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El único requisito que se debe demostrar es que se crea que esa actividad u
omisión pueda –quizás, probablemente– vulnerar un derecho constitucional.
derecho de libertad de reunión y asociación
el estado y el derecho a la resistencia
eficacia del dr
si se trata de un derecho constitucional, goza de los principios de protección estatal, aplicación directa e incondicional,
ejecutabilidad, justiciabilidad, irrenunciabilidad, intangibilidad
la resistencia tiene amplísimos argumentos para sustentarse: puede tratarse de vulneración actual o de vulneración hipotética o
potencial de derechos constitucionales, (vii) la procedencia de la acción queda librada al criterio y a la valoración de quien
resiste, es decir, al arbitrio de cada interesado, que se convierte en juez de cada circunstancia y en ejecutor de la medida; (viii)
la resistencia puede servir también para “demandar el reconocimiento de nuevos derechos”, esto es, lo que algunos teóricos
llaman la “acción directa”, es decir, fuera de los canales institucionales, e incluso fuera y en contra de ellos.
2.- Las implicaciones políticas del derecho a la resistencia. La Constitución inauguró una suerte de “acción directa” contra el
sistema y desde fuera del sistema, contra el ordenamiento y desde fuera del ordenamiento. Tómese en cuenta que es un
método de oposición a los “actos” de autoridad, lo cual es significativo, porque afecta en forma directa a la capacidad coactiva
del Estado, el ejercicio de sus facultades, a la actividad de sus instituciones. Combate lo que es fundamental en la estructura y
en la dinámica políticas: el principio de autoridad/ obediencia; más aún, puede menoscabar el principio general de sujeción a la
ley.
La norma constitucional no restringe el objeto y origen de la resistencia únicamente a los derechos individuales civiles, ni a las
libertades fundamentales, ni a los derechos económicos. Incluye, sin lugar a dudas, a los derechos políticos, a la participación,
a la representación, al ejercicio del sufragio, al método electoral, etc. En consecuencia, si alguien pretende una reforma
constitucional, o plantea alcanzar nuevos derechos políticos o modificaciones al sistema republicano, la redacción de la norma
legitima también la acción extra legal, y este es uno de los aspectos más polémicos por sus evidentes implicaciones y
consecuencias. ¿Pensaron los constituyentes de Montecristi en acciones políticas fuera del sistema y contra el sistema, al
escribir el texto? ¿Pensaron que la “acción directa” puede servir para demandar nuevos derechos políticos, o para oponerse,
por ejemplo al voto obligatorio, al sistema de representación republicana, etc.?
Lo que sí está claro, en mi opinión, es que el derecho político a la resistencia puede servir para restaurar la legitimidad, para
oponerse a la opresión, para combatir la arbitrariedad, para demandar nuevas forma de acción política. Para proteger o
recuperar derechos anulados o afectados por el poder político. O también para generar una situación de caos y de rebelión.
3.- Legalidad y legitimidad. Tras este asunto, al parecer, está la clásica distinción entre legalidad y legitimidad. Puede
interpretarse el derecho a la resistencia según los cánones de los viejos juristas medioevales, que entendieron claramente, y
plantearon en forma sistemática, como moralmente imperativo el derecho en contra de la opresión, a combatir el despotismo y
a restaurar la legitimidad.