su apelacion ala soberania popular. fi insstfa en que sin un veto sobre la legis- lacién de los estados, el gobierno nacional no podia tener éxito, 5 pero no habia reconocido que con veto o sin él no tendria éxi- to a menos que también pudiera hacer un reclamo creible de re- presentar la voluntad del nuevo pueblo que estaba creando. Si bien Madison vio desde el principio que el nuevo gobierno nacional requeriria la ratificacion de las convenciones populates mis que de los gobiernos estatales, no comprendié en primer mo- mento la necesidad de una renovacién regular de la autoridad po- pular del gobierno en elecciones populares directas. El esquema de Hume requeria elecciones indirectas para todos los funciona tios en el nivel nacional, y en Estados Unidos la dificultad con las legislaturas de los estados provenia de los apegos locales de los re presentantes elegidos de manera directa. Las elecciones indirectas beraban el Congreso Continental de algunos de esos apegos eran la cura comtinmente recetada (pero no adoptada) para vencer los prejuicios locales en las legislaturas. Lo que Madison no reconocié al principio (algo que, en efecto, tampoco Hume reconocié) fue que si el tamaiio fuera la clave, las elecciones directas a nivel nacio- nal podrian ser tan seguras como las indirectas y darian al mismo tiempo al gobierno nacional el acceso a la soberania popular de la ‘que alardeaban los representantes de los estados. Las elecciones in- directas dejarian al gobierno nacional con una legitimidad inferior En sus primeras ideas acerca de la forma del nuevo gobierno, ‘expresadas en cartas a Washington ya Edmund Randolph, Madi- son se inclinaba por una cémara de representantes votada directa mente 0 por las legistaturas."° No habia considerado que fuera ‘esencial la eleccién directa ni siquiera para la rama representativa {LAINVENCION DE UN PUEBLO ESTADOUNIDENSE 287 Para el momento en que la Convencién se reuni6, comenzé a ver Ia luz. El denominado Plan Virginia, con et cual Edmund Ran- dolph sorprendié a la Convencién en su inauguracién, se supone gue fne principalmente redactado por Madison en cotaboracién ¢on les demas miembros dela deiegacion de Virginia. En él se nia un gobierno nacional con ejecutivo, cAmara alta y poder Begkial eno sorprendié sebremanera alos miembros que ba ‘an venido preparados s6lo para aumentar los potieres del con- sreso existente—, yen ese gobierno se prevefa una cémara de re presentantes elegida por el voto popular: Las demas secciones Eerian elegidas indirectamente: el Gjecutivo por la cémara baja y €l senado también por la cAmara baja, de una lista de candidatos desig- tados por las legsiaturas. La composicién de la camara baja serfa por tanto decsiva, y Madison estaka ya firmemente convencido de Ineleccion popular para ella" El plan de Virginia se convitié en la base de Ia discusion du- rante toda la Convencidn. Los demas miembros aceptaron facil mente la idea de un gobierno nacional, por lo menos tentativa- mente, pero fueron mucho mis remisos a considerar las ‘leeciones populares. Una de las primeras cosas que trataron fae Iacleccion de la camara de representantes y fue en ese momento que varios miembros hicieron sus comentarios ahora famosos s0- tre los peligros de la democracia. Temnfan que las elecciones direc- tas produjeran una cémara nacional de representantes con los tnismos defectos de las asambleat piblicas. Roger Sherman de Connecticut aseguré que “el pueblo [...] [inmediatamente] debe- ria tener lo menos posible que ver con el gobierno. Carece de i formacién yes susceptible de ser engaiiado en cualquier momen to" Otros miembros se hicieron eco de esa opinién. Pero Madison entonces insistié en que la eleceién popular de esta ra mma del gobierno era “esencial para cualquier plan de gobierno iibre™® Aunque no lo dijo, era esencial también para poner al gobierno nacional por encima de los estados or Bin el intervalo desde la redaccién de su catilogo de los defectos politicos de los Estados Unidos, Madison habia estado evidentemnen- te pensando tanto en la soberanfa sopular como en su teoria de la repiblica extendida, En su respuesta a los miedos expresados por bal EDMUNDS. MORGAN los demés delegadios acerca de una cémara elegida popularmen- te, Madison expuso entonces la teorfa y la present6 como "la tini- ‘ca defensa contra los inconvenientes de la democracia que es ‘consecuente con la forma democratica de gobierno”. Madison podia tener menos confianza en a validez de su propia teoria de Jo que parecfa, pero finalmente habia comprendido el hecho de que un gobierno nacional con autoridad suficiente como para desafiar a los gobiernos de los estados tenia que ser de manera evidente un gobierno representativo. Dado el compromiso de los estadounidenses con Ia idea de representaciOn que les habia ser vido de guia tanto en su lucha con Inglaterra como en la creacién de los gobiernos de los estados, nunca aceptarian un gobierno nacional que por lo menos no pareciera asegurar el mismo tipo de representaci6n. Madison puede haber sido instruido en la materia por su co- Tega George Mason, ya que fue Mason quien dio la respucsta mis ‘efectiva.a los defensores de las elecciones indirectas, En el Congre- so existente, explicaba Mason, estaban representados los estacos, no el pueblo, y los actos del Congreso tenjan efectos, en Ia medi- da en que los pudieran tener, sobre los estados. Pero “la situacién cambiara’, dijo, “en el nuevo plan de gobierno", El nuevo gobier no tendri efecto directamente sobre el pueblo, que era lo que har ria de él realmente un gobierno. “El pueblo estara representado, por lo tanto, debe elegir a los representantes.” Y pas6 a dar el usual significado estadounidense de la representaci6n: “Los requ sitos de la representaciOn son que los representantes deben com- padecerse con sus electores; deben pensar como piensan éstos y sentir como éstos sienten; y que para que esto sea posible deben incluso residir entre ellos”.® Mas adelante en la Convencién, cuando William Patterson de Nueva Jersey ya habia presentado su plan alternativo de dar poderes reales al Congreso existente, Ma- son explicé nnevamente por qué un plan como ése deberia ser inaceptable. El pueblo ya habia mostrado su falta de predisposi- cin para dar verdadero poder al Congreso, y con toda raz6n, ya que el Congreso existente no era verdaderamente representativo. El pus- blo otorgaria autoridad a una legislarara nacional s6lo si ésta estaba formada por sus propios representantes. LAINVENGION DE UN PUEBLO ESTADOUNIDENSE 289 “Antes de que la convencién terminara, Mason iba a tener du asacerca del cardcter representativo del gobierno que proveia la suueva Constitucion, pero él habia articulado la premisa sobre la gue tendifa que ser construido el gobierno nacional. Si bien Ma ison no habia visto antes el punto, en ese momento si lo vio, al igual que James Wilson y el gobernador Morris, los principales alados de Madison en la convenci6n. Durante toda la reunion hi- Geron todo lo posible, yendo en esto mas lejos que Mason, para que el gobierno se apoyara directamente en el pueblo. Si el go- bierno nacional iba a tener el poder de contrarrestar a las legisla- tras estatales, tendria que obtener ese poder de donde éstas ha- ian obtenido el suyo, del pueblo. La dilucién de la base popular uravés de elecciones indirectas serfa causa de debilidad. Asi pues, {jo Wilson, “estaba a fevor para subir la piramide federal a una ak tora considerable, y por esa raz6n deseaba darle una base tan am- pia como fuera posible”.®7 YMadisen sostuvo “que Ia gran cons: fruccién que hay que levantar sera mis estable y durable si puede estar apoyada en el sélido fundamento del propio pueblo que st simplemente se levantara sobre los pilares de las legislaturas’. "A medida que transcurria la convencién, Madison y sus ami- gosse pusieron cada vez ms receloscs en cuanto a permitir que ¢} gobiemo nacional dependiera de alguna manera de las legislatu- fas, $i bien originalmente habfa prepuesto la eleccién indirecta del senadoy del ejecutivo, cambié para apoyar la eleccién popular directa también en estos casos, y arrastr6 consigo a los mas ardien- tes nacionalistas de la convencién.*® Su confianza en la eleccién popular no era el producto de ninguna nueva evaluacin de Ia sr biduria del pueblo. Las sospechas de Madison sobre las asambleas de los estados elegidas popularmente no disminuyeron. Alo que ie habia aferrado era a la seguridad de los nmeros, la seguridad del tamaiio, no simplemente el tamafio de los Estados Unidos co- moun todo, sino el tamaiio de los distritos particulares en las elec» tiones nacionales. Los distritos para las elecciones populares en el nuevo gobierno tendrian que ser tan grandes que no pedrian me- hos que librarse de los males asociados a las elecciones directas en os estados. Mientras a tos otros delegados les preocupaba que las elecciones populares trajeran todos los males de los gobiernos de 290 EDMUND S. MORGAN los estados al gobierno nacional, Madison se convencié cada ver mis de que sdlo el tamafio era crucial. ‘Yfuera que Wilson y Mortis llegaran a la misma conclusion so Jos o persuadidos por Madison, estuvieron dispuestos a exponerla ‘misma idea casi desde el principio: "No hay peligro’, insistia Wil son, “de elecciones impropias si se Ievan a cabo en distritos gran. des, Las malas elecciones surgen de la pequefiez de los distritos que dan la oportunidad a los malos hombres de conspirar en los despachos”.**° Y aplicé este razonamiento tanto a las elecciones se- natoriales como a las del Congreso. Un senado popularmente vo- tado por distritos grandes "seria mas capar de obtener hombres de inteligencia y rectitud”."*! Por Ja misma raz6n, Wilson y Morris también siguieron a Madison al discutir finalmente la cleccién po- pular del presidente. En palabras de Morris, “una eleccién hecha por el pueblo en todo el pais como un solo distrito de gran tama ho no podria ser influida por esas combinaciones pequefiasy esas mentiras momentineas que a menudo deciden las elecciones po- pulares en un émbito pequeiio”.282 Madison y sus amigos no consiguieron una base popular pare ‘el gobierno tan amplia como querian. Una conocida combinacién politica de izquierda y derecha frustré la elecci6n directa del sen do y el ejecutivo: los partidarios de los gobiernos de los estados existentes que temian a un gobierno demasiado fuerte se combi naron con aquellos que querfan controlar a los gobiernos de los estados pero tenian miedo de que las elecciones populares direc tas expusieran al gobierno nacional a los mismos defectos de los estados. A veces, los mismos motivos contradictorios aparecian en ‘una misma persona, como os tres que se negaron a firmar la cons titucién: George Mason, Edmund Randolph y Elbridge Gerry, Pero Madison habfa conseguido asegurar, por lo menos, lt eleccion directa de la cimara de representantes, Aunque él mismo pensaba que el resultado final era inadecuado, principalmente porque no otorgaba veto al gobierno nacional sobre la legislacién de los estados, lo resuelto para la cémara de representantes le d- ba al gobierno un argumento plausible que lo legitimaba con la sanci6n de la soberania popular a escala nacional. Al mismo tiear po, el tamaiio del distrito electoral garantizaba, si el razonamiento LAINVENCION DE UN PUEBLO ESTADOUNIDENSE, 21 de Madison era correcto, que la legislatura nacional estaria mu- cho menos sujeta a las limitaciones de la representacién local que cualquier gobierno republicano anterior, Una vez que la convencidn estuvo de acuerdo acerca del go- bierno nacional y una vez que los miembros decidieron la eleccién ‘directa de la cdmara de representantes, estuvieron tan ocupados en. ‘otros detalles que apenas si consideraron la cuestién crucial de los tumafios de la camara y de su electorado. E) tema pudo haber sido debatido apropiadamente, pero no lo fue, en conjuncién con el lar {go estancamiento que terminé en el llamado “gran acuerdo”, que dio como resultado representaciones iguales de cada estado en el senado y representacién proporcional a la poblacién en la cémara de representantes. Nunca hubo ninguna duda acerca de que la re~ presentacién en la camara serfa proporcional al tamnaiio de los dife- rentes estados, fuera por bienes o por poblacién, El debate se cen- 186 en el modo de acordar las proporciones. Después de que se acepté proporcionar la representacién a la poblacién, con los escla- 10s considerados tres quintas partes, nadie parecié haberse preocu- pado mucho acerca de cudn grande o pequefia debia ser ta cimara yen consecuencia, cudn grande 0 pequeiio el correspondiente dlectorado de cada uno de los miembros. No hay ningtin registro de alguien que indicara un tamafio maximo para los electorados; la ‘inica cuestién era fijar un tamaiio minimo. Este fue acordado desde el principio en cuarenta mil perso- nas, con una asignacién conjetural (que duraria hasta el primer censo) que produjo una camara inicial de sesenta y cinco repre~ sentantes. Sc hicieron algunos intentos de reducir ese minimo de ‘uarenta mil, pero todos fueron votados en contra hasta que en el iltimo minuto Washington, en su tinico discurso en la conven- ién, sugirié que cuarenta mil era un ntimero demasiado grande. Con su apoyo, la convencién redujo en un instante y por unanimi- dada cifra minima a treinta mil. En otras palabras, deberia haber un minimo de treinta mil electores por representante. Todavia no habia nada para evitar que el Congreso mismo asignara un niimero mucho mayor. 5 ‘La cifra de treinta mil habia sido discutida en los primeros dias dela unién cuando el Congreso Continental estaba intentando sin 292 EDMUND S, MORGAN éxito encontrar una base proporcional para la representacion, yla cifra de sesenta y cinco de la primera camara estaba aparentemen te calculada para dar a la legislatura nacional, incluyendo a los veintiséis senadores, el mismo tamaiio (noventa y uno) que losa- ticulos de Ia Confederacién asignaban como maximo al Congreso Continental. Quiza porque las cifras eran conocidas por todos, nadie se preocupé por ellas, Sélo que €l Congreso Continental no habia sido una camara de representantes, y sorprende un poco que nadie en la convencién diera la alarma acerca de un cuerpo de representantes tan pequeiio. La cémara de representantes pa- ra todo el pais era més pequefia que la que tenia la mayoria de los diferentes gobiernos de los estados,% y los electorados eran en consecuencia enormes comparados con lo que habia hasta ese momento. Para un pais mucho mas grande que Gran Bretafia en cuanto a territorio y con una poblacién répidamente en crece miento, que ya era més de la mitad de la de Gran Bretafia, era me nos que una octava parte del tamaiio de la Camara de los Come nes britanica. Junto con el pequeito senado y la elecci6n indirecta © el nombramiento de todos los funcionarios fuera de la cémara, surgia un gobierno de aspecto decididamente aristocratico. El mismo Madison haba pensado que sesenta y cinco era un tamaio demasiado pequefio para la cémara de representantes y habia sugerido duplicar ese namero.* Pero sabfa que podia per- mitirse ese aumento semejante sin poner en peligro las virtudes del tamaiio. Lo que Madison no reconocid, en su desprecio por los gobiernos de los estados, fue que los representantes nacionales con electorados de 30.000, 40.000 o incluso més, no se verfan mu- ‘cho como representantes 2 los ojos de aquellos que habfan soste nido el Jema de “nada de impuestos sin representacién” Madison no estaba tratando de pasar por encima del pueblo. Era un campeon de los derechos populares y del gobierno republicano representativo, Era su compromiso con esa clase de gobierno lo que Jo movia. Estaba convencido de que los gobiernos de los estadlos no cumplian con las funciones de gobierno, no protegian Jos derechos de propiedad y otros derechos de los individuos y las minorias. Para 4, como para muchos otros, la convencién de Filadelfia habia pax recido ser la tiltima oportunidad para que los estadounidenses LAINVENCION DE UN PUEBLO ESTADOUNIDENSE 293, demostraran que el gobierno republicano podia funcionar. Es més, pensaba que era “mas que probable" que el destino del gobierno republicano en todo el mundo podria depender del éxito de la con- yencién para superar los defectos presentados en las trece repéblicas que constituyeron los Estados Unidos. Es dificil en este momento darnes cuenta de la sensacién que Madison y otros como é! tenfan de que el gobierno de los Estados Unidos estaba lidiando con fuerzas que podian resultar excesivas. |Los gobiernos de los estacios obtenfan su fuerza de los mismos la- oslocales que la creacién del gobierno nacional tenia como obje- tivo superar. Los representantes de los grandes distritos electora- Jes del gobierno nacional podrian estar libres de esos lazos, pero por esa misma razén carecerfan de soporte local en cualquier en: frentamiento con las asambleas de los estados.® Al escribirle a Jefferson cuando la convencién estaba por terminar, Madison ex: pres6 el triste pronéstico de que la Constitucién que él tanto ha- bia contribuido a redactar, si se la adoptaba, “no cumplira de ma- nera eficaz con el objetivo nacional ni evitard las deficiencias locales que en todas partes provocan disgusto por los gobiernos de los estados”. Los gobiernos de los estados con sus males locales resultarfan ser demasiado fuertes para ella? Los temores de Madison eran genuinos y no carecian de fun. damento. El futuro del gobierno republicano estaba en equilibrio precario, pero de muchas mas formas quc las que Madison reco- nocia. La clase de gobierno que él queria y que un exitoso gobier- no nacional podria concretar les parecia a muchos de sus contem- pordneos més aristocritica que republicana, y “aristocracia” se habia convertido en un término peyorativo en Estados Unidos. $i hubiera conseguido obtener la eleccién popular para el ejecutivo y elsenado, algo de esa apariencia aristocratica podria haber sido eli- minado, pues gran parte de la critica popular inicial se concentré fen esas ramas del gobierno. Pero ne era posible dejar de advertir ‘que la rama representativa también seria aristocratica en virtud del gran tamaiio de sus electorados. Eso, por supuesto, era lo bueno de la representacién nacional, tal como Madison y sus amigos la veian; los grandes distritos electo- rales garantizarian la clecci6n del tips adecuado de personas. Pero 204 EDMUNDS. MORGAN el.tipo adecuado para Madison era el mal tipo para aquellos que veian la representacion como el medio por el cual encontraban es- presién en el gobierno los sentimientos locales y las circunstancias de las personas comunes. Ya era bastante malo que un ejecutivo y un senado distantes presidieran un gobierno que egaba incluso hasta sus vidas cotidianas; lo que hacia que la innovacién fuera alar mante era que la cimara nacional de representantes estaria com- puesta por la misma clase de personas que las ramas ejecutiva ys natorial. No estaria en condiciones de cumplir las funciones que los estadounidenses esperaban de la representacién. Las legislaturas consintieron, muchas de ellas de mala gana, en Ilamar a elecciones populares para las convenciones estatales prescriptas para ratificar 0 rechazar la Constituci6n. Yen cada es tado los argumentos a favor y en contra de la aprobaci6n fueron ensayados tanto en la prensa como en las convenciones mismas. Apenas fue publicada la Constitucién, los diarios empezaron ase. falar las criticas a la cémara nacional de representantes por ser de- masiado pequefia “para comunicar la informacién indispensable de las necesidades, circunstancias y opiniones locales en tn imperio tan extenso"s” En la convencién de ratificacién de Pensilvania, la primera que se realiz6, John Smilie, del condado Fayette en la parte mas occidental del estado, sefialé que el senado representaria apropia: damente a la aristocracia natural del pais, pero que el tamaiio de Ja cAmara de representantes haria inevitable que también repre sentara s6lo a la aristocracia natural. Los distritos serfan tan gran des, dijo, que las personas corrientes no conocerian a los candida. tos y ni siquiera se molestarian en acudir a las elecciones, y que “solamente las herramientas del gobierno asistiran”. No le confor: ‘maba que James Wilson explicara que “cuanto més grande el dis. trito de la eleccién, mejor representaci6n”, que “es slo en Jos le janos rincones de un gobierno que surgen los pequefios demagogos”, que “nada mas que el verdadero peso de la persona lidad puede dara un hombre influencia sobre un distrito grande’, ‘Smilie provenia, después de todo, él mismo, de un rincén lejanoy alos ojos de Wilson carecia indudablemente del peso legitimo de Ja personalidad. LAINVENCION DE UN PUEBLO ESTADOUNDDENSE 295 En las siguientes convenciones en los otros estaclos, los dele- gados criticaron los cambios con estos argumentos. En Massach- setts, cuando los antifederalistas (aquellos contrarios @ la Constita- cidn) objetaron el mandato de dos alios de los representantes por considerarlo demasiado largo, Theodore Sedgwick argument6 {quea un hombre le llevarfa mas de un aiio “despojarse de los inte- reses locales” y adquirir “los conocimientos generales de los temas de envergadura y peso” de los que tenia que ocuparse la cémara nacional.*® Una vez mis, este despojamiento de las preacupacio- nes locales era precisamente lo que Ios antifederalistas no querian de un representante, como William Heath traté de explicar a Sedigwick: Esuna idea nueva, la de que los representantes deben ser clegi= dos por un tiempo considerable para que puedan aprender lo {que tienen que hacer. El representante es uno que se presenta en nombre de otros y actita por ellos; por lo tanto, deberia co- nocer completamente los sentimientos, situaciones ¢ intereses de las personas a las que representa, y esto se aprende estando entre ellas, no en una corte distant. En Nueva York, Melancton Smith ofrecié un extenso andilisis de las deficiencias de la cfmara nacional. Los miembros deben “parecerse a aquellos a quienes representan”, dijo. “Deben ser un verdadero retrato de esas personas, deben poseer un conocimien- to total de sus circunstancias y sus necesidades, deben sentir les son sus aflicciones y deben estar dispuestos a luchar por sus ver daderos intereses.” Dado que se suponfa que debian representar a todo et pueblo, Smith reconocia que deberia haber entre ellos per sonas de amplia educacién e informacién, pero deberia también inclui-a personas ordinarias, especialmente agricultores, personas comunes, el sélido espiritu del yeonum del pais, personas que "son mas templadas, de mejor moralidad y menor ambicién que los grandes”. Tales personas, crefa, nunca encontrarian su lugar en la cémara de representantes tal como estaba propuesta. El némero de integrantes de la cdmara de representantes era tan pequefio que el cargo seria “muy elevado y distinguido”. Los miembros de esta 296 EDMUND 5. MORGAN cdmara vivirfan en un estilo que las personas corrientes no po: dian sostener. ¥en los distritos grandes de 30.000 0 40.000 perso- nas “sera dificil que ellos {los votantes} tengan la oportunidad de unirse con cualquier oo que no sea un gran hombre, salvo quese trate de algiin demagogo popular, que probablemente carezca de todo principio. Un yeoman importante, con juicio y discernimien- 10, dificilmente seré escogido alguna vez”. Lo que Smith queriano era excluir a los aristécratas naturales, sino equilibrarlos “con un niimero suficiente de la clase comiin para controlarlos”. La cima ra deberfa “combinar las habilidades y la honestidad de la comu- nidad, un correcto grado de informacién y la predisposici6n de buscar el bien piblico”. Esto no podfa hacerse en una cémara tan pequefia como la proporcionada por la Constimci6n.° En Virginia, George Mason fue menos conciliador que Smith, Mason se habia pronunciado por una cdmara de representantes clegida popularmente en Filadelfia, pero luego decidié que los te presentantes nacionales, de cualquier manera que fueran elegt dos, no podian cumplir las fanciones que los estadounideenses e& peraban de los representantes. Se negé a firmar la Constitucion y se unié a Patrick Henry para oponerse a su adopcién en Virgi Us6 las mismas palabras que habfa empleado en Filadelfia en apo- yo de la cdmara, y en esta ocasién repitié el aforismo acostumbr do (promunciado por primera vez. por John Adams en 1776) que los representantes “deberian mezclarse con la gente, pensar como piensa la gente, sentir como siente la gente, deberfan ser perfecta mente receptivos a la gente y conocer a fondo sus intereses y situa: ciones”. Seria imposible, concluy6, tener c4mara nacional de re- presentantes con distritos electorales lo suficientemente pequeiios como para coincidir con esa descripcién. Hacerlo asf daria como resultado una cémara tan grande que “seria demasiado costosae inmanejable”. Estaba en la propia naturaleza del gobierno nacio- nal que no podia ser verdaderamente representativo, y por lo tan- to era peligroso atribuirle poderes tan grandes como proponia la Constitucién 2% Patrick Henry respaldé esta posicion. La repre: sentacién en el gobierno nacional, dijo, seria meramente nomi nal. Serfa la misma representacion virtual que Inglaterra habia ofrecido a las colonias.> ¥ en Carolina del Sur, Rawlins Lowndes, LAINVENCION DE UN PUEBLO ESTADOUNDENSE 207 otro viejo patriota revolucionario, pensaba de la misma manera La representacién en el gobierno nacional, dijo, “seria meramen= te virtual, similar a la que se nos permmitia en Inglaterra [...] Se nos dijo entonces que estébamos representados en el Parlamente, ¥ 6 to, después de todo, viene a ser Jo mismo”.**? Los federalistas, al responder a estas acusaciones, sostuvieron aque Ia clase de representacibn que querian los antifederalistas ya taba adecuadamente provista por los gobiernos de los estados Se propusieron insists, como Madison creia firmemente, en que no habia peligro de que el gobierno nacional se tragara a los esta- dos, precisamente porque la gente estaria mas apegada a sus me- jor conocidos representantes en las legislaturas locales de lo que estarian a los lejanos representantes en Ja cémara nacional. Pe- ro por esta misma razén los antifederalistas podian argumentar {que los representantes nacionales ne deberian tener poderes para aprobar impuestos excepto cuando los estados no cumplieran con 508 requerimientos. Si el Congreso suviera el poder para imponer contribuciones sin referir a las asambleas de los estados, argumen- taba Mason, “los impuestos serian decididos por aquellos que no tienen ningiin tipo de sentimiento 0 conocimiento del pueblo”. {Los colonos habfan rechazado la tributaci6n de los representantes virtuales, y los estadounidenses independiente no debian hacer menos.o Los antifederalistas estaban tocando una cuerda que resona- paen todo el pais desde 1765. El gobierno representativo a escala nacional privaba a la representacién del significado que Jos esta- dounidenses siempre le habian dado. Pero al atacar la Constita cién propuesta, os antifederalistas se encontraban en la stuaci6n de atacar Ja soberania popular y de defender le autoridad inde- pendiente de los gobiernos de los estados y del Congreso Conti- hental existente, La incomodidad de su posicién se habfa hecho evidente al principio, cuando la asamblea de Pensilvania traré la cuestion de la convocatoria a la convencién de ratificacion. Los fe- deralistas, que habfan obtenido une copia de la Constitucién antes dde que fuera comunicada a los estados por el Congreso, presionaron ripidamente para que se llamara ana convencion dle ratificacién Samuel Findley, que iba a ser el opositor a la Constitucién mas eficaz 298 EDMUND 5. MORGAN dePensilvania, de inmediato insistié en que cl estado no podia ac tuar hasta que el Congreso lo recomendara, porque el estado este ba obligado por los Articulos de la Confederacién. Se le respondié inmediatamente que la Constitucién era un acto del pueblo sobe- rano, el cual tenia el derecho de cambiar su gobierno cuando qui- siera: "ZQué tienen que ver el Congreso y las legislaturas con la Constitucién propuesta? Nada, sefior, ellos son solamente simples vehiculos para transportar la informacién al pueblo” 5% Los antifederalistas fueron forzados por esta linea de razon rmiento a sostener que los pueblos de algunos estados habfan defado elestado natural y por contratos habjan delegado sus poderes a los _gobiernos de los estacios yal Congreso y no podian recuperarlos avo- untad, Los federalistas podian mostrarse entonces como campeones de la superioridad del pueblo sobre sus gobiernos. El poder del pue- blo, decian, era “superior a toda constitucién, inalienable en su na. turaleza ¢ indefinido en su extensién”, “Como es que estos gobier- nos de los estados dan érdenes a sus superiores, a la majestad del pueblo?”, se preguntaban.*7! Incluso podian negar que el gobierno descansara sobre algiin contrato, porque el poder del pueblo no po: «dia ser limitado por ningtin contrato, “La verdad es”, proclam6 Jr mes Wilson, “que en nuestros gobiernos ¢l poder supremo, absoluto ¢ incontrolable descansa en el pueblo. Ast como nuestras consti: clones son superiores a nuestras egislaturas, asf el pueblo es superior a nuestras constituciones" 5 ‘Los federalistas no s6lo disfrutaban de la ventaja de apoyara un poder constituyente no limitado del pueblo, sino que también podian mostrar una participacién mucho més directa del pueblo en el gobierno propuesto que en el Congreso existente. Se hizo evidente entonces la sabiduria de la estrategia de Madison y Wik son en la convencién al argumentar a favor de las elecciones po: pulares directas. Aunque no habjan conseguido establecerlas para el senado y el ejecutivo, las elecciones populares para la cimara de representantes, a pesar de los grandes distritos electorales, le die- ron una base popular, ausente en el Congreso Continental, al nuevo _gobierno nacional. Mientras los antifederalistas tenfan que defender lo apropiado que era un congreso elegido indirectamente, los fede- ralistas podfan sefialar que “#1, PUEBLO de los Estados Unidos no es el LAINVENCION DE UN PUEBLO ESTADOUNIDENSE 389 que esta representado en el Congreso; y considerado incluso las partes componentes de varios estados, no esta representado en proporcién a sus ntimeros e importancia" >> ‘Cuando los antifederalistas se quejaron de que la convencién habia excedido sus poderes, la respuesta fue la misma, Patrick Henry cometié el error de preguntar qué derecho tenia la convencion de hablar en el predmbulo de “Nosotros el pueblo”, en lugar de “Noso- twos los estados”.>” La respuesta fue facil: La convencién hablo de "Nosotros e! pueblo” porque reconoda la superioridad del pueblo sobre los estacs. Los antifederalistas no estaban preparados para desafiar el im- portante invento de Madison. No negaban que podia haber un pueblo estadounidense diferente de los pueblos de varios estados, pero la insistencia de los federalistasen la nueva ficcién Hlev6 a los antifederalistas a una saludable insistencia sobre Ja ficciGn tltima dela soberania popular misma, Podria ser la mejor ficcién sobre Ja cual apoyar al gobierno, una ficcién que nadie deseaba a esa al tra rechazar, pero debia ser reconocida como una ficeién. En in: terés de la salud y la preservacién del pueblo que se sometia aun gobierno de su propia supuesta creacién, tenia que recordar que el gobierno es siempre algo diferente del pueblo concreto que es gobernado por él, que gobernantesy gobernados no pueden ser realmente idénticos. Las mayorias, por lo tanto, deben conservar garantias frente a la minoria que ejerce los poderes de gobierno en su nombre. La Constitucién proveia algunas de esas garantias, pero no las suficientes, contra aquellos que estarfan ejerciendo los poderes de un gobierno nacional en nombre de un soberano pue- blo estadounidense, un pueblo incluso menos capaz de hablar en sa propio nombre que los pueblos de varios estados. La mayoria de las constituciones de los estadios habfan reconocido la calidad ficticia de la soberania popular por medio de Declaraciones de Derechos en las que los pueblos prohibian a sus gobiernos vulnerar determinados derechos que se reservaban para si mismos. En la nue- va Constitucién federal tal reserva estaba llamativamente ausente. La omisién fae, en parte, sélo un descuido de Ia convencién, de Filadelfia. Los delegacios habian estado preocupados por con- wolar los gobiernos estatales discoles y por dar poder al gobierno 300 EDMUND 8. MORGAN nacional més que por ponerle Hmites a éste. Cuando el tema fe sacado a colacién, todos estaban impacientes por ise a su eases Pero Ia omisin fue también el resultado de ‘muchos delegados que tomaron su propia ficciGn demasiado literalmente 0 que no analizaron las implicaciones que pensadores anteriores habfan mostrado en la fccién. a alla era incluso mas promunciada en las defensas federal tas de la recién conchuida Constitucién, Una Declaracion de Dere chos era un acompafiamiento correcto,sostenian los federaisas, de la antigua fiecibn del derecho divino de los reyes: era una con. cesion de un rey supremo a sus sibditos. Pero silos sibaitosy los gobernantes eran los mismos, sel gobierno era del pueblo, seria una contradiccin en los términos que se hicieran concesionesa simismos. Como lo expresé un federalsta “zPor qué, entonces deberia un pueblo concederse o brindarse, por medio de una De. claracién de Derechos, lo que es su propio derecho inherente y natural?" Benjamin Rush estaba fuera de sf ante la sola idea de tal contradicci6n: 2No seria absurdo hacer una declaraci6n formal de que nuestros de- Fechos naturales nos son concedidos por nosotros mismos, y no se- fa un solecismo muy ridiculo decir que son el obsequio de esos go- bernantes elegides por nosotros, y que han sido investidos por nosotros con todo el poder que tienen? Sefior, considero un honor para la ya terminada convencién que este sistema no haya sido des hhonrado con una dectaracién de derechos; aungue esto no significa ‘eulpar 0 censurar a aquellos estacios que han agobiado sus constitt- iones con este instrumento insustancial y supertiue 27° A la inversa, debido a que fue "Nosotros el pueblo” quien delegé poderes especificos al gobierno nacional, los federalistas podian argumentar que I2 totalidad de la Constitucién no era “na- da més que una declaracién de derechos, una declaracién del pueblo sobre la manera que elegia para ser gobernado”.>”” Segiin James Wilson, esa “simple expresién en el Preémbulo equivale a ‘un volumen y contiene la esencia de todas las declaraciones de de- rechos que han existido o puedan legar a existir”>"® |AINVENCION DE UN PUEBLO ESTADOUNIDENSE 301 Habfa alguna base en los hechos historicos para el argumen- to federalista. La Carta Magna, la Peticion de Derechos de 1628, ¢ jncluso la Declaracién de Derechos de 1689 habian sido arranca- das a monarcas renuentes que podian haberlas visto come conce- siones, Pero los hombres que las disefiaron las vieron como decla- rciones de derechos, con Ia implicacién de que el rey que las violara dejarfa, al hacerlo, de ser el sugarteniente de Dios, 0 que romperia algtin tipo de contrato con sus stibditos. Con el adveni- mniento de la soberania popular, como sostenian los federalistas, ni cancesi6n ni contrato eran posibles porque el pueblo y el gobier- zno eran uno y lo mismo. Pero las consecuencias negativas de una aplicacién tan literal de la ficci6n se habian hecho evidentes mu- cho antes de 1787. Si la Carta Magna, la Peticién de Derechos y la Declaracién de Derechos decian lo que era correcto, violarlas se- ria incorrecto, fuera que se tratara del pueblo o de su gobierno, 0 deun rey. Como en tantos otros aspectos, los monarquicos y los leellers dela década de 1640 fueron los primeros en explorat el carécter ficticio de la soberania popular y en exigir limites sobre Jo que te- nian derecho a hacer los representantes del pueblo. Los monar- quicos habfan insistido en que el pueblo no podia delegar pode- esque no tenia; y los Levellers, si bien admitian que el pueblo tenia muchos poderes para delegar, habjan sefialado por lo menos uno que no podia ser delegado; concretamente, el poder de imponer creenciasy pricticas religiosas. Pensadores posteriores habjan exa- rminado la cuestion de los derechos naturales inherentes a los in- dividuos, algunos de los cuales podian ser delegados al gobierno, mientras que otros eran inalienables o reservados, Incluso dentro de las dimensiones de la ficcién, quedaba la idea de un contrato, primero entre los individuos que constitufan una comunidad y juego entre esa comunidad y aquellos los que el pueblo designa- ba para gobernat: En lo que los antifederalistas insistian entonces, al reclamar una Declaracion de Derechos nacional, era que la Constitucién especificara todos los térmninos de ese contrato. A menos que incluyera prohibiciones especificas para proteger los derechos reservados o inalienables, no habria ninguna manera en que los individuos o la comunidad pudieran hacer que el cuerpo 302 EDMUNDS. MORGAN gubernamental los respetara. ““Os habéis excedido en las funcio- nes de vuestro cargo, nos habéis oprimido’ sera el lenguaje de los sufrides ciudadanos. La respuesta de la voluntad del gobierno ser breve: "No nos hemos excedido en nuestro poder; no hay ninguna prueba para demostrarlo""3 Los antifederalistas tenian razén. El gobierno y el pueblo no podfan ser lo mismo. Aunque no podia haber ninguna manera el- car de que el pueblo actuara sino a través de sus representantes en el gobierno, la ficcién misma suponia la posibilidad de tal accién; los federalistas la supusieron ellos mismos al tratar a la Constiy cién como un acto del pueblo. James Wilson lo supuso al discuir que el pueblo, a través de la Constitucion, s6lo habilitaba a sus go bernantes como fideicomisarios, cuyos poderes podia retirar 0 cambiar a voluntad. Fuera que los gobernantes fuesen fideicom sarios 0 contratistas, era correcto que el fideicomiso o el contrato dijera lo que el gobierno podia hacer, asi como también lo que no podfa hacer. Ylos antifederalistas fueron répidos para sefialar que la Constitucion imponfa varias prohibiciones al gobierno federal (en el articulo 14, seccién 9). 2Por qué no, entonces, todas las pro- hibiciones que eran usuales en una declaracién de derechos? Al final, el propio Madison emprendié la redaccién de una Declare. ién de Derechos y la condujo a través de la Camara de Represen- tantes como las primeras diez enmiendas de la Constitucién. Madison estaba muy dispuesto a hacer esa concesién, por anémala que él pensara que fuera en teoria,’"! pues con la apro- bacién de Ja Constitucién, su invencién crucial de un pueblo est dounidense soberano alcanzarfa su realizacion. Guin preparados estaban los estadounidenses para ella puede verse en la aproba- ci6n casi inmediata del nuevo gobierno nacional como legitima expresién de la autoridad popular. Pasaron apenas uno o dos aiies antes de que las politicas del gobierno se convirtieran en tema de intensas controversias, con el propio Madison a la cabeza de la ‘oposicidn. Pero la oposicién cuestionaba las politicas por si mis ‘mas, no la validez del gobierno representativo a escala nacional. Laaceptacién de la representacion nacional es mas extraordi- naria porque lo que inicié la oposicién fue el programa fiscal de Alexander Hamilton, cuyo efecto fue el de exigir que el gobierno |AINVENCIGN DE UN PUEBLO ESTADOUNIDENSE 305 zpacional aumentara los impuestos, cosa que a muchos, quiza la smayoria, de los estadounidenses les parecia innecesario. La tribu- taciOn era la funcion del gobierno més vinculada a la representa: ‘én, y los antifederalistas en las convenciones de ratificaciém, es tado tras estado, se habjan opuesto a darsela a un gobierno en el que la representacién local estaba tan diluida.**° Pero en los lar- gos debates de 1790 en el Congreso y en los ataques de los perié- dicos y los panfletos contra el programa de Hamilton y la tributa- ‘on que exigia, rara vez hubo mencién de las deficiencias de la yepresentacign nacional. La oposicién més fuerte fue al traspaso de las deudas de los estados a la nacién, pero estaba principalmen- te referida a la desigualdad en la marera en que ese traspaso afec- taria a los diferentes estados, no al hecho de que los representan- tes de los estados estuvieran més calificados que los representantes nacionales para recaudar los impuestos necesarios.* La cuestién de la representacidn sf aparecié cuando el Con- reso consider6 su distribucion, Dado que la Constitucién estable- ta solamente el tamaiio minimo del electorado, se produjo una considerable discusién —repetida después del censo de cada diez afios— sobre la ventaja de los distritas electorales lo mas pequetios posibles para que sus representantes estuvieran familiarizados con sus electores y, a la inversa, sobre la ventaja de los distritos grandes para poner a hombres de talla y habilidad en el gobierno. Pero en estas discusiones no hubo ninguna sugerencia de que el tamaiio minimo establecido en la constitucién fuera demasiado grande ‘como para que la representacién funcionara.** El sistema de Ma- dison se afirmé. ‘Yél tuvo que defenderlo. En el ataque al programa de Hamil- ton, ély su amigo Jefferson se concentraron en sus tendencias aris- tocraticas, las tendencias que los artifederalistas habjan previsto para la extensi6n del gobierno representativo sobre un territorig tan grande como el de los Estados Unidos. La cuestin de la aris tocracia, de la minoria que gobierna a las mayorfas, habia estado latente desde el principio en la representacion. En cierto sentido, la representacién habia sido siempre una ficcién inventada para conseguir el consentimiento popular a una aristocracia gober- nante. Ni Madison ni Jefferson, a pesar de su suscripcién al credo 304 EDMUNDS. MORGAN igente de la igualdad humana, jamas habjan estado contra Ia aris tocracia natural que los antifederalistas habfan temido que contro: lara al gobierno nacional. Era correcto y bueno que el pueblo de algtin distrito, cualquiera fuera su tamafo, eligiera a hombres que demostraran méritos y los pusiera a gobernar, Pero el programa de Hamilton parecfa diseviado no para conseguir el consentimien: to a esta aristocracia natural, sino para crear una nueva aristocre- cia nada natural, una aristocracia de especuladores y financistas. Para Madison y Jefferson, asi como para la mayorfa de los otros partidarios del gobierno republicano, esto era invertir el o- den correcto de las cosas, como habia sido invertido (a los ojos del partido del Pais de Inglaterra) en la Inglaterra del siglo xv. Al pensar en as ventajas de una gran reptiblica para superar las defi ciencias de la representacién, Madison habia evitado la cuestién de la aristocracia. Habia inventado un pueblo soberano, pero hae bia dado por supuesta una estructura social existente en la que ¢ pueblo conoceria, reconoceria y distinguiria con su deferencia a sus lideres 1 rurales, Pero salvo durante la guerra revolucionaria, los estadounidenses habian experimentado y concedido esta defe- rencia, asi como habian experimentado Ia representaci6n, sole mente en el nivel local. La aristocracia que Hamilton estaba crean- do estaba en un nivel nacional, una aristocracia comprometida con el gobierno nacional. El éxito de su programa planteaba un desafio y elevaba un interrogante: Qué tipo de aristocracia era natural en una repablica extendida? O, dicho de otra manera, gc6mo debe funcionar el liderazgo politico en el nivel nacional? Cémo iba a ser conducido el pueblo soberano de los Estados Unidos? clba a haber una aristocracia na cional anénima, asi como habfa aristocracias locales anénimas? Existfa alguna diferencia entre aristocra\ yliderazgo? EPILOGO De la deferencia al liderazgo Hume se maravillaba ante la facilidad con la que la minorfa podian gobernar a las mayorias, cosa que él atribuia a la opinién Hemos examinado algunas de las opiniones que sostenfan al go- bierno en los siglos xv xv1tt, pero slo hemos tocado de mane- ra oblicua una de esas opiniones que acomapafiaba a las otras, una ficcién cuyo notorio contraste con los hechos la convirdé en un potente instrumento del cambio, La idea de la igualdad, de que Jos seres humanos son todos de alguna manera iguales unos a otros —que son creados iguales, o serin iguales o deberian ser lo— es més antigua que la soberan‘a popular. Subyace en el mii- deo de I2 mayoria de las religiones, que ofrecen consuelo en otro mnundo para las humillaciones suffidas en éste. Estaba presente, como hemos visto, en la ficcién politica que precedié a la sobera- nnfa del pueblo: aunque el rey era exaltado por el derecho divine ‘como el lugarteniente de Dios, todos los demas debian ser iguales en su sumisi6n a él. Con el advenimiento de la soberania popular, laidea de la igualdad asumi6 un significado més amplio, aunque tal ver sin intencién y al principio de manera latente. Fue un in- grediente esencial en la nueva configuracién de las ficciones, pe- to sus consecuencias apenas si fueron sofiadas por aquellos que primero la invocaron. Cuando los miembros del Parlamento en su enfrentamiento con el rey sustituyeron el derecho divino por la soberania popular, hicieron descender al rey demasiado abajo, a un nivel donde po- dian competir con él como receptores iguales de un poder primi- genio. La soberania del pueblo supuso la existencia de un estado natural en el que no habia ningiin rey, sino que todos los hombres eran iguales en cuanto a los poderes que la naturaleza o el Dios de la naturaleza les habia otorgado. Los parlamentarios no tenian ninguna intencién de sugerir que todos seguirian siendo iguales, 306 EDMUND S. MORGAN sing que habjan abandonado voluntariamente sus poderes natura. les inherentes, la mayoria de ellos otorgados por Ia divinidad, pa ra darselosa un gobierno en el que el Pariamento compartia la at toridad con el rey. A medida que la disputa avanzaba, el Parlamento fue pidiendo una cada vez mayor porcién de Ia auto- Tidad y luego la reclamé6 toda, con lo que los miembros de la C& mara de los Comunes se exaltaron a si mismos como una vez ha- bian exaltado al rey Los caballeros no vieron contradiccién en el hecho de elevar- se de esa manera sobre fundamentos populares. Se suponia que la igualdad asociada con la soberania popular habia existido de he- cho en un tiempo muy lejano como para haber dejado registros, Asi pues, las desigualdades del momento podian ser explicadas co- mo el producto de operaciones posteriores, también sin registras, que empezaron con Ia entrega original de los poderes politicos y los privilegios por parte de las mayorfas a la minoria. Pero la sobe- ranfa popular, como las otras ficciones politicas, encontraba mas & menudo expresién en las disputas entre la minora por la posesion de los poderes y los privilegios presuntamente conferidos a ella. Cuando esas disputas se recalentaban, era muy posible que una parte o la otra argumentaran que los poderes entregados podian ser reclamados (por lo menos de manos de los adversarios de uno), que el pueblo de ese momento podia deshacer lo que habia sido hecho por el pucblo de antaio. La ficcién requeria que el pueblo fuera supuestamente capaz de actuar como habia actuado en el “contrato original”” Si ése fuera el caso, cabfa suponer que el pueblo podfa actuar también en ese momento como igual Era una suposicion necesaria, aunque desconcertante, para aquellos que alegaban la soberania popular s6lo para promover su propia superioridad. En las disputas de la década de 1640 en In- glaterra, los monarquicos fueron répidos para usarla con el objeto de avergonzar a sus adversarios. Si la Camara de los Comunes re- clamaba para sf los poderes del pueblo, sostenfan los monarqui- cos, deberfan demostrar que todo el pueblo, cada hombre, cada mujer y cada nifio, habfa participado para concedérselo, Los mo- narquicos sabfan muy bien que los miembros de Ta Cémara de los Comunes no podrian presentar tan improbable prueba. Incluso DELADEFERENCIA AL LIDERAZGO 307 en la convencién de 1689, que ot0rg6 la corona a Guillermo, los tories se pronunciaron contra toda alteracién de la forma de go- biero sin que las mujeres, los nifios y 1os hombres no calificados para votar para el Parlamento se unieran a los votantes regulares para delegar los poderes en los mienbros del Parlamento. Los to- ties podian reclamar sin peligro la necesidad de esa delegacién porque sabian que no s6lo seria inaceptable para sus adversarios, sino que, ademés, era imposible de lograr. El argumento asimismo tuvo éxito, como hemos visto, en cuanto que la Convencién esco- {6 su camino a través de la verborrea de la soberania popular con gran cuidado para evitar cualquier suposicién de que se estaba re~ gresando a un estado de naturaleza, en el que habria que haber supuesto que todas las personas eran iguales. La soberania popular no habria tenido ningtin encanto para sus inventores si Ja igualdad que implicaba hubiera requerido la aplicacién literal que los monarquicos y los tories sugerian. Tampo- co los norteamericanos que iniciaron la disputa con Inglaterra previeron o abogaron por algo tan literal. Pero la perspectiva de regresar a un estado de naturaleza no fue tan alarmante para ellos como lo habja sido para el Parlamento inglés, yla propia naturale- za de su disputa con la madre patria destacé las implicaciones igualitarias de la soberania popular. En la etapa inicial de la con tienda no pedian nada mas que los derechos que tenfan los ingle- ses. Eran ingleses ¢ iguales a los sibditos del rey en Inglaterra. Lo {que objetaban era que no estaban siendo tratados como iguales, ni sometidlos a presiones tributarias por cl consentimiento de sus re- presentantes, ni juagados por jurados compuestos de sus vecinos como habria sucedido en ciertos c2sos si hubieran estado residien- do en Inglaterra. “Los britinicos”, declaré la asamblea municipal de Boston, “han sido tan libres en un lado del Océano Atlantico co- mo en el otro". Pero en ese momento, dijo John Adams, estaban “degradados por debajo del rango de un inglés” por leyes que cons: tiruian “una revocacion de la Carta Magna, en lo que se referia a la América del Norte”.®° ‘A medida que la disputa fue avanzando, se hizo evidente que Jos norteamericanos podian conse-var los derechos de los ingleses sélo rechazando la autoridad tanto del Parlamento como del rey 308 EDMUND S. MORGAN de Inglaterra. Y para hacerlo deberian recurrir a tos principios fundamentales de la soberania popular. Tenian que recurrir sino aun estado de naturaleza en el que todos debian ser iguales, al ‘menos la condicién imperante después del estado de naturalera, esto es, a la comunidad 0 sociedad que se supone fue creada por tun contrato acordado entre los individuos precisamente antes de la creacién del gobierno. Si los miembros de tal saciedad sin gobierno no eran iguales, debieron haber estado muy cerca de serlo, Cuando Jefferson en la Declaracién de la Independencia dijo que era evidente en si mis mo el proceso por el cual el pueblo creaba los gobiernos, no dex tacé ninguna de las desigualdades que podrian haberse produc- do entre ellos: fueron creados todos iguales. De los escritos posteriores de Jefferson resulta evidente que no pensaba que la Declaracion devolvia a los norteamericanos al estado de naturale- za, ycon ello, 2 un estado de completa igualdad:" y los gobiernos que se dieron inmediatamente después de la Declaraci6n siguic- ron, de hecho, en su mayoria, los antiguos limites que habian de finido las jurisdicciones de los diferentes gobiernos coloniales, aceptando con ello la continuacién de las antiguas comunidades ccon sus estructuras sociales existentes. Pero no era completamen- te ilégico que el pueblo, digamos, que vivia en los territories al norte del rfo Connecticut, y que no queria someterse al gobierno del estado independiente de New Hampshire, argumentara que ellos, por lo menos, estaban en un estado de naturaleza y propu- sieran crear una sociedad distinta con su propio gobierno, igual al de New Hampshire 0 de cualquier otro estado.** Si bien los este. dounidenses no pensaban que estaban en un estado de naturaleza, a mayoria de ellos, probablemente todos, pensaba, que estaban apenas a un paso de ello y de la igualdad que conllevaba, Mis significativa para el futuro fue la eleccién de gobiernos que las diversas comunidades de los estados (actuando por medio, de congresos provinciales que se parecian mucho a las antiguas, asambleas coloniales) hicieron para sf mismas. Aunque no habia nada en la Declaracion de la Independencia que condenara ala monarquia como tal, ningiin estado considerd seriamente crear un gobierno monarquico. Nunca parecié haber ninguna duda de ELA DEFERENCIA AL-LIDERAZCO 309 que una Arpérica del Norte independiente serfa una repiblica o luna serie de repiiblicas, Las ideas de los republicanos ingleses del siglo xvit habian conservado alli una popularidad de la que no dis frutaban en Inglaterra. Los estacounidenses reverenciaban a Ha- rrington y a Sidney tanto como a John Hampden, y recordaban ¢ hicieron suya la insistencia de Harrington tanto acerca de que la igualdad general de la propiedad era necesaria para el gobierno republicano, como acerca de que el gobierno republicano era la nica forma adecuada para una sociedad en la que prevaleciera esa igualdad. Cuando miraban a su alrededor les parecia no s6lo que estaban en esa situacién, sino también que debian protegerla. “Deberiamos pensar también”, declaré un politico de Connecti- ‘cut, “on revocar las grandes leyes de la atracci6n y la gravitacién, si pensamos en continuar con un gobierno popular sin un buen gra- do de igualdad entre la gente con relaci6n a Ja propiedad”. ¥ ca- si todos estaban de acuerdo en gue un gobierno popular, es decir, republicano, era el correcto para los estadounidenses. E] gobierno republicano no significaba necesariamente un gobierno en el que cualquier persona era tan capaz como cual quier otra de gobernar. Aunque Harrington habria prohibido Ta acumnulacién de grandes propiedades, cuyos duefios podrian ame- azar la estabilidad de su repablica, no era enemigo de la demo- cracia. Su gobierno habria dejado fa formulacion de toda la legis lacién a un senado compuesto de Io que los norteamericanos ilamaban la mejor clase. Ylos arquitectos de las nnevas repitblicas norteamericanas y de la gran repiibtica fundada en 1789 todavia esperaban que los votantes eligieren a la mejor clase para gober~ narlos, Pero no tuvieron en cuenta las transformaciones que ha- bian ocurrido en la sociedad norteamericana desde Ia fundacion de las colonias por ingleses del siglo xvil hasta la finalizacion de la guerra revolucionaria, Para 1789, cunque los estadounidenses 10- Gavia hablaban de una clase mejor los requisitos para pertenecer ‘ella, asi como los privilegios y prerrogativas de sus miembros, se fueron haciendo cada ver mas inciertos, especialmente en las dé- cadas precedentes. : 1La soberania popular habia sido manejada de manera exitosa durante mas de un siglo para apoyar a los beneficiarios de la jerar- 310 EDMUND S, MORGAK quia social de Inglaterra ya su atenuada version norteamericana. Pero no habia nada en la doctrina en si misma o en la consiguien- te parafernalia de elecciones, instrucciones, peticiones y asociacio- nes, que indicara como necesaria la delegacién del poder popular aun determinado grupo de hombres o mujeres en lugar de & otro, Si bien la soberania popular hacia posible que la minoria go- bernara a la mayoria, no ofrecia en si misma ninguna indicacién para restringir la admision en esa minoria a la clase de personas que tradicionalmente lo esperaba. En Inglaterra, esa restriccién habia resultado ser facil de mantener, porque las viejas costumbres, de deferencia y su reforzamiento como respuesta ala agicacin de las décadas de 1640 y 1650 tendian a sofocar las implicaciones igualitarias de la soberania popular. Incluso durante el interregno, 2 pesar de la proliferacion de propuestas de nivelacién, la conti nuacién de Ia concentracion de la riqueza y de las ventajas econ6- micas y sociales que acompafiaban a la riqueza apagaron las aspi raciones de legar a los cargos politicos por parte de personas que carecian de esas ventajas. Pero en América del Norte, la concen- traci6n era mucho menos notable y por ello habia menos ventajas Alli, mucho antes que en Inglaterra e incluso antes de la revo i6n, las implicaciones de igualdad aportadas por la soberania po- pular empezaron a reformar, esto es, a hacer cambios fundamen- tales en Ia vida social y politica. Ya primera gran reforma fue la separacién de la preeminencia politica del estatus social. Inchuso en Norteamérica la separacién se realiz6 muy gradualmente, pero podemos observar sus comienzos en una variedad de situacionesy fenémenos antes, durante y después de fa revolucién que vaciaron el significado de hablar de la mejor clase y decepcionaron las ex: pectativas de James Madison y sus amigos de Filadelfia, La circunstancia mas importante que promovi6 la separacion de la antoridad politica del rango social fue el caracter incierto y amorfo del rango social mismo. La distancia social que separa la “mejor clase” de “Ia clase mas baja” en Estados Unidos parece ha- ber sido siempre menor de lo que indicarian sus respectivas situa: ciones econdmicas, debido a la incidencia de una ética protestan- te que desaprobaba el consumo ostentoso y rendlia homenaje ala dignidad del trabajo. Los ricos y los pobres tendian a parecerse DELADEFERENCIA AL. LIDERAZGO 3 ids entre sf ya actuar mas de la misma manera que lo que ocurria en Inglaterra. En las colonias del sur, donde la ética protestante era menos evidente (aunque de ninguna manera ausente), ¥ don- de el abismo econémico entre ricos y pobres era probablemente ‘mas amplio que en otras partes, la presencia de una subclase de es- ‘lavos negros unié al plantador adinerado y al agricultor pobre en el orgullo de ser tanto blancos como libres.°* En América del Norte, ademés, el acceso comparativamente facil a la tierra ten- dia a diluir las diferencias sociales que en Inglaterra tanto de- pendian de la propiedad de Ia tierra. La posesin de grandes ex- tensiones de tierras era el distintivo de la superioridad social y de Ja influencia en Inglaterra. En Norteamérica Ia erra era tan abundante y tan disponible que perdié gran parte de su impor- tancia social. Por lo tanto, lo que se volvié mas importante fue la mera riqueza, pero la riqueza norteamericana, expresada en el crédito y los bienes personales (¢ incluso en tierras wtilizadas pa- ra la especulacién), podia un dia estar y desaparecer al dia si- guiente junto con el prestigio social vinculado a ella. Por la mis- ma razén, la acumulacién de riqueza podfa ser mis rapida; las oportunidades econémicas. mas grandes y la admision a las filas de la mejor clase, mis abierta° La guerra revolucionaria sirvié para destacar el carcter tran- sitorio de las grandes fortunas y de! prestigio social vinculado a ellas. En las colonias del norte, la riqueza se habia concentrado en- tre los comerciantes y éstos la habian obtenido principalmente co- merciando dentro de los parémetros admitidos por el gobierno britinico.! Con el advenimiento de Ia guerra y el consiguiente cierre de los puertos imperiales britinicos a las naves norteameri- canas, la mayoria de los comerciantes estadounidenses tuvieron que abrirse paso en un mundo poco conocido donde Jas antiguas reglas no servian para orientarse. Las firmas mercantiles mas vie jas eran a menudo incapaces de establecer nuevas y rentables ru- tas comerciales, y sus lugares fueron ocupados por empresas mas nuevas en ascenso con menos para perder y mucha més auda- cia. En las colonias del sur (donde los grandes plantadores tam- bién eran a menudo comerciantes) la guerra cerré los mercados briténicos para e} tabaco, el principal producto norteamericano 32 EDMUND S. MORGAN de exportacién y antes de encontrar otros nuevos, muchas plantar ciones quedaron en la ruina 5% Mientras la guerra cerraha fuentes de ganancias conocidas y abria otras nuevas, el esfuerzo econémico de sostenerta alter6 la distribucién de la riqueza de otra manera. La guerra ha sido siem- pre la empresa mas costosa en la que un gobierno puede embar carse. Pocos gobiernas han podido sostenerla financiéndola mien- tras ocurre. Los nuevos gobiernos norteamericanos nacieron ya comprometidos en una guerra, que habian empezado para prote. {ger sus bienes de los intentos britanicos de gravarlos con mayores, impuestos. Por consiguiente, eran reacios a ganarse la antipatia de sus partidarios recaudando impuestos mayores que los que Gran Bretafia habia propuesto alguna vez. Yaungue crearon un Con- {greso Continental yum ejército continental para conducir la gue- rra, se abstuvieron cuidadosamente de darle al Congreso cual- quier poder de imponer contribuciones en absoluto. En lugar de ‘obtener dinero por medio de impuestos, los estadounidenses pi- dieron prestado un poco a los franceses, pero principalmente se 10 prestaron a si mismos de una manera que précticamente garanti- zaba la turbulencia econémica. No s6lo los gobiernos de los esta- dos, sino también el Congreso Continental, pagaban sus cuentas imprimiendo dinero. Por un breve periodo el papel fue aceptado por su valor no- minal, pero para 1781 la moneda continental se devalié en més de 100 a 1.5” La inflacién no se produjo solamente por la renuen- cia a sancionar impuestos, sino también por la escase7 de tiempos de guerra, La guerra desvié una gran parte de la mano de obra de la produccién de alimentos manufacturas hacia el servicio en Ja mili- ciao en el ejército continental, Bl jército mismo estaba consumien- do una inmensa parte de los suministros disponibles, como siempre hacen los ejércitos, Lasimportaciones de Inglaterra habjan sido sus pendidas desde el principio, por supuesto, y Francia no estaba en condiciones de proveer las mercaderias ni el crédito necesarios para cocupar su lugar: La consecuencia fue que la oferta de toda clase de articulos result6 mucho menor en relacién con la demand. La inflacién descontrolada, en la que el dinero pierde pricti- camente todo su valor, es una manera drastica, veloz y caprichosa DE LA DEFERENCIA AL, LIDERAZGO 313 de redistibuirla riqueza, una forma sculta de gravamen que puede enviar ala bancarrota a algunos y enriquecera otros, Los efectos pre- cisos son dificiles de calcular, y nadie los ha calculado para la infia- ibn de este periodo. Pero no es necesario ningtin calculo para saber que aceleraron enormemente las répidas transferencias de riqueza yatan caracteristicas de la sociedad extadounidense. La riqueza seguia siendo el reqaisito principal para entrar en la mejor clase, y el intervalo entre su adquisicion y la Negada del prestigio que venia con ella probatlemente se acort6. Pero en el turbulento mundo norteamericano, el prestigio por si mismo fue también haciéndose mas imprevisibie, y la mejor clase, una catego- rfa mas incierta, A medida que sus contornos se fueron haciendo és borrosos, la presuncién de que la autoridad politica debia ser concedida a sus integrantes fue también debilitandose. La vulnerabilidad de la presuncién se hizo mas evidente en dos fenémenos experimentados en la América del Norte del siglo xvill; uno en la Iglesia, el oto en cl ejército. Tradicionalmente tan- to el ministerio de la Iglesia como el comando militar recaian so- bre la mejor clase. Para el final del siglo, los norteamericanos ha- bian sido testigos del ejercicio de las funciones directivas eclesiasticas y militares por personas cuyas credenciales sociales parecian ser irrelevantes. Una mirada a estos dos fenémenos, aun- que nos llevara atras en el tiempo, puede esclarecer la manera en Ja que el rango social también estaba perdiendo sus prerrogativas politicas El desarrollo eclesiastico es mas facilmente observable en Nueva Inglaterra, donde las Iglesias habjan operado desde el prin- cipio como repiiblicas espirituales independientes. Cada Igiesia se rodeaba de los “santos visibles” de un vecindario, quienes acorda- ban entre ellos una suerte de contrato social por el que decidian “caminar juntos” en la adoracién de Dios. Después de convertirse de esta manera en una Iglesia, elegian a uno o varios ministros pa- ra que les ensenara y celebrara sus servicios. Aunque elegido de es- ta manera popular, se insistia en que el ministro recibia sus pode- res de Dios mismo. Su posicién era reverenciada y la simple devocién no se consideraba un requisite suficiente para aleanzar- a5 Un ministro tenia que ser cul:o, con una erudicién que no se

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