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SUMARIO
2.4. La representación
Dado el carácter abierto de los procedimientos administrativos en los que no se requiere
la asistencia de técnicos en derecho, la posibilidad de actuar por medio de representante es
muy amplia, no estableciéndose ninguna limitación en el art. 32 LRJPA e implica que las
actuaciones que se efectúen mediante representación, se seguirán con éste hasta su
conclusión.
Para ello parte la ley procedimental de la presunción de que la persona que actúa en
nombre de otra está en principio legitimada para representarla, expresando esta presunción
para los actos y gestiones de mero trámite, sin perjuicio que, de acuerdo con lo establecido
en el art. 32.3 LRJPA, sea necesario acreditar esta representación para los siguientes
supuestos:
a) Formular solicitudes, es decir, todo acto de iniciación de procedimientos según el art.
68 en relación con el 70 de la LRJPA.
b) Entablar recursos, salvo que se hubiera acreditado la representación en el
procedimiento en que se dictó el acto objeto del mismo.
c) Desistir de acciones y renunciar a derechos.
En todo caso la insuficiencia en la acreditación es un defecto subsanable de acuerdo con
lo que establece, ya sea en la fase de iniciación, art. 71 de la LRJPA, o durante la
tramitación, art. 76.2 de la LRJPA.
Las formas para acreditar la representación son básicamente dos, aunque se tienda a
admitir de forma excepcional una tercera:
a) Cualquier medio válido en Derecho que deje constancia fidedigna que se contraen o
bien a un documento público autorizado por un Notario o empleado público con los
requisitos exigidos por la Ley conforme el art. 1216 del Código Civil. O bien un documento
privado con firma notarialmente legitimada.
b) Mediante declaración en comparecencia personal del interesado o, como se llamaba
tradicionalmente, poder apud acta.
c) Se ha admitido por la jurisprudencia en algunos casos el mandato tácito como formula
de representación.
En caso de que para los supuestos señalados no se acredite suficientemente la
representación el art. 32.4 LRJPA establece un plazo de subsanación de diez días (o de un
plazo superior cuando las circunstancias del caso así lo requieran,
Un supuesto especial es el que se recoge en el art. 23 de la Ley 11/2007, de 22 de junio,
desarrollada por el Real Decreto 1671/2009, de 6 de noviembre, por el que se otorga
habilitación con carácter general o específico a personas físicas o jurídicas autorizadas para
la presentación electrónica de documentos en representación de los interesados que
requiere la previa firma de un Convenio específico entre la Administración y la
Corporación, asociación o institución interesada.
En este supuesto, las personas o entidades habilitadas para la presentación electrónica
de documentos en representación de terceros deberán ostentar la representación necesaria
para cada actuación en los términos establecidos en el art. 32 de la Ley 30/1992, de 26 de
noviembre, o en los términos que resulten de la normativa específica de aplicación,
pudiendo la Administración requerir en cualquier momento a las personas habilitadas la
acreditación de la representación que ostenten, siendo válida la otorgada a través de los
documentos normalizados que apruebe la Administración para cada procedimiento.
3.1.1. El derecho a conocer, en cualquier momento, el estado de la tramitación de los procedimientos en los
que tengan la condición de interesados, y obtener copias de documentos contenidos en ellos; el derecho a
obtener copia sellada de los documentos que presenten, aportándola junto con los originales, así como a la
devolución de éstos, salvo cuando los originales deban obrar en el procedimiento
Se denomina de forma simplificada a estos derechos como el acceso al expediente
administrativo o derecho de acceso, entendiendo por expediente el cuerpo de escritos para
dejar constancia de los actos y actividades que han tenido lugar en el procedimiento.
Conviene apuntar en todo caso que el hecho de que toda persona tenga derecho a ser
informada de los expedientes que se le instruyan, así como a intervenir en ellos, aportar
pruebas y ser oída es un derecho que se ha de ejercitar en la forma y plazos establecidos en
las normas, no cuando quiera y como quiera la parte.
En el ámbito local este derecho de acceso tiene su reflejo en el art. 70.3 de la LRBRL
que reconoce que «Todos los ciudadanos tienen derecho a obtener copias y certificaciones
acreditativas de los acuerdos de las corporaciones locales y sus antecedentes, así como a
consultar los archivos y registros en los términos que disponga la legislación de desarrollo
del art. 105, párrafo b) de la Constitución. La denegación o limitación de este derecho, en
todo cuanto afecte a la seguridad y defensa del Estado, la averiguación de los delitos o la
intimidad de las personas, deberá verificarse mediante resolución motivada».
Por su parte el art. 134 del ROF define el expediente como el conjunto ordenado de
documentos y actuaciones que sirven de antecedente y fundamento a la resolución
administrativa así como las diligencias encaminadas a ejecutarlas formándose mediante la
agregación sucesiva de cuantos documentos, pruebas, dictámenes, decretos, acuerdos,
notificaciones y demás diligencias deban integrarlos y sus hojas útiles serán rubricadas y
foliadas por los funcionarios encargados de su tramitación.
Se distinguen en el art. 35 varios medios de acceso al expediente: 1) su exhibición en el
trámite denominado de audiencia, 2) mediante solicitud del propio interesado conforme
recoge el precepto comentado, 3) mediante la petición de copia o certificación y,
finalmente, 4) mediante desglose.
En todo caso el acceso a la información particular, que de acuerdo con la terminología
que emplea el art. 3 del Real Decreto 208/1996, de 9 de febrero, por el que se regulan los
servicios de información administrativa y atención al ciudadano que de alguna forma
desarrolla los párrafos a), b) y g) del art. 35, al ser los tres que se hallan directamente
relacionados con la función general de la información, sólo podrá ser facilitada a las
personas que tengan la condición de interesados en cada procedimiento o a sus
representantes legales de acuerdo con lo dispuesto en los arts. 31 y 32 de la Ley 30/1992,
de 26 de noviembre.
El derecho a obtener una copia sellada de los documentos que presenten ante la
Administración así como a la devolución de estos salvo cuando los originales deban obrar
en el procedimiento, se ha desarrollado en el ámbito de la Administración General del
Estado mediante el Real Decreto 772/1999, de 7 mayo por el que regula la presentación de
solicitudes, escritos y comunicaciones ante la Administración General del Estado, la
expedición de copias de documentos y devolución de originales y el régimen de las oficinas
de registro. Esta disposición debería ser modelo de regulación para las Entidades locales ya
que a través de ella se ordenan otros aspectos relativos al procedimiento ordinario de las
entidades locales como es el relativo a la validez y eficacia de documentos y copias de los
que la LRJPA que se ocupa en el art. 46. En todo caso esta regulación debe tener en cuenta
lo dispuesto en el Real Decreto 1671/2009, de 6 de noviembre, por el que se desarrolla
parcialmente la Ley 11/2007, de 22 de junio, de acceso electrónico de los ciudadanos a los
servicios públicos.
3.1.2. El derecho a identificar a las autoridades y al personal al servicio de las Administraciones Públicas
bajo cuya responsabilidad se tramiten los procedimientos
En el ámbito de la Administración del Estado se dictó, en desarrollo de este derecho,
una curiosa Resolución, el 3 de febrero de 1993, por la que se implantaba bajo el acrónimo
SEAP un Sistema de identificación común del personal al servicio de la Administración
General del Estado que tiene por objeto definir los criterios para la identificación de las
autoridades y el personal al servicio de la Administración General del Estado y de los
Organismos autónomos y las Entidades de Derecho Público con personalidad jurídica
propia vinculados o dependientes de aquélla, por el que los titulares de los Órganos
administrativos propondrán, para las relaciones entre los ciudadanos y los empleados
públicos, los formatos de identificación concretos, teniendo en cuenta lo establecido en el
anexo de esa Resolución, entre lo que se incluye unas normas de «identificación telefónica».
3.1.3. El derecho a utilizar las lenguas oficiales en el territorio de su Comunidad Autónoma, de acuerdo
con lo previsto en esta Ley y en el resto del Ordenamiento Jurídico
El art. 3 de la Constitución española reconoce que el castellano es la lengua oficial del
Estado siendo un deber de todos los españoles el conocerla y contando con el derecho de
usarla recogiendo el apartado 2 de este artículo que «Las demás lenguas españolas serán
también oficiales en las respectivas Comunidades autónomas de acuerdo con sus Estatutos,
consagrándose así el principio de la cooficialidad». El marco general de utilización de la
lengua en los procedimientos viene completado en el art. 36 de la LRJPA.
3.1.4. El derecho a formular alegaciones y a aportar documentos en cualquier fase del procedimiento
anterior al trámite de audiencia, que deberán ser tenidos en cuenta por el órgano competente al redactar la
propuesta de resolución
Aunque se plantea como una innovación significativa de la LRJPA este derecho está
reconocido desde la primera Ley de Procedimiento Administrativo de 17 de julio de 1958,
revisada por la Ley 164/1963, de 2 de diciembre en su art. 83.
El momento procedimental para formular las alegaciones es el trámite esencial de
audiencia de los interesados al que se refiere el art. 84 del que sólo se podrá prescindir
cuando no figuren en el procedimiento ni sean tenidos en cuenta en la resolución otros
hechos ni otras alegaciones y pruebas que las aducidas por el interesado.
El órgano administrativo a la hora de resolver se ha de pronunciar sobre las cuestiones
planteadas por los interesados en el escrito de alegaciones, ya sea en el trámite de audiencia,
o en el que se haya presentado en cualquier fase anterior al referido trámite, de forma que si
así no lo hace, la resolución será incongruente conforme al art. 89 de la LRJPA
El art. 41 de la Carta Europea de Derechos fundamentales recoge este derecho al que
nos referiremos al exponer el apartado relativo al derecho a una buena administración.
3.1.5. El derecho a no presentar documentos no exigidos por las normas aplicables al procedimiento de que
se trate, o que ya se encuentren en poder de la Administración actuante
Este derecho ha sido parcialmente desarrollado en el ámbito de la Administración
General del Estado y, en lo relativo a determinados procedimientos por dos disposiciones,
una de ellas relacionada con el régimen local.
En primer lugar, el Real Decreto 523/2006, de 28 abril, que suprime la exigencia de
aportar el certificado de empadronamiento, como documento probatorio del domicilio y
residencia, en los procedimientos administrativos de la Administración General del Estado
y de sus organismos públicos vinculados o dependientes. Conforme a su artículo único:
1. No se exigirá a quien tenga la condición de interesado en los procedimientos cuya
tramitación y resolución corresponda a la Administración General del Estado o a los
organismos públicos vinculados o dependientes de aquélla, la aportación del certificado de
empadronamiento como documento acreditativo del domicilio y residencia.
2. El órgano instructor comprobará de oficio si los datos del domicilio y residencia del
interesado constan en sus archivos, bases de datos u otros fondos documentales.
3. En los procedimientos para cuya tramitación sea imprescindible acreditar de modo
fehaciente los datos del domicilio y residencia del interesado, el órgano instructor podrá
comprobar tales datos mediante un Sistema de Verificación de Datos de Residencia. El
resultado de la comprobación mediante el citado Sistema de Verificación de Datos tendrá
el mismo valor probatorio que la aportación del certificado de empadronamiento y no
impedirá a la Administración que tramita el procedimiento requerir, en su caso, la
aportación de otros medios acreditativos del domicilio, de conformidad con la normativa
vigente.
En todo caso, será preciso el consentimiento del interesado para que los datos puedan
ser consultados por este sistema por el órgano instructor, debiendo constar dicho
consentimiento en la solicitud de iniciación del procedimiento o en cualquier otra
comunicación posterior. A tal efecto, la prestación del consentimiento del interesado podrá
hacerse constar expresamente en el recibo de presentación de su solicitud.
En cualquier caso, si el interesado no prestara su consentimiento deberá aportar el
certificado de empadronamiento, siendo la no aportación de aquél causa para requerirle la
subsanación de conformidad con lo dispuesto en el art. 71.1 de la Ley 30/1992, de 26 de
noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento
Administrativo Común.
4. Si el domicilio del interesado no consta en el Sistema de Verificación de Datos de
Residencia o el que consta es diferente al facilitado por el interesado, el propio órgano
instructor solicitará el certificado de empadronamiento al propio interesado o al
Ayuntamiento del municipio correspondiente.
5. En caso de que el interesado haya modificado su empadronamiento en los dos
últimos meses, el órgano instructor solicitará el certificado de empadronamiento al propio
interesado o al Ayuntamiento del municipio correspondiente.
Por otro lado, y en cuanto al régimen de la Administración General del Estado, el Real
Decreto 522/2006, de 28 abril establece en su artículo único relativo a la comprobación de
datos de identidad en los procedimientos administrativos señala que:
1. En los procedimientos cuya tramitación y resolución corresponda a la Administración
General del Estado o a los organismos públicos vinculados o dependientes de aquélla, no
se exigirá a efectos de comprobación de los datos de identificación personal, a quien tenga
la condición de interesado, la aportación de fotocopias del Documento Nacional de
Identidad.
Lo dispuesto en el párrafo anterior será, asimismo, aplicable al documento acreditativo
de la identidad o tarjeta equivalente de los extranjeros residentes en territorio español,
expedido por las autoridades española de conformidad con lo establecido en la Ley
Orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre Derechos y Libertades de los Extranjeros en
España y su Integración Social.
2. La comprobación o constancia de los datos de identidad de quienes tengan la
condición de interesado en dichos procedimientos administrativos a que se refiere el
apartado anterior se realizará de oficio por el órgano instructor, de acuerdo con los datos
de identificación que obren en sus archivos, bases de datos u otros fondos documentales.
3. Sin perjuicio de lo dispuesto en el apartado anterior, en los procedimientos para cuya
tramitación sea imprescindible acreditar de modo fehaciente datos personales incorporados
a los documentos de identidad de quienes tengan la condición de interesado, el órgano
instructor podrá comprobar tales datos mediante un Sistema de Verificación de Datos de
Identidad. En todo caso será preciso el consentimiento del interesado para que sus datos de
identidad personal puedan ser consultados por este sistema por el órgano instructor,
debiendo constar dicho consentimiento en la solicitud de iniciación del procedimiento o en
cualquier otra comunicación posterior. A tal efecto, la prestación del consentimiento del
interesado podrá hacerse constar expresamente en el recibo de presentación de la solicitud.
Si de la comprobación efectuada resultara alguna discordancia con los datos facilitados
por el propio interesado, el órgano instructor estará facultado para realizar las actuaciones
procedentes para aclararla.
En cualquier caso, si el interesado no prestara su consentimiento deberá aportar
fotocopia del documento o tarjeta de identidad correspondiente, siendo la no aportación de
aquélla causa para requerirle de conformidad con lo dispuesto en el art. 71.1 de la Ley
30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del
Procedimiento Administrativo Común.
Finalmente hay que tener en cuenta la tendencia marcada por el Real Decreto 209/2003,
de 21 febrero por el que se regula los registros y las notificaciones telemáticas, así como la
utilización de medios telemáticos para la sustitución de la aportación de certificados por los
ciudadanos cuyo sistema se basa sistema en la necesaria autorización del interesado para
poder sustituir los certificados en soporte papel, salvo que una norma con rango legal así lo
disponga.
3.1.6. El derecho a ser tratados con respeto y deferencia por las autoridades y los funcionarios, que habrán
de facilitarles el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus obligaciones
El contenido del presente derecho se analiza desde la perspectiva de los deberes que ha
dado el Estatuto del Empleado Público a los empleados con respecto a los ciudadanos.
La Ley 7/2007, de 12 abril, por la que se aprueba el Estatuto Básico del Empleado
Público, incluye una tabla de deberes que supone una nueva perspectiva de las relaciones
entre la Administración y el ciudadano y la propia Administración.
Como señala su Exposición de Motivos: «Por primera vez se establece en nuestra
legislación una regulación general de los deberes básicos de los empleados públicos,
fundada en principios éticos y reglas de comportamiento, que constituye un auténtico
código de conducta. Estas reglas se incluyen en el Estatuto con finalidad pedagógica y
orientadora, pero también como límite de las actividades lícitas, cuya infracción puede tener
consecuencias disciplinarias, pues la condición de empleado público no sólo comporta
derechos, sino también una especial responsabilidad y obligaciones específicas para con los
ciudadanos, la propia Administración y las necesidades del servicio. Este, el servicio
público, se asienta sobre un conjunto de valores propios, sobre una específica “cultura” de
lo público que, lejos de ser incompatible con las demandas de mayor eficiencia y
productividad, es preciso mantener y tutelar, hoy como ayer». Y para ello configura unos
principios éticos y de conducta al que deben ajustarse en su actuación.
Estos principios éticos, descritos en el art. 53 se contraen a los siguientes:
1. Los empleados públicos respetarán la Constitución y el resto de normas que integran
el ordenamiento jurídico.
2. Su actuación perseguirá la satisfacción de los intereses generales de los ciudadanos y
se fundamentará en consideraciones objetivas orientadas hacia la imparcialidad y el interés
común, al margen de cualquier otro factor que exprese posiciones personales, familiares,
corporativas, clientelares o cualesquiera otras que puedan colisionar con este principio.
3. Ajustarán su actuación a los principios de lealtad y buena fe con la Administración en
la que presten sus servicios, y con sus superiores, compañeros, subordinados y con los
ciudadanos.
4. Su conducta se basará en el respeto de los derechos fundamentales y libertades
públicas, evitando toda actuación que pueda producir discriminación alguna por razón de
nacimiento, origen racial o étnico, género, sexo, orientación sexual, religión o convicciones,
opinión, discapacidad, edad o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.
5. Se abstendrán en aquellos asuntos en los que tengan un interés personal, así como de
toda actividad privada o interés que pueda suponer un riesgo de plantear conflictos de
intereses con su puesto público.
6. No contraerán obligaciones económicas ni intervendrán en operaciones financieras,
obligaciones patrimoniales o negocios jurídicos con personas o entidades cuando pueda
suponer un conflicto de intereses con las obligaciones de su puesto público.
7. No aceptarán ningún trato de favor o situación que implique privilegio o ventaja
injustificada, por parte de personas físicas o entidades privadas.
8. Actuarán de acuerdo con los principios de eficacia, economía y eficiencia, y vigilarán
la consecución del interés general y el cumplimiento de los objetivos de la organización.
9. No influirán en la agilización o resolución de trámite o procedimiento administrativo
sin justa causa y, en ningún caso, cuando ello comporte un privilegio en beneficio de los
titulares de los cargos públicos o su entorno familiar y social inmediato o cuando suponga
un menoscabo de los intereses de terceros.
10. Cumplirán con diligencia las tareas que les correspondan o se les encomienden y, en
su caso, resolverán dentro de plazo los procedimientos o expedientes de su competencia.
11. Ejercerán sus atribuciones según el principio de dedicación al servicio público
absteniéndose no sólo de conductas contrarias al mismo, sino también de cualesquiera
otras que comprometan la neutralidad en el ejercicio de los servicios públicos.
12. Guardarán secreto de las materias clasificadas u otras cuya difusión esté prohibida
legalmente, y mantendrán la debida discreción sobre aquellos asuntos que conozcan por
razón de su cargo, sin que puedan hacer uso de la información obtenida para beneficio
propio o de terceros, o en perjuicio del interés público.
En cuanto a los Principios de Conducta, el art. 54 recoge los siguientes:
1. Tratar con atención y respeto a los ciudadanos, a sus superiores y a los restantes
empleados públicos.
2. El desempeño de las tareas correspondientes a su puesto de trabajo se realizará de
forma diligente y cumpliendo la jornada y el horario establecidos.
3. Obedecerán las instrucciones y órdenes profesionales de los superiores, salvo que
constituyan una infracción manifiesta del ordenamiento jurídico, en cuyo caso las pondrán
inmediatamente en conocimiento de los órganos de inspección procedentes.
4. Informarán a los ciudadanos sobre aquellas materias o asuntos que tengan derecho a
conocer, y facilitarán el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus obligaciones.
5. Administrarán los recursos y bienes públicos con austeridad, y no utilizarán los
mismos en provecho propio o de personas allegadas. Tendrán, asimismo, el deber de velar
por su conservación.
6. Se rechazará cualquier regalo, favor o servicio en condiciones ventajosas que vaya más
allá de los usos habituales, sociales y de cortesía, sin perjuicio de lo establecido en el Código
Penal.
7. Garantizarán la constancia y permanencia de los documentos para su transmisión y
entrega a sus posteriores responsables.
8. Mantendrán actualizada su formación y cualificación.
9. Observarán las normas sobre seguridad y salud laboral.
10. Pondrán en conocimiento de sus superiores o de los órganos competentes las
propuestas que consideren adecuadas para mejorar el desarrollo de las funciones de la
unidad en la que estén destinados. A estos efectos se podrá prever la creación de la
instancia adecuada competente para centralizar la recepción de las propuestas de los
empleados públicos o administrados que sirvan para mejorar la eficacia en el servicio.
11. Garantizarán la atención al ciudadano en la lengua que lo solicite, siempre que sea
oficial en el territorio.
3.1.7. El derecho a exigir las responsabilidades de las Administraciones Públicas y del personal a su
servicio, cuando así corresponda legalmente
Aunque no sea objeto directo de este Manual el análisis de la institución de la
responsabilidad patrimonial sí conviene hacer mención que la responsabilidad se ha
configurado en nuestro derecho, al amparo de los arts. 106 y 149 de la Constitución, de una
forma unitaria, con un régimen de Derecho Administrativo aplicable a todas las
Administraciones Públicas y que protege por igual a todos los ciudadanos enunciándose de
la siguiente forma en el art. 40 de la LRJPA:
«1. Los particulares tendrán derecho a ser indemnizados por el Estado de toda lesión
que sufran en cualquiera de sus bienes y derechos, salvo en los casos de fuerza mayor,
siempre que aquella lesión sea consecuencia del funcionamiento normal o anormal de los
servicios públicos o de la adopción de medidas no fiscalizables en vía contenciosa.
2. En todo caso, el daño alegado por los particulares habrá de ser efectivo, evaluable
económicamente e individualizado con relación a una persona o grupo de personas».
Por su parte, el art. 41 establece:
«Cuando el Estado actúe en relaciones de derecho privado, responderá directamente
en los daños y perjuicios causados por sus autoridades, funcionarios y agentes,
considerándose la actuación de los mismos como actos propios de la Administración.
La responsabilidad, en este caso, habrá de exigirse ante los Tribunales ordinarios».
Esta responsabilidad extracontractual cuyo rasgo fundamental es que tiene carácter
objetivo y directo frente a la administración tiene su punto de partida, en el ámbito de la
Administración Local, en el art. 54 de la LRBRL.
En este sentido la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, Sala de
lo Contencioso-Administrativo de Burgos, de 23 de junio de 2003 (LA LEY JURIS.
2763/2003), se refiere a la legislación sobre responsabilidad patrimonial aplicable a los
entes locales de la siguiente forma:
«TERCERO. Entrando en el examen del fondo del litigio, hemos de partir de que el
art. 54 de la Ley Reguladora de las Bases del Régimen Local, de 2 Abr. 1985 remite para
enjuiciar las pretensiones de responsabilidad derivadas del funcionamiento de los
servicios públicos de las Entidades locales a la legislación general sobre responsabilidad
administrativa, constituida por los arts. 106.2 de la Constitución (LA LEY 2500/1978),
121 de la Ley de Expropiación Forzosa y 40 de la Ley de Régimen Jurídico de la
Administración del Estado, de 26 Jul. 1957, este último precepto sustituido hoy por el
art. 139 de la Ley 30/1992, de 26 Nov.».
Para que los particulares tengan derecho a ser indemnizados por la Administración, la
Jurisprudencia ha venido exigiendo la concurrencia de los siguientes requisitos:
a) La efectiva realidad de un daño o perjuicio evaluable económicamente e
individualizado con relación a una persona o grupo de personas.
b) Que el daño o lesión patrimonial sufrido por el reclamante en sus bienes o derechos
sea consecuencia del funcionamiento normal o anormal de los servicios públicos, en una
relación directa de causa a efecto, sin intervención extraña que pudiera influir en el nexo
causal.
c) Que el daño o perjuicio no se haya producido por fuerza mayor.
Señala el Alto Tribunal que para acceder a una reclamación por responsabilidad
patrimonial de la Administración Pública ha de mediar una relación directa, inmediata y
exclusiva de causa a efectos entre el acto de la Administración y el daño que este acto ha
producido, siendo necesario que exista un acto o una omisión de la Administración Pública
y un daño derivado de ellas efectivo, real, evaluable económicamente e individualizado,
siendo ésta una responsabilidad objetiva en la que ni siquiera se incluye la licitud o la ilicitud
de la actuación de la Administración, lo que supone según la sentencia del mismo Tribunal
de 11 Abr. 1987 (LA LEY JURIS 63-4/1987) la existencia (activa o pasiva) de una
actuación administrativa, con resultado dañoso y relación de causa a efecto entre aquélla y
ésta; incumbiendo su prueba a quien la reclame, a la vez que es imputable a la
Administración la carga referente a la existencia de fuerza mayor, cuando se alegue como
causa de exoneración.
Por su parte la imputación directa a la Administración de los daños causados por sus
funcionarios y agentes no supone la exoneración total de responsabilidad de éstos. En el
régimen jurídico anterior a la aprobación de la Ley 30/1992, el particular podía optar por
dirigirse bien contra la Administración titular del servicio público, bien contra el propio
funcionario, aunque técnicamente la responsabilidad de la Administración y del funcionario
eran solidarias. Tras la aprobación de la Ley 30/1992, el ciudadano está obligado a exigir
directamente a la Administración Pública correspondiente las indemnizaciones por los
daños y perjuicios causados por sus agentes (art. 145.1 LRJPA).
En el caso de que la Administración estime la reclamación planteada de acuerdo con el
art. 145.2 LRJPA exigirá de oficio, con carácter obligatorio, a sus autoridades y demás
personal a su servicio la responsabilidad en que hubieran incurrido por dolo, culpa o
negligencia grave. Esta acción de la Administración contra los funcionarios o agentes es la
última pieza del sistema general de responsabilidad patrimonial de la Administración y se
conoce como «acción de regreso» frente al agente gravemente culpable. Pudiendo utilizar
los siguientes criterios de ponderación, que van a servir para medir el grado de
responsabilidad del funcionario, agente o autoridad.
1.º El resultado dañoso producido.
2.º La intencionalidad.
3.º La responsabilidad profesional del personal al servicio de la Administración y su
relación con la producción del daño.
RESUMEN