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CASO PARA APRENDIZAJE – CONFLICTOS RELACIONADOS CON LOS

RIÑONES

Anamnesis personal:
El paciente, Prof. H., pertenece a la generación que ha vivido la guerra. A los 18
años y medio fue enrolado en la segunda guerra mundial y mandado al frente
oriental de Rusia. Dos días después del final de la guerra terminó en un campo de
prisioneros ruso, fue deportado a Siberia, donde conoció diferentes campos. En
1992 el Prof. H. sufrió la terrible muerte de cáncer de su primera mujer y
seguidamente se había interesado por la Nueva Medicina, antes de que se le
diagnosticase nada. Cuando tuvo que enfrentarse a su diagnóstico de cáncer y le
propusieron la terapia de la medicina oficial, su respuesta fue: “No, gracias”.

Anamnesis clínica:
El paciente pertenece al insólito caso de los que durante casi 50 años han llevado
encima dos conflictos en suspenso. Se puede suponer que el paciente, en los
tiempos de encarcelamiento, tuviese contacto con los gérmenes de la tuberculosis.

Conflictos biológicos:

Primer DHS. El 10 de mayo de 1945, dos días después del final de la guerra el
paciente termino en un campo de prisioneros ruso en el frente oriental. A él a su
compañero les quitaron todo, perdió el contacto con su tropa y fue trasportado a
Siberia. El paciente entonces sufrió un conflicto del prófugo o existencial, con un
carcinoma de los túbulos colectores del riñón izquierdo a nivel orgánico.
Literalmente tenía lo mínimo para sobrevivir y lo único que le esperaba eran
terribles voces.

Segundo DHS. La realidad fue peor de lo que este paciente hubiese imaginado.
Le trasladaron varias veces a campos diferentes donde los prisioneros morían
como moscas. En uno de estos campos tuvieron que trabajar en una fábrica de
coches. El paciente trabajaba como atornillador. De noche dormía en cajones de
patatas. La temperatura exterior descendía a menos de 30-40 grados. Los
prisioneros no tenían mantas para taparse, el fuego con el que se calentaban tenía
que ser apagado por la noche. Se tumbaban vestidos en las cajas de madera y
sufrían un frío terrible. La letrina estaba a unos 500 metros y se pasaba un frío de
muerte hasta que se llegaba. A mitad de camino los rusos tenían puestos de
guardia ocultos en los que había guardias con porras para vigilar que nadie orinara
de camino a las letrinas. Si alguno no conseguía aguantarse se llevaba un porrazo
en la cabeza. A menudo, por la mañana había uno o dos muertos congelados en
el camino. En uno de estos sucesos el paciente sufrió un conflicto del agua, uno
por la propia orina. El paciente pudo reducir el conflicto gracias al hecho de que
consiguió una lata en la que poder orinar de noche, y que luego por la mañana
vaciaba. El paciente sufrió un conflicto del líquido que afectó a los dos riñones y
causó necrosis del parenquima renal. La presión sanguínea seguramente aumentó
en esa época, pero obviamente en el campo de prisioneros jamás se midió. El
paciente fue liberado gracias a una amnistía concedida para todos los austriacos
el 12.12.47. Después de la guerra, cuando estaba nuevamente en Austria, siguió
soñando con estas experiencias terribles que tuvo a los diecinueve años, unas 2
veces por semana regularmente y durante 47 años.

Evolución de la enfermedad:
Los dos conflictos en suspenso con carcinoma de los túbulos colectores del riñón
y necrosis del parénquima renal de los dos lados no se encontraron a nivel médico
en estos 47 años, aunque el paciente tuviese siempre una presión sanguínea
elevada, que oscilaba entre 170 y 260, y se le “trataba” con antihipertónicos. No se
pensó nunca que tuviese relación con los riñones. El paciente mantenía activos los
dos conflictos con sus sueños. No estuvo en condiciones de hablar con nadie de
estas experiencias hasta que llegó a Burgau. Con la muerte de cáncer de su
primera mujer el paciente se interesó por el tema de la medicina alternativa, y
seguidamente participó en dos conferencias en Graz de la Nueva Medicina, sin
saber todavía nada de su propia enfermedad. Desde ese momento entendió el
sistema y se decía: “si me encuentran algo, ya sé lo que tengo que hacer”.

El 2 de noviembre de 1992 se le descubrió un carcinoma de los túbulos colectores


en el riñón izquierdo por medio de una ecografía y de una sucesiva urografía con
medio de contraste.

El catedrático le dijo que tenía un tumor de los riñones, probablemente maligno,


que había que operar urgentemente, que existía el peligro de metástasis. El
paciente se sonrió negando con la cabeza. El profesor se enfadó y dijo que el
paciente no había entendido el significado del diagnóstico. Por lo tanto le volvió a
explicar el peligro con mucha insistencia y dijo que no había tiempo que perder. El
paciente sonrió de nuevo, le dió las gracias y le dijo que buscaría una segunda
opinión. El catedrático le dijo que podía ir a cualquier clínica, que cualquier médico
le diría lo mismo, pero que no fuera a ningún charlatán. El paciente sabía bien a lo
que se refería el catedrático... Entonces llamó a Colonia y a Burgau y le
aconsejamos que se hiciera una TAC de los riñones y del cerebro. Le dijimos
también que debía tratarse de un conflicto del agua o del líquido lo que había en el
fondo. El diagnóstico preciso se podía hacer sólo teniendo una TAC de los
riñones.
El 5.12.92 el paciente vino con las dos TAC a Burgau. Durante ese tiempo había
entendido algo, dado que el paciente sólo había tenido un grave conflicto del agua
(=conflicto de la orina) en su vida y había reflexionado intensamente sobre este
punto, porque este “conflicto de la orina” era uno de los conflictos con los que
soñaba cada dos o tres noches.
Cuando vimos sus TAC en Burgau nos quedamos un poco perplejos hasta que
pudimos aclarar, interrogando al paciente, los dos procesos ya citados, porque
veíamos en el riñón izquierdo tanto un carcinoma de los tubos colectores como un
quiste renal reciente ventralmente. Además se veía una necrosis del parenquima
renal en el riñón derecho.

El resto fue rutina: encontramos en concordancia con las imágenes de la TAC


cerebral, que el carcinoma de los tubulos colectores todavía estaba activo. El
conflicto del agua, que evidentemente a causa de su gravedad había afectado al
mismo tiempo a los dos relés de los riñones, había entrado en solución en el relé
del riñón izquierdo, de aquí la presencia del quiste renal fresco en el riñón
izquierdo en posición ventral, mientras que el relé del riñón derecho mostraba
todavía mucha actividad conflictiva y por lo tanto las dos necrosis del riñón
derecho no mostraban todavía ninguna formación de quistes.

En la Nueva Medicina sabemos que hay conflictos activos en suspenso que,


también como en el caso de este paciente, pueden durar 47 años sin causar
tumores enormes, si la intensidad conflictiva se disminuye mucho y permanece
presente “sólo” en los sueños. Lo fascinante de la Nueva Medicina es que
estamos en condiciones de establecer enseguida por la TAC cerebral no sólo el
tipo de conflicto o del contenido conflictivo, sino también de descubrir, por decirlo
así, por medio de una investigación criminal, o de entender casi con certeza si los
conflictos se encuentran en la fase CA o PCA. Si, como en este caso,
encontramos una situación tan bien definida, podemos estar seguros de que se
trata justo de los dos conflictos arriba citados. De tal modo que para este paciente
pudimos individuar también al momento un conflicto muy viejo, que estaba
presente sólo en los sueños. La siguiente evolución confirmó nuestra anamnesis:
El paciente nos preguntó que sucedería entonces. Los médicos presentes en
Burgau, entre los que había un oficial sanitario, le dijeron que sucedería lo
siguiente, si conseguía hablar cada vez más y mejor de sus conflictos (por ejemplo
con la mujer actual):

1. Respecto al conflicto del prófugo con carcinoma de los túbulos colectores, con
una alta probabilidad tendría sudor nocturno, que es característico de la
tuberculosis renal, porque todos los viejos soldados en el frente habían acumulado
bacterias tuberculosas. Eso no era algo para asustarse, sino que era muy positivo
porque el carcinoma de los túbulos colectores renales, de esa manera, sería
demolido por caseificación, se no completamente, al menos en gran parte. Era
importante el hecho de que no hacía falta operar y que la función de los riñones se
hubiese conservado, e incluso mejorado.

Contra esta hipótesis no se ponía ni el informa del laboratorio del 14.4.93 en una
cultura de Loewenstein negativa y un test Ziehl-Neelsen (coloración de las
micobacterias) negativo de la orina. En ese punto, como sabemos, el paciente ya
había pasado el importante período del sudor. Por desgracia no tuvimos ninguna
posibilidad de obtener esos informes antes, durante el período de sudoración.

2. Por lo que se refiere al conflicto del agua (=de la orina) la formación del quiste
en el riñón izquierdo ya estaba en marcha, en el riñón derecho comenzaría con
toda probabilidad en breve tiempo. El paciente tendría un poco de fiebre (la
llamada glomérulo-nefritis) y la presión sanguínea (260/120) se habría
normalizado a valores típicos de su edad y todo sin recurrir a fármacos. Sucedió
justamente así. La evolución, como podemos ver en un vídeo, se documentó en
toda las fases por los radiólogos, entre otros también por el jefe de radiología de la
universidad de Graz.

Después de la TAC renal del 15.3.94 el jefe del departamento radiológico del
hospital de Elisabethinnen-Spital (que había realizado también la TAC renal del
10.11.92) se alegró con el paciente por no haberse dejado operar, a pesar de la
opinión del catedrático de urología.

Nota sobre la terapia El paciente seguidamente aprendió a hablar de sus terribles


experiencias del tiempo de guerra. La presión sanguínea volvió a los valores
normales para su edad (170/90). Durante 3-4 meses el paciente sudó mucho por
la noche, hasta el punto que en determinados períodos en una noche tenía que
cambiar las sábanas hasta ocho veces. La prueba ejemplar para el paciente, de
que este conflicto fuese inherente a los túbulos colectores, es la siguiente: cada
vez que le cuenta a alguien sus viejos conflictos, que ahora ya no le pesan, la
noche siguiente vuelve a sudar muchísimo, aunque no tan fuertes como durante la
fase de reparación que duró 3-4 meses.
Sin embargo dado que el paciente ya había sido informado de estos síntomas, no
se asustó, sino que experimentó ese sudar como la confirmación de nuestras
previsiones. El paciente contó que los radiólogos de Graz se habían maravillado y
se preguntaban como el doctor Hamer había podido saber que el tumor se
disolvería. Al final el paciente se sometió a una visita completa por el nuevo jefe de
radiología de Graz, que no había querido creer, incluso teniéndolo que constatar
ahora, que el tumor se había hecho más pequeño. Para la fase de reparación o
para sus posibles complicaciones surgen algunos interrogantes terapéuticos. En
este caso ¿hay que atender a las complicaciones que eventualmente se tratan con
fármacos? En la fase de reparación tuberculosa del carcinoma de los túbulos
colectores renales no se prevén complicaciones ni siquiera en el punto culminante
de la fase, cuya intensidad se puede pronosticar, sin embargo, en base al tamaño
no excesivo del carcinoma renal.

Aunque el paciente haya tenido el conflicto durante mucho tiempo, no ha


acumulado una masa conflictiva muy grande, porque la intensidad del conflicto se
había reducido. La medida de la masa conflictiva en este tipo de tumores es la
masa tumoral, si se puede estar seguro que durante ese tiempo no se han
producido fases de reparación con caseificaciones tuberculosas, es decir, fases de
reducción tumoral. Aquí había que excluirlas, dado que los dos conflictos habían
permanecido en suspenso durante 47 años de manera continuada. La crisis
epileptoide del carcinoma de los túbulos colectores renales se produjo del modo
previsto.

El paciente, durante 2-3 días debió tener frío y sentirse centralizado, pero en el
curso de la fase de reparación no le sucedió nada especialmente insólito. El
síntoma de la fuerte sudoración, para los pacientes que ya lo saben de antemano
y se pueden preparar psíquicamente para este suceso, resulta poco grave,
mientras que si falta la preparación a menudo causa pánico al médico y al
paciente. Nuestro paciente tenía buen apetito, cogía peso y sabía que todos estos
síntomas eran típicos de la fase de reparación. Tenía una albuminuria, es decir,
perdía muchas proteínas del riñón izquierdo, tenía además una nefrosis con
formación de edema en la parte cortical especialmente, en correspondencia a los
segmentos renales (T12-L2). Habíamos informado al paciente precedentemente
también respecto a la pérdida de proteínas en la orina y le habíamos aconsejado
que tomase alimentos muy proteínicos. Cualquier dieta pobre en proteínas está
severamente prohibida aquí (por ejemplo curar a base de zumos y cosas
parecidas).

Para la TBC renal no hace falta suministrar ningún tipo de fármaco de “defensa”.
De hecho la convicción de que haya que combatir la TBC renal aquí está fuera de
lugar. Vemos con alegría como la TBC renal demuele por caseificación el tumor
ahora superfluo. Al final de la fase de reparación del paciente también la
albuminuria desaparece espontáneamente, como se había previsto. Obstaculizar
este proceso sensato de curación sería totalmente erróneo bajo el aspecto
biológico y médico. En el pasado hemos llamado glomérulo-nefritis a la fase de
reparación de la necrosis del parenquima renal que sigue a un conflicto del líquido
(=de la orina) o quistes renales, y como tal la hemos combatido. Con la Nueva
Medicina sabemos que al final de esta fase de reparación se forma un quiste renal
que produce orina, integrando la función de los riñones. Por el hecho de que el
parénquima renal reducido por la necrosis ahora se reconstruya nuevamente,
incluso más que antes, para el organismo se vuelve superflua la necesidad de una
hipertonía. La crisis epileptoide que precedentemente conocíamos como lisis de
una glomérulo-nefritis no resulta jamás mortal como complicación del proceso
directo del relé de la médula cerebral, en este caso incluso pasó inadvertido para
el paciente. Es inútil añadir que no hay que obstaculizar con fármacos este
proceso biológico sensato de reparación, como ha hecho hasta ahora la medicina
tradicional. Lo grande de la necrosis del parénquima renal, también en este
conflicto, puede servir de unidad de medida para la masa conflictiva acumulada.
Aunque el conflicto del líquido hubiese durado durante 47 años no había
acumulado una masa conflictiva grande, lo que podemos verificar a nivel cerebral.
Con una masa conflictiva grande, de hecho, el paciente habría sido sometido a
diálisis.

Si se llega a un caso parecido de prediálisis en la fase de reparación, entonces a


menudo se forma un enorme quiste renal que sólo en casos extremos se opera
porque crea parenquima renal que funciona. En este caso podríamos tranquilizar
anticipadamente al paciente sobre el hecho de que su quiste renal previsto sería
relativamente pequeño. En el riñón derecho las cápsulas no se hincharon de modo
visible, factor que normalmente tomamos como referencia para los quistes renales
cercanos a las cápsulas.

TOMADO DEL TESTAMENTO DE UN NUEVA MEDICINA –


Dr Ryke G. Hamer.

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