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Revista de la Facultad de Comunicación Social
de la Universidad Central del Ecuador
Año diez Nº 17 Diciembre 2017, Publicación Semestral
ISSN: 1390-695X Quito
Rector:
17
Fernando Sempértegui Ontaneda
Vicerrector Académico:
Nelson Rodríguez Aguirre
Vicerrector de Investigación Doctorados e Innovación:
Washington Benítez Ortíz
Vicerrector Administrativo y Financiero
Marco Posso Zumárraga
Comité Editorial:
Roque Rivas
FACSO - UCE
Fabián Guerrero
Paulina Palacios
Juan Carlos Jurado
Pedro Iván Moreno
Apoyo Administrativo:
Alejandra Ramírez
Editor:
Álvaro Cuadra
Coeditor:
Jimmy Herrera
Comité Externo:
Alejandro Moreano (UASB)
Rosa Solórzano (SEK)
Wladimir Sierra (PUCE)
Carlos Celi (UNAM)
Fotografía de portada:
Shirley Vallejo
Diciembre de 2017
Quito - Ecuador
P R E S E N T A C I Ó N
América Latina:
Posibilidades para pensar una disciplina
P
ocas veces se advierte que así como habitamos la ciudad, ésta nos habita. Habitar la
ciudad es hacernos cómplices de su espacio laberíntico, secreta cardinalidad dibujada
con ángulos y perspectivas; así también, quedamos atrapados en el tiempo de la ciu-
dad… se nos impone una calendariedad citadina; una historia y una experiencia cotidiana.
Sea que se trate de trasparentes torres de acero y cristal o de vetustas barriadas cenicientas, lo
cierto es que la ciudad es, en sí, todo un imaginario que nos habita. Diríase que habitar una
ciudad es hacernos parte de ella.
La ciudad latinoamericana, tan latina y tan americana, nace como barrocos villorrios
coloniales de aquella Ciudad Letrada que nos refirió Ángel Rama, para mirarse luego, en los
espejos parisinos del siglo XIX. Desde Buenos Aires a Ciudad de México, nuestras elites co-
menzaron a apropiarse, asimilar y traducir, esa nueva arquitectura que era, al mismo tiempo,
un nuevo “imaginario moderno”, una modernidad que en nuestra latitudes no podía sino
devenir una “modernidad oligárquica”
La ciudad en América Latina ha sido una de las preocupaciones fundamentales en
el ámbito de las ciencias sociales. Nuestras capitales, en la actualidad, exhiben no solo las
huellas de siglos sino que también reproduce una vergonzante “ecología de clases”, la mis-
ma que ha marcado el decurso de nuestra historia durante toda nuestra vida como naciones
independientes.
La revista Textos y Contextos no podría desatender un tema que resulta tan contempo-
ráneo como urgente en la reflexión académica latinoamericana. En este número, se incluyen
una serie de artículos que exploran este relación entre modernidad y ciudad; una explora-
ción que no solo es discursiva y escritural sino, además, ensayística visual. Las ciudades en
nuestro continente se nos presentan hoy como una intrincada complejidad social, política y
semiótica. Un abigarrado coro de voces y colores diversos; un pastiche de luces y sombras
que exige e inaugura un imprescindible debate académico en nuestras páginas.
Álvaro Cuadra
Doctor de la Université Paris-Sorbonne. Paris. France .
Docente / Investigador FACSO/UCE
CONTENIDO
Dossier
Ciudad y Modernidad. Imaginario y Mito Aristocrático 11
El narciso democrático 29
The democratic Narcissus
Ensayo Visual
Estenopeica 97
Imágenes 101
DOSSIER
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Ciudad y Modernidad. Imaginario
y Mito Aristocrático
City and modernity. Imaginary and aristoctatic mith
Resumen
El trabajo de investigación que nos hemos propuesto quiere continuar y profundizar aque-
lla hipótesis, inspirada en los escritos de Walter Benjamin, que ya hemos explorado en una
publicación reciente, a saber: La emergencia de una modernidad temprana, en tanto muta-
ción del ethos en las sociedades burguesas durante la segunda mitad del siglo XIX.
Abstract
The research work that we have set out for us wants to continue and deepen that hypothesis, inspired
by the writings of Walter Benjamin, which we have already explored in a recent publication, namely:
The emergence of an early modernity, as a mutation of ethos in societies Bourgeois during the second
half of the 19th century.
Álvaro Cuadra
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entre otros objetivos, la canalización del lo consigna el mismo autor: “En torno a
Mapocho, construcción de un camino de Sarah Bernhardt se habría dado, pues, una
cintura, de mercados y escuelas, transfor- “lucha política sorda” que supuso la casi
mación de los barrios pobres de la zona sur, ausencia de comentarios de la actriz en el
dotación de agua potable, apertura de ca- bando conservador, así como, en el otro
lles, construcción de canales y de un nuevo bando, la reunión de determinados escrito-
matadero, supresión de las chinganas pú- res...” (Ossandón,2007:44) Es claro que la
blicas y su reemplazo por casas de diver- presencia de estas figuras venidas de Euro-
sión popular, creación de nuevas plazas y pa significó, en su momento, una reconfi-
paseos, entre ellas su obra más conocida, guración del espacio público y constituyen
el paseo del cerro Santa Lucía. A pesar de interesantes indicios de mutaciones socia-
numerosas críticas, bajo la dirección perso- les y culturales. Tal como nos advierte Car-
nal de “el loco del Santa Lucía” (como em- los Ossandón: “¿Qué ha tenido que ocurrir
pezaron a llamar a Vicuña Mackenna los para que a la vuelta de pocos años, estos
mediocres de aquella época), el proyecto seres “pecaminosos” o sobre los cuales
se concretó en apenas tres meses y medio caían no pocos recelos se les acogiera más
en sus aspectos principales. Como hombre ampliamente y con renovado entusiasmo?
de su tiempo y de su clase -la fracción más Hay un conjunto de factores que han desta-
ilustrada y aburguesada de la aristocracia cado los estudios históricos y que permiten
criolla-, Benjamín Vicuña Mackenna fue una primera aproximación: el desarrollo de
un auténtico liberal del siglo XIX. Eso la ciudad y el incremento de su población,
explica su acción progresista en muchos la emergencia de nuevos actores sociales, el
campos, pero también las críticas que des- desarrollo de los medios de comunicación
de nuestra perspectiva podemos formular y de la empresa editorial moderna, entre
a su pensamiento y obra en temas como otros” (Ossandón, 2007: 59).
la cuestión mapuche o su proyecto de ciu- La inspiración haussmanniana está
dad” (Grez, 2009). fuera de toda duda, nuestros reformadores
Hagamos notar que nuestro gran re- tenían en mente los lujosos paisajes parisi-
formador no solo era tenido por un liberal nos a la hora de emprender su demolición
cosmopolita sino que, en algún sentido se de los vestigios coloniales1. Como sostiene
comportaba como tal, de hecho, mientras Romero: “El ejemplo del barón Hauss-
era Intendente de Santiago, recibe a Adelai- mann y de su impulso demoledor alimen-
da Ristori, la “sublime trágica”, una actriz tó la decisión de las nuevas burguesías que
de renombre que causó gran revuelo en el querían borrar el pasado, y algunas ciuda-
país en 1874. Escribe Ossandón: “Se sabe des comenzaron a transformar su fisono-
que Adelaida Ristori fue posteriormente mía: una suntuosa avenida, un parque, un
homenajeada por el mismísimo Benjamín paseo de carruajes, un lujoso teatro, una ar-
Vicuña Mackenna, a la sazón Intendente quitectura moderna, revelaron esa decisión
de Santiago, quien le ofreció un almuerzo
en el Cerro Santa Lucía” (Ossandón, 2007:
1 Ricardo Larraín Bravo, uno de los
42) Este antecedente no es menor en cuan- arquitectos más destacados en nuestro país durante
to las visitas de artistas europeos ponían en los primeros años del siglo XX se formó, justamente,
tensión a la conservadora sociedad chilena en L’Ecole Speciale d’Architecture de París. Su obra
está todavía presente en el sector de Dieciocho,
de la época, tal como ocurriría con la visita avenida República y en las inmediaciones del
de Sarah Bernhardt años más tarde, como Parque Forestal.
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aun cuando no lograran siempre desvane- una especialización del espacio urbano que
cer el fantasma de la vieja ciudad. Pero las hará explícita la separación entre los más
burguesías podían alimentar sus ilusiones adinerados, los emergentes sectores medios
encerrándose en los ambientes sofisticados y los más pobres (Ortiz, 2000: 28) En po-
de un club hermético o un restaurant de cas palabras, lo que Haussmann demuele
lujo. Allí se anticipaban los pasos que tras- son las antiguas murallas de la ciudad me-
mutarían a “la gran aldea” en una moder- dieval para instituir una nueva racionalidad
na metrópoli” (Romero, 2004: 248). del espacio, nuevos muros de París, esta
Las ilusiones de las burguesías lati- vez como una ecología de quartiers, esto
noamericanas se afincaron, por cierto en es como una ecología de clases, para expre-
determinados “imaginarios sociales”, los sarlo en los términos que utiliza Richard
mismos que hicieron posible el despliegue Sennett (Sennett, 1978: 170) El “urbanis-
de una cierta “mitología aristocrática” en los mo”, en efecto, puede ser entendido como
centros urbanos. Conviene adelantar que la proyección y base de esta separación en
en la sociedad chilena de fines del siglo el territorio mismo en que se despliega la
XIX se constituye un imaginario social que, economía del capital. Se trata, en rigor, de
en efecto, fue condición de posibilidad para un predominio topológico que asegura el
que se erigiera un mito aristocrático2. Enten- control, la posibilidad de la coexistencia
demos la noción de imaginario social en el misma por sobre el devenir temporal, la
sentido preciso que le otorga Cornelius historia. Como escribe Guy Debord: “El
Castoriadis, cuando escribe: “El imagina- urbanismo es la consumación moderna de
rio dei que hablo ya no es imagen de. Es la tarea ininterrumpida que salvaguarda el
creación incesante y esencialmente indeter- poder de clase: el mantenimiento de la ato-
mización de los trabajadores a quienes las
minada (social, histórica y psíquica) de fi-
condiciones urbanas de producción habían
guras / formas / imágenes, y solo a partir
reunido peligrosamente” (Debord, 1995:
de éstas puede tratarse de “algo”. Lo que 172).
llamamos “realidad” y “racionalidad” son En el caso de la capital chilena se
obras de esta creación” (Castoriadis, 1989: hará explícita una ecología de clases en el
29) El mismo Castoriadis va a subrayar el proyecto moderno-civilizador, una suerte
carácter creativo de lo histórico: “La his- de muro entre la “ciudad bárbara” y aquella
toria es esencialmente poiesis, no ya poesía “ Ilustrada, opulenta y cristiana” - el llamado
imitativa, sino creación y génesis ontológi- “camino de cintura” - que dio comienzo a
ca en y por el hacer y el representar / de- la remodelación de Santiago, dirigida por
cir se instituyen también históricamente, a Vicuña Mackenna desde 1872 hasta 1875:
partir de algún momento, como hacer pen- “Comenzó por establecer que, para los
sante o pensamiento que se hace” (Casto- efectos de la “edilidad”, es decir, para sus
riadis, 1989: 29). necesidades de pavimento, aceras, planta-
Al igual que en París, la transforma- ciones, alumbrado, seguridad, uso de agua
ción de nuestras grandes ciudades significó potable y otras, la ciudad debía ser dividida
en dos sectores: uno, “la ciudad propia su-
jeta a los cargos y beneficios del municipio
2 Hemos tomado el concepto de “mito y (otra) los suburbios, para los cuales debe
aristocrático” de Barros,L y Ximena Vergara. El
modo de ser aristocrático. Santiago. Ediciones existir un régimen aparte, menos oneroso
Aconcagua. 1978. y menos activo...Para llevar a cabo esta
demarcación, propuso y construyó lo que parque, para lo cual el mismo señor Luis
él llamó “camino de cintura” que tendría, Cousiño, entre los años 1870 y 1873, dio
además, otros efectos como el de establecer los fondos para trazar la construcción de
una especie de cordón sanitario, por me- dicho paseo. Una tercera circunstancia que
dio de plantaciones, contra las influencias favoreció a este barrio fue el establecimien-
pestilenciales de los arrabales, y el de des- to del Club Hípico, al mejor estilo de los
cargar a los barrios centrales del exceso de que se usaban en Europa, para lo cual, una
tráfico, creando, al mismo tiempo, alrede- sociedad anónima establecida al efecto ad-
dor de la ciudad diversos paseos circulares quirió en 1870 los terrenos de la chacra de
que acercarían a los extremos, abreviando “Padura”, conjunta al Parque Cousiño, en
distancias. Este camino, del cual entonces la que se trazaron las canchas y los edificios
solo se construyó su trazado sur y oriente y jardines complementarios. Todo esto,
construyó su trazado sur y oriente (hoy las que tendía a combatir “el aburrimiento”
avenidas Matta y Vicuña Mackenna res- de una clase social ociosa y poco cultivada
pectivamente) , ha recibido nuevo impulso intelectualmente, explica la preferencia que
al ser incluido en el Plan Intercomunal de ella tuvo por este barrio frente a la opción
1960” (De Ramón, 2000: 146) Notemos que pudo hacer por el barrio de Yungay. En
que junto al concepto de desarrollo urbano efecto, aunque dicho barrio contaba con un
concurren, a lo menos, tres criterios para parque provisto de algunos entretenimien-
explicarlo tanto en nuestro país como, más tos como lo era la Quinta Normal, tales
ampliamente, en otros países latinoameri- “entretenciones” exigían algún refinamien-
canos, a saber: la segregación espacial que to intelectual como eran sus museos, jardín
hemos llamado ecología de clases, la renta zoológico y jardín botánico” (De Ramón,
urbana y la remodelación propiamente tal 2000: 142).
(De Ramón, 1985: 199). En los extramuros del “Santiago pro-
Si en París el río Sena constituyó el pio” estaban desde sus inicios las barriadas
principio axial de la segregación espacial, de los pobres. La existencia de estos barrios
en nuestra capital fue la Alameda de las De- se relaciona estrechamente con un modo
licias la que demarcó con nitidez barrios y peculiar en que se entendió la propiedad
clases sociales. En la vereda norte de este del suelo. Por de pronto, la caracterización
importante avenida, próxima a la Quinta jurídica de esta mercancía: “...se trata de
Normal de Agricultura, se estableció una cre- una mercancía que no tiene trabajo incor-
ciente clase media e intelectual, mientras porado, puesto que la tierra es un elemento
que las clases más adineradas se establecie- de la naturaleza y no producto del trabajo
ron en la vereda sur, entre la Alameda y el del hombre, no obstante lo cual, pasa a te-
Campo de Marte, entre las actuales aveni- ner valor de cambio. La explicación prácti-
das Dieciocho y República: ’’Sin duda que ca que ha tratado de darse a este problema
para que esto último sucediera, dichas fa- se sitúa en tres factores: el primero será el
milias fueron motivadas por varios aconte- derecho de propiedad exclusivo y excluyen-
cimientos de importancia. Uno de ellos fue te, garantizado por el sistema jurídico; el
la construcción por el señor Luis Cousiño segundo consiste en suponer que el precio
de una residencia muy suntuosa en la calle del suelo no expresa el precio de compra,
del Dieciocho. Otro, todavía más decisi- sino el precio de la renta que éste produce;
vo, lo constituyó la transformación de una el tercero, en la cantidad de trabajo reali-
parte del antiguo Campo de Marte en un zada para “mejorar” o “habilitar” el suelo,
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aunque estas obras o acciones no hayan con ellos levantar su pobre morada, que-
sido hechas por el propietario, sino por el dando ésta hundida con respecto a la vere-
fisco...” (De Ramón, 2000: 143) Este hecho da y expuesta a las inundaciones causadas
explica, en parte, cómo el negocio inmobi- por las lluvias. En el año 1900 se cobraba
liario fue un factor preponderante en la ins- un alquiler de veinte centavos al mes por
tauración de una ecología de clases en la capi- vara cuadrada, no quedando el propietario
tal chilena, como bien apunta De Ramón: obligado a nada, puesto que el simple atra-
“Lo anterior hizo que se diera en Santiago so del inquilino habilitaba al mayordomo
la posibilidad de intensificarse la segrega- o administrador para expulsarlo de estas
ción espacial según estratos sociales, segui- poblaciones y para embargar lo poco que el
da por una reacomodación efectuada por deudor tenía para hacerse pago de su deu-
los particulares que encontrarían en ella la da” (De Ramón, 2000: 145).
oportunidad de hacer “pingües” ganancias. Los “Potreros de la muerte”, como
Por supuesto que las consecuencias de todo llamó Vicuña Mackenna a los arrabales,
esto significaban para la ciudad también la crecían por fuera de la ciudad ilustrada,
intensificación del deterioro de algunos de convirtiéndose, de hecho, en una amenaza
sus sectores menos favorecidos por este que sirvió, en parte, para implementar la
juego de intereses” (De Ramón, 2000: 143) remodelación de la urbe. Una descripción
Debemos destacar a este respecto que el básica de estos barrios bajos es la que nos
modo en que se administraba el suelo de ofrece De Ramón, en los términos siguien-
los pobres se rigió por un modelo de reten- tes: “Mientras tanto, crecían los suburbios
ción especulativo que ha sido llamado “ren- pobres en la periferia santiaguina. Se man-
ta absoluta’ (De Ramón, 2000: 145). tenían todavía los ya tradicionales que se
En este punto debemos aclarar que vieron en 1802 y que se desarrollaron sobre
hay una estrecha relación entre las barria- los márgenes del río Mapocho y, en menor
das pobres del Santiago finisecular y las medida, hacia el oriente junto a las Cajas
grandes familias que lucraban con este tipo de Agua (actual Plaza Baquedano) y en el
de renta con la complicidad de los poderes borde sur de Santiago. A éstos se habían
públicos de la época: “Se aprecia así que agregado durante la segunda mitad del si-
los organizadores de las barriadas más po- glo XIX otras barriadas muy miserables.
bres de Santiago tenían una estrecha vin- Una era el inmenso campamento llamado
culación no solo con las familias más po- por Vicuña Mackenna el “Potrero de la
derosas de Santiago, sino también con los Muerte”, que ya existía en 1840, pero que
poderes públicos que habrían sido los úni- treinta y tres años más tarde, abarcaba gran
cos que podían controlar su acción. Todos parte de la antigua chacra de “El Conven-
ellos eran responsables de crear verdaderos tillo”, extendiéndose desde el norte en la
submundos, los cuales, pese a su terrible actual avenida Matta, hasta el zanjón de
miseria, eran sin embargo fuente de lucro la Aguada por el sur, en una extensión de
para los propietarios. Como denunciaba un unas doce manzanas y un ancho de otras
periódico santiaguino años más tarde, “los seis entre las actuales calles de Santa Rosa
grandes propietarios lo son allí únicamente y San Ignacio, con una superficie de unas
del suelo; ellos arriendan el piso a un pobre 70 manzanas (110 hectáreas). La segunda
que se encarga de hacer su cuartucho o ran- barriada, situada al oeste de Santiago, era
cho”. Estos “arrendatarios” generalmente conocida con el nombre de “Chuchun-
debían cavar el suelo para hacer adobes y co”, nacida junto a la Estación Central, en
la misma época en ésta fuera construida supone dos operaciones, la primera sería
(1860) y que se la estimó como una de las una obra de demolición al igual que en París
más peligrosas de toda la capital. Final- (“destrucción completa de todo lo que existe”) y,
mente hacia el norte de Santiago, pero en ciertamente, la remodelación del paisaje urba-
la ribera sur del río, se había formado desde no según los criterios inspirados en Hauss-
1840 una población muy miserable y que mann, pero adaptados a las creencias, mi-
llamó la atención de Vicuña Mackenna en
tos y valores de la realidad local. Podría-
1873. A esta población se refería Sarmien-
to cuando hablaba de la villita de Yungay, mos afirmar que la ciudad de Santiago, en
la cual tenía “por el camino de Valparaíso” cuanto orden simbólico va a arraigarse en
(calle San Pablo) que pasa por su costado lo propio de las elites locales. Como bien
norte, un guangualí inmediato que vendría advierte Castoriadis: ”La sociedad consti-
a ser como su arrabal” (De Ramón, 2000: tuye cada vez su propio orden simbólico,
144) La remodelación de Santiago conoció en un sentido muy distinto de la manera en
también una dimensión de “embellecimiento que lo puede hacer el individuo. Pero esta
estratégico”, pues, quiérase o no, la remode- constitución no es “libre”. Su materia la
lación era apenas un conjunto de “mejoras habrá de sacar también de “lo que ya está
cosméticas” (Salazar, 1985: 233) que no aten- ahí”. Esto es ante todo la naturaleza - y
dían al problema de fondo, esto es, a una como la naturaleza no es un caos, como los
profunda desigualdad social y económica
objetos están vinculados unos a otros, ello
que vivió el país durante todo el siglo XIX.
De suerte que, de manera inevitable, todas trae consecuencias” (Castoriadis, 1989:39).
las medidas edilicias debían considerar, a Habría que insistir en este punto y
la par, medidas policiales y represivas. La subrayar con Castoriadis que el orden sim-
transformación de Santiago, ciudad capital bólico se instala en un dominio de ambi-
de Chile, trajo como consecuencia inevita- güedad en que se conjuga lo histórico, lo
ble una mutación social y cultural, nuevos natural y cierta racionalidad inmanente a
estilos de vida, nuevos tipos sociales retra- lo social: “La sociedad constituye su pro-
tados en la literatura, un nuevo imaginario pio simbolismo, pero no en total libertad.
social que va dejando atrás el primer siglo El simbolismo se agarra de lo natural, y se
republicano para inaugurar lo que será el agarra de lo histórico (de lo que ya estaba
siglo XX. La “modernidad oligárquica” va ahí); y, por último, participa de lo racional.
a adquirir en nuestro país un rostro inédito,
Todo esto produce una concatenación de
una mitología aristocrática que ha de con-
vivir con la emergencia de clases medias los significantes, unas relaciones entre sig-
y un mundo popular que encuentra en la nificantes y significados, unas conexiones
periferia de la ciudad su propio espacio, su y consecuencias, a las que no se apuntaba
vida propia. ni estaban previstas. Ni libremente elegido,
ni impuesto a la sociedad considerada, ni
simple instrumento neutro y medio trans-
parente, ni opacidad impenetrable e irre-
ductible adversidad, ni amo de la sociedad
3.- Ciudad, imaginario y mito aristocrático
ni dócil esclavo de la funcionalidad, ni me-
dio de participación directa y completa en
La expansión y crecimiento de la
un orden racional, el simbolismo determina
urbe es un factor preponderante, aunque
ciertos aspectos de la vida de la sociedad...a
no el único, que condiciona los fenómenos
la vez que está lleno de intersticios y grados
sociales y culturales. La ciudad anhelada
de libertad” (Castoriadis, 1989: 41).
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sobre todo, al interior mismo de las elites. cepto de modo de ser” (Barros, 1978: 9).
Un comentario de Barros y Vergara es es- Si entendemos el “modo de ser aristocrático”
clarecedor a este respecto: “Que se des- como la irrupción de un nuevo régimen de
truyan los antiguos lazos de caridad que significación, es claro que éste no se agota
hacían de patrones y trabajadores una sola en la dimensión económica - cultural, esto es
familia, tiene mucho que ver con el apego a en los modos de producción, distribución y
la vida mundana y con la extranjerización consumo de bienes simbólicos. Se requiere
de las costumbres. Abundan ahora los ‘fla- considerar, desde luego, el conjunto de me-
mantes señoritos de París’, ensimismados diaciones que podríamos llamar modos de
en sus placeres y con los ojos puestos en significación, en cuanto comprometen, pre-
las modas venidas desde Europa. Es bajo cisamente, los nuevos horizontes del imagi-
este influjo que se corrompe la clase diri- nario social que delimita creencias, valores,
gente, olvidando la tradición patriarcal y su categorías cognitivas y sensibles, prácticas
vinculación con el pueblo” (Barros, 1978: y comportamientos.
171) Es evidente que la tradición patriarcal El “modo de ser” no puede confun-
es puesta en tensión por las nuevas mane- dirse de buenas a primeras con la carica-
ras cosmopolitas diseminadas desde París tura, el estereotipo o el mero prejuicio.
por una burguesía internacional y que se Al igual que la categoría de “physioiogie”
traduce en el “buen tono”, como medida de practicada en el Paris del siglo XIX y re-
comportamiento social. cuperada por Walter Benjamín en la figura
del “fiáneur”; el “modo de ser” intenta con-
densar una determinada manera de pensar
y actuar de ciertos individuos en determi-
4- Sentido común y Modo de ser nadas situaciones dadas. Con ello, se es-
tablece una distancia respecto de aquellas
Antes de continuar con nuestro aná-
visiones que subrayan los aspectos estruc-
lisis y como una cuestión metodológica y
turales, económicos u organizacionales,
epistemológica al mismo tiempo, conviene
para enfatizar, en cambio, la conciencia de
esclarecer dos nociones que nos parecen
los actores históricos y sociales. Es eviden-
fundamentales, a saber: “sentido común”
y “modo de ser”. Esta última noción no se te que una visión puramente estructural
instala ya en las relaciones de producción corre el riesgo de llegar, tarde o temprano,
ni en la dimensión ideológica discursiva a interpretaciones más bien mecánicas de
sino, más bien, se trata de un concepto que la realidad. Vale la pena detenerse en la
se propone en el ámbito cultural. Como ya advertencia que nos plantean Barros y Ver-
nos advierte Tomás Moulián: “Por supues- gara: “Ella resulta especialmente riesgosa
to se requiere conocer el condicionamien- frente al análisis de la realidad social lati-
to material, el tipo de relaciones sociales noamericana. Después de todo, nuestras
de producción de la cual una clase deter- formas históricas de organización social,
minada es agente...Pero entre la situación económica y política han tenido sus ante-
económica de clase y la conciencia hay un cedentes en lo europeo. De allí que exista
campo específico de mediaciones, que es la siempre la tentación de buscar para nues-
cultura. Esa cultura es más que lenguaje, tras formas peculiares de organización su
discurso, teoría o ideas; ella es un tipo de homólogo europeo y a achacar luego a los
práctica que se aprehende a través del con- actores de nuestra historia la conciencia de
quienes fueron los forjadores y sostenedo- un todo un conjunto social o de ciertos sec-
res de dichas formas en Europa” (Barros, tores del mismo” (Barros, 1978: 31). Ad-
1978: 17). mitamos, por de pronto, que la categoría
Otra arista del “modo de ser” dice de “modo de ser” es, una suerte de men-
relación con las fuentes que permitirían talidad objetivada en determinadas prác-
reconstruir un régimen de significación. Re- ticas institucionales. Notemos la afinidad
conocer la escritura literaria y periodística entre la noción de “modo de ser” y aquella
de fines del siglo XIX como fuentes histo- de “imaginario”. Habría que insistir en este
riográficas legítimas no debiera sorprender punto y subrayar con Castoriadis que el or-
a nadie, en cuanto asistimos, justamente, a den simbólico se instala en un dominio de
aquella etapa inicial del itinerario del signo ambigüedad en que se conjuga lo histórico,
en Occidente. Corrientes literarias como lo natural y cierta racionalidad inmanente
el naturalismo proclamado por Zolá en su a lo social: “La sociedad constituye su pro-
célebre libro La novela experimental, anclado pio simbolismo, pero no en total libertad.
en el positivismo y en una pretensión apro- El simbolismo se agarra de lo natural, y se
blemática de la escritura respecto a la rea- agarra de lo histórico (de lo que ya estaba
lidad que quiere representar, diluye todo ahí); y, por último, participa de lo racional.
lenguaje mágico que no separa el signo Todo esto produce una concatenación de
de la cos (Jameson, 1996:124) Podríamos los significantes, unas relaciones entre sig-
afirmar que los naturalistas concebían el nificantes y significados, unas conexiones
lenguaje como espejo de la realidad, realizan- y consecuencias, a las que no se apuntaba
do en la práctica una suerte de etnografía o ni estaban previstas. Ni libremente elegido,
descripción densa, sobre la cual construyeron ni impuesto a la sociedad considerada, ni
sus ficciones a modo de situaciones ejem- simple instrumento neutro y medio trans-
plares. La probiematización del lenguaje parente, ni opacidad impenetrable e irre-
será un proceso posterior llevado a cabo ductible adversidad, ni amo de la sociedad
por l’avant-garde. En este sentido, se entien- ni dócil esclavo de la funcionalidad, ni me-
den las palabras de Barros y Vergara cuan- dio de participación directa y completa en
do afirman que: “Sin duda que, como todo un orden racional, el simbolismo determina
producto literario, la novela realista es una ciertos aspectos de la vida de la sociedad...a
elaboración individual y de allí la influen- la vez que está lleno de intersticios y grados
cia decisiva que lo subjetivo tiene sobre el de libertad” (Castoriadis, 1989: 41).
resultado. Sin embargo, dado el objetivo La segunda noción que nos interesa
mismo que se propone el autor realista - ser esclarecer es aquella de “sentido común”.
un observador fidedigno de su medio - él Habría que insisir en una aproximación
mismo tenderá a controlar la expresión de sensitiva a la modernidad, y seguimos en
sus deseos, sentimientos, fantasías, obligán- este punto, estrechamente, el pensamien-
dose a retratar las ideas, valores y actitudes to de Ranciére: “Un ‘sentido común’ es
que caracterizarían a los distintos sectores antes que nada una comunidad de datos
de su sociedad... Asimismo, su testimonio sensibles: cosas cuya visibilidad se supone
no apunta a cómo pensaron, sintieron u que es compartible por todos, modos de
obraron los proceres, líderes o sabios, sino percepción de esas cosas y de las signifi-
a cómo lo hizo el grueso de uno o varios caciones igualmente compartibles que les
sectores sociales. Si pudiéramos así decirlo, son conferidas. Luego es la forma de estar
sus personajes buscan entregar lo modal de juntos lo que une a los individuos o a los
Álvaro Cuadra
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Textos y Contextos
Facso-UCE
Álvaro Cuadra
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Textos y Contextos
Facso-UCE
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Álvaro Cuadra
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El narciso democrático
The democratic Narcissus
Dr. Carlos Ossa Swear
(Santiago, 1962) El profesor Ossa es Magíster en Comunicación Social y Doctor en Estética y Teoría
del Arte en la Universidad de Chile. Es autor de numerosos artículos internacionales indexados
donde ha plasmado su visión crítica del cine y las artes. Asimismo es autor de varios libros, entre los
cuales destacan: ”El ojo mecánico. El cine político y comunidad en América Latina” (2013, FCE);
“Escrituras del malester. El Chile del Bicentenario” (2011); “La semejanza perdida” (2009). En la
actualidad el profesor Ossa se desempeña como investigador en el ICEI, Universidad de Chile.
Resumen
Las transformaciones sufridas por el sistema comunicacional en Chile establecen la des-
aparición de lo público como un componente decisivo. A causa de ello la concentración
estaría afectando la pluralidad y el significado de lo social. Sin embargo, se puede sugerir que
hoy se produce una dimensión de lo público asociado a nuevas configuraciones y representa-
ciones que dependen de una gubernamentalidad de lo mediático. Ella instala su trabajo en el
campo de la conducta y de las emociones y ofrece una diversidad narrativa a las identidades
que ponen en discusión el carácter de las políticas públicas.
abstract
The transformations undergone by the communication system in Chile establish the disappearance
of the public as a decisive component. Because of this concentration would be affecting the plurality and
meaning of the social. However, it can be suggested that today there is a dimension of the public asso-
ciated with new configurations and representations that depend on a governmentality of the media. She
installs her work in the field of behavior and emotions and offers a narrative diversity to the identities
that challenge the character of public policies.
un tipo de subjetividad disciplinada. En las úl- cluso literalmente atravesado, por la téc-
timas dos décadas la voz concentracionaria nica. La política penetra directamente la
de una elite asfixiante ha construido una vida, pero entretanto la vida se ha vuelto
“esfera escópica” cuya función es natura- algo distinto de sí misma. Y entonces, si
lizar la desigualdad al modo de una mito- no existe una vida natural que no sea, a
la vez, también técnica […] ¿cómo hipo-
poesis obsesiva con el relato de la ganancia.
tetizar una relación exclusiva entre vida
Analizar este fenómeno, cuyas fronteras y política?” (Esposito, 2006:25).
imprecisas contribuyen a reiterar esque-
mas y modelizaciones, implica preguntarse
Las emociones vendrían a ser ese
por las ideologías que establecen el deba-
gobierno neutro que tendría la función de
te. Habría una prosa de la participación de
normalizar la convivencia, reorganizar la
la cual serían portadores los “miembros”
pragmática social, generar la cohesión na-
de la sociedad; una poética de la invisibili-
cionalista del consumo, reprogramar la di-
dad generada por los medios y los intere-
mensión socio-espacial de la ciudad y sus
ses económico-políticos y una dramaturgia
jergas. En suma, una parte significativa de
de la reforma propuesta por el Estado en su
la operación pública medial está centra-
intento de mantener y externalizar los vín-
da en la elaboración de una gramática de
culos sociales. El funcionamiento de cada
la felicidad que a diferencia –de su versión
entidad –en su autonomía y dependencia-
indica el itinerario y las tácticas que han ilustrada- no atiende sólo los aspectos re-
conformado la discusión sobre las comuni- distributivos y materiales (incluso los omi-
caciones a nivel profesional y académico. te) a favor de la satisfacción detallada de la
Pero al modo de un sedimento imborrable conducta. Existe un conjunto de subsidios,
queda en la textura de la mediatización un vouchers y bonos subjetivos que las comu-
ícono: el “narciso democrático”, la forma nicaciones otorgan, a cambio de cuerpos
tautológica de usar la palabra y la imagen consumiendo y de emociones participan-
para establecer la primacía de la familia po- do de la cadena suplementaria de presta-
lítica como empresario y artista: audacia y ciones informativas, estéticas, culturales,
genialidad. ¿Qué tipo de participación se económicas y políticas. Es una relación de
puede tener en los tejidos de una cultura reciprocidad asimétrica, donde se ponen
mediática corporativizada? ¿Estamos en en conflicto distintos objetivos y procesos,
presencia de una iconoclastía neoliberal? pues no existe una audiencia única y tam-
¿Qué políticas públicas de comunicación poco diálogos monocordes, pero hay una
se pueden pensar sin discutir la naturaleza desigual proporción entre quienes dirigen
biopolítica de la democracia chilena? Las los sistemas y quienes los padecen. “De
comunicaciones generan más que rentabi- este modo, entonces, considerada una de
lidad: se instalan en el flujo de la existencia las escasas emociones que comporta un ca-
colectiva y expropian -todos los días- cuo- rácter positivo, la felicidad se conformará
tas de energía psicológica y física que sir- en un reconocible objeto de gestión guber-
ven de movimiento a un poder antropófago namental” (Pincheira, 2012:119).
que administra máquinas de producción y ¿Cuáles serían las narrativas de la
deseo: diversidad que la comunicación ofrecería
como distintas a las creadas por el merca-
“Tanto más hoy, cuando el cuerpo do y las llamadas industrias creativas? La
humano es cada vez más desafiado, in- sociedad chilena contemporánea es presen-
tada en diversos formatos como un órgano sólo de alcanzarse al interior de los acuer-
regular de producción e intercambio que dos establecidos por los centros partidarios.
suele ser afectado por la irrupción de lo El horizonte institucional es el límite del
caótico o lo catastrófico. A fin de mediar discurso y por lo mismo la voz monótona
ante la irregularidad de los hechos se hace de artistas, funcionarios, comunicadores,
necesario ofrecer una transición discursiva deportistas, académicos reitera ese fondo
que explique la anomalía y luego la norma- irreversible de lo obvio y lo obtuso. Las po-
lice, de ahí, entre otras cosas el papel de los líticas públicas, entonces, se transforman
expertos y los especialistas que indican las en construcciones tácticas de ciudadanías
orientaciones fundamentales y los medios que puedan ser operativas en distintos mo-
de realizarlas. Estas figuras son traductoras mentos históricos. Movilizar a las mismas
de normalidad y tienen la capacidad de do- como garantes del consenso, a través de un
tar de sentido representacional a sus afir- verosímil didáctico que resuelva con frases
maciones. Así, las marcas de lo perverso cortas y técnicas publicitarias, la tensión
son intervenidas y modificadas, dando pie entre desigualdad y modernización. Esta
a promesas de mayor tolerancia y placer, dimensión de la planificación social es dis-
por ejemplo, comienzan a volverse acep- continua, se avanza y retrocede, pero hace
tables la diversidad sexual, el patrimonio funcionar un dispositivo complejo de enun-
etnográfico, la crítica a las instituciones y ciación que a lo largo de los años, ha esta-
la multiplicidad ciudadana. “Armada sobre blecido una serie de “criterios de realidad”
la certeza de su repetición, la cotidianidad y “pragmatismos”:
es ante todo el tejido de tiempos y espa- a. la institucionalización del pacto:
cios que organizan para los practicantes narrar la proeza mesiánica de una política
los innumerables rituales que garantizan la que superó el subdesarrollo, la polariza-
existencia del orden construido” (Reguillo, ción, la pobreza y convirtió la desmesura
2000: 77). geográfica en economía de exportación
b. la consolidación de la tregua: el
triunfo jurídico que despolitiza la violencia
Economía del lenguaje al transformarla en archivo y tribunal que
compensa la catástrofe con indemnizacio-
Esta fusión de libertad de mercado nes e informes periodísticos
con democracia está en el corazón de la c. la reforma ciudadana: la escenifi-
filosofía y políticas de comunicación de la cación de la demanda social mediante su
Concertación. atención terapéutica, a través de paneles de
Rosalind Bresnahan expertos y mesas de diálogo comunicacio-
nal, destinadas a corregir las anomalías
Las comunicaciones han jugado un d. el giro emotivo político: la ape-
papel decisivo en la reconversión produc- lación al gobierno de las emociones para
tiva del mundo popular, han orientado el impedir el desborde desilusionante de mo-
vocabulario de la fuerza de trabajo levan- vimientos sociales y consumidores ante
tando consignas de prosperidad y éxito per- la disonancia cognitiva que genera la des-
sonal. En este sentido, logran que los “civi- igualdad
les” identifiquen demanda política y deseo El paso de lo dictatorial a lo demo-
financiero como iguales, pero susceptibles crático se explicaría por la inserción de
Chile en esa corriente mundial de la mo- tecnificar el orden para suprimir el conflic-
dernización que requiere un nuevo ethos to y hacer de ello la estrategia del lenguaje
comunicacional para legitimar el triunfo de implica que:
la voluntad soberana. Un tiempo donde la
solidaridad de la globalización se expresa “El privilegio de la negociación
aceptando las economías menores en el de las élites, como vía hacia la paz social,
gran teatro del capital financiero y permi- consustancial a los modelos de consenso,
tiendo que éstas se beneficien a través de conlleva además otra dificultad la de
los costos decrecientes, la precarización, el marginalizar la expresión política de
outsourcing, la desregulación, la especula- los conflictos sociales y económicos.
ción inmobiliaria o el fondo crediticio. La Esta marginalización conduce a una
necesidad de dar una coherencia teleológi- tendencia excesiva a la autonomización
ca a los fundamentos de esta forma del po- de la esfera política frente a otros ámbitos
der implica redefinir las políticas públicas de la vida social percibidos como fuentes
de comunicación, no eliminarlas. Se trata de división, de pasiones y de violencia,
de modificar la visión antropológica del es decir, en suma de irracionalidad”
rendimiento pasivo por la innovación de la (Ruiz, 2008:12).
identidad, ahora, no sujeta a ningún canon
e ideología, sino al dogma escatológico de La autonomía personal idealizada
cada “individuo una empresa”. por la publicidad, vigilada por el poder y
De acuerdo a lo descrito, nos gus- confesada por la comunicación no confir-
taría afirmar que las políticas públicas de ma el fracaso de la comunidad política,
comunicación no están pensadas, en térmi- sino la desventaja narrativa en la que vive
nos ilustrados de representación, reconoci- ante el universo concentracionario de la
miento y derechos, sino de políticas cultu-
acumulación. La importancia que adquie-
rales dedicadas a la gestación de una sub-
jetividad disciplinada que acepta el orden re el tiempo de la intimidad como modelo
como una gramática de la felicidad. El Es- de convivencia es proporcional a la ruptura
tado abandona las “ineficaces” consecuen- del contrato vinculado a derechos y resis-
cias modernas del control medial (aparato tencia. Una communitas débil mantiene la
y cultura oficial), pero incrementa las “ade- unión de los individuos en el consumo y
cuadas” consecuencias de la gubernamen- desconfía de las ideologías de la participa-
talidad. En suma, las comunicaciones en ción social. Los idiomas tecnológicos, los
Chile han sido partícipes estratégicas de la optimismos mercantiles, las transacciones
creación de una población económica que bursátiles condensan el discurso de la vic-
para sostener el modelo debe ser tratada
toria del capital. Sin embargo, no ha des-
como si fuera una comunidad política. En
los noventa, un principio rector, era descri- aparecido la representación, como podría
bir a la sociedad chilena como moderna y creerse, ha cambiado de destrezas y voca-
ya liberada de atrasos culturales y retóricas blos, postula la combinación y el quiebre
mágico-folclóricas, la secularización, el como retóricas de ensamblaje para dar a
consumo y la democracia eran las noveda- las narrativas mediáticas la oportunidad de
des mediáticas indiscutibles. Ellas prepa- corte y velocidad. Se puede hablar de histo-
raban a los sujetos para dar el salto desde rias cortas, es decir, de un tiempo donde lo
una vida atada a la directriz estatal hacia la público queda obturado de cualquier vín-
autorrealización existencial y la emancipa- culo de historicidad, a favor de lo repentino
ción económica. Pero, la determinación de y adecuado.
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Política en la Universidad de Chile. Es autor de numerosos artículos sobre mediatización de la política
y varios libros entre los que se destaca “Extraviar a Foucault”(2006); “Comunicación Politica” (2006);
“Tragedia y Melancolía” (2015). El profesor Arancibia es reconocido como un docente e investigador
en el ámbito del pensamiento crítico y la filosofía política en Chile y América Latina.
Resumen
Este artículo se propone explorar la cuestión de la comunidad política más allá de las con-
cepciones aristotélicas y de la reformulación comunitaria moderna (Rousseau), a través de la
categoría de lo “des-comunal” como lo indescifrable, lo inanticipable, lo irruptivo y emergente
que desborda y desbarata todo diagrama de representación. Lo «des-comunal» como el adve-
nimiento de un campo de fuerza insumisa, disruptiva y devastadora de todo aquietamiento
jurídico e institucional de lo político.
Abstract
This article intends to explore the question of the political community beyond the Aristotelian con-
ceptions and the modern community reformulation (Rousseau), through the category of the “dis-commu-
nal” as the indecipherable, the incomparable, the irruptive and emergent which overflows and disrupts
any representation diagram. The “de-communal” as the advent of a force field is disruptive, disruptive
and devastating of all juridical and institutional silence of the political.
De las lecturas que los romanos y los Juan de Salisbury, por ejemplo,
padres de la iglesia practicaron de Platón y asienta la idea del Estado como un cuerpo
de Aristóteles, se heredaron y redefinieron político, cuyo tejido orgánico anexa y con-
las claves comprensivas de la comunidad tiene a los individuos y diversos grupos en
política, tanto para la era cristiana como sociedad. Se recobra allí la idea de armonía
para el Medioevo. Sin embargo, tras ese y orden de la comunidad platónica. Cierta-
largo y complejo período de preeminencia
de imperios, monarquías y comunidades mente, en esta concepción, la comunidad
feudales, donde los principios ideales de aún no depende de un contrato o una vo-
la polis habían sido obstruidos y alterados, luntad general autónoma, sino de una racio-
paulatinamente éstos serán recuperados y nalidad heterónoma, cuyo plan es prefijado
repostulados, para constituir el basamento por la divina providencia. Se trata de una
de una “nueva” modulación de lo político, cierta “cristianización” de la República pla-
la experiencia política moderna.37 tónica, donde el príncipe es responsable del
recto gobierno, pero no ante sus súbditos,
sino ante Dios. En su tratado de filosofía
Comunidad Política Moderna como política del siglo XII, Salisbury incorpora
Proyecto. una gran novedad, y es que seculariza la
noción de cuerpo político, desplazando
Skinner comienza su estudio sobre la orgánica de la iglesia como cuerpo de
los fundamentos políticos modernos, re- Cristo, hacia la res publica encarnada en la
cobrando algunos fragmentos del histo- silueta del príncipe, introduciendo o antici-
riador alemán Otón de Fresinga, quien a pando tempranamente, la distinción entre
mediados del siglo XII, ya advertía que en el gobierno espiritual de las almas y el go-
el norte de Italia, había surgido una “nue- bierno político de los ciudadanos.
va y sorprendente forma de organización
social y política. Se trataba de la organiza-
ción de la ciudad independiente, basada en “«En Policraticus se enuncia sis-
la libertad y deliberación de la comunidad, temáticamente por primera vez la ideo-
con la capacidad de elegir sus autoridades logía laica del poder y del orden social».
y gobernantes una vez al año. Así reapa- Por esto es Juan de Salisbury un «moder-
rece la idea de la ciudad-república.38 Esta no», en medio del tradicionalismo del si-
mutación, de algún modo, ya venía siendo glo XII, y admite implícitamente «la au-
avisada en cierta literatura, que advertía el tonomía de las formas de la naturaleza,
advenimiento de este complejo tramado de de los métodos del espíritu, de las leyes
transformaciones en la alta edad media, de la sociedad»”.39
donde se aprecia una aproximación de las
teorías eclesiásticas hacia el problema de la
Sin embargo, este proceso de auto-
res publica.
nomía política, en ningún caso opera me-
diante una continuidad lineal y uniforme,
muy por el contrario, la multiplicidad de
Siglo XXI editores. México, 1997. Traducción Santos Ju-
liá. pp.240-242. registros y texturas desmienten cualquier
modelización unívoca. Wolin sostiene que
37 Wolin, Sheldon. Política y perspectiva. Conti- tras la supresión del pensamiento político de
nuidad y cambio en el pensamiento político occidental.
Amorrortu Editores. Buenos Aires, 2001. Título original: Platón y Aristóteles, la filosofía política se re-
Politics and visión. Continuity and innovation in Western political plegó y fue incapaz de pensar lo propiamen-
thought (1960). Traducción Ariel Bignami. p.79. te político y se redujo a una normatividad
38 Skinner, Quentin. Los Fundamentos del Pensa-
miento Político Moderno. Fondo de Cultura Económica. 39 De Salisbury, Juan. Policraticus. Editorial Nacio-
México, 1993. Título original: The Foundations of Modern nal. Madrid, 1983. Traducción de Manuel Alcalá. pp.60-
PoliticalThought (1978). Traducción Juan José Utrilla. p.23. 61.
moral, que sólo asentaba su juicio en una y extensión de estas mutaciones históricas
facultad de poder o de fuerza. Así se acusa- —así como la diversidad de sus registros y
ba en el retiro de lo político, un consecuen- texturas—, es preciso reconocer formacio-
te abandono o debilitamiento del concepto nes textuales de amplio espectro, donde se
de comunidad, de ciudadano y de libertad. van asentando los fundamentos y precep-
Se trataría de la incapacidad de pensar lo tos de la Comunidad Política Moderna.
político de la comunidad.40 Será en este variado marco de pensa-
Un matiz diferente plantea Carlyle, miento que —desde Maquiavelo, Hobbes,
señalando que nunca esa supresión fue tal Spinoza, Locke, Rousseau, Kant, Hegel,
y tan severa como se plantea en el itine- etc.—, se instauran y promueven las con-
rario reconstructivo de la comunidad po- diciones racional-discursivas, que trazan
lítica, asintiendo que la libertad política los principios y claves fundamentales de
nunca dejó de estar presente, toda vez que, comprensión de la Comunidad. Sin em-
tempranamente, se dispuso en la filosofía bargo, y pese a esta amplia y variada gama
una idea de comunidad, que trama una re- de postulados, un signo decisivo resalta y
lación consustancial entre libertad indivi- atraviesa toda esta racionalidad. Trátase
dual y libertad política.41 De otro modo, Sa- de una concepción autónoma, normativa,
bine insiste en que el debilitamiento y retiro universal y emancipatoria de lo político,
de la política y del fracaso de la Ciudad-Es- esto es, la afirmación de una voluntad so-
tado, implicaría un prolongado receso y berana que se presenta como el proyecto de
oclusión de lo político, que sólo habría de un «Tiempo» y un «Mundo nuevo».44
ser recuperado, una vez afianzado el nexo Sea la comunidad pensada como
jurídico entre libertad y comunidad. Dicha «República», entidad «Soberana», basada
condición, sólo se haría del todo patente, y tendiente hacia la «Libertad» y el «Bien
en la vocación comunitaria por la libertad y Común»; pero también expuesta a la vici-
ciudadanía universal, principio que sólo se situd factual del conflicto, de la «Fortuna»
registra en el paisaje histórico que anuda a y la «Virtù» —Maquiavelo45—. O pensada
los más conspicuos pensadores modernos.42 como necesidad de orden y sistema de re-
Tras el “descubrimiento” del «Nuevo glas, aun cuando el contenido mismo de
Mundo», del Renacimiento y la Reforma, ese orden resulte secundario, donde lo fun-
subyace la emergencia o reconfiguración damental del «Leviatán» como judicatura
política de la comunidad, donde se mani- política es la secularización del orden, la
fiesta y afirma una vocación o intensidad conservación, realización de los intereses y
comunitaria, precisamente ahora enarbo- seguridad de los individuos, y con ello, la
lada como proyecto de un «Tiempo Novisi- estabilidad de la paz y del poder. La afirma-
mo».43 Dada la complejidad, conflictividad ción de la comunidad como una asociación
política y no un clan natural, se expresaría
40 Op.Cit. Wolin, Sheldon. Política y perspectiva.
pp.101-105.
Modernidad. Editorial Taurus. Madrid, 1993. Título ori-
41 Carlyle, A.J. La Libertad Política. Historia de su ginal: Der Philosophische Diskurs der Moderne (1985). Traduc-
concepto en la Edad Media y los tiempos modernos. Fon- ción Manuel Jiménez Redondo. pp.11-19.
do de Cultura Económica. Madrid, 1982. Título original:
Political liberty: a history of the conception in the middle ages and 44 Hegel. Georg W.F. Fenomenología del Espíritu.
modern times (1941). Traducción Vicente Herrero. pp.7-36. Fondo de Cultura Económica. México, 1993. Phänomeno-
logie des Geistes (1807). Traducción Wenceslao Roces. pp.7-
42 Sabine, George. Historia de la Teoría Política. 60.
Fondo de Cultura Económica. México, 2000. Título origi-
nal: A History of political theory (1937). Traducción Vicente 45 Maquiavelo, Nicolás. Discurso sobre la primera
Herrero. pp.116-141. década de Tito Livio. Editorial Losada. Buenos Aires,
2004. Título original: Discorsi sopra la prima deca di Tito Livio
43 Habermas, Jürgen. El Discurso Filosófico de la (1517). Traducción Roberto Raschella. pp.213-217.
por una planetaria burguesía nacional.68 Esta sensibilidad crítica, sobre el ca-
Esposito exige comprender la comunidad rácter «inmunitario» de la comunidad po-
como una relación, un vínculo, un «entre» lítica contemporánea —o si se quiere, la
constitutivamente frágil, cuya complejidad delicada tensión constitutiva entre «Esta-
no pudo ser pensada por el léxico filosófico do» «Comunidad» y «Derecho»—, se hará
político moderno, reduciéndola a un «ob- extensiva y expansiva a los más diversos
jeto» especular, y por ello, esencialmente registros analíticos de la teoría y la filoso-
distorsionada, acusando una incompren- fía política contemporánea, constituyendo
sión severa, lo que se tradujo en su afirma- un problema central y una inquietud regu-
ción devastadora y trágica.69 Brossat eleva larizada, en la enunciación comunitaria
a rango paradigmático de la democracia del pensamiento político actual. Así se
contemporánea su carácter inmunitario de constata esta preocupación en trabajos y
«excepción soberana», esto es, cautelando pensamientos tan variados, como los de
y preservando el valor de la comunidad, Schmitt: quien señala que la comunidad
se ejerce una violencia protectora que la ha devenido una estructura global de do-
inmuniza, y por defecto, la destruye.70 La minación;73 Habermas: al examinar la re-
misma preocupación exhibe Rancière, al lación entre derecho estatal, derecho inter-
señalar que la comunidad política debe ser nacional y derecho cosmopolita —para un
entendida fundamentalmente como una orden republicano como Estado constitu-
forma de simbolización «litigosa», dividi- cional democrático basado en los derechos
da, diferencial y «agonística», cuestión que humanos—, en el contexto de guerras loca-
es precisamente lo amenazado en lo que les;74 Böckenförde: examinando las muta-
acusa como el «viraje ético» de la política.71 ciones jurídico-políticas de la relación entre
Del mismo tenor son las inquietudes y crí- comunidad política y estado de derecho;75
ticas planteadas por Sheldon Wolin, al ob- Dworkin: pensando si una ética convencio-
servar una peligrosa contigüidad entre las nal puede o no ser impuesta por medio de la
prácticas democráticas actuales y las técni- ley penal;76 Negri: observando las mutacio-
cas, dispositivos y principios totalitarios, al nes del biopoder en la sociedad de control
rango de establecer un nexo entre democra-
cia y «totalitarismo invertido».72
Sin embargo, mientras esta cuestión aún –anterior incluso a Homero y Hesíodo–,
permanece en examen, la música no deja música y poesía, palabra y canto arrai-
de resonar, producirse y transformarse.99 gaban en unidad primordial. Esa unidad
De suerte tal que lo que propiamente se comportaba una disposición, una experien-
comprendía como «ontológicamente musi- cia. Esa unidad poético-musical era Fiesta,
cal»,100 ha venido reconfigurándose, hasta Carnaval, Ditirambo, Éxtasis.
la radical problematización de la frontera Si esta unidad primordial entre Mú-
de lo musical y lo no musical, especialmen- sica y Poesía era Fiesta, aquélla no remitía
te si se aprecia el conjunto de transforma- a una actividad privada, cercada. La idea
ciones materiales de la sociedad postindus- de fiesta actual posee un carácter privado,
trial y tecnocapitalista, que implica un con- exclusivo, es más bien un acto cerrado,
de separación y segregación, de otros, y
junto de mutaciones en la estética musical de la comunidad. Por el contrario, en su
contemporánea, desde la música concreta, sentido mítico y originario, Fiesta remitía
la electroacústica, hasta la acusmática.101 a un “decir-cantar” que reunía. Festejar
era congregar, recolectar y conmemorar.
Trátase del reunirse de la comunidad104.
Comunidad «En-Canto» La comunidad celebra su reunión. Fiesta,
celebración, era canto-poético. En su cele-
La Comunidad se Canta. La Comu- bración, el festín de címbalos y églogas, la
nidad se En-Canta. Música, arrobamiento comunidad canta y se en-canta.
poético de la Comunidad. La Comunidad
poético-musical entraña su Éxtasis. En ello
que documenta aquella correspondencia. Desde lo que
acecha un peligro. Música y Poesía expo- hoy constituyen los más tempranos hallazgos musicales,
nen al Abismo. Música y Poesía, abren al desde las primeras flautas que datan de 40.000 años de
Caos. La comunidad deviene lo «des-co- antigüedad, descubiertas en la cueva de Hohle Fels, en
munal».102 la Jura de Suabia; hasta el ‘Himno de Ugarit’ descubier-
En lo que conocemos como origen to en Siria, y que data del siglo XV a.C., y que ha sido
sindicado como el origen del alfabeto de la cultura occi-
de la cultura occidental, Música y Poe- dental. Incluso, se afirma, que los orígenes del lenguaje
sía no se distinguían, antes bien, consti- se remontan a la práctica del rito poético-musical. Véase:
tuían una reunión consustancial. Música Alec Roberston; Denis Stevens, et alt. Historia General
y Poesía se expresaban en corresponden- de la Música. Madrid, Ediciones ISTMO, 1983, pp.13-
cia y reciprocidad. La poesía era canto, el 30. Asimismo, Josep Soler. La Música: De la época de
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canto era poético103. En el tiempo mítico tesinos. 1987. pp.9-17. Philip Ball. El instinto musical.
Escuchar, pensar y vivir la música. Madrid. Ed. Turner.
99 Fubini, Enrico. La Estética Musical desde la 2010. pp.23-40. Walter Burkert. El origen salvaje. Ri-
Antigüedad hasta el siglo XX. Editorial Alianza. Madrid. tos de sacrificio y mito entre los griegos. Barcelona. Ed.
2005. Acantilado. 2011, pp.27-31.
100 Jankélévitch, Vladimir. La Música y lo inefable. 104 Sobre el particular, relevante sería examinar
Ediciones Alpha Decay. Barcelona. 2005. la etimología de la palabra logos que ofrece Heidegger.
Donde se destaca el carácter relacional del concepto.
101 Blanning, Tim. El Triunfo de la Música. Barce- Logos como un reunir-recolectar, reunir-reunirse-al-
lona. Ediciones Acantilado. Barcelona. 2011. p.273. bergar-se. Asimismo, advertir la relación que existiría
102 Como hemos señalado en trabajos anteriores, entre logos y poesía. Martín Heidegger. Conferencias
habría una relación primordial entre la emergencia de la y Artículos. “Logos”. Barcelona. Ediciones del Serbal.
experiencia de la comunidad, con la experiencia primor- 2001. pp.153-157. Véase también en la misma edición:
dial de la música. Véase, Arancibia Carrizo, Juan Pablo. “Poéticamente habita el hombre…”.p.139. En torno a
“Comunidad, Música, Poesía”. En, Revista “Mapocho”. la relación poética de la égloga con el trabajo, la reco-
N°72. Segundo semestre de 2012. pp.27-49. lección y la comunidad, véase: Gerardo Vidal Guzmán.
“Hesíodo, la poesía del campesinado”. En, Retratos de
103 Si bien esta cuestión ha sido ampliamente de- la antigüedad. Santiago. Editorial Universitaria. 2007.
batida, actualmente existe una vasta y diversa bibliografía pp.27-33.
el renacer del año anterior, es el renacer de na, sino extraordinaria. La fiesta mimética
un tiempo de unidad en que la escisión en- lo impregna todo y el hombre sale de su
tre los hombres y los dioses no existía. Es el individualidad para participar en la comu-
renacer de un nuevo ciclo y la renovación nidad extática que el rito ha propiciado.
de las nupcias entre dioses y hombres, así Todos los que participan en el rito poéti-
se abre un tiempo en que hombres, dioses y co-musical están hermanados en ese fuera-
animales celebran su pacto y ponen en jue- de-sí que la potencia mimética ha introdu-
go las fuerzas cíclicas de la vida. Este rena- cido.141 El éxtasis poético-musical abre a la
cer es una recuperación de la integración y experiencia del renacer de las fuerzas vivas
la unidad supremas, celebrada con la fiesta de la naturaleza, ahí donde la música des-
que interrumpe, pero también restablece.138 pliega su carácter primordial, pues ella per-
tenece al tiempo en que se venera la salvaje
“La fiesta no se limita a narrar naturaleza.142
aquel pasado, a evocarlo. En la mímesis,
este mundo se pone en pie, ante todos y
entre todos, introduciendo lo extraordi- Musas, Éxtasis, Caos.
nario como norma, alterando la habitual
y convencional, revelando el verdadero Aquella idea de fuerzas de la natura-
sentido de las cosas, de los hombres y leza, parece estar contenida en el nombre
de la naturaleza. La fiesta, gracias a la mismo de lo que llamamos música. Si exa-
mímesis, hace posible lo imposible. Por minamos la expresión “Música”, advertire-
eso, sus efectos son tan contundentes, su mos que el sustantivo Mousiké significaba
dinamismo, su movimiento es comple- “arte de las musas”. Por excelencia, para
to. En la fiesta, los participantes -todos, los griegos, música englobaba el canto, la
pues todos intervienen- poseen una acti- danza y la poesía, y en un sentido más ge-
tud activa, no escuchan, hacen, no oyen neral, formación espiritual, educación su-
narraciones de los dioses, son los dioses perior, cultura y ciencia.143
mismos. En la fiesta, los hombres cum-
plen su más alto destino: son dioses”.139 “Las Musas deben su nombre a
una raíz que se refiere al ardor, la tensión
El rito poético-musical constituye viva que se consume en la impaciencia,
un conocimiento, una experiencia,140 una el deseo o la ira, y se abrasa por llegar a
apertura de lo comunal a su desborde. En saber y hacer. La musa anima, levanta,
este sentido, el conocimiento mimético del excita, pone en marcha. Vela menos so-
rito poético-musical de la comunidad nos bre la forma que sobre la fuerza. O, más
abre al conocimiento y advenimiento de lo exactamente: vela con fuerza sobre la
«des-comunal». Los dioses yacen ante los forma. Pero esa fuerza mana en plural.
ojos, su presencia adviene a la experiencia. Se da, de entrada, en formas múltiples.
La emoción es intensa, es la conmoción ex- Son las Musas, no la Musa. Aunque su
tasiante, una emoción embriagadora, en la nombre haya podido variar, al igual que
que el actor es transformado también, pues
la suya es una situación nueva, no cotidia-
141 Op. Cit. Bozal. Mímesis. p.72,
Hidalgo editores. 2006. p.107. 142 Friedrich Nietzsche. Tratados Filosóficos.
138 Op. Cit. Bozal. Mimesis. Ibid. p.72. Obras completas. Vol. XII. Buenos Aires. Ed. Aguilar.
1957. p.63.
139 Ibid. p.72.
143 Enrico Fubini. La estética musical desde la an-
140 Ver, J. Ortega y Gasset. La idea de principio en tigüedad hasta el siglo XX. Madrid. Alianza Editorial.
Leibniz. Madrid. Alianza Editorial. 1979. pp.148-151. 2005. p.49.
144 Jean-Luc Nancy. Las Musas. Buenos Aires. 148 Werner Jeager. Paideia: los ideales de la cultu-
Amorrortu Editores. 2008. p.11. ra griega. México. Fondo de cultura económica. 2001.
p.603. Asimismo, véase: M. I. Finley. Los griegos de la
145 Lewis Rowell. Introducción a la filosofía de la antigüedad. Barcelona. Editorial Labor. 1966. pp.95-
música. Barcelona. Ed. Gedisa. 2005. p.47. 117.
146 Juan Ferrate. Líricos griegos arcaicos. Barce- 149 Op. Cit. Fubini. “La estética musical…”.p.42.
“Toda poesía estaba inicialmente 167 Jacob Burckhardt. Historia de la cultura griega.
destinada a ser cantada: la evolución de Volumen III. Barcelona. Ed. Montaner. 1965. pp.86-87.
las formas poéticas no podía separarse 168 Richard Wagner. El arte del futuro. Buenos
de sus correspondencias musicales. No Aires. Prometeo Libros. 2011. p.57. En torno a la dis-
olvidemos que los trágicos griegos es- cusión de la eventual unidad o tensión entre las artes, la
cribían personalmente la música de los distinción entre la belleza de los sonidos y el carácter no
coros y de los melodramas”.166 imitativo de la poesía, véase: Edmund Burke. De lo su-
blime y de lo bello. Madrid. Alianza editorial. 2001. pp.
114-213. Asimismo, sobre el lugar que ocupa la música
163 Ibid. p.51. y la poesía en las artes, G.W.F. Hegel. Filosofía del arte
o estética. Madrid. Abada editores. 2006. p.447.
164 Pierre Boulez. Puntos de referencia. Barcelo-
na. Gedisa editorial. 2001. p.158. 169 Edgar Allan Poe. Escritos sobre poesía y poéti-
ca. Madrid. Ed. Hiperión. 2009. pp.19, 193-195. Desde
165 Ibid. p.158.
otra perspectiva, véase, San Agustín. “La música es una
166 Ibid. p.161. cierta arte liberal”. En, De Música. Córdoba. Alción edi-
esos frisos poéticos la unidad trágica de la fusa’, nace Tiempo” “En la cosmogonía
música y la poesía, del canto y el verso. pitagórica, el Tiempo es un ser divino
que conoce desde siempre la configura-
“Sólo en el «canto» y nada más ción del universo. Tiempo tiene dos hi-
que en él se ajusta el «espíritu» a la arti- jos, Eter y Abismo. El abismo es Caos,
culación memorable de lo sagrado. Pero Caosma, un amplísimo espacio sin lími-
el espíritu no alienta en cada «canto».
tes, es el abismo sin límites, sin luz y ca-
Esto sólo sucede en el canto del poema
(…) El canto tiene que brotar del desper- rente de toda definición”.172
tar de la naturaleza «desde el alto éter
hasta el profundo abismo», entonces En la interpretación de la teogonía
alienta en el canto el hálito de la venida presocrática se establece entonces una rela-
de lo sagrado. En este caso, el origen del ción entre el carácter de las Musas y el prin-
canto es distinto de lo habitual”.170 cipio del Caos. Esto se encontraría referido
en Hesíodo, en la Teogonía donde se arti-
De esta manera, música y poesía culan tres relaciones o momentos de estos
parecen indiferenciadas en su despliegue términos: a) el problema de la verdad, que
inaugural Esta unidad no es una mera se advierte en las palabras de las Musas al
mixtura o complementos de materias sig- poeta al pie del monte Helicón: “sabemos
nificantes, sino que ella misma encierra y decir muchas cosas falsas semejantes a ver-
manifiesta una relación mítica y enigmáti- dades, pero sabemos también, cuando que-
ca de su propia unidad. La música y la poe- remos, cantar verdades”; b) la pregunta por
sía entablan una relación esencial con el
abismo, con el Caos. Así se expresa el mito el origen, paradigmáticamente planteada al
órfico, donde el poeta órfico se imagina, comenzar el desarrollo de la teogonía pro-
pues, la materia primordial como informe, piamente dicha: “Decidme estas cosas, oh
oscura, nebulosa y un tanto siniestra, en la Musas que tenéis olímpicas moradas, des-
que todo estaba mezclado y nada indistinto de el principio (arkhé), y decid qué fue lo
podía verse. La Noche que era la primera primero (prôton) de aquéllas. Ciertamente al
diosa nacida en la Teogonía de Derveni y en principio de todo fue Caos….173 Así canta la
la Eudemia es ya en las Rapsodias una ma- Teogonía de Hesíodo.
teria primordial, anterior al nacimiento de
cualquier otro ser, obscura, infinita, eterna, “Comencemos nuestro canto por
en la que nace Tiempo y que lo abarca y lo las Musas Heliconíadas, que habitan la
cubre todo.171
montaña grande y divina del Helicón…
“En este entorno «caótico», en el forman bellos y deliciosos coros en la
que parece que Caos, que en Hesíodo cumbre del Helicón y se cimbrean víva-
significaba ‘Hueco’ o ‘Abertura’ primor- mente sobre sus pies. Partiendo de allí,
dial, ha pasado a significar ‘materia con- envueltas en densa niebla marchan al
abrigo de la noche… Inspiradme esto,
Musas que desde un principio habitáis
tora. 2000. p.29. En torno a la tensión que existiría entre las mansiones olímpicas, y decidme lo
música y poesía, y una cierta ruptura o dislocación onto- que de ello fue primero. «En primer lu-
lógica que operaría Mozart entre la música prerrománti- gar existió el Caos… Del Caos surgieron
ca y música romántica, véase: Slavoj Zizek. La música de Érebo y la negra Noche. De la Noche a
Eros, ópera, mito y sexualidad. Buenos Aires. Prometeo su vez nacieron el Éter y el Día, a los que
Libros. 2011. p.33.
170 Op. Cit. M. Heidegger. Como cuando en día
de fiesta. pp.73-74. 172 Ibid. pp.47-50.
171 A. Bernabé. Textos órficos. Madrid. Ed. Trot- 173 Ramón Cornavaca, Presocráticos. Fragmentos
ta. 2004. p.47. I. Barcelona. Ed. Losada. 2008. pp.14-15.
por eso que el canto muestra cómo ese y madre de las Musas, fuerzas sonoras que
Sonido no surge en un momento dado desbordan lo bello;202 y en tanto que reba-
para luego hacer silencio: el sonido nace san lo bello, advienen fuerzas de espanto y
continuamente. Es lo que nos recuerda horror.203
el poeta. Dirigiendo al Sonido sus pala- De este modo, la «Comunidad Mu-
bras y lenguaje, los vivfica en esta fuente, sical» en tanto experiencia aiestésica de lo
en esta potencia, los hace aparecer in-au- «des-comunal», opera la apertura de irre-
ditos: los recrea”.197 ductibles posibilidades de sentido con y en
esa relación de escucha primordial.204 Esta
Así la «comunidad musical» es, en misma noción de «Comunidad Musical»
primer término una relación de escucha. permitiría no sólo poner en suspenso una
Ésta se da a la escucha de lo que llama. La comprensión representacional y escindida
comunidad se hace responsable. Responsa- de la música y la poesía; no sólo tensionar
ble, es responder. Responder a lo que llama, una comprensión normativa, quiescente y
lo que invoca, lo que suscita, lo que provo- realizativa de la comunidad, sino que posi-
ca. Así, la «comunidad musical» concierne bilitaría, esencialmente, el agenciamiento
a ese escuchar-responder, escuchar-acudir, de un pensamiento musical, ahí donde pen-
escuchar-constituir, escuchar-devenir.198 En sar como ritornelo,205 es también advertir el
ese «cum-munus» aiestético-musical se com- advenimiento de una potencia caótica de lo
portan las fuerzas de lo primordial, yacen poético, como acto-potencia de pensar la po-
ahí las fuerzas múltiples de lo plural, que son sibilidad de una política de lo «des-comunal».
en tanto comunidad, relación de fuerzas.199
Ahí la «comunidad musical» configura otro
régimen de poeticidad, que es otro régimen
de politicidad, ahí donde la escucha, el can-
to, lo poético político, deviene grito «des-co-
munal», exaltación, descontrol, desborde,
comunidad «des-comunal», comunidad en
tragedia.200 En esa experiencia de la «comu-
nidad musical» advienen las relaciones de
fuerzas que conciernen a la memoria201 de la
relación prima, a la Mnemosine, la memoria
197 Massimo Cacciari. El dios que baila. Buenos 202 Op. Cit. L. Rowell. Introducción a la filosofía
Aires. Ed. Paidós. 2000. p.48. de la música. p.47.
198 Martin Heidegger. De Camino al Habla. Bar- 203 En torno a la música como estética del horror,
celona. Ed. Del Serbal. 2002. véase: Pascal Quignard, P. El Odio a la música. Bue-
nos Aires. El Cuenco de Plata. 2012; Asimismo, Simon
199 Op. Cit. J-L. Nancy, Las Musas. p.11. Laks. Melodías de Auschwitz. Madrid. Arena Libros.
2008. Véase también: Alex Ross. “Fuga de la muerte:
200 En torno a la centralidad de la escucha como Música en la Alemania de Hitler”. En, El ruido eterno.
condición comunitaria, como condición filosófica de Escuchar al siglo XX a través de la música. Barcelona.
la comunidad, y su carácter trágico en el desborde del Ed. Seix Barral. 2011. p.383.
canto que deviene grito descomunal, véase. Michel Fou-
cault. El gobierno de sí y de los otros. Buenos Aires. 204 C. Dahlhaus, H. Eggebrecht. ¿Qué es la
Fondo de Cultura Económica. 2009. pp.139-141 y 245. Música? Barcelona. Acantilado. 2012.; T. Blanning, T.
El Triunfo de la Música. Barcelona. Acantilado. 2011.
201 En esa experiencia comunal se imbrican la
Musa, la Memoria y la Poesía, ahí donde la comunidad 205 Gilles Deleuze; Félix Guattari. Mil Mesetas.
se expone al juego agonístico y parrhesiástico de la poé- Capitalismo y Esquizofrenia. Valencia. Ed. Pre-textos,
tica política. César García Álvarez. La literatura clásica 1997. p.319.
griega. Santiago. Editorial Universitaria.2006. p.121.
Resumen
El presente artículo se plantea una aproximación a la idea de espacio público como arti-
culador de una serie de acontecimientos que intervienen en la vida de la ciudad, en este caso
de la capital del Ecuador, Quito. El tema adquiere importancia porque genera integración
social y construye alteridad. Se busca un diálogo interdisciplinar que indague los nexos entre
la dimensión social de lo público, lo urbano, el arte y la contemporaneidad.
Abstract
This article describes an approach to the idea of public space as coordinator of a series of events in-
volved in city life, in this case, the capital of Ecuador, Quito arises. The issue becomes important because
it generates social integration and builds otherness. An interdisciplinary dialogue that investigates the
links between the social dimension of the public, urban, contemporary art and sought.
1 Joseph, I. (1998), El transeúnte urbano. Barce- 2 Ortega, A., comp., (2013), Te cuento Quito, An-
lona, Gedisa, p. 36. tología, Quito, Editorial El Conejo, p. 11.
llegan a intercambiarse, cuando los ojos símbolos del poder y a la risa festiva que ge-
desempeñan una función sociológica fun- neran los teatreros callejeros. Isaac Joseph
damental. El filósofo y sociólogo alemán cuestiona ese andar sin caminar, ese salu-
Georg Simmel afirma que el enlace y la dar cargado de frío y parece preguntarse si
acción recíproca de los individuos que se la modernidad ha trastocado el sentido co-
miran mutuamente desempeñan una fun- mún. Y aunque la comunicación interper-
ción sociológica particular: “…la vivísima sonal ha sido desvalorizada y encumbrada
acción recíproca en que entran los hombres al altar de la sospecha, Joseph es enfático
al mirarse cara a cara, no cristaliza en pro- cuando sostiene que “la gran ciudad no es
ductos objetivos de ningún género; […] Y el escenario de una pérdida irremediable
esta relación es tan fuerte y sutil, que solo del sentido. Es un medio en el que las iden-
se verifica por el camino más corto, por la tidades se dejan leer en la superficie, en el
línea recta que va de ojos a ojos”.8 Simmel que ´lo más profundo es la piel´” (Joseph,
añade que la más mínima desviación y el 1998: 48).
más ligero apartamiento de la mirada des- Ponerse serio ante la mirada de de-
truye por completo la peculiaridad del lazo cenas de ojos es la norma. Uno busca pasar
que crea. Caminar por el Malecón de Gua- desapercibido y llegar pronto a su lugar de
yaquil quizá sea un claro ejemplo. destino, lo que implica enmascararse, ser
El espacio público, sobre todo el otro, saludar, si es el caso de una manera
Centro Histórico de Quito, invita al tu- “educada, atenta y cordial”, y pasar de lar-
rismo a servirse de nuestra historia, pero go. De alguna forma, el individuo se mime-
esconde la pobreza, hace de los niños lus- tiza ante la generalidad de normas y busca,
trabotas unos apestados a los que hay que inconscientemente, ser como el otro, no
sacarlos en pro de la estética capitalina. A pasar esa frontera impuesta desde los hace-
las prostitutas se las arrincona a esquinas dores de la moral y las buenas costumbres.
menos visibles, pero ellas resisten más que Vale pensar en los alcances del concepto
nadie a ser expulsadas. En otros espacios que el sociólogo estadounidense Richard
públicos de la capital, dígase plazas, calles Sennett, también citado por Bauman, lla-
o parques, cada quien se dedica a lo suyo, mó “civilidad”, que se explica como la acti-
con esporádicas interacciones. El sociólo- vidad que protege mutuamente a las perso-
go egipcio Isaac Joseph, observa que hay nas y que no obstante les permite disfrutar
caminantes que se enmascaran con una de su mutua compañía: “Usar una máscara
sonrisa de cortesía pero no son parte activa es la esencia de la civilidad. Las máscaras
del espacio que ocupan, no sociabilizan, no permiten una sociabilidad pura, ajena a las
hacen uso humano de él. Reunirse, debatir, circunstancias del poder, el malestar y los
movilizarse no están dentro de las priori- sentimientos privados de todos los que las
dades: el espacio público está irremediable- llevan. El propósito de la civilidad es prote-
mente truncado. No es un espacio pasio- ger a los demás de la carga de uno mismo”
nal, es un espacio de sonámbulos (Joseph, (Bauman, 2002: 103).
1998: 15). Pero así también, más allá de los Esa civilidad permea a los diversos
efectos negativos de la modernidad y de las individuos, que por una u otra razón se ven
críticas que se le puedan hacer, existen pe- en la necesidad de ocupar un espacio pú-
queños encuentros destinados a la charla, blico. La escena colectiva que se asemeja
al beso furtivo, a los plantones frente a los a una farsa bien podría llamarse la “teatra-
lización de un colectivo en soledad”. De-
cenas o cientos de máscaras jugando a ser
8 Simmel, G. (1977), “El espacio y la sociedad”,
en Sociología. Estudios sobre las formas de socializa-
seres de buenos hábitos, actores que cum-
ción, V. II, Biblioteca de la Revista de Occidente, Ma- plen su papel de extras sin ningún contra-
drid, p. 677. tiempo, recitando los textos de memoria y
gesticulando de acuerdo a la necesidad. Sin creer que eres importante: los shoppings,
embargo, es importante matizar este fenó- lugares de fundamentalismo consumista
meno, pues de lo contrario se puede caer que se han convertido en los nuevos tem-
fácilmente en una mirada caótica, que no plos de comunión.
abona en entender la complejidad del mis-
mo. Es importante entender a la ciudad, no
sólo como un entramado de leyes e imposi- El shopping que nos habita
ciones disciplinarias, sino como un espacio
de resistencia que también busca liberarse El shopping es la prolongación del infierno;
de la mirada vertical de cierta arquitectura empieza con una sonrisa en la tarjeta plástica
normativa y de ciertas formas de compor- y culmina con una lágrima en el bolsillo.
tamiento impuestas. Hugo Palacios
Sin embargo, Bauman piensa que
la civilidad debe ser una característica del La gente se comió el cuento de que son el
entorno social. Añade que el entorno debe lugar seguro y libre por excelencia, el nue-
ser civil para que sus habitantes puedan vo templo de la modernidad, donde es po-
aprender las difíciles destrezas de la civi- sible encontrarse con ríos de gente a la que
lidad. El investigador Fernando Carrión nuca se le dirá ni un buenos días, multitu-
apunta que hoy la ciudad se organiza desde des invisibles, masas llenas con ganas de
lo privado, “y que espacios comunitarios consumir y llenas también de soledad. La
como la plaza, terminan siendo un desper- periodista y escritora argentina Beatriz Sar-
dicio para la lógica de la ganancia, y a la lo plantea, en Escenas de la vida posmoderna,
vez un mal necesario para cumplir con las que el shopping es un artefacto perfecta-
normas del urbanismo”9. Espacio público: mente adecuado a la hipótesis del noma-
punto de partida para la alteridad. Ubicar- dismo contemporáneo:
se en un espacio es ser parte de él, aceptar
los desafíos que el entorno le ofrece. Actuar Cualquiera que haya usado alguna vez
es un primer paso hacia la comunicación un shopping puede usar otro, en una
tan esperada. Pero la escena queda huérfa- ciudad diferente y extraña de la que ni
na sino se produce un segundo paso, que siquiera conozca la lengua o las costum-
cada día es más esquivo: interactuar. La bres. Las masas temporariamente nóma-
experiencia dice que los distintos “ocupan- das que se mueven según los flujos del
tes” del espacio son un río de extraños con turismo, encuentran en el shopping la
infinitas ganas de zambullirse al fondo del dulzura del hogar donde se borran los
mar, pero que la disciplina impuesta y el contratiempos de la diferencia y del mal-
recato que norman ciertos espacios, obli- entendido.10
ga a una ligera remojada con toalla puesta
para secarse pronto la osadía. La interac- Estos nuevos templos de la mo-
ción comprende un mojarse completo, un dernidad son un simulacro enajenante de
entregarse al placer del “tú preguntas y yo los espacios públicos per sé. Sin embargo,
respondo con la mano abierta”. Lamen- por la forma en que han sido diseñados
tablemente, ese ejercicio comunicativo ha llevan almas por millones a participar del
sido reemplazado por un simulacro de en- rito moderno de consumir. ¿Lugar de en-
cuentro colectivo. Un lugar en donde nadie cuentro? Posiblemente. Pero un encuentro
te mira, nadie te escucha, pero que te hace cargado de sonambulismo, gente que debe
9 Carrión, F. (s/a) “Espacio público: punto de parti- 10 Sarlo, B. (1994), Escenas de la vida posmoder-
da para la alteridad”. Disponible en: http://www.flacso. na. Intelectuales, arte y videocultura en la Argentina,
org.ec/docs/artfcalteridad.pdf, 15 de marzo del 2017. Buenos Aires, Ariel, p. 73.
cado, lo que ha beneficiado a los grandes Para estudiar una ciudad como
centros comerciales en detrimento de la Quito y sus manifestaciones culturales es
colectividad y sus prácticas. Sin embargo, necesario repasar parte de la historia ur-
existen voces y acciones que hacen de es- bana. Tener una noción de cómo ha ido
tos lugares territorios en disputa. Y como creciendo la misma y la forma en que sus
sostiene el pensador catalán Jordi Borja, el habitantes se han ido apropiando de sus
espacio público es el lugar del intercambio diversos espacios o cómo han sido despla-
por excelencia y también donde más se ma- zados gracias al “progreso” que no se lleva
nifiesta la crisis de la ciudad. Pero también tan bien con lo que huele a pobreza. No se
donde aparecen las respuestas positivas.13 pretende hacer un recorrido desde su géne-
sis, más bien, situar a Quito, ese monstruo
lleno de montañas y quebradas, en el con-
Quito, un entramado de significados. texto del espacio urbano, de las situaciones,
En Quito nací experiencias, formas de vida y de las prác-
Y quiero volver a ese vientre, ticas que sus habitantes han logrado desa-
Acariciar sus calles como un cuerpo, rrollar. Esta ciudad enclavada en medio de
Besar poro a poro, sorber sus sales las montañas ha sufrido una serie de modi-
Como sexo abierto. ficaciones físicas que han logrado, de algu-
Ulises Estrella na manera, modificar el comportamiento
y la psicología de quienes habitan en ella.
Lo urbano es hoy en día la sínte- Edificios, autopistas, centros comerciales,
sis entre el cielo y el infierno. Es presente y congestiones, etc., han hecho de Quito un
pasado con ansias de ser cada vez más fu- lugar al que se quiere, se teme y se odia. A
turo. Lo urbano nos acerca a conservar y a decir de la crítica y académica ecuatoriana
desechar; es el invitado de honor de la mo- Alicia Ortega, la partición de la ciudad en-
dernidad y quien decide qué tradiciones se tre el norte y el sur ha sido recreada en el
quedan y cuáles se van. Es caos, es orden imaginario literario quiteño bajo la imagen
y progreso, es memoria, fragilidad. Es his- de una herida, de un desmembramiento
toria de peleas y conciliaciones, es el rostro que ha colocado a la ciudad de espaldas a
maquillado de la civilización que obliga a ella misma; de espaldas a su propia historia
aceptar héroes prestados o propios, nom- (Ortega, 2012: 22).
bres de calles de conquistadores europeos La ciudad es -teatralmente hablan-
y estatuas de ¿quién también será? Cuando el do- un escenario en donde convergen dis-
común de los mortales escucha la palabra tintos actores que deben representar un pa-
urbano una campanita del buen comporta- pel, sea el de un buen ciudadano, el de un
obrero a tiempo completo, el de oficinista
miento lo azuza y lo condiciona. Urbani- con peinado en la derecha, el de un intelec-
dad y buenas costumbres van de la mano tual que se sabe la letra del mismo autor en
en cualquier hogar “decente” que se respete. todos los idiomas, el de una estudiante con
Sin embargo, lo urbano tiene sus escondi- pasaje sólo de ida y el de miles de extras
jos, sus esquinas clandestinas y sus “malas que deambulan por ese escenario lleno de
costumbres”, que -paradójicamente-, brotan luces, de objetos y de efectos de sonido por
con su origen. Todo este rollo con el afán de doquier. Pero también confluyen esos seres
inmiscuirnos en la carne y hueso de Quito, que hacen posible un Quito diferente, in-
clusivo y recíproco, que están ubicados en
la capital de los ecuatorianos.
cualquier esquina y en cualquier hora. Ese
escenario quiteño es explorado constante-
13 Borja, J., y Muxi, Z. (2000), El espacio públi- mente, buscando afirmarse en el presente y
co, ciudad y ciudadanía, Barcelona, Siglo XXI Edito-
res, p. 17.
de alguna manera escudriñando el pasado,
haciendo memoria de imágenes, de soni- rurales y urbanos tienen sus propias carac-
dos, de palabras, de rostros ausentes. Exis- terísticas. En el primero hay un predominio
ten jóvenes que encuentran en cada rostro de la naturaleza y en el segundo una supre-
algo nuevo que descifrar, pero, a decir de macía de áreas modificadas por la mano
Ítalo Calvino, en su obra Las ciudades invi- del humano, en donde, la naturaleza pasa a
sibles: “uno llega a un momento de la vida un segundo y tercer plano. Los actores que
en que la gente que ha conocido son más intervienen en los espacios urbanos, que
los muertos que los vivos […], en todas las es el tema que nos interesa, son diversos,
caras nuevas que encuentra, imprime los puesto que desempeñan una multiplicidad
viejos calcos, para cada una encuentra la de roles. Por lo tanto, el habitante de la ciu-
máscara que más se adapta”.14 dad no solo que se adapta a la arquitectura
Entonces Quito no es solamente impuesta sino que también re-construye ca-
un escenario urbano, sino básicamente un minos sociales, en el hecho de sentirse o no
escenario de comunicación, donde los pen- parte de un lugar. El historiador y antropó-
sares, los sentires, las representaciones y las logo ecuatoriano Eduardo Kingman anota
simbologías se entrecruzan para generar que el ser humano modifica su entorno no
una producción de sentido. En esta ciudad sólo construyendo más vías, edificios, ur-
también tienen cabida procesos de socia- banizaciones, etc., sino siendo parte activa
lización, de exclusión, de discriminación. de los espacios que habita y transita: “Por-
Michel de Certeau, en La Invención de lo Co- que las transformaciones que sufre una ciu-
tidiano, sostiene que la ciudad es un entra- dad no se limitan a su morfología, sino que
mado de significados, en la que convergen implican el sentido mismo del habitar […]
dos tipos de miradas: un discurso utópico y además, de la adopción de nuevos códigos
un discurso urbanístico. Existe, afirma De funcionales”.16
Certeau, una doble relación entre las prác- Las transformaciones de la ciu-
ticas espaciales y las prácticas significantes: dad llegaron con el importante proceso
éstas a su vez definen lo creíble, lo memora- migratorio, de donde se desprendieron
ble y lo primitivo. Estos dispositivos simbóli- nuevas condiciones económicas, políticas
cos organizan el discurso de la ciudad. (De y sociales que afectaron notablemente el
Certeau, 1996: 7). crecimiento de Quito: “De allí que el siglo
Es importante, entonces, acercar- XX será determinante en la configuración
nos a la relación actores-espacio, “en térmi- espacial de la ciudad”.17 La comunicadora
nos de la percepción subjetiva que los acto- social quiteña Ilonka Tillería afirma que a
res tienen del espacio y cómo interactúan mediados del siglo XX, durante la Alcal-
con él”.15 Sería importante señalar que el día de Andrade Marín, se elabora el primer
espacio geográfico es un espacio social, a plano regulador urbanístico de la ciudad,
la vez que es parte de la superficie terrestre centrado en trabajo, vivienda y recreación.
ocupada por el ser humano, la cual ha sido Por sus condiciones geográficas, la ciudad
modificada, organizada y ordenada terri- capital se dividió en tres zonas bien delimi-
torialmente. En ese sentido, los espacios tadas. La zona sur, sitio de concentración
14 Calvino, I. (2015), Las ciudades invisibles. 16 Kingman, E. (1992), “Quito, vida social y mo-
Disponible en: http://enfrascopequeno.blogspot. dificaciones Urbanas”, en Quito a través de la historia.
com/2015/11/las-ciudades-y-los-muertos-2-adelma. Enfoques y Estudios Históricos, Quito, Editorial Fraga,
html., 20 enero 2016. p. 141.
15 Bustos, G. (1992), “Quito en la transición: Ac- 17 Tillería, I. (2013), Usos políticos y culturales
tores colectivos e identidades culturales urbanas (1920- del espacio público en Quito 1997-2007, Quito, Uni-
1950)”, en Quito a través de la historia. Enfoques y versidad Andina Simón Bolívar/ Corporación Editora
Estudios Históricos, Quito, Editorial Fraga, p. 165. Nacional, p. 22.
sino que parece más bien una fatalidad o trámites burocráticos, de asaltos, de con-
un destino incuestionable al que debemos gestiones eternas entienden.
someternos”.19 La ciudad creció. Hoy los quiteños
El Centro Histórico se ha converti- suman 2´239.191, según datos del INEC
do en el lugar privilegiado de la tensión que del 2010. Los moradores de los diversos ba-
se vive en la ciudad, respecto a las relacio- rrios se miran pero ni se saludan, prefieren
nes estado-sociedad y público-privado. Así el anonimato a estar de vecinito por aquí
lo entiende el arquitecto quiteño Fernando y vecinita por allá. El sur es considerado
Carrión. Argumenta que se trata del lugar el hermano pobre, el norte mira la ciudad
que más cambia –es el más sensible y, por desde el piso 28 de su confort, aunque des-
tanto, flexible para adoptar mutaciones: de la década de los ochenta del siglo pasado
“porque en el ámbito urbano es el espacio se construyeron barrios enteros de vivienda
público por excelencia, ya que permite la popular en Pisulí, la Roldós y el Comité del
simbiosis (encuentro), lo simbólico (iden- Pueblo, lo que hace que se rompa parcial-
tidades múltiples y simultáneas) y la polis mente la vieja dicotomía de norte rico, sur
(espacio de disputa y disputado)”.20 Este pobre. El Centro es una fusión de símbolos,
espacio simbólico es un lugar de contradic- de campanarios y de exclusión, y en donde
ciones, en donde conviven iglesias, plazas, la protesta social se hace presente, pues el
instituciones públicas, turistas y una serie Palacio de Gobierno y la Alcaldía munici-
de excluidos del Quito de postal. pal se encuentran situados en plena Plaza
Quito es la ciudad de las angustias de la Independencia. Sin embargo, en ese
y los pesares, de los festejos por cualquier mismo centro se incorpora o hay cabida
pretexto y de los velorios cotidianos en para población indígena, básicamente en el
la América y la que cruza. Cada vez los barrio de San Roque, un lugar con mucha
parques en los barrios son de menor utili- historia pero que ha sido estigmatizado por
dad pero en las esquinas siempre emergen diversos medios de comunicación, al con-
dueños por horas: jóvenes que hacen de la siderárselo como peligroso. Habría que
“esnaqui” su lugar de encuentro. Hablar de añadir los valles, lugares en donde el Quito
Quito es pensar en sectores. En el imagi- más pudiente busca refugio y comodidad,
nario urbano está muy claro lo que signi- sin dejar de mencionar que en esos mis-
fica ser del norte, del centro, del sur y de mos valles existe una importante población
los valles. El crecimiento poblacional ha de bajos recursos. Al Quito de hoy le gusta
hecho que miles de personas ocupen zonas divertirse, aplaude las luces por doquier y
impensables que años atrás eran solamen- el ruido más variado; es un Quito –parafra-
te parte del paisaje. Sin embargo, la gente seando a Monsiváis- comelón y bebedón, a ve-
se adapta, aunque sea a regañadientes. A ces hipócrita, a veces altivo, a veces soñador.
Quito se la acusa de centralista, ese es su Esta ciudad a la que le dicen mitad
karma pero también su deleite. Ser de la del mundo, carita de Dios, edén de maravi-
capital tiene sus múltiples ventajas y una llas y otras hierbas publicitarias, vive y revi-
serie de infiernos que solo los que saben de ve en su pasado colonial. Las clases medias
no saben si son media alta, media baja, o
media media. La facilidad de endeudarse
19 Echeverría, B. (2001), Las ilusiones de la mo-
dernidad, Quito, Editorial TRAMASOCIAL, p. 142. en un auto nuevo los convierte en clase
media llanta. Pero parecen felices de haber
20 Carrión, F. “Los Centros Históricos en la era di-
gital en América Latina”, en Rossana Reguillo y Mar-
ascendido en tercera marcha. Los pobres
cial Godoy Anativa, editores, Ciudades translocales, que viven sobre todo en barrios margina-
México, ITESO, p.96. les, más allá de que el alcantarillado y el
agua potable estén presentes, se sienten
quiteños a medias, quizá porque el shop- Estados Unidos. Así lo afirma Silvia Ál-
ping les queda lejos. De todas maneras los varez-Curbelo.21 Aunque los shoppings es-
quiteños aspiran a lo moderno, porque es tán programados para dibujar una sonrisa
lo mismo que lo bueno, apunta Echeve- de felicidad en cada negocio, éstos nunca
rría: “lo malo que aún pueda prevalecer serán los lugares propicios para establecer
se explica porque lo moderno aún no llega lazos duraderos ni sentires comunitarios.
del todo o porque ha llegado incompleto” Son simplemente ilusiones de cemento
(Echeverría, 2001: 142). al contado y vitrinas delirantes a crédito.
Los cuerpos se cruzan y entrecru- Hace algunos años la lógica de sur-norte
zan por las calles, tratando de ocupar un mostró ciertos cambios. Las autoridades,
espacio, ese que la publicidad canta que conscientes de la gran población electoral
les pertenece pero al que sienten ajeno por en el sur, decidieron que ahí también mere-
tanta violencia y cientos de carteles pro- cen atención, buenos servicios, centros co-
hibitivos. Pero ahí están, burócratas, ro- merciales, una réplica de visera como la de
queros, jubilados, oficinistas, vendedores, los Shyris y un concurso de años viejos, etc.
estudiantes, amas de casa, profesionales y Sin embargo, existen pocos espacios para
demás buscando espacios propicios para el deleite y las prácticas artístico-culturales,
la socialización, el disfrute, el romance, el a diferencia de lo que ocurre en el sector
juego. Pocos son los lugares públicos que norte.
pueden ser aprovechados para estos fi- Movilizarse en Quito no es tarea
nes. La atención se la ganó ese templo del fácil. Las horas pico son el apocalipsis en
consumo que todo lo tiene. Las miles de que cualquier cristiano se vuelve de azufre.
miradas en las vitrinas de jóvenes y ado- En auto propio se avanza como pidiendo
lescentes que sueñan con ropa de marca, perdón al asfalto y en el transporte urbano,
tecnología de última, auto a crédito para sobre todo en el regentado por el Munici-
pagarlo solo en diez años y una serie de ar- pio, la aventura de viajar de un punto a otro
tículos que esperan ser comprados, generan se convierte en pesadilla sobre ruedas. El
ansiedad, angustia, rabia e impotencia. El parque automotor sigue creciendo sin lími-
Quicentro Shopping, por citar un caso, ubi- tes y las calles son cada vez más estrechas.
cado en el norte de la ciudad, es un lugar de Siempre pierden los peatones y de alguna
encuentro para una gran cantidad de ado- manera los ciclistas, que intentan hacer de
lescentes; el parque es para “loosers” o para su vehículo de dos ruedas una alternativa,
un ratito de ternura pero en ese espacio no solo que ponerlo en práctica en Quito es
hay vitrinas, ni luces, ni patio de comidas, como para santiguarse antes del desayuno.
ni gradas eléctricas, ni wi-fi; en definitiva, En lo que va del año 2012 al 2015 ya se
los parques no están en nada, les falta mo- han suscitado algunos muertos y heridos,
dernizarse. En el sur de Quito, los parques producto del poco respeto a los ciclistas.
siguen siendo un lugar de encuentro para Es complicado competir con los choferes y
jóvenes y adolescentes, aunque la tenden- sus vehículos; mezclarse en el asfalto con
cia a refugiarse en los grandes centros co- quienes llevan muchos caballos de venta-
merciales está en ascenso. ja y que son amparados por las leyes del
Habría que señalar que el centro mercado, no es un buen negocio. La capital
comercial como propuesta arquitectónica no es una ciudad para ciclistas, el riesgo es
y social, representa el triunfo de un modelo enorme mientras se siguen construyendo
de sociedad de consumo que se consolida
en la segunda posguerra, pero cuya topo- 21 Alvarez-Curbelo, S. “Las nuevas murallas: la
logía ya había aparecido de manera espo- walmartización de San Juan de puerto Rico”, en Rossa-
rádica desde principios del siglo pasado en na Reguillo y Marcial Godoy Anativa, editores, Ciuda-
des translocales, p. 67-68.
22 Según información del diario El Universo del parque automotor, en el primer año, comenzó a crecer
13 de mayo del 2010, y en base al dato de autos ma- un 11%, mientras que la tasa de población de Quito no
triculados, se desprende que Quito vendió 36.148 uni- llega al 2%. Las medidas que la Municipalidad ha im-
dades en el 2009, lo que equivaldría a más del 40% de plementado como la repavimentación de varias zonas y
las ventas nacionales, de acuerdo a datos que tabula la de pasos a desnivel son medidas que están dirigidas al
empresa MarketWatch. La medida de “pico y placa” parque automotor privado”, anotó.
elevó las ventas. Y en una entrevista realizada por dia-
rio El Telégrafo, el 8 de agosto del 2013 al catedrático 23 Monsiváis, C. “La ciudad: la difamación de la
Fernando Carrión, éste sostuvo que con la medida “pico pesadilla”, en Rossana Reguillo y Marcial Godoy Ana-
y placa” el parque automotor creció en la ciudad: “El tiva, editores, Ciudades translocales, México, p. 320.
hace que el pasajero sienta que lo somete el da triunfa sobre la técnica mágica. Y ya sin
destino y que los insectos deben tener me- divinidad solo resta dar paso a la incerti-
jor suerte en horas pico. dumbre que se reviste de Gran Ciudad.
Como cualquier otra ciudad lati-
noamericana, háblese de Río de Janeiro, La constitución del mundo de la vida como
de Bogotá, de Lima, de México DF, la ca- sustitución del Caos por el Orden y de la Bar-
pital de los ecuatorianos ha sido diseñada barie por la Civilización se encauza a través
y construida en función de “procesos de de ciertos requerimientos especiales. Éstos
urbanización capitalista”.24 En ese sentido, son los del proceso de construcción de una
el capital es quien puso y sigue marcando entidad muy peculiar: la Gran Ciudad como
con cemento la urbanística de las ciudades. recinto exclusivo de lo humano. Se trata de
Las élites quiteñas no se han caracterizado una absolutización del citadinismo propio del
por ser precisamente cuna de virtuosos; al proceso civilizatorio (Echeverría, 2001: 161).
contrario, han preferido convertir a Quito
en una copia de cualquier otra ciudad antes Esta absolutización de la que habla
que darle una identidad propia. La canti- Echeverría plantea un escenario en el que
dad de edificios que inundan el norte de la se deslegitima el mundo de lo rural como
ciudad son solo eso, edificios muy pareci- algo pasado, atrasado y anacrónico. Quito
dos unos a otros, que pasan desapercibi- atrae por todo lo que una ciudad llamada
dos por la gran mayoría de ciudadanos. La moderna provee. Mirar los ojos al campo
urbanística de la ciudad fue impuesta por donde no existen edificios, shoppings, ve-
los grandes capitales que decidieron cómo hículos, discotecas, moda en dos carriles,
deben vivir los ciudadanos. El lucro se im- cajeros automáticos y el estrés citadino no
puso y lo sigue haciendo más allá de pocos seduce. La gran ciudad es el Edén de los
planes para que la gente se encuentre. adanes provincianos y de las evas campesi-
Las actividades creativas y placen- nas. Para ser civilizado hay que anclarse
teras están presentes en pocos sitios, llá- en un espacio donde uno pueda progresar.
mese Parque La Carolina, Lineal, Metro- Aunque no necesariamente estar en un lu-
politano, Bicentenario; amplios lugares de gar significa ser parte del mismo.
esparcimiento que si bien son un espacio El concepto de marca territorial,25
propicio para el encuentro, no logran so- esbozado por la socióloga argentina Eliza-
lucionar la falta de espacios verdes en los beth Jelin, quizá es el que mejor se adapta
diversos barrios que solo se conforman con a los grupos humanos que se desplazan por
un parque mal diseñado, con muy poca o la capital y que hacen de una esquina, de
ninguna gracia estética. Para los arquitec- un pedazo de césped, de un cuarto de ho-
tos del statu quo lo importante es que la tel, de una cancha de fútbol, de una cova-
ciudad de cemento sea la bonita, la “mo- cha de comidas, su lugar de enunciación y
derna”, la civilizada. Es ahí donde toma su encuentro con la memoria. Quito es una
vida propia la ciudad con C mayúscula, la ciudad llena de conflictos y cualquier estu-
que tomó prestado del resto para validar su dio sobre él acrecienta las interrogantes y
existencia. Una ciudad en donde, a decir de
Bolívar Echeverría, la técnica racionaliza-
25 Jelin sostiene que existen memorias en plural,
ya que están asociadas a objetos, materialidades o luga-
24 Harvey, D. (2014), “El derecho a la ciudad y la res diversos, y a estas se las entiende como marcas terri-
revolución urbana anticapitalista”. Disponible en: http:// toriales de la memoria. Las marcas pueden ser entendi-
derechoalaciudadflacso.wordpress.com/2014/01/28/ das como una huella territorial que permite un estímulo
el-derecho-a-la-ciudad-y-la-revolucion-urbana-anti-ca- para que otros recuerden. Esas huellas están signadas
pitalista-entrevista-con-david-harvey-en-quito/, 29 di- al mismo tiempo por el silencio, porque cuando se saca
ciembre 2015. algo a luz, hay otras cosas que se oscurecen.
los temas se problematizan, lo que es bue- de asfalto construye relatos que se llenan
no para la salud de quienes lo investigan a de experiencias, imágenes y memoria, que
fondo, mientras se toman una cerveza en se van transformando con el tiempo. Esas
alguna fonda. calles quiteñas que se abren como letras al
Hablar y escribir sobre Quito es caminante nocturno o al madrugador coti-
sentarse en cualquier esquina y mirar la diano, que delinea un territorio de circula-
gente pasar. Es contar una y mil historias ción y llena espacios cotidianos. El filósofo
de sus calles, de sus plazas, de su transporte y sociólogo alemán George Simmel apunta
y edificios, pero sobre todo es narrar a una que cuando un número de personas viven
ciudad que acoge y expulsa, que camina aisladas dentro de determinados límites es-
en soles inesperados y en lluvias torren- paciales, cada una de ellas llena, con su sus-
ciales. Quito, esa urbe de los mil rostros, tancia y actividad, tan sólo el lugar que ocu-
compleja, diversa, heterogénea, a la que se pa inmediatamente: “y lo que queda entre
mira de acuerdo a la percepción que se va este lugar y el ocupado por el prójimo, es es-
construyendo con el pasar de los años. No pacio vacío, prácticamente nada. Pero en el
es lo mismo recorrer la ciudad en el día o momento en que estas dos personas entran
en la noche, habitarla desde la pobreza o la en acción recíproca, el espacio que existe
riqueza, vivirla desde la exclusión o el reco- entre ellas aparece lleno y animado”26. La
nocimiento, caminarla desde la cotidiani- calle es ese lugar de encuentro y desencuen-
dad familiar o la extrañeza del turista, como tro, que agudiza los sentidos en determina-
mujer u hombre, como anciano o niño; na- das ocasiones y los adormece en otras. Una
cer en ella o llegar como migrante, habitarla ciudad moderna está cruzada por sus vías
en el norte o en el sur. “Cada experiencia como si fuesen arterias de un sistema abier-
define un modo de mirarla, de convertirla to a los ojos de los transeúntes.
en memoria, de narrarla, de amarla o de re- Las calles juegan a ser laberintos
sentirla” (Ortega, 2012: 10). Y añadiríamos, de un enorme mapa que promete aventura
una ciudad que en sus calles te abraza hasta las veinte y cuatro horas del día. El peatón
romperte los huesos, y otras veces, como si de las grandes urbes construye imaginarios
nada, te roba la billetera. que se vuelven un referente de seguridad
y peligro a la hora de tomar la decisión de
apropiarse, aunque sea, efímeramente, de
El arte que interpela a la ciudad normada un espacio determinado, espacio que hue-
le a cemento y a brea. Individuos, grupos,
multitudes, invaden las calles en busca de
“el artista ´moderno´ debería levantar su hogar una mirada, de una palabra, de un abrazo,
en el corazón de la multitud, de un gesto que le ratifique su existencia.
a mitad de camino entre lo fugitivo y lo infinito Baudelaire, citado por W. Benjamin, cues-
(…) tionaba ese andar de los cientos de gentes
el artista debe entrar en la multitud que, como autómatas van y vienen sin cesar:
como si fuera un depósito enorme de energía
eléctrica”. …Ya el hervidero de las calles tiene algo de
Charles Baudelaire desagradable, algo contra lo cual la natura-
leza humana se rebela. Estos centenares de
La calle, ese refugio sagrado y mal- millares de personas, de todas las clases y de
dito que está al cruzar la puerta de cada todos los tipos que se entrecruzan ¿no son
casa, plantea algunas interrogantes que
han sido debatidas por muchos conoce- 26 Simmel, G. (1997), Sociología 2, Estudios sobre
dores del tema urbano. Ese largo trayecto las formas de socialización, Biblioteca de la Revista de
Occidente, Madrid, p. 645.
caso todos hombres con las mismas cuali- La calle es la mejor amiga de la
dades y capacidades y con el mismo interés realidad. En ella se condensan historias
de ser felices?... Y sin embargo se adelantan individuales y colectivas que a veces ni la
unos a otros apuradamente, como si no tu- Academia puede descifrar. Y es que la ca-
vieran nada en común, nada que hacer entre
lle no es un lugar que suele ser recomen-
ellos; sin embargo, la única convención que
los une, tácita, es la de que cada cual man-
dado para la experimentación o el cono-
tenga la derecha al marchar por la calle, a cimiento: “Sólo en la calle pasas, ni que
fin de que las dos corrientes de multitud, que ahí aprendieras algo bueno, solo vicios se
marchan en direcciones opuestas, no se cho- aprenden”. Esto lo hemos escuchado de
quen entre sí; sin embargo, a ninguno se le cientos de profesores, madres y padres de
ocurre dignarse dirigir a os otros aunque sólo familia que perciben que la calle solo atrae
sea una mirada. La indiferencia brutal, el en- inseguridad, malos hábitos y peligro. Los
cierro indiferente de cada cual en sus propios medios de comunicación aportan con su
intereses privados, resulta tanto más repug- dosis de miedo diario para que el común
nante y ofensivo cuanto mayor es el número vea a la calle como el enemigo al que hay
de individuos que se aglomeran en un breve
que saludar pero no intimar. Por otro lado,
espacio.27
los adolescentes y jóvenes que hacen de la
calle su espacio de encuentro y disfrute ale-
Sin embargo, en las ciudades de hoy, las gan lo contrario. Que solo en la calle uno
multitudes pueden resultar una grata atrac- aprende a defenderse de lo duro que es la
ción para quienes hacen de la calle su lugar vida: “Solo la calle te hace libre, todo lo que
de encuentro. Un encuentro que puede ser aprendí se lo debo a la calle”. De alguna
parcial, fragmentado, complejo, en donde manera, los usuarios del asfalto se convier-
no solo intervienen las personas que se cru- ten en creadores de historias no previstas y
zan, sino su entorno: imágenes, elementos no previsibles, se adueñan de determinados
móviles, sonoridades diversas, que logran lugares y le imprimen su particular sentido.
poner a los sentidos en alerta. Elizabeth Jelin argumenta que es
Caminar por las calles de Quito es necesario reconocer la diferencia entre el
un ejercicio conflictivo. Aunque la mayo- “lugar físico” y el “lugar de enunciación”;
ría de personas ya están acostumbradas a “o sea la ubicación social del sujeto que
la congestión vehicular, a la contaminación otorga sentido e incorpora en su memoria
ambiental, a ver miles de letreros que entor- a ese espacio, o mejor dicho ese lugar –los
pecen la visibilidad, al ruido que generan las emprendedores que promueven la marca y
máquinas con llantas y a la violencia genera- quienes, después, le otorgan su propio sen-
lizada en el entorno, el hecho es que siempre tido.” Un espacio concreto: el parque El
hay un momento para el análisis. Solo basta Ejido. Unos actores sociales: los teatreros
pararse unos quince minutos en alguna es- o cuenteros callejeros que actúan todos los
quina transitada de la urbe para ser testigos días para un público que va de paso o para
de una escenificación urbana que puede ge- los habituales de ese sitio. La mayoría de
nerar decenas de análisis. La ciudad como ellos llegaron de provincia y se instalaron
un teatro puede parecer una exageración a en Quito buscando mejores días para su
la vista de un transeúnte común, pero para subsistencia. Hicieron de ese espacio su
un ojo más amplio, la tragicomedia está a lugar de enunciación, le otorgaron sentido
la vista, “porque las ciudades se configuran e inyectaron una memoria que se alimenta
también con las imágenes”.28
dios: imaginarios del espectáculo y la participación”, en
27 Benjamin, W. (1999), Sobre algunos temas en
Cultura y Comunicación en la ciudad de México, Méxi-
Baudelaire, Buenos Aires, Leviatán, p. 28.
co, Ed. Grijalbo, p. 19.
28 García Canclini, N. (1998), “La ciudad y los me-
de las risas cotidianas de los transeúntes. sostiene que esa identidad puede mostrar-
Ellos incorporaron nuevos rituales signifi- se también como una realidad evanescen-
cativos a ese lugar que ya tenía una histo- te, como una entidad histórica que, “…
ria, una memoria, en palabras de Jelin, una al mismo tiempo que determina los com-
marca territorial. portamientos de los sujetos que la usan o
Hay que señalar, sin embargo, que ´hablan´, está siendo hecha, transformada,
las calles de hoy distan mucho de las de modificada por ellos” (Echeverría, 1998:
ayer, no solo por el nuevo rostro que la ar- 31). Para los guardianes de las buenas cos-
quitectura le ha transmitido sino también tumbres es más bien un “no lugar”, un si-
por el bisturí a la que muchos barrios de tio del que hay que escapar lo más rápido
clase alta se han adherido. La inseguridad posible. Y para los sacerdotes del mercado,
ha sido el pretexto para que muchas casas la calle es un lugar inseguro, donde a uno
y barrios se amurallen y hagan alarde de le pueden robar hasta el apellido; un sitio
cámaras de vigilancia, guardias y cercas con negocios de mala muerte, donde pulu-
electrificadas. La obsesión por la seguri- lan los perros haciendo sus gracias, donde
dad ha generado un discurso de lugares el sol quema de frente y la lluvia moja de
buenos y malos. Obviamente la calle es un costado; además la calle tiene el mal gusto
“sitio malo” para “gente mala”, por ello de carecer de aire acondicionado y, lo que
la necesidad de establecer barreras físicas es peor, las gradas no suben y bajan solitas.
y simbólicas. Sitios residenciales fuera de Pero para no bautizar el discurso
la ciudad, con todas las seguridades posi- de pesimismo, es importante señalar que
bles para que las familias no sean invadidas la calle es también un ejercicio de comu-
por la peste de la delincuencia. Los lugares nicación, en donde diversos actores se con-
buenos se parecen al cielo lleno de angeli- vierten en productores y receptores de una
tos donde nadie se atreve a pecar; la liturgia serie de mensajes y de sentidos, que mu-
de las élites no se imagina un cielo con ca- chas de las veces pasan desapercibidos por
lles y con pobreza campante, sino con sho- ellos mismos. Sin embargo, la calle como
ppings, donde cada alma tenga un angelito ejercicio de lo público, abierto para la cir-
guardián, y si es armado, mejor; es decir, culación y la movilidad, espacio cotidiano
enuncian desde el lugar que ellos conside- en definitiva, más que oponerse al espacio
ran tiene sentido para su vida cotidiana. privado, en los hechos, de alguna manera,
El término “callejero” se usa como se interpenetran, se vuelven menos rígidos,
halago y como ofensa. No es lo mismo es- se convierten en una frontera. La calle está
cribir como se habla en la calle, que como afuera, pero a la casa ella entra con sus
se lo hace en la Academia. Estar lamien- historias y dramatismos. Y ahora basta en-
do asfalto, midiendo las calles, sostenien- cender la televisión o conectarse al internet
do las esquinas, jugando a ser topógrafo y para llevar la calle al sillón o a la cama.
acabando las suelas del calzado, no suele La calle no sólo está llena de imáge-
ser precisamente un halago. Difícilmen- nes sino de una serie de sonoridades de las
te la calle puede ser considerada un lugar que se nutre, para bien o mal, el transeúnte.
de aprendizaje, de convivencia, de conoci- Al habitar la ciudad se genera una serie de
miento. Sin embargo, a muchos jóvenes, la relaciones y sentidos, y “es desde nuestros
calle y muchas de sus esquinas les genera cuerpos étnicos, sexuales y corpo-políti-
un sentimiento de identidad con sus pares, cos desde donde visualizamos o sonoriza-
los construye y re-construye, incluso los mos”.29 Cuerpos diversos desplazándose
determina, puesto que han dibujado una
marca territorial en ese lugar con historia 29 Vega, E. (2010), “y otros”, “Desenganche… ur-
previa que les otorga sentido. Echeverría gente… hoy”, en Desenganche, visualidades y sonori-
dades otras, La Tronkal, Quito, p. 13.
leyenda o una frase escrita en la pared, un margina por su condición: “payasitos no-
performance, una irrupción escénica en la más son”.
vía pública, le sacan al peatón, por un ins- Un interesante análisis sobre el
tante, de la cotidianidad y lo sumergen en particular lo sintetiza el crítico de Arte y
un paréntesis reconfortante o, incluso, de Promotor Cultural paraguayo, Ticio Esco-
desagrado, pues este tipo de prácticas no bar, quien escribe que en América Latina,
buscan solo agradar, sino que se alimentan la modernidad del arte popular, como la de
también de la provocación, de la mueca otras formas de arte, se desenvuelve a par-
de asco y de las palabras al viento. María tir de los desencuentros producidos por el
Fernanda López, artista escénica y gestora lenguaje moderno central al nombrar otras
cultural, opina que nos enfrentamos a la historias y ser nombrado por otros sujetos.
ciudad en términos de reapropiación, en Sus mejores formas se originan mediante
un lenguaje casi de conquista o mejor di- deslices, equívocos y malentendidos; ye-
cho una reconquista: “Estas nuevas media- rros involuntarios e inevitables lapsus. Pero
ciones urbanas, que traducen al arte como también surgen de las distorsiones que pro-
un posible catalizador de demandas socia- ducen las sucesivas copias, de las dificul-
les y comunitarias, constituyen verdaderos tades en adoptar signos que suponen téc-
canales de comunicación y diálogo entre nicas, razones y sensibilidades diferentes
los habitantes y sus territorios”.34 La capi- y, por supuesto, del consciente intento de
tal ha sido escenario de las más atractivas adulterar el sentido del prototipo.35 Quizá
propuestas de arte performático, apunta el cambio más radical que se está produ-
López, mismas que condensan una amplia ciendo, en palabras del docente de Filoso-
gama de apuestas estéticas que van desde fía y Estética de la Universidad de Chile,
el uso creativo de sus calles, el diálogo con Pablo Oyarzún, es que el público del artis-
sus habitantes, hasta llegar a verdaderas ta ya no es una masa estática y localizada,
propuestas de cuestionamiento social y po- un grupo de personas con los pies enterra-
lítico (López, 2008: 23). dos en un lugar preciso: “El artista hoy tie-
El arte de la calle que se produce en ne posibilidades casi infinitas de definir un
diversos puntos de Latinoamérica respon- público. No importa si el vecindario con el
de a esa necesidad de contar y contarnos, que se comunica está rodeado física o vir-
de establecer puntos de encuentro en el es- tualmente, la comunicación puede mante-
pacio público y de criticar al poder en todas ner la misma intimidad que lograba el cua-
sus formas, aunque esa crítica se vista de dro en la galería”.36 Lo mismo sucede con
un lenguaje no apto para oídos sensibles, el teatro, la danza y las artes literarias. De-
de palabrotas que hieren la sensibilidad de finir un público conlleva una serie de ven-
los señores del buen vestir y del buen de- tajas, como el hecho de siempre contar con
cir. El teatro de la calle que se practica en gente que observa y disfruta de la represen-
Quito responde –muchas de las veces- a esa tación, pero también se puede caer en el
necesidad de cuestionar el día a día, de in- facilismo y en el paternalismo de décadas
terpelar al poder y a sus instrumentos de pasadas, en las que se creía que al pueblo
dominación. Carlos Michelena, el enano
Araujo, Eclipse solar, Manicho, son algu-
35 Escobar, T. “Culturas Nativas, Culturas Univer-
nos de los cuenteros callejeros que -por sales. Arte indígena: el desafío de lo universal”, en José
medio de la risa festiva- logran lanzar dar- Jiménez, ed., Una teoría del arte desde América Latina,
dos cuestionadores a una sociedad que los Madrid, Editorial Turner, p. 42.
36 Oyarzun, P. (2011), “Categorías estéticas y pun-
34 López, M. F. (2008), Nuevas escenas, otros tos de enfoque”, La cifra de lo estético: historia y cate-
espacios: Espacio Público y “Arte Acción” en Quito, gorías en el arte latinoamericano”, Una teoría del arte
Quito, Tesis, Universidad Andina Simón Bolívar, p.20. desde América Latina, Madrid, Editorial Turner, p. 128.
hay que darle todo hechito porque se corría inicia. Tanto descubre como inventa (Ra-
el riesgo de que no entendieran; es decir, se mos, 2011: 275).
los privaba del misterio y de la expansión Cualquier espacio público es bue-
del conocimiento; se menospreciaba la ca- no para mostrar lo que se sabe, lo que se
pacidad intelectual y de interpretación de aprende. Pararse frente a los semáforos,
los espontáneos espectadores. en la vereda de enfrente, o en el césped de
Con todo lo expuesto, sería incon- más allá, es un desafío al azar. Nunca se
veniente hablar de un público; de lo que se sabe qué puede pasar, y ese es el mérito.
trata es de evidenciar la presencia de “pú- Jamás se está preparado del todo, porque
blicos” en cuanto a los diversos lugares de cualquier cosa puede ocurrir en la calle.
representación y también a la recepción Hay días malos y días peores. Los centa-
estética de los sujetos. El arte en espacios vos que logran reunir en horas de trabajo
públicos se aferra a un compartir con la se evaporan esa misma noche. Ramos ar-
gente, a un ejercicio de comunicación di- gumenta que las diferencias entre el arte en
recto y sensitivo, a otras matrices estéticas nuestra América y en el resto del mundo no
son tanto de lenguajes, géneros, estructuras
que permita abrir nuevos caminos de rela-
y modos de intervenir -de propiedad uni-
ción y de expresión. En realidad, se acerca versal y distribución internacional-, cuanto
más al hecho político que al estético; sus de contenidos, objetivos y tipo de búsque-
objetivos son distintos, pues en la calle o da de sentido: “Parecería que el ser latinoa-
en cualquier espacio público nunca se sabe mericano adopta nociones y formas ajenas
qué puede pasar; las personas no reaccio- cuando puede adaptarlas a su temple, re-
nan igual que dentro de un salón de arte e chazándolas en caso contrario” (Ramos,
incluso se puede dar el caso de que quieran 2011: 278).
intervenir de algún modo en lo que obser- El arte como comunidad y como
van. María Elena Ramos, investigadora una manera de estar con el otro, aunque sea
venezolana en artes visuales, citando al fi- efímeramente genera una lectura significa-
lósofo alemán Wolfgang Welsch, sostiene tiva que parece ir más acorde con la reali-
dad del continente. Esa comunicación de
que este autor propone la resistencia a la
doble vía, apartada de la cuarta pared que
rampante estetización del espacio público: se estila en las salas de teatro, plantea un
“así como la extrañeza, la disrupción, la ejercicio libertario de no ser ajeno al con-
interrupción y la alteridad como categorías texto del que forma parte, sino un vecino
determinantes para la acción del arte en más con una práctica distinta. Es un bajar
las calles, características de particular per- del pedestal impuesto por Occidente, del
tinencia en ciudades latinoamericanas”.37 que mira al artista como un ser especial,
Hay una dimensión que se genera entre admirable, al cual hay que rendirle honores
el artista que hace obra y la ciudad en la especiales. Los medios masivos de comu-
que la hace ser. El artista revela en esa obra nicación han dotado al artista de una brisa
ciertas esencias de lo urbano, pero también especial. Si el mismo tuvo la suerte de salir
al crearla constituye ciudad, estableciendo en televisión, y lo que es peor, si se lo cree,
no hay salvación posible. Por lo mismo,
lugares permanentes o efímeros. Así, el ar-
concluye Ramos, la idea de “ser uno con”,
tista tanto concede como dispone, tanto se toma aquí relieve. En acciones extraordi-
adapta, acepta y continúa como funda e narias y de corto tiempo, que intervienen
tanto al espacio como al hombre urbano, el
37 Ramos, M. E. (2011), “El arte público en la es- arte estimula otro modo de estar: un descu-
cena urbana”, en: Una teoría del arte desde América brir-penetrar, un transitar-pasar, un inusual
Latina, Madrid, Turner editores, p. 274.
pertenecer. Y cuando uno siente que perte- solo se encuentran caminando y apropián-
nece a un determinado lugar o espacio, los dose de lugares, que aunque estén cada
lazos identitarios se fortalecen. vez más privatizados, se dejan acariciar,
aunque sea por minutos. Muchas calles y
rincones de la ciudad de Quito genera mie-
A modo de conclusión do, desconfianza; existe una preferencia
arquitectónica para brindarle favoritismo a
El tema del espacio público se en- las máquinas del asfalto y a las construc-
cuentra en constante debate. La reflexión ciones sin ton ni son. Hombres y mujeres
contempla un diálogo con la textualidad prefieren el confort de un shopping donde
citadina, con sus oraciones de asfalto, sus hay guardias, alarmas, aire acondicionado
comas de concreto y los puntos aparte de y cámaras, y sobre todo es un lugar donde
los cuerpos en movimiento. Este diálogo los “indeseables” no molestan.
espacio público, ciudad, arte urbano, plan- A pesar de los conflictos del día a
teó la posibilidad de un debate constante día de esta gran urbe, siempre hay espacios
con varios teóricos, el transeúnte, y quien para la interrelación. El arte urbano, con
observa, mastica y escupe desde su expe- todas sus complejidades logra irrumpir
riencia de caminante eterno por las calles por minutos esa cotidianidad de la que el
de Quito y sus constantes laberintos. ciudadano es parte. Los artistas urbanos se
La apuesta por los espacios públi- apropian de elementos del espacio públi-
cos, es una apropiación particular de signi- co en el que imprimen su particular sello;
ficados diversos y lleno de tensiones. Una sus obras son alteradas, pervertidas, con
mirada por dentro y por fuera que permite el fin de mostrar nuevos significados. Sus
visibilizar una expresión que comunica, propuestas juegan con el espectador al que
perturba y entretiene. Desde esta perspec- buscan provocar, incluso incomodar; unas
tiva, el espacio público como ámbito de co- veces para hacerle reflexionar, y otras sim-
municación e interrelación entre personas plemente para despertar una mirada iróni-
particulares necesita de la confluencia de ca y que perciba de manera distinta el en-
saberes y de múltiples significaciones que torno del que es parte.
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98 • Nº 17 • diciembre 2017
Andrés Ricardo
Trujillo Espinosa de
los Monteros