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TLÁLOC ¿QUÉ?

Boletín del Seminario


El Emblema de Tláloc en Mesoamérica

Año 2 N° 7 Julio-Septiembre 2012


UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

José Narro Robles Las opiniones expresadas en Tláloc ¿Qué? Boletín del
Rector Seminario El Emblema de Tláloc en Mesoamérica son
responsabilidad exclusiva de sus autores.
Estela Morales Campos
Tláloc ¿Qué? Boletín del Seminario El Emblema de Tla-
Coordinadora de Humanidades
loc en Mesoamérica es una publicación trimestral del
Proyecto El Emblema de Tláloc en Mesoamérica, del
Renato González Mello
Instituto de Investigaciones Estéticas de La Universidad
Director del Instituto de Investigaciones Estéticas
Nacional Autónoma de México, Circuito Mario de la
Cueva s/n, Ciudad Universitaria, C.P. 04510, México
María Elena Ruiz Gallut D.F. Tel. 5622-7547 Fax. 5665-4740.
Titular del proyecto seminario.tlaloc@gmail.com

María Elena Ruiz Gallut


América Malbrán Porto
Enrique Méndez Torres
Editores

América Malbrán Porto


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del título, Dirección General de Derechos de Autor,
Secretaría de Educación Pública, número ( e n

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tenido, Comisión Certificadora de Publicaciones y
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Revistas Ilustradas, Secretaría de Gobernación,
Marie-Areti Hers
números, ( en trámite ) , ISSN ( en trámite ) .
Alejandro Villalobos
Patrick Johansson K.

Portada: Lámina 2 Códice Laud. Zelia Nutall, Códice Nutall, Reproducción del Facsimile Editado
por el Museo Pebody de la Universidad de Harvard. La Estampa Mexicana, México.1974.
Cenefa: Detalle Lámina 1 Códice Laud.
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LOS ASPECTOS MÚLTIPLES DEL DIOS DE LAS TORMENTAS
EN EL PANTEÓN Y LA COSMOLOGÍA TEOTIHUACANA
Kasper Wrem Anderson y Christophe Helmke
Introducción

E
n 1912 el gran erudito Eduard Seler presentó hallazgos arqueológicos pro-
venientes de Teotihuacan en el 18˚ Congreso Internacional de Americanis-
tas en Londres (Seler, 1913). El siglo que ha transcurrido ha presenciado
investigaciones casi continuas en la extraordinaria zona arqueológica de Teotihuacan.
El trabajo continúa en estos años con las gratificantes y notables excavaciones en el
túnel ubicado por debajo del Templo de la Serpiente Emplumada, el punto focal del
complejo de la Ciudadela. Esta investigación ha abierto diálogos académicos y nos
ha permitido renovar y matizar nuestra perspectiva acerca de esta antigua metrópolis
en cuanto a su sociedad, cultura, religión y cosmovisión. Este ensayo se basa en la
investigación epigráfica de los años recientes; se examinará la forma en la que las
culturas mesoamericanas han empleado los colores como componentes de su ámbito
cosmológico y teológico, y propondremos que en Teotihuacan existió indudablemente
un modelo similar durante el periodo Clásico manifestado en el dios de las tormentas
y sus diferentes manifestaciones. Además del uso de comparaciones interculturales,
nuestro enfoque en este ensayo se basa en un examen sistemático del corpus
iconográfico, para así analizar y escudriñar las múltiples representaciones del dios de
las tormentas, seguido de un inventario exhaustivo, de la clasificación y de ejercicios
tipológicos cuyas funciones serán separar e identificar a las diferentes manifestacio-
nes de esta deidad. Muchos especialistas han expresado dudas con respecto a deli-
mitaciones demasiado finas, mientras que nosotros hemos identificado dentro de la
iconografía a un dios de las tormentas estándar e incluso prototípico, el cual exhibe
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tres características fundamentales concretas: anteojeras—, como las efigies marciales e in-
cluso algunas inhumaciones, al igual que las
• anteojeras enmarcando (anteojos, anillos representaciones de mariposas, las cuales in-
a los ojos oculares) dudablemente representan a las almas de los
• labio superior curvado (bigotera, bigotes) guerreros difuntos (véase Miller, 1973:78, Fig.
• caninos prominentes (colmillos) 110; 80-81, Fig. 116; 81, Fig. 119; Pasztory,
debajo de los labios 1974:15). A través de nuestro análisis de la
iconografía y de la cultura material de Teo-
tihuacan documentada en la literatura publica-
No se considera como una representación del da, hemos recopilado ejemplos del dios de las
dios de las tormentas a cualquier entidad que no tormentas en donde las tres características son
exhiba estas tres características (Fig. 1). La visibles. El corpus que hemos recopilado cons-
razón para establecer esta distinción es que va- ta de un total de 143 ejemplos incluyendo a las
rias representaciones iconográficas tienen rasgos formas emblemáticas más sintetizadas y a las
del dios de las tormentas —especialmente las figuras de colgantes de nariz; este conjunto

Fig. 1: Un ejemplo del dios de las tormentas de Teotihuacan exhibiendo las tres características
básicas: anteojeras, labio superior curvado y colmillos prominentes. Ejemplo proveniente del Pórtico
2 de Tepantitla (fotografía de Christophe Helmke).

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engloba a 114 ejemplos monocromáticos re- condujeron a investigadores como Manuel
presentados en esculturas, pasajes jeroglíficos, Gamio, Eduard Seler y Hermann Beyer a
efigies de cerámica y murales, y una muestra concluir que en Teotihuacan se veneró a una
más reducida de 29 ejemplos policromos halla- forma más temprana de la deidad mexica
dos en los murales y las piezas cerámicas es- Tlaalok (Gamio, 1922:lxxii-lxxiii, Lám. xiiia-b;
tucadas. Los ejemplares policromos nos han Beyer, 1922:273-278; Pasztory, 1974:3, véase
permitido identificar a bastantes dioses de las también Carballo, 2007). En la literatura se han
tormentas cuyos cuerpos se caracterizan por aplicado términos diferentes para nombrar a la
una coloración particular. En total, hemos iden- deidad relacionada con la lluvia y el trueno pre-
tificado seis coloraciones diferentes que al pa- sente en Teotihuacan, cuya descripción se ha
recer sirven como atributos diagnósticos, y co- basado principalmente en sus características
mo tal, suponemos que estas coloraciones fun- faciales (Caso, 1966; Pasztory, 1974; von
cionan como identificadores diferenciados para Winning, 1987; Berlo, 1992; de la Fuente,
manifestaciones particulares del dios de las 1995; 1996). Aunque los rasgos compartidos y
tormentas. Más adelante regresaremos a estos las características faciales implican una
ejemplos fascinantes de Teotihuacan, pero continuidad que abarca desde Teotihuacan
primero examinaremos la historia de las inves- hasta el Tlaalok mexica del Posclásico tardío,
tigaciones concernientes al dios de las tormen- hemos preferido emplear la designación más
tas y estableceremos comparaciones con los neutral de “dios de las tormentas” para denomi-
mexicas del Posclásico y los mayas del Clási- nar a la deidad con anteojeras presente en
co, centrándonos en el lugar ocupado por las Teotihuacan (siguiendo a Millon, 1988:100;
deidades de la lluvia dentro de la cosmología y Pasztory, 1988:45-73; 1997:95-107, 136; Berlo,
el panteón de estas culturas mesoamericanas. 1992: 129-168; Langley, 1992:248-259). Esto
se debe a que el idioma de Teotihuacan aún se
“Tlaloc A”, “Tlaloc B” y el dios desconoce y constituye un asunto de intenso
de las tormentas debate (véase Nielsen y Helmke, 2011:345-
Las anteojeras, los colmillos y el labio superior 349); transponer un vocablo náhuatl sobre una
que comparten el Tlaalok mexica del Posclási- deidad del periodo Clásico de Teotihuacan es
co y las figuras más antiguas representadas en un procedimiento completamente anacrónico y
los murales, vasijas y figurillas encontradas en muy posiblemente erróneo en su totalidad. Est-
las primeras excavaciones en Teotihuacan her Pasztory consideró práctico emplear el
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nombre de la deidad mexica correspondiente La etimología del teónimo náhuatl Tlaalok
cuando se pudiera establecer dicha correla- permanece en debate, pero usualmente se
ción, pero advirtió que “la referencia debe clasi- cree que incluye tlaal ‘tierra’; algunos contin-
ficarse como una versión teotihuacana de la úan proponiendo que el nombre se puede tra-
deidad” (Pasztory, 1972:152; véase también ducir como ‘aquel que rompe la tierra’ (Luján y
Carballo, 2007:55). La misma Paztory ha Santos, 2012:31-32, véase también Sullivan,
usado designaciones como “Tlaloc” (Pasztory, 1972:213-217; Karttunen, 1983:276). Puesto
1971:127-138) y “Tlaloc de Teotihua- que la deidad de Teotihuacan y la de los mexi-
can” (Pasztory, 1974), no obstante ella ha pre- cas se encuentran separadas por más de un
ferido la designación “dios de las tormentas” milenio, es crucial establecer una distinción
durante las dos últimas décadas (Pasztory, clara entre ambas sin importar la designación
1988:45-77; 1997:95-107)1. Actualmente mu- utilizada.
chos investigadores prefieren restablecer la De cualquier manera, muchos estudiosos utili-
designación náhuatl (Taube, 2011) y algunos zaron la designación “Tlaloc” para referirse a la
arguyen que el nombre transmite apropiada- divinidad con anteojeras, incluyendo a Alfonso
mente las connotaciones y las descripciones Caso y Pedro Armillas, quienes descubrieron
esenciales de esta entidad (Headrick, 2010). que una de estas entidades de “Tlaloc” estaba
estrechamente relacionada con “contextos
acuáticos” (Pasztory, 1974:6). De manera simi-
1. Karl Taube menciona que “en el Altiplano Central de
México, los vientos que provocan las lluvias de primave- lar, Esther Paztory, quien se esforzó para mati-
ra y verano provienen del oriente” (2009:29; para un
ejemplo ilustrativo véase Iwaniszewski, 1986:254, Fig. zar el entendimiento de las entidades conoci-
3), y, por lo tanto, resaltan un fenómeno natural, en don-
das como “Tlaloc”, argumentó la existencia de
de los ventarrones tempestuosos anteceden a las vigo-
rosas nubes portadoras de lluvia durante la temporada dos tipos de deidades de la lluvia en la icono-
pluviosa. El designar como el dios de las tormentas a la
deidad relacionada con las lluvias en Teotihuacan puede grafía de Teotihuacan, a las que designó como
verse como una equiparación con el dios de la lluvia,
pero ahora la costumbre de utilizar el término “dios de “Tlaloc A” y “Tlaloc B” (Pasztory, 1974). Una
las tormentas” dentro de las esferas culturales de Teo-
tihuacan puede servir para establecer una distinción en- imagen bilateral muy simple del dios de las
tre la deidad de la lluvia teotihuacana y otras deidades tormentas de Teotihuacan se formó basada en
de la lluvia relacionadas con otras culturas mesoameri-
canas, como la azteca, la cual también se analiza en esta dicotomía. Con base en el Códice Borgia
este ensayo.
2. Para conocer una visión general sobre algunos códi- (p.27)2 como referencia canónica, ella identi-
ces prehispánicos y coloniales tempranos, incluyendo al
Códice Borgia, consúltese Vela, 2009b. ficó diferentes tipos de Tlaaloke en la

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iconografía de Teotihuacan y concluyó su aná- Tabla 6). Pasztory y von Winning identificaron
lisis proponiendo los términos “Tlaloc- al “Tlaloc A” y al “Tlaloc B” de acuerdo a las dis-
cocodrilo” y “Tlaloc-jaguar” (Pasztory, tintas características faciales mediante la cate-
1974:18). En este esquema, el “Tlaloc A” cuya gorización de, por ejemplo, la forma específica
presunta filiación está relacionada con el coco- del labio superior (Pasztory, 1974:6-7, 16; von
drilo, estaba asociado con la tierra y el agua, Winning, 1987: Tomo I:68; 94), la cantidad de
mientras que el “Tlaloc B” estaba ligado al colmillos y la presencia de un nenúfar en la
armamento, la guerra y la fertilidad (Pasztory, boca (von Winning, 1987:ibíd.). Sorprendente-
1974:19)3. Asombrosamente Pasztory incluso mente, hasta la fecha no ha aparecido ningún
continuó preguntando: “¿acaso las otras imá- estudio en donde se tomen en consideración
genes del supuesto Tlaloc [Tlalook] en Teo- las diferencias de color de los distintos dioses
tihuacan pueden ser variantes adicionales de de las tormentas como un criterio para aislar a
una imagen de Tlaloc?” Ella respondió a esta las diferentes entidades o manifestaciones. Es-
cuestión con una respuesta clara y categórica: to se enfatiza por el hecho de que las obras de
“no” (Pasztory, 1974:10-11). Trece años más Pasztory y von Winning se publicaron en blanco
tarde, Hasso Von Winning compiló la significa- y negro. De cualquier forma, Pasztory mencio-
tiva obra acerca de la iconografía de Teotihua- na la coloración amarilla del dios de las tormen-
can publicada en dos volúmenes (von Winning, tas representado en los registros que enmarcan
1987). En estas obras, von Winning aclaró que a los murales de Tepantitla y se refirió a esta
se encontraba siguiendo los pasos de Pasztory característica como “alusiones de cruces inter-
al argumentar la presencia de dos tipos de nas”, sugiriendo a continuación que la pigmen-
Tlalooke en Teotihuacan: el “Tlaloc A” vincula- tación amarilla hace referencia a “la deidad
do con el agua, y el “Tlaloc B” asociado princi- amarilla de la vegetación” (Pasztory, 1974:11,
palmente con la guerra y las ofrendas, y secun- nota 2). Aunque este comentario comprensivo
dariamente con el agua y la fertilidad (1987: permite entender las conceptualizaciones de
los estudiosos occidentales, no permite alum-
3. El análisis llevado a cabo por Pasztory fue adoptado
años más tarde por Cecilia Klein que intentó averiguar la brar al panteón antiguo de Teotihuacan, ni a su
naturaleza y el carácter del Tlaalok azteca del Posclásico estructura interna o deidades pobladores.
tardío. Sin embargo, su análisis es limitado, ya que las
interpretaciones se basaban en el material teotihuacano Como veremos más adelante, el color es de
del Clásico, pero pretendían esclarecer temas relaciona-
dos con el Tlaalok azteca de épocas más tardías (Klein, importancia primordial no solamente en Teo-
1980:156-157; para conocer un ejemplo con un enfoque
opuesto véase también Heyden, 1975). tihuacan, sino en todas las culturas meso-
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americanas en general, y ofrece un campo nube oscura surgía en el oeste, se decía que el
abierto para explorar la naturaleza diversa del chac negro estaba por venir” (Redfield y Villa-
dios de las tormentas y sus múltiples manifes- Rojas, 1962:115-116). A esto se puede añadir
taciones. la observación efectuada por Sir Thompson
sobre las creencias religiosas de los mayas del
Las deidades cuadripartitas de la lluvia y sur de Belice: “Una vez más, hay un Chac prin-
el trueno en Mesoamérica cipal entre los cuatro principales, el cual está
En virtud de que los registros del área maya asociado con los cuatro rincones del mundo y
ilustran uno de los esquemas cosmológicos con los cuatro colores del orbe. En adición a
mejor documentados en toda Mesoamérica, esto, existen innumerables Chacs meno-
nuestro amplio enfoque mesoamericano co- res” (Thompson, 1930: 61).
menzará con el análisis de los datos prove- Estas relaciones etnográficas y etnohistóricas
nientes de esta área. El célebre mayista Sir J. demuestran irrefutablemente la existencia de
Eric Thompson informó acerca de la creencia un universo cuadripartita entre los mayas yuca-
en cuatro entidades destacadas de Cháak por tecos, un patrón que puede extenderse al
parte de los modernos mayas yucatecos, lla- Posclásico tardío basados en la evidencia pro-
madas los Nukuch Cháako’ob, y de muchas porcionada por el Códice Dresde. Este almana-
otras deidades menores de Cháak. Las cuatro que adivinatorio maya del Posclásico incluye
deidades Cháak principales están asociadas una sección extensa que enlista los distintos
en correspondencia a cada dirección del mun- atributos y formas asociadas de Chaahk, el
do y se conocen por diferentes nombres, como dios de la lluvia y el trueno (véase Helmke,
Hopo ka’an Cháak, ‘el Cháak que enciende el 2007; Pallán Gayol, 2009:18; Stone y Zender,
cielo’, y Ajbolon ka’an Cháak, ‘El Cháak del no- 2011:40-41). Los segmentos de las páginas 42
veno cielo’ (Thompson, 1970a:255). Robert a 45 son de interés particular, al igual que las
Redfield y Alfonso Villa-Rojas confirmaron la páginas 29 y 30, las cuales representan los di-
existencia de las diferentes facetas de Cháak ferentes aspectos de Chaahk, cuyas clasifica-
basados en su trabajo en Chan Kom, Yucatán, ciones se aprecian en los siguientes fragmen-
cuando plantearon que “en los rezos formales tos (Fig. 2).
se usaban los nombres alternativos para los La relación entre coloración y dirección cardi-
chacs de las cuatro direcciones, y cuando una nal se hace de manera uniforme, y aquí se

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Demostrativo Teónimo Dirección Traducción
Cardinal

Alay? Chak Xib Chaahk lak’in ‘Este es el Chaahk hombre rojo, oriente’

Alay? K’an Xib Chaahk nohol ‘Este es el Chaahk hombre amarillo, sur’

Alay? Ihk’ Xib Chaahk chik’in ‘Este es el Chaahk hombre negro, poniente’

Alay? Sak Xib Chaahk nal ‘Este es el Chaahk hombre blanco, norte’

Fig. 2: Detalle de las páginas 29 y 30 del Códice Dresde. Estas páginas muestran las manifestacio-
nes cuádruples de Chaahk, la deidad maya de la lluvia y el trueno del Posclásico tardío, en donde
cada una de éstas está vinculada con una coloración y una dirección del mundo particular. De
izquierda a derecha aparecen el Chaahk blanco en su canoa, el Chaahk negro en un cenote, el
Chaahk amarillo tañendo un tambor, y el Chaahk rojo cazando a un venado (escaneo del original ©
Biblioteca estatal de Saxonia, Dresde).
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puede observar que la pigmentación funciona kalli de Tizapan de origen mexica, analizado
como el principal atributo singular de este con- recientemente por Leonardo López Luján y
junto particular del Chaahk cuadripartita (véase Marco Antonio Santos (2012) (Figura 3a). Este
Helmke, 2007, 2012:85-89). De manera fasci- fascinante artefacto es en realidad un cosmo-
nante vemos alusiones al mismo Chak Xib grama; en la parte inferior de su borde está re-
Chaahk en los textos jeroglíficos mayas del presentado un conjunto de cuatro deidades
Clásico (véase por ejemplo Schele y Miller, Tlaalok, las cuales sostienen y enmarcan al
1986:148-150, Lám. 40;227, Lám. 90;275-277, centro del universo (véase también Matos
Fig. VII.3; 310-312, Lám. 122; García Barrios, Moctezuma y Solís Olguín, 2002:145, Cat. 56).
2006:201-206), dejando claro que el mismo Nuevamente, cada una de las figuras de
sistema subyacente existió en el panteón maya Tlaalok está representada con las coloración
del Clásico, en donde un aspecto del dios de la correspondiente a los puntos cardinales. En el
lluvia y el trueno existió en forma cuadripartita. Códice Borgia se puede reconocer otro conjun-
También es importante comentar que esta dis- to equiparable, aunque en esta ocasión con un
tribución cuadripartita no estuvo restringida a Tlaalok en cada una de las cuatro esquinas de
Chaahk, ya que también aplicó para otras divi- la página 27, y uno en el centro que pareciera
nidades, incluyendo al Dios K (K’awiil) y un as- cernirse en el fondo, dominando la escena y
pecto del Dios N (Chan Itzam Tuun), por citar formando un quincunce cosmológico (Figura 4;
algunos ejemplos, que durante el periodo véase también Boone, 2007:145-151). Un pa-
Clásico tuvieron su correspondencia equivalen- nel ubicado actualmente en el Museo Amparo
te con una coloración cardinal distintiva proporciona la corroboración de la naturaleza
(Helmke, 2012:89; véase también Boot, 2003: cuadripartita de la forma mixteca de Tlaalok,
7-10; Martin, en prensa). En consecuencia, es en este caso en forma de cuatro deidades que
muy probable que la gran mayoría —si no es sobrevuelan arriba de la escena, cada una con
que todos— de los dioses mayas se considera- un pequeño cántaro repleto de agua volteado,
ran con una existencia cuadripartita, incluso si como si estuvieran regando lluvias propiciato-
estos no eran explícitamente referidos como rias (Fig. 3b) (Urcid, 2009:34). Aún más ajusta-
tales. do al tema es el conjunto de cinco urnas de
El hecho de que esta estructura es mesoameri- Kosiyo que adornan la fachada de la Tumba 3
cana y no está limitada exclusivamente al área en Xoxocotlan, el cual una vez más alude a la
maya puede demostrarse mediante el tepetla- configuración del quincunce entre los
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Fig. 3: a) El cosmograma representando a cuatro Tlaaloke diferentes con sus colores correspon-
dientes en la tapa del tepetlacalli de Tizapan (dibujo de Fernando Carrizosa). b) La configuración
cuatripartita de Kosiyo, la deidad zapoteca del trueno y la lluvia, cerniéndose por encima de la esce-
na con vasijas pequeñas derramando líquido sobre los humanos sentados (Urcid, 2009: 34).

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Fig. 4: El cosmograma representado en el Códice Borgia (p. 27). Aquí se representaron cinco mani-
festaciones de la deidad de la lluvia con coloración. Nótese también la forma en la que están repre-
sentados los fenómenos climáticos y las mazorcas de maíz en cada uno de los cuatro cuadrantes
del mundo. Como un ejemplo de esta conexión, el Tlaalok de coloración azul está rodeado por
enormes nubes cargadas de lluvia y encima de mazorcas de maíz erectas y frescas, mientras que
el Tlaalok de coloración amarilla arde bajo los desgarradores rayos del sol y mientras los saltamon-
tes arruinan los campos de maíz.
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zapotecos del Clásico (Urcid, 2009:33). Estas en conjuntos de tres parecerían indicar que un
interesantes correspondencias, cuya duración patrón numérico diferente rigió al panteón teo-
fue de por lo menos un milenio y persisten tihuacano (Fig. 5) (Berrin y Pasztory, 1993:
hasta el día de hoy en algunas localidades, de- 242, Cat. 119; Castillo y Miranda, 2009:321,
jan pocas dudas con respecto a la naturaleza Cat. 136). Sin embargo, en un incensario teo-
cuadripartita o de quincunce propia de las dei- tihuacano puede apreciarse una representa-
dades —en particular de los dioses de la llu- ción quíntuple del dios de las tormentas debajo
via—, lo cual fue un punto fundamental de de otra imagen de la misma deidad (Figura 6a-
equivalencia entre la plétora de dioses de es- b). Estas efigies portan una antorcha en la bo-
tas sociedades, sin importar las diferencias sig- ca y signos de trapecio y rayo en sus tocados.
nificativas en los ámbitos lingüístico, cultural y En ambos lados de este incensario pueden
temporal. apreciarse espejos decorados con el signo de
A su vez, esto plantea la cuestión sobre la Ojo de Reptil. Más lejos, en la región de Es-
posible existencia de un esquema semejante cuintla en Guatemala, un trípode de cerámica
en Teotihuacan. A primera vista, las intrigantes de estilo netamente teotihuacano representa
vasijas del dios de las tormentas que aparecen en su parte central a un gran dios de las tor-

Fig. 5: Conjunto de vasijas efigie del dios de las tormentas en agrupaciones de tres; esto ilustra otro
patrón numérico que es significativo para esta aglomeración de deidades (Berrin y Pasztory
1993: 242, Cat. 119).
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mentas con un tocado de trapecio y rayo, y un (Beyer, 1922:274, Lám. xiiia-b). De esa mane-
signo invertido de montaña triple en su boca; ra, es claro que la configuración cuadripartita o
pero lo que es verdaderamente notable en él de quincunce de las deidades de la lluvia y el
son los cuatro dioses de las tormentas más pe- trueno también se aplica al dios de las tormen-
queños que blanden pequeños relámpagos y tas de Teotihuacan del periodo Clásico.
que enmarcan a la figura central (Figura 6c) Aunque la “Estructura de los Altares” ubicada a
(Hellmuth, 1978:83, Fig. 16; Taube, 2009:155, los pies de la Pirámide de la Luna ha sido obje-
Fig. 2a). Estos ejemplares cerámicos confir- to de bastantes discusiones, es necesario con-
man la presencia de un concepto quíntuple del siderarla nuevamente en el presente trabajo
dios de las tormentas de Teotihuacan en esta (Fig. 8a). Esta estructura —que Jorge Acosta
ciudad y en las tierras más lejanas bajo su do- (1966:48) fechó alrededor de 300 y 650 d.C.—
minio. se accede por el oeste y en su interior se pre-
Por otra parte, justo como ha sido identificado serva las partas bajas de columnas cuadradas
acertadamente por Annabeth Headrick, un en- en talud-tablero. A pesar de que la configura-
terramiento en la Pirámide de la Luna nos ha ción interna original de esta estructura se des-
permitido reconstruir una parte clave de la cos- conoce debido a su estado de preservación, es
mología de Teotihuacan. En su comentario so- posible que las columnas correspondan a los
bre la Tumba 2 (Fig. 7), Headrick (2010) ha restos de “altares” —a falta de un mejor térmi-
hecho notar que cinco vasijas pequeñas con la no y utilizando la designación de los autores
efigie del dios de las tormentas se encontraron precedentes— (v. gr. Acosta, 1966:48;
en este depósito y que cuatro de éstas se colo- Schöndube, 1975:241; Cabrera Castro, 2000:
caron en las esquinas, mientras que la quinta 206-207). Lo que hace interesante a los llama-
se situó en el centro (véase Sugiyama y López dos altares es su notable configuración, cuya
Luján 2007:127-130). relevancia radica en los puntos cardinales, ya
Finalmente, Hermann Beyer también comentó que hay cuatro altares alineados con respecto
la existencia de ejemplares cerámicos frag- a cada una de estas direcciones (con el del
mentados en donde cinco dioses de las tor- oeste distribuido a ambos lados de la entrada),
mentas se modelaron y hornearon juntos, con cuatro altares adicionales emplazados entre
una vasija central de mayor tamaño y cuatro cada uno de los puntos cardinales; y, finalmen-
vasijas más pequeñas alrededor de ella te, un noveno altar ubicado en el centro. Esta

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Fig. 6: Manifestaciones quíntuples del dios de las tormentas en la cultura teotihuacana. a) Un
incensario que representa manifestaciones quíntuples del dios de las tormentas junto con otro dios
de las tormentas supremo y abarcador que preside a los dioses de las tormentas menores. b)
Detalle de la ilustración anterior (Berlo, 1984: Lámina 37). c) Detalle de una vasija trípode moldeada
proveniente del área de Escuintla en el sur de Guatemala, en donde se representó a un gran dios
de las tormentas en el centro flanqueado en las esquinas por cuatro dioses de las tormentas
“ayudantes” más pequeños dispuestos en un quincunce cosmológico (dibujo de Nicolas Latsano-
poulos).

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Fig. 7: Tumba 2, Pirámi-
de de la Luna, Teotihua-
can. El plano muestra la
disposición de las cinco
vasijas efigies del dios de
las tormentas que se
hallaron dentro de este
depósito ceremonial con-
formando un cosmogra-
ma de quincunce (dibujo
de Saburo Sugiyama ©
Proyecto Pirámide de la
Luna).

configuración dividida en nueve porciones es tar alrededor de 450 d.C. (véase Acuña 2007:
extremadamente importante e implica que, en 35-36), lo que confirma la contemporaneidad
adición a la distribución cardinal con el centro directa con la “Estructura de los Altares” en
dispuesto como quincunce, los puntos cardina- Teotihuacan. Por lo tanto, es claro que los pun-
les intermedios también figuraban destacada- tos cardinales intermedios fueron de cierta im-
mente en la estructura cosmológica durante el portancia en la cosmología mesoamericana,
periodo Clásico en Teotihuacan. A nivel de aunque han permanecido desconocidos por
Mesoamérica, se conoce relativamente poco mucho tiempo. Lo que es importante aquí es el
sobre el papel de las direcciones intermedias, patrón cosmológico que pudo formar las con-
entre los cuatro puntos cardinales principales, cepciones del panteón que estuvo vigente du-
pero los murales descubiertos en la Tumba 12 rante el periodo Clásico. En consecuencia, el
de Río Azul en Guatemala proporcionan una número nueve parece ser tan significativo co-
comprensión complementaria (Fig. 8b). Aquí el mo el cuatro o el cinco; cada uno como aspec-
texto glífico sugiere que la tumba se puede da- tos diferentes de un patrón cosmológico más
21
Fig. 8: a) La “Estructura de los Altares” en la base de la Pirámide de la Luna, Teotihuacan
(fotografía de Christophe Helmke). b) El interior de la Tumba 2, Río Azul, Guatemala. Nótense los
jeroglíficos en las paredes que registran las direcciones cardinales principales, y aquellos en las es-
quinas que se refieren a las direcciones cardinales intermedias (fotografía de George Mobly © Na-
tional Geographic Society).
22
amplio. Al considerar la importancia del núme- puntos cardinales4 (véase DeBoer, 2005). Ca-
ro nueve podría conjeturarse si esta cifra ayu- da uno de estos cuadrantes se asociaba con
daría a entender las agrupaciones tríadicas del un color distinto y en ocasiones al centro tam-
dios de las tormentas mencionadas anterior- bién se le atribuía alguna coloración. En toda
mente, pues tres grupos tríadicos naturalmente América los colores cosmológicos se ordena-
dan como resultado nueve (véase Fig. 5). Es- ban —en diversos grados— en orden decre-
tos hallazgos tienen implicaciones fascinantes, ciente de importancia: negro, rojo, amarillo,
en particular cuando se toman en considera- blanco, verde y azul. Fray Diego de Landa Cal-
ción los murales policromos y las cerámicas derón (1524-1579) relató por primera vez el
estucadas con representaciones del dios de las patrón empleado por los mayas alrededor del
tormentas de Teotihuacan. Los 29 ejemplos año 1556 (Tozzer, 1941:135-138); Landa in-
que hemos identificado poseían tonalidades en dicó que el rojo (chak) fue el color predominan-
azul, negro, verde, rojo, blanco y amarillo: los te y se asociaba con el oriente, el poniente con
colores cardinales comunes no solamente en el negro (ek’), el sur con el amarillo (k’an), el
Mesoamérica, sino en todo el continente ameri- norte con el blanco (sak) y el centro con el co-
cano (véase Tabla 1; DeBoer 2005:71, Tabla lor azul o verde (yax). De forma sorprendente,
4). De cualquier manera, antes de continuar exactamente el mismo patrón de colores con
analizando las ramificaciones que estas colora- las mismas asociaciones cosmológicas se re-
ciones tienen para nuestra comprensión de la gistró no solamente en el Códice Dresde cuya
cosmología y el panteón teotihuacano del datación es de poco antes de la invasión euro-
Clásico, es necesario reexaminar el rol que es- pea, sino que también se remonta al periodo
tos colores desempeñaron en los cosmogra- Clásico, un milenio entero antes (véase
mas de las culturas amerindias, tanto dentro Thompson, 1970b; Boot, 2003; Houston et al.,
como fuera de Mesoamérica. 2009). Gran parte de la religión y los rituales
mayas se perdieron con la colonización euro-
Los colores de las direcciones cardinales pea y la conversión al cristianismo, y en el últi-
Un hecho muy conocido es que las culturas mo siglo los mayas del sur de Belice ya no
amerindias —tanto en Mesoamérica como en
lugares más lejanos— concebían una cosmo- 4. Para conocer una breve discusión acerca de la fija-
ción de las direcciones cardinales en contraste con los
logía que dividía al universo en cuatro cuadran- cuadrantes del mundo cuyos límites están establecidos
por los solsticios, véase Stuart (2011:82-84) y DeBoer
tes iguales, alineados con respecto a los (2005:73).
23
recordaban cuál color se vinculaba con cada caso, entonces podría decirse que al comparar
punto de la rosa de los vientos (Thompson el esquema posclásico de colores de los mexi-
1930:48), aunque entre los mayas de Soccutz cas con el cosmos maya, ambos incluyeron en
del Belice occidental persistía una memoria todos los sentidos una selección de coloracio-
errónea que asociaba el oriente con el blanco y nes, excepto por el intercambio de colores
el norte con el amarillo (Thompson, 1930:108; asignados al sur y al occidente. Además el
véase también 57, 59, 65). El caso de los ma- azul del centro se posicionaría en el lugar del
yas esclarece que no se trata solamente del verde, lo cual compagina bien considerando
esquema cosmológico mejor documentado en que los referentes para el color verde y azul
toda América, sino que también fue el más es- tienden a estar bajo el mismo término en
table y firme hasta la intromisión de la cultura muchas lenguas mesoamericanas (véase
extranjera occidental5. MacLaury, 1997; Houston et al., 2009:40, 65).
Los procesos anteriores deben recordarse y En la página 27 del Códice Borgia procedente
tenerse en consideración al momento de exa- del oeste de Puebla se encuentra una repre-
minar otros casos mesoamericanos. Por lo que sentación intermedia que también plasma los
se puede determinar, en el centro de México la colores asociados a los puntos cardinales y al
indicación más clara de un universo cuadripar- centro, no obstante proporciona una imagen
tita asociado a cuadrantes coloreados es el bastante diferente (Fig. 4). Las diferencias
tepetlakalli de Tizapan (Fig. 3a), cuya datación podrían ser el producto de distintas filiaciones
bien puede establecerse hacia finales del culturales o la datación del texto, pues proba-
periodo Posclásico tardío (siglo XV) (v. gr. blemente su fecha es posterior a la de la caja
Luján y Santos, 2012:26). Esta caja de piedra de piedra, aunque por no más de un siglo en
muestra una secuencia de color rojo, negro, caso de que esto fuera así. En el Borgia puede
amarillo y blanco, con el azul al centro. Aunque apreciarse la secuencia de color rojo, azul,
no hay un afianzamiento claro con respecto a amarillo y negro, con el centro representado en
la direccionalidad, es probable que el rojo deba una idiosincrática serie de rayas rojas sobre un
equipararse con el oriente. Si este fuera el fondo blanco (desde luego, la coloración cen-
tral solamente es el lugar para el verde o el
azul). Esta disposición difiere del ejemplo de
5. Véase también a Walker (1979: 509) y a Hieb (1979: Tizapan al tener el norte como negro y el sur
578) para conocer ejemplos de la interferencia europea
en la cultura amerindia. como azul, pero conserva respectivamente con
24
rojo y amarillo el importante eje solar oriente- los navajos, mientras que entre los cherokees
poniente. Al apreciar con aún más detalle, va- y los pueblo se asigna al norte (véase Tabla 1).
rios estudiosos modernos estarán de acuerdo El cosmos navajo es notablemente semejante
con la diferencia del esquema de color del cos- a muchos aspectos del cosmograma presente
mos mexica, en caso de que pueda confiarse en el Códice Borgia, con la excepción de la
en los trabajos de Fray Diego Durán concluidos sustitución del blanco en el oriente. Los colores
antes de 1579 (véase Durán, 1971; López Aus- cosmológicos entre los pueblo son exactamen-
tin, 2002). De acuerdo, estas fuentes etnohistó- te iguales a los que usan los mayas, con la ex-
ricas relatan que mientras que el este era de cepción de que el negro y el azul se intercam-
hecho rojo, el sur era azul, al oeste blanco y al bian y que el esquema entero gira 90 grados
norte negro, y el centro era verde. Al comparar hacia el sur6. Ya que el esquema de colores
esto con el Borgia, podemos observar una con- cosmológicos del centro de México es tan pro-
gruencia, únicamente con el amarillo del po- penso al cambio, como puede confirmarse en
niente palideciendo hasta llegar a blanco. Sin las fuentes disponibles, nos preguntamos qué
embargo al comparar esto con el esquema aspecto pudo tener durante el periodo Clásico
cosmológico de los mayas, es claro que en él el cosmograma correspondiente, particular-
hay una separación intensa, siendo el único mente en Teotihuacan, asumiendo que ahí
caso de continuidad en la selección de colores hubiera existido algo semejante. Al basarnos
y el empleo del rojo para señalar el oriente. Sin en patrones predominantes en Mesoamérica y
embargo, podemos cuestionarnos acerca de la en todo el continente americano (Tabla 1), es-
aparición del azul como una dirección cardinal tamos en condiciones para formular algunas
en el esquema cosmológico del centro de hipótesis rudimentarias sobre el cosmograma
México, ya que este color se encuentra ausen- en Teotihuacan. En la mayoría de los casos el
te entre los mayas, al igual que en el tepetla- oriente se puede identificar con el rojo, hacién-
kalli de Tizapan, en donde se utilizó como color dolo una reconstrucción probable para el cos-
central. Para hallar un posible origen del uso 6. Lo que hace tan significativos a los cosmogramas de
del azul como uno de los puntos cardinales las culturas del suroeste de Estados Unidos es el uso
extendido del color azul para un punto cardinal importan-
mayores, se debe mirar hacia el norte, entre te. De esta manera, las conexiones entre el Códice Bor-
gia y los navajos pueden tentar a preguntarnos si es po-
otros grupos indígenas de América. Por ejem- sible establecer una correlación entre la aparición del
azul en el esquema cosmológico del centro de México
plo, el azul se asigna al sur entre los apaches y con las migraciones que desempeñaron un papel promi-
nente en los mitos fundacionales de los aztecas.

25
Este Sur Oeste Norte Centro Referencias

Apache - Moderno --- 1

Cherokee 2

Lakota 3

Pueblo - Moderno --- 4

Hopi - Moderno --- 5

Navajo - Colonial --- 6

Tarasco 7

Sioux --- 8

Mexica - Colonial 9, 10

Mixteco - Posclásico 11

Azteca - Posclásico 12

Mixteco - Posclásico --- 13

Zapoteco --- 14

Isthmiano - Moderno 15

Maya - Posclásico 16,17

Maya - Clásico 18

Teotihuacan A (?)
Teotihuacan B (?)

Tabla 1: Colores cardinales entre algunas culturas de Mesoamérica y Norteamérica. Observe los
dos cosmogramas hipotéticos que proponemos para Teotihuacan.

Leyenda: (1) Curtis, 1907: 30-48 passim. (2) Mooney, 1891: 342; DeBoer, 2005: Tabla 4. (3) Brown, 1997: 58, 87; vé-
ase DeBoer, 2005: Tabla 4. (4) véase Lenneberg y Roberts, 1956. (5) Stephen, 1898:261-262, 1936:2: 1190-1191;
Hieb, 1979:577-578; Dosier, 1970: Tabla 8. (6) Reichard, 1990:15; véase también Pinxton, 1983:11; Newcomb y Reich-
ard, 1975. (7) Pollard, 1993:141, véase también 144, Tabla 7.1. (8) Hassrick, 1989:256. (9) Diego Durán, 1574-1576 y
1579. (10) López Austin, 2002:32. (11) Códice Borgia. (12) Tepetlakalli de Tizapan (véase López Luján y Antonio San-
tos, 2012). (13) Códice Fejérváry-Mayer. (14) Marcus, 1998:13. (15) Münch 1994:154. (16) Códice Dresde. (17) Diego
de Landa Calderón (Tozzer, 1941:135-138). (18) Textos glíficos diversos.

26
mograma de Teotihuacan. En contraste, el po- seis colores se representaron en el corpus: el
niente está asociado tanto con el negro como verde en el centro, cuatro asignados a cada
con el amarillo, haciéndolos opciones posibles. dirección cardinal y el azul como el sexto color
El color del centro tiende universalmente a ser que sustituye al negro.
verde azulado, lo que aquí también parece ser
aplicable, aunque parece probable que el ver- La reconstitución del lugar del dios de las
de debió de estar vinculado con el centro y el tormentas en el panteón de Teotihuacan
azul con uno de los principales puntos cardina- Tras presentar nuestro argumento respecto al
les, ya que en Teotihuacan existen buenos amplio patrón mesoamericano referente a la
ejemplos de ambos colores. En la mayoría de forma en que se representa a las deidades de
los casos amerindios, si el azul se emplea co- la lluvia y el trueno e ilustrarlas en relación a
mo un color cardinal importante se asigna al los colores asociados a las direcciones del
norte o al sur, mientras que en Mesoamérica mundo durante tiempos precolombinos, ahora
parece que se usó casi exclusivamente para el es menester enfocar nuestra investigación en
sur, lo cual también hace de esto un formato las mismas divinidades. De cualquier manera,
posible para Teotihuacan. Finalmente, y me- antes de que procedamos con la separación y
diante un proceso de eliminación, el color para clasificación del material del dios de las tor-
el norte únicamente puede ser negro o blanco mentas procedente de Teotihuacan, necesita-
dependiendo de la coloración asignada al po- mos revisar algunas características importan-
niente. A esto debemos añadir que para el ne- tes de las deidades de la lluvia entre los mexi-
gro y el azul hay algunos patrones de sustitu- cas y los mayas.
ción verdaderamente interesantes y mutua- En las páginas 30 y 31 del Códice Borbónico
mente excluyentes en Teotihuacan, lo que nos del Posclásico mexica se hallan representacio-
lleva a preguntarnos si aún existe otra posibili- nes de colores y deidades de la lluvia. En la
dad en donde el azul no sea simplemente un página 30 las figuras coloridas se muestran en
sustituto para el negro, ya que en otros casos dos filas sobrepuestas. Las figuras de la fila
amerindios se conocen sustituciones compara- inferior están posicionadas encima de una pla-
bles (Tabla 1; véase también DeBoer, 2005: taforma piramidal con un teixiptla, o ‘imitador
67). En caso de que esto resulte ser acertado de deidad’, de la diosa del maíz adornada con
sería un gran avance para esclarecer por qué prendas multicolores (DiCesare, 2009:127).

27
La diosa del maíz tiene un séquito de cuatro cios y los malignos o perjudiciales, reflejando
miembros, quienes también portan mazorcas tipos de lluvia diferentes. Un Tlaalok amarillo
de maíz en sus manos y exhiben en sus toca- sostiene dos hachas, una serpiente y lo que
dos ornamentos de máscaras azules con ante- probablemente sea una pequeña vasija con
ojeras y colmillos (ibíd.:128). Las ropas de es- una efigie que porta las características faciales
tos cuatro personajes son bastante apropiadas, propias de esta deidad. Encima de él pueden
pues son de color azul, blanco, amarillo y rojo. verse varios objetos menguantes representan-
Los cuatro personajes que personifican a Tlaa- do rayos solares, y debajo de él criaturas se-
lok y que rodean a la diosa del maíz en la pági- mejantes a saltamontes devoran mazorcas de
na 31 del Códice Borgia también están vesti- maíz troceadas. En la viñeta del Tlaalok azul
dos con la coloración de las cuatro direcciones blandiendo una serpiente se plasmaron encima
cardinales (Fig. 9). Los imitadores coloridos de él distintos signos rizados que representan
están colocados de acuerdo a las direcciones a las nubes cargadas de lluvia. En contraste
cardinales y Taube menciona que “en una ma- con el maíz asociado con el Tlaalok amarillo,
no, cada figura de Tlaloc sujeta una bolsa colo- aquí el maíz crece erguido y fresco, y es tenta-
rida y una hachuela envuelta en papel, y en la doramente comestible. Al juzgar los contextos
otra mano cada personaje sostiene un objeto en donde están representados estos diferentes
en forma de bastón vertical coloreado de Tlaalok, es claro que cada uno de ellos estaba
acuerdo a las direcciones correspondien- asociado a fenómenos atmosféricos muy dife-
tes” (Taube, 1996:319, véase también Klein, rentes.
1980:192-194; DiCesare, 2009:123-129). El fraile franciscano Andrés de Olmos (ca.
En la página 27 del Códice Borgia también son 1480-1568) se dedicó a la evangelización de
evidentes las mazorcas de maíz y los Tlaalok los indígenas de América al igual que otros mi-
de colores diferentes, en donde los Tlaaloke sioneros en la Nueva España. Para llevar a ca-
multicolores están asociados con tipos de cli- bo este propósito los misioneros españoles co-
ma distintos (Fig. 4). De acuerdo a la interpre- lectaron información referente al idioma, la his-
tación de esta página en el Códice Borgia pro- toria, las costumbres y las creencias de la gen-
puesta por Elizabeth Hill Boone (2007:145) te a la que deseaban convertir (Baudot, 2001:
puede observarse una distinción entre los fenó- 410; Robertson, 1994:156; Lopes Don, 2010).
menos meteorológicos benevolentes o propi- La obra de Olmos conocida como Tratado

28
Fig. 9: Códice Borbónico (p. 31). Cuatro personificadores de Tlaaloke están de pie en dirección a
las cuatro direcciones vestidos con prendas coloridas y elaboradas, portando bolsas de incienso y
rodeando a la diosa del maíz Chikoomekoatl, quien es ofrendada al centro de la escena.

29
sobre Antigüedades Mexicanas formó parte de desarrollan y se secan. Y con el fin de hacer
este proyecto. Este trabajo concluido en 1539 llover este dios creó a muchos ayudantes pe-
explora la sociedad y la literatura de los pobla- queños que vivían en las cuatro habitaciones
dores del centro de México. Desafortunada- de la casa, y tenían envases con los que toma-
mente, el paradero de esta obra se desconoce ban el agua de aquellas tinas y [tenían] varillas
en la actualidad, aunque se conservan algunas en su otra mano” (Garibay, 1965: 26).8 De ma-
versiones preliminares de este escrito, una de nera interesante, en estos pasajes se enfatiza
las cuales es el conjunto denominado Historia por igual el aspecto cuadripartita y configura-
de los Mexicanos a través de sus Pinturas.7Los ción espacial de las deidades Tlaalok, así co-
aspectos múltiples de las deidades relaciona- mo el poder que se les atribuye en la creación
das con Tlaalok y diferentes fenómenos at- de diferentes tipos de lluvia.
mosféricos se encuentran en algunos pasajes La deidad de la lluvia no solamente se repre-
interesantes de esta obra, los cuales procla- sentó en conjuntos de colores, pues también
man: “De este dios del agua se dice que tiene las mazorcas de maíz tienen coloraciones dis-
una morada de cuatro habitaciones, en medio tintas. Las crónicas de otro misionero, el fraile
de las cuales hay un vasto patio en donde hay dominico Diego Durán (1537-1588)9, hacen
cuatro tinajas grandes de agua. La [agua ahí evidente la conexión entre las mazorcas de
resguardada] es muy buena, y de ella cae la maíz de colores direccionales, un rasgo que
lluvia cuando se nutren los granos y las semi- también se encuentra fuera de Mesoamérica
llas, y viene en buen tiempo. La otra es mala (Taube, 2010: 76). Durán informa en el libro
cuando llueve, y con la agua se crean telara- dedicado al antiguo calendario (véase Durán,
ñas en los granos y cae aguanieve/granizo; 1971: 383-470) que durante el decimotercer
otra es cuando llueve y [las semillas] no se mes del año, el 29 de octubre, se llevaba a ca-
desarrollan y se secan. bo un festival llamado Tepee-ilwitl (‘día de la

8. Para una descripción de un ritual cosmológico similar


entre la cultura apache moderna véase a Curtis (1907:
30).
9. La Orden Dominica le encargó a Diego Durán escribir
acerca de las creencias y ceremonias indígenas en
7. La Historia de los Mexicanos a través de sus Pinturas México, por lo que compiló las obras El Libro de los Dio-
forma parte de un códice anónimo del siglo XVI llamado ses y Ritos (1574-1576), El Antiguo Calendario (1579) y
Libro dorado y Tesauro Indio, publicado por primera vez La Historia de las Indias de la Nueva España (1581).
en 1882 por Joaquín García Icazbalceta (Baudot, 2001: Las tres obras se tradujeron y publicaron recientemente
410; véase también Garibay, 1965: 19). (Durán, 1971; Durán, 1994).
30
montaña’) en honor a las grandes cumbres, en se arrojaba hacia los cerros, el blanco hacia
especial los volcanes, como el Popooka-tepeetl las milpas, el amarillo en dirección al lago y el
(‘montaña humeante’) y el Istaak-siwaatl morado a la dirección llamada amilpan (ídem).
(‘mujer blanca’) (Karttunen, 1983: 35, 104, 123, El uso de las direcciones cardinales no sola-
203, 230). Durán menciona al describir estas mente estaba reservado para la deidad Xoo-
‘festividades de los cerros’ que: “los granos de chiketzal, pues también lo estaba en el caso
elote se arrojaban hacia los cuatro puntos car- que aquí se trata con mayor detalle: en los ri-
dinales asociados con el año indígena. Al tos dedicados al dios Tlaalok. Como tal, la aso-
oriente queda Caña, al poniente queda Casa, ciación entre divinidades y direcciones cardina-
al norte queda cuchillo de Pedernal, y al sur les es un rasgo pan-mesoamericano presente
queda Conejo. Estos eran representados por entre los mayas del periodo Clásico y los mexi-
cuatro tipos de maíz: negro, blanco, amarillo y cas del Posclásico. La noción de un conjunto
moteado” (1971: 454). Mazorcas de maíz de múltiple de entidades de Tlaalok en el periodo
colores diferentes se esparcían durante las fes- Poscolonial aumenta cuando Durán describe la
tividades celebradas en honor a la diosa Xoo- forma en que se colocaban las efigies de la
chi-ketzal (‘plumaje florido’), en donde se des- deidad en la cima del Monte Tlaloc: “alrededor
pedía a las flores, una indicación de que las había una cantidad de ídolos pequeños, pero
heladas se encontraban atrapadas por el mo- él [Tlaalok] permanecía en el centro como el
mento (véase Karttunen, 1983: 210, 329). El 26 señor supremo. Estos pequeños ídolos repre-
de octubre, tras la festividad de Weey-pachtli sentaban a las otras montañas y barrancas
(‘gran musgo’) (Durán, 1971: 240-241; Karttu- que rodeaban a esta gran cumbre. Cada uno
nen, 1983: 85, 183), Durán relata que junto con de estos se nombraba de acuerdo al monte
algunas muchachas jóvenes que serían sacrifi- que representaba” (Durán, 1971: 156; véase
cadas: “también subían a la roca cuatro sacer- también Townsend, 1999). Aquí puede apre-
dotes portando en sus manos cuatro guajes ciarse que para los mexicas los múltiples as-
con maíz. Uno] contenía maíz blanco, otro pectos de la deidad de la lluvia no estaban res-
maíz negro, otro maíz amarillo claro y otro mo- tringidos solamente a unas cuantas concepcio-
rado” (Durán, 1971: 243). Los sacerdotes vol- nes cosmológicas o a una variedad amplia de
teaban hacia los diferentes elementos de la na- personificaciones de fenómenos climáticos,
turaleza y esparcían el maíz de color. El negro sino también a montañas en específico que

31
esencialmente servían como deidades patro- Los ejemplos mostrados aquí vinculan a los
nas del paisaje montañoso, permeando en to- fenómenos climáticos y a Chaahk, lo cual su-
do. Al ser este el caso, puede concluirse que giere que Chaahk tuvo varios caracteres dife-
para los mexicas en realidad había una se- rentes. El dios se mostró en diferentes formas
cuencia casi interminable de encarnaciones de o manifestaciones. Como ya hemos visto, el
Tlaalok en todos los ámbitos, tanto terrestres Chaahk cuadripartita asociado a las direccio-
como celestiales. De manera similar entre los nes cardinales conforma un grupo coherente,
mayas del Clásico Chaahk no estaba limitado a en donde cada uno es esencialmente el mismo
una manifestación singular, pues también esta- tipo de Chaahk, cuyo rasgo distintivo es su co-
ba asociado con varios aspectos distintos, con loración. Como tal, un conjunto de cuatro o cin-
modelos climáticos diferentes y fenómenos at- co Chaahk cardinales no son más que las fa-
mosféricos en particular. En los pasados veinte cetas o manifestaciones múltiples de una gran
años los epigrafistas han sido capaces de leer encarnación. Sin embargo, una serie completa
exitosamente una profusión sorprendente de de estos conjuntos probablemente se concibió
nombres ligados a Chaahk, en donde cada uno como la que definió a la totalidad de la —por lo
de estos parece ser una personificación o un demás inexplicablemente extensa y abrumado-
tipo particular de lluvia o tormenta (v.gr. Laca- ra— entidad que es Chaahk. Por lo tanto, los
dena, 2004; Garcia Barrios, 2006; 2007; 2009; especialistas en rituales de la antigüedad divi-
Helmke, 2007; Pallán Gayol, 2009). A conti- dieron lo que era una entidad inconcebible-
nuación se presentan algunos ejemplos ilustra- mente grande en grupos más reducidos com-
tivos: primidos en unidades, puestas en orden para
que la mente humana fuera capaz de asimilar
• Yax Ha’al Chaahk
‘Chaahk de las primeras lluvias’ las partes constituyentes de esta única divini-
dad.
• Yax Mayuy Chan Chaahk
‘Chaahk es la primer niebla (matinal) en el cielo’ Aquí un aspecto que es importante recalcar es
que hay patrones repetidos en las secuencias
• K’ahk’ Chan Chaahk
‘Chaahk es el fuego en el cielo’ nominales de varias divinidades mayas del
Clásico. A continuación se proporcionan algu-
• K’ahk’ Yipiiy Chan Chaahk
‘Chaahk que incendia el cielo con fuego’ nos ejemplos claves de estas pautas en la
Tabla 2:

32
Nu’n Ujo’l Chaahk ‘Nu’n(?) es la cabeza de Chaahk’
Nu’n Ujo’l K’inich ‘Nu’n(?) es la cabeza de K’inich’

K’ahk’ Yipiiy Chan Chaahk ‘Chaahk incendia el cielo con fuego’


K’ahk’ Yipyaj Chan K’awiil ‘K’awiil incendia el cielo con fuego’

K’ahk’ Tiliiw Chan Chaahk ‘Chaahk aviva el fuego en el cielo’


K’ahk’ Tiliw Chan Yopaat ‘Yopaat aviva el fuego en el cielo’

Sihyaj Chan K’awiil ‘K’awiil que nació en el cielo’


Sihyaj Chan K’inich ‘K’inich que nació en el cielo’

Baluun Chaahk ‘9 Chaahk’


Baluun K’awiil ‘9 K’awiil’

Waxaklajuun Ubaah K’awiil ‘18 son las imágenes de K’awiil’


Waxaklajuun Ubaah Kan ‘18 son las imágenes de Kan (serpiente)’

Tabla 2: Ejemplos ilustrativos de varios teónimos —o nombres de divinidades— conocidos de los


antiguos mayas por sus textos glíficos. Nótense la estructura que las pares tienen en común aun
cuando pertenecen a diversos divinidades.

33
Como tal, es claro que existieron bastantes encarnaciones diferentes, no solamente para
personificaciones de diferentes deidades, pero K’awiil (Dios K) y la Serpiente de Guerra, sino
la cuestión aún es ¿cuántas encarnaciones se también para Chaahk (Dios B). Si este modelo
reconocieron para cada deidad en particular? y resulta ser verídico, podría ser aplicable a to-
¿existe o no una estructura subyacente com- das las deidades mayores reconocidas por los
partida? Las entradas finales ubicadas en la antiguos mayas, y de este modo, proporcionar
tabulación anterior ayudan a reconstruir la lógi- a su panteón una estructura numérica co-
ca fundamental que predominó en el panteón herente. Lo que es verdaderamente notable es
maya y a reconocer estas continuidades es- que esta estructura subyacente es compartida
tructurales, en donde podemos observar los por las deidades mayas y la Serpiente de Gue-
nombres de manifestaciones particulares enca- rra coetánea, una entidad que se sabe provie-
bezados por los números 9 y 18. De esta ma- ne de Teotihuacan (Freidel et al., 1993: 281;
nera podemos apreciar el nombre Waxaklajuun Taube, 2004: 88; 2006: 161). De ello se dedu-
Ubaah K’awiil ‘Dieciocho son las imágenes/ ce que este patrón de 18 manifestaciones exis-
encarnaciones de K’awiil’; la llamada tió no solamente dentro del área maya, sino
“Serpiente de Guerra” teotihuacana porta exac- que también fue el principio guía presente en
tamente el mismo tipo de nombre, conocido Teotihuacan.
como Waxaklajuun Ubaah Kan ‘Dieciocho son
las imágenes/encarnaciones de la serpiente’. Clasificación y tipología del dios de
Estos dos nombres son particularmente evoca- las tormentas de Teotihuacan
tivos debido a que pueden contrastarse con Como ya hemos mencionado, hemos docu-
aquellos encabezados por Baluun ‘nueve’, que mentado 29 representaciones policromas dife-
es significativo numéricamente, ya que es la rentes del dios de las tormentas en la icono-
mitad de 18. Además, como ya hemos visto, el grafía de Teotihuacan. Estos ejemplos repre-
9 probablemente simbolizó las cuatro direccio- sentan al dios de las tormentas con los si-
nes cardinales principales, las cuatro direccio- guientes colores: azul, amarillo, verde, rojo y
nes intermedias ubicadas entre éstas, y el cen- negro. Como hemos visto anteriormente, debi-
tro cosmológico. Ya que en los teónimos los do a que el color verde indudablemente se
prefijos numéricos no exceden 18, es tentador asociaba al centro de los cosmogramas así co-
proponer que los mayas reconocieron hasta 18 mo el dios de las tormentas verde parece estar

34
vinculado con el centro, casi de la misma forma no es nueva, como podría asumirse inicialmen-
en la que plausiblemente el dios de las tormen- te. Una revisión cuidadosa de la literatura exis-
tas rojo se relacionaba con el oriente. El resto tente revela que Herman Beyer propuso origi-
de las direcciones cardinales y sus coloracio- nalmente esta idea en 1922 en su contribución
nes son más difíciles de descifrar, pero consi- a la aclamada obra de Gamio titulada La Po-
derando esto podemos apreciar sustituciones blación del Valle de Teotihuacán (Beyer, 1922:
importantes y unívocas entre negro y azul, por 278; véase también Pasztory, 1971: 133).
lo que es posible sugerir que el dios de las tor- Uno de sus comentarios en este aspecto es de
mentas negro y azul se vinculaban con la mis- notabilidad particular: “En los Museos de Teo-
ma dirección del mundo, ya que de otra mane- tihuacán y de México se conservan unos vasos
ra, no habría formas para explicar esta sustitu- de manufactura algo burda que están decora-
ción. En caso de que el color fuera un identifi- dos en su lado anterior con caras de Tláloc.
cador discreto, la información debería confor- Algunas piezas tienen, además, los diminutos
mar agrupaciones “naturales” de dioses de las miembros de la deidad. También una curiosa
tormentas, en donde cada uno de estos exhiba combinación de cinco vasos cilíndricos ostenta
características diferentes y elementos dia- en el anterior y más alto de ellos las facciones
gnósticos congregados de acuerdo a la colora- de Tláloc hechas en el mismo estilo” (Beyer,
ción. Aunque nuestra muestra es mucho más 1922:278). A pesar de este comienzo promete-
pequeña de lo que pudiera desearse, se aclara dor, la hipótesis propuesta por Beyer nunca
rápidamente que la coloración no se podría volvió a asumirse de forma concluyente por
usar como un identificador discreto, ya que los parte de los investigadores de Teotihuacan.
dioses de las tormentas de diferentes colora- Por lo tanto, a pesar de que el color nos permi-
ciones comparten atributos y elementos dia- te distinguir entre encarnaciones separadas y
gnósticos. En cambio, en muchos casos la co- asociadas cardinalmente, la agrupación cos-
loración parece servir como un identificador mológica de las formas del dios de las tormen-
continuo secundario cuya función es separar a tas constituye un grupo que comparte los mis-
las manifestaciones cuádruples o quíntuples mos conjuntos de atributos y elementos dia-
del mismo “tipo” del dios de las tormentas. De gnósticos. Unos cuantos casos se detallarán
hecho, la noción sobre la existencia de cinco para aclarar estos conceptos; para ilustrar al-
dioses de las tormentas diferentes vinculados gunos de los puntos clave debemos considerar
con las direcciones cardinales y el axis mundi los ejemplos monocromáticos de los dioses de
35
los ejemplos monocromáticos de los dioses de que la información se haya sometido a análisis
las tormentas. Los ejemplos monocromáticos más rigurosos y pruebas estadísticas. Para el
evidentemente carecen de coloración que pue- análisis posterior de las diferentes manifesta-
da vincularse acertadamente con las direccio- ciones, usamos los términos “atributos prima-
nes cardinales. Consiguientemente, la colora- rios” y “atributos secundarios”. Un “atributo pri-
ción y su potencial como elemento discrimina- mario” es el motivo que caracteriza a manifes-
torio se anulan, por ende se tiene que confiar taciones particulares del dios de las tormentas,
en una serie diferente de atributos para tener la como los anillos oculares, el labio superior y
capacidad de reconocer y distinguir una mani- los colmillos10. Un “atributo secundario” es un
festación de otra. En este punto debemos re- motivo que revela un poco más acerca de la
cordar que, basados en elementos iconográfi- manifestación específica del dios de las tor-
cos clave, la distinción entre una y otra mani- mentas, por ejemplo, una serpiente de rayo, un
festación de una deidad pudo ser fácil para los nenúfar, una vasija efigie pequeña o una hoja
antiguos habitantes de Teotihuacan, cuya cul- de maíz.
tura estaba completamente formada dentro de Para ilustrar a que nos referimos por carac-
la religión, rituales y cosmología de esta anti- terísticas diagnósticas, consideremos al dios
gua ciudad. Pero para nosotros, que no esta- de las tormentas negro representado en el mu-
mos formados dentro de esta cultura, la cues- ral de San Sebastián (Fig.10a). En este ejem-
tión radica en lo siguiente: ¿cuáles elementos plo la coloración evidentemente está presente,
iconográficos son los que sirven como carac- y aparte de las características estándares co-
terísticas diagnósticas para cada dios de las mo anteojeras, labio superior curvado y colmi-
tormentas? La solución de esta pregunta es lo llos, este dios de las tormentas tiene un con-
que ha guiado todos los aspectos de nuestra junto de antorchas encendidas de gran tamaño
investigación, comenzando con la construcción en su boca. Con una intención determinada,
y selección de criterios de nuestra base de da- las antorchas deben ser el elemento diagnósti-
tos. Aquí solamente podremos presentar algu- co que permite identificar a este dios de las tor-
nos de los resultados preliminares de la clasifi-
cación y los esfuerzos por establecer una tipo-
logía para los datos, reservando los resultados 10 Al catalogar los colmillos en la base de datos se ha
hecho la distinción entre caninos curvos o rectos, aun-
finales para un tratamiento futuro, después de que ahora se puede demostrar que estas variables es-
tilísticas no portan ninguna carga semántica.
36
Fig. 10: La conjunción del dios de las tormentas policromo con sus homólogos monocromos. a)
Dios de las tormentas negro con antorchas encendidas, Barrio de San Sebastián (fotografía de
Christophe Helmke). b) Ejemplo jeroglífico de la variante de cabeza del dios de las tormentas con
una antorcha apagada a manera de clasificador, La Ventilla (esto y otros dibujos por Christophe
Helmke). c) Dios de las tormentas cosechador blandiendo un tallo vegetal, Zacuala (fotografía de
Haupt y Binder). d) Representación jeroglífica con tallo vegetal a manera de elemento diagnóstico,
La Ventilla. e) Dios de las tormentas con emblema de quincunce en su escudo, Amanalco
(fotografía de Leticia Staines © IIE, UNAM). f) Jeroglífico del dios de las tormentas con logograma
de quincunce en su boca a manera de clasificador principal, La Ventilla.
37
mentas en particular. En los textos de La Venti- identificador aislado en forma jeroglífica en La
lla curiosamente tenemos bastantes referen- Ventilla (Glifo 1) (Fig. 10d). A pesar de que la
cias jeroglíficas que aluden al dios de las tor- pigmentación de los ejemplos de Zacuala se
mentas, de las cuales una unidad fraseológica ha desgastado por un largo tiempo, a partir de
se empareja con la variante de cabeza del dios las acuarelas de Laurette Séjourné se eviden-
de las tormentas con una antorcha apagada cia que la coloración verde era predominante
(Glifo 31) (Fig. 10b; Cabrera Castro, 1996; al momento del descubrimiento. Nuevamente
Taube, 2000: 13-15; King y Gómez Chávez, tenemos la formación de un par consistente en
2004; Nielsen y Helmke, 2011). Ya que los gli- una coloración particular con un elemento dia-
fos de La Ventilla se representaron de forma gnóstico discreto, y en este caso la iconografía
monocroma y la antorcha es el único elemento asociada vincula a estos dioses de las tormen-
proporcionado, es claro que este elemento fun- tas verdes con las cosechas y la abundancia
ciona como la característica diagnóstica de es- de cultivos. Un tercer ejemplo convincente de
te dios de las tormentas en particular. Hasta el La Ventilla (Glifo 37) representa la cabeza de
momento el “dios de las tormentas con antor- un dios de las tormentas con un jeroglífico de
chas” solamente ha sido hallado como una dei- quincunce en su boca (Fig. 10f).12 A partir de
dad de la tormentas negra, lo cual sugiere que otros ejemplos sabemos que este dios de las
estaba vinculada a rituales de fuego (¿quizá tormentas en particular está nombrado de ma-
ritos nocturnos?)11, y también a una coloración nera jeroglífica por un signo de quincunce infijo
particular y una dirección cardinal conjunta en en la boca de un dios de las tormentas estiliza-
exclusividad. De manera similar, la hoja o tallo do y prototípico, cuyas anteojeras se remplaza-
de maíz que portan los dioses de las tormentas ron por una serie de anillos. Dos imágenes del
de Techinantitla y Zacuala (Fig. 10c) también dios de las tormentas procedentes de Amanal-
funciona como indicador diagnóstico, pues co son significativas debido a su coloración
también está representada como un identifica- blanca; estas representaciones blanden gran-

11. En este aspecto y de manera interesante, Durán nos 12. En la escritura maya del Clásico, el signo de quin-
informa que durante la festividad del cuarto mes, conoci- cunce funciona como el logograma K’AN, cuya función
da como el Weytosostli ‘gran Perforación’, había rituales es registrar el adjetivo ‘amarillo’ (véase Stone y Zender,
que involucraban a hombres caminando a través de las 2012: 126-127).
ciudades con antorchas encendidas, un ritual que co-
menzaba al atardecer del día previo a la fiesta, la cual
según se dice caía en el 30 de abril (Durán, 1971: 423).

38
des rayos estilizados y portan escudos engala- forma jeroglífica en Tetitla, todas los rasgos

nados precisamente con este glifo emblemáti- representados nos ayudan a identificarlo como

co (Fig. 10e). En consecuencia, parece posible una imagen del “dios de las tormentas del

sugerir que el “dios de las tormentas del quin- quincunce”.

cunce” mencionado en La Ventilla fue un dios La representación del dios de las tormentas en

de las tormentas blanco, al igual que el maravi- el fondo de la famosa vasija de Las Colinas

lloso ejemplo procedente de Tetitla (Fig. 11), constituye un ejemplo adicional de vinculación

que representa a un dios de las tormentas entre la evidencia polícroma y monocroma

blanco preparándose para arrojar un rayo ser- (Fig. 12a). La imagen monocroma de esta ma-

penteante con su atlatl, y con su brazo izquier- nifestación con un nenúfar en la boca, tocado

do oculto detrás de un escudo redondo. Aquí anudado y signos acuáticos alrededor de él,

está la combinación de características que nos muestra una semejanza notable con el dios de

permite identificar este aspecto belicoso, quizá las tormentas amarillo del complejo de Tepanti-

incluso marcial, del dios de las tormentas tla (véase Fig. 1), al igual que el de Tetitla (Fig.

(véase Taube, 2011: 102; Langley, 1992: 249- 12b). Los atributos secundarios y la forma de

253), y aunque como tal no está nombrado de representación compartidas de estos ejemplos

Fig. 11: Dios de las tormentas blanco arrojando una sinuosa serpiente de relámpago
con su atlatl, Tetitla (fotografía de Christophe Helmke).

39
Fig. 12: El dios de las tormentas con nenúfar. a) Vasija de Las Colinas recuperada por el etnó-
grafo sueco Sigvald Linné (1899-1986) durante sus excavaciones en el estado de Tlaxcala, 1934
-1935 (dibujo de Nicolas Latsanopoulos). b) Otro ejemplo del dios de las tormentas con nenúfar
representado de forma heráldica en el Cuarto 19 de Tetitla (dibujo de Christophe Helmke).

sugiere que la vasija de Las Colinas quizá re- sión y traslape de esta característica, se podría
presente a un dios de las tormentas amarillo, al considerar su incorporación a los tres elemen-
igual que la manifestación representada en tos canónicos que definen a los dioses de las
Tepantitla. tormentas de Teotihuacan. Una vez más, la
Aparte de estos fantásticos ejemplos, ahora presencia del jeroglífico de quincunce parece
podemos apreciar que otros conjuntos de ca- estar más difundida cuando no se representa
racterísticas no están restringidas a manifesta- en contextos marciales, ya que aparece en las
ciones particulares del dios de las tormentas, vestiduras de los dioses de las tormentas de
especialmente, por ejemplo, la serpiente de diversos colores. Nuestros esfuerzos de clasifi-
rayo y la pequeña vasija efigie que relativa- cación se ven obstaculizados por el hecho de
mente es común en todos los ámbitos. Como que en ocasiones los dioses de las tormentas
resultado, estas características solamente se se representan en figura completa, mientras
pueden considerar atributos secundarios no que en otros casos solamente es visible el tor-
discriminatorios y acrecientes, y en el caso de so o la cabeza. Por lo tanto, a partir del tipo de
la serpiente de rayo, debido a la amplia difu- escena al alcance, únicamente ciertos rasgos

40
característicos están disponibles. De manera transmitido por el panteón mexica y maya. Sin
similar, el motivo de nenúfar frecuentemente embargo, nuestras agrupaciones son provisio-
hallado como adorno en el área bucal de cier- nales debido a que hemos detectado conjuntos
tos dioses de las tormentas también se aprecia de coloraciones intercaladas. Por ejemplo, el
en aquellos cuya coloración es negra, roja, dios de las tormentas rojo procedente de Te-
blanca o amarilla. Estos ejemplos ponen de chinantitla (Fig. 13) se representó con una ser-
manifiesto lo siguiente: si el nenúfar es un indi- piente de rayo, una vasija efigie pequeña y un
cador de clase para los dioses de las tormen- nenúfar en la boca, además de un tocado dis-
tas asociados a esta planta acuática, también tintivo y una serie de otros motivos en sus alre-
existió como un cuádruplo perfecto de manifes- dedores.
taciones orientadas en concordancia a los pun- Los dioses de las tormentas amarillos figuran
tos cardinales, en tanto que —como se men- prominentemente en los murales de Tepantitla,
cionó previamente— el negro y el azul se susti- y tienden a estar asociados con el nenúfar y
tuyeron mutuamente. las vasijas de libación. También estamos en
Tras tomar en cuenta los esfuerzos pioneros disposición para proponer que otro dios de las
de Pasztory y von Winning, pareciera ser que tormentas con coloración verde estaba asocia-
es posible crear dos agrupaciones extensas do con el maíz joven. En contraste, el dios de
fundamentadas en las características faciales las tormentas azul parece haber estado fuerte-
aisladas, no obstante, en contraste con una mente asociado con la siembra emprendida
dicotomía demasiado simplista, una imagen con la llegada de las primeras precipitaciones,
mucho más compleja del panteón emerge tras durante el inicio de la temporada lluviosa en el
expandir nuestros análisis e identificar los atri- comienzo del verano. Estos casos denotan un
butos que permiten separar en una serie de modelo en donde cada fenómeno meteorológi-
grupos a los dioses de las tormentas que ex- co, como la lluvia distintiva y el relámpago, tu-
hiben colores y cualidades diferentes. En térmi- vieron su propia personificación, y en ocasio-
nos sencillos, las manifestaciones presentes nes manifestaciones cuádruples ligadas a un
en nuestra base de datos son demasiado com- color en específico, así como la serpiente
plejas, variadas y coloridas como para colocar- relámpago antes mencionada. Las diversas
las dentro de la misma agrupación, especial- manifestaciones del dios de las tormentas evi-
mente si prestamos atención al conocimiento dentemente abarcan una amplia diversidad de

41
Fig. 13: El dios de las tormentas de Techinantitla. Este ejemplo es en esencia la representa-
ción más elaborada y compleja de una manifestación particular del dios de las tormentas en
Teotihuacan (dibujo de Nicolas Latsanopoulos).

ocupaciones divinas. No es sorprendente que tación de un dios más grande, con las encar-
las manifestaciones del dios de las tormentas naciones de coloración específica vinculadas a
abarquen actividades agrícolas, lugares en la las diferentes direcciones cardinales. Este es-
naturaleza, un aspecto relacionado con las quema proporciona agrupaciones de cuatro y,
ofrendas, y condiciones climáticas diferentes, en ocasiones, de cinco deidades, asociadas a
principalmente aquellas que involucran al lo que pudiera definirse como un “tipo” particu-
relámpago, el trueno y la lluvia. lar, en donde cada uno comparte esencialmen-
te el mismo nombre y atributos característicos,
Comentarios Finales pero emplea una coloración como elemento
Los hallazgos susodichos nos permiten notar discriminante adicional para establecer una
que las deidades de la lluvia cuadripartitas y distinción entre ellas. En vista del papel secun-
del trueno constituyen una incidencia común dario desempeñado por las direcciones cardi-
en Mesoamérica. También notamos que las nales intermedias entre las culturas del periodo
deidades a menudo se pueden apreciar como Clásico, en donde los mayas y los teotihuaca-
cuádruplos, en donde cada una es la manifes- nos no fueron la excepción, podemos encon-

42
trar topónimos ligados a nueve manifestacio- rar es que investigaciones futuras descubran
nes diferentes, e incluso a lo que parecen ser ejemplos iconográficos adicionales que permi-
conjuntos completos de dieciocho. Sin embar- tan comprobar nuestras propuestas. Al igual
go, a pesar de estos modelos y marcos ideali- que en otras culturas mesoamericanas con-
zados, podemos observar que el número total temporáneas, el panteón de Teotihuacan no
de encarnaciones individuales excede por mu- diferenciaba entre el espacio y las divinidades,
cho a 18, como es el caso entre los mayas e lo cual constituyó una unidad continua e ininte-
indudablemente también en Teotihuacan. A rrumpida. De esta manera, una dirección cardi-
pesar de todo, está claro que la categorización nal principal (e intermedia) y la manifestación
dicotómica del dios de las tormentas de Teo- de una entidad sobrenatural constituían una
tihuacan en los llamados “Tlaloc A” y “Tlaloc B” unidad única e indivisible. Pero esta multiplici-
no solamente es errónea, sino completamente dad otorgó un sentido de permanencia y mun-
fuera de lugar. Los análisis comparativos pre- danidad, ya que debido a que la suma de las
sentados en este ensayo han producido un au- partes proverbiales, todas las manifestaciones
mento en nuestra comprensión del panteón diferentes de la deidad se concibieron en con-
teotihuacano. Aunque todavía estamos muy junto para proporcionar una concepción más
lejos de ser capaces de reconstruir totalmente completa de la gran deidad que residía en la
el panteón de esta antigua ciudad, esperamos parte media. Así todas las facetas del dios de
haber demostrado la utilidad de una perspecti- la tormenta, proporcionan una parte pequeña
va comparativa amplia entre las culturas me- de la entidad más grande y casi inconcebible,
soamericanas y amerindias en general. A pe- lo que podría obedecer porqué los antiguos
sar de las enormes diferencias entre las cultu- teólogos mesoamericanos intentaron de redu-
ras comparadas, cada una de éstas demostró cir esta enorme deidad a personificaciones re-
un grado de afinidad que nos posibilitó recons- ducidas que fueran más fácilmente concebi-
truir desde un punto de vista más amplio la es- bles y responsables ante de la interlocución
tructura subyacente y el simbolismo del pan- humana. Entre las culturas mesoamericanas el
teón de Teotihuacan que alguna vez estuvo aspecto cuadripartita no está circunscrito ex-
poblado por una amplia gama de divinidades clusivamente a los dioses de las lluvia y el
que apenas ahora comienzan a emerger de un trueno, por lo que es muy probable que en
letargo de olvido. Lo único que podemos espe- Teotihuacan también se haya dado el mismo

43
caso y estamos entusiasmados por ver si esta agradecemos también a Alejandro Cañas Ortiz

propuesta puede corroborarse en el futuro. Sin y a Verónica Amellali Vázquez López por su

embargo, lo que sin lugar a dudas esta investi- ayuda inestimable en la traducción del texto.

gación ha tratado de demostrar es que la con-


cepción de divinidad y el cosmos en Teotihua- Bibliografía

can estaban entrelazados de manera total e


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uno sin considerar al otro. mentos arqueológicos de Teotihuacán.” Teotihu-
acán: Onceava Mesa Redonda, Vol. 1: 45-56. So-
ciedad Mexicana de Antropología, México, D.F.
Agradecimientos: En primer lugar y ante todo
deseamos agradecer a la amable invitación de Acuña, Mary Jane
2007 Ancient Maya Cosmological Landscapes:
María Elena Ruiz Gallut para contribuir con es-
Early Classic Mural Paintings at Río Azul, Peten,
te estudio al presente volumen. Una versión Guatemala. Tesis de maestría. Universidad de
anterior fue presentada el 18 de julio del 2012 Texas, Austin.

como parte del 54o Congreso Internacional de


Baudot, Georges
Americanistas, celebrado en Viena. La sesión 2001 “Olmos, Andrés de.” The Oxford Encyclope-
se enfocó en los descubrimientos recientes dia of Mesoamerican Cultures: The Civilization of
México and Central America, coordinado por Davíd
efectuados en la Ciudadela y el túnel debajo
Carrasco. Vol. 2, Oxford University Press, Nueva
del Templo de la Serpiente Emplumada. El ar- York.
queólogo Sergio Gómez Chávez convocó la
Berlo, Janet Catherine
sesión y nos invitó a presentar nuestros descu-
1984 Teotihuacan Art Abroad. B.A.R. Series,
brimientos, por lo que le estamos muy agrade- Oxford.
cidos. También le ofrecemos nuestro agradeci-
miento a Rubén Cabrera por el permiso para Berlo, Janet Catherine (coord.)
1992 Art, Ideology, and the City of Teotihuacan.
documentar los glifos de La Ventilla y a Nicolas Dumbarton Oaks Research Library and Collection,
Latsanopoulos para la permisión de reproducir Washington, D.C.
sus excelentes dibujos. Asimismo agradece-
mos a Jesper Nielsen, Karl Taube y Rosa Berrin, Kathleen y Esther Pasztory (coord.)
1993 Teotihuacan: Art from the City of the Gods.
Worm Danbo por su orientación y valiosas su-
Thames y Hudson y Fine Arts Museums of San
gerencias a lo largo de la marcha. Finalmente, Francisco, Londres y San Francisco.

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