Está en la página 1de 4

John Wyclif —El lucero del alba de

la Reforma
Por William P. Farley

Cuando se le pidió a un historiador de fama mundial que


identificara al cristiano de más influencia del siglo 20, él
respondió: “Necesitaremos una distancia de 200 años antes
de poder contestar esa pregunta.” Raramente percibimos la
grandeza de los hacedores de épocas durante su vida.

Con este pensamiento en mente, Barbara Tuchman escribió


de John Wyclif (1330-84): “Visto por el telescopio de la
historia, él fue el inglés más significante de su tiempo.”2
Tuchman dijo esto debido a la inmensa influencia de Wyclif
en generaciones futuras, una influencia que nadie vio durante su vida. Según Tuchman él fue el primer
hombre “moderno”.

Su influencia

El poder de Wyclif sobre el siglo 14 fue uno de una conciencia capturada por la Palabra de Dios. A
diferencia de sus compañeros, él negaba que los hombres debían pasar por un sacerdote para llegar a
Dios. Al contrario, 150 años antes de la Reforma, él proclamaba el sacerdocio de todo creyente y
animaba a todos los hombres a ir directamente a Dios por fe. Él negaba la transubstansación, la
doctrina que dice que el pan y el vino se convierten en el cuerpo mismo de Cristo. Él enseñaba la idea,
radical para sus tiempos, de que el valor de la Comunión dependía de la condición espiritual del que
comulgaba. Él fue el primer hombre de su siglo que revivió la doctrina de la justificación por la fe
solamente. Cada una de estas doctrinas procedía de su convicción de que la Biblia era la autoridad final
a la que la conciencia de los hombres debe dar cuenta.

“Él declaró el derecho de todo cristiano de conocer la Biblia, y que la Biblia enfatizaba la necesidad de
que todo cristiano viera la importancia de Cristo solamente como el suficiente medio de salvación, sin la
ayuda de peregrinajes, ni de obras, ni de la misa.” 3

Una ilustración en un salmerio bohemio del siglo 16 presenta la influencia que tuvo Wyclif en la
Reforma. Wyclif está encendiendo la chispa, Jan Hus está aplicándola a un carbón, y Martín Lutero está
soplándola hasta que se convierte en una gran llama
Un ejemplo de la traducción de Juan 3:16
tomado de la Biblia de Wyclif, escrito en el
Tuchman resume la importancia de Wyclif: “En una herejía Inglés medieval de su tiempo.
culminante, él transfirió la salvación de la agencia de la "Forsothe God so louede the world,
Iglesia al individuo: ‘Pues todo hombre que sea maldito será that he gaf his oon bigetun sone, that
maldito por su propia culpa, y todo hombre que sea salvo ech man that bileueth in to him
perische not, but haue euerlastynge
será salvo por su propio mérito.’ Desapercibido, aquí estaba
lyf."
el comienzo del mundo moderno.”4

Para en realidad comprender la magnitud de la vida y la obra de Wyclif, uno debe conocer los tiempos
en los que vivió nuestro héroe, tiempos muy distintos a los nuestros.

Los tiempos de Wyclif

El historiador de Sismondi llamó al siglo 14 “un tiempo malo para la humanidad”. Él no exageró. La
mayoría de los ingleses eran analfabetas, y los que podían leer lo hacían en latín, la lengua de la clase
intelectual y de la iglesia. La Biblia también estaba en latín. Pero siendo que todavía no existía la
imprenta (todas las biblias eran copiadas a mano), el costo las hacía inaccesibles a todos menos a los
muy ricos. Casi nadie había considerado la herética idea de una traducción al inglés. Para los que lo
habían considerado, el pensar morir en la hoguera pronto enfriaba su fervor.
Aunque había algunos clérigos responsables en la Inglaterra de Wyclif, la mayoría eran holgazanes e
inmorales. La borrachera era un problema significante para muchos hombres de la iglesia. Pocos podían
leer. Aprendían historias bíblicas de sus superiores, trataban de memorizárselas, y los pocos que eran
fieles las repetían a sus rebaños los domingos. El sacerdote hasta podía comprar una licencia al obispo
para poder tener una concubina – una manera fácil para el prelado de ganar un poco de dinero
adicional.

La superstición reinaba en la generación de Wyclif. La adoración de reliquias, la oración a los santos, y


la compra del perdón de Dios con indulgencias y peregrinajes eran la norma. La gente creía que el papa
podía excomulgar a los individuos, o hasta a ciudades enteras, mandándolos al infierno sin esperanza.
Por mucho tiempo perdida bajo siglos de encrustada tradición, estaba la crucial doctrina de la
justificación por fe solamente.

En los años postreros a Wyclif, la egoísta ambición y la carnalidad dividían a la iglesia romana. Dos
papas contendían por la supremacía. Uno reinaba en Francia mientras que otro clamaba supremacía
desde Roma. Esto confundía en gran manera a la gente; no sabían cuál podía perdonar los pecados o
excomulgar a los malos.

Por último, era una época cruel, brutal. La plaga bubónica primero azotó en Europa cuando Wyclif
frisaba en sus veinte años, acabando con dos tercios de la población en algunas zonas. Por 100 años
Inglaterra saqueó, violó, y despojó a Francia, volviéndola en un virtual páramo —hasta que Juana de
Arco por fin unió a los franceses en los años de 1400. La tortura y la brutalidad abundaban, y el hombre
común no tenía casi ningún derecho político.

La vida de Wyclif

En este ambiente —cerca de 1330— nació Wyclif. Sabemos muy poco de su niñez. Sí sabemos que
ingresó en Oxford en 1346, aproximadamente a la edad de 16 años, para comenzar 12 duros años de
estudio para su doctorado en teología.

Él era un hombre de industria y habilidad académica, igualmente admirado por amigos y enemigos. En
1371 Oxford lo reconoció como su principal teólogo.

En 1374 la corona le otorgó la “vivienda” de la iglesia en Lutterworth. Esto quería decir que los diezmos
de esta iglesia lo sostendrían mientras enseñaba en Oxford. La práctica acostumbrada era usar parte de
las entradas para contratar a un pastor que atendiera al rebaño en la ausencia de uno, lo que Wyclif
probablemente hizo.

Wyclif era un hombre santo. La avaricia y vanalidad del clérido lo provocaba. Los cleros católicos, que
componían sólo el 2 por ciento de la población, controlaban el 50 por ciento del caudal nacional. Para
contrarestar el abuso por los clérigos, Wyclif enseñaba que el estado tenía el derecho y la obligación de
disciplinar a la iglesia, hasta de confiscar su riqueza si era necesario. Esto le ganó el aprecio del jefe del
estado, John de Gaunt, quien codiciaba los vastos tesoros de la iglesia nacional.

Con la ayuda de amigos en Oxford, Wyclif tradujo la Biblia, todas las 750.000 palabras, del latín al
inglés – una empresa inmensa. Su revolucionaria convicción de que el hombre inglés común debía
poder leer la Biblia en el lenguaje común amenazaba el poder de la iglesia del estado inglés. Quería decir
que la Biblia, y no el consejo de un sacerdote controlado por el estado, mediaría ante Cristo por la
conciencia del creyente. Por lo tanto, su traducción amenazaba el pegamento que unía a la civilización
medieval, el poder de la iglesia para atar la consciencia de los hombres. Este fue su gran pecado.

Wyclif también preparaba y enviaba predicadores, animándolos a predicar sermones expositorios de


fragmentos de la Biblia copiados a mano. La gente los llamaba “sacerdotes pobres”. Algunos eran muy
bien educados discípulos de Wyclif de Oxford. Otros eran hombres analfabetas, pero sinceros,
dedicados a la diseminación del evangelio.

La humildad y abnegación de estos predicadores estaban en directo contraste con la egoísta


holgazanería del clero establecido. La sencillez y el poder de su mensaje bíblico eran la antitesis de las
fábulas, supersticiones, y mitos que enseñaban los sacerdotes de las parroquias. Aunque sus enemigos
los llamaban “Lollards”, que quería decir masculladores, que murmuran entre dientes, Dios coronó con
éxito sus esfuerzos.

Cerca de este tiempo Wyclif perdió favor con John de Gaunt. Sin la protección de Gaunt se vio expuesto
a la ira del clero establecido. Pero antes de que pudiera ser arrestado, enjuiciado, y quemado en la
hoguera, él murió víctima de un ataque apoplético mientras conducía una misa en 1384. 5

La lollardía continuó hasta que fue aplastada por la amarga persecusión de la iglesia por el estado inglés
durante los 1420, 35 años después de la muerte de Wyclif. El estado ahorcó a la mayoría de los líderes
lollard o los quemó en la hoguera. Obligados a ocultarse, los que sobrevivieron continuaron en grupos
pequeños por varias generaciones. Cuando la Reforma sacudió a Inglaterra en los 1530, salieron del
escondite.

Lecciones de Wyclif

¿Qué podemos aprender de Wyclif y de sus tiempos? Primero, debemos ser agradecidos con Dios que
nos dio a luz en el siglo 20 y no en el 14. Hoy gozamos de libertad religiosa, de la luz del evangelio, de la
regla de la ley, del alfabetismo en masa, de tener en casa múltiples biblias en nuestro idioma, y de
cuidado médico moderno. Debemos preguntarnos: ¿Hemos sido buenos mayordomos de estos
inmensos privilegios?

Segundo, debemos imitar la valentía de Wyclif. En una época en la que los herejes eran quemados en la
hoguera o eran torturados lentamente hasta morir, él se opuso valiente, y casi solo, contra la monolítica
iglesia medieval. Él condenó sus abusos y sus corrupciones, y le negó su derecho de ser la única que
podía hablar por Dios. Él atacó la venta de indulgencias, la transubstanciación, las misas por los
muertos, y la oración a los santos. Lo más importante, él fue el primer hombre medieval en elevar la
autoridad de la Biblia sobre la autoridad de la iglesia. Esto exigió vasta valentía y convicción.

Tercero, debemos tratar, como Wyclif, de adelantarnos a nuestros tiempos. Él fue malentendido por los
que estaban cómodos con sus tiempos, y nosotros faltaremos en reconocer a los hombres de Dios si
también nos sentimos demasiado cómodos con nuestros tiempos. ¿Tenemos el manto profético y la
valentía de Wyclif? No seremos buenos siervos de Cristo sin ello. Su perspectiva trascendía sus tiempos.
Era eterna, y así debe ser también la nuestra.

Cuarto, jamás debemos tener en menos el poder de la Biblia para cambiar vidas y sacudir naciones.
Todos los líderes cristianos eficaces viven y respiran la Biblia. Porque sienten su poder, la predican. Las
historias y la anécdotas tienen su lugar, pero jamás toman el lugar de la clara, pungente exposición
bíblica. Solamente ésta tiene el poder para desenraizar naciones y vencer fortalezas.

John Wyclif comprendía su poder, y lo usaba con valentía. En siglos posteriores Dios sacudió a las Islas
Británicas, pero todo comenzó con Wyclif y su obra. Él era el lucero del alba de la Reforma. Como los
héroes de antaño, Wyclif era un hombre de quien el mundo no era digno (Hebreos 11:38). Que nosotros
caminemos en sus pasos hoy.

William P. Farley es pastor de Grace Christian Fellowship en Spokane, Washington. Su libro titulado For His Glory [Para su
gloria] , Pinnacle Press, puede pedirse al llamarlo al 1-509-448-3979, o en bfarley@cet.com.

Endnotes

1.La escritura de su nombre es incierta. Se rinde Wycliffe, Wycliff, y Wyclif. Yo usaré la última.

2.Barbara W. Tuchman, A Distant Mirror: The Calamitous 14th Century [Un espejo
distante: El calamitoso siglo 14], (New York: Knopf Publishing House, 1978), 287.

3.Revista Christian History, Número 3, 13.


4.Tuchman, A Distant Mirror, 338-39, itálicas mías.

5.Siendo que no había otra opción, él fue un sacerdote católico romano hasta el fin de su vida.

Para más lectura

1. Workman, Herbert B. 2001.John Wyclif: A Study of the English Medieval Church [Un
estudio de la iglesia medieval inglesa], 2 Volúmenes. Eugene, Oreg.: Wipf & Stock Publishers.

2. Caughey, Ellen W. 2001. John Wycliffe: Herald of the Reformation [Heraldo de la


Reforma]. Uhrichsville, Ohio: Barbour Publishers.

También podría gustarte