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EL PERFIL DE JUEZ

Mario Alejandro Alvarez Quispe

El perfil de juez comprende un conjunto de atributos necesarios para desempeñar


satisfactoriamente las funciones judiciales. El perfil cumple varias funciones en la carrera
judicial. Permite valorar si una persona se acerca a las características deseadas y, por
tanto, predecir que cumplirá con efectividad las funciones que la sociedad le encarga.
Igualmente, permite contrastar si la actuación del juez se mantiene dentro de los
requisitos de idoneidad acordes con la función encargada.

El perfil es una construcción modélica, en el sentido que presenta las


características ideales que debería reunir un juez. Pero estas características atribuibles
tienen que estar en diálogo con las demandas sociales de su tiempo, con los factores
culturales y políticos que contextualizan la actuación judicial.

El perfil de juez puede estudiarse desde varias entradas. La primera es desde las
demandas sociales, que se expresan en las encuestas de opinión, y en las que la
ciudadanía manifiesta su percepción del juez real: un juez con un alto grado de
corrupción, poco independiente, que da trato desigual, que no es justo, lleva los
procesos con lentitud y está mal preparado1. Percepciones que transformadas en
positivo expresarían la necesidad de tener un elenco judicial íntegro, independiente, al
servicio de los ciudadanos por igual, justo y competente. Una segunda entrada es desde
la opinión de los expertos, que en gran parte coinciden con la opinión ciudadana, aunque
con una elaboración más sistematizada2.

Una tercera entrada en el estudio del perfil, y es la que optamos, consiste en


analizar el perfil de juez desde las exigencias sociales materializadas en la Constitución
Política, porque es el pacto social que expresa las demandas sociales sobre la justicia.
Resultaría importante analizar el perfil de juez desde la perspectiva de la opinión
ciudadana actual ya que ésta es la expresión dinámica de las exigencias contenidas en

1Véase las encuestas del Instituto de Opinión Pública de la Universidad Católica (IOP 2009) y del Grupo
de Opinión Pública de la Universidad de Lima (GOP 2009).

2Desde las críticas formuladas por los expertos a la actuación de los jueces, se podría construir un perfil de
juez, casi similar al que expresa la opinión ciudadana. Véase: De Belaúnde, 1991; De Trazegnies, 1996;
Ortiz de Zevallos y Pollarolo, 2000; y, Comisión Especial de Reforma de la Administración de Justicia,
2004a.
la Constitución. Pero es mejor tomar como línea base las disposiciones constitucionales,
porque consagran esta misma expresión con vocación de permanencia, en un horizonte
de largo plazo.

Lo que caracteriza a los estudios contemporáneos es la visión holística o global de


los fenómenos sociales. Por ello incorporamos en el análisis una perspectiva
interdisciplinaria del perfil de juez, esto es, desde una dimensión constitucional y legal,
así como desde el enfoque las ciencias administrativas, la Psicología y la Educación
que estudian el perfil como competencias laborales.

1. El perfil de juez según la Constitución

La Constitución define lo esencial para la vida en comunidad (Alexy 2002: 22). La


impartición de justicia, también forma parte de este orden fundamental, de ahí que en
los principios constitucionales encontramos los elementos del perfil de juez que exige la
sociedad. Los principios constitucionales son las normas constitucionales más
fundamentales y generales del sistema constitucional, definen los rasgos esenciales del
sistema político y de la supremacía constitucional (Mendoza 2000: 155-157). Sobre este
punto, Zagrebelsky sostiene que mientras “las normas legislativas son reglas, las
normas constitucionales sobre derechos y sobre la justicia son prevalentemente
principios” (1995: 9-10).

Nuestra Constitución contiene una amplia gama de principios. Hakansson ha


identificado más de dieciocho principios (2009: 193-223). De este conjunto,
consideramos necesarios para la definición del perfil de juez, los siguientes: separación
de poderes, independencia judicial, imparcialidad, responsabilidad, servicio público e
idoneidad.

1.1. Separación de poderes y la función política del Poder Judicial

El principio de separación de poderes constituye una forma de organizar el poder


y es, a la vez, un mecanismo para optimizar la capacidad de rendimiento de los poderes
públicos (Hoffmann-Riem 2007: 212). Desde la dimensión organizativa del poder lo que
se busca es que cada uno de los poderes públicos cumpla con sus funciones sin
interferencias entre ellos, a la vez que se controlen. Desde la dimensión eficiente del
poder, este principio busca que las organizaciones estatales asuman de manera
especializada las complejas tareas que le corresponden al Estado, con la finalidad de
garantizar el bien común.

Nuestra Constitución incorpora el principio de división de poderes pero no de


manera absoluta. Si bien este principio “impone la ausencia de toda injerencia en las
funciones esenciales y especializadas que competen a cada una de las instituciones
que diagraman la organización del Estado”3, también se infiere de otras disposiciones
constitucionales que entre los poderes públicos debe operar una relación de equilibrio
de concurrencias, de mutua colaboración y fiscalización (Gonzales Mantilla 2003: 135).

Aunque en la teoría clásica de organización del Estado se usa la expresión división


de poderes para referirse a la separación de la triada de poderes Legislativo, Ejecutivo
y Judicial, en realidad el poder del Estado es indivisible (García Toma 2005:166). En
efecto, el poder del Estado alude a la capacidad de determinar, condicionar, dirigir o
inducir la acción de todos los miembros de la comunidad en aras de alcanzar fines de
utilidad general o común (García Toma 2005: 79) 4. Lo que se divide no es este poder,
sino el ejercicio de las competencias estatales necesarias para lograr estos fines, las
que son asignadas a distintos órganos.

Por ello es que contemporáneamente con la división de poderes se hace referencia


a la distinción de órganos y distribución de funciones estatales; lo que permite superar
la trinidad de los poderes clásicos por una constelación de órganos que en el caso
peruano son: Tribunal Constitucional, Consejo Nacional de la Magistratura, Ministerio
Público, Contraloría General, Defensoría del Pueblo, entre otros.

La dimensión política del Poder Judicial

El Poder Judicial como resultado de la separación de poderes, tiene a su cargo


una porción del poder político, entendiendo por político –dentro de la polisemia del
término– lo referido a los fines del Estado (Triepel 1986: 41-53). La finalidad política del
Estado que le corresponde realizar al Poder Judicial es “la consecución del ideal de

3 Sentencia del Tribunal Constitucional emitida el 1 de diciembre de 2003, en el expediente 0006-2003-


AI/TC, sobre acción de inconstitucionalidad interpuesta por 65 Congresistas de la República contra el inciso
j) del artículo 89° del Reglamento del Congreso de la República, fundamento 1.

4 Aquí nos referimos al poder como poder estatal, aunque cabe precisar que, como lo señala Jaris Mújica
(2008: 16-17), el poder no es un atributo monopólico del Estado ni de la política, el poder es un fenómeno
social, un ejercicio práctico, acciones sobre otras acciones.
justicia como medida del bien común deseado para la vida pacífica en sociedad” (Cortina
2008:17).

El poder político atribuido al Poder Judicial es el poder jurisdiccional. Acotamos


que la jurisdicción del Estado, en sentido general, “atribuye a su titular una posición de
superioridad o supremacía respecto de las demás personas que con él se relacionan,
llevando ínsita una fuerza de mando capaz de vincular el comportamiento de los demás
acudiendo en caso necesario a la fuerza” (Gonzales Mantilla 1998: 65-66); en sentido
estricto, el que usamos en este estudio, la jurisdicción es atribuida de manera exclusiva
al Poder Judicial, como poder para resolver, en última instancia, los conflictos
interpersonales con relevancia jurídica, así como el control del ejercicio del poder.

La función política que corresponde a la jurisdicción, conforme a la distribución de


competencias asignada por la Constitución, es la pacificación de la sociedad con las
armas del Derecho (Rubio 2009: 21). Es una actuación política pero desde una posición
única, singular y predeterminada: solo desde la legalidad jerárquicamente organizada
(Lovatón 1999: 601). Este es el sentido de lo establecido en el artículo 138° de la
Constitución: “La potestad de administrar justicia emana del pueblo y se ejerce por el
Poder Judicial a través de sus órganos jerárquicos con arreglo a la Constitución y a la
ley”.

Es necesario resaltar la dimensión política de la actuación de los jueces para


superar la idea de que estos deben concentrarse en el ritual de las formas procesales,
perdiendo el sentido esencial de su función que es pacificar la sociedad5. Con ello no se
apuesta a que el juez actúe con los criterios de oportunidad y conveniencia, que rigen
la actuación del Legislativo y del Ejecutivo; sino que sus decisiones tienen que tener en
cuenta la finalidad de su función –lograr la paz social- y no solo el cumplimiento de
formalidades.

Los jueces tienen que tener en cuenta el derecho, pero también la realidad expresada
en los hechos; las disposiciones legales, pero sobre todo los valores que ellas
vehiculizan. Como sostiene Roxana Cortina la actividad del juez por “el hecho de
utilizar criterios jurídicos en la resolución de sus casos no excluye que sea un agente

5Marcial Rubio sostiene que “[l]a administración de justicia tiene una dimensión técnico jurídica que le es
consustancial, pero cuyo objetivo definitivo no es resolver todos los procesos judiciales posibles sino
pacificar la sociedad y eliminar eficientemente los conflictos” (2009: 21).
que decide sobre la vida de los individuos y de la sociedad y que como hemos
sostenido, gobierne” (2008: 25).

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