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o indirectamente fines de lucro;...”.
 Vida y enseñanzas del creador de la psicología humanista

ISBN: 978-84-7245-702-7

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S S

Cuando, entre 1933 y 1937, estudié antropología, las culturas

eran únicas e idiosincrásicas. No había forma científica de abor-
darlas ni generalización posible alguna entre ellas. 1
La primera y más importante lección que aprendí durante
una investigación de campo con los pies negros fue que los indios
son, antes que nada, personas, individuos, seres humanos, y que
sólo secundariamente son pies negros. Comparadas, pues, con
las similitudes que nos unen, las diferencias que nos separan son,
aunque importantes, meramente superficiales. 2
A.M.

Durante la temporada en que, en 1935, trabajó como asistente de investi-

gación de Thorndike en Columbia, Maslow desarrolló un profundo inte-
rés por la antropología. Esperando el momento de retomar su investiga-
ción sobre la dominancia y la sexualidad entre los primates, se le presentó
la ocasión -y él nunca desaprovechaba ocasión alguna- de estudiar infor-
malmente con algunos de los principales antropólogos del país. Su estilo
amable y seguro no tardó en convertirle en una figura muy conocida por
los alumnos y profesores de la facultad de antropología de Columbia,
donde llegó a conocer muy bien a Margaret Mead y a otros asiduos. El
formato habitual de los coloquios del departamento consistía en invitar a
un conferenciante a dar una charla sobre algún aspecto de interés teórico
o sobre su trabajo de campo, finalizada la cual la audiencia, fundamental-
mente compuesta por antropólogos, formulaba preguntas o cuestionaba

I39
 ABRAHAM MASLOW
de modo muy vivo y, en ocasiones muy acalorado, algunas de las afir-
maciones.
Maslow descubrió que el departamento de antropología de Columbia
era un lugar muy estimulante. En otoño de 1937, Ralph Linton, uno de los
profesores que Bertha había tenido en Wisconsin, aterrizó en Columbia
como profesor adjunto y, al año siguiente, ya había sido nombrado jefe de
su prestigioso departamento de antropología. Maslow, que mantenía una
relación muy próxima con Linton, acabó estableciendo una relación muy
cordial con Ruth Benedict, una mujer muy tranquila e inteligente por la
que sentía un interés muy especial y que, para él, era una criatura casi ange-
lical y que, junto a Max Wertheimer, de la Nueya Escuela, se convirtió en
el modelo de lo que posteriormente llegaría a considerar como una per-
sona autorrealizada.
Cuando Maslow la conoció, Benedict, que había entrado muy tarde en
el campo de la antropología, y de la que valoraba muy especialmente su
ingenio, brillantez y bondad, estaba cerca de cumplir los cincuenta años.
Nacida en una vieja familia de granjeros de Estados Unidos, había crecido
en una granja de Norwich (Nueva York). Su padre había muerto cuando
ella tenía dos años y su madre se vio obligada a cuidar de forma muy aus-
tera a sus tres hijos. En 1923, después de una década de un matrimonio
insatisfactorio y sin hijos, Benedict emprendió, a los treinta y cinco años,
su tesis doctoral en antropología en Columbia. Y como desde la infancia
era parcialmente sorda, el trabajo de campo nunca fue para ella nada sen-
cillo y debió confiar sus entrevistas a informantes de habla inglesa.
Bajo la tutela de Franz Boas, Benedict se interesó especialmente por los
aspectos religiosos de la etnología. Su primer artículo versó sobre << The
Vision in Plains Culture>> y el título de su tesis doctoral fue <<The Concept
of the Guardian Spirit In North America>>. En 1923, se hizo cargo de la
edición del ]ournal of American Folklore y, en 1934, publicó su obra El
hombre y la cultura, que se vio traducido a cinco idiomas y probablemente
haya sido el libro de antropología más leído, con lo que contribuyó a que
millones de personas ampliasen su visión de la rica diversidad cultural
de la especie humana.
Cuando Maslow la conoció, Benedict estaba interesada en promover
la relación entre las diferentes ciencias sociales, como la psicología, la psi-
quiatría y la antropología, una actividad que hizo que Columbia se con-
IDILIO CON LOS INDIOS PIES NEGROS
virtiera, durante la década de 1930, en un auténtico hervidero. Cincuenta
años después, los libros de antropología de Mead, Linton y otros integran-
tes en ese círculo siguen siendo muy leídos, debido a la comprensión y fres-
cura de su pensamiento. Otra figura importante del campo de la psiquia-
tría de Nueva York -que acabó convirtiéndose, por cierto, en buen amigo
de Maslow- era Abram Kardiner, que contribuyó muy positivamente a
este movimiento de investigación que favoreció el establecimiento de los
cimientos interculturales de las ciencias sociales. Como recordaba Mead:
<<Durante esos años de actividad docente [de Benedict] en los que estaba
desarrollándose la interrelación entre la psicología, la psiquiatría y la antro-
pología, la palabra cultura se convirtió en un término muy habitual den-
tro del ámbito de las ciencias sociales>>. 3
Puede parecer sorprendente que Maslow, un psicólogo experimental
que había llevado a cabo la mayor parte de su investigación con perros y
monos, fuese tan fácilmente aceptado por los antropólogos de Colum-
bia. Pero no debemos olvidar que, a mediados de los años 1930 ya había
empezado a destacar como uno de los pocos psicólogos de Estados Uni-
dos experto en cuestiones interculturales. A instancias de su amigo Ross
Stagner, Maslow escribió un capítulo sobre la visión antropológica de la
personalidad humana, que aquél incluyó en la antología publicada en
1937 y titulada The Psychology of Personality. Muchos, en esa época,
los descubrimientos interculturales sobre la conducta humana -tanto
normal como desviada- que Maslow había recopilado y que pusieron
claramente de relieve su experiencia en ese dominio al ser publicados en
ese libro.
A mediados de la década de 1930, Maslow abrazó la noción de relati-
vismo cultural, asociada a la tolerancia racial y al pensamiento progresista
-que en esa época se hallaba ampliamente asumida por los antropólogos-,
según la cual cada cultura es única, todos los valores y costumbres son
relativos y ninguna cultura puede considerar mejores sus propios valores
y, mucho menos, imponerlos sobre las demás. Para la mayoría de los cien-
tíficos sociales, la alternativa era el retorno al anticuado concepto de "la
carga del hombre blanco" que había proporcionado justificación moral al
colonialismo occidental propio del siglo XIX. El relativismo cultural subra-
yaba que todas las religiones encarnan, en última instancia, una visión
etnocéntrica, algo que Maslow también asumía.
 ABRAHAM MASLOW
En el capítulo que escribió para Stagner, titulado «Personality and Pat-
terns of Culture» (una alusión al libro de Benedict), Maslow escribió:
Una de las lecciones más importantes que puede enseñarnos el antropólogo es la noción
de relatividad cultural. Debemos considerar al individuo como un miembro de un
grupo cultural concreto y sólo luego como un miembro de la especie humana en gene-
ral. Cualquier juicio ético sobre la conducta es un juicio relativo a un grupo cultural.
Por ello, si bien resulta justificable aprobar o censurar determinada conducta,
no podemos -ni tampoco debemos- referirnos al criterio de bondad o maldad abso-
luta de la conducta, por la simple razón de que tal criterio no existe. 4
En ese capítulo, Maslow afirmaba también su creencia de que la cien-
cia puede proporcionarnos un nuevo sistema de valores -que reemplacen
a los religiosos- y alentar, de ese modo, el bienestar de todos los pueblos.
En este sentido, aunque negaba la existencia de un criterio moral univer-
sal, subrayaba no obstante que la ciencia tiene la capacidad de poner de
relieve criterios universales relativos a la salud humana:
El biólogo puede decir que determinado tabú sobre la fuente más abundante de
comida es malo en términos de supervivencia biológica. El psicólogo puede afir-
mar que la represión cultural de un impulso humano básico [en un capítulo ante-
rior, Maslow había especificado el impulso sexual] genera conflicto e infelicidad y
que normas sociales contradictorias procedentes de estratos o clases diferentes de
un determinado grupo cultural ocasionan tanta fricción, desajuste y problema que
deben ser erradicados. Por ello consideramos que científicos procedentes de cam-
pos diferentes podrían colaborar en la tarea de poner de relieve criterios más glo-
bales para gobernar nuestra cultura. 5
A la luz de los acontecimientos mundiales acaecidos en los cincuenta
años que han transcurrido desde que Maslow escribió esas palabras, resulta
evidente que los científicos no poseen ninguna sabiduría especial en lo que
respecta a abordar cuestiones sociales cargadas de valor o incluso relacio-
nadas con la salud. Y si tenemos en cuenta los pocos escrúpulos mostra-
dos por médicos y académicos alemanes a colaborar con Hitler, la afirma-
ción de Maslow puede llegar a parecernos bastante ingenua. Pero esa
afirmación hay que entenderla en el contexto de su época, y eran muchas,
IDILIO CON LOS INDIOS PIES NEGROS
en los años 1930, las personas inteligentes que se esforzaban en alcanzar
un mundo mejor y consideraban que la ciencia era un faro que podía ilu-
minar el camino que se debía seguir.
Fue Benedict quien insistió a Maslow para que, con el fin de despojarse
de sus propios prejuicios culturales, llevara a cabo un trabajo de campo
real que le permitiera experimentar directamente otra cultura. Maslow ya
había hecho, con Linton, algún trabajo de campo informal mientras estaba
en la Universidad de Wisconsin y, durante un tiempo, se resistió a seguir
el consejo de Benedict. Pero cuando, a comienzos de 1938, se decidió a
hacerle caso, la antropóloga estadounidense le aconsejó la tribu india de
los pies negros de Alberta (Canadá).
Contando con su respaldo, Maslow solicitó una beca al Consejo de
Investigación de Ciencias Sociales para el verano de 19 3 8, cuando estaría
libre de sus obligaciones docentes en el Brooklyn College. Más tarde recor-
daba: «Me comprometí a hacer un trabajo de campo con los pies negros
por una combinación de deseo y obligación. Y, por qué no decirlo, fui con
cierto miedo». 6 Su proyecto, que fue aceptado, se centraba en el estudio
sobre la dominancia y la seguridad emocional entre los miembros de la
tribu pies negros utilizando su recién elaborado cuestionario de actitud.
Benedict apoyó su proyecto de investigación, pero su objetivo era senci-
llamente que "se comprometiese con un trabajo de campo".
Fueron dos los compañeros con los que Maslow llevó a cabo ese tra-
bajo,Jane Richardson, que anteriormente había formado parte de un equipo
de antropólogos que, en 1935, estudiaron a los indios kiowa de Oklahoma
y que acababa de doctorarse en el departamento de antropología de Colum-
bia con una tesis sobre los indios de las llanuras. Ruth Benedict, que sabía
de su interés en emprender otra investigación parecida y consideraba que
podía congeniar con Maslow, se encargó de conseguirle una beca. Tam-
bién hay que decir que Richardson conocía a Maslow desde la época en que
trabajaba como asistente de Thorndike en la facultad de pedagogía y
que había sido una de las entrevistadas en sus estudios sobre la dominan-
cia y la sexualidad femenina. Sus antecedentes como hija de un profesor
de Berkeley (California) habían intrigado a Maslow y ella no tuvo pro-
blema alguno en contarle su educación y sus valores, aunque cuando lle-
garon a la parte en la que el cuestionario se adentraba en cuestiones sexua-
les más explícitas, se negó a seguir adelante.
143
 ABRAHAM MASLOW
El tercer miembro del equipo era Lucien Hanks, Jr., un profesor recién
contratado por la Universidad de Illinois en Urbana que, mientras traba-
jaba en su doctorado en psicología en Columbia, se había interesado en la
antropología y había establecido contacto con Benedict. Además, era amigo
de Maslow desde la época de Madison. Conociendo el deseo de Hanks de
emprender algún trabajo de campo ese verano y consciente también de que
tenía coche, Maslow le invitó a formar parte del equipo. Ese año, Hanks
había planeado dedicarse a la investigación antropológica en Sudamé-
rica, pero la prematura muerte de su hermano mayor le obligó a prome-
ter a sus padres que no pondría en peligro su vida aventurándose en la
selva y, como la reserva de los pies negros de Canadá parecía un lugar
mucho más seguro, no tuvo problemas en conseguir su aprobación.
El momento del viaje no podía, para Maslow, haber sido peor, porque
ese enero había nacido Ann, su primera hija. Fue por ese motivo que deci-
dieron, debido a las pobres condiciones higiénicas de la reserva, que sería
mucho más inteligente que Bertha permaneciese en Brooklyn cuidando de
la niña.
Cuando Maslow y sus dos colegas se embarcaron en la aventura, eran cua-
tro las reservas indias de los pies negros: los piegan del sur de Montana,
los piegan del norte, los sangre y los pies negros del norte de Canadá. A
este último enclave, el más norteño de los cuatro, en el que unos ochocien-
tos pies negros del norte habitaban un área de unos setenta kilómetros de
largo por cinco de ancho, ubicada entre el ferrocarril del Pacífico cana-
diense y el río Bow, se dirigió el equipo. Junto a la reserva había dos aldeas
blancas en las que vivían unos pocos cientos de personas, Gleichen (cerca
de la cual estaban la oficina, el hospital y el centro social de la tribu) y
Cluny. Los miembros de los pies negros solían comprar en Gleichen y unos
cien kilómetros al oeste se hallaba la ciudad de Calgary.
La situación económica de los pies negros del norte era un tanto espe-
cial porque, en 1910, la tribu se vio obligada, forzada por el gobierno cana-
diense, a ceder la mitad de las tierras de su reserva al superintendente gene-
ral de asuntos indios y, como estaba estipulado en el acuerdo que habían
firmado, el gobierno oficial vendió las tierras a colonos blancos a un pre-
cio muy elevado. Como resultado de todo ello, el departamento de asun-
IDILIO CON LOS INDIOS PIES NEGROS
tos indios recaudó mucho dinero que, sujeto al veto de los agentes del
gobierno, podía ser utilizado a discreción por el consejo tribal autónomo
de los pies negros. En 1938 y después de casi treinta años de intereses acu-
mulados, ese fondo alcanzaba los 120.000 dólares al año para los pies
negros, que, según los términos del acuerdo, no podían ser entregados en
efectivo a los individuos, sino utilizados exclusivamente para objetivos que
beneficiasen a toda la tribu.
Cuando Maslow, Richardson y Hanks emprendieron su trabajo de
campo, los pies negros del norte eran la única tribu autosuficiente de todo
Canadá y disponían de una fuente de seguridad económica y social que
servía para proporcionar raciones semanales de comida para todos, racio-
nes especiales para los ancianos y ayudas para los que decidían dedicarse
a la agricultura. También podían mantener el moderno y eficaz hospital
construido en 1923 y construir nuevas casas para los nativos de la reserva.
Maslow y Richardson viajaron separadamente en tren a Madison (Wis-
consin), donde Hanks estaba recuperándose, en casa de sus padres, de la
extracción de una muela del juicio, desde allí emprendieron el viaje en
coche. Hanks se les unió más tarde en Gleichen.
El terreno consistía, hasta donde alcanzaba la vista, en una pradera lige-
ramente ondulada que se extendía hasta la lejana cordillera de las Mon-
tañas Rocosas. La reserva estaba dividida en diferentes granjas, cada una
de las cuales disponía de una casa con tres habitaciones. Tres de las cua-
tro granjas se agrupaban en uno de los extremos de la parcela y compar-
tían una única bomba de agua. La mayoría de los indios se dedicaba al
cultivo del trigo y de la avena con un éxito más bien escaso porque, en los
últimos años, una implacable sequía había arrasado la región, cuyo aspecto
era ciertamente desolador.
El primer día que pasaron en Alberta, Maslow y sus colegas se reunie-
ron con el agente canadiense de la reserva de los pies negros para notifi-
carle que el gobierno había aprobado su proyecto. Entonces se enteraron
de la necesidad de contar con la conformidad del consejo tribal de los pies
negros, pues sin ella el proyecto no podía seguir adelante.
La reunión con el consejo tribal discurrió por cauces muy formales,
mientras el agente canadiense inició la ronda de presentaciones y, según
recuerda Hanks, «algunos de los jefes del consejo de ancianos tenían nom-
bres claramente indios [como Toro Salvaje]>>. 7
145
 ABRAHAM MASLOW
Los jefes se quedaron entonces en silencio esperando a que los tres
extranjeros blancos se presentaran. Pero como no esperaban un encuen-
tro tan formal, por una vez en la vida Maslow se quedó sin saber qué decir.
Finalmente, Richardson cogió la palabra porque, aunque, como antropó-
loga familiarizada con las costumbres de los indios de las praderas, sabía
que las mujeres no deberían dirigirse a los jefes antes de que un hombre
hubiese abierto la boca, consideró que eso era mejor que permanecer en
silencio.
Luego se presentó Maslow diciendo, con toda humildad, que no era
más que un hombre blanco que lo ignoraba todo sobre las costumbres de
los pies negros. Quería pedir perdón por adelantado al consejo tribal-dijo-
por cualquier error que inadvertidamente pudiera llevarle a violar sus cos-
tumbres y tradiciones. Pero -concluyó- sus intenciones eran buenas y
deseaba sinceramente aprender todo lo que ese magnífico pueblo tuviera
que enseñarle.
Aunque la intención de Maslow con ese modesto discurso fuera la de
desarmar a los jefes pies negros, su intervención fue un disparate, ya que,
como Richardson explicó posteriormente: <<Ése no es modo de acercarse
a los jefes. ¿Quieres que piensen que van a convivir con un estúpido? ¡No,
lo que ellos quieren es alguien con prestigio!>>. 8
Finalmente, sin embargo, el consejo tribal dio su visto bueno y los tres
investigadores empezaron a instalarse. Maslow y Hanks dormirían en una
tienda en la reserva india y Richardson en otra. Las condiciones eran muy
precarias y ni siquiera tenían retrete, sólo disponían de una rudimentaria
letrina, un estilo de vida conocido ya por Richardson y Hanks, que tenían
cierta experiencia en acampadas, pero bastante duro para Maslow, que no
tenía ninguna. Según recuerda Hanks, muchas noches regresaban ham-
brientos a la tienda para descubrir que los perros y los perritos de la pra-
dera habían dado buena cuenta de su comida. Y aunque Maslow y Hanks
se consideraban bastante sofisticados en su conciencia cultural de las cos-
tumbres estadounidenses, su interculturalismo también tenía sus límites,
de modo que Richardson tuvo que encargarse, "por el simple hecho de ser
mujer" -y de desenvolverse mejor- de preparar la comida para los tres. 9
Una vez instalados, Richardson, Hanks y Maslow se despertaban a pri-
mera hora de la mañana y, después de desayunar, planificaban el trabajo del
día y decidían, puesto que sólo contaban con el coche de Hanks, quién pasa-
lDILIO CON LOS INDIOS PIES NEGROS
ría a recoger a los demás, en qué lugar y a qué hora, se separaban para dedi-
carse a sus respectivas tareas y no volvían a verse hasta la caída de la noche.
Siguiendo el método de investigación antropológica que Richardson
había aprendido de Franz Boas en Columbia, ella se dedicó a hablar con los
ancianos para recopilar sus recuerdos de la vida de la tribu, en otros tiem-
pos. A los ancianos les gustaba hablar durante horas de hazañas de gue-
rra y de la tristemente desaparecida religión de las llamadas bolsas-medi-
cina, objetos sagrados utilizados en las ceremonias rituales.
Por su parte, Hanks se centró, como psicólogo, en el estudio del esta-
tus social de los enfermos mentales que había entre los pies negros y el
modo en que abordaban y trataban la locura, una tarea que inicialmente
le resultó bastante difícil, porque los pies negros parecían resistirse a hablar
del tema con un extraño. Al poco tiempo, sin embargo, algunos indios
empezaron a abrirse, y Hanks se enteró de que los psicóticos de la reserva
-que, en su caso, creían, por ejemplo, ser castores- eran una fuente de ver-
güenza para su familia.
Entretanto, Maslow pasaba la mayor parte de su tiempo en el pequeño
pueblo de Gleichen. Su proyecto de investigación se centraba en el estudio
de la naturaleza de la personalidad dominante y de la seguridad emocio-
nal entre los indios, para lo cual les pasó varios cuestionarios. Y como des-
cubrió que los más jóvenes eran más receptivos que los ancianos -que
hablaban peor inglés y eran excesivamente prolijos-, solía frecuentar el
billar para entrevistarlos.
Maslow también se relacionó con los comerciantes blancos que diri-
gían los negocios del pueblo, y con ellos se llevó la primera de las varias
sorpresas que le deparaba ese verano y que no tardaron en hacerle aban-
donar sus ideas preconcebidas. Décadas más tarde, recordaba:
Cuando llegué a la reserva, creía que los indios estaban en una especie de escapa-
rate, como una colección de mariposas exóticas o algo por el estilo. Poco a poco,
sin embargo, me vi obligado a cambiar de idea, porque lo cierto es que me parecie-
ron personas excelentes, sobre todo cuando conocí a los blancos del pueblo, que
eran el peor puñado de bastardos con el que jamás me había encontrado, lo que me
pareció bastante paradójico. ¿Quiénes estaban, de hecho, encarcelados? ¿Quiénes
eran los guardianes y quiénes los internos? Todo pareció entonces confundirse. 10
147
 ABRAHAM MASLOW
Afortunadamente, Maslow contó, ese verano, con un informante indio
de unos cincuenta años que atendía por el pintoresco nombre de Teddy
Mosca Amarilla. Hijo de padre chino y madre pies negros, Teddy había
nacido en el pueblo, donde su padre, que había llegado a la región como
trabajador del ferrocarril, regentaba un almacén. Teddy, que era el más
educado y el que mejor se expresaba en inglés de todo el consejo de ancia-
nos, había asistido a una escuela de agronomía canadiense. Hombre ilus-
trado e interesado en aprender, sorprendió a Maslow y a sus colegas al pre-
sentarse, en su primer encuentro con un ejemplar del libro de Benedict El
hombre y la cultura y comenta: <<Este libro me parece muy interesante» . 11
Teddy Mosca Amarilla era especialmente respetado por los jóvenes
indios de mentalidad progresista de la reserva. Era muy consciente del con-
trol al que el gobierno canadiense sometía a los pies negros y estaba tan
ansioso por conseguir una mayor autonomía que, al menos en una oca-
sión, viajó hasta Ottawa (la capital de Canadá) para representar política-
mente a su pueblo. Teddy también era, según los estándares indios, muy
rico y el único miembro de la tribu que tenía coche. Pero lo que más impre-
sionó a Maslow de Teddy fue su bondad y su generosidad:
Bastaba con que alguien llegara y le dijese: «¿Dónde están las llaves del coche,
Teddy?», para que él se las entregase sin ningún problema. Luego me enteré de que,
para él, poseer un coche significaba pagar la gasolina, arreglar los neumáticos, ir a
buscar a la reserva a quienes no sabían conducir, etc.
Pero el hecho de poseer el único coche de la sociedad no le granjeaba la envi-
dia, la maldad y la hostilidad de los demás, sino que era motivo de orgullo, placer y
gratificación para todos. Todos estaban muy contentos de que Teddy tuviese coche
y también lo hubiesen estado si, además del suyo, la tribu hubiera contado con
otros cinco coches más. 12
Así fue como Maslow fue enterándose lentamente de los valores socia-
les y económicos de los pies negros. Pronto se dio cuenta de que, a pesar
de los considerables fondos de la reserva, sus habitantes necesitaban tra-
bajar. Pero aunque había quienes vendían ganado o caballos, una activi-
dad que constituía una adecuada fuente de ingresos, la mayoría apenas si
llegaban a sustentarse con la venta de los productos que cultivaban en sus
granjas (o, mejor dicho, en las granjas que alquilaban). Y es que, con muy
IDILIO CON LOS INDIOS PIES NEGROS
contadas excepciones, la cosecha de los indios era bastante inferior a la de
sus homólogos blancos. Y puesto que la agricultura proporcionaba esca-
sos ingresos, la mayoría de ellos trabajaba en las minas de carbón de la
reserva, amontonando heno, construyendo carreteras o realizando otros
trabajos ocasionales, como hacer arreos para los animales.
A Maslow le resultó evidente que la riqueza personal de los pies negros
era de un orden muy diferente. Para determinar exactamente la relación
existente entre riqueza y seguridad emocional, Maslow empezó a investi-
gar a las personas que los pies negros consideraban ricos, y ello le deparó
otra sorpresa:
Cuando consulté a la secretaria blanca de la reserva por el hombre más rico, men-
cionó a la persona que, según los registros, poseía más bienes, ganado y caballos,
alguien de quien, hasta entonces, nadie me había hablado. Y cuando pregunté a
mis informantes indios por Jimmy McHugh y sus caballos, se encogieron de hom-
bros y añadieron con cierto desdén "se ocupa de cuidarlos", como si ése no fuese
un signo de riqueza. 13
Para ellos, el jefe Cabeza Plateada era el más "rico", aunque no poseyera nada.
Y es que, entre los pies negros, los hombres más admirados, respetados y queridos
eran los más generosos. Ellos eran los que realmente beneficiaban a la tribu, los hom-
bres de los que se podía estar orgulloso, los que realmente conmovían sus corazones.
Como Maslow descubrió, los pies negros, en particular y, todos los
indios de la pradera, en general, consideraban la generosidad como la prin-
cipal de las virtudes. La riqueza, para la mayoría de ellos, no consistía tanto
en acumular propiedades y posesiones como en dar. En ello, precisamente,
radicaba el auténtico estatus de prestigio y seguridad en la tribu. A los ojos
de los pies negros, pues, el individuo más rico era el que más había dado
a los demás, pero no sólo en un alarde ocasional de generosidad, sino como
una actitud permanente. Esta visión moral y profundamente altruista entre
indios casi iletrados sorprendió y conmovió la fuerte sensibilidad socia-
lista de Maslow.
La manifestación más vívida de la actitud de los pies negros con res-
pecto a la riqueza y la colaboración se ponía de manifiesto en la ceremonia
anual de la Danza del Sol, sobre todo en el ritual conocido como entrega,
que tenía lugar cada año a finales del mes de junio. En sus escritos poste-
149
 ABRAHAM MASLOW
riores, Maslow se refirió repetidamente a este ritual, que quizás fuese el
evento que más le sorprendió durante su estancia entre los pies negros:
Todos los tipis de la tribu se colocan, durante esa ceremonia, formando un gran círculo.
Los hombres ricos de la tribu, es decir, los que más han trabajado y más cosas han
acumulado- como mantas, alimentos, diversos tipos de bolsas-medicina y, en ocasio-
nes, cosas tan patéticas.como, por ejemplo, una botella de Pepsi-Cola- las apilan.
Recuerdo que, en un determinado momento de la ceremonia, un hombre,
siguiendo la tradición de los indios de las praderas, empezó a pavonearse diciendo:
«Como todos sabéis, he hecho esto y aquello; como todos sabéis, he hecho tal cosa
y tal otra, y todos sabéis también lo inteligente que soy, lo buen ganadero que soy,
lo buen granjero que soy y la riqueza que todo ello me ha proporcionado».
Y luego, en un gesto espléndido que a nadie humillaba, lo entregaba todo a las
viudas, los huérfanos, los ciegos y los enfermos de modo que, al finalizar la cere-
monia de la Danza del Sol, se había despojado de todas sus posesiones y sólo se
había quedado con la ropa que llevaba puesta. 14
Otro aspecto relacionado de la vida de los pies negros que también le
dejó muy sorprendido fue que, para ellos, «la riqueza era un indicador de
inteligencia, capacidad y trabajo duro>>. Hijo de inmigrantes judíos pobres,
Maslow se había dado cuenta de que, en los años de la Depresión, el bie-
nestar económico de Estados Unidos no estaba tan determinado por las
propias capacidades como por el azar y otras fuerzas exteriores. Y, en este
sentido, en su opinión, la cultura de los pies negros constituía un ejemplo
perfecto del "buen orden económico" en el que'el éxito material de una per-
sona es el producto de la motivación personaL¡
A esas alturas, Maslow esperaba, quizás debido a la generosidad insti-
tucionalizada y ritualizada de la cultura de los pies negros, que sus miem-
bros fuesen emocionalmente muy seguros. Su carácter amable y abierto
-amén del tabaco que a veces les ofrecía para atraerles- acabó granjeán-
dole la colaboración de los indios a los que pasó el cuestionario. Pero, por
más confianza que tuviese en su test de dominancia personal, no tardó en
darse cuenta de que las normas culturales estadounidenses que había tenido
en cuenta para elaborarlo no servían para evaluar la cultura de los pies
negros. «El test de dominancia -reveló más tarde Maslow- se mostró del
todo inútil para medir la seguridad personal de los pies negros, porque la
IDILIO CON LOS INDIOS PIES NEGROS
mayoría de las preguntas les resultaban sencillamente incomprensibles y
otras, por el contrario, muy divertidas.» 15
La pregunta «¿Cómo consideras a una persona que dice exactamente
lo que piensa?>> les parecía absurda, porque los pies negros siempre habla-
ban de manera muy directa, y la que inquiría «¿Cómo reaccionas ante una
persona vergonzosa y tímida?» se reveló igualmente inútil, porque no exis-
tían, entre ellos, tales personas. Una cuestión que Maslow preguntaba a
las mujeres «¿Cómo te sientes trabajando como ama de casa y cuidando
de tus tres hijos?>> que, para ellas, era la única alternativa, les resultaba tan
incomprensible como si un visitante de otra galaxia nos preguntase «¿Cómo
te sientes viviendo en un universo de tres dimensiones?>> 16 -13
Pero lo que más improductivo le pareció del test de dominancia fue que
«no proporcionaba índice alguno del sentimiento de dominancia de los
individuos a los que se pasaba>> .19 Los valores culturales de los pies negros
les llevaban a actuar de un modo que nosotros podríamos llamar domi-
nante o asertivo, porque todos los miembros de la tribu así lo esperaban.
En este sentido, las preguntas formuladas por Maslow se asemejaban a las
de un hipotético antropólogo que llegase a nuestra cultura y tratase de
medir la dominancia o asertividad basándose en la probabilidad de llevar
ropa en público, una norma cultural tan poderosa que, independiente-
mente de nuestra timidez o soltura personal, todos suscribimos.
Entonces fue cuando Maslow se dio cuenta de la necesidad de revisar
su visión teórica de la dominancia. Como comentó varios meses después:
<<Comprendí que mi test de dominancia era una forma de valorar la domi-
nancia-en-una-sociedad-insegura [es decir, la nuestra], que da por sentada
la existencia universal de un fuerte impulso de poder que, sencillamente,
está ausente en el caso de los pies negros>>. 20
Pero Maslow también descubrió la utilidad, en el caso de los indios pies
negros, de su segunda herramienta de investigación, el test de seguri-
dad/inseguridad, que parecía ser interculturalmente válido, y descubrió
sorprendido que los pies negros eran emocionalmente tan seguros «que la
seguridad del ego de entre el 80 y el 90% de la población era, en su caso,
tan elevado como el de los individuos más seguros de nuestra [propia]
sociedad, un nivel sólo alcanzado entre el 5 y ellO% de la población>> .21
Entonces Maslow revisó y eliminó varias preguntas a causa de sus ses-
gos culturales, pero consideró demostrado que las respuestas de los indios
 ABRAHAM MASLOW
mostraban «con claridad la seguridad relativa del pueblo al que se está
valorando». 22 En consecuencia, salió de esta fase de su investigación de la
personalidad intercultural convencido de que <da persona insegura ten-
derá a mostrar, independientemente de cuál sea su cultura, los mismos ras-
gos generales de inseguridad, como el deseo de poder y una sensación de
certeza sobre los sentimientos de las personas que le rodean» Y
Pero, como buen científico, Maslow no se quedó satisfecho con basar
sus conclusiones en un mero cuestionario. Fueron muchas las observacio-
nes que corroboraron los resultados de su cuestionario y pusieron de relieve
la seguridad emocional de los pies negros en sus actividades cotidianas.
En la terminología actual, podríamos decir que los miembros de la tribu
parecían más confiados y seguros que quienes se hallan inmersos en un
estilo de vida más competitivo e impersonal. En este sentido, por ejemplo,
Maslow comentaba que, <<durante las ceremonias más solemnes de la Danza
del Sol, el ejecutante podía cometer errores que desencadenaban las car-
cajadas de los presentes. Pero no por ello el individuo se sentía avergon-
zado, porque él mismo se reía y parecía considerar el incidente con la misma
despreocupación que los demás». 24 . inusual que los niños a los que había que repetirles las cosas recibían un
Maslow señaló un ejemplo todavía más palpable de la seguridad emo-
cional de los pies negros. Uno de los hombres más respetados de la tribu
iba a ocuparse de pronunciar el discurso de alabanza durante la ceremo-
nia formal de imposición de nombres tribales a Maslow, Hank y Richard-
son (el de Maslow, por cierto, era el de Na MeTa Pi Go An, que significa
aproximadamente Jefe del Pueblo del Norte). Hay que decir que el hom-
bre había confesado anteriormente que era un antiguo bebedor, pero que
ya estaba perdiendo su gusto por la bebida. Sin embargo, Maslow observó:
Cuando llegó a dar el discurso, estaba tan borracho que apenas si podía tenerse en
pie. Antes de empezar a hablar, [me] dijo hallarse bajo la influencia del alcohol y
empezó a hablar sobre cualquier cosa sin sonrojarse siquiera y, después de divagar
un buen rato, dio por finalizada la charla, que, pese a todo, fue muy intensa y aco-
gida por la colectividad con el mismo fervoroso aplauso que si hubiese estado
sobrio.
Sólo una persona, que trataba de halagarme y sabía que el conferenciante era
mi mejor amigo en la tribu, me habló posteriormente del asunto. Después de la
charla, el conferenciante se me acercó y me preguntó que me había parecido. Y yo
IDILIO CON LOS INDIOS PIES NEGROS
le respondí sinceramente que había sido muy impresionante, lo que pareció dejarle
muy complacido[ ... ] y luego agregó: «Y hubiera sido mucho mejor de no hallarme
bajo los efectos del alcohol». 25
Para corroborar su descubrimiento de que el grado de seguridad emo-
cional de los pies negros era mayor que el de los adultos estadounidenses,
Maslow centró su atención en las prácticas educativas de los niños de la
reserva, un área de investigación antropológica iniciada por su amiga Mar-
garet Mead. Aunque no tenía formación alguna en el estudio intercultu-
ral de los niños, era naturalmente un observador muy agudo y un padre
recién estrenado, de modo que no tardó en descubrir muchas cosas fasci-
nantes sobre el modo en que los pies negros trataban a sus hijos.
Hablando en términos generales, los pies negros parecían estar muy
identificados -a veces, de un modo hasta excesivo- con sus hijos. Conti-
nuamente estaban dándoles alimentos y otras manifestaciones de afecto.
Y era curioso que la mala conducta era muy rara entre los niños pies negros,
con lo que el castigo era casi innecesario. Se trataba de una conducta tan
nombre especial, que literalmente se traducía como "oídos duros".
Para Maslow, la buena conducta de los niños pies negros era el simple
resultado del énfasis parental en la responsabilidad personal. Y es que los
padres alentaban incluso a sus hijos más pequeños a hacer cosas por sí
mismos, sin esperar a que los adultos se ocupasen de satisfacer sus necesi-
dades. A lo largo de toda su vida, fue un claro defensor del estilo de crianza
firme pero amoroso que había visto en la reserva de los pies negros. En un
artículo escrito casi treinta años más tarde, Maslow señalaba admirado:
Los indios pies negros eran personas fuertes, personas que se respetaban a sí mis-
mas y que se consideraban los guerreros más valientes. Eran personajes duros [... ]
y creo que ello se debía al respeto con el que trataban a sus hijos. Veamos un par
de ejemplos en este sentido. 26
Recuerdo[ ... ] a un niño que recién empezaba a andar tratando, sin conseguirlo,
de abrir la puerta de una cabaña, una puerta tan pesada que, por más que la empu-
jase, no podía abrirla. Un estadounidense se hubiese puesto en pie y hubiera abierto
la puerta, pero los pies negros permanecieron sentados media hora dejando que el
niño lo intentara hasta que, gruñendo y sudoroso, lo consiguió por sí solo. Enton-
153
 ABRAHAM MASLOW
ces todos le alabaron por lo que había hecho. Yo diría que el indio pie negro res-
peta más a los niños que el observador estadounidense.
Maslow ofrece otro vívido ejemplo del modo en que los padres pies
negros alientan la madurez de sus hijos:
Había un chico al que le tenía un cariño muy especial. Tendría siete u ocho ai'ios y
descubrí lo que, según el criterio de los pies negros, era un chico rico. Tenía varios
caballos y ganado a su nombre y poseía una bolsa-medicina especialmente valiosa.
Según me dijo su padre, cuando a eso de los siete ailos un adulto se mostró inte-
resado en comprarle la bolsa-medicina, que era lo más valioso que poseía, el niilo
se fue a meditar la respuesta a solas.
Permaneció fuera de casa dos o tres días con sus respectivas noches, viviendo
a la intemperie. No pidió consejo alguno a sus padres y ellos tampoco le dieron
ninguno y, cuando volvió, anunció la decisión que había tomado. Me resulta difí-
cil imaginarme a un niilo blanco de siete años comportándose de ese modo.V
Es interesante constatar que estos dos ejemplos se refieren a niños más
que a niñas y quizás, aunque Maslow no consideró esa posibilidad, es posi-
ble que lo que percibiera como un énfasis pie negro en el desarrollo de la
responsabilidad infantil fuese simplemente un método de socialización
aplicable sólo a los varones.
Maslow también llegó a respetar la profundidad de la amistad entre
los indios. La cordialidad y la estrechez de las relaciones sociales, en su
opinión, constituían otra de las razones por las que los pies negros pare-
cían emocionalmente más seguros que las personas de nuestra sociedad, a
pesar de nuestra mayor riqueza material. Habiendo vivido en una familia
extensa mientras crecía en Brooklyn y luego, más tarde, como adulto, Mas-
low estaba en perfectas condiciones de entender esta faceta de la vida de los
pws negros:
Todo el mundo tiene muchos parientes y amigos dispersos por la reserva y en otras
reservas de los pies negros a los que pedir ayuda. Las visitas entre parientes y amigos
son frecuentes y es muy habitual pasar la noche en casa de unos parientes o amigos. 2H
Los chicos y las chicas de cualquier grupo de edad están mucho más unidos que
los de nuestra sociedad. Hacen las mismas cosas al mismo tiempo y siempre están
154
IDILIO CON LOS INDIOS PIES NEGROS
juntos. Los compañeros de la misma edad son llamados nitaka, lo que significa
"amigo de mi edad", y entre ellos establecen unos vínculos muy estrechos, más que
con cualquier otra persona. Así es como cualquier niño y cualquier niña tiene diez
o doce personas a los que llama nitaka y a los que considera amigos íntimos.
Un chico o una chica tiene a uno y a veces a dos, pero casi nunca a tres, miem-
bros de ese grupo como amigos muy especiales, a los que considera nítakomima,
lo que significa "querido amigo". Esos amigos íntimos se asemejan a hermanos,
con la salvedad de que, en el caso de los pies negros del norte, el vínculo entre ellos
es mucho más estrecho que el que, en nuestra sociedad, mantienen los hermanos.
Desde el punto de vista de los blancos, esos amigos parecen casi idílicos y existe,
entre ellos, una gran confianza, lealtad y afecto.
Fueron muchas las cosas que Maslow acabó admirando durante su
estancia con los pies negros. Estaba especialmente impresionado por la
ausencia de delincuencia y de violencia (exceptuando alguna que otra pelea
ocasional a puñetazos entre jóvenes varones embriagados), por la ausen-
cia casi total de envidia y de codicia y por el adecuado y eficaz uso del
humor para diluir, cuando se presentaban, las tensiones entre los miem-
bros de la tribu.
Pero, por encima de todo, Maslow abandonó definitivamente, como
resultado de su contacto con los pies negros, la noción de relatividad cul-
tural. A partir de ese momento, rechazó el concepto como un error que
nos impide entender la naturaleza humana. En un informe sumario enviado
al Consejo de Investigación de Ciencias Sociales varias semanas después
de su trabajo de campo, expresaba ese cambio de perspectiva con las siguien-
tes palabras:
Parece que el ser humano no nace como un pedazo ele arcilla que pueda ser mol-
deado por la sociedad, sino como una estructura que la sociedad puede distorsio-
nar, reprimir o construir,rLas conclusiones que me ha proporcionado esta investi-
gación corroboran la sensación de que esos indios son, en primer lugar, seres humanos
y sólo secundariamente pies negros, y que su sociedad muestra también el mismo
rango de personalidades que la nuestra sólo que distribuidas, no obstante, de manera
muy distinta.
Ahora estoy elaborando la noción de estructura de personalidad "fundamen-
tal" [o] "natural" Y
155
 ABRAHAM MASLOW

Aunque fueron muchas las cosas interesantes que Maslow descubrió

durante su permanencia entre los pies negros, a medida que pasaba el
verano aumentaba su nostalgia. Echaba de menos a Bertha y muy espe-
cialmente a su hija. Contemplaba la fotografía de Ann como si fuese un
icono y posteriormente recordó pensar <<estoy perdiéndome algo muy
importante y me quedaba mirando la fotografía y reaccionando a ella como
si fuese un ídolo». 30 Escribía a Bertha con frecuencia y, cuando recibía noti-
cias de ella, se sentía mucho mejor.
Pero tenía otra razón para sentirse solo ese verano, porque, alentado
por el propio Maslow, Hanks empezó a cortejar a Richardson y, al cabo
de poco tiempo, se enamoraron. Ambos solteros y a punto de cumplir los
treinta años, compartían muchos intereses. Así fue como la presencia de
Maslow se convirtió en una intrusión cada vez peor bienvenida en el inci-
piente romance que acabaría conduciendo a un matrimonio que duró toda
la vida.
Después de haber conseguido mucho más de lo que jamás hubiese espe-
rado de este trabajo de campo, Maslow abandonó a sus compañeros poco
antes de acabar el verano y regresó a Nueva York, donde le esperaban
Bertha y Ann.
e
e
Durante mi carrera como experimentador, me sentí muy a gusto
con la herencia que me había legado la ciencia ortodoxa. Pero
lo cierto es que, como psicoterapeuta, como analizado, como
padre, como maestro y como estudioso de la personalidad -es
decir, en todas aquellas dimensiones en las que debía tratar con
personas-, acabé convenciéndome de la poca utilidad de la "psi-
cología científica" .1
Durante los años 1930, empecé a interesarme por ciertos
problemas psicológicos inaccesibles para la estructura científica
clásica de la época. Así fue como me vi obligado, para tratar de
responder a las preguntas legítimas que me formulaba, a desa-
rrollar un enfoque diferente de los problemas psicológicos que
no tardó en convertirse en una filosofía general de la psicología,
de la ciencia, de la religión, del mundo laboral, de la gestión
empresarial y, actualmente, de la biología. 2
A.M.

El Brooklyn College, fundado en 1930, era el último eslabón del sistema

académico de Nueva York. Estaba compuesto por cinco viejos edificios
alquilados en una zona muy concurrida del centro de Brooklyn, llena de
imprentas, papelerías y oficinas municipales. Poco después de que Mas-
low entrase a formar parte del equipo docente, el sueño de sus fundado-
res de disponer de un campus propio se convirtió en una realidad y, el
18 de octubre de 1937, el Brooklyn College abrió sus nuevas instalacio-

157
 ABRAHAM MASLOW
nes en la zona residencial y relativamente más tranquila de Flatbush, no
muy lejos de donde Maslow pasó su adolescencia.
Una multitud de unas siete mil personas se congregó ese día frente al
edificio para asistir a su inauguración, que iba a ser presidida por el alcalde
Fiorello La Guardia, Raymond V. Ingersoll, teniente de alcalde de Broo-
klyn, y William Boylan, director del Brooklyn College. Y aunque todavía
faltaban ciertos toques, como los jardines y paseos de estilo modernista,
el campus era ya una realidad.
Durante sus primeros días como tutor del departamento de psicología,
Maslow se dio cuenta de que los alumnos del Brooklyn College no tenían
mucho que ver con los que había conocido en las prestigiosas universida-
des de Columbia y Wisconsin, que disponían de amplias instalaciones y
muchos recursos de investigación y cuyos alumnos procedían de una amplia
variedad de orígenes representativos, en la mayoría de los casos, de la elite
acaudalada de la región. Y es que, como ocurría en el City Collage a media-
dos de la década de 1920, el alumnado del Brooklyn College estaba com-
puesto por hijos e hijas de inmigrantes.
En más de la mitad de los hogares de los alumnos del Brooklyn
College, el inglés no era el único idioma que se hablaba. Sólo unos pocos
padres ejercían profesiones liberales y la mayoría eran trabajadores de
la confección, vendedores, artesanos o dueños de pequeñas tiendas,
mientras que las madres, por su parte, trabajaban como oficinistas o en
las industrias textiles del sur de Manhattan. Más del 80% de esos hoga-
res eran judíos y el yídish era, en consecuencia, el idioma en el que solían
leer y comunicarse. Y, aunque muy pocas de esas familias eran prac-
ticantes, casi todas mantenían una relación muy estrecha con una si-
nagoga o una hermandad judía y eran muy conscientes de su origen
extranjero.
La composición de los alumnos también era social y étnicamente homo-
génea. Reflejando su éxito en las escuelas públicas de Brooklyn, tendían a
ser, durante su primer año de universidad, más jóvenes que el promedio
nacional, razón por la cual muchos tenían, al entrar en el Brooklyn College,
dieciséis e incluso quince años. La mayoría vivía con sus padres en peque-
ños apartamentos, desconocían el mundo que se extendía más allá de la
ciudad y muchos sólo conocían la naturaleza por algún que otro viaje a
las Montañas Catskill, a unas dos horas en coche. Y aunque su importan-
CONFIDENCIAS EN EL BROOKLYN COLLEGE
cia social era muy pequeña, estaban impacientes por aprender, y Maslow
no tardó en sentirse muy compenetrado.
Ni que decir tiene que esta situación debió de recordarle su juventud y
su tendencia a confiar en las habilidades verbales para enfrentarse a las
situaciones. Estaba familiarizado con la experiencia nada romántica de
viajar en metro o trolebús hasta la universidad y conocía de primera mano
la frustración provocada por vivir en una casa en la que no disponía de la
necesaria intimidad. Pero Maslow se dio cuenta de que sus alumnos toda-
vía lo tenían más difícil, porque los efectos de la Depresión eran ahora mucho
más patentes que en el Brooklyn boyante de la década de 1920. Cerca de
una tercera parte de los padres de sus alumnos estaban en el paro y la única
alternativa de que disponían para ir a la universidad era la oferta municipaL
Los alumnos del Brooklyn College se hallaban académicamente muy
dotados y sus puntuaciones promedio en los tests estandarizados de ingreso
a la universidad eran aproximadamente un 6% más altos. También eran
muy trabajadores, ambiciosos y conscientes de su inteligencia natural.
Las obligaciones de Maslow eran muy exigentes, pero afortunadamente
se sentía muy a gusto con sus alumnos. La administración subordinaba
claramente la investigación y la erudición al objetivo fundamental de edu-
car a los estudiantes y, como a cualquier otro profesor, le fueron asigna-
dos cinco grupos de dos o más cursos por semestre (mientras que, en una
universidad como Columbia, por ejemplo, las obligaciones docentes se
limitaban a dos clases o un solo seminario por semestre). No es de extra-
ñar que, con tal carga docente, le quedara poco tiempo y energía para la
actividad creativa y erudita.
Al comienzo, Maslow se dedicó a la enseñanza de la psicopatología.
En 1940, sin embargo, puso en marcha un curso titulado <<La personali-
dad normal>>, que era toda una innovación porque, hasta entonces, cuando
la psicología académica se ocupaba de las emociones humanas, centraba
casi exclusivamente su interés en la aberración o la enfermedad. Quizás
influido por Max Wertheimer, Maslow empezó a desarrollar un enfoque
para tratar de entender el funcionamiento psicológico promedio e incluso
ideal, que difería profundamente del énfasis freudiano en la neurosis y
otras perturbaciones más graves.
Ascendido, al cabo de un año, al rango de profesor de psicología, tuvo
que esperar ocho años más para volver a ser promocionado, a pesar de su
159
 ABRAHAM MASLOW
productividad -en un ejemplo típico del ritmo de promoción de la política
administrativa del Brooklyn College, cuyos fondos dependían del presu-
puesto anual de la ciudad de Nueva York-, al cargo de profesor adjunto.
Junto al fuerte énfasis que la universidad ponía en la enseñanza, Mas-
low descubrió que la burocracia administrativa resultaba bastante limita-
dora. La facultad de psicología era pequeña y dependía del departamento
de filosofía. Al comienzo, sus compañeros psicólogos eran Solomon Asch,
Edward Girden, Gerald Lawlor, Charles Winslow y Austin B. Wood (que
se habían doctorado en Columbia), a los que no tardaron en añadirse Helen
Block Lewis y Herman Witkin. En tanto que minoría aislada dentro del
departamento de filosofía, Maslow y sus colegas se sentían con las manos
atadas, ya que cualquier innovación académica debía ser formalmente dis-
cutida y votada por todo el departamento, un proceso engorroso y habi-
tualmente muy politizado. Pero aun dentro del pequeño grupo de colegas
Maslow descubrió la existencia de líneas filosóficas, psicológicas y polí-
tico-ideológicas muy diferentes. Y aunque se llevaba bastante bien con el
resto de sus colegas del departamento, su único amigo verdadero era Asch.
En lo único en lo que Maslow y sus colegas estaban de acuerdo era en
que debían solucionar la falta de recursos de su departamento. Para varios
de ellos, Wertheimer parecía el director ideal, porque tenía una reputación
internacional, vivía en Nueva York y había enseñando en la Nueva Escuela
para la Investigación Social. Maslow, que casi idolatraba a Wertheimer,
estaba ansioso por contratarle y, a comienzos de 1939, le ofreció el respeta-
ble sueldo de 7.500 dólares anuales para dirigir el nuevo departamento. Para
decepción de Maslow, sin embargo, Wertheimer declinó la oferta, ale-
gando un compromiso anterior y el departamento siguió sin jefe hasta que,
en 1942, Daniel Katz se hizo cargo de él.
Maslow también daba clases nocturnas para conseguir un dinero extra.
Pero aunque el origen y motivación de los estudiantes del turno de noche
eran muy similares a los de los alumnos diurnos, solían ser varios años
mayores y se tomaban más en serio los estudios[ ... ] por más que, después
de un día de trabajo, también estaban más fatigados, lo que le obligaba a
esforzarse para que sus clases nocturnas resultasen más moviliza doras. Su
método favorito consistía en empezar diciendo: <<Permítanme hablarles de
un artículo muy interesante que acabo de leer>>, y luego procedía a relatar
el tema que tenía programado como, por ejemplo, la motivación o el desa-
r6o
CONFIDENCIAS EN EL BROOKLYN COLLEGE
rrollo infantil. Y, durante los veranos, Maslow también solía trabajar,
debido fundamentalmente a razones económicas.
A comienzos de la década de 1940, Maslow se había convertido en un
personaje tan admirado por los estudiantes que empezó a ser conocido
como "el Frank Sinatra del Brooklyn College" /en referencia a otro hijo
de inmigrantes que estaba haciéndose un nombre en un campo bastante
diferente. Cordial, ingenioso y siempre dispuesto a escuchar la opinión de
los alumnos, Maslow era un profesor muy querido. Como conferenciante,
tenía una forma relajada y sencilla de hablar y alentaba a los alumnos a
formular preguntas y expresar en voz alta sus opiniones. Alto y delgado,
con un bigote espeso y fumando en pipa, era para sus alumnos una figura
memorable. A finales de los años 1930, apenas si había cumplido los treinta
años, pero para los alumnos de dieciocho o diecinueve años que vivían con
sus padres inmigrantes era el epítome de la sofisticación y muchas de sus
alumnas parecían estar enamoradas de él. Sus clases se llenaban apenas se
abría el plazo de inscripción y había quienes, al enterarse de que habían
llegado más tarde de la cuenta y de que el cupo ya estaba completo, se que-
daban muy frustrados.
La fama de Maslow era tal que podía influir sobre sus alumnos de un
modo inusual en los profesores, especialmente en el entorno de una uni-
versidad municipal. Un buen día, por ejemplo, su nuevo colega Paul Set-
tlage, un amigo íntimo de Maslow en Madison, se le acercó para contarle
uri serio problema. Protestante del Medio Oeste y de maneras tranquilas
y educadas, Settlage le confió que jamás se había encontrado con alumnos
tan charlatanes y tan bulliciosos como esos chicos criados en Brooklyn y
que se sentía tan desbordado que, de seguir así, el curso acabaría escapán-
dosele de las manos.
Maslow no dudó entonces en ayudarle. Para ello, fue a las clases de Set-
tlage y les dijo con toda claridad que, como judío, se sentía obligado a
hacerles saber que, sin pretenderlo, estaban causando serios problemas
a su colega. Entonces les explicó que, si bien sus modales abiertos y des-
carados eran adecuados a los estándares étnicos de Brooklyn, suponían un
problema para forasteros como Settlage y les pidió que mostrasen un mayor
decoro en clase, ilustrando con varios ejemplos prácticos lo que eso signi-
ficaba. Después de esa conversación, Settlage encontró a sus alumnos más
tranquilos y observó que se comportaban de una forma más responsable.
r6r
 ABRAHAM MASLOW
Maslow también apeló a métodos pedagógicos muy innovadores.
Durante varios años, invitó a los estudiantes más interesados, diez o doce
por semestre, a su casa de la avenida Ocean, que se hallaba a un par de
manzanas del campus, para hablar de cuestiones psicológicas en un clima
más relajado y amable. El objetivo de Maslow no era tanto terapéutico
como educativo, porque creía que el mejor modo de explicar las teorías
psicológicas consiste en relacionarlas directamente con la propia experien-
cia. Como telón de fondo intelectual, solía referirse a teóricos contempo-
ráneos como Karen Horney, especialmente a sus conceptos sobre necesi-
dades básicas como la autoestima y la naturaleza de la ansiedad y de la
neurosis. Y como forma de estructurar esas reuniones semanales de grupo,
alentaba a los estudiantes a escribir algún relato biográfico relacionado
con sus sueños o su historia sexual que debían estar dispuestos a compar-
tir con el grupo.
La sinceridad de esos encuentros resultaba, para muchos de los parti-
cipantes, extraordinaria. La mayoría jamás había oído hablar de forma
tan abierta de cuestiones que abarcaban el amplio abanico de las emocio-
nes humanas. Para ellos era muy raro hablar seriamente, aun con sus
padres o sus amigos, de los valores, objetivos y aspiraciones más inter-
nas. Estar sentados en casa de su profesor y sentirse auténticamente res-
petados por sus opiniones en tales cuestiones resultaba ciertamente fasci-
nante. Compartiendo sus mismos orígenes étnicos y geográficos, Maslow
les hacía sentir muy cómodos, aunque siempre trataba de mantener una
cierta distancia.
En algunas ocasiones, los estudiantes llegaban con una preocupación
inmediata, como su futuro académico. Una vez, por ejemplo, tocaron el
tema del antisemitismo en el proceso de admisión universitaria. <<¿Que
debían responder -le preguntaron a Maslow- cuando en el formulario de
solicitud se encontraban con el espacio marcado "religión"?>> Maslow, que
era muy sensible a ese prejuicio, aconsejaba pragmáticamente: <<Decid
4
que pertenecéis a la Iglesia unitaria. Es lo más parecido a ser judío>>.
Otro tema habitual sobre el que solían girar esos encuentros era la
sexualidad. La mayoría de los chicos y chicas del Brooklyn College eran
vírgenes con poca experiencia sexual ya que, al vivir con sus padres, dis-
ponían de escasas oportunidades para la actividad sexual. No olvidemos
que el sexo era, en esos hogares fundamentalmente judíos, un tema tabú
CONFIDENCIAS EN EL BROOKLYN COLLEGE
y la mayoría ni siquiera hablaba de ello con sus amigos más íntimos. Por
ello las charlas sobre sexualidad en casa del estimado profesor Maslow
eran para muchos -habida cuenta de la composición del grupo- una expe-
riencia extraordinaria. Él los alentaba a ser lo más sinceros posible sobre
sus actitudes y encuentros sexuales porque, en su opinión, la expresión sin-
cera elimina la ansiedad al respecto. Y, por esa misma razón, también los
invitaba a escribir sus autobiografías sexuales.
La actitud de Maslow hacia la sexualidad era muy liberal y tolerante,
pero tratándose de alguien que se había casado a los veinte años con la
única mujer que había conocido, no debemos concluir que se tratase
ningún revolucionario. Le gustaba subrayar que los estudios antropológi-
cos habían puesto de relieve la extraordinaria variabilidad de las costum-
bres y tradiciones sexuales que a lo largo de la historia han mostrado las
culturas de todo el mundo. No es de extrañar en este sentido que lo que
una cultura considera perverso sea, para otra, perfectamente normal. Tam-
bién insistía en que todos experimentamos sentimientos sexuales, que son
naturales y que nadie debe sentirse avergonzado por ello y también subra-
yaba que la masturbación es una forma sana y positiva de liberar la ten-
sión sexual. Desdeñando la imagen del sexo proporcionada por las nove-
las escabrosas y las películas de Hollywood, Maslow criticaba la idea de
atracción física inmediata que conduce al amor extático. <<La primera vez
que lo experimentes -solía decir, de manera amable y paternal-, el sexo te
parecerá decepcionante. El amor no tiene nada que ver con lo que nos cuen-
tan las novelas.» 5
En sus reflexiones más privadas, Maslow criticaba abiertamente las
costumbres sociales relativas a la sexualidad y el cuerpo. En un artículo
inédito escrito en 1939 escribió:
Tengo la impresión, debido a razones muy diversas, de que la expansión del nudismo
podría suponer un gran paso hacia delante en el camino hacia una actitud más rela-
jada entre los hombres y las mujeres y que podría contribuir positivamente a nues-
tra igualdad. La primera de todas esas razones es que nos haría menos extraños a
los demás y disminuiría, en consecuencia, la curiosidad malsana. Creo que esa acti-
tud favorecería la emergencia de un amor más emocional y social que el estricta-
mente físico. ó
 ABRAHAM MASLOW
Durante toda su vida, Maslow fue un claro defensor del nudismo para
quienes aspiraban a una relación más natural y amistosa entre los sexos,
llegando incluso, en ocasiones, a practicarlo.
También creía que, para alentar la felicidad, es necesario llevar a cabo
muchos otros cambios en la actitud que nuestra sociedad mantiene hacia el
sexo. Además de subrayar la importancia de la educación temprana para
eliminar o reducir la ansiedad de los niños sobre el sexo, también insistía
en la necesidad de llevar a cabo cambios de orden público. «La erradica-
ción de las desigualdades económicas, sociales y legales [entre los sexos]
es un paso imprescindible -escribió-. Pero para que tal programa sea efi-
caz es necesario cambiar profundamente el papel económico desempeñado
por las mujeres.>> 7
Faltaba casi medio siglo para que Estados Unidos llevase a la práctica
los cambios legislativos necesarios para ampliar los derechos económicos
y vocacionales de las mujeres a los que Maslow se refería. Sólo muy recien-
temente sus ideas al respecto están logrando, como también ocurre con el
nudismo y la educación sexual, una aceptación popular.
En cierto modo, Maslow podría ser considerado, según los criterios
actuales, como una persona muy tradicional. Consideraba que la mono-
gamia (sucesiva o para toda la vida) proporciona, en última instancia, la
vida sexual más satisfactoria y que el sexo ocasional rara vez resulta, inde-
pendientemente de lo que afirmen los medios de comunicación, excitante
y satisfactorio. Y aunque reconocía y legitimaba las relaciones prematri-
moniales, también solía recomendar a sus alumnos que controlasen sus
impulsos hasta encontrar a la persona adecuada. Desde su punto de vista,
la aceptación de los deseos sexuales como algo natural no necesariamente
implica la necesidad de llevarlos a la práctica. La madurez emocional
requiere, en su opinión, de un grado de autocontrol, y los hombres y las
mujeres que experimenten intensos deseos sexuales siempre pueden recu-
rrir, como forma de liberación natural, a la masturbación.
Para complementar sus charlas sobre sexualidad humana, Maslow reco-
mendó durante muchos años la lectura del manual The Happy Family,
escrito por David Levy y Ruth Munroe. Publicada en 1938 y reimpresa en
multitud de ocasiones durante los años 1940, esa obra proporcionaba una
visión amable y optimista de la sexualidad, del matrimonio y de la educa-
ción de los hijos. En él, Levy y Munroe, que acabaron convirtiéndose en
CONFIDENCIAS EN EL BROOKLYN COLLEGE
buenos amigos de Maslow, ofrecían la visión liberal e "ilustrada" de la
época, criticando los estereotipos populares de color de rosa sobre estas
dimensiones a menudo problemáticas de la moderna vida americana. Con-
denando abiertamente los mitos románticos y el ideal de vivir-felices-para-
siempre-jamás que rodeaban a la sexualidad, el matrimonio y la educa-
ción de los niños, insistía en que sólo el realismo psicológico y muy
especialmente la necesidad del compromiso permiten el establecimiento
de relaciones sanas y felices. Y también coincidían con Maslow en que, en
un mundo de imperfección humana, el matrimonio y la familia estable nos
brindan las mayores oportunidades de satisfacción verdadera.
Quizás más que cualquier consejo concreto sobre el sexo, era la visión
general de Maslow lo que más influía en sus discípulos. A diferencia de casi
cualquier otra persona que conociesen, incluidos padres y amigos, él abor-
daba el tema de manera abierta y realista, sin sonrisitas de vergüenza alguna.
Tanto en los encuentros celebrados en su casa como en las clases regulares
del Brooklyn College, sus comentarios sobre la sexualidad transmitían a
sus alumnos el mismo mensaje básico: aprende a mirar en tu interior, esfuér-
zate por desarrollar tu potencial y piensa por ti mism2:: Como recuerda un
antiguo alumno, hoy en día abogado retirado: «Siempre nos decía: "Sé todo
lo que puedas ser en la vida. Ése es el mejor remedio para ser feliz">>. 8
Durante los primeros años que pasó enseñando en el Brooklyn College,
la enseñanza consumía la mayor parte de su energía. Pero aunque su pro-
ductividad investigadora disminuyera de forma considerable, casi nunca
se hallaba intelectualmente ocioso. Entonces fue cuando empezó a dedi-
car cada vez más atención a la comprensión de la naturaleza de la perso-
nalidad humana "normal" y, muy en especial, a la motivación. ¿Qué es lo
que realmente queremos? y, más importante todavía, ¿qué es lo que real-
mente necesitamos para tener una vida más satisfactoria y feliz?
El año 1938 fue muy importante para Maslow porque en él emergió
su nueva visión de la psicología. Y uno de los motores fundamentales de
ese cambio se debió al trabajo de campo llevado a cabo ese verano con los
indios pies negros (véase capítulo 7). Antes de esa experiencia, asumía el
relativismo cultural, pero después de ella esa noción le parecía cada vez
más cuestionable y se descubrió regresando, de forma un tanto paradó-
jica, a las conclusiones a las que le había llevado su investigación con los
monos, según las cuales nuestra configuración biológica puede ser más

ABRAHAM MASLOW
importante de lo que parecen sugerir los estudios interculturales. Quizás
las investigaciones de campo realizadas hasta entonces habían confiado
excesivamente en las impresiones personales y superficiales en lugar de
hacerlo en formas más empíricas de valoración psicológica. Durante la
semana de Navidad de 19 3 8, envió un informe al congreso anual de la Aso-
ciación Antropológica Americana de Nueva York en el que podía leerse lo
siguiente:
[Me parece que] para un psicólogo resulta más importante conocer el tipo de per-
sonalidad que tiene un hombre que saber que se trata de un miembro de la tribu
de los pies negros[ ... ] Si estas comparaciones demuestran ser válidas, resultará
imposible seguir sosteniendo cualquier forma extrema de relativismo cultural que
considera al ser humano como un puñado de arcilla al que las presiones sociales
pueden convertir en lo que uno desee. Probablemente haya que dejar espacio a la
idea de que cada ser humano llega a la sociedad con "una determinada predispo-
sición" fundamental o natural, un dato que la sociedad acabará viéndose obligada
a asumir, ya sea para construir, reprimir, inclinar o reformar. 9
Durante las cinco décadas transcurridas desde que Maslow esbozó esta
crítica, el relativismo cultural ha seguido siendo uno de los pilares funda-
mentales de las ciencias sociales de Estados Unidos pero en los últimos
aüos, sin embargo, el enfoque conocido como sociobiología, defendido,
entre otros, por el pensador de Harward Edward O. Wilson -que insiste en
la importancia de restablecer el contacto con nuestra naturaleza biológica
y en su impacto en las relaciones sociales y en problemas sociales como la
delincuencia-, ha ido logrando una respetabilidad intelectual cada vez mayor.
En los aüos posteriores, Maslow contempló la posibilidad de volver a
visitar a los pies negros o a otra tribu para llevar a cabo una investigación
psicológica intercultural adicional. Esperaba corroborar sus impresiones
sobre los miembros de la tribu de los pies negros aplicando una batería de
tests de personalidad, como el test de las manchas de tinta del Rorschach
para los adultos y versiones del juego de muüecas con los niüos, herra-
mientas de investigación objetiva intercultural de la personalidad desarro-
lladas, precisamente, durante los aüos 1940. Y si hubiese llevado a la prác-
tica ese proyecto, también se hubiese convertido en un pionero en ese nuevo
territorio.
r66
CONFIDENCIAS EN EL BROOKLYN COLLEGE
Poco a poco, sin embargo, se vio obligado a abandonar la idea como
impracticable. Especialmente después del nacimiento de su segunda hija,
Ellen, se dio cuenta de que estaba emocionalmente demasiado atado a su
familia como para abandonarla durante todo un verano. Aunque Maslow
mantuvo a comienzos de la década de 1940, un interés activo en los estu-
dios interculturales -compartiendo preocupaciones con Margaret Mead,
por ejemplo-, ya no volvió a renovar ese temprano compromiso. Quizás
la salida de Ruth Benedict de la Universidad de Columbia en 1941 para
trabajar en Washington, D. C. y contribuir al esfuerzo bélico realizado por
el gobierno fue un factor determinante en el alejamiento de Maslow de la
antropología.
Otro factor clave en la emergencia, en 1938, del enfoque evolutivo de
Maslow fue el nacimiento de su primera hija Ann. Al igual que el trabajo
de campo con los pies negros le obligaron a cuestionar su creencia en el
relativismo cultural, el desarrollo y crecimiento de Ann le hicieron poner
en cuestión la idea de que somos meros productos de nuestra educación y
de nuestra cultura. Cuando Maslow observó los esfuerzos realizados por
la pequeüa Ann para expresar sus preferencias y sus rechazos -e influir, de
ese modo, en quienes la rodeaban-, se descubrió cuestionando la visión
conductista de John B. Watson que tan importante había sido en su juven-
tud. La afirmación de Watson de que el condicionamiento cultural puede
ayudarnos a tomar a cualquier recién nacido y crear, con él, el tipo de per-
sona que deseemos se le antojaba ahora ridícula e insostenible porque,
como Maslow y Bertha estaban viendo, las cosas no son tan sencillas.
Entonces empezó a parecerle más plausible la visión organísmica de Kurt
Goldstein, según la cual todos venimos al mundo con una determinada
configuración biológica integral. «La paternidad -recordaba posterior-
mente- transformó mi vida. Fue una especie de revelación que convirtió
el conductismo, al que tan entusiásticamente me había suscrito en mi juven-
tud, en algo tan estúpido que resultaba imposible de creer., 10
El nacimiento de Ellen en 1940 no hizo sino fortalecer más su creciente
convicción en este sentido, porque desde el mismo momento de su naci-
miento la personalidad y la conducta de sus hijas eran notoriamente distin-
tas. Y esa diferencia parecía preceder incluso al nacimiento porque, mien-
tras que la conducta de Ann en el útero había sido muy tranquila, Ellen,
por su parte, se había mostrado muy activa e inquieta. La diferencia entre
167
 ABRAHAM MASLOW
CONFIDENCIAS EN EL BROOKLYN COLLEGE

sus personalidades era tan acusada que Maslow tenía cada vez más claro
de Nueva York, la primera escuela de formación de ese tipo en Estados
que cualquier teoría comprehensiva sobre la naturaleza humana debería
Unidos. Eran tantos los intereses que compartían que empezaron a pasar
tener en cuenta la singularidad innata de nuestras cualidades individua-
mucho tiempo juntos.
les. Fue precisamente por ello que, a comienzos de los años 1940, empezó
En 1939, Kardiner publicó The Individual and His Society, un libro
a elaborar una síntesis entre el enfoque biológico u organísmico y las escue-
que se centra en el estudio de la forma en que diferentes culturas gestio-
las conductista, freudiana y gestáltica de pensamiento que también le pare-
nan instituciones básicas como la educación infantil y el modo en que con-
cían muy útiles.
trolan el sexo, la dependencia y la agresividad. A pesar de la personalidad
y, en ocasiones, arrogancia de Kardiner, Maslow admiraba su lucidez y a
veces se encontraban en la impresionante casa que Kardiner tenía en West-
Maslow era amigo de varios psicoanalistas de Nueva York (véase capí-
port (Connecticut).
tulo 6). Además de conocer a varios emigrados europeos como Adler,
David M. Levy (1892-1977) fue durante todos esos años uno de los
Fromm y Horney, también se hizo amigo del psiquiatra húngaro Bela Mit-
intelectuales más próximos a Maslow. Nacido en Scranton (Pensilvania),
telmann. Cuando éste se enteró de que a Maslow le gustaban las fiestas
se educó en Harvard y en la Universidad de Chicago. Pionero en el campo
intelectuales, le invitó regularmente a sus encuentros de Manhattan, don-
de la psiquiatría infantil, Levy fue durante varios años director del Insti-
de llegó a conocer a los psicoanalistas teóricos y prácticos más activos de
tuto de Orientación Infantil de Nueva York, antes de que, a finales de los
Nueva York: Emil Oberholzer, Abram Kardiner y David M. Levy, entre
años 1930, conociese a Maslow. Por aquel entonces, Levy había llevado el
otros.
test de Rorschach a Estados Unidos desde Suiza y había comenzado algún
Emigrado a Estados Unidos desde Suiza en 1938, Emil Oberholzer
que otro trabajo teórico relacionado con la salud mental infantil. Fue él
(1873-1958) daba clases en el Instituto Psicoanalítico de Nueva York y se
precisamente quien popularizó la expresión "rivalidad entre hermanos" y
dedicaba a la práctica privada. Fue precisamente con él que Maslow empren-
contribuyó a desarrollar la terapia juego-actividad, que alienta la expre-
dió un psicoanálisis que, por razones que todavía ignoramos, no llegó a con-
sión de las emociones de los niños a través del juego con muñecas o títeres.
cluir. Aún experimentaba mucha hostilidad hacia su madre, que vivía cerca
Práctico y modesto, Levy disfrutaba compartiendo con Maslow comidas
en Brooklyn y con la que, para decepción de sus hermanos, había cortado
exóticas en Nueva York, desde las oscuras mantequerías judías hasta los
toda relación. En ocasiones, uno u otro de los hermanos de Maslow lle-
lujosos restaurantes franceses. Y en tanto que investigador formado expe-
vaba a Ann y a Ellen a visitar a su abuela, pero él y Bertha jamás las acom-
rimentalmente, a Maslow le gustaba mucho el énfasis empírico con el que
pañaron. Además, Maslow estaba también interesado en experimentar el
Levy abordaba la comprensión de los trastornos emocionales de los niños.
análisis desde la perspectiva del paciente. Y aunque en ambos sentidos las
Poco después Maslow empezó a considerar la necesidad de escribir su
sesiones le parecieron muy beneficiosas, ello no impidió que siguiera evi-
primer libro. Aunque prefería trabajar en breves artículos de investigación,
tando a su madre.
se daba perfecta cuenta de que la administración del Brooklyn College con-
Abram Kardiner (1891-1981), posiblemente el psiquiatra que durante
sideraba la publicación como un importante indicador de la excelencia
las décadas de 1930 y 1940 más se interesó en el campo de la antropolo-
docente y lo tenía muy en cuenta a la hora de determinar la política de con-
gía -y al que conoció a través de Ruth Benedict-, también influyó mucho
trataciones y ascensos. Fue así como, en torno a 1940, decidió escribir un
en Maslow. Como Maslow, era hijo de judíos inmigrantes nacido en Esta-
manual de psicopatología. Después de haber enseñado esa asignatura
dos Unidos y había asistido al City College de Nueva York. Después de
durante varios años, eran muchas las notas que había recopilado y tam-
haberse especializado en psiquiatría y haberse analizado con Freud en
bién se hallaba muy familiarizado con la teoría y la investigación al res-
Viena, regresó a Estados Unidos y en 1930 fundó el Instituto Psiquiátrico
pecto. Fue así como, con la colaboración de Mittelmann, desarrolló un

r68
 CONFIDENCIAS EN EL BROOKLYN COLLEGE
ABRAHAM MASLOW

análisis. Sólo la aparición, en 1942, del trabajo pionero de Carl Rogers sobre
esbozo de la obra y buscó un editor, y el9 de mayo de 1941 firmaron un
el counseling no directivo Counseling and Psychotherapy abrió las puertas
contrato con Harper Brothers por el que recibieron un avance de trescien-
a una alternativa viable. Por todas esas circunstancias y, confiando básica-
tos dólares. El libro acabó viendo la luz ese mismo año.
mente en su intuición, lecturas y conversaciones con amigos analistas, Mas-
low empezó a ofrecer servicios terapéuticos informales a sus alumnos.
En la mayoría de los casos, los problemas emocionales eran menores.
Pero el interés de Maslow por la psicoterapia no era exclusivamente teó-
Como señaló en un artículo inédito fechado el12 de julio de 1941:
rico, porque poco después de que en 1937llegase al Brooklyn College se
encontró asumiendo el rol de psicoterapeuta lego. Y es que, por más inte-
Mi experiencia al respecto se ha centrado de forma exclusiva en aquellos casos que
lectualmente dotados que fuesen, los alumnos estaban aquejados de los
resultan accesibles al terapeuta lego. Con ello quiero decir que normalmente no he
problemas propios de la adolescencia. Quizás eran todavía, como Maslow
trabajado con neurosis graves y tampoco con psicosis, excepto como observador
observó, más proclives a sufrir trastornos emocionales que sus colegas
y amigo. Sólo he aceptado aquellos casos en los que he sentido la confianza nece-
de otras partes del país, porque vivían con sus padres y casi carecían de
saria. Y puesto que había muchos casos en los que sí podía intervenir, siempre estaba
intimidad. Cuando cada noche les preguntaba por sus tareas escolares y
muy ocupado. 11
sus actividades sociales, la mayoría de ellos mostraba dificultades en desa-
rrollar una sensación de madurez autónoma. No era de extrañar que en
Algunas de las personas a las que atendía eran madres que asistían a
tales condiciones la conflictividad intergeneracional fuese, especialmente
sus clases nocturnas y estaban preocupadas por la conducta de sus hijos.
en lo tocante a la religión, la moral y los valores, casi inevitable. Para algu-
En tales casos, el primer paso que daba consistía en valorar rápidamente
nos, la exigencia parental de obediencia y las constantes riñas en casa eran
su estabilidad y madurez emocional. Si la evaluación resultaba positiva, le
fuente de gran desasosiego emocional.
decía que se desembarazase de sus libros de educación infantil, que igno-
Durante esos primeros años, el centro no proporcionaba asesoría aca-
rase las sugerencias de sus médicos, que no buscara ayuda psicológica y
démica y menos todavía consejo alguno para enfrentarse a los problemas
que siguiese sencillamente su propia intuición, señalándole tranquilizado-
personales y adolecía de la sensación de comunidad frecuente en la mayo-
ramente que ese abordaje sería más adecuado que todos los consejos que
ría de las universidades. Era casi inevitable que en esas condiciones algu-
pudieran proporcionarle los expertos. Si, por el contrario, la madre pare-
nos estudiantes se dirigiesen a Maslow en busca de consejo. Cordial y socia-
cía emocionalmente inestable e inmadura, le aconsejaba la lectura de algu-
ble, era un buen psicólogo y casi el único profesor interesado en cuestiones
nos libros, le recomendaba a algún psicólogo infantil y la derivaba a algún
de personalidad y de conducta social.
psicoanalista.
En esta nueva faceta de consejero Maslow demostró ser muy ingenioso
A veces, sin embargo, recibía la visita de alumnos que tenían poca auto-
e innovador. Sin haber recibido entrenamiento formal alguno en psicoa-
estima. Aunque eran académicamente brillantes, esos estudiantes se mos-
nálisis, no podía ofrecer asistencia emocional profunda. Pero aunque hubiese
traban avergonzados y tímidos o tenían dificultades en relacionarse con
adquirido experiencia como psicoanalista lego y no médico, como Eric
los demás, sobre todo con personas del sexo opuesto. En tales casos, Mas-
Fromm o Theodore Reik, tampoco hubiese podido llevar a cabo un autén-
low aplicaba intuitivamente un enfoque basado en sus estudios sobre los
tico psicoanálisis con sus alumnos. Por una parte, carecía del tiempo nece-
sentimientos de dominancia y seguridad del ego muy semejante a latera-
sario para emprender un trabajo terapéutico de ese tipo. Además de eso,
pia cognitivo-conductual empleada hoy en día. Lo más habitual, en tales
la mayoría de los estudiantes tampoco hubieran estado en condiciones de
casos, era que Maslow empezara pidiéndoles que elaborasen una lista de
llevar a cabo el esfuerzo necesario para un análisis exitoso. A finales de los
las situaciones concretas generadoras de ansiedad como, por ejemplo, reci-
años 1930, sin embargo, no había alternativa terapéutica alguna al psico-
 ABRAHAM MASLOW
bir un cumplido de un desconocido o ser presentado a alguien en una fiesta.
Luego Maslow organizaba la lista en una serie de "pasos" y proporcio-
naba instrucciones concretas sobre el modo más adecuado de actuar, empe-
zando con la situación o paso menos ansiógeno. Después les aleccionaba
sobre lo que tenían que decir o hacer y, cuando la persona lograba com-
portarse de un modo socialmente más exitoso, se centraba en el siguiente
paso, procediendo así hasta acabar dominándolos todos.
En otros casos, Maslow aplicaba versiones resumidas de la inabarca-
ble técnica freudiana de la asociación libre. Fue justo entonces cuando
desarrolló un enfoque al que acabó denominando "destapar la represión",
que consiste básicamente en ayudar al individuo a aceptar de forma cons-
ciente cualquier impulso que lleve reprimiendo desde hace mucho tiempo,
como la hostilidad hacia el padre o los sentimientos sexuales hacia una
vecina atractiva. 12 Para lograrlo, ilustraba el caso con ejemplos que impli-
caban ese impulso, poniendo así de relieve su normalidad o apelaba a una
forma de refuerzo que insistía en que, para atreverse a reconocer esos impul-
sos, era necesario ser muy valiente. En otras ocasiones, sin embargo, asu-
mía un enfoque más indirecto, invitando al individuo a considerar ese
impulso, en el caso de que volviera a presentarse, como algo completa-
mente natural. De este modo, el alumno iba dándose cuenta de forma gra-
dual -y a veces súbitamente- de que el impulso no era nuevo y no había
problema alguno en admitirlo como lo que realmente era. Este proceso
terapéutico requería, en opinión de Maslow, una actitud permisiva y acep-
tadora por parte del terapeuta.
Como respuesta en parte al poco tiempo libre que le dejaban sus acti-
vidades en el Brooklyn College, Maslow empezó también a desarrollar
entonces lo que denominó terapias suplementarias, es decir, terapias bre-
ves alternativas al psicoanálisis. Uno de sus métodos favoritos implicaba
la llamada historia de casos. Como señalaba en marzo de 1942:
Cuando se me acerca alguien y no dispongo de tiempo, le sugiero que, si recapa-
cita en su problema y toma nota de él, estaré dispuesto a leer sus escritos y a comen-
tarlos con él.
Luego le invito a que vuelva al cabo de una semana, momento en el cual reviso
sus notas, las crítico, hago los comentarios interpretativos que me parecen perti-
nentes y le asigno un nuevo trabajo escrito.
CONFIDENCIAS EN EL BROOKLYN COLLEGE
Éste es un método que, cuando he tenido el tiempo suficiente para hablar con
el alumno, se ha revelado muy útil. También suelo invitarlos a que anoten en un
diario el contenido de sus sueños. 13
Eran varias las actividades cotidianas que Maslow recomendaba a sus
alumnos para ayudarlos a enfrentarse al estrés. En este sentido, conside-
raba el baile como una forma sana y sociable de permitir la liberación de
la tensión corporal y emocional. Y también sugería apelar a actividades
creativas como el arte o la música, por su capacidad tranquilizadora y
liberadora. Y a quienes no se sentían con el talento suficiente como para
adentrarse en esos dominios, les aconsejaba simplemente escuchar música
o visitar un museo por sus efectos ligeramente terapéuticos.
Pero lo más importante, para su posterior sistema teórico, es que todo
ello le permitió identificar ciertas necesidades internas ignoradas hasta
entonces por los freudianos y otras escuelas psicológicas de pensamiento,
como la de que la vida tiene sentido y objetivo. Es cierto que algunos ana-
listas innovadores, como Fromm y Horney, ya habían tocado este tema,
pero a pesar de ello quedaba muy alejado de los límites dentro de los que
se movía la corriente principal de la psicología. Uno de los momentos deci-
sivos del desarrollo del pensamiento de Maslow sobre la terapia tuvo lugar
en torno a 1938, cuando una graduada en psicología desesperada solicitó
su ayuda debido al insomnio, la falta de apetito, las perturbaciones de la
menstruación y una sensación crónica de aburrimiento. Nada despertaba
su interés ni parecía proporcionarle el menor placer.
Esos síntomas se asemejaban a los descritos por Abraham Myerson en
su libro When Life Loses Its Zest, que Maslow había encontrado fasci-
nante. Cuando habló con esta mujer, su situación le pareció todavía más
interesante. Se había licenciado en el Brooklyn College un año antes y tenía
un lucrativo, aunque muy aburrido, trabajo como supervisora en una
fábrica de chicle que le proporcionaba, en plena Depresión, unos ingresos
envidiables, que le permitían sostener a toda su familia en paro.
¿Dónde estaba, pues, el problema? Cuando le abrió su corazón, Mas-
low se dio cuenta de que el problema de esa mujer era que su vida carecía
de sentido. Había sido una brillante estudiante de psicología que pensaba
proseguir sus estudios y licenciarse. Pero, por más que le gustaran las cues-
tiones intelectuales, los problemas económicos de su familia la habían obli-
173
 ABRAHAM MASLOW
gado a abandonar el estudio. Al comienzo, había tratado de convencerse
de que podría ser feliz y estar agradecida por haber encontrado un trabajo
tan bien pagado y por sus recompensas materiales, pero poco a poco la idea
de pasarse ahí la vida empezó a oprimirla y se sentía internamente vacía.
Maslow confiaba en su intuición y no la trató con el clásico enfoque
freudiano. No se interesó por sus conflictos y fantasías infantiles, por-
que se dio cuenta de que el verdadero problema de esa mujer radicaba en
su sensación de falta de sentido y de estar desperdiciando su talento. En
un artículo escrito posteriormente y titulado <<The Need to Know and the
Fear de Knowing>>, escribió:
Le sugerí que su frustración y ansiedad podían deberse a no poner su inteligencia
y su talento al servicio de la psicología, lo que explicaba su aburrimiento vital y su
desgana con respecto a los placeres normales de la vida [como comer]. A fin de
cuentas, los talentos y las capacidades también constituyen una motivación, una
necesidad y un impulso. Cuando reconoció esa posibilidad, le sugerí que asistiera
a clases nocturnas[ ... ] Y cuando retomó sus estudios, todo volvió a la normalidad,
hasta el punto de que, en la última ocasión en que nos vimos, los síntomas físicos
casi habían desaparecido. 14
Este caso y otros parecidos no sólo influyeron en la visión de Maslow
de la psicoterapia y el counseling, sino que también tuvieron un efecto muy
profundo en su visión de la motivación humana. Basándose precisamente
en esos encuentros, acabaría desarrollando, varios años más tarde, su teo-
ría de la autorrealización.
Poco después de regresar de su trabajo de campo con los pies negros, Mas-
low empezó a interesarse por las implicaciones sociales de esa experien-
cia. Estaba convencido de la adecuación de la crítica de Ruth Benedict
sobre los efectos nocivos de la competitividad de la cultura estadounidense.
No tenía la menor duda de que los pies negros eran emocionalmente mucho
más seguros que quienes habían estudiado en el Brooklyn College y en
cualquier otro lugar. Pero ¿qué era lo que podía hacerse al respecto? Fue-
ron muchas las horas que en los dos años siguientes dedicó a pensar sobre
este tema y, en ese sentido, escribió varios artículos inéditos, entre los que
I74
CONFIDENCIAS EN EL BROOKLYN COLLEGE
cabe mencionar <<Security as a Religion>> y <<Technique of Changing a
Society in the Direction of Security».
Durante los días del New Deal, Maslow se mostró, como muchos otros
científicos sociales, especialmente interesado en las posibilidades de una
planificación centralizada benevolente. Y con la intención de promover
una mayor seguridad emocional y de ese modo una mayor felicidad y armo-
nía entre los estadounidenses, esbozó varios métodos orientados a conse-
guir ese objetivo. Uno de ellos implicaba un asalto radical al sistema edu-
cativo de Estados Unidos destinado a alentar la colaboración entre
estudiantes. En este sentido, Maslow abogaba por abolir la competitivi-
dad dentro del aula y cambiar la figura autoritaria del maestro por la de
un aliado que pudiese catalizar el proceso de desarrollo emocional e inte-
lectual del niño.
Para contribuir a alentar la seguridad emocional en nuestra cultura,
Maslow subrayaba la necesidad de que el gobierno desarrollase un pro-
grama que garantizase el derecho a la seguridad social médica y la inca-
pacidad laboral de todos los ciudadanos. También subrayaba la necesidad
de empezar a cambiar los rasgos distintivos del éxito, renunciando a la
exaltación de la individualidad y valorando aspectos como la generosidad
y la cooperación. <<La nuestra -dijo- es una sociedad centrada en el dinero y
el poder, lo que pone manifiestamente de relieve su inseguridad. Las escue-
las, las clínicas psicológicas, los libros y las revistas deberían empezar a
subrayar el verdadero significado de ese hambre de poder [... ] una bús-
queda desesperada de la seguridad.» 15
También consideraba a la familia americana como una institución cla-
ve que necesitaba urgentemente una profunda transformación:
Nuestra familia está organizada de un modo demasiado jerárquico y también es,
socialmente hablando, muy pequeña. Los sistemas y obligaciones de parentesco
no son lo bastante amplios, hay una excesiva dependencia de uno o dos individuos,
en particular, la madre o el padre, o dicho en pocas palabras, hay demasiados hue-
vos en el mismo cesto. El papel que desempeña la madre, cuya relación con el niño
puede generar mucha inseguridad, es demasiado importante.
Esto es algo que las sociedades primitivas evitan contando con muchos cuida-
dores [entre los parientes] [... ].Quizás el modo más adecuado de hacerlo consista
en establecer muchos vínculos emocionales próximos fuera de casa para aliviar de
I75
 ABRAHAM MASLOW
ese modo la dependencia del vínculo parental. Y esto podría implicar [para el niño]
muchas más visitas, dormir en otras casas y más salidas al campo o, dicho en pocas
palabras, alentar la independencia de la familia y del hogar [nuclear]. 16
Aunque Maslow nunca buscó expresión política directa de sus profun-
das creencias para cambiar la sociedad de nuestro país, especialmente sus
costumbres sobre la sexualidad y la competitividad, logró llevar, al menos
en cierto sentido, sus ideas a la práctica. Y es que varios años después del
nacimiento de sus hijas participó en una comuna bastante inusual con dife-
rentes miembros de su familia extendida.
La casa de tres pisos de la avenida Ocean en la que vivían los Maslow
disponía de varios apartamentos que poco a poco fueron alquilando sus
parientes. Fueron muchos los familiares que, a lo largo de un período de
siete u ocho años, pasaron por la casa. Entre ellos se hallaban su hermano
menor Paul, los padres de Bertha, su hermana divorciada Ann y sus dos
hijos universitarios y, obviamente, Maslow, Bertha y sus dos hijas. Durante
varios años, Maslow fue el único miembro del grupo que disponía de un
trabajo estable, por lo que los mantenía a todos con su pequeño salario
del Brooklyn College.
Para garantizar el buen funcionamiento de la comuna, cada uno de sus
miembros tenía asignadas tareas y responsabilidades cotidianas, que los
implicados se tomaban muy en serio. Hasta la pequeña Ann Maslow, por
ejemplo, tenía una tarea asignada; ella era la encargada de ir por los dife-
rentes apartamentos despertando a todo el mundo. Aparentemente selle-
vaban muy bien y, a pesar de tan magro presupuesto, disfrutaban de una
excelente calidad de vida. En cierta ocasión en que su colega y amigo Gard-
ner Murphy fue a visitarle, Maslow le enseñó el apartamento, señalando
los distintos electrodomésticos que habían comprado a plazos y, al trope-
zar con una de sus hijas, la tomó en brazos y comentó feliz: <<Y a ésta la
compramos en efectivo». 17
Maslow siempre estuvo muy satisfecho de esta experiencia comunita-
ria con parientes a la que, en términos antropológicos, se refería bromeando
como "la época en que vivimos al borde del acantilado". Fueron muchas
las lecciones que esa experiencia le proporcionó sobre el modo de crear y
alentar la intimidad y cordialidad entre los miembros de un grupo, lle-
gando a la conclusión de que la mayoría de los problemas emocionales de
CONFIDENCIAS EN EL BROOKLYN COLLEGE
nuestra sociedad son una consecuencia directa de la falta de intimidad. Con-
siderando a la familia nucl~ar -o incluso a la familia cada vez más subnu-
clear- contemporánea como la mejor receta para promover el aislamiento
y la infelicidad, comentaba: <<No tengo la menor duda de que[ ... ] los jóve-
nes de hoy en día [... ] sufren de haber sido privados de abuelos y, en este
mismo sentido, de haber sido privados también de padres» .18 Según su pro-
pia experiencia, la vida exitosa del grupo depende básicamente de dos con-
diciones, de la estabilidad emocional de las personas implicadas y de la
presencia de alguien <<dispuesto a enfrentarse a los problemas que implica
ser la madre o el padre del clan y mantener unido a todo el grupo>>, una figura
que, en la familia de Maslow, desempeñaba a la perfección la madre de Bertha.
Aproximadamente en esa misma época, Maslow asumió otra tarea poco
convencional: la creación de una cooperativa de alimentos en el barrio de
Flatbush. Se trataba de un esfuerzo, en el que estaba muy comprometido,
para establecer una alternativa viable a los supermercados, exclusivamente
orientados al beneficio económico. A pesar, sin embargo, del esfuerzo de
voluntariado de la mayoría de los participantes, la cooperativa no dejaba
de perder dinero y se vio finalmente obligada a cerrar. Reflexionando más
tarde sobre ese experimento, Maslow concluyó que, aun las empresas
más desinteresadas y sin fines de lucro, debían contar con una organiza-
ción y una gestión seria. <<El gerente de la cooperativa era muy perezoso
-recordaba-. Entonces me di cuenta de que los buenos -amén de compe-
tentes y eficaces- empresarios, gestores y hombres de negocios son más
importantes que la buena voluntad y las doctrinas a priori, por más atrac-
tivas que éstas sean» 19 •
A pesar de las satisfacciones que le proporcionaban estos ensayos a
pequeña escala de vida alternativa en Brooklyn, cada vez se sentía más
frustrado y triste al contemplar la expansión del fascismo en Alemania,
Italia, Japón y España. Como muchas personas sensibles de su tiempo,
reaccionó ante la brutal victoria de Franco sobre los defensores de la demo-
cracia como si se tratara de una tragedia personal y cada vez se sintió más
impotente ante el ominoso avance de los acontecimientos internacionales.
A nivel profesional, las cosas le estaban funcionando bien -Principles of
Abnormal Psychology se había reeditado en varias ocasiones y estaba a
punto de convertirse en el manual estándar-, pero empezó a cuestionarse
lo que esos logros suponían contra las fuerzas ocultas del mundo.
I77
 ABRAHAM MASLOW

Una tarde, poco después de que Estados Unidos entrase en la Segunda

Guerra Mundial, Maslow experimentó una súbita transformación interna
que le proporcionó, durante el resto de su vida, la clara sensación de que
tenía una misión que cumplir. Esa visión, que jamás olvidó, llenó de direc-
ción, sentido y energía toda su vida. El catalizador fue un desfile de un grupo
muy variopinto de veteranos cerca de Brooklyn College, que Maslow des-
cribe perfectamente con sus propias palabras:

Un día, poco después del ataque de Pearl Harbor, mi coche tuvo que detenerse,
mientras volvía a casa, para dejar paso al patético desfile de un montón de hoy
scouts y de rollizos militares ataviados con viejos uniformes al compás de una flauta
desafinada. Mientras contemplaba el desfile, las lágrimas empezaron a rodar por
mi rostro y me di súbitamente cuenta de que no habíamos entendido bien a Hitler,
a los alemanes, a Stalin y a los comunista, y comprendí que mal podríamos, si no
los entendíamos, seguir avanzando.
Entonces tuve la visión de una mesa de paz en torno a la cual se reunían varias
personas a hablar sobre la naturaleza humana, el odio, h guerra, la paz y la frater-
nidad. Y como ya era demasiado mayor para ir a la guerra, comprendí que debía
dedicar el resto de mi vida a elaborar una psicología que pudiese contribuir a la
creación de esa mesa de paz. Ese momento transformó toda mi vida. 20

A partir de ese día, su trabajo psicológico fue tornándose cada vez más
innovador, más trascendental y más poco ortodoxo, si cabe, todavía. Y,
poniendo rumbo hacia un territorio inexplorado de la naturaleza humana
y de nuestro potencial sin realizar, emprendió la solitaria y ardua -aunque
muy estimulante- tarea de pionero.