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Este pequeño volumen está dirigido a todos los hijos de Dios. Está dirigido a esos
que sufren con el Apóstol Pablo y dicen: “!!Miserable de mí! ¿quién me librará de este
cuerpo de muerte? […] Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la
carne a la ley del pecado(1)”. Y en otra parte dice: “Porque no hago el bien que quiero, sino
el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado
que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí (2)”.
El mal mora en nosotros, en nuestra carne, en la carne de los hijos de Dios (3), y ese
mal es el combustible que Satanás utiliza para alimentar sus artimañas para tentarnos a
pecar. Las tentaciones son diseñadas por Satanás de manera particular para cada cristiano,
en concordancia con los deseos desordenados de ese cristiano; pero esas tentaciones,
aunque distintas y adecuadas para cada uno, pueden ser catalogadas en grupos bien
definidos, y ese catálogo es común para todos los cristianos. George Whitefield, en este
volumen, nos enseña a distinguir algunas de esas tentaciones y nos prescribe algunos
remedios para contrarrestarlas. Aunque Whitefield, en este texto, no es exhaustivo con
respecto a todo el abanico de tentaciones que existen en el catálogo, si es incisivamente
práctico al mostrarnos las artimañas más comunes que el diablo utiliza, y también es
demoledoramente útil en sus prescripciones para oponer resistencia al diablo.
Oro por que el Señor permita que este texto sea de edificación para la vida del lector.
Lo que motivó estas palabras fue lo siguiente: En la iglesia de Corinto había un desdichado
que había cometido un pecado de incesto del modo que no se da ni aun entre los gentiles
pues había tomado a la mujer de su padre, pero, ya sea por su riqueza, poder o alguna de
esas razones, al igual que muchos transgresores notables de hoy en día, él no había estado
expuesto a las censuras de la iglesia. San Pablo, por lo tanto, en su primera epístola, los
reprende severamente por esta negligencia disciplinaria y les ordena: “En el nombre de
nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor
Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu
sea salvo en el día del Señor Jesús”(4). Es decir, debían excomulgarlo solemnemente, lo que,
en aquel entonces, comúnmente, iba acompañado de algún padecimiento físico. Los
Corintios, siendo obedientes al Apóstol como hijos amados, tan pronto recibieron esta
reprensión se sometieron a ella y expulsaron al ofensor de la iglesia. Pero mientras
intentaban enmendar una falla, desgraciadamente, se encontraron con otra. Debido a que
anteriormente habían sido demasiado suaves y negligentes, ahora se comportaban con el
ofensor con demasiada severidad y resentimiento. El apóstol, por lo tanto, en este capítulo
reprueba esto y les dice: “Le basta a tal persona esta reprensión hecha por muchos”(5). Es
decir, esa persona ya había sufrido bastante y que, por lo tanto, para que no fuera tentado
a decir como Caín: “Grande es mi castigo para ser soportado”(6); o para utilizar las propias
palabras del Apóstol: “para que no sea consumido de demasiada tristeza”(7), deberían,
ahora que había dado muestras de arrepentimiento, perdonarlo, confirmar su amor por él
y restaurarlo en un espíritu de mansedumbre, “para que Satanás —que ya lo estaba
golpeando tentándolo a la desesperación— no gane ventaja alguna sobre nosotros” (8), y así,
al exhibirlos como despiadados y crueles, cause que el Santo nombre, por el cual ellos
habían sido llamados, fuera blasfemado. Debido a que “no ignoramos sus maquinaciones”(9)
sabemos muy bien que tiene multitud sutilezas para apartar y engañar a las personas
incautas.
Así se encuentran esas palabras en relación con el contexto, pero como Satanás
tiene muchas artimañas, y como su aljaba se encuentra llena de otros dardos venenosos a
parte de los que nos dispara para llevarnos a la desesperación, en el siguiente discurso,
primero observaremos brevemente qué debemos entender por “Satanás”. Y, segundo, les
señalaré cuáles son las principales artimañas que generalmente utiliza para atraer a los
convertidos de Cristo; y también prescribe algunos remedios contra esas artimañas.
¿Qué debemos entender por “Satanás”?
La palabra Satanás en su significado original significa adversario, y en su uso y aceptación
coloquial se utiliza para señalarnos el principal de los demonios, quien, por intentar ser
como Dios, fue arrojado del cielo y a quien ahora le está permitido, junto con el resto de las
“huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”(10), andar alrededor “buscando a
quien devorar”(11).
Entonces, de la que ha sido la suerte común de todos los hijos de Dios y de los
ángeles, más aún, del mismísimo Hijo del Dios eterno, no debemos pensar que podemos
estar exentos. No, será correcto si somos perfeccionados mediante las tentaciones como
Ellos lo fueron. Y, por lo tanto, dado que no podemos evitar ser tentados a menos que
podamos deshacernos de nuestra naturaleza humana, en lugar de quejarnos por nuestra
condición, deberíamos más bien preguntarnos, ¿en qué momento de la vida Satanás nos
atacará con mayor violencia? ¿Y cuáles son esas artimañas que comúnmente utiliza para
obtener ventaja sobre nosotros?
¿En qué momento de la vida Satanás nos ataca con mayor violencia?
En cuanto a esta primera pregunta, respondo que debemos esperar ser tentados por él en
algún grado u otro durante toda nuestra vida. Debido a que esta vida es una guerra continua
nunca debemos esperar descansar de nuestro adversario espiritual, el diablo; o decir que
nuestro combate con él ha terminado, sino hasta que, como nuestro bendito Maestro,
inclinemos nuestra cabeza y entreguemos el espíritu (20).
Pero dado que al momento de nuestra conversión, que es nuestra entrada en la vida
espiritual, es la etapa más crítica en la que él, la mayoría de las veces, nos acosa más
violentamente, porque sabe que si puede evitar que huyamos de la muerte podrá
conducirnos cautivos a su voluntad; y dado que el sabio hijo de Sirac nos advierte: “si tratas
de servir al Señor, prepárate para la prueba”(21) [Nota del traductor: Este texto aparece en
Eclesiástico, uno de los libros deuterocanónicos], entonces, debido a eso, para responder a
la otra pregunta, pasaré al segundo punto y señalaré esas artimañas que Satanás
generalmente utiliza al inicio de nuestra conversión para obtener una ventaja sobre
nosotros.
Las principales artimañas de Satanás
Observación preliminar
Pero permítanme hacerles la observación de que todo lo que se entregue en el siguiente
discurso está destinado solo para aquellos que realmente han entrado en la vida divina y
no para los casi-cristianos, los carnales, que tienen la apariencia de piedad (22), pero que
nunca sintieron el poder de ella sus corazones.
1. Primera artimaña: Conducirnos a la desesperación
Habiendo dicho esto, la primera artimaña que mencionaré, que Satanás utiliza, es
conducirnos a la desesperación.
Cuando Dios el Padre despierta a un pecador a través de los terrores de la ley, y por
Su Santo Espíritu lo convence de pecado para conducirlo a Cristo y mostrarle su necesidad
de un Redentor, entonces, Satanás, generalmente ataca y empeora esa convicción hasta tal
grado que hace al pecador dudar de la posibilidad de encontrar misericordia a través del
Mediador Jesucristo.
De ese modo, en todas sus tentaciones al Santo Jesús, tuvo como principal objetivo
hacer que se preguntara si Él era el Hijo de Dios. “Si eres Hijo de Dios”(23), haz esto y aquello.
Sin duda, con muchos pensamientos desalentadores como este, llenó el corazón del gran
San Pablo cuando durante tres días “no comió ni bebió”(24), y, por lo tanto, él habla por
experiencia propia cuando dice en las palabras del texto: “no ignoramos sus
maquinaciones”(25), con las que trataría de llevar al incestuoso a la desesperación.
Cuando una persona ha probado la buena Palabra de vida por algún tiempo y ha
sentido los poderes del mundo venidero, comúnmente y como debe ser, experimenta una
enorme emoción por los cambios repentinos que encuentra en sí mismo. Pero entonces
Satanás no tardará en inflarlo con una presunción de sus propios logros, haciéndole pensar
que es una persona particularmente importante, y lo tentarán a menospreciar a sus
hermanos como si él fuera más santo que ellos. Por lo tanto, seamos precavidos y tengamos
cuidado con esta artimaña de nuestro adversario espiritual, porque debido a que “antes de
la destrucción el corazón del hombre es altivo, pero a la gloria precede la humildad” (29), Dios
estará obligado, ante tales circunstancias, a enviarnos alguna visita de la humillación o a
permitirnos caer, como lo hizo con Pedro, en un pecado grave para que aprendamos a no
ser altaneros.
Este término no es comprendido por el nombre natural, sin embargo, todo aquel de
entre ustedes que ha pasado a través de los dolores del nuevo nacimiento sabe muy bien
lo que quiero decir cuando hablo de sequía y esterilidad en la oración. Y no dudo que
muchos de ustedes están, en este mismo momento, experimentando esa sequía y
esterilidad.
Cuando las personas han sido recientemente despertadas a la vida divina, la gracia
es una novedad y la vieja naturaleza parece ser aún muy fuerte. Entonces, en ese tiempo,
muy a menudo, a Dios le place conceder a los nuevos convertidos algunas extraordinarias
iluminaciones de Su Espíritu Santo. Pero frecuentemente cuando maduran más en Cristo
parece dejarlos solos, y no sólo eso, sino que permite que sean abrumados por un horrible
temor y falta de vida, momento en el cual Satanás no tardará en afligirlos y tentarlos a la
impaciencia para perturbar enormemente sus almas. Pero no teman, por cuanto todo esto
no es más de lo que su bendito Redentor, ese impecable Cordero de Dios, ha soportado
antes que ustedes. Atestigüen su amarga agonía en el jardín cuando su “alma estaba muy
triste, hasta la muerte”(34); cuando “era su sudor como grandes gotas de sangre que caían
hasta la tierra”(35); cuando todo sentido de Divinidad le fue retirado y a Satanás, con toda
probabilidad, le fue permitido desplegar toda la artillería de sus terrores delante de Él.
“Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas” (36); “gozaos
por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo”(37). Consideren que es
necesario que vengan tales pruebas internas para destetarnos del amor inmoderado a la
devoción externa, y para enseñarnos a seguir a Cristo, no solamente por sus piezas de
pan(38), sino por un principio de amor y obediencia. Por lo tanto, con paciencia dominen su
alma y no permitan ser aterrados por las insinuaciones de Satanás. Perseveren en la
búsqueda de Jesús, aunque sea con angustia y aunque, debido a la esterilidad, su alma gima
todo el día. Tengan en cuenta que el Esposo está con ustedes aunque como detrás de una
cortina, como estaba con María en el sepulcro y ella no lo reconoció; aunque se haya
retirado por un poco de tiempo para que su próxima visita sea más gozosa; aunque parezca
que les frunce el ceño y les da la espalda como lo hizo con la mujer Sirofenicia, con todo y
esto, si ustedes, como ella y el ciego Bartimeo, claman fervientemente: “!Jesús, Hijo de
David, ten misericordia de mí!”(39), Él se les presentará otra vez, ya sea en el templo, por el
partimiento del pan, o de alguna otra manera.
4. Cuarta artimaña: Inquietarnos con pensamientos blasfemos
Pero entre todas las maquinaciones que Satanás utiliza para tomar “ventaja sobre
nosotros”(9), no hay ninguna en la cual sea más exitoso o por la cual aflija peor a los hijos de
Dios, que la cuarta artimaña que voy a mencionar: Al inquietarlos con pensamientos
blasfemos, profanos e incrédulos, y a veces a tal grado que son tan tormentosos como
cualquier instrumento de tortura.
Ustedes que han sentido sus fieros dardos pueden dar testimonio de la veracidad de
esto y por sus propias terribles experiencias pueden testificar que tan a menudo les ha
extendido la invitación diciendo: “Maldice a Dios, y muérete”(40), y ha saeteado sus
pensamientos con miles de sugerencias blasfemas, incluso en sus oraciones más solemnes
y secretas, ocasiones que, al mirarlas en retrospectiva, hacen a sus corazones temblar.
Apelo a sus propias conciencias, ¿acaso algunos de ustedes cuando han levantado manos
santas en oración no han sido acosados con una multitud de las más horribles sugerencias,
de tal manera que han sido a menudo tentados a levantarse de sus rodillas y se les ha hecho
creer que sus oraciones fueron abominaciones para el Señor? Sí, cuando con el resto de sus
hermanos se han reunido alrededor de la mesa del Señor y han tomado los sagrados
símbolos de la bendita sangre y el bendito cuerpo de Cristo en sus manos y en vez de
recordar la muerte de su Salvador, ¿no han estado más ocupados en alejar los
pensamientos malignos como Abraham alejaba las aves que venían a devorar su
sacrificio(41), y, por lo tanto, se han sentido aterrados, no sea que hayan comido y bebido su
propio juicio? Pero no se maravillen como si algo extraordinario les hubiera ocurrido por
cuanto éste ha sido un mal común entre todos los hijos de Dios. Leemos “que —en los
tiempos de Job— un día cuando los hijos de Dios vinieron a presentarse delante del Señor —
a una adoración pública— vino también Satanás entre ellos para presentarse delante del
Señor”(42), seguramente para perturbar sus oraciones.
Y no se imaginen que Dios está enojado con ustedes por esas distracciones, inclusive,
aunque sean pensamientos muy blasfemos. No. Él sabe que no son ustedes sino Satanás
obrando en ustedes; por lo tanto, a pesar de que puede estar furioso con el diablo y
ciertamente lo castigará, con ustedes tendrá misericordia y les recompensará; y aunque es
difícil convencer a las personas en tales circunstancias de esto, yo no dudo que ustedes son
más aceptable para Dios cuando desempeñan sus deberes santos en medio de tales
distracciones involuntarias, que cuando están envueltos por la devoción como si estuvieran
en el tercer cielo; porque cuando están sufriendo y están al mismo tiempo haciendo la
voluntad de Dios, hacen como los sirvientes de Nehemías en la construcción del muro, “con
una mano trabajaban en la obra, y en la otra tenían la espada”(43). No se alejen del servicio
de adoración, de la mesa del Señor o de la oración por causa de tales insinuaciones
abominables porque entonces permitirán que Satanás obtenga su tan deseada ventaja
sobre ustedes. Dado que su principal propósito es, a través de esos pensamientos, hacerlos
apartarse de los medios de gracia y tentarlos a creer que no pueden agradar a Dios
simplemente porque ustedes no se agradan a ustedes mismos, en vez de eso, perseveren,
especialmente en la práctica de la santa comunión y también de los demás medios de
gracia. Y cuando esas tentaciones hayan forjado en ustedes esa resignación, para lo que
fueron permitidas, entonces Dios los visitará con muestras frescas de Su amor del mismo
modo que se acercó a Abraham cuando volvía de matar a los cinco reyes(44), y les enviará
un ángel del cielo para fortalecerlos como lo hizo con Su amado Hijo (45).
5. Quinta artimaña: Tentarnos por medio de nuestros amigos y parientes carnales
Hasta ahora sólo hemos observado ese tipo de artimañas que Satanás utiliza por sí mismo,
pero hay una quinta que mencionaré, que no es menos importante, y es: Tentarnos por
medio de nuestros amigos y parientes carnales.
Esta es una de sus maquinaciones más comunes e ingeniosas de las que hace uso
para alejar de Dios, a los recientemente convertidos. Cuando él no puede prevalecer sobre
ellos por sí mismo, tratará de hacerlo por medio de la influencia y mediación de otros. Por
eso tentó a Eva para que ella tentara a Adán. Por eso movió a la esposa para hacerle la
invitación a Job: “Maldice a Dios, y muérete”(40). Y por eso utilizó la lengua de Pedro para
persuadir a nuestro bendito Señor con: “Señor, ten compasión de ti”(46), y que de esa manera
el Salvador declinara a los sufrimientos a través de los que podríamos ser preservados de
sufrir la venganza del fuego eterno. Y por eso, en estos últimos días, a menudo mueve a
nuestros amigos más íntimos y que influyen más en nosotros y a nuestros más amados
familiares para disuadirnos de caminar por ese Camino estrecho, el cual es el único que lleva
a la vida eterna.
Pero nuestro bendito Señor nos ha provisto de una respuesta suficiente a tales
insinuaciones: “¡Quítate de delante de mí, Satanás! porque no pones la mira en las cosas de
Dios, sino en las de los hombres”(47). Por lo tanto, los que de entre ustedes estén decididos
a servir al Señor, preparen su alma para muchas tentaciones como estas por cuanto es
necesario que vengan tales tropiezos para probar nuestra sinceridad; para enseñarnos a no
confiar en el hombre y para ver si abandonaremos todo para seguir a Cristo.
Dicen las Escrituras que cuando Satanás tentó a Jesús, “se apartó de él por un
tiempo”(51); además, nuestro bendito Señor nos ha ordenado velar y orar para no entrar en
tentación(52). Todo eso implica que Satanás, pensemos o no en ello, siempre está buscando
maneras para devorarnos(53). Por lo tanto, si queremos comportarnos como buenos
soldados de Jesucristo debemos estar siempre en guardia y nunca pretender deponer
nuestras armas espirituales de oración y vigilancia hasta que nuestra lucha haya terminado
con la muerte, porque si lo hacemos, nuestro Amalec espiritual prevalecerá rápidamente
contra nosotros. Pero ¿y si Satanás nos ha dejado en paz? Será sólo por una temporada, sin
embargo, en poco tiempo y como león rugiente con doble dosis de furia saltará contra
nosotros otra vez. Así de cobarde es el diablo. Como seguía a nuestro bendito Señor con
una tentación tras otra, de la misma manera tratará a sus siervos. Y la razón por la cual a
veces no renueva sus ataques, es porque Dios sabe que todavía somos débiles e incapaces
de soportar algunas pruebas, y otras veces porque nuestro gran adversario piensa
acosarnos en un momento más conveniente.
Pueden ver, mis amados hermanos, por lo que nos ha sido revelado, que nuestro
camino a través del desierto de este mundo hacia el Canaán celestial está plagado de
espinos y que hay hijos de Anac con los cuales debemos lidiar antes de poder poseer la
tierra prometida. Pero no permitan que ellos, como falsos espías, los desanimen de ir a
pelear las batallas del Señor, sino exclamen el grito de guerra junto con Caleb y Josué:
“Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos” (55).
Jesucristo, el gran Capitán de nuestra salvación, en nuestro lugar y como nuestro
representante, ha frustrado al gran enemigo de la humanidad y no tenemos nada más que
hacer sino luchar valientemente bajo Su bandera e ir de conquista en conquista. Nuestra
gloria no consiste en estar exentos de, sino en soportar las tentaciones. “Bienaventurado el
varón —dijo el Apóstol— que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba,
recibirá la corona de vida”(56). Y otra vez: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os
halléis en diversas pruebas”(57). Y nunca olviden que, en aquella oración perfecta, nuestro
bendito Señor nos ha enseñado a pedir, no tanto que seamos librados de toda tentación,
sino de todo mal.
Por lo tanto, una vez más y para concluir, esforcémonos y seamos muy valientes y
pongámonos toda la armadura de Dios para que podamos “estar firmes contra las
asechanzas del diablo”(62). Renunciemos a nosotros mismos y al mundo y entonces Satanás
no encontrará nada en nosotros para hacer funcionar sus tentaciones. Estemos prevenidos
ante sus maliciosas maquinaciones y estemos dispuestos a sufrir nosotros mismos y menos
sufrimiento se nos necesitará ser enviado desde arriba. Estad, pues, firmes, ceñidos
vuestros lomos con la verdad, y tomad el yelmo de la salvación, orando en todo tiempo con
toda oración y súplica, pero sobre todo, tomad la espada del Espíritu, que es la palabra de
Dios, y el escudo de la fe(63); “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el
cual por el gozo puesto delante de Él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a
la diestra del trono de Dios”(64).
Que al tal feliz lugar quiera Dios, en Su infinita misericordia, llevarnos a todos a
través de nuestro Señor Jesucristo, a quien con el Padre y el Espíritu Santo, tres Personas y
un solo Dios Eterno, sea todo el honor y la gloria, ahora y por siempre.
Amén.
Referencias
(1) Romanos 7:24 (46) Mateo 16:22b
(2) Romanos 7:25 (47) Mateo 16:23
(3) Romanos 7:18 (48) cf. Lucas 14:26
(4) 1 Corintios 5:4,5 (49) Mateo 10:34
(5) 2 Corintios 2:6 (50) cf. Mateo 5:11
(6) Genesis 4:13b (51) Lucas 4:13
(7) 2 Corintios 2:7 (52) Mateo 26:41
(8) 2 Corintios 2:11a (53) cf. 1 Pedro 5:8
(9) 2 Corintios 2:11b (54) cf. Hebreos 4:15
(10) Efesios 6:12 (55) Números 13:30
(11) 1 Pedro 5:8 (56) Santiago 1:12
(12) Job 2:1 (57) Santiago 1:2
(13) 1 Crónicas 21:1 (58) Lucas 22:31
(14) Efesios 2:2b (59) Romanos 8:31
(15) Efesios 2:2c (60) Lucas 8:26-39
(16) Génesis 3:4 (61) cf. 1Samuel 14:45
(17) Génesis 3:1 (62) Efesios 6:11
(18) Efesios 4:14b (63) cf. Efesios 6:11-17
(19) 2 Corintios 2:11 (64) Hebreos 12:2
(20) Juan 19:30 (65) cf. Josué 1:7
(21) Eclesiástico 2:1
(22) cf. 2 Timoteo 3:5
(23) Mateo 4:3b
(24) Hechos 9:9
(25) 2 Corintios 2:11b
(26) Mateo 4:4
(27) cf. Lucas 7:47
(28) cf. Romanos 12:3
(29) Proverbios 18:22
(30) 1 Pedro 5:5b, Stg. 4:6b
(31) cf. Mateo 11:29
(32) Romanos 12:3
(33) 2 Corintios 2:11a
(34) Mateo 26:38
(35) Lucas 22:44
(36) Santiago 1:2
(37) 1 Pedro 4:13
(38) cf. Juan 6:26
(39) Marcos 10:47
(40) Job 2:9
(41) cf. Génesis 15:11
(42) Job 1:6
(43) Nehemías 4:17
(44) Génesis 14:17
(45) cf. Lucas 22:43