América Latina: Hay sustancias toxicas que tienen un gran efecto
contaminación y son muy nociva, y casi invisible: se trata de la acción de los llamados Contaminantes Orgánicos Persistentes (COP), que afectan de manera sostenida y subrepticia al medio ambiente y la salud humana. A los más peligrosos se les cataloga como la “docena sucia”, entre ellos el insecticida DDT y otros herbicidas utilizados para controlar a portadores de enfermedades, como los mosquitos. Clasificados así en 2004, estos 12 químicos fueron los primeros compuestos tóxicos persistentes en ser controlados por el Convenio de Estocolmo. Desde entonces, otras 11 sustancias han sido añadidas a la lista con lo que el total suma 23. Aunque por falta de monitoreo es difícil precisar el volumen de estos contaminantes en el medio ambiente, ciertos datos comprobados dan una idea del fenómeno. De acuerdo a la UNEP, más de 90% de las muestras de agua y peces tomadas de entornos acuáticos, están contaminadas por pesticidas. Mientras tanto, en el campo, un 3% de los trabajadores agrícolas del mundo sufren cada año algún episodio de envenenamiento agudo a causa de herbicidas.
En América Latina estas sustancias tóxicas son bien conocidas. Toda la
región, menos Granada, ya ha firmado el Convenio, pero incluso hasta la década de los 90, se seguía usando DDT para combatir plagas en Centroamérica y México. Hoy en día, la emisión de tales químicos es más casualidad que a propósito: mayormente se liberan emisiones por quemar los desechos, los residuos agrícolas o a través de las centrales eléctricas o refinerías de petróleo, afectando a millones de personas. En la última década, América Latina encabeza junto a Estados Unidos el consumo mundial de agrotóxicos, muy usados en los cultivos de transgénicos como la soja o el algodón. Brasil y Argentina encabezan la estadística latinoamericana. En 12 países de América Latina y del Caribe el envenenamiento por productos químicos, sobre todo pesticidas y plomo, causan el 15% de las enfermedades registradas, según la Organización Panamericana de Salud. Con 1.000 millones de toneladas por año, Brasil es el Estado del mundo que emplea más pesticidas en su agricultura, superando en ciertos años incluso a EE UU. Según la Asociación Brasileña de Salud Colectiva (Abrasco), el 70% de los alimentos consumidos en este país tropical están contaminados por los agrotóxicos. Esto supone que cada brasileño consume anualmente una media de 7,3 litros de plaguicidas. Le sigue Argentina, otro campeón en el consumo de glifosato, con cerca de 300 millones de litros por año.