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2° E L ASCLEPIUS, varias veces editado como apócrifo entre las obras de Apuleyoj
especialmente, Apulei Madaurensis opuscula quae sunt de philosophia, por Aloisius
ÍGoldbacher, Viena, 1886, o en la edición de Apuleyo, por Thomas, t. III, Leipzig,
Teubner, 1921.
3 ° U N AP(3CRIFD HERMÉTICO, del siglo xii, titulado Liber de propositionibus sive
de regulis theologiae, que será citado después, y publicado posteriormente, con el
título de Liber XXIV philosophorum, por Clemente BAEUMKER, Das pseudo-hermetis-
che «Buch der vierundzwanzig Meister», en Abhandlungen aus dem Gebiete der Phi-
losophie und ihrer Geschichte, eine Festgabe zum 70. Geburtstag Georg Freiherm von
Heríling, Friburgo de Brisgovia, Herder, 1913, pp. 17-40 (en las pp. 17-30, excelente
introducción sobre el neoplatonismo en la Edad Media); reimpreso en C. BAEUMKER,
Studien und Charakteristiken zur Geschichte der Philosophie insbesondere des Mittet-
alters, Münster i. Westf., 1928, pp. 194-214.
4.0 U N CONJUNTO DE ESCRITOS alquímicos, astrológicos o mágicos, atribuidos al mis-
mo Hermes, y cuyas citas se hacen frecuentes a partir del siglo x m ; sobre esta lite-
ratura, consultar L. THORNDIKE, A History of Magic and Experimental Science, New
York, Macmillan, 1923, t. II, cap. XLV.
TERTULIANO: Obras en MIGNE, P . L . , tt. I y II.—J. P. WALTZING, Apologeticum,
Lieja, 1920.—A. D'AIÉS, La théologie de Terfullien, París, Beauchesne, 1905.—P. DE LA-
BRIOLLE, La crise montaniste, París, Leruux, 1913.
MINUCIO FÉLIX: Obras en MIGNE, P. L . , t. III.— J. P. WALTZING, M. Minucii Feli-
cis Octavias, Lovaina, 1903 (extensa bibliografía).-J. P. W.ALTZING, Minutius Félix et
Platón, París, 1903.—J. H . FREESB, The Octavius of Minucius Félix, Londres, 1920.
ARNOBIO: Obra en MIGNE, P. L . , t. V.—P. MONCEAUX, Histoire Uttéraire de l'Afri-
que chrétienne, i. III, pp. 241-286.
LACTANCIO: Obras en MIGNE, P. L . , tt. VI y VIL—R. PICHÓN, Lactance. Étude sur
les mouvements philosophiques et religieux sous le regne de Constantin, París, 1903.—
E . AMANN, Lactance, art. en VACANT-MANGENOT-AMANN, Dict. de théol. cath., t. VIII,
col. 2425-2444.
HILARIO DE POITIERS: Obras en MIGNE, P. L , tt. IX y X.— A. BECK, Die Trini-
ídtslehre des hl. Hilarius von Poitiers, Maguncia, 1903.—A. LARGENT, Saint Hilaire de
Poitiers, París, 1902.—X. LE BACHELET, Hilaire (Saint), art. en VACANT-MANGENOT-AMANN,
Dict. de théol. cath., t. VI, col. 2388-2462.
AMBROSIO: Obras en MIGNE, P . L . , tt. XIV-XVII—A. DE EROGUE, Saint Ambroise,
París, 1899.—P. DE LABRIOLUE, Saint Ambroise, París, Bloud, 1908 (con textos escogi-
dos).—R. THAMIN, Saint Ambroise et la morale chrétienne au IV siécle. Étude com-
parée des traites Des devoirs de Cicerón et de saint Ambroise, París, 1895.
tre sí; pero al final, en el día del último juicio, serán separadas y consti-
tuidas distintamente.
L a construcción progresiva de la «Ciudad de Dios» es, p o r tanto, la
gran obra, empezada con la creación, incesantemente continuada después,
y que da sentido a la historia universal. L a inmensa obra histórica de San
Agustín, su De civitate Dei, tiene precisamente p o r objeto trazar a grandes
rasgos esta teología de la historia, para la que todos los acontecimientos
culminantes de la historia universal son otros tantos momentos en la rea-
lización del plan querido y previsto por Dios. Y toda esa historia está
penetrada de u n gran misterio, que no es otro que el de la caridad divina
actuando siempre para restaurar una creación desordenada p o r el peca-
do. L a predestinación del pueblo elegido y de los justos a la bienaventu-
ranza es la expresión de esta caridad. Nuestra razón ignora p o r qué irnos
se salvarán y otros no, ya que esto es u n secreto de Dios; pero podemos
estar seguros de una cosa: de que Dios no condena a ningún hombre sin
una equidad plenamente justificada, y esto aunque la equidad de la sen-
tencia se nos oculte tan profundamente que nuestra reizón no pueda sos-
pechar siquiera lo que es.
Por su amplitud y profundidad, la obra filosófica de S a n Agustín supe-
raba con mucho a todas las anteriores expresiones del pensamiento cris-
tiano, y su influencia había de actuar profundamente'sobre los siglos veni-
deros. Por todas partes se encontrarán señales de ella, y aún hoy se hace
sentir. Reducida a su fórmula más esquemática, se presenta —según la
expresión perfectamente exacta de Santo Tomás de A q u i n o — como u n
esfuerzo para «seguir a los platónicos lo más lejos que permitía la fe cató-
lica». L a dosis de platonismo que el Cristianismo podía tolerar le ha per-
mitido procurarse una técnica propiamente filosófica, pero las resistencias
que el platonismo opuso al Cristianismo han condenado a Agustín a la
originalidad. Porque su genio le permitía vencer esas resistencias, ha pro-
ducido con éxito la obra teológica que Orígenes había dejado parcialmen-
te manca; mas, porque dichas resistencias eran, en algunos puntos, inven-
cibles, ciertas indeterminaciones inherentes a su filosofía subsistieron
después de él, como u n llamamiento a una nueva reforma del pensamien-
to católico y a u n nuevo esfuerzo para resolverlas. N i esta reforma n i este
esfuerzo podían llevarse a cabo sin Aristóteles. Platón se había acercado
a la idea de creación todo cuanto es posible hacerlo sin alcanzarla; y, no
obstante, el universo platónico y el hombre contenido en ese universo no
pasan de ser imágenes apenas reales de lo único que merece el título de
ser. Aristóteles se había desviado d«/esta misma idea de creación; sin em-
bargo, el mundo eterno que había descrito gozaba de una realidad sustan-
cial y — s i se nos permite d e c i r l o — de una densidad ontológica dignas de
la obra de un creador. Para hacer del mundo de Aristóteles una criatura,
y del Dios de Platón u n verdadero creador, había que trascender u n o y
otro mediante alguna atrevida interpretación del Ego sum del Éxodo. E l
gran mérito de San Agustín consiste en haber llevado la interpretación
del texto hasta la inmutabilidad del ser, porque esta interpretación HHL es
ni-osoFÍA.—9
HHL
BIBLIOGRAFIA