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Entre los años 1980 y 1992, el Perú atravesó un periodo de crisis.

Más de 70 mil personas


fueron asesinadas o desaparecidas a raíz de la acción del Partido Comunista del Perú Sendero
Luminoso (PCP-SL) y de las fuerzas policiales del Estado. Durante esta época, la situación
política del país estuvo fuertemente marcada por el olvido de las clases campesinas. El cual
inició en el gobierno del expresidente Fernando Belaunde, se intensificó a raíz de la brutalidad
de la acción militar durante el gobierno del expresidente Alan García y llegó a su punto máximo
por los escándalos de corrupción ocurridos durante el gobierno del expresidente Alberto
Fujimori. La suma de todos estos hechos desencadenó un sinnúmero de consecuencias en la
salud mental de la población. En consecuencia, los índices de prevalencia de numerosos
trastornos mentales se elevaron considerablemente. Los más significativos fueron el
alcoholismo, la psicosis, la depresión y la ansiedad (Kendall 2006: 5). De todos ellos, el
trastorno de ansiedad generalizada (TAG) -después del trastorno depresivo- manifestó mayor
prevalencia en la ciudad de Ayacucho, una de las ciudades más afectadas por el conflicto
armado interno. Con respecto al trastorno de ansiedad, se le puede definir como una alteración
patológica de la salud mental que produce un estado de inquietud o agitación del ánimo
permanente, la cual afecta el estilo de vida de quienes la padecen. Los síntomas más comunes
de esta alteración según la Asociación psiquiátrica americana son nerviosismo, cansancio,
problemas para concentrarse, tensión muscular y trastornos del sueño. Incluso, en algunos casos
se puede manifestar síntomas somáticos, tales como la sudoración, nauseas, cefaleas y
temblores (2013: 205-207).

Una investigación llevada a cabo en el año 2004 por el ministerio de salud reveló un estimado
de la cantidad de personas que había sido psicopatológicamente afectada por el terrorismo.
Dicha investigación consistió de enviar equipos técnicos especializados a los centros de salud
de las zonas más afectadas, tales como: Ayacucho, Huancavelica, Andahuaylas y Apurímac para
brindarles atención médica y psicológica de forma gratuita. Los resultados revelaron que de las
1560 personas que asistieron al centro de salud un 8% presentaba trastorno de adaptación; otro
8%, alcoholismo; un 10%, psicosis; 18%, trastorno de ansiedad generalizada, y un 46%,
trastorno depresivo. En tal caso, es necesario hacer la siguiente pregunta: ¿de qué manera
influyó el conflicto armado interno en la proliferación de TAG en mujeres ayacuchanas? el
presente texto pretende dar respuesta a dicha pregunta y por lo tanto identifica cuatro factores
principales, los cuales son los siguientes: el secuestro a niños y familias, y la violencia sexual
contra la mujer ejercida por Sendero Luminoso; y la coacción de las comunidades campesinas,
racismo y la represión ejercida por las fuerzas del orden. Los cuatro factores son,
posteriormente, acompañados de testimonios y casos investigados por la CVR.

En primer lugar, el trastorno de ansiedad se manifestó debido a la sensación de peligro constante


en que se encontraba la población ayacuchana, puesto que tanto el Estado como el PCP-SL
violaban sin vacilaciones los derechos de los campesinos. Entre las muestras de violencia más
graves están el secuestro de niños para forzarlos a participar de la acción subversiva y las
violaciones a las mujeres. Estos hechos alcanzaron un punto crítico entre los años 1990 y 1992,
en los cuales se reportaron 153 casos de niños soldados entre la selva ayacuchana y el valle del
río Apurímac (CIDH 2010: 17). Los métodos que utilizó el PCP-SL para reclutar a los niños
eran simples: asesinaban a los padres y secuestraban a los niños o, en su lugar, esclavizaban a
toda la familia. Como ejemplo de ello, se muestra el caso de Pedrito, cuyo testimonio fue
recogido por la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos. Pedrito fue secuestrado
en el año 1991 junto con toda su familia. A partir del secuestro, la familia pasó a formar parte de
la servidumbre del grupo terrorista. Las condiciones de esclavitud a las cuales se vieron
sometidas ocasionaron que la madre de Pedrito falleciera de pulmonía y su hermano mayor, de
anemia. Además de ello, Pedrito perdió completamente el contacto con su padre en el año 2005.
Este es uno de los muchos casos de familias destruidas a raíz de la acción subversiva. Otra de
las muestras de violencia relevantes en el aumento de casos de TAG fue la violencia sexual.
Según los datos recopilados por la CVR, existen 7426 mujeres que fueron víctimas de violencia.
Las formas más comunes de violentar fueron las torturas, violaciones sexuales y ejecuciones
extrajudiciales. Según la CVR, la ciudad de Ayacucho presentó el mayor número de mujeres
violentadas, seguida por la ciudad de Huancavelica y Huánuco. Para comprender la naturalidad
con que estos crímenes eran perpetrados, se recopiló el relato de una testigo ayacuchana
entrevistada por la CVR, quien cuenta la violencia sexual cometida contra su hermana en 1989.

Cuando terminó el primero, el otro abusó de ella de la misma forma. Luego la dejaron y le dieron
de comer unas galletas, le dijeron que no debía avisar a su familia lo sucedido porque ellos
podían volver en cualquier momento y la desaparecerían. [...] Empezó a sangrar, no gritó ni se
movió pensando que los subversivos seguían cerca de la vivienda. Lloró durante una semana y
sus padres no sabían por qué (2003: 20)

Sin embargo, Sendero Luminoso no fue el único responsable de la proliferación de casos de


TAG, la inacción del Estado en la contención del avance de los grupos también jugó un papel
fundamental. Dicha característica se evidenció durante el gobierno del expresidente Fernando
Belaúnde, debido a que al inicio se mostró renuente en la aceptación de la necesidad de
controlar a un nuevo grupo insurgente. Sin embargo, en vista del rápido crecimiento de la
subversión, el Estado aceptó la necesidad de combatir a los grupos terroristas y envió unas
fuerzas policiales llamadas los sinchis (grupo perteneciente a las fuerzas armadas creado
especialmente para detener el avance subversivo) a las zonas más afectadas en la ciudad de
Ayacucho en el año 1981 (Palmer 2009: 93). No obstante, dichas fuerzas fueron retiradas
pocos meses después, debido a que el gobierno se enfocó casi por completo en el elemento
militar e hizo caso omiso del componente social necesario para la integración de la sociedad
civil en la lucha contra la insurrección. Sin embargo, ¿por qué las fuerzas del orden fueron
removidas de Ayacucho tan rápido? Los motivos principales fueron las ejecuciones
extrajudiciales, violaciones sexuales y otros actos violentos que cometían los sinchis contra la
población indígena. A continuación, se presenta el testimonio de Celestina Flores, una mujer
cuya familia fue acusada de formar parte de Sendero Luminoso:

Después nos fuimos a Chapi con mi Mamá y mi Papá y estábamos allí y entró nuevamente
Sendero, entonces pensamos en escapar, ellos nos dijeron que teníamos que escapar porque los
Sinchis nos iban a matar; entonces nos sacó no sacaron a todos al monte y a todos los que no
querían los mataron, y a todos los que no querían les cortaban el cuello, entonces moriremos
pues dijimos no sabíamos que hacer. Entonces llegaron los soldados mataban a la gente los
terroristas mataban a la gente, así que en el pueblo de Chapi todos nos desaparecimos a los de
diferentes anexos, andamos por todas partes yo tenía mi primer hijito que nació en el 83, con ese
mi hijito andamos por los cerros pero murió de hambre tenía un año y medio y murió (Macher
2014: 136).

Los sinchis, al igual que Sendero Luminoso, incurrieron en el uso de técnicas de coacción
agresivas tales como la violación de mujeres, el robo de los animales y alimentos de los
campesinos, la tortura o incluso la ejecución arbitraria de miembros de la comunidad para
obtener información relevante para la lucha contra el PCP-SL.

Otro motivo fue la contribución de los efectivos policiales al fortalecimiento de una


mentalidad racista, debido al trato despectivo que adoptaron los oficiales del ejército frente a la
población nativa, a la cual consideraban como inferior e ignorante. Como lo afirma el
investigador Scott Palmer: “Dichas acciones [por parte del Estado] solo sirvieron para
conducir a las poblaciones campesinas autóctonas dentro de los brazos de Sendero Luminoso,
además de proveer a los insurgentes con más justificaciones para su lucha armada” (2005: 93).
Este hecho ocasionó la negativa del pueblo ayacuchano para colaborar con el gobierno y el
fortaleció algunos sectores terroristas. A su vez, generó un clima de desconfianza y abandono
que no hizo más que agravar algunos síntomas del TAG, tales como la inquietud y nerviosismo,
producto de la exposición al peligro que representaba el conflicto armado interno y la
desesperanza de no tener una institución que cuide de su bienestar.

En segundo lugar, la represión política contribuyó en la proliferación de casos de trastorno de


ansiedad. Este problema se evidenció durante el gobierno del expresidente Alberto Fujimori, ya
que su privó a la población de muchas de sus libertades. En primer lugar es necesario aclarar
qué métodos utilizó para hacer efectiva la represión de la sociedad civil peruana. Uno de ellos
fue la descalificación de los partidos opositores mediante el uso de prejuicios ideológicos. El
expresidente Fujimori se refirió a los líderes de partidos opositores como “terroristas” y de ese
modo logró despojarles de cualquier apoyo popular. El caso más resaltante ocurrió en el año
1992. El expresidente Fujimori comparó a los líderes de los partidos políticos tradicionales con
los líderes de los grupos subversivos MRTA y Sendero Luminoso. Dos semanas después del
incidente mediático, el secretario general de la CGTP (Confederación General de Trabajadores
Peruanos), Pedro Huilca, fue abatido a tiros por el grupo Colina. Los medios de comunicación
buscaron culpar a Sendero Luminoso, pero la viuda de Pedro Huilca y varios líderes de la CGTP
afirmaron que el expresidente Fujimori estuvo detrás del asesinato. Este hecho sugiere la
implicación directa del gobierno en el asesinato de Pedro Huilca. “El hecho de que el gobierno
no investigase el asesinato de otros líderes de la CGTP sugería la complicidad oficial” (Burt
2009: 338-339). Es decir, se sospecha de la relación directa entre el asesinato de Pedro Huilca y
el expresidente Alberto Fujimori. Otro método que utilizó el expresidente Fujimori para
legitimar su permanencia en el poder fue el cierre del congreso en el año 1992. Dicha medida
tuvo como fundamento “la promesa de restaurar el orden, eliminar la amenaza de la subversión
y expulsar la corrupción” (Burt 2009:331) Sin embargo, fuera de todo ello, esta medida tuvo
como detonante la ambición autoritaria de los líderes de estado para imponer su dominio en el
país, eliminar cualquier vestigio de oposición y desmovilizar a la sociedad civil. A pesar de la
situación, el pueblo se mostró muy optimista ante el cierre del congreso. Para comprender por
qué la sociedad civil recibió con los brazos abiertos dicha medida es necesario vislumbrar el
clima social que se vivía en el Perú en aquella época. En el año 1990, en consecuencia de la
mala gestión del expresidente Alan García, se generó un ambiente en el cual el pueblo no
deseaba participar políticamente. A su vez la población peruana ligada con la informalidad fue
muy volátil a la hora de votar, lo cual generó el desarrollo del populismo y el triunfo de los
outsiders, entre ellos, el expresidente Fujimori. Quien se mostró como una figura paternal que
debía proteger al pueblo (unidad de valores y buenas costumbres) frente a la amenaza de los
“otros”. El clima social adverso del cual se benefició el expresidente Fujimori surgió a raíz de la
existencia de un sistema gubernamental incapaz de renovar sus partidos políticos para dar
solución a una crisis económica y mantener a la población satisfecha (Gil Fons 2017: 87-89) Es
decir, su triunfo electoral no era más que un síntoma de la prevalencia de un clima de
inseguridad. Era el reflejo de una sociedad sumergida en el caos que necesita, urgentemente, un
líder autoritario para sentirse resguardada.

Se puede encontrar evidencias del caos en el enorme número de casos de violación de derechos
humanos detallado por la CVR. De todos ellos se han seleccionado los cuatro casos más
mediáticos para el estudio del TAG, dichos casos son los siguientes: el Caso Uchuraccay, el
Caso Aranhuay, Las ejecuciones extrajudiciales en el hospital de Ayacucho y las desapariciones
forzadas y asesinato de las autoridades de Chuschi. La responsabilidad por los primeros dos
casos (Uchuraccay y Aranhuay) le es atribuida al PCP-SL y la responsabilidad por los segundos
dos casos (Las ejecuciones extrajudiciales en el hospital de Ayacucho y las desapariciones
forzadas y asesinato de las autoridades de Chuschi) le es atribuida a las fuerzas del orden.
Con respecto al caso Uchuraccay, se volvió mediático en el año 1983 por el asesinato de 8
periodistas que viajaron a Ayacucho en busca de más información acerca de las acciones
subversivas del PCP-SL. Dichos periodistas llegaron un 23 de enero en busca de una fuente de
información fidedigna que les permita difundir en las noticias la acción de PCP-SL en la ciudad
de Uchuraccay, provincia de Ayacucho. Sin embargo, no pudieron cumplir su cometido ya que
fueron asesinados por la población campesina apenas ingresaron al pueblo.
Para entender el porqué del asesinado es necesario comprender la realidad por la cual atravesaba
la comunidad. La situación se inició en el año 1981 cuando un foráneo que se hacía llamar
Martin (en compañía de otros foráneos que no se identificaron) visitó el pueblo e intentó
ganarse la confianza de los campesinos mediante el intercambio de medallas, aretes o monedas
por chuño blanco. A su vez, entablaron amistad con la única maestra del pueblo y la
convencieron para que difunda ideas comunistas en la escuela. De forma contemporánea el
PCP-SL fundó la escuela de mujeres, una escuela en la cual se enseñaba solo a mujeres sobre el
comunismo, los hombres de la comunidad se sentían incómodos por dejar que sus esposas e
hijas fueran las clases debido a que se daban solo por las noches y a ellos se les era negado el
ingreso. Más tarde, ese mismo año, miembros del PCP-SL atacaron dos puestos policiales, el
puesto del Tambo y el de Vilcashuaman, el segundo de estos incidentes dejó como consecuencia
a dos policías muertos. La comunidad manifestó su rechazo a dichas acciones mediante la
creación de comités de autodefensa, los cuales en el año 1982 capturaron a los líderes
senderistas y les amedrentaron. Ese mismo año el entonces presidente del Perú Fernando
Belaunde felicitó públicamente la acción contrarrevolucionaria de las rondas campesinas y
envió un grupo policial especializado para combatir el terrorismo en la zona. El grupo enviado –
denominados los Sinchis- les advirtieron a la población que los senderistas llegarían siempre por
tierra, mientras que los soldados llegarían en Helicóptero. Pasados 3 días de la llegada de los
Sinchis a Uchuraccay un grupo de periodistas, motivados por saber y difundir la verdad de la
acción subversiva en Ayacucho, llegaron también al pueblo. Debido a las condiciones
geográficas de la comunidad los periodistas se vieron en necesidad de subir a pie. Los
campesinos les vieron de lejos y corrieron a su encuentro, a raíz del desconocimiento los
pobladores confundieron las cámaras, micrófonos y otras piezas del equipo periodístico con
armas. A su vez, confundieron a los periodistas con miembros del PCP-SL. E incitados por el
miedo a las represarías de los Sinchis les asesinaron utilizando únicamente palos, palas y
piedras. Este hecho vuelve evidente el nivel de angustia al que estaban sometidos por
uchuraccainos, debido a que tanto el PCP-SL como por la propia policía se encargó de
atemorizarlos para poder usarles en beneficio de sus propios fines.
El segundo de los casos en los cuales se manifestó la violencia que ejerció el PCP-SL contra la
población es el caso Aranhuay. En dicha ocasión un grupo de senderistas asesinó a pobladores
de la comunidad valiéndose del uso de uniformes militares. Semanas antes del crimen el PCP-
SL asesinó a uno de los comuneros que se encontraba en labor de vigilia. Debido a ello, un
comité de autodefensa llevó a cabo un ataque contra el grupo insurgente y ocasionó la muerte de
dos senderistas. A raíz del ataque, el PCP-SL llevó a cabo, el 20 de abril de 1988, la matanza en
la comunidad de Aranhuay, se valieron del uso de uniformes militares para conseguir que la
población abandone sus hogares y se aglomere en la plaza principal según las ordenes de los
subversivos. Una vez contaban con toda la población reunida comenzaron a llamar por lista a
quienes (se sospecha) estuvieron relacionados con el asesinato de dos senderistas días atrás. Les
forzaron a hacer extenuantes tareas físicas y luego les dispararon. En esta ocasión se vuelve a
hacer evidente la desprotección en que se encontraban las comunidades, ya que todos los
efectivos policiales fueron enviados a salvaguardar la capital de Ayacucho y la comunidad
quedó a merced de los grupos insurgentes.
Sin embargo, el desbalance en la salud mental de la población no se le puede atribuir
únicamente a la acción del PCP-SL, las fuerzas policiales también fueron responsables de la
proliferación del TAG. El primero de los casos que se utilizará para explicar dicho punto es el
caso de las ejecuciones extrajudiciales en el hospital de Ayacucho. El crimen tuvo como
antecedente el asalto de un penal por integrantes del PCP-SL en el cual se fugaron 254 presos.
Las fuerzas del orden intentaron repeler el ataque, pero la fuga fue inevitable. Producto de la
confrontación 4 senderistas fueron internados en el hospital del Ayacucho. La misma noche de
su ingreso al centro médico, la policía irrumpió en el hospital y baleó a dos senderistas mientras
ellos estaban postrados en sus camas, otro de ellos fue torturado y abandonado creyéndole
muerto, sin embargo sobrevivió, y la última de ellos, ayudada por otros pacientes del hospital,
pudo fugarse. Dicho pone de manifiesto la falta de personal policial para salvaguardar el penal,
así como la ineficiencia de las autoridades policiales de turno, constatada por la brutalidad e
ilegitimidad de las ejecuciones.
El último de los casos que se mencionará son las desapariciones forzadas de las autoridades de
Chuschi. El incidente se dio en el año 1991, una vez que las autoridades comunales, a raíz del
terror que sentían por las represarías del PCP-SL, se negaron a seguir formando comités de
autodefensa. Ello ocasionó que las autoridades policiales secuestraran a las autoridades
comunales y les desaparecieran bajo el argumento de que quien se niega a colaborar con la
policía estás asociado al terrorismo. Este último caso pone en evidencia, nuevamente, la
ineptitud de las fuerzas policiales para mantener el control de la comunidad, además de su grave
falta de principios éticos, manifestada en la crueldad con la que se dirigieron a la población
indígena.
En síntesis, Los factores que propiciaron el aumento de casos de TAG se repartieron entre las
fuerzas del orden y el PCP-SL. Las evidencias que mejor detallan el daño que se ocasionó a los
pobladores de Ayacucho se pueden encontrar en algunos testimonios brindados por la CVR,
entre ellos los más resaltantes fueron los siguientes:
Nadie había podido dormir después que se fueron, en la mañana todos nos ayudamos a recoger a
nuestros muertos, para velarlos y enterrarlos; pero teníamos mucho miedo de que fueran a
volver, no podíamos estar tranquilos, estábamos muy asustados. Era imposible vivir así, pero qué
podíamos hacer, nada... Yo lloraba todo el tiempo, hasta cuando comía, un día que estaba
comiendo mi pan, mi hijita me dice mamita, no llores come tranquila que yo te estoy cuidando.
Así, cuando me veían llorar mis hijitos, me acompañaban llorando también. No teníamos a
nadie. (2003: 144)

[...] los senderistas, miembros de Comité de Autodefensa y los militares, indistintamente

llegaban y quemaban las casas, robaban los enseres y ganados, ovejas, llamas, caballos, no

respetaban a varones, mujeres ni niños, eran maltratados delante de la gente, violaban a las

mujeres y después las mataban; además, cuando querían, mataban a los niños; nadie podía

reclamar porque sino los mataban; por eso los pobladores vivían escondiéndose en los cerros.

Raspando la tierra hacíamos hueco. Así pasábamos todas las noches, así dormíamos, totalmente

en el cerro, en el frío. Mi hijo también llorando. Al amanecer regresábamos a nuestras casas. Así

en los huaycos escondiéndonos dormíamos. (2003: 145)

El estilo de vida de los ayacuchanos cambió radicalmente. Producto de la violencia ejercida


sobre ellos, les fue imposible ejercer con normalidad sus actividades cotidianas, tales como
sembrar y cosechar el campo, cocinar, comer, dormir, cuidar de sus hijos o incluso salir a dar un
paseo. Y más allá de no poder actuar con normalidad, sus preocupaciones dejaron de girar en
torno al cuidado del campo y de su familia para girar en torno al cuidado de su propia vida. En
este contexto es perfectamente comprensible que muchísimos de ellos desarrollen un TAG,
debido a que su zona de confort desapareció, por lo tanto la inseguridad se volvió un
sentimiento cotidiano. Los campesinos no podían asegurar si comerían o no, ya que en cualquier
momento tanto los sinchis como el PCP-SL podría irrumpir en sus tierras y robar sus cosechas.
Tampoco podían saber si tendrían un lugar seguro donde dormir, ya que un ataque nocturno a la
comunidad podía forzarlos a pasar la noche escondiéndose en los cerros. A su vez, no podían
tener la certeza de que sus hijos vendrían después de cuidar a sus animales o de sembrar el
campo, ya que el PCP-SL podía secuestrarlos en cualquier momento. Los pobladores
ayacuchanos no podían siquiera asegurar su propia supervivencia. Y peor aún, tenían la certeza
que la justicia no se pondría de su parte en caso sus derechos fueran vulnerados.

Es por todo lo anteriormente mencionado que salud mental en el Perú se encuentra tan
deteriorada hasta nuestros días, información verificable mediante el Estudio realizado por el
psiquiatra Benjamin Vicente en el año 2005, en el cual afirma que el Perú es el país en América
Latina con la mayor tasa de prevalencia de TAG. En consecuencia, no resulta descabellado
proponer que el país requiere una restructuración de todo el sistema de atención psicológica y
psiquiátrica pública que le permita cubrir las necesidades de todos sus habitantes, incluso
aquellos que viven en las zonas más alejadas y que rara vez cuentan con atención por parte
gobierno. Solo mediante la toma de consciencia de la importancia del cuidado de la salud
mental y de la inclusión de las comunidades más alejadas será posible un descenso en la tasa de
prevalencia del TAG, además de significar una disculpa por parte del Estado por permitir el
avance del PCP-SL.

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