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Qué es el Efecto Pigmalión

El efecto Pigmalión es, en psicología y pedagogía, el principio por el que alcanzamos nuestras metas más
difíciles a partir de la confianza y expectativas positivas que los demás tienen sobre nosotros. También
puede ocurrir lo contrario, que nos transmitan miedo al fracaso por su falta de confianza, pudiendo
provocar que abandonemos nuestros objetivos. En este caso, cuando las expectativas son negativas, se
le llama efecto Golem (o efecto Pigmalión negativo). Este efecto es ampliamente estudiado por
profesionales de los ámbitos educativo, psicológico, sociológico, económico, médico y deportivo.
Nuestro comportamiento puede verse alterado al responder, consciente o inconscientemente, a las
expectativas que nuestro entorno más cercano nos ha transmitido, sea para bien o para mal. Las
expectativas son un importante estímulo que marca la dirección de nuestro comportamiento en muchos
aspectos de nuestra vida.

A través del estudio del efecto de las expectativas de terceros en nuestro rendimiento y resultados, se
llegó al concepto de profecía autocumplida, que tiene como principio activo una expectativa, sea positiva
o negativa. Este concepto fue acuñado por el sociólogo Robert K. Merton en 1948 y lo expone así: “si los
individuos definen una situación como real, esta situación tiene efectos reales”. Las profecías tienden a
cumplirse cuando tenemos la firme creencia de que son ciertas, porque el cerebro humano intenta que
nuestra conducta sea coherente con las creencias que albergamos. Las personas actuamos según cómo
interpretamos y percibimos las situaciones en las que nos encontramos, y aunque la realidad sea
diferente o nuestra percepción falsa, nuestra conducta se adecuará a nuestras creencias sobre dichas
situaciones, provocando consecuencias en nuestra realidad personal y adaptando nuestras expectativas
hacia un fin que tiende a cumplirse. Es decir, el que expresa una profecía (un deseo de conseguir algo),
inconscientemente despierta un nuevo comportamiento que hace que aumenten las posibilidades de
que ocurra. Bajo el prisma de las llamadas profecías autocumplidas (el estudio del impacto de las
expectativas en el comportamiento humano), se incluyen el efecto Pigmalión y el efecto Golem (las
expectativas de otros), el efecto Galatea (nuestras propias expectativas), así como otros fenómenos
como el efecto Placebo (en el ámbito médico).

De dónde viene el Efecto Pigmalión

El efecto Pigmalión se basa en el mito griego de un escultor llamado Pigmalión, rey de Chipre, que buscó
durante largo tiempo a la mujer perfecta con la que casarse. Al no encontrarla se dedicó a esculpir en
piedra imágenes de lo que creía que debía ser la mujer perfecta. Una de sus esculturas superó sus
propias expectativas, y la vio tan bella que se enamoró de su propia creación, a la que llamó Galatea.
Después de un sueño de Pigmalión donde Galatea cobraba vida, despertó y se encontró con la diosa
Afrodita que, conmovida por el amor que sentía por la escultura, le dijo que merecía la felicidad que él
mismo había creado, y dio vida a la estatua convirtiéndola en humana y haciendo realidad los deseos de
Pigmalión.
La versión moderna del mito griego la describe George Bernard Shaw en su obra de teatro de 1913
“Pigmalión”, donde la florista Eliza Doolittle, de clase baja y con acento callejero, es moldeada por el
profesor de fonética Henry Higgins, quien le enseña a perfeccionar su acento y a conversar en
situaciones de la alta sociedad. Las expectativas del profesor Higgins, su creencia de poder convertir a
una muchacha analfabeta de la calle en una dama de clase alta según sus ideas éticas y estéticas, hizo
que la conducta de la florista tendiera a confirmar lo que se esperaba de ella. Y cuando las expectativas
se cumplieron produjo el efecto de que su creador, el profesor Higgins, se enamorara de su creación.

Al Pigmalión negativo se le ha denominado efecto Golem basándose en la mitología judía, donde un


golem era un ser fabricado a partir de barro o arcilla (a semejanza de Adán) que era animado por una
persona creyente y cercana a Dios que le insuflaba una chispa divina, y después iba creciendo
paulatinamente hasta convertirse en un coloso de piedra. La leyenda más famosa es la de un rabino de la
ciudad de Praga del siglo XVI, llamado Judah Loew ben Bezalel, que creó un golem para defender a los
judíos del gueto de Praga de los ataques antisemitas. El golem es fuerte pero carece de inteligencia y
ejecuta las órdenes de manera literal, por lo que al aumentar de tamaño se volvió peligroso para el que
lo había creado y sus fieles.

Pigmalión en el aula – El Experimento De Rosenthal Y Jacobson

De los diversos experimentos que se han realizado desde la psicología, el más relevante por ser pionero
es el que realizaron en 1968 el psicólogo Robert Rosenthal y Lenore Jacobson (directora de una escuela
de San Francisco) bajo el título “Pigmalión en el aula”. Este estudio sobre el efecto Pigmalión se realizó
desde la perspectiva de la teoría de la profecía autocumplida, teoría considerada como uno de los
factores que influyen en la motivación de las personas. El estudio comenzó cuando Rosenthal y Jacobson
informaron a un grupo de profesores de primaria de que se les había hecho a sus alumnos un test de
evaluación intelectual, y luego les dieron los nombres de los alumnos con los mejores resultados,
advirtiéndoles que éstos estudiantes especiales tendrían el mejor rendimiento académico del curso.
Efectivamente, al cabo de ocho meses dichos alumnos obtuvieron un rendimiento escolar por encima
del resto, siendo los mejores. Realmente nunca se realizó ningún test de inteligencia, sino que se
eligieron totalmente al azar los nombres del 20% de los alumnos, con unas capacidades más o menos
normales. No se dijo nada sobre el resto de los alumnos, que constituyeron el grupo de control. ¿Cómo
se explica el resultado? Lo que observaron Rosenthal y Jacobson es que los profesores se formaron una
expectativa tan alta sobre esos alumnos que su relación con ellos fue distinta, dándoles mayores
estímulos más a menudo, preguntándoles más en clase y proporcionándoles más información, dándoles
más tiempo para responder, estimulándoles con desafíos intelectuales e interesándose por sus
esfuerzos. Esto aumenta la frecuencia de respuestas acertadas por esos alumnos, incrementando la
confianza en sí mismos y provocando finalmente mejores resultados escolares. El trato diferenciado y
personal que recibieron generó una respuesta destacada.
Este fenómeno funciona también en la dirección opuesta, pues cuando un profesor considera menos
inteligentes a ciertos alumnos tiende a ignorarlos, por lo que no son estimulados de forma conveniente
limitando su potencial. De hecho algunos estudios concluyen que, en términos generales, parece que las
expectativas negativas se transmiten más fácilmente que las positivas, así como el comportamiento no-
verbal influye más que el verbal. Así, si el profesor tiene una alta autoestima será más efectivo a la hora
de infundir una mayor autoestima en sus alumnos. El efecto Pigmalión en la educación escolar es uno de
los aspectos más estudiados y uniformemente corroborados por la psicología actual, por lo que una
relación amable y atenta entre el profesor y sus alumnos es muy probable que propicie resultados
positivos, al menos a largo plazo. Las expectativas positivas y realistas potencian las capacidades latentes
de los alumnos, creando un entorno predispuesto al crecimiento intelectual y personal. El buen profesor
no agobia a un alumno con metas ilusorias e irreales que no estén a su alcance, que podrían provocar el
fracaso y dañar su autoestima. No impone objetivos, solo acompaña y anima a su pupilo en su viaje
educativo.

La confianza, nuestra forma de pensar y actuar

Las personas solemos dirigir nuestras acciones más por lo que se espera de nosotros (siguiendo ciertos
patrones de conducta influenciados por criterios sociales y culturales) que por nuestros deseos o
capacidades personales. Nos debatimos entre la confianza que nos transmiten nuestra familia, amigos, y
jefes en nuestras posibilidades (efecto Pigmalión), y la confianza y expectativas que tenemos sobre
nosotros mismos (efecto Galatea). La relación expectativa-comportamiento generalmente se manifiesta
en el ámbito del inconsciente, influyendo en la forma en que funcionamos con las personas de nuestro
entorno. Nuestra forma de pensar y actuar hace que generemos expectativas constantemente sobre
todo. Una expectativa es una creencia en que va a ocurrir algo en el futuro, es la confianza que nos
transmiten los demás en que lograremos alcanzar un objetivo concreto; también es la esperanza que
depositamos en alguien de que tenga la capacidad de hacer alguna cosa. Sin embargo la sola existencia
de una expectativa que no se pone en práctica no da lugar a una profecía autocumplida. Para que ésta
aparezca, ése impulso interno que proviene de la expectativa tiene que materializarse en un principio de
actuación. La expectativa, ya surja del entorno o de nosotros mismos, tiene que afectar al
comportamiento.

Para potenciar las habilidades innatas de una persona es necesario saber cuáles son sus intereses y
pretensiones vitales, y también conocer sus posibilidades y limitaciones. A menudo la gente cree tener
limitaciones que realmente sólo están en su mente, y si alguien se lo advierte y le inculca la confianza
necesaria tendrá muchas posibilidades de superarlas.
Experimento “de empleado de limpieza a puesto técnico de alta responsabilidad”

En el ámbito empresarial se ha visto que las expectativas de los jefes sobre sus subordinados y el trato de
confianza que reciben éstos genera un mayor rendimiento y desarrollo por parte de los trabajadores. Los
superiores suelen conseguir de sus subordinados lo que esperan de ellos, especialmente al comienzo de
la carrera profesional del trabajador, donde empieza a formarse expectativas y a descubrir su capacidad
de trabajo.

Un ejemplo clásico es el que se realizó en una empresa multinacional de tecnología, donde los
responsables del departamento de personal comunicaron a un empleado del servicio de limpieza, sin
estudios universitarios y que ocupaba el último nivel en la jerarquía de la organización, que había sido
seleccionado entre miles de candidatos como el mejor capacitado para ocupar un puesto técnico de alta
responsabilidad en el plazo de dos años. El resultado fue extraordinario, pues este empleado no sólo
llegó a ejercer las funciones del puesto prometido en un tiempo inferior al previsto, sino que siguió
ascendiendo en la empresa. El éxito del experimento superó las expectativas de sus creadores.

En el ámbito familiar se puede cumplir el efecto Pigmalión tratando a los hijos con amor, valorando
todos sus esfuerzos y expresándoles en público y en privado lo inteligentes que son y las capacidades
más positivas que tienen. Pero también puede surgir el efecto Golem si se trata al hijo con frases como:
“eres muy malo”, “no sabes hacer nada”, “eres un inútil”. La repetición de estas frases produce un efecto
goteo de expectativas negativas que puede arruinar su correcto desarrollo personal. El niño puede
asumir la expectativa negativa que sus padres tienen de él, y es probable que termine comportándose
como cree que los demás esperan que lo haga.

El efecto Galatea

El efecto Galatea, que parte de nuestra propia expectativa interna, tiene un poder superior al efecto
Pigmalión (la expectativa de terceros en nuestras capacidades) para que se cumpla una profecía u
objetivo concreto, porque nuestras creencias se comportan como filtros que dejan pasar o rechazan las
expectativas de los demás. La autoconfianza, la creencia de que tendremos éxito en una meta particular,
es un importante motor que nos impulsa a la acción, así como el miedo (p. ej. al fracaso o al rechazo) es
la otra cara de la moneda que la contrarresta. Nuestra confianza se desarrolla a lo largo de nuestro ciclo
vital, asumiendo nuevos riesgos, superando nuestros miedos, adquiriendo nuevas habilidades y
mejorando nuestro rendimiento y desarrollo personal; aunque también puede verse fortalecida por
factores externos, como el efecto Pigmalión que influye claramente en cómo nos vemos y valoramos. Si
nos sentimos capaces y convencidos de lograr un objetivo, las probabilidades de alcanzarlo serán mucho
mayores porque nuestra conducta, esfuerzo y compromiso estarán centrados en conseguirlo. Podemos
tener éxito aunque nuestro entorno no crea en nosotros, pero no a la inversa: aunque los demás nos
apoyen, si no creemos en nosotros mismos será difícil conseguir algo. Todos somos capaces de lograr
objetivos que en principio imaginamos inalcanzables, siempre que confiemos en nuestra capacidad de
aprender y mejorar, teniendo fe en nuestro potencial y sin ponernos límites. Todos valemos lo suficiente
para alcanzar la felicidad y la realización personal si tenemos un intenso deseo que nos impulse a
conseguirlo.

“Tanto si crees que puedes hacer algo, como si crees que no puedes hacerlo, estás en lo cierto” -Henry
Ford-

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