Está en la página 1de 4

La familia política

Las bodas de aluminio

Teresa y Édgar estaban a punto de cumplir diez años de casados, aniversario que se conoce como
“bodas de aluminio”. Tenían mucho que celebrar, en especial haber construido una familia agradable
y tranquila con dos hijos, Jaime y Azucena, de nueve y ocho años de edad. Todos se querían bien,
pero casi siempre discutían por asuntos menores, como el color de la alfombra, lo que se iba a
preparar de comer o las actividades de los domingos: a veces Édgar quería ir de día de campo, pero
no lograba convencer a Teresa, que prefería ir al cine (“Aborrezco los picnics”, acostumbraba decir).
Cada uno ponía de su lado a uno de los chicos y, al final, paseaban por separado. Al terminar el día
regresaban tristes y aburridos por no haber estado juntos.

Cuando se acercaba la fecha del aniversario planearon hacer una fiesta para celebrarlo. “Ya sé —
dijo Teresa—, podemos organizar un gran baile con toda la familia.” Édgar la miró con disgusto y
opinó: “Bien sabes que a mí nunca me ha gustado bailar y que tampoco me agrada tu familia. Mejor
podemos hacer una excursión al Bosque de los Cedros”. “¡Qué horror! —opinó Teresa—, me choca
caminar. Y además, estoy segura de que nadie querría acompañarnos.” “¿Y a quién van a invitar?”,
preguntó Azucena. “Al tío Marcos no, porque cuenta unos chistes muy pelados”, opinó Édgar. “A la
tía Imelda menos, porque come más de la cuenta”, dijo Teresa. Y así repasaron a más de cien
personas, entre las cuales sólo quedaron diez… “Bueno, ¿y qué les vamos a dar de comer?”, quiso
saber Jaime. “Tamales”, opinó papá. “Bocadillos”, propuso mamá. “Nuggets de pollo”, recomendó
Azucena. Cuando cada uno mencionaba su antojo, los demás ponían cara de asco. “¿Y la música?”,
preguntó la niña… Cada miembro de la familia sugirió un ritmo diferente y las opciones de música en
vivo, discos o el radio. “Yo no soportaré el ruido —se quejó Jaime—, me iré a dormir a casa de mis
abuelos, al fin ya vimos que no podemos invitarlos a la fiesta porque están viejitos…”

El mes que antecedió a la fiesta transcurrió entre discusiones sobre los preparativos, la ropa, los
gastos, los adornos de la casa. Ya parecía más bien una competencia para ver quién se salía con la
suya. “¡Ya no te aguanto, mujer!”, gritó un día Édgar. “Ni yo a ti”, le respondió Teresa. “Para que se
acabe todo este lío mejor no hagamos nada”, sugirieron los chicos.
El día del aniversario, todos estaban desanimados viendo la televisión y ya iban a empezar a discutir
sobre cuál canal debían sintonizar cuando Jaime les dijo: “Calma, vamos a pasar a la mesa”. Los
otros tres lo miraron con asombro pero lo obedecieron y cuando se sentaron descubrieron en sus
platos unos plátanos que el chico había comprado en la tiendita, envueltos en papel aluminio. “Este
aniversario no podía pasar en blanco —les dijo Jaime—, y si queremos celebrar otros diez años
juntos tenemos que aprender a ser más flexibles y a conocernos mejor.” Los plátanos estaban
verdes… pero todos se los comieron sin chistar.

Reflexión sobre la parábola.

¿Han escuchado la frase: “Me case con él (o ella), no con su familia”? Esta expresión es muy
común cuando estamos iniciando la vida matrimonial y empezamos a conocer realmente a la familia
de nuestro esposo o esposa y descubrimos que hay una o varias costumbres o actitudes que no
compartimos.

Entre amigos el tema de la familia política siempre está presente, ya que nos sirve para bromear
o hacer comentarios de cómo nos ha ido en la relación con ellos. Generalmente estos
comentarios no son positivos, sobre todo si hablamos de la suegra o las cuñadas.

Sin embargo, no debemos olvidar que la pareja que nosotros elegimos justamente salió y creció
dentro de esa familia y como consecuencia muchas de las bondades que él o ella tiene fueron
aprendidas dentro de ella.

Ahora les presentaremos algunas situaciones que generan problemas con la familia política.

- las excesivas injerencias de la familia de origen –incluso cuando son bienintencionadas.


- la ausencia de límites claros
- unas dependencias materiales o emocionales mal canalizadas
- los desplantes mal cicatrizados
- comentarios como: mi familia es la mejor y la tuya es un desastre.
- criticas por las costumbres familiares.

queremos compartirles algunos tips que consideramos pertinentes para una buena relación
con nuestras familias políticas.

 Ver en ellos unos aliados para fomentar en sus hijos valores como el respeto, la
tolerancia la generosidad y la prudencia.

 Recordemos que en algún momento nosotros también integramos y formamos parte


de una familia política. Demos el mismo trato que nos gustaría recibir a nosotros desde
nuestro papel de suegra, cuñada, primo, etcétera.
 Está claro que las relaciones familiares no son sencillas y es necesario ser muy
prudente y tolerante al momento de relacionarnos con la familia política. Busca crear
un ambiente de respeto y cordialidad. Recuerda: “No hagas a otros lo que no quieras para
ti”. ¡Porque en la familia está la solución!

 Amar con los defectos. Por desgracia, no todos los problemas con la familia extensa (tanto
la de origen, como la política) son por pequeñas cosas, sino también por ofensas graves,
malas acciones o fuertes discusiones en las que todos creen llevar razón. “Estas situaciones
son duras y difíciles, pero es posible superarlas gracias al perdón”. Y recuerda que,
aunque el otro no pida perdón, o no quiera retomar la relación, “yo puedo perdonar
igualmente y tener una actitud de aceptación del otro” porque “si sabemos qué
queremos vivir como familia, y cuáles son nuestros valores y prioridades, no
perderemos el norte”.

No obstante, si hay conflictos con la familia política, “lo mejor es que intervenga cada uno con
su familia de origen, porque solemos tener más confianza con ellos”. “A no ser, que el
conflicto sea entre padres e hijos, pues en ese caso el cónyuge tal vez pueda expresarse con
más neutralidad”

Además de los tips anteriores queremos compartirles algunos consejos que podemos llevar a
la vida practica.

1. Las dos por igual


Valora a las dos familias de origen por igual: las dos son igual de importantes porque son las raíces
de la persona a la que queremos.

2. Proyecto claro
Cada núcleo familiar tiene sus propios valores, prioridades, estilos de comunicarse y de educar, modos
de expresar el afecto… Si lo hablamos como matrimonio y sabemos hacia dónde queremos dirigir
nuestra familia, vamos a relacionarnos con las otras familias sin verlas como una amenaza.

3. Juntos, pero no revueltos


Poner límites es necesario para relacionarnos de forma sana, pero no deben ser improvisados, sino
acordados por el matrimonio, y expresados cada uno con su familia de origen.

4. Evita comparaciones
No critiques ni insultes a tu familia política, y menos delante de tu cónyuge. Evita las comparaciones:
somos diferentes, no mejores ni peores.

5. No rompas los puentes


Si es necesario, aumenta la distancia, pero nunca faltes al respeto ni rompas la relación con la familia
política.

6. Valora y disfruta
Valora a cada miembro de tu familia extensa en lo que tiene de bueno. No dediques tiempo a la familia
política “por obligación”, sino para disfrutar; y elige cómo hacerlo: si quieres ir todos los domingos a
comer, que sea por una elección personal, libre y que les deje a todos buen sabor de boca.

7. No acapares
Comprende que tu cónyuge quiere a sus padres y demás familia porque son de quienes recibió el
cariño que ahora sabe dar. Aprende a ser generoso y no quieras acaparar el cariño y el amor de tu
pareja o de tus hijos.

8. Perdona y pide perdón


Los conflictos pueden llegar, pero hablarlos para solucionarlos, pedir perdón y perdonar incluso cuando
no nos pidan perdón, es un triunfo mayor que estancarse en el rencor.

9. Tú tampoco eres perfecto


La familia es un regalo para nosotros y nuestros hijos, son los cimientos de nuestra vida, así que
aunque las relaciones no sean como nos gustaría, la familia es importante y hay que dedicar tiempo a
escuchar, cuidar, aceptar, perdonar y disfrutar. No son perfectos, pero nosotros tampoco, gracias a
Dios.

También podría gustarte