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TEORIA Y FORMACION DEL UNIVERSO

—Mira, papá, esa es la constelación de Orión, la del cazador. Se distinguen perfectamente el


cinturón y el arco. Y un poco más arriba, aquella estrella que brilla tanto es Aldebarán. Está
justo debajo de las Pléyades.
Es una de esas primeras noches el mes de julio en las que el calor intenta hacerse
hueco entre la humedad y el frescor de la hierba todavía verde. La bóveda celeste
sobre la campiña castellana parece una pantalla de alta definición en la que el
brillo de las estrellas destaca con fuerza sobre el fondo oscuro del firmamento. Mi
hijo, con tan solo diez años, no deja nunca de sorprenderme.
—¿Cómo sabes tanto de estrellas y constelaciones?

—Es por el Atlas del espacio que me compraste en el Planetario. ¡Mira!, allí está la Osa Mayor.
La verdad, no sé por qué dicen que es una osa, si más bien parece un carro.

—La forma completa de la osa se aprecia sobre todo en las noches de finales del invierno y
principio de la primavera, cuando la gente mira poco al cielo. Si alguna vez te esfuerzas en
distinguirla verás que es espectacular.

—Fíjate en el lado inferior del carro y prolóngalo hacia la derecha. Tropezarás con aquella
estrella solitaria de luz tenue. Es la Estrella Polar, la que nos señala el camino del norte.

¿Dónde están las estrellas?


—¿Estas estrellas que estamos viendo, están muy lejos?

—Están muy, muy lejos. Tanto que para manejar las distancias en Astronomía ha sido necesario
crear una unidad de medida específica: el año-luz. Un año- luz es la distancia que recorre la luz
en un año. Teniendo en cuenta que su velocidad es de 300.000 Km por segundo, en un año la luz
recorrería casi diez billones de kilómetros.

Prácticamente la totalidad de las cinco o seis mil estrellas que ahora ves son las que tenemos
más cerca y están solo a unas decenas de años-luz de nosotros. Como consecuencia de la
distancia que nos separa de ellas, lo que estás viendo no es su imagen actual. Es la que tenían
hace decenas de años, el tiempo que ha tardado la luz en llegar hasta aquí. Vamos, que alguna
de esas estrellas podría desaparecer y seguiríamos viéndola durante varios años.

—¿Cómo se puede saber la distancia a la que están las estrellas?

—Pues la realidad es que se conocen las distancias en el espacio con bastante precisión. Y no
solo cuando hablamos de estrellas que se pueden ver a simple vista, sino también de las que
están al alcance de los más sofisticados telescopios. Evidentemente no es tan simple como
desplegar una cinta métrica y medir, hay que recurrir al ingenio. El espacio nos da pistas y a
partir de ellas tenemos que resolver el caso.
La primera pista que recibimos de las estrellas es su posición respecto a la Tierra.
Fíjate, mira ese poste que está ahí enfrente. Extiende tu brazo derecho, levanta el
dedo pulgar y, con el ojo izquierdo cerrado, haz coincidir el dedo con el poste.
Ahora, manteniendo la posición del dedo, abre el ojo izquierdo y cierra el derecho.
Ves que el dedo se ha separado del poste hacia la derecha unos centímetros. Repite
la operación alejándote del poste. Verás que ahora el desplazamiento hacia la
derecha es mayor. En definitiva, el mayor o menor desplazamiento a la derecha
depende de la distancia a la que esté el poste. Midiendo este desplazamiento puedo
calcular la distancia. Primero observo la estrella cuando la Tierra está en una
posición determinada (equivaldría a la observación con el ojo izquierdo cerrado) y
hago lo mismo seis meses después, cuando la Tierra está al otro lado del Sol (sería
como la observación con el ojo derecho cerrado), el desplazamiento medido
permite inducir la distancia a la estrella.

La segunda pista que nos dan las estrellas viene con su propia luz. La intensidad
de la luz que percibimos está directamente relacionada con la distancia a la que se
encuentran. Es como cuando un vehículo pasa cerca de nosotros y vemos como sus
luces traseras se van atenuando a medida que se aleja. La relación entre distancia
y brillo es conocida, así que de una se puede deducir la otra.
La tonalidad de la luz también encierra valiosa información sobre la distancia a la
que se encuentra el astro. Y no solo eso, también nos dice de qué tipo de materia
está hecho.

En definitiva, ahí tenemos las pistas. Solo nos queda llamar a Sherlock Holmes
y…elemental, querido Watson.

La voz de una rana interrumpe por momentos el monótono canto de los grillos.
Una estrella fugaz cruza el cielo dibujando un trazo brillante sobre el lienzo del
firmamento.

¿De qué está hecha la materia?


—Dices que por la tonalidad de su luz podemos determinar cuál es el material de las estrellas.
¿De qué están hechas las estrellas?, ¿y el resto de las cosas?

—Vaya, estamos entrando en un campo complicado. A ver cómo te lo explico. Todo lo que vemos
y podemos tocar está hecho de partículas. Si cogemos esta piedra y la vamos cortando en trocitos
cada vez más pequeños llegaremos a tener en nuestras manos partículas de tamaño tan
minúsculo que nunca alcanzaríamos a ver. Vamos a dejar de cortar la piedra cuando lleguemos
a separar tres partículas fundamentales: electrón, protón y neutrón. Estas tres partículas se
combinan entre sí formando átomos, los átomos, a su vez, se unen formando la materia que
conocemos. Dependiendo de las combinaciones de estas tres partículas, los átomos resultantes
son de un material u otro. Por ejemplo, esta piedra es de un material que se llama silicio, y está
formado por millones de átomos que tienen cada uno de ellos 14 protones, 14 electrones y 14
neutrones.
Hay elementos más simples, como el hidrógeno, que es un material gaseoso y el
que más abunda a nuestro alrededor; de hecho, tres cuartas partes del Universo
es hidrógeno. El átomo de hidrógeno es el resultado de la combinación de un solo
protón con un solo electrón y se representa con el símbolo H. El átomo de oxígeno,
que es parte fundamental del aire que respiramos, tiene ocho protones, ocho
electrones y ocho neutrones y su símbolo es O. En definitiva, las distintas
combinaciones posibles de electrones, protones y neutrones dan lugar a todos los
elementos que constituyen la materia conocida: hierro, carbono, cloro, oro,
calcio… En total son 116 los elementos que existen en la naturaleza y podemos
encontrarlos en ella bien como elementos individuales o combinados entre sí. Por
ejemplo, el agua de esa charca está formada por millones de moléculas que han
surgido de la combinación de dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, de ahí
que su nomenclatura química sea H2O.
En definitiva, todo lo que vemos y podemos tocar no son sino distintas
combinaciones de electrones, protones y neutrones.

Un vehículo pasa cerca de nosotros. El ruido de su motor se pierde poco a poco en


la lejanía.

¡Hágase el Universo!
—¿Y de dónde salieron todas esas partículas y cómo se combinaron para formar la materia?

—Para contestar esa pregunta no tenemos más remedio que retroceder en el tiempo trece mil
ochocientos millones de años atrás, cuando se creó el Universo. Hay que empezar diciendo que
nadie sabe a ciencia cierta qué pasó justo en el momento de la creación y mucho menos qué
había antes de ella. Son varias las teorías que quieren abrirse paso en la comunidad científica,
pero al día de hoy no dejan de ser poco más que meras especulaciones. Parece que todo empezó
con una especie de gran explosión (Big Bang) que creó un universo a temperatura más alta que
la del núcleo del Sol, seguida de una rápida expansión que duplicó el tamaño de este universo
recién nacido en menos de un segundo. Unos defienden que fue una sola explosión y otros
especulan con que quizás se tratara de multitud de explosiones en distintos puntos de lo que
ahora es el espacio conocido. Suponemos que tras ese Big Bang tenemos una gran cantidad de
electrones, protones y neutrones chocando unos con otros e incapaces de combinarse para
formar átomos debido a la altísima temperatura de su entorno. Hasta este punto todo es
especulación, aunque el escenario que te he descrito concuerda bastante bien con la situación
real a la que hemos llegado al día de hoy. Sin embargo, transcurridos los primeros cuatrocientos
mil años de existencia del Universo, empezamos a tener certeza de todo lo que pasó.

—¿Cómo es eso posible? ¿Si hablas de certeza es porque estamos totalmente seguros de lo que
pasó a partir de ahí?

—Tú lo has dicho, estamos totalmente seguros. Y esto es así porque lo estamos viendo.
—No lo entiendo

—Estamos viendo día a día lo que pasó en el Universo desde que cumplió sus primeros
cuatrocientos mil años de edad. Como si estuviéramos en el cine, en una butaca de primera fila.

Imagínate que miramos con un telescopio hacia una región del espacio situada a
una distancia de un año-luz. Como ya te he contado antes, en realidad estaríamos
viendo esa región tal cual era hace un año, ya que este es el tiempo que la luz, es
decir la imagen que ahora estamos contemplando, ha tardado en llegar desde
allí hasta nosotros. Si ahora miramos hacia una región distante trece mil
ochocientos millones de años-luz, estaríamos viendo las imágenes de un lugar del
espacio en el momento en que se creó el Universo. Desgraciadamente durante los
primeros cuatrocientos mil años el Universo era opaco, es decir no tenemos
imágenes de él. Pero sí podemos verlo a partir de ese momento.
Sabemos con certeza que el Universo comenzó a enfriarse y las partículas
empezaron a agruparse creando átomos, casi todos de hidrógeno, formándose algo
así como una “sopa” de hidrógeno que radiaba una especie de “fluorescencia” en
forma de ondas de radio, parecidas a las que recogen las antenas parabólicas que
vemos en algunas estaciones de comunicaciones. Estas ondas, que se conocen
como Fondo de Microondas, están llegando ahora hasta nosotros desde los puntos
del espacio que están alejados una distancia de trece mil millones de años-luz,
ofreciéndonos una imagen exacta de lo que pasó en aquellos lugares y en aquel
momento.
Lo que nos dice el Fondo de Microondas es que esta “sopa” de hidrógeno se
enfriaba paulatinamente y que su distribución en el espacio no era del todo
uniforme. En algunos puntos había “grumos” o pequeñas acumulaciones de este
plasma, donde en consecuencia se intensificaba también la acumulación de
materia. Aparece entonces una de las fuerzas que más influencia tienen en la física
del Universo: la gravedad. La fuerza de la gravedad tiene un origen misterioso que
nadie ha sabido todavía explicar convincentemente. Es una fuerza que hace que las
materias se atraigan entre sí con una intensidad proporcional a sus masas. Cuanta
más masa tengan, mayor es la atracción que experimentan entre sí. Es la razón de
que las cosas pesen y estén sujetas a la atracción de la Tierra o de que los planetas
orbiten alrededor del Sol, manteniéndose atrapados dentro del alcance de su
atracción.

Pues bien, la acumulación de masa en uno de esos “grumos” que decía antes, pone
en marcha el mecanismo de atracción gravitatorio, atrayendo a su vez más materia
gaseosa en un efecto acumulativo. Se forma así una bola de gas sometido a una
altísima presión debido al efecto gravitatorio. La gravedad imprime una fuerza
sobre toda esa materia acumulada que tiende a comprimirla hacia su centro,
produciendo un fuerte incremento de la temperatura, como cuando hinchas la rueda
de la bici y notas que al presionar el aire la bomba se calienta. Esta es la razón
también por la que en el núcleo de la Tierra el material es incandescente y de vez
en cuando salte al exterior en forma de lava de volcán. La gran bola de gas
sometida a una alta presión y temperatura se convierte en una especie de central
nuclear. Acaba de nacer una estrella.
—O sea, que las estrellas están hechas de hidrógeno.

—En su mayor parte y en el origen de su existencia sí. Pero a lo largo de su vida se producen
dentro de ella reacciones atómicas que recombinan los protones y electrones de los átomos de
hidrógeno para formar otros elementos. De hecho la práctica totalidad de los 116 elementos que
existen en la naturaleza se han formado dentro de las estrellas. El material de nuestros propios
cuerpos se creó dentro de alguna estrella. El reconocido científico Stephen Hawking dice que
somos “polvo de estrellas”.

Cuando la estrella muere, todos estos elementos saltan al espacio y son el material
con el que se forman los planetas.
¿Por qué giran los planetas?
—¿Por qué giran los planetas alrededor de sí mismos?

—Los planetas nacen por acumulación de esa materia residual que dejan las estrellas al morir.
La concentración de materia es debido al efecto gravitatorio y se produce siguiendo una
trayectoria rotatoria, como sucede con el agua que se escapa por del desagüe del lavabo. Esta
tendencia al giro se ve a su vez favorecida por la propia gravedad, que tiende a apretar la masa
del planeta hacia su centro, como cuando un patinador aprieta sus brazos contra el cuerpo para
adquirir mayor velocidad de giro.

La forma esférica de los planetas tiene también mucho que ver con este movimiento de giro. Eso
lo saben bien los pizzeros cuando hacen girar la masa de la pizza para que adquiera una forma
redondeada.

—¿Y por qué giran los planetas alrededor del Sol?

—De nuevo, es debido al efecto que ejerce sobre ellos su gravedad. Si lanzas una piedra desde
esta pequeña montaña en dirección paralela a la superficie del suelo, verás que la piedra cae
atraída por la gravedad tras describir una trayectoria en forma de arco. Si repites el tiro
lanzando con más fuerza la piedra, el resultado será el mismo, pero el arco descrito es ahora
mayor. Si fueras Superman, podrías lanzar la piedra con una fuerza tal que el arco de su
trayectoria sería infinito, es decir, la piedra nunca caería. Quedaría atrapada eternamente
dando vueltas a la Tierra. Algo así sucede cuando la materia de un futuro planeta entra con una
determinada velocidad en el campo gravitatorio del Sol. Si esa velocidad es suficientemente alta,
el incipiente planeta quedará atrapado en ese campo gravitatorio, dando vueltas alrededor de
él de forma permanente.
Energía y materia oscuras
—Los planetas ya existen, las estrellas también, unos giran establemente y en armonía alrededor
de los otros… Todo parece funcionar como un reloj ¿Esto quiere decir que el Universo ha
llegado ya a donde tenía que llegar?

—Ni mucho menos. El Universo está vivo y desconocemos cómo será en el futuro. Ahora mismo
está expandiéndose y no sabemos hasta cuándo lo hará; si llegará a estacionarse o si en algún
momento iniciará un proceso opuesto de contracción. Si siguiera expandiéndose, el vacío
ocuparía todas las distancias entre galaxias y contemplaríamos un Universo frío y casi vacío. Si
por el contrario comenzara a contraerse, toda la materia, favorecido por el efecto gravitatorio,
se vería comprimida en un mínimo espacio y tendríamos un Universo minúsculo e incandescente.
En cualquier caso, ninguno de nosotros será testigo de lo que vaya a pasar.

Sabemos con seguridad que las galaxias se están alejando unas de otras a
velocidades de miles y decenas de miles de kilómetros por segundo. Así nos lo
dice el análisis de las “tonalidades” de luz que recibimos de ellas. Cuando un
cuerpo luminoso se acerca a nosotros, la “tonalidad” de su luz tiende al color
azul, en tanto que si se aleja lo que predomina es el rojo. Se trata del mismo efecto
que percibimos cuando una ambulancia se aproxima hacia nuestra posición. El
sonido de su sirena nos parece entonces agudo, mientras que al alejarse nos suena
más bien grave. La variación de tonalidades en medidas de luminosidad realizadas
sobre las galaxias a lo largo del tiempo certifica que se están alejando y que lo
hacen a una velocidad que es posible calcular con bastante precisión.
No obstante hay alguna excepción. Nuestra vecina Andrómeda se está acercando
a nosotros y parece que en unos cuantos miles de millones de años nos alcanzará.
¡Qué mala suerte tenemos!
—Hay una cosa que no entiendo. Si toda la materia que existe tiende a atraerse entre sí debido
a la gravedad, ¿cómo es posible que las galaxias se estén separando? Lo normal es que se
estuvieran atrayendo y acercándose unas a otras, ¿no?

—Veo que no se te escapa una, ¿eh? Efectivamente, parece que el comportamiento del Universo
es contradictorio con lo que hasta aquí nos dice nuestro conocimiento. La realidad es que el
Universo no es ni mucho menos solo lo que podemos ver. Hay cosas en él que no podemos tocar
ni observar, pero eso no quiere decir que no están ahí. Podemos sin embargo detectarlas,
calcularlas y en algunos casos incluso medirlas. Uno de estos elementos “fantasmales” que
forman parte del Universo es el culpable de su expansión; es la energía que hace que las galaxias
se estén separando. Se trata de una forma de energía de origen desconocido que constituye casi
el 70 % de todo lo que hay en el Universo y que se ha dado en llamar “energía oscura”. En
contraposición a esta forma de energía se encuentra la gravedad de la materia, que ejerce una
fuerza opuesta a la expansión del cosmos. Sin embargo en el balance entre energía oscura y
gravedad, las cuentas no cuadran. Solo con la materia de las galaxias, frente a la energía oscura,
el Universo sería muy distinto al que es. Por eso, los científicos se han esforzado en encontrar
evidencias de otra forma de materia de origen desconocido, invisible para nuestros ojos, pero
que nos envuelve sin que nos demos cuenta y que tiene efectos gravitatorios como la materia
conocida. La han dado en denominar “materia oscura” y representa más del 80 % del total de
la materia del Universo. Es decir, lo que podemos ver y tocar apenas supone el 20 % de la
materia del Universo.

—¡Qué interesante! ¡Tienes que hablarme más de la energía y de la materia oscura!

—Sí, pero será otro día. Ya se ha hecho hora de ir a descansar

La reina Casiopea y el rey Cefeo, que por unos momentos se han sentido
observados, parecen darnos las buenas noches.
ACTIVIDAD.

1- ¿Qué es un año luz?


2- ¿Como es posible medir la distancia de una estrella?
3- ¿De qué está hecha la materia?
4- ¿A que se conoce como fondo de micro ondas?
5- ¿Qué es la Gravedad?
6- ¿Por qué se dice que somos polvo de estrellas?
7- ¿Las tres cuartas partes del universo de que están hechas?
8- ¿Como se forma el Universo?
9- ¿Como se forma la materia en el Universo?
10- Realiza un mapa conceptual con el contenido mas importante de la lectura.

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