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CAPÍTULO 7

EL CIUDADANO Y EL INTERESADO. CAPACIDAD,


LEGITIMACIÓN Y REPRESENTACIÓN. LOS DERECHOS DEL
CIUDADANO ANTE LA ADMINISTRACIÓN. LA ACTUACIÓN
DEL CIUDADANO ANTE LA ADMINISTRACIÓN

Guillermo LAGO NÚÑEZ


Licenciado en Derecho
Secretario de Administración Local, Categoría Superior

SUMARIO

1. El concepto de ciudadano y el interesado


1.1. El ciudadano y el administrado
1.2. El ciudadano. Estatuto jurídico del vecino
2. Capacidad, legitimación y representación
2.1. Capacidad jurídica
2.2. Capacidad de obrar
2.3. La legitimación en el procedimiento administrativo
2.3.1. La titularidad de los derechos subjetivos: interés legítimo individual o colectivo
2.3.2. La legitimación para incoar el procedimiento
2.3.3. Legitimación de terceros interesados en el procedimiento
2.4. La representación
3. Los derechos del ciudadano ante la administración
3.1. Los derechos del ciudadano en el procedimiento administrativo general
3.1.1. El derecho a conocer, en cualquier momento, el estado de la tramitación de los
procedimientos en los que tengan la condición de interesados, y obtener copias de
documentos contenidos en ellos; el derecho a obtener copia sellada de los documentos que
presenten, aportándola junto con los originales, así como a la devolución de éstos, salvo
cuando los originales deban obrar en el procedimiento
3.1.2. El derecho a identificar a las autoridades y al personal al servicio de las
Administraciones Públicas bajo cuya responsabilidad se tramiten los procedimientos
3.1.3. El derecho a utilizar las lenguas oficiales en el territorio de su Comunidad Autónoma,
de acuerdo con lo previsto en esta Ley y en el resto del Ordenamiento Jurídico
3.1.4. El derecho a formular alegaciones y a aportar documentos en cualquier fase del
procedimiento anterior al trámite de audiencia, que deberán ser tenidos en cuenta por el
órgano competente al redactar la propuesta de resolución
3.1.5. El derecho a no presentar documentos no exigidos por las normas aplicables al
procedimiento de que se trate, o que ya se encuentren en poder de la Administración
actuante
3.1.6. El derecho a ser tratados con respeto y deferencia por las autoridades y los
funcionarios, que habrán de facilitarles el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de
sus obligaciones
3.1.7. El derecho a exigir las responsabilidades de las Administraciones Públicas y del
personal a su servicio, cuando así corresponda legalmente
3.2. El derecho de la ciudadanía a una buena administración
3.3. Los derechos del ciudadano en la sociedad del conocimiento
3.4. El derecho al libre acceso a las actividades de servicios y su ejercicio
4. Los derechos de los vecinos en el ámbito del régimen local
4.1. Ser elector y elegible de acuerdo con lo dispuesto en la legislación electoral
4.2. Participar en la gestión municipal de acuerdo con lo dispuesto en las leyes y, en su caso,
cuando la colaboración con carácter voluntario de los vecinos sea interesada por los órganos
de gobierno y administración municipal
4.3. Utilizar, de acuerdo con su naturaleza, los servicios públicos municipales, y acceder a los
aprovechamientos comunales, conforme a las normas aplicables.
4.4. Contribuir mediante las prestaciones económicas y personales legalmente previstas a la
realización de las competencias municipales
4.5. Ser informado, previa petición razonada, y dirigir solicitudes a la Administración
municipal en relación con todos los expedientes y documentación municipal, de acuerdo con
lo previsto en el art. 105 de la Constitución
4.6. Pedir la consulta popular en los términos previstos en la Ley
4.7. Exigir la prestación y, en su caso, el establecimiento del correspondiente servicio público,
en el supuesto de constituir una competencia municipal propia de carácter obligatorio
4.8. Ejercer la iniciativa popular
5. La actuación del ciudadano ante la administración
5.1. La actuación individual. El derecho de petición
5.2. La actuación conjunta. La participación ciudadana
5.2.1. La iniciativa popular
5.2.2. Comisión especial de Sugerencias y Reclamaciones
5.2.3. Otros mecanismos de participación vecinal previstos en la legislación estatal

1. EL CONCEPTO DE CIUDADANO Y EL INTERESADO

1.1. El ciudadano y el administrado


El concepto de interesado ha venido a sustituir al más tradicional de administrado, y
aquel, paulatinamente, está siendo relevado por el de ciudadano. En realidad se trata de
conceptos orientados hacia esferas de acción o categorías diferentes. Todos tienen en
común que se refieren a sujetos con los cuales se relaciona la Administración, y que, sin ser
titulares de ningún órgano, actúan de acuerdo con los principios del Derecho
administrativo.
Las notas diferenciadoras, y lo que está implícito en la evolución del término, tiene
caracteres formales y aluden a la intensidad de la relación. El interesado es el que interviene
(o puede intervenir) en un determinado procedimiento y todo procedimiento cuenta con
interesados, dado que su esencia es la bilateralidad. Y entre ciudadano y administrado nada
mejor que acudir a las distinciones del administrativismo clásico que definía a aquel como
el hombre en su vinculación «política» con el Poder, mientras que el administrado se
manifiesta esencialmente en una dimensión «jurídica». Y así, mientras el administrado, el
interesado, tiene derechos que podrá ejercer de una forma pautada y paulatina, el ciudadano
tiene poderes ya que en las democracias avanzadas de alguna manera participa en el gobierno
influyendo de una forma indirecta aunque efectiva.
La relevancia del término, que en nuestra Constitución se vincula con algunos derechos
como el de participación política o acceso a cargos públicos, se encontró definitivamente
avalada en el Tratado de la Unión Europea de 7 de febrero de 1992 firmado en Maastricht
al definir el principio de subsidiariedad por el que las decisiones se han de tomar de la
forma más próxima posible a los ciudadanos, y todo el desarrollo posterior que el término
ciudadanía ha supuesto para la Unión hasta el Tratado de Lisboa y que, en nuestro
ordenamiento jurídico local ya venía contemplado en el art. 2 de la LRBRL.

1.2. El ciudadano. Estatuto jurídico del vecino


Se define al interesado en el procedimiento administrativo a todos los que intervienen
en él por afectarles directa o indirectamente la decisión que pueda adoptarse (Jesús
GONZÁLEZ PÉREZ, Pedro GONZÁLEZ SALINAS, El Procedimiento administrativo local, El
consultor, 1993). Y los estudios de que ha sido objeto (limitados en relación con el de otros
temas) tipifican distintos tipos de interesados en función de su posición formal (interesado
principal o accesorios) o en función de la posición jurídico-material del administrado
(administrados simples o administrados cualificados) o distintos estatutos jurídicos en base
a la función administrativa que realice: vecino, contribuyente, usuario, expropiado, o
incluso funcionario.
La LRBRL dedica un solo precepto, el art. 18, a su regulación de los derechos y deberes
básicos dedicando su articulado de forma más extensa a la regulación de la participación
ciudadana (arts. 1, 24, 27, 69-72).
El término ciudadano es empleado en la LRJPA como sujeto de una serie de derechos
en el ámbito de los procedimientos administrativos aunque este término, que tiene una
naturaleza vinculada con el Derecho político o constitucional, tiene en la Ley
procedimental un carácter amplio, y abarca también a otras entidades, corporaciones o
instituciones que ostentan esos derechos.

2. CAPACIDAD, LEGITIMACIÓN Y REPRESENTACIÓN

2.1. Capacidad jurídica


La condición de persona ——ya sea física o jurídica—— lleva implícita la capacidad jurídica,
la aptitud para ser titular de derechos y obligaciones. Aunque esta aptitud cuenta con ciertas
limitaciones jurídicas es más amplia con carácter general la capacidad en el derecho público
que en el derecho privado.
Para determinar la capacidad jurídica hay que verificar simplemente si nos encontramos
ante una persona, lo que entraña dificultades únicamente en el supuesto de las personas
jurídicas, que adquieren esta condición siempre que venga previamente reconocido por ley.
Determinadas disposiciones legales reconocen para muy determinadas y concretas
actuaciones, derechos y obligaciones a entidades u «organizaciones abstractas» que no
pueden actuar sino a través de las personas físicas que la integran como son las
comunidades de bienes, las herencias yacentes, o las uniones temporales de empresas antes
de su constitución como tal.

2.2. Capacidad de obrar


De acuerdo con el art. 30 LRJPA tienen capacidad de obrar ante las Administraciones
Públicas, junto a las personas que la ostentan con arreglo a las normas civiles (o
mercantiles), los menores de edad «para el ejercicio y defensa de aquellos de sus derechos e
intereses cuya actuación esté permitida por el ordenamiento jurídico-administrativo sin la
asistencia de la persona que ejerza la patria potestad, tutela o curatela», salvo el supuesto de
los menores incapacitados, cuando la extensión de la incapacitación afecte al ejercicio y
defensa de los derechos o intereses de que se trate.
De acuerdo con este precepto se tendrá que estar a las reglas especiales derivadas del
régimen civil, por ejemplo la necesidad del consentimiento de ambos cónyuges para
determinados actos en los que se vea afectada la sociedad conyugal. La necesidad de actuar
mediante el representante legal que designe la norma para la actuación de las personas que
carezcan de capacidad etcétera.
El precepto señalado amplía la capacidad de obrar a los menores de edad que en
principio no la ostentan de acuerdo con las normas civiles (art. 162 Código civil exceptúa
únicamente los actos relativos a derechos de la personalidad u otros que el hijo, de acuerdo
con las leyes y sus condiciones de madurez, pueda realizar por sí mismo) con las
matizaciones derivadas de la interpretación restrictiva a cualquier limitación a la capacidad
de obrar. Aunque este reconocimiento se deriva del ordenamiento jurídico que debe señalar
cuáles serían estas actuaciones permitidas la regla general es el pleno reconocimiento de la
capacidad siendo necesaria la representación en aquellos casos en que expresamente se
requiera. Y este requerimiento obviamente necesario en el caso del menor incapacitado en
el que se ha de comprobar si esta incapacitación afecta a los derechos reconocidos en el
ordenamiento jurídico.
En cuanto a los extranjeros hay que destacar que aunque se ha suprimido, en base al art.
1.1 de la Ley 57/2003, de 16 diciembre, la mención que hacía el art. 18.2 LRBRL en cuanto
a que: «los extranjeros domiciliados que sean mayores de edad tienen los derechos y
deberes propios de los vecinos, salvo los de carácter político. No obstante tendrán derecho
de sufragio activo en los términos que prevea la legislación electoral general aplicable a las
elecciones locales», los extranjeros gozan de capacidad de obrar y jurídica e incluso,
conforme a lo recogido en el art. 176 de la Ley Orgánica 5/1985, del régimen electoral
general, gozan del derecho de sufragio activo en las elecciones municipales «los residentes
extranjeros en España cuyos respectivos países permitan el voto a los españoles en dichas
elecciones, en los términos de un tratado».

2.3. La legitimación en el procedimiento administrativo


La legitimación, a la que se refiere el art. 31.3 LRJPA bajo el concepto de interesado es
un requisito de admisibilidad, una justificación para intervenir en un procedimiento. Para
que un órgano administrativo en definitiva pueda examinar la petición deducida por una
persona es necesario que ésta tenga esa aptitud especial, la legitimación, que debe examinarse
de oficio por el órgano administrativo con carácter previo al examen de la cuestión
planteada.
Conviene analizar de forma diferenciada, tal y como lo hace el art. 31.1 LRJPA entre la
legitimación para incoar un procedimiento [a la que se refiere el apartado a)] de la
legitimación para intervenir en el procedimiento, ya sea por ostentar un derecho que pueda
ser afectado por la resolución (a la que se refiere el apartado b) del precepto) o por ser
titular de intereses legítimos [apartado c)], si bien antes vamos a examinar qué se entiende
por titular de un derecho subjetivo, qué es el interés legítimo, individual o colectivo.

2.3.1. La titularidad de los derechos subjetivos: interés legítimo individual o colectivo


El art. 31.1 a) LRJPA señala que están legitimados tanto para incoar un procedimiento,
como para intervenir en el mismo, los que ostenten un interés legítimo, individual o
colectivo. En el mismo sentido se pronuncia el art. 19.1 de la Ley de la Jurisdicción
contencioso-administrativa al reconocer que «Están legitimados ante el orden jurisdiccional
contencioso-administrativo: a) Las personas físicas o jurídicas que ostenten un derecho o
interés legítimo. b) Las corporaciones, asociaciones, sindicatos y grupos y entidades a que
se refiere el art. 18 que resulten afectados o estén legalmente habilitados para la defensa de
los derechos e intereses legítimos colectivos al apuntar al interés legítimo. (……/……)».
Al encontrarse en paralelo la legitimación procesal y administrativa es de aplicación a
ésta la doctrina y jurisprudencia referida a la legitimación procesal que no reduce la
legitimación al interés jurídico sino que abarca una variedad de supuestos.
La doctrina ha distinguido, con dificultades, el interés individual del interés plural, y
éstos, del interés colectivo hasta incluso, siguiendo la doctrina italiana, del interés difuso.
Lo cierto es que en todos los supuestos la legitimación de la persona o personas interesadas
se basa en elementos comunes, ya sea por encontrarse todos ellos en la misma situación
(plural), por trascender el interés individual (colectivo), o por corresponder a una pluralidad
entre las que no existe vínculo jurídico.
Especial interés es el que representan determinadas entidades representativas de
intereses económicos y sociales, únicamente legitimadas para la defensa tanto de los
intereses y derechos particulares de sus miembros como de los intereses generales que
tengan encomendadas.
Finalmente conviene señalar que, de acuerdo con el art. 34 LRJPA, si «durante la
instrucción de un procedimiento que no haya tenido publicidad en forma legal, se advierte
la existencia de personas que sean titulares de derechos o intereses legítimos y directos cuya
identificación resulte del expediente y que puedan resultar afectados por la resolución que
se dicte, se comunicará a dichas personas la tramitación del procedimiento». Del referido
precepto hay que resaltar al menos dos aspectos: a) que se trata de procedimientos que no
hayan tenido publicidad en legal forma, y, b) que se añade el carácter de «directo» a los
intereses legítimos de estos terceros configurándose como un trámite esencial del
procedimiento cuya omisión determinará la indefensión y por tanto la nulidad.

2.3.2. La legitimación para incoar el procedimiento


Están legitimados para iniciar un procedimiento conforme la dicción del art. 31.1 a) de
la LRJPA quienes lo promuevan como titulares de derechos o intereses legítimos, individuales o colectivos.
Basta que los titulares del derecho subjetivo que tenga origen en una norma jurídica lo
aleguen sin que sea preciso demostrar los hechos que determinan el nacimiento del
derecho.
Entre los documentos al amparo del cual se haría efectiva esta legitimación están las
solicitudes (documentos que contienen una o varias peticiones de un ciudadano dirigidas a
promover la acción del órgano administrativo al que se dirige para satisfacer una o varias
pretensiones fundamentadas en un derecho subjetivo, en un interés legítimo) o bien ——
aunque de forma más cuestionada—— las denuncias (documentos mediante los cuales
cualquier ciudadano, sea o no en cumplimiento de una obligación legal, pone en
conocimiento de un organismo oficial la existencia de un hecho determinado que pudiera
obligar a la iniciación de un procedimiento administrativo determinado), aunque, también,
los recursos (documento mediante el cual los ciudadanos impugnan un acto administrativo
que afecta a sus derechos o intereses legítimos, pidiendo la anulación porque incurre en
alguna de las causas de invalidez que establece el ordenamiento).
Por su parte el interés directo está en relación con el necesario para que el acto que se
dicte en el procedimiento reporte al que lo solicite un beneficio que dimane de una norma
jurídica, o bien remueva el obstáculo que se oponía a su ejercicio o, finalmente consista en
hacerse efectivo al estar basado en un derecho preexistente.
En todo caso conviene destacar que cuando se dé una pluralidad de interesados en la
iniciación del procedimiento o respecto de aquellos frente los que se inicia, o en ambos
casos, la Administración debe asegurar la participación igualitaria de todos dedicándose a
este supuesto el art. 33 de la LRJPA, en el sentido de que las actuaciones a que den lugar se
efectuarán con el representante o interesado que expresamente hayan señalado y en su
defecto con el que figure en primer término.

2.3.3. Legitimación de terceros interesados en el procedimiento


Se puede dar la participación en el procedimiento de sujetos que no lo hubieran incoado
pero que, bien por ser frente a quien se dirija el mismo, o bien por tener que comparecer en
defensa de sus derechos o intereses, puedan resultar afectados por el mismo. En este
sentido la participación de los terceros afectados se suele producir en un doble ámbito: el
de las alegaciones (documentos mediante los cuales el interesado en un procedimiento
administrativo aporta datos o valoraciones de hecho o de derecho para que sean
considerados por los órganos responsables de dicho procedimiento administrativo) durante
los períodos de información pública y audiencia a los interesados o el del propio recurso
frente a la resolución o acto dictado que afecta a sus intereses.
La Ley 30/1992 regula el derecho de los ciudadanos y de los interesados en los
procedimientos a formular alegaciones en tres de sus disposiciones:
a) Derecho de los ciudadanos a formular alegaciones y aportar documentos en cualquier
fase del procedimiento anterior al trámite de audiencia, que deberán ser tenidos en cuenta
por el órgano que redacte la propuesta de resolución [art. 35 e)].
b) Derecho de los interesados de aducir alegaciones y aportar documentos u otros
elementos de juicio que deberán ser tenidos en cuenta al redactar la propuesta de
resolución (art. 78).
c) Instruidos los procedimientos e inmediatamente antes de redactar la propuesta de
resolución, se deben poner de manifiesto a los interesados o, en su caso, a sus
representantes, salvo lo que afecte a las informaciones y datos relativos a la intimidad de las
personas (art. 84).

2.4. La representación
Dado el carácter abierto de los procedimientos administrativos en los que no se requiere
la asistencia de técnicos en derecho, la posibilidad de actuar por medio de representante es
muy amplia, no estableciéndose ninguna limitación en el art. 32 LRJPA e implica que las
actuaciones que se efectúen mediante representación, se seguirán con éste hasta su
conclusión.
Para ello parte la ley procedimental de la presunción de que la persona que actúa en
nombre de otra está en principio legitimada para representarla, expresando esta presunción
para los actos y gestiones de mero trámite, sin perjuicio que, de acuerdo con lo establecido
en el art. 32.3 LRJPA, sea necesario acreditar esta representación para los siguientes
supuestos:
a) Formular solicitudes, es decir, todo acto de iniciación de procedimientos según el art.
68 en relación con el 70 de la LRJPA.
b) Entablar recursos, salvo que se hubiera acreditado la representación en el
procedimiento en que se dictó el acto objeto del mismo.
c) Desistir de acciones y renunciar a derechos.
En todo caso la insuficiencia en la acreditación es un defecto subsanable de acuerdo con
lo que establece, ya sea en la fase de iniciación, art. 71 de la LRJPA, o durante la
tramitación, art. 76.2 de la LRJPA.
Las formas para acreditar la representación son básicamente dos, aunque se tienda a
admitir de forma excepcional una tercera:
a) Cualquier medio válido en Derecho que deje constancia fidedigna que se contraen o
bien a un documento público autorizado por un Notario o empleado público con los
requisitos exigidos por la Ley conforme el art. 1216 del Código Civil. O bien un documento
privado con firma notarialmente legitimada.
b) Mediante declaración en comparecencia personal del interesado o, como se llamaba
tradicionalmente, poder apud acta.
c) Se ha admitido por la jurisprudencia en algunos casos el mandato tácito como formula
de representación.
En caso de que para los supuestos señalados no se acredite suficientemente la
representación el art. 32.4 LRJPA establece un plazo de subsanación de diez días (o de un
plazo superior cuando las circunstancias del caso así lo requieran,
Un supuesto especial es el que se recoge en el art. 23 de la Ley 11/2007, de 22 de junio,
desarrollada por el Real Decreto 1671/2009, de 6 de noviembre, por el que se otorga
habilitación con carácter general o específico a personas físicas o jurídicas autorizadas para
la presentación electrónica de documentos en representación de los interesados que
requiere la previa firma de un Convenio específico entre la Administración y la
Corporación, asociación o institución interesada.
En este supuesto, las personas o entidades habilitadas para la presentación electrónica
de documentos en representación de terceros deberán ostentar la representación necesaria
para cada actuación en los términos establecidos en el art. 32 de la Ley 30/1992, de 26 de
noviembre, o en los términos que resulten de la normativa específica de aplicación,
pudiendo la Administración requerir en cualquier momento a las personas habilitadas la
acreditación de la representación que ostenten, siendo válida la otorgada a través de los
documentos normalizados que apruebe la Administración para cada procedimiento.

3. LOS DERECHOS DEL CIUDADANO ANTE LA ADMINISTRACIÓN

3.1. Los derechos del ciudadano en el procedimiento administrativo general


El art. 35 de la LRJPA establece un catálogo poco innovador bajo la rúbrica de
«derechos de los ciudadanos». Y ello ya que la tabla de derechos, conforme a la Exposición
de motivos de la LRJPA (exponendo IX), constituye innovaciones en relación con
derechos de los ciudadanos reconocidos por la Constitución o las leyes: «La posibilidad de
identificar a las autoridades y funcionarios bajo cuya responsabilidad se tramiten los
procedimientos ——rompiendo la tradicional opacidad de la Administración——, el derecho de
formular alegaciones y de aportar documentos en cualquier fase del procedimiento anterior
al trámite de audiencia, el de no presentar los ya aportados a la Administración actuante, y
el de obtener información y orientación sobre los condicionamientos jurídicos o técnicos
que las disposiciones vigentes impongan a los proyectos que se propongan abordar» que se
recoge en las letras b), e), f), g) del art. 35.
En todo caso a continuación procederemos a efectuar un análisis agrupado de cada uno
de los derechos a los que se refiere el art. 35, si bien «el derecho a obtener información y
orientación acerca de los requisitos jurídicos o técnicos que las disposiciones vigentes
impongan a los proyectos, actuaciones o solicitudes que se propongan realizar», y «el
derecho al acceso a los registros y archivos de las Administraciones Públicas en los
términos previstos en la Constitución y en ésta u otras leyes» se tratarán de forma
sistemática en el capítulo 8 del presente Manual.

3.1.1. El derecho a conocer, en cualquier momento, el estado de la tramitación de los procedimientos en los
que tengan la condición de interesados, y obtener copias de documentos contenidos en ellos; el derecho a
obtener copia sellada de los documentos que presenten, aportándola junto con los originales, así como a la
devolución de éstos, salvo cuando los originales deban obrar en el procedimiento
Se denomina de forma simplificada a estos derechos como el acceso al expediente
administrativo o derecho de acceso, entendiendo por expediente el cuerpo de escritos para
dejar constancia de los actos y actividades que han tenido lugar en el procedimiento.
Conviene apuntar en todo caso que el hecho de que toda persona tenga derecho a ser
informada de los expedientes que se le instruyan, así como a intervenir en ellos, aportar
pruebas y ser oída es un derecho que se ha de ejercitar en la forma y plazos establecidos en
las normas, no cuando quiera y como quiera la parte.
En el ámbito local este derecho de acceso tiene su reflejo en el art. 70.3 de la LRBRL
que reconoce que «Todos los ciudadanos tienen derecho a obtener copias y certificaciones
acreditativas de los acuerdos de las corporaciones locales y sus antecedentes, así como a
consultar los archivos y registros en los términos que disponga la legislación de desarrollo
del art. 105, párrafo b) de la Constitución. La denegación o limitación de este derecho, en
todo cuanto afecte a la seguridad y defensa del Estado, la averiguación de los delitos o la
intimidad de las personas, deberá verificarse mediante resolución motivada».
Por su parte el art. 134 del ROF define el expediente como el conjunto ordenado de
documentos y actuaciones que sirven de antecedente y fundamento a la resolución
administrativa así como las diligencias encaminadas a ejecutarlas formándose mediante la
agregación sucesiva de cuantos documentos, pruebas, dictámenes, decretos, acuerdos,
notificaciones y demás diligencias deban integrarlos y sus hojas útiles serán rubricadas y
foliadas por los funcionarios encargados de su tramitación.
Se distinguen en el art. 35 varios medios de acceso al expediente: 1) su exhibición en el
trámite denominado de audiencia, 2) mediante solicitud del propio interesado conforme
recoge el precepto comentado, 3) mediante la petición de copia o certificación y,
finalmente, 4) mediante desglose.
En todo caso el acceso a la información particular, que de acuerdo con la terminología
que emplea el art. 3 del Real Decreto 208/1996, de 9 de febrero, por el que se regulan los
servicios de información administrativa y atención al ciudadano que de alguna forma
desarrolla los párrafos a), b) y g) del art. 35, al ser los tres que se hallan directamente
relacionados con la función general de la información, sólo podrá ser facilitada a las
personas que tengan la condición de interesados en cada procedimiento o a sus
representantes legales de acuerdo con lo dispuesto en los arts. 31 y 32 de la Ley 30/1992,
de 26 de noviembre.
El derecho a obtener una copia sellada de los documentos que presenten ante la
Administración así como a la devolución de estos salvo cuando los originales deban obrar
en el procedimiento, se ha desarrollado en el ámbito de la Administración General del
Estado mediante el Real Decreto 772/1999, de 7 mayo por el que regula la presentación de
solicitudes, escritos y comunicaciones ante la Administración General del Estado, la
expedición de copias de documentos y devolución de originales y el régimen de las oficinas
de registro. Esta disposición debería ser modelo de regulación para las Entidades locales ya
que a través de ella se ordenan otros aspectos relativos al procedimiento ordinario de las
entidades locales como es el relativo a la validez y eficacia de documentos y copias de los
que la LRJPA que se ocupa en el art. 46. En todo caso esta regulación debe tener en cuenta
lo dispuesto en el Real Decreto 1671/2009, de 6 de noviembre, por el que se desarrolla
parcialmente la Ley 11/2007, de 22 de junio, de acceso electrónico de los ciudadanos a los
servicios públicos.

3.1.2. El derecho a identificar a las autoridades y al personal al servicio de las Administraciones Públicas
bajo cuya responsabilidad se tramiten los procedimientos
En el ámbito de la Administración del Estado se dictó, en desarrollo de este derecho,
una curiosa Resolución, el 3 de febrero de 1993, por la que se implantaba bajo el acrónimo
SEAP un Sistema de identificación común del personal al servicio de la Administración
General del Estado que tiene por objeto definir los criterios para la identificación de las
autoridades y el personal al servicio de la Administración General del Estado y de los
Organismos autónomos y las Entidades de Derecho Público con personalidad jurídica
propia vinculados o dependientes de aquélla, por el que los titulares de los Órganos
administrativos propondrán, para las relaciones entre los ciudadanos y los empleados
públicos, los formatos de identificación concretos, teniendo en cuenta lo establecido en el
anexo de esa Resolución, entre lo que se incluye unas normas de «identificación telefónica».

3.1.3. El derecho a utilizar las lenguas oficiales en el territorio de su Comunidad Autónoma, de acuerdo
con lo previsto en esta Ley y en el resto del Ordenamiento Jurídico
El art. 3 de la Constitución española reconoce que el castellano es la lengua oficial del
Estado siendo un deber de todos los españoles el conocerla y contando con el derecho de
usarla recogiendo el apartado 2 de este artículo que «Las demás lenguas españolas serán
también oficiales en las respectivas Comunidades autónomas de acuerdo con sus Estatutos,
consagrándose así el principio de la cooficialidad». El marco general de utilización de la
lengua en los procedimientos viene completado en el art. 36 de la LRJPA.

3.1.4. El derecho a formular alegaciones y a aportar documentos en cualquier fase del procedimiento
anterior al trámite de audiencia, que deberán ser tenidos en cuenta por el órgano competente al redactar la
propuesta de resolución
Aunque se plantea como una innovación significativa de la LRJPA este derecho está
reconocido desde la primera Ley de Procedimiento Administrativo de 17 de julio de 1958,
revisada por la Ley 164/1963, de 2 de diciembre en su art. 83.
El momento procedimental para formular las alegaciones es el trámite esencial de
audiencia de los interesados al que se refiere el art. 84 del que sólo se podrá prescindir
cuando no figuren en el procedimiento ni sean tenidos en cuenta en la resolución otros
hechos ni otras alegaciones y pruebas que las aducidas por el interesado.
El órgano administrativo a la hora de resolver se ha de pronunciar sobre las cuestiones
planteadas por los interesados en el escrito de alegaciones, ya sea en el trámite de audiencia,
o en el que se haya presentado en cualquier fase anterior al referido trámite, de forma que si
así no lo hace, la resolución será incongruente conforme al art. 89 de la LRJPA
El art. 41 de la Carta Europea de Derechos fundamentales recoge este derecho al que
nos referiremos al exponer el apartado relativo al derecho a una buena administración.

3.1.5. El derecho a no presentar documentos no exigidos por las normas aplicables al procedimiento de que
se trate, o que ya se encuentren en poder de la Administración actuante
Este derecho ha sido parcialmente desarrollado en el ámbito de la Administración
General del Estado y, en lo relativo a determinados procedimientos por dos disposiciones,
una de ellas relacionada con el régimen local.
En primer lugar, el Real Decreto 523/2006, de 28 abril, que suprime la exigencia de
aportar el certificado de empadronamiento, como documento probatorio del domicilio y
residencia, en los procedimientos administrativos de la Administración General del Estado
y de sus organismos públicos vinculados o dependientes. Conforme a su artículo único:
1. No se exigirá a quien tenga la condición de interesado en los procedimientos cuya
tramitación y resolución corresponda a la Administración General del Estado o a los
organismos públicos vinculados o dependientes de aquélla, la aportación del certificado de
empadronamiento como documento acreditativo del domicilio y residencia.
2. El órgano instructor comprobará de oficio si los datos del domicilio y residencia del
interesado constan en sus archivos, bases de datos u otros fondos documentales.
3. En los procedimientos para cuya tramitación sea imprescindible acreditar de modo
fehaciente los datos del domicilio y residencia del interesado, el órgano instructor podrá
comprobar tales datos mediante un Sistema de Verificación de Datos de Residencia. El
resultado de la comprobación mediante el citado Sistema de Verificación de Datos tendrá
el mismo valor probatorio que la aportación del certificado de empadronamiento y no
impedirá a la Administración que tramita el procedimiento requerir, en su caso, la
aportación de otros medios acreditativos del domicilio, de conformidad con la normativa
vigente.
En todo caso, será preciso el consentimiento del interesado para que los datos puedan
ser consultados por este sistema por el órgano instructor, debiendo constar dicho
consentimiento en la solicitud de iniciación del procedimiento o en cualquier otra
comunicación posterior. A tal efecto, la prestación del consentimiento del interesado podrá
hacerse constar expresamente en el recibo de presentación de su solicitud.
En cualquier caso, si el interesado no prestara su consentimiento deberá aportar el
certificado de empadronamiento, siendo la no aportación de aquél causa para requerirle la
subsanación de conformidad con lo dispuesto en el art. 71.1 de la Ley 30/1992, de 26 de
noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento
Administrativo Común.
4. Si el domicilio del interesado no consta en el Sistema de Verificación de Datos de
Residencia o el que consta es diferente al facilitado por el interesado, el propio órgano
instructor solicitará el certificado de empadronamiento al propio interesado o al
Ayuntamiento del municipio correspondiente.
5. En caso de que el interesado haya modificado su empadronamiento en los dos
últimos meses, el órgano instructor solicitará el certificado de empadronamiento al propio
interesado o al Ayuntamiento del municipio correspondiente.
Por otro lado, y en cuanto al régimen de la Administración General del Estado, el Real
Decreto 522/2006, de 28 abril establece en su artículo único relativo a la comprobación de
datos de identidad en los procedimientos administrativos señala que:
1. En los procedimientos cuya tramitación y resolución corresponda a la Administración
General del Estado o a los organismos públicos vinculados o dependientes de aquélla, no
se exigirá a efectos de comprobación de los datos de identificación personal, a quien tenga
la condición de interesado, la aportación de fotocopias del Documento Nacional de
Identidad.
Lo dispuesto en el párrafo anterior será, asimismo, aplicable al documento acreditativo
de la identidad o tarjeta equivalente de los extranjeros residentes en territorio español,
expedido por las autoridades española de conformidad con lo establecido en la Ley
Orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre Derechos y Libertades de los Extranjeros en
España y su Integración Social.
2. La comprobación o constancia de los datos de identidad de quienes tengan la
condición de interesado en dichos procedimientos administrativos a que se refiere el
apartado anterior se realizará de oficio por el órgano instructor, de acuerdo con los datos
de identificación que obren en sus archivos, bases de datos u otros fondos documentales.
3. Sin perjuicio de lo dispuesto en el apartado anterior, en los procedimientos para cuya
tramitación sea imprescindible acreditar de modo fehaciente datos personales incorporados
a los documentos de identidad de quienes tengan la condición de interesado, el órgano
instructor podrá comprobar tales datos mediante un Sistema de Verificación de Datos de
Identidad. En todo caso será preciso el consentimiento del interesado para que sus datos de
identidad personal puedan ser consultados por este sistema por el órgano instructor,
debiendo constar dicho consentimiento en la solicitud de iniciación del procedimiento o en
cualquier otra comunicación posterior. A tal efecto, la prestación del consentimiento del
interesado podrá hacerse constar expresamente en el recibo de presentación de la solicitud.
Si de la comprobación efectuada resultara alguna discordancia con los datos facilitados
por el propio interesado, el órgano instructor estará facultado para realizar las actuaciones
procedentes para aclararla.
En cualquier caso, si el interesado no prestara su consentimiento deberá aportar
fotocopia del documento o tarjeta de identidad correspondiente, siendo la no aportación de
aquélla causa para requerirle de conformidad con lo dispuesto en el art. 71.1 de la Ley
30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del
Procedimiento Administrativo Común.
Finalmente hay que tener en cuenta la tendencia marcada por el Real Decreto 209/2003,
de 21 febrero por el que se regula los registros y las notificaciones telemáticas, así como la
utilización de medios telemáticos para la sustitución de la aportación de certificados por los
ciudadanos cuyo sistema se basa sistema en la necesaria autorización del interesado para
poder sustituir los certificados en soporte papel, salvo que una norma con rango legal así lo
disponga.

3.1.6. El derecho a ser tratados con respeto y deferencia por las autoridades y los funcionarios, que habrán
de facilitarles el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus obligaciones
El contenido del presente derecho se analiza desde la perspectiva de los deberes que ha
dado el Estatuto del Empleado Público a los empleados con respecto a los ciudadanos.
La Ley 7/2007, de 12 abril, por la que se aprueba el Estatuto Básico del Empleado
Público, incluye una tabla de deberes que supone una nueva perspectiva de las relaciones
entre la Administración y el ciudadano y la propia Administración.
Como señala su Exposición de Motivos: «Por primera vez se establece en nuestra
legislación una regulación general de los deberes básicos de los empleados públicos,
fundada en principios éticos y reglas de comportamiento, que constituye un auténtico
código de conducta. Estas reglas se incluyen en el Estatuto con finalidad pedagógica y
orientadora, pero también como límite de las actividades lícitas, cuya infracción puede tener
consecuencias disciplinarias, pues la condición de empleado público no sólo comporta
derechos, sino también una especial responsabilidad y obligaciones específicas para con los
ciudadanos, la propia Administración y las necesidades del servicio. Este, el servicio
público, se asienta sobre un conjunto de valores propios, sobre una específica ““cultura”” de
lo público que, lejos de ser incompatible con las demandas de mayor eficiencia y
productividad, es preciso mantener y tutelar, hoy como ayer». Y para ello configura unos
principios éticos y de conducta al que deben ajustarse en su actuación.
Estos principios éticos, descritos en el art. 53 se contraen a los siguientes:
1. Los empleados públicos respetarán la Constitución y el resto de normas que integran
el ordenamiento jurídico.
2. Su actuación perseguirá la satisfacción de los intereses generales de los ciudadanos y
se fundamentará en consideraciones objetivas orientadas hacia la imparcialidad y el interés
común, al margen de cualquier otro factor que exprese posiciones personales, familiares,
corporativas, clientelares o cualesquiera otras que puedan colisionar con este principio.
3. Ajustarán su actuación a los principios de lealtad y buena fe con la Administración en
la que presten sus servicios, y con sus superiores, compañeros, subordinados y con los
ciudadanos.
4. Su conducta se basará en el respeto de los derechos fundamentales y libertades
públicas, evitando toda actuación que pueda producir discriminación alguna por razón de
nacimiento, origen racial o étnico, género, sexo, orientación sexual, religión o convicciones,
opinión, discapacidad, edad o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.
5. Se abstendrán en aquellos asuntos en los que tengan un interés personal, así como de
toda actividad privada o interés que pueda suponer un riesgo de plantear conflictos de
intereses con su puesto público.
6. No contraerán obligaciones económicas ni intervendrán en operaciones financieras,
obligaciones patrimoniales o negocios jurídicos con personas o entidades cuando pueda
suponer un conflicto de intereses con las obligaciones de su puesto público.
7. No aceptarán ningún trato de favor o situación que implique privilegio o ventaja
injustificada, por parte de personas físicas o entidades privadas.
8. Actuarán de acuerdo con los principios de eficacia, economía y eficiencia, y vigilarán
la consecución del interés general y el cumplimiento de los objetivos de la organización.
9. No influirán en la agilización o resolución de trámite o procedimiento administrativo
sin justa causa y, en ningún caso, cuando ello comporte un privilegio en beneficio de los
titulares de los cargos públicos o su entorno familiar y social inmediato o cuando suponga
un menoscabo de los intereses de terceros.
10. Cumplirán con diligencia las tareas que les correspondan o se les encomienden y, en
su caso, resolverán dentro de plazo los procedimientos o expedientes de su competencia.
11. Ejercerán sus atribuciones según el principio de dedicación al servicio público
absteniéndose no sólo de conductas contrarias al mismo, sino también de cualesquiera
otras que comprometan la neutralidad en el ejercicio de los servicios públicos.
12. Guardarán secreto de las materias clasificadas u otras cuya difusión esté prohibida
legalmente, y mantendrán la debida discreción sobre aquellos asuntos que conozcan por
razón de su cargo, sin que puedan hacer uso de la información obtenida para beneficio
propio o de terceros, o en perjuicio del interés público.
En cuanto a los Principios de Conducta, el art. 54 recoge los siguientes:
1. Tratar con atención y respeto a los ciudadanos, a sus superiores y a los restantes
empleados públicos.
2. El desempeño de las tareas correspondientes a su puesto de trabajo se realizará de
forma diligente y cumpliendo la jornada y el horario establecidos.
3. Obedecerán las instrucciones y órdenes profesionales de los superiores, salvo que
constituyan una infracción manifiesta del ordenamiento jurídico, en cuyo caso las pondrán
inmediatamente en conocimiento de los órganos de inspección procedentes.
4. Informarán a los ciudadanos sobre aquellas materias o asuntos que tengan derecho a
conocer, y facilitarán el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus obligaciones.
5. Administrarán los recursos y bienes públicos con austeridad, y no utilizarán los
mismos en provecho propio o de personas allegadas. Tendrán, asimismo, el deber de velar
por su conservación.
6. Se rechazará cualquier regalo, favor o servicio en condiciones ventajosas que vaya más
allá de los usos habituales, sociales y de cortesía, sin perjuicio de lo establecido en el Código
Penal.
7. Garantizarán la constancia y permanencia de los documentos para su transmisión y
entrega a sus posteriores responsables.
8. Mantendrán actualizada su formación y cualificación.
9. Observarán las normas sobre seguridad y salud laboral.
10. Pondrán en conocimiento de sus superiores o de los órganos competentes las
propuestas que consideren adecuadas para mejorar el desarrollo de las funciones de la
unidad en la que estén destinados. A estos efectos se podrá prever la creación de la
instancia adecuada competente para centralizar la recepción de las propuestas de los
empleados públicos o administrados que sirvan para mejorar la eficacia en el servicio.
11. Garantizarán la atención al ciudadano en la lengua que lo solicite, siempre que sea
oficial en el territorio.

3.1.7. El derecho a exigir las responsabilidades de las Administraciones Públicas y del personal a su
servicio, cuando así corresponda legalmente
Aunque no sea objeto directo de este Manual el análisis de la institución de la
responsabilidad patrimonial sí conviene hacer mención que la responsabilidad se ha
configurado en nuestro derecho, al amparo de los arts. 106 y 149 de la Constitución, de una
forma unitaria, con un régimen de Derecho Administrativo aplicable a todas las
Administraciones Públicas y que protege por igual a todos los ciudadanos enunciándose de
la siguiente forma en el art. 40 de la LRJPA:
«1. Los particulares tendrán derecho a ser indemnizados por el Estado de toda lesión
que sufran en cualquiera de sus bienes y derechos, salvo en los casos de fuerza mayor,
siempre que aquella lesión sea consecuencia del funcionamiento normal o anormal de los
servicios públicos o de la adopción de medidas no fiscalizables en vía contenciosa.
2. En todo caso, el daño alegado por los particulares habrá de ser efectivo, evaluable
económicamente e individualizado con relación a una persona o grupo de personas».
Por su parte, el art. 41 establece:
«Cuando el Estado actúe en relaciones de derecho privado, responderá directamente
en los daños y perjuicios causados por sus autoridades, funcionarios y agentes,
considerándose la actuación de los mismos como actos propios de la Administración.
La responsabilidad, en este caso, habrá de exigirse ante los Tribunales ordinarios».
Esta responsabilidad extracontractual cuyo rasgo fundamental es que tiene carácter
objetivo y directo frente a la administración tiene su punto de partida, en el ámbito de la
Administración Local, en el art. 54 de la LRBRL.
En este sentido la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, Sala de
lo Contencioso-Administrativo de Burgos, de 23 de junio de 2003 (LA LEY JURIS.
2763/2003), se refiere a la legislación sobre responsabilidad patrimonial aplicable a los
entes locales de la siguiente forma:
«TERCERO. Entrando en el examen del fondo del litigio, hemos de partir de que el
art. 54 de la Ley Reguladora de las Bases del Régimen Local, de 2 Abr. 1985 remite para
enjuiciar las pretensiones de responsabilidad derivadas del funcionamiento de los
servicios públicos de las Entidades locales a la legislación general sobre responsabilidad
administrativa, constituida por los arts. 106.2 de la Constitución (LA LEY 2500/1978),
121 de la Ley de Expropiación Forzosa y 40 de la Ley de Régimen Jurídico de la
Administración del Estado, de 26 Jul. 1957, este último precepto sustituido hoy por el
art. 139 de la Ley 30/1992, de 26 Nov.».
Para que los particulares tengan derecho a ser indemnizados por la Administración, la
Jurisprudencia ha venido exigiendo la concurrencia de los siguientes requisitos:
a) La efectiva realidad de un daño o perjuicio evaluable económicamente e
individualizado con relación a una persona o grupo de personas.
b) Que el daño o lesión patrimonial sufrido por el reclamante en sus bienes o derechos
sea consecuencia del funcionamiento normal o anormal de los servicios públicos, en una
relación directa de causa a efecto, sin intervención extraña que pudiera influir en el nexo
causal.
c) Que el daño o perjuicio no se haya producido por fuerza mayor.
Señala el Alto Tribunal que para acceder a una reclamación por responsabilidad
patrimonial de la Administración Pública ha de mediar una relación directa, inmediata y
exclusiva de causa a efectos entre el acto de la Administración y el daño que este acto ha
producido, siendo necesario que exista un acto o una omisión de la Administración Pública
y un daño derivado de ellas efectivo, real, evaluable económicamente e individualizado,
siendo ésta una responsabilidad objetiva en la que ni siquiera se incluye la licitud o la ilicitud
de la actuación de la Administración, lo que supone según la sentencia del mismo Tribunal
de 11 Abr. 1987 (LA LEY JURIS 63-4/1987) la existencia (activa o pasiva) de una
actuación administrativa, con resultado dañoso y relación de causa a efecto entre aquélla y
ésta; incumbiendo su prueba a quien la reclame, a la vez que es imputable a la
Administración la carga referente a la existencia de fuerza mayor, cuando se alegue como
causa de exoneración.
Por su parte la imputación directa a la Administración de los daños causados por sus
funcionarios y agentes no supone la exoneración total de responsabilidad de éstos. En el
régimen jurídico anterior a la aprobación de la Ley 30/1992, el particular podía optar por
dirigirse bien contra la Administración titular del servicio público, bien contra el propio
funcionario, aunque técnicamente la responsabilidad de la Administración y del funcionario
eran solidarias. Tras la aprobación de la Ley 30/1992, el ciudadano está obligado a exigir
directamente a la Administración Pública correspondiente las indemnizaciones por los
daños y perjuicios causados por sus agentes (art. 145.1 LRJPA).
En el caso de que la Administración estime la reclamación planteada de acuerdo con el
art. 145.2 LRJPA exigirá de oficio, con carácter obligatorio, a sus autoridades y demás
personal a su servicio la responsabilidad en que hubieran incurrido por dolo, culpa o
negligencia grave. Esta acción de la Administración contra los funcionarios o agentes es la
última pieza del sistema general de responsabilidad patrimonial de la Administración y se
conoce como «acción de regreso» frente al agente gravemente culpable. Pudiendo utilizar
los siguientes criterios de ponderación, que van a servir para medir el grado de
responsabilidad del funcionario, agente o autoridad.
1.º El resultado dañoso producido.
2.º La intencionalidad.
3.º La responsabilidad profesional del personal al servicio de la Administración y su
relación con la producción del daño.

3.2. El derecho de la ciudadanía a una buena administración


De forma paulatina se va produciendo el reconocimiento en el ordenamiento jurídico
español del derecho de los ciudadanos a una buena administración, lo que se viene
conociendo como un derecho de «tercera generación», que aunque no está expresamente
recogido en la Constitución de algunos de sus preceptos se infiere su contenido (Título IV,
arts. 103, 105, 106) tal y como ha sido configurado en el art. 41 de la Carta de los Derechos
Fundamentales de la Unión Europea de 7 de diciembre de 2000 en los siguientes términos:
1. Toda persona tiene derecho a que las instituciones y órganos de la Unión traten sus
asuntos imparcial y equitativamente y dentro de un plazo razonable.
2. Este derecho incluye en particular:
—— el derecho de toda persona a ser oída antes de que se tome en contra suya una
medida individual que le afecte desfavorablemente,
—— el derecho de toda persona a acceder al expediente que le afecte, dentro del respeto
de los intereses legítimos de la confidencialidad y del secreto profesional y comercial,
—— la obligación que incumbe a la administración de motivar sus decisiones.
3. Toda persona tiene derecho a la reparación por la Comunidad de los daños causados
por sus instituciones o sus agentes en el ejercicio de sus funciones, de conformidad con los
principios generales comunes a los Derechos de los Estados miembros.
4. Toda persona podrá dirigirse a las instituciones de la Unión en una de las lenguas de
los Tratados y deberá recibir una contestación en esa misma lengua.
La definitiva incorporación nuestro ordenamiento jurídico del derecho a la buena
administración se ha producido mediante la Ley Orgánica 1/2008, de 30 de julio por la que
se ratifica el Tratado de Lisboa de diciembre de 2007 que modifica el Tratado de la Unión
europea y el Tratado constitutivo de la Comunidad europea, firmado en la Capital
portuguesa el 13 de diciembre de 2007, cuyo art. 2 incorpora la Carta de los Derechos
Fundamentales de la Unión Europea a cuyo tenor según lo dispuesto en el párrafo segundo
del art. 10 de la Constitución española y en el apartado 8 del art. 1 del Tratado de Lisboa,
las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución
reconoce se interpretarán también de conformidad con lo dispuesto en la Carta de los
Derechos Fundamentales publicada en el «Diario Oficial de la Unión Europea» de 14 de
diciembre de 2007, cuyo texto íntegro se reproduce a continuación.
Paralelamente los nuevos Estatutos de Autonomía han venido a reconocer
expresamente este derecho (Estatuto de Cataluña, art. 30; Estatuto de Castilla y León, art.
12; Estatuto de las Islas Baleares, art. 14; Estatuto de Andalucía, art. 31; recogiéndose en
distintos términos en el resto).
Como vemos, el derecho a la buena administración se configura en un doble plano: los
referidos a aspectos procedimentales de organización y funcionamiento y los vinculados a
la actuación de los poderes públicos a través de sus representantes y empleados. Esta
última actuación es la que se está llevando a cabo a través de los conocidos como «Códigos
de Conducta o códigos éticos» que sistematizan las normas jurídicas que regulan un
determinado servicio adaptándolas y a los comportamientos específicos del personal de la
institución, órgano o unidad a que se refieren.

3.3. Los derechos del ciudadano en la sociedad del conocimiento


La implantación de la Ley 11/2007, de 22 de junio, de acceso electrónico de los
ciudadanos a los Servicios Públicos, desarrollada parcialmente por el Real Decreto
1671/2009, de 6 de noviembre, supone en definitiva la incorporación de las tecnologías de
la información (o del conocimiento) que permitan a los ciudadanos ejercer el derecho de
relacionarse por medios electrónicos, supone la obligación de la Administración, al servicio
del ciudadano, de transformarse en una administración electrónica utilizando para ello
tecnologías de la Información y el conocimiento bajo los criterios de: disponibilidad,
accesibilidad, integridad, autenticidad, confidencialidad y conservación de los datos,
informaciones y servicios que gestiona y conlleva los siguientes derechos a favor de los
ciudadanos.
1. A elegir, entre los medios electrónicos, que en cada momento se encuentren
disponibles, el canal a través del cual relacionarse electrónicamente con las
Administraciones Públicas (art. 6.2.a)
2. A no aportar los datos y documentos que obren en poder de las Administraciones
Públicas, las cuales utilizarán medios electrónicos para recabar dicha información siempre
que, en el caso de datos de carácter personal, se cuente con el consentimiento de los
interesados en los términos establecidos por la LOPD, o una norma con rango de Ley así
lo determine, salvo que existan restricciones conforme a la normativa de aplicación a los
datos y documentos recabados. El citado consentimiento podrá emitirse y recabarse por
medios electrónicos (art. 6.2.b).
3. A la igualdad en el acceso electrónico a los servicios de las Administraciones Públicas
(art. 6.2.c).
4. A conocer por medios electrónicos el estado de tramitación de los procedimientos en
los que sean interesados, salvo en los supuestos en que la normativa de aplicación
establezca restricciones al acceso a la información sobre aquéllos (art. 6.2.d).
5. A obtener copias electrónicas de los documentos electrónicos que formen parte de
procedimientos en los que tengan la condición de interesado (art. 6.2.e).
6. A la conservación en formato electrónico por las Administraciones Públicas de los
documentos electrónicos que formen parte de un expediente (art. 6.2.f).
7. A obtener los medios de identificación electrónica necesarios, pudiendo las personas
físicas utilizar en todo caso los sistemas de firma electrónica del Documento Nacional de
Identidad para cualquier trámite electrónico con cualquier Administración Pública y a la
utilización de otros sistemas de firma electrónica.
Conviene recordar que la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre, de Protección de
Datos de carácter personal, en su título III detalla los principales derechos de «las personas»
en relación con su privacidad, y el Título II, los principios de protección de datos de los
que se deducen los siguientes:
—— Derecho a conocer los fines para los cuales se solicitan los datos de carácter personal
que solo podrán recogerse para los fines que se declaren en el momento de su recogida.
—— Consentimiento del interesado para el tratamiento de los datos.
—— No verse sometidos a una decisión con efectos jurídicos, sobre ellos o que les afecte
de manera significativa, que se base únicamente en un tratamiento de datos destinados a
evaluar determinados aspectos de su personalidad.
—— Derecho de consulta al Registro General de Protección de Datos sobre la existencia
de tratamientos de datos de carácter personal, sus finalidades y la identidad del responsable
del tratamiento.
—— Derecho de acceso por el que el interesado tendrá derecho a solicitar y obtener
gratuitamente información de sus datos de carácter personal sometidos a tratamiento, el
origen de dichos datos, así como las comunicaciones realizadas o que se prevén hacer de
los mismos.
—— Derecho de rectificación y cancelación a solicitud del interesado o cuando tales datos
resulten inexactos o incompletos.
—— Conservación de los datos de carácter personal durante los plazos previstos en las
disposiciones aplicables o, en su caso, en las relaciones contractuales entre la persona o
entidad responsable del tratamiento y el interesado.
—— Derecho a indemnización a favor de los interesados que, como consecuencia del
incumplimiento de lo dispuesto en la presente Ley por el responsable o el encargado del
tratamiento, sufran daño o lesión en sus bienes o derechos tendrán derecho a ser
indemnizados.

3.4. El derecho al libre acceso a las actividades de servicios y su ejercicio


Aunque no configurado propiamente como un derecho, la transposición de la Directiva
2006/123/CE del Parlamento Europeo y del Consejo de 12 de diciembre al ordenamiento
jurídico español mediante la Ley 17/2009, de 23 de noviembre, establece, sobre la base de
la libertad de establecimiento, una simplificación del régimen jurídico de acceso a las
actividades de servicios reduciendo las trabas injustificadas o desproporcionadas al ejercicio
de una actividad de servicios y proporcionando un entorno más favorable y transparente a
los agentes económicos que incentive la generación de empresas y genere ganancias en
eficiencia, productividad y empleo además del incremento de la variedad y calidad de
servicios disponibles para empresas y ciudadanos.
Junto al reforzamiento del sentido positivo del Silencio administrativo, como
consecuencia de la nueva redacción del art. 43 de la LRJPA efectuada por la Ley 25/2009,
de 22 de diciembre, de modificación de diversas leyes para su adaptación a la Ley sobre el
libre acceso a las actividades de servicios, la nueva regulación para el ejercicio de estas
actividades, excepto en los supuestos expresamente excluidos por los arts. 2.2 y 2.3 del
ámbito de aplicación de la Ley sobre el libre acceso, se basan con carácter general en la
declaración responsable por la persona titular de la actividad empresarial o profesional en el
que declara, bajo su responsabilidad, que cumple con los requisitos establecidos en la
normativa vigente, que dispone de documentación que así lo acredita y que se compromete
a mantener su cumplimiento durante la vigencia de la actividad.
Sobre la forma de presentar esta declaración responsable en el ámbito del procedimiento
administrativo se ha suscitado, al menos ante el Consejo Consultivo de Andalucía, una
consulta por un Ayuntamiento que preguntaba a este órgano si las comunicaciones previas
y declaraciones responsables a las que se refiere el artículo 71 bis de la Ley 30/1992 que no
se efectúen a distancia y por vía electrónica deben ser presentadas directamente ante la
Administración competente o se puede efectuar por cualquiera de las fórmulas establecidas
en el artículo 38.4 de la Ley 30/1992, la cual ha sido objeto de análisis en el Dictamen
326/2010 de 26 de mayo de 2010 en el siguiente sentido:
«(……/……) Por todo lo expuesto, este Consejo Consultivo considera que las expresiones
contenidas en el artículo 71 bis ““mediante el que los interesados ponen en conocimiento de
la Administración Pública competente””, ““o la no presentación ante la Administración
competente de la declaración responsable”” (apdos. 2 y 4, respectivamente) no autorizan a
deducir que el legislador pretenda establecer una excepción al régimen de presentación del
artículo 38.4 de la Ley 30/1992. La presentación ante la Administración competente no
excluye que lo sea a través de los registros de otras Administraciones Públicas.
Lo que se acaba de exponer se sostiene sin perjuicio de reconocer que, teóricamente,
hubiera resultado posible el establecimiento de excepciones a dicho régimen de
presentación para los supuestos de comunicaciones previas y declaraciones responsables
que se proyecten sobre actividades acreedoras de un tratamiento singular. No es así de lege
data, ya que si el legislador básico hubiera considerado esta posibilidad, la modificación de
la Ley 30/1992 por la Ley 25/2009 habría llevado a dar nueva redacción al referido artículo
38.4.
A mayor abundamiento, cabe señalar que este entendimiento del artículo 71 bis de la
Ley, en términos compatibles con el artículo 38.4 de la misma Ley es refrendado por
disposiciones autonómicas, que utilizan la fórmula de presentación ““preferentemente”” de
forma electrónica o en el registro del órgano competente para la tramitación, ““sin perjuicio
de lo previsto en el artículo 38.4 de la Ley 30/1992””. En este mismo sentido, cabe remitirse
al Real Decreto 410/2010, de 31 de marzo, por el que se desarrollan los requisitos exigibles
a las entidades de control de calidad de la edificación y a los laboratorios de ensayos para el
control de calidad de la edificación, para el ejercicio de su actividad; disposición de carácter
básico, cuyo artículo 4.4 establece que la declaración responsable se podrá presentar por los
cauces previstos en el artículo 38.4 de la Ley 30/1992 y por vía telemática.
Lo anteriormente expuesto quiere decir, en definitiva, que los ciudadanos pueden optar
también por los cauces del artículo 38.4 de la Ley 30/1992 cuando pretendan presentar las
““comunicaciones previas”” y las ““declaraciones responsables”” previstas en el artículo 71 bis
de la Ley 30/1992».

4. LOS DERECHOS DE LOS VECINOS EN EL ÁMBITO DEL


RÉGIMEN LOCAL
Los derechos de los vecinos, llamados también derechos municipales tienen su base
constitucional en los arts. 9, 23 y 105 de la Constitución y, en lo que respeta a la legislación
básica de régimen local, fundamentalmente el art. 1.1 en cuanto caracteriza a los municipios
como «cauce inmediato de la participación ciudadana en los asuntos públicos».
El art. 18 LRBRL constituye la base del estatuto vecinal al señalar los derechos y deberes
de los vecinos, aunque puede parecer una catalogación desordenada de situaciones
precedentes a la que se incorpora como novedad el ejercicio de la iniciativa popular
recogido en el apartado h). En todo caso los derechos se recogen específicamente en el
apartado 1 del precepto en cuanto se refiere específicamente a los que se enuncian a
continuación.

4.1. Ser elector y elegible de acuerdo con lo dispuesto en la legislación electoral


Por el que se vincula el concepto administrativo de vecindad con el político de sufragio
activo ya que el art. 177 de la LOREG no exige la vecindad para ser elegible establece
únicamente los siguientes requisitos:
a) Tengan la condición de ciudadanos de la Unión Europea según lo previsto en el
párrafo 2 del apartado 1 del art. 8 del Tratado Constitutivo de la Comunidad Europea, o
bien, sean nacionales de países que otorguen a los ciudadanos españoles el derecho de
sufragio pasivo en sus elecciones municipales en los términos de un Tratado.
b) Reúnan los requisitos para ser elegibles exigidos en esta Ley para los españoles.
c) No hayan sido desposeídos del derecho de sufragio pasivo en su Estado de origen.
Por su parte son inelegibles para el cargo de Alcalde o Concejal quienes incurran en
alguno de los supuestos previstos en el art. 6 de la LOREG y, además, los deudores
directos o subsidiarios de la correspondiente Corporación Local contra quienes se hubiera
expedido mandamiento de apremio por resolución judicial.

4.2. Participar en la gestión municipal de acuerdo con lo dispuesto en las leyes y, en


su caso, cuando la colaboración con carácter voluntario de los vecinos sea
interesada por los órganos de gobierno y administración municipal
En cuanto a la participación constituye un derecho fundamental reconocido por la
Constitución a los ciudadanos (art. 23) que garantiza su ejercicio (art. 55). Entre la
participación directa o representativa y la participativa la constitución opta por una
combinación de ambas exigiendo a los poderes públicos en su art. 9.2 que faciliten la
participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social.
En cuanto a la colaboración se entiende que será exigida al conjunto de los vecinos y no
de forma individualizara a alguno de ellos.

4.3. Utilizar, de acuerdo con su naturaleza, los servicios públicos municipales, y


acceder a los aprovechamientos comunales, conforme a las normas aplicables
Conviene matizar este derecho, ya que la utilización de los servicios públicos
municipales tiende a tener un carácter universal no restringiendo la utilización de los
mismos en función de la cualidad de vecino o no.
En cuanto al aprovechamiento de los bienes comunales su compatibilidad constitucional
ha sido examinada por los tribunales de justicia, entre otras por el Tribunal Superior de
Justicia de Castilla y León de Burgos, en la Sentencia de 11 Nov. 2004, rec. 316/2003 (LA
LEY 237065/2004) en cuyos fundamentos jurídicos señala:
«Esta exigencia de la residencia real y efectiva, no solamente a efectos de
empadronamiento, en ningún caso vulnera la Constitución en ninguno de sus artículos y ha
sido reconocida, como recoge la demandada, por el Tribunal Constitucional, Sala 2.ª, S 21-
11-1994, n.º 308/1994 (LA LEY 13064/1994), rec. 2052/1991. Pte.: Rodríguez Bereijo,
Álvaro, que recoge en su Fundamento de Derecho Segundo lo siguiente: ““Para un examen
cabal de la cuestión planteada, es preciso recordar que el art. 79.3 de la Ley de Bases de
Régimen Local de 1985 define los bienes comunales como aquellos cuyo aprovechamiento
corresponde al común de los vecinos; y en art. 18.1 c) de la citada Ley se configura también
el acceso a los aprovechamientos comunales como uno de los derechos de todo vecino.
Para poder adquirir la condición de beneficiario de estos aprovechamientos se establecen
varios requisitos, siendo condición necesaria la residencia habitual en el término municipal.
Este requisito aparece expresamente por vez primera en la Ley municipal de 1870, que
sustituye la tradicional exigencia de casa abierta o domicilio existente en las normas
municipales anteriores, y se reitera prácticamente en casi todas las leyes locales posteriores.
En el concepto de ‘‘residencia habitual’’, que se exige para poder ser beneficiario de tales
aprovechamientos, no sólo se comprende la residencia efectiva y el animus manendi (o de
permanencia en un lugar) esto es, no sólo la constatación fáctica de la integración en la
comunidad local sino también el ánimo de integración en el pueblo. Por tanto, el concepto
legal indeterminado de residencia habitual se refiere tanto a la permanencia en la localidad,
desde el punto de vista temporal, como desde una perspectiva de realidad y efectividad. No
basta, pues, para acceder al disfrute del aprovechamiento comunal con la simple condición
formal de vecino, como puede ser la inscripción en el Padrón municipal, sino que es
preciso, además, que exista una residencia o relación de vecindad efectiva, esto es un
arraigo estable, real y verdadero en la localidad que, en determinadas ocasiones, puede aún
restringirse con la imposición de otras exigencias. En efecto, en determinados y tasados
supuestos se permite la introducción de condiciones especiales que deben cumplir los
beneficiarios debido a las circunstancias excepcionales que pueden concurrir, entre las que
se encuentran las previstas en el art. 75.4 del texto refundido de la legislación de Régimen
Local de 1986. Este precepto dispone que ““los Ayuntamientos y Juntas vecinales que, de
acuerdo con las normas consuetudinarias u órdenes tradicionalmente observadas, viniesen
ordenando el disfrute y aprovechamiento de bienes comunales, mediante concesiones
periódicas de suertes o cortes de madera a los vecinos podrán exigir a éstos, como
condición previa para participar en los aprovechamientos forestales indicados,
determinadas condiciones de vinculación y arraigo o de permanencia, según la costumbre
local siempre que sean fijadas en la Ordenanza””. Esta disposición autoriza a restringir el
número de beneficiarios, excluyendo a una serie de personas de la participación de los
aprovechamientos forestales. El establecimiento de las condiciones particulares obedece a
la necesidad de preservar los aprovechamientos en algunas poblaciones a las personas que
real y efectivamente residen en el término con voluntad de permanencia estable y arraigo,
evitándose así situaciones de vecindades ficticias que no responden a una auténtica y
verdadera integración en la comunidad. En definitiva estas restricciones complementarias o
condiciones particulares tienen su razón de ser y justificación en la necesidad de
conservación y subsistencia de los patrimonios comunales de las Entidades locales, su
disfrute estricto y exclusivo entre los vecinos vinculados a estos Entes locales».

4.4. Contribuir mediante las prestaciones económicas y personales legalmente


previstas a la realización de las competencias municipales
Se configura como deber en relación con la vinculación personal como vecino ya que las
prestaciones económicas por la tenencia de bienes no tienen vinculación con la cualidad de
vecino.
Una formulación de esta colaboración es la que se deriva de las regulaciones en materia
de voluntariado ——tal y como contempla la Ley 6/1996, de 15 de enero—— que se
desarrollen en el ámbito del régimen local según el desarrollo normativo que haya
efectuado cada comunidad autónoma a través de la participación en diferentes programas
de sensibilización y promoción, de investigación y de cooperación y coordinación.
Conforme a la legislación estatal de voluntariado cuyo objeto es «promover y facilitar la
participación solidaria de los ciudadanos en actuaciones de voluntariado, en el seno de
organizaciones sin ánimo de lucro públicas o privadas», el voluntariado es el conjunto de
actividades de interés general, desarrolladas por personas físicas, siempre que las mismas no
se realicen en virtud de una relación laboral, funcionarial, mercantil o cualquier otra
retribuida, y reúna los siguientes requisitos: a) Que tengan carácter altruista y solidario, b)
Que su realización sea libre, sin que tengan su causa en una obligación personal o deber
jurídico, c) Que se lleven a cabo sin contraprestación económica, sin perjuicio del derecho
al reembolso de los gastos que el desempeño de la actividad voluntaria ocasione, d) Que se
desarrollen a través de organizaciones privadas o públicas y con arreglo a programas o
proyectos concretos.
Se entiende por actividades de interés general las asistenciales, de servicios sociales,
cívicas, educativas, culturales, científicas, deportivas, sanitarias, de cooperación al
desarrollo, de defensa del medio ambiente, de defensa de la economía o de la investigación,
de desarrollo de la vida asociativa, de promoción del voluntariado, o cualesquiera otras de
naturaleza análoga.
En cuanto a formas específicas de prestación, la más tradicional de todas ellas es la
prestación personal y de transportes a la que se refieren los arts. 118 a 120 de la LRHL.

4.5. Ser informado, previa petición razonada, y dirigir solicitudes a la


Administración municipal en relación con todos los expedientes y documentación
municipal, de acuerdo con lo previsto en el art. 105 de la Constitución
Con reflejo más reciente en el art. 41 de la Carta de los Derechos Fundamentales de la
Unión europea de 7 de diciembre de 2000 citada, el art. 105 de la Constitución, tiene su
desarrollo legal en materia de régimen local en los arts. 69.1 de la LRBRL que señala que
«Las Corporaciones locales facilitarán la más amplia información sobre su actividad y la
participación de todos los ciudadanos en la vida local» y en el art. 70.3 que declara que:
«Todos los ciudadanos tienen derecho a obtener copias y certificaciones acreditativas de los
acuerdos de las corporaciones locales y sus antecedentes, así como a consultar los archivos
y registros en los términos que disponga la legislación de desarrollo del art. 105, párrafo b,
de la Constitución. La denegación o limitación de este derecho, en todo cuanto afecte a la
seguridad y defensa del Estado, la averiguación de los delitos o la intimidad de las personas,
deberá verificarse mediante resolución motivada».
En el ámbito de la Ley de Régimen Jurídico y Procedimiento administrativo Común en
los arts. 34, 35 g) y h), 37 y 38 JRJPAC.

4.6. Pedir la consulta popular en los términos previstos en la Ley


Aunque tiene características comunes con el referéndum está expresamente excluido del
ámbito de aplicación de la LO 2/1985, de 18 de enero, de acuerdo con su Disposición
Adicional. Su marco normativo está expuesto en el art. 71 LRBRL conforme al cual: «De
conformidad con la legislación del Estado y de la Comunidad Autónoma, cuando ésta
tenga competencia estatutariamente atribuida para ello, los Alcaldes, previo acuerdo por
mayoría absoluta del Pleno y autorización del Gobierno de la Nación, podrán someter a
consulta popular aquellos asuntos de la competencia propia municipal y de carácter local
que sean de especial relevancia para los intereses de los vecinos, con excepción de los
relativos a la Hacienda local».
Las condiciones que deben concurrir para la realización del referéndum son:
a) Ha de tratarse de cuestiones de la competencia municipal, es decir las detalladas en el
art. 25 anterior, con lo que se excluyen todos los asuntos de competencia propia del
Estado, o incluso de las Comunidades Autónomas, definidos y enumerados en la
Constitución, sobre los que en tantas ocasiones y tan gratuita como inútilmente, se han
permitido opinar y adoptar acuerdos muchas Corporaciones en los últimos años.
b) Han de ser temas de carácter local, con lo que también se excluyen de la posibilidad
municipal de convocar referéndum vecinal, todos aquellos que excedan de su ámbito
geográfico.
c) Habrán de tener especial relevancia para los intereses de los vecinos, ya que los
asuntos habituales, normales o de trámite, aunque afecten a los intereses de los vecinos, no
serán, según este precepto, susceptibles de ser sometidos a consulta.
d) Habrán de versar sobre materias ajenas a las Haciendas locales, a las que el legislador
ha excluido expresamente.
e) Solo puede convocarse en los Municipios excluyéndose, por tanto, las demás
entidades locales de esta posibilidad. Por consiguiente, también en aquellos con régimen
especial de Concejo Abierto.
Sobre el Derecho de un Ayuntamiento a celebrar una consulta popular hay que destacar
la Sentencia del Tribunal Supremo de 23 Sep. 2008, rec. 474/2006 (LA LEY 132313/2008)
que declara la nulidad del Acuerdo del Consejo de Ministros de 1 de septiembre de 2006,
por el que se deniega al Ayuntamiento de Almuñécar (Granada) la preceptiva autorización
para la celebración de una consulta popular relativa a la aprobación inicial del Plan General
de Ordenación Urbanística del municipio, por no ser conforme a Derecho, reconociéndose
la pretensión de convocatoria y celebración de la referida consulta popular local entre cuyos
fundamentos encontramos el siguiente:
«(……/……) Por ello, cabe sostener que el Acuerdo de aprobación inicial del Plan General
de Ordenación Urbanística del municipio de Almuñécar, que se somete a consulta de los
vecinos, se corresponde con el ejercicio de una competencia propia municipal
determinada específicamente por la Ley sectorial urbanística de la Comunidad
Autónoma, que se ejerce en régimen de autonomía y bajo la propia responsabilidad,
atendiendo siempre a la debida coordinación con las competencias de otras
Administraciones Públicas, que se contrapone a las competencias impropias o atribuidas
por delegación a las que se refiere el art. 7 de la Ley Reguladora de las Bases del Régimen
Local.
La lectura armonizadora de los arts. 1, 18.1 f) y 71 de la Ley Reguladora de las Bases
del Régimen Local y de los arts. 3 y 4 de la Carta Europea de Autonomía Local,
ratificada por España por Instrumento de 20 de enero de 1988, permite determinar que
el concepto de competencias propias municipales, en cuyo ejercicio, los municipios, para
preservar la garantía constitucional del principio de autonomía local, tienen la capacidad
efectiva de ordenación y gestión y de promover las iniciativas que se consideren
pertinentes dentro del marco legal, se corresponde con las atribuciones o el núcleo de
competencias básicas encomendadas por la Ley a dichas Entidades locales, lo que no
impide que, por la naturaleza de la materia o por su extensión, su titularidad o ejercicio
sea concurrente con las competencias de planificación atribuidas a autoridades regionales
o autonómicas, puesto que no necesariamente las competencias locales deben ser plenas
o completas, de modo que quedan excluidos del objeto de las consultas populares
municipales aquellos asuntos que, aún teniendo un carácter local y tratar de una materia
que sea de especial relevancia para los intereses de los vecinos, afecten a competencias
exclusivas del Estado o de las Comunidades Autónomas o a aquellas competencias del
Estado o de las Comunidades Autónomas atribuidas por delegación a los Entes locales».

4.7. Exigir la prestación y, en su caso, el establecimiento del correspondiente


servicio público, en el supuesto de constituir una competencia municipal propia de
carácter obligatorio
Desde el primer trabajo realizado sobre el art. 18.1 de la Ley de Bases de Régimen Local,
el profesor Quintana López ha venido estudiando la evolución de los derechos de los
vecinos a la prestación de servicios públicos tanto en cuanto al reconocimiento judicial del
derecho a la prestación inherente a un servicio público como los que desde su posición
dirimente han tenido que resolver judicialmente los conflictos planteados por la falta de
prestación o incluso por la inexistencia del servicio en los municipios españoles.
Siguiendo el citado estudio conviene distinguir, por un lado, entre la exigencia de
prestación de los servicios existentes del derecho al establecimiento de un determinado
servicio local. El primer supuesto, el derecho al acceso en condiciones de igualdad con
otros vecinos a los servicios públicos ya establecidos hasta el punto de poder exigirlas
judicialmente con éxito, está reconocido en el precepto comentado y cuenta con diversos
pronunciamientos favorables, reconociendo derechos subjetivos, tanto del Tribunal
Supremo (STS 9 de mayo de 1986; STS 25 abril 1989; STS 3 de octubre de 1994, STS de 21
de noviembre de 1996, STS 22 de septiembre de 2004) como de diversos tribunales
superiores de justicia, ya sea en su vertiente directa, por inactividad de la administración,
como mediante reclamaciones de responsabilidad patrimonial de las Administraciones
Municipales.
En cuanto al establecimiento de servicios municipales de prestación obligatoria que aún
no hayan sido creados también está recogido en el art. 18.1 de la Ley de Bases de Régimen
Local, legitimando al vecino para exigir judicialmente el establecimiento e implantación ex
novo de aquellos servicios que se corresponden con las competencias municipales de
ejercicio obligatorio mediante el reconocimiento de la acción vecinal ya sea un servicio de
los considerados uti universi, en el que el destinatario es la propia colectividad, o uti singuli,
que benefician a los vecinos que se encuentren específicamente en las circunstancias
previstas en las normas reguladoras del servicio y quieran hacer uso de las prestaciones
correspondientes.
Otras fórmulas previstas en la regulación de régimen local española para garantizar el
derecho a la efectiva prestación de los servicios municipales existentes o en funcionamiento
y el establecimiento de los que aún no hayan sido implantados es el contemplado en el art.
170 de la Ley Reguladora de las Haciendas locales que legitima a los vecinos para entablar
reclamaciones, entre otros motivos porque el presupuesto aprobado inicialmente omita el
crédito necesario para el cumplimiento de obligaciones exigibles a la entidad local y por el
que el reclamante puede exigir la incorporación al presupuesto de las partidas necesarias
para que puedan ser realizadas las prestaciones correspondientes a servicios de prestación
obligatoria.

4.8. Ejercer la iniciativa popular


La iniciativa popular está configurada como una forma de participación en la que tanto
el vecino a título individual o a través entidades realiza una proposición al Ayuntamiento
para que lleve a cabo una determinada actividad municipal o una determinada actuación de
interés público cuya articulación se debe efectuar a través del Reglamento orgánico
municipal.
Analizamos en el epígrafe 5.2.1 los requisitos y procedimiento de la Iniciativa Popular.

5. LA ACTUACIÓN DEL CIUDADANO ANTE LA ADMINISTRACIÓN

5.1. La actuación individual. El derecho de petición


Nos referiremos en este apartado al ejercicio genérico del Derecho de petición en el
ámbito local y no a otras figuras afines como las quejas ante el Defensor del pueblo o la
petición de consulta vecinal ni tampoco la intervención vecinal directa ante los órganos
municipales.
La regulación del Derecho de petición tiene su punto de partida en el art. 29 de la
Constitución en los siguientes términos: «1. Todos los españoles tendrán el derecho de
petición individual y colectiva, por escrito, en la forma y con los efectos que determine la
ley. 2. Los miembros de las Fuerzas o Institutos armados o de los Cuerpos sometidos a
disciplina militar podrán ejercer este derecho sólo individualmente y con arreglo a lo
dispuesto en su legislación específica», ha sido desarrollada mediante la Ley Orgánica
4/2001.
Su ámbito subjetivo tiene carácter universal, extendiéndose a toda persona, aunque con
las limitaciones señaladas puede ejercerse ante cualquier institución pública, administrativa
o autoridad, así como ante los órganos de dirección y de administración de los organismos
y entidades vinculadas o dependientes de las administraciones públicas respecto de las
materias de su competencia, sea territorial o funcional.
En cuanto a su ámbito material, las peticiones podrán versar «sobre cualquier asunto o
materia comprendido en el ámbito de competencias del destinatario, con independencia de
que afecten exclusivamente al peticionario o sean de interés colectivo o general» aunque no
son objeto de ese derecho aquellas solicitudes, quejas o sugerencias para cuya satisfacción el
ordenamiento jurídico establezca un procedimiento específico distinto al regulado en la
presente Ley.
La formulación y tramitación de este procedimiento es muy simplificado (admisión,
inadmisión, subsanación, contestación), y el plazo máximo para resolver la petición, que
deberá ser expresa, incluida la notificación de la contestación, es de tres meses a contar
desde la fecha de su presentación.
El art. 12 de la Ley Orgánica extiende la tutela judicial mediante el procedimiento de
protección jurisdiccional de los derechos fundamentales de la persona, establecido en los
arts. 114 y siguientes de la Ley 29/1988, de 13 de julio, reguladora de la Jurisdicción
Contencioso-Administrativa a los siguientes supuestos:
a) La declaración de inadmisibilidad de la petición.
b) La omisión de la obligación de contestar en el plazo establecido.
c) La ausencia en la contestación de los requisitos mínimos establecidos en el art. 11.
En este contexto el ejercicio del derecho constitucional de petición en el ámbito local
cuenta con la especificidad propia de que se ha de referir a las materias de la competencia
local pudiendo dirigirse a cualesquiera de los órganos con que cuente la entidad, ya sea los
de carácter necesario como los complementarios a los que se refiere el art. 20 de la LRBRL.
El Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana, en Sentencia de 15 Feb.
2002 (LA LEY 35901/20) ha examinado un supuesto en el que a través de la aprobación de
un Carta de Participación ciudadana se limitaba el derecho de petición únicamente a
quienes fueren vecinos de la Corporación local manifestando que no resulta menoscabado
el derecho de petición que ostenta cualquier ciudadano por el hecho de que la carta no lo
mencione en los siguiente términos:
«El Tribunal Supremo ha dicho en su sentencia de 18 Mar. 1991 que ““El derecho de
petición del art. 29.1 de la Constitución Española es algo más que una mera declaración
programática, presentándose en su dimensión constitucional como un derecho de
contenido prestacional y desarrollo legal, delimitado por la Ley 92/1960, de 22 Dic.,
reguladora del derecho de petición, en lo que no se oponga a la Constitución Española.
Derecho que, según esa Ley, comprende la posibilidad de dirigirse a los órganos del
Estado formulando reclamaciones de reconocimiento de derechos o de restauración de
la legalidad objetiva, infringida por una actuación administrativa, o bien la de formular
denuncias de infracciones jurídicas cometidas por funcionarios o particulares, o la de
dirigir solicitudes relativas a la mejora del servicio, o bien referentes a la adopción de
decisiones graciables, o en último lugar, concernientes a medidas que exigen la
promulgación de una disposición de carácter general. Las últimas de las citadas
manifestaciones del derecho fundamental de petición ——adopción de medidas graciables,
de mejora del servicio, o dictado de disposiciones generales—— se denominan por la
doctrina simples peticiones y no tienen otra regulación (……) que la citada Ley 92/1960.
Las demás habrán de ajustarse al procedimiento administrativo o judicial que sea
procedente, y en último lugar a la Ley reguladora del derecho de petición a que se viene
haciendo referencia, según se desprende de su art. 1.1. En relación con el art. 7.1. De la
misma……””.
Pues bien, el derecho de petición que ostenta cualquier ciudadano, por el mero hecho
de serlo, y aunque no tuviera la condición de vecino, no resulta menoscabado por el
hecho de que la carta no lo mencione, de manera tal que, la administración municipal, no
podría desconocerlo, alegando el contenido del acuerdo que aquí se examina. Un acto de
tal naturaleza devendría naturalmente nulo.
La Carta en lo que a estos aspectos se refiere, derecho de petición y consulta popular,
es perfectamente inútil, pues no podría regular estos aspectos del derecho de
participación al margen de lo que dispone la ley. Esto es, no puede conceder al vecino
sino aquello que ya está reconocido en la ley, y no puede negar al ciudadano aquello que
la propia ley le concede».
Un caso específico del ejercicio de este Derecho es el que recoge el art. 70 bis de la
LRBRL por el de la iniciativa popular que se tratará en el epígrafe siguiente.

5.2. La actuación conjunta. La participación ciudadana

5.2.1. La iniciativa popular


El art. 70 bis de la LRBRL reconoce a los vecinos que gocen del derecho de sufragio
activo en las elecciones locales el ejercicio de la iniciativa popular en los siguientes
términos:
El art. 70 bis recoge que «1. Los ayuntamientos deberán establecer y regular en normas
de carácter orgánico procedimientos y órganos adecuados para la efectiva participación de
los vecinos en los asuntos de la vida pública local, tanto en el ámbito del municipio en su
conjunto como en el de los distritos, en el supuesto de que existan en el municipio dichas
divisiones territoriales.
2. Los vecinos que gocen del derecho de sufragio activo en las elecciones municipales
podrán ejercer la iniciativa popular, presentando propuestas de acuerdos o actuaciones o
proyectos de reglamentos en materias de la competencia municipal.
Dichas iniciativas deberán ir suscritas al menos por el siguiente porcentaje de vecinos
del municipio:
Hasta 5.000 habitantes, el 20%.
De 5.001 a 20.000 habitantes, el 15%.
A partir de 20.001 habitantes, el 10%.
Tales iniciativas deberán ser sometidas a debate y votación en el Pleno, sin perjuicio de
que sean resueltas por el órgano competente por razón de la materia. En todo caso se
requerirá el previo informe de legalidad del secretario del ayuntamiento, así como el
informe del interventor cuando la iniciativa afecte a derechos y obligaciones de contenido
económico del ayuntamiento. En los municipios a que se refiere el art. 121 de esta Ley, el
informe de legalidad será emitido por el secretario general del Pleno y cuando la iniciativa
afecte a derechos y obligaciones de contenido económico, el informe será emitido por el
Interventor general municipal.
Lo dispuesto en este apartado se entiende sin perjuicio de la legislación autonómica en
esta materia.
Tales iniciativas pueden llevar incorporada una propuesta de consulta popular local, que
será tramitada en tal caso por el procedimiento y con los requisitos previstos en el art. 71.
3. Asimismo, las entidades locales y, especialmente, los municipios, deberán impulsar la
utilización interactiva de las tecnologías de la información y la comunicación para facilitar la
participación y la comunicación con los vecinos, para la presentación de documentos y para
la realización de trámites administrativos, de encuestas y, en su caso, de consultas
ciudadanas.
Las Diputaciones provinciales, Cabildos y Consejos insulares colaborarán con los
municipios que, por su insuficiente capacidad económica y de gestión, no puedan
desarrollar en grado suficiente el deber establecido en este apartado».
Cuando se trate de una solicitud para que el Ayuntamiento realice una determinada
actividad de interés público municipal, se formulará a través de un escrito dónde han de
constar de manera clara los extremos siguientes:
a. contenido de la misma;
b. qué medios económicos, bienes, derechos o trabajos personales se pretenden aportar
para colaborar en su realización.
Si llevan incorporada una propuesta de consulta popular, nos remitimos al epígrafe 4.6
del presente capítulo.
Según parte de la doctrina la iniciativa que no llegase a prosperar por no alcanzar el
número de vecinos necesarios para su suscripción, por analogía con la denominada
Iniciativa legislativa popular, de acuerdo con lo establecido en el apartado 2.º de la
disposición adicional primera de la Ley 4/2001, es susceptible de reconvertirse en un
Derecho de Petición colectivo.

5.2.2. Comisión especial de Sugerencias y Reclamaciones


Introducida por el apartado 4 del artículo primero de la Ley 57/2003, de 16 de
diciembre, de medidas para la modernización del gobierno local (BOE 17 diciembre) en la
LRBRL, la Comisión especial de Sugerencias y Reclamaciones a la que se refiere el art. 132,
cuya regulación se efectuará por el Pleno, evoca en su finalidad y funciones a las
Comisiones de Peticiones de las Cámaras legislativas, tiene por finalidad la defensa de los
derechos de los vecinos ante la Administración municipal y está integrada por
representantes de todos los grupos presentes en el pleno en proporción al número de sus
munícipes pudiendo «supervisar la actividad de la Administración municipal, y deberá dar
cuenta al Pleno, mediante un informe anual, de las quejas presentadas y de las deficiencias
observadas en el funcionamiento de los servicios municipales, con especificación de las
sugerencias o recomendaciones no admitidas por la Administración municipal. No
obstante, también podrá realizar informes extraordinarios cuando la gravedad o la urgencia
de los hechos lo aconsejen».

5.2.3. Otros mecanismos de participación vecinal previstos en la legislación estatal


El Reglamento de Organización, funcionamiento y régimen Jurídico, siguiendo el sentir
del art. 69 de la LRBRL, ha sido la disposición de carácter general que con más
detenimiento se ha fijado en promover los mecanismos de participación vecinal a la que
dedica el último capítulo de su articulado (Título VII, Capítulo II).
Entre los preceptos que se refieren específicamente a la participación nos encontramos
con los referidos a la organización complementaria que contiene los siguientes:
El art. 128 al tratar las Juntas Municipales de Distrito de los entes locales territoriales
que señala que su finalidad será la mejor gestión de «los asuntos de la competencia
municipal y facilitar la participación ciudadana en el respectivo ámbito territorial».
El art. 130 referido a los Consejos Sectoriales de los entes locales territoriales cuya
finalidad será la de canalizar la participación de los ciudadanos y de sus asociaciones en los
asuntos municipales.
Los arts. 227 a 230 que prevén el acceso de la ciudadanía a las sesiones de los órganos
necesarios, las peticiones de información, la intervención en las sesiones plenarias y las
solicitudes de la ciudadanía.
Los arts. 231 al 236 que se refieren al régimen de funcionamiento, usos de medios
municipales, derecho de información y registro de las asociaciones para la defensa de los
intereses generales o sectoriales de los vecinos.

RESUMEN

El concepto de ciudadano y el interesado


El concepto de interesado ha venido a sustituir al más tradicional de administrado, y
aquel, paulatinamente, está siendo relevado por el de ciudadano. Todos tienen en común
que se refieren a sujetos con los cuales se relaciona la Administración, y que, sin ser
titulares de ningún órgano, actúan de acuerdo con los principios del Derecho
administrativo. Las notas diferenciadoras, y lo que está implícito en la evolución del
término, tiene caracteres formales y aluden a la intensidad de la relación.

Capacidad, legitimación y representación


La condición de persona ——ya sea física o jurídica—— lleva implícita la capacidad jurídica,
la aptitud para ser titular de derechos y obligaciones. La capacidad puede ser de dos tipos:
jurídica y de obrar. Para determinar la capacidad jurídica hay que verificar simplemente si
nos encontramos ante una persona, lo que entraña dificultades únicamente en el supuesto
de las personas jurídicas. En cuanto a la capacidad de obrar, para determinar si esta existe
se tendrá que estar a las reglas especiales derivadas del régimen civil.
Para que un órgano administrativo en definitiva pueda examinar la petición deducida
por una persona es necesario que ésta tenga esa aptitud especial, la legitimación, pudiendo
ésta ser diferente en función de la actuación a desarrollar: legitimación para incoar un
procedimiento o legitimación para intervenir en el procedimiento.
En todo caso, dado el carácter abierto de los procedimientos administrativos en los que
no se requiere la asistencia de técnicos en derecho, la posibilidad de actuar por medio de
representante es muy amplia.

Los derechos del ciudadano ante la administración


El art. 35 de la LRJPA establece un catálogo de derechos de los ciudadanos, entre los
que, a modo de ejemplo se pueden señalar los siguientes: el derecho a conocer, en cualquier
momento, el estado de la tramitación de los procedimientos en los que tengan la condición
de interesados, y obtener copias de documentos contenidos en ellos; el derecho a obtener
copia sellada de los documentos que presenten, así como a la devolución de éstos, salvo
cuando los originales deban obrar en el procedimiento; el derecho a identificar a las
autoridades y al personal al servicio de las Administraciones Públicas bajo cuya
responsabilidad se tramiten los procedimientos; el derecho a utilizar las lenguas oficiales en
el territorio de su Comunidad Autónoma; el derecho a formular alegaciones y a aportar
documentos en cualquier fase del procedimiento anterior al trámite de audiencia, y que
deberán ser tenidos en cuenta por el órgano competente al redactar la propuesta de
resolución; o el derecho a exigir las responsabilidades de las Administraciones Públicas y
del personal a su servicio, cuando así corresponda legalmente.
Junto a ellos, nos econtramos también con el derecho de la ciudadanía a una buena
administración (que aunque no está expresamente recogido en la Constitución de algunos
de sus preceptos se infiere su contenido); el derecho del ciudadano en la sociedad del
conocimiento, que supone la obligación de la Administración, al servicio del ciudadano, de
transformarse en una administración electrónica utilizando para ello tecnologías de la
Información; y de forma más reciente, el derecho al libre acceso a las actividades de
servicios y su ejercicio, derivado de la transposición de la Directiva 2006/123/CE del
Parlamento Europeo y del Consejo de 12 de diciembre al ordenamiento jurídico español
mediante la Ley 17/2009, de 23 de noviembre.

Los derechos de los vecinos en el ámbito del régimen local


Los derechos de los vecinos o derechos municipales son los siguientes: derecho a ser elector
y elegible de acuerdo con lo dispuesto en la legislación electoral; derecho a participar en la
gestión municipal de acuerdo con lo dispuesto en las leyes y, en su caso, cuando la
colaboración con carácter voluntario de los vecinos sea interesada por los órganos de
gobierno y administración municipal; derecho a utilizar, de acuerdo con su naturaleza, los
servicios públicos municipales, y acceder a los aprovechamientos comunales, conforme a
las normas aplicables; derecho a contribuir mediante las prestaciones económicas y
personales legalmente previstas a la realización de las competencias municipales; derecho a
ser informado, previa petición razonada, y dirigir solicitudes a la Administración municipal
en relación con todos los expedientes y documentación municipal, de acuerdo con lo
previsto en el art. 105 de la Constitución; derecho a pedir la consulta popular en los
términos previstos en la Ley; derecho a exigir la prestación y, en su caso, el establecimiento
del correspondiente servicio público, en el supuesto de constituir una competencia
municipal propia de carácter obligatorio; y derecho a ejercer la iniciativa popular.

La actuación del ciudadano ante la administración


La actuación del ciudadano ante la Administración puede ser, bien de carácter
individual: por ejemplo el derecho de petición; o bien de carácter conjunto, por ejemplo, la
participación ciudadana.

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