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PARA SUPERAR TU MIEDO DE HABLAR EN PÚBLICO DEJA DE

PENSAR EN TI
Por Elena Arnaiz

Antes de hablar en público siento que el corazón se me sale por la


boca. Mi mente no funciona con total claridad, mi pensamiento va
con más rapidez que mis palabras. Mis ideas, antes muy claritas y
ordenadas se agolpan deseando salir. Todas a la vez.
Siento sudor en las manos. Y sensaciones no del todo agradables en
el estómago. Déjame coger aire, que queda nada. ¿Quién me
mandará a mí meterme en estos saraos? Con lo bien que estaba yo
en casa o ahí sentadita con ellos. Se lo pasan bien, miran sus móviles,
hablan entre ellos. ¿Y si no les gusta? ¿Y si no les llego?
En un rato, dejaran de hacer todo esto y, joder, me van a mirar a mí.
Todos esos. Mira que si me caigo…Nunca es un mal día para que me
quede en blanco. Tiene que ser horrible. ¿Tendré las medias rotas?
Tenía que haber traído pantalones (o viceversa)
Ya está. Te toca. Abre la boca y empieza a hablar. ¿Pero qué voz es
esta? ¡No es la mía! Menuda voz de pito. Bebería agua, pero de
repente las glándulas esas de la saliva han decidido ponerse en
huelga ¿?. Aún me tiemblan las manos ligeramente, espera un poco
que todavía derramas el agua y la lías. Queda nada para empezar a
disfrutar. Respira. Ya. ¡Cómo me gusta esto!

Ideas delirantes, los mayores disparates e ideas


catastrofistas. Ganas de salir corriendo y/o fingir un repentino
desmayo. La más extrema de las inseguridades y los
mismos comentarios destructivos sobre mi valía y mi capacidad
que seguro se te pasan a ti por la cabeza cuando te planteo salir de
la fila de atrás para decirle al mundo aquello que sientes. Cuando
decides apostar fuerte por tu desarrollo profesional y tú marca
personal.
He querido hacer este ejercicio de desnudez contigo para que
sepas que no estás sólo. Que la única diferencia entre tú que me
ves desde la fila de atrás y yo que estoy subida en el escenario es
que yo lo hago y tu no. Que yo decido conscientemente enfrentarme
a mis fantasmas y darles un buen patadón y disfrutar de la marcha y
tú estás en ello. Ni más ni menos.
Todas las personas que hablamos en público sentimos (o
hemos sentido en su momento) lo mismo que tú. En la misma
medida, la única buena noticia es que cuánto más lo haces, mejor
lo haces, menos te cuesta y más lo disfrutas.
Consigues que esa sensación de la que te hablo se reduzca en el
tiempo y consigues gestionarla en positivo y para tu
aprovechamiento. También logras adiestrar la calidad de tus
pensamientos y dejar de decirte barbaridades antes de comenzar. Y
tirar de experiencias de éxito pasadas ayuda a todo esto. Es decir,
que la exposición y la repetición se vuelven absolutamente
indispensables para disfrutar de hablar en público.
Hay algunos aspectos que sé que te van a ayudar para mejorar en tu
proceso de “subir al escenario” y los quiero compartir contigo. Y,
además, me he traído unos cuantos amigos que también han
querido compartir sus vivencias contigo:

1. Somos animalitos.

Y de aquí viene todo. Cuando un animal está sólo frente a otros


muchos de su manada que le miran fijamente y en silencio, huye. Y
hace bien en huir. Y nuestro cerebro más primitivo se empeña en
reproducir sensaciones que ya no están actualizadas, que no son
válidas para la realidad que estamos viviendo. Y si no sabemos esto,
nos lo creemos. Y resulta que nuestro cerebro se pasa la vida
engañándonos. Ya está, ya lo hemos pillado. No vuelvas a hacerle
caso que en este contexto te envía señales equivocadas. Bien
gestionadas, esas sensaciones te ayudarán a dar lo mejor de ti.

2. Somos pura química.

Toda esa cantidad de sustancias que genera a chorro para


ayudarnos en la huida nos hacen sentir mal. Le hacemos demasiado
caso porque llegan a alcanzar tal intensidad que nos da la sensación
de que perderemos el control. Una vez más, nuestro cuerpo es más
listo que nosotros. Y cuando llega a un determinado nivel, dice “pues
si no se va, es que no es pa tanto” y de repente, empieza a
disminuir (quiero pedir perdón públicamente a mis profesores de
Neurociencias de la facultad por la simpleza, pero es que así
explicado, lo entiende todo el mundo) Tu cuerpo no quiere que te de
un infarto, y te prometo (yo y miles de científicos) que llegado el
momento (y aunque parecen eternos son sólo unos minutos), ese
nivel de activación excesivo baja. Pero no baja como cuando estás
sentadito en primera fila. No, se queda un poco por encima de lo
habitual. Y, madre mía, hay que ver lo que rindes cuando estás en
apuros. Das lo mejor de ti, tu memoria, tu capacidad para asociar
ideas, para pensar bromas, para tejer el discurso que te habías
preparado, para leer caras y dar respuesta y adaptar el tono y tu
comunicación a eso que ves y para responder preguntas difíciles está
en un punto álgido. Ya llega el momento de disfrutar. De fluir.
*Apunte: Es un faenón muy gordo eso que nos hacían en el cole de
sacarnos a dar la lección, permanecer en la palestra uno o dos
minutos (justo el tiempo que dura ese momento de mayor activación)
y dejarnos volver a nuestro sitio en el punto álgido. Esto ha hecho
mucho daño a nuestra capacidad de enfrentarnos con éxito y
ganas a nuestro público.

Deja de pensar en ti

Voy ya a la parte que más me gusta. Nos centramos en nosotros


en exceso. En MI discurso, en lo que YO voy a decir, en cómo me
estoy sintiendo YO, en lo mucho que me están mirando a MI y en lo
pendientes que van a estar de absolutamente todo lo que YO diga.
Mira, te voy a decir algo: no eres tan importante para nadie. Te
hacen un rastreo general durante unas fracciones de segundo al
iniciar. Escuchan un tanto por ciento muy bajo de todo tu mensaje.
Nadie escucha todas y cada una de tus palabras ni la adecuación de
éstas a cada frase que sueltes. No, somos más simples que todo eso:
buscamos armonía, coherencia, una entonación que no nos haga
dormirnos, una idea clara y un lenguaje fácilmente entendible y por
encima de todo, buscamos autenticidad y que se dirijan a nosotros.
Así que deja de pensar que en ese momento el mundo se ha parado
para observar tu ombligo porque de verdad que esto no es así. Centra
toda tu actividad mental y tu energía en ellos, en hacerles partícipes
de tu mensaje y de lo que les quieres decir. Habla para ellos, con ello
y por ellos. Hazte un favor, y deja de pensar en ti.

Alberto Luque: “vivirlo con ganas, esas mismas que sin


proponérselo el que habla trasmite y el que escucha vive y disfruta
igualmente” y Élia Guardiola: “let’s rock, vamos a divertirnos y a
hacer emocionar al resto” lo tienen muy claro. La comunicación es
para poner al servicio de los demás, y por eso, son tan grandes.
4. Piensa en todo momento en los demás

Desde el primer minuto en el que empiezas a preparar tu


presentación, tu pequeña intervención, tu reunión con parte del
equipo… lo que sea. Todo debe articularse en torno a quiénes te
diriges, a qué necesitan, a qué les afecta, qué les preocupa. Y en
cómo tú, con lo que tú sabes, con tu experiencia y con cómo
entiendes la vida les puedes aportar alguna solución. Si esto no se
da, no llegas. Y si no llegas no hay comunicación. Por mucho que
modules la voz, por mucho que tu presentación sea de un gran
diseño, por mucho que te centres en los detalles.
Comunicar y hablar en público es un gran acto de generosidad.
Es buscar lo mejor de ti para entregárselo a los demás.
¡Cómo no te va a enganchar hacer esto!
Tú solo eres un medio más para lograr tu objetivo. Y este no debe
ser otro que aportar valor a los demás. Así que a por todas.
A Fernando Abad le funciona pensar en que el tipo que está
empezando a hablar ya no entiende de nervios y sí de lo mucho que
tienes que contar. Algo asimilar le ocurre a Ana María y además, los
dos coinciden en la visualización como técnica fundamental de
preparación ¿Probamos su estrategia?
Quiero traerte también el recurso de Sandra Romero que apuesta
por compartir con el público sus nervios: “estoy nerviosísima, así que
seguro que me voy a equivocar… si meto la pata es cosa de los
nervios…Y era como mágico: un bálsamo porque hacia partícipe al
público de mis nervios”. Brillante ¿Verdad? Nada mejor que
conseguir aliados. Es muy fácil empatizar con las personas que
expresan de forma honesta aquello por lo que están pasando.

5. Si sientes es porque estás vivo.

Tendemos a evitar las situaciones de exposición porque durante un


tiempo determinado nos va a hacer sentir cierto “disconfort”. Como la
cultura que nos rodea nos ha enseñado y fomentado a vivir sin ningún
tropezón resulta que una ligera ansiedad completamente normal
antes de vivir una experiencia importante, nos asusta y la
rechazamos. Sin conocer ni sus beneficios y sin enseñarnos a
hacernos aliados de ese nivel de activación que nos llevará a dar lo
mejor de nosotros mismos si la entendemos y la aprovechamos.
Reconcíliate con todas las sensaciones de tu cuerpo, para volar y
para fluir hay que conocer el esfuerzo 😉.
6. ¿Sabes todo lo que te pierdes por seguir con la bolsa en
la cabeza?

Esta frase es de Cristina Vega Logopeda. Y es que esta una razón


muy poderosa. La más. Ya sabéis que el orden nunca importa. Si no
comunicas, te pierdes una oportunidad enorme de crecer. De
reconocer tus fortalezas y enseñarlas con gusto. De llevar la huella
que dejas en los demás a otro nivel. De enseñar tu propuesta de valor
en un canal que tanto te gusta (si no te gusta el 2.0 digo yo que el 1.0
te volverá loco no? O en realidad todo lo que conlleve exponerse y
mojarse te da tanto miedo que optas por evitarlo? Profundizaremos
sobre esto…)
En todo caso, Francisco Alcaide y yo seguimos dándole vueltas a
nuestro Maserati particular y en el libro Tu Futuro es Hoy escrito junto
a Laura Chica recoge esta frase: hablar en público es
indispensable para tu marca personal y además correlaciona
con elevar tu nivel de ingresos. Pues eso. Una razón más.

7. Comunica con el corazón. La clave para hablar en


público:

Comunicarás bien y disfrutarás de hacerlo cuando tu nivel de


aceptación de quién eres y de lo que dices sea tan alto y tan honesto
que no te quede más remedio que comunicarlo con el corazón y con
una sonrisa.
Ya puedes tener el mejor discurso del mundo, la mejor dicción, una
presencia excelente y una cuidada comunicación no verbal. Todo
esto funciona y hace (aún más) magia cuando comunicas desde el
corazón. Y me atrevo a decir esto; comunicar con el corazón y con
el genuino deseo de aportar valor a los demás, hace que nos
“perdonen” la ausencia de todo lo demás. Algún experto en
oratoria le hará sangre en los ojos leer esto, pero vaya por delante,
que con este post no quiero que logres la excelencia en este noble
arte. Quiero que te sacudas todos los fantasmas que te impiden salir
de esa dolorosa última fila. Nada más. Y nada menos.
¿Nos atrevemos a quitarnos la bolsa de la cabeza?
¿Nos damos a los demás cada vez que tengamos la oportunidad de
comunicar?
Dime que sí. Hazte el favor.
NOTA: Existe un trastorno llamado GLOSOFOBIA que implica
justamente eso: una fobia a hablar en público. Y sólo puede ser
tratado por psicólogos clínicos que indiquen la terapia más adecuada
para superarlo. Este post está abordado desde el punto de vista del
desarrollo de una competencia y de los mecanismos que pueden
estar operando para no ser capaz de llevarla a la acción, pero no
desde el punto de vista del tratamiento de las fobias. Es muy
importante para los profesionales que nos dedicamos a esto, tener
muy muy clara esta distinción y ante la más mínima duda de estar
ante una fobia (un miedo patológico) derivarlo a los profesionales
competentes para ello. He visto y me han contado auténticas
burradas de pseudoprofesionales metidos a chamanes. Respeto y
máxima profesionalidad por toneladas y por favor.

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